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EL EVANGELIO DEJUAN

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  • FRANCIS J. MLNEY, S.D.B.

    EL EVANGELIO DEJUAN

    Traduccin:Jos Prez Escobar

    eWleditorial verbo divino

    Avda. Pamplona, 4131 200 Estella (Navarra)

    2005

  • PRLOGO 13

    NOTA SOBRE LAS CITAS YLA TRADUCCIN 17

    ABREVIATURAS 19

    INTRODUCCIN 25A. La literaturajonica 25B. El autor 30C. Los judos en el cuarto evangelio 32D. Enfoques sobre el cuarto evangelio 35E. El enfoque adoptado en este comentario 37F. La contribucin teolgica y el significado actual del cuarto

    evangelio 44G. La estructura del evangelio 46

    BIBLIOGRAFA GENERAL 49

    TRADUCCIN, INTERPRETACIN YNOTAS

    1. EL PRLOGO (1,1-18) 57

    11. EL LIBRO DE LOS SIGNOS (1,19-12,50) 73A. Los primeros das de Jess (1,19-51) 73B. Desde Can hasta Can (2,1-4,54)......................................... 87

    Introduccin 87La respuesta aJess dentro de Israel (2,1-3,36) 89

    i. El primer milagro en Can: La fe en la palabra de Jess(2,1-12) 89

    ii. Jess y los judos (2,13-22) 98iii. El comentario del narrador (2,23-25) 107iv. Jess y Nicodemo (3,1-21) 111v. Jess yJuan el Bautista (3,22-36) 125

    La respuesta aJess fuera de Israel (4,1-54) 135vi. Jess y la samaritana: I (4,1-15) 136

    vii. Jess y la samaritana: 11 (4,16-30) 146viii. Comentario de Jess (4,31-38) 157ix. Jess y los samaritanos (4,39-42) 166x. El seg-undo milag-ro en Can: La fe en la palabra de

    .Jess (4,43-54) 171

  • C. Las fiestas de los judos (5,1-10,42) 184Introduccin 184

    i. Jess y el sabbath (5,1-47) 185a) Jess cura en sabbath (5,1-18) 186b) Vida yjuicio (5,19-30) 195c) Testimonio y acusacin (5,31-47) 204

    ii. Jess y la Pascua (7,1-71) 212Introduccin 212a) Una introduccin (6,1-14) 214b) El milagro de los panes y los peces (6,5-15) 215c) El milagro en el mar (6,16-21) 220d) Una segunda introduccin (6,22-24) 223e) El discurso sobre el pan que baja del cielo (6,25-59) 225f) La crisis provocada por la Palabra de Jess (6,60-71) 243

    iii. Jess y los Tabernculos: I (7,1-8,59) 249La fiesta de los Tabernculos 249a) Antes de la fiesta (7,1-9) 254b) Al comienzo de la fiesta en Jerusaln (7,10-13) 256c) En medio de la fiesta (7,14-36) 258

    1. Jess, los judos y el pueblo (7,14-24) 2592. Losjerosolimitanos y el pueblo (7,25-31) 2633. Jess y los judos (7,32-36).................................. 265

    d) El ltimo da de la fiesta (7,37-8,59) 2681. Jess, el pueblo y los dirigentes (7,37-52) 268Excursus sobre Jn 7,53-8,11: La ml~er sorprendida

    en adulterio 2752. Jess se revela como la luz del mundo (8,12-30).. 2813. Conflicto entre Jess y los judos sobre sus res-

    pectivos orgenes (8,31-59) 290iv. Jess y los Tabernculos: 11 (9,1-10,21) 304v. Jess y la Dedicacin (10,22-42) 327

    D. Jess se dirige hacia la hora (11,1-12,50) 336i. Una resurreccin que conducir a-la muerte (11,1-54) 337

    n. Ha llegado la hora (11,55-12,36) 360lll. Conclusin del ministerio de Jess (12,37-50) 375

    III. EL LIBRO DE LA GLORIA (13,1-20,31) 383A. El discurso de despedida (13,1-17,26) 383

    i. Dando a conocer a Dios: El lavatorio y el bocado(13,1-38) 383a) El lavatorio (13,1-17) 385b) Dar a conocer a Dios (13,18-20) 392c) El don del bocado (13,21-38) 394

    n. La partida (14,1-31) 403

  • lll. Permanecer, amar y ser odiados (15,1-16,3) 427a) Permanecer (15,1-11) 429b) El mandato del amor (15,12-17) 434c) Ser odiados por el mundo (15,18-16,3) 438

    LV. La partida (16,4-33) 446v. Dando a conocer a Dios: La oracin final de Jess

    (17,1-26) 467B. La pasin (18,1-19,42) 489

    i. Jess y sus enemigos en un huerto (18,1-11) 490ii. Jess comparece ante los judos (18,12-27) 493

    iii. Jess ante Pilato (18,28-19,16a) 499iv. La crucifixin de Jess (19,16b-37) 508v. Jess es enterrado en un huerto por sus nuevos amigos

    (19,38-42) 516C. La resurreccin (20,1-29) 521

    Introduccin 521l. Las escenas junto a la tumba (20,1-18) 524

    a) Las visitas a la tumba vaca (20,1-10) 524b) Jess se aparece a Mara Magdalena (20,11-18) 530

    n. Las escenas en la casa (20,19-29) 535a) Jess se aparece a los discpulos en ausencia de

    Toms (20,19-23) 535b) Jess se aparece a los discpulos y a Toms (20,24-29) 541

    IV. CONCLUSIN DEL EVANGELIO (20,30-31) 547

    V. EPLOGO (21,1-25) 551Otras apariciones del Resucitado (21,1-25) 551Introduccin 551

    i. Jess se aparece a sus discpulos junto al mar de Tibe-rades (21,1-14) 553

    ii. Jess, Pedro y el discpulo amado (21,15-24) 559iii. Segunda conclusin del evangelio (21,25) 567

    Conclusin: Pertenece.Jn 21 al relato evanglico? 567

    NDICES

    NDICE DE LOS TEXTOS DE LA ESCRiTURA 575

    NDICE DE LOS ESCRiTOS ANTIGUOS 585

    NDICE DE AUTORES 593

  • PRLOGO

    El cuarto evangelio ha estimulado la mente, el corazn y la imaginacindesde los primeros das del cristianismo. Los gnsticos del siglo II lo utiliza-ron para construir sus sistemas de pensamiento, y su relevancia para la co-rriente ms importante del cristianismo es evidente desde los tiempos deIreneo (ca. 130-200 d.C.). Tuvo una importancia fundamental en el naci-miento de la teologa cristiana, especialmente en los debates trinitarios ycristolgicos que produjeron los grandes concilios ecumnicos, desde Nicea(325) hasta Calcedonia (451). Todo intrprete del cuarto evangelio es he-redero de unas ricas y extensamente variadas tradiciones de interpretacin.En efecto, segn mi punto de vista, en las Cartas de Juan 1, 2 Y3, el evan-gelio recibi su primera interpretacin en el seno de las comunidades paralas que fue escrito. Desde entonces no ha cesado la necesidad de comen-tarlo. Ni siquiera un biblista que consagre la mayor parte de su actividad aca-dmica al cuarto evangelio, puede esperar mantenerse al da con el inmen-so caudal de monografias y artculos que se le dedican. Mortunadamente,los estudiosos del cuarto evangelio se han visto bendecidos con algunos co-mentarios notables. A principios del siglo xx (1925), Mariejoseph Lagrangeescribi un volumen que result importante por la identificacin que hizode algunas dificultades exegticas, aunque la mayora de los especialistascontemporneos puedan o no estar de acuerdo con las soluciones que apor-t. Publicado inicialmente en 1941, el comentario de Rudolph Bultmann si-gue siendo una lectura estimulante y provocativa del texto jonico. Los co-mentarios alemanes al evangelio, extraordinariamente representados porlos dos volmenes de Jrgen Becker (1979-1981), continan la tradicinbultmanniana. Los especialistas britnicos se han sentido desde hace tiem-po fascinados por el cuarto evangelio. El conmovedor estudio de sir EdwynC. Hoskyns (1947) est escrito, en ocasiones, como la poesa del mismoevangelio y ellibro Interpretacin del cuarto evangelio de C. H, Dodd (1953) su-ministra un estudio incomparable de su trasfondo y significado. Desdeaquellos das, los comentarios en varios volmenes de Rayrnond E. Brown(1966-1970) YRudolf Schnackenburg (1965-1975), as como la concisa peroenriquecedora segunda edicin de la obra de C. K. Barrett (1978), han pro-visto al lector con una rica informacin sobre el contexto de la obra y conun comentario bien fundamentado y riguroso. No hay otro libro del NuevoTestamento que haya atrado tanto la atencin de los comentadores.

    Por tanto, es necesario otro comentario sobre el cuarto evangelio? Enel marco del objetivo general de la serie Sacra Pagna*, he intentado in-

    * Sil!',." 1'lIl(Ul es el nombre de una serie de comentarios de los libros del Nuevo Testa-mento editados por The I.iturgical press (Collegeville, Minnesota). La edicin original en in-Rls cltol pn'S('llt(' comentario lrma parte de esa serie. (N. del E.)

  • troducir otra forma de comentario. A partir de mi lectura crtico-narrativaa gran escala del cuarto evangelio, publicada entre los aos 1993 y 1998 entres volmenes, esta contribucin dedica una atencin particular al plannarrativo del relato evanglico. Intenta averiguar el impacto que la formajonica del relato sobre jess provoca en el lector. Mi propsito ha sido en-contrar el modo en que el autor ha contado la historia de jess para llevara los lectores a tomar una decisin (cf.jn 20,30-31). Haremos los comen-tarios pertinentes sobre el argumento revelador de un autor que se comu-nica con los lectores mediante un singular relato evanglico. Parto del si-guiente presupuesto: independientemente de las fuentes que estn tras l,la configuracin actual del evangelio intenta contar un relato que articulacoherentemente una teologa, una cristologa y una eclesiologa. Inde-pendientemente de cual haya sido el autor histrico, existe en la obra unpunto de vista identificable que le da unidad literaria y teolgica.

    El relato jonico se divide en obvios bloques de material que, tras elprlogo (1,1-18), abordan el ministerio pblico de jess (1,19-12,50), laltima tarde-noche con sus discpulos (13,1-17,26) yel relato de su muer-te y resurreccin (18,1-21,25). Sin embargo, en el relato existen ademspuntos de inflexin ms sutiles (cf. 2,1; 5,1; 11,1-4; 13,1; 18,1-3; 20,1; 21,1).En estos momentos decisivos del relato ofrecer una introduccin generala la seccin que les sigue. En estas introducciones se descubrir el enfo-que propio de este comentario. La traduccin del texto del evangelio y lainterpretacin y notas ms detalladas que le siguen intentarn apoyar la vi-sin ms amplia suministrada por las introducciones generales. Siguiendola direccin del comentario sobre la carta de Pablo a los Romanos publi-cada por mi colega Brendan Byrne, SJ., mantendr el grueso del comen-tario en la seccin dedicada a la interpretacin. Las notas sirven para jus-tificar las posiciones particulares adoptadas en el comentario, parapresentar y evaluar otros puntos de vista alternativos, y para asumir aque-llos aspectos de la historia de la interpretacin del evangelio que puedenarrojar luz sobre el comentario. En sintona con este objetivo, la interpre-tacin precede a las notas en cada seccin. Numerosas cuestiones crticasen la historia de la teologa cristiana y en la historia de la interpretacinbblica contempornea han surgido a partir del texto del cuarto evange-lio. No puedo dedicar una atencin exhaustiva y detallada a todos estosasuntos. Mencionaremos algunos en las notas, pero estn muy bien trata-dos en los comentarios ya clsicos del evangelio. Sealaremos tambinotros comentarios y otros estudios importantes en la bibliografa generalque se encuentra al final de la introduccin y en las bibliografas ms bre-ves que aparecen bajo el epgrafe Para consultar y profundizar al finalde cada una de las secciones de mi comentario.

