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Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 21

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Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

21

Dos miércoles / 20 / junio / 2012

4 8. ¿Por qué?

Nos reservamos para el final lapregunta acerca del por qué de lasmasacres. ¿Por qué un grupo depoder monta un estado de policía,elimina las limitaciones a su poderpunitivo y aniquila a una masahumana que señala y sustancializacomo enemiga?

Es cierto que señalar a un ene-migo es un modo de canalizar ma-lestar y venganza, pues poner todoel mal en cabeza de un grupo es unfortísimo recurso político, perosiempre muy eficaz –todo lo amo-ral que se quiera–, hasta el puntode que un teórico psicópata comoCarl Schmitt lo consideró la esen-cia de la política.

Pero más allá de esta verifi-cación, cabe preguntarse qué es loque mueve a un grupo humano abuscar semejante acumulación depoder en pos de un poder absoluto,al que nunca se llega y que terminaen su propia ruina. Llama la aten-ción que este recurso se reitere sindesgastarse a lo largo de milenios,pese a que se sabe que si nadie lodetiene siempre acaba en una ma-sacre, cuya proximidad ni siquieradetectan muchas de las propiasvíctimas. Se trata de preguntasque son clave para cualquier ten-tativa seria de prevención de ma-sa c res .

Hemos visto que para acercar-nos un poco a las respuestas de-bemos salir de la criminología ymirar hacia otros campos del co-nocimiento. Así fue como recor-damos que desde la psicologíaNorman Brown corregía las tesisde los últimos años de Freud, atri-buyendo a una patología civili-zatoria el impulso a la acumu-lación indefinida de riquezas quemiles de vidas muy longevas nopodrían consumir, lanzando laidea de que la historia humana

sería la historia de una neurosisque obedecería a la incapacidad deincorporar la muerte, pues al se-pararla radicalmente de la vidaprovocaría una ambivalencia irre-d u ct i b l e.

En definitiva, los bienes dan po-der y, por lo tanto, lo que sepersigue es una búsqueda inde-finida de poder, que comprendetambién la acumulación del sabercomo poder en la forma de saberseñorial, de Dominus.

Por consiguiente, resulta que lasociedad moderna presenta carac-terísticas morbosas con respecto alos esquemas que rigen la bús-queda del conocimiento, que tie-nen por meta la dominación de losentes. El capitalismo salvaje –es -timulador de la acumulación in-def inida– sería la expresión deesta neurosis civilizatoria, que alseñalar como meta dominante laacumulación de riqueza llevaría ala negación de Eros, a la subli-mación del cuerpo: la riqueza sevuelve un fin en sí mismo, el cuer-po se neutraliza y triunfa Tanatos,la pulsión de muerte.

Vimos antes que una acumu-lación infinita de poder presuponela idea del tiempo lineal, en formade flecha, que supera la existenciaindividual y no retorna, y quesobre esa misma idea del tiempo seasienta la venganza, a cuyo res-pecto recordamos a Nietzsche: lavenganza es siempre venganzacontra el tiempo, porque no sepuede hacer que lo que fue no hayas i d o.

Por ende, la idea lineal del tiem-po es presupuesto tanto de la acu-mulación indefinida de poder co-mo de la venganza. También vimoscómo el saber señorial, o sea, laciencia del dominus, conlleva a lacosificación de la persona e impidecualquier diálogo, acabando en unfenómeno de retroalimentación

muy peligroso.La neurosis civilizatoria, tanto

como la acumulación señorial desaber y apoyada al igual que lavenganza sobre la idea lineal deltiempo, si bien explica mucho enforma convincente, parece que-darse en hechos del último mi-lenio, pues las masacres no selimitan a nuestra civilización do-minante, moderna y premoderna.Las masacres suelen encubrirsecon visiones religiosas y son tanantiguas como la religión y, al igualque ella, son pre-estatales, porqueaparecen en sociedades con or-ganizaciones muy diferentes a lasmodernas y también muy distintasentre sí.

