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UNIVERSIDAD AUTNOMA DE MADRID. FACULTAD DE FILOSOFA Y LETRAS. Departamento de Historia Moderna.

MONARQUA DE ESPAA: DISCURSO TEOLGICO. 1590-1685

TESIS DOCTORAL

Director: JULIN VIEJO YHARRASSARRY Doctoranda: EVA BOTELLA ORDINAS

2002

A Marisol y Jaime, mis padres, y a mis hermanos Jaime y Ricardo.

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NDICE

AGRADECIMIENTOS. INTRODUCCIN. I. I. II. III. IV. V. VI. VII. Monarqua de Espaa: discurso teolgico. Extra ecclesiam non est imperium.. Ecclesia est Monarchia Monarqua de Espaa. Espaoles Monarchia est Ecclesia Espaa es Monarqua.. Espaa es Iglesia.

pgs. 4-6 pgs. 7-15

pgs. 16-23 pgs. 23-34 pgs. 34-36 pgs. 37-40 pgs. 40-48 pgs. 48-62 pgs. 62-82

II. I. II. III.

Historia de Espaa e historia de Aragn. Historia de Espaa. Historia Civil Aragonesa El pleito de Virrey extranjero. pgs. 83-98 pgs. 98-115 pgs.115-195

III. I. II. III.

Los lmites del "discurso de Monarqua de Espaa". Los escritos de Antonio Prez.. Recepcin del "tacitismo" en la Pennsula.. La recepcin de la "Historia de Espaa" en Aragn pgs. 196-211 pgs. 211-240 pgs. 240-256

IV. I. II. III. IV.

Imperio de la Monarqua de Espaa. Monarqua de Espaa en las dcadas de 1630 y 1640.. El reino de Sobrarbe en la Monarqua de Espaa... Monarqua de Espaa en las dcadas de 1650 y 1660.. .. La disputa historiogrfica. 1665-1685 pgs. 257-267 pgs. 267-292 pgs. 293-298 pgs. 298-339

FUENTES PRIMARIAS... FUENTES SECUNDARIAS.

pgs. 340-355 Pgs. 356-386

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AGRADECIMIENTOS

La poesa a veces es intil, y sin ella me faltan las palabras. Pero no quiero recurrir a las metforas, a las imgenes y a los sentimientos, porque no me gustara que lo que digo pareciera una cuestin de percepciones. Contengo, deseara que se supiera, el poder empalagante que se me atribuye para que mis palabras se entiendan literalmente. Esta Tesis Doctoral no es el trabajo de una sola persona, aunque tenga una sola autora y responsable, porque he discutido cada palabra, da a da, antes y durante la redaccin, con su director, que despus ha dejado siempre a mi criterio la decisin final. La bibliografa tambin es suya, tanto la que figura en la Tesis, como la que finalmente no he incluido. Lo he recibido todo, y en ese todo entra adems lo ms difcil de dar cuando ya se ha dado todo, que es la libertad. A la libertad que he tenido para equivocarme invoco para, ya de antemano, asumir todos los errores que contenga, doblemente graves por esas circunstancias. Qu se puede decir que compense de algn modo tal direccin?. Nada. Me consta que esa actitud de una ejemparidad tan extrema nunca piensa en recibir ms gratitud que la derivada de la propia virtud. Pero an estoy en peor situacin, porque los dos ltimos aos han sido nefastos y ha resultado que la misma persona que me ha ayudado a escribir esta Tesis, ha estado sostenindome cuando todo se derrumbaba, en medio de un desierto infinito. Y el apoyo fue an mayor cuando los acontecimientos empeoraron hasta tal punto que ya no se podan interpretar sino como una tribulacin, lo que no deja de tener mrito para el agnstico. Pero de este modo el rigor de las circunstancias ha sido al menos proporcional a lo que he recibido y ahora s que incluso de las lgrimas que embeben cada palabra he de conservar bellos recuerdos. Le estoy enormemente agradecida adems al Profesor Fernndez Albaladejo tambin por muchas cosas. Por darme sutilmente indicaciones valiossimas y por recomendarme lecturas que han resultado fundamentales, por dejarme libros, por el

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tiempo, la atencin y el inters que le ha dedicado a lo que estaba haciendo, y adems por el afecto y la confianza que siempre me demuestra. Y por la delicadeza de hacer todo eso sin darle ninguna importancia. Como siempre, pero ms que nunca, me han ayudado los profesores Jos Mara Iurritegui e Ignacio Vicent, como siempre hacindome partcipe de sus conocimientos, y como nunca por el aliento vital que de ellos he recibido. El ltimo me ha soportado especialmente, no slo porque realmente me ha sustentado con su amistad, sino porque con la paciencia y generosidad que le caracterizan ha aguantado mis peores momentos (que han sido realmente malos) con una sonrisa y palabras siempre consoladoras. Y no slo l, sino tambin sus extensiones: Isabel y sus hijos, todos maravillosos. Al profesor Jos Mara Portillo tambin le estoy agradecida, por lo que ensea con lo que escribe, con lo que hace y con lo que es. Me han animado las profesoras Pilr Prez Cant y Esperanza M, que son mujeres ejemplo de seres humanos, atentas, trabajadoras y valientes como pocos y siempre de buen talante. De la misma materia est hecha la profesora Margarita Eva Rodrguez, que todava esta maana me daba fuerzas para acabar de dar forma a la Tesis. Y les agradezco a mis compaeras Raquel y Roco los buenos ratos que hemos tenido. En general de todo el Departamento de Historia Moderna de la Universidad Autnoma de Madrid no he recibido ms que comprensin y apoyo. Y tambin de fuera de l. Como siempre ha estado Luis Domnguez para los libros, para las alegras y para convertir las penas en risas, que tiene un don, y todos los trabajadores de MarcialPons que transforman la ya de por s festiva tarea de comprar libros en una autntica cura de salud. El personal de la Biblioteca Nacional de Madrid, aunque escaso, muy eficaz, tambin me ha ayudado muchas veces en las dificultades. Le agradezco a mis amigos haber estado ah e interesarse por mi persona ms que por mi trabajo. Con ellos me he reido y he llorado. A Amaya le agradezco que me diera otras perspectivas y que sea como es, a Carmina que pintase conmigo cuando hacerlo era importantsimo, a Nacho que fuera mi amigo y que estuviera ah como

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absolutamente nadie en nuestras circunstancias hubiera estado, a Mirian su cario y flexibilidad, y a Giovanni que me ilusionase en el ltimo tramo de la Tesis. A todos por continuar hacindolo. Ms he aprendido de las personas que de los libros, y de entre ellas, ms que de nadie de mis padres y hermanos, nicos entre los hombres, tesoro de esperanzas e ilusiones, de vitalidad y alegra, verdadero paraso en el que el conocimiento y la curiosidad no es castigado. Ahora s que en los naufragios alcanzar siempre la playa, porque por ms que se tuerzan las cosas lo que me han dado y me dan, que es un inmenso amor por la vida, slo lo puedo perder con mi propia vida. A ellos les dedico este trabajo, porque adems de haberlo padecido s que nadie se alegra tanto como ellos de que lo haya hecho. Casi lamento terminarlo porque Jaime no me va a llamar para preguntarme cmo me encuentro de la Tesis. A todos les agradezco haberme hecho difcil el sufrimiento y ensearme lo hermosa que es la vida tambin cuando duele. Con toda esa ayuda y con todo ese amor he contado para hacer lo poco que he hecho, pero sin ellos, nada.

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INTRODUCCIN

En ciertos textos castellanos de fines del siglo XVI y principios del siglo XVII se recurra a un lenguaje proftico (aunque no escatolgico) y a la interpretacin de algunos lugares veterotestamentarios para configurar la historia de una nacin (espaola) con una cabeza que la gobernaba, para definir una entidad cuyo nombre era "Monarqua". An no constituyendo siempre una narracin, se trataba de un discurso1. Era un discurso poltico porque serva a fines polticos (entendiendo "poltica" en sentido muy amplio) pues pretenda legitimar las pretensiones y las actuaciones de la cabeza de los territorios hispanos no principalmente sobre stos, sino sobre los ajenos. El discurso empleaba argumentos teolgicos y su sujeto, la entidad que mediante el mismo se defina, era la Monarqua de Espaa, que es el nombre que comenz a usarse con un significado muy preciso en los aos noventa del siglo XVI no slo en la intimidad de algunas obras, sino en sus propios ttulos, a la vez que la "historia de Espaa" era protagonista de otros. Durante el siglo XVII ese discurso que conformaba la "Monarqua de Espaa", iba predominando crecientemente en textos de cualquier ndole, sin precisar la explicitacin de todos los argumentos que le daban significado por estar ya asumidos. Desentraar el discurso y averiguar cmo pudo surgir, su significado y su decurso es la materia principal de esta Tesis que abarca aproximadamente un siglo. Los aos que transcurrieron desde que el mismo hizo su aparicin hasta un momento en el que, a la vez que se introducan variantes que lo renovaban sin alterar su esencia, se manifest su plena asuncin por parte de quienes podran haber encontrado mayores inconvenientes a la hora de asimilarlo. De manera que esta pretende ser la historia tanto de un discurso como de un nombre que acaba por significar el propio discurso, configurando de ese modo una realidad. Ese nombre era "Monarqua de Espaa". No es un nombre extrao, hoy da Espaa es una monarqua, pero no es aquella Monarqua de Espaa. No pretendemos revelar la alteracin del significado de aquel1

En el sentido de que es una "construccin material-lingstica que produce la actividad comunicativa" de quien lo emite, porque adems cuenta con res y verba y con una dimensin ilocutiva y perlocutiva; vid. ALBALADEJO MAYORDOMO, T., Retrica, Madrid, Sntesis, cap. 3 esencialmente.

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nombre (Monarqua de Espaa) desde el siglo XVII al XXI, por una parte por la complejidad de esa tarea, pero por otra y fundamentalmente porque tal filo rosso es una construccin que nos interesa precisamente descartar. Intentamos ms bien ahora dar cuenta de la prdida contempornea del nombre y de su reciente recuperacin2 a la hora de explicar el pasado peninsular para hacer uso del nombre que los hombres de la poca emplearon para denominar aquella figuracin. Pero para llamarla por su nombre se ha tenido que olvidar la retrica imperial franquista, y no slo, porque mucho antes de que el Profesor Miguel Artola recuperase el nombre, incluso en un ttulo, desligndolo de ese discurso nacionalcatlico en La Monarqua de Espaa3, e incluso mucho antes de que comenzase a gestarla4, se hablaba de monarqua de Espaa, antes, durante el siglo XIX y a principios del siglo XX5, como es lgico. El nombre cambi sobre todo tras la guerra civil. Fue entonces el sustantivo Imperio el protagonista. Imperio de Espaa era lo que en 1479 se habra formado o al menos recuperado6. El elemento comn en la2

