8
LOS PRIMEROS AGRICULTORES Y GANADEROS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Encuadre geográfico y cultural También a la Península Ibérica, la más occidental del Mediterráneo, Llegaron en época muy temprana, por lo menos desde comienzos del VI milenio a. C., los nuevos sistemas de aprovechamiento agrícola y ganadero. que se fueron desarrollando plenamente en el v milenio. No se puede hablar de un fenómeno de «neolitización» en términos generales para todo el ámbito peninsular. También aquí hay que tener en cuenta, como en el caso de Italia o Francia, las grandes diferencias medioambientales en las diversas zonas geográficas. Hay nada menos que tres zonas abiertas a diferentes mares, la mediterránea, la atlántica y la cantábrica. Esta última además comparte el carácter de montaña, común a otras zonas peninsulares, desde la pirenaica, a las que bordean la Meseta o la cruzan. Aunque nuestros ríos sean relativamente modestos, los mayores son de largo recorrido, atraviesan o bordean la Meseta y sus cuencas vierten al Mediterráneo o al Atlántico, justificando aún más el carácter continental y marítimo, una constante en el poblamiento peninsular desde la Prehistoria. Si a lo largo de ella, el hombre fue adaptándose a las posibilidades del medio más ventajosas para sus necesidades, a partir del Neolítico se introdujeron nuevos condicionantes, los pastos y suelos agrícolas, además de las poblaciones preexistentes, que al parecer se habían ido instalando en casi todas nuestras regiones. Así, el proceso hacia las nuevas formas de vida dio lugar a manifestaciones muy variadas, por mecanismos diversos, v con grandes diferencias cronológicas. Todo lo mas, podríamos decir que, desde mediados del III milenio a.C., hubo una gran dispersión del poblamiento, con poblados, aldeas e instalaciones de distinto tipo, por casi todos los rincones de nuestra geografía, y que las formas de vida neolítica -agricultura o pastoreo o ambas a la vez- se habían ido extendiendo de forma casi generalizada. Es posible que, como argumentan algunos autores, el aumento demográfico y una mayor aridez del clima -la famosa crisis del 2300 a.C.-, rompieron el equilibrio entre los cazadores y su medio, obligándoles a adoptar formas de subsistencia «artificiales». aparentemente más seguras, aunque ello supusiera un mayor trabajo v esfuerzo colectivo, además de una nueva organización social del grupo. Creo que nuestra Península ofrece un buen ejemplo de resistencia hacia las formas de producción aparentemente ventajosas, y esto se refleja en las secuencias culturales -asentamientos, industrias- y en sus manifestaciones artísticas. Implantación y aculturación: la dualidad cultural y la expresión artística e ideológica Gracias a las dataciones absolutas, en la actualidad podemos establecer en qué lugares se documentan por primera vez las nuevas formas de vida y tratar de explicar cómo se produjo este cambio. Contando con la información que aportan las secuencias anteriores, Epipaleolíticas y Mesolíticas, que a veces no son suficientemente expresivas, y en muchos casos muestran una larga perduración, se puede afirmar que mientras en algunos lugares los agricultores y pastores están plenamente establecidos, en otros, a veces muy próximos, hay instaladas comunidades que siguen viviendo de la caza y recolección, aunque incluso estén en relación con gentes campesinas y conozcan nuevas tecnologías como la cerámica. Se trata de un proceso de adaptación que parece no interesa a todos, ya que algunos siguen manteniendo su subsistencia a base de los medios tradi - cionales por lo menos hasta el III milenio a.C. De todas formas, las dataciones indican la temprana adopción de una economía y vida verdaderamente neolíticas en determinados lugares. Voy a referirme a las más antiguas, que corresponden al primer Neolítico peninsular (Fig. 1). Como he señalado al tratar el Neolítico en otros territorios, las dataciones por el procedimiento de C14 revelan un error al referirlas a los años de nuestro calendario, que actualmente se corrigen o calibran mediante la información aportada por la dendrocronología. Las nuevas dataciones ya vienen calibradas por los laboratorios, pero muchas de las antiguas se han calibrado de forma más o menos aleatoria, usando tablas establecidas por distintos autores (Pearson, Stuiver y Reiner) Por eso, seguiré indicando las antiguas dataciones de C14 BP (antes del presente), reducidas a nuestro calendario por el simple procedimiento de restarles la cifra del año convencional 1950, con la indicación a. C. Cuando sean calibradas se indicará: Cal. a.C. En la Cova de les Cendres (Teulada, Alicante) hay dos fechas de C 14 para el Neolítico antiguo, una de de 5590 a.C. (Cal. 6604-6105 antes de C.) y otra de 3880 a.C. (Cal. 4949-4435 antes de C.), ambas para niveles con cerámica cardial, lo que indicaría una larga duración -un milenio y

