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RELACiÓN DE SABERES o VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA Prof.CARLOSMARIOGONZÁLEZ Historiador Universidad Nacional de Colombia EL PENSAR Y LA SOLEDAD Para Jaime Carmona, entrañable amigo ensar no es del gusto de nuestra época. La triviali- zación dominante en la vida contemporánea, esa mis- ma que, rayando en el cretinismo, es transfigurada, gracias al birlibirloque de algunos posmodernos, de defecto lamentable en virtud liberadora de "la seriedad de la ra- zón", poco o nada quiere saber de lo profundo, de lo grave. A la vida se la quiere ligera y superflua: a eso lo llaman romper el yugo de la modernidad. No cabe duda que el espíritu que así habla se siente mas "libre" entre las paredes de la tontería reinante. Nuestra época, en tal medida, inhabilita el pensar tanto por las formas de adaptación como por las de desadaptación que promue- ve, pues estas últimas no apuntan a afectar nada esencial del pro- yecto social y cultural vigente. El conservadurismo de la sociedad reinante se encubre en formas de alteridad agotadas en el puro espectáculo que todo lo deja incólume, espectáculo que funge como rebeldía, pero que es ajeno al pensar, pues para acceder a la sub- versión de éste no basta con una rebelión, sino que hay que pro- ducir la inscripción en otro paradigma que sea alternativa al que se abandona. Nuestra época, con su rechazo al pensar, lo que hace es pro- mover una profunda tendencia propia de nuestra configuración humana, la que, por la vía de la nostalgia de una palabra om- nipotente que alguna vez nos dio seguridad en la infancia, nos hace proclives al dogma. De ahí que lo más propio de nuestra condición humana no sea la pasión por la verdad, sino la pasión por rehuirla; más que la facultad de conocer, tenemos la facultad de desconocer, resguardados en nuestros dogmas que nos ratifican y repiten en lo ya sabido. Todo saber tiende a cristalizarse en dog- p 1 REVISTA COLOMBIANA DE PSICOLOGIA 145

EL PENSAR Y LA SOLEDAD

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RELACiÓN DE SABERES

o VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA

Prof.CARLOSMARIOGONZÁLEZHistoriadorUniversidad Nacional de Colombia

EL PENSAR Y LA SOLEDAD

Para Jaime Carmona, entrañable amigo

ensar no es del gusto de nuestra época. La triviali-zación dominante en la vida contemporánea, esa mis-ma que, rayando en el cretinismo, es transfigurada,gracias al birlibirloque de algunos posmodernos, de

defecto lamentable en virtud liberadora de "la seriedad de la ra-zón", poco o nada quiere saber de lo profundo, de lo grave. Ala vida se la quiere ligera y superflua: a eso lo llaman romperel yugo de la modernidad. No cabe duda que el espíritu que asíhabla se siente mas "libre" entre las paredes de la tontería reinante.Nuestra época, en tal medida, inhabilita el pensar tanto por lasformas de adaptación como por las de desadaptación que promue-ve, pues estas últimas no apuntan a afectar nada esencial del pro-yecto social y cultural vigente. El conservadurismo de la sociedadreinante se encubre en formas de alteridad agotadas en el puroespectáculo que todo lo deja incólume, espectáculo que funge comorebeldía, pero que es ajeno al pensar, pues para acceder a la sub-versión de éste no basta con una rebelión, sino que hay que pro-ducir la inscripción en otro paradigma que sea alternativa al quese abandona.

Nuestra época, con su rechazo al pensar, lo que hace es pro-mover una profunda tendencia propia de nuestra configuraciónhumana, la que, por la vía de la nostalgia de una palabra om-nipotente que alguna vez nos dio seguridad en la infancia, noshace proclives al dogma. De ahí que lo más propio de nuestracondición humana no sea la pasión por la verdad, sino la pasiónpor rehuirla; más que la facultad de conocer, tenemos la facultadde desconocer, resguardados en nuestros dogmas que nos ratificany repiten en lo ya sabido. Todo saber tiende a cristalizarse en dog-