FERNNDEZ ALBALADEJO, P., "Imperio y monarqua catlica", Fragmentos de Monarqua. Trabajos de historia poltica, Madrid, Alianza, 1992, (pgs. 60-72), pg. 93 especialmente en cuanto a esto. 3 ARTOLA, M., La Monarqua de Espaa, Madrid, Alianza, 1999. 4 PARDOS, J.A., Sistemar esta inmensa Monarqua, Revista de Libros, n 34, octubre de 1999, (pgs. 6-9), pgs. 7-8: se gesta en 1983, como el propio ARTOLA advierte en La Monarqua de Espaa, op. cit. , pg. 17. 5 Sobre un primer momento de constitucionalismo planteado para la "Monarqua de Espaa", informa PORTILLO VALDS, J.M., Revolucin de Nacin. Orgenes de la cultura constitucional en Espaa, 1780-1812, Madrid, 2000. Una breve muestra de ttulos puede ilustrar que el sujeto que interesaba en el periodo siguiente era la monarqua espaola: OCAMPO/ ZURITA/ ORTIZ DE LA VEGA, Las glorias nacionales : grande historia universal de todos los reinos, provincias, islas y colonias de la monarquia espaola desde los tiempos primitivos hasta el ao 1852...; ilustrado todo con el Templo de las glorias espaolas, Madrid, Libreria de la Publicidad, 1852-1854; BELMAR, F. S., Reflexiones sobre la Espaa desde la fundacin de la monarquia hasta el fin del reinado de San Fernando : hechas a propsito de la situacin actual de la Europa, Madrid, [s.n.], 1861 (Imp. de la Esperanza, a cargo de A. Perez Dubrull), 1861; Diccionario geogrfico de Espaa y de sus colonias : dispuesto con arreglo a la nueva divisin de provincias y posesiones de la monarqua... (bajo la direccin de F. de P. VIDAL; ed. lit. TASSO, L.), Madrid, Librera Espaola, 1863; GALINDO Y DE VERA , L.,Historia vicisitudes y poltica tradicional de Espaa respecto de sus posesiones en las costas de frica desde la monarqua gtica y en los tiempos posteriores la restauracin hasta el ltimo siglo (1884), Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo XI, Madrid, [s.n.], 1888; FERNNDEZ DE BETHENCOURT, F., Historia genealgica y herldica de la monarqua espaola, casa real y grandes de Espaa, Madrid : [s.n.], 1897-1920; BUENO, M., Espaa y la Monarqua : estudio poltico, Madrid, Minerva, 1925. 6 Son ejemplos: El imperio de Espaa ,Servicio de Prensa y Propaganda de F.E. de las J.O.N.S. [s.l.] : Ediciones Libertad, [1936]; ASCANIO, A. de, Espaa Imperio : El Nuevo Humanismo y la Hispanidad , Madrid, s.n. , (Grficas Uguina), 1939; CONTRERAS, MARQUS DE LOZOYA, J. de, Los orgenes del Imperio : La Espaa de Fernando e Isabel, Madrid : Biblioteca Nueva , 1939; TOVAR, A., El imperio de Espaa , Madrid, Edic. Afrodisio Aguado , 1941; VIAS Y MEY, C., Imperio y Estado en la Espaa del siglo de oro Madrid, [s.n.] , 1941; BENEYTO PEREZ, J. , Espaa y el problema de Europa : Contribucin a la historia de la idea de Imperio ... Madrid, Editora Nacional , 1942; ARCO y GARAY, R., La Idea de Imperio en la poltica y la literatura espaolas, Madrid, Espasa-Calpe, 1944; ELORDUY,La Idea de Imperio en el pensamiento espaol y de otros pueblos, Madrid, Espasa-Calpe,

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"monarqua espaola" decimonnica y en el "Imperio espaol" del siglo XX, sustancial y diferenciador con respecto a la homnima Monarqua del XVII o incluso del XVIII7, era el Estado8. En un momento del tiempo desapareci el nombre (Monarqua) y se sustituy por otro (Imperio) que ocasionalmente compareca en los textos del XVII. La sustitucin de un nombre por otro fue posible porque la Monarqua de Espaa del XVII imaginada por los integristas catlicos de fines del XIX inclua categoras ausentes en el XVII y presentes en el XIX. Que se evocase una monarqua absoluta, un Estado espaol, que supeditaba sus intereses a los de la Iglesia Catlica9, y que adems se tomase como modelo de futuro, incluso a fines del XIX, es interesante. Para nosotros ahora no tanto por la postura historiogrfica o poltica que se defenda hacindolo, como porque esa descripcin de un pasado que se consideraba propio era tan ficticia como las otras construcciones historiogrficas del momento. Eran, entre otras cosas, esos trminos o conceptos contemporneos aplicados sobre aquella realidad (imaginndola como monarqua absoluta o como Estado espaol) los que impedan el reclamado retorno a la poca de los Austrias, y los que tendan un abismo de profunda incomunicacin entre el XVII y el XIX. An ms. Esos eran los trminos que hacan especialmente peligrosa la apuesta del integrismo catlico por el regreso a aquel pasado.

1944; GIMNEZ CABALLERO, E., Lengua y Literatura de Espaa y su Imperio , [Madrid, Ernesto Jimnez Caballero] , 1940-1944. An antes de esas fechas, en la dcada de 1920, el nacionalcatolicismo registra especial inters por el imperio hispano bajo los austrias, vid. BOYD, C., Historia Patria. Poltica, historia e identidad nacional en Espaa: 1875-1975, Barcelona, Pomares-Corredor, 2000 (1997), pgs. 166-167. 7 CLAVERO, B., Tantas personas como estados. Por una antropologa-poltica de la historia europea, Madrid, Tecnos, 1986; FERNNDEZ ALBALADEJO, P., Fragmentos de Monarqua, op. cit., passim. 8 BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pgs.71-97. Son interesantes las apreciaciones sobre el mismo de CLAVERO, B., De la historia a la patria a travs de la enseanza, Revista de Libros, n 53, mayo 2001, (pgs. 15-16), con la bibliografa que aporta. La novedad del Estado tambin la ubica y explica el mismo: CLAVERO, B., Institucin Histrica del Derecho, Madrid, Marcial Pons, 1992, pgs. 103-128: un gobierno, una administracin, una justicia y un parlamento. Es el Estado: una entidad poltica identificada con el derecho (que es ahora ley, de su factura) que su justicia aplica. Por eso la crisis de identidad de 1898 afectaba a la idea misma de Espaa que vena intentando implantarse a lo largo del siglo XIX, una idea que por primera vez, y a diferencia de lo que haba venido sucediendo durante el antiguo rgimen, parta del entendimiento de Espaa como un sujeto poltico unitario tal y como haba sido formulada en la constitucin de 1812, afirma FERNNDEZ ALBALADEJO, P., Identidad espaola, noventa y ocho europeo, (en prensa), al que agradecemos que nos diera un ejemplar y nos permita emplearlo. 9 BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., cap. 4, especialmente p. 99.

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Por ms que se escribiera entonces una historia cuyo sujeto era la nacin espaola con el objetivo de cumplir una misin providencial, por ms que se repitiera que esa nacin tena un progenitor que era Tubal o Tarsis, con su filiacin noica; a pesar de que los hitos fundamentales de esa historia fuesen la venida de Santiago a Espaa y la reconquista, y aunque se declarara que la Historia de Espaa es la historia de la Iglesia Espaola10, el discurso variaba sustancialmente con respecto al del siglo XVII. No se trataba del mismo discurso no slo porque en el contemporneo, a diferencia del moderno, la historia de Espaa no fuera tanto la historia de la Iglesia como la de una iglesia (la espaola), sino por la existencia de un Estado espaol, de manera que el discurso nacionalcatlico11 responda a otros que ahora tenan cabida y en paralelo, con sus propias y diferentes elaboraciones de la historia de Espaa, ya secularizada12. Tras la guerra civil los vencedores impusieron su visin del pasado. El primer franquismo, doctrinalmente nacionalcatlico, se apropi e impuso su lectura de los siglos XVI y XVII, tarea a la que se dedicaron tanto los intelectuales de Accin Espaola como los falangistas13. Estudiaban, se supona, historia de las ideas, pensamiento poltico. En la misma fecha (1944) se publicaron dos obras clave: La Idea de Imperio en la poltica y la literatura espaolas de Ricardo del Arco y Garay, y La teora del Estado en el siglo XVII de Jos Antonio Maravall14. El secuestro de una nacin (la espaola) por parte del rgimen, la interpretacin de los siglos XVI y XVII peninsulares en clave imperial y castellana, y la interpretacin de aquel supuesto Imperio en trminos estatalistas, para mejor identificar al pasado con el presente y legitimar la dictadura franquista antes como restauracin que como novedad, se encontr con limitaciones. Para empezar con las de su propia retrica, ya que el10 11

BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pgs. 105-116. BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pgs. 152-153:El nacionalcatolicismo (...) combinaba los valores culturales reaccionarios del catolicismo tradicional con un estridente nacionalismo autoritario y un conjunto de ideas corporativistas de distinta procedencia (...) legitimaba el Estado autoritario como la forma de organizacin poltica mejor equiparada para defender los intereses econmicos y los valores religiosos y culturales asociados con el poder y la unidad nacionales., y tambin pgs. 162-167. 12 BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pgs. 98, 117-149, 175-205. 13 BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pgs. 206-233. 14 Sobre la tesis doctoral de Maravall, vid. VARELA, J., Novela de Espaa. Los intelectuales y el problema espaol, Madrid, Taurus, 1999, pgs. 334 y 341-342, que fue leda en 1944 y publicada el mismo ao en el Instituto de Estudios Polticos (creado en 1939 como organismo dependiente de la Falange y aplicado a formar una teora poltica del rgimen). Por otra parte conviene, a su vez, tener en cuenta dos lecturas del libro de Varela: PREZ LEDESMA, M., Espaa: los argumentos de la novela, y BLAS GUERRERO, A. de, La identidad espaola, ambos en Revista de Libros, n 42, junio de 2000, (pgs. 4-7 y 9-10, respectivamente).

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discurso histrico resultaba difcilmente coherente, y el poltico ineficaz.

La historia

podra construirse como un almacn de ejemplos; o la ms cronolgica y centrada en instituciones que finalmente se perciban como estatales (por ms que la retrica fuese universalista) incluso podra dar la impresin de ser una historia eclesistica antes que secular, pero el paso del tiempo, y la existencia de un Estado espaol, en el que haban existido un derecho y unas constituciones, forzaban el vaco de coherencia de una historia hispana universal, de una historia "del Imperio15. Aquello no tena sentido. El discurso histrico cambi. Probablemente cambiase porque la dictadura fue reconocida en mbito internacional y posiblemente porque la mejor situacin econmica del pas produjo mayor consenso con respecto al rgimen que los intentos por lograrlo mediante la historia16, no cambi porque fuera incoherente. No es que la "apertura" del rgimen permitiera un gran debate historiogrfico, una discusin y una puesta en cuestin de la historia elaborada los aos previos, pero algo pudo hacerse en el terreno poltico17. Entre tanto los intereses histricos variaron18. Sobre otra historia ms poltica an planeaba la sombra del franquismo. Se ha ido disipando y se intenta recuperar ese pasado y marcar distancias en relacin con el presente, tan lejano de l, para entenderlo con categoras no estatales19. Esta Tesis parte esas ltimas aproximaciones al siglo XVII hispano e intenta hacerlo desde la "historia del discurso"20, que cuenta con un bagaje para este periodo yBOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pg. 232. Advierte que la introversin de la ambicin imperial adquiri un carcter dominante conforme el rgimen se consolidaba y la influencia falangista se desvaneca. 16 BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pgs. 236-254. 17 Y ese algo lo hizo el Profesor Artola respecto a la historia contempornea, recuperando la interpretacin liberal de la misma, vid. JOVER ZAMORA, J. M., Historiadores espaoles de nuestro siglo, Real Academia de la Historia, Madrid, 1999, pgs. 50-56, as como PORTILLO VALDS, J.M., Revolucin de Nacin, op. cit., pgs. 19-20. 18 BOYD, C., Historia Patria..., op. cit., pgs. 247: Vicens Vives pudo estudiar, influido por Annales, En vez de la historia poltica y diplomtica del imperio, (...) las estructuras geogrficas, econmicas, sociales y mentales (...) de individuos y grupos sociales"; JOVER ZAMORA, J. M., Historiadores espaoles, op. cit., pg. 27, refirindose a la recepcin, por parte de Vicens Vives de Annales hacia los aos cincuenta. Despus del franquismo la historiografa primero marxista y despus social predomin, vid. BARROS, C.,El retorno del sujeto social en la historiografa espaola, http://www.hdebate.com/cbarros/spanish/retorno.htm., as como ALBEROLA ROM, A., "Un decenio de historiografa modernista espaola (1985-1995). Anotaciones para un balance en historia econmica y social", en V.V.A.A., Diez aos de historiografa modernista, Bellaterra, Universitat Autnoma de Barcelona, 1997, (pgs. 13-43). 19 PARDOS, J.A., Sistemar esta inmensa Monarqua, op. cit., pgs. 8-9. 20 Vid. POCOCK, J. G. A.,"Introduction: The state of the art", Virtue, Commerce and History, Cambridge U. P., 1991, del mismo "Languages and their implications: the transformation of the study of Political15

