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PE N D V L O X X I I I
Lectura crítica del cartel de Toros en la historia reciente
de Málaga
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101
Vivimos tiempos globales en los que una fritanga de
bollería industrial sabe exactamente igual en la Ciu-
dad del Paraíso que a cinco mil kilómetros de ella.
Somos espectadores de un gran teatro interna-
cional en el que se prefi eren las tradiciones impor-
tadas (yo opto por los Huesos de Santo a Hallowen)
encontrándonos inmersos en un ciclo de negación
de lo autóctono ya que parece que defenderlo es ser
chovinista o, lo que es peor, inculto. Nada es mejor,
nada es peor: cada tradición es propia de cada país
y eso le signifi ca de los demás.
Con esto quiero reivindicar la España de pan-
dereta y castañuela desprendida de todo estigma de
analfabetismo, y romper la idea que lo ajeno es mejor
que lo propio ya que por todos es conocido que las
marcas “España” y “Andalucía” levantan pasiones
allá donde vayan. Independientemente del debate
toros sí o toros no, no se puede negar que una de las
manifestaciones culturales con más arraigo de este
país son las corridas de toros. Y esto ocurre por dos
razones muy sencillas de comprender.
Primera, el toreo a pie proviene del pueblo y
mientras sea así, perdurará; y segunda, la Fiesta es
pura verdad, no hay teatro: vida y muerte unidas y
enfrentadas entre sí, el toro y el torero, la fuerza y la
inteligencia.
Andalucía es tierra de toros. Como escribe el
Maestro Antonio Gala en su libro Andaluz: “en
España hay una trinidad —el toro, el torero y la
muerte— que, querámoslo o no, nos signifi ca”. Por lo
tanto, la Tauromaquia nos estigmatiza hasta tal punto
que muchos de nosotros siendo pequeños hemos
jugado, y seguimos haciéndolo de mayores, al toro.
A los afi cionados nos preocupa todo lo que
acontezca alrededor de la Fiesta de tal forma que
sentimos la necesidad de salir en su defensa cuando
vemos que está siendo arremetida continuamente
con realidades muy a medias e interesadas desde
los medios de comunicación no especializados. Sólo
pedimos que se nos respete tal y como hacemos los
taurinos con quienes no lo son. Por esto he seleccio-
nado la foto que encabeza esta refl exión.
Para comenzar esta aportación a la Tauroma-
quia haremos con un breve recuerdo del toro bravo,
razón de nuestra tradición y devoción.
El uro se conocía en toda Europa hasta tal punto
que tenía una gran relevancia e importancia social.
Ya en tiempos de asirios y persas (mil años antes de
Cristo) se realizaban cacerías de toros. Así encon-
Lectura crítica del cartel de Toros en la historia reciente de Málaga / Miguel Díaz Casado de Amezúa / p. 100-119
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tramos símbolos como este bronce cretense, datado
entre 1700 y 1450 antes de Cristo, que representa
el hombre saltando al toro, probablemente durante
una ceremonia religiosa según se recoge en el deta-
lle explicativo de The National Gallery en Londres.
Desde estonces hasta la actualidad la evolución
temporal y genética ha favorecido de tal forma a la
raza que la ha transformado en la de toro bravo de
lidia, la que conocemos hoy día y es necesaria para
comprender los distintos conceptos del toreo: el
moderno sumamente artista del gran Morante, la
maestría de Manolete o la valentía y torería de Padilla.
Para ello es trascendental recordar dos momen-
tos históricos:
Primero, aparición de las normas de la lidia: se
datan las primeras reglas escritas de la lidia del toro
bravo a mediados del siglo XIII estando recogidas
en las Siete Partidas y en las que la brega se reali-
zaba por nobles a caballo quienes lo hacían, princi-
palmente, como entretenimiento y ejercicio militar
gracias a la agresividad del animal.
A mediados del siglo XVIII se profesionaliza el
toreo a pie. Pedro Romero en Ronda, Pepe-Hillo en
Sevilla y las “Reglas” de Paquiro de 1836 son esen-
ciales para comprender que el toro bravo de lidia es
más que un animal: es el animal por excelencia.
