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GRECIA PRIMITIVA:.,,A EDAD D E BRONCEY LA ERA ARCAICA^

. 1. Finley

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F i n l e y , M . I .

G r e c i a p r i m i t i v a ; L a edad d e b r o n c e y l a e r a a r c a i c a / M .1 . F i r i l e y ; t r a d . p o r D e l i a M a u n á s . — 3 a ed . de l a e d i c i ó n e ni n g l é s d e 1 9 70 . — B u e n o s A i r e s ; E U D E B A , 1987.

224 p . — (Lec to r e s )B i b l i o g r a f í a p . 2 1 1 - 2 1 5

I S B N : 950 -23 -0368 -7

S i s t e m a s d e B i b l i o t e c a s y d e I n f o r m a c i ó n

LECTORES 123

G R E C I A P R I M I T I V ALA EDAD DE BRONCEY LA ERA ARCAICA

M. I . Finley

EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES

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T i t u l o de l a o b r a o r i g i n a l :Early Greece: the Brome and Archaic Ages

C h a t i o a n d W i n d u s , L o n d r e s , 1 9 7 0

T r a d u c i d a p o r

Delia MaunásR e v i s i ó n t é c n i c a d e

A me lia Aguado

EUDEBA S. E . M .Fundada por la Universidad de Buenos Aires

© 1987

EDITORIAL UNIVERSITARIA DE B U E N O S A I R E SSociedad de Economia MixtaRivadav i a 1571/73Hecho e l d e p ó s i t o qu e m a r c a l a l e y 1 1 . 7 2 3ISBN: 950-23-0368-7I M P R E S O E N LA A R G E N T I N A

A

Robert CookyGeoffrey Kirk

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P A L A B R A S DE A G R A D E C I M I E N T O

El autor y los editores agradecen a las siguientespersonas el haberles permitido citar material sujetoa la legislación de prop iedad intelectual: ClarendonPress, Oxford, po r P i n da r , d e C . M . Bowra; Cambrid-

ge University Press, por The Presocratic Phi loso-phe rs , de G. S. Kirk u J. E. Raven; William Heine-mann Ltd. y Harvard University Press, por W o f k sand Days , traducción de H. G. Evelyn-White, de laedición de Hesíodo de The Loeb Univ e rs i t y Library.La figura 1 está reproducida de The Palace ofM i n o s de Sir Arthus Evans, con autorización delos Fideicomisarios de los Bienes de Sir ArthurEvans; la figura 3 de Ceras Keramopoulou deMarínalos, con autorización de Murtides, Atenas;las figuras 4a y 4b de A Companion to Homer de

Wace y Stubbings, con autorización de Macmillan.La figura 2 está basada en las tablas de The De-c i p h e r m e n l of L i n e a r B de /. Chadwick, Cambrid-ge University Press y de Th e Loca l Scr i p t s of A r-chaic Greece de L. H. Jeffrey, Clarendon PressOxford. La figura 4d está reproducida con auto-rización del Museo de la Agora de Atenas. Lafigura 4c está tomada de Furtwangler-Losche yla figura 4e de Wide.

Las láminas la y le están reproducidas por cor-

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tesía del Museo Ashmolean de Oxford; la láminaIb del Museo Nacional de Atenas; las láminas Hay III de Hirmer Verlag, de Munich; la lámina liede Lord William Taylour; las láminas Hb y IV,del Instituto Alemán de Atenas.

1C

P R Ó L O G O

Si es que existe una diferencia entre historia yarqueología, este libro es una historio de la Greciaprimitiva. La mayor parte de las pruebas son ar-queológicas, y hemos tratado de precisar, en lamedida que pudimos hacerlo dentro del espaciodisponible, el estado actual de nuestros conoci-mientos. Pero el testimonio no es un fin en simismo; nuestra preocupación principal ha sido elanálisis y las conclusiones históricas y no la in-vestigación arqueológica. (N o decimos "la narra-ción", porque eso no es posible de lograr en elsentido común de la palabra.)

Hemos tratado los mismos temas en dos capítu-los que escribimos para la Fischer Weltgeschichte,tomos 3 (1966) y 4 (1967), publicados en alemán.Se los amplió y volvió a redactar y en la parte dela Edad de Bronce este trabajo fue casi completo.

La cantidad de cambios no sólo refleja el volumende los nuevos descubrimientos arqueológicos, sinotambién nuestra propia revisión acerca de mu-chas de la s cuestiones históricas. Weidenfeld andNicolson y la Delacorte Press, poseedores respec-tivos de los derechos ingleses y norteamerica-nos, de Fischer Weltgeschichte, nos han autori-rado gentilmente a utilizar como deseáramos nues-tro texto original.

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Mi cálido agradecimiento a los amigos — A. An -drewes, R. M . Cook, M. C. Greenstock y G. S .Kirk— qu e leyeron y criticaron el manuscrito; aJ an Bouzek de la Universidad de Carlos en Pragaque me permitió leer el manuscrito de su libroHome r i s ch e s Griechenland próximo a ser publi-

cado, y a mi esposa por-su permanente ayuda.M. I. F.

Cambridge, 20 de mayo de 1969

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ADVERTENCIA SOBRE LOS NOMBRES

PROPIOS1

No nos hemos esforzado en ser demasiado rígi-dos al pasar al inglés los nombres propios griegos,ya sea de personas o de lugares. En los casos enque los nombres actuales de lugares son notable-mente distintos de los antiguos, hemos dado losequivalentes en la primera aparición, haciendo lopropio en el índice. Los nombres de lugares de

la Edad de Bronce son a menudo desconocidos.El empleo de nombres griegos posteriores no debetomarse como una indicación de que esos mismosnombres ya se utilizaban en épocas anteriores; aveces puede demostrarse que en realidad no eraasí, y existen algunos e j emp l o s , señalados en elcapítulo sobre Creta, en que el único método deidentificación posible es el empleo de un nombremoderno.

1 Advertencia del original en inglés (N. de la E - ) .

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LA EDAD DE BRONCE

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CAPITULO I

INTRODUCCIÓN

En el estudio de la historia primitiva del hom-bre, lo que se observa con mayor claridad y másrápidamente es su progreso tecnológico. Ésa esla razón por la cual existe la norma de larga tra-dición que consiste en dividir la historia antiguaeh grandes períodos de acuerdo con los materialesduros con que se fabricaban herramientas cortan-tes y armas: piedra, cobre, bronce, hierro, en eseorden. Luego, conforme aumentó el conocimientodel pasado, los períodos largos se subdividieron dedistinta forma. Cuándo se advirtió, por ejemplo,que en determinado momento la técnica utilizada

para" dar filo al pedernal y demás piedras habíapasado del talladq^al pulido, la Edad de Piedra sedividió en Antigua (Paleolítico) y Moderna (Neo-lítico). Pronto se hizo necesario hablar de Paleo-lítico Inferior, Medio y Superior (o Avanzado),de un período Mesolítíco Intermedio, de BroncePrimitivo y Tardío, y así sucesivamente. De lamisma manera se diferenció cada edad de acuerdocon la región o civilización. Se creó así una no-menclatura cuyo uso persiste a pesar de que cada

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vez se tiene más conciencia de que ella es pocoadecuada e incluso de que tiende a confundir. Des-pués de todo, si bien la madera, el hueso, la arci-lla para alfarería, las pieles y los textiles son mate-riales igualmente importantes, también es ciertoque no duran lo suficiente como para subsistir

hasta nuestros días. Su aplicación traspasa la líneade evo luc ión de piedra-bronce-hierro y deben ig-norarse en el esquema convencional. Además, enel curso de las edades tradicionales se han produ-cido profundos cambios en la economía, en la es-tructura social y en el poder político. En la actua-lidad se coincide, por ejemplo, en que el signofundamental que señaló la división entre el paleo-lítico y el neolítico fue la introducción de la agri-cultura y no un cambio en el método de trabajarel pedernal. Por último, hubo escalas de tiempom uy d i f e r e n t e s en el progreso tecnológico y social

de las distintas regiones de Europa y de Asia occi-dental, por no mencionar los demás continentes.

Llegado a este punto (y volveremos sobre elm i s m o más adelante), hay que reconocer que aúnson necesarias algunas de esas normas para rese-ñar los miles de años de la prehistoria. El inves-tigador actual sólo cuenta con las pruebas arqueo-lógicas o restos materiales para estudiar la épocaanterior al descubrimiento del arte de la escrituray su empleo por parte de una civilización deter-m i n a d a para registrar sus actividades, creencias e

his tor ia . No dispone de agrupamientos lingüísticoso nacionales, ni de dinastías reales o f o r m a s degobierno, ni tampoco de revoluciones o guerraspara u t i l i za r l o s como elementos de clasificación.A s i m i s m o , no tendría sentido dividir por siglos elperíodo desde el 40.000 hasta el 4.000 a.C. Enrigor, el f i n a l de la prehistoria no tuvo lugar an-tes del 3000 a.C. aproximadamente en la Mesopo-tamia (actual Irak) y Egipto, del 2000 a.C. en

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Asia Menor y Siria y del 1000 a.C. en Grecia, pro-duciéndose aún más tarde en todas las demásregiones situadas hacia el occidente. Para ser másexactos, ésas son las fechas, aproximadamente, enque la prehistoria se convierte en historia. El em-pleo (y supervivencia) de la escritura fue por largo

tiempo tan restringido que las pruebas arqueoló-gicas continúan siendo esenciales y a menudo pre-dominantes.

En Grecia la Edad de Bronce comenzó alrede-dor del 3000 a.C. o poco después de esa fecha, araíz de la adopción de las técnicas que se habíandesarrollado en zonas situadas más hacia el orientey no por invención propia. El hecho de que sehubieran producido migraciones hacia Grecia esincierto y" muy discutido. No se puede pretenderque ellas den cuenta de la llegada de los metalespero no existe la menor duda de que ello fueposible: el mar Egeo era una ruta por la queviajaban hombres e ideas incluso en los. primerostiempos neolíticos (y quizá mucho antes). Losgranos cultivados y los animales domesticados quemarcan la iniciación de la Era Neolítica fueronimportados de Oriente, presumiblemente del AsiaMenor. No puede determinarse en qué f o r m a via-jaron, pero, en la misma época (en el 6000 a mástardar), el vidrio volcánico negro llamado obsidia-na que se usaba para herramientas en una regiónque se extendía desde el sur de Macedonia hasta

Creta provenía en su totalidad de la isla de Melos(como resulta del análisis espectográfico de loshallazgos).1 No obstante, en la misma Melos nose han encontrado todavía vestigios de poblacio-nes tan antiguas. Por lo tanto, parecería que el

1Véase C. Renfrew y col., "Obsidian in the Aegean",Annual o f the Brítish School at Athens,rí>60 (1965), págs.225-247.

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hombre neolítico primitivo de Grecia continental(y, por supuesto, también de Creta) se sentía losuficientemente cómodo en el mar como para visi-tar Melos con regularidad a fin de explorar suscanteras de obsidiana. De ser así, las primierasplantas y animales domesticados podrían haber

llegado por el Egeo en vez de por tierra y másprobablemente acompañados a una auténtica mi-gración que sin ella. En consecuencia, el hechode que el arte de la metalurgia siguiera el mismocamino 300 años después constituiría un meroacto de rutina.

La península griega, en síntesis, no era una uni-dad aislada. En realidad no lo ha sido en modoalguno hasta hace poco tiempo (e incluso en laactualidad no existe acuerdo acerca de los límitesde "Grecia"). Tanto en el período prehistóricocomo en el histórico, Grecia formaba parte de uncomplejo egeo más amplio .que abarcaba Greciacontinental, las islas (incluyendo Creta y Chipre)y la costa occidental de Asia Menor. En términosgenerales, esta región compartía un mismo clima y "terreno, con recursos similares y poseía, por lotanto, idéntico sistema de vida. A causa de suubicación, el mundo egeo servía también comopuente, por un lado, entre Egipto y el CercanoOriente, y, por el otro, entre Europa oriental y cen-tral.

La ocupación de Grecia por el hombre se re-monta, 'según estudios recientes, a la Era Paleolí-tica Media, 40.000 años atrás (fecha ésta suminis-trada por una muestra de carbono de Epiro).Se ha descubierto un cráneo tipo Neanderthal enCalcídica, al este de Macedonia, habiéndose en-contrado asimismo concentraciones de restos paleo-líticos en Macedonia occidental, Epiro, Corcira(actual Corfú), la llanura de Tesalia, Beocia y elnoroeste de Olimpia, en Elida. No obstante, sola

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e n u n o d e estos s i tos —en Epiro debajo de lioan-n i na— se observan signos de población constantehasta el Neolítico y la Edad de Bronce. La cerá-mica neolítica muestra allí similitud con hallazgosprovenientes de Italia y no de otros sitios de Grecia,como por ejemplo Nueva Nicomedia en Macedonia.Casi todos estos descubrimientos se han producidodesde f i n e s de la década de 1950, por lo tantocarecería de sentido en la actualidad generalizaracerca de la duración del Paleolítico griego o dis-cutir su s orígenes y conexiones. No s e h an halladorestos paleolíticos en Nueva Nicomedia, por ejemplo,lugar en que existía alrededor del 6200 (fechaextraída también de una única muestra de car-bono 14) una población que cultivaba trigo, ce-bada, lentejas y arvejas, que al m i s m o tiempocriaba ovejas , cerdos, cabras y ganado vacuno yfabricaba canastos y cuatro estilos de cerámicas

diferentes. Da la impresión de que en Nueva Nico-media se practicó, desde los primeros días de suexistencia, toda la gama de las artes nuevas, mien-tras que otros centros neolíticos primitivos, como'Sesklo en Tesalia, atravesaron por una f a s e prece-jámica. Cada nueva excavación suministra másvariaciones y enigmas, demostrando una y otra vezque, dentro del complejo griego en general (porno mencionar el egeo), la variación es parte esen-cial de su prehistoria. Sin embargo, como suelesuceder cuando dependemos exclusivament e de

objetos materiales para recopilar información, lasrazones de este fenómeno, se nos escapa.

Las regiones conocidas del neolítico primitivodonde se fabricaban ob j e to s de cerámica y se prac-ticaba la agricultura están tan diseminadas queresulta fácil llegar a la conclusión de que estasi n n o v a c i o n e s fundamentales f u e r o n llevadas a Gre-cia por una migración (o m i g r a c i o n e s ) . Estasprimeras poblaciones eran pequeñas, aproximada-

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mente de cien habitantes, y sus viviendas —cons-tituidas por un único cuar to— se encontraban dis-persas dentro del área del pueblo, diferencián-dose así de los densos y atestados poblados delCercano Oriente. Los tres mil años siguientes evi-denciaron un aumento considerable de la pobla-ción, lo que queda demostrado por la apariciónde nuevas áreas habitadas así como por la mayordensidad de lo s pobladores antiguos. El crecimien-to y el desarrollo se manifestaron de f o r m a s dife-rentes: en la proliferación de las variedades dealimentos, en el refinamiento y la mayor especia-lización de herramientas y armas, en la cerámicay su decoración, en el transporte y en la arqui-tectura. Si las deducciones extraídas del estudiode otras comunidades agrícolas primitivas y másconocidas son válidas, cabe suponer que también

existió cierta división del trabajo (que no eraposible en sociedades que vivían de la caza y larecolección de alimentos) y un principio de estra-t i f i cac ión social. A s i m i s m o , se produjeron cam-bios decisivos en el medio ambiente f ís ico, no todosn e c e s a r i a m e n t e favorables en última instancia, cau-sados por el desmonte de los bosques, por los cul-tivos continuos y el constante uso del terreno parapastoreo.

Por último, cerca del 3000 a.C., comenzaron autilizarse los conocimientos metalúrgicos que es-

taban ya muy avanzados en el Cercano Oriente,pero en los siglos inmediatamente posteriores losobje t os de metal continuaron siendo rarezas en elEgeo. En algunas regiones como Creta casi nose ha encontrado ninguno. La mayor parte deés tos — de bronce, plomo o p l a t a— consistía e n a r -mas, piezas decorativas u objetos relacionados qui-zá con la religión. Las herramientas de metal ape-nas si aparecen, y en tal caso corresponden al arte-sano y no al agricultor. En síntesis, el metal

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comenzó siendo un lujo en el mundo egeo y, sibien tuvo una vigencia considerable, se suponeque resultaba accesible a la clase social más pu-diente que había surgido durante el período Neo-lítico precedente. La piedra, la arcilla refractaria,el hueso y la madera continuaron siendo los mater

ríales duros (y es bueno tener en cuenta que nun-ca fueron desplazados totalmente) hasta que, porúltimo, en la segunda mitad del tercer milenio, seprodujo en todo el Egeo un marcado aumento enla cantidad cíe metal utilizado, así como en la es-cala de su empleo en la producción,

La llegada de la verdadera era de los metalesintroduj'o problemas radicalmente nuevos. La so-ciedad que depende de ellos, incluso en formaparcial, debe hallar un lugar dentro de su estruc-tura social para un nivel de especialistas que

antes no necesitaba y debe ocuparse activa y cons-tantemente de obtener estas escasas materias pri-mas. El mundo egeo es pobre en metales. Paralas reducidas necesidades de sus primeros arte-sanos metalúrgicos quizá habría bastado con suspequeños depósitos aislados. Algunos de éstos hansi'do localizados en exploraciones contemporáneas,pero no en todos los distritos donde se efectuaronhallazgos de obj'etos de metal. Conforme crecióla demanda se hizo necesario importar estaño ycobre (y posteriormente hierro). Al principio se

los traía de otras sociedades más avanzadas en eluso de los mettales pero más tarde fue necesariorecurrir a Europa central y occidental. La segundaetapa fue particularmente complicada pues im-plicó que los pueblos del Egeo debieron efectuarellos mismos los cáteos, organizar luego las minasy la fundición, y capacitar a los hombres del lugaren técnicas que no poseían, teniendo finalmenteque transportar el cobre o el estaño a largas dis-tancias. Hay pruebas arqueológicas de la existen-

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cía de minas de cobre en Transilvania (en losCárpatos del sudeste) y en España que datan deantes del 2000 a.C., cuyos responsables deben serlos exploradores de Anatolia o del Egeo. Inclusose ha formulado una hipótesis atractiva sobre Tro-ya, donde se practicó la metalurgia desde la pri-mera población, en el sentido de que ésta debeparte de su primitiva prosperidad a su ubicaciónprivilegiada sobre la ruta de los metales entre elAsia Menor, el mundo egeo y el Danubio inferior.

El rápido desarrollo de las industrias metalúrgi-cas locales puede demostrarse ocasionalmente enmuchas zonas egeas por la presencia de depósitosde escoria y otros vestigios de verdaderos talle-res, pero con más frecuencia por las variantes en'el estilo y en la técnica de los productos termina-dos. También está probado arqueológicamente elintenso comercio que se practicaba dentro del Egeo

en contraste con los siglos precedentes. Los pue-blos y aldeas que perduraban desde épocas ante-riores tienen ahora un aspecto de mayor solidez"urbana" —algunos de ellos cuentan con murallasde piedra— y están situados preferentemente so-bre colinas bajas o lomas próximas al mar o a loslagos interiores. Pero éste es el único indicio queposeemos de que el aumento de la riqueza, lamayor especialización y los varios requerimientosdel comercio exterior de los metales tuvieron, enconjunco, un efecto significativo en la organización

y la estructura de las clases sociales. Ni siquieraexiste ei menor indicio acerca de las relacionespolíticas entre las distintas comunidades.

Resulta tentador tratar de llenar las lagunas denuestro conocimiento sobre la base de losdesarrollosmas ~ menos contemporáneos de Egipto o ae ia Me-sopotamia, pero tenemos que abstenernos decidida-mente de intentarlo. No hace falta más que echaruna mirada a los informes arqueológicos para

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comprobar con qué rapidez las civilizaciones delCercano Oriente habían aventajado totalmente alas del Egeo en el tamaño y la complejidad delas comunidades individuales (y en los objetos queéstas fabricaban), así como en la extensión de supoder hacia las regiones circundantes. Ni siquieraTroya es una excepción valedera. Debemos apro-ximarnos a los grandes palacios de Creta despuésdel 2000 a.C., para encontrar apenas los primeroshallazgos realmente grandiosos del mundo egeo.2

Además, por sobre todo esto nos encontramos conla ausencia de cualquier forma de escritura y,cuando ésta hizo finalmente su aparición en Greciay Creta, tuvo una difusión lenta e incompleta(nunca llegó a Troya, por ejemplo) y su empleofue tan restringido que aún es correcto hablar deprehistoria y no de historia en los siglos en quese usaban las escrituras Lineales A y B (tratadas

en los caps. IV y V) para los registros de palacio.La ignorancia de la lectura y la escritura, que

ya es una limitación* bastante seria para la socie-dad misma, resulta frustrante para el historiador.Los "conocimientos" de toda la prehistoria delEgeo pueden contarse con los dedos de la mano.Se los conoce únicamente a través de mitos y tra-diciones muy posteriores y son, en el mejor delos casos, muy problemáticos, según veremos másadelante. La arqueología revela los cataclismos,pero no puede informar acerca -d e las circunstan-

2 Para poder determinar su tamaño, Stuart Piggott, /\n-cient Europe (Edinburgh University Press; Chicago, AldinePress, 1965), pág. 122, ha hecho estos inte resante s cálculos:Troya Ií encajaría detro del círculo del terraplén de la pri-mera fase de Stonehenge; el palacio mesominoico de Malliaen Creta es casi igual, por su tamaño, a la villa romana deWoodchester en Oxfordshire; el palacio de Pilos abarca apro-ximadamente la mitad de la superficie de la población de laEdad de Hierro de Glastonbury, en Somerset.

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cías concurrentes o de las personas que tuvieronparticipación en ellos, aun cuando en unos pocoscasos importantes puedan hacerse deducciones ge-nerales con un margen considerable de proba-bilidad. Asimismo, se advierte la falta de perso-nalidades individuales no sólo debido a la natu-

raleza de los escasos textos escritos, sino tambiéna la ausencia notable de monumentos. No se en-cuentran obeliscos con hermosas incripciones; nilos palacios ni las tumbas presentan estatuas opinturas murales que puedan compararse con lasde los omnipresentes gobernantes, nobles, guerre-ros, escribas, sacerdotes y dioses del Cercano Orien-te. Los gobernantes de Cnosos, Misenas y Trovadescuidaron perpetuar su memoria. Estamos enlibertad de creer, si así lo deseamos, que los reyesMinos de Cnosos, Agamenón de Micenas y Pría-

mo de Troya fueron personajes históricos y nofiguras de leyenda. Sin embargo, no se ha en-contrado ninguna representación de ellos en ellugar y ni siquiera figuran sus nombres en unalápida o la piedra de un anillo de sello.

La consecuencia derivada de todos estos puntosnegativos es una gran frustración y la incertidum-bre acerca de la cronología. Entre los objetos fe-chados provenientes del mundo egeo, algunos delos cuales tienen un valor incalculable, no hay unosolo que no sea importado. Por lo tanto, todas

las fechas son arqueológicas. La cronología relativase establece con la base de la evolución estilísticade la alfarería y a los estratos o capas de los yaci-mientos de cada zona en particular. Se f i j a n en-tonces los pivotes, o fechas "absolutas", mediantesincronizaciones, que hacen posibles a su vez losobjetos importados y exportados, con algunas fe-chas conocidas de Egipto y Siria. Dicho en formaesquemática, el método básico consiste en distri-buir una cantidad de estilos de alfarería —Micéni-

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co III A, B y C, por ejemplo— en un período dadode años que se estima de acuerdo con el númerode objetos recuperados y la duración del cambioestilístico. Los desarrollos arquitectónicos sumi-nistran un elemento de comprobación adicional.Además, en caso de que haya, por ejemplo, objetos

egipcios que admitan la determinación de unafecha, la escala de tiempo relativa puede tradu-cirse a fechas reales.

El punto más débil de este procedimiento radi-ca en la imposibilidad de fijar con suficiente pre-cisión el momento en que se producen los cambiosde estilos y de técnicas de alfarería y de fabrica-ción de otros objetos, así como los de estratifica-ción. Siempre debe contemplarse un margen deerror, incluso en las nuevas pruebas científicascomo la de carbono 14. Sin embargo, aun cuando

un margen de 100 años pueda parecer poco impor-• tante cuando hablamos de un milenio o más, nodebemos olvidar que ese período cubre tres gene-raciones humanas completas. De ahí que un errorde tal magnitud pueda originar ideas falsas acercadel crecimiento, cambio o migración en cuestión,multiplicándose los riesgos cada vez que se con-frontan dos o más culturas. Por lo tanto, cuandolos arqueólogos dan fechas tan precisas como 1440ó 1270 a.C., es porque están excediendo los límitesde lo razonable y envolviendo sus cálculos en unhalo falso de certidumbre,

aceptados estos limites. !„. "_.JLaS aproximadasresultan útiles y verdaderamente indispensables.La sección dedicada a la Edad de Bronce en elcuadro cronológico del comienzo de este volumenpresenta una sincronización de Grecia, Creta, Chi-pre y Troya. Lo único que preténdeme • con ellaes que refleje un esquema que muchos ai -ueólogosaceptarían como razonable, dado el estí, " - » actualde los conocimientos. A raíz de un convenciona-

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lismo inofensivo, los períodos se denominan He-ládico en Grecia, Minoico en Creta y Cicládico enlas islas del Egeo central (aunque hoy se cuestio-na la validez de este último como categoría). Porotra norma convencional aparece una nueva divi-sión en tríadas doblesj Primitivo, Medio y Tardío,

estando cada una de éstas a su vez subdivididaen I, II y III. Si bien así puede crearse un cuadroestéticamente agradable, a pesar de la desigualdadde tiempo entre el Heládico, el Minoico y el Ci-cládico, y detectarse a veces con bastante claridadel período inicial, medio y final de cada etapa,debemos considerar que, por otra parte, este sis-tema no ofrece suficientes garantías para muchossitios y ha conducido a la aplicación de métodosbastante violentos para forzar la ubicación de unaprueba evidente y molesta dentro de un marco que

se creó en los primeros tiempos de la arqueologíaegea. Para los sitios aislados, el mejor procedi-miento es el adoptado por los excavadores de Troyay de otras ciudades, que consiste en numerar cadaestrato por orden, comenzando con I y prosiguien-do así mientras resulte necesario, pero para lasregiones más extensas es preferible un esquemamás general. Las tríadas convencionales se man-tienen en este libro por razones de referencia yaque por el momento no existe otra alternativa.

