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1/55 CONTROL MEDIÁTICO Los espectaculares logros de la propaganda NOAM CHOMSKY

Control Mediático (Noam Chomsky)

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CONTROL MEDIÁTICO

Los espectaculares logros de la propaganda

NOAM CHOMSKY

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Traducción al español: Dieter Johannes Baethge Ziegler

Copyright © 1991, 1997 por Noam Chomsky

Una primera edición de Seven Stories Press, publicada en asociación con Open Media.

Open Media Pamphlet Series editores, Greg Ruggiero y Stuart Sahulka.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro será reproducida, almacenada o transmitida en ninguna forma por cualquier medio, incluyendo mecánico, eléctrico, fotocopia, grabación u otros sin la previa autorización escrita del editor.

Library of Congress Cataloging-in-Publication Data

Chomsky, Noam.

Control Mediático: los espectaculares logros de la propaganda/ Noam Chomsky.

p. cm.—(The Open Media Pamphlet Series)

ISBN1-888363-49-5

1. Propaganda. 2. Propaganda— Estados Unidos. 3.

Massmedia—Political aspects. 4. Mass media and

Public opinion. I. Title. II .Series.

HM263.C447 1997

303.375—dc21 96-53580

CIP

Diseño del libro por Cindy LaBreacht

9 8 7 6 5

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ÍNDICE

Introducción…………………………….. 4

Historia temprana de la propaganda… 6

Democracia de espectador…………….. 9

Relaciones públicas……………………. 16

Diseñando la opinión…………………. 24

La representación como realidad……. 29

Cultura disidente……………………… 32

Desfile de enemigos…………………… 35

Percepción selectiva…………………… 38

La Guerra del Golfo…………………… 44

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INTRODUCCIÓN

El rol de los medios de comunicación en la política contemporánea nos fuerza a preguntarnos en qué clase de mundo y en qué clase de sociedad queremos vivir, y particularmente, en qué sentido de democracia queremos que la nuestra sea una sociedad democrática. Déjame empezar contraponiendo dos concepciones distintas de democracia.

Una concepción de democracia sostiene que una sociedad democrática es aquella en la que el público dispone de los medios para participar, de cierta forma significativa, en el manejo de sus propios asuntos y en la que las fuentes de información son abiertas y libres. Si buscases la definición de democracia en el diccionario, conseguirás una así.

Una concepción alternativa de democracia plantea que el público debe estar imposibilitado de manejar sus propios asuntos y que las fuentes de información deben estar estrecha y rígidamente controladas. Eso puede sonar a una concepción bastante extravagante, pero es importante entender que es la predominante. De hecho lo ha sido largamente, no solo en la práctica sino incluso en la teoría. Hay una larga historia que se remonta a las primeras revoluciones democráticas modernas en la Inglaterra del siglo XVII que expresa ampliamente este punto de vista. Yo solo me

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mantendré enfocado en el periodo moderno y en decir algunas palabras acerca de cómo esa noción de democracia se desarrolla y cómo el problema de los medios de comunicación y la desinformación encajan en el contexto.

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LA HISTORIA TEMPRANA DE LA PROPAGANDA

Empecemos con la primera operación gubernamental de propaganda moderna. Eso fue durante el gobierno de Woodrow Wilson. Woodrow Wilson fue electo presidente en 1916 bajo el lema ―Paz sin victoria‖. Eso fue justo en medio de la Primera Guerra Mundial. La población era extremadamente pacifista y no veía razón para involucrarse en una guerra europea. El gobierno de Wilson estaba, de hecho, comprometido con la guerra y tenía que hacer algo al respecto. Establecieron una comisión gubernamental de propaganda llamada ―The Creel Commission‖, la cual, dentro de un plazo de seis meses, consiguió exitosamente transformar una población pacifista en una histérica población bélica deseosa de destruir todo aquello que fuese alemán, arrancarles miembro por miembro a sus enemigos, ir a la guerra y salvar al mundo. En tiempos posteriores a la guerra, las mismas técnicas fueron empleadas para inducir el Miedo Rojo, que tuvo bastante éxito destruyendo sindicatos y eliminando problemas tan peligrosos como la libertad de prensa y la libertad de pensamiento político. Hubo un fortísimo apoyo de los medios de comunicación y del sector empresarial, que, de hecho, organizaron y llevaron a cabo gran parte de este trabajo y fue, en general, un gran éxito.

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Entre aquellos que participaron activa y entusiastamente en la guerra de Wilson estaban los intelectuales progresistas. Gente del círculo de John Dewey que estuvo muy orgullosa, como podría verse en sus escritos de aquella época, de lograr mostrar que lo que ellos llamaron ―los miembros más inteligentes de la comunidad‖, entiéndase ellos mismos, eran capaces de llevar a la guerra a una población reacia a hacerlo, simplemente aterrorizándolos y legitimando el fanatismo patriótico. Los medios empleados fueron extensos. Por ejemplo, hubo una gran cantidad de fabricación de atrocidades alemanas como bebes belgas con sus brazos arrancados y toda clase de cosas horribles que aún pueden leerse en libros de historia. La mayoría de aquello fue inventado por el Ministerio de Propaganda británico, cuyo propio compromiso en la época era, como lo pusieron en sus deliberaciones secretas, ―dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo‖. Pero de manera más crucial querían controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la comunidad de Estados Unidos, quienes, entonces, difundirían la propaganda que estaban inventando y convertirían al país pacifista en una histeria de guerra. Funcionó. Funcionó muy bien y enseñó una lección: cuando la propaganda estatal es suministrada por las clases educadas a las masas y cuando no se permite la desviación del mensaje,

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puede lograrse un gran efecto. Fue una lección aprendida por Hitler y muchos otros, que sigue siendo empleada hasta el día de hoy.

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DEMOCRACIA DE ESPECTADOR

Otro grupo que estuvo impresionado por estos éxitos fue el de los teóricos liberales democráticos y principales figuras de los medios de comunicación como, por ejemplo, Walter Lippmann, quien era el decano de ―Periodistas Americanos‖, un renombrable crítico de política interna y extranjera, así como un destacado teórico de la democracia liberal. Si uno le da un vistazo a su colección de ensayos, verá que están subtitulados más o menos como ―Una Teoría Progresiva del Pensamiento Democrático Liberal‖. Lippmann estuvo involucrado en esas comisiones de propaganda y reconoció sus logros. Él argumentó que lo que él llamó una ―revolución en el arte de la democracia‖, podría ser usada para ―manufacturar consentimiento‖, es decir, llevar a parte del público a estar de acuerdo con cosas que, en realidad, no querían, a través de nuevas técnicas de propaganda. También pensó que esto era una buena idea, de hecho, necesaria. Era necesaria porque como lo señaló, ―el interés común elude a la opinión pública por completo‖ y solo puede ser entendido y manejado por una ―clase especializada de hombres responsables‖ que sean lo suficientemente inteligentes para resolver las cosas.

Esta teoría afirma que solo una pequeña élite, la comunidad intelectual de la que los deweyistas

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estaban hablando, puede entender los intereses comunes, lo que a todos nosotros nos importa y que estas cosas ―eluden al público general‖. Esta es una visión que se remonta a cientos de años atrás. Es, también, una típica visión leninista. De hecho, tiene una gran semejanza a la concepción leninista de que una vanguardia de revolucionarios intelectuales toma el poder del Estado, usando revoluciones populares como la fuerza que los lleva al gobierno, y luego dirige a las masas estúpidas a un futuro en el que son demasiado tontos e incompetentes para conceptualizar por sí mismos.

La teoría democrática liberal y el Marxismo-leninismo son muy cercanos en sus asunciones ideológicas. Creo que esa es una de las razones por las que, a lo largo de los años, la gente ha variado tanto de una posición a la otra sin experimentar algún sentido de cambio en particular. Es solo una cuestión de evaluar dónde está el poder. Quizá haya una revolución popular, y eso nos pondrá en el poder estatal, o quizá no lo haya, en cuyo caso simplemente trabajaremos para la gente con el verdadero poder: la comunidad empresarial. Pero haremos lo mismo. Guiaremos a las masas estúpidas a un mundo en el que serán demasiado obtusas para entenderlo por sí mismos.

