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Comentario del Capitán Paul Watson Fundador y Presidente de la Sea Shepherd Conservation Society Japón sostiene que la caza de ballenas es una tradición cultural practicada por los japoneses durante siglos. Como tal, creen tener un derecho inherente a seguir con esta tradición. Pero, ¿cuánto tiene de tradicional? En el pasado hubo unas pocas aldeas japoneses aisladas que habían cazado ballenas, pero Japón demostró en general muy poco interés por la caza de ballenas. No fue hasta mediados de 1890 que un hombre llamado Jura Oka viajó a Noruega, las Azores y Terranova para estudiar la caza de ballenas. Oka aprendió sobre la caza y compró el equipo a los noruegos. Fue por tanto en 1890 cuando Japón inició la caza comercial de ballenas moderna, mucho después de que la industria fuera establecida en Europa y en las Américas. La primera compañía ballenera japonesa, Hogei Gumi, con un buque, el Saikai-maru, mató tres ballenas ese primer año. El arponero y los tripulantes eran trabajadores noruegos. El 20 de julio de 1899, tras la quiebra de la compañía, Oka creó una nueva compañía en Yamaguchi, Nihon Enyo Gyogyo K.K. De nuevo, se contrató a una tripulación y a un arponero noruegos. Noruega lamentó más tarde toda la ayuda que ofreció a Japón para que aprendiera sobre la caza de ballenas. Un periódico pronosticó una vez: "Cuando los japoneses aparezcan en la escena de la caza de ballenas, ¡los noruegos pronto serán desterrados!" Se establecieron otras compañías balleneras, algunas de las cuales quebraron. En 1908 se creó la Nihon Hogeigyo Suisan Kumiai, conocida también como la Asociación Ballenera Japonesa, con Jura Oka como primer presidente. Esta asociación incluía 12 compañías con un total de 28 buques balleneros. Ese año murieron 1.312 ballenas. El promedio para los siguientes 25 años fue de aproximadamente unas 1.500 ballenas. Oka fue un visionario tan despiadado con las ballenas como lo fue Hitler con los judíos. En 1910 se jactaba con orgullo: "Estoy firmemente convencido de que nos convertiremos en la nación ballenera más importante del mundo. El día vendrá cuando una mañana oigamos que se han capturado las ballenas en el Ártico y en la noche se están cazando en la Antártida." Los balleneros japoneses que operaban entre Japón y Corea fueron los responsables en gran parte de la casi destrucción de las poblaciones de ballena gris occidental. En 1915 tan sólo pudieron contabilizarse 150 ejemplares de esta especie. Anterior a la Segunda Guerra Mundial, Noruega, Gran Bretaña, los Países Bajos y Alemania eran los principales países balleneros y lo hacían sin consideración por la conservación. En la década de 1930 tuvo lugar la mayor matanza de ballenas de la historia. En 1931 se masacraron 37.438 ballenas azules en el Océano Antártico. En 1935 Japón envió sus primeros barcos a la Antártida. Sólo en 1937 se mataron a más de 55.000 ballenas, provocando la masacre de 3 millones de toneladas de animales. Debido a las capturas excesivas, en 1935 fue ratificada la Convención de Génova para la Regulación de la Caza de Ballenas. Alemania y Japón se negaron a firmar el acuerdo, rechazando atenerse a las cuotas y convirtiéndose en los primeros

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Comentario del Capitán Paul Watson  Fundador y Presidente de la Sea Shepherd Conservation Society 

Japón sostiene que la caza de ballenas es una tradición cultural practicada por los japoneses durante siglos. Como tal, creen tener un derecho inherente a seguir con esta tradición.

Pero, ¿cuánto tiene de tradicional?

En el pasado hubo unas pocas aldeas japoneses aisladas que habían cazado ballenas, pero Japón demostró en general muy poco interés por la caza de ballenas. No fue hasta mediados de 1890 que un hombre llamado Jura Oka viajó a Noruega, las Azores y Terranova para estudiar la caza de ballenas. Oka aprendió sobre la caza y compró el equipo a los noruegos. Fue por tanto en 1890 cuando Japón inició la caza comercial de ballenas moderna, mucho después de que la industria fuera establecida en Europa y en las Américas.

La primera compañía ballenera japonesa, Hogei Gumi, con un buque, el Saikai-maru, mató tres ballenas ese primer año. El arponero y los tripulantes eran trabajadores noruegos. El 20 de julio de 1899, tras la quiebra de la compañía, Oka creó una nueva compañía en Yamaguchi, Nihon Enyo Gyogyo K.K. De nuevo, se contrató a una tripulación y a un arponero noruegos.

Noruega lamentó más tarde toda la ayuda que ofreció a Japón para que aprendiera sobre la caza de ballenas. Un periódico pronosticó una vez: "Cuando los japoneses aparezcan en la escena de la caza de ballenas, ¡los noruegos pronto serán desterrados!"

