C.S. Lewis Ransom 01 - Mas Alla Del Planeta Silencioso

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  • C. S. LEWIS

    MS ALL DEL

    PLANETA SILENCIOSO

    La Triloga de Ransom Parte I

    Edicin Original: 1938

    Edicin electrnica: 2011

  • C.S.Lewis - Ms all del planeta silencioso

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    Triloga de Ransom Parte 1

    Autor: C. S. Lewis

    Ttulo original: Out Of The Silent Planet

    Traduccin: Ricardo Domnguez

    La Editorial Virtual

    Otras obras del mismo tema recomendadas

    J.R.R. Tolkien

    El Seor de los Anillos

    Arthur C. Clarke

    Los Nueve Billones de Nombres de Dios

    y otros relatos

    Howard Phillips Lovecraft

    El Horror de Dunwich y otros relatos

    Toms Moro

    Utopia

    http://www.laeditorialvirtual.com.ar

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    Clive S. Lewis y La Triloga de Ransom

    La Triloga de Ransom tambin conocida como La Triloga Espacial o La Triloga Csmica es una obra, mezcla de alegora y ciencia ficcin, de C.S. Lewis a quien, por lo general, se lo conoce ms gracias a su obra posterior Las Crnicas de Narnia y a quien nuestros lectores probablemente ya cono-cen por Mero Cristianismo, su otra obra ya publicada en esta Editorial Virtual.

    En este relato, el personaje central es un fi-llogo llamado Elwin Ransom y los tres li-bros de la triloga son: Ms all del planeta si-

    lencioso (1938) ambientado principalmente en Marte; Perelandra (1943) am-bientado en Venus y Esa horrenda fortaleza (1945) cuya historia transcurre en la tierra. Por un lado, Ransom aparece como alguien muy similar al propio Lewis. Es un profesor universitario experto en idiomas y literatura medie-val, herido en la Primera Guerra Mundial y prcticamente sin lazos familia-res. Sin embargo, por el otro lado, el personaje de Ransom tambin parece estar inspirado en un gran amigo de Lewis J.R.R. Tolkien, el autor de El Seor de los Anillos con Lewis haciendo el papel de narrador en varios pasa-jes de la triloga.

    La principal advertencia que cabe hacerle al lector se relaciona con el carc-ter de "ciencia ficcin" que tiene la historia. Podra decirse que este elemen-to es utilizado solamente como escenario general casi podramos decir que de pretexto para el desarrollo de cuestiones mucho ms profundas ta-les como la Creacin, el Pecado Original o la lucha entre el Bien y el Mal. No nos encontramos aqu con la clsica especulacin tecnolgica para justi-ficar la posibilidad de viajes interplanetarios, muy comn a los autores de ciencia-ficcin de una poca anterior al Sputnik y al programa Apolo. La

    Clive Staples Lewis

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    Triloga de Ransom se deja leer ms bien como una aventura fantstica combinada con temas de la Historia bblica y de la mitologa clsica.

    La cosmologa subyacente a la aventura, si bien respeta la estructura real de nuestro sistema solar, es reinterpretada en un sentido alegrico. El Oyarsa (o ngel rector) de Malacandra (Marte) le explica a Ransom que Maleldil, el hijo de El Anciano, sola gobernar el sistema solar. Pero en un momento dado, el Torcido es decir: el Oyarsa de la Tierra se rebel contra Maleldil y todos los eldila del Cielo Profundo o Espacio Exterior. Los eldila son seres similares a los Valar que presenta Tolkien en su Silmarillion.

    Como consecuencia de ello, el Torcido qued confinado a la Tierra hacien-do de ella un "planeta silencioso" que es el significado de su verdadero nombre estelar: Thulcandra. Maleldil trat de salvar a Thulcandra convirtin-dose en hombre y precisamente por ello Thulcandra es, en cierto modo y a pesar del imperio del Torcido, el ms favorecido de los planetas.

    De todos modos, la Tierra permanecer siendo un "planeta silencioso" has-ta el final del gran Asedio del Cielo Profundo contra el Oyarsa de la Tierra. El asedio, con los Oyarsa de otros mundos descendiendo sobre la Tierra, comienza hacia el final de la triloga en Esa horrenda fortaleza. Pero queda to-dava mucho por hacer hasta que se cumpla la profeca segn la cual los Oyarsa pondrn fin al imperio del Torcido y harn estallar la Luna.

    Aunque, cuando esto llegue a producirse, no ocurrir el "Fin del Mundo" como vulgarmente se interpreta. Ser tan slo "El Verdadero Principio" de lo que todava queda por venir . . .

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    UNO

    penas haban dejado de caer las ltimas gotas del chubasco, cuando el caminante guard el mapa en su bolsillo, acomod la mochila so-bre sus cansados hombros, y abandon el refugio que haba busca-

    do bajo un frondoso castao. En el oeste, un rayo de sol crepuscular, amari-llo violento, consigui abrirse paso entre las nubes, pero hacia adelante, tras las colinas, el cielo tena un tono pizarra oscuro. El agua goteaba aun de los rboles y de la hierba, y el camino brillaba como un ro. Sin perder tiempo en la contemplacin del paisaje, el caminante reanud su marcha con el mpetu del que sabe que tendr que caminar ms de lo calculado. Y tal era en realidad, su situacin. Si hubiese mirado a sus espaldas, cosa que no hizo, hubiera visto la torre de Much Nadderby y tal visin habra provocado su renovado enojo con el nada hospitalario hotelito que, aunque a todas luces vaco, le haba negado una cama. Desde su ltima gira a pie por esos con-tornos, la posada haba cambiado de dueo y el amable anciano que estaba antes haba sido reemplazado, segn informara la camarera del bar, por la seora, quien sin duda perteneca a ese tipo de hoteleras inglesas que con-sideran a los pasajeros como a verdaderos estorbos. Su nica alternativa ahora era Sterk, en el extremo de las colinas, a casi diez kilmetros de dis-tancia. Segn el mapa, haba una posada en Sterk y aunque el caminante tena suficiente experiencia como para no creer ciegamente en ese dato, all se dirigi a falta de otra cosa ms segura.

    Marchaba bastante rpidamente, con empeo y con su vista fija hacia ade-lante, como tratando de acortar el camino al ocupar su mente en algn tema interesante. Era alto, de hombros ligeramente encorvados, y su edad oscila-ba entre los treinta y cinco y cuarenta aos. Vesta con ese tipo especial de descuido que caracteriza a un intelectual que est de vacaciones. A primera vista podra haber sido confundido por un mdico o un maestro de escuela, aunque careca de la actitud mundana del primero y de la indefinible aureola del segundo. Era, en realidad, un fillogo y miembro de un colegio de Cambridge. Su nombre: Ransom.

    A

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    Al dejar Nadderby haba tenido esperanzas de encontrar albergue por la no-che en alguna granja antes de llegar a Sterk, pero ese lado de las colinas pa-reca deshabitado.

    Era un campo desolado, con pocos cercos divisorios de ligustro y menos rboles, dedicado casi totalmente al cultivo de coles y nabos. No atraa al tu-rismo como lo haca la rica regin ubicada al sur de Nadderby, y las colinas lo protegan de las zonas industriales ubicadas ms all de Sterk. A medida que caa la noche y callaba el canto de los pjaros, el silencio fue mayor que el usual en la campia inglesa. Lo irritaba el ruido metalizado de sus pisadas sobre el pavimento.

    Habra andado as unos tres kilmetros cuando not una luz cercana. Las colinas se erguan ya a su lado y la oscuridad era casi completa, as que de-se ms que nunca que esa luz perteneciese a una cmoda y hospitalaria granja. Pero cuando estuvo bien cerca not que perteneca a una peque-sima vivienda hecha con feos ladrillos. Una mujer sali corriendo de su in-terior y casi lo llev por delante.

    Disculpe, seor exclam . Cre que era mi Harry.

    Ransom le pregunt si haba algn lugar antes de Sterk donde pudiese pasar la noche.

    No, seor contest la mujer . Antes de Sterk no hay nada. Quiz lo reciban en Nadderby.

    Hablaba corts aunque impacientemente, como si sus pensamientos estu-viesen ocupados en otra cosa. Ransom le explic que ya haba tratado, sin xito, hospedarse en Nadderby.

    Ah, seor, entonces no s, no s replic . Antes de Sterk no hay casa alguna, no hay casa alguna que le convenga. Solo est La Elevacin, donde trabaja mi Harry, y pens que usted vena de ese lado y por eso sal cuando lo o llegar, pensando que era l. Ya tendra que haber llegado a esta hora.

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    La Elevacin? pregunt Ransom . Qu es eso? Una granja? Podran albergarme all?

    Oh, no, seor. Desde la muerte de la seorita Alicia no hay nadie, excep-to el profesor y ese caballero de Londres. Y ellos no haran tal cosa. Ni si-quiera tienen sirvientes y slo utilizan a mi Harry para que atienda el horno y cosas as y ni siquiera puede entrar en la casa.

    Cul es el nombre de ese profesor? pregunt Ransom con cierta es-peranza.

    Eso no lo s, seor respondi la mujer . El otro caballero se llama Devine y mi Harry dice que el otro caballero es un profesor. Harry no sabe mucho porque no est muy bien, sabe? Por eso estoy intranquila cuando tarda en llegar a casa y eso que me dijeron que nunca lo haran quedar des-pus de las seis. Y hasta esa hora es ms que suficiente, ya que bastante tra-baja.

    La voz montona y el limitado vocabulario de la mujer no denotaban mayor emocin, pero Ransom estaba lo suficientemente cerca de ella para notar que temblaba y estaba prxima al llanto. Se le ocurri que deba visitar al misterioso profesor y pedirle que enviase al chico a su madre. Y una frac-cin de segundo despus tambin se le ocurri que, una vez dentro de la ca-sa y entre hombres de su misma profesin, era muy razonable que le ofre-ciesen su hospitalidad. Expuso a la mujer lo que pensaba hacer.

    Muchsimas gracias, seor dijo ella . Entonces le voy a pedir que usted lo lleve a Harry hasta el portn y se asegure de que viene para casa. Le tiene tanto miedo al profesor que si l mismo no le da permiso para irse jams saldr de esa casa. Estoy segura.

    En la mejor forma que pudo, Ransom tranquiliz a la mujer y se despidi de ella, tras enterarse de que, a unos cinco minutos de camino, encontrara a La Elevacin a su izquierda. Mientras haba permanecido quieto, sus piernas parecan haberse endurecido, y comenz a andar lenta y dolorosa-mente.

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    No se vea luz alguna a la izquierda del camino, nada salvo los campos cha-tos y una masa oscura que pens era slo un grupo de rboles. Despus de caminar durante ms de cinco minutos, segn le pareci, vio que estaba equivocado. Haba un alto cerco de ligustro, con un portn blanco en su centro: y los rboles que se erguan detrs no eran la primera hilera de un grupo sino una mera fila de rboles y el cielo se vea tras ellos.

