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Roberto Es p osito Bíos Biopotica y filosoa MUTACIONES orrortujeditores

Esposito - Biopolitica y Filosofia

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  • Roberto Esposito

    Bos Biopoltica y filosofa

    MUTACIONES

    AInorrortujeditores

  • Coleccin Mutaciones Bos. Biopolitica y filosofw, Roberlo Esposito (?) Giulio Einaudi editare, 'furin, 2004 T,radur.cin: Carla R. Molinari Marotto ,
  • 235 5. Filosofa del bos 235 1. La filosofia despus del nazismo 252 2. La carne 272 3. El nacimiento 292 4. Norma de vida

    1111 I'oduccin

    1 /,'rwcia, noviembre de 2000. Una decisin de la 1 1111 ti d, Casacin abre una lacerante brecha en la j" lnukncia francesa, al dejar sin efecto dos fallos de

    ""IIIIUH instancia, contrarios a su vez a otras tantas ""I.II

  • su propia vida de sujeto? No slo ello. Dado que quien est en condiciones de obstaculizar un derecho subjetivo tiene la obligacin de abstenerse de hacerlo, esto implica que la madre se habra visto forzada a abortar, con prescindencia de su libre eleccin. El derecho del feto a no nacer configurara, en suma, un deber preventivo, de quien lo ha concebido, de suprimirlo, instaurando as una cesura eugensica, legalmente reconocida, entre una vida que se considera vlida y otra, como se dijo en la Alemania nazi, indigna de ser vivida.

    Afganistn, noviembre de 2001. Dos meses despus del ataque terrorista del 11 de septiembre, en los cielos de Mganistn se perfila una nueva forma de guerra humanitaria. El adjetivo no se refiere, en este caso, a la intencin del conflicto ---{;omo en Bosnia y en Kosovo, donde se pretenda defender a pueblos enteros de la amenaza de un genocidio tnico-, sino a :m instrumento privilegiado: los bombardeos. As, sobre el mismo territorio y al mismo tiempo, junto a bombas de alto poder destructivo se arrojan tambin v v'r B y medicinas. No debe perderse de vista el umbral que de este modo se atraviesa. El problema no reside nicamente en la dudosa legitimidad jurdica de guerras que, en nombre de derechos universales , se ajustan a la decisin arbitraria, o interesada, de quien tiene la fuerza para impcnerlas y comandarlas; tampoco en la frecuente divergencia entre objetivos propuestos y resultados obtenidos. El oxmoron ms punzante del mb.ar.d-Q

    hUI!lilI.U.tario reside, antes

    bien, en la JEanifiesta superposicin entre declarada dfensa de la vida efectiva prod uccin de muerte.Ya ls guerras del siglo XX nosna5 {ffiacostumbrado a la inversin de la proporcin entre victimas militares -que antes superaban con mucho a las dems- y vctimas civiles, cuyo nmero es hoy ampliamente su

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    porior al de las primeras. Asimismo, las persecuio-1111:'1 sles se basaron desg!Lsigmre..I!.el_pr.esupuesto de que la muerte de unos refuerza la vida de lop- otros. P.ero, justamente por elo eIl:tre';:;;:;;'rte y VI a -entre vida.e-l:J().del'!:l:ui!:'y' v.i9.ue e ti ,be salvar- persiste, e incluso seprofund,z, . . e.Ls\g CQ de una clara divisin. Este deslinde es el que tiende : 1 borrarse en la ig;:acle los bombardeos destinados a ruutar y proteger a las mismas personas. La razu1e ,,,t.a indistincin no ha de buscarse, com() Se$)lklta-

    .J"-A...../"".""' .. . - -, _ . . .

    . ", . .

    ,'1'1', cn.1,l.!l,cunbio estructural de la guerra"slo s bien en la t.nmsf QrrnilCin, mucho ms radical, de la

    tI lea subvacente de humanitas. Esta, consi'derada du-- - - - - . . or-------

    nmte siglos como aquello que sita a los hombres por '-'fleima de la simple vida comn a las otras especies, y t', rgada adems, precisamente por ello, de valor pollico, no deja de adherirse cada vez ms a su propia materia biolgica. Pero, una vez consustanciada con ,;u pura sustancia vital, esto es, apartada de toda forlila jurdico-poltica, la humanidad del hombre queda 1I 'cesariamente expuesta a aquello que puede a un tiempo salvarla y aniquilarla.

    Rusia, octubre de 2002. Grupos especiales de la polica del Estado irrumpen en el Teatro Dubrovska de Mosc, donde un coruando checheno tiene como rehe nes a casi mil personas, y provocan, con un gas paralizante de efectos letales, la muerte de 128 rehenes y de casi todos los terroristas. El episodio,Iusfincado e inluso tomado com;:;;:odelo de firmeza por otros gobiernos, marca un paso ms en la direccin antes comentada. Aunque en este caso no se utiliz el trmino humanitario, no hay diferencia en la lgica subyacente: la muerte de decenas de ersonas es conse-cuencia JYoit! tq-.illkma.de..alvar_acu posiOT."Sin extendernos sobre otras circunstancias inquietantes, como el uso de. gases prohibidos por los

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    FernsehTypewritten Textormacin,mucho mas radical, de la

    FernsehTypewritten Textdu-

  • tratados internacionales, o la imposibilidad de contar de antemano con antdotos adecuados con tal de mantener en secreto su naturaleza, detengmonos en el punto que nos interesa: la muerte de los rehenes no fue un efecto indirecto y accidental de la accin de las fuerzas del orden, como puede suceder en estos casos. No fueron los chechenos, sorprendidos por el asalto de los policas, sino los propios policas quienes eliminaron a los rehenes sin ms. Suele hablarse de especulandad entre los mtodos de los terroristas y los de qUlenes los enfrentan. Ello puede ser explicable y, dentro de cIertos lmites, hasta inevitable. Pero tal vez nunca se vio que agentes gubernativos cuyo cometido era salvar de una muert;. p9sib1e a lQs rehenes tle.v!,!rr!c'll?s .. mims la ata;a con q -Io terrorista:>. se limitaban a ame nazar.-ViiOs factores I empeo por desalentar esta clase de atentados el mesaje a los chechenos de que su batalla est perdida sm esperanzas, el despliegue de un poder soberano en evidente crisis- incidieron en la decisin del preSIdente ruso. No obstante, hay algo ms, algo que constituye su tcito presupuesto. El blitz en el Teatro Dubrovska no marca la retirada de la poltica ante la fuerza al desnudo, como tambin se dijo. Tampoco puede reducrselo al desvelamiento del vnculo originano entre poltica y mal. Es la expresin e"t;(ema que la poltica puede asumir cuando de.be.afrontar sin media.c.iones la cuestin de a supervivencia de seres humanos suspendidos entrela vida y'1 muerte. Para mant. enerlos con vida a toda costa, in,cluso puede tomar la decisin de PreciP!ia.rsu muerte.

    China, febrero de 2003. La prensa occidental divulga la noticia, rigurosamente mantenida en secreto por el gobierno chino, de que tan slo en la provincia de Henan hay ms de un milln y medio de seropositivos, con tasas que en algunas localidades, como Don.

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    111111, :U an7.al1 al ochenta por ciento de la poblacin. A llIforoncia de otros pases del Tercer Mundo, el contaIJ no tiene una causa natural o sociocultural, sino li.m y llunnmente econ6mico-poltica.No seorig;n a en 1 Blnciones sexuales sin proteccin, ni en el consumo 11II1,ihiginico de drogas, sino en la venta masiva de TIIlb'Te, estimulada y administrada directamente por

    .-lll'obierno central. La sangre, extrada a campesinos (". 'sitados de dinero, se centrifuga en grandes conteIludores que separan el plasma de los glbulos rojos. Mientras el plasma es enviado a adquirentes ricos, I,, glbulos rojos se inyectan nuevamente a los do""lltes para evitarles la anemia e impulsarlos a reIJ("tir cOntinuamente la operacin. Pero basta con que \II\U solo de ellos est infectado para contagiar toda la IJcutida de sangre sin plasma que contienen los granI,, autoclaves. De este modo, poblados enteros se han llenado de seropositivos, destinados casi siempre

    I morir por falta de medicamentos. Es cierto que pre,'iIIllmente China empez, poco tiempo atrs, a comercializar frmacos antisida de produccin local a bajo n>sto. Mas no para los campesinos de Henan, ignoradlls por el gobierno e incluso obligados al silencio para 110 tenninar en la crcel. Quien revel la situacin, al quedar solo tras la muerte de todos sus allegados, pre ri morir en la crcel antes que en su cabaa. Basta ()n desplazar el objetivo hacia otro fenmeno ms lunplio para darse cuenta de que la seleccin biolgiea, en un pas que an se define como comunista, no I'S slo de clase, sino tambin de gnero. Al menos desde que la poltica estatal del hijo nico, destinada a impedir el crecimiento demogrfico, en conjuncin con la tcnica de la ecografia, lleva al aborto de gran pmte de quienes habran llegado a ser futuras mujeres. Esto vuelve innecesaria la tradicional usanza tumpesina de ahogar a las recin nacidas, pero inevitablemente incrementa la desproporcin numrica

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  • entre varones y mujeres: se calcula que en no ll\:IS de veinte aos ser difcil que los hombres chinos encuentren esposa si no es arrancndola, an adolescente, a su familia. Tal vez sea esta la razn por la cual, en China, la relacin entre los suicidios femeninos y masculinos es de cinco a uno.

    Ruanda, abril de 2004. Un informe de la ONU da a conocer que diez mil nios de la misma edad son el fruto biolgico de los estupros tnicos cometidos, diez aos atrs, durante el genocidio que los hutu consumaron contra los tutsi. Como ms tarde en Bosnia y en otras partes del mundo, esta prctica modifica de manera indita la relacin entre vida y muerte conocida rn las ';IJcrrns tradicionales e incluso en aquellas, lln mnclna a'mtricas, libradas contra los tenorisLas. 1-:" ellas, la muerte siempre viene de la vida -11" l" JO" intermedio de la vida, como en los ataqu(':, ui"idas de los kamikazes-, mientras que en el lI.l,IIpro tnico es la vida la que viene de la muerte, de 1" violencia, del tenor de mujeres a quienes se embaJ'HZ' an desmayadas por los golpes recibidos o inmovilizadas con un cuchillo sobre la gar'ganta, Es este un ejemplo de eugenesia "positiva que no se contrapone a la otra, negativa, practicada en China u otros sitios, sino que constituye su resultado contrafctico, Mientras los nazis, y todos sus mulos, consumaban el genocidio mediante la destruccin anticipada del nacimiento, el genocidio actual se lleva a cabo mediante el nacimiento forzado, equivalente a la ms drstica perversin del acontecimiento que lleva en s la esencia de la vida, adems de su promesa. Contrariamente a quienes vieron en la novedad del nacimiento el presupuesto, simblico y real, par'a una accin poltica renovada, el estupro tnico hizo del nacimiento el punto culminante de la conjlUlcin entre poltica y muerte -pero todo ello, en la trgica paradoja

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    rll' lIllO nu t'va generacin de vida-, Que todas las III"ures de guerra ruandesas, al dar testimonio acerr" el su experiencia, hayan declar'ado que aman a su (ijo nacido del odio, significa que la fuerza de la vida I ,r 'valece an sobre la de la muerte. SIgnIfica tam-I ,il'll que la ms extrema prctica inmunitaria -afirIII:lr la superioridad de la sangre propia llegando a '" 'J.l0nerla a quien no la comparte-- est destinada a \'"Iverse contra s misma, produciendo exactamente lo 'lue quera evitar, Los hijos hutu de las mujeres tut'" o tutsi de los hombres hutu, son el resultado obJetlvlnente comunitario --esto es, multitnico- de la IlUis violenta inmunizacin racial, Tambin desde esll' perspectiva estamos frente a una suerte de indeci!lible un fenmeno de dos caras, en el que la vIda y la pOltica se imbrican en un vnculo imposible de interpruLaJ' sin un nuevo lenguaje conceptual,

    2. En su centro est la nocin de biopolitica. Slo I':.lh'ndose en ella es posible encontrar, para aconteciIIrientos como los expuestos, que escapan a una interIII'cl.acin ms tradicional, un sentido global que vaya 1111\8 all de su mera manifestacin. En verdad, ellos I1 vuelven una imagen extrema, pero ciertamente. no inexacta, de una dinmica que a esta altura involucra Il todos los grandes fenmenos polticos de nuestro ilpmpo. De la guerra de y contra el terrorismo a las "'iraciones masivas, de las polticas sanitarias a las Ikmogrficas, de las medidas de seguridad preventlvas a la extensin ilimitada de las legislaciones de vll1crgencia, no hay fenmeno de relevancia interna,'I"nal ajeno a la doble tendencia que sita los hechos nqu mencionados en una nica lnea de significado: 11 r una parte, uIlQcin n I\mbito de la poltica, o del derecho, de)-Vl.da;po_r u 1" o ra, segn parece, como derivacin' .. '::I1..vjnculo Igualmente estrecho con la muerte s eta la trgica

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  • [lrncloja sobre la cual se haba intenogado Michel Foucault en una serie de escritos que se remontan a mediados de la dcada de 1970: po; qu, al menos hasta hoy, una poltica de la vida amenaza siempre con volverse accin de muerte?