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esta geografa. Desde esos presupuestos se ha constatado que un discurso en parte nuevo apareca en Castilla en tiempos de Felipe II con el objeto de legitimar sus dominios en trminos similares a los tradicionalmente imperiales, no con la intencin de exentarse del Imperio, sino de legitimar uno nuevo con vocacin tambin universal dndole otro nombre (monarqua)21. A la vez se escriba una "historia de Espaa" que se iniciaba en la creacin del mundo y se preocupaba por los avatares cclicos de una nacin espaola de raigambre postdiluviana encabezada por unos reyes o monarcas22. Textos estos producidos esencialmente en Castilla, en donde desde el siglo XV para expresar la relacin entre Rey y reino se empleaba un lenguaje eclesiolgico en un entendimiento de la Iglesia como monarqua23. En donde, en virtud de su "ausencia de poltica", el ordenamiento se legitimaba tanto en trminos teolgicos o religiosos como en trminos "oeconmicos", y en donde, tras el "proceso de formacin de confesiones" mantener el propio discurso "constitucional" implicaba su confesionalizacin y la adopcin de la lgica de imposicin de la confesin catlica, cuya ltima consecuencia era la dominacin24. En definitiva, se expresaba una concepcin de la "respublica" como "monarchia in ecclesia" que permeaba no un discurso, sino todos, y que supona la refutacin de aquellos otros discursos cuyos planteamientos no fueran los de la

Thought", Politics, Language & Time, Chicago U. P., 1989, (pgs. 3-41); as como SKINNER, Q., "Some problems in the analysis of Political Thought and action" as como "A reply to my critics", ambos en Meaning and Context. Quentin Skinner and his Critics (ed. TULLY, J.), Princeton U.P., 1988, (pgs. 97118) y (pgs. 231-288) respectivamente, aunque interesa todo el volumen. Por la abundante literatura metodolgica generada desde los aos sesenta por tanto por estos autores, como por otros, consideramos que es una buena sntesis la de IHALAINEN,P.,"Language and Literature in Intellectual History. Early eighteenth-century political literature as a historical source",http://www.cc.jyu.fi/~ptihalai/lanlit.html, que incluye adems las aportaciones ms recientes al respecto. 21 FERNNDEZ ALBALADEJO, P., "Imperio y monarqua catlica", op. cit., passim; as como su "Imperio de por s: la reformulacin del poder universal en la temprana Edad Moderna", Fragmentos de monarqua, op. cit., (pgs. 168-184). 22 FERNNDEZ ALBALADEJO, P., "Materia de Espaa y Edificio de Historiografa: algunas consideraciones sobre la dcada de 1540", La Encuadernacin: Historia y Arte. I Curso. El documento hispnico: Enrique IV-Fernando VII, Madrid, 2001, (pgs. 135-163); FERNNDEZ ALBALADEJO, P., Identidad espaola, noventa y ocho europeo, op. cit., passim.; y para los discursos derivados de esas concepciones, vid. a su vez FERNNDEZ ALBALADEJO, P., "El Pensamiento poltico: perfil de una poltica propia", en Caldern de la Barca y La Espaa del Barroco, vol. I, CEPC, Madrid, 2001, (pgs. 675-692). 23 PARDOS, J. A., "Virtud complicada", Repubblica e virt. Pensiero politico e Monarchia Cattolica fra XVI e XVII secolo, (CONTINISIO, MOZZARELLI, eds.), Roma, 1995 (pgs. 77-91). 24 VIEJO YHARRASSARRY, J., Grocio Catlico. Orden europeo y Monarqua Catlica durante la Guerra de Devolucin, 1667-1668, Tesis Doctoral (Dir. FERNNDEZ ALBALADEJO, P.), Universidad Autnoma de Madrid, 1993, (indita).

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imposicin de la confesin catlica, adaptando lenguajes y vocabularios cuando era preciso, para dejar intacta la concepcin de fondo25. De esas investigaciones se ha partido para escribir este trabajo, que est estructurado segn dos criterios. El primero es cronolgico, y as el contenido de los captulos se sucede siguiendo la lnea del tiempo, pero en segunda instancia cada uno de ellos remite al primero, que acta no slo como origen, sino como centro y en parte como final. La razn es que en el captulo primero se explica no slo el momento de creacin del discurso, sino el propio discurso, y por eso su ttulo coincide prcticamente con el de la Tesis. No se explica una "evolucin" del discurso en el tiempo (pues si algunas variaciones caben son en cierto modo secundarias) sino su consolidacin, por eso conviene retomar el primer captulo. En l se exponen las interpretaciones tradicionales de ciertos textos profticos legitimadoras del Imperio o la Iglesia como monarquas universales, y se centra en una que acab empleando la Iglesia, definindose a s misma como Monarqua (la ltima). La configuracin monrquica de la Iglesia por una parte sustentaba esa interpretacin, y por otra se apoyaba en ella. As las cosas, la Reforma con la subsiguiente definicin confesional de la Iglesia Catlica consolid esa interpretacin, mientras se elaboraba una historia eclesistica que tambin la fundamentaba. Esa construccin es la que se adopta en los textos que definen la Monarqua de Espaa, elaborndose tambin una historia de Espaa, para figurar una monarqua universal que no era otra cosa que Iglesia Catlica.

IURRITEGUI RODRGUEZ, J.M., La Gracia y la Repblica. El lenguaje poltico de la teologa catlica y el "Prncipe Cristiano" de Pedro de Ribadeneira. Madrid. UNED, 1998. Entendindose tan irrenunciable esa concepcin del mundo que se mantenan discursos a pesar de cambios ms sustanciales, vid. VICENT LPEZ, I., "Dominio, consejo y conciencia en la clausura de la Junta de Baldos, 1747", El Mundo Hispnico en el Siglo de las Luces. Actas del Coloquio Internacional "Unidad y diversidad en el mundo hispnico del siglo XVIII", Universidad Complutense, (pgs. 1331-1342), as como VICENT LPEZ, I., "Felipe V y la Monarqua Catlica durante la Guerra de Sucesin: una cuestin de estilo", Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, H Moderna, t. 7, 1994, (pgs. 397-424) y del mismo "El discurso de la fidelidad durante la Guerra de Sucesin", Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, H Moderna, t. 13, (pgs. 61-82); a su vez vid. los trabajos que se recogen en V.V. A.A., Los Borbones. Dinasta y memoria de nacin en la Espaa del siglo XVIII (FERNNDEZ ALBALADEJO, P. ed), Madrid, Marcial Pons-Casa de Velzquez, 2001.

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Si el primer captulo se centra en la "Monarqua de Espaa", el segundo comienza con su historia, abarcando aproximadamente la misma cronologa. Se trata de una historia eclesistica y se incide en las diversas elaboraciones de la misma, dependiendo de si se inclua en o inclua a historias de los territorios peninsulares y de desde y sobre qu territorio se escriba la historia. Una versin ms castellana de la historia de Espaa entraba en conflicto con las historias del reino de Aragn, que servan, a la postre, para sustentar el discurso "constitucional" del reino que tambin en estas fechas tomaba forma. Aquilatar este segundo discurso constitucional aragons es la labor que ocupa la mayor parte del captulo, y explicar que el mismo, centrado en la historia del reino, en su supuesta fundacin (en el llamado Reino de Sobrarbe), no slo legitimaba un orden, sino que lo generaba. Lo hacemos atendiendo a los escritos de un anticuarista (Jernimo Blancas) y a las alegaciones de los juristas en un pleito (el de Virrey extranjero). Las obras analizadas en estos dos captulos corresponden, en su mayora, a la ltima dcada del siglo XVI, pero fueron fundamentales durante todo el siglo XVII sustentando los discursos posteriores. En el captulo tercero intentamos explicar tanto el rechazo de determinados discursos en la Pennsula, a raiz de la concepcin confesional del mundo que se tena y por razn de mantenimiento de la propia Monarqua de Espaa (discurso que no permita asimilar presupuestos de tolerancia religiosa) como la recepcin de un vocabulario "tacitista" que si en unos primeros momentos puede resultar transgresor para esa concepcin del mundo, en la segunda dcada del siglo XVII logra ser convertido al catolicismo ms netamente hispano. En esos momentos, en los que el "discurso de Monarqua de Espaa" se consolidaba, como su historia en trminos generales, empezaba a ser en parte recibido en Aragn, que precisaba de una historia eclesistica, aunque se incorporaba con sus peculiaridades, sin dejar de encontrar todava ciertas fricciones con una interpretacin historia del reino que se iba asentando. Finalmente comprobamos, en el cuarto captulo, cmo el discurso de Monarqua de Espaa se reitera desde 1630 hasta 1685, trmino final de este estudio. Se intenta mostrar cmo el discurso compareca en distintos contextos, y cmo se iba buscando un encaje mayor entre las historias territoriales (en este caso la aragonesa) y la historia de

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Espaa. La disputa por el pasado entre Castilla y Aragn y en relacin con el discurso de Monarqua de Espaa y con su historia se ejemplifica mediante otro pleito que tuvo lugar a mitad de siglo, que se resolvi con un discurso que permita concordar la historia aragonesa con la hispana, si bien desde una ptica castellana. Entre 1665 y 1685 mostramos una disputa historiogrfica en la que se discuta tanto de la historia de Espaa como de la de los territorios peninsulares, mientras segua mantenindose el "discurso de Monarqua de Espaa", que, a raiz de la misma, se vi en ocasiones modificado de forma no sustancial. Se percibe la presencia de un nuevo vocabulario que resulta ser teolgico y que permiti este tipo de pesquisas histricas. Tanto el discurso de Monarqua de Espaa como el discurso constitucional aragons, con sus respectivas interpretaciones del pasado peninsular, tienen ya un siglo. Para estas fechas en Aragn es posible asumir, junto con su discurso constitucional y su respectiva historia, no slo una historia de Espaa que permita mantener aquella narracin del pasado del reino, sino el propio discurso de Monarqua de Espaa. Podra eso confirmar que la Monarqua de Espaa no podra figurarse sino en trminos eclesisticos, y que su historia tendra que ser una historia eclesistica, sin imponerse de ese modo a un discurso o a una historia aragoneses, sino ms bien superponindose a ellos.

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I.

Monarqua de Espaa: discurso teolgico.

I.

Extra ecclesiam non est imperium.

