Frans De Waal, La Edad de La Empatia. Cap. 1

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    Frans de WaalLAEDAD DELAEMPATIA(Somos altruistas por naturaleza?

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    (

    fndiceitulo original: The Age of Empathy. Nature s Lessons for a Kinder Society~

    La edici6n en Tusquets Editores Espana: septiembre de 2011La edici6n en Tusquets Editores Mexico: septiembre de 2011

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    P .

    2009 by Frans de WaalTraducci6n publicada por acuerdo con Harmony Books, una divisi6n de RandomHouse, Inc.

    11 AgradecimientosPrefacio1. Biologia, izquierda y derecha2. EI otro darwinismo3. Cuerpos que se hablan4. En la piel del otro5. EI elefante en la habitaci6n6. Lo que es justo, es justo7.Madera retorcidaApendices

    289 Notas327 Bibliografia

    de la traducci6n: Ambrosio Garda Leal, 2011Diseiio de la colecci6n: Llufs Clote t y Ram6n UbedaDisef io de la cubierta: Estudio Ubeda Tusquets Editores Mexico, S.A. de c .Y.Campeche 280 In t. 301 y 302- 06100 Mexico , D.ETel. 5574-6379 Fax 5584-1335www.tusquetseditores.comISBN: 978-607-421-301-0Fotocomposici6n: David PabloImpresi6n: Litografica Ingramex,SAde c .v . - Centeno 162-1 - Mexico, D.EImpreso en MexicoQueda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducci6n, distribuci6n,comunicaci6n publica 0 transformaci6n total 0 parcial de esta obra sin el perrni-so escrito de los titulares de los derechos de explotaci6n.

    http://www.tusquetseditores.com/http://www.tusquetseditores.com/
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    olvidar que tambien ha producido el cementa que cohesionalas comunidades. Este cementa es el mismo para nosotrosque para otros muchos animales. Estar en s~ntonfa con otros,coordinar actividades y cuidar de los necesitados no son ras-gos exclusivos de nuestra especie. La empatfa h~man~ ti~netras de sf una larga historia evolutiva, como se quiere signifi-car tambien con la palabra edad que aparece en el ti tulo deeste libro.

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    1Biologia, izquierda y derecha

    l.Que es el gobiemo mismo sino la mas grande detodas las reflexiones sobre la naturaleza humana?

    James Madison, 1788

    l,Somos acaso guardas de nuestros hermanos? l,Deberia-mos serlo? l,0 bien la adopci6n de este rol no hace mas que in-terferir en la raz6n por la cual hemos venido al mundo, quesegiin los economistas es consumir y producir, y segun losbi6logos es sobrevivir y reproducirnos? Es comprensible queestos dos puntos de vista se parezcan, pues ambos surgieronmas 0menos en la misma epoca y el mismo lugar, en el trans-curso de la revoluci6n industrial inglesa. Ambos aplican unal6gica de la-competencia-es-buena-para-uno.

    Un poco antes y algo mas al norte, en Escocia, la manerade pensar era otra. El padre de la economia, Adam Smith,comprendi6 mejor que nadie que la persecuci6n del interespropio debe atemperarse mediante el sentimiento de compa-fierismo, tal como 10 expres6 en su libro La teoria de lossentimientos morales, ni de lejos tan popular como su poste-rior obra La riqueza de las naciones. Asf comenzaba su pri-mer libro:

    Por mas egofsta que se pueda suponer al hombre, existen evi-dentemente en su naturaleza algunos principios que le haceninteresarse por la suerte de otros, y hacen que la fel icidad deestes le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada masque el placer de conternplarla. ILos revolucionarios franceses cantaban a la fraternite,

    Abraham Lincoln apelaba a la compasi6n y Theodore Roose-15

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    velt hablaba con entusiasmo del sentimiento de compafieris-mo como el factor mas importante para una vida polftica ysocial saludable. Pero si esto es cierto, i,por que se ridiculizaa veces dicho sentimiento tachandolo, valga la redundancia,de sentimental? Un ejemplo reciente 10tuvimos despues deque el huracan Katrina arrasara Louisiana en 2005. Mientraslos norteamericanos asistian at6nitos a una catastrofe sin pre-cedentes, una cadena de televisi6n por cable consider6 opor-tuna preguntar si la Constituci6n de Estados Unidos contem-plaba medidas para paliar el desastre, a 10que un invitado alprograma respondi6 que la desgracia ajena no era de nuestraincumbencia.

    El dia en que cedieron los diques, dio la casualidad deque me encontraba conduciendo de Atlanta a Alabama paradar una conferencia en la Universidad de Auburn. Aparte deunos cuantos arboles caidos, aquella zona de Alabama habiasufrido pocos dafios, pero el hotel estaba repleto de refugia-dos: la gente habfa llenado las habitaciones de abuelos, nifios,perros y gatos. [Me desperte en un zoo16gicol Quiza no fuerala si tuaci6n mas extrafia para un bi6logo, pero daba idea de lamagnitud del desastre. Y aquellos habian tenido suerte. El ti-tular del peri6dico matutino ante mi puerta proclamaba: i,PORQuE NOSHANDEJADOIRADOSCOMOANIMALES?,itando a unade las personas desesperadas tras dias sin comida ni aseo enel Superdome de Louisiana.

    Discrepo de este t itular, y no porque piense que no habiamotivo de queja, sino porque los animales no necesariamentedejan tirados a sus congeneres. Mi conferencia trataba precisa-mente de este tema, del mono que llevamos dentro, que no esni de lejos tan cruel y aborrecible como sepretende, y de la na-turalidad con que la empatia aflora en nuestra especie. No estoydiciendo, sin embargo, que esta naturaleza siempre se exprese.Miles de personas con dinero y transporte propio huyeron deNueva Orleans abandonando a su suerte a los enfermos, los vie-jos y los pobres. En algunos lugares se veian cadaveres flotandoen el agua, donde servian de comida para los caimanes.16

    . Pero el desastre tambien suscit6 una gran vergiienza na-cional p.~r10ocurrido, y un increible torrente de ayudas. Lacompas1O~ no estaba ausente, s6lo se retras6 un poco. Losnorteamencanos son generosos, pero se han educado en lafalsa creencia de que la mano invisible del mercado libre(un~ metafor~ intro?ucida por el mismo Adam Smith) se cui-?ar~ .de las t~bulac1Ones del mercado. Sin embargo, la manainvisible no hIZOnada para evitar la horrible puesta en escenade la supervivencia del mas apto en Nueva Orleans.

    El secreta inconfesable del exito econ6mico es que a ve-ces se lo~ra a expensas de los fondos piiblicos, con 10que secrea una mgente clase baja de la que nadie se ocupa. El Katri-n~ e~~uso las vergiienzas de la sociedad norteamericana. Enrm viaje de :uelta a Atlanta, se me ocurri6 que este es el temade nuestro tiempo: el bien comtin. Tendemos a centrarnos enlas ~~erras, el terrorismo, la globalizaci6n y los escandalospoliticos banales, pero la gran cuesti6n es c6mo combinar~na economia floreciente con una sociedad humana. Lo cualtIen~ que ver con la sanidad, la educaci6n, la justicia y --co-mo Il~stra el Katrina- la protecci6n contra la naturaleza.~os d~q~esde Louisiana cedieron por culpa de una negligen-CIa~nmmal. En las semanas posteriores a la inundaci6n losmedI~s d.eco~unicaci6n se afanaron en sefialar con el d~do.i,~abIan I~cumdo los ingenieros en una mala praxis? i,Se ha-bfan ~esvIado fondos? i,No deberia haber interrumpido susvaca~1Onesel presidente? Allf de donde yo vengo, los dedosencajan en el dique (0 al menos eso dice la leyenda). En Ho-l~nda, buena parte de cuyo territorio esta a seis metros bajo elmv~l.del mar,.los diques son hasta tal punto sagrados que losPOlItICOSno tIen~n potestad sobre elIos: la gesti6n del aguaco~e a cargo de mgemeros y consejos ciudadanos locales an-tenores a la naci6n misma.