El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas

  • Upload
    -

  • View
    311

  • Download
    2

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas

LOS PRIMEROS AGRICULTORES Y GANADEROS EN LA PENÍNSULA IBÉRICAEncuadre geográfico y cultural

También a la Península Ibérica, la más occidental del Mediterráneo, Llegaron en época muy temprana, por lo menos desde comienzos del VI milenio a. C., los nuevos sistemas de aprovechamiento agrícola y ganadero. que se fueron desarrollando plenamente en el v milenio.

No se puede hablar de un fenómeno de «neolitización» en términos generales para todo el ámbito peninsular. También aquí hay que tener en cuenta, como en el caso de Italia o Francia, las grandes diferencias medioambientales en las diversas zonas geográficas. Hay nada menos que tres zonas abiertas a diferentes mares, la mediterránea, la atlántica y la cantábrica. Esta última además comparte el carácter de montaña, común a otras zonas peninsulares, desde la pirenaica, a las que bordean la Meseta o la cruzan. Aunque nuestros ríos sean relativamente modestos, los mayores son de largo recorrido, atraviesan o bordean la Meseta y sus cuencas vierten al Mediterráneo o al Atlántico, justificando aún más el carácter continental y marítimo, una constante en el poblamiento peninsular desde la Prehistoria.

Si a lo largo de ella, el hombre fue adaptándose a las posibilidades del medio más ventajosas para sus necesidades, a partir del Neolítico se introdujeron nuevos condicionantes, los pastos y suelos agrícolas, además de las poblaciones preexistentes, que al parecer se habían ido instalando en casi todas nuestras regiones. Así, el proceso hacia las nuevas formas de vida dio lugar a manifestaciones muy variadas, por mecanismos diversos, v con grandes diferencias cronológicas. Todo lo mas, podríamos decir que, desde mediados del III milenio a.C., hubo una gran dispersión del poblamiento, con poblados, aldeas e instalaciones de distinto tipo, por casi todos los rincones de nuestra geografía, y que las formas de vida neolítica -agricultura o pastoreo o ambas a la vez- se habían ido extendiendo de forma casi generalizada. Es posible que, como argumentan algunos autores, el aumento demográfico y una mayor aridez del clima -la famosa crisis del 2300 a.C.-, rompieron el equilibrio entre los cazadores y su medio, obligándoles a adoptar formas de subsistencia «artificiales». aparentemente más seguras, aunque ello supusiera un mayor trabajo v esfuerzo colectivo, además de una nueva organización social del grupo. Creo que nuestra Península ofrece un buen ejemplo de resistencia hacia las formas de producción aparentemente ventajosas, y esto se refleja en las secuencias culturales -asentamientos, industrias- y en sus manifestaciones artísticas.