A partir de la mitad de la dcada de los cincuenta del siglo XVI se inici un proceso de legitimacin y constitucionalizacin del conjunto de territorios que pasaron a ser gobernados por Felipe II26. Anteriormente, en tiempos de Carlos V, no parece que fuera necesario dotar de sentido a esos territorios como conjunto, ms all de sus fronteras individuales. Compartan cabeza con el Imperio que por su vocacin de universalidad poda de algn modo comprenderlos y tal vez legitimar la expansin de los mismos, su dominacin sobre otros, en clave teolgica, no por pertenecer al Imperio, puesto que no formaban parte de l, ni por estar bajo su influencia siendo el Sacro Imperio Romano Germnico una entidad jurdico-poltica primordialmente teutona y en ese sentido particular, sino porque se consideraba transcendente, sagrada, en virtud de su cabeza . El Emperador germano para ser sagrado y universal deba ser y deca que era, adems de s mismo, otro. Para ser sagrado y universal deba ser romano. La causa del deseo de los emperadores germanos por ser romanos y su amor a Roma no era la belleza de la ciudad concreta. Apropindose del nombre del antiguo Imperio Romano, el Emperador germano no slo haca a su Imperio ms antiguo, sino que identificando ambos, convirtiendo a los dos imperios en uno y el mismo, devena el teutn una institucin tan universal como el propio Imperio Romano. El Imperio Romano se consideraba a s mismo universalmente eterno y ubicuo. Realizaba su ampliacin territorial no estableciendo nuevas fundaciones, sino aumentando Roma, la ciudad que al Imperio una institucin

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FERNNDEZ ALBALADEJO, P., "Imperio de por s: La reformulacin del poder universal en la temprana Edad Moderna", Fragmentos de Monarqua. Trabajos de Historia Poltica, Madrid, Alianza, 1992, (pgs. 168-184), fundamenta la siguiente exposicin, puesto que plantea el desarrollo de un discurso de "Monarqua de Espaa" que combina, oponindose al universalismo tradicional del Imperio, la defensa de un imperio particular con la de un dominio universal. Seguimos, a su vez los textos clave que en dicho artculo se presentan como ncleos del discurso y la interpretacin de los mismos.

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en un nico y sagrado acto haba sido fundada. Al recapitular el pasado tambin se retornaba siempre a dicha fundacin. Esa concepcin del pasado lastraba una jerarqua espacial y temporal en cuya cspide quedaba enclavado un origen perfecto: todos los caminos llevaban a Roma. La jerarqua se autorizaba mediante la tradicin. La Iglesia, que acab apropindose de esa lgica, tambin deca ser romana por el mismo motivo aunque estableciera su fundacin esencial en Cristo y los apstoles27. La cristianizacin del Imperio Romano supuso la asuncin por parte de ste de un esquema providencial, apoyndose en interpretaciones como que Cristo naci bajo Augusto en un Imperio propicio para la predicacin del evangelio en el orbe, santificando un derecho (el romano) que defina al emperador como seor del mundo. Cuando un Rey cristiano reclamaba la posesin de aquel ttulo imperial, lo que haca era reivindicar de nuevo, por tanto, la fundacin de Roma y su universalismo gracias a la traslacin o renovacin de aquel Imperio ("antiguo") en el suyo ("medieval") que afirmaba tener28. En el caso del Imperio germano pasaba a interpretarse que el Sacro Imperio Romano Germano (que nada tena ya realmente de romano) no era sino el rostro terrenal de la Iglesia entendida como Ciudad de Dios29, es decir: era Iglesia30. No poda ser universal siendo otra cosa. Pero a mediados del siglo XVI la cabecera de esos territorios hispanos no poda reclamar primaca sobre el resto de los reinos de la cristiandad o pretender una influencia o dominio universal empleando la legitimacin que con el ttulo imperial27

ARENDT, H., Entre el Pasado y el Futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexin poltica, Barcelona, Pennsula, 1996, pgs. 131-139; Y en relacin con la especificidad de la pugna por el antiguo Imperio Romano en la Edad Media, vid. GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, Madrid, Taurus, 1964, (pgs 69-122), pg. 71: "hasta el comienzo de los tiempos modernos, toda pretensin hacia el imperio universal va unida al nombre de Roma, o, dicho de otro modo, que el Imperio medieval, tanto en su forma occidental como en sus formas orientales, pretenda ser una renovatio del Imperio romano que tiene como centro a "Roma". De acuerdo con ello, uno de los aspectos de la lucha ideolgica por el Imperio lo constituy la pugna por el lugar y el nombre de Roma.". Agradezco esta referencia bibliogrfica al profesor FERNNDEZ ALBALADEJO. 28 YATES, F.A., Astraea. The Imperial Theme in the Sixteenth Century, Londres, Arc, 1985 (1975), pgs. 2-20, sobre la idea imperial en la Edad Media; GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, op. cit., pgs. 73-94. 29 GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, op. cit., pgs. 86-87; YATES, F.A., Astraea, pgs. 1-6. 30 GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, op. cit., pgs. 88 y 94; ULLMANN, W., Medieval Papalism. The Political Theories of the Medieval Canonists, Cambridge, U.P., 1948, pgs. 97-98: "ecclesia continet imperium"; "Extra ecclesiam non est imperium".

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tena cabida, dado que Felipe II supo que no sera Emperador31. Tampoco el Imperio encarnaba precisamente en esos momentos la unidad religiosa que hubiera sido ideal para que surtiera efecto, como antes, su legitimacin como brazo del papado y de ese modo se le reconociera sin discusin su significado universal o la primaca entre las otras formaciones polticas catlicas. Entonces la teora del "imperio particular" volvi a utilizarse en la Pennsula Ibrica32. Sin embargo con Felipe II no se trataba tan slo de exentar sus territorios del Imperio, sino de reclamar la primaca incluso respecto de ste para aquella otra cabeza de aquel conjunto de territorios que se deca que constitua otro imperio que no se llamaba "Imperio" sino "Monarqua": La Monarqua de Espaa o Catlica33. Se trataba de nominar un grupo de territorios que no conformaban unidad jurdica alguna. Se les llama Monarqua, trmino que designaba un proyecto de autoridad nica, universal34, que si previamente se entenda esencialmente del Papa o del Emperador, ahora se aplicaba al conjunto de territorios que hered la rama hispana de los Habsburgo. Puede seguirse la tradicin que asociaba esa autoridad nica o superior con el Emperador o el Papa. Los ojos cristianos de los siglos IV y V miraban al Imperio Romano fundamentalmente de dos maneras, y ambas interpretaban, con la ayuda de ciertos textos profticos, su existencia secular desde un punto de vista providencial. Una interpretacin era esencialmente mesinica, apocalptica, y consideraba que el Imperio encarnaba el reinado del Anticristo, como hizo Hiplito elaborando una exgesis de Daniel, 735 para presentarlo como la ltima de las cuatro bestias. La otraSobre la sucesin de Carlos V vid. ltimamente KOHLER, A., Carlos V. 1500-1558. Una Biografa. Madrid, Marcial Pons, 2000, pgs. 349-360 y 374-380. 32 FERNNDEZ ALBALADEJO, P., "Imperio de por s", (op. cit), pgs. 173-181. 33 FERNNDEZ ALBALADEJO, P., Fragmentos, op. cit. pgs. 67-72. Corrobora estas afirmaciones PAGDEN, A., Seores de todo el mundo. Ideologas del Imperio en Espaa, Inglaterra y Francia (en los siglos XVI, XVII y XVIII), Barcelona, Pennsula, 1997 (1995), pgs. 47-48, as como BOSBACH, F., Monarchia Universalis. Storia di un concetto cardine della politica europea (secoli XVI-XVIII), Miln, Vita e Pensiero, 1998 (1988), pgs. 77-78. 34 ARTOLA, M., La Monarqua de Espaa, Madrid, Alianza, 1999, pgs. 253 y 617. DANIEL, 7, 15-28: "Yo, Daniel, mi espritu qued turbado en mi interior con esto y las visiones de mi cabeza me espantaron. Me acerqu a uno de aquellos que estaban de pie y le ped la verdad sobre todo aquello. l me dijo y me dio a conocer la interpretacin de la cosa. Estas grandes bestias, en nmero de cuatro, son cuatro reyes que se alzarn sobre la tierra. Y los santos del Altismo recibirn el reino y poseern el reino para siempre por una eternidad de eternidades. Despus quise cerciorarme acerca de la cuarta bestia que era diferente de todas las otras, extraordinariamente terrible, con dientes de hierro y uas de bronce, que devoraba, trituraba y machacaba con sus pies lo que quedaba; y acerca35 31

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parta de una lectura providencial del Imperio. Expona que ste habra preparado al mundo para la mejor predicacin de la palabra de Dios, pero la modificaba aprovechando la coyuntura de la conversin de Constantino para situar al Imperio en una posicin an mejor en el plan de Dios para la humanidad, representando la autoridad soberana de Cristo. A esta segunda corriente perteneca Eusebio de Cesarea36 que, como otros a raz de la conversin de Constantino, reaccion contra las ideas apocalpticas37. San Jernimo tambin lo hizo y en su exgesis de Daniel, 238 identificde los diez cuernos de su cabeza y del otro que haba salido y ante el cual tres cuernos haban cado; y de este cuerno que tena ojos y una boca que hablaba altaneramente y cuya apariencia era mayor que la de los otros. Mir y este cuerno haca la guerra a los santos y se sobrepona, hasta que vino el anciano de das para hacer justicia a los santos del Altsimo y lleg el tiempo y los santos tomaron posesin del reino. Y dijo asi: La cuarta bestia es un cuarto reino que habr sobre la tierra, diferente de todos los reinos: devorar toda la tierra, la machacar y la triturar. Los diez cuernos son diez reyes que surgirn de este reino. Otro se levantar despus de ellos, ser diferente de los precedentes y abatir a tres, y pronunciar palabras contra el Altsimo y har mal a los santos del Altsimo y pretender cambiar los tiempos y la ley. Sern entregados en sus manos por un tiempo y dos tiempos y la mitad de un tiempo. Y el tribunal se sentar y su soberana le ser quitada para ser destruida y aniquilada para siempre. El reino, la dominacin y la grandeza de los reinos que hay bajo todos los cielos, sern entregados al pueblo de los santos del Altsimo. Su reino es un reino eterno y todos los seoros les servirn y le obedecern. Hasta aqu llega la narracin." 36 MARKUS, R.A., Saeculum: History and society in the theology of St Augustine, Cambridge U.P., 1970, pgs. 47-55. Sobre este dplice significado de Roma para los primeros cristianos trata tambin GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, op. cit., pgs. 108-109, aludiendo a su vez a las interpretaciones sobre los textos de Daniel. 37 MCGINN, B. , Visions of the End. Apocalyptic Traditions in the Middle Ages, Nueva York, Columbia U.P., 1979, pgs. 25-26. 38 DANIEL 2,31-46: "T, oh rey, has tenido una visin y he aqui que veas una grande estatua. Esta estatua era inmensa y su brillo extraordinario, se levantaba delante de ti y su aspecto era terrible; una estatua cuya cabeza era de oro puro, el pecho y los brazos de plata, el vientre y sus caderas de bronce, las piernas de. hierro, los pies parte de hierro y parte de barro. Estabas mirando cuando una piedra se desprendi sin intervencin de mano alguna, hiri los pies que eran de hierro y de barro, y los pulveriz. Entonces fueron pulverizados juntamente el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro . Fueron como tamo sobre las eras en verano y el viento los llev de suerte que no se encontr rastro de ellos. La piedra que hiri la estatua se hizo una gran montaa y llen toda la tierra . Tal es el sueo. Su explicacin la diremos delante del rey. T, oh rey, eres el rey de los reyes, al cual el Dios de los cielos ha dado el reino, el poder, la fuerza y la gloria. Ha entregado en tus manos a los hijos de los hombres, a las bestias del campo y a los pjaros del cielo dondequiera que habiten y te ha hecho dominar sobre ellos. T eres, pues, la cabeza de oro. Despus de ti se levantar otro reino inferior al tuyo., despus todava un tercer reino que ser de bronce y dominar sobre toda la tierra. Un cuarto reino ser fuerte como el hierro, semejante al hierro que lo pulveriza y tritura todo y como el hierro que aplasta pulverizar y har pedazos a todos. Y lo que has visto: los pies y los dedos de barro de alfarero y parte de hierro ser un reino dividido; habr en l solidez de hierro como has visto el hierro mezclado con el barro del alfarero. Pero los dedos de los pies siendo en parte de hierro y en parte de barro, una parte del reino ser fuerte y otra parte ser quebradiza. Y lo que has visto, el hierro mezclado con el barro del alfarero, es que ellos se mezclarn uno al otro por medio de simiente humana, pero no se compenetrarn el uno con el otro igual que el hierro no se amalgama con el barro. En tiempo de. esos reyes, el Dios de los cielos suscitar un reino que no ser jams destruido y este reino no pasar a otro pueblo. Pulverizar y aniquilar a todos estos reinos y l subsistir para siempre. Igualmente has visto que una piedra se ha desprendido de la montafia sin ayuda de mano alguna y ha pulverizado el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que suceder despus de esto. El sueo es verdadero y la interpretacin segura."

