Ciclo de La Puerta de La Muerte III - El Mar de Fuego

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    EL MAR DE

    FUEGOSERIE EL CICLO DE LA PUERTA DE LA MUERTE VOL.III

    MARGARET WEIS TRACY HICKMAN

    PRLOGOEn cuatro ocasiones he viajado a travs de la Puerta de la Muerte, pero nadarecuerdo de esas travesas. Todas las veces que he penetrado en la Puerta, lohehecho en estado de inconsciencia.Mi primer viaje fue al mundo de Ariano, ida y vuelta, y estuvo muy cerca deserel ltimo.1

    En mi viaje de regreso consegu una nave dragn construida por los elfos deAriano, mucho ms fuerte y adecuada que mi primer vehculo. Potenci sumagia yla llev conmigo al Nexo, donde mi Seor y yo trabajamos aplicadamente paraaumentar todava ms esa magia que la protega. Las runas de poder cubrenahoracasi cada centmetro de su superficie.Con esta nave vol a mi siguiente destino, el mundo de Pryan. De nuevo, crucla Puerta de la Muerte; de nuevo, perd el sentido al hacerlo. Y despert en unmundo donde no existe la oscuridad, sino slo una luz perpetua.Llev a cabo mi tarea en Pryan satisfactoriamente, al menos en lo que a miSeor respecta. Mi amo se mostr complacido con mi trabajo.

    Yo, no tanto.2Al abandonar Pryan, me hice el propsito de permanecer consciente para ver laPuerta y observar qu se experimentaba. La magia de mi nave protega a stay am hasta el punto de que ambos llegbamos a nuestro destino completamentesanos y salvos. Por qu, entonces, me desmayaba? Mi Seor sugiri quedeba detratarse de una debilidad ma, de una falta de disciplina mental, as que mepropusefirmemente no rendirme. Pero para mi disgusto volv a comprobar, mortificado,que

    no recordaba nada.All me encontraba, perfectamente despierto, a punto de entrar en aquelagujeronegro que pareca demasiado pequeo para que cupiera en l mi nave. Y, alinstante siguiente, estaba a salvo en el Nexo.Es importante que aprendamos todo lo posible sobre el viaje a travs de laPuerta de la Muerte, pues por ella habremos de transportar los ejrcitos depatryn

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    que deben llegar a esos mundos dispuestos a luchar y conquistarlos. Mi Seorhaestudiado el asunto en profundidad revisando los textos de los sartn, nuestrosenemigos ancestrales, que construyeron la Puerta de la Muerte y los mundos alosque sta conduce. Y ahora acaba de informarme, en la vspera de mi viaje almundo de Abarrach, de que ha realizado un descubrimiento.Acabo de regresar de un encuentro con mi Seor y confieso que estoydecepcionado. No digo esto como crtica a mi Seor, a quien respeto ms queanadie en el universo, pero su explicacin de la Puerta de la Muerte tiene pocosentido. Cmo es posible que un lugar pueda existir y, al mismo tiempo, no1 El seor del Nexo subestim las fuerzas mgicas que controlan la Puerta dela Muerte yno proporcion a Haplo la proteccin adecuada para la travesa. El patryn seestrell y fuerescatado por el geg Limbeck (vaseAla de Dragn, vol. I de El ciclo de la

    Puerta de laMuerte).2 Como es habitual en l, Haplo no hace ms mencin a lo que considera sufallo enPryan, pero puede estar relacionado con el hecho de haber estado a punto demorir a manosde una raza de gigantes cuya magia demostr ser mucho ms poderosa que lade los patryn(vase La estrella de los elfos, vol. II de El ciclo de la Puerta de la Muerte).10 existir? Cmo puede el tiempo marchar hacia adelante y hacia atrs a la vez?Cmo puede su luz ser tan brillante que me sumerjo en la oscuridad?Mi Seor sugiere que la Puerta de la Muerte no fue hecha para ser atravesada!Sigue sin descubrir cul es o era su funcin. Segn l, su propsito puedehaber sido, simplemente, servir de una va de escape de un universoagonizante.Yo no estoy de acuerdo. He descubierto que los sartn pretendan que existieraalgn tipo de comunicacin entre los mundos. Por alguna razn, estacomunicacinno se estableci. Y la nica conexin que he encontrado entre los mundos es laPuerta de la Muerte.Mayor razn todava para que deba permanecer consciente en mi prximo

    viaje.Mi Seor me ha sugerido cmo disciplinarme para lograr mi objetivo, pero mehaadvertido que corro un riesgo extremo.No perder la vida; la magia de la nave me protege de cualquier dao fsico.Pero podra perder la razn.33 Haplo, Abarrach, el mundo de piedra, vol. IV de Los diarios de la Puerta de laMuerte.

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    CAPTULO 1KAIRN TELEST, ABARRACHNo tenemos eleccin, padre. Ayer muri otro nio. Anteayer, su abuela. Elfrose hace ms intenso cada da. Sin embargo... el hijo hace una pausa, noestoyseguro de que sea tanto el fro como la oscuridad, padre. El fro mata suscuerpos,pero son las tinieblas lo que acaba con sus espritus. Baltazar tiene razn.Debemosmarcharnos ahora, mientras an tenemos fuerzas suficientes para hacer elviaje.Fuera de la sala, de pie en el pasillo a oscuras, escucho y observo, a la esperadela respuesta del rey.4

    Pero el anciano no contesta de inmediato. Permanece sentado en un trono deoro decorado con diamantes del tamao de un puo humano, instalado sobreunestrado que preside un enorme saln de mrmol pulimentado. El rey puede vermuy poco del saln, sumido en sombras. En el suelo, a sus pies, una lmparadegas que chisporrotea y emite un siseo difunde una luz dbil y mortecina.Con un escalofro, el viejo monarca se acurruca todava ms bajo la capa depieles con la que se cubre. Luego, se desliza hacia adelante hasta apoyarse enelborde del trono, ms cerca de la lmpara, aunque sabe que la llamaparpadeanteno va a darle calor alguno.Creo que es el consuelo de la luz lo que busca. Su hijo tiene razn: es laoscuridad lo que nos mata.Hubo un tiempo dice el viejo rey en que las luces de palacio permanecanencendidas toda la noche y bailbamos hasta el ciclo siguiente. Con el baile,nosacalorbamos en exceso; entonces, salamos del encierro de palacio, corramosalas calles abiertas bajo el techo de la caverna, donde haca fresco, y nosdejbamoscaer sobre la hierba mullida y reamos sin parar. Tras una pausa, aade: A

    tumadre le encantaba bailar.S, padre, lo recuerdo la voz del hijo es suave y cargada de paciencia.Edmund sabe que su padre no desvara, sino que ha tomado una decisin, lanica posible. Sabe que el rey est diciendo adis.La orquesta se colocaba ah el viejo monarca levanta un dedo nudoso parasealar un rincn de la sala envuelto en densas sombras. Tocaba durantetoda la

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    mitad del ciclo destinada al sueo y los msicos tomaban vino de parfruta paramantener vivo el fuego en su sangre. Por supuesto, todos terminaban ebrios.Alfinal del ciclo, la mitad de ellos tocaba una msica distinta de la de la otramitad.Pero a nosotros no nos importaba. Slo haca que nos riramos ms. Nosreamosmucho, entonces.El viejo tararea en voz baja una meloda de su juventud. Yo he permanecidotodo el rato inmvil entre las sombras de la sala, observando la escena atravs deuna rendija de la puerta casi cerrada, y decido dar a conocer mi presencia,aunqueslo a Edmund. Es impropio de mi dignidad andar husmeando a escondidas.Llamoa un criado y lo mando al rey con un mensaje sin importancia. La puerta seabre

    con un chirrido y una rfaga de aire helado recorre la sala, apagando casi lallamade la lmpara de gas. El criado avanza penosamente por la sala y el sonido desuspies arrastrndose por el suelo de mrmol deja tras de s unos ecossusurrantes enel palacio casi vaco.4 De Baltazar, Recuerdos de mi patria, crnica de los ltimos das de KairnTelestredactada por el nigromante del rey.12 Edmund alza la mano, alarmado, e indica al criado que se retire. Pero vuelve lavista hacia la puerta, advierte mi presencia y, con un breve gesto deasentimiento,me indica en silencio que lo espere. No necesita hablar ni hacer otra cosa queesegesto con la cabeza. Edmund y yo nos conocemos tan bien que podemoscomunicarnos sin palabras.El criado se retira y sus despaciosos pasos se acercan de nuevo a m. Empiezaacerrar la puerta, pero lo detengo sin decir palabra y le ordeno que se vaya. Elviejo

    rey ha advertido la entrada y la salida del criado, aunque finja no haberlovisto. Lavejez tiene pocos privilegios, pocos lujos. Permitirse excentricidades es uno deellos. Sumirse en los recuerdos es otro...El anciano suspira al bajar la vista hacia el trono de oro que ocupa. Su miradasevuelve luego hacia el asiento que se encuentra a su lado, un trono dedimensiones

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    ms reducidas destinado al cuerpo, ms menudo, de una mujer. Este tronollevamucho tiempo vaco. Quizs el monarca se ve a s mismo, ve su cuerpo joven,altoy fuerte, inclinndose hacia ella para susurrarle al odo mientras sus manos sebuscan. Sus manos, siempre entrelazadas cuando el monarca y su reinaestabancerca.A veces, an hoy toma la mano de su ausente amada, pero esa mano est fra,est ms helada que el fro que invade nuestro mundo. La mano heladadestruye elpasado para l. Pero, ahora, el rey no acude demasiado a ella. Prefiere elrecuerdo.Entonces, el oro refulga bajo las luces comenta a su hijo. A veces, losdiamantes brillaban hasta que no podamos seguir mirndolos. Eran tandeslumbrantes que nos hacan llorar los ojos. ramos ricos, increblementericos.