Lippmann apoyó esto con una muy elaborada teoría de la democracia progresiva. Argumentó que en una

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democracia en adecuado funcionamiento existen clases de ciudadanos. Está, primero que nada, la clase de ciudadanos que debe tomar algún rol activo en el manejo de los asuntos generales. Esa es la clase especializada. Ellos son la gente que analiza, ejecuta, toma decisiones y dirige las cosas en los sistemas políticos, económicos e ideológicos. Ese es un pequeño porcentaje de la población. Naturalmente, cualquiera que pone estas ideas adelante es siempre parte de ese pequeño grupo, y están hablando acerca de qué hacer respecto a esos otros. Esos otros, que están fuera del grupo pequeño, la gran mayoría de la población, son lo que Lippmann llamó ―la turba embrutecida1‖. Debemos protegernos de ―las estampidas y rugidos de la turba embrutecida‖. Ahora, hay dos ―funciones‖ en una democracia: la clase especializada, los hombres responsables, llevan a cabo la función ejecutiva, lo que significa que ellos piensan, planifican y entienden los intereses comunes. Luego está la turba embrutecida, y ellos también tienen una función en la democracia. Su función en una democracia, según él, es ser ―espectadores‖, no participantes en acción. Pero tienen mucho más que esa función, porque es una democracia. Ocasionalmente se les permite otorgar su poder a uno u otro miembro de la clase especializada. En otras

1 Nota del traductor: el término original “bewildered herd” se traduce literalmente como “rebaño desconcertado” pero se consideró más pertinente al contexto expresarlo de esta manera. En todo caso, el lector decide con cuál término se queda.

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palabras, se les permite decir ―queremos que este o aquel sea nuestro líder‖. Eso es porque es una democracia y no un régimen totalitario. Eso se llama una elección. Pero una vez que le otorgan su poder a uno u otro miembro de la clase especializada, se espera de ellos que desciendan nuevamente y se vuelvan espectadores de la acción, no participantes. Eso es en una democracia adecuadamente funcionando.

Y hay otra lógica detrás de eso. Existe, incluso, una irresistible clase de principio moral detrás de ello. El irresistible principio moral detrás de eso es que la masa del público es demasiado estúpida para entender las cosas. Si tratan de participar en el manejo de sus propios asuntos, solo causarán problemas. Por lo tanto, sería inmoral e impropio permitirles hacer eso. Tenemos que domar a la turba embrutecida y no permitir que ésta se agite descontroladamente y lo destruya todo. Es, básicamente, la misma lógica que dice que sería impropio dejar a un niño de tres años correr por la calle. Uno no le da a un niño de tres años esa clase de libertad porque éste no sabe cómo manejarla. Correspondientemente, uno no permite que la turba embrutecida se vuelva participante de la acción.

Así que necesitamos algo que apacigüe a la turba embrutecida y ese algo es esta nueva revolución en el

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arte de la democracia: la manufactura del consentimiento. Los medios de comunicación, los colegios y la cultura popular deben estar divididos. Para la clase política y los tomadores de decisiones éstos deben proporcionar algún sentido tolerable de la realidad, pese a que también deban inculcar las creencias adecuadas. Solo recuerde que hay una premisa tácita aquí. La premisa tácita - e incluso los hombres responsables deben ocultar esto de ellos mismos – tiene que ver con la pregunta de cómo llegan ellos a la posición en la que tienen la autoridad para tomar las decisiones. La forma en la que lo hacen, por supuesto, es sirviendo a gente con poder real. La gente con poder real es aquella que posee a la sociedad, que es básicamente un grupo pequeño. Si la clase especializada consigue aparecerse y decir ―yo puedo servir a tus intereses‖, será, entonces, parte del grupo ejecutivo. Uno tiene que mantenerlo en silencio. Esto significa que tienen que haber inculcado en ellos las creencias y doctrinas que servirán a los intereses del poder privado. A menos que optimicen esa habilidad, no serán parte de la clase especializada. Así que tenemos una clase de sistema educativo dirigido a los hombres responsables, la clase especializada. Deben ser profundamente adoctrinados en los valores e intereses del poder privado y el nexo estatal-corporativo que representa. Si pueden lograr eso, entonces pueden ser parte de la clase especializada. El

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resto de la turba embrutecida solo debe, básicamente, ser distraída. Dirigir su atención hacia algo más. Mantenerlos fuera de problema. Asegurarse de que permanezcan, a lo mucho, como espectadores de la acción, ocasionalmente dándole poder a uno u otro de sus líderes reales entre los que deben elegir.

Este punto de vista ha sido desarrollado por muchísima gente. De hecho, es muy convencional. Por ejemplo, el principal teólogo y crítico de la política extranjera Reinhold Niebuhr, a veces llamado ―el teólogo de lo establecido‖, el gurú de George Kennan y los Kennedy intelectuales, planteó que la racionalidad es una habilidad muy estrechamente restringida. Solo un pequeño número de personas la tiene. La mayoría de gente solo está guiada por la emoción y el impulso. Aquellos de nosotros que tenemos la racionalidad debemos crear ―ilusiones necesarias‖ y ―sobresimplificaciones‖ emocionalmente potentes para mantener a los ilusos simplones más o menos alineados. Esto se volvió una parte sustancial de la ciencia política contemporánea. En los años 20 y a principio de los años 30, Harold Lasswell, fundador del campo moderno de las comunicaciones y uno de los principales científicos políticos estadounidenses, explicó que no deberíamos sucumbir a los ―dogmatismos democráticos acerca de que los hombres son los mejores jueces de sus

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intereses‖. Porque no lo son. Nosotros somos los mejores jueces del interés público. Por lo tanto, fuera de la moralidad ordinaria, debemos asegurarnos de que no tengan la oportunidad de actuar en base a sus juicios erróneos. En lo que hoy en día llamamos un Estado totalitario o un régimen militar es fácil. Solo debes sostener la cachiporra sobre sus cabezas y si se salen de la línea, apalearlos. Pero mientras la sociedad se vuelve más libre y democrática, uno pierde esa capacidad. Por lo tanto uno debe ir a las técnicas de la propaganda. La lógica es clara. La propaganda es a una democracia lo que la cachiporra es a un Estado totalitario. Eso es sabio y bueno porque, de nuevo, el interés común elude a la turba embrutecida. Ellos no pueden descifrarlo.

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RELACIONES PÚBLICAS

Los Estados Unidos fueron pioneros en la industria de las relaciones públicas. Su compromiso era ―controlar la mente del público‖ como lo señalaron sus líderes. Aprendieron mucho de los éxitos de la ―Creel Commission‖ y los éxitos en la creación del Miedo Rojo y sus secuelas. La industria de las relaciones públicas se sometió a una enorme expansión en aquella época. Tuvo éxito, por un tiempo, en crear una subordinación casi total del público al dominio del negocio en los años 20. Esto fue tan extremo que los comités del congreso empezaron a investigarlo conforme avanzaban a los años 30. De ahí es de donde gran cantidad de nuestra información proviene.

