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Pablo Vega García Javier García Turza Facultad de Letras y de la Educación Master en Patrimonio (Historia, Cultura y Territorio) 2013-2014 Título Director/es Facultad Titulación Departamento TRABAJO FIN DE ESTUDIOS Curso Académico Contexto económico de Castilla en el siglo XIII, mundo rural y mundo urbano Autor/es

Contexto económico de Castilla en el siglo XIII, mundo ... · PDF filefeudalismo y la época medieval con la violencia, ... La sociedad entró en un proceso de avance caracterizado

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Pablo Vega García

Javier García Turza

Facultad de Letras y de la Educación

Master en Patrimonio (Historia, Cultura y Territorio)

2013-2014

Título

Director/es

Facultad

Titulación

Departamento

TRABAJO FIN DE ESTUDIOS

Curso Académico

Contexto económico de Castilla en el siglo XIII, mundorural y mundo urbano

Autor/es

© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2014

publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]

Contexto económico de Castilla en el siglo XIII, mundo rural y mundo urbano,trabajo fin de estudios

de Pablo Vega García, dirigido por Javier García Turza (publicado por la Universidad de La Rioja), se difunde bajo una Licencia

Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported. Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden solicitarse a los

titulares del copyright.

1

CONTEXTO ECONÓMICO DE

CASTILLA EN EL SIGLO XIII,

MUNDO RURAL Y MUNDO

URBANO

PABLO VEGA GARCÍA

MÁSTER EN PATRIMONIO

(HISTORIA, CULTURA Y TERRITORIO)

TRABAJO FIN DE MÁSTER

TUTOR DEL TRABAJO: JAVIER GARCÍA TURZA

2

ÍNDICE

Cuestiones previas: punto de partida, objetivos y metodología …………… 4

Capítulo 1. Introducción …………………………………………………… 7

Capítulo 2. . Mundo rural. Economía rentista feudal ………………………11

2.1 El feudalismo en la historiografía. Breves notas ………………. 11

2.2 Apuntes sobre feudalismo …………………………………....... 12

2.3. El señorío ………………………………………………………15

2.4 Organización del espacio ……………………………………... 17

2.5 Sociedad y economía …………………………………………. 20

2.5.1 Clasificación del campesinado ………………………20

2.5.2 Economía del mundo rural. Renta señorial …………. 23

2.5.2.1 Renta solariega ……………………………. 24

2.5.2.2 Renta jurisdiccional ………………………. 29

Capítulo 3. Mundo urbano ……………………………………………….. 33

3.1 Organización del espacio urbano …………………………….. 35

3.2 Sociedad y economía ………………………………………… 39

3.2.1 Sociedad urbana …………………………………… 40

3

3.2.2 Economía del mundo urbano ………………………….. 43

3.2.2.1 El comercio. Las ferias y los mercados

urbanos ………………………………..……... 46

Capítulo 4. Mundo rural vs mundo urbano ………………………………….. 51

Bibliografía ……………………………………………………………...…... 63

4

CUESTIONES PREVIAS: PUNTO DE PARTIDA, OBJETIVOS Y

METODOLOGÍA

Antes de comenzar con el trabajo me gustaría señalar una serie de aspectos previos,

como el punto de partida, los objetivos que persigo con esta investigación o la

metodología seguida para la realización del mismo.

El punto de partida de este trabajo reside, además de la inclinación personal por este

tema, en el interés por conocer las relaciones que se establecen entre el mundo rural y

el mundo urbano, así como analizar las causas que llevan a ese modelo feudal clásico

a la crisis que asola los reinos medievales en Europa en el siglo XIV.

Esta crisis toca de lleno el objetivo principal del trabajo, la relación entre campo y

ciudad, ya que mientras el mundo rural agoniza y permanece encallado en su modelo

feudal clásico, la ciudad intenta buscar nuevas vías de ingresos, especialmente gracias

a la labor mercantil.

La burguesía se convierte en el motor fundamental de ese nuevo modelo urbano en

detrimento de la vieja aristocracia nobiliaria. Se enfrentan por lo tanto dos modelos

económicos y sociales diferentes representados en el mundo rural y en el mundo

urbano.

Sobre este tema la historiografía ha sido prolífica y abundante, pero generalmente

este tema se ha estudiado de manera separada, es decir, el campo por un lado y la

ciudad por otro. El objetivo principal, por lo tanto, será el de estudiar de manera

conjunta esos dos modelos económicos contrapuestos, o no, de la urbe y del agro.

Previamente veremos ambas realidades por separado, así como una introducción

sobre el concepto del feudalismo.

Durante el trabajo apenas haremos referencias a otras zonas de Europa, centrándonos

casi exclusivamente en el territorio castellano, aunque el panorama que se vive en el

reino de Castilla y León es prácticamente idéntico al que se vive en Francia,

Inglaterra o Alemania.

Otros objetivos que podríamos llamar secundarios serán los de conocer la sociedad

castellana de los siglos XII y XIII, conocer el nacimiento y el desarrollo de las ferias

y de los mercados, o estudiar la organización de los campesinos en núcleos

poblacionales como las aldeas.

5

La aldea es un factor fundamental para las familias de campesinos, a partir de ahí se

crean asociaciones de labradores y ganaderos, organizándose para defender sus

intereses sociales y económicos en los concejos aldeanos y urbanos, de los que

también hablaremos. Vamos a ver ahora la metodología seguida y la estructura del

trabajo.

Para la realización de esta investigación me he basado en la búsqueda bibliográfica

principalmente. Al final del trabajo aportaré la relación de manuales y artículos

consultados para la realización del mismo. Fundamentalmente he consultado

manuales de historia castellana y de historia medieval española, también manuales

clásicos sobre la sociedad medieval, así como varios libros sobre el feudalismo para

entender mejor el entramado de la época.

Respecto a la estructura, el trabajo se divide en tres grandes apartados. Después de la

introducción y antes de meternos de lleno en el mundo del campo, me centraré en dos

conceptos importantes como son el feudalismo y el señorío, conceptos claves para

entender la dinámica de los siglos plenomedievales.

Posteriormente, veremos la organización de los campesinos y los tipos de territorios y

señoríos donde viven, así como la economía practicada en el campo.

El siguiente apartado tendrá como objetivo el conocimiento del mundo urbano,

centrándonos en el crecimiento y en el desarrollo de la ciudad, en su organización

social y en su economía. Veremos las ferias, baluartes del nuevo comercio a larga

distancia.

Por último, estudiaremos las relaciones que se establecen entre el mundo rural y el

mundo urbano, defensores ambos de modelos económicos diferentes. Las dos

realidades se entremezclan en los límites de las villas, que se sitúan en una posición

de preeminencia e influencia sobre el resto de las aldeas.

Al final del trabajo aporto la relación bibliográfica, libros y artículos, que he utilizado

para realizar la investigación.

Para terminar este punto introductorio, matizar que en el trabajo hablaré del reino de

Castilla, o del reino de Castilla y León, separados en un principio pero unidos, como

veremos más adelante, a partir del siglo XI. Cuando queden ligados definitivamente

por Fernando III “el Santo” en el siglo XIII me referiré al reino como Castilla.

El reino de León es totalmente independiente de Castilla, y aunque muy similar en su

organización e incluso en su territorio, ambos cuentan con sendos reyes. El proceso

de unificación se iniciará tras la muerte del rey navarro Sancho Garcés III, conocido

6

como Sancho “el Mayor”, ya que su hijo Fernando I el Magno se va a hacer con los

condados castellanos y con el reino leonés, tras vencer a Bermudo de León en

Tamarón1.

1 La batalla de Tamarón tuvo lugar en el año 1037, y enfrentó a las tropas del rey leonés Bermudo III

con las del conde castellano Fernando Sánchez, saliendo este último victorioso y proclamándose rey

con el nombre de Fernando I. no se sabe a ciencia cierta la fecha de la batalla, ya que varias fuentes de

la época aportan diferentes versiones.

7

CAPÍTULO 1

INTRODUCCIÓN

Mucho se ha escrito sobre los últimos siglos del periodo medieval, siglos que han

generado un continuo debate entre historiadores, economistas o medievalistas.

El concepto feudalismo es uno de los elementos que más ha fomentado ese debate

historiográfico, ya que, como veremos más adelante, son muchas las opiniones y

teorías sobre este término. En cualquier caso, históricamente se ha relacionado el

feudalismo y la época medieval con la violencia, la oscuridad, la peste o la guerra,

dejando en un lugar poco privilegiado a este interesante periodo histórico.

Este tipo de adjetivos no corresponden a la realidad del Medievo, ya que se trata de

una época, en especial a partir del siglo XI, de desarrollo y evolución en la vida de los

hombres. Poco a nada vamos a hablar de los años anteriores al año 1000.

Entre los siglos XI y XIII, Europa, y también Castilla, experimenta un notable

desarrollo en aspectos fundamentales para la vida social de sus habitantes, como una

mayor y mejor producción, mayor importancia de los mercados y de las actividades

mercantiles, o el incremento de núcleos de población. La ciudad se va a convertir en

uno de los pilares de este desarrollo, junto con la difusión de estilos artísticos tan

importantes como el románico y el gótico.

Se habla de un crecimiento global a nivel europeo. Las condiciones climáticas, como

señalan algunos, mejoran respecto a los siglos anteriores, permitiendo un mejor

escenario para el cultivo de los cereales2 y el trabajo en los bosques.

En el siglo XI, los reinos cristianos peninsulares se encontraban inmersos, al igual

que gran parte de Europa, en un periodo de crecimiento económico, social y

espiritual. Además, comienzan a ganar terreno al islam de forma continuada,

aumentado sus dominios y obteniendo nuevas vías de ingresos.

La sociedad entró en un proceso de avance caracterizado por el dominio de los

señores sobre sus territorios y las gentes que habitaban en ellos, concentrando a la

población en los futuros señoríos.

2 Algunos autores, como veremos más adelante, señalan como un motivo de la crisis del siglo XIV el

empeoramiento de las condiciones climáticas, que inciden directamente en los cultivos.

8

Se produce un crecimiento estimulado por las exigencias señoriales3, además de por

los elevados rendimientos que ofrecen las continuas roturaciones, con la consiguiente

ampliación del espacio cultivado.

En el plano ideológico e identitario se ponen los cimientos para la organización social

y mental que va a regir Europa hasta la desaparición del Antiguo Régimen varios

siglos después, junto al reforzamiento de una monarquía dotada de carácter nacional.

Robert Fossier, gran medievalista del siglo XX, planteó una serie de etapas para este

importante periodo medieval.

La primera fase la sitúa entre los años 980 y 1040, considerada como una revolución

social. Algunos autores la denominan mutación feudal4.

La segunda etapa, entre 1060 y 1160, está caracterizada por una disminución del

ritmo de crecimiento y la puesta en marcha de nuevas estructuras mercantiles,

artesanales e intelectuales.

La tercera abarca los años situados entre 1170 y 1230. Se trata de una etapa

beneficiada por la intensificación del crecimiento y por la generalización de las

mejoras técnicas.

Por último, la cuarta comprendería los años situados entre 1230 y 1280, cuando el

modelo feudal ha tocado techo para iniciar una lenta pero continua depresión que

desembocará en la crisis bajomedieval, depresión económica y social que embarca a

reyes y vasallos en una crisis que se aprecia, especialmente, en el siglo XIV.

El crecimiento demográfico incide directamente sobre el desarrollo producido entre

los siglos XI y XIII. Los señores se vieron obligados a mantener el equilibrio entre

hombres y recursos. Parece aceptada la idea de que fueron los campesinos los que

primero consiguieron pequeños excedentes que después fueron controlados por los

señores.

Para mantener el equilibrio entre ambos los señores adoptaron tres modalidades. La

primera es exigir a los campesinos más recursos sobre un mismo espacio. La segunda,

es autorizar al campesinado a ampliar sus espacios de explotación y por lo tanto sus

3 Las exigencias señoriales combinadas con las iniciativas campesinas generan una serie de excedentes

que son la base del crecimiento europeo de los siglos XI al XIII. 4 Un buen manual para conocer más sobre este término de mutación feudal es el de CHUST, M., De la

cuestión señorial a la cuestión social: homenaje al profesor Enric Sebastià, Valencia, Universitat de

Valencia, 2002, 334 p.

9

beneficios. La tercera es, por iniciativa señorial, ampliar el espacio controlado

mediante acciones militares o políticas.

En cualquier caso, a cada aumento del número de población correspondía un aumento

del espacio explotado.

La ampliación del espacio productivo es otra de las causas principales del crecimiento

europeo y también castellano. Está directamente relacionado, como acabamos de ver,

con el aumento de la población. Estos factores, el crecimiento demográfico y la

ampliación del espacio productivo generan una serie de mejoras técnicas y de

equipamiento5, claves para aumentar la producción.

Como resultado, se produce una continua ganancia de terreno al bosque y en menor

medida a la marisma. El objetivo no era otro que sustituir ese espacio de bosque por

tierras de cultivo6 o pastos para el ganado.

Es un momento eminentemente rural, la mayoría de la población reside en el campo y

son pocas las ciudades que son consideradas como tales. Incluso a finales del siglo

XIII más del 80% de la población seguía viviendo en el campo.

La aldea se convierte en la unidad de organización por excelencia. Los señores

estimularon la creación de aldeas para concentrar la población en espacios concretos

en los que predomina la voluntad del señor frente a la voluntad aldeana.

La familia conyugal es el elemento integrador de esas aldeas. Trabajaban un tipo de

explotación de carácter familiar y de dimensiones reducidas, la pequeña explotación

campesina, clave para el modelo feudal.

El funcionamiento del sistema feudal y del mundo rural necesitaba de una nueva

célula como es la ciudad. Con la formación de este espacio se establece un amplio

marco de relaciones entre la ciudad y sus aldeas.

Todos los habitantes que se encuentran en los dominios de la villa están bajo la

jurisdicción del mismo concejo, gozando de los mismos privilegios y exenciones y de

las mismas cargas y obligaciones. Lo que sí es cierto es que la villa principal ejerce su

5 Algunas de estas mejoras son la herradura o el estribo, procedentes del mundo asiático, la utilización

del molino, muy demandando en la antigua Roma o la introducción de novedades en la tracción

animal, además de utilizar un nuevo tipo de arado. No se utilizaba el mismo arado en el norte que en el

sur de Europa. El molino es, de todas ellas, la más importante. 6 Lo más habitual era trabajar el cereal y la vid.

10

influencia y su superioridad sobre las demás aldeas, imponiendo su protección

jurídica y militar.

La actividad de los concejos se ve limitada por la presencia de señoríos laicos y

eclesiásticos, donde los oficiales no tienen competencias.

La mayoría de las villas van a vivir gracias a las actividades agropecuarias, si bien es

cierto que algunas obtienen mayores beneficios gracias al comercio. La práctica

totalidad de la población se dedica a la explotación del terrazgo. Las tierras se

repartían entre posesiones municipales, señoriales o entre los campesinos, que son los

que trabajan las explotaciones, para otros o para ellos mismos.

La actividad agrícola generaba mayor riqueza que la ganadería, desplazada a un mero

complemento de la economía doméstica.

En un primer momento, ambos mundos se complementan y hasta podemos decir que

conviven armónicamente, pero con el tiempo el sistema urbano exigió una lógica

distinta al sistema rural, lo que provocó una serie de desajustes y diferencias entre los

dos.

Este creciente mundo urbano tejió una serie de relaciones mercantiles7 y artesanales

que ayudaron a la creación de gremios perfectamente organizados y dedicados a una

tarea concreta. Las ciudades viven un aumento de la demanda, especialmente de

aquellas clases más pudientes económicamente.

Se produce además un trasvase de gente procedente del mundo rural y que se

dedicaba tanto a labores artesanales como a la agricultura o al comercio.

