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SPIRITUALlA Número 6 Director: Jaume González-Agapito Antonio Orbe El NIÑO DIOS Meditaciones sobre la infancia de Jesús BARCELONA 1993

El Niño Dios - Antonio Orbe (1993)

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El Niño Dios. Meditaciones sobre la infancia de JesúsOrbe, A. Antonio Orbe. Antonio Orbe S.I. Antonio Orbe S.J.Santandreu Editor, colección Spiritualia.-----------------------------------------------------------------¿Cómo serían las lecciones deEscritura, en la pobre sinagoga de N azaret? Modestas, tendrían lavirtud de despertar la devoción del propio Jesús. Ojalá estas líneas hiriesenalguna vez el nervio de tu alma y te encendiesen en un amor deDios, análogo al que presidió la vida de los tres en Nazaret.Mediaba un gran abismo entre el seno de Abrahán, descanso delpobre Lázaro, y la región del fuego, infierno del Epulón. Hay tambiénun gran abismo entre la propia letra del Evangelio y lo que de ella entiendeuno. Ocurre que eso poco lo prefiere uno a la ciencia de ajenasexegesis; y, o no quiere saber más, o, si lo quiere, en la línea de unhumilde sabroso conocimiento.----------------------------------------------------------------El padre Jesuita Antonio Orbe, uno de los mayores impulsores de los estudios Patrísticos en el ámbito de lengua española durante el último medio siglo, recordaba con frecuencia la necesidad de tratar con los Padres para llegar a conocerlos: «Los Padres sólo se entregan hondamente a quienes se les entregan también en hondura, por larga conversación con ellos»

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  • SPIRITUALlA Nmero 6

    Director: Jaume Gonzlez-Agapito

    Antonio Orbe

    El NIO DIOS Meditaciones sobre la infancia de Jess

    BARCELONA 1993

    ANTONIO ORBE S. J.

    EL NIO DIOS

    Meditaciones sobre la infancia de Jess

    SANTANDREU EDITOR BARCELONA

    1993

  • SPIRITUALlA Nmero 6

    Director: Jaume Gonzlez-Agapito

    Antonio Orbe

    El NIO DIOS Meditaciones sobre la infancia de Jess

    BARCELONA 1993

    ANTONIO ORBE S. J.

    EL NIO DIOS

    Meditaciones sobre la infancia de Jess

    SANTANDREU EDITOR BARCELONA

    1993

  • No se permite la reproduccin, total o parcial, de este libro, ni su incorporacin a un sistema informtico,

    ni su transmisin en cualquier forma o por cualquier medio, sea ste electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin

    u otros mtodos, sin el permiso, previo y por escrito, de los titulares del Copyright:

    ( c) 1993 Antonio Orbe (c) 1993, Santandreu Editor S. L.,

    Avenida de Roma 97, 08029 Barcelona Diseo de la cubierta: Ddac Amat

    Realizacin maqueta de la cubierta: Valent Homs y Carlos Bermejo ISBN: 84-87613-14-4

    Depsito legal: B-298-1993 Esta edicin de

    EL NIO DIOS compuesta en tipos Times/Roman de 10 puntos

    por Santandreu S.L. se termin de imprimir en los talleres de

    Imprimeix c/ Eduard Maristany, 100, 08912 - Badalona

    el 2 de febrero de 1993 Printed in Spaill

    Indice

    pgina

    3. 5. 8. 12. 15. 18. 21. 24. 28. 32. 36. 40. 44. 48. 51. 55. 59. 63. 66. 71. 74. 78. 82. 86. 89. 93. 97. 101. 104. 107.

    Al lector 1. Nacido antes del sol. 2. En el silencio de la media noche. 3. La gloria de la maana. 4. Parto sin dolor. 5. Revelacin de gracia. 6. Nace el Primognito. 7. Un Nio nos ha nacido. 8. Los pastores de Beln. 9. El ngel del Seor. 10. Os traigo una nueva. 11. Os naci un Salvador. 12. Gloria a Dios en las alturas. 13. Ea, pasemos a Beln. 14. A Beln a toda prisa. 15. Los pastores hablan del Nio. 16. Actitud de Nuestra Seora. 17. La vuelta de los pastores. 18. Circuncisin. 19. A la Presentacin del Nio. 20. Leyes que no obligan. 21. El anciano Simen. 22. En brazos de Simen. 23. "Nunc dimittis". 24. Mis ojos vieron tu Salud. 25. Maravillados padre y madre. 26. Espada que traspasa. 27. Ana la profetisa. 28. Sobreviene Ana. 29. Magos de Oriente.

  • No se permite la reproduccin, total o parcial, de este libro, ni su incorporacin a un sistema informtico,

    ni su transmisin en cualquier forma o por cualquier medio, sea ste electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin

    u otros mtodos, sin el permiso, previo y por escrito, de los titulares del Copyright:

    ( c) 1993 Antonio Orbe (c) 1993, Santandreu Editor S. L.,

    Avenida de Roma 97, 08029 Barcelona Diseo de la cubierta: Ddac Amat

    Realizacin maqueta de la cubierta: Valent Homs y Carlos Bermejo ISBN: 84-87613-14-4

    Depsito legal: B-298-1993 Esta edicin de

    EL NIO DIOS compuesta en tipos Times/Roman de 10 puntos

    por Santandreu S.L. se termin de imprimir en los talleres de

    Imprimeix c/ Eduard Maristany, 100, 08912 - Badalona

    el 2 de febrero de 1993 Printed in Spaill

    Indice

    pgina

    3. 5. 8. 12. 15. 18. 21. 24. 28. 32. 36. 40. 44. 48. 51. 55. 59. 63. 66. 71. 74. 78. 82. 86. 89. 93. 97. 101. 104. 107.

    Al lector 1. Nacido antes del sol. 2. En el silencio de la media noche. 3. La gloria de la maana. 4. Parto sin dolor. 5. Revelacin de gracia. 6. Nace el Primognito. 7. Un Nio nos ha nacido. 8. Los pastores de Beln. 9. El ngel del Seor. 10. Os traigo una nueva. 11. Os naci un Salvador. 12. Gloria a Dios en las alturas. 13. Ea, pasemos a Beln. 14. A Beln a toda prisa. 15. Los pastores hablan del Nio. 16. Actitud de Nuestra Seora. 17. La vuelta de los pastores. 18. Circuncisin. 19. A la Presentacin del Nio. 20. Leyes que no obligan. 21. El anciano Simen. 22. En brazos de Simen. 23. "Nunc dimittis". 24. Mis ojos vieron tu Salud. 25. Maravillados padre y madre. 26. Espada que traspasa. 27. Ana la profetisa. 28. Sobreviene Ana. 29. Magos de Oriente.

  • 2 Antonio Orbe

    110. 113. 116. 120. 124. 129. 133. 136. 139. 142. 146. 150. 154. 157. 160. 164. 168. 172. 175. 179. 182. 185. 188. 192. 195. 199. 204. 210. 213. 216. 219. 223.

    30. Pregunta de los Magos. 31. Turbacin de Herodes. 32. Vaticinio de Miqueas. 33. Herodes y los Magos. 34. Salen los Magos a Beln. 35. Adoran y ofrendan. 36. Oro, incienso y mirra. 37. Vuelven por otro camino. 38. Por otro camino. 39. Orden de salir a Egipto. 40. En Egipto. 41. Muerte de los Inocentes. 42. Orden de vuelta. 43. A Nazaret. 44. En ciudad humilde. 45. El Nio creca. 46. Agradable a Dios. 47. A la Pascua, Nio de doce aos. 48. El Nio se queda en Jerusaln. 49. En busca del Nio. 50. Hallado en el Templo. 51. Pregunta de Nuestra Seora. 52. Misteriosa respuesta del Nio. 53. En busca de Jess. 54. Baja a Nazaret. 55. y les obedeca. 56. Progreso en gracia. 57. Carpintero, hijo de carpintero. 58. El silencio de N azaret. 59. Nuestra Seora contemplativa. 60. Muerte de san Jos. A modo de eplogo.

    El Ni/la Dios 3

    lector

    El director de la serie "Spiritualia" que generosamente edit mis "Vsperas de Ascensin" (Meditaciones sobre la vida gloriosa de Jess) se me ofreci a publicar un tomito anlogo de meditaciones sobre la Infancia de Jess. La propuesta resultaba halagadora. No abundan hoy los editores de libros religiosos. y menos, de libros orientados a las almas contemplativas. Tampoco lo pens demasiado. A la Infancia de Jess pertenecen en parte algunos mos ya publicados. "Camino de Beln" (Divagaciones intrascendentes) Bilbao 1964; meditaciones sueltas de "Dios habla en el Silencio" (Segunda edicin Madrid 1964); y "Anunciacin" (Meditaciones sobre Lucas 1,26-38: Madrid 1976). No soy partidario de volver sobre lo escrito. A pesar de lo cual, estoy se-guro de haber repetido ideas y formas de expresin. Emprend la re-daccin del nuevo libro como juego de espritu. Hay cosa ms dulce que volver y revolver sobre el Nio Dios? o apurar expresiones evan-glicas?

    Como en otras ocasiones no me inspiro en los exegetas. No soy exegeta ni quiero serlo en la lnea de muchos de hoy. Dejo correr la pluma libremente, a merced del texto sagrado. Poda haber utilizado los llamados 'Evangelios de Infancia'. Los excluyo. Inspiran poca de-vocin. Prefiero la concisin de nuestros evangelistas. Muchas de las ideas que en m despiertan sern subjetivas, y no movern a devocin a todos. En general, suelo ir acompaado de grandes autores (san Ire-neo, san Agustn, san Juan de Avila, sta. Teresa) e invocarlos con fre-cuencia. Renunci esta vez a ellos por dos razones. Primera, porque tales autores son poco explcitos para la Infancia de Jess, y no dan lugar a citaciones. Segunda -y es la razn potsima- porque lectores mos asiduos me acusan de que por aducir a otros interrumpo y abrevio mis ideas. Preferiran ellos que dejase de citar, y siguiese la propia lnea de inspiracin. 'Ud. no ser -dicen- san Agustn; pero nos interesa el desarrollo de lo que Ud. apunta, ms que la cita de san Agustn'. De hecho no renunci enteramente a las citas. Algunas he conservado, con relativa parsimonia.

  • 2 Antonio Orbe

    110. 113. 116. 120. 124. 129. 133. 136. 139. 142. 146. 150. 154. 157. 160. 164. 168. 172. 175. 179. 182. 185. 188. 192. 195. 199. 204. 210. 213. 216. 219. 223.

    30. Pregunta de los Magos. 31. Turbacin de Herodes. 32. Vaticinio de Miqueas. 33. Herodes y los Magos. 34. Salen los Magos a Beln. 35. Adoran y ofrendan. 36. Oro, incienso y mirra. 37. Vuelven por otro camino. 38. Por otro camino. 39. Orden de salir a Egipto. 40. En Egipto. 41. Muerte de los Inocentes. 42. Orden de vuelta. 43. A Nazaret. 44. En ciudad humilde. 45. El Nio creca. 46. Agradable a Dios. 47. A la Pascua, Nio de doce aos. 48. El Nio se queda en Jerusaln. 49. En busca del Nio. 50. Hallado en el Templo. 51. Pregunta de Nuestra Seora. 52. Misteriosa respuesta del Nio. 53. En busca de Jess. 54. Baja a Nazaret. 55. y les obedeca. 56. Progreso en gracia. 57. Carpintero, hijo de carpintero. 58. El silencio de N azaret. 59. Nuestra Seora contemplativa. 60. Muerte de san Jos. A modo de eplogo.

    El Ni/la Dios 3

    lector

    El director de la serie "Spiritualia" que generosamente edit mis "Vsperas de Ascensin" (Meditaciones sobre la vida gloriosa de Jess) se me ofreci a publicar un tomito anlogo de meditaciones sobre la Infancia de Jess. La propuesta resultaba halagadora. No abundan hoy los editores de libros religiosos. y menos, de libros orientados a las almas contemplativas. Tampoco lo pens demasiado. A la Infancia de Jess pertenecen en parte algunos mos ya publicados. "Camino de Beln" (Divagaciones intrascendentes) Bilbao 1964; meditaciones sueltas de "Dios habla en el Silencio" (Segunda edicin Madrid 1964); y "Anunciacin" (Meditaciones sobre Lucas 1,26-38: Madrid 1976). No soy partidario de volver sobre lo escrito. A pesar de lo cual, estoy se-guro de haber repetido ideas y formas de expresin. Emprend la re-daccin del nuevo libro como juego de espritu. Hay cosa ms dulce que volver y revolver sobre el Nio Dios? o apurar expresiones evan-glicas?