Las relaciones públicas son una gigantesca industria. Actualmente mueven una suma de alrededor un billón de dólares al año. Desde el principio su compromiso fue controlar la mente del público. En los años 30 surgieron, nuevamente, grandes problemas como los hubo durante la Primera Guerra Mundial. Hubo una gran depresión y una sustancial clase obrera organizándose. De hecho, en 1935 la clase obrera ganó su primera victoria legislativa, es decir, el derecho de organizarse mediante la Ley de Wagner. Eso evocó dos serios problemas. Por un lado la democracia estaba fallando. La turba embrutecida estaba, de hecho, ganando victorias legislativas y no

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se supone que funcione de esa forma. El otro problema era que se estaba volviendo posible que la gente se organizase. La gente debía estar atomizada, segregada y sola. No se suponía que debían organizarse, porque entonces podrían llegar a ser algo más que espectadores de la acción. Podrían ser, de hecho, participantes si tanta gente con recursos limitados podría juntarse para entrar en la arena política y eso era realmente amenazante. Una mayor respuesta fue llevada a cabo por el lado empresarial para asegurarse de que esta fuese la última victoria legislativa para la clase obrera y de que fuese el principio del fin de esta desviación democrática de organización popular. Funcionó. Esa fue la última victoria legislativa para la clase obrera. De ese punto en adelante – pese a que el número de gente en los sindicatos se incrementó por un tiempo durante la Segunda Guerra Mundial – la capacidad de actuar a través de éstos empezó a decaer. No fue por accidente. Estamos hablando ahora de la comunidad empresarial, que invierte colosales sumas de dinero, atención e ideas en cómo lidiar con esos problemas a través de la industria de las relaciones públicas y otras organizaciones, como la Asociación Nacional de Manufactureros y la ―Business Roundtable‖, etc. Se pusieron inmediatamente a trabajar para tratar de encontrar una forma de contrarrestar estas desviaciones democráticas.

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La primera prueba fue un año después, en 1937. Hubo una gran huelga , la Huelga de Acero el este de Pennsylvania en Johnstown. El sector empresarial intentó una nueva técnica de destrucción de clases obreras, que funcionó muy bien. No a través de escuadrones de matones ni rompiendo rodillas (eso ya no estaba funcionando tan bien), sino a través de técnicas más efectivas y sutiles de propaganda. La idea era descifrar maneras de tornar al público en contra de los huelguistas, presentarlos como disruptivos, dañinos para el público y en contra de los intereses comunes. Los intereses comunes son esos que son de ―nosotros‖, el empresario, el trabajador, el ama de casa. Eso es lo que quiere decir ―nosotros‖. Queremos estar juntos y tener cosas como armonía, americanismo y trabajar juntos. Entonces aparecen por ahí estos malvados huelguistas que son disruptivos y están causando problemas y rompiendo la armonía y violando el americanismo. Tenemos que detenerlos para poder vivir todos juntos. El ejecutivo corporativo y el sujeto que limpia el suelo tienen los mismos intereses. Podemos trabajar juntos y trabajar por el americanismo en armonía, agradándonos mutuamente. Ese era esencialmente el mensaje. Una gran cantidad de esfuerzo fue puesto en presentarlo. Esto es, a fin de cuentas, la comunidad empresarial, así que controlan los medios de comunicación y tienen recursos masivos. Y funcionó con mucha

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efectividad. Más adelante se nombró a esto la Fórmula Mohawk Valley y se aplicó una y otra vez para romper huelgas. Se le llamó ―métodos científicos rompehuelgas‖ y funcionó muy bien en la movilización de la opinión de la comunidad a favor de conceptos vacíos e insípidos como el americanismo. ¿Quién podría estar en contra de eso? O de armonía ¿Quién se opondría a eso? O, como decían en la Guerra del Golfo Persa, ―apoyar a nuestras tropas‖. ¿Quién podría estar contra eso? Solo los Cintas Amarillas. Cualquier cosa que sea totalmente vacía. De hecho, qué quiere decir que alguien te pregunte ¿apoyas a la gente en Iowa? ¿Podrías decir ―sí, los apoyo‖ o ―no, no los apoyo‖? No es, siquiera, una pregunta. No significa nada. Ese es el punto. El punto de los slogans de relaciones públicas como ―Apoye a nuestras tropas‖ es que no significan nada. Significan tanto como lo que significa apoyar a la gente en Iowa. Por supuesto había una cuestión ahí. La cuestión era ¿apoyas nuestra política? Pero tú no quieres que la gente piense en dicha cuestión. Ese es todo el punto de la buena propaganda.

Lo que tú quieres es crear un slogan del cual nadie quiera estar en contra y al que todos quieran apoyar. Nadie sabe lo que significa, porque no significa nada. Su valor crucial es que distrae la atención de un

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asunto que sí significa algo. ¿Apoyas nuestra política? De eso es que no se está permitido hablar. ¿Así que tienes a gente discutiendo sobre el apoyo a las tropas? ―Desde luego que no las apoyo‖. Entonces ya ganó. Es como el americanismo y la armonía. Todos estamos juntos, slogans vacíos, unámonos, asegurémonos de que aquella gente malvada por doquier no perturbe nuestra armonía con sus parloterías de lucha de clase, derechos y esa clase de cosas.

Todo eso es muy efectivo. Se viene haciendo hasta hoy en día y, por supuesto, es cuidadosamente planificado. La gente en la industria de las relaciones públicas no está ahí por mera diversión. Están haciendo un trabajo. Están intentando inculcar los valores correctos. De hecho, tienen una concepción de lo que la democracia debería ser: un sistema en el que la clase especializada esté entrenada para trabajar al servicio de los amos, la gente que posee a la sociedad. El resto de la población debería ser desprovista de cualquier forma de organización, porque la organización solo causa problemas. Deberían estar sentados solos frente al televisor mientras inyectan en su cabeza el mensaje que dice que lo único que vale en la vida es tener más comodidades o vivir como aquella familia rica de clase media que están observando y tener agradables valores como armonía y americanismo. Eso es todo lo que hay en la vida.

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Podría, quizá, pasar por su cabeza que tiene que haber algo más en la vida que esto, pero ya que están viendo la pantalla en solitario, asumen que debe ser algo loco porque eso es todo lo que hay ahí. Y ya que no está permitida la organización – eso es absolutamente crucial – nunca tienen una manera de comprobar si están realmente locos o no y sencillamente asumen que es así, porque es la asunción más natural para el caso.

Así que ese es el ideal. Grandes esfuerzos son realizados en el intento de lograr ese ideal. Obviamente hay una cierta concepción detrás de eso. La concepción de que la democracia es aquella que mencioné. La turba embrutecida es un problema. Debemos prevenir su rugido y estampida. Tenemos que distraerlos. Deberían estar viendo el Súper Tazón o comedias o películas violentas. De vez en cuando recurres a ellos para que coreen slogans vacíos como ―apoyen a nuestras tropas‖. Debes mantenerlos muy asustados, porque a menos que estén apropiadamente aterrados y espantados de toda clase de demonios que vayan a destruirlos desde afuera o adentro de alguna parte, podrían empezar a pensar, lo que es peligroso porque no son competentes en ello. Por lo tanto, es importante distraerlos para marginarlos.

Esa es una concepción de democracia. De hecho, volviendo a la comunidad empresarial, la última

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victoria legal realmente fue la Ley de Wagner de 1935. Después de llegada la guerra, los sindicatos declinaron al igual que una cultura muy rica de clase trabajadora que estaba asociada a éstos. Eso fue destruido. Nos hemos desplazado hacia una sociedad negocio-guiada en un extraordinario nivel. Esta es la única sociedad de Estado capitalista industrial que no tiene siquiera el contrato social normal que encontraría en otras sociedades. Aparte de Sudáfrica, supongo, esta es la única sociedad industrial que no tiene seguro de salud nacional.

No hay un compromiso general hacia, aunque sea, los mínimos estándares de supervivencia por las partes de la población que no pueden seguir esas reglas y ganarse individualmente las cosas por sí mismos. Los sindicatos son virtualmente inexistentes. No hay partidos políticos ni organizaciones. Es un largo camino hacia el ideal, al menos estructuralmente. Los medios de comunicación son un monopolio corporativo. Tienen el mismo punto de vista. Los dos partidos son dos facciones del partido empresarial. La mayoría de la población no se molesta ni en votar porque parece no tener sentido. Están marginados y apropiadamente distraídos. Al menos esa es la meta. La principal figura en la industria de las relaciones públicas, Edward Bernays, vino, de hecho, de la ―Creel Commission‖. Él era parte de eso, aprendió sus

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lecciones ahí y siguió adelante para desarrollar lo que él llamo ―la ingeniería de consentimiento‖ que es descrita como ―la esencia de la democracia‖. La gente que es capaz de crear consentimiento es aquella que tiene los recursos y el poder para hacerlo – la comunidad empresarial – y para ellos trabajas.