    Hay muchas personas que han hecho posible este estudio. Slo puedomencionar a aquellos cuyo inters y ayuda inmediata me permitieron con-cluirlo. Marshall johnson, que entonces era el director de publicacionesde Fortress Press, amablemente me permiti escribir este comentario quetanto depcnde de los tres volmenes publicados por su editorial. Daniel

  • Harrington* ha sido un editor atento, sabio y alentador. Estoy particular-mente agradecido a Linda Maloney, que es redactora acadmica de TheLiturgical Press, por la paciente, minuciosa y respetuosa preparacin cr-tica de mi manuscrito pata su publicacin. Brendan Byrne, que ya era elautor de un extraordinario comentario en esta misma coleccin, me ani-m a emprender esta tarea y ley los primeros borradores de mi obra.Tengo una enorme deuda con Nerina Zanardo, F.S.P., por haber ledo va-rias veces el manuscrito, y con Rino Zanardo, que, gentilmente, me dis-puso un lugar de ensueo para gran parte de esta obra. Soy el respon-sable de todo cuanto aparece en las pginas que siguen, pero la esmeradalectura de Nerina ha prO

  • NOTA SOBRE LAS CITAS Y LA TRADUCCIN

    Las citas del AT proceden de la Biblia Hebrea segn la traduccin dela Revised Standard Version*. Indicamos explcitamente los casos en losque la cita est tomada de los LXX. Los apcrifos y pseudoepgrafos delAT se citan segn la coleccin editada porJ. H. Charlesworth (The Old Tes-tament Pseudepigrapha, 2 vols., Doubleday, Carden City, Nueva York 1983).Para las referencias a la literatura de Qumrn, seguimos la edicin de Flo-rentino Carca Martnez (Textos de Qumrn, Trotta, Madrid 21993), excep-to que en el caso de los Salmos de accin de gracias (1 QH) mantene-mos la numeracin ms tradicional de cada columna.

    El griego del evangelio de Juan es bastante sencillo y claro, y apareceadmirablemente reflejado en la Revised Standard Version. En lugar de ha-cer otra traduccin, la utilizar como base para realizar mi exgesis. Sinembargo, hay numerosos lugares en el texto, indicados en las notas, don-de la interpretacin del griego requiere una traduccin diferente. En al-gunas ocasiones hemos necesitado tambin interpretar la Revised Stan-dard Version con un lenguaje ms inclusivo. Aunque no en todos los casos,hemos realizado normalmente esta tarea con la ayuda de la New RevisedStandard Version.

    * N. del T Nosotros seguiremos las traducciones de la Biblia de La Casade la Biblia y de la Nueva Biblia de Jerusaln, aunque cotejndolas, y, enocasiones modificndolas, con la que aparece en el comentario original,es decir, con la traduccin de la Revised Standard Version.

  • INTRODUCCIN

    En las introducciones a los libros bblicos es habitual estudiar el lugar, lafecha y los orgenes de un determinado libro, la historia de su composicin,su lenguaje, el estilo y el texto griego (o hebreo) del libro en cuestin, comotambin ofrecer una visin general de su teologa, el estado actual de su in-vestigacin y una introduccin inicial a su estructura global. La introduc-cin que sigue a continuacin tratar la mayora de estas cuestiones, aunquese estudiarn ms detalladamente en el comentario. Los lectores que quie-ran conocer el tratamiento que los especialistas han dado a las cuestiones in-troductorias tradicionales pueden consultar los grandes comentarios (ef.Brown 1:24-120; Schnackenburg 1:11-217; Barrett 3-146; Lindars 24-73; Bec-ker 1:15-61; Haenchen 1:1-97) y la excelente introduccin al cristianismojonico deJohn Painter (Quest 33-135). Las pginas que siguen sitan estaobra en el contexto de la actual investigacin sobre los escritos jonicos,aunque las cuestiones introductorias deben tratarse como una parte de esteproceso: el lugar del cuarto evangelio en el cuerpo ms extenso de la lite-ratura del NT a la que comnmente se le conoce como literaturajonica,el autor, losjudos en el cuarto evangelio y una exposicin de los enfoquescon los que los especialistas tratan actualmente el evangelio. Sobre este tras-fondo presentaremos el enfoque que adoptamos en este comentario.

    A. La literatura jonica

    La tradicin cristiana ha considerado que algunos documentos del NTson obra de una sola persona llamada Juan. La literatura jonica com-prende el evangelio de Juan, las tres Cartas y el libro del Apocalipsis. Sloel Apocalipsis se refiere a su autor con el nombre de

  • con las persecuciones del emperador Domiciano (81-96 d.C.), el Evange-lio y las Cartas, aunque estn fechadas ms o menos en este mismo pero-do, proceden de un trasfondo diferente. Prosigue la controversia sobre ellugar y la fecha de la redaccin del evangelio, pero los siguientes detallesnos indican que fue escrito a finales del primer siglo de la era cristiana:

    1. El evangelio est caracterizado por un conflicto entre Jess y los jud-os (cf., por ejemplo, 2,13-25; 5,10-18; 7,1-9.14-31.40-44; 8,12-20.39-47.48-59;10,31-39; 1l,45-52); este conflicto nos remite al perodo en el que la hostilidadentre las dos sectas emergentes del cristianismo y el judasmo rabnico poste-rior al ao 70 d.C. estaba conduciendo a una ruptura de las relaciones. No obs-tante la extensin que pudiera o no haber alcanzado esta ruptura a finales delsiglo 1, el cuarto evangelio refleja una situacin en la que aquellos a los que sellama los judos (cf. infra) se encuentran en un implacable conflicto conJe-ss y sus seguidores (cf. 9,22; 12,42; 16,2).

    2. En tres ocasiones el evangelio de Juan habla de la expulsin de la sina-goga de aquellos que creen y confiesan que Jess es el Cristo. Esta expulsin seexpresa mediante un trmino tcnico (aposunagogos) (cf. 9,22; 12,42; 16,2). Delas tres, en dos ocasiones se denomina explcitamente la razn para esta ex-clusin de la sinagoga como confesin (homologein) de que Jess era el Cristo(9,22; 12,42). Parece, por tanto, que la ruptura final entre la comunidad jo-nica y la sinagoga local surgi por el reconocimiento pblico de que Jess erael Cristo. En el relato del ciego de nacimiento (9,1-34), constatamos un pro-gresivo crecimiento de la fe en Jess como el Cristo que conduce a su expul-sin de la sinagoga (cf. 9,34). Es ampliamente admitido que la experiencia delciego de nacimiento refleja aquella experiencia de las comunidades jonicas(d. Martin, History and Theology 24-62). La historia del proceso que condujo ala expulsin de los cristianos de la sinagoga es compleja, pero los signos de unaseparacin comenzaron a aparecer entre los aos 80 y 90 d.C. No obstante elcarcter local que pudiera haber tenido la experiencia de las comunidades jo-nicas, el cuarto evangelio refleja perfectamente este proceso. Es posible que lahistoria de su composicin haya sido muy compleja, pero el texto final, talcomo ha llegado hasta nosotros, apareci a finales del siglo I.

    3. A pesar de los esfuerzos que han hecho algunos especialistas belgas bajoel liderazgo de Frans Neirynck (cf. Jean et les Synoptiques: Examen critique de l'e-xgse de M. E. Boismard, BETL 49, University Press, Lovaina 1979), la concien-zuda obra de M. E. Boismard y Arnaud Lamouille (lean), y las hipotticas co-nexiones realizadas por Thomas L. Brodie (The Quest for the Origin ofJohn 'sCospel. A Source-Oriented Approach, Oxford University Press, Nueva York 1993),no es posible encontrar ninguna relacin literaria directa entre el evangelio deJuan y los sinpticos. Tras esta afirmacin subyace una respuesta a la cuestinplanteada en 1938 por Percival Gardner-Smith (St. John and the Synoptic Gospels,Cambridge University Press, Cambridge 1938): Qu es ms fcil? Explicar lasdiferencias entre el cuarto evangelio y los sinpticos con una teora de la de-pendencia entre ellos, o explicar las semejanzas entre ambos sin la necesidadde sta? La complejidad de las sugerencias de Neirynck, Boismard-Lamouille yBrodie nos remite a la idoneidad de la segunda posibilidad. Sin embargo, per-cibimos tras el cuarto evangelio tradiciones de la historia de Jess que tambinse encuentran en los sinpticos: la llamada de los discpulos (1,35-51), la puri-ficacin del templo (2,13-25), la curacin del paraltico (5,1-9), la multiplica-cin de los panes y los peces (6,1-15), el caminar sohre las aguas (6,16-21), la

  • confesin de Pedro (6,68-69), la curacin de un ciego (9,1-7), el tema de Jesscomo pastor (10,1-18), una mujer lava los pies deJess (12,1-8), el relato de lapasin (18,1-19,42) y la resurreccin (20,1-29) y la pesca milagrosa (21,1-14).Mientras que antes se daba por sentado que Juan conoca los evangelios si-npticos y los estaba reescribiendo, hoy da se acepta ampliamente la posicinque hemos adoptado ms arriba. El evangelio de Juan surge ms tarde que lossinpticos y no depende directamente de ellos. Muchos de los relatos son co-mlmes, pero muestran que se han desarrollado durante un largo perodo y re-flejan un estadio ligeramente posterior de la historia de la Iglesia primitiva (cf.Dodd, Tradition). Si, como es ampliamente aceptado, los evangelios de Mateoy Lucas aparecieron a mediados de los aos 80 del siglo 1, el cuarto evangeliotuvo que aparecer despus de esta fecha.

    Es verdad que nunca podemos estar seguros de la exactitud del mun-do que reconstruye un intrprete a partir del testimonio de un texto anti-guo, pero la unin de los puntos (1), (2) Y (3) nos sugiere que la comu-nidad jonica y su evangelio tuvieron la siguiente historia. Un grupo decristianos con ideas afines comenzaron dentro del judasmo pero fueronexpulsados de la sinagoga y se vieron expuestos al mundo ms amplio. Enel mbito de este mundo ms grande, los primeros cristianos, cuya expe-riencia produjo este evangelio, tuvieron que llegar a comprender con cla-ridad quin eraJesucristo, qu significaba para ellos y cmo tenan que vi-vir su existencia cristiana como respuesta al desafo de Jess. Sin lugar adudas, su relato sobre Jess tuvo un largo desarrollo literario, cuyos vesti-gios permanecen en el texto. En su forma final, el evangelio de Juan se es-cribi de un modo que est enraizado en los orgenes judos de la Iglesiacristiana, aunque se haya abierto al mundo ms amplio, de un modo queresulta un tanto extrao con respecto a los evangelios sinpticos. La utili-zacin de la expresin logos para referirse a Jess (cf. 1,1.14), la impor-tancia del conocimiento (cf., por ejemplo, 6,69; 17,3), el acento en una re-gin arriba y otra abajo entre las que se mueven tanto los ngeles (cf.1,51) como Jess (cf. 3,13; 6,62), Y las otras palabras e ideas que se en-cuentran solamente en este evangelio (para ms detalles, cf. notas sobreel comentario), sugieren que el mundo en el que se escribi este evange-lio era notablemente diferente al que haba recibido los relatos ms anti-guos sobre Jess. Aunque no todos estaran de acuerdo (cf. Robinson,Priority), es ampliamente aceptado que este relato particular sobre Jess yel vocabulario con el que se cuenta pertenecen al final del siglo I.