    Como en otras ocasiones no me inspiro en los exegetas. No soy exegeta ni quiero serlo en la lnea de muchos de hoy. Dejo correr la pluma libremente, a merced del texto sagrado. Poda haber utilizado los llamados 'Evangelios de Infancia'. Los excluyo. Inspiran poca de-vocin. Prefiero la concisin de nuestros evangelistas. Muchas de las ideas que en m despiertan sern subjetivas, y no movern a devocin a todos. En general, suelo ir acompaado de grandes autores (san Ire-neo, san Agustn, san Juan de Avila, sta. Teresa) e invocarlos con fre-cuencia. Renunci esta vez a ellos por dos razones. Primera, porque tales autores son poco explcitos para la Infancia de Jess, y no dan lugar a citaciones. Segunda -y es la razn potsima- porque lectores mos asiduos me acusan de que por aducir a otros interrumpo y abrevio mis ideas. Preferiran ellos que dejase de citar, y siguiese la propia lnea de inspiracin. 'Ud. no ser -dicen- san Agustn; pero nos interesa el desarrollo de lo que Ud. apunta, ms que la cita de san Agustn'. De hecho no renunci enteramente a las citas. Algunas he conservado, con relativa parsimonia.

  • 4 Antonio Orbe

    El mtodo seguido en las meditaciones, fundamentalmente es el mo habitual. No satisface a exegetas ni a no exegetas. Tiene solo la ventaja de abrirse espontneamente a la inspirada letra del Evangelio. Hace calas en los sentidos que a uno se le ofrecen. A todos habla la Escritura. Pues la presento en formas de pura devocin, recbela, lector amigo, como lenguaje del Espritu. Cmo seran las lecciones de Escritura, en la pobre sinagoga de N azaret? Modestas, tendran la virtud de despertar la devocin del propio Jess. Ojal estas lneas hi-riesen alguna vez el nervio de tu alma y te encendiesen en un amor de Dios, anlogo al que presidi la vida de los tres en Nazaret.

    Mediaba un gran abismo entre el seno de Abrahn, descanso del pobre Lzaro, y la regin del fuego, infierno del Epuln. Hay tambin un gran abismo entre la propia letra del Evangelio y lo que de ella en-tiende uno. Ocurre que eso poco lo prefiere uno a la ciencia de ajenas exegesis; y, o no quiere saber ms, o, si lo quiere, en la lnea de un humilde sabroso conocimiento. Algn conocimiento ha de haber, para alimentar de continuo la contemplacin de Jess. La Infancia de Jess ensea a los pastores, a los santos ancianos (Simen y Ana) de Jeru-saln, a los Magos, a los annimos de Egipto y Nazaret. Ms por obras, que por palabras. Ms por sintona que por el camino normal del magisterio. La Infancia de Jess dice ms con el silencio que con las palabras. Infante y todo, es siempre el Verbo del Padre. Habla lo que el Padre. En el Nio todo es obvio. En quien le contempla, ya no. Se requiere mucha pureza de Espritu, en sentidos y en alma, para aprehenderle. y larga reflexin, como la de Sta. Mara. Lo que el In-fante irradia es. 'salud', y salva. No todos reciben heridas de El. La enfermedad de Dios se cura enfermando ms. Bien puede ser que el Nio de Beln no me diga muchas palabras. Si me escoge para amigo, y respondo a Su amistad, no quiero ms. De la amistad vendr la ne-cesidad mutua. No podr vivir el uno sin el otro. Ah han de acabar las meditaciones de la Infancia.

    El Niiio Dios 5

    Nacido antes del sol

    1 Te engendr antes del sol (ej. Sal 110,3; 72,17).

    El Hijo existe antes de su aparicin entre nosotros; antes an de la creacin del mundo. Lo atestigua el profeta: 'Antes de la estrella ma-tutina te engendr, y anterior al sol es tu nombre' ... Bienaventurado el que era antes de hacerse hombre. Para Dios existe el Hijo ya en el principio, antes de la creacin del mundo. Para nosotros existe ahora, desde cuando se ha revelado ... Su discpulo Juan, al declarar cmo el Hijo de Dios asiste al Padre antes de fabricado el mundo, y creadas las cosas todas por su medio, dice: 'En el principio era el Verbo y el Verbo estaba delante de Dios y el Verbo era Dios. Estaba l en el principio junto a Dios y todo fue hecho por su medio, y sin l nada se hizo' (/oh 1,1-3) [san Ireneo, Epidei'!:is 43].

    Antes del hombre era el Verbo Hijo de Dios. Antes an que el mundo sensible. Antes que hubiera ngeles. No haba sol, estrellas, ngeles, y era l. En el vaco absoluto de las cosas, antes de que nin-gunas fueran creadas, llenaba el Hijo de Dios el seno infinito.

    Desde que Dios es Padre. Dios es Padre, como es Dios; y el Hijo es Hijo, como es Dios. Los dos se miran. El Padre engendrando, y el Hijo siendo engendrado. El Uno dando, yel Otro recibiendo.

    Es consolador asistir desde ahora, con el pensamiento, al eterno dilogo de Padre e Hijo. Eterno y necesario, conforme a las caracte-rsticas personales. El Padre habla, y el Verbo se deja hablar. El Uno dice lo que el Otro es. No hay estricto dilogo, sino generacin inaca-bable. El Hijo responde, hablado, al Padre, en asistencia continua.

    A la vivencia comn divina de Padre e Hijo, 'ab aeterno', jams fueron admitidas las creaturas. Los Dos se necesitan y bastan. De donde aquello (Sal 2,7): 'Hijo mo eres t, hoy te he engendrado'. El Da de Padre e Hijo no pasa, ni su ejercicio. Engendra slo y siempre el Padre. En el mismo 'hoy' en que le nace el Hijo. Si repitieran da, hoy y maana y ms tarde, no conoceran el punto eterno, en que des-

  • 4 Antonio Orbe

    El mtodo seguido en las meditaciones, fundamentalmente es el mo habitual. No satisface a exegetas ni a no exegetas. Tiene solo la ventaja de abrirse espontneamente a la inspirada letra del Evangelio. Hace calas en los sentidos que a uno se le ofrecen. A todos habla la Escritura. Pues la presento en formas de pura devocin, recbela, lector amigo, como lenguaje del Espritu. Cmo seran las lecciones de Escritura, en la pobre sinagoga de N azaret? Modestas, tendran la virtud de despertar la devocin del propio Jess. Ojal estas lneas hi-riesen alguna vez el nervio de tu alma y te encendiesen en un amor de Dios, anlogo al que presidi la vida de los tres en Nazaret.

    Mediaba un gran abismo entre el seno de Abrahn, descanso del pobre Lzaro, y la regin del fuego, infierno del Epuln. Hay tambin un gran abismo entre la propia letra del Evangelio y lo que de ella en-tiende uno. Ocurre que eso poco lo prefiere uno a la ciencia de ajenas exegesis; y, o no quiere saber ms, o, si lo quiere, en la lnea de un humilde sabroso conocimiento. Algn conocimiento ha de haber, para alimentar de continuo la contemplacin de Jess. La Infancia de Jess ensea a los pastores, a los santos ancianos (Simen y Ana) de Jeru-saln, a los Magos, a los annimos de Egipto y Nazaret. Ms por obras, que por palabras. Ms por sintona que por el camino normal del magisterio. La Infancia de Jess dice ms con el silencio que con las palabras. Infante y todo, es siempre el Verbo del Padre. Habla lo que el Padre. En el Nio todo es obvio. En quien le contempla, ya no. Se requiere mucha pureza de Espritu, en sentidos y en alma, para aprehenderle. y larga reflexin, como la de Sta. Mara. Lo que el In-fante irradia es. 'salud', y salva. No todos reciben heridas de El. La enfermedad de Dios se cura enfermando ms. Bien puede ser que el Nio de Beln no me diga muchas palabras. Si me escoge para amigo, y respondo a Su amistad, no quiero ms. De la amistad vendr la ne-cesidad mutua. No podr vivir el uno sin el otro. Ah han de acabar las meditaciones de la Infancia.

    El Niiio Dios 5

    Nacido antes del sol

    1 Te engendr antes del sol (ej. Sal 110,3; 72,17).

    El Hijo existe antes de su aparicin entre nosotros; antes an de la creacin del mundo. Lo atestigua el profeta: 'Antes de la estrella ma-tutina te engendr, y anterior al sol es tu nombre' ... Bienaventurado el que era antes de hacerse hombre. Para Dios existe el Hijo ya en el principio, antes de la creacin del mundo. Para nosotros existe ahora, desde cuando se ha revelado ... Su discpulo Juan, al declarar cmo el Hijo de Dios asiste al Padre antes de fabricado el mundo, y creadas las cosas todas por su medio, dice: 'En el principio era el Verbo y el Verbo estaba delante de Dios y el Verbo era Dios. Estaba l en el principio junto a Dios y todo fue hecho por su medio, y sin l nada se hizo' (/oh 1,1-3) [san Ireneo, Epidei'!:is 43].

    Antes del hombre era el Verbo Hijo de Dios. Antes an que el mundo sensible. Antes que hubiera ngeles. No haba sol, estrellas, ngeles, y era l. En el vaco absoluto de las cosas, antes de que nin-gunas fueran creadas, llenaba el Hijo de Dios el seno infinito.

    Desde que Dios es Padre. Dios es Padre, como es Dios; y el Hijo es Hijo, como es Dios. Los dos se miran. El Padre engendrando, y el Hijo siendo engendrado. El Uno dando, yel Otro recibiendo.

    Es consolador asistir desde ahora, con el pensamiento, al eterno dilogo de Padre e Hijo. Eterno y necesario, conforme a las caracte-rsticas personales. El Padre habla, y el Verbo se deja hablar. El Uno dice lo que el Otro es. No hay estricto dilogo, sino generacin inaca-bable. El Hijo responde, hablado, al Padre, en asistencia continua.

    A la vivencia comn divina de Padre e Hijo, 'ab aeterno', jams fueron admitidas las creaturas. Los Dos se necesitan y bastan. De donde aquello (Sal 2,7): 'Hijo mo eres t, hoy te he engendrado'. El Da de Padre e Hijo no pasa, ni su ejercicio. Engendra slo y siempre el Padre. En el mismo 'hoy' en que le nace el Hijo. Si repitieran da, hoy y maana y ms tarde, no conoceran el punto eterno, en que des-

  • 6 Antonio Orbe

    cansa Dios. Para Dios no hay tarde ni maana. El tiempo que se extiende pa-

    ralelo a la duracin de Su vida increada, se le vuelve 'hoy'. En ese 'hoy' le nace el Hijo. Sin que alcancemos a concebir para ninguno de los Dos elemento de duracin temporal. Lo que determina en el Padre la generacin del Hijo no muda de ayer a hoy. Sostiene, puro espritu, aquello que le constituye principio de la divinidad.

    El Padre es Luz. El Hijo, resplandor de la Luz. Siempre es res-plandor el Hijo, porque siempre le resplandece el Padre. Tan necesaria la generacin que va del Uno al Otro, como la iluminacin.

    Nuestro Salvador es resplandor de la gloria. El resplandor no nace una vez para enseguida dejar de ser. Al aparecer la luz, aparece asi-mismo el resplandor de la gloria.

    El Salvador es Sabidura de Dios. Por nacer siempre, como Sabi-dura, dice (Prov 8,25): 'Antes de todos los collados me engendra' (en presente). Si pues el Seor nace siempre del Padre, en continuo hoy, tanto le naci el Hijo al Padre entre los esplendores de esa eternidad que, a nuestro entender, dur los infinitos siglos anteriores a la crea-cin; como le nace ahora, 'hoy'. Pues si el 'hoy' no cambia, tampoco muda lo que ocurre en el 'hoy'. Ocurre la generacin del Hijo [Vase Orgenes, Homil.9 in Jerem. 4: Pa 1,2,2,4; In Ioh 1,29 (32) ... ].

    El 'hoy' de Dios se parece muy poco al de los hombres. Entre no-sotros el 'hoy' se compone de muchos tiempos. No se reduce al punto, sin tiempo, en que convendra concebirlo para allegarlo al misterio di-vino. Necesitamos empujar el 'hoy' de Dios -con la generacin eterna que lo llena- a unos espacios sin espacio ni tiempo; anteriores a toda creacin. Situarlo en medio de un inmenso vaco, para asistir desde fuera a lo que ocurre dentro de Dios. Y ver cmo el infinito Dios en-gendra con la limpieza del Espritu -que no entendemos- al Hijo; y se le comunica por necesidad con el peso inmenso de Su esencia, a sa-biendas de ser recibido por el Hijo, en la misma medida necesaria de la donacin paterna.

