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7/24/2019 CI 05 TC Coronil
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Tema Central
Globalizacin
liberal
imperi lismo
global
inco
piezas p r
armar
el
rompecabezas
del
presente
Fernando
Coronil
E
n este ensayo intento explorar algunos elementos de la
configuracin actual del poder a escala mundial y dis-
cutir conceptos que permitan caracterizar y cuestionar
sus formas de dominio.
Si no es
fcil examinar y
nom-
brar al
elusivo presente pues este nos sorprende con caras nuevas
justo cuando creamos que ya nos era familiar los sucesos del
de septiembre de 2001 sin duda rompieron
el ya
inestable piso
desde el cual lo identificabamos e imaginabamos sus posibles fu-
turos. Aun cuando algunos adviertan que
una
desproporcionada
sensacin de cambio es frecuente entre quienes han vivido desga-
rradoras tragedias polticas es
ya
un lugar comn sobre todo en
Estados Unidos representar al de septiembre como un hito
histrico que
ha
transformado
el
orden mundial.
Si
todo cambio
real o imaginado invita a repensar la historia esta crisis obliga a
hacerlo.
En
qu forma los eventos desencadenados
por el
ataque
del de septiembre en Nueva York y Washington iluminan la
configuracin mundial del poder? Cmo se constituyen las dife-
rencias geohistricas y culturales en la actualidad? Cmo repre-
sentar al presente?
Comentario
Internacional
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I
1
1111
1
l
1111 11
l. de septiembre:
Globalizacin e Imperialismo
Traigo a la memoria otro caso de violencia poltica, ocu-
rrido tambin
un
de septiembre, para enmarcar el tema que ex-
ploro en este ensayo. Hace casi tres dcadas, en otro de septiem-
bre y en otra nacin, muchos otros tambin murieron como resul-
tado de
un
ataque areo apoyado por agentes extranjeros contra
edificaciones cargadas de significado poltico y simblico. En este
caso se bombarde el palacio presidencial, lo que desencaden la
muerte del presidente electo,
el
derrocamiento de
un
gobierno
constitucional y la posterior muerte de miles de personas, como
consecuencia de la represin estatal del nuevo rgimen. Este otro
de septiembre ocurri en el sur, en Santiago de Chile, y es olvidado
hoy en el
norte
por
quienes hacen de este de septiembre
un
hito
histrico.
Si
observamos el de septiembre de 2001 desde una
perspectiva que incluye
el
de septiembre de 1973 entenderemos
mejor
el
significado de cada fecha y la historia comn que las une.
Si lo usual es interpretar al de septiembre de 1973 co-
mo
una
manifestacin del imperialismo norteamericano
en
un
mundo dividido entre dos potencias, lo es tambin ver los eventos
del de septiembre de 2001 como una expresin de la globaliza-
cin de la violencia en un mundo crecientemente integrado por el
mercado. En 1973 la violencia poltica de la llamada Guerra Fra
era la expresin de la competencia entre poderes imperiales y los
pueblos del tercer mundo. En 2001, despus de la disolucin de la
lucha entre el socialismo y el capitalismo, la violencia poltica apa-
rece como producto de la accin de mltiples agentes en el interior
de
un mundo
unificado, sin mayor orden o agente central.
Es
esta
violencia difusa, sin origen definido y sin reglas, la que parece haber
explotado
el
de septiembre de 200
l.
La sensacin de una violencia globalizada, desatada por
los sucesos del de septiembre reciente, se apoya en ciertos funda-
mentos, entre los cuales quiero destacar tres. El primero tiene que
ver con el lugar donde ocurri.
Es
evidente que aunque debera ser
igual, no es lo mismo que miles de personas mueran como resulta-
do de una accin poltica en Panam, Bosnia o Uganda a que esto
ocurra en Estados Unidos, sobre todo en su corazn financiero y
poltico. El segundo tiene que ver con las vctimas de la violencia.
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No es igual que mueran personas involucradas en luchas polticas a
que la muerte sorprenda a ciudadanos en sus quehaceres cotidia
nos, a pesar del parentesco tan cercano que estos puedan tener con
las vctimas inocentes que toda guerra convencional inevitablemen
te acarrea, lo que
se
ha
llamado antispticamente en el lenguaje mi
litar de Estados Unidos collateral damage': El tercero concierne a
los agentes polticos.
Es muy
distinto que miles mueran como resul
tado de
la
violencia estatal, inclusive del terrorismo estatal, a que
sean vctimas de manos invisibles o difcilmente identificables.
La
violencia poltica, que antes estaba estrechamente aso
ciada a la gestin estatal, ahora aparece vinculada a la accin de va
riadsimos agentes privados, sin regulacin nacional o internacio
nal. Con la globalizacin neoliberal, pareciera que
no
solo todo tipo
de mercancas, sino aun la violencia, se hubiesen liberado de la tu
tela y regulacin estatal. A
un
mercado que
se
presenta como el rei
no
de la circulacin libre de todo bien, corresponde ahora lo que
podramos llamar un mercado libre de la violencia poltica.
Si complementamos esta caracterizacin del ataque con
una tambin breve observacin sobre el contraataque, los eventos
del 11 de septiembre adquieren un sentido ms complejo. El gobier
no
de Estados Unidos ha reaccionado declarando
una
guerra sin fin
contra
un
enemigo sin fronteras, identificado como
un
mal difuso
y generalizado, que aunque opera en naciones con el posible apoyo
de sus estados, las trasciende; el terror aparece ahora como
un
ene
migo mundial y sin fronteras.
La
primera
fase
de esta guerra inter
minable es una batalla contra Bin Laden y sus aliados. Ignacio Ra
monet
dice que esta
es
la primera vez que
un
Estado declara una
guerra a una persona.
La
yuxtaposicin de estos dos
11
de septiembre permite
notar
ciertas diferencias entre ellos, pero tambin una historia co
mn. El
ataque contra Salvador Allende fue una de las manifestacio
nes ms reconocidas del poder imperial estadounidense en las Am
ricas. Una alianza de agentes internos e internacionales pudo reali
zar
el
golpe porque cont con la ayuda logstica de la CIA y del apo
yo poltico del gobierno de Estados Unidos. Como es sabido,
el
de
sarrollo de Estados Unidos como poder imperial mundial ha teni
do como condicin su control del hemisferio americano. Podemos
marcar este proceso de control hemisfrico con la conquista
por
parte de Estados Unidos de la mitad de Mxico a mediados del si-
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I 1 , \ l '1
l l l ji i I
glo diecinueve y
por
su control en 1898 de Puerto Rico y Cuba (y
fuera del hemisferio, de Guam y las Filipinas).
El
protagonismo mi
litar y poltico de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mun
dial dio pie a la expansin
ya
global de su poder despus de la gue
rra y a su consolidacin como lder del
mundo
libre.
Si
1898
mar
ca el paso del mando imperial sobre las Amricas de Europa (espe
cialmente Gran Bretaa) hacia Estados Unidos, 1945 seala
el
inicio
de la hegemona mundial de este pas. En el marco de la Guerra
Fra, cuya expresin ms dramtica fue la guerra en Vietnam (que
demostr tanto el poder imperial de Estados Unidos como sus lmi
tes), lo que ocurri en Chile abri las puertas al modelo de econo
ma neoliberal, que de receta econmica para el tercer
mundo
se
h
onvertido en
un
cosmovisin mundial.
El
ataque del de sep
tiembre de 2001 debe entenderse como
un
respuesta lamentable a
la imposicin de esta cosmovisin.
Es significativo que el ataque haya ocurrido contra dos
smbolos complementarios del podero estadounidense contempo
rneo: el Estado, representado
por
el Pentgono, centro de su poder
militar nacional, y el mercado, representado por el World Trade
Center, centro de su poder econmico mundial.
Los
eventos desen
cadenados a partir del de septiembre de 2001 revelan
el
protago
nismo no solo de agentes polticos relativamente independientes, si
no tambin de los estados metropolitanos; la violencia surge a la vez
de manos privadas y pblicas, en forma generalizada y concentrada.
Los
gobiernos europeos
h n
reconocido el liderazgo de Estados
Unidos y brindado apoyo a su visin del orden mundial.
La
guerra
en Afganistn contra Bin Laden
es
solo
un
primer teatro de opera
ciones de una confrontacin en mltiples formas que amenaza con
extenderse a otros frentes, incluyendo a Estados Unidos, cuya pobla
cin ya
h
perdido importantes derechos civiles.
El
desarrollo de es
tos eventos hace evidente que la privatizacin y estatizacin de la
violencia
no
son elementos definitorios de distintas
fases
o pocas,
sino facetas simultneas o complementarias de un mismo proceso.