Se establecieron otras compañías balleneras, algunas de las cuales quebraron. En 1908 se creó la Nihon Hogeigyo Suisan Kumiai, conocida también como la Asociación Ballenera Japonesa, con Jura Oka como primer presidente. Esta asociación incluía 12 compañías con un total de 28 buques balleneros. Ese año murieron 1.312 ballenas. El promedio para los siguientes 25 años fue de aproximadamente unas 1.500 ballenas.

Oka fue un visionario tan despiadado con las ballenas como lo fue Hitler con los judíos. En 1910 se jactaba con orgullo: "Estoy firmemente convencido de que nos convertiremos en la nación ballenera más importante del mundo. El día vendrá cuando una mañana oigamos que se han capturado las ballenas en el Ártico y en la noche se están cazando en la Antártida."

Los balleneros japoneses que operaban entre Japón y Corea fueron los responsables en gran parte de la casi destrucción de las poblaciones de ballena gris occidental. En 1915 tan sólo pudieron contabilizarse 150 ejemplares de esta especie.

Anterior a la Segunda Guerra Mundial, Noruega, Gran Bretaña, los Países Bajos y Alemania eran los principales países balleneros y lo hacían sin consideración por la conservación. En la década de 1930 tuvo lugar la mayor matanza de ballenas de la historia. En 1931 se masacraron 37.438 ballenas azules en el Océano Antártico. En 1935 Japón envió sus primeros barcos a la Antártida. Sólo en 1937 se mataron a más de 55.000 ballenas, provocando la masacre de 3 millones de toneladas de animales.

Debido a las capturas excesivas, en 1935 fue ratificada la Convención de Génova para la Regulación de la Caza de Ballenas. Alemania y Japón se negaron a firmar el acuerdo, rechazando atenerse a las cuotas y convirtiéndose en los primeros países balleneros ilegales. En 1939 Alemania y Japón estaban cazando el 30% de todas las ballenas del mundo.

La convención declaraba un santuario para las ballenas en la Antártida y exigía completa protección para las ballenas jorobadas, una especie que muchos temían se encontraba próxima a la extinción.

A pesar de todos los esfuerzos por regular la caza de ballenas, la matanza de ballenas se duplicó a medida que el número de buques no regulados dedicados a la caza de ballenas fue aumentando.

Afortunadamente para las ballenas, en 1939 los humanos se dedicaron a matarse entre ellos, lo que significó seis años de indulto para la nación cetácea. Tras la guerra, incluso las naciones balleneras pudieron ver en retrospectiva la devastación que en 1930 habían causado a las ballenas. Ese año, como intento por salvar la industria de auto-destruirse, se formó la Comisión Ballenera Internacional (CBI).

La guerra fue la forma de conservación más significativa para detener la matanza. En el conflicto se destruyeron un tercio de todos los barcos balleneros, sin embargo la caza de

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ballenas prosiguió y en la temporada 1944-45 murieron masacradas 6.000 ballenas. Después de la guerra, ese número volvería a aumentar drásticamente.

Según el Secretario de Estado norteamericano Dean Acheson en 1946: "Los stocks de ballenas mundiales son un recurso internacional que no pertenece a ningún país ni a ningún grupo de naciones si no que son los huérfanos de todo el mundo."

El problema radicó en un americano en particular quien en 1946 fue la ley por sí mismo y el Shogun americano de Japón, el General Douglas MacArthur.

En realidad, la flota pelágica moderna japonesa de hoy en día es creación de Estados Unidos. En 1946, el General Douglas MacArthur propuso la creación de una flota ballenera japonesa para asegurar proteína a la gente conquistada japonesa y recortar los costes de transporte de alimento de Estados Unidos en la posguerra con Japón.

Fue el 6 de octubre de 1946 cuando MacArthur firmó una orden autorizando a dos barcos factorías y a doce arponeros iniciar la caza de ballenas en el Antártico durante la temporada 1946-47.

El pacto consistía en que Japón conseguiría la carne de ballena y devolvería el aceite a Estados Unidos. Estados Unidos suministró 800.000 dólares en combustible a los barcos y a cambio recibió más de 4 millones de dólares en aceite de ballena.

Los dos barcos que bajaron a aguas de la Antártida fueron el Hashidate Maru y el Nishin Maru.

MacArthur ordenó esta aventura ballenera inicial sin el permiso de la recién formada CBI, lo que significa que desde el principio la expedición ballenera japonesa fue ilegal.

Los barcos llevaban observadores americanos y australianos, sin embargo no había regulaciones de conservación. A menudo, el observador David R.McCracken, autor de Four Months on a Jap Whaler, disparaba por diversión a los albatros desde la cubierta del Hashidate Maru.

