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7 Enrique Palazuelos y Alejandra Machín Ruidos y silencios de la política energética de Estados Unidos Noises and Silences in the Energy Policy of the United States El trabajo analiza las dos líneas de fuerza principales que caracterizan al sistema energético de Estados Unidos: la demanda final del sector de transporte, que se abastece con derivados de petróleo y determina el aumento de la importaciones de crudo, y la demanda intermedia de las plantas térmicas, que se abastece mayoritariamente con carbón y es el principal responsable de la contaminación ambiental. En segundo término, se analizan las limitaciones del gas natural, la energía nuclear y las fuentes renovables para incrementar su contribución al mix eléctrico. Después se examina la política energética de la Administración Bush para valorar en qué medida sus propuestas pueden alterar las tendencias vigentes en el sistema energético. Se concluye que esa política energética resulta inoperante para modificar las líneas de fuerza que presiden el sistema y, en consecuencia, seguirá aumentando la dependencia energética en las próximas décadas. This paper analyzes the two main lines of force that characterize the energy system of the United States: the final demand of transport sector, which is mainly supplied by petroleum, determines the continued growth of the crude oil imports, and the intermediate demand which is the main responsible for the environmental pollution. Further, it studies the limitations of natural gas, nuclear power and other renewed sources to increase their contribution to the electricity mix. Following, the Energy Policy of Bush Administration is examined. The conclusion is that this energy policy outcome is ineffective for changing the system predominant lines of force and therefore the energy dependence will continue increasing for the next decades. JEL classification: F00, F02, F13 37 Ana María Aragonés, Uberto Salgado y Esperanza Ríos ¿A quién benefician las remesas? Whom do Remittances Benefit? Se analizan las remesas a México de migrantes desde la perspectiva macroeconómica destacando la posición del Estado y el uso que hace de esas transferencias. Se intenta probar que el Estado mexicano ha optado por un modelo de acumulación trabajo-exportador colocando a la migración como uno de los pivotes para la entrada de divisas. El estado usa esas remesas para apoyar su política económica, que en el marco del neoliberalismo, se orienta a mantener un bajo riesgo país para beneficiar a los inversionistas extranjeros. Después de analizar el uso de las remesas y el aumento en la reserva de activos internacionales del Banco de México se sugiere aplicar estas últimas a la producción nacional. Este sería un camino que permitiría iniciar la reversión de la tendencia migratoria. En el presente trabajo ha quedado claro que el objetivo del Estado no es revertir la tendencia migratoria, pues si bien las remesas pueden tener un efecto positivo en la cuenta corriente por medio de las transferencias en los ingresos, genera un impacto negativo al

Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

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Page 1: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

7 Enrique Palazuelos y Alejandra Machín

Ruidos y silencios de la política energética de Estados Unidos

Noises and Silences in the Energy Policy of the United States

El trabajo analiza las dos líneas de fuerza principales que caracterizan al sistema energético de

Estados Unidos: la demanda final del sector de transporte, que se abastece con derivados

de petróleo y determina el aumento de la importaciones de crudo, y la demanda intermedia de las

plantas térmicas, que se abastece mayoritariamente con carbón y es el principal responsable de la

contaminación ambiental. En segundo término, se analizan las limitaciones del gas natural, la energía

nuclear y las fuentes renovables para incrementar su contribución al mix eléctrico. Después se

examina la política energética de la Administración Bush para valorar en qué medida sus propuestas

pueden alterar las tendencias vigentes en el sistema energético. Se concluye que esa política

energética resulta inoperante para modificar las líneas de fuerza que presiden el sistema y, en

consecuencia, seguirá aumentando la dependencia energética en las próximas décadas. This paper

analyzes the two main lines of force that characterize the energy system of the United States: the

final demand of transport sector, which is mainly supplied by petroleum, determines the continued

growth of the crude oil imports, and the intermediate demand which is the main responsible for the

environmental pollution. Further, it studies the limitations of natural gas, nuclear power and other

renewed sources to increase their contribution to the electricity mix. Following, the Energy Policy of

Bush Administration is examined. The conclusion is that this energy policy outcome is ineffective for

changing the system predominant lines of force and therefore the energy dependence will continue

increasing for the next decades.

jel classification: F00, F02, F13

37 Ana María Aragonés, Uberto Salgado y Esperanza Ríos

¿A quién benefician las remesas?

Whom do Remittances Benefit?

Se analizan las remesas a México de migrantes desde la perspectiva macroeconómica destacando

la posición del Estado y el uso que hace de esas transferencias. Se intenta probar que el Estado

mexicano ha optado por un modelo de acumulación trabajo-exportador colocando a la migración

como uno de los pivotes para la entrada de divisas. El estado usa esas remesas para apoyar su

política económica, que en el marco del neoliberalismo, se orienta a mantener un bajo riesgo país

para beneficiar a los inversionistas extranjeros. Después de analizar el uso de las remesas y el

aumento en la reserva de activos internacionales del Banco de México se sugiere aplicar estas

últimas a la producción nacional. Este sería un camino que permitiría iniciar la reversión de la

tendencia migratoria. En el presente trabajo ha quedado claro que el objetivo del Estado no es

revertir la tendencia migratoria, pues si bien las remesas pueden tener un efecto positivo en la

cuenta corriente por medio de las transferencias en los ingresos, genera un impacto negativo al

Page 2: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

incrementar las importaciones, por lo que el impacto sobre el crecimiento económico es nulo. In this

paper we analyze the remittances from the macroeconomic perspective emphasizing the position

of the Mexican Government and how he applies remittances. We try to prove that the Mexican

Government has decided to implement a labor-exporter model placing migrant as one of the main

sources of foreign currency. These remittances are used to support the State economic neoliberalism

policy centered on maintaining a qualification as a low risk country to benefit the foreign investments.

Remittances are sent to international reserves to pay different kinds of imports. It is our opinion that

the Mexican Government instead, should borrow these remittances from the Central Bank and use

them to produce national goods for the population. That would be a way to reverse migrant tendency.

Nevertheless, this is not the goal of the Mexican Government because even if the remittances have a

positive effect in the current account deficit through transfers, they have a negative impact because

of the increase of imports, so the economic growth is null.

jel classification: F00, F02, F13

56 José Alberro

Retornos a escala y competencia en la fijación de tarifas de suministro

de turbosina al ala del avión

Returns to Scale and Competition of Fuel Supply into Plane Rates

Este estudio evalúa el impacto de la competencia y de los retornos a escala en la fijación de las

tarifas de servicio de suministro aeroportuario de turbosina (into plane). Una revisión de la literatura

indica que este tema no ha sido tratado y que no hay información pública a este respecto. Por

ello, se compiló una base de datos mediante comunicación directa con proveedores del servicio,

obteniendo datos para 32 aeropuertos en Estados Unidos. La información recabada confirma la

existencia de retornos a escala crecientes, pues los costos son menores en los aeropuertos grandes

y para cargas grandes. Además, se encontró que la competencia disminuye los costos, pero que

los retornos a escala crecientes anteponen ese efecto. Finalmente, se utiliza la base de datos para

comparar las tarifas del servicio de turbosina de Aeropuertos y Servicios Auxiliares en México (asa)

con las estadounidenses, resultando que son sensiblemente menores. This study evaluates the

impact of competition and returns to scale in the determination of into plane rates. Due to the lack

of public information on these rates, we compiled a database for 32 airports in the United States

by direct communication with suppliers of the service. The information confirms the existence of

increasing returns to scale, since tariffs are smaller at large airports and for large loads. Besides, we

Page 3: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

Moritz Cruz

Romper la tasa de crecimiento neoliberal mexicana: una propuesta harrodiana

Breaking the Mexican Neoliberal Rate of Growth: a Harrodian Proposal

Se presenta una propuesta de crecimiento, sustentada en el modelo de Harrod, para la economía

mexicana orientada a romper la inercia de la tasa de crecimiento neoliberal. Se destacan las medidas

de política para equipar las tasas observada, garantizada y natural a un crecimiento de 6%, sin que

la restricción externa al crecimiento se active. Dichas medidas consisten en dinamizar la demanda

agregada a través de un gasto (inversión) público expansionista productivo financiado con los

recursos de una política fiscal progresiva; una política agresiva de apoyo y promoción a la ciencia y

tecnología para incrementar sustancialmente la productividad. Para evitar que la restricción externa

al crecimiento se active se sugiere seguir una política dual de promoción de la exportaciones vía una

política cambiaria administrada de tipo de cambio real competitivo y la reducción de la elasticidad

ingreso de las importaciones a través de una política de sustitución de importaciones. This paper

presents an economic proposal for the Mexican economy aimed at breaking the tendency of its

neoliberal rate of growth. The proposal is underpinned on Harrod’s growth model. The aim is to

highlight the policy strategy to equalize the actual, warranted and natural rates at the 6% growth

without activating the external growth restriction. The strategy consists on promoting the aggregate

demand through higher public expenditure (investment) which has to be financed with the resources

from a progressive fiscal policy; The implementation of an aggressive policy of research and

development to increase substantially productivity. To prevent the external restriction of growth to

activate it is suggested a dual policy aiming at promoting exports through maintaining a competitive

real exchange rate policy and reducing the income elasticity of imports through a policy of import

substitution.

jel classification: F00, F02, F13

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found that the competition diminishes rates costs, but that this effect is tempered by the increasing

returns to scale. On the other hand, the study compares the composition as well as the level of

the into plane rates charged by Aeropuertos y Servicios Auxiliares in México (asa) to its American

counterparts, showing that they are smaller.

jel classification: F00, F02, F13

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��5

David IbarraLa degradación de las utopías

Rolando Cordera y Carlos

Javier Cabrera Adame, El papel de las ideas y las políti-cas en el cambio estructural en México

Alejandro Méndez Rodríguez

y Marcela Astudillo Moya,La investigación en la era de la información. (Guía para realizar la bibliografía y fichas de trabajo)

Alfredo Popoca García,

Coordinador, Roberto Cabral

Bowling y Alejandro Pérez

Pascual,Los circuitos del capital y la reproducción simple

Benjamín García Páez, Capital externo y crecimiento económico en México, 1970-2005

Carlos Bustamante Lemus,Actores urbanos y políticas públi-cas. Estrategias de los manufac-tureros de la Ciudad de México ante el neoliberalismo

Guadalupe García de León,La inserción de México en la arquitectura cambiante de redesde suministros del vestido hacia Estados Unidos (1985-2003)

��8

Investigación EconómicaProblemas del DesarrolloEconomía Informa

��9

Semblanza de los colaboradores

Entrevista LecturasNovedades De los autores

87

Corrientes subterráneas en el pensamiento latinoamericanoEntrevista a Pablo Levín

Angel de la Vega Navarro

�07

Rolando Cordera Campos

y Carlos Javier Cabrera Adame

(coords.);

La política social en México: tendencias y perspectivas, UNAM,

México, 2007, 401 pp.

Derechos sociales: de la focaliza-ción a la universalización

Ciro Murayama

���

Alicia Girón y Eugenia Correa

(coords),

México, CLACSO, 2007, 285 pp.

Del sur hacia el norte. Economía política del orden económico in-ternacional emergente

Alma Chapoy Bonifaz

Reseña

Reseña

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Ruidos y silencios de la política energética de Estados Unidos1

Desde hace más de tres décadas numerosos informes oficiales, estudios académicos y documentos de organismos internacionales vienen señalando el paulatino aumento de la dependencia energética de Estados Unidos originada por las crecientes importaciones de petróleo. Muchos de esos textos examinan los rasgos de vulnerabilidad económica y los peligros que acarrea esa dependencia. Sin embargo, las compras de crudos no han dejando de aumentar, salvo en los primeros años ochenta –afectados por una dura rece-sión económica– y la relación entre las importaciones y la demanda interna de petróleo ha seguido elevándose. Los 90 millones de toneladas de crudos importados en 1971 (12.5% de la demanda interna) se convirtieron en 294 millones en 1980 y un cuarto de siglo más tarde, en 2004, eran 577 millones, equivalentes a 61% de la demanda interna. Y no parece haber indicios que induzcan a dudar de que en el curso de los próximos años esa ratio superará 66%. Además, en los últimos años se está ampliando también la brecha entre la producción interna y la demanda de gas natural, de modo que las importaciones incrementaron su participación durante los años noventa de 8 a 16% de la demanda inter-na y en 2004 se situaba en casi 20 por ciento.

Mientras tanto, las sucesivas administraciones que han gobernado el país durante esas décadas después de reconocer esa situación han anunciado distintas medidas des-tinadas a frenar la dependencia externa. De forma reiterada han aludido a la necesidad de potenciar la producción interna de energía, elevar la eficiencia de los consumos energéticos, reducir las emisiones contaminantes y disminuir las importaciones. Así procedió la Adminis-tración Bush desde el comienzo del primer mandato presidencial. En palabras de Spencer Abraham, Secretario de Energía, pronunciadas ante la National Energy Summit, en marzo de 2001, si no se ofrecen soluciones “Estados Unidos se enfrenta a una importante crisis energética durante las próximas dos décadas”. En consecuencia, desde el primer informe del recién creado National Energy Policy Develoment Group, (NEPDG, 2001), pasando por la Energy Policy Act (EPA) aprobada en 2005 y otros documentos posteriores (NCEP, 2006; GAO, 2007), se proponen diferentes medidas encaminadas a potenciar las fuentes energéti-cas nacionales, reducir la intensidad energética y sustituir el consumo de petróleo por otros combustibles, como principales líneas de actuación para lograr una menor dependencia del petróleo extranjero y un menor impacto ambiental. ¿Se trata de una estrategia viable o bien, como viene sucediendo desde el “Project Independence” de Richard Nixon, aprobado en 1974, esa enumeración de objetivos seguirá careciendo de los mecanismos concretos que permitan su consecución?

Enrique Palazuelos y Alejandra Machín

1. Este trabajo forma parte del proyecto del Grupo de Investigación sobre Crecimiento de la Econo-mía Mundial (GICEM) “Análisis comparativo de los sistemas energéticos de las tres grandes regiones de la economía mundial (Unión Europea, América del Norte y Asia Oriental) que son altamente dependientes en energía”. El proyecto cuenta en 2007 con financiación del gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid a través del Programa de Creación y Consolidación de Grupos de Investigación UCM-CM en el marco del IV Plan Regional de Investigación.

Universidad Complutense de Madrid

Instituto Complutense de Estudios Internacionales, Campus de Somosaguas

e-mail: <[email protected]>

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Este trabajo analiza, en primer término, las dos líneas de fuerza principales del sis-tema energético de Estados Unidos durante las últimas décadas: la demanda final del sector de transporte, que se abastece con derivados de petróleo, y la demanda intermedia de las plantas térmicas, que se abastece mayoritariamente con carbón. El persistente cre-cimiento de esa demanda final es el que determina el continuo aumento de las importacio-nes de crudos de petróleo, mientras que el crecimiento de esa demanda intermedia es el principal responsable de los niveles de contaminación ambiental. En segundo término, se analizan las limitaciones del gas natural, la energía nuclear y las fuentes renovables para elevar su contribución en el mix eléctrico. A continuación se examinan la política energé-tica de la Administración Bush para valorar en qué medida sus propuestas pueden alterar las tendencias vigentes en el sistema energético y lograr que se reduzca la dependencia energética externa.

La estructura del trabajo es la siguiente. Primero analiza la situación en el sector del petróleo, donde la demanda final sigue aumentando a buen ritmo mientras que la pro-ducción de crudo desciende y el parque de refinerías acusa importantes tensiones en su actividad. El segundo apartado aborda las limitaciones que presenta el sector eléctrico –con una demanda final en expansión– para modificar la combinación de combustibles que utiliza. El tercer apartado confronta la política energética de la Administración Bush con las condiciones energéticas vigentes, tratando de valorar en qué medida esa política ofrece soluciones viables a los problemas existentes. Por último, el cuarto apartado expo-ne las conclusiones del trabajo.

Se trata, pues, de una mirada al interior del sistema energético estadounidense, de modo que este trabajo no se ocupa de analizar cómo se llevan a cabo las importaciones energéticas, ni de cuáles son sus consecuencias sobre mercados internacionales de pe-tróleo y gas natural, ni qué implicaciones geoestratégicas ocasiona en las regiones que suministran esos combustibles.

1. El “agujero negro” en torno al petróleo

1.1. Demanda total y consumo final de energía

La demanda total de energía primaria (DTEP) creció de forma moderada durante las tres últimas décadas del siglo XX y se mantiene lenta aún más en los primeros años de la pre-sente década (cuadro 1). La elasticidad DTEP-PIB, como relación entre los crecimientos de ambas variables entre 1970 y 2004 registra un valor de 0.26, de manera que en ese intervalo de tiempo la demanda de energía se ha incrementaron 50% mientras el PIB casi se ha triplicado. 2

2. La tasa media de crecimiento entre 1970 y 2004 (1.5% anual) queda muy lejos de la registrada en los años sesenta (4.4% anual), cuando la elasticidad DTEP-PIB era de 1.15. Cálculos hechos a partir de Internacional Energy Agency (IEA), Energy balances of OECD Countries, 1960-2004, publicados por la IEA (2006b) en CD-rom. Aunque la mayor parte de las series estadísticas utilizadas en este trabajo concluyen en 2004, los datos que se conocen de 2005-2006, publicados por Energy Information Administration (EIA) del U.S. Department of Energy, confirman las tendencias apuntadas en el conjunto de las variables que se analizan.

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La ratio DTEP/PIB ha experimentado una caída continuada a lo largo de todo el pe-ríodo, descendiendo de 0.42 a 0.22 toneladas equivalentes de petróleo por mil dólares (a precios constantes del año 2000) de producción, lo que supone una tasa media de –1.9% anual (cuadro 1), originada por dos factores principales: la mayor eficiencia ener-gética y el cambio estructural de la economía.3 De un lado, las innovaciones tecnológicas y otras medidas orientadas al ahorro y la conservación de energía han dado lugar a usos más eficientes de los recursos energéticos, tanto en los consumos intermedios como en los finales. De otro lado, la estructura económica revela un fuerte desplazamiento de la producción desde la fabricación de bienes hacia los servicios, lo que originó la pérdida de importancia relativa de las ramas industriales que eran más intensivas en energía y la mayor presencia de las ramas terciarias que utilizan energía en menor proporción. Entre 1980 y 2004, la producción de manufacturas redujo siete puntos porcentuales (de 20 a 13%) su contribución al PIB, a favor del sector financiero (16 a 20.5%) y los negocios profesionales (6.5 a 11.5%).4

3. No parece que las variaciones de precios hayan ejercido influencia en el descenso de la inten-sidad DTEP-PIB (Cooper 2003; Fattouh, 2007), en la medida en que, como se analiza más adelante, los procesos de sustitución entre recursos energéticos han sido limitados. Sobre los determinantes de la oferta y demanda de energía pueden consultarse Dahl y Duggan (1996), Judson et al (1999), Kaufmann (2004), Schipper y Grubb (2000), Soytas y Sari (2003) y Stern (2000).

4. La minería y el sector primario también han perdido otros tres puntos, hasta 1.5 y 1.2% respec-tivamente, mientras que la construcción ha mantenido su participación en torno a 4.6%. Otras ramas de servicios que, conjuntamente, han elevado en cuatro puntos su aportación al PIB son las de salud y educación (7.8%), ocio y cultura (3.6%) e información (4.5%), compensando los retrocesos del comercio mayorista y minorista (12.6%), transporte (2.8%) y Administración pública (12.7%). Cálculos hechos a partir de Bureau of Economic Analysis, National Economic Accounts Data, www.bea.gov.

Cuadro 1Evolución de la demanda de energía: 1971-2004

19711975 1976-1980 1981-1985 1986-1990 1991-1995 1996-2000 2001-2004Tasas medias de variación anual (%)

PIB 2.7 3.7 3.2 3.3 2.5 4.1 2.3Población 1.0 1.1 0.9 1.0 1.3 1.2 1.0Demanda Total Energía Primaria (DTEP) 1.3 1.8 -0.3 1.6 1.6 2.0 0.2Consumo Final de Energía (CFE) 0.4 1.3 -0.6 0.4 1.3 2.4 0.6Consumo Intermedio de Energía 4.1 3.0 0.4 4.3 2.3 1.2 -0.4Demanda de petróleo (DP) 1.9 4.2 1.7 2.5 2.9 5.3 0.3Ratio DTEP/PIB a -1.6 -1.9 -3.5 -1.6 -0.8 -2.1 -2.0Ratio DTEP/Población b 0.1 0.7 -1.3 0.6 0.3 0.8 -0.8Ratio DP/PIB a -0.8 -3.0 -4.8 -2.3 -1.6 -1.9 -0.7Ratio DP/ Población b 0.8 -0.5 -2.6 -0.1 -0.5 1.0 0.5

Elasticidades: relación entre los respectivos crecimientos de las variables energéticas y el crecimiento del PIB

Demanda Total Energía Primaria (DTEP) 0.444 0.457 -0.097 0.473 0.641 0.460 0.098Consumo Final de Energía (CFE) 0.141 0.343 -0.184 0.129 0.510 0.551 0.231C.F. de Derivados de Petróleo 0.417 0.273 -0.274 0.286 0.454 0.454 0.336C.F. de Electricidad 1.731 0.978 0.652 1.331 0.746 0.669 0.418C.F. del Sector de Transporte 0.959 0.213 0.228 0.667 0.687 0.529 0.506C.F. del Sector Industrial c 0.586 0.955 -0.713 -0.398 0.400 0.780 -0.315C.F. del Sector Residencial 0.55 -0.310 -0.247 0.091 1.382 0.295 0.038

a Toneladas equivalentes de petróleo por mil dólares (constantes de 2000) de producciónb Toneladas equivalentes de petróleo por habitantec Incluye la utilización de recursos energéticos como materia prima, sobre todo en la industria petroquímicaFuente: elaboración propia a partir de IEA, Energy balances of OECD Countries, 1960-2004.

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No obstante, a pesar de su trayectoria descendente, el valor actual de la ratio DTEP/ PIB en Estados Unidos sigue siendo bastante más alto que el mostrado por los demás paí-ses desarrollados. El promedio de la Unión Europea-15 y de Japón es similar y se sitúa en 0.15 toneladas de energía primaria (TEP) por mil dólares (constantes de 2000), de modo que la intensidad energética estadounidense sigue siendo 50% más elevada que la de esos países. Las diferencias son todavía bastante más acusadas cuando se considera la intensidad energética per cápita pues la ratio de Estados Unidos se sitúa en 7.9 tep por habitante, la de Japón en 4.2 y la media de la UE-15 en 4 (EA, 2006), de modo que la in-tensidad per cápita estadounidense casi duplica a la europea y a la japonesa. Por tanto, la demanda energética de Estados Unidos con respecto al PIB y a la población sigue siendo ostensiblemente elevada a pesar de su trayectoria descendente.

Otro aspecto relevante es el hecho de que hasta mediados de los años noventa, dentro de la DTEP, los consumos intermedios5 crecieron con mayor rapidez que los con-sumos finales (cuadro 1), alterándose después esa dinámica de forma que entre 1995 y 2004 la demanda intermedia se incrementó a una media de 0.5% anual y la demanda final lo hizo a 1.6% anual. Consecuentemente, aunque el consumo final de energía también presenta un moderado ritmo de crecimiento y su elasticidad respecto al PIB es débil, desde los años noventa registra valores más altos que la demanda total de energía.

1.2. Avidez consumidora (de petróleo) del transporte por carretera

La evolución moderada del Consumo Final de Energía (CFE) presenta condiciones dife-rentes según los sectores que realizan ese consumo. Como se observa en el cuadro 2, la industria mantiene una trayectoria zigzagueante, mientras que el sector residencial y el comercial crecen pausadamente y el sector de transporte registra mayores tasas de cre-cimiento, en particular el transporte por carretera, que entre 1990-2004 obtiene una tasa media de 2.1% anual.6

Merced a esas diferencias, el transporte ha elevado notablemente su participación hasta significar 40% del CFE, siendo de 33% la cuota que corresponde al transporte por carretera que tiene así una mayor presencia que el conjunto del sector industrial (incluyen-do los usos no energéticos –feedstocks–), ya que éste ha reducido en más de cuatro pun-tos su participación y ahora se sitúa en 29% del CFE (cuadro 2). El otro 31% del consumo corre a cargo del sector residencial, el comercio y las actividades primarias, de los cuales el comercio es el único que ha aumentado levemente su participación relativa.

Considerando el período 1980-2004, el CFE se ha incrementado en 280 millones de tep, de los que casi las dos terceras partes (180 millones) corresponden al aumento del transporte por carretera; contando a las demás ramas del sector, el transporte concentra

5. Incluyen el consumo de combustibles en las plantas térmicas y otras transformaciones energéti-cas de menor importancia, junto con el autoconsumo requerido por las propias actividades energéticas, las pérdidas habidas durante la distribución y otras cifras menores.

6. La industria incluye el consumo de recursos (feedstocks) para usos no energéticos, sobre todo derivados de petróleo que utiliza fundamentalmente la rama petroquímica como materia prima. El sector comercial incluye el alumbrado y los servicios públicos.

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las tres cuartas partes (206 millones de tep) del aumento del consumo final. Destaca así de modo abrumador el protagonismo del transporte terrestre en la evolución del consumo final y, por ello, en la dinámica agregada de la demanda de energía.7

El consumo energético que realiza el transporte se compone casi en exclusiva de de-rivados de petróleo, de forma que esos productos refinados son los que crecen con más rapidez entre los recursos empleados en el CFE. En 1980-2004, el consumo de derivados en el transporte por carretera se incrementó en 173 millones de tep (62% del aumento total del CFE) y si se agrega su consumo en las demás ramas del sector el conjunto del transporte elevó en 200 millones de tep su consumo de derivados de petróleo, lo que equivale a 71% experimentado por el aumento total del CFE. Por tanto, el protagonismo del transporte supone también el protagonismo de los productos petrolíferos en el CFE, ya que los vehículos actuales dependen completamente de ese recurso energético (Sandalow, 2007; p. 2) .

Se genera así un fenómeno de relativa complejidad que encierra la explicación de la principal línea de fuerza que caracteriza al sector energético estadounidense. Ese prota-gonismo de los productos petrolíferos consumidos por el transporte, como responsable mayoritario del aumento que registra el consumo final de energía tiene lugar a la vez que se reduce la intensidad energética (demanda de petróleo respecto al PIB) y al mismo tiem-po se hacen más exigentes los indicadores sobre eficiencia de los vehículos fijados por la Administración a las compañías fabricantes Corporate Average Fuel Efficiency Standards (conocidos como CAFÉ).

En efecto, la ratio demanda de petróleo con respecto al PIB ha descendido período a período, pasando de 0.157 a 0.088 tep por mil dólares lo que significa una caída de casi 45% durante el intervalo (gráfica 2), mientras que en términos per cápita también lo hizo hasta mediados de los noventa, pasando de 3.53 a 3.00 tep por habitante, si bien volvió a elevarse después hasta situarse en 3.27 tep por habitante en 2004 (gráfica 2). Asimismo, la distancia recorrida por unidad de combustible refleja una paulatina mejora de la eficien-cia entre 1980 y 2004, pues el indicador para los automóviles aumentó 40%, desde 6.81 a 9.58 kilómetros por litro.

Ante esos indicadores, si el consumo de derivados de petróleo ha seguido aumen-tando con cierto dinamismo, la causa reside en el incremento del parque de vehículos y, de manera significativa, en la modificación que se ha producido en la composición de dicho parque. El número total de vehículos registrados se elevó desde 115. 8 millones en 1980 a 237.2 millones en 2004,8 es decir, en una proporción (52%) similar a la que lo hizo el consumo de derivados de petróleo en el transporte por carretera (50%). De hecho, la evolución de ambas variables muestra una correlación muy elevada, próxima a 0.99 en el período mencionado, manteniéndose una relación muy estable –en torno a 2.23 tep por vehículo– entre el consumo de petróleo del transporte terrestre y el número de vehículos registrados.

7. La elasticidad entre el consumo final del transporte y el PIB se sitúa entre 0.5-0.6 desde mediados de los años ochenta (cuadro 1).

8. La fuente de los datos sobre el parque motorizado es US Federal Highway Administration (FHA), Highway Statistics Annual, www.fhwa.dot.gov/policy/ohpi/hss/index.htm.

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Cuadro 2Consumo final de energía

1981-1985 1986-1990 1991-1995 1996-2000 2001-2004Tasas medias de variación anual (%)

Consumo Final de Energía -0.6 0.4 1.3 2.4 0.6Industria con feedstocks -2.6 -1.4 0.5 3.3 -0.8 - usos no energéticos -2.5 -3.8 -1.0 4.0 -2.4 - industria sin feedstocks -3.0 7.0 4.1 1.7 2.7Transporte 0.8 2.2 1.6 2.3 1.2 - Carretera 0.7 1.8 2.1 2.5 1.7Sector residencial -0.9 0.3 3.4 1.3 0.1Comercio y Servicios Públicos 0.6 1.6 1.7 2.2 0.9Agricultura y Forestal 4.6 -3.3 1.1 -1.5 4.5

Estructura sectorial del CFE (%)Consumo Final total 100 100 100 100 100Industria con feedstocks 35.2 31.7 29.7 29.8 29.1 - usos no energéticos 6.7 6.8 8.9 9.8 9.9 - industria sin feedstocks 28.5 24.9 20.8 20.0 19.3Transporte 34.6 36.8 38.5 39.3 39.9 - Carretera 28.0 29.2 30.6 31.7 32.8Sector residencial 16.3 16.3 17.4 17.2 16.9Comercio y Servicios Públicos 11.4 11.7 12.3 12.4 12.5Agricultura y Forestal 1.1 1.2 1.1 1.0 1.0

Composición por fuentes del porcentual del CFE y del consumo de cada sector (%)Consumo Final de Energía 100 100 100 100 100 Derivados de petróleo 52.0 52.9 53.0 52.8 53.6 Gas Natural 24.2 22.8 23.3 23.0 21.7 Electricidad 14.4 16.0 18.4 19.1 19.4 Otros * 9.4 8.3 5.3 5.1 5.3Sector de Transporte 100 100 100 100 100 Derivados de petróleo 97.0 97.2 96.8 96.8 96.8 Otros * 3.0 2.8 3.2 3.2 3.2Sector Industrial (con feedstocks) 100 100 100 100 100 Derivados de petróleo 35.7 35.3 36.6 35.0 37.3 Gas Natural 30.0 29.0 30.2 31.5 30.1 Electricidad 14.5 16.5 21.5 21.2 22.0 Otros * 19.8 19.2 11.7 12.3 10.6Sector Residencial 100 100 100 100 100 Derivados de petróleo 16.8 15.7 12.1 12.0 11.8 Gas Natural 50.9 48.6 47.5 44.7 43.4 Electricidad 31.4 35.0 36.2 37.9 41.0 Otros * 0.9 0.7 4.2 5.4 3.8Sector Comercial y Servicios Públicos 100 100 100 100 100 Derivados de petróleo 18.8 15.8 11.0 8.3 8.7 Gas Natural 40.6 38.3 40.3 39.5 36.9 Electricidad 38.0 43.2 46.3 50.0 52.1 Otros * 2.6 2.2 2.4 2.2 2.3

* Carbón, combustibles sólidos renovables y calorFuente: elaboración propia a partir de IEA (2006b).

Pero un hecho aún más decisivo que la dimensión del parque es la drástica modifica-ción que ha tenido su composición atendiendo al tipo de vehículos. Los automóviles si-guen siendo mayoría en el parque, pero en una proporción considerablemente menor, que ha bajado de 78% en 1980 a 58% en 2004, ya que el número de automóviles sólo ha aumentado 12% durante el período. En cambio, las distintas variedades de vehículos

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de mayor potencia (trucks) han duplicado su cuota relativa en el parque, hasta suponer 42%, merced a que su número casi se ha triplicado hasta alcanzar los 100 millones de unidades en 2004. De trucks 60% son camionetas (pickups y vans), otro 34% son utili-tarios deportivos y 6% restante son camiones y tractores agrarios. Por tanto, el parque se ha desplazado con celeridad hacia vehículos de mayor potencia destinados en su mayoría al transporte privado de pasajeros.9

Siendo así se entiende la dificultad que muestra el sector de transporte para moderar el consumo de productos petrolíferos, e incluso las inflexiones que han experimentado algunos de los indicadores. El interés de las empresas que fabrican esos vehículos de ma-yor potencia y la atracción que muestran los consumidores hacia esos vehículos, unidos a la recurrente utilización del vehículo privado para realizar la mayor parte de los desplaza-mientos ocasionan, que siga creciendo con notoriedad el consumo de esos derivados.

Por añadidura, el protagonismo del transporte y, en consecuencia, de los derivados de petróleo se convierte en un obstáculo para que se profundice la sustitución de fuentes energéticas en el consumo final, ya que es el que concentra 72% del consumo de di-chos productos, correspondiendo a la industria 20 y 8% restante en pequeñas cuotas de los demás sectores. El comercio y el sector residencial sí han reducido la presencia re-lativa de petróleo en su consumo para aumentar la participación de la electricidad, pero su impacto es reducido ya que en ambos sectores la proporción de los derivados ya era minoritaria en su consumo,10 mientras que en la industria los productos petrolíferos tienen una presencia mayoritaria (35%) que se mantiene estable debido, principalmente, a la demanda (como combustibles y feedstocks) de la industria química-petroquímica.11

Por tanto, los derivados de petróleo han elevado aún más su contribución mayoritaria en el CFE hasta situarla cerca de 55% en 2004. Y como corolario final, la intensidad en petróleo de la vida económica y social de Estados Unidos sigue siendo exageradamente más alta que en Europa y Japón. La ratio de demanda de petróleo respecto al PIB es 30% mayor que en la UE-15 y casi 80% más alta que en Japón, mientras que la intensidad per cápita duplica a la europea y es 60% mayor que la japonesa (IEA, 2006b).

1.3. Producción en franco declive y dependencia en irrefrenable ascenso

La producción de crudos alcanzó su cenit en la lejana fecha de 1971, con un nivel máximo de 528 millones de toneladas métricas. Después su trayectoria siguió un curso descen-dente que se interrumpió momentáneamente en 1985 (494 millones Tm), para continuar su caída de forma más aguda. La producción de 2004 fue casi 40% inferior a aquel máxi-mo de hace más de tres décadas12 (gráfica 1).

9. Cada año se renueva, aproximadamente 6.5% del parque, de modo que el conjunto lo hace cada 15 años (Sandalow, 2007).

10. En el sector doméstico la proporción de los derivados de petróleo ha caído de 17 a 12% de su consumo, y en el sector comercial lo ha hecho en mayor medida de 19 a 9%. Cálculos hechos a partir de IEA (2006b).

11. También la industria ha elevado su grado de electrificación (de 14% a 20%), pero como recurso de segundo orden, a distancia de los derivados (36%) y del gas natural (30%), sustituyendo ciertos con-sumos de carbón y de otros combustibles sólidos (cuadro 2).

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Los factores que determinan ese declive productivo conciernen en primera instancia a la dotación natural del subsuelo estadounidense. El volumen de las nuevas reservas pro-badas ha aumentado en 9 060 millones de toneladas entre 1981 y 2004, que es una cifra inferior a la cantidad de crudo extraído durante ese período (10.375 millones), de modo que el total de reservas probadas ha disminuido en casi mil millones de toneladas durante el período. En efecto, las reservas probadas han mermado en una quinta parte, cayendo desde 4 984 a 3 997 millones de toneladas y su nivel actual apenas representa 2.4% de las reservas a escala mundial.13 El hecho de que la ratio reservas/producción muestre una ligera alza desde los años noventa –hasta 12.1 años– no brinda ninguna buena señal puesto que obedece al fuerte descenso que experimenta la producción. Por lo demás, se trata de una ratio bastante baja que, en ausencia de mejores novedades desde el punto de vista de las reservas, induce a pensar que la precariedad productiva seguirá acrecen-tándose en los próximos años. En segunda instancia, las limitaciones de la capacidad productiva conciernen a las condi-ciones de los campos petrolíferos en explotación. El número de pozos en explotación ha vuelto a descender después de la recuperación que tuvo en los primeros años noventa;

Gráfica 1Producción, demanda

e importaciones de petróleo: 1971-2004

(millones de toneladas)

Fuente: International Energy Agency (2006d), Oil Information.

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1993

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1997

1999

2001

2003

2005

Producción de crudo

Demanda interna

Importaciones de crudos

desde entonces ha disminuido de 602 a los 510 mil en 2004. Al mismo tiempo, aumenta la profundidad media de perforación de esos pozos, si bien se ha suavizado algo en los últimos años tras la subida que registró entre 1980 y 1995, pasando de 1 126 a 1 489

12. Las cifras citadas incluyen alrededor de 60 millones de Tm de gas natural líquido que se extraen junto con el crudo de petróleo. Aquella producción de 1971 equivalía a 12% de la producción mundial de crudos y aportaba alrededor de 40% de la producción de energía primaria del país, mientras que la cifra de 2004 le otorga una cuota mundial de 8% y supone 21% de la producción de recursos energéticos primarios de Estados Unidos.

13. La fuente de los datos mencionados es British Petroleum (BP, 2007). Otras fuentes reducen esas cifras. La agencia estadounidense (EIA, 2006e) ofrece como reservas probadas la cifra de 2 906 millones de Tm, la OPEP (Oil and Gas Data, OPEC) la sitúa en 2 960 millones de Tm y Oil and Gas Journal lo hace en 2 980 millones de Tm, de modo que esas tres fuentes reducen las reservas aproximadamente en una cuarta parte con respecto al dato de BP.

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metros; situándose en 1 434 metros en 2004, una cifra casi 30% más alta que la inicial. Las condiciones físico-técnicas de las explotaciones dan lugar a que la productividad acu-se una fuerte contracción, de manera que la producción media por cada pozo activo ha caído paulatinamente de 783 toneladas en 1980, a 608 Tm. en 1990 y 530 Tm. en 2004. En suma, un curso descendente en el que la productividad actual es un tercio menor que la registrada en 1980.14

El declive afecta primordialmente a la actividad de las zonas interiores que –aunque siguen generando la parte mayoritaria de la producción nacional de crudo– han reducido su extracción entre 1980 y 2004 desde 370 a menos de 178 millones de toneladas. Se trata principalmente del territorio onshore de Texas, Louisiana y Mississippi, junto con los campos de California, Nuevo México, Oklahoma, California, Wyoming y otros estados (EIA, 2006e). La producción offshore está concentrada en el Golfo de México y sigue en ascenso, habiendo crecido de 50 a casi 100 millones de toneladas durante el período y contribuyendo ya con más de una tercera parte de la producción nacional. Por último, la extracción realizada en las zonas autorizadas de Alaska ha recuperado su tónica produc-tiva tras el descenso sufrido en los años ochenta, de manera que los 45 millones de Tm. actuales equivalen a la sexta parte de la producción de crudos del país.15

Así pues, un panorama petrolero que se caracteriza por el persistente aumento de la demanda y por el declive de la producción requiere un continuo incremento de las im-portaciones, creando un escenario de mayor dependencia petrolera en el cual el sistema energético es cada vez más vulnerable (Chevalier, 2004; Green et al, 1998; Hibbard, 2006), a pesar del descenso de la ratio demanda de petróleo / PIB (gráfica 2) y a pesar del fuerte aumento de los precios.16 Entre 1980 y 2004 las compras de crudo extranjero casi se han duplicado, desde 294 a 577 millones de toneladas, produciéndose a partir de los años noventa la mayor parte de ese rápido crecimiento, debido a que desde en-tonces han coincidido los mayores incrementos del consumo con las mayores caídas de la producción: entre 1994 y 2004 la demanda de petróleo se elevó en 169 Tm a la vez que la producción de crudo retrocedió en 87 millones de Tm, de modo que –después de descontar otras pequeñas operaciones– las importaciones de crudo aumentaron en 236 millones de toneladas.

14. La EIA informa sobre el alza de los costes medios de extracción. En términos reales, los costes disminuyeron durante los años ochenta, pasando de 503 mil a 394 mil dólares (dólares de 2000) por pozo, pero su alza posterior los situó en 593 mil dólares en 2000 y, en una escalada sin precedentes, en los primeros años de la nueva década la cifra más que se duplicó hasta 1 322 mil dólares en 2004. EIA: http://tonto.eia.doe.gov/dnav/pet/pet_crd_wellcost_sl_a.htm

15. Desde el punto de vista empresarial, las diez mayores compañías productoras concentran el 55% de la extracción (EIA, 2006e) y, si se añaden las diez siguientes, entre las 20 obtienen 66% de la producción de crudo. A la cabeza figura BP-PLC, Chevron, Conoco, Shell, Occidental y ExxonMobil.

16. El precio medio de los crudos importados se ha elevado entre 1995 y 2004 desde 20.6 a 38.2 dólares por barril. El precio de la gasolina pagado por los consumidores finales lo ha hecho desde 20.2 a 38.0 centavos de dólar por litro (EIA, 2006e).

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Esas condiciones han ido agudizando la dependencia externa, de manera que en 1970 las importaciones de crudos suponían alrededor de 12% de la demanda interna, en 1980 eran 36%, en 1990 44%, en 2000, 57% y el 2004 a 61% (gráfica 2), en una escalada que parece no tener límites. En el plano internacional, ese aluvión de importacio-nes ha reforzado el lugar que ocupa Estados Unidos como el mayor importador mundial de crudo, con una cuota que ha seguido creciendo desde 7% de 1970 a 26% mundial en 2004 (IEA, 2006b).

Gráfica 2Intensidad de la demanda

de petróleo y grado de de-pendencia exterior

(1970-2004)

Fuente: International Energy Agency (2006bd).

