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COCODRILO, CABALLO, LEÓN, LEÑADORES... ¡YA SE ARMÓ LA CACERÍA! por JAPE APENAS comienzan las primeras brisas frías de enero y mi amigo Floro comenta en su más reciente carta: «Estimado Jape, hace unos días nos estábamos que- jando del calor y evocando con todas las fuerzas del corazón alguna baja temperatura que refrescara el ambiente y ahora muchos claman por los rayos del sol, mientras tiritan improperios contra el frío. Eso mismo pasa con el pescado. Los menos jóvenes recuerdan cómo nos quejábamos del menú de cada día: “¡Hasta cuándo la merluza!”, y ahora somos capaces de pagar altos precios por este plato en una paladar. «El frío y el pescado me hacen recordar un viejo cuento popular: Un hombre le estaba siendo infiel a su esposa y para ver a su amante tenía montada una infa- lible coartada. Tomaba la vara y los atavíos de pesca y anunciaba que iba a pescar. Luego de disfrutar unas horas con la otra (como suele decirse) pasaba por el Malecón, compraba parte del “ensarte” a los pesca- dores y regresaba triunfal, con el “producto” de su “cacería” en ristre. En una ocasión en que demoró más de lo acostumbrado en compañía de su querida, al lle- gar al muro costero no quedaba ningún pescador y por ende ningún pez fuera del agua. Luego de mucho pen- sar tuvo una gran idea: compró varias libras de pesca- do congelado en una pescadería cercana a su hogar y nuevamente llegó a casa contento y triunfal. Esta vez su esposa no se “tragó” el pescado. Con cara de pocos amigos, tras largas horas de espera, le reprochó en el tono más irónico y conflictivo que se haya escu- chado: “¡Al parecer, por el tiempo que te has demora- do y las condiciones en que está ese pescado, fuiste a pescar al Polo Norte!”». Estimado Floro, por el contenido de tu historia (el pescado) es evidente que ocurrió hace muchos años. También de hace muchos años, cuando los carnavales eran en diciembre o enero (no recuerdo bien), y hacía frío en esos meses, es esta anécdota que me traen a la memoria los vientos fríos de comienzo de año. Los carnavales habaneros se distinguían por sus vis- tosas carrozas, el largo paseo por el litoral, el concurri- do graderío de metal y madera con ofertas de comida y bebida a módicos precios, la imponente tribuna don- de sesionaba el jurado y, por supuesto, las contagiosas comparsas, además de los muñecones y otras múlti- ples variedades. Cada barrio, empresa y municipio, se preparaba para la cerrada competencia y obtener el premio al mejor espectáculo. Una comparsa, de loable tra- yectoria, y cuyo nombre me reservo para no herir ¡El pito se congeló! susceptibilidades, tenía preparada una coreografía que, sin dudas, sería galardonada. A la noche de pre- sentación le antecedieron incontables días de ensa- yo. El maestro coreógrafo, al que cariñosamente lla- maban «Papi», había hecho sonar su silbato miles de veces marcado los tiempos de cada paso, de cada movimiento. El frío que hizo aquella esperada y decisiva noche les jugó una mala pasada. Todo comenzó bien, pero a medida que se acercaban a la tribuna, el sonido del silbato orientador se hacía más imperceptible y por ende comenzó a cundir el pánico entre los músicos y los bailarines. La pregunta colectiva, de boca en boca, llegó hasta el maestro director: ¡Ay Papi!, ¿qué te pasó? El hombre, angustiado, contestó con pena: ¡El pito se congeló! La respuesta, con efecto de bumerán, corrió nuevamente de voz en voz por toda la compañía danzaria, que por un momento pensó que era un estribillo y así fue tomando forma: ¡Ay Papi!, ¿qué te pasó? ¡El pito se congeló! ¡Ay Papi!, ¿qué te pasó? ¡El pito se congeló! Marcando el tema y moviendo contagiosamente la cintura, pasaron ante los ojos del jurado y la enardeci- da concurrencia que también coreaba: ¡Ay Papi!, ¿qué te pasó? ¡el pito se congeló! No recuerdo si ganaron premio alguno, pero salvaron la honrilla en aquel frío carnaval. [email protected] www.dedete.cu

¡El pito se congeló! - Juventud RebeldePapi!, ¿qué te pasó? ¡El pito se congeló! ¡Ay Papi!, ¿qué te pasó? ¡El pito se congeló! Marcando el tema y moviendo contagiosamente