    Si un? piensa en ello, esto tarnbien refleja desconfianzaen el.gobIernO, no tanto en la instituci6n como en la cortedadde rmras de la mayoria de politicos.

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    Espiritu evolutivo

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    La manera en que la gente organiza sus sociedades puedeque no parezca la clase de cuesti6n que deberia interesar a unbi6logo. Supongo que deberia preocuparme por el pajaro car-pintero de pico marfilefio, el papel de los primates en la pro-pagaci6n del sida 0 del ebola, la desaparici6n de las selvastropicales 0 si hemos evolucionado a partir de los monos.Aunque esto ultimo sigue siendo cuestionable para algunos,ha habido un llamativo cambio en la opini6n publica en 10que respecta al papel de la biologfa. Han quedado atras aque-llos dias en que un exaltado le ech6 un cubo de agua fria aE.O. Wilson tras una conferencia sobre la conexi6n entre lasconductas animal y humana. La mayor receptividad a nues-tros paralelismos con los animales nos hace la vida mas facila los bi6logos, de am rni decisi6n de subir un esca16n para versi la biologfa puede arrojar alguna luz sobre la sociedad hu-mana. Si esto significa meterse en el fregado de la controver-sia polftica, loacasola biologfa no forma parte ya de ella? Entodo debate sobre la sociedad y el gobierno se hacen grandessuposiciones acerca de la naturaleza human a, que se presen-tan como si se derivaran directamente de la biologia. Perocasi nunca es asi.Los amantes de la competencia abierta, por ejemplo, in-vocan a menudo la evoluci6n. La palabra se deslizaba inclusoen el infame discurso sobre la codicia pronunciado por Gor-don Gekko, el despiadado directivo interpretado por MichaelDouglas en la pelfcula de 1987 Wall Street:

    La cuesti6n, senoras y senores, es que la codicia -a falta deuna palabra mejor- esbuena. La codicia es 10 correcto. Funcio-na.Aclara, penetra y captura la esencia del espfritu evolutivo.loElespfritu evolutivo? loPorque las suposiciones acerca

    de nuestra biologia siempre tienen connotaciones negativas?En las ciencias sociales, la naturaleza humana esta tipificada18

    por el viejo proverbio hobbesiano Homo homini lupus (elhombre es un lobo para el hombre), una sentencia cuestiona-ble sobre nuestra propia especie, basada en suposiciones fal-sas sobre otra especie. Asf pues, un bi6logo que explora lainteracci6n entre sociedad y naturaleza humana no esta ha-ciendo nada nuevo. La iinica diferencia es que, en vez de in-tentar justificar un marco ideo16gico particular, el bi6logotiene un interes real en la naturaleza humana y su origen. loSereduce el espfritu evolutivo a la codicia, como pretendia Gek-ko, 0hay algo mas?

    Los estudiosos del derecho, la econornia y la polftica ca-recen de herramientas para contemplar su propia sociedadcon objetividad.j Con que van a compararla? Raramente con-sultan, si es que 10 hacen alguna vez, el vasto conocirnientodel comportarniento humano acumulado por la antropologfa,la psicologia, la biologia 0 la neurologfa. En pocas palabras,10 que se deriva de estas disciplinas es que somos animalesgrupales: altamente cooperativos, sensibles a la injusticia, aveces beligerantes, pero principalmente amantes de la paz.Una sociedad que ignore estas tendencias no puede ser opti-rna. Tambien es verdad que somos animales que se muevenpor incentivos, que estan pendientes de lajerarquia, el territo-rio y el sustento, asf que cualquier sociedad que ignore estastendencias tampoco puede ser 6ptima. Nuestra especie tieneuna cara social y una cara egoista. Pero, puesto que la segun-da es la perspectiva dominante, al menos en Occidente, mecentrare en la primera: el papel de la empatfa y la conectivi-dad social.Hayen marcha una nueva e interesante investigaci6n so-bre los origenes del altruismo y la equidad en nosotros yotros animales. Por ejemplo, si dos monos reciben recompen-sas enormemente dispares por la rnisma tarea, el que recibemenos simplemente rehiisa continuar ejecutandola. Los rniem-bros de nuestra especie tambien rechazan las remuneracionessi estiman que su distribuci6n es injusta. Puesto que cual-quier remuneraci6n es mejor que nada, esta conducta signifi-

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    ca que ni los monos ni las personas aplican el principio delbeneficio al pie de la letra. Al rebelarse contra la falta deequidad, su comportarniento es congruente tanto con la im-portancia de los incentivos como con un rechazo natural de lainjusticia.

    Sin embargo, en algunos aspectos parece que nos acerca-mos cada vez mas a una sociedad carente de toda solidaridad,en la que a mucha gente no le cabe esperar sino un trozo Infimodel pastel. Reconciliar esta tendencia con los viejos valorescristianos, como la ayuda a los enfermos y los pobres, puedeparecer una empresa vana. Una estrategia corriente consisteen sefialar con el dedo a las vfctimas. Si a los pobres se lespuede culpar de su pobreza, los demas quedan exculpados.Asi, un afiodespues del Katrina, Newt Gingrich, un erninentepolitico conservador, reclamo una investigacion sobre el fra-caso de la ciudadania par parte de la gente que no habiaconseguido escapar del huracan.'Los que ponen la libertad individual por encima de todosuelen contemplar los intereses colectivos como una idea ro-mantica, algo propio de blandos y comunistas. Prefieren re-girse por una logica individualista. Por ejemplo, en vez de in-vertir dinero en diques para proteger toda una region, (,parque no dejar que cada uno se ocupe de su propia seguridad?Una nueva empresa de Florida esta ofreciendo precisamenteeso: el alquiler de plazas en aviones privados para escapar delos lugares amenazados por huracanes. De esta manera, losque puedan permitirselo no tendran par que conducir a diezkilometres por hora junto con el resto del populacho paraabandonar su ciudad.Toda sociedad tiene que tratar con esta actitud del yoprimero. Lo yeo a diario. Y no me refiero ala gente, sino alos chimpances del Yerkes National Primate Research Center,donde trabajo. En nuestra estacion de campo al nordeste deAtlanta, donde albergamos chimpances en grandes corralesabiertos, a veces les damos alimento para que 10 compartan,como, por ejemplo, sandias. Casi todos quieren ser el primero

    en echar mana de la comida, porque, en cuanto un animal sela apropia, rara vez se la arrebata otro. Existe un respetopor la propiedad. Tanto es asi que hasta el macho mas domi-nante permite que la hembra de rango mas bajo conserve sucomida. LOS duefios de comida suelen ser solicitados porotros con una mana extendida palma arriba (un gesto quetambien es universal en los pediguefios humanos). Los chim-pances ruegan y gimen, lloriqueando li teralmente en la caradel otro. Si este no les hace caso, pueden llegar a sufrir unarrebato, y entonces se pondran a chillar y a revolcarse por elsuelo como sifuera el fin del mundo.

    Lo que quiero significar es que se posee tanto como secomparte. Al final, par 10 general antes de veinte minutos, to-dos los rniembros del grupo tienen algo de cornida. Los due-nos comparten su posesion con sus mejores amigos y sus fa-miliares, que a su vez la comparten con sus mejores amigos ysus farniliares. Suele ser una escena bastante pacifica, aunqueno falte algun que otro empujon. Todavfa recuerdo la ocasionen que, durante la filmacion de una de estas sesiones, el ca-mara se volvio hacia mi y me dijo: Deberia mostrar esto arnis hijos. Podrian aprender de ello.

    Los chirnpances piden comida extendiendo lamano con lapalma hacia arr iba, un gesto tfpicode nuestra especie.

    Por tanto, no hay que creer a quienes dicen que, como lanaturaleza se basa en la lucha por la vida, as f es como tene-mos que vivir. Muchos animales sobreviven no eliminandose

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    unos a otros 0 acaparandolo todo para sf, sino a base de coo-perar y compartir. Esto se aplica sobre todo a los cazadoresen manada, como los lobos 0 las orcas, pero tambien a nues-tros parientes mas cercanos, los chimpances. En un estudiorealizado en el parque nacional de Tal, en Costa de Marfil , seobserve que los chimpances cuidaban de miembros del grupoheridos por leopardos: les lamfan las heridas, se las limpiabany espantaban las moscas que se posaban en ellas. Protegian alos compafieros heridos y se trasladaban mas despacio parano dejarlos arras. Todo esto tiene perfecto sentido, ya que loschimpances viven en grupo por una razon, igual que los lobosy los seres humanos son animales grupales por una razon, Siel hombre es un lobo para el hombre, 10es en todos los senti-dos, no solo en los negativos. No estarfamos donde estamoshoy si nuestros ancestros hubieran sido socialmente distantes.