0

0,5

1

1,5

2

2,5

3

3,5

4

4,5

197

0

197

2

1974

1976

1978

1980

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200

0

200

2

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4

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70

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Inte

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(%)

Importaciones / Demanda de petróleo (%)Demanda de petróleo por habitanteDemanda de petróleo /PIB

1.4. El refino de petróleo: una actividad tensionada

La industria de refino ha venido realizando un gran esfuerzo para abastecer el consumo interno de productos petrolíferos ya que, paralelamente, se ha reducido el número de refi-nerías y han disminuido las importaciones netas de derivados. El número de refinerías en funcionamiento descendió con celeridad en los años ochenta, desde 324 a 205, y siguió menguando posteriormente hasta las 149 plantas que seguían operativas en 2004 (EIA, 2006e). Cerraron, sobre todo, empresas de pequeño tamaño y con tecnología obsoleta, junto a otras afectadas en su rentabilidad por tres factores: la caída momentánea del con-sumo en los primeros años ochenta, el brusco retroceso de los precios desde mediados de esa década y la feroz competencia desatada en el sector. Se desarrolló entonces un febril proceso de fusiones y absorciones, algunas de ellas entre las principales corpora-ciones del sector, junto con la creación de joint ventures entre esas corporaciones y otras grandes compañías extranjeras, uno de cuyos primeros resultados fue el cierre de un gran número de plantas (Davis, 1999).

A la vez, el volumen de importaciones se mantuvo estable hasta finales de los noven-ta, en torno a 50-60 millones de toneladas, mientras que aumentaban las exportaciones

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desde menos de 20 hasta más de 40 millones de toneladas. De ese modo, el saldo neto importador se redujo notablemente hasta cifrarse en unos 20 millones de Tm. Por tanto, un número menor de refinerías ha conseguido procesar una cantidad creciente de crudos de petróleo y ha aumentado las exportaciones a través de un intenso proceso de amplia-ción y modernización de las plantas para incrementar considerablemente su capacidad de procesamiento de crudos.

El incremento de la producción apenas se constató en los años ochenta porque durante la segunda mitad, la actividad de refino no hizo más que recuperar, hasta superar levemente (731 millones de Tm.) el nivel productivo que existía diez años atrás, anterior a la caída registrada durante la primera mitad (653 millones en 1985). La actividad de las refinerías cobró una mayor intensidad desde los años noventa hasta registrar 841 millo-nes de toneladas en 2004. Comparando la situación reciente con la que había en 1980 resulta que el número de refinerías se ha reducido en 53% y su producción se ha elevado 16%, de manera que la capacidad de procesamiento de crudo de las plantas se ha multi-plicado por 2.5, pasando de 2.25 a 5.64 millones de toneladas por refinería.17

Pero no se trata sólo del aumento de la capacidad productiva de las unidades en funcionamiento, sino que, al mismo tiempo, muchas plantas han introducido mejoras tec-nológicas en los sucesivos procesos que desarrollan, desde las fases de separación y de craqueo (fluido catalítico, hidrocraqueo o coquización), a la profundidad de los procesos de combinación (alquilación, eterización, polimerización) o bien de reformulación (refino catalítico, isomerización) y otros tratamientos intermedios que permiten mejorar la calidad y variedad de los productos obtenidos (Peterson y Mahnovsky, 2003, appendix C).

El grueso de esos tratamientos productivos sigue orientado hacia la obtención de combustibles para los vehículos motorizados (cuadro 3). La gasolina constituye 44% del output de las refinerías, el diesel 22% y el keroseno para aviones 9%, de manera que esos tres combustibles principales concentran las tres cuartas partes de la producción. Otros derivados cuyo destino es el consumo residencial (propano y otros gases ligeros) o su utilización como feedstocks industriales (naftas, coque de petróleo, betunes) o como com-bustibles de plantas térmicas (fuel oil) ocupan una posición relegada y representan pe-queñas cuotas en la producción de las refinerías. De hecho, los porcentajes mencionados suponen una distribución por productos muy dependiente de la estructura de consumo que tiene el sector de transporte, pues no en vano su consumo equivale a dos tercios de la demanda total de derivados (o bien, a 71% del consumo final de esos productos).18 Preci-samente, el transporte concentra su consumo en las gasolinas (65%), el diesel (20%) y el keroseno para aviación (13%) y sólo emplea pequeñas cantidades de otros productos.

17. Algunas plantas son gigantescas como las de Baytow y Baton Rouge, con capacidades de 27 y 25 millones de toneladas, respectivamente; ambas propiedad de ExxonMobil.

18. El resto de la demanda de derivados corresponde a la industria (19%), los demás sectores finales (residencial, comercial, primario, con 7%), el consumo intermedio de las centrales térmicas (3%) y el conjunto de autoconsumos, otras pequeñas transformaciones y pérdidas (6%). Cálculos hechos a partir de IEA (2006b).

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Ahora bien, el hecho de que no se haya construido ninguna refinería en las últimas tres décadas, sino que se han ido ampliando y modernizando las plantas existentes ha introducido varios elementos de tensión en la situación actual de su actividad productiva. El principal es que la capacidad de procesamiento se está utilizando al límite (Peterson y Mahanovsky, 2003; EIA, 2006e)). En las décadas pasadas el grado de utilización de la capacidad oscilaba entre 75-80%, pero desde los años noventa rebasa 90% y en algunos momentos supera 95%, lo cual indica que muchas plantas funcionan en condiciones de sobre-utilización y no existe capacidad excedente que permita cubrir nuevas demandas o hacer frente a contingencias imprevistas, pero no infrecuentes. Un incremento notable de la demanda o bien cualquier percance que exija la parada temporal de un número signifi-cativo de plantas deriva en una caída de la producción interna con la consiguiente alza de los precios o la necesidad de ampliar las importaciones.

Esto último es lo que está sucediendo en los últimos años. El incremento de la demanda de productos refinados, ante unas refinerías que producen casi al límite de su capacidad, está ocasionando un nuevo ascenso de las importaciones que, como se ha referido, habían permanecido estables durante casi dos décadas. Los 52 millones de to-neladas de derivados que se importaban en 1997 se convirtieron en 74 millones en 2000 y en 112 millones en 2004, es decir más del doble de las compras realizadas diez años atrás, adquiriéndose en el exterior el equivalente a casi la séptima parte de la producción interna.

Relacionado con esas compras en el exterior, se aprecia un creciente desajuste entre la composición de productos que aporta la producción nacional y la que demandan los sectores de consumo (cuadro 3), lo que está determinado en gran medida por la in-suficiencia de inversiones en nuevos equipos y y procesos tecnológicos en el parque de refinerías. Aunque la gasolina es el producto mayoritario de la producción, su demanda interna requiere una cuantía mayor de ese producto que no se puede obtener bajo las condiciones tecnológicas de que disponen muchas de las plantas en funcionamiento. Esto supone que en los últimos años las importaciones de gasolina se acercan a los 40 millones de toneladas. En menor cuantía otro tanto sucede con la necesidad de importar diesel (12 millones de Tm) y keroseno para aviones (5 millones), pero más aún en otros productos como naftas (6 millones), gases ligeros de petróleo (10 millones) y fuel oil (25 millones). A la vez, esa dotación tecnológica proporciona cantidades excesivas de otros productos que deben destinarse a la exportación, como ocurre con el coque de petróleo (18 millones de Tm.), betunes y otros productos residuales.

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Cuadro 3Estructura de la producción y del consumo final de derivados de petróleo. Millones de tep (Promedios de cada periodo)

1981-1985 1986-1990 1991-1995 1996-2000 2001-20041996-2000

% total2001-2004

% totalGases Ligeros de Petróleo: Producción Saldo neto (M – X) Consumo Final a

12.2-

57.2

17.3-

56.5

20.00.1

48.1

22.50.2

55.4

21.80.5

53.6

2.7

7.2

2.6

6.5Gasolina: Producción Saldo neto (M – X) Consumo final

295.111.1

307.2

315.015.8

330.9

332.37.1

342.4

361.914.5

375.7

374.027.2

402.2

43.9

48.8

44.1

49.1Keroseno-fuel: Producción Saldo neto (M – X) Consumo final

43.71.0

44.8

59.62.1

61.4

67.61.7

69.5

78.43.3

81.6

76.43.9

80.4

9.5

10.6

9.0

9.8Keroseno: Producción Saldo neto (M – X) Consumo final

5.90.26.1

4.10.14.2

2.4-0.12.3

3.40.13.5

3.3-0.23.1

0.4

0.5

0.4

0.4Diesel: Producción Saldo neto (M – X) Consumo final

137.23.6

131.0

147.96.9

142.8

160.9-3.5

148.0

179.00.9

168.5

193.76.5

188.9

21.7

21.9

22.8

23.0Fuel: Producción Saldo neto (M – X) Consumo final

62.522.132.9

55.417.823.5

49.58.4

13.9

41.65.56.1

37.79.99.8

5.0

0.8

4.4

1.2Lubricantes + bituminosos + sprit + coque de petróleo: Producción Saldo neto (M – X) Consumo final

53.1-7.4

36.4

61.7-9.8

42.1

66.2-11.643.6

74.9-14.146.7

78.8-17.147.5

9.1

6.1

9.3

5.9Nafta: Producción Saldo neto (M – X) Consumo final

8.43.3

11.7

7.02.69.5

7.91.08.9

10.32.9

13.2

10.54.3

14.8

1.2

1.7

1.2

1.8Total: Producción de refinerías b

Saldo neto (M – X) Otros c

Consumo final

678.633.3

-69.5642.4

733.936.9

-85.0685.8

766.78.8

-77.7697.8

825.020.7

-76.4769.3

849.039.8

-69.0819.8

100

100

100

100a Una parte de la producción se obtiene por transferencia desde otros productos.b No se han detallado los datos de otros productos menores que sí se contabilizan en la producción total.c Variaciones en consumos intermedios...Fuente: elaboración propia a partir de International Energy Agency (2006b).

El tercer límite concierne a la excesiva concentración del parque de refinerías en torno a la zona del Golfo de México (Hibbard, 2006). En esta zona concurren las dos terceras partes de la oferta de crudo porque es allí donde se extrae (onshore y offshore) la mitad del crudo nacional y sus puertos reciben una parte importante del crudo importado. Esa situación ha alentado que en esa zona esté instalada más de la mitad de la capacidad de refino del país: Texas dispone de casi 2 400 millones de Tm y Louisiana de 150 millones, de modo que esos dos estados generan más de 45% del refino nacional y junto a lo que aportan otros estados de la zona la proporción se acerca a 55%.19 Esa concentración en

19. Las otras dos zonas significativas son California (12) y los estados centrales de los Grandes Lagos y las Llanuras (21%), con porcentajes menores para el resto de la costa del Pacífico (6%), los estados de la costa Este (10%) y los de las Rocosas (3%). EIA(2006e).

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una zona reducida y ubicada en un extremo del país, obliga a trazar una extensísima red de tuberías y otros medios de transporte con los que trasladar los productos refinados para abastecer a las zonas cuya producción es deficitaria. Además, tal concentración de refinerías se vuelve más peliaguda porque aquella zona del Golfo de México está sometida periódicamente a fuertes huracanes que, junto al impacto en las plataformas de extrac-ción y otras instalaciones, ocasionan grandes desperfectos en las refinerías, reduciendo temporalmente su producción y, por tanto, los productos transportados y el suministro adecuado de las regiones deficitarias.

2. Rigideces en la sustitución de fuentes energéticas

2.1. Gas natural: ascenso frenado y dependencia externa

Medio siglo atrás, Estados Unidos era el país pionero en la utilización del gas natural aprovechando la abundancia de sus reservas y la variedad de consumos que ofrecía, tanto para la industria, el sector residencial y otros usos finales, como para su combustión en las plantas térmicas. Sin embargo, al cabo del tiempo la situación se ha ido tornando más adversa,20 en un proceso que guarda ciertas similitudes con el seguido por el petróleo y a consecuencia del cual se ha frenado la presencia ascendente que este recurso llevaba en el sistema energético, a la vez que ha aumentado su dependencia externa. (Costello et al, 2004; Boussena et al, 2006; Foss, 2005; APERC, 2003).

La producción de gas alcanzó su cenit en 1973 con un nivel máximo de 615 mil mi-llones de metros cúbicos. Se inició entonces un declive que condujo la cifra de extracción a 506 mil millones de m3 en 1990. En esa década se registró un cierto repunte que se prolongó hasta los inicios del nuevo siglo (556 mil millones en 2001), para caer ligeramen-te a 531 mil millones de m3 en 2004. Se trata, por tanto, de un retroceso menos intenso y persistente que el mostrado por el crudo de petróleo, pero igualmente significativo. Las reservas probadas apenas han repuesto el gas extraído en el curso de los años, de modo que entre 1980 y 2004 la producción acumulada fue de 12.5 billones de metros cúbicos mientras que las reservas se redujeron en 120 mil millones, estando cifradas actualmente en 5.45 billones, equivalentes a 3% de las reservas mundiales.21 No obstante, a diferencia de lo que sucede en el caso del crudo, el hecho de que la ratio actual reservas/producción –en torno a 10 años– haya recuperado el nivel que tenía hace dos décadas y sea mayor que el registrado en los años noventa (8.5 años) obedece sobre todo al avance de las reservas, que han aumentado en casi un millón de metros cúbicos respecto del mínimo registrado en 1993 (4.55 billones), aunque también se eleva la ratio debido a la nueva caída de la producción.

20. En 1960, Estados Unidos producía y consumía 36-37%% del gas natural a escala mundial, mientras que en 2004 tiene una cuota mundial de 18% en la producción y de 22% en el consumo.

21. La fuente de los datos referidos es BP (2007), bastante coincidentes con los que ofrecen la OPEP (5.35 billones de metros cúbicos) y la EIA (5.45 billones). La cifra oficial sobre reservas “posibles” es muy superior, pero incluye recursos hipotéticos sin descubrir y otros conocidos pero en los que se ignora su grado de recuperabilidad técnica y de rentabilidad económica (Boussena, et al., 2006).

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La mejora se aprecia también en la cantidad de pozos explotados cuyo número sigue en alza, desde 182 mil de 1980 hasta 400 mil actuales. Sin embargo, la profundidad me-dia de las perforaciones fue aumentando de forma considerable durante los años noventa después de haberse mantenido bastante estable en la década anterior en torno a 1 520 - 1 550 metros, de modo que en 1995 superaba los 1 900 metros y después apenas ha bajado en los últimos años.22 Ese dato no es más que uno de los numerosos indicios sobre las limitaciones productivas que presentan la mayoría de los campos gasíferos esta-dounidenses cuyos mejores tiempos pasaron ya hace décadas y sus condiciones actuales son bastante menos favorables. Sucede así que la producción por pozo se ha reducido drásticamente en el curso del tiempo, con cifras de 2.7 mil millones de m3 en 1980 y 1.125 mil millones, esto es, un retroceso de 45 por ciento.

El descenso de la producción y de la productividad se constata con mayor fuerza en los yacimientos de todas las zonas onshore, que es donde se obtienen las tres cuartas partes del gas nacional,23 en tanto que la extracción en Alaska sigue suponiendo alrede-dor de 5% y el resto corresponde a la producción offshore en el Golfo de México, que es la que ofrece menor deterioro de los indicadores productivos.

En contraste con el curso descendente de la producción, la demanda interna man-tiene una trayectoria ascendente desde los años noventa. No ocurrió así en la década anterior, cuando la demanda se contrajo en su primera mitad hasta el punto de que pese a la recuperación posterior en 1990 se registró un nivel (530 mil millones de m3) que aún era 6% inferior al de diez años antes. El alza del consumo de los años noventa, con un incremento de 26% a lo largo del decenio –hasta 667 mil millones de m3– ha quedado truncada en los últimos años, con una caída de casi 10% que ha colocado la demanda de 2004 en 619 mil millones de m3.

Paralelamente, en el transcurso de esas décadas se ha modificado la composición de la demanda de gas natural. La alteración afecta en primer lugar a la proporción entre los consumos intermedios y finales, cuya relación pasó de 28-72% a 35-65% debido a que se elevó la parte destinada a las plantas eléctricas (de 17 a 27%) mientras que la dedicada al autoconsumo24 y otras partidas menores redujo la suya más suavemente (de 11 a 8%). En segundo lugar, afecta a la estructura sectorial del consumo final, ya que su pérdida relativa de siete puntos ha estado centrada en la industria y el sector residencial, que han reducido sus cuotas en cuatro y tres puntos, respectivamente, hasta suponer 26 y 22% de la demanda interna; mientras que el sector comercial (14%) y el de transporte (3%) mantuvieron sus cuotas menores.

Este hecho es el que ha dado lugar a que el gas natural haya visto mermada su pre-sencia relativa en el consumo final de energía, cayendo de 24.2 a 21.7%, en la medida en que durante el intervalo de 1990 a 2004 el consumo de gas apenas ha crecido 10%. Sólo ha mantenido su participación relativa en el consumo industrial (30%) puesto que sigue utilizándose de forma destacada, sea como combustible en diversas actividades

22. Fuente EIA: http://tonto.eia.doe.gov/dnav/pet/pet_crd_welldep_sl_a.htm23. Aproximadamente, 45% se concentra en los estados de: Texas (24%), Louisiana, Oklahoma y

Nuevo México (EIA, 2006e; Hibbard, 2006).24. Se trata del combustible consumido por los gasoductos y las actividades productivas relacio-

nadas con el petróleo y el gas.

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manufactureras, sea como feedstock en la rama petroquímica. En cambio, su contribución ha sufrido caídas notables en el sector residencial y en el comercial, donde sigue siendo un recurso importante, que aporta 43 y 37% de sus respectivos consumos, pero esos porcentajes reflejan pérdidas de ocho y cuatro puntos respecto de sus contribuciones de hace dos décadas.

Por tanto, el freno a la presencia ascendente que observaba el gas natural desde mediados del siglo XX en el consumo final de energía concierne a lo que sucede en el consumo de los hogares y en el sector comercial. Sin embargo, como se examina en el próximo apartado, la modificación que tiene lugar es más compleja ya que en ambos sectores se produce una sustitución de gas por electricidad, pero al mismo tiempo el gas natural sí gana una cierta presencia en la generación de electricidad.

Gráfica 3Producción, demanda

e importaciones de gas natural: 1971-2004

(miles de millones de metros cúbicos)

Fuente: International Energy Agency (2006), Energy ba-lances of OECD Countries, 1960-2009 y Natural Gas

Information.

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Importaciones / Demanda Interna ProducciónImportaciones Demanda Interna TotalConsumo Final Consumo Intermedio

Precisamente, ante una producción en retroceso, el incremento de la demanda interme-dia es el que determina –en mayor medida que los consumos finales– la necesidad de incrementar las importaciones de gas natural (gráfica 3). La cifra de compras se elevó con suavidad en los años ochenta, desde 28 a 43 mil millones de m3 y se aceleró después hasta registrar 120 mil millones de m3 en 2004.25 De esa manera, una parte creciente de la demanda interna se abastece con compras en el exterior que en 1980 representaban 5%, en 1990, 8% y en 2004 se acercan a 19%, un porcentaje que expresa un grado de dependencia que ya empieza a ser significativo y que coloca también a Estados Unidos a la cabeza de los países importadores con una cuota equivalente a 15% mundial, si bien hasta el momento la casi totalidad de esos suministros externos proceden del país vecino, Canadá.

25. También han aumentado las exportaciones, aunque sus cifras son muy inferiores. Aumentaron de 1 a 4 mil millones de m3 hasta mediados de los noventa y después lo han hecho hasta 24 mil millones en 2004, debido a que desde el Golfo de México se abastece al vecino meridional del mismo nombre.

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2.2. El carbón como sostén de la producción eléctrica:

alternativas limitadas

El consumo final de energía ha experimentado una creciente electrificación (cuadro 2) de forma que este recurso supone ya la quinta parte de la demanda final gracias a que ha incrementado con rapidez su presencia en el abastecimiento energético de los hogares (donde representa ya 41%) y en el sector comercial (52%), manteniendo una cuota im-portante en el consumo de la industria (23%).26 En consecuencia, para atender a esas necesidades sectoriales, la producción de energía eléctrica ha crecido con dinamismo; entre 1980 y 2004 se ha incrementado 70%, pasando de 2 427 a 4 147 teravatios-hora (tWh), lo que supone una tasa media de 2.3% anual durante ese cuarto de siglo.27 Se trata de un ritmo notable, aunque inferior al registrado por el PIB, de ahí que la ratio con-sumo eléctrico-PIB haya descendido entre 1980 y 2004, desde 0.44 hasta 0.37 kWh por dólar de producción (constante del año 2000); pero no así la ratio de consumo eléctrico respecto de la población que se ha elevado más de un 25%, hasta 1 338 kWh per cápita, una cifra que casi duplica a la que ostenta la Unión Europea-15 y es 65% superior a la de Japón (IEA, 2000b).

El grueso de la producción se genera en plantas térmicas, que desde hace décadas vienen aportando 70-71% del total (IEA, 2006b; EIA, 2006d; APERC, 2004b). Y dentro de este tipo de plantas el carbón sigue siendo el combustible abrumadoramente mayoritario, pues apenas ha reducido tres puntos su participación respecto a los años ochenta y sigue suponiendo alrededor de 72% del combustible utilizado en las plantas termo-eléctricas. Es así que pese al aumento de la proporción de gas dirigido a la producción termo-eléctri-ca y pese a las ventajas técnicas y económicas que ofrecen sus plantas (menor coste de construcción, mayor flexibilidad en el tamaño, mínima contaminación atmosférica), durante todo el período, el gas natural sólo ha elevado en cuatro puntos su participación como combustible (hasta 24%) y mantiene una presencia de segundo orden en el conjunto del parque de centrales térmicas, mientras que la del petróleo –fuel oil– es marginal ( por ciento).

Consecuentemente, el proceso de electrificación del consumo final reposa de mane-ra decisiva en el carbón, que es un recurso abundante pero acarrea un gravísimo impacto ambiental a través de la emisión de gases de efecto invernadero.

La producción de carbón es la que ha venido sosteniendo, en primera instancia, el modesto crecimiento de la producción de energía primaria durante las últimas décadas, convirtiéndose en la primera fuente energética en la medida en que aporta más de un

26. Esos tres sectores son los que concentran la mayor parte de la demanda final de electricidad, que en 2004 se distribuye entre 36% en el sector residencial, 34% en el comercio (incluyendo alumbrado público) y 29% en la industria, con 4% restante repartido entre el transporte, la agricultura y otras activi-dades.

27. La fuente de los datos referidos es la IEA (2006b). La EIA ofrece cifras ligeramente inferiores (3970 tWh en 2004), pero no modifican la tendencia de crecimiento. La mayor parte de la producción co-rresponde a empresas vinculadas al servicio público de electricidad, aunque se aprecia una participación creciente de productores independientes, que ya aportan 28% del total, frente a menos de 2% en 1980, además de casi 5% que corresponde a plantas cogeneradoras de electricidad y calor.

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tercio de la producción de energía primaria del país (cuadro 4). Entre 1980 y 2004, la producción carbonífera ha pasado de 450 a 550 millones de toneladas equivalentes de petróleo, que representan cerca de 18% de la producción mundial. La mayor parte de la producción se compone de carbones bituminosos, de buena calidad y escasa volatilidad calorífica, si bien el tope productivo de estas variedades se alcanzó a mediados de los años noventa y después ha ido descendiendo, de manera que su contribución a la produc-ción carbonífera ha bajado del 64 a 54% en el espacio de una década.28

La disponibilidad futura de este recurso está garantizada en sus distintas modalida-des porque su dotación en muy abundante en el territorio estadounidense ya que cuenta con unas reservas de carbones bituminosos estimadas por encima de 110 mil millones de Tm (23% mundial) junto con otras de sub-bituminosos por encima de los 130 mil millones de Tm (31% mundial). En conjunto, las reservas probadas suponen unos 130 mil millones de toneladas equivalentes de petróleo, lo que significa una ratio reservas/producción de 240 años (BP, 2007).

Cuadro 4Evolución de la producción y de la demanda de energía primaria: 1970-2004

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1966-1970

1971-1975

1976-1980

1981-1985

1986-1990

1991-1995

1996-2000

2001-2004

2001-2004Promedio anual

Tasas medias de variación anual de cada período(%)mill. Tep

%

Producción 3.3 5.0 -0.6 2.0 0.2 1.0 0.1 0.2 -0.5 1.660 100 Carbón 3.9 3.0 1.1 4.3 0.8 3.0 -0.3 0.5 0.1 550 33.2 Petróleo crudo 2.3 4.7 -2.6 0.5 0.6 -3.4 -1.7 -1.7 -1.9 353 21.3 Gas Natural 4.4 6.9 -1.9 0.4 -3.2 1.7 0.8 0.6 -0.5 447 26.9 Nuclear 47.9 42.9 51.1 7.7 8.8 8.5 3.1 2.2 0.5 208 12.6 Hidro 5.8 5.0 3.9 -1.7 0.4 0.8 2.8 -4.2 1.7 21 1.3 Geotérmica 42.1 22.7 43.5 9.3 13.1 10.7 -1.2 -0.2 -9.5 10 0.6 Solar-eólica - - - - - 217.2 1.5 42.9 6.4 2 0.1 Comb.Sol.Renov 0.2 1.4 0.9 8.2 3.6 -0.9 2.5 0.8 -1.0 67 4.0Demanda Interna 3.8 4.9 1.3 1.8 -0.3 1.6 1.6 2.0 0.2 2.288 100 Carbón 3.5 2.0 1.0 4.2 2.5 1.5 0.8 2.6 0.1 538 23.5 Petróleo crudo 2.6 4.1 3.5 1.3 -2.1 1.9 0.9 1.6 1.0 901 39.4 Gas Natural 4.8 6.8 -1.7 0.8 -2.9 1.3 3.0 1.5 -1.6 521 22.8 Nuclear 47.9 42.9 51.1 7.7 8.8 8.5 3.1 2.2 0.5 208 9.1 Hidro 5.8 5.0 3.9 -1.7 0.4 0.8 2.8 -4.2 1.7 21 0.9 Geotérmica 42.1 22.7 43.5 9.3 13.1 10.7 -1.2 -0.2 -9.5 10 0.4 Solar-eólica - - - - - 217.2 1.5 42.9 6.4 2 0.1 Comb.Sol.Renov. 0.2 1.4 0.9 8.2 3.6 -0.9 2.5 0.8 -1.0 67 2.9

Fuente: elaboración propia a partir de IEA (2006b).

Aproximadamente, la décima parte de la producción se exporta y el resto se dirige casi en su totalidad hacia las plantas térmicas. En los años ochenta, 86% de la demanda interna se orientaba hacia ese consumo intermedio y en la actualidad ese porcentaje se eleva a 94%, de modo que sólo 6% se consume como recurso final, sobre todo en el sector

28. También desciende la producción de carbón coquizable (para altos hornos) que ahora repre-senta sólo 5% del total. En consecuencia, lo que sigue aumentando es la producción de las variedades sub-bituminosas y de lignito, que ya representan 41% del total (IEA, 2006b).

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industrial.29 Por tanto, la abundancia de las reservas garantiza una presencia protagonista de este recurso en la generación de electricidad a largo plazo; la limitación que presenta es la que se deriva de su grave impacto ambiental a través de la emisión de gases que tiene lugar en la combustión termo-eléctrica (Tol et al, 2006).

Según los datos de la EIA, 99% de las emisiones de CO2 se debe a actividades ener-géticas y otro tanto sucede con las emisiones de SO2 y de NOx. En el caso del dióxido de carbono, la cuantía de partículas arrojadas a la atmósfera se ha incrementado 25% entre 1980 y 2004, desde 4 753 a 5 900 millones de toneladas.30 La mayor responsabilidad de tales emisiones corresponde a las plantas térmicas, cuya contribución ha aumentado en siete puntos relativos hasta suponer 40% del total. El segundo lugar queda a cargo del sector de transporte, debido a la combustión de los derivados de petróleo realizada por los motores de los vehículos, los aviones y otros medios, cuya cuota contaminante ha au-mentado en tres puntos hasta acercarse a 33% del total.31 Desvinculada de los acuerdos de Kyoto, la política ambiental de las últimas administraciones consiste en la aplicación “flexible” de indicadores propios que hasta la fecha muestran una escasa efectividad, acompañada de una apelación optimista a la rápida disponibilidad de tecnologías que permitan una combustión de carbón (limpio) con un mínimo impacto ambiental.

La presencia dominante del carbón en el mix eléctrico constituye la otra línea de fuer-za fundamental del sistema energético estadounidense, que se ha consolidado merced a la limitada capacidad de sustitución que ofrecen los combustibles que no tienen origen fósil, esto es, la energía nuclear y las energías renovables, encabezadas por la hidráulica.

Presentada en los años setenta como la alternativa al petróleo cuya contribución iba a ser decisiva para lograr la autosuficiencia en el abastecimiento energético, sin impacto ambiental, el paso del tiempo ha mostrado que la energía nuclear tiene unas posibilidades bastante limitadas para sustituir a los combustibles fósiles en la producción de electrici-dad. Tras su flamante irrupción en la escena energética en aquellos años, a lo largo de la siguiente década la producción de origen nuclear tuvo un rápido desarrollo y obtuvo una participación creciente en la generación de energía eléctrica. Las 20 unidades instaladas en 1970 pasaron a ser 112 en 1990 y los 23 teravatios hora del inicio se ampliaron a 611 tWh, de modo que en 1990 suponía ya 19% de la producción eléctrica.

Sin embargo, a partir de esa fecha este recurso energético no ha conocido pro-gresos significativos (APERC, 2004; EIA, 2006d; IEA, 2006b): el número de plantas se ha reducido levemente a 104, la producción ha aumentado a un ritmo menor (cuadro 4) hasta llegar a un total de 813 teravatios-hora que en 2004 representan 19% de la producción total de electricidad, es decir, apenas unas décimas más que en 1990. De hecho, desde 1980, tras el accidente nuclear de la central de Harrisburg, en Tree Mile Island, no se ha concedido ninguna licencia de construcción y las últimas centrales que fueron conectadas

29. En la industria es un recurso cada vez más minoritario, pues sólo contribuye a 7% de su consu-mo, mientras que en los otros sectores finales su aportación en marginal.

30. EIA: http://www.eia.doe.gov/environment.html31. 27% restante de las emisiones se imputa a los demás sectores de consumo final. Conforme a

su pérdida de peso en el CFE, la industria también ha reducido su responsabilidad contaminante pasando de 25% de 1980 a 18% actual, en tanto el sector residencial lo ha hecho de 8 a 6% y el comercial de 5% a 4% (EIA, 2006b).

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a la red lo hicieron a mediados de los años noventa. Sin nuevas capacidades instaladas, la expansión de la producción se lleva a cabo mediante el alza del factor de capacidad, que en 1990 era de 70% y en los últimos años ha estado oscilando en torno a 90%. Sin embargo, esa intensificación, a expensas de un menor número de paradas –por razones de carga, inspección u otros motivos– reduce el margen de garantías del parque nuclear para atender a posibles imprevistos, a la vez que acentúa la presión con la que trabaja un gran número de plantas que llevan ya varias décadas funcionando.

Más decepcionante aún es la trayectoria de las fuentes renovables (APERC, 2005; EIA, 2006d). Los recursos hidráulicos, cuya producción viene oscilando en las últimas dé-cadas entre los 250 y los 325 teravatios-hora, suponen ya menos de 8% de la producción eléctrica, sin que quepa esperar una expectativa más favorable. La energía geotérmica alcanza una producción cercana a 15 tWh, mientras que la solar y la eólica no alcanzan conjuntamente esa cifra, y la energía originada a partir de biomasas sólidas y líquidas apor-ta otros 70 tWh. Es así que la contribución agregada de los nuevos recursos renovables apenas alcanza el centenar de teravatios-hora, aportando 2.5% de la producción eléctri-ca, y si se suman también los recursos hidráulicos, el conjunto de las fuentes renovables representa la décima parte de la producción de electricidad. Es así que la “green power” sigue siendo una propuesta sometida a múltiples obstáculos que limitan severamente su participación en el mix eléctrico (Menz, 2004).

A fin de cuentas, la generación de energía eléctrica necesita seguir basándose en el carbón, en la medida en que el gas natural, la energía nuclear y los recursos renovables no ofrecen posibilidades para sustituirlo en una proporción mayor.32

3. Política energética: entre la inoperancia y la pasividad interesada

El análisis precedente confirma que el sistema energético estadounidense no ha conocido cambios estructurales durante las últimas décadas sino que en su transcurso se han pro-fundizado las dos líneas de fuerza principales que lo caracterizan: de una parte, el predo-minio sectorial del transporte en el consumo final, que se abastece casi en exclusiva con derivados de petróleo; de otra parte, un creciente proceso de electrificación, que requiere una contribución masiva de carbón para generar esa energía eléctrica demandada por los demás sectores de consumo final (diagrama I).

32. Otro problema de considerable importancia que presenta el sector eléctrico concierne a la situación de la red, es decir al sistema de transporte y distribución de fluido eléctrico. El crecimiento de la producción no ha tenido una respuesta similar en la ampliación y modernización de una red que se vertebra territorialmente a través de tres sistemas interconectados (Este, Oeste y Texas) con numerosos cuellos de botella debido a la escasez de inversiones y de innovaciones tecnológicas en las últimas déca-das. Múltiples informes, incluso oficiales, muestran las serias debilidades que presenta esa red. Abundan también los ejemplos sobre algunas de las dificultades creadas en forma de apagones e insuficiencias de suministros en determinadas zonas. Cabe recordar, por ejemplo, el apagón generalizado que sufrió una gran parte del país el 14 de agosto de 2003 como consecuencia de unos problemas surgidos en las líneas de transmisión de Cleveland (Ohio).

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Ante estas tendencias inerciales, las administraciones que han gobernado el país du-rante el último cuarto de siglo no han cesado de hacer declaraciones a favor del aumento de la producción (detener la caída de hidrocarburos, seguir con el programa nuclear, fo-mentar las energías renovables) y elevar la eficiencia de los consumos finales para mode-rar el impacto de la contaminación y reducir la dependencia externa en cuanto al petróleo. Esos objetivos de referencia figuraban en la propuesta del Projet Independence aprobado por la Administración Nixon, lo mismo que en el Programa de la Administración Carter de 1979, siendo reiterado posteriormente por las administraciones Reagan-Bush y Clinton que gobernaron durante los años ochenta y noventa. En presencia de unos indicadores energéticos que no dejan lugar a la duda sobre la gravedad alcanzada por la vulnerabili-dad energética, la nueva Administración Bush afronta desde las primeras semanas de su mandato la necesidad de ofrecer soluciones a los problemas planteados. Desde un nuevo organismo intergubernamental, el National Energy Policy Develoment Group y desde el Department of Energy van surgiendo sucesivas propuestas que cristalizaron normativa-mente con la aprobación de la Energy Policy Act aprobada en julio de 2005 y que ha conocido ulteriores concreciones en documentos posteriores (NEC, 2006; GAO, 2007)

3.1. Propuestas energéticas de la Administración Bush

La referencia que guía la política energética de la Administración Bush es la necesidad de aportar respuestas a las dos líneas de fuerza que determinan el funcionamiento del siste-ma energético del país, de manera que sus propuestas se pueden agrupar en torno a dos grandes cuestiones: el abastecimiento de combustible al transporte y la diversificación de las fuentes generadoras de electricidad (Kodjak y Meszler, 2004; Sandalow, 2007, NEP-

DG, 2001; NCEP, 2004; NEC, 2006; GAO, 2007; APERC, 2007). De una parte, el abastecimiento del transporte se afronta con medidas orientadas en

una doble dirección:

i) La utilización de nuevos combustibles. Se enuncian así las posibilidades de los bio-carburantes (etanol y biodieseles) obtenidos a partir del procesamiento de plantas vegetales y desde grasas animales, así como la utilización de biomasas convertidas de gas a líquido, carbones de gas a líquido y del gas natural utilizados como com-bustibles para vehículos. El programa “Renovable Fuels Standard” se propone que en el año 2012 el consumo de bioetanol alcance los 15 mil millones de litros cuyo suministro esté disponible en un buen número de distribuidoras de combustible para vehículos; junto a otras metas para los demás sustitutos parciales de los derivados de petróleo que actualmente consume el parque de vehículos. A tal efecto se crea un sistema de subvenciones públicas y de exenciones fiscales para promocionar la producción y el consumo de esos biocombustibles

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Diagrama 1Líneas de fuerza del Sistema Energético de Estados Unidos

Generación de Electricidad

NacionalImportado Línea Principal Línea de segundo orden Línea de tercer orden

CARBÓN

Carbón: 53%

INDUSTRIA: 29%

DERIVADOS DEPETRÓLEO

E. NUCLEAR

GAS NATURAL

E. HIDRO y OTRAS

Gas Natural: 16%

Autoconsumo y otros

RESIDENCIAL: 17%

COMERCIAL: 13%

eoNuclear: 20%

TRANSPORTE: 40%

Derivados Gas Natural E. Eléctrica Otras

De De

De De

De D D

Fuente: elaboración propia a partir de IEA (2006a).

ii) La innovación tecnológica que permita fabricar nuevos tipos de vehículos motori-zados. Se postula para ello la necesidad de innovaciones que permitan contar con motores “limpios” diesel –con mínimas emisiones contaminantes—, fabricar vehículos híbridos que funcionen a la vez con baterías eléctricas y con motor de combustión interna, así como la construcción de vehículos basados en el hidrógeno. A tales efec-tos, se ofrecen ventajas fiscales y apoyos financieros para la investigación aplicada que permita la construcción de prototipos de esos nuevos motores y esos vehículos de nueva generación, con los que se pretende ir renovando escalonadamente el parque de automóviles, camionetas y camiones de manera que reduzcan considera-blemente, o incluso lleven a hacer innecesario, el uso de derivados de petróleo.

Adicionalmente, otras dos medidas que conciernen al sector del transporte y al petróleo son el aumento de los estándares de eficiencia fijados a los fabricantes de vehículos y el levantamiento de la prohibición vigente de explotar los yacimientos del Artic National Wildlife Refuge, en la zona septentrional de Alaska. Los estándares de eficiencia y pro-tección ambiental de CAFE deben servir también para favorecer la utilización de los bio-carburantes y de los nuevos tipos de automóviles. Las perforaciones en los espacios públicos naturales de Alaska permitiría aumentar la producción de crudo, pues –según la

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información del U.S. Geological Survey– la magnitud de sus reservas posibles (unos 2.2 mil millones de toneladas) equivale a la mitad de las reservas probadas con que actual-mente cuenta el país.

De otra parte, para lograr una mayor diversificación del mix eléctrico se formulan tres propuestas principales:

i) El desarrollo de la tecnología que permita la utilización de carbón limpio en las plan-tas térmicas para reducir al mínimo las emisiones de CO2 y demás gases contami-nantes. Para ello se apoyan programas de investigación que trabajan sobre varias alternativas posibles, previas o posteriores a la combustión termoeléctrica.33

ii) El impulso de las energías renovables. Se insiste así de forma reiterada en el poten-cial de desarrollo que tienen esas energías: eólica, solar, mareomotriz, biomasas y geotérmica, sobre todo para la producción de electricidad. Para estimular su desa-rrollo se amplían las ayudas concedidas a la investigación y la comercialización de esas fuentes alternativas.

iii) La construcción de plantas nucleares. Se apuesta por la posibilidad de contar con una nueva generación de reactores atómicos (VHTR, Very High Temperatura Reac-tor), a la vez que se prolonga hasta los 40 años la licencia de funcionamiento de las plantas en activo, con la posibilidad de conceder una autorización adicional por otros 20 años más. Para alentar la creación de consorcios que soliciten licencias para construir nuevas plantas, el gobierno se compromete a compensar económicamente los costes que pueda acarrear cualquier retraso motivado por causas administrativas en la concesión de permisos, así como a conceder créditos durante ocho años por megavatio-hora producido.

El corolario de la política gubernamental es que la aplicación de ese conjunto de medi-das potenciará la capacidad energética del país y reducirá la dependencia del petróleo. Abundan así los documentos exegetas que relacionan el programa con la “ending oil dependence” y el “end oil”.

3.2. La incierta apuesta por “pasado mañana”

Las propuestas mencionadas y, por extensión, el conjunto de la política energética contie-nen tres supuestos implícitos. El primero es que bajo las condiciones tecnológicas actua-les no cabe ningún cambio sustancial del sistema energético, sino que su funcionamiento seguirá estando determinado por las dos líneas de fuerza principales. En consecuencia, como segundo supuesto, la modificación de las características vigentes sólo se puede

33. Una primera opción es gasificar el carbón antes de su combustión. La segunda es separar los gases resultantes de la combustión. La tercera consiste en quemar oxígeno puro (oxicombustión) que no se traslada a la atmósfera. La cuarta es almacenar el dióxido de carbono en lugares geológicos; por ejem-plo, inyectarlo en los yacimientos petrolíferos. Se trabaja también en la búsqueda de otras posibilidades de reciclar los residuos de la combustión.

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lograr mediante la incorporación de importantes innovaciones tecnológicas que, por otra parte, en su mayoría todavía no están disponibles para ser utilizadas de forma inmediata. Por tanto, tercer supuesto, lo importante no es el esfuerzo por introducir medidas correc-toras que operen en el escenario energético actual, sino apostar por el desarrollo de esas nuevas tecnologías que podrán alterar radicalmente el escenario energético actual. En consecuencia, las medidas arriba expuestas son propuestas para “pasado mañana”.

• Las posibilidades que ofrecen los biocarburantes todavía resultan inciertas. Se des-conoce cuál es el potencial de la producción nacional, qué costes y qué conse-cuencias tendría sobre el sector agrario nacional el hecho de importar las materias primas que se necesitan para fabricar etanol en grandes cantidades. Se ignora cómo podrán surgir y consolidarse las plantas destiladoras, y cómo se construirá la red de transporte y distribución del combustible. Se desconoce también cómo podrá acom-pasarse la fabricación de vehículos a la oferta del nuevo combustible. En suma, se trata de crear un mercado, ahora inexistente, con todos sus ingredientes, partiendo prácticamente de cero. Por tanto, cualquier calendario es incierto y cualquier esti-mación detallada acerca de las posibilidades reales de los biocarburantes resulta meramente hipotética, cuando no tendenciosa.