Esta verificación abre el espaciopara una tesis que subyace enHobbes y que se deforma hasta laaberración en todo el inmoralismoque pretende legitimar al estado depolicía como única forma posiblede organización social, que es lanaturalización de las masacres.Según esta tesis, la persistencia yantigüedad del fenómeno respon-dería a razones biológicas, o sea, aalgo no mutable de la biologíahumana. La lógica naturalizante esimpecable: si venimos fallados ge-néticamente y el gen perverso noslleva a la violencia, adelante, si-gamos por ese camino que vamosbien, al estilo de Carl Schmitt.

Esta lógica masacradora podíasostenerse en el siglo pasado concierto gesto de indiferencia y hastade soberbia, porque las masacresmataron a un habitante del planetapor cada cincuenta, pero quedaroncuarenta y nueve.

Michel Serres sostuvo en suAtlas (1994) que desde Hiroshimaaparece el temor a una nuevamuerte: la de la especie. Pero desdehace tiempo se viene observandoque el avance tecnológico habilitahoy la posibilidad de una masacre

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que afecte a toda la especie, y no yamediante un conflicto bélico, sinopor el propio sistema de produc-ción que en su búsqueda de acu-mulación de bienes no se detieneni siquiera ante el riesgo de ani-quilamiento total de la vida hu-mana.

Cuando nos referimos a la cau-tela de Spee, lo cierto es que –co neste u otro nombre– su recomen-dación sobrevuela el pensamientocontemporáneo. Es claro que res-ponde a este principio la ética de laresponsabilidad de Hans Jonas,cuyo imperativo podrá sintetizarseen la siguiente fórmula: “obra detal manera que los efectos de tuacción no destruyan la posibilidadfutura de la vida”.

El naturalista francés del Sa-hara, Theodor Monod, candidateóa los cefalópodos del fondo de losmares para que después de algunosmillones de años reemplacen a loshumanos extinguidos por su vio-lencia intraespecífica. Parece quecada vez que comemos un pulpo ala gallega estamos masacrando alos candidatos a sucedernos. Ima-ginemos a un pulpo cabezón einteligente dentro de algunos mi-llones de años, dedicado a la ar-queología, describiendo cómo unaespecie de gigantes tontos se ex-tinguieron por tener los brazoslejos de la cabeza.

La amoral e irresponsable tesisde la naturalización de las ma-sacres significa hoy –por decirloc l a ra m e n te – impulsar masacresmucho mayores que las pasadas.Poco tiempo nos quedaría en elplaneta de ser cierta esta tesis (Enel café me dicen algo así como paráel mundo loco, que quiero bajarme.Otro reflexiona: por agarrar la sor-tija no nos damos cuenta que lacalesita no para más).

Pero no es necesario apelar aantidepresivos, pues no existe prue-

ba alguna de esta fatalidad biológicade la especie. Recordemos que simiramos nuestro planeta en tiem-pos geológicos, o sea, desde su apa-rición, y eso lo imaginamos comouna semana, nosotros hemos lle-gado a su superficie unos pocossegundos antes de la media nochedel domingo. A lo largo de nuestrabreve historia sobre el pequeño pla-neta que ocupamos se consideraronnaturales demasiados productosculturales –como la esclavitud o lasjerarquías racistas– y, en conse-cuencia, no podemos dejar de sos-pechar que la pretendida fatalidadde las masacres sea también unproducto cultural políticamente na-tu ra l i z a d o.

Por ende, hay unas cuantas cosasque podemos hacer para que lacalesita no nos arrastre y paraseguir comiendo pulpo a la gallegacon cierta tranquilidad de con-ciencia.

4 9. ¿Qué puede hacer la crimi-n o l og í a ?

Las masacres son un crimen (elmás grave de todos) y cuando deprevenir el delito se trata, desdesiempre se sabe que hay dos ni-veles de prevención: la prevenciónprimaria, que va a la raíz social delconflicto (por ejemplo, en delitoscallejeros contra la propiedad, engeneral, la renta per capita y laestratificación social muy marca-da) y la prevención secundaria,que es la que opera contra el hechomismo (la seguridad pública, lapolicía y el aparato penal).

