121
Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina. Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE. Para más información consulte los sitios: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Mattarollo, Livio Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de John Dewey hacia una evaluación axiológica de la práctica científica Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciado en Filosofía Directora: Di Gregori, María Cristina CITA SUGERIDA: Mattarollo, L. (2014). Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de John Dewey hacia una evaluación axiológica de la práctica científica [en línea]. Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1032/te.1032.pdf

Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina.Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5

Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorioinstitucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de laUniversidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE.

Para más información consulte los sitios:http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar

Mattarollo, Livio

Conocimiento, valores yracionalidad: Desde elpragmatismo de John Deweyhacia una evaluación axiológicade la práctica científica

Tesis presentada para la obtención del grado deLicenciado en Filosofía

Directora: Di Gregori, María Cristina

CITA SUGERIDA:Mattarollo, L. (2014). Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo deJohn Dewey hacia una evaluación axiológica de la práctica científica [en línea]. Tesis degrado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de laEducación. En Memoria Académica. Disponible en:http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1032/te.1032.pdf

Page 2: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Universidad Nacional de La Plata

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Departamento de Filosofía

Conocimiento, valores y racionalidad

Desde el pragmatismo de John Dewey hacia una evaluación

axiológica de la práctica científica

Tesina de Licenciatura

Alumno: Livio Mattarollo

Directora: Dra. María Cristina Di Gregori

1

Page 3: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

ÍNDICE GENERAL

Agradecimientos………………………………………………………………………… 4

Introducción…………………………………………………………………………….. 6

Capítulo 1: John Dewey y la experiencia como acción………………………………… 17

1.1 Entre Hegel, James y Darwin. Antecedentes del concepto de experiencia.................. 17

1.2 Una nueva experiencia para una nueva filosofía……………………………………. 27

1.3 La experiencia genuina: integridad y cualidad estética…………………………….. 33

Capítulo 2: Investigación, práctica y valoración en la filosofía de Dewey…………….. 40

2.1 El seno existencial de la investigación: biológico y cultural………………………... 43

2.2 La investigación como determinación progresiva de la realidad………………….... 48

2.3 Investigación y valoración: el científico como práctico…………………………….. 57

2.4 El valor de la opinión pública en la práctica científica……………………………... 63

2

Page 4: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Capítulo 3: Ciencia y valores en la propuesta de Javier Echeverría.……………………...72

3.1 La historia de la filosofía de la ciencia y los primeros pasos hacia una axiología…. 74

3.2 Concepción de valor y fundamentos filosóficos de la axiología……………………… 79

3.3 Reduccionismo heredado y nuevas unidades de análisis para la práctica científica… 84

3.3.1 Los cuatro contextos de la ciencia……………………………………………....... 85

3.3.2 De la teoría a la acción científica……………………………………………….... 88

3.4 Pluralismo metodológico y axiológico. La valoración en los cuatro

contextos………………………………….……………………………………………...... 93

Capítulo 4. Conclusiones finales: Racionalidad axiológica y racionalidad pragmatista.

Hacia la discusión de los fines de la práctica científica…………………………………. 100

Referencias bibliográficas……………………………………………………………..115

3

Page 5: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Agradecimientos

Ningún objetivo cumplido es obra exclusivamente individual, sobre todo en un

ámbito intrínsecamente colectivo como es el universitario. Las condiciones de posibilidad

se construyen entre todos y a ellas agregamos la mayor responsabilidad y el mejor trabajo

posibles. La tesina que aquí presento no es la excepción y por eso quisiera reservar algunas

líneas para agradecer a quienes de un modo u otro son parte de ella.

A la Universidad Nacional de La Plata, institución que atraviesa mi vida desde hace

veintidós años, porque si hay algo valioso en lo que pienso, digo y hago, en buena medida

se lo debo a esta Universidad. A las maestras, profesores y profesoras del Jardín y Escuela

Graduada “Joaquín Víctor González”, del Colegio Nacional “Rafael Hernández” y de la

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, fuentes inagotables de formación

académica y especialmente personal.

A la Dra. María Cristina Di Gregori, por su total generosidad para compartir sus

conocimientos y recursos, su máxima disposición y entusiasmo para con todos mis

proyectos y su enorme vocación por generar espacios de trabajo para los más jóvenes, bajo

la forma de equipos de investigación, jornadas, coloquios, libros y demás. Su dedicación y

confianza en mi labor han sido fundamentales para esta tesina. A la Dra. María Aurelia Di

Berardino y a la Prof. Alicia Filpe, quienes de distintas maneras me han ayudado

muchísimo en los primeros “pasos pragmatistas”.

A mis amigos no-filósofos, porque supieron contener mi ansiedad durante los

últimos meses de la carrera. A mis amigos viajeros, en particular a Gabriel, por haber traído

4

Page 6: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

del exterior algunos libros que resultaron fundamentales para mi tarea. A mis amigos

filósofos, por las hermosas horas compartidas en cursadas, jornadas de estudio y extra

estudio, porque también lidiaron con mi ansiedad y porque, en muchos casos, han leído y

revisado con enorme paciencia borradores y trabajos previos que hoy se incluyen en esta

versión final.

A mi familia, porque siempre respetó y alentó mi decisión de estudiar filosofía. A mi

papá y a mi mamá, de quien heredo y con quien comparto la pasión por la lectura, por

darme todas las oportunidades que tienen a su alcance, e incluso algunas más. A mi

hermana, por su apoyo incondicional en todas las etapas de mi crecimiento y porque es para

mí un ejemplo de que con esfuerzo y honestidad se puede llegar a cualquier meta.

A Ludmila, por todo su amor.

A todos ellos, mi más profundo y sincero agradecimiento.

5

Page 7: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

INTRODUCCIÓN

Bajo el férreo supuesto de las dicotomías teoría-práctica y hecho-valor, la versión

tradicional de la Filosofía de la Ciencia produjo un doble movimiento: en primer término

identificó la Teoría del Conocimiento o Gnoseología con la Filosofía de las Ciencias

misma, de manera que el científico fue considerado como el conocimiento por excelencia y

sus otras formas quedaron muy relegadas. En segundo lugar, limitó su estudio al ámbito de

las teorías y el análisis de la racionalidad a la propiamente científica. Como consecuencia,

el objeto de la Filosofía de la Ciencia fue la racionalidad epistémica o teórica en el contexto

de justificación, relegando la evaluación de la ciencia como actividad y dejando a un lado la

dimensión ética y política de la investigación científica, que en algunos casos se incluyó en

el contexto de descubrimiento. En este sentido, se postuló la llamada versión algorítmica o

logicista de la racionalidad, según la cual basta el proceso de deducción lógica y

contrastación empírica para la toma de decisiones entre teorías rivales (y por supuesto, sin

ninguna incidencia de factores extra-epistémicos).

El dominio de la concepción algorítmica de la racionalidad fue puesto en discusión

a mediados del Siglo XX, gracias a posiciones como la “corriente historicista” en filosofía

de la ciencia (representada por Norwood Hanson, Thomas Kuhn y Stephen Toulmin, entre

otros) o posteriormente la del “Programa Fuerte” de la sociología del conocimiento, entre

otros. Más allá de las tensiones que surgen al interior de cada aporte, lo cierto es que en las

últimas décadas la reflexión filosófica sobre la ciencia ha dejado un lugar cada vez mayor

al análisis de la práctica de la ciencia y no sólo a su producto final, sin por ello minimizar la

rigurosidad del estudio metodológico de las teorías. En este sentido, se apuesta por la

6

Page 8: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

reconciliación de las dimensiones teóricas y prácticas de la racionalidad, por la

construcción de modelos dinámicos y reflexivos acerca de los diversos componentes de la

acción científica y por la evaluación de los fines y valores que dirigen la actividad. De

acuerdo con Ana Rosa Pérez Ransánz y Ambrosio Velasco Gómez (2012: 14-22) dicha

redirección en las discusiones está en clara sintonía con el planteo de los pragmatistas

clásicos, en especial con la filosofía de John Dewey y su intención de ligar las dimensiones

teóricas, prácticas y valorativas de la racionalidad. Sin lugar a dudas, las observaciones de

Pérez Ransánz y Velasco Gómez marcan en buena medida el espíritu de este trabajo, cuyo

tema central es la relación entre conocimiento y valoración, prestando especial atención al

caso de la ciencia, y todo ello desde el marco teórico del ya mencionado John Dewey.

Interesa ahora realizar una breve reseña del pragmatismo clásico para contextualizar

la figura de Dewey, eje fundamental de las páginas siguientes. El pragmatismo surge como

movimiento filosófico en estrecha vinculación con el Departamento de Filosofía de la

Universidad de Harvard, cuya evolución puede dividirse en dos épocas1. La primera de

ellas, que se desarrolla entre 1880 y 1914, es conocida como “Edad de Oro” y tiene a Josiah

Royce, William James, Charles Sanders Peirce y George Santayana como representantes

principales. En este período se suceden dos grandes líneas de pensamiento: inicialmente el

idealismo absoluto, de la mano de Royce, y luego la línea pragmatista, en especial a partir

de la conferencia de James titulada “Concepciones filosóficas y resultados prácticos”

(1898)2. Tanto el darwinismo y su repercusión filosófica, que deriva en la actitud naturalista

del pragmatismo en pos de reunificar una naturaleza humana tradicionalmente escindida

1 Para lo que sigue hemos trabajado con los primeros dos capítulos de Introducción a la teoría pragmatista del conocimiento de Ángel Manuel Faerna (Cf. 1996: 1-62).2 Hay un antecedente claro de la postura de James en las discusiones del “Metaphysical Club” de Cambridge,sociedad filosófica impulsada por Peirce y de la que el propio James es partícipe. Allí Peirce enuncia por primera vez los principios de su pragmatismo, en 1872.

7

Page 9: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

entre lo biológico y lo espiritual, como el kantismo y su enseñanza de tomar a la

experiencia como único horizonte del conocimiento, marcan la ruta intelectual de esta fase

de la “Edad de Oro”.

La segunda época se inicia tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, y a

ella pertenecen Ralph Barton Perry, Alfred Whitehead y Clarence Irwing Lewis. Signada

por la profesionalización de la filosofía, esta nueva etapa del referido Departamento añade

dos elementos fundamentales: por un lado introduce sistemáticamente la preocupación por

la teoría de la valoración, profundizando la impronta humanista del “primer departamento”;

por el otro, incorpora la lógica formal como objeto de estudio, que viene a postergar a la

psicología como disciplina auxiliar de la filosofía. Tal vez sea Lewis quien representa el

punto más alto de esta segunda época, no sólo por el indudable rigor de su producción

filosófica sino porque, siendo tanto alumno de James y Royce como conocedor de las obras

de Peirce y Dewey y también profesor de filósofos contemporáneos como Quine, Davidson

o Goodman, actúa como nexo entre el período fundacional del pragmatismo y los mejores

filósofos norteamericanos de la segunda mitad de siglo XX.

Más allá de este recuento histórico hemos de aclarar una cuestión importante: la

presencia de los intelectuales mencionados no hicieron que la filosofía de Harvard tenga

una fuerte impronta pragmatista sino que se hace referencia a esa Universidad por ser un

lugar común a todos ellos. Asimismo, rápidamente se observa un movimiento de expansión

de las ideas pragmatistas que resuenan en Oxford, de la mano de Ferdinand Schiller, en

Michigan, Chicago y Columbia con los trabajos de John Dewey y de George Herbert Mead

e incluso en Italia y Francia, con las figuras de Mario Calderoni y Georges Sorel,

8

Page 10: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

respectivamente3. Semejante circulación de ideas pragmatistas profundiza aún más el

carácter heterogéneo del movimiento: en efecto, cuesta identificar al pragmatismo como un

fenómeno académico colectivo o incluso como una escuela de filosofía, en la medida en

que no existe un núcleo duro de tesis propias de todos sus integrantes, que éstos no

reconocen fuentes históricas comunes y que cultivaron diversas orientaciones intelectuales.

Para el caso, Peirce y James (quienes formulan los primeros enunciados del pragmatismo)

trabajan en lógica y en psicología experimental, respectivamente, elaborando posturas

abiertamente disímiles y por momentos contradictorias entre sí. Asimismo, Dewey y Mead

no continúan estrictamente los caminos abiertos por sus predecesores sino que expanden y

traducen libremente sus puntos de vista en los más diversos campos del pensamiento: la

educación, la psicología, la lógica, la política y por supuesto la filosofía.

No obstante lo anterior, existen algunas preocupaciones comunes a todos los

filósofos mencionados, en relación con el esfuerzo por superar las dicotomías filosóficas

tradicionales entre teoría y práctica o lógica objetiva del conocimiento puro y lógica

subjetiva de los valores, entre otras. En consecuencia, estos autores comparten un método

filosófico que asocia estrechamente sus interpretaciones generales sobre el conocimiento, la

experiencia o la racionalidad con la acción, dando lugar a un nuevo tipo de concepción

filosófica. Al respecto, leemos con Faerna lo siguiente:

En contra de lo que a veces se piensa, el núcleo del pragmatismo no

consiste en subordinar el pensamiento a la acción, cualquiera que sea

el significado de una fórmula tan inconcreta como ésa, sino en

3 Todos estos pensadores son una generación posterior a la de los fundadores del pragmatismo y de ellos se distinguen, por supuesto, por no pertenecer a la Universidad de Harvard. En el Capítulo 1 tendremos oportunidad de revisar más profundamente el itinerario intelectual de Dewey, desde su formación en Burlington hasta su estadía en la Universidad de Columbia.

9

Page 11: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

entender el pensamiento mismo, y en particular su expresión en

constructos y teorías que pretenden desentrañar el funcionamiento de

la realidad, como una actividad, como una forma de acción cuyas

herramientas propias son conceptos, palabras, ideas… (1996: 17).

Semejante modo de comprender la empresa filosófica lleva a los pragmatistas a

romper con las barreras disciplinarias y moverse con cierta facilidad entre el análisis

metodológico o conceptual y teorías más sustantivas sobre conducta, fines y valores, entre

la lógica de la investigación científica y la ética o la política, entre el perfil de pensador

abstracto y el reformador social. Nacido el 20 de Octubre de 1859 en la ciudad de

Burlington (Vermont, Estados Unidos), John Dewey aparece como el mejor exponente de la

actitud pragmatista en particular y de la filosofía estadounidense en general, tanto en

materia de reflexión filosófica como respecto de su actividad política. El nivel de su

producción intelectual junto con sus aportes novedosos en el campo de la pedagogía y el

compromiso político mostrado en muchas causas progresistas le valió un gran

reconocimiento, tanto durante su vida como luego de su muerte, el 1° de junio de 1952 en

la ciudad de New York. De acuerdo con Sidney Hook, discípulo y amigo de nuestro autor,

“John Dewey es el filósofo por antonomasia de los Estados Unidos, no sólo por su origen

sino por las estimulantes perspectivas que abre su pensamiento. […] Resulta difícil

encontrar algún aspecto de la cultura de Estados Unidos al que no haya contribuido.”

(Hook, 2000: 19).

En virtud de lo anterior, sería extremadamente osado brindar una descripción

sintética de la filosofía de Dewey pues a la diversidad y profundidad de sus investigaciones

se suma el hecho de que, como todo intelectual activo, ha variado tanto los temas como las

perspectivas de su trabajo; sin embargo, alguna matriz mínima podrá orientarnos, aunque

10

Page 12: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

sea provisoriamente. En primer lugar, e insistiremos con esto a lo largo del presente trabajo,

Dewey considera que la auténtica investigación filosófica surge en el intento por responder

a los conflictos efectivos de la vida: si la experiencia es para Dewey el escenario entero de

la acción humana, donde se ponen en juego su sentido, sus necesidades, sus fines y en

última instancia su supervivencia, la experiencia es por tanto el único contexto para una

reflexión filosófica adecuada. Estas consideraciones lo llevan a proponer una teoría del

conocimiento que se aleja del ideal contemplativo de verdades inmutables y se conforma en

términos operativos o instrumentales. En segundo lugar, Dewey tiene como objetivo

general aplicar el “método de la inteligencia” tanto al ámbito de las investigaciones

científicas como pedagógicas y de filosofía práctica, entendiendo que ciencia, ética y

política son compartimientos artificiales en el contexto de las preocupaciones y problemas

reales. En tercer lugar, hemos de subrayar su preocupación y su ocupación acerca de todos

los problemas básicos de la sociedad democrática estadounidense, en su afán por extender

la práctica cotidiana del modo deliberativo de acción comunitaria a todos los ámbitos

posibles, a la luz de su perspectiva filosófica. Finalmente, uno de los ejes más fuertes de la

filosofía de Dewey está puesto no sólo en las acciones sino específicamente en las

consecuencias de esas acciones, tanto las realizadas como las que se proyecta realizar, en

estrecha relación con el mencionado “método de la inteligencia”.

Por otra parte, incluso en la más breve presentación de la filosofía de Dewey sería

una falta irreparable omitir su efectivo compromiso político, pues su talante progresista es

inseparable de su postura filosófica. En efecto, nuestro autor ha sido pionero en la

organización gremial de los profesores norteamericanos, a través de la Unión de Profesores

de Nueva York o posteriormente de la Asociación de Profesores Universitarios de Estados

11

Page 13: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Unidos, entre otras. Asimismo, ha sido parte de distintos consejos y misiones políticas en

China, Japón, Turquía y Sudáfrica, destacando entre ellas su participación en el juicio a

León Trotsky, tanto en la Comisión de Investigación en los Procesos de Moscú como en la

testificación de Trotsky en México y en la elaboración del dictamen que lo exoneraba.

Dentro de la variedad de temas que hemos mencionado, la presente tesis se

concentra en dos cuestiones principales, estrechamente vinculadas a la teoría del

conocimiento deweyana. El primer tema de análisis es el concepto de experiencia, caro a

toda la tradición pragmatista: el Capítulo 1 revisará dos ensayos tempranos de Dewey, que

anticipan algunas líneas de su posición filosófica, para posteriormente abordar el núcleo

fuerte de la cuestión, según lo desarrolla en La reconstrucción de la filosofía (1920), El

arte como experiencia (1934) y Lógica. Teoría de la investigación (1938). Frente a las

interpretaciones de la Grecia clásica y del empirismo moderno, Dewey entiende a la

experiencia como un intercambio de “hacer y padecer” entre un sujeto y el medio que lo

rodea, destacando explícitamente su carácter activo y cualificado, lo cual tendrá incidencia

directa en sus posteriores consideraciones en materia de conocimiento, valoración y acción.

El Capítulo 2 desarrollará la propuesta de Dewey respecto de la pauta general de la

investigación, presentada fundamentalmente como determinación progresiva de situaciones

inicialmente indeterminadas y problemáticas para ese sujeto y su transacción con el medio.

El principal texto a trabajar será Lógica. Teoría de la Investigación, aunque también se

recuperarán algunos puntos de La busca de la certeza (1929), que a nuestro criterio

adelantan varios puntos que luego son desarrollados con mayor exhaustividad en Lógica.

Teoría de la Investigación. Tres son los temas que se evaluarán inicialmente: (i) el seno de

la investigación, tanto biológico como cultural, que permiten entender las tesis de Dewey

12

Page 14: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

respecto de las formas lógicas como emergentes de la propia investigación; (ii) la

continuidad entre investigación de sentido común e investigación científica, continuidad

que habilita la tesis de una similitud estructural entre el comportamiento vital del individuo

y su práctica en la investigación, cualquier sea; y finalmente (iii) la pauta de la

investigación propiamente dicha, con el desarrollo de sus cinco momentos constitutivos.

Presentados los puntos anteriores, se hará hincapié en un tema clave: la

caracterización del investigador como práctico y la ineludible presencia de la deliberación y

la valoración en su actividad. En este sentido, si la investigación científica comparte la

pauta general con la investigación de sentido común, y si en toda investigación hay un

componente práctico y valorativo inherente, la investigación científica también cuenta con

esas dos dimensiones, de las que habrá que dar cuenta para una cabal explicación de la

ciencia. El objetivo será pues el de reconstruir los argumentos que sostienen una tesis

fundamental de Dewey: que a todo juicio de hecho le corresponde un juicio de valor o que

en todo ítem de conocimiento se contiene una pauta de acción respecto de la situación que

provoca el juicio, tesis que en gran medida evidencia el espíritu pragmatista de Dewey.

Finalmente se traerá a colación su análisis en torno a la incidencia de la opinión pública en

la práctica científica y en la construcción de un modelo democrático fortalecido, para lo

cual se trabajará con La opinión pública y sus problemas (1927), texto central para evaluar

la impronta filosófica de Dewey.

Luego de reconstruir el marco teórico deweyano acerca de la investigación

científica, los juicios prácticos y la valoración, se retomarán las mencionadas

consideraciones respecto de la apertura del análisis filosófico con relación al conocimiento

y la ciencia, enfatizando nuestro interés por la práctica científica. En el Capítulo 3

13

Page 15: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

abordaremos el concepto de “racionalidad axiológica” presentado por Javier Echeverría en

diversos artículos de revistas especializadas y desarrollado en dos de sus obras capitales:

Filosofía de la ciencia (1995) y Ciencia y valores (2002).

Echeverría acuerda por completo con el diagnóstico de Pérez Ransánz y Velasco

Gómez respecto de ampliar el objeto de reflexión filosófica sobre el conocimiento y la

ciencia (Cf. Echeverría, 2002: 211-212). Para trabajar con la posición del catedrático

español nos acercaremos inicialmente a algunas cuestiones más propias de la filosofía de la

ciencia, pues en el primero de los textos mencionados el español dedica varias páginas a

discutir las premisas centrales de la “Concepción heredada” y a proponer una ampliación de

la perspectiva tradicional, en tres puntos distintos: (i) cambiar la unidad de análisis, de las

teorías a las prácticas científicas; (ii) descartar la distinción dicotómica entre contexto de

descubrimiento y contexto de justificación, elaborando una diferenciación funcional de

cuatro contextos: educación, innovación, evaluación o valoración y aplicación; y por último

(iii) evaluar la actividad científica en términos axiológicos, a los fines de contemplar toda la

complejidad que supone la producción de conocimiento científico.

En la misma línea se encuentra la posición de Ricardo Gómez, quien afirma que la

explicitación de la dimensión valorativa no atenta contra la objetividad de la ciencia sino

que permite una comprensión más adecuada de cómo efectivamente se desarrolla la

actividad científica. El reconocimiento explícito de los valores es indispensable para

establecer cómo operan en la investigación y luego someterlos al mismo tipo de criticismo

abierto; así, la filosofía del conocimiento en general y de la ciencia en particular no debe

limitarse a una metodología o epistemología de corte clásico sino que debe incluir una

axiología, en la medida en que quiera acercarse a la práctica real. En este sentido, si las

apreciaciones de Pérez Ransánz y Velasco Gómez mencionadas inicialmente dan cuenta de

14

Page 16: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

la orientación de esta tesina, las siguientes palabras de Ricardo Gómez reflejan su

convicción:

No hay duda: es vital para una correcta elucidación de la racionalidad

científica ir más allá de una racionalidad formal instrumental, hacia

una racionalidad material sustantiva que abarque la discusión de fines,

es decir de valores. No hay racionalidad científica aceptable sin

dimensión práctica. No sólo porque sin discutir valores no se pueden

discutir fines, sino especialmente porque la actividad científica, en

todos sus contextos, no es valorativamente neutral. (2011: 465).

Ya en Ciencia y valores Echeverría elabora detalladamente su propuesta de indagar

los presupuestos valorativos ligados a las acciones científicas a través de una axiología que

se distingue por ser empírica, analítica, formal (o al menos formalizadora), plural, sistémica

y meliorista. Nuestra lectura se concentrará en los Capítulos 1 y 2 de la mencionada obra,

en donde el catedrático español, admitiendo la influencia de diversos filósofos como

Gottlob Frege, Thomas Kuhn, Hilary Putnam y Ronald Giere, expone los fundamentos

filosóficos de una nueva concepción de la racionalidad. Esta última es presentada por

Echeverría de la siguiente manera: “[l]a idea básica es sencilla: en lugar de reducir la

racionalidad a la relación medios-fines, introduciremos un tercer elemento, los valores, que

permiten el análisis, la crítica y, en su caso, la justificación de la elección tanto de medios

como de fines” (2002: 114. Cursivas en el original). Asimismo, complementaremos el

análisis de estos temas con un artículo reciente de Echeverría titulado “Dos dogmas del

racionalismo (y una propuesta alternativa)” (2011), en donde se presenta un modelo de

racionalidad axiológica, evolutiva, situada y limitada, presentado en términos de acción y

fundamentado sobre valores. Por otra parte, frente a las posiciones monistas el argumento

15

Page 17: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

del español intentará sostener la tesis de la pluralidad axiológica y teleológica para la

práctica científica, tesis que lo conduce a criticar a la ética como insuficientes para

enmarcar la reflexión sobre la ciencia (en tanto ya no operan exclusivamente valores

morales) y a afirmar que la axiología brinda una batería de herramientas más completa,

desde cuya perspectiva la filosofía cobra nuevamente una relevancia vital.

Entendemos que estas palabras presentan de modo sintético y contundente la

postura de Echeverría, al tiempo que dan lugar a una interpretación en clave pragmatista,

según se intentará mostrar en el Capítulo 4 y en las Conclusiones finales. En efecto, la

hipótesis que guía la lectura de Echeverría y que en definitiva constituye la apuesta más

fuerte del trabajo que aquí presentamos es que la idea de racionalidad axiológica encuentra

un apropiado asiento en la perspectiva deweyana y el modelo de racionalidad que de allí se

desprende, siguiendo en parte los lineamientos que desarrolla José Miguel Esteban en

Variaciones del pragmatismo en la filosofía contemporánea (2006).

En definitiva, y tal cual interpretamos, la estructura teórica de Dewey, apoyada en su

concepción de la experiencia como transacción y de la investigación con su intrínseca

dimensión práctica es un marco promisorio y fructífero para repensar el modelo de

racionalidad, un modelo que incluya aspectos valorativos y que permita la pregunta por la

pertinencia de la consideración de los valores en ciencia. Esta perspectiva, de aceptarse,

abre las puertas a lo que Ricardo Gómez denomina “filosofía política del conocimiento” y

reivindica el lugar del pragmatismo de Dewey en el debate contemporáneo, en la medida en

que su filosofía permite fundamentar la relación entre investigación, conocimiento y

valoración mediante un tratamiento conceptualmente riguroso e innovador que se retrotrae

hasta el núcleo mismo de su teoría de la experiencia.