    Lo que necesitamos es una revision completa de las supo-siciones sobre la naturaleza humana. Demasiados economis-tas y polit icos modelan la sociedad humana sobre 1abase dela lucha perpetua que a sujuicio existe en 1anatura1eza, peroque no es mas que una proyeccion. Como los i1usionistas,primero meten sus prejuicios ideologicos en la chistera de 1anatura1eza y luego se los sacan de la oreja para mostrar 10mucho que nuestra naturaleza se ajusta a ellos. Es un trucoque nos hemos tragado durante demasiado tiempo. Obvia-mente, la competencia forma parte del cuadro, pero las perso-nas no pueden vivir solo a fuerza de competencia.

    EI nino besuqueadoEl filosofo aleman Immanuel Kant daba tan poco valor a

    la benevolencia humana como el ex vicepresidente de Esta-dos Unidos Dick Cheney al ahorro de energia. Cheney me-nospreciaba el ahorro como un signo de virtud personalque, por desgracia, no haria ningiin bien al planeta. Kant con-sideraba que la compasion era bella, pero irrelevante para22

    una vida virtuosa. i. ,Quien necesita buenos sentimientos si eldeber es todo 10que cuenta?Vivimos en una era que ensalza 10cerebral y rebaja las

    emociones como expresion de sensiblerfa y desequilibrio.Peor aun, las emociones son diffciles de controlar, i. ,yacasono es el autocontrollo que nos hace humanos? Como eremi-tas resistiendose a las tentaciones de la vida, los filosofos mo-demos intentan mantener a distancia las pasiones human as ycentrarse en la logica y la razon, Pero, asf como ningiin ere-mita puede evitar sofiar con hermosas doncellas y apetitososmanjares, ningtin filosofo puede desentenderse de las necesi-dades, ansias y obsesiones basicas de una especie que, pordesgracia para ellos, es de carne y hueso. La idea de una ra-zon pura es pura ficcion,

    Si la moralidad deriva de principios abstractos, /.,porquelos juicios morales son a menudo instantaneos? Apenas nece-sitamos reflexionar sobre ellos. De hecho, el psicologo Jona-than Haidt cree que llegamos a ellos de manera intuitiva.Haidt presento a sujetos humanos divers as situaciones deconducta extrafia (como un encuentro nocturno entre herma-no y hermana), que los sujetos enseguida desaprobaban. Lue-go los insto a dar las razones que se les ocurrieran para recha-zar el incesto, hasta que se quedaron sin argumentos. Podrianhaber dicho que el incesto lleva a engendrar hijos anormales,pero en el experimento de Haidt los hermanos empleaban unmetodo anticonceptivo eficaz, 10que invalidaba este argu-mento. La mayorfa de sujetos pronto alcanzaba la fase deenajenacion moral: insistfan obstinadamente en que la con-ducta era incorrecta, sin saber decir por que. _j

    Esta claro que a menudo tomamos decisiones morales in-mediatas que nos salen de las entrafias. Nuestras emocio-nes deciden, y luego nuestro poder de raciocinio, como si deun asesor de imagen se tratara, intenta urdir justificacionesplausibles. Dicha mella en la primacfa de la logica humana hapropi~iado e}retorno de las aproximaciones prekantianas a lamoralidad. Estas anclan la moralidad en los llamados senti-

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    mientos, una concepci6n que casa con la teoria evolutiva, laneurologia modema y el comportamiento de nuestros parien-tes los primates. Aunque esto no quiere decir que los monossean seres morales, estoy de acuerdo con Darwin en que hayun continuo entre la moralidad humana y la socialidad ani-mal, como escribi6 en El origen del hombre:

    [...] todo animal, cualquiera que sea su naturaleza, si esta dota-do de instintos sociales bien definidos [...], inevitablementellegaria a la adquisicion del sentido moral 0de la concienciacuando sus facultades intelectuales llegasen0 se aproximasen. al desarrollo a que aquellas han llegadoen el hombre.'l,Cmilesson esos instintos sociales? l,Que es 10 que hace que

    nos preocupemos por la conducta de los demas, 0 por los de-mas? Eljuicio moral obviamente va mas alia, pero el interes porlos otros es fundamental. l,D6nde estarfa la moralidad humanasin el? Es elcimiento sobre el que seedifica todo 10 demas."En el ambito corporal ocurren muchas cosas en las queraramente nos paramos a pensar. Cuando escuchamos a al-guien que nos cuenta una historia triste, de manera inconscien-te dejamos caer los hombros, inclinamos la cabeza como laotra persona, copiamos su expresi6n facial, etcetera. A su vez,estos cambios corporales generan en nosotros el mismo esta-do de abatimiento que percibimos en la otra persona. Masque metemos en la cabeza de nuestro interlocutor 0 interlocu-tora, es nuestro cuerpo el que remeda el suyo. Lo mismo valepara otras emociones mas alegres. Recuerdo una manana enque, al salir de un restaurante, me sorprendi a mi mismo silban-do. l,Por que me habfa puesto de tan buen humor? La respuestaes que habia estado sentado allado de dos hombres, obviamen-te viejos amigos, que no se veian desde hacfa mucho tiempo.Habian estado dandose palmadas en la espalda, riendo, con-tandose historias divertidas. Esto debi6 de elevar mi espiritu,aunque no conociera a aquellas personas ni estuviera al tantode su conversaci6n.24

    La transferencia del humor a traves de las expresiones fa- 1ciales y ellenguaje corporal es tan poderosa que la gente quela efecnia a diario incluso comienza a parecerse. Esto se hacomprobado con retratos de parejas duraderas, comparandolas fotos tomadas el dfa de su boda con otras tomadas veinteafios despues, A unos cuantos sujetos humanos se les pidi6que emparejasen segun su similitud diversos retratos de hom-bres y mujeres presentados por separado. En el caso de las fo-tos tardfas, no tuvieron ningun problema en decidir quien es-taba casado con quien. Pero en el caso de las fotos juveniles,los sujetos suspendieron el examen. Esto quiere decir que loscasados de larga duraci6n se parecen porque sus rasgos con-vergen con los afios,no porque elijan parejas con las que guar-dan parecido. La similitud era mayor en las parejas que se de-claraban mas felices. Por 10 visto, compartir emociones adiario lleva a un miembro de la pareja a intemalizar al otro,y viceversa, hasta el punto de que cualquiera puede ver cuan-to se pertenecen el uno al otro. ._.)

    No puedo resistirme a comentar aquf que los perros y susduefios a veces tambien se parecen. Pero no estamos hablan-do de 10 mismo. S6lo podemos emparejar correctamente fo-tos de personas y sus perros si estos son de pura raza. La cosano funciona con perros mestizos. Obviamente, las razas purason escrupulosamente elegidas por sus duefios, que paganlevadas sumas por ellas. Una sefiora elegante puede quererpasear un lebrel afgano, mientras que un caracter mas domi-nante puede preferir un rottweiler. Puesto que la similitud noaumenta con la duraci6n de la relaci6n entre perro y duefio, elfactor critico es en este caso la elecci6n de la raza, algo muydiferente a la convergencia emocional entre los esposos.