    Nos recrebamos en nuestra riqueza... Pero lo hacamos con toda inocencia,creo aade el viejo rey, tras una pausa. No ramos codiciosos ni avaros. Cmonosmirarn, cuando vengan a nosotros! Qu cara pondrn cuando contemplenporprimera vez este oro y estas joyas!, nos decamos. Slo el oro y losdiamantes deeste trono bastaran para comprar una nacin en su viejo mundo, segn lostextosantiguos. Y nuestro reino est lleno de tales tesoros, que yacen intactos einexplotados en la roca.Recuerdo las minas. Ah, cunto tiempo ha pasado desde entonces! Fuemuchoantes de que t nacieras, hijo mo. En esa poca, el Pueblo Menudo an estabaentre nosotros. Eran los ltimos, los ms fuertes y resistentes. Los ltimossupervivientes. Mi padre me dej entre ellos cuando era muy pequeo. Norecuerdogran cosa de ellos, salvo sus ojos fieros, las barbas tupidas que les ocultabanelrostro y sus dedos, cortos y rpidos. Me daban miedo, pero mi padre dijo que,enrealidad, eran unas gentes muy amables; sencillamente, se mostraban rudos e

    impacientes con los extraos.El anciano rey exhala un profundo suspiro. Su mano acaricia el fro apoyabrazometlico del trono como si pudiera devolverle el brillo.Ahora creo entenderlo. Eran rudos y feroces porque tenan miedo. Vean eldestino que se les avecinaba. Mi padre tambin debi de verlo. Luch contraesesino, pero no estaba en su mano hacer nada. Nuestra magia no era lo bastantepoderosa para salvar al Pueblo Menudo. Ni siquiera lo ha sido para salvarnos a

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    deber de mostrarle, de contarle, de hacerle ver cmo eran las cosas antes.Porque,quin sabe?, puede suceder que un da su hijo regrese y vuelva a dejarlo todocomo era.Abandonan la sala del trono y salen al pasillo, lbrego y ventoso. Me quedodonde tengo la certeza de que me vern, y la luz de la lmpara me ilumina. Meveoreflejado en un espejo colgado en la pared que tienen enfrente. Un rostroansioso yplido que surge de la oscuridad, cuya piel blanca y cuyos ojos brillantescaptan laluz, al salir repentinamente de su acecho en las sombras. Mi cuerpo, vestidoconropas oscuras, comparte el sueo eterno que ha arraigado en su reino. Micabezaparece descarnada, suspendida en la oscuridad, flotando en ella. La visin estan

    aterradora que me sobresalta.El anciano rey me ve, pero finge que no. Edmund hace un rpido gesto denegativa, moviendo ligersimamente la cabeza. Yo asiento y me retiro denuevo alas sombras.Que Baltazar espere oigo al anciano murmurar para s. Ya tendr lo quequiere, finalmente. Por ahora, que espere. El nigromante tiene tiempo. Yo, no.Dos series de pisadas recorren los salones del palacio, resonando conestruendoen el silencio de los pasillos vacos. Pero el viejo monarca, sumido en elpasado,escucha el sonido de la msica y la alegra, recuerda las risillas estridentes deunchiquillo jugando a tocar y parar con su padre y su madre por aquellasestanciasdel palacio.Yo tambin recuerdo ese tiempo. Tena veinte aos cuando naci el prncipeEdmund. El palacio bulla de vida: tos y tas, primos carnales y polticos,cortesanossiempre complacientes, sonrientes y dispuestos a rer las gracias,miembros delconsejo que entraban y salan con prisas, concentrados en sus asuntos, yciudadanos que acudan a presentar peticiones o a solicitar justicia. Yo viva en

    palacio, como aprendiz del nigromante del rey. Era un alumno aplicado ypasabams tiempo en la biblioteca que en el saln del baile, pero deb de absorber deeseambiente ms de lo que pensaba. A veces, durante la mitad del ciclo quededicamos al sueo, imagino que an puedo escuchar la msica.Orden deca ahora el rey. Entonces, todo estaba en orden. El orden eranuestra herencia; el orden y la paz. No comprendo qu sucedi. Por qu se

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    produjo el cambio? Qu ha provocado el caos, qu ha trado la oscuridad?14 Hemos sido nosotros, padre contesta Edmund sin inmutarse. Debemosdehaber sido nosotros.El sabe que no es as, por supuesto. Le he enseado que no lo es, peroEdmundsiempre responde de esta manera para evitar discutir con su padre. Pese atodoslos aos transcurridos, an sigue pugnando desesperadamente por tener suamor.Voy tras ellos; mis zapatillas negras no hacen el menor ruido sobre el suelo defra piedra, pero Edmund sabe que los sigo. De vez en cuando vuelve lacabeza,como si confiara en mi tuerza. Yo lo contemplo con franco orgullo, con elorgullo

    que sentira por mi propio hijo. Edmund y yo estamos ms unidos que muchospadres con sus hijos, ms de lo que lo est con su propio padre, aunque noquierareconocerlo. Sus padres estaban tan absortos el uno en el otro que apenas lesquedaba tiempo para el hijo que haban creado con su amor. Yo era el tutor delmuchacho y, con el tiempo, me convert en el amigo, compaero y consejerodelsolitario joven.Ahora ya tiene veinte aos cumplidos y es fuerte, atractivo y viril. Ser unbuenrey, me digo, y repito las palabras varias veces como si fueran un talismncapazde disipar las sombras que envuelven mi corazn.Al fondo del pasillo se encuentran las gigantescas puertas dobles cubiertas desmbolos cuyo significado ha cado en el olvido; unos smbolos que, con el pasodeltiempo, han quedado borrados en parte. El anciano espera, sosteniendo lalmpara,mientras el hijo tensa sus musculosos brazos y empuja a un lado la pesadabarrametlica que mantiene cerradas las puertas del palacio.La barra es una novedad, y el viejo rey frunce el entrecejo al observarla. Talvez

    recuerda una poca, antes de que Edmund naciera, en que no era necesaria talbarrera fija. Entonces, la magia bastaba para mantener cerradas las puertas.Sinembargo, con el paso de los aos, hubo necesidad de emplear la magia enotrastareas ms importantes, como la supervivencia.El hijo empuja las puertas y, cuando stas se abren, una rfaga de aire helado

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    apaga la lmpara. El fro es agudo, intenso, y penetra bajo las pieles que lesirvende abrigo recordando al anciano que, por fro que sea el palacio, sus paredes ysumagia ofrecen cierta proteccin frente a la oscuridad del exterior, que hiela lasangre y entumece los huesos.Ests seguro de que podrs hacerlo, padre? inquiere Edmund una vezms,preocupado.S responde el monarca, aunque a m me parece que, de haber estadosolo,el anciano no lo habra intentado. No te preocupes por m. Si Baltazar se saleconla suya, no tardaremos mucho en estar todos ah fuera.S, el viejo rey sabe que estoy cerca, que estoy escuchando. Siente celos de miinfluencia sobre Edmund, pero lo nico que puedo decirle al anciano es que lya

    tuvo su oportunidad.Ya te he explicado antes que Baltazar ha encontrado una ruta que nosconducehacia abajo por los tneles, padre. Cuanto ms penetremos en el subsuelo delmundo, ms clido se volver el aire.Supongo que habr encontrado tal tontera en algn libro. De nada sirveiluminar este condenado lugar aade el rey, refirindose a la lmpara. Nomalgastes tu magia. Yo no necesito luz; son tantas las veces que he estado enestacolumnata que podra recorrerla con los ojos cerrados.Los oigo avanzar en la oscuridad. Casi puedo ver al rey rechazar el brazo queleofrece Edmund (el prncipe es respetuoso y tierno con un padre que apenas lomerece) y cruzar el umbral de los grandes portalones con paso resuelto. Yo mequedo en el pasadizo e intento olvidarme del fro que me corta la cara y lasmanosy me entumece los pies. 15Los libros son mala cosa comenta con acritud el monarca a su hijo, cuyaspisadas capto, avanzando junto a su anciano padre. Baltazar pasa demasiadotiempo entre los libros.Tal vez la clera le siente bien al viejo, clida y brillante como el fuego de la

    lmpara en su interior.Fueron los libros quienes nos dijeron que ellos iban a volver a nosotros, ymira qu ha salido de ello! Libros! exclama el rey con un bufido. No confoenellos. No creo que debamos confiar en ellos! Tal vez dijeran la verdad hacesiglos,pero el mundo ha cambiado desde entonces. Los caminos que trajeron anuestros

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    antepasados a este reino estn, probablemente, destruidos y desaparecidos.Baltazar ha explorado los tneles hasta donde se ha atrevido y los haencontrado en buen estado y ajustados a los mapas. Recuerda, padre, que lostneles estn protegidos por la magia, antigua y poderosa, que los construy yquecre este mundo.Magia antigua! La clera del viejo rey sale a la superficie con toda sufuerza,arde en su voz. La magia antigua ha fracasado! Ha sido el fracaso de lamagiaantigua lo que nos ha trado a esto! Ha trado la ruina donde una vez huboprosperidad, la desolacin donde una vez hubo abundancia, el hielo donde unavezhubo agua. La muerte, donde una vez hubo vida!Se detiene en el prtico de entrada a palacio y mira al frente. Sus ojos fsicoscontemplan la oscuridad que se ha cerrado sobre ellos, la ven rota nicamentepor

    los dbiles puntos de luz que arden diseminados aqu y all por la ciudad.Estospuntos de luz representan a su pueblo y su nmero ahora es muy reducido,demasiado. La inmensa mayora de las cosas del reino de Kairn Telest estnfras ya oscuras. Como la reina, quienes ahora permanecen en las casas puedenpasarsemuy bien sin luz ni calor; ninguna de ambas cosas se desperdician en ellos.Sus ojos fsicos observan la oscuridad, igual que su cuerpo fsico siente el dolordel fro, y la rechazan. Contempla entonces su ciudad a travs de los ojos delrecuerdo, un don que intenta compartir con su hijo, ahora que es demasiadotarde.Se dice que en el mundo antiguo, durante el tiempo anterior a la Separacin,haba un orbe de fuego cegado que llamaban sol. Lo le en un libro. Baltazar noesel nico que sabe leer aade el viejo monarca secamente. Cuando elmundoqued separado en cuatro partes, el fuego de ese sol fue dividido entre estoscuatronuevos mundos. En el nuestro, fue colocado en su centro. Ese fuego es elcoraznde Abarrach y, como cualquier corazn, tiene conductos que transportan hastalos

    rganos y miembros del cuerpo, como si fuera sangre, la corriente vital decalor yenerga.Escucho un roce, el giro de una cabeza que se mueve entre mltiples capas deropa. Imagino al rey apartando la vista de la ciudad agonizante, acurrucada enlaoscuridad, para dirigirla mucho ms all de las murallas de la ciudad. El viejono

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    puede ver nada, pues la oscuridad es completa. Pero tal vez, con los ojos de lamente, percibe una tierra de luz y calor, una tierra de verdor y de cultivos bajoelaltsimo techo de una caverna tachonado de brillantes estalactitas, una tierradondelos nios jugaban y rean.Nuestro sol estaba ah fuera.Otro roce. El anciano monarca levanta la mano y seala una direccin en laoscuridad eterna.El coloso murmura Edmund. El joven es paciente con su padre. Haymucho,muchsimo que hacer, pero permanece junto al viejo y presta atencin a susrecuerdos.Algn da, su hijo har lo mismo por l susurro esperanzado, pero lasombraque envuelve nuestro futuro no se despeja en mi corazn.Presentimiento? Premonicin? Yo no creo en tales cosas, pues implican la

    existencia de un poder superior, de una mano y una mente inmortales que16 intervienen en los asuntos de los hombres. No obstante, as como tengo laseguridad de que Edmund deber abandonar esta tierra donde ha nacido,dondevieron la luz su padre y tantsimos otros antepasados suyos, tambin tengo larotunda certeza de que mi protegido ser el ltimo rey de Kairn Telest.Por eso agradezco la oscuridad. Oculta mis lgrimas.El rey tambin guarda silencio. Nuestros pensamientos siguen el mismolgubrecurso. l tambin lo sabe. Y tal vez ahora quiera al muchacho. Ahora, cuandoya esdemasiado tarde...Recuerdo el coloso, padre se apresura a decir su hijo, tomandoequivocadamente el mutismo del viejo por una muestra de irritacin.Recuerdo elda en que t y Baltazar os disteis cuenta por primera vez de que estabadejandode funcionar aade en tono ms sombro.Las lgrimas se me han helado en las mejillas, ahorrndome el trabajo deenjugarlas. Ahora, tambin yo recorro los senderos de la memoria. Avanzo porellos

    bajo la luz..., la luz mortecina... 17

    CAPITULO 2KAIRN TELEST, ABARRACHLa Cmara del Consejo del monarca del reino de Kairn Telest est abarrotadadegente. El rey est reunido con el consejo, formado por ciudadanos destacados