El comercio es fundamental para el buen funcionamiento de las nuevas ciudades. El

renacimiento comercial se basó en la colaboración de los mercaderes, los transportes

y los pagos. El mercader pasó de ser un simple individuo que recorría los caminos de

villa en villa para convertirse en un personaje de cierta importancia y habitualmente

organizado en sociedades mercantiles. Algo parecido pasa con el transporte, que pasó

de realizarse sobre mulas y bueyes a hacerse en grandes embarcaciones a través de

ríos y mares, permitiendo un comercio a gran escala hasta ahora desconocido.

7 Las ciudades italianas, como Amalfi o Génova, y las ciudades flamencas son consideradas las

pioneras en el desarrollo de este tipo de relaciones comerciales a pequeña y gran escala.

11

CAPÍTULO 2

MUNDO RURAL. ECONOMÍA RENTISTA FEUDAL

Antes de pasar a hablar del mundo rural, me gustaría realizar una serie de apuntes

sobre un término complejo como es el concepto de feudalismo, prestando especial

atención a cómo la historiografía ha tratado este concepto, para después abordar un

breve estudio sobre el señorío, verdadero motor del modelo feudal. Una vez que

hayamos visto estos dos aspectos entraremos a estudiar el mundo rural.

2.1. EL FEUDALISMO EN LA HISTORIOGRAFÍA. BREVES NOTAS.

Se trata de un término ambiguo que ha generado gran controversia a lo largo de la

historia. Durante el siglo XX el debate historiográfico sobre el feudalismo “enfrentó”

a historiadores de diferentes escuelas y países europeos, como Claudio Sánchez

Albornoz, Robert Fossier, Maurice Dobb, Marc Bloch, Georges Duby o el

recientemente fallecido Jacques le Goff.

François-Louis Ganshof8, importante medievalista belga fallecido en 1980, es

considerado como uno de los primeros historiadores en hablar sobre el término

feudalismo. Según este autor, las características serían las siguientes: un importante

desarrollo de los vínculos de dependencia entre los hombres, con la consiguiente

preeminencia de una clase sobre otra; una ruptura del derecho de propiedad, y fruto

de esa ruptura, una jerarquía de poderes autónomos que ejercen la autoridad para su

propio interés.

En resumen, un contrato entre dos hombres libres, el vasallo y el señor, en el que el

primero se compromete a prestar una serie de servicios, generalmente de carácter

militar, auxilium y consilium, a cambio de un feudo cuyas rentas deben permitir vivir

al vasallo. Ganshof plantea un feudalismo en el seno de la nobleza.

Marc Bloch9 defiende otro concepto de feudalismo, calificando como feudal a toda la

sociedad, no sólo a los comportamientos de la nobleza como planteaba Ganshof.

8Qu'est-ce que la féodalité?, ¿Qué es el feudalismo? es la obra más conocida de este historiador belga,

considerado uno de los mejores medievalistas. 9 Marc Bloch es el líder y fundador de la Escuela de los Annales, corriente historiográfica con una gran

influencia posterior tanto en Francia como en otros países.

12

Bloch distingue dos sociedades feudales, por un lado la sociedad de los siglos IX y X,

y por otro lado la sociedad de los siglos XI y XII.

Los historiadores de carácter marxista plantearon el feudalismo como un modo de

producción más, realizando un análisis propio del materialismo histórico. Los

defensores de esta corriente defienden un núcleo de relaciones de producción en torno

al cual se posicionan dos clases opuestas como son los campesinos y los señores.

Para el caso español existió un debate acerca de la existencia o no del feudalismo.

Hasta los años ochenta, se aceptaba la inexistencia del feudalismo en España, a

excepción de Cataluña, heredera del Imperio Carolingio y que si se feudalizó.

Detrás de esta hipótesis estaba Claudio Sánchez Albornoz, quien defendió la

inexistencia del feudalismo alegando que Castilla sólo había vivido un conjunto de

instituciones feudovasalláticas sin que ello pudiera considerarse como feudalismo.

Sin embargo, otros historiadores comenzaron a sostener la tesis de que la península si

se feudalizó, idea que ha sido aceptada y defendida mayoritariamente hasta nuestros

días.

Salvador de Moxó, siguiendo los planteamientos de Bloch, defendió la existencia de

una sociedad feudal en la castilla medieval.

2.2. APUNTES SOBRE FEUDALISMO

Es posible que después de leer esto, nos preguntemos cómo y cuándo se formó el

feudalismo. Julio Valdeón ofrece, en su libro El feudalismo, un punto de vista

coherente y bastante aceptado para responder a esta pregunta.

“La opinión más generalizada es aquella que afirma que la sociedad feudal se constituyó en el

transcurso de un proceso de gran amplitud cronológica y de enorme complejidad. Dicho

proceso ha sido presentado tradicionalmente como un periodo de transición entre el mundo

antiguo o el medieval, utilizando categorías del materialismo histórico, entre el modo de

producción esclavista y el feudal.”10

No voy a detenerme en los comienzos de esta transición, dejando de lado la

desintegración del Imperio Romano y los hechos inmediatamente posteriores, para

dar un salto cronológico hasta los siglos X y XI.

10 VALDEÓN BARRUQUE, J., El feudalismo, Madrid, Historia 16, 1992, p 31.

13

La historiografía ha ofrecido una imagen oscura y violenta, acertada en muchas

ocasiones, de este amplio periodo histórico, dominado por los pueblos que tumbaron

a la poderosa Roma, como los francos en Francia, los lombardos en Italia o los

visigodos en España.

El feudalismo tiene su base en el campo, en el mundo rural, que experimentó un

fortalecimiento y crecimiento en detrimento del mundo urbano. Las ciudades pierden

la importancia de la que habían gozado durante el Imperio, y no será, como veremos

más adelante, hasta el siglo XI y sobre todo en los siglos XII y XIII cuando vuelvan a

ocupar una posición de preeminencia respecto al campo.

Se empiezan a configurar, por lo tanto, enormes dominios territoriales que se van

convirtiendo en señoríos, pieza clave del feudalismo. Los propietarios de estos

grandes territorios se convierten en señores, ya que acumulan en sus manos poderes

militares, fiscales o judiciales sobre los campesinos, lo que conocemos como

banalidades.

Paralelamente a esta conversión de los territorios en señoríos, asistimos a una

conversión del campesinado en vasallos, en siervos de su señor.

Los pequeños propietarios disminuyen ahogados por las numerosas cargas que debían

soportar, hasta el punto de entregar sus posesiones y bienes al señor, pasando a ser

dependientes y siervos del mismo. Los esclavos desaparecen en favor de los

campesinos, que trabajan las tierras de su señor a cambio de protección y de pequeñas

posesiones. Este nutrido grupo de labriegos forman, a lo largo y ancho de Europa,

también en Castilla, la base de feudalismo.

El modelo feudal alcanza su plenitud durante los siglos XI y XII, y es en el XIII

cuando sus cimientos empiezan a tambalearse. Como ya sabemos, este feudalismo

clásico se basa en el contrato que se establece entre el señor y su vasallo, fundiéndose

ese vasallaje con el beneficio que el señor obtiene de él. Es muy difícil encontrar

campesinos que no pertenezcan a ningún señorío.

La clave de este modelo la encontramos, básicamente, en el aspecto económico. La

aristocracia rural, los señores, suponían un número muy inferior en relación con el

campesinado, pero acaparan la producción de los labriegos, en lo que se denomina

renta feudal o renta señorial. La renta feudal es un concepto complejo, ya que abarca

una serie de prestaciones del campesino hacia su señor, en dinero, en trabajo o en

especie.

14

Más adelante veremos algo más de la estructura social de la época feudal, pero

apuntaremos ahora la clásica clasificación de la sociedad feudal, la tripartita o

trinitaria.

Esta división distingue tres niveles, los oratores o los que oran, los bellatores, que son

los que hacen la guerra, y los laboratores, que son los que trabajan. Una definición

sencilla la encontramos en el citado libro de Julio Valdeón:

“Los oradores administraban los sacramentos y predicaban, pero sobre todo acumulaban

méritos para ayudar al pueblo a su salvación eterna. Los guerreros eran los protectores del

pueblo de Dios, más para realizar esa tarea de forma satisfactoria debían tener una preparación

específica, dedicando su tiempo a los ejercicios físicos, la caza, los torneos etcétera. (…)11

El plano político del feudalismo, para muchos la verdadera esencia del fenómeno

feudal, podría definirse en los siguientes rasgos:

- En primer lugar se aprecia un debilitamiento general de los monarcas,

debilidad que es aprovechada por nobles, guerreros o eclesiásticos, en

definitiva por los señores feudales.

- En segundo lugar, los señores gobiernan sobre un territorio local o comarcal,

con el castillo como elemento visible de su poder. Se habla de una

comarcalización o regionalización del poder.

- En tercer lugar la aparición de una marcada jerarquía feudal, la pirámide

social que conduce desde el vasallo, que se encuentra en la base, hasta el

monarca que se encuentra en la cúspide de la pirámide.

Salvador de Moxó, en su obra Feudalismo, señorío y nobleza en la Castilla

medieval,12destaca dos rasgos fundamentales para el ámbito económico del

feudalismo.

En primer lugar la expansión de una sociedad de carácter agrario, en la que juega un

papel destacado la propiedad territorial. El feudalismo se desarrolla en una sociedad

agrícola donde prevalecen los intereses económicos de carácter local.

11Ibidem. p 66. 12 DE MOXO, S., Feudalismo, señorío y nobleza en la Castilla medieval, Madrid, Real Academia de la

Historia, 2000, 370 p.

15

En segundo lugar, la importancia del señorío, del que hablaremos en el siguiente

apartado, como medio de expresión de la subordinación campesina con sus señores

feudales.

Por otra parte, cuando nos referimos al feudalismo conviene distinguir dos elementos.

En primer lugar, el régimen político, militar e institucional, que está en poder de la

clase privilegiada laica, y que abarca principalmente la seguridad del campesinado.

En segundo lugar, el régimen ideológico-religioso, reservado exclusivamente a la

iglesia y preocupado por la estabilidad anímica y religiosa de la sociedad. Este último

juega un papel fundamental, ya que minimiza las carencias a las que el poder laico no

podía llegar.

Para cerrar este apartado, es preciso señalar que el feudalismo no es homogéneo en

todas las partes de Europa, pero si encontramos unas características comunes en

Castilla, Francia o Inglaterra.

2.3. EL SEÑORÍO

En las próximas líneas voy a tratar de aproximarme al concepto de señorío, clave para

explicar los siglos X, XI y XII.

Un señorío supone una ordenación humana y un sistema de explotación agraria, de

carácter rural y dominado por el señor, quién tiene bajo su autoridad las villas, aldeas

y tierras que le pertenezcan, además de los individuos que en ellas habitan.

La formación de los señoríos supone un proceso largo y complejo. Desde los siglos

VIII y IX, los propietarios de grandes posesiones se convierten poco a poco en

dueños y señores de prácticamente todo lo que hay en sus territorios.

Esos propietarios, además, van a concentrar en sus manos la casi totalidad de los

territorios existentes. En estos momentos podríamos hablar de un tipo señorío arcaico,

un modelo previo, con mucho camino por recorrer aún, de lo que conocemos como

señorío.

La continua roturación de tierras es una de las causas fundamentales en la creación de

los señoríos. Ese proceso de roturación campesina se debe en gran parte al

crecimiento demográfico que experimentó Europa a partir del siglo IX y a los avances

que se produjeron en los útiles y herramientas.

16

Los señoríos se generalizan en el siglo X y sobre todo en el XI. Para entonces, se hace

difícil encontrar individuos que no pertenezcan a ningún señorío, del tipo que sea. A

continuación vamos a repasar, de manera muy breve, los diferentes tipos de señoríos

que encontramos en Castilla.

En primer lugar, y por su carácter real, el realengo. Como su propio nombre indica, es

el señorío perteneciente al monarca. Comprendía los infantazgos y afectaba a la

generalidad de las personas y a la mayor parte de los recursos.

Si exceptuamos el realengo, distinguimos dos grandes de grupos de señoríos en

relación con el titular de la propiedad: los eclesiásticos, denominados abadengos, y

los laicos, conocidos como solariegos.

En el grupo de los eclesiásticos encontramos varios tipos, como los monásticos,

episcopales, capitulares, hospitaleros y maestrazgos.

Los señoríos que pertenecen a las Órdenes Militares tienen una naturaleza diferente,

ya que presentan unas características más cercanas a los señoríos de realengo. Estas

órdenes, como la de Santiago, la de Calatrava o del Temple, se hacen con el control

de los extensos territorios que los monarcas cristianos van conquistando a los

musulmanes en las extremaduras y en La Mancha, recibiendo la titularidad de estas

inmensas posesiones a cambio del control de estas peligrosas tierras de frontera y

como agradecimiento a la ayuda militar prestada.

Estos señoríos estaban organizados en torno a la residencia del maestre, que era la

cabecera del dominio y secundada por una serie de encomiendas comarcales

trabajadas por los freires, familiares y dependientes. Tienen una marcada orientación

ganadera, controlando grandes rebaños de ovino y un buen número de cabezas de

vacuno.

Los señoríos de las zonas conquistadas eran de suma importancia, ya que los éxitos

militares suponen un relativo control de esos nuevos espacios, éxito que sólo quedaba

ratificado con el establecimiento humano en esas zonas.

El solariego es el señorío de la nobleza laica, y constituye la base primitiva de la

institución señorial. Este tipo de señorío, posiblemente el más numeroso, se

generalizó en las últimas décadas del siglo XI, gracias, entre otras causas, al continuo

avance de la reconquista, con la consiguiente necesidad de asentar y repoblar lo

conquistado.

Los señoríos, ya fueran laicos o eclesiásticos se organizaban en torno a la residencia

del señor, extendiendo su poder hasta la periferia. Con el paso de los años los señores

17

centran su atención en las tierras más próximas a su residencia, dejando en un

segundo plano e incluso vendiendo aquellas parcelas más alejadas, donde no podían

ejercer un control tan exhaustivo.

Por otra parte, y dejando de lado este tema previo referente a los señoríos, el mundo

rural castellano está directamente influenciado por la Reconquista cristiana del

espacio musulmán, especialmente a partir de la conquista de Toledo en el año 108513,

que supone la repoblación y roturación de nuevos y extensos territorios.

Se explotan tierras hasta ese momento desechadas, y la reconquista permite repoblar,

no sin dificultades, los territorios situados entre los ríos Duero y Tajo. Además, a todo

se añade un mayor desarrollo en el utillaje y en las técnicas de labranza, con unos

medios algo más especializados y unas prácticas de cultivo novedosas, lo que supone

un importante desarrollo económico a finales del siglo XI y sobre todo en el siglo XII

y parte del XIII, cuando el modelo feudal está perfectamente afianzado y funciona

con buenos resultados. Algunos autores sostienen la idea de que el propio reino, con

el monarca al frente, es el primero de todos los señoríos que forman ese estado feudal.

Vamos a ver ahora la organización del espacio en el mundo rural y las unidades de

poblamiento de los campesinos.

2.4. ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO

Los habitantes del mundo rural se agrupan en diferentes unidades de organización,

como las aldeas o las comunidades de valle.

Para llegar a estas unidades, las más habituales para la sociedad feudal, debemos

detenernos en la villa romana y en la villa carolingia, predecesoras de las futuras

aldeas y comunidades.

La villa esclavista se generalizó en los últimos compases del Imperio Romano, y es

habitual encontrar este modelo de organización en época visigoda. En líneas

generales, se trata de una explotación de amplias dimensiones, trabajada por un grupo

de esclavos alojados en la propia villa y de la que se obtenían cereales, vino o aceite.

Al mando de la villa esta el dominus, dueño de todas las parcelas de la explotación.

13 En el año 1085 el monarca castellano-leonés Alfonso VI entraba victorioso en la capital de la Taifa

de Toledo, creada cincuenta años antes tras la descomposición del Califato de Córdoba. Se trata de uno

de los hechos más destacados de la Reconquista cristiana.