    Independientemente de lo que pueda decirse sobre el Apocalipsis, elevangelio jonico y las Cartas estn estrechamente unidos. Se escribieronprcticamente con el mismo vocabulario y tienen muchas ideas paralelas;no obstante, existen tambin diferencias. La principal es que uno es un re-lato de la vida de Jess (el evangelio) y las otras son Cartas. Las Cartas nocuentan la historia de Jess, pero la presuponen. En efecto, gran parte delo que se encuentra en las Cartas presupone el evangelio de Juan. La esti-Illulante y novedosa comprensin de Dios, Jess, el Espritu y la vida cris-tialla que se encuentra en el evan~elio dio origen a muchas de las dificul-

  • tades que afronta el autor de las Cartas (cf. la magistral demostracin deesta relacin en R. E. Brown, The Epistles oiJohn, AB 30, Doubleday, Gar-den City, Nueva York 1982, 47-115). Las Cartas se escribieron despus delevangelio, que, como ya dijimos anteriormente, esta marcado por un fuer-te conflicto entre Jess y los judos. Parece que se haba expulsado de lasinagoga a quienes confesaban que Jess era el Cristo (cf.Jn 9,22; 12,42;16,2). Se haba producido una dolorosa ruptura entre la comunidadjo-nica y la sinagoga local. Las Cartas no muestran inters alguno en este pro-ceso que haca ya tiempo que haba concluido. Para bien o para mal ya sehaba resuelto el problema de aquellos que estaban fuera de las comu-nidades jonicas. Las Cartas afrontan un inevitable estadio posterior en lahistoria de aquellos para quienes se escribieron, concretamente los pro-blemas que emergieron dentro de las mismas comunidades. Efectiva-mente, parece que el detonante de la redaccin de las Cartas fue una rup-tura posterior. Mientras que el evangelio responde a la ruptura de larelacin entre los cristianos jonicos y los judos de la sinagoga, las Cartasestn provocadas por las rupturas que se produjeron entre los miembros delas comunidadesjonicas. Las Cartas indican que exista este conflicto en lascomunidades

  • de una conversacin telefnica y hemos de especular sobre qu se deca ono en el otro extremo. No obstante, la Iglesia primitiva encontr refleja-da su fe en estas Cartas y as llegaron a formar parte del NT, una mina cris-tiana que sigue apoyando e inspirando a los creyentes a lo largo de lostiempos.

    Probablemente, el evangelio se escribi a finales del siglo I y las Cartasun poco despus. Se escribi en un lugar donde se codeaban, de formafrecuentemente dolorosa, el judasmo, el cristianismo primitivo, las com-plejas religiones del helenismo y el mundo griego, y un gnosticismo inci-piente. La investigacin contempornea, que ha dado la vuelta a las suge-rencias de que el evangelio era un testimonio de la helenizacin delcristianismo (p. ej., C. H. Dodd) , la cristianizacin del gnosticismo (p. ej.,R. Bultmann) o la gnostizacin del cristianismo (p. ej., E. Kasemann), estcentrndose cada vez ms en los estrechos nexos que existen entre el cuar-to evangelio y el judasmo sincretista y sectario, especialmente tal como seencuentra reflejado en los manuscritos del mar Muerto (cf. Painter, Quest35-52). Algunos sugieren que el autor era un esenio y que el evangelio esun producto de este mundo ms oriental (cf. Ashton, Understanding theFourth Gospel205-237). Es evidente que el pensamiento de tipo sincretistay el judasmo sectario que aparece en los manuscritos del mar Muerto, hainfluido en las tradiciones que produjeron el evangelio, pero hay elemen-tos en l que no pueden explicarse satisfactoriamente desde este trasfon-do. El lugar doryde tradicionalmente se ha ubicado la redaccin del evan-gelio de Juan -Efeso- sigue siendo una de las mejores localizaciones paraexplicar la mezcla de las tradiciones que subyacen en el evangelio. Existenargumentos contrarios a esta ubicacin (cf. Smith, Theology 6), Ysi no fue-ra por la asociacin tradicional del evangelio con esa ciudad, bastara condecir que se trataba de un lugar donde una comunidad cristiana emer-gente consum su separacin del judasmo y se insert en el torbellinoms amplio de religiones y prcticas religiosas de finales del siglo 1. Den-tro de este contexto se forj un evangelio extraordinario. El cuarto evan-gelio, resultado de dcadas de experiencia cristiana primitiva, fuertemen-te influida por el pensamiento del judasmo sectario, de la narracin y lavuelta a narrar las historias cristianas durante varias generaciones y en si-tuaciones diferentes, no puede situarse adecuadamente en ningn otromedio cultural (cf. Painter, Quest 119-131; Smith, Theology 10-20). Es grie-go y judo, Ysu lenguaje, su trasfondo y el punto de vista teolgico reso-naran en muchas visiones del mundo. Remite a la historia fundacional deJess de Nazaret, pero contndola de un modo que se dirige al torbellinoreligioso y cultural de Asia Menor a finales del siglo 1. El esfuerzo por co-menzar desde un presunto nico trasfondo para interpretar el evangelioen contra de l, sera demasiado estrecho o estara mal enfocado, o las doscosas al mismo tiempo (Smith, Theology 20). El cuarto evangelio cuentauna antigua historia de una forma novedosa. Es mucho ms dificillocali-zar las Cartas y las comunidades que fueron sus destinatarias. Sin em-bargo, no estn demasiado alejadas entre ellas geogrficamente. Existe un

  • fcil desplazamiento de una comunidad a otra (2 Jn 12; 3 Jn 3.5-6), aun-que el acceso a comunidades crecientemente hostiles, que estaban forma-das por amigos de antao, se va convirtiendo claramente en un verdade-ro problema (2 Jn 10-11; 3 Jn 10). El cambio de las circunstancias, sinembargo, no empaa su trasfondo

  • cientes concluyen que el autor era un fundador de la comunidad, posi-blemente un discpulo de Jess, pero no el hijo de Zebedeo o uno de losdoce. Sin embargo, desde el mismo relato evanglico emerge una figurainteresante. Cuando Juan el Bautista enva a dos de sus discpulos paraque siguieran a Jess (cE. 35-42), uno de ellos se llama Andrs (1,40). Elotro no se nombra. A lo largo del relato nos encontramos con la repeti-cin de este procedimiento de no nombrar a un personaje a quien se lellama el otro discpulo (cf. 18,15.16; 20,3.4.8). Finalmente, este perso-naje enigmtico se nos presenta como el otro discpulo... a quien Jessamaba (cE. 20,2). En 20,2 parece como si un estadio ms antiguo de latradicin dijera simplemente el otro discpulo (cE. 18,15.16; 20,3.4.8), alo que se aadi en la redaccin final (o al menos en un estadio po~teriorde la redaccin del evangelio) las palabras a quien Jess amaba. Este eldiscpulo amado (cE. 13,23; 19,26), que en el eplogo del evangelio (In21) se identifica como su autor (21,20.23.24). A partir de estos datos, pa-rece que el relato evanglico presenta huellas de su autor. Haba sidoun discpulo de Juan el Bautista (aunque muchos especialistas descartar-an al personaje annimo de 1,35-42; cE. nota sobre 1,40), que estuvo conJess desde el comienzo de su ministerio y fue testigo de los aconteci-mientos culminantes de la primera Pascua y padre fundador de una co-munidad cuyo evangelio denominamos actualmente evangelio deJuan. Pre-cisamente por su centralidad en el nacimiento, desarrollo y vida de lacomunidad, en la que tanto relieve tena, el deseo de que su nombre noapareciera en el relato de la vida de Jess fue respetado incluso tras sumuerte. Sin embargo, por mucho que respetaran su deseo de permanecerannimo, los responsables de la redaccin actual del evangelio no pudie-ron resistir la tentacin de insertar una descripcin en la que expresabansu recuerdo y admiracin por l. Por ello describieron al otro discpulocomo el discpulo a quien Jess amaba (cE. 20,2).

    En 21,20-23 se presupone que el discpulo haba muerto cuando elevangelio fue finalmente redactado. El captulo 21, el eplogo aadido,nos ofrece informacin sobre la situacin brevemente posterior de la co-munidad jonica. Mientras que Pedro sigue a Jess (21,19), vuelve sumirada al discpulo amado, que, su vez, les segua (v. 20). Pedro preguntapor el destino de este otro importante personaje (v. 21). Jess dice a Pe-dro que no se preocupe de si el discpulo amado vivir o no hasta el re-greso de Jess (v. 22), pero el narrador aade un comentario explicativoposterior a las palabras de Jess (v. 23). Jess no dijo que no morira el dis-cpulo amado, sino que Pedro no tena por qu preocuparse de si morirao no. El narrador hace este comentario porque en la comunidad se ha-ba extendido el rumor de que este discpulo no iba a morir (v. 23). Elautor deJn 21 intenta por todos los medios clarificar que Jess no habadicho exactamente esto. A la comunidad se le debe ensear exactamentelo que Jess quiso decir. Pero dnde estaba el problema? El discpuloamado ya IlO viva cuando se estaba escribiendo este captulo, as que po-dra ser UJI ailadido al evangelio original. Parte de la tarea de este captu-

  • lo adicional es corregir algunas interpretaciones errneas de la comuni-dad jonica. Resulta obvio que algunos esperaban que el discpulo amadoan viviera para cuando Jess regresara. Sin embargo, haba muerto, y ha-ba que explicar este hecho.

    Era el annimo discpulo amado Juan el hijo de Zebedeo? Ireneo po-dra haber acertado al identificar a los dos personajes y el enorme apoyoque esta identificacin ha recibido durante siglos le ha dado una popula-ridad que ha concedido a esta hiptesis un peso que los testimonios nopueden apoyar. El tema de si el hijo de Zebedeo fue o no el autor del cuar-to evangelio es objeto de un debate interminable. El peso de los testimo-nio est en contra de que se tratara del mismo personaje. Es posible quela existencia de muchas tradiciones confusas en torno a la muerte de Juan,el hijo de Zebedeo (cf. M. E. Boismard, Le Martyre deJean l'ApOtre, CRB 35,Gabalda, Pars 1996) y el hecho de que varios personajes relevantes de laIglesia primitiva se llamaran

  • momento, se presenta a los judos como hostiles a Jess y a todos losque confesaran que l era el Cristo (cf. 9,22; 12,42; 16,2). Maquinan con-tra l (cf. 11,45-53) e intimidan a Pilato para que se lo entregara en ordena ejecutarlo (18,28-19,16). Incluso tras su muerte, cuando Pilato, irnica-mente, coloca la inscripcin Jess de Nazaret, el Rey de los judos sobrela cruz, ellos se oponen a esta pretensin (19,17-22), y el da de la resu-rreccin los discpulos se acurrucan tras las puertas cerradas por miedoa los judos (20,19). Una lectura acrtica ha conducido a unas peligrosasconsecuencias directamente relacionadas con una errnea interpretacinde lo que se pretende decir con el trmino los judos en el cuarto evan-gelio.

    1. Se ha aceptado el evangelio de Juan como la palabra infalible e inspira-da de Dios que condena rotundamente al pueblo judo por su rechazo haciaJe-ss de Nazaret y por la ejecucin final de ste. Durante siglos, esta interpreta-cin del cuarto evangelio ha legitimado algunos de los comportamientos msultrajantes de los pueblos cristianos de Europa, incluyendo los pogromos y el in-tento genocida del holocausto.

    2. Tambin es posible llegar a una conclusin diferente pero igual de per-judicial. Podra decirse que el vocabulario utilizado para hablar de los judoses tan violentamente antisemita que el cuarto evangelio no debera utilizarseen las iglesias cristianas actuales, es decir, que ha llegado la hora de dejar enpaz al evangelio de Juan.

