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38 El concepto “progreso” es una de las ideas más firmemente arraigadas en la conciencia moderna tanto como desarrollo de las ciencias y las artes como en su calidad de propuesta específica de los fundamentos de los derechos del hombre. erecho Fundamental o directamente ley de la misma naturaleza humana, quizá, del propio universo, llegarán a proclamar algunos. Si el Progreso es la consecuencia necesaria de la propia dinámica de la vida, ¿necesitaría proclamarse como un proyecto diseñado por esa misma sociedad? En definitiva, ¿hay un derecho al progreso, como pudiera haber un derecho al desarrollo de la personalidad o es una consecuencia natural del propio devenir humano? En el primer caso sería un derecho a avanzar en una determinada dirección en el devenir histórico, el reconocimiento de una senda por la que transcurrir y que nos garantizaría unos objetivos reconocidos por la sociedad y el derecho como fundamentales. La pregunta, desde su misma formulación, aparece repleta de Historia. La misma idea de progreso es historia como fundamento de la vida, entraña un camino, como ya hemos dicho, pero también una voluntad, es decir, un proyecto que compete a la sociedad en su conjunto. Aquí nos interesa su posible carga normativa, su entronque jurídico, máxime al ser recogido como voluntad del texto constitucional. La configuración del progreso como derecho requiere su previo reconocimiento como algo deseable, objetivamente bueno y esto para todos y cada uno de los miembros de la sociedad. Si el progreso entra dentro del corpus jurídico es porque creemos que actúa como máquina necesariamente promotora de la felicidad de los hombres, anticipo él mismo de esa felicidad que propone toda comunidad política. Desde su constitución como voluntad soberana, la idea de progreso como derecho, necesariamente ha de construirse con ese mimbre de servicio al ciudadano. No de otra forma configura su propia definición política. Desde el siglo XIX abunda el concepto entre las siglas que ilustran las denominaciones de los partidos políticos: Partido Progresista, del Progreso, mil variantes que dan constancia de una postura social que ya reconociera Victor Hugo como insoslayable. “Quien no es progresista a los veinte años...., proclama reconociendo a esa posición todo el aura romántica de un empeño juvenil por la justicia, la igualdad y la solidaridad para con todos. Surge así un calificativo repleto de connotaciones positivas y marcadamente definido dentro del espectro político: progresismo, progresista. Con su variante escéptica, “progresía”, y que viene a reorganizar el abanico de las posiciones en el tablero de la política. Progresista versus conservador, o, aún más allá, reaccionario, de donde derivará “reacción conservadora” que Fernando Oliván Abogado y profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos. Gerente de la Fundación del CGAE Ilustración: Jorge Arranz El Derecho al Progreso El Derecho al Progreso Derechos Fundamentales D D

Derecho al Progreso

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El concepto “progreso” es una de las ideas másfirmemente arraigadas en la conciencia modernatanto como desarrollo delas ciencias y las artes comoen su calidad de propuestaespecífica de losfundamentos de losderechos del hombre.

erecho Fundamental o directamente ley de la misma naturaleza

humana, quizá, del propio universo,llegarán a proclamar algunos. Si el Progreso es la consecuencianecesaria de la propia dinámicade la vida, ¿necesitaría proclamarsecomo un proyecto diseñado poresa misma sociedad? En definitiva,¿hay un derecho al progreso,como pudiera haber un derechoal desarrollo de la personalidad o es una consecuencia natural del propio devenir humano? En el primer caso sería un derechoa avanzar en una determinadadirección en el devenir histórico,el reconocimiento de una sendapor la que transcurrir y que nosgarantizaría unos objetivosreconocidos por la sociedad y el derecho como fundamentales.La pregunta, desde su mismaformulación, aparece repleta deHistoria. La misma idea de progresoes historia como fundamento dela vida, entraña un camino, comoya hemos dicho, pero también unavoluntad, es decir, un proyectoque compete a la sociedad en su conjunto.

Aquí nos interesa su posible carganormativa, su entronque jurídico,máxime al ser recogido comovoluntad del texto constitucional.La configuración del progresocomo derecho requiere su previoreconocimiento como algodeseable, objetivamente bueno yesto para todos y cada uno de los

miembros de la sociedad. Si elprogreso entra dentro del corpusjurídico es porque creemos queactúa como máquinanecesariamente promotora de lafelicidad de los hombres, anticipoél mismo de esa felicidad quepropone toda comunidad política.Desde su constitución comovoluntad soberana, la idea deprogreso como derecho,necesariamente ha de construirsecon ese mimbre de servicio alciudadano.