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    cuyos antepasados, fundadores de las respectivas familias, actuaron ya comomiembros de tal institucin a la llegada de los seres humanos a Kairn Telest,siglosatrs. Aunque se tratan asuntos de un carcter tremendamente serio, en lareuninreina el orden y la serenidad. Todos los miembros del consejo, incluida SuMajestad, escuchan a sus colegas con atencin y respeto.El rey no emite edictos regios, no imparte reales rdenes ni hace proclamas delacorona. Todos los asuntos a tratar se votan en consejo, donde el monarcaactacomo gua y asesor, ofrece su consejo y slo emite un voto de calidad sobrealgntema cuando se produce igualdad entre varias opciones.Entonces, por qu tenemos un rey? El pueblo de Kairn Telest tiene unanotorianecesidad de orden y de convenciones sociales. Hace siglos, nuestros

    antepasadosya consideraron que precisaban de algn tipo de estructura gubernamental.Estudiaron nuestra naturaleza y nuestra situacin y, sabiendo que somos msunafamilia que una comunidad, decidieron que la forma ms adecuada einteligente degobierno sera una monarqua, que proporciona una figura paternal, combinadaconun consejo dotado de voz y voto.Nunca hemos tenido razn alguna para lamentar la decisin de nuestrosantepasados. La primera reina elegida para gobernar tuvo una hija capaz dellevara cabo la tarea de su madre. Esta hija tuvo a su vez un varn y as ha sidotransmitido el reino de Kairn Telest de generacin en generacin. El pueblo deKairnTelest est satisfecho y conforme con esta situacin. En un mundo que pareceenconstante cambio en torno a nosotros un cambio sobre el cual no tenemos,alparecer, el menor control, esta monarqua nuestra ejerce una influenciapoderosay estabilizadora.As pues, el nivel del ro no ha subido? pregunta el rey, y su mirada

    recorreuno por uno los rostros preocupados de los reunidos.Los miembros del consejo se sientan en torno a una mesa central dereuniones,cuya cabecera ocupa el rey. Su asiento es ms lujoso que los dems, pero estcolocado a la misma altura que stos.Si acaso, Majestad, su caudal se ha reducido an ms. O as estaba ayer,cuando fui a comprobarlo. El jefe del gremio de campesinos habla con voz

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    atemorizada, cargada de malos presagios. Hoy no he acudido a verlo porquehetenido que salir muy temprano para llegar a tiempo a palacio. Pero tengopocasesperanzas de que haya aumentado durante la noche.Y las cosechas?Con seguridad, perderemos la cosecha de cereales a menos que llevemosaguaa los campos en el plazo de cinco ciclos. Afortunadamente, la hierba de kairnestbien; parece capaz de prosperar bajo condiciones casi imposibles. En cuanto alasverduras, hemos puesto a los braceros a acarrear agua a los campos, pero nodaresultado. Acarrear agua es una tarea nueva para ellos. No la comprenden, yyasabis lo difcil que resulta hacerles aprender algo nuevo.

    Varias cabezas asienten en torno a la mesa. El rey frunce el entrecejo y serascala perilla. El campesino contina como si sintiera la necesidad de explicarse, talvezpara ofrecer una excusa.18 Los braceros se olvidan a cada momento de lo que tienen que hacer ydesaparecen. Cuando vamos en su busca, los encontramos dedicados de nuevoasu vieja tarea, con los cubos del agua olvidados en cualquier rincn. Segn misclculos, hemos gastado de esta manera ms agua de la que hemos empleadoenlos huertos.Y cules son tus recomendaciones?Mis recomendaciones... el campesino mira a su alrededor buscando apoyoysuspira. Recomiendo que cosechemos todo lo que podamos, mientrasestamos atiempo. Ser mejor salvar lo poco que tenemos, antes que dejar que todo seagostey muera en los campos. He trado esta parfruta para mostrrosla. Como veis,tiene

    un tamao muy pequeo y an no est madura. No debera recolectarse hastadentro de diecisis ciclos, por lo menos. Pero, si no la cosechamos ahora, sesecary morir en la planta. Despus de la cosecha, podemos hacer otra siembra ytal vezpara entonces el ro habr vuelto a su caudal habitual...No! lo interrumpe una voz, nunca oda hasta ese momento en la sala y enla

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    reunin. Ya me han tenido suficiente tiempo esperando en la antecmara. Esevidente que el rey no va a mandar a buscarme y debo ocuparmepersonalmentede lo que sucede. El ro no volver a la normalidad. Al menos, no lo harprontoy, si algn da sucede, ser slo gracias a algn cambio drstico que ahora soyincapaz de prever. El Hemo est reducido a un riachuelo fangoso y, salvo quetengamos mucha suerte, Majestad, creo que terminar secndose porcompleto.El rey se vuelve, irritado, mientras efecto mi entrada en la sala. Sabe que soymucho ms inteligente que l y, por ello, desconfa de m. Pero ha terminadoporconcederme la razn. Se ha visto obligado a ello. Las pocas veces que no hasidoas, en las contadas ocasiones en que ha decidido llevar las cosas a su modo,haterminado lamentndolo. Por eso soy ahora el nigromante del rey.

    Tena intencin de mandarte a buscar cuando llegara el momento adecuado,Baltazar aade el rey, con el entrecejo cada vez ms arrugado, peroparece queno puedes esperar a dar tus malas noticias. Por favor, toma aliento y ofrece tuinforme al consejo.Por el tono de voz, cualquiera dira que le gustara echarme la culpa de esasmalas noticias.Tomo asiento en el extremo opuesto de la mesa de reuniones cuadrangular,unamesa de piedra tallada. Los ojos de los reunidos en torno a ella se vuelvenpoco apoco, reacios a mirarme directamente. Soy, debo reconocerlo, una visininslita.Todos los que viven dentro de las enormes cavernas del mundo de piedra deAbarrach tienen, naturalmente, una tez plida. Sin embargo, la ma es de unblancocerleo, de un blanco tan lechoso que casi parece traslcida, con un leve tonoazulado por las venillas que corren justo bajo la piel.Esta palidez fuera de lo comn se debe al hecho de que paso largas horasencerrado en la biblioteca, leyendo textos antiguos. Mis cabellos negroazabache extremadamente raros entre mi pueblo, que los tiene casi siempre blancos conlas

    puntas castao oscuro y las vestiduras negras de mi oficio hacen que mirostroparezca an ms blanco, en contraste.Poca gente me ve habitualmente, pues casi nunca me alejo de palacio, de miquerida biblioteca, y rara vez me aventuro por las calles de la ciudad niaparezco enla corte real. Mi presencia en una reunin del consejo es un acontecimiento

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    alarmante. Soy un personaje cuya presencia resulta temible. Mi aparicin,pues,tiende un velo de inquietud sobre los corazones de los presentes casi como siextendiese mi negro manto sobre los consejeros.Empiezo ponindome en pie. Con las palmas de las manos posadas sobre lamesa, me apoyo ligeramente sobre ellas para dar la impresin de que meciernosobre los reunidos, que me observan con extasiada fascinacin. 19Hace poco, suger a Su Majestad que me enviara a explorar el Hemo, aseguirsu cauce hasta su fuente para ver si descubra la causa de que el caudal hayadescendido tan bruscamente. Su Majestad accedi a la sugerencia,considerndolaconveniente, y emprend la marcha.Advierto que varios miembros del consejo intercambian miradas y fruncen el

    entrecejo. Este viaje de exploracin no ha sido discutido ni aprobado enconsejo, locual los pone de inmediato en contra, como era de esperar.El rey capta su inquietud, se revuelve en el asiento y parece a punto de salirensu propia defensa. Yo asumo la responsabilidad antes de que pueda decir unapalabra.Su Majestad me propuso informar al consejo y recibir su aprobacin, peromeopuse a ello. Y no por faltar al respeto a los miembros del consejo meapresuro aasegurarles, sino por la necesidad de no perturbar la tranquilidad del pueblo.SuMajestad y yo compartamos entonces la opinin de que el descenso del caudaleraconsecuencia de algn fenmeno de la naturaleza. Tal vez un sesmo habaprovocado que una parte de la caverna se hundiera y obstruyera el cauce, oquizsalguna colonia de animales haba decidido construir una presa en sus aguas.En fin,pensamos, para qu inquietar al pueblo sin necesidad? Pero, ay! soyincapaz decontener un suspiro, ste no es el caso.

    Los miembros del consejo me miran con creciente inquietud. Se hanacostumbrado a lo extrao de mi apariencia y ahora empiezan a advertircambiosen m. Soy consciente de que no tengo buen aspecto, sino ms bien peor delhabitual. Mis ojos negros estn hundidos, rodeados de sombras prpuras, ytengolos prpados hinchados y enrojecidos. El viaje ha sido largo y fatigoso, no hedormido en muchos ciclos y tengo los hombros hundidos de agotamiento.

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    Los miembros del consejo olvidan su irritacin ante el gesto del rey de actuarporsu cuenta, sin consultarlos. Aguardan, con caras torvas y ceudas, a escucharmiinforme.Recorr el Hemo aguas arriba, siguiendo las riberas. Dej atrs las tierrascivilizadas, cruc los bosques que se extienden ms all de nuestras fronterasyllegu al fondo de la pared que forma nuestra kairn. Pero no encontr all lafuentedel ro. Un tnel atraviesa la pared de la caverna y, segn los mapas antiguos,elHemo fluye por este tnel. Segn comprob, los mapas estn en lo cierto. Obien elHemo se abri con el tiempo un camino a travs de la pared de la caverna, obiensus aguas siguen un curso trazado para ellas por quienes construyeron nuestro

    mundo en un principio. O quiz sea una combinacin de ambas cosas.El rey mueve la cabeza en direccin a m, desaprobando mis divagacioneseruditas. Advierto su expresin de enfado y, con un leve gesto deasentimiento, meapresuro a volver al tema central de mi exposicin.Segu el tnel un gran trecho y descubr un pequeo lago situado en unangosto despeadero, al otro lado del cual debi de existir en otro tiempo unaesplndida cascada. All, el Hemo salta desde lo alto de un faralln rocoso ycaecientos de palmos, desde una altura igual a la del techo de la caverna quetenemossobre nuestras cabezas.Los ciudadanos de Kairn Telest parecen impresionados. Sacudo la cabeza,avisndoles que no se hagan ilusiones.Por las enormes dimensiones de las rocas alisadas por la accin del agua a lolargo de la cada y por la profundidad del fondo del lago que las recoge, juzguqueel caudal del ro haba sido en otro tiempo fuerte y poderoso. Hubo una poca,segn mis clculos, en que cualquier hombre que se colocara bajo la cascadahabrasido aplastado por la fuerza bruta de las aguas que le caan encima. Hoy, encambio, un nio podra baarse sin peligro en el reguero que fluye por lasrocas del

    despeadero.Mi tono de voz es amargo. El rey y los miembros del consejo me observan coninquietud y preocupacin.20 Segu viajando, en busca todava de la fuente del ro. Ascend las paredes delfaralln de rocas y not un fenmeno extrao: cuanto ms suba, msdescenda la