Dado
el
papel del Estado y del nacionalismo en la violen
cia actual,
es
curioso
por
tanto, que en el occidente las discusiones
sobre los sucesos desencadenados por el ataque del de septiem
bre de 2001
se
hayan enfocado en la violencia privada y que sea su
aparente anarqua la que tienda a definir el sentir pblico, mientras
que la guerra convencional desatada
por
el gobierno estadouniden-
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se
aparece baada por
un
aura de normalidad y legitimidad. Si re
conocemos tambin la violencia estatal, sera difcil desconocer
el
papel imperial de Estados Unidos como guardin del orden mun
dial actual. Es revelador que ese papel imperial est siendo celebra
do cada
vez
ms abiertamente
por
muchos de los defensores de la
politica internacional estadonunidense. Irnicamente, la palabra
imperio
ha
reaparecido ahora en
el
lenguaje poltico con signo
positivo, mientras que el trmino imperialismo es notorio solo
por
su ausencia. Quien lo menciona siente la necesidad de justificar
el uso del trmino, como lo hace Rossana Rossanda cuando en res
puesta a los sucesos del de septiembre de
2001,
dice soy antim
perialista, otra palabra que me parece signada al ostracismo (2001,
11
Manifesto).
11 l oc so del imperi lismo
Este ostracismo del imperialismo del discurso pblico, sin
embargo, lejos de ser sorprendente,
no
hace ms que confirmar
una
paradoja de nuestros tiempos. Es justanlente ahora cuando el pla
neta est ms sometido a la hegemona del capitalismo a nivel
mun
dial, cuando el imperialismo, una categora que surgi para explicar
procesos de dominacin mundial ligados a la expansin capitalista,
ha dejado de estar de moda. Especialmente en los centros metropo
litanos, pero no solo en ellos, el sentido comn actual es que el im
perialisnlo es algo del pasado. El uso de este trmino nos remonta a
la poca que termina en las dcadas exaltadas de los aos sesenta y
setenta,
un
perodo de confianza en las ciencias y los saberes cuyas
certidumbres alimentaban a la pasin poltica y a la fe en las utopas.
En
el
campo de las ciencias sociales era la poca en que los grandes
relatos -los relatos liberales de la modernizacin o los marxistas de
la transformacin socialista- gozaban de un auge en su credibilidad
y popularidad. En contraste,
es
en este perodo de dudas postmo
dernas y de desconfianza en las utopas, cuando el capitalismo apa
rece como el nico horizonte posible y Estados Unidos consolida su
posicin de poder hegemnico mundial, segn ha notado un ana
lista, uno necesita un microscopio electrnico para encontrar la
palabra 'imperialismo' usada para describir el papel de Estados Uni
dos en
el mundo:'
(Cumings,
1993: 47;
Joseph,
1998:
6).
En el
mundo
acadmico, el vuelco hacia los varios posts y
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giros ocurrido a partir de los aos ochenta
el
post -estructuralismo,
el
giro lingstico': etc.) abri un espacio para los estudios culturales,
los cuales, como ha notado acuciosamente Gil Joseph, se han dedica
do principalmente a la investigacin de aspectos culturales del trino
mio clase, gnero y raza, en reas bastante delimitadas (1998). Por
otra parte, en el campo de los estudios postcoloniales es comn indi
car que
el
post
no
indica
un caITlbio
de etapa,
un
despus:' sino
ms bien un nuevo enfoque. Sin embargo, los autores y trabajos que
han definido este campo
se h n
centrado en
el
perodo colonial.
Quiero destacar tres aspectos de esta paradjica exclusin
del imperialismo. Primero, el campo de los estudios postcoloniales
h tenido su auge en los centros metropolitanos precisamente du
rante
el
crepsculo del colonialismo como realidad histrica. Se
gundo, las formas de subjeccin que
h n
afectado a las ex-colonias
como naciones formalmente indepedientes han recidibo solo aten
cin tangencial
por
parte de los estudios postcoloniales metropoli
tanos, los cuales
se
h n
enfocado en la experiencia colonial de Eu
ropa nor-occidental en Asia y frica. Tercero, la amplia literatura
producida en las Amricas sobre su experiencia postcolonial, carac
terizada precisamente
por
el
intento de relacionar las cambiantes
formas del imperialismo colonial y postcolonial, brilla por su au
sencia en los estudios postcoloniales metropolitanos, lo cual ha con
tribuido a mantener en la oscuridad de los mrgenes a la investiga
cin sobre formas de dominio postcolonial.
Este ltimo punto
merece destacarse. Basta
un
somera
revisin de las compilaciones de los textos postcoloniales cannicos,
como ha notado agudamente Peter Hulme, para observar que en
ellas las Amricas aparecen tan solo marginalmente, si es que apare
cen. Esto no deja de ser sorprendente, dado el papel de las Amricas
en la formacin del colonialismo moderno as como su compleja
historia postcolonial. Despus de un larga experiencia colonial ba
jo
el dominio de los primeros poderes imperiales de la poca mo-
derna, Espaa y Portugal, pero tambin en menor escala de Francia,
Inglaterra y Holanda, Amrica Latina y
el
Caribe
h n
confrontado
desde la independencia de la mayora de sus pases en
1825,
a dis
tintas modalidades del imperialismo britnico, estadounidense e in
clusive sovitico, si incluyesemos bajo esta categora, como
h n
he
cho algunos observadores a pesar de su evidente diferencia, a la re
lacin de la Unin Sovitica con Cuba. Desde finales del siglo
XIX,
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Amrica Latina y
el
Caribe han sido
el
territorio donde Estados
Unidos
ha
ejercido con mayor intensidad su dominio imperial, aun
despus de haber surgido luego de la Segunda Guerra Mundial co
mo
el poder
hegemnico mundial.
En la medida
en
que los estudios culturales y postcolonia
les
han
abordado al imperialismo, lo han hecho enfatizando la cul
tura imperial del pasado. A pesar de que el post de los estudios
postcoloniales indica un cambio de enfoque y
no un
despus, esa
mirada al pasado
por
parte de quienes han iluminado
tanto
a los
mecanismos del poder en la poca colonial, sobre
todo
en sus as
pectos culturales, hace que los modos de dominio en la era literal
mente post-colonial permanezcan sumidos en una cmoda oscuri
dad. Como resultado de esta tendencia, no solo la relacin entre
el
colonialismo y
el
necolonialismo o entre
el
imperialismo colonial y
el
nacional han dejado de ser tpicos centrales, sino tambien la eco
noma poltica del imperio y la poltica misma.
Aparte de que
es
obvio que las agendas intelectuales no se
definen solamente
por
criterios de relevancia,
el
desvanecimiento del
imperialismo como categora en esta poca de globalizacin galo
pante hace
an
ms extrao
el
misterioso movimiento de las modas
intelectuales. Qu determina que ciertos tpicos y modos de anli
sis sean canonizados mientras que otros sean marginados o caigan
en la oscuridad? travs de qu canales la teora viaja entre disci
plinas acadmicas y zonas geopolticas de desigual poder? Qu po-
der hace que los intelectuales, de la misma forma como adaptamos
nuestros vestuarios a las cambiantes modas, aunque
no
siempre se
ajusten a nuestros gustos o deseos iniciales, terminemos empleando
ms o menos
el mismo
discurso y hablando de las mismas cosas? Si
el
conocimiento se viste de inocencia, es solo porque oculta bajo sus
ropajes las relaciones de poder que lo hacen posible. Por ello es im
perativo entender las mltiples operaciones a travs de las cuales for
mas regionales de conocimiento se universalizan, transformando el
sentido de unos pocos con
mucho
poder en sentido comn.
En vez de aceptar el supuesto sentido
comn
dentro del
cual nadamos impulsados por poderosas corrientes que se hacen in
visibles por familiares, es necesario interrogar sus supuestos con
el
fin de construir un sentido histrico realmente comn
es
decir, un
sentido no excluyente, genuinamente democrtico. Dado el juego
de intereses en los centros culturales y acadmicos metropolitanos,
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no
es
extrao que corrientes normalizado ras segreguen en can1pos
aislados al estudio del colonialismo y del imperialismo. En contras
te, en Amrica Latina yel Caribe,
una
larga experiencia postcolonial
caracterizada por renovadas formas de subjeccin poltica interna
cional y permanentes exclusiones internas hace que las corrientes
del pensamiento crtico fluyan con mayor naturalidad hacia el estu
dio de la relacin entre la subordinacin en el pasado y el presente.
