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Extraviada-Raquel Capurro y Diego Nin

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  • Raquel Capurro - Diego Nin

    ExtraviadaX

    EdelpECOLE LACANIENNE DE PSYCHANALYSE

  • Diseo de Tapa: Virginia Nembrini Autoedicin: Jorge G. Sarmiento (Univrsitas)Produccin Grfica: Univrsitas. Editorial Cientfica Universitaria

    Venezuela 15-Planta Baja A-Te/Fax: 54-61-690278-Crdoba-Argentina

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    (1995) Raquel Capurro - Diego Nin (1995) Io Edicin. Editorial Edelp S.A. Cerrito 520 - 5o C - Capital Federal. (1997) 2 Edicin. Editorial Edelp S.A. Cerrito 520 - 5o C - Capital Federal.

    Hecho el depsito que previene la ley 11.723 I.S.B.N. N 987-99567-3-7

  • Foto Archivo Judicial - 13/12/1935

  • Introduccin

    La publicacin de este libro obedece al hallazgo de ciertas pginas escritas, unas por un psiquiatra, a modo de peritaje de un crimen, y otras aos despus por la autora misma de ese crimen. Polvorientas, arrumbadas y editadas, ellas hicieron patente que el tal hallazgo tuvo que ver, antes que nada, con el concemimiento que afect a sus nuevos lectores. De ah en ms se transformaron en el punto de partida de la bsqueda de documentos, inditos, de ese caso. Cierta lgica determin los movimientos que siguieron, similar a la que Edgar A. Poe mostr de modo ejemplar en La carta robada.Este libro pretende hacer un lugar a escritos que, producidos al modo de actas interminables, brotaron de un acto terrible: un crimen parricida. La publicacin que presentamos slo puede entenderse entonces como acto de admisin y de atencin a un decir que pugn por hacer saber..., un decir rehusado y socialmente devaluado como loco.Quiz por esta va se pueda descubrir, entonces, una experiencia forjada en forma enigmtica en las redes del lenguaje, en las que algo intenta decirse una y otra vez ... y se escabulle. Algo que increblemente logra formularse sin ser entendido ni por quien lo dice ni por quienes escuchan o leen. Como un hablar en lenguas de las que se ha perdido la clave. Bajo esas formas socialmente devaluadas de la palabra un delirio, un acto loco, una alucinacin alguien, catalogado como psictico, dice, sin embargo, algo que le importa mucho hacer saber. Le importa mientras puede creer en un interlocutor posible respecto a eso de lo que quiere hablar en tanto testigo de una experiencia. La segregacin sistemtica de su testimonio puede determinar que alguien llegue a un punto sin retomo y renuncie de distintas formas y para siempre a ese intento1.

    1. Allouch, Jean, Perturbacin en Pemepsi, en Revista Litoral, n15, Edelp, Crdoba, 1993.

  • 10 ExtraviadaPero eso que aparece como loco, eso de lo que es mejor ni hablar cmo tomarlo? desde dnde escucharlo? Este libro forma parte de una apuesta clnica: si se puede tolerar no saber, si no hay apuro en entender, si se puede aceptar que en esa madeja enredada estn los hilos conductores... algo nuevo puede ocurrir, algo nuevo puede fabricarse .Por esta senda no inventamos sino que seguimos un surco abierto por la enseanza de Jacques Lacan. Su prctica, sus textos, determinaron tambin, para nosotros, encuentros con quienes, sensibles a esta perspectiva, lo hacan saber pblicamente. La cole lacanienne de psychanalyse y sus publicaciones han sido alguno de los lugares en que hemos encontrado el despliegue cuidadoso del reto que se juega hoy en da en el campo del psicoanlisis a partir de la enseanza de Lacan: el de un trato posible y diferente del decir psicdco.Un espacio de lecturas foijado en Montevideo, con algunos otros, nos permiti descubrir la tesis de Lacan sobre La psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad y con ella reinterrogar el saber psiquitrico tal como se constituy hasta los aos treinta. De este modo pudimos situar los puntos de ruptura planteados por Lacan. Se nos hizo entonces claro, a travs de Marguerite ou l Aime de Lacan, de Jean Allouch, hasta qu punto la fuerza terica del camino abierto por Lacan era deudor de esa mujer, paranoica. Vale decir, hasta qu punto dej que lo que su paciente le hacia saber cuestionara el saber constituido. De ah en ms cobr un primer plano para nosotros esa palabra testimonial del loco y el trato que reclama.

    aEsta cuestin condujo una interrogacin al caso de las hermanas Papin , y luego a las Memorias del presidente Schreber3. Pero del francs al alemn las dificultades crecieron: no es poca cosa hacer sufrir a ese decir una operacin de traduccin: homofonas que se pierden, as como tambin las determinaciones literales, transcripciones, transliteraciones, pistas nicas de cada caso. Se hizo imperioso encontrar y seguir el camino de eso, tal como se dice en la particularidad de un caso, en las coordenadas de nuestra lengua y de nuestra cultura.

    2. Caparro, Raquel, El asentimiento al estilo paranoico , Intervencin en la seccin de clnica psicoanaltica, Crdoba ,1992. Indito.3. Capurro, Raquel, La cuestin del pblico para D. P. Schreber durante la escritura de su obra. Intervencin en la seccin de clnica psicoanaltica, 1993, Crdoba, indito y Un testigo y sus pblicos en Entrelineas, ed. Roca Viva, Montevideo, 1992.

  • Introduccin 11Descartada por razones ticas toda mencin posible de nuestra propia prctica, o de cualquier caso que no hubiera alcanzado estado pblico por su propio movimiento, decidimos echar una ojeada sistemtica al pasado.Con varias referencias posibles nos dirigimos hacia el viejo Hospital Vi- lardeb. Varios das fueron necesarios para asimilar algo que en algn momento del pasado se ley pero que evidentemente no se lleg a saber: todos los archivos del hospital, todo ese pasado del decir de los locos en esta ciudad y del trato que les fue deparado, todo eso haba desaparecido!! Todo fiie quemado en los ltimos aos de la dictadura militar, cuando la poblacin del Hospital fue trasladada al Hospital Musto. La historia de la locura que all puede leerse ahora arranca, pues, casi en la dcada del ochenta. Antes, tabula rasalUna pira ardiendo en un hospital psiquitrico: difcil encontrar una imagen ms paradigmtica del estatuto de pura basura a que fue reducido el decir de los locos por la trama del poder psiquitrico-militar. A lgo culmina all y se revela. Se revela como desafo en su terrible actualidad podemos dar otro trato a ese decir?Fue necesario entonces localizar nuestra bsqueda en la Biblioteca de la Facultad de Medicina. All, entre otros, apareci un peritaje realizado por el Dr. Camilo Payss en 1935, titulado Psicognesis de un parricidio. Nada nos atraa particularmente en esa forma de esgrimir el saber que se pone en juego en un peritaje. Ms bien estbamos en las antpodas de esa posicin. No obstante, nos interesaron las largas transcripciones que haca el autor de un texto escrito por una joven de 20 aos, que en una compleja situacin familiar haba matado a su padre disparndole cuatro balazos. Fotocopiado, el texto fue a dormir junto con otros.Pasaron los das, los meses, y una cierta maana de junio, encontramos en la Revista de Psiquiatra del Uruguay la publicacin en dos nmeros de un caso de paranoia que buscaba ilustrar el problema de la peligrosidad de dichos pacientes. En las primeras lneas leimos:

    (...) El caso que hemos elegido es excepcional, en ms de un sentido. XX es una educacionista muy inteligente, que fue la mejor estudiante de" su promocin. (...) Hace ms de 20 aos, y teniendo ella 20 aos de edad, cometi el delito de parricidio, motivado en gran parte por la conducta tirnica del padre, personalidad paranoica tpica tambin. La Interpretacin que hizo del caso el Dr. Payss est en un informe publicado como apartado de la revista de Psiquiatra (1936) titulado: Psicognesis de un parricidio.

  • 12 ExtraviadaNo recordbamos demasiado ese artculo, pero al revisar el material un texto se junt con otro. Empezamos a leer el escrito de la llamada XX y supimos pronto que haba suscitado en nosotros un nuevo pblico delectores.Cosa extraa, estos escritos no haban despertado ningn eco, salvo un debate casi sin huellas en la Sociedad de Psiquiatra, en 1936. Del lado de los psicoanalistas nada, slo la voz de Prez Pastorini transcripta por Camilo Payss; luego, en 1959, cuando la prctica del psicoanlisis ya haba tomado su forma institucional con la fundacin de la APU (1957), nada se escribi sobre este caso.El delirio de XX, publicado como ejemplar por Brito del Pino, cay en un desierto. Mejor dicho cay en un momento paranoico que inauguraba la prctica instituida del psicoanlisis en Montevideo y cuya escena registra tambin la Revista de Psiquiatra al dedicar un nmero de 1957 al debate que titula Del intrusismo en psiquiatra**4. Bajo la figura del analista no mdico (laien Analyse, dijo Freud) se haca presente, en esta ciudad por primera vez y con la modalidad de la persecucin, la novedad que el psicoanlisis inauguraba en su trato de la locura. La medicaliza- cin de la locura, como respuesta construida durante todo el siglo XIX {cfr. M. Foucault, Historia de la locura en la poca clsica ) se encontraba, por el hecho de esta prctica ejercida por no mdicos, en estado de cuestionamiento.Reabrir un casoLos protagonistas de esa historia han muerto. Hoy sabemos sus nombres, pues estaban en los diarios. A ll tambin estaba indicado el domicilio de la familia, una vieja casona de la calle Larraaga, en vas de convertirse en tapera, herencia abandonada de la que nadie, al parecer, ha querido saber nada. A ll murieron todos los integrantes de esta familia, menos Iris podemos ahora decir su nombre Iris que vag por las calles de esta ciudad hasta su muerte en 1985. Reclamamos hoy la herencia de su acto y de sus escritos para hacerla de todos los que se hagan pblico de este libro, que en gran medida es su libro.

