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Revista Entremons. Número 1, 2011. 1 RESSENYA CLAVES DE LA MODERNIDAD: UNIFORMIDAD, DIFERENCIA, ACELERACIÓN, DEPREDACIÓN Y VIOLENCIA. EL NACIMIENTO DEL MUNDO MODERNO, de C.A. Bayly. Por Ismael Girón. Bayly en El nacimiento del mundo moderno 1780 1914 se propone construir una historia global o mundial del llamado siglo XIX largo, siguiendo la famosa propuesta de Hobsbwam. Con este objetivo analiza diversas dinámicas o procesos históricos que se dan simultáneamente en distintos puntos del globo, que se interconectan e interactúan, y que hacen posible el cambio hacia la modernidad. Bayly pretende distanciarse de la visión eurocéntrica y de la teoría difusionista, que presenta estos cambios como acontecimientos europeos que con el imperialismo son difundidos en las sociedades extra-europeas. Por el contrario, Bayly sostiene que los cambios que llevan a la modernidad son cambios que se dan a nivel global y que las influencias son mutuas, es decir, Europa influye en los territorios colonizados, pero, a su vez, es influida por éstos. Por ello, Bayly habla de adaptación y de hibridación, ya que las ideas intercambiadas, no son copiadas exactamente igual, sino que cada sociedad las adapta a sus respectivas tradiciones y patrones culturales. El resultado de este intercambio y adaptación de ideas es el de una creciente uniformización de las distintas sociedades y tradiciones culturales. El concepto de uniformidad es una de las claves de la modernidad: se da una uniformidad de los Estados, de las prácticas económicas, de las ideologías políticas, de las prácticas sociales, de las doctrinas religiosas, del saber científico, de la tecnología, e incluso de los productos industriales (estandarización) y de la forma de vestir. Sin embargo, el mismo movimiento que lleva a uniformizar las distintas sociedades, a su vez, remarca las diferencias, crea más consciencia de ellas; lo que permite una mayor definición de la identidad individual y colectiva. Surgen, de este modo, nuevas identidades: la nación, la raza, la clase, etc. Así pues, si tuviéramos que definir qué es la modernidad, problema que no es el objetivo de Bayly, deberíamos de tener muy en cuenta estos dos principios que, aunque parecen contradictorios, interactúan: el de uniformidad y el de diferencia. Bayly estructura el libro en cuatro partes, a partir de las cuales, pretende mostrar cómo se desarrolla el nacimiento de la modernidad. En la primera parte, «El fin del Antiguo Régimen», se sitúa en el siglo XVIII y principios del XIX, y analiza aquellos elementos que contribuyeron a acabar o a transformar el viejo orden. Analiza lo que él llama la globalización arcaica, que define como las conexiones comerciales anteriores al siglo XIX, centradas en la región Atlántica y el comercio de productos exóticos. Presenta las últimas grandes domesticaciones, es decir, la expansión agrícola y la introducción de nuevos productos (sobre todo, procedentes de América), vinculada a la expansión estatal. Y las revoluciones industriosas, siguiendo el concepto propuesto por Jan de Vries, focalizando los cambios que se dan en el consumo y en la productividad, y que no necesariamente han de derivarse en una industrialización. Este primer

EL NACIMIENTO DEL MUNDO MODERNO

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CLAVES DE LA MODERNIDAD: UNIFORMIDAD, DIFERENCIA, ACELERACIÓN, DEPREDACIÓN Y VIOLENCIA. EL NACIMIENTO DEL MUNDO MODERNO, de C.A. Bayly.

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Revista Entremons. Número 1, 2011.

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RESSENYA

CLAVES DE LA MODERNIDAD: UNIFORMIDAD, DIFERENCIA, ACELERACIÓN, DEPREDACIÓN Y VIOLENCIA. EL NACIMIENTO

DEL MUNDO MODERNO, de C.A. Bayly.

Por Ismael Girón.