    Estuvo entonces seguro de que ese era el portn de La Elevacin y de que esos rboles rodeaban una casa y un jardn. El portn estaba cerrado con llave. Por un momento permaneci sin saber qu hacer, indeciso ante el silencio y la oscuridad cada vez ms intensa. Aunque estaba sumamente fa-tigado, su primer impulso fue el de seguir hacia Sterk, pero se sinti obliga-do por su promesa a la anciana. Saba que, si se lo propona, poda entrar a travs del ligustro, pero la idea no lo atraa. Hara un papel ridculo, forzan-do su entrada en la propiedad de algn viejo excntrico, que cerraba con llave un portn en el medio del campo, a causa de la tonta historia de una madre histrica alarmada porque su hijo tarado se queda media hora de ms en el trabajo. No obstante, tena que entrar y, para no dificultar an ms su acceso a travs del ligustro, se desprendi de su mochila y la arroj dentro, por sobre el cerco. Al segundo de haberlo hecho, le pareci que hasta ese momento no haba tomado del todo en firme su decisin: ahora tena que entrar aunque slo fuese para recuperar su mochila. Furioso consigo mismo y con la mujer, se arrodill y luego, sobre sus rodillas y manos, se fue abriendo paso entre las ramas y hojas del cerco.

    La operacin le result ms difcil de lo que haba supuesto, y tard varios minutos antes de poder ponerse de pie al otro lado, mojado, a oscuras, y con la piel irritada por su contacto con tallos duros y espinillas. A tientas lleg hasta el portn, levant su mochila, y luego, por vez primera, se puso a verificar en qu lugar se encontraba. No estaba tan oscuro en la senda como bajo los rboles y pudo notar una casa grande, de piedra, con una ex-tensin de mal cuidado csped delante. Un poco ms all, la senda se bifur-ca, ascendiendo suavemente, a la derecha, hasta la puerta de la casa mientras que, a la izquierda, segua en forma recta seguramente hacia la parte poste-rior del edificio.

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    Observ que esta senda presentaba pozos y huellas profundas, ahora llenos de agua, como si fuera lugar habitual para el trnsito de pesados camiones. La otra senda, por la cual se encamin hacia la casa, estaba cubierta de mus-go. No se vea luz alguna.

    Algunas persianas estaban cerradas, y otras ventanas, por carencia de per-sianas y cortinas, semejaban huecos oscuros, ofreciendo un aspecto de abandono y soledad.

    Solamente una columna de humo que surga detrs de la casa indicaba la presencia de habitantes, pero era un humo tan denso que no sugera prove-nir de una cocina, sino ms bien de algn horno industrial o de una tintore-ra. A las claras se notaba que La Elevacin era lugar poco propicio para esperar una invitacin a pasar la noche, y Ransom, que haba desperdiciado ya algn tiempo explorndolo, se hubiera marchado de inmediato si no se hubiese sentido obligado por su promesa a la anciana.

    Subi los tres peldaos que daban al ancho porche, hizo sonar la campanilla de llamada y aguard. Luego de unos instantes repiti su llamado y se sent en un largo banco de madera ubicado sobre un costado del porche. Perma-neci all mucho tiempo.

    Aunque la noche era tibia y estrellada, sinti que la transpiracin se le seca-ba en el rostro y un escalofro recorri sus hombros.

    Estaba muy cansado, y quiz fue ese el motivo por el cual no volvi a levan-tarse para llamar por tercera vez. Esto, ms la tranquilizante quietud del jardn, la belleza del cielo estival y el ocasional chistido de una lechuza, so-nido que pareca destacar ms el profundo silencio reinante, hicieron que el sueo comenzara a dominarlo cuando algo lo sobresalt. Lleg a l un rui-do extrao, como de hombres luchando o participando en un juego violen-to, que le hizo pensar en el rugby. Se puso de pie. El ruido era bien real; era gente, calzada con botas, que peleaba o jugaba agriadamente, gritando al mismo tiempo.

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    No entendi lo que decan, pero eran exclamaciones de hombres enojados y jadeantes.

    Lo que menos deseaba Ransom era participar en un incidente, pero ya se decida a investigar el asunto cuando unos gritos mucho ms altos se deja-ron or:

    Sulteme! Djenme ir! y, unos segundos despus: No quiero en-trar ah! Quiero irme a casa!

    Arrojando a un lado su mochila, Ransom descendi de un salto los pelda-os del porche y corri hacia la parte posterior de la casa con toda la rapi-dez que sus msculos endurecidos y sus doloridos pies le permitieron. El agrietado sendero, lleno de charcos de agua, lo llev a lo que semejaba un patio, rodeado de numerosas casillas. Un vivo fuego arda en el horno abier-to de una alta chimenea, y percibi algo oscuro que supuso era la cpula de un pequeo observatorio, recortndose en silueta contra las estrellas pero todo esto qued en segundo plano al ver las figuras de tres hombres, prcti-camente a su lado, que luchaban atropelladamente. Era casi seguro que la figura central; a quien los otros queran sujetar con violencia, era el mism-simo Harry. Dese exclamar con voz atronadora: Qu le estn haciendo al muchacho?, pero en realidad, en un tono que distaba mucho de ser au-toritario, se escuch a s mismo diciendo:

    Este...! Un momento! Los tres combatientes, sorprendidos, se sepa-raron, mientras el muchacho sollozaba.

    Quin diablos es usted y que est haciendo aqu? pregunt el ms corpulento, con una voz que reuna todas las cualidades de las que haba ca-recido, lamentablemente, la de Ransom.

    Estoy de excursin respondi ste y promet a una pobre mujer...

    Al diablo con la pobre mujer! vocifer el otro . Cmo entr aqu? Pas por el ligustro contest Ransom, que sinti que un poco de fas-tidio vena en su ayuda No s que estn hacindole a ese chico, pero...

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    Tendramos que tener un perro coment furioso el grandote a su compaero.

    Tendramos un perro si no hubiese usado a Tar-tar en ese experimento respondi el otro. Ambos hombres eran de aproximadamente igual cor-pulencia, aunque ste era algo ms delgado y aparentemente ms joven. Su voz le result vagamente conocida a Ransom quien comenz nuevamente:

    Miren, dijo . No s qu le estn haciendo a ese chico, pero ya es muy tarde y tendrn que dejarlo volver a su casa. No tengo ningn inters en inmiscuirme en sus asuntos, pero...

    Y usted quin es? pregunt el grandote con un vozarrn.

    Si se refiere a como me llamo, mi nombre es Ransom, y...

    Cspita! exclam el ms joven . No ser el mismo Ransom que iba a Wedenshaw?

    Concurr a la escuela Wedenshaw , asinti Ransom.

    Desde que o tu voz saba que te conoca prosigui el otro . Soy Devine, no me recuerdas?

    S. Por cierto que s dijo Ransom mientras se estrechaban las manos con la forzada cordialidad tradicional en ese tipo de encuentros. En reali-dad, desde los das del colegio, Devine le haba resultado antiptico como nadie.

    Conmovedor, verdad? coment Devine Ex-alumnos de Wedens-haw se encuentran en estas soledades de Sterk y Nadderby. En momentos as es que recordamos con un nudo en la garganta los das de estudiante. Creo que no conoces a Weston, verdad? agreg, sealando a su corpu-lento y vociferante compaero . Es el famoso Weston agreg . El gran fsico. Se lo come a Einstein y toma medio litro de la sangre de Schrdinger en el desayuno. Weston, permteme que te presente a mi viejo

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    compaero de estudios, Ransom. El Dr. Elwin Ransom. El famoso doctor Ransom. Gran fillogo. Se lo come a Jespersen y toma medio litro de...

    Nunca o hablar de l dijo Weston, que an aferraba al pobre Harry por el cuello Y si te crees que dir que estoy encantado de conocer a es-te seor que se atrevi a meterse sin permiso en mi jardn, ests muy equi-vocado. No me importa un comino a qu escuela fue ni en qu ridiculeces est malgastando dinero que tendra que usarse en investigaciones cientfi-cas. Lo que quiero saber es qu est haciendo aqu, y despus de eso, que se vaya y no quiero verlo ms.

    No seas estpido, Weston, reprob Devine en tono ms serio . Su llegada nos viene de perillas. No hagas caso a Weston, Ransom. Tras su desagradable exterior oculta un corazn de oro, como se dice. Por qu no entras a beber algo y comes con nosotros?

    Muy amable, dijo Ransom. Pero, con respecto a este muchacho...

    Devine tom a Ransom de un brazo y lo llev aparte.

    Por lo general, es muy trabajador, pero suelen acaecerle ataques como ste dijo en voz baja . Slo queramos hacerlo quedar en el lavadero por un rato hasta que vuelva a la normalidad. No podemos dejarlo llegar a su casa en este estado. Como ves, tenemos la mejor intencin. Dentro de un momento tu mismo puedes llevarlo a su casa, si gustas, y luego te vuel-ves y duermes aqu.

    Ransom estaba perplejo. En todo eso haba elementos lo suficientemente sospechosos y desagradables como para convencerlo de que se trataba de algo delictuoso; sin embargo, l era de una profunda e irracional conviccin, natural en gente de su edad y posicin, de que tales cosas nunca le salen al paso a la gente comn, excepto quiz en las novelas, y menos que menos, en el caso de viejos compaeros de escuela y profesores. Aunque hubiesen estado maltratando al muchacho, Ransom no vea mucha oportunidad de liberarlo por la fuerza.

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    Mientras cavilaba sobre el tema, Devine hablaba con Weston en voz baja, pero no ms baja que la adecuada para que una persona discuta lo necesario para acomodar a un husped en presencia de ste. Al finalizar, recibi una especie de gruido de asentimiento por parte de Weston. Ransom, quien a sus presentes dificultades agregaba ahora la situacin embarazosa de hus-ped indeseado, se volvi a ellos para hacer algn comentario al respecto, pe-ro fue interrumpido por las palabras que Weston dirigi al muchacho.

    Ya nos causaste bastantes problemas por una noche, Harry le dijo . Y si tuviramos leyes adecuadas yo sabra cmo ponerte en lnea. Cllate la boca y deja de lloriquear. No irs al lavadero si tanto te opones.

    No es al lavadero a donde me quieren mandar, y usted lo sabe, solloz el retardado.

    Donde no quiero entrar es en esa cosa otra vez.

    Se refiere al laboratorio. interrumpi Devine, dirigindose a Ransom. Una vez entr all, se le cerr la puerta por accidente y qued encerrado algunas horas. No s por qu, pero parece haberlo perturbado mucho. No tiene muchas luces, sabes? Y volvindose al muchacho, agreg: Escucha, Harry. Este seor tan amable te va a llevar a tu casa tan pronto como haya descansado un momento. Si entras y te quedas sentadito por un rato en el hall, te dar algo que te gusta mucho. E imit el ruido de descor-char una botella. Ransom record que esa era una de las gracias de Devine en la poca del colegio. Una carcajada llena de picarda infantil escap de labios de Harry.

    Hazlo entrar, dijo Weston mientras desapareca dentro de la casa. Ransom hesit antes de seguirlo, pero Devine le asegur que Weston estaba encantado con su presencia. La mentira era obvia, pero la necesidad que Ransom tena de un trago y un poco de descanso hizo que desechara sus escrpulos sociales. Precedido por Devine y Harry, entr a la casa y, un ins-tante despus, se encontraba en un silln esperando el regreso de Devine, quien haba ido en busca de bebidas.