Implantación y aculturación: la dualidad cultural y la expresión artística e ideológica

Gracias a las dataciones absolutas, en la actualidad podemos establecer en qué lugares se documentan por primera vez las nuevas formas de vida y tratar de explicar cómo se produjo este cambio. Contando con la información que aportan las secuencias anteriores, Epipaleolíticas y Mesolíticas, que a veces no son suficientemente expresivas, y en muchos casos muestran una larga perduración, se puede afirmar que mientras en algunos lugares los agricultores y pastores están plenamente establecidos, en otros, a veces muy próximos, hay instaladas comunidades que siguen viviendo de la caza y recolección, aunque incluso estén en relación con gentes campesinas y conozcan nuevas tecnologías como la cerámica. Se trata de un proceso de adaptación que parece no interesa a todos, ya que algunos siguen manteniendo su subsistencia a base de los medios tradi -cionales por lo menos hasta el III milenio a.C.

De todas formas, las dataciones indican la temprana adopción de una economía y vida verdaderamente neolíticas en determinados lugares. Voy a referirme a las más antiguas, que corresponden al primer Neolítico peninsular (Fig. 1). Como he señalado al tratar el Neolítico en otros territorios, las dataciones por el procedimiento de C14 revelan un error al referirlas a los años de nuestro calendario, que actualmente se corrigen o calibran mediante la información aportada por la dendrocronología. Las nuevas dataciones ya vienen calibradas por los laboratorios, pero muchas de las antiguas se han calibrado de forma más o menos aleatoria, usando tablas establecidas por distintos autores (Pearson, Stuiver y Reiner) Por eso, seguiré indicando las antiguas dataciones de C14 BP (antes del presente), reducidas a nuestro calendario por el simple procedimiento de restarles la cifra del año convencional 1950, con la indicación a. C. Cuando sean calibradas se indicará: Cal. a.C.

En la Cova de les Cendres (Teulada, Alicante) hay dos fechas de C 14 para el Neolítico antiguo, una de de 5590 a.C. (Cal. 6604-6105 antes de C.) y otra de 3880 a.C. (Cal. 4949-4435 antes de C.), ambas para niveles con cerámica cardial, lo que indicaría una larga duración -un milenio y

Page 2: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas

medio-, para este primer Neolítico de cerámicas con decoración cardial. En la Coveta de L'Or (Beniarrés Alicante) las fechas de C14 sitúan este Neolítico antiguo entre e14770, 4680, 4560, 4315 y 4.030 a.C. (Calibradas 6248-4841, 6015-4934, 5678-5198, 5336-4992 y 5346-4347, respectiva-mente, antes de C.), en un espacio de tiempo de algo menos de un milenio, dentro del V a.C. sin calibrar, para el apogeo máximo de este horizonte, que tanto en la citada Coveta de l'Or como en la Cova de la Sarsa de Bocairente (Valencia) se muestra en toda su riqueza y esplendor. En Ia Cova Ampla de Montgó (Jávea, Alicante) hay una datación de 4599 a.C. Cal. 5774-5192 antes de C.) y en la Cova de la Recambra (Gandía, Valencia) es de 3840 a.C. (Cal. 5141-4232 antes de C). Más al norte, en la provincia de Castellón, también tenemos para este primer Neolítico con cerámica cardial, dataciones de C 14 en la Coveta de Can Ballester (Vall de Uxó), de 5000 a.C. (Cal. 5988-5592 antes de C). (Fig. 2).