• La producción de automóviles con motores híbridos o basados en el hidrógeno per-tenece igualmente al terreno de lo futurible. No cabe precisión alguna sobre cuándo podría comenzar su comercialización, qué precios deberán alcanzar para que sean competitivos frente a los modelos actuales y, por tanto, a qué ritmo podrían ir susti-tuyendo al parque existente.

• La aportación de crudo que se obtendría si se realizarán extracciones en la ANWR de Alaska es igualmente incierta. De forma confusa se relacionan las estimaciones sobre reservas posibles en la zona con el nivel de reservas probadas, a pesar de que la mayor parte del combustible se encuentra en zonas glaciares para las que no se dispone de equipos y técnicas de extracción, ni se conocen los costes económicos que conllevaría, ni las consecuencias geológicas que acarrearía la perforación de esas zonas. Precisamente, por esos motivos la mayor parte de la opinión pública y una parte de la clase política rechazan la visión gubernamental de “drill first, ask question later”. Cabe estimar, además, que las reservas recuperables bajo las con-diciones de rentabilidad vigentes no superan la quinta parte de las reservas físicas de la zona, de modo que su producción sería relativamente modesta y no alteraría de forma significativa la insuficiente oferta nacional de petróleo.

• La alternativa del carbón limpio se viene propugnando desde hace décadas (Auer, 2007b) y en ella siguen trabajando los científicos sin que hasta el momento se dis-ponga de tecnologías comercializables, ni quepa prever un calendario verosímil so-bre la viabilidad técnica y económica de contar con esa innovación.

• Las energías renovables también vienen formando parte del discurso energético de las sucesivas administraciones desde hace décadas, sin que hasta la fecha se hayan registrado hitos fehacientes. A pesar de las declaraciones y de los pequeños pro-gramas de apoyo, sin considerar la producción hidráulica, siguen aportando menos de 2.5% de la producción eléctrica. Por ende, muchos proyectos sobre esas ener-

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gías renovables han quedado en manos de las grandes corporaciones dedicadas a los combustibles fósiles –sea en el campo del petróleo y el gas natural, sea en el carbón–, que evidentemente carecían de interés en potenciar fuentes energéticas alternativas a las que forman la base de su negocio.

• En el caso de la energía nuclear cabe recordar que no se ha construido ninguna planta nueva desde hace dos décadas. La vida media del parque actual es de 24 años, siendo bastantes las plantas que arrastran ya tres decenios en funcionamiento y desde los años noventa trabajan casi a plena capacidad. La propuesta de prolon-gar su período de actividad hasta los 40 años, con posibilidad de ampliar hasta 60 años, supone un sobre-esfuerzo mayor que quizás repercuta negativamente sobre su tasa de utilización (averías, paradas) y, por tanto, sobre su producción eléctrica. Las nuevas centrales previstas siguen bajo los signos de la incertidumbre, ya que los consorcios formados para financiar su construcción se encuentran en fases pre-vias, localizando posibles emplazamientos y negociando la participación respectiva de cada compañía partícipe. Hasta la fecha sigue sin concederse ninguna nueva licencia, mientras que los reactores que proponen las dos grandes firmas fabrican-tes, General Electric y Westinghouse, no son más que adaptaciones mejoradas de sus anteriores modelos –PWR y BWR respectivamente–. La posibilidad de contar con reactores de nueva generación pertenece todavía al campo de la investigación básica, como desde hace mucho tiempo lo está la fusión nuclear o los reactores que utilizarían plutonio como combustible.34

Así las cosas, el programa energético de la Administración Bush es meramente hipotéti-co, emplaza a un pasado mañana que puede ser dentro de dos décadas, o tres, o más. No puede ofrecer calendarios precisos, ni puede garantizar la viabilidad tecnológica de esas apuestas y mucho menos su viabilidad económica. Resulta paradójico que las ideas fundamentales del programa se escribieron en documentos redactados en un momento, 2001, en el que los precios internacionales del petróleo todavía eran moderados; sin embargo, posteriormente se ha utilizado la fuerte escalada de precios entre 2004 y 2006 para argumentar la validez de tales propuestas. Por esa razón, otro supuesto básico que está latente en esas propuestas es que en las próximas décadas los precios del petróleo y del gas natural seguirán subiendo y, por tanto, su encarecimiento favorecerá la competi-tividad de otros combustibles. Supuesto que, cuanto menos, resulta muy arriesgado si se tienen en cuenta las enseñanzas que aporta la trayectoria cíclica de los precios internacio-nales durante el último medio siglo.

No obstante, el cuestionamiento más rotundo a la viabilidad de la política energé-tica gubernamental lo proporciona la evidencia empírica sobre el esfuerzo tecnológico desplegado. Como señalan (Nemet y Kammen, 2007), utilizando los datos de la National

34. No está de más recordar que sigue vigente el problema del tratamiento de los materiales altamente radiactivos que se obtienen como residuos en las plantas. Han transcurrido más de tres dé-cadas sin que exista una solución satisfactoria, simplemente se siguen almacenando en diversas zonas terrestres o marítimas, a pesar de las optimistas apelaciones que entonces se hacían a que el desarrollo tecnológico hallaría tal solución.

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Science Foundation se comprueba que, los recursos financieros destinados a investiga-ción y desarrollo en el sector energético –medidos en dólares constante– disminuyeron durante los años noventa y han seguido descendiendo durante el primer mandato pre-sidencial de George Bush. Se han reducido incluso los fondos aportados por el sector privado, lo que pone constituye un indicio meridiano del estado real de las expectativas de las empresas sobre las posibilidades tecnológicas y el potencial de mercado que actual-mente ofrecen esas innovaciones energéticas (Nemet y Kammen, 2007; p. 754).

3.3. Los silencios para el presente: el cuento del rey desnudo

Con la vista puesta en esas alternativas futuribles, la política del gobierno pierde la pers-pectiva del presente y carece de medidas prácticas que poner en marcha para incidir en la dinámica energética actual. Los únicos instrumentos que parecen activos son las normas CAFE y los estímulos económicos (subsidios y exenciones) concedidos a empre-sas y laboratorios para alentar la búsqueda de innovaciones. Detrás del ruido con el que se anuncian aquellas alternativas hipotéticas e inciertas a largo plazo y más allá de los modestos instrumentos disponibles a corto plazo sólo queda un clamoroso silencio que revela la carencia de respuestas operativas para alterar las características de un sistema energético cada vez más vulnerable.

Un silencio que prolonga los mutismos de anteriores administraciones sobre las gran-des cuestiones energéticas que tiene planteadas el país. Ninguna de ellas se ha planteado dotarse de los medios necesarios para actuar sobre: a) el exagerado nivel de consumo energético puesto de relieve por los indicadores de intensidad DTEP-PIB y DTEP-población; b) la magnitud y la composición de un parque de vehículos motorizado que exige ingentes consumos de petróleo; c) el agudo proceso de electrificación de los consumos residen-ciales y comerciales que, junto a las demandas industriales, origina una masiva utilización de carbón para producir la electricidad necesaria; d) el fortísimo impacto ambiental que provocan los enormes consumos de carbón y derivados de petróleo;35 e) la insuficiencia de inversiones para modernizar el parque de refinerías y la infraestructura de transporte de energía eléctrica. Fiel a esos mutismos la Administración actual se niega incluso a poner en marcha medidas reclamadas incluso desde ámbitos conservadores que pueden redu-cir el consumo de combustibles en el sector de transporte.36

35. Después de rechazar su adhesión a los acuerdos de Kyoto, la Administración Bush viene anun-ciando desde la reunión celebrada en febrero de 2007 entre el G-8 y otros cinco grandes países (China, Brasil, India, México y Sudáfrica) la posibilidad de alcanzar “acuerdos similares” a los que se recogían en la convención de Kyoto para limitar las emisiones contaminantes. Se trataría de “acuerdos voluntarios” que no incluyesen compromisos concretos que los países tengan que cumplir obligatoriamente.

36. Desde hace años Martin Feldstein (2001), principal asesor económico durante la primera admi-nistración de Ronald Reagan, viene proponiendo que se aplique un gravamen fiscal considerable sobre el consumo de gasolina y otros carburantes, cuya recaudación podría destinarse a la investigación de tecno-logías energéticas, así como la imposición de un límite de consumo por persona que, a través de talones equitativamente distribuidos entre la población, podrían comercializarse pero supondrían la fijación de una cuantía máxima anual para el conjunto del país.

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En realidad, ese silencio reiterado revela la ausencia de medidas operativas y encierra una respuesta implícita en un terreno ajeno al de la energía. Si los problemas no se resuelven queda un resorte fundamental: seguir garantizando el abastecimiento de petróleo desde el exterior. Es decir, la doctrina formulada por James Carter en 1980: “.. an attempt by any outside force to gain control the Persian Gulf region will be regarded as an assault on the vital interests of the United States of America, and such an assault will be repelled by any means necessary, including militar force” (Sandalow, 2007, p. 3). O, lo que es lo mismo, se emplean los medios económicos si el funcionamiento del mercado permite obtener el petróleo que necesita el país, en otro caso se emplean medios extra-económicos incluidos los militares. El curso del tiempo ha mostrado so-bradamente que, lejos de suponer una hipótesis, la opción “manu military” ha resultado ser un instrumento realmente utilizado. El abastecimiento de petróleo se convierte en una cuestión de “Seguridad Nacional”, de modo que acontecimientos externos que acontecen a miles de kilómetros de la propia frontera –la situación en Oriente Medio– se consideran internos porque conciernen a los intereses vitales de Estados Unidos.

A fin de cuentas, cuando se consultan los documentos oficiales (NE-

PDG, 2001; NCEC, 2004; EPA, 2005; AEI, 2006; GAO, 2007) se observa con nitidez que, tras el relato de las posibles alternativas a disponer en el plazo de décadas, la realidad del presente está marcada por la necesidad de garantizar ese abastecimiento creciente de petróleo, y cada vez más también de gas natural. Y entonces el análisis adopta un carácter político-militar porque se traslada al plano de cómo intervenir en las relaciones internacionales y en los escenarios en conflicto o con posibles fuerzas desafectas u hostiles a los intereses estadounidenses tanto en Oriente Medio, como en Rusia, África o América Latina (CFE, 2006; Sebille-Lopez, 2006; Kalicki y Goldwyn, 2005).

Así es necesariamente porque cualquier pronóstico realista sobre la evolución energética en las próximas décadas –incluyendo las proyec-ciones que realiza la EIA a través de sus Annual Energy Outlook37– inde-fectiblemente señala el agravamiento de las tendencias actuales: la caída de la producción de petróleo, el crecimiento de la demanda, el dinamismo del consumo de derivados en el transporte y de la electricidad en el con-sumo final, la fuerte demanda de carbón y del gas natural en las plantas térmicas, el aumento de las importaciones de petróleo y gas natural y, en consecuencia, la mayor dependencia energética.

Nos encontramos, pues, ante una nueva versión del cuento de Hans Christian Andersen: el rey se pasea convencido de que luce unas origi-nales ropas que son invisibles para quienes no poseen la suficiente in-

37. En lo esencial no difieren de las previsiones que hacen la IEA ((2006a), APERC (2007).

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teligencia para admirarlas o no están a la altura de sus cargos como funcionarios. De ese modo, ante el temor a perder su posición, con los favores regios que conlleva, todos los cortesanos alaban la belleza de esas ropas que no ven y alaban el buen gusto de su rey. Hasta que un niño, que tampoco ve las ropas, declara en voz alta que el rey está desnudo, e inmediatamente es secundado por los pobladores del reino a pesar de que el rey y sus aduladores insisten en mantener que tales ropas existen y que los demás son incapaces de verlas.

Tras la sonoridad de los ruidos, la evidencia parece mostrarse con nitidez: el fundamento principal de la política energética de Esta-dos Unidos es su geo-estrategia internacional para garantizar el abas-tecimiento externo de petróleo. El gobierno está desnudo, sin resortes para actuar en el interior del sistema energético porque elude afrontar los factores que determinan esa creciente dependencia externa. Su silencio, es decir su inoperatividad, responde a un hecho consumado: son otros agentes nacionales quienes influyen en el comportamiento de la demanda energética. En primer término destacan los intereses de las grandes compañías petroleras que controlan la producción interna de crudo y de gas, son las propietarias de las principales refinerías y comercializan la mayor parte del combustible importado. En segundo lugar están los intereses de las compañías automovilísticas que son las que fabrican un número creciente de vehículos y las que deciden la composición del parque de vehículos, apostando por unidades de mayor tamaño y potencia.38 En tercer lugar están los intereses de las grandes compañías eléctricas pues la base de su negocio es la cre-ciente demanda de lo que ellas producen y distribuyen para consumo de las empresas, los hogares, los servicios públicos y los comercios. En cuarto lugar hay que considerar los intereses financieros que con-citan unos mercados plenamente liberalizados donde las actividades energéticas son la base de un sinnúmero de negocios (mercados ma-yoristas y minoristas; al contado, futuros, opciones, swaps) en los que intervienen agentes que nada tienen que ver con la oferta y la demanda de recursos energéticos. Finalmente, en quinto término aparece el con-junto de la población cuyos hábitos en cuanto al uso del automóvil, los consumos domésticos y la iluminación pública implican una exorbitante demanda de energía.

38. Entre 1990 y 2004 las ventas de vehículos para uso personal se han multiplicado por 2.1, pasando de 177 a 370 miles de millones de dólares. Dentro de ellas, las de camionetas ligeras lo han hecho por 3.7 (desde 58 a 217 miles de millones), de manera que en 1990 suponían 33% de las ventas y en 2004 represen-tan casi 60% del total. Fuente: Federal Highway Administration (FHA).

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Cabría, pues, referirse a una inoperancia gubernamental que res-ponde al statu quo de los intereses creados. Siendo así apelar a la “en-ding oil dependence” no deja de ser un slogan vacío e irreal, puesto que en el escenario de las próximas décadas seguirá creciendo la dependen-cia energética (Green et al, 2003).

4. Conclusiones

El sistema energético de Estados Unidos se encuentra atravesado por dos líneas de fuerza principales cuya acción se acentúa con el paso del tiempo desde hace más de un cuarto de siglo según se intensifica el elevado nivel de la demanda energética. De un lado, el sector del trans-porte es el más dinámico de los sectores de consumo final debido al continuo aumento de un parque de vehículos motorizados de colosales dimensiones y al cambio que experimenta la composición de ese parque, desplazándose hacia vehículos de mayor potencia y, en consecuencia, mayor consumo relativo de derivados de petróleo. En la medida en que la producción nacional de crudo sigue declinando, las refinerías procesan una proporción cada vez mayor de crudo importado. Se eleva así paula-tinamente la dependencia exterior con respecto al petróleo. A su vez, las refinerías acusan retrasos en las inversiones y la renovación tecnológica que dan lugar a que –trabajando casi al límite de su capacidad– su pro-ducción sea insuficiente y ofrezca una composición de productos que no se ajusta a lo que demandan los sectores de consumo, haciendo necesa-ria la importación de un volumen creciente de productos refinados.

De otro lado, la producción de electricidad crece con rapidez por-que la demanda final de los hogares, el comercio y la industria se “elec-trifica” cada vez más. La energía nuclear se encuentra en el límite de su contribución productiva, mientras la hidráulica y otras fuentes renovables siguen teniendo una escasa relevancia. El gas natural sí incrementa en pequeña proporción su aporte a la generación de electricidad, aunque debido al declive de la producción, ese aumento se efectúa a través de mayores importaciones. Siendo reducidas las posibilidades sustitutivas que muestran esos combustibles, el crecimiento de la producción eléctri-ca tiene que basarse en la elevada contribución del carbón, lo que oca-siona un agravamiento de la emisión de gases de efecto invernadero.

Se trata, pues, de un sistema energético cada vez más vulnerable, que acentúa su dependencia externa de petróleo y gas natural, a la vez que resulta más agresivo sobre las condiciones ambientales. Un siste-ma que tiende a reproducir de forma ampliada sus debilidades porque se encuentra atrapado por la convergencia de los poderosos intereses de las compañías petroleras, los fabricantes de automóviles, las empre-sas eléctricas y los agentes financieros que intervienen en los mercados energéticos, así como por las inercias creadas en el estilo de vida de la población.

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La política energética de la Administración Bush consiste en un catálogo de pequeñas acciones con las que se pretende influir en el desarrollo futuro de grandes innovaciones tecnológicas que reduz-can el consumo de derivados de petróleo, la dependencia externa y la contaminación ambiental. Pero se trata de propósitos genéricos que depositan su esperanza en disponer de unas tecnologías posibles pero inciertas en cuanto a su materialización: perfil definitivo, plazos para su utilización y posibilidades reales para sustituir al consumo de combustibles fósiles. Con ese optimismo en un “pasado mañana”, que emplaza al surgimiento de soluciones que son meramente hipotéticas en un horizonte de varias décadas, la ausencia de medidas operativas que puedan modificar la situación real del presente obliga al gobierno a seguir colocando el centro de su política energética en la acción política y militar externa, convirtiendo en una cuestión de seguridad nacional la garantía del abastecimiento de los suministros de petróleo. Al cabo de casi tres décadas, la “doctrina Carter”, es decir, garantizar por cualquier medio ese aprovisionamiento exterior, sigue ocupando el lugar central de la política energética estadounidense

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Wirth T. et al (2003), “The Future of Energy Poli-cy”, Foreign Affairs, 82 (4), pp. 132-155.

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¿A quién benefician las remesas?Ana María Aragonés

Uberto SalgadoEsperanza Ríos

1. Introducción

Uno de los temas que ha generado un gran debate entre los estudiosos del fenómeno migratorio es el relacionado con las remesas que envían los trabajadores migrantes a sus lugares de origen, y el efecto que tienen en las comunidades que las reciben. El tema presenta sin duda una enorme complejidad y no hay unanimidad de criterios al respecto, por lo que en este trabajo nos hemos propuesto, en primer lugar, llevar a cabo una revi-sión somera de las distintas posiciones y de algunos de los autores que las sustentan. En segundo lugar, presentamos nuestra posición, en la que destacamos la relación Estado-remesas desde una perspectiva macroeconómica.

Podemos decir, a grandes rasgos, que el eje de las investigaciones se dirige hacia analizar la capacidad de las remesas para reducir la pobreza en las comunidades recep-toras. Se estudia si esas transferencias tienen la capacidad de invertirse en proyectos productivos y transformar las condiciones de los pobladores, y la potencialidad para in-crementar los niveles de desarrollo humano, entendido como mejoras a la educación, la salud y la alimentación. Las posiciones se dividen entre aquellos autores que sostienen que efectivamente las remesas tienen un impacto positivo, y los que sostienen que son un factor negativo pues, entre otras cosas, hace a las familias dependientes de esos recursos y elimina cualquier posibilidad de inversión productiva pues los pobladores ya no tienen más interés que el de migrar, por lo que no es posible superar los factores que dieron lugar a la migración.

Nuestra visión es que remesas y migración son factores que se deben analizar desde la perspectiva de la economía global para comprender su función, importancia y alcances, sobre todo porque se ha constatado que en la actualidad, en el marco de la globalización, los trabajadores migrantes están jugando un papel central. No tanto por su número, sino por su calidad. Es decir, se trata fundamentalmente de población económicamente activa (PEA)1 con diversos estándares de calificación,2 justamente respondiendo a las propias

Profesora de la FES Acatlán, UNAM.<[email protected]>

Becario del proyecto PAPIIT IN301206-2<[email protected]>

Becaria del proyecto PAPIIT IN301206-2<[email protected]>

1. Los países desarrollados enfrentan muy graves problemas demográficos al decrecer la población económicamente activa (PEA). De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la PEA au-mentó de 3 900 a 4 650 millones de personas entre 1995-2005 en los países en desarrollo, creciendo un 2%. En tanto que el crecimiento anual de los países industrializados en ese mismo periodo fue de 0.8% debido principalmente al incremento registrado en Estados Unidos gracias a la migración. La propia OIT sugiere que para continuar con su desarrollo esos países deben flexibilizar sus políticas migratorias.

2. Estados Unidos es el principal receptor mundial de migrantes, 54% del talento del mundo va hacia ese país, se destaca que México y Centroamérica tienen muy altas tasas de migración hacia ese país, pero esta, se encuentra en los niveles educativos bajos, por lo que se incorporan a posiciones de baja calificación en el mercado laboral (Carrington y Detragiache, 1999).

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exigencias de los países receptores. Los migrantes internacionales se están concentran-do en los países desarrollados: tan solo 28 países absorbieron en 2005 75% de los migrantes del mundo. Estados Unidos es el país que registra el mayor movimiento en la recepción de migrantes del mundo pues captó 20.2% en 2005, por arriba de Rusia 6.4% y Alemania 5.3%, (Ochoa, 2005).

En este marco, no puede dejarse de lado a la migración indocumentada, que se ha disparado sobre todo a partir de los años noventa del siglo pasado, tiene una función en los países de recepción, además de que para los países de origen son también portado-res de remesas. Y si bien el indocumentado no es un fenómeno nuevo en la historia de la migración, si lo es su número, por lo que es muy importante que se le resalte como parte fundamental del nuevo proceso de globalización.3

Una primera cuestión que desde nuestro punto de vista debe analizarse es la posi-ción del Estado en relación con esas transferencias y por supuesto con el propio fenó-meno migratorio. Habría que responderse algunas preguntas como: ¿tiene dentro de sus objetivos revertir la tendencia migratoria? ¿cuál es el uso que se les da a las remesas? ¿es eficiente, además de válido depositar el peso del desarrollo y la superación de la pobreza en los migrantes y sus familias? ¿qué tan exitosas pueden ser las remesas si el Estado no las utiliza como parte de una decidida política migratoria?

México, se incorporó a la globalización a partir de la aplicación de una política neoliberal que se inició desde la época de Miguel de la Madrid (1982-1988) seguido por Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), administración a la que se le debe la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). A partir de entonces se aplica-ron los preceptos del Consenso de Washington sin la más mínima crítica hacia la política neoliberal. Y si bien hay diversas posiciones en relación al efecto que la política señalada tuvo para el país, desde nuestro punto de vista fue negativo, pues nos incorporamos a una forma de regionalización subordinada, cuyo resultado ha sido la devastación del campo mexicano y la pérdida de autosuficiencia alimentaria. Los campesinos, expulsados de sus tierras ante el embate de las importaciones provenientes del país del norte, no pueden competir, no sólo por la falta de apoyos gubernamentales, sino porque en tanto que Méxi-co reduce los subsidios al sector, Estados Unidos los incrementa. Por otro lado, México optó por las maquiladoras como política industrial; lo que sujetó al país a las exigencias de los capitalistas extranjeros que se vieron favorecidos por bajos salarios, con pocos benefi-cios sociales para los trabajadores y con prácticamente nulas exigencias de calificación, lo cual ha afectado negativamente el desarrollo del país. Los distintos gobiernos mexicanos han comulgado con la idea de que las maquiladoras son generadoras de empleo, sin em-bargo, el tiempo ha demostrado que esta es una salida extraordinariamente limitada si se

3. Desde nuestro punto de vista los trabajadores indocumentados que han llegado a Estados Uni-dos a partir de la última década del siglo pasado están respondiendo tanto a los factores de expulsión como a los de atracción en Estados Unidos. Ante la falta de caminos legales para incorporarse a los mercados laborales se convierten en indocumentados, con las ventajas que esto supone para los empre-sarios, es decir, precariedad y vulnerabilidad. El Pew Hispanic Center señala que han alcanzado el número de 12 millones, de los cuales 6 millones son mexicanos y tienen una participación de 96%, más que los migrantes legales que alcanzan una participación de 84% (Passel, 2006).

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pretende superar los crecientes rezagos en esa materia. Al no tener una verdadera política industrial se ha obstaculizado el desarrollo del país, los empleos creados son insuficientes y sobre todo, están mal remunerados y se sigue restringiendo el mercado interno. Todo esto ha favorecido la migración de los trabajadores.

La población nacida en México residente en Estados Unidos pasó de 5.4 millones de personas en 1990 a 9.9 millones en el año 2003; 6% de las personas nacidas en México vivían en Estados Unidos en 1990 y para el año 2003 esta cifra ascendió a casi 9% con un crecimiento de 89% en el período. El flujo neto anual fue de 344 mil personas en pro-medio anual entre 1990-2003, cifra que contrasta notablemente con los menos de 30 mil migrantes por año a lo largo de la década de los setenta. Las remesas crecieron 264.8% en el mismo lapso (Tuirán, 2002:2 citado por Ochoa, 2005:14).

Para poder comprender la función que tienen las remesas en México no puede de-jarse de lado el contexto económico y político en las que se producen y el uso que hace el gobierno de ellas. La política aplicada por más de 20 años ha estado alejada de efectuar cambios económicos que pudieran revertir los factores que se encuentran en la base de los flujos migratorios. Precisamente por ello sostenemos que las remesas enfrentan un obstáculo estructural para que puedan beneficiar a la población debido al uso que hace de ellas el propio Estado y que explica, además, la enorme dificultad que tienen estas transferencias a nivel microeconómico para realizar proyectos productivos que incidan en la pobreza de sus comunidades de origen.

Desde nuestra perspectiva, el Estado mexicano ha optado por un modelo de acu-mulación trabajo-exportador colocando a la migración como otro de los pivotes para la entrada de divisas que son utilizadas para apoyar su propia política económica, uno de cuyos objetivos gira, en parte, hacia apoyar a las grandes empresas trasnacionales. Por lo tanto, hay una limitación estructural para que las remesas puedan ayudar a resolver el problema de la pobreza y la inequitativa distribución del ingreso.

En este trabajo analizamos a las remesas desde la perspectiva macroeconómica, pues es uno de los principales rubros en la cuenta corriente de la balanza de pagos y en el momento actual se considera como la segunda entrada de divisas al país, sólo rebasada por aquellas provenientes del petróleo, por encima de la inversión extranjera directa y el turismo. Es interesante observar que esta es una situación que se presenta en muchos países de la región, sobre todo entre los más pobres, en los que las remesas sobrepasan también las inversiones públicas y privadas y hasta la cooperación internacional para el desarrollo. Las remesas a nivel mundial actualmente representan dos veces la suma total de la asistencia al desarrollo oficial, y lo que hay que destacar es que a pesar de este enor-me monto de transferencias, los países pobres que las reciben continúan deteriorándose, lo que coincide con un incremento de la demanda por trabajo barato en los países ricos (ONU, 2007).

Nuestra propuesta es que estamos ante un modelo de acumulación trabajo-exporta-dor y el gobierno mexicano a través del manejo de las remesas no está respondiendo a las exigencias de la población mexicana y si indirectamente a Estados Unidos que requiere flujos migratorios importantes para continuar con el desarrollo de su economía.

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2. Algunas visiones en relación con el impacto de las remesas

Binford (2006) analiza las dos grandes vertientes en relación con el impacto que tienen las remesas, la funcionalista y la histórico-estructuralista. La primera supone que las remesas tienen la facultad de reducir la pobreza y la desigualdad del ingreso y ayudan a estabilizar económicamente a las familias. Como se destinan a gastos básicos como alimentación, educación, salud y vivienda, finalmente significan mayor bienestar para las familias y tiene un efecto multiplicador para la economía del país.

La visión histórico-estructuralista considera, por el contrario, que la emigración tiene un efecto negativo en la economía y en la estructura social de las comunidades de origen. Para esta visión, la emigración y las remesas crean una serie de distorsiones estructurales que se reflejan en una exacerbación del conflicto social, en diferencias económicas e infla-ción. Todo lo cual fomenta un círculo vicioso que distorsiona la economía local y deteriora sus estructuras sociales. Uno de los problemas que enfrentan estas comunidades es que llegan a depender de las remesas por lo que se genera una mayor emigración en la medi-da en que sólo las remesas permiten mantener el nivel de vida ante la falta de alternativas que pudieran sustituirlas. De acuerdo con esta visión, las remesas familiares tienen muy poca posibilidad para iniciar el desarrollo puesto que se emplean en educación básica, mantenimiento de las familias, salud, construcción de casa, inversiones productivas, etcé-tera, lo cual no genera empleos, y los limitados proyectos productivos tienen un escaso beneficio.

2.1 La visión funcionalista de las remesas Algunos autores han sostenido una visión “positiva” en relación con las remesas (Du-rand, Parrado y Masey (1996) citados por Canales y Montiel; 2004:147) consideran que gracias a las remesas hay una creación de empleos y por tanto se incrementan los ingre-sos de las familias receptoras; además de que el gasto improductivo sí genera efectos multiplicadores a nivel local y regional al incrementar la demanda de bienes y servicios producidos en México; contribuyen a reducir las desigualdades de clase regionales y rural-urbanas y promueven el desarrollo porque hay una inversión productiva en el ámbito rural principalmente. De acuerdo con esto se considera que las remesas configuran una forma de ahorro migrante que en muchos casos constituyen una importante fuente de capital productivo y una fuerza dinámica en la promoción de la actividad empresarial, en la formación de negocios y en el crecimiento económico, al menos en ámbitos locales y regionales (Massey y Parrado (1998), Durand (1994), Jones (1998) citados por Canales y Montiel; 2004:148).

Por otro lado, las remesas tienen un efecto positivo si se considera que gracias a ellas muchas comunidades rurales logran subsistir, de lo contrario desaparecerían en la medida en que los hogares que las conforman cuentan con muy pocas fuentes alternativas de ingresos (Arroyo y Corvera; 2005:198-199).

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2.2. La visión estructuralista de las remesas

Los autores que sostienen que las remesas tienen un efecto más bien negativo o por lo menos limitado, argumentan que las remesas tienen impactos regionales escasos en las comunidades de origen de los migrantes pues se invierten en satisfacción de necesidades básicas, adquisición de bienes duraderos y la compra y mejora de la vivienda; en tanto que sólo una pequeña parte se destina al ahorro y a la inversión productiva (García (2003), citado por Arroyo y Corvera, 2005:199). Las comunidades que dependen de los ingresos provenientes del vecino país son las más vulnerables a las crisis económicas de Estados Unidos o México lo que se convierte en una presión para emigrar (Yuñez (1998) citado por Arroyo y Corvera; 2005:199).

Sin embargo, algunos investigadores señalan que los emigrantes tienden a aumentar las remesas en épocas de dificultad económica o de crisis en sus familias, en particular en países de ingreso bajo, donde los hogares viven cerca del umbral de subsistencia (Chimhowu, Piesse y Pinder; 2005:67). Esta visión considera que las remesas perpetúan la pobreza y pueden fomentar el estancamiento económico pues cuando la migración es la única estrategia racional para los trabajadores, la comunidad local va a perder recursos y cuando esto sucede es muy poco probable que se reduzca a pobreza a largo plazo (Osili (2002) citado por Chimhowu, Piesse y Pinder; 2005:71). También se responsabiliza a las remesas de la creación de relaciones de dependencia entre países fuente y países recep-tores (Portes y Borocz (1989) citados por Chimhowu, Piesse y Pinder; 2005:71).

Los principales beneficiarios del aumento del consumo propiciado por las remesas, no son los habitantes de las comunidades, sino los fabricantes y comerciantes de las zonas urbanas que les suministran los bienes, por lo que se concluye que en la medida en que la mayor parte del gasto de las remesas se destina a gasto improductivo (vivienda, bienes de consumo, fiestas y gastos suntuarios) queda claro que los efectos multiplica-dores de las remesas se reducen sustancialmente (Wiest (1984) citado por Arroyo y Corvera; 2005:199).

De acuerdo con Canales (2002) las remesas no se pueden considerar ni como una forma de ahorro ni como una fuente para la inversión productiva sino que se deben con-ceptualizar como un fondo salarial que, como tal, se destina principalmente al consumo y a la reproducción material del hogar. Es decir, en la medida en que la migración es un fenómeno eminentemente laboral los ingresos obtenidos por los migrantes representan un fondo salarial que, como cualquier otro tiende a usarse preferentemente en la reproduc-ción material de la familia; y si bien se canaliza este salario como “transferencias interna-cionales” y asumen la forma de un ahorro externo, distan mucho de ser realmente un tipo de ahorro propiamente tal, ya que no tienen ni los usos ni las propiedades que tradicio-nalmente se atribuyen al ahorro personal o familiar. Y cuando se destinan a proyectos de inversión, estos tienen un escaso efecto multiplicador por lo que se ubican más bien en el plano de las estrategias de supervivencia familiar que en las dinámicas de mercado.

En cuanto a los efectos macroeconómicos se acepta que es uno de los rubros prin-cipales en la balanza de pagos y se estima que por cada dólar que se recibe en forma de remesas se producen 2.9 dólares en el Producto Interno Bruto y 3.2 en la Producción Bruta Total (PBT). La gran entrada de divisas mantiene estable el tipo de cambio dólar-

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peso, lo que sobrevalúa al peso mexicano respecto a la divisa estadounidense lo cual promueve el incremento de las importaciones y perjudica la producción y el empleo en el sector exportador de la economía (Adelman y Taylor (1992) citados por Arroyo y Corvera; 2005:198).

Las remesas ayudan a mantener el equilibrio en la balanza de pagos aunque en los últimos diez años han contribuido en alguna medida a la sobre valuación del peso, redu-ciendo la competitividad de las empresas mexicanas, sobre todo las pequeñas y media-nas. Señalan que también pueden tener impactos positivos debido a que se incrementan las reservas extranjeras de divisas, y producen efectos múltiples a nivel de la economía local al incrementar la demanda de bienes y servicios. Consideran que pueden tener un impacto macroeconómico negativo al incrementarse la demanda de importaciones, lo que produce un crecimiento de la inflación, incluyendo tierra y alojamiento, ensanchando el abismo social y deteniendo la búsqueda de otras actividades generadoras de ingresos (Arroyo y Corvera; 2005:205-206).

Habría que destacar la escasa participación del gobierno en programas que incen-tiven la captación y el uso social y productivo de las remesas. Se destacaría entre ellos el Programa Social 2x1 del gobierno del estado de Guanajuato, o el Programa Iniciativa Ciu-dadana 3x1 impulsado por la Sedesol (Secretaria de Desarrollo Social), Mi Comunidad del gobierno del estado de Guanajuato, y el Fideicomiso Fideraza del gobierno del estado de Jalisco. Estos programas gubernamentales no han tenido el resultado deseado debido a que, “en algunas ocasiones no hay un crecimiento constante porque los gobiernos locales no tienen la capacidad de aportar su parte correspondiente” (Domínguez, Zuleta; 2006:9) y otros investigadores como Torres (2001) afirman que la falta de información sobre cual es el proyecto más rentable ha impedido que se alcancen mejores resultados, ignorando así oportunidades de inversión. Aunado a esto es claro que los aportes de las reme-sas no deben destinarse a infraestructura, esa es la obligación del gasto público del gobierno no de los salarios que obtienen los trabajadores en Estados Unidos.

Finalmente, es importante hacer una distinción entre los distintos tipos de remesa que envían los migrantes ya que tienen diferentes usos. Por un lado se encuentran las remesas familiares que se destinan principalmente para ser utilizadas en el consumo y en su caso salud, educación, mejoramiento de la vivienda y otros gastos, tales como el pago de deudas. En la medida en que estas remesas prácticamente se aplican a gastos básicos, resulta imposible que pudieran dedicarse a inversiones productivas pues los gas-tos corrientes son muy altos. Hay cierto acuerdo entre los autores cuando señalan que la mayoría de los hogares reciben este tipo de remesas.

Por otro lado se encuentran las remesas colectivas que son enviadas por los migran-tes organizados en diversas formas, como agrupaciones, clubes, asociaciones, etcétera. cuya finalidad es la de contribuir al financiamiento de obras sociales y productivas, tales como escuelas, clínicas de salud, pavimentación, tuberías de agua, drenaje. Y en lo que se relaciona a inversiones productivas, estas remesas se invierten en pequeños negocios y actividades agropecuarias (Ochoa, 2005:35).

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3. Los receptores de remesas y sus posibles impactos Se señala que las comunidades que tienen más propensión a recibir remesas son aquellas que tienen una alta propensión a migrar, como son las comunidades rurales o con una fuerte dependencia del sector agrícola (Cáceres, 2003:104). Otros autores enfatizan el hecho de que estas comunidades, en vez de mejorar se hunden más en la pobreza y la gran pregunta es si estas localidades tendrán la capacidad de mantener la agricultura de autosuficiencia o desaparecerá y se incrementará la importación de productos agrícolas. (Connel (1981) citado en Cáceres, 2003:104).

La ENIGH (Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares) muestra que para el año 2000 existían 1 252 493 hogares que recibían remesas, lo que corresponde al 5.33% de los hogares en México y aumentó a 5.69% en el año 2003. El monto prome-dio anual de remesas en los hogares receptores fue de 28 512 pesos en el año 2000 y 25 011 pesos en el año 2003, situación que se explica por la disminución del ingreso por remesas trimestral en el período, en tanto que el número de hogares receptores creció en 12% (Ochoa, 2005).

Para 2006, señalan otros autores, 8% de los hogares del país recibieron remesas, y si este número se multiplica por 5 (promedio de personas por hogar) resulta que 8 millones de personas han recibido algún beneficio directo, lo cual representa 7.6% de la población total del país en 2006 (104 millones de habitantes). El monto asignado al Programa Oportunidades –principal programa del gobierno foxista para mitigar la pobreza extrema- atiende sólo a 5 millones de hogares y 25 millones de personas lo que repre-senta apenas 15% de las remesas familiares recibidas por México en 2005, de lo cual, los autores desprenden, que en ausencia de las remesas familiares, el gobierno mexicano tendría que aumentar significativamente la inversión social para esos rubros (Delgado, García y Márquez; 2006).

Un elemento interesante que señala (Ochoa, 2005:21-22) es que los hogares que reciben remesas se concentran en aquellos con ingresos de 2 y 6 salarios mínimos que para 2002 alcanzaban un porcentaje de 57.7% de los hogares. Y sólo 5.8% de los hoga-res que perciben hasta dos salarios mínimos recibían remesas. Lo que indica que éstas no se concentran en los hogares más pobres sino en aquellos de escalas intermedias.4

4. Esto significa que los hogares más pobres presentan enormes dificultades para lograr emigrar, sobre todo si se considera que a partir de la década pasada los refuerzos fronterizos han hecho casi im-posible pasar al país vecino si no es con la ayuda de un coyote o pollero, que justamente por esos obstá-culos han incrementado notoriamente su costo que puede ir desde 1 500 a 3 000 dólares por persona.

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En el cuadro 1 se presenta el porcentaje de remesas por estado y su grado de mar-ginación.

Cuadro 1Porcentaje de las remesas estatales respecto al total nacional comparado con el índice de marginación para el 2005

Entidadesfederativas

Marginación1995

Grado deMarginación

Porcentaje delmonto nacional delas remesas 1995

Marginación2005

Grado demarginación

Porcentaje delmonto nacional delas remesas 2005

Nacional 100.00 100.00

Aguascalientes -1.1 Muy Bajo 3.11 -0.95 Bajo 1.58

Baja California -1.26 Muy Bajo 0.85 -1.25 Muy Bajo 0.93

Baja California S -0.84 Bajo 0.12 -0.72 Bajo 0.10

Campeche 0.77 Alto 0.10 0.56 Alto 0.25

Chiapas 2.47 Muy alto 0.54 2.33 Muy alto 3.27

Chihuahua -0.81 Bajo 1.75 -0.68 Bajo 1.46

Coahuila -1-18 Muy bajo 1.84 -1.14 Muy bajo 0.94

Colima -0.74 Bajo 0.60 -0.74 Bajo 0.73

Distrito Federal -1.69 Muy bajo 5.34 -1.50 Muy bajo 7.25

Durango -0.07 Medio 2.08 -0.02 Medio 1.70

Guanajuato 0.45 Alto 10.25 0.09 Medio 8.56

Guerrero 1.85 Muy alto 6.11 2.41 Muy alto 4.78

Hidalgo 0.92 Alto 1.95 0.75 Alto 3.59

Jalisco -0.64 Bajo 12.70 -0.77 Bajo 8.45

México -0.69 Bajo 4.39 -0.62 Bajo 8.36

Michoacán 0.41 Alto 16.25 0.46 Alto 12.95

Morelos -0.49 Bajo 3.56 -0.44 Bajo 2.38

Nayarit 0.01 Medio 1.57 0.19 Medio 1.40

Nuevo León -1.46 Muy bajo 1.05 -1.33 Muy bajo 1.15

Oaxaca 1.94 Muy alto 4.34 2.13 Muy alto 5.00

Puebla 0.82 Alto 4.84 0.63 Alto 5.86

Querétaro -0.12 Medio 1.93 -0.14 Medio 1.96

Quintana Roo -0.29 Bajo 0.09 -0.32 Bajo 0.37

San Luis Potosí 0.73 Alto 3.26 0.66 Alto 2.38

Sinaloa -0.26 Bajo 2.99 -0.15 Medio 1.85

Sonora -0.85 Bajo 0.76 -0.75 Bajo 0.93

Tabasco 0.61 Alto 0.13 0.46 Alto 0.63

Tamaulipas -0.59 Bajo 1.27 -0.68 Bajo 1.51

Tlaxcala -0.19 Medio 0.75 -0.13 Medio 1.05

Veracruz 1.12 Muy alto 2.07 1.076 Alto 5.76

Yucatán 0.72 Alto 0.31 0.43 Alto 0.40

Zacatecas 0.47 Alto 3.12 0.16 Medio 2.48Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco de México (2007) y conapo (2007)

Nota: se considera solo el monto de promedio de remesas que ingresó al país para esos respectivos años.

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Durante el año 2005, los principales receptores de remesas fueron los estados de Michoacán, que recibe 13% del total nacional, seguido por Guanajuato con 8.5%, Jalisco y el Estado de México 8.5% y 8.4% respectivamente. Les siguen en importancia el D.F. 7.3%, Veracruz con 5.8%, Puebla, Oaxaca y Guerrero 5.8, 5 y 4.8% de las remesas tota-les respectivamente y finalmente Hidalgo con 3.6% y Chiapas con 3.3 por ciento.