    4. Del intrusismo en psiquiatra Varios autores en Revista de Psiquiatra del Uruguay, Montevideo, 1958.

  • Introduccin 13En 1935 este caso tom estado pblico: Iris hizo saber con un acto criminal un no va ms. Dos aos despus, el caso fiie cerrado y el eminente abogado que asesor la defensa, el Dr. Salvagno Campos, recomend a su dienta algo que ella crey un atinado consejo: Ahora Ud.,olvdese de todo,f. Pero fue la protagonista misma del caso quien suscit su reapertura. En 1957 Iris sali en busca de alguien a quien decirle porqu no le fue posible seguir el consejo de su abogado. Su decir involucraba a su madre como perseguidora, y con esa nueva perspectiva se reabri el caso. El psiquiatra que la recibi diagnostic paranoia y la intern en el Hospital Vilardeb. Esa respuesta cobr significacin para ella: los psiquiatras suscriben la tesis materna, no son sus aliados.En defensa de una verdad que busca hacerse saber, Iris escribe y, a pesar de la persecucin, da a su psiquiatra un extenso texto del cual ste publica algunas pginas. Antes de hacerlo, toma decisiones que determinarn de modo nefasto el futuro de su paciente: la convierten en una mujer errante, sin casa, sin familia y sin trabajo, deambulando por las calles con sus escritos a cuestas. Al no encontrar destino, stos se perdieron junto con ella en 1985.Acusamos recibo de las pginas publicadas. Mas para poder leer sus escritos era preciso retomar su historia, ir tambin a ese momento lgido de su pasaje al acto, de su primera irrupcin pblica. A partir de all, fue necesario examinar el tratamiento dado a su acto, tratamiento jurdico- psiquitrico que tom la forma de un expediente a localizar.El buscador, escribe Goethe, hall ms de lo que esperaba encontrar. Realmente la documentacin result de una riqueza inusitada: no slo declaraciones, sino largos textos autobiogrficos, escritos, fotos. Se haca posible intentar leer la conexin entre el acto llamado parricida y el posterior delirio.No creemos excedemos al proponer con este libro una lectura reclamada por el movimiento que hizo salir de su casa a Iris en 1957 para buscar alguien a quien hacer partcipe de los sucesos en que se vea envuelta.TransferenciaComo Violette Nozire, aunque de manera menos notoria y ms fugaz, Iris suscit comprensin, a diferencia, quiz, de otros casos como el de las hermanas Papin, o el del maestro Wagner, cuyos crmenes provoca

  • 14 Extraviadaron horror; o como el del Dr. Schreber o Marguerite Anzieu que produjeron por su acto o por su decir la extraeza ante lo que no se entiende.En cada caso la locura convoca, pero recibe respuestas de distinto tenor. A veces la convocatoria toma la figura de un acto loco; otras, de un decir o un escrito delirante. En el caso de Iris nos vemos convocados doblemente por un acto y por un escrito delirante. El primero no fue calificado como loco ni por su contemporneos ni por el dispositivo judicial. Declarada inimputable, sin medidas curativas, Iris se reintegr a su hogar y a su trabajo de maestra. Fue necesario que hiciera pblico el lento trabajo de su delirio para recibir, entonces, la respuesta proporcionada a un nuevo diagnstico: paranoia :.. Por lo tanto ... exclusin del alcance de su palabra y segregacin social.Sin embargo, algo en el texto de Iris impidi al psiquiatra silenciarlo en un cajn de su escritorio y decidi su publicacin. Sin duda fue el tenor mismo de esas pginas. %En un artculo de 1931 Lacan llam la atencin sobre la transmisin que el psictico intenta hacer de su experiencia, a travs de textos ms o menos inspirados y seal que no dejan de estar provistas de .una significacin intencional eminente y de una comunicabilidad, tensional muy elevada5. Advirti tambin que esos textos comportan una sintaxis originar que ha de ser desentraada.Desentraarla supone, en primer lugar, deponer toda actitud a priori de elucubracin de un saber sobre esos textos, y evitar la pista resbaladiza de la comprensin emptica, de la inyeccin de sentido. Slo mediante esta ascesis podr quiz hacerse entender el testimonio que as nos llega, y que, sin saberlo alguien formula.Esto supone, como punto de partida, una cierta posicin subjetiva ante lo que se va a leer de este caso, una posicin que circunscribe quiz su pblico y que Lacan expresa en el artculo mencionado con una frase capital: esta experiencia (paranoica) no puede ser comprendida sino en el lmite de un esfuerzo de asentimiento.Qu cariz puede tomar ese asentimiento cuando en vez de jugarse en el mbito privado de una cura, toma el sesgo de la lectura de un caso? Este

    5. Lacan, Jacques.El problema del estilo y la concepcin psiquitrica de las formas paranoicas de la experiencia en De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Mxico, siglo XXI, 1976

  • Introduccin 15libro intenta responder a la pregunta con el acto mismo de fabricarlo. Cada lector est invitado a poner su parte.Hacer caso a IrisLa reiteracin es una dimensin que no obviamos al pretender hacer caso de Iris, con Iris. Ella no ces, a partir de su acto, de fabricar con sus escritos delirantes algo que fracas una y otra vez en su intento de trasmisin, sin poder llegar en toda su vida a ocuparse de otra cosa.Seguir las huellas de Iris implica seguir las particularidades histricas de su caso, calibrar sus mojones, sus hitos. Por ese camino nos muestra que no existe un caso aislado; el extravo de Iris no puede pensarse sin aquellos que se encontraron involucrados con ella a lo largo de su vida: en primer lugar su familia. Iris sita su particularidad en la trama de una locura jugada entre varios: as aparece en 1935, tambin en 1957, y despus, hasta que la muerte va retirando, uno a uno, a cada protagonista.Algunos psiquiatras supieron captar esa trama que hace de la locura al menos una fo lie deux... Lasgue, Rgis, Clrambault, pero tambin Et- chepare por aqu, Nina Rodrguez en Brasil, Jos Ingenieros en Argentina, pusieron en evidencia, desde el siglo pasado, ese anudamiento, que suele ligar con su lgica una cierta comunicacin de la locura. Incluso se acu la expresin nido de paranoicos para marcar esa relacin familiar, de padre e hijo, de cnyuges, de hermanos, que en forma privilegiada sealaban particulares anomalas en la situacin familiar con la aparicin de estos delirios. En 1938 Lacan afirm que en este tipo de delirios a do podemos captar del m ejor modo las condiciones psicolgicas que pueden ju gar un rol determinante en la psicosis 6. Con precisin clnica dibuja dos figuras posibles de estas situaciones familiares: la del tirano domstico y la de la pareja psicolgica madre-hija.En el caso de Iris el delirio hace irrupcin aos despus de la supresin del tirano domstico por su acto homicida y se presenta, en una primer lectura, como reaccin a esa pareja psicolgica que constituye, sin vallas, con su madre.

    6. Lacan, Jacques. Les complexes familiaux. Ed. Navarin, Paris, redition 1984. p 89. Trad. en espaol La familia , Ed. Argonauta, Barcelona, Bs. As., 1978. (Hemos traducido el prrafo citado).

  • 16 ExtraviadaSu locura, sin dejar de tener un lugar de privilegio en el terreno familiar, muestra tambin su conexin ms amplia con la vida social y cultural de esta comarca; Iris nos ilustra acerca del trato excepcional que recibe como joven delincuente femenina y del trato regular, en el sentido de confirmar la regla, que le depara el destino social cuando su decir configura para otros un decir de locos. En 1935 fue para el pblico una herona trgica; pero en 1957, cuando fue declarada paranoica y considerada peligrosa para su familia, su destino social tuvo la conclusin de los hombres y mujeres infames7.Su vida acompaa casi la del siglo. Nace en 1915 y muere en 1985. Cuando mat a su padre tena 20 aos, en un Montevideo que conoca la dictadura de Terra y que se haca eco en sus diarios de las nubes negras del acontecer mundial. En casa de Iris se siguen, en 1935, las alternativas de la invasin de Mussolini a Etiopa, y de ios hechos domsticos que conmueven a la ciudad, como el crimen de la Ternera, o aos antes, el entierro de Batlle.Sus lecturas nos hacen recorrer el horizonte cultural sil que se abran, a travs de los cursos de magisterio, nuevas generaciones de jovencitas que heredaban ya las primeras victorias de las luchas feministas, las del tiempo de Paulina Luisi, primera mdica (1902),y de la poetisa Mara Eugenia Vaz Ferreira, que ejemplificaban los nuevos roles que pretendan asumir las mujeres de aquellos aos. Luchas de la generacin de la madre de Iris, que encontraron una primera culminacin cuando fueron reconocidos los derechos cvicos de la mujer, en la Constitucin de 1934. En ese contexto hay que situar el orgullo sin lmites que experiment al ser becada como maestra para estudiar en Blgica y su apuesta, luego, de hacer de Iris, su hija mayor, una maestra de la nueva generacin.Como la mayora de los habitantes de este pas, Iris era nieta de inmigrantes: su abuelo paterno vino de Galicia y su madre tena ascendencia italiana. Su padre era un profesional, agrimensor, que tena un empleo pblico, en lo que hoy es la Direccin de Catastro y que en la poca se llamaba Direccin de Avalos. Los avatares econm icos y sociales de esta familia forman parte de la experiencia comn de la clase media que se fue foijando en el Uruguay durante la primera mitad de este siglo.

    7. Foucault, Michel. La vida de los hombres infames. Ed. Altamira.Bs.As ,1992.

  • Introduccin 17Cuando en 1957 Iris narra los pormenores de su vida, tramada con interpretaciones que podremos luego calificar de delirantes, no deja de mostramos esas franjas en las que comparte el discurso social de una poca. Las huellas que pudimos rescatar en 1993 de su ltima internacin en 1981, nos muestran a una Iris que bajo la dictadura militar sospecha encontrar perseguidores en una conjura psiquitrico-comunista, y que no sabiendo ya a qu puerta golpear, definitivamente extraviada, busca an salvar sus escritos, e invoca como ltimo destino para protegerlos de esa conjura, a quienes fueron la figura del poder en esos aos, el poder en su expresin ms descamada, la Junta de Generales.Censura?Seguir con Iris los vericuetos de esta historia nos ha planteado el problema de hacer pblicos nuevamente y de otro modo los nombres de sus protagonistas. Es decir, nos ha puesto ante la cuestin de la censura.Los textos publicados ponen en evidencia el secreto de Polichinela: la censura siempre es fallida. Este fue un caso pblico. En primer lugar, apareci en los diarios para todo pblico. Luego circul entre el pblico de expertos: en el marco del proceso judicial y, concomitantemente, fue objeto de debate y publicacin en la Sociedad de Psiquiatra y en su Revista.La publicacin del peritaje en 1936 ejerce una primera censura sobre la fecha del parricidio: el 12 del N de N. Resulta casi cmico. No haba pasado un ao del crimen, en una ciudad que no alcanzaba aun el milln de habitantes; no se cometa todos los das un parricidio en Montevideo, y menos por una jovencita de clase media, estudiante de magisterio. Por qu, entonces, velar esa fecha? Podemos dar testimonio: aun hoy en el barrio, la gente de la generacin de Iris mantiene vivo el recuerdo de lo que aconteci entonces.La censura parece obedecer en este caso a una prctica formal: se acepta hablar de la actualidad de un caso a condicin de echar un velo sobre el movimiento mismo en el que alguien se precipit para hacerlo pblico. Es una medida que pretende proteger la vida privada. Pero vale mantener esa divisin pblico-privado, cuando alguien por sus actos y escritos se coloc en el movimiento de su anulacin?

  • 18 ExtraviadaEn el peritaje publicado Iris fue nombrada X. Sin embargo, en las pginas finales la X de Iris cae y en dos oportunidades a Camilo Payss se le escapa la I, de Iris.En la publicacin de 1959 el Dr. Brito del Pino conserva el mismo criterio, pero de un artculo al otro vara el juego de las letras identificatorias. Al presentar el caso, Iris es nombrada por Brito del Pino con las letras que en el texto de Payss eran usadas para censurar la fecha del crimen, N. N. Luego, cuando en el texto de Iris aparece su nombre, vuelve a funcionar la X. Esa letra de tan baja frecuencia en el espaol, que nombra en el lenguaje matemtico a la primera incgnita, X, ser el nombre psiquitrico de Iris. Una incgnita.Qu hacer entonces con la censura de los nombres? No hay descendientes directos que an vivan, ni madre, ni hermanos, ni nietos, ni sobrinos, ni tos o tas.La decisin est supeditada al trato que la vida y escritos de Iris Cabezudo Spsito reclaman y que este libro pretende instaurar. Decidimos pues levantar la censura de los nombres y fechas para no escatimar en nada la dimensin de la letra, y dejar que los textos en su integridad sean transcriptos.La autora de este libroEl 22 de febrero de 1969, Michel Foucault pronunciaba una conferencia en la Sociedad francesa de filosofa, titulada Qu es un autor? . Fue un acontecimiento pre-anunciado por un argumento que comenzaba as:

    Qu importa quien habla? En esta indiferencia se afirma el principio tico, el ms fundamental quiz de la escritura contempornea. El bo- rramiento del autor se ha convertido ya para la crtica en un tema cotidiano. Pero lo esencial no est en constatar una vez ms su desaparicin; hay que ubicar, como lugar vaco a la vez indiferente y apremiante el emplazamiento en donde se ejerce su funcin9.

