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Ciencias de la comunicación Diversas teorías y enfoques en tiempos de inseguridades: Las Migdalia Pineda de Alcázar

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Migdalia Pineda de Alcázar

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Publicación auspiciada por la Universidad del Zulia (LUZ) y Universidad Católica “Cecilio Acosta” (UNICA)

©Las ciencias de la comunicación en tiempos de inseguridades: diversas teorías y enfoques Migdalia Pineda

Primera edición 2018

La obra deberá citarse: Pineda, Migdalia (2018). Las ciencias de la comuni- cación en tiempos de inseguridades: diversas teorías y enfoques. Maracaibo: LUZ/UNICA.

Diseño interior, portada y cuidado de edición: Carmen Teresa Velandria, UNICA, Maracaibo, VenezuelaDiseño de los gráficos: Jhon Pérez, UNICA, Maracaibo, Venezuela

Depósito Legal:ISBN:

Reservados todos los derechos ©Migdalia PinedaUniversidad del ZuliaMaracaibo-Venezuela

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La autora desea agradecer a las siguientes instituciones y personas por haber colaborado para que esta obra fuese rea-lidad:

A la Universidad del Zulia (LUZ) quien ha sido mi casa aca-démica por más de treinta años, la cual me ha permitido se-guir investigando y profundizando en el campo de las ciencias de la comunicación.

A la Universidad Católica “Cecilio Acosta” (UNICA) por ser mi segunda casa académica, donde hice posible un nuevo sueño con la creación de la Maestría en Comunicación y De-sarrollo, mención Nuevas Tecnologías.

A Carmen Teresa Velandria por su valiosa y desinteresada contribución, mediante el diseño digital del texto y la portada de esta versión e-book.

A Anny Paz por su apoyo incondicional para que esta pro-puesta viera la luz.

A John Pérez por su aporte en el diseño de los gráficos que acompañan este libro.

A todos ellos mi más profundo agradecimiento por ayudarme a concretar este proyecto.

Agradecimientos

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ÍNDICE GENERAL Pág.

Introducción.......................................................................................................................lll

Parte l. Teorías clásicas de la comunicación. Reconstruyendo el campo

Cap. I. Teorías clásicas tradicionales.................................................................................2 1.1. Balance de las corrientes clásicas: el origen de los equívocos........................3 1.2. De la teoría de la información y de los medios masivos a la comunicación humana...............................................................................5 1.3. Recuperando la esencia y afrontando los retos frente a los cambios y transformaciones actuales...........................................................................12

Cap. II. Teorías clásicas críticas.......................................................................................16 2.1. La Escuela de Frankfurt: de los fundadores a Jürgen Habermas..................17 2.2. De la economía política a los estudios culturales...........................................21 2.3. La escuela latinoamericana: su postura crítica frente a los paradigmas dominantes.........................................................................30 2.4. Recomposición teórica del campo: ¿Hacia dónde vamos?............................37

Parte ll. Teorías contemporáneas de la comunicación: el encuentro transdisciplinar

Cap. I. Cambios en las teorías sociales y adecuación a los nuevos tiempos.. ..............50 Cap. II. Cambios en la teoría de la comunicación; qué están haciendo las diversas corrientes para ajustarse al pensamiento transdisciplinar...................................56 2.1. Rescatando la retórica para enfrentar el pensamiento lógico-formal.............57 2.2. De la ontología de la comunicación a la filosofía del diálogo.........................59 2.3. Los aportes del interaccionismo simbólico a la teoría de la comunicación..........................................................................................65 2.4. La teoría de los sistemas y las teorías cognitivas frente a la complejidad de los sistemas sociales y el papel de la comunicación.............72 2.5. El desarrollo tecnológico, los cambios que plantean las TIC y las nuevas teorías críticas sobre la comunicación............................................................88

Conclusiones...................................................................................................................112Bibliografía General.........................................................................................................117

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Esta obra titulada “Las Ciencias de la comunicación en tiempos de inseguridades: Diversas teorías y enfoques” for-ma parte de un trabajo de investigación que la autora ha veni-do desarrollando a lo largo de dos décadas sobre la revisión y reconstrucción de la ciencias de la comunicación para afrontar los cambios ocurridos en las sociedades contemporáneas que afectan de forma especial a los procesos de comunicación y de información, como producto de las grandes transformacionales sociales, científicas y tecnológicas ocurridas desde mediados del Siglo XX.

Podría decirse a nuestros lectores que, en concreto, este texto viene a completar un primer libro, del año 2004, que la au-tora publicó bajo el nombre de “Las ciencias de la comunicación a la luz del Siglo XXI”, ya que ahora se detiene en revisar y ana-lizar diversas corrientes teóricas que actualmente están apor-tando a las ciencias de la comunicación en la búsqueda de un pensamiento disciplinar autónomo que rescate la esencia de la verdadera comunicación humana, olvidada por las ciencias de la comunicación del siglo pasado.

El libro es producto de un trabajo teórico. La labor de reco-lección de información se realizó en el período de un año, duran-te el cual se recogieron documentos on line, conferencias, entre-vistas y se revisaron textos y revistas especializadas. La labor de redacción y elaboración del libro nos ocupó otro año más durante el cual avanzábamos en la escritura e íbamos incorporando los nuevos materiales que aparecían por las redes.

Se pretende que esta obra sirva de orientación a estu-diantes, profesores e investigadores de la Comunicación y de las Ciencias Sociales interesados por las ciencias de la comunica-ción, para que puedan tener una perspectiva general de lo que hoy día se investiga y hacia dónde vamos en este importante campo del conocimiento.

Para ello, se ha partido de la siguiente reflexión: en la reconstrucción del campo de estudio de las ciencias de la co-municación hay que tener presente que tanto las teorías clási-cas funcionalistas como las críticas o marxistas, introdujeron un equívoco al delimitar su objeto de estudio en torno a los medios masivos y las industrias culturales, apoyándose para ello en una teoría de la información, la de Shanon y Weawer, y no en una teoría de la comunicación humana, así como al haberlo hecho a

Introducción

Vlll

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través de una división disciplinar estanca.

Es en la sociedad contemporánea cuando aparecen otros enfoques que reivindican el estudio de la comunicación interper-sonal, de la comunicación oral y humana y para lo cual se susten-tan en la retórica, en la filosofía ontológica, en la sociología prag-mática, en la psicolingüística, en la antropología, en la historia, en la ecología, en la biología, en la física, en la teoría general de sistemas y en la cibernética de segundo orden, para la búsqueda de un pensamiento universal de conjunto que dé cuenta de la comunicación como el entramado que enlaza tanto a los seres humanos con sus semejantes y con su sociedad, como con la vida animal y el cosmos.

El texto se divide en dos grandes partes: en la primera se hace referencia a las teorías clásicas tradicionales, tanto las funcionalistas como las socio-críticas, haciendo un balance de cuáles han sido sus aportes y sus limitaciones para abordar la comunicación desde una perspectiva insuficiente como ha sido la de la teoría de la información. Allí se revisan los enfoques nor-teamericanos, los europeos como la escuela de Frankfurt, espe-cialmente los aportes de Habermas, la corriente de la economía política de la comunicación y la de los estudios culturales, y la escuela latinoamericana, para proponer una recomposición teó-rica del campo de estudio.

En la segunda parte, se abordan las teorías contemporá-neas y sus contribuciones al estudio de la comunicación como proceso dialógico y significativo. Se revisan la visión de la re-tórica aristotélica, la filosofía del diálogo u ontológica, el pensa-miento del interaccionismo simbólico de la Escuela de Palo Alto, la perspectiva de la teoría general de sistemas y de las teorías cognitivas, y los aportes de la teorías críticas sobre las tecnolo-gías de la información y la comunicación y los cambios actuales, para proponer una integración transdisciplinar que haga posible una colaboración entre las Ciencias Naturales y Sociales, que permita entender y comprender la comunicación como elemento fundamental en las relaciones interhumanas y cósmicas.

Algunos de los planteamientos y enfoques asomados a lo largo del libro, sobre todo en la segunda parte, todavía generan controversias, dudas y debates, especialmente si se les juzga desde visiones tradicionales y ortodoxas que pretenden exigirles una supuesta rigurosidad científica apoyada en demostraciones cuantitativas o empíricas. Dejamos ese debate abierto al lector para enriquecerlo, mejorarlo y poder así avanzar hacia una cien-cia de la comunicación que pueda dar cuenta de lo fluido, volátil e inseguro que es el proceso de la comunicación humana, donde no está garantizado que el receptor responda siempre a nuestras expectativas e intenciones.

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de la Comunicación.Reconstruyendo el campo

Parte I

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Capítulo I

Teorías clásicastradicionales

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Las teorías clásicas de la comunicación se pueden agrupar en tres corrientes de investigación, según autores como White (1987), Lozano (2007) y Alsina (2011): la positiva funcionalista, la marxista o socio-crítica, la interpretativa o de los estudios culturales.

La primera, está fundamentada en el método científico experimental que busca a través del uso de técnicas cuanti-tativas, como encuestas por muestreo, análisis de contenido y experimentos de laboratorio, la comprobación y verificación empírica de los hechos para elaborar leyes o generalizacio-nes sobre los fenómenos estudiados. La segunda, que bus-ca dirigir el conocimiento de lo real hacia la praxis social, no para interpretar la realidad sino para lograr su cambio en la búsqueda de la emancipación del ser humano, para lo cual se sustenta en el uso de los análisis críticos marxistas, en el método dialéctico y en las técnicas de observación participan-tes. Y la última, fundamentada en el pensamiento fenomeno-lógico y humanista, en la antropología cultural, la semiótica, la etnografía, el interaccionismo simbólico, busca interpretar y explicar la realidad mediante técnicas cualitativas, como la en-trevista en profundidad, la observación, los estudios de casos, las historias orales, análisis semiótico y estructural de los men-sajes, permite abordar las particularidades de los fenómenos investigados sin pretender generalizar los resultados (Vargas Flores, 2010).

Estas tres corrientes han sido dominantes en el campo

1.1Balance de las corrientes clásicas: el origen de los equívocos

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de la comunicación por más de cincuenta años y han centrado su interés en el estudio de los efectos de los medios masivos, pero lo han hecho desde diversas perspectivas: han pasado de las teorías sobre los efectos unilaterales y directo de los me-dios, como es el caso de la teoría de la aguja hipodérmica de H. Laswell y los planteamientos de la Escuela de Frankfurt, a las teorías sobre los efectos indirectos o limitados de los medios sostenidas por Lazarfeld, Katz, Klapper y Hovland (De Fleur y Ball, 1982), y a las teorías de los efectos de largo plazo, como la teoría de la espiral del silencio de E. Neüman (Dittus, 2005) y la teoría del cultivo de Gebner; para continuar con las teorías de los usos y gratificaciones y de recepción activa.

En general se puede decir que estas corrientes han teni-do dos modos de abordar el estudio de los efectos:

a) el psicológico, tendencia dominante, amparado en el conductismo y el cognitivismo y en las metodologías experimen-tales.

b) el sociológico, antropológico y psicológico social, am-parado en metodologías cuantitativas y cualitativas para abordar la influencia de los medios a largo plazo y el proceso de acumu-lación como aprendizaje y socialización en un contexto social (Martín Ibarra, 2001:45).

Si bien es cierto que estas corrientes partieron de una pro-puesta mecánica de E-R de los efectos directos de los medios, fueron ajustando sus enfoques en la medida en que las investi-gaciones de sus principales teóricos avanzaban para refutar que los efectos de los medios no son directos, ni unilaterales sobre los receptores, sino que dependen de variables vinculadas con las características de los individuos y de los grupos sociales a los que pertenece (Wolf, 1987), pero nunca abandonaron el es-quema causal del positivismo.

Es con la aparición de los estudios relacionados con la “agenda de temas”, “análisis de recepción” o “control social de la sociedad”, cuando se comienza a introducir nuevas perspectivas basadas en el pragmatismo, el estructuralismo y la teoría crítica.

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Las nuevas aristas de las teorías clásicas empiezan a considerar la estrecha relación entre los medios, las audien-cias y la sociedad, de modo que, por un lado, se relativiza la acción omnipotente de los medios y, por el otro, se recono-ce que éstos imponen una agenda temática, que ellos trans-miten categorías cognitivas a las personas y que construyen una realidad de segundo orden, al seleccionar cuáles temas difundir y las formas de presentarlos a la audiencia; pero que a pesar de ello, los individuos pueden utilizar los medios de acuerdo con las gratificaciones de sus necesidades y pueden desarrollar una recepción activa para reinterpretar los men-sajes de acuerdo con sus características, grupos y contextos (Wolf, 1987).

Pero, en el fondo estas tres corrientes clásicas parten del principio de que el receptor es el objeto de los medios masivos y de las industrias culturales. Y aunque no existe un paradigma unificado de ciencia de la “Mass Communication Research”, si hay una confluencia disciplinar con énfasis en la psicología y la sociología y, en menor medida, en la se-miología y la semiótica, acompañada en lo metodológico con un predominio de las técnicas cuantitativas y experimentales, aunque tampoco existe una unificación en este sentido.

La tendencia general de las corrientes indicadas en el aparta-do anterior (positivista, marxista e interpretativa) es que jamás pensaron la comunicación por fuera de los medios masivos y de la cultura de masas, y es allí donde reside precisamente su limitación, porque ha supeditado el proceso de la comunicación

1.2De la teoría de la información y de los medios masivos a la comunicación humana

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a la presencia de los aparatos tecnológicos y a la industria que los vio nacer y desarrollarse.

La explicación quizás se encuentra en el hecho de que prácticamente los primeros paradigmas para explicar y com-prender la comunicación partieron del modelo matemático de Shanon y Weawer de 1949, el cual realmente fue diseñado para referirse al proceso de transmisión de información mediante má-quinas. Este modelo fue extrapolado más allá de su ámbito ha-cia las ciencias de la comunicación (Sosa y Arcila, 2013: 47), con una visión tecnológica, apareciendo así el primer equívoco al intentar partir de una teoría de la información para dar cuenta de una teoría de la comunicación. Deuda que no ha podido saldar el conjunto de estas teorías clásicas.

Al amparo de la sociedad industrial dichas concepciones se desarrollaron, crecieron y se consolidaron, pasando a ser dominantes en el pensamiento de las Ciencias Sociales hasta mediados del Siglo XX, de manera que hablar de comunicación era hablar de comunicación de masas, sin considerar la esencia misma de la comunicación como un proceso netamente relacio-nal y dialógico entre humanos. La comunicación humana, inter-personal se dejó a un lado, introduciéndose graves distorsiones en la teoría de la comunicación, que era más bien una teoría de la información y de los medios masivos (López Pérez, 1998).

Incluso dentro de esas concepciones reducidas de la co-municación hizo falta lo que Blanca Muñoz (2011:1) indica: “para llegar a la elaboración de un modelo informativo-conocimiento hay que partir de fundamentar la pregunta de cuáles son los límites, posibilidades y extensiones de la razón comunicativa y de la comunicación entendida desde su funcionamiento cultural-masivo”. Porque hizo falta para fundamentar una ciencia de la comunicación, establecer la estructura y la función de ésta den-tro de un conjunto de instituciones y sistemas normativos y sim-bólicos de la sociedad así como de la interacción con el individuo y sus grupos (Muñoz, 2011).

Desde esta visión más sociológica y global, la teoría de la

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información tendría un lugar propicio para dar cuenta de algunos procesos informativos de las sociedades industriales pero no de todos y podría explicar algunas modalidades de comunicación de los individuos y de los grupos, pero no de todas.

Lo que ocurre es que la teoría informacional no contempla un elemento esencial en la comunicación real, como lo es el sig-nificado del mensaje, es decir la dimensión más significativa, por lo que presenta limitaciones para convertirse en una teoría de la comunicación más comprensiva (Di Paolo, 2010:71).

Aunque la corriente interpretativa o culturalista, recogida bajo el nombre de los Estudios Culturales- que profundizaremos más adelante- se centró en la interpretación del receptor y el sen-tido del mensaje, para recuperar una visión más comprensiva, no ha abordado los problemas de asimetrías entre el E/R en cuanto a sus competencias y posibilidades estructurales para producir sentido y significaciones. Por un lado, apoyados en la semiótica y la antropología, los estudios culturales se acercaron a la comuni-cación con un enfoque más simbólico, pero siguieron haciéndolo desde la perspectiva de la cultura masiva en su relación con los receptores, ahora concebidos más activos y no tan pasivos.

Para hacer frente al hecho de que la teoría de la infor-mación es sólo una teoría de la transmisión más no de la co-municación interpersonal, la denominada Escuela de Palo Alto (Colegio Invisible) -también a revisar en la II Parte de este texto- representada por estudiosos como Bateson, Hall, Goffman y P. Watzlawick, sostiene que la comunicación debe estudiarse en las Ciencias Humanas según un modelo que le sea propio (López Pérez, 1998:6). Es así como aparece el enfoque pragmático de la comunicación para avanzar en una perspectiva antropológica y circular del fenómeno, la cual centró su atención en los procesos de codificado y decodificado de la comunicación y sirvió de base a los estudios psicolingüísticos (Galeano, 1988:20), pero que dejó por fuera el abordaje de las interacciones, las emociones y las influencias del entorno y la cultura. No obstante, este enfoque sí se fundamentó en una mirada constructivista, según la cual, la realidad no es independiente de la experiencia y ésta del obser-

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vador, por lo que el mundo no es otra cosa que la construcción que hace el observador (López Pérez, 1998:7).

La necesidad de rescatar no sólo el análisis del mensaje sino la relación que a través de él se establece entre el emisor y el receptor y la relación que este mensaje tiene con respecto al sistema de referencias que la sociedad, el grupo o el medio humano atribuye al referente (Piñuel, 1981:84), nos conduce a pensar en un nuevo estatuto pragmático de la comunicación, según el cual: “la comunicación es un recurso que la naturaleza provee frente a la dialéctica materia/energía, en los intercam-bios con el medio natural y social por parte del ser vivo (Piñuel, 1981:77). Y como recurso para la relación, la comunicación está altamente relacionada con la acción, ella se manifiesta como un sistema de respuestas frente al entorno, que posee varias alter-nativas de acción, de usos diversos y heterogéneos, vinculados con un entorno y con sus referentes o representaciones.

Ese enfoque va más allá del estudio de la comunicación sustentado en la lengua y concibe a la comunicación como un todo integrado que abarca lo verbal y lo no verbal, una nueva gramática de la comunicación que trata de proponer un puente entre lo relacional y lo social, entre lo que regula las relaciones interindividuales y las sociales (Miége, 1995).

Sin embargo, este enfoque pragmático considera que no es necesario que haya una intencionalidad en la comunicación, porque según él siempre comunicamos, aunque callemos. Y allí encuentra su divergencia con una propuesta de comunicación más simétrica, según la cual, la comunicación es poner en co-mún, lo cual supone una conciencia o intencionalidad de quien comparte algo con otro y posee una visión más humana en un clima de mayor libertad e igualdad.(Lazcano Peña, 2009:18).

Esta otra concepción, que aparece en la segunda mitad del siglo XX con un enfoque diferente al pragmatismo y al fun-cionalismo, proviene de la filosofía personalista, el pensamiento dialógico, el análisis existencial y el pensamiento relacional. Al reflexionar sobre lo qué es la comunicación y no sobre cómo fun-

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cionan los medios, se va desmarcando de las escuelas clásicas, como lo analizaremos en la II parte de esta obra.

Dicha corriente se fundamenta en la comunicación huma-na, entendida como proceso relacional sustentado en un acuer-do social, simbólico y basado en reglas y significados compar-tidos. Considera que aunque la comunicación tiene raíces en eventos naturales porque todos los símbolos están sustentados en unidades materia/energía que constituyen los mensajes sen-soriales que intercambiamos, la significación comunicacional no es natural sino social, está sujeta a una codificación social, a una historia y a unas reglas de comunicación creadas y creídas por los hombres.

El mismo David Berlo, a finales de los setenta, ya hacia una revisión de su modelo de comunicación, para dar lugar a una nueva comprensión de la comunicación humana como pro-ceso y propone las siguientes consideraciones para superar el esquema causa-efecto positivista de la comunicación (Cortés, 1992: 47-50):

a) La comunicación debe ser considerada como un pro-ceso de crear-creer, porque hacer creer es tan real como la realidad física. Las reglas usadas por los hu-manos en sus actividades simbólicas no son natura-les, devienen de un acuerdo, ellos deciden si las acep-tan o no, si creen o no en las afirmaciones que realizan bajo esas reglas. Por eso la comunicación es creada y creída y es tan real como la realidad física.

b) Las relaciones comunicativas no están sujetas a leyes naturales, a leyes causa-efecto, porque causa no es lo mismo que control. Un sistema de comunicación pue-de estar bajo control pero no todas sus relaciones son causales. Estar bajo control es ser predecible frente a una serie de expectativas que conducen a un conjunto de predicciones.

c) Las relaciones de comunicación remiten a una interde-pendencia o dependencia mutua porque no se basan

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en relaciones de dependencia causa-efecto sino de dependencia conjunta, donde es posible elegir entre opciones en cuanto a cómo se quiere ser interdepen-diente.

d) La comunicación no necesita ser una relación direc-cional, porque no se limita a una relación unilateral y pasiva entre E/R. Más bien es una relación donde am-bos se aproximan a un encuentro con expectativas y planes para intercambiar y recíprocamente utilizar el mensaje, y no es un contacto en el cual el emisor utili-za éste para dirigir al otro.

e) Los lenguajes naturales no son óptimos para discu-tir la comunicación, porque ellos están basados en el concepto newtoniano de proceso en su estructura sintáctica. Con ese lenguaje es difícil referirse a la co-municación, porque ubica al ser separable de la acti-vidad. Para ello se necesita de códigos artificiales que acerquen esa estructura sintáctica a la realidad del lenguaje de la creación- creencia. Porque la comuni-cación no es solo un proceso de transferir información o significados, sino un proceso de elicitación de signi-ficados compartidos, que considera además la acep-tación conjunta de las reglas de relación que están en la acción misma y el papel que juega la interpretación y el compromiso. Porque la comunicación es un juego social con jugadores y reglas que definen el juego, de manera que un cambio de ellas cambiaría el juego de conversaciones, las cuales pueden ser muchas y va-riables.

En el fondo, la alternativa que se afinca en estudiar más qué es la comunicación antes que los medios, se detiene en los procesos simbólicos que relativizan los códigos, los imagi-narios sociales, los aprendizajes y creencias culturales, que le otorgan un fundamento práctico social a la acción de comunicar y al establecimiento del diálogo, pero que al mismo tiempo nos devela que algunos procesos de comunicación tienen un arraigo

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en nuestra cultura y no otros. Lo cual no ha sido producto de un proceso de selección natural sino cultural y simbólica, que se corresponde con un período histórico determinado y un tipo de sociedad específica.

De manera que se asumió como normal y legítimo expli-car y comprender la comunicación desde el modelo de transmi-sión de información, propio de la sociedad industrial avanzada, que dio origen a la cultura de masas. Pero eso no significa que la verdadera comunicación, como relación humana, no existiera para la sociedad, la ciencia y las instituciones legitimadas de nuestras sociedades occidentales, sino que se le relegó a un se-gundo plano, al espacio de la vida privada. Y con ello, se le negó su carácter científico, sustentado en la perspectiva ontológica, ya que se le confinó al mundo del lenguaje de las palabras, que no merecían el rango del “saber culto”, por lo que la comunica-ción humana no podía constituirse en una disciplina con pers-pectiva propia. (García Jiménez, 2008a).

La perspectiva ontológica busca entonces rescatar a la comunicación como el centro de una teoría propia, reconocien-do su carácter disciplinar y ubicando el problema del ser en el centro de su reflexión, para considerar que la misma no es un fenómeno secundario que pueda ser explicado por anteceden-tes psicológicos, sociológicos, culturales o económicos, sino que ella es en sí misma un fenómeno primario, ya que constituye la esencia del ser. La comunicación es central en la sociedad por-que mediante ella forjamos nuestra identidad y lo que somos, porque el mundo y las cosas no son hasta que la comunicamos y la construimos simbólicamente, de manera que la configuración de la sociedad y nuestro ser es esencialmente comunicativa.

A partir de esa propuesta, la perspectiva ontológica se desmarca de las teorías clásicas tradicionales, cuyo centro de interés había sido el estudio de los medios, para intentar cons-truir su propia identidad como disciplina, la cual abordaría qué somos y cómo nos constituimos a partir de la relación comunica-cional, dialógica y simbólica.

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Aunque la comunicación ha tenido un objeto de estudio desde hace tan sólo cincuenta años, durante ese período la práctica comunicativa del ser social ha sido ignorada. En ese tiempo la comunicación ha sido una teoría físico-matemática, basada en el modelo de Shanon y Weawer, luego una teoría social con sustento en la lengua de Saussure y en la antropolo-gía cognitiva de Levy- Strauss, para pasar a ser más tarde una teoría psicológica con base en la percepción de A. Moles y en la interacción de Bateson y Watzlawick. Pero cuando aparecen los enfoques funcionalistas derivados hacia la comunicación de masas, la comunicación ya no es ningún objeto a explicar, como lo pretendían los enfoques anteriormente nombrados, sino un objeto a aplicar para la explicación de otro objeto dis-tinto: la conducta de las personas y la estabilidad social del sis-tema. Incluso hasta para la misma Escuela crítica de Frankfurt, la comunicación es solo manifestación de otra cosa: la cultura como epifenómeno de la sociedad (Piñuel, 1986: 51).

El problema reside, según Piñuel (1981:69) en la nece-sidad de realizar los análisis de mensajes apoyados en el es-tatuto epistemológico de una teoría de la comunicación sólida-mente establecida y no partiendo de modelos pertenecientes a la psicología, lingüística y sociología. Para el autor, la teoría de la comunicación debe ser el paradigma desde el cual se ana-lizan los mensajes, a través de una metodología que no sea ajena a esa teoría. Por eso ni la teoría de la información, ni la teoría de los sistemas sirven para abordar los procesos comu-nicativos, como tampoco los enfoques de análisis de contenido o los estructurales de la lingüística.