    Creo que puede afirmarse, sin desconocer la extraordinaria fuerza analtica de su trabajo, que Foucault nunca dio una respuesta definitiva a este intenogante, O, por mejor decir, siempre oscil entre distintas respuestas, tributarias a su vez de modos diferentes de formular la problemtica que l mismo plante. Las opuestas interpretaciones de la biopoltica que hoy se enfrentan -una radicalmente negativa y la otra incluso eufrica- no hacen sino absolutizar, ampliando la brecha entre ellas, las dos opciones hermenuticas entre las que Foucault nunca hizo una eleccin de fondo. Sin querer anticipar aqu una reconstruccin ms detallada, mi impresin es que este punto muerto filosfico y poltico se origina en una fallida o insuficiente pregunta acerca de los presupuestos del terna en cuestin. No slo

  • rana hs1Ja de libertad. Desde luego, el hecho mismo de que la lii:OPOlttica.moderna tome cuerpo con la mediacin de categoras an referibles a la idea de orden, entendido como lo trascendental de la relacin entre poder y sujetos, significa que el carcter poltico del bos no est afirmado an de manera absoluta.

    I Para que esto OCUlTa \I2.-CJ.ue.la yid?- .sea il1me.dia tamente traducible a poltica, o para que la poltica adquIera una caracterizacin intrnsecamente biol" gica- debe aguardarse hasta el viraje totalitario de la dcaCa-leT930i'especialmente en su versin nazi. . Entonces, no slo se har que lo negativo, esto es, la

    amenaza de la muerte, sea funcional para el establecimiento del orden, como ya sucedia durante la etapa moderna, sino que se lo producir en cantidad cada vez mayor, conforme a una dialctica tanatopoltica destinada a condicionar la potenciacin de la vida a la consumacin cada vez ms extendida de la muerte.

    En el punto de inflexin entre la primera y la segunda inmunizacin se halla la obra de Nietzsche, a la que dedico un captulo completo, no slo por su intrnseca relevancia biopoltica, sino porque constitu ye un extraordinario sismgrafo del agotamiento de las categoras polticas modernas en su rol de mediacin ordenadora entre poder y vida. Hacer de la voluntad de poder el impulso vital fundamental implica afirmar, a Ull tiempo, que la vida tiene una dimensin constitutivamente poltica y que la poltica tiene como nico fin conservar y expandir la vida. Justamente en la relacin entre estas dos ltimas modalidades de referirse al bos se juega el carcter innovador o conservador, activo o reactivo, de las fuerzas enfrentadas. El propio Nietzsche -el significado de su obra- es parte de esta confrontacin y de esta lucha, en el sentido de que expresa, a la vez, la ms explcita crtica a la deriva inmunitaria moderna y un elemento intelno que la acelera. De aqu surge un desdoblamiento, ca-

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    ll'gorial y tambin estilstico, entre dos tonalidades rI ' pensamiento contrapuestas y entrelazadas, que ,'ollstituye el rasgo distintivo del texto nietzscheano: 'I'tinado, por un lado, a anticipar, al menos en el plaIl() terico, el deslizamiento destructivo y autodesLructivo de la biocracia del siglo XX, y, por el otro, a pr(,"(igurar las lneas de una biopoltica afirmativa IlIlll por venir.

    :3. La ltima seccin del libro se ocupa de la rela(',

  • ln, constituyen un testimonio de impresionante evidencia al respecto. Desde este punto de vista, bien puede decirse que la experiencia nazi representa la culminacin de la biopoltica, al menos en la expresin caracterizada por una absoluta indistincin respecto de su reverso tanatopoltico. Pero, justamente por ello, la catstrofe en que se hundi constituye la ocasin para una reflexin epocal renovada acerca de una categoria que, lejos de desaparecer, adquiere cada da ms relieve, como lo demuestran no slo los acontecimientos recordados pginas atrs, sino tambin la configuracin de conjunto de la experiencia contempornea, sobre todo desde que la implosin del comunismo sovitico desplaz la ltima filosofa de la historia moderna, para entregarnos un mundo ntegramente globalizado.

    Hoy en da se debe llevar la reflexin a ese mbito: el ..experimanta_deJn =a_cada vez. ms

    intensa IR indistincin entre poltica y vid yit.l1.(),es el \ del individuo; tampoco el cuerpo sobero deJas nadones, sIno el o, a a vez -desK-a:r::tad

  • objeto y su propio sujeto, morigerando la presin de los nuevos poderes soberanos donde sea posible y necesario. Quiz lo que hoy se requiera, al menos para quien hace de la fiJosofia su profesin, sea el camino inverso: no tanto pensar la vida en funcin de la poltica, sino pensar la poltica en la forma misma de la vida. En verdad, no es un paso fcil: consistira en referirse a la biopoltica no desde fuera -en la modalidad de la aceptacin o en la del rechazo--, sino desde su interior. Abrirla hasta hacer surgir algo que hasta hoy permaneci vedado a la mirada porque lo atenazaba su contrario. De esta posibilidad -y 'de esta necesidad- he procurado ofrecer ms de un ejemplo: en relacin con las figuras de la carne, la norma y el nacimiento, pensadas corno la inversin de las del cuerpo, la ley y la nacin. Pero acaso la dimensin a la vez ms general y ms in tensa de esta deconstruccin constructiva incumba a ese paradigma inmunitario que constituye el modo peculiar en que hasta ahora se ha precntado la biopoltica. N o hay otro caso en el qU(\ RU ('mntica -la proteccin negativa de la vida- revele a tal punto una ntima relacin con su opuesto comunitario. Si la immunitas no es siquiera pensable por fuera del munus comn al que, no obstante, niega, quiz tambin la biopoltica, que hasta ahora conoci su pliegue constrictivo, pueda invertir su signo negativo en una afirmacin de sentido diferente.

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    1. El enigma de la biopoltica

    1. Bio / poltica

    1. En el lapso de algunos aos, la nocin de biopoltica no slo se ha instalado en el centro del debate internacional, sino que ha marcado el inicio de una etapa completamente nueva de la reflexin contempornea. Desde que Michel Foucault, si bien no acu su denoniinacill;n;planfe y recalific el cpncept!l, todo el eSQ.ectrQ

  • te por su condicin de seres vivientes. Algo anlogo se puede afi;:;:;:;ar acerca de"dispositiv poltico de la soberana. No slo no parece en modo alguno destinado a desaparecer, como con cierta precipitacin se haba pronosticado, sino que, al menos en lo que respecta a la mayor potencia mundial, parece extender e intensificar su radio de accin. Y, sin embargo, tambin en este caso, lo hace por fuera del repertorio que durante algunos siglos perfil sus rasgos frente a los ciudadanos y frente a los dems organismos estatales. 'Iras haberse derrumbado la clara distincin entre lo interno y lo externo, y, por consiguiente, tambin entre paz y guerra, que durante mucho tiempo caracteriz al poder soberano, este se encuentra en contacto directo con cuestiones de vida y muerte que ya no conciernen a zonas determinadas, sino al mundo en toda su extensin. En definitiva: vistos desde cualquier ngulo, derecho y poltica aparecen cada vez ms directamente comprometidos por algo que excede a su lenguaje habitual, alTastrndolos a una dimensin exterior a sus aparatos conceptuales. Ese algo se elemento y esa sustancia, ese sustrato y esa turbulencia- es justamente el objeto de la biopoltica.

    Empero, su relevancia epocal no parece cOlTesponderse con una adecuada claridad en cuanto categora. Lejos de haber adquirido una sistematizacin definitiva, el concepto de biopoltica aparece atravesado por una incertidumbre, una inquietud, que impiden toda connotacin estable. Es ms: podra agregarse que est expuesto a una creciente presin hermenutica que parece hacer de l no slo el instrumento, sino tambin el objeto, de un spero enfi'entamiento filosfico y poltico respecto de la configuracin y el destino de nuestro tiempo. De aqu su oscilacin -bien se podda decir: su dispersin- entre interpretaciones, y antes entre tonalidades, no slo diferentes, sino incluso contrapuestas. Lo que est en juego es, natural-

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    mente, la ndole de la relacin entre los dos trminos que componen la categora de biopoltica. Y antes que ello, la definicin misma de esos trminos: Qu debe entenderse por Mas? Cmo debe pensarse una polti-ca directamente orientada hacia l? De poco sirve, en relacin con estas preguntas, remitirse a la figura clsica del bos politiks, pues, al parecer, la semntica en cuestin obtiene sentido precisamente de su retiro. Si se desea permanecer dentro del lxico griego y, en especial, aristotlico, ms que al trmino bos, entendido como vida calificada o forma de vida, la biopoltica remite, si acaso, a la dimensin de la zo, esto es, la vida en su simple mantenimiento biolgico; o por lo menos a la lnea de unin a lo largo de la cual el bos se asoma hacia la zo, naturalizndose l tambin. Pero, debido a este intercambio terminolgico, la idea de biopoltica parece situarse en una zona de doble indiscernibilidad. Por una parte, porque incluye un trmino que no le corresponde y que incluso nmenaza con distorsionar su rasgo ms preg11ante; por la otra, porque refiere a un concepto -justamente el de zo- de problemtica definicin l mismo: qu "5, si acaso es concebible, una vida absolutamente natural, o sea, despojada de todo rasgo formal? Tanto ms hoy, cuando el cuerpo humano es cada vez ms tlesafiado, incluso literalmente atravesado, por la I.ccnica1 La poltica penetra directamente en la vida, I"ro entretanto la vida se ha vuelto algo distinto de s lllisma. Y entonces, si no existe una vida natural que .., no sea, a la vez, tambin tcnica; si 18. relacin de dos "ntre bos y zo debe, a esta altura, incluir a la tchne nlmo tercer trmino conelacionado, o tal vez debi in--1 uirlo desde siempre, cmo hipotetizar una relacin l' 'lusiva entre vida y poltica?

    I rr. al respecto la compilacin, al cuidado de Ch. Geyer, Biopolitik, I'runtlorl del Meno, 2001.