    8. Foucault, Michel . Quest-ce quun auteur?, en Bulletin de la SFP, julio- septiembre 1969. Publicado con el acuerdo de M. Foucault, en Littoral, n 9. ERES, Pars.9. Idem.

  • Introduccin 19Se trata pues en la autora de una funcin, que se construye de distintas maneras y permite describir como su argumento aquello que cada vez la especifica.

    La funcin-autor est ligada al sistema jurdico e institucional que encierra, determina, articula el universo de los discursos, en todas las pocas y en todas las formas de civilizacin; no se define por la atribucin espontnea de un discurso a su productor, sino por una serie de operaciones especficas y complejas; no remite pura y simplemente a un individuo real, puede dar lugar simultneamente a varios ego , a varias posi- ciones-sujeto que diferentes clases de individuos pueden venir a ocupar10.

    Este libro est compuesto de textos muy dispares. Algunos son transcripciones de las palabras de los declarantes realizadas por un Actuario en el marco de un proceso judicial; otros son pginas de los diarios, o alegatos para una defensa, o primeras pginas escritas para hacer algo con un acto atroz; otros son textos con un estilo definido por la funcin que van a cumplir: peritajes, escritos de la Defensa, del Fiscal, sentencia del Juez. Operaciones complejas que tienen como referente el acto homicida de 1935. Y tambin est ese otro texto, que no se deja clasificar, el texto de Iris, enmarcado por las consideraciones de su psiquiatra.Tambin nosotros hemos dejado huellas en estos escritos al ordenarlos, presentarlos, darlos a leer, y al ofrecer nuestra lectura, arriesgando con todo ello configurar una versin del caso.Esta fabricacin no responde a una reconsideracin jurdica ni psiquitrica del caso, aunque algo de ello aparezca, ni es un trabajo de historiadores, aunque tambin la historia asome su nariz; no es tampoco una novela aunque sta palpite en algunas de sus pginas. Es el resultado de un encuentro, el testimonio de una transferencia de trabajo que el caso de Iris supo desencadenar all donde el psicoanlisis nos haba situado, a cada uno. El plural, en efecto, debe aqu explicitarse. Hemos trabajado juntos, buscando los textos, corriendo de una biblioteca a un Archivo o a un Registro civil, hemos discutido, conversado sobre cada texto y luego sobre cada captulo. Proyectamos el conjunto y el sesgo del trabajo; a diferencia de la incompartible situacin de una cura, arriesgamos avanzar juntos, de ese modo, hasta un lmite: el intransferible momento de escribir.

    10. Idem.

  • 20 ExtraviadaA ojos vistas el resultado es un texto polifnico o quiz un monstruo policfalo que en cada pgina del laberinto deja huellas para mejor perdernos.Hemos elegido seguir adelante munidos con el hilo de Ariadna: Iris, jo- vencita extraviada, no deja de ofrecer con sus escritos un camino. Al recorrerlo, como despus de una aventura, dejamos en las paredes del laberinto nuestros propios nombres. Otros podrn tambin escribir los suyos.El plan del libroLos documentos escritos del caso Iris se dejan organizar por fechas. Estas funcionan como ndices de las diferentes modalidades que se le impusieron en el intento por hacer saber a un cierto pblico la persecucin de la que era objeto.La primera parte de este libro despliega las consecuencias del asesinato de Lumen Cabezudo desde sus primeros ecos en la prensa hasta el fallo judicial; recorre los testimonios del proceso, entre los que se destacan las palabras y breves escritos de Iris y la extensa versin que su madre dio de los hechos, versin decisiva para una cierta comprensin del pasaje al acto, hast el punto que determin, en buena medida, la construccin ju- rdico-psiquitrica del caso.Los documentos de los peritajes psiquitricos y de la Defensa han de ser considerados en sus coordenadas histricas, no sin dar pie a la apertura de otra lectura posible del pasaje al acto criminal.La segunda parte del libro presenta; en primer lugar, los escritos de Iris cuando en 1957 fue internada en el Hospital psiquitrico con un diagnstico de paranoia. El caso, cerrado en la instancia jurdica, se reabri por este sesgo con una nueva inscripcin: un caso de paranoia. Esta nueva inscripcin se hizo pblica cuando, dos aos despus, el psiquiatra decidi editar una seleccin de pginas de su paciente. Testimonio vibrante, ese texto impone una reconsideracin de la versin materna del crimen y solicita del lector una extremada atencin a su letra misma. ; "En el mismo ao de su internacin se produjo para Iris, de la peor manera, la culminacin del sumario administrativo por el cual qued excluida de la enseanza. Sus avatares con los distintos personajes del ambiente son inseparables de su peculiar manera de hacer valer un cierto estilo de enseanza de arraigadas connotaciones con la historia misma del pas.

  • Introduccin 21Del saldo trgico de esa poca: prohibicin de volver a su casa y acatamiento de su destitucin, result una vida de vagancia que se extendi por casi treinta aos. La tercera parte de este libro presenta el testimonio de quien supo abrir la puerta cuando Iris, desde el fondo de su extravo, busc a quien hablar. Tambin recogimos algunos datos ms sobre su ltima internacin y su muerte, as como la historia final de los dems miembros de la familia. Lejos de un cierre, la conclusin deja planteados puntos que reclaman an futuros retornos sobre el caso.Que el letrista no se olvide...Este libro no hubiera sido posible sin la colaboracin de muchos. Sin la colaboracin del Dr. Gonzalo Fernndez para localizar el expediente y para entender posteriormente los vericuetos del proceso judicial. Sin la aceptacin de algunos familiares de Iris que entendieron la apuesta. Sin el inters del Dr. Hugo Trenchi, cuya muerte nos sorprendi cuando una vez ms bamos a hablarle del caso, y luego del Dr. Ariel Montalbn y de la Sociedad de Psiquiatra del Uruguay. Sin la colaboracin de la Psic. E. Tuana y de las autoridades de Enseanza Primaria. Sin el apoyo de funcionarios de hospitales, bibliotecas y archivos. Sin los vecinos y conocidos de Iris. Sin los primeros lectores de estas pginas que nos acercaron sus crticas y sugerencias.La reedicin de Extraviada presenta una versin del texto anterior corregida y aligerada. Las modificaciones hacen presente que el trabajo de escritura del caso sigue efectundose y que ios lectores han incidido en l llevando a los autores a precisar mejor muchas de sus afirmaciones, matizar otras y suprimir aquello que entorpeca. Este es el caso, por ejemplo, de la palabra parricidio que, utilizada en la primera parte del libro a partir de la fenomenologa jurdica y policial del caso, decidimos descartar a partir del momento en que no es ya pertinente utilizarla cuando nos referimos al crimen de Iris desde el punto de vista psiconaltico.Agradecemos a J. Allouch su atenta lectura y sus sealamientos, que relanzaron nuestro trabajo de preparacin de esta edicin.

  • Primera Parte

    El parricidio de Iris. 1935

    Comiencen por no creer que comprenden. Partan de la idea del malentendido fundamental. Es una disposicin primera, sin la cual no hay realmente ninguna razn para que no comprendan todo y cualquier cosa

    J. Lacan*-23 de noviembre de 1955

  • Captulo Uno

    Maana habla la prensa

    El ao 1935 llegaba a su final y, en una tardecita de mediados de diciembre, Montevideo se preparaba ya para los ritos navideos en el calor del verano que se anunciaba.El pas viva desde haca dos aos bajo las consecuencias del golpe de estado de Terra, inauguradas por el suicidio de Brum. Ese ao que sin que se sepa bien la razn Mussolini haba pronosticado como crucial, la crisis del sistema poltico europeo comenz a arrastrar a Europa hacia una nueva contienda general. A comienzos de 1935 el poder de Hitler en Alemania era ya ilimitado, mientras que en octubre Italia entraba en guerra con Etiopa.El futuro estaba cargado de oscuros presagios que no se saba cmo afectaran a unos y a otros. En este pas de inmigrantes se palpitaba entonces con la prensa y con la radio. Entre los acontecimientos aciagos de ese ao no todos haban sido de ndole poltica: tambin, el 24 de junio, haba muerto Gardel en un accidente areo. En el repaso del ao seguramente habran otros hechos que alimentaban en esos das las tertulias de los cafs, en ese mirar hacia atrs al que invita siempre el final de un ao.A las seis y media de la tarde, en esa poca, el sol no se apuraba en acostarse, y aquel 12 de diciembre probablemente la gente volva a sus casas caminando, mientras otros tomaban el fresco del atardecer en los

  • 26 Extraviadajardines, patios y veredas. Por una calle de casas solariegas, sin ruido de mnibus, acaso s de los tranvas, tambin caminaba un periodista.

    Cruzaba el cronista la Avenida Larraaga, cuando oy cuatro detonaciones, semejantes a las explosiones comunes de las motocicletas. Observando en nuestro derredor slo pudimos descubrir que algunos transentes tambin se haban detenido sorprendidos, sin acertar ninguno el lugar de donde los estampidos haban partido.Pero casi simultneamente se oy otra de aquellas explosiones y entonces pudo localizarse que ellas eran hechas en el interior de una quinta situada a pocos metros de distancia.Corrimos empujados por la curiosidad y detrs de la amplia verja, detenindose ya en su cada por los cinco escalones de ladrillo, vimos el cuerpo de un hombre, de cubito dorsal, que presentaba slo una herida a la altura de la mueca derecha.Dentro del jardn una jovencita que acababa de disparar el quinto tiro del revolver que empuaba en la diestra, sobre uno de los canteros.Luca la muchacha su uniforme de colegiala y las trenzas hechas con su cabellera le daban un aspecto de nia pese a sus veinte aos1.

    A la maana siguiente -e l 13 de diciembre de 1935 los diarios despertaron a los montevideanos con una primera versin del crimen y lo inscribieron de ese modo en la dimensin de un hecho pblico. A s iban a realizarse las ltimas palabras que habra pronunciado Lumen Cabezudo, padre de Iris, cuando en el camino hacia la puerta de calle, que ya no traspondra vivo, profiri una amenaza: Ya lo sabes, pronto vuelvo; voy a preparar todo; esta noche te mato a ti y a tus hijos; maana habla la prensa 2.Lectores de la prensa, tenemos hoy la experiencia de vem os cotidianamente confrontados al obsceno espectculo en que se encuentran convertidos la mayora de los crmenes. El juego de imgenes que nos acribilla en general deja escapar el drama subjetivo, y en las escenas ofrecidas por los medios masivos de comunicacin, la dimensin trgica se esfuma en pro de la banalizacin de los hechos ms terribles. Un primer efecto de estos textos de 1935 es el de confrontamos a un estilo de transcribir el crimen que hace de estas crnicas policiales testigos de una poca.