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1.3 Recuperando la esencia y afrontando los retos frente a los cambios y transformaciones actuales

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Por ello se hace indispensable construir una teoría de la comunicación con sus propios métodos de análisis, que supe-re la mera descripción cualitativa-cuantitativa para incidir en el proceso epistemológico de verificación o falsificación de dicha teoría.

Según Piñuel (1986: 51), la teoría de la comunicación como teoría científica, se ve obligada a resolver el problema de la verdad para el conocimiento de la comunicación, pero también como teoría social se ve obligada a tomar en cuenta en asunto de los fines o intenciones primarias.

Por su parte para autores como Leonarda García Jiménez (2008ª), se produjo un desvío del verdadero objeto de estudio de la comunicación, el diálogo. Por eso considera que siempre se ha tratado de justificar el estudio disciplinario de la comunica-ción desde la epistemología (producción de conocimiento) y no desde la ontología, que es la clave para configurar una ciencia y preguntarnos ¿qué somos y cuál es el acuerdo de la comunidad científica en torno a nuestra disciplina? El reto de las ciencias de la comunicación será entonces recuperar nuestro objeto de estudio: la comunicación desde una perspectiva ontológica que ubique el problema del ser comunicativo en el centro de su inte-rés y que lo haga desde una propuesta teórica propia.

No obstante, frente a este enfoque filosófico-ontológico de una teoría general de la comunicación han surgido controver-sias. Al respecto Bernard Miége (1995:129) alerta que ello “pue-de conducir a un reduccionismo abstracto que no abordaría la complejidad de lo social en la actualidad y que buscaría imponer un paradigma único”. Aunque sostiene la necesidad de afirmar la especificidad de las ciencias de la comunicación, mediante el desarrollo de un programa de trabajo que recoja los cambios ac-tuales en torno a los siguientes aspectos: a) la articulación de los dispositivos técnicos con la producción de los mensajes y senti-dos. b) la inserción social de las tecnologías de la información y la comunicación y las actividades de los usuarios consumidores en el funcionamiento de los dispositivos. c) la puesta en eviden-cia de los procedimientos de escrituras de los mensajes y de las

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condiciones de producción y realización. d) la dimensión socio-lógica, política y económica de las actividades de información y comunicación que dan lugar a la experimentación e innovación de nuevos soportes. e) el estudio de los cambios en los proce-sos de mediación.

Lo que tiende a imponerse ahora es que las ciencias de la comunicación evolucionen hacia el pensamiento crítico, que cuestione las teorías dominantes y sus fundamentos y propon-ga nuevos paradigmas en el sentido en que lo plantea Popper (1975), capaz de enfrentar los desafíos que nos plantean los profundos cambios científicos, tecnológicos, culturales, políticos y sociales. La revolución constante de los medios hacen que in-cluso los procesos de comunicación sufran transformaciones im-portantes, ya que los usuarios pueden ser emisores a bajo costo acabando con el monopolio de los medios para la construcción y emisión de mensajes (Telefónica, 2004).

La nueva realidad de las comunicaciones contemporá-neas ha llevado a uno de los teóricos clásicos, Denis McQuail (2006) a dejar de centrar su atención en la influencia que ejercen los medios de comunicación para preguntarse por los cambios operados sobre esta influencia a partir del surgimiento de nue-vas formas de comunicación social y de la nueva estructura glo-bal del sistema mediático.

Los nuevos enfoques son necesarios no solo debido a los cambios tecnológicos sino por los cambios reales que han ubi-cado a la comunicación en el centro de la vida de las personas y que hacen que la comunicación de masas no solo deba intere-sarse por la comunicación masiva, sino en los nuevos modos de comunicación en red (Mc Quail, 2006). Considera el autor que aunque muchas de estas teorías clásicas siguen siendo válidas necesitan de unas formas distintas de conocimiento teórico.

Igualmente, Saperas (1998) ya insistía en que los cambios ocurridos en el contexto histórico y social, a partir de la emergen-cia de la sociedad de la información y de la influencia cada vez mayor de las tecnologías de la información y la comunicación

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que afectan al sistema comunicativo, lo cual obliga a una revisión de la teoría de la comunicación, a modo de recoger la tendencia actual que se encarga de estudiar el sistema comunicativo como un sistema social particular caracterizado por su centralidad, me-diación y transversalidad frente a otros sistemas sociales.

Es evidente que el estudio de la comunicación social ha evolucionado hacia unos enfoques interdisciplinarios y eso per-mite responder a diversas preguntas devenidas de diferentes perspectivas y nos da una visión más rica sobre el papel de la comunicación masiva en las sociedades y su vinculación con los procesos culturales y sociales a fin de entender mejor los mode-los de influencia no unilaterales sino negociados que los cambios en los sistemas de medios están introduciendo hoy día (White. 1987:103).

En consecuencia, se asoma como más factible hacer de la interdisciplinaridad, el modo de aprehender, explicar y compren-der mejor el objeto comunicacional y apoyar las propuestas teó-ricas con observaciones empíricas y con análisis de situaciones comunicacionales. El autor Miége (1995), sostiene que para las ciencias de la comunicación es más fructífero sustentarse en la cooperación inter-ciencias a pesar de las resistencias que plan-tean otras disciplinas legitimadas, pero procurando la necesaria afirmación de la especificidad de las ciencias de la comunicación.

Según Rodrigo Alsina (2011), no hay teorías únicas, sino enfoques contrapuestos y hasta divergentes en la teoría de la co-municación, por eso mismo no hay acuerdo sobre la influencia so-cial de las tecnologías de la información y la comunicación. Esta última es un fenómeno complejo y multifacético, atravesado por varias lógicas (industrial, organizacional, tecnológica, cultural, po-lítica, informativa). Es factible que con la aparición de estas tecno-logías pueden aparecer nuevas teorías, pero lo que no es seguro es que ellas desplacen a las clásicas. Lo más probable es que se produzca una cooperación y tolerancia mutua entre los enfoques cualitativos y cuantitativos. Reconociendo que cada una de las perspectivas es capaz de analizar unos aspectos de las tecnolo-gías mejor que otros.

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Capítulo Il

Teorías clásicascríticas

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Dentro de las teorías clásicas de la comunicación se han desarrollado corrientes críticas que se han sustentado en la sociología crítica, el marxismo, la economía política, la lingüística, la antropología, la etnometodología y la semiótica, las cuales han significado una conjunción de enfoques discipli-narios para abordar la cultura masiva desde una perspectiva más sociológica y cultural y menos positivista, por lo que han asumido un rol de mayor criticidad y menos funcional frente a los medios y sus impactos sociales e individuales. Entre ellas encontramos las siguientes:

Si bien en una primera aproximación, la Escuela de Frankfurt apoyándose en el marxismo y la sociología crítica asumió a través de sus representantes (Adorno, Horheimer y Marcuse) una posición radical sobre la industria cultural, con su “teoría crítica de la sociedad”; en una segunda etapa, Jürgen Habermas ya se encargará de deslindarse de la actitud pesi-mista de sus predecesores frente a la posibilidad de liberación, que según él entraña la razón para las sociedades modernas.

Es así como con su “teoría de la acción comunicativa” sostiene que frente a los efectos de manipulación directa de los medios, la acción comunicativa inserta en la vida cotidiana actuará como una defensa, ya que el diálogo serviría como un contrapoder frente a los medios, de manera que la acción co-municativa ejercería un rol decisivo en la defensa de la libertad y la racionalidad de los sujetos capaces del lenguaje y de la ac-ción. El discurso se sostiene pues en la argumentación de los sujetos, donde se entrelazan la crítica y la teoría, la ilustración y la fundamentación (Fernández, Sergio, 1997). Habermas se aleja así de la primera Escuela de Frankfurt, la cual también concebía al receptor o sujeto como presa fácil de la persuasión

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2.1 La escuela de Frankfurt: de los fundadores a Jürgen Habermas

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de los medios.

La teoría de la acción comunicativa, según Noguera (1996:133) no puede entenderse sin referencia al cambio de pa-radigma que ha tenido lugar a partir del Siglo XX en la filosofía occidental: ya que la filosofía clásica se apoyaba en el paradig-ma ontológico (pregunta por el ser), la filosofía moderna en el paradigma de la conciencia (pregunta por el conocimiento) y la filosofía posmoderna en el paradigma lingüístico (pregunta por el lenguaje y la subjetividad).

Por lo anterior es que Habermas se aleja de la filosofía moderna y del reduccionismo categorial del marxismo clásico, que concibe al sujeto como actor aislado que se enfrenta al mun-do exterior objetivo. Y donde el concepto de trabajo y de hombre- faber es lo esencial. Mientras que para este autor, la categoría básica en la constitución de la especie humana es la interacción social, la comunicación y el lenguaje. El entendimiento lingüís-tico ayuda a fundar la conciencia individual a través de la inter-subjetividad, la comunicación con otros, en un contexto donde los sujetos son participantes no objetivantes.

A partir de allí, Habermas plantea la necesidad de recons-truir la teoría social crítica que considere el tránsito de la filosofía de la conciencia y del paradigma productivista al paradigma de la comunicación, para sustituir al primero por el segundo, ya que éste es más comprensivo y amplio. Añade además no solo la racionalidad instrumental sino las dimensiones práctico-morales y estético-expresivas de los sujetos que pueden hacer de la co-municación una acción liberadora e inclusiva.

Aunque Habermas no dice que la sociedad pueda enten-derse solo en términos comunicacionales o de interacción lin-güística, sí señala que los fenómenos sociales están siempre lingüísticamente mediados (Noguera, 1996: 136). Y con ello, introduce el concepto de “giro lingüístico”, según el cual, los in-dividuos tienen una capacidad de diálogo para entenderse y rea-lizarse tanto individual como colectivamente (Pineda, 2004:35).Este concepto en la Filosofía y en las Ciencias Sociales alude

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a un cambio de comprensión del rol del lenguaje en su relación con la realidad, de un rol descriptivo que ve a la realidad como objetiva, extensa, a un rol fundante que la considera como pro-ducto de un entendimiento intersubjetivo (Delgado Flores y Díaz, 2010:232).

Pero ese concepto ha ido derivando hacia un “giro prag-mático”, porque concibe que el lenguaje no solo tiene funcio-nes cognitivas o de transmisión de información, sino también de coordinación de la acción y de la apertura al mundo, al hacer posible la discusión de los criterios de validez dominantes en una sociedad, mediante actos racionales del lenguaje y de ar-gumentos que buscan convencer a otros discursos para llegar a un consenso libre de coerción. Esa es la razón por la cual la racionalidad comunicativa de Habermas es una racionalidad pragmática, a diferencia de todas las demás que han imperado en las sociedades occidentales.

Es una racionalidad que coordina y reproduce procesos sociales cotidianos (creencias, valores, normas, relaciones o ins-tituciones), que forman parte de la vida cotidiana de los sujetos en sociedades concretas (las occidentales), pero que tienen un potencial universal porque cualquier individuo capaz de hablar y de acción, las puede ejecutar.

A partir de ese cambio de concepción, Habermas se des-marca de la clásica Escuela de Frankfurt y de la razón de la filosofía clásica para dar paso a una racionalidad social que es cotidiana y situada, y que ya deja de ser un asunto filosófico para convertirse en sociológico, dando lugar a un giro pragmático que conlleva la socialización de la racionalidad (Noguera, 1996: 140). Una racionalidad que coloniza el mundo de vida, a través de me-canismos de control como el poder y el dinero, pero que paradó-jicamente en las suturas entre el sistema y el mundo de vida se pueden dar acciones de resistencia intersubjetiva (Barba, 1994).

Habermas considera que la acción comunicativa no con-siste solo en hablar sino también en actuar, ya que es en el mundo de vida donde hay espacio para la liberación del siste-

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ma administrado, porque a través del entendimiento lingüístico y simbólico, del espacio de la cultura, de la socialización de las normas, los valores y los saberes es donde se puede revertir, cuestionar y rebasar los argumentos dominantes que reprodu-cen el sistema social. De allí que sea fundamental, para este autor, su concepto de acción comunicativa, que lo diferencia de sus predecesores marxistas, quienes tienen una visión más radical y más centrada en los aspectos económicos y materiales de las sociedades capitalistas que en los aspectos culturales y comunicativos del mundo de vida de los sujetos sociales.

Aunque el enfoque de Habermas abrió el panorama plan-teado por la Escuela de Frankfurt –de raíz marxista- hacia los problemas del lenguaje y de la pragmática, hay autores como José Antonio Villar (2009: 39) que hacen una serie de cuestiona-mientos a sus planteamientos, tales como los siguientes:

a) Habermas omite el componente psicológico del suje-to, porque a pesar de que habla de la intersubjetividad no tiene en cuenta que los sujetos mantienen relacio-nes variables que dependen fundamentalmente de la esencia y el carácter psicológico de los actores, lo cual determina el modo de relación y, por ende, el resultado de la interacción.

b) Cuando habla sobre la instrumentalización de la ra-zón, Villar indica que ésta no es ni buena ni mala de por sí, sino que eso depende de los objetivos por los cuales se ejecuta: si es para colonizar a los sujetos, sería rechazable, pero si es contra la colonización sería más bien un antídoto de la cultura. Por lo que puede haber una instrumentalización positiva, cualita-tivamente hablando.

c) Sobre los aspectos cualitativos relacionados con los valores éticos y las metas presentes en la acción co-municativa en busca del consenso, los acuerdos y la inter-comprensión, Villar sostiene que la acción comu-nicativa puede no pasar de ser un intento de comuni-

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cación sin consecuencias, sin debate y sin acuer-dos.

Estas críticas de Villar (2009: 42), parten del supuesto de que para él, la comunicación más que un proceso es un estado, resultado de una situación estructural, evaluable, de relación y medios entre actores, surgida de sucesivas tran-sacciones entre ellos y permanentemente modificable gracias a la dinámica transaccional ininterrumpida. La acción comu-nicativa sería apenas un primer peldaño porque la acción no requiere reciprocidad e intercambio de roles, mientras que la transacción es una acción con efecto recíproco e intercambio de roles.

La posición de Habermas hacia el “mundo de vida” como categoría de análisis de los procesos de comunicación introdujo un espacio para la confrontación en las posiciones del marxismo clásico frente al estudio de la cultura masiva, las cuales concebían que los medios ejercían impactos negativos y unidimensionales sobre los receptores pasivos, que por su poder de manipulación no dejaban ninguna opción de libera-ción a los sujetos sociales.

La corriente crítica, conocida como la de “ la Economía Política de la comunicación”, cuyos pioneros fueron H. Schiller y Dallas Smythe, en USA; N. Garnham, Murdock, A. Mattelart, E. Bustamante y R. Zalló, en Europa, y Luis Ramiro Beltrán, E. Fox, A. Pasquali, J. Martín Barbero, en América Latina, co-menzó a tomar auge entre los años setenta y ochenta. La mis-ma apoyaba sus estudios en los enfoques economicistas y trasladó a la comunicación sus planteamientos sobre el poder,

2.2 De los enfoques de la economía política a los estudios culturales

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el dinero y las fuerzas productivas que actúan en las relaciones culturales y comunicacionales de las sociedades capitalistas oc-cidentales, donde no dejaban ningún resquicio para el cambio y la transformación a partir de lo cultural. Se concebía que la cultura era un espacio separado de lo material y de la vida con-creta de los sujetos, por lo que no se limita a abordar lo cultural a partir de lo estético o de la sociología de la cultura de masas (Miége, 1995).

Según Francisco Pellegrino (2010), la Economía de la Comunicación, como él la denomina,

“es aquella ciencia social que estudia la producción, distri-bución y consumo de la información y el conocimiento, en tanto bienes intangibles, susceptibles de ser expresados en términos monetarios y cuya comunicación masiva se realiza a través de las industrias culturales, todo ello para entender cómo la propiedad y la estructura de los medios de comunicación deriva en un elemento económico con eco en todas las demás actividades productivas y en el entramado político y cultural de las sociedades” (p.38).

Los trabajos que arrojó esta corriente sobre la comuni-cación ayudaron a comprender los complejos procesos econó-micos e industriales que mueven a los medios en las socieda-des occidentales y los fuertes lazos de corporaciones y grupos financieros que soportan su funcionamiento como aparatos de ejercicio de poder ideológico. No obstante estas investigaciones olvidaron los aspectos vinculados con las potencialidades de los sujetos receptores para revertir los mensajes, apropiárselos y darles un sentido en sus vidas cotidianas. Dejando con ello de lado, lo relativo a los aspectos subjetivos, emotivos que mueven las acciones de los sujetos en sus contactos cotidianos y en su mundo de vida.

En una segunda fase, esta corriente abandona un poco el economicismo y se vuelve más pluridisciplinar, sobre todo a partir de los planteamientos de Armand Mattelart, quien apoyado en Foucault modifica su propuesta teórica, al retomar el tema del

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sujeto, del rol de la sociedad civil, de la memoria, de lo local, en la constitución de la democracia y del placer que brinda la televi-sión al usuario (Miége, 1995).

Posteriormente ha aparecido una nueva generación de estudiosos, tales como O. Gettino, H. Muraro, Martín Becerra y G. Mastrini, en Argentina; C. Bolaño y Brittos, en Brasil; F. Sie-rra, en España; J. Estinou, D. Crovi y E. Sánchez, en México y J. M. Agüirre, M. Bisbal, C. Guzmán y F. Pellegrino, en Ve-nezuela (Pellegrino, 2010:40-44). La cual pretende por un lado, recuperar el carácter crítico de los fundamentos marxistas de la Economía Política de la Comunicación y por otro, abordar, las nuevas relaciones globalizadas de las multinacionales de la co-municación y la cultura.

Esa confrontación, a la que dio pie el planteamiento de Habermas sobre el mundo de vida, tuvo como contraparte la corriente denominada de los “Estudios Culturales”, que surge a finales de los años ochenta y principios de los noventa, la cual viene a centrar su atención en el sujeto-actor de la comunica-ción, quien no solo es concebido como alguien que se comunica con otros, sino que al hacerlo ejerce una acción simbólica, prác-tica que nos permite comprender mejor de dónde viene el siste-ma, cómo es producido y reproducido, y cómo cambió el pasado y cómo será el futuro (Ortner. 1993:41).

Esta postura teórica que también bebió del marxismo, pero sobre todo de la antropología, la etno-metodología y la so-ciología de las interacciones sociales, insiste en que no es posi-ble separar la base de la superestructura porque el sistema no está fragmentado, sino que es una totalidad relativamente intrin-cada que se debe remitir a la práctica. Y no es posible compren-der su funcionamiento si se deja por fuera la cultura y el espacio de las interacciones sociales.

Por ello se concentra en analizar las acciones o interac-ciones asimétricas o dominadas de las sociedades concretas, asumiendo que la sociedad y la historia no son la simple repre-sentación y adaptación a estímulos particulares sino que están

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gobernadas por esquemas organizacionales y evolutivos, incor-porados dentro de formas institucionales, simbólicas y materia-les, que en conjunto constituyen el sistema (Ortner; 1993: 44), donde se dan relaciones de asimetría, inequidad y dominación, en un tiempo y lugar dado, haciendo que la hegemonía sea una forma de vida, de cultura, de dominación y subordinación vivida por clases particulares. (Williams, 1982)

Según los Estudios Culturales, cuando los sujetos inte-ractúan ponen en juego reglas y normas que forman parte del comportamiento rutinario, altamente moldeado en el espacio do-méstico, y aunque el sistema constriñe la práctica, la acción está constreñida de forma más profunda y sistemática por la cultura, ya que ésta es la que controla las definiciones del mundo de los actores sociales, limita sus instrumentos conceptuales y delimita su repertorio emocional. Así la cultura llega a ser parte esencial del individuo y es también constrictiva. Y aunque la práctica es la que reproduce el sistema, éste también puede ser cambiado por la práctica. Por ello la acción práctica deberá acercarse a la histo-ria, para hacer comprender que la sociedad es un sistema, que el sistema es constrictivo pero que él puede ser hecho y deshecho a través de las interacciones humanas.

Ha sido desde la década de los años ochenta, según Ort-ner (1993:20), cuando los Estudios Culturales, apoyados en la antropología, se han centrado en el análisis de las acciones de los sujetos en la vida cotidiana, de sus rutinas diarias, para hacer comprensible cómo la sociedad y la cultura misma son produci-das y reproducidas a través de la intención y la acción humana.

Con sus propuestas teóricas estos estudios se alejan del mero tratamiento lingüístico del mensaje o del análisis del dis-curso, ya que ellos impiden el abordaje de los actos de habla como procesos pragmáticos de la relación social a partir de la intersubjetividad lingüística. Entran así en un “diálogo interdisci-plinar”, según palabras de Rodrigo Alsina (2006), con la sociolo-gía interpretativa, la semiótica y la pragmática para comprender e interpretar la comunicación como un proceso que articula la producción, circulación y el consumo, mediante relaciones sim-

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bólicas y prácticas interactivas.

Según B. Miége (1995), los estudios culturales, apoyán-dose en la teoría de la sociabilidad de Simmel, en la teoría de la acción comunicativa de G. Mead, en la teoría de la dimensión es-cénica de la vida social de E. Goffman y en la etnometodología, tratan de mostrar que un análisis de las interacciones comunica-tivas de la vida cotidiana tienen una dimensión sociológica gene-ral. Ellos han significado una reacción a las ambiciones exagera-das de las “macro sociologías”, son más flexibles, vivenciales y pretenden una desconstrucción de los conceptos de las teorías de la comunicación anteriores.

Por eso, los estudios culturales se acercan más al abor-daje de los espacios micros de la vida de los actores que in-tervienen en las interacciones comunicativas, especialmente en el espacio doméstico y del papel que juegan los medios en los procesos de reproducción simbólica. Y ven en ese espacio una alternativa ante la constricción que ejerce el sistema en el resto de los espacios de la vida humana (el político, el económico), so-bre todo porque allí sería donde podrían introducirse elementos de cambio, a largo plazo, o conversión en los ideales de la gente, sus relaciones y sus condiciones de vida.

Como la cultura no es una esfera separada de la vida y los productos culturales no son inmateriales (Rodríguez, 2011: 151), y como la vida de los hombres ha ido cambiando en los últimos cincuenta años en todos los órdenes (político, social, comunica-cional, tecnológico), es obvio que las experiencias culturales tam-bién hayan ido cambiando y necesiten otros referentes, valores, normas y reglas sociales.

Tal como lo sostienen Lull y Neiva (2011:32), el pasaje me-dial ha ido cambiando tanto en los años recientes que los argu-mentos del siglo pasado ya no hacen avanzar progresivamente el debate. La experiencia cultural de las personas ha cambiado porque ha aumentado la cantidad de información, el tipo de infor-mación que circula, la explosión de las tecnologías de la informa-ción y de los recursos culturales disponibles, y eso ha hecho que

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la naturaleza de las experiencias culturales de las personas haya cambiado radicalmente.

Esa nueva realidad plantea que sea importante para los Estudios Culturales abordar el tema de las prácticas interactivas y los consumos culturales porque la audiencia pasiva está des-apareciendo, para dar paso a audiencias activas, participantes, usuarios o programadores culturales (Lull y Neiva, 2011).

En los años noventa, el debate entre los culturalistas y los críticos estructuralistas llegó a ser duro, acusándose mutua-mente, los primeros a los segundos de ser dogmáticos y de no conocer al pueblo que decían defender. Mientras que los cultura-listas fueron acusados de populistas y posmodernistas, por los críticos. (Kaplún, 2013:71).

También la corriente culturalista ha sido tildada de ser de-masiado “light”, que solo centra los estudios de la comunicación en la cultura, sin indagar en la especificidad de los hechos comu-nicativos, por ser muy particularista y dar mucho protagonismo a un receptor activo (Follari, 2000).

Siguiendo esa misma tendencia, Raúl Trejo (2011:75) sos-tiene que si bien la principal virtud de los estudios culturales es la reivindicación del individuo como receptor, con capacidad para optar y reaccionar ante los medios, de acuerdo con sus circuns-tancias y sus condiciones, a menudo ese rasgo se convierte en una limitación para abordar las condiciones materiales y políticas que determinan las posibilidades de las personas para ser más o menos sensibles ante la comunicación de masas, las cuales son las que definen los intereses y las agendas de los medios mismos. Además, indica que a los estudios culturales se les ha acusado de ser auto-referenciales, de emplear un lenguaje enre-vesado, antiguo y poco conceptual.

También se ha llamado la atención sobre la necesidad de buscar un punto de equilibrio entre los Estudios Culturales y los de la Economía Política, ya que enfocarse solo en el contrapoder de los receptores sería dejar de lado, los fuertes procesos de globalización y homogenización que ocurren actualmente, donde

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tienen a dominar profundos intereses económicos y de poder so-bre las industrias culturales y sobre la producción y reproducción del capital

La controversia sobre los estudios culturales y su distan-ciamiento de la economía política en América Latina ha sido bas-tante fuerte. Incluso hay autores de la región como Renato Ortiz que señalan que no está convencido que existan en América Lati-na dichos estudios como una corriente definida; mientras que Da-niel Mato prefiere hablar de estudios sobre cultura y poder (Silva Echeto, 2008).

A tal efecto, Schneider (2009:82), señala la necesidad de incorporar en los análisis tanto los problemas de dominación po-lítica y cultural, por los cuales se construye la hegemonía de una clase sobre la otra, así como las diferentes realidades culturales vividas por las clases en presencia. Por lo que no solo resulta necesario realizar estudios de comunicación sobre los aspectos de dominación y poder, sino que es fundamental incorporar los estudios sobre las prácticas y lecturas de resistencia, propios de los estudios culturales y de recepción, pero con una perspectiva crítica que ayude en la comprensión del efectivo poder de los “gi-ros o creación de sentido” por parte de los dominados, para minar el poder y el capital.