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ma y, como tal, a resistir el pensar. Por eso, pensar noes una facultad del hombre: es una posibilidad (o no)del sujeto según su particular disposición a asumir oa disolver el saber en que se reconoce. Sólo está enposibilidad de pensar quien soporta la crisis de susaber y, en consecuencia, de su ser. Vistas así las cosas,se puede decir que el Yono funda el pensar, sino queéste es algo que le ocurre o no le ocurre a un sujeto yviene cuando" él" quiere, no cuando el Yolo solicita,es decir, el pensamiento es efecto de un sujeto no uni-ficado y de procesos inconscientes no regidos, lógica-mente, ni por la conciencia ni por la voluntad. Es lacapacidad que tiene un sujeto para morir en las for-mas tradicionales de su reconocimiento y para desa-daptarse de los sentidos compartidos con los demás.Por eso se puede decir que pensar es algo que ocurrey que no a todo el mundo le ocurre. El común de lagente por lo general no piensa, pero esto es distinto adecir que sólo piensan los genios.

Que pensar no es una propiedad democrática-mente distribuida entre los hombres (cosa distintaal razonar, que es una condición común a todos loshumanos como efecto de su inscripción en el len-guaje), sino que es una posibilidad de algunos sujetos,talentosos o no, es lo que explica que no pueda en-señarse a pensar y que éste no sea trasmisible segúnreglas o fórmulas, como pretende la tontería de nues-tra época que cree que todo lo humano es tecnificablesin percatarse que precisamente lo esencial del hom-bre (el amor, la sexualidad, la muerte, el pensar, eldiálogo) no se puede escribir como fórmula.

De la misma manera hay que rechazar que elpensamiento sea el resultado de operaciones lógicas,de la aplicación de métodos o del arsenal de erudiciónde que disponga el individuo. Que va más allá deinferencias lógicas, deductivas o inductivas, lo señalael carácter de ocurrencia que tienen los pensamientosy cuyo resorte de movilización concierne a los fan-tasmas del sujeto; que es más que la aplicación deun método bien diseñado lo dejan percibir las fuerzasque desde otra escena, la del deseo y el inconsciente,asaltan imprevistamente cualquier plan concebidopor la conciencia; que no es consecuencia de la meraerudición se reconoce en el hecho de que la condiciónesencial para pensar es la construcción de una pre-gunta y ésta, a diferencia de la llenura de la erudición,es antes que nada el testimonio de una carencia. Esdecir, ni la lógica, ni un método ni la informaciónson suficientes para pensar, por el contrario puedenllegar a ser lo opuesto al pensar en tanto la lógicaahogue la audacia imaginativa, el método resista ala emergencia de la sorpresa y la información, regidapor la ley de la acumulación, cierre el paso a las

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fuerzas transformadoras del paradigma reinante. Eneste sentido se puede indicar como un falso modelode ejercicio de pensamiento la resolución escolar deproblemas matemáticos, pues en este caso el caminoes una pura operación lógica y metódica que se de-senvuelve a partir de una información con la quese cuenta de antemano. Siguiendo este modelo laescuela, antes que propiciar el pensar, ha derivadoa ser una mera capacitadora laboral, una simple adies-tradora de habilidades con vistas a un empleo.

Pensar no es saber más, es saber de otra manera,por eso la memoria que requiere no es la del eruditoque la entiende como acumulación de información,sino la del filósofo que, enfrentado a sí mismo, laasume como una reunión del pasado esencial res-pecto al problema que lo compromete. Que el pensarsea distinto al acto de informarse tiene que ver conque aquél no se da por fuera del sujeto, de tal maneraque las máquinas, por sofisticadas que sean, en tantocarecen de escisión y de deseo, no pueden pensary sólo se pueden expresar, en el mejor de los casos,como complejísimas formas de operación lógica.

Entonces, si pensar no es informarse, ¿qué espensar? Es una disposición subjetiva caracterizadapor la capacidad de forjar una interrogación, lo quesignifica abandonar las certidumbres en que el serse recogía y arriesgar a la apertura de éste. Quebradaslas certezas precedentes e instalado, como punto im-prescindible de partida, en el preguntar, el sujetoque piensa, a diferencia del interesado que no essino el que atiende la novedad, capturado un instantepara olvidarse de ella al siguiente, es el que es capazde detenerse y permanecer en el objeto que ganasu atención. Este permanecer con paciencia alrededorde un objeto que se ha vuelto esencial para el sujeto,implica para éste la amenaza de una crisis de iden-tidad por la pérdida de las representaciones y afectosque hasta entonces ha alojado, pero es también lapromesa de un renacer que ofrecerá una experienciamás profunda e intensa del propio ser. Pensar esdesmontar un sistema de certezas previas y rees-tructurar uno nuevo que provee nuevos sentidos alser, valga decir, es producir un sentido nuevo quedesaloja uno anterior, es crear un sentido que des-borda aquel que la realidad traía.