111 Desde las Amricas
En las Amricas hay una larga tradicin, tanto intelectual
como poltica, que
ha
explorado la estrecha relacin entre el colo
nialismo y el neo colonialismo, entre el dominio poltico directo ejer
cido por Espaa y Portugal y el control econmico ejercido por In
glaterra, Estados Unidos y otros centros metropolitanos. Esta preo
cupacin, presente ya en los planteamientos de los primeros liberta
dores, como Toussaint Louverture y Simn Bolvar, encuentra clar
sima expresin en
Jos
Mart, por cuanto en Cuba la lucha contra el
decadente colonialismo espaol a finales del siglo XIX coincidi con
la confrontacin con el emergente imperialismo estadounidense.
Tambin aparece en los trabajos de pensadores sociales latinoameri
canos de la primera mitad del siglo veinte que confrontaron las difi
cultades de realizar el proyecto nacional por ejemplo, Jos Marite
gui y Raul Prebish- as como en los de la segunda mitad cuando un
grupo de cientficos sociales empez a ver la dependencia como
una
condicin estructural difcil de romper, como en los pioneros traba
jos de Anbal Quijano y Fernando Henrique Cardoso de la dcada
del sesenta. Esta tradicin encuentra una rica expresin en la nove
lstica, como por ejemplo en la obra de Roa Bastos, Garca Mrquez
y Carpentier. Para todos estos pensadores el fin del colonialismo
marca el inicio de nuevas relaciones de dependencia postcolonial.
Naturalmente, hay distintas maneras de interpretar la ex
periencia colonial y postcolonial de las Amricas. Inclusive hay quien
ha
argumentado con refinado esmero que
el
colonialismo en las
Amricas no es una realidad histrica, sino un espejismo creado
por acadmicos en busca de agendas polticas dada la crisis del socia
lismo y del marxismo. No deja de ser revelador que este plantea
miento presupone como patrn al colonialismo noreuropeo. In
fluenciado precisamente por los estudios postcoloniales metropoli-
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tanos, Jorge Klor de Alva argumenta que el colonialismo tiene rasgos
muy precisos que lo restringen al modo de dominacin directo e in
directo
de
un pueblo
por
otro ejemplificado por la experiencia co
lonial
de
Inglaterra y Francia en frica y Asia despus del siglo XVIII.
Segn este criterio,
entre
el siglo 16 y el 18, salvo con respecto a cier
tas poblaciones aisladas, no hubo colonialismo en las Amricas. Si
bien es muy cierto,
como
dice Klor
de
Alva, que Mxico no es
otra
versin
de
la India,
ni
Brazil es otro
tipo
de Indonesia, ni los latinos
en Estados Unidos ..son
como
los argelinos en Francia': (1995: 247)
esto
no
quiere decir que los habitantes de Mxico, Brazil y los Lati
nos
no
hayan sido sujetos coloniales, solo si aceptamos, en primer,
lugar los criterios
que
Klor de Alva usa
para
definir al colonialismo.
Aparte
de
que estos criterios no reconocen las variadas formas del
colonialismo noreuropeo en frica y Asia, lo establecen como el pa
trn
universal para definir al colonialismo en s. En vez de cuestio
nar los criterios a travs
de
los cuales una historia local se convierte
en
modelo de la historia universal, obligando a que otras historias lo
cales se midan en relacin a ese patrn general, Klor
de
Alva acepta
los trminos de la discusin del colonialismo en los centros metro-
politanos, convirtiendo la marginacin de facto
de
las Amricas
de
estas discusiones
en
una exclusin tericamente justificada.
En otros textos he
argumentado
que este relegamiento
de
las Amricas
ha
significado la omisin
no
solo de las complejas ex
periencias histricas de
una
amplia rea geopoltica,
que
estableci
modelos para
la
expansin colonial
europea en
otras zonas, sino
tambin
de
una
riqusima tradicin de reflexiones sobre las persis
tentes relaciones
de
subjeccin post-colonial (Coronil, 1997). Estas
reflexiones han incluido estudios sobre el neocolonialismo, el colo
nialismo interno, la dependencia, y la cultura occidental, y ms re
cientemente, sobre las relaciones
de
etnicidad, gnero y clase no solo
en Amrica Latina y el Caribe, sino entre la poblacin latina en Es
tados Unidos. Sostengo, que sobre la base de estos estudios, la
mu-
cho
ms larga experiencia postcolonial de las Amricas hace
que
su
inclusin en los debates postcoloniales permit repensar el colonia
lismo y el imperialismo. l propsito de extender el horizonte his
trico
no
es solo ampliar el campo de discusin sobre estos temas,
sino refinar los trminos en que se ha llevado a cabo.
Tomemos por ejemplo las fechas 1850-1950, el perodo
discutido en el congreso sobre el imperialismo organizado
por
la
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I
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l I 1 11(
rl
I
Universidad di Tella donde present
un
primera versin de este en
sayo. Desde la perspectiva de los estudios postcoloniales metropoli
tanos, influenciados por la experiencia imperial noreuropea en Asia
y frica, mientras que 1850 marca el alba del colonialismo y del im
perialismo que lo impulsaba, 1950 seala el crepsculo de ambos. En
contraste, desde la experiencia de la
Hay quien ha argumenta-
:
Amrica Latina y el Caribe, el siglo
do
con
refinado
esmero comprendido entre estas dos fechas
marca el surgimiento de Estados
que el colonialismo
en
las : Unidos como poder imperial he
Amricas
no
es una reali-
misfrico. Durante
ese
siglo, Esta-
dad histrica, sino un es- : dos Unidos desplaza tanto a Espaa
pejismo creado por aca- : y Portugal, cuyos vnculos colonia
dmicos
en busca
de
les directos vieron su fin con los
agendas
poi
ticas
dada l :
movimientos independentistas, co-
crisis del socialismo y del mo a Inglaterra, cuyo imperialis-
marxismo.
mo
informal': ejercido fundamen-
talmente a travs del dominio sobre
el mercado americano, vivi su auge durante la segunda mitad del si
glo
XIX
Desde una perspectiva basada en la historia de las Amricas,
familiarizada con los mecanismos imperiales informales, 1950 anun
cia no
el
crepsculo del imperialismo colonial, sino el amanecer de
Estados Unidos como poder imperial ya
no
hemisfrico, sino
mun-
dial.
Es
pus buena parte desde la experiencia de la Amrica Latina y
el
Caribe que quisiera explorar la configuracin del poder mundial
en el perodo que va de la Segunda Guerra Mundial al presente, el
lapso que ha visto el desplazamiento del trmino imperialismo
por
el de la globalizacin':
IY La globalizacin neoliberal y
el Imperialismo Global
Entre los muchos trabajos que
h n
analizado la configura
cin del poder mundial en
el
presente, quiero destacar
uno
escrito
por uno de los intelectuales ms lcidos de la Amrica Latina de los
ltimos tiempos. Se trata de un articulo del sub comandante Marcos
titulado: La cuarta guerra mundial ha empezado': publicado en e
onde
iplomatique
en 1997, escrito con su reconocida agilidad y
humor. El articulo tiene tres virtudes que quisiera destacar.
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Primero, Marcos evala la globalizacion neo liberal por sus
efectos y la considera como
un
guerra de conquista de territorios':
dejando a un lado criterios formales que definen a las guerras con
vencionales y privilegiando ms bin a las consecuencias de las cam
biantes modalidades del poder y la violencia.
Segundo, este trabajo reperiodiza la historiografa del siglo
XX desde la perspectiva del sur. Marcos acepta la interpretacin de
la historiagrafa convencional sobre las dos primeras guerras mun-
diales como guerras imperiales que involucraron una redistribucion
de territorios y reas de influencia por parte de los poderes metro
politanos. Pero rebautiza a la llamada Guerra Fra como la terce
r
guerra mundial': argumentando no solo que en realidad esta fue
un
guerra caliente que tom la vida de 23 millones de personas
en
129
conflictos armados, sino tambin que
se
combati funda
mentalmente en
el
llamado tercer mundo.
Tercero, haciendo gala de un fina sensibilidad metodol
gica, por medio de una seleccin de fragmentos, Marcos nos ofrece
un
comprensin de la globalizacin neo liberal como un todo. Pre
sentando sus fragmentos como parte de un rompecabezas que hay
que armar, Marcos evoca
un
epistemologa performativa que con
trasta con
el
objetivismo refleccionista que con frecuencia caracte
riza la discusin con base en modelos o mapas': Aunque su an
lisis opera a travs de fragmentos, lejos de celebrar lo fragmentario,
como es comn en los estudios postmodernos y postcoloniales, usa
sus piezas para armar un todo. Su intento de armar
el
rompecabe
zas de la globalizacin es al mismo tiempo una invitacin para re
conocer su carcter inconcluso y seguir armndolo. En su rompeca
beza
no hay oposicin, sino articulacin entre las partes y
el
todo.