Por su parte, el español Ramón Zalló (2011: 19), indica que:

“Necesitamos un nuevo modelo más allá del de la Eco-nomía Política, que permita entender la compleja relación de los medios con la sociedad y el poder, en este perío-do. Y para ello los aportes de la sociología crítica de los primeros estudios culturales (Williams, Hall, Thompson) o de Pierre Bourdieu, marcan un interesante camino para deshacer ese déficit”

Continúa afirmando Zalló (2011:20), que la cultura y la co-municación necesitan de las versiones críticas de la antropolo-gía, la sociología crítica y las ciencias políticas, para entre todas y junto a la economía crítica de la comunicación, conformar una

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teoría crítica de la comunicación y la cultura. Asimismo la eco-nomía crítica necesita complementarse con una teoría social y con una teoría del poder; lo cual invita a una mayor flexibilidad y a la integración.

En este mismo sentido, A. Mattelart (2011:160-161), sos-tiene que la separación entre dos corrientes hermanas: la de los Estudios Culturales y la de la Economía Política de la comunica-ción y la cultura, se ha debido al hecho de que los primeros foca-lizaron sus estudios en “la autonomización de la cultura y de la ideología, haciendo pensar en los bienes culturales como puros vectores de mensajes, dejando a un lado el análisis de la exis-tencia y funcionamiento de las industrias culturales y la cuestión de un mundo social organizado por sus productores y sus meca-nismos”. Con su concepto de “giro etnográfico” también se dejó de lado el tema de la ideología y con ello, al texto, para centrarse solo en la audiencia activa. A partir de allí se introdujeron distor-siones entre la estrecha relación de ambas corrientes, tal como lo había concebido su precursor, el inglés Raymond Williams, quien insistía en la necesidad de articular lo material, lo eco-nómico y lo ideológico en tres niveles analíticamente distintos pero imbricados en las prácticas sociales concretas (Garnham y Williams, 1980).

También el autor Herschmann (2011: 178) es partidario de acabar con esa falsa dicotomía y de que desde una perspec-tiva interdisciplinaria se aproximen los estudios culturales con la economía política, para poder así habilitar a los investigadores con mejores condiciones para enfrentar los desafíos de la inves-tigación en el complejo mundo contemporáneo, sobre todo en el campo de las prácticas culturales y el consumo.

Hay otros investigadores que van más allá y llaman la atención sobre el abandono, por parte de los estudios culturales, de los fundamentos de las teorías originales que le dieron senti-do, ya que se concentraron en conceptos como la subjetividad e identidad, sin una vinculación con los contextos sociales, donde tienen lugar relaciones de poder entre los textos o mensajes y las audiencias; y al perderse el contexto no se llega a com-

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prender cómo y sobre todo por qué la televisión u otro medio como Internet, se usa como recurso privado de comunicación en la vida cotidiana (Sierra, 2011:191-192). Por eso, aunque Sierra (2011:196) considera que los estudios culturales aportaron al es-tudio de los medios su capacidad de apertura e integración mul-tidisciplinaria, la investigación sobre el consumo cultural deberá pasar ahora de la cultura a la política, y de los contenidos y actos de consumo cotidiano a los códigos culturales, pensando más allá de lo inmediato la relación entre lo público y lo privado, del trabajo y la cultura no productiva, así como el papel del Estado en relación con el consumo cultural.

El brasileño, César Bolaño (2011:257) sostiene que en los años ochenta y noventa del Siglo XX, los estudios culturales apo-yados en los fundamentos de sus precursores abandonaron la perspectiva de la economía política marxista para plegarse más al enfoque posmoderno y neoliberal, beneficiándose de la crisis del pensamiento socialista que siguió a la caída de la Unión So-viética. Por eso, para este autor, la primera tarea de la Econo-mía Política de la comunicación es apoyar la reconstrucción del campo crítico de la comunicación en su totalidad, ofreciendo una alternativa paradigmática, holística e interdisciplinaria, vinculada al paradigma crítico más general del materialismo histórico.

Mientras que Delia Crovi (2011: 263-265) hace un llama-do de atención a los Estudios de la Economía Política, para que busquen acercarse un poco más a los problemas del sujeto, la cultura y no solo de los objetos y sus determinantes económi-cos, ya que hasta los momentos dichos estudios se han centrado básicamente a la industrialización creciente de la información, distanciándose de los enfoques culturales. Plantea que es nece-sario tender puentes hacia otras miradas de los procesos comu-nicativos para abarcar cada vez mejor su complejidad y la de los actores que intervienen.

Y el mexicano, Enrique Sánchez (2011:156), habla de la necesidad de volver a la articulación de los estudios de los me-dios como aparatos culturales y como parte actual del mercado económico financiero global, para abordar a los medios multidis-

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ciplinariamente y a la comunicación como un objeto de estudio multifactorial (Sánchez, 2011: 163) y adecuarlos al momento histórico actual.

En ese entramado entre cultura, economía y comuni-cación que se hace cada vez más evidente en las sociedades contemporáneas, se debe entender, siguiendo a Marta Rizo (2008b) que si bien la cultura es un principio organizador de la experiencia humana y no un conjunto de producciones mate-riales y objetivas de una sociedad determinada (economía), la comunicación es una relación cambiante, móvil, donde se ma-nifiesta la cultura como principio organizador de la experiencia humana, por lo que es necesario extender y abrir los límites de los enfoques de las ciencias de la comunicación para poder explicar y comprender cómo se producen hoy los procesos de comunicación e información, donde entran en juego diferen-tes y profundos cambios en las interacciones humanas, en las experiencias culturales y en los mecanismos de producción, circulación y consumo de los bienes culturales.

Necesitamos hoy más que nunca de los enfoques inte-gradores y no desde visiones parceladas, porque la comuni-cación es una ciencia en construcción, que necesita elaborar teorías propias y fomentar espacios epistemológicos donde florezca la reflexión y la crítica (Di Paolo, 2010: 71).

Latinoamérica ha sido una región donde el pensamien-to en comunicación comenzó a hacer sus cuestionamientos a las teorías dominantes desde los años sesenta y setenta, cuando se hicieron fuertes críticas a los conceptos de desa-rrollo y del papel de los medios para impulsar el crecimiento

2.3La Escuela Latinoamericana:Su postura crítica frente a los paradigmas dominantes

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de la región, poniendo en jaque a la “teoría difusionista” y a los proyectos de comunicación para el desarrollo importados de los Estados Unidos.

La postura crítica al paradigma funcionalista dominante en las ciencias de la comunicación, la realizaron investigadores de la región apoyándose en la Escuela de Frankfurt y en las propues-tas de la CEPAL (Bolaño, 2011: 254-255), los cuales a partir de la teoría de la dependencia y del imperialismo cultural construyen el “pensamiento comunicacional latinoamericano”, en palabras de Marques de Melo (2000), de gran peso en la región hasta princi-pios de los años ochenta.

Lo que ocurrió a partir de la mitad de los ochenta y du-rante los años noventa fue que ese carácter crítico de la teoría latinoamericana perdió fulgor por el ascenso acelerado del neoli-beralismo y su consiguiente pensamiento social posmoderno. De manera que en este período los “estudios culturales” fueron más visibles como investigación en la región, pero sus enfoques se alejaron de los planteamientos más críticos y duros devenidos de la corriente marxista en las ciencias sociales. Hubo un floreci-miento en la región de los estudios sobre “recepción activa”, “con-sumo cultural”, “mediaciones”, pero poco debate teórico y episte-mológico sobre una teoría contextual más crítica que plantease la investigación para la transformación social.

Sin embargo estos estudios tuvieron el mérito de aportar bastante información empírica sobre estos temas olvidados por la corriente marxista que, combinada con los análisis cualitativos, ayudaron a comprender mejor el papel de los medios en la vida de la gente así como en los procesos de mediación y de repro-ducción social. Se puede decir que estas investigaciones sirvie-ron como una llamada de atención a los enfoques duros de las ciencias de la comunicación en cuanto a que se abrieron a una perspectiva más allá de los procesos económicos y financieros que mueven a los medios, hurgando en los espacios emotivos, sensibles y simbólicos de la otra parte del proceso de la comu-nicación. los receptores, y además encadenaron mejor los pro-cesos de producción, circulación y consumo que intervienen en

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la comunicación masiva para hacernos comprender que no se trata sólo de hacer reflexiones críticas a los procesos de produc-ción sino que también era necesario elaborar esas reflexiones en las dos últimas etapas.

De esta forma, se puede reconocer que la investigación latinoamericana de estudios de recepción que se realizó durante este lapso, sirvió para complementar lo que los enfoques críticos iniciales no habían abordado y aún dentro de los límites cerra-dos de los estudios culturales sí hicieron investigación crítica, ya que no solo profundizaron los estudios iniciales de la escuela inglesa y sus pioneros -reseñados en el apartado anterior- si no que muchas veces revirtieron esos estudios al llevarlo a campos más allá de la literatura y más vinculados con la cultura de ma-sas, aportando incluso conceptos teóricos fundamentales como el “mediaciones”, “culturas híbridas” productos de reflexiones devenidas de nuestro contexto latinoamericano. En ese senti-do fue una corriente de investigación que hundió sus raíces en nuestras vidas cotidianas, en un momento histórico y contex-tualizó las teorías producidas en otras latitudes. Eso ya tiene un mérito y nos habla de un espíritu crítico-reflexivo devenido de la confrontación con una realidad social diferente.

Lo que ocurrió realmente es que se produjo una especie de divorcio con la corriente de la Economía Política de la comu-nicación, lo cual se tradujo en una disminución de los enfoques marxistas, en los estudios de la comunicación de la región. Y esta separación entre dos perspectivas que tenían una base co-mún, se tradujo en una percepción de que en la región no se es-taba realizando investigación crítica y de confrontación, cuando realmente ese ha sido el rasgo que ha caracterizado siempre a la investigación de la comunicación latinoamericana.

A finales de los años ochenta se comenzó a gestar en la zona un debate sobre la necesidad de retomar los estudios de la economía política de la comunicación y aparecieron los estu-dios iniciales de Arriaga, C. Bolaño, D. Portales y H. Muraro, los cuales surgen de forma autónoma, pero influenciados por los planteamiento de los años sesenta y setenta o en diálogo con

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autores de la denominada “Escuela Latinoamericana de la Co-municación”, como A. Mattelart, H. Schiller y Elizabeth Fox, recu-perando las críticas y los enfoques de la izquierda a la CEPAL y a la teoría de la dependencia (Bolaño, 2011: 257).

Posteriormente, según Bolaño, en los años noventa este grupo de economía política de la comunicación regional, cuando ya tenía sus bases conceptuales definidas, entra en contacto con los investigadores europeos y canadienses. Actualmente trabaja en la reconstrucción del pensamiento crítico de la co-municación en su totalidad, vinculando el materialismo histórico como alternativa holística e interdisciplinaria frente a las teorías dominantes.

Cualquiera que sea la perspectiva, lo que es evidente es que las ciencias de la comunicación en América Latina siem-pre han estado vinculadas a nuestras condiciones históricas y culturales, porque como lo señalan autores como Agüirre y Bis-bal (2010: 9) desde que los primeros estudiosos aportaron sus teorías” han producido la consciencia de producir conocimiento en discusión y/o negociación con saberes generados en otros núcleos internacionales y metropolitanos”. Lo que ha caracteri-zado a la investigación de la comunicación regional es que los enfoques han sido productos de procesos de apropiación crítica de las teorías y sus bases epistemológicas, que los temas se han focalizado sobre los problemas que nos atañen y que se ha buscado siempre una visibilización identataria en un mundo globalizado (Agüirre y Bisbal, 2010:10).

Por lo que podríamos afirmar, que América Latina ha apor-tado a las ciencias de la comunicación teorías y enfoques desde nuestras realidades y contexto y que lo ha hecho siempre asu-miendo posiciones críticas y de cuestionamiento, cuando se ha considerado que la investigación realizada en otros contextos, especialmente países desarrollados, no se corresponden con nuestras necesidades, ni podrían dar respuestas o soluciones a problemas concretos de nuestro entorno social y cultural. Y esto fue válido tanto para el enfoque positivista-funcionalista, para el enfoque de la Escuela de Frankfurt, como para el de los estudios

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de la economía política y los estudios de audiencia.

Pero esta producción no ha sido lineal sino heterogénea y polémica, y se ha nutrido de diversas corrientes (funcionalismo, estructuralismo, marxismo, estudios culturales) y de múltiples disciplinas (sicología, sociología, lingüística, semiótica, antropo-logía, derecho, economía), lo cual hace que no haya una ciencia de la comunicación unitaria. Y aunque ha habido influencia fo-ránea (norteamericana y europea), se ha producido en la región una forma muy particular de interconexión, ajustes, adecuacio-nes de las diversas corrientes teóricas, muchas de las cuales han sido superadas por las prácticas, como fue el caso de la comunicación para el desarrollo y la comunicación alternativa, dando como consecuencia una aportación original de la región a las ciencias de la comunicación.

Es evidente que esta producción fue en un principio bas-tante de denuncia, contestataria y de confrontación política e ideológica, pero después buscó suavizar el tono para abocarse a afrontar las nuevas interrogantes que planteaban la cultura de masas y las formas de consumo de los medios en la región, desde una perspectiva también particular, más antropológica y cultural.

A partir de allí, la investigación latinoamericana abrió sus fronteras disciplinares a otros enfoques cualitativos y holísticos, haciendo énfasis no solo en los medios sino en los procesos de mediación social y cultural que despliegan los sujetos cuando se enfrentan al consumo de la cultura de masas. Se comienza a dar cuenta de que lo massmediático no puede seguir siendo abor-dado por perspectivas unilaterales porque intervienen factores múltiples y complejos que van más allá del emisor, rescatando el carácter complejo y creativo de los procesos de recepción.

De modo que la investigación latinoamericana realizada por Martín Barbero, García Canclini, Orozco, Mabel Picini y Ro-sana Reguillo, entre otros, apoyados en autores como A. Gram-sci, G. Balandier, Michel de Certeau, W. Benjamín, R. Williams, E. Thompson, Pierre Bourdieu, S . Hall, F. Jamerson, M, Foul-

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cault y M. Maffesoli, comenzaron a revisar las teorías clásicas tradicionales e introdujeron reflexiones en el campo de la comu-nicación sobre el receptor y sus procesos de mediación y todo lo relativo a la vinculación entre comunicación y cultura. Allí tuvo cabida el abordaje de los factores psicológicos, antropológicos y el contexto social donde se mueve el sujeto, ahora concebido como ciudadano, así como las mediaciones sociales y las tec-nológicas contemporáneas y lo relativo al “sensorium”, al que se refiere Benjamín, y todas sus formas de producir sentido.

Todo eso supuso una revaloración cognitiva de la cultura de masas, bajo una perspectiva (Bisbal y Nicodemo, 2010: 136-137), ahora más amplia, integrada y comprensiva sobre el papel de la cultura de masas y su vinculación con la cultura popular en nuestras sociedades. Los estudios latinoamericanos al en-contrarse con “otras miradas”, devenidas de la filosofía, la his-toria, la antropología, la sociología cultural, ayudaron a pensar las transformaciones que sufre la cultura ante los procesos de globalización, ante la aparición de las tecnologías informáticas y digitales, y ante el resurgimiento de los movimientos ciudada-nos y culturales que rescataron el concepto de consumo cultural. Concretamente, Jesús Martín Barbero y Néstor García Canclini iniciaron una nueva vertiente de los Estudios Culturales en Amé-rica Latina, al adentrarse con enfoques más flexibles a estudiar las prácticas culturales que se representan y reelaboran a través de la cultura de masas y los medios masivos (Bisbal y Nicode-mo, 210: 140).

Por eso estos trabajos han renovado los estudios sobre comunicación masiva, por un lado, no se han centrado en el poder omnipotente del emisor, pero tampoco en el estudio de lo meramente tecnológico, sino en los procesos y experiencias culturales que los medios introducen en la vida de los sujetos, de manera que ellos surgieron en un momento en el cual hacía falta abordar el lugar que ocupan los medios en la vida de las perso-nas y el papel de las tecnologías como elementos estructurales de la cultura contemporánea.

Sin embargo, a los estudios latinoamericanos en este

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campo les ha faltado, para ir más allá de los enfoques multi-disciplinarios, los enfoques transdisciplinarios, que permitan una comprensión sociocultural diferente de la vida contemporánea, y poder así dar un salto cualitativo a los paradigmas dominantes de la comunicación y ubicar el papel de la comunicación dentro de una teoría de la producción social de las significaciones so-ciales, lo cual implicaría pasar de la categoría de la “mediación” a la de “producción de sentido” (Pineda, 2004:50).

Es en los últimos años noventa y década de los dos mil, cuando la investigación latinoamericana ha vuelto su mirada a una propuesta transdisciplinar abriéndose a otros campos de las ciencias sociales y de las humanidades.

Como lo evidencia una investigación emprendida por León Duarte (2006: 174), “sobre los paradigmas dominantes en el campo académico de la comunicación en América Latina”, los más recientes estudios aunque continúan apegados a un pen-samiento crítico y progresista, están fuertemente marcados por la idea de actualizar permanentemente el campo de estudio, sus objetos y métodos de investigación, así como el desarrollo pros-pectivo del campo y, especialmente, el de su investigación

De manera que la investigación de la comunicación de la región, desde los años noventa comienza a interactuar con otros campos del conocimiento y al hacerlo llega a reflexionar sobre su propio estatuto disciplinar, para pensar en la necesi-dad de superar las especialidades cerradas y jerárquicas en los campos del conocimiento, en reconocer que la comunicación es un objeto de estudio transhistórico, sociocultural, complejo, mul-tidimensional, centrado en sujetos y en producción de sentido (León Duarte: 175).

Esas reflexiones llevan a la investigación latinoamericana a sustentar la necesidad del pensamiento transdisciplinar para poder afrontar los desafíos contemporáneos, planteados por la globalización, el acelerado desarrollo científico y tecnológico y la emergencia de las tecnologías digitales y el papel central que adquiere la comunicación en las transformaciones sociales, po-

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líticas y culturales actuales.

Se comienza a poner el interés de los estudios regiona-les en los fundamentos teórico-metodológicos de la perspecti-va socio-cultural de la comunicación, que va configurando un campo de estudio abierto, el cual puede favorecer el enrique-cimiento teórico y metodológico de la comunicación social y humana (León Duarte: 176). También desde el punto de vista metodológico, se asume una perspectiva transmetodológica, que combina diversas metodologías (cualitativas y cuantita-tivas) para interpretar y comprender lo que ocurre hoy en el campo de las comunicaciones, desde nuestro contexto históri-co y cultural, y proponer alternativas de cambio y transforma-ción.

No obstante, esa reorientación de las reflexiones lati-noamericanas sobre la comunicación no ha mantenido confor-mes a algunos investigadores regionales como Raúl Fuentes Navarro (2012a), quien considera que todavía en América La-tina la inercia ha impedido cuestionar a fondo los fundamentos sobre los cuales trabajamos en el campo de las ciencias de la comunicación y que incluso, la academia permanece inerte frete a una realidad muy cambiante.

Asimismo, el brasileño Muñiz Sodré (2013: 137) consi-dera que en la región no se puede hablar propiamente de una Escuela de Comunicación Latinoamericana, porque no hay una producción autóctona sino tentativas interesantes por ir a los fundamentos, pero con una dispersión cognitiva del cam-po, que podría ser más bien una virtud.

La necesidad de recuperar la crítica teórica y episte-mológica no se puede negar, porque los profundos cambios han dejado obsoletas a las viejas teorías, modelos y concep-

2.4Recomposición teórica del campo: ¿hacia dónde vamos?

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tos. El momento histórico nos está obligando a tener también que ubicar en el aquí y el ahora a las teorías para someterlas a la prueba de la verdad y ver si realmente son capaces de dar cuenta de lo que ocurre actualmente en el panorama de las co-municaciones.

El retorno a la crítica teórica ha sido planteado por autores como Follari (2000:53), quien indica que no basta con estudiar los medios y a los receptores activos sin realizar una discusión epistemológica que vaya más allá de la cultura para indagar en la especificidad de los hechos comunicativos, es decir, en los estatutos disciplinarios de la comunicación.

Asimismo, Follari (2010) sostiene que aunque la crítica teórica es necesaria hace falta también especificar una teoría de la posmodernidad, que ayude a comprender que lo posmoderno es el suelo cultural donde hoy nos toca actuar y que depende, por un lado, del desarrollo científico y tecnológico y, por el otro, del incumplimiento histórico del progreso científico como solu-ción a los problemas sociales.

Y es que lo posmoderno se ha enclavado en las condi-ciones corrientes de vida, gracias a las tecnologías de la infor-mación y la comunicación, y nos ha dejado valores como el in-dividualismo, el tiempo vertiginoso, los espacios descentrados, donde el neoliberalismo ha encontrado un buen caldo de cultivo para limitar la capacidad de crítica y de resistencia, pero eso no significa que desde lo posmoderno no se pueda volver a una normatividad, aunque ya no universal, ni única (Follari, 2010).

En ese contexto técnico-político-cultural, de orden épocal que es la posmodernidad, es que resulta vital volver a la crítica teórica para poder rebasar y cuestionar las teorías, los concep-tos y las categorías que hoy día no nos darían cuenta de los profundos cambios que se están produciendo en el seno de las sociedades globalizadas, de las comunicaciones digitalizadas y de las culturas diversas, en suma, en las sociedades posmoder-nas consideradas como un horizonte histórico estructuralmente constituido (Follari, 1992: 4), que exige nuevas modalidades del

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saber y de la subjetividad.

Esas nuevas realidades nos obliga a activar el poder de la crítica con miras a una acción transformadora, que abra el horizonte a las teorías para hacerlas más comprensivas de las interacciones que hoy se dan entre la ciencia, la tecnología y los seres humanos. Al respecto, Michel Serres (2000:37), sostiene que el saber contemporáneo en su totalidad es una teoría de la comunicación, a la cual le otorga un sentido epistemológico en el que la comunicación concentra una serie de procesos (de-ducción, inducción, producción y traducción) que conforman el conocimiento.

En términos de esta propuesta y a partir de los enfoques de la filosofía y la historeografía de las ciencias, las teorías socia-les se abren en una visión integradora con las ciencias naturales para superar la brecha entre cultura y naturaleza que introdujo la modernidad en el mundo occidental.

La revolución científico-tecnológica está produciendo ob-jetos fabricados que son introducidos en nuestra vida cotidiana, los cuales dan testimonio de ambas realidades simultáneamen-te y ante los cuales la reflexión crítica y teórica deberá partir de otros supuestos y paradigmas, que no establezcan fronteras en el árbol del conocimiento sino más bien una visión desde la historia que no busque mezclar las disciplinas ni dividirlas, sino más bien integrarlas (Espinosa y Arellano, 2010) y así entender por qué se desarrolla la ciencia y la tecnología en nuestras so-ciedades.

Con esa visión desde la filosofía y la historeografía de la ciencia y la tecnología en el horizonte histórico de la cultura occidental, los enfoques posmodernos de la comunicación y la cultura podrían ganar mucho, al acercarse al estudio de la na-turaleza, la cultura, la técnica y la sociedad para entender con Serres (2000), que los humanos y los artefactos comparten la vida, ya que estos últimos son construidos por los primeros. Que la tecnicidad es el resultado del intercambio de propiedades hu-manas y de la naturaleza. Que todo objeto posee propiedades

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de mediadores, sean vivos o no, y transportan el mensaje y al transportar modifican el medio, el mensaje y el significado.

De ese modo, la elaboración de un conocimiento en co-municación no quedaría acotada al campo de lo social o de las humanidades sino que haría falta una reflexión epistemológica que incorpore conocimientos y métodos de todas las disciplinas desarrolladas por el hombre, a modo de que las ciencias de la comunicación no se centre exclusivamente en lo social y cultural, sino también en lo material. Para lo cual haría falta un método de síntesis más que transdisciplinar, que mezcle los elementos técnicos y humanos para abordar los cambios que las tecnolo-gías actuales producen en los procesos de humanización y de hominización y nos haga comprender en una visión más holística que esos cambios no son excluyentes sino que están conecta-dos con los tiempos anteriores.

Al respecto, Martín Serrano (2007:5) sostiene que la teo-ría de la comunicación debe abordar el origen de la comunica-ción humana y de la animal, ya que la actitud para comunicar la poseen especies animales que han antecedido al hombre en cientos de millones de años, por lo que es fundamental revisar la teoría de la evolución humana.

En esta perspectiva de la integración de las ciencias, Piñuel y Gaitán (1993: 1) desarrollan un modelo teórico de co-municación sistémico que parte de unas bases biológicas y psi-cológicas, donde se aborda la filogénesis y ontogénesis de la co-municación, así como de unas bases sociológicas, que abordan la acción social y las interacciones dando cuenta de la reproduc-ción social y de la cultura.

El enfoque sistémico propuesto por Piñuel y Gaitán (1993: 1), hace hincapié en la necesidad de comprender cómo han evo-lucionado los seres vivos que actúan, interactúan y se comunican con el medio. Porque la evolución biológica ha sido el resultado de una relación entre organismo y medio. Por ello, las ciencias de la comunicación no pueden desentenderse de los datos que sobre los seres vivos y su adaptación al entorno, producen las

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ciencias de la naturaleza, de lo contario las ciencias de la comu-nicación no podrían aspirar a un estatuto epistemológico que la justifique como una ciencia más en el conjunto de las ciencias.

El modelo sistémico de Piñuel y Gaitán concibe que la comunicación es un sistema abierto al cambio histórico y al en-torno natural y social, y que la historia como sistema comprende tres subsistemas: el ecológico o natural basado en interacciones adaptativas con el entorno, el comunicacional donde ocurren las interacciones o intercambios con otros seres humanos y el social, donde se dan las interacciones socioeconómicas. Entre ellos se dan articulaciones regidas por regulaciones, que en el mundo ecológico son las reglas reductoras de la aleatoriedad, en el comunicacional son las regulaciones representativas o pautas expresivas y en el social son las normas y valores.

Esta visión supone que se producen mediaciones entre la naturaleza, el hombre y la sociedad a través de los intercambios de información entre los actores sociales, individuales o socia-les. Ese intercambio media entre el acontecer y los hombres y se ha ido institucionalizando a través de los medios, al producir me-diaciones sociales. De manera que la mediación comunicacional devino en mediación social entre el sistema social y el ecológico e integra el cambio o conflicto social o del mundo físico dentro de una estabilidad o consenso, mediante prácticas comunicati-vas, expresivas y significativas, por lo que consolida un sistema cultural (Piñuel y Gaitán, 1993:12).