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  • Tambin desde esta vertiente el concepto de biopoltica parece retroceder, o vaciarse de contenido, en el momento mismo en que se lo formula. Lo que queda claro es su determinacin negativa, aquello que 1W es. O aun el horizonte de sentido de cuyo cierre es seal. Se trata de ese complejo de mediaciones, oposiciones, dialcticas, que durante un extenso periodo fue condicin de posibilidad para el orden poltico moderno, al menos conforme a su interpretacin corriente. Con respecto a ellas, a las preguntas que contestaban y a los problemas que suscitaban -relativos a la definicin del poder, a la medida de su ejercicio, a la delineacin de sus lmites-, el dato incontrovertible es un desplazamiento general del campo, de la lgica e incluso del objeto de la poltica. En el momento en que, por una parte, se derrumban las distinciones modernas entre pblico y privado, Estado y sociedad, local y global, y, por la otra, se agotan todas las otras fuentes de legitimacin, la vida misma se_ sita en ('ll centro de cualquier p,.ocedimiento poltico ya I).!l. es conce5ibJt)_otrapotia que-una po)iflcade la vida, el1 eT sentido objetivo y subjetivo del trmipo-.lVlas, justamenEeco-relain al nexo ente sujeto y objeto de la poltica, reaparece la brecha interpretativa a que aludamos: Qu significa el gobierno poltico de la vida? Debe entenderse que la vida gobierna la poltica, o bien que la poltica gobierna la vida? Se trata de un gobierno de o sobre la vida? Esta misma disyuntiva conceptual puede expresarse mediante la bifurcacin lxica entre los trminos biopoltica y bio oder, empleados indistintamente en otras circunstancias; por el primero se entien1k.uua 'p.Qlitica ILQ-mjJre de la vida. y por el segundo, una vida sometida al Il1!lldo de la poltica. Pero, tambin de este modo, ese paradigma que buscaba una soldadura conceptual resulta una vez ms desdoblado y, dirase, cortado en dos por su propio movimiento. Comprimido y al mismo tiem-

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    po desestabilizado por lecturas en competencia, sujeto a constantes rotaciones en torno a su propio eje, el concepto de biopoltica corre el riesgo de perder su propia identidad y trocarse en enigma.

    2. Para comprender el motivo de esta situacin no hay que limitar la perspectiva propia a lo expuesto por Foucault. Es preciso remontarse a los escritos y autores a partir de los cuales, aunque nunca los cite, su anlisis se pone en movimiento en forma de replanteo y, a la vez, deconstruccin crtica. Aquellos -al menos los que se refieren explcitamente al concepto de biopoltica- pueden catalogarse en tres bloques diferenciados y sucesivos en el tieml2. earact!,iz

  • y, adems, cierta propensin a una poltica exterior agresiva. As, ya en el libro de 1905 sobre las grandes potencias,5 sostiene que los Estados vigorosos que slo disponen de un territorio limitado se ven en la necesidad de ampliar sus u'onteras mediante la conquista, la anexin y la colonizacin de otras berTas. Pero en su libro de 1916, Estado como forma de vida (Staten som livsform),6 Kjellen afirma esta necesidad geopoltica en estrecha relacin con una concepcin organicista ineductible a las teoras constitucionales de matriz liberal. Mientras estas representan al Estado como el producto artificial de una libre eleccin de los individuos que le dieron origen, Kjellen lo entiende como "forma viviente (som livsform, en sueco, o als Lebensfonn, en alemn) provista, en cuanto tal, de instintos y pulsiones naturales. Ya en esta transformacin de la idea de Estado, segn la cual este no es un sujeto de derecho nacido de un contrato voluntario, sino un conjunto integrado de hombres que se comportan como un nico individuo espiritual y corpreo a la vez, puede detectarse el ncleo originario de la semntica biopoltica. En el Sistema de poltica, que compendia estas tesis, escribe Kjellen:

    Esta tensin caracterstica de la vida misma r . . .] me ha impulsado a dar a esa disciplina. por analoga con la ciencia de la vida, la biologa, el nombre de biopoltica. ; esto se comprende mejor considerando que la palabra griega ((bos designa no s6lo la vida natural, fsica, sino tal vez, en medida igualmente significativa, la vida cultural. Esta denominacin apunta tambin a expresar la dependencia que la sociedad manifiesta respecto de las leyes de la vida; esa dependencia, ms que cualquier otra cosa, promueve al Estado mismo al papel de rbitro, o al menos de mediador .?

    5 R. Kjellen, Stormakterna. Konturer kring samlidens storpolitik (1905), Estocolmo, 1911, pgs. 67-8.

    S R. Kjellen, Staten som livsform, Estocolmo, 1916. 7 R. KjelJen, Grundriss zu einem System der Polit.ik , Leipzig, 1920,

    pgs. 93-4.

    7.8

    Estas expresiones nos llevan ms all de la antigua metfora del Estado-cuerpo con sus mltiples metamorfosis de inspiracin posromntica. Lo que comienza a perfilarse es la referencia a un sustrato naLural, un principio sustancial, resistente y subyacente a cualquier abstraccin, o construccin, de carcter institucional. En contra de la concepcin moderna, derivada de Hobbes, de que slo se puede conservar la v ida si se instituye una barrera artificial u-ente a la naturaleza, de por s incapaz de neutralizar el conflicl o e incluso proclive a potenciarlo, vuelve a abrirse pao la idea de la imposibilidad de una verdadera supe,(tcin del estado natural en el estado poltico. Este no ' 's en modo alguno negacin del primero, sino su conLi nuacin en otro nivel, y est destinado, por consiguiente, a incorporar y reproducir sus caracteres orig-inarios.

    Este proceso de naturalizacin de la poltica, que (,n Kjellen todava se inscribe en una estructura hisI.rico-cultural, se acelera decididamente en un ensayo del barn Jacob van Uexkll, quien ms tarde habra de volverse clebre justamente en el campo de la I li ologa comparada. Me refiero a Staatsbiologie, pu[,licado asimismo en 1920, con el sintomtico subttuIn de Anatomie, Phisiologie, Pathologie des Staates. Tambin en este caso, como antes en Kjellen, el razoI lfmuento gira en torno a la configuracin biolgica de ! I n Estado-cuerpo unido por la relacin armnica de 'lIS rganos, representativos de las diversas profesioIles y competencias, mas con un doble desplazamien-1 " lxico, que no es en absoluto ilTelevante, respecto l kl modelo anterior. En primer lugar, ya no se habla .1(, un Estado cualquiera, sino del Estado alemn, con HU>;; peculiares caractersticas y necesidades vitales. I '('ro lo que hace la diferencia es, sobre todo, la imporI UIlcia que, precisamente en relacin con aquel, ad' I " ic'r() la vertiente de la patologa respecto de la ana-

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  • toma y la fisiologa, que se le subordinan . Ya se entrevn aqu los prdromos de una urdimbre terica -la del sndrome degenerativo y el consiguiente programa regenerativo-- que habr de alcanzar sus macabros fastos en las dcadas inmediatamente sucesivas. Amenazan la salud pblica del cuerpo germnico una serie de enfermedades que, con referencia evidente a los traumas revolucionarios de esa poca, son identificadas en el sindicalismo subversivo, la democracia electoral y el derecho de huelga, todas ellas formaciones cancerosas que anidan en los tejidos del Estado llevndolo a la anarqua y a l a disolucin: como si la mayora de las clulas de nuestro cuerpo, y no las del cerebro, fueran las que decidieran qu impulsos se han de transmitir a los nervios., 8

    Sin embargo, en el avance hacia los futuros desarrollos totalitarios adquiere mayor relevancia todava la referencia biopoltica a los parsitos que, una vez que han penetrado en el cuerpo poltico, se organizan entre s en perjuicio de los dems ciudadanos. Se los divide en simbiontes, incluso de distinta raza, que en determinadas circunstancias pueden ser de utilidad para el Estado, y parsitos propianlente dichos, instalados como un cuerpo vivo extrao dentro del cuerpo estatal, de cuya sustancia vital reciben sustento. En contra de estos ltimos --8 J. van Uexkll, Staatsbiologie. Anatomie, Phisiologie, Pathologie des Slaates, Berln, 1920, pg. 46.

    30

    do. No contamos con ningn rgano al que se pUCU:1 confiar la higiene del Estado.9

    El tercer texto en el que conviene centrar la atencin -porque adems est expresamente dedicado a la categora que nos ocupa- es Bio-politics, del ingls MOl'ley Roberts, publicado en Londres en 1938 con el subttulo An essay in the physiology, pathology and Jolitics of the social and somatic organismo Tambin en este caso el presupuesto de fondo, ya mencionado en las pginas de introduccin, es la conexin no slo analgica, sino real, concreta, material, de la poltica con la biologa, en especial con la medicina. Se trata de una perspectiva que en sus ejes rectores no est lejos del pl anteo de Uexkll: as como la fisiologa es inseparable de la patologa -

  • eial, y el organismo nacional, como un individuo funcion] ms simple, o como una ( persona)), ambos expuestos ,8 lversas dases de riesgos frente a los cuales es necesario In-

    , l ' 'd d '6 10 tervenir. Esta intelvenCln es a mmum a en aCCl n.

    A paltir de esta primera formulacin, el autor desarrolla entre Estado y cuerpo humano un paralelo que involucra todo el repertorio inmunolgico -desde los antgenos hasta los anticuerpos, desde la funcin de la tolerancia hasta el sistema retculo-endotelial- individualizando para cada elemento biolgico el ele:nento poltico correspondiente, Pero probablemente el tramo ms significativo, en la direccin ya tomada por Uexkll, sea aquel en el cual se refiere a los mecanismos de repulsin y expulsin inmunitaria de tipo racial:

    El estudiante de biologa poltica debera estudiar los comportamientos nacionales de masas y sus resultados como si fueran secreciones y excreciones en desarrono. Las repulsiones nacionales o internaci?nales pueen de?endr de poca cosa. Si se plantea la cuestin en un nivel mas baJO. bien se sabe que el olor de una raza puede ofender a otra raza tanto o ms que diferencias de usos y costumbres,ll

    Que el texto de Morley concluya, en el ao de inicio de la Segunda Guerra Mundial, con una anal?g entre el rechazo inmunitario ingls haCIa los JUdlOS y una crisis anafilctica del cuerpo poltico, es una seal elocuente de la inclinacin, cada vez ms empinada, de esta primera elaboracin biopolica: ua ?oltica construida directamente sobre el bLOS esta Siempre expuesta al riesgo de subordinar violentamente el bos a la poltica,

    10 M. Roberts, Bio-politics. An essay in tite physi.ology, pathology and politics ofthe social and SOlnatic organi...,un, Londres, 1938, pg. 153.

    ti bid" pg, 160,

    32

    3 , La segunda oleada de inters por la temtica biopoltica se registra en Francia en la dcada del se

  • las civilizaciones humanas. Por el contrario, ella afirma su

    existencia de una manera muy especial, porque tales fuer

    zas son las fuerzas elementales de la vida. Pero la biopolti

    ca niega que esas fuerzas sean fata\es y que no puedan ser

    enfrentadas y dirigidas por las fuerzas espirituales de la

    justicia, la caridad, la verdad.13

    El riesgo de que el concepto de biopoltica se reduz-

    ca hasta perder su identidad, convirtindose en una

    forma de tradicional humanismo, se torna evidente

    en un segundo texto, publicado algunos aos despus

    por un autor destinado a mayor fortuna. Me refiero a

    Introduction a. une politique de l'homme, de Edgar

    Morin. En l, los campos estrictamente biopolticos

    de la vida y de la supervivencia, es decir, los de la vi

    da y la muerte de la humanidad (amenaza atmica,

    guerra mundial), el hambre, la salud, la m01talidad,

    se incluyen en un conj unto ms amplio de tipo antro

    poltico, que a su vez remite al proyecto de una "pol

    tica multidimensional del hombre.I4 Tambin en es

    te caso, antes que insistir en el vnculo biologa-polti

    ca el autor sita su punto de observacin en la pro

    blmtica confluencia donde los motivos infrapolti

    cos de la subsistencia mnima se entrecruzan produc

    tivamente con los supra polticos, esto es, filosficos,

    relativos al sentido de la vida misma. El resultado,

    ms que una biopoltica en el sentido estricto de la ex

    presin, es una suerte de ontopoltica>' a la que se

    atribuye el cometido de revertir la actual tendencIa

    economicista y productivista del desarrollo del gnero

    humano: As, todos los caminos del vivir y todos los

    caminos de la poltica comienzan a encontrarse Y

    compenetrarse, Y anuncian una ontopoltica, que c,?n

    cieme al ser del hombre de manera cada vez ms nti-

    13 [bid., pg. 9. 14 E. Morin, lntroduction a une politi,que d.e l'ho

    mme (1965), Pars,

    1969, pg. 11.