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    DOS

    El cuarto revelaba una extraa combinacin de lujo y sordidez. Las venta-nas, sin cortinas, tenan las persianas cerradas, no exista alfombra y el piso estaba cubierto de cajas vacas, virutas para embalaje, peridicos viejos y bo-tas, y las paredes exhiban las manchas dejadas por cuadros y muebles de anteriores ocupantes. No obstante, los dos sillones eran superlujosos, y la basura que cubra las mesas estaba formada por cigarros, conchas de otras botellas de champagne vacas, latas de leche condensada y de sardinas, abiertas, tazas y platos de loza barata, trozos de pan duro, y vasos con restos de t donde flotaban colillas de cigarros.

    Sus anfitriones tardaban en volver, y Ransom comenz a pensar en Devine. Senta hacia l ese tipo de desagrado que merecen ciertos hroes de la ju-ventud despus de que el tiempo nos hizo cambiar tales conceptos. Devine haba aprendido, antes que los dems muchachos del colegio, ese tipo de humor que consiste en parodiar constantemente las caractersticas senti-mentales o ideales de los mayores. Por un tiempo, sus imitaciones y bufo-nadas tenan a todos divertidsimos incluyendo a Ransom, pero ya desde an-tes de dejar el colegio, ste haba empezado a considerar a Devine un tipo bastante pesado y en Cambridge lo haba evitado, cavilando cmo alguien tan ordinario y superficial poda tener tanto xito en sus actividades. Luego haba llegado el gran misterio de que Devine hubiese ganado la Beca Leices-ter y el misterio ms grande an de su creciente riqueza. Haca ya tiempo de su abandono de Cambridge para instalarse en Londres, donde probable-mente era una persona de cierta importancia. De vez en cuando alguien se refera a l, concluyendo sus palabras con uno de estos dos comentarios: Un tipo inteligente, este Devine, aunque algo raro o Yo no me explico cmo lleg a su posicin actual. Por lo que Ransom haba observado du-rante su breve conversacin en el patio, era muy poco lo que su compaero de colegio haba cambiado.

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    Se abri una puerta, y apareci Devine, con una bandeja conteniendo una botella de whisky, vasos y un sifn.

    Weston fue a buscar algo para comer, dijo mientras colocaba la bandeja en el suelo, junto al silln de Ransom, y se dispuso a abrir la botella. Ran-som, quien tena ya una sed espantosa, observ que su anfitrin era una de esas irritantes personas que no pueden hacer algo sin hablar al unsono. Sa-caba el papel metlico que cubra el corcho con la punta de un tirabuzn, cuando detuvo esa accin para preguntar:

    Y qu te trae por estas latitudes?

    Estoy haciendo una excursin a pie respondi Ransom; anoche dorm en Stoke Underwood y esperaba quedarme hoy en Nadderby, pero no consegu que me alojaran y segua ahora viaje hasta Sterk.

    Diablos! exclam Devine, con el tirabuzn an inmvil. Lo haces por dinero o de puro masoquista que eres?

    Por placer, naturalmente. Contest Ransom, manteniendo su mirada fija en la botella cerrada.

    Puedes explicarle a un nefito la atraccin de tal actividad? pregunt Devine, rasgando, ahora s, aproximadamente un centmetro del papel pla-teado.

    No s si puedo explicarlo. En primer lugar, me gusta caminar.

    Diablos! Entonces te debe haber gustado el ejrcito. Marchar al comps del tambor y todo eso eh?

    No, no. Es todo lo contrario de lo que pasaba en el ejrcito. All uno nunca est solo ni puede decidir por s mismo donde ir o siquiera en cul parte del camino andar. En una excursin a pie se tiene absoluta indepen-dencia: se detiene o reanuda la marcha cuando uno quiere. No hay que ren-dir cuentas a nadie sino a uno mismo.

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    Hasta que una noche te encuentras en el hotel un telegrama urgindote a regresar de inmediato replic Devine, quitando por fin el papel platea-do.

    Slo si hubieras cometido la torpeza de comunicar tu itinerario y de se-guirlo al pie de la letra. Lo peor que podra sucederme es que escuchara una voz en la radio diciendo: Se pide al Dr. Elwin Ransom, quien se cree est en estos momentos en la regin de las Midlantis...

    Comienzo a comprender, dijo Devine, haciendo una pausa cuando estaba por descorchar la botella. Pero eso no podras hacerlo si fueras hombre de negocios. Eres afortunado! Pero, puedes de verdad desapare-certe as como as? No tienes esposa, hijos, padres ancianos pero honestos, familiares o amigos?

    Slo tengo una hermana, que est casada y vive en la India. Adems, soy jefe de profesores, y debes recordar que un jefe de profesores en medio de sus largas vacaciones es un ser casi inexistente. Al colegio no le interesa donde est y al resto del mundo le ocurre otro tanto.

    El corcho sali, por fin, de la botella con un ruido alegre y reconfortante.

    Di cuando dijo Devine mientras llenaba el vaso que sostena Ransom . Pero estoy seguro de que debe haber alguien o algo que te controle esa libertad. Es verdad eso de que nadie en absoluto sabe dnde ests ni cuan-do regresas? Ransom afirmaba con inclinaciones de cabeza cuando Devine, que haba levantado el sifn, dej escapar una maldicin:

    Esto est vaco dijo . Y te importa mezclarlo con agua? Voy a buscar un poco a la cocina. Cunto quieres?

    Llnalo hasta el borde contest Ransom.

    Devine volvi pocos minutos despus, y le entreg su largamente esperada bebida. Al dejar sobre la mesa el vaso ya medio vaco, Ransom coment con un suspiro de satisfaccin que el lugar elegido por Devine para su resi-

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    dencia era, por lo menos, tan extrao como el hacer solitarias excursiones a pie.

    Tienes razn, asinti ste . Pero si conocieras bien a Weston sa-bras que es ms fcil ir adonde l quiere que discutirle sus decisiones. Tiene una voluntad de hierro, ste colega mo.

    Colega tuyo? pregunt Ransom.

    En cierto sentido, s. Devine ech una mirada a la puerta, acerc su silla a Ransom y agreg en tono confidencial: Es un tipo excelente. Te dir, en confianza, que tengo un poco de dinero invertido en algunos expe-rimentos que est realizando. Cosas todas honestas y legales, claro, por la marcha del progreso y el beneficio de la humanidad, etc. etc., pero que tam-bin tienen su interesante aspecto industrial.

    Mientras Devine hablaba, algo extrao le ocurra a Ransom. Al principio, slo le pareci que las palabras de Devine iban gradualmente perdiendo el sentido. Pareca decir algo sobre que era todo un industrial pero que no en-contraba en Londres ningn producto en desarrollo o experimentacin que lo satisficiera. Entonces, adems de carecer de sentido, sus palabras se ha-can cada vez menos audibles, lo que no era extrao, ya que se haba ido le-jos, a ms de un kilmetro, pero igual se lo vea ntidamente, como a travs de unos prismticos enfocados al revs.

    Desde esa brillante distancia, sentado en su diminuta silla, observaba a Ran-som con una nueva expresin. Su mirada era desconcertante. Ransom trat de moverse, pero encontr que haba perdido todo dominio sobre su cuer-po. Se senta perfectamente bien, pero era como si hubiese estado atado de pies y manos a la silla, mientras su cabeza permaneca sujeta por una morsa. Una morsa deliciosamente acolchada, pero que le impeda el ms leve mo-vimiento. No senta temor, aunque saba que lo lgico hubiese sido sentirlo y que pronto lo sentira. Luego, muy gradualmente, la habitacin y todo en derredor suyo se desvaneci de su vista.

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    Nunca pudo estar seguro de si lo que sucedi despus tuvo o no influencia en los acontecimientos que se registran en este relato, o si slo se trat de un sueo. Le pareci que Weston y Devine estaban en un pequeo jardn rodeado de un muro. La luz era brillante y todo estaba bien iluminado, pero sobre el muro se extenda la ms completa oscuridad. Trataban de treparlo, y Weston les pidi que lo alzaran. Ransom le adverta que no fuese del otro lado porque estaba muy oscuro, pero Weston insista y los tres se disponan a hacerlo. Ransom qued en ltimo lugar, y logr ascender hasta quedar sentado a horcajadas sobre la pared, sobre su chaqueta doblada para evitar lastimarse con los trozos de vidrios. Sus compaeros ya se haban dejado caer del lado oscuro, pero, antes de que pudiese seguirlos, una puerta que haba estado en la pared, y que ninguno de los tres haba antes notado, se abri desde afuera, y los seres ms extraos que jams hubiera visto Ran-som, entraron al jardn, trayendo a Weston y a Devine. Los dejaron en el jardn, y regresaron a la oscuridad, cerrando la puerta tras ellos.

    Ransom no consegua descender desde su ubicacin en el muro. Permane-ci all sentado, sin sentir miedo, pero s cierta incomodidad, ya que a su pierna derecha, que colgaba hacia el lado exterior, la estaba sintiendo muy oscura, mientras que a la izquierda, del lado del jardn, la senta muy ilumi-nada.

    La pierna se me desprender si se pone ms oscura reflexion en voz alta; luego mir hacia abajo, a la oscuridad, y pregunt:

    Quines son ustedes? y los seres extraos deban estar todava all, porque replicaron a coro: Ju-Ju-Ju, exactamente como si hubiesen sido lechuzas.

    Su pierna derecha, debido a que haba, tenido a la izquierda apoyada sobre ella tanto tiempo, estaba ms fra y acalambrada que oscura, y not, al mis-mo tiempo, que estaba sentado en un silln en un cuarto bien iluminado. Cerca suyo, dos personas conversaban, aparentemente desde haca un buen rato.

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    Senta la cabeza relativamente despejada, y se dio cuenta de que haba sido narcotizado o hipnotizado o ambas cosas a la vez. Aunque se senta suma-mente dbil, comenz a recobrar el control sobre su cuerpo. Sin tratar de moverse, prest intensa atencin a lo que se deca.

    Ya me estoy cansando un poco de todo esto, Weston se quejaba De-vine. Y principalmente porque lo que estamos arriesgando es mi dinero. Te repito que l nos servir tanto como el muchacho, y en muchos senti-dos, aun mejor. Pero pronto recobrar el conocimiento y debemos llevarlo a bordo de inmediato. Tendramos que haberlo hecho hace una hora.

    El chico era ideal dijo Weston resentido . Incapaz de servir a la humanidad y muy posible y desgraciadamente apto para propagar seres tan idiotas como l. En una comunidad civilizada, ya lo habran clasificado y destinado a un laboratorio para experimentacin.

    Probablemente s, pero en Inglaterra es el tipo de criatura en quien Sco-tland Yard podra interesarse si desapareciese o le sucediese algo. En cam-bio, al otro pasarn muchos meses antes que alguien le extrae su ausencia, y, aun entonces, nadie sabr donde se encontraba cuando desapareci. Ten presente que vino solo, no dej a nadie su itinerario, no tiene familia, y, al fin y al cabo, meti sus narices en esto por su propia voluntad y decisin.