Respecto al índice de marginación se observa en el cuadro 1 que los estados más marginados desde 1995 son Guerrero, Oaxaca y Chiapas; aunque el caso de Veracruz que durante 1995 tenía un nivel de marginación alto, para el 2005 se mejora un poco, aunque con la metodología de Conapo es posible situarlo como un estado entre un nivel de marginación alto y muy alto. El resto de estados tradicionalmente expulsores como Michoacán, Jalisco, Estado de México y el Distrito Federal no han sufrido modificaciones sobre su nivel de marginalidad, que se mantiene estable en el periodo en estudio. El caso de Guanajuato es interesante puesto que presenta una mejora en torno al nivel de margi-nación pasando de un nivel de marginación alto en 1995 a un nivel medio para el 2005. Por otro lado, las entidades federativas que mantienen un nivel de marginación muy bajo son el Distrito Federal, Coahuila, Nuevo León y Baja California, las cuales destacan por su dinamismo económico a nivel regional y representan polos económicos.

Si se trata de establecer una relación entre las remesas y los niveles de marginación desde 1995 hasta 2005 observamos que esta no es claramente positiva ni directa entre ambas variables. Es decir que un incremento en los montos de recepción no necesaria-mente representa un mejoramiento de sus niveles de marginación. Podemos observar que los estados mas marginados como Guerrero, Chiapas, Oaxaca y Veracruz han estado recibiendo montos importantes de remesas y no se han visto claramente reflejados en los niveles de marginación. Para el caso de los estados tradicionalmente receptores de reme-sas como Michoacán, Estado de México, Jalisco y el Distrito Federal no han sufrido una va-riación entorno a sus índices de marginación. Aunque cabe resaltar el caso de Guanajuato que es uno de los estados tradicionalmente receptores de remesas, en 1995 permaneció en una condición de marginalidad alta y para ese mismo año percibía 10% de las remesas a nivel nacional y para el 2005 el índice de marginación de esta entidad descendió, lo cual indicaría una mejora en las condiciones de vida del estado, a pesar de que la participación del monto de las remesas descendió a 8.5% para ese año. Un elemento que quizá pueda explicar esta mejoría en la calidad de vida de la población de Guanajuato es que durante el periodo de 1999 a 2005 el monto de inversión extranjera directa mantuvo una tasa de crecimiento promedio anual de 12.4% superior incluso a entidades como la del DF. con un crecimiento de 5.3% y el estado de México con una caída de la Inversión Extranjera Directa (IED) en -9.4% (DGIE 2007). Por tal razón, sería difícil atribuir la disminución de la marginalidad a las remesas. En algunos casos, se evidencia una relación inversa, como en el caso de Chiapas, Oaxaca y Guerrero en donde a pesar de haber incrementado la recepción de remesas continúan con un alto grado de marginación.

Precisamente por lo señalado antes, planteamos que la disparidad del comporta-miento de las remesas sobre los índices de marginalidad, tiene que ver con el hecho de que hay un factor estructural que impide que esas transferencias puedan tener un efecto benéfico sobre las comunidades que las reciben y este se refiere al uso que el gobierno hace de ellas, situación que requiere un análisis con un enfoque macroeconómico, como se presenta a continuación.

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4. Las remesas desde un enfoque macroeconómico

Las remesas han mantenido un crecimiento estable sobrepasando incluso a los niveles de Inversión extranjera directa (IED), por lo que han adquirido una mayor relevancia en el diseño de políticas gubernamentales a nivel macroeconómico, en el financiamiento de la balanza de pagos, y en la estabilidad macroeconómica. En la gráfica 1 se observa el com-portamiento de las remesas en comparación con la entrada de la IED desde 1995 hasta el 2006.

Gráfica 1

Entrada de divisas por concepto de remesas

e IED

Fuente: Banco de México

(2007) y Secretaría de

Economía (2007).

0

5000

10000

15000

20000

25000

30000

35000

1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Remesas Familiares

Inversión Extranjera Directa"

Se observa que la entrada de divisas por concepto de remesas ha crecido de manera constante desde 1995 presentando un crecimiento acelerado a partir del año 2000, esto se debe en gran medida a la regulación brindada por el Banco de México. Es posible ob-servar que existe un repunte importante en la IED para el periodo 2000-2001 y a partir de entonces empieza a descender. Cabe señalar que la entrada de divisas por las remesas familiares ha superado en 2005 a la inversión extranjera directa y para 2006 la superaban en un monto de alrededor de 7 mil millones de dólares según datos del Banco de México y la Secretaría de Economía (2007).

Este crecimiento tan alto de las remesas ha provocado que exista un mayor interés en su estudio puesto que cada vez toma mayor importancia para la economía nacional. Si esta tendencia creciente de las remesas continúa, las preguntas a responder son: ¿las remesas pueden suplir a la inversión extranjera directa?, ¿las remesas podrían activar el crecimiento y desarrollo económico?

Es necesario señalar que las remesas son un pago por un servicio brindado por el factor trabajo en un país distinto al de origen, así que, considerarlas como la sustitución

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de la inversión extranjera directa seria inadecuado, puesto que ésta se destina a impulsar proyectos productivos, en tanto que las remesas son sólo un medio de subsistencia para las familias receptoras.

En teoría, la IED tiene características que deberían fomentar el empleo y el crecimien-to económico y traer consigo conocimientos tecnológicos acerca de los diversos proce-sos productivos, transfiriendo así maquinaria y equipos modernos a los países escasos de capital. Investigadores como De Mello (1999) considera que la inversión extranjera directa es un medio importante para elevar la acumulación de capital y con ello incentivar la forma-ción de capital humano, que permita a mediano o largo plazo incrementar la productividad y de igual manera incrementar las exportaciones.

La realidad es que los efectos de la IED en América Latina han provocado la pro-fundización de algunos problemas económicos tales como la ampliación de la brecha de desigualdad salarial entre los trabajadores calificados y no calificados de acuerdo con investigaciones como la de Robbins (1996), Feenstra y Hanson (1997). Estos investiga-dores sostienen que el crecimiento de la inversión extranjera directa está correlacionada de manera positiva con la demanda de trabajadores calificados. Pero en el caso mexicano la mayor parte de esta IED se destina hacia la industria maquiladora que incorpora mano de obra escasamente calificada, con bajos salarios y el valor agregado que aportan a los bienes es muy bajo. Si bien son una fuente de empleos, la realidad ha demostrado que los empleos creados son insuficientes y sobre todo están mal remunerados.

En el caso de las remesas, estas se han empleado básicamente para la subsistencia de sus receptores en México, así lo revelan las encuestas levantadas por el Banco de México que analiza el perfil de las personas que envían remesas y de las que reciben. Esta institución levantó tres muestras, la primera se llevó a cabo en diciembre del 2003 con un total de 2 013 cuestionarios en 4 ciudades de Estados Unidos; la segunda en diciembre del 2004 con 3 008 cuestionarios en 5 ciudades de Estados Unidos y la última se levantó en diciembre del 2005 con 8 756 cuestionarios en 7 ciudades fronterizas; Tijuana, No-gales, Mexicali, Ciudad Juárez, Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros. Los resultados de dicha encuesta son interesantes puesto que se revela que de 98% de las personas en-cuestadas que reciben remesas, 86.4% las destinan a manutención, 6.3% en educación, 3.2% a mejora de inmuebles y el resto 4.1% en otras actividades que abarcan desde acti-vidades como mejoras a la comunidad, pequeñas operaciones comerciales, otros gastos, etcétera (Gráfica 2).

Otra encuesta que brinda resultados similares es la levantada por el Banco Intera-mericano de Desarrollo (BID) mediante el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin). La encuesta del BID-Fomin evidenció que 79% de las remesas se utilizan para el gasto co-rriente y solo 1% se emplea para invertirlo en actividades de negocios, como se muestra en la gráfica 3.

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En la gráfica 3 se destaca que una gran cantidad del ingreso por remesas se destina a los gastos corrientes, es decir en su manutención, mientras que solo 1% se destina a la inver-sión en negocios. En este sondeo, el gasto destinado al ahorro es el segundo rubro de importancia con 8% que funciona como un seguro para las épocas de menores ingresos y menor recepción de remesas.5 El rubro en educación es el tercer gasto al que se destinan las remesas con 7%, 4% a lujos y 1% restante a la compra de propiedad e inversión de negocios.

Gráfica 2 Uso de las remesas en

México 2005

Fuente: Banco de México

(2007).

86.4%

3.2%6.3%4.1%

Manutención Mejoras a inmuebles Educación Otros

Gráfica 3 Uso de las remesas en

México 2003

Fuente: Ochoa (2005).

79%

1%8%1%7%4%

Gastos Corrientes Lo invierte en negocios Lo ahorra

Compra de propiedades Educación Lujos

5. Cuando existe el ahorro se priva de consumo en el presente de bienes y servicios, para obtener bienes y servicios en el futuro.

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Las gráficas anteriores (2 y 3) muestran que las remesas en realidad no se gastan en actividades productivas, sino en bienes de consumo; por tal razón, es posible considerar que las remesas no tienen incidencia sobre el producto interno bruto, más bien, tienen un impacto sobre la manutención de las familias en el corto plazo. En relación al crecimiento de la economía, las remesas tienen un efecto por el lado de la oferta y la demanda. Por el lado de la oferta las remesas impactan cuando se invierten en alguna actividad productiva, como establecer una empresa. Por el lado de la demanda impactan cuando el consumo se eleva, resultando a su vez en el aumento de la producción de los bienes demandados, mientras que el uso de las remesas para la adquisición de bienes de capital es nulo, por esto el bajo impacto de las remesas.

La visión funcionalista enfoca a las remesas por el lado de la demanda y sostiene que tienen un efecto multiplicador sobre la economía. Nosotros consideramos que este efecto multiplicador no es tan claro debido a que existen diversos factores que lo afectan como son: la falta de encadenamientos productivos locales, las importaciones, la estrechez del mercado interno, y otros problemas estructurales de la economía mexicana.

Por nuestra parte nos enfocaremos a analizar uno de los factores que, desde nuestro punto de vista afecta enormemente a este multiplicador del gasto de las remesas y que es la gran demanda de importaciones en México. En la gráfica 4 se observa cómo se han incrementado las importaciones en México desde 1990. Inclusive es interesante observar que la mayor cantidad de bienes importados son los bienes intermedios (textiles, calzado, etcétera); mientras que, los bienes de consumo y de capital son los que se han importado menos para los años 2005 y 2006. La importancia de los bienes de capital radica en que éstos son los que favorecen la generación de empresas productivas y competitivas.

Gráfica 4 Importaciones Totales

de México Fuente: elaboración propia

con datos del Banco de

México (2007).

0.0

5000.0

10000.0

15000.0

20000.0

25000.0

1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006

Miles

dedó

lares

(prom

edio

mens

ual)

Impo rtacio nes Tot alesBienes de uso intermedioBienes de consumoBienes de capital

Cabe señalar que las importaciones provocan una salida importante de divisas lo cual afecta a la cuenta corriente y por ende a la balanza de pagos. En la gráfica 5 se observa el saldo de la balanza comercial. En éste se incluye sólo a las exportaciones no petroleras

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debido a que solo queremos observar de forma limitada el nivel de competitividad del res-to de empresas exportadoras tales como las manufacturas, maquilas y bienes primarios. Se observa que las importaciones totales son superiores a las exportaciones de los bienes no petroleros de México. La balanza comercial ha comenzado a descender a partir de 1995 presentando una caída fuerte a partir del 2002, lo cual hace evidente que el monto de exportación petrolera es muy importante para que el saldo de la balanza comercial no se profundice.

Gráfica 5 Saldo de la balanza

comercial de México.

Fuente: elaboración propia

con datos del Banco de

México (2007).

-3800.0

1200.0

6200.0

11200.0

16200.0

21200.0

1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006

Mile

sde

dóla

res

(pro

med

iom

ensu

al)

Impo rtacio nes To tales

Expo rtacio nes nopetro lerasSaldo balanza co mercial

En este punto cabe resaltar que la teoría poskeynesiana ha comenzado a otorgar un papel preponderante a la relación del sector externo con el crecimiento económico; un teórico poskeynesiano que presenta una visión interesante sobre el crecimiento con el sector externo es Thirlwall (1979). Este autor propone que existen problemas de crecimiento económico debido a restricciones externas como la balanza comercial y su posterior im-pacto a la balanza de pagos. En esta teoría se encuentra que el monto de las exportacio-nes depende en gran medida del ingreso del resto del mundo y que las importaciones se incrementan si el ingreso nacional (demanda agregada) se incrementa, considerando algunos supuestos como el que los precios y las tasas de cambio son estables. En esta lógica es posible pensar, que si se presenta un incremento en el ingreso por parte de las familias mexicanas receptoras de remesas, se provoca un incremento en la demanda agregada nacional (por concepto de remesas) por lo cual se da un posterior incremento de las importaciones. Para encontrar esta relación entre las remesas y las importaciones se realizó un ejercicio de correlación con los flujos de importaciones y remesas que llegan a México con observaciones mensuales desde 1995 hasta el 2006. La gráfica 6 permite observar que existe un nivel de correlación significativa del 89% entre las remesas y las importaciones lo cual indica que posiblemente exista una relación positiva entre ambas variables. Esto tiene una repercusión importante sobre la cuenta corriente y por ende en la balanza de pagos de México, ya que, las exportaciones son “el único componente que

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puede proporcionar las divisas para pagar por el componente importado de otros com-ponentes de la demanda” (Thirlwall, 1997:380). Por tanto, si no hay un incremento en las exportaciones se presenta un déficit de la balanza comercial.

Gráfica 6 Relación entre los flujos

de importaciones y de

remesas, 1995-2006

Fuente: elaboración propia

con datos del Banco de

México (2007). Mill

ones

de

dóla

res

Mill

ones

de

dóla

res

Mill

ones

de

dóla

res

Cuadro 2 Principales rubros que aportan ingreso de divisas a las reservas internacionales (Millones de dólares)

AñosExportaciones

petrolerasExportaciones maquiladoras

Remesas familiares

Inversión extranjera

directa

2003 77 467 18 602 13 396 15 007

2004 86 952 23 667 16 613 22 470

2005 97 401 31 891 20 035 19 881

2006 111 824 39 022 23 054 16 119Fuente: elaboración propia con datos del Banco de México(2007) y Secretaria de Economía (2007).

En el cuadro 2, que presenta las principales fuentes de ingreso de divisas a México, se observa que la aportación principal de divisas a las reservas internacionales son las exportaciones petroleras, seguidas de las exportaciones maquiladoras, aunque es intere-

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sante ver que las remesas familiares comienzan a tener un importante incremento a partir del 2004 hasta el 2006. Estas divisas sirven como dinero internacional que es posible emplear cuando un país presenta dificultades de balanza de pagos. En la gráfica 7 se presenta el comportamiento de las reservas internacionales de México. Se observa que las reservas han estado creciendo de manera estable salvo en el periodo de 1993 hasta 1995, durante la crisis económica conocida como el “error de diciembre”; a partir de ese punto las reservas internacionales continuaron con un rumbo creciente incluso alcanzan-do niveles de acumulación históricos. La política económica actual le brinda un papel de estabilidad macroeconómica a la alta acumulación de reservas para mantener un ambiente de tranquilidad entre los inversionistas extranjeros mediante políticas fiscales y monetarias restrictivas sacrificando así cualquier incentivo al crecimiento económico.

Gráfica 7 Evolución de la reserva

de activos internacio-nales de México de

1990-2007 (promedio

mensual)

Fuente: elaboración propia

con datos de INEGI (2007)

0.0

10000.0

20000.0

30000.0

40000.0

50000.0

60000.0

70000.0

80000.0

1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006

Millo

nes

de

dóla

res

Reserva internacional

Enfocándonos en los efectos de las remesas en la balanza de pagos es posible observar que estas han adquirido una mayor importancia en la cuenta corriente a partir del 2002 de acuerdo con datos del Banco de México que se presentan en la gráfica 8. En esta gráfica es posible observar que las remesas tienen una mayor importancia en la cuenta corriente a partir del 2003 debido a que estas comenzaron a fluir hacia México con mayor intensidad (Véase gráfica 1). En cierta forma las remesas ayudan a mantener estable la balanza de pagos debido a su impacto positivo en la cuenta corriente.

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Como resultado se puede decir que las remesas tienen dos efectos sobre la cuenta co-rriente; uno positivo, el cual permite que no se empeore el déficit de cuenta corriente; el negativo, es el incremento de las importaciones (déficit de balanza comercial). Por tanto se podría afirmar que el impacto de las remesas sobre el crecimiento económico es neutral o nulo. Esta incapacidad de las remesas para generar crecimiento económico por la vía del multiplicador se debe en gran parte a que el modelo neoliberal no permite aprovechar este ingreso adicional de la población. Los grandes beneficiados son las elites de inversionis-tas que tienen tranquilidad brindada por la estabilidad macro y las empresas extranjeras de las cuales se adquieren los bienes que se importan. Lo preocupante es que en realidad se está generando una entrada de divisas por medio de la exportación de trabajadores, lo cual es negativo para el país puesto que son una gran parte de población económica-mente activa que no se supo aprovechar generando empleos. Para que el efecto de las remesas sea positivo es necesario un cambio en el modelo neoliberal relajando la estabili-dad macroeconómica para darle paso a medidas que fomenten el crecimiento económico por medio de políticas industriales, agropecuarias y sociales. Es necesario que el gobierno comience a fomentar el crecimiento desde el gasto público puesto que el modelo neolibe-ral no esta generando dicho crecimiento. Es necesario que las divisas no solo se empleen para mantener sobrevaluado al tipo de cambio mediante operaciones de mercado abierto. Aunque por ley el gobierno no puede disponer de esas divisas pertenecientes al banco central, es posible que el gobierno concurra al mercado cambiario para reunir los fondos suficientes para encausarlos hacia proyectos productivos generados por medio de una pequeña deuda interna que no afecte en gran medida a las variables macroeconómicas. Es decir, proponemos que las políticas económicas no se enfoquen solo hacia el exterior, sino que deben canalizarse hacia el interior; en otras palabras hacia el fortalecimiento de la economía nacional mediante una mayor participación del Estado.

Gráfica 8

Saldo de la cuenta corriente de México con Remesas y sin Remesas

de 1995-2006

Fuente: elaboración propia

con datos del Banco

de México (2007).

-30000.0

-25000.0

-20000.0

-15000.0

-10000.0

-5000.0

0.01995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Mill

ones

dedó

lare

s

Cuenta Corriente s in Remesas Cuenta Corriente Total

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5. Conclusión

En este trabajo se analizaron las relaciones entre los flujos de remesas y el impacto en el crecimiento económico y su interacción con las variables macroeconómicas de México. Se observó que el papel que juegan las remesas en la actualidad es muy importante puesto que han superado al monto de inversión extranjera directa que entra al país. Aunque se sostie-ne que las remesas permiten generar un mayor crecimiento y desarrollo económico en el país por medio del multiplicador del ingreso, este se ve anulado por la estrechez del mercado y el volumen de importaciones.

Se encontró que existe una posible relación directa entre los flujos de importaciones y las remesas por medio de un ejercicio de correlación entre los datos; por tal razón, es posible afirmar que las remesas provocan un incremento en el ingreso (incremento de la demanda agregada) que permite consumir una cantidad mayor de bienes los cuales son importa-dos, y están compuestos en su mayoría por bienes de consumo interme-dios.

Las remesas se han vuelto un rubro importante en torno a la ba-lanza de pagos por medio de su participación en la cuenta corriente y si se incluyen las exportaciones maquiladoras como concepto separado se observa que son el tercer rubro de entradas de divisas para las reservas internacionales (cuadro 2).

Existen dos impactos de las remesas sobre la economía mexicana. El primero de ellos es que al ingresar en la contabilidad de la cuenta co-rriente ayuda a que el déficit no sea tan alto y de esta manera financia a la balanza de pagos. El efecto negativo se presenta al incrementarse las im-portaciones por la vía de un crecimiento de la demanda agregada nacional debido a la entrada de remesas por lo que se produce un empeoramiento de la balanza comercial. Por lo tanto, el impacto de las remesas sobre el crecimiento y desarrollo económico es neutro o nulo. Este hallazgo abre la pauta para futuras investigaciones empíricas que permitan conocer cual de estos impactos es mayor dada la situación actual de la política econó-mica.

El gobierno debería aprovechar el crecimiento de la demanda agre-gada para llevar a cabo una política industrial que responda a esos re-querimientos, canalizando de manera productiva las remesas, a través de procesos productivos que promuevan la creación de empleos y de esta forma ampliar el mercado interno. Sin embargo, la política neoliberal actúa como un obstáculo estructural que permite que esas divisas se vayan por el camino de las importaciones. Con lo cual no sólo no resuelve el fenóme-no de la migración sino que de alguna forma lo institucionaliza al impedir que las comunidades superen sus problemas de pobreza y marginalidad y hasta acepta que algunas de estas remesas sean destinadas a obras de infraestructura, cuando esa es la obligación del gasto público del

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gobierno no de los salarios que obtienen los trabajadores que emigraron hacia Estados Unidos.

Consideramos que las remesas pueden ser productivas siempre y cuando el gobierno se proponga construir una verdadera política migra-toria que tenga como objetivo central revertir la tendencia ofreciendo a sus habitantes la posibilidad de empleos con salarios suficientes que les permita mantenerse en el país. Para ello tendría que cambiar sus objetivos y plantearse la utilización de las remesas como generadoras de empleos para el crecimiento y desarrollo del país.

Las remesas podrían tener un impacto positivo sobre la cuenta corriente, a través del ingreso de transferencia y del ingreso proveniente de las posibles exportaciones de las empresas que estuvieran en posibili-dades de competir en el sector externo

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Retornos a escala y competencia en la fijación de tarifas de suministro de turbosina al ala del avión

Las opiniones expresadas son las del autor y no comprome-ten a LECG, LLC., el autor

agradece los comentarios de José Luis Gutiérrez.

<[email protected]>

Introducción

Este estudio ofrece un análisis comparativo de tarifas de servicio de suministro aeropor-tuario de turbosina (into plane) en 32 aeropuertos en Estados Unidos.1 En particular, trata

de evaluar el impacto de los retornos a escala y de la competencia en la fijación de las tarifas. En efecto, dada la naturaleza de las inversiones requeridas para llevar a cabo

este servicio, parece razonable postular la hipótesis de que los retornos a escala son crecientes en esta actividad, de suerte que las tarifas en aeropuertos grandes deberían ser menores que las tarifas en aeropuertos pequeños. Por otra parte, en algunos aeropuertos operan varias empresas que compiten entre sí para ofrecer el servicio; en consecuencia, podría suponerse que las tarifas en aeropuertos donde existe competencia son menores que las tarifas en aeropuertos donde no existe.

Sin embargo, si el número de competidores en un aeropuerto es tan grande que los participantes no alcanzan la escala óptima en que los costos son mínimos, entonces se

obtendría el resultado paradójico de que la competencia conlleva mayores tarifas.Puesto que en el caso de México existe un solo proveedor del servicio considerado

Aeropuertos y Servicios Auxiliares en México (ASA) y la gran mayoría de los aeropuertos son muchos menores que en Estados Unidos, el estudio trata de determinar la medida en la cual la estructura tarifaria del servicio de ASA se compara con la estadounidense, tanto en cuanto a composición, como en cuanto a monto. Este documento consta de cinco secciones. La siguiente describe la organización del servicio de suministro y la estructura tarifaria de los aeropuertos considerados y sus características. La tercera calcula el costo del servicio de suministro correspondiente a las tarifas establecidas, diferenciando por volumen de carga. La cuarta compara las tarifas de ASA vigentes en 2006 y la última pre-senta las conclusiones.

Organización de la industria y estructura tarifaria

Organización de la industria

En Estados Unidos, el servicio de suministro y abastecimiento de combustible puede tomar una de tres formas:

1. Las dificultades en obtener datos explican que no se incluyan mayor número de aeropuertos.

José Alberro

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1. un proveedor único (monopolio), público o privado2. uno o varios consorcios de líneas aéreas que ofrecen el servicio tanto a sus socios

como a otros clientes; o3. competencia entre proveedores

En el caso de un proveedor único, la autoridad designa a una empresa para llevar a cabo la operación de la planta de combustibles, entregando la concesión generalmente a través de una licitación. Como se verá, es el caso de Nueva York, Miami y Sacramento.

Los consorcios se forman por la asociación de aerolíneas que buscan el control tan-to del manejo operativo como del manejo financiero de esta función, que es crucial para su rentabilidad operativa. Para ello, las aerolíneas invierten en la creación de una empresa operadora que le da servicios, no sólo a los miembros del consorcio, sino también a aero-líneas que no forman parte de él. Aunque las tarifas que pagan los miembros del consorcio están cubiertas por el secreto comercial y por tanto no se conocen, sí se tienen datos so-bre las tarifas comerciales cobradas a las aerolíneas que no forman parte del consorcio.

En el caso de competencia entre proveedores, coexisten varias compañías con in-fraestructuras diferentes que compiten entre sí. Este es el caso de los aeropuertos de El Paso, en Texas, Little Rock, en Arkansas y Rockford, en Illinois.

Retornos a escala, costos fijos y estructura tarifaria

La provisión de servicios de entrega de turbosina al ala de un avión requiere de instalacio-nes que exhiben retornos a escala crecientes:

• tanques de abastecimiento2

• equipo de distribución –vehículos y dispensadores o sistemas de abastecimiento mediante una red de ductos e hidrantes

• sistemas de medición y de control• servicios auxiliares• sistemas de filtrado, de contra-incendio y de protección ambiental, etcétera

Por otra parte, toda instalación requiere de una infraestructura administrativa y operativa básica y de una plantilla de personal, que ocasionan costos fijos. Por ello, en numerosos casos, la estructura tarifaria incluye cargos por servicio –independientes del volumen de turbosina entregado– para cubrir estos costos fijos, además de cargos volumétricos que varían dependiendo de si el suministro se lleva a cabo mediante hidrante o mediante camión. Si bien no hay razón para suponer que los costos fijos disminuyan significati-vamente con el tamaño del aeropuerto, los costos variables –volumétricos– si deberían hacerlo.

2. El volumen de un cilindro crece como el cuadrado de su radio –es decir, de ma-nera no lineal.

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Los cargos volumétricos pueden ser por cuatro conceptos:

1. por el uso de las instalaciones (flowage fee)2. por el servicio (throughput fee). Este cargo depende de si la aerolínea es o no parte

del consorcio3. por el suministro (into plane fee). Este cargo es diferente según si el servicio se pro-

porciona en horario normal o no; y4. por la concesión. Esta tarifa, en general, se cobra como un porcentaje del total efec-

tuado por la empresa de suministro a la aerolínea

Descripción de la base de datos

El tema del impacto de los retornos a escala y la competencia sobre las tarifas de suminis-tro de turbosina no ha sido tratado en la literatura. Asimismo, no existe información pública sobre estas tarifas. La Asociación Internacional de Transportación Aérea (IATA por sus siglas en inglés3) representa a 250 líneas aéreas y a numerosas empresas de servicios relacionadas con la aviación. La IATA, lleva a cabo una encuesta anual sobre los costos del combustible en el mundo y comparte los resultados con las aerolíneas socias pero no con el público en general, por cuanto hacerlo podría revelar secretos comerciales y propiciar investigaciones por las autoridades de competencia, dado que las empresas de suminis-tro de combustible conocerían los precios de sus competidores. A su vez, la Air Transport Research Society (ATRS) no tiene conocimiento de algún estudio de benchmarking para estos servicios.4 De hecho, durante su reciente conferencia anual que tuvo lugar en junio de 2007 en la Universidad de California en Berkeley, se presentaron los resultados de más de 200 investigaciones, ninguno de los cuales trató este tema.

Para superar esta deficiencia, se compiló una base de datos mediante comunicación directa con proveedores del servicio de suministro. Se obtuvieron datos para los 32 aero-puertos que se describen a continuación.

Aeropuertos grandes

La muestra incluye 8 aeropuertos grandes que, en promedio, ofrecen 620 000 servicios y venden 3 640 millones de litros de combustible en un año, lo que implica un promedio de 6 774 litros por servicio. Para facilitar la comparación, debe recordarse que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) es menor, pues lleva a cabo 170 000 servi-cios al año y vende aproximadamente 1 230 millones de litros, de suerte que el servicio promedio es comparable al ser de 7 240 litros.

3. http://www.iata.org/index.htm.4. Comunicación directa con John Limtong, administrador de la ATRS. http://www.

atrsworld.org/.

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Cuadro I Aeropuertos Grandes

AeropuertoEsquema de Operación

Tráfico (Operaciones)

Movimientos (Pasajeros)

Volumenmiles de

(galones/año)

Almacenamientomiles de (galones)

Litros por

servicioLos Angeles Consorcio 655 097 60 688 609 1 539 876 25 200 8 898New York (JFK)

Monopolio 320 806 37 518 143 1 191 353 28 000 14 058

Chicago (O’Hare)

Consorcio 992 427 75 533 822 1 130 000 20 000 4 310

Atlanta Consorcio 964 858 83 606 583 1 017 566 362 26 240 3 992Dallas Consorcio 804 865 59 412 217 879 285 24 000 4 135San Francisco Consorcio 352 356 32 247 746 790 434 8 492Miami Monopolio 400 864 30 165 197 750 000 25 200 7 082Washington Consorcio 469 634 22 800 000 400 130 533 14 100 3 225Media 620 113 50 246 540 962 330 612 23 248 571 6 774

Fuente: investigación propia.

Aeropuertos medianos

La muestra incorpora también 12 aeropuertos medianos que, en promedio, ofrecen casi 430 000 servicios, venden 1 290 millones de litros de combustible al año, y su servicio promedio es de 2 920 litros. Para propósitos de comparación, debe señalarse que Can-cún, Guadalajara, Monterrey y Tijuana llevan a cabo 44 000; 59 700; 49 500 y 23 800 servicios al año respectivamente; venden aproximadamente 500; 300; 190 y 180 millones de litros respectivamente y que los servicios promedio son de 11 660; 5 130; 3 810 y 7 500 litros.

Cuadro IIAeropuertos Medianos

AeropuertoEsquema de Operación

Tráfico (Operaciones)

Movimientos (Pasajeros)

Volumenmiles de

(galones/año)

Almacenamientomiles de (galones)

Litros por servicio

Houston Consorcio 517 197 36 506 116 533 532 12 000 3 905

Minneapolis Consorcio 541 093 36 713 173 482 000 9 600 3 372 Las Vegas Consorcio 544 679 41 441 531 431 715 10 600 3 000 Phoenix Consorcio 546 763 39 504 898 420 201 5 300 2 909 Detroit Monopolio 522 538 35 187 517 411 211 4 410 2 979 Denver Consorcio 560 198 42 393 766 405 310 15 600 2 739 Boston Consorcio 405 258 22 778 495 367 500 7 000 3 433 Orlando Consorcio 319 423 31 143 388 299 318 9 200 3 547 Charlotte Consorcio 427 390 12 417 506 275 060 5 200 2 436 Baltimore Monopolio 300 000 20 400 000 246 274 2 466 3 107 San Diego Consorcio 209 362 16 377 304 142 893 5 360 2 584 San Antonio Monopolio 238 192 6 997 659 65 034 1 050 1 034 Media 427 674 28 488 446 340 004 7 316 2 920

Fuente: investigación propia.

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Aeropuertos pequeños

Finalmente, también se incluyen 12 aeropuertos pequeños que en promedio ofrecen 195 000 servicios; venden 186 millones de litros de combustible al año y cada servicio es de 838 litros.

Cuadro IIIAeropuertos Pequeños

AeropuertoEsquema de Operación

Tráfico (Operaciones)

Movimientos (Pasajeros)

Volumenmiles de

(galones/año)

Almacenamientomiles de

(galones) Litros por servicio

Salt Lake City Consorcio 411 978 1 614 549 182 800 6 300 1 680

Tampa Consorcio 357 076 1 830 094 144 166 3 586 1 528

Sacramento Gobierno Ciudad 190 895 7 955 970 69 600 5 300 1 380

Austin Consorcio 311 225 7 238 645 66 105 1 028 804

El Paso, Tx Cutter, Trajen AFS 107 121 3 204 406 30 000 520 1 060

Little Rock, ArkCentral Flying; Omni; Airport

Services169 360 2 286 916 24 000 220 536

Rockford (Ill) UPS, Emery, Pride 83 220 22 000 2 700 1 001

Tulsa , Okl. Consorcio 190 530 1 462 799 21 969 240 436

Talahasse Monopolio 103 660 2 100 000 8 300 120 303

Laredo, Tx Monopolio No disponible 83 690 8 000 91

Lexington Monopolio 98 550 1 168 397 8 000 90 307

Gulfport-Biloxi Monopolio 123 370 863 000 6 000 60 184

Media 195 180 6 346 224 49 245 1 688 838Fuente: investigación propia.

Como se aprecia de la observación directa de los cuadros incluidos en el Apéndice II, los cargos fijos –que van de $18.00 dólares a $35.00 dólares por vuelo– no varían por tamaño del aeropuerto.

Sin embargo, las tarifas volumétricas sí disminuyen al aumentar el tamaño del aero-puerto, sugiriendo la existencia de retornos a escala crecientes. En efecto:

• Los cargos pagados al aeropuerto (flowage fee) aumentan al disminuir el tamaño del aeropuerto: alcanzan entre .55 y 3.5 centavos de dólar por galón en el caso de los aeropuertos grandes; entre 1.4 y 5.0 centavos en el de los medianos y entre 3.0 y 10.0 centavos de dólar por galón en el de los pequeños;

• Las cargos volumétricos cobrados por el operador son mayores para los aeropuer-tos pequeños: van de .1 a 1.5 centavos de dólar por galón para los miembros del consorcio y de .1 a 8.45 para los que no lo son, en el caso de los aeropuertos gran-des; 1.25 a 1.6 centavos de dólar por galón para los miembros del consorcio y de 1.25 a 9.0 para los que no lo son, en el caso de los aeropuertos medianos; y de 3.5 a 11.0 centavos de dólar por galón para los que no son miembros del consorcio, en el caso de los aeropuertos pequeños; y finalmente,

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• Los cargos por suministro (por el servicio intoplane) también aumentan al disminuir el tamaño: en promedio alcanzan entre .75 y 6.6 centavos de dólar por galón en el caso de los aeropuertos grandes –dependiendo de si el servicio es proporcionado utilizando un hidrante o un camión y si ocurre o no fuera de horario; entre 1.2 y 11.0 centavos de dólar por galón, en el caso de los aeropuertos medianos; y entre 1.8 y 80.0 centavos de dólar por galón, en el caso de los aeropuertos pequeños. En va-rios casos, existen cargos mínimos por el servicio intoplane, aún en los aeropuertos grandes.

Costo del servicio de suministros en los aeropuertos considerados

Dada la multiplicidad de tratamientos tarifarios reseñados en el Apéndice II, esta sección calcula el costo –en pesos- de un servicio de suministro y abastecimiento de mil litros de turbosina en los aeropuertos considerados. Si bien, en principio, se tiene información so-bre doce parámetros5 para 32 aeropuertos, hay casos en los que la información sobre las tarifas cobradas a los miembros de un consorcio no está disponible. Cuando eso ocurre, no se muestran los resultados para el costo en el que incurren los miembros del consor-cio. En general, dados los alcances de la base de datos, encontramos que los costos estimados para las aerolíneas miembros de un consorcio son menos confiables que los que se refieren a transacciones comerciales entre partes no relacionadas (arms length). Finalmente, existen varios casos en los que el servicio sólo se da por camión. En doce de los casos de aeropuertos de Estados Unidos,6 se cuenta con información sobre varios competidores en un mismo aeropuerto.

En numerosos casos existen cargos fijos por servicio, lo que implica que los costos por carga disminuyan con su magnitud. En otros, las tarifas disminuyen explícitamente con el volumen del servicio o con el volumen total servido por mes.7 Por ello, hemos calculado los costos por mil litros para cuatro cargas: 7 050 litros; 3 750 litros; 2 600 litros y 1000 litros, los resultados se muestran en los cuadros al final del texto, donde se considerán ocho posibilidades, según si el costo es para un miembro de un consorcio o no; si el ser-vicio es en horario normal o no; y si el servicio se lleva a cabo utilizando un hidrante o un camión. La conversión de dólares a pesos se hizo utilizando un tipo de cambio de 11.00 pesos por dólar.8

5. Un parámetro para la concesión; dos cargos volumétricos pagados al aeropuerto, según el servicio se brinde por hidrante o por camión; cuatro cargos volumétricos según la aerolínea sea o no miembro del consorcio y según el servicio se brinde por hidrante o por camión; cuatro cargos por suministro según el servicio se ofrezca en horario o fuera de él y se brinde por hidrante o por camión; y un parámetro para otros costos.

6. Los Angeles, Chicago, Dallas, Miami, Minneapolis, Boston, Charlotte, Salt Lake City, El Paso, Little Rock, Rockford y Tulsa.

7. Cuando los descuentos son para cargas de más de 100 000 galones por mes, se supuso que esto sólo se aplicaba a las cargas de 7 050 litros y que habría más de 2 vuelos diarios: 2*7 050*30/3.7854 = 111 745.

8. La información desglosada para cada tipo de aeropuerto se puede solicitar en [email protected].

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Costo por mil litros

El cuadro siguiente presenta un resumen de los costos por tipo de servicio y por tipo de aeropuerto.

Cuadro IVCosto en pesos de una carga de 1 000 Litros

AEROPUERTOS

MIEMBRO DEL CONSORCIO NO MIEMBRO DEL CONSORCIO

FUERA DE HORARIO

HORARIO FUERA DE HORARIO

HORARIO

Hidrante Camión Hidrante Camión Hidrante Camión Hidrante Camión

USA GRANDES

Mínimo 78.1 97.5 78.0 78.0 95.0 125.2 105.8 88.9

Máximo 687.5 687.5 550.0 550.0 892.1 892.1 723.9 723.9

Promedio 192.3 243.2 192.1 181.6 261.8 312.7 231.7 235.4

USA MEDIANOS

Mínimo 72.6 87.2 72.6 46.8 145.3 87.2 116.2 145.3

Máximo 290.6 595.3 530.3 530.3 475.6 697.0 704.6 704.6

Promedio 189.5 245.1 151.5 175.3 304.0 337.3 269.8 274.7

USA PEQUEÑOS

Mínimo 145.3 87.2 174.4 236.8 174.4 174.4 101.7 101.7

Máximo 2 499.1 2 499.1 1 917.9 1 917.9 2 499.1 2 499.1 1 917.9 1 917.9

Promedio 651.7 757.6 580.4 633.2 669.8 865.0 507.2 550.1Fuente: cálculos propios.

En primer lugar se puede apreciar que en 85% de los casos, el costo con camión es ma-yor o igual al costo del servicio con hidrante. Asimismo, en otro 85% de los casos el costo en horario normal es menor o igual al costo del servicio fuera de horario. El caso extremo es el del aeropuerto de Laredo, en el que los costos fuera de horario son más de cuatro veces los costos en horario.

Por otra parte, en todos los casos, el costo promedio para aerolíneas que no forman parte de un consorcio disminuye con el tamaño del aeropuerto, lo que no contradice la hipótesis de la existencia de retornos a escala crecientes. En los casos de los costos para miembros de un consorcio, esta relación sólo se cumple en 25% de los casos, probable-mente reflejando las limitaciones de la base de datos.

Competencia y tarifas

Dado que, como se señaló, en doce de los aeropuertos existe más de un proveedor, con-viene analizar la medida en la cual la competencia en el servicio de suministro redunda en menores tarifas y la medida en la cual este resultado se ve impactado por el tamaño del aeropuerto y de la carga, es decir por la presencia de retornos a escala.

Como se aprecia en el cuadro siguiente, en el caso de los aeropuertos grandes y si la carga es de 7 050 litros, la tarifa de suministro es 41% mayor cuando no existe compe-tencia. Este resultado se debilita con el tamaño de la carga y del aeropuerto, subrayando la importancia de los retornos a escala: el diferencial es de sólo 30% en el caso de una carga de 1 000 litros en un aeropuerto grande y los porcentajes disminuyen conforme disminuye el tamaño del aeropuerto.

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Cuadro VDiferencia porcentual entre el costo promedio en los Aeropuertos en donde no hay competencia y los Aeropuertos en donde sí la hay

CARGA: 7 050 litros 3 750 litros 2 600 litros 1 000 litros

AEROPUERTOS:

GRANDES 41% 37% 35% 30%

MEDIANOS -8% -11% -19% -16%

PEQUEÑOS 21% 12% 9% -17%Fuente: cálculos propios.

Comparación con tarifas ASA

Tarifas de Suministro

En los 62 aeropuertos más grandes de México, el servicio de suministro de combustible es proporcionado de manera exclusiva y excluyente por Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA). El precio de la turbosina que paga la aerolínea está constituido por tres cargos au-torizados por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP):

I. el costo del producto, que varía por centro embarcador y que depende de cotizacio-nes mundiales9

II. los fletes, que también varían por centro embarcador y destino; yIII. la Tarifa del Servicio de Suministro

Si bien tanto el costo de la turbosina per se, como el flete varían por estación de servicio, la tarifa de suministro es la misma para todas ellas y depende del volumen consumido, del tipo de contrato y del horario de operación. El cuadro siguiente muestra las tarifas corres-pondientes a Mayo de 2007 para los cuatro niveles de consumo en el caso del horario normal.10 Durante el horario extraordinario, las tarifas de suministro se duplican.

9. ASA recibe un descuento de aproximadamente 5 centavos por litro por parte de Pemex –que varía por centro embarcador y por estación receptora–, el cual se transfiere a los clientes más importantes.