No de otra forma configura supropia definición política. Desde el siglo XIX abunda el conceptoentre las siglas que ilustran lasdenominaciones de los partidospolíticos: Partido Progresista, delProgreso, mil variantes que danconstancia de una postura socialque ya reconociera Victor Hugocomo insoslayable. “Quien no esprogresista a los veinte años....”,proclama reconociendo a esaposición todo el aura romántica deun empeño juvenil por la justicia,la igualdad y la solidaridad paracon todos. Surge así un calificativorepleto de connotaciones positivasy marcadamente definido dentrodel espectro político: progresismo,progresista. Con su varianteescéptica, “progresía”, y queviene a reorganizar el abanico de las posiciones en el tablero de la política. Progresista versusconservador, o, aún más allá,reaccionario, de donde derivará“reacción conservadora” que

Fernando OlivánAbogado y profesor de DerechoConstitucional de la Universidad Rey Juan Carlos.Gerente de la Fundación del CGAE

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reafirma su voluntad deinmovilismo. El progreso deviene,así, no sólo un avanzar arrastradopor la dinámica de la historia, sinotambién la voluntad de adentrarsey acelerar en esa senda de loscambios. Con ello, la propuestahistoricista, ese camino trazadopor las exigencias de la mismahistoria, deviene voluntad política.Voluntad instalada en la luchapolítica y, por lo tanto, estrategiabásica de los grupos que creen en ese progreso como fuente de felicidad política.

Pero con ello se nos abre unapuerta y se nos cierra otra.Arrancamos el concepto progresoa la mera dinámica de las cosaspara incorporarlo a la acción delhombre como proyecto, pero, a la vez, lo confrontamos el núcleode la acción política, oponiéndolo–dentro de la voluntad de la nación–a posiciones contradictorias. Seabre, decimos, la vía a suconsideración como derecho, pero,a la vez, se cierra en cuanto tambiénse reconoce su incorporación al juego político. Sin embargo la oposición no es tan clara y esadinámica política entraña tambiénsus acentos y consideraciones.

La Constitución española refuerzaeste sentido axiológico. Eje querecorre todo el acontecer delEstado. Constitución caminante lahemos definido ya anteriormente,remarcando la indiscutibledireccionalidad del proyecto político.Proceso desde lo minúsculo a laplenitud, desde el mundo del deseoa la realización en el campo de loshechos. Desear, avanzar, progresar.No resulta parco el Preámbulo deltexto constitucional en el ejerciciode la dinámica. Constituciónabierta ha dicho algún autor,

comprendiendo la voluntadconstituyente. Pueblo constituyenteque, saliendo de las cavernas dela dictadura, marchaba resuelto y alegre hacia la plenitud de lalibertad... Pero, ¿es que no es éste,siempre, el contenido de todaconstitución? El acto constituyenteentraña necesariamente estadinámica, vuelta de hoja respecto

de un pasado atroz y aborrecibleque se supera por la acciónpolítica de un pueblo en posicióncaminante: Poder en marcha. No esde extrañar que la toma del poderpor todo pueblo reproduzca esaposición de andar. Poder en acción,multitud –en expresión de Spinoza–que supera el pasado (anticuado y nefando), para adentrarse en un futuro de esperanza. PrincipioEsperanza en la definición de Blochy que, en su visión simbolico-marxista, le hace redefinir eldogma judeo-cristiano: “ibi Lenin,Ubi Ierusalem”.

“El progreso deviene,así, no sólo un avanzar

arrastrado por la dinámica de la

historia, sino tambiénla voluntad de

adentrarse y aceleraren esa senda de

los cambios”

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Toda la cultura política decimonónicabeberá necesariamente de esteplanteamiento revolucionario. Tomade la Bastilla, Marcha sobre lasTullerías. Si las barricadas simbolizanla defensa de la revolución –yairónicamente contempladas porVictor Hugo en “Los Miserables”–el debut de la Revolución se hahecho, necesariamente,marchando. La cultura políticabritánica requiere, incluso, quetoda manifestación mantenga esadinámica de la marcha. Todavíaen nuestro siglo la manifestaciónse revela como el instrumento porantonomasia de la acción popular.