Segundo momento a destacar: la cabaña brava
y sus castas fundacionales. Cinco son las castas
en las cuales se basa el toro actual (Jijona, Nava-
rra, Cabrera, Vazqueña y Vistahermosa) que sur-
gen del proceso de selección del toro durante siglos
para ir acomodando la fi ereza y su agresividad (de
todos es conocido que este animal servía también
como guardián de fi ncas y así evitar robos de cose-
chas) a la bravura necesaria para realizar el toreo a
pie actual. De estos cinco troncos salen numerosas
ramas con la diversidad de ganaderías de bravo que
existen actualmente.
Pues bien, todo lo concerniente a lo largo de
la historia sobre este magnífi co, exclusivo y único
animal es motivo de estudio y curiosidad. El traje
de torear, los diferentes reglamentos, las tradiciones
y un largo etcétera en que el también tienen cabida
los carteles de toros: desde las simples voces de un
pregonero en tiempos remotos a auténticas obras
de arte las cuales sirven para anunciar el evento que
se va a producir. El primer cartel conocido es de
Sevilla datado en 1762, le seguirían las viñetas hasta
la aparición del fotograbado a fi nal del siglo XIX y,
en la actualidad, la impresión digital que permite la
mecanización impersonalizada de los anuncios, el
clásico “corta y pega” que banaliza el rito.
Si analizamos los carteles veremos que no fal-
tan los datos básicos y lógicos (plaza, fecha, gana-
dería y matadores) pudiéndose ampliar con los de
las cuadrillas, picadores, orígenes de los actuantes,
precios de localidades, normas de comportamiento,
fotografía vs dibujo artístico y una gran variabilidad
de circunstancias que el observarlos supone una
delicia ya que marcan costumbres de la época: efec-
tivamente son testigos sociales. Además, con el paso
del tiempo la cabaña brava ha ido evolucionando
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conforme al gusto del público y, sobre todo, del
torero pasando del toro agresivo inicial a la dualidad
público torista o torerista de los ochenta fi nalizando
en el actual toro artista, sin olvidarnos del raquí-
tico de la posguerra y todo ello totalmente infl uen-
ciado desde fi nales del siglo XIX por Joselito quien
perpetuó la exigencia, más que disposición, de los
maestros de escoger el tipo de toro a lidiar según
su origen, gusto y posibilidades de éxito dejando el
resto de ganaderías para aquellos toreros de menor
nivel o menos solicitados por el público.
Para contribuir al conocimiento de la Fiesta voy
a presentarles un recuerdo crítico de la evolución del
cartel de toros en la historia actual de la provincia de
Málaga en el cual podrán observar las infl uencias
sociales, artísticas y económicas en las décadas corres-
pondientes y es que la visualización de esta publicación
taurina se puede realizar de dos formas complementa-
rias: como mero documento informativo y publicita-
rio y/o como elemento artístico y cultural.
De los más tradicionales que encontramos, y
se repetirá a lo largo de todos los años, es el anun-
ciador de la Goyesca de Ronda, corrida especial y
elitista donde las haya al ser descrita en reiteradas
ocasiones con el tópico de ser la ciudad “cuna del
toreo y de los toreros machos”. Siempre relacionada
con las fi estas locales de Pedro Romero, la emisión
de proclamas carteles se realiza en papel y tejidos,
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siempre con exquisito cuidado para dar
más realce, si cabe, al evento.
Además de los datos fundamentales,
en ellos se refl ejan los detalles que, por des-
gracia, se están perdiendo: nombres y divi-
sas de los toros, nombres de picadores y
cuadrillas, precio de las localidades y nor-
mas de comportamiento de obligado cum-
plimiento por el público.
En otro orden ya se realizan octavillas
dedicadas a atraer el turismo que empezaba
a resultar motor de la economía. De hecho
se presentaban carteles exclusivamente en
inglés, con errata incluida (“youn”), en los
cuales la fi nca se traducía como “ranch” y
los picadores “picadors”. Con cuadrillas
y banderilleros no se atrevieron y para los
cuales el lector puede dar rienda suelta a su
imaginación aunque más adelante lo des-
cubriremos.