A partir de esta propuesta sistémica podríamos comenzar a reflexionar sobre la necesidad de pensar en una ciencia de la comunicación que articule las bases sociológicas de la comuni-cación con las bases biológicos y psicológicas de la misma, para ir a los orígenes de la comunicación y al propio sentido del ser, del carácter e identidad del hombre y a comprender cómo en la cadena evolutiva de los seres vivos, el hombre en su relación y adaptación con el entorno devino en un ser expresivo, simbólico y social.

Esa perspectiva simbólica, contextualizada y creativa

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como objeto de estudio de la comunicación, antes que la pers-pectiva meramente relacional, sería la que haría posible com-prender las características propias de la comunicación como un proceso de compartir contenidos cognitivos y acciones del significar, que expliquen que no solo se trata de compartir sino que tiene que haber una voluntad de hacerlo, alguien con quien compartir y las acciones de los que comparten: la expresión de uno y la interpretación o comprensión del otro.

Esa visión sería entonces más concreta y nos mostraría a la comunicación como humana, referencial, compleja y social, la cual se da en un presente vivido. Como un proceso que implica integración, comprensión, interpretación, convivencia, pero que no es un proceso acabado y perfecto.

En términos de Moreno (2008:9):

“su carácter simbólico depende más de la acumulación de experiencias sustentadas en la dialéctica propia de su historicidad. Va de la mano de la explicación de lo que es el hombre y el significado de su existencia, lo cual va más allá de lo epistemológico y de lo lógico-formal, y tiene que ver con la comprensión de cómo el ser humano ha ido evolucionando junto con la naturaleza y la historia”.

El acercamiento entre las ciencias humanas y naturales se hace perentorio para comprender en su verdadera perspec-tiva la evolución de la comunicación humana en su articulación dialéctica con la historia y la naturaleza. Eso ha llevado a Martín Serrano (2013:25) a decir que en la teoría de la comunicación se debe pasar del enfoque antropocéntrico al antropogénico, ya que el primero establece un corte cualitativo entre el conocimien-to referido a la especie humana y a los animales, mientras que el segundo es un proceso evolutivo y al mismo tiempo histórico que permite abordar la aparición de la especie humana, la con-formación de las características distintivas de nuestro género y de nuestras sociedades y a sus permanentes transformaciones. Según, este autor, la teoría de la comunicación deberá ser capaz de relacionar los aspectos biológicos y culturales de la comuni-

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cación y partir desde sus orígenes como mecanismo evolutivo, cuando no había aún seres humanos, ni cultura, ni valores, por-que la comunicación ha participado y lo sigue haciendo, tanto en la evolución natural de las especies como en los cambios históricos.

Martín Serrano (2008) sostiene que la comunicación como saber se está construyendo epistemológicamente y es muy importante para el avance de las fronteras del conocimien-to, porque en la medida en que ella sea sacada de las fronteras del antropocentrismo puede lograr su acercamiento a las otras ciencias y superar dilemas obsoletos como: el dilema entre co-nocimiento de leyes y el análisis de significados, el dilema entre enfoque cualitativo y cuantitativo, ya que la comunicación puede ser abordada de las dos formas, y el dilema entre la creatividad/espontaneidad y formas metodológicas rígidas.

Tal como lo afirma Thompson (1998: 23) nuestras estruc-turas teóricas tradicionales resultan inadecuadas para entender los cambios y el proceso de desarrollo donde nos ha impulsado hoy la modernidad. Por eso concluye que lo que necesitamos en la actualidad no es la teoría de una nueva era, sino la nueva teoría de una era, cuyos amplios contornos fueron establecidos años atrás y cuyas consecuencias aún tenemos que establecer plenamente.

Resulta muy importante que la teoría de la comunicación se aproxime al momento histórico actual con una capacidad crí-tica y autocrítica, donde el mismo pensamiento científico sea so-metido a cuestionamiento y como exigencia epistémica el mismo investigador se comprometa con esa actividad de conocer crítica y autocríticamente y ubique históricamente a su problema de estudio.

Según lo planteado por Zemelman (2006: 43-44), se hace necesario reconocer opciones de construcciones sociales alter-nativas y eso se logra cuando se superan las teorías aceptadas y caducas y cuando el sujeto que conoce está comprometido con todo el proceso de construcción del conocimiento y asume

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la capacidad de colocarse ante las circunstancias sin límites teó-ricos preestablecidos de forma cerrada, para desarrollar su ima-ginación en la búsqueda de la comprensión.

En el fondo, las ciencias de la comunicación, al igual que todas las demás, siempre han correspondido a una determinada configuración de la sociedad y el hombre, y han justificado teóri-camente una determinada sociedad, la capitalista; y con ello han impulsado un modo de conocer objetivado de la realidad, donde el sujeto que conoce pareciera no comprometerse en el proce-so de conocimiento. Ante los profundos cambios, ese modo de conocer ha resultado insuficiente para dar cuenta de la realidad cambiante y compleja, que reclama más que todo una mirada interpretativa que interrelacione diversas disciplinas, tanto en el campo de las ciencias sociales como en las ciencias exactas para la complementación de la ciencia como un todo. Aunque se debe tener presente que la ciencia en general puede ofrecer soluciones a los problemas, pero como prácticas sociales no son la solución, sino apenas una solución histórica del paso del hom-bre por el mundo (González Domínguez, 2010:211-212).

El panorama de cambios está planteando retos a las cien-cias sociales y la comunicación no escapa a ello. Hay un nuevo paradigma histórico-social: la sociedad global, que está transfor-mando el objeto de estudio y abre posibilidades de reflexión al sujeto del conocimiento, apareciendo nuevos desafíos teóricos-metodológicos y epistemológicos. Se está produciendo una re-visión de las ciencias de la comunicación y se comienza a notar una convergencia de saberes especializados sobre la comuni-cación. Según Vassallo de Lopes (2000: 77) esa convergencia es una especie de movimiento de intersección, de amalgama o síntesis de saberes que tiende hacia la transdisciplinarización de las ciencias de la comunicación para superar los límites entre especialidades cerradas y jerarquizadas.

La necesidad de superar los límites disciplinares, también es abogada por Miquel de Moragas (2011:21) quien considera que “No se debe defender a éstas como una disciplina particular, sino que deben ser defendida en forma vertical y horizontal por

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las diversas investigaciones sobre su objeto y por las aportacio-nes básicas que ha hecho la teoría de la comunicación. Por ello, los estudios de comunicación deben ser considerados un para-digma de la transversalidad de los nuevos estudios sociales”

Pero es más, la transdisciplinaridad deberá, a la larga, superar los límites de las ciencias sociales para un encuentro con las ciencias naturales que haga posible comprender la inte-rrelación entre el hombre, la naturaleza y la sociedad.

Asimismo se hace necesario replantear a la comunica-ción como práctica (Fuentes Navarro, 2012b) que resuelve ur-gentes problemas sociales, para hacer de la comunicación una ciencia concreta que dé respuesta a cómo mejorar las formas y modos de comunicación entre los seres humanos y entre éstos y su entorno natural y social.

Las ciencias de la comunicación deberá asumir su res-ponsabilidad histórica y social así como su capacidad autocríti-ca, y buscar respuestas frente a la realidad que vive y siente la gente común (Fuentes Navarro, 2009: 60-61). Además deberá asumir hoy cómo los problemas de la contemporaneidad se ex-presan a través de la comunicación en sus diversas modalida-des y afrontar la incertidumbre mediante propuestas alternativas de proyectos sociales, donde la comunicación ocupe un lugar estratégico. Según Fuentes Navarro (2009: 62) para que ello sea posible, las ciencias de la comunicación deberán hoy más que nunca fortalecer sus bases teórico-metodológicas, que le permitan pensarse a sí mismas y en su relación con la sociedad, la cultura y los ciudadanos.

Por eso, es que autores como Muñiz Sodré (2013:138) consideran que las ciencias de la comunicación no son solo un asunto de la filosofía sino también de la política y de la ética.

La necesidad de recomponer teóricamente el campo, lo cual supondría la apertura de sus fronteras, el reencuentro con las ciencias naturales, el rescate del pensamiento auto-crítico y de la centralidad de la perspectiva simbólica ante que la mera-mente relacional, nos coloca frente a preguntas de fondo sobre

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lo que han sido las ciencias de la comunicación y la pretensión de elaborar una teoría acabada de la misma.

Siguiendo a Moreno Pérez (2008: 1-9), según la teoría de la incompletitud de Gödel, es imposible buscar fundamen-tos absolutos del conocimiento científico, incluso en las ciencias formales, por lo que todas las ciencias tienen limitaciones para abarcarlo y comprenderlo todo. Todo sistema lógico basado en axiomas, tendrá aseveraciones cuya verdad o falsedad no se podrán demostrar, por lo que siempre tendrán proposiciones contradictorias y paradójicas. En consecuencia, en las ciencias de la comunicación cualquier elaboración teórica siempre será insuficiente, pero no porque su campo de estudio sea insuficien-te o incompleto, sino que su naturaleza lógico-conceptual siem-pre tendrá proposiciones indemostrables.

Las ciencias de la comunicación, como un quehacer hu-mano, requiere de un sujeto que se enfrenta con categorías y capacidades limitadas a la complejidad de lo real, su razón se enfrenta a retos que no puede demostrar, refutar o probar, por-que esa realidad supera los recursos descriptivos del lenguaje y excede los recursos explicativos de las teorías.

Lo anterior ha llevado a sostener que las ciencias de la comunicación son indemostrables, no obstante eso no significa su inexistencia sino que el concepto de comunicación está mal planteado. El empirismo no puede dar cuenta de la comunica-ción porque su método no es el adecuado. Tampoco es posible pretender una teoría absoluta y acabada para explicar la comu-nicación, cualquier teoría siempre resultará insuficiente para res-ponder a todas las interrogantes. El ideal de una teoría de la comunicación acabada es una utopía.

Lo que es factible es procurar una mayor madurez y es-tabilidad, mediante una más sólida fundamentación teórica, que vaya más allá de un ejercicio académico y se plante como una necesidad pública de cómo hacer una mejor comunicación para las personas y para que realmente exista comunicación.

Igualmente es posible desarrollar una teoría coherente

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con principios sólidos y aceptados universalmente. Y establecer bases conceptuales y metodológicas sobre las que se asienten dichas propuestas para centrarse en el análisis de lo qué es la comunicación, sus elementos y acciones.

Según Moreno Pérez (2008), se necesita que las ciencias de la comunicación se desliguen de la indefinición de su objeto de estudio que llevó a considerar que todo es comunicación y de la idea de que la comunicación está identificada con la comuni-cación de masas.

Para ello hace falta-según Marín Serrano (2013:24) que la teoría de la comunicación se haga la pregunta esencial: Cómo es a veces posible que la comunicación sea posible? o ¿Cómo es posible que a veces la comunicación no sea posible? Es po-sible, afirma, cuando las interacciones y las actuaciones de los agentes se hacen indicativas para el receptor. De allí que el ob-jeto de estudio de la comunicación deberá ser analizar aquellos objetos materiales que estén implicados en la producción y uso indicativo de la información. Eso sería lo que las diferencia de otras ciencias sociales: “son ciencias de la comunicación todas aquellas que estudian porqué, cuándo y cómo son posibles (o no lo son) los usos indicativos de la información en las interaccio-nes animales y humanas”.

Todo ello lo que demuestra, como lo indica Agüirre (2011:50), es que no hay una ciencia unificada de la comunica-ción, que esté formalizada con sus postulados, teorías y méto-dos, así como tampoco hay una comunidad científica que com-parta una epistemología común. Por lo que se hace difícil hablar de una disciplina con un aparato teórico suficiente, ya que el campo está cruzado por hipótesis y métodos de otras ciencias muy heterogéneas, que difícilmente puedan integrarse en un sistema.

En resumen y siguiendo lo planteado por Rizo (2014: 131- 138), en las ciencias de la comunicación todavía no está tan cla-ro los objetos de estudios y la particularidad del campo. Aunque hay consenso en torno a que antes se estudiaban los medios y

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ahora los procesos de significación, todavía no ha alcanzado es-tatuto científico como disciplina, porque adolece de una reflexión teórica que se tome a sí misma como objeto de estudio. El hecho de que se mantenga como un campo de estudio atravesado por diversas disciplinas, es decir que haya alcanzado la interdiscipli-naridad, más no la transdiciplinaridad (unidad del conocimiento por articulación total que implique noción de cierre o clausura), se constituye en el primer obstáculo para que pueda pensarse a sí misma como ciencia autónoma, pero paradójicamente quizás allí radique sus potencialidades como campo abierto, joven y en construcción.

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Teorías contemporáneas

de la Comunicación:el encuentro transdisciplinar

Parte Il

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Capítulo I Cambios en

las teorías sociales: la adecuación

a los nuevos tiempos

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En el seno de las Ciencias Sociales se produce en la ac-tualidad un debate sobre la pertinencia o no de los paradigmas dominantes para entender lo que está ocurriendo en las socieda-des contemporáneas. No hay duda de que ha habido profundos cambios frente a los cuales han aparecido diferentes posturas que tratan de explicar la complejidad, la incertidumbre, el riesgo, los procesos de globalización que caracterizan a las sociedades occidentales desde finales del Siglo XX y principios del Siglo XXI, así como de proponer salidas teóricas distintas.

En un estudio comparativo, realizado por Carlos Barba (1994:17-19) sobre los planteamientos de autores como Luh-mann, Giddens, Touraine y Habermas, relativos a los cambios sociales, se destaca cada una de esas características de las sociedades actuales:

Por un lado, Luhmann nos habla de una sociedad del ries-go, producto de que la técnica y el poder han ocupado el lugar de la naturaleza, lo cual ha incidido en la aparición de elementos catastróficos debido a decisiones que nos conducen a un futuro incierto. La complejidad de estas sociedades –según Luhmann- solo puede ser afrontada a través de una teoría sistémica, auto-referencial que asume una relación excluyente entre el sistema y los actores sociales, de manera que ante los riesgos del siste-ma, la acción social no ejercería ninguna acción de intervención sobre el mismo.

Por otro lado, Giddens nos refiere que los hábitos tradi-cionales han sido desplazados no por certidumbres sino por la difusión de la duda y el alejamiento de las relaciones sociales de los contextos locales mediante las tecnologías de la informa-ción y la comunicación, que modifican el tiempo y el espacio, y los procesos de globalización que transforman la vida diaria.

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En consecuencia, se modifica el concepto de “identidad perso-nal” y aparecen otros estilos de vida alternativos, basados en la confianza o en el riesgo. Se reclasifica la vida íntima y se amplían los espacios sociales a cambio de “un secuestro de la experiencia”, todo lo cual origina graves problemas éticos a los movimientos sociales.

Ante ello Giddens propone su teoría de la acción interpre-tativa, mediante la cual como existe una conexión poco visible entre el sistema y la acción de los actores y, por ende, entre la globalización y la conformación de sí mismo, la clave sería el desarrollo de mecanismos de auto-identidad y la reflexividad de sí mismo frente a lo institucional. Por lo que considera que la ac-ción interpretativa es pertinente para abordar los estilos de vida contemporáneos que nos ayuden a comprender y favorecer la política de vida.

Por su parte, Touraine, desde sus aportaciones sobre las sociedades post-capitalistas ya insistía en que en las socieda-des actuales, los sistemas son mecanismos de control, repre-sión y reproducción de necesidades, lo cual ha incido en una fragmentación social en la vida económica, política, religiosa y privada, frente a lo cual las identidades culturales se han refugia-do en vida individual, privada y egoísta. Eso ha recrudecido los conflictos frente a los cuales se han desarrollado procesos de negociación, de racionalización y subjetivación, ya que nuestras vidas están ahora más determinadas por un mercado mundial, pero la participación social se ha reducido producto de ese vuel-co a la vida personal.

Ante eso, Touraine propone su teoría de integración social y sostiene que los movimientos sociales son hoy los únicos, des-de una opción histórica, capaces de encontrar las conexiones entre sistema y acción social.

Y por último, Habermas, desde su Teoría de la Acción Comunicativa, nos alerta sobre la relación problemática entre el sistema y los actores sociales, ante la presencia de mecanismos de control a través del poder y el dinero de las sociedades, que

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buscan colonizar el mundo de la vida. Sin embargo, para este autor, esta relación es dual ya que se producen procesos de resistencia intersubjetiva que abren posibilidades de emancipa-ción para la acción social organizada.

Todas estas propuestas pretenden mediante diversas teorías dar cuenta de lo que está ocurriendo, y aunque cada una de ellas, desde su perspectiva, destaca uno de los rasgos de los cambios, ninguna por sí sola puede comprender el conjunto de todas las transformaciones, lo cual obliga a un reencuentro entre estos diversos enfoques para lograr una integración disciplinaria que nos ayude a conocer e interpretar qué es lo que está ocu-rriendo en nuestra complejas sociedades contemporáneas. Una de cuya característica es que la comunicación tiende a atravesar todos los órdenes de la vida y a estar presente en el entramado de relaciones que se dan entre los sujetos sociales y los siste-mas estructurales.

De manera que la comunicación es un eje de atención y estudio central, porque pasa a ser hoy una experiencia sustan-cial de la cultura de nuestro tiempo, de allí la necesidad de una teoría de la comunicación, que en el seno de las ciencias socia-les de cuenta de ello.

La intensificación de las relaciones comunicativas y los fenómenos vinculados con ella no son solo un rasgo más de las sociedades actuales, sino que son el propio centro y el sen-tido mismo de todo el proceso de cambios. Por eso, entre las Ciencias Sociales y la Comunicación hay una relación orgánica, porque es en el objeto mundo con sentido donde las ciencias humanas y la comunicación se encuentran: es en el mundo co-municado donde se puede constituir la ciencia como discurso (Vasallo López; 2000:81).

Y para construir la ciencia como discurso hace falta una reconstrucción histórica de las Ciencias Sociales que genere co-nocimiento sobre los conceptos creados, sobre las teorías pro-ducidas y las metodologías propuestas, y sí la reflexión episte-mológica, según Orozco y Rodrigo (2011:21), es “aquella área

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de la filosofía que se ha preocupado por explicar qué es y cómo se produce el conocimiento de manera objetiva”; en el campo de la comunicación hace falta una investigación meta-teórica y epistemológica que nos ayude a ubicar el lugar de la comuni-cación en el seno de las Ciencias Sociales para que podamos clarificar qué estudiar (objeto)?, cómo estudiarlo (método) ? Y poder definir nuestro campo de estudio y su posible pluridisci-plinaridad, transdisciplinaridad o interdisciplinaridad (Lazcano Peña, 2009:26).

Es evidente que esa revisión teórica deberá considerar que no es posible elaborar una teoría de la comunicación única porque hay varias teorías, pero sí hace falta incluir a los seres humanos en esa propuesta y a otros componentes como el con-texto y el entorno, con su componente cultural, que hace que esa teoría se articule a una cosmovisión del mundo (Meléndez, 2006: 123), que en la actualidad está íntimamente relacionado con la presencia de los medios masivos, las tecnologías de la información y la comunicación y el mundo globalizado.

Como la multiplicidad de factores y de relaciones que in-ciden en los procesos de comunicación bajo este contexto, es cada vez más creciente, se hace necesario la confluencia teóri-ca para iniciar una reflexión epistemológica en torno al objeto de estudio de las ciencias de la comunicación, en un entorno que ha cambiado y que está afectando a los procesos de comunica-ción de una forma totalmente diferente desde hace un poco más de dos décadas. De allí que sea urgente rescatar la confluencia de saberes plurales en torno a los problemas teóricos de la co-municación, pero también a los problemas relativos a la efecti-vidad de la comunicación (Pérez Viñales, 2004:5), en el entorno actual de la globalización

En las sociedades globalizadas, donde el mundo parece haberse contraído y el espacio público y privado tienden a imbri-carse para plantearle al hombre nuevos desafíos e interrogan-tes, las ciencias de la comunicación necesitan de una perspecti-va transdisciplinar, que ayude a comprender el lugar que ocupa la comunicación en el seno de las Ciencias, cuál es su origen, su

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génesis, sus cambios evolutivos y cómo estas transformaciones han participado en un modo necesario y esencial en lo que tiene de específico nuestra condición humana (Martín Serrano, 2007).

Que nos ayude también a explicar, reflexionar y compren-der el conjunto de cambios y transformaciones que las tecnolo-gías digitales están produciendo en los modos de comunicación de los seres humanos. Cómo la convergencia de diversos me-dios de comunicación con las redes ha hecho posible que las formas de consumo se hayan vuelto plurimediáticas y las formas narrativas transmediáticas, de modo que haga falta no solo un enfoque teórico (funcionalista, crítico o interpretativo) para en-tender los cambios, sino una integración de ellos. (Alsina. 2011).

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Capítulo Il Cambios en la teoría

de la comunicación: ¿qué están haciendo las diversas

corrientes para ajustarse al pensamiento transdisciplinar?

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La necesidad de reflexionar sobre los orígenes de la comunicación y su esencia humana nos lleva a recuperar la Retórica como acto dialógico en el espacio público, ya que en las sociedades occidentales ésta ha sido dejada a un lado ante el predominio del estudio de los mass media. La comunicación ha sido vista como una extensión del cuerpo humano, como un dispositivo de acción más no como un acto ontológicamente de interacción humana o de comu-nicación interpersonal (González Domínguez, 2010: 211).

Desde la perspectiva Aristotélica, la retórica es co-rrelativa con la dialéctica y, en consecuencia, es discursiva y puede estar conectada con la búsqueda intelectual, que en la modernidad solo se le ha atribuido al pensamiento ló-gico formal. Lo que ocurrió fue que desde el Siglo XIX y XX en las sociedades occidentales, se le ha considerado un mero arte de engañar e imponer la propia opinión a otros, mientras que la lógica ha sido considerada como la vía de pensamiento científico, verdadero y correcto, ligado sobre todo al alfabeto y al lenguaje escrito.

A partir de esa división se trazó una línea entre el pensar científico y el pensar no científico, deslindando a la ciencia de la expresión del sentido mediante la palabra y el discurso oral, que es la base del sistema comunicativo humano. La Retórica fue así relegada a un plano de lo vul-gar y se instauró un discurso tecnocrático que se extendió incluso hasta las ciencias de la comunicación, dando lugar a los estudios centrados en los medios y no en la comuni-

2.1 Rescatando la Retórica para enfrentar la Lógica formal

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cación humana.

Hoy ante la demostrada incapacidad de las ciencias lógi-cas y sociales para dar cuenta de los cambios, es que se vuelve indispensable volver a los orígenes, a modo de recuperar una visión menos parcelada de nuestra realidad social y política.

En lo que corresponde a las ciencias de la comunicación habría que insistir en la Retórica como discurso del actuar bien, de la ética, que va más allá del discurso de lo verdadero, propio de la lógica.

Si bien el conocimiento es una condición indispensable para saber actuar, todo discurso científico o teoría debe estar sujeto a una bondad o utilidad para el hombre y la sociedad, y de este aspecto solo puede dar cuenta la Retórica, porque nos ayuda a comprender entre lo bueno y lo malo, por encima de la lógica de los hechos fácticos y de la mera técnica de la produc-ción, entre lo razonable y no solo lo racional (Ramírez, 2001:67).

La Retórica a través de sus acciones interpretativas es la que nos permite comprender los motivos y razones ocultas de las decisiones humanas. Pero en la modernidad, las Ciencias Humanas al querer homologarse a las Ciencias Naturales, re-dujeron las acciones del hombre a meros acontecimientos ex-ternos y al hacerlo cercenaron la comprensión de los mismos. Debido a que la actividad científica es en sí misma una actividad humana, no está del todo desligada de la Retórica, es un pensar expresado en un lenguaje que solo ha atendido las estructuras sintácticas del mismo más no los aspectos semánticos y prag-máticos del lenguaje humano.

Por ello es que es vital para la reconstrucción de las cien-cias sociales y especialmente de las ciencias de la comunica-ción, recuperar el pensamiento interpretativo que hace posible la Retórica, para volver a los orígenes del arte del diálogo, del lenguaje oral, de la comunicación interpersonal, como bases fundamentales en una reivindicación de las ciencias humanas y de la retórica como una actividad humana.

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Como tanto las ciencias como los procesos culturales y la subjetividad humana están socialmente construidos y re-cursivamente conectados, no se puede separar las realidades fácticas de las simbólicas. El papel de la comunicación aquí es fundamental y el sustento de la Retórica es indispensable para ahondar en la esencia de la comunicación como proceso interactivo, dialógico y como un proceso constructivo, ya que la acción comunicativa no solo se orienta al entendimiento, sino a la construcción de los mundos en los que se desenvuel-ve la existencia humana (Moncayo, 2001:28).

En esa construcción de los mundos, el conocimiento científico tiene que aceptar la presencia del sujeto, de su cor-poralidad y su inclusión en el proceso cognitivo, por lo que el conocimiento mismo implica interacción, relación, transforma-ción mutua, co-dependencia y co-evolución entre la realidad fáctica y el sujeto cognoscente (Najmanovich, 2001) y, por tanto, vinculación con el mundo de la Retórica y de las signifi-caciones humanas.

El hecho de que la teoría de la comunicación desde que nació como disciplina en el Siglo XX se haya interesado más en el funcionamiento de la comunicación de masas que en la verdadera comunicación humana ha implicado la persistencia de un pensamiento pragmático y funcionalista en el campo de las ciencias de la comunicación.

Es en la segunda mitad del Siglo XX que aparecen los primeros enfoques diferentes, provenientes sobre todo de la filosofía personalista, el pensamiento dialógico, el análisis existencial y el pensamiento relacional, los cuales se centran

2.2 De la ontología de la comunicación a la filosofía del diálogo

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en la reflexión teórica sobre lo que es la comunicación.