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r

CAPITULO II

LA "LLEGADA DE LOS GRIEGOS"

La debilidad de esta división convencional y ex-

cesivamente simétrica de la Edad de Bronce entríadas y subtríadas resulta evidente al admitirseque la interrupción más abrupta y extensa de lacronología arqueológica se produce entre el He-ládico Primitivo II y III y no al comienzo delHeládico Primitivo I o en la transición del Helá-dico Primitivo al Medio (generalmente ubicadoalrededor del 1900 a.C.). En una f e ch a que puedeprecisarse por los hallazgos de alfarería en lasproximidades del 2200 ó 2100, se observa una des-trucción más o menos completa en varios lugaresimportantes de la Argólida — L e r n a , Tirinto, Asine,Ziguriés, probablemente Cor in to— y el Ática, cuyosefectos parecen haber alcanzado también a lasCicladas. Todavía no se ha determinado la am-plitud que esta devastación pudo tener en Grecia.Si bien no fue universal, tampoco podemos consi-derar mera coincidencia el hecho de que el incen-dio y la destrucción acontecidos en los últimossiglos del tercer milenio resulten igualmente evi-dentes atravesando el Egeo, en Troya II, más al

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su r —cerca de l nacimiento del r ío Meandro- • e nBeycesultán, y en muchos otros lugares, inelusoen Palestina.

La palabra "interrupción" debe entenderse ensu sentido más amplio. A pesar de que los infor-m e s arqueológicos están repletos de cambios de

todo tipo, no es frecuente encontrar en ellos unoque, abarcando una extensión semejante, sea tan

2. Grecia en la Edad de Bronce

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masivo y abrupto como el que se produce en estaépoca en particular. En Grecia no se ha de- pro-ducir n-.ida comparable a éste hasta fines de laEdad de Bronce, rnil años más tarde. Centros que,para su tiempo, eran ricos y poderosos y que ha-bían tenido una larga trayectoria de estabilidady continuidad, prácticamente se derrumban y losque les siguen difieren radicalmente en escala ycategoría. La arqueología no puede, como reglageneral, asignar nombres a las personas ni precisarel contenido de un desastre pero, en esta combina-ción particular de desastres, es legítimo pregun-tarse si éstos no son testigos de la llegada conco-mitante — a las orillas occidental y oriental respec-tivamente del Egeo— de inmigrantes que habla-ban una forma primitiva del griego y de pueblosque hablaban otras lenguas indoeuropeas interre-

lacionadas: el hitita, el luvi y el palavi.Existe una comprensible falta de interés en plan-

tear esa pregunta en forma tan directa. La ten-dencia a poner en un plano de igualdad lenguajey raza desquició el estudio de la prehistoria y dela historia desde que se descubrió que las lenguasenropeas, asiáticas y norafricanas pueden clasifi-carse en "familias" de acuerdo, en principio, consus similitudes estructurales (que a menudo sólopuede captar un experto luego de un análisis pro-fundo ). La gran familia indoeuropea incluye las

lenguas antiguas de la India (sánscrito) y Persia,el armenio y las lenguas eslavas; varios idiomasbálticos (como por ejemplo el lituano), el griegoy el albanés, las lenguas itálicas, entre las que se-encuentran el latín y sus descendientes modernos,el grupo céltico, del que aún hoy mantienen ciertavitalidad el gaélico y el gales, las lenguas germá-nicas y varias lenguas .muertas que se hablabanen los Balcanes (como el ilirio) o en el Asia Menor(como el hitita y el frigio). Los investigadores

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rserios ya han abandonado la concepción román-tica (o peor calificada) de una "raza indoeuropea"que, con su temperamento, costumbres e institu-ciones características, habría arrasado la zona reem-plazando las culturas que encontraba a su pasopor la propia, que sus integrantes traían a su vez

de una hipotética cuna original. Ni en Grecia nien Asia Menor hay pruebas que justifiquen nadasemejante. Las instituciones y la cultura del granImperio hitita, que en la segunda mitad del se-g u n d o milenio controló el Asia Menor y extendiósu influencia aún más lejos, sobre las que tenemostantos documentos ( e n la escritura cuneiforme quelo s hititas adoptaron de Babilonia), eran productode desarrollos acontecidos en Anatolia ( A s i a Me-nor) y no algo totalmente preexistente y llevadoa esa región en su conjunto por una única migra-

ción conquistadora. Es probable que en Greciasucediera lo mismo en el período posterior al 2200a.C., pero no contamos con documentos anterioresa las tablillas % de Lineal B.

N o obstante, llegado a este punto todavía quedaun d i f í c i l aspecto de la realidad por tener en cuen-ta. Se avecinaba el momento, muchos antes def i na l i za r el primer milenio a.C., en que gran partede Europa y distritos extensos de Asia Occidentaly Central hablarían una u otra lengua indoeuropea.Estas lenguas no eran nativas de toda esta vasta

región desde tiempos inmemoriales y hay pode-rosas razones para creer que habían tenido rivalesdentro de su propio territorio en el transcurso dela Edad de Bronce (cosa que, para los tiemposhistóricos, puede probarse en algunas zonas). Porlo tanto, no podemos eludir la conclusión de quehubo algún movimientos de pueblos implicada ene se proceso. La arqueología ha sugerido — y podríadecirse que ha de m os t r a do— que el último mapalingüístico no es la resultante de un movimiento,

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sino de varios, acaecidos en períodos diferentes,provenientes de centros distintos y que tomarondirecciones diversas. N o ha y otro motivo que ex -plique, por ejemplo, la gran a f i n i d ad existentedentro de la familia indoeuropea entre el sánscritoy el lituano.

Uno de estos movimientos parece r e f l e j a r s e enl as grandes destrucciones de Grecia, Troya y otrosl u g a r e s de Anatolia a f i n e s del tercer milenio a.C.Pero no hay m o d o en la actualidad de compro-bar esta hipótesis. Con frecuencia las pruebas ar-queológicas no pueden iluminar directamente lah i s t o r i a de los idiomas y dialectos e incluso sobremigraciones que se conocen a través de otras fuen-tes o de deducciones indiscutibles. Por ejemplo,n o h a y u n so lo ras tro arqueológico incontestablede los dorios, ni durante la migración ni luego desu llegada a Grecia propiamente dicha. Tampocolo s hunos, por mencionar un caso muy posterior,han sido identificados claramente a través de laarqueología de Europa central. Sin embargo, al-guien tuvo que introducir el dialecto dórico en elsur de Grecia, donde éste desplazó al griego "mi-cénico",1 y sabemos con absoluta seguridad quelos hunos hicieron una irrupción devastadora enEuropa. Nuestras d i f i cu l t ades se hacen mayoresaún con el comportamiento impredecible del len-guaje luego de una conquista. Los normandos nopudieron imponer su f r a n c é s en Inglaterra a pesar

de la conquista y el dominio totales que lograron,mientras que el magiar (húngaro), miembro dela f a m i l i a uralo-altaica, ha perdurado hasta nues-tros días como una isla lingüística rodeada poridiomas indoeuropeos sin relación alguna con él(alemán, rumano y varias lenguas eslavas).

* Volveremos sobre el tema de los dorios al comienzo delcapítulo VII.

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Por consiguiente, resulta necesario definir conmás precisión lo que implica la hipótesis de la apa-rición de pueblos de lengua indoeuropea en elEgeo antes del 2000 a. C. y también lo que noimplica. Como primer paso, deben rechazarse confirmeza todas las implicancias racistas: es absurdo

imaginar que ellos ya eran los "griegos" y quetenían alguna misteriosa afinidad con los gober-nantes de Micenas de 700 u 800 años más tarde,por no mencionar a Safo, Feríeles o Platón. Tam-poco es indispensable creer que al tiempo de suaparición ya hablaran un idioma que pudiera iden-tificarse rápidamente como griego. Es más pro-bable que esta lengua, según la 'conocemos noso-tros, adquiriera conformación difinitiva en la mis-ma Grecia, siendo influida la de los recién llegadospor la de la población más antigua de la península.Ésta apareció a más tardar en el período micénico(como resulta de las tablillas del Lineal B), cuandodos o tal vez tres dialectos griegos íntimamenterelacionados parecen haberse difundido por todala zona, con excepción de las regiones montañosasy aisladas del Noroeste, donde se desarrolló el dia-lecto dórico. El cuadro completo de dialectos clá-sicos —j ón i co , cólico y dórico, con sus variantesy subcategorías como el ático— debe situarse en-tonces en el período posterior a la caída del mundomicénico, es decir, después del 1200 a.C. (mapa 4).

Gran parte de la compleja historia de la lenguagriega puede explicarse por simple evolución lin-güística. Por tanto, es innecesario presentar lassucesivas olas de inmigrantes de habla griega, cadauna con su propio dialecto, como solía hacerse enépocas pasadas. Lo dicho no excluye la posibili-dad de que se hubieran producido otras migracio-nes después del 2200 ó 2100, desde el otro ladodel Egeo, por ejemplo, pero no las exige para lahistoria del lenguaje. Y aquí nos encontramos con

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í el enigma más notorio de la interpretación de losdatos arqueológicos. El hecho de que en el se-gundo milenio afluyeran a Grecia elementos eimpulsos culturales nuevos resulta evidente en mu-chos lugares. Pero, ¿de qué manera llegaron? ¿conlos mecaderes, con los artesanos ambulantes o con

las migraciones y conquistas? La última es unaexplicación demasiado fácil ya que en el HeládicoMedio existieron dos innovaciones que merecenmayor consideración.

La primera es la llamada cerámica miníense, unestilo de alfarería característico de textura "sapo-nácea". Por estar notablemente difundida en Gre-cia, en las islas y en algunas partes de Anatoliaoccidental desde el 1900 aproximadamente, o seadesde el comienzo del Heládico Medio I, muchosestudiosos la consideraron rasgo sobresaliente de

una nueva cultura trasmitida por inmigrantes aquienes algunos han identificado como "los griegos".No obstante, la cerámica torneada que fuera ha-llada en Lerna y en otros sitios del Heládico Pri-mitivo III no presenta grandes diferencias con laminíense, excepto que es de una variedad anteriory más primitiva. Por consiguiente no hace faltaadjudicar a una migración la gran popularidadde la cerámica miníense de alrededor del 1900 a.C.En la actualidad, el, conjunto de las pruebas ar-queológicas se manifiesta en favor de una fecha

anterior: 2200 ó 2100 a.C.En segundo lugar aparece una nueva prácticade inhumación muy difundida a principios del pe-ríodo Heládico Medio. Se excavaban cámaras se-pulcrales poco profundas (del tipo denominadocista). A veces los costados eran de piedra y elfondo de guijarros; contenían un solo cuerpo y lascerraba una lápida. Al principio se observa unatendencia a las dimensiones reducidas, de modoque los cuerpos quedaban en posición encogida

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(o fetal); además, no están acompañadas de ali-mentos y utensilios. Con el tiempo adquirieronmayor tamaño y se hicieron más t r aba jadas . Lo

. que constituye una novedad no es este procedi-miento —que ya estaba d i f u n d i d o en las Cicladasen siglos an t e r i o r es—, sino la costumbre de colocar

las cámaras sepulcrales de los niños, y ocasional-mente de los adultos, dentro de las casas, debajodel piso o detrás de los muros. Acá aparece unanueva perspectiva. Pero, ¿requiere este hecho unamigración? De ser así, la nueva población deberíahaber sido sumamente numerosa y haber conquis-tado todo el territorio para imponer con tantarapidez ese nuevo tipo de rito f u n e r a r i o ; asimismo,es extraño que los cementerios de las afue ras delo s pueblos continuaran en uso para los adultos.El caso es. que en la región del Egeo, durante la

Edad de Bronce así como en los tiempos históri-cos, hubo una asombrosa variedad de prácticasde inhumación que cambiaban según las regionesy el momento y que coexistían a menudo por lar-gos períodos en la misma comunidad. Los cuerposse enterraban en_ forma individual y en gruposf am i l i a r es , en clases distintas de recipientes; a ve-ces se los exhumaba luego de producirse la des-composición para volver a ' enterrar los huesos;eventualmente también la cremación complemen-taba el entierro. Por lo común se nos escapa laconcepción subyacente en estas va r i a n t e s , de la

costumbre, pero una cosa es segura: la mayoría delo s cambios surgieron sin que mediara una migra-ción. Por lo tanto, no existe razón especial parapensar que la introducción de la sepultura intra-mural implique por sí sola un evento de esta na-turaleza.

El Egeo fue siempre una ruta de tránsito dei d eas , técnicas e instituciones, tanto al comienzodel segundo milenio como en otras épocas. Es un

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hábito curioso el hecho de no adjudicarle nuncaal pueblo en cuestión originalidad alguna, hacién-dolo prestatario de otro que es el innovador. Detodos modos, la originalidad jamás implica crearde la nada y no pierde valor ni importancia si sebasa en una idea proveniente de una fuente dis-

tinta. Si, según parece, la Argólida fue el centrode la destrucción provocada por los intrusos alre-dedor del 2200 a.C., se deduce en consecuenciaque en este distrito fértil y bien irrigado creció yse d i f u nd i ó la cultura de los períodos HeládicoPrimitivo III y Heládico Medio, de los que emer-gió a su vez la civilización del Heládico Tardío(o micénica). Esto ^e s muy diferente del cuadroromántico de que la conquista abarcó la totalidado la mayor parte de Grecia de una sola vez. La"llegada de los griegos" significó, en otras palabras,

la introducción de un nuevo elemento que se com-binó con sus predecesores para crear lentamenteotra civilización y extenderla cómo y hasta dondef u e r a posible.

La destrucción de centros de poder de épocasanteriores, como el de Lerna, con sus grandes for-tificaciones, no implica que sus habitantes hayansido masacrados o que una destrucción compara-ble se haya producido en el interior del territorio.A l g u n o s lugares f u e r o n abandonados por períodosm ás o menos cortos, mientras que otros no. Ade-

más, la Edad de Bronce no se limitó en Grecia aalgunas ciudades fortificadas como Lerna en elHeládico Primitivo II o Micenas en el HeládicoTardío. A raíz de que la cantidad de lugaresexcavados es todavía una pequeña f racción del to-tol y de que los arqueólogos tratan, como es natu-ral, de dedicar su tiempo y recursos escasos a loslugares que prometen ser más f ruct í f eros , se tienecomo resultado una ilusión de grandeza. Por esoconstituye una experiencia tranquilizadora leer un

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catálogo publicado recientemente acerca de los lu-gares conocidos que f u e r o n habitados en el sud-oeste del Peloponeso. En ese espacio reducido,limitado por el río A l f e o , el monte Taigeto, elgo l f o de Mesenia y el mar Jónico, el total de po-blaciones del Heládico Tardío puede llegar a ciento

dieciséis, mientras que, respecto del Heládico Me-dio, puede llegar quizá a cincuenta y uno segúnlas pruebas actuales que por cierto so n incom-pletas. La mayoría de ellas f u e r o n aldeas y muchasquedaron deshabitadas en las postrimerías de laEdad de Bronce.2 Estas c i f r as r e f l e j an , por unlado, la "colonización interior" de Grecia que pro-venía de varios centros y por otro el aumento con-tinuo de las ci f ras de población absoluta. En esta .evolución, resulta imposible separar a los reciénllegados de sus predecesores. Lo m i s m o puede

decirse acerca de sus respectivas contribucionesa la cultura —o mejor dicho, a l complejo cul tura l—en incipiente desarrollo. En suma, todos contri-buyeron de u n o u otro modo, incluso los puebloscercanos a la península griega, como los de Creta,lo s de las Cicladas y los de Anatolia.

Lamentablemente, poco puede decirse re'^ectode la nueva cultura que comienza a principios del1600 a.C. con la aparición del poder y la lujosaopulencia reveladas por las tumbas en chimeneade Micenas. Durante quinientos o seiscientos años,desde los primeros tiempos del Heládico Primi-

t i v o III hasta f i n e s del Heládico Medio, los restosmateriales son tan pobres que nos encontramoscon poca preparación para la gran era que co-mienza. Las aldeas (a Lerna misma no podemosasignarle más que ese nombre en este momento)tienen un aspecto general u n i f o r m e : situadas ge-

rneralmente sobre colinas o lomas bajas, de tra-zado irregular, desordenadas, carentes de for t i f i -caciones y de palacios u otros edificios importantes.Las herramientas y las armas de metal son rudi-mentarias. Estas últimas son asimismo escasas y

demasiado preciosas como para desperdiciarlas en-tre los e f e c t o s personales que acompañarán al di-f u n t o en la otra vida. A pesar de que los hallaz-gos de cerámica sugieren algún contacto entre laArgólida y las islas occidentales de Itaca y Léu-cade, así como probablemente con las islas deLípari al norte de Sicilia, éstos dan una sensaciónde u n i f o r m i d a d gris y de aislamiento en el períodoHeládico Medio. Sólo el aspecto de los objetoscretenses, así como las influencias de esta isla,sum i n i s t r a n desde el principio una nota diferente:ocasionalmente se ^ enc u en t r a una taza o vaso cre-

tense importado en una tumba del interior delterritorio, y los artesanos alfareros de Atenas yo t ros sitios comienzan a introducir formas mihoicasen sus piezas.

Es di f íc i l decir lo que significan con exactitudestas conexiones con la isla, pero no hay razón paracreer en la existencia de algún tipo de autoridadcretense en Grecia en los siglos xvm o xvn. Ade-m á s , en los escasos restos materiales nada revelala evolución de la organización social y de lasideas que, como es razonable suponer, sirvieron

de base a la civilización micénica posterior. Lapista indicadora de que algo significativo estabaocurriendo, aunque de manera muy lenta, la en-contramos únicamente en la mayor cantidad depoblados y en el aumento implícito de la pobla-ción, al que ya hemos hecho referencia.

2 W. A. McDonald y R. Hope S i m p s o n , American Journalo f Archaeology, 68, 1964, págs. 229-245.

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CAPITULO III

LAS ISLAS

1. Las Cicladas y Chipre

El Mediterráneo oriental, a diferencia del occi-dental, está salpicado de islas. Salvo Rodas y Chi-pre, muy raras veces desempeñaron un papel inde-pendiente en los tiempos históricos debido, almenos, a su tamaño y a sus recursos limitados. Enépocas anteriores, no obstante, cuando la pgbla-ción era escasa en todas partes y la tecnología yla organización socia l estaban menos avanzadas,hubo períodos en que algunas de estas islas (o

grupos de islas) estuvieron a la vanguardia de losdesarrollos importantes de la civilización. En al-guna oportunidad Creta tuvo un lugar sobresa-liente, quedando relativamente relegada en la etapametalúrgica primitiva.

Son las Cicladas las que tenemos que conside-rar primero. Este grupo de islas pequeñas, quese extiende hacia el sudeste desde Ceos y Andros,cerca del extremo sur del Ática y de Eubea respec-tivamente, hasta Tera (lioy Santorín), A n a f e y As-

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tipalaia, es el que forma el puente central entreGrecia y Asia a través del mar Egeo. Con unaextensión que varía entre la de Naxos (285,53km2)y la de meros montículos rocosos que sobresalendel mar, las islas tienen un aspecto más bien des-alentador. Sus costas, que no dan cabida a los

buques modernos salvo pocas excepciones, estánllenas de bahías adecuadas para las embarcacionesde la Edad de Bronce (pacíficas y piratas). Enmuchas de ellas el suelo podía cultivarse: la agri-cultura, la pesca y la crianza de ovejas , cabras ycerdos era lo que proveía el sustento para la mayorparte de los habitantes en lugar de la actividadmarítima. Pero, por otra parte, fue la navegación—jun to con el trabajo de la piedra y del me t a l —lo que dio a las Cicladas un lugar importante enel contexto que nos ocupa. Para ser más precisos,en ellas se han encontrado cuantiosas representa-ciones primitivas de los barcos egeos: pequeñosmodelos de plomo de Naxos ( l á m . la), que posi-blemente daten de antes del 2500 a.C., y grabadosen obj'etos chatos y circulares de terracota (que losarqueólogos no pueden dejar de llamar "sartenes")de Siros (lám. II?), de fecha apenas posterior. Es-tos barcos carecen de velas, tienen la proa empi-nada y alrededor de una docena de remos de cadalado.

Los modelos de .Naxos pasaron inadvertidos du-rante casi treinta años luego de su "descubrimiento,1

lo cual constituye prueba suficiente de la falta deinterés de la arqueología por las Cicladas hastael presente. Con excepción de un intento de prin-cipios de siglo, la excavación sistemática comenzósólo hacia f i n e s de la década de 1950. En conse-

1Véase C. Ren f r ew , "Cycladic Meta l lu rgy and the Aeg ea nEarly Bronze Age", American Journal o f Archaeology, 71 ,1967, págs. 1-20.

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cuencia, todas las conclusiones y deducciones de-ben considerarse de carácter preliminar y aproxi-mado. Hasta hace muy poco, por ejemplo, nohabía pruebas seguras de una f a s e neolítica. Sóloahora contamos con algunos hallazgos de Ceos yotros más antiguos de la pequeña Saliagos, cercade Antíparos, que se remontan quizá al 4000 a.C.Esta cultura neolítica tardía parece no tener rela-ción con la de Creta ni con la del Egeo oriental,aunque muestra similitud con hallazgos en la zonav e c i n a d e l Ática, de Eubea y d e Corinto. A l mar-gen de las explicaciones que puedan darse a estasafinidades, parecería que los migrantes que cruza-ban el mar pasaron de largo a las Cicladas durante2.000 años ( c o m o ya hemos visto con respecto a laex p l o t a c i ó n de la obsidiana de M e l o s ) . Ademásse nota que las primeras poblaciones eran escasas

y aisladas, y que se produjo un repentino f lo r ec i -m i e n t o en la Edad de Bronce Primitiva despuésdel 3000 a.C. No nos sorprende que aparezcani n f l u e n c i a s de Grecia y del A s i a Menor, pero lacultura cicládica del Bronce Primitivo elaboró ras-gos propios que no pueden co n f u nd i r s e . Para serm ás exactos, debería hablarse de culturas c ic lá-dicas. En la es f e r a material, que es la única queconocemos, las distinciones se tornan más acentua-das conforme aumenta e l volumen de testimonios,los que demuestran el desarrolo de las especiali-

dades locales de S i r o s , A m o r gos , N a r o s y quizáotros lugares. La cultura que marcó el apogeo fuela llamada de Keros -S i r os , contemporánea del He-ládico Primitivo II y del Minoico Primitivo II, enlo s siglos posteriores al 2500 aproximadamente.Las técnicas metalúrgicas i n f l u y e r o n en las de Cre-ta y Grecia, llegando hasta Epiro, y puede que sehubieran exportado metales (al menos plata y plo-mo, que eran relativamente abundantes en las Ci-cladas). Asimismo, hubo una amplia distribución

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de artículos manufacturados de arcilla y mármol.No obstante apenas había poblaciones numerosaso grandes concentraciones de gente. Incluso Fila-kop i — e n Melos—, l a comunidad cicládica m á s i m -portante del Bronce Primitivo conocida hasta laf echa , carecía de fortificaciones.

L os productos cicládicos m ás notables eran losídolos" de m á r m o l que, con gran predominio def i gur as f e m e n i n a s , se encontraban en cantidad enla s tumbas, n o sólo e n l a s islas, sino también e nGrecia continental y en A s i a Menor. Sus tamañososcilaban entre unos centímetros y un metro y me-dio, dimensión ésta que se presenta en dos o trescasos. L as estatuillas — a menudo m uy toscas— so nde f r e n t e y dorso chato y tienen cabezas largas yovaladas. Los rasgos sexuales están apenas indi-cados y a veces v i r t u a l m e n t e ausentes, dando en

total la impresión de una abstracción geométricacasi de avant %arde ( l á m . Ic). Se las fabricaba ennrincipio para acompañar a lo s muertos en la tum-ba, de modo que r e f l e j an algún impulso o concep-ción religiosa que era compartida también f u e r ade lo s límites de las Cicladas. Sería en vano pre-tender que captamos e l pensamiento subyacentee n ellas.- como tampoco entendemos un a innova-ción cicládica que aparece posteriormente, igual-mente en el campo religioso. Había en Ceos, enla Edad del Bronce Medio, un edificio que parece

un templo, pero en esa época tales estructuraseran desconocidas en otros sitios del mundo egeo.En las ruinas se han encontrado cieritos de frag-mentos de estatuas f e m e n i n a s huecas de tamañonatural construidas con arcilla y también restos dediecinueve f i gu ras individuales, como mínimo, queposiblemente pertenezcan a más de veinticuatrode ellas. Si estas figurillas representaban a diosas,lo cierto es que no se han encontrado precedentes

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en el Egeo. Por otra parte, tampoco vuelven aaparecer durante otros mil años aproximadamente.