En la década de los 60 existe una con-
solidación turística. En tiempos en que
era inalcanzable la televisión para toda la
población, los eventos para divertimento
seguían siendo el fútbol y los toros. Con
la frase destacada de “entradas especiales
para niños menores de ocho años y mili-
tares” el empresario se aseguraba un lleno
de localidades para ver a la fi gura de turno,
refl ejo de un pueblo necesitado de mitos, y
que además serviría como enganche para
espectáculos futuros. Cierta envidia sana al
observar en él que se podía asistir al des-
encajonamiento de las reses, hecho vetado
hoy día en numerosas plazas y que tiene
gran interés para el afi cionado.
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Un debate abierto actualmente es
el de la edad de acceso al espectáculo
taurino. En la década que nos ocupa
se solventa con gran diligencia: “los
niños que no sean de pecho pagarán
la entrada” , siendo precio especial
de la misma para ”señoras, militares
sin graduación y niños con pantalón
corto” lo cual nos hace pensar cuán
era el poder adquisitivo de estos gru-
pos sociales.
La plaza de toros de Marbella se
inauguró en las Fiestas de San Ber-
nabé el 11 de Junio de 1964. Para ello
se confeccionó un cartel en el cual des-
tacaban los retratos de los actuantes,
los dos primeros más veteranos con
un aire de dandy casposo de película
americana de la época y el tercero de
turno, el más joven, El Cordobés con
su amplia sonrisa espejo de la tragi-
comedia política, social y económica
española del momento en la cual,
recordemos, no existía la clase media.
El precio de la corrida inaugural
supuso 800 ptas. Un sueldo en aquellos
tiempos que muy pocos se lo podían
permitir. De ahí que existieran los
espontáneos, como el propio Manuel
Benítez, quienes buscaban la oportuni-
dad de librarse del hambre a pesar de
que su osadía les podía costar la cogida
o 500 ptas y la imposibilidad de asistir a
un espectáculo en el plazo de dos años
por Reglamento vigente. De ahí la céle-
bre frase ¡más cornadas da el hambre!
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Detalle del texto del cartel de la corrida inaugural de la plaza de Marbella
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En este cartel también se refl eja, como en
años anteriores, las normas de cumplimiento para
los espectadores y publicadas en el BOE de 23 de
Marzo de 1962: “no se dan contraseñas de salida”,
para volver a entrar se sobreentiende y colar algún
conocido sin posibles, práctica muy extendida y
aún no resuelta.
La Feria de Málaga se proclamó en 1970 con un
pase por la espalda a tinta sobre tela y en el cual se
anuncian las famosas bodegas Quitapenas, proba-
blemente patrocinadores de la emisión del mismo.
En otras fechas veríamos la también celebérrima
¡“Cerveza Victoria, malagueña y exquisita!”
En los años 70 ya se ha construido Puerto
Banús y la Plaza de Marbella, denominada “Nueva
Andalucía”, hace anunciar sus eventos en trilingüe:
castellano, inglés y francés lo que signifi ca que el
espectáculo taurino seguía siendo un estímulo a la
economía local y nacional . Plazas de toros de pue-
blo como Mijas programaban espectáculos al efecto.
En carteles de este período se atreven a traducir el
concepto de cuadrilla y subalterno a “assistant bull-
fi gther” pero lo que resulta llamativo es que no se
traducen las “NOTAS” de interés para el público (
al ser relativas a las ordenanzas del festejo) entre las
que se recoge que “queda terminantemente prohi-
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bido a los espectadores proferir insultos o palabras
que ofendan la moral…” de los lidiadores; luego
abuchear a un torero cuando el respetable estima
que no ha estado a la altura exigible de valentía y
arte viene de muy lejos.
Quisiera destacar un cartel que hoy día tiene
especial relevancia. Se trata del debut con pica-
dores en 1976 de “la srta. de Vélez Mari Fortes”.
Esta mujer fue de las primeras en osar entrar en el
exclusivo mundo taurino de “hombres”. Pues bien
esta torera es la madre del reciente matador Saúl
Jiménez Fortes. Podemos entonces extraer esta
refl exión: ¿el torero se hace o se nace? La adqui-
sición de entradas se podía hacer por teléfono (el
500.009) o bien directamente en un bar, práctica
ésta bastante habitual.
