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Estado y Monarquía en Hume Joaquín Várela Suanzes SUMARIO: I. Filosofía, política e historia 6 0 ; 1. El 'Tratado sobre la naturaleza huma- na" y los fundamentos de la filosofía humeana: Hume y Hobbes 6 0 ; 2. Los ensayos polí- ticos 6 5 ; 3. La "Historia de Inglaterra" o una nueva aproximación a la historia constitu- cional 6 7 ; II. Origen y legitimidad del estado 69; 1. Crítica del contractualismo iusnaturalista 7 0 ; 2. "Convenciones", "reglas de justicia" y Estado 7 3 ; 3. Utilidad, con- sentimiento y prescripción 7 6 ; 4. Una teoría utilitaria del derecho de resistencia 79; III. La monarquía "mixta" y "equilibrada" 8 0 ; 1. Soberanía del Parlamento y Monarquía mixta 80; 2. El equilibrio constitucional 85; DAVID Hume es un autor poco familiar a los constitucionalistas, incluso a £ .Sí los más atentos a los supuestos históricos y doctrinales del Estado Constitu- •* cional. Pero la verdad es que la aportación de Hume —uno de los más gran- í! des pensadores de todos los tiempos— a la teoría del Estado constitucional es | en extremo interesante, como me gustaría mostrar en este trabajo, cuyo g- mayor mérito —acaso el único, si es que alguno tiene— quizá resida, preci- ~ sámente, en examinar la obra del librepensador escocés desde la historia del ^ pensamiento constitucional. Una atalaya, sin duda, poco frecuente. En -= España y fuera de ella. .2 Para tal cometido, expondré, en primer lugar, las tres vertientes funda- •§ mentales del legado intelectual de Hume: la filosófica, la política y la históri- o ca, representadas por tres obras fundamentales: el "Tratado sobre la natura- § leza humana", los "Ensayos Políticos" y la "Historia de Inglaterra", cuyo 2 examen se hará al hilo de la biografía de su autor. A continuación, me centraré en la teoría humeana del Estado, con el o objeto de destacar su radical y lúcida crítica al contractualismo iusnaturalis- § ta y su propuesta para explicar tanto el origen del Estado cuanto su legitimi- ^ dad. Una propuesta basada en las nociones de "convención" y "reglas de jus- J> ticia" y en el criterio de la utilidad, desde donde el filósofo escocés replanteó 5 1 Tuve ocasión de exponer y debatir este fiembre de 1995 en el Instituto "Emilio artículo en un curso sobre "La Monarquía Ravignani", de la Universidad de Buenos en el constitucionalismo europeo (1688- Aires, a invitación de su Director, el prole- 1833)", que impartí durante el mes de sep- sor José Carlos Chiaramonte. o

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Estado y Monarquía en Hume

Joaquín Várela Suanzes

SUMARIO: I. Filosofía, política e historia 6 0 ; 1. El 'Tratado sobre la naturaleza huma-na" y los fundamentos de la filosofía humeana: Hume y Hobbes 6 0 ; 2. Los ensayos polí-ticos 6 5 ; 3. La "Historia de Inglaterra" o una nueva aproximación a la historia constitu-cional 6 7 ; II. Origen y legitimidad del estado 6 9 ; 1. Crítica del contractualismoiusnaturalista 7 0 ; 2. "Convenciones", "reglas de justicia" y Estado 7 3 ; 3. Utilidad, con-sentimiento y prescripción 7 6 ; 4. Una teoría utilitaria del derecho de resistencia 7 9 ;III. La monarquía "mixta" y "equilibrada" 8 0 ; 1. Soberanía del Parlamento y Monarquíamixta 8 0 ; 2. El equilibrio constitucional 8 5 ;

DAVID Hume es un autor poco familiar a los constitucionalistas, incluso a £.Sí

los más atentos a los supuestos históricos y doctrinales del Estado Constitu- •*

cional. Pero la verdad es que la aportación de Hume —uno de los más gran- í!

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en extremo interesante, como me gustaría mostrar en este trabajo, cuyo g-

mayor mérito —acaso el único, si es que alguno tiene— quizá resida, preci- ~

sámente, en examinar la obra del librepensador escocés desde la historia del ^

pensamiento constitucional. Una atalaya, sin duda, poco frecuente. En -=España y fuera de ella. .2

Para tal cometido, expondré, en primer lugar, las tres vertientes funda- •§

mentales del legado intelectual de Hume: la filosófica, la política y la históri- o

ca, representadas por tres obras fundamentales: el "Tratado sobre la natura- §

leza humana", los "Ensayos Políticos" y la "Historia de Inglaterra", cuyo 2

examen se hará al hilo de la biografía de su autor. „

A continuación, me centraré en la teoría humeana del Estado, con el o

objeto de destacar su radical y lúcida crítica al contractualismo iusnaturalis- §ta y su propuesta para explicar tanto el origen del Estado cuanto su legitimi- ^dad. Una propuesta basada en las nociones de "convención" y "reglas de jus- J>

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1 Tuve ocasión de exponer y debatir este fiembre de 1995 en el Instituto "Emilioartículo en un curso sobre "La Monarquía Ravignani", de la Universidad de Buenosen el constitucionalismo europeo (1688- Aires, a invitación de su Director, el prole-1833)", que impartí durante el mes de sep- sor José Carlos Chiaramonte.

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de forma muy original los problemas básicos de la teoría del Estado, entreellos el problema del derecho de resistencia.

Por último, intentaré mostrar de qué modo Hume respondió a las pre-guntas claves de la teoría constitucional de su tiempo, deteniéndome en supostura sobre la mejor forma de gobierno, que no era otra, a su entender, quela monarquía "mixta" y "equilibrada", a cuya clásica doctrina se suma, peroañadiendo matices de gran interés.

I* Filosofía, política e historia

LA vida de David Hume (que nace en Edimburgo, en 1711, y muere en lamisma ciudad, en 1776) coincide con el esplendor de las Luces. A lo largode ella compondría un conjunto de obras filosóficas, políticas e históricasque le convertirían en uno de los mis relevantes pensadores europeos delsiglo XVIII. Un siglo en el que la aportación de Escocia a la Ilustraciónbritánica y europea fue particularmente relevante. Baste recordar, apartedel propio Hume, los nombres de Adam Ferguson, Gibbon y AdamSmith2.

1. El "Tratado sobre la Naturaleza Humana" y losfundamentos de la filosofía humeana: Hume y Hobbes

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TRAS pasar por la Universidad de Edimburgo, Hume permanece unos tresaños en Francia, por cuya cultura siempre manifestó una gran admiración,tanto por su polifacetismo como por haber "perfeccionado en gran medi-da el arte más útil y agradable de todos, el art de vivre, el don del tratosocial y la conversación"3. Un arte que él no dejó nunca de cultivar. EnReims y sobre todo en La Fleche( Anjou), un lugar cargado de resonanciascartesianas, compone el Treatise of Human Nature, su primer y más rele-

2 Para comprender el esplendor intelectualde Escocia en el siglo XVIII, es preciso noperder de vista que en 1707 el Parlamentoinglés había absorbido al escocés —si bienla unión de ambos reinos ya se habia pro-ducido en 1603, bajo Jacobo I— lo quepermitió a la élite dirigente escocesa dedi-carse al mundo de la economía y de la cul-tura, despreocupándose de la política.

3 Of Civil Liberty, en el Vol. 3 ¡Essoys,moral, political and literaryj, pp. 158-9, deDavid Hume, The Pbilosopbical Works, edi-ción de Thomas Hill Green y ThomasHodge Grose, 4 vol., Londres, 1882-1886,reimpresión de Sciencia Verlag Aalen,1964. Salvo indicación expresa, por estaedición se harán en adelante todas las citasde Hume, señalándose volumen y página.

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vante libro, "la clave de todo lo que escribió más adelante"4. Lo publicade forma anónima en el Londres de 1739, cuando sólo contaba veintisieteaños de edad. Su éxito fue entonces muy escaso, en gran medida por suárida redacción. "Jamás intento literario alguno —escribe Hume en su bre-vísima autobiografía— fue más desgraciado que mi "Tratado de laNaturaleza Humana". Ya salió muerto de las prensas, sin alcanzar siquie-ra la distinción de provocar murmullos entre los fanáticos"*. Para reme-diar este fracaso escribe al año siguiente un resumen o Abstract del"Tratado"6 y, en 1748, publica, con mejor pluma y ya con su nombre, unaactualizada refundición de su primera parte: An Enquiry ConcerningHuman Understanding. Cuatro años más tarde hace lo propio con la ter-cera parte de esta obra, bajo el título An Enquiry concerning the Principiesof Moráis7.

En el "Tratado", y en sus posteriores refundiciones, se encuentran losfundamentos filosóficos de Hume en todos los campos de su actividad inte-lectual, por tanto también en el de la filosofía política. Un saber que concibiócomo parte de una Moral basada en la experiencia y en la observación, deacuerdo con los presupuestos de la física newtoniana, que antes que él habíanrecogido Locke y Berkeley. Dos autores cuya influencia en el "Tratado" deHume es patente, al igual que la del utilitarismo del escocés Francis Hutchesony la de los escépticos franceses Pierre Bayle y Malebranche*. ti influjo deNewton en Hume se pone de manifiesto en el subtítulo del "Tratado de laNaturaleza Humana": "intento de introducir en los temas morales el métodode raciocinio experimental"'.

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4 DAVID MILIER, Philosophy and ideology ¡nHume's political thought, Clarendon Press,Oxford, 1981, p.9.

5 My own //'fe, Vol. 3, p. 2. Hume redactóesta libro el úlfimo año de su vida, publi-cándolo postumamente ADAM SMITH, en1777. La mejor biografía de Hume es la deE. C. MOSSNER, The Life of David Hume,Clarendon Press, Oxford, 1980.

6 También anónimo, descubierto y filiadopor Keynes y Piero Sraffa, en 1938.

7 Estas dos obras pueden verse en el vol. 4de la obra citada en notó 3, en donde seencuentra también A Dissertation on the pos-sions, que se ocupa de algunas cuestionestratadas en la Segunda Parte del "Tratado".

8 Sobre la filiación intelectual de Hume y sobrelos puntos más relevantes de su pensamiento,vid. los renovadores libros de Norman KEMPSMÍTH, TTie Philosophy of David Hume. A críti-cal stvdy of its origins and central doctrines,Macmillan, Londres, 1941, yJ.A. PASSEMORE,Hume's intentions, Cambridge UniversityPress, 1952. Una buena síntesis en AJ. AYER,Hume, Oxford University Press, 1980.

9 "In Newton —escribirá Hume en suHistory of England— this island may boastof having produced the greatest and rarestgenius that ever rose for the ornament andinstruction of the species. Coutions ¡n admi-ting no principies but such as were foundedon experiment; but resolute to adopt everysuch principie, however new or unusual",op. cit en nota 32, t. VIII, p. 334.

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En realidad, como ha puesto de relieve N. K. Smith, la Política fue laprimera inquietud de Hume y esta inquietud fue la que le llevó luego a exa-minar la Moral, la Sicología y la Teoría del conocimiento, a pesar de queen su obra se ocupara de estos asuntos siguiendo un orden de exposicióninverso10. A este respecto, Félix Duque ha recordado que cuando Humeinvestiga en el "Tratado" problemas tan abstrusos y "técnicos" como elprincipio de la inducción, la inferencia causal o nuestra creencia en elmundo externo, el motor de su quehacer se encuentra en el ideal políticode un mundo tolerante, pero tolerante a través de la satisfacción de losintereses privados: a través de la exaltación del individuo"".