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DISEÑANDO LA OPINIÓN

También es necesario alentar a la población para que apoye las intervenciones en el extranjero. Usualmente la población es pacifista, tal y como lo era durante la Primera Guerra Mundial. El público no ve razones para involucrarse en asuntos en el extranjero, matanzas y torturas. Así que uno tiene que alentarlos. Y para hacerlo uno tiene que asustarlos. El propio Bernays tuvo un logro importante al respecto. Él es la persona que dirigió la campaña de relaciones públicas para la United Fruit Company en 1954, cuando los Estados Unidos se movilizaron para derrocar al gobierno capitalista-democrático de Guatemala e instalar, en su lugar, una violenta sociedad de homicidios y crímenes que se mantiene hasta el día de hoy gracias a constantes flujos de asistencia estadounidense para prevenir el surgimiento de algo más que vacías desviaciones democráticas. Es necesario apisonar constantemente los programas domésticos a los que el público se oponga, porque no hay razón para que éste esté a favor de programas domésticos que sean dañinos para ellos. También esto toma propaganda extensiva. Hemos visto muchísimo de esto en los últimos diez años.

Los programas de Reagan fueron abrumadoramente populares. Los votantes en el aplastante triunfo electoral de Reagan en 1984 en proporción de tres a

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dos, esperaban que sus políticas no fuesen divulgadas. Si uno toma algunos de sus programas particulares, como armamentos, reducciones del gasto social, entre otros, verá que casi todos eran abrumadoramente opuestos al interés del público. Pero mientras la gente esté marginada y distraída y no tenga manera de organizarse o articular sus sentimientos, o siquiera saber que otros tienen estos sentimientos, aquellos que digan que prefieren el gasto social al militar y den, incluso esa respuesta en encuestas (como mucha gente lo hizo), asumirán que son los únicos con esas ideas locas. Nunca lo habrán escuchado de alguien más. No se supone que alguien deba pensar así, por lo tanto si alguien lo piensa y lo responde en una encuesta, se asumirá que es raro. Ya que no hay manera de juntarse con otra gente que comparta o refuerce este punto de vista y ayude a articularlo, te sientes como una rareza, como un excéntrico. Así que sencillamente te haces a un lado y no prestas atención a lo que está ocurriendo. Te distraes con algo más, como el Súper Tazón.

Hasta un cierto grado, ese ideal ha sido logrado, pero nunca en su totalidad. Hay instituciones que aún ha sido imposible destruir. Iglesias, por ejemplo, aún existen. Gran parte de la actividad disidente en los Estados Unidos proviene de iglesias, por la sencilla razón de que están ahí. Así que cuando uno va a un

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país europeo y da una charla política, es muy probable que sea en el Union Hall. Eso no ocurrirá en Estados Unidos porque, primero que nada, los sindicatos a penas y existen y si existen, no son organizaciones políticas. Pero las iglesias existen y por tanto de vez en cuando se da alguna charla en ellas. El trabajo solidario de la Central American creció mayormente en las iglesias, principalmente porque éstas existen.

La turba embrutecida nunca es totalmente domada, así que esto es una constante batalla. En los años 30 se levantó y fue tumbada. En los años 60 hubo otra ola de disidencia. Hubo un nombre para eso. Fue llamado por la clase especializada ―la crisis de la democracia‖. Se consideró que la democracia estaba entrando en una crisis en los años 60. La crisis fue que grandes segmentos de la población estaban organizándose y activamente tratando de participar en el campo político. Aquí volvemos a esas dos concepciones de democracia. Para la definición de diccionario, esto fue un avance en la democracia. Para la concepción predominante, fue un problema, una crisis que había que superar.

La población debía ser arrastrada nuevamente hacia la apatía, obediencia y pasividad que son su estado correspondiente. Por lo tanto, nosotros tenemos que hacer algo para superar la crisis. Muchos esfuerzos se

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realizaron para lograrlo. No funcionó. La crisis de la democracia sigue viva y saludable, afortunadamente, aunque no es muy efectiva cambiando la política. Pero es efectiva cambiando la opinión, al contrario de lo que mucha gente cree. Se hicieron grandes esfuerzos después de los años 60 para intentar revertir y superar esta enfermedad. Un aspecto de la enfermedad recibió, de hecho, un nombre técnico. Se le llamó ―el Síndrome de Vietnam‖. El Síndrome de Vietnam, un término que empezó a aparecer alrededor de los años 70 ha sido definido en ocasiones. El intelectual reaganista Norman Podhoretz lo definió como ―las enfermizas resistencias contra el uso de la fuerza militar‖. Había estas enfermizas resistencias al uso de la violencia en una gran parte del público. La gente, simplemente, no entendía por qué había que ir por ahí torturando gente, matándola y bombardeándola. Es muy peligroso que una población sea fortalecida por estas enfermizas oposiciones, como Goebbels bien entendió, porque entonces hay un límite en las intervenciones en el extranjero. Es necesario, como lo puso el diario Washington Post con cierto orgullo durante la histeria de la Guerra del Golfo, inculcarle lentamente a la gente un respeto por el ―valor marcial‖. Eso es importante. Si se desea tener una sociedad violenta que usa la fuerza alrededor del mundo para lograr los fines de su propia élite doméstica, es necesario tener una adecuada

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apreciación de las virtudes marciales y nada de esas enfermizas resistencias al uso de la violencia. Así que eso es el Síndrome de Vietnam. Es necesario superarlo.

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LA REPRESENTACIÓN COMO REALIDAD

También es necesario falsificar la historia. Esa es otra forma de superar esas enfermizas resistencias: hacer que se vea como si al atacar y destruir a alguien, estuviésemos realmente protegiéndonos y defendiéndonos de mayores agresores y monstruos. Ha habido un gigantesco esfuerzo desde la guerra de Vietnam para reconstruir su historia. Demasiada gente empezó a entender lo que realmente estaba ocurriendo. Incluidos muchos soldados y bastante gente joven involucrada en el movimiento pacifista y otros. Eso era malo. Era necesario reorganizar esos malos pensamientos y restaurar alguna forma de lucidez, es decir, un reconocimiento de que cualquier cosa que hagamos es lo noble y correcto.

Si bombardeamos Vietnam del sur, es porque estamos defendiendo a Vietnam del sur contra alguien, o sea, los vietnamitas del sur, dado que no había nadie más ahí. Es lo que los Kennedy intelectuales llamaron defensa contra ―agresión interna‖ en Vietnam del sur. Esa fue la frase usada por Adlai Stevenson y otros. Era necesario hacer de eso la bien entendida imagen oficial. Funcionó bastante bien. Cuando uno tiene el control total sobre los medios de comunicación, el sistema educativo y el conocimiento académico es conformista, uno puede arreglárselas. Un índice de eso fue revelado en un estudio hecho en la

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Universidad de Massachusetts sobre las actitudes hacia la actual crisis del Golfo – un estudio de creencias y actitudes en el acto de ver televisión. Una de las preguntas hechas en el estudio fue ¿cuántas bajas vietnamitas estima usted que hubo durante la guerra de Vietnam? La respuesta promedio de parte de los estadounidenses hoy en día es de, aproximadamente, 100 000. La cifra oficial llega a los dos millones. La cifra real debe llegar, probablemente, a los tres o cuatro millones. La gente que condujo el estudio realizó una pregunta apropiada: ¿qué pensaría usted de la cultura política alemana si, cuando usted le preguntase a la gente de hoy por la cantidad de judíos que murieron en el Holocausto, estimasen cerca de 300 000? Dejan la pregunta sin responder pero uno puede ir tras ello. ¿Qué nos dice eso de nuestra cultura? Bastante.