Pero también hay datacianes de C14 para un Neolítico muy antiguo que queda caracterizado por cerámicas no cardiales, con decoración incisa e impresa no cardial. Así en la citada provincia de Castellón, en Cova Fosca (Ares del Maestre), tenemos tres: 5690 a.C. (Cal. 6654-6184 antes de C.), 5260 a.C. (Cal. 6176-5945 antes de C.) y 5150 a.C. (Cal. 6048-5765 antes de C) y en la Cova de les Bruixes (Rosell), sin cerámica cardial, 4510 a.C. (Cal. 5597-5195 antes de C.). También en Andalucía tenemos dataciones muy antiguas para este contexto neolítico de cerámicas con deco-ración incisa e impresa, provista en muchos casos de un engobe de almagra bien bruñido. Se trata del Neolítico típico andaluz, que, hasta hace unos años, se consideraba más tardío, en términos evolucionistas, precisamente por su gran riqueza y madurez. Las fechas obtenidas por análisis de C 14 para este primer Neolítico andaluz en la Cueva de la Dehesilla (Algar, Arcos de la Frontera, Cádiz) fueron de 5720, 5490, 5170 ( Cal. 63005590 antes de C.) y 5090 a. de C. (Cal. 6150-5545 antes de C.). En la Cueva Chica de Santiago (Cazalla de la Sierra, Sevilla), de 5950, 5290 y 4430 a.C. Las fechas proporcionadas para este contexto en la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Córdoba), entran ya en la segunda mitad del v milenio, en pleno apogeo de la cultura. En la costa malagueña, la Cueva de -Verja ha proporcionado dataciones muy antiguas para el primer Neolítico: 6010 y 5940 a.C.; 5210 a.C. (Cal. 6315-5625 antes de C.), 5180 a.C. (Cal. 6275-6225 antes de C.), aunque el contexto cultural varía respecto al Neolítico andaluz típico. En Andalucía oriental, en la Cueva del Nacimiento (Pontones, Jaén) se obtuvo una datación de 4830 a.C. (Cal. 5855-5390 antes de C.) para un contexto Neolítico de tipo andaluz (Fig. 3).

Por tanto, al referirme al primer Neolítico de la Península, documentado desde el VI milenio a. C., y plenamente desarrollado a lo largo del v, considero que presenta desde sus inicios al menos dos contextos culturales algo diversos, que pueden ser contemporáneos. Su procedencia parece mediterránea y, en ambos casos, se documenta, desde el VI milenio a.C., el conocimiento de una economía mixta, agrícola-ganadera, en la que aparecen representadas todas las especies vegetales y animales del Neolítico pleno del Próximo Oriente.

Este primer Neolítico revela también una tecnología muy desarrollada en el trabajo de la cerámica, el hueso y la piedra e, incluso manifestaciones artísticas. Uno de los contextos es el de las cerámicas cardiales, con un importante núcleo en el Levante español y Cataluña, pero que tam bién se ve representado en la zona pirenaica, de Andorra a Huesca y el Bajo Aragón, penetrando en Albacete, Murcia y Andalucía oriental con la importante cueva de la Carigüela (Piñar, Granada); incluso está representado al otro lado del estrecho de Gibraltar, en Marruecos occidental (Cuevas de Caf That el Gar, Gar Cahal, Achakar y El Khril), pero no hay datos sobre su cronología inicial en este territorio.

El otro contexto es el de las cerámicas con decoración incisa o impresa con diversos objetos -a veces pequeñas matrices dentadas- y frecuentemente con las superficies de la pieza cubiertas por un engobe de almagra bien bruñido. Se ha considerado siempre representativo del Neolítico andaluz, ya que está bien documentado en las cuevas de la costa malagueña, en las sierras de Cádiz, Sevilla, Córdoba, Jaén, en las cuevas de Gibraltar, y en el norte de África, particularmente en la región de Orán, aunque no conocemos su cronología inicial. Como ya hemos visto, la facies de cerámicas incisas-impresas presenta una documentación muy antigua también en la provincia de Castellón y en Andalucía, revelando además una gran fuerza expansiva hacia el norte y la Meseta (Fig. 4).