    Testigos de lo que en la soledad del Infinito ocurre, osamos, hijos del tiempo, asomarnos en contemplacin al misterio de los Dos. Ellos lo fijan para siempre. y en su Da, entraremos a poseerle. Ni los n-geles, tal vez sumados a Su visin, ni los predestinados, alterarn la simplicidad inefable de aquel 'hoy' vivido entre solos Dos.

    Qu poco me gustara que ngeles ni hombres contaminaran la soledad de Padre e Hijo! Los Dos la viven Infinita, sin fronteras de mutua posesin o comunin de Vida. El Padre se da entero al Hijo: tan

    El Ni/la Dios 7

    uniengendrador El como Unignito su Hijo. Sin que por darse 'hoy' entero, se obligue a suspender para maana tan cabal generacin.

    Nadie en lo humano se sostiene largamente en el acto. Otra cosa es en lo divino. Dios es Espritu, y su acto igualmente entero en el que da, y en el que recibe. Espritu paterno en el Padre; filial en el Hijo. Indivisamente unido el filial con el paterno. Ambos unidos en la co-munin de la misma esencia. Sin que el que da, por Infinito que d, pierda; y el que recibe, por Infinito que reciba, sienta hartura.

    Los hijos del tiempo nos consumimos. El tiempo que nos sostiene nos gasta. Cuanto ms nos d, ms nos gasta y con mayor rapidez. Somos carne, y en carne corren los humanos misterios. Lo corruptible y mortal se deja sentir en todo. El padre de hoy no podr serlo ma-ana. Ceder el puesto al hijo; igual que el hijo se lo ceder al suyo. Los hijos del tiempo delatamos en todo 'corrupcin y muerte'. Al pasar a ser hijos de Dios iniciamos nuevo rgimen hacia la in corruptela y Vida inmortal. Solo al fin, consumados en la filiacin divina, conforme a la medida de Cristo, entramos en el secreto de los Dos. De lo que 'ab aeterno' fue e 'in aeternum' ser.

    Nadie empero condena a los hijos del tiempo por que aspiren a penetrar en el misterioso eterno Dios. Entre los anhelos ms nobles del hombre uno es se: entender humildemente al Incognoscible; gustar desde la sombra de la fe la Luz que pasa del Padre al Unignito; sentir el deleite del Padre y del Hijo en serlo. Poner la tienda -en lo posible-entre los Dos. Y vivirlos en 'hoy'.

    El Nio Jess naci, segn la carne, en la plenitud de los tiempos. Vena empero naciendo, segn el Espritu, antes de todos los siglos. Quin prohibe situarse en aquella primera eternidad, en que naca Dios? Eternidad gloriosa, anterior al pecado, a la muerte y a las mise-rias creaturales. Eternidad limpia como los Dos eternos, que se miran y no tienen otra ocupacin que contemplarse, gozarse, ser.

    El Nio Jess viva aquella felicidad en 10 mejor de s. Mucho antes de ser Nio, y aun Jess. Y en su misma persona. Qu dicha haber vivido gloria tan pursima a lo Dios, eternamente! Y qu felicidad soar en futuro para m lo mismo que desde siempre era! El Hijo de la eternidad baja al tiempo para levantarme a m del tiempo a la eter-nidad.

    Aqu entro yo dando gracias a Dios porque es Dios. Al Padre por-que es Padre. Al Hijo porque es Hijo. A los Dos porque son lo que son y los que son.

  • 6 Antonio Orbe

    cansa Dios. Para Dios no hay tarde ni maana. El tiempo que se extiende pa-

    ralelo a la duracin de Su vida increada, se le vuelve 'hoy'. En ese 'hoy' le nace el Hijo. Sin que alcancemos a concebir para ninguno de los Dos elemento de duracin temporal. Lo que determina en el Padre la generacin del Hijo no muda de ayer a hoy. Sostiene, puro espritu, aquello que le constituye principio de la divinidad.

    El Padre es Luz. El Hijo, resplandor de la Luz. Siempre es res-plandor el Hijo, porque siempre le resplandece el Padre. Tan necesaria la generacin que va del Uno al Otro, como la iluminacin.

    Nuestro Salvador es resplandor de la gloria. El resplandor no nace una vez para enseguida dejar de ser. Al aparecer la luz, aparece asi-mismo el resplandor de la gloria.

    El Salvador es Sabidura de Dios. Por nacer siempre, como Sabi-dura, dice (Prov 8,25): 'Antes de todos los collados me engendra' (en presente). Si pues el Seor nace siempre del Padre, en continuo hoy, tanto le naci el Hijo al Padre entre los esplendores de esa eternidad que, a nuestro entender, dur los infinitos siglos anteriores a la crea-cin; como le nace ahora, 'hoy'. Pues si el 'hoy' no cambia, tampoco muda lo que ocurre en el 'hoy'. Ocurre la generacin del Hijo [Vase Orgenes, Homil.9 in Jerem. 4: Pa 1,2,2,4; In Ioh 1,29 (32) ... ].

    El 'hoy' de Dios se parece muy poco al de los hombres. Entre no-sotros el 'hoy' se compone de muchos tiempos. No se reduce al punto, sin tiempo, en que convendra concebirlo para allegarlo al misterio di-vino. Necesitamos empujar el 'hoy' de Dios -con la generacin eterna que lo llena- a unos espacios sin espacio ni tiempo; anteriores a toda creacin. Situarlo en medio de un inmenso vaco, para asistir desde fuera a lo que ocurre dentro de Dios. Y ver cmo el infinito Dios en-gendra con la limpieza del Espritu -que no entendemos- al Hijo; y se le comunica por necesidad con el peso inmenso de Su esencia, a sa-biendas de ser recibido por el Hijo, en la misma medida necesaria de la donacin paterna.

    Testigos de lo que en la soledad del Infinito ocurre, osamos, hijos del tiempo, asomarnos en contemplacin al misterio de los Dos. Ellos lo fijan para siempre. y en su Da, entraremos a poseerle. Ni los n-geles, tal vez sumados a Su visin, ni los predestinados, alterarn la simplicidad inefable de aquel 'hoy' vivido entre solos Dos.

    Qu poco me gustara que ngeles ni hombres contaminaran la soledad de Padre e Hijo! Los Dos la viven Infinita, sin fronteras de mutua posesin o comunin de Vida. El Padre se da entero al Hijo: tan

    El Ni/la Dios 7

    uniengendrador El como Unignito su Hijo. Sin que por darse 'hoy' entero, se obligue a suspender para maana tan cabal generacin.

    Nadie en lo humano se sostiene largamente en el acto. Otra cosa es en lo divino. Dios es Espritu, y su acto igualmente entero en el que da, y en el que recibe. Espritu paterno en el Padre; filial en el Hijo. Indivisamente unido el filial con el paterno. Ambos unidos en la co-munin de la misma esencia. Sin que el que da, por Infinito que d, pierda; y el que recibe, por Infinito que reciba, sienta hartura.

    Los hijos del tiempo nos consumimos. El tiempo que nos sostiene nos gasta. Cuanto ms nos d, ms nos gasta y con mayor rapidez. Somos carne, y en carne corren los humanos misterios. Lo corruptible y mortal se deja sentir en todo. El padre de hoy no podr serlo ma-ana. Ceder el puesto al hijo; igual que el hijo se lo ceder al suyo. Los hijos del tiempo delatamos en todo 'corrupcin y muerte'. Al pasar a ser hijos de Dios iniciamos nuevo rgimen hacia la in corruptela y Vida inmortal. Solo al fin, consumados en la filiacin divina, conforme a la medida de Cristo, entramos en el secreto de los Dos. De lo que 'ab aeterno' fue e 'in aeternum' ser.

    Nadie empero condena a los hijos del tiempo por que aspiren a penetrar en el misterioso eterno Dios. Entre los anhelos ms nobles del hombre uno es se: entender humildemente al Incognoscible; gustar desde la sombra de la fe la Luz que pasa del Padre al Unignito; sentir el deleite del Padre y del Hijo en serlo. Poner la tienda -en lo posible-entre los Dos. Y vivirlos en 'hoy'.

    El Nio Jess naci, segn la carne, en la plenitud de los tiempos. Vena empero naciendo, segn el Espritu, antes de todos los siglos. Quin prohibe situarse en aquella primera eternidad, en que naca Dios? Eternidad gloriosa, anterior al pecado, a la muerte y a las mise-rias creaturales. Eternidad limpia como los Dos eternos, que se miran y no tienen otra ocupacin que contemplarse, gozarse, ser.

    El Nio Jess viva aquella felicidad en 10 mejor de s. Mucho antes de ser Nio, y aun Jess. Y en su misma persona. Qu dicha haber vivido gloria tan pursima a lo Dios, eternamente! Y qu felicidad soar en futuro para m lo mismo que desde siempre era! El Hijo de la eternidad baja al tiempo para levantarme a m del tiempo a la eter-nidad.

    Aqu entro yo dando gracias a Dios porque es Dios. Al Padre por-que es Padre. Al Hijo porque es Hijo. A los Dos porque son lo que son y los que son.

  • 8 Antonio Orbe

    el silencio de la media noche

    2 y jue as que, mientras un quieto silencio lo envol-va todo, y llegaba la noche a la mitad de su veloz ean'era (Sab 18,14).

    El silencio es la atmsfera de,1o divino. Divino e inefable es 10 mismo. Por la hermandad que media entre los sentidos y la vida, agradecemos a Dios haya enviado al Hijo en carne, y le haya hecho accesible.

    Sera mucha insipiencia creer que los hbitos de Dios se volvieron todos humanos, porque hizo hombre a su Unignito. Mucho, y aun lo ms, quedle por revelar. y como fue dignacin de Dios allanarlo a hombre, ser atencin del hombre dejarlo en Dios, para venerarlo y conocerlo mejor. Si por hacrseme hombre, entro en los caminos de Dios, quedan siempre los caminos de Dios -los conozca o no el hom-bre- para objeto de contemplacin. Al fin, mucho agradezco a Dios la Encarnacin de su Hijo, pero an le agradezco ms que sea Dios. Pudo no enviar a su Hijo al mundo, y yo seguira amndole igual. Si algo me consuela -tocante a Dios- es eso: que sea Dios.

    En el nacimiento de Jess se pierden multitud de perfiles, dignos de gratitud. Uno de ellos, el silencio. Jess naci en el silencio de su Madre. Ella callaba cuando su bendito seno profera al Verbo de Dios. Uno agradece el silencio de Beln. La ciudad de David ignor el misterio de Santa Mara: "pues no haba para ellos lugar en el mesn" (Le 2,7). La gloria y el silencio nunca fueron, entre hombres, herma-nos. El menosprecio de Beln para Jess se tradujo en su mayor te-soro: el pesebre.

    Con el silencio hermana el establo. Los dos nazarenos se retiraron all. A su paso por Jerusaln, visitaron quizs el templo; y uno mayor que el templo iba con ellos. A su ingreso en Beln, les vino al encuen-tro el nombre de David; y uno mil veces mayor que David entraba con ellos. En el silencio del establo, recibieron el saludo de la Verdad. "La

    El Nio Dios 9

    Verdad brot de la tierra, y la Justicia mir desde el cielo" (Sal 85,12). El silencio que haba envuelto la virginidad de Mara encubra ce-

    losamente el ingreso de los dos nazarenos; y con l -enseguida- el parto virginal. El silencio de la humana pobreza dispone el camino para el de la humana entereza y parto virginal.

    "Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo 10 que Dios comunica y ensea, que me parece es como en la edificacin del templo de Sa-lomn, adonde no se haba de oir ningn ruido (ej. 1 Re 6,7) [sta. Te-resa, Morada VIII,3,11].

    El silencio de Nazaret pas a Beln. Como el del cielo pas a Na-zaret. En silencio haba Dios comunicado su Hijo a la Virgen. Nueve meses vena Sta. Mara sintiendo al Verbo. Tan dispuesta a proferirlo, como Dios a hablarlo. Eterno, en boca del Padre, y eterno, en el seno de la Madre. Con todo lo divino encerrado en El: segn el Espritu, en el seno del Padre; segn la carne, en el seno de la Madre.

    Habituada Nuestra Seora a la comunin con Dios, haca del alma y del cuerpo, templo y morada de El.

    Mucho sufren los predilectos de Dios. Mucho tambin gozan. Hay cosa de menor substancia que el silencio? y sin embargo, es grande callar, el sosiego interior del que se ofrece pasivamente a Dios. Dejarse mover a merced del Espritu de Dios. El silencio dispone para oir al Creador, vivir el vaco de los sentidos. allegarse a la nada propia, quedar uno mal.