16

Page 18: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

CAPÍTULO 1

JOHN DEWEY Y LA EXPERIENCIA COMO ACCIÓN

1.1 Entre Hegel, James y Darwin. Antecedentes del concepto de experiencia

A modo de primer acercamiento a la versión de Dewey sobre el concepto de

experiencia resulta oportuno revisar algunos de sus textos iniciales para, por una parte,

señalar que allí aparecen perfilados muchos temas que serán ampliamente desarrollados

más adelante por el autor y, por la otra, marcar algunos momentos claves de su formación

filosófica. Al respecto, el propio Dewey presenta en “From absolutism to experimentalism”

(LW, 5: 147-160) una evaluación retrospectiva de su trayectoria intelectual que servirá de

referencia para las consideraciones siguientes. Dewey ingresa en 1875 a la Universidad de

Vermont, donde obtiene su graduación en el Curso Superior de Filosofía Moral en 1879. En

un clima intelectual de afirmación de la espiritualidad religiosa frente al avance del

positivismo científico, Dewey remite su inicial interés filosófico a Lecciones de fisiología

experimental de Thomas Huxley y profundiza durante esos años su estudio sobre filósofos

germanos guiado especialmente por su primer maestro, el pastor Henry Augustus Torrey. El

concepto de organismo interactivo que plantea Huxley es un aspecto básico del

pensamiento temprano de Dewey y explica al menos en parte tanto su acercamiento inicial

a la filosofía de Hegel como su alejamiento de la misma y su posterior vinculación con la

psicología experimental.

Luego de un breve trabajo como profesor en Oil City, Pensilvania, y también en su

ciudad natal, Dewey ingresa en 1882 a la Universidad John Hopkins, institución convertida

17

Page 19: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

en centro científico e intelectual de referencia para todo Estados Unidos. Allí tiene contacto

con el psicólogo experimental Granville Stanley Hall y con Charles Sanders Peirce, al

tiempo que desarrolla un fuerte interés por la filosofía de Hegel, durante unos quince años,

bajo la tutela de George Sylvester Morris. El motivo fundamental de este acercamiento al

idealismo hegeliano consiste en el notable rechazo de Dewey a las concepciones estáticas y

formales, visto que consideraba a la vida como un entramado de elementos

interdependientes, funcionales y dinámicos. Fue Hegel quien aportó las primeras respuestas

a sus inquietudes, tanto filosóficas, en favor de su interés por un modelo de organismo

interactivo, como personales, en oposición a su férrea educación religiosa fundada sobre los

dualismos alma-cuerpo, Yo-mundo y Dios-naturaleza: “My earlier philosophic study had

been an intellectual gymnastic. Hegel's synthesis of subject and object, matter and spirit,

the divine and the human, was, however, no mere intellectual formula; it operated as an

immense release, a liberation.” (LW, 5: 152).

Cuándo y cómo Dewey se aleja del hegelianismo, e incluso si en algún momento lo

deja completamente atrás, es objeto de una discusión exegética que no responde en

definitiva al propósito de estas páginas. El mismo Dewey señala la dificultad para marcar

un momento específico en su distanciamiento de Hegel cuando escribe que estuvo unos

quince años “errante, a la deriva”: “I drifted away from Hegelianism in the next fifteen

years; the word ‘drifting’ expresses the slow and, for a long time, imperceptible character of

the movement, though it does not convey the impression that there was an adequate cause

for the change.” (LW, 5: 154. Comillas en el original). Más allá de este punto, lo cierto es

que en 1884 Dewey obtiene su título de doctor en la Universidad John Hopkins con una

disertación sobre la psicología de Kant y que diez años más tarde llega a la Universidad de

18

Page 20: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Chicago, donde emprende un giro hacia la psicología funcionalista y hacia posiciones cada

vez más experimentalistas4. Es interesante observar que la postura filosófica de oposición a

los dualismos y de comprensión integrada del sujeto y lo que le rodea sigue guiando el

interés de Dewey, aunque ahora desde un marco conceptual completamente distinto al del

idealismo. Según indica Faerna (Cf. 1996: 181), Dewey abandona finalmente la metafísica

hegeliana sin renunciar a su objetivo de unificación de la experiencia, objetivo que intenta

cumplir ahora desde la psicología y la biología con la convicción de que los fenómenos

típicamente espirituales (finalidad, valor, deseo) pueden explicarse en términos naturalistas

sin apelar al postulado ontológico trascendente del Espíritu Absoluto de Hegel. Por su

parte, Martin Jay (2009: 330) señala que si bien Dewey rechazó la teodicea implícita en el

hegelianismo, nunca dejó de lado el énfasis puesto por Hegel en la dimensión social,

histórica e intersubjetiva de la filosofía, manteniendo también su visión unificadora que

proyecta las ideas en todas las actividades del hombre y el aspecto activo y transformador

del neoidealismo heredado de Morris y Green.

Dos hitos marcan esta nueva etapa del pensamiento de Dewey en Chicago: el texto

de William James titulado Principios de psicología (1890) y la obra capital de Charles

Darwin, El origen de las especies (1859)5. Así, lo que inicialmente tenía un papel

secundario en el pensamiento de Dewey, vale decir, su interés por la ciencia experimental,

se hizo cada vez más dominante, y la influencia de Hegel es reabsorbida en una perspectiva

4 La tesis de Dewey sobre Kant nunca se publicó y posiblemente se haya perdido. No obstante, hay varios ensayos tempranos que permitirían reconstruir cuanto menos las ideas sobre las que giraba dicha tesis, entre ellos "Kant and Philosophic Method", "The Psychological Standpoint" y "Psychology as Philosophic Method". Cf. Hahn (1968). “Introduction”, EW, 1: XXIII-XXXVII.5 De acuerdo con Faerna (2003: 21), las repercusiones filosóficas de El origen de las especies se replicaron en las primeras décadas del Siglo XX, en un período que podría tener a La evolución creadora de Henri Bergson (1907) y a Proceso y Realidad de Alfred Whitehead (1929) como hitos inicial y final, respectivamente. En el caso especial de la filosofía norteamericana, muy sensible al darwinismo, se destacan Evolutionary Naturalism de Roy Wood Sellars (1921) y Experiencia y Naturaleza de Dewey (1925).

19

Page 21: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

científica (Cf. Bernstein, 2010: 54-55). Al respecto, Dewey escribe dos ensayos que

resultan fundamentales para dar cuenta de su itinerario intelectual inicial: “El concepto de

arco reflejo en psicología” (1896) y “La influencia del darwinismo en la filosofía” (1909).

Ambos textos evidencian de manera directa la incidencia de James y de Darwin y dejan ver

la nueva posición de nuestro autor. Asimismo, y vistos a la luz de las grandes obras

filosóficas posteriores de Dewey como La reconstrucción de la filosofía (1920),

Experiencia y naturaleza (1925), El arte como experiencia (1934) y Lógica. Teoría de la

valoración (1938) queda claro que estos ensayos conforman una base sólida sobre la que

construirá su noción de experiencia y su interpretación de la lógica, siendo entonces una

referencia ineludible para el estudio de la filosofía deweyana.

Según indica el mismo Dewey (Cf. LW, 5: 158), la influencia de James es doble: por

un lado, su concepción de la vida como “vida en acción” provoca una redirección y un salto

de calidad a su pensamiento; por otro lado, los desarrollos de James suponen un nuevo

patrón de análisis de la psicología experimental para explicar el comportamiento humano,

el cual es retomado, criticado y reelaborado por Dewey en “El concepto de arco reflejo en

psicología”. En efecto, el tema central del ensayo es una crítica al concepto de arco reflejo

tal y como era aplicado por la psicología contemporánea para describir y explicar el

comportamiento humano. De acuerdo con el modelo del arco reflejo, el comportamiento se

analiza como una secuencia mecánica de (i) sensación o estímulo periférico, (ii) idea o

proceso central y (iii) acto o respuesta motora. El punto que señala Dewey es que los tres

momentos aparecen como una conjunción de procesos desagregados y por tanto el arco

reflejo dista de ser una unidad orgánica y comprehensiva. En ese sentido, Dewey entiende

que el modelo del arco reflejo presenta dos puntos débiles: (i) asume que estímulo sensorial

20

Page 22: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

y respuesta motriz son existencias mentales diferentes, y (ii) toma al quale de experiencia

que precede al acto como un elemento totalmente distinto al quale de experiencia posterior.

Por lo tanto, ese modelo impide explicar el carácter dinámico de nuestra relación con el

entorno biológico y cultural e impide dar cuenta del aprendizaje, revisión e incorporación

de nuevos hábitos y creencias, entendidos siempre como disposiciones a la conducta.

Frente a esta lectura que distorsiona antes que explicar el comportamiento humano,

Dewey propone pensar a este último en términos de coordinación. Con este concepto

analiza el caso del niño que ve por primera vez una vela encendida, acerca su mano a la

llama y se quema (el ejemplo aparece en el ya mencionado Principios de psicología de

James), y define el comportamiento como una coordinación conjunta que adquiere cada vez

más complejidad y valor a medida que se agregan contenidos de estímulos y respuestas. En

efecto, Dewey considera que la coordinación sensorio-motriz de ver la vela encendida lleva

al niño a tocarla porque ambas funciones son parte de una coordinación mayor de la

criatura viviente; así, su tesis central es que la unidad fundamental del comportamiento

humano es la coordinación unificada de funciones, un circuito sin quiebres o cesuras. En

cuanto tal, no hay entonces una sucesión de momentos ontológicamente distintos ni una

sustitución del estímulo por la respuesta motora sino que dicha respuesta aparece dentro del

estímulo, de manera que el resultado final no es una experiencia nueva sino una

transformación y reconstitución o, en palabras del autor, una mediación de la experiencia

original (Cf. Dewey, 2000: 99-102).

Dewey recupera un segundo ejemplo, esta vez referido al análisis de la conciencia

reactiva ensayado por el psicólogo experimental James Mark Baldwin. El caso que evalúa

Baldwin le sirve a Dewey para señalar que la interpretación mecánica que proporciona el

21

Page 23: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

modelo del arco reflejo no tiene en cuenta el estado previo o escenario del sujeto que, según

el ejemplo, escucha un ruido fuerte e inesperado. El mismo ruido tendrá un valor diferente

y se conformará como una experiencia diferente, según se encuentre el sujeto leyendo un

libro, cazando, espiando o realizando un experimento científico; todas esas actividades que

preceden al estímulo son ellas mismas una coordinación sensorio-motora y justamente el

estímulo emerge de esta coordinación, de manera tal que adquiere significado en virtud de

aquella y en el seno de un circuito orgánico.

Ahora bien, ¿cuál es la incidencia filosófica de los planteos de este ensayo? En

primer término Dewey considera que la explicación en base al modelo del arco reflejo

supone actualizar una metafísica dualista: las estructuras periféricas y centrales se

corresponderían con el dualismo sensación-idea y la distinción entre estímulo y respuesta se

correspondería con el dualismo cuerpo-alma. Por el contrario, y en favor de la intención

general de Dewey de oponerse a tales dualismos, la coordinación unifica lo que el concepto

de arco reflejo desagrega, y arroja en consecuencia una psicología y en última instancia una

metafísica ya no descoyuntada ni pensada bajo dualidades sino integrada.

Por otra parte, y seguimos aquí la interpretación de Bernstein (Cf. 2010: 69-71), la

idea de un conflicto dentro de una coordinación que requiere una solución entendida como

reconstrucción o determinación progresiva de la situación anticipa una tesis que Dewey

elaborará en detalle en sus textos más vinculados a la teoría del conocimiento y de la

investigación. Al respecto, Bernstein señala que los términos técnicos utilizados por Dewey

años después ya aparecen en este ensayo sobre psicología: allí mismo se delinea la lógica

instrumental deweyana, haciendo suya la concepción de la experiencia que se desprende de

este ensayo, en tanto cadena de coordinaciones orgánicas que se interpenetran. Como es

22

Page 24: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

sabido, esta posición instrumentalista de Dewey ha sido duramente criticada por los

filósofos de la tradición continental, especialmente por los integrantes de la Escuela de

Frankfurt, quizás porque no haya sido bien comprendida. Tener en mente el contexto

original, vale decir, entender términos como “conflicto”, “reconstitución” o “instrumental”

dentro de una coordinación orgánica como modelo para explicar el comportamiento

humano serviría, de acuerdo con Bernstein, para marcar una defensa frente a las (malas)

interpretaciones de Dewey.

Finalmente, encontramos un tercer aspecto que hace de este ensayo un texto seminal

en la obra de Dewey: hemos visto que estímulo y respuesta no son distinciones de

existencia sino que aparecen como funciones, esto es, como distinciones teleológicas con

vistas al logro o mantenimiento de un fin. Respecto de ese proceso teleológico debemos

diferenciar para Dewey dos estadios: en el primero de ellos la relación aparece como una

organización de medios para alcanzar un fin comprehensivo y, en ese sentido, representa

una adaptación alcanzada por parte del organismo. De acuerdo con el autor,

[e]n estos ejemplos no se plantea una conciencia del estímulo como estímulo,

de la respuesta como respuesta. Hay sencillamente una secuencia

continuamente ordenada de actos, todos ellos adaptados en sí mismos y en su

orden secuencial para alcanzar determinado objetivo, un fin: la reproducción

de la especie, la conservación de la vida, la locomoción hacia un cierto lugar.

El fin ha quedado totalmente organizado en los medios (Dewey, 2000: 108.

Cursivas en el original).

Por su parte, el segundo estadio se vincula con los casos de estimulación y respuesta

conscientes, donde no se aplica directamente la consideración anterior. Sin embargo, si se

considera al estímulo y a la respuesta con una individualidad propia, siempre debe hacerse

23

Page 25: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

bajo la cláusula de que individualidad no significa aquí independencia de existencias sino

más bien, al igual que en caso de las adaptaciones orgánicas, funciones o divisiones de

trabajo en virtud de mantener o alcanzar un fin. En este sentido, parece que Dewey anticipa

en el contexto del ensayo sus consideraciones respecto de los “fines a la vista”, con las que

intenta reconceptualizar la relación fines y medios, entendiendo dichos fines a la vista como

medios directivos de la acción y anticipatorios de las consecuencias futuras. De esta

manera, tanto por dar cuenta de la nueva orientación intelectual deweyana como por el

modo en que se anticipan ciertos desarrollos centrales en la filosofía pragmatista del autor,

“El concepto de arco reflejo” es una referencia central para avanzar en la comprensión de

los planteos de Dewey.

Ya instalado en la Universidad de Columbia (en donde trabaja hasta su retiro en

1930) Dewey escribe “La influencia del darwinismo en la filosofía”, otro texto clave para

entender los planteos posteriores respecto del concepto de experiencia y de la función que

reviste la filosofía. En este ensayo Dewey reseña inicialmente el concepto de “especie”

(eidos, specie) y lo remite en el marco de la filosofía clásica a la forma fija y causa final de

los seres vivos, la cual opera a lo largo de los cambios y los liga a un único curso,

manteniendo su uniformidad de estructura y función. En este contexto se postula la

superioridad de lo fijo y se subordina al cambio como defectuoso y no real; en consonancia,

el conocimiento adquiere la forma de inmutable razón pura y contemplativa de las formas,

relegando a un segundo plano a todo “saber hacer” o conocimiento práctico. Ahora bien,

según Dewey desde el título mismo de la obra de Darwin puede observarse la nueva

impronta intelectual de corte cientificista (impulsada también por Copérnico, Kepler,

Galileo, entre otros): la combinación entre “origen” y “especies” supone una tensión y una

24

Page 26: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

reconsideración del concepto mismo de especie, que tradicionalmente se concibe como

eterno y por consiguiente sin origen.

En términos filosóficos, el título en principio contradictorio de El origen de las

especies trae a colación el problema tradicional de “designio vs. azar” o “mente vs.

materia”. En la medida en que el concepto de especie supone un propósito o finalidad que

opera mediante los cambios sensibles pero que en sí mismo no es visible, debe ser entonces

una fuerza racional o ideal que es aprehendida por la razón. Así, hay una primera

imposición de lo mental por sobre lo material, especialmente si consideramos con Dewey

que este argumento del designio sirve tanto para justificar la posibilidad de la ciencia como

el valor de los esfuerzos morales y religiosos del hombre. La teoría darwiniana, por su

parte, apunta justamente a las bases de esa filosofía teleológica y cósmica, pues al afirmar

que todas las adaptaciones se deben a la variación constante de los organismos en pos del

ajuste al medio y a la eliminación de aquellas mutaciones que no son útiles para tal

propósito, Darwin afirma implícitamente que no hay fuerza causal inteligente que

planifique el curso de tales variaciones (Cf. Dewey, 2000: 54-55). De acuerdo con nuestro

autor, el problema “designio vs. azar” tiene en su formulación algunos supuestos que lo

vuelven carente de sentido: si se admite que el único conocimiento provechoso surge de los

cambios (y sus respectivas consecuencias) por los que se genera nuestro objeto de estudio,

entonces la pregunta por lo que queda “más allá” de esos cambios es ininteligible.

Cualquier explicación que apelara a alguna causa final inclusiva y exhaustiva es para

Dewey un “atavismo intelectual” e implica una lógica que “[…] se limita a abstraer algún

aspecto de la sucesión efectiva de acontecimientos para reduplicarlos como principio eterno

25

Page 27: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

petrificado con el que explicar los propios cambios de los cuales él es formalización.”

(Dewey, 2000: 57).

Interesa destacar ahora el cambio de perspectiva que implica la adopción del modelo

darwiniano: se deja atrás a la especie como principio regulativo teleológico que explica la

inteligibilidad de la naturaleza y la posibilidad de la ciencia. Sobre este punto leemos con

Dewey que “[l]a influencia de Darwin sobre la filosofía radica en haber conquistado para el

principio de transición los fenómenos de lo vivo, permitiendo así que la nueva lógica se

aplique a la mente, a la moral y a la vida”, y más adelante que “[l]a filosofía renuncia a

inquirir por los orígenes absolutos y las finalidades absolutas para así poder explorar

valores específicos y las condiciones específicas particulares” (Dewey, 2000: 54 y 56). La

disciplina ya no se ocupa de esencias que se ocultan por detrás de los cambios, de

finalidades últimas o de conocimiento contemplativo sino que toma la forma de

administración inteligente de las condiciones existentes, forma que supone una mayor

responsabilidad y modestia intelectual para manejar dichas condiciones y las consecuencias

específicas de sus ideas. Si la lógica clásica se apoya en el designio teleológico, el

pensamiento se ve forzado a justificar principios trascendentes y valores ideales; como

contracara, la versión clásica debe dar la espalda a los hechos concretos de la experiencia,

impidiendo que se reconozca y trabaje seriamente sobre los bienes y los males que ella

presenta. En este sentido, Dewey entiende que idealizar los principios que dirigen al mundo

es confesar nuestra incapacidad para gobernarlo por nosotros mismos. La nueva función de

la filosofía debe ser, en efecto, identificar e interpretar los conflictos que surgen de la

experiencia para posteriormente ensayar soluciones que serán puestas a prueba en el curso

mismo de los acontecimientos. En conclusión, la filosofía se asemeja cada vez más a una

26

Page 28: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

diagnosis y prognosis moral y política, rebajada de sus pretensiones trascendentales y con

un creciente sentido de la responsabilidad.

1.2 Una nueva experiencia para una nueva filosofía

Las consideraciones precedentes acerca del impacto del darwinismo en la filosofía

nos remiten a una de las primeras grandes obras de Dewey, La reconstrucción de la

filosofía (1920), surgida a partir de unas conferencias impartidas por Dewey en 1919 en la

Universidad Imperial de Tokyo, Japón. Atento a los sucesos de la Primera Guerra Mundial

y también al desajuste entre el avance científico, que ha trocado el concepto de estabilidad

por el de orden constante de cambio como eje de su actividad, y la filosofía, que aún se

resiste a dejar la necesidad y universalidad de sus valores y principios, Dewey apunta en

esta obra a conformar una ciencia moral para producir y desarrollar instrumentos

intelectuales que lleven de manera progresiva la investigación hacia las realidades profunda

y totalmente humanas, vale decir, morales. Así, “[l]a reconstrucción filosófica que librase a

los hombres de la necesidad de tener que elegir entre la experiencia empobrecida y

truncada, por una parte, y la razón artificiosa e impotente, por la otra, aliviaría el esfuerzo

humano de la más pesada carga intelectual que se encuentra obligado a transportar.”

(Dewey, 1955: 165). Bajo este interés general Dewey destaca nuevamente el valor de

Darwin para la filosofía, toda vez que hace caer el dogma de los tipos y especies

inmutables, de subordinación de lo individual a lo universal, de lo cambiante a lo fijo, y que

permite proyectar un nuevo método para la vida social y moral, paso indispensable en la

efectiva reconstrucción de la filosofía que propone el autor (Cf. Dewey, 1955: 138-140).

27

Page 29: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

De acuerdo con López (Cf. 2008: 61-65), el problema fundamental que señala

Dewey para el caso de la filosofía es que ésta se propone una tarea que deliberadamente

desatiende los grandes cambios de la sociedad y las consecuencias que suponen, en base a

tres rasgos centrales que impregnaron a toda la disciplina: (i) la idea de que el conocimiento

debe tener por objeto algún tipo de realidad trascendente, eterna e inmutable, (ii) la

subordinación de la práctica y del hacer al aspecto teórico, y (iii) la referencia a un

fundamento firme para la moral, ubicando los fines y valores más allá de los hechos

contingentes. Frente a esta autocomprensión de la filosofía, el primer movimiento que

necesita hacer Dewey es convencer a los filósofos mismos de que su labor debe estar

íntimamente asociada a los problemas de su tiempo y para ello debe brindar nuevas

herramientas conceptuales que oficiaran de guía para tratar sus problemas contemporáneos,

vale decir, los problemas de la incipiente sociedad industrial en la década de 1920.

Con ese objetivo en mente, Dewey comienza el cuarto capítulo de La

reconstrucción de la filosofía preguntando si es necesario postular una razón por fuera y

por encima de la experiencia para suministrarnos principios seguros de comportamiento e

investigación, o si acaso la experiencia humana tiene valor suficiente en sus designios y en

sus métodos para dirigir la acción. Dewey sostendrá que la experiencia constituye una guía

para la ciencia y la moral, pero para ello debe reformular el sentido mismo del concepto, en

oposición a (i) la noción griega de experiencia, que daba lugar a un conocimiento basado en

la técnica y, consecuentemente, devaluado en relación con el conocimiento racional de las

cosas eternas, y (ii) la noción empirista de experiencia, ya en la Modernidad, asimilada a las

diversas formas en que la naturaleza se imprime en un individuo fundamentalmente pasivo

(más allá de las discusiones posteriores acerca de la existencia de dicho mundo exterior).

28

Page 30: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

En términos generales, la limitación más seria que encuentra Dewey en ambas

versiones es la disociación entre experiencia y razón: si para Platón la experiencia queda

ligada a la repetición y práctica ciega, mientras que la razón es lo único que nos puede

elevar por sobre los hábitos y costumbres, Berkeley, Locke y Hume cometen el error de

suponer un individuo como receptor pasivo de impresiones sin intervención de la razón, al

menos en una primera instancia. No obstante, Dewey observa que la postura clásica

enfatiza el carácter social de la experiencia en tanto transmisión del conocimiento por

hábito o costumbre, al tiempo que los empiristas insisten en la experiencia como juez para

cualquier reivindicación de orden gnoseológica e incluso política, de manera que encuentra

allí ciertas contribuciones para su propia comprensión del tema.

Así las cosas, y reconociendo también su deuda con Bacon y el nuevo método

experimental de la ciencia, Dewey sostiene que su concepción de la experiencia y de la

relación entre ésta y la razón se forja a partir de ciertos cambios en la naturaleza real de la

propia experiencia, tanto respecto de sus contenidos como de sus métodos, y de los avances

de la psicología basados en la biología. En estos términos, la tesis principal afirma que la

experiencia es ante todo acción, tanto de un individuo sobre las cosas que lo rodean como

del medio sobre dicho individuo. Leemos entonces con Dewey que “[e]l ser viviente

padece, sufre, las consecuencias de su propio obrar. Esta íntima conexión entre el obrar y el

sufrir o padecer es lo que llamamos experiencia. El obrar y el sufrir, desconectados el uno

del otro, no constituyen ninguno de los dos experiencia” (1955: 150). De esta manera, en

todo lo que se manifiesta la vida hay obrar, hay procesos de acción y reacción entre sujeto y

medio que se traducen en diversos ajustes activos en pos de la adaptación mutua, en un

ritmo de complejidad creciente. De acuerdo con Dewey, ese ajuste al medio no es pasivo

29

Page 31: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

sino que el individuo obra sobre el entorno circundante, sufriendo a su vez una acción de

éste, por lo cual hay una transformación cualitativa de ambas partes que se vuelve más

profunda cuanto más elevada es la forma de vida del individuo (desde las almejas hasta los

hombres) y cuanto mayor es la reconstrucción activa del medio (Cf. Dewey, 1955:

148-149).

Esta nueva concepción de la experiencia conlleva consecuencias filosóficas de suma

importancia. En primer término la categoría básica es, como dijimos, la mutua acción o

transacción entre individuo y medio, entendidos como elementos cuya unidad funcional

obtiene su específico carácter en el papel que desempeñan dentro de la relación

transaccional. Por otro lado, las sensaciones ya no son modos de conocimiento sino

estímulos para la reflexión, la deducción y para la acción, es decir, para iniciar una

investigación que eventualmente ha de producir conocimiento. De este modo, el

conocimiento ya no queda aislado y cerrado dentro de sí mismo sino que forma parte del

proceso de desenvolvimiento de la vida. Por último, y acorde con lo anticipado en “El

concepto de arco reflejo en psicología”, Dewey indica que la nueva concepción de la

experiencia soluciona el problema del atomismo de las sensaciones, en la medida en que

éstas aparecen en un continuo de experiencia activa y vital que encierra en sí misma los

principios de conexión y organización. Desde tal perspectiva, las sensaciones son emotivas

y prácticas antes que cognoscitivas e intelectuales y operan fundamentalmente como

“señales para volver a dirigir la acción […], como gozne del reajuste de la acción.” (Dewey,

1955: 153). Puesto que la transacción entre individuo y medio tiene referencia con lo que

ha ocurrido antes y con lo que ocurrirá después, en un modo de organización inteligente

como factor de la experiencia que no necesita ninguna síntesis sobre-natural o

30

Page 32: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

sobre-empírica, entonces tampoco es necesario el entramado conceptual kantiano o

postkantiano para sintetizar el material de la experiencia (Cf. Dewey, 1955: 155).