Pero no hay nada como la majestuosidad de
Ronda. En la corrida Goyesca del año 1972 actua-
ron Bienvenida, Dominguín y Ordoñez presenta-
dos en un cartel de sobria factura con ribetes y
colores al estilo del traje goyesco, la presencia en
imágenes de Pedro Romero y del Maestro de Ronda
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a quien se le impondría la Gran Cruz de Bene-
fi cencia de manos del Sr. Utrera, Subsecretario
de Trabajo. Ordoñez, descrito presuntuosamente
en este cartel como “el mejor torero del mundo”
(con permiso de Belmonte, Joselito, Manolete, El
Viti…) y toreó su única tarde de dicho año en esta
corrida, cuyos emolumentos fueron a varias insti-
tuciones de benefi cencia.
A lo largo de los años 80, Manolo Ortiz, Pepe
Ortiz, Curro Álvarez y el Maestro Miguel Márquez
establecieron una forma personal en la lidia del toro
bravo que infl uyó a partir de entonces en la brega
del toro bravo en los años venideros. Este “equipo”
recorrió numerosas plazas dejando su buen hacer
y sabor allá donde fueron. De ahí salió este cartel,
retrato y folclore resumidos en él. Fue la reconocida
“Cuadrilla del arte”. En la década posterior tiene
lugar el máximo apogeo de los cambios en el con-
cepto del toreo, lo cual repercute en toda la Fiesta.
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Se habla del toreo más profesional frente al arte, más
técnico frente al duende. Toreo de valentía y maes-
tría de Ruiz Miguel, por ejemplo. Se ponen de moda
dos tipos de festejos claramente diferenciados: los de
toreros técnicos, entre los que estaban los carteles de
toreros-banderilleros, frente a los artistas.
El público se decanta por los primeros quedando
los artistas para un grupo selecto de incondicionales
y fervorosos afi cionados siendo relegados a carteles
conocidos como “de Arte o Gitanos”. Para aludir a
los “técnicos” elijo uno muy frío de la corrida con-
curso de Ronda de 1990 (lo cual demuestra que en
esta ciudad en su historia reciente existieron corridas
fuera de la tradicional goyesca) en el que se anuncia
Roberto Domínguez, gran torero que puso de moda
el descabello del animal casi como una suerte frente
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al acoso al mismo. Solo ante el toro, genufl exo, lim-
pio y certero, desterró de las plazas el espectáculo
del fallo al apuntillar al toro, bochornoso e indigno
para todos. A destacar para bien el apelativo con que
se proclamaba que este tipo de festejo era “sólo para
afi cionados”. Teóricamente tendrían que abstenerse
desapegados, ignorantes y otros colectivos ya que
esto signifi caba explícitamente que, en defi nitiva, no
iban a comprender nada: pasaríamos de ver el espec-
táculo procaz de masas, como el “salto de la rana”
de años anteriores, a la maestría de la Tauromaquia.
Para signifi car a los artistas elijo un cartel de Curro,
Paula y Pepe Luis Martín, de confección más cer-
cana a las musas y el duende aunque para disfrutar
de las mismas hubiese que asistir a muchas corri-
das sin ápice de esperanza, aunque siempre quedaba
la duda de que si la inspiración rondaba esa tarde
la plaza posiblemente podría vivirse un faenón o el
regusto eterno de una media verónica de cualquiera
de ellos ya que con ella se justifi caba el precio de la
localidad. Moraleja: no es igual torear en la plaza que
hacer la faena campera.
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Un joven novillero malagueño llamado Juan
Ramón Romero, hijo de Juan también torero de
Málaga, actúa en la Feria de Málaga de 1983; obsér-
vese el detalle que se realiza en fechas distintas a
la que se celebra actualmente. Muchos años más
tarde, en Atarfe tomaría la alternativa de manos del
Maestro Ponce y Manzanares de testigo.