Es necesario superar las enfermizas resistencias contra el uso de la fuerza militar y otras desviaciones democráticas. En este caso particular, funcionó. Esto es cierto en todos los temas. Escoja el tema que le guste: el Medio Oriente, terrorismo internacional, Centroamérica, lo que sea que escoja – la imagen del mundo que se le presenta al público tiene solo la más remota relación con la realidad. La verdad del asunto es enterrado bajo edificios y edificios de mentiras sobre mentiras. Todo ha sido un maravilloso éxito

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desde el punto de vista de disuadir la amenaza de la democracia, lograda bajo condiciones de libertad, lo que es extremadamente interesante. No es como en un Estado totalitario, donde se hacen las cosas a la fuerza. Estos logros están bajo condiciones de libertad. Si queremos entender nuestra propia sociedad, tendremos que pensar en estos hechos. Son hechos importantes, importantes para aquellos a los que les importe el tipo de sociedad en que viven.

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CULTURA DISIDENTE

A pesar de todo esto, la cultura disidente sobrevivió. Ha crecido bastante desde los años 60. En los años 60, la cultura disidente, primero que nada, era extremadamente lenta en desarrollarse. No hubo protesta contra la guerra de Indochina hasta años después de que los Estados Unidos habían empezado el bombardeo a Vietnam del sur. Cuando, en efecto, creció, era un movimiento disidente bastante reducido, compuesto en su mayoría por estudiantes y gente joven. Para los años 70 eso había cambiado considerablemente. Movimientos populares más importantes se habían desarrollado: el movimiento ambientalista, el movimiento feminista, el movimiento antinuclear y otros. En los años 80 hubo una, todavía más grande, expansión hacia los movimientos de solidaridad, lo que es algo bastante nuevo e importante en, al menos, la disidencia estadounidense y quizá incluso en la del mundo. Éstos eran movimientos que no solo protestaron, sino que, de hecho, se involucraron, a veces íntimamente, en las vidas de la gente que sufría en cualquier otra parte. Aprendieron bastante de eso y tuvo un efecto bastante civilizador en el común de la población estadounidense. Todo esto hizo una gran diferencia. Cualquiera que ha estado involucrado en esta clase de actividades por muchos años debe estar consciente de

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esto. Yo mismo se que la clase de charlas que doy hoy en día en las partes más reactivas del país – Georgia central, Kentucky rural, etc.– son charlas del tipo que no podría haber dado en la cúpula del movimiento de paz a la audiencia del movimiento de paz más activo. Ahora uno puede darlas en cualquier parte. La gente puede estar de acuerdo o no, pero al menos entiende de qué está hablando y hay ciertos denominadores comunes compartidos.

Todo eso son señas del efecto civilizador, pese a toda la propaganda, pese a todos los esfuerzos para controlar el pensamiento y manufacturar el consenso. No obstante, la gente está adquiriendo la habilidad y voluntad de reflexionar las cosas. El escepticismo acerca del poder ha crecido y las actitudes han cambiado en muchos, muchos asuntos. Es un poco lento, casi incluso glacial, pero la perspectiva es importante. Si es lo suficientemente rápida para hacer una diferencia significativa en lo que pasa en el mundo es otro asunto. Solo tomen un ejemplo familiar de eso: la famosa brecha de género. En los años 60 las actitudes de hombres y mujeres eran aproximadamente las mismas en asuntos como las ―virtudes marciales‖ y las enfermizas resistencias contra el uso de la fuerza. Nadie, ni los hombres ni las mujeres, sufrían de esas enfermizas resistencias a principios de los 60. Las respuestas eran las mismas.

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Todos pensaban que el uso de la violencia para suprimir a la gente ahí afuera estaba, sencillamente, bien. Eso ha cambiado a lo largo de los años. Las enfermizas resistencias se han incrementado a lo largo de las fronteras. Pero mientras tanto una brecha ha ido creciendo y para ahora, es una muy sustancial. De acuerdo a las encuestas, es algo de un 25%. ¿Qué pasó? Lo que pasó es que hay una forma de movimiento popular, al menos, semiorganizado en el que hay mujeres involucradas: el movimiento feminista. La organización tiene sus efectos. Significa que uno descubre que no está solo. Otros tienen las mismas ideas que usted. Uno puede reforzar sus pensamientos y aprender más acerca de lo que uno piensa y cree. Estos son movimientos bastante informales, no como una membrecía u organización, sino más como un capricho que involucra interacciones entre la gente. Tiene un efecto bastante notorio. Ese es el peligro de la democracia: si las organizaciones pueden desarrollarse, si la gente ya no está, sencillamente, pegada a la pantalla, uno puede tener todos esos pensamientos graciosos surgiendo en sus cabezas, como enfermizas resistencias contra el uso de la fuerza militar. Eso debe ser superado, pero no se ha podido lograr.

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DESFILE DE ENEMIGOS

En lugar de hablar sobre la última guerra, permíteme hablar acerca de la próxima guerra, porque a veces es útil estar preparado en vez de solo reaccionar. Hay una evolución muy característica llevándose a cabo ahora en los Estados Unidos. No es el primer país del mundo que ha hecho esto. Están surgiendo problemas domésticos sociales y económicos, de hecho podrían ser catástrofes. Nadie en el poder tiene alguna intención de hacer algo al respecto. Si uno ve los programas domésticos en los gobiernos de los últimos diez años – incluyo la oposición democrática– no hay realmente una propuesta seria sobre qué hacer respecto a los severos problemas de salud, educación, pobreza extrema, desempleo, delincuencia, altísimas poblaciones criminales, cárceles, deterioro en las ciudades del interior, etc. Todo el paquete de problemas. Todos están enterados de ellos y están poniéndose peor. Solo en los dos años en los que George Bush ha estado a cargo, tres millones más de niños cruzaron la frontera de la pobreza, la deuda se agranda, los estándares educativos están declinando, los salarios reales están de regreso al nivel de finales de los 50 para gran parte de la población y nadie está haciendo algo al respecto. En tales circunstancias, uno tiene que distraer a la turba embrutecida, porque si empiezan a darse cuenta de esto, podría no gustarles,

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ya que son ellos los que sufren las consecuencias. Hacerlos, simplemente, ver el Súper Tazón y comedias podría no ser suficiente. Uno tiene que hacerlos temer a enemigos. A finales de los años 30, Hitler les hizo temer a los judíos y a los gitanos. Uno tenía que destruirlos para defenderse. Nosotros también tenemos nuestros métodos. A través de los últimos diez años, cada año o dos, un monstruo más grande del que tenemos que defendernos es construido. Teníamos uno que solía estar fácilmente disponible: los rusos. Uno siempre podía defenderse de los rusos. Pero están perdiendo su atractivo como un enemigo, y se está volviendo cada vez más difícil usarlo, así que han conjurado nuevos monstruos. De hecho, la gente ha criticado muy injustamente a George Bush por ser incapaz de expresar o articular lo que realmente nos está guiando. Antes de alrededor de mediados de los 80, cuando uno estaba dormido, sencillamente reproducían la grabación: ―ya vienen los rusos‖. Pero eso ya se perdió y se necesita crear algo nuevo, tal y como el equipo de relaciones públicas reaganista hizo en los años 80. Así que fueron los terroristas internacionales, los narcotraficantes, árabes enloquecidos y Saddam Hussein el nuevo Hitler que iban a conquistar el mundo. Tienen que mantener a uno viniendo después del otro. Uno tiene que asustar a la población, aterrorizarla, intimidarla para que estén demasiado

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asustados para movilizarse. Entonces, se tiene una magnífica victoria en Grenada, Panamá, o sobre algún otro inofensivo ejército del tercer mundo que uno puede pulverizar antes de, siquiera, mirarlos – lo que es justamente lo que pasó. Eso trae alivio. Fuimos salvados al último minuto. Esa es una de las maneras en las que uno puede evitar que la turba embrutecida preste atención a lo que realmente está ocurriendo a su alrededor, mantenerlos distraídos y controlados. La próxima que más probablemente esté viniendo sea Cuba. Eso va a requerir una continuación de la guerra económica ilegal, posiblemente una resurrección del extraordinario terrorismo internacional. El terrorismo internacional más grande jamás hecho, fue organizado por la Operación Mongoose del gobierno de Kennedy, luego las cosas que le subsiguieron contra Cuba. No ha habido algo que remotamente se le compare, salvo, tal vez, la guerra contra Nicaragua, si es que uno llamase terrorismo a aquello. La Corte Mundial lo clasificó más como una agresión. Siempre hay una ofensiva ideológica que construye un monstruo quimérico y luego, campañas para destruirlo. Uno no puede entrar si es que pueden responder el ataque. Eso es demasiado peligroso. Pero si se está seguro de que serán destruidos, tal vez nos tumbemos a ese y lancemos otro suspiro de alivio.