Siguiendo el análisis que propone Bernstein, son cinco los puntos de divergencia

entre la perspectiva ortodoxa y la deweyana, que retomaremos para resumir y sistematizar

lo expuesto hasta aquí (Cf. Bernstein, 2010: 98-112. También Bernstein, 1979: 209-220)6.

En primer lugar la perspectiva tradicional considera a la experiencia principalmente como

una cuestión de conocimiento, mientras que ahora aparece como la transacción entre el ser

vivo y su entorno físico (y social, para el caso puntual del hombre), de manera que

podemos tener experiencias no cognitivas. En segundo término la versión tradicional

entiende a la experiencia como un elemento personal, cargado de subjetividad, mientras que

la interpretación de Dewey sugiere una experiencia objetiva en la medida que da cuenta de

acciones y padecimientos concretos de los hombres y que está expuesta a modificaciones

provocadas por sus respuestas.

Por otra parte, y en tercer lugar, la concepción clásica y luego el empirismo

moderno vinculan a la experiencia con el pasado, con lo dado, mientras que la nueva

noción de experiencia en su forma vital es experimental, es proyección hacia el futuro para

cambiar lo dado. Respecto de este punto, Martin Jay interpreta el concepto de experiencia

deweyano fundamentalmente en términos de experimentación que apunta al futuro: “Por

consiguiente, la experiencia desaparece en la experimentación, lo cual nos desplaza hacia el

futuro en lugar de atarnos al pasado. Pese a que la experiencia en tanto memoria de las

lecciones previas resulta vital, no puede ser totalmente identificada con esas lecciones […]”

(Jay, 2009: 332). En este sentido, en cuarto lugar Bernstein explica que la tradición

6 Bernstein retoma esta “lista de contrastes” de un ensayo de Dewey titulado “The Need for a Recoverty of Philosophy” (Cf. MW, 10: 3-48).

31

Page 33: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

compromete la experiencia con el particularismo, sin conexiones, mientras que la

experiencia como actividad de ajuste entre individuo y entorno se caracteriza

fundamentalmente por las conexiones y continuidades, por constituirse como una serie de

situaciones entrelazadas. Finalmente, el quinto y último ítem indica que la posición

tradicional disocia “experiencia” y “pensamiento”, mientras que la nueva concepción de la

experiencia insiste en reconectar ambos términos y desarrollar una acción inteligente que

oriente nuestro comportamiento.

Justamente este quinto punto señalado por Bernstein constituye otro tema central de

La reconstrucción de la filosofía: la sustitución de la Razón (con R mayúscula) por la

inteligencia, ya no como facultad externa a la experiencia vital del hombre sino como

herramienta que surge de la experiencia concreta, que proyecta planes hipotéticos de acción

puestos a prueba en el curso mismo de la experiencia en virtud del éxito o fracaso de las

tareas de reajuste. Dejaremos las consideraciones de este punto para el Capítulo siguiente,

en donde se evaluará la concepción deweyana de conocimiento e investigación como

formas de acción, esto es, como productos forjados en pos de un modo inteligente de actuar

con el ambiente, habida cuenta de que el modelo que toma Dewey para la inteligencia es

efectivamente la ciencia experimental (y, más aún, el hombre mismo en su interacción con

el medio), sin convertir a Dewey, como a veces se lo ha interpretado, en un

experimentalista científico en el sentido clásico del término. En sus propias palabras, “[…]

cuando la experiencia dejó de ser empírica para convertirse en experimental algo de radical

importancia tuvo lugar […] En la actualidad nos servimos de la experiencia anterior para

sugerir metas y métodos de desarrollar una experiencia nueva y más adelantada. Por lo

32

Page 34: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

tanto, la experiencia se ha convertido en constructivamente reguladora de sí misma.”

(Dewey, 1955: 158-159).

1.3 La experiencia genuina: integridad y cualidad estética

Otro de los textos en que Dewey aborda el concepto que nos ocupa es El arte como

experiencia (1934), que recoge las conferencias dictadas por Dewey en las William James

Lectures at Harvard de 1932. La obra está orientada principalmente a una teoría de las

bellas artes que logre recobrar la continuidad de la experiencia estética con los procesos

normales de la vida cotidiana, con la experiencia ordinaria, y tiene como tarea inicial la de

dar cuenta de la cualidad estética de toda experiencia para luego mostrar cómo la obra de

arte desarrolla y acentúa las cualidades de la experiencia común. A los fines del presente

trabajo limitaremos el análisis a los primeros tres capítulos de la obra, en los que Dewey

presenta su concepción de la experiencia desde la perspectiva de una teoría del arte.

Al igual que en La reconstrucción de la filosofía, el primer punto que destaca

Dewey (2008: 14) es que “la naturaleza de la experiencia está determinada por las

condiciones esenciales de la vida” en relación con las funciones de ajuste en, a causa y a

través de un intercambio con el ambiente, con el objetivo de satisfacer las distintas

necesidades sucesivas. Asimismo, y también en coincidencia con las elaboraciones previas,

Dewey vincula la experiencia con la acción, en la medida en que la experiencia no se

padece pasivamente sino que se hace activamente (para el caso de los hombres, dada la

complejidad del medio en que vive, las acciones se vuelven reflexivas y conscientes). La

experiencia aparece de nuevo como una transacción permanente entre el individuo y su

33

Page 35: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

entorno, en la que hay un proceso de transformación de manera tal que el hombre de ningún

modo es un espectador que contempla la realidad desde afuera: “[l]a experiencia, en el

grado en que es experiencia, es vitalidad elevada. En vez de significar encierro dentro de

los propios sentimientos y sensaciones privados, significa un intercambio activo y atento

frente al mundo; significa una completa interpenetración del yo y el mundo de los objetos y

acontecimientos.” (Dewey, 2008: 21. Cursivas en el original). Partiendo de estas

consideraciones, Bernstein (1979: 214) define al hombre en su relación con el medio como

“agente-paciente”: este individuo pone a prueba sus pautas de acción, que toman el lugar de

hipótesis, las cuales son exitosas o no de acuerdo con las consecuencias que generan en el

curso de la propia experiencia. En consecuencia, y como se pudo analizar anteriormente, el

método de “ensayo y error” en base a las consecuencias de las acciones hace que la

experiencia sea también experimentación.

Según se adelantó, la “vuelta de tuerca” que introduce Dewey en El arte como

experiencia se vincula con el aspecto cualitativo y estético de la experiencia común: en el

proceso rítmico de necesidad-ajuste-satisfacción se superan los factores de oposición y

conflicto mediante una transformación de ambos términos en aspectos diferenciados de una

experiencia más significativa. El resultado es un equilibro con el entorno que se pierde y

establece alternativamente, y justamente el tránsito más intenso de la vida es el que va de la

perturbación a la armonía que resulta del acuerdo con el ambiente: “[p]uesto que la

experiencia es el logro de un organismo en sus luchas y realizaciones dentro de un mundo

de cosas, es el arte en germen. Aun en sus formas rudimentarias, contiene la promesa de esa

percepción deliciosa que es la experiencia estética.” (Dewey, 2008: 22).

34

Page 36: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Un segundo componente de la dimensión cualitativa de la experiencia se vincula

con su carácter unitario, en tanto y en cuanto continúa su curso hasta un cumplimiento o

culminación y no es objeto de interrupciones extrañas o letargos internos. Si bien la

experiencia ocurre continuamente, pues la interacción de la criatura viviente y el medio que

la rodea está siempre implicada en el proceso de la vida, una experiencia propiamente dicha

se caracteriza por el libre fluir de sus partes constitutivas, sin vacíos, puntos muertos ni

junturas, visto que cada secuencia continúa con aquello que venía sucediendo y se integra

en la corriente general de la experiencia. Luego, tal conclusión o cierre no será una

instancia separada e independiente de esa experiencia, sino la consumación del proceso en

su totalidad, de un movimiento que llega a completarse. Dicho de otra manera, toda

experiencia integral se dirige hacia un final, un cumplimiento; tenemos entonces

experiencia en el sentido estricto de tener una experiencia distintiva frente a aquellas

incompletas, interrumpidas o abandonadas en las que el sujeto no se involucra plenamente,

sea por su acción mecánica y poco reflexiva o por la aparición de factores externos que

cortan ese discurrir unificado.

Dewey explica el aspecto intrínsecamente cualitativo de esta experiencia genuina

mediante una analogía: así como en toda obra de arte hay un plan y un proceso de parte del

productor en el que relaciona su intención inicial para formar un todo en la percepción, una

integración interna que se alcanza por un movimiento organizado que puede ser

inmediatamente sentida, estimada, apreciada y gozada (o no), y por ello es estética, así

también la primera relación que tiene un individuo con su medio es de aceptación o

rechazo, es decir de apreciación, uso y padecimiento en sentido amplio, sea goce o

sufrimiento. Según el propio Dewey, “[l]a palabra ‘estético’ se refiere, como ya lo hemos

35

Page 37: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

notado antes, a la experiencia, en cuanto a que es estimativa, perceptora y gozosa.” (2008:

54). Y es justamente esta cualidad estética la que unifica el material en una totalidad

coherente, la que brinda unidad a los materiales dispares que confluyen hacia un fin.7

A partir de las consideraciones previas podemos afirmar con Dewey que “[u]na

experiencia tiene una cualidad que le da su nombre, esa comida, esa tempestad, esa ruptura

de la amistad” y que “[l]a existencia de esta unidad está constituida por una cualidad

determinada que impregna la experiencia entera a pesar de la variación de sus partes

constituyentes”, por lo cual “ninguna experiencia, de cualquier clase que sea, es una

unidad, a menos que tenga cualidad estética.” (Dewey, 2008: 43 y 47). En conclusión, la

cualidad estética está presente en cualquier experiencia que sea una experiencia genuina,

destacada respecto del resto por su unidad, integridad y completitud. En esta concepción de

la experiencia el fin es significativo no por sí mismo sino como integración de las partes

que tienen un principio, un desarrollo y un cumplimiento, de manera que las partes a través

de su “intimidad vital” de conexión y unión se mueven hacia una consumación y no

solamente a un cese en el tiempo8. Si bien las distintas experiencias tendrán un carácter

predominante, por ejemplo intelectual o práctico, más que distintivamente estético (a

excepción de la experiencia orientada al arte), a causa del material, interés y propósito que

las inician y controlan, siempre tendrán una cualidad estética en la medida en que

constituyan una experiencia integral, cuyas partes están ligadas en un todo mediante la fase

emocional (al respecto, Cf. Di Gregori y Pérez Ransánz, 2010).

7 Esta idea ya había sido presentada por Dewey en 1929 en Experiencia y Naturaleza: “Empíricamente no cabe negar la existencia de objetos de aprehensión, posesión, uso y goce directo. […] Si nos aprovechamos dela palabra ‘estético’ tomada en un sentido más amplio que en el de la aplicación a lo bello y lo feo, es indudable que la cualidad estética, directa, final o encerrada en sí caracteriza las situaciones naturales tales como se dan empíricamente.” (Dewey, 1948: 82). 8 En este mismo sentido, el texto “Acerca del arte, la ciencia y la acción inteligente” de María Cristina Di Gregori y Cecilia Durán (2008) da cuenta de la filiación entre esta idea de experiencia como unidad y las consideraciones de Aristóteles en Poética, sobre los rasgos propios de una tragedia: principio, medio y fin.

36

Page 38: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

A modo de conclusión parcial de sus argumentos, Dewey brinda una serie de

condiciones sin las cuales ninguna experiencia puede llegar a darse, que enumeraremos a

continuación para exponer de manera concisa algunos de los puntos que más interesa

destacar en este Capítulo (Cf. Dewey, 2008: 50-63):

(i) cada experiencia es resultado de una transacción entre la criatura viviente y

algún aspecto del medio en el que vive;

(ii) ese proceso continúa hasta que surge una mutua adaptación entre el yo y el

objeto, y esa experiencia particular llega a una conclusión, a una culminación;

(iii) la acción del individuo y su consecuencia deben estar juntas en la percepción:

en la medida en que una experiencia no es solamente un hacer y un padecer que se

alternan sino que consiste en las relaciones de éstos, son justamente esas relaciones

las que brindan el contenido significativo de la experiencia;

(iv) la experiencia está limitada por las causas que interfieren la percepción de las

relaciones entre el hacer y el padecer, de modo que el desequilibrio o la interrupción

de algún factor dificulta la relación de las percepciones y deja la experiencia “[…]

incompleta, deformada con poco o falso significado” (Dewey, 2008: 52).

(v) las consecuencias del acto de hacer muestran si lo que se hace promueve la

ejecución de la idea o supone una desviación y ruptura; en la medida en que el

desarrollo de una experiencia se controla por medio de la referencia a esas

relaciones de orden-satisfacción, esa experiencia adquiere una cualidad

predominantemente estética.

37

Page 39: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

También en Lógica. Teoría de la investigación (1938) Dewey retoma los

argumentos acerca del carácter cualitativo de la experiencia, aunque en esta ocasión desde

una perspectiva anclada en el estudio reflexivo de la investigación, teniendo en cuenta que

(i) la vida orgánica supone un ritmo continuo de desequilibrio y recuperación del equilibrio

con el ambiente obtenido tras una actividad exploratoria, y que (ii) dicha actividad implica

la modificación del ambiente y consecuentemente un cambio cualitativo en las posteriores

necesidades. Para el caso del hombre, que vive, actúa e investiga en un medio tanto físico

como cultural, la conducta puramente biológica se transforma en conducta dotada de

propiedades intelectuales, y los problemas y necesidades se plantean en términos de uso y

goce de los objetos, materiales y productos.

Puesto que el uso y goce de los objetos son los medios por los que los hombres se

encuentran directamente conectados con el ambiente que los rodea, “[r]esulta demasiado

obvio para que requiera ulterior explicación que el goce o sufrimiento es cualitativo por

completo y tiene que ver con situaciones en su intrínseco carácter cualitativo. También las

operaciones y respuestas que suponen el uso y el goce de situaciones son cualitativas.”

(Dewey, 1950: 80). En consonancia con lo planteado por el autor en El arte como

experiencia, este componente no sólo junta los distintos elementos de la experiencia en un

todo, sino que también es lo que hace de cada experiencia genuina algo individual e

indivisible.

En este Capítulo hemos partido de las primeras elaboraciones de Dewey acerca del

concepto de experiencia para dar cuenta de su progresivo alejamiento del hegelianismo y la

fuerte herencia darwiniana y jamesiana que tiene su propia concepción de la experiencia.

Esta última, entendida como acción, como proceso vital de transacción entre individuo y

38

Page 40: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

entorno, supone una dinámica continua de desequilibrio y recuperación del equilibrio, con

la consiguiente recualificación de ambas partes luego de cada acción. Asimismo, la

experiencia deweyana presenta una cualidad estética inherente, en la medida en que la

primera relación del individuo con el medio tiene que ver con el uso y padecimiento (en

sentido amplio). En este sentido, Dewey entiende que una genuina experiencia es aquella

que logra una integridad y completitud en la unidad coherente de su material existencial;

dicho de otra manera, toda experiencia integral se dirige hacia un cumplimiento, un final,

una clausura.

Para finalizar el Capítulo, interesa subrayar que tal experiencia genuina comprende

un aspecto estimativo, apreciativo y valorativo inextricable, el cual se juega en aquellas

acciones que el individuo lleva adelante para reestablecer el equilibrio con el medio. Dichas

acciones orientadas inteligentemente tienen el objetivo final de mejorar y profundizar la

experiencia primaria, vale decir, integrar las diversas partes de la experiencia. El mismo

Dewey nos respalda en esta conclusión pues, según sus palabras (1948: 334), “[n]ada, sino

la mejor, la más rica y más plena experiencia posible, es bastante bueno para el hombre.”

En el Capítulo siguiente concentraremos en análisis en la teoría de la investigación

deweyana, cuya base es la noción de experiencia aquí presentada, a los fines de continuar

dilucidando qué entiende nuestro autor por conocimiento y qué lugar tiene allí la dimensión

valorativa.

39

Page 41: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

CAPÍTULO 2

INVESTIGACIÓN, PRÁCTICA Y VALORACIÓN EN LA FILOSOFÍA DE DEWEY

Lógica. Teoría de la Investigación (1938) representa una de las grandes obras de

madurez de Dewey, cuyas ideas habían sido anticipadas de modo sumario en Cómo

pensamos (1910), de orientación más pedagógica, y anteriormente en Estudios de teoría

lógica (1903), un volumen colectivo escrito por los integrantes de Departamento de

Filosofía de la Universidad de Chicago9. Según Eugenio Imaz (1950: X), “[e]sta Lógica de

ahora representa nada menos que la decantación profunda de cuarenta años de pensamiento

soterrado, que sale a la luz anchurosamente cuando el autor ha cumplido los ochenta”, sin

perjuicio de que sea estimada por Dewey mismo como un tratado de carácter introductorio

que no alcanza el acabado ni la perfección teóricamente posibles (Cf. Dewey 1950: 5).

La consideración que articula toda la obra es la de la investigación como un

continuo, que según Dewey corresponde a Peirce, idea que trae consigo la necesidad de

aportar una explicación empírica de las formas lógicas. Uno de los objetivos principales de

Dewey es marcar la inconsistencia que existe entre sostener una concepción moderna de la

ciencia con una lógica de herencia aristotélica. Para ello el autor repasa todos los tópicos de

la lógica tradicional aristotélica y los sitúa en el escenario ontológico de la filosofía griega,

caracterizado por la distinción entre lo permanente o fijo, vale decir, el ámbito de las

formas, y lo variable o cambiante; en este contexto, es bien sabido que el conocimiento

propiamente dicho es aquel que puede dar cuenta del plano de lo inmutable, que consta

9 Existe también una compilación de los textos sobre lógica escritos por Dewey entre 1900 y 1916, titulada Ensayos en Lógica Experimental (1916, reeditada con nuevos ensayos en 1920).

40

Page 42: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

exclusivamente de definiciones y clasificaciones en tanto expresiones de formas

ontológicamente necesarias. El punto que marca Dewey es que en el referido orden

jerárquico de formas o especies fijas y de conocimiento demostrativo y contemplativo la

lógica aristotélica es rigurosamente adecuada, existencial y ontológica, antes que formal, y

describe magistralmente bien los caracteres del conocimiento tal y como eran entendidos

por la tradición griega.

El problema surge cuando la concepción moderna de la ciencia posterior a la

Revolución Científica concentra su trabajo en el aspecto cuantitativo de su objeto de

conocimiento, deja atrás el trasfondo de esencias o formas fijas y a pesar de ellos insiste en

una lógica de tipo aristotélico, sin observar que cada modo de entender la lógica es

expresión de una metafísica y de una teoría del conocimiento subyacentes. Tal es la

denuncia de Dewey, que se completa afirmando que esa relación incompatible entre

concepción científica (concepción que en última instancia responde a un marco ontológico)

y lógica es responsable de que actualmente se entienda a la lógica aristotélica como una

lógica meramente formal, desprovista de objeto de estudio e investigación. Así, “[l]a

confusión que caracteriza a la teoría lógica es consecuencia natural del intento de retener

las formas de la teoría lógica clásica después que han sufrido un cambio radical los

métodos de investigación con los que se obtiene el conocimiento y con los que se prueban

las creencias.” (Dewey, 1950: 112).

Frente a esta situación estancada de la investigación lógica, y dando paso a la

segunda gran tesis de la obra, Dewey sostiene que el objeto de estudio de la lógica debe ser

el trabajo efectivo de la investigación, en virtud de obtener formas no vacías. La lógica será

entonces una descripción del modo de trabajo de las investigaciones rigurosas, esto es, una

41

Page 43: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

“investigación de la investigación”. Por tanto, la exigencia de una reforma lógica deviene

exigencia de una teoría unificada de la investigación que busque regular la experimentación

operativa de la ciencia y los métodos habituales de investigación del sentido común, desde

los que se obtienen creencias y conclusiones. En consecuencia, las formas lógicas tienen

que ver con el control de la investigación, de manera que se originan en el curso de la

misma y dejan de aparecer como sentidos prefijados y externos (en tal caso, estaríamos

subordinando la investigación a un fin externo, caracterizado por fuertes supuestos

gnoseológicos y metafísicos).

Desde aquí Dewey sostiene el carácter autocorrectivo de la investigación, en la

medida en que origina ella misma los criterios y formas que mejoran o se descartan en y

por el uso, de acuerdo con el éxito o fracaso de cumplir con los fines y objetivos. En este

contexto, las formas lógicas son ejemplos de una determinada relación entre medios y

consecuencias en la investigación adecuadamente controlada, vale decir, condiciones que

en el proceso de investigación continua aseguran resultados exitosos. Estas pautas le sirven

a Dewey para presentar uno de los ejes más fuertes de su filosofía: el sentido genuino de lo

“pragmático” se refiere a “[…] la función que incumbe a las consecuencias como pruebas

necesarias de la validez de las proposiciones, siempre que estas consecuencias se hayan

logrado operativamente y que resuelvan el problema que suscita las operaciones […]”

(Dewey, 1950: 4. Primeras cursivas agregadas, segundas cursivas en el original).

42

Page 44: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

2.1 El seno existencial de la investigación: biológico y cultural

Más allá de las diversas consecuencias que surgen de la crítica deweyana recién

presentada, aquí nos detendremos exclusivamente en el carácter naturalista y social de la

lógica, en virtud de contextualizar los posteriores argumentos sobre la pauta general de la

investigación. Con respecto a la interpretación naturalista, Dewey afirma que el postulado

de su teoría “[…] se expresa como la continuidad de las actividades y formas superiores

(menos complejas) y las superiores (más complejas).” (1950: 37). En consonancia con los

planteos precedentes, el autor indica ahora que el método de una teoría naturalista de la

lógica debe estar definido por el estudio de lo que ocurre efectivamente en una

investigación, prescindiendo de cualquier causa, criterio o principio extraños a la misma,

tales como la razón o la intuición puras; como contrapartida, hay una responsabilidad

intelectual de indicar en qué modo la lógica está conectada con lo biológico en un proceso

de desarrollo continuo, condición necesaria para una explicación satisfactoria del carácter

naturalista de la disciplina.

El primer elemento que señala Dewey ya ha sido presentado en el Capítulo 1 y se

relaciona con la transacción entre la actividad del individuo y el ambiente, elementos que se

constituyen mutuamente: “[e]xiste, sin duda, un mundo natural independiente del

organismo, pero este mundo es medio ambiente sólo cuando entra, directa o indirectamente,

a formar parte de funciones vitales. El organismo, por su lado, es una parte del mundo

natural más amplio, y existe como organismo, únicamente, en conexiones activas con su

ambiente.” (Dewey, 1950: 48). Al respecto Dewey indica que la vida orgánica es un ritmo

continuo de pérdida y recuperación de equilibrio con el ambiente: el estado de equilibrio

perdido constituye la necesidad del individuo, el movimiento para restaurar el equilibrio es

43

Page 45: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

búsqueda y exploración, y finalmente la recuperación del equilibrio es logro, que supone

equilibrio de energías orgánicas por parte del individuo y existencia de condiciones

satisfactorias por parte el lado del ambiente.

Un punto clave en este argumento es que la recuperación del equilibrio no

reestablece las condiciones idénticas de la situación entre ambiente e individuo sino que la

actividad exploratoria implica la modificación cualitativa del ambiente y, en consecuencia,

de las posteriores necesidades.10 Por tanto, lo que el organismo aprende en el movimiento

exploratorio plantea nuevas exigencias, de manera tal que cuando se resuelve un problema

tiende a surgir otro, cualitativamente más complejo. Así, para Dewey no habrá soluciones

definitivas sino planteo deliberado de problemas que serán objeto de estudio: la filosofía,

aplicada la lógica y a la investigación, puede desempeñar una interesante función en la

clarificación de esos problemas y sugerir hipótesis que serán puestas a prueba en el curso

de la propia investigación. De modo opuesto, aquella filosofía que se desentiende de la

ciencia (en tanto modelo paradigmático de investigación deliberadamente controlada) y que

pretende brindar respuestas finales se convertirá, al decir del pragmatista, en apologética o

en propaganda (Cf. Dewey, 1950: 50).

Según entendemos, el reconocimiento efectuado por Dewey de la continuidad entre

comportamiento orgánico e investigación le resulta útil para montar ciertos paralelismos

entre el comportamiento vital y la investigación e indicar que, así como el ritmo continuo

de la vida orgánica supone una readaptación de las soluciones a medida que las necesidades

se vuelven cada vez más complejas, la cual surge del propio movimiento exploratorio, así

10 En esa capacidad de efectuar y conservar un modo cambiado de adaptación a condiciones nuevas radica laevolución orgánica, esto es, la modificación de las estructuras orgánicas que condicionan el comportamiento posterior y que constituye la base del hábito como fuente del aprendizaje y de la resolución de problemas. Como pudimos analizar en el Capítulo 1, los rasgos de este modelo deweyano ya habían sido planteados en “El concepto de arco reflejo en psicología”.

44

Page 46: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

también las formas lógicas no se imponen a la investigación de una vez y para siempre sino

que, como observamos previamente, se originan durante la investigación deliberadamente

orientada. De esta manera, al igual que se reconoce “[…] la naturaleza provisional y

condicional (por lo que se refiere a cualquier investigación en marcha) de los hechos

implicados y la naturaleza hipotética de los conceptos y teorías empleados”, se admite que

cualquier afirmación sobre las formas lógicas “[…] sólo puede ofrecerse, en el estado

actual de la teoría lógica, como una hipótesis y como indicación de la posición que se va a

desarrollar.” (Dewey, 1950: 55 y 15. Cursivas en el original). Existe por tanto una fuerte

similitud estructural entre la pauta general de la investigación y el curso del

comportamiento vital del individuo, que explica el carácter naturalista de la lógica.

Dewey resume los puntos en común entre ambos de la siguiente manera: (i) el

comportamiento vital y la investigación controlada realizan algún cambio cualitativo en el

ambiente que dará lugar a un nuevo orden de necesidades o problemas; (ii) ambas tienen

pautas seriales o secuenciales; (iii) tanto una como la otra se presentan como procesos o

interacciones serialmente conexos que son intermedios e instrumentales; y (iv) las dos

reconcilian la metodología y la lógica de manera adecuada en relación al ambiente

cambiante y al respectivo marco ontológico supuesto por la investigación, a diferencia de lo

indicado para el caso de la Revolución Científica de la Modernidad (Cf. Dewey, 1950:

48-51). En el apartado 2.2 se analizará con detalle la pauta general de la investigación, no

sin antes reconstruir los argumentos de Dewey acerca del seno cultural de la investigación.