Escribió: "En el cuarto disparo del segundo arpón, alcancé a un ave en el ala, dejándola herida. El extremo de su ala derecha se agitó en vano. No la maté y parecía estar confundida mientras intentaba mover el ala mutilada. Fue perdiendo altitud gradualmente. Después de planear durante un rato, acabó chocando contra el agua donde intentó elevarse de nuevo sin éxito. A la desdichada víctima le aguardaba una muerte lenta por falta de alimento y satisfecho guardé mi carabina por ese día."

McCracken también capturó a un pingüino al que puso el nombre de Penny y que se llevó para su diversión hasta que el ave murió de hambre. Intentó obligarlo a comer, algo que describió "como un motín que observar."

McCracken despellejó a Penny y a su regreso a Estados Unidos, Aduanas se incautó la piel. Le dejaron mantener un feto de ballena en una jarra de formaldehído.

No tuvo mucho que decir sobre la matanza de ballenas, excepto que había observado como un rorcual arponeado había arrastrado a un buque arponero de 350 toneladas a una velocidad de cuatro nudos hasta que el rorcual cedió exhausto y fue arponeado, esta vez mortalmente.

Japón mataba ballenas al margen de las inspecciones y regulaciones de la CBI hasta que finalmente en 1951 aceptó unirse a la comisión. Durante ese tiempo, Estados Unidos había obtenido grandes beneficios de la venta de aceite ilegal de ballena.

Con la ayuda de Estados Unidos, en la década de 1970 Japón se había convertido en la mayor operación ballenera del mundo.

En un artículo reciente del New Zealand Herald, el escritor Lincoln Tan afirma que comer carne de ballena forma parte del patrimonio cultural de Japón. Escribe, "un ataque a la caza de ballenas es percibido como un ataque a la tradición japonesa."

Es el enfoque de los relaciones públicas que Japón emplea, pero no es así. Apenas unas pocas aldeas japonesas remotas del siglo XVII practicaban la caza de ballenas y era una caza tradicional aislada, pequeña y llevada a cabo con redes desde la orilla. Hasta 1908, menos del 1% de la gente japonesa participaba en el consumo derivado de la caza de ballenas y menos del 10% hasta 1930. Actualmente, sólo un pequeño porcentaje de la gente japonesa come carne de ballena.

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Los chinos no deberían olvidar nunca que fueron los beneficios derivados del aceite de ballena que vendió Japón los que proporcionaron los fondos de financiación para invadir Manchuria y China y que llevó a la Violación de Nanking.

“La caza ballenera moderna es una práctica tomada prestada de los noruegos gracias al despiadado hombre de negocios Jura Oka, quien contrató a noruegos y compró equipo noruego para establecer la caza comercial de ballenas. No hay nada de tradición japonesa en la caza de ballenas moderna”.

Hoy en día Japón lidera un esfuerzo por masacrar cada vez más ballenas. El portavoz de la industria ballenera japonesa, Joji Morishita, ha afirmado públicamente que la caza de ballenas no tiene que ver con el dinero si no con el orgullo. Morishita jura que Japón nunca se rendirá a los enfoques contrarios a caza de ballenas de los no japoneses.

La matanza cruel de ballenas se ha convertido en un icono para la identidad japonesa. Y no es de extrañar. Japón se ha identificado estrechamente con la sangre y la matanza. Desde las decapitaciones de inocentes campesinos por los Samuari a la locura del suicidio de los camicaces; la violencia y la auto-destrucción han formado parte de la cultura japonesa.

Esta matanza, que no sólo masacra deliberadamente a las ballenas sino también a los delfines en las playas japonesas, es la que se ha convertido en casi un ritual. Es esta matanza ritual lo que es tradicional.

"Matamos por tanto existimos" es la mejor manera de comprender esta identidad.

Los japoneses dicen que debemos respetar su cultura. Sólo puedo responder preguntando, ¿por qué? ¿Qué hay en la cultura japonesa que DEBAMOS respetar? Podemos elegir respetar la ceremonia del te y con razón, podemos elegir respetar el origami, el ikebana, el bonsai, No plays, el sumo, el Zen y el sintoísmo.

Podemos elegir no respetar el seppeku, la desigualdad de clases, los camicaces y la matanza de ballenas y delfines.

Ningún occidental, chino, indio o árabe se halla bajo el imperativo cultural de aceptar la matanza inhumana y los deportes que implica la matanza de animales. Todos los seres humanos tienen el derecho a menospreciar la matanza de cualquier clase sin tener que ser condenado o acusado por ello.

Los defensores japoneses de la caza de ballenas han acusado de racistas a los defensores de ballenas por oponerse a la matanza de ballenas. La oposición a la matanza de cualquier ser no puede ser tildada de racista. No existe ninguna justificación racista o cultural para la matanza. Ninguna.

En especial, por una práctica que no es ni ha sido nunca una tradición.

http://www.oceansentry.org/lang-es/noticias/activismo/1957-the-truth-about-traditional-japanese-whaling.html