    Est bien, pero confieso que la idea no me gusta ni un pice. Despus de todo, es un ser humano, y el chico es una... preparacin. En fin, este Ran-som es una sola persona y probablemente un intil. Tambin hay que con-siderar que nosotros dos estamos arriesgando nuestras vidas. En casos co-mo ste, en que la causa que nos alienta...

    Por amor de Dios, no vengas otra vez con discursos! No tenemos tiempo! Quiz, prosigui Weston l mismo consentira si com-prendiera el alcance de nuestros propsitos.

    Levntalo de los pies. Yo lo tomar de la cabeza. Dijo Devine.

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    Si crees que pronto recobrar el sentido advirti Weston, sera me-jor que le administrsemos otra dosis. Por las prximas tres horas ser me-jor que duerma y que no se resista all dentro.

    Es cierto. Viglalo mientras voy a traer lo necesario.

    Devine se fue de la habitacin. A travs de sus prpados semicerrados, Ran-som vio a Weston a su lado. No saba como respondera su cuerpo, si es que fuese a responder, si trataba de hacer algn movimiento repentino, pero deba correr el albur. Apenas Devine sali, Ransom se arroj con todas sus energas a los pies de Weston, quien trastabill y cay, por encima de la silla. Con un esfuerzo agonizante, Ransom se puso de pie y sali corriendo al hall. Su debilidad lo hizo caer al llegar all, pero acuciado por el terror que vena tras l, en un par de segundos hall la puerta y trat desesperadamen-te de correr los cerrojos. La oscuridad y el temblor de sus manos eran gra-ves obstculos en la tarea.

    Oy aterrorizado las pisadas de las botas que se acercaban rpidamente, y sinti que lo sujetaban por los hombros y las rodillas. Retorcindose y dan-do puntapis, gritando tan fuerte como poda con la escasa esperanza de ser rescatado, y con abundante transpiracin bandole el cuerpo, prolong la lucha con una violencia de la que no se haba sabido capaz. Por unos glorio-sos instantes, pudo abrir la puerta: el fresco aire nocturno le dio en el rostro, vio las reconfortantes estrellas y hasta su propia mochila en el porche. En-tonces sinti un gran golpe en la cabeza. Antes de perder el conocimiento, sinti manos frreas que lo arrastraban otra vez hacia el interior y a la oscu-ridad y oy el ruido de una puerta que se cerraba.

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    TRES

    Al volver en si, pareci a Ransom que estaba sobre una cama, rodeado de penumbras.

    Tena un feroz dolor de cabeza, lo cual, combinado con un estado de laxi-tud general, impidi que se decidiera a incorporarse de inmediato y explorar sus alrededores cercanos.

    Pasndose la mano por la frente, not que estaba transpirando, lo cual diri-gi su atencin al hecho de que en la habitacin (si es que se trataba de una habitacin) reinaba una temperatura muy elevada. Al mover sus brazos para retirar la ropa de cama que lo cubra, toc la pared del lado derecho de la cama, y not que estaba muy caliente. Extendi su mano izquierda hacia ese lado, y no hall nada, pero sinti que el aire all estaba menos clido. Apa-rentemente, el calor provena de esa pared. Al tocarse el rostro, sinti que tena una herida sobre el ojo izquierdo, que le trajo a la memoria la pelea sostenida con Weston y Devine, e instantneamente lleg a la conclusin de que lo haban alojado en una casilla detrs del horno. Al mismo tiempo, le-vant su mirada y reconoci el origen de la tenue luz ante la cual haba po-dido ver, sin notarla, los movimientos de sus propias manos. Haba una es-pecie de ventanal justo encima de l, un rectngulo de cielo nocturno reple-to de estrellas. No record haber visto jams un cielo tan estrellado.

    Pulsantes con gloriosa brillantez, como reflejando un dolor o un placer in-aguantables, apiadas en desordenadas e innumerables constelaciones, re-fulgiendo como en una pesadilla astral sobre la oscuridad ms negra e inten-sa, las estrellas absorbieron todo su inters, lo subyugaron, lo excitaron, hacindolo erguir y mantenerse sentado sobre la cama, contemplndolas ex-tasiado. Pero sinti tambin en forma an ms intensa los molestos latidos en su cabeza, lo que le hizo recordar que lo haban drogado. A esto sigui el razonamiento de que el narctico que le haban suministrado deba tener algn efecto sobre las pupilas que explicasen el anormal esplendor y riqueza

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    astral de ese cielo, cuando reclam su inters un fulgor plateado que apare-ca en una esquina del ventanal, semejando una diminuta aurora. Pasaron unos minutos, cuando la luna llena apareci en su campo de visin. Pero jams haba visto luna semejante, tan blanca, tan enceguecedora y tan gran-de. Como una enorme pelota blanca de playa, pegada al otro lado del vi-drio pens, y, un momento despus: No, ms grande an. Para entonces

    ya estaba seguro de que tena alguna anormalidad en la vista: era imposible que la luna tuviese el tamao de lo que estaba viendo! La luz de la enorme luna, si es que era la luna, iluminaba ahora todo casi como si fuera de da. Era una habitacin sumamente extraa; el piso era tan pequeo que la cama y la mesilla junto a ella ocupaban todo su ancho. El cielorraso pareca tener el doble de tamao, y las paredes se levantaban inclinndose hacia afuera, dando as esa extraa forma al cuarto. Ransom tena la sensacin de estar en el fondo de una honda y estrecha carretilla de mano.

    Todo esto confirm su teora de que su vista, temporaria o permanente-mente, se encontraba afectada. Por lo dems, sin embargo, se recuperaba rpidamente y hasta experimentaba una sensacin de sumo bienestar y exci-tacin nada desagradable. El calor era todava opresivo, por lo cual se des-poj de algunas ropas superfluas quedando en pantaln y camisa, y se le-vant a explorar el lugar.

    Tan pronto lo hizo, el efecto fue desastroso y le hizo temer ms an las consecuencias de las drogas. Aunque no tena conciencia de haber realizado un esfuerzo muscular fuera de lo normal, se encontr que saltaba de la ca-ma con tal energa que golpe su cabeza contra el ventanal fijo y cay de rebote sobre el piso metlico. Se encontr del otro lado, contra la pared, la pared que deba levantarse inclinada hacia afuera como el costado de una carretilla de mano, de acuerdo a su impresin anterior. Pero no era as; la toc y la mir bien. No haba duda alguna que formaba ngulo recto con el piso. Con bastante ms cautela, se puso de pie. Se senta extraordinariamen-te liviano, tanto, que le costaba esfuerzo mantener sus pies en el suelo. Le asalt entonces la sospecha de que estaba muerto y era ya un fantasma. Comenz a temblar ante la idea, pero cien hbitos mentales le prohibieron aceptar esta posibilidad. Explor su prisin y el resultado no le dej duda

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    alguna; pareca que las paredes se fuesen abriendo y que la superficie del cie-lorraso fuese mayor que la del piso, y, no obstante, al colocarse junto a cada pared, verificaba que eran perfectamente perpendiculares, no solamente al mirarlas sino tambin al tocarlas, lo que hizo ponindose en cuclillas y pa-sando sus dedos por el ngulo formado entre paredes y piso. Este examen le revel asimismo otros dos hechos curiosos.

    Paredes y piso eran metlicos, y se senta una leve pero continua vibracin; una vibracin silenciosa pero con una extraa cualidad al parecer motivada no por algo mecnico sino extraamente vivo. Pero si la vibracin era silen-ciosa, haba otros ruidos de tipo variado: una serie de golpeteos musicales o percusin a intervalos irregulares, que parecan provenir del cielorraso, co-mo si esa cmara metlica estuviese siendo bombardeada por pequeas, tin-tineantes municiones. Ransom estaba ya del todo aterrorizado, no con el prosaico terror que siente el soldado en la guerra, sino con un pavor intelec-tual, espiritual, que apenas se distingua de la excitacin general que lo do-minaba: se senta como en un limbo emocional, del que iba a pasar en cual-quier momento a un terror delirante o a un xtasis de alegra. Saba ahora que no estaba en un edificio, sino en algn vehculo en movimiento. Era obvio que no se trataba de un submarino, y la infinitesimal vibracin del metal no sugera el movimiento de un vehculo rodante. Un buque, enton-ces, concluy, o algn tipo de nave area... pero las sensaciones que le pro-vocaba eran tan raras que no poda creer en ninguna de esas suposiciones. Intrigado, se sent otra vez en la cama y se qued mirando a la portentosa luna.

    Una nave area, algn tipo de mquina voladora. Pero, por qu era la luna tan grande? Era ms grande de lo que al principio haba credo. No poda ser la luna, y vio entonces que haba sabido tal cosa desde un principio, des-echando esa verdad ante el terror de lo que significaba. Se le ocurri enton-ces algo que le hizo contener el aliento era imposible que esa noche hubie-se luna llena. Recordaba perfectamente que haba caminado desde Nad-derby en una noche sin luna, y, aunque no hubiese notado la presencia de una luna nueva, no podra haber crecido tanto en unas pocas horas... ni en un milln de horas habra crecido tanto! Este disco megalomanaco, mucho

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    ms grande que la pelota de playa con que lo haba comparado en un prin-cipio, llenaba casi la mitad del cielo que vea. Y, dnde estaba la Cara de la Luna? esa cara que haba mirado a todas las generaciones de hombres sobre la tierra? No, no era la luna; y sinti que los pelos se le erizaban en la cabeza.

    El ruido de una puerta que se abra le hizo volverse. Un rectngulo de luz deslumbradora volvi a desaparecer al cerrarse otra vez la puerta, habiendo admitido la corpulenta forma de un hombre desnudo que, Ransom recono-ci, era Weston. No pens ni dijo ninguna frase de reproche a su secuestra-dor; imposible recurrir a tal convencionalismo con esa monstruosa rbita blanca encima de ellos. La mera presencia de un ser humano, de su posibili-dad de compaa, quebr la tensin con que sus nervios haban estado re-sistiendo el abandonarse a la locura. Cuando pudo hablar, not que solloza-ba.

    Weston! Weston! Qu es eso? No es la luna! Es muy grande! No puede ser la luna verdad?

    No, replic Weston , es la tierra.

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    CUATRO

    Ransom not que se le aflojaban las piernas, y, de pronto, se dio cuenta de que haba cado nuevamente sobre la cama. Slo tena conciencia de su miedo, sin atinar a conocer la causa. Un temor abstracto e infinito lo domi-naba ntegramente. No perdi el conocimiento, aunque dese poder haber-lo hecho. Cualquier cambio, muerte o sueo o, mejor an, un despertar que le indicase que todo era una pesadilla, hubiese sido muy bienvenido. Pero ningn cambio existi. No obstante, el control innato del hombre civiliza-do, las virtudes que son una semi hipocresa o la hipocresa que es una semi virtud, volvieron a l y pronto se encontr hablando a Weston con voz va-cilante.

    Lo dice en serio? pregunt.

    Es claro!

    Entonces, dnde estamos?

    A aproximadamente ciento cincuenta mil kilmetros de la tierra.