18

Esta villae tardorromana origina la villa carolingia, que si bien tiene una organización

similar, se diferencia de la primera en algunos aspectos.

La villa carolingia se divide en dos espacios bien definidos. Una parte se la reserva el

dominus para que sea trabajada por sus esclavos y la otra parte es entregada en

pequeñas parcelas a antiguos esclavos, ahora asentados, conocidos como servi casati.

Este es un proceso fundamental, ya que la esclavitud se convierte poco a poco en

servidumbre, con todo lo que ello conlleva. Una de las consecuencias directas es la

proliferación de pequeñas aldeas donde viven los campesinos.

Para el caso peninsular, los historiadores distinguen la aldea de la comunidad de

valle.

Las comunidades de valle aparecen en el siglo IX y se desarrollan especialmente en el

norte peninsular. Su principal característica es el carácter supralocal, englobando a

varios núcleos de población bajo la dirección de una serie de jefes que tomaban las

decisiones competentes al territorio ocupado. Se trata de comunidades con un

marcado carácter ganadero y una agricultura complementaria a esa actividad

ganadera. Estas aldeas, situadas en las regiones montañosas, contaban con un menor

número de habitantes, alrededor de treinta individuos pertenecientes a tres o cuatro

familias.

La aldea, o villa14 como habitualmente aparece en los documentos de la época, es la

forma más habitual de ordenamiento para los habitantes del agro. La importancia de

la aldea para el campo es tremenda, ya que actúa como reguladora de ese mundo

rural. Robert Fossier define la aldea como “una agrupación estable de familias

instaladas en un espacio de aprovechamiento económico que formaba un término de

límites reconocidos por otras aldeas”.

Los caminos eran de suma importancia, conectaban unas aldeas con otras,

constituyendo un espacio económico y favoreciendo las actividades mercantiles. Los

historiadores han documentado que dentro de las aldeas los habitantes mantenían un

alto grado de convivencia, tanto entre iguales como entre desiguales. Podemos decir

que esas relaciones de convivencia favorecían el sentimiento de pertenencia a un

grupo concreto por parte de los habitantes.

14 José Ángel García de Cortázar desgrana esta idea en su obra Sociedad y Organización del Espacio

en la España Medieval, Granada, Editorial Universidad de Granada, 2004, p 250.

19

José Ángel García de Cortázar, en su obra La vida en una aldea medieval, señala

cinco rasgos fundamentales para las aldeas:

“Agrupación humana estable en sus hogares de residencia; término delimitado de explotación

económica: agraria, ganadera, forestal, red de caminos que empalmaba ambos espacios,

relaciones económicas y sociales a escala del núcleo; y sentimiento de compartir un espacio y

una forma de vida (…)”15

En los lugares más favorables para el asentamiento humano, las aldeas podían contar

hasta cuarenta familias. Este número depende de las posibilidades que los campos y

los bosques de alrededor ofrecieran.

Las aldeas aparecen en Europa, y también en Castilla, en los siglos IX y X. Las

agrupaciones de familias que vemos en los siglos VII y VIII no cuentan aún con las

características principales de un poblado.

García de Cortázar señaló la permanencia como el rasgo más definitorio de la aldea.

Permanencia en los espacios, en los ritmos y tiempos de vida, permanencia en las

actitudes y permanencia también de la jerarquía entre el señor y los campesinos.

Un aspecto fundamental en la creación de las aldeas es la actividad de los propios

campesinos, ya que de forma individual o en grupo fueron roturando y ganando

terreno a los espacios boscosos, convirtiendo esos espacios boscosos en nuevas tierras

de cultivo y en pastos para las cabezas de ganado, fundamentales para el buen

funcionamiento de la comunidad. No obstante, el bosque proporcionaba otra serie de

materias primas, como leña, caza, practicada por los señores, o frutas silvestres.

Gracias a estas actividades los campesinos mantenían el equilibrio entre los espacios

agrícolas y los ganaderos y forestales, además de constituir los términos territoriales

de cada aldea, o lo que es lo mismo, los dominios de cada señor. A partir del siglo XI

se producen enfrentamientos entre los señores, ya que comienzan a roturar nuevas

tierras de bosque para añadir a sus dominios, dando origen a numerosos litigios para

fijar los límites territoriales de cada término.

La mayoría de las aldeas diferenciaban dos espacios perfectamente delimitados. Por

un lado el conjunto de las casas de los aldeanos y el castillo o palacio del señor, con

15 GARCÍA DE CORTÁZAR, J, A., La vida en una aldea medieval, Madrid, Santillana, 1996, 72 p.

20

las pequeñas huertas y las cuadras de los animales, y por otro lado los campos de

cultivo y los bosques, más alejados del núcleo de población.

2.5. SOCIEDAD Y ECONOMÍA.

El campesinado, al igual que la nobleza, no está exento de diferencias sociales y

económicas entre sus miembros, estableciéndose una jerarquía entre los labradores y

ganaderos más ricos y aquellos labriegos más pobres.

De esta forma se generan unos lazos laborales que derivan en una serie de relaciones

de dependencia entre campesinos que no distan mucho de las relaciones establecidas

entre el señor y sus vasallos. Lo que estoy apuntando aquí quiere decir que existen

diferentes modelos de explotaciones campesinas adecuadas al nivel económico de

cada labrador. Este nivel campesino se relaciona con las posibilidades de consumo

que tienen los miembros de cada familia, cuanto más consuman esos miembros más

alto será su nivel de vida.

Con el paso del tiempo asistimos a un proceso de estratificación campesina, en la que

los individuos ricos acumulan tierras y yuntas de labor a la vez que aumenta el

colectivo de campesinos empobrecidos, sin duda el grupo más numeroso.

El campesino de la corona castellana vivió una situación favorable y de cierto

crecimiento económico durante los siglos XI y XII, pero con la llegada al poder de

Alfonso X su situación empeora ostensiblemente. Alfonso refuerza el fisco real,

basando ese reforzamiento en una clase campesina que también debía hacer frente a

la detracción nobiliaria y eclesiástica. Vamos a ver esa jerarquización de la clase

campesina.

2.5.1. CLASIFICACIÓN DEL CAMPESINADO

El campesinado castellano se divide en tres grandes grupos, los campesinos ricos, el

campesinado medio y los campesinos más empobrecidos.

Los campesinos ricos disponen de explotaciones en las que las disponibilidades de

cereal se sitúan muy por encima de las necesidades alimenticias de la familia. Estos

hombres son titulares de solares completos y tenían a otros campesinos y labriegos,

no pertenecientes a la familia, a su servicio. Este colectivo utiliza unos contratos

21

similares a los empleados por los nobles y caballeros, por lo que deberíamos hablar

de una aristocracia campesina.

Disponían de más de dos bueyes, algo realmente complicado para la mayoría de

personas, además de una extensión de tierras importante.

La posesión o no de un yugo de bueyes era uno de los elementos más definitorios

para el campesino, ya que el tener una pareja de bueyes permitía una producción

bastante mayor, por lo que permitían al agricultor situarse en una posición

relativamente acomodada.

Las explotaciones de los campesinos ricos cuentan con un número mayor de tierras de

cultivo, tanto cerealista como vinícola, y cuentan además con una cabaña ganadera

que no alcanza los niveles de la caballería popular pero que supera de largo a la

cabaña ganadera de cualquier hombre medio. En términos cuantitativos, estas

explotaciones superarían con creces las veinte hectáreas, llegando en ocasiones a

superar las cincuenta hectáreas de explotación. Esto es así porque la importancia de

estos campesinos en el mercado era mayor que la de los campesinos medios y pobres.

Vemos la importancia y el alto nivel de vida de estos “aristócratas campesinos” en

una cita de la obra de Julián Clemente Ramos La Economía Campesina en la Corona

de Castilla (1000-1300):

“Los sectores más favorecidos de este campesinado enriquecido constituirían una aristocracia

campesina que en algunos casos no tendría nada que envidiar económicamente a los sectores

inferiores de la nobleza.”16

El agricultor medio cuenta con la explotación clásica, también denominada de

carácter familiar, que se extendía a lo largo y ancho de la cuenca del Duero. Este tipo

de explotación estaba trabajada por los familiares, cabezas de familia y los hijos,

entre cuatro y ocho miembros, y solía tener alrededor de diez hectáreas ocupadas por

viñedos, cereales y frutales, además de contar con el espacio de huerta y los animales

destinados al consumo directo, especialmente ganado porcino, caprino ovino y

bovino.

La finalidad de este modelo de explotación es producir los elementos centrales de la

alimentación como son el cereal y el vino, además de producir frutas, productos

16 CLEMENTE RAMOS, J., La Economía Campesina en la Corona de Castilla (1000-1300),

Barcelona, Crítica, 2004, p. 75

22

hortícolas y grasas animales. Es una de las más habituales, y también es la que se ve

implicada en la crisis del feudalismo inmóvil, son los campesinos que se van a ver

ahogados por sus señores y condenados a vivir en una situación límite.

Las explotaciones de carácter serrano tenían menos hectáreas y una organización

diferente, primando en este caso la actividad ganadera y forestal, ya que las

condiciones del terreno así lo exigían. Esto no quiere decir que aquí no encontremos

campesinos acomodados y ricos, pero si es cierto que eran zonas más difíciles y

menos rentables que las situadas en los valles y cuencas de los grandes ríos.

Por otra parte aparecen los campesinos empobrecidos, divididos a su vez en varios

grupos. Los dos grupos más numerosos dentro de los campesinos pobres son, por un

lado, aquellos que poseen un buey y por lo tanto tienen una insuficiencia en la fuerza

de trabajo, además de contar con tierras de cultivo limitadas, y por otro lado, aquellos

que no poseen bueyes y que cuentan con alguna o ninguna propiedad.

En el primer grupo, es habitual mezclar otra bestia, vacas, asnos, mulos o caballos de

tiro al buey que se poseía. El buey aparece en la documentación como el mejor

animal de trabajo, con un precio elevado en comparación con las vacas o con los

asnos y mulos. Estos agricultores poseedores de un solo buey se ven en la obligación

de trabajar con otro tipo de bestia para limitar en lo posible esa insuficiencia de la

fuerza de trabajo. Esto es lo que refleja el empobrecimiento de este grupo de

campesinos, quienes en muchos casos además no eran los propietarios de los bueyes.

El tipo de explotación trabajada por los lugareños pobres difícilmente satisfacía las

necesidades de una familia con cuatro o cinco miembros y con extensión de unas

pocas hectáreas.

Este déficit de la explotación obliga al campesino a buscar otras vías para satisfacer

las necesidades de la familia, como reducir el número de miembros de la familia o

trabajar para otros hombres para percibir un salario aunque fuera mínimo.

Respecto a la cabaña ganadera, los individuos pobres cuentan con unas siete y ocho

cabezas de ganado ovino o caprino y un par de vacas en el caso de contar con

bovinos, además de los cerdos, pieza central del abastecimiento campesino. Estos

campesinos pasaban serias dificultades para el autoabastecimiento cárnico que si

podían realizar los ricos y medios.

Aún con todo esto, no podemos afirmar que este grupo de campesinos, los que solo

contaban con un buey, fueran realmente pobres, ya que como hemos visto contaban

con algunas pocas cabezas de ganado.

23

El otro grupo podemos considerarlo como pobres, con una situación de escasez en las

propiedades y en el trabajo animal. Obviamente, los campesinos más pobres

dependían casi exclusivamente del trabajo asalariado que desarrollasen los miembros

de la familia en otras propiedades y para otros propietarios.

Los campesinos pertenecientes a este grupo no contaban, en la mayoría de los casos,

con ninguna propiedad, y eran pocos los que poseían alguna tierra de cereal. Los

huertos y las viñas, que requieren una menor fuerza animal, que estos campesinos no

poseían, podían ser trabajados por este grupo más pobre, lo que no quiere decir que

podamos considerar como generalizada su propiedad.

La cabaña ganadera de este grupo es prácticamente inexistente, sin cabezas de

porcino y con escasas cabezas de ovino o caprino. El número de hombres que

pertenecen a este grupo es muy elevado, más de la mitad de la población.

Es preciso señalar, y aquí apuntamos ya algún aspecto económico, que este grupo no

puede aspirar a la autarquía campesina vital para la supervivencia de estos individuos,

ya que sin bueyes y tierras esa autarquía es una utopía, por lo tanto se ven obligados a

obtener ingresos fuera de su pequeña explotación para poder satisfacer sus

necesidades. El mundo rural ofrece diversos trabajos para estos individuos,

especialmente durante la época de recolección de las cosechas, cuando los señores se

ven necesitados de un número elevado de mano de obra.

Dentro de este grupo encontramos a los yugueros, jornaleros, hortelanos, criados o

pastores, que realizan distintos trabajos para otros individuos en explotaciones

señoriales o campesinas.

2.5.2. ECONOMÍA DEL MUNDO RURAL. RENTA SEÑORIAL

La economía del campo se basa, como ya hemos comentado, en el contrato que se

establece entre el señor y el campesino por el cual este último debe pagarle una renta,

ya sea en especie, en trabajo o en dinero a cambio de la protección del señor y de

vivir dentro del señorío.

Los campesinos producen para su autoabastecimiento, pero también se ven

influenciados por el mercado. El comercio permitía a los aldeanos obtener dinero para

pagar la renta cuando el señor la exigía en numerario, además de para adquirir

aquellos bienes que el campesino no producía en su explotación.

24

Por lo tanto, los tres elementos que condicionan la producción campesina son el

abastecimiento para autoconsumo, la renta señorial y el mercado.

Algunos autores han señalado la importancia del huerto para aquellos campesinos

más empobrecidos, ya que es un elemento que escapa a la presión señorial,

permitiendo al campesino obtener rendimientos elevados para ser consumidos

directamente en su núcleo familiar.

Hasta el siglo XIII, el mundo rural castellano destaca por su continuidad y poco

dinamismo. No se producen cambios destacados en las técnicas de labranza y en los

utillajes empleados, aunque sí es cierto que aumenta la productividad por superficie.

El buey continúa siendo el animal de labranza por excelencia, no es hasta el siglo XV

cuando el mulo sustituye al buey como bestia habitual de trabajo.

Los productos alimenticios más consumidos siguen siendo el cereal y el vino, siendo

el pan el alimento fundamental para el grueso de la población y el vino como un bien

más cercano a los individuos más acomodados. Los productos obtenidos de la cabaña

ganadera, como la carne, los huevos o la leche completan, junto a la caza y los

alimentos producidos en el huerto, el abanico de productos que consumen señores y

vasallos.

Sin embargo, cuando hablamos de la economía del mundo rural nos referimos a la

economía rentista feudal, de la que hablaremos en las próximas líneas. Esta renta

feudal engloba una serie de prestaciones y pagos que vamos a intentar ver aquí.

2.5.2.1. RENTA SOLARIEGA

En primer lugar, el campesino tiene que pagar la renta solariega, solo por el mero

hecho de pertenecer a una jurisdicción señorial. La renta solariega es común e

individual, es decir, la comunidad campesina firma unos contratos con el señor al

igual que cada individuo hace por separado. Esta renta solariega fue el elemento

central de los ingresos nobiliarios y una parte importante en los eclesiásticos.

En los contratos colectivos, las tenencias son de carácter enfitéutico, ya que los

campesinos han consolidado su derecho de usufructo y tienen libertad total para su

transmisión. En los contratos individuales, por su parte, la tierra se cede de manera

perpetua, pero también es habitual realizar arriendos por un número determinado de

años e incluso por varias vidas. Cuando hablamos de contratos colectivos e

25

individuales hacemos referencia a las rentas en trabajo, en especie o en dinero que

tienen que aportar los campesinos a su señor.