10. Las Tarifas del Servicio de Suministro no han cambiado en términos nominales durante los últimos años.

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Cuadro VITarifa normal de suministro(pesos por mil litros)

GrupoLitros/año

A 91.68 Más de 385 millones

B 97.45 140 a 385 millones

C 122.98 25 a 140 millones

D 137.27 Menos de 25 millonesFuente: http://www.asa.gob.mx/

Adicionalmente, existe otra tarifa para aviación no regular para servicios de hasta 1 500 litros de turbosina: 200 pesos por servicio en horario normal y 400 en horario extraordi-nario.

Se consideró que la comparación apropiada es con aerolíneas que NO son miem-bros de un consorcio, porque en México las aerolíneas no comparten con ASA los gastos de inversión y operación de la red de estaciones de suministro, teniendo con ella relacio-nes comerciales con una parte no relacionada (arms length).

Como se advierte de una comparación directa con el Cuadro VI, las tarifas actuales son comparables a los costos en los aeropuertos más eficientes de Estados Unidos: en México las tarifas van de 91.7 a 137.3 pesos por 1 000 litros, mientras que en los gran-des aeropuertos de Estados Unidos, los costos mínimos van de 88.9 a 125.2 pesos por 1 000 litros para las aerolíneas que no son miembros de un consorcio. Los costos promedio en los grandes aeropuertos de Estados Unidos van de 231.7 a 312.7 pesos por 1 000 litros.

Si la comparación se lleva a cabo con los aeropuertos pequeños de Estados Unidos los costos promedio van de 507.2 a 865.0 pesos por 1 000 litros, muy por arriba de las tarifas actuales de ASA. No se debe soslayar que aún los aeropuertos estadounidenses caracterizados como pequeños, estas tarifas son mucho mayores que la mayoría de los aeropuertos mexicanos. Por otra parte, dado que se señaló que retornos a escala dentro de esta actividad son crecientes, llama la atención el hecho de que ASA tenga una sola tarifa volumétrica, independiente del tamaño del aeropuerto, sugiriendo que existen subsi-dios cruzados entre aeropuertos.

Conclusión

La muestra utilizada para llevar a cabo la comparación de las tarifas del servicio de su-ministro a nivel internacional consiste de aeropuertos de diversos tamaños, aunque casi todos ofrecen un mayor número de operaciones que el AICM.

En Estados Unidos, el servicio de suministro y abastecimiento de combustible se organiza de una de tres maneras: con un proveedor único, ya sea público o privado; esta-bleciendo un consorcio entre líneas aéreas; o con diversos proveedores independientes

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que compiten entre sí. En varios de esos aeropuertos se cobran cargos fijos, pero éstos no parecen guardar relación con el tamaño del mismo. En todos los aeropuertos consi-derados se cobran cargos volumétricos, que disminuyen con el tamaño del aeropuerto, y varios de los aeropuertos medianos cobran por la concesión.

Este documento muestra que, tal como se pensaría, las tarifas de suministro de turbosina al ala del avión son menores en el caso del servicio por hidrante que en el del servicio con camión, y menores en el caso del servicio en horario normal que fuera de él. Asimismo, se confirma la existencia de retornos a escala crecientes, pues los costos son menores en los aeropuertos grandes y para cargas grandes. Además, se encontró que la competencia disminuye los costos, pero que ese efecto se encuentra atemperado por los retornos a escala crecientes ya mencionados.

Se consideró que la comparación apropiada es con aerolíneas que no son miembros de un consorcio, porque en México las aerolíneas no comparten con ASA los gastos de inversión y operación de la red de estaciones de suministro, teniendo con ella una rela-ción comercial con una parte no relacionada (arms length). Las tarifas actuales de ASA son comparables a los costos en los aeropuertos más eficientes de Estados Unidos; si la comparación se lleva a cabo con los aeropuertos pequeños de Estados Unidos –que son los aeropuertos relativamente más parecidos a los mexicanos, sus costos promedio son mayores que las tarifas actuales. Es importante subrayar que la base de datos analizada no incluye ningún aeropuerto semejante a los aeropuertos mexicanos. Dada la importancia de los retornos a escala, tanto a través de aeropuertos como en los volúmenes de carga, debe suponerse que la comparación sería más ventajosa para ASA si se analizaran aero-puertos de ese tamaño en el ámbito internacional.

Finalmente, no se debe soslayar que en los aeropuertos estadounidenses conside-rados, las tarifas se componen de una combinación de cargos fijos y de cargos variables. Este tipo de estructura tarifaria permite, en principio, que las tarifas reflejen los costos mar-ginales de largo plazo. En México, al contrario, los cargos son únicamente volumétricos y son los mismos en todos los aeropuertos. Ello sugiere que, dado que los retornos a escala son crecientes, las tarifas mexicanas incorporan subsidios cruzados de los aeropuertos más grandes que el promedio a aeropuerto más pequeños que el promedio

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Aeropuertos de Estados Unidos

GRANDES

Atlanta Hartsfield International ATL

Dallas-fort Worth International DFW

Washington Dulles International IAD

New York John F. Kennedy JFK

Los Angeles International LAX

Miami International MIA

Chicago O’hare ORD

San Francisco International SFO

MEDIANOS

Boston Logan International BOS

Baltimore-Washington Int’l Airport BWI

Charlotte-Douglas Int’l Airport CLT

Denver Stapleton International DEN

Detroit Metropolitan DTW

Houston Intercontinental IAH

Las Vegas Mccarren International LAS

Orlando International MCO

Minneapolis-ST. Paul Intl. Airport MSP

Phoenix Sky Harbor International PHX

San Diego Lindbergh International SAN

San Antonio International SAT

PEQUEÑOS

Laredo International LRD

Austin Bergstrom AUS

El Paso Int’l Airport ELP

Gulfport-Biloxi Int’l Airport GPT

Little Rock National Airport LIT

Tulsa International TUL

Sacramento Metropolitan SMF

Rockford Greater Rockford Apt RFD

Tampa International Airport TPA

Talahasse Regional Airport TLH

Salt Lake City International SLC

Lexington Blue Grass Field LEX

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Romper la tasa de crecimiento neoliberal mexicana: una propuesta harrodiana1

Investigador, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM

y miembro del SNI.

<[email protected]>.

“Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron cómicos o buenos curanderos”.

J. L. B., Utopía de un hombre que está cansado.

1. Introducción

Un crecimiento promedio de 3.5% durante tres décadas (1950-80) dio origen a la de-nominada tasa de crecimiento hindú, un término que hacía referencia a un desempeño económico post-independencia decepcionante, aunque no desastroso, de esa nación. En prácticamente un cuarto de siglo (1983-2007), con la puesta en marcha de la estrategia de crecimiento neoliberal, la economía mexicana, por su parte, parece haber estigmatiza-do lo que podría designarse su tasa de crecimiento neoliberal, la cual se ubica en 2.4% promedio anual.2 Este sí representa a todas luces un crecimiento ridículo, lento, inestable y desastroso (especialmente si se compara con el alcanzado por otras economías como los tigres asiáticos, India y China y con el propio durante el período 1960-80). Como consecuencia, las condiciones sociales de la mayoría de la población se han estancado.3 Ante un escenario donde el modelo neoliberal parece perpetuarse, la interrogante impe-riosa consiste en cómo romper la inercia de la tasa de crecimiento neoliberal mexicana. Es decir, qué modelo económico alternativo debe instrumentarse para alcanzar un crecimien-to ingente, rápido y sostenido.

A diferencia de otros modelos de crecimiento que sólo consideran el lado de la oferta de la economía, por ejemplo el modelo de Solow o el de crecimiento endógeno, y que son incapaces de explicar la evolución de los factores de producción por razones alternas a equilibrios competitivos, el modelo de Harrod (1939, 1973) considera variables tanto de la oferta como de la demanda (reflejadas en las tasas natural y garantizada, res-

1. Agradezco los comentarios de José Luis Calva a versiones preliminares de este trabajo. Los errores remanentes son mi responsabilidad.

2. Este valor, aunque específico para la economía mexicana, podría generalizarse para el conjunto de economías que han adoptado la estrategia neoliberal de crecimiento. América Latina y el Caribe, por ejemplo, registran durante el periodo 1983-2005 una tasa de crecimiento promedio de 2.5 por ciento.

3. Tomando como medida genérica de bienestar al PIB por persona, resulta que éste apenas se incrementó 17.7% durante el período 1983-2004.

Moritz Cruz

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pectivamente) para entender el proceso de crecimiento de una economía; más aún, en este modelo la demanda agregada es la variable que explica el comportamiento de las tasas anteriores, por lo que es posible endogenizar su evolución (ver León-Ledesma & Thirlwall, 2002, y Thirlwall, 2003b). Adicionalmente, en este marco conceptual es posible considerar las limitaciones al crecimiento que una economía abierta enfrenta. En particu-lar, la restricción al crecimiento impuesto por la balanza de pagos, reflejada en la tasa de crecimiento con equilibrio externo.

En suma, el esquema de crecimiento de Harrod a través de las tasas garantizada, natural y de crecimiento con equilibrio externo provee de un sustento teórico-analítico mu-cho más sólido acerca de la evolución del crecimiento de una economía abierta. Asimismo buena parte de los instrumentos de política que permiten dinamizar el crecimiento en el corto y largo plazo pueden entenderse y considerarse en este modelo.

El objetivo del presente estudio consiste en proponer una estrategia de política para la economía mexicana que permita alcanzar un crecimiento de 6% en el corto y largo pla-zo. Dicha estrategia se deriva del modelo de Harrod y consiste, como todos los modelos de inspiración keynesiana, en la inserción del estado en la conducción económica a tra-vés del uso de sus instrumentos de política económica (es decir, la noción de un estado de desarrollo4). El objetivo principal del estado para lograr la meta de crecimiento es la reactivación y control permanente de la demanda agregada así como la reducción de las restricciones al mismo. Para lograrlo, el gasto público, más específicamente la inversión debe aumentarse de manera considerable. Esta inversión debe hacerse en el marco de una estrategia de desarrollo metódicamente diseñada y ejecutada. Del mismo modo, para evitar que la tasa de crecimiento garantizada disminuya en el largo plazo, el gasto público debe financiarse a través de una política fiscal progresiva (véase Kaldor, 1963, Harrod, 1973, y Moudud, 2001, 2006). Para equilibrar la tasa natural a la garantizada, la produc-tividad debe ser incrementada a través de una política agresiva en ciencia y tecnología y en educación. Finalmente, se requieren políticas de corto y largo plazo que estimulen las exportaciones y reduzcan las importaciones para que la restricción externa al crecimiento no se active.

El trabajo consta de tres secciones adicionales a esta introducción. En la segunda describimos el modelo de crecimiento de Harrod. En la tercera detallamos la estrategia de crecimiento que la economía mexicana debe seguir para alcanzar un equilibrio dinámico de crecimiento de 6%. En la última presentamos las conclusiones.

2. El modelo de crecimiento de Harrod y sus implicaciones

de política económica

El modelo de crecimiento de Harrod, caracterizado por su sencillez pero también por su solidez, consistencia e inspiración keynesiana (ver Harrod, 1939, 1973 y Thirlwall, 2003a,b), está constituido por tres tasas de crecimiento: la observada o actual (g), la

4. La característica fundamental de un estado de desarrollo de acuerdo a Sindzingre (2007, pp. 616-7) es “... la intervención del estado en la economía, pero en la forma de políticas que son creíbles y orientadas al crecimiento...”.

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garantizada (gw) y la natural (gn). La primera, por cuentas nacionales cierta, es igual a s/c, donde s es la tasa de ahorro y c es la razón capital-producto. La tasa garantizada se define como aquella tasa que dejará a los inversionistas satisfechos de haber producido ni más ni menos que la cantidad exactamente demandada, induciéndolos a mantener sus inversio-nes a la misma tasa que en el pasado, y está constituida como g con la diferencia de que la razón capital-producto es incremental. Finalmente gn, medida en unidades de eficiencia, está compuesta por la suma de la tasas de crecimiento de la fuerza laboral y de crecimien-to de la productividad, ambas funciones de g, es decir de la demanda agregada efectiva (ver León-Ledesma & Thirlwall, 2002).5 Este conjunto de tasas permite explicar las fluctua-ciones del ciclo económico así como el crecimiento económico en el largo plazo.

En el corto plazo, las fluctuaciones en el crecimiento del producto están dadas por la discrepancia entre g y gw. Si, por ejemplo, el crecimiento observado excede la tasa de crecimiento garantizada significa que el nivel actual de inversión está por debajo del nivel requerido para satisfacer la creciente demanda observada. Lo anterior inducirá a los inversionistas a aumentar su inversión. De manera opuesta, si g < gw habrá un excedente de inventarios, desincentivando la inversión. Sin intervención gubernamental o algún otro mecanismo estabilizador, dichas tendencias se retroalimentan, llevando a la economía a una vorágine explosiva de crecimiento o de recesión.

En el largo plazo, el estado de una economía cerrada depende de la relación entre las tasas de crecimiento del capital y de crecimiento de la fuerza de trabajo y su produc-tividad, es decir de la relación entre gw y gn, y de que tan rápido operen los mecanismos de política para igualarlas. Si, por ejemplo, gn > gw habrá una tendencia crónica hacia el desempleo (del tipo estructural debido a los coeficientes de producción fijos) porque la mano obra y su productividad crecen más que la acumulación de capital. Por otra parte, el límite de crecimiento en el largo plazo está dado por gn, ya que determina la utilización máxima de la capacidad productiva y fija el límite superior de crecimiento de g. Por ejem-plo, si g > gw, g puede divergir tanto de gw hasta igualar a gn, pero g no puede ser mayor que gn en el largo plazo. No obstante en realidad es g quien determina los límites de cre-cimiento de la oferta en un rango de tasas de crecimiento de pleno empleo. Esto es así, como destacamos anteriormente, debido a la endogenidad, o la elasticidad, para usar la terminología de López & Calvalho (2007), de gn. Por tanto, a la par que la demanda crece, gn aumenta también, estableciendo límites de crecimiento relativos, perpetuando de esta manera la expansión económica.

Como puede observarse de la anterior descripción del modelo de Harrod, el nivel de demanda efectiva, o alternativamente la tasa de crecimiento observada, es fundamental en la dinámica del crecimiento económico. Esto es así porque, por ejemplo, una demanda

5. Existen varios mecanismos a través de los cuales la fuerza de trabajo es endógena a la demanda agregada. En primer lugar, la oferta de trabajo es muy elástica respecto a su demanda debido a que una demanda de trabajo muy fuerte es factible que incorpore fuerza laboral que antes no estaba en el mercado (jóvenes, ancianos, amas de casa); del mismo modo es probable que la existente decida aumentar sus horas de trabajo y finalmente es probable que se detenga la emigración e incluso se atraiga fuerza laboral de otras latitudes. Por otro lado, la productividad responde a la demanda a través de mayores innovacio-nes y a través del uso de maquinaria más sofisticada (y por tanto menores precios de los bienes que esas maquinas producen) debido a la rentabilidad que ofrece un mercado en expansión (Thirwall, 2003b).

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agregada en expansión alienta a las firmas a emprender mayor producción al observar que sus flujos de caja y sus ganancias (y sus expectativas de que esto se repita en el futuro cercano) crecen y, consecuentemente, pueden saldar las deudas contraídas durante el proceso financiamiento-inversión.

Si el nivel de demanda agregada es fundamental en la dinámica del crecimiento, ella es entonces la variable que tanto en el corto como en el largo plazo, en términos estrictos de dinámica del crecimiento, debe ser el foco de atención de la política económica. La cuestión relevante de política aquí, entonces, es a través de qué mecanismo se debe dina-mizar la demanda. Es bien conocido que ella puede ser reactivada a través de la inversión privada, el consumo asalariado, las exportaciones y el gasto público.6 Las dos primeras variables, sin embargo, son poco promisorias en un ambiente donde el ingreso doméstico está estancando o contrayéndose. Por esta razón, “la recuperación de la demanda agre-gada debe originarse en aquellos elementos que son autónomos con respecto a su in-greso actual” (López & Carvalho, 2007, p. 6). Ahora bien, respecto a las exportaciones es claro que su efecto será relevante en la demanda agregada sólo si la dinámica del sector exportador está estrechamente vinculada con los productores domésticos.7 Finalmente está el gasto público (entendido como inversión y fomento económico, es decir gasto público productivo). Éste es, en realidad, el mecanismo más veloz y efectivo que tiene un gobierno para reactivar la demanda agregada. En efecto, “... de todas las rutas diferentes de manejo de la demanda, por mucho la más rápida y la más conveniente para el gobierno, es incrementar el nivel de gasto público…” (Bhaduri, 2002, p. 29; ver también López y Carvalho, 2007).8

6. Esto puede demostrarse de la siguiente manera. Definamos, como lo hace López (1998), al pro-ducto denominado por la demanda efectiva (Yd) de la siguiente manera: Yd = Ip + Ck + Cw + G + X, donde Ip es la inversión privada y Ck y Cw son el consumo capitalista y asalariado respectivamente; G es el gasto de gobierno y X son las exportaciones netas. Si el ingreso total puede dividirse en ganancias y salarios y si, por simplicidad, se supone que los trabajadores gastan todo su ingreso, entonces las ganancias del sector privado (P) serán iguales a la suma de la inversión privada y el consumo no asalariado, más las ex-portaciones netas y el déficit gubernamental (G – T), donde T son los impuestos. De esta manera: Yd = P = Ip + Ck + X + (G – T). De esta igualdad es claro que cualquier incremento en la inversión privada (ya sea en inversión o consumo privado, este último, por definición, estable en el corto plazo), las exportaciones netas o el déficit gubernamental (a través de mayor gasto público en inversión) tendrá un efecto positivo en las ganancias privadas y con ello en la demanda agregada y finalmente en el empleo.

7. Es importante destacar al respecto que, independientemente de la relevancia de las exportacio-nes en la economía, el principal motor de crecimiento en la gran mayoría de las economías hoy desarro-lladas y nuevas industrializadas ha sido y es el mercado doméstico (ver Bosworth y Collins, 2003, 2007 y Young, 1995). De hecho, en un artículo reciente (The Economist, 2007a) se destaca que la noción de que el dinamismo de China es dependiente del crecimiento de sus exportaciones es un mito, y se remata afirmando que la demanda doméstica es mucho más importante. Para ejemplificar se subraya que el incre-mento de las exportaciones netas chinas en 2007 representará un cuarto de su crecimiento, pero incluso sin crecimiento externo la expansión del producto se mantendría en un respetable 9% para ese año.

8. No es casual, por tanto, aunque no es causa exclusiva desde luego, que un pobre crecimiento eco-nómico esté asociado con caídas en la inversión y el fomento económico público. En el caso de la economía mexicana, por ejemplo, su pobre desempeño ha estado asociado a una inversión pública en decremento desde 1982, con el inicio de la estrategia neoliberal de crecimiento, cuando el gasto público tenía una parti-cipación de 12.3% expresada como fracción del producto hasta llegar apenas a niveles de 3% en 2005 (una tendencia similar ha mostrado el gasto público en fomento económico (ver Calva, 2007b, p. 45).

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Si el gobierno aumenta la inversión pública (por ejemplo en carreteras, puertos na-vales y aéreos y en la construcción de capacidades tecnológicas domesticas, es decir, en ciencia y tecnología, escuelas, hospitales, etcétera), el mayor gasto tendrá un efecto multiplicador al generar un mayor ingreso, lo cual se traducirá en una mayor demanda por bienes y servicios. Este incremento en la demanda agregada obliga a los inversionistas a ajustar sus expectativas a la alza, lo cual se traducirá en una mayor inversión (inicialmente esta mayor inversión podría traducirse simplemente en una mayor utilización de la capaci-dad instalada). Esto se traduciría en una gw mayor. Esta nueva inversión genera un mayor uso de recursos físicos y humanos, reduciendo el nivel de desempleo. El mayor ingreso se refleja nuevamente en una mayor demanda por bienes y servicios, lo cual incrementa las ganancias privadas, la inversión y la demanda agregada, y así sucesivamente aumentando el producto y el empleo.

No obstante, un gasto público expansionista no sólo es capaz de aumentar la deman-da agregada, generando mayor inversión (al incrementar las ganancias), el crecimiento y el empleo, sino también, de utilizarse adecuadamente, es decir asignándose estratégica y eficientemente, de aumentar la productividad y la competitividad de la economía. Cuan-do, por ejemplo, se invierte en la construcción de una escuela o un hospital, no sólo se dinamiza de manera inmediata, y hasta que el efecto multiplicador se agote, al sector de la construcción, y a todas sus ramas, y con ello la demanda agregada, sino también, pero posteriormente, la fuerza laboral se verá beneficiada al hacer uso de la nueva infraestructu-ra de salud o educativa. Lo mismo en el caso de apoyos en ciencia y tecnología, proyectos que tardan en madurar hasta tres lustros. En este sentido, el gasto público coadyuva tam-bién en la construcción y mejoramiento del lado de la oferta de la economía.

En otras palabras, una característica particular del gasto público productivo consiste en que sus efectos positivos en el crecimiento suelen distribuirse a través de periodos de tiempo posteriores a su realización, es decir a través de rezagos. En este sentido, la inversión gubernamental suele ser benéfica no sólo durante el período en que se realiza (como destacamos a través de una expansión de la demanda agregada efectiva) sino también durante periodos ulteriores (a través de mejoramientos en el lado de la oferta de la economía: un mayor gasto público en educación, ciencia y tecnología, infraestructura y salud puede generar incrementos en la productividad9 y una disminución en la dependen-cia de tecnología e insumos foráneos), con lo cual su efecto positivo tiende a distribuirse considerablemente a través del tiempo. El estudio econométrico presentado por Rodrik & Subramanian (2004) confirma lo anterior para el caso de la India. En dicho trabajo los autores destacan que la contribución del gasto público al crecimiento económico sería pequeña si no hubiera rezagos en los efectos de la misma. Del mismo modo, existen trabajos empíricos que comprueban la relevancia del gasto público en el crecimiento del producto y la productividad (ver, por ejemplo, Elder & Halcombe, 2006).

Por otra parte, un mayor gasto público en la construcción de capacidades domés-ticas es indispensable para el desarrollo de ciencia y tecnología, su constante actualiza-ción y su renovación. Es decir, si los factores que cuentan para el éxito de una economía

9. Una productividad creciente, dicho sea de paso pero no fuera de objetivo, puede aliviar, sí las hay, presiones inflacionarias derivadas de un mayor gasto público.

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competitiva tienen que ver con la transferencia y adopción de tecnología, es claro que los flujos de inversión extranjera directa deben de ser complementados por políticas públicas enfocadas a crear habilidades técnicas domésticas que resulten en un crecimiento sos-tenible (Lall, 2002).

Finalmente, es importante mencionar que no existe evidencia empírica concluyente respecto a que la inversión pública desplaza a la inversión privada. Existe un número de estudios que demuestra que un mayor gasto público induce una mayor y complementa a la inversión privada (ver, por ejemplo, Moudud, 2006, y las referencias ahí contenidas, y Herrara (2007), donde implícitamente se acepta que el gasto público tiene un impacto positivo en el producto). En el caso de la economía mexicana, Nazmi & Ramírez (1997), usando datos anuales para el período 1950-1990 demuestran que el gasto público en inversión tiene un efecto positivo y significativo en el crecimiento económico, de hecho similar al de la inversión privada. En un estudio reciente Noriega & Fontenla (2007) com-prueban que efectivamente la inversión pública en infraestructura es positiva para el cre-cimiento y complementa a la inversión privada.

Es importante mencionar que en el modelo de Harrod, y en términos de los efectos en la demanda de una política fiscal expansionista, el nivel óptimo de producción de una empresa, y de la economía en su conjunto en el largo plazo, no necesariamente es aquel de plena ocupación de la capacidad productiva. Es decir, en el modelo de Harrod sub-yace la idea de que en el largo plazo no existe persistente capacidad productiva ociosa indeseada. La idea central es que un empresario puede decidir mantener voluntariamente cierta capacidad ociosa si el coste marginal de producir una unidad más es mayor que el beneficio marginal. En palabras de Harrod: “Puede ser frecuente, el caso en que el punto más económico de producción sea algo menos que 100% de la capacidad oficial” (citado por Moudud, 2006, p. 38). Ante este escenario, se argumenta que una creciente deman-da agregada estimulada por gasto público expansionista no tendría el mismo efecto en el corto que en el largo plazo. Si el nivel de producción es óptimo, el cual usualmente se alcanza en el largo plazo, es factible que una mayor demanda se traduzca exclusivamente en presiones en el nivel de precios. Sin embargo, sí las tasas garantizada y natural, como hemos destacado, son endógenas al crecimiento, entonces el nivel óptimo de utilización deberá estar en constante cambio. Es decir, las percepciones de los empresarios respec-to a cuál es el nivel óptimo de capacidad cambiarán constantemente en un escenario de creciente expansión, particularmente si esta expansión se sostiene en el largo plazo (ver López & Carvalho, 2007). Si esto es así, puede argumentarse que los efectos positivos de una política fiscal expansionista serán los mismos en el corto que en largo plazo.10

10. Lo anterior no es un punto trivial ya que tiene connotaciones relevantes en la política económica que debe seguirse en el largo plazo. Si el nivel óptimo de producción en el largo plazo no necesariamente implica la existencia indeseada de capacidad productiva ociosa (es decir si asumimos que gn es inelástica a g en el punto de plena ocupación óptima en el sentido de Harrod) entonces, como destacamos, los efec-tos positivos en el crecimiento de una creciente demanda agregada estimulada por el gasto público pue-den ser menores toda vez que las firmas consideran que su capacidad productiva está en un nivel óptimo.

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Hay que destacar, por otra parte, que tanto en el corto como en el largo plazo un mayor gasto público puede implicar incurrir en déficit fiscal. El problema con esto, parti-cularmente en el largo plazo, es que un déficit fiscal creciente disminuirá gw. Este hecho conlleva la interrogante de cómo financiar el crecimiento en el corto plazo sin afectar el crecimiento en largo plazo, es decir qué política debe seguirse para financiar el mayor gas-to público. A este respecto Harrod (1973, p. 115) propone que para evitar una caída de gw el estado debe proseguir con una política dual de recaudar más a la par de incrementar o mantener el gasto público. En otras palabras el ahorro privado debe ser complementado por ahorro oficial. Esta recomendación da pie a implementar políticas fiscales progresivas, las cuales tienen un carácter social importante y han sido y son el pilar de financiamiento del crecimiento en muchas economías exitosas. Volveremos a este punto en la siguiente sección.

Ahora bien, es probable que una expansión de la demanda agregada active alguna restricción de la demanda al crecimiento, en particular la restricción al crecimiento de la balanza de pagos (ver Thirlwall, 2003a,b).11 Es decir, existe la posibilidad de que en un rango de tasas gn y gw se originen desequilibrios externos que no puedan ser corregidos a través de ajustes en el tipo de cambio de suerte tal que la demanda tiene que ser con-traída para equilibrar las cuentas externas, dejando así los recursos inutilizados. Es en este sentido que la balanza de pagos viene a representar una restricción al crecimiento económico. Por tanto, es necesario introducir una tasa de crecimiento adicional en el mo-delo para tener un entendimiento completo del proceso de crecimiento de una economía abierta. A dicha tasa se le ha denominado la tasa de crecimiento con equilibrio externo, denotada por gb, y puede definirse como “... la tasa de crecimiento que es consistente con el equilibro en la cuenta corriente de la balanza de pagos suponiendo que los défi-cits no pueden ser financiados por siempre y que la deuda debe ser finalmente saldada” (Thirlwall, 2001, p. 82). Si el tipo de cambio permanece constante, entonces gb es igual al cociente x/π, donde x es la tasa de crecimiento de las exportaciones y π es la elasticidad ingreso de las importaciones; o es igual a ez/π si el tipo de cambio no es constante, pero la condición Marshall-Lerner se satisface, donde e es la elasticidad ingreso de la demanda de la exportaciones y z es la tasa de crecimiento del mundo (Ibid). Para que gb no frene

Si esto es así, de acuerdo Moudud (2006), la única manera en que la inversión pública puede aumentar y prolongar el crecimiento en el largo plazo es a través de su efecto en la inversión privada. Es decir, la inversión pública será beneficiosa en el crecimiento de largo plazo sólo si es capaz de hacer más compe-titiva la estructura productiva (generando así que los costos de producción en el sector productivo sean menores). Una de las formas más efectivas de lograr lo anterior es a través de actividades productivas que pueden realizar empresas propiedad del estado (EPE). Esto sugeriría que el estado no debe adelgazarse sino por el contrario reforzar su participación a través de las EPE. En efecto, este tipo de empresas pueden ser la punta de lanza de algún sector potencial y/o pueden ubicarse en sectores estratégicos y prioritarios, suministrando materias primas o servicios esenciales para el sector privado. Existe una variada cantidad de casos exitosos al respecto, no sólo de EPE que de manera aislada han triunfado sino de economías que sustentaron su desarrollo en este tipo de empresas (ver Chang, 2002, 2007).

11. Es importante destacar que en la gran mayoría de las economías las restricciones de la deman-da al crecimiento, ya sea por excesiva inflación o desequilibrio en las cuentas externas, tienden a activarse mucho antes que se activen las restricciones de las oferta (Thirlwall, 2003b, y León-Ledesma & Thirlwall, 2002, p. 442).

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el crecimiento, ésta deberá ser siempre mayor que gn y gw. Por tanto, en el crecimiento de largo plazo las interrelaciones entre gw, gn y gb deben ser consideradas.

La introducción de gb en el modelo conlleva implicaciones de política insoslayables si una economía desea crecer de manera ingente y sostenida.12 En efecto, si una expansión económica es factible de generar déficits externos crecientes y si en algún momento éstos tienen que ser corregidos a través de contracciones en el ingreso entonces es claro que la restricción externa al crecimiento debe ser aliviada. Para evitar que esto pase, es decir que gb se active, debe implementarse, de acuerdo a las variables que componen gb, una política dual de promoción permanentemente de las exportaciones (vía precio y calidad) y de sustitución de importaciones, es decir, orientada a reducir la elasticidad ingreso de las importaciones.

3. Una propuesta harrodiana de crecimiento para la economía mexicana

Como hemos destacado, el objetivo principal de este estudio consiste en proponer una alternativa de política para romper la tendencia de la tasa de crecimiento neoliberal mexi-cana. Consideramos que el marco teórico de crecimiento expuesto en la sección prece-dente ofrece una base sólida para tal efecto. La meta que proponemos es alcanzar una tasa de crecimiento de por lo menos 6% promedio anual, sin que la economía tenga que ser frenada debido a la restricción externa al crecimiento. En otras palabras, proponemos equiparar g, gw y gn en 6% sin que la restricción impuesta por gb se active, logrando así, en términos harrodianos, un crecimiento dinámico estable.

De lo expuesto en la sección precedente, es claro que la variable fundamental en ma-nos de los hacedores de política para reactivar la demanda agregada es el gasto público, en particular la inversión y el fomento productivo, el cual debe estimular y complementar a la inversión privada. Dicha inversión debe ser financiada necesariamente por ahorro oficial, con el objeto de no reducir gw. Evidentemente, y esto debemos subrayarlo enfáticamente, una aceleración y sostenimiento del crecimiento a través de una mayor inversión debe cir-cunscribirse en una estrategia de industrialización y desarrollo (tal como la identificación de sectores e industrias con alto potencial de crecimiento y arrastre económico), con objetivos bien delineados y específicos (como metas de crecimiento de esas industrias o sectores) y donde se haga uso de todos los instrumentos disponibles de política para coadyuvar en tales metas (política industrial, monetaria, cambiaria, financiera, crediticia, de comercio, ciencia y tecnología, educativa). En suma, la propuesta sugerida no permite incurrir en un gasto superfluo e improductivo, generador de desequilibrios e inflación. Sólo así los errores del pasado pueden ser evitados y los beneficios de la intervención estatal pueden ser mayores a sus costos, emulando así lo hecho por las economía hoy exitosas.

A continuación elaboramos una estimación de los valores de las variables de las tasas gw, y gn de tal suerte que pueda alcanzarse un crecimiento sostenido y estable de

12. A este respecto Bhaduri (2002, p. 220) hace un importante señalamiento: “Los asuntos econó-micos trascendentes consisten en identificar la naturaleza de las restricciones y los procesos que operan en la demanda y en la oferta de una economía en desarrollo para regularlos...”.

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por lo menos 6% anual, sin activar la restricción externa al crecimiento. Sin embargo, más que presentar un ejercicio numérico, que en el modelo de Harrod resulta simple, nos gus-taría enfatizar en los argumentos respecto a cómo podría lograse el objetivo de aumentar y sostener el crecimiento, es decir resaltar la estrategia de política económica que debe seguirse.

Nuestra estimación la presentamos para un período de una década (digamos, por ejemplo, 2008-2018) porque asumimos que es un lapso de tiempo durante el cual la razón capital-producto, fundamental en el modelo, permanece estable. Desde luego, las políticas sugeridas pueden (y deben) implementarse y ajustarse por periodos de tiempo más largos.

Así, el primer paso para conocer los requerimientos de inversión consisten en es-timar el coeficiente capital-producto. De acuerdo a nuestras estimaciones, el coeficiente capital-producto ha sido 2.513 durante el período 1996-2005 (el coeficiente lo obtuvimos de dividir la tasa de crecimiento de las inversión bruta fija por el crecimiento promedio del PIB durante dicho lapso). Asumimos que este coeficiente se mantendrá cercano a este valor durante la siguiente década. Sabiendo que deseamos una g igual a 6%, el siguiente paso es sencillo y consiste en calcular la tasa de crecimiento de la inversión necesaria para tal objetivo. El cálculo indica que la tasa de crecimiento de la inversión deberá ser de 15%. Esta no es una tasa de inversión fuera de lo común o inalcanzable, economías como Corea registran una tasa promedio similar, 15.1%, durante períodos de tiempo mu-cho mayores (1961-1996) aunque acompañadas de un crecimiento económico mayor, es este caso de 8 por ciento.

La primera interrogante de política que surge de inmediato aquí es cómo financiar la mayor inversión. La respuesta está dada, como lo establece el mismo Harrod, por el ahorro oficial.14 Es decir, los recursos para financiar la inversión y el fomento económico (y no caer en los excesos del pasado generando ingentes déficits fiscales, inflación exorbitan-te, y los consecuentes ajustes en el ingreso posteriores) deben de obtenerse de alguna parte y para tal efecto los recursos tributarios son la mejor fuente. En efecto, como Kaldor (1963, p. 46) destaca: “Para realizar las esperanzas de un progreso económico acelera-do, que conciben los países subdesarrollados, difícilmente puede exagerase la importancia que tiene el ingreso público”. En un primer momento, desde luego, una mayor expansión económica deberá generar mayor recaudación, por lo que es probable que el déficit fiscal inicial pueda decrecer a lo largo del tiempo. No obstante, y particularmente cuando existe una capacidad recaudatoria débil e insuficiente (como es el caso de México y muchas economías en desarrollo) el ingreso público debe provenir de una política fiscal progresiva a la renta ya que “un sistema... de impuestos al consumo nunca podrá tener el mismo éxito que los impuestos sobre la renta y la riqueza en la corrección de las crecientes desigual-dades económicas... o en la reducción de los recursos destinados al consumo de lujo

13. López (2006) estima un coeficiente capital-producto de 2.75 para el año 2005, por lo que nuestros cálculos están en la misma línea.

14. Esto es particularmente trascendente en una economía que no ha logrado incrementar sus niveles de ahorro privado. Durante el periodo 2000-04, por ejemplo, el ahorro bruto cayó casi dos puntos porcentuales al pasar de 23.8% del producto en 2000 a 22% en 2004.

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socialmente innecesario” (Kaldor, 1963, p. 47).15 Los sectores que deben convertirse en la fuente permanente de ingreso público, por tanto, deben ser los hogares adinerados. Históricamente, muchos de los países hoy desarrollados, por ejemplo Japón, financiaron su desarrollo a través de un sistema de impuestos progresivos, y dicha tributación conti-nua siendo la fuente principal de ingreso público. Los ingresos por concepto de impues-tos al ingreso son además la fuente más estable de recursos públicos y es la obligación del estado obtener su ingreso organizando la recolección efectiva de impuestos en lugar de confiar en otras fuentes como la ayuda oficial, los ingresos provenientes de gravar el consumo (Toye, 2000) o aquellos provenientes de la venta de recursos naturales (como el petróleo).

Así, como el mismo Kaldor (1963) enfatiza, para garantizar un ingreso público sólido es indispensable implementar políticas tributarias progresivas consistentes en gravar más a los que mayores ingresos perciben.16 De hecho, una economía como la mexicana, don-de el decil de mayor ingreso (con 40% del total) destina la mayor parte de él al consumo superfluo puede poseer un potencial contributivo alto (ver Palma & Marcel, 1989, para el caso de la economía chilena). Por tanto, solamente a través de una reforma tributaria pro-gresiva, por un lado, se pueden redirigir recursos que antes eran gastados por los hogares adinerados en bienes de lujo a proyectos de inversión, y por el otro, se podrá inducir a las firmas a retener sus ganancias y a reinvertirlas (ver Moudud, 2006). Finalmente, una política tributaria progresiva tiene un carácter redistributivo ya que puede permitir reducir la pobreza, consecuentemente el objetivo de la política fiscal cobra sentido ya que el mis-mo debe ser “... la promoción de la equidad, la estabilidad y el crecimiento sostenible…” (Stiglitz, 2003, p. 34).

Con una política fiscal progresiva se podrán, además, fortalecer, estabilizar e incre-mentar los ingresos del gobierno mexicano hasta llegar, eventualmente, a porcentajes similares a los de los países más avanzados, es decir alrededor de 36% del PIB (contra el 18% que actualmente recauda, uno de los más bajos en Latinoamérica y, de hecho, uno similar al que recaudaban las economías en desarrollo en los años sesentas).17 Asimis-mo, siguiendo la evidencia de los países desarrollados, se trata de que la mayoría de los ingresos públicos provengan de impuestos al ingreso (prácticamente la mitad del ingreso público total recaudado en países avanzados proviene de impuestos al ingreso). Asimis-mo, gravar progresivamente garantizaría que el consumo de la clase asalariada no se viera afectado18 y por tanto que la demanda agregada no disminuyera.

15. Esto es así porque, como Kaldor (1963) destaca, muchas de las cosas en que los individuos prósperos gastan su dinero no pueden gravarse efectivamente, tal es el caso del servicio doméstico, los viajes al exterior, las antigüedades, las operaciones en el mercado de valores, etcétera. Ver Toye (2000) para una revisión más amplia de los aspectos negativos de impuestos al consumo, en especial del im-puesto al valor agregado.

16. Del mismo modo, como Kaldor lo propuso, si se desea incrementar el ahorro doméstico una alternativa es gravar el consumo de los capitalistas (ver Targetti, 1992).

17. Al fortalecer los ingresos públicos a través de una política tributaria progresiva es posible dismi-nuir la dependencia de los mismos de los ingresos tributarios petroleros.

18. Por ejemplo, Calva (2007a) estima que de aplicarse una reforma tributaria de impuestos al con-sumo implicaría, tan sólo por concepto del IVA en alimentos, una reducción de “entre 6.8 y 5.2% del poder adquisitivo del gasto monetario total de 70% de los hogares con menores ingresos (deciles I a VII)”.

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Ahora bien, es importante recordar que sólo a través de una política tributaria progre-siva gw no caerá, evitando así frenar la dinámica de crecimiento. Del mismo modo, y con el objeto de hacer más eficiente la inversión pública tanto en el corto como en el largo plazo, se debe proseguir con una política donde no sólo se aliente la demanda agregada sino también se haga saber a los empresarios cuáles oportunidades de inversión deben seguir y se garanticen las condiciones de rentabilidad para las mismas. Para tal objetivo, se debe seguir una política de coordinación de inversiones donde además se asegure la existencia de materias primas, otros insumos y equipo para abastecer a las empresas.

Por otra parte, con el objeto de lograr un crecimiento dinámico estable en el largo plazo, es necesario conocer en primer lugar la tasa a la que gn crecerá y en segundo lugar qué se requiere para que gb no se active, evitando así ajustes futuros en el ingreso. Ini-ciemos con la primera. Como hemos destacado, gn está compuesta por la dinámica tanto poblacional como de la productividad. Aquí la cuestión de relevancia es cuánto necesitan incrementarse la fuerza laboral y la productividad para lograr el crecimiento estable. Por un lado, el incremento de la fuerza laboral (es decir el crecimiento de la población económi-camente activa, pea) está inicialmente dado. De acuerdo a la CEPAL (2006), la pea crecerá durante el periodo 2005-20 a una tasa promedio de 2.1%. Recordemos, sin embargo, que se espera que el crecimiento sostenido de la demanda efectiva cree una demanda mucho más fuerte de mano de obra, alentando a jóvenes, amas de casa e incluso gente mayor a incorporarse al mercado laboral. Del mismo modo, los trabajadores existentes podrían extender sus jornadas de trabajo. Lo anterior deberá incrementar la oferta de trabajo. Por esta razón, y suponiendo además que la emigración se detiene significativamente y que muchos de los migrantes regresan a incorporarse al mercado de trabajo doméstico,19 asumimos que la tasa de crecimiento promedio de la pea podría incrementarse un punto porcentual más durante dicho período, alcanzando 3.1 por ciento.

Con esta información, es claro que la productividad necesita crecer a una tasa de 2.9% promedio anual para lograr el equilibrio entre gw y gn. El crecimiento de la produc-tividad ha sido, sin embargo, una de las enormes debilidades de la economía mexicana desde inicios de la década de los ochentas. De acuerdo con el FMI (2006) y la CepaL (2004), la economía mexicana registró un decremento promedio anual de 0.5% en la pro-ductividad total de los factores durante el período 1980-2003. Analizando este periodo por décadas, los datos son aún más contundentes: durante los ochentas la productividad cayó promedio anual 3.4% y durante el siguiente decenio creció a una patética tasa de 0.1%.20 No son, es importante destacarlo, sorprendentes estas cifras en una economía que ha registrado bajos niveles de inversión y crecimiento y que carece de innovaciones tecnológicas propias, es decir de ciencia y tecnología, así como de una fuerza laboral altamente capacitada.