Para estos enfoques, la persona pasa a ser el centro de la atención, a la cual se le concibe como un ser en relación, por lo que todo pensamiento sobre la comunicación implica analizar las relaciones y no los objetos o las cosas (medios). Se elabo-ra una reflexión a partir de la concepción del hombre como un sujeto personal, que solo es tal en compañía del otro, donde la comunicación cobra un papel central. Asimismo, se considera a la persona no como un yo, sino como un yo-tú o yo-ello y su metodología de estudio aborda las relaciones interhumanas y la especificidad de la comunicación, cosa que no hace ni el fun-cionalismo ni el pensamiento humanista clásico (Abellán, 2007: 24-25).

Para la perspectiva ontológica, el hombre se une al otro en la comunicación y es allí donde adquiere plenitud de sentido, ya que necesita ser reconocido y aceptado por el otro, reciproci-dad que se logra en la comunicación interpersonal.

Según la filosofía del diálogo, la verdadera comunicación significa respeto, estima y colaboración. El hombre trasciende sus propios límites mediante la comunicación, pero ésta no es solo una necesidad existencial sino la condición de posibilidad de realización humana. El lenguaje es el medio para esa realiza-ción, de allí que el compartir de la comunicación sea diferente al compartir de la realidad física: la comunicación es compartir sin pérdida, es un dame y dame, lo que se comparte no se pierde se sigue poseyendo, solo en el compartir quedan confirmados tanto los que se comunican como lo comunicado (Abellán, 2007:31).

El filósofo Heidegger, desde la perspectiva hermenéutica, consideraba que la comunicación no es una simple transmisión de vivencia sino un co-encontrarse, un co-comprenderse. No es influir sobre alguien, ni convencer a alguien, es compartir, cola-borar en la comprensión de un significado, es una donación, un acto de amor. No se comparte un significado sin la intención de decir, que debe ser una potestad de ambas partes y que no debe permanecer oculta.

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El hombre necesita de la comunicación para trascender, confirmarse ante los otros y realizarse como persona y ello debe estar dotado de un discurso ético, porque la ética es la ciencia que estudia la acción humana en cuanto que conduce al hom-bre a la plenitud, y como la verdadera comunicación pasa por el darse, el compartir sin pérdida, sin engaños, ni manipulación, es necesario asumir un conjunto de valores éticos como virtudes (la sinceridad, la generosidad, la apertura) que nos ayude a recupe-rar el carácter solidario de la verdadera comunicación (Abellán, 2007:34).

La reconstrucción de una teoría de la comunicación des-de esta concepción pasa por construir una teoría humanista que incluya la dimensión espiritual y la libertad del hombre y nos ayu-de a pensar ¿qué es en esencia la comunicación y cuál es su sentido?

Por eso la pregunta por el ser, según García Jiménez (2008c:6) deberá ser el punto de partida de toda investigación previa de la comunicación y sus conceptos fundamentales, es decir, el enfoque ontogénico es el que permite explicar que el ser humano, el mundo, su esencia es reciprocidad, es comunica-ción, y ello implica que las realidades no existen hasta que son comunicables.

Esta autora española define su filosofía de la comunica-ción tomando como base los planteamientos de la filosofía del diálogo de Ebner, Levinas, Buber y Rosenzweig y de la corriente personalista de Mounier, quienes vertebran una filosofía a partir de la capacidad de diálogo del hombre, sobre su experiencia del encuentro con el otro, sobre la alteridad y la responsabilidad ética frente a los otros, sobre la relación yo-tú como fundamental para que el hombre alcance su plenitud, por lo cual habría que hablar de la comunicación como un acto ontológico que conduce a preguntarnos: ¿qué es el hombre?

Para responder a esta interrogante aparece la categoría del “entre” que eleva a esencial toda relación vital, porque hace referencia a toda relación establecida entre dos personas, donde

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ambos se encuentran, se reconocen y se realizan como perso-nas (García Jiménez, 2008c:10). El hombre para establecer un “entre” debe alcanzar plena consciencia de lo que es, pero eso no basta, tiene que establecer una relación con los otros hom-bres, con el mundo y las cosas que lo rodean, con el misterio del ser, ya que en todas ellas hay una fundamentación dialógica. Porque es en el discurso y la acción que el hombre define su ser distintivo.

El personalismo es una de las corrientes filosóficas que más ha estudiado la relación dialógica como la nota básica de la ontología del hombre, la cual propone un nuevo proyecto cultural e intelectual, cuya raíz es la fenomenología y que tiene como re-presentantes más significativos a Von Hildebrand, Martín Buber, Edith Stern y Levinas.

Dicha corriente coloca a la persona en el centro de su reflexión, por eso habla del espíritu encarnado y considera que la raíz de la persona está en la comunicación, en darse a los demás, y en la reciprocidad para tener consciencia de sí, y como eso se logra con el diálogo, éste pasa a ser una relación esen-cial, un “entre”. Por eso para recuperar el carácter humanista de las ciencias de la comunicación es fundamental analizar el en-cuentro entre el yo y el tú y el dialogo como realización personal desde una perspectiva ontológica, porque desde la perspectiva del yo-ello se ha cosificado al hombre, se le ha convertido en un medio y no en un fin en sí mismo. Además, al otro tampoco se le concibe como una extensión de mi yo sino como una cosa entre otras, por lo que no hay relación solidaria, diálogo, ni comunica-ción, sino engaño y cosificación de las relaciones humanas.

El pensamiento filosófico personalista que aboga por el diálogo y la defensa de la persona se diferencia del individualis-mo, porque éste cosifica a la persona. El personalismo es más que todo, una actitud ante la vida que defiende la capacidad dia-lógica del hombre y su responsabilidad ética frente al otro, como un acto de amor y sabiduría.

Estos aportes de la filosofía del diálogo a la teoría de la

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comunicación, que han sido trabajados y defendidos por Gar-cía Jiménez (20008c:26) en sus investigaciones, obligan a re-flexionar sobre los supuestos pre-científicos y ontológicos de las ciencias de la comunicación porque a través de ellos podemos delimitar el objeto de estudio (la comunicación humana) como el factor principal del cual dependen los demás, podemos también recuperar la comunicación interpersonal, los temas cualitativos e interpretativos de la investigación y volver a los orígenes de la comunicación. Pero además podemos enfocar la centralidad de la comunicación y la información en las sociedades contemporá-neas, pero ahondando sus raíces en la concepción dialógica del hombre y del mundo.

En otra investigación García Jiménez (2008a:11) añade que desde la perspectiva ontológica a la larga será posible en-tender el mundo físico y social desde el punto de vista comuni-cacional y donde se mire también la relación que el observador mantiene con lo observado, a modo de trascender del ser esen-cialmente comunicativo al cosmos esencialmente comunicativo.

Como consecuencia del anterior planteamiento, el estu-dio de la comunicación deberá pasar de la epistemología a la ontología, ya que si bien epistemológicamente la comunicación ha sido multidisciplinaria, porque incluso abarca varios niveles: grupal, interpersonal, organizacional, mediático y cultural, el meollo del asunto está en el hecho de que la comunicación es la esencia del ser y eso es lo que le daría diferenciación disciplinar a las ciencias de la comunicación.

Al respecto, García Jiménez (2008.b:8) sostiene que se hace necesario construir una visión del ser que sea única de en-tre todas las alternativas posibles y que para ello hay que partir de la premisa de que el mundo no existe hasta que es comuni-cado o hasta que es construido simbólicamente.

Al ubicar allí el objeto de estudio de la comunicación, lo comunicacional no puede ser abordado de forma secundaria por enfoques psicológicos, sociológicos y culturales o económicos, porque ella es en sí misma el fenómeno primario, el proceso so-

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cial constitutivo que explicaría a los demás factores.

Para el enfoque ontológico, la comunicación solo puede ser explicada, interpretada y comprendida desde el origen del diálogo que define a los seres humanos en los intercambios sim-bólicos y a ello es a lo que habría que volver en las ciencias de la comunicación, al estudio de la comunicación interpersonal, oral, que relaciona a los hombres en sus proyectos de vida diaria (Rizo, 2008a).

La ontología como una de las ramas de la filosofía, según Rizo (2012), es muy importante para entender los aportes de la fenomenología y de la hermenéutica a la comunicación, espe-cialmente a partir del Siglo XX, ya que vincula el problema del ser con el lenguaje, se interroga sobre lo que se entiende por comunicación y al hacerlo va despejando dudas sobre lo que es la verdadera comunicación como un proceso de experiencia del uno y del otro. Proceso que supone una relación semántica y pragmática dentro de un contexto existencial, donde se produce un compartir y una coexistencia con el otro, lo cual vuelve a la comunicación un proceso de interpretación intersubjetiva. Por eso la hermenéutica ha adquirido actualmente suma importancia como disciplina de interpretación del lenguaje simbólico.

Además, las aproximaciones ontológicas de la comunica-ción también han tomado de los planteamientos fenomenológi-cos de Alfred Schutz, según los cuales comunicar es un proceso que excede lo lingüístico, es un acto mediante el cual se trans-fiere una vivencia y debe ir acompañado del interés por el otro, de una inter-donación, basada en el respeto, atención e interés por el otro, ya que en la medida en que me doy al otro, alcanzo madurez y felicidad (Rizo, 2009b).

Por su parte, la hermenéutica concibe que el lenguaje mismo solamente puede ser entendido desde el modelo de la conversación y que la comprensión siempre es algo que ocurre de forma lingüística porque comprender es hablar de las cosas mismas y ponerse de acuerdo sobre algo. La importancia del lenguaje para la hermenéutica no está en el hecho de que éste

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sea objeto o sujeto de ella, sino que es el lugar desde el cual se configura el hombre y el mundo, por ser comprensión e in-terpretación al mismo tiempo, es una unidad entre el pensar y el hablar.

Según Heidegger, el lenguaje pertenece al nosotros y no al yo, su ser verdadero es el diálogo porque en él se da el consenso sobre las cosas. Este filósofo considera que actualmente, el lenguaje está cosificado y algunos conceptos no son apropiados para estudiar al ser, por eso propone el concepto de “ser -en el mundo” centrado en el empleo del lenguaje en la cotidianidad (Rodríguez, 2010:2).

Para la hermenéutica comprender el significado es una actividad compleja que no depende la observación em-pírica sino de la comprensión interpretativa, lo cual implica empatía entre los hablantes, compartir los estados mentales del otro y ponerse en su contexto.

El interaccionismo simbólico es una corriente que aborda la comunicación interpersonal a partir de las relacio-nes o interacciones que se dan entre las personas. Surge fundamentalmente en sus inicios en el campo de la psiquia-tría para estudiar la conducta del esquizofrénico en su inte-racción con el entorno y con su grupo familiar.

A partir de la psicología social y la sociología pragmá-tica o fenomenológica se constituye como una escuela teóri-ca: La “Escuela de Palo Alto” o el “Colegio Invisible”, la cual desde los años cincuenta plantea que la comunicación es la base de la sociedad, que la comunicación es un sistema

2.3 Los aportes del Interaccionismo simbólico a la Teoría de la Comunicación

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abierto de intenciones, inscrita siempre en un contexto determi-nado. Asimismo considera que la comunicación como relación social es el mecanismo que regula y hace posible las interaccio-nes entre las personas mediante una afectación recíproca (De la Garza Toledo, 2006).

Dicha escuela plantea el modelo orquestal, según el cual la comunicación está regida por reglas, convenciones y normas que afectan a las partes involucradas en una puesta en común acoplada, y que independientemente de la persona no se puede dejar de comunicar, porque los gestos, el silencio, las actitudes también comunican y no solamente el lenguaje verbal.

Esta corriente tiene como sus representantes más signi-ficativos a George Bateson, Paul Watzlawick, Ray Bridwhistell, Edward Hall y Gofmann, quienes provenían de la psiquiatría, de la sociología y la antropología, los cuales concebían que la co-municación no solo es un proceso de acción (E) reacción (R), sino de intercambio relacional sistémico y que lo primordial para estudiarla es abordar la relación misma y no a las personas. Por eso consideran que es indispensable observar el contexto don-de tienen lugar las interacciones, el qué y el cómo de la relación y no el por qué o los sujetos, es decir observar la situación actual para intentar modificarla o mejorarla (Rizo, 2004).

En interaccionismo simbólico como corriente de pensa-miento de la psicología social ya desde 1938, a través de Herbert Blumer propone el concepto de “negociación del sentido” entre los sujetos sociales que interactúan en un contexto cotidiano.

Mientras que la sociología fenomenológica, ya desde la filosofía de Hurssel, en 1954, y de Max Weber, aporta el concep-to de “comprensión de la realidad” más que de explicación, que busca describir el lugar del hombre en el mundo, no de explicarlo, ni analizarlo. Se basa en la descripción empírica de los hechos para después proveer su interpretación y teorización. Esta co-rriente desde principios del Siglo XX ha sustentado los aspec-tos fundacionales de las ciencias formales, para ir pasando por la fenomenología constitutiva de Hurssel, por la fenomenología

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existencial de Martín Heidegger, hasta la corriente hermenéutica alemana de la segunda mitad del Siglo XX.

En la contemporaneidad, la sociología fenomenológica tiene un exponente Alfred Schutz, quien toma las ideas básica de Hurssel y las aplica a la realidad social, plantea la necesidad de estudiar las relaciones intersubjetivas del mundo cotidiano y aporta el concepto de “comprensión” no solo como recurso me-todológico sino ontológico, según el cual nuestra forma de vivir en el mundo es a través de relaciones significativas, por lo que plantea una sociología general de la vida cotidiana.

A esta perspectiva se unen Berger y Luckman, quienes afirman que la vida cotidiana es un mundo orientado mediante significados compartidos por una comunidad, donde tienen lugar las interacciones entre los sujetos y los grupos sociales; entre el yo y el otro.

Según Marta Rizo (2005), por lo que se refiere a la teoría de la comunicación, el interaccionismo simbólico otorga un lugar central a la comunicación, tanto en el desarrollo de la sociedad, como de la personalidad y de la cultura. Además de conceder un rol primordial al concepto de interacción como empatía o proce-so de colocarse en el lugar del otro y como puente que vincula a los individuos y los grupos sociales.

Dentro de los aportes más significativos del interaccio-nismo simbólico se encuentran también los planteamientos de George H. Mead (1934) y Erving Goffman (1959). El primero aporta el concepto de “sí mismo” (self) y el segundo el modelo dramatúrgico para el estudio de la interacción. Ambos destacan la naturaleza simbólica de la vida social y abordan los símbolos nacidos de las interacciones de los actores.

El concepto de sí mismo de Mead, es la capacidad de con-siderarnos a sí mismos como sujetos y objetos de la interacción social, lo cual implica un proceso de reflexión y de ponernos en lugar de los otros. Según Mead cuando interactuamos expresa-mos un yo (respuesta inmediata frente al otro) y un mí (conjunto organizado de actitudes de los demás que uno asume). Según

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este autor, el lenguaje es un lugar de reflexividad que hace que por su naturaleza simbólica y social requiera ser abordado por el conocimiento empírico antes que el filosófico. (Mora, 2002)

Mientras que para Goffman cuando interactuamos se bus-ca producir apariencias en impresiones de verosimilitud de la ac-ción en curso, en una especie de actuación teatral. La vida diaria de la gente se rige por rituales, que son la cultura encarnada e interiorizada en los gestos, las emociones y actuaciones frente a los demás. Rituales que están relacionados con procesos de comunicación y movimientos del cuerpo (Rizo, 2005).

Las representaciones sociales, según las concibe Mos-covici, como modalidades particulares del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comuni-cación entre los individuos juegan aquí un papel primordial. Ya que organizan el conocimiento de sentido común que aparece cuando los sujetos debaten temas de interés común, permiten integrarse a un grupo y realizar relaciones de intercambio coti-diano (Mora, 2002:7)

También, la propuesta del interaccionismo simbólico ha llamado la atención a través de Mead, sobre la “emergencia de lo nuevo” y la “filosofía del presente”, como categorías que re-conocen que la novedad y el cambio son propiedades de la na-turaleza y que el presente está caracterizado por la emergencia de lo nuevo, ante lo cual el ser humano desarrolla su innovación e inteligencia para adaptarse, gracias a la comunicación el hom-bre desarrolla un proceso continuo de adopción de roles que le permiten una sociabilidad donde actúa desde diversas perspec-tivas de conducta a la vez (Sánchez de la Yncera, 1991: 146).

La perspectiva pragmática de esta corriente ha buscado acercar armónicamente los elementos cuantificables de la na-turaleza con los significados que tiene para la vida humana los procesos complejos que hay en ella. Por eso rompe con la ra-zón instrumental y vuelve al problema de los valores morales y la ética. Los planteamientos de Mead buscan pues superar los quiebres de la sociedad industrial y su visión de la naturaleza,

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donde la comunicación jugaría un papel central como vínculo ar-monioso entre el hombre, los otros y su contexto natural y social.

La comunicación es concebida así como una experiencia participada que debe tender al desarrollo de una racionalidad concreta que aplique un método consciente para solucionar los problemas de la vida práctica, tanto en lo colectivo (la sociedad) como en lo personal (el sujeto).

El desarrollo de la creatividad para resolver los problemas concretos y de la vida cotidiana, mediante el diálogo, la autocrí-tica y la rectificación, es un asunto de valores que inciden en un mejoramiento de la democracia social. La comunicación pasa a ser un principio de organización de una sociedad más plena y humana (Sánchez de la Yncera, 1991: 162), que reconoce la pluralidad diversa y transforma el mundo al servicio de la vida.

Así la comunicación desde una perspectiva ética, deberá buscar la convivencia humana porque si ella hace posible antici-par la conducta del otro y ponerse en su lugar, le permite al hom-bre aprender a calibrar su actividad, a ponderarla y a desarrollar nuevas formas creativas de interacción y de comunicación más felices y armoniosas.

Sobre la filosofía del presente, Mead considera que la ex-periencia individual forma parte de la realidad objetiva, pero que tiene un carácter sustantivo fundamentalmente intersubjetivo que deberá abordar lo contingente, ante un futuro desconocido e incierto y un pasado abierto, lo real es lo presente, tanto en lo social como en lo personal. Y ese presente hay que abordarlo con un saber práctico, carnal que desarrolle en el sujeto una ciudadanía activa para afrontar sucesos emergentes de forma consciente y reflexiva.

Si para Mead, la sociedad humana es parte de la naturale-za, el orden del universo también está sometido a la emergencia de lo nuevo. Por eso la ciencia debe ser capaz de dar respuesta a los problemas del presente en los escenarios donde tienen lugar las interacciones sociales y donde la consciencia humana emerge como parte de la realidad natural. Con este aporte Mead

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elabora su “teoría de la intersubjetividad de la acción en situa-ción”, que lo coloca como un actor fundamental en el cambio de paradigma de la comunicación como eje de la sociología actual, sobre todo por su concepto de praxis como opuesto al de la so-ciología clásica que estaba más vinculado al proceso productivo del trabajo. (Sánchez de la Yncera, 2008:47)

También este autor ha hecho un llamado de atención en las Ciencias Sociales hacia lo común y lo colectivo, y hacia la necesidad de tratar en igualdad de condiciones lo social y lo personal.

El constructivismo social en el cual también se sustenta el interaccionismo simbólico que es nacido en la posmodernidad por oposición al concepto de objetivismo de la modernidad, sos-tiene que el mundo no es conocible directamente sino que se construye por parte del hombre, quien es proactivo, propositivo y está en constante relación dialéctica con su entorno, por eso el conocimiento no emerge ni fuera ni dentro del sujeto sino en-tre las personas que interactúan, comparten y constantemente negocian los significados (Oberst, 1998). Además, con el apoyo en la teoría de las representaciones sociales permite estudiar problemas de la vida cotidiana, del sentido común y de la vida urbana y por eso se muestra adecuado para enfocar los proble-mas de la comunicación de la actualidad. (Mora, 2002:24).

Así mismo, las teorías comprensivas del discurso y la nueva hermenéutica aportan al interaccionismo simbólico, a tra-vés de la teoría de la acción de Giddens, la teoría de los hábitos de Bordieu y la teoría de la acción comunicativa de Habermas. Según Giddens, en las prácticas recurrentes es donde predomi-na el conocimiento práctico, que es inconsciente, intuitivo, por eso hay que estudiar las prácticas cotidianas y no a los sujetos, ya que allí tienen lugar los procesos que dan sentido. Mientras que Bordieu, señala que los habitus son disposiciones incons-cientes para la acción, esquemas básicos de percepción y de pensamiento que se ponen en marcha en las prácticas que tie-nen lugar entre agentes sociales e instituciones, comprendien-do clasificaciones por oposición, por clase social, que permiten

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tener representaciones sociales. Y por último Habermas, indica que la subjetividad es la que media entre las acciones sociales de los sujetos y las estructuras; que la acción requiere interpre-tación, es decir, interacción simbólica porque se da significado es a través de los actos de habla. (De la Garza Toledo. 2006).

La perspectiva constructivista considera que estamos ante el surgimiento de un nuevo paradigma comunicacional que no ha surgido de la nada sino de las condiciones materiales del mundo contemporáneo, que la comunicación ocupa un lugar fundamental en los cambios, pero al mismo tiempo cuestiona el viejo paradigma que suponía que el lenguaje es representacio-nal del mundo y que la transmisión del lenguaje era la clave por-que la comunicación era un proceso secundario, cuando para este nuevo paradigma el lenguaje construye al mundo, no lo re-presenta, es un proceso social primario (Barnett Pearce, 1994)

A partir de estos aportes, el interaccionismo simbólico aborda los problemas de la comunicación como problemas de las interrelaciones interpersonales que no se agotan en la expre-sión verbal, oral, sino que abracan los gestos, las actitudes que tienen lugar en un entorno cotidiano, internalizado a través de roles y rituales. Con ello se vuelve la mirada hacia los problemas de la comunicación humana, cara a cara y a sus desviaciones, como producto de relaciones interpersonales inadecuadas.

A pesar de que el interaccionismo simbólico ha intentado el desarrollo de una teoría general de la comunicación humana, no sustentada exclusivamente en la lengua, sino más bien en una gramática de la comunicación interpersonal, no ha estado exenta de críticas:

Por una parte, la corriente de la sociología clásica nor-teamericana, la acusa de estar centrada exclusivamente en el “yo”, por lo que no podría dar cuenta del cambio social ya que no aborda lo macro-sociológico. Además de tener una visión muy optimista sobre el concepto de interacción, obviando algo más estructural como la organización social de la producción (Cara-baña y Lamo, 1978).

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Por la otra –siguiendo a Miège (1995)- se cuestiona que la pragmática en la que se sustenta es una teoría explicativa de las relaciones interpersonales enfermas (esquizofrenia) y no puede ser extendida a todo tipo de comunicación humana.

Mientras que autores como Attalah, señala que en el fondo esta escuela está sustentada en una vertiente psico-lógica del funcionalismo clásico, que busca hacer coincidir el comportamiento social con las normas sociales.

Por su parte, Bougnoux, inspirado en Pierce, sostiene que la comunicación de la cual da cuenta la pragmática, es la indicial no la simbólica.

Asimismo, se le acusa de otorgar a un nivel meta-co-municacional (indispensable para comprender el sentido de las palabras como de los gestos y tono de voz), un papel cen-tral para detectar las distorsiones de la comunicación pura, como si el mismo observador no introdujera distorsiones.

La Teoría General de los Sistemas es una de las bases fundamentales de las denominadas ciencias de la compleji-dad, que mediante el estudio interdisciplinario busca encon-trar las propiedades comunes a entidades que se organizan sistémicamente en diversos niveles de la realidad. Esta teo-ría fue planteada por el biólogo austríaco, Ludwingvon Berta-lanffy, quien a mitad del Siglo XX (años 70) acuño el término

2.4 La Teoría de los sistemas y las teorías cognitivas frente a la complejidad de los sistemas sociales y el papel de la comunicación

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y consideró que su teoría es una ciencia de la totalidad donde el todo es más que la suma de las partes y que lo importante es comprender las interrelaciones entre las partes y no los elemen-tos aislados para comprender el todo.

A través de esta teoría, Bertalanffy buscó investigar cómo se daría la transferencia de principios de un campo a otro del conocimiento (en la física, la biología, la psicología, las ciencias sociales y la cibernética), en el intento de lograr una unificación de la ciencia para romper con el reduccionismo de las ciencias tradicionales (Tercero Talavera, 2009).

Los presupuestos de la teoría general de los sistemas parten de conceptos como la interdisciplinaridad, la compleji-dad, sistemas auto-referentes, funciones, paradojas, y buscan la construcción de modelos de representación del conocimiento del tipo inductivo y axiomático, ya que no parte de premisas que requieren demostración y muy alejadas de las ciencias aplica-das. Asimismo se vale de un método globalizador porque per-cibe a los objetos como partes de un todo y relacionados con un entorno, además de no establecer relaciones de causalidad lineal entre los fenómenos, obedece más a un pensamiento ho-lístico que opera por contrastes armoniosos, basándose en la observación de los fines y medios.

El enfoque sistémico tiene en cuenta al observador y a la forma como éste representa el sistema observado. Es construc-tivista porque como método de representación del conocimiento propone un modelo de la realidad que es producto del proceso de construcción del sujeto observador. Además de concebir que el tiempo y la historia influyen en los hechos dinámicos y cam-biantes. (Colle, 2002:68)

La teoría general de los sistemas supone una visión in-tegral y total de la realidad y por eso plantea la necesidad de mecanismos interdisciplinarios que rompan con la compartimen-tación que han realizado las ciencias occidentales.

Según dicha teoría, los sistemas como totalidades se ri-gen por dos principios: la sinergia entre el todo y sus partes, y

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la recursividad que organiza vertical y jerárquicamente los siste-mas, de manera que los inferiores se encuentran contenidos en los superiores. Estos principios han sido aplicados en el estudio de las células (citología), de los animales (biología), de los ve-getales (botánica), de los grupos sociales pequeños y amplios (psicología social y sociología), de todo el planeta (ecología) y del Universo (astrología).

Por ello, la Teoría general de los sistemas busca descu-brir los isomorfismos en las construcciones teóricas de diversas disciplinas y desarrollar modelos teóricos aplicables al menos a dos campos diferentes de estudio, para desarrollar a largo plazo un espectro de teorías o sistema de sistemas y romper así con la especialización del saber (Johansen, 2004:21).