Un problema que no está ni mucho menos resuelto a juicio de diversos autores, es el del posible sincronismo -sobre todo en el momento inicial- de ambos contextos. Pienso que ello se debe a enfoques metodológicos a partir de las secuencias estratigráficas de los yacimientos estudiados por los diversos investigadores. En la Coveta de l'Or y en la Cova de les Cendres (Alicante), las cerámicas con decoración incisa aparecen por encima de las de decoración

Page 3: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas

cardial. En Cova Fosca (Castellón), las cerámicas incisas se superponen a niveles epipaleolíticos de altas cronología. En la cueva de la Dehesilla, Cueva Chica y Parralejo (provincias de Cádiz y Sevilla) la cerámica a la almagra aparece desde los niveles más antiguos con dataciones muy viejas. En la cueva de la Carigüela (Grana da) con un rico contexto cardial desde su base -no hay dataciones absolutas- también está representada la cerámica a la almagra desde los niveles inferiores. El sincronismo inicial de ambos contextos u horizontes culturales parece bastante congruente, así como las normales interacciones entre ambos, que no impiden la prolongada continuidad de cada uno conservando su personalidad. A veces hay evidentes penetraciones en «terreno ajeno», como podría ser, hipotéticamente, el caso de Carigüela. O desde la zona del Maestrazgo, donde está la Cova Fosca, en un momen-to avanzado una posible influencia en los niveles de la Coveta l'Or.

En otros tiempos, ambos contextos de Neolítico con cerámicas decoradas, se englobaron dentro del término generalizado de «cultura de las cuevas». Actualmente parece difícil admitir que el hábitat de estas primeras gentes neolíticas, que desarrollaron plenamente una economía de producción, fuera fundamentalmente en cuevas. Es posible que nuestra documentación sea aún incompleta, ya que es más fácil localizar los yacimientos en cueva, que los poblados al aire libre. De momento los poblados no han dado cronologías tan altas. Sus instalaciones de barro y vegetales muy perecederas, situadas en zonas muy favorables a la agricultura, que se han cultivado ininterrumpidamente, han dejado pocos restos y difíciles de localizar y estudiar. Las cuevas en cambio, pudieron ser utilizadas durante largo tiempo, más que como vivienda permanente, de forma estacional, como refugio, para guardar ganados (cuevas-redil), para almacenar alimentos, e incluso como lugar de culto y enterramiento, sin duda en relación con los poblados próximos a los campos de cultivo. De todas formas, falta por comprobar la entidad, cronología e importancia de estos poblados al aire libre que se van localizando poco a poco, mediante minuciosas prospecciones de campo y que, de momento, presentan cronologías más tardías, a partir del IV milenio. Cuando estos poblados van concentrando grupos de población más numerosa y estable, se dotan de estructuras más sólidas, como zócalos de piedra para las viviendas e incluso fosos, cercas y defensas de piedra, que hacen mucho más fácil su localización. A veces sólo quedan en el suelo zonas en las que la coloración de la tierra y los restos de huesos, cerámica y piedra, delatan la actividad humana, y que, según su morfología, se han identificado como «fondos de cabaña», silos o simples basureros.

Insistiendo en lo que decía al principio, parece claro que el proceso de «neolitización» no es homogéneo. Tampoco hay acuerdo entre los diversos autores -que suscriben distintos modelos sobre la forma en que se produce la adopción de las formas de vida neolíticas. La primera cuestión está en decidir si se trata del resultado de una evolución local a partir de las poblaciones epipaleolíticas o bien de la aceptación de elementos venidos de fuera por la vía mediterránea, ya que los prototipos silvestres, vegetales y animales susceptibles de domesticación, no existen localmente, y la gradación cronológica desde el Próximo Oriente así parece demostrarlo. El argumento de la procedencia de las especies domesticadas, la cronología de su aparición en la Península, y determinados elementos del contexto con claros paralelos a lo largo y ancho del Mediterráneo, me parecen argumentos de suficiente peso para pensar en un origen foráneo de la primera implantación neolítica, con gentes expertas en los procedimientos de cultivo y domesticación, que traían los ejemplares y muestras necesarias para intentar su aclimatación. Otra cuestión es el normal proceso posterior de aculturación de las poblaciones locales.