Hacia la Edad del Bronce Medio las Cicladashabían mermado en importancia. No se adviertensignos que denuncien alteraciones destacables sinoque, por el contrario, los restos revelan la existen-cia ininterrumpida de habitantes hasta f i n e s del

período prehistórico que continúa también en elhistórico. A raíz; de su tamaño reducido, estasislas adquirieról:r entonces menor s i gn i f i cac ión , apa-reciendo sólo ocasionalmente por alguna ventajanatural o por su relación con algún centro másextenso y poderoso. De este modo, los mármolesde Naxos y de Paros retuvieron su preeminenciapor muchos siglos. Tera, que sufrió una gran ca-t ás t ro f e volcánica a principios del Heládico Tar-dío, llegó a ser, no obstante, un centro dórico su-ficientemente destacado en el período Arcaico,

siendo responsable de la primera población griegade Cirene (Libia). Naxos y Melos estaban desti-nadas a ocupar un lugar especial en el relato delhistoriador Tucídides acerca del Imperio ateniensedel siglo v y, con posterioridad, esta última nos diola más conocida de las esculturas griegas, la Venusde Mílo, que se encuentra ahora en el Louvre.En todos los aspectos importantes, en consecuen-cia, la historia de las Cicladas f o r m ó parte integralde la historia de Grecia, sobresaliendo por un mo-mento f u g az a principios de la Edad de Bronce.

A diferencia de las Cicladas, Chipre estuvo inte-grada al mundo griego sólo por períodos y nuncaen f o r m a total. Con sus 5.631,50 km2, era la islamás grande del Mediterráneo oriental (un pocomás extensa que Creta) y su ubicación la ligabam ás c on Anatolia —y aún más con Siria— que conGrecia. El trecho más corto que media entre ellay el Asia Menor es de menos de 80 km, hastaSiria median 120 km aproximadamente, mientras

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que Rodas, el centro más oriental de Grecia, noestá más cerca de aquélla que Alejandría en Egipto(402,25 km). Los buenos puertos, que si bien eranadecuados para los barcos antiguos no lo son paralos buques modernos (con excepción del de Fama-gusta),* existían en mayor cantidad en las costasdel este y del sur que dan hacia el levante. El

destino de Chipre quedaba determinado, por lotanto, por dos factores, ninguno de los cuales podíaser controlado por los mismos chipriotas. Uno erasu situación comercial y política en todo el ámbitodel Mediterráneo oriental. El comercio activo en-tre Grecia y el Levante beneficiaba normalmentea Chipre por ser ésta una escala intermedia, perolas guerras por la posesión de Siria o los conflictosde supremacía naval (como los que se produjeronentre Venecia y los turcos en el siglo xvi d.C. ) po-dían tener efectos destructivos. El segundo factor

era la amplitud de la demanda exterior de cobre,clave del crecimiento y prosperidad chipriotas enla Edad de Bronce. Sin embargo no debemosolvidar que, aparte de la estrecha cadena mon-tañosa del lado norte y de las grandes montañasdel oeste y del sudoeste, Chipre tiene grandes ex^tensiones de tierra cultivable y buenas comunica-ciones interiores, lo que constituía una rareza enel Egeo. Durante miles de años la agricultura fuela base de la vida chipriota; las ciudades costerasimportantes aparecieron sólo cuando la exporta-ción del cobre tomó proporciones considerables.

La historia primitiva de los movimientos de po-blación es oscura no sólo por las razones habitua-les, sino también por una inexplicable transito-riedad del cuadro de zonas habitadas. Las aldeaseran abandonadas con frecuencia sin que volvierana ocuparse más tarde. Los nuevos habitantes pre-

Amocostos. (N. del T

ferian a menudo reinstalarse en algún lugar cer-cano. El período Neolítico precerámico más pri-mitivo del que poseemos una fecha de radio-car-bono apenas posterior al 6000 a.C., parece habercontado con muy pocos exponentes y haber sidode corta duración. Según los testimonios actuales,existe un blanco total entre el 5000 y el 3500

aproximadamente, cuando aparece la Segunda Eta-pa Neolítica que duró mil años y de la cual sehan identificado hasta la fecha más de cien lugareshabitados. Alrededor del 2500, una catástrofe apa-rentemente natural y sin intervención del hombreconmovió a la isla, aniquilando (o alejando) granparte de la población. Sigue a continuación otrointermedio de unos 200 años y luego, alrededordel 2300 a.C., comienza en forma bastante bruscala Edad de Bronce. Las innovaciones como, porejemplo, las nuevas formas de la cerámica y las

prácticas de inhumación, consideradas junto conel arte de trabajar los metales en un país esca-samente poblado, indican la intervención de unamigración. Ésta provenía tal vez del Asia Menor,y atravesó la bahía de Morfú en el noroeste comoconsecuencia de los problemas que existían enAnatolia y que mencionamos al comenzar el ca-pítulo II.

Los cuatro primeros siglos de la Edad de Broncepresenciaron un crecimiento lento pero sostenido;lo revela el aumento de la cantidad y del tamaño

de los poblados. Éstos se encontraban, en su ma-yoría,,en el interior, en regiones agrícolas con buensuministro de agua. No obstante, el cobre dellugar comenzó a explotarse desde el principio, es-tableciéndose inmediatamente por lo menos unaciudad portuaria, conocida nías tarde como Citio(hoy Larnacas), en la costa sur, para hacerse cargode las exportaciones (deducción proveniente dealgunos hallazgos egipcios que se extrajeron de las

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ruinas). Luego del 2000, el comercio con el Occi-dente empezó a intensificarse, pero no con Grecia,s i no con Creta. Esta isla, presionada por la nece-sidad creciente de cobre, buscó nuevos mercados,m ás allá de las Cicladas. Del mismo modo aumen-tó el comercio con el Levante: los textos cun e i f o r -

m e s de Mari sobre el Eufrates, se refieren a lasimportaciones de cobre y bronce de Alasia ( c o m ú n -mente identificada como Chipre) en el siglo xvm.Chipre entra ahora en su período más trascenden-te, que se prolonga hasta el 1200 a.C. El interiormermó en importancia c o n f o r m e se f ue ron estable-ciendo genuinos centros urbanos a todo lo largode las costas sur y oriental. Éstos eran centrosma nu f a c t u r e r o s y de intercambio. En las tumbasaparecen pruebas abundantes de riqueza y lujo,así como armas, que los chipriotas podían ahoradedicar a ese fin. La orientación hacia el este es

i n c o n f u nd i b l e hasta cerca del 1400 cuando la alfa-rería de Grecia micénica comenzó a invadir laisla. Un solo cálculo puede dar idea de las pro-porciones de este nuevo fenómeno que duró dossiglos. Se estima que en el principal sitio arqueo-lógico chipriota de la Edad de Bronce, cerca de laaldea de Enkomi y a unos siete kilómetros haciadentro de la bahía de Salamina en la costa oriental,han aparecido más cuencos y j a rras del tipo Mi-cénico III A — de gran tamaño y elevado costo—que en todo el resto del mundo egeo, incluyendo

a la misma Grecia.Estos fenómenos afectaron la estructura de po-cler de un modo comparable al registrado en Gre-cia, pero no habrían sido posibles en las pequeñasislas de las Cicladas. La gran cantidad de armasque aparecen en las tumbas, las poblaciones forti-f i cadas y los f u e r t e s del interior constituyen puntosde referencia cuya interpretación política se basaprincipalmente en la identificación del topónimo

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Alasia. La importancia económica de Chipre enesta época no se pone en tela de juicio. Sus lingotesde cobre y bronce se encuentran — o están repre-sen tados— en todas partes: en Grecia, en Egiptoe incluso en Cerdeña. La evidencia más dramá-tica proviene del naufragio, cerca del cabo Celido-

nia en el extremo sudoeste de Anatolia, de unbarco de 9m que navegaba hacia el occidente conuna carga de una tonelada como mínimo de cobre,bronce y estaño bruto, cantidad de herramientasy otros objetos, la mayoría de los cuales se llevabac o m o chatarra, y artículos perecederos en jarras*que no pueden identificarse. La fecha más aproxi-m a d a que puede asignársele a este naufragio esdel 1200 ± 50 > existen razones para pensar quee l capitán mercader e ra <un sirio. Asimismo n ocabe duda de que el metal (tanto los lingotesc o m o la chatarra) era de origen chipriota.2

Pero, ¿existía algún control centralizado sobreesta isla poderosa? Y de ser así, ¿quiénes lo ejer-cían, los chipriotas u otros pueblos del confínenteasiático? Ésta es la gran incógnita que se escondedetrás de la identidad de Alasia. Este nombreaparece en documentos egipcios, hititas, del nortede Siria y de otros lugares del Cercano Orientedurante todo el segundo milenio y la mayoría delos expertos aceptan su identificación con Chipreo al menos con la porción de la isla que contro-laban los gobernantes de Enkomi. El "rey de Ala-

sia" era una f i gura de importancia que podía en-f r e n t a r a los .monarcas más poderosos y conocidosdel Cercano Oriente. Éste se dirigía al faraón

sPara un relato bien completo del descubrimiento y susimplicaciones, véase G. F. Bass y col., Cape Gelidoniya, aBronze Age Shipwreck (Transactions o f the American Phi-losophical Society, t. 57, parte 8, 1967); más breve es la obrade Joan Du Plat Taylor, ed. Marine Archaeology (Londres,Hutchinson; Nueva York, Crowell, 1965), págs. 119-140.

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egipcio como a "mi hermano". El rey de Ugarit(hoy Ras Shamra), en Siria septentrional, lo lla-maba "mi padre". Constituía un estorbo, y a vecesmás que eso, para los gobernantes del Imperiohitíta que lograron tenerlo bajo control durante

un tiempo, pero no mucho, y contra quienes con-siguió ejercer 'su propio poder por la guerra naval.La expresión "mi hermano" era por supuesto unamera fórmula diplomática y no podemos imaginarque Alasia estuviera en el mínimo nivel de igual-dad con el Imperio hitita o con Egipto. Pero erauna potencia.

b

Lamentablemente, todavía nos acosa la dudaacerca de la identidad de Alasia, y ésta no podráresolverse hasta tanto se de scubran - los documentosescritos decisivos. Después del 1100 esta denomi-nación desaparece. A continuación, los asidosparecen haberla llamado Yadnana, y el nombreChipre reemplazó finalmente a todos los demás,aun cuando no podemos asignarle una fecha niidentificar su origen. Chipre también s i gn i f i c acobre (alemán Kwpfer, f r ancés cuivre) en las len-guas europeas modernas, pero no en griego, locual agrega una última complicación al asunto.Nada puede decirse en realidad acerca de los idio-m as que se hablaban en la isla en el Neolítico yla Edad de Bronce. Carecemos de elementos quenos indiquen si las migraciones que llevaron las

lenguas indoeuropeas al Asia Menor y a Greciaantes del 2000 a.C. penetraron también en Chipre.(Si en parte es cierta la hipótesis de una m i g r a -ción proveniente de Anatolia alrededor del 2300,se trataría de pueblos que huían de los antepasa-dos de los hititas.) Ni Alasia ni Yadnana ni tam-poco Chipre, a nuestro entender, son nombres in-doeuropeos. Los únicos escritos que se han des-cubierto consisten en algunas tabletas encontradasen Enkpmi y en Siria (Ras Shamra) y la más an-

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tigua de éstas data de los alrededores del 1500 porrazones arqueológicas. A raíz de que la escritura(o posiblemente las escrituras) presenta similitu-des con el Lineal A, se la ha denominado chipriota-minoica, pero como todavía no ha sido descifradano nos sirve de mucho. La inundación de cerá-mica micénica que se p r o d u j o entre el 1400 y el1200 no estuvo acompañada por otros rasgos cul-turales, siendo ^po r tanto improbable que se hu-biera producido una afluencia de gente junto conlas piezas de alfarería.

No obstante, se aproximaba el momento en queuna gran parte de los~ chipriotas hablaran y escri-ibieran el idioma griego, y la f o r m a que éste tomóen el período clásico no proporciona la pista ne-cesaria para f i j a r la fecha de su introducción. Eldialecto está íntimamente relacionado con el de

Arcadia, el distrito más alejado de las costas delPeloponeso, y la escritura no sólo era silábica(cuando todos los demás griegos habían adoptadoel alfabeto fonético,3 sino que mantenía siete sig-nos del Lineal B y dé otros que eran modificacio-nes de esa escritura extinguida. El lenguaje y laescritura griegas se establecieron por lo tanto enChipre antes de la desaparición definitiva de lacivilización micénica y antes de que el Peloponesonubiera adoptado un dialecto griego occidental.En el capítulo VI veremos que la fecha se ubicaen los alrededores del 1200, poco antes de que la

Chipre de la Edad de Bronce fuera devastada*víctima — c o m o gran parte de Siria y del AsiaMenor—< de lo s llamados "pueblos de l mar".

8En la escritura silábica, la mayoría de los signos equi-valen a sílabas (unión de una consonante y una vocal), comosucede en los signos chipriotas clásicos reproducidos en laf igura 2. Por el contrario, un alfabeto fonético como el nues-tro, está f o r m a d o en su mayor parte por signos, cada uno delos cuales representa un sonido vocálico o consonantico.

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egipcio como a "mi hermano". El rey de Ugarit(hoy Ras Shamra), en Siria septentrional, lo lla-maba "mi padre". Constituía un estorbo, y a vecesmás que eso, para los gobernantes del Imperiohitita que lograron tenerlo bajo control durante

un tiempo, pero no mucho, y contra quienes con-siguió ejercer 'su propio poder por la guerra naval.La expresión "mi hermano" era por supuesto unamera fórmula diplomática y no podemos imaginarque Alasia estuviera en el mínimo nivel de igual-dad con el Imperio hitita o con Egipto. Pero erauna potencia.

Lamentablemente, todavía nos acosa la dudaacerca de la identidad de Alasia, y ésta no podráresolverse hasta tanto se descubran- los documentosescritos decisivos. Después del 1100 esta denomi-

nación desaparece. A continuación, los asiriosparecen haberla llamado Yadnana, y el nombreChipre reemplazó finalmente a todos los demás,aun cuando no podemos asignarle una fecha niidentificar su origen. Chipre también significacobre (alemán Kupfer, francés cuivre) en las len-guas europeas modernas, pero no en griego, locual agrega una última complicación al asunto.Nada puede decirse en realidad acerca de los idio-mas que se hablaban en la isla en el Neolítico yla Edad de Bronce. Carecemos de elementos quonos indiquen si las migraciones que llevaron las

lenguas indoeuropeas al Asia Menor y a Greciaantes del 2000 a.C. penetraron también en Chipre.(Si en parto es cierta la hipótesis de una migra-ción proven¡ento de Anatolia alrededor del 2300,se trataría do pueblos que huían de los antepasa-dos do los hititos.) Ni Alasia ni Yadnana ni tam-poco C h i p r < > , a nuestro entender, son nombres in-doeuropeos. Los únicos escritos que se han des-cubierto consisten en algunas tabletas encontradasen Enkonil y 011 Siria (Ras Shamra) y la más an-

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tigua de éstas data de los alrededores del 1500 porrazones arqueológicas. A raíz de que la escritura(o posiblemente las escrituras) presenta similitu-des con el Lineal A, se la ha denominado chipriota-minoica, pero como todavía no ha sido descifrada

no nos sirve de mucho. La inundación de cerá-mica micénica que se produjo entre el 1400 y el1200 no estuvo acompañada por otros rasgos cul-turales, siendo j?or tanto improbable que se hu-biera producido una afluencia de gente junto conlas piezas de alfarería.

No obstante, se aproximaba el momento en queuna gran parte de los chipriotas hablaran y escri-!bieran el idioma griego, y la forma que éste tomóen el período clásico no proporciona la pista n e -^cesaría para fijar la fecha de su introducción. Eldialecto está íntimamente relacionado con el deArcadia, el distrito más alejado de las costas delPeloponeso, y la escritura no sólo era silábica(cuando todos los demás griegos habían adoptado

el alfabeto fonético,3 sino que mantenía siete sig-nos del Lineal B y dé otros que eran modificacio-nes de esa escritura extinguida. El lenguaje y la(escritura griegas se establecieron por lo tanto enChipre antes de la desaparición definitiva de lacivilización micénica y antes de que el Peloponesohubiera adoptado un dialecto griego occidental.En el capítulo VI veremos que la fecha se ubicaen los alrededores del 1200, poco antes de que laChipre de la Edad de Bronce fuera devastada,víctima —como gran parte de Siria y del AsiaMenor—, de los llamados "pueblos del mar".

8En la escritura silábica, la mayoría de los signos equi-valen a sílabas ( u n i ó n de una consonante y una vocal), corriósucede en los signos chipriotas clásicos reproducidos en laf i gu r a 2 . Po r e l contrario, un alfabeto fonético como e l n u n s -tro, está formado en su mayor parte por signos, cada uno dolos cuales representa un sonido vocálico o consonantico.

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r

CAPITULO IV

LA S ISLAS

2. Creta

Creta, la otra gran isla del Mediterráneo oriental(5.148,80km2), tuvo una evolución muy diferente.Ein la actualidad es una tierra estéril de aspectoinhóspito, víctima del mal trato que le ha prodi-gado el hombre. Si nos aproximamos desde el surnos impresiona por su aspecto escarpado, ya quelas montañas terminan sobre el mar. Las MontañasBlancas del oeste resultan casi inaccesibles. Peroen la Antigüedad las partes central y oriental deCreta tenían merecido renombre a causa de suspraderas y tierras altas de pastoreo, sus olivaresy sus viñas, sus robles y cipreses, y sus playas res-guardadas sobre las costas del norte y del este.No obstante, a diferencia de Chipre, Creta erapobre en minerales y su ubicación era menos f a vo -rable con respecto al tráfico marítimo con AsiaMenor, Siria y Egipto.

Durante más de 3.000 años Creta no dio mues-tras de lo que iba a llegar a ser en la Edad de

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1 00 Millas

CortinaHagia Triadaf» •

Festo

3. Creta antigua

Bronce. Las primeras poblaciones neolíticas se

remontan al 6000 a.C. aproximadamente, y estánlocalizadas en su mayor parte en las cavernasmontañosas, que tanto abundan en la isla. Cientosde ellas presentan vestigios de la actividad huma-na. A pesar de haberse encontrado obsidiana deMelos en Cnosos y en Festos a nivel del Neolítico,la impresión general que tenemos es que en esteperíodo Creta vivió aislada.' Los metales hicieronsu aparición más tarde que en el continente y nose los utilizó en abundancia hasta el 2500 o inclusoel 2300. Para esa época la gente ya había aban-donado las cavernas, aumentando en cantidad ^ y

hecho grandes adelantos áh materia de tecnología.Las poblaciones más importantes se encontrabanen el extremo oriental de la isla pero, con el correrdel tiempo, se establecieron también en la zonacentral y se levantaron aldeas en todas partes, in-cluso en la región inhóspita del oeste.

El paso de la Edad de Piedra a la de Bronce nose conoce con claridad. $ir Arthur Evans no ad-virtió un cambio brusco en Cnosos y estimó queel Minoico Primitivo (que ahora situamos entre

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el 2800 y el 2000 a.C. aproximadamente) consti-tuyó un "largo período de transición. En épocasmás recientes, los arqueólogos han rebatido estaopinión luego de tomar en cuenta la cronología

arqueológica muy distinta de otros lugares. Nonos sorprende que Evans, que exhumó por primeravez el palacio de Cnosos en 1899, trabajando enéste con gran habilidad y energía hasta su muerteen 1941, tratara de imponer el sello de Cnosos atoda la isla. Su división en períodos omite muchosdetalles: Creta, al igual que Grecia, n o^ tenía unacultura uniforme y monolítica en esta época. Sinembargo, Evans parece haber estado en lo ciertoal considerar que el Minoico Primitivo fue productode una evolución directa y no de un cambio dela cultura neolítica tardía. En muchos lugares

llama más la atención la línea de división entre elMinoico Primitivo I y II, alrededor del 2500 a.C.,como se puede inferir a partir de los vasos depiedra, las joyas preciosas y las dagas de cobreque aparecen en este último período. Asimismo,son notables las diferencias regionales; por ejemplo,de los quinientos objetos de cobre y bronce delMinoico Primitivo II que están catalogados dostercios aproximadamente provienen del sur de laisla, mientras que casi todos los artefactos primi-tivos de plata y plomo, mucho menos cuantiosos,se han encontrado en el norte y en el noreste, un

un lugar de la costa sur, descubierto en 1962, cercadel pueblo moderno de Mirtos, los excavadoreshan encontrado, grandes cantidades de piezas decerámica. Algunas de ellas tienen conexión condepósitos contemporáneos de otros lugares de Cre-ta pero otras no. Resulta más interesante aun elhecho de que se hayan exhumado masas de arcilla,volantes de rueca de piedra y pesas de telar, asícomo muy pocos metales y algunos cientos decuchillos de obsidiana de Melos. La ocupación

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4 * . >

<Jel lugar se circunscribió al Minoico Primitivo IIy finalizó a raíz de un incendio.1

El descubrimiento de un "centro textil" en unlugar apartado de la costa sur se presta a unagran variedad de especulaciones (algunas de las

•cuales llegan a ser descabelladas). No obstante,puede advertirse felizmente que todas las pruebasnuevas contribuyen a confirmar algunas de las af i r -m a c i o n e s f o r mu l ad as con anterioridad en este li-bro acerca del desarrollo social en general. Seobserva el p r e d o m i n i o de las herramientas de pie-dra y de arcilla en una época muy posterior a lai n t roducc ión de la metalurgia por la f a l t a de útiles•de metal para la agricultura y la desproporciónde la cantidad de dagas en el con jun to de objetosde metal (constituyen quizá la mitad del total).Esto tiene relación con el desarrollo de una estruc-tura social más diversificada y con la especializa-ción del trabajo. Era f u n d a m e n t a l la división entrela ciudad y el campo, cosa que deducimos por laausencia de implementos agrícolas en las vivien-das urbanas y en las tumbas. Debe de haberexistido también una tendencia a la especializa-ción como la que había entre las comunidades:de otro modo, un "centro textil" no puede admi-tirse. Las raíces de este importante desarrollo seencuentran en la Era Neolítica Tardía, dentro dela m i s m a Creta, aun cuando hoy resultan invisi-

b l es para nosotros. Es dfecir que, a pesar de queCreta emergió de su prolongado aislamiento parai ng r esa r en el complejo egeo de la Edad de Bron-ce, recibiendo i n f l u enc i as de Grecia y Macedonia,•de la s Cicladas, de l Asia Menor, principalmente,de Siria e incluso de Eg f p t o (tal vez en f o r m aindirecta), su historia, según el estudio que ha-

1 lllustrated London News del 17 de febrero de 1968págs. 25-27.

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cemos de ella en base a los restos materiales, nose caracteriza por la imitación mecánica ni por lasgrande's migraciones, sino que responde a una so-ciedad que absorbió elementos nuevos para apli-carlos a un desarrollo interno coherente que le fue

propio.

00

130pict

Figura 1. Palacio de Cnosos

Los signos de originalidad creativa son cuantiosose inequívocos. Los vasos y otros objetos pequeñosno eran meras copias sino que adquirían general-mente f o r m a s y diseños nuevos, incluso cuandoresulta obvia la influencia exterior. Con seguridad,aprendieron de las Cicladas las técnicas básicas

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de la metalurgia, incluso el empleo del arsénicocomo aleación para .endurecer el cobre a falta deestaño. Pero, por dar un ejemplo, las dagas decobre que constituyen los artefactos de metal más

destacados del Minoico Primitivo, eran típicamentecretenses. Durante el transcurso de este períodoapareció en forma embrionaria el único estilo ar-quitectónico cretense: una estructura aglutinadaformando celdillas que iba a culminar siglos mástarde en el palacio de Cnosos, cuyos patios cubrenalrededor de dos hectáreas de terreno (fig. 1).

Asimismo, merece señalarse un hecho negativo: yano se fabrican más las pequeñas estatuillas de fi-guras humanas que eran comunes en la Era Neo-lítica, y con ellas desaparecen por un lapso con-siderable —hasta el Minoico Medio— las represen-taciones de la figura humana de las artes en general.

Hacia fines del Minoico Primitivo, la tecnologíacretense había» progresado tanto como podría ha-berlo hecho (así como cualquier otro pueblo delEgeo y del Cercano Oriente) en toda la Edad deBronce. El período Minoico Medio subsiguiente,la época dorada de Creta, entre el 2000 y eí 1600 ó1550, estuvo jalonado por formidables avances enotras esferas: en el poder político, en la riquezay en el arte. En esos siglos se completó la "revo-lución urbana" y se construyeron complejos

pala-ciegos decorados con asombrosos frescos. Asimis-mo alcanzaron su máxima expresión las artes me-nores (vasos, joyas y piedras de sello) que, porsu estilo y espíritu, su sutileza y su sentido tandelicado del movimiento, permiten al punto iden-tificarse como minoicas sin dar lugajr a confusión(lám. lia). La sociedad! reveló en las artes visua-les que, al menos en el nivel más alto, había alcan-zado una psicología y un estilo de vida comple-tamente diferentes a los de cualquier otra sociedad

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de su tiempo (y, si vamos al caso, de cualquierotra era de la Antigüedad).

Es probable que la manifestación más destacadade la originalidad cretense se encuentre en el cam-po de la escritura. Cuando consideramos qué pocosson los sistemas de escritura que se han inventadoen el mundo en cualquier época de su historia, nopodernos menos qué reconocer que la contribuciónde Creta, en un período relativamente breve, re-sulta incomprensible. Primero aparece un tipo deescritura pictórica modificada que Evans denominó"jeroglífica" por su analogía con la escritura egip-cia,. Luego, en los primeros siglos del MinoicoMedio, aparece una escritura más elaborada a laque Evans da el nombre de "Lineal A" cuyos sig-nos representan en su mayor parte sílabas. El Li-

neal A se difundió ampliamente en la isla y lamayor cantidad de textos de éste se ha encontradoen Hagia Triada y en Kato Zakro. Con el tiempo,esta escritura cedió su lugar en Cnosos al Lineal B,forma más complicada derivada del Lineal A.A pesar de que el Lineal B, a diferencia del LinealA, se empleaba también en Grecia continental,2

por el momento no se han encontrado exponentesde éste en otro lugar de Creta que no sea Cnosos.Queda por resolver entonces si nos encontramosfrente a un accidente arqueológico o frente a unfenómeno de la historia cretense. Si logra conso-

lidarse una teoría reciente en el sentido de que elanálisis espectrográfico de veinticinco "jarras enestribo" con signos de Lineal B encontradas en

2En Melos, Tera, Ceos y Naxos se han encontrado algu-nos jarrones, lámparas de arcilla y otros objetos que tienenentre uno y tres signos de Lienal A, pero sería prematuro,por decir lo mínimo, sacar conclusions acerca de la "alfabeti-zación" cicládica sobre la base de un testimonio tan débil.No es eróneo señalar que los arqueólogos no siempre hanpodido distinguir meras raspaduras de signos de Lineal A.