Pensar es permanecer con una pregunta y ponerseen camino a una respuesta, teniendo como condiciónser capaz de soportar el escándalo de ser un extraño.Pero otra condición se reclama para poder pensar:ignorar, es decir, asumir una carencia y querer escaparal empuje a la llenura. El ignorar para pensar esdudar de lo sabido, al punto de no saber, y en lugarde esto instalar una pregunta que concierne radi-

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calmente al sujeto, pues sólo podemos pensar aquelloa lo que tendemos desde los fantasmas de nuestrafalta, dicho en pocas palabras: se piensa con lo quese es, pero también traicionando un origen y contrasí mismo, esto es, abandonando la opinión y que-brando el paradigma de saber que ha prevalecidoen uno.

Pensar no es una posibilidad democráticamentedistribuida, pero tampoco es potestad de los hombreso mujeres geniales, es consecuencia de una posiciónsubjetiva frente a la propia falta, que se caracterizapor sostenerse en un camino hacia sí mismo expre-sado como fidelidad a los propios fantasmas y porun empuje al reencuentro de lo perdido en la formade una re-creación. Esto es lo que diferencia el pensarde lo que hace un ordenador: que se piensa con ideaspropulsadas desde el deseo, no con meros datos parasistematizar.

Pensar reclama en el sujeto una capacidad decontrovertir con el otro y consigo mismo, pero tam-bien es reordenar las relaciones con los demás y conuno mismo, pués si se ha perdido la comunidad elsujeto trabaja en su soledad por recomunizar su ex-periencia desde el nuevo sentido que ha conquistado,mientras que la crisis de su identidad la asume desdela promesa y el camino de ser otro que ha ganadonuevas, mejo,res y más amplias perspectivas. Tenertemple para soportar la angustia que dimana de per-der las certezas en que habitaba y para tolerar lasoledad, por dejar de pertenecer a la comunidad desentido común, es algo que se le exige al pensador,al mismo tiempo que valor para habitar la incer-tidumbre a que lo lanza su aventura, fuerza paraaguantar el sentimiento de culpa que activa su gestotransgresor y osadía para acometer el riesgo de esesalto que es pensar.

Un pensamiento surge de una discordancia conlo establecido, abriéndose lugar una pregunta quetrabaja de manera incesante en el sujeto hasta queuna ocurrencia viene a él o un salto se propulsa:la anticipacion de una respuesta. Sólo después dearticulada la forma de esta respuesta viene la dotaciónde una base conceptual y argumentativa (o demos-trativa) para ella. La respuesta se intuye, el caminoa ella se construye después. Pero la intuición del pen-sador, ese salto que no es una simple inducción odeducción lógica, ese desprendimiento del suelo co-nocido que no todas las subjetividades se atrevena realizar, no es una ocurrencia cualquiera, es unaintuición cultivada por el permanecer y el rastreartesonero la pregunta que da forma a la falta del sujeto.En resumen, sólo piensa el que ha construido unapregunta que lo concierne, ha hecho el aprendizaje

de lo sabido a propósito de ella, ha dudado de esesaber y se ha atrevido a aceptar una ocurrencia queluego parapeta argumentativamente y comunica alos demás, buscando recomunizarse en este nuevolugar, tras la soledad a que lo condujo el desprendersedel saber establecido.

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Pensar, pues, es acarrear la angustia de la pre-gunta ¿quién soy ahora que no creo en lo que creía?y es romper la tradición originando un nuevo sentido,lo que lleva a asumir el peso de la soledad. Todopensador piensa desde su soledad (aunque siemprebusque dirigirse al otro para que lo confirme), alpunto que puede decirse que quien no puede soportarsu soledad no puede abrirse a la aventura de pensar.