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la cuarta Monarqua con el Imperio Romano39.

Las interpretaciones medievales

posteriores pudieron considerar que la cuarta monarqua era el Imperio Romano que no haba desaparecido sino que durara hasta el final de los tiempos empuando la espada temporal. La legitimacin tradicional de la universalidad del Imperio, de su primaca respecto a otras formaciones polticas, interpretaba por tanto Daniel, 2. Se expona, como era habitual, que la cuarta Monarqua era el Imperio Romano, pero se consideraba en este caso que ste, lejos de desaparecer y dar paso a una quinta y ltima Monarqua, habra continuado40 en el Sacro Imperio Romano Germnico y perdurara entonces hasta el final de los tiempos. La quinta o ltima Monarqua de ese modo no sera de este mundo porque sucedera tras la segunda venida de Cristo, sera mesinica41. En realidad, adems de esas dos interpretaciones sobre el significado del Imperio Romano en la historia de la salvacin, se produjo una tercera por parte de San Agustn. Para el Obispo de Hipona el Imperio Romano, como cualquier otra institucin secular, era irrelevante para la historia de la salvacin. Contra las interpretaciones apocalpticas (ms bien literales) se decidi por una exgesis alegrica o simblica del Apocalipsis que impeda por una parte determinar la fecha del escatn y por otra otorgar significado salvfico a cualquier institucin mundana., concretamente al Imperio. Admitir lo contrario supondra supeditar la existencia de la Iglesia a la del Imperio puesto que si el Imperio estuviera designado por Dios para cooperar en la evangelizacin del mundo como cabeza directora de las instituciones seculares, entonces el Imperio sera eterno y su misin universal, como la Iglesia, y sta estara a merced de las vicisitudes del primero. El Imperio poda servir a la Iglesia, pero no apropiarse de su misin42. Esa va llev a San Agustn a identificar el Reinado de Cristo (Apoc., 20, 5-7) con la Iglesia, y esa interpretacin se convirti en la ms ortodoxa durante el medievo y la Edad

Biblia Comentada. III. Libros Profticos. B.A.C. Madrid, 1967 (1961), pgs. 999-1029. KANTOROWICZ, E. H., Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teologa poltica medieval, Madrid, Alianza, 1985 (1957), pgs. 276-278. 41 BOSBACH, F, Monarchia universalis, op.cit., pgs. 78-80 y 108; y TANNER, The last descendant.., op.cit., pgs. 119-124 presenta el desarrollo de la teora imperial fundamentada en Daniel y adoptada por los Habsburgo cuando son elegidos emperadores; GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, op. cit., pg. 94. 42 MARKUS, R.A., Saeculum, op. cit., pgs. 157-158.40

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Moderna: "el Reinado de Cristo en la Tierra estaba encarnado en la existencia misma de la Iglesia"43. Sin embargo hubo dos formas de concebir a la Iglesia como el reino de Cristo. Una de ellas es esta y se legitimaba interpretando ciertos pasajes bblicos (como el citado Apocalipsis., 20, 6; Salmos, 144 o Lucas, I). De este modo slo se hablaba de la Monarqua eclesistica. La otra, que remita a otros textos profticos (Daniel, 2; Daniel, 7, etctera), utilizada tambin por la Iglesia para afirmar lo mismo, tena un especial atractivo para las formaciones polticas, puesto que en ella se aluda a otras monarquas seculares cuyo devenir tena cabida en la historia de la salvacin. En principio nos interesa ms esta segunda opcin. Exista una exgesis de Daniel, 2 que sostena que tras la cada de la cuarta Monarqua (el Imperio Romano) surgi una quinta: la Monarqua de Cristo, la Iglesia. Era escatolgica pues durara hasta el escatn y ms all de l, pero no esperaba la inminencia de la parusa pues eso hubiera supuesto, al concretar el final, desvelar la inescrutable providencia divina44. Era esta exgesis conveniente para la Iglesia puesto que se converta, gracias a ella, en la institucin temporal protagonista, directora del resto, y en algn caso exclusiva. Ahora bien, a partir de esta interpretacin se puede

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FATS, G., El fin del mundo. Apocalipsis y milenio. Madrid, Marcial Pons, 2001, pgs. 107-108. Los matices de estas afirmaciones pueden encontrarse en MARKUS, R.A., Saeculum, op. cit., pgs. 166186, especialmente desde la pg. 178 en donde se expone la concepcin eclesiolgica agustiniana. En lo que nos atae, parece que se puede considerar la posibilidad de que la Iglesia sea el Reinado de Cristo en la Tierra llamada a continuar tras la segunda venida de Cristo debido a la distincin entre Iglesia Militante y Triunfante, y en ese sentido la Iglesia Militante, visible, la institucin secular, puede no ser exactamente el Reino de Cristo en la Tierra sino su figura, que se consumara tras la segunda venida; pero tambin hay que tener en cuenta que Iglesia Militante y Triunfante coexisten en el tiempo, y el problema de expresin que uno se encuentra al hablar de estas cuestiones es el del choque entre el lenguaje temporal humano y el atemporal divino. 44 Tolomeo de Luca realiz esa interpretacin concibiendo que Cristo era el verdadero monarca del mundo y siendo por ello su primer vicario Augusto. Brtolo se adhiri a la exgesis de la quinta monarqua, dando entrada a la doctrina de las dos espadas: tras el advenimiento de Cristo, que sustentaba en exclusiva en su persona las espadas temporal y espiritual, estas se separaron, transfiriendo el papa (su vicario) el poder temporal a los prncipes. As podan constituirse dos poderes escatolgicos, llamados a perdurar hasta el fin de los tiempos, aunque subordinado el temporal (el Imperio) al espiritual (el papado) en virtud de la propia legitimacin teolgica empleada, vid. KANTOROWICZ, E., Los dos cuerpos..., op. cit., pg. 277-9.

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volver a urdir el tejido de argumentos previos, a favor o en contra del Imperio45, aunque ahora el hilo conduce, y esa es la ventaja, siempre al papado. Se puede considerar, contando con la interpretacin agustiniana, que todas las instituciones seculares son irrelevantes para la historia de la salvacin. A partir de ah, tambin se puede forzar la concepcin agustiniana incluso hacindola perder su espritu original, y otorgar a la Iglesia la direccin de todos los asuntos: espirituales y temporales. Entonces el papado podra conceder o no la direccin de los asuntos temporales a una o a varias cabezas. En la pugna entre el papado y el Imperio, el papado emple dos argumentos histricos a favor de su superioridad respecto al Imperio, y no slo de superioridad sino como prueba de que en origen ambas espadas (la espiritual y la secular) estuvieron en manos de Pedro (y por tanto estaran potencialmente en sus sucesores): La Donacin de Constantino y la Translatio Imperii. La plenitud de poderes del Papa en mbito espiritual y su jurisdiccin en mbito temporal se ejemplificaba con ellas46, pero el fundamento teolgico era independiente de las mismas. La exgesis de Daniel, 2 que presentaba a la Iglesia como quinta o ltima Monarqua permita a su vez reforzar una concepcin "constitucional" de la institucin eclesistica. La Iglesia era monrquica y visible, y sustentaba no slo la espada espiritual sino potencialmente la temporal (aunque, como hemos visto, tambin poda lograrse recurriendo a otros lugares bblicos). El inters del Papado por concentrar ambos poderes tiene sentido ms all de su desnudo deseo de dominio. Mediante la suprema jurisdiccin en mbito temporal el Papa poda por ejemplo deponer a un rey hertico (o a un emperador) o denegar la capacidad jurdico-poltica-posesiva de un hereje47, casos que no resultan mera hiptesis a fines del siglo XVI. La cuestin de laParece ser el caso de Otto de Freising, segn se lee en KRIEGER, L., Times Reasons. Philosophies of History Old and New, Chicago U.P., 1989, pgs.15-21, puesto que admitiendo el esquema de las cuatro monarquas y que la cuarta era la romana, conceba que sta como Iglesia e Imperio, un hbrido que durara hasta el escatn. Sobre la "tesis curialista" se puede leer a GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, op. cit., pgs. 95-98. 46 ULLMANN, W., Medieval Papalism, op. cit., pgs. 107-109, 128, y sobre todo 163-168 sobre la Donacin de Constantino; sobre la Translatio Imperii, pgs. 168-176. Sobre la plenitud de poder del Papa: pgs. 76-137; GARCA PELAYO, M., Mitos y smbolos polticos, op. cit., pgs. 73 y 83-84 sobre la Donacin de Constantino, y sobre la debida translatio por parte del Papa, pg. 92. 47 ULLMANN, W., Medieval Papalism, op. cit., pgs. 176-198.45

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transferencia del poder temporal del Papa al Emperador podra discutirse, mas lo importante para nosotros es la identificacin de la Monarqua de Cristo con la Iglesia, tras la resurreccin de Cristo y tambin lo es el nfasis en la cada de la cuarta (el Imperio Romano). Y es importante precisamente porque el Imperio pasa a ocupar un lugar secundario en la interpretacin de Daniel, 2.

II.

Ecclesia est Monarchia.

Daniel, 2 y 7 son unos textos profticos que permitieron la lectura de ciertos acontecimientos humanos en trminos providenciales, o precisando ms, una interpretacin de determinados acontecimientos histricos y de algunas instituciones humanas en clave salvfica. En ellos se profetizaban acontecimientos temporales y humanos, nicos, irrepetibles, particulares (histricos) con relevancia para la historia de la salvacin. La Iglesia lograba desnudar a las instituciones mundanas de contenido salvfico mediante su autorizada y exclusiva interpretacin de los textos sagrados. Elaboraba doctrina por va de autoridad, sumndose a autoridades previas, reinterpretndolas y hacindolas suyas en cada momento, forjando una idea de continuidad, si no de identidad, entre el pasado y presente de la Iglesia, una tradicin, y una historia. La Reforma protestante destruy esa narracin del pasado rompiendo con dicha autoridad y tradicin, fundamentos de la doctrina eclesistica, de la propia Iglesia, con su historia, elaborando cada confesin, con su iglesia, una tradicin propia, y una historia eclesistica48. La lectura crtica de las Biblia afectaba tambin a aquellos textos profticos, que ahora se podan reinterpretar para dotar de contenido salvfico a ciertas48

PELIKAN, J., The Christian Tradition. A History of the Development of Doctrine. IV. Reformation of Church and Dogma (1300-1700), Chicago U.P., 1983, en relacin con los criterios confesionales a la hora de elaborar sus historias y tradiciones, pg. 373; en cuanto a las consecuencias de la quiebra de autoridad que supuso la reforma, ms paerturbadora para la Iglesia Catlica que los debates en torno a la doctrina de la justificacin, vid. pgs. 262-272, al punto de tratarse en Trento cuando se defina la propia "particularidad" de la Iglesia catlica.