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    temperatura. Cuando llegu a la cima de la cascada, cerca del techo de lacaverna,descubr la razn. Lo que me rodeaba ya no eran las paredes de roca de lacavernami voz se hace tensa, lbrega, siniestra. Me encontr rodeado por murosdepuro hielo.Los miembros del consejo parecen desconcertados, afectados por el miedo y elasombro que yo pretenda transmitirles. Pero sus expresiones confusas mehacenver que todava no se han formado una idea exacta del peligro.Amigos mos les digo sin alzar la voz, paseando la mirada en torno a lamesa, concentrando an ms su atencin hasta tenerlos a todos pendientes demispalabras, el techo de la caverna, a travs del cual fluye el Hemo, estcubierto dehielo. Y antes no estaba as aado al advertir que siguen sin comprender. Mis

    dedos se cierran ligeramente. Esto significa un cambio, un cambiocalamitoso.Pero atended; os seguir explicando. Asombrado ante mi descubrimiento,continuviajando por las orillas del Hemo. El camino era oscuro y traicionero y el fro,muyintenso. Esto tambin me desconcert, pues an no haba pasado el lmitedondealcanzan la luz y el calor emitidos por los colosos. Cmo era que los colososnofuncionaban?Si haca tanto fro como dices, cmo pudiste continuar? inquiere el rey.Por suerte, Majestad, mi magia es poderosa y me mantuvo.No le gusta escuchar tal respuesta, pero ha sido l quien la ha buscado. Tengofama de poseer unas facultades mgicas poderosas en extremo, superiores alas dela mayora de habitantes de Kairn Telest. El rey cree que estoy alardeando.Finalmente, tras muchas dificultades, llegu a la abertura en la pared de lacaverna a travs de la cual fluye el Hemo prosigo. Segn los mapasantiguos, alasomarme por dicha abertura debera haber visto el mar Celestial, el ocanodeagua dulce creado por los antiguos para nuestro uso. Pero lo que encontr ah

    fuera, amigos mos hago una pausa, asegurndome de que tengo toda suatencin, fue un inmenso mar de hielo!Pronuncio esta ltima palabra en un susurro. Un escalofro recorre a losmiembros del consejo, como si hubiera trado conmigo el fro, encerrado enunacaja, y acabara de dejarlo suelto en la Cmara del Consejo. Me observan ensilencio, asombrados, mientras el pleno entendimiento de lo que les estoycontando

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    empieza a abrirse paso lentamente en sus cerebros, como la punta de unaflechaalojada en una vieja herida.El rey es el primero en romper el silencio.Cmo es posible tal cosa? Cmo puede suceder?Me paso una mano por la frente. Estoy cansado, agotado. La magia tal vez sealobastante poderosa como para mantenerme vivo, pero emplearla tiene unprecio.He pasado largas horas estudiando el tema, Majestad, y tengo intencin decontinuar investigando hasta confirmar mi teora, pero creo haber dado con larespuesta. Si puedo hacer uso de esa parfruta...Me inclino an ms sobre la mesa y tomo una parfruta de la fuente. Sostengoenalto el fruto redondo, de cascara dura, cuya pulpa es tan apreciada para laelaboracin del vino de frutas y, con un gesto de las manos, lo rompo por lamitad.

    Esto les explico, sealando la gran semilla roja del fruto representa elcentro de nuestro mundo, el ncleo de magma. stos sigo las vetas rojasque seextienden desde la semilla hacia la cascara a travs de la pulpa amarillentasonlos colosos que, gracias a la sabidura, la habilidad y la magia de los antiguos,transportan la energa obtenida del magma a todo nuestro mundo yproporcionan elcalor y la vida a lo que, en caso contrario, sera piedra fra y desolada. Lasuperficiede Abarrach es de roca slida, parecida a la cascara dura de la parfruta. 21De un mordisco, me llevo entre los dientes un pedazo de pulpa y la cascaracorrespondiente, y dejo un hueco en el fruto que muestro a los presentes.Esto, digamos, representa el mar Celestial, el ocano de agua dulce situadosobre nuestras cabezas. El espacio que queda aqu muevo la mano en el aire,entorno a la fruta es el Vaco, fro y oscuro. Pues bien, si los colosos cumplensudeber, el fro del Vaco se mantiene a distancia, el ocano quedaconvenientementecaldeado y el agua fluye libremente a travs del tnel, trayendo la vida a

    nuestratierra. Pero si los colosos fallan...Dejo la frase a medio terminar, ominosamente, y me encojo de hombros altiempo que arrojo la parfruta sobre la mesa, donde rueda y se bambolea hastacaerpor el borde. Los miembros del consejo la observan con una especie dehorrible

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    fascinacin, sin hacer el menor movimiento para tocarla. Una mujer da unrespingocuando el fruto toca el suelo.Ests diciendo que es eso lo que sucede? Que los colosos estn fallando?As lo creo, Majestad.Pero, de estar en lo cierto, no deberamos ver alguna seal de ello?Nuestroscolosos siguen irradiando luz, calor...He de recordar al rey y al consejo que, segn acabo de comentar, slo estcubierta de hielo la parte superior de la caverna, no la pared de sta. Tengo laimpresin de que nuestros colosos estn, si no dejando de funcionar porcompleto,s al menos debilitndose progresivamente. Aqu todava no advertimos elcambio,aunque ya he empezado a registrar un descenso sostenido y hasta ahorainexplicable en la temperatura media diaria. Quiz no apreciemos el cambiodurante

    algn tiempo pero, si mi teora resulta cierta... titubeo, reacio a continuar.Bien, contina me ordena el rey. Como dice el refrn, mejor ver el hoyoenmedio del camino y rodearlo que caer en l a ciegas.No creo que podamos evitar el hoyo al que nos enfrentamos anuncio sinalzar la voz. En primer lugar, cuanto ms grueso se haga el hielo en el marCelestial, ms seguir menguando el caudal del Hemo, hasta que al cabo sesequepor completo.Un coro de exclamaciones horrorizadas me interrumpe y espero a que vuelvaelsilencio. Entonces, contino:La temperatura en la caverna seguir descendiendo. La luz que irradian loscolosos menguar hasta cesar del todo. Nos encontraremos en una tierra aoscuras,en una tierra aterida de fro, sin agua, en la que no crecer alimento alguno nisiquiera mediante el uso de la magia. Nos encontraremos en una tierramuerta,Majestad. Y, si nos quedamos, tambin nosotros moriremos.Escucho un jadeo y capto un movimiento cerca de la puerta. All se encuentraEdmund, que cuenta apenas catorce aos, escuchando con atencin lo quediscuteel consejo. Varios miembros de ste parecen abrumados por mis palabras y

    nadiese atreve a hacer comentarios. Por fin, alguien murmura que nada de lo dichoestdemostrado, que slo es la teora lbrega y siniestra de un nigromante que hapasado demasiado tiempo entre libros.Cunto tiempo? pregunta el rey con voz spera.Oh!, no suceder maana, Majestad. Ni en muchos maanas. Pero elprncipe,

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    vuestro hijo contino, mientras mi tierna mirada se vuelve con tristeza hacialapuerta, no gobernar nunca sobre la tierra de Kairn Telest.El rey sigue mi mirada, ve al joven y frunce el entrecejo.Edmund, no esperaba esto de ti! Qu ests haciendo aqu?Lo siento, padre responde el prncipe, sonrojado. No pretendainterrumpirel consejo. Vena a buscarte, pues madre est enferma y el mdico cree quedeberas venir. Pero, cuando he llegado, no he querido interrumpir al consejo ypor22 eso he esperado y... y entonces he odo lo que acaba de anunciar Baltazar. Escierto eso, padre? Vamos a tener que marcharnos...?Ya basta, Edmund. Esprame. Estar contigo enseguida.El muchacho traga saliva, inclina la cabeza y desaparece de la vista, silenciosoy

    discreto, para aguardar entre las sombras junto a la entrada de la sala. Micoraznse duele por l. Quisiera consolarlo, explicarle. Mi intencin era asustar alconsejoreal, no al pobre muchacho.Perdonadme. Debo acudir junto a mi esposa. El rey se pone en pie. Losmiembros del consejo lo imitan. La sesin, evidentemente, ha terminado.No es preciso que os insista en la necesidad de guardar silencio sobre esteasunto hasta que tengamos ms informacin contina el monarca. Vuestrosentido comn os har comprender lo razonable de mantener el secreto.Volveremos a reunirnos dentro de cinco ciclos. De todos modos aade, y suscejas se juntan en un gesto de preocupacin, aconsejo que sigamos larecomendacin del gremio de agricultores y llevemos a cabo una cosechatemprana.Los miembros del consejo votan, y la recomendacin es aprobada. Despus,losreunidos abandonan la sala, muchos de ellos dirigindome miradas sombras yrencorosas. Les gustara mucho poder echar a alguien la culpa de lo quesucede.Pero yo, seguro de mi posicin, devuelvo cada mirada con aplomo, firme y sinalterarme. Cuando el ltimo consejero ha salido avanzo hasta el rey, que estimpaciente por marcharse, y lo agarro del brazo.Qu haces? suelta el monarca, visiblemente irritado ante mi gesto. Est

    muy preocupado por su esposa.Majestad, perdonad que os haga perder tiempo, pero deseara mencionarosalgo en privado.El rey retrocede, repeliendo mi contacto.En Kairn Telest no tenemos secretos. Si queras decirme algo, fuera lo quefuese, deberas haberlo hecho en el consejo.No habra dudado en hacerlo, si tuviera la absoluta certeza de lo que deca.

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    Prefiero dejar a la sabidura y discrecin de Vuestra Majestad la decisin derevelarel asunto, si considera conveniente que el pueblo lo conozca.El monarca me dirige una mirada de ira.De qu se trata, Baltazar? Otra teora?S, seor. Otra teora... acerca de los colosos. Segn mis estudios, losantiguoscrearon la magia de los colosos con la intencin de que durara eternamente.Enotras palabras, Majestad, esa magia de los colosos no poda fallar ni dejar defuncionar.El rey me observa con exasperacin.No tengo tiempo para juegos, nigromante! Has sido t quien ha dicho queloscolosos estaban fallando...S, Majestad, es cierto. Y estoy convencido de que as es, pero tal vez heescogido una palabra equivocada para describir lo que les sucede a nuestros

    colosos. Quizs el trmino correcto no sea fallo, seor, sino destruccin.Destruccin deliberada.El rey sigue mirndome; luego, sacude la cabeza a un lado y otro.Vamos, Edmund murmura, dirigiendo un gesto de impaciencia a su hijo.Iremos a ver a tu madre.El joven prncipe corre hasta su padre y, juntos los dos, se disponen aabandonarla estancia.Seor insisto, con un tono de urgencia en la voz que obliga al rey a hacerunnuevo alto, creo que en alguna parte, en unos reinos que existen por debajode 23Kairn Telest, alguien ha emprendido una guerra de lo ms prfida contranosotros.Y conseguir derrotarnos por completo a menos que hagamos algo pordetenerlo.Nos derrotar sin siquiera disparar una flecha o arrojar una lanza. Alguien,seor,est privndonos del calor y de la luz que nos proporciona la vida!Con qu propsito, Baltazar? Cul puede ser el motivo para uncomportamiento tan inicuo?