Sus
siete piezas, fundamentadas en una breve pero adecua
da documentacin, contribuyen a dar
un
imgen del conjunto. Las
primeras seis destacan la creciente polarizacin de la humanidad en
tre ricos y pobres': trminos que usa como categoras muy gene
rales. Los ricos, los sectores dominantes, ya no estn organizados
principalmente en relacin con las unidades asociadas a la poca
moderna, como la Nacin-Estado, el mercado nacional y las clases
sociales domsticas.
Los
ricos, sin prescindir de sus vnculos nacio
nales, ahora forman redes transnacionales apoyadas por los estados
metropolitanos y perifricos. Si bin todos los estados
h n
sido so
metidos a lo que Marcos llama un strip-tease que ha llevado a que
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se
despojen de sus funciones de beneficio social y proteccin al mer
cado domstico, siguen ejerciendo ms desnudamente sus funciones
de control y represin social, sobre todo en los pases nls escindidos
internamente.
Mientras que sus primeras seis piezas
dan una
imgen de
la concentracin del poder poltico y econmico en bolsillos glo
bales integrados entre s la sptima nos lleva a imaginar a la gran
mayora de los excluidos, que tampoco cuadran dentro de las cate
goras tradicionales, formando bolsillos de resistencia locales con
tra
la dominacin mundial. En respuesta a los bolsillos del poder
global, Marcos celebra la proliferacin de estos variadsimos bolsi
llos de resistencia dispersos a lo largo y ancho del globo.
Pensando la globalizacion neoliberal en buena parte des
de las Amricas e inspirado por el rompecabezas de Marcos, me
propongo agregarle unas piezas. Mis piezas son solo unas notas
fragmentarias que intentan esbozar la cara que asume el dominio
en
la poca actual y pensar en la utilidad de identificarlo como
una
nueva forma de imperialismo: el imperialismo global.
V
Cinco piezas
para
arnlar
el rompecabezas
del imperialismo global
l
imperialismo utilidad
del
concepto
Como
es
sabido,
no
hay unanimidad sobre el tema del im
perialismo. Convencionalmente el criterio que distingue al imperia
lismo moderno de formas anteriores de dominacin entre pueblos
es
su relacin con los estados nacionales y con el capitalismo. En su
ya clsica proposicin, Lenin vio al imperialismo como la etapa ms
alta del capitalismo definida
por
la competencia entre potencias ca
pitalistas a travs de monopolios y la exportacin de capitales. Por
su parte, Kaustky enfatiz ms bien la alianza entre poderes impe
riales y la explotacin de los pases ms pobres. Su concepto de ul
tra-imperialismo ha sido aplicado a la poca caracterizada por la
emergencia de
una
alianza o
un
consenso entre poderes imperiales
y la intensificacin de conflictos entre el
centro y la periferia.
Analistas contemporneos
han
cuestionado la relevancia
del concepto imperialismo para designar procesos de dominacin en
un
mundo unificado por el mercado mundial. Para el historiador
Eric Hobsbawm el imperialismo ha dejado de ser una categora ana-
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ltica vlida dado el desarrollo de una economa transnacional que
ya
no es controlada siquiera por una asociacin de gobiernos (1993). En
su aclamado Empire Negri y Hardt argumentan que
el
nuevo orden
mundial marca el fin del imperialismo y el surgimiento del imperio,
un
nuevo sistema de dominacin caracterizado
por
el
predominio del
mercado global, el ocaso de los estados naciones, y la polarizacin del
mundo entre redes transnacionales y multitudes excluidas
2000).
Para Negri y Hardt el fin del imperialismo
es
la condicin
para la emergencia del imperio como la forma de poder de una
nueva poca. Bajo el imperio no existen estados imperiales en lucha
por
controlar el mercado o
por
conquistar poblaciones, sino
un
mer-
cado global cruzado por redes transnacionales que ejercen poder so-
bre estados y pueblos. s como la soberana ha sido desplazada de
los estados nacionales hacia nuevos agentes y lugares transnaciona-
les, la lucha por la liberacin est ahora en manos de
una
multitud
sin restricciones territoriales. Para estos analistas,
el
imperialismo co-
mo
categora debe ser restringido a una relacin entre estados nacio-
nes en una poca limitada del desarrollo del capitalismo.
Desde distintas posiciones otros han defendido la relevan-
cia del imperialismo para
el
presente. Para
arry
Magdoff
el
impe-
rialismo funciona ms que nunca en
un
mercado global, solo que a
travs de una articulacin distinta entre los estados y el capitalismo,
caracterizada por el predominio de las fuerzas centrfugas del capi-
talismo (1993; 1978). Reconociendo tambin el impacto que ha te-
nido el mercado mundial sobre los estados, para Geyer el imperia-
lismo es especialmente relevante para examinar las profundas frac-
turas internas de
un
mundo
a la vez integrado y fracturado
por
pro-
cesos de colonizacin interna; para Geyer, la guerra es ahora civil,
ms que entre los estados
(1993).
Hace aos Hans Kohn observ que si todo colonialismo
implica al imperialismo,
no
todo imperialismo implica al colonia-
lismo (1958). La nocin del imperialismo informal desarrollada en
relacin al estudio del imperialismo britnico as como los nume-
rosos trabajos que han enfatizado el carcter imperialista de la rela-
cin de Estados Unidos con la Amrica Latina y el Caribe permiten
pensar al imperialismo global como una forma de dominio ejerci-
da predominantemente a travs del mercado con apoyo estatal. Es-
ta
forma de imperialismo supone una alianza transnacional de los
sectores dominantes de varios estados sobre poblaciones definidas
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cada vez menos por su ubicacin en territorios nacionales que por
su posicin en
un
espacio global crecientemente polarizado a nivel
cultural y econmico. Dentro de este orden mundial, los estados
juegan
un
papel central, apoyando el despliegue del mercado y es
tableciendo relaciones, tanto competitivas como de alianza, de
acuerdo a su desigual poder y distintos intereses e ideales.
En este contexto, el Estado de Estados Unidos juega
un pa
pel fundamental. En
un
artculo reciente, Leo Panitch se apoya en
ideas de Poulantzas para sugerir que en la poca actual el imperia
lismo se organiza bajo el poder hegemnico del Estado de Estados
Unidos como el nuevo Estado imperial ,
es
decir, como eslabn
central de lo que Poulantzas denomin
una
cadena imperialista
(2000:
9).
De acuerdo a esta concepcin, la hegemona de Estados
Unidos sobre otros estados metropolitanos
se
distingue de la ejerci
da
por
estados en otras pocas porque se desarrolla
por
medio de la
generalizacin de su economa a nivel mundial. Como dice Panitch,
esta hegemona involucra, un nuevo tipo de imperialismo no-terri
torial implantado y mantenido no
por
medio del dominio directo
por
la metrpolis, ni
por
medio de la subordinacin poltica de ti
po
neo-colonial sino ms bin, citando a Poulantzas, induciendo
el
establecimiento de relaciones de produccin que caracterizan
al
capitalismo monopolista estadounidense y su dominio en el seno de
otros centros metropolitanos (2000: 9).
Estas ideas permiten decentrar y repensar tanto al capita
lismo como al imperialismo a partir de una perspectiva desde las
Amricas. Una concepcin global del desarrollo del capitalismo
permite concebir
al
imperialismo tambin como
un
proceso global,
no
como
una
etapa superior del capitalismo, sino como una condi
cin de su desarrollo. Ya el germen de esta idea la haba planteado
Haya de la Torre cuando indicaba que para la Amrica Latina el im
perialismo no era la etapa superior del imperialismo, sino
la
prime
ra
fase
de su desarrollo capitalista. Pero
no
solo de su desarrollo ca
pitalista, sino del desarrollo del capitalismo a nivel mundial. Esta
concepcin permite repensar
las
caractersticas que han definido
al
imperialismo (por ejemplo, la exportacin de capitales o la compe
tencia entre poderes metropolitanos) como procesos que ya estaban
presentes en la colonizacin de las Amricas, aunque naturalmente
en forma distinta a como la teorizaron Lenn y Kautsky con base en
otros referentes. Aun cuando
no
se trataba de la exportacin de ca-
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pitales de estados nacionales ni de la competenecia entre ellos, ya la
colonizacin de las Amricas involucr la exportacin de capitales
tanto en forma de dinero, mercancas, y bienes de capital, as como
la competencia entre poderes imperiales.