    1. Versin del diario La maana. 13-12-19352. Idem.

  • Maana habla la pretisa 27En las crnicas d e1935 la publicacin del crimen se ofrece como leccin de vida y de moral. Con este objetivo cada uno de los cronistas arma el relato de la escena del crimen y produce una inscripcin del caso que tiene ya la dimensin de un veredicto. Los diarios y la radio eran los lugares comunes que la gente transitaba cotidianamente en una ciudad an pequea, en donde la participacin en los sucesos pblicos tomaba fcilmente la forma de la pasin. En el momento del crimen de Iris la opinin pblica estaba dividida en dos bandos respecto al crimen de La Temer y se seguan todas las instancias de un juicio oral por jurados que se extendi por aos (de 1929 a 1937), hasta el punto que se tomaron especiales medidas de seguridad e incluso, como secuela, se cambi el dispositivo judicial al suprimirse, a partir de ese caso, el procedimiento del juicio por jurados.A pesar de estas diferencias, la prensa ayer y hoy es el primer lugar en donde un crimen se interpreta, el primer lugar donde se pasa del acto efectuado a la tarea de escribirlo. El crimen, en su exceso, como acto de irreversibles consecuencias, pide ser dicho y a esta tarea de socializar el acto son convocados los medios. De ese modo, la opinin pblica se fabrica con textos e imgenes una escena con la cual le es posible abordar eso que el acto criminal no dijo. Se cumple as algo que P. Legendre llama la funcin ritual de la prensa3, ritualizacin que podemos reconocer en los estereotipos que cada poca utiliza como recursos especficos de su retrica para tratar el acto maldito y fascinante del crimen en su ocurrencia cotidiana.Todo esto destaca el alcance social de estas pginas de las crnicas policiales en donde, en ese primer momento, el parricidio de Iris encuentra su lugar. Son pginas que cumplen una funcin social.Qu se escribi, pues, en la prensa?En La Maana, la crnica, que est situada en lugar destacado la mitad inferior de la contratapa dice as:

    UNA JOVEN NORMALISTA MATO A SU PADRE EN UNA Q UINTA DE LACALLE LARRAAGAPROCEDIO D E SE SP E R A D A P O R LA VIDA D E M ARTIRIO Q U E EL AU TOR DE S U S D IAS DABA A LA M ADRE, A CAU SA D E S U S C E LO SYo lo mat nos dijo- es mi padrey su hermano agreg: "si no lo mataba ella, lo hubiera muerto yo.

    3. Lengendre, Pierre. Le crime du caporal Lortie, Fayard, Pars. 1989.

  • diario La Maana 13/12/1935

    diario El Da 13/12/1935

    Nrrs'A

  • Maana habla la prensa 29

    En una quinta de la avenida Larraaga se registr ayer a la hora 18 y 40 en punto, un desgraciado suceso en el que encontr la muerte y a mano de su propia hija- lo que hace an ms doloroso el episodio, un hombre que sobre el filo de su vejez, fue presa fcil de los celos, convirtiendo su hogar, por obra de ellos, en la casa del tormento.Colocados en situacin de reflexionar serenamente, no podemos llegar a explicarnos cmo, hombres que durante veinte aos han saboreado las bellezas de la existencia en comn, junto a la mujer que eligieron como compaera de toda la vida, que tienen frente a s la responsabilidad de afianzar el porvenir de sus hijos, frutos de ese amor que debi vestir el hogar con las mejores galas, que han gustado todos los goces y pasado por sobre los peligros de la loca juventud, pueden caer en los absurdos del sentimiento hasta deshacer lo que toda la vida se han esforzado por mantener en triunfo.Y la vctima del doloroso suceso de ayer es uno de esos hombres que, llegando a la edad en que se claudica, sinti torpes arrebatos de jovenzuelo enamorado y lleg, por la fatalidad de los celos, a tornar tormentosa la existencia de su esposa, que le haba dado juventud, amor y, como un smbolo hermoso de todo eso, para endulzar las horas de su vejez, cuatro hijos que pudieron llenar con su alegra la casa comn.Dos de stos, un varn y una mujer, soportaron en una juventud que se torn de amarga en angustiosa al fin, el triste proceso del hogar en bancarrota.Hasta que la desesperacin arm la mano de uno de ellos y el andamiento de la esperanza se derrumb, destrozando bajo sus escombros cinco vidas que sern por siempre marcadas a fuego por el recuerdo del espantoso cuadro que present el padre tendido sin vida, y a la hija, con su traje de colegiala, detenida frente al cadver con el revlver humeante apretado en la diestra.Amargos pasajes de la vida que deben servir para la reaccin de los espritus que se sienten presas de sentimientos desviados de la cordura. El modernismo de la vida con todas sus crueldades debe ensearnos ya que el corazn traiciona y tenemos que aprender a dominarlo como a un nio travieso y encaminarlo por la fuerza de la razn que es la fuerza de la lgica.Los celos no son otra cosa que la consecuencia de la falta de fe en nosotros mismos y son ahora los hombres mareados por la vida moderna, que no quieren aceptar que la existencia humana, como el da, tiene su aurora y su ocaso, los que matan o destrozan una vida por obra de los celos.El hermoso pasaje por la vida debe dar paso tambin a la reflexin que nos permita conformarnos con la vejez. Vivir la primavera de la vida a pleno sol y buscar, cuando el invierno llegue, el dulce calor de la estufa, rodeados por los afectos que hemos ido recorriendo en el camino...Desgraciadamente no todos lo entienden as. Uno de ellos fue el hombre que arrastrando a los suyos a la desesperacin, decret su propia sentencia de muerte, perdiendo en su extravo la propia existencia que l haba engendrado y que tuvo la obligacin de proteger.

  • 30 ExtraviadaLA CASA DEL DOLORSealada con el nmero 2867 a tres cuadras de Montecaseros, en la avenida Larraaga, est ubicada la quinta en que viva Lumen Cabezudo Portillo, agrimensor, de 53 aos de edad y empleado en la Direccin de Avalos.Habitaba la finca con su esposa Raymunda Spsito, uruguaya de 45 aos, su hija Iris, estudiante normalista que se hallaba ya en 5 ao, su hijo Ariel, de 17 aos y dos menores.Podra creerse que el matrimonio tena razones para vivir una existencia feliz en el marco de un amor tranquilo, fruto de la edad y del tiempo pero no era as.Lumen representaba ms edad de la que tena en realidad; blanqueaban ya bastante su cabeza y su barba larga. Nos sorprendi tambin, por su aspecto, saber que la seora no contaba ms que con cuarenta y cinco aos.Desde el exterior podra creerse que el chalet en el que habitaban los protagonistas de la tragedia era una lujosa residencia, pero no hay tal. Cruzando el jardn se aprecia que todo en la casa es modesto y se recoge fcilmente la tristeza ambiente desde hace mucho tiempo y que ha quebrado los espritus.CUATR O DETONACIONESCruzaba el cronista la Avenida Larraaga, cuando oy cuatro detonaciones, semejantes a las explosiones comunes de las motocicletas. Observando en nuestro derredor slo pudimos descubrir que algunos transentes tambin se haban detenido sorprendidos, sin acertar ninguno el lugar de donde los estampidos haban partido.Pero casi simultneamente se oy otra de aquellas explosiones y entonces pudo localizarse que ellas eran hechas en el interior de una quinta situada a pocos metros de distancia.Corrimos empujados por la curiosidad y detrs de la amplia verja, detenindose ya en su cada por los cinco escalones de ladrillo, vimos el cuerpo de un hombre, de cbito dorsal, que presentaba slo una herida a la altura de la mueca derecha.Dentro del jardn una jovencita que acababa de disparar el quinto tiro del revlver que empuaba en la diestra, sobre uno de los canteros.Luca la muchacha su uniforme de colegiala y las trenzas hechas con su cabellera le daban un aspecto de nia pese a sus veinte aos.Poco tuvimos que esperar para sentirnos autorizados a penetrar en la finca ya que un agente de la seccional veinte que cruzaba tambin la avenida, se aproxim al oir los disparos, haciendo correr la llamada de auxilio y dirigindose enseguida a la chica para solicitarle el arma.uYo lo mat -dijo inmediatamente la muchacha- es mi padre.CINCO MINUTOS DE VIDARespiraba an la vctima y fue atendida por un mdico tambin de paso- cuyo nombre lamentamos no haber recogido. Sin tocar el cuerpo lo examin manifestando que no tendra ms de cinco minutos de vida.

  • Maana habla la prensa 31Desdichadamente no se equivoc.LA POLICIA INTERROGAMs tarde lleg el comisario Riveiro, quien procedi a interrogar a los habitantes de la casa al par que la parricida, por su orden era trasladada a la comisara y puesta a disposicin del juez de instruccin, Dr. Gonzalo Mouri- gan.Ariel, el muchacho a quien hemos citado en lneas anteriores, fue amplio en sus manifestaciones: Daba muy mala vida a mi madre dijo celndola continuamente y sin razn alguna y hasta existi una poca en que la castigaba para vengar en esa forma ofensas imaginarias. Hemos soportado durante mucho tiempo una vida imposible y ese estado de cosas fatalmente tena que hacer crisis. Si no lo hubiera matado mi hermana lo hubiera muerto yo un da cualquiera".LOS CELOS LO ENLOQUECIANManifiestan todos que los celos enloquecan a Lumen. Para tratar de calmarlo con la esperanza de que abriera paso a los razonamientos y dejara de entristecer el hogar que ansiaba un poco de felicidad, habase llegado a eliminar de la casa la presencia de los proveedores.Pero era suficiente que la pobre seora se asomara a la calle para que el marido corriera ocultndose entre los rboles del jardn, para espiarla y ponerse fuera de s.Jams como era lgico sorprendi nada que pudiera hacer que se sintiera lesionado, pero de todas maneras provocaba escenas violentas a las que su esposa responda con el silencio amargo de su resignacin.Los hijos pretendieron llamarlo al orden repetidas veces, pero fue en vano, puesto que lo que dominaba a Lumen era ya un sentimiento enfermizo.EL DRAMA INEVITABLEA pocas personas los desdichados contaban sus angustias.En los ltimos das Lumen se haba tornado ms violento, llegando a ofender muy seriamente a su esposa de veinte aos ante los hijos que nada podan hacer con la fuerza de su razonamiento para evitar el dolor de la madre.Hoy de tarde una de las escenas comunes se repiti y despus que todos la soportaron, Lumen tom su sombrero y ech a andar por el jardn gritando que se iba, que lo que pasaba en su casa era un escndalo, que tenan razn los que mataban a sus mujeres porque los traicionaban.La infeliz esposa fue detrs de l pidindole entre llantos, que tuviera serenidad, que se quedara y entendiera las cosas, y como el hombre siguiera en sus trece qued arrinconada y llorando en el interior de la finca.Iris, desesperada entonces por todo aquello y en crisis incontenible de nervios, se arm de un revlver y sali detrs de su padre alcanzndolo en el preciso instante en que este abra la verja.Apunt y dispar cuatro balas hiriendo de muerte al autor de sus das.