    El rechazo incendiario del pueblo judo ha marcado intensamente lahistoria del cristianismo europeo y, por ello, la historia de la cultura euro-pea en su totalidad. La participacin cristiana en el holocausto -o en elmejor de los casos, su no oposicin a ste- y una gran parte de la historiay la cultura europea, incluyendo la tradicin teolgica, no son sino indi-cadores del inconmensurable perjuicio que ha resultado de la lecturaerrnea de uno de los textos fundamentales del cristianismo. Sin embar-go, hay una rica y significativa presencia del cuarto evangelio en la vida yla espiritualidad cristianas, as como en las tradiciones litrgicas de lasiglesias occidentales y orientales. Ha inspirado la iconografa cristiana, talcomo encontramos extraordinariamente expresada en muchas pinturas eimgenes de Jess crucificado, su madre y el discpulo amado (cf. 19,25-27), y tambin la creacin musical, desde J. S. Bach hasta Arvo Part, quehan escrito inolvidables interpretaciones del relato jonico de la pasin.No puede darse un rechazo en bloque del cuarto evangelio, como tam-poco puede reivindicarse, sobre una lectura correcta del cuarto evangelio,la condenacin y persecucin de los judos ni la eliminacin del evange-lio de Juan de la literatura cristiana.

    La expresin los judos en este evangelio debe colocarse siempre en-tre comillas, porque no representa al pueblo judo. Una lectura crtica delevangelio jonico deja claro que los judos son aquellos personajesdel relato que han tomado una decisin sobre Jess. Constituyen una delas partes del debate cristolgico, y el lenguaje se forj en el seno de la co-

  • munidad jonica, que era la otra parte del debate. Los conflictos entre Je-ss y los judos son ms el reflejo de un debate cristolgico de finales delsiglo I que un reportaje sobre los encuentros entre Jess y sus paisanos is-raelitas en los aos treinta de ese mismo siglo. No informan exactamente so-bre la experiencia del Jess histrico. La comunidad jonica haba llegado acreer que Jess era el envia.do de Dios, el Hijo de Dios, y, por tanto, el Me-sas esperado (cf. 20,31). Este es el punto de vista del autor tal como sepresenta en las acciones, las palabras, la muerte y la resurreccin de jess.El evangelio existe porque un autor deseaba expresar este punto de vistamediante un evangelio. Sin embargo, mientras que uno de los grupos enel relato est apasionadamente comprometido con este punto de vista, hayotro grupo que est de igual modo apasionado en creer que Jess no es elMesas. Este grupo expulsa al ciego de nacimiento de la sinagoga(9,22.34); algunos de sus miembros tienen miedo a confesar que Jess esel Cristo para que no los echaran de la sinagoga (12,42); YJess adviertea sus discpulos que sern expulsados de la sinagoga e incluso asesinadospor gente que considerarn que con estas acciones estaban alabando aDios (16,2). Puesto que estas personas creen que las afirmaciones de Jessson falsas (7,10-13.45-52) y que es un blasfemo (5,16-18; 19,7), se les pre-senta como aquellps que sistemticamente lo rechazan a l y a quienescreen y le siguen. Este es el punto de vista representado por los judos.

    Histricamente, estos adversarios del punto de vistajonico fueron, sinlugar a dudas, tnicamente judos que tenan un frreo compromiso conla religin de Israel, especialmente tal como se iba institucionalizando traslos desastres de la guerra juda (66-73 d.C.). Luchaban duramente con loscristianos jonicos. No estamos seguros de la extensin de este conflicto.Tanto dentro como fuera del NT, hay evidencia de que los judos y los cris-tianos chocaron entre s. Algunos especialistas han intentado relacionar laexperiencia de los cristianos jonicos con el rabino Gamaliel 11 y una sepa-racin formal entre los judos y los cristianos acontecida en los aos ochen-ta del siglo I (Martin, History and Theology; W. D. Davies, Reflections onAspects of the Jewish Background of the Gospel of John, Exploring theFourth Gospel43-64), pero resulta dificil evaluar con certeza la prueba quevincula las decisiones de Gamaliel 11 con la ruptura final de las relacionesentre judos y cristianos (cf. P. W. van der Horst, The Birkat ha-minim inRecent Research, ExpTim 105 [1993-1994] 363-368). La situacin que sub-yace en el cuarto evangelio podra haber sido un problema muy localizado.Independientemente de lo que hubiera estado pasando en el mbito me-diterrneo en general, el cuarto evangelio procede de una situacin en laque quienes crean y confesaban que Jess era el Cristo fueron excluidospor la fuerza de la sinagoga (9,22; 12,42). Es ms probable que la separa-cin de la sinagoga perteneciera ya al pasado, pero el recuerdo del dolor yel enojo que suscit sigue estando presente. El hecho de que se estuvieraexpulsando de la sinagoga a los cristianos jonicos indica que muchos miem-bros de la comunidad jonica eran tambin tnicamente judos que crean en lareligin de Israel.

  • El trmino los judos no representa al pueblo judo en cuanto tal,por lo que no debe leerse el cuarto evangelio como si fueran idnticos.Tanto los judos como muchos miembros de la comunidadjonica eranjudos; la expresin los judos se refiere a quienes han tomado una po-sicin teolgica y cristolgica que rechaza a Jess y las afirmaciones quesobre l hacan sus seguidores. Por tanto, tambin rechazan a sus segui-dores. La expresin los judos no representa una raza. De hecho, estaexpresin poda aplicarse a cualquiera de toda edad y nacin que hubie-ra decidido, de una vez para siempre, que Jess de Nazaret no era el Me-sas, sino un pecador de origen desconocido (9,24-28). Como ha dichoperfectamente un reciente e importante estudio del cuarto evangelio, de-bemos reconocer en estos duros intercambios el tipo de familia organi-zada en hileras en el que los miembros estn dispuestos uno frente a otroa lo largo de la habitacin de una casa que todos han compartido y a laque todos llaman su hogar (Ashton, J., Understanding the Fourth Cospel151). Durante siglos, a partir de la aparicin del cuarto evangelio, este tex-to se ha utilizado violentamente para destruir a una de las familias deaquella hilera. Una accin que ha empobrecido enormemente a quienesafirmaban que tenan el nico derecho a la casa.

    D. Enfoques sobre el cuarto evangelio

    Una de las caractersticas del desarrollo de la crtica histrica fue eldestronamiento del evangelio de Juan como documento histrico. Unavez que los especialistas comenzaron a ver la importancia del evangelio deMarcos y su utilizacin como una de las fuentes de Mt y Lc, se hizo claroque haba poco material en el evangelio deJuan que perteneciera a la vidade Jess. Esto condujo a que se leyera como un evangelio espiritual,como ya lo haba llamado Clemente de Alejandra en el siglo 11 (Eusebio,Hist. Eccl. 6.14.7). Era una reflexin religiosa, semifilosfica, helenista, y,tal vez, gnstica sobre el significado de Jess. Tena poca o ninguna cone-xin con la biografa del hombre conocido como Jess de Nazaret. Lasprincipales influencias en la formacin del evangelio eran tradicionesgriegas, hermticas o gnsticas, por lo que se dedic una enorme investi-gacin al descubrimiento de las diferentes religiones que se reflejan en elevangelio (cf. los comentarios de Bauer y Bultmann, y la crtica de esta po-sicin en Painter, Quest 52-61). Algunos descubrimientos arqueolgicosimportantes y el progresivo reconocimiento de que incluso Mc, el ms an-tiguo de los evangelios, era un sutil y profundo tratado teolgico, condu-jeron a que se mirara de forma nueva al cuarto evangelio. El cuartoevangelio no era el nico evangelio teolgico, como tampoco era el ni-co que utilizaba los lugares, las fiestas y los personajes del relato de unmodo simblico ahistrico. Todos los evangelios son teolgicos, cada11110 a su modo, y se ha demostrado la exactitud de muchos nombres delugar y descripciones de laJerusaln de tiempos deJess que aparecen en

  • el evangelio. A partir de 1959, comenzando con un celebrado artculo deJ. A. T. Robinson

  • enorme cantidad de erudicin se ha mostrado en el redescubrimiento dela religiones juda, griega y gnstica que influyeron en la redaccin delevangelio, en la diseccin del evangelio en una variedad de estratos lite-rarios y en averiguar la historia de la comunidad. Es ya hora de centrarseen el poder del relato tal como lo tenemos en su forma final. Aunquedebe proseguir la crtica histrica y de la tradicin (d. Painter, Quest;Schnelle, Antidocetic Christology), el relato del evangelio de Juan debe apre-ciarse en su conjunto, en su unicidad, en su coherencia, sin diseccionar-lo en sus partes constitutivas para dejarlo fragmentado sobre la mesa delestudioso.

    E. El enfoque adoptado en este comentario

    El siguiente comentario parte de la conviccin de que es posible iden-tificar una fuerte unidad narrativa a lo largo del cuarto evangelio. Sin em-bargo, aunque afirmamos esta unidad narrativa, no debemos perder nun-ca de vista el mundo que subyace en el texto. Las observaciones que herealizado sobre la utilizacin de la expresin los judos no son ms queun ejemplo crtico evidente de la importancia de este mundo. No obs-tante, me concentrar en este mundo tal como se encuentra en el texto,intentando mostrar cmo se ha diseado y contado el relato para influiren el mundo que afronta el texto. La investigacin bblica ha ido progre-sivamente apreciando ms a fondo que en la interpretacin de un textoantiguo hay involucrados ms de dos mundos. La investigacin histri-co-crtica ha dedicado casi dos siglos a redescubrir el mundo que est tras eltexto, para que no se abusara del mundo que est en el texto. La crtica con-tempornea presta ms atencin al mundo frente al texto (cf. Sandra M. Sch-neiders, The Revelatory Text. Interpreting the New Testament as Sacred Scripture,Harper, San Francisco 1991), pues hay un gran inters en aproximarse acada documento, no obstante lo limitado y defectuoso que pueda ser,como una obra de arte. Este comentario es una contribucin a este enfo-que, desarrollado mediante su lectura del cuarto evangelio.

    Los estudios contemporneos sobre los evangelios estn mostrando uncreciente inters en lo que ha venido a denominarse crtica narrativa.Adaptando y aplicando las teoras narrativas desarrolladas por los espe-cialistas de teora literaria, los investigadores del AT fueron los primerosque se aprovecharon de las posibilidades de este enfoque, dada la enormecantidad de textos narrativos que se encuentran en la pginas de la Biblia.Los estudiosos del NT no se retrasaron en seguirles (sobre el cuarto evan-gelio, cf. Culpepper, Anatomy; Moloney, Belief in the Word 1-22). Tras cadarelato hay un autor real que tiene a una determinada persona o a un gru-po de gente en mente cuando cuenta la historia. Por tanto, hay un su-puesto lector real. Ninguna de estas figuras se encuentran en el mismo re-lato. Uno lo produce y el otro lo toma para leerlo o escucharlo. El autorconstruye UIl relato como medio para comunicar un mensaje a un desti-

  • natario. El cuarto evangelio es, efectivamente, uno de estos escritos, peroes algo ms. El autor real, quienquiera que pudiera haber sido, ha muer-to hace tiempo, como tambin los destinatarios originales del libro. Sinembargo, el evangelio sigue teniendo una enorme cantidad de lectores.Hay algo en este libro que ha provocado el inters de los lectores durantecasi dos mil aos.