19. De acuerdo a la CEPAL (2006) la tasa media de migración de mexicanos será de 4.1% durante el período 2005-2020.

20. Otros estudios en la misma dirección muestran que durante el periodo 1982-2000 la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo en México fue de –0.3% (Romero, Puyana & Dieck, 2005).

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En el caso de las innovaciones, por ejemplo (y asumiendo como variable represen-tativa de las innovaciones a las patentes), tenemos que es tan dramática la escasez de innovaciones tecnológicas propias que de las seis mil patentes que se registraron en 2005 apenas 5% fue de mexicanos. Más aún, en 2005 por cada patente solicitada por un mexicano hubo más de 23.8 patentes solicitadas por extranjeros (esto indicaría, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDe), la relación de dependencia tecnológica (El Financiero, 22 de septiembre de 2006)). Asimismo, el incre-mento en el número solicitado de patentes crece lentamente: con respecto a 2004, el alza en solicitudes de propiedad industrial fue solamente de 0.6% en 2006. Estos datos refle-jan un claro desdén tanto del sector privado como del público en el papel trascendental que tienen la ciencia y la tecnología en el desarrollo económico.21 En otras palabras estos actores no alcanzan a vislumbrar, como lo destacan Mathews & Hu (2007, p. 1007), que “La capacidad de innovación de una nación es la fuerza básica detrás de su desempeño económico…”. En particular, el sector público destina cada vez menos recursos a dicho rubro: el presupuesto para el 2007 (0.35% del PIB) fue menor que el de 2006 (0.36% del PIB). De hecho, la inversión total en ciencia y tecnología entre el 2001 y el 2005 represen-tó apenas 0.42% del PIB, ubicándolo en el último lugar del grupo de países que confor-man la OCDE, los cuales destinan hasta 3.9% del PIB en dicho rubro (El Financiero, 23 de octubre de 2006). Por otro lado, el sector privado, aunque con una mayor participación en la inversión en ciencia y tecnología, en general considera que no es negocio invertir en ella y se dedica exclusivamente a disfrutar de sus elevadas rentas haciendo lo posible por mantener el status quo.22

En el mismo tenor se encuentra la calificación de la fuerza laboral doméstica. Recor-demos que una mano de obra altamente educada tiene mayores posibilidades de crear y difundir innovaciones tecnológicas. En este sentido, la educación es uno de los canales principales a través de los cuales la mano de obra se prepara para ser productiva (ver Llamas, 2007).23 Desafortunadamente, la educación en México y con ello la calidad de su fuerza laboral no ha mejorado lo suficiente para jugar el papel primordial en el proceso de crecimiento y desarrollo. Por ejemplo, resultados del Programa Internacional para la Eva-

21. En opinión de científico mexicano Pérez Tamayo (2005, p. 57) muchas de las condiciones actuales del estado de desarrollo de las ciencias mexicanas son similares a las que prevalecían a princi-pios del siglo XX. Por ejemplo, la ciencia mexicana se encuentra muy rezagada en cuanto al número de científicos de excelencia (por cada 10 mil integrantes de la fuerza de trabajo, sólo existen ocho investiga-dores), a la variedad de disciplinas cultivadas y a la inversión tanto oficial como de la iniciativa privada. Ver también Drucker & Pino (2007) para una visión de la situación predominante de la ciencia y tecnología en México.

22. El status quo involucra, principalmente, nulos incrementos a los salarios (el salario mínimo real ha perdido su poder adquisitivo en casi 70% desde 1982). También destaca el sostenimiento de la es-tructura oligopólica y monopólica en diversos sectores de la economía.

23. La educación es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la generación de innova-ciones y aumentos en la productividad. De acuerdo a Llamas (2007, p. 24) otros dos factores son necesa-rios: por un lado la libertad con que los trabajadores pueden tomar decisiones dentro de su organización y por el otro las redes de innovación entre empresas y entre éstas y otras instituciones de innovación (ver también al respecto Casalet, 2007).

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luación de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) de la OCDE del año 2003 indican que “38.1% de los alumnos de educación básica en México calificaron con nivel cero en habilidades matemáticas (en una escala de 0 a 6), mientras que el promedio de países de la OCDE arrojó sólo 8.2% de alumnos en ese nivel; y en el polo opuesto, los alumnos que obtuvieron las calificaciones superiores (niveles 3 a 6), fueron 13.2% en México, contra 57.4% en el promedio de la OCDE” (Calva, 2006). De hecho, los resultados más recientes de este estudio realizado en 2006 indican que el grado de preparación de los estudiantes mexicanos es el peor entre los países miembros de la OCDE (ver The Economist, 2007b). Así, es claro que preparando al grueso de los recursos humanos exclusivamente con habilidades básicas, es imposible pensar, entre otros beneficios que la mano de obra cali-ficada puede generar, en incrementos sustanciales en la productividad. Lamentablemente la calidad del sistema educativo no es el único problema que limita la potencialidad de la fuerza laboral, también lo es su cobertura. Para alcanzar niveles competitivos, la Unesco recomienda una cobertura de educación superior mayor de 50% respecto a los jóvenes en edad de inscribirse. México, en 2006, alcanzó apenas una cobertura cercana a 23% (incluso muy por debajo de sus homólogos latinoamericanos) (Calva, 2006). Indudable-mente, una de las explicaciones de lo anterior se encuentra en el presupuesto asignado a la educación, aún por debajo de los estándares de las economías más avanzadas o de lo que una economía en proceso de desarrollo debería asignar. Lo anterior, pese a los incrementos que el gasto público en educación ha venido registrando (en 2005, por ejemplo, representó 6.3% del PIB, uno de los más altos entre los países miembros de la OCDE, pero aún por debajo de lo que otros países en desarrollo destinan. En 2004, por ejemplo, Colombia y Chile destinaron, respectivamente, 7.8 y 7.2% del PIB a educación). No obstante, uno de los mayores problemas radica en que la mayoría de los recursos se destinan al gasto corriente, dejando muy poco para la construcción de nuevas institucio-nes de enseñanza.

Pese a este escenario poco alentador, durante periodos de tiempo recientes la pro-ductividad de los factores ha registrado crecimiento. Según el FMI (2006), durante el oche-nio 1996-2003, la productividad de los factores creció 0.7%; por su parte el estudio de López-Córdoba & Mesquita Moreira (2004) (citado en Mesquita Moreira, 2007) calcula un crecimiento de 1.1% durante el periodo 1993-99. Tomando este valor como referente la interrogante que debemos contestar es qué medidas de política deben tomarse para aumentar la productividad de 1.1% a 2.9%. Un primer paso, como lo hemos venido des-tacando, consiste en incrementar la demanda agregada. El crecimiento económico es sin lugar a dudas un motor natural de las innovaciones. Esto desde luego puede ser insufi-ciente para lograr un crecimiento acelerado de la productividad. Recordemos, por ejem-plo, que la economía mexicana con una tasa de crecimiento económico de 6.5% durante el período 1965-79 alcanzó una productividad de 2.1% durante ese lapso (ver FMI, 2006). Por tanto, es evidente que además de fomentar la innovación a través de una creciente demanda agregada una política de apoyo a la ciencia y la tecnología así como una mayor cobertura y calidad en la educación son indispensables. En este sentido, son necesarias políticas que promuevan la ciencia y la tecnología. Esto implica otorgar mayores recursos a los centros de investigación ya existentes, tanto públicos como privados, y claro expan-dir la infraestructura existente. También es indispensable vincular el sector privado con el

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sector académico, de tal suerte que se conozcan las necesidades del primero y el segun-do aboque sus esfuerzos a resolverlas. Este mecanismo permitiría, adicionalmente, lograr que muchos de los proyectos de investigación sean financiados por el sector privado. Los casos de los países de reciente industrialización (Corea, Taiwán, Tailandia) ofrecen opciones de política ilustrativos en este sentido (ver el volumen 35 de World Development dedicado completamente a este tópico).

Finalmente, para alcanzar un crecimiento equilibrado con cuentas externas, debe de- sactivarse gb a la par que ocurre la expansión económica. Para que esto ocurra, como destacamos, es necesario que gb sea mayor o igual a gw y gn, de tal suerte que ellas puedan crecer sin generar desequilibrios en el sector externo. Recordemos que gb se obtiene del cociente de la tasa de crecimiento de las exportaciones, x, sobre la elasticidad ingreso de las importaciones, π. De lo anterior es claro que las políticas para que no se active gb con el crecimiento económico deben enfocarse tanto en π como en x.

Recientemente, durante el periodo 1990-2005, el déficit de la cuenta corriente de la economía mexicana ha sido permanente (ver gráfica 1), siendo en algunos años muy grande (casi 7% del PIB en 1994). La razón de este déficit radica, por un lado, en la elevada dependencia de insumos importados en las exportaciones24 y, por el otro, en la continua salida de flujos por conceptos de regalías, pago de licencias por uso de mar-cas y repatriación de ganancias. Lo primero, es decir la dependencia creciente de insu-mos y bienes de capital importados, ha provocado que la elasticidad ingreso de las impor-taciones prácticamente se triplique en quince años, yendo de 1.2 a 3%. Esto implica que por cada punto porcentual que el producto crece la demanda por importaciones aumente por triplicado (Moreno-Brid et al, 2006). Esto representa indudablemente un freno al cre-cimiento, pues aun en caso de lograr acelerarlo, la creciente demanda por importaciones generará inevitablemente un déficit externo, induciendo en el largo plazo a instrumentar políticas enfocadas a restringir la demanda y el producto.

24. De acuerdo a Calva (2007c, p. 14) el coeficiente de importaciones manufactureras a PIB ma-nufacturero pasó de 41.2% en 1981 a 75.8% en 1994 y a 100.4% en 2005, sin incluir maquiladoras. Al incluirse las internaciones temporales de insumos para las maquiladoras dicha relación llega a 161.8% en 2005. Palma (2005, p. 951) ilustra claramente este fenómeno cuando argumenta que en 2001 México produjo no menos de 300 millones de televisores, 90% de los cuales fueron exportadas a los Estados Unidos, pero 98% de los insumos de esos televisores fueron importados de manera directa o indirecta (es decir insumos que son proveídos por otras firmas extranjeras que operan en México, las cuales a su vez importan todos sus insumos).

Es importante mencionar que existen consecuencias en la inversión, el consumo y la distribución del ingreso al seguir una estrategia de este tipo. En efecto, una depreciación eleva el valor de las deudas de las firmas contraídas en moneda extranjera desalentando futuras inversiones, incrementa el nivel de precios disminuyendo el salario real y provee de mayores ingresos (pero no necesariamente de mayores salarios) a aquellas firmas que ya eran exportadoras (López y Carvalho, 2007), por lo tanto deben también considerarse políticas enfocadas a atenuar dichas consecuencias (ver Mántey, 2002, para una serie de sugerencias al respecto).

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Existen dos alternativas de política entonces que deben instrumentarse para crecer sin que la restricción al crecimiento proveniente de la balanza de pagos se active. La primera debe enfocarse en reducir π. Para tal efec-to es necesario disminuir la dependencia de insumos y bienes de capital importados a través del desarrollo de tecnologías propias. El éxito de lo anterior radica esencialmente en la implementación de una política de cien-cia y tecnología. La idea central consiste en substituir insumos y bienes de capital importados por aquellos diseñados y producidos con tecnología doméstica. Asimismo, y con este fin, es conveniente implementar una es-trategia de absorción de tecnología foránea “que involucre intervenciones fuertes por parte del gobierno y orientadas a dirigir la inversión extranjera directa a actividades más sofisticadas y a incrementar la calidad de los factores domésticos, las firmas y las instituciones” (Lall, 2002, p. 81).

La segunda política debe enfocarse en mantener o aumentar el ritmo de crecimiento de las exportaciones. Para alcanzar tal objetivo son indis-pensables políticas de corto y de largo plazo, ambas complementarias. Respecto a las primeras se pude aplicar una política cambiaria adminis-trada de tipo de cambio real competitivo (ver Frenkel, 2005, y Frenkel y Ros, 2006) la cual consiste en hacer depreciaciones constantes del tipo de cambio de tal suerte que los bienes comerciables se mantengan competitivos vía precios, se sustituyan importaciones por productos do-mésticos y se aliente a productores domésticos a incorporarse a la estruc-tura exportadora. Cuando una estrategia así es implementada es posible esperar un crecimiento constante, aunque no necesariamente notable, de

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Gráfica 1Balance de la cuenta corriente, 1990-2005, millones de dólares constantes

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las exportaciones.25 Por esta razón, una política enfocada al lado de la oferta debe instrumentarse paralelamente, aunque sus logros se vean materializados en el largo plazo. Es decir, no será posible transitar al tipo de productos comerciables con elevada elasticidad ingreso de la demanda sino se diseña una política al respecto. Para lograr la produc-ción de bienes y servicios de elevada calidad, es necesario generar la infraestructura y las empresas que se dedicarán a tal aventura y en el proceso las políticas ya destacadas (de inversión, de ciencia y tecnolo-gía, de educación y capacitación de la mano de obra, recordemos que sin innovaciones tecnológicas es improbable transitar a la producción de bienes y servicios de alta calidad con una elasticidad ingreso de demanda elevada) y otras (subsidios, expansiva selectiva del crédito, control de capitales, imposición donde sea permisible de tarifas aran-celarias, etcétera) serán necesarias.

Así, y en suma, bajo los lineamientos de política expuestos, la economía mexicana podría alcanzar una tasa mínima de crecimiento equilibrada de 6% anual de manera sostenida y por largos períodos de tiempo. Más aún, las sugerencias vertidas reproducen lo hecho y lo que siguen haciendo muchas de las economías exitosas.

4. Conclusiones

En este trabajo, usando el modelo de crecimiento de Harrod, hemos propuesto una estrategia de crecimiento alternativa para la economía mexicana con el fin de dejar atrás la tasa de crecimiento neoliberal mexicana, la cual ha sido de 2.4% durante prácticamente un cuarto de siglo. El modelo cantable de Harrod tiene la ventaja sobre sus pares convencionales de contemplar tanto el lado de la oferta como el de la demanda de la economía y de endogenizar su dinamismo a la evolución de la demanda agregada. Asimismo, contempla la restricción externa al crecimiento que las economías abiertas enfrentan. En suma, el cre-cimiento dinámico estable sostenido requiere que g, gw y gn crezcan sin activar gb.

La demanda agregada en el modelo de Harrod es la viable fun-damental a observar y controlar en la dinámica de crecimiento. Así, en el caso de la economía mexicana, para acelerar el crecimiento a una tasa de por lo menos 6% anual promedio durante la década 2008-2018, asumiendo el ratio capital-producto se mantiene constan-te en 2.5 durante este periodo, calculamos que la inversión deberá crecer a una tasa de 15%. Esta tasa debe ser alentada y complemen-tada por un creciente gasto público, en particular inversión pública pro-ductiva. Para financiar el mayor gasto público, sugerimos implementar una política tributaria progresiva, la cual consiste en gravar más a los hogares adinerados. Una política así no sólo tiene un carácter redis-

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tributivo y social sino además es indispensable si se desea que gw no caiga, frenando el crecimiento en el largo plazo. Con el objeto de alcanzar un crecimiento dinámico estable entre g, gw y gn, suponemos que la PEA crecerá a una tasa de 3.1% y la productividad a una tasa de 2.9%. Sólo políticas orientadas a la generación de innovaciones domésticas a través de un mayor gasto en ciencia y tecnología, su promoción y difusión y la vinculación entre el sector privado y los centros de investigación además de mejorar la calidad de la mano de obra a través de mejor educación y mayor cobertura pueden garantizar que una productividad de ese nivel sea asequible.

Por otra parte, indicamos que para que gb no se active mientras ocurre la expansión económica, dos políticas son indispensables. Por un lado, mantener o acelerar las exportaciones a través de la administración de un tipo de cambio real competitivo e implementar políticas orientadas a apoyar la generación y producción de bienes y servicios sofisticados, de calidad, caracterizados por una alta elasticidad ingreso de la demanda. Por el otro lado, la elasticidad ingreso de las importaciones debe ser redu-cida principalmente mediante la producción de innovaciones tecnológicas que rompan la dependencia por insumos y bienes de capital foráneos.

Sí México desea superar su tasa de crecimiento neoliberal, un mo-delo alternativo de crecimiento como el sugerido debe ser puesto en mar-cha. Para tal efecto, como se enfatizó, la participación activa del estado es fundamental. La evidencia de los países exitosos respecto a las políticas implementadas para dinamizar y sostener su crecimiento apunta en mu-chas de las direcciones de la estrategia aquí propuesta

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Profesor de la División de Estudios de

Posgrado, Facultad de Economía, UNAM.

<<[email protected]>>

Corrientes subterráneas en el pensamiento latinoamericano

Entrevista a Pablo Levín

Angel de la Vega Navarro En la historia del pensamiento económico latinoamericano se encuentran nombres célebres: Celso Furtado, Raúl Prebisch y muchos más. A todos ellos los reunía, más allá de sus diferencias teóricas, ideológicas y políticas una preocupación por el desarrollo de América Latina. Die-ron muchas batallas, sobre todo en orga-nismos internacionales, con gran mérito ya que lo hicieron dentro de un marco acotado y restringido por ideologías e intereses dominantes. Sus trabajos han tenido secuelas, por ejemplo en Comi-sión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), y sus publicaciones son referencias básicas en centros de es-tudio y de investigación, sobre todo en donde la teoría del desarrollo mantiene un lugar. Algunas de sus aportaciones alcanzaron rango de teorías –la de la

dependencia es un ejemplo pa-radigmático– sin que llegaran a consolidarse, a pesar de las pretensiones de sus represen-

tantes. Algunos de ellos mantu-vieron posiciones críticas unidas a

una militancia de tipo socialdemócrata o socialista; otros participaron en experien-cias gubernamentales que han buscado, al mismo tiempo que transitar a la de-mocracia, romper ortodoxias para abrir caminos nuevos a las políticas públicas, sobre todo en Brasil, Argentina y Chile.

Queda por hacer una historia intelectual de prácticas teóricas, intelectuales, políti-

cas que no han alcanzado la visibilidad de las anteriores y que muchas veces se han desarrollado como corrientes subterrá-neas, ya sea en sus propios países o en el exilio y la persecución. La “universidad de las catacumbas”, llama Pablo Levín a esa diáspora particular. Su presencia se hace evidente cuando aparecen movimientos sociales y políticos de corte radical y, en algunos casos, su participación se hace imprescindible para la interpretación críti-ca y la orientación de esos movimientos. Este parece ser el caso argentino; de ahí la importancia de conocer el pensamiento del profesor Pablo Levín (Buenos Aires, 1935), profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, director del Centro de Estudios para la Planificación del Desa-rrollo de esa universidad y autor de varias publicaciones, algunas de las cuales se señalan al final de esta entrevista. Debe advertirse, sin embargo, que el tema cen-tral de esas publicaciones, así como el foco de esta entrevista, es la economía política de las transformaciones estruc-turales en el capitalismo contemporáneo, lo cual hace que su interés trascienda el caso propiamente argentino.

El texto que se presenta a continuación es una versión resumida de la entrevista rea-lizada entre el 17 y el 19 de noviembre de 2006, en ocasión de la visita a Méxi-co del Profesor Levín durante la cual lle-vó a cabo varias actividades académicas

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en instituciones como El Colegio de México y la UNAM. La versión completa puede ser leida en el sitio de la Red Eurolatinoamericana Celso Furtado (http://www.redcelsofurtado.edu.mx/). La versión resumida fue hecha por el entrevistador en comunicación con Pa-blo Levín, pero obviamente la respon-sabilidad es totalmente del primero.

Un autodidacta que pasó por la uni-versidad, una institución contra-dictoria de la sociedad moderna

Angel de la Vega Navarro (AVN): podríamos empezar por algunos datos acerca de tu formación y trayectoria académica.

Pablo Levín (PL): he sido un autodidacta que frecuentó la universidad, sin entre-garse a la estructura académica formal. Me cuento entre los cultores de “la uni-versidad de las catacumbas” en la cual hice mi formación y en donde se ha de-sarrollado gran parte de mi trayectoria. Se trata de una universidad informal que unas veces está más adentro y otras más afuera de la universidad for-mal, pero es inseparable de ésta.

La Universidad, que nació con el capitalis-mo y lo ha acompañado en todas sus etapas, lleva en sus entrañas una con-tradicción inmanente, entre su misión y las condiciones en que debe cumplirla. En efecto, su misión es producir saber universal, conceptualmente integrado y en permanente transformación. Debe también comunicar ese saber y, a la vez, recrear en las nuevas camadas de investigadores y docentes la capa-cidad de continuarlo. Las condiciones que debe cumplir son recíprocamente excluyentes: debe liberarse de toda ideología y a la vez debe someterse

a la ideología del capital. Debe ser inde-pendiente y servil, incorruptible y corrup-ta. Debe estar subsumida en el proceso de reproducción del capital y ser ciencia. Esta contradicción es inherente a la uni-versidad en tanto institución de la socie-dad moderna.

En las épocas de progreso y en los centros mundiales más avanzados la contradicción se atenúa y parece desvanecerse. En las épocas y las zonas más retrógradas, la uni-versidad se desdobla: en un polo queda la fachada muerta, la formalidad académica, la universidad de la ortodoxia. Mancillada, perseguida, la vida del espíritu huye de la universidad oficial y construye, en el otro polo, la “universidad de las catacumbas”, separada de la institución formal.

Sea a la luz del día, sea en las catacumbas, ¿qué es la universidad? Es la reunión de intelectuales libres, investigadores, estu-diantes, docentes. Es el diálogo universal entre aquéllos dispuestos a jugarlo todo sobre la que siempre será la última carta: la del poder emancipatorio y liberador de la filosofía y la ciencia, conjugadas, recí-procamente mediadas. En algunos de nuestros países hemos tenido que hacer-nos autodidactas en las épocas de repre-sión militar y hoy la pauperización de la uni-versidad (espiritual, intelectual, y material) nos obliga a serlo todavía.

AVN: ¿cómo llegaste a la economía? En tu curriculum vitae, en el rubro “profesión” pones economista, eres doctor en estu-dios del desarrollo y obtuviste el premio nacional de economía de Argentina.

PL: una de las primeras obras que leí en la tem-prana adolescencia fue Sandino, General de hombres libres, de Gregorio Selzer. Ese libro fue para mí una conexión directa con la magia potentísima del mundo real. Cuando empecé a estudiar de manera sistemática, aunque principalmente autodidáctica, tuve

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la suerte de integrarme al grupo dirigi-do por el marxista independiente Silvio Frondizi. En cuanto a mis estudios uni-versitarios, mi primera orientación fue hacia las ciencias naturales y la medi-cina. Poco a poco me fui ocupando de mi formación económica, procurando al mismo tiempo adquirir una cultura am-plia en el campo de las ciencias natu-rales y sociales. Me convencí de la ne-cesidad de una nueva síntesis y de que a la ciencia económica le toca un papel privilegiado. Encuentro importante, por ejemplo, reconocer en la vida económi-ca un comportamiento social de seres vivos en un medio específico y exclusi-vamente humano: la historia.

Antes de egresar de la licenciatura de economía política pude iniciarme en la carrera profesional, en planificación regional. A la vez comencé la carrera docente en la cátedra del doctor Julio Olivera, quien a la sazón dictaba una materia fundamental: dinero, crédito y bancos. Luego me dediqué, hasta hoy, al estudio y a la enseñanza de la his-toria del pensamiento económico, una fuente de riquezas inagotables. Para-lelamente a mis primeros pasos en la carrera docente integré un grupo de estudio sobre El Capital. Todos estu-diábamos, trabajábamos ya como eco-nomistas y comenzábamos a enseñar. Sin perder el hilo de nuestro propio plan de autoformación, buscábamos tomar contacto con verdaderos profe-sores, de distintas materias y orienta-ciones. Nuestra pequeña bandada de pichones buscaba algo que los etó-logos llaman imprinting: los pájaros jóvenes deben oír siquiera una vez a un congénere adulto para aprender el canto de la especie.

Oímos ese canto de maestros como Sergio Bagú, Julio Olivera, el mismo Silvio Fron-dizi. Otros se ponían momentáneamente a nuestro alcance cuando asistían a con-gresos en Buenos Aires o permanecían algún tiempo como profesores visitantes. Tuvimos, por ejemplo un diálogo con Paul Sweezy y Leo Huberman, cuyo significa-do y alcance se me fue develando con los años. Pienso que Sweezy representó lo mejor del marxismo del siglo XX; pero padecía también de la regresión ricardia-na que gravitó desastrosamente en esa corriente. Nuestras preguntas a Sweezy se centraron en los pasajes de El Capi-tal dedicados a la “forma del valor”. Para nuestra sorpresa y desazón, Sweezy nos manifestó con noble sinceridad, y a la vez con ingenuidad pasmosa, que el tema de la forma del valor (que clara y explícitamen-te Marx pone en el centro y en la base de su contribución teórica) le resultaba ajeno, dando a entender a la vez que no lo consi-deraba demasiado importante.

Ese episodio me marcó. Retrospectivamente, creo que ya entonces tenía algún barrunto sobre la relevancia de esa cuestión teórica que contiene la clave para comprender el mundo contemporáneo y fundamentar una estrategia de transformación social. Hoy está en el centro de mi trabajo.

Primeras experiencias profesionales como planificador regional y prime-ros contactos con el “pensamiento económico latinoamericano”

Hice mis primeras armas como planificador regional en un organismo público. Ese tra-bajo me permitió viajar mucho, recorrer el territorio continental argentino, mantener contacto con organismos técnicos estata-les, nacionales y provinciales, y con cientos

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de empresas de todo tipo. Hacia fines de 1974, horrorizado por el asesinato de Silvio Frondizi, advertí que había lle-gado la hora del exilio. Viví 10 años en Venezuela donde en un ambiente hu-mano acogedor y estimulante proseguí mis estudios teóricos y mi carrera pro-fesional. Mi libro El capital tecnológico es una adaptación de la Tesis Doctoral que presenté en la Universidad Central de Venezuela en 1994. Muchas de sus ideas surgieron recorriendo Argentina y Venezuela, visitando empresas in-dustriales y establecimientos rurales, platicando con empresarios, con inge-nieros y otros profesionales y visitando talleres, plantas industriales, estableci-mientos rurales.

En el pensamiento económico latinoame-ricano, sobre todo el de la primera CEPAL, encontré motivaciones fértiles, principalmente porque varios de sus autores más representativos insisten en la distinción entre crecimiento y desarrollo. Creo, sin embargo, que no comprenden ni saben explicar este concepto ni, por cierto, llegan a formu-larlo rigurosamente: carecen de la teo-ría relevante.

En los maestros latinoamericanos encuen-tro un pensamiento teórico incipiente, unido a percepciones históricas, geo-gráficas, sociológicas, políticas. Esos autores logran una yuxtaposición sin-crética, vívida y estimulante de diver-sas doctrinas. En su visión del mundo destaca el contraste entre desarrollo y subdesarrollo. Sus categorías son me-tafóricas, descriptivas, a-conceptuales, o pre-conceptuales. Por ejemplo, “cen-tro” versus “periferia”, sector moderno, industrias “de punta”, en contraposi-ción a sectores “tradicionales”, etcéte-ra. Reflexionan sobre el desarrollo, sus

obstáculos y condiciones, sus etapas, las políticas necesarias para promoverlo y lo-grar la integración; estudian las relaciones de Latinoamérica con el resto del mundo. Pero no logran determinar el cuadro histó-rico concreto del desarrollo capitalista; se les escapa la dialéctica misma que ellos señalan entre desarrollo y subdesarrollo; la lucha de clases queda envuelta en ne-bulosas. La etiología de la escisión entre desarrollo y subdesarrollo, está fuera del alcance de la teoría latinoamericana del desarrollo, pero ¿acaso sabe explicarla la doctrina económica del mainstream? Los escritos latinoamericanos no la explican, pero tienen siempre presente su impac-to en nuestros países. Por eso encontré y sigo encontrando en esos trabajos una fuente de inspiración y, sobre todo, pre-guntas que trato de responder. En ese sentido creo que mi trabajo tiene raíces (y también, espero, follaje y frutos) en el pen-samiento latinoamericano.

Hacia un marxismo crítico, “retomista” y no doctrinario. La teoría de la diferen-ciación del capital

AVN: te sitúas dentro de una corriente que podemos llamar marxista. ¿Podrías preci-sar un poco más tu trayectoria y ubicación dentro de esa corriente?

PL: creo que mi posición podría calificarse de “retomista”. Marx comprendió desde joven la necesidad histórica de la crítica de la economía política. En su obra de madurez descubrió en las teorías de las formas del valor y del plusvalor la clave para esa crítica y alcanzó logros importantes. Pero es nece-sario distinguir sus aportaciones dentro del horizonte ricardiano y los breves pero im-portantísimos tramos de su obra en los que se eleva por encima de ese horizonte y abre una dimensión teórica nueva. Entre estos

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tramos están los dedicados a la teoría de la forma (mercantil) del valor y, aun-que aparecen de un modo más difuso y menos desarrollado, los que bosquejan la teoría de la forma del plusvalor.

En esas dos teorías se centra todo mi tra-bajo. Al hacerlo, desemboco en una crítica de la teoría de la forma de valor en su formulación marxiana. Encuentro que el texto original no es enteramente acorde con las propias pautas de su autor. En ese sentido mi crítica es inter-na y transformativa de la obra de Marx; es decir, retomista. Ciertamente, en as-pectos significativos, mi versión difiere de la que se encuentra en el texto clási-co. Si por ortodoxia se entiende la fide-lidad al propósito del autor mi versión es más ortodoxa que las que asumen ese término en el sentido de apego a la letra. No hace justicia a Marx la idea de una ortodoxia doctrinaria. Su teoría es científica, ergo, irrenunciable y rigu-rosamente crítica. Su apropiación real exige, por ende, que se adopte con su obra la actitud que él mismo tomó con la de sus antecesores, como por ejem-plo con Ricardo.

Mediante su crítica Marx vio extenderse frente a él un nuevo horizonte, pero no llegó a derivar las consecuencias necesarias, teóricas y políticas, de ese descubrimiento. Supo que allí debe en-contrarse el fundamento científico del socialismo, que buscó durante tres dé-cadas, pero no llega a exponer la teoría de la diferenciación del capital. Yo en-contré que esta ley se deriva necesa-riamente de los conceptos enseñados por Marx, y explica lo que él quiso expli-car: las transformaciones de la socie-dad capitalista, que brotan necesaria-mente del desarrollo del capital. Esos cambios comenzaban a manifestarse

en la segunda mitad del siglo XIX, y luego transformarían radicalmente la estructura del sistema mundial capitalista.

Estaba sólo a un paso de comprender que la tecnología habría de ser el principio de diferenciación intrínseca del capital indus-trial; pero no llegó a dar ese paso. Su obra brinda un cuadro vívido de la centralidad de las innovaciones tecnológicas de base científica en el proceso de industrialización capitalista; nombra y describe fenómenos en los que se manifiesta la diferenciación del capital, pero no distingue entre la dife-renciación extrínseca y la diferenciación in-trínseca del capital industrial; no explica la configuración de subsistemas de acumula-ción ni por consiguiente su significación en la formación y la perspectiva del proletaria-do. Tampoco prevé la transformación que ocurriría en el sistema capitalista como con-secuencia de la diferenciación tecnológica del capital industrial; ni, por último, discute el impacto de la diferenciación del capital en la formación de una nueva estructura de la sociedad capitalista mundial.

No ignoraba, ni mucho menos, las manifesta-ciones de la diferenciación extrínseca del capital: el sistema colonialista de expolia-ción y despojo sobre el cual se levantaba la civilización moderna occidental. Pero su obra inacabada permanece en el con-cepto todavía abstracto de capital no di-ferenciado, que da pábulo a la ilusión del progreso capitalista que tiende a igualar el grado de progreso de las sociedades y las economías nacionales. “El país indus-trialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro”. La historia del siglo XX es contundente en la refutación de este aserto, el cual es expresión de una obra teórica original inconclusa.

Unas décadas después de la muerte de Marx, sus discípulos rusos debieron extraer con-

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secuencias estratégicas del atraso de Rusia, pero no supieron explicar las leyes económicas de ese atraso. Poco podía servirles para todo ello la teoría del capital no diferenciado. Según el punto de vista todavía abstracto de esa teoría, el propio progreso del sistema debería eliminar tarde o temprano el “atraso” manifestado en los países donde a la sazón el capitalismo no se había “desarrollado” aún en plenitud.

Un siglo más tarde, todavía está pendiente la tarea de proseguir la obra teórica de Marx. Se trataba, en suma, mediante la ciencia, de determinar concretamente el punto en el que el desarrollo capita-lista debía a la vez encontrar su límite inmanente y crear las condiciones en que la clase trabajadora construiría una nueva civilización sobre las ruinas del capitalismo agotado. ¿Coincidirían los dos procesos? ¿Prepararía el capital a la clase obrera, educándola para reem-plazarla cuando su potencial de pro-greso civilizatorio se agotara? Por mi parte, creo haber mostrado que como consecuencia de la diferenciación tec-nológica del capital industrial se pre-senta hoy un nuevo escenario que obli-ga a replantear la estrategia socialista.

Aportaciones y secuelas de El Capital Tecnológico: una reinterpretación de la teoría del desarrollo

AVN: mucho de lo que acabas de decir remite a tu libro El capital tecnológico.1 Su título hace pensar que se trata de un estudio sobre un capital en particu-lar, pero también de El Capital referido al siglo XXI, de El Capital en la era del capital tecnológico.

PL: si, de eso se trata. Tanto ese propósito, como la pretensión de haberlo alcanzado, se anuncian en el libro con una nota de cautela. La teoría misma de la diferencia-ción del capital y la génesis de los subsis-temas de acumulación, en suma la teoría de El Capital Tecnológico, están puestas a manera de hipótesis de carácter explo-ratorio. Desde la publicación del libro he logrado nuevos avances para contribuir a la tarea mayúscula de nuestra época: ela-borar la teoría actualizada de El Capital.

AVN: ¿te permiten tus contribuciones, sobre todo en el Capital Tecnológico, reinterpre-tar la teoría del desarrollo o del subdesa-rrollo dentro de una nueva matriz concep-tual?

PL: sí; entiendo que es eso: una reinterpreta-ción de la teoría del desarrollo, una expo-sición de la dialéctica entre el desarrollo y el subdesarrollo capitalistas. Dentro, como tú dices, de una nueva matriz teórica: el concepto de la diferenciación del capi-tal en su marco histórico. Distingo entre el proceso de diferenciación extrínseca del capital (que se despliega en toda la histo-ria moderna del capital y del capitalismo) y la diferenciación tecnológica del capital industrial (propio de la era del capital tec-nológico). El desarrollo capitalista conlleva una transformación irreversible de las es-tructuras del proceso de reproducción: su principio inmanente es el de diferenciación tecnológica del capital industrial.

Como señalé anteriormente, Marx no llegó a exponer la teoría de la diferenciación del capital. Esto le impidió explicar que el “atraso” de Rusia a fines del siglo XIX no se debía al insuficiente desarrollo del sistema capitalista mundial sino, precisa-mente, a sus leyes mismas de desarrollo; le impidió comprender que el sistema ca-

1. Pablo Levín, El Capital Tecnológico, Catálogos, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, Buenos Aires, 1997, 431 pp.

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pitalista tal como luce desde el punto de observación escogido por él en Londres o Manchester no había alcan-zado su forma final, su madurez, sino que atravesaba una etapa todavía tem-prana de la era industrial: cuando la in-dustria conformaba sólo una rama del proceso de reproducción. Hoy, a la vez que el capital industrial se ha escindido en capital potenciado y capital simple, abarca (subsume) el proceso de pro-ducción como un todo.

La teoría de la diferenciación (intrínseca) del capital es la prolongación, la conti-nuación necesaria de la teoría del capi-tal no diferenciado. Es, en efecto: una nueva teoría del desarrollo. Nos brinda una representación en la que el movi-miento del sistema capitalista mundial, su cuadro estratégico de conjunto, se torna inteligible. Apenas hace falta de-cir que la teoría no nos exime de los es-tudios históricos propiamente dichos, de períodos circunscritos, de países particulares.

La teoría y el análisis de la situación y perspectivas de América Latina

AVN: tomando en cuenta la advertencia anterior, ¿qué nos dice la teoría sobre la situación y las perspectivas de Amé-rica Latina?

PL: por más de dos siglos Latinoamérica ha permanecido en estado embriona-rio, fragmentada, sin contornos institu-cionales que prefiguren un Estado na-cional o, por ejemplo, una federación. Las burguesías respectivas declama-ron a veces el latinoamericanismo, pero fueron incapaces de emprender seria-mente un proyecto conjunto. Por sepa-rado, llevaron a cabo sendos procesos de industrialización confusos y tardíos

en el período comprendido entre el último cuarto del siglo XIX y la Guerra Fría. A la sazón, la lista de las potencias industriales se cerraba rápida e irreversiblemente, y se dirimía el orden de prelación jerárquica dentro del cerrado club imperialista.

En los escalones más bajos de la pirámide je-rárquica internacional, para consolidar sus respectivas hegemonías sociales internas, las burguesías industriales de “nuestros” malogrados estados nacionales ensaya-ron “peligrosas” alianzas populistas loca-les. Cada vez que prometieron políticas de desarrollo económico y social, recibieron un apoyo popular enorme. Pero no habrían de ir muy lejos: ante el peligro de activar políticamente a la clase obrera, los diri-gentes burgueses retrocedieron espanta-dos y propiciaron o toleraron gobiernos dictatoriales que reprimieron brutalmente. Comprendieron rápidamente que, si se atrevían a convocar en su ayuda al genio gigantón, debían destapar la botella que lo aprisionaba. Prefirieron desarmar la en-deble utilería institucional de sus sistemas políticos formales: al hacerlo renunciaron para siempre a su papel histórico de lide-rar el progreso social.

La ciencia económica oficialmente recono-cida carece de la teoría relevante para dilucidar las mudanzas de la estructura social, a saber, las leyes de transformación del capitalismo. Es incapaz, por ende, de comprender la necesidad y la naturaleza del cambio histórico presente. El estado de la teoría socialista no ha sido mejor. En las primeras décadas subsiguientes a la muerte de Marx, sus discípulos rusos debieron comprobar que la teoría entrega-da por el maestro explicaba la naturaleza históricamente específica del capitalismo pero todavía de un modo abstracto, pues-to que no explicaba el “atraso” de Rusia, de India, etcétera; como consecuencia

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necesaria del desarrollo capitalista. La formulación del problema quedó plas-mada en el célebre título de la obra de Lenin: El desarrollo del capitalismo en Rusia. La obra discute las consecuen-cias políticas y estratégicas de la dife-renciación del capital, pero no indaga en la teoría misma del capital para in-vestigar su causa y naturaleza.

Por su parte, la teoría del imperialismo ca-pitalista, que luego se convertiría en doctrina oficial del marxismo en el siglo XX, toma buena nota del hecho de la di-ferenciación del capital. La pone en el centro de su atención, y en la base de sus estrategias políticas, pero no des-cubre la génesis de esa forma, ni por consiguiente la necesidad y naturaleza concreta de las transformaciones del sistema. La clave estaba, y está, en la obra de madurez de Marx. Hoy pode-mos encontrarla y desarrollarla, porque el desarrollo histórico está terminando de poner al desnudo todas las contra-dicciones internas del capital. La teoría de la diferenciación del capital formula las leyes de transformación del siste-ma, nos ayuda a componer el cuadro de conjunto de la historia presente, a explicar las transformaciones del siste-ma capitalista y a comprender las nue-vas condiciones y perspectivas de la lucha de clases.

Volvamos a la ideología latinoamericana. A diferencia de los militantes rusos y ale-manes del novecientos, los fundadores de la doctrina económica latinoamerica-na no eran ni revolucionarios ni (todos) discípulos de Marx. Pero para ellos, en los años treinta, el carácter estructural de la desigualdad de los países en la época del capitalismo industrial es la realidad del capitalismo. Ya a comien-zos del siglo pasado se había cuestio-

nado e incluso desvanecido la ilusión de un “derrame” universal del progreso, que tendiera espontáneamente a equilibrar los niveles de desarrollo en el mundo, mitigando primero y eliminando luego el “atraso” de algunos países en el sistema capitalista mundial.

La necesidad de una revisión teórica para la comprensión de América Lati-na: las exigencias al economista con-temporáneo

AVN: de todo lo anterior resulta con claridad que para comprender la situación y las perspectivas de América Latina es nece-sario revisar la teoría y la economía política que hemos heredado.

PL: sin duda, la comprobación concluyente y definitiva de que el capitalismo conlleva la desigualdad estructural, no sólo entre clases sociales sino también entre paí-ses, no basta para que el sistema mismo se vuelva inteligible. Porque la teoría co-múnmente aceptada ignora el concepto de diferenciación intrínseca del capital, avala y corrobora la ilusión del espera-do “derrame” del progreso capitalista. Ni siquiera los partidarios del mal llamado “neoliberalismo” predicen ingenuamente una nivelación espontánea y natural de la igualdad. Para que la nivelación ocurra y favorezca a las naciones atrasadas, éstas deben abstenerse, sostienen ellos, de in-terferir con las disposiciones de los inver-sores internacionales. Para asegurar que el “derrame” se cumpla, deben implemen-tar políticas fiscales astringentes, poner el control de sus bancos centrales a merced de las potencias extranjeras interesadas, complacer a los lobbies de “inversores”, “abrir” unilateralmente sus mercados inter-nos a competidores poderosos sin preten-der que ellos abran los suyos; acomodar

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sus normativas y arreglos instituciona-les a las preferencias de los inversores internacionales, privatizar sus empre-sas públicas, abandonar las políticas de desarrollo.

