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HISTORIA ANTIGUA UNED El Neolítico en el Próximo Oriente y África 1. EL NEOLÍTICO EN EL PRÓXIMO ORIENTE El comienzo de algo nuevo El foco inicial del Neolítico en Occidente se sitúa en Oriente Próximo, extendiéndose desde allí hacia Europa y el mundo a lo largo de los siglos. El proceso hacia las primeras comunidades neolíticas El amplio espacio que englobamos en el concepto de Próximo Oriente reúne una serie de áreas geográficas bien diferenciadas. El llamado Levante Mediterráneo, que incluye los territorios de las actuales Siria, Palestina y Jordania, fue el lugar donde se documentó inicialmente el proceso de neolitización, al igual que los rebordes meridionales y orientales de la meseta de Anatolia, la región montañosa del Zagros y la meseta oriental iraní. Por su parte, la parte baja de los valles del Éufrates y Tigris, la Mesopotamia de Heródoto, recibió la colonización neolítica algo después, al igual que el valle del Nilo. Otra zona de neolitización tardía, del IV-III milenio a.C. es el valle del Indo, el Pendjab, en el actual Pakistán, donde se desarrollaron tempranamente espléndidas civilizaciones urbanas. Después de la Segunda Guerra Mundial, la situación geopolítica facilitó la intervención de grandes misiones occidentales, que marcaron una nueva etapa en la investigación prehistórica del Próximo Oriente. Uno de los intereses prioritarios fue precisamente la investigación del Neolítico sobre el que Childe había planteado cuestiones importantes. Las excavaciones proporcionaron una documentación riquísima, que demostraron que el primer Neolítico surgió en el Levante Mediterráneo (Siria- Palestina) antes que en otras regiones. La neolitización del Levante se perfila como un proceso progresivo pero totalmente autóctono, que abarca todos los 1

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El Neolítico en el Próximo Oriente y África

1. EL NEOLÍTICO EN EL PRÓXIMO ORIENTE

El comienzo de algo nuevo

El foco inicial del Neolítico en Occidente se sitúa en Oriente Próximo, extendiéndose desde allí hacia Europa y el mundo a lo largo de los siglos.

El proceso hacia las primeras comunidades neolíticas

El amplio espacio que englobamos en el concepto de Próximo Oriente reúne una serie de áreas geográficas bien diferenciadas. El llamado Levante Mediterráneo, que incluye los territorios de las actuales Siria, Palestina y Jordania, fue el lugar donde se documentó inicialmente el proceso de neolitización, al igual que los rebordes meridionales y orientales de la meseta de Anatolia, la región montañosa del Zagros y la meseta oriental iraní. Por su parte, la parte baja de los valles del Éufrates y Tigris, la Mesopotamia de Heródoto, recibió la colonización neolítica algo después, al igual que el valle del Nilo. Otra zona de neolitización tardía, del IV-III milenio a.C. es el valle del Indo, el Pendjab, en el actual Pakistán, donde se desarrollaron tempranamente espléndidas civilizaciones urbanas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la situación geopolítica facilitó la intervención de grandes misiones occidentales, que marcaron una nueva etapa en la investigación prehistórica del Próximo Oriente. Uno de los intereses prioritarios fue precisamente la investigación del Neolítico sobre el que Childe había planteado cuestiones importantes. Las excavaciones proporcionaron una documentación riquísima, que demostraron que el primer Neolítico surgió en el Levante Mediterráneo (Siria-Palestina) antes que en otras regiones.

La neolitización del Levante se perfila como un proceso progresivo pero totalmente autóctono, que abarca todos los aspectos de la vida del hombre: demografía, hábitat, organización social, tecnología e ideología. Esta evolución cultural fue de larga duración, unos 3.000 años desde los primeros poblados con actividades de producción hasta las primeras cerámicas.