La renta en trabajo tiene menor importancia en los contratos individuales que en los

colectivos. Por su parte, la renta en dinero y la renta en especie van de alguna manera

ligadas. En el siglo XIII domina la renta en dinero en los contratos colectivos y la

renta en especie en los individuales. En la segunda mitad de este siglo se produce un

cambio a favor de los pagos en especie, especialmente en los contratos individuales,

mientras que en los contratos colectivos este cambio se produce más lentamente. Esto

se debe a las alteraciones monetarias que se producen en este momento, con la

pérdida de valor de la plata y por consiguiente de las monedas.

Los campesinos que están sujetos a contratos individuales deben pagar unas rentas

más elevadas que los sujetos a contratos colectivos, duplicando e incluso triplicando

las cantidades exigidas en los últimos.

En las rentas en especie sucede algo parecido. De nuevo vemos como los campesinos

que firman contratos individuales se enfrentan a unas condiciones de pago más duras

y pesadas, especialmente en aquellas tasas referidas al cereal.

Los contratos colectivos engloban una serie de parámetros. Dentro de estos contratos

encontramos la renta fija y la renta parciaria. Se considera más ventajosa para el

campesino la primera de ellas, ya que esta última tiende a reforzarse con el paso del

tiempo, estableciendo unas condiciones más duras para los pecheros.

La renta fija en especie es la forma más habitual en los contratos colectivos y su

evolución afecta directamente a la tasa de plustrabajo campesino que absorben los

señores. Por lo general, las cantidades que exigen los señores son mayores cuando la

renta solariega se compone únicamente de productos en especie y algo más ligeras

cuando se añaden otras obligaciones como pagos numerarios o prestaciones en

trabajo.

El cereal es un producto que se exige siempre en los contratos colectivos, si bien es

verdad que no son cantidades importantes en comparación con el diezmo, de obligado

cumplimiento para todos los pecheros. El cereal es la parte fundamental de la dieta de

los hombres y mujeres de la Edad Media, de ahí su tremenda importancia en los

campos de cultivo medievales.

El vino, por su parte, se exige en menor medida en los contratos, y las rentas son

mucho más livianas que las exigidas en el cereal. Podemos afirmar que las rentas del

vino no tienen gran peso económico y para nada pueden ser comparadas con la

26

cerealícolas. El vino era una de las piezas centrales de la dieta medieval, pero su

consumo no estaba al alcance de todo el mundo, de ahí su menor importancia en las

tierras de cultivo. Parece ser que la producción campesina de vino fue reducida.

Otros productos que aparecen como renta en los contratos colectivos son los animales

y los productos derivados de esos animales. Los animales que más exigen los señores

son los carneros y las gallinas, aunque estas últimas tienen un valor notablemente

inferior que los carneros. También es habitual exigir cabritos, cerdos, lechones o

coderos. En cualquier caso, no es una práctica frecuente el exigir animales como parte

de la renta señorial.

Hasta ahora hemos visto diferentes modelos de la renta en especie, vamos a hablar

ahora de la renta en dinero. Parece claro que las rentas en dinero tienen una cierta

flexibilidad, ajustándose a la existencia o no de otras cargas, como las rentas en

especie o las rentas en trabajo. Se ha documentado que a lo largo del siglo XII la renta

solariega en dinero disminuyó sustancialmente, aunque se produjo una modera pero

subida general de precios. De este modo, la renta exigida en dinero pierde cierto

valor, aunque no se presenta como una realidad peligrosa para las economías

señoriales. Según algunos autores, una de las causas que palian esa pérdida de valor

de las rentas en dinero es el claro crecimiento demográfico que experimenta Castilla

en los siglos XI y XII. El campesino, que es quien paga esta tipo de renta, no se ve

beneficiado, ya que para estos era más sencillo entregar uno o dos carneros que

entregar su valor de mercado.

Con la llegada del siglo XIII la situación comienza a cambiar y se aprecian ya ciertos

cambios en las rentas monetarias. A partir, sobretodo, del reinado de Alfonso X, la

moneda comienza un lento pero continuo proceso de debilitamiento, apreciándose

además una subida de precios en el terreno agrario. Alfonso X realizó una serie de

reformas monetarias que pusieron fin a varias décadas de estabilidad económica y

monetaria.

En la segunda mitad del siglo XIII los problemas se agravan y los señores se

enfrentan con los monarcas. En este momento gran parte de la renta señorial se paga

en dinero, y se produce un proceso de devaluación de la moneda. Para hacernos una

idea de esto basta con decir que un carnero valía medio maravedí o sueldo y medio en

la década de los sesenta en el siglo XIII y que apenas veinte años después alcanza un

precio de entre tres y cinco maravedíes. Los bueyes, por su parte, pasan de cinco y

seis maravedíes a más de diez, y en la última década de este siglo su precio se sitúa

27

entre veinticinco y noventa maravedíes. Esto supone una multiplicación de los

precios nominales desde las alteraciones monetarias del rey Alfonso X. Esta subida

de precios de la segunda mitad del siglo XIII está directamente relacionada con la

pérdida de valor de la plata.

El campesino es el gran perjudicado de todo esto, ya que su situación económica

empeora y las exigencias señoriales no disminuyen sino todo lo contrario. Los

señores intentan por todos los medios que esas alteraciones monetarias no afecten a

sus rentas y patrimonios, algo que no siempre consiguen.

Los aristócratas tienen preferencia sobre la moneda antigua, de más valor que las

nuevas acuñaciones. Además, los señores actualizan las cantidades nominales

exigidas, lo que no es tarea fácil ya que la mayoría de los campesinos habían recibido

sus fueros con anterioridad al siglo XIII. El hundimiento de las rentas señoriales

comienza a producirse, aunque todavía en el XIII mantenían unos niveles más que

aceptables. Lo que sí es cierto es que los nobles castellanos no supieron mantener

esos niveles de crecimiento que habían experimentaron en el XI y en el XII, pero

lograron mantener su situación económica a pesar de las dificultades, todo ello a

partir de la presión sobre sus vasallos. Sin embargo, a medida que nos acercamos al

XIV esas rentas señoriales se van estacando ante la imposibilidad del campesinado de

generar más recursos.

Los señores van a recurrir a la violencia de forma habitual, especialmente a partir de

la conquista de las últimas plazas musulmanas en la península, ya que una vez

eliminado el enemigo común, se hace necesario buscar nuevos enemigos para obtener

nuevas vías de ingresos. Es algo frecuente los enfrentamientos entre señores para

aumentar sus patrimonios a costa de los de otros señores.

Por último, y antes de pasar a los contratos individuales, vamos a ver las prestaciones

en trabajo establecidas en los contratos colectivos. Se trata de un tipo de prestaciones

que no conlleva recursos materiales, sino fuerza de trabajo. El campesinado no acepta

este tipo de prestaciones, ya que el trabajo en las tierras de cada señor se relaciona

con la servidumbre, además tienen que dejar de trabajar sus tierras para trabajar las de

su señor. El campesino está obligado a trabajar algún día a la semana además de

trabajar durante las cosechas. De esta forma siempre se cosechan primero las tierras

del señor, quedando en un segundo plano las tierras particulares de cada campesino,

algo que descontenta al campesino.

28

Es una situación de clara dependencia, y es habitual que la renta en trabajo se

produzca en los momentos de más trabajo para el campesino. En el caso castellano,

las prestaciones de trabajo tienen una importancia menor, no constituyen una

obligación habitual y su número tiende a reducirse. El número de días aproximado

que un campesino trabaja para su señor no suele sobrepasar los quince días, número

que varía de un señorío a otro.

En el siglo XI las prestaciones en trabajo eran más importantes que en los siglos XI y

XII, superando los dos días y medio de trabajo al mes. En el siglo XII el número de

días trabajados disminuye y en el XIII es una práctica residual con un número de días

de trabajo muy escaso. A partir del siglo XIII la renta en especie se convierte en la

forma habitual de pago, especialmente tras las reformas monetarias de Alfonso X.

Estas son las características más importantes de los contratos colectivos que los

campesinos hacían con sus señores, ahora vamos a pasar a los contratos individuales

entre el campesino y el señor.

El cereal es uno de los productos más demandados en los contratos individuales, al

igual que sucedía en los contratos colectivos. La mitad, el tercio, el quinto y el

diezmo son las tasas parciarias más habituales en este tipo de contratos. Las tasas

sobre el cereal son importantes y casi todos los hombres están obligados a entregar

parte de su cosecha al señor, lo que sumado a la escasa productividad de las tierras

cerealícolas nos ofrece una idea de la dificultad de los individuos para satisfacer este

tipo de renta. Con el paso de los siglos se refuerzan las rentas sobre el cereal,

exigiendo una mayor cantidad al campesinado.

El vino, por su parte, tiene menos importancia que en los contratos colectivos, aunque

las rentas fijas son más elevadas que en los colectivos. En el caso del vino las rentas

se mantienen prácticamente homogéneas a lo largo de los siglos XII y XIII.

Para el caso de los animales y sus productos derivados, los parámetros son muy

similares a los ya comentados en los contratos colectivos. Los animales más

demandados son los carneros, seguidos por las gallinas y los cerdos. Aunque este tipo

de exigencias no tienen una transcendencia económica importante, a muchos

campesinos les resultaba realmente difícil cumplir con esta tasa, ya que no todos

podían entregar un carnero o un par de cerdos.

La renta en dinero es más elevada que en los contratos colectivos, siendo habitual

exigir uno o dos sueldos o uno y dos maravedíes. En el siglo XIII, debido a las ya

citadas alteraciones monetarias producidas durante Alfonso X, las rentas monetarias

29

se incrementan notablemente. Al norte del río Duero se produce un aumento de las

cantidades nominales exigidas en los contratos individuales. Para la renta en dinero

juega un papel muy importante el valor que en cada momento tenga el marevedí o las

otras monedas que los señores aceptan como medio de pago. Este valor no es siempre

el mismo, sino que fluctúa a lo largo del tiempo, incidiendo de manera directa en los

valores de la renta en dinero que tienen que afrontar los vasallos. Cuando la plata

pierde valor, se produce una subida general de precios.

En los contratos individuales las prestaciones de trabajo apenas aparecen en los siglos

XII y XIII, pero sí tuvieron una importancia notable en el siglo XI, cuando aún

escaseaban este tipo de contratos.

Hemos visto las características más importantes de los dos tipos de contratos

referentes a la renta solariega, concluyendo que las rentas exigidas en los contratos

colectivos no eran excesivamente pesadas pero para nada se pueden considerar

despreciables. Los contratos individuales, por su parte, tienen una enorme

significación económica, siendo el nivel de la renta bastante más elevado.

Independientemente de que en este tipo de contratos se exija la renta en especie o en

dinero estamos hablando de rentas importantes y muy gravosas para los campesinos.

Las rentas de los contratos individuales duplican, en algunos casos triplican, las

rentas de los contratos colectivos, lo que nos da una idea de la magnitud económica

dentro de la renta señorial. La renta solariega se mantiene estable durante los siglos

XII y XIII, adaptándose a los cambios producidos y manteniendo cierta estabilidad.

2.5.2.2. RENTA JURISDICCIONAL

El campesino no solo tiene que hacer frente a las cargas que hemos visto en las

páginas anteriores, sino que está sujeto a otro tipo de pagos de obligado

cumplimiento. Este tipo de pagos pueden afectar a toda la comunidad o a individuos

en particular, y no tienen una periodicidad fija. La renta jurisdiccional tiene un

impacto menor que la renta solariega, pero también supone una vía de ingresos para

los señores. Al igual que sucedía con la renta solariega, diferenciaremos entre

contratos colectivos y contratos individuales.

Dentro de los colectivos, encontramos diferentes tipos de impuestos y pagos a los que

los pecheros tienen que hacer frente.

30

-Mañería: se trata de una carga que permite al señor apropiarse de la explotación

campesina, aunque la forma más habitual es la conocida como atenuada, que obliga al

individuo al pago de una cantidad de dinero o de cualquier producto. Se trata de una

carga pesada, especialmente en los siglos XI y XII. La mañería solo se satisface en

determinadas situaciones.

- Banalidad del horno: es una de las cargas más conocidas y homogéneas. El horno,

al igual que el molino, pertenecía al señor, y por lo tanto había que pagar una cantidad

determinada a ese señor para poder usarlo. Por lo general se exige en especie, así que

no se vio especialmente afectado por las alteraciones monetarias.

- Mandadería: obliga al campesino a desplazarse con un cometido ordenado por el

señor. Tiene un carácter liviano y obliga más al caballero que al campesino, que solo

está obligado a cumplir esta carga durante un día.

- Yantar: es una carga relacionada con la alimentación del señor. El campesino debe

abonar una cantidad determinada, modesta en comparación con la renta solariega.

-Nuncio: se trata de una carga que generalmente se paga en especie. Obliga a la

familia a la entrega de una cabeza de ganado que suele ser un buey. Ya vimos el gran

valor de un buey para una familia campesina, por lo tanto el nuncio es una carga muy

pesada para el campesino.

- Laudemio: tasa que obliga al campesino a entregar una cantidad fija o una parte del

precio obtenido por la venta de una heredad. Se considera más pesada la entrega de

una parte de la venta, aunque no es algo habitual.

- Fonsado: carga exclusiva de los contratos colectivos dada su naturaleza militar. Se

trata de una de las obligaciones más duras, ya que además del peligro que supone

alejaba al campesino de las actividades agrarias en los momentos más importantes.

Obligaba al campesino a permanecer treinta días fuera de casa. Es una carga que tiene

más peso en el sur, limitándose en el norte a casos específicos.

- Fazendera: consiste en aportar fuerza de trabajo en la construcción de edificios

civiles o militares.

- Posada: obligación del campesino de alojar al señor. Se trata de una carga molesta

para el campesino, que debía alojar al señor entre uno y tres días, aunque no estaba en

la obligación de ofrecer comida.

Estas son algunas de las cargas que los campesinos están obligados a cumplir y que

suponen una nueva serie de pagos que hunden un poco más si cabe la economía

familiar campesina. Hay campesinos que no se ven obligados a pagar este tipo de

31

cargas, y por lo tanto solo se ven en la obligación de abonar las cantidades de la renta

solariega. Los historiadores señalan que los señoríos castellanos no fundamentan sus

ingresos en las banalidades, sino en la propiedad de la tierra.

Los contratos individuales también engloban otro tipo de rentas, aunque la renta

jurisdiccional alcanza un menor desarrollo en estos contratos.

Este tipo de renta se ve limitado por el poder de la monarquía, que impide un

desarrollo del fisco jurisdiccional, por lo que la renta jurisdiccional representa un

elemento secundario de la renta solariega, verdadera fuente de ingresos de los

señores.

La situación campesina de la Corona de Castilla en los siglos XI, XII y XIII no se

considera especialmente dura en comparación con la realidad social que viven los

hombres y mujeres en otras zonas del occidente europeo, ya que los castellanos se

ven favorecidos por una serie de factores como la posibilidad de emigración o las

numerosas posibilidades que ofrece el bosque, clave para el buen funcionamiento de

las economías familiares. Vamos a pasar ahora al siguiente apartado del trabajo, el

referente al mundo urbano.

32

33

CAPÍTULO 3

MUNDO URBANO

Como ya señalamos, las ciudades medievales se mantuvieron en un segundo plano

durante la Alta Edad Media, especialmente tras la caída del Imperio Romano y la

proliferación de las villas y propiedades particulares donde se alojaron los antiguos

habitantes de las ciudades. Solo unas pocas ciudades sobreviven como centros de

poder en un mundo tremendamente rural como es el medieval.

Sin embargo, a partir del siglo XI la situación comienza a cambiar para el mundo

urbano, que vive un renacer gracias a la actividad comercial y financiera que viven a

partir de este momento, con la formación de gremios o la creación de las ferias.

En los albores del año mil, se produce en Europa el movimiento de urbanización de

mayor entidad que ha conocido occidente hasta el siglo XIX, especialmente a partir

de las últimas décadas del siglo XII.

Famosos medievalistas como Georges Duby consideran este proceso como el punto y

final de la primera Edad Media, la de los “campesinos y los guerreros”, para dar

comienzo a una segunda Edad Media, la de “los burgueses y los señores”.