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PERCEPCIÓN SELECTIVA

Esto ha venido ocurriendo durante ya un buen tiempo. En mayo de 1986, las memorias del prisionero cubano liberado, Armando Valladares, fueron publicadas. Se volvieron rápidamente una sensación mediática. Daré unas cuantas citas. Los medios de comunicación describieron sus revelaciones como ―el relato definitivo del vasto sistema de tortura y encarcelamiento mediante el que Castro castiga y arrasa la oposición política‖. Fue ―un inspirador e inolvidable relato‖ sobre ―las prisiones bestiales‖, tortura inhumana y registro de violencia estatal bajo otro más de los asesinos masivos de este siglo, de quien sabemos, finalmente, por este libro que ―ha creado un nuevo despotismo que ha institucionalizado la tortura como un mecanismo de control social en el infierno que fue la Cuba en que Valladares vivió. Eso es del Washington post y del New York times en repetidas reseñas. Castro fue descrito como un matón dictatorial. Sus atrocidades fueron reveladas en este libro tan concluyentemente que ―solo el más cabeza hueca y sangre fría de los intelectuales occidentales se pronunciará en defensa del tirano‖, dijo el Washington Post”. Recuerda, este es el relato de lo que le ocurrió a un hombre. Digamos que todo eso es verdad. No levantemos preguntas sobre lo que le ocurrió a un hombre que dice que fue

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torturado. En la ceremonia en la Casa Blanca marcando el día de los Derechos Humanos, Valladares fue señalado por Ronald Reagan por su valentía resistiendo los horrores y el sadismo de este sangriento tirano cubano. Fue, luego, nombrado el representante de Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, donde ha podido brindar servicios de aviso, defendiendo a los gobiernos de El Salvador y Guatemala contra acusaciones de que ellos conducen atrocidades tan masivas que hacen que cualquier cosa que él haya sufrido se vea bastante minimizada. Esa es la forma en la que las cosas se presentan.

Eso fue mayo de 1986. Fue interesante y dice algo sobre la manufactura del consentimiento. El mismo mes, los sobrevivientes del Grupo de Derechos Humanos de El Salvador – los líderes fueron asesinados – fueron arrestados y torturados, incluyendo a Herbert Anaya que era el director. Fueron enviados a la cárcel La Esperanza. Mientras estuvieron en prisión continuaron su labor de derechos humanos. Eran abogados, continuaron tomando declaraciones juradas. Había 432 prisioneros en esa cárcel. Consigueron declaraciones juradas firmadas de 430 de ellos en las que describían, bajo juramento, la tortura que recibieron: tortura eléctrica y otras atrocidades, incluyendo, en un caso tortura

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llevada a cabo por un norteamericano de alto rango en uniforme que es descrito con cierto detalle. Este es un testimonio inusualmente explícito y exhaustivo, probablemente único en detalles sobre lo que está ocurriendo en una cámara de tortura. Este reporte de 160 páginas de los testimonios jurados de los prisioneros fue sacado discretamente de la cárcel, junto con un videocassette que contenía grabaciones de gente testificando en prisión sobre su tortura. Fue distribuido por la Marin County Interfaith Task Force. La prensa nacional se rehusó a mostrarlo. Las estaciones de televisión se rehusaron a ponerlo al aire. Hubo un artículo en el periódico local de Marin County, el San Francisco Examiner, y creo que eso es todo. Nadie más tocaría el tema. Ésta fue la época en la que hubo más que unos pocos ―intelectuales occidentales cabezas huecas y sangre frías‖ que cantaban las alabanzas a José Napoleón Duarte y Ronald Reagan. Anaya no fue objeto de ningún tributo. No llego al Día de los Derechos Humanos. No fue nombrado a nada. Fue liberado en un intercambio de prisioneros y luego asesinado, aparentemente por fuerzas de seguridad respaldadas por Estados Unidos. Muy poca información sobre eso alguna vez apareció. Los medios nunca preguntaron si exponer las atrocidades – en vez de cubrirlas y silenciarlas – habría salvado su vida.

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Esto dice algo acerca de la manera en que trabaja un buen sistema de manufactura de consentimiento. En comparación con las revelaciones de Herbert Anaya en El Salvador, las memorias de Valladares no son, siquiera, una habichuela junto a una montaña. Pero tienes que hacer tu trabajo. Eso nos lleva hacia la siguiente guerra. Espero que escuchemos más y más de esto, hasta que la próxima operación se lleve a cabo.

Algunas observaciones acerca de lo último. Dirijámonos, finalmente, a eso. Permíteme empezar con este estudio de la Universidad de Massachusetts que mencioné anteriormente. Tiene algunas conclusiones interesantes. En el estudio, se le preguntó a la gente si pensaban que los Estados Unidos debían intervenir, por medio de la fuerza, para revertir la ocupación ilegal o serios abusos a los derechos humanos. En proporción aproximada de dos a uno, la gente de Estados Unidos pensó que sí. Pensó que Estados Unidos debía usar la fuerza en el caso de la ocupación ilegal de tierra y en el de abusos severos a los derechos humanos. Si los Estados Unidos fuesen a seguir ese consejo, bombardearían El Salvador, Guatemala, Indonesia, Damasco, Tel Aviv, Capetown, Turquía, Washington y toda una lista de otros Estados. Todos estos son casos de ocupación ilegal, agresión y severos abusos a los derechos humanos. Si

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uno sabe los hechos sobre ese rango de ejemplos, sabrá bien que la agresión y atrocidades de Saddam Hussein caen bien dentro de ese rango. No son lo más extremo. ¿Por qué nadie llega a esa conclusión? La razón es porque nadie lo sabe. En un sistema de propaganda en buen funcionamiento, nadie sabría de qué estoy hablando cuando listo ese rango de ejemplos. Si te tomas la molestia de mirar, encontrarás que esos ejemplos son bastante apropiados.

Toma uno que estuvo ominosamente cerca de ser percibido durante la Guerra del Golfo. En febrero, justo en medio de la campaña de bombardeo, el gobierno de Líbano le pidió a Israel que cumpliese la resolución 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el cual solicitó que se retire inmediata e incondicionalmente de Líbano. Esa resolución data de marzo de 1978. Desde entonces ha habido dos resoluciones subsecuentes solicitando la inmediata e incondicional retirada de Israel de Líbano. Por supuesto que no las cumple porque las Naciones Unidas apoyan el mantenimiento de la ocupación. Mientras tanto, el sur de Líbano es aterrorizado. Hay grandes cámaras de tortura con cosas horripilantes sucediendo en ellas. Es usado como la base para atacar otras partes de Líbano. Desde 1978, Líbano fue invadido, la ciudad de Beirut fue bombardeada, cerca de 20000 personas fueron

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asesinadas siendo aproximadamente el 80% de ellos civiles, hospitales fueron destruidos y más terror, saqueos y robos fueron infringidos. Todo eso está bien, las Naciones Unidas lo apoyaron. Ese es solo un caso. Ni viste algo de eso en los medios de comunicación o en alguna discusión sobre si Israel y los Estados Unidos deben cumplir con la resolución 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones únicas o cualquier otra resolución, ni nadie pidió el bombardeo de Tel Aviv, pese a que de acuerdo a los principios apoyados por dos tercios de la población, deberíamos. Después de todo, eso es ocupación ilegal y severos abusos a los derechos humanos. Ese es solo un caso. Hay muchos otros peores. La invasión indonesia del este de Timor liquidó a cerca de 200000 personas. Se ven insignificantes en ese caso. Eso fue fuertemente apoyado por los Estados Unidos y aún está ocurriendo con significativo apoyo diplomático y militar de los Estados Unidos. Podríamos seguir y seguir.