La aparición de la agricultura en torno al 8.000 a. C podría indicar a primera vista la importancia de las condiciones ecológicas de esta “zona nuclear” de los cereales silvestres, pero también hay que valorar el nivel cultural y social desarrollado, que condujo a estas poblaciones a la domesticación. Desde un punto de vista social, los primeros asentamientos en poblados aparecieron en el Natufiense.

En el Próximo Oriente existe una coincidencia entre el comienzo del Holoceno y el del Neolítico. A comienzos del Holoceno el clima era bastante más frío y húmedo que en la actualidad, con condiciones particularmente favorables al establecimiento humano. La zona de bosque se extendía desde las montañas costeras hasta las mesetas y detrás estaba la zona de estepa. Entre el 8.000 y el 6.000 a.C. empezó a retroceder el bosque a causa del aumento de la evaporación, la disminución de las lluvias y la acción del hombre, que deterioraba la vegetación para crear campos de cultivo y pastos. En el V

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milenio se notaron las consecuencias de este deterioro con la redistribución de la población.

Para Braidwood, el proceso terminal de la era de los recolectores sería la de los primeros cultivadores, hasta llegar a las comunidades en poblados campesinos. Braidwood pensaba que el hombre empezaría a manipular las plantas y animales a finales del Pleistoceno y afirmaba que la primera agricultura en Palestina comenzó en el Natufiense. La permanencia de la población en una misma área es clave para el proceso de sedentarización, aumento de población, que se concentra en poblados, cambios en la organización social y estímulo hacia la adopción de la agricultura y pastoreo como garantía de suficiencia de recursos.

En este proceso, el llamado Neolítico Arcaico o Neolítico precerámico A (PPN, A) por la ausencia de cerámica en su contexto, empezó en un corredor sedimentario que se extiende del Jordán al valle medio del Éufrates.

En la segunda fase del Neolítico precerámico B (PPN B, inferior y medio), hacia el 7.500-6.500 a.C., se produjeron los primeros fenómenos de difusión de las nuevas formas de vida hacia otras regiones como el sureste de Anatolia y, en sus momentos finales (PPN B, superior y final), hacia el 6.500-5.500 a.C., y en los comienzos del Neolítico cerámico o Neolítico desarrollado, se iniciaría la gran emigración o “colonización” neolítica hacia las costas y el interior de territorios deshabitados.

La expansión de la agricultura y el pastoreo consolidó las nuevas formas de producción de alimentos, dando lugar a un gran aumento de la población durante el V milenio.

La domesticación de cereales en principio sólo podría hacerse donde existían las especies silvestres, la zona semiárida desde el Neguev a la Meseta de Irán, la que Braidwood consideró la “zona nuclear” de neolitización. Es precisamente en el valle del Jordán (Jericó, Netiv Hagdud) y en Siria (Tell Aswad, Mureybet) donde se han descubierto asentamientos con testimonios de los primeros cultivos, que se pueden remontar al IX milenio a.C.

2. EL NEOLÍTICO EN EL LEVANTE MEDITERRÁNEO. SIRIA Y PALESTINA

El origen del Neolítico del Levante pudo estar en el proceso de agrupamiento y sedentarización de los poblados mesolíticos natufienses. A partir de ellos, en una segunda fase, se harían las primeras experiencias de domesticación de plantas. También hay que considerar algunos asentamientos mesolíticos al aire libre del Kebariense geométrico, que se remontan al IX milenio a.C., como indicio de un cierto grado de sedentarismo y agrupamiento humano. En ambos casos parece comprobarse una economía alimenticia de amplio espectro, donde la actividad cazadora, recolectora y de pesca depende de los recursos naturales del entorno del hábitat.

Los poblados natufienses no ocuparon sólo la llamada “zona nuclear” de los cereales, sino también áreas más desérticas. Los estudios botánicos revelan que incluso en la “zona nuclear” los macrorestos de cereales representan una pequeña proporción entre las demás plantas alimenticias, datos que parecen minimizar el papel de las gentes natufienses en el primer paso hacia los cultivos de cereales en el Levante.