El ambicioso propósito de Hume recuerda mucho al de Hobbes12. Tantouno como otro, en efecto, decidieron superar la distinción aristotélica entrefilosofía teorética y filosofía de la praxis, con el objeto de aplicar a la moraly la política el método propio de las ciencias de la naturaleza (o de la filoso-fía natural). Si Hobbes se había propuesto conocer, como recuerda GüntherHolstein, "las acciones humanas y sus mutuas relaciones con la misma exac-titud que el pensar geométrico conoce las relaciones de magnitud de las figu-ras"13, Hume se fijó como meta "... ver si la ciencia del Hombre no admite lamisma precisión de que son susceptibles varias partes de la filosofía natural",como él mismo reconoce en el Resumen del "Tratado"14. En ambos casos, asi-mismo, la teoría política o teoría del Estado (al ser éste ya la polis moderna),partía de unos supuestos psicológicos marcadamente utilitarios, acordes conuna común concepción individualista, tan acusada en el filósofo inglés comoen el escocés.

Ahora bien, lo que varía es, prima facie, la elección metódica. Hobbes,fiel al racionalismo filosófico de Descartes y Leibniz, sigue un método deduc-tivo, desde el que formula un conjunto de postulados sin otra prueba que lade ser evidentes por sí mismos. Para él, la ciencia debía fundamentarse en la

10 CU. N. K. Smith, op. cit. cap. I, parte I.Sobre la centralidad de la política en laobra de Hume, vid, asimismo, I. PIAMENATZ,Man and Society, Londres, 1974, pp. 300y ss. y Dalmacio NEGRO PAVÓN, "La

Filosofía Liberal de David Hume", Revistade Estudios Políticos, n" 210, Madrid,1976, p. 33.

11 Félix DUQUE, Introducción al Trotadode la Naturaleza Humana, EditoraNacional, Madrid, 1977, vol. I, pp. 31-2.

12 Un agudo contraste entre ambos autores,en George SABINE, Historia de la TeoríaPolítica, FCE, México, Madrid, BuenosAires, 1981, p. 338-345 y 440444. Vid.,también, P. RusSEll, Hume's "Treatise" andHobbes's "The Elements oí Law", en Journalof the History of Ideas, n" 45, 1985.

13 Historia de la Filosofía Política, Institutode Estudios Políticos, Madrid, 1969, p.225.

14 Resumen, Buenos Aires, 1973, p. 29.

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2. Los ensayos políticos

DESDE este nuevo talante, más literario que filosófico o, para ser más exac-tos, más fragmentario qué sistemático, escribe sus Essays, Moral and

Political, publicados en dos volúmenes entre 1741 y 1742, y los Political

Discourses, que vieron la luz en 1752. Mientras los primeros contenían algu-nos escritos de gran interés para perfilar la teoría política humeana, como losdedicados al contrato social, a la obediencia pasiva y a la independencia delParlamento, que luego se examinarán detenidamente, los segundos tenían, en

cambio, pese a su título, una naturaleza fundamentalmente económica24. °

En estos escritos, que tuvieron pronto un gran éxito en la Gran Bretaña ^y Francia, Hume se revela como un brillante ensayista, un género para el que -o

estaba tan dotado como Montaigne y su coetáneo Voltaire. Son textos cortos, ^

a veces densos, llenos de referencias a la antigüedad greco-romana. Su autor g:

se muestra en ellos amante, a la vez, del orden y del progreso, de la perma- »r>

nencia y del cambio, de la autoridad y de la libertad, de las prerrogativas de gla Corona y de los privilegios del Parlamento, tal como se habían determina- .—do después de la revolución de 1688. íí

Temperamento conciliador y amigo del matiz, no disimula su deseo de |lograr un consenso entre los principales partidos políticos de entonces (esto 8"es, el whig del que en puridad estaba mucho más cerca y el tory), ante los que ~se muestra decidido a "alentar las opiniones moderadas, hallar el justo medio ^en todas las disputas, persuadir a cada uno de que su antagonista puede tener -£ja veces razón y mantener el equilibrio en las alabanzas y censuras que dedi- .2camos a cada bando"15. -1

Sin embargo, más que un talante ecléctico, lo que se pone de manifiesto oen estos Ensayos, como en el resto de su obra, es su gran independencia de 8criterio, no sólo respecto de los partidos políticos, sino de todos los grupos e 2instituciones. Una independencia de criterio de la que se enorgullece en su „,brevísima autobiografía, cuando recuerda "no haber solicitado jamás el favor ode nadie importante, ni haber siquiera fomentado su amistad"26. i

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24 Una selección de ambas obras se publi- editorial Tecnos, bajo el título de Ensayos .2có entre 1753 y 1754, con el titulo Essays Políticos, con un excelente Estudio gand Treatises on severa! subjects, y en Preliminar de Josep M. Colomer, Madrid,1758, bajo el rótulo Essays Moral, Political 1987.and Literary. Estos ensayos pueden verse enel vol. 3 de la obra citada en nota 3. Entre 25 Ofthe Coalition ofParties, Vol. 3, p. 464. O5las traducciones españolas más recientesdestaca la de César Armando Gómez en la 26 Vol. 3, p. 6.

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Receloso de la utopía y de la razón abstracta ("de todas las clases dehombres la más perniciosa es la de los forjadores de utopías cuando tienen ensus manos el poder y la más ridicula cuando carecen de él" 27), Hume funda-menta aquí su discurso político en una sociología utilitaria, realista e inclusodescarnada, que parte del hombre tal cual es y no como debiera ser, con sussentimientos y pasiones, aunque ello suponga admitir que "todo hombre es unbellaco y que no tiene otro fin en sus actos que el interés personal. Medianteeste interés hemos de gobernarlo, y con él como instrumento obligatorio, apesar de su insaciable avaricia y ambición, a contribuir al bien público"28.

El utilitarismo humeano, sin embargo, era mucho más sutil y complejo delo que esta cita puede dar a entender, concediendo una gran importancia a los sen-timientos y emociones y creencias de los hombres, así como a la simpatía o ins-tinto de sociabilidad, imprescindible para formar una especie de sentido moralcolectivo y para sustentar el humanitarismo o deseo de felicidad para los demás29.Se trataba, pues, de un utilitarismo mucho menos tosco que el Hobbesiano eincluso que el predominante en su siglo, tan propenso a exagerar la naturalezaegoísta del hombre y a reducir los móviles de éste a la calculadora búsqueda delplacer y al orillamiento del dolor, como sostendrían Helvecio y Bentham.

Hume, además, no se limita a fundamentar su teoría política en unaE sicología utilitaria, como harían muchos de sus contemporáneos, sino que le

da también un anclaje histórico, pues, a su juicio, la historia no era al fin y al* cabo sino un depósito de experiencia humana de inexcusable conocimiento:g- "de un hombre conocedor de la historia puede decirse en cierto sentido quei ha vivido desde el comienzo del mundo", escribe en su "Ensayo sobre el estu-S dio de la Historia"50. La Historia, desde luego, ponía de relieve el cambio,o pero también lo permanente en el devenir humano; los diferentes mores no•2 menos que las reglas constantes de su comportamiento. A esta segunda ver-LLJ

\ tiente se refiere Hume en su "Investigación sobre el entendimiento h u m a n o "

g} cuando señala que la utilidad principal de la Historia, al desvelar el compor-

§ tamiento de los hombres en todos los tiempos y lugares, "consiste en descu-

lo brir los constantes y universales principios de la naturaleza humana. . . y en

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• | 27 Idea of a perfect Commonwealht, Vol. 3, 30 Of the Study of History, Vol. 4, pp. 390.g" p. 480. Como observa Charles W. HENDEI, Humej> "pensó que la historia era una anexo de lo

28 On the independence of Portiament, vol. filosofía moral" Ensayos Políticos de David3, pp. 1 17-8. Hume, Herrero Hermanos, México, 1965,

p. XXXII.O O 29 Sobre la teoría moral de Hume, vid. J.L.

MACKIE, Hume's moral theory, Roulledgeand Kegan Paul, Londres, 1980.

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razón, no en la experiencia, como ya había dicho en The Elements of LawNatural and Political, una obra escrita en 1640: "... defino el conocimientoque llamamos ciencia como la evidencia de verdad deducida de algún comien-zo o principio de sentido"11. Hume, en cambio, de acuerdo con el empirismode Newton y Bacon, opta por un método básicamente inductivo, que le llevaa rehusar cualquier postulado que no se base en la observación y la expe-riencia. "Los hombres —escribe en An Enquiry concerning the Principies ofMoráis— están ya cansados de su pasión por las hipótesis y los sistemas de lafilosofía natural, de modo que no quieren oír más argumentos que los que sederivan de la experiencia. Ha llegado, pues, el momento de que intenten unareforma semejante en todas las disquisiciones morales y rechacen todo siste-ma de moralidad, aunque sea sutil e ingenioso, que no se funde en hechos yobservaciones"16.

Este distinto punto de partida metodológico trae consigo importantesdiferencias a la hora de analizar el Estado. Hobbes construye more geo-métrico una teoría política mecanicista, en la que el Estado se concibecomo "un hombre artificial... para cuya protección y defensa fue pensa-do"17, regido por unas leyes que pretenden ser tan exactas y precisas comolas que formulan los geómetras y los astrónomos para describir el espacioy el cosmos. Unas leyes, en definitiva, "naturales", aunque el pensadoringlés las identifique con meros dictados de la razón (de una razón cierta-mente a-histórica), que convenía seguir, pero a los que negaba su natura-leza jurídica, al carecer de coacción humana en caso de que se infringiesen,como sostiene en el Leviathan™. De esta forma, el Derecho Natural podíareducirse a una sola máxima: es una exigencia de Derecho Natural acatarel derecho positivo19. En rigor, Hobbes transciende el iusnaturalismo ysienta las bases del positivismo jurídico, que más tarde desarrollaría

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15 Primera parte, cap. IV, 4. Años más lardeescribirá en el Leviathan, (1651): "tal comomucha experiencia es prudencia, as! essapiencia mucha ciencia. Pues aunquehabilualmente usamos el nombre de sabi-duría para ambas cosas, los latinos distin-guieron siempre entre prudencia y sapien-cia, atribuyendo la primera a laexperiencia y la segunda a la ciencia",Primera parte, cap. V. Un estudio generalde la filosofía política de Hobbes en el clá-sico libro de Leo STRAUSS, The PoliticalPhilosophy of Thomos Hobbes. Its Basis andGénesis, Oxford, 1936.

16 Vol. 4, p. 174. En la sección primera deeste trabajo, intitulada, Of the generalPrincipies of Moráis (op. cit. pp. 169-174),se encuentran los principios esenciales dela filosofía moral de Hume. Su lectura resul-ta, as!, especialmente indicada como intro-ducción a su pensamiento político.

17 Leviathan, Introducción.

18 Cfr. Primera Parte, cap. XV in fine.

19 Cfr. Ibidem, Primera parte, Libro l f i , cap.XXVI.

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Hume20. Este, en efecto, al elaborar su filosofía política de acuerdo con laexperiencia y la observación, criticará abiertamente las verdades evidentespor sí mismas y, en general, todo axioma indemostrable empíricamente,comenzando por la idea misma de un Derecho Natural, esto es, de unasleyes válidas en todo tiempo y lugar, establecedoras de una moralidad eter-na e inmutable, ya se concibiesen como emanación de la divinidad o, comoGrozio había afirmado, etiamsi darentus Deum nom esse.