Respecto de las masacres, seríaprevención primaria corregirnuestra neurosis civilizatoria y de-tener el efecto acelerador del ca-pitalismo salvaje. Obviamente es-tas no son tareas que correspon-den a la criminología, sino a lahumanidad toda, pero sobre las

que ésta debe alertar.Cuando los criminólogos baja-

mos de la cátedra y tomamos elcolectivo en la esquina somos se-res humanos que votamos por al-guien, nos afiliamos a un partido oa un movimiento, participamos enuna protesta, nos asociamos a laprotección de animales, discuti-mos el partido del domingo, etc., osea, nos integramos a la dinámicasocial y –aunque sea por un acto defe – suponemos que ésta nos lle-vará a una sociedad un poco mejor,capaz de neutralizar un día nuestraneurosis civilizatoria asentada so-bre el tiempo lineal y la venganza.

Pero en tanto –y como crimi-n ó l ogos – tenemos algunas tareaspara la casa: en principio, llamar laatención sobre la necesidad depreservar los espacios de libertadsocial necesarios para la dinámicasocial, es decir, para el cambio quepermita esa sociedad mejor. Y,además, trabajar sobre la preven-ción especial de las masacres.

Para estas tareas del hogar con-tamos con unas cuantas pistas quenos proporcionan las últimas pa-labras de la academia y otras pa-labras provenientes de la psico-logía y de la etnología, que hemosmencionado antes.

En principio, hemos verificadoque los sistemas penales canalizanla violencia vindicativa, pero tam-bién que cuando ese mismo poderrompe los diques de contenciónque le oponen los operadores delsegmento jurídico –o cuando éstosfaltan a su tarea– el poder punitivoestalla en masacres, cuyos autoresson precisamente los que según eldiscurso tienen la función de pre-venirlas (Si no lo controlas nosrevienta, observa el sociólogo de laesq u i n a ) .

Por eso creemos firmemente queel jurista –el penalista, no el cri-m i n ó l ogo – debe dejar de lado las

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racionalizaciones con que preten-de explicar la pena, para aceptarque ésta responde a un contenidoirracional –la venganza– y, por lotanto, su primordial y casi únicafunción sería la de contenerla,con lo cual llegaríamos a unapolítica criminológica que res-ponda a la invitación a la cauteladel viejo Spee.

El saber de los juristas recu-peraría de este modo una jerar-quía y dignidad que va perdiendoa medida que busca desespera-damente ceñirse a una técnicapolíticamente desteñida (El so-ciólogo de la esquina se enoja:¿Nos vieron la cara estos manes?Si eso no es político ¿qué es?–aquí intercala una palabra queo m i to – Vamos, que no nacimosaye r) .

El derecho penal concebido co-mo contención jurídica de laspulsiones vindicativas del poderpunitivo y, por tanto, como ga-rantía del estado de derecho, asu-miría en el momento político unpapel equivalente al del derechohumanitario en el momento bé-lico: ambos servirían para con-tener un factum: la guerra en elderecho internacional humanita-rio y el poder punitivo en elderecho penal (Obviamente, todoen la medida de su limitado poderde contención).

Debido a esta característica delpoder punitivo es que no po-demos creer que este mismo po-der sea capaz de prevenir las ma-sacres, pues sería como poner alzorro al cuidado del gallinero.

El poder punitivo, por el hechode internacionalizarse no pierdesu carácter selectivo, sino que,por el contrario, hasta parece quese acentúa aún más. Ante lostribunales internacionales com-parecen sólo algunos de quienesperdieron el poder en estados

periféricos y que las grandes po-tencias ya no los necesitan (Elinternacionalista del café, que leetodo el diario, observa: Si, algúnnegrito del África va allí. Pontepilas lo que hicieron con el Sa-dam ese. ¿Y el otro? ¿Cómo sellama? El Bin Laden ese. ¿Quépasó? Se metieron en la casa de allado, lo hicieron pedazos y nadiedijo nada).