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La gacela está presente entre los restos de mamíferos de todos los yacimientos, aunque sólo predomina en algunos casos (hayonim), pues en los otros destaca la cabra salvaje y, sobre todo, las aves que suponen un gran aporte cárnico, como la perdiz o las aves palmípedas en los yacimientos cercanos a grandes extensiones de agua.

El Natufiense podría considerarse un punto de partida, pero no la primera fase de la neolitización del Levante. Su sedentarización, sus elementos técnicos de recolección y molienda (hoces, muelas), o de abrasión en el pulimento de la piedra, revelan más bien el sustrato indígena sobre el que se producirían los cambios del proceso de neolitización.

Desde finales del IX milenio a.C., parece extenderse por casi todo el Levante una fase preliminar denominada Khiamiense (El Khiam, Palestina). Se caracteriza por la pervivencia de un utillaje lítico de tradición microlítico-epinatufiense y por la aparición de las primeras puntas de flecha con muescas – tipo El Khiam -, los primeros tajadores, bifaces presentes en Hatula y las azuelas talladas del Éufrates Medio, útiles que revelan un claro cambio tecnológico.

Las estructuras de habitación también muestran un cambio, ya que no son exclusivamente excavadas en el suelo, sino que también se construyen en superficie, pero la extensión de los poblados es reducida, como en el Natufiense, y su dieta alimenticia es también periagrícola.

Desde el punto de vista ideológico, frente al arte natufiense esencialmente animalístico, en el khiamiense del valle del Jordán aparecen numerosas figurillas femeninas de caliza. A comienzos del Khiamiense de Mureybet, parece documentarse el culto al toro, mientras que en el Natufiense las representaciones animalísticas eran generalmente gamos y gacelas.

Ya en el IX milenio a.C., se dieron los primeros pasos de la agricultura en el Levante, como consecuencia de los cambios que se produjeron en las formas de vida y las estrategias alimenticias; aparece así un horizonte cultural que ha recibido el nombre común de Neolítico Precerámico A (PPN A), ya que, aunque hay una gran variedad de manifestaciones culturales, todas derivan de un tronco común Natufiense-Khiamiense.

Tell Aswad es el yacimiento más importante del oasis de Damasco, aunque no parece ser un lugar de “invención” de la agricultura, sino más bien un asentamiento de poblaciones venidas de fuera, provistas de semillas de plantas domésticas y silvestres, con una cultura derivada del Khiamiense.

Netiv Hagdud, en el Bajo valle del Jordán, viene a confirmar que en el PPN A de Jericó (Tell es-Sultán) ya se conocía la agricultura. En esta región, hacia el 8.000 a.C., el Khiamiense evoluciona hacia una fase llamada Sultaniense, en cuya industria persisten las puntas tipo El Khiam, junto a tajadores, bifaces abundantes, algunas hachas pulimentadas y características hojas de hoz. Hay una continuidad Natufiense-Khiamiense-Sultaniense en la región. Sin embargo, en ningún yacimiento concreto se ha podido observar el paso de la recolección a la agricultura.En el poblado de Mureybet, en el Éufrates Medio, sí ha podido estudiarse sin interrupción la evolución cultural desde el Natufiense final hasta el Neolítico Precerámico A.

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Los poblados del Neolítico Precerámico A, son mucho mayores que los asentamientos del mesolítico, lo que indica una clara reagrupación de la población en verdaderos poblados, que pueden variar bastante en extensión, desde 650 m2 (Nahal Oren) hasta las 4 hectáreas de Jericó, el mayor de todos los de la época. Las casas en general son circulares u ovales, en parte excavadas en el suelo, construidas en piedra, adobe y tapial. Suelen medir de 4 a 6 m de diámetro y suelen constar de una sola habitación.

Acostumbraban a enterrar a los muertos dentro del poblado, bajo el suelo de la casa o fuera, en un patio. En Jericó, ni el tamaño de las casas ni los enterramientos parecen revelar diferencias sociales, aunque hay que pensar en una organización social de la comunidad suficientemente desarrollada. Además de la industria de sílex, destaca la presencia de algunas piezas de obsidiana de procedencia anatólica. Las piedras de moler, los recipientes de piedra y los variados objetos de hueso suelen ser abundantes, apareciendo también figurillas antropomorfas.