Mención especial es la alternativa de un bar-
bilampiño Joselito, recalcándose en el aviso “de 16
años de edad y triunfador en Las Ventas” lo cual
era un sello de garantía para el afi cionado que-
dando demostrado por su gallardía y mando en los
años posteriores, de hecho ha recibido la medalla a
las Bellas Artes recientemente.
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Otra situación que se ha venido repitiendo en las
diferentes décadas es el perfi l solidario de los tore-
ros: jugarse la vida ante el toro donando el dinero
bien merece un reconocimiento. Para ello expongo
la publicación del muy querido en Málaga Capea,
el padre. Llama la atención porque dicho modelo
se repetiría para este tipo de eventos y sólo cambia-
rían la imagen del actuante, como por ejemplo la del
malogrado Julio Robles.
Qué importancia tiene las Escuelas Taurinas
para el conocimiento y desarrollo del toreo. En
Málaga existe como tal y cabe mención una octavi-
lla de la misma que invita a asistir a la exhibición de
sus alumnos en la que están retratados, entre otros,
unos jovencísimos Javier Conde y Ricardo Ortiz,
éste hijo de Manolo Ortiz banderillero de la men-
cionada previamente “cuadrilla del arte”. Si nos
interesamos por los subalternos vemos que actúa
como tal la hoy torera de la tierra Mary Paz Vega.
Un nexo común actualmente en los anuncios es
la triste frase resumen: “acompañados de sus cuadri-
llas de picadores y banderilleros” con lo cual queda-
ban relegados a segundo plano el resto de actuantes
pero quienes son también fundamentales en la lidia
del toro bravo. Este hecho conlleva una llamada de
atención. El afi cionado a la Tauromaquia es sensible,
tanto que es capaz de notar cualquier gesto o com-
portamiento que ocurra en la plaza y darle explica-
ción, incluso sin reglas escritas. Pero la masa va a ver
toros y poco le importa lo demás. Para ejemplo, un
botón. Pocos de los asistentes sabían que el brindis
de Manzanares —hijo— a su subalterno Juan José
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Trujillo este 15 de agosto pasado fue porque éste
celebraba su alternativa como torero aunque pos-
teriormente, por menor suerte, tuvo que pasar a
hombre de plata en donde está cosechando grandes
triunfos. ¿Y por qué ocurre esto? Muy sencillo, por-
que por desgracia se ha perdido la labor divulgativa
y cultural del cartel de toros de antaño, la cual quiero
reivindicar con este escrito. En él se anunciaba prác-
ticamente todo. En su descargo decir que en la Feria
de Málaga y en otras corridas notables se vienen edi-
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tando y regalando unos programas de mano muy
interesantes para el afi cionado y para los que deseen
serlo en el que se recogen reseñas y noticias del fes-
tejo que se va a presenciar: cultura.
En los últimos tiempos asistimos a otro elemento
pernicioso: el fenómeno clenex. Se impone el pañuelo
de papel frente al de tela. En Málaga se llegaron a pedir
las orejas del triunfo a voz en cuello, en tiempos de la
Feria del Chanquete que, afortunadamente, erradicó el
equipo gubernativo de La Malagueta con D. José Luis
Fernández Torres a la cabeza, dejándose a un lado el
bamboleo del tradicional sonador. Aparte de la emi-
sión del cartel ofi cial se suele proporcionar un pañuelo
recordatorio del festejo o de la Feria con una letanía en
sus cantos (“con este pañuelo pida la oreja”) aunque
carecen de los tejidos y terminaciones de hace tiempo.