    "' / 1 Y global.I5 Aunque en el libro siguiente, dedicado 111 IlaradigriJa de naturaleza humana, Morin cuestio-1 111, aun en clave parcialmente autocrtica, la mitolo-

    li' humanista que define al hombre por oposicin con I I " nimal, la cultura por oposicin con la naturaleza y

    1 orden por oposicin con el desorden,16 de todo ello , ,, 1 parece surgir una idea convincente de biopoltica.

    Se trata de una debilidad tetica, y a la vez una in, l'Lidumbre semntica, a las que ciertamente no po

    I I 1 1 tin los dos vol menes de Cahiers de la Biopoliti-1'''', publicados en Pars a fines de la dcada de 1960 1"11' la Organisation au Service de la Vie. Es cieIto ' 1 11 " , si se los compara con los ensayos anteriores, se , " t IIloce en ellos una atencin ms concreta por las

    . , laderas condiciones de vida de la poblacin mun-0 1 , t i , expuesta al doble jaque del neocapitalismo y del

    " 'alismo real, ambos incapaces de guiar el desarro-11" productivo en una direccin compatible con un in

    , monto significativo de la calidad de la vida. Es , , , /l o tambin que en algunos de estos textos la crti-

    , ,, 1 modelo econmico y poltico vigente se basa en , I , I t 'ocias a la tcnica, el urbanismo, la medicina; en ,1 , 1 1" lrminos, a los espacios y las formas materiales j, 1 ,., 'r viviente. Pero tampoco en este caso puede de" ,t' que la definicin de biopoltica escape a una va(i,dml categorial que termina por reducir claramen-

    I 1 1 "Icance hermenutico. "Se ha definido la biopol\ . \ ,'OITIO ciencia de las cond uctas de los Estados y de 1 , ,, 17 sin que esta definicin implique una acla-

    j lI'id. , p:"ig-. 12. n, 1.':. Mol'in, Le paradigme perdu: la nature humaine Pars

    i ' I 1'/\8' :.!:!. ' ,

    \ I \in',' , ,dntroduction: si l'Occident s'est tromp de conte?,.. en I"j, li t .i.!- la Biopolitique, T, nD 1, 1968, pg. 3.

    35

  • racin del carcter especfico de su objeto, ni un examen critico de sus efectos. Estos trabajos, al igul que las Jornadas de Estudio sobre la Biopoltica, efectuadas en Burdeos del 2 l 5 de diciembre de 1966, evidencian ms la dificultad de evitar una formulacin academicista del concepto de biopoltica, que un rel esfuerzo de significativa elaboracin conceptua1.1B

    ,.s:'; 4. La tercera etapa de estudios biopolticos sur.gi

    . -,r ' en el mundo anglosajE' an en curso. Su lmclO " .V forml puede fijarse e 1973 cuando la InternatlOnl u Poltical Science ASSOCl . n inaugur oficialmente un espacio de investigacin sobre biologa y poltica. A

    partir de esa fecha se organizaron varios cmgresos

    internacionales: el primero en 1975, en la Ecole des Hautes tudes en Sciences Humaines de Paris, y los

    siguientes en Bellagio (Italia), Varsovia, Chicago y

    Nueva York. En 1983 se cre la Association for Poli

    tics and the Life Sciences, y dos aos despus, la re

    vista f:2litics and Life Sciences, junto con la coleccin

    Rcs ea.rc:;:;;; biopolitics, de la que se han publicado varios volmenes 19 Pero para individulizar la efectiva

    gnesis de esta corriente de investigacin hay que re-

    t8 Esta pritnera produccin francesa es comentada tambin por A.

    eutIo en un libro (Michel Foucault. Tecnica e vita. Biopoliti.ca e fi

    losofia del bias, Npoles, 2004) que constituye un til primr int.to de sistematizacin de la biopoltica foucaultiana. Sobre la blOpohtlca

    en general, vanse L. Bazzicalupo Y R. Espasilo (orns:), Poilica della vita, Roma-Bari, 2003, y P. Perlicari (comp.), BtOpolLttca mtnore,

    Roma, 2003. 19 Los ttulos de los primeros volmenes, compilados por S. A. Peter-

    son y A. Somit (Amsterdam - Londres - Nueva York - Orlord - Pars -Shannon _ Tokio), son: 1. Sexual politics G.nd political leminism, 'l991; 11. Biopolitics in the mainstream, 1994; In. Human nature a.d pol ties, 1995; IV. Researeh in biopolities, 1996; V Reeent exploratw.

    ns bw

    and politics, 1997; VI. Sociology and politics, 1998; V1. EthlUc confliets e:x:plained by ethnic nepotl:sm, 1999; VIII. EvolullOnar approa ches in the behavi!Jral sciences: Toward a better understandmg of hu-

    man natre, 2001.

    I , , ,ntarse a mediados de la dcada de 1960, cuando lp'l recen los primeros escritos que cabe relacionar

    " @ su lxico. Si bien el primero que utiliz el trmino " " enestin fue Lynton K. Caldwell, en su artculo de 1 116.4 , Biopolitics: Science, ethics and public poli-

    .. y",.o la polal'idad en que se inscribe el sentido gene-, 1 I de esta nueva tematizacin biopoltica debe ras-1 , -[use en el libro Human na.ture in politics de James l' r>avies, publicado un ao antes.21 No se; casualilud que, ms de dos dcadas despus, Roger D. Mas

    ' ' ' 1'8, al mtentar sistematizar sus tesis, en un libro de. I I " :lrlo por lo dems a Leo Strauss, opte por un ttulo I IUllogo, The nature ofpolitics 22 Son precisamente

    l . ,

  • jos de poder dominarla, o darle forma segn sus fines, la poltica resulta ella misma conformada de . una manera que no deja espacio para otras posibilidades constructivas.

    En el origen de esta formulacin pueden individualizarse dos fuentes distintas: por una parte, el evolucionismo darwiniano , ms precisanlente, el darwinismo social-; por la otra, la investigacin eto

    lgica, desarrollada desde la dcada de 1930, principalmente en Alemania. En cuanto a la primera, el punto de partida ms significativo debe buscarse en Physics and politics, de Walter Bagehot, dentro de un horizonte que abarca a autores dismiles, como Spencer y Sumner, Ratzel y Gumplowitz, aunque con la taj ante advertencia -subrayada con fuerza por Tho

    ,mas Thorson en un libro publicado en 1970 con erttulo programtico de Biopolitics-23 de que la relevancia de la perspectiva biopoltica reside en la transicin de un paradigma fisico a uno, precisamente, biolgico. En definitiva, ms que otorgar a la poltica un estatuto de ciencia exacta,24. lo que importa es reconducirla a su mbito natural, entendido justanlen- . te como el plano vital del que ella surge en cada caso y al que inevitablemente regresa. Esto se refiere, ante todo, a la condicin contingente de nuestro cuerpo, que mantiene la accin humana dentro de los lmites de determinadas posibilidades anatmicas y fisiolgicas; pero tanlbin a la configuracin biolgica, o incluso n el lxico de la naciente sociobiologa- al bagaje gentico del sujeto. Contra la tesis de que los acontecimientos sociales requieren explicaciones rus-

    23 T. Thorson, Biopolitics, Nueva York, 1970. 24 Vase, al respecto, D. Easton, aThe relevance ofbiopolitics to poli

    teal theory, en A. Somit(comp.), Biology ondpolitics, La Haya, 1976, pgs. 237-47; pero, con anterioridad, W. J. M. Mackenzie, Politics and social science, Baltimore, 1967, y H. Lasswell, The future ofthe comparative method .. , en Comparative politics, r, 1968, pgs. 3-18.

    38

    I "I"icas complejas, estos son atribuidos a dinmicas I I/(adas, en ltima instancia, a las necesidades evoluI 'vas de una especie, como la nuestra, que difiere, ( ' l I ul1titativa pero no cualitativamente, de la especie I I l imal que la precede y la incluye. As, tanto la acti

    f " d predominantemente agresiva como la actitud coaI " 'rativa de los seres humanos son atribuidas a modaI , , !ades n.nimales instintivas.25 La propia guerra, en " l I anto inherente a nuestra naturaleza ferina, termi' In por adquirir carcter de inexorable.26 Todos los l'p mportamientos polticos que se repiten con cierta 1 , "cuencia en la historia ---desde el control del territorio hasta la jerarqua social y el dominio sobre las muI" I""S- se arraigan profundamente en una capa pre" " mana a la cual no slo quedamos ligados, sino que ,nora inevitable y sistemticamente. Las sociedades

    o I l ' lI1ocrticas, en este marco interpretativo, no son en [ imposibles, pero son parntesis destinados a ce-

    1 I'lIrse pronto o, al menos, a dejar que se filtre el fondo l ' 1(:uro del que contradictoriamente surgen. CualI l ' , i cr institucin, o cualquier opcin subjetiva, que no

    " conforme a esta circu.nstancia, o cuando menos se ' ' ' 'pte a ella -tal es la conclusin implcita, y a me

    I l i riO incluso explcita, del razonamiento--, est des, 'nada al fracaso.

    De lo anterior resulta una nocin de biopoltica que t a vez es suficientemente clara. Como lo expresa el

    :'1\ AJ respecto, son clsicos los libros de W. C. AlJee, Anima.l life alld o', /.ti growth , Baltimore, 1932, y Tite social lire ofanmaLs, Londres,

    UH 8; vanse, adems, L. Tiger, Mell in groups, Nueva York, 1969, y I n mlaboraci6n con R Fax) The imperial animal, Nueva York, 1971, r "110 tnmbin D. Mon-is, The human zoo, Nueva York, 1969 .

    1 Acerca de esta concepcin .. naturalll de la guerra, cf.. ante todo, Q. W,jht,A study of war (J 942), Chicago, 1965, y H. J. Morgenthau, PoIW!'1f finwng Jlations. The struggle (or power ond peace ( 1948), Nueva

    iul, . E)o7; tambin, ms recientemente, V. S. E. Falger, .. 8iopolitics ' l i d I-IH': study of international relations. Imphcations, results and

    \-nI I'ect.ivcs>l. en Research in biopolitics, op. cit. , vol. n, pgs. 115-34.