El llamado Neolítico Precerámico B, corresponde a la generalización de la agricultura y el comienzo de la domesticación de ovicápridos. El incremento de la población debió de ser importante, pues los poblados más extensos (Tell Ramad, Jericó o Abu Hureyra) y de concepción más estudiada en la organización del espacio y de las casas, en general de planta rectangular y con varias habitaciones, construidas con adobe. Los suelos, las paredes, a veces los hogares, silos y banquetas o lechos, suelen aparecer enlucidos con cal o yeso y en ocasiones decorados con pintura.

Se manifiesta de una manera más general la práctica funeraria de separar el cráneo del resto del cuerpo, cubriéndolo y modelándolo con arcilla o yeso y adornos de conchas, obsidiana u otros elementos. Los cráneos se enterraban, solos o agrupados, debajo del suelo de las habitaciones y el resto del cuerpo en fosas debajo del nivel de habitación. El material lítico varía considerablemente con un predominio de industrias laminares (puntas de flecha, cuchillos, hojas de hoz…). La obsidiana de Anatolia es mucho más abundante, buena prueba de la intensificación de los contactos.

Los recipientes de piedra caliza, yeso y alabastro son de gran finura. Además de los útiles de hueso, abundan los objetos de adorno, cuentas y colgantes, raros en la fase

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Ejemplo de planta de casa de

Mureybet

Ejemplos de poblados del PPN B

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anterior. Hay también figurillas humanas y animales de arcilla, así como pequeños objetos geométricos.

La expansión del Neolítico Precerámico B, pudo deberse al aumento de población y la necesidad creciente de recursos. La domesticación de ovejas y cabras supuso un nuevo e importante elemento económico sobre todo para la explotación de la estepa del interior de la meseta siria.

Con el Neolítico Cerámico A se introduce la innovación de la cerámica, que empezó a producirse hacia el 6.000 a.C. en el centro y norte de Levante y unos 500 años después en Palestina. Su fabricación es local y se generalizó gracias a la posibilidad de hacer fácilmente todo tipo de recipientes.

Los poblados de este período eran más o menos de la misma extensión que en el Neolítico Precerámico, las casas siguen siendo rectangulares, con una o más habitaciones. Durante esta época empezaron a usarse cementerios fuera del poblado. Hay un claro aumento de las herramientas de piedra pulimentada destinadas a la explotación del bosque y la obtención de terrenos arables y pastizales.

Los poblados tendían a situarse en pequeñas elevaciones con tierras arables y cerca de cursos de agua, cultivándose trigo, cebada y leguminosas. En la mayoría de poblados excavados se han localizado restos de ovejas, cabras, bueyes y cerdos domesticados.

En el Neolítico Cerámico B (5.000-3.750 a.C., aproximadamente), en el norte del Levante, aparece la llamada cultura de Halaf caracterizada por sus bellas cerámicas pintadas. Los yacimientos más importantes de este período son Byblos (Neolítico Medio y Reciente), Munhatta y Jericó.

Son características de este período las casas rectilíneas con varias habitaciones, y seguramente siguieron usándose necrópolis fuera del poblado. La cerámica ofrece gran variedad de formas. Siguieron los intercambios de productos aunque a un nivel más local, pues parece haberse interrumpido el tradicional intercambio neolítico. La población aumentó considerablemente y hay indicios de una agricultura y ganadería muy productivas con intenso aprovechamiento del territorio. A comienzos del IV milenio se adoptó una metalurgia de cobre relativamente avanzada, en la fase conocida como Calcolítico, final del Neolítico en la zona del Levante.