Y junto a ello, esa voluntad deempuje, de superar etapas ancladasen el tiempo. ¿No aparecen a lolargo del siglo XIX y se mantienentodavía hoy en día ministeriosdenominados de “Fomento”?Fomento, obras públicas, desarrollo,devienen conceptos absolutamenteintrincados en la estructura delEstado democrático. Realmentehasta la misma palabra “Estado”deviene vieja en cuento repleta deconnotaciones de quietud, frentea ello, el Estado moderno reafirmasu dinamismo: ferrocarriles,carreteras y autopistas, urbanizaciónacelerada, desarrollo tecnológico,etc., se convierten en exigenciaconstante de la vida política. Cadagobernante parece competir conlos anteriores en una carrera deexpansión y progreso, reclamandosiempre la obtención de índiceseconómicos que hablen decrecimiento. Ahora bien, si esteprogreso es el método –“camino”–por el que se empeñan todos conindependencia de su concepciónideológica, ¿estaremos ya ante underecho del ciudadano? La reacciónconservadora parece quedar, así,marginada y de derecha a izquierdatodos proclaman su voluntadprogresiva.

Surge así un derecho al progreso,fruto natural de nuestra propia

historia, tensión sobre la quegravita la misma idea moderna dedemocracia. El concepto revoluciónpierde ese sentido circular yrotatorio que tenía con Copérnicopara arrollar, como la ruedalanzada a toda velocidad sobre lasuperficie pendiente, las etapascaducas de la Historia.

Pero, la pregunta vuelve testaruda:la Historia, ¿camina en algúnsentido? ¿Hay una flecha que nos indique hacia donde vamos?Arrinconadas las doctrinas del“Eterno Retorno”, la historia senos presenta como un proceso de evolución continua. Líneaascendente donde cada generacióncabalga sobre los hombros de lasanteriores. Acumulación de riqueza,de saber, de técnica. A cadadescubrimiento le sigue otro quenecesariamente encontró el sueloabonado por el anterior. La riqueza,por igual, se acumula sobre elahorro de generaciones anteriores,como nos cuenta, genial,Dostoiewki en “El jugador”. Labolsa, como los propios índices de la economía reclama un avancecontinuo y sin reposo. Hablamosde crisis cuando la economía noes capaz de acumular un nuevoporcentaje, todo ello bajo lafórmula infalible del crecimiento.

Realmente, ¿es todo ello signoinequívoco de este avance? Larespuesta a esta pregunta debieradar explicación a otrosinterrogantes: la literatura, el arteen general, la conciencia del ser, lafilosofía, ¿se benefician también

de ese proceso acumulativo? Y yaaquí, la duda se instala, incapacesde acercar una respuesta positiva.Pero es más, en el interés radicaldel constituyente ¿somos másfelices hoy que antaño?, ¿tenemosesperanzas de ser aún másdichosos en el futuro? De nuevola respuesta, afirmativa o negativa,se hace radicalmente necesaria, yaque el proyecto político entrañaesa meta de felicidad prometida.“...un certain inalienable rights:that among these are life, libertyand pursuit of happinesse”,como reclamaba, utópico, elconstituyente norteamericano.

Abierta la puerta, se introduceuna nueva duda, ya más filosóficao quizá más existencialista. ¿Tienesentido la Historia? Formulado elconcepto como voluntad de ser,significado, esencia misma de loque acontece. El dolor, las guerras,las crisis, el hambre y la muerte,los fracasos y las destrucciones,¿tienen, en el fondo, un sentidojustificador? La palabra progreso,en medio de toda esta vorágine,deviene blanda y esquiva,consciente de su pequeñez y miseria.

Así, con todo ello, volvemosnecesariamente al principio.Historia abierta, sin determinismos,caótica en su sentido profundo,donde la acumulación, el mismomovimiento, carece de unadirección clara y significativa.Pero, a pesar de todo ello, la voluntad humana se impone,recreando los acontecimientos a la búsqueda de esa felicidadensoñada. Con ello el progresodeviene definitivamente underecho. Un derecho adjetivo,posiblemente instrumental, merovehículo para otros derechossustancia de la esencia humana,pero no por eso menosfundamental para hacer del deseoconstituyente una realidadposible.

“Surge así un derechoal progreso, fruto natural

de nuestra propiahistoria, tensión sobre

la que gravita la misma idea

modernade democracia”

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