De cualquier manera, el poderpunitivo internacionalizadocumple funciones útiles, tantoprácticas como teóricas. En lopráctico sirve para evitar un po-sible caos por descontrol delprincipio universal, según el cualcualquier estado puede juzgar uncrimen contra la humanidad,aunque no se haya producido ensu territorio. El principio es muylindo, pero si no se pone un pocode orden se corre el riesgo de quecada uno quiera juzgar al vecino.

Pero hay algo más importante.Cuando el criminal contra la hu-manidad no es sometido a unjuicio, queda en los hechos en unacondición de no persona. Si al-guien le da muerte, un tribunalimparcial no podría condenar alhomicida o ejecutor. Esto se havisto en los pocos casos en que hasucedido: así, en la muerte deMussolini y sus acompañantes,en que la justicia cerró el casofantaseando que fue un acto deguerra, o en el caso del jovenarmenio ejecutor de Talât, en queel tribunal alemán inventó queera inimputable; e incluso en lavideograbada muerte de Gadaffi(El internacionalista sigue refle-xionando: Claro, cualquiera loborra del mapa y los jueces nopueden decir nada, se quedanpintados en la pared).

El derecho que no juzga al cri-minal contra la humanidad pier-de su fuerza ética y, aunque nin-

guna sentencia lo diga y las pocasque hubo lo disimulen con in-ventos, debe reconocer que la im-punidad lo dejó en condición de nopersona. Al juzgarlo con las de-bidas garantías el derecho se rei-vindica y le restaura en la con-dición de la que el propio genocidasalió por efecto de su crimen.

Pero con esto no se previenen lasmasacres y, por lo tanto, la cri-minología debe enfrentarse al te-ma olvidado, al detalle que dejó enel tintero, que son los más de100.000.000 de muertos del siglopa sa d o.

En principio, dado que las ma-sacres se anuncian con técnicas deneutralización de valores, la cri-minología debe abandonar su in-creíble pretensión aséptica paraentrar al campo de la crítica de lasideologías, con el objeto de ana-lizar las palabras y establecercuándo éstas constituyen una téc-nica de preparación de masacresmediante discursos vindicativos,incluso penales y criminológicos.

Así, todos los días con las dis-criminaciones se lanzan semillasde masacres que, por suerte, nobrotan mucho.

Aquello no es sencillo para unsaber que ha querido presentarsecomo neutro por creer que eso escondición de lo científico, cuandoen realidad es la renuncia al co-nocimiento de la dimensión depoder del saber.

Si bien el primer signo lo dan lastécnicas de neutralización, dadoque se sabe que el agente de lasmasacres es el poder punitivo, esclaro que además la criminologíadebe ocuparse de observar muy decerca el ejercicio de este poder y enparticular las prácticas de susagencias ejecutivas. Es duro acep-tar que nunca se había reconocidoque el agente de las masacres es elmismo al que supuestamente se leencarga la prevención de los ho-micidios, pese a que siempre es-tuvo muy a la vista.

La participación de las agenciasejecutivas del poder punitivo en

las masacres se consideró comouna patología institucional, perolo cierto es que desde los siglos XIy XII hasta el presente, siemprepuso de manifiesto su tendencia adescontrolarse con el pretexto decombatir enemigos que generanemergencias de inminente riesgopara la humanidad y frente a lasque nunca hizo nada eficaz.

Llevamos ochocientos añoscreando enemigos, erigiendo chi-vos expiatorios y cometiendo ma-sacres. Desde la segunda mitaddel siglo pasado queda claro parala criminología que el poder pu-nitivo –con su estructural se-l e ct i v i d a d – criminaliza a unaspocas personas y las usa paraproyectarse como neutralizadorde la maldad social.