    Es decir, estamos en el espacio?

    Ransom tuvo dificultad en pronunciar esa palabra, como un nio al hablar de un fantasma o un hombre aterrado por la palabra cncer.

    Weston asinti con una inclinacin de cabeza.

    Para qu? inquiri Ransom Y por qu me han secuestrado? Y cmo lo han hecho?

    Por un instante, Weston pareci que no iba a contestar, pero luego, como si lo hubiese pensado mejor, se sent sobre el borde de la cama, junto a Ran-som, y dijo:

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    Creo ser mejor que trate de saciar su curiosidad ahora, porque de lo contrario nos volver locos a preguntas durante un mes. Sobre cmo lo hemos hecho, supongo que quiere saber cmo funciona esta nave espacial. Y eso no vale la pena que se lo conteste. A menos que fuera usted uno de los cuatro o cinco cientficos que aun viven y que entienden de esto, es im-posible que comprendiera mi explicacin, y si existiera la posibilidad de que estuviese en condiciones de comprenderla, me cuidara muy bien de darle informacin alguna. Ahora, si le satisface repetir palabras sin significado al-guno, como a la gente sin conocimientos cientficos, le dir que estamos uti-lizando las propiedades menos conocidas de la radiacin solar. En cuanto al motivo por el que estamos aqu, es que nos dirigimos a Malacandra...

    Malacandra? Es una estrella?

    Espero no vaya a suponer que vamos ms all del sistema solar... Mala-candra est mucho ms cerca y estimo llegaremos en veintiocho das.

    Pero no existe planeta alguno con ese nombre exclam Ransom.

    Me he referido a l por su nombre verdadero y no por el que le han in-ventado los astrnomos de la tierra replic Weston.

    Pero... eso no tiene sentido! insisti Ransom Cmo diablos co-nocen ustedes el verdadero nombre?

    Sus habitantes nos lo han dicho.

    A Ransom le llev algn tiempo digerir esta explicacin.

    Quiere decir que ustedes ya han estado en ese planeta, o estrella o como lo llamen?

    S.

    No puede pedirme que me trague eso. protest Ransom . Maldito sea! Tal cosa sera algo sper extraordinario. Cmo es que nadie se enter? Por qu no sali nada en los peridicos?

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    Porque no somos tan idiotas! replic Weston irritado.

    Tras un breve silencio, Ransom comenz otra vez:

    Veamos, cul es ese planeta segn nuestra terminologa? pregunt.

    Entindame de una buena vez, dijo Weston No se lo voy a decir. Si al llegar, usted solo se da cuenta, perfecto, aunque, por lo que veo, no creo que sus conocimientos cientficos le permitan tal cosa. Mientras tanto, no hay motivo alguno para que usted lo sepa.

    Y usted dice que ese lugar est habitado?.

    Weston lo mir significativamente y asinti.

    El estupor que esto produjo en Ransom se troc enseguida en el enojo que haba dejado de lado ante lo extraordinario de los acontecimientos y emo-ciones que le haban tocado vivir.

    Y qu tiene que ver conmigo todo esto? pregunt exaltado . Me han trado por la violencia, me han narcotizado y me llevan, como prisione-ro, en esta mquina infernal. Qu les he hecho! Contsteme a eso!

    Podra retrucar y preguntarle por qu entr subrepticiamente en mi pro-piedad como un ladrn. Si no lo hubiera hecho, sin inmiscuirse en lo que no eran asuntos suyos, no estara aqu ahora. Debo admitir sin embargo que hemos debido abusar de sus derechos, y mi nica defensa es que los gran-des propsitos justifican los pequeos contratiempos. Creemos estar haciendo algo que nadie ha intentado desde que existe la humanidad y quiz tampoco desde la creacin del universo. Hemos aprendido a desprendernos de la partcula de materia que dio origen a nuestra especie; el infinito y quiz, por consiguiente, la eternidad, se ponen as en manos de la raza humana. Tras una breve pausa, agreg: Usted no puede ser tan limitado como para pensar que los derechos o la vida de una persona, o de un milln de personas, tienen relevancia en comparacin con esto.

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    Pues no estoy de acuerdo dijo Ransom . Y nunca lo he estado, ni siquiera con la viviseccin. Pero no ha contestado mi pregunta: para qu me necesitan? De qu les sirvo yo en... Malacandra?

    Para eso no tengo respuesta, respondi Weston No fue idea nues-tra; slo obedecemos rdenes.

    rdenes de quien? Hubo otra pausa.

    Bueno, dijo Weston despus. No conducir a nada proseguir esta conversacin. Me hace usted preguntas a las que no puedo responder. En algunos casos, porque desconozco las respuestas y en otros, porque usted no las entendera. Nuestro viaje ser mucho ms placentero si se resigna a su suerte y deja de preocuparse y de molestarnos. Sera todo ms fcil si su filosofa no fuese tan insoportablemente estrecha e individualista. Yo cre que nadie poda dejar de sentirse inspirado por el rol que le ha tocado en suerte a usted: que aun un gusano, si pudiera comprender, ira orgulloso al sacrificio. Me refiero, es claro, al sacrificio de tiempo y libertad, y al correr cierto riesgo. No me interprete mal.

    Bueno, dijo Ransom usted tiene todos los naipes, y no hay nada que yo pueda hacer. En cuanto a su filosofa, la considero digna de un de-mente. Supongo que todo eso referente al infinito y a la eternidad significa que usted se considera plenamente justificado en hacer lo que quiera, abso-lutamente lo que quiera, aqu y ahora, por la remota posibilidad de que al-gunos seres descendientes del hombre puedan arrastrarse unos pocos siglos ms por algn rincn del universo.

    Exactamente. Eso lo justifica todo replic el cientfico con severidad . Y la opinin de los seres realmente educados ser la misma, y tome nota de que no llamo educacin a los clsicos y a la historia y a estupideces seme-jantes. Me alegro que usted haya trado el tema a colacin, y le aconsejo que no olvide mi respuesta. Mientras tanto, si me sigue al cuarto contiguo, to-maremos el desayuno. Tenga precaucin al levantarse; su peso aqu no es nada comparado con el que tena en la tierra.

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    Ransom se puso de pie y su carcelero abri la puerta. Instantneamente, el cuarto se inund de una deslumbradora luz dorada, que eclips totalmente la plida luz que provena de la tierra.

    Enseguida le dar anteojos oscuros anunci Weston mientras lo pre-ceda a la cmara de donde provena ese fulgor. A Ransom le pareci que Weston caminaba cuesta arriba hasta el umbral, y que, al pasarlo, descenda hasta desaparecer del todo. Cuando lo sigui, cosa que hizo con cautela, tu-vo la curiosa impresin de que caminaba hasta el borde de un precipicio: el otro cuarto pareca estar inclinado, de manera que la pared ms distante quedaba casi en el mismo plano que el piso de la habitacin que dejaba. Sin embargo, cuando se aventur a dar un paso, se encontr con que el piso continuaba el nivel del anterior y, al entrar en el cuarto, las paredes repenti-namente se enderezaron y el cielorraso redondo estuvo, normalmente, so-bre su cabeza. Al mirar hacia atrs, not que el dormitorio, a su vez, tena ahora un plano inclinado y una de sus paredes se haba transformado en cie-lorraso.

    Pronto se acostumbrar a esto, dijo Weston, siguiendo su mirada. La nave es aproximadamente esfrica y ahora que estamos fuera del campo de gravedad de la tierra, abajo significa, y se lo siente, el centro de nuestro pequeo mundo metlico. Naturalmente esto estuvo previsto, y se tuvo en cuenta al construir la nave. Su centro es una esfera hueca la utilizamos como depsito y la superficie de esa esfera es el piso sobre el que cami-namos. Las cabinas estn dispuestas en derredor; las paredes sostienen otra esfera, exterior, que, desde nuestro punto de vista, es el techo. Como el cen-tro est siempre abajo, el trozo de piso sobre el que estamos parados se

    nos presenta siempre horizontal y la pared a nuestro lado nos resulta verti-cal. Por el contrario, la esfera del piso es tan pequea que uno siempre pue-de ver sobre su borde lo que sera el horizonte si tuvisemos el tamao de una pulga por lo cual se ven los pisos y pared de la cmara siguiente en un plano distinto. Lo mismo sucede en la tierra, naturalmente, slo que no so-mos lo suficientemente altos como para notarlo.

    Despus de esta explicacin, y en su caracterstica manera; precisa y nada cordial, dio instrucciones para que Ransom se sintiese ms cmodo. Este se

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    quit entonces todas sus ropas y se coloc una especie de cinturn de gran peso a efectos de reducir, en lo posible, la dificultosa sensacin de ser tan liviano. Se coloc tambin gafas oscuras y pronto estuvo sentado, con Wes-ton, ante una pequea mesa y el desayuno. Senta hambre y sed, y atac con fruicin lo que le ofrecan, que consista en carne en lata, bizcochos, mante-ca y caf.

    Pero realiz todas estas acciones mecnicamente. Se haba desnudado, y haba comido y bebido casi inconscientemente, y lo nico que record des-pus de su primera comida en la nave fue la tirana de la luz y el calor. Am-bos estaban presentes con una intensidad que hubiese resultado intolerable en la tierra, aunque tenan una extraa cualidad. La luz era plida para la in-tensidad que tena; no era absolutamente blanca, sino del ms leve tono do-rado imaginable, y arrojaba sombras tan ntidas como un reflector. El calor, absolutamente libre de humedad, pareca golpear y estrujar la piel como un gigantesco masajista, no causaba somnolencia sino una intensa sensacin de agilidad.

    Su jaqueca ya no exista; se senta atento, audaz y magnnimo, como rara vez se haba sentido en la tierra. Gradualmente se atrevi a levantar su mi-rada hacia las claraboyas.

    Estaban cubiertas por persianas de acero, salvo una delgada franja de vidrio, pero esa franja la tapaba una especie de cortina de material duro y oscuro. Y, sin embargo, era tan brillante que no se poda resistir el mirarla.

    Siempre pens que en el espacio haba oscuridad y fro coment.

    Y se olvid del sol? pregunt Weston despreciativamente.

    Ransom continu con su desayuno por unos momentos. Luego, observ:

    Si hay tanta luz al amanecer y se contuvo, al ver la expresin de Wes-ton. Le asalt el temor: no haba amaneceres aqu, ni noches, salvo el eterno medioda que haba llenado, durante siglos que trasponan los orgenes de la historia, tantos millones de kilmetros cbicos. Mir a Weston otra vez, pe-ro ste alz su mano.

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    No hable, le dijo Ya hemos discutido todo lo que fue necesario. La nave no transporta oxigeno suficiente para esfuerzos intiles, ni siquiera para charlas intiles.

    Poco despus se levant, sin invitar a Ransom a que lo siguiera, y desapare-ci tras una de las muchas puertas que ste an no haba abierto.