Bayly en El nacimiento del mundo moderno 1780 – 1914 se propone construir una historia global o mundial del llamado siglo XIX largo, siguiendo la famosa propuesta de Hobsbwam. Con este objetivo analiza diversas dinámicas o procesos históricos que se dan simultáneamente en distintos puntos del globo, que se interconectan e interactúan, y que hacen posible el cambio hacia la modernidad. Bayly pretende distanciarse de la visión eurocéntrica y de la teoría difusionista, que presenta estos cambios como acontecimientos europeos que con el imperialismo son difundidos en las sociedades extra-europeas. Por el contrario, Bayly sostiene que los cambios que llevan a la modernidad son cambios que se dan a nivel global y que las influencias son mutuas, es decir, Europa influye en los territorios colonizados, pero, a su vez, es influida por éstos. Por ello, Bayly habla de adaptación y de hibridación, ya que las ideas intercambiadas, no son copiadas exactamente igual, sino que cada sociedad las adapta a sus respectivas tradiciones y patrones culturales. El resultado de este intercambio y adaptación de ideas es el de una creciente uniformización de las distintas sociedades y tradiciones culturales. El concepto de uniformidad es una de las claves de la modernidad: se da una uniformidad de los Estados, de las prácticas económicas, de las ideologías políticas, de las prácticas sociales, de las doctrinas religiosas, del saber científico, de la tecnología, e incluso de los productos industriales (estandarización) y de la forma de vestir. Sin embargo, el mismo movimiento que lleva a uniformizar las distintas sociedades, a su vez, remarca las diferencias, crea más consciencia de ellas; lo que permite una mayor definición de la identidad individual y colectiva. Surgen, de este modo, nuevas identidades: la nación, la raza, la clase, etc. Así pues, si tuviéramos que definir qué es la modernidad, problema que no es el objetivo de Bayly, deberíamos de tener muy en cuenta estos dos principios que, aunque parecen contradictorios, interactúan: el de uniformidad y el de diferencia. Bayly estructura el libro en cuatro partes, a partir de las cuales, pretende mostrar cómo se desarrolla el nacimiento de la modernidad. En la primera parte, «El fin del Antiguo Régimen», se sitúa en el siglo XVIII y principios del XIX, y analiza aquellos elementos que contribuyeron a acabar o a transformar el viejo orden. Analiza lo que él llama la “globalización arcaica”, que define como las conexiones comerciales anteriores al siglo XIX, centradas en la región Atlántica y el comercio de productos exóticos. Presenta “las últimas grandes domesticaciones”, es decir, la expansión agrícola y la introducción de nuevos productos (sobre todo, procedentes de América), vinculada a la expansión estatal. Y las “revoluciones industriosas”, siguiendo el concepto propuesto por Jan de Vries, focalizando los cambios que se dan en el consumo y en la productividad, y que no necesariamente han de derivarse en una industrialización. Este primer