Pero ¿de qué soledad se habla al decir que cuandose piensa se está solo? En todo caso no es de aquellade la que se queja una buena parte de la gente enlos tiempos que corren. La actual sociedad no dejade ser paradójica en este tema : de un lado concentrade manera multitudinaria a las personas, al puntoque prácticamente no hay lugar ni tiempo dondealguien no esté ante la presencia de otros, pero deotro lado la queja más reiterada que se oye es lade la soledad, de tal manera que se puede decir quenuestra sociedad bien podría caracterizarse por serla de solitarios que viven en muchedumbre. Sin em-bargo, precisemos: soledad cobra en nuestro tiempodos significados bien distintos : de una parte quieredecir "estar solo", en el sentido de abandonado, deotra significa 11estar a solas", en el sentido de recogerseen sí. Ahora, decir soledad sea como abandono ocomo recogimiento es aludir a una dimensión dela vida de una importancia más o menos constantea lo largo de toda la historia occidental: la de serindividuo. La soledad se experimenta siempre en elorden individual y ante ella, sea entendida como de-samparo o como un volcarse en sí, la modernidadha promovido dos formas de individualización: ladel individuo personal, con una identidad centradaen la realización de su singularidad y en la capacidadde pensar por sí mismo, y la del individuo masificadoy cuya identidad gira en torno al consumo y a losideales enajenantes de la masa. La soledad esencialdel hombre se puede vivir de forma voluntaria, comorecogimiento, deparando así las condiciones parapensar y para la forjación de una identidad comoindividuo-personal o de forma involuntaria, comoabandono, propiciando una salida a la enajenacióny la constitución de una identidad como individuo-masa. La primera forma de la soledad se p~ede llamar

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positiva, porque permite avanzar en una exploraciónenriquecedora para el sujeto; la segunda se puedellamar negativa, porque lo único que le acarrea alsujeto es una inútil y angustiante experiencia de des-comunización.

La soledad como desocialización se puede ex-presar a través de una quiebra del valor de la amistado como lá exaltación de un individualismo a ultranza(cosa por completo opuesta a la personalización) ypuede ser promovida en nuestra época por una tec-nología (televisión, auto, teléfono, computador) quese presenta como remedio contra ella cuando en re-alidad sólo promueve su forma negativa: la del serhumano abandonado y sin comunicación efectiva yauténtica con lo demás, o incluso ser promovida poruna ideología moderna que concibe la felicidad comodesagregación hogareña de la ciudad, que refrendael paso de la cohesión de la comunidad tradicionala la atomización familiarista de la urbe actual y quedefine el espacio común de la sociedad no por lainvitación a la permanencia y la compartición, sinopor el imperativo del movimiento, según una escuetaconsigna que pide: "¡circulen, circulen!".

La soledad del individuo moderno se acentúapor el fin de los apoyos propios de la extinta co-munidad tradicional y por la pérdida de las creenciasreligiosas y sus ilusiones de protección y acompa-ñamiento trascendental. Pero la destradicionalizaciónde la sociedad y la progresiva individualización pue-de conducir a varias salidas: 1. Un individuo an-gustiosamente aislado; 2. Un individuo que quieredenegar su soledad abdicando de su libertad segúnla ilusiórpde hacerse a una compañía total y eterna;y 3. Un individuo que asume su singularidad enuna dialéctica socializante. De las tres, empero, enla sociedad moderna se ha impuesto una combinaciónde las dos primeras, de tal manera que lo que seha promovido es un individuo que, rotos los lazostradicionales, se precipita ansiosamente sobre su par,con el cual ilusiona el encuentro absoluto, así seaa costa de su autonomía, mientras que las relacionescon lo demás las caracteriza por la distancia, la in-diferencia, la desconfianza y la superficialidad.Puesto, pues, en esta lógica, el individuo modernosostendrá su rutina vital, esa de la ansiosa fusióncon su compañero, a costa de mantener reprimidala conciencia de los problemas esenciales de la con-dición y de la existencia humana y sometido a unacompulsión consumista con la que quiere superar,sin tener que dar lugar ni al filosofar ni al dialogar,la trivial rutinización de su vida. Quedan así acen-tuados los rasgos anónimos, y no personalizados,propios de la urbe moderna, y con ello propiciada

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la doble cara de la misma moneda: la absorción uni-formante de la masa y la diferencia histriónica enla misma, moneda con la cual, sea cual sea la caraque prime en un momento, se busca acallar la vozde la propia singularidad que no deja de recordarnosque la soledad es consustancial a nuestro ser.