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    CINCO

    El perodo que pas en la nave espacial debi haber sido de terror y ansie-dad para Ransom. Distancias astronmicas lo separaban de todo ser huma-no, excepcin hecha de dos en quienes tena excelentes razones para no de-positar su confianza. Se diriga a un destino desconocido, y all lo obligaban a ir con un propsito que sus captores se negaban a revelar. Devine y Wes-ton se turnaban en introducirse en un cuarto vedado para Ransom, donde ste supona se encontraban los controles de la nave. En sus momentos li-bres, Weston permaneca casi constantemente callado. Devine era ms lo-cuaz y frecuentemente charlaba y rea con su prisionero, hasta que Weston les adverta, por medio de golpes en la pared, que no deban malgastar el ai-re. Si bien Devine no confiaba los secretos a Ransom, siempre estaba dis-puesto a rerse del solemne idealismo de Weston en cuestiones cientficas y deca que no le importaba un pepino el futuro de la especie humana ni el encuentro de dos mundos.

    Mi inters en Malacandra proviene de otras cosas, agregaba con un guio. Pero cuando le preguntaba a qu se refera, hua por la tangente con alguna observacin satrica y parloteaba irnicamente acerca de las tribula-ciones del hombre blanco y de las bendiciones de la civilizacin.

    Es verdad que est habitada? insista Ransom.

    Ah! estoy seguro que lo preguntas para saber si hay chicas lindas all le contestaba. Por lo general, sus tpicos de conversacin eran las cosas que hara al regresar a la tierra: viajes en yate, las mujeres ms caras y una gran mansin en La Riviera figuraban preponderantemente en sus planes.

    Quiero sacar provecho a estos riesgos que estoy corriendo ahora.

    Las preguntas directas que le formulaba Ransom acerca de las razones por las que lo llevaban, generalmente no obtenan respuesta alguna, aunque una

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    vez en que estaba bastante bebido, admiti que Ransom llevara la peor par-te.

    Pero estoy seguro, agreg que t no protestars y lo aguantars todo en nombre de la amistad que nos une desde nuestra poca de estu-diantes.

    Todo esto, como he dicho, era poco tranquilizador, aunque lo extrao fue que Ransom no se senta mayormente perturbado. Es difcil que un hombre se preocupe por su futuro cuando se siente tan bien como Ransom se sen-ta. Sobre un lado de la nave exista una noche constante, y del otro, un da que nunca terminaba. Ambos eran fascinantes y Ransom contemplaba a uno y al otro, maravillado. Por las noches, que l creaba moviendo la manija de una puerta, permaneca durante horas y horas observando, maravillado, a travs de la claraboya. El disco de la tierra no se vea ya; las estrellas, abun-dantes como margaritas en el campo, reinaban perpetuamente, sin nube, lu-na o amanecer que les disputara su dominio. Haba planetas de increble majestuosidad y constelaciones jams imaginadas. Vea zafiros, rubes, es-meraldas y doradas joyas celestiales. En el extremo izquierdo se vislumbraba un cometa, pequeo y lejano; y entre todo ello y tras todo ello, mucho ms enftico y palpable que desde la tierra, estaba el negro inconmensurable y enigmtico. Las luces temblaban y parecan aumentar su brillo mientras Ransom las observaba. Mientras yaca desnudo en su cama, cual segundo Danae, noche tras noche comenzaba a creer ms en la vieja astrologa: ima-ginaba, y casi senta, esa dulce influencia envolviendo y hasta penetrando su cuerpo sumiso. El silencio era completo, salvo por el musical tintineo. Ya haba aprendido que ese ruido era producido por los meteoritos; diminutas y errantes partculas de materia que golpeaban continuamente contra esa es-fera hueca de acero. Y supona que, en cualquier momento, podran toparse con una lo bastante grande como para transformar en meteoritos a la nave y a los que iban en ella. Pero no poda sentir miedo y justific a Weston al re-cordar que ste lo haba considerado un simplote cuando fue presa del pnico al principio.

    La aventura era demasiado grande, las circunstancias demasiado solemnes como para experimentar otra emocin que no fuese un extasiado deleite.

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    Pero los das, es decir, las horas pasadas en el hemisferio soleado de su mi-crocosmos, eran las mejores.

    Frecuentemente se levantaba tras dormir unas pocas horas, para volver all, impulsado por una irresistible atraccin, a las regiones luminosas; no cesaba de maravillarse ante ese medioda que siempre lo aguardaba, no importa cun temprano iba a buscarlo.

    All, totalmente sumergido en un bao de pursimo y etreo color y de una brillantez deslumbradora pero agradable, se extenda sobre el piso de la ex-traa carroza que lo transportaba a travs de quietudes insondables, lejos del alcance de la noche. Con los ojos semicerrados, senta que su cuerpo y su mente reciban nueva vitalidad. Weston, en una de sus breves y remisas respuestas, admiti una base cientfica para esas sensaciones: reciban mu-chos rayos que nunca penetraban la atmsfera terrestre.

    Pero, a medida que transcurra el tiempo, Ransom detect otra causa ms espiritual para el bienestar y renovada vitalidad que experimentaba: una pe-sadilla, profundamente arraigada en la mente moderna por la mitologa que arrastra la estela de la ciencia, se desvaneca gradualmente. Haba ledo algo acerca del Espacio; lo imaginaba un vaco oscuro, desolado, muerto, que separaba los mundos. Hasta ahora no saba cmo tal creencia lo haba afec-tado, ahora, en que el trmino Espacio pareca una injusta blasfemia para referirse a este empreo ocano de brillantez en que navegaban.

    No poda llamarlo muerto ya que senta que su mente y cuerpo absorban de l nueva vida constantemente. Cmo poda ser de otra manera, cuando de all haban surgido los mundos y todas las manifestaciones de vida? Lo haba credo un lugar estril: ahora vea que era el vientre materno de los mundos, cuyos radiantes e innumerables retoos miraban todas las noches hacia la tierra con tantos ojos, y aqu, con cuntos ms! No: Espacio era un nombre totalmente desacertado. Los sabios de antao estuvieron ms acertados cuando lo llamaron simplemente el cielo, el cielo glorioso, donde reinaban los climas felices, sin duelo, donde las sombras no invaden el suelo en los vastos campos del cielo.

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    A menudo repeta, enternecido, las palabras de Milton, una y otra vez.

    Naturalmente, no pasaba todo su tiempo echado al sol. Exploraba la nave (hasta donde le estaba permitido), pasando de cuarto a cuarto con esos len-tos movimientos que Weston les impona, para que el esfuerzo no consu-miese innecesariamente su existencia de aire. Debido a su formato, la nave contena ms cuartos que los que podan utilizar normalmente; pero Ran-som calculaba que sus ocupantes, o Devine especialmente, tenan la inten-cin de ocuparlos con algn cargamento en el viaje de regreso. Tambin, y a travs de un proceso imperceptible, Ransom se transform en el camarero y cocinero de la nave, por un lado debido a que consideraba natural y justo el realizar aquellas tareas que no le estaban vedadas (nunca se le permita en-trar en la sala de controles), y, por el otro, para anticiparse a la tendencia que mostraba Weston en transformarlo en un sirviente sin requerir su con-formidad. Prefera entonces trabajar como voluntario antes que como es-clavo. Adems, no le gustaba la forma como cocinaban los otros dos.

    Realizando estas tareas escuch, primero sin proponrselo y despus con creciente alarma, una conversacin que tuvo lugar unos quince das, segn calcul, despus de la iniciacin del viaje. Haba concluido de lavar la vajilla de la cena; se qued un rato al sol, charl con Devine, que era mejor com-paa que Weston, aunque le mereca peor concepto, y se fue luego a acos-tar, a la hora acostumbrada. Se senta algo inquieto, y al cabo de una hora aproximadamente, se le ocurri que haba olvidado hacer algunas prepara-ciones que facilitaran su trabajo a la maana siguiente. El compartimiento donde preparaba las comidas adyacente al que usaba como sala de estar, tena una puerta, siempre cerrada, que comunicaba con el cuarto de contro-les. Se levant y fue all, desnudo y descalzo.

    La claraboya de esa cocina daba al lado oscuro de la nave, pero Ransom no encendi la luz. El dejar la puerta entreabierta era suficiente, ya que de-jaba pasar la radiante luz del sol. Como todo aquel que se encarga de tareas domsticas comprender muy bien, Ransom not que las preparaciones que haba hecho para el da siguiente estaban ms incompletas de lo que haba pensado. La prctica permita que hiciese su trabajo bien y, por consiguien-te, silenciosamente. Termin esas tareas y estaba secndose las manos tras la

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    puerta de la cocina, cuando oy que la puerta del cuarto de control se abra y vio la silueta de un hombre contra ella, que sin duda era Devine. Este no entr a la sala de estar, sino que se qued ah, hablando. Fue as que Ran-som, aunque poda or claramente las palabras de Devine, no escuchaba lo que contestaba Weston desde los controles.

    Creo que ser una tontera deca Devine . Si estuvieras seguro de que encontraramos a esos brutos justo en el lugar de descenso, quiz s. Pero piensas si debemos hacer una caminata? Todo lo que ganaramos con tu plan sera tener que cargar a un hombre drogado y a su equipaje, en lugar de dejarlo que camine y que lleve su carga.

    El intervalo siguiente fue ocupado, presuntamente, por la respuesta de Wes-ton.

    Pero es que no podr averiguarlo replic Devine , a menos que algn idiota se lo diga. Pero, aunque llegara a sospecharlo, crees t por ventura que un tipo as tendr el coraje de huir, en un planeta desconocido? Sin comida? Sin armas? Ya vers que se pondr bien manso con nosotros tan pronto se le aparezca un Sorn.

    Aqu escuch Ransom el sonido confuso de la respuesta de Weston.

    Y cmo voy a saberlo? protest Devine . Puede que sea algn je-fe. Una especie de cacique.

    Esta vez fue muy breve lo que dijo Weston y, aparentemente, se trataba de una pregunta. Devine contest enseguida:

    Eso explicara el motivo por el que lo pidieron.

    Weston le pregunt algo ms.

    Un sacrificio humano, supongo. Claro que, bajo el punto de vista de ellos, no sera humano verdad?

    Weston pareci explayarse bastante ahora, y lo que dijo motiv el carac-terstico sarcasmo de Devine.

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    Exactamente, exactamente dijo . Est bien claro que haces esto impulsado por los motivos ms loables. Y mientras tus motivos conduzcan a los mismos fines que mis motivos adelante con ellos! Weston continu, pero Devine pareci interrumpirlo al decir:

    No ests perdiendo tu valor, verdad? Permaneci escuchando por unos momentos, y luego replic: Si le tienes tanto cario a estos brutos, qudate con ellos y procrea, si es que tienen sexo, cosa que aun no sabemos. No te preocupes. Al irnos, puedes quedarte con uno o dos y tenerlos como mascotas o para experimentacin o para acostarte con ellos, o para hacer las tres cosas juntas... S, ya se... Es asqueroso. Slo bromeaba. Buenas noches.

    Unos instantes ms tarde, Devine cerr la puerta, del cuarto de controles, cruz la sala de estar y entr a su cabina. Ransom oy que cerraba su puerta con llave de acuerdo a su invariable y extraa costumbre. En ese momento, se tranquiliz un poco. Haba estado conteniendo el aliento, y ahora respir profundamente otra vez. Luego, cautelosamente, entr a la sala de estar.