  • 32 Extraviada-Antes dijo despus- de que l matara a mi madre.He aqu el tristsimo episodio que culmin un drama ntimo y silencioso, provocado por un hombre irreflexivo hasta el desvaro.

    En El D a , la noticia se inserta entre los titulares de la primer pgina, en el resumen informativo, y luego, en pginas interiores se puede leer la siguiente crnica:

    POLICIAUna joven dio muerte a su padre de 4 balazosLa extrema actitud fue adoptada ante el comportamiento de aquel para con su madreUna situacin agobiante que desde hace mucho vena sustentndose en el seno de una familia perfectamente conceptuada en el crculo a que perteneca, hizo crisis ayer en forma funesta precisamente para el gestor de ese estado de cosas.El caso qe presenta detalles sensibles por sus factores determinantes est configurado por una joven estudiante que da muerte a su padre ante la violenta actitud que ste haba asumido en una discusin con su esposa que es la madre de aquella.Considerado as a primera vista la posicin de la autora del hecho no aparece explicable ni mucho menos an justificable. Pero existen ciertas circunstancias en los antecedentes del suceso que permiten llegar a comprender perfectamente el estado ntimo de quien adopt la extremsima resolucin que da margen a este comentario.En ello reside el terrible problema a que se encontr abocada la actora principal, y muy imperiosa deba aparecrsele la rpida solucin del mismo para que en su cerebro, indudablemente de un perfecto equilibrio, encontrara campo propicio un propsito que al cumplirse implica una condenable violacin de ios principios humanos y de las normas sociales, sin que se rebelara para detener su mano trgica, que tiene que estar debidamente educada si se tiene en cuenta su condicin estudiosa.Pero es que en ella han tenido influencia decisiva otros factores que en el correr del tiempo fueron modificando su psicologa hasta el punto de crear el estado necesario para realizar su trgica obra.LOS AN TECED EN TESSegn los informes que poseemos que nos merecen absoluta confianza, el jefe de familia Numen Cabezudo Portizo (sic), uruguayo, casado, agrimensor, de 53 aos, era una persona de caractersticas extravagantes. Esa modalidad que se manifestaba hasta en los ms pequeos detalles del diario vivir, que son precisamente los que han ido conformando esa impresin generalizada entre el vecindario, la llev hasta imprimir en la evolucin ntima de su familia, un ritmo singularsimo que llamaba la atencin a cuantos tenan ocasin de observarlo.

  • Maana habla la prensa 33En l estaba comprendida la orientacin que le haba dado a la conformacin espiritual de sus hijos, Iris y Ariel, ahora de 20 y 18 aos respectivamente. Siempre llam la atencin a los vecinos de la quinta de la Avda. Larraaga 2867 la manera de ser de quienes an en su niez ya exteriorizaban una particularsima seriedad que no condeca con el temperamento que deban tener a esa edad. A esa circunstancia contribuy mucho sin duda alguna el hecho de que jams se les vi en compaa de otros seres de su edad privndoseles por lo tanto de las naturales expansiones que deban tener.Adems Cabezudo, haba hecho de las relaciones con su esposa ms que un vehculo de felicidad y de placer, un motivo de constante intranquilidad. Cabezudo era celoso; pero un celoso que no reparaba en nada cuando se vea invadido de la desconfianza que siempre provoca esa sla circunstancia. Para l no haba razn valedera cuando le daba por adoptar esas actitudes y es as que eran frecuentsismas las situaciones de tirantez entre l y su cnyugue, situaciones que siempre eran precedidas por borrascosas discusiones.En ellas entraban tambin los nios ya que cuando eso ocurra el comportamiento de l para con ellos variaba fundamentalmente.Tales caractersticas fueron las que configuraron la arista saliente de la impresin que aquellos fueron formndose con respecto a los vnculos que unan a sus padres.Esas escenas repetidas a travs de los aos y magnificadas por la austeridad del carcter que haba sido creado en ellos por el cerrado ambiente en que se desenvolva, fueron poco a poco, constituyendo el vrtice hacia el cual convergan todas sus preocupaciones. Era indudable que la madre de ellos llevaba una vida insoportable que iba minando su salud a ojos vistas. El deseo de evitarle a sta un acentuamiento en su ya deplorable estado fue hacindose cada vez ms imperioso. Para lograrlo no poda contarse con la persuasin por palabras o por la influencia que pudieran tener sobre su padre, debido al abismo que se haba do formando entre ellos por una interpretacin exagerada de la verdadera distancia que debe existir en el orden familiar entre uno y otros.EL HECHOEs por eso que surgi la disyuntiva con lneas crudas y terribles. Desplazar a uno en cualquier forma antes que sucumbiera el otro.La trgica idea tuvo andamiento y ayer de tarde, al sobrevenir una de las tantsimas reyertas, que esta vez amenazaba tener un desenlace mucho ms grave que en otras oportunidades, Iris Cabezudo se arm de un revlver y con l, sin vacilar, serenamente casi, descerraj cuatro balazos, dos de cuyos proyectiles hirieron de muerte al autor de sus das.LAS AUTORIDADESDe inmediato se hicieron presentes en la casa de la Avda. Larraaga funcionarios de la seccional 13 quienes procedieron a someter a la autora del hecho a disposicin del juez de Instruccin de Turno.

  • 34 ExtraviadaEn cuanto al cuerpo de Cabezudo, una vez que fue reconocido por el mdico forense de turno, se hizo entrega de l a sus deudos.

    Curiosamente, El Pas no menciona el parricidio y ocupa las pginas de policiales con el crimen de La Ternera. Este era el nombre del establecimiento agropecuario de uno de los Saravia en donde, en 1929, la mujer de Jos Saravia, Jacinta, fue estrangulada con una bufanda. Se presumi que el crimen fue fraguado por el marido y ejecutado por encargo, y el juicio a Jos Saravia que estaba en curso en 1935 apasion a los montevideanos. El relieve del caso se debi en parte a la notoriedad poltica de varios miembros de la familia.Por su parte, El Bien Pblico el diario catlico saca slo una breve nota que dice as:

    Ayer ocurri un crimen.En una finca de la calle Larraaga ocurri un crimen en el cual tuvo participacin una persona menor de edad. De acuerdo a lo que establece el cdigo del nio en lo referente a esta clase de crnicas no damos la informacin correspondiente.

    Qu se da a leer en esta primera versin pblica del crimen? La presentacin del suceso est construida de manera similar en los distintos peridicos; ninguno presenta la figura del muerto como vctima de un asesinato sino como hacedor del drama familiar y en ese mismo movimiento producen la inmediata exoneracin de culpa de Iris como correlato de la coincidencia, para los cronistas, en esa sla figura de Lumen, del muerto y el victimario. La locura del acto es percibida y toda ella puesta a cuenta de Lumen. Por eso, el horror por el parricidio parece ceder paso al horror por el drama de los celos y el castigo a la locura que stos desencadenan funciona como principio explicativo que da cuenta desde el primer momento del gesto de Iris, ledo como un gesto de proteccin a su madre. La mano de Iris en esta perspectiva habra sido armada por su padre, que anticipa incluso con sus ltimas palabras el acto que l mismo parece convocar.Esta manera de disponer los reflectores deja casi en la sombra a Iris y a su madre, relegada como la infeliz esposa que slo responda en el silencio amargo de la resignacin a los ataques que minaban su salud, sin que por ningn lado aparezca, por ejemplo, la pregunta acerca de su participacin en esa vida insoportable. La esposa encama claramente el lugar de la vctima, y quiz en su pintura precoz en la que parece primar el sentido comn, los periodistas no se equivocaron, aunque ese lugar de

  • Maana habla la prensa 35victima parece no haber despertado en un primer momento ni preguntas ni sospechas.Sin embargo, a medida que vamos ms all de esta primera versin y leemos las declaraciones de los distintos miembros de la familia, la situacin se toma mucho ms compleja; la entidad de las tensiones sociales en la familia salta a primer plano como tambin as la impresin de que se avecinaba una ruptura en ese equilibrio tensional.Sin adelantamos a la presentacin de los distintos documentos, algunas frases dichas en los das que siguieron al crimen permiten de entrada interrogar esta primera versin y abrir el caso a la consideracin de las tensiones en juego. Es acaso pensable este caso al modo de un acto en defensa propia por el cual Iris libera a la familia de un tirano loco? Fue Lumen Cabezudo el loco de la familia? Qu determinaciones, qu modos de implicacin se tramaron a lo largo de los aos entre los miembros de la familia? La locura del padre dej fuera de la locura a los suyos? y si no los dej cmo se enlaz con ella cada uno? Cmo funcionaba en esa familia?Estas preguntas marcan los lmites de esta primera versin y conducen a la lectura de los otros documentos del caso sin llevamos, sin embargo, a desechar la primera pieza del rompecabeza que aqu se nos adelanta: la locura de Lumen Cabezudo. Pero, se ofrece el acto a otras lecturas? Cmo se articula la posicin de Lumen Cabezudo con el lugar de vctima soportado por su mujer durante veintids aos? Y cmo explicar que haya sido Iris quien ejecutara el crimen?Para comenzar a esbozar algunos elementos de respuesta, puede ser una va la de situar en su contexto las ltimas palabras de Lumen Cabezudo que titulan este captulo. En Veintids aos de m atrimonio, su esposa, al describir la escena que antecede al crimen, comienza su relato de este modo:

    Aquel da, el ltimo, Lumen lleg extraordinariamente excitado. Yo lo vi raro y lo mir a los ojos; l tambin me mir; aquella mirada fue horrible!... 4Ya vas a ver, me dijo; esto se concluye. Despus, me pidi el diario, que yo haba apartado con el deseo de que no lo viera pues traa el relato de un espantoso crimen p o r celos; almorz y se fue al jardn a leer... Yo, presa de un terrible presentimiento, fui a observarlo por la ventana del cuarto de trabajo... y vi que, sin leer nada de lo referente a la guerra talo-etope que tanto le apasionaba, pasaba a la pgina que trata-

  • 36 Extraviada. ba del asesinato de la esposa del polaco, y que lea, y que miraba las figuras, y que pensaba,... y que se rea!...4

    En las declaraciones del 5 de junio de 1936, Raimunda Spsito relata el mismo suceso y aade un detalle: (l) le pidi (...) el diario del da, que haba escondido la dicente, porque trataba de un crimen pasional por celos, y dado el carcter del esposo siempre trataba de ocultarle tales he- chos (...)s.En esta descripcin Raimunda dice hasta qu punto tambin ella est involucrada en la escena. Su manera de anticipar los movimientos del otro, como los del cuerpo en el espejo, es un modo de conocimiento que Lacan llam conocimiento paranoico6 y que le permite a Raimunda Spsito, en la escena que configura con su marido, presentir el desenlace de la situacin paranoica: uno u otro. Alguien tiene que morir. Pero su respuesta tambin dice que en esta escena de aos ella juega sobre el borde de su no efectuacin, juega sobre eso que diferencia una escena de un acto; podramos decir que juega al escondite: as nos enteramos que no hizo desaparecer el revlver cargado, sino que en 1929 lo escondi y comunic a Iris el lugar del escondite; esconde los diarios a Lumen, pero para entregrselos cuando ste los reclama; sabe lo riesgoso de la situacin, pero no pide ayuda a nadie. El esconder el diario de ese da, invadida por los presentimientos, que esa maana tomaban la forma del crimen del polaco, no fue asunto de ese da, sino que parece ser uno de los recursos que desplegaba para hacer frente a la persecucin en la que, de este modo, participaba. Jugada en ese lugar de la escena, Raimunda Spsito no hizo nunca nada que la hipiera cesar. De ah la pregunta Por qu? Qu fue ese lugar para ella? Proponemos aceptar que, de cierto modo, ese lugar se da a leer en la crnica policial de ese da.Cul es la escena que presentifica el crimen del polaco? Podemos conjeturar que la noticia que leyeron Raimunda y Lumen es la que se encuentra en el diario batllista El Da pues es el diario que concuerda con las afinidades polticas de la familia (sabemos que fueron al entierro de Batlle). Los titulares sealan que fue un crimen por celos, en el cual el marido mat a su mujer a marronazos, y no conforme an agrega como

    4. Cfr. Cap VII. Veintids aos de matrimonio.5. Declaracin de Raimunda Spsito. cfr. Cap. IV.6. Lacan, Jacques, Escritos, ed. siglo XXI, Mxico, 1984, t.l, p.170.