Como es sabido, el medio en que viven, actúan e investigan, es decir, el ámbito de la

experiencia de los seres humanos, está conformado tanto por aspectos biológicos como por

aspectos culturales y el medio estrictamente físico se halla tan incorporado al cultural que

45

Page 47: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

nuestras interacciones están profundamente afectadas por esa herencia cultural expresada

en tradiciones, instituciones, costumbres, creencias y finalidades. El principal efecto de la

influencia cultural es la transformación de la conducta puramente orgánica en una conducta

dotada de propiedades intelectuales, cuya clave es de acuerdo con Dewey el

desenvolvimiento del lenguaje, con su base en actividades biológicas previas y sus

conexiones con fuerzas culturales más amplias. Nuestro autor buscará una nueva vía de

argumentación para sostener aquel principio de continuidad entre las funciones más simples

y las funciones más complejas de la teoría naturalista de la lógica y para esta explicación el

lenguaje resulta central pues por un lado es un modo de comportamiento estrictamente

biológico que surge en continuidad con actividades orgánicas previas, y por el otro permite

al individuo adoptar un punto de vista compartido con otros y finalmente establecer una

comunicación general y objetiva, en el sentido de común a todas las partes que en ella

intervienen. Bajo esta idea, Dewey sostiene que si bien el lenguaje no origina por sí mismo

la asociación entre los individuos y mucho menos la experiencia de éstos en un ambiente,

una vez desarrollado repercute de tal manera que brinda una nueva dimensión de la que no

se puede volver atrás.

Hay otro eje en el argumento de Dewey que interesa destacar aquí: la fuerza

operativa del lenguaje y su indisoluble vínculo con la comunidad de acción. Si bien en

cuanto existencia física (sonidos, trazos en un papel o en otro material, etc.) el lenguaje

opera debido a su capacidad representativa y en esa medida es convencional, su función es

registrar y comunicar sentidos respecto de una acción y de modos compartidos de respuesta

y participación en las consecuencias comunes a todos. Luego, el sentido de un símbolo

convencional no es en sí mismo convencional sino que aparece intrínsecamente relacionado

46

Page 48: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

con el acuerdo de diferentes personas involucradas en una misma actividad existencial, que

en cuanto tal generará consecuencias existenciales:

[u]n sonido o una grafía cualquiera forman parte del lenguaje

únicamente en virtud de su fuerza operativa; es decir, cuando

funcionan como un medio de suscitar diversas actividades realizadas

por diferentes personas de suerte que se produzcan consecuencias en

las que participan todos los que toman parte de la empresa común.

(Dewey, 1950: 63. Cursivas en el original).

Hemos de observar aquí que la referencia a la actividad común y a las

consecuencias mutuamente compartidas no tiene por qué ser inmediata sino que bien puede

darse el caso de una conexión entre el sentido del lenguaje y posibles modos de operación y

respuesta, antes que modos reales e inmediatos. Esta posibilidad de planificar una acción

posible y evaluar cursos de acción alternativos es para Dewey una condición necesaria todo

comportamiento inteligente debido a que la existencia de símbolos con fuerza operativa

hace posible la deliberación y el establecimiento de nuevas soluciones en aquellas

experiencias que tienen una dimensión predominantemente intelectual. En efecto, el uso de

símbolos con sentido para deliberar y adoptar fines o propósitos es cuanto menos una forma

rudimentaria de razonamiento, cuyo desarrollo y perfeccionamiento termina cristalizando

en condiciones lógicas que se explicitan en algún tipo de teoría.

A modo de conclusión preliminar, hemos de recalcar que el ser humano no es ni

tiene nada que se ubique en un plano trascendente con respecto a la naturaleza sino que

simplemente desarrolla en su modo de actuar una serie de funciones exclusivas de su

especie, caracterizadas fundamentalmente por la capacidad de considerar alternativas,

47

Page 49: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

combinar experiencias y establecer sus propios fines. La inteligencia, como nombre común

a todas esas facultades que permiten manejar los asuntos y necesidades en las diversas

situaciones en que el individuo está inmerso, reporta una diferencia cualitativa respecto de

los demás seres pero siempre en el continuo de la naturaleza (Cf. Faerna, 1996: 185). Como

se analizará posteriormente, la capacidad de ensayar imaginariamente distintas respuestas

también es fundamental tanto para dar cuenta del carácter práctico y valorativo de la

actividad del científico como para comprender algunos planteos centrales de la posición

política de Dewey, de manera que se constituye como otro pilar de su filosofía pragmatista.

2.2 La investigación como determinación progresiva de la realidad

A la hora de analizar la pauta general de la investigación resulta oportuno hacer una

breve mención a los planteos de La busca de la certeza (1929), texto que recupera las

conferencias pronunciadas por Dewey en las Gifford Lectures at Edinburgh durante 1928. A

nuestro criterio Dewey anticipa allí muchas de las líneas argumentativas que elaborará en

Lógica. Teoría de la Investigación, atentos a que la tesis principal de La busca de la certeza

es que el conocimiento paradigmáticamente teórico, vale decir, el conocimiento científico,

es en verdad radicalmente práctico (al respecto, el subtítulo de la obra es un indicio más

que sugerente de la postura de Dewey: “Un estudio de la relación entre el conocimiento y la

acción”). En esta línea, el investigador y entre ellos el científico no es un espectador que

observa el mundo e interviene en él desde afuera sino que toda interacción es dentro del

mundo, dirigida y deliberada, con la intención de cambiar una situación confusa e insegura

por otra clara y resuelta. Siguiendo nuevamente la lectura de Martin Jay, Dewey insta a

48

Page 50: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

“[…] abandonar la actitud ‘espectatorial’ de la comprensión científica […] a favor de una

intervención activa y participativa en el mundo”, de modo que la verificación no consiste

en pruebas con validez objetiva sino en “[…] el mutuo ajuste entre el plan propuesto y la

respuesta del entorno; en este sentido [como se pudo analizar en el Capítulo 1] la

experiencia era un concepto transaccional.” (Jay, 2009: 331 y 333).

Esta concepción práctica y activa del conocimiento implica también considerar que

las ideas son hipótesis, que la verdad científica es “instrumental” (en tanto lleva a cabo un

cambio efectivo en el mundo) y que el verdadero objeto de conocimiento existe como las

consecuencias deseadas de la investigación dirigida. En consecuencia, el valor de cualquier

conclusión de conocimiento depende del método para obtenerla, de suerte que lo más

importante es el perfeccionamiento del método y, visto que “[…] ‘inteligencia’ quiere decir

operaciones ejecutadas de verdad para la modificación de condiciones, incluyendo también

toda la guía que nos proporcionan las ideas, operaciones tanto directas como simbólicas”,

ese perfeccionamiento del método es en definitiva perfeccionamiento de la inteligencia

misma (Dewey, 1952: 175). Es así que nuestro autor pregona la sustitución de una Razón

externa e impuesta a la experiencia (nous griego, intellectus escolástico o ratio moderna)

por la ya mencionada inteligencia en la experiencia, es decir, por la selección de fines y la

disposición de los medios para obtener las consecuencias deseadas en un proceso

permanente de transacción entre individuo y medio. En palabras de Dewey, “[l]a

inteligencia dentro de la naturaleza significa liberación y expansión, como la razón fuera de

la naturaleza significa fijación y restricción.” (1952: 188).

Retomando los argumentos de Lógica. Teoría de la Investigación, el primer tema

para destacar es la continuidad que se proyecta entre la investigación de sentido común y la

49

Page 51: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

investigación científica, toda vez que ambas comparten una pauta general de investigación.

Dewey designa el nombre de “ambiente de sentido común” a aquel que abarca directamente

a los seres humanos y el nombre de “investigación de sentido común” a las que llevan

adelante los ajustes requeridos por el comportamiento, que según adelantamos tienen

relación con el uso y goce de materiales, actividades y productos. Las investigaciones de

sentido común se vinculan entonces con la conducta de la vida, con materias y operaciones

cualitativas, y tienen como objetivo determinar lo que significa un objeto o acaecer con

respecto al modo en que habrá de abordarse la situación total en conexión con el ambiente

existente, el todo contextual al que se refiere la investigación en cuestión11.

Por su parte, como ya se ha indicado, las investigaciones científicas en el sentido

tradicional han registrado un triple movimiento que parece ir en dirección opuesta al

sentido común: (i) reducen lo cualitativo a lo cuantitativo, (ii) eliminan las causas

teleológicas e introducen la causalidad eficiente, y (iii) se enuncian en un lenguaje

altamente técnico. Dewey suma a este desplazamiento un punto clave: la ciencia “ha

olvidado” que la génesis y producción del conocimiento incluye la dimensión cualitativa y

los fines o propósitos de la investigación. La investigación se inicia en la experiencia de

sentido común pero luego se independiza y no retorna a ese nivel originario para aplicar la

respuesta al contexto en que comenzó la investigación, del tipo que sea12. Dichas

observaciones también fueron anticipadas en La busca de la certeza, donde leemos que los

11 Recordemos que para Dewey la experiencia tiene un carácter cualitativo intrínseco y que todo lo relativo al uso y goce de los objetos se vincula también con lo cualitativo de la experiencia, de donde se desprende según el argumento aquí presentado que las investigaciones de sentido común sean operaciones que incluyen un componente cualitativo.12 Dewey insiste mucho en señalar el peso que tienen las condiciones sociales en ese movimiento unilateral de la investigación filosófica o científica y en el posterior emplazamiento de una concepción dualista. En este sentido, indica que la diferencia entre el conocimiento teórico-racional y el conocimiento práctico-empírico radica en la distinción entre aquellos que pudieron dedicar su vida a la contemplación ociosa, debido a que no les resultó necesario trabajar ni empeñarse a ninguna actividad del estilo, y aquellos que debieron ser artesanos o prácticos (Cf. 1948: 103-111; 1950: 88-94 y 1995: 125-137).

50

Page 52: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

filósofos “[…] han aislado el conocimiento y los resultados. Han ignorado su contexto de

origen y función y lo han convertido en algo coextensivo con toda experiencia válida. […]

Esta suposición de la ubicuidad del conocimiento representa la mayor falacia

intelectualista. Es la fuente del menosprecio de la experiencia cualitativa cotidiana,

práctica, estética, moral.” (Dewey, 1952: 192).

Estas características, brevemente enumeradas, mantienen la sensación de una

diferencia completa entre las investigaciones de sentido común y las científicas. Sin

embargo, Dewey afirma que hay una continuidad entre ambos tipos de investigación y que

sus distinciones radican solamente en el género de problemas que afrontan, que requieren

un acento diferente en la investigación (Cf. 1950: 82). Desde tal perspectiva la diferencia

entre ambos dominios no es ontológica o epistemológica sino lógica, en tanto refieren a la

relación recíproca entre esos diversos géneros de problemas. En este contexto nuestro autor

obtiene dos conclusiones importantes:

(i) a partir de ejemplos como los de la teoría científica de la luz y su referencia a los

colores de la vida diaria, de la astronomía primitiva como respuesta a la necesidad

de agricultores y ganaderos o de los conocimientos anatómicos y fisiológicos en

relación con las necesidades prácticas de los médicos, Dewey sostiene que “[...] los

objetos y procedimientos científicos surgen de los problemas y métodos del sentido

común, de los usos y goces prácticos.” (1950: 82).

(ii) tomando en cuenta la infiltración e incorporación del método científico dentro

del sentido común, que ha modificado las condiciones en que los seres humanos

conviven entre sí (entiéndase por ellas la alimentación, la vestimenta, la vivienda,

51

Page 53: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

los medios de comunicación, tecnologías de producción y distribución de bienes y

servicios, etc.), Dewey sostiene que la investigación científica repercute o debería

repercutir en el uso y goce de los objetos y materiales “[...] en una forma que refina,

expande y libera enormemente los contenidos y los agentes a disposición del sentido

común.” (1950: 82).

Ambos puntos revisten una importancia a nuestro criterio fundamental: por un lado,

si los dos tipos de investigación comparten una misma pauta y si, como veremos, para

Dewey toda investigación contiene necesariamente un factor práctico, entonces la

investigación científica también contiene necesariamente un factor práctico que se expresa

en valoraciones. Por otro lado, si la ciencia tiene la capacidad de incidir en los asuntos de la

experiencia ordinaria, y en efecto ya lo ha hecho en gran medida en el ámbito de los

asuntos materiales, entonces se puede plantear la posibilidad de intensificar esa

intercomunicación y aplicar el método científico experimental al campo de los valores,

tradicionalmente reservado a la razón teórica y contemplativa.

Una vez que Dewey presenta sus argumentos en favor de la continuidad entre

investigación y sentido común, dedica un capítulo completo a describir la pauta general de

la investigación. La intención del autor es indicar los cinco momentos constitutivos que a

su criterio dan cuenta de la siguiente definición inicial: “[l]a investigación es la

transformación controlada o dirigida de una situación indeterminada en otra que es tan

determinada en sus distinciones y relaciones constitutivas que convierte los elementos de la

situación original en un todo unificado.” (Dewey, 1950: 123).

52

Page 54: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Como había adelantado en La reconstrucción de la filosofía, Dewey considera que

el primer impulso hacia la investigación es el enfrentamiento con los hechos reales para

hacer frente a las dificultades y conflictos concretos de la experiencia. En Lógica. Teoría de

la investigación, el autor indica en el momento (i) de la pauta de la investigación que la

condición antecedente de la investigación es una situación indeterminada e intrínsecamente

dudosa en la que nos encontramos perplejos. Es importante señalar que la indeterminación

radica en la situación misma como un todo y no en el estado mental del individuo, pues

para Dewey la duda no puede ser un mero estado mental independiente del estado de cosas

objetivo, pues en ese caso también lo sería el conocimiento (Cf. Faerna, 1996: 201-202).

Dicha situación es indeterminada con respecto a su resultado pues implica consecuencias

que no son transparentes y sugiere respuestas discordantes, es decir, es indeterminada en

cuanto al desarrollo posterior de los procesos dinámicos e interactivos que la constituyen y

al efecto de las acciones del individuo. Por otro lado, y en consonancia con el modelo

organicista de la unidad del comportamiento que hemos analizado en el Capítulo 1, este

primer punto indica que toda investigación comienza en una situación previa que involucra

al mismo tiempo al individuo y a su entorno.

Ahora bien, visto que esta situación indeterminada también es precognoscitiva, el

momento (ii) consiste en considerarla como problemática, vale decir, entender que es

necesario plantearla como un problema y reconocer que requiere investigación13. Esta

segunda instancia adquiere un valor fundamental en la medida en que el planteo correcto

del problema decide sobre el tipo de soluciones que se tendrán en cuenta y el que no, de

13 Acerca del carácter precognoscitivo de la situación indeterminada, Dewey dice lo siguiente: “La situaciónindeterminada viene a la existencia por causas existenciales, lo mismo que ocurre, por ejemplo, con eldesequilibrio orgánico del hambre. Nada hay de intelectual o cognoscitivo en la existencia de talessituaciones, aunque ellas son la condición necesaria de las operaciones cognoscitivas o investigación. En símismas, son precognoscitivas.” (1950: 126).

53

Page 55: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

manera que definir el problema significa un estado avanzado de la investigación. En este

sentido “‘[p]roblema’ y ‘solución’ mantienen una reciprocidad: lo que aceptaremos y

rechazaremos como soluciones posibles depende de cómo formulamos los problemas.

Podemos decir también que cuanto más cerca estamos de una solución más claro vemos

cuál es el problema.” (Bernstein, 2010: 144. Comillas en el original). En definitiva, la

situación indeterminada se convierte en un problema en virtud de un acto inteligente que la

cualifica y que perfila los pasos de la posterior resolución. Es importante aclarar aquí dos

aspectos sobre el planteo de un problema: por un lado, ninguna situación completamente

indeterminada puede convertirse en un problema y, por el otro, la situación se da en un

contexto determinado que siempre permanece incuestionado.

El punto (iii) avanza sobre la determinación de la solución del problema en tanto

objeto de una investigación progresiva. En primer término se buscan aquellos aspectos del

problema que estén definidos o establecidos, puesto que como indicamos recientemente una

situación totalmente indeterminada no ofrecería ninguna pauta para la investigación. Esta

identificación de los elementos determinados de la situación indeterminada se hace

mediante operaciones observacionales; las condiciones observadas constituyen los “hechos

del caso” y se tendrán en cuenta para cualquier solución que se proponga en tanto y en

cuanto funcionan como datos, es decir, como base de inferencia para el proceso de

resolución. Llegamos aquí a un tema crucial: la observación sugiere posibles soluciones

que se presentan como ideas, “[...] consecuencias anticipadas (previstas) de lo que habrá de

ocurrir si se ejecutan ciertas operaciones bajo las condiciones observadas y con referencia a

las mismas” (Dewey, 1950: 128). Una idea es entonces una hipótesis sobre la

determinación de la situación inicialmente determinada, una conjetura cuya validez

54

Page 56: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

depende de cumplimiento efectivo de lo que proyecta. De acuerdo con lo anterior, cuanto

más clara sea la idea tanto más definidas resultarán las operaciones de observación y

ejecución en pos de resolver el problema. Por otra parte, las ideas inferidas también operan

como guía para la observación y la experimentación, en pos de obtener nuevos datos.

Una vez adoptada la idea, sentido o hipótesis como posible solución, debemos

avanzar en (iv) el razonamiento, es decir la comprensión de la idea y su relación con otros

conceptos para los propósitos de la investigación. Así, la idea inicialmente vaga se

desarrolla en su vínculo con diferentes estructuras conceptuales hasta que recibe una forma

que le permita dirigir las operaciones de resolución. La labor conjunta de observación y

razonamiento no tiene en principio ninguna regla fija que deba seguirse para obtener un

resultado sino que es totalmente creativo, abierto, impredecible, imaginativo14.

El modo práctico de la investigación, que como podemos observar se enfatiza en

cada uno de los momentos precedentes, se refuerza con las observaciones de Dewey acerca

de (v) el carácter operativo de hechos y sentidos o significados. En primer término las ideas

son operativas porque sugieren más observaciones que dan lugar a una nueva idea

modificada, y así sucesivamente, hasta completar y unificar el orden existente. En segundo

término, y esta cuestión es a nuestro criterio fundamental, los hechos del caso (ya cargados

de significado) presentan el carácter de operación experimental que modifica la situación

existencial anterior para reordenar las condiciones y obtener una situación resuelta y

unificada: la investigación tiene como resultado una nueva situación objetivamente distinta

en la cual han desaparecido los aspectos indeterminados.

14 Respecto del carácter creativo de la investigación y su estrecha vinculación con la dimensión emocional, Di Gregori y Pérez Ransánz sostienen que las emociones (i) nos conducen a explorar áreas desconocidas, (ii) nos permiten identificar lo relevante para nuestros objetivos, (iii) ayudan a idear un plan de acción, y por último (iv) intervienen en la resolución misma del problema (Cf. Di Gregori y Pérez Ransánz, 2010).

55

Page 57: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Según José Miguel Esteban, en la concepción lógica de Dewey se distingue por un

lado la naturaleza práctica del proceso de conocer, pues las operaciones cognitivas son

respuestas del organismo que constituyen conocimiento en base a la situación problemática

que deban resolver, y por otro lado la naturaleza práctica del objeto de conocimiento, visto

que su existencia depende de una práctica indagatoria que Esteban denomina “ontología

operacionalista” (Cf. 2006: 44-46). En el mismo sentido, Cristina Di Gregori y Federico

López sostienen que tanto las ideas como los hechos del caso son operativos pues las

primeras dirigen las operaciones de observación y los segundos nunca están completos en sí

mismos ni son el mero resultado de la observación sino que “[e]n una investigación hay

transacción entre hechos e ideas en la que ambos se transforman. Los hechos se prueban en

cuanto a su función de evidencia tanto como las hipótesis. El resultado de una investigación

exitosa es el conocimiento.” (Di Gregori, López, 2011: 5)15.

Se puede considerar entonces que el conocimiento es entendido por Dewey como

una transformación o reconstrucción de la realidad, modificada según los propósitos

adelantados en el curso de la investigación. Este producto tiene una doble función: respecto

de la investigación específica, es el fin de la misma, tanto en el sentido de culminación

como de objetivo; respecto de otras situaciones, puede servir como medio para una

investigación posterior. Así es que el conocimiento se define por el efecto acumulativo de la

investigación continua y que lo que se tiene como asentado es aquello que puede ser

empleado como un recurso en la investigación ulterior. Tomar el ejemplo de la

investigación científica resulta útil para señalar que la experiencia general, en cuanto

experimental, no carece de ideas o propósitos sino que depende de éstos en todo momento.

Así, y sintetizando muchos de los temas hasta aquí expuestos, Dewey indica en La busca

15 Agradezco a Di Gregori y López el envío de este material aun inédito y el permiso para las citas textuales.

56

Page 58: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

de la certeza que la práctica científica nos ubica “[…] ante la más seria posibilidad de la

experiencia humana en todas sus fases, experiencia en la cual se apreciarán y serán

continuamente engendrados y utilizados las ideas y los sentidos. Pero formarán parte

integrante del curso de la experiencia misma y no serán importados de la fuente externa de

una realidad situada más allá.” (Dewey, 1952: 121).

2.3 Investigación y valoración. El científico como práctico

De acuerdo con los planteos precedentes, y adaptando una afirmación de Faerna,

sólo hay investigación en, de y para la situación16. La investigación surge, se desenvuelve y

culmina en el seno de la experiencia misma, obteniendo la determinación de lo que antes

era indeterminado. En consecuencia, el conocimiento queda conformado como una

progresiva determinación de la realidad y como tal no se limita a un puro acontecimiento

intelectual sino que implica una modificación objetiva en la transacción individuo-ambiente

y crea un estado de cosas nuevo (incluso los objetos de conocimiento no preexisten a la

investigación pues resultan del ordenamiento activo que introduce el individuo mediante

dicha investigación). En definitiva, la investigación es una construcción dinámica y

atravesada por fines e intereses que aporta el individuo para conducir la situación desde un

estado de indeterminación a otro estado determinado y previsible.

A partir de lo anterior se afirma entonces que la investigación es una forma de la

acción. Así, el resultado establecido de una investigación es un juicio, acto con

16 La cita original dice “Sólo hay pensamiento como parte de un contexto más amplio, pensamiento-en-situación, desde y para la situación: el organismo piensa al hilo de una realidad física y socialque le hace poner en acción sus capacidades, y reconstruye con ellas esa realidad a la medida de sus necesidades.” (Faerna, 1996: 186).

57

Page 59: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

consecuencias reales sobre la situación en virtud de la modificación y la recualificación del

material objetivo y la emergencia de objetos de conocimiento, en virtud de los cuales el

juicio tiene una significación existencial directa. Presentando una analogía entre la

investigación y el trabajo de un tribunal judicial para fijar una cuestión hasta el momento

controvertida, Dewey califica al juicio como una resolución que por un lado implica una

determinación existencial de la situación anterior y por el otro se valora en función de las

consecuencias que produce para una investigación subsiguiente. Ahora bien, el énfasis

puesto en entender a la investigación como acción que recualifica el material existencial

previo y al juicio como la transformación resultante están en fuerte contraste con la teoría

tradicional del conocimiento, la cual sostiene que todas las modificaciones que puedan

ocurrir, hasta en la investigación mejor controlada, se limitan a estados y procesos del

sujeto de conocimiento, es decir, a cambios subjetivos, mentales o psicológicos. Por el

contrario, el pragmatista observa que no puede darse cambio mental alguno sin que

operaciones existenciales comporten una modificación del material existencial (Cf. Dewey,

1950: 181). En este sentido, Dewey enuncia su tesis de la siguiente manera:

[...] toda investigación controlada y todo establecimiento de

aserciones fundadas contiene, necesariamente, un factor práctico; una

actividad de hacer y rehacer que transforma el material existencial

previo que planteó el problema de la investigación. (1950: 182)17.

17 Dewey ya había adelantado esta tesis unos veinte años antes, en los textos publicados en Ensayos en Lógica Experimental (1916). Al respecto, leemos en “Science as a practical art” (1915) lo siguiente: “Every such proposition of inquiry, discovery and testing will have then the traits assigned to the class of practical propositions. They imply an incomplete situation going forward to completion, and the proposition as a specific organ of carrying on the movement. […]If thinking is the art by which knowledge is practiced, then the materials with which thinking deals may be supposed, by analogy with the other arts, to take on in consequence special shapes.” (MW, 8: 65).

58

Page 60: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Según esta postura, las investigaciones y sus juicios resultantes tienen estrecha

relación con consideraciones acerca de qué es lo que conviene hacer y cómo ha de ser

tratada la situación incierta, visto que los juicios funcionan como medios para la

transformación controlada y dirigida de una situación. El modo de definir qué acción se

lleva adelante está dado por la pauta de la investigación, es decir por las operaciones de

observación, recolección de datos e inferencias dirigidas por ideas puestas en relación tanto

con estructuras conceptuales previas como con la dimensión valorativa, que no constituye

una clase particular de juicios sino que representa una fase inherente al juzgar mismo (Cf.

Dewey, 1950: 202). En este contexto, reconociendo la identidad del juicio valorativo con

los juicios prácticos en la experimentación, “[c]uanto más problemática sea la situación y

más penetrante la investigación con que hay que abordarla, tanto más explícita resulta la

etapa valorativa”. (Dewey, 1950: 203).

Si bien estos problemas prácticos remiten en primer lugar a los oficios y las artes,

Dewey asegura que el científico también está envuelto en decisiones de ese tipo acerca de

qué investigaciones iniciar, cómo llevarlas adelante, etc., de manera que se consideran un

modo de la práctica. Luego, “el científico es un práctico por encima de todo y se halla

constantemente embarcado en la emisión de juicios prácticos, es decir, en obtener

decisiones acerca de lo que conviene hacer y de los medios a emplear para hacerlo.”

(Dewey, 1950: 183). La insistencia de Dewey en que todos los juicios se encuentran en el

dominio de la práctica no rebaja el valor de la investigación sino que realza el carácter

experimental del conocimiento como instrumento de desarrollo y control de nuevas

prácticas para volverlas inteligentes, acorde a lo analizado con anterioridad para el

concepto de experiencia originaria (Cf. Esteban, 2006: 58-9 y Supra, Cap. 1).