La teoría general de los sistemas, sobre todo a partir de las propuestas de Niklas Luhmann, plantea la existencia de tres sistemas: los vivos (operaciones vitales), el psíquico o perso-nal (la consciencia) y los sociales (la comunicación), que no son equivalentes sino que cada uno de ellos es entorno en relación con los otros. Por eso, esta teoría plantea la necesidad de abor-dar la relación o interconexión entre estos tres tipos de sistemas con una visión de totalidad.

Para Luhmann los elementos de un sistema adquieren cualidad al relacionarse los unos con los otros, lo cual significa una selección que deja por fuera a otros posibles, obligado por la complejidad. La cual es la medida de indeterminación o carencia de información que le hace falta al sistema para poder aprehen-der y describir a su entorno y a sí mismo (Luhmann, 1998b:50). Esa selección no depende del sujeto sino que es el resultado de un proceso evolutivo de la diferencia entre sistema y entorno, por lo que toda selección supone restricciones, riesgos, miedos, inseguridades, ya que obliga a elegir entre opciones sin determi-nar cuál elegir.

El elemento central de la teoría general de los sistemas es la observación, que es la que permite distinguir entre lo que se observa y lo que permanece en el entorno como trasfondo.

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Diferencia siempre relativa a un observador y que puede fungir como información (Corsi y Otros, 2006:118-130).

El hecho de que esta teoría haya planteado la necesidad de abordar los problemas de las ciencias desde un enfoque sis-témico de totalidad obliga a reformular también la teoría de los sistemas sociales para sustentarla en la complejidad, ya que el cambio de paradigma que plantea la teoría general de los sis-temas no ha partido precisamente de la sociología sino de la termodinámica, la biología, la neurofisiología, la citología, la com-putación, la teoría de la información y la cibernética (Luhmann, 1998b: 35).

También adquiere importancia vital en esta teoría, el con-cepto de “función” antes que el de estructura, diferenciándose de Parson y su teoría funcional-estructuralista, ya que según éste concepto un sistema existe en la medida en que cumple una fun-ción, pero esta función puede ser polivalente, no es solo para reproducir el sistema sino al revés, un sistema existe en tanto cumple una función y esta puede surgir de distintas alternativas igualmente posibles. Por eso esta teoría es más comprensiva para entender los fenómenos complejos y los conflictos o las emergencias sociales (Pérez Mayo y Guzmán Cáceres, 2006), por lo que debería ser considerada en una nueva teoría social.

Por otra parte, la Teoría general de los sistemas parte del principio de que los sistemas emergentes tienen una complejidad desorganizada, espontánea, donde emergen múltiples factores interrelacionados en un todo auto-organizado pero sin leyes ex-plícitas, dando lugar a un comportamiento inteligente auto-regu-lado (Johnson, 2004), basado en la novedad, en lo disruptivo y en el principio de sobrevivencia ante los cambios y la compleji-dad o superabundancia de conexiones, de relaciones y de posi-bilidades alternativas o diferencias.

También asoma Luhmann (1990) el concepto de sistema auto-referente para indicar a un sistema que mantiene diferen-cias con respecto a su entorno y es autopoiético – concepto pro-veniente de los biólogos Maturana y Varela- porque crea su

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propia estructura y los elementos que la conforman frente a un entorno que le plantea riesgos y posibilidades de entropía, lo cual le obliga a reproducirse dinámicamente, constantemente, de forma creativa y reflexiva. Es decir, el sistema auto-referente es el que crea sus propias condiciones de cambio y se abre a procesos de diferenciación de las diversas posibilidades.

Dentro del pensamiento de la teoría general de los siste-mas hay que destacar no solo los aportes de Bertalanffy y Lu-hmann, sino de autores más recientes como los biólogos Ma-turana y Varela, del sociólogo Edgar Morin con su teoría de la complejidad, así como los planteamientos originales de la psi-cología de G. Bateson y Mc Culloch y de la pragmática lingüís-tica de Austin, Searle y Strawson. Ellos a partir de la biología, las neurociencias, la física cuántica, la cibernética de segundo orden y la epistemología experimental o pragmática tratan de aplicar la teoría de los sistemas para explicar cómo funciona el cerebro al conocer, cómo los seres vivos se adaptan y sobrevi-ven con el entorno, mediante procesos de auto-regulación de la información y la comunicación, así como también cómo podrían las sociedades evolucionar y sobrevivir frente a la complejidad actual, los cambios y las incertidumbres.

Ello explica el por qué la teoría general de los sistemas se ha venido aplicando a diversos campos, como: el de la cibernéti-ca de Wiener, donde la teoría de la información como reducción de la incertidumbre de Shanon y Weawer ha sido fundamental, la teoría de los juegos de Morgenstein y Neüman, la teoría de las decisiones de Simons, la topología o matemática relacional, con su pensamiento geométrico en redes, conjuntos y gráficos, el análisis factorial con sus conceptos de energía, habilidades y direcciones, la ingeniería de sistemas o análisis de sistemas hombre/máquinas y la investigación de operaciones, con sus ca-tegorías de azar y riesgo para la toma de decisiones. (Johansen, 2004).

Pero, la teoría general de los sistemas se ha ido exten-diendo no solo al estudio de los seres vivos como unidades sis-témicas, autopoiéticas y auto-referentes, sino que se ha valido

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de diferentes enfoques para entender la sociedad como un sis-tema y las relaciones entre los humanos como relaciones de información y de comunicación.

De allí que esta teoría ha ayudado a que los problemas del lenguaje sean asuntos centrales en la ciencia en el Siglo XXI, ya que a partir de la cibernética de segundo orden se ha extra-polado el concepto de juego al campo de la cultura y la teoría del conocimiento. De modo que de acuerdo con los planteamientos de la pragmática de Austin, Searle y Starwson, los actos de ha-bla constituyen espacios de juego o especies de combates entre los participantes. A partir de allí se busca conectar con la teoría del conocimiento y las neurociencias para vincular al lenguaje humano (inteligencia natural) con la lógica formal (inteligencia artificial) para saber cómo funciona el cerebro al conocer e inten-tar acercar al hombre con las máquinas inteligentes.

Por su parte, la epistemología experimental a través de Mc Culloch, Bateson y Bertalanffy, busca acercar la psicología cognitiva con la biología para determinar cómo los organismos conocen, piensan y deciden, concluyendo con lo siguiente (Pin-zón León, 2004: s/p)

- En el proceso de conocimiento intervienen las propie-dades del observador y no de los objetos, ya que la experiencia es subjetiva porque es el cerebro quien crea las imágenes que creemos percibir (Bateson).

- Los modelos cognitivos que construimos no son iso-morfos con la realidad sino entre sí, porque son crea-dos por nuestra mente, de modo que son mapas, no territorios. La relación entre lenguaje y visión del mun-do es recíproca y no unidireccional (Bertalanffy).

- El contexto es fundamental en toda comunicación, es una pauta que conecta, ya que todo fenómeno tiene su sentido y significado en un contexto (Bateson)

- La organización en los sistemas humanos se rige por el concepto de información y de relación, de manera

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que la mente humana es inmanente por fuera de ella, incluso en el mundo natural. En una visión totalizado-ra, el sistema social también es inmanente y totalmen-te interconectado, incluso la ecología interplanetaria (Bateson).

Según la cibernética de segundo orden, la relación entre un sistema viviente y su entorno depende de dos procesos: mor-fostasis (retroalimentación negativa para mantener la constancia de un sistema) y morfogénesis (retroalimentación positiva para mantener la variabilidad de un sistema). Esta última es la que da lugar a las desviaciones o desorden, los cuales no son necesa-riamente destructivos para el sistema sino que ayudan a generar el cambio.

La cibernética de segundo orden se define como ciberné-tica de los sistemas observantes y no de los sistemas observa-dos y se apoya en los aportes de la física quántica de Wittgens-tein, de Von Foester, y de Mc Culloch, Maturana y Varela.

De la física cuántica toma el concepto de “indetermina-ción” para indicar que la medida exacta de un objeto es incierta porque el observador siempre estará incluido en lo observado, así como el concepto de “complementaridad”, según el cual los distintos lenguajes posibles y los distintos puntos de vista sobre el sistema son complementarios. No hay un punto de vista úni-co, ni un universo, sino un multiuniverso construido a partir de lenguajes.

Según Von Foester para conocer resulta fundamental in-troducir al observador y perder la objetividad y la neutralidad, ya que esos son requisitos indispensables para una epistemología de los seres vivos, ya que el hombre es quien hace las pregun-tas que dan lugar al acto de conocer.

A partir de la anterior premisa, la cibernética de segundo orden, se constituye en un manifiesto constructivista basado en el observador, dando lugar al ingreso en la teoría social y lin-güística del concepto de información-organización, que estaría presente tanto en las interacciones químicas cerebrales como

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en las lingüísticas.

Según esta teoría, es el lenguaje el que construye la rea-lidad, hablar una determinada lengua significa ver el mundo de una forma determinada. Así el conocimiento no nos brinda una representación del mundo sino un mapa de lo que puede hacer-se en el ambiente en el que se tuvo la experiencia. Por eso el conocimiento es producto de una auto-regulación y la realidad es un argumento explicativo, hecho con base a la experiencia del observador, quien se vale de su lenguaje para hacer sus descripciones.

Para la cibernética de segundo orden, como epistemolo-gía de la vida, lo importante es determinar cómo se comportan los sistemas que observan y no los objetos observados. Es de-cir, se le otorga primacía al sujeto/observador más que al objeto/observado para dar un vuelco a los modos de conocer del co-nocimiento científico occidental que ha estado basado en una relación sujeto/objeto vertical.

Desde esta perspectiva, el conocimiento se genera cuan-do el hombre toma decisiones sobre la base de una cantidad de información y de opciones alternativas, por eso el conocimiento no es fijo sino dinámico y es el producto de un proceso donde intervienen tres elementos: los datos del entorno, los propósi-tos y contextos de aplicación y la estructura de conocimiento del sujeto. El conocimiento es la aprehensión activa e inactiva de la realidad. La transformación de la información en conoci-miento requiere de un proceso humano de construcción, implica apropiarse de algo para insertarlo en la esfera personal, porque el aprendizaje significativo produce conocimiento útil (Cabrera Cortés, 2003).

Las teorías cognitivas que explican cómo se adquiere el conocimiento son: el Conductismo, que según la teoría de Pa-vlov, se adquiere por una relación mecánica estímulo/respuesta y se expresa en una conducta física. Y la psicología cognitiva de Piaget, Vigotsky y la Gestal, que estudia al ser humano como procesador de información como paso previo a la construcción

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de conocimiento, donde deben intervenir la consciencia y pro-cesos mentales complejos, la cual es la que interesa más a la teoría de los sistemas.

Según la psicología cognitiva, la capacidad humana para producir conocimiento es superior a la de las máquinas, porque el hombre es capaz de aprender de sus experiencias acumula-das, de comprender, de transformarse y solidarizarse con otras realidades, además de crear e inventar preguntas y problemas. Mientras que los sistemas inteligentes (IA) a pesar de ser capa-ces de crear nueva información y conocimiento a partir de los que poseen y de resolver problemas no son capaces de todo lo que hace la mente humana.

No obstante, el procesamiento humano de la comunica-ción en las últimas décadas está intentando ser explicado y com-prendido no solo por la psicología cognitiva sino por las ciencias de la información y la teoría general de los sistemas. Se intenta investigar cómo se constituye y adquiere el conocimiento natu-ral y artificial y para ello se hacen triangulaciones de disciplinas como la psicología, informática, neurociencias, socio-antropolo-gía, lingüística, ergonomía y microelectrónica. Pero ellas no han constituido una ciencia en sí sino un campo de investigación y aplicación que busca descubrir las capacidades representacio-nales y computacionales de la mente y su representación es-tructural y funcional en el cerebro (Colle, 2002). Procesos que intentan simular mecanismos artificiales para generar aplicacio-nes mediante la ingeniería del conocimiento, que ayuden al ser humano.

Para la teoría cognitiva, el ser humano no solo procesa información y produce conocimiento a partir de ella, sino que a través del lenguaje y su sistema de representación, se expresa y comunica con otros, proceso a través del cual aprende. Por lo que la comunicación es una necesidad del ser humano asociada a su propia finalidad teleológica.

Según esta teoría la base de todo conocimiento es la percepción que desarrolla a través de los órganos perceptores

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procesos psicológicos que ingresan y procesan la información, que luego la memoria la conserva a corto o largo plazo y pos-teriormente, el lenguaje hace posible producir un mensaje. En este proceso intervienen tres sistemas que se interrelacionan y se acoplan: sistema de percepción, el sistema procesador (ce-rebro) y el sistema efector (motor y comunicativo), y desarrollan mecanismos de autocontrol no mecánicos, que son el producto de un largo proceso evolutivo, son cerrados y se adaptan para mantener un equilibrio frente al entorno.

Por su parte, para la biología el conocimiento es el resul-tado de todos los cambios estructurales que el sujeto ha acumu-lado a lo largo de su historia, de sus interacciones con el entorno (todo vivir es conocer), de modo que el sistema nervioso juega un rol central, porque, por un a lado, la memoria es capaz de repetir experiencias, de hacer comparaciones, de categorizar o crear conceptos o mapas mentales y, por el otro, el sistema ner-vioso, a través de las neuronas, establece conexiones múltiples y genera transmisión químico-eléctrica de impulsos a la células (física), todo lo cual hace que sea un proceso muy complejo, con muchos componentes y conexiones que vuelven al ser humano irreproducible y, en consecuencia, único e intransferible (Colle, 2002).

Para Colle (2002), la física tiene el desafío de cómo traba-jar fenómenos mentales o de la consciencia con las leyes físicas sustentadas en los átomos. Hay dos corrientes de la física que se muestran cercanas a lograrlo: la física cuántica y la semántica, según las cuales la naturaleza última de la materia y la energía es la información. El problema de la física clásica es que ha se-parado cuerpo/mente, materia/espíritu y exterior/interior, cuando en el fondo la molécula humana es espíritu y materia integrada.

Es la teoría de la evolución de la sociedad, de Pierre Teil-hard de Chardin (1927), la que podría ayudar a comprender que la naturaleza evolucionó hasta que con la aparición del hombre, el aspecto interior se hizo accesible a sí mismo a través de la consciencia, pero que ese proceso continúa porque el universo se sigue generando y la creación es un proceso continuo e in-

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concluso. La evolución supuso un aumento de la complejidad hasta que la energía se convirtió en vida humana y apareció la consciencia humana. Lo cual significó un cambio cualitativo, do-tado de una energía espiritual, interna que no se gasta como la energía externa de la física, que es la que le permite al hombre reflexionar y pensarse a sí mismo.

La necesidad de construir una teoría cognitiva sistémica de la comunicación requerirá de una comprensión más integral y universal de las ciencias que pasa por otorgar un papel central a la comunicación, a la naturaleza de lo humano y a la reflexión filosófica sobre la existencia y el ser de Dios.

Pero también, la teoría de la complejidad nos puede ayu-dar a hablar, ya en el campo de lo social, de nuevos enfoques o de una sociología que contribuya con la constitución de una teoría general de la sociedad, que mediante un enfoque sisté-mico permita escaparse de la contraposición ciencias naturales/ciencias del espíritu.

Al respecto, Richard Pérez (S/F) sostiene que tanto la so-ciología como la economía política, prevalecientes desde el Siglo XVIII, no han sabido resolver los problemas de las sociedades contemporáneas porque aislaron al sujeto y al objeto. Mientras que el enfoque sistémico de Luhmann rompe con eso y se apo-ya en conceptos históricamente posibles: como el análisis de la diferenciación social, de la dependencia de las organizaciones, de las estructuras de los roles. Este enfoque se fundamenta en una visión más espiritual, cultural y natural de la sociedad y se preocupa por el lugar del sujeto en ella, con una nueva concep-ción de éste, alejada de las connotaciones antropológicas, se-gún la cual el centro de las sociedades no son los hombres en sí sino las relaciones comunicativas que ellos establecen con los otros y con el entorno. En una visión ontológica de la diferencia y de la relación antes que del ser (Izuzquiza, 1990).

Según la teoría Luhmaniana, la sociología clásica no puede dar cuenta de las sociedades contemporáneas y sus cambios actuales por estar sustentada en los siguientes plan-

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teamientos: a) que una sociedad está constituida por hombres concretos y por la relación material que se da entre ellos y no por la comunicación como relación fundante del ser social, el cual mantiene una interrelación de observación e interpretación con su entorno. b) que las sociedades son unidades regionales, territorialmente delimitadas, cuando la globalización al romper fronteras y tiempos, las convierte en sistemas auto-referenciales y autopoiéticos que mantiene relaciones con el entorno para so-brevivir y adaptarse a los cambios constantes. c) que la socie-dad debe ser observada desde el exterior, como constituidas por meros grupos de hombres y como territorios físicos, sin ninguna reflexión espiritual o filosófica.

El problema es que la complejidad y la diferencia son va-lores característicos de las sociedades actuales. Es que hay una ruptura de la continuidad entre pasado y futuro, ya que este úl-timo es apenas una probabilidad y es vivido y percibido como un riesgo que va a depender de la toma de decisiones y de las selecciones escogidas por los hombres. Lo cual obliga a replan-tear los discursos dominantes, propios de la Ilustración, ya que todo deberá ser auto-observado, auto-descrito y será necesario distinguir las distinciones (Berián y García: 1998:18).

El hecho de que la diferencia sea una categoría que ca-racteriza a las sociedades actuales, nos plantea el problema del sujeto y de la intersubjetividad como tema a discutir, ya que si bien la intersubjetividad implica interpenetración, puede tradu-cirse en consenso o en disenso y ninguno de los dos caminos es mejor que el otro - a diferencia de lo que planteaba Haber-mas- porque aún en el consenso el sujeto no tiene que poner su propia identidad en la colectiva. Se puede tener una opinión aunque no se comunique, ya que la subjetividad no se agota en lo externo (Berián y García: 1998:34-38).

La comunicación significativa como categoría universal apunta siempre a la convivencia con los demás, por eso se debe aceptar el consenso y el disenso para el logro de un entendi-miento y comprensión de los otros (Luhmann, 2005: 129).

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Para el pensamiento sistémico, la unidad que constituye lo social es la comunicación, entendida como más allá de la mera transmisión porque es la integración de la información, la parti-cipación y la comprensión, o la síntesis de estos tres procesos de selección. Por eso considera que no se puede elaborar una teoría de la comunicación partiendo del concepto de intersubje-tividad, porque ello no nos llevaría más allá de una teoría de la acción comunicativa que reintroduce al sujeto. El pensamiento sistémico sustituye el concepto de intersubjetividad por el de comunicación, concebida como una unidad auto-referente y autopoiética de sí misma (Luhmann, 1998a).

Una teoría de la comunicación sistémica considera que en la comunicación no existe transmisión de información sino producción de ésta, solo cuando se entiende la diferencia entre emisión e información es que se da la comunicación, es decir, cuando el ego entiende que el alter ha emitido una información, pero ello no es suficiente, para que se dé la comunicación hace falta que se dé la comprensión. Además sistémicamente la co-municación es un proceso que aparece y desaparece, es siem-pre nuevo y diferente (Corsi y Otros, 2006:46), se requiere que una comunicación suceda a otra. Por eso, la comunicación se constituye en una operación interna de los sistemas sociales, que lo mantiene abierto al entorno para observarlo y constituirlo significativamente como información.

Por otra parte, para esta teoría, la comunicación no coin-cide con la acción porque ella como acontecimiento improbable no permite atribuir a alguien responsabilidades, intenciones o motivos previos. La comunicación solo se hace probable cuan-do se utilizan medios como el lenguaje (que otorga probabilidad de comprensión), los medios de difusión (que otorgan posibilida-des de llegar a los interlocutores) o los medios de comunicación generalizados simbólicamente (que otorgan probabilidades de aceptación) (Corsi y Otros, 2006: 48).

Para el pensamiento sistémico, la comunicación como acto improbable está sujeta a la contingencia, a las posibilidades de desilusión y a los riesgos. Y esa contingencia por ser social

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es de doble perspectiva: la del ego y la del alter, no es simple, ni unilateral sino más bien circular (Corsi y Otros, 2006:68).

Las sociedades modernas sufren una crisis de motiva-ción, por lo que Luhmann considera que sus valores deben ser reformulados en base a conceptos como la contingencia, la rela-tividad, lo temporal, donde la toma de decisiones se hace central y los acuerdos no implican consenso sino decisiones negociadas a las cuales se puede apelar. Son sociedades de riesgo donde las catástrofes se constituyen como el espacio de lo inseguro y lo contingente frente a un futuro incierto (Luhmann, 1998a; 162).

Por eso el tema de la ética ha tomado auge a partir de finales de los años ochenta del Siglo XX y obliga a la teoría so-ciológica a realizar una reflexión ética de lo moral, donde un tipo de comunicación que incluya a la persona como un todo, como partícipe, tiene mucho que decir. Porque como el riesgo depende de las decisiones que se tomen y ellas pueden resultar riesgosas para otros, se hace necesario un entendimiento social, que se logra a través del lenguaje y la comunicación para discutir las opciones y su aceptación o rechazo, dando lugar a la expresión de la diferencia.

La teoría sistémica también considera que una nueva so-ciología deberá fundamentarse en una teoría de la observación de los observadores, la cual ayudará a entender el papel del sujeto en el proceso de conocimiento. De manera que se asuma que la persona no es más que una socialización de roles, dentro de un repertorio de conductas restringidas o delimitadas (Luh-mann, 1998a: 244), que le condicionan su forma de entender y explicar la realidad.

Los retos y cambios que plantea toda esta realidad sisté-mica a la sociología también se extienden a la comunicología, lo cual obliga a comenzar a pensar en términos de los planteado por Galindo Cáceres (2007b:15): “a la comunicación de forma alterna a la forma ortodoxa de percepción del tiempo lineal del positivismo mecánico y como un mero proceso de transmisión de información, ya que la comunicación tiene lugar a través de

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cinco dimensiones: la expresión, la difusión, la interacción, la es-tructuración y la observación”.

En otro trabajo, este mismo autor, nos habla de la investi-gación como un proceso creativo de reflexividad, donde investi-gar no es solamente conocer desde cierta perspectiva, sino tam-bién hacer en el sentido de las posibilidades que abre el proceso de observación reflexiva que tanto el investigador como los otros actores sociales promueven en su acción creadora (Galindo Cá-ceres, 1998: 12)

En lugar de aspirar a una episteme, como conocimiento de las cosas verdaderas, se debe aspirar a la fronésis, es decir a saber cómo funcionan las cosas en el mundo, para pasar de ser mero espectador (teoría) a la práctica (actor), y ello implica no solo conocimiento artesanal sino inteligencia reflexiva que ayu-de al hombre a saber cuándo se debe hacer algo y cuando no. (Bearnett Pearce, 1994). Lo importante para esta perspectiva, es lograr la construcción del conocimiento para la vida práctica que permita el desarrollo de una teoría aplicada a los problemas sociales y a la mejora de la vida del hombre y de sus sociedades.

En ese sentido, Macías y Cardona (2007: 32) proponen la comuniconomía como una ciencia social práctica que haga posible la intervención social y el estudio de las constantes que se establecen en común durante las interacciones expresivas, cuando los sujetos comparten información con el fin de corregir, ampliar, transformar o dirigir la comunicación dentro de un siste-ma social.

Sin embargo, a pesar de todos los aportes anteriores, la Teoría general de los sistemas de Luhmann ha sido muy con-trovertida y no ha estado ajena a las críticas, especialmente su planteamiento sobre que la sociedad no está compuesta por hombres sino por comunicaciones.

El autor Luis Gómez (1992: 1-12) ha concretado cinco ob-jeciones a esta teoría que señalaremos a continuación:

En primer lugar, se pregunta si ¿es posible pensar que los

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hombres no forman parte de la sociedad y que ella puede existir independientemente de ellos?

En segundo lugar, si la sociedad como sistema social solo puede ser enunciada cuando los subsistemas que la conforman interactúan con el sistema social, entonces ella solo sería una posibilidad y el sistema social una probabilidad. Sería entonces importante construir una teoría general de la sociedad cuando su nivel más importante solo es una probabilidad?.

En tercer lugar, Luhmann habla de reducir la complejidad en la sociedad para garantizar su gobernabilidad, pero nada ga-rantiza que la decisión que se tome sea la buena o la mala.

En cuarto lugar, el concepto de sentido en Luhmann está referido a la búsqueda de la transparencia en el proceso de se-lección y decisión, pero eso no garantiza que la elección no con-tenga signos malos o incorrectos, ya que se pone énfasis en la forma evolutiva y nunca en el error o estancamiento. Para Gó-mez, Luhmann se encuentra atado a la ideología de la evolución.

Y por último, sobre la comunicación y su doble contingen-cia, se pregunta si acaso no puede ser múltiple y transversal. Acaso no ha obligado la libertad de circulación a establecer res-tricciones a cierto tipo de comunicación, con criterios forjados por fuera de la comunicación misma (como intereses, status y poder). Gómez concluye que la comunicación y el sentido si-guen siendo simbólicos y que en las sociedades modernas hay situaciones contingentes que tienen una carga simbólica no re-ductible a la comunicación. Además, los procesos de multiplica-ción de la emisión/recepción hacen que siga prevaleciendo un cierto caos y desorden que no se puede controlar.

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2.5 El desarrollo tecnológico, los cambios que plantean las TIC y las nuevas teorías críticas sobre la comunicación

No cabe duda que la comunicación hoy día ha alcan-zado un desarrollo incalculable y un valor inestimable, porque ella ha sido uno de los símbolos más importantes de la moder-nidad, sobre todo en las sociedades occidentales contemporá-neas, por ello resulta fundamental su abordaje teórico y prác-tico, que nos ayude a comprender lo que ella significa para el hombre y la sociedad.

Tal como lo señala D. Wolton (2005: 42): “la comunica-ción ayudó a abrir fronteras mentales y culturales y la aper-tura hacia el otro”, pero ella no surge solamente, en primer lugar, de la eficiencia de las herramientas tecnológicas, ni del progreso de las industrias de los medios, sino en primera ins-tancia del vínculo entre la explosión de la comunicación y los valores fundamentales de la cultura occidental, en su difusión de individuo y de un cierto modelo de relaciones sociales (Wol-ton, 2005: 44).