    39

  • ms acreditado terico de esta lnea interpretativa, consiste en el "trmino comnmente usado para describir el enfoque de los cientficos polticos que se valen de conceptos biolgicos (en especial, la teora evolucionista darwinianal y tcnicas de la investigacin biolgica para estudiar, explicar, predecir y a veces incluso prescribir el comportamiento poltico". 27 Con todo, no deja de ser problemtico el ltimo punto, la relacin entre el uso analtico-descriptivo y el constructivo-normativo, dado que estudiar, explicar, predecir, es una cosa, y otra, prescribir. Pero justamente en este deslizamiento del primero al segundo significado -del plano del ser al plano del deber-ser- se concentra el aspecto ms densamente i deolgico de todo el planteo.28 El trnsito semntico se produce a travs de la doble vertiente, de hecho y de valor, del concepto de naturaleza. Este es usado a la vez como hecho y como deber, como presupuesto y como resultado, como origen y como fin. Si el comportamiento poltico est inextricablemente encastrado en la dimensin del bos, y si el bos es aquello que conecta al hombre con la esfera de la naturaleza, se sigue que la nica poltica posible ser aquella ya inscripta en nuestro cdigo natural. Desde luego, no puede eludirse el cortocircuito retrico sobre el cual se asienta toda l a argumentacin: la teora ya no es intrprete de la realidad, sino que la realidad determina una teora a su vez destinada a confirmarla. La respuesta es emitida antes de iniciar el procedimiento de anlisis: los seres humanos no podrn ser otra cosa que lo que siempre han sido. Reconducida a su trasfondo natu-

    27 A. Somit y S. A. Peterson, "Diopolitics in the year 2000 .. , en Research in b;opolitics, op. cit., vol. VIII, pg. 18 1 .

    28 Cr., en este sentido, C . Galli, .. Sul valore politico del concetto di "natura",., en su volumen Aulorit,,., e ",wturw', Bolonia, 1988, pgs. 57-94, y M. Cammelli, (,11 darwinismo e la leona poJitica: un problema aperlo),. en Filosofia Politica, nO 3, 2000, pgs. 489518.

    40

    ral, la poltica queda_ atrapada en el cepo de la ]'ioloI41: '

    sm pOSIbIlIdad de replica. La historia humana l1(} , ms que la repeticin, a veces deforme, pero nunca reahnente dismil, de nuestra naturaleza. Es funcin de l ciencia -incluso, y en particular, poltica- impedIr que se abra una brecha demasiado amplia entre la pnmera y la segunda: en ltima instancia, hacer de la naturaleza nuestra nica hstoria. El enigma de la biopoltica parece resuelto , pero de una manera que presupone j ustamente lo que habra que investigar.

    ;. Poltica, naturaleza, historia

    l. Desde cierto punto de vista, resulta comprensible que Foucault nunca haya mencionado las diferen ' .'5 mt,,?retaciones de la biopoltica previas a su pro-1 " 0 anlISIS: el extraordinario relieve de este es fruto ::'ecisamente, de su distancia respecto de aquellas : 1 ,so no qmere deCIr que no haya un punto de contacto 11 no con sus contenidos, al menos con la necesidad

    'Ttica de la cual estos surgieron, que es atribuible, en .. "njunto, a una general insatisfaccin acerca del mod " c que la modernidad construy la relacin entre pnhca,. naturaleza e historia. Slo que, justamente " ll lo atmente a esta temtica, la operacin iniciada 'o\' Fou

  • d,, 1 'lign ificado de la Ilustracin, se remite al punto de V ltll l l de la actualidad, no alude meramente al diferl'nte modo de ver las cosas que el pasado recibe del Jl'csente, sino a la brecha que el punto de vista del presente abre entre el pasado y su propia autointerpretacin. Desde este ngulo, el final de la poca moderna -o al menos el bloqueo analtico de sus categoras que ya las primeras teorizaciones biopolticas pusieron en evidencia- no es pensado por Foucault como un punto, o una lnea, que intelTumpa un itinerario epocal, sino ms bien como la desarticulacin de su trayectoria, producida por un tipo distinto de mirada. Si el presente no es aquello, o slo aquello, que hasta ahora suponamos; si sus lneas rectoras empiezan a agruparse en torno a un epicentro semntico diferente; si en su interior surge algo indito, o antiguo, que impugna su imagen academicista, esto significa que tampoco el pasado ----uel cual, pese a todo, deriva- es ya necesariamente el mismo. Que puede revelar una faz, un aspecto, un perfil, antes en sombras o acaso escondido por un relato superpuesto, y a veces impuesto, no forzosamente falso en todos sus tramos, aun funcional para su lgica prevaleciente, pero que justamente por esto es parcial, si no incluso partidista.

    Foucault identifica ese relato --

  • antagonismo tipolgico que ya desde Bodin, e incluso en el propio Bodin, pareca oponer la vertiente de la ley a la del poder.

    Foucault trabaja conscientemente para quebrar este esquema categorial .30 Desde luego, contraponer lo que l mismo define como una nueva forma de saber, o, mej or dicho, un orden discursivo diferente, a todas las teonas filosfico-polticas modernas no implica borrar la figura del paradigma soberano, ni reducir su rol objetivamente decisivo, sino reconocer su real mecanismo de funcionamiento. Este no consiste en la regulacin de las relaciones entre los sujetos, ni entre ellos y el poder, sino en su sujecin a determinado orden que es al mismo tiempo juridico y poltico. Desde este ngulo, el derecho no resultar otra cosa que el instrumento utilizado por el soberano para imponer su propia dominacin, y, en conespondencia con ello, el soberano ser tal slo sobre la base del derecho que

    legitima su actuacin. As, lo que apareca desdoblado en una bipolaridad alternativa entre ley y poder, legalidad y legitimidad, norma y excepcin, recupera su unidad en un mismo rgimen de sentido. Pero este no es sino el primer efecto del vuelco de perspectiva que Foucault provoca. Efecto que se entrecluza con otro, relativo a una lnea divisoria que ya no es parte del aparato categorial del dispositivo soberano, sino que es inmanente al cuerpo social que aquel pretenda unificar mediante el procedimiento retrico de las oposiciones polares. Foucault parece comprometerse en un doble trabaj o de deconstruccin, o elusin, de la nanacin modelna que, mientras sutura una brecha

    30 Para una reconstruccin analtica del problema, vase A. Pandalfi, (cFoucault pensatore politico postmoderno)). en su volumen TI'e slu. di su Foucault, Npoles, 2000, pgs. 131-246. Sobre ]a relacin entre poder y derecho, remito a L. D'Alessandro, "Potere e pena nella problematica di Michel Foucault, en su volumen La uerita e le forme giuridie,"" Npoles, 1994, pgs. 14160.

    44

    aparente, pone en evidencia un deslinde real. En defi-; nitiva, la recomposicin de la dualidad entre poder y

    derecho, profundizada por el paradigma soberano, es justamente lo que torna visible un conflicto, mucho ms real, que separa y enfrenta a grupos de distinto origen tnico por el predominio en determinado territorio. Al presunto choque entre soberana y ley sucede as el choque, real en grado mximo, entre potencias rivales que se disputan el uso de los recursos y el mando en razn de diferentes caracteres raciales. Esto no quiere decir en absoluto que decaiga el mecanismo de legitimacin jundica, sino que este, antes que precedente y regulador de la lucha en curso, constituye su resultado y el instrumento usado por quienes cada vez resultan vencedores: el derecho no dirime la guerra, sino que la guerra emplea el derecho para consagrar las relaciones de fuerza que ella define.

    2. De por s, echar luz sobre el carcter constitutivo de la guena -ya no ms teln de fondo, ni lmite, sino origen y forma de la poltica- inaugura un horizonte analtico cuyo alcance acaso recin hoy podamos medir. Pero la referencia al conflicto in terracial -al cual est dedicado el curso de Foucault en el College de France de 1976- contiene otra indicacin que nos devuelve directamente a nuestro tema de fondo. El hecho de que ese conflicto concierna a pueblos con rasgos particulares desde el punto de vista tnico remite a un elemento que desmantelar de manera an ms radical el aparato de la filosofia poltica moderna. Ese elemento es el bos, la vida considerada en su aspecto, a la vez general y especfico, de hecho biol gico. Es este el objeto, y simultneamente el sujeto, del conflicto y, por ende, de la poltica por l moldeada:

    Me parece que se podra referir uno de los fenmenos fundamentales del siglo XIX diciendo que el poder tom a

    45

  • su cargo la vida. Esto consiste, por as decir, en Ul1a arrogacin de poder sobre el hombre en cuanto ser viviente, una suerte de estatizacin de lo biolgico OJ al menos, una tendencia que llevar hacia lo que podra llamarse estatizacin de lo biolgico ."l

    Esta afinnacin, que abre la leccin del 17 de marzo de 1976 con una fonnulacin aparentemente indita, ya es, en verdad, el punto de llegada de una trayectOlia de pensamiento inaugurada al menos dos aos antes. En realidad, no tiene mucha importancia el hecho de que la plimera aparicin del .trmino en el lxico de Foucault se remonte a la conferencia de Ro de Janeiro de 1974, cuando deca que " para la sociedad capi talista, en Plimer lugar es impoltante lo biopoltico, lo biolgico, lo somtico, lo corporal. El cuerpo es una realidad bio-poltica; la medicina es una estrategia bio-poltica a2 Lo que cuenta es que todos sus textos de esos aos parecen converger en un conglomerado terico dentro del cual ningn segmento discursivo llega a adquirir un sentido enteramente perceptible si se lo analiza por separado o por fuera de la semntica biopoltica.

    Ya en Vigilar y castigar, la crisis del modelo clsico de soberana -representada por la declinacin de sus rituales moltferos- est marcada por el surgimiento de un nuevo poder disciplinario, preferentemente dirigido a la vida de los sujetos que afecta: mientras la pena capital por desmembramiento del condenado es un buen correlato de la ruptura del contrato por parte del individuo culpable de lesa majestad, a partir de

    31 M. Foucault, ll faut dfendre la socil., Pars, 1997 [traduccin italiana: Bisogna difendere la societa, al cuidado de M. Bertani y A Fontana, Miln, 1998, pg. 206J .

    .12 Id. , .. Crisis de un modelo e n la medicina?, en Dits et crits, Pars, 1994, vol. TII [traduccin italiana: Crisi della medicina o crisi deU'antimedicina?, en Archiuio Foucault, 11. 197177, al cuidado de A. Dal Lago, Miln, 1997, pg. 222J.

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    l i l l momento dado, cualquier muerte individual se

    nm idera e interpreta en relacin con un requeri' O l 'nto vital de la sociedad en su conjunto. Pero el

    pr-nceso de deconstruccin del paradigma soberano

    'n sus dos vmtientes de poder estatal y de identi-

    0 ) , ,-que en la genealogia foucaultiana

    1 " I'jmden ese proceso de gubernamentalizacin de la

    47

  • vida, atendamos a su resultado ms evidente: por una parte, todas las prcticas polticas de los gobiernos, o aun de quienes se les enfrentan, tienen como meta la vida -sus procesos, sus necesidades, sus fracturas-; por la otra, la vida entra en el juego del poder no slo por sus umbrales crticos o sus excepciones patolgicas, sino en toda su extensin, atticulacin, duracin. Desde este punto de vista, ella excede por todos lados a las redes jurdicas que intentan enjaularla. Esto no implica, como ya lo advertimos, un retroceso, o una restriccin, del campo sujeto a la ley. Antes bien, la propia ley se traslada progresivamente del plano trascendente de los cdigos y las sanciones, que conciernen en esencia a los sujetos de voluntad, al plano inmanente de las reglas y nonnas, que en cambio se aplican, sobre tod;a:10s cuerpos: .. Esos mecarUsmos de poder [. . . J son, en prute al menos, los que a pattir del siglo XVIII tomaron a su cargo la vida de los hombres, a los hombres como cuerpos vivientes .33 Es el ncleo mismo del rgimen biopoltico. Este no se presenta como un apartamiento de la vida respecto de la presin que el derecho ej erce sobre ella, sino ms bien como una entrega de la relacin entre vida y derecho a lila dimensin que a la vez los determina y los excede. En este sentido puede entenderse la expresin, aparentemente contradictoria, de que "la vida, pues, mucho ms que el derecho, se volvi entonces la apuesta de las luchas polticas, incluso si estas se formularon a travs de afirmaciones de derecho,, 84 En definitiva, lo que est en discusin ya no es la distribucin del poder o su subordinacin a la ley, el tipo de rgimen o el consenso que obtiene -la dialctica que, hasta cierto momento, designamos con los trminos libertad, igualdad, democracia o, por el contrario, con

    33 Id. , La lJolont de sauOI:r, Pars, 1976 (traduccin italiana: La l)olontiL di sapere, Miln. 1978, pgs. 79-801.

    " [bid. , pg. 128.