    Nuestros cuerpos y mentes estan hechos para la vida so- Y.iul, cuya ausencia nos sume sin remedio en la depresi6n. Pors ,junto con la muerte, el aislamiento es nuestro peor casti-'0. Vincularnos es tan bueno para nosotros que la mejor ma-Il.ra de ampliar nuestra expectativa de vida es casarse y per-man cer casado. El inconveniente es el riesgo de perder la

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    pareja. A menudo la muerte del c6nyuge conduce a la deses-peraci6n y a una voluntad de vivir disminuida, 10 cual explicalos accidentes, el alcoholismo, los ataques cardiacos y loscanceres que se llevan a los viudos recientes. La mortalidadse eleva durante los seis meses posteriores a la perdida de lapareja, mas en los j6venes que en la gente mayor, y mas enlos varones que en las mujeres.Las cosas no son diferentes para los animales. Yo mismohe perdido dos mascotas por esta causa. La primera fue unagrajilla (un ave semejante a un cuervo) que habia criado conmis propias manos. Johan era un macho manso y amigable,pero no estaba ligado a mi. El amor de su vida era una hem-bra de su especie llamada Rafia. Vivieron juntos duranteafios, hasta que un dia Rafia escap6 del aviario (sospecho queun nino de la vecindad demasiado curiosa abri6 la puerta).Solo, Johan se pasaba el dfa llamando a su pareja y oteandoel cielo. Muri6 al cabo de pocas semanas.Luego fue nuestra gata siamesa Sarah, que habia sidoadoptada cuando min era una crfa por nuestro gran machoDiego; este la lamia y limpiaba, le dejaba presionar su vientrecomo si la amamantara y dormfa con ella. Durante una deca-da fueron inseparables, hasta que Diego muri6 de viejo. Aun-que Sarah era mas joven y no tenia problemas de salud, dej6de comer y muri6 dos meses despues que Diego, sin que elveterinario pudiera determinar la causa.Hay miles de historias parecidas, incluyendo casos deanimales que rehiisan separarse de sus seres queridos. No esraro que las madres primates carguen con sus crfas muertashasta que de ellas no queda mas que pellejo y huesos. En Ke-nia, una hembra de babuino que habia perdido a su crfa sepuso extremadamente nerviosa cuando una semana despuesreconoci6 el arbusto donde habfa dejado su cuerpo; luego sesubi6 a un arbol alto desde donde podia otear los alrededoresmientras emitia las tipicas llamadas quejumbrosas de los ba-buinos separados de su tropa. Tambien se sabe que los elefan-tes vuelven allugar donde se encuentran los restos de compa-26

    fieros muertos para plantarse solemnemente ante sus huesosblanqueados por el sol. Pueden pasarse una hora volteando yolisqueando los huesos, y a veces se llevan algunos consigo,pero se ha observado a otros elefantes retornandolos a latumba.

    La lealtad animal nos impresiona tanto que incluso se lehan dedicado estatuas. En Edimburgo (Escocia) hay una pe-quefia escultura de Greyfriars Bobby, un terrier escoces quenunca se separ6 de la tumba de su duefio, enterrado en 1858.Durante catorce afios enteros, Bobby custodi6 la tumba mien-tras era alimentado por sus admiradores, hasta que muri6 y fueenterrado a poca distancia. Su lapida reza: QUE su LEALTAD Ynsvocron SEA UNA LEccrON PARATODOSNOSOTROS.En Tokiohay una estatua similar de un akita japones llamado Hachiko,que cada dia iba a la estaci6n de Shibuya para saludar a su due-no cuando este volvia del trabajo. El perro se hizo famoso porcontinuar con este habito despues de la muerte de su amo, en1925. Durante once afios, Hachiko acudi6 ala estaci6n todoslos dfas a la misma hora para esperar a su duefio. Los amantesde los perros todavia se congregan una vez al afio en la salidaque hoy lleva su nombre en homenaje a su fidelidad.

    Unas historias conmovedoras, desde luego, pero L,quetie-nen que ver con el comportamiento humano? El caso es ques mos mamfferos, animales para los que el cuidado maternal'$ obligado. Obviamente, la vinculaci6n tiene para nosotrosun inmenso valor de supervivencia, y el vinculo mas crfticol'S el que se establece entre madre e hijo. Este vinculo propor-ri na la plantilla evolutiva para los otros vfnculos, incluso- n t r adultos. No deberia sorprendernos, pues, que los ena-morados humanos experimenten una regresi6n conductual,1 1 : 1 1 1 ( 1 se el uno al otro bocados de comida como si fueran in-rupnc de comer por sf solos, y diciendose tonterfas con el111110 d voz agudo norrnalmente reservado para los bebes. Yo1111.'1110 reef oyendo el estribillo de la canci6n de amor de losIk:1I I s I Wanna Hold Your Hand [Quiero cogerte de la11111101: tra regresi6n.

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    De hecho, una serie de estudios con animales ha tenidouna influencia muy concreta en la manera en que nos trata-mos unos a otros. Hace un siglo, los orfanatos y casas de aco-gida segufan los consejos de una escuela de psicologia que,en mi opinion, ha causado mas estragos que ninguna otra: elconductismo. La denominacion refleja la conviccion de queel comportamiento es todo 10 que la ciencia puede observar yconocer y, por ende, 10 iinico de 10 que debemos ocuparnos.La mente, si es que tal cosa existe, es una caja negra. Lasemociones apenas son relevantes. Esta actitud se tradujo enun tabu acerca de la vida interior de los animales: estes debfandescribirse como maquinas, y los estudiosos del comporta-miento animal tenian que emplear una terminologfa despro-vista de connotaciones humanas. Ironicamente, el tiro les sa-lio por la culata en al menos un caso. El termino vinculacionse acufio inicialmente para evitar etiquetas antropomorficascomo amigo 0 colega. Pero desde entonces se ha hecho tanpopular para las relaciones humanas (como en vinculacionmasculina 0 experiencia vinculadora) que ahora proba-blemente tendremos que devolverselo a los animales.

    Que las personas estan controladas por la misma ley decondicionamiento que los animales fue demostrado convin-centemente por uno de los padres del conductismo, John Wat-son.' quien inculco en un bebe humano la fobia a los objetospeludos. Al principio, el pequefio Albert jugaba felizmentecon el conejo blanco que le habfan dado. Pero despues de queWatson hiciera coincidir cada aparicion del conejo con un es-truendoso golpeo de objetos de acero justo detras de la cabe-za del pobre Albert, el miedo se hizo inevitable. A partir deentonces, Albert se tapaba los ojos y sollozaba cada vez queveia al conejo (0 al investigador).

    Watson estaba tan enamorado del poder del condiciona-miento que se volvio alergico a las emociones. Era especial-mente esceptico en relacion con el amor maternal, que consi-deraba un instrumento peligroso. Al deshacerse en atencioneshacia sus hijos, las madres les arruinaban la vida infundien-28

    doles debilidades, temores y complejos de inferioridad. Lasociedad necesitaba menos tibieza y mas estructura. El suefiode Watson era una granja infantil sin progenitores dondelos nifios pudieran criarse segiin principios cientfficos. Porejemplo, un nino solo debia recibir algun mimo si se habiacomportado extraordinariamente bien, y apenas una palmadi-ta en la cabeza, nada de abrazos ni de besos. Las recompen-sas ffsicas sistematicas, pensaba Watson, harlan maravillas, yeran mucho mejores que el estilo sentimentaloide con que lamama tfpica crfa a sus hijos.

    Por desgracia, entornos como el de la granja infantil exis-tieron realmente, y todo 10 que puede decirse de ellos es queresultaron funestos. Esto quedo claro cuando los psicologosexaminaron a huerfanos mantenidos en cunitas separadas porsabanas blancas, privados de estimulacion visual y contactocorporal. Tal como recomendaban los cientfficos, los huerfa-nos nunca habfan sido arrullados, ni tornados en brazos, ninadie les habfa hecho cosquillas. Parecfan zombis, ternan lacara inmovil y los ojos muy abiertos, inexpresivos. SiWatsonhubiera tenido razon, aquellos nifios deberfan haber prospera-do, pero 10 cierto es que carecfan de toda resistencia a las en-Iermedades. En algunos orfanatos la mortalidad rozaba elcien por cien.