Con
base en esta concepcin amplia del imperialismo su-
giero la utilidad de distinguir tres de sus modalidades: colonial, na-
cional, y global. Trazando distinciones con brocha gorda, dira que
el
imperialismo colonial consiste en el dominio de
un
imperio sobre
sus colonias por medios fundamentalmente polticos; el imperialis-
mo nacional caracteriza al control de una nacin sobre naciones in-
dependientes
por
medios predominantemente econmicos a travs
de la mediacin de su Estado; y
el
imperialismo global identifica al
poder de redes transnacionales sobre las poblaciones del planeta
por
medio de un mercado mundial sustentado
por
los estados metropo-
litanos dentro de los cuales Estados Unidos juega actualmente un
papel hegemnico. Aun cuando estos conceptos denotan tanto aeta-
pas como a tendencias dominantes de procesos histricos comple-
jos, es necesario reconocer que
es el
carcter temporal del devenir
histrico lo que permite pensar en continuidades y legados as como
en innovaciones y rupturas.
Es
evidente que mientras que
el
impe-
rialismo global puede estar presente en
el
colonialismo colonial solo
en forma incipiente, el imperialismo colonial se hace presente en el
imperialismo global a travs de un rico legado institucional y de un
sedimentado cauce de memorias.
El
imperialismo colonial fue posi-
ble antes del imperialismo global, y a la vez
lo
hizo posible.
Desde esta perspectiva, el imperialismo es una categora que
abarca
un
amplio horizonte histrico que incluye al colonialismo. Es-
ta concepcin contrasta con la de colegas que privilegian
el
colonia-
lismo como categora de alcance general. Tanto Anbal Quijano, a tra-
vs de su concepto de la colonialidad del poder (2000), como Wal-
ter Mignolo, quien
se ha
apoyado en ese concepto para desarrollar su
concepcin de la diferencia colonial (2000), consideran al colonia-
lismo como el trmino clave para pensar la modernidad desde una
perspectiva crtica. Por cuanto tanto
el
colonialismo como el im-
perialismo identifican a etapas histricas as como a sus legados, la
eleccin de uno u otro concepto obedece menos a
fijas
lneas de pe-
riodizacin historiogrfica que a flexibles lneas de investigacin. Pre-
fiero usar el trmino imperialismo
por
razones estratgicas a la vez
que analticas. En respuesta a la moda de los estudios coloniales en los
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centros metropolitanos, cuya cara oscura ha sido cierto desdn por el
estudio de la dominacin imperial contempornea,
mi
propsito es
limitar el colonialismo
al
sometimiento de colonias formales y usar el
imperialismo como categora ms inclusiva que permite enfocar el
presente, reconociendo continuidades a la
vez
que diferencias.
Mi preferencia por precisar el campo histrico del colonia-
lismo permite repensar la colonialidad del poder': el valioso con-
cepto de Quijano. Segn
mi
parecer, este, concepto podra dar an
ms provechosos frutos si lo distinguimos de otros modos de domi-
nio imperial y evitamos relacionarlo con el poder como una catego-
ra general. En este sentido, creo necesario invertir sus trminos.
Si
reemplazamos el concepto de la colonialidad del poder
por
el poder
de la colonialidad': creo que resistimos la inclinacin de reificar al
colonialismo o concebirlo como una forma inherente del poder y
designamos ms precisamente a las formas de dominio histrica-
mente relacionadas con el colonialismo, incluyendo sus legados y
epistemologas. Siguiendo el camino que ha trazado Anbal Quijano
con tanto brillo, como trmino ms inclusivo sugerira usar el con-
cepto del poder de la imperialidad': cuyas manifestaciones histri-
cas encontraran expresin en sus modalidades coloniales, naciona-
les y globales.
Los sucesos del 11 de septiembre demuestran el ntimo
entrecruzamiento entre prcticas y discursos coloniales e imperia-
les, la fusin entre el imperialismo colonial, nacional y global. En
respuesta al ataque, el Estado estadounidense ha asumido la defen-
sa de la nacin usando recursos ideolgicos que revitalizan a la ma-
niquea oposicin colonial entre la civilizacin y la barbarie, y al mis-
mo tiempo ha desplegado una poltica militar y econmica que
promueve los intereses transnacionales de sus sectores dominantes.
A la vez que sectores transnacionalizados han encontrado en su s-
tado el mejor apoyo, el Estado se ha apoyado en estos para consoli-
dar
un
proyecto que es a la vez patritico e internacional. En el jue-
go poltico interno en Estados Unidos, la guerra ha fundido y con-
fundido los intereses nacionales y globales.
edefinicin de l s unidades
geohistricas la relacin
entre Estado
y mercado
l imperialismo global implica un reordenamiento y rede-
finicin de las unidades geohistricas bsicas del imperialismo mo-
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derno en trminos que expresan un creciente predominio del mer-
cado global sobre los estados nacionales. Desde el siglo XVI, estas
unidades se h n constituido a travs de cambiantes relaciones entre
estados y mercados.
Lo
que distingue al imperialismo global es que
por
primera vez
el
mercado mundial ejerce
un
papel dominante so-
bre los estados en su conjunto, condicionando sus funciones y de-
terminando la formacin de identidades colectivas dentro y fuera
de sus fronteras. Como los sucesos de los dos de septiembre ha-
cen evidente, esta relacin, sin embargo, est mediada
por
los esta-
dos y en especial por los estados metropolitanos dominantes.
La generalizacin de relaciones capitalistas a nivel
mun-
dial Y la concentracin del capital en fluidas redes transnacionales
integradas por sectores dominantes domsticos
h
desplazado cada
vez ms
al
poder de estados nacionales anclados
en
territorios fijos.
Los estados nacionales se relacionan con el mercado mundial con-
dicionados en gran parte por el poder de sus mercados internos. To-
dos los estados tienen que adaptarse al mercado mundial, pero
mientras que los estados del sur tienen que someterse a sus movi-
mientos y a los dictados de las instituciones que lo representan (co-
mo
el Fondo Monetario Internacional), los estados de las naciones
metropolitanas tienen mayor capacidad de desarrollar polticas in-
ternas e internacionales que articulan los intereses domsticos do-
minantes con los del mercado globalizado.
Este ampliado poder del mercado refleja el grado crecien-
te de abstraccin de las unidades geopolticas del imperialismo. En
el imperialismo colonial estas unidades son imperios polticos, fre-
cuentemente personificados a travs de monarcas o corporaciones
con identidades legales claras y mbitos de accin bastante precisos,
que ejercen dominio directo o indirecto sobre sus territorios y po-
blaciones de ultramar. En
el imperialismo nacional, estas unidades
son naciones independientes, surgidas del imperialismo colonial,
vinculadas
por
relaciones econmicas y polticas asimtricas a tra-
vs de las cuales se mantienen relaciones de subordinacin y depen-
dencia. Tanto en el imperialismo colonial como
en
el nacional, el
poder poltico se ejerce a travs del control sobre territorios, cuyas
fronteras son lneas trazadas por la m no jurdica del Estado sobre
la geografa fsica, aprovechando en lo posible sus linderos natura-
les (como costas, ros y montaas) y defendidas con celo por la ma-
no armada estatal. Dentro de estas fronteras, que definen el mbito
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de las identidades imperiales los estados los cuales continan ejer
ciendo considerable control sobre sujetos y bienes.
En
el
imperialismo global las unidades geopolticas
se
defi
nen por procesos que integran lo poltico-territorial con lo econmi
co-global
es
decir
el
poder social
es
ejercido a travs de estados y uni
dades econmicas en
un
mercado globalizado que
es
cada vez ms fle-
xible en cuanto a sus formas de territorialidad. Todo pareciera indicar
que en esta forma de imperialismo lo fundamental
no es
tanto la re
lacin del Estado con su territorio jurdico-natural sino con nuevas
formas de territorialidad social definida
por
los efectos del mercado
mundial sobre poblaciones cuya localizacin espacial refleja la cam
biante estructura asimtrica del mercado mundial.
Si
en los imperia
lismos coloniales y nacionales el predominio de los estados hace que la
territorialidad sea
un
fundamento definitorio de unidades geopolticas
bsicas en el imperialisnlo global el predominio del mercado mundial
mediado por
institutiones estatales y transnacionales incluyendo
empresas econmicas organizaciones no gubernamentales y comuni
dades de expertos- hace que la territorialidad exprese ms bien la
canlbiante estructura del mercado a nivel mundial.