Jacques Le Goff defiende el nacimiento de una nueva realidad, a la que denomina “la

ciudad medieval”, dando origen a una nueva clase social como la burguesía, que

modifica las relaciones socio políticas.

Las nuevas ciudades son centros de consumo, de relaciones comerciales y de

producción artesanal, además de jugar un importante papel militar o religioso. Poco a

poco los habitantes de la villa se hacen con el control del campo, interviniendo en las

relaciones de producción. El mundo urbano se alimenta de los logros conseguidos en

el campo y de la economía señorial que se practicaba en el mundo rural. Como

veremos más adelante, se produce un enfrentamiento entre estas dos realidades

distintas y perfectamente delimitadas como son el campo y la ciudad.

El mundo musulmán es pionero en el renacer de las urbes, ya que fomenta e impulsa

el mundo urbano. Las ciudades más importantes y potentes de la Península Ibérica

están en poder musulmán, aunque poco a poco serán conquistadas por el mundo

cristiano castellano.

34

En Europa, son importantes las ciudades portuarias y de carácter mercantil, como

Amalfi, Génova o Venecia, que abren camino por el mar Mediterráneo convirtiéndose

en las potencias mercantiles durante los próximos siglos.

Para el caso castellano, la primera gran urbe es la ciudad de Burgos, que sin duda se

erige como la más importante durante el siglo XI y hasta la conquista de Toledo del

año 1085, plaza importantísima por su ubicación, su historia y por su significado.

Santiago de Compostela o León son otros centros importantes para la corona de

Castilla.

En definitiva, la ciudad constituye un fenómeno excepcional17 hasta el siglo XI en un

mundo dirigido por los señores desde el campo y dominado por la agricultura y la

ganadería. Con el tiempo, los estamentos nobiliarios y eclesiásticos, al igual que los

monarcas, ven la oportunidad de convertir las ciudades en su nuevo centro de poder,

y se produce un continuo trasvase de gentes hacia el floreciente mundo urbano.

Los obispos fijan sus residencias en las ciudades, construyendo obras religiosas a la

altura de su poder, y los monasterios pierden los privilegios de los que habían gozado

años atrás en favor de los recién creados conventos, situados en las ciudades. En el

norte peninsular, algunas ciudades renacen casi exclusivamente por el afán de los

obispos de restauras y establecerse en las viejas sedes episcopales, como los casos de

Orense o Tuy. El caso de Santiago es diferente ya que se convierte en uno de los

centros de peregrinación más importantes para el cristianismo.

El Camino de Santiago es fundamental para la creación de núcleos urbanos de entidad

en lugares dónde, o no habían existido o no habían tenido gran importancia. La ruta

jacobea unificó y modeló las ciudades que eran atravesadas por el camino, además de

enriquecerse por el paso continuo de peregrinos procedentes de toda Europa. Logroño

es la primera ciudad castellana que atraviesa el Camino de Santiago.

La Reconquista es clave para el camino, ya que alejó el conflicto bélico hacia el sur

del Duero configurando un marco más proclive al desarrollo de la ruta y de las

ciudades.

No debemos menospreciar la importancia del Camino de Santiago para la creación de

ciudades en la Corona de Castilla, ya que es, junto a la Reconquista, el principal

impulsor del renacimiento urbano.

17 Algunos historiadores han desechado tajantemente esta idea señalando que las ciudades nunca

dejaron de tener un papel importante.

35

Otras ciudades, por su parte, nacen por la necesidad de defenderse, como los casos de

Ávila, Sepúlveda o la citada Burgos.

En la misma línea que estas últimas pero localizadas en la frontera con el islam

aparecen ciudades como Zamora, Simancas o Toro, claves para garantizar la

presencia castellana en los territorios recién conquistados. Estas ciudades son de

carácter militar y la defensa del núcleo urbano se convierte en el principal objetivo.

Por lo general se emplazaban al abrigo de accidentes naturales, como ríos o cerros,

que facilitasen la defensa de la ciudad.

El comercio se convierte en el motor fundamental del mundo urbano, obligando a los

señores a controlar de alguna manera esa actividad mercantil para obtener ingresos y

rentas. Poco a poco se va generando un nuevo modelo económico que sustituye al

viejo feudalismo, poco engrasado y atascado en sus viejas relaciones.

Los fueros que otorgan los reyes son de vital importancia para las ciudades del reino

castellano-leonés, ya que muchos de ellos sirven, en no pocos casos, para crear villas,

y otros muchos para delimitar el espacio y el ámbito de actuación de villas ya

existentes. En muchas ocasiones, todas las propiedades de aprovechamiento real que

se encontraran dentro de los límites territoriales que marcaba el fuero, pasaban a

depender y a ser explotados por la villa cuestión, que pasaba a controlar huertos,

viñas, molinos y pastos comunales para los rebaños.

Los habitantes que pertenecían al fuero de una ciudad, podían ser de la propia villa o

de otras aldeas circundantes que estaban dentro de los límites, tenían las mismas

obligaciones y libertades que los habitantes de la villa principal, formando una

comunidad económica.

En el norte peninsular es habitual que los territorios que circundan las villas sean de

extensiones reducidas, ya que se encuentran rodeadas de un medio rural muy

estructurado, en el que campesinos y señores pretendían conservar su independencia.

En el sur la situación es diferente. La reconquista dibujó dos realidades perfectamente

diferenciadas como son el norte y el sur.

Más adelante dedicaremos un apartado a las relaciones económicas y sociales de las

ciudades, pero ahora vamos a centrarnos en su entorno y ubicación.

3.1. ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO URBANO

36

Cuando hablamos de urbanización lo hacemos sobre un término amplio y complejo,

ya que no puede reducirse a un único modelo de urbanización. Con esto quiero decir

que todas las ciudades no siguen el mismo modelo, siendo habitual encontrar, y más

para el caso castellano, diferencias en los trazados urbanos de las ciudades en función

de su ubicación en el reino18. El resultado es el de ciudades con un trazo irregular y

con planos urbanos sensiblemente diferentes entre sí.

La ciudad medieval se divide en dos grandes espacios. Por un lado tenemos el

territorio propiamente urbano, y por otro lado un territorio rural próximo que sirve de

abastecimiento a la ciudad. Es en este espacio donde se van a establecer las relaciones

entre ambas realidades.

Este espacio campo-ciudad está condicionado por el poder de consumo y por el papel

activo que ejerce la ciudad sobre el campo, lo que origina tres niveles dentro del

espacio campo-ciudad.

El primer nivel es el espacio de influencia directa de la propia ciudad. Estamos

hablando de un radio de acción de entre tres y seis kilómetros. Es un espacio donde el

precio de la tierra alcanza niveles elevados, dedicándose a huertas de regadío

principalmente.

Esta periferia más próxima conocida como el arrabal. Era un punto importante para

las villas, ya que gran parte de la población se establecía ahí dando origen, con el

tiempo, a otro asentamiento urbano dentro de la propia ciudad. Se trata de zonas

proclives a la práctica de la agricultura y en las que se instalaban hortelanos y

labriegos. La fisionomía y las características de los arrabales variaban de una ciudad a

otra, no era igual en una ciudad conquistada a los musulmanes que en una ciudad

fundada o repoblada por cristianos.

Los arrabales suponen un nexo entre la localidad y el campo, ya que en ellos se van a

establecer aquellos individuos que por una u otra razón no puedan hacerlo dentro de

las murallas.

Comerciantes y artesanos se establecían también en esta zona, ya que los mercados de

las metrópolis estaban a poca distancia de sus viviendas. Moriscos, judíos y

mozárabes encontraban en los arrabales un lugar donde asentarse dentro de las

18 Ya señalamos las diferencias entre ciudades en función del modelo de fundación. Las ciudades que

eran capitales de los reinos de Taifas contaban con una organización y una trama urbana diferentes a

las ciudades fundadas en zonas de frontera, por ejemplo.

37

ciudades, desplazados, en muchos casos a la fuerza, a esta zona periférica. Por lo

general, los individuos que llegaban a las ciudades procedentes del campo se

establecían en el arrabal, ya que se trataba de una zona menos exigente en lo

económico.

El arrabal se encontraba fuera del recinto amurallado, y aunque era habitual contar

con algún tipo de defensa, no reunía las condiciones necesarias para hacer frente a

intervenciones militares o ataques a la ciudad.

El segundo nivel está formado por la zona de clientela y de abastecimiento de la villa.

Estaríamos hablando de un radio de unos veinte kilómetros aproximadamente para las

ciudades más pobladas. Se trata de una zona geográfica donde se recaban los clientes

y los proveedores exteriores. Es una zona de vital importancia ya que debe ser capaz

de producir y generar la mayoría de los recursos que necesite la ciudad.

El tercer nivel es mucho más alejado y el control de las ciudades es menor, estaría

más próximo al control de los señores del mundo rural.

Por otra parte, la mayoría de las urbes medievales se organizan en torno a una

construcción defensiva, el castillo del señor19, y se rodean de elementos defensivos

como las murallas y las torres, conformando un espacio que se va ampliando con la

llegada de nuevos habitantes.

Le Goff señala que “la muralla fue el elemento más importante de la realidad física y

simbólica de las ciudades medievales”. No todas las villas cuentan con murallas, pero

contar con el muro supone un símbolo de unión y orgullo para sus habitantes. En

algunos casos es habitual encontrar una o varias murallas para albergar a la población

que sobrepasa el primer anillo defensivo.

La ciudad de Ávila cuenta con una de las mejores y más conocidas murallas

medievales de toda la Península Ibérica20. Se comenzó a construir bajo el reinado de

Alfonso VI y tenía la importante misión de proteger una ciudad amenazada en la

frontera con el mundo musulmán.

19También es habitual, sobre todo en otras zonas de Europa, que las ciudades se organicen en torno a

edificaciones religiosas, como abadías o monasterios. En el caso castellano predominan las ciudades en

torno al castillo. 20 Para conocer más sobre las murallas de Ávila consultar GUTIERREZ ROBLEDO, J, L., Las

murallas de Ávila, Historia de Ávila, 1998, p. 479-517.

38

La construcción de las murallas exigía una suma de dinero importante, y obligaba a

los ciudadanos a aportar económicamente el tiempo que duraban las obras, además de

de aportar su fuerza de trabajo un número determinado de días.

La muralla es un elemento de protección ante el exterior, delimitando los límites entre

en el campo y la ciudad pero sin impedir las relaciones que se establecen.

Generalmente la villa o ciudad tiende a proyectarse hacia el exterior para dominar la

economía y la política de la periferia.

Las puertas desempeñaban un papel principal, ya que era la única manera de entrar a

la ciudad. Estaban custodiadas por soldados y era habitual pagar una suma de dinero

para acceder al interior de las ciudades.

Dentro ya de la ciudad, destacan los palacios, las fortalezas y las catedrales, símbolo

del renacer urbano y del enorme poder de los obispos y del cristianismo.

La plaza del mercado es el elemento más importante de la ciudad. Se trata de un

espacio integrador y ordenador de la vida en la ciudad. Es un lugar de reunión donde

los ciudadanos asistían a los actos públicos, así como al mercado etc.

Dentro de ese espacio delimitado por las murallas vivían los individuos más

pudientes económicamente, además de los religiosos y los nobles. Estos hombres

gozaban de una mayor libertad que los campesinos que vimos en el apartado del

campo, pero también estaban sujetos a otro señor.

La burguesía, clave para el desarrollo del mundo urbano, se establece en las ciudades

y goza de una serie de privilegios y libertades que no tienen los hombres del campo o

los moradores de los arrabales.

Esto no quiere decir que las condiciones de vida dentro de las murallas fueran fáciles,

ya que se trata de urbes con unas condiciones de salubridad pésimas y en las que las

epidemias y enfermedades eran frecuentes ante esa habitual falta de higiene.

En cualquier caso, se vive en mejores condiciones, sobre todo económicas, que en el

campo. La emigración hacia las ciudades comienza a ser una buena vía de escape a

esa presión señorial que se vive en el agro, sobre todo si esa emigración es hacia las

zonas conquistadas o a ciudades nuevas dotadas de fueros, con unas condiciones más

favorables para los individuos asentados.

La ciudad, por lo tanto, ejerce su atracción sobre aquella población rural menos

favorecida y más castigada. Poco a poco se van generando vínculos jurídicos y

socioeconómicos. Lo procedente del mundo rural penetra en la ciudad, ya que hasta

aquí llegan los productos procedentes de las aldeas y lugares de la zona. A cambio,

39

los campesinos llegados del campo obtienen beneficios que sirven para pagar en

metálico los censos al señor, o para comprar productos manufacturados en la villa.

Conforme pasa el tiempo y esas ciudades se llenan de habitantes, los señores frenan la

llegada de gente a las ciudades para no verse perjudicados. El éxodo hacia la ciudad

no solo conlleva demográficos, también problemas jurídicos y socioeconómicos,

especialmente cuando la titularidad de la tierra pasa a manos burguesas.

Sin embargo, la ciudad y el campo no están tan distantes como puede parecer en un

primer momento. Los habitantes de la ciudad necesitan abastecerse de productos y

bienes para poder vivir, y tienen que recurrir al campo para paliar las carencias y la

falta de recursos que las ciudades no podían garantizar. Esto va generando un

mercado cada vez más amplio entre los hombres del campo y de la ciudad.

La villa se convierte en el mercado del mundo rural, dependiente de él pero logrando

un claro dominio del alfoz para asegurar su abastecimiento.

3.2. SOCIEDAD Y ECONOMÍA

Antes de pasar comentar nada relativo a la organización social y a la economía de las

ciudades, me gustaría hacer un paréntesis para hablar de uno de los fenómenos más

interesantes para el mundo pleno medieval castellano, los concejos.

Los dirigentes de las ciudades siguen siendo de la misma naturaleza que los del

mundo rural, pero los primeros contaban con mayor participación ciudadana gracias a

los concejos.

Esto no quiere decir que los concejos no existieran en el mundo rural, donde también

los encontramos, para defender los derechos campesinos, pero alcanzan más

importancia en el ámbito urbano.

Existen varios tipos de concejos en función de los hombres y aldeas que reúnen. Las

asambleas más amplias reúnen a los hombres de la villa y los de las aldeas cercanas,

estos concejos se conocen como concejo de villa y aldeas. Aquellos que solo contaran

con los vecinos de la villa se conocen como concejo de la villa y que tenía dos

variantes en función de su periodicidad. El concejo pleno es una de esas variantes, al

que asistían todos los miembros, y por otro lado meras reuniones a las que asistían los

vecinos y miembros interesados en temas específicos.

40

La asamblea concejil se encargaba de velar por los intereses de los individuos que la

formaban21. No vamos a detenernos en la formación de los concejos ni en su

nacimiento, allá por el siglo X, simplemente haremos referencia al papel que jugaban

en el terreno político de la ciudad.

El concejo cumplía una serie de funciones legislativas, económicas o fiscales, como

participar en el establecimiento de los fueros; dictar sentencia en aquellos casos no

contemplados por las leyes y normativas o intervenir en la reglamentación de la vida

económica y comercial de la ciudad.

La concesión del fuero obliga al concejo a guardar, poblar y labrar la tierra o alfoz

que le corresponda, pudiendo incorporar al término dehesas y pastizales de las aldeas

de alrededor. Muchas de estas aldeas existían antes de la creación de la ciudad,

siéndole dadas junto al alfoz, pero otras tantas surgieron gracias a la actividad

repobladora del concejo. La relación de la villa con sus aldeas era de tipo señorial.

Es importante señalar que los concejos están sometidos, en la mayoría de los casos, a

los funcionarios de la ciudad para casi todos los aspectos de gobierno. Los jueces y

los alcaldes son los cargos más importantes dentro de los funcionarios.

A mediados del siglo XIII se produce un aumento de la intervención real en los

municipios, limitando las libertades concejiles. El rey se reserva el derecho de elegir a

los gobernantes de las ciudades, además de otorgar mayor participación a los

funcionarios en las tareas concejiles. Tenemos por lo tanto una pérdida de

importancia de los concejos.