Eso justifica la importancia teórica de la comunicación y la necesidad de considerar que ella es central para lograr los equilibrios sociales, culturales, políticos y económicos como lo es la salud, la educación, la defensa y la investigación, ante lo cual según Wolton, lo importante es considerar que se debe tender a socializar las técnicas y no a tecnificar a la sociedad.

La anterior reflexión adquiere especial significado cuan-do en la actualidad, la comunicación se ha constituido en un eje transversal en todos los órdenes de la vida humana y cuando se podría ver altamente potenciada por la presencia de apa-

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ratos tecnológicos sofisticados que rompen con los paradigmas tradicionales que explicaban los modos de comunicación e infor-mación del hombre hace menos de cincuenta años.

Además, habría que comenzar a considerar un nuevo concepto de la comunicación como ligado no un proceso rígido y mecánico sino a la idea de acontecimiento único, imprevisible, irrepetible e inesperado que cuando tiene lugar transforma a los sujetos interrelacionados. Un nuevo concepto de comunicación, según lo plantea Marcondes Filho (2012:46), alejado de la idea de articulación, pasaje o transmisión y que deberá considerar la confrontación, el encuentro con la alteridad de otro, que genera algo nuevo y diferente que nos conduce a pensar y cambiar, es algo que ocurre de golpe y nos produce un cambio de estado e implica siempre la realización del sentido (el emisor transmite y el receptor entiende de lo que se le habla).

Habría que hablar, en términos de lo señalado por Vilem Flusser, de una ciencia nómada (Silva y Silva, 2012: 28-29) con un método no rígido sino flexible, con vías diferenciadas que se van abriendo camino en el mismo proceso de investigación, en el que entra en juego la subjetividad y la intuición, que nos haga comprender la comunicación como esfuerzo de organización del caos y a la teoría de la comunicación como interpretativa y no meramente explicativa. Un proceso participativo más que inves-tigativo en el que se involucre a todo el cuerpo en la experiencia, ya que la comunicación es la esencia de la vida (Silva y Silva, 2012:35).

Para una nueva teoría de la comunicación, la “ocurrencia o no de la comunicación tiene que ver con la intencionalidad del receptor, o mejor dicho con su decisión” (Marcondes Filho, 2012:47), que no es más que el contacto con lo diferente, exter-no e incomún, transitoria como la vida misma.

En consecuencia, las ciencias de la comunicación, debe-rán ser capaces de capturar lo transitorio de la comunicación sobre todo en la actualidad que a través de las redes y las tec-nologías digitales se hace un fenómeno cambiante, no concluso,

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fluido.

El avance tecnológico hacia lo virtual y las redes lleva a un mundo donde el sujeto mismo se descentra, pierde su autocon-trol y coherencia interna y tiende a la dispersión, al abandonarse a la sensibilidad del instante y a la pérdida de las normativas que trascienden lo normativo, por eso los cambios no son solo una simple inversión de las tendencias de las comunicaciones clásicas de la modernidad, sino su rebasamiento, lo cual requie-re de nuevos enfoques teóricos y empíricos, que sin rechazar el desarrollo técnico y las tecnologías que este propone, las consi-dere como parte constitutiva del nuevo tipo de ser humano que promueven (Follari, 1992: 5-7).

La nueva realidad virtual que moldea la vida humana y las tecnologías de la información y la comunicación que modifican las normas del saber, lo grupos humanos y la recreación de la cultura, creando una red cada vez más compleja donde la técni-ca juega un rol central y no neutro, hacen que sea necesario una crítica filosófica que ayude a construir un nuevo pensamiento crítico (Villalobos, 1999:31).

Las consecuencias de la realidad virtual sobre la vida humana plantea importantes interrogantes a las ciencias de la comunicación sobre la esencia del yo, del ser social y del pensa-miento humano y de los procesos de conocimiento y educativos. Lo cual obliga a nuevos desafíos teóricos y epistemológicos.

Villalobos (1999:38-40) considere que las simulaciones tridimensionales e interactivas que reproducen ambientes y si-tuaciones reales, posibles de aplicar en diferentes espacios, dan origen a nuevos retos para los educadores y nuevos proyectos educativos, pero también hace falta una reflexión filosófica ya que las redes han instalado una contracultura o pensamiento di-vergente y con su característica de simultaneidad pueden lograr cambios educativos y sociales. Lo que está por verse, según este autor, es si estos cambios servirán para mejorar las con-diciones de vida de la humanidad. De allí la importancia de la filosofía para repensar esas nuevas condiciones.

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Siguiendo en esta misma perspectiva, Fernández Beau-mont (2009) señala que mientras las tecnologías de la informa-ción y la comunicación han avanzado mucho, no se ha recorrido el mismo camino en la formulación teórica de esos avances. La nueva situación de comunicación se sigue analizando desde me-todologías y categorías clásicas, que difícilmente dan respuesta a las nuevas demandas.

Toda la realidad convergente, multimedia, móvil y digital, que hacen posible las redes y las tecnologías de la información y la comunicación, pueden ser abordadas por disciplinas y espe-cialidades del saber diversas pero que al confluir podrían ayudar a configurar una nueva epistemología que dé cuenta de una fun-damentación teórica-metódica y metodológica que pueda com-prender los procesos de comunicación e información diversos y fluidos que tienen lugar hoy a través de las redes y que están conformando un nuevo modo de ser y de estar en las socieda-des contemporáneas.

La convergencia de medios, las interconexiones que per-miten establecer al humano, es una cualidad nueva que hace a estos procesos diferentes a los anteriores, gracias a unas inter-faces cada vez más amigables y sutiles, nos podemos conectar más allá de donde nos era posible antes a través de nuestros sentidos o de los medios tradicionales. Como lo afirma Hidal-go Toledo (2011:7-9), la interfaz como prolongación de nuestros órganos humanos es una simulación que no solo capta al mun-do, sino que pretende cambiar nuestro significado de éste, por consecuencia su intención es netamente simbólica. Y ese sim-bolismo tiene que ver no con la “puesta en escena” que realizan los internautas sino con las hiper-conexiones que establecen, ya que lo importante es vivir en un presente permanente.

Si a lo anterior se añade las potencialidades de conver-gencia que ofrece la red, la cual se convierte en una especie de meta-medio que dialoga y remeda a los demás medios y sus lenguajes para integrarlos en sus dispositivos de producción de sentido, produciendo una convergencia retórica, nos encontra-mos con una realidad comunicacional diferente a la de hace tres

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décadas. La cual no puede ser explicada por una teoría clásica de la comunicación, porque ella no puede dar cuenta de varios medios en forma simultánea porque ha sido concebida como una teoría mono-media. Lo que hace falta ahora en términos de lo planteado por Pasquali (2011: 50), es una integración de todas las formas de comunicación: orales, escritas, visuales, mediadas o no por las tecnologías, mediante un abordaje teórico de una ciencia general de la comunicación.

Más aún si consideramos que Internet posee un conjunto de características que son diferentes a las de los medios clási-cos: por un lado, porque se sustenta en el hipertexto como recur-so expresivo, que hace posible una lectura no lineal de los textos mediante múltiples enlaces, que facilitan la consulta de fuentes diversas y materiales relacionados de forma remota y simultá-nea, bien sea imágenes, sonido y texto o todo combinado. Por otro lado, es un medio que facilita las interacciones humanas porque dispone de recursos interactivos como el chat, el correo electrónico y las redes sociales. Además, es un medio que faci-lita ciertos grados de autonomía a los usuarios en la navegación y elección; y propone otros usos sociales no sola limitados a la creación y publicación de contenidos, sino a la interacción con otros con los cuales se comparte (Pérez Salazar, 2013: 205).

Y aunque Internet no es un medio de comunicación con iguales características a las de los medios masivos, sí está per-filando un conjunto de rasgos que podrían consolidarlo como un medio de gran peso e influencia social. Según Pérez Sala-zar (2013: 207-208), la red además de ampliar y conservar los mensajes en el tiempo y en el espacio-como los otros medios- está generando ya modelos de producción en serie, con equipos de trabajo complejos y división de funciones específicas que la acercan a las industrias culturales conocidas, pero en modalidad on line, ejemplo como google, youtube, yahoo. Pero también hace posible la existencia de modalidades artesanales de comu-nicación o de auto-comunicación de masas, al permitir simultá-neamente diversos modos de comunicación (self-medios, meso-comunicación, macro-comunicación y mega-comunicación).

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Por eso se requieren otros conceptos y teorías que faci-liten su comprensión como un nuevo medio de comunicación, cuyo carácter masivo no le deviene del tamaño de sus audien-cias sino de la simultaneidad del acto comunicativo que se dirige a una audiencia heterogénea y dispersa geográficamente, pero con una característica intermediática, ya que son audiencias híbridas entre las masivas y las personalizadas (Carvalho, 2012) pero mediadas por las redes, que permiten otras modalidades y usos comunicativos, más participativos y compartidos, no con-templados en las teorías y modelos de la comunicación de ma-sas. Para Carvalho (2012: 61) esas audiencias intermediáticas se caracterizan por: una conectividad ampliada, dispersión es-pacial y temporalidad diferida, porque se mezcla la urgencia del tiempo real con la disponibilidad diferida de los bancos de datos, ya que él ahora se torna permanentemente disponible para futu-ras actualizaciones.

Esa nueva realidad ha llevado a Scolari (2009: 51-55) a proponer una teoría de la comunicación digital interactiva, pen-sada en términos de convergencia retórica o semiótica, donde lo importante sería entonces el estudio semiótico de las interfaces para ver cómo convergen diferentes sistemas significantes y se interrelacionan entre ellos y cómo la red puede simular otro sis-tema de comunicación, como la TV. También llama la atención este autor, sobre la necesidad de considerar las divergencias o los efectos colaterales que se da en la periferia del sistema de medios.

Un factor muy importante a tener en cuenta sería los efec-tos sociales que se han venido observando en tres espacios: en el espacio público, en los cambios de época y en los procesos interpersonales y la formación del yo. Al respecto, García Jimé-nez (2008b:4), sostiene que en al ámbito de lo público se ha producido una transformación porque la vida íntima ha pasado a formar parte de lo público, se convierte es un espacio angular de los contenidos mediáticos. Por lo que respecta a los cambios de época se observa una fuerte presencia de los medios y las tecnologías de la información y la comunicación, hay una libera-

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lización del individuo y la emergencia de subculturas de grupos diversos que toman la palabra a través de las redes. Y en lo personal aparecen nuevos procesos de formación del yo, ya no vinculados a experiencias directas sino mediadas, que facilitan la asunción de varias identidades y personalidades diversas, lo cual cambia la comunicación interpersonal y plantea nuevas for-mas de acción y de comunicación de la gente. En ese espacio de lo personal, la comunicación oral mediada a través de las redes adquiere relevancia, dando lugar a una vuelta del yo, del sujeto, que reclama para sí una visibilidad nunca vista y una to-lerancia ante el mensaje oral pero escrito que ahora incluso ad-quiere otros signos, nomenclaturas, abreviaturas (emoticones, usos excesivos de la letra q y la k) diferentes a los de la gra-mática aceptada, que incluso irrespetan las reglas de ortografía tradicional para dar lugar a nuevas formas de escritura por las redes, a veces incomprensibles para los adultos y los letrados, pero que nos habla de una nueva necesidad de expresión verbal de la gente.

Abordar todas estas transformaciones supone asumir otros paradigmas y teorías más integradas, convergentes y ge-néricas, que sean valederas para los procesos relacionados con las tecnologías de la información y a comunicación, que puedan ser referidas a la comunicación masiva, personal, grupal o a la opinión pública y que ayuden a perfilar los elementos objetivos, subjetivos, prácticos, culturales y sociales presentes en los pro-cesos de comunicación (García Jiménez, 2008b: 9).

Para entender mejor la comunicación en la actualidad se deben abordar las interfaces que se dan entre la comunicación interpersonal, intrapersonal y social como límites complementa-rios, ya que a través de las tecnologías digitales estos tres tipos de comunicación se interrelacionan, interconectan y se desem-peña con menos barreras que antes, porque parecieran estar más cercanos, como procesos simpáticos los unos con los otros (Aladio, 2004: 124).

Incluso hay autores como De Kerckhove (1999) que plan-tean que las tecnologías de la información y la comunicación

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producen efectos psicológicos en las personas sometidas a su influencia y que incluso las innovaciones tecnológicas afectan nuestros modos de desarrollar los poderes de la mente humana, porque ellas permiten imitar, extender y ampliar esos poderes. Mientras que otros como Postman (1991) afirman que las tecnologías llevan dentro de sí un determinado prejuicio episte-mológico, político y social. Y que por ello marcan cómo debemos usar nuestra mente, el cuerpo, cómo se codifica nuestro mundo y cuáles de nuestros sentidos se amplían o no.

Eso significa que ellas no son neutras, ni naturales, sino producto de un proceso humano que ha respondido a unos deter-minados intereses. Por lo que debemos desarrollar una posición de crítica reflexiva, que permita construir un nuevo paradigma capaz de abordar todos esos cambios.

Al respecto, Carlos Scolari (2008:127) propone el paradig-ma semiótico-discursivo, sustentado en una confluencia de enfo-ques cuantitativos y cualitativos, recogidos en las tres tendencias principales en las teorías de la comunicación: la funcionalista, la crítica y la interpretativa.

Nos permitimos incluir aquí, la propuesta del español Ro-drigo Alsina (2011), quien sintetiza en el siguiente cuadro estas tres tendencias y cuáles son los aspectos que abordan cada una:

Perspectiva InterpretativaConceptos utilizados

Temas de estudio

Métodos y teorías

Aproximaciones teóricas

CiberculturaSimulacionesRealidad virtualMediacionesVideojuegosModernidad y postmodernidadTransmedialidad

Procesos de producción, distri-bución y consumo en entornos de medios digitales

Subculturas y redes (*)

Procesos de resistencia y de hegemonía en la cibercultura

Cualitativos:Entrevistas en profundidadHistorias de vidaEtnografíaGrupos de discusiónAnálisis del discurso

Antropología cultural

Economía Política

Semiótica

Historia

Estudios culturales

Estructurasde nuevos medios

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Perspectiva FuncionalistaConceptos utilizados

Temas de estudio

Métodos y teorías

Aproximaciones teóricas

Efectos

Opinión Pública

Audiencia

Rutinas productivas

Utilidad de las redes

Hipertexto

Utilidad y compe-tencias comunicativas del usuario.

Perfiles profesionales

Audiencias y usuarios de las TIC y las redes.

Interacciones en-tre personas y computadora.

Cualitativos:Test de utilidad o de usabilidad.

Encuesta de usuarios.

Análisis de contenido.

Análisis de datos.

Psicología cognitiva

Sociología fenomenológica

Ingeniería de software.

El cuadro anterior muestra como cada una de estas perspectivas podría ayudarnos a explicar y comprender aspectos puntuales de los cambios y trans-formaciones que las tecnologías de la información y la comunicación están pro-

Perspectiva CríticaConceptos utilizados

Temas de estudio

Métodos y teorías

Aproximaciones teóricas

Globalización

Transnacionaliza-ción

Contracultura

Identidad

Seguridad

Poder y control

Mundialización

Pérdidad de identidady uso de TIC.

Práctica digital.

Privacidad y redes.

Crítica a la razón informática.

Cuati-cualitativos:

Análisis de datos

Análisis ideológico de las TIC.

Análisis de la pro-ducción y centrali-zación de las TIC

Estudio y análisis de las tendencias de la sociedad de la información y el conocimiento.

Economía polítiva.

Filosofía.

Sociología crítica.

Fuente: Miquel Rodrigo Alsina (2011). * Los subrayados son agregados de la autora.

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duciendo en los procesos de información y de comunicación ac-tuales. Además, nos confirma que ninguna sería autosuficiente para abarcarlo todo, por lo que se hace necesario la confluencia y la cooperación mutua entre los enfoques.

La necesidad de una síntesis entre los abordajes teóri-cos y empíricos sobre las tecnologías, abriría el panorama para comprender críticamente qué es lo que está pasando en nuestra época con el desarrollo tecnológico, cuáles son sus impactos sobre el hombre, la sociedad y el ambiente. Por un lado, la teoría crítica nos permitirá interpretar el mundo a través de sus poten-cialidades a futuro, mientras que la investigación empírica nos ayudaría más que a recoger datos a interpretar nuestro tiempo con hechos concretos y la filosofía nos ayudaría a reunir estos dos extremos; las potencialidades con la actualidad y los hechos con las normas y las derivaciones éticas de la TIC. (Feenberg, 2005).

Pero no solamente el pensamiento filosófico resulta hoy indispensable para abordar los retos que plantean las tecno-logías, sino también la perspectiva ecológica que nos ayude a comprender los efectos que las tecnologías modernas le plan-tean al hombre y a la sociedad.

Por eso la Ecología de la Comunicación, asomada por primera vez por Claus Eurich, en 1980, en términos de lo indica-do por Vicente Romano (1993: 2), como nueva rama científica, establece vínculos entre comunicología y ecología humana, ya que se ocupa de los efectos de la técnica en la comunicación humana y de los efectos de la comunicación tecnologizada en la naturaleza humana, en la sociedad y en el entorno físico.

La ecología de la comunicación como propuesta teórica tiene sus antecedentes en los Estados Unidos y Europa. En el primero, a través de la Escuela de Palo Alto, en California y en el continente europeo en Alemania y Francia y posteriormente en España.

Siguiendo un estudio de Silva Echeto (2013: 1-3) pode-mos señalar que la Escuela de Palo Alto, a través de los psiquia-

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tras D. Jackson y Paul Watzlawick al comenzar el estudio de la comunicación interpersonal, ya concebía a la comunicación como una confluencia entre naturaleza y cultura. Mientras que Edward Hall abrió el concepto de cultura hacia el de intercultu-ralidad para abordar las distancias entre culturas, los conflictos que eso genera, aportando al estudio de la comunicación esa noción. Y Bateson propuso el término de “ecología de las ideas”, que va más allá de los individuos y se organiza en sistemas o espíritus.

Por su parte en Alemania, Mathías Donath habló de la re-lación entre prójimo humano y prójimo natural, para hacer refe-rencia a la no separación entre naturaleza y hombre. Y Barbara Mettlervon Meibon se refiere a sistema con una mirada integra-da entre los sistemas tecnológicos, sociales y ecológicos.

En Francia, Paúl Virilio cuestionó la relación clásica en-tre ecología y protección de lo verde, crítica la idea de progre-so técnico y la pérdida del espacio- tiempo debido a las TIC, planteando la necesidad de hablar de una ecología gris (de las máquinas y la técnica), donde se incluya a los medios masivos y al concepto de catástrofe. Piensa que la ecología de la comu-nicación es una ecología de los imaginarios (tramos que pene-tran en la profundidad de la cultura), mientras que la mediática es una cultura de la superficialidad, instantaneidad y los flujos (Silva Echeto, 2013: 4).

También Félix Guattari propone pasar de la ecología a la ecosofía para no seguir hablando de la contaminación ambien-tal desde una perspectiva técnico-económica sino desde una óptica ético-política. Y planta que la ecosofía debería abarcar tres tipos de ecología: la del medio ambiente, la de la cultura y la de la intersubjetividad humana, ya que según este autor, la res-puesta ecológica solo se dará a escala planetaria para lo cual hace falta una revolución política, social y cultural que reoriente la producción de bienes materiales e inmateriales de la socieda-des actuales (Silva Echeto, 2013: 5).

Mientras que en España, ha sido Vicente Romano, quien

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en el 2004 propone una Ecología de la Comunicación en estre-cho diálogo con la economía política de la comunicación y la cultura.

Pero no se puede obviar que en Canadá, desde los plan-teamientos pioneros de McLuhan ya se hablaba de los efectos de los medios en la vida del hombre, concluyendo que éstos tie-nen influencia en la psicología y procesos interpretativos de las personas (Fernández Collados y Galguerra, 2011:22).

La ecología de la comunicación debe mucho a McLuhan, a la Escuela de Toronto y a su seguidor Neil Postman, porque fueron quienes realizaron la historia de las comunicaciones a partir del abordaje de las tecnologías en el funcionamiento de las sociedades humanas. Concretamente, McLuhan fundó un pensamiento culturalista que se propuso hacer una historia so-cial de la comunicación (Kane, 2011: 58), distanciándose de la psicología y sociología empirista norteamericana y proponiendo el estudio de los medios como ambientes.

Y en la actualidad su pensamiento ha sido rescatado ante el surgimiento de las tecnologías de la información y la comuni-cación y de las redes digitales, especialmente sus conceptos de la aldea global y de los medios como extensiones de los sentidos humanos (Galindo Cáceres, 2011: 145 y de Assis, 2011:109). In-cluso autores como Scolari (2011:216), señalan que McLuhan es un autor muy útil para comprender los procesos de digitalización y estudiar el gran ecosistema de la comunicación y la cultura, pero que hace falta encuadrar esa visión global con estudios em-píricos muy focalizados.

Según esta perspectiva, cada nueva tecnología o medio de comunicación modifica nuestra vida sensorial, alterando todos nuestros sentidos (Islas, 2011:66), por eso McLuhan va del estu-dio de los mensajes y sus efectos al estudio de los medios como configuraciones del propio ambiente humano, convertido no en un simple envoltorio, sino en un proceso activo, reinventado por las tecnologías y los nuevos medios (Palacios, 2011: 185). Eso lleva a Di Felice (2011:154) a afirmar que este autor inaugura un

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humanismo tecnológico que pone en diálogo al hombre y a las máquinas, en la era de la electricidad, prologando las funciones de los sentidos humanos.

Asimismo, algunos autores como Stangl (2011:159) con-sideran que las transformaciones contemporáneas y las inter-conexiones electrónicas nos regresan al ambiente de la cultura oral, en el cual todas las informaciones son simultáneas y la gra-mática de funcionamiento es similar a la de los mitos. Y que esa percepción mítica que ya visualizaba McLuhan sería el camino para comprender el aparente caos de las sociedades digitales.

Y aunque en un principio estos estudios generaron mu-chas dudas y controversias y no estuvieron respaldados por evi-dencias empíricas, fueron adquiriendo relevancia en la medida en que iban apareciendo los cambios tecnológicos. Los trabajos de la Escuela de Ecología de los medios comenzaron a someter a prueba los postulados iniciales de McLuhan y continuaron de-sarrollando teorías al respecto (Sosa y Arcila, 2013: 57).

Precisamente ha sido su discípulo, Barrington Nevitt, quien en 1980, escribe sobre la Ecología de la comunicación, vinculando las técnicas de comunicación con la ecología. Tam-bién en esta misma corriente, David L. Altheide escribe un tra-bajo donde se refiere a las relaciones de poder y el control so-cial de los medios sobre el hombre.

Por lo que respecta a América Latina, ha habido apor-tes interesantes, especialmente en Brasil, desde la perspectiva arqueológica, a través de autores como Vilem Flusser, el cual desde los años sesenta y setenta ya consideraba a la Arqueo-logía una disciplina importante porque se ocupa de los residuos y la basura. Propone encarar la naturaleza como si fuese un mapa y alerta sobre la desconexión entre lo humano-cultural y la naturaleza, producto de la sociedad tecnologizada. De mane-ra que asoma su teoría sobre una ecología de la imagen visual, que como contaminación mediática debería estar articulada a las ciencias de la basura. También Norvall Baitello, desde la Ar-queología, pone en cuestionamiento la separación antropológi-

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ca entre naturaleza y cultura y propone a las ciencias sociales abordar otros sistemas comunicativos no humanos, ya que con-sidera que la comunicación no son solo mediaciones técnicas sino primarias e interpersonales.

En general, la perspectiva ecológica aparece vinculada a la ética porque plantea la necesidad de comenzar a prever los efectos no solo materiales sino espirituales y sociales de las ex-tensiones tecnológicas (soledad, pérdida de las relación y con-tacto humano, no solidaridad).

La ecología de la comunicación intenta así definir una es-trategia constructiva para aumentar la calidad de vida de los se-res humanos, mediante comunidades de comunicación que ayu-den a conformar un mundo más amigable para las personas, que rescate el diálogo a pesar de la presencia de las TIC, que logre una coexistencia comunicativa y un trato razonable, especial-mente de los jóvenes y niños, con los medios (Romano, 1993:3).

Sí la comunicación como diálogo define al hombre y a su esencia en la sociedad, cualquier tecnología que atente contra el diálogo estaría atentando contra la esencia humana y tendría repercusiones negativas que habría que evitar. Por eso, la ecolo-gía de la comunicación como una biocología o ecología humana, pretende lograr desarrollar formas duraderas de comunicación, compatibles con el ser humano y la naturaleza, y mantener un equilibrio ecológico de los medios y las tecnologías de la infor-mación y la comunicación, para impedir que el desarrollo de la técnica atente contra la comunicación humana, la solidaridad, la cooperación y el diálogo.

Ante toda esta situación, cabría que nos preguntáramos: ¿Desde qué propuesta teórico-metodológica afrontar los cam-bios? ¿Cómo enfrentar la pérdida del diálogo comunicativo con el hombre y con la naturaleza?

En primer lugar, consideramos que se hace necesario res-catar el diálogo con el hombre mismo, ya que la sociedad tecno-logizada ha conllevado a una separación cada vez más fuerte entre los seres humanos en detrimento de la comprensión y la

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cooperación entre iguales. Para ello, las ciencias de la comuni-cación deberán definirse primordialmente como una ciencia ge-neral de las relaciones e interacciones humanas.