Lejos
de descartar
a los estados
el
imperialismo global
se
apoya en ellos especialmente
los metropolitanos. La globalizacin del mercado va unida no a la de
saparicin sino a la redefinicin del Estado y de sus relaciones con la
economa.
l
papel dominante de Estados Unidos despes del
11
de
septiembre revela
no
solo
el
poder del Estado estadounidense sino
el
peso mundial de su mercado nacional y de sus redes internacionales.
La
estructura cada vez ms polarizada del mercado crea
zonas de desigual poder
no
solo entre naciones y regiones sino
en
el seno de las mismas desarticulando y fragmentando identidades
colectivas formadas
por
medio de categoras identitarias cuyo sen
tido ha dependido principalmente de su articulacin local
en
mbi
tos geopolticos limitados como son la nacionalidad y las clases y
culturas locales. En estas zonas
se
desarrollan tambin movimientos
sociales organizados por luchas concretas como los nuevos movi
mientas indigenistas en Ecuador y Per los Zapatistas
en
Chiapas
los Sem Terra en Brazil y los Piqueteros
en
Argentina.
a creciente reorg niz cin y bstr ccion
de
l
divisin intern cion l
del c pit t
el
tr b jo
y l
n tur lez
l imperialismo global implica una reorganizacion de la
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division international del capital el trabajo y de la naturaleza en tr
minos que reflejan la creciente hegemona y abstraccin del capital
transnacional.
El
imperialismo colonial sent las bases para una di
visin internacional del trabajo
el
capital y la naturaleza que defini
a las colonias como productoras de mano de obra barata y de bienes
primarios destinados a servir las necesidades de los centros metro
plitanos. A la
vez
los poderes metropolitanos se constituyeron en
centros del saber y productores de bienes manufacturados.
Durante el periodo del imperialismo nacional los estados
nacionales buscaron romper este legado colonial o
al
menos superar
sus lmites a travs de diversos mecanismos de proteccin estatal a la
economa domstica y al mercado interno.
A
pesar de esfuerzos
por
diversificar la produccin local y
por
defender los precios de sus pro
ductos primarios bsicos estas polticas encontraron lmites que
obligaron a abandonar
el
proteccionismo y abrirse hacia el mercado
libre mundial.
El
aumento de los precios petroleros de 1973 marca
tanto
el
triunfo momentneo de pases petroleros
al
lograr valorar
sus bienes primarios como la capacidad de los centros metropolita
nos de reorganizar patrones de produccin a nivel mundial.
El
giro
hacia
el
mercado libre y
el
endeudamiento de buena parte del tercer
mundo
encuentran su origen en
el
shock momentneo causado
por
la : l imperialismo colonial
crisis energtica de los setenta. : sent las
bases
para una
En el contexto del impe-
:
divisin
internacional
del
rialismo global
se
ha llegado
al
esta-
blecimiento de
un
patrn mundial : trabajo, el capital
y
la na-
de produccin financiamiento y :
turaleza que
defini
a
las
consumo controlado por un nme- :
colonias
como
producto
ra cada
vez
ms reducido de con- :
ras de
mano
de
obra
bara
glomerados internacionales.
Im-
: ta y de bienes primarios
pulsado
por
el juego del libre mer- : destinados
a
servir las
ne
cado y de las ventajas comparativas cesidades de
los
centros
;
esta organizacin hace que los pa- ; JI metroplitanos.
ses del antes llamado tercer
mundo
sean ahora
el
mbito territorial donde capitales cada
vez
ms mbi
les
se especializan en la produccin de mercancas intensivas de tra
bajo y de naturaleza lo cual
ha
llevado a una reprimarizacin de sus
economas sin descontar enclaves de produccin de bienes comple
jos principalmente en pases con mercados amplios como Brazil
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l( I 1 t I I
\ I
,JI I \ I
I
pero tambin en pases ms pequeos con polticas que favorecen la
exportacin.
El imperialismo global lleva a la generalizacin y abstrac
cin del capital como la modalidad dominante de la riqueza. El
mercado
mundial
se
ha
transformado
de
un
mbito
de intercambio
de bienes producidos en zonas geopolticas territoriales a
una
red
mundial de relaciones productivas, comerciales y financieras. Este
proceso va marcado por
una
creciente homogeneizacin y abstrac
cin de la riqueza
medida
en trminos del capital, que ha conduci
do a la transformacin creciente de todo bien en mercancas cada
vez ms fragmentadas en unidades comerciables no solo en el pre
sente, sino
en
el futuro,
como
los derivativos. Las finanzas, organi
zadas en flujos que integran distintas regiones geogrficas as como
a distintas temporalidades, someten a las estructuras productivas te
rritorialmente ancladas
en
el presente a la presin de flujos financie
ros que articulan el presente y el futuro.
Como
ha sealado un ban-
quero de Hong Kong, Ya no es la economa real la
que
maneja los
mercados financieros, sino los mercados financieros los
que
mane-
jan
la economa real': El capital, liberado de regulaciones estatales,
se canaliza a travs de derivativos que han crecido exponencialmen
te: en 1997 fueron intercambiados
por un
valor de $360 trillones de
dlares, una cifra
12
veces mayor que el valor de toda la economa
mundial (Coronil, 2000).
Apoyado por cambios en la informtica y la tecnologa, el
trabajo, en su forma dominante, se organiza cada vez ms de acuer
do
a patrones colectivos que combinan
no
solo mltiples formas de
trabajo variable
manual
e intelectual, sino crecientes modalidades de
capital constante cada vez ms capaces de contener y procesar infor
macin.
La
nocin del trabajador social': tal como la plante Marx
y la elabora Negri, sirve para pensar este cambio
que
hace menos re
levantes a las distinciones entre trabajo productivo y
no
productivo,
trabajo manual y trabajo intelectual, capital variable y capital cons
tante. El trabajo es cada vez ms abstracto, ms general. En la medi
da
en
que
la sociedad
en su
conjunto est organizada
por
la lgica del
capital y que el trabajo adquiere un carcter colectivo, la explotacin
no puede ser medida exclusivamente a nivel de la extraccin de plus
vala dentro de la fbrica. Dado el efecto polarizante del mercado, es
ta reorganizacin del trabajo globalizado en trminos cada vez ms
colectivos y abstractos, sin embargo, va acompaada
por
la multipli-
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cacin de distintos regmenes de trabajo tanto en los mrgenes de la
economa formal como en el seno de la economa informal donde
participan las mayoras excluidas de la economa global izada. La glo
balizacin de la explotacin ocurre a travs de formas heterogneas
del trabajo, que incluyen la explotacin de
mano
de obra barata tan
to
en
el
sur como
en
los centros.
La
abstraccin del trabajo en las zo
nas transnacionalizadas de la economa va unida a la proliferacin de
modalidades informales e individuales del trabajo asociadas con lo
tradicional e inclusive con lo colonial.
Al iguf}l que
el
trabajo y el capital, bajo
el
imperialismo
global la naturaleza
se
transforma en
una
modalidad cada vez ms
abstracta de la riqueza medida en trminos del capital. Tratada co
mo capital
en el
contexto de
una
economa mundial cada vez ms
desreguladada, la naturaleza, en sus mltiples formas (la explota
cin de productos mineros y agrcolas,
el
turismo ecolgico y ex
tico , etc.) se convierte en la ventaja comparativa ms importante
de la mayora de los pases del sur. En el contexto de
un mercado
global cada vez ms abstracto, desterritorializado y liberado de an
clajes nacionales, el debilitamiento de controles polticos en estos
pases, unido a la crecientemente desregulada competencia en sus
mercados de capitales internacionalizados al
mando
de tecnologas
cada vez ms sofisticadas, lleva a
una
intensificacin y reterritoria
lizacin de la explotacin de la naturaleza (al igual que
el
trabajo)
en las viejas zonas coloniales.
Los sujetos
del
imperio
lterid d y sub lternid d
El
imperialismo global implica
una
redefinicin de los suje
tos imperiales en trminos que expresan
el
predominio del mercado
sobre
el
Estado, de la movilidad sobre la territorialidad fija y de la su
balternidad sobre la alteridad. Los imperialismos coloniales y postco
loniales estn fundamentados en
una
tensin entre
el
establecimien
to
por va de la poltica de una diferencia bsica entre los sujetos su
periores del imperio occidental y los sujetos inferiores de sus domi
nios, y en la reduccin de esta diferencia a travs de procesos civiliza
dores. Esta tensin entre alteridad y equivalencia asimtrica ha
dado
pie a variados procesos de jerarquizacin y de asimilacin a travs de
los cuales distintos imperialismos han definido a sus sujetos.