59

Page 61: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Una de las tareas prácticas que emprende el investigador científico es la “solicitud

de información” a la naturaleza y para ello se debe decidir qué y cómo se la aborda en pos

obtener los mejores métodos de observación, experimentación e interpretación para la

resolución de la situación incierta. El investigador establece y examina en su mente cursos

alternativos de acción para considerar sus respectivas consecuencias, es decir, lleva

adelante un proceso de deliberación o “ensayo imaginario” en base a proposiciones

hipotéticas, planes de acción o propósitos. Al respecto, ya en Naturaleza humana y

conducta. Introducción a la psicología social (1922) Dewey escribía lo siguiente:

Comenzamos con la afirmación sumaria de que la deliberación es

como un ensayo teatral (imaginario) de diversas líneas posibles de

acción que están en competencia. [...] La deliberación es un

experimento para averiguar cómo son en realidad las diversas líneas

de acción posibles, y también para hacer diversas combinaciones entre

los elementos seleccionados de los hábitos e impulsos, con objeto de

ver cómo sería la acción resultante si se emprendiera. Pero la prueba

se hace en la imaginación, no en el hecho real. [...] El pensamiento se

anticipa y prevé los resultados, evitando con esto tener que esperar la

enseñanza del error y del fracaso reales.” (1964: 178-179).

El proceso de deliberación implica entonces que debemos revisar y anticipar

fundadamente las consecuencias existenciales que tendrán lugar si tomamos tal o cual curso

de acción; visto que por su sola apariencia las condiciones existentes no indican cuáles

serán sus consecuencias, hace falta investigar y valorar (estimar, apreciar) para

posteriormente elegir qué reglas y leyes se aplican a la situación especial investigada. Por

tanto, y visto que estos juicios valoradores son un ejemplo paradigmático de juicio práctico,

pues les atañe juzgar sobre lo que hay que hacer a base a las ponderadas consecuencias de

60

Page 62: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

condiciones existenciales que en cuanto tales serán operantes, Dewey sostiene que “[…]

tales juicios valoradores […] llegan a formar parte de todos los juicios últimos. No hay

investigación que no suponga juicios prácticos.” (1950: 197. Cursivas en el original). Desde

la reconceptualización deweyana de la (falsa) dicotomía hechos-valores y visto que no hay

investigación sin juicios prácticos y que éstos comprenden un intrínseco carácter valorativo,

podemos concluir que la actividad del investigador científico presenta a la valoración como

dimensión constitutiva, en su necesidad de experimentar para la determinación de los datos

y para el uso de ideas como hipótesis directivas (incluyendo leyes y principios). De aquí

que “[…] la explicación científica resulta pragmáticamente cargada, aunque su formulación

en términos de razonamiento no lo muestre, por las decisiones, valoraciones y

apreciaciones que no pueden separarse como si fueran reinos absolutamente distintos entre

sí, puesto que todas ellas se hallan involucradas en el hacer ciencia.” (Di Gregori, López,

2013: 8). La explicación, en definitiva, opera como un medio para la transformación de la

situación, el cual involucra al lenguaje ya no en su función declarativa sino, como

analizamos anteriormente, con su fuerza operativa.

Se abre desde aquí una perspectiva nueva que tiene en cuenta la proximidad entre el

conocimiento y los valores, que en la filosofía de Dewey se expresa de dos modos: por un

lado, en la aplicación de la pauta de la investigación al campo de la ética y de la política,

dando lugar a la teoría de la valoración; por el otro, en el reconocimiento de una efectiva

presencia de la dimensión valorativa de cualquier investigación, sea de sentido común o

científica. Este acercamiento entre investigación y valoración representa uno de los puntos

más importantes de la teoría del conocimiento de Dewey, fruto de la evolución de su

pensamiento: “[…] as my study and thinking progressed, I became more and more troubled

61

Page 63: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

by the intellectual scandal that seemed to me involved in the current (and traditional)

dualism in logical standpoint and method between something called "science" on the one

hand and something called "morals" on the other.” (LW, 5: 156). Efectivamente, en la

valoración hay una conexión entre el contenido de la experiencia, las ideas o hipótesis que

guiaron la investigación y la acción resultante y en consecuencia el valor interviene en

aquellas situaciones que requieren ajustar inteligentemente la conducta y la experiencia, es

decir que la valoración está presente en todas las investigaciones del individuo: “[l]a

continuidad de los hechos y los valores, su confluencia en el todo compacto de situaciones

en que transcurre y avanza la experiencia real de los individuos, constituye la verdadera

médula del pensamiento de John Dewey, una filosofía de la acción doblada en una ética de

la investigación.” (Faerna, 1996: 198-199).

Según nuestro punto de vista la tesis de Dewey habilita a preguntarnos lo siguiente:

¿Qué lugar debe ocupar el científico como práctico? ¿Qué relación mantiene con la opinión

pública y cómo se vincula eso con la concepción de conocimiento de nuestro autor? Y

finalmente ¿qué puede aportar la filosofía en el análisis de la dimensión valorativa de la

práctica efectiva de la ciencia? ¿Es posible proyectar un lenguaje normativo respecto de

qué valores deberían guiar las decisiones en ciencia? ¿Qué concepción de racionalidad

implica esta consideración de los aspectos prácticos y valorativos? En lo que sigue

analizaremos la postura de Dewey elaborada principalmente en La opinión pública y sus

problemas (1927), acercándonos parcialmente a sus posiciones en el campo de la política18.

18 La opinión pública y sus problemas, junto con Democracia y educación (1916), Viejo y nuevo individualismo (1930), Liberalismo y acción social (1935) y Libertad y cultura (1939), presenta las bases del pensamiento político de Dewey, en la medida en que brinda las condiciones para el paso de una Gran Sociedad a una Gran Comunidad. Esos temas exceden los objetivos de la presente tesis; esperamos que sean objeto de una investigación posterior.

62

Page 64: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Posteriormente, ya en el Capítulo 3, evaluaremos estas mismas cuestiones para el caso de la

filosofía del conocimiento contemporánea.

2.4 El valor de la opinión pública en la práctica científica

La publicación de La opinión pública y sus problemas en 1927 puede leerse como

una doble respuesta. En términos generales, Dewey responde a la primera crisis de la

sociedad capitalista norteamericana y a los riesgos que conlleva la expansión de un

desarrollo científico-tecnológico que no contemple las condiciones para la transformación

de una Gran Sociedad en una Gran Comunidad. Ahora bien, esta obra también se concibe

como respuesta a los planteos de Public Opinion, libro publicado por Walter Lippmann

cinco años antes, respecto de la posibilidad de una opinión pública informada, competente

y activa. Las referencias explícitas e implícitas a la obra de Lippmann junto con la reseña

de Public Opinion que publica Dewey en “The New Republic” hacia 1922 son algunas de

las fuentes del denominado “Debate Lippmann-Dewey”. Por cuestiones de espacio

dejaremos de lado este debate, harto interesante para pensar la incidencia del experto en la

práctica política, y nos contentaremos con recuperar las tesis fundamentales de Dewey

respecto del valor de la opinión pública en el marco de la actividad científica, según

aparece en La opinión pública y sus problemas.

Dentro de la variedad de temas que surgen en la argumentación de Dewey en ese

texto, particularmente nos interesan dos puntos:

(i) la distinción entre público y privado tiene relación con el alcance de las

consecuencias de ciertos actos: cuando las consecuencias se limitan a las personas

63

Page 65: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

que están directamente involucradas en el acto entonces la transacción es privada; si

se reconocen consecuencias indirectas que se extienden más allá de los individuos

involucrados entonces la acción toma un carácter público. Hemos de destacar en

este argumento de Dewey que la línea entre privado y público se traza de acuerdo a

la amplitud y alcance de aquellos actos cuyas consecuencias deben ser reguladas,

sea para limitarlas o sea para fomentarlas, como resultado de una deliberación.

(ii) Dewey entiende que el público son todas las personas que se ven afectadas por

consecuencias indirectas de ciertas transacciones, motivo por el que se ven

involucrados en un interés común. El carácter “amplio y permanente” de esas

consecuencias lleva a que las personas afectadas se ocupen sistemáticamente del

control y regulación de esas acciones.

Nuestro autor explica que el desarrollo tecnológico acelerado que permite una

comunicación extendida y rápida más allá de las relaciones “cara a cara” no ha sido

acompañado por una reconsideración de las instituciones, creencias e ideales tanto

intelectuales como morales. En otras palabras, no hay una relación análoga entre los medios

físicos de comunicación y las aspiraciones y prácticas congruentes; de allí que “las formas

políticas y legales se han ajustado a la transformación social de forma vacilante y poco

sistemática, y con un gran retraso”, por lo que se encuentran desbordadas, incapaces de

manejar la situación (Dewey, 2004: 118).

Por otro lado, la “era mecánica” ha extendido y multiplicado de manera exponencial

el alcance de las consecuencias indirectas de las acciones que el público ya no puede

reconocer y, por lo tanto, tampoco puede conformarse a sí mismo como tal. En

64

Page 66: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

consecuencia, Dewey observa que el público no logra encontrarse, está desorientado e

incluso eclipsado. La incapacidad colectiva de identificarse con los problemas concretos y

sus consecuencias da lugar a una situación de apatía política generalizada, evidenciada en

los bajos niveles de participación en las elecciones, en la indiferencia para elegir a los

funcionarios, en la puesta entre paréntesis de sus ideas políticas (que apenas retoman el

momento de votar) y en la creciente tecnificación de los asuntos gubernamentales, a punto

tal que quedan en manos de expertos alejados del ciudadano promedio.

El resultado de estas condiciones es la diferenciación de muchos públicos parciales,

visto que el número de acciones con consecuencias indirectas importantes es

desproporcionado y cada una de ellas genera un grupo de personas especialmente afectadas,

frente a la imposibilidad de cohesionar a esos diversos públicos en un todo unificado, con

una base más comunitaria que particular. El resultado final es una mediocridad en términos

políticos y a una incapacidad institucional para integrar los públicos divididos, inarticulados

y amorfos. Para resumir este punto, y en palabras del propio Dewey, “[l]a apatía política,

que es un producto natural de las discrepancias entre las prácticas reales y los mecanismos

tradicionales, surge de la incapacidad del individuo para identificarse con problemas

definidos.” (2004, 129)19.

Respeto de la práctica científica, Dewey observa que por un lado existe una clase

económica fuerte que se erige como dominante y por otro lado existe una clase intelectual

19 Si a estos argumentos de Dewey los ponemos en contexto de su teoría de la experiencia, podemos concluirentonces que la situación del “público eclipsado” da cuenta de una experiencia que nunca puede ser genuinamente tal, sino que se encuentra truncada. Más aún, este cuadro se completa si añadimos el diagnóstico de Dewey respecto del “individuo perdido” en Viejo y nuevo individualismo (1928); en efecto, se remarca el carácter contradictorio en el que vive el individuo y en el que se desarrolla su vida social, cada vez más permeable a interferencias que fragmentan la continuidad de su experiencia y que por lo tanto le impiden que se constituya como una experiencia (hemos realizado un trabajo sobre estos temas, presentado en las IX Jornadas de Investigación en Filosofía, FaHCE, UNLP, 2013. Recomendamos al respecto el artículo de Moran, J. (2009), “John Dewey, individualismo y democracia”).

65

Page 67: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

que se arroga una supuesta inteligencia como atributo personal. Visto que las condiciones

que permiten a esa clase dominante mantener su poder económico dependen en gran parte

de invenciones tecnológicas y que estas últimas escapan de sus manos, el control de esa

oligarquía quedaría en el cuerpo de expertos y no en manos del público en general. Ahora

bien, esa idea del cuerpo de expertos (que Dewey entiende como una actualización de la

consigna platónica del rey filósofo y que coincide con la idea que sostiene Lippmann)

resultaría impracticable porque el público, pese a todas las limitaciones intelectuales y a la

incapacidad política que se le atribuyen, no aceptaría una sumisión pasiva a la intervención

directa del cuerpo de expertos. De esta manera, y atentos a que para Dewey lo que sí es

factible es el ocultamiento del dominio político de una clase económica poderosa, la clase

intelectual tiene dos alternativas: o bien se alía con la clase dominante y se convierte en

instrumentos de esta última, o bien se aproxima al público general, lo cual implica que este

último participe en las decisiones que se tomen.

El factor de la especialización del trabajo del experto es para Dewey clave porque si

bien garantiza una mayor pericia y precisión de cualquier investigación que se lleve

adelante, al mismo tiempo agranda la brecha entre sendas investigaciones y las necesidades

que debería atender (tal es la nota característica de la ciencia pura, ajena a los intereses

colectivos). En consecuencia, alejarse de los intereses públicos y desconocer el modo de

regulación política propio del gobierno popular le permite a Dewey afirmar que “[l]a clase

de expertos se encuentra tan inevitablemente alejada de los intereses comunes que se

convierte en una clase con unos intereses privados y un conocimiento privado que en

cuestiones sociales no es conocimiento en modo alguno” (2004: 168). Según logramos

interpretar, el gobierno de expertos es una alternativa que obtura el surgimiento y

66

Page 68: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

crecimiento de cualquier idea proveniente de otro campo porque no permite instancias de

debate, consulta y persuasión y evita que se conviertan en ideas de dominio público, a los

fines de mantener el monopolio de la posesión del conocimiento y de la toma de decisiones;

a la vez, limita la posibilidad de que el interés público juegue algún papel a la hora de

juzgar la importancia de las investigaciones de ese cuerpo de expertos. Por el contrario, el

propósito de Dewey es agrandar las bases y fines sociales de la investigación científica: un

requisito para que la investigación especializada se convierta en conocimiento social reside

en sus condiciones de comunicación. La condición de la aplicación de una investigación se

vincula con la absorción y distribución de la ciencia, la comprensión común y con una

comunicación libre y sistemática que garantice la divulgación de las conclusiones

científicas: “Como ‘aplicación’ significa una conexión marcada con la experiencia y el

bienestar humanos […] la ciencia se convierte en conocimiento en su sentido honorable y

categórico sólo en la aplicación.” (Dewey, 2004: 151).

De manera esquemática, si para Dewey (i) los asuntos públicos tienen que ver con

las consecuencias indirectas de una transacción y (ii) las investigaciones científicas y los

avances tecnológicos generan consecuencias indirectas y a largo plazo, entonces (iii) las

investigaciones científicas y los avances tecnológicos son asuntos públicos. Por otro lado, si

(i) el público son todos aquellos que se ven afectados por las consecuencias indirectas de

las transacciones y (ii) la forma de garantizar el conocimiento de esas consecuencias

indirectas es la plena publicidad y la comunicación libre y sistemática de todos los asuntos

referentes al público, entonces (iii) la comunicación no sólo es condición para el

conocimiento sino también para la constitución de un público, que se organiza

políticamente para regular las consecuencias indirectas de las diversas acciones.

67

Page 69: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Una de las alternativas que propone Dewey para lograr esa comunicación libre y

sistemática es traducir el lenguaje técnico a un léxico que sea generalmente comprendido, a

signos que denoten las consecuencias mediatas e inmediatas de la investigación. Ello se

debe a que la manera de obtener o verificar un conocimiento de los fenómenos sociales

depende de una divulgación y circulación de la información eficiente, hasta que el hecho de

la vida en comunidad llegue a ser de dominio público. En este momento podemos decir con

Dewey que “[l]a comunicación de los resultados de la investigación social es lo mismo que

la formación de la opinión pública […] Porque la opinión pública es el juicio que se forman

y mantienen quienes componen el público, y se refiere a los asuntos públicos” (2004: 153).

A diferencia de la opinión dirigida por intereses particulares, que se caracteriza

principalmente por su discontinuidad, su intermitencia y su corrección respecto de la

inmediatez mas no del curso de los acontecimientos, una genuina opinión pública es aquella

que surge de una investigación interconectada y reiterada, de un método efectivo y

organizado, capaz de proporcionar el material necesario para una opinión duradera respecto

de los asuntos e intereses públicos. En este sentido, desde la defensa de una ciencia con

medios y resultados difundidos ampliamente, supone un público informado que mantiene

su atención sobre la investigación social y que se constituye junto a las condiciones de

comunicación en un modo dialéctico: es fundamental que la práctica científica se constituya

como conocimiento social aplicado, bajo la supervisión de una opinión pública

adecuadamente informada.

Por otro lado, a partir de una analogía que propone del Castillo entre ciencia y

democracia, entendemos que es posible extender el carácter activo de la opinión pública

desde su posicionamiento ante la investigación científica hacia su lugar en la esfera política.

68

Page 70: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Según nuestra lectura, si una de las características de un público políticamente activo es la

total percepción de las consecuencias indirectas de sus actos y la organización para

promover ciertas acciones provechosas y evitar otras perjudiciales (lo cual deriva en la

creación de un interés común), Dewey piensa en la recuperación de la vida comunitaria a

pequeña escala, como puede ser la comunidad vecinal, porque en un ámbito más bien

pequeño es más fácil que se generen una verdadera percepción y comprensión de los

demás, una experiencia genuinamente compartida.

En conclusión, al igual que la investigación aplicada y la libre comunicación, la

posibilidad de establecer relaciones cara a cara es también una condición para que el

público se halle a sí mismo y para que la opinión pública se vuelva auténtica. Todos los

integrantes de un público debidamente organizado deben participar en un diálogo constante

y la existencia de una comunidad en acción, deliberativa y consensual será la garantía

última de racionalidad en las actividades sociales y políticas, y por supuesto también en las

científicas.

A modo de recapitulación diremos entonces que la concepción deweyana de la

investigación presta especial atención a aquellos elementos que hacen de ella una práctica,

esto es, una forma de la acción. En efecto, para nuestro autor el fin de la investigación no es

la remoción de la duda en la mente del investigador, sino la transformación de una situación

inicialmente indeterminada que se definió como problemática. Para que tal transformación

sea posible es preciso que el investigador genere ciertos cambios en el material existencial,

dirigidos por las ideas en tanto hipótesis de trabajo. De esta manera, una explicación

científica no se limita al carácter enunciativo o descriptivo del lenguaje sino que se apoya

en la fuerza operativa de este último como instrumento para la transformación de la

69

Page 71: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

situación. Allí radica la importancia de los juicios prácticos, es decir, de aquellos juicios

acerca de lo que hay que hacer luego del proceso de deliberación.

En este orden, la intención del Capítulo es enfatizar que el proceso del juzgar

práctico involucra necesariamente aspectos valorativos para concluir finalmente que la

investigación misma, en tanto elaboración de juicios y toma de decisiones, supone

valoración. Luego, pensar a la investigación en general y a la ciencia en especial como una

forma de acción que modifica el material existencial de manera controlada y dirigida que

involucra factores valorativos habilita una reflexión que apunte a analizar en qué medida

las deliberaciones y decisiones de los científicos no exceden la pertinencia de la comunidad

científica misma. Es sabido que este tipo de consideraciones ha llevado a pensar qué lugar

debe ocupar la participación de la opinión pública en la toma de decisiones, al menos en

algunos casos, sobre cuestiones relativas a la investigación científica, y es sabido también

que Dewey ofrece un análisis riguroso al respecto, especialmente en La opinión pública y

sus problemas. Hemos introducido este tema en el apartado precedente aunque sin dudas su

complejidad excede el tratamiento que aquí podemos ofrecer. En el próximo Capítulo, y

partiendo desde el marco conceptual deweyano, abordaremos la lectura de Javier

Echeverría respecto de la relación entre ciencia y valores, que nos conducirá a una reflexión

ulterior acerca del modelo de racionalidad axiológica que discute no sólo los medios sino

los fines de la actividad científica, todo ello en base a valores.

70

Page 72: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

CAPÍTULO 3

CIENCIA, VALORES Y RACIONALIDAD AXIOLÓGICA EN LA PROPUESTA DE

JAVIER ECHEVERRÍA

Según se indicó en la Introducción, el análisis filosófico actual del conocimiento en

general y de la ciencia en particular ha dejado de concentrarse en el producto, vale decir, en

las teorías, y ha ampliado su perspectiva hacia la práctica o actividad científica. Estas

nuevas posiciones respecto de la producción de conocimiento incorporan el aspecto

valorativo y lo estiman tan importante como los componentes metodológicos o

epistemológicos, en franca oposición a las visiones tradicionales de la filosofía de la

ciencia. Las tesis de Javier Echeverría se inscriben en dicha corriente renovadora de los

estudios filosóficos sobre la ciencia (y también la tecnología) y conducen a la postulación

de una racionalidad axiológica, según nos indica tanto en Filosofía de la ciencia (1995)

como en Ciencia y valores (2002). Proponemos en este Capítulo intercalar el análisis de

ambos textos, a los cuales sumaremos un artículo del mismo Echeverría, a los fines de

presentar sus argumentos de la manera más completa posible (aunque eso conlleve no

respetar el orden cronológico de su elaboración) para finalmente delinear su noción de

racionalidad axiológica evolutiva, situada y limitada.

En primer término es interesante destacar que Echeverría tiene una concepción de la

ciencia muy similar a la de Dewey para el caso de la investigación: “[…] en esta obra se

parte de la afirmación de que la ciencia es una actividad transformadora del mundo, que por

tanto no se limita a la indagación de cómo es el mundo, sino que trata de modificarlo en

71

Page 73: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

función de valores y fines […]” (Echeverría, 1995: 68). En el mismo sentido, más adelante

leemos que

[…] la razón humana, y en concreto la razón científica, es una

potencia activa que tiende a transformar lo dado para hacerlo mejor.

Los científicos nunca son inactivos frente a la naturaleza o al mundo,

al menos si nos referimos a la ciencia actual. […] Frente a la

separación estricta que postuló Hume entre lo que él llamaba filosofía

especulativa y filosofía práctica, y por consiguiente entre

conocimiento científico y moral, conviene insistir en que incluso la

investigación en las ramas más puras de la ciencia tiende siempre a

transformar algo que venía dado previamente.” (Echeverría, 1995:

70-71).

Puede observarse cómo las citas anteriores condensan en pocas líneas tres temas que

se irán desarrollando a lo largo de los textos, a saber: (i) un concepto de racionalidad que ya

no contempla verdades sino que modifica el mundo que le es dado en base a fines y

valores; (ii) una presentación de la ciencia y del científico como fundamentalmente activos

y prácticos; y por último, (iii) una propuesta de religar el ámbito teórico y especulativo con

el práctico, en virtud de considerar a la razón como una potencia transformadora. Es así que

la filosofía de la ciencia debe alejarse del prurito cientificista común al positivismo lógico y

a la sociología de la ciencia, visto que ni la base empírica ni la base sociológica alcanzan

para explicar la actividad científica en toda su complejidad, y considerar atentamente que

esta última adquiere su auténtico sentido no en sus orígenes sino en sus fines. En

consecuencia, y como se irá analizando a lo largo del Capítulo, ampliar la concepción de la

ciencia en términos de actividad o práctica implica que la reflexión filosófica sobre el

conocimiento, la ciencia y la racionalidad no se limite a una actividad metateórica que

72

Page 74: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

analiza lógica y metodológicamente las teorías científicas; desde ahora “[…] la filosofía de

la ciencia ha dejado de ser únicamente una filosofía pura (o filosofía del conocimiento

científico) para pasar a ser, además, una filosofía práctica, en el sentido de una filosofía de

la actividad científica.” (Echeverría, 1995: 41. En cursivas en el original).

3.1 La historia de la filosofía de la ciencia y los primeros pasos hacia una axiología

En el tercer capítulo de Filosofía de la ciencia Echeverría señala un lugar común

que identifica a los valores epistémicos como los únicos que pueden regir en ciencia (entre

ellos verdad, consistencia o capacidad predictiva) y que, como contrapartida, rechaza

cualesquiera de los valores asociados a la práctica científica, vale decir, los valores

comúnmente denominados extra-epistémicos. A juicio del filósofo español el origen de esta

postura dicotómica radica en la filosofía empirista de John Locke y de David Hume: el

primero es responsable de distinguir al interior de la filosofía entre Filosofía Natural,

Filosofía Práctica y Semiótica, ámbitos de conocimiento completamente separados y

diferenciados entre sí en razón de sus finalidades. Por su parte, y en tanto ideólogo de la

distinción entre juicios de hecho y juicios de valor, Hume es quien marca la irreductibilidad

entre el ser y el deber ser, dando pie a la posterior formulación de la falacia naturalista

realizada por George Edward Moore en Principia Ethica (1903). Esta línea abierta por

Locke y Hume, que también es reforzada por Kant y los neo-kantianos, tiene un punto alto

en la obra de Max Weber, para quien los juicios de valor deben estar ausentes en las obras

que se precien de ser auténticamente científicas, las cuales, a su vez, se guían únicamente

por el valor epistémico de la verdad (Cf. Echeverría, 71-73). Así se termina por consolidar

73

Page 75: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

tanto la identificación de la racionalidad científica con la racionalidad pura como la

separación entre ciencia y axiología, el consiguiente precepto de la neutralidad valorativa

de la ciencia y un fuerte monismo axiológico.

Según Echeverría, la concepción filosófica que mejor da cuenta de esta herencia es

el empirismo lógico del Círculo de Viena y sus continuadores, hasta aproximadamente la

década de 1960. Dejando momentáneamente de lado las críticas al empirismo lógico, que

se despliegan a lo largo de Filosofía de la ciencia, Echeverría marca como un hito

importante al sociólogo de la ciencia Robert Merton porque si bien restringe su campo de

estudio a las instituciones científicas, se encarga de analizar la estructura normativa de la

ciencia. Así, Merton define el ethos de la ciencia como un complejo de valores y normas

anclados en las instituciones, complejo que irá moldeando su conciencia científica. Esta

interpretación de Merton, a pesar de restringir el objetivo de la ciencia a la extensión del

conocimiento verificado (de modo que termina respondiendo a la tendencia reduccionista

del monismo axiológico), ubica a los objetivos, valores y normas como una parte

importante de la ciencia y le permite a Echeverría sentar un primer precedente en la

conformación de una interpretación de la ciencia que discute la neutralidad axiológica y la

distinción entre juicios de hecho y juicios de valor, al tiempo que admite que los

enunciados que formulan los científicos están cargados de valores, como mínimo

epistémicos e institucionales (Cf. Echeverría, 1995: 75-79 y 2002: 58-60).