    La cruzada de Watson contra 10 que el llamaba el ninoI suqueado y su inmensa influencia en la opinion publicadurante la decada de 1920 nos resultan hoy diffciles de com-prcnder, pero explican por que otro psicologo, Harry Harlow,Ill' propuso demostrar 10 obvio: que el amor maternal es irn-portante... para los monos." En un laboratorio primatologicode Madison (Wisconsin), Harlow dernostro que los monosl"I iudos aisladamente estaban mental y socialmente trastorna-dos. uando se les integraba en un grupo, carecfan de la ten-di-n .ia a interaccionar socialmente, no digamos ya de la capa-IHind de hacerlo. De adultos, ni siquiera sabian copular 0I I I I : 1 IT 1antar. Con independencia de los reparos eticos que nos11I, 'pir hoy la investigacion de Harlow, este demostro mas

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    alla de toda duda que la privaci6n del contacto corporal no esalgo que convenga a los mamiferos.Con el tiempo, esta clase de investigaci6n acab6 impo-niendose y contribuy6 a mejorar la suerte de los huerfanoshumanos. Excepto en Rumania, donde el presidente NicolaeCeausescu cre6 un gulag emocional al hacer que miles de re-cien nacidos se criaran en instituciones. Cuando los orfanatosde Ceausescu se abrieron a la luz publica tras la caida del te-16nde acero, el mundo record6 la pesadil la conductista. Losnifios huerfanos eran incapaces de refr 0 llorar, se pasaban eldia meciendose en posici6n fetal (una conducta llamativa-mente similar a la de los monos de Harlow) y ni siquiera sa-bian jugar. Cuando se les proporcionaban juguetes nuevos,los arrojaban contra la pared.

    Los huerfanos rumanos e ran c riados segunprincipios cientificos que ignoraban las ne-cesidades emocionales.

    La vinculaci6n es esencial para nuestra especie, y es 10que nos hace mas felices. Y no me refiero ala alegria saltari-na que el general Charles de Gaulle seguramente tenia enmente cuando, segun se cuenta, dijo que la felicidad es paralos idiotas. La biisqueda de la felicidad incluida en la Decla-raci6n de Independencia estadounidense se refiere mas bien aun estado de satisfacci6n con la vida de uno mismo. Se tratade un estado mensurable, y hay estudios que indican que, porencima de ciertos ingresos econ6micos basicos, la riqueza30

    material importa bien poco. El nivel de vida ha ido aumen-tando en las ultimas decadas, pero l,ha cambiado nuestro coe-ficiente de felicidad? En absoluto. Antes que el dinero, el exi-to 0 la fama, el tiempo dedicado a las amistades y la familiaes 10que mas beneficia a la gente.

    La importancia de las redes sociales es algo que damospor sentado, tanto que a veces 10pasamos por alto. Fue 10queIe ocurri6 a mi equipo de expertos en primates (aunque debe-riamos haberlo sabido muy bien) una vez que construimosuna nueva estructura para que nuestros chimpances treparany se ejercitaran. Nos centramos demasiado en el entomo ffsi-co. Durante mas de treinta afios, los animales habian vividoen el mismo recinto abierto, una extensa area equip ada conentramados metalicos para trepar. Decidimos introducir pos-tes telef6nicos unidos entre sf para proporcionarles mas di-versi6n. Durante la construcci6n, los chimpances fueron alo-jados en jaulas cercanas al lugar. Al principio se mostraronintranquilos y ruidosos, pero callaron en cuanto oyeron laenorme maquina que clavaba los postes. j Se habian dadocuenta de que la cosa iba en serio! Conectamos los postes concuerdas, replantamos el cesped, cavamos nuevos desagiies, yal cabo de ocho dias la remodelaci6n estaba completada. Lanueva estructura era diez veces mas alta que la anterior.. Al menos treinta empleados de la estaci6n de campo vi-

    rueron aver la suelta de los anirnales. Habfamos hecho apues-ta sobre cual de nuestros chirnpances seria el primero en to-.ar la madera 0 subir a 10mas alto. Aquellos chimpances nohablan olido ni tocado madera durante decadas, 0 nunca.mo era de esperar, el director del centro vaticin6 que losIirimeros serian el macho y la hembra de mas rango, pero sa-~,amos que _loschimpances machos no son heroes. Siempre1111 .ntan mejorar su posici6n poli tica, y en el proceso puedenrsurnir grandes riesgos, pero sufren accesos diarreicos deIlli 'do cuando surge algo nuevo a la vuelta de la esquina.

    na vez en la torre que domina el complejo, y con todas1 . 1 , ' 'amaras en marcha, dimos suelta a la colonia. Lo primero

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    que ocurrio fue algo que no esperabarnos. Estabamos hastatal punto prendados de nuestra maravil losa construccion, lacual tanto nos habfa hecho sudar en pleno verano, que habia-mos olvidado que nuestros chimpances habian estado encerra-dos durante dias en jaulas separadas, incluso recintos sepa-rados. Los primeros minutos tras la l iberacion los dedicaronpor completo a restablecer las conexiones sociales. Algunoschimpances casi saltaron unos a los brazos de otros, se pusie-ron a abrazarse y besarse. Un minuto despues, los machosadultos estaban haciendo alardes de intimidacion, con el peloerizado, por si alguno habia olvidado quien era eljefe.

    Los chimpances apenas prestaban atencion a la nueva es-tructura. Algunos pasaron por debajo como si fuera invisible.[Parecfan negar su existencia! Hasta que repararon en losplatanos que habfamos colocado en algunos lugares estrate-gicos, visibles desde el suelo. Los primeros chimpances eninteresarse por la estructura fueron las hembras mas viejas e,ironicarnente, el ultimo en tocar la madera fue una hembraconocida por ser la abusona del grupo.

    Sin embargo, tan pronto como recogieron la fruta y se lacomieron, todos abandonaron la estructura. Era obvio que noestaban preparados para aquello. Se congregaron en el viejoentramado metalico, que el dia anterior mis discfpulos habianencontrado de 10 mas incomodo tras probar a sentarse en el.Pero era 10 que los chimpances conocfan de toda la vida, asfque perezosamente se acomodaron alli , contemplando el TajMahal que habiamos levantado al lado para ellos, como sifuera un objeto que examinar, en lugar de disfrutarlo. Pasaronmeses antes de que permanecieran durante periodos de tiem-po significativos en el nuevo ambito.

    Nos habfa cegado el orgullo por nuestra proeza, hasta quelos chimpances nos corrigieron recordandonos 10 basico.Esto me hizo volver a pensar en Immanuel Kant, porque l,aca-so no es este el problema de la filosoffa modem a? Obsesiona-dos por 10 que consideramos nuevo e importante acerca denosotros mismos (el pensamiento abstracto, la conciencia, la32

    moralidad), pasamos por alto 10 fundamental. No estoy inten-tando minimizar 10 que nos hace iinicos, pero si queremoscomprender como hemos llegado hasta aquf tendremos quecomenzar desde abajo. En vez de fijarnos iinicamente enlas cimas de la civilizacion, tenemos que prestar atenciona las estribaciones. Las cimas resplandecen al sol , pero es enlas estribaciones donde encontramos la mayor parte de 10que nos mueve, incluyendo esas desordenadas emociones queechan a perder a nuestros nifios.

    Mitos sobre nuestros origenesEra un tipico conflicto primate durante una cena en unrestaurante italiano de postfn: un macho humano desafiando a

    otro -yo- delante de su novia. Conociendo mis escritosl,que mejor diana que ellugar de la humanidad en la natura-leza? Dime un aspecto en el que sea diffcil diferenciar a lasp rsonas de los animales, me exhorto, buscando un caso decstudio. Sin pensarlo, entre dos bocados de deliciosa pasta,r epl ique: El acto sexual.

    Quiza por haberle recordado algo innombrable, note queIlli respuesta 10 habia dejado un tanto fuera dejuego, pero solomomentanearnente. Pronto se embarco en una encendida de-I -nsa de la pasion como una peculiaridad humana, subrayan-do 'I origen reciente del amor rornantico, los maravillososIlIllrn a y serenatas que 10 acompaiian, y desdeiiando el enfa-I qu yo habfa puesto en la rnecanica de l'amore, que es( on .ialmente la misma para personas, hamsteres y gupis (los

    11oll hos de este pez estan dotados de una aleta modificada aIllndo d pene). Para terminar, dedico una expresion de pro-1IIIIdo disgusto a todos esos detalles anatomic os mundanos.