Por eso, si Hobbes destruye el "viejo" Derecho Natural, trascendente,basado sobre todo en la filosofía jurídico-política elaborada por Aristóteles ycristianizada o despaganizada por Santo Tomás, cuya más brillante puesta aldía se encontraba entonces en la obra de Francisco Suárez, Hume liquida el"nuevo" Derecho Natural racionalista, inmanente, de cuña protestante21,además de asestar un golpe decisivo a la Etica natural y la religión natural oracional en sus Dialogues Concerning Natural Religión y en su The NaturalHistory of Religión". En rigor, Hobbes y Hume fueron los dos más grandesfilósofos británicos de todos los tiempos, aunque el más influyente en laépoca que ahora se estudia (e incluso posteriormente) fuese Locke. Un pen-sador de mucho menor fuste intelectual, en cierto modo a caballo de Hobbesy Hume, como más adelante veremos.

Digamos ahora que en las obras posteriores al "Tratado", incluidas lasrefundiciones antes mencionadas, Hume abandona el espíritu de sistema, detal forma que el contraste con Hobbes es todavía mayor. El método experi-mental se va relegando en beneficio de un método más descriptivo e histó-rico. "Los fracasos y dificultades en la elaboración de una ciencia del hom-bre harán acercarse progresivamente a Hume al ideal del philosopheilustrado, especie de "intermediario" entre el mundo académico y la vidacotidiana"".

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20 Cfr. los dos artículos de Norberto BOBBIO,Legge naturale e legge civile nella filosofíapolítica de Hobbes y Hobbes e il giusnatu-rismo, ambos en su libro Do Hobbes aMarx, Morano editore, 2° edición, 1971,pp. 11 a 74. M. CATTANEO, en su libro //positivismo giuridico inglese. Hobbes,Bentham, Austin (Milán, 1962) considera aHobbes "el primer representante del positi-vismo inglés", p. 46.

21 Sobre ello insiste F.A. HAYEK en 77ie Legaland political philosophy of David Hume, Vol.III de las Collected Works of F.A. Hayek, Trie

University of Chicago Press, Chicago, 1991,pp. 101-118, en donde destaca una facetade Hume poco conocida: la de jurista o, másexactamente, la de teórico del Derecho.

22 Dos libros que pueden verse en los vols.2 y 4, respectivamente, de la edición cita-da en nota 3.

23 La cita es de Félix Duque, quien coteja alrespecto "los ambiciosos propósitos de laIntroducción" al "Tratado" "con la amargaconfesión de impotencia del Apéndice",op. cit. p. 25.

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proporcionarnos los materiales de donde sacamos nuestras observacionessobre la conducta de los hombres"31.

En sus Ensayos políticos Hume sólo se muestra radical al criticar lasuperstición y el fanatismo, sobre todo el religioso, y al defender la toleran-cia y la libertad, pilares de una "sociedad abierta", de la que hablaría K.Popper en nuestro siglo, sólo existente entonces en la Gran Bretaña y acasoen Holanda, país muy admirado por el pensador de Edimburgo. Una socie-dad en la que los intelectuales no formaban una casta de eruditos refugiadosen las cátedras universitarias, como ocurría en Alemania, ni tenían que estarburlando constantemente la censura estatal o eclesiástica, como acontecía enla Europa meridional, sino que exponían libremente sus pareceres ante una"opinión pública" cada vez más amplia y formada, que se convertiría desdeentonces —como el propio Hume deseaba fervientemente— en una piezaesencial de un Estado libre.

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3. La "Historia de Inglaterra" o una nueva aproximacióna la historia constitucional

ADEMÁS de en el "Tratado" y en los Ensayos que se acaban de comentar,buena parte de las reflexiones del pensador escocés sobre el Estado y laConstitución se hallan en su History of England, que comienza a publicarseen 1754 y cuya edición definitiva vio la luz en 1762, en seis volúmenes32. Setrataba quizá de la mejor obra de Historia escrita nunca en cualquier época,a juicio de Voltaire33. Un autor que sabía de lo que hablaba, pues aparte desus extraordinarias cualidades como escritor, había dejado patente su pene-trante sentido histórico en el Essai sur les Moers et l'esprit des nations"(1740), en donde formula un innovador proyecto metodológico, así como en

31 Vol. 4, p. 68.

32 The History of England (rom the Invasiónof Julios Caesor to the Revolution ¡n 1688.Se ha consultado aquí la edición de 1 807,hecha en Londres, en 8 volúmenes, quecontiene "the author's last corrections and¡mrpovements", así como su autobiografíay una semblanza de Hume por AdamSmith. En el lomo de los ocho volúmenes deesta obra, tal como se conserva en laUniversidad de Oviedo, aparece la franjaroja distintivo de formar parte del "índice

de libros prohibidos" por la IglesiaCatólica. Y, en efecto, en 1761 las obrasde Hume fueron incluidas en el IndexLibrorun Prohibitorum, de Roma; y en1773, en el índice español, como recuer-dan M s ELÓSEGUI y Ms Dolores BOSCH en El

Ensayo de Hume sobre el Refinamiento enlas Artes y su influencia en la Ilustraciónespañola, en "Dieciocho, HispanicEnlightement", Universidad de Virginia,Charlotesville, VA, ns 19.1, 1996, p. 101.

33 Lo recuerda A.J. AYER, op. cit. p. 10.

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"El siglo de Luis XIV"(1751), de gran influencia en la historiografía del sete-cientos34.

El elogioso juicio que Voltaire dedica a Hume lo compartieron muchosde sus contemporáneos. En realidad, la History of England convirtió a suautor en "uno de los primeros historiadores de su Nación"35. Ninguna otraobra le dio más fama en su época e incluso hasta finales del siglo pasado,hasta el punto de que oscureció durante bastante tiempo la extraordinariaaportación del pensador escocés a la filosofía. Hegel, por ejemplo, observaque Hume era "más famoso como historiador que por sus obras filosófica"36.

En la obra que ahora se comenta, Hume examina los antecedentes de laMonarquía constitucional que se articula en Inglaterra tras la revolución de1688, fecha en la que se detiene, remontándose para ello a la invasión de JulioCésar. Con la History of England su autor supera la concepción histórica de laIlustración y sienta las bases del moderno pensamiento histórico, desarrolladopor el romanticismo. "Con Hume —señala Ernst Cassirer— empieza a aflojar-se la consideración estática, que se orienta al conocimiento de las cualidades fijase inmutables de la naturaleza humana; con él la mirada se fija más en el proce-

so histórico mismo que en el substrato permanente que le suponemos. No sólocomo lógico, sino como filósofo de la historia, se convierte en crítico del con-

| cepto de sustancia. Es verdad que no describe la historia como un desarrollo

c continuo; pero se complace en su incesante cambio, en la contemplación del,o devenir en cuanto tal"37. Meinecke, por su parte, ha recordado que el pensador2" escocés veía la historia constitucional inglesa como el tránsito de un government

o of will a un government of law, que Hume expone "con la vista dirigida hacia>̂ el último acto de este proceso, que es el que más le preocupa de todos, el que nos

lleva del levantamiento del entusiasmo fanático de los puritanos al estado demaravilloso equilibrio entre autoridad y libertad. Lo que dentro de la vieja liber-

"^ tad germánica apunta ya en esta dirección, como la Magna Charta, los comien-c zos del Parlamento, etc, lo señala Hume ciertamente, pero sin exagerar. HastaJ5 deshace la leyenda dominante de los derechos claros y definidos del Parlamento,-§ ya se fijen en los últimos años de la Edad Media, en el tiempo de los Tudor o al;5 comienzo de la época de los Estuardo. Que la consecución de estos derechos

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I 34 Sobre el Voltaire historiador, vid. las 36 Lecciones sobre historia de la Filosofía,observaciones de E. CASSIRER, ¿O Filosofía de Fondo de Cultura Económica, México,la Ilustración, pp. 242-9 y F. MEINECKE, El his- 1977, Vol. III, p. 374.toricismo y su génesis, Fondo de CulturaEconómico, México, 1983, cap. segundo. 37 Op. cit. pp. 252-3.

35 F. MEINECKE, op. cit. p. 188.

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fuera una conquista tardía es uno de los pensamientos capitales de su obra, queacentuó todavía en su edición refundida. Con tal afirmación disgustó a todos lospartidos políticos de su país, pero influyó innovadoramente en el tratamientoobjetivo, así de la época de los Tudor como de los Estuardo"38.

Después de Hume, historiadores de la talla de Gneist, Stubbs y Boutmy,siguieron manteniendo la concepción tradicional de la historia constitucionalinglesa, fijando en la Carta Magna de 1215, concebida como un documento"liberal", el origen del constitucionalismo inglés e interpretando laMonarquía constitucional del siglo XIII como una especie de Monarquíaconstitucional59. Pero la postura de Hume no caería en saco roto. Sería reco-gida, en el primer tercio del siglo XIX, por J.J. Park, quien, separándose deHallam y siguiendo a Sir James Mackintosh a Savigny y, en general, a la his-toriografía constitucional de signo positivista e historicista, insistiría en unavisión dinámica del constitucionalismo británico, subrayando su heterogenei-dad a lo largo del tiempo y su entronque con el constitucionalismo del restode Europa40. Una actitud que, a principios del XX, retomaría F. W. Maitland,el más relevante historiador inglés del constitucionalismo, quien retrotrae a1688 el inicio de la historia constitucional moderna de Inglaterra, reservandoa la Magna Carta su carácter de símbolo41.

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Origen y legitimidad del estado

LAS tesis de Hume sobre el origen y legitimidad del Estado resultaban difí-cilmente encasillables en el marco de la tradición política de los dos gran-des partidos ingleses, el tory y el whig o, como él gustaba a veces escribir,

38 F. MEINECKE, op. cit. pp. 190-2. El propioHume repetiría en el escrito autobiográficoantes citado que era "ridículo pretenderque la Constitución inglesa anterior a esteperíodo —es decir, el de los dos primerosestuardos— era un proyecto formal delibertad, My Own Life, Vol. 3, pp. 5-ó".

39 Cfr. R. GNEIST, The Hislory of the EnglishConstitution, translated by Philip A.Ashworth, Londres, William Clowes andson, 1891. W. STUBBS, The ConstitutionalHistory of England ¡n its origins and deve-lopment, Nueva York, 1897, reimpresiónde 1967, 3 volúmenes. E. BOUTMY, íe déve-

loppement de la Constitvtion el de la socié-té politique en Angleterre, París, 1912.

40 Cfr. JJ. PARK, The Dogmas of the Cons-titution, Londres, 1832. Sobre este importantey poco conocido libro, vid. Joaquín VÁRELASUANZES, "Lo Monarquía en la teoría constitu-cional británica durante el primer tercio delsiglo XIX", en Cuademi Fiorentini per la Storiadel Pensiero Giuridico Moderno, n8 23,Giuffré, Milán, 1994, pp. 24-32.

41 Cfr. F.W. MATTIAND, íJie Constitutional Historyof England, Cambridge University Press, 1968.La primera edición de esta obra es de 1908.

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siguiendo a Bolingbroke, entre el "partido de la Corte" y el "partido delpaís" (Court party and Country party)*'1. Hume rechaza la fundamenta-ción contractual del Estado, que Hobbes y Locke habían difundido por elpensamiento político inglés desde la segunda mitad del siglo XVII y que,en la versión lockeana, formarían un lugar común en la ideología políticaWhig*3. Pero a la vez discrepa radicalmente de la tesis tory del derechodivino de los reyes y de la obediencia pasiva. Tesis estas últimas que entiempos de Hume habían entrado en franco descrédito, como el mismoreconoce: "... el simple nombre de rey merece escaso respeto; y hablar deun rey como representante de Dios en la tierra o darle cualquiera de aque-llos rimbombantes títulos que antes deslumhraban a las gentes, provocaríaa risa"44.

En definitiva, se trataba de refutar "los sistemas políticos especulativospropuestos en este país, tanto el religioso de un partido como el filosófico delotro"45.