    Hago caso omiso del sarcasmo del rey y contesto:Para utilizarlos l mismo, seor. Pens largo y tendido en el problemadurantemi viaje de regreso a Kairn Telest. Y si todo Abarrach est muriendo? Y si elncleo de magma est encogindose? Algn reino podra considerar necesariorobara sus vecinos para protegerse a s mismo.Te has vuelto loco, Baltazar replica el monarca. Posa su mano en el flaco

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    hombro de su hijo, conducindolo lejos de m, pero Edmund vuelve la cabeza ymemira con ojos grandes y asustados. Le dirijo una sonrisa tranquilizadora yparecealiviado. En el instante en que ya no puede verme, mi sonrisa se desvanece.No, seor, no estoy loco murmuro a las sombras. Ojal lo estuviera.Todosera ms sencillo. Me froto los ojos, que me escuecen por la falta dedescanso.Sera mucho ms sencillo...24

    CAPTULO 3KAIRN TELEST, ABARRACHEdmund aparece, solo, a la puerta de la biblioteca donde me encuentroanotandoen mi diario la conversacin que acaba de tener lugar entre padre e hijo, junto

    amis recuerdos de un tiempo que ya queda muy atrs. Dejo la pluma en elescritorioy me incorporo del asiento en gesto de respeto.Alteza. Entrad y tomad asiento, por favor.No interrumpo tu trabajo? El prncipe se detiene en el umbral, con airenervioso. Se siente incmodo y quiere hablar, pero la causa de su incomodidadesque no quiere or lo que sabe que voy a decirle.Acabo de terminar en este preciso instante.Mi padre est acostado dice Edmund bruscamente. Temo que hayapilladoun resfriado, saliendo al exterior de esta manera. He ordenado a su criado queleprepare un ponche caliente.Y qu ha decidido vuestro padre?El rostro preocupado de Edmund adquiere un brillo mortecino y espectral bajolaluz de la lmpara de gas que, momentneamente, mantiene a raya laoscuridad deKairn Telest.Qu ha de decidir? responde con amarga resignacin. No hay ningunadecisin que tomar. Nos vamos.

    Estamos en mi mundo, en mi biblioteca. El prncipe echa un vistazo a sualrededor y observa que los libros han tenido una amorosa despedida. Losvolmenes ms antiguos y frgiles estn guardados en recias cajas de hierbadekairn entretejida. Otros textos, ms recientes, muchos de ellos transcritos pormmismo y mis aprendices, estn perfectamente clasificados y almacenados enlos

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    profundos nichos de los estantes de roca, protegidos de la humedad.Viendo la mirada de Edmund, le leo los pensamientos y esbozo una tmidasonrisa.Soy un estpido, verdad? Mi mano acaricia la cubierta del volumenencuadernado en cuero que tengo ante m. Es uno de los pocos que voy allevarme:mi relato de los ltimos das de Kairn Telest. Pero no poda soportar la ideadedejarlos desordenados.No eres ningn estpido. Quin sabe si algn da volveremos...Edmund intenta dar un tono optimista a su voz. Se ha acostumbrado a ello, ahacer lo posible por elevar el nimo de su pueblo.Que quin lo sabe? Yo, mi prncipe replico, sacudiendo la cabeza contristeza. Olvidas con quin ests hablando, Edmund. No soy uno de losmiembrosdel consejo.Pero existe alguna posibilidad! insiste. Me duele desmontar su sueo pero,

    por el bien de todos, debo obligarlo a afrontar la realidad.No, Alteza, no existe ninguna posibilidad. El destino que le profetic a tupadrehace diez aos se ha abatido sobre nosotros. Todos mis clculos apuntan a unaconclusin: nuestro mundo, Abarrach, est agonizando.Entonces, de qu sirve marcharnos? inquiere el muchacho, impaciente.Por qu no nos quedamos aqu? Por qu someternos a las penalidades ysufrimientos de este viaje a tierras desconocidas si al final slo nos espera lamuerte? 25Yo nunca he aconsejado que abandones la esperanza y te sumas en ladesesperacin, Edmund. Lo nico que sugiero, como he hecho siempre, es quevuelvas tu esperanza en otra direccin.La expresin del prncipe se hace sombra; est inquieto y se apartaligeramentede m.Mi padre te ha prohibido hablar de este tema.Tu padre es un hombre que vive en el pasado, no en el presente lerespondocon brusquedad. Enseguida vuelvo a dirigirme a l con el tratamiento que lecorresponde. Perdonadme, Alteza, pero siempre he tenido por norma decir laverdad, por muy desagradable que resulte. Cuando vuestra madre muri, algo

    muri tambin en vuestro padre. Desde entonces, slo mira hacia atrs. A vososcorresponde mirar hacia adelante!Mi padre sigue siendo el rey! replica Edmund con firmeza.S respondo. Y no puedo evitar la sensacin de que es un hecho delamentarprofundamente. Edmund se planta ante m con la barbilla muy erguida.Y, mientras siga sindolo, se har como l y el consejo ordenen! Viajaremos

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    al viejo reino de Kairn Necros, buscaremos a nuestros hermanos de all y lespediremos ayuda. Al fin y al cabo, fuiste t quien propuso esta empresa.Lo que propuse fue que viajramos a Kairn Necros lo corrijo. Segn misestudios, Kairn Necros es el nico lugar de nuestro mundo donde an podemosesperar, razonablemente, que exista vida. Est situado en y,aunque el gran ocano de magma habr encogido sin duda, an debe de tenereltamao suficiente para proporcionar calor y energa a los pobladores de suscercanas. Pero jams he aconsejado que acudamos a ellos como mendigos!El hermoso rostro de Edmund se sonroja. Sus ojos centellean. El prncipe es

    joven y orgulloso.Advierto el fuego de su interior y hago cuanto puedo por avivarlo.Mendigar a quienes han provocado nuestra ruina! le insisto.No puedes tener la seguridad de que...Bah! Todos los indicios apuntan en una direccin: Kairn Necros. S, creo queencontraremos al pueblo de ese reino vivo y bien instalado. Y gracias a qu?Gracias a habernos robado nuestras vidas!

    Entonces, por qu nos propusiste que acudiramos a ellos? Edmund estperdiendo la paciencia. Acaso quieres la guerra? Es eso?T ya sabes lo que quiero, Edmund respondo sin alzar la voz.Demasiado tarde, el prncipe advierte que se ha dejado llevar al terrenoprohibido.Partiremos cuando hayamos desayunado anuncia con voz fra. Tengoalgunos asuntos que atender y, sin duda, t tambin los tendrs, nigromante.Nuestros difuntos deben ser preparados para el viaje.Da media vuelta para marcharse. Alargo el brazo y mis dedos se cierran entornoa su brazo cubierto de pieles.La Puerta de la Muerte! le digo. Piensa en ello, mi prncipe. Es lo nicoque pido. Piensa en ello!Perturbado, Edmund se detiene en seco, pero no se vuelve. Aumento lapresinde mi mano sobre el brazo del joven, hundiendo los dedos en las capas depieles yde tejido hasta notar el hueso y los msculos, duros y poderosos, que haydebajo.Lo noto temblar.Recuerda las palabras de la profeca. La Puerta de la Muerte es nuestraesperanza, Edmund insisto en un cuchicheo. Nuestra nica esperanza.El prncipe mueve la cabeza, se sacude de encima mi mano y abandona la

    biblioteca, dejando atrs su llama vacilante y los libros en sus nichos comotumbas.26 Yo regreso a mis escritos.El pueblo de Kairn Telest se congrega en la oscuridad junto a la puerta de lamuralla de la ciudad. La puerta ha estado abierta desde que se tiene recuerdo,desde que se guardan registros de la ciudad, lo que equivale a decir desde la

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    fundacin de sta. Las murallas se levantaron para proteger a los ciudadanosde losanimales depredadores; jams han tenido por objeto proteger a la gente deotragente. Tal idea es impensable en nosotros. Viajeros y extranjeros han sidosiemprebien acogidos, de modo que las puertas no se han cerrado nunca.Pero hace ya tiempo, un da, el pueblo de Kairn Telest cay en la cuenta dequehaca mucho, muchsimo, que no apareca ningn viajero. Camos en la cuentadeque ya no haba viajeros. Ni siquiera se vean animales. En adelante, laspuertashan permanecido abiertas porque cerrarlas habra sido una prdida de tiempoy unamolestia. Y ahora los habitantes de la ciudad se encuentran ante esas puertasabiertas, convertidos ellos mismos en viajeros, y esperan en silencio a que se

    iniciesu xodo.Llegan el rey y el prncipe, acompaados del ejrcito; los soldados portan lasantorchas de hierba de kairn. Tras ellos avanzo yo el nigromante del rey ymiscolegas nigromantes y aprendices. Despus vienen los servidores de palaciocargados con pesados fardos que contienen ropas y alimentos. Un criado, quecamina pesadamente detrs de m, transporta una caja llena de libros.El rey hace una pausa cerca de las puertas abiertas, toma una antorcha demanos de un soldado y la sostiene en alto. Su luz baa una pequea parte delaciudad en sombras. El monarca la contempla. Todo el pueblo se vuelve y lacontempla. Yo me vuelvo.Vemos amplias calles que rodean edificios levantados sobre las rocas deAbarrach. Los brillantes exteriores de mrmol blanco, decorados con runascuyosignificado nadie recuerda, reflejan la luz de nuestras antorchas. Alzamos lavistahasta el palacio, en una elevacin del suelo de la caverna. Ahora no podemosadmirarlo, pues queda envuelto en sombras, pero podemos observar una luz,unatenue lucecita, en una de sus ventanas.He dejado la lmpara anuncia el rey con voz sonora e inusualmente

    enrgica para que ilumine el camino a nuestro regreso.El pueblo lanza vtores porque sabe que su monarca quiere que los lance. Perolos gritos y vtores se apagan pronto. Demasiado pronto. No son pocos los quecallan a causa de las lgrimas.En esa lmpara hay combustible para unos treinta ciclos comento en vozbaja mientras ocupo mi lugar al lado del prncipe.Silencio! ordena Edmund. Eso hace feliz a mi padre.No puedes silenciar la verdad, Alteza. No puedes silenciar la realidad le

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    recuerdo. El prncipe no responde.Hoy dejamos Kairn Telest contina mientras tanto el rey, con la antorchaan en alto, pero volveremos con nueva abundancia y haremos nuestro reinomsglorioso y ms hermoso que nunca.Nadie lanza gritos de jbilo. Nadie tiene nimos para hacerlo.El pueblo de Kairn Telest empieza a abandonar su ciudad. La mayora viaja apie,transportando su ropa y su comida en fardos, aunque algunos tiran de toscascarretas donde cargan sus pertenencias y a aquellos que no pueden caminar:enfermos, ancianos y nios pequeos. Las bestias de carga utilizadas en otrotiempo para tirar de los carros han muerto hace mucho; su carne ha sidoconsumida y su piel ha sido empleada para proteger a la gente del terrible fro.Nuestro rey es el ltimo en salir. Cruza las puertas sin una mirada atrs, conlosojos fijos en el frente, confiados en el futuro, en una nueva vida. Su paso esfirme y

    su porte, erguido. El pueblo, al verlo, siente crecer una esperanza. Se formaunpasillo a lo largo del camino y surgen los vtores, pero esta vez son gritos quesalen 27del corazn. El monarca camina entre ellos con el rostro encendido, lleno dedignidad.Vamos, Edmund ordena. El prncipe me deja y ocupa su sitio, al lado de supadre.Los dos caminan entre la gente hasta la cabeza de la comitiva. Sosteniendo enalto la antorcha, el rey de Kairn Telest conduce a su pueblo.Un destacamento de soldados se queda atrs cuando los dems emprenden lamarcha. Yo espero con ellos, interesado en conocer cules son sus rdenesfinales.Les lleva algn tiempo y un considerable esfuerzo, pero al fin consiguen cerrarlas puertas. Unas puertas marcadas con runas que ya nadie reconoce y queahora,cuando nos alejamos de ellas con las antorchas, nadie puede ver en laoscuridad.28

    CAPTULO 4

    KAIRN TELEST, ABARRACHEstoy escribiendo en condiciones casi imposibles. Explico esto a quienquieraquealgn da pueda, tal vez, leer este volumen y se pregunte a qu viene estecambiode estilo y esta diferencia de caligrafa. No es que, de pronto, me haya vueltoviejo