    Aunque el autor real y el lector (o lectores) real no juegan un papel ac-tivo en los acontecimientos del relato, dejan sus huellas en ste. Delibera-damente, los relatos han inventado argumentos y personajes que interac-tan a lo largo del relato durante un determinado tiempo mediante unasecuencia de acontecimientos. Un autor elabora ciertas caractersticas re-tricas para mantener unidos el argumento y los personajes de modo queel lector no pierda el punto de vista del autor. Estas caractersticas retri-cas se encuentran en el relato. Aunque los especialistas en teora de la na-rrativa disputen la exactitud del esquema, podemos afirmar, en lneas ge-nerales, que la comunicacin entre el autor real y el lector real, que estnfuera del texto, tiene lugar mediante un autor implcito, un narrador, unnarrante, y un lector implcito, que estn insertos en el texto. Pese a lo os-curos que puedan ser los detalles sobre las situaciones concretas del autorreal original y el lector real original, nosotros an tenemos el texto a par-tir del que podemos averiguar muchas cosas. Este lenguaje puede sonardemasiado complicado, pero refleja la experiencia lectora de todos. Tan-to si sabemos como si no quin fue el autor histrico y si un relato estabao no dirigido especficamente al lector que lo tiene en mano, todo lectorpercibe la presencia de alguien que cuenta la historia, a quien a lo largode nuestro comentario denominaremos el narrador, y tras el narradorse oculta un autor que es quien dirige los asuntos. Una carta perdida quees recogida por un tercero desinteresado rpidamente dice al lector algosobre la persona que la escribi. La retrica de la carta tambin revelacmo el autor entiende y se orienta hacia el lector. La persona que la haencontrado no conoce al autor real ni al lector original, pero el lector real-la persona que recogi la carta del pavimento- es capaz de identificar lacomunicacin intentada mediante la carta. La persona que la encontrdetecta en ella a un autor implcito y un lector implcito. En efecto,una carta bella puede incluso conmover al fisgn. Cuando esto ocurre,se establece una reciprocidad entre el lector implcito de la carta y sulector real. No tenemos por qu formar parte del proceso original de co-municacin entre el escritor original de la carta y su lector original paraconmovernos y dejarnos inspirar por el poder de las emociones que se ex-presan en la carta. La forma literaria de una carta es muy diferente de la,en ocasiones, compleja estructura literaria de un relato, sobre todo si stese escribi hace unos dos mil aos. Sin embargo, el proceso de comuni-cacin entre un autor y un lector tiene lugar en ambos. Los enfoques na-rrativos contemporneos que se aplican a los evangelios intentan aden-trarse en el proceso de comunicacin entre un autor y un lector a quienesno conocemos, y que hace tiempo que murieron, para que el lector con-

  • temporneo se conmueva y se deje inspirar por las apasionadas conviccio-nes del autor.

    Aunque sin ignorar las cuestiones histricas que, inevitablemente, es-tn detrs del texto del evangelio, este comentario se centra en las ca-ractersticas literarias que se encuentran en el relato del cuarto evangelio.Se prestar una gran atencin a la configuracin literaria de cada seccindel relato; al modo en que cada seccin sigue lgicamente a lo que le pre-cede y conduce directamente a lo que le sigue; a los roles de los varios per-sonajes del relato; al desarrollo del tiempo; a los enigmas no resueltos quevan surgiendo y que fuerzan al lector a mirar hacia delante en el relatopara atarlos entre s; a la coherencia del punto de vista subyacente de unautor que ha modelado y contado un relato de la vida de Jess que care-ce de paralelos en cualquier otro escrito del cristianismo primitivo. Aligual que el lector que fisgone la carta encontrada en el pavimento yse conmovi por la sinceridad y el poder de las emociones comunicadasen ella, nosotros fisgoneamos en un relato antiguo sobre Jess. Sin em-bargo, hace ya tiempo que se fisgonea en este relato particular que haservido como inspiracin para los cristianos de todas las condiciones du-rante dos mil aos. Este comentario indagar, mediante las caractersticasliterarias de la narracin, en la comunicacin que tiene lugar en el relatoentre un autor y un lector.

    Tenemos que permitir que nos seduzca la perspectiva del autor. Peroqu autor? Es posible que un autor escriba un relato que comunica unpunto de vista en el que no se refleja su propia situacin, humor, per-sonalidad o experiencia personal. Como correctamente ha observadoGeorge Steiner: En el fondo puede que Aristfanes haya sido el ms tris-te de los hombres -una sugerencia que en s misma es una inversin ro-mantizada-. Es posible que nuestra conviccin de que alguna profundaturbacin espiritual y sexual influy en la composicin de Rey Leary Timnde Atenas no sea ms que una trivial racionalizacin. No tenemos la msmnima prueba de ello (G. Steiner, Real Presences. Is there anything in whatwe say?, Faber & Faber, Londres 1989, 169). Por consiguiente, hay un au-tor en el texto del cuarto evangelio, al igual que lo haba en el texto de la car-ta que hemos descrito anteriormente. Cualquiera que hubiera sido laperspectiva de un autor histrico, de carne y sangre, nosotros solamentepodemos pretender averiguar el punto de vista teolgico de un autor enel mismo texto. A este autor se denomina generalmente autor implcito.Este elemento de todo relato no es una persona histrica, independiente-mente de que el punto de vista pueda o no reflejar las opciones de esta fi-gura del pasado a quien deberamos llamar autor real. A diferencia de al-gunos relatos contemporneos, podemos asumir (pero nunca probar), engeneral, que el autor real de y el autor implcito en los relatos del NT ha-blan con la misma voz. Resulta dificil imaginar que un libro tan apasio-nante como el cuarto evangelio no sea otra cosa que la comunicacin delIna creencia profunda y apasionada de una persona histrica en lo queDios ha hecho en y mediante Jess.

  • Al igual que el autor histrico del libro, que hace tiempo que muri yest ms all de nuestro conocimiento y control cientfico, los primeroslectores histricos estn tambin fuera de nuestro control. No podemosestar seguros de la recepcin que tuvo este ferviente relato sobre Jess. Laexistencia posterior del evangelio demuestra que fue recibido, conserva-do y transmitido, pero los testimonios de las cartas jonicas indican quelos lectores no siempre se ponan de acuerdo sobre lo que el autor quisocomunicar. En efecto, rpidamente estallaron en discusiones e incluso endivisiones sobre el significado cristololgico y cristiano del evangelio. Eracomprensible. La respuesta a un relato en cualquiera de los evangeliospuede variar de un da para otro, pues depende de un indeterminado nu-mero de circunstancias. Somos perfectamente conscientes de las numero-sas circunstancias que, para bien o para mal, afectan al proceso de lectu-ra. Sin embargo, dentro del relato hay un lector al que se dirige el autorimplcito, al igual que haba un lector implcito identificable en la cartamencionada ms arriba. Conforme el relato se va desplegando, el lectorrecibe progresivamente una informacin y experiencias tales que un lec-tor no puede evitar. Este lector est configurado por los deseos del autory emerge al mismo tiempo que el texto se va desplegando. Este lector nopadece los caprichos que pueden afectar al proceso de lectura. Los espe-cialistas hablan de una construccin literaria dentro del mismo relato cu-yas respuestas estn totalmente controladas por el autor implcito. A estelector se le llama, en general, lector implcito. Este lector implcito no esun personaje histrico. Desde el punto de vista histrico solamente nosencontramos con lectores reales. El lector implcito es producido por elrelato que se va desplegando. Al indagar en el conocimiento y la expe-riencia del lector implcito conforme vamos abriendo cada pgina del tex-to, somos ms capaces de apreciar el flujo temporal del relato y acrecen-tar nuestra comprensin del relato que se va desplegando. Stanley Fish hadescrito la utilizacin que hace un narratlogo del lector implcito en lossiguientes trminos:

    El mtodo se basa en una consideracin del flujo temporal de la experien-cia de la lectura y supone que el lector responde en los trminos de ese flujo yno de la totalidad de las palabras. Es decir, en una expresin de cualquier ex-tensin hay un punto en el que el lector ha asimilado solamente la primera pa-labra, luego la segunda, despus la tercera, y as sucesivamente. El informe delo que le ocurre al lector es siempre un informe de lo le que ha pasado hastaese punto (S. Fish, 1s there a Text in This Class? The 11uthority ol1nterpretative Com-munities, Harvard University Press, Cambridge 1988,26-27).

    En cualquier estadio del relato que se va desplegando, el comentariosolamente remitir a aquella parte de la historia contada hasta ese mo-mento. En cada pgina que se abre aprendemos bastante sobre Jess y elPadre que le envi, pero queda an mucho que aprender de aquellas par-tes de la historia que quedan por delante. Slo cuando el autor terminaclaramente de contar el relato (cf. 20,30-31) puede descansar el lector.Pero el texto citado de Fish requiere un comentario ulterior, puesto que

  • no agota totalmente la experiencia de los lectores de textos antiguos y ca-nnicos como el cuarto evangelio. El lector emerge gradualmente del re-lato que se despliega, configurado por el autor, conociendo solamente loque ha ledo hasta ese momento, y es capaz de retroceder para recordarlos acontecimientos que ya han sido narrados. Pero es imposible que ellector de un evangelio cristiano no conozca o no tenga experiencia del re-lato de Jess de Nazaret, as como de la vida y la praxis cristiana. La apli-cacin directa de la investigacin literaria a los estudios de NT ha dadopor supuesto, en ocasiones, la existencia de este lector virginal, peroesto es poco realista. El autor del cuarto evangelio da por sentado que ellector ya conoce muchas cosas. El lector implcito, incluso, conoce la len-gua griega. El lector del cuarto evangelio es capaz de comprender el do-ble significado que se oculta tras las palabras griegas (p. ej., 3,3-5.14; 8,28;12,32) Y las sutiles ironas (p. ej., 9,18-29; 19,14-15); el vocabulario utiliza-do en la vida sacramental de la comunidad (6,51-58; 19,35) Y las referen-cias a la resurreccin de Jess, que se dan por comprendidas desde casi elcomienzo del relato (cf. 2,22). Al lector se le presupone mucho ms queun conocimiento del griego, sintcticamente correcto y sencillo, del textodel cuarto evangelio (cf. Barrett 5-11). El hecho de que no se expliquenciertas categoras mesinicas judas (p. ej., en 1,19-51), las costumbres re-ligiosas (p. ej., 2,6; 5,9; 6,4; 7,2; 10,22) Y la geografa de Palestina, suponeque todo esto se da por sabido. El lector conoce todo cuanto el autor noexplica. Es posible atribuir al lector del cuarto evangelio un conocimien-to de la historia de Jess, pero su forma jonica se presenta para llevar allector (u oyente) a que acepte un determinado punto de vista. El lectorsabe que Jess muri en la cruz, pero el autor de este evangelio insiste enque esta muerte es tanto un levantamiento (cf. 3,14; 8,28; 12,32) comouna glorificacin (11,4; 12,23). En efecto, en dos ocasiones el autor delcuarto evangelio no duda en contar al lector por qu est escribiendo elrelato de este modo tan particular (19,35; 20,30-31).

    No sera honesto no reconocer que cada palabra del evangelio est his-trica y culturalmente condicionada. El hecho de que est escrito en grie- .go koin es, a primera vista, un testimonio evidente de esta realidad. Es ine-vitable detectar que hay algo extrao y extico en el texto bblico quenos exige que luchemos con l. La historia y la cultura del siglo 1juegansu parte correspondiente en la interpretacin. El cuarto evangelio, aligual que todos los textos bblicos que se nos han transmitido mediante latradicin juda y cristiana, es un texto dificil; una gran parte de esta difi-cultad procede de la extraeza que produce cuando se lee en nuestro ac-tual contexto cultural. Los lectores originales del evangelio constituyen unimportante punto de referencia para seguir la interaccin entre autor ylector en el texto. Adela Yarbro Collins ha insistido, correctamente, enque deberamos

    dar ms peso al contexto histrico del texto. Este contexto no puede, ni tam-poco debera, determinar todo el sentido posterior y el uso que se ha hechodel texto. Pero si... todo sentido est delimitado contextualmente, el contexto

  • y el sentido original tienen un cierto carcter normativo. Los telogos bblicosno son solamente los mediadores entre los gneros, sino que tambin son me-diadores entre perodos histricos... Sea cual sea la tensin que pueda existirentre los mtodos crticos literarios e histricos, lo cierto es que ambos enfo-ques son complementarios (A. Yarbro Collins, Narrative, history and Gospeb,Sem43 [1988] 150,153).