En todos estos años se produce una revolución
con competitivas estadísticas periodísticas de ver qué
toreros superan el centenar de corridas por año: canti-
dad por calidad, balanza desequilibrada; muchos son
los que están en las preferencias de los públicos pero
falta el símbolo. Pasan años sin que el pueblo tenga un
espejo. De Espartaco al fenómeno de la exclusividad
de José Tomás quien consigue que sea un aconteci-
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miento especial cada vez que torea. Es absolutamente
tan único como su tauromaquia, la cual arrastra fi eles
allá donde va. En consonancia, se anuncia con car-
teles encargados a grandes pintores, creadores que
con su arte dan un fuerte aldabonazo en la defensa
de la Fiesta. Es puro símbolo, tanto él como su toreo:
fuente y caudal de pasiones bravas. Único es el torero
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y única su idiosincrasia. Es la simbiosis perfecta ele-
vando el nivel de ambos, cartel y torero, por encima
del resto de los mortales: del pase de lidia rutinario
volvemos al toreo en su esencia más pura. Se cie-
rra el círculo espiritual: vuelve el mito extático, ese
que es necesario para el pueblo y que lo encumbra
en el limbo de los dioses elevando emociones enar-
decidas a su paso. Dicen que José Tomás es el torero
de los intelectuales, refl ejo del momento histórico del
que forma parte y pasa de ser hombre terrenal a otra
dimensión superior: incontestable necesidad de su
existencia para comprender que la pasión del toreo
es, nuevamente, vida y muerte lo cual ocurre irrepeti-
blemente en un solo momento, real pero eterno, en la
memoria de un afi cionado hasta tal punto que el sim-
ple recuerdo del mismo hace afl orar la emoción como
si estuviera sucediendo en ese mismo instante. Es, en
defi nitiva, el Arte del Toreo.
Dicha situación redunda igualmente con Caye-
tano en Ronda. Para presentar el movimiento social
y taurino de esta ciudad en los últimos años se
escogen carteles elegantes y con pinturas que nada
tienen que ver con los dibujos de grandes pases tau-
rinos sino más bien con simbología para represen-
tar a la Fiesta quedando patente que ésta evoluciona
sin perder un ápice de rito y tradición.
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Con todo lo expuesto quisiera justifi car que
debemos ser capaces de mantener nuestras tradicio-
nes y mejorarlas, siendo este homenaje para todos los
que colaboran en la confección de un cartel taurino
ya que con su contribución ayudan a la difusión de
la Fiesta, bajo el respeto más absoluto. Que actuales
y futuras generaciones comprendan que, ante todo,
el torero y el afi cionado respetamos al toro y por esto
no se debe permitir una trivialización de la Tauroma-
quia porque es única. Debemos volver a señalar cos-
tumbres centenarias en los carteles ya que, también,
son el medio de conocimiento y evaluación social,
económica y costumbrista del pueblo. Debemos
volver a recoger notas tan simpáticas como obvias
porque son vehículos de instrucción (por ejemplo
la que recuerda que “está prohibido lanzar objetos
al ruedo” ya que los extranjeros, y otros que no lo
son, creen que es tradicional arrojar almohadillas
al albero al fi nalizar el festejo) del público o aquella
de que “una banda de música amenizará el espec-
táculo”. Un festejo taurino es un caudal de sensa-
ciones: color, música, emoción, contraste, miedo,
alegría… tanto como su cartel anunciador. Sólo así
119
es posible la magia del pase perfecto “ de cartel”, de
escuchar en la plaza al espectador impaciente que
tras el primer tanteo del matador de turno espeta
“música maestro” y le responda otro desde el ten-
dido contrario “pues cómprate una radio”, de sentir
el vuelo de los vencejos con la música del silencio o
del vendedor ambulante del tendido uno, sí aquel
que se jactaba de saber inglés cuando anunciaba
sus productos en la canasta de mimbre: “¡ay! ¡Llevo
er schócola, el purillo, er tabaco, er cacahué y las
pipas!” obviando el aspecto peyorativo del mismo.
Años de tradición.
Y el origen de todo esto es el enigmático toro
bravo de lidia, el único animal salvaje al que se le
permite defender su vida ante un jurado popular y
si es bravo, con lo que esta palabra en toda su exten-
sión signifi ca, vuelve al campo para padrear.
El toro es mimado durante su existencia, en
extensiones de campo para él que, si no estuvie-
ran vírgenes, a saber de cuántos ladrillos estaría
cubierta. Hemos sabido proteger y mejorar esta
especie nuestra durante siglos. Custodiémosla.
Los carteles que se reproducen pertenecen
a la colección del autor del artículo.
Los dibujos taurinos son obra de
Dª. Pilar García Millán, a la que
agradecemos muy sinceramente el
habernos permitido su reproducción.