Se presenta como el poder ra-cional que encierra a la irracio-nalidad en prisiones y manico-mios. Ataviado de este modo ca-naliza las pulsiones de venganza,lo que le proporciona una for-midable eficacia política, que nose explica por circunstancias co-yunturales, pues se mantieneinalterada a lo largo de la historiadel poder punitivo estatal e in-cluso pre-estatal.

Ante el enemigo que en oca-siones deviene en chivo expia-torio, se construye una agenciaempresaria moral que hegemo-niza el discurso punitivo y elpoder masacrador, hasta que otraagencia se lo disputa, comenzan-do por negar el riesgo y la pe-ligrosidad del enemigo construi-do por la anterior, pero paraconstruir otro, como el verdaderoo nuevo peligro generador de otraemergencia y de otro posible chi-vo expiatorio.

Si la inquisición romana contralas brujas decayó reemplazadapor su nueva orientación contralos reformados, fue porque la cor-

poración jesuita reemplazó a lad o m i n i ca .

Entre la hegemonía decadentede una agencia y el ascenso de lasiguiente (en el momento de lacrítica discursiva practicada paradebilitar a la anterior), se abreuna brecha por la que avanzasecularmente el discurso críticodel poder punitivo, o sea, el de-recho penal de contención o re-ducción, que va instalando elconsiguiente estado de derechoen lo político.

Suele llamarse al primero de-recho penal autoritario y al se-gundo derecho penal liberal, aun-que estas denominaciones co-rresponden a siglos muy poste-riores al inicio de este movimien-to pendular.

Pese a que el poder punitivodescontrolado renueva siemprela misma estructura discursiva–que es la originaria del Malleusmalef icarum–, su contenido va-ría por entero según el enemigoelegido, aunque invariablementereduce todo el poder jurídico acoerción directa (derecho admi-nistrativo), pues supuestamentese bate contra un proceso lesivoen curso y sus penas son todasformas de coerción directa o ejer-cicio del poder de policía ad-m i n i st ra t i vo.

Como se pretende proyectarque un mal gravísimo está a pun-to de hacernos desaparecer, todolo que se haga es policial, nadadebe obstaculizar la supuesta ta-rea salvadora, contra el enemigovale todo, si se comete algún erroro algún exceso es disculpableporque pasa en todas las guerras,pues aunque se haga el mayoresfuerzo los errores son inevi-tables y en el fragor de la lucha nose puede contener del todo a losm u c h a c h os .

Se quiebra la diferencia entre

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el poder punitivo y la coercióndirecta administrativa, porquetoda violencia para desbaratar alenemigo se vuelve legítima porvía de pretendida necesidad o delegítima defensa. Este es el dis-curso legitimante de la torturapropio de la ideología de la se-guridad nacional, muy común enel sur de América hace treintaaños y hoy en el norte: anulada ladiferencia entre poder punitivo ycoerción directa, resulta lo mis-mo torcerle el brazo a un sujeto opropinarle una bofetada o unatrompada para que suelte a lavíctima que está estrangulando,que organizar y planificar el so-metimiento a tortura de unmiembro de una banda o de ungrupo político violento para des-ba ra ta rl o.

El derecho penal de conten-ción, por su parte, también tienedesde sus orígenes la misma es-tructura discursiva, que es la dela Cautio criminalis de Spee, sóloque –a diferencia del inquisi-to r i a l – sus contenidos no cam-bian, sino que aumentan y seperfeccionan con las sucesivasexperiencias de crítica a las pul-siones policiales y de capitali-zación de la experiencia de lasmasacres pasadas.

Las garantías no son inventospara encubrir a criminales –co m opretende la criminología mediá-t i ca –, sino el resultado de lasanteriores experiencias masacra-doras de los estados policiales.

Cuando el poder punitivo sedescontrola, el fenómeno pasa di-rectamente a la teoría política,porque surge el estado de policíacon tendencia al absolutismo.