    Todo relato genera un lector conforme se va desplegando, pero seraun error pensar que hemos acabado la tarea de la interpretacin una vezque hemos averiguado el flujo temporal de un relato mediante la expe-riencia de un lector emergente. Este uso de las tcnicas literarias sola-mente nos dir cmo un autor logra un efecto, pero hay otros elementosque deben tenerse en mente para una lectura crtica y profunda de un tex-to antiguo normativo. Hemos de respetar y estudiar el mundo que est trasel texto para comprender su extraa distancia con respecto a nuestro mun-do y nuestras preocupaciones. Por tanto, tenemos que preguntarnoscmo el lector en el texto, que emerge conforme se va desplegando este an-tiguo relato sobre Jess, habla con el conocimiento y la experiencia dellector del texto que vive en el siglo XXI. Ciertamente, existe un contexto queune a los lectores originales y a todos lectores posteriores del evangelio deJuan; nos referimos al contexto generado por la fe cristiana, a la comuni-dad de lectores creyentes. El secreto del valor permanente de un relato re-side en la reciprocidad que se crea entre el lector implcito en el texto y ellector real del texto; el contexto comn de la fe cristiana potencia esta re-ciprocidad. Un relato que habla de Jess el Cristo debera atraer a los cris-tianos. Sin embargo, hay bibliotecas repletas de libros cristianos que noatraen. Qu tiene el cuarto evangelio para que no haya cesado de leerse?Tiene que tener una comprensin y un respeto por el mundo que est trasel texto que configur al lector que est en el texto, pero adems tiene mu-chas ms cosas. Cuando leo una buena novela por primera vez me con-vierto en el lector implcito. Me convierto en parte del relato, atrapado ensus personajes, acontecimientos, tiempos y lugares, conforme voy pasandolas hojas. Esto es lo que ocurre cuando leemos un buen libro, pero en unaobra clsica se produce una relacin an ms profunda entre el lector enel texto y el lector del texto. La reciprocidad generada entre el lector im-plcito en el texto y el lector real del texto es lo que convierte a un texto de-terminado en un clsico. Como dijo David Tracy: La autntica revelacindel texto clsico es su llamada de atencin sobre la base de que en l haencontrado su expresin un acontecimiento de conocimiento propio delos seres humanos finitos (D. Tracy, The Analogical Imagination: ChristianTheology and the Culture oiPluralism, Crossroad, Nueva York 1981, 102).

    La prctica de la lectura y la comunidad de los lectores que ha produ-cido la Biblia constituyen un ejemplo de lo anterior. El cuarto evangeliopuede reivindicar su carcter de clsico cristiano. Puesto que lo seguimosleyendo despus de casi dos mil aos de lectura en una gran variedad decontextos, podemos estar seguros de que se ha existido una reciprocidadentre sus lectores implcitos y reales. El relato que despliega el cuarto

  • evangelio suscita problemas que el lector resolver mediante la lecturacontinuada del relato sobre Jess. Hablaron estas soluciones a los miem-bros de la comunidad jonica, los lectores originales que fueron parte delmundo del relato de los evangelios, de una forma que ya no pueden ha-cerlo con el lector real contemporneo? Ellos lean griego, o al menoscomprendan lo que se les lea; captaban las sutilezas de las palabras condoble sentido y las ironas. Nada de esto puede darse por supuesto en lamayora de los lectores contemporneos del cuarto evangelio. Siguen di-ciendo algo a los lectores reales de comienzos del tercer milenio las pre-guntas suscitadas y las repuestas ofrecidas por este relato sobre Jess? Esun clsico este texto? Su pretensin continuada de ser ledo se apoya enla base de que en l ha encontrado su expresin un acontecimiento deconocimiento propio de seres humanos (Tracy)? La teora de narrativadistingue, correctamente, entre un lector implcito que emerge de la na-rracin que se despliega, el lector pretendido, para quien se escribi ori-ginalmente el relato (es decir, para quien fue originalmente deseadopor un autor real), y el lector real, todo aquel que donde quiera y cuandoquiera toma el texto en sus manos. La prctica de la lectura no hace estasdstinciones tan precisas. Tampoco las haremos en nuestro comentario.Nuestra experiencia lectora nos ensea que hay historias que nos dicenalgo y otras no.

    A nuestro comentario, que se fundamenta en una toma de concienciadel lector que emerge en el texto, le preocupa solamente el lector actual deltexto. Intenta mostrar que los lectores del cambio del segundo al tercer mi-lenio an encuentran que su respuesta al evangelio, en dilogo con la ex-periencia de casi dos mil aos de vida cristiana, resuena con la experien-cia del lector implcito y los lectores originales de la comunidad jonica.Podemos encontrar (algo que, sin duda alguna, muchos lo percibirntambin) que esta respuesta es fatua en nuestra cultura mundana. Pero noes esto lo nico que podra ocurrir. En ocasiones, podemos tener otra res-puesta que es independiente del lector implcito y que, por tanto, est fue-ra del control del autor. Es inevitable que nuestra respuesta, de empata oantipata, sea el resultado de nuestra posicin privilegiada como recepto-res de una prctica cristiana de lectura de los evangelios durante casi dosmil aos. Como el narrador de Honor de Balzac informa a su lector im-plcito al comienzo de Pere Coriot: Puedes estar seguro de que este dramano es ficcin ni novela. Todo es verdad, tan verdad que cualquiera puede re-conocer los elementos de la tragedia en su propia familia, en su propio co-razn tal vez (Balzac, H. de, Old Coriot, Penguin Classics, Penguin Books,Hardmondsworth 1951,28).

    En la lectura del cuarto evangelio que sigue, mi objetivo es averiguar laexperiencia del lector que emerge conforme se cuenta este relato parti-cular sobreJess, sobre su enseanza, muerte y resurreccin. Dos mil aosde historia cristiana son una evidente muestra de que generacin tras ge-neracin los cristianos han firmado el contrato de ficcin del cuarto(~vangdio; han lIc~ado a ser 11110 con el autor implcito (cf. Seymour Chat-

  • man, Story andDiscourse, Narrative Structure in Fiction andFilm, Cornell Uni-versity Press, Ithaca, Nueva York 1978, 150). Deliberadamente, evitar lajerga que se ha desarrollado en la crtica literaria y que hemos esbozadobrevemente ms arriba. Simplemente hablar del autor y el lector.Hay toda una distincin terica entre varios elementos que se combinanpara dar forma a una experiencia lectora satisfactoria, pero nuestro co-mentario intenta crear un encuentro de horizontes entre los mundos trasel texto, en el texto y frente al texto. Combinamos la investigacin crticatradicional y el enfoque literario contemporneo para crear un espaciodonde pueda nacer un lector cristiano satisfecho.

    F. La contribucin teolgica y el significado actual del cuarto evangelio

    La cristologa y la teologa de este evangelio suministraron la materiaprima a partir de la que se forjaron las grandes doctrinas cristianas (cf. T.E. Pollard, Johannine Christology and the Early Church, MSSNTS 13, Cam-bridge University Press, Cambridge 1970). Las importantes cuestiones so-bre Jess, Dios y la vida cristiana se dejaron sin responder por el mismo Je-ss y la Iglesia apostlica. Cuando el cristianismo lleg a formar parte delmundo y la cultura de la cuenca mediterrnea e incluso ms all de sta,estas cuestiones no resueltas emergieron con una urgencia cada vez ma-yor. Quin era Jess de Nazaret? Cmo se relaciona con Dios? Si era elHijo de Dios, cul era la naturaleza de su relacin con Dios? Era delmismo ser que el Padre? Si lo era, entonces era un ser divino. Pero si eraun ser divino, cmo poda ser entonces humano? Estas cuestiones ator-mentaban a la Iglesia cristiana naciente y, posteriormente, a la sociedadcristiana una vez que el Imperio abraz la fe cristiana con la decisin deConstantino, en el ao 313 d.C., de garantizar la tolerancia religiosa y de-volver a los cristianos las propiedades que se les haban confiscado.

    Todava tuvieron que transcurrir cuatrocientos aos antes de que losgrandes concilios ecumnicos de Efeso (431 d.C.) y Calcedonia (451) for-mularan las respuesta cristianas a aquellas cuestiones, y fue el cuarto evan-gelio el que suministr el vocabulario que utilizaron en sus debates. Jessera el Hijo del hombre, el Hijo de Dios y la Palabra de Dios; l y el Padreeran uno; l estaba en el Padre y el Padre en l. En efecto, el desafo porexplicar lo humano y lo divino enJess se encuentra en el ncleo del cuar-to evangelio y en todos los debates teolgicos posteriores. Puede que Cal-cedonia llegara a formular un credo cristolgico que todos aceptaron,pero no puso fin a este debate.

    Este comentario indica el modo cmo el cuarto evangelio presenta alDios de Israel como Padre y aJess como hijo en una relacin totalmentedeterminante. La Iglesia posterior tomo una direccin diferente y utilizel lenguaje jonico en sus debates sobre la metafsica del Hijo de Dios. Estedesplazamiento del foco peda al lenguaje del cuarto evan~elio que res-pondiera a cuestiones que el relato jonico no planteaba. Como atesti~ua

  • la historia de la teologa, este desplazamiento gener entonces muchosproblemas, que an hoy permanecen. Una de las importantes contribu-ciones que la investigacin bblica contempornea ha hecho a la teologapuede verse en el retorno teolgico a una mayor reflexin sobre la rela-cin de Jesucristo con Dios y la creacin.

    El cuarto evangelio suscita tambin preguntas sobre Dios que no llegaa resolver. Se cree firmemente en el Dios tradicional de Israel, pero resul-ta que Dios es ahora el Padre de Jess y Jess es un Hijo, que est unidoen una unidad de voluntad y amor con el Padre. El AT ya haba habladodel espritu de Dios y el NT, especialmente Pablo y Lucas, haca habitual-mente referencias al Espritu (p. ej., Rom 8; Lc 24,44-49; Hch 2,1-13). Enel cuarto evangelio, el Parclito, el Espritu Santo, se convierte en un per-sonaje a quien el Padre enviar tras la partida de Jess. El Espritu Par-clito ser la presencia deJess en su ausencia, guiando, instruyendo y con-fortando a los cristianos yjuzgando al mundo (cf. 14,15-17.25-26; 15,26-27;16,7-11.12-15). Hay varios pasajes en el evangelio donde se hace intensa lainteraccin entre el Padre, el Hijo y el Espritu Santo (p. ej., 14,1-31). Unavez ms, estos diferentes personajes del relato se encuentran claramen-te en relacin. Dios es el Padre del Hijo, es decir, de Jesucristo. El Padreenva y ama al Hijo como el Hijo ama al Padre. El don del Parclito estntimamente vinculado con la continuacin del ministerio del Jess au-sente; el Parclito es enviado tanto por el Padre como porJess, que ya hapartido.