En el imperialismo colonial, los sujetos coloniales del Oc
cidente son definidos en
trminos de
una
alteridad fundamental co-
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1 ) l
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\
mo
salvajes localizados en lejanos territorios, como ocurri duran
te el colonialismo ibrico, o como primitivos ubicados temporal
mente en
un
etapa anterior de la evolucin de la humanidad, co
mo ocurri durante el colonialismo nor-europeo. En el imperialis
mo nacional, esta alteridad se reproduce en forma atenuada a travs
de la estructuracin de un orden mundial de naciones formalmen
te soberanas pero articuladas entre y dentro de ellas
por
relaciones
profundamente asimtricas, las cuales a su vez se reproducen en
el
seno de las naciones, generando distintas formas de colonialismos
internos (Gonzlez Casanova, 1965; Stavenhagen, 1965).
A partir de la descolonizacion de Asia y Africa despus de
la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Mundo emerge como
un
categora general que agrupa a las heterogneas ex-colonias en bs
queda de la civilizacin definida como desarrollo o moderniza
cin': sea
por
el camino capitalista del Primer Mundo': o
por
la va
socialista del Segundo Mundo . Con el fin de la Guerra Fra y con
la hegemona de la globalizacion neoliberal, este esquema de los tres
mundos, surgido en los aos cincuenta,
se h disuelto, dando lugar
a
otr
manera de construir las diferencias entre el Primer Mundo o
el Occidente y sus otros.
Bajo el imperialismo global, la representacin dominante
es la de
un
solo mundo, sin espacios externos
por
conquistar y sin
imperios compitiendo
por
dominar los espacios geopolticos exis
tentes. En vez de
un
oposicin radical entre un Oeste superior y sus
otros inferiores, los discursos de la globalizacin neoliberal evocan
la imagen de
un
proceso difuso disperso
por
todo
el
mundo, sin
agentes imperiales y poblaciones sometidas. En este esquema, la
construccin de identidades colectivas a nivel mundial viene deter
minada fundamentalmente
por
patrones de inclusin diferencial en
el mercado globalizado.
Las
diferencias son concebidas
no
ya como
el resultado de un proyecto poltico de unos estados, sino como un
efecto econmico de la actividad de los individuos, lo cual hace que
la subalternidad predomine sobre la alteridad como el
modo
domi
nante
de
representar a las diferencias entre los sujetos sociales.
Bajo el predominio de la subalternidad, la alteridad queda
sumergida pero
no
inactiva, como en un palimpsesto, matizando los
discursos de la subalternidad y aflorando como tal en grietas del or
den global, como ocurre durante saqueos y motines (Coronil y
Skurski, 1991), o a travs de movimientos tnicos y nuevos racismos
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23/30
y fundamentalismos. La explosin del
11
de septiembre de
2 1
hi-
zo aflorar
un
discurso colonial que yada sumergido bajo la retrica
liberal moderna; los sedimentos del palimpsesto no estn fijos, sino
que
se
rearticulan constantemente segn las corrientes de la historia.
En este nuevo orden, el Primer
Mundo
( Europa o
el
Oc-
cidente )
se
disuelve como unidad geohistrica con una base territo-
rial y social limitada, pero a la vez
se
cristaliza en
un
espacio mundial
bajo una forma menos visible pero ms poderosa. Como si una vie-
ja y perversa alqumia protegiera una vez ms a los dominantes,
el
Occidente aparece ahora reencarnado con ms fuerza que nunca
en opacos conglomerados transnacionales que concentran en pocas
manos gigantesco poder econmico en estrecho apretn de manos
con los estados metropolitanos. En este orden imperial, la ciudada-
na nacional
no es
ya
el
campo determinante de formacin de suje-
tos.
As
como sus sectores dominantes incorporan en forma diferen-
ciada a sujetos de todo el globo, sus mayoras estn formadas por los
tambin diferenciados subalternos de todas las naciones.
Dentro de los espacios hegemonizados por
el
imperialis-
mo
global,
el
dominio sobre los sujetos a travs de operaciones dis-
ciplinarias relacionadas con instituciones reguladas
por
los estados
en sus territorios nacionales, como la escuela,
el
hospital y la crcel,
se
profundiza como resultado de la generalizacin de relaciones dis-
ciplinarias en todo
el
mbito social y cultural.
Si
esto implica, como
argumentan Deleuze, Negri y Hardt, el paso de la sociedad
e
a la
sociedad de control de la disciplina de instituciones al control de
la
cultura
habra que diferenciar dos modalidades de control:
el
control internalizado
por
medios sutiles en los mbitos hegemoni-
zados
por
el capital,
yel
control externamente impuesto
por
medios
coercitivos sobre los excluidos
por el
mercado.
La
primera modali-
dad de control forma a los sujetos para
el mundo
unido
por un
mercado globalizado; la segunda se ejerce coercitivamente sobre su-
jetos formados en las fracturas y exclusiones de ese orden con el fin
de mantenerlos aislados e inofensivos.
aberes disciplin s en el imperi lismo glob l
El
imperialismo global
ha
implicado
un
trastocamiento de
los saberes organizados en disciplinas formadas en relacin con las
unidades geopolticas del
mundo
moderno, haciendo ms evidente
las limitaciones de sus premisas, divisiones y categoras.
El
nuevo
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1 , II (1 tl 1I
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orden global crea condiciones que llevan a la reorganizacin de los
saberes
en
concordancia con los nuevos patrones de integracin
tanto a nivel de la geopoltica como de los misnlos conocimientos.
Si estas condiciones conducen a la organizacin de saberes cada vez
ms globales, con limitaciones relacionadas con la corporativiza
cin creciente de las universidades, tambin abren espacios para de
sarrollar formas ms universales del conocimiento.
A partir del siglo XIX, los saberes sociales se han organiza
do
por
medio de disciplinas acadmicas desarrolladas fundamental
mente
en los centros imperiales europeos
y
en Estados Unidos. Co
mo
ha sealado
el
reporte de la comisin Gulbenkian, en el siglo
XIX cinco pases producan casi el total de los saberes acadmicos,
divididos entre humanidades y las ciencias sociales y naturales; los
conocimientos sociales
se
enfocaban fundamentalmente en sus pro
pias realidades (Wal1erstein,
t al.
1996). Este esquema fue modifi
cado a partir de la Segunda Guerra Mundial, dando pie a una divi
sin disciplinaria que reparta entre los tres mundos a las distin
tas disciplinas; si en sus inicios la antropologa haba sido la ciencia
de la alteridad, especializada en los primitivos
y
los salvajes, a partir
de 1945 se convirti en la ciencia del tercer mundo, enfocada en
el
estudio de sociedades tradicionales .
A pesar de su carcter hegemnico, la divisin de las disci
plinas a partir de 1945 ha estado acompaada
por
esfuerzos impor
tantes por evaluar sus logros y criticar sus limitaciones. Crticas re
cientes han cuestionado a la divisin trangular del conocimiento as
como al carcter eurocentrico del mismo. Trabajos producidos tan
to
dentro de las disciplinas como contra ellas han criticado su papel
en reproducir el orden cultural dominante. Estas crticas han hecho
evidente que sus premisas
y
fundamentos
-por
ejemplo el contraste
entre lo natural y lo cultural,
el
pasado y
el
presente, lo temporal y lo
espacial, lo objetivo
y
lo subjetivo- deben ser interrogadas en vez de
asumidas. A travs de la atencin que se le
ha
prestado a la relacin
poder/conocimiento, estas crticas tambin han interrogado a los
postulados universales de teoras
y
conocimientos regionales.
Junto con los estudios postmodernos, los estudios cultu
rales, feministas,
y
postcoloniales
han
aportado una importante
contribucin a este desarrollo.
La
inclusin de los excluidos no solo
aade al conocimiento las experiencias de la multiplicidad de pue
blos del mundo, sino tambin hace ms evidente las exclusiones de
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esquemas regionales y posibilita el desarrollo de modos de conoci-
miento cada vez ms incluyentes. Los saberes crticos desarrollados
en
los centros metropolitanos
en
los ltimos veinte aos expresan
una tensin entre la crtica al pensamiento occidental y la reproduc-
cin de una visin occidentalista del mundo. Estos saberes parti-
cipan cada vez ms de la construccin del sentido comn acad-
mico actual, creando tanto posibilidades como lmites para el desa-
rrollo del conocimiento crtico.