III

El individuo moderno se caracteriza por una am-pliación de las posibilidades de la vida como ex-periencia, como opciones para elegir -por tantocomo responsabilidad-y como dominio para el goce,es decir, de la vida como aventura, pero tambiénpor una pérdida de las seguridades y garantías ul-tramundanas y por una soledad acrecentada. A estainseguridad y soledad que le toca encarar les ha res-pondido con una acentuada valoración afectiva dela familia como dominio que le depara proteccióny compañía a costa de las posibilidades de ampliaciónde su experiencia vital. Es decir, contra la soledadmoderna se apela a la familia como solución, in-troduciendo, empero, un grave y profundo efectodesocializador. Un monopolista reclamo de interésy valoración por ella hace de la familia un bastióncontra el mundo, que el individuo sostiene, en arasde su anhelo de protección y compañía, desde undispositivo de pareja matrimonial que, erigido comomecanismo de control, vigilacia y propiedad entrelos cónyuges, considera como rasgo de madurez yresponsabilidad el olvido del deseo y la libertad.

Es, pues, una paradoja de la sociedad moderna:que a una instancia como la familia no se le considerecomo importante entre muchas otras cosas impor-tantes de la vida, sino que se la haga monopolizadoradel afecto, las significaciones y las realizaciones delser, produciendo una descohesión y atomización so-cial que hace que de ser un recurso contra la soledadsea una causa principalísima de ella. La idealizaciónde la familia y de la pareja volcada sobre sí mismaes una fuerza opuesta a la ciudad como espacio in-terhumano propiciador de relaciones y experienciasmás amplias y abiertas, como lugar de encuentroy animación de la vida. La lamentable y empobre-cedora mitificación moderna de la familia como clavede la felicidad, de la pareja como completud propiay del hijo como la razón de ser de los padres, hadestinado el hogar a ser lugar de confinamiento yresistencia contra la ciudad y ha definido como papelde la familia moderna el de vigilar, reducir y ordenarlas relaciones de sus miembros con un mundo quesiempre se vive y se representa como peligro y ame-naza contra la dicha y la estabilidad hogareña.

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Mitificación de la familia que persiste pese a laabrumadora constatación cotidiana de que ella másque un espacio de conversación es un mero lugarde agrupamiento, lo que, por lo demás, no es asuntode simple descuido o falta de voluntad de sus miem-bros que pierden de vista la importancia de la con-versación, no, la incapacidad para el diálogo no esun accidente de la familia moderna, sino que es unrasgo consustancial a ella, efecto de su estructuray funcionamiento, pues sólo se puede conversar apartir de lo que a uno le pasa en el Mundo y siel propósito de la familia es reducir este Mundo acero...

Claro que, en rigor, el monopolio familiarista mo-derno requiere un lugar que le haga contrapuntoy que le permita canalizar los aires enrarecidos quese gestan en su interior y que dan lugar a un agobiantemalestar. Ese lugar es el trabajo. Se diseña así unesquema de la vida que tiene corno polos la casa,en tanto refugio y compañía, y el trabajo, corno huidade sí mismo y valor moral por excelencia. En la se-cuencia casa - trabajo - casa, la ciudad cada día sedifumina más en beneficio de la urbe corno molesarquitectónicas entre las cuales circulan rápido, cadavez más rápido, masas de solitarios que se mirancon recelo unos a otros. Esa es la topografía moderna:dos lugares hiperprivilegiados, casa y trabajo, y entreellos una "urbe - circulación". Esta topografía disponeuna cronografía pertinente y así el tiempo se dis-tribuye según una imperativa regularidad que asignael día al trabajo y la noche al hogar, con una dosisde tiempo entendido corno distracción y que se in-vierte en un ocio improductivo, logrando así un in-dividuo metódico, prudente y disciplinado y unavida caracterizada por la precisión, la confiabilidady la eficiencia.

Familia y trabajo, los dos valores supremos quehoy predican corno salvación moral todos los sicó-logos, sociólogos, sexólogos, trabajadores sociales queoperan corno funcionarios del único orden posiblepara ellos -el presente- y corno agentes de la nor-malidad única que conciben -la de los adaptados-,famila y trabajo, decía, constituyen, en gracia de lamitificación de que los ha investido la modernidady de las funciones que les ha asignado en el conjuntode la experiencia de la vida, los más eficaces me-canismos actuales de enajenación del sujeto: despojande la posibilidad de pensar por sí mismo y de moversecon libertad, es decir, hieren al ser humano en suautonomía. Incapaz de asumir su propia singulari-dad, el hombre moderno busca olvidarse de sí en-tregándose compulsivamente al trabajo, a la familiao a la diversión que le reporte un entusiasmo vacío.