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    y dbil, ni que me atormente ninguna enfermedad. Las letras bailan en lapginaporque me veo obligado a escribir a la dbil luz de una antorcha parpadeante.Lanica superficie que tengo por escritorio es una losa de pedernal que me habuscado uno de los soldados. Slo gracias a la magia consigo a duras penasmantener lquida la tinta del fruto de sangre el tiempo suficiente para poner laspalabras por escrito.Adems, estoy molido hasta los huesos. Me duelen todos los msculos y tengolos pies llenos de llagas y rozaduras. Pero he hecho un pacto conmigo mismo yconEdmund, comprometindome a llevar este diario de viaje y ahora voy aregistrar lossucesos del ciclo antes...Iba a decir antes de que los olvide.Pero ay!, no creo que vaya a olvidarlos nunca.La jornada de este primer ciclo no ha sido difcil, en el plano fsico. La ruta se

    extiende a travs de lo que un da fueron campos de cereales y de verduras,huertos y planicies donde se alimentaba el ganado. El camino, pues, ha sidosencillo, fsicamente. En el plano emotivo, en cambio, la jornada ha tenido unefecto devastador.Una vez, hace no tantos aos, brillaba sobre esta tierra la luz clida y suave delos colosos. Ahora, en la oscuridad, al resplandor de las antorchas que portanlossoldados, vemos esos campos vacos, yermos, desolados. Los restos cortados yagostados de la ltima siega de hierba de kairn forman matojos dispersos ycastaetean como huesos bajo las rfagas de viento helado que lanzanlgubresaullidos a travs de las grietas de las paredes de la enorme caverna.El nimo aventurero, casi jovial, que hizo emprender la marcha con esperanzaanuestro pueblo, desapareci de nosotros y qued atrs, en los camposdevastados.Anduvimos en silencio por el camino helado, con los pies entumecidos,resbalando ytropezando sobre placas de hielo y escarcha. Nos detuvimos una vez, parahaceruna comida a media jomada, y luego continuamos. Los nios, echando en faltasussiestas, gimoteaban malhumorados y, en muchos casos, caan dormidos en

    brazosde sus padres mientras caminaban.Nadie pronunci una sola palabra de queja, pero Edmund escuch el llanto delospequeos. Vio el cansancio de la gente y comprendi que no era causado porlafatiga sino por la amargura y la pena. Yo advert que el corazn del prncipe sedola

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    por ellos, pero tenamos que continuar adelante. Nuestras provisiones dealimentoson escasas y, con el racionamiento, apenas alcanzar para el plazo que,segn misclculos, nos llevar llegar al reino de Kairn Necros.Estuve tentado de sugerir a Edmund que rompiera aquel penoso silenciohablando con optimismo al pueblo sobre el futuro que nos aguarda en unanuevatierra, pero decid que era mejor seguir callado. El silencio era casi religioso.Nuestro pueblo estaba diciendo adis.Casi al final del ciclo, llegamos a las proximidades de un coloso. Nadie dijo unapalabra pero, uno a uno, los exiliados de Kairn Telest abandonaron el senderoparaacercarse al pie del coloso. En otro tiempo, habra resultado imposibleaproximarse 29

    a la fuente cegadora y caliente que nos daba vida. Ahora, en cambio, se alzabatanfra y tan muerta como la tierra que haba dejado en el desamparo.El rey, acompaado por Edmund, yo mismo y varios soldados portadores deantorchas, se adelant a la multitud y avanz hasta la base del coloso.Edmundcontempl el enorme pilar de piedra con curiosidad, pues nunca haba estadocercade uno de ellos. Su expresin era de temor reverencial, de asombro ante elgrosory la altura de aquel pilar de roca.Contempl al rey y observ su aspecto dolido, perplejo y enfadado, como sirecriminara al coloso haberlo traicionado personalmente.En cuanto a m, ya estaba familiarizado con el coloso y su aspecto actual, puesloinvestigu hace tiempo, cuando buscaba descubrir sus secretos para salvar amipueblo. Sin embargo, el misterio del coloso ha quedado sumido en el pasadoparasiempre.Impulsivamente, Edmund se quit los guantes de piel y alarg la mano paratocar la roca y pasar los dedos por la piedra cubierta de runas. Pero se detuvoantes de rozarla, temeroso de que la magia del coloso lo quemara o lo

    fulminara, yme dirigi una mirada inquisitiva.No te har nada asegur. Hace mucho que ha perdido la capacidad dehacer dao.Igual que ha perdido la de hacer el bien aadi Edmund, pero murmur laspalabras en voz tan baja que slo l las entendi.Con cautela, pas las yemas de los dedos sobre la piedra helada. Titubeante,

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    casi con veneracin, sigui los trazos de las runas, cuyo significado y cuyamagiahace mucho tiempo que cayeron en el olvido. El prncipe levant la cabeza yalz lavista hasta donde la antorcha iluminaba la roca brillante. Los signos mgicosseextendan hacia arriba hasta perderse en las tinieblas.La columna se eleva hasta el techo de la caverna coment, considerandoquelo mejor sera hablar con la voz vigorizante y concisa del maestro, la que habaempleado para conversar con l durante los aos felices que pasamos juntosen elaula. Es muy probable, incluso, que se extienda a travs del techo hasta laregindel mar Celestial. Y absolutamente toda su superficie est cubierta de esasrunasque aqu ves.

    Resulta frustrante no pude evitar una mueca ceuda; uno por uno,reconozco la mayora de estos signos mgicos, los entiendo. Pero el poder delasrunas no se basa en los signos individuales, sino en su combinacin, y es stalaque escapa a mi comprensin. Una vez, hace algn tiempo, vine aqu y copilasrunas, llev los dibujos a la biblioteca y pas muchas horas estudindolos conlaayuda de los textos antiguos.Pero continu, en voz tan baja que slo Edmund poda orme fue comointentar desenrollar una bola enorme formada de miles de finos hilos.Deslizabaentre los dedos uno de tales hilos, lo segua y topaba con un nudo.Pacientemente,lo deshaca separando un hilo de otro, y de otro ms, y de otro, hasta que medolala cabeza del esfuerzo. Incluso consegu desenredar un nudo, pero slo mesirvipara encontrar otro inmediatamente despus; y, cuando logr deshacer estesegundo, ya haba perdido el hilo que haba tomado al principio. Y en ese pilarhaymillones de nudos aad con un suspiro, mirando hacia lo alto. Millones...

    Con gesto brusco, el rey volvi la espalda al pilar con el rostro preocupado ysurcado de profundas arrugas a la luz de la antorcha. No haba pronunciadopalabradurante el tiempo que permanecimos bajo el coloso. De hecho, advert enaquelinstante que no haba abierto la boca desde que haba dejado atrs las puertasdela ciudad. El viejo monarca se alej para volver al camino. La multitud carg a

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    hombros de nuevo a los nios y reemprendi la marcha. La mayora de lossoldadosavanz tras la gente, llevndose la luz. Slo uno se qued cerca de m y delprncipe.30 Edmund permaneci ante el pilar mientras se pona de nuevo los guantes. Loesper, presintiendo que deseaba hablar conmigo en privado.Estas mismas runas, u otras parecidas, deben de guardar la Puerta de laMuerte me dijo en voz baja cuando estuvo seguro de que nadie poda ornos.Elsoldado se haba retirado a cierta distancia, por cortesa. Aunque laencontrramos, no tendramos ninguna esperanza de entrar.El corazn se me aceler. Por fin, el prncipe empezaba a aceptar la idea!Recuerda la profeca, Edmund me limit a responder. No quera parecerdemasiado impaciente ni insistir en exceso sobre el tema. Con Edmund, esmejor

    dejar que le d vueltas a los asuntos en su mente y que tome sus propiasdecisiones. Lo s desde que el prncipe era un chiquillo y acuda a la escuela.Conl, es preciso sugerir, plantear, recomendar; nunca insistir, nunca forzarlo.Bastacon intentarlo para que se vuelva tan duro y tan fro como la roca de la paredde lacaverna que en este momento, mientras escribo, se me clava dolorosamenteen laespalda.La profeca! replic, irritado. Unas palabras pronunciadas hace siglos! Sialguna vez han de cumplirse, y reconozco tener mis dudas al respecto, porquhabra de ser precisamente durante nuestras vidas?Porque, mi prncipe le dije, no creo que despus de nosotros quedeninguna otra generacin.La respuesta lo conmocion, como era mi intencin. Me mir, consternado, ynodijo nada ms. Tras una ltima mirada al coloso, dio media vuelta y apret elpasohasta alcanzar a su padre. Tuve la certeza de que mis palabras lo habanpreocupado al observar su expresin, meditabunda y pensativa, con loshombros

    hundidos.Edmund, Edmund! Cunto te quiero y cmo me rompe el corazn cargarte coneste pesado lastre. Levanto la vista de estas hojas y te veo caminar entre lagentepara asegurarte de que est lo ms cmoda posible. S que ests agotado,pero note retirars a descansar hasta que el ltimo de los tuyos se haya dormido.No has tomado bocado en todo el ciclo. Te vi dar tu racin de comida a la

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    anciana que te aliment cuando eras un nio. Intentaste mantener en secretoelgesto, pero yo lo vi. Lo s. Y tu pueblo empieza a saberlo tambin, Edmund.Cuando termine el viaje, todos vern y apreciarn en ti a un autntico rey.Pero estoy divagando... Tengo que terminar enseguida este relato. Tengo losdedos entumecidos de fro y, pese a todos mis esfuerzos, empieza a formarseunafina capa de hielo en la superficie del tintero.Este coloso que he mencionado seala la frontera de Kairn Telest. Desde all,continuamos la marcha hasta el final del ciclo, cuando llegamos por ltimo anuestro destino. All busqu y encontr la boca del tnel sealado en uno delosmapas antiguos, un tnel que atraviesa la pared de la kairn. Supe que era eltnelque buscbamos porque, al entrar en l, comprob que el suelo haca unaligerapendiente hacia abajo.

    Este tnel anunci, sealando las densas tinieblas del interior nosconducir a unas regiones situadas muy por debajo de nuestra caverna. Nosllevarms cerca del corazn de Abarrach, a las tierras situadas ms abajo, al reinoqueeste mapa denomina Kairn Necros, a la ciudad de Necrpolis.La gente permaneci en silencio. Ni siquiera se oy algn llanto infantil. Todossabamos que, al entrar en aquel conducto, dejbamos atrs nuestra tierranatal.El rey, sin una palabra, avanz y penetr en el tnel. Fue el primero. Edmundyyo lo hicimos a continuacin; el prncipe hubo de agachar la cabeza para nodarseun golpe con el techo, demasiado bajo. Una vez que el rey hubo efectuado sugestosimblico, yo pas a abrir la marcha, pues ahora soy el gua.El pueblo de Kairn Telest empez a seguirnos. Vi que muchos hacan unapausay volvan la vista atrs para decir adis, para echar una mirada final a supatria. 31Debo reconocer que tampoco yo pude evitar el impulso de dar esa ltima

    mirada.Pero lo nico que vi fue oscuridad. Toda la luz que quedaba, la llevbamos connosotros.Penetramos en el tnel. La luz parpadeante de las antorchas arranc reflejosenlas relucientes paredes de obsidiana y las sombras de la comitiva se deslizaronpor

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    el suelo. Todos avanzamos por la pendiente, cada vez ms abajo, siguiendounaespiral descendente.Detrs de nosotros, la oscuridad se cerr para siempre sobre Kairn Telest.32

    CAPTULO 5TNELES DE LA ESPERANZA, ABARRACHQuien lea este relato (si queda alguno de nosotros vivo para hacerlo, de lo cualempiezo a tener muy serias dudas) notar aqu un salto en el tiempo. Laltima vezque hice una anotacin, acabbamos de entrar en el primero de lo que el mapallama los Tneles de la Esperanza. Y ver que he tachado ese nombre y escritootro.Los Tneles de la Muerte.Llevamos veinte ciclos en estos conductos, mucho ms de lo que habaprevisto.