3.2.1. SOCIEDAD URBANA

Al igual que hicimos para el mundo rural, vamos a dedicar un breve apartado a

estudiar la estructura social urbana. El número de población total que habitaba en las

ciudades era muy inferior al número de personas que vivían en el campo, por lo que

no fue tarea fácil atraer a la gente a las villas en un primer momento, especialmente a

aquellas fundaciones en la frontera del Duero.

21 Los concejos urbanos eran algo más selectivos que los rurales y lo habitual era que sólo estuvieran

representados los individuos pertenecientes a las clases más pudientes, aunque en Castilla es frecuente

encontrar concejos abiertos a todos los considerados como vecinos.

41

La repoblación fue una tarea lenta y difícil, a la vez que clave, por lo que los

monarcas y señores se vieron obligados ofrecer todos los estímulos y atracciones

posibles a los habitantes del campo para habitar las ciudades, dando privilegios y

dejando de lado, en mucho casos, hasta las propias leyes. En algunas ocasiones se

permitió la llegada a la ciudad de criminales y delincuentes o la exención de pechos.

Cada ciudad, en función de su ubicación, ofrecía unas posibilidades distintas.

Aquellas ciudades situadas en el Camino de Santiago atraían población con el

llamado derecho de francos22.

La continua entrada de extranjeros para realizar la ruta jacobea favoreció la creación

de este tipo de derecho, ya que muchos de los peregrinos, que portaban ideas, técnicas

y conocimientos muy diversos se establecieron como artesanos o comerciantes. El

resultado fue la creación de ciudades que imitaban más el modelo francés que el

castellano, con una clara preeminencia de las artesanías y del comercio.

El segundo grupo de ciudades lo forman aquellas situadas en los linderos del río

Duero, tanto al sur como al norte, y el tercero estaría formado por las ciudades

andaluzas y extremeñas, totalmente distintas a las del norte.

Las urbes andaluzas, que habían pertenecido al mundo musulmán, tienen una

organización diferente. La alta nobleza castellana penetra en estas ciudades para

hacerse con el control de las mismas gracias a los repartimientos. También los nobles

más humildes y los hidalgos obtienen una buena posición, ya que son recompensados

por su participación en las conquistas. Ciudades como Sevilla gozaban de un

comercio exterior importante antes de la conquista por parte de Fernando III,

comercio que no dejarán las nuevas elites de la ciudad.

La concesión de los fueros, suprime, en un principio, los privilegios personales, pero

poco a poco se irá configurando una jerarquía urbana dejando de lado ese derecho

igualitario de los fueros. Este patriciado que fue a repoblar comprendía tanto

infanzones e hidalgos, que buscaban progresar en estas tierras peligrosas. Poco a poco

se convirtieron en señores de la guerra y de la tierra, participando activamente en el

conflicto armado y obteniendo beneficios gracias a los botines de guerra.

22 RAMOS Y LOSCERTALES, J, M., El derecho de los francos de Logroño de 1095, Archivo de

filología aragonesa, vol. 28-29 (1981), p. 283-312

El derecho de los francos de Logroño es uno de los más importantes y sirve de modelo para otras

localidades de la zona como Nájera o Belorado.

42

Algunos de estos individuos son conocidos como caballeros villanos, de gran

importancia para estas zonas de la Extremadura y La Mancha. La caballería villana

constituía una élite social en sus municipios, pero es considerada una clase distinta a

la señorial. Algunas hipótesis sugieren que los caballeros villanos constituyeron una

clase de campesinos independientes con enorme poder en sus aldeas o villas23.

En el mismo nivel que este grupo de privilegiados encontramos a los miembros del

clero, quienes también gozaban de privilegios y exenciones fiscales y que también

habitaban dentro de las ciudades.

El clero gozaba además de un status especial, no podía ser juzgado por la justicia

civil, gestionaba y disfrutaba los recursos de las catedrales y tenía negocios

inmobiliarios dentro de las ciudades, entre otras cosas.

Por lo general, los estamentos privilegiados se mostraban homogéneos entre unas

ciudades y otras, algo que sucede en menor medida con los simples ciudadanos. La

ciudad contaba con una población heterogénea que variaba de una ciudad a otra en

función del perfil económico de cada urbe.

Los burgueses fueron un grupo importante dentro de la ciudad medieval. Hay que

señalar que no todos los habitantes de las ciudades son burgueses solo por el mero

hecho de vivir en la ciudad. Además, solo los miembros más poderosos y pudientes

de la burguesía entraban a formar parte de los órganos de gobierno. Esta jerarquía

burguesa solía poseer parcelas dentro de las murallas y se casaban y emparentaban

con la nobleza. Por debajo de estos se encuentran los negociantes y empresarios,

comerciantes con importantes negocios mercantiles. Se trata, por lo tanto, de un

grupo con varios estratos económicos y patrimoniales, y en ningún caso podemos de

la burguesía en general como una clase con grandes privilegios.

En aquellas villas con un tráfico comercial intenso destacaban los grupos dedicados a

las actividades mercantiles, como el caso de Burgos, León o Toledo.

El resto de la población se dedicaba a tareas agrícolas y artesanales, agrupándose en

asociaciones de oficios que desembocan en los gremios24.

23 Carlos Astarita, dedica, en su obra: Del feudalismo al capitalismo: Cambio social y político en

Castilla y Europa Occidental, 1250-1520, Publicacions de la Universitat de València, Editorial

Universidad de Granada, 2005, 264 p; un interesante apartado sobre los caballeros villanos 24 Es habitual, como sabemos, que el nombre de las calles de las ciudades se relacionara con la

actividad de sus vecinos.

43

El de herrero es uno de los oficios más importantes dentro de los muros de la ciudad,

ya que era aquel que dominaba el fuego y el hierro para fabricar armas y armaduras,

de vital importancia dado el carácter militar de la época. Es habitual que los herreros

formaran parte de los concejos y asambleas y que gozaran de gran reputación.

Cada gremio se organizaba en un plano concreto de la ciudad, aquel más proclive a la

realización de su actividad. Era habitual encontrar a los herreros cerca de las puertas

de entrada y salida de la ciudad o a los carniceros situados cerca de las murallas etc.

El número de agricultores que habitaban en la ciudad es elevado, ya que las

exigencias de abastecimiento obligaban a buena parte de la población a explotar la

tierra. Se puede, por lo tanto, ser campesino y vivir en la ciudad.

Así mismo, encontramos grupos de población que sin dedicarse directamente a la

producción agrícola participan en el abastecimiento de la ciudad. Se trata de los

oficios relacionados con la alimentación, como los panaderos o carniceros.

Una de las actividades que más puestos de trabajo generaba en la ciudad medieval era

la construcción. Es la principal actividad urbana y la que más mano de obra requiere,

especialmente para la construcción de las catedrales. En algunas ciudades más del

10% de la población se dedicaba a la construcción, contando todos los oficios y

gremios relacionados con ella.

En los estratos más bajos de la sociedad urbana encontramos a mendigos, pobres,

ancianos, enfermos, prostitutas o tullidos, todos ellos marginados por la sociedad y en

una situación de clara inferioridad.

Los judíos y moriscos pertenecen a minorías no asimiladas por la sociedad. En un

primer momento los judíos no fueron excluidos e incluso ocuparon cargos y trabajos

relacionados con la tasación y el préstamo25, aunque en ningún momento fueron

aceptados del todo por las ciudades. Estaban obligados a vivir en comunidad en un

lugar determinado, la judería, y debían llevar un signo distintivo de su condición de

judíos.

El caso de los moros es distinto, ya que nunca llegaron a forman una comunidad tan

importante como la judía. Se trata de población que tras la conquista de la ciudad

sigue viviendo en ella por permiso del rey.

25 Es habitual que los judíos prestaran dinero a reyes y nobles, convirtiéndose en grandes acreedores de

la Corona. YusefubnFerrusel fue un importante judío del siglo XI que trabajó y colaboró en las

actividades económicas de la Corte de Alfonso VI.

44

3.2.2. ECONOMÍA DEL MUNDO URBANO

En los últimos años se han impuesto las tesis y teorías que relacionan el florecimiento

del mundo urbano con el auge de la economía señorial y rural, pero no siempre fue

así, ya que hasta hace unas décadas se defendía la postura de la expansión urbana sin

vínculos con el campo, desechando la estrecha relación que se produce entre el campo

y la ciudad.

El éxito agrícola genera una serie de excedentes que son aprovechados por las nuevas

clases urbanas para desarrollar unos espacios de consumo y de comercio que hasta

ahora apenas habían existido. La ciudad se convierte en la residencia de los nuevos

señores, terratenientes, nobles, obispos e incluso reyes, almacenando las cosechas

dentro de los muros y comercializándolas a corta, media o larga distancia.

También los campesinos, habitantes del mundo rural, acuden a la ciudad para vender

sus excedentes y comprar aquellos productos que no pueden producir, favoreciendo la

creación de un comercio local que con el tiempo va ampliando más las distancias de

las redes comerciales. Esto que estamos apuntando confirma la teoría de que el

señorío refuerza y origina la ciudad, y el crecimiento rural acelera su desarrollo,

definiendo a la ciudad medieval por su función económica y de intercambio.

Para este primer momento, se podría decir que los mundos rural y urbano cooperan

entre sí para sacar sus propios objetivos y fomentar el desarrollo general. Lo que no

quiere decir que esta cooperación careciera de tensiones internas.

Sin embargo, una vez que nace y se desarrolla, la ciudad, junto con sus habitantes, va

a buscar emanciparse y escapar de las relaciones feudales que caracterizaban el

mundo rural castellano. Esto es algo que se aprecia también en otras zonas de Europa.

Los habitantes de la ciudad desarrollan un sentimiento de comunidad y vecindad que

les impulsará a buscar una serie de nuevas libertades y derechos que hasta ahora les

habían sido esquivos. Pretenden acabar con ese océano de servidumbre que es el

mundo rural. La burguesía que se instala en las ciudades es uno de los grandes

impulsores de este proceso. La concesión de los fueros, como ya vimos, era uno de

los elementos importantes para obtener cierta autonomía.

Algunos historiadores, como Dominique Barthélemy, habían defendido que el

movimiento comunal en Europa no suponía una ruptura con el mundo feudal, sino

que suponía una forma de integrar la ciudad en un sistema social del que era

producto. En cierta manera no le falta razón, ya que las ciudades mantenían buena

45

parte de las antiguas relaciones de poder a través de los vínculos de dependencia. El

comportamiento de las élites urbanas es casi idéntico al de los grandes señores

rurales.

Sin embargo, en el interior de las ciudades se iba produciendo una transformación

decisiva, ya que esos antiguos vínculos de dependencia y sumisión, propios del

feudalismo, chocaban con las aspiraciones de ascenso social y económico de los

hombres de la ciudad.

Tenemos por lo tanto un doble proceso dentro de la relación entre el campo y la

ciudad. Por un lado, es indudable la aportación del mundo rural a la creación y el

florecimiento de las ciudades, pero por otro lado, una vez que surgen nuevas clases

sociales dentro de los muros de la ciudad, surge el deseo de abandonar las prácticas y

las relaciones del mundo feudal.

Esto no quiere decir que fuera un proceso fácil y sencillo, todo lo contrario, se trata de

algo lento y pesado. Solo era posible la independencia de las ciudades cuando las

comunidades urbanas se dotaban de instituciones capaces de presentar batalla a los

poderes de los poderosos, algo que no era ni mucho menos sencillo.

A todo esto se añade el desarrollo de las fuerzas productivas entre 1150 y 1250,

cuando muchos pequeños productores se implican en nuevos escenarios que van a

generar crecimiento. En este momento surge un interés por transformar y vender los

productos procedentes del campo, y el punto de encuentro de estos comerciantes no

es otro que las ciudades.

Estos pequeños productores viven en las áreas rurales que están influidas por las

ciudades, es decir, en el umbral donde convergen campo y ciudad. Sucede aquí y no

en otro lugar porque las tareas de producción del campesinado son estimuladas por la

transformación y mercantilización que efectuaban los habitantes de las ciudades.

El motor de este cambio es el interés económico y el consiguiente beneficio material,

no las mejoras que se producen en el mundo del campo.

Esta idea se extiende desde la ciudad al campo, pero sólo son unos pocos productores

los que participan desde un principio, los que no lo hagan ya no podrán hacerlo, ya

que se verán asfixiados por la tributación feudal. Todo esto supone un punto y aparte

en el modo de producción feudal, que comienza a estancarse.

La mayoría de los campesinos que habitan las ciudades proceden del entorno más

cercano, es decir, de esas zonas donde convergen campo y ciudad.

46

En el siglo XI ya es habitual la creación de tiendas, mercados y la realización de las

primeras ferias. La importancia de las ferias es tremenda para el comercio castellano.

3.2.2.1. EL COMERCIO. LAS FERIAS Y LOS MERCADOS URBANOS

El fenómeno mercantil interesó especialmente a los monarcas, ya que veían en el

comercio una salida a la regresión que estaba experimentado sus recursos

dominicales. El comercio es uno de los motores del progreso de la sociedad medieval

en Europa. Se trata de una actividad social de largo recorrido, como señala José

Ángel Sesma Muñoz, capaz de salvar las distancias y obstáculos que planteaba el

transporte para generar unas relaciones verticales y horizontales26.

Las ferias tienen gran importancia en el mundo medieval. En Castilla, la primera que

se celebró fue en Belorado en 1116 y fue adjudicada por Alfonso I27.

Eran de carácter anual y para mediados del siglo XII son varias las ciudades, siempre

en torno al Camino de Santiago28, que contaban ya con sus propias ferias.

La celebración de las ferias respondía a un interés por parte de los señores para

controlar las transacciones mercantiles o para atraer comercio y comerciantes a zonas

con poco dinamismo. Generalmente se concedía a zonas que los monarcas querían

incentivar, dentro de una ruta transitada pero poco explotada comercialmente.

Los intereses económicos de los señores se ven favorecidos al verse influidos por una

mayor intensidad de flujos mercantiles en su espacio.

El desarrollo y celebración de ferias varían de una zona a otra, ya que no todos los

señores tenían las mismas necesidades comerciales ni buscaban los mismos objetivos.

26 El comercio en la Edad Media/ XVI Semana de Estudios Medievales, Nájera y Tricio 2005. José

Ángel Sesma Múñoz realiza una visión previa sobre el comercio medieval en este manual sobre las

conferencias que se celebran en la localidad de Nájera. 27 La feria de Belorado es la más antigua documentada hasta el momento, otorgando el monarca

aragonés Alfonso I, casado con la reina Urraca de Castilla y León, el privilegio de realizar una feria

anual. “…Et die lunishabeatisvestromercato, et de anno in anno ferian habeatis in diebus Sancti

Michaelis". 28 Esto no quiere decir que solo existieran las ferias en los márgenes de la ruta jacobea, ya que es

habitual encontrar ferias al sur del Duero, como en Cuenca o en el Valle del Guadalquivir.

47

Parece ser que las ferias se celebraban en la periferia del reino, en lo que parece ser

un intento de incorporar las economías regionales en un circuito comercial más

interesante y atractivo.

La zona central del reino de Castilla contaba también con ferias aunque en un número

bastante inferior sin consideramos las dimensiones del territorio.

En cualquier caso, el mayor o menor número de ferias viene determinado por el

desarrollo de los niveles productivos de cada zona y por ese interés de los señores de

controlar en primera persona las transacciones mercantiles.

Las ferias eran reuniones poco frecuentes y de mayor concurrencia tanto de

mercaderes como de productos. Las fechas de celebración venían determinadas por la

existencia o no de otras ferias en las proximidades.