    I'm I gracia para el, su novia era una colega mia, asfpli .rport con gran entusiasmo mas ejemplos de sexo ani-IIId. a .abamos teniendo la clase de conversacion de restau-I Illtt 'III' adoran los primatologos pero incomoda al resto de

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    la humanidad. Un silencio de estupor invadi6 las mesas veci-nas cuando la chica exclam6: [Tenia una erecci6n de este ta-mafio!. No estaba claro si la reacci6n tenia que ver con lafrase textual 0 con el hecho de que ella indicase 10que querfadecir con el pulgar y el Indice apenas separados. Estaba ha-blando de un pequefio mono sudamericano.Nuestra discusi6n nunca se zanj6, pero a los postres ya ha-bia perdido acaloramiento. Estas discusiones son para mf elpan nuestro de cada dia: creo que somos animales, mientrasque otros creen que somos algo completamente distinto. Launicidad humana puede ser dificilmente sostenible en 10querespecta al sexo, pero la situaci6n cambia si uno-considera los.aviones, los parlamentos 0 los rascacielos. Los seres humanostienen una capacidad cultural y tecno16gica ciertamente im-presionante. Aunque muchos animales exhiben elementos decultura, si encontramos un chimpance en lajungla con una ca-mara podemos estar seguros de que no se la ha fabricado elmismo.Ahora bien, l,que hay de los seres humanos que han per-manecido desconectados de la explosi6n cultural que ha ex-perimentado buena parte del mundo en los iiltimos milenios?Escondidas en lugares rec6nditos, estas gentes poseen todaslas sefias de identidad de nuestra especie, como el lenguaje,el arte y el fuego. Podemos estudiar c6mo sobreviven sin ladistracci6n de los avances tecno16gicos de hoy. l,Se ajusta sumodo de vida a los supuestos ampliamente aceptados sobre elestado natural de la humanidad (un concepto con una ricahistoria en Occidente)? Dado que este concepto figura en laRevoluci6n frances a, la Constituci6n estadounidense y otrospasos hist6ricos hacia la democracia modema, no es un asun-to trivial establecer el posible modo de vida de la humanidaden su estado original.Un buen ejemplo 10constituyen los bosquimanos delsudoeste de Africa, cuyo esti lo de vida era tan simple que fueparodiado en la pelicula Los dioses deben estar locos, estre-nada en 1980. De adolescente, la antropologa Elizabeth Mar-34

    shall Thomas se traslad6 con sus padres, tambien antropolo-gos, al desierto del Kalahari para vivir entre ellos. Los bos-quimanos, hoy tambien conocidos como el pueblo san," sonuna etnia menuda y agil que se ha labrado un nicho muy mo-desto en un ecosistema abierto, de herbazales, tan secola mitad del afioque los pocos pozos fiables restringen sobre-manera el desplazamiento humano. Han vivido asi durantemiles y miles de afios, de ahi el titulo dellibro que MarshallThomas escribi6 sobre ellos: The Old Way [Los viejos usos].

    Una madre bosqu imana ofr ece a unnifio el agua contenida en unhuevo deavestruz usado como recipiente.

    Los viejos usos incluyen una vestimenta minima hecha depieles de antilope, una modesta choza de paja, un palo afiladopara cavar y una cascara de huevo de avestruz para transportar:t lua en los desplazamientos diarios. Los cobijos se constru-

    '1 1 y reconstruyen una y otra vez clavando unos cuantos pa-loi'>n el suelo, entrelazando la parte superior y cubriendo el1111l'lz6non hierba. A Marshall Thomas esto Ie recordaba la

    1 1 1 : 1 1 1 era en que chimpances y gorilas construyen nidos paralIi1a sola noche en 10 alto de los arboles, entrelazando unas\ unntas ramas para obtener una plataforma sobre la que pue-r l . rn dormir lejos del suelo, donde el peligro acecha."

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    Los bosquimanos se trasladan en fila de a uno, con unhombre al frente que comprueba si hay huellas recientes depredadores, serpientes u otros peligros. Las mujeres y ~~sni-fios ocupan posiciones mas resguardadas. Esto tambien esuna reminiscencia de los chimpances, que en las travesfas pe-ligrosas -como cuando cruzan un camino de tierra huma-no- adoptan una disposicion similar, con los machos adul-tos al frente y en la retaguardia, y las hembras y los miembrosmas inmaduros en medio. A veces el macho alfa monta guar-dia en el camino hasta que todo el grupo 10 ha cruzado."Puede que nuestros ancestros estuvieran mas arriba en lacadena trofica que la mayorfa de los primates, pero desde lue-go no estaban en la cima. Tenfan que guardarse las espaldas.Esto nos lleva al primer mito falso sobre nuestro estado natu-ral: que nuestros ancestros eran los reyes de la sabana. GComopuede afirmarse tal cosa de unos prima~es bfpedo~ cuya e~t~-tura diffcilmente superaba el metro veinte? Debfan de vrviraterrorizados por las hienas de la epoca, del tamafio de unoso, y por los tigres dientes de sable, cuyo tamafio doblaba elde los leones actuales. En consecuencia, tenian que conten-tarse con ser cazadores de segunda. La oscuridad es la mejortapadera, pero, como los bosquimanos actuales, los cazadoreshumanos primigenios probablemente optaban por la luz deldfa, cuando sus presas podfan verlos venir desde kilometresde distancia, porque la noche estaba reservada para los caza-dores profesionales.

    Los leones son los gobemadores supremos de la sabana,como reflejan las historias del estilo de El Rey Leon y el granrespeto que les profesan los bosquimanos. Es significativoque los bosquimanos nunca usen sus flechas envenenadascontra ellos, sabedores de que eso podrfa iniciar una batallaperdida de antemano. Los leones dejan en paz a los nativos lamayor parte del tiempo, pero en los lugares donde por algunarazon se han convertido en devoradores de hombres, la genteno ha tenido otra opcion que mudarse. El peligro esta tan im-plantado en la mente de los bosquimanos que por las noches36

    siempre hay alguien pendiente de mantener encendido el fue-go mientras los demas duermen. Si se divisan los ojos de unpredador nocturno brillando en la oscuridad, se emprendeuna accion apropiada, como blandir un tizon encendido porencima de la cabeza (1 0 cual hace que uno parezca mas gran-de), al tiempo que se insta al predador, con voz calmada peroinsistente, a encontrar algo mejor que hacer. Los bosquima-nos son valientes, pero el hecho de suplicar a los predadoreses diffcil de conciliar con la idea de los humanos como espe-cie dominante.

    En cualquier caso, los viejos usos debieron de tener mu-cho exito, porque incluso en el mundo moderno seguimosmostrando la misma tendencia a congregamos para nuestraseguridad. En situaciones de peligro olvidamos nuestras dife-rencias. Esto se vio, por ejemplo, tras el ataque del 11 de sep-tiembre al World Trade Center de Nueva York, una experien-cia increfblemente dramatica para los que pasaron por ella. Alcabo de nueve meses, los neoyorquinos de todos los colores,encuestados sobre como vefan las relaciones interraciales, di-jeron que las consideraban en general buenas, cuando en afiosprecedentes siempre las habfan considerado en general ma-las. El sentimiento de estamos juntos en esto tras el ataquehabfa fomentado la unidad ciudadana.

    Estos reflejos se remontan a las capas mas profundas yantiguas de nuestro cerebro, que compartimos con muchosnnirnales , no solo mamfferos. Pensemos en los arenques yutr peces que nadan en cardiimenes: cuando se aproxima1 1 1 1 tiburon 0 una marsopa, se apretujan al instante 0 viran de111:ln ra coordinada y abrupta como un relampago plateado,uuposibilitando que el predador se fije en un pez concreto.I,os integrantes de estos cardumenes mantienen las distancias( '011 precision, buscan compafieros del mismo tamafio y sin-IIOlli%ansu velocidad y direccion, a menudo en una fracciontI " ,'L: iundo. Miles de individuos actuan asf como un unicotI'I':Jnismo. 0 pensemos en los estorninos y otras aves que

    1 1 1 ' 1 : 1 1 1 n densas bandadas capaces de eludir a un halcon en37

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    ,II

    I

    un santiamen. Los biologos hablan de manadas egofstas,en las que cada individuo intenta confundirse en una masa decongeneres por su propia seguridad. La presencia de otraspresas posibles diluye el riesgo individual, 10 que no es muydiferente del viejo chiste de dos hombres perseguidos porun oso: uno no necesita correr mas que el oso, solo tiene quecorrer mas que el colega.