    El mapa ha resultado impreciso. Aunque no tanto, debo reconocerlo, respectoa laruta, que es bsicamente la misma que hicieron nuestros antepasados parallegar aKairn Telest.Pero entonces los tneles estaban recin formados y tenan las paredes lisas,lostechos fuertes y los suelos planos. Yo saba que habran cambiado muchodurantelos siglos transcurridos; Abarrach est sometido a perturbaciones ssmicas queproducen temblores de tierra, pero stos apenas producen otro efecto quehacertintinear la vajilla en las alacenas y provocar una oscilacin de los candelabrosdepalacio. Pero tambin haba imaginado que nuestros antepasados habranreforzadolos tneles con su magia, igual que hicieron con nuestros palacios, con lasmurallasde la ciudad, con nuestros talleres y nuestras casas. Si lo haban hecho, lasrunasno haban dado resultado o necesitaban ser reforjadas, reinstaladas...,rehechas, afalta de una palabra mejor. O tal vez los antiguos no se haban molestado en

    protegerlos, convencidos de que los posibles daos que se produjeran podranserreparados fcilmente por quienes poseyeran el conocimiento de los signosmgicos.Entre todos los desastres que esos primeros antepasados nuestros teman quepudieran sucedemos, es evidente que no previeron el peor: jams imaginaronquepudiramos perder nuestra magia.

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    Una y otra vez, nos hemos visto forzados a detenernos, a un alto coste. Desdeelprincipio, encontramos el techo del tnel hundido en muchos puntos, con elcaminoobstruido por inmensos peascos que tardamos varios ciclos en mover. En elsuelose abran grietas enormes, que slo los ms valientes se atrevan a saltar ysobrelas cuales haba que tender puentes para que pasara la gente.Y todava no hemos salido de estos tneles, ni parece que estemos cerca de lasalida. No puedo calcular con precisin nuestra situacin. Varios de los lugaresreconocibles en el mapa han desaparecido, barridos por deslizamientos derocas, ose han transformado tanto con el paso del tiempo que resulta imposiblereconocerlos. Ya no estoy seguro de que estemos siguiendo la ruta correcta.Notengo modo de saberlo. Segn el mapa, los antiguos inscribieron runas en las

    paredes para guiar a los viajeros pero, aunque as fuera, su magia nos resultaahora incomprensible e intil.Estamos en una situacin desesperada. La comida est racionada a la mitad ynos estamos quedando en los huesos. Los nios ya no lloran de cansancio, sinodepura hambre. Las carretas han quedado por el camino. Pertenencias muyqueridasse han convertido en pesadas cargas para unos brazos debilitados por el ayunoy elagotamiento. Slo siguen con nosotros las carretas necesarias para llevar a losviejos y enfermos, y tambin stas, trgicamente, empiezan a quedardispersas porlos tneles. Ahora, los ms dbiles empiezan a morir y mis colegasnigromanteshan empezado a ocuparse de su triste tarea. 33La carga de los sufrimientos del pueblo ha recado, como yo bien saba quesucedera, sobre los hombros del prncipe. Mientras, Edmund contempla cmosupadre decae ante sus ojos.El rey tuvo a su hijo siendo ya un hombre maduro, y ya es un anciano para lonormal entre nuestro pueblo. Sin embargo, al abandonar el palacio y la ciudad,

    lo viexhibir el vigor, el nimo y la fuerza de un hombre de la mitad de sus aos.Losprimeros das de viaje, tuve un sueo en el cual vi la vida del rey como un hiloatado al trono de oro que ahora preside la helada oscuridad de Kairn Telest. Alalejarse del trono, el hilo sigue atado a ste. Poco a poco, ciclo tras ciclo, elhilo va

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    devanndose, hacindose ms fino cuanto ms se aleja el rey de su tierra,hastaque ahora temo que un roce demasiado fuerte o torpe vaya a romperlo.Al viejo monarca ya no le interesa nada: ni lo que hacemos, ni lo que decimos,nisiquiera adonde vamos. Sospecho que la mayor parte del tiempo ni siquieranota elsuelo que pisa. Edmund camina constantemente al lado de su padre, guindolocomo a alguien que ha perdido la vista. No; no es una descripcin precisa deltodo.El rey es, ms exactamente, como un hombre que caminara hacia atrs, queno velo que tiene enfrente, sino slo lo que deja atrs.En las ocasiones en que el prncipe debe atender a sus innumerablesresponsabilidades y ha de alejarse de su padre, Edmund se asegura de que dossoldados lo sustituyan en su cuidado. El rey se muestra dcil y va donde lollevan

    sin oposicin. Camina cuando le dicen que camine y se detiene cuando as seloindican. Come lo que le ponen en las manos, sin que parezca saborearlo. Creoquese comera una piedra, si se la dieran. Y tambin creo que no comera nada, sinose ocuparan de l.Al principio del viaje, durante largos ciclos, el rey no dijo nada a nadie, nisiquiera a su hijo. Ahora, en cambio, habla casi constantemente, pero slopara s,nunca dirigindose a nadie. A nadie de los presentes, mejor dicho. Pasa muchotiempo hablando con su esposa, no en su estado actual, como difunta, sinocomo sihubiera vuelto a la poca en que la reina estaba viva. Nuestro rey haabandonadoel presente y ha regresado al pasado.Las cosas se pusieron tan mal que el consejo rog al prncipe que seproclamararey. Edmund se neg en redondo, en una de las pocas ocasiones en que lo hevistoenojado de veras. Los miembros del consejo se escabulleron como niostemerososde una zurra ante su estallido de clera. Edmund tiene razn. Segn nuestra

    ley, elrey es rey hasta que muere. Pero nuestra ley no ha previsto la posibilidad dequeun monarca perdiera la razn. Tales cosas no suceden entre nuestro pueblo.Los miembros del consejo se vieron obligados a acudir a m (debo confesar quefue un momento delicioso) para rogarme que interviniera ante Edmund enintersdel pueblo. Yo promet hacer lo que pudiera.

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    Edmund, tenemos que hablar le dije en una de nuestras paradas forzosas,mientras aguardbamos a que los soldados despejaran un enorme montn deescoria que obstrua el paso.Su rostro se ensombreci y adopt una mueca de rebelda. Yo haba visto amenudo aquella mirada cuando el prncipe era un muchacho y lo obligaba aestudiar matemticas, una ciencia que nunca le ha agradado mucho. La miradaquevi en sus ojos me evoc recuerdos tan intensos que tuve que hacer una pausapararecuperarme, antes de continuar.Edmund repet, manteniendo deliberadamente un tono de voz prctico yenrgico, convirtiendo mis palabras en un asunto de sentido comn, tu padreest enfermo. Tienes que tomar el liderazgo del pueblo... Aunque slo seatemporalmente aad al instante, levantando la mano en previsin de subruscorechazo. Hasta que Su Majestad vuelva a estar en condiciones dedesempear

    sus deberes.Tienes una responsabilidad para con el pueblo, mi prncipe continu.Jams,en toda la historia de Kairn Telest, hemos estado en un peligro mayor del que34 corremos ahora. Vas a abandonarlos por un falso sentido del deber y de lasobligaciones filiales? Querra tu padre que lo hicieras?Por supuesto, no mencion que haba sido su padre quien haba actuado as,abandonando a su pueblo. Edmund, no obstante, entendi la insinuacin. Sihubierapronunciado las palabras en voz alta, l las habra rechazado con rabia. Pero alsersu propia conciencia quien se las deca...Lo vi mirar a su padre, sentado en una roca y conversando con su pasado. Vilapreocupacin y la inquietud en el rostro de Edmund. Vi el sentimiento de culpa.Entonces supe que mi arma haba dado en el blanco. A regaadientes, lo dejasolas para que la herida se agrandara.Mientras me alejaba, volv a preguntarme con tristeza por qu he de sersiempreyo, que lo quiero tanto, quien ha de causarle dolor una y otra vez.

    Al trmino de aquel ciclo, Edmund convoc una asamblea del pueblo paradeclarar que sera su jefe, si as lo queran, pero slo provisionalmente.Seguiraostentando el ttulo de prncipe. Su padre segua siendo el rey y Edmundconfiabaen que su padre reasumira sus deberes como monarca cuando se recuperara.El pueblo respondi a su prncipe con entusiasmo, y su cario y lealtadconmovieron profundamente a Edmund. Su proclama no saci el hambre de la

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    gente, pero elev su nimo e hizo ms fcil de soportar el ayuno. Yo locontemplcon orgullo y con una renacida esperanza en mi corazn.Me dije que lo seguiran a cualquier sitio. Incluso a la Puerta de la Muerte.Pero parece ms probable que antes encontremos la muerte que la Puerta delaMuerte. El nico dato positivo que hemos encontrado en nuestro xodo es quelatemperatura se ha hecho, al menos, algo ms soportable; parece que el fro haremitido un poco. Empiezo a pensar que hemos seguido la ruta correcta y queestamos acercndonos a nuestro destino, el flamante corazn de Abarrach.Es un signo esperanzador le coment a Edmund al trmino de otro ciclotriste y sombro a travs de los tneles. Un signo esperanzador repet conconfianza.Los miedos y dudas que me asaltan, los guardo para m. No es necesarioaadirms cargas sobre estos jvenes hombros, por fuertes que sean.

    Mira continu, sealando el mapa, vers que, cuando lleguemos alextremo de los tneles, se abren sobre un gran lago de magma que seextiendefuera. Lo llaman el lago de la Roca Ardiente y ser la primera cosa que veamosalentrar en Kairn Necros. No puedo estar seguro, pero creo que el aumento detemperatura que notamos se debe al calor de ese lago, que asciende por eltnel.Eso significa que nos acercamos al final de nuestro viaje contest Edmundcon una luz de esperanza en el rostro, delgadsimo por el ayuno.Tienes que comer ms, mi prncipe le dije con suavidad. Al menos, cometu racin. No ayudars al pueblo si caes enfermo o ests tan dbil que nopuedescontinuar.El joven movi la cabeza en gesto de negativa. Yo saba que respondera deestemodo, pero saba tambin que se tomara en serio mi consejo. Al final de aquelciclo, durante las horas de descanso, lo vi consumir toda la reducida cantidaddealimento que le corresponda.S continu, volviendo al mapa, creo que estamos cerca de la salida. Dehecho, me parece que estamos por aqu. Situ el ndice en un punto delpergamino. Un par de ciclos ms y llegaremos al lago, siempre que no

    encontremos nuevos obstculos.Y por fin estaremos en Kairn Necros dijo l. Y, sin duda, allencontraremosun reino de abundancia, lleno de agua y comida. Mira este enorme ocano quellaman . Edmund seal una gran extensin de magma. Estemar debe de proporcionar luz y calor a toda esta enorme extensin de tierras.Y a

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    esas ciudades y pueblos. Fjate en sta, Baltazar. Puerto Seguro. Qu nombretan 35maravilloso... Lo interpreto como un signo esperanzador. Puerto Seguro,donde porfin nuestro pueblo hallar la paz y la felicidad.Pas largo rato estudiando el mapa e imaginando en voz alta qu aspectotendra tal lugar o tal otro, cmo hablara la gente y la sorpresa que sellevaran alvernos.Yo me recost contra la pared del tnel y lo dej hablar. Me complaca verlo denuevo esperanzado y feliz. Casi me hizo olvidar las terribles punzadas delhambreque me taladraban las entraas y los efectos an ms terribles de los miedosqueme atenazaban en las horas de vigilia.