Tenían un radio de acción mayor que los mercados urbanos y podían ser anuales o

semestrales. En La Rioja destacan las ferias de Haro y Santo Domingo. La

celebración de ferias daba la oportunidad a las villas de abastecerse de determinados

productos. Generalmente tenían un claro carácter agrario, intercambiando ganado o

cereales, pero también es frecuente la presencia de paños, herrería o sastrería.

Los comerciantes y mercaderes que salían de los límites de su señorío veían limitada

y controlada su actividad mercantil, ya que sus mercancías estaban condicionadas por

la situación jurídica de los diferentes señoríos.

La aparición de las ferias nos indica el nacimiento de otro tipo de comercio, un

comercio a larga distancia o interregional. Hasta ahora el comercio urbano no había

trascendido de la propia ciudad o sus alrededores, limitándose los mercadeos a las

ciudades, efectuados por el campesinado que convertía en dinero sus productos

agropecuarios para comprar los recursos de primera necesidad que no producía.

Sin embargo, este nuevo comercio a larga distancia estaba vinculado, como no podía

ser de otra manera, a la capacidad adquisitiva de monarcas, nobles y clérigos.

El Camino de Santiago es realmente importante, ya que enlazó la cuenca del Duero

con Galicia y Portugal por un lado, y con Navarra y el mundo transpirenaico por otro

lado. También se abrió el comercio marítimo a través del Mar Cantábrico, y por

supuesto las conquistas castellanas al Islam fueron claves para crear una red

comercial más extensa. Esta nueva ruta comercial, que enlazaba Castilla con el resto

Europa, relegó a un segundo plano a las villas que del Camino de Santiago.

Es importante señalar la labor de reyes y poderosos facilitando y favoreciendo la

creación en los municipios de mercados y plazas destinadas al comercio, además de

48

tomar una serie de medidas que faciliten la labor de los comerciantes. Lógicamente

este tipo de conducta respondía a sus intereses personales y les garantizaba una serie

de ingresos para sus rentas.

Uno de los espacios más importantes de la ciudad medieval es la plaza, generalmente

conocida como plaza del mercado por ser ahí donde se celebran las mercaderías. Es el

centro neurálgico de las ciudades, parecido al foro de la antigua urbe romana, y

alberga los actos populares, así como las ejecuciones o las fiestas.

Los mercados urbanos29 se celebraban en el interior de las ciudades, y eran más

habituales y numerosos que las ferias. No todas las ciudades tenían la necesidad de

celebrar ferias en su interior, ya que la mayoría de ellas contaban con un tráfico

comercial intenso.

El volumen de las transacciones que se realizaban en los mercados urbanos eran más

bajos que en las ferias, donde se podían contratan producciones futuras y en una

cantidad mayor. El mercado urbano se centra en aquellos productos que los

mercaderes y artesanos llevaban a cada localidad.

Los mercados urbanos contaban con un amplio repertorio de productos, desde

productos alimenticios, producidos en las aldeas, materias primas, manufacturas e

incluso ganado y animales de labor30.

Servían además para distribuir y comercializar aquellos productos que se fabricaban o

producían en la propia ciudad y en sus alrededores. Este tipo de mercados tampoco

escapa al control de los señores, quienes obtenían beneficios por los derechos de

tránsito, de portazgo o de celebración de mercado31. Los mercados urbanos tienen un

radio de acción de entre diez y veinte kilómetros, por lo que reunían a gran parte de

las aldeas y términos que estaban dentro de los límites.

29 Muchas localidades contaban, además de con el mercado urbano propio de la ciudad, con un

mercado de celebración semanal conocido como mercado franco semanal. 30 Luis Rafael Villegas señala en el capítulo: Los escenarios del intercambio comercial: feria, mercado,

tienda en los territorios manchegos, en El Comercio en la Edad Media, XVI Semana de Estudios

Medievales de Nájera y Tricio, la capacidad de los mercados urbanos para garantizar la economía

urbana local sin necesidad de recurrir a la celebración de ferias. 31 Las Órdenes Militares establecen algunos de los controles más severos en relación con los mercados

urbanos, como la Orden de Calatrava, que regulaba la celebración de mercados y los productos que en

él se exhibían.

49

Por últimos encontramos en la ciudad las tiendas de particulares y gremios,

numerosas y con una actividad comercial interesante, aunque siempre por debajo de

los niveles alcanzados en los mercados. No debemos olvidarnos de la importancia que

tenía este tipo de pequeñas, pero diarias, transacciones comerciales a pequeña escala,

es decir, dentro de la propia ciudad.

Por otra parte, y dejando de lado este tema de las actividades comerciales, señalar que

todas las ciudades desarrollan un sistema fiscal que les permitía llegar a todas las

fuentes de riqueza. Los impuestos pasan de ser improvisados y ocasionales a

convertirse en periódicos.

Los individuos están obligados a pagar una larga lista de impuestos directos e

indirectos, desde aquellos sobre las transacciones comerciales a aquellos destinados a

la defensa de la ciudad. La defensa de la ciudad es una de las prioridades de las

autoridades urbanas, y a ella destinaban sumas importantes de dinero,

independientemente de que se vivieran o no tiempos de paz. Con las inflaciones y

devaluaciones de la moneda el peso real de los impuestos baja.

Los habitantes de las ciudades estaban obligados a realizar un aporte económico o de

fuerza de trabajo para la construcción o restauración de los edificios defensivos de la

ciudad, como las murallas y las torres. Estas construcciones requerían una atención y

una restauración constante, obligando a los ciudadanos a realizar un continuo aporte

de fondos económicos para evitar el deterioro de los elementos más importantes de la

ciudad, las arquitecturas defensivas.

Pero no todas las obras de la ciudad eran desdeñables desde el punto de vista

económico. Las catedrales, amén de los donativos o pagos que los ciudadanos

aportaban, constituían un elemento económico importante, ya que su construcción

duraba varias decenas de años e incluso siglos, dando trabajo a varios gremios y a un

número de obreros nada desdeñable.

50

51

CAPÍTULO 4

MUNDO RURAL vs MUNDO URBANO

En este último capítulo, además de las conclusiones finales, vamos a estudiar de

manera conjunta las dos realidades vistas durante el trabajo, el mundo rural y el

mundo urbano, para ver como se complementan e influyen.

Como ya dijimos, tanto el campo como la ciudad asisten a un desarrollo simultáneo

pero no homogéneo. Por un lado tenemos una consolidación de los modos de vida

rurales en el campo, mientras que las ciudades se dotan de infraestructuras específicas

para las diversas actividades que en ellas se realizan.

En la ciudad proliferan los talleres, las agrupaciones por oficios o gremios y las

asociaciones, así como las ferias, mercados y concejos, afianzando el proceso de

urbanización

Con el paso del tiempo la presión y la influencia del mundo urbano sobre el campo se

harán más fuertes. El mundo rural es defensor del modelo feudal, mientras que el

urbano se irá poco a poco desmarcando de las viejas relaciones que caracterizaban ese

feudalismo. El mundo agrario se relaciona con un modelo retrasado y viejo,

considerado un espacio improductivo, mientras que la ciudad se relaciona con el

desarrollo y es considerada un centro de estimulación económica.

En un primer momento, siglo XI, no se aprecia esa oposición entre el campo y la

ciudad, algo que si sucederá luego, ya que en este momento las villas no están

plenamente desarrolladas.

Aquellas zonas donde convergen campo y ciudad se convierten en el escenario de las

nuevas fuerzas productivas. Es evidente el hecho de que tiene que haber un

intercambio de productos y bienes entre ambos modelos económicos.

La ciudad se convierte en un centro articulador del medio rural que le rodea, algo que

se ve a lo largo y ancho de todo el reino castellano-leonés. La villa establece una serie

de relaciones con su entorno más inmediato, relaciones que se hacen especialmente

visibles en el terreno económico. Se convierte en el mercado de la producción agraria

de su zona, logrando una situación de dominio sobre su área de influencia,

convirtiéndose ambos en centros autosuficientes.

52

Este territorio compartido es fundamental para los habitantes de la villa y de la aldea,

ya que permitía el desarrollo de actividades agrarias, ganaderas y forestales. En este

sentido se distinguen dos espacios perfectamente delimitados, por un lado el espacio

dedicado a las actividades de labranza y por otro el espacio que formaban ríos,

montes y pastos.

El entorno más inmediato a las ciudades estaba destinado a huertas y tierras de

cultivo, viñas, frutales etc. Esta zona esta explotada por campesinos que viven dentro

de la ciudad, viendo facilitada su labor dada la cercanía de su vivienda32.

El espacio más alejado a la ciudad era destinado a la actividad ganadera y forestal. El

ganado utilizaba todo tipo de terrenos para su abastecimiento, viñas, rastrojos o

bosques. Era habitual que los rebaños traspasaran los límites de la villa para buscar

alimento, lo que podía dar lugar a problemas entre villas o aldeas33. Muchas villas

basaban su poderío económico en la actividad, por lo que pastos y montes se

convertían en el elemento indispensable para la cría de ganado34.

Los vecinos de la villa son propietarios urbanos y rurales, es decir, cuentan con su

vivienda en la ciudad y con sus posesiones y ganados en el término, constituyendo un

vínculo más de unión entre el campo y la ciudad.

La villa o ciudad domina las aldeas y lugares circundantes. Por lo general se

encuentran mejor situadas que las aldeas, y cuentan con una economía más potente y

diversificada. Las actividades comerciales tienen gran peso en este espacio campo-

ciudad, comercio facilitado por los mercados urbanos, verdaderos centros de

intercambio para los habitantes.

A diferencia de las aldeas, las villas reciben fueros que las convierten en focos de

atracción de población y de riqueza. Con el paso del tiempo las ciudades van

diversificando sus actividades, además de intensificar la producción agraria y

artesanal. Esto da pie, como ya vimos en el capítulo anterior, a la creación, por parte

de reyes, nobles y mandatarios, de ferias y mercados.

32 Estos espacios se reservan a los vecinos, excluyendo todas aquellas personas que no pertenecieran al

concejo. 33 Estos espacios eran explotados directamente por los vecinos, pero gracias a las multas impuestas al

ganado ajeno que invadía los pastos se abría un camino para explotar dichos pastos como bienes de

renta. El resultado es, en ocasiones, el arrendamiento de los bienes concejiles. 34 En algunas villas, como en Castrojeriz, se otorgaban privilegios de defensa a los rebaños y pastos.

53

La villa principal tenía la necesidad de satisfacer las necesidades primarias de los que

vivían dentro de sus murallas, fomentando además su desarrollo económico para

diferenciarlos de aquellos individuos que no vivían intramuros. Así mismo, el término

era fundamental para los habitantes de la ciudad, ya que como hemos visto, toda la

vida económica se centra en lo agrario.

Es algo habitual que los fueros limitaran la creación de carnicerías, pescaderías o

tiendas en las zonas extramuros del centro urbano, obligando a artesanos y

comerciantes a levantar sus tiendas dentro de las murallas. Esto nos da una idea de

hasta qué punto la villa articulaba e influía en las localidades circundantes, limitando

el enriquecimiento de los que no eran vecinos de la ciudad e impidiendo que

realizaran mercaderías en otras villas o regiones para no favorecer el despoblamiento.

Esta influencia podía ser mayor o menor en función del desarrollo económico que la

villa alcanzara.

No todas las ciudades tenían la capacidad de articular su entorno rural, muchas de

ellas se veían incapaces de ordenar e influir en su poderoso entorno.

Para que una villa pudiera controlar y monopolizar el comercio debía concentrar el

comercio dentro de sus muros, algo que se veía especialmente en las ciudades por las

que circulaba el Camino de Santiago. Además, se intentaba consumir aquellos

producido dentro de la villa, algo más difícil si tenemos en cuenta lo dicho

anteriormente, que gran parte de los productos procedían de los alrededores.

Como ya vimos, las tareas de producción del campesinado son estimuladas por la

transformación y mercantilización que efectuaban los habitantes de las ciudades. Las

ciudades no son, ni mucho menos, autosuficientes, ya que dependen en gran medida

de la producción que se realice en su espacio agrario. La ciudad, al igual que el

campo, es un centro de producción y de consumo.

Por lo general, los habitantes de las aldeas tributan y pagan a la ciudad, además de

aportar una cantidad económica cuando el monarca reclame determinadas sumas de

dinero a la ciudad. Se puede afirmar que las aldeas son pecheras de la ciudad.

Por otra parte, disfrutaban de una serie de ventajas, como desarrollar actividades

ganaderas y asegurar el aprovisionamiento de madera y leña.

Esta nueva realidad que viven las ciudades junto a entorno atrae la atención de las

clases señoriales, sobre todo laicos, que ven de buena gana estas condiciones de

producción, implicándose en las tareas de transformación y mercantilización.

54

Poco a poco, las clases dirigentes vuelven su mirada hacia las ciudades, abandonando

su anclada posición en el mundo rural.

No todos los nobles, eclesiásticos y personajes enriquecidos vieron con buenos ojos

esta remodelación, ya que se quedaron estancados en un feudalismo obsoleto,

tratando por todos los medios de romper el orden establecido desde hacía un par de

siglos.

Todo esto desemboca en dos realidades perfectamente establecidas y diferenciadas.

Mientras que por un lado la urbe juega cada vez un papel más decisivo y dominante,

las explotaciones familiares, pertenecientes al señorío, entran en una dinámica

negativa que acabara por hundirlos.

En la ciudad, las pequeñas entidades familiares, dedicadas a la artesanía, comenzaron

a transformarse en asociaciones empresariales, formándose talleres y almacenes.

En el siglo XIII estos talleres sobrepasan la entidad familiar y comienzan a estar

dirigidos por maestros y capataces. Esto se produce en un ambiente favorable para el

mundo urbano, con un constante incremento de la población que facilitaba el

consumismo local y la posibilidad de conectar los mercados locales con los

comarcales y regionales. Redes mercantiles que englobaban todo tipo de ciudades.

Además, en el entorno urbano prosperaba un modelo productivo más rico, sobre todo

en viñas, con un trabajo más intensivo y una mejor tecnología, por lo tanto eran

explotaciones con una productividad superior. Las ciudades, aún siendo importantes,

dependían de la explotación agraria de las tierras que se encontraban dentro de sus

límites. La mayor parte de la población se dedicaba al sector primario, por lo que la

principal fuente de ingresos para la villa dependía de esas actividades agrarias.

La situación en el campo no puede ser más distinta. La mayoría de las explotaciones

clásicas campesinas entran en una situación desfavorable, presionadas cada vez más

por sus señores y bloqueadas por esa tremenda presión fiscal. El resultado de todo

esto es una producción reducida a los mínimos de subsistencia. El campesinado

estaba sometido a una presión feudal atroz, incrementándose la renta feudal.

Los monasterios, que habían sido realmente importantes hasta este momento, como

San Millán de la Cogolla, se ven envueltos en una situación de extrema pobreza,

además de verse despojados, a manos de los obispos, de tierras, propiedades y rentas

que hasta ahora les habían pertenecido. Los obispos se convierten en personajes muy

poderosos desde sus colegios catedralicios, situados en las ciudades.

55

A pesar de todo esto no podemos olvidarnos del tremendo peso que tenía el mundo

rural en la sociedad medieval castellana de los siglos XII y XIII, también antes, ya

que en él vivían aproximadamente el 90% de la población total y de su trabajo vivían

los demás, todo el peso descansaba sobre los hombros del campesinado.

En el campo encontramos dos tipos de explotaciones campesinas bien diferenciadas,

por un lado la pequeña explotación de carácter familiar, sobre la que se asienta el

feudalismo, y por otro lado aquellas explotaciones que comienzan a funcionar como

empresas y a generar una plusvalía. Estas últimas tienen una gran importancia ya que

son aquellas que generan un comercio y unos beneficios gracias a esa plusvalía. Son

claves para el desarrollo de las ciudades y del nuevo feudalismo.

En su momento hablamos de la pequeña explotación, pero no está de más recordarla.

Se trata de un sistema de producción orientado a satisfacer las necesidades de la

familia para garantizar su autarquía. Como contrapartida deben adquirir aquellos

productos que no producen en su unidad familiar, además de pagar las rentas y

tributos señoriales.