El estado de atraso, pobreza y postra-ción de la teoría socialista es un signo mayor de la época presente. Es una paradoja absurda que el mainstream sea más consecuente, más sólido en su base teórica; que las teorías que sin superar críticamente la economía política abstracta se presenten como “alternativas”. Los colegas progresis-tas detectan con rapidez hasta el más mínimo dejo de implicaciones “neoli-berales”. Las rechazan, las denuncian; pero no comprenden teóricamente la naturaleza y la evolución histórica del sistema, ni por consiguiente sus límites o las condiciones de su eliminación. Permanecen encerrados en la teoría recibida, reconocen en el capitalismo un sistema de explotación universal, de desigualdad social anacrónica, de injusticia sin límites, de desesperanza, brutalidad y muerte. Pero: o se atienen a la teoría económica y entonces culti-van proyectos de reforma inconducen-tes, o se dejan cooptar e ingresan en la carrera servil.

Todo economista contemporáneo enfren-ta rigurosas exigencias para estar a la altura de su época; pero la prueba es particularmente severa para los latinoa-mericanos. Vemos la desigualdad inter-nacional desde abajo y de cerca. Las estructuras del “atraso” son el medio en que nos desenvolvemos en nuestra vida social cotidiana. Esta evidencia nos ayuda a comprender el mundo, nos hace sentir con más urgencia la necesi-dad del progreso social universal. Pero conspira contra esa ventaja el recuerdo

idealizado de los éxitos efímeros que tu-vieron algunos de nuestros países bajo la dirección de burguesías locales con fuerte apoyo popular. El apoyo de la clase obrera explica su éxito inicial, su fuerza para desa-rrollar reformas, pero también su deserción e instigación a los crímenes de usurpación y dictadura cuando el pueblo que creyó en sus promesas de prosperidad para todos, y apoyó sus amagos anticolonialistas y an-tiimperialistas, puso sus propios reclamos y sus propias condiciones. Cuando esos reclamos desbordan las barreras de con-tención, entonces el poder de los especi-menes locales de la clase capitalista se desprende de la forma democrática. Pero no siempre esto es posible. Entonces de-ben resignarse a auspiciar, o tolerar el me-nor de los males, a saber, el populismo. La figura adecuada suele aparecer en el momento oportuno y se abre el interludio populista, que despilfarra las energías po-pulares y las esperanzas revolucionarias, a las que sin embargo debe hacer algunas concesiones, mientras prepara el terreno para la restauración del orden.

Las causas del agotamiento del desarrollo industrial “autónomo” de Latinoamérica

Hoy en nuestros países la opinión popular aprendió a desconfiar de ciertas recetas de política económica que tacha de “neo-liberales”. Pero esa lucidez deja un flanco vulnerable, ya que implícitamente reivindi-ca, idealizándolas, las políticas pretéritas de la industrialización no diferenciada. Se acepta sin crítica que aquellas políticas de sustitución de importaciones estaban dando buenos frutos, y los darían mejo-res, cuando fueron aviesamente malogra-das. La lista de los culpables comprende a políticos corruptos y oportunistas, a

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militares sediciosos instigados por el imperialismo, a gobiernos traidores y entreguistas. También son culpables, la “mala calidad de las instituciones”, el descrédito de los partidos políticos, etcétera. Los hechos señalados son evidentes, incontrovertibles. Pero, ¿son acaso la causa o la consecuencia del agotamiento de las políticas de desa-rrollo económico y bienestar social? Y, si fueran consecuencia más que causa del agotamiento de esas políticas, en-tonces, más allá de circunstancias for-tuitas o contingentes de este o aquel país, ¿a qué se debió el agotamiento del desarrollo industrial “autónomo” de Latinoamérica?

Durante las primeras dos terceras partes del siglo pasado, el peculiar desarrollo industrial autónomo (idealizado en el “modelo latinoamericano”) transformó rápida y profundamente la estructura social y la vida política de la Región. Por algún tiempo pareció que abría el camino del progreso sobre bases fir-mes. Pero en los años de posguerra se puso en evidencia que esas bases no estaban ahí. La proliferación de re-gímenes militares desnudó la fragilidad del acuerdo de clases entre la burgue-sía local y el proletariado. Pronto “el modelo” colapsó, para dar lugar a un escenario de pesadilla. Una porción inmensa de la magnífica clase de tra-bajadores industriales nacida de ese proceso quedó reducida a una masa de desocupados. A no ser por la ideo-logía, y, correlativamente, por el atraso de la teoría, hubiera sido evidente en los primeros años de la Segunda Pos-guerra y primeros de la Guerra Fría, que en estos países la tarea histórica de dirigir el desarrollo social se volvía desproporcionadamente superior a las

fuerzas y a la voluntad de los escuálidos destacamentos locales de la clase capita-lista, las efímeras burguesías nacionales. Ya entonces éstas se aprestaban a deser-tar del puesto de mando y a cederlo a los estratos dominantes de la clase capitalista internacional.

Debemos indagar más en profundidad, en los procesos internos del desarrollo capi-talista, preguntarse por qué la burguesía no pudo seguir al frente del proceso, dán-dole nuevo impulso. El “modelo latinoame-ricano” minó sus propios fundamentos al desenvolverse al margen del proceso in-manente del capital que transformaba rápi-da, irreversible y profundamente el sistema mundial. La sociedad se había acomodado con éxito a la situación de aislamiento re-lativo de la región en la época de las gran-des guerras mundiales y los comienzos de la guerra fría. Eso la dejó en desventaja cuando nuevas circunstancias pusieron fin al aislamiento y los subsistemas de re-producción económica locales debieron insertarse en las nuevas estructuras mun-diales de dominación económica.

En efecto, desde los primeros años de la posguerra, el proceso mundial de dife-renciación tecnológica del capitalismo configura subsistemas internacionales de acumulación del capital que subsumen o marginan cada vez más rápidamente a las burguesías nacionales. La soberanía de los estados nacionales de menor jerarquía se desvanece: el poder es ejercido por los estados de mayor jerarquía y, en última instancia, reside en las empresas trans-nacionales de capital potenciado. En los países subjerárquicos, antes que en los de mayor rango, las instituciones políticas co-lapsan, los partidos políticos se desacre-ditan. Una vez que los experimentos po-pulistas malbarataron sus oportunidades y sus recursos, y cuando ya la vida política

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fue suficientemente disciplinada por el terrorismo dictatorial, entonces los rituales de la democracia formal se res-tablecen porque no ponen en peligro el orden de privilegios. La violencia social recrudece, pero en un ámbito circuns-crito, sin comprometer la paz social, sin perturbar la vida política, para que los gobiernos muestren al mundo la plena vigencia de las libertades públi-cas. Los pobres pueden ejercer el de-recho a peticionar ante las autoridades públicas (de paso, convalidándolas). Paradójicamente, el secreto de este período de democracia formal no resi-de en la vitalidad de la vida política sino, por el contrario, en su mediocridad sin precedentes, y en la falta de estrategia propia de los movimientos populares.

Los subsistemas locales de acumulación del capital sobrevivían precariamente en los años setenta. Donde la adapta-ción a las circunstancias agotadas ha-bía sido más exitosa, donde más había avanzado, por ende, la conformación de subsistemas de capital industrial no di-ferenciado, el derrumbe fue más catas-trófico, y sus consecuencias sociales más calamitosas. Acaso esto no resulte tan evidente en México, porque la extin-ción de las industrias de capital no dife-renciado queda en parte enmascarado por la temprana instalación de “maqui-las” o plataformas de exportación.

Las ilusiones de un desarrollo capita-lista autónomo en América Latina

Lo cierto es que durante tres cuartas partes del siglo XX el proceso mundial pareció dar pábulo a la ilusión de un desarrollo capitalista autónomo, y que, de hecho, algunos países ya lo tenían en su agen-da inmediata. La clave estaría en la in-

dustria, y dentro de ella en las industrias bá-sicas (siderurgia, energía, bienes de capital, industrias navales, infraestructura ferrovial). “Sustitución de importaciones”, planifica-ción del desarrollo, ordenamiento territorial, nacionalización de industrias “estratégicas”, jugarían un papel decisivo en este proceso esencialmente pacífico y civil de liberación nacional. Así como el Tercer Estado supo romper las cadenas del Absolutismo, el Tercer Mundo rompería las cadenas del im-perialismo y se elevaría al primer plano para ocupar el lugar que le correspondía en el mundo capitalista moderno.

Eran ilusiones, al parecer sólidamente co-rroboradas por la experiencia. Durante las guerras mundiales, prolongadas en la Guerra Fría, la industrialización avanzó vigorosamente y dejó un sello en la fiso-nomía geográfica y en la cultura popular. Cuando yo era joven era raro encontrar en Argentina un objeto que no fuera de fabri-cación nacional: el subsistema nacional era un microcosmo capitalista en el que se cubría aparentemente todo el espectro sectorial. Pero esa adaptación exitosa a una coyuntura histórica que cambió rápi-damente, resultó ruinosa. La imposición extorsiva de políticas de ajuste y apertura con endeudamiento indiscriminado, junto con las privatizaciones de los años no-venta, sólo le pegaron a un perro muerto. Las industrias habían desaparecido, así como los barrios industriales con fábricas espléndidas en las que había vida obrera con tradiciones importantes. Ahora son depósitos, lofts, supermercados, o galpo-nes abandonados invadidos por una mul-titud harapienta que busca refugio de una situación de exclusión social.

AVN: ¿cómo es que la situación se bloqueó y se degradó de esa manera? Eso no ha sucedido en otros países que han podido reinsertarse de otra manera en el mundo.

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PL: la comparación entre el “modelo” de industrialización latinoamericano, y el que podríamos llamar “asiático”, suele ser motivo de confusión. Pero la confu-sión desaparece si tenemos en cuenta que el desarrollo del sistema consiste esencialmente en un proceso de dife-renciación intrínseca del capital. Los dos “modelos” corresponden a fases históricas distintas de ese proceso. El “modelo latinoamericano” corres-ponde al período durante el cual la diferenciación tecnológica del capital industrial no ha impactado todavía en la configuración de los subsistemas de reproducción a escala internacional. El “modelo asiático” anuncia el comienzo del período caracterizado por la inter-nacionalización de los subsistemas de acumulación de capital tecnológica-mente diferenciado. Si nos figuramos estos subsistemas como pirámides, el capital potenciado en la cúspide y el capital reducido en la base, esta última se desarrolla vertiginosamente en países que antes formaban el “ter-cer mundo”.

La deformación ideológica los presen-ta como “modelos” entre los cuales los gobiernos pueden optar. Puesto que la historia indicaría que el primero se malogró y el segundo luce exitoso y prometedor, la lección sería no reincidir con el primero, que sólo puede llevar al desastre, y adoptar sabiamente el segundo. Tal es el mensaje propugna-do por las doctrinas económicas del mainstream que racionalizan la retórica de extorsión mediante la cual fueron impuestas las políticas de apertura y ajuste estructural. La reacción popular instintiva contra esa arrogancia grose-ra reivindica las políticas nacionalistas y populistas. Pero, ¿puede obviarse el

hecho de que las burguesías nacionales que dirigían esas políticas ya eran, su sus mejores momentos, un anacronismo? De hecho, nunca dieron una batalla seria por el desarrollo. Al contrario, desertaron vergon-zantemente, a cambio de una porción en la orgía de estafas financieras gigantescas en contra de sus propios países, y fueron cóm-plices del desmantelamiento del Estado.

El sistema capitalista mundial, los sub-sistemas de acumulación y la planifi-cación

AVN: hablamos usualmente desde la pers-pectiva de cada uno de nuestros países y esto es válido, ya que existen aún reali-dades que le dan sustento; pero ¿cuál es ahora el ámbito de observación más rele-vante en la actualidad?

PL: el ámbito de referencia obligado para no-sotros, el objeto de la ciencia económica moderna, es el sistema capitalista mundial, considerado como un todo dinámico e his-tórico. Pero ese objeto no se presta a la observación directa. El ámbito de obser-vación debe ser una parte significativa de ese todo: el subsistema de acumulación.

La economía política abstracta (y, en gene-ral, la doctrina del mainstream) ignora las leyes de la configuración de subsistemas. Se representa el todo como un conjunto interactivo de entidades cuasi-monádicas. Su estructura y su dinámica se infieren del comportamiento individual de dos tipos de agentes económicos, empresas y familias, que entablan la peculiar relación mercan-til. Una versión más “realista” de la teoría abstracta pone en escena un tercer agen-te del proceso económico, el gobierno.

Nuestra línea de trabajo reconoce esa teoría abstracta como una primera eta-pa en el desarrollo conceptual, pero no se detiene en ella. Sus conceptos, que

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van más allá de lo recibido, compren-den, entre otros, dos correlativos: la diferenciación del capital y la configura-ción de subsistemas. Entre las empre-sas de capital y el sistema productivo como un todo se interpone un ámbito intermedio, el subsistema de acumula-ción. La teoría reconoce lo que está a la vista de todos: las empresas de ca-pital conforman un orden estrictamente jerárquico. La totalidad del sistema no es ya una globalidad indiferenciada, sino una estructura compuesta con subestructuras.

Esta versión más concreta de la teoría económica pone la planificación en el centro. El agente de la planificación no es ni única ni principalmente el gobier-no, ni es éste un ente extrínseco que corrige y orienta el movimiento econó-mico mediante regímenes de regulación e instrumentos de política, en aras del bien común y el bienestar general. Por su parte, las empresas de capital no se limitan a planificar “hacia adentro”, a concebir y ejecutar cursos de acción en que deciden directamente sólo sobre aquellos recursos que controlan direc-ta y efectivamente. El mercado sigue siendo el único nexo social de carácter general y universal, en el sistema mun-dial como un todo, pero no es el único que entablan entre sí las empresas de capital. Éstas se vinculan unas con otras entablando relaciones directas de acu-mulación. Al hacerlo, conforman sub-sistemas jerárquicos de capital en los que unas empresas planifican a otras empresas, y gobiernan a su propio favor las condiciones de acumulación del ca-pital de las empresas planificadas.

Cada época histórica del capital tiene sus subsistemas de acumulación caracte-rísticos. El desarrollo capitalista en el presente está presidido por el proceso

de diferenciación tecnológica del capital in-dustrial. Las empresas de capital potencia-do conjugan dos capacidades exclusivas, por las que ganan y conservan su poder preeminente. Una es la capacidad de lle-var a cabo la innovación técnica. La otra es la capacidad de configurar y reconfigu-rar los subsistemas de acumulación sobre los que estas empresas ejercen su domi-nio. Los subsistemas de acumulación son su ámbito de planificación específico. De ese ámbito de donde, conforme a su con-cepto toda desigualdad y toda imposición, debieron ser desterradas; es decir, de las entrañas mismas de la sociedad civil, brota un poder que es a la vez económico, social y político. Un poder colosal, políticamente irresponsable, inapelable, supremo, que cobra objetividad inmediata en el control discrecional que ejercen unas empresas sobre otras, y subordina al Estado. Es el poder del capital potenciado. No se avie-ne a la forma, ni al contenido, ni al espíritu del sistema de la democracia representati-va. Corrompe irreversiblemente, porque no puede tolerar otra soberanía que la suya, la forma moderna del Estado capitalista, pero conserva sus formalidades, mientras contri-buyan a mantener la paz social. El Estado capitalista, que siempre fue un instrumen-to del interés particular sobre la voluntad común y el interés general, pierde la figu-ra por la cual encarnaba, pese a todo, la forma del altruismo, del interés supremo de la sociedad, y, en definitiva, de la Justicia y de la Ley. Hoy la economía política abstrac-ta, la economía política anacrónicamente detenida en la teoría del capital no diferen-ciado, participa de la degradación del Es-tado moderno: así como éste fue corrom-pido por el capital potenciado, aquélla fue degradada a pura ideología

La mentalidad común en nuestros países, en-cerrada en las nociones de la economía vulgar, procura comprender este esce-

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nario. Pero, carente de la clave teóri-ca necesaria, se debate perpleja ante paradojas incomprensibles. ¿Porqué fracasan países evidentemente aptos, naciones dotadas de buenos recursos culturales y naturales, que en el pasado, hasta apenas unas décadas, parecían tener un buen desempeño? ¿Porqué otros países, fuera de la región, des-pertados más recientemente a la vida moderna, parecen encaminarse hoy en un sendero de prosperidad?

¿Porqué países fuera de la región han tomado un sendero de pros-peridad?

AVN: esos países han sido capaces de definir nuevas estrategias en el ámbito internacional, pero también reformas internas para llevarlas a cabo. ¿Qué ha pasado en nuestros países?

PL: lo cierto es que nuestros países es-tán atrasados en su desarrollo, pero también en su subdesarrollo. Por eso, cuando se les imparte la sabiduría “de la feliz inserción en el mundo”, y se les dice, por ejemplo: “adoptad el mode-lo ganador, el taiwanés, surcoreano, hindú”, ello equivale a que se les diga: ¡Ocupad vuestro lugar subordinado en los escalones intermedios o bajos de la jerarquía internacional! ¡También vosotros podéis ser subdesarrollados exitosos! Se necesita, es verdad, cier-ta dosis de “políticas sociales”, para contener el descontento y asegurar la “gobernabilidad”, reformas adecuadas en los regímenes regulatorios, institu-ciones y normas legales, para brindar “seguridad jurídica” a los inversionis-tas y para regatear con ellos y con sus representantes. Los países que no compiten por escalones elevados en

la jerarquía internacional del capitalismo potenciado, deben competir entre sí por escalones intermedios; el secreto de su “éxito” reside en someterse a las imposi-ciones de las grandes potencias.

Nuestra gente no está suficientemente preca-vida contra la ilusión de una nueva etapa de progreso conducida por las burguesías nacionales, ya extintas, o irremisiblemente degradadas. Para liberarse de esa ilusión funesta, le falta todavía una buena estrate-gia propia. Nuestro pueblo pasa por gran-des penurias y padecimientos, pero la más decisiva de sus necesidades insatisfechas es la intelectual, la teórica, la científica.

Experiencias y propuestas de planifica-ción y de gestión de empresas

AVN: aquí es donde podemos hablar de tus ideas, experiencias y propuestas específi-cas de planificación y de gestión de em-presas industriales en el actual contexto argentino.

PL: debemos tener presente que la sociedad ha sido profundamente transformada. El poder que surge de la sociedad civil sobre la propia sociedad civil, para el cual la me-diación del Estado es de carácter práctico pero no esencial, extiende la planificación económica más allá de los dos nichos en los que la reconoce la economía política abstracta: más allá del ámbito privado (por-tón adentro, actividad de mando del patrón que personifica el capital), y más allá del ámbito público (fronteras adentro, potestad del Estado “soberano”, y función subsidia-ria suya, de apoyo y protección a la empre-sa privada, en su territorio circunscrito).

En el sistema de reproducción del capita-lismo diferenciado la competencia capitalis-ta no ha desaparecido, ni mucho menos. Los representantes del capital están con-sagrados a la misma finalidad suprema

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(maximizar sus tasas temporales de ga-nancia), y se dedican a alcanzarla con la misma devoción implacable. Pero la misma competencia capitalista está subsumida ahora por el duelo de po-der directo, que se dirime en los sub-sistemas de capital. En ellos, empresas entablan entre sí relaciones directas de acumulación, en las que unas empre-sas controlan y gobiernan a su favor las condiciones de acumulación del capital de otras empresas. Es un duelo de dominación, donde la cuestión en juego es cuáles empresas planifican a otras, y cuáles deben desenvolverse en el subsistema planificado por una empresa dominante. En efecto, la com-petencia no ha desaparecido, ni se ha atemperado; pero su resultado no es una tendencia hacia la igualación de las tasas de ganancia. Ocurre lo con-trario: en virtud del proceso de diferen-ciación del capital y correlativamente con la diferenciación, las empresas de capital y las tasas de ganancia de dis-tintos tipos de empresa se diferencian de un modo progresivo e irreversible. Las empresas que planifican el ámbito en el que se desempeñan otras em-presas reproducen incesantemente las condiciones por las cuales obtienen tasas de ganancia extraordinarias y la mayor parte de las otras empresas sólo logra tasas de ganancia por debajo del promedio. La comprobación de que algunas empresas tienen poder direc-to sobre otras contradice la noción de que las relación entre las empresas es de carácter mercantil (relación cuya premisa es la igualdad y la libre volun-tad de las partes, etcétera) y también la noción según la cual esa relación se desenvuelve en la sociedad civil, con-trapuesta a la sociedad política.

En mis trabajos he procurado explicar cómo y porqué, a partir de cierta etapa en el de-sarrollo del capitalismo industrial, se inicia y se acentúa el proceso de diferenciación intrínseca del capital, y cómo en el siglo XX este proceso transforma radicalmente la sociedad mundial capitalista. Quisiera ahora señalar en términos generales, al-gunas consecuencias políticas de esta transformación. La principal es que pode-mos atisbar lo que probablemente será un complejo período de transición.

Durante ese período los trabajadores actua-rán en los ámbitos de planificación deter-minados por las mismas estructuras del capital diferenciado. En las empresas de capital diferenciado, primero, y, consecu-tivamente, en los subsistemas de capital gobernados por las grandes empresas de capital potenciado, para comenzar a dis-putarle a éstas el poder de planificación. ¿Cómo? Mediante ejercicios de planifica-ción “en la sombra”, desde abajo, en un comienzo sólo de “simulación”. Los traba-jadores aprenderán así, progresivamente, a apropiarse de sus propias capacidades productivas, preparándose de este modo para gobernarse y formar, sobre los funda-mentos culturales puestos históricamente por el capitalismo, una nueva civilización. La revolución política será la culminación de este proceso.

La conciencia de clase es connatural a la con-dición de la clase trabajadora en general, y más especialmente, del proletariado en particular. Pero incluso en el proletariado propiamente dicho esa conciencia pri-maria es abstracta y, en ese estado de obnubilación, del que sólo puede salir me-diante un esfuerzo conceptual, constituye un componente de la ideología capitalista. La dominación más eficaz requiere del consen-timiento de los dominados, la explotación más eficiente debe valerse de la voluntad de

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los explotados, la ideología alcanza su máxima efectividad cuando contiene una contra-ideología inefectiva.

Una tarea urgente en nuestra época es recuperar críticamente la rica cultura so-cialista universal. La sombría perspectiva de catástrofes sociales y sociales-natu-rales en los que ya desemboca el ca-pitalismo pone una nota dramática a la urgencia de esa tarea. Pero también hay estímulos positivos. En los últimos años, en algunos de nuestros países, particu-larmente en Argentina, la cultura socialis-ta se ha visto enriquecida con el aporte de nuevas experiencias de autogestión obrera. Hemos podido avizorar las posi-bilidades, pero también las dificultades, que debe enfrentar la gestión popular de los recursos económicos. Estamos convencidos de que el control obrero de la producción en un marco capitalista y en una época transicional no se va a dar predominantemente a través de coo-perativas de trabajo sino a través de los obreros con patrones que constituyen la gigantesca mayoría. Los pocos casos de gestión obrera de algunas empresas industriales pueden ser, han sido ya, es-cuelas de planificación. Deben brindar teoría, métodos, experiencias, entrena-miento. Pero la realidad histórica en el gran escenario del mundo son las em-presas de capital con las altas jerarquías patronales asistidas por verdaderos ejér-citos de funcionarios, gerentes técnicos, supervisores, capataces, que planifican el proceso de trabajo de manera absolu-tamente totalitaria.

Los trabajadores, unidos por sus reivindica-ciones espontáneas comunes, se pro-ponen a la vez aprender la gestión de la empresa. Hacen un seguimiento de los cursos de acción que sigue la patronal; toman todos los aspectos financieros,

societarios, comerciales, tecnológicos, de la gestión. Los interpretan, los discuten. Elaboran una visión de conjunto del proce-so productivo y su lugar en él, se asoman a la conciencia histórica que no consiste sólo en conocer la historia sino en hacerla. Planifican idealmente, pero poco a poco la idealidad cobra carácter real. Casi desde un comienzo, la planificación “desde las sombras de abajo”, da su primer fruto: al sentir la necesidad de regirse por normas elaboradas por ellos mismos.

A medida que los trabajadores reúnen frag-mentos de información que les brindan un cuadro más coherente, la idealidad del ejercicio de planificación, su aspecto teórico y conjetural, va dando lugar a la comprobación de que su capacidad de prevalecer contra la patronal se acrece inequívocamente. Objetivamente, en lo concreto, apuntan ya al control de la pro-ducción. A sus reivindicaciones colectivas tradicionales se suman insensiblemente otras que antes no figuraban en sus reivin-dicaciones elementales.

La unidad inmediata de gestión directa, la em-presa de capital, es sólo un eslabón en el proceso de acumulación del capital. Más allá de la gestión inmediata de la empresa se extiende un espacio de planificación, de acción solidaria y conjunta con otros trabajadores de empresas proveedoras y clientas, en el mismo subsistema de acu-mulación. Este subsistema ya constituye de hecho el ámbito de planeamiento de las empresas de capital potenciado y ofrece el escalón natural para extender, primero, el ámbito de solidaridad y acción conjunta entre trabajadores de varias em-presas, y luego un ámbito de planificación intermedio, entre la empresa privada y el proceso de reproducción social como un todo. El control obrero de la producción inmediata sólo puede ser excepcional y

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efímero, mientras no se concrete en la perspectiva de planificación en gran escala de subsistemas de producción. En ese proceso los trabajadores se preparan para autogobernarse.

Recapitulando, las propuestas que pongo en discusión están inspiradas por una experiencia incipiente, y hasta el momen-to poco exitosa, en la planificación obrera práctica, pero toman forma por medio de la crítica de la teoría económica recibida. Lo que trae de nuevo la teoría del capital tecnológico es la diferenciación del ca-pital y la consiguiente configuración de subsistemas de capital. Estos últimos son ámbitos de planificación intermedios entre la empresa y el todo anárquico es-trictamente no planificado.

El subsistema es un ámbito semi-planifica-do donde unas empresas planifican a otras, mediante el control unilateral de parámetros críticos de la gestión del capital. La planificación obrera “desde las sombras” tiene en los subsistemas económicos un horizonte intermedio, próximo pero no inmediato.

Lo que se ha dado y se está dando en nuestro medio, todavía de un modo por demás incipiente, es el control obrero de la producción circunscrito a la plan-ta, en fábricas sin patrones. La lección que ofrecen estos trabajadores es que la planificación obrera es posible, pero requiere una preparación. Hay que te-ner presente que la ocupación obrera de esas fábricas desde fines del 2001 no fue la culminación de una larga lucha, durante la cual los trabajadores realiza-ron ejercicios de planificación como el que hoy propugnamos. La necesidad de tomar a su cargo la marcha de la planta industrial se presentó accidentalmente, en una situación de crisis económica: la deserción de varios centenares de pa-

trones, matizada en varios casos con quie-bra fraudulenta. Fue una expresión de la ex-tinción de la burguesía nacional que, sen-cillamente, ya no está, ni quiere ni puede estar, al frente del desarrollo económico y el progreso social. En esta ocasión, la toma de las fábricas por parte de los obreros no fue parte de una estrategia de emancipa-ción sino una reacción desesperada para asegurar su supervivencia; respondía a la necesidad imperiosa de conservar las fuentes de trabajo.

El motivo inmediato no apunta deliberadamen-te a ningún tipo de transformación social. Se comienza evocando derechos sociales muy elementales, pero inmediatamente se pone de manifiesto que esa empresa tiene que operar en el ámbito de la acumulación y la competencia capitalista. Los trabaja-dores enfrentan problemas inéditos, deli-cados y profundos: darse una disciplina de trabajo rigurosa mediante un sistema de representación enteramente democrático y, al mismo tiempo, mostrar al mundo que el control obrero de la producción está en condiciones de reemplazar a la patronal y de superarla mediante una gestión capaz de evitar y revertir las catástrofes sociales y naturales que inevitablemente resultan de la prolongación ya anacrónica del sis-tema capitalista.

AVN: seguramente has reflexionado sobre la viabilidad de las experiencias en las que has participado.

PL: su viabilidad sólo puede medirse en fun-ción de su éxito, pero éste a su vez puede calificarse según tres criterios distintos, extraordinariamente exigentes. El prime-ro trata del logro del propósito inmediato del trabajador colectivo: su supervivencia, su bienestar y seguridad, condiciones de trabajo, perspectivas de progreso. Aquí la comparación con la empresa capitalista es económica, pero también moral y es-

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piritual: ¿Vivimos mejor? ¿Nos educa-mos mejor? ¿Nos realizamos mejor en nuestro trabajo? ¿Mejora la calidad de nuestras relaciones laborales y fami-liares? ¿Logramos mejores productos para el pueblo y para la conservación del ambiente natural? ¿Hemos ele-vado el nivel, el compromiso, la efec-tividad de nuestra solidaridad social? ¿Fortalecemos nuestra capacidad de organización? ¿Progresamos en nues-tra formación técnica y tecnológica, en nuestra cultura general, en nuestra conciencia histórica?

El segundo criterio inquiere sobre la conser-vación del carácter independiente de la empresa obrera. Lo que está en cuestión es si para sobrevivir el colectivo obrero se pone en una situación de dependen-cia con respecto a programas estatales de “asistencia social”, si compromete su independencia a cambio de ventajas circunstanciales, si ha caído en la trama clientelística de políticos burgueses, si no ha sabido resistir a la recaída en prác-ticas patronales y en motivaciones para retrotraer a la empresa autogestionada a la estructura de mando característica de la empresa de capital. Nunca deben ser subestimadas estas tendencias, es-pecialmente si los trabajadores no han vencido las complejas dificultades que deben resolver para alcanzar una cultura madura de gestión democrática.

El tercer criterio, plantea el problema del papel que le cabe a la experiencia lo-cal de control obrero de la producción inmediata en algunas fábricas, en una gran estrategia socialista. En rigor, lo que se plantea es la necesidad y la po-sibilidad histórica de la gestión obrera como característica de un período de transición del capitalismo a otro siste-ma histórico social.

De hecho, si me refiero a las experiencias que llevamos a cabo en Argentina, su viabili-dad está en jaque. Sin embargo, se de-mostró concluyentemente la posibilidad de la gestión obrera incluso en condicio-nes muy adversas, en plantas industriales que las firmas capitalistas desertoras de-jaron en estado deplorable, con máquinas obsoletas y en lamentable estado de man-tenimiento. Aun en esas condiciones, los obreros argentinos aportaron experiencias maravillosas e incluso técnicas de gestión obrera democrática que permiten que nue-vas experiencias partan de un nivel inicial más avanzado. El desarrollo de la gestión obrera que apunta al control y a la planifi-cación obrera más allá de la producción inmediata no puede ocurrir sino en una situación de gran efervescencia popular como la que conoció la sociedad argen-tina hacia fines del 2001 y principios del 2002. Es en ese horizonte en el que de-bemos colocar la cuestión de la viabilidad: cuando vuelva a presentarse una situación de crisis de esa escala se retomará inevi-tablemente esta experiencia a partir de lo logrado por los trabajadores argentinos.

La integración latinoamericana no es el mercado, es la integración de los pueblos

AVN: probablemente la viabilidad de nuevas propuestas y experiencias deba plantear-se ahora también más allá del marco de nuestros países, considerados separada-mente. En México hay ahora un mayor inte-rés por experiencias de integración como la del Mercosur.

PL: la retórica oficial tiene muy poco valor. La integración latinoamericana es la inte-gración de los pueblos y de la clase obre-ra: no es el mercado, no es el Mercosur, tampoco lo fue el Pacto Andino, a pesar

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de que éste consistió potencialmente en una integración más profunda. Este Pacto, en particular, estableció una política tecnológica que intentó, por ejemplo, obligar a las transnacionales a que los contratos de tecnología fueran públicos y llevar a cabo una serie de objetivos que el Mercosur ni se imagi-na. Éste no ha sido capaz siquiera de recibir el legado institucional que dejó el Pacto Andino.

La finitud del capitalismo: el socialismo y el pensamiento crítico

AVN: a donde dirijamos la vista el pano-rama es desolador: degradación de nuestras sociedades, quiebra de dife-rentes proyectos socialistas, crisis del capitalismo, peligros para la supervi-vencia humana y la civilización.

PL: en efecto, poco a poco se empieza a poner en el centro del escenario el problema de la finitud del capitalismo lo cual obliga a reflexionar sobre su transformación y alternativas posibles. En cuanto al socialismo, una profun-da confusión ideológica obnubiló al mundo durante casi todo el siglo XX. Se alucinó que en Oriente había so-cialismo, y en Occidente democracia. Y, sin embargo, muy temprano, des-de los años veinte, diversos autores marxistas hablaron de capitalismo de Estado en la Unión Soviética. Uno de los primeros, aunque no fue muy claro, fue Friedrich Pollock, integrante de la Escuela de Frankfurt. Tony Cliff en su trabajo de 1947 (publicado como libro en 1974 con el título State Capitalism in Russia) con una argumentación muy interesante explica que el problema del socialismo y el capitalismo no se puede reducir a la cuestión de la propiedad de

los medios de producción, sino al carácter capitalista o no de la acumulación econó-mica. De tal manera que cuando en la jerga estalinista se habla de desarrollo industrial a pasos forzados lo que se está dando es una acumulación capitalista. Cuando los economistas de Europa Oriental hablaban de moneda socialista, lo que usaban era expresiones absurdas que encubrían una confusión tremenda.

AVN: ¿crees que en América Latina se ha asi-milado esa crítica?

PL: no lo creo. El pensamiento crítico se ha retrasado muchísimo en América Latina, por eso persisten versiones del marxismo que tienen poco parentesco con la obra de Marx. Además está de moda tomar partes sueltas de esa obra y buscar su aplicación. Pensar que se puede tomar un paradigma analítico y aplicarlo a un trabajo empírico es muy peligroso. Es necesario compren-der la estructura conceptual completa, no tomar elementos aislados como si fueran figuras acabadas de la teoría.

AVN: ¿qué interés hay por el tipo de trabajo que desarrollas, después de todo lo que ha pasado en América y en el mundo en las dos últimas décadas?

PL: hay un punto de inflexión, sobre todo entre los jóvenes estudiantes que rápidamente alcanzan una madurez asombrosa ante la magnitud de las tareas y los compromi-sos Su interés responde cada vez más claramente a la necesidad angustiante, dramática y trágica, de nuestra época por la actualización teórica. Las nuevas gene-raciones perciben inequívocamente el ago-tamiento histórico del sistema capitalista, el cual claramente se manifiesta en la inca-pacidad de cumplir su promesa secular de asegurar el progreso universal, de siquiera brindar un mínimo de civilización y de bien-estar material o al menos asegurar la super-vivencia humana.

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Algunas publicaciones de Pablo Levín

El capital tecnológico, Libro adaptado de la Tesis Doctoral: El valor de cambio o la forma del valor mercantil. La teoría del valor en el marco del capital tecno-lógico, CENDES, Universidad Central de Venezuela, 1994, editorial Catálogos, 1997, Buenos Aires (Argentina).

“Socialismo científico o la ‘jactancia’ de la economía política”, Nueva Economía, Academia Nacional de Ciencias Econó-micas, Caracas, Año XI, núm. 18, octu-bre de 2002

“Ensayo sobre la cataláctica”, Nueva Econo-mía, Organo Institucional de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Ve-nezuela Año XII núm. 20, octubre 2003.

“El planificador de la reproducción y sus tri-bulaciones”, Nueva Economía, Academia Nacional de Ciencias Económicas de Ve-nezuela, Año XIV núm. 23, abril de 2005.

“Review of economics & utopia: why the lear-ning economy is not the end of history”, Review of Radical Political Economy, Vol. 34, núm. 2, Spring 2002

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Ciro Murayama

Profesor titular de Profesor de la Facultad de

Economía de la UNAM.<[email protected]>

Rolando Cordera Campos y Carlos Javier Cabrera Adame reunieron a un núcleo de especialistas para evaluar y replan-tear la política social en México a la luz de las características, énfasis y resulta-dos de ésta tras el ajuste estabilizador y en el seno de una economía que no crece, no genera empleo y continúa te-niendo como dos de sus rasgos domi-nantes a la pobreza y la desigualdad, todo ello en una transición demográfica que da lugar a una “abultada demanda de bienes públicos” (p. 43).

En los ensayos compilados en este libro, se hace una lectura ambiciosa de la política social que trasciende las acciones de lucha contra la pobreza y recupera una dimensión más amplia,

incorporando asuntos indispensa-bles como el empleo y las insti-tuciones de la seguridad social, ofreciendo además, los ángulos

de visión territorial y de composi-ción por edades de la población.

En el ensayo inicial del volumen, Rolan-do Cordera imprime a la discusión de la política social el aliento de la revisión histórica y, a la vez, internacional en el terreno de las políticas y de las ideas acerca de la conducción económica y del papel del Estado. Propone, así, que si bien la crisis del Estado de bienes-tar y sus procesos de reforma en los países industrializados no son lejanos

en el tiempo con la crisis de la deuda que afectó a América Latina, en países como:México, Chile, Argentina o Brasil “lo que se ha tenido que encarar es la incapaci-dad del Estado para mantener su ritmo de intervención en la economía, al mismo tiempo que se aseguran niveles acepta-bles de estabilidad político social” (p. 39). Reconozcamos, pues, la crisis del Estado de bienestar se dio antes de edificarse en nuestros países y, más que del gasto público, la estabilidad político-social ha dependido en buena medida “del compor-tamiento general de la economía o de las articulaciones y movilizaciones populistas, incluso de ciertas reformas estructurales que, en su momento, no implicaron des-embolsos fiscales considerables” (Ibid).

La puntualización anterior conduce a pregun-tarse cómo históricamente, el Estado mexi-cano abrió canales para la incorporación poblacional al bienestar. Cordera se hace cargo del asunto y ofrece un recuento que identifica dos grandes fases en materia de política social: 1) la “movilización” y, 2) “la institucionalización corporativa”. La prime-ra, “que alcanza su momento culminante hacia los años treinta, hacía descansar en la movilización social, propiciada o admi-tida por el Estado, los eventuales avan-ces que pudieran lograrse en materia de bienestar y reivindicación colectivos” (p. 46). De la década de los años cuarenta en adelante “puede encontrarse una cre-

Derechos sociales: de la focalización a la universalización

Rolando Cordera Campos y Carlos Javier Cabrera Adame (coords.); La política social en México: tendencias

y perspectivas, UNAM, México, 2007, 401 pp.

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ciente institucionalización de la política social, más variada en sus objetivos y medios” –con la creación del IMSS, del ISSSTE, del Infonavit–. Pero ello inscrito en una “modalidad fiscal de gasto pú-blico creciente y endeudamiento esta-tal en ascenso, dentro de un esquema de relaciones socio-políticas marcada-mente corporativo” (p. 49). Un esque-ma “sustentado en un fuerte apoyo es-tatal que se desdoblaba en subsidios y transferencias para el capital privado o la empresa pública y un proteccionis-mo poco flexible y, por tanto, creador de inercias rentistas y asociaciones ex-cluyentes” (pp. 49-50).

Vendría, después, en un contexto marcado por el “ascenso internacional de la cul-tura de la elección individual” (p. 40), la implantación de “la fórmula mercantili-zadota [que] no ha ofrecido respuesta para los que no se adaptan, o no pue-den hacerlo pronto, al nuevo contexto de libertad económica y competencia” (p. 41).

Tras dar cuenta de la “recuperación del tema social en un sentido amplio, histórico e incluyente”, que por ejem-plo cristaliza con las propuestas de la Cumbre Social de Copenhague a me-diados de los años noventa, Rolando Cordera avanza en delinear las tres grandes coordenadas que deberían guiar una auténtica política de Estado

en materia social en nuestro tiempo y país: a) “deslizar lo asistencial a lo productivo” (p. 57); b) “mantener y ampliar la participa-ción comunitaria” (p. 58) y, c) “una nueva dimensión universalizante” (Ibid).

Javier Cabrera, en el ensayo “Política so-cial: cambios y resultados”, se ocupa de analizar el enfoque focalizador de la po-lítica social de los últimos lustros –enfo-que, que, por cierto, adquirió la categoría de “principio en el Plan Nacional de De-sarrollo del presidente Felipe Calderón–. La política social focalizada, se aplicó, de acuerdo con Cabrera, “por las restriccio-nes financieras que generó la crisis de la deuda” pero “también mostró la falta de capacidad del Estado para garantizar la oferta de servicios elementales al conjunto de la población”. Se trata de “una forma selectiva de la provisión de los servicios sociales, priorizando a los usuarios que se muestran, por sus condiciones de vida como los más necesitados en recibir los apoyos” (p. 70).

Cabrera, además, analiza los avances legisla-tivos que se han dado en la materia, como la Ley General de Desarrollo Social a partir de 2004 que permite, por ejemplo, tener una medición objetiva de la pobreza. Pero señala asimismo sus deficiencias: la legis-lación “no considera la posibilidad ni los mecanismos que permitan hacer jurídica-mente exigibles los derechos sociales a la educación, la salud, la alimentación, la

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vivienda, a un medio ambiente sano, al trabajo y a la seguridad social que la Ley estipula” (p. 82).

Otra aportación de Cabrera se refiere a la efectividad del gasto social:

El comportamiento del gasto público muestra que en los últimos años se ha realizado un esfuerzo significativo por aumentar los recursos presupuestales destinados a desarrollo social y supera-ción de la pobreza. Pero también pone de relieve que no basta con el solo au-mento de los presupuestos para com-batir la pobreza. Ya que como se puede observar, en el período 1995-2000 con recursos presupuestales menores en tér-minos absolutos, como porcentaje del PIB y como proporción del gasto programa-ble, el combate a la pobreza tuvo mejores resultados que en el período 2001-2006

(p. 92).