El siguiente autor que evalúa Echeverría es Karl Popper, figura que al menos en

principio parece bastante alejada del planteo que aquí nos ocupa; en efecto, Echeverría

reconoce que Popper instaura al valor de la verdad como el predominante y concentra gran

parte de su filosofía en la discusión metodológica de la ciencia, en base a su modelo

74

Page 76: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

hipotético-deductivo. No obstante, es plausible una lectura que identifica algunos valores

subyacentes en la postura del austríaco relativos a su teoría de la ingeniería social

fragmentaria, al carácter público que debe tener todo tipo de ciencia, al lugar que cobran las

instituciones sociales y a la idea de que la ciencia también tiene como objetivo ayudar a

reducir el sufrimiento, elementos que en definitiva se apoyan en un fuerte imperativo

moral. Dichos valores le permiten a Echeverría concluir que las concepciones popperianas

están “cargadas de axiología” y que si bien Popper sostiene a la verdad como valor central,

muchos de sus planteos “[…] poco tienen que ver con la Metodología ni con la

Epistemología, sino que siguieren una auténtica Axiología General de la Ciencia, o cuando

menos unos primeros pasos tentativos en esa dirección.” (Echeverría, 1995: 82-83) 20.

El mencionado proceso hacia una axiología de la ciencia se fortalece con las tesis de

Thomas Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas (1962), obra que constituye

un punto de inflexión en los estudios sobre la ciencia en el Siglo XX. Echeverría rescata la

idea kuhniana acerca de cómo el proceso de evaluación de teorías científicas rivales es

mucho más complejo de lo supuesto por la filosofía empirista de la ciencia y cómo la

valoración se hace en razón de una pluralidad de criterios que no trabajan como reglas de

decisión sino que pueden ser combinados de manera diferente según cada científico o grupo

de investigación, por lo cual aparecen como valores. En consecuencia, Kuhn rechaza la

concepción logicista o algorítmica de la racionalidad en ciencia, es decir, la concepción que

aplica una fórmula o algoritmo para demarcar si una teoría es científica o no: “[e]n

cualquier caso, no cabe duda de que la racionalidad científica, según Kuhn, ha de basarse

20 Echeverría no profundiza su análisis sobre la teoría popperiana de la ingeniería social fragmentaria, solamente nos remite a las obras de Popper (y a eso mismo nos limitaremos aquí): La sociedad abierta y sus enemigos, cap. 9 y 23, y La miseria del historicismo, cap. 20, 21, 24 y 32. Respecto del carácter público, una experiencia es pública en el sentido de poder ser repetida por todo aquel que se tome el trabajo de hacerlo, lo cual constituye según Popper la objetividad científica, en términos de intersubjetividad.

75

Page 77: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

en una axiología de la ciencia, y no sólo en una metodología ni en una epistemología”

(Echeverría, 1995: 90). Por otra parte, esta propuesta de Kuhn no es monista, no es

reduccionista ni es fundacionista, sino que más bien se apoya en múltiples valores que irán

cambiando a lo largo de la historia, de manera que la axiología a la que apunta Kuhn es

plural y no permite hablar de una tabla permanente de valores científicos.

Finalmente Echeverría considera algunas de las posturas más relevantes en filosofía

de la ciencia de la década de 1980, entre ellas la de Larry Laudan, Alan Chalmers, Ernan

McMullin y Nicholas Rescher. Concentraremos la reconstrucción en los últimos dos

autores, pues a nuestro criterio son los que más elementos aportan a la posterior

argumentación respecto del rol que juegan los valores en la actividad científica. De acuerdo

con Echeverría, las tesis de McMullin en Construction and Constraint (1988) tienen la

virtud de distinguir entre metas, métodos y valores de la actividad científica y, frente a la

posición de la corriente positivista, sostienen que los juicios de valor constituyen una parte

importante en la metodología de la ciencia. Asimismo, McMullin es de los primeros

filósofos de la ciencia que estudia explícitamente la inserción del aspecto valorativo, a la

luz de su preocupación central acerca del cambio de metas u objetivos generales de la

ciencia (en este sentido D. R. Resnik entiende que la postura de McMullin es una

concepción teleológica en metodología de la ciencia). Más allá de la explicación que brinda

McMullin sobre el paso de la ciencia griega a la moderna y de esta última a la

contemporánea, lo que recupera Echeverría es la idea de entender a la historia de la cultura

científica como una historia de las mentalidades metodológicas y, si bien McMullin

finalmente identifica los grandes valores con los objetivos de la ciencia sin avanzar en un

microanálisis de los valores que inciden en la práctica científica, su contribución radica en

76

Page 78: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

dar lugar a una filosofía de la cultura científica que no se limita al estudio de las teorías y

que reserva un papel importante a la axiología de la ciencia.

Respecto de Rescher, su aporte para la conformación de una racionalidad axiológica

de la ciencia es aún mayor: Echeverría toma de Rescher la idea de que tener un valor es

tener una actitud favorable hacia algo cuya realización sería favorable, lo cual implica

beneficios y obligaciones morales y una apertura a la deliberación racional y a la crítica

pública21. En este sentido, el español reconoce cuatro puntos por los cuales la concepción

de Rescher merece atención: (i) afirma la existencia de valores objetivos y no meramente

subjetivos, hecho que permite una evaluación racional; (ii) reconoce que los valores entran

en juego de manera decisiva para la empresa científica; (iii) considera una irreductible

pluralidad de alores, sea para la actividad de la ciencia como para las acciones humanas en

general; y por último (iv) indica que la racionalidad humana depende de un proceso de

optimización que siempre involucra valores.

El ítem (iv) introduce una concepción de la racionalidad que Rescher mismo define

como “búsqueda inteligente de fines apropiados” (citado por Echeverría, 1995: 109) y que,

puede observarse, es muy similar a las posturas de Dewey analizadas con anterioridad.

Semejante punto de vista contiene una fuerte crítica al utilitarismo epistémico y a la

racionalidad instrumental, considerada esta última como disposición de los medios para la

obtención y maximización de un fin que no se somete a discusión; por el contrario, Rescher

-y posteriormente el mismo Echeverría, como veremos al analizar su artículo “Dos dogmas

del racionalismo (y una propuesta alternativa)”- entiende que la racionalidad se juega en la

optimización multidimensional de los numerosos valores que intervienen en las decisiones,

21 Echeverría se apoya en la obra de Rescher titulada A system of pragmatic idealism. Vol. II: The validity of values, publicada en 1993 por Pittsburgh University Press.

77

Page 79: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

valores que en muchos casos no tienen una medida común entre sí y no pueden ser

subordinados unos a los otros. Por su parte, Echeverría indica que el aporte principal de

Rescher pasa por dejar atrás aquellas concepciones que parten de una finalidad determinada

para la ciencia y que luego o bien analizan cuáles valores son coherentes con esa finalidad y

cuáles no (estrategia demarcacionista) o bien intentar inferir reglas metodológicas a partir

de dicha finalidad (estrategia teleológica). En esa línea, la nueva dirección de los estudios

filosóficos de la ciencia deben reconocer como punto de partida la pluralidad de valores

(epistémicos y extra-epistémicos), que irán cambiando a la luz del contexto en que se lleve

adelante la práctica científica, y deben también considerar que los fines u objetivos de la

ciencia son definidos por el intento de optimizar esa multiplicidad axiológica en cada uno

de sus contextos.

3.2 Concepción de valor y fundamentos filosóficos de la axiología

Como puede observarse, esta interpretación de algunos filósofos centrales en la

historia contemporánea de la filosofía de la ciencia apunta hacia una axiología, pero

ninguno de ellos tematiza explícitamente el problema de la valoración en la práctica

científica. A diferencia de esos autores, Echeverría aborda la valoración como tema central

de su reflexión bajo la condición inicial de que a su juicio ninguna definición es inocua y de

que, por supuesto, esa apreciación general le cabe al concepto de “valor”. Es así que el

Capítulo 1 de Ciencia y valores reserva sus páginas iniciales para argumentar que en el caso

de los valores no hay una primacía de la ontología en tanto ciencia primera y que no se

pueden aplicar los modelos aristotélicos de definición (género y especie) ni de predicación

78

Page 80: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

(S es P) sino que, antes bien, hay una primacía axiológica y los valores se definen en

términos de funciones. Bajo esta premisa, Echeverría retoma una idea del filósofo

decimonónico Rudolf Lotze y afirma que “los valores no son, valen”, en tanto y en cuanto

el verbo “valer” no es reductible al ámbito del ser (Cf. Echeverría, 2002: 29-37).

Frente al esquema aristotélico, Echeverría se inspira en los estudios de Gottlob

Frege para caracterizar a los valores como “funciones aplicables a diversos argumentos”22.

Una de las ideas principales que recupera el español de Frege indica que los términos o

palabras no tienen significado de manera aislada sino siempre dentro de un marco

proposicional y en combinación con otros términos. Aplicando esta interpretación al campo

de la axiología, Echeverría considera que un término axiológico no tiene significado en sí

porque un valor sólo adquiere significado cuando está inserto en un sistema de valores y se

aplica a una determinada cosa para generar una expresión valorativa. En este sentido, la

estructura teórica de Frege le permite alejarse del esquema aristotélico y dejar de considerar

a los valores como un predicado que se atribuye a un sujeto para entenderlos como aquello

que surge de aplicar las funciones axiológicas a diversos tipos de argumentos. En

consecuencia, una expresión valorativa (o, en el caso de expresiones lingüísticas, un

enunciado valorativo) cobra la forma V(x), donde x es el argumento y V la función, siempre

aplicada por algún agente individual o colectivo. Echeverría dedica varios pasajes para

presentar los conceptos fregeanos de objeto y función, sobre los cuales no nos detendremos

mucho aquí, aunque sí vale mencionar dos ítems centrales, atentos a que sobre esta matriz

el catedrático español construirá su axiología formal de la ciencia para analizar los procesos

de evaluación de la actividad científica. En palabras del mismo autor:

22 Las referencias puntuales de Echeverría son al artículo de Frege titulado “Sobre concepto y función” (1891).

79

Page 81: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

(i) “[l]os valores adquieren expresión, y en su caso sentido, cuando las funciones

axiológicas y los objetos a valorar se imbrican mutuamente […]”, dando lugar a las

ya mencionadas expresiones axiológicas (Echeverría: 2002: 50), y

(ii) “[l]o importante es que la aplicación de un valor a un determinado argumento

(acción científica, resultado científico, instrumento, persona, institución, etc.) tenga

sentido, lo cual es una cuestión ante todo pragmática”, afirmando que hay valores

pertinentes para unos argumentos y no para otros y, en definitiva, dando cuenta del

carácter empírico de la axiología, toda vez que ésta parte de los procesos efectivos

de evaluación (Echeverría, 2002: 52).

El análisis de los fundamentos filosóficos de la racionalidad valorativa conduce a

Echeverría a la discusión respecto de la subjetividad u objetividad de los valores,

introduciendo así un tema central para los intereses del presente Capítulo. De modo similar

a lo realizado en Filosofía de la ciencia, Echeverría elabora una breve reconstrucción

histórica para diferenciar en términos generales a filósofos subjetivistas y objetivistas: por

un lado, incluye entre los primeros a Bertrand Russell, Alfred Ayer y Willard van Orman

Quine, cuyas posiciones se remontan a Charles Stevenson y anteriormente a Hume y

Locke. Por el lado de los objetivistas, Echeverría vuelve a subrayar la figura del sociólogo

Robert Merton y añade referencias a Mario Bunge, Thomas Kuhn y Hilary Putnam.

Respecto de Bunge, Echeverría rescata que tiene una posición más matizada frente a

la dicotomía hecho-valor en ciencia, de manera que en su conjunto la ciencia no es

éticamente neutral. Asimismo, Bunge considera que los valores son una relación entre

sujetos que evalúan y objetos evaluados, tesis que a criterio de Echeverría allanan el

camino para superar el debate entre subjetivistas y objetivistas, en la medida en que si la

80

Page 82: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

atribución de valor a un objeto siempre la hace un agente, entonces la acción de valorar

tiene ambas facetas, objetiva y subjetiva, al tiempo que puede criticar el subjetivismo

axiológico a partir de la vinculación de los valores con las acciones humanas (Cf.

Echeverría, 2002: 64). Para el caso de Kuhn, y en sintonía con lo planteado años antes en

Filosofía de la ciencia, Echeverría rescata que la posición kuhniana cambia notoriamente el

enfoque de la filosofía de la ciencia pues deja de preguntar cuándo una teoría es verdadera

o falsa y se concentra en definir cuándo una teoría es buena o mala. Por otra parte, las tesis

de Kuhn acerca de que los criterios de cientificidad se ponderan de manera diferenciada

según el contexto y las disciplinas, motivo por el cual se consideran como valores y no

como reglas, dando lugar a una axiología de la ciencia dinámica.

Además de estas referencias a Bunge y Kuhn, Echeverría también indica que su

propuesta toma algunos aspectos de la filosofía de Putnam, especialmente en relación a la

dupla hecho-valor según se plantea en Razón, verdad e historia (1981). De acuerdo con la

reconstrucción de Echeverría, Putnam no sólo niega la dicotomía entre hechos y valores

sino que afirma taxativamente que no hay hechos científicos (y ni siquiera mundo) sin

valores, es decir que estos últimos son condiciones necesarias de aquéllos y que la

axiología de la ciencia se convierte en una tarea previa a la filosofía de la ciencia

propiamente dicha. En este sentido Putnam ofrece una perspectiva frente a las posiciones

subjetivistas, en la medida en que afirma la objetividad de los valores epistémicos e incluso

de algunos valores éticos, de los cuales dependen los procedimientos de investigación para

decidir si algo es o no es un hecho.

Hemos de subrayar aquí que Putnam reconoce a Dewey como un precursor del

“entrecruzamiento” entre hechos y valores y que el mismo Echeverría hace eco de ese

81

Page 83: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

reconocimiento, citando textualmente a Dewey como antecedente filosófico de la posición

de Putnam: “No hay ninguna investigación que no suponga juicios prácticos. El

investigador tiene que ponderar constantemente la información recogida por sus propias

observaciones y por los hallazgos de otros; tiene que sopesar su significación en cuanto a

los problemas que habrá de abordar y a las actividades de observación, experimentación y

cálculo que hará de llevar a cabo.” (Dewey, 1950: 197. Citado por Echeverría, 2002: 69,

nota a pie de página n° 70. También Cf. supra, Capítulo 2). Entendemos que esta cita

reviste mucho interés para los fines de este trabajo pues, junto con los diversos elementos

que se exponen a lo largo del texto, da pie a la interpretación de la racionalidad axiológica

desde la perspectiva deweyana, especialmente en materia de investigación, juicios prácticos

y valoración. Volveremos sobre este punto en las Conclusiones, luego de completar el

análisis sobre la racionalidad axiológica de Echeverría.

En razón de lo expuesto Echeverría afirma que sea acerca de instrumentos, datos,

condiciones o resultados, la tarea de los científicos pasa por valorar alternativas posibles y

tomar decisiones en base a tales valoraciones. Ahora bien, esas decisiones no dependen de

maximizar alguna función de utilidad, en este caso un valor, sino de la satisfacción gradual

de los criterios de valoración. En este punto Echeverría recupera los argumentos de Ronald

Giere, cuyo modelo de agente racional se diferencia del modelo propio de la economía

clásica (vale decir, aquel agente que busca maximizar sus funciones de preferencia) y se

asemeja más a un modelo de agente que funciona con condiciones de racionalidad acotada,

en base a tres características centrales: (i) trabaja con un número limitado de opciones y

estados de mundo, (ii) pocas veces es capaz de calcular la utilidad de cada opción y de

mantener un orden de preferencias coherente, y (iii) es capaz de diferenciar entre opciones

82

Page 84: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

satisfactorias y opciones no satisfactorias; luego, los agentes humanos son “satisfacedores”

en el sentido de la racionalidad acotada. Desde la perspectiva de Echeverría, la noción de

“gradualidad de satisfacción o cumplimiento de los valores” y la noción de “satisfacción

mínima” se adecúan bien al comportamiento de los científicos durante los procesos de

evaluación, entendidos éstos como procesos iterados de valoración y no como resoluciones

algorítmicas fundadas en la maximización de utilidad23.

3.3 Reduccionismo heredado y nuevas unidades de análisis para la práctica científica

Si hubiera que sintetizar en una sola palabra al conjunto de las críticas que

Echeverría aplica a la filosofía del Círculo de Viena y a la “concepción heredada”, esa

palabra sería reduccionismo. Por supuesto, ese reduccionismo se juega en varios aspectos:

reducir la ciencia a los contextos de descubrimiento y justificación, reducir la reflexión

filosófica válida al segundo de ellos, reducir el objeto de estudio a las teorías, reducir al

mínimo el impacto de cualquier valor ajeno al ámbito epistémico y finalmente reducir la

racionalidad a su función teórica e instrumental. Una vez presentada la interpretación en

clave axiológica de algunos autores fundamentales en la filosofía de la ciencia, se deben

analizar dos aspectos fundamentales de la postura de Echeverría: (i) la distinción de cuatro

contextos en la ciencia, y como consecuencia, (ii) la consideración de esta última en

términos de acción que puede explicarse a partir de los valores compartidos por los

científicos.

23 Respecto de la noción de satisfacción, Echeverría se basa en los estudios de Tarsky sobre Lógica y Semántica y considera que es una noción axiológica primitiva, lo cual equivale a decir que la relación semántica de satisfacción es lógicamente anterior a la de verdad y que siempre es gradual (Cf. Echeverría, 2002: 81-87).

83

Page 85: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

3.3.1 Los cuatro contextos de la ciencia

El primer movimiento de Echeverría pasa por objetar la distinción tradicional entre

contexto de descubrimiento y contexto de justificación presentada por Reichenbach en

Experience and prediction (1938) y presupuesta por Popper, Carnap e incluso el manifiesto

del Círculo de Viena24. En términos muy generales, Reichenbach plantea que el objeto de la

filosofía de la ciencia debe ser la reconstrucción lógica de las teorías desarrolladas, la

justificación empírica de las consecuencias y la elaboración de predicciones, prescindiendo

tanto de los procesos científicos reales como de las distintas maneras en que se produce un

descubrimiento (estas últimas quedan en manos de la psicología, de la historia o de la

sociología, pero nunca de una genuina filosofía de la ciencia).

Sin embargo, durante la segunda mitad del Siglo XX surgen críticas a la posición de

Reichenbach, en varias líneas: por un lado, y fundamentalmente a partir de las tesis de

Kuhn, los filósofos de la ciencia de tendencia historicista optan por añadir nuevos términos

a la distinción. Por otro lado, muchos autores afirman la existencia de componentes lógicos

y heurísticos en los procesos de descubrimiento y estudian la cuestión a la luz del “punto de

vista computacional”. Finalmente, la sociología de la ciencia (con autores como Karin

Knorr-Cetina) avanza de manera decidida frente al reduccionismo epistemológico de la

postura positivista argumentando que la construcción de los hechos, teorías y

descubrimientos “se hacen” en los laboratorios. Ahora bien, Echeverría entiende que así

como el positivismo adolece de un reduccionismo epistemológico, también la sociología de

la ciencia representa de otro tipo de reduccionismo pues limita la evaluación y valoración

24 Echeverría indica que la misma distinción también se le puede atribuir a filósofos precedentes como Husserl o Frege e incluso menciona a Kant, Aristóteles y Euclides, de manera que estamos frente a “[…] uno de los grandes pilares de la reflexión filosófica de la ciencia.” (Echeverría, 1995: 51).

84

Page 86: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

de la actividad científica a los parámetros tradicionalmente epistémicos (hechos, teorías,

descubrimientos). Frente a las dos clases de reduccionismo el español propone replantear la

distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación en virtud de

considerar la amplitud y variedad de la actividad científica, de manera que justificación o

descubrimiento resulten uno más entre otros contextos de la ciencia. En razón de lo

anterior, y bajo la consideración de la ciencia como una construcción social altamente

especializada, Echeverría distingue cuatro contextos, sin intención demarcacionista sino

más bien funcional: (i) de educación, enseñanza y difusión, (ii) de innovación, (iii) de

evaluación o valoración, y (iv) de aplicación (Cf. 1995: 58-66).

Respecto del contexto de educación, enseñanza y difusión, Echeverría entiende que

es el primer ámbito en el que la actividad científica tiene vigencia pues para entender un

enunciado científico es menester manejar un sistema de complejos conocimientos teóricos

y prácticos sin los cuales no hay posibilidad de descubrir, justificar o aplicar conocimiento

alguno. La educación incluye para Echeverría dos acciones recíprocas básicas: enseñanza y

aprendizaje tanto de sistemas conceptuales y lingüísticos como de representaciones

mentales adecuadas de conocimientos científicos que prefiguran la adscripción del

científico o profesional a un paradigma o comunidad científica y trabajar en la situación

kuhniana de “ciencia normal”. Sin entrar en el detalle del argumento ni tampoco en las

críticas que actualmente se hacen al sistema de enseñanza de la ciencia, destacamos que

Echeverría incluye a la difusión y divulgación científica como partes del contexto de

educación en tanto generan una imagen social de la investigación y por consiguiente una

imagen social del mundo, de manera tal que serán finalmente consideradas como un valor

para la práctica científica, similar a como hace Dewey en La opinión pública y sus

85

Page 87: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

problemas. En palabras de Echeverría, “[l]a divulgación científica ha solido ser desdeñada

por los filósofos de la ciencia como ámbito de estudio. Sin embargo, es una componente

importante de la actividad científica en general.” (1995: 61).

En el contexto de innovación, que reemplazaría al contexto de descubrimiento,

Echeverría contempla no solo la elaboración teórica de la ciencia clásica sino

fundamentalmente la labor de invención propia de la tecno-ciencia. Aquí prima la

producción de conocimiento, lo cual incluye la construcción de nuevos artefactos técnicos,

empíricos e incluso teóricos cuyo éxito o fracaso depende de su utilidad, de su

funcionalidad, de la facilidad con la que puedan ser utilizadas, de su capacidad para

plantear y resolver problemas.

Estas consideraciones aparecen estrechamente ligadas al contexto de evaluación o

valoración, en tanto reelaboración del contexto de justificación tradicionalmente limitado a

una buena fundamentación metodológica de la ciencia (cualquiera sea el modelo que se

aplique). En efecto, si se amplía el ámbito de descubrimiento a la innovación entonces se

debe ampliar el ámbito de justificación a la evaluación o valoración porque se incorporan

nuevos elementos de evaluación que superan las herramientas lógico-formales de la versión

algorítmica de la racionalidad; en pocas palabras, si los descubrimientos se justifican, las

innovaciones se evalúan y se valoran.

Finalmente, el contexto de aplicación se vincula con la idea de la ciencia como

transformadora del mundo en la medida en que instrumentos, técnicas, métodos y

resultados de la actividad científica sufren modificaciones según estén en uno u otro

contexto. Nuevamente los criterios de aceptación trascienden a la comunidad científica y se

86

Page 88: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

remiten a la sociedad en general de manera tal que la política y la gestión científica

devienen cuestiones fundamentales, tanto en el plano público como en el privado. También

aquí Echeverría sostiene una tesis que puede leerse en clave pragmatista, pues Dewey

sostiene que la ciencia se convierte en conocimiento “en sentido honorífico” sólo en la

aplicación, que incluye asimismo la instancia de divulgación y valoración por parte de un

público competente y activo. Sin lugar a dudas, todos los elementos mencionados amplían

la concepción de ciencia y de racionalidad típicamente positivista y, como se evaluará

posteriormente, son centrales para la tesis que sostiene Echeverría sobre la racionalidad

axiológica.

3.3.2 De la teoría a la acción científica

En las consideraciones precedentes se ha supuesto a la ciencia como acción, práctica

o actividad científica, a diferencia del enfoque positivista que se concentra en la teoría o

producto final del conocimiento científico. El mismo Echeverría dedica un artículo a esta

cuestión titulado “Explicación axiológica de las acciones científicas” (2002 b), en donde

sostiene la necesidad de pasar de las teorías científicas a las acciones científicas como

unidad de análisis fundamental y la insuficiencia de las teorías atomistas de la acción o del

modelo nomológico-deductivo de Hempel para dar cuenta de la práctica científica. En

primera instancia Echeverría señala que para cada ciencia hay una serie de acciones propias

e indispensables, de manera que el conocimiento científico incluye un saber proposicional y

un saber hacer, vale decir, el conocimiento científico es teórico y práctico. En segundo

lugar, el autor indica que las acciones científicas presentan tres características principales

87

Page 89: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

que juntas hacen a su carácter intersubjetivo: (i) siempre son regladas, esto es, se realizan

bajo un conjunto de reglas previamente establecidas; (ii) pueden ser repetidas por otras

personas, siendo éste, a juicio de Echeverría, el rasgo más definitorio de la actividad

científica; y (iii) se llevan a cabo por cualquier agente, en tanto y en cuanto tenga una

formación básica como científico, y arrojan similares o idénticos resultados (para el caso de

la ciencias exactas).

Estas acciones científicas son anteriores a los hechos y a los resultados de la

investigación y por lo tanto es preciso explicarlas antes de encarar la pregunta por la

metodología particular del conocimiento científico. Por otra parte, revitalizan el problema

de la explicación de las acciones científicas y rápidamente nos llevan a descartar muchas

teorías de la acción, en especial a aquellas que tratan de explicar la acción en base a

creencias, deseos, preferencias o intenciones individuales que no se condicen con el

carácter de las acciones científicas: “[s]i aceptamos que, en el caso de la Ciencia, la acción

es previa a los hechos y a las teorías, el problema filosófico consiste en explicar la

intersubjetividad, comunicabilidad y repetibilidad de las acciones científicas.” (Echeverría,

2002 b: 124).

Remitiéndose nuevamente a Rescher, Echeverría invita a contraponer la

racionalidad instrumental medios-fines (que nunca pone en discusión a estos últimos) a la

racionalidad valorativa, para la cual los fines de las acciones científicas son analizables y

criticables a partir de la satisfacción de determinados valores obtenida mediante la

concreción de los objetivos. En este sentido, la racionalidad axiológica es previa a la

teleológica y por lo tanto una explicación axiológica centrada en los diversos valores y

88

Page 90: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

subvalores que evalúan los componentes de las acciones científicas es preferible a una

explicación epistémica y teleológica.