Pero este olvido de sí se paga con la ausencia deuna identidad propia y con la dotación de una pro-vista por el mercado y el consumo, forjadores deun individuo - masa que no responde a su deseo,sino que es más bien ejecutante de demandas pro-gramadas y aspiraciones codificadas, todo ello segúnuna lógica que sostiene el consumo no tanto por lasignificatividad que pone en juego cuanto por elaprestigia miento que depare. Por eso esta identidad- moda es, al mismo tiempo, tan abierta y tan pocoafirmada que sustituirla por otra no acarrea duelo:porque ella no es nada esencial y sólo representaun culto a la sensación sin historia y sin proyecto.Pero, también, por eso hoy tenernos masas ansiosaspor ser entretenidas: porque la diversión funcionaen la actualidad corno mecanismo para distraer elfracaso de una vida que no sabe estar a la alturade su singularidad y requiere una excitación sin sen-tido y un entusiasmo hueco. Cuando se pierde eldeseo de una vida significativa y la capacidad decrearla, sólo queda el vacío y con éste el tedio yla angustia que se tratan de esquivar con cualquierdiversión distractora. El individuo moderno es uncumplidor de hábitos-masa, pues incapaz de sostenerproyectos propios, resultado de su singular posiciónante el mundo y la vida, se entrega dócilmente alas rutinas establecidas por otros, incluidas las dela diversión.

IV

En la sociedad actual el hombre o la mujer estána toda hora, sino en medio de una muchedumbre,sí con personas cerca. Lo característico, empero, esla promiscuidad de cuerpos-cosas, pues siempre hayalguien cerca, y la ausencia de personas-diálogo, yaque difícilmente se encuentran. Esta carencia de serescon quienes entrar en diálogo le niega dos efectosenriquecedores de su ser: la conciencia del otro yla conciencia de sí. Quien conversa quiere saber desí y del otro, quien se funde en la masa huye desí y del otro.

El ser humano, a diferencia de los animales derebaño, está llamado a su propia y singular identidad,pero ésta no se constituye sino a partir del Otro.A raiz de esta singularidad corno efecto del Otrose estructura una escisión fundamental del ser hu-mano que 10 lleva a empujar en dos direcciones irre-nunciables para él: estar solo, es decir, separado, yestar junto - a, esto es reunido. Por eso ni la sin-gularidad ni el anhelo de acompañamiento son unaelección del ser humano, más bien son su "fatalidad".Mucho se ha dicho sobre su tendencia hacia el otro,

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pero aquí toca destacar que todos los hombres estánsolos y que ésta es una verdad que brilla, insuperable,en el fondo último de la condición humana. La rea-lidad humana es solitaria por su propia constitucióny por eso cabe para ella una noción como la de lalibertad, que no es otra cosa que la capacidad deestar a solas, es decir, de reconocer y realizar la propiasingularidad. Más preciso: sólo puede ser libre quienpuede estar en sí mismo, en su soledad, quien puedeasumir la conciencia y el sentimiento de estar se-parado y soportar la verdad de que la identidad esun desgarramiento, pero también que la soledad noes sólo lo negativo, sino algo indispensable a quienquiera salir de la uniformidad trivializante y resistira la condición de masa. Captarse como ser únicoimplica desagregarse del común y aspirar a realizaruna existencia auténtica, que no dejará de cobrar enangustia la osadía del autorreconocimiento de tal sin-gularidad.

Si la soledad es consustancial a la condición hu-mana, la libertad, como capacidad de asumir el des-prendimiento y el estar solo, no es originaria en elindividuo, es una conquista que puede o no lograren su existencia.

La condición humana empuja en una doble di-rección: cavar en sí y salir de sí y ser libre no esotra cosa que conquistar una existencia en la quese puedan transitar regularmente estas dos direc-ciones, esto es, ser libre exige cultivar en nuestroser el campo de la soledad sin descuidar, al mismotiempo, la afirmación de lo que hacemos con los de-más, y esto porque la singularidad sólo se realizaen el juego simultáneo del entrecruzamiento y la opo-sición con el otro, de la búsqueda de comunión yla separación. La soledad sólo se entiende como fe-nómeno social, ya que ella sólo se puede dar comodesprendimiento y diferenciación respecto al otro.