    Vendr luego el llamamiento del alto. Muy feliz sera uno, aunque no le hablara Dios, si se le ofreciese en perfecto silencio de s y de las creaturas. Volvamos al primer no-ser, de que nos llam Dios. Aprendamos a ser de veras. El apremio por ser dioses nos sedujo. Hasta que aprendimos a olvidar 10 mal aprendido, y volver al silencio de que nunca debiramos haber salido.

    No imagino yo a la Virgen nazarena, habladora. S, muy callada. Fcil a la sonrisa. Dcil a la palabra de Dios; no tanto a la humana.

    Parecido era san Jos. El Evangelio no conserva una palabra de l. Viva a merced de los sueos de Dios. Talmente callaba, que hasta para oir a los ngeles soaba. Josy Mara se conocieron sin mucho hablarse. El amor seguira sus pasos. De espritu demasiado grande para cabido en palabras, encomendaban a Dios 10 que otros a los sen-tidos. Desde el principio parecan entenderse. Pero hay silencios y si-lencios. El de los sentidos es superficial.

    En el silencio de superficie equivoc Jos el misterio de la preez de su Esposa; y se avino a uno desgarrador. Vino en ayuda el cielo, y

  • 8 Antonio Orbe

    el silencio de la media noche

    2 y jue as que, mientras un quieto silencio lo envol-va todo, y llegaba la noche a la mitad de su veloz ean'era (Sab 18,14).

    El silencio es la atmsfera de,1o divino. Divino e inefable es 10 mismo. Por la hermandad que media entre los sentidos y la vida, agradecemos a Dios haya enviado al Hijo en carne, y le haya hecho accesible.

    Sera mucha insipiencia creer que los hbitos de Dios se volvieron todos humanos, porque hizo hombre a su Unignito. Mucho, y aun lo ms, quedle por revelar. y como fue dignacin de Dios allanarlo a hombre, ser atencin del hombre dejarlo en Dios, para venerarlo y conocerlo mejor. Si por hacrseme hombre, entro en los caminos de Dios, quedan siempre los caminos de Dios -los conozca o no el hom-bre- para objeto de contemplacin. Al fin, mucho agradezco a Dios la Encarnacin de su Hijo, pero an le agradezco ms que sea Dios. Pudo no enviar a su Hijo al mundo, y yo seguira amndole igual. Si algo me consuela -tocante a Dios- es eso: que sea Dios.

    En el nacimiento de Jess se pierden multitud de perfiles, dignos de gratitud. Uno de ellos, el silencio. Jess naci en el silencio de su Madre. Ella callaba cuando su bendito seno profera al Verbo de Dios. Uno agradece el silencio de Beln. La ciudad de David ignor el misterio de Santa Mara: "pues no haba para ellos lugar en el mesn" (Le 2,7). La gloria y el silencio nunca fueron, entre hombres, herma-nos. El menosprecio de Beln para Jess se tradujo en su mayor te-soro: el pesebre.

    Con el silencio hermana el establo. Los dos nazarenos se retiraron all. A su paso por Jerusaln, visitaron quizs el templo; y uno mayor que el templo iba con ellos. A su ingreso en Beln, les vino al encuen-tro el nombre de David; y uno mil veces mayor que David entraba con ellos. En el silencio del establo, recibieron el saludo de la Verdad. "La

    El Nio Dios 9

    Verdad brot de la tierra, y la Justicia mir desde el cielo" (Sal 85,12). El silencio que haba envuelto la virginidad de Mara encubra ce-

    losamente el ingreso de los dos nazarenos; y con l -enseguida- el parto virginal. El silencio de la humana pobreza dispone el camino para el de la humana entereza y parto virginal.

    "Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo 10 que Dios comunica y ensea, que me parece es como en la edificacin del templo de Sa-lomn, adonde no se haba de oir ningn ruido (ej. 1 Re 6,7) [sta. Te-resa, Morada VIII,3,11].

    El silencio de Nazaret pas a Beln. Como el del cielo pas a Na-zaret. En silencio haba Dios comunicado su Hijo a la Virgen. Nueve meses vena Sta. Mara sintiendo al Verbo. Tan dispuesta a proferirlo, como Dios a hablarlo. Eterno, en boca del Padre, y eterno, en el seno de la Madre. Con todo lo divino encerrado en El: segn el Espritu, en el seno del Padre; segn la carne, en el seno de la Madre.

    Habituada Nuestra Seora a la comunin con Dios, haca del alma y del cuerpo, templo y morada de El.

    Mucho sufren los predilectos de Dios. Mucho tambin gozan. Hay cosa de menor substancia que el silencio? y sin embargo, es grande callar, el sosiego interior del que se ofrece pasivamente a Dios. Dejarse mover a merced del Espritu de Dios. El silencio dispone para oir al Creador, vivir el vaco de los sentidos. allegarse a la nada propia, quedar uno mal.

    Vendr luego el llamamiento del alto. Muy feliz sera uno, aunque no le hablara Dios, si se le ofreciese en perfecto silencio de s y de las creaturas. Volvamos al primer no-ser, de que nos llam Dios. Aprendamos a ser de veras. El apremio por ser dioses nos sedujo. Hasta que aprendimos a olvidar 10 mal aprendido, y volver al silencio de que nunca debiramos haber salido.

    No imagino yo a la Virgen nazarena, habladora. S, muy callada. Fcil a la sonrisa. Dcil a la palabra de Dios; no tanto a la humana.

    Parecido era san Jos. El Evangelio no conserva una palabra de l. Viva a merced de los sueos de Dios. Talmente callaba, que hasta para oir a los ngeles soaba. Josy Mara se conocieron sin mucho hablarse. El amor seguira sus pasos. De espritu demasiado grande para cabido en palabras, encomendaban a Dios 10 que otros a los sen-tidos. Desde el principio parecan entenderse. Pero hay silencios y si-lencios. El de los sentidos es superficial.

    En el silencio de superficie equivoc Jos el misterio de la preez de su Esposa; y se avino a uno desgarrador. Vino en ayuda el cielo, y

  • 10 Antonio Orbe

    sobrevino la paz. Luego habra dolorosos silencios, comunes a ambos. Gran parte del viaje de Nazaret a Beln trascurri sin apenas ha-

    blar. Mucho tendran que decirse, y mucho se decan callando. Dejaban a Dios el campo del misterio, en que se haban embarcado. H,er-manados con l, gustaban quiz singularmente de la noche. La noche invita a callar.

    Las tinieblas del establo se parecen a la noche. Los sentidos, no sabiendo a qu atenerse, se recogen. Establo y pobreza dos veces no-che, doble invitacin a la Verdad. Mil cosas que contaminan la Verdad caen con callar. El encanto del establo de Beln est en la Verdad escueta, que encuadra las dos o tres figuras. y en torno, el silencio.

    Oh cunto dice el silencio antes de nacido El! Silencio preliminar al misterio. Invita a mirar y oir y hacer del estable la morada de Dios. Est el Verbo humanamente callado en el seno virginal. Nacer. No venga antes de tiempo. Djennos contemplarle en Nuestra Seora. Habr tiempo para sentirle llorar. No llore an. Habr das y aos para verle sufrir. No sufra an. Goce an del seno virginal de Sta. Mara. Entre la eternidad y el tiempo. Sin prisas.

    "Mientras un quieto silencio lo envolva todo". He aqu, uno tras otro, los silencios preliminares a la natividad de Jess:

    a) la eternidad, comn al Padre y al Verbo, cuando -a nuestro modo de ver- no haba Dios concebido la Sabidura, paradigma de la creacin futura, y vivan los Dos (Padre e Hijo) deleitndose en Su propio Reino.

    b) la Sabidura personal, Verbo del universo futuro, en que el Padre habl todas las cosas, y se agrad como en forma divina de las creaturas por venir: "Veis aqu aquella Sabidura eterna, engendrada antes del lucero de la maana, que con tanta magnificencia se glora diciendo (Prov 8,24): 'No estaban an criados los abismos, y ya yo era concebida. No haban an brotado las fuentes de las aguas, an no se haban asentado los montes en sus lugares; ante todos los collados ya yo era engendrada'" (e! Fr. Luis de Granada, De la Infancia de Ntro. Sellar). No los mares ni los montes y estrellas; no los ros y peces que los habitan; no las flores inconscientes de su hermosura, ni creaturas algunas aplaudieron a Yahveh por haber concebido y engendrado, se-gn el Espritu, a la Sabidura. No eran an. Vivan el silencio previo a su creacin. Ninguno de los Dos (Padre e Hijo) reclamaba su aplauso. Mutuamente se aplaudan. Mientras fuese el Verbo, sobraban todas las voces.

    c) los astros que ruedan por el firmamento: "Traspasa el aire todo

    El Ni110 Dios 11

    /Hasta llegar a la ms alta esfera,/ y oye all otro modo/De no pere-cedera/ Msica, que es la fuente y la primera" (Fr. Luis de Len). Im-perecedera y silente msica, asequible al que tiempla su espritu con el Hacedor. Es el silencio de los ngeles. Himnodia a la vez, levantada sobre todo' ruido, unida a la plegaria de los invisibles, a que sern in-vitados los hombres en el Paraso.

    d) el Hijo en el seno virginal de Mara. Baja de un seno a otro, del interior divino al de una Virgen no herida. En l llevaba nueve meses el Verbo, tributario del tiempo, para asemejarse a los hombres en todo menos en el pecado. No tan silente que pasara inadvertido a los ojos de Jos. El ngel del Seor le declar el misterio. Callaron las angustias de Jos, y sobrevino la paz. Callaba tambin la creacin, en espera de que hablasen a la vez Padre y Madre: el Padre segn el Espritu; la Madre, segn la carne.

  • 10 Antonio Orbe

    sobrevino la paz. Luego habra dolorosos silencios, comunes a ambos. Gran parte del viaje de Nazaret a Beln trascurri sin apenas ha-

    blar. Mucho tendran que decirse, y mucho se decan callando. Dejaban a Dios el campo del misterio, en que se haban embarcado. H,er-manados con l, gustaban quiz singularmente de la noche. La noche invita a callar.

    Las tinieblas del establo se parecen a la noche. Los sentidos, no sabiendo a qu atenerse, se recogen. Establo y pobreza dos veces no-che, doble invitacin a la Verdad. Mil cosas que contaminan la Verdad caen con callar. El encanto del establo de Beln est en la Verdad escueta, que encuadra las dos o tres figuras. y en torno, el silencio.

    Oh cunto dice el silencio antes de nacido El! Silencio preliminar al misterio. Invita a mirar y oir y hacer del estable la morada de Dios. Est el Verbo humanamente callado en el seno virginal. Nacer. No venga antes de tiempo. Djennos contemplarle en Nuestra Seora. Habr tiempo para sentirle llorar. No llore an. Habr das y aos para verle sufrir. No sufra an. Goce an del seno virginal de Sta. Mara. Entre la eternidad y el tiempo. Sin prisas.

    "Mientras un quieto silencio lo envolva todo". He aqu, uno tras otro, los silencios preliminares a la natividad de Jess:

    a) la eternidad, comn al Padre y al Verbo, cuando -a nuestro modo de ver- no haba Dios concebido la Sabidura, paradigma de la creacin futura, y vivan los Dos (Padre e Hijo) deleitndose en Su propio Reino.

    b) la Sabidura personal, Verbo del universo futuro, en que el Padre habl todas las cosas, y se agrad como en forma divina de las creaturas por venir: "Veis aqu aquella Sabidura eterna, engendrada antes del lucero de la maana, que con tanta magnificencia se glora diciendo (Prov 8,24): 'No estaban an criados los abismos, y ya yo era concebida. No haban an brotado las fuentes de las aguas, an no se haban asentado los montes en sus lugares; ante todos los collados ya yo era engendrada'" (e! Fr. Luis de Granada, De la Infancia de Ntro. Sellar). No los mares ni los montes y estrellas; no los ros y peces que los habitan; no las flores inconscientes de su hermosura, ni creaturas algunas aplaudieron a Yahveh por haber concebido y engendrado, se-gn el Espritu, a la Sabidura. No eran an. Vivan el silencio previo a su creacin. Ninguno de los Dos (Padre e Hijo) reclamaba su aplauso. Mutuamente se aplaudan. Mientras fuese el Verbo, sobraban todas las voces.

    c) los astros que ruedan por el firmamento: "Traspasa el aire todo

    El Ni110 Dios 11

    /Hasta llegar a la ms alta esfera,/ y oye all otro modo/De no pere-cedera/ Msica, que es la fuente y la primera" (Fr. Luis de Len). Im-perecedera y silente msica, asequible al que tiempla su espritu con el Hacedor. Es el silencio de los ngeles. Himnodia a la vez, levantada sobre todo' ruido, unida a la plegaria de los invisibles, a que sern in-vitados los hombres en el Paraso.

    d) el Hijo en el seno virginal de Mara. Baja de un seno a otro, del interior divino al de una Virgen no herida. En l llevaba nueve meses el Verbo, tributario del tiempo, para asemejarse a los hombres en todo menos en el pecado. No tan silente que pasara inadvertido a los ojos de Jos. El ngel del Seor le declar el misterio. Callaron las angustias de Jos, y sobrevino la paz. Callaba tambin la creacin, en espera de que hablasen a la vez Padre y Madre: el Padre segn el Espritu; la Madre, segn la carne.