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irrFigura 2. Escrituras '(ninguna es completa)

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Tebas indica que la mayoría se fabricaron en Cretaoriental,3 la balanza de probabilidades se inclina-ría hacia la explicación del accidente. Esta cues-tión es importante, puesto que está ligada conpuntos tales como la extensión y naturaleza de la

soberanía de Cnosos en Grecia y el papel exactoque desempeñó la escritura en la sociedad.4

Los exponentes de escritura cretense que posee-mos en cantidad son solamente unas tablillas dearcilla en f o r m a de. hoja que no llegan a 4.000 .yque en muchos casos son meros f r a g m e n t o s , almargen de los signos grabados o garrapateadossobre las cerámicas, en piedras de sello, mesas delibación y varios objetos misceláneos. Por cierto,también se usaban los materiales perecederos, comola cera o el papiro, pero no queda rastro algunode ellos,. Incluso las tablillas de arcilla han sobre-

vivido por accidente, ya que no las horneaban antesde usarlas y se las desechaba cuando dejaban deser útiles. Sólo los incendios que acompañaron ala destrucción de los palacios preservaron las ta-blillas con que contamos en este momento y todasellas datan de ese año. En consecuencia, tenemosalgo análogo a la sección transversal de una célulabajo la lente del microscopio, algo que carece dep r o f u n d i d a d , de cualquier dato sobre posibles desa-rrollos o cambios y del factor tiempo. Los mismos

3 H. W. Catling y A. Millett, Archaeometry, 8, 1965,págs. 3-85. Véanse las objeciones que formula J. Raison,Les vases á inscriptions peintes de l'áge mycénien (Roma1968), págs. 196-209, 233-240.

4 Debe tenerse en cuenta también otra escritura que apa-rece en un pequeño disco de Festo, relacionada al parecer,aunque no de manera idéntica, con la escritura de un hachadoble hallada en Arkalochori en Creta central y con la deuna losa de piedra caliza de Mallia, y de otros trozos yfragmentos. Hasta el momento estos hallazgos aislados hanprovocado gran cantidad de comentarios pero no han apor-tado soluciones aceptables.

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textos son cortos y de alcance muy restringido, yaque están compuestos por listas de varios tipos,registros secretos de relaciones de propiedad, asig-nación de raciones y similares. Aun cuando todaslas tablillas conocidas pudieran leerse y traducirse

con absoluta certeza, lo cual no es factible, losdocumentos como el siguiente, procedente de Cno-sos —"En Lasuntos'(?): Dos niñeras, una niña, unniño" o "Amnisos: una jarra de miel para Eileitia.Una jarra de miel para todos los dioses. Una jarrade miel. . ."— pronto se agotarían como fuentes deinformación importante.

Se sabe en la actualidad que el lenguaje de lastablillas de Lineal B, la última de las escrituras,es el griego (pero volveremos sobre este puntomás adelante). No obstante, los esfuerzos reali-zados hasta el presente para descifrar el Lineal Ao la escritura jeroglífica aún más antigua hansido infructuosos. Esto se debe, en parte, a lacantidad reducida de textos disponibles — l o s tex-tos de Lineal B de Cnosos superan a las tablillasde Lineal A de toda Creta en una relación aproxi-mada de diez a u n o — , pero principalmente alhecho de que esta última lengua no es el griegoy quizá no corresponda a ninguna lengua conocida.La teoría de que se trata de una lengua semíticatiene escaso fundamento. Otra teoría más proba-ble, en el sentido de que sea luvi, deducción ori-

ginada en algunos nombres de lugares como Cno-sos y Tilisos, no ha podido conducir ni siquiera aun desciframiento parcial. Todo lo que podemosdecir, por lo tanto, es que el lenguaje de los escri-tos de Lineal A corresponde al pueblo que creóla época de oro minoica y que esa escritura seinventó en un principio^ para ese idioma, siendoluego transferida al griego, sin adaptarse a éstebien del todo. Nuestra ignorancia se extiende auna nombres de lugares irhportantes. Mientras que

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Cnosos, Cortina y Festos mantuvieron una exis-tencia ininterrumpida aunque poco importante, porlo que sus nombres perduraron a lo largo de lahistoria antigua de Grecia, otros centros fuerondestruidos y totalmente abandonados en la Edadde Bronce. Hagia Triada y Kato Zakro, por ejem-plo, recibieron esas denominaciones de puntos dereferencia contemporáneos ya que todavía desco-nocemos sus nombres verdaderos.

Las tablillas, en síntesis, han suministrado im-portante información adicional, parte de la cual esnovedosa (en especial la que se refiere a la his-toria del idioma griego), pero, sin embargo, losrestos materiales continúan siendo nuestra fuentebásica. Quizá la contribución más importante queaportan los textos de las tablillas es la de reforzarlas implicancias de poderío inherentes en la ar-

queología. En realidad, puede discutirse que losrequerimientos de una administración centralizadamás que las necesidades intelectuales y espiritua-les, fueron los que dieron un impulso mucho ma-yor al desarrolo de la escritura tanto entre los su-merios (cuneiforme) como en Creta. Entre la eraNeolítica Tardía y el período Minoico Medio seprodujo un rápido aumento de los recursos huma-nos y naturales, así como una concentración socialy geográfica del poder para emplearlos. De otromodo no podrían haberse construido los grandescomplejos palaciegos ni tampoco éstos habríanfuncionado. No hay una sola tablilla que mencionela compra o venta de artículos de primera necesi-dad y no existe tampoco una palabra para desig-nar a estas actividades. Por otra parte encontra-mos muchos inventarios, listas de racionamiento ylistas de personal. Se deduce, en consecuencia, queel palacio era el centro que regía toda la sociedad;allí se organizaba la economía interna hasta enel mínimo detalle administrativo, distribuyendo

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gente y mercaderías, desde materias primas hastaproductos elaborados, sin emplear el dinero ni unmecanismo de mercado. Esto se confirma de al-guna manera con la demostración de que las mu-chas tablillas de Cnosos con datos sobre ovejas y

lanas —debemos tener presente que todas ellas da-tan del año de la destrucción del lugar— registranun censo anual de rebaños y esquilas y de lospastores responsables de ellas. La cantidad totalde animales llegaba a los cíen mil y, en la medidaen que pueden identificarse los nombres de loslugares, parece que el pastoreo se llevaba a caboen toda la parte central y oriental de Creta. Porlo tanto, da la impresión de que el palacio deCnosos ejercía cierto tipo de monopolio sobre hasovejas y la lana en una mitad de la isla.

Así, nos viene a la mente la idea de que la lanapuede solucionar un viejo enigma: ¿Cómo pagaban(u obtenían) los cretenses el cobre, el oro, el mar-fi l y demás bienes que tenían que importar? Lalana se nos ofrece entonces como parte — al me-nos— de la respuesta. Y es cierto que, a veces, loscretenses (llamados keftiú) que están representa-dos en los frescos egipcios,van cargados de pañosdoblados. Pero también llevaban oro, plata, marfily otras cosas que no eran productos de Creta, demodo tal que esta pequeña prueba concreta quemuestra a la lana corno producto principal de in-

tercambio queda en parte dlbilitada. En este puntolas tablillas son mudas, para frustración y asombrodel investigador. No dicen absolutamente nadaacerca del mundo exterior? ese mundo podría nohaber existido en cuanto a las tablillas concierne.Por otra parte, la arqueología por sí sola —nuncalo repetiremos demasiado—¡muy raras veces puederevelar el mecanismo de |ás relaciones externasaun cuando pueda exhumar grandes cantidades

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de bienes procedentes del extranjero o que reflejanla influencia exterior.

Otra teoría que sugieren los estudiosos moder-nos consiste en poner énfasis en el imperio y eltributo en la llamada talasocracia minoica (domi-

nio del mar), a la que se refieren los escritoresclásicos griegos. No puede discutirse ni la riquezani el poderío de Cnosos, ni tampoco la habilidadmarítima minoica. Hubo al parecer, una coloni-zación "minoica" en algunas islas cercanas, en es-pecial hacia el norte de Citerea, que alcanzó suevolución máxima en el Minoico Tardío I pocotiempo antes de que se abandonara el lugar (sinque haya rastro alguno de destrucción). No obs-tante, el paso siguiente hacia un vasto imperiomarítimo, en el sentido común de la palabra, noresulta simple ni se evidencia por sí mismo, pu-

diendo por lo tanto argüirse que esa teoría tienepoco fundamento. La primera mención griega dela talasocracia la formulan Herodoto y Tucídidesen la segunda mitad del siglo v a.C., siendo porlo tanto demasiado posterior para ser tomada encuenta en forma aislada y sin pruebas que la ava-len. En la gran cantidad de leyendas griegas queexisten acerca de la Creta prehistórica el énfasisrecae en puntos diferentes, de carácter puramentereligioso en la mayoría de los casos. La historiade Teseo y el Minotauro constituye una excepciónnotable que merece considerarse en forma especial.

La historia dice así: El rey Minos estaba casadocon Pasifae, hija del Sol, quien llegó a sentir unapasión antinatural por un toro proveniente delmar. Ella apeló al artesano de ascendencia divinaDédalo, quien le preparó un artefacto para permi-tirle tener relaciones con la bestia. Pasifae dio en-tonces a luz a un monstruo, mitad hombre, mitadtoro, llamado el Minotauro. Por orden del rey,Dédalo construyó un laberinto para albergar al

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monstruo y los atenienses, que eran subditos deMinos, debían ofrecer todos los años siete mance-bos y siete doncellas para alimentarlo. En unaoportunidad, Teseo, joven hijo del rey de Atenas,persuadió a su padre para que lo incluyera en elgrupo anual de víctimas. Cuando arribó a Creta

se ganó el amor de Ariadna, hija de Minos, y consu ayuda dio muerte al Minotauro. La pareja huyóentonces a la isla de Naxos. Allí Teseo abandonó

a Ariadna, encontrándola luego el dios Dionisoquien se casó con ella.

Se ha dicho que esta leyenda refleja en formamítica la sujeción de Atenas a la supremacía cre-tense durante la Edad de Bronce y su posterioremancipación. Sin embargo, existen varias obje-ciones serias en contra de esta interpretación. Auncuando los monstruos del tipo mitad hombre mitadanimal son comentes, en particular en las piedras

de sello minoicas, sólo se han encontrado uno odos "minotauros" de aspecto inofensivo. El toro,por otra parte, está ampliamente documentadocomo elemento importante dentro de la religiónminoica: como animal de sacrificio o en las esce-nas comunes de "salto del toro'* — la s que proba-blemente representen algún tipo de ritual en vezde un mero deporte— o en estatuillas pequeñas debronce halladas en algunas de las cavernas queeran centros de culto. Por lo tanto, para dar unaexplicación posible de la leyenda del Minotauro

podría decirse que se trata er e una historia posteriorinventada para explicar alguna ceremonia, quizáuna iniciación, relacionada con el culto de Dio-niso, cuyo significado original había sido por largotiempo olvidado.5 La otra alternativa, según la

i5 Esta sugerencia está re forza f la por los persuasivos ar-g u m e n t o s de Paul Faure, Fonctifans des cavemes crétoises(Travaux et mémoires de la Écoleí Francaise d'AthénesXIV,

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cual se trata de un relato simbólico del derroca-miento de una potencia exterior, implicaría irdemasiado lejos con la imaginación. La historiaconoce ejemplos suficientes de relatos tradicionalesen que un pueblo cuenta cómo ganó su indepen-

dencia y en ningún caso se disimula tanto el hechoen sí como para ocultar el punto fundamental. Pue-de constituir un dato importante, asimismo, elhecho de que, en el período Minoico Medio, Atenaspresente menos vestigios de conexión por Creta, almargen de las influencias artísticas, que algunosotros centros continentales.

Además, el aspecto desguarnecido de los palacioscretenses presenta un nuevo enigma. Ninguno deellos es una ciudadela en el sentido estricto de lapalabra sino que son complejos "civiles" sin forti-ficaciones. Llama la atención de todos los visitantesel contraste con las fortalezas continentales de Mi-cenas y de Tirinto. Y por más que se lo propongacon frecuencia, la talasocracia minoica no puede serla explicación de ese fenómeno, ya que las amena-zas de ultramar no han sido nunca las causas únicaso decisivas de las fortificaciones. Por cierto ellasno tienen más sentido en Micenas o en Tirinto queen un castillo medieval. ¿Nunca existió peligro deconflicto entre palacios? ¿No había necesidad dedisponer allí de una fuerza compulsiva o de unaprotección de tipo policial? No obstante, donde sea

que posemos la mirada en Creta, la nota que preva-lece es la paz. Las cavernas, que se convirtieron

1964), p á g s . 166-173, en el sentido de que el laberinto nodebe i d en t i f i ca r s e con el palacio de Cnosos s i no con unac a v e r n a . Sugiere la caverna de S k o t i n o , unos kilómetros aleste de Cnosos , donde las pruebas de culto se r e m o n t a n al o s comi enzos del período minoico m e d i o y cotinúan hastael de la Grec i a arcaica. Una continuidad r e l i g i osa tan pro-longada sólo está atestiguada en tres o c u a t r o c a v e r n a scretenses.

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en r e f ug i os durante los tiempos agitados de la his-toria cretense, tanto en la época antigua como en lamoderna, estuvieron deshabitadas durante la era delo s palacios. Las armas, las armaduras y los carrose s t á n registrados en las tablillas de Lineal B de

Cnosos , pero estos elementos son extremadamentera ros en los monumentos de cualquier naturaleza omedida que presentan f i guras . Incluso son raros enla s tumbas. Sólo después de la ocupación por lospueblos de habla griega del continente, se puedehablar de tumbas de guerreros propiamente dichas.

S e a cual f u e r e l a explicación de este fenómeno,éste e s razón s u f i c i e n t e para acentuar l a singula-r i d a d de Creta. Esta sociedad que gira en tornode l palacio, con sus registros minuciosamente deta-l l ados , tiene reminiscencias de Ugarit, en Siria sep-tentrional o d e Mari, sobre e l E uf r a t e s . Pero, como

y a hemos dicho, en el nivel más alto, la psicologíay l o s valores eran radicalmente diferentes e n muchosaspectos, cualesquiera hayan sido las características3e la mayoría de la población, de la que no tene-m os ningún dato. A pesar de que no existe una solalínea escrita, ya sea proveniente de Creta o de lad o c u m e n t a c i ó n mucho más abundante de sus veci-n os próximos o l e j ano s , que manifieste en manerae xp l í c i t a algo del pensamiento de Creta en la Edadde Bronce o de sus ideas sobre un tema en parti-cular , es posible aún hacer ciertas deducciones en

base a los restos materiales, acerca de sus diferen-cias con las otras sociedades centralizadas de sutiempo.

Los gobernantes babilonios, egipcios e hititas lle-n a r o n s u territorio d e monumentos como demostra-c ión de su poder y de l de sus dioses. En Creta, lo?g o b e r n a n t e s n o hicieron nada de e s o n i e n lo t s pa-l a ci o s n i e n l a s t u m b a s , if ío hay nada m a j e s t uo s oo destacado en la sala del: trono de Cnosos, tantoen lo que respecta a su tamaño como a la decora-

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ción de las paredes (con animales míticos y dise-ño s f l o r a l e s , pero s in . n i n g ú n retrato). Tampoco e ltrono es particularmente ostentoso. No existe unsolo cuadro que represente un acontecimiento his-t ó r i co ni que muestre la actividad administrativa,j ud ic i a l o cualquier otra manifestación .de la ac-ción del poder político.

En cuanto a los dioses y diosas, es muy di f íc i ldescubr i r los . Parecería que f u e r o n muchos, perocomo no . s e los alojaba e n templos n o eran necesariaslas estatuas de culto características de la civiliza-ción contemporánea del Cercano Oriente y de laposterior de Grecia. Se los veneraba en pequeñoss a n t u a r i o s familiares, en lugares sagrados al airelibre y en unas veinticinco cavernas distribuidaspor la isla (en general, éstas no son las más espec-taculares y tampoco se empleaban de manera si -

m u l t á n e a ) . En las ceremonias, el aspecto más im-portante era el de la epifanía, o sea la aparicióntemporaria de una divinidad en respuesta a la ora-ción, a l sacr i f ic io o —lo q u e e s más característicoy original de Cre ta— a la danza ritual. En muchasde las escenas el motivo central es el éxtasis de losf i e l e s y no la persona del dios; en realidad loque se muestra es el acto de expectación en sí yno la verdadera epifanía: podía realizarse en un ár-bol sagrado, en un pilar y ocasionalmente en unaf a c h a d a arquitectónica. Puesto que el énfasis recaíasobre los adoradores, el lado humano de la relación,estas escenas se grababan lógicamente, a excepciónde unos pocos f rescos o de algún sarcófago aislado,en anillos, piedras de sello y pequeños objetos decerámica. Por lo demás, lo s testimonios religiososse basaban en su mayor parte en elementos simbó-licos tales c o m o el hacha doble y las "cuernos dela consagración",6 cuya interpretación es todavía

6 Es digno de notar que no había símbolos solares o as-trales.

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muy discutida, así como los elementos utilizadospara las libaciones y los sacrificios. En las cavernas,sobre todo, se han encontrado cenizas y huesos devíctimas de sacrificio como toros,« o vejas, cerdos, pe-rros y otros animales.7 Además contam'oscon pruebasadicionales, a saber, los ob j e tos dedicados a los dio-

ses, incluso cerámicas, espadas y escudos, una varie-dad de artículos femeninos, estatuillas de animales y,eventualmente, figurillas humanas que volvierona aparecer en el Minoico Medio luego de un inter-valo prolongado. En general, es imposible distin-guir las figuras humanas de las divinas excepto porlos cánones más subjetivos. Si las pocas que puedenidentificarse son realmente diosas, como la denomi-nada diosa serpiente, se trata de todos modos deuna innovación posterior, probablemente originadaen la influencia oriental. Además, también en este

caso se respeta estrictamente el tamaño reducidotradicional.Esta f a l t a de monumentos es un rasgo acorde con

la ausencia de manifestaciones externas de guerra,así como con las cualidades específicas y con eltono de las obras de arte cretenses. Los grandesf rescos tampoco son de efecto monumental ( f u e r ade Cnosos, son poco comunes y carece casi abso-lutamente de representaciones humanas). Su suti-leza y movimiento resultan originales, extraños y,si bien no son únicos, aparecen muy pocas vecesen otros lugares de la Edad de Bronce. Estas cuali-

dades se manifiestan con magnífica habilidad téc-nica en lo s vasos, gemas y pequeños objetos de bron-ce (de estos últimos se destacan los de Tilisos). Sin

7 Recientemente, se ha encontrado en una tumba de Ar-khan es , a u n o s nueve kilómetro? de Cnosos, fechada por losexcavador es poco después del É400 a. C., el esqueleto com-pleto de un toro; véase Illustraí¡ed London News del 26 dem a r z o de 1966, págs. 32-33. Éáte es el primer ejemplo quetenemos del sacrificio de un toro proveniente de una tumba.

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embargó, a raíz de la gran estilización del tema ydel tratamiento de los detalles como la vestimentay la postura, tienden hacia un convencionalismomonótono; su preciosismo y minuciosidad no con-dicen con su tamaño. La vida es todo j u egos y

ritual, pero se ve poca pasión humana, alegría per-sonal o sufrimiento. Al parecer, quieren expresarla vida en su aspecto f r i vo lo , superficial. De ahíque las artes menores sean el mayor triunfo cretenseluego de las comodidades burguesas de los serviciossanitarios y de desagüe, así como la iluminación yventilación de los palacios.

Tenemos la impresión, en términos especulativos,de que a principios del período Minoico Medio lasociedad cretense se había estabilizado desde elpunto de vista institucional e ideológico, hallandoun equilibrio que no se enfrentó con ningún desa f íoserio durante siglos y su seguridad, establecida entodos los planos, quizá fuera demasiado pasiva.De ahí en adelante puede observarse todavía unmayor refinamiento de las técnicas, aumento de lapoblación y elementos adicionales en los palacios,pero estos fenómenos se produjeron —p o r así de-cirlo— en línea horizontal. Por eso es posible re-señar este mundo sin hacer referencia alguna a loscambios del Minoico Medio al Tardío. Aun cuandoeste límite particular es válido desde el punto devista arqueológico, principalmente en la alfarería,

el estilo de vida parece haber sufrido pocas altera-ciones. Muchas partes de Creta quedaron seriamen-te dañadas a causa de los terremotos del M i n o i c cMedio III, pero la catástrofe no sólo fue seguida poila reconstrucción inmediata, sino también por un ma-yor crecimiento, por la creación de nuevos pobladosy por los contactos más estrechos con Grecia conti-nental. S in embargo, n o f provocó innovaciones so -ciales o psicológicas significativas.

Pero en una época, no sabemos cómo, los hombres

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de Grecia continental adquirieron dominio sobreCnosos y, a través del poder de este palacio, logra-ron dominar gran parte de Creta oriental y central.La prueba decisiva se nos o f r ece en el hecho de queel l e n g u a j e utilizado en las tablillas de Lineal B deCnosos es el griego (éste no presenta d i f e r e nc i a scon el griego de las tablillas continentales). Lamen-tablemente, como ya h e m o s dicho, todas las tabli-llas datan del momento de la destrución y, por lotanto, no suministran ningún indicio acerca de laf e cha de la penetración griega. Todos los elemen-tos indicadores, no obstante, sugieren que se produjoa principios de la etapa cnosiana, en el Minoicc-Tardío II (un siglo o dos luego del comienzo delHeládico Tardío en el continente). En esta épocase observa un cambio cualitativo en las tumbas, queimitan — e n t r e otras cosas— lo s modelos continenta-

les, incorporándose así por primera vez en Cretalas auténticas tumbas de guerreros. Más o menosen ese período, centros como Festos y Mallia deja -ron de ser "residencias reales" y el gran palaciode Kato Zakro, en el extremo oriental de la isla yel cuarto de Creta por su tamaño, fue abandonadototalmente luego de un desastre natural (este edi-f icio se descubrió sólo en 1961).8 Todo parecería

8 Es posible relacionar la destrucción de Kato Zakro, so-bre la costa, con la erupción volcánica de Santorín (según

la fecha, cuya estimación oscila entre el 1500 y el 1450 a. C.)que fue mucho más violenta que la que ocurrió en 1883 enKrakatoa, en el estrecho entre Sumatra y Java y que, aligual que esta última, provocó la devastación con las cenizasque llevaba el viento y con oleadas periódicas de movimien-tos irregulares que abarcaban distancias considerables. Sinembargo, deben rechazarse las exageraciones sobre los efectosdel desastre de Santorín. No hay signos de ningún e f ec t o alargo plazo en el interior de (jlteta. Además, los científicoss eña l an que, por más grande Que haya sido la pérdida devidas, no se produjeron consecuencias naturales que impi-dieran necesariamente a los hombres volver y establecerse

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indicar que los nuevos gobernantes de Cnosos esta-blecieron de alguna manera su soberanía en unaparte considerable de la isla, sin trasladarse en grancantidad a otros centros (de ahí la persistencia dela escritura de Lineal A en los otros l u g a r e s ) . Esto

explicaría por qué el Minoico Tardío II no puedeubicarse como etapa "independiente" f u e r a deCnosos.

El Minoico Tardío II vio a Cnosos en la cima desu poderío. El f i n a l de este período se ha calculado,a partir de Evans, en los alrededores del 1400 a. C.,por lo tanto, fue una era relativamente corta queterminó con una catástrofe en toda la isla. El fac-tor determinante puede haber sido un terremoto;sin embargo, esto no es explicación suficiente yaque, a diferencias de otras oportunidades, esta vez

no hay elementos rescatados. La vida continuó enCreta, pero la época del poder y los palacios habíat e r m i n a d o para siempre. De ahí en adelante el con-tinente iba a ocupar el centro del escenario pues enel Minoico Tardío II ya se había adueñado de lasupremacía comercial, como puede observarse porla distribución de las cerámicas exportadas al nores-te y al este del Egeo, al Levante y al oeste. Es pro-bable que ese desastre natural, si es que se produjorealmente, f u e r a sucedido por la expulsión de lasautoridades griegas mediante algún tipo de levanta-miento popular que habría abolido también los re-

manentes de poder nativo que los intrusos griegoshabían debilitado tanto alrededor de un siglo antes.Pero éstas son meras especulaciones que no tienenf u n d a m e n t o serio. Puede agregarse que las mismasquedarían descartadas si se probaran las teorías re-

inmediatamente en el lugar. Los depósitos volcánicos au-mentan con f r ecuenc i a la f e r t i l i d ad del suelo. El abandonodefinitivo de Kato Zakro debe de haber tenido una causasocial o política.

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cíenfes en el sentido de que la caída de Cnosos debellevarse al 1200 o incluso al 1150 a.C. para coincidircon el final de la civilización de la Edad deBronce del continente. Pero las pruebas, aceptadaspor la mayoría de los expertos, se manifiestan en

favor de la fecha tradicional.