Es difícil saber, casi me atrevería a decir adivinar, la forma en que se produjo la implantación, si es que admitimos su procedencia exterior. Parece bastante claro que en algunos casos documentados con cronologías muy antiguas y contextos culturales muy desarrollados (Coveta de l´Or, Cova de la Sarsa, o cueva de los Murciélagos de Zuheros), habría que admitir una implantación ex novo de un grupo plenamente formado. Después vendría la proyección de este grupo, sus logros y conocimientos sobre las poblaciones más o menos próximas además de su propio desarrollo y expansión. La actividad pastoril, pudo ser, como en el caso del Próximo Oriente, un magnífico vehículo de contactos y relación. La agricultura, Supondría una adscripción muy fuerte a determinados territorios especialmente aptos para el cultivo y su fuerza expansiva dependería de la fertilidad de los suelos y del crecimiento demográfico, que demandara nuevas tierras.

La documentación arqueológica parece evidenciar en muchos casos el equilibrio socioeconómico y cultural alcanzado por nuestras poblaciones epipaleolíticas (Cova Fosca, Cova de la Cocina, Cueva de Nerja). En este caso, pudieron producirse dos reacciones: La aceptación de las nuevas formas de vida de manera más o menos paulatina, adaptándolas a sus propias necesidades y organización

Page 4: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas

social (adopción sólo del pastoreo o también de la agricultura según los casos). O bien la continuidad de la vida cazadora y recolectora, sobre todo en determinados ecosistemas especialmente favorables a esta actividad, compatible con la de los pastores y agricultores, con los que además pudieron establecerse contactos e intercambios.

Hay que tener en cuenta que el Neolítico supone un cambio fundamental en la vida del hombre, tanto desde un punto de vista económico, con la práctica de producción de alimentos, como social, al tener que adaptar su organización a las nuevas formas de vida, agrícolas o pastoriles, o ambas a la vez. No siempre es fácil documentar de forma precisa la actividad económica de un determinado grupo. Concretamente en la Península, los análisis de restos de fauna, permiten valorar en algunos yacimientos neolíticos el grado e importancia de la domesticación en la dieta alimenticia. La costumbre del malteado de cereales ha permitido en ocasiones su buena conservación, permitiendo un buen estudio de la importancia de las distintas especies. Otros vegetales, como las leguminosas se han documentado peor. La evolución del paisaje, como consecuencia de la intervención humana creando campos de cultivo y zonas de pasto, también se detecta con el estudio antracológico de los restos de madera, o el análisis de los sedimentos y restos de polen, y es otro indicio de la nueva actividad económica.

Nos falta mucha documentación sobre lugares de habitación y de enterramiento, sobre todo en los primeros tiempos. Aunque los datos arqueobotánicos y zoológicos, documenten la actividad económica y las cerámicas y útiles de sílex, hueso o piedra pulimentada, ofrezcan novedades de tipo tecnológico, sabemos poco de la tipología de las casas, hogares, silos de almacenamiento o sepulturas, que revelen aspectos fundamentales de la organización de estas comunidades. Hay sin embargo otra documentación importantísima que muy pocos contextos neolíticos poseen. Se trata de las representaciones rupestres con escenas de laboreo agrícola o en relación con posibles animales domésticos, junto a las famosas escenas de caza del llamado arte levantino. El singular arte rupestre levantino, también nos ofrece escenas de caza o rituales, que se tratan en el Tema XXV, dedicado al arte, pero quiero referirme ahora a la pequeña escena de guerra del Barranco de les Dogues, en la que vemos, quizás por primera vez, el enfrentamiento violento entre dos grupos de hombres, sin duda guerreros. No se trata de un encuentro casual sino de hombres con atuendo guerrero, armados con arco y flechas. En el grupo de la izquierda, que parece estar a punto de ser rodeado por el otro más numeroso, destaca un arquero que por su porte parece el «jefe» con cuernos en la cabeza y plumas o ramas en el cuerpo, y de su arco tensado parece salir la flecha ya disparada. Aparte del valor artístico y el dinamismo de la escena, nos interesa intentar interpretarla. Pueden ser dos grupos de cazadores que se disputan terrenos de caza o presas cazadas. O bien, teniendo en cuenta el momento a que corresponde la pintura, se enfrentan cazadores contra campesinos que avanzan con sus campos de cultivo y pastizales, por terrenos que siempre habían sida espacias de caza, a campesinos que luchan por el robo de ganado o la cosecha recién recogida. En cualquier caso, es evidente que la llegada de colonos a territorios ocupados por cazadores desde el Paleolítico, podía ser motivo suficiente para crear conflictos (Fig. 7).