  • Maana habla la prensa 37subttulo otro diario le clav en el pecho un form n , en el mango del cual denunciaba el nombre de los imaginados arriantes de la infelizEste crimen, ledo por Raimunda Spsito como anticipacin del desenlace posible de su drama, es un elemento de la escena que ella tiene ante s y que esa tarde pudo sr una de las escenas comunes a las que se vea confrontada, sin desconocer, sin embargo, ese clima de tensin creciente del que luego dar testimonio.Por su parte, Lumen Cabezudo lee el crimen del polaco como un crimen justiciero; la escena que hace merecedora de muerte a esa mujer es una escena que la constituye en un goce ininterrumpido con otros, goce a espaldas del marido, excluido y engaado. Lumen saca consecuencias de ese crimen: es necesario encerrar mejor a su mujer, pues el jardn pasa a formar parte del espacio pblico en donde ninguna valla le da seguridad contra la mirada intrusiva del Otro. Y regulando su conducta sobre esa lectura, plantea a su mujer: mira, he resuelto que consideres el terreno como si fuera la calle; en consecuencia, no quiero qUe salgas de la casa*7 Qpara nada pues la casa ya estaba abierta como una casa pblica . Esa casa, que para los vecinos estaba cerrada al mundo exterior, se encuentra ubicada en la subjetividad de Lumen en el lugar pblico de una casa de prostitucin. En su perpectiva, su mujer est ofrecida, en ese lugar, al goce de los otros de una manera tal que lo lleva a exclamar, fuera de s, mirando a sus hijos a quienes ya no distingua, son unos degenerados. La solucin que Lumen enunci y anunci fue: ya lo sabes, pronto vuelvo; esta noche te mato a ti y a tus hijos; maana habla la prensa.Iris ley en este anuncio la proximidad inminente de un acto y le sali al paso. Todo parece indicar que ella entr en la escena colocndose en la perspectiva materna, pero su percepcin se acompaa de una certeza que determina su pasaje al acto: fue preciso matar a su padre antes de que l matara a mi madre. Qu elementos determinaron esta diferencia que protagoniza Iris? Diferencia con su madre, diferencia tambin con su hermano, Ariel.Apostamos a encontrar en los documentos que vamos a presentar, algunos elementos que van a permitir responder a esta pregunta. Sin embar

    1. Cfr. Cap. VIL Veintids aos de matrimonio.8. Declaracin de Raimunda Spsito, cfr. Cap. IV.

  • 38 Extraviada

    go, querem os destacar antes de qu m odo la crnica p o lic ia l, prim era crnica de esta fam ilia , inscribe el caso en una serie cu yo antecedente inm ediato es e l crim en del polaco, y que puede recibir e l nom bre de crm enes por ce lo s , tipo particular de crimen pasional.

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  • Maana habla la prensa 39

    Un crimen ejemplarEl drama universal de los celos no deja de tocar a travs de la particularidad de este caso con los trazos de un lugar y una poca un punto neurlgico de la vida social, que pone en juego la relacin de hombres y mujeres, en su manera de hacer con la sexualidad. La imagen de la puta, por ejemplo, tal como podan encontrarla los hombres de la poca en las casas pblicas y como apareca descrita en los peridicos, est en continuidad con las frases que nos llegan de Lumen, testigo de cm o desde ese lugar social algo se dice, que luego invade sin que sepamos por qu su vida y su casa.

    En 1896 el publicista catlico Rafael Sienra describi a las prostitutas de Montevideo como demonios ebrios de sensualidad y de poder sobre sus vctimas, los indefensos hombres: Junto a l m ostrador o sentadas en largas banquetas tapizadas de cretona, las mujeres esperan compaero, con los brazos en jarras , y el cigarrillo en la boca, tarareando o discutiendo (...)9

    Por la va de su trastorno, Lumen Cabezudo nos muestra cmo tom contacto con las ideas y figuras de su cultura10. Basta referimos por ejemplo al anlisis que hace J. P. Barrn en Historia de la sensibilidad en el Uruguay (.2) para situar el decir de Lumen como sintomtico en el\ i. '* 1 ir* ?contexto de un machismo creciente,^ en donde las prostitutas presentifi- can la imagen del deseo incoercible, a quienes se les atribua hacer brotar todos los deseos inconfesables en que hormigueaban las concupiscencias, mordiendo los sentidos, inyectndose como fuego lquido en el o rganismo de todos los nefitos y de todos los prostituidos11.

    La prostitucin, afirma J. P. Barrn, era sin embargo la gran vlvula de escape de la caldera burguesa. (...) Eso s, haba que reglamentarla, procurando, en primer lugar, preservar la salud de los clientes y en segundo lugar, alejarla de la vista de aquel mundo austero* Desde 1868 a 1882 se van perfeccionando los reglamentos que rigen en Montevideo la prostitucin en direccin al ocultamiento: se recluye a las prostitutas en casas de tolerancia, las que viven en cuartos que dan a la calle son conminadas a mudarse a piezas interiores o a permanecer con las ventanas hermticamente cerradas; en 1882 las prostitutas no podan mostrarse en

    9. Sienra. R., citado por J. P. Barran, op. cit.10. Lacan, Jacques, De la psicosis paranoica..., op. cit. p.288.11. Barrn, Jos Pedro, Historia de la sensibilidad en el Uruguay, Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 1933, II parte, p.159. Cfr. Cap. 3 a 6.

  • 40 Extraviadalas puertas de calle, ventanas, balcones o azoteas (...) llamar a los transentes (...) lo que tampoco podrn hacer en las calles, paseos y espectculos pblicos, sindoles tambin prohibido ocupar palcos en los tea-. i 12tros

    La prensa era el lugar donde estas modificaciones sociales eran ledas; en las pginas policiales las transgresiones eran fustigadas mediante determinados estereotipos que buscaban obtener el disciplinamiento mediante los nuevos valores de una burguesa en ascenso; para ello hacan de cada transgresin una leccin de moral.El objeto de los celos de Lumen Cabezudo colapsa en una figura a Rai- munda, su mujer, con la imagen de la prostituta. Esto cuestiona la separacin de la esposa y la puta que la sociedad burguesa est edificando. Quiz sta es na punta para entender la implacable unanimidad que se forj en la prensa para condenarle, desde el da mismo de su muerte.Al anunciarse como un caso que ocupar un lugar en la prensa, Lumen Cabezudo nos convoca en un lugar pblico, y de pblic&.For esta va su casa tom, efectivamente, pero de otra manera, la dimensin de una casa pblica. La historia que se tram en esta familia, lejos de poder ser situada como de excepcin y aislamiento respecto a su entorno social ha de ser considerada, por el contrario, como una vida llevada al extremo de la participacin social (J. Lacan) en donde no hay fronteras entre lo pblico y lo privado, hasta el punto en que el drama familiar cotidianamente es ledo en la prensa y con la prensa.Un crimen paradojalPor otra parte, el cronista de El Da fue sensible a lo que, para su poca, el parricidio de Iris Cabezudo planteaba como paradoja. Este periodista se pregunta cmo puede explicarse que una joven cuyo cerebro goza de un perfecto equilibrio, cuya mano est debidamente educada si se tiene en cuenta su condicin estudiosa , haya cometido semejante crimen. Rpidamente halla entonces la respuesta, al proponer como causa la influencia decisiva de otros factores. La anormalidad del padre le viene como anillo al dedo, y no ser otro el camino que luego seguir la Instruccin. Pero, por qu decimos paradoja para su poca?

    12. Barrn, Jos Pedro, op. cit. p.201, y en Medicina y sociedad en el novecientos,Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 1993. t.2 La ortopedia de los pobres,Cap. 3.

  • Maana habla la prensa 41No debemos olvidar que la reforma educativa que se efectu en el Uruguay hacia fines del siglo XIX, fue uno de los pilares en que se apoy la forja del Estado moderno. Dicha reforma, que es identificada con la figura de Jos Pedro Varela, hall sus fundamentos en el racionalismo, con su creencia en el progreso de la condicin humana por medio de la educacin. Desde esta concepcin, la causa de todos los males es la ignorancia del pueblo. Las terribles crisis econmicas y polticas que asolaron al Uruguay desde su Independencia se debieron, segn Jos P. Varela, a esa realidad social de una poblacin profundamente ignorante, en estado de barbarie. Para alcanzar un Estado moderno, civilizado, era imprescindible la educacin del pueblo. La educacin, el cultivo de la razn, segn Varela destruye los males de la ignorancia, aumenta la fortuna, disminuye los crmenes y vicios y aumenta el poder de las naci- nes13.La educacin pblica se constituy entonces en un aspecto fundamental de la transformacin del pas, bajo el signo de estas ideas que Varela haba recogido por el mundo. Se trata de luchar contra el hombre de la naturaleza, dice Varela, citando a E. Laveleye:

    El hombre de la naturaleza no es ese ser bueno y razonable soado por los filsofos; es un animal egosta, que no se preocupa de los derechos del otro, inconsciente del mal, que degella al que le es obstculo, y a quien no bastan los frenos de la moral, de la religin y de las leyes, para que se pliegue a las exigencias del orden social. En l hay que domar la bestia salvaje, si no pone en peligro la civilizacin14.

    Por el contrario, el hombre educado es quien puede alcanzar la mejor forma de direccin de sus pasiones. La educacin, entonces, disminuye los crmenes y los vicios. Dice Varela:

    Las pasiones del hombre educado son siempre mejor dirigidas que las del ignorante; aquel tiene una conciencia clara del bien y del mal, que a ste le falta, y en todos los actos de la vida, el hombre educado encuentra siempre, en su misma ilustracin, una barrera para el desborde de sus malas pasiones (...) I5.

    13. Varela, Jos Pedro, La educacin del pueblo, 1874, reedicin en Cuaderno LEA, Montevideo, 1973.14. Varela, Jos Pedro, De nuestro estado actual y sus causas, 1876, Ed. Arca, Montevideo, 1973, p.54.15. Varela, Jos Pedro, La educacin del pueblo , 1874, Reedicin Cuaderno LEA, Montevideo, 1973.