Es la pequeña explotación la que se ve implicada en la crisis, en el feudalismo

inmóvil. Desde la mitad del siglo XI hasta mediados del XII habían existido

armónicamente, gracias en gran parte a la convergencia de seis factores: defensa

física del señor a sus vasallos; cohesión anímica; regulación compositiva; aldeanismo

solidario; control laboral y la primacía retributiva. Entre 1150 y 1250 se mantienen

sin apenas cambios los cuatro primeros parámetros, pero los dos últimos se vieron

alterados sustancialmente35. En estos momentos el campesinado responde con

resistencia a la durísima presión fiscal a la que se ve sometido.

Los campesinos rebajaron la producción hasta un simple nivel de subsistencia, lo que

inevitablemente condujo al hundimiento de las clases sociales implicadas.

El feudalismo se basa de esta pequeña explotación, haciéndola estable y garantizando

su supervivencia, cosa que consigue durante dos o tres siglos, hasta mediado el siglo

XIII.

Es a partir de 1250 cuando comienzan a producirse los primeros atisbos de la crisis,

producida por la creciente asfixia del campesinado y por la inmovilidad de su

opresor, la nobleza vieja.

35 GARCÍA GONZÁLEZ J, J., ARÓSTEGUI SÁNCHEZ, J., Historia de Castilla: de Atapuerca a

Fuensaldaña, Barcelona, La esfera de los libros, 2008.

56

A finales del siglo XIII se inicia una fase de clara regresión económica. A partir del

año 1270 comienzan a percibirse los primeros síntomas de desequilibrio en el

entramado social feudal.

Reducción del espacio cultivado, descenso de la producción agrícola o el brusco

descenso demográfico son algunas de los agravantes que inciden directamente sobre

el reino castellano. El brusco descenso de población implica una bajada de las

capacidades productivas de campesinos y artesanos. El caso de los campesinos es más

grave si cabe, ya que abandonan los terrazgos aldeanos para buscar cobijo en la

ciudad. Este descenso de mano de obra implicaba una alteración de los salarios y de

los precios, a lo que se añadía la continua devaluación de la moneda.

El sistema feudal, que durante más de trescientos años había ordenado y dirigido la

sociedad, había perdido su efectividad. Es una crisis que alcanza a todos los niveles y

que no solo incide en la demografía y en la productividad, sino que se trata también

de una crisis política, social y cultural.

El mundo rural se vio afectado, en las primeras décadas del XIII, por el continuo

crecimiento demográfico, viéndose incapaz de seguir roturando nuevas tierras para

garantizar el sustento y entrando en una situación de estancamiento36. Los

historiadores consideran esta como una de las causas más negativas para el campo.

Cuando se producía un aumento demográfico se daba una pugna entre el campesino y

el señor, que impone un arrendamiento más caro y a poco tiempo. Por el contrario, en

épocas de crisis demográfica, como la que se vive en la segunda mitad del XIII, los

señores buscan individuos para explotar sus posesiones a cambio de contratos

vitalicios y rentas fijas.

A esto debemos añadir un periodo de malas cosechas producido por una serie de

inclemencias meteorológicas que acabaron por agravar aún más la situación. Cuando

la crisis agraria aparece, las consecuencias tienen un claro “efecto dominó”.

Lo inmediatamente posterior es una subida brutal de los precios del cereal y otros

productos, triplicando e incluso cuadruplicando los precios.

En la ciudad, la situación, si bien es mala, no es tan desesperada como en el mundo

rural. El papel del comercio y de las artesanías permitía llevar mejor la situación, pero

36 Durante el siglo XIV Europa pierde, debido a las enfermedades, guerras, epidemias o el hambre más

de la mitad de la población.

57

también se observa un claro descenso de la producción y un aumento general de los

precios en los productos y en las materias primas.

Esta situación no impide la búsqueda de soluciones tanto de campesinos como de

señores. Los primeros buscan introducir una serie de mejoras que permitan una mayor

producción, como la introducción de nuevos y más sofisticados arados o nuevos

sistemas de trabajo de la tierra.

Estos intentos no consiguen mejorar la situación y muchos campesinos se ven

obligados a emigrar a las nuevas tierras conquistadas buscando un futuro mejor, otros

tantos emigran a las ciudades, y los que se quedan pugnan duramente con el señor a

través de los recién creados concejos aldeanos.

Los señores, por su parte, buscaban nuevos recursos y nuevas vías de ingresos para

sus rentas, pero lo cierto es que se dedicaron más a entorpecer cualquier avance

campesino y a mantener su posición privilegiada que a buscar soluciones reales37.

Intentaron concentrar a sus vasallos en territorios más pequeños para un mejor

control, e incluso perpetraron acciones violentas contra ellos y contra otros señores y

nobles. Ya comentamos anteriormente la situación de violencia que vivió Castilla en

la segunda mitad del siglo XIII, después de las últimas conquistas ante el enemigo

común que era el Islam. Una vez desaparecido el enemigo los nobles guerrean entre sí

para obtener botines de guerra. Mientras duró la Reconquista, los botines de guerra

ocupaban un capítulo destacado dentro de los ingresos de aquellos señores que

participaban en la contienda. Cuando esa actividad militar decae, también lo hacen

sus ingresos.

En el plano económico, las acciones militares no ayudaban, sino todo lo contrario,

arruinaban cosechas y dispersaban a la población, hasta el punto de llegar a un

momento en el que se hace difícil realizar las cosechas, sobre todo en el norte, por la

falta de mano de obra. Las acciones armadas alteran la circulación comercial.

Tampoco ayudaba que el rey se pasaba gran parte del año intentando ganar más

terreno a los musulmanes, por lo que las acciones de muchos nobles escapaban a su

control.

37 Se produce un repliegue organizativo de esa vieja nobleza, y no son pocos los que emigran al sur

buscando una mejor situación, especialmente al Valle del Guadalquivir.

58

Estas medidas que adoptaron nobles y campesinos trajeron consigo ciertos resultados

positivos, pero la realidad es que no consiguieron solucionar el problema, y en más de

una ocasión esas pretendidas soluciones se tornaron en nuevos problemas.

El resultado es un clima de angustia y desesperanza, que va a ser la tónica general

entre 1250 y 1350. No es de extrañar que en un momento como este se hicieran

habituales las hambrunas, epidemias, malas cosechas e incluso las adversidades

meteorológicas38, además de vivir un periodo de continuas guerras internas y

externas.

Alfonso X intenta reconducir la situación económica desde el comienzo de su

reinado, adoptando medidas económicas para equilibrar precios y salarios, como

vemos en el siguiente fragmento de la obra de Fernández Conde, La España de los

siglos XIII al XV: transformaciones del feudalismo tardío.

“Las Cortes pretenden reequilibrar esas dos realidades económicas fijando las tasas de ambas.

Tratan, entre otras cosas, de disminuir los gastos suntuarios de los magnates; deciden recortar

la exportación de materias primas necesarias para el desarrollo del artesanado autóctono;

gravan, además, el tráfico de las mercancías con imposiciones fiscales encaminadas a frenar

las ganancias de los mercaderes más ricos y rebajan, asimismo, los intereses de los créditos, la

mayoría en manos de prestamistas judíos y con niveles muy altos (…)”.39

Sin embargo, las medidas no tuvieron el resultado esperado, ya que se generaron

inflaciones y desordenes más graves en el circuito económico, haciendo imposible

ese equilibrio entre salarios y precios. Esto afectó a los impuestos, que dejaron de

tener un peso importante, ya que sufrían grandes descensos debido a la devaluación

monetaria.

Lógicamente, el colectivo social que más sufría esta situación era el de los vasallos,

los pecheros, que cada vez se encontraban en una situación más delicada.

38 Algunos autores consideran como un factor importante para el desarrollo del mundopleno medieval

las condiciones climáticas que se dieron en los siglos XI y XII, muchos más favorables que las que se

documentan en los siglos XIII y XIV. 39 FERNÁNDEZ CONDE F, J., La España de los siglos XIII al XV: trasformaciones del feudalismo

tardío, San Sebastián, Nerea, 2004, p 41.

59

Hay que decir que aunque esta crisis sea de carácter global, afectó más al mundo rural

que a las ciudades, que se vieron menos alteradas por su diferente modelo de

organización.

El colectivo de nobles y aristócratas tampoco pasaba por su mejor momento. El

sustento principal de los señores era la renta señorial, la ganadería y la guerra, y

ninguna de las tres atravesaba por un buen momento.

La actividad militar de la reconquista había entrado en una situación de relativa

calma, una vez tomadas las plazas importantes de la Bética y de Murcia, lo que

propiciaba un descenso de la renta al eliminar las parias y los botines de guerra.

La ganadería, por su parte, si adquirió cierto empaque, sobre todo a raíz de la

creación, por el monarca Alfonso X, del Honrado Concejo de la Mesta40. Como es de

suponer, los beneficios de esta importante asociación los disfrutaban aquellos

propietarios de grandes rebaños, es decir, monarcas, nobles, eclesiásticos y monjes

soldados, además de algunos concejos de la Extremadura. También los propietarios

de rebaños más pequeños podían obtener grandes ventajas, llegando a contarse en

Castilla más de millón y medio de cabezas a mediados del siglo XIII. Sin embargo, y

aunque era una fuente de abastecimiento fiable, la ganadería quedó al margen de los

intereses y expectativas de la nobleza señorial laica.

No fueron pocos los que se dedicaron al negocio de la lana y del textil, exportando

sus productos desde los puertos del mar Cantábrico hacia el norte de Europa. Muchos

de estos comerciantes dedicados al negocio de la lana se convirtieron en personajes

poderosos y con gran capacidad económica.

Este aumento de la cabaña ganadero trajo alguna consecuencia negativa, ya que

provocó un descenso en la producción de los productos básicos, además del

consiguiente aumento de los precios. El artesanado no estaba capacitado para

satisfacer las necesidades de burgueses y aristócratas.

La ganadería apenas aparece documentada en las fuentes escritas. Los contratos

agrarios si eran recogidos por los escribanos. Esto hace que sea difícil cuantificar el

verdadero peso económico de la ganadería en la Edad Media. Lo que sí está claro es

40 Se creó en el año 1273 y reunió a los pastores de Castilla otorgándoles beneficios y derechos de paso

a través de las cañadas reales, que permitían un mejor manejo del ganado para ocupar los pastos

estacionales.

60

que la evolución de la cabaña ganadera está relacionada con la cantidad de pastos que

cada señorío pueda obtener.

A todo esto hay que añadir el extenso capítulo de gastos que tiene la nobleza,

acostumbrada al derroche de bienes y materiales característicos de la época.

Dada esta situación, los nobles laicos tienen tres vías de escape. En primer lugar, la

citada reconversión empresarial, bien a través de explotar la ganadería o bien de la

mercantilización de los recursos que proporcionaba la reserva señorial. En segundo

lugar, la migración hacia las tierras del sur, donde podían colocarse en una posición

privilegiada gracias a los repartimientos. Por último, hacer la guerra para su propio

beneficio, opción más elegida entre los nobles.

En Castilla, y podemos añadir que en toda la Península Ibérica, no se habían

producido grandes y continuos enfrentamientos entre nobles, ya que hasta este

momento había existido un enemigo común, el Islam. Sin embargo, y como ya vimos,

en el momento en que esa actividad de conquista se frena, las tensiones entre los

nobles castellanos van en aumento, convirtiéndose en auténticos depredadores de

bienes y vasallos ajenos. El conflicto entre aristocracia y corona, presente siempre

pero con menor intensidad, se recrudece en las últimas décadas del siglo XIII.

La importancia de la reconquista en la economía castellana no es para nada

desdeñable. Me gustaría hacer un paréntesis en las siguientes líneas para ver esa

repercusión económica y social de la que hablo.

Desde los tiempos de Fernando I se implantó una política de parias, grandes sumas de

dinero que los reyes y nobles cristianos exigen a cambio de ayuda militar a los reinos

andalusíes. Poco a poco los reyezuelos de las taifas se convirtieron en dependientes

de los príncipes cristianos, quienes no permitían que los primeros dejaran de pagar

esos tributos. Estas parias supusieron un capítulo importante dentro de los ingresos de

las rentas señoriales y reales. La reconquista traza dos modelos económicos diferentes

en el norte y sur del río Duero. En líneas generales, los campesinos medios y pobres

son más numerosos en la zona norte, mientras que en la zona sur el número de

campesinos enriquecidos es notablemente superior al de campesinos medios y pobres.

Estos datos demuestran una clara realidad, el empobrecimiento del norte frente al

enriquecimiento del sur, de las tierras conquistadas y repobladas.

Una de las causas de esta situación es la densidad demográfica, que provoca dos

sociedades campesinas diferentes.

61

Las zonas meridionales cuentan con más posibilidades para los campesinos, ya que

hay más explotaciones y más disponibilidad de tierras, mientras que las zonas del

norte se muestran estancadas y ahogadas por la presión de los señores. En el norte, las

obligaciones solariegas son más duras y exigentes, mientras que en el sur suelen ser,

no siempre, cargas más livianas. Además, las explotaciones campesinas del sur del

Duero alcanzan una mayor extensión y tienen menor de pobreza campesina que en el

norte. El norte y el sur se caracterizan por lo tanto por distintos modelos de

explotación, unidos a una realidad social diferente. Los fueros que se dan al sur del

Duero cuentan también con una serie de privilegios que no se dan en el norte.

Esta es, en líneas generales, la situación que vive el mundo rural castellano, con las

diferencias ya comentadas entre el sur y el norte.

Por el contrario, la ciudad es la defensora de un nuevo tipo de feudalismo,

denominado feudalismo de “segunda generación”41. Este nuevo feudalismo encuentra

dos defensores principales, la monarquía y la burguesía. La primera porque se

encontraba arruinada y endeudada, y veía en este nuevo modelo una vía de escape a

sus problemas financieros.

Los reyes habían explotado a sus vasallos muy por encima de las posibilidades de

estos, por lo que este nuevo feudalismo suponía una salida interesante para sus

intereses financieros. Para la monarquía supone la salvación económica.

Los segundos, por su parte, defendían este modelo porque en cierta manera era una

creación suya. Era un modo de vida que debían proteger y desarrollar. Comienza por

lo tanto una colaboración interesada entre monarquía y burguesía, o lo que es lo

mismo, entre el rey y la ciudad.

El feudalismo de segunda generación, por lo tanto, creó un escenario nuevo, y se

hacía necesario para los señores no cometer los mismos errores que cometieron en

tiempos pasados. Con el crecimiento del comercio a escala supraseñorial42, la

protección de esa nueva fuerza productiva no estaba al alcance de cada señor

particular, así que es la monarquía es la que debe asumir ese papel de defensa general.

41 GARCÍA GONZÁLEZ J, J., ARÓSTEGUI SÁNCHEZ, J., Historia de Castilla: de Atapuerca.

op.cit. 42 Se utiliza el término supraseñorial para denominar aquel comercio que sobrepasa los límites del

propio señorío y que afecta a dos o más señores.

62

Esta nueva situación permitió a la monarquía salir de su letargo económico,

situándose de nuevo en una posición de referencia.

Debido a su creciente producción, la nueva fuerza productiva requería, al igual que en

su día lo hiciera la pequeña explotación, una protección por parte del rey o de los

nobles para garantizar su buen funcionamiento. Esto supone una vuelta a ese

feudalismo inmóvil, clásico, gracias a la imposición de la vieja relación social de

producción por parte del rey y de los nobles.

El desarrollo chocaba de nuevo con la eterna propiedad feudal, deshaciendo buena

parte de los progresos que se habían realizado hasta el momento, ya que de nuevo

prevalecían los intereses de clase por encima del bien común. Comenzaba pues una

larga y profunda crisis durante los siguientes doscientos años, que asolará Europa en

todos los aspectos, demográficos, económicos o sociales.

63

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