Según Rizo (2009a:11), las ciencias de la comunicación deben asumirse como una propuesta teórico- metodológica que se base en los siguientes juicios: a) La comunicación solo puede darse en el mundo de la vida cotidiana, donde la comunicación interpersonal es fundamental b) La comunicación incluye a la información y no a la inversa y c) La comunicación tiene como punto de partida un proceso intersubjetivo, que toma en cuenta la presencia del otro, con el cual nos vinculamos para compartir y comprender el mundo de forma similar. Por tal motivo, esta au-tora plantea que una ciencia de la comunicación deberá abordar todas las dimensiones de la comunicación (la difusión unilate-ral, la interacción interpersonal, la estructuración o relación con otros en aras de la sociedad y la expresión personal). Y aunque una teoría general de la comunicación no atienda a todas esas dimensiones si deberá atender prioritariamente a las referidas al encuentro intersubjetivo. Pero para ello hace falta- indica Rizo- un enfoque metodológico o una comunico-metodología

En segundo lugar, las ciencias de la comunicación debe-rán recuperar su carácter constructivo y reflexivo para procurar cuestionar y revisar lo que se ha venido haciendo y cómo se ha venido haciendo, desde qué enfoques teóricos y metodoló-gicos, en función de qué cosmovisión del mundo, para intentar hacerlos visibles y mejorarlos para la humanidad. Al respecto Vasallo de Lopes (2012: 17-21), considera que hace falta en la investigación científica desarrollar una reflexividad práctica que sea capaz de realizar una crítica epistemológica no solo a las teorías sino también a las técnicas de investigación, porque si-guiendo lo planteado por Bourdieu, ellas no son neutras sino teorías en acto, pero además hay que acercar esa reflexividad al conocimiento cotidiano para dotar al conocimiento científico de una dimensión social.

Es precisamente la comunicación la que pondría en movi-miento la estructura cifrada de la información, para regresarla al

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mundo vivo y presente que siempre fluye y está en cambio. Es la comunicación la que hace que los seres humanos interactúen y se afecten mutuamente, por eso la comunicación es un fenó-meno que coincide con la vinculación misma de la vida social, en actividad emergente y constructiva (Galindo Cáceres, 2003). Esa sería la concepción que habría que rescatar en una nueva propuesta teórica de las Ciencias de la Comunicación.

En concreto, una teoría general de la comunicación, como disciplina autónoma, se asumiría como el estudio de la organi-zación y composición de la complejidad social, en particular, y de la complejidad cosmológica en general, desde la perspectiva constructiva-analítica de los sistemas de información y de comu-nicación que las configura. (Galindo Cáceres, 2007a)

Esa visión más integral ayudaría a superar una teoría de la comunicación que ha centrado sus esfuerzos e interés en el estudio de los medios. Según lo planteado por Leonarda Gar-cía (2008a), hemos ido evolucionando hacia el estudio de los procesos comunicativos (interpersonales, grupales, culturales), enmarcados en sus contexto, pero nos falta ahora dar el salto cualitativo hacia el estudio de la comunicación entendida como interacción, asociación o contacto no solo entre hombres sino entre todos los elementos o sistemas que aparecen en el cos-mos, donde la comunicación es la trama que lo relaciona todo.

Sobre esa visión más integral y cosmológica, los autores Piñuel y Gaitán (1993:11) nos proponen el modelo de comuni-cación sistémico, según el cual la comunicación es un sistema abierto al cambio histórico y al entorno social y natural. Para ellos el sistema histórico tiene tres subsistemas, a saber: el eco-lógico, el comunicativo y el social.

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Entre cada uno de estos subsistemas hay interacciones y está presente una mediación comunicativa que deviene como mediación social entre el mundo social y el ecológico para inte-grar el cambio, pero también la diversidad y el conflicto, tanto del mundo social como del físico, dentro de una estabilidad nor-mativa que es cultural, ya que se efectúa a través de prácticas comunicativas que median estructural y cognitivamente para el logro de un consenso.

De allí la importancia de comenzar a pensar la comunica-ción como un sistema integrado a un todo cósmico, donde ella cumple una función central como relación que articula al hombre con la naturaleza, con el resto de los hombres, con la sociedad, con la cultura y con la historia misma.

En el fondo estas propuestas se orientan a la necesidad de partir de un enfoque pragmático, evolutivo y ecológico que lo integre todo en un conjunto de relaciones comunicativas, para enfrentar los cambios sociales y tecnológicos que la sociedad

Gráfico No. 1Modelo Sistémico de la Comunicación

Ecología o Naturaleza

Comunicación Sociedad

Sub-sistema 1 Sub-sistema 2 Sub-sistema 3

HistoriaSistema

Actores

Expresiones

Instrumentos

Representaciones

Fuente: Piñuel y Gaitán (1993:11)

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contemporánea le está planteando a la teoría de la comunica-ción.

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Cuadro comparativo de los nuevos enfoques teóricos

Corrientes Enfoques Teorías propuestas

1) La Retórica Vs. Pensamiento lógico formal

Enfoque simbólico (Esencia de la co-municación como diálogo)

Rescate de la comunicación humana (oral e interpersonal) y de la ética (el actuar bien)

2) Pensamiento ontológico y filosofía del discurso

Enfoque simbólico.

(Esencia de la co-municación como diálogo)

Más que partir de la epistemología hay que partir de la ontología del ser. Necesidad de una ciencia de la comu-nicación humana propia sustentada en el estudio de las significaciones (Her-menéutica)

3) Interaccionis-mo simbólico y constructivismo social

Enfoque simbólico e intercambio rela-cional sistémico

Rescate de la comunicación interper-sonal en base al estudio de las rela-ciones interactivas entre las personas, que se afectan mutuamente.

4) Teoría General de Sistemas, Teorías Cognitivas y Comunicación.

Enfoque sistémi-co, transdiscipli-nar y holístico

Posibilidad de una teoría sistémica de la comunicación que estudie la relación comunicativa entre el hombre y su en-torno natural y social.

Donde la comunicación sería una alter-nativa de organización sistémica de la complejidad

5) TIC y teoría de la comunicación digital interactiva, ecología de la comunicación y modelo de comunicación sistémico

Enfoque semió-tico/ discursivo y sistémico

La comunicación como parte de un todo cósmico, como trama que lo en-laza todo: el mundo social, el mundo físico y al hombre. Lo cual requiere la articulación de la Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y Ecología.

Fuente: Elaboración propia a partir de los autores citados en el Cap. II de la II Parte.

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En el cuadro anterior se puede observar que las cuatro primeras corrientes (la de la retórica, la ontológica, la del interac-cionismo simbólico y la sistémica) buscan romper con las teo-rías del conocimiento clásico de la Ilustración. Las tres primeras centran sus esperanzas en el sujeto y sus capacidades expresi-vas y significativas, mientras que la sistémica centra su interés en los sistemas sociales considerados como autorreferentes y sistémicos, los cuales se auto-reproducen mediante relaciones de comunicación e información con sus entornos.

Mientras que la digital interactiva, aunque centra su aten-ción también en las capacidades discursivas y significativas de los sujetos, considera la mediación de los nuevos aparatos tec-

Gráfico No. 2Diferencias entre los nuevos enfoques teóricos

Teorías simbólicas

Fuente: Elaboración propia

Teoría general de sistemas

Lo simbólico es esencia del ser social del hombre

La comunicación humana es lo primordial

Cada uno es entorno en relación con el otro

Lo fundamental son las interrela-ciones sistémicas entre sistemas diversos y sus entornos, median-te intercambio de información y

comunicación

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nológicos para facilitar o dificultar las relaciones comunicativas de los humanos. Asimismo, las cinco corrientes buscan cons-truir una teoría de la comunicación alejada de la mera teoría de la información como teoría de la transmisión mecánica de la comunicación: las tres primeras hacen énfasis en lo simbólico, en la comunicación humana, la cuarta en lo sistémico, donde tanto la información como la comunicación juegan un papel cen-tral y la última en una visión integrada en un todo cósmico que articula las relaciones comunicativas entre naturaleza/hombre/cultura/sociedad. Igualmente, las dos últimas buscan construir una nueva filosofía de la comunicación desde una cosmovisión más universal.

En el cuadro de abajo se observan que las nuevas pro-puestas teóricas en el campo de la comunicación coinciden en

Gráfico No. 3Integración de los nuevos enfoques teóricos

La Cultura, Sociedad y Otros Seres Vivos (Hombre, ecología y universo)

La comunicación humana es la esencia primaria

Enfoque sistémico(Entorno / La comunicación y la información para inter-rela-

ción de sistemas diversos)

Fuente: Elaboración propia

Retórica Filosofía y ontología

Interaccionismo simbólico

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Cuadro comparativo de autores por corrientes y teorías

Retórica

Ontología/Filosofía del Diálogo

Interaccionismo Simbólico

Teoría General de Sistemas

TIC y nuevas teorías críticas

Origen: Grecia Antigua

Años 50 ( Mitad del Siglo XX)

Años: 38 (Psi-cología social) 50-60 (Colegio Invisible)

Años 70Desde mediados de los 80, años 90 y 2000.

Teorías: Teoría del discurso y de la Ética.

Filosofía personalista o fenome-nológica.

Pensamien-to dialógico.

Análisis existencial.

Pensamien-to relacio-nal.

Psicología so-cial

Psiquiatría

Sociología fe-nomenológica o pragmática.

Constructivis-mo y Repre-sentaciones

Sociales.

Biología/Neuro-ciencias

Física quántica y semántica

Psicología so-cial y cognitiva

Cibernética de 2do orden.

Epistemología experimental o pragmática Ecología/Ética Teoría de la Complejidad

Teoría crítica filosófica y teo-ría reflexiva. Teorías integra-das y conver-gentes. Ecología de la Comuni-cación y Ética. Economía Políti-ca de la comuni-cación y la cultu-ra. Teoría de la complejidad y en-foque sistémico

Autores:Aristóte-les J. P. Sartre

M. Hei-degger

Ebner,

Levinas,

Martin Bu-ber, Rosen-zweig, Mounier,

Von Hildeb-rand,

Buba, E. Stern,

A. Schutz.

Blumer

Hursell

Max Weber

Heidegger

G. Bateson

P. Watzlawick

G. Mead

E. Goffman

E. Hall

R. Bridwhistell

A, Schutz.

Berger y Luhmann.

W. Jeames

J. Dervey y Wittgenstein

L. Bertalanffy

N. Luhmann

Von Foster

Wittgenstein

Maturana y Valera.

G. Bateson

MuCulloch

Austin, Searle y Strawson.

E. Morin

R. Follari

C. Scolari

Virilio

F. Gauttari

L. García

M. R. Alsina

V. Romano

McLuhan

M. Rizo

J. Galindo Cáce-res.

Piñuel y Gaitán

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Cuadro comparativo de autores por corrientes y teoríasRetórica

(Concep-tos)

Ontología/Filosofía del Diálogo (Con-ceptos)

Interaccio-nismo Sim-bólico (Con-ceptos)

Teoría General de Sistemas

(Conceptos)

TIC y nuevas teorías críticas

(Conceptos)

La retó-rica no solo es el arte de en-gañar, sino que implica discu-sión y diálogo.

La ética es el discur-so del buen actuar, no de lo verda-dero, y busca la utilidad de la ciencia

La comuni-cación es una relación humana donde tiene lugar un conjunto de relacio-nes signi-ficativas y simbólicas, en un mar-co ético entre el yo-tu-otros. Y donde el sujeto se realiza como ser.

En las inte-racciones humanas se produce una nego-ciación de sentido en-tre los su-jetos. Que implica una empatía o colocarse en el lugar del otro.

Esas in-teraccio-nes se expresan en la vida cotidiana, mediante rituales y roles, y deben conducir a la solución de proble-mas reales para lograr mejor con-vivencia, desde una perspectiva ética.

La sociedad es un sistema auto-rreferente y auto-poiético, que se comporta sistémi-camente y mantie-ne relaciones con el entorno.

Las relaciones entre humanos son relaciones de comunicación e información abier-tas al entorno.

La complejidad es un rasgo que define a las rela-ciones sistémicas, sobre todo en las sociedades de riesgo, con futuro incierto y cam-bios constantes, en contingencia permanente. La comunicación es a base de la con-vivencia humana y debe aceptar el consenso y el di-senso en la toma de decisiones.

El hombre no es el centro de la sociedad sino la comunicación.

Una teoría general de la sociedad de-berá integrar las Ciencias Natura-les y las Sociales

Es necesario que haya una conver-gencia retórica o semiótica que acepte también las divergen-cias.

Debe producirse una articulación o interfa-ces entre la comuni-cación interpersonal, intrapersonal y gru-pal.

Necesidad de con-fluencia y coope-ración entre los diversos enfoques filosóficos, teóricos y empíricos.

Prever los efectos de la técnica en la naturaleza humana, sociedad y entorno físico.

Abordar las relacio-nes globalizadas de los sistemas de información y comu-nicación contemporá-neos.

La comunicación como interacción no solo entre los hom-bres sino con todos los sistemas que aparecen en el cos-mos.

Fuente: Elaboración propia a partir de autores citados en el Cap. II de la II Parte.

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varios aspectos:

Tanto la corriente Retórica, como la Ontológica y la del Interaccionismo Simbólico coinciden en una perspectiva ética de la comunicación y hacen énfasis en las relaciones significativas que se dan entre humanos. Asimismo, las tres tienen una postu-ra similar en cuanto a la producción de conocimiento y el papel del observador, como un sujeto incluido en el proceso cognitivo sujeto/objeto, dando al traste con la separación entre objetivi-dad/subjetividad de la ciencia y con la idea de una ciencia única.

Por su parte, existen coincidencias entre la corriente On-tológica y la del Interaccionismo Simbólico en cuanto a algunas de las fuentes teóricas de las cuales se nutren, específicamen-te, de la filosofía fenomenología y sociología fenomenológica o pragmática, así como de la Hermenéutica, con aportes de auto-res como Heidegger y Schutz.

En lo que se refiere a la corriente de Teoría General de Sistemas, aparecen también coincidencias con la propuesta éti-ca de las ciencias y su articulación con el pensamiento comple-jo. Igualmente con su postura ante el proceso de conocimiento y la participación necesaria del observante. Y coincide con el Interaccionismo Simbólico en algunas de las fuentes de las cua-les se nutren: la psicología social, específicamente a través de los aportes de Bateson, de la perspectiva cognitiva, de la so-ciología fenomenológica de Luhmann y del constructivismo, de Wittgenstein. Sin embargo, esta corriente se diferencia de las tres primeras porque tiene una visión descentrada del ser como sujeto básico de la sociedad, desmarcándose de la perspectiva antropológica, ya que considera que ese papel lo desempañan las relaciones de comunicación con el sistema y no el hombre. Por lo que no es el Yo individual el que habría que abordar sino el sistema como organización que entra en interrelación con otros sistemas vivos, no necesariamente humanos, y universa-les. Esta es la corriente que se nutre de mayores enfoques teó-ricos provenientes de disciplinas diversas, tanto de las Ciencias Naturales como Sociales.

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Por último, la corriente de las TIC y las nuevas teorías críticas coincide bastante con la sistémica en cuanto a su pers-pectiva ecológica, ya que considera a la comunicación como confluencia entre la naturaleza y la cultura. Además de proponer también una salida ético/política para el desarrollo tecnológico y desarrollar una visión filosófica y crítica reflexiva sobre las TIC en las sociedades contemporáneas. Y plantear a las ciencias de la comunicación como un todo convergente e integrado, don-de la comunicación articularía al hombre con la naturaleza, con la sociedad, con la cultura y con la historia misma. Pero pone mucho énfasis en el papel de las TIC y los procesos de globali-zación y aspectos financieros y económicos de las comunicacio-nes actuales.

Gráfico No. 4Las TIC y Nuevas Teorías

Desarrollo científico Cambios TIC

Nuevas teorías y enfoques

Teorías críticas y reflexi-vas: Filosofía, Ecología, Semiótica, Arqueología

Sistémica, Historia, Ética, Política

Nuevos abordajes meto-dológicos: Empíricos, y

cualitativos para abordar cualquier tipo de comuni-

cación

Teorías

Convergencia Teórica:Convergencia Retórica o Semiótica:Convergencia Cósmica:

Corriente funcionalista, crítica e interpretativa.

La comunicación como ciencia general de las interacciones humanas y significativas.

La comunicación como trama que vincula al hombre con la naturaleza, con los otros hom-bres, con la sociedad, la cultura y la historia.Fuente: Elaboración propia

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ConclusionesAl realizar la reconstrucción del campo de las ciencias de

la comunicación nos encontramos que durante más de cincuen-ta años han dominado principalmente tres corrientes teóricas: la positivista o funcionalista, la de carácter socio-crítico o marxista y la interpretativa o de los estudios culturales.

Aunque cada una de esas corrientes ha tenido enfoques diferentes frente a la comunicación social, todas se han cen-trado en abordar el estudio de los medios y las industrias cul-turales, sin ir más allá para analizar la comunicación humana u oral, y allí tuvo lugar el primero de sus equívocos. A pesar de que la marxista y la interpretativa han desarrollado posiciones muy críticas en sus trabajos sobre los medios masivos, no han rebasado ese objeto de estudio.

Estas corrientes clásicas han sustentado sus investiga-ciones y planteamientos teóricos-metodológicos en torno a dis-ciplinas como la psicología, la sociología y, en menor medida, la semiología y la semiótica, con un predominio de metodologías cuantitativas, experimentales o análisis de contenido o crítico-ideológico. Abordando fundamentalmente a los medios y men-sajes y, en menor grado, la relación entre el emisor-receptor en el proceso de comunicación.

Tampoco estas tres corrientes han procurado construir un fundamento teórico-epistemológico propio para las ciencias de la comunicación, sino que han tomado prestados conceptos y categorías de otras disciplinas de las ciencias sociales

Como cuerpo teórico estas escuelas partieron de la teo-ría de la información de Shanon y Weawer para intentar expli-car la comunicación, introduciendo graves distorsiones en los estudios que hasta mediados del Siglo XX, solo se centraron en abordar la técnica y los medios más no a la verdadera co-municación, sin tocar el problema del significado del mensaje y del proceso de interpretación desarrollado por el receptor. Ha sido la corriente interpretativa la que ha intentado hacerlo pero refiriéndose a los procesos de comunicación masiva y no de la comunicación humana.

La escuela de Frankfurt, en su primera época (40-80) mantuvo una posición muy crítica y radical sobre la industria masiva, fundamentándose para ello en el marxismo y el ma-

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terialismo histórico, pero su visión demasiado pesimista sobre la cultura de masas tampoco fue más allá, hacia la verdadera comunicación humana.

La corriente de los estudios culturales o interpretativa aunque proviene de la misma raíz marxista de la corriente de la economía política de la comunicación, a finales de los años 80 y 90, se centró en abordar al sujeto-receptor y los procesos de apropiación de mensajes masivos en el entorno cotidiano y doméstico, dando un giro hacia un enfoque más culturalista, an-tropológico y socio-pragmático que los de los estudios críticos marxistas tradicionales de los años 60-70 y 80, considerando no los aspectos económicos, financieros o ideológicos de la co-municación sino los emotivos y subjetivos. Por lo que ha sido acusada por la corriente de la economía política, en los últimos años, de haber perdido su carácter crítico y contextual para com-prender la estructura económica que le da sentido a los medios, exigiéndole volver a las raíces marxistas de los teóricos ingleses fundadores.

Dentro de la perspectiva crítico-marxista, América Latina ha hecho importantes aportes desde los años 60 y 70, sobre todo frente a los paradigmas dominantes y a conceptos como “desarrollo” y “dependencia”. En los años 80 y 90 realizó tra-bajos enmarcados dentro de los estudios culturales, pero des-de un proceso de apropiación teórica de las visiones originales europeas, focalizándolas desde nuestras realidades y siempre utilizando la confrontación y el cuestionamiento. En los últimos años, las ciencias de la comunicación regionales han mostrado visiones más abiertas a diversos enfoques o disciplinas de las Humanidades y las Ciencias Sociales y a metodologías cuan-titativas y cualitativas, no solo concentrando los estudios en el emisor y los medios técnicos sino fundamentalmente en el re-ceptor y en el papel de los medios y de las tecnologías de la información en la cultura contemporánea.

Se podría decir, que es la teoría marxista, en su segunda época (años 80), la que a través de uno de los seguidores de la Escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas, comienza a plantear una teoría de la acción comunicativa fundamentada en el diálo-go (giro lingüístico) y en las intervenciones de variables intersub-jetivas con sus dimensiones ético-morales y estético-expresivas, para hacer de la comunicación una acción social liberadora, que tiene como espacio vital el mundo de la vida cotidiana, desmar-cándose así de la filosofía clásica y del pesimismo de los prime-ros teóricos de Frankfurt.

Pero propiamente, todos esos enfoques anteriores no abordaron el verdadero objeto de ser de la comunicación huma-na, la comunicación oral. Ha sido el enfoque pragmático del In-

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teraccionismo Simbólico, a través de la Escuela de Palo Alto (años 50-60), la que se detiene en estudiar desde una perspectiva psí-quica, antropológica y psico-lingüística a la comunicación interhu-mana, pero solo referida a procesos de comunicación de enfermos esquizofrénicos y sus familiares, sin considerar variables sociales y culturales.

Es la Filosofía personalista y ontológica, la que en la segun-da mitad del Siglo XX aparece con un enfoque diferente al funciona-lista, al socio-crítico, al culturalista y al pragmático, para comenzar a reflexionar sobre lo qué es la comunicación y no sobre los me-dios, alejándose de las escuelas clásicas. Define a la comunicación como un acuerdo social, simbólico, basado en reglas y significados compartidos, que no corresponde a un proceso de selección natu-ral sino cultural, y a un tipo de sociedad específico y a un período histórico determinado. Recupera así el estudio de la comunicación oral que había sido relegada por la sociedad industrial a la vida privada y opuesta al saber culto o científico.

A partir del anterior enfoque es que se comienza a plantear la necesidad de hacer una recomposición teórica del campo, que permita ubicar a la comunicación humana como el centro de una teoría propia, que aborde el problema del ser como altamente re-lacionado con el diálogo. De modo que sí la comunicación es en sí misma un fenómeno primario que define al ser humano, requeriría de una disciplina propia que se desligue de una teoría de la infor-mación y de los medios hacia una teoría de la comunicación y el diálogo.

En esa misma línea de pensamiento, desde finales de los 80 se ha planteado también recuperar el estudio de la Retórica, de la Grecia Clásica, para relacionarla con la búsqueda del conocimiento –y no como el arte del engaño- y del buen actuar (la ética), para poder ir más allá de lo verdadero (conocimiento científico), a modo de recuperar el discurso oral, el pensamiento interpretativo, la comunicación interpersonal y el arte del diálogo. Y rescatar también el papel de la comunicación en la producción de conocimiento y el papel del sujeto en la relación con el objeto en el proceso de cono-cer.

Es así como la comunicación interpersonal adquiere su es-tatuto como objeto de estudio de las ciencias de la comunicación tanto desde la perspectiva ontológica como retórica y la del interac-cionismo simbólico, al concebir a la comunicación como la base de la sociedad que se sustenta en un intercambio relacional, que tiene lugar en un contexto y está guidado por unos valores éticos.

Ese enfoque de estudio de la comunicación humana, se confronta con la teoría general de sistemas y las teorías cognitivas, que desde los años 70, con una visión de totalidad vienen abordan-

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do el tema de la información y la comunicación en los sistemas complejos. Según la cual la sociedad es un sistema donde las re-laciones entre humanos se sustentan en procesos de información y de comunicación, por lo que ponen especial énfasis en el estu-dio del Lenguaje, en los actos de habla y en los procesos cogni-tivos que desarrolla la mente humana a partir de una cantidad de información y de opciones alternativas para desarrollar y producir conocimiento. Ambos enfoque consideran que el lenguaje le sirve al humano para procesar información, producir conocimiento, ex-presar y comunicarse con otros y aprender de esa relación.

El enfoque sistémico, sobre todo desde los años 90 en-tra en fuertes controversias con el pensamiento antropológico, al considerar que el hombre no es el centro del Universo, sino la comunicación, que es la que articula al hombre con los otros hombres, con la naturaleza y con la historia, y la que expresa la complejidad, la contingencia, la diversidad, los riesgos, lo transi-torio y nuevo de las sociedades contemporáneas.

En la última década, se ha comenzado a plantear la ne-cesidad de una vuelta a la crítica teórica y epistemológica para reflexionar sobre lo qué es la comunicación, sobre sus elemen-tos, y se ha producido un importante diálogo y encuentro con otras disciplinas sociales y naturales como: la filosofía, la historia, la psicología social y cognitiva, la biología, la física, cibernética de segundo orden, que busca vincular lo social con lo animal, la ciencia con la tecnología, la comunicación humana con la animal, en un proceso de síntesis para interrelacionar las bases socioló-gicas, las biológicas y las psíquicas de la comunicación.

Estos nuevos enfoques intentan entender cómo ha ido evolucionando el hombre junto con la naturaleza y la historia, y cómo devino en un ser dialógico y social, para comprender la esencia de la comunicación no solo como relación sino como perspectiva simbólica.

Asimismo, ante los retos, incertidumbre y fuertes cambios científicos, tecnológicos y sociales, se está replanteando el pa-pel de la comunicación como práctica social, a modo de buscar respuestas concretas que mejoren los modos de comunicación entre los hombres, entre el hombre y la naturaleza y la sociedad. Y afrontar alternativas frente a proyectos sociales donde la comu-nicación sea vital para el diálogo, la cooperación y la solidaridad.

En el proceso de reflexión teórica que dé cuenta de las transformaciones contemporáneas y de sus características de novedad, fluidez y de la presencia de las tecnologías de la in-formación y la comunicación, tiende a surgir dos paradigmas: el paradigma semiótico-discursivo y el ecológico-comunicativo. El primero abordaría la convergencia retórica discursiva con la

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convergencia de las interfaces de las nuevas tecnologías y los sistemas significantes, para configurar una teoría de la comuni-cación digital interactiva. El segundo, abordaría los efectos que los medios y las nuevas tecnologías plantean al hombre y a la sociedad y sus impactos en la comunicación humana, en la vida sensorial y en la cultura.

Al definir a las ciencias de la comunicación como ciencia general de la relaciones o interacciones humanas, se debe con-siderar que como disciplina autónoma, convergente, integrada y genérica, la teoría de la comunicación deberá tener no solo una dimensión social para abarcar a la comunicación interper-sonal, intrapersonal, masiva, sino cosmológica que considere la interacciones no solo entre los hombres sino entre todos los elementos y sistemas que hay en el cosmos, donde la comuni-cación sería la trama que lo relacione todo.

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