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instituciones mundanas. El catolicismo, como el resto de las confesiones, tuvo que volver a modelar su historia a la par que su iglesia mientras manifestaba su confesin de fe. Declarar los signos identificativos de la verdadera Iglesia (notae) era una cuestin primordial, y sobre su conformacin monrquica, bien atada doctrinalmente desde haca un siglo, volva a insistirse de nuevo. Por eso al principio de la ltima reunin del Concilio de Trento se volvi a imprimir la Summa de ecclesia de Juan de Torquemada que defendiendo la constitucin monrquica de la iglesia centrada en el papado, llevaba ms de cien aos siendo la herramienta contra conciliarismo y galicanismo49. El neoplatonismo cristiano elabor entre 1440 y 1450 una eclesiologa de fuerte impronta papal. Se sustentaba en gran medida en que la cabeza de la Iglesia era receptor (como slo poda serlo un individuo) de la gracia, que despus redistribua al resto de la jerarqua50. El sistema sacramental de la Iglesia Catlica, es decir, el medio esencial de comunicacin de la gracia que garantiza su propia existencia, parece que descansaba en su propia constitucin monrquica y en su jerarqua, basada a su vez en la infusin de la gracia de Dios en los diversos rdenes de la Iglesia51. La jerarqua eclesistica se deca que estaba modelada a imitacin de la celestial; esa capacidad de accin, ese gobierno (archein) sagrado (hieros) presupona que exista en la Iglesia una gradacin de obediencias y gobiernos, y tal gradacin de poder manifestaba la relacin que cada grado mantiene con el cuerpo real y mstico de Cristo, es decir, con la administracin de sacramentos y el gobierno de la Iglesia. Dicha constitucin se supona divina en origen, como se deca y dice de los grados superiores de la jerarqua: Papado y Obispos (cuyos primeros titulares fueron Pedro y el resto de los Apstoles respectivamente) que fueron49

JEDIN, H., Historia del Concilio de Trento. La lucha por el concilio (tom.1), Pamplona, Universidad de Navarra, 1972 (1957), pgs. 26-30. 50 BLACK, A., Monarchy and Community. Political Ideas in the Later Conciliar Controversy. 14301450, Cambridge U.P., 1970, pgs. 53-70. 51 PELIKAN, J., The Christian Tradition. A History of the Development of Doctrine. IV. Reformation of Church and Dogma (1300-1700), op. cit., cap. V, (especialmente pgs. 257 y 290-293). La doctrina sacramental es el fundamento de la la Iglesia catlica, de ah que en Trento se definan los sacramentos como instituidos por Cristo; la "reafirmacin" del dogma catlico en Trento pasaba por enfatizar estas cuestiones porque era el modo de reafirmar la propia Iglesia. La conexin entre el ordenamiento eclesistico o su constitucin, es decir, la Iglesia, y la propia confesin de fe encuentra un nodo esencial en el sacramento de ordenacin sacerdotal.

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instituidos directamente por Dios recibiendo para realizar su misin y oficio una sustancial infusin de gracia52. En la jerarqua, los oficios eclesisticos tendran encomendadas unas funciones. Para poder llevarlas a cabo, para poder pertenecer a la jerarqua por tanto, para estar capacitados, Dios les infundira unos dones, ciertos charismata (gratiae gratis datae, gracias otorgadas al receptor para la santificacin de otros). Cuando el Espritu Santo descendi sobre los apstoles como lenguas de fuego, recibieron esos dones, y de los apstoles fluy a su vez a sus ayudantes. El modo de adquisicin de la capacidad para pertenecer a la jerarqua, esa gracia especial, ese carcter impreso en el alma e indeleble, estaba relacionado con el sacramento de la ordenacin que se transmitira a su vez de forma descendente. No era un nombramiento, sino un sacramento, por eso lo que se producira no sera slo una representacin simblica sino la transmisin de gracia y en este caso no para la santificacin personal, sino para la administracin de la misma. De Cristo a los apstoles y de stos al resto de la jerarqua haciendo a todos partcipes del sacerdocio de Cristo53. Esa era la constitucin de una iglesia monrquica y visible. Si no se admita la jerarqua no poda admitirse el sistema sacramental catlico puesto que ambos se sustentaban en la idea de la mediacin54. Por eso el hecho de plantearse el modo de gobierno en la Iglesia durante el siglo XVI poda sonar a hereja, no porque lo fuese el conciliarismo sino porque despus de Lutero jerarqua y sistema sacramental se cuestionaban, negndose con ello esencialmente la institucin eclesistica catlica, como mediadora o distribuidora de la gracia, afirmndose por el contrario el sacerdocio universal y la iglesia invisible. As,52

VAN HOVE, A., "Hierarchia", The Catholic Encyclopedia, vol. VII, 1910, (1999,Online Edition); que se puede encontrar en: < http://www.knight.org/advent/cathen/>. 53 WILHELM, J., "Charismata", The Catholic Encyclopedia, vol. III, Online Ed., 1999 (1908); POHLE, J., "Grace", The Catholic Encyclopedia, vol. VI, Online Ed., 1999 (1909); AHAUS, H., "Holy Orders", The Catholic Encyclopedia, vol. XI, Online Ed., 1999 (1911); RYAN, M.J., "Character", The Catholic Encyclopedia, vol. III, Online Ed., 1999 (1908); KENNEDY, D.J., "Sacraments", The Catholic Encyclopedia, vol. XIII, 1999 (1912). Es necesario precisar que el propio Graciano haba distinguido entre el absoluto poder sacramental para el perdn de los pecados, que corresponda a todos los apstoles, y el jurisdiccional, proporcional al grado en la jerarqua y por tanto el mayor grado en este caso corresponda a Pedro, sobre esto vid. TIERNEY, B., Foundations of the Conciliar Theory. The Contribution of the Medieval Canonist from Gratian to the Great Schism, Cambridge U.P., 1968 (1955), pgs. 27-34. 54 PELIKAN, J., The Christian Tradition. A History of the Development of Doctrine. IV. Reformation of Church and Dogma (1300-1700), op. cit., pgs. 271-274 y 292-296, trata, en el contexto tridentino, la ordenacin sacerdotal que permita reafirmar la estructura monrquica de la Iglesia.

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frente a los escritos de ste se produjeron otros a veces centrados en la propia jerarqua y constitucin eclesistica55. Igualmente, a la elaboracin de una historia eclesistica por parte de los Centuriadores en su esfuerzo por demostrar que la luterana era la verdadera iglesia56, se respondi por parte catlica con historias del Papado como sucesin de Papas, o con exposiciones de la constitucin monrquica de la Iglesia desde siempre57, porque sustentar la sucesin de personas en la jerarqua (con una historia) y la propia jerarqua (defendiendo una constitucin) no era slo un modo de afirmar su tradicin y autoridad (es decir, de reiterar que la iglesia catlica era siempre inmutable y la nica verdadera) sino de fundamentar indirectamente la doctrina de la mediacin y con ella la propia confesin catlica. Con la clausura del Concilio de Trento quedaron fijados el dogma y la doctrina catlicos y comienz con mayor seguridad y fuerza la labor de difusin de los mismos as como la refutacin de las doctrinas opuestas58. En 1572 Gregorio XIII cre la Congregacin para llevar a cabo la reforma tridentina, para la formacin del ndice y para buscar una slida respuesta a las Centurias59. catlico en la dcada de los setenta del siglo XVI . Nicholas Sanders en 1571, en su De visibili monarchia Ecclesiae, no slo reclamaba tradicin y autoridad para la Iglesia Catlica, sino la sucesin de personas en ella61. Sanders, que haba concluido la obra en 1569, refutaba a los Centuriadores advirtiendo que puesto que la continuidad de doctrina no era suficiente para reconocer a60

Parece iniciarse un momento

JEDIN, H., Historia del Concilio de Trento. I. La lucha por el Concilio, Universidad de Navarra, Pamplona, 1972 (1957). Sobre el percibido vnculo entre teora conciliarista y doctrina de Lutero, vid. pgs. 185-218 y especialmente pgs. 205-213; y sobre la controversstica pretridentida, vid. pgs. 447457. 56 BERTELLI, S., Rebeldes, libertinos y ortodoxos en el Barroco. Barcelona, Pennsula, 1984 (1973), pgs. 42-45. 57 BERTELLI, S., Rebeldes, libertinos y ortodoxos, op. cit., cap. III (pgs. 53-72), as como 120-126. 58 Recientes visiones generales al respecto son las de PO-CHIA HSIA, R., The World of Catholic Reneval, 1540-1770, Cambridge U.P., 1998, y BIRELEY, R., The Refashioning of Catholicism, 14501700, Macmillan Press, 1999; as como la revisin historiogrfica de OMALLEY, J.W., Trent and all that. Renaming Catholicism in the Early Modern Era, Harvard U.P., 2000. 59 ORELLA Y UNZUE, J.L., Respuestas Catlicas a las Centurias de Magdeburgo (1159-1588), F.U.E., Madrid, 1976, pgs. 46-47. 60 IURRITEGUI RODRGUEZ, J.M., La Gracia y la Repblica. El lenguaje poltico de la teologa catlica y el "Prncipe Cristiano" de Pedro de Ribadeneira. Madrid. UNED, 1998, pgs. 147-148. 61 bid.

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la verdadera iglesia, era preciso atender a su "jerarqua monrquica"62 que era marca de sta a causa de la existencia de profetas y sacerdotes, en razn de la gracia que contenan, de un tipo tan especial que no les santificaba a ellos mismos sino que serva para que el resto del pueblo de Dios fuera santificado, un carisma que el resto del pueblo de Dios no haba recibido. Sobre todo en el caso del sacerdote, cuyo carisma, o mejor dicho, carcter, era sacramental, dependa entonces de la ordenacin. De ese modo partiendo de la gracia se llegaba al sacramento (a la mediacin para su recepcin), de ste a la jerarqua (comunicacin sacramental descendente) y de ella a la monarqua. Conllevaba a su vez la visibilidad de la Iglesia y la sucesin de personas en ella. De ese modo Sanders se centr en la constitucin eclesial, en su monarqua visible, para discernir cual es la verdadera Iglesia y por tanto el verdadero dogma, la verdadera confesin63. Entre esa concepcin de la Iglesia como monarqua (forma de gobierno) y la interpretacin de que la Iglesia, en propiedad, era la nica Monarqua (algo ms que una forma de gobierno, universal y perpetua), haba muy poca distancia. Ya sabenos que por Monarqua no se entenda siempre slo gobierno de uno, del Papa, en cuanto a su funcionamiento interno como monrquico era el gobierno de Dios en el cielo y en ese sentido existan otras monarquas, sino tambin a veces como lo haban sido las otras cuatro Monarquas: se era Monarqua por reunir las dos espadas o por no reconocer superioridad a otra autoridad y se era Monarqua (cuarta, quinta o ltima) porque existan slo cuatro o cinco y las precedentes haban desaparecido. Los argumentos que sustentaban esta interpretacin eran antiguos, la exclusividad de la monarqua papal, de su poder nico y no compartido con otra cabeza meramente temporal se encuentran a mediados del siglo XV64 y un siglo despus se remozan. La Iglesia Catlica, que vena interpretndose a s misma como quinta Monarqua ( o sencillamente como Monarqua), en la segunda mitad del siglo XVI y esencialmente en este ltimo cuarto,

ORELLA Y UNZUE, J.L., Respuestas Catlicas, op. cit., pg. 263. ORELLA Y UNZUE, J.L., Respuestas Catlicas, op. cit., pgs. 263-4: y puesto que monrquico sera el gobierno de Dios, y la Iglesia era de institucin divina, monrquico deba de ser tambin su gobierno. 64 BOSBACH, F., Monarchia universalis, op. cit., pgs. 38-39 y 42-43.63

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procede a enfatizar dicha exgesis65.