1. Crítica del contractualismo ¡usnaturalista

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EN realidad, Hume dedica mucha más atención a la tesis wbig que a la tory,al considerar que sus consecuencias prácticas eran mucho más plausibles yque gozaba de un gran predicamento intelectual. Un predicamento que semantendría a lo largo de todo el siglo XVIII. Al fin y al cabo, la dos grandesrevoluciones que estallaron en el último tercio de este siglo, muerto ya Hume,buscaron en el contractualismo iusnaturalista su principal asidero intelectual:ya fuese en la versión de Locke, que tan decisivamente influyó en los EstadosUnidos de América, o en la de Rousseau, que tuvo un gran influjo en los"patriotas" franceses, sobre todo en Sieyes, el principal teórico de la revolu-ción de 178946.

42 Cfr. por ejemplo, Of the Parties of GreatBritain, vol. 3, pp. 133-144.

43 Sir Ernest BARKER se ocupo de cotejar a estos

autores sobre este asunto en su ensayo "The

theory of the social contract ¡n Locke, Rousseau

and Hume, en Essays on Government", pp.

86-1 19, Oxford University Press, 1965.

44 Whe/ner the British Government inclinesmore to Absolute Monarchy, or to aRepublic. Vol. 3, p. 125.

45 Of passive obedience, vol. 3, pp. 460-1.

46 En realidad, el predicamento intelectualdel contractualismo no desapareció nuncani en el siglo XIX ni en el XX. Hoy en díavuelve a florecer merced a autores detanto influjo en la filosofía jurídico políticacomo J. RAWIS (A Therory oí Justice,Londres y Nueva York, 1971) y R. NOZICK[Anarchy, State, and Utopia, Nueva York,1974), al socaire del debate sobre elEstado de bienestar.

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Q.

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Locke había formulado la tesis whig en su "Segundo Tratado sobre elGobierno Civil", publicado en 1690, que llevaba por título An Essay concer-ning the True Original Extent and End of Civil Goverment, en donde aceptalas nociones del estado de naturaleza y del pacto social, que ya Hobbes habíaaceptado antes, aunque en este caso de forma mucho más coherente con suspresupuestos metodológicos generales y desde luego con consecuencias muydistintas a las de Locke.

Hobbes (que no se propuso construir una simple ciencia política empí-rica ni por tanto una descripción científica de las relaciones de poder, comohabía hecho Maquiavelo, sino una fundamentación filosófica del Estado),había recurrido a las nociones del estado de naturaleza y del pacto social,siguiendo a Grocio y sin contradecir sus supuestos iusracionalistas. A ,§>Hobbes no le importaba la existencia histórica de ambas nociones, sino suvalor instrumental: eran hipótesis necesarias para pensar racionalmente elEstado como un ente artificial y, por tanto, perecedero, carente de historia ydistinto sustancialmente a los organismos animales47. La celebración del •§pacto social conducía inexorablemente, a su juicio, a que los individuos, [ohasta entonces en estado de naturaleza, cediesen sus derechos al soberano, ¿>esto es, al Estado, con el objeto de garantizar la paz externa y la seguridad ü

interna y, por tanto, la existencia misma de una sociedad compuesta exclu- üsivamente de individuos iguales y egoístas. Un Estado concebido como per- —sona ficta, en el que el Monarca debía ejercer todos los poderes, sin que el ^pueblo pudiese deponerle. j»

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En cambio, las nociones del estado de naturaleza y del pacto social §

contradecían palmariamente los principios filosóficos que Locke sostuvo 2

en su An Essay concerning Human Understanding (publicado en 1690, g

pero escrito con anterioridad)48, basados en la filosofía empirista que «

Racon había expuesto en el Nnvunt Organum y que Newton desarrollaría "J

en el campo de la Física. Muy en particular, las nociones del estado de »

naturaleza y del pacto social eran incongruentes con su crítica a las ideas ~£

innatas49. Pese a ello, Locke apeló a ambas tesis para justificar su Teoría c

del Estado. A su juicio, tras el pacto social, los individuos seguían conser- -j¡|

47 C.B. MACPHERSON recuerda que cuando 48 Sobre la gnoseologia que Locke expone £Hobbes describe el estado de Naturaleza en este libro, Vid. J. L. MACKIE, Problemsestá pensando en la sociedad civil inorgani- from Locke, Clarendon Press, Oxford,zado políticamente, esto es, en la sociedad 1976. _ _burguesa sin Estado, Teoría política del indi- * 'vidualismo posesivo, Fontanella, Barcelona, 49 Sobre este particular, vid. los trabajos de1970, pp. 28 y ss. Shadia B. DRURY, Douglas ODEGARD y Sterling

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vando sus "derechos naturales", al residir en el conjunto de ellos —en lacomunidad o pueblo— la soberanía. La Monarquía resultante del pactosocial tenía precisamente por finalidad básica la conservación de esos dere-chos (a la vida, propiedad y seguridad personal), por eso era fundamentalque los poderes del Estado estuviesen divididos y dentro de ellos que elParlamento se configurase como el poder supremo, aunque no soberano,pues la soberanía seguía residiendo en el pueblo aun después de consti-tuirse el Estado y el pueblo seguía conservando su derecho de resistencia50.De este modo, Locke sustentaba una teoría del Estado tan utilitaria comola de Hobbes, pero a tenor de la cual el poder regio se contempla como un"revocable trust". De ahí que, pese a su inconsistencia intelectual, Lockesea el verdadero fundador de la teoría de la Monarquía constitucional o,para decirlo con sus palabras, de la "moderated monarchte", una expre-sión de claro regusto tomista, que desde Montesquieu en adelante gozaríade gran fortuna51.

La labor de Hume consistió en articular una reflexión sobre el ori-gen y la legitimidad del Estado arrumbando toda la metafísica iusnatura-lista del estado de naturaleza, el pacto social y los derechos inalienables,superando, así, las contradicciones en las que Locke había incurrido.Ahora bien, al proceder de este modo, Hume no se echó en brazos de lavieja filosofía aristotélica, organicista y moralizante, sino que conservó,depurándolos, el individualismo y el utilitarismo presentes en la modernaTeoría del Estado de Hobbes y Locke. Un individualismo y un utilitaris-mo que, a su través, pasaron a Bentham y al pensamiento político britá-nico posterior, incluido al no estrictamente utilitario, como el de Burke52,

P. LAMPRECHT en los Vol. II y IV de John Locke,Critical Assessments, edited by RichardAshcroft, Routledge, Londres y Nueva York,1991. G. Sabine sintetiza la incongruenciade Locke al señalar que: "su filosofía políticacomo un todo presenta la anomalía de unateoría del pensamiento empírica por lo gene-ral, junto con una leona de las ciencias y unprocedimiento de la ciencia política raciona-listas", op. cit. p. 391.

50 En esta dualidad entre supremacía delpoder legislativo y soberanía del pueblo veSir Frederic PoilOCK en su clásico ensayoLocke's Theory of the State —escrito acomienzos de este siglo—, el punto más

débil e insatisfactorio de la teoría lockeana.Se cita este ensayo por la obra citada ennota anterior, John Locke, Critical Assess-ments, vol. III, p. 8.

51 John LOCKE, ÍWO Treatises of Government,Libro II, caps. I, II, y Vil a XIV. Una visióngeneral de la teoría política expuesta enesta obra, en John DUNN The PoliticalThought of John Locke, Cambridge at theUniversily Press, 1969.

52 Una clásica visión general del pensa-miento británico del siglo XVIII en LeslieSTEPHEN, History of English Thought in theEighteenh Century, Londres, 1881, 2 vol.

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como luego se verá, sin olvidar el notable influjo del pensador escocés enKant53.

De esta manera, Hume consiguió distanciarse de las nociones del esta-do de naturaleza y del pacto social sin dejar por ello de construir una autén-tica teoría del Estado, incapaz de articularse desde los esquemas conceptua-les de la filosofía política tradicional. Una teoría del Estado positivista,basada en un método empírico y, muy en particular, histórico y psicológico,de gran precisión y enormemente sugestiva. Hume contribuyó, así, de formadecisiva, a reconstruir los fundamentos filosóficos del pensamiento político.En esta labor reconstructora reside, en realidad, como recuerda DavidMiller, su originalidad y su importancia para la reflexión estatal54, pues suaportación a la teoría constitucional en sentido estricto reviste menos inte- jS>res y es deudora en gran medida de Locke y de Bolingbroke, como se verámás adelante.

2. "Convenciones", "reglas de justicia" y estado

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i)HUME entiende —y este es su punto de partida— que la sociabilidad es con- "§sustancial a la naturaleza humana, según la observación y la experiencia '•§_corroboran: "el hombre —escribe en su importante ensayo Of the origin of —Government—, nacido en el seno de una familia, ha de mantener la vida ^social por necesidad, inclinación natural y hábito"55. Una tesis, pues, radical- Jjmente contraria a la idea racionalista del estado de naturaleza, que conducía |a negar la sociabilidad natural del hombre, y coincidente con la idea escolas- jj*tica (aristotélico-tomista) del ser humano como zoon politicón, aunque desde fluego Hume estaba muy lejos de concebir la naturaleza humana —y, por «tanto, su sociabilidad— como mera proyección de Dios (sobre cuya existen- 4cia, dicho sea de paso, se mostró siempre escéptico, lo que le acarreó no pocos «problemas56). -§

Pero afirmar que la sociedad era de origen natural no significaba negar %

que el artificio o la convención jugase un papel fundamental en la creación de 8

las instituciones sociales más relevantes, como la propiedad. Bien al contra- -8

53 El propio KANT resume su opinión sobre 55 Vol. 3, p. 113.la filosofía de Hume en los Prolegómenos, »traducción de J. Besteiro, Buenos Aires, 56 Entre ellos, la imposibilidad de acceder aAguilar, 1954, pp. 40 y ss. una Cátedra de Filosofía Moral en la

Universidad de Edimburgo, en 1745, y a54 Cfr. op. cit. p. 2. otra de Lógica en la de Glasgow, en 1751.

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rio, Hume sostiene que estas instituciones no tenían un origen natural, sinoque eran consecuencia de "convenciones" —un concepto clave en su teoríapolítica57— esto es, de acuerdos aceptados tácitamente por los individuos alser conscientes de que redundaban en su común interés y que, con el trans-curso del tiempo, se convertían en auténticas reglas reguladoras de su con-ducta. Dentro de estas convenciones, Hume destaca las "reglas de justicia"—otro concepto fundamental en su teoría del derecho y del Estado—, desti-nadas a proteger la propiedad y, en realidad, los mecanismos básicos de loque hoy entendemos por economía de mercado. En el "Tratado" recuerdaque las tres principales reglas de justicia eran la regla de la "estabilidad de laposesión", la de la "transferencia por consentimiento" y la del "cumplimien-to de las promesas"58.

Ahora bien, las convenciones no habían creado solamente las institu-ciones sociales y económicas más relevantes, como la propiedad y el merca-do, sino también las políticas y, en particular, el Estado. Este, en efecto, teníaun origen artificial o convencional. Su creación —al igual que el derecho posi-tivo— se había hecho necesaria a medida que la sociedad se iba haciendo máscompleja. "La criatura humana —escribe Hume— a medida que progresa, seve impelida a establecer la sociedad política, a fin de administrar justicia, sinla cual no puede haber paz, seguridad ni relaciones mutuas"19.

En pocas palabras: Hume concilia el carácter artificial del Estado, afir-mado enérgicamente por Hobbes y por todo el iusnaturalismo racionalistadespués de él, y la sociabilidad natural del hombre, que el pensamiento aris-totélico-tomista había defendido para sustentar la "naturalidad" del poderpúblico.