Más allá del aporte de este artículo, el núcleo de esta propuesta de Echeverría se

desarrolla en el Capítulo 2 de Ciencia y valores, titulado justamente “Valores y teoría de la

acción”. Allí el español elabora una teoría de la acción que apunta a una axiología formal

de la ciencia, apoyándose nuevamente en las ideas de Frege. La idea de Echeverría es que a

medida que se avance en la formalización se podrá prescindir tanto del marco categorial

aristotélico como de la categoría de “objeto” del mismo Frege, para finalmente entender a

las acciones científicas como variables a las que aplicamos funciones axiológicas.

Lo primero que se debe señalar de la teoría de la acción científica de Echeverría es

que distingue una pluralidad de componentes, lo cual tendrá una notable incidencia a la

hora de evaluar dichas acciones pues los valores relevantes son muy distintos según el

componente al que hagamos referencia. A los fines de reconstruir la postura del español

basta indicar aquí que identifica doce componentes de una acción, a saber: (i) agente; (ii)

acción (iii) complemento directo; (iv) complemento indirecto, (v) instrumentos o

herramientas; (vi) lugar o contexto, que a su vez se diferencia en (vii) coordenadas

espacio-temporales y (vii´) condiciones iniciales; (viii) intenciones, objetivos o fines; (ix)

reglas, normas y prescripciones; (x) resultados de la acción; (xi) consecuencias; y

finalmente (xii) riesgos de la acción.

Por otra parte, Echeverría también reconoce hasta doce subsistemas de valores

relevantes para evaluar las acciones científicas, junto con los diversos valores particulares

de cada subsistema. Nos encontramos entonces con los valores básicos, epistemológicos,

89

Page 91: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

técnicos, económicos, militares, políticos, jurídicos, sociales, ecológicos, religiosos,

morales y estéticos. Estas dos listas de componentes y subsistemas dan cuenta de la

complejidad que considera el autor a la hora de evaluar una acción científica, complejidad

que lo conduce a afirmar que cuando pensamos en ciencia, la ética no tiene la primacía en

el campo de los valores relevantes, aunque por supuesto tiene lugar en la evaluación de las

acciones científicas.

En base a estas consideraciones Echeverría elabora una matriz de evaluación que si

bien no es propiamente un objeto algebraico muchas veces es representable numéricamente

(o cuanto menos formalmente, según el propósito del autor). Esta matriz de evaluación,

sumada a la distinción entre valores nucleares y orbitales de cada subsistema, arroja una

criba axiológica que en su punto inferior establece un umbral de satisfacción por debajo del

cual la acción es inadmisible. De este modo Echeverría introduce su propuesta de

formalización axiométrica para sostener que en cada situación hay una cota superior e

inferior de satisfacción de cada valor y que desde el punto de vista del pluralismo

axiológico la tesis de la racionalidad axiológica es puramente formal, vale decir, es

independiente del contenido de los valores que se consideren y de los agentes que evalúen.

La idea del español pasa por transformar los juicios de valor o preferencia en una ecuación

con la posibilidad de aplicar distintas técnicas matemáticas y estadísticas para procesar los

datos obtenidos, en base al número determinable n en relación a una unidad de medida que

surge de la aplicación hecha por un sujeto A de una función axiológica V a un objeto x:

(VAx=n). El objetivo ulterior es indicar que será racional aquella acción que se mantenga

90

Page 92: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

dentro del rango mínimo-máximo de satisfacción del valor considerado, también expresado

con una fórmula: lA,V <VA(x)<LA,V.25

Amén de los sucesivos modelos formales que presenta el autor tanto en Ciencia y

valores como en trabajos posteriores, sobre los cuales volveremos en el Capítulo siguiente,

resulta importante destacar otra cuestión de la racionalidad valorativa: su carácter

meliorista, debido a que no se limita a describir, analizar o reconstruir los procesos de

evaluación sino que tiene la capacidad de intervenir y mejorarlos en la misma sucesión de

la investigación, tal y como sucede tanto con las formas lógicas de la investigación como

con la deliberación de medios y fines en la filosofía de Dewey. En efecto, en estas

consideraciones encontramos uno de los pocos pasajes en los que Echeverría menciona a

Dewey, si bien entre paréntesis y casi “al pasar”:

“[…] no optamos por la noción de preferencia, que tiene

connotaciones subjetivistas, sino por un análisis meliorista (Dewey),

donde la expresión ‘una acción tecnocientífica A (o una de sus

componentes) es mejor que otra acción A´’ puede ser analizada en

base a valores: ser mejor equivale a satisfacer e mayor grado valores

pertinentes para evaluar dichas acciones (o componentes).

(Echeverría, 2002 b: 134)26.

Estas palabras indican entonces que de acuerdo con Echeverría las acciones

científicas pueden ser explicadas, evaluadas y mejoradas en base al grado de satisfacción de

un sistema de valores por parte de sus distintos componentes, valores que no se limitan a

25 Recuperamos estas últimas consideraciones de “Dos dogmas del racionalismo (y una propuesta alternativa)” pues allí Echeverría presenta de manera sintética todo el procedimiento de formalización elaborado en Ciencia y valores.26 Casi las mismas palabras aparecen en Ciencia y valores, aunque allí no menciona a Dewey (lo hace en el Prólogo, cuando presenta el carácter meliorista de la racionalidad valorativa) (Cf. Echeverría, 2002 a: 165 y 20).

91

Page 93: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

los clásicamente epistémicos sino que incluyen diversos subsistemas, como se observó con

anterioridad. En este sentido, la racionalidad axiológica de Echeverría, lejos de ser atomista

o de caer en el reduccionismo de la “concepción heredada”, es sistémica y plural, tanto

respecto de los componentes de la acción como de los valores que intervienen para su

evaluación.

3.4 Pluralismo metodológico y axiológico. La valoración en los cuatro contextos

La contrapartida de no entender a la filosofía de la ciencia bajo el prurito

cientificista y el reduccionismo fisicalista propios de la “concepción heredada” implica

también reconocer que existen ciencias muy diversas con un conjunto de saberes teóricos y

prácticos e incluso una metodología propios. De hecho, la historia de la ciencia muestra un

notorio pluralismo metodológico en cada una de las ciencias: Echeverría menciona, entre

otros, el método deductivo e inductivo (Aristóteles), el método de análisis y síntesis

(Galileo, Descartes, Leibniz, Newton), el método experimental (Bacon), el método

axiomático y matemático, los métodos hipotético o nomológico-deductivos (Popper,

Hempel), el método hermenéutico (Gadamer) o más recientemente los métodos

computacionales de implementación técnica del conocimiento científico. Esta lista, que no

logra agotar el espectro de las metodologías científicas, sirve a Echeverría para sostener que

“[l]a filosofía de la ciencia no sólo ha de tomar como punto de partida el pluralismo de las

ciencias, sino también el pluralismo metodológico de cada una de ellas.” (1995: 118).

La posición de Echeverría no se limita a afirmar el pluralismo metodológico de la

ciencia sino que a la hora de analizar las acciones científicas considera que siempre hay

pluralidad de valores y fines involucrados, que se sopesan y se relacionan entre sí antes de

92

Page 94: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

cualquier decisión. Aquí Echeverría retoma los argumentos que introduce el filósofo

mexicano León Olivé en El bien, el mal y la razón (2000), según los cuales la ciencia no

tiene ni esencia constitutiva, ni fines prefijados ni reglas establecidas definitivamente, al

tiempo que considera al progreso científico siempre a la luz de los criterios particulares del

contexto en que estemos. Por otro lado, frente a aquellos filósofos que reconocen un único

objetivo o fin de la ciencia (por ejemplo Bunge y la búsqueda de la verdad o van Fraasen y

la adecuación empírica), Echeverría propugna un pluralismo teleológico, que justamente se

deriva del pluralismo axiológico: “De acuerdo con Olivé, afirmamos el pluralismo

axiológico, metodológico y lo que podríamos denominar pluralismo teleológico, es decir: la

tesis de que la actividad científica no tiene un único objetivo o fin, sino varios,

precisamente porque está guiada por varios valores, no por uno principal.” (Echeverría,

2002: 95. Cursivas en el original).

A lo largo del Capítulo 4 de Filosofía de la ciencia Echeverría considera las tesis del

pluralismo metodológico y axiológico a la luz de la distinción de los cuatro contextos de la

práctica científica; en términos generales, su posición sostiene que la valoración de las

nuevas propuestas científicas constituye un proceso iterativo, vale decir, que tiene lugar a lo

largo de todas las fases de la práctica. Por otra parte, el autor entiende que no hay

experimento crucial o criterio definitivo para decidir respecto de la cientificidad de o no de

enunciados o teorías, tanto porque estas últimas ya no son el objeto de estudio como porque

la racionalidad de la ciencia se juega en base a una multiplicidad de valores pertinentes que

deben armonizarse y optimizarse.

En esta línea, Echeverría retoma una expresión de Imre Lakatos y propone

concentrarse en aquellos valores que constituyen el núcleo axiológico de cada contexto de

93

Page 95: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

la actividad científica, pues en tanto la reflexión sobre el conocimiento y la ciencia incluye

una axiología, la contribución filosófica pasa por identificar los valores generales de cada

instancia y su interacción con cualquier otro criterio que pueda intervenir. Asimismo, esa

reflexión debe tener siempre presente que no existe una jerarquía estable e intemporal

dentro de la pluralidad de valores reconocida en cada caso y por lo tanto no puede apelar a

una tabla de valores rígida para la evaluación de la actividad científica. Por el contrario, hay

una dinámica de dicha actividad que está dada por su desarrollo histórico, por su aplicación

en la transformación de la realidad y también por las variaciones de los valores que marcan

sus objetivos, variaciones que muchas veces producen tensiones o contradicciones.

Para el caso del contexto de enseñanza, que no se limita a una simple transmisión de

conocimiento e información sino que él mismo es parte de la actividad científica como

transformación del mundo, el núcleo de valores gira en torno a la comunicabilidad y

publicidad de los contenidos científicos, de los cuales se deriva la universalidad y

cosmopolitismo del saber científico. También entran en juego otro tipo de valores cuando

por ejemplo se reforman las condiciones del sistema educativo, pues lo primero que se hace

es discutir y definir qué valores guiarán tales modificaciones para posteriormente definir los

objetivos generales y específicos, y también las estrategias y medidas para cumplirlos. Este

procedimiento, al decir de Echeverría, hace que las acciones científicas en el contexto de

educación sean racionales y puedan garantizar en un contexto social concreto el desarrollo

del núcleo axiológico anteriormente presentado.

El contexto de innovación también tiene un núcleo axiológico en el cual pueden

incluirse algunos valores típicamente epistémicos: generalidad, coherencia, consistencia,

validez, etc. No obstante, Echeverría señala que en materia de innovación intervienen

94

Page 96: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

también algunos valores que no se reducen a esos criterios epistémicos sino que más bien

funcionan como pre-requisitos de aplicación general. En primer término Echeverría

identifica el valor de la objetividad entendido en términos popperianos, es decir como

intersubjetividad, y fuertemente asociado a aquella característica de repetibilidad de las

acciones científicas para permitir el intercambio, evaluación y confirmación del

conocimiento entre los distintos científicos. Un segundo valor reconocido es el de utilidad,

sea teórica o práctica, de suma importancia para el ámbito de la innovación (y de mayor

importancia aún para el de aplicación). Finalmente, el español indica una serie de valores

“propiamente pragmáticos” como la honestidad y la competencia técnica de los

investigadores para el uso de conocimientos, datos e instrumentos de la comunidad

científica, que han dado lugar al surgimiento de una ética de la actividad científica.

En estas apreciaciones de Echeverría hay un punto que resulta particularmente

interesante en virtud de una incipiente filosofía política del conocimiento, y se vincula con

la identificación que hace el autor de la libertad de investigación y del control social de la

investigación como dos valores que también inciden en la práctica de la ciencia, que en

principio parecen opuestos pero que pueden optimizarse para dar lugar a resoluciones de

política científica que no sólo se enfoquen en el progreso del conocimiento sino en la

producción de transformaciones sociales. Por supuesto, esa optimización dependerá de las

condiciones concretas del contexto en que nos ubiquemos (al igual que para el caso del

pragmatismo clásico), de modo que desconocer dichas condiciones y las respectivas

microvaloraciones de las axiologías concretas implica sostener una concepción idealizada

de la actividad científica, mucho más acercada a una ideología que a una filosofía (Cf.

Echeverría, 1995: 133).

95

Page 97: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

En materia de aplicación Echeverría estima que los criterios axiológicos son aún

más amplios, reconociendo entre ellos nuevamente a la utilidad del conocimiento aplicado,

lo cual incluye los beneficios y daños sociales y económicos tanto a nivel público como

privado. También la eficacia resulta un valor nuclear para evaluar alternativas de

aplicación, especialmente en el campo de la tecnociencia, que contempla tanto la capacidad

para resolver un determinado problema como los aspectos económicos de la aplicación y de

la evaluación de tecnologías. En ese sentido, el español señala que la “economía de la

ciencia” no sólo afecta al contexto de aplicación sino también a la investigación, debido a

que en muchos casos se necesita una costosa infraestructura como condición de posibilidad

de numerosas investigaciones, innovaciones y por supuesto aplicaciones. De hecho, es en el

contexto de aplicación donde el circuito económico se completa y se vuelve más

significativo pues la tecnociencia es una actividad productiva cada vez más importante, a

tal punto que valores económicos como la rentabilidad o el impacto en el mercado de las

aplicaciones científicas y tecnológicas pasan a ser criterios importantes de evaluación,

desplazando muchas veces al valor de la utilidad, tanto privada como pública, y también al

valor de la publicidad del conocimiento (en vistas del patentamiento inmediato de aquellas

innovaciones que podrían resultar rentables).

Finalmente el contexto de evaluación o valoración es para Echeverría el ámbito más

propio de una axiología de la ciencia en la medida en que es la “versión ampliada” del

contexto de justificación positivista y su correspondiente evaluación metodológica de

teorías en base a criterios exclusivamente epistémicos. Como se desprende de toda la

reconstrucción histórica que plantea Echeverría y de sus propios argumentos, si aceptamos

a la ciencia como actividad transformadora del mundo en virtud de fines y valores

96

Page 98: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

debidamente elegidos, ya no la podemos entender en términos de teorías ni únicamente bajo

valores epistémicos sino a partir de la mencionada pluralidad axiológica. En conclusión,

“[…] no se busca una filosofía lastrada por el prurito cientificista, sino una que afirme

resueltamente su voluntad transformadora del mundo desde su conocimiento de las diversas

formas de saber que caracterizan a los seres humanos, y entre ellas el científico.”

(Echeverría, 1995: 139). En este sentido, surgen dos líneas de trabajo para una axiología de

la ciencia:

(i) en lo que constituye una vertiente descriptiva, la axiología puede estudiar los

valores que efectivamente inciden en la producción, aplicación y enseñanza del

conocimiento y de la ciencia, sea nivel individual, grupal, institucional o social.

(ii) en una orientación normativa, la axiología puede evaluar y proponer cuáles

deberían ser esos valores partícipes de la actividad científica. Si bien el aspecto

normativo no se aplica al contenido de la ciencia, Echeverría entiende que se pueden

promover nuevos valores tanto epistémicos como prácticos que puedan funcionar

cual innovación axiológica para los propios científicos.

La orientación normativa permitiría dejar de entender a la filosofía del conocimiento

y de la ciencia como una actividad metacientífica para devenir una labor reflexiva de

primer orden, en la medida en que los filósofos que trabajen sobre estos temas puedan

realizar estudios empíricos sobre los valores vigentes para luego analizarlos, recomponerlos

y estipular alternativas que mejoren el contexto del que se trate. La contribución más

importante de la axiología de la ciencia será entonces vincular los valores de la actividad

científica en su conjunto con los valores que rigen la actividad económica, política o social.

97

Page 99: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

En este Capítulo procuramos analizar la propuesta de Echeverría en torno a una

axiología de la práctica científica: según observamos, la posición del español conlleva por

un lado una fuerte crítica a la “Concepción heredada” de la filosofía de la ciencia y por otro

lado, como elemento constitutivo, el reconocimiento de la incidencia de los valores en

todas las instancias de la actividad científica, entendidos aquellos como funciones de corte

fregeano. Asimismo, Echeverría propone ampliar la unidad de análisis para la reflexión

sobre el conocimiento y la ciencia, esto es, pasar de las teorías a las acciones científicas, al

tiempo que critica la distinción standard entre contexto de justificación / contexto de

descubrimiento y propone una diferenciación funcional entre contexto de educación,

innovación, evaluación o valoración y aplicación, a los fines de evaluar la actividad

científica en su conjunto (siempre tomando como referencia el pluralismo axiológico).

Resta entonces evaluar, en el marco del Capítulo 4 y posteriormente de las Conclusiones, el

modelo de racionalidad axiológica que se desprende de las consideraciones de Echeverría

en algunos de sus artículos más recientes, a lo cual añadiremos las reflexiones de Ricardo

Gómez y de José Miguel Esteban. Dicho modelo, como ya adelantamos, supone la

discusión de los medios y de los fines de las acciones, siempre en base a valores,

característica que lo emparenta con la posición deweyana, y que en definitiva nos permite

ensayar una interpretación de las tesis de Echeverría en clave pragmatista.

98

Page 100: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

CAPÍTULO 4. CONCLUSIONES FINALES

RACIONALIDAD AXIOLÓGICA Y PRAGMATISTA.

HACIA LA DISCUSIÓN DE LOS FINES DE LA PRÁCTICA CIENTÍFICA

En este momento es preciso abordar la pregunta por el modelo de racionalidad que

supone el reconocimiento del aspecto valorativo en la producción de conocimiento. Al

respecto, evaluaremos en paralelo un artículo Gómez titulado “Hacia una racionalidad

científica sin mitos” (2011) y otro artículo de Echeverría denominado “Dos dogmas del

racionalismo (y una propuesta alternativa)” (2011), textos que a nuestro criterio sintetizan

los planteos precedentes y también aportan elementos fundamentales para poner a prueba la

hipótesis de trabajo. Por último retomaremos algunas consideraciones del mismo Gómez y

de José Miguel Esteban, con el objetivo de sostener que la filosofía pragmatista de Dewey,

anclada en su teoría de la experiencia y elaborada en buena medida en sus análisis sobre la

lógica de la investigación, es un excelente marco teórico para fundamentar la inextricable

presencia del aspecto valorativo en cualquier tipo de conocimiento, incluida la ciencia

como práctica o actividad.

En sintonía con la postura crítica de Echeverría, Gómez identifica tres mitos

persistentes en la racionalidad científica, al menos desde el Siglo XVII, que a su criterio

ocultan la efectiva presencia de valores de diversos tipos en las decisiones de los

científicos. El primero es la identificación de la racionalidad con la trilogía

certeza-formalismo-necesidad, por el que las teorías debían ser formuladas como sistemas

deductivos a partir de principios evidentes. Así, la racionalidad tuvo su expresión más alta

99

Page 101: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

con el método científico euclídeo-deductivo, de la mano de Descartes, Galileo o Newton, y

quedó reducida a la logicidad de las pruebas matemáticas27.

El segundo mito se relaciona con la creencia de un único método que garantice la

racionalidad del procedimiento científico en cuestión, junto con la sobrevaloración

consecuente de las ciencias duras (lo mismo que indica Echeverría para posturas como las

del Círculo de Viena). El principal motivo de la subordinación de las ciencias sociales a las

ciencias exactas o naturales era que aquéllas carecían del rigor formal y la precisión de

estas últimas, bajo el supuesto de que ambos componentes son necesarios para cualquier

disciplina que aspire al carácter de científica.

Por último, el tercer mito se vincula con la concepción dicotómica entre hecho y

valor: de un modo similar al de Echeverría, Gómez sostiene que a pesar de la fuerte postura

que primó en la filosofía de la ciencia hasta mediados del Siglo XX, incluso en autores

como Carnap o Neurath hay presencia taxativa de valores en la actividad científica, aun

cuando en su momento hayan quedado relegados por carecer de contenido empírico y por

ende no superar el criterio de demarcación. Al respecto, Gómez apunta que el mismo

Carnap admite la presencia de elementos “pragmáticos”, esto es, no lógico-formales, que

abarcan intereses y por lo tanto valores (Cf. Gómez, 2011: 465). De estos tres mitos se

desprenden algunos rasgos fundamentales de la versión tradicional de la racionalidad, a

saber: (i) es logicista o algorítmica, (ii) se atiene a un único método científico, (iii) trabaja

con el principio de maximización de objetivos, (iv) tiene carácter instrumental, sin

posibilidad de discusión racional de los fines, y finalmente (v) se mantiene en el campo

27 Es muy interesante el análisis que hace Gómez acerca de la necesidad de alcanzar certezas absolutas y garantías últimas en relación con el clima social y político de incertidumbre que se cernía sobre Europa desde 1630, especialmente con la “Guerra de los 30 años”. (Cf. Gómez, 2011: 461).

100

Page 102: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

teórico, sin discutir cuestiones de valores, pues los hechos y sólo los hechos garantizan la

objetividad del conocimiento (Cf. Gómez, 2011: 461-466). Es interesante destacar que los

puntos (iii) y (iv) se vinculan, al decir de Gómez, con el surgimiento de la economía

neoliberal y la utilización de modelos formales en los que las relaciones entre variables y

fórmulas mantienen se analizan en base a los principios de la lógica formal deductiva. Este

método supone que los agentes siempre actúan tratando de maximizar el logro de su

objetivo, es decir la ganancia económica, y que ese objetivo no se pone en discusión, de

manera que la racionalidad es meramente instrumental y maximizadora, características que

serán puestas en cuestión por aquellas concepciones de la racionalidad que no se limitan al

cálculo de costo-beneficio a favor de un objetivo predeterminado sino que incluyen la

evaluación racional de los fines en base a valores.

Así como Gómez elabora una crítica a la racionalidad científica tradicional, también

Echeverría cuestiona algunas características de la racionalidad, aunque ya no científica sino

general. En el artículo anteriormente mencionado el español. Frente a estas consideraciones

de la racionalidad Echeverría propone una concepción alternativa: al primer dogma le

enfrenta la tesis de la naturalización de la razón y al segundo dogma le opone la idea de la

racionalidad como capacidad de actuar limitada y situada, tanto interna como

externamente, bajo unas condiciones de contorno determinadas. En este sentido, ante la

concepción esencialista de la razón propone una alternativa que admite grados mayores y

menores, en función de la situación: “[n]o hay razón suprema ni razón ínfima, sino grados

de racionalidad. No hay Dios infinitamente racional. La capacidad de razonar es animal,

demasiado animal.” (Echeverría, 2011: 78).

101

Page 103: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Desde nuestro punto de vista, resulta muy sugerente que frente a los mitos o dogmas

ambos autores propongan una reconsideración del aspecto valorativo de la racionalidad,

tanto científica como general: Gómez indica que “[l]o más importante a enfatizar para los

fines de nuestro trabajo es que el conocimiento científico de hechos presupone

conocimiento de valores.” (2011: 467-468) y Echeverría afirma que “[e]l núcleo de nuestra

propuesta consiste en afirmar que la capacidad de razonar depende de la capacidad de

valorar.” (2011: 78. Cursivas en el original).

Atentos a la contundente tesis de Echeverría, que constituye el eje de este Capítulo

final, hemos de preguntar qué entiende el español por valorar y observamos en la lectura de

su artículo notables coincidencias con el planteo de Dewey acerca del proceso de

deliberación, según analizamos en el Capítulo 2. Valga una cita in extenso para dar cuenta

de este punto:

Supuesta la capacidad de discernir en el mundo lo que puede ser favorable

o desfavorable para el sujeto que actúa, lo que presupone una capacidad

de valorar, se eligen unos cursos de acción en lugar de otros teniendo en

cuenta lo que puede resultar de las diversas acciones posibles y del

beneficio o perjuicio correspondiente para el sujeto agente. El acto de

deliberar antes de actuar, aunque sea instantáneo, siempre tiene en cuenta

los bienes y males que se pueden obtener de las diversas acciones

posibles. Un sujeto es tanto más racional cuanta mayor capacidad tiene de

prever las consecuencias beneficiosas o perjudiciales de sus acciones. Éste

es el núcleo conceptual de la racionalidad valorativa. (Echeverría, 2011:

79. Cursivas en el original).

102

Page 104: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

De acuerdo con Echeverría la racionalidad valorativa no es específica del ser

humano sino que es común al conjunto de los animales, visto que todos distinguen entre lo

que resulta bueno-valioso o malo-disvalioso (aunque, por supuesto, los hombres la han

desarrollado en mayor grado que otras especies animales). Echeverría estima que podemos

considerar una serie de valores en el contexto de una concepción naturalizada de la razón,

según la cual aquéllos no se expresan exclusivamente mediante juicios y conceptos sino

mediante comportamientos y acciones.

Otra de las notas sobresalientes de la racionalidad axiológica es que se constituye

como crítica a la racionalidad instrumental y maximizadora (las cuales, como indica

Gómez, son parte de la noción “mitificada” de la racionalidad científica). Por el contrario,

la concepción axiológica o valorativa de la racionalidad considera que no hay fines últimos

o previamente establecidos en la actividad científica y por lo tanto avanza en la discusión

sobre ellos: “[s]e ve así que la racionalidad valorativa no se limita a justificar los medios,

sino que valora los fines. Es una racionalidad propiamente filosófica, en cuyo marco encaja

bien el meliorismo como forma de progreso […]” (Echeverría, 2002: 111). En ese sentido

el español sostiene que la racionalidad axiológica es anterior a la teleológica y que “la

racionalidad no está basada en fines sino en valores” debido a que los fines de nuestras

acciones son a la vez medios para la satisfacción de valores y por eso la racionalidad

axiológica los contempla como parte del procedimiento de deliberación (Echeverría, 2011:

80. Cursivas en el original).

El objetivo de la racionalidad axiológica es la satisfacción de los valores positivos o

bienes y el rechazo de los disvalores negativos o males; desde esta perspectiva el problema

no pasa exclusivamente por la selección de los medios sino anteriormente por la elección

103

Page 105: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

de los valores que justifiquen los fines en razón de los cuales se arbitrarán tales medios.