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CAPITU L O V

LA CIVILIZACIÓN MICÉNICA

En una fecha que puede precisarse dentro delperíodo de los grandes palacios cretenses, es decir,

hacia fines del Minoico Medio III, alrededor delJLfiQOLa, C., ocurrió en Grecia continental algo queprodujo un vue lco^ radicalj;n los acontecimientos dela zona y^eri'la historia del Egep en general. Loque realmente ocurrió sigue siendo un misterio y esobjeto de continuas especulaciones y controversiasque no llegan a resolverse. No obstante, sus conse-cuencias visibles son suficientemente claras. Mice-nas se convirtió de pronto en un centro de riquezay de poder, en una civilización guerrera que no te-nía igual en la región. Er ^ poco tiempo aparecieronotros centros importantes en la zona central y surde Grecia, irradiándose sus influencias hasta lasislas del Egeo y hasta las costas del Asia Menor yde Siria hacia el este, así como también hasta Siciliay el sur de Italia hacia el occidente. Los cuatrocien-tos años siguientes revelan, tanto en el continentecomo en muchas de las islas, tal uniformidad enlos informes arqueológicos que, merced a un con-vencionalismo poco afortunado, el rótulo "micénico"ha venido a aplicarse a la totalidad de la' civiliza-

, , - , ; - ¡ - ' • ' ~ ^" ' 7 7

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ción (aun cuando éste nunca se usó en la Antigüe-dad). No hay problema en mantener este rótuloen sentido abstracto, que puede compararse con"islámico", pero debe evitarse el peligro de suponerque existió una autoridad política centralizada o

una sociedad con dominio sobre amplios territoriosy regida desde Micenas, a la manera en que el Im-perio asirio, por ejemplo, estaba gobernado desdeAsur. Según veremos luego, no existe justificaciónpara deducir una implicancia política de esa natu-raleza.

El preludio notable que introduce a esta civiliza-ción sólo está plenamente atestiguado en Micenas.Pero no llega a barcar más que dos círculos détumbas. Uno de ellos, el más antiguo, cuya fechaabsoluta es del 1600 a. C., fue exumado por los ar-queólogos griegos a fines de 1951 y se lo conoceactualmente como Círculo B. El otro (Círculo A),que data de un siglo después aproximadamente, fuehallado por Heinrich Schliemann en 1876 (seis añosdespués de haber descubierto Troya), dando la pau-ta fundamental para los estudios modernos de laEdad de Bronce griega. Ambos círculos formabanparte de un gran cementerio que presumimos estabafuera del núcleo poblado. Presentan tres rasgos dig-nos de mención: primero, los círculos estaban seña-lados deliberadamente y tenían un significado pre-ciso; segundo, los objeto» que se encontraron en las

tumbas eran muchos, lujosos y en parte de tipoguerrero; tercero, se concentraba totalmente en estastumbas -e l propósito de perpetuar poder y autoridad,ya que no se han encontrado los rastros de la po-blación. Esto debe entenderse en el sentido de queno había muros ni fortificaciones ni palacios depiedra. Las tumbas propiamente dichas estaban des-parramadas en forma irregular dentro de los círculos.Eran tumbas comunes o cistas o bien tumbas pro-

78Figura 3. Estela funeraria de Círculo B, Micenas

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fundas tipo chimenea.* Son unas veinticuatro lasdel Círculo B y sólo seis las del Círculo A, estasultimas todas del tipo profundo.

Los entierros en sí no marcaban una gran d i f e -rencia con las prácticas anteriores, como así tam-poco el hecho poco ceremonioso de apartar los hue-sos y objetos anteriores para hacer lugar a los nuevoscadáveres. Con excepción de estos detalles, todo lodemás era nuevo. Las tumbas estaban señaladas enla superficie con losas de piedra verticales (fig. 3)y muchas de ellas tenían decoraciones figurativascon animales, escenas militares o de caza (peronunca con un nombre o un verdadero retrato u otrovínculo inmediato con un personaje determinado,manteniéndose así estrictamente dentro de la tra-dición de la Edad de Bronce sobre el anonimato

,, del poder). El círculo debió tener una significaciónsacra que sobrevivió por mucho tiempo. En el gran

programa de construcción de la ciudadela despuésdel 1300 a. C., cuando se levantó la muralla de cir-cunvalación de aproximadamente 1.000 metros, elCírculo A quedó dentro de ella y continuó siendoun lugar "sagrado", destacándose por medio de unanillo doble de losas de piedra caliza. Sea lo quefuere lo que los constructores conocían o creíanacerca del círculo de tumbas, el impulso subyacenteen sus creencias era muy poderoso ya que para esaépoca la superficie original se encontraba muy pordebajo del nivel del suelo y, de haberla ignorado,sus problemas habrían si4o mucho menores.

Llevaría hoj'as enteras dar una reseña adecuadadel contenido de las tumbas más ricas, que son lasnúmero III, IV y V del Círculo A. Sólo el catálogode Karo sobre la tumba III incluye 183 artículos

0 Cons i s t en en especie de ' cuevas excavadas en la roca,cuyas d i me n s i o n e s o s c i l a n entte 3 y 7 m de p r o f u n d i d a dpor 3 a 5 de ancho. (N. del El)

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numerados y esa cifra es incompleta, ya que muchosde los artículos comprenden más de un objeto,siendo uno de ellos, por ejemplo, "Sesenta y cuatrodiscos de ero circulares (grabados) con mariposas"i

(lám. llb). Se empleaban todos los materiales delujo tradicionales, sobre todo el oro, y la cantidad y

el trabajo con que éste se presenta sólo encuentranparalelo en la Antigüedad en los hallazgos de lassepulturas escitas del sur de Rusia de mil años mástarde o incluso posteriores. Junto al trabajo deli-cado, casi femenino, de los laminados y las filigra-nas en adornos de todo tipo, aparecen grandes can-tidades de espadas y demás pertenencias de losguerreros. Sin embargo, no se han hallado objetosparecidos a los "ídolos" cicládicos u otros elementosque no sean, evidentemente utilitarios en sentidomaterial (armas, utensilios, adornos). Tanto en losmateriales empleados como en las técnicas y estilosartísticos hay reminiscencias e influencias de otrascivilizaciones. No obstante, básicamente, todo esoriginal en lo referente al trabajo y al estilo, siendoéstos una nueva creación de los gobernantes deMicenas y de sus artesanos.

Quienesquiera fuesen los hombres y las mujeresenterrados en estas tumbas especialmente prepara-das, lo cierto es que pertenecían al nivel más altoen la estructura de poder de una comunidaddiferente de cualquier otra de Grecia hasta esafecha. Resulta tentador relacionar su aparición con

la llegada del carro de batalla y de la espadalarga, aun cuando las primeras tumbas del CírculoB parecen un tanto primitivas para eso. En todocaso los carros figuran de manera destacada en lasestelas que marcan la ubicación de las tumbas enchimeneas posteriores, así como en los inventarios

1G.Karo , Die Schachtgrüber von Mykenai (2 ts., M u n i c h ,1930-1933), I, pág. 43.

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posteriores de Lineal B extraídos de Cnosos y dePilos. El carro e ra un elemento importado —n o e lvehículo propiamente dicho, sino la concep c i ón—,pero eso no da motivo para pensar que el p u e b l oque se valió de esta nueva arma militar f u e r a mi-

grante. Tampoco la da la abundancia de oro,que podría ser el f r u t o del servicio mercenario enEgipto, por ejemplo, como creen algunos es tud iosos ,

' de l as i n v a s i o n e s exitosas, de l comercio o d e l ac o m b i n a c i ó n de estos tres factores. Por el momentodebemos confesar que las causas de esta repentinaaparición del poder y de la posesión de alhajas nosso n desconocidas.2

Las tumbas en chimenea y su contenido revelanun desarrollo sostenido de las habilidades técnicasy artísticas, así como un incremento en la concen-tración del poder. Un crecimiento similiar se pro-

dujo en muchas partes de Grecia central y delPeloponeso durante el Heládico Tardío I y II (sub-divisiones que, de todos m o d o s , so n d i f í c i l e s de dis-tinguir), pero fuera de Micenas (y eventualmentetambién en ella) el símbolo visible era un tipo muydiferente de cámara mortuoria: la espectacular tum-ba tolos o tipo colmena. Éstas eran cámaras circu-lares enclavadas en la ladera de una colina, a lasque se llegaba a través de un corredor (aromos}.El techo era de una construcción cuidadosa tipocúpula con bloques de piedra dispuestos en anillosdecrecientes y remataba en un coronamiento porencima de la altura natural de la colina. Toda laestructura estaba sellada y cubierta de tierra, de-jando a la vista un montículo imponente. Puede

2 Ha surgido una nueva complicación con e l descubri-m i e n t o , producido en 1965, de lo que puede llegar a ser unc í rcu lo f u n e r a r i o contemporáneodel Círculo A micénico, quet a m b i é n presenta oro enterrado. Este descubrimiento se lle-v ó a cabo en Peristeri, en el Peloponeso occidental (volve-r e m o s sobre él más adelante).

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tenerse una idea de su tamaño a través de las di-mensiones de la más grande de ellas que es tambiénuna de las ú l t i ma s . Se trata de la conocida por elnombre inexacto de "Tesoro de Atreo" de Micenas( l á m . III): catorce metros de diámetro, trece metros

de alto (ambas medidas son interiores), un dromosde treinta y cinco metros de longitud y un dintelsobre la puerta de entrada que debe pesar unascien toneladas.

Ningún elemento podía anunciarnos la apariciónde semejantes tumbas. Ni en Grecia ni en ningúnotro lugar exis te antecedente arquitectónico de és-tas. Pero cualquier duda que tengamos en el sen-tido de que ellas no sólo indican poder, sino unnivel más o menos único dentro de la jerarquía

~ comparable con l a realiza, queda disipada por lacoexistencia de los tolos con muchas otras cámarassepulcrales que contenían objetos de gran valor,última morada de familias de posición alta dentrode la escala jerárquica, v§in estar en su cima. Ladistribución y la ubicación de las nuevas dinastíasen el centro y el sur de Grecia pueden indicarseen un mapa siguiendo las construcciones de tumbastipo tolos, que en su mayor parte datan del siglo xv(Heládico Tardío II). La palabra "dinástica" estájus t i f i cada por la comprobación dejentierros suce-sivos durante varias generaciones (también en lascámaras s e p u l c r a l e s ) , lo que requería un esfuerzo

considerable para volver a abrir y sellar las cámaras.Debemos agregar que no hay modo de discernirsi las dinastías permanecieron dentro de la mismaf a m i l i a : los usurpadores no se distinguen en el se-pulcro.

El período de las tumbas tipo tolos coincide corrla época en que la actividad continental se tornaclaramente visible f u e r a de Grecia, en forma degrandes hallazgos de cerámica. Al principio apare-cen al oeste (Sicilia y el sur de Italia) pero a fine»

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del Heládico Tardío II también se Jos encuentra encantidad en la dirección opuesta: en Rodas, .en Chi-pre, en Mileto en el Asia, Menor~y en otros sitios.Esta actividad adquirió un marcado ritmo ascen-dente en el período final de la Edad de Bronce, enel Heládico Tardío IIIAy B.J'Es en este punto dondelas limitaciones de las tablillas de Lineal B resultanparticularmente exasperantes. Se las ha encontra-do en cantidades considerables en Micenas y enPilos (algunas aparecieron en Tebas) pero en nin-gún otro lugar del continente. En cuanto a su len-guaje y contenido son comparables a las de Cnosos.A J igual que ellas carecen de la dimensión temporal,pues también datan de un momento de destruc-ción e incendios. De ser cierta la fecha común-mente aceptada del 1400 para la caída de Cnosos,los pueblos de habla griega habrían tomado con-

trol de la ciudad a la altura del período de lastumbas tipo tolos. Pero no sabemos de qué partedo Grecia provenían. .Sería una suposición gra-tuita sugerir que eran originarias de la mismaMicenas. También desconocemos cuándo y dóndehizo la escritura su primera aparición en el con-tinente en la forma de Lineal B. Se agrega ademásel problema de que la alfarería micénicav anteriorn i período III C se presenta con un estilo y unatécnica tan uniforme que siempre resulta difícil,a menudo imposible, distinguir entre los varios lu--gares de fabricación.3 Pcfr lo tanto, cuando un es-critor moderno se refiere a la "cerámica micénica"hallada, por ejemplo, en las islas de Lípari, serefiere a la cerámica de algún lugar del mundomicénico que eventualmente incluyó lugares comoRodas y Chipre y no necesariamente a la Grecia

Ia Es probable que el anál i s ip c i en t í f i co de las arci l las per-

m i t a c o n e l tiempo establecer las diferencias, pero e se estudio'está aún en sus inicios.

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continental o menos aún a la de la misma Micenas.(Puede tratarse también de una "imitación" local).Debemos agregar que esta uniformidad es máscompleta en las piezas de cerámica de mayor im-portancia, las del período Heládico Tardío III B,y que los ejemplares individuales de éstas son tandifíciles de distinguir en cuanto a la cronología(el margen es de un siglo) como en cuanto allugar.

Por consiguiente la cuestión de las relacionesentre los centros continentales y aquellos sitios enque los hallazgos de alfarería están particularmen-te concentrados resulta muy problemática. Puededarse por seguro que hubo un intenso comercio yque ya antes del 1400 el continente había empe-zado a desplazar a Creta. Algunos materiales, co-mo el ámbar y el marfil, no pudieron llegar a

Grecia de otro modo y éste fue, con toda segu-ridad, el caso con respecto a la mayor parte deloro, del estaño y del cobre. Los objetos y motivosmicénicos aislados que llegaron a Europa centraly hasta el sur de Inglaterra (incluso a Stonehenge)datan de los alrededores del 1500 a. C., y su pre-sencia se explica por la búsqueda micénica de losmetales. El ámbar es común en Grecia desde laépoca de las tumbas'en chimenea hasta fines dela Era Micénica, aunque es raro encontrarlo en laCreta minoica y la Grecia posmicénica, siendo granparte de éste de origen báltico.4

Pero, ¿quiénes eran los comerciantes y en quécondiciones operaban? Las tablillas de Lineal Bguardan tanto silencio ante estas preguntas comolas de Cnosos. Es muy probable que la concentra-

4 Esto se ha determinado con espectrofotometría de ab-sorc ión i n f r a r r o ja ; véas e la serie de ar t í cu los de C. W. Bec ky col. en Greeck, Román and Byzantine Studies^ de los quehan aparecido hasta el momento dos, t. 7 (1966), págs.191-211; t. 9 (1968), págs. 5-19.

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ción de cerámica micénica en Scoglio del Tonno,en Ja región de Tarento en el sur de Italia, se debaa Ja presencia de un centro comercial "micém'co"relacionado con el movimiento de mercaderías deEuropa central y occidental. Sin embargo no esfáciJ encontrar criterios satisfactorios que confir-men que Rodas y Mileto eran colonias mícénicas.

Es verdad que los restos materiales de estos dosJugares (a diferencia de Chipre) parecen "micé-nicos", pero eso no prueba nada respecto de susconexiones políticas con el continente en uno uotro sentido. Si no tuviéramos más informaciónque la clásica de Rodas y Mileto, del año 400 a. C.,podríamos atribuirles, según ese razonamiento, lacategoría de colonias, pero por supuesto estaría-mos equivocados. El desciframiento del Lineal Bha arrojado nueVa luz sobre las relaciones entre elcontinente y Cnosos. No obstante, todavía no te-

nemos seguridad de que luego de que los pueblosde habla griega tomaran posesión de Cnosos sehaya manifestado una verdadera obediencia o su-jeción al poder continental. El comercio, la migra-ción, la conquista y el colonalismo no siempre in-teractúan como un conjunto bien definido.

Por otra parte, tampoco están claras las rela-ciones políticas en el mismo continente. Ya hemosmencionado el hecho notable de que las tumbastipo tolos son anteriores a la arquitectura domés-

, tica en gran escala. En otras palabras, los reyesy Jos nobJes prodigaron sás riquezas y expresaron

su poder — e n lo que a la arquitectura se refiere—en las cámaras mortuorias antes de dirigir su aten-ción hacia Jos palacios y las casas. En Pilos, losarqueólogos han comprobado un extenso asenta-miento de una ciudad de estrato inferior, anterior ala construcción del gran palacio, pero no puedenrastrear su historia mucho| tiempo atrás, como essiempre el caso en Greci'4 en general. Sabemos

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que la población había crecido en forma conside-rable y que se concentraba en pueblos que normal-mente se encontraban en las laderas de las colinasdominando las tierras de cultivo. (Se conoce ya laubicación de 400 poblados micénicos en el conti-nente. ) Asimismo tenemos conocimiento de que

la sociedad se había estratificado jerárquicamen-tey que estaba gobernada por la clase guerrera através de caudillos o reyes. Luego, después del1400 (y en la mayoría de los lugares cerca del1300), se produjo un cambio repentino, pasándosede la construcción de cámaras sepulcrales monu-mentales a la edificación de varios palacios-forta-

,, leza. Esos lugares, tales como Tirinto y Micenasen el Peloponeso occidental, la Acrópolis de Ate-nas, Tebas y Gla en Beocia, lolcos en Tesalia, separecen ahora más a las ciudades fortificadas me-

[ dievales que a los desguarnecidos y aglutinadoscomplejos cretenses. Se conservaba todavía la cons-trucción en forma de celdillas, pero el tipo devivienda más importante era el llamado mégaronque consistía en un atrio con columnas o vestíbu-lo, una larga habitación principal y generalmenteun depósito en la parte posterior.

Este interés en las fortificaciones y en todo lorelacionado con la guerra no puede haber sidosólo cuestión de gustos. Algo dentro de la situa-ción social del lugar lo requería, pues es de presu-mir que Creta no lo necesitaba, por lo menos en

esa propoición. Las tablillas continentales de Li-neal B registran las mismas actividades, los mismostipos de inventarios que las de Cnosos, y el mis-mo modelo de control y administración del pala-cio sobre la comunidad y la región circundante(que no era demasiado extensa). No obstante, lastablillas no dan ninguna pista acerca del factor"guerrero, para el que debemos sacar nuestras con-clusiones sobre la base de la distribución y el destino

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de las mismas fortalezas. En síntesis, la preguntaclave puede precisarse así: ¿Por qué la Argóliday la región que rodea a Corinto cuentan con unacantidad bastante importante de fortificacionesmientras que, hacia el oeste, Pilos en Mesenia es-taba poco fortificada y doce millas hacia el norte

raparecen grandes tumbas tipo tolos, así como gran-des fortificaciones en la cima de una montaña dePeristeri, cuyo nombre antiguo desconocemos?Ha-bía una población considerable en Argos en elperíodo Heládico Medio que se mantiene sin so-lución de continuidad a partir del Heládico Tar-dío II, pero no hay palacios ni fortificaciones nitampoco una sola tumba tipo tolos o armas en lassepulturas. Aparentemente Argos depend ía deMicenas, seis millas al norte, o de Tirinto haciael sur, que estaba a una distancia apenas menor y

- no tenía una aristocracia guerrera propia. Por otra

parte es difícil imaginar que Micenas y Tirintoestuvieran a la par y que se dividieran la llanuraargiva entre ellas (o que Tebas y Gla fueran po-deres iguales en Beocia). En las generaciones quesiguieron a la aparición de las primitivas tumbastipo tolos, las incursiones y las guerras continuaselevaron presumiblemente a algunos dinastas ven-cedores a posiciones predominantes y soberanas.Los caudillos vencidos o menos afortunados fueronen algunos casos eliminados y en otras oportunida-des se les permitió sobrevivir, pero en una posi-ción subordinada. En varios sitios como Micenas,

Tirinto y Tebas, aparecen en este período signosde gran destrucción y de incendio. A raíz de estosfenómenos que sugieren daños de guerra, se pro-dujeron cambios en los complejos de edificacióny en las fortificaciones. Sin duda hubo tambiénmatrimonios entre los miembros de las distintasdinastías para complicar la! sucesión al trono y lasrelaciones entre los Estados, cosa que siempresucede.

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El cuadro que surge del análisis combinado delas tablillas y de los restos arqueológicos presentauna división de la Grecia micénipa en una canti-dad de pequeños Estados burocráticos, con su aris-tocracia guerrera, un alto nivel de , artesanía, in-

tenso comercio exterior de objetos de primera ne-cesidad (metales) y de lujo y, en el mejor de loscasos, un permanente estado de neutralidad arma-da en sus relaciones con los demás y a veces quizácon sus subditos. Nada indica que Micenas tuvierauna autoridad suprema. Esa idea tiene su únicofundamento en los poemas homéricos en los queAgamenón aparece como comandante en jefe deun ejército de coalición en una expedición contraTroya (pero debemos notar que en ella su auto-ridad es fácilmente burl ada ). No obstante, lostestimonios contemporáneos demuestran tgue, sea

cual fuere la autoridad del gobernante de Micenassobre la Argólida, ni Pilos ni Tebas ni lolcos ledebían nada.5

Con excepción de algunas escenas de batallas,el arte de los palacios de Micenas no logra re-flejar en forma directa la sociedad guerrera. En reali-dad, este arte es sorprendentemente derivativo (sal-vo en la alfarería) y presenta el mismo amor porlas decoraciones abstractas y florales, las mismasprocesiones monótonas y el mismo convencionalis-mo y cualidad estática que los prototipos creten-

ses. Aparece asimismo idéntica impersonalidad.Casi nunca vemos, por ejemplo, el retrato de un"extranjero" que se distinga por sus rasgos, susvestiduras, su cabello o su barba. Tampoco el ca-

Trácter monumental de la arquitectura se transfierea la pintura o a la escultura, hecho que se torna

c El di f íc i l problema del va lo r de los poemas homéricosc o m o prueba de la civ i l ización micénica se analiza breve-mente en el cap í tu lo VI y con más detalle en el capítulo VII.

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de las mismas fortalezas. En síntesis, la preguntaclave puede precisarse así: ¿Por qué la Argóliday la región que rodea a Corinto cuentan con unacantidad bastante importante de fortificacionesmientras que, hacia el oeste, Pilos en Mesenia es-taba poco fortificada y doce millas hacia el norte

aparecen grandes tumbas tipo tolos, así como gran-des fortificaciones en la cima de una montaña dePeristeri, cuyo nombre antiguo desconocemos? Ha-bía una población considerable en Argos en elperíodo Heládico Medio que se mantiene sin so-lución de continuidad a partir del Heládico Tar-dío II, pero no hay palacios ni fortificaciones nitampoco una sola tumba tipo tolos o armas en lassepulturas. Aparentemente Argos depend ía deMicenas, seis millas al norte, o de Tirinto haciaél sur, que estaba a una distancia apenas menor y

— B © tenía una aristocracia guerrera propia. Por otra

parte es difícil imaginar que Micenas y Tirinto'estuvieran a la par y que se dividieran la llanuraargiva entre ellas (o que Tebas y Gla fueran po-deres iguales en Beocia). En las generaciones quesiguieron a la aparición de las primitivas tumbastipo tolos, las incursiones y las guerras continuaselevaron presumiblemente a algunos dinastas ven-cedores a posiciones predominantes y soberanas.Los caudillos vencidos o menos afortunados fueronen algunos casos eliminados y en otras oportunida-des se les permitió sobrevivir, pero en una posi-ción subordinada. En varios sitios como Micenas,

Tirinto y Tebas, aparecen en este período signosde gran destrucción y de incendio. A raíz de estosfenómenos que sugieren daños de guerra, se pro-dujeron cambios en los complejos de edificacióny en las fortificaciones. Sin duda hubo tambiénmatrimonios entre los miembros de las distintasdinastías para complicar la! sucesión al trono y lasrelaciones entre los Estados, cosa que siempresucede. l

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El cuadro que surge del análisis combinado delas tablillas y de los restos arqueológicos presentauna división de la Grecia micénica en una canti-dad de pequeños Estados burocráticos, con su aris-tocracia guerrera, un alto nivel de , artesanía, in-

tenso comercio exterior de objetos de primera ne-cesidad (metales) y de lujo y, en el mejor de loscasos, un permanente estado de neutralidad arma-da en sus relaciones con los ciernas y a veces quizácon sus subditos. Nada indica que Micenas tuvierauna autoridad suprema. Esa idea tiene su únicofundamento en los poemas homéricos en los queAgamenón aparece como comandante en jefe deun ejército de coalición en una expedición contraTroya (pero debemos notar que en ella su auto-ridad es fácilmente burlada). No obstante, lostestimonios contemporáneos demuestran *que, sea

cual fuere la autoridad del gobernante de Micenassobre la Argólida, ni Pilos ni Tebas ni lolcos ledebían nada.5

Con excepción de algunas escenas de batallas,el arte de los palacios de Micenas no logra re-flejar en forma directa la sociedad guerrera. En reali-dad, este arte es sorprendentemente derivativo (sal-vo en la alfarería) y presenta el mismo amor porlas decoraciones abstractas y florales, las mismasprocesiones monótonas y el mismo convencionalis-mo y cualidad estática que los prototipos creten-

ses. Aparece asimismo idéntica impersonalidad.Casi nunca vemos, por ejemplo, el retrato de un"extranjero" que se distinga por sus rasgos, susvestiduras, su cabello o su barba. Tampoco el ca-

Tf 'ácter monumental de la arquitectura se transfierea la pintura o a la escultura, hecho que se torna

6 El d i f í c i l problema del va lo r de los poemas homérico*c o m o prueba de la c iv i l izac ión micénica se analiza breve-mente en el capítulo VI y con más detalle en el capítulo VII.