El telos primordial del Estado (y del Derecho que con él nacía) era,pues, asegurar la sociedad y la economía y, en particular, las "reglas de jus-ticia", sin las cuales ni una ni otra podían subsistir. "Con el deber político

57 Sobre lo idea Humeana de convención,vid. André-Louis Lf ROY, David Hume, PressesUniversitaires de France, París, 1953, cap.XVI, reimprensión de Arno Press, NuevaYork, 1979, pp. 225-240. En la importan-cia de este concepto de la obra de Humeinsiste Ascensión ELVIRA PERALES en La Teoríapolítica de David Hume y el constituciona-lismo moderno, Universidad Complutense,Madrid, 1988, p. 7.

58 CU. cap. III, parte II, Libro III del"Tratado", intitulado Of the rules, which

determine property, Vol. II, pp. 273 y ss.Sobre las "reglas de justicia", vid. el exce-lente libro de José MARTÍNEZ DE PISÓN,Justicia y Orden Político en Hume, CEC,Madrid, 1992, pp. 280-295. Señala esteautor que "las tres reglas de justicia pre-tenden vertebrar un sistema de mercado debienes que se establecería con la instaura-ción de la sociedad, regulando los inter-cambios y su distribución", op. cít. p. 280.

59 Of the origin of Government, vol. 3,p. 113.

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o civil de obediencia —escribe Hume en su extenso ensayo Of the originalContract— ocurre exactamente igual que con los naturales de la justicia yla fidelidad. Nuestros instintos primarios nos llevan a concedernos unalibertad ilimitada o a tratar de dominar a los demás; y sólo la reflexión haceque sacrifiquemos tan fuertes pasiones al interés de la paz y el orden públi-co. Un mínimo de experiencia y observación basta para mostrarnos que lasociedad no puede sostenerse sin la autoridad de los magistrados... Loshombres no podrían vivir en sociedad, o al menos en una sociedad civiliza-da, sin leyes, magistrados y jueces que impidan los abusos de los fuertessobre los débiles, de los violentos sobre los justos y equitativos... Si se mepregunta por la razón de la obediencia que hemos de prestar al gobierno,me apresuraré a contestar: porque de otro modo no podría subsistir lasociedad...60.

La utilidad para garantizar de forma plena y estable el interés individualse configura, así, como el más relevante criterio legitimador o fundamentadordel Estado. En una sociedad cada vez más compleja, sólo el Estado, en efec-to, podía asegurar las "reglas de derecho" y transformarlas en derecho posi-tivo. Era, pues, la sociedad quien imponía al Estado una idea de justicia, queéste debía proteger, y no el Estado quien imponía a la sociedad dicha idea. ElEstado era ante todo un organismo útil, destinado a proteger el interés indi-vidual. Para ponerlo en pie los individuos tenían que dejar a un lado su ego-ísmo más primario, su interés más inmediato e incluso aparente, y subordi-narlo a su interés más a largo plazo, única manera de establecer, primero, las"reglas de justicia" y, a medida que el cumplimiento voluntario o espontáneode éstas era imposible en una sociedad cada vez más numerosa y compleja,de vertebrar el propio Estado61.

Por eso, en las sociedades más "civilizadas" o "ilustradas", términoscon los que Hume se refería a las sociedades capitalistas, se había creado elEstado, cuya naturaleza artificial era evidente, aunque antes de él no había unestado de naturaleza, como sostenía la teoría iusnaturalista y contractualista,sino sencillamente una sociedad con una organización política más tosca,

60 Of the original Contract, Vol. 3. p. 457.

61 "... fue el mismo egoísmo —que tan vio-lentamente enfrenta a los hombres entre sí—escribe Hume en el Tratado'— el que,tomando una dirección nueva y más ade-cuada, produjo las reglas de justicia a la vezque constituía el primer motivo de su obser-vancia. Pero cuando los hombres advirtieron

que, aun cuando las reglas de justicia eransuficientes para el mantenimiento de la socie-dad, a ellos les resultaba imposible observaresas reglas en una sociedad más numerosae ilustrada, instauraron entonces el Estadocomo nueva invención para alcanzar susfines y preservar las viejos ventajas, o pro-curarse otras nuevas mediante una ejecuciónmás estricta de la justicia".

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pre-estatal o, más exactamente, a-estatal, si bien capaz de garantizar las tres"reglas de justicia" y, por tanto, lo "mío" y lo "tuyo", sin necesidad delEstado, a diferencia de lo que había sustentado Hobbes, contra el que Humese dirige aquí6J. En este tipo de sociedades, en efecto, los bienes no eran muyabundantes ni se les confería mucho valor, lo que contrarrestaba e inclusoanulaba la tendencia a usurpar la posesión ajena63.

3. Utilidad, consentimiento y prescripción

PERO que el Estado, en contra de lo que sostenía el iusnaturalismo tradicio-nal, tuviese un origen convencional, no significaba que fuese fruto de un con-sentimiento expreso, plasmado en un pacto o contrato social, como defendíael iusnaturalismo racionalista y, en particular, Locke, que es el autor con elHume polemiza en este asunto, ni mucho menos que dicho consentimientofuese el fundamento de ese Estado. En realidad, escribe Hume, la existencia delpacto social no estaba probada "por la historia o la experiencia en ningunaépoca o país". Antes al contrario, añade, "casi todos los gobiernos que hoyexisten, o desde los que quedan recuerdo en la historia, fueron originalmentefundados sobre la usurpación o la conquista, cuando no sobre ambas, sin nin-guna pretensión de libre consentimiento o sujección por parte del pueblo"6*.Hume no niega que el consentimiento expreso y activo del pueblo, recogido enun pacto o contrato social, pueda considerarse "una justa causa del gobierno".Es más, no duda en señalar que "donde se da es sin duda la mejor y más sagra-da. Lo que afirmo —agrega— es que se da muy rara vez, y casi nunca plena-mente; y, en consecuencia, hay que admitir también otros fundamentos para elgobierno... (pues) la razón, la historia y la experiencia nos muestran que lassociedades políticas han tenido un origen mucho menos preciso y regular"65.

62 Hume, en efecto, escribe: "aunque o loshombres les sea posible mantener unapequeña e inculta sociedad sin Estado,seria imposible que mantuvieran una socie-dad, del tipo que fuere, sin justicia y sin laobservación de las tres leyes fundamentalesde la estabilidad de la posesión, su trans-misión por consentimiento y el cumplimien-to de las promesas". Ibidem.

63 H. KIIEMT y J. MACKIE se ocupan de la

tesis humeano de la "sociedad sin Estado"en Las Instituciones Morales, Barcelona,Alfa, 1986, pp. 86 y ss. y Hume's Moral

Theory, Londres, Routledge and KeganPaul, 1980, pp. 108-9, respectivamente.Sobre este extremo, vid., también lasobservaciones de MARTÍNEZ DE PISÓN, op.

cit. pp. 328-334, asi como las pp. 318 a328, en las que resume con mucha clari-dad las tesis de Hume sobre el origen delEstado.

64 Of the Original Contrae!, vol. 3, pp. 447y 450.

65 Ofthe Original Contract, vol. 3, pp. 447y 450.

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Pero Hume no sólo rechaza al contrato social por razones históricas (alfin y al cabo las menos relevantes para la argumentación contractualista,sobre todo para Hobbes), sino sobre todo por razones filosóficas. Si dichopacto o contrato no podía considerarse la causa creadora o fundante delEstado —como se comprobaba fácilmente contrastando dicha teoría con laobservación de la realidad histórica—, Hume señala que incluso allí donde talpacto o contrato social hubiese existido alguna vez, el criterio para legitimarel Estado no se hallaba en este pacto o contrato (o lo que es lo mismo, en elconsentimiento expreso del pueblo, que tal pacto o contrato plasmaba), sino

en la utilidad del propio Estado para satisfacer el interés de los subditos. A su g

juicio, en efecto, los pactos celebrados por los padres no podían encadenar a "|

sus descendientes, a no ser que éstos los aceptan implícitamente al seguir con- .g5

siderándolos útiles. Por eso, el deber de obediencia al Estado no había que ^

buscarlo en el consentimiento expreso de cada individuo, recogido en un <2

supuesto contrato o pacto social, solemne y escrito, sino en la convicción, o

nacida del mero sentido común, de que sin el Estado "no podría subsistir la ~f

sociedad"66. .«

En realidad, el consentimiento del pueblo, más que activo y expresamen- «

te recogido de forma solemne en un pacto o contrato social, la mayor parte de Elas veces era tácito y pasivo, trastocándose en la lealtad y fidelidad (allegiance "o.and fidelity) de los subditos al Estado, encarnado o no en un Monarca, por el. ~

hecho de haber nacido bajo su dominio o haber pasado a depender de él por -^

las vicisitudes de la historia. "La obediencia y la sujección llegan a ser tan -2familiares que la mayoría de los hombres no indagan su origen o causa"47. La _o

legitimidad del Estado, pues, se afianzaba con el paso de los años, lo que per- J

mitía acomodar las instituciones políticas a la "opinión pública" de cada §

momento68. Incluso el tiempo llegaba a legitimar lo que en principio había sido g

considerado alguna vez ilegítimo. Ya en el "Tratado" había establecido que ~¿

eran el "tiempo y la costumbre los que confieren autoridad a todas las formas •

de gobierno y a todas las sucesiones de los príncipes, haciendo que el poder, "^que se fundaba al principio solamente en la injusticia y la violencia, llegue a g

ser con el tiempo legal y obligatorio"69. Frederick G. Whelan, recuerda a este -5

66 Ibidem, Vol. 3, pp. 455-6. bra Government no debe traducirse por"Gobierno" —como tantas veces se hace—,

67 Of the original Contract, Vol. 3, p. 455. sino por "Estado".

68 Cfr. Oí the orígin of Government, Vol. 2, 69 A Treatise o! Human Natvre, Vol. 2, p.pp. 300-304 y Of The First Principies of 328.Government, vol. 3, pp. 109-117. La pala-

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respecto que para Hume la long possession o, lo que venía a ser lo mismo, laprescription, sobre ser un importante principio para establecer la propiedad,como la doctrina jurídica venía afirmando desde hacía mucho tiempo, era enla práctica el más importante criterio para legitimar el Estado, cualquiera quehubiese sido el origen de éste; tesis que nadie había afirmado hasta entoncescon tanta claridad —aunque Grocio y Vattel le hubiesen desbrozado el cami-no— y que Burke recogería más tarde para formular su doctrina del "pres-criptive government" o de la "precriptive constitution"70.

A este respecto, es indudable que el pensador escocés allana el camino aaquellos autores que, arropados por la historia, como el citado Burke, seopondrían a la teoría del Estado racionalista construida por los ideólogos dela Revolución francesa. "... Es preciso, a fin de conservar la estabilidad delEstado —afirma Hume en una ocasión—, que los jóvenes se conformen conla constitución vigente y sigan los pasos de sus padres. En toda instituciónhumana han de tener lugar innovaciones, constituyendo una gran suerte queel genio ilustrado de la época los incline a la razón, la libertad y la justicia;pero ningún individuo tiene derecho a hacer cambios violentos, peligrososincluso cuando los emprenden los legisladores. De tales novedades precipita-das hay que esperar siempre mayor mal que bien"71.

Por supuesto, sería inadmisible deducir de estas palabras, y de otrassimilares71, que Hume estaba en contra de la teoría del poder constituyente ya favor de la reforma constitucional, porque tales conceptos no saldrían a lapalestra hasta el debate constitucional que se inicia con las revoluciones ame-ricana y sobre todo francesa. Pero es evidente que el pensador escocés prefe-ría una gradual reforma de la Constitución que una brusca mudanza de lamisma. Una tesis coincidente con la que sostuvo Montesquieu en el Esprit deslois —un libro que a Hume mereció tan "alta estimación"73 que ayudó a

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70 Cfr. Frederick G. WHEIAN, "Time, Revolution and Prescriptive Righl ¡n Hume'sTheory of Government", en Ulililas, Vol. 7,na l ,Mayo, 1995, pp. 98-107.

