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Transporte de mercancías pesadas Antes del desarrollo de la máquina de vapor o de vías con un firme y un mantenimiento
adecuados, o en la ausencia de camellos (apropiadamente llamados "barcos del desierto"), el
transporte terrestre de mercancías pesadas a larga distancia era de hecho imposible. El
principal medio de desplazamiento de cargas pesadas sobre la tierra era el buey, a 3 km / h,
tirando de carros sin eje giratorio para hacer curvas. Las naves eran la única respuesta cuando
la tarea era transportar cargas pesadas sobre una larga distancia (como los cereales, en nuestra
historia), y es por eso que la mayoría de las grandes ciudades antiguas estaban cerca de la
costa o de un río navegable o en sus proximidades.
En los siglos V y IV, Atenas fue muy dependiente de los productos traídos por mar, no sólo
porque la cantidad de cereales producidos en el Ática era insuficiente para la población urbana,
sino también porque la reputación de ser un lugar donde se puede venir en busca de productos
en todo el mundo griego era esencial para la vida próspera de Atenas y El Pireo. Pocos viajes
por mar se hacían por placer, ya que los piratas eran un peligro constante hasta que los
atenienses los expulsaron del Egeo en la década del 470. Además los viajes por mar no eran
posibles en todas las estaciones. Las islas del Egeo permitían que los marineros marcaran su
rumbo teniendo puntos de referencia fijos, pero los comerciantes no evitaban el mar abierto.
Los buques de carga lentos y grandes dependían de las velas y el viento y viajaban a una
velocidad media de cinco nudos. El buque Victory del Almirante Nelson, un buque de guerra
impulsado por velas mucho mayor y más pesado, hacía un promedio de siete nudos. Los navíos
propulsados por remos eran más rápidos que los barcos de vela. Su menor volumen y la
presencia de los remeros los hacían particularmente adecuadas en tiempos de guerra. La
trirreme, con 70 remeros, era el buque de guerra más rápido y mejor de la época clásica y
podía alcanzar una velocidad de entre siete y ocho nudos remando regularmente o incluso
trece nudos por un corto período de diez a veinte minutos. Los navíos de carga griegos, con su
pequeña tripulación y carga pesada, no necesitaban racionar el suministro de alimentos y agua,
y por lo tanto podría navegar durante muchos días y noches sin atracar; los barcos de guerra,
con una tripulación de cerca de doscientas personas y la necesidad de ser lo más ligeros
posible llevaban menos provisiones y tenían que atracar con frecuencia para permitir que los
remeros descansaran y comieran.
El Mundo de Atenas, 2. 9
Las trirremes La trirreme tenía mástiles y en un viaje largo era posible aprovechar los vientos favorables. Los
remeros no remaban todos al mismo tiempo, excepto en combate. A bordo no había sitio para
comer o dormir y muy poco espacio para almacenar lo indispensable (una tripulación
necesitaría unos 300 Kg de cereales y unos 500 litros de agua diarios). La trirreme en general
tenía que ser atracada por la noche para que la tripulación obtuviese provisiones, comiera y
durmiera. El relato hecho por Jenofonte del viaje de Ifícrates rodeando el Peloponeso nos
muestra cómo era la práctica habitual. Ifícrates tenía prisa y quería ejercitar a su tripulación
mientras viajaba. Por el relato del propio Jenofonte contemplamos lo que era habitual:
“Ifícrates después de iniciar la expedición hacía el trayecto a la vez que preparaba todo para el
combate naval primero para empezar dejo en Atenas las velas mayores, navegando como si
fuese a presentar batalla, y utilizaba poco las velas pequeñas aunque el viento fuese favorable;
pues realizando la navegación a remo conseguía que los hombres se mantuvieran físicamente
mejor y que las naves marcharan mejor. Igualmente muchas veces, cuando el ejército iba a
almorzar o cenar, hacía volver la cabeza de la flota que estaba junto a la costa en esos lugares.
Después de girar, las trirremes volvían a colocarse con las proas hacia la costa y a una señal las
mandaba competir para ganar tierra... Por supuesto, si durante la comida se encontraban en
tierra enemiga, establecía guardias, unas en tierra como convenía, a su vez en las naves
levantando los mástiles vigilaba desde ellos, pues éstos podían observar mucho más que los
del suelo, utilizando un lugar más elevado... Durante la navegación diurna unas veces
marchaba en columna, otras en línea según las señales; de modo que al mismo tiempo que
avanzaban, ejercitándose y aprendiendo todo lo necesario para el combate llegaron al mar
dominado por los enemigos, según creían.” (Jenofonte, Helénicas 6.2.27–30)
Un punto que no aparece en ese relato era de gran importancia: la trirreme era tan ligera que
no se podía usar cuando había temporal. Eso significaba que las operaciones navales, de modo
general, no eran posibles en invierno ni cuando soplaban los vientos etesios. Las condiciones
meteorológicas eran un factor que limitaba constantemente la estrategia naval.