    Los peces secongregan en densos cardumenes que con-funden y eluden a los predadores, como a este tiburon.

    Incluso los rivales mas hostiles buscan compafiia en mo-mentos de peligro. Aves que en la temporada de cria se pe-lean a muerte por el territorio pueden acabar en la mismabandada durante la migracion. Conozco esta tendencia de pri-mera mano gracias a la observacion de mis peces cada vezque renuevo el agua de uno de mis grandes acuarios tropica-les. Muchos peces, como los cfclidos, son bastante territoriales,se intimidan unos a otros mediante aletas expandidas y se ata-can para mantener su rincon libre de intrusos. Limpio mistanques de agua una vez cada dos afios, y mientras tanto dejolos peces en un barril. Cuando al cabo de unos dias los de-vuelvo a su tanque, que ha cambiado bastante de aspecto,siempre me divierte ver como buscan la compafiia de los de38

    sumisma especie. Como si fueran buenos amigos, los que an-tes no dejaban de pelearse ahora nadan codo con codo, explo-rando su nuevo entomo juntos. Hasta que recuperan la con-fianza y reclaman una plaza de soberania para sf.

    La seguridad es la primera y principal razon de la vidasocial. Esto nos lleva al segundo mito falso: que la sociedadhumana es la creacion voluntaria de unos hombres autono-mos. La ilusion aquf es que nuestros ancestros no dependianunos de otros, que no tenian compromisos, que su unico pro-blema era que, al ser tan competitivos, el coste de la rivalidadse hizo demasiado oneroso. Como animales inteligentes queeran, decidieron renunciar a unas pocas libertades a cambiode una vida comunitaria. Esta idea, propuesta por el filosofofrances Jean-Jacques Rousseau como el contrato social, ins-piro en los padres fundadores de Estados Unidos la creacion dela tierra de los hombres libres. Es un mito tremendamentecxtendido todavia hoy entre los departamentos de ciencias po-Iuicas y las facultades de derecho, pues presenta la sociedad.orno un compromiso negociado y no como algo que surge demanera natural.

    Desde luego, contemplar las relaciones humanas como sifueran el resultado de un convenio entre iguales puede serIIIUyinstructivo. Nos ayuda a pensar en como nos tratamos, 0d -b rfamos tratarnos, unos a otros. Pero conviene tener pre-u-nte que dicho enfoque es un remanente del pensamientopi -darwinista, basado en una imagen totalmente erronea de1 1 1 1 sl ra especie. Como ocurre con muchos otros mamfferos,IIHlo cicIo vital humano incluye fases en las que 0 bien depen-dl'lIlOS de otros (cuando somos nifios 0 ancianos, 0 cuando es-(IIIIOS enfermos), 0 bien hay otros que dependen de nosotrosIt unndo cuidamos de nifios, ancianos 0 enfermos). Depende-lilli,' uno de otros para la supervivencia. Es esta realidad la'lilt dch rfa tomarse como punto de partida de cualquier dis-I II'.hll sobre la sociedad humana, y no elucubraciones de haceIf III,' que pintan a nuestros ancestros como seres libres cual

    p.q IIliS in obligaciones sociales.!?39

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    ~ I

    Descendemos de una larga linea de primates sociablescon un alto grado de interdependencia. Que la necesidad deseguridad conforma la vida social quedo claro cuando los pri-matologos censaron las poblaciones de macacos colilargos endistintas islas del archipielago indonesio. En algunas islas ha-bia felinos (como tigres 0 panteras nebulosas) y en otras no.Pues bien, monos de la misma especie vivian en grupos nu-merosos allf donde habia felinos, y en grupos pequefios alIidonde no los habia. La depredacion fuerza a los individuos ajuntarse. En general, cuanto mas vulnerable es una especie,mas gregaria es. Los monos que viven en el suelo, como losbabuinos, se desplazan en grupos mayores que los que vivenen los arboles, los cuales tienen mejores escapatorias. Y loschimpances, que por su tamafio tienen poco que temer duran-te el dia, suelen buscar alimento solos 0en grupos reducidos.Pocos animales carecen de instinto gregario. El titulo delas memorias del ex senador estadounidense Trent Lott, Her-ding Cats [Conducir una manada de gatos], alude a la imposi-bilidad de llegar a un consenso. Esto puede resultar frustran-te si hablamos de politicos, pero es totalmente Iogico cuandose trata de gatos. Los gatos domesticos son cazadores solita-rios, asi que no tienen demasiada necesidad de atender a losintereses ajenos. Pero todos los animales que 0 bien depen-den unos de otros para cazar con exito, como los canidos, 0bien son susceptibles de convertirse en presa, como los fius,necesitan coordinar sus movimientos. Por eso tienden a se-guir a un lider y conformarse al comportamiento de la mayo-ria. Cuando nuestros ancestros abandonaron el bosque y seadentraron en un entomo abierto y peligroso, se convirtieronen presas y desarrollaron un instinto gregario que deja pe-quefio el de muchos animales. Somos sumamente compe-tentes en la sincronia corporal, y de hecho es algo que noscomplace. Por ejemplo, al caminar junto a alguien automati-camente adoptamos el mismo paso. Coordinamos canticos yolas en los eventos deportivos, oscilamos juntos en losconciertos de rmisica pop y asistimos a clases de aerobic don-40

    de todos saltamos al mismo son. A modo de ejercicio, inten-tese aplaudir al final de una conferencia cuando nadie estaaplaudiendo, 0 no aplaudir cuando todo el mundo 10 hace.Somos animales grupales hasta la saciedad. Puesto que loslideres politicos son maestros en la psicologia de multitudes,la historia est! lIena de adhesiones en masa a aventuras in-sensatas. Todo 10 que tiene que hacer un lider es crear unaamenaza exterior, azuzar el miedo, y voila: el instinto grega-rio humano se impone.

    Llegamos asf al tercer mito falso: que nuestra especie haestado haciendo la guerra desde que corre por aqui, En losafios sesenta, tras la devastacion provocada por la segundaguerra mundial, los seres humanos se presentaban rutinaria-mente como monos asesinos (en contraste con los monosautenticos, considerados pacifistas). La agresion era vistacomo la sefia de identidad de la humanidad. Aunque esta le-jos de mi intencion pretender que los seres humanos son an-geles de paz, tenemos que trazar una linea divisoria entre elhomicidio y la guerra. Esta ultima se asienta en una rigida es-tructura jerarquica de multiples facciones, no todas las cualesse mueven por la agresion. De hecho, la mayoria simplemen-te cumple ordenes. Los soldados de Napoleon no marcharonhacia la gelida Rusia con un animo agresivo, ni los soldadosnorteamericanos volaron a Iraq porque quisieran matar a al-guien. La decision de ir a la guerra suele ser tomada en la ca-pital por hombres de mas edad. Cuando yeo un ejercito desfi-lando, no necesariamente aprecio agresion. Lo que yeo es elinstinto gregario: miles de hombres marcando el paso, dis-puestos a obedecer a sus superiores.