  • 12 Antonio Orbe

    La gloria de la maana 3

    Hoy vais a saber que el Sellar vendr y nos salvar, y maJiana contemplaris su glOlia (cf. Ex 16, 6s).

    La Navidad es dulce; ms dulce quiz la vspera de Navidad. Es ley de vida, entre hombres. El Da se consume y vuela para no volver. De vspera est entero por venir. Desea uno frenar el tiempo; hacer que los minutos no pasen. Han de ser tan largas siempre las penas, y tan diminuto el cielo de aqu?

    Dichosos los nios que se entregan con sencillez al presente. Apremian el instante. Antes que lo aoren, se lo han apropiado. Se quedan con el aroma de Navidad. No cuentan los das que pasan. Abiertos a la sonrisa, ven ms flores que espinas. Mucho entienden de luz, muy poco an de tierra.

    A los mayores les habla de otro modo el tiempo. Perdieron la gra-cia de la niez, que sintoniza espontneamente con el Nio Dios. Se les deja sentir el paso de Jess.

    "Estaba una vez el Bautista Juan, y con l dos discpulos suyos. Fij los ojos en Jess que pasaba ( de largo) y dice: He aqu el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discpulos, y se fueron en pos de Jess. Vuelto Jess y viendo que le seguan, les dijo: Qu buscis? Le dijeron ellos: Maestro, dnde moras? Dceles: Venid y lo veris. Vinieron pues y se quedaron con l aquel da. Sera la hora dcima" (foh 1.35-39).

    Jess se ofreca a la vista de Juan y discpulos. No le dejaron ellos pasar. Bastles saber que era el Cordero de Dios. Se fueron en pos de Jess. Quedaron con l aquel da. y era la hora dcima. Hora feliz la del primer encuentro con Jess. Mudaron de maestro. Del Bautista pasaron al Cordero de Dios. El Cordero les ense el lugar donde vi-va. Indicles el camino que llevaba al sacrificio. Era adems Camino al Padre. Entendieron los dos caminos -al sacrificio y al Padre-? De-masiado misterio para empezar.

    El Nilo Dios 13

    Dichosos los que al paso de Jess le siguen para siempre. Dice la Iglesia como otrora el Bautista: "Hoy vais a sabe~ que vendr el Se~or y nos salvar". Est para llegar el Cordero de DIOS. Lo han anuncIado repetidas veces los profetas. "Y maana contemplaris su gloria'~ ..

    Lo sabemos de vspera; mas no acabamos de creerlo. Dulclslmo el Seor, hecho Nio. Nos le prometen las Escrituras, y nos mueve la fe a amarle. Vendr. Mas no al modo como ocurren las cosas de Escritura, sino al nuestro, por va de sentidos. Nacido el Nio Dios, se dejar tocar, abrazar, besar, acunar. Tendremos el da todo para gozar de El. Oh si fuera tanta nuestra fe, que en vez de trasladar montes -como en nuestros nacimientos de barro- no pasramos de Su contemplacin!

    Tal vez por eso, prefiere uno el da de vspera. Vivir en pura ex-pectacin, lo que en presencia no vamos a saber gozar. No s ~~ har. cuando la cosa llegue. Me hallo bien en espera. Esperar es facIl. AdI-vinad lo que siento. La esperanza encubre ilusiones. En esperanza me parecen fros los acentos mismos de los profetas. Ellos suspiraban. en vaco. Entre nubes. Vaticinando sin orden de tiempo penas y glonas, ignominias y grandezas. Se puede esperar con igual ilusin cosas tan encontradas? Tal vez entre ellos, los profetas, s; porque su visin pasa de los sentidos al hombre interior, y discierne, segn el Espritu, los misterios.

    A esta parte de la Cruz, luego que las cosas fueron, la fe entiende lo suyo. Discierne en el espacio y el tiempo, los misterios que quiso Dios vincular al tiempo y al espacio. Oh cuntas cosas distinguimos ahora los creyentes sin salir de Beln! Y cuntas amontonamos sin confusin, adoctrinados por el Espritu; dueos adems de detener, segn propios gustos, con los misterios, los perfiles aquellos que apuntan las Escrituras, o tocan solo entre lneas! .

    Los nios con su fantasa descubren -de vspera, en el da, y siem-pre- lo mejor del misterio.

    Los mayores miramos de otra suerte. O miramos por encima de los nios, lo que ellos no pueden mirar. Ms all de la inocencia. Ms all de los sentidos.

    Buena parte del da (o das) de vspera se les va a los nios ensa-yando villancicos o cuadros vivos que ejecutan ante el nacimiento, en el da. Lo que lleva horas de preparacin, se va en un momento. Ley tambin de vida. Una cosa no entienden los pequeos. Que ni sus vi-llancicos pasan con el canto, ni los cuadros vivos con ofrecerse a la vista. Villancicos y cuadros se fijan en el recuerdo de los nios. En su da volvern. La esencia evoca a la flor. La navidad que pareci ida,

  • 12 Antonio Orbe

    La gloria de la maana 3

    Hoy vais a saber que el Sellar vendr y nos salvar, y maJiana contemplaris su glOlia (cf. Ex 16, 6s).

    La Navidad es dulce; ms dulce quiz la vspera de Navidad. Es ley de vida, entre hombres. El Da se consume y vuela para no volver. De vspera est entero por venir. Desea uno frenar el tiempo; hacer que los minutos no pasen. Han de ser tan largas siempre las penas, y tan diminuto el cielo de aqu?

    Dichosos los nios que se entregan con sencillez al presente. Apremian el instante. Antes que lo aoren, se lo han apropiado. Se quedan con el aroma de Navidad. No cuentan los das que pasan. Abiertos a la sonrisa, ven ms flores que espinas. Mucho entienden de luz, muy poco an de tierra.

    A los mayores les habla de otro modo el tiempo. Perdieron la gra-cia de la niez, que sintoniza espontneamente con el Nio Dios. Se les deja sentir el paso de Jess.

    "Estaba una vez el Bautista Juan, y con l dos discpulos suyos. Fij los ojos en Jess que pasaba ( de largo) y dice: He aqu el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discpulos, y se fueron en pos de Jess. Vuelto Jess y viendo que le seguan, les dijo: Qu buscis? Le dijeron ellos: Maestro, dnde moras? Dceles: Venid y lo veris. Vinieron pues y se quedaron con l aquel da. Sera la hora dcima" (foh 1.35-39).

    Jess se ofreca a la vista de Juan y discpulos. No le dejaron ellos pasar. Bastles saber que era el Cordero de Dios. Se fueron en pos de Jess. Quedaron con l aquel da. y era la hora dcima. Hora feliz la del primer encuentro con Jess. Mudaron de maestro. Del Bautista pasaron al Cordero de Dios. El Cordero les ense el lugar donde vi-va. Indicles el camino que llevaba al sacrificio. Era adems Camino al Padre. Entendieron los dos caminos -al sacrificio y al Padre-? De-masiado misterio para empezar.

    El Nilo Dios 13

    Dichosos los que al paso de Jess le siguen para siempre. Dice la Iglesia como otrora el Bautista: "Hoy vais a sabe~ que vendr el Se~or y nos salvar". Est para llegar el Cordero de DIOS. Lo han anuncIado repetidas veces los profetas. "Y maana contemplaris su gloria'~ ..

    Lo sabemos de vspera; mas no acabamos de creerlo. Dulclslmo el Seor, hecho Nio. Nos le prometen las Escrituras, y nos mueve la fe a amarle. Vendr. Mas no al modo como ocurren las cosas de Escritura, sino al nuestro, por va de sentidos. Nacido el Nio Dios, se dejar tocar, abrazar, besar, acunar. Tendremos el da todo para gozar de El. Oh si fuera tanta nuestra fe, que en vez de trasladar montes -como en nuestros nacimientos de barro- no pasramos de Su contemplacin!

    Tal vez por eso, prefiere uno el da de vspera. Vivir en pura ex-pectacin, lo que en presencia no vamos a saber gozar. No s ~~ har. cuando la cosa llegue. Me hallo bien en espera. Esperar es facIl. AdI-vinad lo que siento. La esperanza encubre ilusiones. En esperanza me parecen fros los acentos mismos de los profetas. Ellos suspiraban. en vaco. Entre nubes. Vaticinando sin orden de tiempo penas y glonas, ignominias y grandezas. Se puede esperar con igual ilusin cosas tan encontradas? Tal vez entre ellos, los profetas, s; porque su visin pasa de los sentidos al hombre interior, y discierne, segn el Espritu, los misterios.

    A esta parte de la Cruz, luego que las cosas fueron, la fe entiende lo suyo. Discierne en el espacio y el tiempo, los misterios que quiso Dios vincular al tiempo y al espacio. Oh cuntas cosas distinguimos ahora los creyentes sin salir de Beln! Y cuntas amontonamos sin confusin, adoctrinados por el Espritu; dueos adems de detener, segn propios gustos, con los misterios, los perfiles aquellos que apuntan las Escrituras, o tocan solo entre lneas! .

    Los nios con su fantasa descubren -de vspera, en el da, y siem-pre- lo mejor del misterio.

    Los mayores miramos de otra suerte. O miramos por encima de los nios, lo que ellos no pueden mirar. Ms all de la inocencia. Ms all de los sentidos.

    Buena parte del da (o das) de vspera se les va a los nios ensa-yando villancicos o cuadros vivos que ejecutan ante el nacimiento, en el da. Lo que lleva horas de preparacin, se va en un momento. Ley tambin de vida. Una cosa no entienden los pequeos. Que ni sus vi-llancicos pasan con el canto, ni los cuadros vivos con ofrecerse a la vista. Villancicos y cuadros se fijan en el recuerdo de los nios. En su da volvern. La esencia evoca a la flor. La navidad que pareci ida,

  • 14 Antonio Orbe

    vuelve. y brota, cuando ms inesperada. Cuestan trabajo las lecciones de la fe. Aunque no todas. Estas de

    Navidad se ofrecen dulces, y dulcemente se insinan. No porque, a los sentidos, se disipen como nubes de verano, dejan de ser. Nadie conoce los caminos del nio de hoy. Pronto dejar de serlo. Olvidar, en apa-riencia, lo aprendido. Entre los jvenes, abierto a la mirada del Padre celestial, duerme lo bueno del nio de ayer. y podr despertar. Con tanta mayor viveza, cuanto mejor se imprimi en la infancia. Dichosos los pequeos que atesoraron mucho sin saberlo.

    Escribo para mayores. Para quienes viven ms la Navidad, de vs-pera que en el da. Conscientes del gran misterio de Beln, se disponen a acogerlo con humildad, y ganan -en horas y aun das de espera- lo que no sabrn detener. En este valle de lgrimas, lloramos el trnsito raudo del poquito cielo que nos trae el Nio. "Ven, Seor Jess". Si quieres cenar conmigo para animarme a sufrir, entra libremente. Para la esperanza de la Navidad se me hace corto el resto del ao. Detn tu nacimiento hasta que gaste mis ojos en tu contemplacin. No s esperar ni merezco detener tu misterio, como la Virgen y san Jos. Supiera yo esperarte, como ellos Dos.

    Hijo del tiempo, el hombre se deja fcilmente engaar con el trn-sito de hoy a maana. Hoy veris una cosa, y maana otra. Busca la novedad. Un hoy eternizado le aburrira.

    Padre e Hijo no se hastan por eternos. "Jesucristo ayer, y el mismo es hoy, y tambin por todos los siglos" (Heb 13,8). Lo mismo el Padre. Inserto, en cuerpo y alma, el misterio, pasar a nosotros su vetustez y novedad. El 'ayer' y 'maana' hechos hoy en la Humanidad santsima del Verbo, siempre antigua y siempre nueva, por comunin con la vida de Dios.