    48

    binua, imposicin, dominio-, sino algo que antece[1 a esa dialctica, porque atae a su materia pri-1 1 "l>' . Tras las declat'aciones y los silencios, las media,'jones y los disensos, que cat'acterizaron a las dinmin\s de la p.odmigad, el anlisis de Foucault redescu' l n' en el bos la fuerza concreta de la ual sur . e[Qtl..y 1 " ",ia la cual estn du.das.

    3. En cuanto a esta conclusin, la perspectiva de I , 'uucault no parece alejada de la biopoltica nortea-1 uL 'ricana. Por cierto, l tambin sita la vida en el " , ,"tro del cuadro, polemizando l mismo, como viI I I I )S, con el subjetivismo juridico y el historicismo huItIl lllista de la filosofa poltica moderna. Pero el bos ' 1 " 1: l contrapone al discurso del derecho y a sus efec-1 0H de dominio se configura, a su vez, en trminos de 1 1 1111 semntica histrica, si bien simtricamente invl i rtida respecto de la semntica legitimante del po-1 i 1' Roberano. La vida y nada ms que la vida -las l' ,I'UK de desarrollo en las que se inscribe o los vrtices " 1 1 los que se contrae-- es tocada, atravesada, modifi, ,da aun en sus fibras ntimas por la historia. Esta 1 1'" la leccin que Foucault haba extrado de la geI I m l l oga nietzscheat1a, dentro de un marco terico 1\ ' " reemplazaba la bsqueda del origen, o la prefigu

    I,lrj l1 del fin, por un campo de fuerzas desencadena-1 1 1 1 por la sucesin de los acontecimientos y por el enI r" l d.amiento de los cuerpos. La haba absorbido tamI nl'lI del evolucionismo darwiniano, cuya perdurable

    < ' i ""lidad no reside en haber sustituido la historia 1 " 1 1' "la grande y vieja metfora biolgica de la vida",35

    1 1 10, por el contrario, en haber reconocido tambin en I 1 v itln los signos, brechas y azares de la historia, En , "('t.o: fue precisamente Datwin quien nos hiro cons'

    I 1"OIW:lult, "Rekishi heno kaiki" en Paideia, n, 1972 [traduc. 11 ' " 1 l lllInrla: .. Ritornare ella storia . , en Ji discorso, la storia, la ueriUl, I luldlHlo de M. Bertani, Turin, 2001, pg. 991.

    49

  • cientes de que la vida evoluciona, y la evolucin de las especies vivientes est determinada hasta cielto pWlto por accidentes que pueden ser de ndole histrica" .36 As, carece de sentido contraponer, dentro del cuadrante de la vida, un paradigma natural y uno histrico, y percibir en la naturaleza el envoltOlo solidificado en que la vida se inmoviliza o pierde su propio contenido histrico. En plmer lugar, porque, en contra del presupuesto bsico de la biopolitics anglosaj ona, no existe una naturaleza hwnana definible e identificable en cuanto tal, con independencia de los significados que la cultura, y por ende la historia, han impreso en ella a lo largo del tiempo. Y, en segundo lugar, porque los saberes que la han tematizado tienen ellos mismos una precisa connotacin histrica, sin la cual su estatuto terico puede quedar completamente indeterminado. La propia biologa naci, a fines del siglo XVIII, gracias a la aparicin de nuevas categoras cientficas que dieron lugar a un concepto de vida radicalmente distinto del que estaba en uso: En mi opinin -afirma Foucault al respect, la nocin de vida no es un concepto cientfico, sino un indicador epistemolgico que permite la clasificacin y la diferenciacin; sus funciones ejercen un efecto sobre las discusiones cientficas, pero no sobre su objeto" .37

    Resulta hasta demasiado evidente la transformacin -incluso se podra decir el vuelc que esta deconstruccin epistemolgica imprime a l a categora de biopoltica. El hecho de que esta, lejos de reducirse a un mero calco natural, siempre est calificada histricamente --de una manera que Foucault define con

    3S /d., "Crisi della medicina o crisi deU'antimedicina? .. , op. cit .. . pg. 209.

    31 Id . .. De la nature humaine: justice contre pouvoir- (discusin cn N. Cbomsky y F. Elders en Eindhoven, en noviembre de 1971), en..JJ.i:! et crits, op. cit., voL n, pg. 474. Cf., al respecto, S. Catucci, aLa "nata-;deUa natura umana. Note su Michel Foucault .. , en W.AA., La natura urna.na, Roma, 2004, pgs. 74-85.

    50

    el trmino bio-historia, implica un paso exduill\l en t?das las mterpretaciones previas. Biopoltia "O remIte .slo, o predominantemente, al modo en quc' desde Siempre, la poltica es tomada -lirru'tad

    ' . 'd ' a, con,-pnrru a, determmada_ por la vida sl'no tamb' -, b ' len, y o re todo, al modo en que la vida es aferrada, desalIada, penetrada por la poltica:

    d' Si se puede denominar " bio-historia,) a las presiones me. Iante as cales !os movimientos de la vida y los procesos de la }nstona se Interfieren mutuamente habr'a h bl d b' , . . , l que a-. ar e (' lOpo 1 tca>l para designar lo que hace entrar a la VIda y sus.mecamsmos en el dominlo de los clculos explci. t?S y convle

    .rte al podersaber en un agente de transforma. c16n de la VIda humana.38

    Ya en esta formulacin se entrev la radical noved"d del .elanteo foucaultiano. Aquello que en versio'les antenores de la biopolftica se presentaba como un ) u 'cho Inalterable -la naturaleza o la V1'da h - ' umana " n cuanto tal-, ahora se vuelve ilIULroblema. No un e I "'supuesto, sino algo puesto .. , el producto de una " ne de causas, fuerzas, tensiones, que resultan ellas ' I " smas modificadas en un incesante juego de accio" ., y reaccIones, de impulsos y resistencias. Historia V naturaleza, V1da y poltica, se entrelazan, se recla" IHII,. se VIOlentan mutuamente confOlme a una alterl,nnCJa que al mismo tiempo hace de cada una matriz

    .v

    r r

  • tica norteamericana: La historia dibuja estos conjuntos [las variaciones genticas de las que resultan las diversas poblaciones] , antes de bOlTarlos; en ello no se deben buscar hechos biolgicos brutos y definitivos que, desde el fondo de la "naturaleza", se impondran a la historia .39 D a la impresin de que el filsofo utiliza un instrumento conceptual necesario para el desmontaje de un orden dado de discurso, para librarse despus de l, o cargarlo de otros significados, en el momento en que aquel tiende a adquirir idntica actitud invasiva. O bien lo apalta de s situndose en su zona de exclusin, para as poder someterlo al mismo efecto de conocimiento que aquel permite por fuera. De ello resulta el constante desplazamiento, el viraje de la perspectiva, a lo largo de mrgenes que, en vez de discriminar los conceptos, los descomponen y rpc.omponen en topologas ilTeductibles a una lgica monolineal. La vida en cuanto tal no pertenece ni al orden de la naturaleza ni al de la historia -no se la puede ontologizar simplemente, ni historizar por entero- " sino que se inscribe en el margen mvil de su Cnl'" y de su tensin. El significado mismo de la biopoltica debe buscarse en esa doble posicin de la vida que la pone en el exterior de la historia como su entorno biolgico y, a la vez, en el interior de la historicidad humana, penetrada por sus tcnicas de saber y de poder.4o

    Pero la complejidad de la perspectiva de Foucault -de su arsenal biopoltico> no se detiene aqu. No atae solamente a la posicin del autor, a caballo de lo que l denomina umbral de modernidad biolgica.>,41 en el lmite donde el propio saber moderno se repliega sobre s mismo y, as, tambin se impulsa fuera de s.

    a9Id . . *,Biohistoire et bio.politiqueJO, en Dils el rits. op. cit . . vol. III, " ' ''' . . , pllg. 97. 40 Id. , La volanta di sapere, op. cit., pg. 127. 41 Ibid.

    52

    Atae tambin al efecto de sentido que de eso ul11 1 >nt l , indecidible se comunica a la nocin as definida: tu.Jll vez reconstruida la dialctica entre poltica y vida de una manera rreductible a cualquier sintaxis mOllOr'ausal, qu consecuencia se deriva para cada uno de "SOS trminos y para ambos en conjunto? Volvamos a l u pregunta inicial acerca del significado ltimo de la I >iopoltica. Qu significa, qu resultado genera, c, n o se configura un mundo al que ella rige cada vez ms? Se trata, por cierto, de un mecanismo, o un dispositivo, productivo, ya que no deja inalterada la reaI dad a la que afecta y compromete. Productivo de ' 1 "? Cul es el efecto de la biopoltica? En este punto, 1" respuesta de Foucault parece abrirse en direccio"'oS divergentes que apelan a otras dos nociones imp licadas desde un principio en el concepto de bo;, pe, " sItuadas en los extremos de su extensin semnti" 1 1 : la de subjetivizacin y la de mue/te. Ambas -con " '''pecto a la vida- constituyen ms que dos posibilit I : \des. Sn a un tiempo su forma y su fondo, su origen y NU destmo, pero conforme a una divergencia que pa' 'cc no admitir mediaciones: una u otra. O la biopolI ,ca produce subjetividad, o produce muerte. O torna I Ijl'to a su propio objeto, o lo objetiviza definitiva" Jonte. O es poltica de la vida, o sobre la vida. Una V''l. ms, la categora de biopoltica se cierra sobre s " 1 ' 'ma sin revelarnos el contenido de su enigma.

    .1 Poltica de la vida

    l . En esta divergencia interpretativa hay algo que ,' I Ils all de una mera dificultad de definicin y 01 " ! le a la estructura profunda del concepto de biopo-1 1 1 Uo l. Como si este estuviera desde el principio atra-ti IU lo, incluso constituido, por una brecha, una falla

    53

  • semntica, que lo corta y separa en dos elementos no

    componibles entre s. O componible s al precio de Cler-

    ta violencia que impone el dominio de uno sobre el

    otro, condicionando su superposicin a una necesana

    sumisin. Casi como si los dos tnninos que lo con

    forman -vida y poltica- slo pudieran articularse

    en una modalidad que a la vez los yuxtapone. Ms

    que componerse, o disponerse, a lo largo de una ffilS

    ma lnea de significado, parecen ser oponentes en una

    lucha sorda por la apropiacin y el dominio del otro.