    En la historia reciente hemos visto tanta muerte ligada ala guerra que imaginamos que siempre debe de haber sidoast, que la guerra esta inscrita en nuestro ADN. En palabrasde Winston Churchill, la historia del genero humano es lauerra. Salvo interludios breves y precarios, nunca ha habido

    Iaz en el mundo; y antes de que comenzara la historia, los, nflictos a muerte eran universales e inacabables.'! Ahora41

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    bien, l ,hasta que punto es mas plausible la guerra continuadade Churchill como estado natural de la humanidad que elbuen salvaje de Rousseau? Aunque los vestigios arqueologi-cos de muertes violentas aisladas se remontan a cientos demiles de afios atras, no hay evidencias similares de guerra(como, por ejemplo, necropolis que incluyan numerosos es-queletos con armas incrustadas) antes de la revolucion agri-cola. Incluso las murallas de Jerico, consideradas la primeraevidencia de guerra y famosas por el relato de su derribo en elAntiguo Testamento, podrfan haber servido principalmentecomo proteccion contra los torrentes de fango. 12

    Mucho antes de eso, nuestros ancestros vivian en un plane-ta escasamente poblado, con solo un par de millones de indivi-duos en total. Esta densidad de poblacion se parecerfa a la delos bosquimanos, que es de unos 25 km2 per capita. Incluso seha sugerido que, hace unos setenta mil afios, nuestro linaje es-tuvo al borde de la extincion, con una poblacion global de ape-nas dos millares de individuos distribuidos en pequefias bandasdisperses." No parece que estas condiciones pudiesen provo-car una guerra continuada. Ademas, nuestros ancestros proba-blemente ternan poco por 10 que luchar, de nuevo igual que losbosquimanos, que solo se pelean por el agua y las mujeres.Aun asi, los bosquimanos comparten su agua con los visitantessedientos y regularmente casan a sus hijas con pretendientes delos grupos vecinos. Esta ultima practica establece lazos de pa-rentesco entre los grupos; y, a largo plazo, matar a los de lapropia estirpe es un mal negocio evolutivo.

    Marshall Thomas no fue test igo de ninguna guerra entrebosquimanos, y toma la ausencia de escudos como evidenciade que raramente pelean contra extranjeros. Los escudos, quese pueden construir facilmente con cueros recios, ofrecen unaproteccion efectiva contra las flechas. Su inexistencia sugiereque a los bosquimanos no les preocupan demasiado las hosti-lidades intergrupales. Con esto no quiero decir que la guerraeste totalmente ausente en las sociedades prehistoricas: sabe-mos que muchas tribus guerrean ocasionalmente, y que algu-42

    nas incluso 10 hacen regularmente. Mi impresion es que paranuestros ancestros la guerra siempre era una posibilidad, peroque segufan la misma pauta que los cazadores-recolectores dehoy, quienes hacen justo 10 contrario de 10 que presuponfaChurchill: alternan largos periodos de paz y armonfa con bre-ves interludios de confrontacion violenta.!"Las comparaciones con los primates apenas contribuyena resolver esta cuestion. Se ha observado que los chimpan-ces a veces asaltan a sus vecinos y les arrebatan brutalmentela vida, 10 que los acerca a la imagen guerrera que tenemos denosotros mismos. Como nosotros, los chimpances entablanviolentas batallas por el territorio. En cuanto a la distanciagenetic a, sin embargo, nuestra especie se encuentra igual-mente cerca de otro antropoide, el bonobo, cuya conducta notiene nada que ver con la del chimpance, Los bonobos pue-den mostrarse hostiles a los grupos vecinos, pero al poco deiniciarse una confrontacion las hembras se apresuran a rela-cionarse sexualmente tanto con los machos como con lashembras del otro bando. Puesto que es diffcil practicar elsexo y hacer la guerra al mismo tiempo, la escena pronto seconvierte en una suerte de picnic, y la cosa acaba con losadultos de ambos grupos acicalandose mutuamente mientraslas crfas juegan. Hasta ahora no tenemos noticia de ningunaagresion leta] entre bonobos. 15

    Lo iinico que puede decirse con certeza es que nuestra es-pecie tiene unpotencial para la guerra que en ciertas circuns-tancias asoma su fea cabeza. Los altercados a veces se des-controlan con resultado de muerte, y los jovenes de todaspartes tienen tendencia a hacer ostentacion de su poderfo ffsi-co peleandose con extraiios sin atender a las consecuencias.Al mismo tiempo, sin embargo, nuestra especie es iinica encuanto a mantener lazos con los parientes mucho despues deque se hayan dispersado. El resultado es la existencia de todauna red intergrupal que promueve el intercambio economicoy hace que la guerra sea contraproducente. Los vfnculos fora-neos proporcionan un segura de supervivencia en entornos

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  • 5/13/2018 Frans De Waal, La Edad de La Empatia. Cap. 1

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    impredecibles, pues permiten repartir el riesgo de la carenciade alimento 0 agua entre los grupos.

    La antropologa norteamericana Polly Wiessner ha estu-diado el riesgo compartido entre los bosquimanos y haofrecido la siguiente descripci6n de las delicadas negociacio-nes que llevan a cabo para tener acceso a los recursos fuerade su territorio. La raz6n de que dichas negociaciones seantan escrupulosas e indirectas es que la competencia nuncaesta ausente de las relaciones humanas:

    En los afios setenta, el bosquimano medio pasaba mas de tresmeses al afio fuera de su hogar. Visitantes y huespedes se en-zarzaban en un ritual de saludo para mostrar respeto y pedirpermiso para quedarse. Los visitantes se sentaban a la sombrade un arbol en la peri feria del campamento. Al cabo de unashoras, los huespedes iban a saludarlos. Los visitantes les ha-blaban de su gente y del estado de sus tierras con un discursorftmico. Los huespedes confirmaban cada frase repitiendo lasiiltimas palabras seguidas por eh he. Luego solfan quejarsede la escasez de alimento, pero los visitantes podian apreciar laseriedad de la queja. Si era 10 bastante seria, decian que solo sequedarfan unos dfas. Si los huespedes no insistfan en privacio-nes 0 problemas, los visitantes sabfan que podrfan quedarsemas tiempo. Tras el intercambio, los visitantes eran invitadosal campamento, donde a menudo ofrecfan regalos a los presen-tes, aunque 10 hacian con gran sutileza y modestia para no des-pertar envidia. J6Dada la interdependencia de los grupos con recurs os esca-

    sos, nuestros ancestros probablemente no se embarcaron enguerras a gran escala hasta que se hicieron sedentarios y co-menzaron a acumular riqueza a traves de la agricultura. Estohizo que los ataques a otros grupos fueran mas rentables. Envez de ser el producto de un impulso agresivo, parece que laguerra tiene que ver mas con el poder y el beneficio. Por su-puesto, esto tambien implica que sea casi inevitable.44

    Hasta aquf los mitos occidentales sobre nuestros orfgenes~ue pint~n a nuestros antepasados como feroces, intrepidos ;hbres. Sin ~taduras sociales y despiadados con sus enemigospar~~en salidos de la tfpica pelfcula de acci6n. EI pensarnient~polft ico ~resente sigue aferrado a estos mitos arrogantes, comola creencia d~ que podemos tratar el planeta como queramosq~~ la hUJ_namdadnunca dejara de guerrear y que la libertad in~dividual tiene prioridad sobre la comunidad.

    Nada ~e esto se ajusta a los viejos usos, que incluyen ladependencia mutua, la conexi6n, la supresi6n de las disputastanto I.nternas como externas, porque la subsistencia es tanpr~c~na que el alimento y la seguridad son las principalespnondades. L~s mujeres recolectan frutos y raices, los hom-bres c~zan YJu.ntos sa~an adelante pequefias familias quesobr~vIven gracias a su Implantaci6n en un tejido social masam~ho. ,La comu~idad esta ahf para servirles a el1os, y ellosestan ahi. para servir a la comunidad. Los bosquimanos dedicanmucho tiempo y atenci6n al intercambio de pequefios regalosen redes que cubren muchos kil6metros y multiples generacio-nes. S~ afanan e~ tom~ decisiones consensuadas, y temen elostracisrno y el aislamiento mas que la propia muerte. Reve-ladoramente, una mujer bosquimana confio: Morir es maloporque cuando mueres estas solo. 17 '. .No podemo~ retomar a este modo de vida preindustrial.

    Vivimos en sociedades de una escala y una complejidad in-crefbles que demandan una organizaci6n muy distinta de laque los s~r~s humanos disfrutaban en su estado natural. Pero,a~nque VIVImos en ciudades y estamos rodeados de autorno-viles y ?rdenadores, seguimos siendo esencialmente los mis-mo~ animales, con los mismos anhelos y necesidades psico-I gicas.

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