Si
fueramos a caracterizar estos distintos saberes a travs de
contrastes simplificadores, diramos que en respuesta a
la
crtica de
los metarelatos modernistas y sus variados fundamentos tericos, los
nuevos saberes privilegian interpretaciones ms acotadas que enfati-
zan el juego entre mltiples dimensiones de la realidad y destacan el
carcter contingente, parcial e indeterminado del acontecer histri-
co. Si
furamos a personificar esta contraposicion de saberes, podra-
mos
sealar que implica
un
desplazamiento de
Marx
a Nietzche, de
Gramsci a Foucault, de Althusser a Derrida. Si fueramos a destacar el
reordenamiento de influencias entre las disciplinas, diramos que los
estudios lingsticos y literarios ahora ocupan el espacio que antes
haba asumido la economa poltica.
Si constrastamos sus categoras
analticas dominantes, notaramos
un
paso del lenguaje al habla, de
clases
sociales al
discurso': de lo colectivo a lo individual, de es-
tructuras objetivas a formaciones subjectivas, del sujeto como actor
al sujeto como efecto, de unidades discretas a hibrideces entre ellas.
En cuanto a sus estrategias narrativas, distinguiramos entre las ex-
plicaciones totalizadoras asociadas a
la modernidad y los recuentos
fragmentarios del postmodernismo. En cuanto a su enfoque, habra
que sealar un movimiento de lo profundo a
la
superficie, de lo sub-
yacente a lo visible. En cuanto a modos de explicacin, diramos que
involucran un nfasis ya no en relaciones de causalidad y determina-
cin sino en
el
entrecruzamiento contingente e indeterminado de
mltiples factores.
El tono
de los nuevos saberes
se
caracteriza ya
no
por
la pasin y
la
certidumbre, sino
por la
irona y
la
duda. Esta enu-
meracin algo caricaturesca de contrastes podra ampliarse, pero lo
esencial
es
que los nuevos saberes se han elaborado en oposicin a lo
moderno': aun cuando en algunos casos estas distintas corrientes
sean entrelazadas y sus contrastes sean ms atenuados.
El universo histrico de este campo de saberes
ha sido de-
finido
por
la experiencia de los pases metropolitanos, sobre todo los
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l \ d I
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anglosajones. Este predominio de un regin del mundo es especial
mente evidente en los estudios postcoloniales y subalternos, que ha
sido definido fundamentalmente por la experiencia de Europea
noroccidental en frica y Asia en los siglos XIX y xx El trabajo de
Edward Said,
uno
de los figuras ms importantes de este campo,
es
emblemtico en este sentido, pues se enfoca en la experiencia colo
nial britnica y francesa del siglo pasado al presente, abarcando
un
rea geogrfica que va de Algeria a India. Como Peter Hulme ha no
tado, cuando Said habla de Estados Unidos como
un
poder impe
rial, examina su papel como poder imperial despus de la Segunda
Guerra Mundial, sin tom r en cuenta su origen como un colonia
de poblacin de britnicos, espaoles y franceses,
el
proceso de co
lonialismo interno a travs del cual la poblacin nativo-americana
fue sometida, y sus designios imperiales en las Amricas
yel
resto del
mundo desde finales del siglo XIX hasta el presente.
Tal vez el caso ms relevante para la Amrica Latina sea el
Grupo de Estudios Subalternos de Surasia, fundado en los ochenta,
que h dado nuevo impulso a los estudios coloniales y h servido de
modelo o al menos de inspiracin para
el
desarrollo del Grupo de
Estudios Subalternos Latinoamericano. El grupo liderado al princi
pio por Ranajit Guha ha visto un evolucin desde la inspiracin
gramsciana de sus orgenes, cuando buscaba integrar de algn mo-
do a la cultura y la economa poltica, hacia trabajos cada vez ms in
fluenciados por Foucault y Derrida, que enfatizan ms bien la sepa
racin de estos campos o a lo sumo la necesidad de manejarlos alter
nativamente, como ha dicho Prakash, como si
se
jineteara a la vez a
dos caballos independientes. Aun cuando este grupo ha expandido
considerablemente su campo de investigacin, del estudio de cam
pesinos hacia otros sectores, su marco terico se h polarizado hacia
lo discursivo, y sus referencias geogrficas y temporales siguen signa
das por un
predominio de estudios histricos sobre
el
impacto en la
India del colonialismo britnico. Aun cuando estaban inspirados
originalmente
por
las limitaciones del proyecto nacional despus de
la independencia en
1947
(como
se
evidencia en la ya clsica formu
lacin de Rajanit Guha the failure of the nation to come into its
own': es decir, el fracaso de la nacin de realizarse como tal ), estos
trabajos, concentrados en la poca colonial, no han tratado con igual
atencin a los efectos del poder ejercido
por
Inglaterra y Estados
Unidos en el perodo propiamente postcolonial.
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27/30
El Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericano naci
de la bsqueda de
un
modelo alternativo despus de las derrotas po-
lticas de los setenta (Beverley, 1999: 5). Si bien el
Grupo
de Estu
dios Subaternos del Sur de Asia le ha servido de inspiracin y ha
ayudado a desarrollar trabajos importantes, ha sido menos til pa
ra cumplir con aquel propsito del grupo que concuerda con
una
constante preocupacin del pensamiento latinoamericano: estudiar
la dominacin y la subordinacin no solo en el pasado sino tam-
bin en el presente (Beverly, 1999: 7). La cuestin es desarrollar ca
tegoras para perseguir este fin.
VI modo de conclusin
Se trata no solo de ver lo que
no se
ha visto, sino de ver co
mo no
se
ha visto. Creo que la inclusin de reflexiones sobre y desde
las Amricas servir para integrar el estudio de distintas modalidades
de dominacin en el pasado y en el presente, pero solo en la medida
en que ayude a superar los lmites y las polarizaciones conceptuales
que caracterizan en la actualidad a los estudios culturales y postcolo
niales en los centros metropolitanos y en sus reas de influencia su
sentido
comn
hegemnico-. Para ello es necesario no solo observar
la experiencia de las Amricas de acuerdo a las pticas postmodernas
y postcoloniales, sino transformar esas perspectivas por medio de
una
confrontacin con la experiencia de las Amricas y sus riqusimas
reflexiones. Si hasta ahora la crtica del Eurocentrismo ha servido pa
ra desmistificar al conocimiento producido en unmundo colonizado
por
Europa, en la coyuntura actual la crtica de lo que he llamado
globocentrismo debe desmontar a los discursos y conocimientos a
travs de los cuales
se
ejerce el poder y
se
establecen diferencias en un
mundo globalizado y dominado
por
nuevos centros de poder (Coro
nil,
2001).
Al mismo tiempo, esta crtica, nutrindose de
las
mltiples
respuestas que desde variadsimos bolsillos de resistencia est en
contrando el imperialismo global, servira para entrelazarlas.
Estos fragmentos sobre el imperialismo global intentan
contribuir a este objetivo. Aspiro que una concepcin amplia del im
perialismo ayude
no
solamente a expandir la discusin sobre
la
glo
balizacin y el imperialismo, sino a redefinir sus trminos. Toda dis
cusin terminolgica corre el riesgo de desplazar la discusin de rea
lidades concretas hacia estratsferas semnticas donde el mundo de
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1\ 111 1
\ 11\1 11
I l l t dldl l r
11111111
pronto aparece distante
y
claro a la
vez.
Tal vez
se
pueda reducir
ese
riesgo aterrizando en los campos de lucha
de la
historia, donde
las
palabras participan en la realizacin de distintas visiones de lo posi
ble y cargan con
el
sentido de sus consecuencias. Con respecto a
es-
ta responsabilidad
de la
palabra frente a la historia,
el
artculo
de
Marcos sobre
la
cuarta guerra mundial es tambin ejemplar. Marcos
no menciona al imperialismo por nombre, a pesar de que no hace si-
no hablar
de
l y reaccionar contra
sus efectos.
Valga recordar la co
nocida observacin de
Jorge
Luis
Borges
sobre
la
ausencia
de
came
llos en el
Korn: un hecho tan familiar que no requiere ser nombra
do prueba la autenticidad del texto. Mientras el imperialismo siga
vi-
gente, ojal en
el
campo acadmico
la
ausencia del imperialismo
co-
mo categora llegue a expresar
el
sentido comn con el que
lo
con
frontamos
y
no
los
silencios del sentido comn imperial.
NOTAS
1. Este ensayo es una versin revisada de un
trabajo
que present en
la conferen-
cia Repensando el imperialismo , organizada por la Universidad Torcuato Di Te-
Ila. Mi
agradecimiento
a los organizadores de la conferencia, y muy especialmen-
te a Ricardo Salvatore, cuyas
agudas
observaciones me ayudaron a
mejorar
el
presente ensayo.
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