Algunos autores, como Cauvin para el Próximo Oriente, o Gimbutas para Europa central y oriental, han insistido en la importancia del cambio ideológico en el Neolítico. Se basaban sobre todo en las representaciones de las figurillas del arte mueble, sobre todo femeninas. En nuestra Península, tan rica en representaciones artísticas rupestres y sobre soportes muebles desde el Paleolítico a la Edad de los metales, son escasas las representaciones figuradas de este tipo, aunque no las de carácter simbólico, y las naturalistas, cuyo sentido trascendente o simplemente narrativo es difícil de determinar.

En lo que respecta concretamente al Neolítico, las representaciones de figuras humanas aparecen en las cerámicas decoradas con técnica cardial, fechables en el VI milenio a.C. Se trata de figuras esquematizadas, con el cuerpo en forma de barra apuntada en la cabeza, los brazos alzados con las manos abiertas y los dedos bien marcados, como en actitud de súplica, y las piernas rectas como prolongación de los lados del cuerpo, con los pies indicados por la impresión del natis de la concha, lo mismo que el sexo, que, al menos en un caso de la Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante), parece ser femenino. Lo curioso es que éste mismo esquema se repite en las pinturas rupestres de tipo «macroesquemático» del Plá de Petracos (Castell de Castells, Alicante). No parece arriesgado relacionar estas representaciones humanas, que levantan las manos con aire suplicante, como en actitud de oración o súplica, con algún tipo de religiosidad. Lo que es evidente es que se trata de algo nuevo, diferente del arte naturalista levantino, tan nuevo como las formas de vida neolíticas bien documentadas contemporáneamente en la cueva de l'Or (Fig. 8).

Page 5: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas

Otros fragmentos cerámicos, también de la Cova de l'Or, representan figuras de animales (una cabra, un ciervo) de carácter más naturalista, ejecutados con técnica de impresión de una matriz dentada, mucho más regular y angulosa que la cardial, que se han relacionado con las representaciones animalísticas del arte levantino (Fig. 9). Este arte levantino está estrechamente ligado al ambiente geográfico mediterráneo, con especies animales muy concretas, documentadas en las representaciones artísticas y en los restos de fauna salvaje de los yacimientos arqueológicos, incluso neolíticos. Es un buen indicador de la importancia de la actividad cazadora y recolectora paralelamente a la plena consolidación de las formas de vida neolíticas, campesinas, con prácticas agrícolas y pastoriles. El comienzo del Neolítico coincide con una situación ambiental especialmente apta para la continuidad de la actividad cazadora y recolectora tradicionales.

En el espacio geográfico levantino parece darse una dualidad cultural, la conservadora -que no depredadora- de los cazadores recolectores, y la transformadora -no sólo productora- por intervención directa en el medio bioclimático de los agricultores, que a la larga antropizará el paisaje. La dualidad cultural se refleja también en el estilo y contenido del arte, realista-naturalista de los cazadores «levantinos» y simbólicos.

Page 6: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas
Page 7: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas
Page 8: El neolítico penínsular,_cerámicas_cardial_e_incisas