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COCODRILO, CABALLO, LEÓN, LEÑADORES... ¡YA SE ARMÓ LA CACERÍA!

por JJAAPPEE

APENAS comienzan las primeras brisas frías de eneroy mi amigo Floro comenta en su más reciente carta:«Estimado Jape, hace unos días nos estábamos que-jando del calor y evocando con todas las fuerzas delcorazón alguna baja temperatura que refrescara elambiente y ahora muchos claman por los rayos del sol,mientras tiritan improperios contra el frío. Eso mismopasa con el pescado. Los menos jóvenes recuerdancómo nos quejábamos del menú de cada día: “¡Hastacuándo la merluza!”, y ahora somos capaces de pagaraltos precios por este plato en una paladar.

«El frío y el pescado me hacen recordar un viejocuento popular: Un hombre le estaba siendo infiel a suesposa y para ver a su amante tenía montada una infa-lible coartada. Tomaba la vara y los atavíos de pesca yanunciaba que iba a pescar. Luego de disfrutar unashoras con la otra (como suele decirse) pasaba por elMalecón, compraba parte del “ensarte” a los pesca-dores y regresaba triunfal, con el “producto” de su“cacería” en ristre. En una ocasión en que demoró másde lo acostumbrado en compañía de su querida, al lle-gar al muro costero no quedaba ningún pescador y porende ningún pez fuera del agua. Luego de mucho pen-sar tuvo una gran idea: compró varias libras de pesca-do congelado en una pescadería cercana a su hogar y

nuevamente llegó a casa contento y triunfal. Esta vezsu esposa no se “tragó” el pescado. Con cara depocos amigos, tras largas horas de espera, le reprochóen el tono más irónico y conflictivo que se haya escu-chado: “¡Al parecer, por el tiempo que te has demora-do y las condiciones en que está ese pescado, fuistea pescar al Polo Norte!”».

Estimado Floro, por el contenido de tu historia (elpescado) es evidente que ocurrió hace muchos años.También de hace muchos años, cuando los carnavaleseran en diciembre o enero (no recuerdo bien), y hacíafrío en esos meses, es esta anécdota que me traen ala memoria los vientos fríos de comienzo de año.

Los carnavales habaneros se distinguían por sus vis-tosas carrozas, el largo paseo por el litoral, el concurri-do graderío de metal y madera con ofertas de comiday bebida a módicos precios, la imponente tribuna don-de sesionaba el jurado y,por supuesto, las contagiosascomparsas, además de los muñecones y otras múlti-ples variedades.

Cada barrio, empresa y municipio, se preparabapara la cerrada competencia y obtener el premio almejor espectáculo. Una comparsa, de loable tra-yectoria, y cuyo nombre me reservo para no herir

¡El pito se congeló! susceptibilidades, tenía preparada una coreografíaque, sin dudas, sería galardonada. A la noche de pre-sentación le antecedieron incontables días de ensa-yo. El maestro coreógrafo, al que cariñosamente lla-maban «Papi», había hecho sonar su silbato miles deveces marcado los tiempos de cada paso, de cadamovimiento.

El frío que hizo aquella esperada y decisiva nocheles jugó una mala pasada. Todo comenzó bien, peroa medida que se acercaban a la tribuna, el sonido delsilbato orientador se hacía más imperceptible y porende comenzó a cundir el pánico entre los músicos ylos bailarines. La pregunta colectiva, de boca enboca, llegó hasta el maestro director: ¡Ay Papi!, ¿quéte pasó? El hombre, angustiado, contestó con pena:¡El pito se congeló! La respuesta, con efecto debumerán, corrió nuevamente de voz en voz por todala compañía danzaria, que por un momento pensóque era un estribillo y así fue tomando forma: ¡AyPapi!, ¿qué te pasó? ¡El pito se congeló! ¡Ay Papi!,¿qué te pasó? ¡El pito se congeló!

Marcando el tema y moviendo contagiosamente lacintura, pasaron ante los ojos del jurado y la enardeci-da concurrencia que también coreaba: ¡Ay Papi!, ¿quéte pasó? ¡el pito se congeló! No recuerdo si ganaronpremio alguno, pero salvaron la honrilla en aquel fríocarnaval.

[email protected] www.dedete.cu