71 Of The Original Contraer, vol. 3. pp.452.

72 "los magistrados prudentes deberán sentirprofundo respeto por lo que presenta lashuellas del tiempo, y aunque puedan inten-tar mejoras en pro del bien público, acomo-darán en lo posible sus innovaciones al anti-guo edificio, y conservarán las principales

columnas y apoyos de la Constitución",Idea oí a perfect Commonwealht, Vol. 3, p.480.

73 F. MEINECKE, op. cit. p. 174. En 1752,

esto es, cuatro años después de que viesela luz el "Espíritu de las leyes", Hume serefiere o Montesquieu como "un autorreciente, genial y culto", que había esta-blecido "un sistema de conocimiento políti-co que abunda en pensamientos brillantese ingeniosos y no carece de solidez". AnEnquiry concerning the Principies ofMorah,Vol. 4 obro citada en noto 3, p. 197.

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traducirlo e introducirlo en la Gran Bretaña74— y que más tarde defenderíanBurke en la Gran Bretaña y Jovellanos en España, aunque con una mayorradicalidad y bajo el influjo del historicismo romántico.

En este sentido, puede decirse que Hume, como Montesquieu, sustituyela historia por la razón, las convenciones por el contrato, la Constitución his-tórica por la Constitución escrita o racional-normativa, al explicar el origeny sobre todo el fundamento del Estado, aunque sin confundir nunca "histo-ria" con "tradición" y, por tanto, sin ver en la historia un límite infranquea-ble a la voluntad, como haría el pensamiento político reaccionario posteriora la Revolución francesa. §

De este modo, si el filósofo escocés consigue articular una fundamenta- *ción puramente positivista al Estado liberal, exenta de toda metafísica iusna- g>turalista, que pocos años después desarrollarían Kant y Bentham, no es ^menos cierto que su liberalismo tenía un componente historicista, ajeno a ~gestos dos autores. Un componente que le entroncará con Montesquieu, con ~Burke, con Hegel, con el primer liberalismo español y, en definitiva, con el - |pensamiento romántico, a pesar de que Hume estaba muy alejado de la nueva ¡3metafísica histórica, tantas veces providencialista y religiosa, a la que se mos- ~¿traría tan proclive este pensamiento. - |

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4. Una teoría utilitaria del derecho de resistencia a

iHUME examina desde una perspectiva novedosa la vieja cuestión del dere- §cho de resistencia, que formaba parte esencial del debate jurídico-político '3sobre el Estado y, desde luego, sobre la Monarquía. Admitido dicho dere- gcho por el iusnaturalismo tradicional y negado por algunos representantes *»del iusnaturalismo moderno, como Hobbes, Hume se enfrenta a él con : |plena coherencia con sus presupuestos políticos básicos y muy en particu- glar con sus tesis sobre el origen y legitimidad del supremo poder público. -gLo hace ya en su primera obra, el "Tratado", en donde recuerda que, al ser £el Estado "una simple invención humana" en beneficio de la sociedad, la 8obligación de obedecer a sus órdenes cesa en la medida en que cesan sus -§beneficios, como sucede cuando se ejerce "una enorme tiranía y opresión" •§

74 Cfr. E.C. MOSSNER, op. cit. p. 232. La Cfr. AYER, op. cit. p. 8. Montesquieu yinfluencia de Hume fue notoria, a la vez, Hume mantuvieron además una nutridaen el publicista francés, a quien impresio- relación epistolar, como recuerdan F.naron tanto los Ensayos del escocés que le MEINECKE, op. cit. p. 174; y MOSSNER, op.envió una copia de su más célebre obra cit. 232.

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Supuesto en el que era lícito "alzarse incluso en armas contra el supremopoder"75.

Hume, pues, justifica el derecho de resistencia conforme a unos criteriosdistintos a los habituales hasta entonces: no se trataba, en efecto, de legitimartal derecho cuando se vulnerasen los límites jurídicos establecidos solemne-mente por la comunidad en el contrato político, como se argumentaba desde eliusnaturalismo tradicional, o cuando se quebrantasen los "derechos naturales",como había hecho Locke, sino pura y sencillamente cuando el Estado —unaforma concreta del mismo—dejase de ser útil y beneficioso para los individuos.

A este asunto vuelve más tarde en su ensayo Of Passive Obedience¡ endonde, tras alabar la irresponsabilidad regia consagrada en la Constitución bri-tánica (recogida en los expresivos principios "King can do no wrong y King cannot act alone, a cuyo través se había articulado el refrendo de los actos regios ocouter-signature), sostiene que dicha irresponsabilidad no debía identificarse conla absoluta impunidad del Monarca. Antes al contrario, cuando éste "protege asus ministros, persevera en la injusticia y usurpa todos los poderes de la comuni-dad", estaba plenamente justificado recurrir al derecho de resistencia para defen-der la Constitución, aunque "las leyes no se refieren expresamente a este caso por-que el remedio no está a su alcance dentro del curso normal de las cosas, ni

E pueden establecer un magistrado con autoridad suficiente para castigar las extra-x limitaciones del príncipe. Pero como un derecho sin sanción sería un absurdo —" añade Hume—, el remedio es en este caso el extraordinario de la resistencia,|- cuando las cosas llegan a tal extremo que sólo mediante ella puede ser defendida° la constitución". Un remedio que se había utilizado para deponer a Carlos I y a

5 Jacobo II, aunque, a su juicio, no debía venir acompañado nunca, como había_g ocurrido en el caso de Carlos I, del tiranicidio, "justamente suprimido hoy por elü derecho de gentes y umversalmente condenado como método infame y ruin"76.

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c IIII I I I * La Monarquía "mixta" y "equilibrada"I

1. Soberanía del Parlamento y Monarquía mixta

o" DESCARTADA la argumentación iusnaturalista del estado de naturaleza y-> del pacto social, Hume no se detiene en el problema de si la soberanía reside

en el Rey, en el pueblo o en la Nación, que tanto había preocupado a Hobbes

8075 Treatise of Human Natvre, vol. 2, Libro 76 Of Passive obedience, vol. 3, pp. 462-3.

III, parte II, cap. X, p. 325.

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y a Locke y que tanto preocuparía luego a Rousseau, un autor a quien Hume

conoció personalmente77. El autor del "Tratado sobre la Naturaleza

Humana" prefiere abordar este problema en el marco del ordenamiento jurí-

dico británico, y no en abstracto, adhiriéndose a la clásica tesis de la sobera-

nía del Parlamento, acuñada por Fortescue, Thomas Smith, Richard Hooker

y Locke, desde el siglo XV al XVII, aunque este último autor la acompañase,

contradictoriamente, del postulado de la soberanía popular.

Ahora bien, Hume no se limitó a repetir la clásica tesis de la soberanía del

Parlamento, liberándola del postulado lockeano y, en general whig, de la sobera-

nía popular y del contrato social, sino que, además, y sobre todo para el asunto §

que ahora se ventila, introdujo un matiz muy importante al subrayar la primacía ^

de los Comunes sobre los Lores y desde luego sobre el Monarca. Una primacía 4?

que justifica al considerar que a través de la Cámara Baja se expresaba periodi- ^

camente la opinión pública, como señala en su ensayo On the Independency of §J

Parliameni7*, capital para conocer su pensamiento constitucional. «

En realidad, a Hume más que interesarle quién era soberano, le preocu- e

paba cómo se ejercía la soberanía. Era éste un punto de partida coherente no ~

sólo con su liberalismo, sino también con sus presupuestos filosóficos más í?

profundos y, desde luego, con su teoría del origen y legitimidad del Estado. ^

Supuesto el Estado, lo que le importaba realmente, como a Voltaire y a g-«A

Montesquieu, era defender la forma de gobierno más adecuada —o, si se pre- ~

fiere, más útil— para vertebrar el Rule of Law o, para decirlo con sus pala- ^

bras, "a government of latos, not of men"79, con el objeto de asegurar de •§

manera constante y ordenada el ejercicio de la libertad. Su atención no se cen- .2

tra, pues, en la doctrina democrática de la soberanía, sino en la teoría liberal J

del Estado de derecho. Un Estado basado tanto en el principio de legalidad, o

esto es, en "el sometimiento a la leyes generales y uniformes, previamente .8

conocidas de los diversos órganos y de todos sus subditos"80, como en la divi- £

sión de poderes y, muy particularmente, en la independencia de los jueces, en o

la que tanto insistiría Montesquieu en el "Espíritu de las leyes". Al fin y al £

cabo, escribe Hume, años antes de que este libro se publicase, "toda la vasta §•5-aS

77 Primero en París y luego en lo Gran 79 Of Civil Liberty, vol. 3, p. 161. El dere- .2Bretaña, en donde rompieron su amistad. cho, para Hume, era "fuente de toda segu- gVid. sobre este particular, E.C. MOSSNER, ridad y felicidad", como dirá en su ensayoop. cit. cap. 25 y Henri GUIUEMIN, Cette Of The Rise and Progress of the Arts andaffaire infernóle (l'affaire JJ. Rousseau- Sciences, Vol. 3. p. 185.David Hume, 1776), Plon, París, 1942. 8 1

80 Of the origin of Government, vol. 3, p.78 Vol. 3, p. 120. 116.

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máquina de nuestro gobierno no tiene en última instancia otro objeto a pro-pósito que administrar justicia"8'.

Ahora bien, ¿Cuál era, a su juicio, la forma de gobierno más adecuadao más útil para articular con solidez un Estado de Derecho? En principio,Hume, como Montesquieu, era partidario de examinar las ventajas de las for-mas de gobierno de acuerdo con la situación concreta de cada país, pese a locual no oculta sus simpatías, coincidentes también con las del Barón de laBréde, por la "Monarquía mixta". Es más, el pensador escocés considera un"axioma universal en política que un príncipe hereditario, una nobleza sinvasallos y un pueblo que vota a través de sus representantes forman la mejormonarquía, aristocracia y democracia"82.

La Monarquía "mixta", si bien no exenta de defectos, gozaba, a suparecer, de las más grandes ventajas de cada una de las formas puras degobierno, como la estabilidad del Estado y la continuidad de sus institucio-nes, inherentes ambas a la monarquía hereditaria83, mientras que el principiode igualdad de todos los hombres ante la ley, recogido en la fórmula" unanobleza sin vasallos", (que Voltaire había utilizado antes84) y la votación delos impuestos por parte de los representantes del pueblo (esto es, de la masaintruida y con derecho de voto), eran los imprescindibles elementos demo-cráticos que Hume exige en el Estado para templar tanto a la aristocraciacomo a la monarquía, pese a su disconformidad, no ya con la democraciadirecta, sino también con la democracia representativa basada en el sufragiouniversal, como era común entre los liberales de su época".

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81 Of the origin of Government, Vol. 2, pp.300.

82 That Politics may be reduced to a Science,Vol. 3, p. 101

83 Así se expresará en su ensayo Of theOriginal Contract.

84 "¿o nation anglaise —escribe Voltaire enlas te/fres Anglaises— est la seule de la terrequi soil parvenú a régler le pouvoir des roisen leur résistant, et qui d'efforts en efforts aitenfin établi ce gouvernement sage oú leprince, toutpuissant pour faire du bien, a lesmains liées pour faire le mal, ou les seig-neurs sont grands sans ¡nsolence et sans vas-saux, et ou le peuple partage le gouverne-ment sans confussion, "Octava Carta, Sur lePorlement, Gallimard, París, 1986, p. 06.