Hemos de destacar que la opción por los valores que fundamentan los fines siempre es en

situación, es decir, siempre hay límites externos e internos que no determinan pero sí

condicionan la elección. Por otro lado, esos valores que sustentan la racionalidad axiológica

no son necesariamente éticos o morales sino que intervienen valores de todo tipo y sus

correspondientes disvalores, según evaluamos en el Capítulo anterior, de manera que en

este contexto de pluralismo axiológico el principal problema de la racionalidad consiste en

integrar los diversos subsistemas de valores en una sola evaluación y decisión. Lo que se

hace en estos casos es covalorar, es decir evaluar en base a varios valores y eventualmente

priorizar unos sobre otros, del mismo modo que se plantea la optimización de valores para

la axiología de la ciencia. Dada la pluralidad de valores que inciden en las prácticas

científicas, la ética y la moral ya no ofrecen un marco completo para la reflexión sobre este

tema pues la pregunta por “lo bueno” de la ciencia y la tecnología incluye elementos

valorativos tales como los epistémicos, los económicos y los políticos, entre muchos otros,

que no pueden ser considerados como subsistemas de valores externos a la actividad

científica. En la medida en que una acción científica tiene diversos componentes, la

evaluación de la misma implica una apertura desde la ética y moral clásicas hacia una

reflexión más completa: “[e]n el fondo, la filosofía vuelve a tener pleno sentido desde la

perspectiva axiológica aquí considerada.” (Echeverría, 2002: 207).

En cuanto al carácter maximizador de la concepción tradicional de la racionalidad,

el español indica que también se invalida en base a la tesis de la pluralidad axiológica, y

ello en base a tres tipos de limitaciones: (i) la intención de satisfacer al grado máximo

algunos valores se ve dificultada, cuando no imposibilitada, por el intento de maximizar los

104

Page 106: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

demás valores; (ii) los subsistemas de valores también acarrean conflictos e

incopatibilidades cuando se busca alguna función de utilidad que pueda ser maximizada, y

(iii) visto que las acciones humanas están situadas y tienen condiciones iniciales y de

contexto, existen límites internos y externos a la posibilidad de maximizar la satisfacción

de los valores, límites que sintetizan el carácter acotado de la racionalidad axiológica y

rompen con el segundo dogma del racionalismo.

En este punto nos permitimos algunas consideraciones respecto de la propuesta de

formalización: según entendemos, la idea de Echeverría es cuanto menos discutible. El

mismo autor advierte que se podría objetar que la universalidad del esquema es una

reintroducción del dogma racionalista de omnicomprensividad en la medida en que se

aplica a todos los valores. En su defensa, Echeverría argumenta por un lado que los límites

no son estables o fijos sino que varían de acuerdo con las coordenadas espacio-temporales

de la situación en la que se aplican y de las condiciones externas e internas del sujeto que

evalúa y por otro lado indica que las cotas pueden ser métricas o no, de manera que no hay

“mojones inamovibles” para cada valor, sujeto o situación. En tercer lugar, y como

argumento más importante, la existencia de esos límites mínimo y máximo no implica que

el sujeto no pueda transgredirlos, aunque es claro que “[…] la racionalidad axiológica se

produce dentro de ese intervalo crítico. Fuera de él, se corre el riesgo de entrar en el terreno

de la irracionalidad.” (Echeverría, 2011: 87). Echeverría insiste en que su propuesta no

implica ningún deber o imperativo categórico, pues la mantenerse en el rango depende de la

decisión de cada agente, y también insiste en que solo se limita a afirmar que comportarse

racionalmente requiere atenerse a dichas cotas: “si quieres ser racional, atente a tus propios

límites […]” (2011: 87).

105

Page 107: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

A nuestro juicio, a pesar de todos los recaudos que toma Echeverría en su

argumentación y de su insistencia en que la formalización no tiene carácter determinante, la

intención de brindar un modelo que se expresa en ecuaciones tiene resonancias del aspecto

logicista o algorítmico de la versión tradicional de la racionalidad, criticada por él mismo.

Esto se debe a que brindar una fórmula mediante la cual podríamos decidir entre dos

acciones alternativas sugiere un procedimiento similar al que sucedía para la elección de

teorías científicas rivales en base a fórmulas lógico-matemáticas de carácter deductivo. En

este sentido Echeverría estaría frenando la discusión filosófica más interesante, en el marco

de la deliberación en base a valores respecto de las consecuencias de los diversos cursos de

acción, y la limitaría a optar por aquella alternativa que permita la satisfacción del valor

dentro del rango racional. La posición de Echeverría parece oscilar entre la predilección por

el modelo formal, que en el mejor de los casos puede finalmente definir que una acción es

preferible a otras, y el reconocimiento de que la instancia deliberativa es insustituible. Por

nuestra parte, acordamos con esta segunda alternativa, expresada por el autor de la

siguiente manera: “[l]as matrices de evaluación también pueden representar dichos

conflictos [de valores en la actividad científica], así como sus procesos de resolución (o

enconamiento), siempre que añadamos formas de racionalidad deliberativa a la

racionalidad valorativa.” (Echeverría, 2002 a: 165. Cursivas agregadas).

Más allá de estas observaciones, vale destacar que análogamente a su interpretación

sobre racionalidad en general, Echeverría indica que la axiología de la ciencia se

contrapone a las perspectivas teleológicas (Popper, Lakatos, Laudan) y a las instrumentales

en tanto y en cuanto abre la posibilidad de valorar racionalmente los fines de la ciencia y no

se limita a una evaluación de medios. Esta racionalidad axiológica, que según analizamos

106

Page 108: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

en el Capítulo precedente retoma los aportes de Nicholas Rescher y León Olivé, entre otros,

sostiene que las elecciones y acciones de los científicos dependen justamente de los valores

a los que adhieren, por lo cual también se instituye como anterior a la racionalidad

científica instrumental.

Esta misma dirección toman las consideraciones de Gómez en “Hacia una filosofía

política del conocimiento científico” (2012). Acerca de la relación entre ciencia, valores y

objetividad, Gómez acuerda tanto con la postura deweyana respecto de los juicios de hecho

y de valor como con la lectura de Echeverría sobre la interpretación de la ciencia como

acción o actividad y remarca que una vez aceptadas ambas tesis debemos reconocer

también que los juicios de valor aparecen en todos las etapas de la práctica científica: “De

ahí el carácter revelador que tiene la adopción de otras unidades de análisis. [...] en el caso

de las prácticas científicas [los juicios de valor] aparecen en todos los momentos de la

misma, incluyendo el de la justificación de la aceptación o rechazo de enunciados.”

(Gómez, 2013).

Más aún, Gómez indica que la presencia de los juicios de valor no atenta contra la

objetividad de la ciencia, tal y como lo suponen las concepciones standard, sino que su

reconocimiento implica dar cuenta de cómo efectivamente opera la ciencia. Al mismo

tiempo, la explicitación de esos valores tradicionalmente denominados extra-epistémicos o

contextuales permite al público general intervenir en el uso de la investigación científica en

políticas públicas. De acuerdo con Gómez, debemos dejar atrás la asociación entre

neutralidad valorativa y objetividad en la ciencia porque nos brinda una visión muy

limitada de la actividad científica y debemos dar paso a la consideración de los valores

contextuales que guían todos los pasos de dicha actividad. El argumento de Gómez hace

107

Page 109: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

hincapié en la dimensión práctico-evaluativa de la ciencia debido a la presencia ineludible

de valores y llega a destacar, al igual que Echeverría, la importancia de la pregunta por los

fines de la ciencia para evaluar su actividad y para definir si lo que la ciencia prefiere y

desea es realmente preferible o deseable.

Esta última observación nos remite a otro punto relevante del presente Capítulo,

para lo cual apelaremos a algunos comentarios de Esteban (2006) acerca de la racionalidad

instrumental y de lo que él mismo denomina “racionalidad pragmatista”. En principio

ambas posturas concuerdan en que la racionalidad es un asunto de la relación entre medios

y fines, pero hay una diferencia central: para la interpretación instrumental no hay

discusión racional de los fines mismos, de manera que sólo los medios son racionales o

irracionales, mientras que la postura deweyana sostiene que los fines mismos se someten a

discusión, al punto que también pueden ser tildados de racionales o irracionales, según la

conexión que guarden con los medios disponibles, debido fundamentalmente a que en

términos pragmatistas la acción transformacional de la investigación nos remite de

inmediato a nuestra intervención en el mundo y al interés de mejorar nuestras prácticas.

Como es sabido, muchos filósofos europeos han criticado la postura de Dewey en

base a algunos puntos que no se sostienen desde los textos del propio pragmatista: hacemos

referencia a los postulados de separación entre razón teórica-razón práctica, hechos-valores

y medios-fines, manteniendo estos últimos una existencia independiente entre sí. En este

sentido, Esteban denomina instrumentalismo ingenuo o “puro y duro” a aquel que se apoya

en los postulados de separación y en una concepción pasiva y estática de los fines, siempre

impuestos desde afuera (es el caso de Herbert Marcuse, Max Horkheimer o Alasdair

MacIntyre) y por oposición denomina instrumentalismo pragmático al de Dewey, para

108

Page 110: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

quien la investigación supone juicios valorativos no sólo sobre las decisiones que se toman

durante el curso de acción sino (y fundamentalmente) respecto de las posibles

consecuencias de esa acción y de los fines que persiguen.

Así, frente a las dicotomías clásicas entre hecho y valor o entre medios y fines,

Dewey propone que no hay fines dados previamente sino que son hipótesis producidas e

incluso modificadas durante el curso mismo de la investigación, por lo cual se instituyen

como fines a la vista. En consecuencia, medios y fines son parte de un continuo y “[…] en

la investigación científica los fines son producto de una inteligencia instrumental que

transforma experimentalmente o resuelve situaciones problemáticas en un ambiente que es

social sin dejar de ser físico o biológico.” (Esteban, 2006: 242). Lo interesante es que la

investigación concebida en términos pragmatistas es en definitiva una inteligencia

transformadora del mundo y por lo tanto de los fines de los agentes, de modo que este

modelo de racionalidad pragmatista es innovador y capaz de sugerir nuevos fines, en

contraposición a lo que sugieren sus críticos.

En este contexto, el análisis de los valores que guían la investigación y la actividad

científica y que deriva en la pregunta por los fines de la misma permite introducir

finalmente lo que Gómez denomina “filosofía política de las ciencias”. De acuerdo con lo

presentado en el Capítulo 2, las reflexiones deweyanas en torno a la incidencia de la

opinión pública genuina y debidamente informada en la actividad científica (especialmente

respecto de la elección de fines en base a aquellos valores que la comunidad considere

prioritarios) constituyen, a nuestro criterio, un muy interesante ejemplo de esta línea

argumentativa identificada por Gómez. Esta filosofía es política porque considera que los

valores intervinientes son contextuales, en la medida en que operan de acuerdo a las

109

Page 111: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

condiciones sociales, políticas y económicas, y son dinámicos pues varían con el cambio de

circunstancias y dan cuenta de la ciencia como producto de la actividad humana, es decir

que entienden a la ciencia como políticamente situada. También Echeverría sostiene que la

discusión política es una clave que ningún filósofo que reflexione sobre el conocimiento y

la ciencia puede obviar; según sus palabras

Afirmar que estos valores [libertad de investigación y control social de la

investigación], o sólo uno de ellos, forman parte del núcleo axiológico en

el contexto de innovación, equivale a optar por teorías axiológicas de la

ciencia contrapuestas, que a nuestro modo de ver tienen mucho más

interés que el debate sobre corroborabilidad o la falsabilidad, por poner un

ejemplo de debate sobre una axiología exclusivamente epistémica.

(Echeverría, 1995: 131).

A partir de las elaboraciones precedentes entendemos que el marco conceptual del

pragmatismo de Dewey aporta interesantes herramientas para ensayar una interpretación de

las propuestas recientemente detalladas. Para ello vale recordar algunas tesis centrales que

se sostuvieron a lo largo del trabajo: (i) en el marco de la filosofía deweyana entendemos a

la experiencia en términos de acción, es decir, como proceso vital de transacción entre el

sujeto y el medio; (ii) la investigación, en tanto determinación progresiva de una situación

inicialmente indeterminada, también es principalmente una forma de la acción y en ese

sentido el investigador toma decisiones prácticas que conllevan un inextricable componente

valorativo; (iii) un análisis riguroso de la práctica científica no se puede limitar a las

categorías de la concepción standard de la filosofía de la ciencia sino que debe admitir y

tomar en consideración una pluralidad de valores que inciden en los distintos contextos de

dicha práctica; y (iv) es plausible una interpretación que conecte las características

110

Page 112: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

principales de la racionalidad axiológica, según se desprenden de los argumentos de

Echeverría, con la versión de la racionalidad pragmatista que propone Esteban, en base a su

análisis de la obra deweyana. Veamos entonces qué elementos de los analizados aquí

permiten sostener esta última cuestión.

En primer lugar, y para el caso de Echeverría, la interpretación evolutiva y

evolucionista de la razón, que debe tomarse en el sentido darwiniano del término (Cf.

Echeverría, 2011: 78), nos remite a la vocación naturalista de Dewey y a sus

consideraciones acerca de la influencia del darwinismo en la filosofía. En efecto, la tesis de

la racionalidad como capacidad no privativa del hombre bien puede tomar como referencia

conceptual los argumentos acerca del seno biológico de la investigación, según los cuales

las funciones y estructuras biológicas preparan el camino para la investigación deliberada y

por ende no hay un hiato entre las actividades inferiores y las actividades superiores o

racionales (Cf. Dewey, 1950: 37-40). Asimismo, ambos sostienen que el lenguaje como

diferencia cualitativa mas no radical entre el hombre y los demás animales emerge en el

curso de la evolución natural, lo cual permite hablar de conocimiento y valoración

pre-lingüísticos. Por otro lado, la tesis de Echeverría en contra de la racionalidad como

facultad trascendental encastra muy bien con la propuesta deweyana para dejar de entender

a la razón y al conocimiento en términos contemplativos y considerarlos fundamentalmente

como acción inscripta en una situación concreta como lo es su intercambio con el ambiente:

el mismo Echeverría escribe que “[l]a racionalidad es una capacidad de actuar” (2011:

78. Cursivas en el original).

En virtud de lo anterior entendemos que los argumentos de Dewey acerca de la

inevitable presencia de valores en la investigación y en la toma de decisiones por parte de

111

Page 113: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

quien investiga resultan muy buenos fundamentos para sostener la propuesta del filósofo

español sobre la racionalidad axiológica. En efecto, podemos encontrar en la elaboración

deweyana una muy rica explicación filosófica acerca del lugar que ocupa la valoración.

Dicha explicación se remonta a la teoría de la experiencia de Dewey, fundamentalmente al

aspecto apreciativo o estimativo que permea en toda transacción entre el individuo y su

entorno y, consecuentemente, en toda investigación, en tanto ésta emerge del núcleo de

aquélla. De acuerdo con la lectura de Gómez (2011: 467), hecho, valor y normatividad son

componentes de toda experiencia y en este sentido si toda experiencia está cargada de

valores, los juicios normativos permean inevitablemente la práctica de la investigación y

entre ellas la práctica científica, cuya objetividad no está dada por ningún fundamento a

priori sino por la capacidad crítica de deliberar en cada circunstancia problemática

determinada respecto de los medios y también de los fines.

En el mismo orden, consideramos que la crítica a la racionalidad instrumental

esgrimida por Echeverría desde su concepción de racionalidad axiológica tiene muchos

puntos en común con la postura deweyana, especialmente si consideramos dos aspectos:

por un lado ambas se conciben como capacidad de actuar situada y orientada en pos de la

resolución de problemas, de modo que racionalidad teórica y racionalidad práctica son dos

aspectos de un mismo procedimiento que no pueden distinguirse en la investigación sino

analíticamente. Por otro lado, los dos modelos de racionalidad (axiológica y pragmatista)

consideran que es posible poner en discusión los fines de la actividad en la cual estemos

involucrados, entre ellas la científica, y todo ello en base a valores. En efecto, como lo

explicita Echeverría (2011: 84. Cursivas en el original), “[l]os valores son las razones de

los fines” y por tanto los valores se constituyen como un componente inextricable de la

112

Page 114: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

racionalidad axiológica, de la misma manera que para Dewey no hay investigación sin

valoración, tanto en el contexto científico como de sentido común. Por supuesto que no

está a nuestro alcance, al menos por ahora, afrontar la complejidad que supone el análisis

filosófico de los fines de la práctica científica, tanto en su fundamentación teórica como en

su debate efectivo, pero el sólo hecho de dejar planteada la cuestión para investigaciones

posteriores ya reviste una importancia destacable, al menos a título personal. En

conclusión, entendemos que iniciar la discusión por los valores y fines de la actividad

científica a partir de las elaboraciones del pragmatismo permite pensar una racionalidad

que no se limita al instrumentalismo y que invita a la filosofía a reflexionar sobre la

incidencia práctica de la ciencia. Y esto es, siguiendo a Gómez, una buena noticia.

113

Page 115: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

Referencias bibliográficas (obras citadas y consultadas)

1. Bernstein, Richard (1961). “John Dewey's Metaphysics of Experience” en The

Journal of Philosophy, Vol. 58, Nº 1. Pp. 5-14. Disponible en

http://pages.uoregon.edu/koopman/courses_readings/dewey/bernstein_dewey_metaphysics

_experience.pdf

2. Bernstein, Richard (1979). Praxis y acción: enfoques contemporáneos de la

actividad humana (Primera edición: 1971). Versión española de Gabriel Bello Reguera.

Madrid: Alianza.

3. Bernstein, Richard (2010). Filosofía y democracia: John Dewey. Traducción de

Alicia García Ruiz. Barcelona, Herder.

4. Curtis, Michael (1998). “Introduction” a Lippmann, Walter (1998). Public Opinion

(Primera edición: 1922). New Jersey: Transaction Publishers.

5. del Castillo, Ramón (2004). “Érase una vez en América”, Estudio preliminar a John

Dewey (2004). La opinión pública y sus problemas (Primera edición: 1927). Madrid:

Ediciones Morata.

6. Dewey, John. The Collected Works of John Dewey, 1882-1953 (1967-1987). The

Early Works, 1882-1898, 1967-1972 (5 vols.); The Middle Works, 1899-1924, 1976-1983

(15 vols.), The Later Works, 1925-1953, 1981-1991 (17 vols.). Carbondale: Southern

Illinois University Press.

114

Page 116: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

7. Dewey, John (1948). Experiencia y naturaleza (Primera edición: 1925. Segunda

edición corregida: 1929). Prólogo y traducción de José Gaos. México: Fondo de Cultura

Económica.

8. Dewey, John (1950). Lógica. Teoría de la Investigación (Primera edición: 1938).

Prólogo y versión española de Eugenio Imaz. México: Fondo de Cultura Económica.

9. Dewey, John (1950). La busca de la certeza (Primera edición: 1929). Traducción de

Eugenio Imaz. México: Fondo de Cultura Económica.

10. Dewey, John (1955). La reconstrucción de la filosofía (Primera edición: 1920).

Traducción de Amando Lázaro Ros. Prólogo de Luis Rodríguez Aranda. Buenos Aires:

Editorial Aguilar.

11. Dewey, John (1964). Naturaleza humana y conducta. Introducción a la psicología

social (Primera edición: 1922). Traducción de Rafael Castillo Dibildox. México DF: Fondo

de Cultura Económica.

12. Dewey, John (2000). “La influencia del darwinismo en la filosofía” (Primera

edición: 1908) en Faerna, Ángel Manuel (Ed.) (2000). La miseria de la epistemología.

Ensayos de pragmatismo. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva.

13. Dewey, John (2004). La opinión pública y sus problemas (Primera edición: 1927).

Traducción de Ramón del Castillo. Madrid: Ediciones Morata.

14. Dewey, John (2008). El arte como experiencia (Primera edición: 1934). Prólogo y

traducción de Jordi Claramonte. Barcelona: Paidós.

115

Page 117: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

15. Di Gregori, María Cristina; Durán, Cecilia (2008). “Acerca del arte, la ciencia y la

acción inteligente” en Actas de las VII Jornadas de Investigación en Filosofía para

Profesores, Graduados y Alumnos. FaHCE, UNLP. Disponible en

http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/library?

e=q-10000-00---off-0eventos--00-0----0-10-0---0---0direct-10---4-----dtd--0-1l--11-es-Zz-1

---100-about-dur

%C3%A1n--00-0-1-00-0-0-11-0-0utfZz-8-00&a=d&c=eventos&srp=0&srn=0&cl=search

&d=Jev453

16. Di Gregori, María Cristina; Duran, Cecilia (2009). “El valor epistémico y político

de la opinión pública. Una variación deweyana” en Borsani, María Eugenia, Padilla,

Elizabeth y Gende, Carlos (Eds.) (2009). La diversidad, signo del presente: ensayos sobre

filosofía, crítica y cultura. Buenos Aires: Ediciones del Signo.

17. Di Grgori, María Cristina; López, Federico (2013). “Explicación, investigación y

valoración en John Dewey” en Miguel, Hernán (Comp.) (2013). Causación, explicación y

contrafácticos. Buenos Aires: Prometeo (en prensa).

18. Di Gregori Cristina; Pérez Ransanz Ana Rosa (2010). “Las emociones en la ciencia

y en el arte” en Sixto Castro y Alfredo Marcos (Eds.) (2010). Arte y Ciencia: mundos

convergentes. Madrid: Plaza y Valdés.

19. Echeverría, Javier (1995 a). Filosofía de la Ciencia. Madrid: Akal.

20. Echeverría, Javier (1995 b). “El pluralismo axiológico de la ciencia” en Revista

Isegoría (1995), n°12. Madrid: Centro Superior de Investigaciones Científicas. Pp. 44-79.

116

Page 118: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

21. Echeverría, Javier (2002 a). Ciencia y valores. Barcelona: Ediciones Destino.

22. Echeverría, Javier (2002 b). “Explicación axiológica de las acciones científicas” en

Wenceslao González (2002). Diversidad de la explicación científica. Barcelona: Ariel.

23. Echeverría, Javier (2011). “Dos dogmas del racionalismo (y una propuesta

alternativa)” en Pérez Ransanz, Ana Rosa y Velasco Gómez, Ambrosio (Coords.) (2011).

Racionalidad en ciencia y tecnología. Nuevas perspectivas iberoamericanas. México DF:

Universidad Nacional Autónoma de México.

24. Esteban, José Miguel (2006). Variaciones del pragmatismo en la filosofía

contemporánea. Morelos: Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

25. Faerna, Ángel Manuel (1996). Introducción a la teoría pragmatista del

conocimiento. Madrid: Siglo XXI.

26. Faerna, Ángel Manuel (2003). “Creer en Darwin: sobre las relaciones entre marco

científico e interpretación filosófica” en Quaderns de filosofía i ciencia, Nº 32-33.

Valencia: Universitat de València. Pp. 21-27. Disponible en

http://www.uv.es/sfpv/quadern_textos/v32-33p21-27.pdf

27. Gómez, Ricardo (2011). “Hacia una racionalidad científica sin mitos” en Pérez

Ransanz, Ana Rosa y Velasco Gómez, Ambrosio (Coords.) (2011). Racionalidad en ciencia

y tecnología. Nuevas perspectivas iberoamericanas. México DF: Universidad Nacional

Autónoma de México.

28. Gómez, Ricardo (2013). “Hacia una filosofía política del conocimiento científico”,

en Di Gregori, María Cristina; Mattarollo, Livio y Rueda, Leopoldo (2014). El

117

Page 119: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

conocimiento como práctica. Investigación, valoración, ciencia y difusión. En preparación

para su publicación en Serie “Estudios / Investigaciones”, Pro-Secretaría de Publicaciones

de FaHCE-UNLP.

29. González Hernández, David (2011). “El público y sus problemas. John Dewey en

los estudios de comunicación” en Razón y Palabra. Primera Revista Electrónica en

América Latina especializada en Comunicación. Disponible en

http://www.razonypalabra.org.mx/N/N75/monotematico_75/21_Hernandez_M75.pdf

30. Hahn, Lewis (1968). “Introduction”, The Early Works, Vol. 1, pp. XXIII-XXXVII en The

Collected Works of John Dewey, 1882-1953 (1967-1987). Carbondale: Southern Illinois

University Press.

31. Hook, Sidney (1981). “Introduction”, The Later Works, Vol. 1, pp. VII-XXIII en The

Collected Works of John Dewey, 1882-1953 (1967-1987). Carbondale: Southern Illinois

University Press.

32. Hook, Sidney (2000). John Dewey, semblanza intelectual. Traducción de Luis

Arenas Llopis. Barcelona: Ediciones Paidós.

33. Imaz, Eugenio (1950). “Prólogo” a Dewey, John (1950). Lógica. Teoría de la

Investigación (Primera edición: 1938). México: Fondo de Cultura Económica.

34. Jay, Martin (2009). Cantos de experiencia. Variaciones modernas sobre un tema

universal (Primera edición: 2006). Traducción de Gabriela Ventureira. Buenos Aires:

Editorial Paidós.

118

Page 120: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

35. Lippmann, Walter (1998). Public Opinion (Primera edición: 1922). New Jersey:

Transaction Publishers.

36. López, Federico (2009). “John Dewey y la reconstrucción de la filosofía” en Di

Gregori, María Cristina; Hebrard, Andrés (Comps.) (2009). Peirce, Schiller, Dewey y

Rorty: usos y revisiones del pragmatismo clásico. Buenos Aires: Ediciones del Signo.

37. Moran, Juan (2009). “John Dewey, individualismo y democracia” en Revista Foro

interno. Anuario de teoría política, 9. Madrid: Universidad Complutense de Madrid. Pp

11-42. Disponible en

http://revistas.ucm.es/index.php/FOIN/article/view/FOIN0909110011A

38. Pérez Ransanz, Ana Rosa y Velasco Gómez, Ambrosio (2011). “Introducción: los

avatares de la racionalidad” en Pérez Ransanz, Ana Rosa y Velasco Gómez, Ambrosio

(Coords.) (2011). Racionalidad en ciencia y tecnología. Nuevas perspectivas

iberoamericanas. México DF: Universidad Nacional Autónoma de México.

39. Pihlström, Sami (Ed.) (2011). The Continuum Companion to Pragmatism. London:

Continuum. Capítulo 6: “Metaphysics”, pp. 92-100.

40. Rorty, Richard (1995). “La metafísica de Dewey” (Primera edición: 1977) en Rorty

Richard (1995). Consecuencias del pragmatismo. Traducción de José Miguel Esteban.

Madrid: Tecnos.

41. Rorty, Richard (2000). “Dewey, entre Hegel y Darwin” (Primera edición: 1992) en

Rorty, Richard (2000). Verdad y progreso. Escritos filosóficos 3. Traducción de Ángel

Manuel Faerna. Barcelona: Paidós.

119

Page 121: Conocimiento, valores y racionalidad: Desde el pragmatismo de

120