De hecho el propio Sanders recurra a Daniel, 2

para afirmar que la Iglesia Catlica era monarqua y adems era tambin la Monarqua que surgi tras la cada de las otras cuatro y que durara eternamente: "Quantum ver bonum Ecclesiastica Monarchia sit, non tantm Osee & Ezechiel, verum etiam Daniel praedixit. Postqum enim de quatuor Monarchiis ordine sibi succedentibus apud Regem Nabuchodonosor prophetasset () In diebus regnorum illorum suscitabit Deus coeli regnum, quod in aeternum non dissipabitur, & regnum eius alteri populo non traditur. () Caeterum illum Christi regnum, quod in die iudicii cunctis manifestum erit, non negabitur, opinor, iam nunc incoeptum esse, & ab ipso Christi adventu in carnem, quotidie augeri & propagari. Regnat ergo Christus in terris etiam nunc. Qud si iam in terris regnat: quo in loco habendi sunt, qui putant Ecclesiam Christi aut populariter, aut saltem partim populariter, & partim ab Optimatibus gubernari?. Aliud quippe regnum in terris Christus non habet, praeter Ecclesiam suam, quae regnum coelorum est."66. Un ao despus (1572) se publicaba en Venecia el Trattato della gverra et dellvnione deprincipi Christiani contra i Turchi, & gli altri Infideli, escrito por

BOSBACH, F, Monarchia universalis, op.cit., pgs. 80 y 88-89. Con todo permanecan las lecturas providenciales del Imperio como cuarta Monarqua, como se puede apreciar en: LOVISINO VDINESE, MARCO ANTONIO, Espositione dell, XI et XII cap. del IIII lib. dEsdra: Sopra gli accidenti passati, presenti, & futuri della Revolutione del grande, & tremendo Imperio dellAquila: Quarta, & ultima Monarchia nel Mondo, In Venetia, appresso Mattheo Boselli, 1571; si bien el nfasis se pone en la propia Casa de Austria. 66 SANDERS, N., De visibili Monarchia Ecclesiae, libri octo. In quibus diligens instituitur disputatio de certa & perpetua Ecclesiae Dei tm successione, tm Gubernatione Monarchia ab ipso mundi initio usq. Ad finem. Lovanii, 1571, Lib. IV, cap. V, pgs. 142-143. Y aprovechando dicha interpretacin de Daniel, 2, afirmaba la autoridad del Papa: "Daniel cum enumerasset. Assyriorum, Persarum, Macedonum, & Romanorum regna, subiunxit: In diebus regnorum illorum suscitabit Deus coeli regnum, quod in aeternum non dissipabitur. Regnum ver, quod in diebus Assyriorum, Persarum, Graecorum, & Romanorum Deus coeli suscitavit, non est aliud, quam Christi Ecclesia. Quemadmodum igitur illa regna quatuor ab uno potissimum Rege, & illo visibili quidem in se ipso, tum ab initio regni sui, quod in terris olim plantauit, tm in fine seculorum, quando in carne rediens, regnum suum ad aeterna habitacula transferet: visibili autem, per hoc interiectum tempus, in Vicario suo, qui vices visibilis eius personae gerit, & nomen Domini sui profitetur.". No en vano defenda el poder indirecto del papado en mbito secular, vid. ORELLA Y UNZUE, J.L., Respuestas Catlicas, op. cit., pg. 265. En la misma obra ORELLA Y UNZUE (pgs. 302-306) hace referencia a otra respuesta temprana (1570 es la fecha de publicacin, pero est acabada en 1568) por parte de Zoannettus: Pontificum Romanorum liber ex veteribus germanis desumtus Authoribus, en la cual llega al extremo de determinar que no slo es el Papa el origen del Imperio y de su translacin, sino que adems podra asignar el Imperio a otras naciones o a otras familias que hubieran conformado el Imperio de Carlomagno.

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Filiarchi67, en el que tras asentar que el dominio entre cristianos en ltima instancia dependa del Papa y que el gobierno de la iglesia era monrquico, adverta que slo esa monarqua "perseverera finalla fin del mdo". Reposaba esta conclusin en su interpretacin de Daniel, 2: las cuatro primeras Monarquas eran las de siempre, incluyendo la cuarta: el Imperio Romano, que con sus pies de barro se desvaneci. No continuaban Iglesia e Imperio aquella cuarta hasta el fin del los tiempos, el Imperio Romano acab: "ma doppo questa Monarchia, suscitera Dio (sottogiunge Daniele Profeta) un Regno, il quale mai in eterno sar dissipato, n sar dato altro populo, consumer tutti galtri Regni, ma questo rester in eterno, ilche si intende del regno de CHRISTO, raccomandato al Sommo Pontefice, como suo Vicario: laltre Monarchie sono tutte suanite, non ce n altra che questa del Sommo Pontefice, che durera in perpetuo ()"68. En Madrid y a principios de 1575 se aprobaba una obra en castellano69 cuyo propsito era el mismo que la de Sanders: demostrar que la verdadera iglesia era la catlica mediante su continuidad en el tiempo (desde Adn). Como Sanders, recurra a Daniel, 2 y 7, e interpretaba las cuatro Monarquas como la asiria, medo-persa, griega y romana: "Despues se levtara el quinto reyno peqo al principio, y despues henchira al mdo, y se figuro en la piedra q desmenuzo la estatua, y este es el reyno de Iesu Christo67

El autor es el Doctor en teologa M. Cosimo Filiarchi da Pistoia (1520-1603), la dedicatoria a Pietro Donato, Cardenal Cesi, en cuyo squito se encontraba, est firmada en Venecia a 1 de septiembre de 1572. El cardenal era miembro de la legacin de la Santa Sede que negociaba entonces con Venecia y la Monarqua Catlica la continuacin de la guerra contra el turco. Este libro es la primera obra que se le conoce, aunque despus le siguieron varias, entre otras de defensa de la doctrina catlica contra tesis "reformadas", vid. BUSOLINI, D., "Filiarchi, Cosimo", Dizionario Biografico degli Italiani, Roma, Instituto della Enciclopedia Italiana, 1997, vol. 47, pgs. 640-641. 68 FILIARCHI, C, Trattato della gverra et dellvnione, pgs. 27-29. 69 PINEDA, J., Los treynta libros de la Monarchia Ecclesiastica o historia universal del mundo, dividida en cinco tomos. Dirigida a la Magestad Infinita de nuestro Omnipotentissimo Criador, Governador, y Redemptor Iesu Christo, Rey de Reyes, y Seor de seores. Compuesto por Fray Juan de PinedaSalamanca, Juan Fernandez, 1588, vol. I, Censura de Fr. Francisco Calderon (a la primera y segunda parte: es decir, a los tres primeros volmenes), en Madrid a 11 de enero de 1575. A 13 de marzo del mismo ao se daba la aprobacin a la tercera y cuarta parte, y en 1582 a las adiciones. ( vid. las otras censuras). Seguimos los pasos de la exposicin e interpretacin de IURRITEGUI RODRGUEZ, J.M., La Gracia y la Repblica, op. cit., pgs. 148-151.

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q desbarato a los demas, y el hinche al mdo con obligaci de que todos sean del, y antes q el mdo se acabe le h de reconoscer por todo el mundo."70 Algunas cosas aada en los ltimos volmenes (impresos, como los primeros, en 1588) que tenan ms que ver con una "concepcin catlica ms puramente hispana"71 que por otra parte no se apartaba un pice de la ortodoxia romana, como tendremos ocasin de comprobar. A Espaa, fundada por Tubal, afirmaba Pineda, vinieron Santiago, San Pedro y San Pablo72, tras siglos sufri una prdida y se inici su inmediata recuperacin gracias a Pelayo. En la propia tabla de materias se declaraba la precedencia de Castilla respecto al resto de los reinos hispanos73, y la "Genealogia del rey Don Phelippe se pone dde Adam. 14.25 y 26."74. Nos interesa retener estas peculiaridades, ms tarde haremos referencia a ellas. De momento parece que no es slo que la Iglesia slo pudiera ser monarqua, sino que adems slo poda ser Monarqua, en ese sentido escatolgico, la Iglesia. Y a estas alturas ambos sentidos se solapan. Por eso Tomaso Bozzio, partidario de no absolver a Enrique de Navarra, consideraba que "() las disputas controversiales se redujeran a una sola () el reconocimiento de la Iglesia de Dios, que l identificaba con Roma."75. Se le atribuye una obra publicada en 1602 con el nombre de su hermano En su captulo Francisco, titulada De temporali Ecclesiae Monarchia et Iurisdictione libri quinque. Adversus impios Politicos, et huius temporis Haereticos76. dcimocuarto, en el cual demostraba que la Iglesia es Monarqua segn la profeca de Daniel, recoga la tradicin exegtica que interpretaba que el reino de Dios en la tierra

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PINEDA, J., Los treynta libros de la Monarchia Ecclesiastica, op. cit., vol. I, lib. IV, cap. 19, fol. 268v. 71 IURRITEGUI RODRGUEZ, J.M., La Gracia y la Repblica, op. cit., pg. 148. 72 PINEDA, J., Los treynta libros de la Monarchia Ecclesiastica, op. cit., vol. III, lib. 10, cap. 33; y lib. 13, cap. 25 (en este lugar resolviendo el problema hispano-godo, haciendo a los godos descendientes de Magog, hermano de Tubal). 73 PINEDA, J., Los treynta libros de la Monarchia Ecclesiastica, op. cit., vol. I, Tabla de Materias: "Castilla se ha servido a todos los reynos de Espaa y por eso tiene el primer lugar en la nbradia y en las cortes reales. 18.3.3." 74 PINEDA, J., Los treynta libros de la Monarchia Ecclesiastica, op. cit., vol. I, Tabla de Materias. 75 BERTELLI, S., Rebeldes, libertinos y ortodoxos, op. cit., pg. 125. 76 BERTELLI, S., Rebeldes, libertinos y ortodoxos, op.cit., pgs. 125-126.

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era la Iglesia y la ltima autoridad que exhiba era Durandus, obispo de Meaux77. ste la Iglesia era la quinta Monarqua con jurisdiccin eclesistica y secular:

Para

"Ad confirmationem, (ait), eorum, quae superius dicta sunt de iurisdictione Ecclesiastica super omnes christianos, & super iurisdictionem laicam, seu saecularem facit illud, quod dicitur Danielis, 2. Cap. (& post non multa) Quartum regnum Romanum, in diebus autem istius Regni Romanorum suscitabit Deus quintum regnum, videlicet ipsius Christi () Licet istud regnum Christi primo, & principaliter se extendat ad spiritualia, verum tamen quia temporalia ordinantur ad spiritualia, & non converso; quae impediri possunt per abusum circa temporalia, inde est, quod regnum Christi commisum Ecclesiae se extendit non solum in spiritualibus, sed etiam in temporalibus ()"78. Era una de las virtudes de interpretar a la Iglesia como quinta o ltima Monarqua. Adems del reconocimiento de que la Iglesia era una monarqua y en ella "cum enim Petri successor plenitudinem potestatis habeat in corpore mystico Ecclesia"79, y de que siendo el reino de Dios en la tierra una monarqua, como la Iglesia Catlica, fuera sta por tanto la verdadera Iglesia, a su vez se dejaba en manos del Papa ambas espadas, y aunque la temporal delegada, siempre se podra reclamar en caso hereja.