    De ello deriva esa tensin nunca descargada, ese efec

    to de laceracin del que la nocin de biopoltica parece

    no lograr librarse, porque ella misma lo roduce como

    una alternativa sin escapatona: o la pohtIca es frena

    da por una vida que la encadena a su insuperable l

    mite natural, o, al contrario, es la vida la que queda

    :ltrupada, presa de una poltica que tiende a sOjuzgar

    su polencia innovadora. Entre ambas poslblhdades,

    unu grieta de significacin, un punto CIego, enaza

    con ungllllir en su vaco de sentIdo a la categona ente

    ro. Es comO si en ella faltase algo -un segmento lll

    tenued io o una articulacin lgica- capaz de disolver

    lo absoluto de perspectivas inconciliables en la el abo

    !'cin de un paradigma ms complejo que, sin perdr

    la especificidad de sus elementos, capte su coneXlon

    interna o seale un horizonte comn entre ellos.

    Antes de intentar una definicin al respecto, cabe

    sealar que Foucault no escapa del todo a este punto

    muerto. Termina incluso por reproducirlo -aunque

    dentro de un conte),,1;o profundamente renovado res

    pecto de las formulaciones anteriores-, e forma de

    una ,

  • afectar tanto el plano de la reconstruccin histlca como el de la determinacin conceptuaL Cul es la modalidad de la relacin entre soberana y biopoltica? Sucesin cronolgica o superposicin contrastiva? Hemos afirmado que una constituye el fondo del que emerge la otra. Pero, cmo debe entenderse ese fondo? Como el retiro definitivo de una presencia precedente, o como el horizonte que abarca tanlbin la nueva emergencia y la retiene en su intelor? Y esta emergencia, es verdaderamente nueva, o est ya inadvertidamente instalada en el marco categorial que, empero, viene a modificar? Foucault tambin se abstiene de dar una respuesta definitiva al respecto. Sigue oscilando entre las dos hiptesis contrapuestas sin optar de manera conclusiva por ninguna de ellas. 0, mejor, adoptando ambas con ese caracterstico "fecto ptico de desdoblamiento, o duplicacin, que cOllfiere a su texto un ligero vltigo que a un tiempo seduce y desorienta al lector.

    2. I ,os pasajes en que parece prevalecer la discontinuidad son, a primera vista, unvocos. No slo la biopoltica difiere de la soberana, sino que entre ambas hay una cesura clara e ilTeversible. Acerca del poder disciplinario, que constituye el primer segmento del disposi tivo estrictamente biopoltico, escribe Foucault: Entre los siglos XVII y XVIII se produjo un fenmeno importante: la aparicin -habria que decir la invencin- de una nueva mecnica de poder con procedimientos propios, instrumentos completamente nuevos, aparatos muy distintos; una mecnica de poder, segn creo, absolutamente incompatible con las relaciones de soberana,43 porque se refiere en primer lugar al control de los cuerpos y a lo que ellos hacen, antes que a la apropiacin de la tierra y sus pro-

    43 M. Foucault, Bisogna difendere la sociela, op. cit., pg. 38 Oas bastardillas son mas).

    56

    duetos. Desde este punto de vista, el contra:;t.' es Ji'U I l tal y sin matices: "Me parece que esta clase de pod, ' 1 ' se opone exactamente, punto por punto, a la mectinic: l de poder que describa o trataba de transcribir la teora de la soberana.44 Por esta razn, "ya no se puede en absoluto transcribirlo en trminos de soberana.;"

    Qu hace que el poder biopoltico sea absolutalIlente inasirnilable al poder soberano? Foucault resume esta diferencia en una frmula, justamente famosa por su eficaz sntesis, que aparece al fmal de La voluntad de saber: "Podra decirse que el viejo derecho de hacer morir o de dejar vivir fue reemplazado por el poder de hacer vivir o de rechazar hacia la muerte 46 I ,a oposicin no podria estar ms marcada: en el rgil1len soberano, la vida no es sino el residuo, el resto, d"jado ser, salvado del derecho de dar muerte , en tanLo que en el rgimen biopoltico la vida se instala en el (()Otro de un escenario del cual la muerte constituye ' 'l)enaS el lmite externo o el contorno necesario. Y todava ms: en tanto que en el primer caso la vida ('s contemplada desde la perspectiva abierta por la '"uerte, en el segundo, la muerte adquiere relieve tan s6lo en el haz de luz ilTadiado por la vida. Pero, qu Hib'Ilifica en realidad afinnar la vida? }face/' vivir en Vl'Z de limitarse a dejar con vida? Son conocidas las l ' rticulaciones internas del discurso foucaultiano: la , istincin -tambin en este caso definida en tnnil IuS de sucesin y a la vez de copresencia- entre apa" 1 1 tos disciplinarios y dispositivos de control; las tcnica,; que el poder pone en prctica, plimero, en rel uci n con los cuerpos individuales y, ms tarde, con l u poblacin en general; los sectores --escuela, cuarh\l, hospital, fblca- donde aquellas se ejercen y las l'l l'cunstancias -nacimiento, enfermedad, muerte-

    1 I bid. (las bastardillas son mas). 111 bid., pg. 39 (las bastardillas son mas). I, M ft'lIcault, La. volanta di sapere, op. cit., pg. 122.

    57

  • a las que afectan. Mas para aprehender globalmente la semntica afirmativa que -al menos en esta primera versin del lxico foucaultiano- connota el nuevo rgimen de poder, hay que referirse a las tres categoras que lo caracterizan: subjetivizacin, inmanentizacin y produccin. Conectadas entre s en una misma vertiente de sentido, se las reconoce claramente en las tres ramificaciones genealgicas en cuyo seno nace, y despus se desan-olla, el cdigo biopoltico; son las que Foucault define como poder pastoral, artes de gobiemo y ciencias de polica.

    El primero alude a la modalidad de gobierno de los hombres que, especialmente en la tradicinjudeocristiana, supone un vnculo estrecho y biunvoco entre pastor y rebao. A diferencia del modelo griego y del latino, lo que cuenta no es tanto la legitimidad del poder fijada por la ley, ni la conservacin de la concordia entre los ciudadanos, sino la atencin prestada por el pastor a la salvacin de su rebao. La relacin entre ellos es pelfectamente biunvoca: as como las ovejas obedecen sin vacilaciones a la voluntad de quien las gua, este tiene el deber de velar por la vida de cada una de ellas, hasta el punto de aniesgar la propia cuando sea necesario. Pero lo que mejor caracteriza a la prctica del poder pastoral es su modo de obtener este resultado, que consiste en una direccin capilar, a la vez colectiva e individualizada, de los cuerpos y de las almas de los sbditos. En el centro de este proceso se encuentra el dispositivo de largo plazo constituido por la prctica de la confesin, a la que Foucault confiere palticular relevancia, precisamente porque es el canal a travs del cual se produce el proceso de subjetivizacin de aquello que, no obstante, contina siendo objeto del poder47 Aqu se evidencia por prime-

    47 Sobre los procesos de subjetivizacin, cf. M. Fimiani, .. Le vritable amour et le souci cornmun du monde, en F. Gros (comp.), Foucault. Le

    58

    ra vez el significado intrnseco de la compleja fi:(Uru de la sujecin. Lejos de reducirse a una mera objetivnn, esta remite ms bien a un movimiento que condiciona el dominio sobre el objeto a su participacin lIubjetiva en el acto de dominacin. Confesndose, o !lca, encomendndose a la autoridad de quien llega a .:onocer y juzga su verdad, el objeto del poder pastoral le hace sujeto de su propia objetivacin o es objetivado en la constitucin de su subjetividad. El trmino medio de este efecto cruzado es la construccin de la i ndividualidad. Obligndolo a exponer su verdad subIdiva, controlando las ms ntimas vibraciones de su " onciencia, el poder individa a quien somete en calidad de objeto propio, pero, al obrar de este modo, lo re-o 'onoce como individuo dotado de una especfica subjeI i vidad: "Es una forma de poder que transforma a los l I .dividuos en sujetos. Hay dos sentidos de la palabra ..... ujeto": sujeto sometido al otro por el control y la dep,'ndencia, y sujeto que queda adherido a su propia Identidad mediante la conciencia o el conocimiento de . .. En ambos casos, esta palabra sugiere una forma de ""der que sojuzga y somete .. 48

    ::l. As como la direccin de conciencia de los pastoI '/s de almas inicia el movimiento de subjetivizacin 1 1 1 objeto, la conduccin de gobierno teorizada y pracLlcuda en forma de Razn de Estado traduce, y deterI / I i na, el gradual desplazamiento del poder del exte lO!' al interior de los lmites de aquello sobre lo cual 1 " ll.ierce. Mientras el prncipe de Maquiavelo conser-

    I ! '''''Ullt' de la vrit, Paris, 2002, pgs. 87-127, e Y. Michaud, .. Des mo h r t ll' 8ubjectivation aux techniques de soi: Foucault et les identits 1 1,\ nutr,,' tcmps, en Cits, n 2, 2000, pgs. 11-39. Fundamental para

    j ft l('(U;,1 sigue siendo Foucault, de G. Deleuze, Pars, 1986 {traduc-11111 iWillana: Foucault, Npoles, 2002J.

    11'1 1\1 It'Olll'::wlt, "Le sujet et le pouvoir, en Dits et crits, op. cit., vol. IV. ).nu 'J7.

    59

  • vl lh" todava una relaci de singularidad y trascend f) 'ia respecto de su propio principado , el arte de go-1 ';" l'no da lugar a un doble' movimiento de inmanentizacin y pluralizacin. pO"r una parte, el poder ya no se relaciona circularmen-te consigo mismo -con la conservacin o ampliaci'n de sus propias estructuras-, sino con la vida de stquellos a quienes gobierna, en el sentido de que su fin no es la obediencia tan slo, sino tambin el bienestar de los gobernados. Ms que dominar desde lo alto a hombres y teITitorios, adhiere internamente a sus nece :sidades, inscribe su propia actuacin en los procesos que esas necesidades determinan, extrae su propia fuerza de la fuerza de sus sbditos. Mas para ello, para aceptar y satisfacer todos los requerimientos qt.:1e le llegan del cuerpo de la poblacin, est obligado 6. multiplicar sus prestaciones por cuantos mbitos conesponda: desde la defensa hasta la economa y la salud pblica. A ello obedece un doble movimiento cru:zado: uno vertical, de aniba abajo, que pone en const&nte comunicacin la esfera del Estado con la de la poblacin, las familias, hasta los individuos, y otro horizontal, que pone en relacin productiva las prcticas y los lenguajes de la vida en una forma que amplifica sus horizontes, mejora sus desempeos, intensifica sus rendimientos. Resulta evidente la divergencia con la inflexin predominantemente negativa del poder soberano. Mientras este se ejerCa en trminos de sustraccin, de retiro -
  • modo que su desarrollo refuerce tambin el podero del Estado" Si

    Ya se perfila plenamente el carcter afirmativo que -al menos desde este ngulo-- Foucault parece asignar a la biopoltica en contraposicin con la actitud de imposicin caracterstica del rgimen soberano. Al contrario de este, ella no limita ni violenta la vida, sino que la expande de manera proporciona! a su propio desarrollo. Ms que de dos fl ujos paralelos, debera hablarse de un nico proceso expansivo cuyas dos caras contrapuestas y complementarias son el poder y la vida. Para potenciarse a s mismo, el poder est obligado a potenciar, a la vez, el objeto sobre el cua! se descarga; y no slo esto, sino incluso, corno vimos, a tornarlo sujeto de su propio sometimiento. Por lo dems, el poder no slo debe presuponer, sino tambin prod ucir, las condiciones de libertad de los sujetos a quienes se aplica, si quiere estimular la accin de estos. Pero -y aqui el discurso de Foucault tensa al mximo su extensin semntica, casi hasta chocar contra s mismo--, si somos libres por el poder, podremos serlo tambin en su contra. Estaremos en condiciones no slo de secundarlo y acrecentarlo, sino tambin de oponernos a l y hacerle frente. De hecho, Foucault no deja de concluir que donde hay poder hay resistencia y, no obstante (o mejor: por lo mismo), esta nunca se encuentra en posicin de exteriOlidad respecto del poder" s2 Esto no significa -segn aclara de inmediato Foucault- que la resistencia ya est desde siempre sometida a! poder a! cual parece contraponerse, sino ms bien que el poder necesita un punto de confrontacin con el cual medirse en una dialctica sin resultado definitivo. Segn parece, para fortalecerse, el poder debera dividirse y luchar contra s mismo conti-

    51 [bid. , pg. 142. 52 M. Foucault. Lo. volonta di sapere, op. cit., pgs. 84.5.