    Dios mo! Cundo celebrar la Navidad de Jess, desde Sus das eternos?

    Entre el 'hoy' y 'maana' natalicios pierde el Verbo su eternidad, y gana con la naturaleza humana el tiempo. Un tiempo que, en su da, eternizar. Embarcado el Unignito en el tiempo, se entrega a la Pa-sin y muerte. Israel no 10 entendi. Los cristianos lo aplaudimos en El. En el tiempo ser la Pasin y muerte. Y en el Da Octavo detendr Jess para nosotros el tiempo con la eternidad propia y del Padre. El hoy que pas a maana revolver del maana al hoy para hacerse eterno. Como cuando el Nio no haba nacido. y con el Nio nacido, crucificado y subido al Padre.

    El Nbl0 Dios 15

    Parto sin dolor

    4 Antes que se retorciese pari; antes de que le sobrevi-nieran los dolores di a luz un varn (Is 66,7).

    Proclamaba as el profeta -dice san Ireneo- el carcter inesperado y paradjico del nacimiento virginal (de madre Virgen) [Epid 54].

    Una de sus secuelas era el parto sin dolor. Iba a sufrir la madre, si su hijo no rompa su entereza?

    "La Virgen hzose madre por gran favor. Volvise grvida, engen-dr un Hijo, mas no sinti dolor" [Oda de Salomn 19,7. Cf. Aseensio Isaiae 11,14; Protoevang. Jaeobi 19; Aeta Petri 24].

    Lo que el Padre para el Verbo, en 10 divino, era la Madre, en lo humano. Elevado personalmente el Hijo de la Virgen a las alturas del Verbo, quiso para su Madre una entereza, anloga en carne a la que en Espritu posea Dios. El Verbo que naca del Padre 'en la forma de Dios',quiso nacer de la Madre 'en la forma de siervo', con igual pureza. No abre el resplandor el seno de la Luz (paterna). Ni abri, vestido de carne, el seno de la Virgen (madre). Acompaan el parto eterno del Unignito las delicias de la 'siempre Virgen'.

    El cielo reservaba a la Virgen Madre otros dolores. No tardara en anuncirselos: "He aqu que a ste (Nio) le han puesto para cada y resurgimiento de muchos en Israel, y como seal a quien se contradice. Ya ti misma una espada te traspasar el alma" (Le 2,34s).

    Pura fue la concepcin. Limpio y sin dolor el parto virginal. Entre la concepcin y el parto, sabe Dios el cmulo de bendiciones que llovi sobre la Carne de Nuestra Seora. Todo lo que, por fuera, hubo de penas -las angustias de Jos, la pobreza de Nazaret, el viaje camino de Beln, la inesperada repulsa de Beln- hubo, por dentro, de suavidad y dulzura. El cielo compensaba, por 10 tierno, el trato, desde ahora difcil, del mundo para el Salvador. Qu otra cosa decan los himnos anglicos? Enmendaban lo remediable, sin quitar humana ingratitud. Donde los hombres no entraban, entrara el cielo. El cielo daba prisa

  • 14 Antonio Orbe

    vuelve. y brota, cuando ms inesperada. Cuestan trabajo las lecciones de la fe. Aunque no todas. Estas de

    Navidad se ofrecen dulces, y dulcemente se insinan. No porque, a los sentidos, se disipen como nubes de verano, dejan de ser. Nadie conoce los caminos del nio de hoy. Pronto dejar de serlo. Olvidar, en apa-riencia, lo aprendido. Entre los jvenes, abierto a la mirada del Padre celestial, duerme lo bueno del nio de ayer. y podr despertar. Con tanta mayor viveza, cuanto mejor se imprimi en la infancia. Dichosos los pequeos que atesoraron mucho sin saberlo.

    Escribo para mayores. Para quienes viven ms la Navidad, de vs-pera que en el da. Conscientes del gran misterio de Beln, se disponen a acogerlo con humildad, y ganan -en horas y aun das de espera- lo que no sabrn detener. En este valle de lgrimas, lloramos el trnsito raudo del poquito cielo que nos trae el Nio. "Ven, Seor Jess". Si quieres cenar conmigo para animarme a sufrir, entra libremente. Para la esperanza de la Navidad se me hace corto el resto del ao. Detn tu nacimiento hasta que gaste mis ojos en tu contemplacin. No s esperar ni merezco detener tu misterio, como la Virgen y san Jos. Supiera yo esperarte, como ellos Dos.

    Hijo del tiempo, el hombre se deja fcilmente engaar con el trn-sito de hoy a maana. Hoy veris una cosa, y maana otra. Busca la novedad. Un hoy eternizado le aburrira.

    Padre e Hijo no se hastan por eternos. "Jesucristo ayer, y el mismo es hoy, y tambin por todos los siglos" (Heb 13,8). Lo mismo el Padre. Inserto, en cuerpo y alma, el misterio, pasar a nosotros su vetustez y novedad. El 'ayer' y 'maana' hechos hoy en la Humanidad santsima del Verbo, siempre antigua y siempre nueva, por comunin con la vida de Dios.

    Dios mo! Cundo celebrar la Navidad de Jess, desde Sus das eternos?

    Entre el 'hoy' y 'maana' natalicios pierde el Verbo su eternidad, y gana con la naturaleza humana el tiempo. Un tiempo que, en su da, eternizar. Embarcado el Unignito en el tiempo, se entrega a la Pa-sin y muerte. Israel no 10 entendi. Los cristianos lo aplaudimos en El. En el tiempo ser la Pasin y muerte. Y en el Da Octavo detendr Jess para nosotros el tiempo con la eternidad propia y del Padre. El hoy que pas a maana revolver del maana al hoy para hacerse eterno. Como cuando el Nio no haba nacido. y con el Nio nacido, crucificado y subido al Padre.

    El Nbl0 Dios 15

    Parto sin dolor

    4 Antes que se retorciese pari; antes de que le sobrevi-nieran los dolores di a luz un varn (Is 66,7).

    Proclamaba as el profeta -dice san Ireneo- el carcter inesperado y paradjico del nacimiento virginal (de madre Virgen) [Epid 54].

    Una de sus secuelas era el parto sin dolor. Iba a sufrir la madre, si su hijo no rompa su entereza?

    "La Virgen hzose madre por gran favor. Volvise grvida, engen-dr un Hijo, mas no sinti dolor" [Oda de Salomn 19,7. Cf. Aseensio Isaiae 11,14; Protoevang. Jaeobi 19; Aeta Petri 24].

    Lo que el Padre para el Verbo, en 10 divino, era la Madre, en lo humano. Elevado personalmente el Hijo de la Virgen a las alturas del Verbo, quiso para su Madre una entereza, anloga en carne a la que en Espritu posea Dios. El Verbo que naca del Padre 'en la forma de Dios',quiso nacer de la Madre 'en la forma de siervo', con igual pureza. No abre el resplandor el seno de la Luz (paterna). Ni abri, vestido de carne, el seno de la Virgen (madre). Acompaan el parto eterno del Unignito las delicias de la 'siempre Virgen'.

    El cielo reservaba a la Virgen Madre otros dolores. No tardara en anuncirselos: "He aqu que a ste (Nio) le han puesto para cada y resurgimiento de muchos en Israel, y como seal a quien se contradice. Ya ti misma una espada te traspasar el alma" (Le 2,34s).

    Pura fue la concepcin. Limpio y sin dolor el parto virginal. Entre la concepcin y el parto, sabe Dios el cmulo de bendiciones que llovi sobre la Carne de Nuestra Seora. Todo lo que, por fuera, hubo de penas -las angustias de Jos, la pobreza de Nazaret, el viaje camino de Beln, la inesperada repulsa de Beln- hubo, por dentro, de suavidad y dulzura. El cielo compensaba, por 10 tierno, el trato, desde ahora difcil, del mundo para el Salvador. Qu otra cosa decan los himnos anglicos? Enmendaban lo remediable, sin quitar humana ingratitud. Donde los hombres no entraban, entrara el cielo. El cielo daba prisa

  • 16 Antonio Orbe

    para que naciese el Hijo entre los hombres sin su habitual compaa de dolor. A la Reina de los ngeles tocbale engendrar, entre himnos de ngeles, al Rey.

    Dice san Lucas que "se le cumplieron a ella los das del parto, y di a luz al hijo suyo primognito, y le envolvi en paales y le recost en un pesebre" (Le 2,6s).

    El parto fue sin dolor. La misma que le di a luz, le envolvi en paales y le recost en el pesebre.

    No bajaron los coros anglicos en ayuda de Nuestra Seora. Qu ms querran ellos que asistir a su Reina, en el parto del Hijo de Dios? El cielo los llam a los montes de Beln para anunciar el misterio. Qued la Virgen Madre: con su seno benditsimo, virginalmente vaco de El; y con sus manos igualmente benditas para recibir -'puras, puramente, al Puro'- entre los hombres. Al ir del seno a las manos, del escondimiento a la luz, con la limpieza del resplandor vestido de Carne, debi de sentir la Madre inefable dulzura. Ningn dolor. Ella le di a luz. Ella le recibi. Ella le envolvi en paales. Ella lo hizo todo.

    San Jos contemplaba el misterio. Igual que contemplara, a raz de la revelacin anglica, el misterio de la concepcin virginal, descubra ahora iluminadamente el nacimiento virginal: sin menoscabo de la entereza, y sin dolor. Abra los ojos para alabar a Dios, por las gran-dezas cumplidas en su Esposa. Todo se le iba en ver. Inicibase en lo sublime, hecho para l humanamente accesible en la persona de Nuestra Seora. Mucho haba sufrido en Beln, desde que entraron en sus muros. Mucho gozaba ahora en el escondimiento del establo. No bajaron los ngeles en sueos a Jos para darle, entre himnos, nuevas de jubilacin. Furonse a las cercanas de Beln, donde dorman y ve-laban los pastores. Dejronle solo con su Esposa, para que el gozo fuese completo.

    Call el evangelista lo que la Virgen misma incomprenda. Haba-sele roto el corazn -no el seno- a vista del Nio. A no haberla soste-nido el Espritu de Dios, muriera de gozo en el nacimiento de Jess. Era axioma entre judos: "Nadie ver a Dios, y vivir". Poda Ella ver en su Hijo a Dios, y vivir? Dejara de ser Ella la mejor concebida para madre, si no aguardara al Nio en continua expectacin. En lo divino, no hay expectacin. El 'hoy' de Padre/Hijo no tiene ayer ni maana. Nada lo precede ni sigue. Otra cosa es, en la iluminada expectacin de la Virgen. Aguardaba el aviso de los dolores puerperales? El Nio se le adelant. Jess no los consinti en su Madre. Muchos sufrimientos le trajo luego en vida. Muchos en su Cuerpo eclesial.

    El Ni/io Dios 17

    Al parto indoloro de Beln seguira muy luego -anticipo del parto doloroso de la Iglesia- la vida de sufrimientos de Santa Mara. No el Nio. Sus hermanos le nacimos entre dolores: en el Calvario. El Nio se le vino con la espontaneidad del resplandor divino: como quien nace -Solo de sola- Unignito de Virgen mula del Espritu y Luz de Dios.

    'La Iglesia est de parto, en nuestros das despus de Beln, y en-gendra a los que regenera en el bautismo; como 10 dice Isaas (66,7s): Antes de ponerse de parto ha dado a luz; antes de sentir los dolores huy y ech al mundo un varn. Quin oy cosa semejante? Quin vi nunca tal? Nace por ventura un pueblo en un da? Una nacin nace de una vez, pues Sin estuvo de parto y di a luz un varn?' [ef. s. Metodio, Convivio 8,7].

    Primero que sufra la Iglesia en el parto de sus hijos, sufrir la Ma-dre de Jess. Mas no en Beln. Noche de bendicin y de gloria, fue todo bendicin y gloria para su Cuerpo virginal. Haya siquiera, entre los hombres, un parto provocado por el Espritu de Dios. Tocado de las dos Manos divinas -Verbo y Espritu- plasmadoras del hombre en el seno y a travs de l. Si no hubo antes herida en l, tampoco despus.

    Oh dulcsimo parto, en entereza y sin dolor! Celebren otros el misterio, en su vertiente divina. A m me da devocin la humana: la Carne venida de carne, como luz venida de luz, sin rompimiento ni pena. Pero a qu quitar dolor a Quien -como la Virgen- inaugura la dispensacin servil, fuertemente dolorosa, del Hijo de Dios?

    Estn bien los dolores donde estn. Mas no en carne impregnada de Espritu. Dios gusta de la unidad en sus misterios. Se cumplan en Espritu o en Carne.