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más asombroso conforme recordamos que haciael siglo X IH había un contacto estrecho con Ana-tolia y Egipto. Además, no hay nada comparableen tamaño a las estatuas de tamaño natural deCeos del Heládico Medio (que mencionam os enel capítulo III),

Aun cuando las tablillas de Lineal B abundanen nombres de dioses y diosas, y en listas de loque parece ser el personal a su servicio o de ofren-das, la religión micénica es, desde el punto de

- vista "arqueológico, aún menos notable que la mi-noica. Existen los altares y también aparecen re-presentaciones de divinidades y rituales en lasgemas y piedras de sello,, la mayoría de ellas deorigen cretense sin ningún rasgo que las distingacomo micénicas. Sin embargo, hasta el verano de1968 no se había hallado ningún santuario o habi-tación especial para rituales que pudiera identi-ficarse con claridad dentro de los complejos pala-ciegos. Ese verano, los excavadores encontraronen Micenas un pequeño "depósito" sellado (dealrededor de 1,80 m2) en el que se habían amon-tonado, entre otras cosas, unas dieciséis figurasdesnudas de arcilla hueca, de hasta 60 cm de altu-ra, hechas con torno de alfarero. Sus brazos cortosestán levantados o extendidos (carecen de pier-nas) y Jos senos son apenas perceptibles (la mayo-ría son figuras femeninas). Además, se advierteque el cabello y Jos rasgo^ faciales fueron agrega-

dos con posterioridad, según el método utilizadopara las manijas y los picos de las vasijas. Estecuarto contenía asimismo seis serpientes enrosca-das de arcilla modeladas en forma realista. Pero,si bien estos últimos objetos son de una concep-ción bastante brillante (larri. He), las estatuillasson extremadamente "primitivas" y feas, salvo unaúnica excepción. Se trata »d e una figura pequeñavestida y pintada, cuyo diseño la ubica en una

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fecha que no pasa del 1300 a. C. En las cercaníashabía otra habitación curiosa pero su excavaciónapenas ha comenzado. EJla presenta unas plata-formas dispuestas de modo tal que sugieren laposibilidad de actividades de culto.6

En todos sus aspectos significativos, este ha-llazgo es único hasta el presente. Las serpientesse representan a menudo asociadas con la figuradel hombre, pero éstas son las primeras que apa-recen en forma independiente en todo el Egeodurante la Edad de Bronce. Las estatuas son, ensu aspecto general, distintas a todas las demás(aunque se han sugerido similitudes con un grupode figuras cretenses por las técnicas de fabricacióny las posturas). Tampoco se ha encontrado otrocuarto de "depósito". Todo lo dicho sirve comoadvertencia, pues la mayor parte de las deduccio-

nes generales acerca de la cultura micénica sonaproximadas según la naturaleza del caso. Nosresistimos un poco a reconocer el hecho de que,hasta la fecha, sólo en Eleusis, Ceos y Deles sehan descubierto rastros razonablemente auténticosde un "templo" de la Era Micénica; a título decomentario podríamos agregar que quizá no seaaccidental que ninguno de estos lugares fuera uncentro de poder secular.

6 Véase IHustrated London News del 4 de enero de 1969,y Lord William Taylour, "Mycenae 1968", Antiquity, 43(1969), págs. 91-97, del que su au tor nos permitió g e n t i l -mente leer una copia antes de su publicación.

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CAPITULO VI

EL FINAL DE LA EDAD DE BRONCE

En los archivos hititas que aún se conservan, en-contramos alrededor de veinte textos que datande fines del siglo xrv hasta cerca del 1200 a. C. yque se refieren al reino de Ajjiyawa. Desde t;lmomento en que estos documentos se descifraronpor primera vez, hace más de una generación, sointentó identificar al pueblo de Ajjiyawa con losaqueos." Éste es el nombre más común que danlos poemas homéricos a los griegos en la guerrade Troya y probablemente es también el nombro(o uno de los nombres) que ellos mismos se dabanen lo que ha venido a llamarse la Era Micénica. Sibien los argumentos son técnicos, complicados y no

del todo concluyentes, la mayoría de los estudiososacepta en la actualidad esa identificación. Esostextos demuestran que Ajjiyawa fue en generalindependiente de los hititas y que les causó algu-nos' problemas, especialmente hacia el períodofinal cuando empezó a disminuir el poder del Im-perio hitita. Pero, ¿dónde estaba ubicado ese rci-

* Aja io í . (IV. de l T.)

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no? Tampoco existe una respuesta definitiva paraesa pregunta; algunos creen que los hititas eranrivales de los aqueos de Grecia continental, perosi bien no podemos negar que de ser esto ciertose resolverían algunas de las dificultades, las pro-babilidades contradicen este punto de vista. Aj'ji -

yawa parece haber estado ubicada más cerca delterirtorio hitíta, quizá .en la isla de Rodas.

De todos modos, los testimonios hititas no con-ducen más allá de un único punto: los hombresde Ajjiyawa, fueran ellos griegos micénicos o no,tomaron parte en las actividades vandálicas yguerreras que se desarrollaron en la segunda mitaddel siglo xin en los límites de la esfera de influen-cia hitita. En realidad , el Imperio hitita se derrum-bó hacia el 1200 ó 1190. A pesar de que no tenemostestimonios escritos directos para identificar alpueblo vencedor, vemos cada vez como* más pro-

bable que existiera cierto tipo de vinculación conlas incursiones en gran escala que una coaliciónindefinida de pueblos efectuó en el Egeo oriental.Éstos aparecen mencionados dos veces en las fuen-tes egipcias donde a raíz de su lectura poco cui-dadosa se los conoce con el nombre de "pueblosdel mar", el cual se presta a confusiones. La pri-mera de estas referencias trata de un ataque aldelta del Nilo que efectuaron los libios y sus mer-cenarios —"hombres que venían de todas las tie-rras del norte"— durante ej reinado del faraón Mer-

neptah, alrededor del 1220. Según el relato, losegipcios los rechazaron, tras infligirles pérdidas,entre muertos y prisioneros, de más de diez milhombres. Entre los mercenearios figuraban losakawash (o ekwesh),1 a quienes resulta tentador

1 Una de las d i f i cu l t ad es para i d en t i f i c a r l o s n o m b r e s enlo s textos de los jerogl í f icos egipcios es que sólo se esc r ib enlas consonantes y no las vocales.

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identificar — p o r el nombre— con los aqueos, auncuando los textos destacan el hecho de que estu-vieran circuncidados, práctica que era extraña alos griegos de / o s tiempos históricos y que tampocoestá confirmada para la Grecia de la Edad deBronce.

La segunda referencia es mucho más importan-te. A principios del siglo xii (quizá ya en el 1191),

Ramsés III detuvo una gran invasión de los "pue-blos del mar" que, provenientes de Siria, veníanacercándose a Egipto por tierra y por mar. "Nin-gún país pudo hacer frente a sus armas, desdeHatti, KocLe, Carkemish y Arzawa, hasta Alasia."2

Las afirmaciones triunfales del faraón son dignasde muy poco crédito pero no hay razón para ne-gar la esencia de este relato jactancioso: que losegipcios rechazaron una migración e invasión tri-

bal combinada que recuerda los últimos movimien-tos germánicos hacia el Imperio Romano que arra-saban un extenso territorio antes de caer vencidoso detenerse. Esta vez no se menciona a los aka-wash y, debido a las complicaciones que ya hemosseñalado respecto de los nombres extranjeros es-critos en jeroglíficos, no hay acuerdo académicoacerca de la identificación de esos pueblos, conexcepción de uno. Se trata de los peleset o filis-teos, quienes —luego de la derrota— se establecie-ron en la costa palestina dando a esta región elnombre que aún lleva en la actualidad.

La región que ocuparon los filisteos está colma-da, casi desde el primer momento de asentamien-to, de cerámica micénica III C de fabricación local,pero no aparecen ejemplares del tipo III B. Estoes importante ya que el cambio del 777 B al III C

2 Traduc ido por J. A. W i l s o n en Ancient Near EasternTexis relating to the O íd Testament, .de j. B. Pr i t cha rd (2*ed., P r i n c e t o n U n i v e r s i t y Press, 1955), pág. 262.

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se manifiesta en todas partes — e n Grecia conti-nental, en las islas y también en Troya—, determi-nando la línea que marca la finalización del últimogran período de la Edad de Bronce. Efee final f u emás abrupto que la mayoría de los derrumbamien-tos de las civilizaciones del pasado. Desde Tesaliaen el norte de Laconia y Mesenia en el sur, fuerondestruidos como mínimo una docena de fortalezasy complejos palaciegos, incluso lolcos, Crisa (cer-ca de Delfos), Gla, Pilos, Micenas y el que estápróximo a Esparta debajo de las ruinas de la Me-neleon de la época clásica. Otras poblaciones for-tificadas, e incluso cementerios, fueron abandona-dos. Toda esta destrucción debe ubicarse arqueo-lógicamente alrededor de la misma fecha, más omenos en el 1200, y resulta difícil imaginar queno tuviera relación alguna con la actividad de los"pueblos del mar" y con los devastadores del Im-

perio ratita. La coincidencia sería demasiado no-table, más aún si consideramos el hecho de quelos disturbios se extendieron hacia el este hastala Mesopotamia, y también hacia el oeste, en Ita-lia, en las islas de Lípari y en Sicilia, llegandoquizá a Francia y al norte del mar Báltico. Sesupone que hubo un gran movimiento de pueblosy, entre los expertos, se va acentuando la convic-ción de que —según la arqueología y las conclu-siones derivadas de la posterior difusión de losidiomas indoeuropeos— el centro original de vesosdisturbios estaba en la ^región carpatodanubiana

de Europa. Tal "movimiento" no estaba organiza-do ni concertado como una genuina coalición. Pa-recería, en cambio, que tuvo un ritmo interrum-pido y que presionaban en direcciones diferentesy en momentos distintos; tal es el caso de Egiptoque fue atacado primero desde el oeste y luego,alrededor de una generación después, desde elnoreste. Había poca estabilidad en las relaciones

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entre los migrantes e incertidumbre en los objeti-vos finales. Todo esto resulta análogo a los últi-mos movimientos germánicos, como así tambiénel hecho de que los intercambios e influencias co-merciales y culturales se llevaron a cabo, al menoscon Grecia, durante siglos antes de comenzar las

invasiones.En lo que se refiere al pueblo de Grecia, elataque contra éste provino de su frontera septen-trional, sea cual fuere el lugar donde se originó.Fue quizá en este momento cuandr) se construyóla sólida muralla que atravesaba el Istmo de Co-rinto y cuyos vestigios aún se conservan en el ex-tremo sudeste. Si éste fue el caso, resultó inútil.Los intrusos penetraron airosamente, destruyeronlas fortalezas del Peloponeso y, con ellas, la orga-nización política y las formas de vida que debíanproteger.3 No obstante, antes de poder examinar

los efectos es necesario considerar un hecho queconstituye una complicación adicional: la historiade Troya en el ángulo noroeste del Asia Menor.

La cindadela de Troya, situada en un cerro aunos kilómetros del mar Egeo y de los Darda-nelos que controla la fértil llanura que se extiendeante él, no tuvo período neolítico conocido. Fueocupada por primera vez al comienzo de la Edadde Bronce, alrededor del 3000 a. C., siendo desdeese momento una fortaleza. Durante el prolon-gado período Bronce Primitivo, que llegó quizáhasta el 1800, la arqueología troyana revela unanotable continuidad cultural. Esto no significa quetodos los siglos fueron tranquilos: hubo catástro-f e s periódicas, de ahí la división en cinco etapasclaramente definidas, pero después de cada inte--

3 La opinión corriente, en un tiempo, de que los doriosfueron los intrusos que destruyeron el inundo micénico tienecada vez menos fundamentos y, por ende, menos adherentes.Hablaremos sobre ellos en el capítulo VII.

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rrupción la reconstrucción 'parece inmediata sinsignos aparentes de la presencia de un nuevo ele-mento en la población. Troya II, la más rica delas cinco, presenta trabajos en oro bastante impo-nentes (el primer "tesoro" hallado por Schlie-mann) como mínimo seis siglos antes de la apa-

rición de las tumbas en chimenea de Micenas. Loque siguió fue más pobre, por no decir insignifi-cante, pero aparentemente no hubo interrupcio-nes. Desde el punto de vista arqueológico, la cul-tura primitiva de Troya se relaciona con los ha-llazgos contemporáneos de las islas egeas del nortey de las Cicladas, de Tracia y de Macedonia y,mucho má'- hacia el oeste — c o s a curiosa—, con losde las islas de Lípari. Pero, al mismo tiempo, nopresenta conexión con los hititas ni con Siria (auncuando las nuevas excavaciones en el noroeste delAsia Menor pueden producir aún paralelos máspróximos). No disponemos de ninguna otra pista,ya que no ha podido hallarse un solo fragmentoescrito en Troya y en los registros contemporá-neos de otros sitios tampoco se hace una clarareferencia al lugar.

Luego, alrededor del 1800 a. C., aparece TroyaVI, una nueva civilización que surgió sin previoaviso así como algunas de las innovaciones impor-tantes en otros lugares del Egeo. Ésta se convirtióen la más poderosa de todas las fases de Troya,culminando en un períodjP de avanzada tecnolo-

gía, con complejos muros fortificados, pero ca-rente de tesoros o de trabajos estéticamente intere-santes en cualquier otro campo. Las ruinas estánllenas de huesos de caballos y, aparentemente, fueeste animal el que dio a los nuevos ocupantes unaventaja considerable y tal vez decisiva sobre suspredecesores. La gran c4ntidad de alfarería mi-níense y, posteriormente, 4

e cerámica micénica IIIA importada indican la existencia de conexiones

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estrechas con Grecia. Al cabo de unos 500 años,Troya VI fue destruida por una catástrofe tan tre-menda que suponemos que se originó en un terre-moto y no en la actividad humana. La reocupa-ción fue inimedata; en Troya Vlla no se observa-ron cambios culturales sino que — al igual que des-

pués de Troya II— se manifiestan en todos sus as-pectos unas proporciones y un nivel muy reduci-dos. Y es esta ciudad insignificante la que coincidecon el último gran período de Grecia, el MicénicoIII B, que comienza alrededor del 1300. La fechade su caída se relaciona entonces con todos losproblemas de fines del mundo micénico que es-tamos considerando.

La arqueología nos revela que Troya Vlla fuedestruida por el hombre. La fecha sólo puede deter-minarse sobre la base de los hallazgos de alfareríay, en especial, por el hecho de que el Vlla teníaúnicamente cerámica micénica III B, mientras quela III C apareció en el corto período Vllb (aunquelamentablemente los hallazgos no alcanzan a pro-porcionar una respuesta acerca del momento enque el nuevo estilo hizo su primera aparición enel V I I ¿ > ) .4 Si los demás elementos fueran iguales,podríamos sacar la conclusión, al menos en formapreliminar, de que la caída de Troya Vlla fueparte del cataclismo general que abarcó toda elárea del Egeo alrede dor del 1200. Pero los demáselementos no son iguales debido a la tradición

griega de la guerra de Troya, de que una grancoalición del continente invadió y saqueó esta ciudad.En el caso de que esta tradición tenga alguna basehistórica, la guerra troyana podría haberse produ-cido,- del lado griego, únicamente en el período

4 Lamentablemente, tampoco es posible f i ja r con suf i -ciente exactitud la aparición en Troya VTI& de la "cerámicacon nudos", que parece haberse originado en Europa central.

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IIIB, de este modo, hubiera sido una guerra con -tra Troya Villa. El hecho de que las ruinas seandemasiado miserables para la gran ciudad dePríamo descrita por Hornero no constituye unaobjeción seria; tanta exageración debe adjudicarsea la trasmisión de la tradición oral. No obstante,la fecha de un misterio. Es obvio que no fue po-

sible una invasión micénica organizada contraTroya en el 1200 ya que las mismas potenciasgriegas estaban siendo atacadas o habían sidodestruidas para ese entonces. Si trasladáramos laguerra a la generación anterior podríamos sortearesta dificultad, pero al hacerlo nos crearíamoscomplicaciones con la correlación de las fechas delos hallazgos de Troya y las de los lugares másimportantes de Grecia. Por lo tanto, una pequeñaminoría de estudiosos propone abandonar la tra-dición griega por ser esencialmente mítica y sa-car a Troya del lugar singular que ocupa dentro

de la historia* de la Edad de Bronce griega, asícomo, en realidad, de cualquier otra posición sig-nificativa dentro de ella.

Sea cual fuere la verdad acerca de la guerrade Troya, no hay discusión con respecto a la mag-nitud cíe la catástrofe en Grecia. Sin embargo, elhecho de hablar lisa y llanamente del final o dela destrucción de una civilización implica caeren ambigüedades si no se analiza el concepto yse especifican sus aspectos. La destrucción sig-nificó en primera instancia la caída de los palacios

y de sus complejos fortificados. Tenemos dere-cho a suponer que con ellos desapareció esa sin-gular estructura social piramidal que les habíadado origen. Así dejaron de existir las tumbastipo tolos, salvo unas pocas y misteriosas excep-ciones perdidas en Tesalia y quizá en Mesenia.Entonces volvió a generalizarse el uso de las^ tum-bas en cista que probablemente no había sido

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abandonado por las clases inferiores durante elperíodo Micénico. También desapareció el usode la escritura. Esto puede parecer increíble sino consideramos que la única función conocidade la escritura en el mundo micénico, según lostestimonios que poseemos, era la de satisfacer lasnecesidades administrativas del palacio. Al caer

este último, desapareció también la necesidad dela escritura y su arte. Los palacios dejaron deexistir por completo y no volvieron a aparecer enla historia subsiguiente de la Grecia antigua. Lu-gares como Micenas, Tirinto y lolcos estaban to-davía deshabitados en el período III C, despuésdel 1200, pero los palacios no se reconstruyeron.Tampoco se han encontrado tablillas de LinealB de este período ni en Micenas ni en ningún otro

sitio.Este cambio tan fundamental iniciado por una

población invasora, alteró necesariamente el cua-dro general de las zonas habitadas. No sólo hubouna disminución de la población en su totalidada fines del III B, que fue muy brusca en algunasregiones, sino que también se produjeron cambiosy movimientos de duración muy prolongada. Al-gunos grandes centros como, por ejemplo, Pilosy Gla fueron completamente abandonados, mien-tras que otros como Atenas y Tebas continuaronocupados en menor escala. No obstante, hubootras zonas — el Ática oriental, la costa de Eubeamás próxima al continente, Asine en la costa ar-

giva, el distrito de Acaya en el golfo de Corinto(cuyo centro moderno es Pairas), la isla de Cefa-lonia en el mar Jónico que acrecentaron su po-blación. Parte de esta irregularidad tuvo sin dudasu origen en los conflictos y expulsiones subsi-guientes al principal enfrentamiento inicial, talcomo lo prueban los nuevos daños que sufrieronMicenas y Tirinto alrededor del 1150. Tenemos

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asimismo motivos para creer que las comunidadesmás pequeñas y subordinadas —como por ejemploArgos— recibieron un tratamiento diferente porparte de los principales centros de poder.

En épocas tan difíciles y confusas, podría su-ponerse que algunos de los mismos elementos dela población micénica tomaron parte en el saqueoy la migración. Si los akawash que integraban los"pueblos del mar" durante el reinado de Mernep-tah eran en realidad los aqueos, ya tendríamosprueba suficiente. Chipre nos suministra un tes-timonio algo más sólido pero que sigue siendocontrovertido. Dijimos 'al final del capítulo IIIque, si bien las importaciones de cerámica micé-nica de los siglos anteriores al 1200 no estuvieronacompañadas por una verdadera migración desdeGrecia hacia la isla, cerca del 1200 aparece un

cambio notable en el panorama arqueológico queimplica el flujo de inmigrantes. Los muros demanipostería de Enkomi son quizá la novedad másdestacable, pero se advierte también un perfeccio-namiento de las técnicas artesanales tanto de losmetales como del marfil y aparece una escrituramisteriosa (a la que ya nos hemos referido). La-mentablemente, no se conservan escrituras chi-priotas de este siglo ni de los posteriores inme-diatos, pero la explicación más factible de la su-pervivencia en la Chipre clásica de un dialecto

arcadio y de una escritura basada en el Lineal B,es que alrededor del 1200 fueron llevados al lugarpor los griegos micénicos. Lo que genera undesacuerdo es el hecho de que muy pocos añosdespués de la aparición de los nuevos rasgos cul-turales, la isla fue devastada y que sus efectosinmediatos —en el cuadré de las zonas habitadas,en la cantidad de riquezas y en la artesanía—pueden compararse con los que ya hemos visto

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en Grecia.8 Nuevamente aparece un "si" en elpanorama. Si la identificación de Alasia con Chi-pre es correcta, no quedaría duda de que la des-trucción fue obra de los "pueblos del mar" queiban camino de Egipto, como lo afirma expresa-mente el relato de Ramsés. Resultaría tentadorentonces imaginar una primera y gran ola de refu-

giados griegos, cuya influencia puede apreciarseen el nuevo cuadro arqueológico, seguido de losdestructores "pueblos de mar" en un lapso de talvez dos décadas. Pero esta teoría no llega a con-testar la difícil pregunta de cómo pudieron los re-fugiados producir semejante impacto cultural en tan

poco tiempo.Una consecuencia de esta nueva situación fue

que en la misma Grecia las comunidades indivi-duales se replegaron sobre sí. La cerámica III Cfue, estilística y técnicamente, un engendro directode la III B pero, a diferencia de esta última, sesubdividió con rapidez en estilos locales de mar-cada diversidad. Suponemos que esto se produjoa raíz de que los palacios dejaron de controlar laeconomía dentro de su anterior esfera de influen-cia y que las comunicaciones entre las diferentesregiones sufrieron una reducción considerable. Almargen de la alfarería, los testimonios arqueoló-gicos de los dos o tres siglos siguientes resultanescasos y no revelan hechos positivos. No obstan-te, esta misma cualidad negativa permite hacer,ciertas deducciones. La población era más redu-

cida y mucho más pobre que antes, lo que no sólosignifica que los agricultores y artesanos comunestenían menos recursos sino que los ricos tambiéncompartían esa situación. No puede negarse la

6 Probablemente, gran parte de la con t rove r s ia desapare-cer ía ' s i los hallazgos arqueo lóg icos c lave pudieran f echar s eco n exactitud alrededor del año 1200.

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i n f e r i o r i d a d técnica y artística de los hallazgos, laausencia de tesoros y, sobre todo, de grandes cons-t r u c c i o n e s palaciegas, militares o religiosas. Lasoc i edad micénica había sido decapitada y l o sque quedaron procedieron, junto c o n e l nuevo ele-m e n t o i n v a s o r ,6 a levantar un -tipo distinto de

s o c i e d a d . Es este proceso el que la arqueología,por sí sola, no puede i l u m i n a r totalmente. No obs-tante, el hecho de que fuera una sociedad com-pletamente nueva queda demostrado más adelan-te, cuando la escritura retorna a Grecia y empe-z a m o s a conocer algo de la economía y de la orga-nización social y política.

No debemos permitir que la inevitable concen-tración en los restos materiales y en la tecnologíanos impida advertir la magnitud de la ruptura'producida. Por supuesto, la gente continuó cul-tivando la tierra, criando ganado y fabricandoobjetos de cerámica y herramientas con las m i s -

8 El hecho de que algunos de lo s invasores permanecieranen Grecia es una suposición imposible de probar. Lo carac-terístico de este tipo de' combinación de invasión y migraciónes que no deja rastros arqueológicos hasta que se estableceen un lugar en forma permanente. (Este punto se men-c ionó brevemente e n e l cap. I I con respecto a los dorios y a .lo s hunos y volverá a tratarse en relación con lo s dorios ene l cap. VII.) Algunos estudiosos dan como prueba el hechode que la costumbre griega,-de la Edad de Bronce de enterrara los muertos fue remplazad^,, en la mayoría de los distritos

por la cremación. No podemos negar que n p s produciríagran satisfacción la posibilidad de establecer un v í n c u l o conlo s "campos de urnas", cementerios de cuerpos cremados ydepositados en urnas, que comenzaron a aparecer en Europac e n t r a l en el siglo xiii y que luego- se d i f u n d i e r o n en ex-tensas zonas del continente incluso Italia. En Grecia, sinembargo, e l cambio se p r o d u j o e n f o r m a lenta luego del•1200 y no llegó a completarle antes del 1050 aproximada-m e n t e . Además, ya hemos i r i d i cado en el cap. II que lo sc a mb i o s decisivos en los métodos para disponer de losc a d á v e r e s se llevaron a cabo Sin la influencia de un nuevoelemento en la población.

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mas viejas técnicas (pero pronto se nota una ten-dencia creciente hacia un nuevo metal, el hierro,que en ese entonces pudo obtenerse por primeravez). A s i m i s m o , siguieron venerando a sus diosesy realizando lo s rituales necesarios y suponemos

que en este campo hubo tanta continuidad comocambio. Pero la sociedad estaba organizada deun modo diferente y entró en otra línea de desa-rrollo al aparecer nuevos valores. La Edad deBronce había llegado a su fin.

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LA ERA ARCAICA

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LA ERA AKCAICA

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C AP ITULO VI I

LA EDAD OSCURA

A menos que la vida misma quede destruidaen una región, siempre debe de haber algún tipode continuidad. En ese sentido, la historia griegafue una continuación del período de la Edad deBronce de su prehistoria. No obstante, el darledemasiada importancia a este axioma implicaríaenfatizar un... punto que no corresponde y pasar ,por alto el hecho de que la nueva sociedad iba aser fundamentalmente distinta. Los griegos delos tiempos históricos no sabían de rupturas ensu evolución y, por lo tanto, tampoco tenían cono-cimiento de una civilización diferente que hu-biera vivido en el milenio precedente, aunque sí

sabían en forma vaga y poco precisa que en untiempo se habían hablado otros idiomas en Greciay en las islas. Su "época heroica", que les era fami-liar a través de los poemas homéricos y del abun-dante material legendario (como la historia deEdipo), era simplemente un período primitivodentro de la historia griega. Por eso a Teseo se lepodían adjudicar dos hechos legendarios: la des-trucción del Minotauro y la unificación del Ática.Sin embargo, el primer acontecimiento es ^

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apropiado para la Edad de Bronce mientras queel segundo corresponde al mundo tan distinto dela Edad Oscura. La arqueología moderna ha descu-bierto un mundo prehistórico con el que nunca so-ñaron los griegos de la era histórica.