  • 42 ExtraviadaVemos entonces perfilarse la paradoja que Iris encam para su tiempo, al conmover con su crimen los postulados racionalistas que todos, y ella ms que nadie, suscriban: Cmo explicar el hecho de que precisamente la joven ms buena, la ms educada, la ms civilizada, la ms inteligente, la mejor estudiante de magisterio de su generacin, hija de una brillante maestra vareliana y vareliana ella tambin, haya sido quien cometi el acto de barbarie que ms contraviene las normas del orden social civilizado, el parricidio?Dicha paradoja debi ser en aquella poca mucho ms inquietante de lo que hoy podemos imaginar, ya que lo que dio el golpe de gracia definitivo a esos postulados de la fe racionalista fue un acontecimiento histrico que ya estaba en curso, pero que an no revelaba al mundo todo su carcter ominoso: nos referimos al hecho singular, pero de consecuencias mundiales, de que la nacin de ms alto nivel cultural y educativo, la de mayores conquistas cientficas y de mayor desarrollo industrial, Alemania precisamente, engendr en su seno el nazismo que de ella se apoder y protagoniz actos de barbarie criminal jams vistos hasta entonces. En el ao 1935 sto resultaba casi inconcebible; como dijo un historiador: es algo que tuvo que ocurrir para poder creerse . En aquel entonces, el crimen de Iris era mucho menos creble que hoy. ( Tuvo incidencia esta paradoja en la manera en que los aparatos sociales trataron el caso? El camino que tom la Instruccin fue acaso, tambin, una va para disolver el malestar que dicha paradoja haca presente?

  • El proceso: declaraciones y declarantesViolette a rev de dfaire A defaitL affreux noeud de serpents des liens du sang1.

    Paul Eluard, 1933.

    Cmo no evocar junto a Iris a esa otra jovencita que dos aos antes, en diciembre de 1933, sacudi en Francia a los surrealistas hasta el punto de inspirar un lrico manifiesto en el que poetas y plsticos expresaron su sentir respecto a la acusada, condenada por el envenenamiento a su padre y el intento de hacer lo mismo con su madre? En su defensa, Violette invoc el incesto al que su padre la someta.En la prensa, Iris slo logr la conmocin de un da. Sin embargo, an hoy, en 1993, hemos encontrado el recuerdo vivido de aquellos sucesos en algunos testigos cercanos. Para algunas compaeras de magisterio, para las antiguas vecinas, para algunos familiares, esta historia sigue all con su urticante presencia. Cuando del polvoriento anaquel del archivo alguien pudo poner en circulacin las pginas amarillas del expediente, una primera reaccin nos fue relatada por el Dr. G. Fernndez: se produjo conmocin en el Juzgado, all todos queran leer, sobre todo las mujeres. Iris haba suscitado de inmediato un nuevo pblico.Los captulos que presentamos a continuacin, del II al VI, incluso el VII al que daremos sin embargo un lugar aparte siguen la pista de esa primera respuesta e intentan dar a leer los testimonios judiciales de Iris, de sus familiares y de algunos otros recopilados en la causa.

    1. Eluard, Paul, Trad: Violeta so deshacer/Deshizo/El horroroso nudo de serpientes de los lazos de sangre.

  • Captulo dos

    He sido yo que lo her

    Segn los informes de la polica y del Juzgado, aproximadamente a la hora 19 y 15 del da 12 de diciembre de 1935, la Seccional 13 de polica comunic con un llamado telefnico al Juez Letrado de Instruccin de 2do.Tumo que en el 2867 de la calle Larraaga se haba producido "un hecho de sangre. Se presentaron en el lugar el comisario y un suboficial y pudieron observar, sobre los escalones que llevan al portn que sale a la calle, el cuerpo sin vida de un hombre. A pocos pasos del cuerpo se hallaba una seorita, quien pronto se acerc al comisario y le dijo: He sido yo que lo her. Se trataba de Iris Cabezudo Spsito, de 20 aos, hija mayor de la vctima, quien le haba descerrajado varios disparos con un revlver calibre 38. A continuacin fue detenida y conducida a la Seccional.Media hora ms tarde se presentaron en el lugar del crimen el Juez Letrado de Tumo Dr. Gerardo Gonzlez Mourign, el escribano Actuario Martnez Olascoaga y el mdico forense Dr. Jos Rossemblat. Este examin el cadver y encontr dos heridas de bala: una en la mueca derecha, con orificio de salida; la otra a la altura del hombro derecho, sin orificio de salida, que le habra causado la muerte. El cadver se hallaba en posicin de cbito dorsal, apoyando la espalda, cabeza y codos sobre los peldaos de la escalera. El brazo derecho estaba extendido, apoyando el codo sobre un escaln; el izquierdo semi-flexionado, con la mano sobre

  • 46 Extraviadael vientre. Las piernas en semi-flexin, con el pie derecho apoyado sobre el izquierdo, y ste sobre el escaln. La cabeza se hallaba en direccin a la calle y los pies hacia la casa. Luego de este primer examen el mdico forense dispone la autopsia del cuerpo.Esa misma noche Iris Cabezudo es interrogada por el Juez en la misma Seccional de polica.Primera declaracinEsta declaracin, la nica transcripta en primera persona por el actuario, resulta particularmente importante por haberse realizado inmediatamente despus del crimen. La transcribimos aqu ntegramente.

    En Montevideo, a doce de Diciembre de mil novecientos treinta y cinco, el seor Juez Ldo. de Instruccin de 2- turno, asistido del autorizante, se constituye en el local de la seccional 13a de Polica, donde procede a interrogar a una persona y que manifiesta llamarse: /RIS CABEZUDO SPOSITO , oriental, de veinte aos de edad, hija de Lmen Cabezudo y de Raimunda Sp- sito, soltera, estudiante normalista y domiciliada en la Avenida Larraaga,Ns 2867.

    F. Quin la aprehendi, cundo, dnde y por qu causas;R. Me detuvo hace un rato en mi casa el Comisario seccional y por haber des

    cerrajado unos balazos contra mi padre. Despus que yo dispar contra l, pens salir corriendo por el fondo para ir a dar cuenta a la Comisara, pero despus me qued all. Radicaba mi apuro en comunicar el hecho, especialmente, porque tema que mi hermano Ariel fuese a decirse autor de la agresin, impulso que yo puedo agradecer, pero que no debo admitir.

    P. Acerca del hecho a que se refiere y sus antecedentes, si los hubiere.R. En el estado de nimo en que me encuentro no tengo ms remedio que ha

    cer un relato episdico, sin hilacin; casi incoherente, y el seor Juez se tomar el trabajo de ir ordenando todas estas cosas que yo diga. Yo voy a decir toda la verdad por un imperativo de conciencia y aunque s que nadie me podra contradecir, y porque las cosas han ocurrido as noms como yo las digo.Desde mis recuerdos ms alejados, desde que era nia, en mi casa vivimos bajo la sensacin del profundo temor que nos inspiraba nuestro padre. Ultimamente, ese sentimiento se haba transformado en el terror que nos segua inspirando. Yo no conoc nunca la cordialidad ni la dulzura, ni el abrigo moral que proporciona el hogar. Y esto lo digo en lo que se relaciona y en lo que es consecuencia de la conducta y del modo de ser de mi padre, pues, por el contrario, mi madre es una santa a quien yo adoro.Yo no s lo que tengo que decir, y por lo tanto ignoro si todo lo que se me ocurre en esta oportunidad puede interesar a la Justicia. Por eso le pido al

  • He sido yo que lo her 47seor Juez que me siga guiando cuando hablot y me diga qu es io que tiene o no importancia o no se relaciona mayormente con el asunto.Mi madre es una mujer muy inteligente. Conoci al que deba ser mi padre, mucho antes de casarse con l, cuando era soltero, porque despus l se cas y de ese primer matrimonio tuvo un hijo. Segn los informes que yo tengo, la primera esposa de mi padre se muri de consuncin y a consecuencia de la vida que l le daba. Tambin se muri, y tal vez asimismo por la falta de cuidados, el pequeo hijo que le qued de ese matrimonio. Maestra y estudiante notable, mi madre se especializ en Europa, en la organizacin de las Escuelas del Hogar1, y a su regreso al pas, vena entusiasmada y decidida a iniciar anlogas actividades en nuestro medio, fundando algo as como un Buen Pastor laico. Como ya lo dije, mi madre conoci a mi padre antes de irse a Europa, en donde permaneci dos aos. Antes de irse ya haba algo entre ellos, pero no por eso, mi madre abrevi su estada en Europa, donde cumpli todo su programa d trabajo y de estudio, y cuando mi padre la requera para que regresase, mi madre, segn me lo ha dicho, le contestaba que se casase nomsjsin esperarla, si tal era su deseo, porque ella estaba dispuesta a continuar as actividades a que la inclinaban su vocacin por los problemas de la enseanza.Mi padre era un ferviente admirador de las condiciones e inteligencia de mi madre, pero con esta particularidad, porque la quera, pero dir, con un egosmo atroz. Nosotros, los hijos, nunca representamos nada ni en el afecto rii en la vida de mi padre, cuando ms, le ramos indiferentes; nos toleraba... y digo que nos toleraba, cuando l andaba bien de relaciones con mi madre, pues, de lo contrario, nos insultaba, nos humillaba y a los ms chicos los castigaba, pareciendo como que l gozaba, con hacemos sufrir. Yo tengo una hermanita menor que tiene catorce aos, que a consecuencia de una enfermedad ha quedado retardada en su desarrollo mental; es muy nerviosa y todo es motivo para ella de profunda afectacin. Pues en esas circunstancias en que se encontraba mi hermanita, no era bice para que mi padre la mortificara de todas maneras durante las comidas o por cualquier motivo, y eso, como es natural, y en atencin a lo que dejo dicho, le haca mucho dao a la nia. Siempre nos miraba con profundo fastidio y nos reprochaba y retaba por el hecho ms insignificante, y aunque no nos castigaba muy a menudo, una vez me aplic un golpe de puo en la nariz que me desvi el caballete.Como ya dije, mi padre era egosta por naturaleza. Siempre nos echaba en cara a mi madre y a nosotros, el dinero que aportaba a la casa, y con respecto a m y a mi hermano Ariel deca que una vez que estuvisemos en condiciones de ganarnos la vida, no tendramos ms nada que hacer en casa, expresndonos claramente que nos echara. Nosotros nunca contamos para nuestro padre como deca, todo era oportunidad propicia para dedicarnos los ms soeces insultos. Todas las injurias que puedan imaginarse, yo las aprend de labios de mi padre. Recuerdo que cuando ramos nios, fui-