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Cerámicas de la

cultura de Halaf

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3. EL NEOLÍTICO EN ANATOLIA

En la llanura de Kenya está situado un importante conjunto de yacimientos (Çatal Hüyük, Can Hasan), en los valles occidentales (Hacilar), en Cilicia (Mersin, Tarso y en Anatolia Oriental, Cafer Hüyük, Gritille y Hayaz Hüyük en el Valle del Éufrates y y Çayönü, cerca de Diyarbakir. De momento, no parece documentarse la fase más antigua del Neolítico, equivalente al Precerámico A del Levante, sin embargo, sí se han excavado poblados neolíticos correspondientes a una fase precerámica contemporánea al Precerámico B.

El Neolítico de Anatolia suele dividirse en dos fases que forman un proceso continuado. La más antigua, desde el VIII milenio hasta el 6.000 a.C. aproximadamente, tenía una economía esencialmente agrícola, completada con alimentos silvestres. La más tardía se desarrolló durante el VI milenio, basándose totalmente en la agricultura y la ganadería.

Cayönü, situado en la zona oriental de Anatolia próxima a Mesopotamia, es uno de los asentamientos más antiguos, fechado en el Neolítico Precerámico B. Hacilar, en la zona suroeste de la meseta de Anatolia, presenta en la base un asentamiento precerámico fechado por C14 en 6.750 ± 180 a.C. Can Hasan III, en la llanura de Kenya, documenta una fase algo más avanzada, entre el 6.500 y el 5.600 a.C. aproximadamente, con una disposición de casas muy típica del Neolítico de Anatolia, muy apretada, en forma de panal, con casas rectangulares a las que se accedía desde el techo. Otro yacimiento de la misma etapa es Suberde, situado en un valle al oeste de la llanura de Kenya, que fue habitado en la segunda mitad del VII milenio.

En general, el desarrollo de la ganadería en Anatolia no siempre queda claro. Parece que hay una etapa inicial de interacción entre el hombre y el animal, de captura, doma y rebaño. Sólo la oveja parece domesticada desde muy antiguo en Cayönü. A finales del VII milenio a.C., además de la oveja, en Anatolia se controlaba la cabra, el bóvido y el cerdo.

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Vista de pájaro de Çatal Hüyük. Con construcciones de ladrillo crudo y tejados planos unidos entre sí por pasarelas y escaleras para permitir la circulación por encima de ellos. La entrada a las casas se realizaría por un agujero en el tejado.

Yacimiento Precerámico de Can Hasan III

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Un factor importante a considerar en Anatolia son sus recursos de obsidiana cerca de Aksaray, en Bingol, en los alrededores del lago Van y en Armenia. Los asentamientos de esta zona usaban casi exclusivamente la obsidiana como materia prima de su industria lítica tallada y los más próximos a las fuentes del mineral, intercambiaban núcleos ya preparados. Este intercambio empezó hacia el 8.000 a.C. y fue muy activo durante el Neolítico. También se intercambiaban conchas marinas, jadeíta, serpentina y piedras verdes del Tauro. Todos estos contactos debieron favorecer la rápida expansión de las formas de vida neolíticas por el Próximo Oriente, por ejemplo, la adopción del pastoreo en el sur de Anatolia y norte de Levante, desde su supuesto origen al sur del Cáucaso, en el VII milenio, o la expansión de la cerámica por el Próximo Oriente hacia el 6.000 a.C.

Durante el Neolítico final, Anatolia alcanzó un cenit cultural a juzgar por los restos localizados en Çatal Hüyük y Hacilar.

Çatal Hüyük puede ser considerada “una de las primeras ciudades del mundo”, abarcaba 13 has. Y revela el alto nivel cultural alcanzado por sus habitantes, siendo ocupada entre el 6.200 y el 5.400 a.C. aproximadamente. Su magnífica situación en un rico suelo aluvial, junto a un arroyo, era idónea para tener la agricultura como base de su subsistencia. Cultivaron varias especies de trigo y cebada, guisantes y arvejas, pudiendo usarse el regadío en algunos de estos cultivos. Sus habitantes consumían bóvidos, ovejas, cabras y cerdos, aunque sólo el buey era doméstico. También se practicaba la caza y la recolección de plantas y frutos silvestres.