Por su parte Luis Rodríguez Medellín en el texto “Del asistencialismo a la sub-sidiariedad: una política de atención a la pobreza” ofrece una clasificación útil para quien se acerca a la nutrida varie-dad de programas sociales. Define, así: a) los programas asistenciales –con transferencias monetarias o en espe-cie, sin regreso de las mismas, y que no impactan en las causas que generan la pobreza; b) los programas de subsi-dio con corresponsabilidad –entregan

apoyos y los beneficiarios participan en acciones-; c) programas de subsidio con corresponsabilidad y recuperación –apo-yos monetarios para impulsar proyectos productivos, que a su vez deberán permi-tir el financiamiento de otros proyectos–; d) programas de acompañamiento finan-ciero con corresponsabilidad –combinación de recursos estatales y de la sociedad–. De acuerdo con Rodríguez Medellín “los programas instrumentados en el período 2001-2006 tienen un componente de asistencia pero se ha avanzado para que el aspecto productivo sea el que tenga el mayor peso” (pp. 134-135).

Ángeles Palacios Escobar en el capítulo “Di-ferencias, limitaciones y alcances de las estrategias de combate a la pobreza en México” hace una contribución polémica y que merecería una discusión puntual. Afirma que el hecho de que los progra-mas sociales canalicen los recursos a las madres de familia implica que “en ellas re-caen todas las responsabilidades y tareas que dichos programas condicionan para seguir otorgando sus beneficios, tales como las constantes consultas con el fin de controlar su fecundidad, las constantes reuniones, llevar a los niños a revisiones médicas, entre otras tareas. Arraigando aún más el rol de cuidadoras y únicas res-ponsables de la familia, que lejos de empo-derarlas y sacarlas de la pobreza las hacen dependientes cada vez más del subsidio

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gubernamental. Las hacen caer cons-tantemente en la trampa la pobreza…” (pp. 199-200).

Aníbal Gutiérrez en el texto “Indicadores so-ciales y migración” documenta el com-portamiento fractal de la desigualdad que se despliega entre regiones pero también al interior de ellas. El “México dividido” en dos estructuras económi-cas disímiles queda de manifiesto al considerar que: “El Distrito Federal, el Estado de México, Nuevo León y Jalis-co concentran 44.56% del PIB; si agre-gamos Chihuahua llegamos a 49 y a 53.1% si se suma Veracruz. Por el con-trario, 26 entidades generan 46.9% del PIB.” (p. 249). Ello tiene repercusiones sobre la migración interna pues “38.9% de los municipios de marginación muy alta y alta son expulsores de población, el doble del porcentaje de expulsión observado en los municipios de baja y muy baja marginación” (p. 261).

“La reforma inconclusa de la seguridad social en México” es el título de la con-tribución del historiador y economista Leonardo Lomelí Vanegas. En ella ofre-ce una pertinente guía para evaluar las reformas en la materia. Los indicadores sobre los que el autor pasa revista y que bien podrían dar orden a una discusión sistemática sobre este tema son: 1) el costo fiscal de la reforma; 2) la capa-cidad reguladora sobre el manejo de

particulares sobre las cuentas individua-les; 3) el mercado de pensiones vitalicias; 4) los efectos en el ahorro interno; 5) las implicaciones en el mercado laboral y los mercados financieros y, 6) los efectos en el financiamiento y reorganización de los servicios públicos de salud.

Rafael Cordera y Diana Sheimbaum incor-poran el componente demográfico de los desafíos mexicanos en el ensayo “Políticas públicas para los jóvenes”. Ahí se docu-menta que la tercera parte de la población que representan los jóvenes está marca-da y cruzada por la asimetría de oportuni-dades. Dado el vasto universo juvenil de México, los autores concluyen que una ge-nuina política de desarrollo y atención para ellos no puede sino ser transversal a toda la acción estatal.

En lo que toca al empleo, Abraham Aparicio Cabrera hace un análisis de las políticas de la Secretaría del Trabajo y las vincula con las acciones enmarcadas en el Programa de Desarrollo Local (PDL Microrregiones) de la Secretaría de Desarrollo Social, en un esfuerzo oportuno para entender la complementariedad de las políticas. La conclusión, sin embargo, es sombría: “Los resultados puede[n] calificarse… en el me-jor de los casos como exiguos” (p. 366).

Finalmente Guadalupe Aurora Lol-be Peraza González en el texto “El gasto público y el desarrollo social” compara el esfuerzo, en términos del PIB, del gasto social que se

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hace en México en relación con otras naciones: “En términos generales el gasto en desarrollo social en México se ubica en 10.3% del producto”, pero “los países que tienen los índices de desa-rrollo humano más alto como Noruega y Suecia gastan 29.4 y 38.2% del PIB en desarrollo social, del mismo modo se advierte que países como Estados Unidos y Gran Bretaña erogan 26.7 y 30.6% del PIB respectivamente”.

De la lectura del conjunto de ensayos puede concluirse que no basta con que la economía crezca para abatir la pobreza y la desigualdad –de hecho, como señala Rolando Cordera, el cre-cimiento estabilizador no lo consiguió porque faltó un componente auténti-camente redistributivo– y que no es suficiente con extender el gasto; pero crecimiento y mayores recursos fisca-les –es decir, fortalecimiento del Es-tado– son dos cuestiones ineludibles para acompañar cualquier esfuerzo para extender el bienestar.

La política social en México: tendencias y perspectivas, sugiere al autor de esta nota una reflexión adicional: entre las profundas transformaciones recientes de México se cuenta la de su régimen

político. De manera gradual, en las últi-mas dos décadas del siglo pasado fueron desmontados los mecanismos que hacían factible el autoritarismo de partido prác-ticamente único con un presidente con-centrador de amplios poderes legales y metaconstitucionales, para arribar a un es-cenario político con genuinos contrapesos al Poder Ejecutivo –desde los poderes Le-gislativo y Judicial– y con un federalismo real y en expansión, donde los fenómenos de alternancia y “gobiernos divididos” son una realidad. Pero si se reconoce el grado democrático de México, es preciso colo-car como una exigencia inescapable para ese Estado que el acceso al bienestar sea un derecho ciudadano, universal, tangible, no atado a concesiones gubernamentales ni a mecanismos corporativos autoritarios.

A la vez, si en último término la democracia sólo es sostenible con una ciudadanía efectiva y amplia, es preciso asumir que la desigual-dad y la pobreza cercenan a la ciudadanía y representan un riesgo permanente para la estabilidad y permanencia del Estado demo-crático. De ahí que contar con una política social universal, aseguradora y promotora del bienestar, sea tanto una exigencia para el Estado democrático como una condición para su sobrevivencia y reproducción

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Alma Chapoy Bonifaz

Profesor titular de Profesor de la Facultad de

Economía de la UNAM.<[email protected]>

En momentos en que los promotores de la globalización, insisten en imponer a los países económicamente más débi-les, medidas que determinan su perma-nencia en el subdesarrollo y la depen-dencia, resulta de lo más pertinente la aparición del libro de autoría colectiva Del sur hacia el norte; economía políti-ca del orden económico internacional emergente, en el cual participan espe-cialistas de México y de otros países de América Latina.

Este trabajo cubre un amplio espectro de temas de vital importancia y actuali-dad, pero como sucede en todo libro colectivo, la calidad de los trabajos no es homogénea, e incluso unos cuan-tos, no se relacionan directamente con

el título de la obra. No obstante, lo expuesto por la gran mayoría de los autores puede servir de base para coadyuvar, de manera

importante, en la solución de al-gunos de los acuciantes problemas

de América Latina.El texto gira en torno a la idea de como

la globalización margina a los países de la periferia, éstos se ven impelidos a buscar esquemas de cooperación mutua, a fin de mejorar su posición en el nuevo contexto mundial y fortalecer su posición negociadora en los foros internacionales. En el caso concreto de América Latina, el reacomodo de

fuerzas a nivel mundial hace ver que el subcontinente debe avanzar en su propia integración en vez de incorporarse a es-quemas de integración globales.

Algo digno de mención es que en varios de los trabajos se esboza la posibilidad de que surja un orden económico internacio-nal emergente, en vista de la creciente par-ticipación en el comercio internacional de países como China, Brasil, India y México. Al respecto uno de los autores (Cesarin) se ocupa del primero de los países men-cionados, y establece que preocupaciones compartidas con América Latina, pueden dar lugar a soluciones compartidas.

En un prólogo brillante, Aldo Ferrer señala la necesidad de crear un nuevo orden mun-dial más equitativo, pero ante los pocos avances al respecto, considera preferible intentar construir una inserción internacio-nal compatible con el desarrollo de Améri-ca Latina. Por su parte, las coordinadoras explican en la Introducción, que este libro muestra la evolución de las relaciones económicas internacionales de América Latina, para determinar las posibilidades y obstáculos de un proceso de integración regional sur-sur.

La primera parte se inicia con una disertación (Girón), acerca de la contribución que los análisis del circuito monetario y el dinero pueden hacer a la teoría del desarrollo en América Latina, dado que hasta ahora el pensamiento hegemónico ha imperado en

Del sur hacia el norte. Economía política del orden económico internacional emergente

Alicia Girón y Eugenia Correa (coords), México, CLACSO, 2007, 285 pp.

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las decisiones de política económica en la región.

En su intervención sobre energía y poder, Alfredo Jalife trata, entre otros, un as-pecto que ha adquirido relevancia a raíz de la crisis inmobiliaria en Estados Unidos: el mercado especulativo de los derivados y sus severos efectos sobre la economía mundial.

Cuatro trabajos se refieren a la situación de Argentina. Uno de ellos propone medidas para mejorar la gobernabili-dad de las organizaciones financieras internacionales (Moneta). El estudio concerniente al Plan Fénix (Hopen-hayn y Vanoli), hace una interesante propuesta para crear un mercado de capital interno que capte y canalice el ahorro interno para responder a las necesidades del desarrollo nacional, tomando en cuenta que el verdadero motor del desarrollo es la movilización de los recursos propios. El capítulo a cargo de Leonardo Bleger versa sobre la reestructuración de la deuda externa argentina y llega a conclusiones rele-vantes sobre la capacidad de negocia-ción de los países dependientes frente a los acreedores externos. Por su parte, Cimadamore examina las condiciones de viabilidad del Mercosur, planteando los elementos que limitan su consolida-ción y los que la facilitan.

Como es sabido, los esquemas de metas de inflación, hacen caso omiso de las necesidades de desarrollo y de com-bate a la desigualdad económica y social; por ello, el éxito de esos regí-

menes se mide únicamente en términos de su impacto sobre las tasas de inflación, sin prestar atención a otros objetivos de políti-ca económica, como reducir el desempleo y la pobreza, o maximizar la producción. El mérito del artículo de Rochon y Rossi estriba precisamente en medir los efectos sobre otras variables macroeconómicas, en especial, sobre la participación de los salarios en el ingreso nacional, demostran-do que después de la adopción de metas de inflación, la distribución del ingreso em-peora para quienes perciben salarios.

Desde mediados de los años noventa, en materia cambiaria se tiende a ir a los ex-tremos: libre flotación o tipos de cambio fijos. En cuanto a éstos, hay expertos que sugieren que para protegerse de las turbu-lencias financieras, algunos países podrían formar uniones monetarias, lo que implica tener una moneda común. Julio Sevares analiza las posibilidades de hacer esto en el Mercosur, y concluye que antes de ha-cerlo, los miembros de ese bloque tienen que converger e integrarse en los aspec-tos macroeconómico, financiero y comer-cial. A largo plazo, una mayor integración, además de estimular el crecimiento eco-nómico de la subregión, aumentaría las posibilidades de avanzar hacia una unión monetaria. Pero no por el momento.

El tema de la inversión extranjera aparece en varias de las colaboraciones. En una de ellas (Marshall) se afirma que la inver-sión extranjera directa (IED) y la inversión de cartera tienen efectos similares en la economía de los países periféricos, y para atraer ambos tipos de inversión, esos paí-

Page 114: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

114

Reseña

eco

no

míaun

am v

ol. 5

núm

. 14

ses compiten entre sí, bajando los cos-tos de su actividad productiva, lo cual ha implicado desmantelar la regulación laboral, ambiental y fiscal. Por su parte, Gregorio Vidal es enfático al afirmar, contra lo que suele argumentarse, que la IED no siempre trae consigo la difu-sión de tecnología, la diversificación de la economía, o su articulación con la actividad económica del país hués-ped. En cambio, sí reclama el pago de utilidades, patentes, marcas y otros servicios, y algo muy importante, nunca constituye la parte medular del proce-so de formación de capital, pues pese al aumento de la IED en algunas nacio-nes en desarrollo, el crecimiento eco-nómico sostenido a largo plazo sólo se logra con recursos internos.

“Mercados de capital emergentes y de-sarrollo e integración” (Ortiz y otros), señalan que los acuerdos entre países del sur han tenido resultados limitados por las relaciones de dependencia con los países del centro. Es necesario que los convenios internacionales en-caucen las inversiones de las empresas transnacionales a un desarrollo global sustentable y que haya una regulación internacional de los sistemas financie-ros, para que éstos se conviertan en mecanismos estables de financiamien-to de las inversiones productivas.

El trabajo de Eugenia Correa alerta sobre una cuestión neurálgica: el hecho de que actualmente el mayor desequilibrio económico deriva del contraste entre la

gran capacidad de producción mundial y el bajo nivel de consumo.

Jorge Basave hace una revisión de las trans-formaciones en la economía internacional desde finales del siglo pasado, especial-mente las que afectan o involucran a los países de América Latina, con énfasis en el caso mexicano. Igualmente se refiere a las interpretaciones teóricas actuales y formula propuestas para una agenda de investigación en la región.

Dos trabajos sobre cuestiones de género (Arroyo, Rodríguez), ponen de relieve el carácter multidisciplinario de esta obra, la cual cierra con dos estudios de caso. Uno sobre cooperativas en Brasil (Tauile y Rodríguez), y otro (Lechini), muy acor-de con el tema general, sobre los límites y posibilidades de promover y ampliar la cooperación sur-sur, considerando la aso-ciación iniciada en 2003 entre India, Bra-sil y Sudáfrica (IBSA). Grupos como este, subraya, bien podrían ser el camino hacia un mayor protagonismo global, con mayor margen de autonomía.

La lectura de este libro sugiere que la inestabi-lidad macroeconómica es un obstáculo im-portante a la integración latinoamericana, y en general, a la integración regional sur-sur. Lograr la estabilidad económica exige una política económica sólida, que impulse la demanda interna y asegure un crecimiento sólido; de allí la necesidad de impulsar una integración que fomente la cooperación re-gional y ayude a resolver problemas comu-nes y a encontrar la mejor forma de inserción internacional para América Latina

Page 115: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

115

A través de este libro, los autores pretenden contribuir a la re-flexión y debate acerca de la naturaleza, curso y desenlace que el proceso de reformas y globalización han tenido en México, me-diante 14 artículos en los que académicos y analistas de la vida nacional ofrecen su visión sobre los principales temas de la eco-nomía y la sociedad mexicana en los pasados 25 años.

Asimismo se examinan las causas de las diversas etapas del comportamiento económico del país, los factores que influyeron, el desempeño de situaciones específicas, las estrategias segui-das por el gobierno y, finalmente, se ofrecen algunas reflexio-nes acerca de los desafíos que enfrenta la economía mexicana actual.

En particular se profundiza en los análisis relativos al perío-do iniciado a partir de 1982, pues es ahí donde se comienza un proceso de cambio estructural que vino a modificar el modelo de desarrollo, tanto en sus estrategias como mediante el inicio de la apertura hacia el exterior, pues se propuso una reforma del Estado, se intensificó la privatización de empresas públicas, la inversión privada tomó cada vez mayor relevancia; y mediante un examen de tales tópicos, los autores aportan un balance tanto en contenido como en forma, respecto de sus resultados, insuficien-cias y asignaturas pendientes y nos ofrecen un claro panorama de las ideas que impulsaron el cambio en la economía mexicana de las últimas décadas

En este libro se enfatiza la idea de que la ortodoxia neoliberal arrebata a gobiernos y sociedades la potestad de tomar deci-siones autónomas y soberanas para sustituirlas por mecanismos económicos o jurídicos automáticos que vacían de contenido sus-tantivo a la política y llevan de facto a marginar a la democracia ciudadana. Para ello, se contrasta la gran utopía de la Ilustración con la pequeña utopía neoliberal que pretende suplantarla y así, hacer caso omiso del Estado, de la política y de la historia para convertir al hombre en una especie de autómata optimizador. El autor destaca que hay graves problemas, pero simultáneamente se da comienzo a la vieja lucha por la emancipación humana. La diferencia es que hoy la opresión no proviene del autoritarismo de gobernantes o dictadores, sino de reglas de comportamiento uni-versal carentes de las debidas salvaguardas democráticas, pues los descalabros experimentados y las reacciones adversas permi-ten afirmar casi con entera certeza que los paradigmas dominan-tes en las ciencias sociales y la práctica de las políticas públicas están cambiando. En cierto modo, es una reacción natural al au-toritarismo hegemónico, a la erosión democrática asociada a la concentración universal del ingreso y a la difusión de la descom-posición social en las más diversas latitudes y el unipolarismo co-mienza a esfumarse en un pluripolarismo quizá más prometedor, pues se ponen en evidencia preocupaciones por la educación, el cambio climático y la destrucción ecológica; como temas urgen-tes. En particular, México necesita cambiar sus políticas públicas, hasta ahora ahogadas en las ortodoxias del mercado. La conclu-sión es evidente: la estrategia de crecimiento hacia afuera, con apertura de fronteras, después de un corto período inicial de auge

La degradación de las utopías

Novedades

David Ibarra,

La degradación de las utopías,

Facultad de Economía, UNAM, 2008, 108 pp.

Rolando Cordera y Carlos Javier

Cabrera Adame, El papel de las

ideas y las políticas en el cambio

estructural en México, UNAM-FCE,

2008, 568 pp.

unam

El papel de las ideas y las políticas en el

cambio estructural en México unam

ha resultado poco exitosa y esa insuficiencia dinámica se traduce en injusticia social manifiesta. No todo lo resuelve el mercado, se requiere de la acción estatal redistributiva y rectora del desa-rrollo

Page 116: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

116

Esta guía presenta una estrategia metodológica para la realización de investigaciones bibliográficas en las ciencias socioeconómicas, mediante la incorporación de las tecnologías actuales de informa-ción y comunicación a las diversas etapas del trabajo de investigación, como por ejemplo, la creación de mapas de ideas, el procesamiento de textos, el manejo de bibliogra-fías y la elaboración de fichas de trabajo, estas últimas con base en el Sistema de Información Docu-mental (SIDECO).

El texto es útil como un cur-so de precisión metodológica en proyectos de investigación de ni-vel universitario, ya que expone el uso de técnicas y estrategias para la búsqueda y el procesamiento de información con el apoyo de recursos informáticos, con el fin de conducir los esfuerzos intelectuales durante el desarrollo de la investigación, de manera eficiente, organizada y coherente.

La guía, descriptiva y funcional, puede utilizarse también en trabajos bibliográficos de licenciatura, así como en tesis profesio-nales y de grado. De este modo contribuye a la generación de nuevos conocimientos y apoya la formación de investigadores

En el libro se advierte que a pesar de que los apóstoles de la integra-ción económica en México espera-ban que con el acceso a un merca-do grande hubiera oportunidades para operar economías de escala cuyos capitales provendrían “de afuera”. El tlcan atraería los niveles de Know how e inversión, surgirían negocios rentables y se daría un crecimiento alto y sostenido. Sin embargo, si bien la venta de acti-vos ayudó a equilibrar las finanzas públicas y sufragar el consumo privado, no se promovió una me-jor infraestructura ni exportaciones más competitivas. Peor aún, México vendió activos y se endeudó en vez de ahorrar.

Así, con la reforma financiera vinieron los flujos de capital y se produjo una ilusión monetaria efímera que no ha estimulado el crédito bancario ni el ahorro privado; hay pocas inversiones y poca productividad. México es un claro ejemplo de que po-líticas ineficaces y no la mala suerte, son las responsables del estancamiento económico, De no matizar el fundamentalismo de mercado y diseñar políticas públicas que enmarquen el capital externo dentro de una estrategia que amplíe la capacidad neta

Capital externo y crecimiento económico en México

Los circuitos del capital y la reproducción simple

unam

unam

El autor señala que estudio del tomo II de El capital, generalmente ha sido menospreciado o malinter-pretado, aún dentro de la tradición marxista. Por ello, el presente libro pretende contribuir a superar tal situación; con el fin de tener una visión conjunta, integral y dialécti-camente concatenada de los dos procesos en la dinámica reproduc-tiva del capital. Como se intenta de-mostrar, Marx realiza el estudio de la unidad dialéctica producción-cir-culación a través de dos métodos diferentes, por un lado, los Circui-tos del Capital y; por otro lado, los Esquemas de Reproducción, que

Benjamín García Páez, Capital externo

y crecimiento económico en México, 1970-2005, Facultad

de Economía, UNAM, 2008, 252 pp.

Alfredo Popoca García, Coordi-nador, Roberto Cabral Bowling y Alejandro Pérez Pascual, Los circuitos del capital y la repro-ducción simple, Facultad de

Economía, UNAM, 242 pp.

Alejandro Méndez Rodríguez y Marcela Astudillo Moya,

La investigación en la era de la información. (Guía para realizar la bibliografía y fichas de traba-jo), Instituto de Investigaciones

Económicas, UNAM-Editorial Trilla,

2008, 184 pp.

La investigación en la era de la información.(Guía para realizar la bibliografía y fichas

de trabajo)unam

abordan la dinámica del sistema partir de condiciones reproduc-tivas estables, estacionarias o expansivas, orientados a afrontar las cuestiones relacionadas con la asignación del capital social entre los diferentes sectores productivos así como la determina-ción de las condiciones de intercambio sectorial, que garanticen su reproducción equilibrada, también se señala que no obstante que estos dos métodos son diferentes, también son complemen-tarios entre sí.

En suma, lo que se quiere demostrar en el trabajo es que para llevar a cabo un estudio integral y dialécticamente concate-nado entre la producción y la circulación del capital, es necesario vincular los circuitos del capital, los esquemas de reproducción y la teoría monetaria, y que el resultado de la investigación con-lleva a una serie de cambios de los planteamientos originales de Marx, que de ninguna manera significan una abolición de su teo-ría, sino sólo una modificación consistente que le permite tener una mayor vigencia y riqueza teórica que la de la teoría ortodoxa y monetarista, porque conforme se pasa de niveles de abstracción más alejados de la realidad a otros más concretos, el concepto del valor se va transformando y haciéndose más complejo hasta convertirse, en este caso, en precio directo

Page 117: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

117

La trayectoria de articulación de México a las redes globales de producción de prendas de vestir establece uno de los frentes más dinámicos del proceso de reestruc-turación, apertura y reinserción de nuestro país en la economía mun-dial, y el libro explora distintas di-mensiones de este proceso, con el propósito de evaluar la naturaleza y características de dicha integra-ción, así como sus posibilidades futuras en un contexto de cambios que auguran un entorno de mayor competencia e incertidumbre para los próximos años.

En consecuencia, el foco cen-tral de la investigación es sobre los vínculos de la industria del vestido mexicana con la economía global. El análisis se poya en un conjunto de formulaciones teóricas recien-

tes en torno a la estructura y funcionamiento de las redes del capitalismo global, las cuales son retomadas con un enfoque co-mún, basado en el concepto “cadenas globales de valor”.

La autora ha participado en varios estudios sobre la economía de Sonora y el desarrollo de su sector industrial, con énfasis en los procesos de reestructuración e integración internacional

La inserción de México en la arquitectura cambiante de redes del suministro del ves-

tido hacia Estados Unidos (1985-2003)unam

Guadalupe García de León,La inserción de México en la

arquitectura cambiante de redesde suministros del vestido hacia Estados Unidos (1985-2003),

Instituto de Investigaciones Económicas,

UNAM-Miguel Ángel Porrúa, 2008, 400 pp.

Esta obra contribuye a un mayor entendimiento de las relaciones entre políticas públicas, economía y desarrollo urbano, al descubrir la heterogeneidad de las respues-tas del sector industrial, como un conjunto de diversos actores sociales urbanos, a diferencia de las respuestas homogéneas que esperan de ellos los planificadores y diseñadores de las políticas gu-bernamentales. Existen prejuicios o enfoques tendenciosos contra las grandes concentraciones in-dustriales y urbanas que influyen sobre las políticas urbanas en el ámbito mundial y son un elemento importante en la agenda guberna-mental mexicana.

El libro analiza las políticas, el contexto histórico en el cual fueron diseñadas, así como las

respuestas de los industriales y las consecuencias de tales res-puestas.

El autor sostiene que cualquier intento por diseñar e imple-mentar políticas que no tomen en cuenta la participación real de lo actores sociales está destinado al fracaso. En el caso mexicano, cuya experiencia podría replicase en otros países en desarrollo, las respuestas de los empresarios industriales han frustrado las intenciones del gobierno por detener la expansión industrial y ur-bana de la Ciudad de México. Más aún, han surgido nuevos patro-nes de adaptación industrial y de reorganización, los cuales han

Actores urbanos y políticas públicasEstrategias de las manufactureros de la Ciudad de México ante el neoliberalismo

unam

Carlos Bustamante Lemus,Actores urbanos y políticas públicas Estrategias de los

manufactureros de la Ciudad de México ante el neoliberalismo,

Instituto de Investigaciones Económicas,

UNAM-Miguel Ángel Porrúa, 2008, 466 pp.

de producción, genere más empleos y vincule esos ingresos a un comercio exportador dinámico, el crecimiento económico segui-rá siendo una quimera y otras reformas estructurales necesarias continuarán pendientes

dado paso a nuevas formas de producción, empleo, informalidad, localización industrial, uso disperso de la infraestructura urbana y de los servicios públicos.

Se destaca la necesidad de revisar tanto las políticas hacia las grandes ciudades de los países en desarrollo, como el papel de las pequeñas y medianas industrias como importantes contribu-yentes para la reproducción de la actividad económica y social y la disminución de la pobreza urbana en la Ciudad de México

Page 118: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

118

Investigación EconómicaVol. LXVI, núm. 264, Facultad de Economía, unam, abril-junio

de 2008

Lecturas

Investigación Económica UNAM

Economía Informa UNAM

Economía InformaNúm. 350, Facultad de

Economía, unam, enero-febrero de 2008

Problemas del desarrollo UNAM

Problemas del DesarrolloVol. 39, núm. 152, Instituto de Investigaciones Económicas, unam, enero-marzo de 2008

ECONOMÍA INFORMAUNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Economía del conocimientoGlobalización y cambio tecnológicoCapitalismo cognoscitivoLa industria del software

Capitalismo actual, conocimiento y desarrollo

Publicación bimestralnúmero 338

enero-febrero de 2006

El presente número de Investigación Económica se enriquece con notables contribuciones. Por ejemplo, José Alberto Godínez y Noé Arón Fuentes presentan un análisis sobre el precio futuro del maíz amarrillo en la Bolsa de Futuros de Chicago y los precios físicos en México, cuyos resultados evidencian que no es óptimo utilizar los instrumentos del precio futuro del maíz amarrillo para cubrir el riesgo de los precios físicos mexicanos. Fabián Amico realiza un estudio sobre la recuperación económica de Argentina tras la crisis de 2002, que a pesar de los sombríos pronósticos, ha tenido un crecimiento sostenido, resultado de un conjunto de políticas distintas de las aplicadas en los noventa. En cuestiones teóricas, el trabajo de Pu Chen, Gang Gong, Armon Rezai y Willi Semmler analiza el nexo entre crecimiento de la productividad y el desempleo, desagregando datos sobre el crecimiento de la productividad en sus componentes de corto y largo plazos, formulando un modelo de equilibrio general dinámico que predice un efecto positivo de la productividad sobre el desempleo en el corto plazo y un efecto negativo en el largo plazo. Otros estudios teóricos y empíricos enfocados a la economía mexicana y América Latina se presentan en este número

El 1 de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio que México firmó con Estados Unidos y Canadá. Una de las negociaciones más “delicadas” fue la del sector agrícola, en la cual los tres países acordaron se abriera gradualmente, debido a que se tenían profundas asimetrías en esta actividad económica. Nuestro país esperaba aprovechar las ventajas comparativas en el terreno de la horticultura para incrementar sus exportaciones, asimismo, México resultaba particularmente atractivo para Estados Unidos, ya que tenía un mercado en rápida expansión para las exportaciones agrícolas norteamericanas. En enero de 2008 se cumplió el plazo de apertura total de los productos agropecuarios, y para que lo anteriormente anunciado se cumpliera era necesario que las asimetrías

existentes entre los países miembros del Tratado se minimizarán; sin embargo, 14 años después de la apertura agrícola, las asimetrías existentes entre las tres naciones aún persisten, y en algunos casos se han profundizado, situación que ha llevado a diversos estudios y debates sobre el tema, siendo algunos de ellos los presentados en el reciente número de Economía Informa

Problemas del Desarrollo ofrece a sus lectores diversos estudios sobre regionalismo, sector externo y crecimiento endógeno. Inicia presentando un estudio sobre el nexo del regionalismo y el multilateralismo, donde Alfredo Guerra-Borges señala que ambos deben de coexistir como entidades que interaccionan, cada una con base en lo que la realidad les conceda. Posteriormente, Salvador Rivas y Francisco Venegas, por un lado, y Eduardo Ramírez, por el otro, desarrollan modelos de crecimiento endógeno para analizar aspectos de economía pública. Los primeros autores estudian la participación del gobierno en el desarrollo tecnológico, y el segundo se enfoca a la importancia de la política fiscal. Germán de la Reza comparte su interés por el sector externo con Benjamín Burgos y Alejandro Mungaray al presentar, por un lado, un análisis teórico que abre nuevas brechas en el estudio del crecimiento al enfocarse en la entropía del sector externo, y por otro, un estudio sobre la relación que la inequidad salarial guarda con la calificación laboral en el momento justo en que el proceso de liberalización comercial permite explicar la apertura externa de la economía mexicana y el ensanchamiento de la brecha entre trabajo calificado y no calificado. Estos son algunos ejemplos de los trabajos que componen este número de Problemas del Desarrollo

Page 119: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

119

De los autores

Alejandra Machín Álvarez

Ana María Aragonés

Enrique Palazuelos Manso

Doctor en Ciencias Económicas

por la Universidad Complutense

de Madrid (1982), Catedrático

de Economía Aplicada de la

misma y director del Grupo de

Investigación “Crecimiento

de la Economía Mundial”

(GICEM), director de “Claves de la

Economía Mundial” ICEX (2002-

2006). Entre sus publicaciones

destacan 12 libros propios como

autor, 10 libros como director

o coordinador y autor, 13 libros

como co-autor, 65 artículos en

revistas especializadas. Sus temas

de especialización son: Economía

de Estados Unidos, Crecimiento

de la productividad en las

economías europeas, Mercados

financieros internacionales y

Economía de la energía. Las

publicaciones recientes son:

“Dinámica macroeconómica de

Estados Unidos: ¿transición entre

dos recesiones?”, ECONOMÍAunam,

12, 2007, “The influence of

earnings on income distribution

in the United Status”, Journal Socio-Economics, 2006, 35-4;

“Fases del crecimiento económico

de los países de la Unión

Europea”, Estudios Económicos de Desarrollo Internacional, 2006, 6-1; “crisis financieras en

la economía global: la experiencia

de Rusia después de la crisis de

1998”, en E. Correa, A. Girón

y A. Chapoy, Consecuencias financieras de la Globalización,

Miguel Angel Porrúa / UNAM

(coordinado con María Jesús

Vara), 2005

Licenciada en Ciencias

Económicas por la Universidad

Complutense de Madrid (2008),

Becaria de Iniciación a la

Profesora Titular C Tiempo

Completo Definitivo, Profesora

de Historia Económica en la

carrera de Economía en la FES-

Acatlán, Profesora del Posgrado

Estudios México-Estados

Unidos. Miembro del Sistema

Nacional de Investigadores

Nivel 1. Tiene licenciatura en

Historia por la UNAM, Maestría

en Administración del Trabajo

por la Universidad Autónoma

Metropolitana y Doctorado en

Derecho por la Universidad

de Montpellier, Francia.

Asimismo cuenta con Estudios

de Doctorado en Estudios

Latinoamericanos en la Facultad

de Ciencias Políticas y Sociales.

Ha sido Profesora Invitada en

la Universidad Lanus, Argentina

entre 1998-1999, profesora

Invitada Fulbright, Universidad

de Salisbury, MD, Estados

Unidos, 2000-2001. Cátedra

Especial Nabor Carrillo (2006),

Profesora de las Cátedras:

Historia Económica General,

Historia Económica de América

Latina, Historia Económica de

México y Profesora de Posgrado:

Seminario de Investigación IV.

Ente sus publicaciones destacan

tres libros: Aragonés Castañer

Ana María y José Miguel Candia,

1990, Planes de desarrollo y Política demográfica en México,

Ed. Primera, México. UNAM-ENEP

Acatlán; Aragonés Castañer

Ana María, 2004 Migración Internacional de trabajadores. Una perspectiva histórica. 1ª

reimpresión, México, PyV –UNAM-

Acatlán; Aragonés Castañer

Ana María, Aida Villalobos, Tere

Correa, coord. (2005) Análisis y perspectivas de la Globalización. Un debate teórico, México, FES

Acatlán-PyV. Participa en dos

proyectos de investigación

PAPIIT: 1. Las nuevas causas de

la migración en México en el

contexto de la Globalización.

Tendencias y perspectivas a

inicios del nuevo siglo; y 2.

Mercado laboral, condiciones

de la estructura productiva

en Estados Unidos, sus

necesidades de fuerza de trabajo

migrante y el impacto sobre

nuevos destinos migratorios.

Posibilidades de integración de

los migrantes. Así como diversas

publicaciones de artículos en

libros, revistas y presentaciones

en congresos y coloquios

nacionales e internacionales

Uberto Salgado Nieto

Pasante de la licenciatura

en Economía de la Facultad

de Estudios Superiores

Acatlán; pre-especializado

en econometría, Becario en

diversos proyectos PAPIIT; ha

laborado como ayudante de

profesor de asignatura “B” en

la Facultad de Economía de

la UNAM; ha colaborado en el

artículo de Sánchez, A. Reyes, O.

“Regularidades probabilísticas

de las series financieras y la

familia de modelos GARCH”;

en la revista de Ciencia Ergo Sum; Vol. 13 número dos, julio-

octubre 2006; y ha realizado

artículos en coautoria con

Eduardo Loría & Armando

Sánchez “The Exchange rate

Investigación por la UCM, Miembro

del Grupo de Investigación

“Crecimiento de la Economía

Mundial” (GICEM). Ha colaborado

con E. Palazuelos en “Dinámica

macroeconómica de Estados

Unidos: ¿transición entre dos

recesiones?”, ECONOMÍAunam, 12,

2007

and the Fundamentals in México

1985-2005: A SVAR model”

en dictamen para el Journal of International Money and Finance,

Elsevier, Mimeo; y también en

coautoria con Aragonés, A.,

Ríos, E & Salgado, U; “Foreign

direct investments and the new

migration pattern for Europe”,

en dictamen para el Journal of International Migration,

Blackwell, Mimeo

Licenciada en Economía,

FES Acatlan, UNAM, Maestra en

Población, FLACSO (2003-

2005), cursa la Maestría en

Urbanismo, FES Acatlan, UNAM.

Es profesora de Asignatura “A”

Interina, en la FES Acatlan (2006

a la fecha). Ha escrito el artículo

Sectores de inserción laboral de la fuerza de trabajo migrante en la zonas metropolitanas de Querétaro, 1995-2000

y el libro Antiguos y nuevos movimientos migratorios en el continente americano, editado

por UAM Xochimilco, en prensa.

Como coautora de: “Migración

y mercados de trabajo en el

nuevo siglo. Un acercamiento

teórico,” en el libro: Los Latinos en Estados Unidos: visiones y conexiones; del artículo “Foreign

Direct Investments and the new

migration pattern for Europe” en

la Revista: International Migration,

con Ana María Aragonés y Uberto

Salgado. Asimismo participó en la

publicación electrónica de ALASRU

(Asociación Latinoamericana

de Sociología Rural), Congreso

realizado en Quito, Ecuador

(24-28 de noviembre de 2006).

Ha publicado tres reseñas en la

Revista Mexicana de Sociología,

Año LXVII/Núm. 4, octubre-

diciembre de 2005, UNAM,

Esperanza Ríos Álvarez

Page 120: Enrique Palazuelos y Alejandra ... - Facultad de Economía

120

Moritz Cruz

Alma Chapoy Bonifaz

Es Profesor Asociado “C” Tiempo

Completo en la Facultad de

Economía de la UNAM, donde

también realizó su licenciatura

en Economía, Tiene Doctorado

en Ciencias Económicas y

Empresariales, por la Universidad

Autónoma de Madrid, España,

2000. Sus líneas de investigación

son: Economía de la Educación

y Empleo; Financiamiento

y Fiscalización del sistema

político mexicano en perspectiva

internacional; Globalización y

economía mundial. Actualmente

es responsable académico del

proyecto PAPIIT: El financiamiento

al sistema de partidos en las

Ciro Murayama Rendón

2005, pp. 831-833. también

colaboró en el trabajo “Migración

y Explotación de la Fuerza de

Trabajo en los años noventa:

saldos del neoliberalismo”, por

Ana María Aragonés Castañer, en

El sector agropecuario mexicano frente al nuevo milenio, Blanca

Rubio (Coordinadora), Ed. Plaza y

Valdes, 2004, pp. 239-268

Es licenciada en Economía, UNAM,

investigadora titular B de T.C.

y Nivel PRIDE: B. Se especializa

en temas de economía fiscal y

financiera. Participa en varios

proyectos de investigación

relacionados con: Evolución

reciente de la Unión Económica

Monetaria Europea; Ampliación de

la Unión Europea; Repercusiones

de las corrientes de capital a los

países, subdesarrollados. Dentro

de sus publicaciones relevantes

destacan los libros: Problemas monetarios internacionales.

UNAM, México, 1971, 96 pp.;

Empresas multinacionales, instrumento del imperialismo,

Ediciones El Caballito, 1975,

372 pp.; Ruptura del sistema monetario internacional, UNAM,

México, 215 pp. 1ª. Edición

(1979), 2a. edición (1983) y 3a.

edición (1987); La Comunidad Económica Europea: banco central único y moneda común.

Azaroso camino. Cuadernos

de economía. IIEc-UNAM, México,

1993, 149 pp.; Hacia un nuevo sistema monetario internacional, Colección Jesús Silva Herzog.

México. Miguel Angel Porrúa-

UNAM-IIEc, 1998, 298 pp.; El Sistema Monetario Internacional, México. Miguel Angel Porrúa-

UNAM-IIEc, Colección Textos

Breves de Economía, 2001, 130

pp. Asimismo ha participado

en varios libros colectivos y en

numerosos artículos para revistas

especializadas

Doctor en Economía por la

Universidad de Manchester,

Inglaterra. Investigador del Instituto

de Investigaciones Económicas

de la UNAM. Es miembro de SNI.

Sus temas de investigación versan

sobre el desarrollo económico.

Ha publicado diversos artículos

en revistas tanto internacionales

como nacionales. Ha sido

investigador visitante en el World

Instituto for Development

Economics Reserach (WIDER) y

en la University of New South

Wales

Economista por la Facultad de

Economía de la unam, realizó es-

tudios de posgrado en economía

y política energética y obtuvo el

doctorado en economía en la Uni-

versidad de Grenoble. Se inició

como docente e investigador en

esa misma universidad (1972-

1973) y continuó esas activi-

dades en el Colegio de México

(1973-1976). En la Facultad de

Economía formó parte del grupo

académico que inició el programa

de doctorado (1976). Dirigió la

División de Estudios de Posgrado

de esa Facultad en dos períodos

(1978-1981 y 1989-1991), ha

coordinado varios proyectos de

intercambio y cooperación cien-

tífica y ha sido asesor en materia

energética en diversas institucio-

nes de Europa y América Latina.

Sus actividades académicas las

ha orientado, sobre todo, al estu-

dio de temas energéticos relacio-

José Alberro

Es Director en LECG (http://www.

lecg.com), una empresa de

consultoría líder a nivel mundial.

Se especializa en temas de esti-

mación de daños, tarificación de

redes (electricidad, gas natural,

agua, telecomunicaciones), com-

petencia económica y estimación

del impacto económico de diver-

sas medidas gubernamentales,

regulatorias o de inversión. Fue

profesor-investigador en El Cole-

gio de México durante 10 años y

fue profesor de planta en la Uni-

versidad de Illinois-Chicago du-

rante 6 más. Fue miembro del SNI

durante 6 años y ha sido miembro

de la Academia Mexicana de

Ciencias por 20 años. Asimismo

trabajó durante más de una déca-

da en el gobierno mexicano (SHCP,

SPP y SECOFI); fue el representante

de Pemex en las negociaciones

del TLCAN y Director-fundador de

Pemex Gas y Petroquímica Bási-

ca. Ha sido consultor del Banco

Mundial, del PNUD y de la CEPAL.

Ha sido árbitro internacional del

Centro Internacional de Arreglo

de Diferencias Relativas a Inver-

siones (CIADI/Banco Mundial). Ob-

tuvo un doctorado en Economía

en la Universidad de Chicago y ha

Angel de la Vega Navarro

nados con el desarrollo y la eco-

nomía internacional. Es miembro

del sni y ha publicado numerosos

artículos en revistas y libros, tanto

en el país como en el extranjero.

El autor ha sido invitado a varias

universidades e instituciones

europeas y latinoamericanas para

dictar conferencias y seminarios y

realizar estancias de investigación.

Participó en la organización del

Coloquio Internacional “Energía,

Reformas Institucionales y De-

sarrollo”, realizado mediante una

colaboración entre la unam y la

Universidad de Grenoble (noviem-

bre, 2003). Entre sus publicacio-

nes destaca el libro La evolución del componente petrolero en el desarrollo y la transición de México, Programa Universitario

de Energía, unam, México, 1999.

En la actualidad es profesor del

Posgrado de Economía y del Pos-

grado de Energía en la Facultad

de Ingeniería de la unam

publicado más de 40 artículos en

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Investigadores, Nivel 1