El mundo de Atenas, 7.35
El Pireo La ciudad portuaria del Pireo, situada a 7-8 Km de Atenas se empezó a usar a principios del
siglo V a. C.. Hasta entonces los atenienses usaban la bahía de Falero para llevar los barcos a
tierra. Pero la creación de una flota cada vez más grande y la creciente actividad comercial
llevaron a la creación del puerto del Pireo en el promontorio vecino de Acté. Había tres
puertos: Cántaros, al oeste, que era el principal puerto y el centro comercial, con un mercado
en lado este y el deîgma, un local para exponer las mercancías; y los puertos menores de Zea y
Muniquia, el este, para los navíos de guerra. Los tres eran famosos por ser espléndidos refugios
para los navíos. La ciudad en sí se regía por un patrón de cuadrículas regulares de calles
diseñado por Hipódamo, natural de la ciudad griega de Mileto, situada en la costa oeste de
Asia Menor, ciudad que estaba diseñada de una forma similar. En contraste con Atenas, con sus
calles estrechas y llenas de curvas, la ciudad portuaria se mostraba muy bien organizada con
calles rectas, casas bien situadas y áreas públicas abiertas. Además de las instalaciones navales
la ciudad contaba con muchos de los recursos de los que disponía Atenas, incluido un conjunto
de fortificaciones, que eran necesarias para proteger el comercio de Atenas, y un teatro. A
mediados del siglo V el puerto se unió a Atenas por los Muros Largos, una obra de construcción
notable, dada la distancia recorrida y el carácter pantanoso del terreno en la parte del Pireo. La
población del Pireo era mixta, pues no sólo se hospedaban temporalmente comerciantes
extranjeros sino que también muchos de los extranjeros residentes en Atenas (metecos-
métoikoi) vivían en el puerto. Algunos de los metecos eran muy importantes para el comercio
de Atenas y dirigían negocios como fábricas de armas y bancos; los metecos también podían
ser comerciantes de cereales, ocuparse de la elaboración del vino o la elaboración de pan. Esta
mezcla de pueblos hacía que los templos y santuarios diseminados por la ciudad portuaria
tuvieran una variedad de culto mayor que los de las localidades menos accesibles a la
influencia extranjera: divinidades no griegas como Bendis y Cibeles tenían santuarios allí. Estas
novedades religiosas atraían la curiosidad de los atenienses, y fue un festival de la diosa tracia
Bendis el que ocasionó que Sócrates y Glauco acudieran al Pireo al comienzo de la República de
Platón (2.46):
“Descendí ayer al Pireo en compañía de Glaucón, hijo de Aristón, para hacer mis preces a la
diosa y al mismo tiempo porque quería ver de qué manera celebraban la fiesta que ahora se
estaba efectuando por primera vez. A mí, ciertamente, me pareció que era bella la procesión
de los habitantes del lugar, pero no menos espléndida la que los tracios conducían.”
El mundo de Atenas, 2.23-4
Las oraciones Las oraciones como los sacrificios trnían un formato más o meos fijo. La divinidad es invocada
por su nombre o títulos, que son con frecuencia numerosos; se recuerdan actos generosos
pasados de la divinidad, entonces se hace la petición. Sin alguna referencia a los vínculos que
ligaban una divinidad a sus fieles no había base para esperar la ayuda divina, pues el
presupuesto básico era la reciprocidad. Una oración a los dioses olímpicos se hacía de pie con
las manos en alto, al mundo inferior con las manos abajo en dirección a la tierra.
El mundo de Atenas, 3.34
Rapsodas Mientras nosotros leemos libros, era más normal que los atenienses oyeran recitaciones en
vivo, con un poeta, historiador o científico situado de pie ante una audiencia y dirigiéndose a
ella (en público o privadamente). Los atenienses probablemente oían la Ilíada y la Odisea
presentadas por rapsodas (recitadores de poemas profesionales) con mucha más frecuencia
que cuando se sentaban para leer a Homero.
El mundo de Atenas, 8.17
Las Guerras Médicas Las Guerras Médicas tuvieron cuatro grandes batallas: Maratón (491 a. C.), en la que los
atenienses repelieron la primera invasión persa; las Termópilas (480 a. C.), cuando los
espartanos intentaron contener la segunda invasión persa; Salamina (480 a. C.), en la que fue
destruida la flota persa; y Platea (479 a. C.), cuando el ejército persa fue finalmente derrotado.
En nuestro texto el rapsoda presenta un relato sobre Salamina adornado con referencias a un
discurso fúnebre de Lisias, lleno de repeticiones emotivas pero sin mucha substancia. El capitán
basa su versión en nuestras dos fuentes másimportantes: Heródoto (8.83ss) y Esquilo (los
Persas 353ss.)
El ataque al Pireo Como el Pireo era tan fundamental para la prosperidad y la seguridad de Atenas, había un
sistema de alerta en caso de ataque. Aquí, Tucídides describe una incursión por mar al Pireo al
principio de las guerras del Peloponeso, en el 429 a. C., que, de haber tenido éxito, podría
haber puesto fin a la época de la guerra:
"Antes que la armada de los peloponesios partiese de Corinto y del golfo de Crisa, Cnemo y
Brasidas y los otros caudillos, por consejo de los megarenses, a comienzo del invierno,
intentaron tomar el puerto de Atenas llamado Pireo, el cual no estaba cerrado ni guardado,
porque los atenienses, por ser más poderosos por mar que las otras naciones, no temían que
hubiera quien se atreviese a entrar en su puerto. Fueron de parecer que cada marinero, con su
remo y atadura y una piel de las que ponen debajo cuando reman, fuese a pie por tierra desde
Corinto hasta la mar que está frente a Atenas; y desde allí fueran todos en compañía a Mégara,
lo más pronto posible, y del lugar de Nisea, donde están las atarazanas, sacasen cuarenta
barcos, dirigiéndose con ellos apresuradamente hacia el puerto del Pireo… Ellos llegaron de
noche, sacaron los navíos de Nisea y navegaron no para el Pireo, como había sido su intención
inicial, creyendo que eso sería muy arriesgado (y porque el viento era desfavorable, como se
dijo más tarde) sino que se dirigieron al promontorio de Salamina, que queda frente a
Megara…Desde Salamina se hicieron señales de fuego para avisar a los atenienses del ataque,
lo cual provocó en Atenas una gran confusión seguida de un pánico aún mayor.
El mundo de Atenas, 2.25