    Aunque saba que lo prudente sera regresar de inmediato a su cama, se en-contr contemplando la ahora familiar gloria de la luz, con una nueva e in-tensa emocin. Pronto descenderan de estos felices climas, de este cielo, para llegar a... dnde? Sorns, sacrificios humanos, repugnantes monstruos asexuados. Qu era un sorn? Su propio papel en la aventura era ahora sufi-cientemente claro. Alguien o algo lo haba pedido, no era probable que fue-se a l en especial. Ese alguien deseaba una vctima, cualquier vctima, de la Tierra. Haba sido l el elegido porque Devine as lo haba dispuesto. Por primera vez se dio cuenta un tardo y sorprendente descubrimiento que Devine lo haba odiado todos estos aos tan intensamente como Ransom lo haba odiado a l.

    Pero, qu era un sorn?...

    Tan pronto se le aparezca un sorn se pondr bien manso. Su mente, co-mo tantas mentes de su generacin, estaba bien provista de esos seres ima-ginarios que asustan a los nios. Haba ledo a H. G. Wells y a otros escrito-res. Su universo se pobl de horrores tales que la mitologa antigua y me-

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    dieval se haban quedado a la zaga en ese tipo de creaciones fantsticas. Abominables seres con aspecto de insecto, de crustceo o de gusano, po-seedores de tentculos monstruosos, zumbantes alas, cuerpos formados por viscosos anillos. Seran la conjuncin terrible de inteligencia sobrehumana y una insaciable crueldad. Todo eso sera posible en un mundo extrao. Los sorns seran . . . seran . . . no se atrevi a imaginarlo. Y l iba a ser entrega-do a ellos. En cierta forma, tal cosa era ms terrible que ser atrapado por ellos. Entregado, ofrecido, abandonado a ellos.

    En su imaginacin vio varias monstruosidades incompatibles: ojos bulbo-sos, mandbulas, cuernos, aguijones. Sus nervios parecieron crujir al pensar en cosas que lo horrorizaban: los insectos, las serpientes, los cuerpos visco-sos, babosos. Pero la realidad poda ser peor an: sera una Otra Cosa extra-terrena, algo en lo que uno jams haba pensado, en lo que uno jams pudo haber pensado. En ese instante, Ransom tom una decisin. Poda hacer frente a la muerte, pero no a los Sorns. Si se le presentaba la ms leve posi-bilidad, deba huir al llegar a Malacandra. Morir de hambre, o aun caer en manos de los sorns, era preferible a ser entregado a ellos. Si huir era impo-sible, quedaba el suicidio. Ransom era religioso, y esper que sera perdona-do. Esa decisin le era inevitable, y pedirle que se opusiera a ella no estaba bajo su control. Sera como pedirle que cambiara el color de sus ojos. Sin vacilar, retorn sigilosamente a la cocina y se apoder del cuchillo ms filo-so. Desde ese momento, nunca se separara de l.

    Se sinti tan exhausto por el horror que, cuando lleg a su cama, qued de inmediato sumergido en un sueo profundo y negro.

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    SEIS

    Al despertar se sinti mucho mejor, y hasta algo avergonzado de su terror de la noche pasada. Sin duda alguna, su situacin era grave: no vea posibili-dad de retornar vivo a la tierra, y sin embargo, poda afrontar a la muerte y dominar el temor irracional hacia ella.

    La verdadera dificultad consista en el horror irracional, biolgico, hacia los monstruos, y mientras estaba echado al sol despus del desayuno pudo ana-lizar sus miedos y sentirse preparado para enfrentarlos y aceptarlos. Crea que alguien que, como l, viajaba por los cielos, no deba permitir el que otros seres terrenales lo dominasen. Hasta tuvo la reflexin de que el cuchi-llo que tena poda atravesar la carne de otros, adems de la de l. Este esta-do belicoso era algo excepcional en Ransom. Como muchos hombres de su edad, no se crea muy valiente. La diferencia que hall entre los sueos heroicos de la adolescencia y la realidad de sus reacciones durante la guerra, haba sido notable, y en consecuencia, posiblemente haba considerado con demasiado pesimismo su grado de valenta y audacia. Quizs este momento actual de sobreponerse a sus complejos le durara poco, pero deba aprove-charlo mientras durase.

    Entretanto las horas se sucedan y el despertar segua al sueo en ese da eterno, fue notando que se produca un cambio. La temperatura bajaba gra-dualmente, por lo cual volvieron a usar ropas y, ms tarde, abrigada ropa in-terior. Pas el tiempo, y tuvieron que recurrir a un calefactor ubicado en el centro de la nave, y tambin estuvo seguro, aunque el fenmeno era difcil de detectar, que la luz era menos agobiante que al principio del viaje. Tal cosa era cierta para el intelecto razonante, pero era difcil sentir que la luz disminua e imposible considerar que iba oscureciendo porque, aunque ba-jaba su intensidad, su extraterrenal cualidad era la misma que cuando la vio por vez primera.

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    Contrariamente a lo que suceda en la tierra con la luz crepuscular, no se al-teraba por la creciente humedad y los fantasmales colores del aire. Si se di-vidiese en dos su intensidad, lo que quedaba sera igual a lo que el total ha-ba sido, y si esa mitad se dividiese tambin en dos, el resto continuara igual y as sucesivamente hasta llegar a esa distancia inimaginable que marcase su fin. Trat de explicar lo que pensaba a Devine, quien le contest riendo:

    Como ese jabn que anuncian por la radio, eh? Puro jabn hasta la ltima burbuja!

    Poco tiempo despus, su normal forma de vida a bordo de la nave espacial comenz a verse perturbada. Weston explic que pronto empezaran a sen-tir la atraccin de la gravedad de Malacandra.

    Eso significa explic , que nuestro abajo dejar de ser el centro de la nave, y se transformar en Malacandra, que, desde nuestro punto de vista, ser debajo del cuarto de controles. En consecuencia, los pisos de la mayor parte de las cmaras se transformarn en paredes o cielorrasos y una de las paredes ser el piso. No le va a gustar ese cambio.

    El resultado de ese anuncio, en lo que concerna a Ransom, fueron horas de intenso trabajo con Devine o con Weston, segn cual de los dos estaba libre de sus tareas en el cuarto de controles. Los recipientes en que se almacena-ba el agua, los tubos de oxgeno, las armas, las municiones y los vveres te-nan que ser apilados sobre el piso junto a las paredes apropiadas y coloca-dos sobre uno de sus costados, para que adoptasen una posicin vertical tan pronto entrara en vigencia el nuevo abajo. Mucho antes de terminar estas tareas, comenzaron a sentir molestas sensaciones. Al principio, Ransom crey que sus brazos y piernas le comenzaban a pesar a consecuencia del ejercicio demandado por ese trabajo, pero, an despus de un descanso, los sntomas no se aliviaban. Se le explic entonces que sus cuerpos comenza-ban a aumentar de peso minuto a minuto, y que, cada veinticuatro horas, su peso total se duplicaba.

    Era como la sensacin que experimenta una mujer encinta, slo que aumen-tada hasta tornarse casi insoportable.

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    Al mismo tiempo, el sentido de la orientacin, que nunca era muy efectivo en la nave, pareca cada vez ms. Desde cualquiera de las cmaras, el piso de la habitacin contigua siempre se vea inclinado hacia abajo aunque se lo senta nivelado; ahora se lo vea todava en pendiente, pero tambin se lo senta as. Si colocaban un cojn sobre el piso de la sala de estar, horas des-pus encontraban que se haba corrido unos tres centmetros hacia la pared. Los tres pasajeros comenzaron a indisponerse. Los sntomas comunes eran taquicardia, vmitos y jaquecas. La situacin empeoraba hora tras hora, y lleg un momento en que solo podran arrastrarse para pasar de una a otra cmara. Todo su sentido de la orientacin desapareci en medio de una en-fermante confusin. Haba partes de la nave que haban quedado abajo, en el sentido que sus pisos estaban ahora al revs y slo una mosca podra haber caminado por ellos, aunque a Ransom ninguna parte le pareca tener su posicin normal. Todo lo vea y senta tergiversado. A todos estos males-tares se sum el vrtigo, que jams haban sentido hasta entonces en el via-je.

    Naturalmente, las tareas culinarias se abandonaron y nicamente lograban obligarse a ingerir, espaciadamente, algn bocado. El beber presentaba grandes problemas, ya que nunca estaban seguros de poder llevar la botella a sus bocas. Weston estaba ms callado y taciturno que nunca, mientras que Devine profera extraas blasfemias y maldeca a Weston por haberlos tra-do, mientras trataba de beber de una botella de whisky que estaba siempre en sus manos. Ransom se senta dolorido, trataba de humedecer con la len-gua sus resecos labios, se restaaba las heridas de sus rodillas y codos y ro-gaba porque todo ese suplicio llegase a su fin.

    Lleg el da en que un lado de la esfera se convirti, sin lugar a dudas, en el abajo, y las camas y las mesas engrampadas colgaban, intiles y ridculas, de lo que era ahora un techo o una pared. Las puertas se convirtieron en puertas trampas, y abran con dificultad. Los pasajeros se sentan pesados, como si sus cuerpos fuesen de plomo. Una vez que Devine prepar las ro-pas que usaran en Malacandra, no tuvieron ms tareas que realizar, y per-manecieron sentados sobre la pared de la sala de estar (que ahora era el pi-so), para observar el termmetro. Ransom not que las ropas que usaran

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    incluan gruesas camisetas, chaquetas forradas con cuero de oveja, guantes de piel y gorras con orejeras, pero Devine no le contestaba ninguna pregun-ta, centraba toda su atencin en el termmetro y en gritar instrucciones a Weston, que permaneca en el cuarto de controles,

    Ms despacio! Ms despacio! repeta a los gritos . Ms despacio, estpido! En un par de minutos entraremos al aire. Luego, con furia . Espera! Djame a m!

    Weston no replicaba y era extrao que Devine malgastara sus consejos. Po-siblemente estaba totalmente fuera de s, por el miedo o la excitacin. Y, de pronto, pareci que se hubieran apagado todas las luces del universo. Como si un demonio hubiese pasado una esponja sucia sobre el cristal de los cie-los, el esplendor en que haban viajado tanto tiempo se volvi opaco, gris, triste. Desde donde estaban sentados no podan abrir las persianas ni las pe-sadas cortinas. Lo que haba sido una carroza en raudo vuelo por los espa-cios celestiales, se convirti en una caja oscura de acero apenas iluminada por la poca luz que entraba por una ventana casi cerrada, mientras descend-a...

    Caan de los cielos hacia un mundo y nada en toda su aventura afect a Ransom tanto como ese pensamiento. Se pregunt cmo era posible que hubiese credo que los planetas, y aun la tierra, eran islas de vida y de reali-dad flotando en un estril vaco! Ahora, con una conviccin que no lo abandon jams, vio los planetas, las tierras los llamaba en sus pensa-mientos, como agujeros en un cielo de vida, agujeros formados por residuos de materias pesadas y aire impuro que quedaron al desaparecer porciones del brillante, refulgente cielo. Y sin embargo, pens la luz termina detrs del sistema solar. Queda all el verdadero espacio, el vaco, la muerte?... A menos que... A menos que la luz visible sea tambin un agujero, la mera disminucin de alguna otra cosa. De otra cosa que sea para el cielo eterna-mente iluminado como ese cielo lo es para las tierras muertas y oscuras...