    Sin embargo, el cuarto evangelio nunca intenta resolver la naturalezade esta relacin. En l nos encontramos con el comienzo de la tradicionaldoctrina cristiana de la Trinidad. La doctrina cristiana de un Dios y tresPersonas es un intento de explicar en trminos filosficos, a menudo me-tafsicos, lo que en el cuarto evangelio se describi como una serie de rela-ciones. La Iglesia primitiva debati estas cuestiones con gran pasin, des-plazando la discusin del mbito de la relacin al de la metafsica hastaque se dieron los primeros pasos en la formulacin de una doctrina tra-dicional de la Trinidad en el concilio de Nicea de 325 d.e. Nicea formulun credo trinitario, pero puso fn a su debate. Lo que dijimos anterior-mente sobre el pensamiento cristolgico contemporneo, puede tambinaplicarse a lo que actualmente se escribe sobre la Trinidad. Sin abandonarsu indagacin filosfica, gran parte de la teologa contempornea se haenriquecido por el retorno a la reflexin sobre las relaciones que existenen el seno y ms all de la divinidad.

    Podramos decir mucho ms sobre la contribucin teolgica de esteevangelio, pero lo dejaremos para el comentario: el efecto salvfica de lacrucifixin de Jess, la revelacin nica de Dios que acontece en Jesucris-to, los sacramentos cristianos del bautismo y la eucarista, la naturaleza co-munitaria de la vida cristiana, la tensin entre una comprensin de la vidarealizada y temporal y la vida eterna y el juicio, por mencionar los temasm:'s importantes. Poco extral)a que el cuarto evangelio haya sido uno de losdonllllcll(oS m:'s queridos a lo largu de los siglos de la historia cristiana.

  • No obstante, su fascinacin supera a su contribucin al pensamientocristiano y a la formulacin de las grandes doctrinas cristianas. Sobre todo,ha conquistado la mente y el corazn de sus lectores. Algunos pasajes hanllegado a ser tan esenciales para los cristianos que han desarrollado unavida propia (d. 1,14; 3,16-17; 8,32; 10,30.38; 11,26-27; ete.). Conforme elcomentario intenta extraer el impacto del evangelio sobre el lector, tam-bin intentar poner de relieve el poder narrativo del relato jonico. Perohay algo tras el relato que genera este poder narrativo que nunca ha fra-casado en interesar a sus lectores entusiastas. El cuarto evangelio deja cons-tancia de que se trata del relato sobre Jess de una comunidad que est entransicin (d. supra, A. TheJohannine Literature). Siendo ya incapaces de se-guir viviendo su nueva fe en Jess como el Cristo y el Hijo de Dios en elmundo en que naci el cristianismo, los cristianos jonicos trasladaron surelato sobre Jess a un nuevo mundo (d. 9,22; 12,42; 16,2). Al cruzar elpuente de uno a otro mundo, inevitablemente, y quiz inconscientemente,produjeron un relato de la vida, la muerte y la resurreccin deJess que seha dirigido a la perenne situacin de todos los cristianos. Las llamadas acreer que Jess es el Cristo, el Hijo de Dios, y que ha dado a conocer a Diospara que todos los que creen pudieran encontrar vida (d. 20,31; 17,3), sedestinan a personas que estn en un proceso de transicin.

    Indefectiblemente, la fe cristiana llama a las personas de todas las ge-neraciones a la transicin. Un seguidor de Jess no puede quedarse fcil-mente dentro de un sistema cerrado de creencias y compromisos reli-giosos, por muy extraordinario y bien sistematizado que sea. Los mundosnuevos son un permanente desafo para que el creyente cuente y viva elantiguo relato de forma nueva. El cuarto evangelio fue un paradigma deeste proceso en la Iglesia primitiva. Gran parte del comentario que sigueadvierte que el Jess jonico exige reiteradamente ms a quienes afir-man que han llegado a creer en l y a comprenderlo, as como al Dios queha dado a conocer. Es este ms lo que hace que el corazn de los cris-tianos siga inquieto y da a este antiguo texto, no obstante todas sus rare-zas, un poder por s mismo.

    G. La estructura del evangelio

    Aunque hay voces disidentes (d. Brodie 21-45), la vasta mayora de in-trpretes aceptan que el cuarto evangelio puede dividirse en cuatro grandessecciones: el prlogo (1,1-18), el ministerio de Jess, a menudo llamado ellibro de los signos (1,19-12,50), el relato de la ltima noche de Jess con susdiscpulos, la pasin y la resurreccin (13,1-20,29) y una solemne conclusin(20,30-31). La investigacin contempornea, con su inters en la unidadliteraria del relato tal como ha llegado hasta nosotros, pone en cuestin laextendida opinin, sostenida durante tanto tiempo, de que Jn 21 es unaadido al evangelio original. En nuestro comentario sostendremos que,efectivamente, se trata de un aadido. Ms difcil de determinar resulta la

  • subdivisin detallada de las grandes secciones. La estructura que propo-nemos a continuacin presupone el contenido detallado en el comenta-rio, especialmente en las introducciones generales que se encuentran alcomienzo de cada gran seccin. Sin embargo, por razones de claridad noincluir los bloques ms pequeos del material que constituye mis subdi-visiones. Bastar con que el lector aprecie el contenido del resumen delevangelio que determinar la estructura del comentario. Durante el desa-rrollo del comentario expondremos las razones por las que hemos articu-lado detalladamente cada seccin de esta estructura general.

    ESQUEMA DE LA ESTRUCTURA DEL EVANGELIO

    I. EL PRLOGO (1,1-18)n. EL LIBRO DE LOS SIGNOS (1,19-12,50)

    A. Los primeros das de Jess (1,19-51)B. De Can a Can (2,1-4,54)

    i. El primer milagro en Can (2,1-12)ii. Jess y los judos (2,12-22)

    iii. Comentario del narrador (2,23-25)iv. Jess y Nkodemo (3,1-21)v. Jess yJuan el Bautista (3,22-26)

    vi. Jess y la samaritana (4,1-15)vii. Jess y la samaritana (4,16-30)

    viii. Comentarios de Jess (4,31-38)ix. Jess y los samaritanos (4,39-42)x. El segundo milagro en Can (4,43-54)

    C. Las fiestas de los judos (5,1-10,42)i. Jess y el sabbath (5,1-47)

    ii. Jess y la pascua (6,1-71)iii. Jess y los tabernculos, 1 (7,1-8,59)iv. Jess y los tabernculos, II (9,1-10,21)v. Jess y la dedicacin (10,22-42)

    D. Jess se dirige hacia la hora (11,1-12,50)i. Una resurreccin que llevar a la muerte (11,1-54)ii. La hora ha llegado (11,55-12,36)

    iii. Conclusin sobre el ministerio de Jess (12,37-50)III. EL LIBRO DE LA GLORIA (13,1-20,31)

    A. El ltimo discurso (13,1-17,26)i. Dando a conocer a Dios: el lavatorio y el bocado (13,1-38)

    ii. Partida (14,1-31)lll. Permanecer, amar y ser odiados (15,1-16,3)iv. Partida (16,4-33)v. Dando a conocer a Dios: la oracin final de Jess (17,1-26)

    B. La pasin (18,1-19,42)i. Jess y sus enemigos en un huerto (18,1-11)ii. Comparecencia de Jess ante los judos (18,12-27)

    iii. Jess ante Pilato (18,28-19,16a)v. La crucilixill de Jess (19, 16b-37)v. Jess l'S ('llll'rrac\o ell Ull huerto por SllS nuevos amigos (19,38-42)

  • C. La resurreccin (20,1-29)i. La escenas en la tumba (20,1-18)

    a) Las visitas a la tumba vaca (20,1-10)b) Jess se aparece a Mara Magdalena (20,11-18)

    11. Las escenas en la casa (20,19-29)a) Jess se aparece a los discpulos pero no a Toms (20,19-23)b) Jess se aparece a los discpulos y a Toms (20,24-29)

    IV. CONCLUSIN DEL EVANGELIO (20,30-31)

    V. EPLOGO: Otras apariciones del Resucitado (21,1-25)i. Jess se aparece a sus discpulos junto al mar de Tiberades (21,1-14)

    ii. Jess, Pedro y el discpulo amado (21,15-24)iii. Segunda conclusin del evangelio (21,25)

  • TRADUCCIN, INTERPRETACIN Y NOTAS

  • I. EL PRLOGO (1,1-18)

    (a) 1. Al principio ya exista la Palabra y la Palabra se diriga hacia Dios y loque Dios era tambin lo era la Palabra. 2. Ya en el principio estaba l con Dios.

    (b) 3. Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que acontecien ella era vida y la vida era la luz de los hombres.

    (c) 5. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la sofocaron.

    II(a) 6. Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamabaJuan. 7. ste vino

    como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por l.8. No era l la luz, sino testigo de la luz.

    (b) 9. La luz verdadera que ilumina a todo hombre vena al mundo.

    (c) 10. Estaba en el mundo, pero el mundo, aunque fue hecho por ella, nola conoci. 11. Vino a su propia casa y los suyos no la recibieron. 12. Pero acuantos la recibieron, los que creyeron en su nombre, les dio poder para serhijos de Dios; 13. stos no han nacido de sangre ni de la voluntad de un hom-bre, sino de Dios.

    (d) 14. Yla Palabra se hizo carne y habit entre nosotros, la plenitud de undon que es verdad. Hemos visto su gloria, la gloria como del Hijo nico del Padre.

    III(a) 15. Juan dio testimonio de l y proclam, ste es aquel de quien yo

    dije "El que viene detrs de m est colocado por delante de m, porque exis-ta antes que yo"".

    (b) 16. De su plenitud todos hemos recibido un don en lugar de un don.

    (c) 17. Pues la ley se dio mediante Moiss; el don que es la verdad vino me-diante Jesucristo. 18. A Dios nadie lo vio jams; el Hijo nico, que est vueltohacia el Padre, nos lo ha dado a conocer.

    INTERPRETACIN

    Introduccin. La primera pgina del cuarto evangelio es uno de los pa-sajes ms densos del NT, toda una sntesis de la cristologa y la teologa delautor. Ha habido muchos intentos de dilucidar la estructura literaria deeste antiguo himno cristiano. La mayora sigue un movimiento temporal:desde la preexistencia (vv. 1-2) hasta la creacin (vv. 3-5), prosiguiendodespus con la historia de la condicin humana hasta el clmax de la en-carnacin (vv. 6-14). La parte final del himno trata de la recepcin poste-rior del I~ogo.l' encarnado (vv. 15-18) (d., por ejemplo, Lagrange 2-34).Otros autores han encontrado una estructura quistica, es decir, los mis-mos temas se repiten en torno a una afirmacin central: p. ej., A-B-C-B'-A'

  • (cf. R. A. Culpepper, The Pivot 1-31). Sin embargo, es posible que estehimno cristiano siga alguno de los modelos clsicos de la poesa bblica, so-bre todo el uso del paralelismo. Encontramos un indicio de ello en la do-ble referencia aJuan el Bautista (w. 6-8.1S), que crea problemas a la ma-yora de los intentos que tratan de encontrar una estructura literariaformal enJn 1,1-18. Estos pasajes sobre el Bautista indican que el himnotiene tres secciones:

    1. La Palabra, que est en Dios, se convierte en la luz del mundo(w. l-S).

    11. La encarnacin de la Palabra (w. 6-14).

    III. El revelador: el Hijo nico vuelto hacia el Padre (w. lS-18).

    Dentro de estas tres secciones hay una afirmacin y una reafirmacindel mismo mensaje. Como el movimiento de una ola que avanza y retro-cede sobre la orilla del mar, cada seccin lleva ms lejos el mismo mensa-je. En cada seccin no aparecen todos y cada uno de los cuatro temas, sinoque el himno los afirma y reafirma del siguiente modo:

    (a) la Palabra es anunciada o descrita (vv. 1-2 [1], 6-8 [H], 15 [III]),(b) la revelacin trada por la Palabra est llegando al mundo (vv. 3-4 [1],

    9 [H]).