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LA GUERRA DEL GOLFO

Eso nos dice como trabaja un sistema de propaganda en buen funcionamiento. La gente puede creer que cuando usamos la fuerza contra Iraq y Kuwait es porque realmente cumplimos con el principio de que la ocupación ilegal y los abusos de derechos humanos deben hacerse frente con la fuerza. Ellos no ven lo que significaría si esos principios fuesen aplicados al comportamiento de los Estados Unidos. Ese es un éxito de la propaganda de un tipo espectacular.

Demos un vistazo a otro caso. Si miras con detenimiento la cobertura de la guerra desde agosto de 1990, notarás que faltan algunas voces de huelga. Por ejemplo, hay una oposición iraquí democrática, de hecho, una muy valiente y sustancial. Desde luego, funcionan en el exilio porque no podrían sobrevivir en Iraq. Están en Europa principalmente. Son banqueros, ingenieros, arquitectos – gente así. Son articulados, tienen voces y hablan. El pasado febrero, cuando Sadam Hussein era aún el amigo y compañero de comercio favorito de George Bush, fueron, de hecho, a Washington, de acuerdo con las fuentes de la oposición democrática iraquí, con un tipo de petición de apoyo para una demanda suya pidiendo una democracia parlamentaria en Iraq. Fueron totalmente rechazados porque los Estados Unidos no tenían

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interés en ello. No hubo reacción a esto en el registro público.

Desde agosto se volvió un poco difícil ignorar esa existencia. En agosto nos tornamos en contra de Saddam Hussein después de haberlo favorecido por muchos años. Aquí hubo una oposición democrática debería tener algunas ideas al respecto. Estarían felices de ver a Saddam Hussein descuartizado. Mató a sus hermanos, torturó a sus hermanas y los expulsó del país. Han estado luchando contra su tiranía a través de todo el tiempo en que Ronald Reagan y George Bush estuvieron estimándolo. ¿Qué hay con sus voces? Observa los medios de comunicación nacionales y ve cuánto puedes encontrar sobre la oposición democrática iraquí de agosto a marzo de 1991. No puedes encontrar una sola palabra. No es que no sean articulados. Tienen declaraciones, propuestas, llamadas y demandas. Si uno los ve, encontrará que son indistinguibles de aquellos del movimiento de paz estadounidense. Están contra Saddam Hussein y se oponen a la guerra contra Iraq. No quieren su país destruido. Lo que ellos quieren es una solución pacífica, y sabían perfectamente que podría haber sido conseguible. Esa es la visión equivocada y por eso están fuera. No escuchamos una sola palabra de la oposición democrática iraquí. Si quieres averiguar sobre ellos, escoje la prensa alemana

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o la prensa británica. No dicen mucho sobre ellos, pero están menos controlados que nosotros y dicen algo.

Este es un logro espectacular de la propaganda. Primero que las voces de los demócratas iraquíes están completamente excluidas y, segundo, que nadie lo nota. Eso también es interesante. Se necesita a una población profundamente adoctrinada para no notar que no estamos oyendo las voces de la oposición democrática iraquí y no preguntar por qué sin encontrar la respuesta obvia: porque los demócratas iraquíes tienen sus propios pensamientos; están de acuerdo con el movimiento internacional de paz y por lo tanto, están fuera.

Tomemos la pregunta sobre las razones de la guerra. Se ofrecieron razones para la guerra y éstas eran: los agresores no pueden ser recompensados y la agresión debe ser revertida mediante el recurso rápido de la violencia. Esa fue la razón para la guerra. No hubo, básicamente, otra razón adelantada. ¿Podría acaso eso ser realmente la razón para la guerra?

¿Acaso los Estados Unidos sostienen esos principios en los que los agresores no pueden ser recompensados y que la agresión debe ser revertida con una rápida recurrencia a la violencia? No voy a insultar tu inteligencia señalando los hechos, pero el

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hecho es que esos argumentos podrían ser refutados en dos minutos por un adolescente letrado. Sin embargo, nunca fueron refutados. Échale un vistazo a los medios de comunicación, los comentaristas y críticos liberales, la gente que testificó en el congreso y ve si alguien cuestionó la asunción de que los Estados Unidos apoyan esos principios. ¿Acaso los Estados Unidos se opusieron a su propia agresión en Panamá e insistieron en bombardear Washington para revertirla? Cuando la ocupación sudafricana de Namibia fue declarada ilegal en 1969 ¿los Estados Unidos impusieron sanciones en comida y medicina? ¿Fueron a la guerra? ¿Bombardearon Capetown? No. Mantuvo veinte años de ―diplomacia silenciosa‖. No fue muy bonito durante esos veinte años. Solamente en los años de los gobiernos de Reagan y Bush, cerca de 1.5 millones de personas fueron asesinadas por Sudáfrica solo en los países periféricos. Olvídate de lo que estaba pasando en Sudáfrica y Namibia. De algún modo eso no conmovió nuestras almas sensibles. Continuamos con la ―diplomacia silenciosa‖ y acabamos con una amplia recompensa para los agresores. Se les fue dado el principal puerto en Namibia y muchas ventajas que tuvieron en cuenta sus preocupaciones de seguridad. ¿Dónde está este principio que sostenemos? Nuevamente, es un juego de niños demostrar que esas no podrían haber sido las razones para ir a la guerra, porque nosotros no

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sostenemos esos principios. Pero nadie lo hizo – y eso es lo importante. Y nadie se molestó en señalar la conclusión que se sigue: no se dio ninguna razón para la guerra. Ninguna. Ninguna razón se dio para ir a la guerra que no pudiese ser refutada en dos minutos por un adolescente letrado. Nuevamente ese es el sello de una cultura totalitaria. Debería asustarnos que seamos tan profundamente totalitaristas que podamos ser arrastrados a la guerra sin que se nos dé una razón para eso y sin que nadie note la petición o preocupación de Líbano. Es un hecho bastante chocante.

Justo antes de que empezase el bombardeo, a mediados de enero, una encuesta importante del Washington Post-ABC reveló algo interesante. Se le preguntó a la gente si estaría a favor si es que Iraq aceptase retirarse de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad considere el problema del conflicto árabe-israelí. En proporción de dos a uno, la población estuvo a favor de eso. Y también lo estuvo el mundo entero, incluyendo la oposición democrática iraquí. Así que se reportó que dos tercios de la población estadounidense estaban a favor. Presumiblemente la gente que estaba a favor de eso pensó que eran los únicos en el mundo que pensaban así. Ciertamente nadie en la prensa había dicho que sería buena idea. Las órdenes de Washington habían

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sido que debemos estar en contra de la ―unión‖, es decir, diplomacia; y por tanto todo el mundo marchó a la orden y todos estaban en contra de la diplomacia. Trata de encontrar un reportaje en la prensa – puedes encontrar una columna de Alex Cockburn en el diario Los Angeles Times, quien argumentó que sería buena idea. La gente que estuvo respondiendo esa pregunta pensó ―estoy solo, pero eso es lo que pienso‖. Supón que sabían que no estaban solos, que otra gente también lo pensaba, como la oposición democrática iraquí. Supón que hubiesen sabido que esto no era hipotético y que, de hecho, Iraq había hecho exactamente esa oferta. Había sido publicado por altos oficiales de los Estados Unidos justo ocho días antes. El 2 de enero, estos oficiales habían publicado una oferta iraquí para retirarse totalmente de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad considere el conflicto árabe-israelí y el problema de las armas de destrucción masiva. Los Estados Unidos habían estado rehusándose a negociar este asunto desde mucho antes de la invasión a Kuwait. Supón que la gente hubiese sabido que, en realidad, la oferta estaba sobre la mesa y que era extensamente apoyada y que, de hecho, es exactamente la clase de cosa que cualquier persona racional haría si estuviese interesada en la paz, como lo hacemos en otros casos, en los casos raros en los que sí queremos revertir la agresión. Supón que haya sido sabido. Puedea hacer