    1. R. S. tradujo del francs coles Mnagres por Escuelas del Hogar.

  • 48 Extraviadamos con nuestro padre al entierro de Jos Batlle y Ordoez2. Todos saben lo que fue aquello, y nosotros, impresionados por la enorme multitud, nos adentramos un poco en el gento porque queramos ver el fretro. Pues ese hecho banal, tan propio de la imprudencia o de la curiosidad de los nios, nos represent una de las ms acerbas reprimendas y castigos por parte de nuestro padre.Otra de las cosas que ms humillaban y mortificaban a mi madret casi desde el da que se cas con mi padre, eran los celos continuos de la que la haca objeto. A los pocos das noms de su casamiento le incendi unos zapatos y unas ropas porque deca que eran prendas indecentes. Despus le prohibi usar collares, porque tambin los estimaba inconvenientes, y como mi madre no le hiciera caso al principio l dej de usar corbata; y as sala a la calle, expresando que no volvera a ponrsela mientras mi madre usara collares.Al regresar de Europa mi madre, mi padre apresur mucho el casamiento, y creo que se casaron al mes de haber vuelto mi madre. A partir de ah ya le fue prohibiendo las visitas y ni siquiera le permiti que fuera a saludar a su maestra, la seora Mara Stagnero de Munar, de quien era discpula predilecta, ni a las autoridades escolares, ni a sus relaciones en general. As de a poco, fue estrechando el cerco de que la iba rodeando, al punto que no le dejaba visitar a sus parientes. De esa manera, las visitas se fueron alejando de mi casa. Cuando alguna vez alguien vena a visitar a mis padres y a nosotros, mi padre no permita que mi madre tomara parte en la conversacin, como es de prctica, y de acuerdo con su cultura; recriminndola cuando aquellas se retiraban porque se haba expedido mal en la conversacin o porque haba dicho inconveniencias. Cuando iban empleados de su Oficina a llevarle documentos para firmar, l no los introduca en la casa: los haca sentar en un banco del jardn y all noms los atenda; no permita que entraran los proveedores a la casa, y una vez se levant de madrugada y empez a revisar todos los rincones en busca de un supuesto amante de mi madre. Lleg a sospechar de su paternidad con respecto a mi hermanito menor y llenaba de vergenza a mi madre con esas sospechas infamantes.Y a todo esto, mi madre no haca ms que lavar, planchar, barrer, cocinar, atender nuestra ropa y la de mi padre y cumplir con todas las dems obligaciones y tareas de la casa; y todava le alcanzaba el tiempo para carpir la tierra y ocuparse del arreglo del jardn, sin que en cambio a ella le quedase un minuto libre ni siquiera para peinarse.Mi padre ocultaba los mritos y virtudes domsticas de mi madre; y cuando le preguntaban quien era que tena tan arreglado y tan lindo el jardn, deca que l se encargaba de ello, no obstante expresar en privado, que el laboreo de la tierra era una actividad interiorizante y plebeya. Deca tambin, que l no poda poner de manifiesto a sus amistades los mritos de mi ma-

    2. Don Jos Batlle y Ordez (1856-1929) fue en dos oportunidades presidente de la Repblica. Durante su gobierno se produjeron cambios socio-econmicos y polticos que determinaron los rasgos del Estado uruguayo en su modernidad. '

  • He sido yo que lo her 49dre, porque eso era una indecencia. La golpeaba pocas veces, pero en las grandes peleas la castigaba. Mi padre siempre ocultando los mritos de mi madre. Ella siempre sufriendo los insultos y las reiteradas amenazas de muerte de mi padre.Sienpre que la prensa daba la noticia de un marido que haba dado muerte a su esposa., mi padre aprobaba siempre la actitud del matador. Cuando se comentaba el crimen de La Ternera, y admitiendo la culpabilidad de Jos Saravia, mi padre siempre lo justificaba y le encontraba atenuantes, diciendo que haba estado bien y otras cosas por el estilo.Mi madre, que siempre fue una sacrificada, retribuy esa conducta egosta y despiadada de mi padre, colaborando con toda su inteligencia y dedicacin en la tarea de propiciar y obtener la superacin de mi padre en todos los rdenes de sus actividades; y es innegable que mi padre prosper y ascendi y lleg a gozar de un concepto en que antes no se le tena en su misma familia y entre sus amistades, desde que cont con el apoyo y la gua moral de mi madre. El se deca que era perfecto, que era bueno, que era un santo, que era un artista, pero en realidad, y dominando todos sus sentimientos, lo que yo creo, es que mi padre era un envidioso. Porque si envidiaba a todos los que se destacaban por sus mritos, a quien ms envidiaba era a mi madre. No pensaba ms que en ella, pero para anularla por completo y para absorberla pura y exclusivamente para l. El propsito de su vida fue anularla como mujer y como madre, para atribuirse ante nosotros todo el mrito de la formacin y la orientacin del hogar, y muchas veces nos deca, que cuando fusemos grandes, nos daramos cuenta de lo que l haba representado para nosotros y que mi madre era una mujer inferior y que no explicaba la adhesin y cario que le profesbamos.Creo que ya dije que a sus hijos no nos guardaba ningn afecto y sin rencor, que nunca se lo tuve, porque a lo sumo, por su manera de ser y por su conducta me lleg a ser indiferente, -puedo expresar que era un mal padre. Nunca tuvo palabras de estmulo para nosotros y de mi hermano Ariel, que indudablemente es inteligente, deca que era un pobre muchacho.Muchas veces mi padre y mi madre hablaban de divorciarse. Mi madre le deca entonces, que iniciase l el divorcio, porque ella bien saba que si se hubiese determinado a adoptar esa actitud, l, la hubiera matado. Tanta era la absorcin que mi padre pretenda ejercer sobre mi madre, que yo estoy completamente segura, que si l se hubiera sentido enfermo y corriendo riesgo de la vida, la hubiera matado antes de morir y sin importrsele lo ms mnimo el desastre que habra representado para nuestro hogar la falta de mi madre.As, y por todo esto que he dicho, yo llegu a la conviccin; a la evidencia ms absoluta de que mi padre iba a terminar con mi madre, ya sea matndola o'hacindola morir con los disgustos que le daba. Yo saba que todo iba a terminar mal para mam. Ella hasta ahora haba resistido, pero, ltimamente se dio cuenta que ya la cosa iba a la raz; y estaba siempre plida y tratando de ocultarme sus sufrimientos, cosa que no logr porque eso no poda pasar desapercibido para m. Ultimamente, persistiendo mi padre en sus injustificados celos, y en su mana de vigilar los movimientos y las

  • 50 Extraviadaactividades, an las ms insignificantes de la casa, haba manifestado el propsito de trasladar su dormitorio al comedor, con el objeto evidente de controlar desde all mejor la entrada a la quinta. Mi padre tema que yo y mi hermano estuvisemos quizs pronto, porque yo me estoy por recibir de maestra-, en condiciones econmicas y sociales de ayudar a nuestra madre, porque as ella resurgira a la vida de relacin, y eso se opona a su propsito invariablemente mantenido de anularla por completo. Porque este es el centro del asunto: mi padre siempre quiso anular a mi madre y absorberla para l solo y deca "que mam no era ms que de l.La tarde del hecho, pap y mam discutieron como siempre; pero mi padre evidenci que iba a dar un paso ms: dijo que trasladara el dormitorio al comedor. Dijo adems, que en su familia lo tenan por un mrtir. Que ese da le haban preguntado sobre los exmenes que yo haba dado y que l no haba sabido qu contestar y que entonces le dijeron que eso era una vergenza. Mam le contest: pero t no les dijiste las otras cosas que pasan en casa- Yo vi que mam perda terreno; en eso de que vea de que con bondad no poda contener a mi padre. En ste momento yo sub a la planta alta a buscar un revlver que estaba encima de una biblioteca; tom el arma, la dej en mi armario y regres al piso bajo. Cuando llegu, vi que mi padre se iba al tiempo que le gritaba a mi madre con odio: te voy a reventar... Te vas a estrellar contra una piedra... voy a armar un escndalo que va a salir en los diarios. En ese momento, yo sub a mi pieza; tom el revlver y baj. Mi padre ya haba regresado hacia la casa y as, siempre gritando y gesticulando hizo varias veces el trayecto entre la salida y la entrada. Mientras tanto, yo me qued en el jardn, mirando, pero ya sia-oir o por lo menos sin entender lo que deca mi padre, y lejos del grupo que formaban mi madre y mis hermanos, para que no fuera a herir a alguien, y cuando por ltima vez mi padre sala furioso como una fiera y se encontraba en la escalera de salida, hice fuego contra l. Eso no fue un asunto del momento. Como lo dije, esas cuestiones venan obrando en mi nimo desde mucho tiempo atrs. Me movi la desventura de mi madre y la seguridad.de que mi padre la iba a matar.

    P. A qu distancia se encontraba su padre y en qu posicin cuando la declarante hizo fuego contra l.

    R. Me encontrara a unos cinco metros de l y me daba el frente.P. Quines tienen conocimiento del carcter y temperamento de su padre.R. Sobre eso podran declarar el seor Luisi de la Direccin de Avalos; el

    Ayudante de mi padre, seor Bonnevaux, tambin de esa direccin, o el arquitecto Diego Noboa Curraz.

    P. Qu explicacin tenan para la declarante los celos de que sufra su padre.R. Eran completamente injustificados; mi madre por su conducta nunca pudo

    dar mrito a ello.P. Qu personas tendran conocimiento de los celos de su padre y de las inte

    rioridades de su hogar;

  • He sido yo que lo h er 51R. Como estas cuestiones no trascendan al exterior, por el momento slo se

    me ocurre nombrar al seor Noboa Curraz.P. Si reconoce el arma que se le exhibe, un revlver marca Automatic, cali

    bre 38 mm.R. Que s y que es la misma arma que emple en el hecho.P. Si tena motivos de resentimiento para con su padre y si obr impulsada por

    odio o venganza.R. Contra mi padre yo no tengo ningn agravio. Las cosas que personalmente

    a m me hizo, las perdonaba y olvidaba; no ocurra lo mismo con las afrentas y vejmenes de todo orden que infera a mi madre; es cierto que llegu a no quererlo, pero nunca lo odi ni me impuls el odio ni la venganza.

    P. Si antes de ahora ha estado presa o procesada.R. Es la primera vez.P. Si tiene algo ms que agregar.R. Por ahora, nada ms, seor Juez.

    Leda se ratifica y firma con el seor Juez, por ante m, de lo que doy fe.

    Dos das despus, el 14 de diciembre, Iris es trasladada al Establecimiento Correccional y de Detencin para Mujeres, donde sedice que permanecer presa e incomunicada.Segunda declaracinEl da 17 de diciembre se la hace comparecer en el Juzgado. Es su segunda y ltima declaracin ante el Juez, en la audiencia de ratificacin.

    En Montevideo, a los diez y siete de Diciembre de mil novecientos treinta y cinco, estando en audiencia el seor Juez Ldo. de Instruccin de segundo turno, asistido del autorizante, se hace comparecer a la procesada en esta causa, quien en presencia de su Defensor el Dr. Carlos A. Carrara, manifiesta llamarse: IRIS CABEZUDO SPOSITO, y tener su filiacin en autos.

    P. Quin la aprehendi, dnde, cundo y por qu causa.R. Que fue detenida por un funcionario policial el jueves pasado, a las dieci

    nueve horas aproximadamente, en su domicilio, por las causas que explic al seor Juez en la declaracin prestada en la Comisara seccional, el da en que dispar varios tiros contra su padre, Lumen Cabezudo.

    P. Si prest la declaracin que luce a fs. 2 y siguientes de estos autos, a la que se le da lectura; si se ratifica, y si tiene algo ms que agregar.

    R. Que prest esa declaracin y que se ratifica, teniendo que agregar; que a su padre en la poca anterior al matrimonio todos lo conocan por peleador e impositivo, y eso l mismo lo deca, porque antes no ocultaba su modo de ser, porque no pensaba que eso le pudiera hacer mal en lo futuro. Cuando la conoci a mam, ella estaba discutiendo con una persona y l sali expresamente para discutirle, y pretender anular el pensamiento