Esta ciencia pone en primer plañó un derrumbe

y una declinación alrededor del 1200 a.C., se-guidos por un período de pobreza y baja calidaden las artes y la tecnología. Lo que no revelacon mucha claridad (y en ciertos aspectos f u n d a -mentales no puede demostrarlo en absoluto) esque los siglos posteriores al 1200 señalen un ade-lanto no sólo en el aspecto material, con la apari-ción del hierro como material nuevo y más avan-zado, sino también en lo social, lo político y locultural. El f u t u r o griego no se apoya en Estadosburocráticos con centro en el palacio, sino en unnuevo tipo de sociedad fo r jada por las comuni-dades empobrecidas que sobrevivieron a la grancatástrofe. No podemos seguir ese proceso de cre-cimiento en sus etapas formativas, como no seaa través de los indicios aislados que se encuen-tran dispersos en los restos arqueológicos y enlas tradiciones posteriores; tampoco contarnos conla ayuda de los documentos escritos contempo-ráneos de Siria, la Mesopotamia y Egipto, ya queéstos no hacen referencia alguna a los griegos. Porlo tanto, en este único sentido —e l de que nosotrostanteamos en la oscur idad— podemos legítima-

mente emplear el nombre convencional de "edadoscura" para el prolongado período de la historiagriega que va desde el 1200 al 800. Al igual queen las demás "edades" que nos ocupan, debemosseñalar subd iv is iones . - una de ellas cerca del 1050y la otra en el transcurso del siglo ix.

'fr

Los confusos informes Arqueo lóg icos de Chipre,que ya hemos mencionado, m u e s t r a n _ que las ge-'neraciones inmediatamente posteriores al 1200 pre-

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senciaron más de una migración, ya sea como unanueva afluencia del norte o transferencias internasdentro de la misma zona egea o ambas a la vez,

JE1 desmembramiento de los Estados micénicos, delImperio hitita y de los Estados pequeños de Siriadel norte, provocó un vacío dé poder que hizo quelos movimientos f u e r a n relativamente f ác i l e s , es - ,pecialmente hacia los distritos despoblados. Lallegada de los dorios al Peloponeso y a Creta re-vistió particular importancia para la historia griega.No hay signos arqueológicos que los identifiquen,pero esto no nos sorprende ya que a veces losgrupos que comparten la cultura material que des-cubren los arqueólogos hablan, por otra parte, dia-lectos diferentes. Sin embargo, el dórico es el úni-co dialecto clásico griego que nos lleva a suponeruna verdadera migración hacia Grecia: algunas de

las peculiares formaciones de palabras y elementosfoné t i cos no pueden explicarse en términos estric-tamente lingüístico como una evolución del griegodel período micénico. Probablemente apareció enf o r m a independiente en la región más apartada delnoroeste de la península griega, f u e r a del ámbitomicénico, y luego penetró en el sur de Grecia y enCreta. El siglo xi es una f e ch a que suponemos tanbuena como cualquier otra para determinar elm o m e n t o en que se p r o d u j o ese movimiento. Enotros puntos del entonces mundo de habla griega,la ca t ás t ro f e del 1200 no aportó ningún f ac t o r lin-

g ü í s t i c o nu e vo , pero el proceso de d i f e r e n c i a c i ó nlocal siguiente tuvo sus e f e c tos que pueden apre-ciarse en el producto f i n a l , o sea en el cuadro dedialectos históricos griegos (mapa 4).

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4. Los dialectos griegos hacia 400 a, C.

Las variaciones regionales también nos hacendi f íc i l presentar el panorama arqueológico de laEdad Oscura en f o r m a sucinta. Ciertamente senota e n - todas partes un a opacidad u n i f o r m e ( a lmargen de algún hallazgo aislado que resulta ex-cepcional). Se abandonap las representaciones pic-tóricas de la f i g u r a humana o de animales. No se

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v e además grandeza de proporciones, así como casiningún edificio de piedra. Los objetos pequeñosn o se caracterizan por su delicadeza y dejan defabricarse las alhajas. Desaparecen virtualmentelos artículos de lujo, o sea todas las importaciones

no esenciales: ya hemos mencionado la ausenciadel ámbar, y los escasos adornos de oro indicansimplemente el robo de , una tumba o el descubri-miento casual de un tesoro micémco escondido.En casi cinguno de los restos pueden advertirseconnotaciones religiosas, al margen, por supuesto,del hecho de que se enterraba a los muertos conalgunos objetos de utilidad. Son escasos losele-mentos que reflejan la guerra o los guerreros. .Du-rante un siglo o siglo y medio todo continuadando un aspecto de obra micénica adulterada .La alfarería en particular mantuvo continuidad de

estilo y de técnica aunque las piezas micémcasIII C y luego las "submicénicas" no sólo no habíancambiado lo suficiente como para diferenciarse delo s productos del III B sino que también variabansegún el lugar.

Sólo en el transcurso del siglo xi se destacaninnovaciones genuinas en el registro arqueológico.A p a r e c e , la cerámica "pr°

tog

eometrica/tlg>

,4'7

que puede reconocerse con f ac i l i dad por los círcu-los trazados con compás y los s em ic í r cu lo s pintadoscon pincel múltiple. Los expertos la consideran

"descendiente" de la micénica aunque el estilo eslo suficientemente distinto como para posibilitarun a nueva clasificación (que no sea la de submi-cénica") Para la fabricación de las herramientas,l a s a r m as y los objetos pequeños (tales como losa l f i l e r e s de metal que reemplazan a los botones,i n d i c a n d o así un cambio en la vestimenta dehombres y m u j e r e s ) se utiliza cada vez mas elh i e r r o en lugar del bronce. En la categoría parti-cular que c o n s t i t u y e n las herramientas cortantes

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Figura 4. Estilos de cerámica

a Micénica IIIB (10 cm de alto, de Ática).

b Micénica IIIB (15 cm de alto, corresponde a laspostrimerías de Troya VI).

c Micénica IIIC (10 cm de alto, de Atenas).

d Protogeométrica (15 < f m de alto, de A t e n a s ) .

114 • Geomét r i ca (77 cm de alto, de Atenas ) .

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y las armas, el cambio es completo y bas t an t ebrusco, como puede verse en la simple tabla dehallazgos de Grecia continental (excluyendo Ma-cedonia) para el período 1050-900 y que p r e s e n t a -m os a continuación:1

EspadasPuntas de lanzaDagasCuchillosHachas

Bronce

I82OO

Hierro— - t

20 +30 +8

15 +4

«

En la mayoría de las regiones se observan cam-bios no sólo en la estructura de las tumbeas , sinotambién en las prácticas de inhumación. Resu l t a

notable el reemplazo del entierro por la crema-ción, cambio que se completó en Atenas, dondeencontramos pruebas abundantes y continuadashacia 1050.a Todos estos cambios se anunciaronde una f o r m a u otra con anterioridad y sería erró-neo sugerir que cerca del 1050 se p r o d u j o unat r a n s f o rma c i ó n repentina y uniforme en todo elm u n d o egeó. No" obstante, al confrontar distintostipos de testimonios se hace evidente que en esem o m e n t o hubo un cambio importante.3

Luego, hacia f i n e s del mismo siglo, aparece otronuevo elemento cuya timportancia es mucho más

s ign i f i c a t i va . Se trata del establecimiento de mi-grantes provenientes de la península griega que

J De A. M . Snodgrass, "Barbarían Europe and Ear l yI r on A'ge Greece", Proceedings oj the Prehistoria Sociéty, 31(1965), págs. 229-240 y jPág. 231.

2 Los i n f a n t e s y los niños muy pequeños continuaron en-terrándose de la manera corriente, sin ser cremados.

3 Es importante notar qjie todas estas f echas son arqueo-lógicas, como explicáramos en e l capítulo I. La cerámicaprotogeométrica es f u n d a m e n t a l para establecer la cronología.

s e - d i s t r i b u y e n en comunidades pequeñas a lo largode la costa del A s i a Menor y en las islas cercanas.Con el tiempo, toda la costa occidental del Asia^M e n o r se hizo griega, convirtiéndose el Egeo porprimera v e z — p o r así dec i r lo— e n u n m a r griego.

Las poblaciones orientales se agruparon por dia-lecto en tres bandas de norte a sur: eólico, jónicoy dórico, e n e s e orden (mapa 4). Pero esta dis-ttribución demandó unos trescientos años de his-toria complicada que en gran parte desconocemos:años de disputas y de lucnas intestinas así como de¡relaciones ambiguas con los primitivos habitantes.Es lícito pensar que había pocas mujeres entre losmigrantes, por lo menos en los primeros tiempos.Herodoto relata (I, 146) que los colonos de mayoralcurnia provenientes de Atenas no llevaron mu- tjeres a Mileto, "pero tomaron m u j e r e s Carias luegode asesinar a sus parientes. A raíz de la matanza,ellas se dieron una ley propia que juraron cumpliry trasmitieron a sus hi jas : no comer nunca consus maridos ni llamarlos por su nombre". No estáclara la manera en que Herodoto llegó a conoceresta historia ni lo que trataba de explicar con ella,pero en su tiempo el casamiento con las cariasera una práctica común en su Halicarnaso natal.,Gracias, a las investigaciones arqueológicas recién-1

tes que están aún en su etapa preliminar, nosotrossabemos que hubo muchas migraciones separadas

de grupos p e q u e mo s (cosa que Herodoto descono-cía ) ; que éstas f o r m a r o n poblaciones nuevas y nqcontinuaron ni r e fo rzaron antiguas comunidades dqla E|dad de Bronce o micénicas del Asia Menor(incluso donde se p rodu jo un retorno a lugares;que habían sido ocupados previamente, como Mi-leto o R o d a s ) ; y que la primera ola de migrantesabandonó Grecia poco después del desarrollo de¡la cerámica protogeométrica. En realidad, el des-cubrimiento de una cantidad de fragmentos de

i rr

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que representa una población de quizá 2.000 per-sonas.

Ésta fue también una "edad oscura" en lo querespecta n la mayor parte de l a s poblaciones na t i -v a s d e l Asia Menor occidental; además, t e n e m o spocos ' e l e m e n t o s para fundamentar una op i n i ónsobre las relaciones entre ellas y l o s griegos reciénllegados. Se ha sugerido que los griegos p u d i e r o nsubyugar a los pueblos de l a s inmediaciones yemplear a los hombres para trabajar bajo su de-pendencia. S i bien esta conjetura e s factible — y aque los migrantes griegos hicieron eso mismo du-rante los tiempos históricos en el Asia Menor, enla s costas d e l m a r Negro y e n e l o es t e—, n o p o d e -m os darle más que ese carácter. Incluso 'no pode-m os ponerle nombre a los nativos. Posiblementeestaban allí los misteriosos carios aunque los l ib ios

no habrían llegado todavía. Los únicos que hansalido a la luz hasta el momento son los fr ig ios,pero en esta etapa primitiva estaban demasiadoalejados para considerarse vecinos. Aun cuandollegaron a l Asia Menor a trarés de los Dardanelosen un tiempo posiblemente próximo al de las pri-meras migraciones griegas, estaban concentradosmuy le jos de la costa. Hacia el siglo v rn a.C.,Gordio —su centro más importante, ubicado a másde 322 kilómetros da las orillas del Egeo— eragrande, rico y poderoso y tenía una cultura, here-dada en parte de los t ih i t i t as , que tecnológica y

materialmente estaba más avanzada que la de losgriegos. Para estos últimos, Frigia era el reino deMidas, cuyo toque convertía todo en oro. Gordiofu e destruida a comienzos del siglo vn por los ci-merios que, provenientes de l as estepas rusas deallende e l Cáucaso, arrasaron la zona. Y éste f u eel f i n a l de la época doi|adá de Frigia. Guando sehabla de este pueblo en! lo s textos griegos clásicos,se lo considera como fuente principal de esclavos

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para los griegos, quienes los empleaban, por ejem-p lo , en las minas de plata de Atenas.

A partir del siglo vin a más tardar, las impor-t a c i o n e s e influencias artísticas f r i g i a s resultanv i s ib l e s no sólo en la parte griega del Asia Menor,

s i no también en la misma Grecia, observándosea s i m i s m o estrechas relaciones con l a s c i v i l i z ac ione sm ás orientales. L o s arqueólogos han descubiertolo que parecen ser los vestigios del "camino real"de lo s hititas a través d e Anatolia y q u e l o s f r i -g io s se ocuparon e n conservar. N o obstante, ésta n oera la ruta principal de las influencias orientaleshacia el mundo griego de la Edad Oscura, sino laruta de Si r i a , con Chipre como escala fundamentalintermedia. El contacto entre Grecia y el CercanoOriente nunca se interrumpió en f o r m a total; nopudo haberse interrumpido aunque más no f u e r a

por el hecho de que los griegos tenían la necesidadi m p e r i o s a de importar metales —cobr e , estaño yluego, cada vez más, hie r ro— que en esa épocaprovenían en gran parte, si no en su totalidad,del este.

A pesar de que Chipre había sido devastada porlo s "Pueblos del Mar", la explotación de las minasde cobre casi nunca se detuvo realmente. Además,hacia el siglo xi la isla era también importantepor su metalurgia de l hierro y su influencia resultaevidente en las armas de Grecia continental. Esm uy s i g n i f i c a t i v o el hecho de que los principalesc e n t r o s chipriotas empezaron de ahí en adelantea desarrollarse en las costas del este y el sudesteque están más próximas a Si r i a . Enkomi cedió sulugar a Salamina, cercana a aquélla, que quizáf u e r a originariamente un a fundación griega d e l o sa l r e d e d o r e s del 1100, y en el siglo x los feniciosc o n s t i t u y e r o n en Citio su centro dentro de la isla.En los s iglos posteriores todos los imperios delCercano Oriente conquistaron Chipre por turno

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-Mí

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— p r i m e r o los asirios, luego lo s egipcios y f i n a l m e n -te los persas—, aunque no siempre lograron man-tener el control. El resultado fue una civil izaciónhíbrida que resulta difícil clasificar. Aun cuandoel griego era el idioma de la mayor parte de lapoblación, se mantuvieron asimismo en uso una

lengua piegriega no identificada y el fenicio (eldocumento chipriota más antiguo escrito en esel e n g u a j e , una tablilla de imprecación, data de losalrededores del 900). El arte se hizo más levan-tino que griego, según vemos en las "tumbas reales"de S a l a m i n a , recientemente descubiertas, corres-pondientes a los siglos vm y vn.B Para ese enton-ces la realeza ya había desaparecido del m u n d ogriego, pero sobrevivió en Chipre mientras la islaretuvo alguna forma de autonomía.

Es probable que la estrecha conexión con Oriente(y quizás el control e j e rc ido por esta zona) sea lo

que le permitió a Chipre aventajar a los griegosanatolios durante la Edad Oscura. Durante lasexcavaciones realizadas poco antes de la ú l t i m aguerra, e l descubrimiento de un puerto antiguo e nA l Mina, e n e l delta de l r ío Orontes e n Siria del,Norte (que en realidad hoy está dentro de los/límites de Turquía), sacó a la luz uno de lo s pues-tos de enlace importantes del continente asiático.Las cerámicas chipriota y local de Al Mina se re-montan al siglo rx y posiblemente sean anterioresa esa fecha. Hacia el 8Q0 aparece la alfarería griega,que luego se hace cada vez más abundante y con-t i n úa en vigencia después de la conquista asiríade la región a f i n e s del s ig lo vin. Las fuentes de,las piezas de alfarería griega más primitivas noestaban en el A s i a Menor, sino en Eubea, en lasCicladas y, más tarde, en Corinto y en otros sitios.

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*> lllustrated London News del 18 de noviembre y d e l 2 y16 de diciembre de 1967.

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Ninguna de las pruebas indica cuál fue el elementode intercambio, pero tenemos casi' la seguridad deque el metal era, como siempre, la principal preo-cupación griega. La presencia de tanta cerámicagriega sugiere intervención directa, aunque debeseñalarse que el puerto era sólo un puesto de inter-

cambio y no una población permanente de mi-grantes en el Asia Menor. Sin embargo, no carecede significación el hecho de que en los poemashoméricos el comercio marítimo era virtualmentemonopolio de los fenicios y que, para Hornero, asícomo para Herodoto en el siglo v, "Fenicia" com-prendía todo lo existente desde el límite cilicio-sirio hasta Egipto. \

Como no se ha encontrado ningún escrito en ,A l Mina, su jiombre antiguo nos resulta descono-cido. Es posible que se tratara de Poseidón; según;

Herodoto (III 91), esta ciudad marcaba en suépoca el límite norte de una de las provinciaspersas o satrapías. Lo único que él pudo decirnos'acerca del pasado de Poseidón es que había sidof u n d a d a por uno de los héroes legendarios griegos:A n f í l o c o . Además, en general, cuando los griegosorientales llegaron por fin a escribir su historia,cosa que no ocurrió hasta el siglo v a.C., el períodop r i m i t i v o quedó representado por relatos que sonpoco más que narraciones de fundaciones efectua-das en torno de determinados individuos y relatosde incidentes aislados, generalmente conflictos. No

hay narraciones que se remonten más allá del si-glo vi y tampoco resultan de interés en cuanto álos hechos fundamentales de la historia social oinstitucional. El cuadro que nos han dejado es elde una esquemática y sentimental lectura retros-pectiva del pasado correspondiente a los valores ypretensiones de una era posterior, un "viaje mítico"para el presente. Herodoto mismo se sentía untanto confuso. Al sugerir que Polícrates de Sanaos

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(III 122) fue el primer griego que buscó un im-perio marítimo, explicó que estaba "dejando de!lado a Minos" y a otros como él, y que JPo l í c r a t e sfue el primero "en lo que se llama el tiempo delos hombres". Podríamos explicarlo como el rjrí-mero de Jos tiempos históricos, a diferencia de losmíticos.

El único elemento de comprobación que posee-mos, la arqueología, no puede descubrir relatosacerca d*3 los fundadores individuales o los inci-dente s específicos. No obstante , ella ha dado porfalso un elemento fundamental de las tradicionessobre la colonización, jónica primitiva que se creíahabía .sido una acción única, organizada y provenníente de Atenas, donde se habían congregadomuchos refugiados de los dorios, incluso hombresde Pilos que estaban baj'o el dominio del rey Neleo.Es cierto que Atenas desempeñó un papel en al-gunas de las colonizaciones j'ónicas, pero lo demástiene escaso fundame nto. Los anticuarios griegosque llevaron la historia al papel más de 500 añosdespués no tenían idea del gran derrumbe produ-cido cerca del 1200 a.C., tampoco sabían de laEdad de Bronce y, en consecuencia, no advertíanla considerable duración que tuvo la Edad Oscura.

Ellos no sabían, no podían saberlo, que había exis-tido un lapso de quizá 15 años entre la destruc-ción de Pilos (que no fue obra de los dorios) y losprimeros movimientos $ través del Egeo; éste fue

demasiado prolongado para que una multitud derefugiados de Pilos esperara en Atenas, cosa que,de todos modos, en sí misma es una situación im-probable. Esa única expedición colonizadora espura ficción, mientras que el papel fundamentalque j'ugó Atenas en el desarrollo y la difusión dela cerámica protogeométrica, que es un hecho, seolvidó por completo (asimismo, dudamos de quelos griegos de épocas posteriores pudieran haber

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reconocido este tipo de alfarería como propia).Resulta inútil seguir en detalle las tradiciones

griegas que surgieron más adelante acerca de laEdad Oscura en el Asia Menor. Tampoco son sus-tancialmente mayores las posibilidades con res-pecto a la misma Grecia, donde las tradiciones

hasta el 800 ó 750 a.C. son del mismo tipo y cali-dad. Debemos ocuparnos en cambio de la docu-mentación escrita más antigua, la Ilíada y la Odiseade Hornero, dos poemas épicos que constan res-pectivamente de unos 16.000 y 12.000 versos. ¿Quépodemos extraer de ellos como fuentes de infor-mación histórica? Tal vez no exista cuestión queprovoque mayor controversia y menos acuerdo queésta sobre los griegos primitivos, pero no podemosmenos que establecer en este libro la posición quehemos adoptado.6

Los dos poemas se escribieron en Jonia, la litadaquizás a mediados del siglo vm y la Odisea un pocodespués; sus autores fueron dos poetas diferentesque trabajaron sobre la misma tradición. Consti-tuyen la culminación de una larga experiencia enpoesía oral que practicaban los bardos profesio-nales que viajaban por todo el mundo griego. ConeK transcurso de las generaciones ellos entretejieronmuchos incidentes y tradiciones locales en tornode varios temas heroicos principales, empleandoun lenguaje artificial y poético muy estilizado y

' formal; el dialecto básico es el jónico, pero asi-

mismo incluyen el cólico y otros elementos. Sinduda hubo también bardos en el mundo micénico,pero la tradición subyacente en los poemas homé-ricos corresponde esencialmente a la Edad Oscura

6 En este capítulo, lo que nos ocupa es la sociedad enque se crearon los poemas y no la na r rac ión de la guerrade Troya y sus consecuencias que ya se trataron en el ca-pítulo anterior.

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(y su existencia nos suministra un elemento im-portante para evitar que juzguemos al período sólosobre la base de su empobrecimiento material). Setrata de una tradición que de manera deliberadaha-cía referencia a una época heroica perdida e inclusohay aspectos del propio mundo de los poetas queéstos hábilmente excluyeron. En la Ilíada y la

Odisea. se manifiesta un conocimiento considera-ble, aunque en modo alguno perfecto, de la ubica-ción de los centros micénicos más importantes,pero no hay una sola indicación de que el AsíaMenor estuviera ya densamente poblada por losgriegos; tampoco aparecen los dorios y, en reali-dad, no . v u rg e n distinciones — t a n t o en los dialectoscuanto en las instituciones— dentro del mundogriego, al margen de las diferencias de poderío.Sí aparecen los grandes palacios de los héroes, re-pletos de "tesoros" (keimelion). Cuando se logrópor fin persuadir a Agamenón de aplacar la irade Aquiles, su oferta incluía (además de siete ciu-dades y una hija como esposa con una gran dote)caballos de carrera, mujeres cautivas, "siete trípo-des que nunca habían estado sobre el fuego, dieztalentos de oro y veinte calderos relucientes", ade-más de un cargamento de bronce proveniente delbotín que calculaba obtener de Troya (Ilíada IX,121-56). La Edad Oscura no poseía tesoros seme-j'antes. En ese entonces, ni siquiera los guerrerospodían tener más de una sola espada o punta delanza después de la muerte y tampoco podían con-

tar con ambas cosas a la vez. En realidad, a me-dida que pasó el tiempo la presencia de armas decualquier tipo en las tumbas fue cada vez másescasa.

Hasta ahí podríamos imaginar que los bardoshabían trasmitido de generación en generaciónhasta el siglo vin un cuadro que podría recono-cerse como perteneciente jal final del mundo mi-

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cénico. No obstante, haciendo un análisis másprofundo, resulta que sus palacios no son micéni-cos ni en la estructura ni -en los detalles (así comotampoco pertenecen a ningún otro estilo conocido),que su interpretación del uso de los carros de gue-rra se ha tornado incierta, que el sistema social

de los poemas difiere cualitativamente del que fi-gura en las tablillas de Lineal B (y en particularde la economía del palacio que está registrada enellas) y que la misma terminología de adminis-tración y estructura social ha sido alterada en for-ma radical. Incluso sus relatos "realistas" sobrelos tesoros delatan como mínimo un anacronismonotable. Las dotes, los caballos de carrera y lasmuj'eres cautivas de la propuesta de conciliaciónde Agamenón son independientes del tiempo, opor lo menos no puede dárseles una fecha, peroéste no es el caso respecto de los "trípodes" debronce y los "calderos relucientes". Aun cuandodichos objetos existían en el mundo micénico, éstoseran meras curiosidades, mientras que en la EdadOscura llegaron a ser tesoros notables que se de-dicaban sobre todo a los dioses, en especial haciael final del período, cuando se escribieron la Ilíaday la Odisea. Se han encontrado algunos ejempla-res completos y muchos fragmentos en Olimpia(lám. IV), en Delfos, en Delos> Creta e Itaca loshay, pero en menor número; en otros sitios losejemplos son aislados.

Se produce asimismo un cambio significativoen las prácticas religiosas. El mundo micénicoenterraba a sus muertos; en los poemas homéricosse los cremaba sin excepción. Y aquí debemosnotar nuevamente una diferencia dentro de lamisma Edad Oscura. Hacia los alrededores del1050 la cremación de los adultos se había hechouniversal en la mayor parte del mundo griego(con la curiosa excepción de la Argólida), pero

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200 ó 250

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su totalidad en la primera mitad de esa era. Ade-más, está pintado al estilo de los poetas y no de ;los historiadores o cronistas, no es preciso ni siem-pre exacto y, si bien sus proporciones son con se-guridad exageradas, no llegan a ser puramenteimaginativas.