    62

    nuamente. O producir un saliente que lo anastre adonde no estaba. Esta lnea de fractura, o saliente es la vida misma. Ella es el lugar -ala vez objeto y sUJetoele la resistencia. Tan pronto corno el poder la afect tlirectamente, la vida le replica volvindose contra el con la misma fuerza de choque que la provoca:

    Contra este poder an nuevo en el siglo XIX, as fu:rzas que resisten se apoyaron en lo mismo que aque lvadla, es decir en la vida y el hombre en tanto que ser VlVlente [ . . :1 la vida como objeto poltico fue en cierto modo tomda al pIe de la letra y vuelta contra el sistema que pretendla controlarla.53

    A la vez parte del poder y aj ena a l, la vida parece llenar todo el escenario de la existencia: incluso cuando est expuesta a las presiones del poder -y especialmente en este caso-, la vida parece capaz de retomar aquello que la toma y absorberlo en sus p]egues infinitos.

    4. Poltica sobre la vida

    1. Sin embargo, esta no es la respuesta completa

    de Foucault, ni la nica. No porque carezc,a de cohe

    rencia interna, como testimonia toda una Imea mter

    pretativa que se ha hecho portadora de ella e mcluso

    la ha impulsado mucho ms all de las mtenclOnes

    manifiestas del autor S4 Pero subsiste en Foucault

    " [bid., pg. 128. . :; Aludo a M. Hardt y A Negri, lmpero. II nuouo ordme dellagloba-

    l - '0 "0 Miln 2002 pgs. 38-54, y tambin al grupo que depende ":;::ftzL '''' , , I o 1 2000 de ele la revista francesa Multitudes (vase en prticular e n , . -

    fljcado justamente a Biopolitiqu.e et biopou.uOlr, con apol'tes_ de M. Laz

    'I,;\l'ato, E. Alliez, B, Karsenti, P. Napoli otos). H3y que senaJr que e I.fnta de uoa perspectiva terico-poltica mteresan,

    te d pOI s, pelO

    If'uucmente relacionada con la de Foucault, aunque lIlspll'ada en ello..

    63

  • ' ' 'Ill impresin de insuficiencia, una reserva bsica ('Oll I'cspecto a la conclusin obtenida. Como si l mismo no estuviera del todo satisfecho con su propia reconstruccin histrico-conceptual, o la considerase parcial, inadecuada para agotar el problema, e incluso destinada a evitar una pregunta decisiva: Si la vida es ms fuerte que el poder que, aun as, la asema;siT resisteili:ia de'la vida no se aeTa someter por las presiones del poder, por qu el resultado al cual iieva la modernidad es la produccin masiva de muerte?55 Cmo se explica que en el punto culminante de la poltica de la vida se haya generado una potencia mortfera tendiente a contradecir su empuje productivo?

    Esta es la paradoja, el obstculo insalvable que no slo el totalitarismo del siglo XX, sino tambin el posterior poder nuclear, representan para el filsofo alineado con una versin decididamente afirmativa de la biopoltica: Cmo es posible que un poder de la vida se ejerza conb'a la vida misma? De hecho, o se trata de dos procesos paralelos, ni simplemente contemporneos. Foucault incluso pone el acento en la relacin directa y proporcional que media entre desaHollo del biopoder e incremento de la capacidad homicida: nunca se registraron guerras tan sanpientas ni genocidios tan extendidos como en los ltimos dos siglos, es decir, en pleno auge de la biopoltica. Basta con recordar que el m.'{imo esfuerzo internacional para la organizacin de la salud -el llamado Plan Beveridge- fue elaborado en medio de una guerra que tuvo un saldo de cincuenta millones de muertes: Se podra resumir en forma de eslogan esta coincidencia: vayan y djense masacrar; por nuestra parte, les prometemos una vida larga y confortable, Garantizar la vida y dar Wla orden de muerte es todo

    55 Cr., al respecto, V. Marchetti, La naissance de la biopolitique, en VV.AA.,Au n:sque de Fouco.u.lt, Pars, 1997, pgs. 237-47.

    uno .. ,56 Cmo es posible? Por qu un poder qu ' '11m ciona asegurando la vida, protegindola, incremel ltndola, manifiesta tan grande potencial de muertll? Is cierto que las guerras y destrucciones masivas ya 110 se efectan en nombre de una poltica de podero, ino -al menos en las intenciones que declara quien l as lleva a cabo-- en nombre de la supervivencia misma de los pueblos implicados. Pero justamente esto refuerza la trgica apora de una muerte necesaria 1 >:u'a conservar la vida, de una vida que se nutre de la l \1Uerte ajena y, por ltimo, corno en el caso del nazis-1 1 1 0 , tambin de la propia s7

    Una vez ms nos encontramos ante ese enigma, " 'Ie terrible no dicho, que el bio antepuesto a pol-1 1 ca .. retiene en el fondo de su sipllficado. Por qu la I J iopoltica amenaza continuamente con volverse taIlntOf>l)ltica? Tambin en este caso la respuesta pr'n esconderse en el problemtico punto de cruce entre ,oberana y biopoltica, Pero Mora se lo contempla

    rll'sde un ngulo de refraccin que impide una interpretacin linealmente contrastiva entre ambos reI(menes. El paso a una interpretacin distinta del Y I I lculo entre ellos est marcado, en la obra de Fou,'mut, por el leve pero significativo deslizamiento sef T l l l l 1tico entre el verbo sustituir -todava basado MI la discontinuidad- y el verbo completar, que en

    I l I lIbio alude a un proceso de mutacin paulatina e I i l l nterrumpida: Creo que una de las ms slidas I fll 'lsformaciones del derecho poltico del siglo XIX , " nsisti, si no exactamente en sustituir, al menos en d"lpletar el viejo derecho de soberana [ . . . ] con otro

    \" M. f'oucault, La technologie politique des individust), en Dits el I I /tl:, OJ). cit . . vol. lV, pg. 815 .

    t ;\ 1 vInculo entre poltica y muerte se refiere con notable vigor tico j , 1If,;fJ un nnsayo reciente de M. Revelli, titulado La politica pero 1

    lu,u, 'l' lnu, 2003. Vase tambin, del mismo autor, Oltre il Novecento, I jq 1 1 1 , :!OOl.

    65

  • dl irccho. Este ltimo no borrar al primero, sino que lo continuar, lo atravesar, lo modificar" .5S Ello no mplica que Foucault diluya la distincin -e incluso l a oposicin- tipolgica que haba definido con anterioridad entre una y otra clase de poder, sino que, en vez de colocarla en una nica lnea de desplazamiento, la reconduce a una lgica de copresencia. Desde este punto de vista, los mismos fragmentos anteriormente ledos en clave discontinuista aparecen ahora articulados de acuerdo con una estrategia argumentativa diferente:

    Indescriptible e injustificable en trminos de la teora

    de la soberana, radicalmente heterogneo, normalmente,

    el poder disciplinario habra debido conducir a la desapari

    cin del gran edificio jurdico de la soberana. Pero, en rea

    lidad, esa teora no slo sigui existiendo, si se quiere, como

    ideologa del derecho, sino que adems sigui organizando

    los crugos jurdicos estipulados para s por la Europa del b d I 'd I . . 59 siglo XIX sobre la ase e os ca 19as napo eonlCOS.

    2. Foucault prop orciona una primera explicacin ideolgico-funcional de dicha persistencia: el uso de la teora de la soberaIa -una vez transferida del monarca al pueblo- habra permitido, por un lado, el ocultamiento y, por el otro, lajuridizacin de los dispositivos de control puestos en prctica por el biopoder: a ello obedece la institucin de un doble nivel entrelazado, entre una prctica efectiva de tipo biopoltico y una representacin formal de carcter jurdico. Desde este punto de vista, las filosofias contractualistas habran constituido el mbito natural de encuentro entre el antiguo orden soberano y el nuevo aparato gubernamental, aplicado esta vez no slo a la esfera in-

    58 M. Foucault, Bisogna difendere la societa, op. cit., pg. 207 (IaK bastardillas son mas).

    " [bid., pg. 39.

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    dividual, sino tambin a la poblacin en general. i:i " dmbargo, esta reconstruccin, aunque plausible en 1.1 plano histrico, no agota por completo la cuestin CIl 1 1 1 plano especficamente terico. Dara la sensacin de que entre ambos modelos -soberano y biopolti' 0 hubiera una relacin ms secreta y esencial a la vez, irreductible tanto a la categora de analoga como Il la de contigidad. Foucault parece remitir ms bien : , una copresencia de vectores contrarios y superpuest os en un umbral de indistincin originaria que hace . " cada uno, a la vez, el fondo y el saliente, la verdad y , 1 exceso, del otro. Este cruce antinmico, este nudo hl'ortico, es lo que impide interpretar la implicacin , ntre soberana y biopoltica en forma monolineal, ya Ipa en el sentido de la contemporaneidad o en el de la '1 1 1 c:esin. Ni una ni otra reflejan la complejidad de I I I l n implicacin mucho ms contradictoria, en la que I lI ' rnpos diferentes se comprmen en el segmento de " 1 ,a nica poca consti tuida y a la vez alterada por su I Insin recproca. As como el modelo soberano incorI '''''a en s mismo el antiguo poder pastoral -el pri" " '1 incunable genealgico del biopoder-, el biopolI Iro lleva en su interior el acero afilado de un poder soh"rano que a un tiempo lo hiende y lo rebasa. Si se tot l U I en consideracin el Estado nazi, puede decirse inr l l .Lintamente, como hace Foucault, que fue el viejo 1 l I , , [or soberano el que utiliz en su favor el racismo 1 "" lgico surgido inicialmente en su contra; o bien, 11"1' ,,1 contrario, que el nuevo poder biopoltico se vali 1 , 1 erecho soberano de muerte para dar vida al ra-. I ' "() de Estado. Ahora bien: si se reCUlTe al primer " h u lrlo interpretativo, la biopoltica se tolna una ar-1 " , l I acin interna de la soberana; si se privilegia el

    . ; ' i ndo, la soberana se reduce a una mscara for' " 11 de la biopoltica. La antinomia surge con mpetu " ' " 1 1 11 ,.Yor en relacin con el equilibrio atmico. Hay

    1 1 ' , . 'lll1Wmplarlo desde el perfil de la vida que, pese a

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  • todo, aquel logr asegurar, o desde el de la muerte tqtal con que no ha cesado de amenazar? '

    El poder ejercido dentro del poder atmico tiene la capacidad de suprimir la vida; por consiguiente, la de suprimirse a s mismo como poder que garantiza la vida. De modo que, o bien ese poder es un poder soberano qLl:e utiliza la bomba atmica, y entonces ya no puede ser bio-poder, esto es, poder que garantiza la vida tal como lleg a ser a partir del siglo XIX, o, por el contrario, en el otro lmite, ya no tendremos el exceso del derecho soberano sobre el bio-poder, sino el exceso del bio-poder sobre el derecho soberano.so

    Una vez ms, tras definir los trmino