    Por qu hacer estallar aquella pequea burbuja? Por qu pincharla con elcortante filo de la espada de la realidad? Al fin y al cabo, no tengo la certezadenada. Teoras!, las habra llamado su padre, el rey, con tono de desprecio.Lonico que tengo son teoras.Suposicin: est reducindose y ya no puede proporcionar calory luz a las vastas extensiones de tierra que lo circundan.Teora: no encontraremos reinos de abundancia. Encontraremos tierras tandesoladas, yermas y desiertas como las que hemos dejado atrs. sta es laraznde que el pueblo de Kairn Necros nos robara la luz y el calor.Se llevarn una sorpresa al vernos comenta Edmund, sonriendo para santela ocurrencia.S, me respondo. Una sorpresa. Una gran sorpresa, realmente.Kairn Necros, as llamada por los antiguos que llegaron los primeros a estemundo. As llamada para honrar a quienes perdieron la vida en la Separacindelviejo universo. As llamada para indicar el final de una vida y el inicio elluminosoinicio, era entonces de otra.Oh, Edmund, mi prncipe, hijo mo! Busca ese signo tuyo en este nombre. No

    enPuerto Seguro. Puerto Seguro es una mentira.En Kairn Necros. En la Caverna de la Muerte.36

    CAPTULO 6LAGO DE LA ROCA ARDIENTE, ABARRACHCmo puedo escribir un relato de esta terrible tragedia? Cmo puedo darle

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    sentido y exponerlo con alguna coherencia? Y, sin embargo, debo hacerlo. Leheprometido a Edmund que el herosmo de su padre quedara registrado porescritopara que todos lo recuerden, pero la mano me tiembla de tal manera queapenassoy capaz de sostener la pluma. Y no es debido al fro. Ahora, la temperaturaen eltnel ha subido. Y pensar que recibimos con jbilo ese calor! No, mistembloresson una reaccin a los sucesos que he experimentado ltimamente. Es precisoqueme concentre.Por Edmund. Voy a hacerlo por Edmund.Levanto los ojos del pergamino y lo veo sentado frente a m, solitario, comocorresponde a quien est de luto. El pueblo ha efectuado los gestos rituales decondolencia. Sus subditos hubieran querido ofrecerle el acostumbrado presente

    fnebre en comida, pues es lo nico de valor que les queda pero suprncipe(ahora su rey, aunque l se niega a aceptar la corona hasta despus de laresurreccin) se lo ha prohibido. Yo he procedido a poner en orden el cuerpoantesdel rigor mortis y he realizado los ritos de conservacin. Por supuesto,llevaremosel cadver con nosotros.El prncipe, en su desconsuelo, me rogaba que celebrara los ritos postumos porel rey en ese momento, pero le he recordado con toda seriedad que talesceremonias slo pueden realizarse despus de transcurridos tres cicloscompletosdesde la muerte. Llevarlos a cabo antes sera demasiado peligroso, por lo cualnuestro cdigo lo prohibe.Edmund no ha insistido. El hecho mismo de que tomara en consideracin unaaberracin semejante ha sido, sin duda, resultado de su dolor y su confusin.Ojal,pienso para m, el principe se abandone al sueo. Quiz lo haga, ahora que losdems lo han dejado en paz. Aunque, si se parece a m, cada vez que cierrelosojos ver esa horrible cabeza surgiendo de...Repaso lo que acabo de escribir y me da la impresin de estar empezando porel

    final de la historia. Se me ocurre destruir esta pgina y empezar de nuevo,peroando escaso de pergaminos y no puedo permitirme malgastarlo. Adems, estonoes ningn cuento que est narrando tranquilamente mientras apuro unos vasosdevino de frutas muy fro. Y, sin embargo, ahora que lo pienso, esto bien podraser

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    una especie de relato de sobremesa, pues la tragedia nos ha alcanzado comotana menudo sucede a los protagonistas de estas historias en el momento enque laesperanza pareca ms radiante.Los ltimos dos ciclos de viaje haban sido fciles, casi podra decirse quefelices.Dimos con una corriente de agua dulce, la primera que encontrbamos en lostneles. All, no slo pudimos beber a placer y volver a llenar nuestrasreducidasreservas de agua, sino que descubrimos la presencia de peces en la rpidacorriente.Rpidamente, improvisamos unas redes con lo que tenamos a mano: un chalfemenino, la sbana hecha jirones de un beb, la camisa rada de un hombre...Losadultos se colocaron a lo largo de las orillas, sosteniendo las redes quetendimos de

    una ribera a otra. Todo el mundo se dedic a la tarea con una ceudadeterminacin hasta que Edmund, que encabezaba la partida de pesca, resbalenuna roca y, agitando los brazos violentamente, cay al agua con un tremendochapoteo. 37Con la sola luz de las antorchas de hierba de kairn, no tenamos modo desaberqu profundidad tena la corriente. De todas las gargantas surgi un grito dealarma y varios soldados se dispusieron a saltar en su rescate. Entonces,Edmundse incorpor. El agua le llegaba apenas a la espinilla. Sintindose ridculo, elprncipe se ech a rer de s mismo a grandes carcajadas.Y entonces o a nuestro pueblo rindose por primera vez en muchos ciclos.Edmund tambin oy las risas. Estaba empapado de pies a cabeza, pero estoyconvencido de que las gotas que le resbalaban por las mejillas no procedan delriachuelo subterrneo, sino que tenan el sabor salado de las lgrimas.Tampoco hecredo ni por un instante que el prncipe, cazador de pie firme, cayera al aguaporun descuido.El prncipe alarg la mano hacia un amigo, hijo de uno de los miembros del

    consejo. El amigo, en su intento de ayudar a Edmund a salir del agua, resbala suvez en la hmeda ribera y, en esta ocasin, fueron los dos quienes cayeron deespaldas en la corriente. Las risas subieron de tono y, muy pronto, todo elmundosalt al agua o fingi caer a ella. Lo que haba empezado como un penosotrabajose convirti en un juego alegre.

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    Finalmente, conseguimos capturar algunos peces. Al acabar el ciclo,celebramosun gran festn y todo el mundo durmi a pierna suelta, saciada el hambre yalegrado el corazn. Todava pasamos otro ciclo entero cerca del riachuelo,puesnadie quera abandonar tan bendito lugar de risas y buenos sentimientos.Sacamosms peces, los salamos y los conservamos para complementar nuestrasprovisiones.Reanimado por la comida, el agua y el agradable calor del tnel, el pueblo fuesuperando la desesperacin. Y su alegra aument cuando el propio reypareci, depronto, quitarse de encima las nubes oscuras de la locura. Mir a su alrededor,reconoci a Edmund, le habl con coherencia y pregunt dnde estbamos.Eraevidente que el viejo monarca no recordaba nada de nuestro xodo.El prncipe, conteniendo las lgrimas, mostr el mapa a su padre y le indic lo

    cerca que estbamos del lago de la Roca Ardiente y, por tanto, de KairnNecros.El rey comi en abundancia, durmi profundamente y no volvi a hablar con sudifunta esposa.El ciclo siguiente, todo el mundo despert temprano, recogi el equipaje y sedispuso a seguir la marcha con impaciencia. Por primera vez, el pueblo empezapensar que quizs el futuro le reservaba una vida mejor de la que haballegado aconocer en nuestra patria.Yo segu guardando para m las dudas y temores que senta. Quiz cometa unerror, pero cmo poda ahora arrebatarle su esperanza recin recobrada?Una jornada de medio ciclo nos condujo a las proximidades de la salida deltnel.El suelo dej de hacer pendiente y se nivel. El agradable calorcito seintensifichasta convertirse en un bochorno agobiante y un resplandor rojizo, procedentedellago de la Roca Ardiente, ba el conducto con una luz tan intensa queapagamoslas antorchas. A travs del tnel nos lleg el eco de un extrao sonido.Qu es ese ruido? pregunt Edmund, ordenando un alto.Creo, Alteza respond, vacilante, que eso que os es el sonido de los

    gasesque se elevan en burbujas de las profundidades del magma.El prncipe pareca nervioso, excitado. Yo haba visto aquella misma expresinensu rostro cuando era un nio y le propona llevarlo de excursin.A qu distancia estamos del lago?Calculo que no mucha, Alteza.Se dispuso a continuar la marcha, pero lo agarr del brazo para impedrselo.

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    Ten cuidado, Edmund le aconsej en voz baja. La magia de nuestrocuerpose ha puesto en funcionamiento para protegernos del calor y de los humos38 venenosos, pero nuestra fuerza no es inagotable. Debemos avanzar concautela, sinapresurarnos.Mi discpulo se detuvo de inmediato y me mir a los ojos.Por qu? A qu debemos tener miedo? Dmelo, Baltazar.Me conoce demasiado. No puedo ocultarle nada.Mi prncipe le dije, pues, llevndomelo aparte, donde no pudieran ornos elrey y el resto de la comitiva. No puedo precisar la causa de mis temores yporeso me disgusta hablar de ellos.Extend el mapa sobre una roca y los dos nos inclinamos sobre l. Los demsapenas nos prestaron atencin, pero advert que el rey nos observaba con aire

    suspicaz y sombro.Finge que estamos estudiando la ruta, Edmund. No quiero preocuparinnecesariamente a tu padre.El joven dirigi una breve mirada de preocupacin al viejo rey y me sigui el

    juego, preguntando en voz alta dnde estbamos.Ves las runas dibujadas aqu, sobre el lago? indiqu en voz baja. Nopuedo decirte qu significan, pero cuando las miro me invaden los malospresagios.No tienes idea de lo que dicen? inquiri Edmund, contemplando los signosmgicos.Su mensaje se ha perdido con el transcurso del tiempo, mi prncipe. Soyincapaz de descifrarlo.Quiz slo advierten que este camino es traicionero.Es posible...Pero t no crees que se trate de eso, verdad?Edmund respond, y not que las mejillas me ardan de turbacin, noestoyseguro de qu pensar. El mapa en s no indica que la ruta sea peligrosa. Comovers, existe un camino ancho que bordea el lago. Hasta un chiquillo podraavanzar por l con facilidad.Tal vez el camino est cortado u obstruido por desprendimientos de rocas. Yanos hemos encontrado en situaciones as a lo largo de nuestro viaje replicEdmund, testarudo.

    Es cierto, pero quien confeccion el mapa habra sealado tal circunstancia sise hubiera producido en la poca en que lo realiz. Y, de haber sucedido mstarde,no habra tenido modo de saberlo.Pero de todo eso hace muchsimo tiempo! Sin duda, el peligro ya habrdesaparecido. Somos como un jugador de dados rnicos perseguido por lamalasuerte. Segn el clculo de probabilidades, nuestra fortuna ha de cambiar. Te

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    preocupas demasiado, Baltazar aadi Edmund con una carcajada, dndomeunaspalmaditas en el hombro.As lo espero, mi prncipe respond con voz grave, pero hazme caso.Prestaatencin a los estpidos miedos de este nigromante. Acta con cautela. Mandaunaavanzadilla de soldados para explorar el terreno...Vi de nuevo al rey, que nos miraba con recelo.S, por supuesto contest Edmund, molesto ante mi osada al pretenderindicarle lo que tena que hacer. As lo habra hecho en cualquier caso.