85 "El pueblo bajo y los pequeños propieta-rios —escribe Hume en tóeo of a perfectCommonwealth— no son en modo algunoidóneos para las asambleas de condado nipara elegir los altos cargos de la repúbli-ca". En este mismo Ensayo, tras calificar de"chusma indiscriminada" a "nuestros elec-tores ingleses", se manifiesta o favor deimpedir, como ocurría en la época deCronwell, "que en las elecciones de loscondados vote nadie que no tenga bienespor un valor de 200 libras", vol. 3. p. 483-4. En otra ocasión llegará a decir que "sibien la libertad es preferible a la esclavitud,en la inmensa mayoría de los casos, antespreferiría ver en esta isla una monarquíaabsoluta que una república". Whefher (heBritish Government inclines more toAbsolute Monarchy, or to a Republic, Vol.3, p. 125.

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Esta forma mixta de gobierno era, precisamente, la que existía en laGran Bretaña de su época: "the English Government" era, en efecto, comoya habían señalado antes Locke y Bolingbroke, "una mezcla de Monarquía,aristocracia y democracia"84. Una forma de gobierno con la que Hume seidentificó en lo esencial, hasta el punto de que Duncan Forbes ha visto en supensamiento político un intento de legitimar la Monarquía hannoveriana—amenazada todavía por los jacobitas o partidarios de los Estuardos—mediante un programa moderado y de consenso87. Una opinión que compar-te Frederick G. Whelan, quien señala que para Hume la Monarquía inglesade su época, además de haber sido el fruto de un consenso popular o, más §.exactamente, parlamentario, conquistado tras la revolución de 1688, tenía la "antigüedad suficiente para que su legitimidad se reforzase mediante el crite- .g5

rio de la long possession y, desde luego, por su utilidad, al haber consolidado \el ejercicio regular de las libertades públicas88. En pocas palabras, en la <2Monarquía británica se daban los tres requisitos que Hume en el "Tratado" ühabía considerado esenciales para legitimar el Estado: utilidad, consentí- Emiento y prescripción. !

Si socialmente la clase media era la mejor y más firme base de la liber-tad pública, como sostuvo repetidas veces89, la Monarquía británica, al com- Ebinar las tres formas clásicas de gobierno, era el principal baluarte institucio- o.nal de esa libertad, así como del progreso económico y de la supremacía de ~la ley. "Nada puede sorprender tanto a un extranjero —escribe Hume— \como la gran libertad que en este país disfrutamos para comunicar al públi- -£co cuanto nos plazca y censurar abiertamente las medidas tomadas por el rey ,oo sus ministros... Dado que esta libertad no es concedida por ningún otro .Jgobierno, ni republicano ni monárquico, y carecen de ella tanto Holanda y §Venecia, como Francia o España, parece natural preguntarse a qué se debe el g

1o

86 Of National Characters, Vol. 3, p. 252. que analiza con mayor detenimiento las otesis de Hume sobre el constitucionalismo o

87 Cfr. Hume's Philosophical Politics, británico de su época. cCambridge Univesity Press, 1975, p. 91 . 8

89 Por ejemplo, en su ensayo Of Refinements ^88 Cfr. Time, Revolution and prescriptive ¡n the Arts. Meinecke recuerda que Hume n

Right... op. cit. pp. 112-119. Este autor no se sintió muy conmovido en su "Historia .2destaca a este respecto la sección de la de Inglaterra" por la injusta situación de las £Segunda parte del "Tratado" dedicada a clases bajas. Al fin y al cabo, añade el his-"Objects of Allegiance" y el ensayo "Of toriador alemán, "Hume escribía en los pri-The Protestan! Succession". De F.G. meros comienzos de la gran revoluciónWHELAN, vid. asimismo, su libro Order and industrial y, por tanto, no oscurecía todavíaArtífice in Hume's Political Philosophy, ninguna sombra su satisfecha concienciaPrincenton, University Press, 1985, en el social", op. cit. p. 192.

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que sólo Gran Bretaña disfrute de tan especial privilegio. La razón de que lasleyes nos den tal libertad parece ser nuestra forma mixta de gobierno, no deltodo monárquica ni enteramente republicana"*".

A juicio de Hume, en esta forma mixta de gobierno, en donde prevale-cía "el aspecto republicano del gobierno, aunque con gran dosis de monar-quía", el Monarca se veía obligado, "por instinto de conservación, a mante-ner una constante vigilancia sobre los magistrados, eliminar cualquier tipo depoderes discrecionales y asegurar la vida y la hacienda de todos medianteleyes generales e inflexibles". El resultado no podía ser otro que el afianza-miento del Estado de Derecho: "sólo puede ser tenido por delito aquello quela ley ha especificado claramente como tal; a nadie le puede ser imputado undelito sino mediante prueba suficiente ante los jueces; y estos jueces deben sersus conciudadanos, obligados por el propio interés a mantenerse alertas fren-te a los abusos y violencias de los ministros"9'. Pero, además, Hume se mues-tra convencido de que a este tipo "mixto" de Monarquía debía la GranBretaña no sólo "su libertad, y acaso su cultura", sino también su "industria,comercio y poderío naval"; y gracias a ella "el nombre de Inglaterra se dis-tingue entre la sociedad de naciones y aspira a rivalizar con el de las máslibres e ilustres repúblicas de la antigüedad"91.

E Conviene recordar a este respecto que para Hume la República era unax forma de gobierno perfectamente posible en la Gran Bretaña. Sencillamente,£ no era la más conveniente. En realidad, en contra de la opinión dominante,g- entiende que esta forma de gobierno era más viable en los grandes Estadosc que en los pequeños93. Una tesis que los hechos corroborarían un mes después^ de su muerte, cuando se firma la Declaración de Independencia de los Estadoso Unidos y se construye la primera gran República moderna.

•§j Pero que Hume se identificase con la Monarquía británica no significa--* que aceptase plenamente el sistema político vigente entonces. Merece la penaüj señalar a este respecto que el pensador escocés no ocultó sus críticas al siste-§ ma representativo y electoral británicos ni sus deseos de reformarlo, aunque,

_o eso sí, no con el objeto de hacerlo más democrático, sino más "equilibra-o do"94. No obstante, en términos generales, estaba de acuerdo con los rasgosc esenciales de la Constitución británica, cuyo desarrollo traza con mano maes-er

90 Of the Uberty of the Press, vol. 3, pp. 94-5. 93 Ideo oí a perfect Commonwealth, op. cit.p. 492

91 Of the Uberty oí the Press, vol. 3, pp. 95-6.• • » 94 Ck. ¡dea oí a Períect Commonwealth,

92 Oí the Coalition of Porfíes, oc. cit. p. vol. 3, nota 1, p. 491.465.

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tra en la History of England y a la que se referirá en una ocasión como "esenoble edificio, orgullo de Britania, envidia de nuestros vecinos, alzado por elesfuerzo de tantos siglos, restaurado a costa de tantos millones y cimentadopor tanta sangre vertida"95.

2. El equilibrio constitucional

AHORA bien, como en parte se puede colegir de lo dicho hasta aquí, para elpensador de Edimburgo la Monarquía británica no se caracterizaba sólo pormixturar la Monarquía hereditaria, la Aristocracia y la Democracia, sinotambién por establecer un equilibrio constitucional entre las tres institucionesque encarnaban cada una de estas tres formas simples de gobierno: laCorona, la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes. Un equilibrioal que ya se había referido Locke en el "Segundo Tratado sobre el GobiernoCivil" cuando se extiende sobre los checks and controls entre los tres pode-res del Estado, y que Bolingbroke subrayaría después, sobre todo en Remarkson the History of England (1730-1731) y en A Dissertation upon the Parties(1733-1734)96. Dos obras que tendrían gran influjo en Voltaire, quien tam-bién había elogiado "ce mélange heureux dans le Gouvernementd'Angleterre, ce concert entre les communes, les lords et le ro/..."97. ParaHume, en cualquier caso, el equilibrio entre la Corona, los Lores y losComunes no era sólo un equilibrio de poderes, sino también de intereses,hasta el punto de que "el principal soporte del (sistema de) gobierno británi-co" era, a su entender, "la oposición de intereses"*8. Una tesis sin duda muyrelevante, que Hume sólo se limita a esbozar y que William Paley ampliaríaa finales del siglo XVIII99.

Hume considera que el equilibrio entre la Corona, los Lores y losComunes era un rasgo encomiable de la Monarquía británica y digno de ser

95 That Politics moy be reduced lo aScience, op. cit. Vol. 3, p. 108.

96 Ambas obras pueden verse en TheWorks of Lord Bolingbroke, Londres, HenryG. BOHN, 1844, (reprints of EconomicClassics, Nueva York, 1967), vol. I, pp.292 y ss; y II, pp. 5 y ss, respectivamente.

97 Lettres Philosophiques (más conocidaspor "Lettres Anglaises") (1733-1734),

Gallimard, París, 1986, Carta Novena, Surle Gouvernement, p. 69.

98 Idea of a perfect Commonwealth, Vol. 3,p. 490.

99 Cfr. Tíie Principies of Moral and PoliticalPhilosophy, by William PAIEY, M.A.Archdeacon of Carlisle, London, Printed forR. Faulder, New Bond Street, MDCCLXXXV,pp. 478482.

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tenido en cuenta por otras Naciones100, aunque reconoce que su contenido yalcance había dado lugar a la más profunda desavenencia ente los dos prin-cipales partidos británicos. En realidad, "el justo equilibrio entre las partesrepublicana y monárquica de nuestra constitución —confesaba Hume— es ensí tan extremadamente delicado e incierto que, unido a las pasiones y perjui-cios humanos, no puede por menos de suscitar opiniones diferentes, aun entrepersonas del mejor entendimiento"101. Naturalmente, los whigs o partido delpaís habían pretendido siempre reforzar la parte republicana o democráticade la Constitución, representada por los Comunes, en detrimento de la partemonárquica, mientras los tories o partido del trono, habían pretendido todolo contrario. Tal disparidad se había puesto especialmente de manifiestodurante el reinado del Jacobo II. En aquélla época, el dilema era grave: si seaccedía a las pretensiones del Parlamento, "se rompía el equilibrio constitu-cional, al hacerse el gobierno casi totalmente republicano", mientras que si seaccedía a las pretensiones del Trono," la nación corría el riesgo bajo un poderabsoluto por los principios y hábitos inveterados del rey"'02. Sólo la revolu-ción de 1688 había restaurado ese difícil equilibrio constitucional, que sehabía ido vertebrando desde entonces. En realidad, aquella revolución era "elmás firme cimiento de la libertad británica""*3. Una opinión sobre la que seextiende en su History of England, en donde afirma que con los aconteci-mientos de 1688 se "habían concluido felizmente todas las disputas entre laCorona y el Parlamento, a resultas de lo cual se había puesto en planta ununiforme edificio constitucional)", que corrigió por completo "la monstruo-sa inconsistencia" entre "las viejas partes góticas" y "los recientes planos delibertad", mostrando al rey y al pueblo, "para su mutua felicidad", los lími-tes a los que ambos estaban sometidos104.

¿Qué opina Hume del equilibrio entre el Rey, los Lores y los Comunesen la época que a él le tocó vivir? Para responder a esta pregunta resulta

100 Of the balance of power, Vol. 3, pp.248 y ss. A su juicio, este equilibrioencontraba tal apoyo en "el sentidocomún y el razonamiento mas obvio" queera "imposible que pudiera escapar porcompleto a la antigüedad", ibidem, 249,aunque era "un secreto político que hastaahora no habió sido bien conocido",como sostiene en Of Civil Liberty, Vol. 3.p. 161.