El mundo de Agamenón, de Aquiles y de Ulisesera un mundo de reyezuelos y nobles que poseíanlas mejores tierras con rebaños de cantidad con-siderable y cuya existencia señorial se interrumpíacon frecuencia a raíz de incursiones y guerras lo-cales. La f a m i l i a noble (oikos) constituía el cen-tro de la actividad y del poder. Tal poderío de-pendía de la riqueza, de las proezas personales,de las conexiones a través del matrimonio y Jasialianzas y de la cantidad de criados. Las tribus uotros grupos grandes de parentesco no tienen asig-

nado un papel especial. Durante los veinte añosque Ul i s es estuvo f u e r a de Itaca, los nobles secomportaron e n f o r m a escandalosa hacia su fami-l ia y sus posesiones pero su hijo Telémaco no contócon un grupo de parientes para pedirles ayuda.Tampoco la comunidad podía imponer sanciones,ya que no estaba integrada en f o r m a total, ni es-taba organizada y dotada adecuadamente parahacerlo. En principio se aceptaron los derechos;de Telémaco como heredero de Ulises pero él ca-recía del poder para hacerlos valer. El asesinatode A g a m e n ó n por su esposa Clitemnestra y su

a m a n t e Egisto determinó una obligación de ven-ganza por parte de su hijo Orestes y, salvo por el;hecho de que Egisto gobernó en lugar de Agame-nón, los demás aspectos dé la vida de Micenaspermanecieron sin cambios. El rey que tenía po-derío era juez , legislador y comandante; habíac e r e m o n i a s , rituales y n o r m a s aceptadas, así comoun código de honor, según el cual vivían los nobles;éste incluía cofradías, intercambio de presentes,

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sacrificios a los dioses y ritos de inhumación apro-piados. Sin embargo, no existía ni aparato buro-crático, ni sistema legal formalizado ni mecanismoconstitucional. El equilibrio del poder estaba deli-cadamente balanceado, la tensión entre el rey ylos nobles era crónica, así como también frecuenteslas luchas por el poder.

Es cierto que Telémaco convocó una reunión dela asamblea en Itaca para f o r m u l a r su demandacontra los opositores nobles. Sin embargo, el or-ganismo escuchó a las dos partes sin pronunciarseen f a v o r de una u otra, actitud que, por otra parte'la asamblea siempre asume en ambos poemas. Engeneral, el silencio del pueblo constituye la di f i -cultad más ardua que éstos presentan para el his-toriador. La presencia de aquél se nota en todomomento, incluso en las batallas, pero sólo comouna masa indefinida cuya situación no llega a apre-

ciarse con claridad. Algunos, principalmente lasmu j e r e s cautivas, se llaman esclavos, pero, sin em-bargo, no parecen estar en peores condiciones quelos otros. Algunos especialistas como los videntes,los bardos, los- artesanos metalúrgicos, lo s artesa-nos de la madera y los médicos, están en un nivelsocial más encumbrado. Hay actividad marítimay un interés vital por el comercio, y más exacta-mente por la importación de cobre, hierro, oro, pla-ta, telas finas y otros lujos . Aun cuando a lo scomandantes se les penpite salir en expedicióncon tal piopósito, en términos generales el inter-cambio y el comercio parecen estar a cargo de losextranj 'eros, en especial de los fenicios. Para Ulisesera t un insulto grave q u e l o l l a ma r a n mercader;los nombres de su clase intercambiaban efectos dem o d o ceremonioso o se apropiaban de ellos me-diante el saqueo. Toda 4$ta vaguedad acerca dela gente común puede atribuirse en parte a la de-liberada concentración de; los poetas en las haza-

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ñas de los héroes, pero también puede explicarse— en r e a l i dad— por la ausencia de las categoríassoc ia les marcadas de las sociedades posteriores,en particular de categorías tan definidas como "li-bertad" y "servidumbre". La división fundamentalde clases en nobles y plebeyos está suficientemente

clara pero, por encima y por debajo de esa línea,,la s distinciones se presentan confusas, como talvez lo f u e r a n en la realidad.

Sería inútil a f i r m a r que esto nos proporcionauna base para reseñar la historia de la Edad. Os-cura. Lo único que podemos sugerir es que, conposterioridad a la eliminación de los gobernantesdel mundo micéníco, y con ellos, de toda la estruc-tura de poder que dirigían, la sociedad tuvo quereorganizarse con nuevos elementos y nuevos va-lores, adecuados a la situación material y social

del momento, en la cual suponemos que los mi-grantes f u e r o n un factor digno de tener en cuenta.Si la destrucción del mundo micénico implicótambién alteraciones sociales internas, cosa posiblepero no demostrable, este hecho habría asimismoi n f l u i d o en la forma de los nuevos elementos. Loque ocurrió en los siglos inmediatos posteriores nopuede haber sido igual en todas partes, a pesarde la imagen de uniformidad que vemos en Ho-r n e r o . Desde el principio, las poblaciones que seestablecieron en el Asia Menor fu e ron pequeñasu n i d a d e s territoriales ubicadas alrededor de un

núcleo urbano (al igual que todas las poblacionesgriegas que con posterioridad se establecieron enotras zonas). A juzgar por la arqueología, existie-ron centros similares desde comienzos de la EdadOscura en Grecia continental así como en algunasislas del Egeo. Los poetas suponen que éstos eranla regla general pero todavía en su época, y du-rante varios siglos más, regiones enteras de Grecia—Tesal ia y Etolia, por e j emp lo— carecían en reali-

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dad de centros urbanos y estaban organizadas demodo rudimentario como sociedades agrarias ypastoriles. Lo que era aparentemente un i f o r m e ,no obstante, era la estructura de clase que sugie-ren los poemas, con una clase superior aristocrá-tica y un rey o caudillo que era poco m ás que"primero entre sus pares". Cuánto era más (o me-

nos) es asunto particular de cada caso y, segúnsabemos a través de otros indicios, para la épocaen que se escribieron la Ílíada y la Odisea lo s "pa-res" habían hecho caso omiso del rey,reempla-zando la monarquía por la aristocracia. Aun c u a n -do se m a n i f i e s t e en forma vaga, la gente c o m ú ntambién tenía existencia como cuerpo colectivo(quienquiera que integrara "el pueblo" o demos),pero no se configuraba como fuerza política ensentido constitucional alguno.

Resulta curioso que, a pesar de que los poetaseran conscientes del lazo c o m ú n que unía a todos

los griegos, un vínculo de idioma, religión y f o r m ade vida (pero, ni en ese momento ni después, deun lazo político o de una renuencia a hacerse laguerra entre sí), a ílíada y Ja Odisea no s e r e f i e -ren a ellos con el nombre que les es propio desdeel siglo vni, como mínimo, hasta nuestros días.Figuran como los helenos y su m u n d o es la Héla-de; "su mundo"pero no "su país" en la A n t i g ü e d a d ,ya que nunca estuvieron unidos políticamente y,por lo tanto, la Hélade tera una abstracción c o m opudo serlo la cristiandad en la Edad Media o e l

Islam en la actualidad. En los poemas h o m é r i co slos griegos tienen tres nombres diferentes: a q u e o s ,argivos y dáñaos; los dos primeros han s o b r e v i v i d ocomo nombres de localidades específicas de Gre-cia (mapa 6), mientras que el tercero ha dejadode usarse. Sin embargo, jes v i r t u a l m e n t e cierto quelas palabras Hélade y heleno ya eran corrientes

< 2 n e l siglo vnr, como e s probable que lo f u e r a n

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6. Grecia arcaica y la costa de Asia Menor

también las genealogías que inevitablemente seinventaron para explicar las divisiones históricaspor dialecto, "raza" u organización política: Hele-no, hijo de Deucalión, tuvo tres hijos llamadosDoro, Juto y Eolo, y así sucesivamente. Además,ya en el siglo vnr existían, en forma embrionaria,instituciones panhelénicas, entre las que se desta-caban ciertos oráculos y los juegos olímpicos.

En este siglo, por último, los griegos retomanla escritura, en la f o r m a del alfabeto que, cona l g u n a s m o d i f i c a c i o n e s , tomaron de l o s fenicios.En cuanto a este hecho, la tradición griega teníarazón (aunque ellos no tenían idea de la fecha).Es posible al buscar su origen rastrear hasta la

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CAPITULO VIII

LA SOCIEDAD ARCAICA Y LA POLÍTICA

Los dos fenómenos que signan a la Era Arcaicason la aparición y el paulatino desarrollo de laestructura comunitaria griega, típica: la polis (queconvencionalmenfe, y debido a una traducción nodel todo correcta, se da en llamar "ciudad-Estado")y la vasta expansión de la Hélade desde el extremosudeste del mar Negro hasta casi el Océano Atlán-tico en el transcurso de alrededor de doscientosaños.

Ya hemos señalado que durante la' Edad Oscurala comunidad había tenido tan sólo una existenciaindefinida como organismo político. Si bien nopodemos determinar la forma en que los elementosd e s d i b u j a d o s fueron tomando cuerpo, el proceso

se basa, en el fondo, en la creación de institucio-nes que, por intermedio de organismos y normasformales de la autoridad, sometieron incluso a loshombres más poderosos. Esto no fue tarea simple;la tensión entre los organismos de la comunidady las aspiraciones de poder de los individuos am-biciosos continuaron siendo factor de discordia enla sociedad griega no sólo en el período arcaicosino también en el clásico. Una etapa fue la eli-

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minación de la realeza,1 y —cosa curiosa— este ;hecho no se menciona en las leyendas y tradicio-nes griegas. El contraste a este respecto con lahistoria romana primitiva no podría ser m a y o r .Con el tiempo, Jos romanos elaboraron una historiacompleta y detallada de cada uno de l o s r e i nos ysus reyes que culmina con la expulsión del ú l t i m ode ellos, Tarquino el Soberbio, en el 509.2 La

abo l i c ión de la realeza se relata, en este caso, c o m oun a liberación d e l a dominación etrusca, l o cua lexplica en parte su atractivo y permanencia dentrode las leyendas .romanas. Los griegos carecían detal e s t ímu l o . El silencio que guardaron acerca deeste aspecto de su pasado indica que, de todosmo d o s , a pesar de l Agamenón o los A y a x d e J o spoemas homéricos, los verdaderos gobernantes quetuvieron e n la Edad Oscura f u e r o n meros caud i l l o sdentro de un co n j un t o de "muchos reyes" cuy adesaparición de la escena no fue ni dramática nimemorable. Sin ellos, lo s nobles st? vieron ob l iga -dos a formalizar los organismos consejeros antesi n f o r m a l e s que vemos en acción en los poemas ho-méricos. Así aparecieron los ,consej 'os y organis-mos gubernamentales (que denominamos "magis-traturas", tomando la palabra del latín) con pre-rrogativas y responsabilidades más o menos de f i -nidas y con un mecanismo de selección y rotación,pero siempre circunscritos al grupo cerrado de laaristocracia terrateniente.

Estas comunidades eran pequeñas e indepen-dientes (a menos que se encontraran sometidas

1 En el capítulo IX trataremos un caso de s u p e r v i v e n c i ae n Esparta. Debe notarse asimismo que la palabra bosileús,"rey", siguió usándose para funcionarios tales como los ma-gistrados encargados de los asuetos religiosos de A t e n a s , sinqu e implicara condición real. \

2 Véans e , por ejemplo, los dos primeros libros de la his-oria de Tito Livio.

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por la fuerza). Siguiendo el modelo residencialcorriente de la región del Mediterráneo, contabancon un centro urbano, aunque no fueran más queun pueblo, donde residían muchos de los habitan-tes (en especial los poderosos). La plaza de laciudad, un espa<5io abierto, estaba reservada: a sus

lados se encontraban los principales edificios civi-les y religiosos8 pero se cuidaba de dejar libre suacceso, de' modo que todo el pueblo pudiera con-gregarse cuando fuera necesario. En su acepción,original, el agora era un "lugar de reunión", muchoantes de que empezaran a instalarse allí negociosy puestos. Por lo tanto, la traducción común dela palabra agora como "mercado" sólo pocas vecesestá bien empleada y otras resulta totalmente in-correcta. En general, había también una acrópoliso sea un punto elevado que servía como ciudadelapara la defensa. La ciudad y el campo estaban

concebidos en esencia como una unidad y no, co-mo era corriente en las ciudades medievales, comodos elementos antagónicos. . Esto se trasladó a llenguaje, identificándose a la comunidad con elpueblo y no con el lugar. Los antiguos griegospodían expresar la idea de Atenas como comuni-dad o como unidad política diciendo solamente"los atenienses". La palabra "Atenas" muy raravez se empleaba en otro sentido que no fuera elgeográfico; se viajaba hacia Atenas pero se hacíala guerra con los atenienses. Por supuesto, el ritmode desarrollo de estas comunidades autónomas y

apartadas era muy desparejo, así como eran consi-derables las diferencias en el producto f i n a l . La ,comunidad de los siglos vni y vn tenía que evolu-cionar mucho todavía para llegar a convertirse enla clásica polis. Pero, no obstante, el germen deesta última ya había aparecido en el período ar-caico primitivo.

8 Sobre los primeros templos, véase el capítulo XI.

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a otro eran lentas y dificultosas, resultandoa veces realmente imposibles si se oponía resis-tencia. Las vías fluviales interiores eran casi in-existenteSj lo que determinó que el mar fuera laruta habitual para los griegos incluso —siempreque fuera posible— para recorrer distancias rela-tivamente cortas. En la Antigüedad, los griegos se

convirtieron en el pueblo del mar por excelenciapero, no obstante, su actitud hacia éste es de no-table ambigüedad: si bien era la morada de esasninfas encantadoras llamadas Nereidas, estaba go-bernado asimismo por Poseidón, a quien los hom-bres temían y aplacaban pero no amaban. Sinembargo, cuando se vieron obligados a expandirseconstantemente, a partir de mediados del siglo vni,se lanzaron al mar en dirección oeste y noreste.Hacia fines de la Era Arcaica, la Hélade cubríauna región enorme: desde las costas norte, oestey sur del mar Negro5 pasando por el Asia Menor

occidental y Grecia propiamente dicha (inclusolas islas egeas) hasta gran parte de Sicilia e Italiadel sur, continuando luego hacia el oeste sobreambas orillas del Mediterráneo hasta Círene, en,Libia, y Marsella, así como hasta algunas ciudadescosteras españolas. Pero, fueran a donde fueran,siempre se establecían a orillas del mar y no en elinterior del territorio.

El mar no era el único elemento común del me-dio que rodeaba estas apartadas regiones. Desde(

el punto de vista ecológico compartían (con pocas

excepciones) lo que se da en llamar popularmenteel clima y vegetación "mediterráneos" que permi-ten e incluso invitan a la vida al aire libre, talcomo la conocemos aún en la actualidad. Losveranos son cálidos y soleados, los inviernos tole-rables y, en general, no nieva en la zona costera,ni en las llanuras; los olivares y los viñedos crecencon profusión, abundan las flores, las praderas

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producen cereales .y vegetales, el mar es rico enpeces y hay pastos adecuados (que en algunoslugares llegan a ser muy abundantes) para la ma-nutención, como m í n i m o , de los animales más pe-queños. En general, nada es exuberante; por lotanto, la agricultura y las pasturas necesitan aten-ción continua, pero, por otra parte, las necesidades

de la vivienda, en especial la calefacción, puedensolucionarse por medios bastante primitivos. Sólolo s m e t a í e s y la madera para la construcción debarcos causan serias dificultades debido a su es-casez: se los encuentra únicamente en unas pocas:localidades que a veces están bastante distantes.El agua potable también puede constituir un pro-blema; en efecto, ésta es la causa de que tantoen la leyenda como en la realidad se dé tantaimportancia a los manantiales y las fuentes.

Esquemáticamente, el movimiento griego de "co-

lonización" puede, sintetizarse en dos grandes olasmigratorias (sin contar las poblaciones anterioresque se establecieron en el Asia Menor). La olaoccidental empezó alrededor del 750 a.C. y semantuvo con mucha fuerza hasta mediados delsiglo siguiente, cuando e l proceso llegó a comple-tarse en lo esencial. La migración hacia el norestecomenzó antes del 700 con las poblaciones que seasentaron en la región de Tracia, en las islas cer-canas, como Tasos y Troa.de en el A s i a Menor,continuando desde el 650 con sucesivos movimien-

tos hacia la zona del Helesponto y luego a lo largode ambas márgenes del mar Negro. Éstos se de-tienen recién al f i n a l del siglo vi en la desembo-cadura del Don, sobre la costa norte, y en Trapezo(hoy Trebisonda), ubicado ,e n el extremo sudeste.Los relatos antiguos de est0 ts movimientos no nosproporcionan mucha a yu d a . ) Un ejemplo razona-blemente serio como la historia aceptada de la

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fundación de Siracusa en Sicilia, según la versióndel geógrafo Estrabón (VI 2,4), dice así:

Arquías, que venía navegando desde Corinto, f u n d ó Sira-cusa en la misma época en que se establecieron N a x o s yMegara (también en Sicilia). Se dice que cuando M i s c e l o

y Arquías f ue ron a Del f o s a consultar al orácu lo , e l diospreguntó si preferían la riqueza o la salud. A r q u í a s eligióla riqueza y Miscelo la salud, por lo cual el oráculo leasignó al primero que fundara Siracusa y al segundo quef u n d a r a Crotona (en el sur de Italia) . . . Camino a Sicilia,Arquías dejó que parte de su expedición se estableciera enl a isla que ahora se denomina Corcira (actual Corfú). . .Este último expulsó a los liburnios que la ocupaban y f u n d óuna población. Arquías, continuando su v i a j e , se encontrócon algunos dorios. . . que se habían separado de los colo-nizadores de' Megara; los llevó consigo y juntos f u n d a r o nSiracusa.

Estos resabios míticos y el énfasis puesto en

algunos individuos y en sus reyertas, y no en as-pectos sociales más amplios, son rasgos caracte-rísticos de la mayoría de las tradiciones. Pero, porotra parte, estos relatos son más "históricos" queotros aún más vagos y confusos acerca de los tras-lados al Asia Menor que se produjeron con ante-rioridad, a principios de la Edad Oscura. Mientrasque las migraciones primitivas tuvieron probable-mente características de movimientos casuales yfortuitos, lo que se produce en esta oportunidades un traslado organizado de la población aunqueen cantidad reducida; era una emigración de gru-

pos digitada sistemáticamente por las "ciudades-madre".La palabra griega que comúnmente se asigna a

ese tipo de nueva población en el exterior, apoikia,tiene la connotación de "emigración", pero no im-plica la dependencia inherente en nuestra "colonia"^En general, cada apoikia era desde el comienzo,y en forma intencionada, una comunidad indepen-diente que conservaba lazos sentimentales y a me-

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nudo religiosos con la "ciudad-madre", sin estar

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sometida a ella ni política ni económicamente.En rigor, su independencia contribuía a conservarJa s relaciones amistosas con el viejo terruño, libresde Jas fricciones y conflictos que - aparecen gene-ralmente en eJ caso de condiciones coloniales. De-b e m o s agregar que Ja designación de "ciudad-madre" era a menudo una eJección un tanto arbi-traria, ya que Jos que reaJizaron muchas de la s

fundaciones eran coJonizadores provenientes dem ás de un Jugar del viejo mundo griego.

De acuerdo con el esquema cronológico acep-tado comúnmente, que se basa en Ja arqueología,y e n J o s esfuerzos de Jos anticuarios griegos, JacoJonia más antigua fue Cumas, cerca de Ñapóles,y data de poco antes deJ 750a.C. (para ser más,exactos, se trata de Ja isla que hoy conocemoscomo Isquia, de Ja cual se f u n d ó entonces Cumas).Sus coJonizadores venían de CaJcis, y de Eretria,Ja s dos ciudades más importantes de Eubea (quet a m b i é n actuaban en ese momento en AI Mina,en e l Levante). CaJcis fue también ciudad-madrede ZancJa s íc iJ iana (Juego Mesina), de Regio, so-bre eJ J ado i t a J i a no deJ estrecho, y de Naxos, Leon-tini y Catania (Katane en griego), en SiciJia orien-t a l , todas fundadas, según Ja tradición, cerca del730. Se les unieron otros eubeos en ZancJa, exiJia-dos meseníos en Regio, y megarenses en JLeont in i .Siracusa fue f u n d a d a a J j , mismo tiempo p or Jo scorintios y "otros dorios" no identificados; Síbaris,en Italia del sur en el 720 aproximadamente, porhombres de Acaya con algunos otros de Trezen,

en eJ Peloponeso; GeJa , en el sur de SiciJia, en el688 por Jos cretenses y Jos rodios. De ahí en ade-Jante Jas fundaciones resultan más complicadasdebido a Jas migraciones ^interiores", ya que algu-nas de Jas coJonias se convirtieron en su momentoen ciudades-madre mientras seguían afluyendo142

emigrantes del este. De este modo, Hímera seestableció alrededor del 650 con gente de Zanclay un contingente de exiliados de Siracusa; Selinoentre el 650 y 630 con gente de Megara Hibleaen Sicilia oriental; Cirene alrededor del 630 congente de la isla egea de Tera; Massilia (Marsella)se pobló por el 600 con los focenses que proveníandel Asia Menor, y Acragas (hoy Agrigento) en el

580 con gente de Gela y otros migrantes que ve-nían directamente de la ciudad madre de estaúltima: Rodas.

Esta lista no está completa y además no tene-mos seguridad sobre ninguna de las fechas tradi-cionales. Ya hemos dicho bastante como para se-ñalar la cronología del movimiento, que en susrasgos generales está respaldada por Ta arqueolo-gía, para destacar cómo se establecían las pobla-ciones junto al mar y para ilustrar sobre la cantídad, la diversidad y la extensión geográfica dalas comunidades griegas en cuestión. Por lo tanto,

es innecesario que lo repitamos con un catálogode las fundaciones que se efectuaron en el nor te»del Egeo y en el mar Negro, para las que tantolos testimonios literarios como los arqueológicosson mucho más escasos. La población de la costatracía del mar Egeo comenzó a f i n e s del siglo vm;aquí nuevamente las ciudades de Eubea están ala vanguardia, como puede apreciarse a través delnombre de la península Calcídica (de Caléis),Pronto aparecen en escena otras islas egeas: Pa-ros, Rodas y, sobre todo, Ouíox. Y luego, conformeel movimiento trasciende las costas del Egeo parallegar hasta las del mar Negro, Mileto se convierteen la ciudad-madre dominante (seguida por Me-gara). Si todas las referencias a la actividad mi-lesia se tomaran al pie de la letra, podríamos creerque la ciudad fue totalmente despoblada, lo cualconstituiría una prueba más del papel restringidoqué j'ugaba la '"ciudad-madre".

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Las tierras a las que migraron los griegos, lasdel este como las del oeste,- estaban todas habita-das por una variedad de pueblos que tenían dis-tintos niveles de desarrollo, es decir, por gente conintereses diferentes y con distinta capacidad deresistencia hacia los recién llegados. Los etruscosdel centro de Italia fueron lo suficientemente f u e r -tes como para detener la expansión griega en unalínea trazada a partir de la bahía de Ñapóles y,a s i m i s m o , bastante adelantados como para tomar ,de los griegos su alfabeto, mucho de su arte y delos elementos de su religión. Los sículos, no obs-tante, así como los tracios y los escitas de las zonasdel norte del Egeo y del mar Negro, contaban conmenos adelantos tecnológicos y sociales. Aun cuan-do las pruebas son poco consistentes y confusas ,e s probable que a algunos se los haya reducido ala realización de tareas semiserviles; otros f ue ron

empujados hacia el interior del territorio, desdedonde mantuvieron relaciones dificultosas y com-plicadas con los griegos durante los siglos siguientes.

El estudio de la lista de ciudades-madre (y deaquellas que, al parecer, no tomaron parte en lacolonización) demuestra que existía poca corre-lación entre el tipo de comunidad fundada y laciudad colonizadora. En particular, no hay ningúnelemento en esa lista que justifique la opinión tan ,en boga en un tiempo de que la actividad coloni - -zadora estaba inspirada * principalmente por inte-reses comerciales. El énfasis que ponemos en las

palabras "inspirada principalmente" es importante.No es nuestra intención negar del todo el aspectocomercial de la colonización, en especial la nece-sidad constante de metales. La isla de Isquia, quefue la primera población occidental, contaba conalgo* de hierro y era, además, un acceso a las re-giones relativamente auríferas de Italia central.

en ambas márgenes del estrecho de Mesina tuvie-ron por objeto, poco tiempo después, controlar eseangosto pasaje hacia la costa occidental italiana.Da la impresión de que los primeros pobladoresconocían el lugar y esa información sólo podíaprovenir de los mercaderes que ya habían estadoen la zona. No obstante, lo dicho explica en f o r m ai n s u f i c i e n t e esos movimientos de dispersión quellevaron s iglos . Sicilia, p o r e j e m p l o , carecía ddmetales y tenía m uy pocas cosas que atrajeran la ^atención de los mercaderes griegos; en efecto, sepueden registrar sólo algunas incursiones aisladasde és tos , al igual que en la zona que rodea al marNegro. Los testimonios arqueológicos de la activi-dad griega anterior a los primeros colonizadoresresultan casi imposibles de hallar. En última ins-tancia, la pregunta central es la siguiente: ¿quém o t i v a c i ó n tuvieron los hombres que migraron, de-

j a n d o sus hogares-en Grecia, en las islas o en elAs ia . Menor, para establecerse en f o r m a permanen-te en regiones desconocidas y a menudo hostiles,y que en lo esencial eran independientes desdeel comienzo de sus ciudades-madre? No eran co-merciantes, ya que éstos no abandonaban su lugarde asiento, por lo tanto sus intereses no eran ennada idénticos. Tampoco constituyeron los mer-caderes un elemento s i g n i f i c a t i v o dentro de losgrupos de migrantes que se sucedieron para unir-se a los colonizadores originales o a las coloniass e c u nd a r i a s c o mo Hímera y Acragas, que en su

m o m e n t o se separaron de las que las habían pre-cedido.Podemos destacar esta d i f e r e n c i a sobre la base de

la pequeña cantidad de auténticos puestos de inter-cambio que se establecieron con el tiempo comol o s luga re s l l a m a d o s Emporio (que en griego sig-n i f i ca literalmente "estación de intercambio" o"mercado"). Uno de ellos estaba en España (hoy