Las casas (ver figura) estaban construidas con estructura de vigas de madera y paredes de adobe enlucidas y decoradas, estaban agrupadas unas a otras y se accedía a ellas por los tejados. Las paredes podían estar pintadas con motivos muy variados y pueden presentar decoraciones con relieves modelados que representan seres humanos, bóvidos, leopardos, etc. Entre los relieves hay que destacar los que tienen cuernos de buey, construidos a modo de altares.

Las casas suelen tener un cuarto con plataformas para dormir, hogares, hornos y cofres, y otro o varios para almacén. El gran número de santuarios localizados indicaría prácticas rituales muy generalizadas en la vida cotidiana de Çatal Hüyük, con una rica ideología expresada de forma materializada.

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Reconstrucción de Hacilar

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Los muertos normalmente se enterraban debajo de las plataformas de las casas y santuarios, en general en grupos y después de ser descarnados y envueltos en un tejido de lana o una estera. La mayoría no lleva ajuar funerario, pero algunas tumbas han proporcionado objetos valiosos. La ausencia o no de ajuar y la calidad de éste podrían indicar diferentes categorías sociales.

Las manufacturas de Çatal Hüyük son de una calidad y riqueza inusuales en una comunidad neolítica: la talla de obsidiana, el trabajo de hueso, la piedra pulimentada en toda clase de rocas, para útiles, recipientes y adornos, la madera para cajas, platos y hasta copas, la cestería, el cuero para bolsas y vestidos, el tejido de lana, que al parecer se teñía de rojo, figurillas de piedra o cerámica de carácter ritual… No utilizaron el lino. La abundancia de motivos típicos de kilim pintados en las paredes de los santuarios, hacen pensar que usarían tapices y alfombras de alegres colores.

Las etapas finales del Neolítico en la llanura de Kenya y en el oeste de la meseta de Anatolia, están bien documentadas en Can Hasan y Hacilar respectivamente. Su economía se basaba en el cultivo del cereal y leguminosas y en el pastoreo de ovicápridos, bóvidos y cerdos, con muy pocas muestras de aprovechamiento de recursos silvestres. Esto parece indicar que el Neolítico final de Antonia dependía para su subsistencia exclusivamente de la agricultura y el pastoreo.

La aparición de la necrópolis fuera del poblado es una característica de la evolución del Neolítico, que influiría no sólo en la organización social del poblado, en la que quizás el linaje, el nacimiento vinculado a la familia y la casa familiar no tendría ya tanto peso, dando lugar a una mayor valoración de la riqueza y el poder, que se podía reflejar en la casa y en las sepulturas. En la cerámica también se percibe una gran riqueza y evolución tecnológica.

4. EL NEOLÍTICO EN IRAK E IRÁN

La distribución de los asentamientos neolíticos en estos territorios, se concentra en el alto Tigres y en los valles de su orilla izquierda y de la zona montañosa del Zagros. Sin duda, a comienzos del Holoceno, las tierras altas ofrecían mejores condiciones de vida que las tierras bajas.

En esta región también se ha dividido el Neolítico en dos fases: una primera desde el 8.000 al 6.000 a.C., aproximadamente, y la final, que se desarrollaría durante el VI milenio a.C. esta corresponde a un momento de gran evolución cultural, autónoma, aproximadamente a partir del 5.000 a.C., con amplios contactos de intercambio de materias primas, pero que sobre todo se refleja en la gran dispersión de determinados tipos de cerámica pintada.

En la fase de transición del Pleistoceno al Holoceno, la zona del Zagros estuvo habitada por grupos de cazadores-recolectores, que vivían en condiciones ecológicas muy adecuadas para el pastoreo.

El asentamiento al aire libre de Zawi Chemi Shanidar, al norte de Irak, está situado en una terraza sobre el cauce del Gran Zab, algo más abajo que la cueva de Shanidar, habitada desde el Paleolítico Medio hasta el Neolítico. Otro asentamiento al norte de

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Irak es Karim Sahir, en una terraza sobre un río. Ambos yacimientos pertenecen aproximadamente al Neolítico Precerámico A.