    En los misterios de la vida de Jess habr una parte para las leyes de la carne y otra para las del Espritu. La 'carne' persiste siempre en substancia; no en propiedades. Que la Carne produzca dolor, abriendo camino a otra carne, se explica. Si no abre as camino, por qu ha de doler? La Carne rediviva atraviesa las paredes del Cenculo, por qu han de sufrir las paredes? El seno intacto de la Virgen es Cenculo de puertas que no se abren ni sufren.

  • 16 Antonio Orbe

    para que naciese el Hijo entre los hombres sin su habitual compaa de dolor. A la Reina de los ngeles tocbale engendrar, entre himnos de ngeles, al Rey.

    Dice san Lucas que "se le cumplieron a ella los das del parto, y di a luz al hijo suyo primognito, y le envolvi en paales y le recost en un pesebre" (Le 2,6s).

    El parto fue sin dolor. La misma que le di a luz, le envolvi en paales y le recost en el pesebre.

    No bajaron los coros anglicos en ayuda de Nuestra Seora. Qu ms querran ellos que asistir a su Reina, en el parto del Hijo de Dios? El cielo los llam a los montes de Beln para anunciar el misterio. Qued la Virgen Madre: con su seno benditsimo, virginalmente vaco de El; y con sus manos igualmente benditas para recibir -'puras, puramente, al Puro'- entre los hombres. Al ir del seno a las manos, del escondimiento a la luz, con la limpieza del resplandor vestido de Carne, debi de sentir la Madre inefable dulzura. Ningn dolor. Ella le di a luz. Ella le recibi. Ella le envolvi en paales. Ella lo hizo todo.

    San Jos contemplaba el misterio. Igual que contemplara, a raz de la revelacin anglica, el misterio de la concepcin virginal, descubra ahora iluminadamente el nacimiento virginal: sin menoscabo de la entereza, y sin dolor. Abra los ojos para alabar a Dios, por las gran-dezas cumplidas en su Esposa. Todo se le iba en ver. Inicibase en lo sublime, hecho para l humanamente accesible en la persona de Nuestra Seora. Mucho haba sufrido en Beln, desde que entraron en sus muros. Mucho gozaba ahora en el escondimiento del establo. No bajaron los ngeles en sueos a Jos para darle, entre himnos, nuevas de jubilacin. Furonse a las cercanas de Beln, donde dorman y ve-laban los pastores. Dejronle solo con su Esposa, para que el gozo fuese completo.

    Call el evangelista lo que la Virgen misma incomprenda. Haba-sele roto el corazn -no el seno- a vista del Nio. A no haberla soste-nido el Espritu de Dios, muriera de gozo en el nacimiento de Jess. Era axioma entre judos: "Nadie ver a Dios, y vivir". Poda Ella ver en su Hijo a Dios, y vivir? Dejara de ser Ella la mejor concebida para madre, si no aguardara al Nio en continua expectacin. En lo divino, no hay expectacin. El 'hoy' de Padre/Hijo no tiene ayer ni maana. Nada lo precede ni sigue. Otra cosa es, en la iluminada expectacin de la Virgen. Aguardaba el aviso de los dolores puerperales? El Nio se le adelant. Jess no los consinti en su Madre. Muchos sufrimientos le trajo luego en vida. Muchos en su Cuerpo eclesial.

    El Ni/io Dios 17

    Al parto indoloro de Beln seguira muy luego -anticipo del parto doloroso de la Iglesia- la vida de sufrimientos de Santa Mara. No el Nio. Sus hermanos le nacimos entre dolores: en el Calvario. El Nio se le vino con la espontaneidad del resplandor divino: como quien nace -Solo de sola- Unignito de Virgen mula del Espritu y Luz de Dios.

    'La Iglesia est de parto, en nuestros das despus de Beln, y en-gendra a los que regenera en el bautismo; como 10 dice Isaas (66,7s): Antes de ponerse de parto ha dado a luz; antes de sentir los dolores huy y ech al mundo un varn. Quin oy cosa semejante? Quin vi nunca tal? Nace por ventura un pueblo en un da? Una nacin nace de una vez, pues Sin estuvo de parto y di a luz un varn?' [ef. s. Metodio, Convivio 8,7].

    Primero que sufra la Iglesia en el parto de sus hijos, sufrir la Ma-dre de Jess. Mas no en Beln. Noche de bendicin y de gloria, fue todo bendicin y gloria para su Cuerpo virginal. Haya siquiera, entre los hombres, un parto provocado por el Espritu de Dios. Tocado de las dos Manos divinas -Verbo y Espritu- plasmadoras del hombre en el seno y a travs de l. Si no hubo antes herida en l, tampoco despus.

    Oh dulcsimo parto, en entereza y sin dolor! Celebren otros el misterio, en su vertiente divina. A m me da devocin la humana: la Carne venida de carne, como luz venida de luz, sin rompimiento ni pena. Pero a qu quitar dolor a Quien -como la Virgen- inaugura la dispensacin servil, fuertemente dolorosa, del Hijo de Dios?

    Estn bien los dolores donde estn. Mas no en carne impregnada de Espritu. Dios gusta de la unidad en sus misterios. Se cumplan en Espritu o en Carne.

    En los misterios de la vida de Jess habr una parte para las leyes de la carne y otra para las del Espritu. La 'carne' persiste siempre en substancia; no en propiedades. Que la Carne produzca dolor, abriendo camino a otra carne, se explica. Si no abre as camino, por qu ha de doler? La Carne rediviva atraviesa las paredes del Cenculo, por qu han de sufrir las paredes? El seno intacto de la Virgen es Cenculo de puertas que no se abren ni sufren.

  • 18 Antonio Orbe

    Revelacin de gracia

    5 Se ha manifestado a todos los hombres la gracia sal-vadora de Dios (Tit 2,11).

    En su da vendr la aparicin gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo (cf. Tit 2,13). Hoy lleg, en forma humilde, la gracia del Salvador. Ambas apariciones del Seor Jess las presenta el Apstol como grandes noticias.

    El Mensajero no solo viene del cielo, sino del seno mismo de Dios. Entre las nuevas del Padre trae, aunque mucho l lo disimule, su natu-raleza divina. Verbo de Dios, dice todo lo que 'ab aeterno' se decan Padre e Hijo. Muy corto se queda el Apstol en las noticias de Dios. "Arrebatado una vez al paraso, oy palabras inefables que no es con-cedido al hombre hablar" (2 COl' 12,4). Las noticias quedan para cuando 'inaudiblemente' las oigamos. Entre tanto, ya que viene el Hijo, noticia del Padre, hagamos los sentidos y el espritu a acogerle.

    Hoy naci de Santa Mara el mismo que, desde siempre, nace de Dios. En carne, el mismo que en Espritu proviene del Alto. Para el Verbo fue novedad. Tard nueve meses en vestir la humana esencia, en el seno de Nuestra Seora. Nueve meses tardan los hombres, sus hermanos. Se lo mand el Padre. De la generacin en espritu, donde era igual al Padre, descendi a la concepcin en carne, donde se igual a los hombres. Del silencio que acompaa la eterna generacin, al nacimiento suyo temporal.

    Pudo Dios querer para la aparicin del Hijo entre los hombres signos de gloria. y aun inventarlos a la medida de su dignidad. Doce legiones tena de ngeles para introducirse en el mundo. "Hecho tanto ms excelente que los ngeles, cuanto con preferencia a ellos heredaba un Nombre ms aventajado. Porque, a quin de los ngeles dijo alguna vez (Sal 2,7): 'Hijo mo eres t, yo hoy te engendr'. O tambin (2 Sam 7,14): 'Yo para l ser Padre, y l para m ser Hijo'. Y de nuevo, al introducir al Primognito en el mundo dice (Sal 96,7):

    El Nio Dios 19

    'Adrenle los ngeles de Dios'" (Heb 1,4-6). El vaciamiento que no quiso ni pudo el Padre para S, lo quiso para

    el Hijo. De la plenitud, en que desde siempre vive, por comunin con l, le mand venir a rgimen de anonadamiento: y le constituy Pontfice, mediador entre El y los hombres.

    * * *

    No andemos a pensar cmo hubo de venir el Verbo entre nosotros. Los hombres discurriramos como hombres. Pensaramos para el Hijo grandezas de hormiga. Amontonaramos los ttulos humanamente ms gloriosos. Sin entender que para Dios no hay ttulos ms estimables que los humanamente menos. Riquezas y honores y humanas glorias son todas externas. Aaden polvo al polvo. No sos-pecharamos que Dios busca en el hombre escuetamente su desnudez, la que El plasm del barro de la tierra. Sin riquezas, honores, glorias.

    Harto deca la pobreza de los Dos nazarenos. Era acaso ms es-timable Sta. Mara entre riquezas, que en su pobreza? Habra ganado Jos con ellas? El mejor tesoro de Jos era la Virgen su Esposa; el mayor de la Virgen para Dios, su cuerpo. No buscaba Dios otra cosa, cuando le envi el ngel. Tampoco le conocan igual los ngeles, ni a Gabriel se le ocurri pensar otro. Vestido as con su pobreza se manifest a los hombres la gracia salvadora de Dios.

    La Virgen habale humanado a su Hijo, y en forma de siervo lo present al mundo. La forma de siervo, que le otorg Ella, esconda la forma de Dios, que le vena del Padre.

    Dos cosas le di la Virgen Madre. La substancia humana -la carne-por la que le hizo hombre, Hijo del hombre. y la forma de siervo con-gnita a la humana substancia. No le pudo dar ms. Hzole rico a Jess con su pobreza. Nunca pens Ella que le hiciera infeliz. Pobreza o riqueza, eran cosas que no entenda como el mundo. Desde que Dios la levant a las alturas de su Dispensacin, solo viva para Dios. Pobre haba sido Ella, y solo pobre ante Dios. Rico en cambio, Dios. Luego que el Espritu Santo descendi sobre Ella, y el poder del Altsimo le haba hecho sombra, haba anudado la pobreza con la riqueza en su Hijo. El fruto de su seno sera llamado Santo, Hijo de Dios.

    Desde la visita del ngel, Sta. Mara -devota ya antes de Isaas- fre-cuentaba sus pginas. Sabase aludida claramente por el profeta (Is 7,14). A sus lneas iba en busca de luz: sobre el modo como una virgen se dispone a ser madre. Lo iniciado sin Ella por Dios, lo consumara

  • 18 Antonio Orbe

    Revelacin de gracia

    5 Se ha manifestado a todos los hombres la gracia sal-vadora de Dios (Tit 2,11).

    En su da vendr la aparicin gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo (cf. Tit 2,13). Hoy lleg, en forma humilde, la gracia del Salvador. Ambas apariciones del Seor Jess las presenta el Apstol como grandes noticias.

    El Mensajero no solo viene del cielo, sino del seno mismo de Dios. Entre las nuevas del Padre trae, aunque mucho l lo disimule, su natu-raleza divina. Verbo de Dios, dice todo lo que 'ab aeterno' se decan Padre e Hijo. Muy corto se queda el Apstol en las noticias de Dios. "Arrebatado una vez al paraso, oy palabras inefables que no es con-cedido al hombre hablar" (2 COl' 12,4). Las noticias quedan para cuando 'inaudiblemente' las oigamos. Entre tanto, ya que viene el Hijo, noticia del Padre, hagamos los sentidos y el espritu a acogerle.

    Hoy naci de Santa Mara el mismo que, desde siempre, nace de Dios. En carne, el mismo que en Espritu proviene del Alto. Para el Verbo fue novedad. Tard nueve meses en vestir la humana esencia, en el seno de Nuestra Seora. Nueve meses tardan los hombres, sus hermanos. Se lo mand el Padre. De la generacin en espritu, donde era igual al Padre, descendi a la concepcin en carne, donde se igual a los hombres. Del silencio que acompaa la eterna generacin, al nacimiento suyo temporal.

    Pudo Dios querer para la aparicin del Hijo entre los hombres signos de gloria. y aun inventarlos a la medida de su dignidad. Doce legiones tena de ngeles para introducirse en el mundo. "Hecho tanto ms excelente que los ngeles, cuanto con preferencia a ellos heredaba un Nombre ms aventajado. Porque, a quin de los ngeles dijo alguna vez (Sal 2,7): 'Hijo mo eres t, yo hoy te engendr'. O tambin (2 Sam 7,14): 'Yo para l ser Padre, y l para m ser Hijo'. Y de nuevo, al introducir al Primognito en el mundo dice (Sal 96,7):

    El Nio Dios 19

    'Adrenle los ngeles de Dios'" (Heb 1,4-6). El vaciamiento que no quiso ni pudo el Padre para S, lo quiso para

    el Hijo. De la plenitud, en que desde siempre vive, por comunin con l, le mand venir a rgimen de anonadamiento: y le constituy Pontfice, mediador entre El y los hombres.