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Durandus, Episcopus Meldensis, fue un dominico opuesto a las opiniones teolgicas de Santo Toms y la cita de Bozzio proviene de su De iurisdictione Ecclesiastica en la que defenda la posesin por parte del papado de las dos espadas, lo que le permita, entre otras cosas, desposeer al hereje, cosa que poda venir bien recordar si se defenda la posicin, como era el caso de Bozzio, de hacer frente a un converso de dudosa fe. Sobre la teora de Durandus vid. ULLMANN, W., Medieval Papalism, op. cit., .Cambridge, U.P., 1948, pgs. 85-86, 91, 104, 123-4, 151-154 y 159-161. 78 BOZZIO, F., De temporali Ecclesiae Monarchia et Iurisdictione libri quinque. Adversus impios Politicos, et huius temporis Haereticos, Coloniae Agrippinae, M.D.CII., cap. XIV, pgs. 684-685. La cita contina: "quod Christus commisit B. Petro iura coelestis imperii, & terreni () quod Christiani Principes, seu Reges ab Ecclesia teneant terras suas, sive regna in feudum, sicut quando que male aliqui crediderunt, quoniam ius feudorum est in conventionibus hominus adinuentum: sed solum praecise volumus dicere, quod regim Regum, & quorumcumque Principum Christianorum subest regimini Ecclesiae, in tantum, quod si cedat in subversionem fidei, aut bonorum morum, correptio, & directio ipso iure pertineat ad Ecclesiam.". 79 BOZZIO, F., De temporali Ecclesiae Monarchia, op.cit., pg. 686.

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Monarqua e Iglesia Catlica estaban tan diluidas una en otra que a raz de las reclamaciones por parte de Felipe II y Felipe III de la Monarqua Scula, Baronio80 respondi alarmado. Pareca que con el ttulo de Monarca, el hispano pretendiera constituir una iglesia nacional. Por supuesto que en un debate cada uno emplea el argumento que puede, pero cuando alguien se llamaba "Monarca" corra un riesgo, debido no slo a que el papado con l reclamase ambas espadas y no permitiera que la temporal estuviese en otras manos, sino porque el que lo haca se estaba atribuyendo algo ms que la espada temporal. La respuesta por parte de Felipe III a Baronio recoge tanto la alarma de ste como la justificacin por parte del rey de Sicilia: "La Monarchia de Sicilia, no se toma en propia y estrecha significacion de Monarcha vniuersal de la Iglesia catolica: porque este es solo y vnico el Sumo Pontifice Romano Vicario de Christo nuestro seor, sucessor de San Pedro. Esta conclusion es de F, y lo contrario es heretico."81 Haba significados impropios de esa palabra: "EN lo temporal, no es necesario para que uno se diga Monarcha, que sea seor vniuersal de todo el mundo, porque despues de Adan aca, ninguno lo ha sido, ni los Emperadores Romanos () basta que en su Reyno y seorio no reconozca superior en lo tporal ()"82 Sin embargo, pese a todo, a la Monarqua Scula "le quadra muy bien el nombre de Monarchia, y al Rey de Monarcha" porque slo el Rey de Sicilia "tiene estas dos potestades secular, y eclesiastica", la primera sin reconocer superior, y la segunda, reconociendo como tal al Papa83.Fue en el tomo XI de los Annales (1605), en el que Baronio respondi al pretendido privilegio de Monarqua Scula, vid. FERRARO, D., Traditione e Ragione in Juan de Mariana, Franco Angeli, Miln, 1989, pg. 22. 81 Discursos del Origen, Principio, y uso de la Monarchia de Sicilia, desde el Cde Rogerio, por mas de quinientos aos, hasta el rey d Felipe Tercero nuestro Seor. Sacados de diferentes historias, Bulas Apostolicas, papeles y privilegios que estan en los Reales Archivos de la Villa de Simancas en el Obispado de Valladolid, y de los Archivos del Real Consejo de Italia, Valladolid, Luis Snchez, 1605, fol. 6v. 82 Discursos del Origen, Principio, y uso de la Monarchia de Sicilia, op. cit., fol. 7. 83 Discursos del Origen, Principio, y uso de la Monarchia de Sicilia, op. cit., fol. 7.80

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La cuestin es que la cabeza que gobernaba el conjunto de territorios que hered la rama hispana de los Habsburgo se llamaba Monarca y no precisamente por el privilegio de Monarqua Scula. Deca que era Monarca de Espaa o Monarca Catlico. Por lo general no se deca Emperador. Las palabras, finalmente, acabarn importando. Recapitulemos. Para legitimar desde un punto de vista cristiano la universalidad del Imperio en el espacio y en el tiempo, se recurri a la exgesis de Daniel, 2, entre otros lugares bblicos. El Imperio Romano era la cuarta monarqua que durara hasta el final de los tiempos con la Iglesia, admitiendo sta dicha interpretacin concibiendo que si el primero sustentaba la espada temporal, ella eriga la espiritual. Pero a su vez la Iglesia constituida como monarqua reclamaba su superioridad no slo en mbito espiritual, sino frente al Imperio tambin en mbito temporal y para ello reinterpretaba Daniel, 2, presentando la destruccin de las Monarquas (cuyo nmero era variable, si bien solan ser cuatro) tras la resurreccin de Cristo y la configuracin entonces de la Monarqua de Cristo (la propia Iglesia). En ocasiones concibiendo que la cuarta, identificada con el Imperio Romano, haba cado. Esta interpretacin de la Iglesia como Monarqua en tiempos de Reforma, y ms acusadamente despus del Concilio de Trento, no slo era un instrumento til para legitimar actuaciones en asuntos seculares por parte de la Iglesia, justificadas por la potestad indirecta del papado en mbito temporal, sino que adems ayudaba a reafirmar la propia concepcin de Iglesia monrquica y visible y con ella la propia confesin catlica. De la mano de la Iglesia como monarqua visible, con sucesin de personas en ella, como Monarqua universal, llamada a durar eternamente, en esencia siempre la misma, caminaba su historia eclesistica, dando testimonio de la continuidad de la institucin en el tiempo. Monarqua eclesistica e Historia de la Iglesia eran de ese modo las dos caras de la misma moneda: la confesin catlica. Con la separacin de la cabeza de los territorios hispanos del ttulo imperial, se inici un proceso de legitimacin, como un todo unitario, de la herencia de la rama primognita de la Casa de Austria. Para configurarse como unidad y dotarse de una

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suerte de autoridad semejante a la imperial no pudo emplear los argumentos utilizados para el Imperio, de manera que veremos cmo se apropi de la legitimacin como Monarqua de la Iglesia para presentarse tambin ella como Monarqua, configurando a su vez su Historia en los mismos trminos que la historia eclesistica romana.

III.

Monarqua de Espaa.

La Monarqua de Espaa, como repetidamente se advierte en los textos, reconoca obediencia a la Iglesia Catlica: era monarqua en monarqua, monarqua en Iglesia (Monarchia in ecclesia)84. Pero los trminos Monarqua e Iglesia, como vamos viendo, al menos en ciertos discursos producidos en los siglos XVI y XVII, son casi sinnimos. Eso quiere decir no slo que para referirse a que la Monarqua de Espaa o Catlica reconoca la superioridad de la Iglesia Catlica fuera intercambiable decir que era "monarqua en iglesia" a "monarqua en monarqua", sino que era lo mismo que "iglesia en iglesia". Al no encontrar molde jurdico en el que encuadrar a la institucin "poltica" que se entiende que constituye la Monarqua de Espaa o Catlica, actualmente se habilitan frmulas historiogrficas como la de "monarqua compuesta"85. La poca no conoca el trmino, a la de Espaa de la llamaba Monarqua y en la Pennsula no se encontraba referente jurdico (y por tanto poltico) que otorgase unidad al solar: Espaa no era un territorio86. Qu era entonces su Monarqua?. La pregunta en el XVI era ya antigua y cabra preguntarse a su vez por qu Gregorio Lpez Madera consider necesario responderla en torno a 1593. ste escriba en un contexto dominado por el conflicto sucesorio francs y una de sus intenciones eraIURRITEGUI RODRGUEZ, J.M., La Gracia y la Repblica, op. cit., pg. 146 especficamente sobre estos conceptos. Adems del citado "Imperio de por s" (op. cit), matriz de nuestra exposicin, FERNNDEZ ALBALADEJO en su "Imperio y Monarqua Catlica", Fragmentos de Monarqua, op. cit., (pgs. 60-72), recoge la generacin, en la pennsula en el siglo XVI, de un tipo de literatura poltica sobre imperio y monarqua, que a mediados de siglo formula un "discurso de monarqua" como algo ms que imperio: como monarqua universal. Sobre la importancia de la Iglesia para la Monarqua Catlica , vid. del ltimo a su vez: Iglesia y configuracin del poder en la monarqua catlica (siglos XV-XVII). Algunas consideraciones., Etat et Eglise dans la genese de L Etat Moderne, Madrid, 1986, (pgs. 209-216). 85 ELLIOTT, J., "A Europe of Composite Monarchies", Past and Present, n 137, 1992, (pgs. 48-71). 86 CLAVERO, B., Institucin Histrica del Derecho. Madrid. Marcial Pons, 1992, Temas VI y VII.84

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la de negar la realidad de la Ley Slica87, reclamando de paso la preeminencia del Rey Catlico en la Cristiandad. A fines del siglo XVI monarca tena varios significados segn Lpez Madera. Monarqua no era slo gobierno de uno y esa es la cuestin. Tradicin exista sobre que fuera el monarca "() un seor universal del mundo; pero no s para quin se aya inventado tal nombre sino es para Dios, nuestro seor, o en lo espiritual para el sumo pontfice ()"88. La de Espaa iba a ser una Monarqua de ste tipo salvo que se iran estableciendo matices hasta llegar a la conclusin ms ortodoxa. No se ambicionaba sin ms el dominio del mundo : "() llamuase por excelencia Monarcha, el reyno ms poderoso y que ms reynos y provincias tuviese subjetas."89. Monarquas, as en propiedad, haban existido cuatro90, y aunque se traan no sin resabio como ejemplo inmediato de lo que era serlo, no eran puro ejemplo sino definicin: no eran elementos de una especie que se pudieran repetir hasta la angustia: eran cuatro o cinco ejemplos o elementos de una especie de cinco o seis miembros. quita peso a la profeca. Que Gregorio Lpez Madera insista en la facticidad de dichas monarquas, siendo importante, no le Si acaso es lenitivo de la argumentacin sustancial. Emparedando nubes, volva Madera a un tradicional argumento jurdico: era tambin monarca el seor temporal que no reconoca otro superior en el mismo mbito ms que a Dios. Estas tres caractersticas habra de tener un monarca. "De las cuales maneras es el reyno de Espaa, Monarcha ()"91. Monarqua92. Ya haba quedado enumerado el quinto elemento de una especie que se extingua con ella. La de Espaa era rara avis: la quinta El final del libro lo atestigua bajo el epgrafe: "Todo el seoro monrchico verdaderamente cathlico es de los reyes de Espaa": Alfonso I de Castilla, primer rey con ttulo de catlico segn Lpez Madera, significaba rey universal87

IURRITEGUI RODRGUEZ, J.M., "Ley Slica versus Ley de Catolicidad", La Gracia y la Repblica, op. cit., (pgs. 199-269), al que seguimos, presenta rigurosamente el contexto fctico y discursivo y en l interpreta la obra de Gregorio Lpez Madera. As mismo resulta imprescindible para comprender el texto de Gregorio Lpez Madera la interpretacin de FERNNDEZ ALBALADEJO, P., "Imperio de por s", op. cit., pgs. 179-181. 88 LPEZ MADERA, G., Excelencias de la Monarqua y Reino de Espaa, (ed. y estudio preliminar de JOS LUIS BERMEJO CABRERO), Madrid, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 1999, cap. II, pg. 26., ( la datacin de la obra en la pg. XXXVI de la Introduccin). 89 LPEZ MADERA, G., Excelencias, op. cit., cap. II, pg. 26. 90 LPEZ MADERA, G., Excelencias, cap. II, pg. 27: "Y destas fueron las quatro tan celebradas en el mundo: la de los asyrios, o reyno de Babilonia, la de los medos y persas, la de los griegos comenado por el grande Alexandre y continuada en los quatro reynos principales que le sucedieron. Y, ltimamente, la de los romanos, figuradas en las visiones de los sanctos prophetas Ezechiel, Daniel y Zacharas ()". 91 bid. 92 El contexto discursivo en el que se producen este tipo de textos lo presenta