La política criminal que cundepor el mundo, inspirada en elllamado neopunitivismo de lasadministraciones republicanasde los Estados Unidos y promo-

vida por la criminología mediá-tica, oculta el hecho conocido,donde el poder punitivo sin con-tención pasa de canalizador a eje-cutor de la propia venganza y, porende, del aniquilamiento de lavíctima expiatoria.

En consecuencia, la primeramedida para una adecuada pre-vención secundaria de la con-flictividad que deriva en violen-cia difusa consistiría en agotarlas posibilidades de los modelosde solución efectiva de conflictos(como los reparadores, restitu-tivos, terapéuticos y conciliado-res, entre otros), limitando laaplicación del modelo punitivo alos pocos casos en que sea ab-solutamente necesario por no serculturalmente admisibles losotros modelos.

Esto significa que la políticacriminal que impera en el mundonecesita un urgente giro en sen-tido inverso, para convertirse enfactor que quiebre el alto nivel deconflictividad o, por lo menos,que desde la periferia no po-demos plegarnos y copiarla en laforma suicida en que lo hace lacriminología mediática.

La desintegración provocadapor la conflictividad puede neu-tralizarse de dos modos: poten-ciando los modelos eficaces desolución de los conflictos, lo quereforzaría la cohesión social, obien, con el sacrificio de la víc-tima expiatoria, es decir, con lamasacre. Si se quiere evitar estaúltima, es obvio que se imponefortalecer su alternativa y lo máscontraindicado es potenciar elpoder punitivo, o sea, acelerar elcamino hacia la masacre.

Los juristas suelen disculparseargumentando que nada puedenhacer frente al poder y que esmejor buscar refugio en lo prag-m á t i co.

Esta objeción subestima el po-der del discurso, que es preci-samente el que los juristas nodeben ceder. Con el discurso seejerce poder, como siempre lo su-pieron todos los dictadores, puesde lo contrario nunca hubiesenexistido las censuras. Si bien no esel mismo poder de que disponenlas agencias ejecutivas del sistemapenal, lo cierto es que éstas sin eldiscurso quedan deslegitimadas y,en definitiva, el poder sin dis-curso, aunque puede causar gravedaño antes de derrumbarse, no sesostiene mucho tiempo.

No me canso de repetir las pa-labras de André Glucksman: ¿Quénecesitan hoy los que suben alpoder aparte de una buena tropa,aguardiente y salchichón? Nece-sitan el texto. Si el penalismo enmasa les quitase el texto, la in-citación pública a la venganzaquedaría reducida a lo que es: purapublicidad mediática empeñadaen destruir hasta sus raíces todointento de resurgimiento del es-tado social, pero con las limi-taciones que reconoce la publi-cidad de cualquier producto co-m e rc i a l .

Sintetizando, creemos que lacontribución de la criminología ala prevención de las masacres debeconsistir, (a) en primer lugar, en elanálisis crítico de los textos sos-pechados de ocultar técnicas deneutralización. (b) En segundotérmino, debe estudiar los efectosde la habilitación irresponsabledel poder punitivo y advertir so-bre sus riesgos a los juristas y a lospolíticos. (c) En tercer lugar, debeinvestigar la realidad violentaaplicando las técnicas propias dela investigación social de campo,para (d) neutralizar con los datosreales a la criminología mediáticay (e) adquirir práctica comuni-cacional mediática para desnudar

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públicamente su causalidad má-gica. (f) Por último, debe analizarlas conflictividades violentas entodas sus particularidades loca-les, para señalar la vía más ade-cuada para desmotivar los com-portamientos violentos y motivarlos no violentos.

Sin duda que esta es una tareateórica, pero también práctica ymilitante, pues debe hacer llegarsus conocimientos a todos los es-tamentos comprometidos en elfuncionamiento del sistema penal.

Si no logra convencerlos, por lomenos les provocará mala con-ciencia y ya nunca serán perpe-tradores ingenuos de masacres. Laplena consciencia de ilicitud yatrocidad siempre es un gran fac-tor preventivo, teniendo en cuen-ta que los cadáveres vuelven yque, en muchísimas ocasiones–diría que en la mayoría– la ma-sacre nunca fue buen negocio parael grupo de poder que la decidió y,menos aún, para los instrumentoshumanos de que se valió.