    * * *

    No andemos a pensar cmo hubo de venir el Verbo entre nosotros. Los hombres discurriramos como hombres. Pensaramos para el Hijo grandezas de hormiga. Amontonaramos los ttulos humanamente ms gloriosos. Sin entender que para Dios no hay ttulos ms estimables que los humanamente menos. Riquezas y honores y humanas glorias son todas externas. Aaden polvo al polvo. No sos-pecharamos que Dios busca en el hombre escuetamente su desnudez, la que El plasm del barro de la tierra. Sin riquezas, honores, glorias.

    Harto deca la pobreza de los Dos nazarenos. Era acaso ms es-timable Sta. Mara entre riquezas, que en su pobreza? Habra ganado Jos con ellas? El mejor tesoro de Jos era la Virgen su Esposa; el mayor de la Virgen para Dios, su cuerpo. No buscaba Dios otra cosa, cuando le envi el ngel. Tampoco le conocan igual los ngeles, ni a Gabriel se le ocurri pensar otro. Vestido as con su pobreza se manifest a los hombres la gracia salvadora de Dios.

    La Virgen habale humanado a su Hijo, y en forma de siervo lo present al mundo. La forma de siervo, que le otorg Ella, esconda la forma de Dios, que le vena del Padre.

    Dos cosas le di la Virgen Madre. La substancia humana -la carne-por la que le hizo hombre, Hijo del hombre. y la forma de siervo con-gnita a la humana substancia. No le pudo dar ms. Hzole rico a Jess con su pobreza. Nunca pens Ella que le hiciera infeliz. Pobreza o riqueza, eran cosas que no entenda como el mundo. Desde que Dios la levant a las alturas de su Dispensacin, solo viva para Dios. Pobre haba sido Ella, y solo pobre ante Dios. Rico en cambio, Dios. Luego que el Espritu Santo descendi sobre Ella, y el poder del Altsimo le haba hecho sombra, haba anudado la pobreza con la riqueza en su Hijo. El fruto de su seno sera llamado Santo, Hijo de Dios.

    Desde la visita del ngel, Sta. Mara -devota ya antes de Isaas- fre-cuentaba sus pginas. Sabase aludida claramente por el profeta (Is 7,14). A sus lneas iba en busca de luz: sobre el modo como una virgen se dispone a ser madre. Lo iniciado sin Ella por Dios, lo consumara

  • 20 Antonio Orbe

    sin Ella Dios? Era lo que dudaba. No por ofrecerLe su seno, haba de callar. El alma se le iba en anhelos pursimos. Call ante Jos. No acertaba al silencio ante Dios.

    "Echad, cielos, vuestro roco desde arriba; y destilen justicia los cielos. Abrase la tierra y produzca' salvacin. Brote justicia a la vez" (Is 45, 8). Haba de caer ms roco -pensaba Ella- del que haba ya cado para hacerla madre? Su tierra -no otra- iba a producir la salva-cin; su Carne pursima, flor de la raz de Jes?

    La humildad la envolva. Habituada desde su primera infancia a "guardar todas las palabras, confirindolas en su corazn" (cf. Le 2,19), se le iban los das y las noches de Nazaret sobre las pginas de Isaas. Quera Ella penetrar en las honduras del Espritu. Mil veces la hubo de sorprender Jos en silencio. El mismo que colmaba su seno, cerraba los labios de su boca. iOh cuntas ganas tena de verle afuera! El se lo resolvera todo.

    Quien conoce poco a Dios, no tiene por qu anhelar la aparicin de su Hijo en el mundo. El que le conoce, como la Virgen, tiene el alma en anhelo continuo. La Virgen suspira por dos cosas: de un lado, quiere no perderle sacndole del seno. De otro lado, suea mil cielos por verle afuera, Hijo suyo y a la vez de Dios. Hace entre tanto lo que en Ella Dios. Sufre lo que le toca sufrir. La iniciativa es del que la hizo Madre. El cielo no trabaja a medias. Lo que se inici en Nazaret, se consumar en Beln. Comenz el misterio en virginidad; terminar tambin en virginidad. Entera le recibi ella y entera le dar a luz.

    y as, al trmino de callados suspiros se dejar ver -brote de Ella y man del cielo- la gracia salvadora de Dios. Nio, como los dems nios.

    6

    El Niio Dios 21

    . el primognito

    Di a luz a su Hijo primognito ... No haba para ellos lugar en el mesn (Lc 2,7).

    En Jerusaln vivan justos como Simen y Ana que suspiraban aos por El. E igual, tantos santos desconocidos, que anhelaban con el profeta:

    "iOjal desgarrases el cielo y bajases, de suerte que las montaas se tambalearan ante ti!... de forma que temblasen ante ti los pueblos gentiles, al obrar t cosas terribles que no esperbamos ... Desde tiem-pos antiqusimos no se oy, ni odo escuch, ni ojo vi un Dios fuera de ti que as obre con quien en El confa. T acoges a aquellos que obran justicia y recuerdan tus caminos. T te airaste y por ello se nos juzga culpables. Te escondiste y pasamos por reos. Hemos quedado todos como cosa sucia, y todas nuestras virtudes cual inmundo andrajo. Nos marchitamos cierto como follaje, y nuestra culpa nos arrastr como el viento. Falt quien invocara tu nombre y despertara para aferrarse a ti, pues habas escondido de nosotros tu rostro, y nos habas entregado en manos de nuestra iniquidad. Mas ahora, Yahveh, t eres nuestro padre. Arcilla somos, y t nuestro alfarero. Obra somos de tus manos. No te enojes, Yahveh, en extremo, ni recuerdes por siempre la culpa. Tu pueblo somos nosotros. Tus santas ciudades se han convertido en desierto. Sin se troc en desierto. Jerusaln, en yermo. Nuestra santa gloriosa casa, donde te ensalzaron nuestros padres convirtise en pasto de fuego. Nuestros tesoros todos se trocaron en ruina. Podrs contenerte, Yahveh, ante esto? Callars y nos humillars en extremo?" (Isaas 64).

    El clamor de los justos suba. El cielo estaba a punto de abrirse para dar paso al Roco de Dios. El mismo que haba cado en el seno de Sta. Mara, iba a llover de l. Qu importa que Beln ignore el misterio virginal? Conoce la tierra al cielo, Beln a Nazaret?

    "Los cielos, dice la Iglesia, estn destilando gotas de miel por todo

  • 20 Antonio Orbe

    sin Ella Dios? Era lo que dudaba. No por ofrecerLe su seno, haba de callar. El alma se le iba en anhelos pursimos. Call ante Jos. No acertaba al silencio ante Dios.

    "Echad, cielos, vuestro roco desde arriba; y destilen justicia los cielos. Abrase la tierra y produzca' salvacin. Brote justicia a la vez" (Is 45, 8). Haba de caer ms roco -pensaba Ella- del que haba ya cado para hacerla madre? Su tierra -no otra- iba a producir la salva-cin; su Carne pursima, flor de la raz de Jes?

    La humildad la envolva. Habituada desde su primera infancia a "guardar todas las palabras, confirindolas en su corazn" (cf. Le 2,19), se le iban los das y las noches de Nazaret sobre las pginas de Isaas. Quera Ella penetrar en las honduras del Espritu. Mil veces la hubo de sorprender Jos en silencio. El mismo que colmaba su seno, cerraba los labios de su boca. iOh cuntas ganas tena de verle afuera! El se lo resolvera todo.

    Quien conoce poco a Dios, no tiene por qu anhelar la aparicin de su Hijo en el mundo. El que le conoce, como la Virgen, tiene el alma en anhelo continuo. La Virgen suspira por dos cosas: de un lado, quiere no perderle sacndole del seno. De otro lado, suea mil cielos por verle afuera, Hijo suyo y a la vez de Dios. Hace entre tanto lo que en Ella Dios. Sufre lo que le toca sufrir. La iniciativa es del que la hizo Madre. El cielo no trabaja a medias. Lo que se inici en Nazaret, se consumar en Beln. Comenz el misterio en virginidad; terminar tambin en virginidad. Entera le recibi ella y entera le dar a luz.

    y as, al trmino de callados suspiros se dejar ver -brote de Ella y man del cielo- la gracia salvadora de Dios. Nio, como los dems nios.

    6

    El Niio Dios 21

    . el primognito

    Di a luz a su Hijo primognito ... No haba para ellos lugar en el mesn (Lc 2,7).

    En Jerusaln vivan justos como Simen y Ana que suspiraban aos por El. E igual, tantos santos desconocidos, que anhelaban con el profeta:

    "iOjal desgarrases el cielo y bajases, de suerte que las montaas se tambalearan ante ti!... de forma que temblasen ante ti los pueblos gentiles, al obrar t cosas terribles que no esperbamos ... Desde tiem-pos antiqusimos no se oy, ni odo escuch, ni ojo vi un Dios fuera de ti que as obre con quien en El confa. T acoges a aquellos que obran justicia y recuerdan tus caminos. T te airaste y por ello se nos juzga culpables. Te escondiste y pasamos por reos. Hemos quedado todos como cosa sucia, y todas nuestras virtudes cual inmundo andrajo. Nos marchitamos cierto como follaje, y nuestra culpa nos arrastr como el viento. Falt quien invocara tu nombre y despertara para aferrarse a ti, pues habas escondido de nosotros tu rostro, y nos habas entregado en manos de nuestra iniquidad. Mas ahora, Yahveh, t eres nuestro padre. Arcilla somos, y t nuestro alfarero. Obra somos de tus manos. No te enojes, Yahveh, en extremo, ni recuerdes por siempre la culpa. Tu pueblo somos nosotros. Tus santas ciudades se han convertido en desierto. Sin se troc en desierto. Jerusaln, en yermo. Nuestra santa gloriosa casa, donde te ensalzaron nuestros padres convirtise en pasto de fuego. Nuestros tesoros todos se trocaron en ruina. Podrs contenerte, Yahveh, ante esto? Callars y nos humillars en extremo?" (Isaas 64).

    El clamor de los justos suba. El cielo estaba a punto de abrirse para dar paso al Roco de Dios. El mismo que haba cado en el seno de Sta. Mara, iba a llover de l. Qu importa que Beln ignore el misterio virginal? Conoce la tierra al cielo, Beln a Nazaret?

    "Los cielos, dice la Iglesia, estn destilando gotas de miel por todo

  • 22 Antonio Orbe

    el mundo. Nos amaneci el da de la redencin nueva, de la reparacin antigua, y de la felicidad eterna" (Fr. Luis de Granada, De la Infancia de Nuestro Seior, cap. 13).

    Las puertas de Beln se cerraron para que se abriesen las del cielo. Lo dicen, a su modo, los ngeles, gotas de miel celeste. A Jos y Mara, porque pobres, nadie los acoge en Beln. Oh si les hubieran recibido adinerados y poderosos! Adis encanto de soledad, de silencio y abandono! Adis templo del establo, trono del pesebre, y tesoro de tanta pobreza! All "di a luz a su Hijo primognito".

    "Era la media noche, muy ms clara que el medioda, cuando todas las cosas estaban en silencio y gozaban del sosiego y reposo de la noche quieta, y en esta hora tan dichosa sale de las entraas virginales a este nuevo mundo el unignito Hijo de Dios ...

    Pues en esta tan dichosa hora, aquella omnipotente Palabra de Dios, habiendo descendido de las sillas reales del cielo a este lugar de miseria, apareci vestido de nuestra carne" (cf. Fr. Luis de Granada, De la Infancia de Nuestro SelOl; cap. 13).

    Escribe as un enamorado de Beln: "Conociendo pues la honest-sima Virgen la hora de su parto, hincndose de rodillas, hizo oracin, el rostro levantado al cielo, altas las divinas manos y los honestsimos ojos al cielo atentos; estaba como en xtasis, suspensa y transformada en aquella altsima contemplacin, baando su alma de divina y celes-tial dulzura.

    Estando en esta oracin, sinti mover en sus virginales entraas su soberano Hijo, y en un instante le pari y vi delante de sus castos ojos, quedando aquella pura estrella de J acob tan entera e intacta como antes, y los cristales pursimos de su claustro inofensivos del suave paso del claro sol de justicia Cristo nuestro bien.

    Estaba el glorioso Infante desnudo en la tierra, tan hermoso, limpio y blanco como los copos de la nieve sobre las alturas de los montes o las cndidas azucenas en los cogollos de sus verdes hojas. Luego que le v