El individuo libre mantiene una alternancia entrela soledad y la comunicación, o dicho de otra manera:el individuo libre es el que es capaz de estar a solasy recogerse sobre sí para tener un mejor, más rico

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Y difícil acercamiento al otro. Pero esto delinea eldominio de una experiencia muy singular y exclusivadel ser humano: la conversación, entendida comoel esfuerzo de aproximación de dos o más soledadesque se aceptan como tales y que conquistan, másallá del genio o del talento, la emergencia del pensary el brillo de la verdad.

No obstante, la conversación está hoy en decliveen los tratos humanos, de un lado porque lo queprima en los individuos no es la soledad como unaaceptación de la singularidad, sino como abandonoy ésta, lógicamente, produce la ruptura de cualquiercomunicación y la precipitación a la masa; de otrolado porque cuando las personas se hablan buscanno interpelarse como sujetos sino comunicarse entérminos impersonales; y, sin embargo, lograr po-nerse en comunicación con otro u otros semejanteses un caro anhelo del corazón humano, tanto quesi no se logra se verá embargado por la tristeza, lamelancolía o la angustia.

Conversar, antes que nada, es escuchar la palabradel otro tratando de entenderla para tomarla en cuen-ta, incluso bajo la forma de pedirle cuentas racionales,de tal modo que, se podría decir, conversar es laforma de hacer filosofía en la vida cotidiana y con-creta. Conversar exige -y es lo que lo diferencia delmero hablar- sujetos que sean capaces de ponerseentre paréntesis, suspendiendo sus certezas y no pre-tendiendo simplemente autorratificarse, pues lo quehacen es buscar(se) cada cual a través del otro, enla producción de una verdad que no existe apriori.En la conversación escuchar lo que el otro dice noriñe con el derecho de interrumpir y con el deberde aceptar ser interrumpido, permitiendo que en la

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alternancia se manifieste la alteridad, en un rumboque nunca dejará de ser azaroso respecto a cual serásu punto de llegada. En toda verdadera experienciaconversacional los interlocutores se sostienen en unarelación horizontal, de igualdad y respeto mutuo,teniendo frente a las diferencias únicamente la pa-labra dispuesta como argumento, animados por elpropósito de liberar la verdad, una verdad que nin-guno posee de antemano de manera indiscutible, perocon la cual hay un compromiso que lleva a asumirlas consecuencias de su emergencia. En últimas, con-versar no es sólo el dominio en el que los seres hu-manos comunes y corrientes pueden desatar los efec-tos excepcionales del pensar, sino que es estar junto- a en un esfuerzo por supera~ así sea por un mo-mento, la soledad a la que nos lanza nuestra irre-basable singularidad.

Esa soledad, no como abandono, sino como afir-mación de la propia singularidad es condición in-faltable de la verdadera conversación, que como te-jido de palabras entre soledades que se buscan, vacreando las condiciones para el asalto, siempre ines-perado, del pensamiento. Pensar, en consecuencia,no es monopolio de esas producciones del espírituque llamamos Ciencia, Arte y Filosofía, en un sentidoacadémico, ni es potestad exclusiva de los seres ge-niales, sino que bien puede darse en esa forma co-tidiana de la vida de los hombres comunes que esla conversación o en esa forma del saber estar a solas,

ya no como esfuerzo de aproximación a otro sinocomo ese estar sin más consigo mismo, que llamamosmeditación y que no es otra cosa que el diálogo queestablecen Yo y Mi, pero en cualquier caso pensarsiempre es brillantez, porque es la irrupción de unsentido nuevo que modifica la manera que traíamosde ver o vivir algo. Pero también, en cualquier caso,pensar es difícil porque exige romper con los sentidosen que nos reconocíamos y asumir una soledad dis-puesta a entrar en relación con el otro, aunque siem-pre haya algo"de imposible en esto, sin ceder a lasoledad como abandono e incomunicación ni a lasformas de enajenación a los que ésta precipita y quela época moderna, con sus diversos mecanismos, fo-menta. Pensar pues, siempre acarrea algo de sufri-miento, pero a cambio nos depara el beneficio deun nuevo orden más comprehensivo y la aperturade nuevas posibilidades, de tal manera que bien sepuede decir que el pensar, que exige al ser humanoasumir la vertiente de su soledad sin menoscabo desu aproximación al otro, es una angustia ...festiva,porque él nos permite ser más y entre más se es,más se vive \f'

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