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tus propias asunciones, pero yo asumiría que esos dos tercios probablemente podrían haber crecido al 98% de la población. Aquí tienes el gran éxito de la propaganda. Probablemente ni una persona de las que respondió la encuesta sabía de las cosas que he mencionado. La gente pensó que estaba sola. Por tanto fue posible proceder con la política de guerra sin oposición alguna. Hubo gran cantidad de discusión sobre si las sanciones funcionarían. Tenía uno a la cabeza de la CIA apareciendo y discutiendo si las sanciones funcionarían. Sin embargo, no hubo discusión de una pregunta mucho más obvia: ¿las sanciones ya habían funcionado? La respuesta es sí, aparentemente sí – probablemente para finales de agosto, muy posiblemente para fines de diciembre. Era muy difícil pensar en alguna otra razón para las ofertas iraquíes de retirada, que fueron autenticadas o, en algunos casos, publicadas por altos oficiales de los Estados Unidos, quienes las describieron como ―serias‖ y ―negociables‖. Así que la pregunta real es: ¿las sanciones ya habían funcionado? ¿Había alguna salida? ¿Había alguna salida en términos aceptables para la población general, el mundo en gran escala y la oposición democrática iraquí? Estas preguntas no fueron discutidas y es crucial para un sistema de propaganda en buen funcionamiento que no sean discutidas. Eso le permite al presidente del Comité Nacional Republicano decir que si algún demócrata

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hubiese estado a cargo Kuwait no estaría liberado hoy en día. Él puede decir eso y ningún demócrata se levantaría y diría ―si yo fuese presidente, estaría liberado, no solo hoy, sino hace seis meses, porque había oportunidades en ese entonces que yo hubiese perseguido y Kuwait se habría liberado sin asesinar a decenas de miles de personas y sin causar una catástrofe ambiental‖. Ningún demócrata diría eso porque ningún demócrata asumió esa postura. Henry Gonzalez y Barbara Boxer sí lo hicieron. Pero el número de personas que la asumieron es tan marginal que es virtualmente inexistente. Dado el hecho de que casi ningún político demócrata diría eso, Clayton Yeutter es libre de hacer esas declaraciones.

Cuando misiles Scud golpearon Israel, nadie en la prensa aplaudió. Nuevamente, eso es un hecho interesante acerca de un sistema de propaganda en buen funcionamiento. ¿Podríamos preguntar por qué no? Después de todo, los argumentos de Saddam Hussein fueron tan buenos como los de George Bush. ¿Qué eran ellos, a fin de cuentas? Enfoquémonos solo en Líbano. Saddam Hussein dice que no puede soportar una anexión. No puede dejar que Israel se anexe el alto Golan sirio y el este de Jerusalén en oposición al acuerdo unánime del Consejo de Seguridad. Él no puede soportar la agresión. Israel ha estado ocupando el sur de Líbano desde 1978 en

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violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad a las que se rehúsa a acatar. En el transcurso de ese periodo atacó todo Líbano y aún bombardea todo Líbano a voluntad. Él no puede soportarlo. Él podría haber leído el reporte de Amnistía Internacional sobre las atrocidades de Israel en el West Bank. Su corazón sangra. No puede soportarlo. Las sanciones no pueden funcionar porque los Estados Unidos las vetan. Las negociaciones no funcionarán porque los Estados Unidos las bloquean. ¿Qué queda sino la fuerza? Ha estado esperando por años. Trece años en el caso de Líbano, veinte en el caso del West Bank. Ya has escuchado ese argumento antes. La única diferencia entre ese argumento y el que has escuchado es que Saddam Hussein podría, realmente, decir que las sanciones y negociaciones no pueden funcionar porque los Estados Unidos las bloquean. Pero George Bush no podría decir eso, porque las sanciones aparentemente funcionaron y había toda razón para creer que las negociaciones podrían funcionar – excepto que él, inflexiblemente, se rehusó a perseguirlas, diciendo explícitamente que no habrá negociaciones al respecto. ¿Encontraste a alguien en la prensa que señalase eso? No. Es una trivialidad. Es algo que, nuevamente, un adolescente letrado podría descifrar en un minuto. Pero nadie lo señaló, ningún comentarista, ningún escritor editorial. Eso, nuevamente, es la señal de una cultura totalitaria

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bien manejada. Muestra que la manufactura del consentimiento está funcionando.

El último comentario sobre esto. Podríamos dar muchos ejemplos, a ti se te podrían ocurrir otros conforme avanzásemos. Toma la idea de que Saddam Hussein es un monstruo a punto de conquistar el mundo – ampliamente creída en los Estados Unidos, y no irrealmente. Fue inyectada en las cabezas de las personas una y otra vez: está a punto de tomarlo todo. Tenemos que detenerlo ahora.

¿Cómo se volvió tan poderoso? Se trata de un pequeño país del tercer mundo sin base industrial. Durante ocho años Iraq ha estado luchando contra Irán. Hablamos de Irán post revolucionario que ha diezmado a su cuerpo de oficiales y a la mayoría de su fuerza militar. Iraq tiene un poco de apoyo en esa guerra. Fue apoyado por la Unión Soviética, Los Estados Unidos, Europa, los principales países arábigos y los productores petroleros árabes. No pudo derrotar a Irán. Pero repentinamente está listo para conquistar el mundo. ¿Encontraste a alguien que señalase eso? El estado de la cuestión es que este es un país del tercer mundo con un ejército de campesinos. Ahora se concede que hubo gran cantidad de desinformación sobre las fortificaciones, las armas químicas, etc. ¿Pero encontraste a alguien que lo señalase? No. Tú encontraste virtualmente a nadie

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que señalase eso. Eso es típico. Nótese que esto fue hecho un año después de que exactamente la misma cosa se le hizo a Manuel Noriega. Manuel Noriega es un matón menor en comparación con, el amigo de George Bush, Saddam Hussein o los otros amigos de George Bush en Beijing o el propio George Bush para este caso. En comparación con ellos, Manuel Noriega es un matón menor. Malo, pero ningún matón de clase mundial del tipo que nos guste. Fue tornado en una criatura más grande que la vida. Iba a destruirnos liderando a los narcotraficantes. Teníamos que intervenir rápidamente y arremeter contra él, asesinando unos pocos cientos o, tal vez, miles de personas, restaurando el poder unos pocos, tal vez ocho por ciento de los oligarcas blancos, y poniendo a los militares estadounidenses en control en todo nivel del sistema político. Tuvimos que hacer todas esas cosas porque, después de todo, teníamos que salvarnos o íbamos a ser destruidos por este monstruo. Un año después, lo mismo fue hecho por Saddam Hussein. ¿Alguien lo señaló? ¿Alguien señaló lo que había pasado y por qué? Tendrás que buscar incisivamente para eso.

Nótese que esto no es tan diferente de lo que hizo la Creel Commission cuando transformó una población pacifista en histéricos delirantes que querían destruir todo lo que fuese alemán para salvarnos de los

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germanos que le arrancaban los brazos a los bebés belgas. Las técnicas son, tal vez, más sofisticadas, con la televisión y colosales cantidades de dinero en eso, pero es muy tradicional.

Creo que el asunto, volviendo a mi comentario original, no es la desinformación sobre la crisis del Golfo. El asunto es más extenso. Es si queremos vivir en una sociedad libre o si queremos vivir bajo cantidades de una forma de totalitarismo autoimpuesto, con la turba embrutecida marginada, dirigida hacia otro lado, aterrorizada, gritando slogans patrióticos, temiendo por sus vidas y admirando con miedo al líder que los salvó de la destrucción, mientras que las masas educadas marchan a las órdenes y repiten los slogans que deben repetir y la sociedad se deteriora en casa. Terminamos sirviendo a un Estado fortalecedor de mercenarios, esperando que otros nos paguen para aplastar el mundo. Esas son las opciones. Esa es la opción que debes encarar. La respuesta a esas preguntas está en las manos de gente como tú y yo.