101 Ofthe Partes ofGreat Britain, Vol. 3, p.133.

102 Ibidem, p. 134.

103 Ibidem, p. 135.

104 Op. cit. Vol. VIII, p. 249. En parecidostérminos se expreso en las pp. 310-319. Enesta obra, Hume no duda en defender laspretensiones del Parlamento frente a la acti-tud del Rey Jacobo II y en sostener la legiti-midad del Guillermo de Orange, cuyoretrato pinta con muy amables trazos. Cfr.ibidem, pp. 305-6. Vid, en general, loscapítulos IXX y LXXI, pp. 215 a 338.

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imprescindible examinar con detenimiento su Ensayo On the Independency

ofParliament, publicado con los Essays, Moral and Political, entre 1741 y

1742, esto es, reinando Jorge II y justo al final del mandato de Robert

Walpole como Primer Ministro'05. En este Ensayo sostiene Hume que el peso

de la Corona residía "en el poder ejecutivo", pero reconoce que dicho poder

se hallaba entonces "completamente subordinado al legislativo", pues su ejer-

cicio requería "un gasto inmenso" y los Comunes habían hecho suyo "el

derecho exclusivo de conceder créditos". El pensador escocés añade que "la

parte de poder concedida por nuestra Constitución a la Cámara de los

Comunes es tan grande que le permite imperar de modo absoluto sobre los °ó-

demás órganos del gob ie rno" . A este respecto, considera que el poder legis- "!

lativo del rey era "un cont rapeso insuficiente". Así, en efecto —teniendo en £

cuenta, sin duda , que desde el rechazo de la reina Ana I a la Scottsh Militia \

Act, en 1707 , no se había negado nunca el Royal Assent a una ley aprobada g-

por las dos C á m a r a s del Par lamento —señala que " a u n q u e el Monarca tiene j>

el derecho de veto en la elaboración de las leyes, en la práctica se le concede E

tan poca importancia que cuanto es ap robado por a m b a s cámaras se tiene la ^

seguridad de que encarnará en una ley, y la aprobac ión real es poco más que £

un formul ismo". Por o t ro lado, si bien era cierto que "la Cámara de los §

Lores" consti tuían un poderoso apoyo para la Corona , dado que sus miem- g-

bros son, a su vez, sostenidos por el la", t an to la "exper iencia" c o m o la "^

" r a z ó n " mos t raban que los Lores no tenían "fuerza ni au tor idad suficientes "^3

para mantenerse sin tal apoyo" 1 0 6 . -gTal estado de cosas no significaba, sin embargo, que la Constitución ingle- .2

sa dejase de ser una "Consti tución equil ibrada", por cuanto si bien era verdad -i

que la Corona dependía de los Comunes , no lo era menos que los Comunes o

dependían de la C o r o n a , es to es, de la " inf luencia" que ésta ,o

—directamente o a través de sus Ministros— ejercía sobre aquéllos. "La

Corona tiene tantos cargos a su disposición —escribe H u m e — que mientras Z

cuente con el apoyo de la parte honesta y desinteresada de la Cámara , domi- g

nará siempre sus resoluciones, al menos en la medida suficiente para librar de i

105 Sobre la vida y obra de Walpole, vid. sobre la Inglaterra de la primera mitad del «J. H. PLUMB, sir Robert Walpole. Vol. 1. The siglo XVIII en Basil WIWANS, The Whig §Making oía Staleman y vol. 2. The King's Supremacy, 1714-1760. Oxford at theMinister, Londres, 1956 y 1961, respecti- Clarendon Press, 28 edición, revisada porvamente. Vid. también Jeremy BlACK, Robert C. H. Stuart, 1987.Walpole and ihe Nature of Politics in early 9 #eighleenlh century England, Macmillan, 106 On the Independency of Parliament,Londres, 1990. Una visión de conjunto vol. 3, p. 120.

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peligros a la constitución tradicional". Por ello, Hume sostiene que la "influen-

cia" regia —eufemística manera de referirse a lo que muchas veces no era más

que corrupción y tráfico de influencias107— resultaba imprescindible para man-

tener el carácter mixto y equilibrado de esta Constitución. Una tesis que había

venido defendiendo Walpole desde 1721 —año en el que comenzó a ejercer

como Primer Ministro— contra todos los que, como Bolingbroke, le acusaban

de monopolizar el poder y destruir las bases de la Constitución104. "Podemos

dar a esta influencia —escribe Hume— el nombre que se nos antoje; calificarla

incluso de corrupción y vasallaje; pero es en cierto grado y especie inseparable

de la propia naturaleza de la constitución y necesaria para la conservación de

nuestro gobierno mixto. Por ello —concluye Hume, quiza pensando en

Bolingbroke y su círculo—, en vez de afirmar de modo inflexible que la depen-

dencia del Parlamento es, en cualquier grado, una infracción de las libertades

británicas, el country party debería haber hecho ciertas concesiones a sus adver-

sarios y limitarse a examinar cual es el grado más conveniente de esa depen-

dencia, más allá del cual se hace peligrosa para la libertad"109.

La adscripción de Hume a las tesis de la "constitución equilibrada" no

le impidieron, pues, reconocer que tal equilibrio no era —no podía ser— per-

fecto, abriendo una fisura en lo que por aquel entonces era una axioma cons-

titucional, aceptado mas tarde por Blackstone, pero ya no tanto por Burke ni

por Bentham110.

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107 A este respecto, refiriéndose tal sóloal poder del Monarca sobre los Comunes,escribe Wooward: "la Corona, a travésdel Tesoro, controlaba alrededor de trein-ta distritos, donde los nombramientospara el puesto de aduanas y otros seme-jantes aseguraban la mayoría. Los pro-pietarios de tierras controlaban muchosescaños; hacia mediados del siglo XVIII,cincuenta y un Pares y cincuenta Obisposy cinco miembros de la Cámara de losComunes decidían o influían en la elec-ción de 192 miembros del Parlamento.Cfr. Sir Llewllyn WOODWARD, Historia deInglaterra, Alianza Editorial, 1974, pp.154-5.

108 Un análisis del debate constitucional enla época de Walpole y Bolingbroke, en M.J. C. VIIE, Constitutionalism and theSeparation of Powers, Clarendon Press,Oxford, 1967, cap. III. The Theory of the

Balanced Constitution, especialmente pp.68 a 75.

109 Ibidem, pp. 120-121. En nota añadeHume: "con esta 'influencia de la Corona',que hallo justificada, me refiero sólo a lanacida de los cargos y honores que elmonarca puede conceder. En cuanto a lapráctica del soborno privado, puede serequiparado a la práctica de utilizar espías,escasamente ¡ustificable en un buen minis-tro e infame en uno malo...". Sobre la opo-sición tory en la época en que escribeHume, vid. L. CoiLEY, In Defiance ofOligarchy: The Tory Party (1714-1760),Cambridge, 1982.

110 Me extiendo sobre ello en mi artículo "LaMonarquía en la teoría constitucional británi-co durante el primer tercio del siglo XIX", enCuaderni Fiorentini per la Storía del PensieroGiuridico Moderno, n." 23, 1994, pp. 9-53.

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Por otro lado, es igualmente cierto que Hume destacó la importancia delbipartidismo en la estructura constitucional británica. Bipartidismo quedurante los reinados de Jorge I y Jorge II, en gran medida gracias a Walpole,se había ido aceptando como una pieza esencial de la Constitución británica,pese a las críticas de Toland, Tindal y Defoe y de las llamadas de Bolingbrokea un "non party-government", al identificar los partidos con las facciones, loque no estaba lejos de ser cierto en aquella época1". Hume se manifiesta, entérminos generales, a favor de consolidar los partidos políticos, adelantandolas tesis que sobre este particular mantendría Burke, como luego se verá."Abolir toda distinción de partido puede no ser factible y acaso tampocodeseable en un Estado libre. Los únicos partidos peligrosos son los que sos-tienen opiniones contrarias a la forma de gobierno, la sucesión de la Coronao los más importantes privilegios de los diversos órganos constitucionales""2.

Ahora bien, Hume no examinó la incidencia real del bipartidismo en laestructura constitucional de su época, ni tampoco el papel que en ésta desem-peñaba el Gabinete y el Primer Ministro. En realidad, Hume no analiza las deci-sivas transformaciones que se habían producido en la Constitución inglesadesde comienzos del siglo XVIII, sobre todo desde que Jorge I accede al Trono,en 1714. Unas transformaciones que se habían ido produciendo, precisamente,por obra y gracia de las convenciones constitucionales o reglas no escritas, a lasque tanta importancia se atribuye en la doctrina humeana, como se ha visto, ymerced a las cuales se habían ido asentando los mecanismos para exigir la res-ponsabilidad política —todavía puramente individual— de los Ministros porparte del Parlamento, más allá del viejo instrumento del impeachment, con elque se exigía desde la época de los Tudores la responsabilidad penal"3.

111 Cfr. J.A: GUN, Factions no more.Attitudes lo Party in Government andOpposition ¡n Eigtheenh Century England,Londres, 1971, possim; y Eugenio Di RIENZO,"II Modelo Político Inglese e la rivoluzione inFrancia: partito politico e governo di gabi-netto da Burle i Mirabeau", en W. AA.Modeli nella Atoria del Pensiero Politico, II.Leo S. Olschki, 1989, pp. 96 a 100. Sobrela evolución de los partidos británicos en laprimera mitad del XVII, vid. R. R. WALCOrrJr.English Party Politics in The Early EigteenthCentury, Cambridge, Mass, 1965; W.A.SPECK, Tory and W/i/g. The Struggle in theConstituencies: 1701-1715, Londres, 1970;G. SUART DE KREY, A hactured Society: Thepolitics of London in the firsl age of party:

1688-1715, Oxford, 1985. B. W. Hm,British Parliamentory Parties: 1742-1832.From the Fall of Walpole to the Fist ReformAct, Londres, 1985;

112 Of the Coalition of parties, Vol. 3, p.464.

113 Cfr. A.H. DODD, The growht of responsi-ble government from James the first toVictoria, Routledge ond Kegal Paul, Londres,1956, pp. 71 y ss; J. P. MACKINTOSH, J.P. The

British Cabinet, Stevens and Son, 3.fi edi-ción, Londres, 1977, pp. 47 y ss; E. NEVIUEWllllANS, The Eighteenth-Century Consti-hition. 1688-1815, Cambridge UnviersilyPress, 1977, caps. 2 y 3.

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Dicho en pocas palabras, pese a inclinarse por un método experimental alanalizar la política, basado en la observación, y a señalar algunos elementos dela Constitución británica alejados de la visión clásica de la monarquía mixta yequilibrada, Hume no comprendió cabalmente el proceso parlamentarizadorque se había producido en la monarquía británica, sobre todo durante el largomandato de Robert Walpole al frente del Gabinete, esto es, desde 1721 a 1742,o al menos no le dio la importancia debida en sus escritos.

Por eso, no resulta equivocado agrupar a Hume, como aquí se ha hecho,entre los partidarios de la doctrina de la Monarquía "mixta" y "equilibrada",que Locke, Bolingbroke y Voltaire habían defendido antes, aunque no esmenos cierto que el pensador escocés introdujo importantes correcciones enesta doctrina, al subrayar la subordinación del ejecutivo al legislativo, el for-mulismo en el que se había convertido el veto regio a las leyes y la importan-cia de los partidos en la estructura constitucional. Unas correcciones que, enrealidad, llevaban el germen de la destrucción de esta doctrina y anunciabanla nueva teoría del "cabinet system" —basada más en la idea de "armonía"que de "equilibrio" entre los poderes—, que con mucha mayor claridad queHume formularía Burke en sus Thoughts on the Present DiscontentsDiscontents"4.

114 Este importante opúsculo, de 1770, Clarendon Press, Oxford, 1981, Vol. II, pp.puede verse en Paul LANFORD (edit), The 241-323.Wrítings and Speeches of Edmund Burke,