Frente a las masacres la cri-minología pasó por dos etapas: laprimera fue de legitimación de lasmasacres, con el reduccionismobiológico y los disimulos poste-riores, en la que vio los cadáveresy los consideró normales. Luegopasó por la negacionista por omi-sión, en la que no se ocupó deltema: en ésta los cadáveres fueronenmudecidos. Esta etapa llega a sufin, pues ya es insostenible en elmundo contemporáneo. Está co-menzando una tercera etapa, quees la que llamo de la criminologíaca u te l a r.

Designamos así a la crimino-logía que proporcione la infor-mación necesaria y alerte acercadel riesgo de desborde del poderpunitivo susceptible de derivar enuna masacre.

No se trata de una criminología

abolicionista, pues como hemosdicho, eso implica un proyecto denueva sociedad que los crimi-nólogos no estamos en condi-ciones de formular, al menos en elrol de tales.

Se trata sólo de una crimi-nología de la prudencia, de lacautela, como lo indicaba el je-suita Spee. En definitiva, tam-poco hoy sabemos a ciencia ciertasi las brujas existen, pero por lomenos podemos asegurar –aligual que Spee– que no cono-cemos ninguna. Esto nos llevanecesariamente a la contención ycautela en el uso de un poder quesiempre tiende a expandirse yacabar en una masacre.

La criminología cautelar de-mandará un nuevo marco teórico,pues para superar el negacionis-mo y llegar a la cautela es ne-cesario que reconozca que el po-der masacrador y el punitivo tie-nen la misma esencia –la ven-ganza– y, más aún, que la masacrees el resultado del funcionamien-to del mismo poder punitivocuando logra hacer saltar por losaires la contención jurídica.

Su tarea será la de desarrollarlos instrumentos para investigary determinar lo más precozmenteposible: los signos de esta rup-tura de límites de contención ylas condiciones ambientales deesta tenebrosa posibilidad. Cree-mos que de este modo se de-sarticula la oración fúnebre –co nmucha frecuencia reiterada porlos defensores de la paz buro-c rá t i ca – sobre la criminologíacrítica del siglo pasado. No esverdad que haya muerto, está másviva que nunca y goza de muybuena salud, sólo que con ella secerró la criminología negacionis-ta, como paso previo indispen-sable para abrir la cautelar.

La crítica criminológica no se

cayó con el muro de Berlín, sinoque esa caída dejó en descubiertootros muros, las tentativas deerigir nuevos y las dificultadesque provocan quienes los saltan.

Estamos marchando más alláde la crítica, pero a través de ésta.Los pacíficos burócratas nega-cionistas tendrían más motivosde inquietud, porque la críticaque planteamos es mucho másrealista y desnuda riesgos mu-chísimo mayores.

La criminología cautelar propor-cionará al derecho penal la in-formación necesaria para su fun-ción de contención del poder pu-nitivo y arruinaría la frecuentecelebración de la racionalidad ju-rídica por el derecho penal le-gitimante del poder punitivo, puesno puede menos que pedir quebajen las copas de esos brindis.

La misión del criminólogo cau-telar no será nada simpática: essiempre tétrico andar por la mor-gue levantando sábanas y mos-trando cadáveres producidos porel poder punitivo, pero muchopeor es negar su existencia y,además, es suicida hacerlo cuan-do en cualquier momento puedeser uno mismo el que quede de-bajo de la sábana, tal como en lametáfora de la célebre películaecuatoriana “Cuando me toque ami”.

Para adentrarnos mínimamen-te en un esbozo de criminologíacautelar, debemos comenzar poranalizar el funcionamiento delaparato de poder punitivo, o seadel sistema penal, y desde suscaracterísticas destacar los pun-tos de mayor riesgo de desborde ylas modalidades que éste puedea s u m i r.

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

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