Qalat Jarmo o simplemente Jarmo, es el poblado permanente más importante para documentar los comienzos de la agricultura y el pastoreo en el VII milenio a.C. Situado a 800 m de altura al este de Kirkuk, conservaba un enorme depósito de hasta 7 m, con más de 12 niveles de estructuras arquitectónicas. Se ha calculado la instalación de una comunidad de entre 150 y 200 personas durante varios siglos, que vivían en casas rectangulares y cuya economía se basaba en la agricultura con cereales y leguminosas y en la domesticación de la cabra, la oveja y el cerdo.

Uno de los poblados más importantes para documentar los primeros momentos del Neolítico en los Zagros, es el de Ganj Dareh, situado en un valle a 1.350 m en Irán, y fechado hacia el 8.500 a.C. Tepe Guran, situado también en Irán, sólo lo ocupaba en invierno pastores de cabras que en verano se trasladaban a las montañas, pero hacia 6.400 a.C. se convirtió en poblado permanente. En la zona baja de Irán se ha excavado Ali Kosh, que presenta una temprana agricultura y ganadería.

Durante el VI milenio a.C. el norte de Mesopotamia, al este del Éufrates y en la cuenca del Tigris, el Neolítico final experimentó un gran desarrollo que acabó dando lugar a las culturas de Samarra y Halaf. Las llanuras del norte eran especialmente válidas para los cultivos de secano, con lo que se obtenían grandes rendimientos que permitieron mantener una mayor población, cuya fuerza y trabajo fueron factores decisivos en el surgir de las agrupaciones urbanas, que se consolidaron en el V milenio con la ocupación de las llanuras aluvionales del sur. Uno de los yacimientos más importantes para seguir este proceso es Um Dabaghiyah, al oeste de Mosul.

La fase siguiente es la que se conoce como de Hassuna, cuya economía se basaba sobre todo en la agricultura (trigos de varios tipos y cebada), la ganadería y el almacenamiento de recursos. También cazaban distintas especies. Existen varios poblados de esta fase como Yarim Tepe I, en el Tigris, o Hassuna. En general eran poblados bastante grandes y sus casas rectangulares de adobe con varias habitaciones, dedicadas a vivienda y otras funciones. La cerámica tipo Hassuna es característica con decoración pintada en rojo o negro y temas de líneas onduladas o rayadas, y a veces con temas incisos en bordes y hombros. Hay industria lítica de sílex y obsidiana, de hueso y excepcionalmente piezas de plomo y cobre.

A mediados del VI milenio a.C., empezó a desarrollarse en el norte la fase de Halaf, bien conocida por su extraordinaria cerámica. A través de las sepulturas parece adivinarse una sociedad más diferenciada y con redes establecidas y muy bien organizadas de intercambio de cerámica y obsidiana. La economía parece ser muy productiva. El área central de la cultura Halaf se extiende desde Balik hasta el Tigres en Mosul, por el norte de Asiria a las colinas de los Zagros.

En el centro de Mesopotamia, la cultura de Samarra se extiende desde Baghuz en el este del Éufrates hasta Choga Mami, al pie de los Zagros. En Tell-es-Sawwan esta fase se fecha desde mediados del VI milenio hasta poco después del 5.000 a.C., siendo coetánea del final de Hassuna en el norte y del despegue de Halaf.

Los habitantes de los yacimientos de Tell-es-Sawwan (plano figura) o Choga Mami formaban comunidades muy bien organizadas donde parece ser que el riego empezaba a

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ser regular en la agricultura que practicaban. Se cultivaba trigo, cebada, leguminosas y lino, lo que junto a las fortificaciones encontradas, revela comunidades mucho más complejas y organizadas que las neolíticas y representan la transición hacia la vida urbana. Su base económica era la agricultura de regadío y la ganadería.

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