    Las cosas no siempre suceden como el hombre las espera. El momento de su llegada a un mundo desconocido, encontr a Ransom totalmente absorto en especulaciones filosficas.

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    SIETE

    Ests echando una siesta? pregunt Devine Perdiste ya el inters en conocer nuevos planetas?

    Puedes ver algo? le interrumpi Weston.

    No consigo abrir los postigones. Malditos sean! replic Devine. Ser mejor que vayamos directamente a la escotilla.

    Ransom despert de sus meditaciones y observ a sus socios que trabajaban juntos a su lado, en la penumbra. Tena fro, y su cuerpo, aunque en realidad mucho ms liviano que en la tierra, todava le resultaba intolerablemente pe-sado. Pero la vvida conciencia de su situacin volvi a l; senta temor, pe-ro tambin curiosidad en mayor proporcin.

    Quiz esto sera su muerte, pero en qu imponente cadalso! De afuera co-menz a entrar aire fri y luz. Movi su cabeza con impaciencia para atisbar algo detrs de los dos hombres. Un momento despus, consiguieron sacar la ultima tuerca, y pudo mirar a travs de la escotilla.

    Naturalmente, todo lo que pudo ver fue un suelo, un crculo color rosa muy plido, casi blanco y no logr distinguir si estaba formado por vegetacin muy rala, roca muy granulada o polvo. Enseguida, la figura de Devine llen la abertura y Ransom tuvo tiempo de notar que portaba un revlver en la mano. Para m, para los sorns o para ambos? se pregunt.

    Tu turno, orden Weston.

    Ransom inhal profundamente y su mano fue hasta el cuchillo que ocultaba bajo su cinturn. Luego, sac su cabeza y hombros fuera de la escotilla se inclin y sus manos tocaron el suelo de Malacandra. Esa materia rosada era suave y elstica al tacto, como caucho; a las claras era algn tipo de vegeta-cin. Instantneamente, mir a lo alto, y vio un cielo celeste, como el de

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    una clara maana invernal en la tierra, y una gran masa de tono rosado ms intenso que tom por una nube...

    Vamos, sal afuera! dijo Weston desde atrs.

    Atraves la escotilla y se puso de pie. El aire era fro pero soportable y le pareci que se le irritaba la garganta. Mir en su derredor y la misma inten-sidad de su deseo de abarcar ese nuevo mundo en una sola mirada lo con-fundi. Solamente vio colores, colores que rehusaban adoptar formas de cosas, aunque todava no conoca nada como para ver algo, ya que es nece-sario tener idea de lo que se trata para saber distinguirlo. Su primera impre-sin fue la de un mundo plidamente iluminado y coloreado, como man-chas de acuarela. Luego, esa franja color celeste fue una extensin de agua, o de algo parecido al agua, que casi llegaba a sus pies. Estaban en la costa de un lago o ro.

    Weston pas tras l, y Ransom, volvindose, vio algo reconocible a corta distancia: una choza de diseo innegablemente terrestre pero hecha de ex-traos materiales.

    Son humanos! exclam asombrado , Construyen casas?

    Somos nosotros quienes las construimos contest Devine . Tienes otra oportunidad para adivinar. y sacando una llave del bolsillo, abri un muy comn candado colocado en la puerta de la choza. Con una sensacin no claramente definida, si de desilusin o de alivio, Ransom se dio cuenta de que sus captores haban sencillamente regresado a su campamento. Se comportaron como era lgico suponer. Entraron a la choza, abrieron las ventanas, husmearon el olor a cerrado, expresaron sorpresa al haber dejado el lugar con tanto desorden, y volvieron al exterior.

    Ahora, a ocuparnos del cargamento orden Weston.

    Ransom pronto se convenci de que iba a tener poco tiempo libre para de-dicarse a las contemplaciones y ninguna oportunidad para huir. El monto-no trabajo de acarrear los vveres, ropas, armas e innumerables paquetes sin

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    identificar desde la nave hasta la choza lo mantuvo vigorosamente ocupado por aproximadamente una hora, y en estrecho contacto con sus raptores.

    Pero, sin embargo, algo aprendi. En primer lugar, aprendi que Malacan-dra era hermoso y no pudo menos que reflexionar cmo tal posibilidad nunca se le haba ocurrido.

    La misma y extraa vuelta de la imaginacin que le haba hecho poblar el universo con monstruos, tambin le haba enseado a no esperar, en un planeta extrao, ms que una desolacin rocosa o una red de mquinas de pesadilla. No poda explicarse el por qu, ahora que lo meditaba. Tambin descubri que esa agua azul los rodeaba por tres lados, por lo menos, ya que su visin del cuarto lado estaba bloqueada por la enorme esfera en que hab-an viajado.

    Por consiguiente, la choza se levantaba en el extremo de una pennsula o de una isla.

    Poco a poco, tambin lleg a la conclusin de que el agua no se vea azul al reflejo de ciertas luces, como el agua de la tierra, sino que, en realidad, era de color azul, y se comportaba al impulso de la brisa en una forma que lo intrigaba, ya que sus olas eran sumamente raras. En primer lugar, la brisa no justificaba el que fueran tan grandes, pero eso no era todo. Le hicieron re-cordar cmo saltaba el agua en las pinturas de batallas navales, cuando caa una bomba en ellas, y entonces not en qu consista esa rareza: las formas que adoptaban no eran normales, sino que eran demasiado altas y angostas.

    Ataja! le grit Devine . Ransom ataj el paquete y lo arroj a Wes-ton, que permaneca en la puerta de la choza.

    Hacia un lado, el agua se extenda unos treinta metros, segn calcul, pero resultaba difcil determinar una buena perspectiva en ese mundo extrao. Del otro lado, el curso de agua era mucho ms angosto, unos cinco metros quizs, y pareca correr sobre un lugar playo, pero con fuerza y arremo-linndose, emitiendo un sonido sibilante y menos ruidoso que en la tierra. Donde baaba la costa opuesta, hasta cuya orilla descenda esa vegetacin

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    rosa blancuzca, exista un burbujeo que sugera la existencia de efervescen-cia. En los escasos y cortos momentos en que su trabajo se lo permita, se esforzaba por vislumbrar algo de la orilla opuesta. Su primera impresin fue que se trataba de una enorme masa purprea, que podra ser una montaa cubierta de brezo; del otro lado de la extensin mayor de agua, haba algo semejante, pero all poda ver por encima de esa mole, y distingua forma-ciones extraas de un blanco verduzco, demasiado irregulares para tratarse de edificios y sumamente estrechas y erguidas para ser montaas.

    Ms all, haba esas mismas formaciones que semejaban nubes rosadas. Sin embargo, se las vea muy slidas para que lo fueran y, por otra parte, pare-can no haberse movido desde que las viera al salir de la nave. Semejaban la parte superior de un enorme coliflor rosado, o como un fuentn con espu-ma de jabn de ese color, pero fuese lo que fuese, su forma y colorido eran maravillosos.

    Sin haber saciado su curiosidad, dedic ahora su atencin a la orilla ms cercana, del otro lado de la parte playa. All, la masa purprea semej, por un momento, los tubos de un rgano de iglesia, luego, como rollos de tela parados sobre una punta; despus como un bosque de gigantescos paraguas a quienes un fuerte viento hubiese abierto demasiado. Tenan un casi im-perceptible movimiento, y de pronto, Ransom pudo saber de qu se trataba. Era vegetacin color prpura y, ms concretamente, eran legumbres, pero legumbres enormes, que duplicaban el tamao de un rbol, aunque aparen-taban ser blandas y delgadas. Los tallos (no poda llamrselos troncos), eran redondos, lisos y sorprendentemente delgados y tenan una altura de unos ocho metros; luego, se abran en una especie de vaina, no de ramas sino de hojas, que eran tan grandes como un bote salvavidas pero casi transparen-tes. Todo coincida aproximadamente con la idea que tena de un bosque submarino; las plantas, tan grandes y frgiles a la vez, parecan necesitar agua para sostenerse y se maravill de que pudieran mantenerse erguidas slo en el aire. Ms abajo, entre los tallos, vio ese ocaso prpura oscuro, moteado con plida luz solar, que inundaba las profundidades del bosque.

    Hora de almorzar anunci Devine repentinamente. Ransom enderez sus espaldas. A pesar del aire seco y fro, tena la frente humedecida. Haban

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    trabajado mucho y estaba casi sin aliento. Weston apareci en la puerta de la choza y murmur algo sobre que primero deban terminar la tarea, aunque triunf la decisin de Devine. Se abrieron sendas latas de carne y bizcochos, y los hombres se sentaron sobre cajones de los varios que haban quedado desordenadamente ubicados entre la nave y la choza. A pedido de Devine y pese a la oposicin de Weston, se sirvieron whisky mezclado con agua. Ransom not que el agua provena de los recipientes que haban trado y no de los lagos azules.

    Como a menudo sucede, el cese de la actividad fsica dio lugar a que Ran-som meditara sobre las emociones que haba estado experimentando desde el descenso en Malacandra. Comer era casi imposible, aunque, por si se pre-sentaba alguna oportunidad de huir, Ransom ingiri muchos ms alimentos que lo que acostumbraba, y el apetito le volvi as como coma. Devor to-do lo que estaba a su alcance, y bebi todo lo que pudo, y el sabor de esa primer comida se asoci en su mente, para siempre, con lo fantstico de ese paisaje tranquilo, brillante, difano e incomprensible, de formaciones verdes altas y angostas, superficies deslumbrantes de aguas gaseosas azulada y ro-sadas corolas gigantes de pompas de jabn. Senta temor de que sus com-paeros notasen su extrao apetito y entrasen a sospechar, pero sus mentes estaban concentradas en otros asuntos; hablaban abstractamente, y frecuen-temente cambiaban de posicin, echando miradas hacia sus espaldas y es-cudriando constantemente los alrededores. Ransom terminaba su ltimo bocado cuando vio que Devine quedaba rgido como un perro de caza y co-locaba su mano sobre el hombro de Weston para imponerle silencio. Am-bos se miraron, asintieron con una inclinacin de cabeza y se pusieron de pie. Ransom, terminando su whisky de un apresurado sorbo, tambin se le-vant, quedando entre los otros dos. Los dos revlveres salieron a relucir, y lo encaonaron para indicarle que se dirigiese a la orilla de la angosta co-rriente de agua, mientras miraban y sealaban la otra orilla.

    Al principio, Ransom no pudo ver claramente qu era lo que sealaban. Pa-recan levantarse all plantas ms esbeltas y de colorido ms tenue que las que haba en otros sitios, pero l apenas las notaba porque sus ojos busca-ban con aprensin los monstruos; reptiles e insectos que las ideas modernas

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    le haban sugerido. El reflejo sobre las aguas de objetos blancos que antes no estaban lo sorprendi. Eran ref