    (c) la humanidad -esponde (vv. 5 [1], 10-13 [H], 16 [III]),(d) Yse describe el objeto de la fe: el Hijo nico del Padre (vv. 14 [H], 17-

    18 [III]).

    El prlogo juega un importante papel en la retrica del cuarto evan-gelio.Jn 1,1-18 informa al lector de queJesucristo es la encarnacin de laPalabra preexistente y de que la vida, la luz y la filiacin divina fluyen deuna aceptacin de la historia del Dios invisible revelada por la Palabra en-carnada. Esta historia perfecciona el don anterior de la Ley que se dio atravs de Moiss. Sin embargo, esta teologa y cristologa solamente se hanafirmado. Al lector se le ha dicho quin es Jess y lo que ha hecho, pero si-gue sin responderse a una importante cuestin: cmo ha acontecido esteaccin de Dios en la historia humana? Slo el relato jonico de Jess pue-de responder a esta pregunta.

    La Palabra, que est en Dios, se convierte en la luz del mundo (w. l-S). Lasprimeras palabras del prlogo, Al principio (en archc) ya exista la Pala-bra, establece un paralelismo entre la obertura del evangelio y el relatobblico de los comienzos de la historia humana de Gn 1,1. Antes del archede Gn 1,1 solamente se encontraban Dios, las aguas del caos y las tinieblas,pero el autor del cuarto evangelio anuncia que incluso entonces la Pala-bra exista (en). La utilizacin del imperfecto del verbo ser, estar, exis-tir ubica a la Palabra fuera de los lmites del tiempo y el espacio, pues nin-guno de ellos exista en archc (Gn 1,1). La Palabra preexiste a la historiahumana y esta Palabra no preexiste por s misma sino en relacin con Dios

  • (pros ton theon). La preposicin pros significa ms que lo que sugiere la pre-posicin esttica con. Tiene un sentido de movimiento hacia la personao cosa que sigue. Por tanto, la traduccin debe ser la Palabra estaba diri-gida a Dios. Hay un dinamismo en la relacin que debe expresarse de al-guna manera. Pero an hay ms. El autor ha elegido la expresin griegaho logos para indicar, desde el principio, que se pronunciar una palabraque procede de la intimidad de Dios. La palabra existe para comunicaralgo, y, de este modo, la revelacin, que es uno de los temas dominantesdel evangelio, aparece en el primer versculo.

    Este versculo concluye con una descripcin de las consecuencias de laintensa intimidad entre la Palabra y Dios. Aunque tradicionalmente se hatraducido como y la Palabra era Dios, hay un peligro de que el lectorcontemporneo pliegue en una sola entidad la Palabra y Dios: ambos sonDios. El autor se ha tomado la gran molestia de indicar que debe evitarseuna identificacin entre la Palabra y Dios. La frase griega (kai teso en ho la-gos) coloca el complemento (theos: Dios) antes del verbo ser sin ponerleun artculo. Es extremadamente difcil captar este matiz en espaol, peroel autor evita decir que la Palabra y Dios eran una y la misma cosa. La tra-duccin lo que Dios era tambin lo era la Palabra indica que la Palabray Dios mantienen su singularidad, no obstante la unidad que fluye de suintimidad.

    El v. 2 repite, sustancialmente, lo que ya se ha dicho, pero la Palabra(v. 1) se indica mediante un pronombre personal, ste (houtos). El pro-nombre remite al anterior trmino masculino logos y a la posterior figuracon una historia humana. Quin podra ser este l? Es mucho lo quese dice en estos primeros versculos: la preexistencia de la Palabra, su re-lacin ntima con Dios y los primeros indicios de una revelacin final quetendr lugar en la historia humana mediante el relato que la Palabra con-tar. La Palabra ha sido descrita. Lo que Barrett dijo del v. 1 puede aplicar-se a los w. 1-2:

  • contramos la primera referencia que el evangelio hace a la encarnacin.La Palabra irrumpi en la historia humana (perfecto) e hizo posible lacontinuidad de la vida. La aparicin de la Palabra de vida trajo la luz. Lavida, que es luz, irrumpi en la historia humana en un acontecimiento quesucedi en el pasado y cuyos efectos an forman parte de la historia pre-sente. La Palabra habla de la intimidad con Dios (vv. 1-2), dando as a co-nocer a Dios tanto en la creacin (v. 3ab) como en la presencia de la mis-ma Palabra en la historia humana (vv. 3c-4). Este conocimiento da la vidaque la humanidad anhela, una vida que da el sentido y la direccin: la luz.

    Podemos trazar una historia de la salvacin desde la preexistencia dela Palabra hasta la irrupcin de la vida y la luz en la historia humana me-diante la presencia de una figura humana an no identificada:

    1. Una Palabra preexistente con Dios (pros ton theon).2. Manifestacin de Dios en la creacin (di'autou), donde ya puede experi-

    mentarse la Palabra.

    3. La Palabra en la historia humana como la vida que es la luz de la hu-manidad (en auN}).

    No obstante lo mucho que an queda por decir sobre cmo sucediesto, los vv. 3-4 afirman que la revelacin trada por la Palabra est llegando almundo.

    El versculo final de esta primera seccin est marcado por un nuevocambio en el tiempo verbal: la luz brilla o resplandece (presente: phainei)en las tinieblas. Hay un estrecho nexo entre el v. 4 y el v. 5, pero mientrasque el primero anuncia que la Palabra es luz en el mundo, el ltimo indi-ca que la luz sigue estando presente a pesar de la recepcin hostil que se leha dado. Aunque puede parecer contradictorio, tanto por la crucifixin alfinal de la historia de Jess como por la experiencia constante de la pre-sencia del mal en el mundo, la luz, que es la Palabra, sigue resplandecien-do. El autor introduce una forma del verbo lambanein, recibiD>, que apa-recer regularmente a lo largo del evangelio para referirse a cmo lahumanidad responde a la revelacin de Dios que acontece en Jess. Las ti-nieblas no han sofocado la luz (ou katelaben). Puede parecer que la humani-dad responde negativamente a la presencia de la vida y la luz, pero no es esteel caso. La luz sigue resplandeciendo en las tinieblas. Es an muy prontopara que el prlogo haga ms que una referencia a una respuesta humanahostil. Los posteriores detalles sobre aquel que tiene que ser aceptado confe se desarrollarn en las dos secciones siguientes (cf. vv. 14, 17-18).

    La encarnacin de la Palabra (vv. 6-14). El elevado carcter potico de losvv. 1-5 desaparece momentneamente en los vv. 6-8, donde se da una des-cripcin ms narrativa de la figura y la funcin de Juan el Bautista. Consi-derado por algunos como una adicin secundaria al prlogo, estos ver-sculos son esenciales en su estructura y mensaje tal como el texto seencuentra en su forma presente. Los indicios sobre la implicacin de la

  • Palabra en los acontecimientos de la historia que hallamos en los vv. 3c-5,prosigue al entrar en la historia (egeneto) una figura histrica que tiene elnombre propio de

  • rrecto de recibirla es creer en su nombre. En los trminos del mismoprlogo, la Palabra an no tiene nombre y carece de papel alguno en lahistoria humana. No obstante, los resultados de la fe en el nombre dela Palabra se describen en pasado: les dio (aoristo: edoken autois) poderpara ser hijos de Dios. Este poder dado no es una promesa, sino un hechologrado para quienes la reciben y creen. Por primera vez, sale a colacinla comprensinjonica de la vida y de la vida eterna. No hay que esperaral final para ser hijos de Dios. La eleccin del infinitivo aoristo llegar aser (genesthai) indica que la fe jonica y la, as llamada, escatologa reali-zada exigen un compromiso constante. En una escatologa tradicional, elcreyente aguarda la resurreccin y el final del tiempo para recibir los do-nes ltimos de la vida y la vida eterna. En el cuarto evangelio se anticipanestos dones. Estn disponibles para el creyente ahora, y, en consecuencia,se encuentran ya realizados.

    Se llega a ser hijo de Dios mediante un proceso de crecimiento, aunqueesta filiacin no puede explicarse mediante experiencia o entendimientohumanos, puesto que no es el resultado de una iniciativa humana (v. 13).Los antiguos entendan el nacimiento de un nio como el resultado de lacoagulacin mecnica de la sangre de la mujer provocada por su mezclacon el esperma masculino. Pero los hijos de Dios no nacen de la sangre.Los hijos tambin nacen como consecuencia de la concupiscencia huma-na, pero los hijos de Dios no nacen de la carne. Hay ocasiones en las quelos padres deciden tener un hijo y actan en consecuencia, pero los hijosde Dios no nacen de la voluntad de un ser humano. Los hijos de Diosson generados por Dios (ek theou egennethesan).

    Muchos autores consideran que el v. 14 es el clmax del prlogo, ellu-gar donde se anuncia la encarnacin de la Palabra. Pero la indicacin deque la Palabra estaba llegando al mundo ya se encontraba en los vv. 3c-4 yen el v. 9. Ya se haba establecido el hecho de su llegada al mundo. Ahoravuelve a afirmarse (v. l4a), pero el grueso del v. 141a describe como aquelen el que uno debe creer: el Hijo nico del Padre (v. 14bcd). As como el Bautis-ta irrumpi en la historia humana (d. v. 6: egeneto anthropos), de igualmodo entra la Palabra en la misma historia: la palabra se hizo carne (sarxegeneto). La Palabra preexistente, tan ntimamente asociada con Dios (vv.1-2), ahora encarnada, puede ser la comunicacin y revelacin de Dios enla situacin humana, que es donde ahora habita (v. 14b). Esta segundaafirmacin, es decir, que la Palabra habita entre nosotros, introduce elmundo del lector en el himno. El verbo elegido para referirse a la mora-da de la Palabra entre nosotros (eskenosen) puede significar simplementehabitar o vivir, y relacionarse as con la morada de la Sabidura en Is-rael de la que nos habla Eclo 24,8: mi Creador eligi el lugar para mi tien-da. Me dijo: "Pon tu tienda (kataskenoson) en Jacob, y fija tu heredad en Is-rael" (d. tambin 24,10). El verbo griego skenein podra estar vinculadotambin al verbo hebreo stikan, que se aplica a la morada de Yahv en Is-rael (Ex 25,8; 29,46; Zac 2,14), y la raz de un importante trmino delju-dasmo Rabbnico referido al descanso de la gloria (ktibod) de Yahv sobre

  • el tabernculo (cf. Ex 25,8; 40,35). Su morada entre nosotros remite ala experiencia de una comunidad creyente que puede afirmar adems queha contemplado su gloria (ten doxan autou). Durante la existencia histri-ca de la Palabra, los creyentes, representados por el autor del evangelio,vieron la doxa. El AT habla frecuentemente de la manifestacin visible deYahv al pueblo utilizando el trmino hebreo kabod, que (extraamente)los LXX tradujeron por doxa (cf., p. ej., Ex 33,22; Dt 5,21; 1 Re 8,11; Is10,1; Hab 2,14). Dada la intimidad de la relacin que existe entre la Pala-bra y Dios desde antes de todos los tiempos (cE. vv. 1-2), el autor puedeahora afirmar que la contemplacin de la encarnacin de la Palabra eraver la revelacin de la divinidad en la historia humana.

    Esta afirmacin es posteriormente corroborada en el v. 14d. La gloriacontemplada era la gloria como del Hijo nico del Padre. La relacin an-teriormente descrita entre la Palabra y Dios, se describe ahora como rela-cin entre Hijo y Padre. De este modo se expresa una relacin funda-mental del relato que est a punto de comenzar. Como