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período lo considera como un período de crisis de los grandes imperios agrarios, y señala como el coste de la guerra y la fuerte prisión fiscal que se deriva, contribuirán a modificar las estructuras del Antiguo Régimen y a minar su legitimidad, es el período de las revoluciones. En la segunda parte, «La génesis del mundo moderno», que abarca el período entre 1815, fin de las guerras napoleónicas, a 1865. En este período señala como el proceso revolucionario se detuvo en seco y como los nuevos estados y los nuevos ideales no acaban de consolidarse. Sin embargo, los Estados postrevolucionarios no fueron capaces de mantener intacto el viejo sistema, y aunque las guerras revolucionarias crearán Estados más fuertes, más burocratizados y centralizados, éstos no serán capaces de imponerse permanentemente. Surgirán nuevos conceptos como la Nación, el Imperio y la Etnia, conceptos vinculados al Estado y a su capacidad de imposición. En este sentido, el servicio militar y la leva de miles de ciudadanos, la progresiva escolarización, la difusión en la prensa de las gestas ultramarinas, en los atlas, en los monumentos, en los desfiles, en la cultura nacional, etc., contribuirán a la consolidación y expansión de la conciencia nacional, étnica y del deseo imperial. Deseo imperial que se renueva a partir de 1870, cuando las potencias europeas se anexionan toda África. Este nuevo imperialismo estaba vinculado al nacionalismo, a las mejoras militares (armas de fuego de repetición y acorazados), a las mejoras médicas y a las mejoras en las comunicaciones. El imperialismo y las rivalidades que provocará, contribuyeron a la creación y consolidación de un sistema internacional basado en las relaciones diplomáticas y al surgimiento de organismos internacionales. En la tercera parte, «El Estado y la sociedad en la Era del Imperialismo», se muestra como el Estado se va volviendo más cohesivo y asume un enorme poder, y como las nuevas ideologías: liberalismo, socialismo, positivismo científico; y las más tradicionales: como la religión, se expanden por el mundo, y entran en contacto con otras tradiciones influyéndose mutuamente; y a la vez, que se hacen evidentes las diferencias, se homogeneízan los discursos. A finales del siglo XIX, la mayoría de regímenes intentaban controlar territorios bien delimitados por medio de estructuras legales, administrativas y educativas uniformes. El Estado se beneficia de la industrialización, del nuevo armamento, del miedo a la revolución y del nacionalismo; y se convierte en una maquinaria estadística, burocrática, militar y financiera enorme. Pero este poder conseguido por el Estado, tendrá que ser compensado por nuevos servicios que éste tendrá que ofrecer a sus súbditos para garantizar la reproducción de los recursos y la fuerza militar. Así pues el Estado progresivamente tendrá que intervenir en la sanidad pública y en la educación, entre otros aspectos, para garantizar su legitimidad. En la cuarta y última parte, «Cambio, Decadencia y crisis», Bayly se centra en la reconstitución de las jerarquías y en la destrucción de los pueblos indígenas. Sostiene que las jerarquías del viejo orden, no solo pervivieron, sino que se reconstruyeron y se adaptaron a los nuevos tiempos. De este modo, sobreviven algunos elementos del Antiguo Régimen como las jerarquías sociales, de género, la esclavitud, la servidumbre, la aristocracia y la monarquía; a pesar de que muchos de estos elementos hayan tenido que adaptarse a los nuevos tiempos para sobrevivir. Por otro lado, muestra como el proceso de la modernidad implicó la destrucción de los pueblos indígenas y la depredación ecológica. Y como finalmente, el verano de 1914, se iba a convertir en el verano que cambió para siempre la sociedad que el siglo XIX había creado. Bayly, por tanto, hace un largo recorrido por la historia de finales del siglo XVIII, siglo XIX y principios del XX, teniendo la ventaja de ofrecer una visión global, con un amplio conocimiento no solo de los procesos europeos, sino de los asiáticos; no en vano, Bayly es un

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historiador experto en el Imperio Británico de la India. Su principal intención es la de mostrar las interconexiones, los intercambios, las influencias, adaptaciones y hibridaciones que hicieron posibles los cambios que llevaron a la modernidad en un tráfico constante y global de ideas y personas. Muestra el descubrimiento de la historia como discurso para explicar los elementos del cambio, y como la aceleración en este proceso, a fines del siglo XIX, llevó a una sensación de crisis y decadencia de los ideales políticos y económicos burgueses, que finalmente, e inevitablemente estallaron en agosto de 1914 con el ruido de las armas. La modernidad, por tanto, es una combinación de uniformidad, diferencia, velocidad, depredación y violencia. Uniformidad en los procesos políticos, económicos y culturales, que cada vez se parecen más. Diferencia por la construcción de nacionalidades, de razas y de clases sociales. Velocidad, no solo por la mejora de los medios de comunicación y de transporte, sino por la aceleración de los cambios. Depredación por la expansión económica, comercial, industrial e imperial. Y violencia ejercida en la revolución, en la guerra, en la conquista, en el dominio colonial, en la lucha social y, finalmente, en 1914, la violencia generalizada de la Primera Guerra Mundial.