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1 HISTORIAS DE MIGRACIONES 1 F. Javier García Castaño Instituto de Migraciones, Universidad de Granada En memoria de Olga Labraga, por su espíritu joven en cuerpo adulto y por sus enseñanzas Dentro de los trabajos de investigación que desarrolló en otros tiempos la Asociación Granadina de Emigrantes Retornados (AGER), en 1996 se puso en marcha la aplicación de una encuesta a un grupo de socios seleccionados al azar, sin grandes pretensiones científicas pero con el deseo de conocer algo más sobre las opiniones que tenían dichos asociados sobre la propia Asociación y sobre sus experiencias migratorias. En ese tiempo, una de sus socias, Olga Labraga, tomó contacto conmigo para proponerme profundizar en los datos que había ofrecido la encuesta y poder realizar algún trabajo más en profundidad. De tal relación nació una pequeña investigación que, además de considerar parcialmente los datos de dicha encuesta, realizó un conjunto de entrevistas biográficas cuyo análisis se publicaron en el libro Historias de migraciones. Análisis de los discursos de emigrantes granadinos retornados de Europa. Han pasado más de diez años de dicho estudio y de la publicación, y ahora recogemos en este breve texto un apartado de dicho libro con la esperanza de que siga siendo ilustrativo el conocimiento producido por entonces. Lo que aquí presentamos son ocho entrevistas biográficas cuyo análisis hemos organizado en tres grandes apartados, siguiendo la cronología de la migración como un movimiento continuo y, a la vez, como un diseño para un objetivo: la partida, la estancia y el retorno. A estos tres apartados hemos añadido uno previo en el que aclaramos algunos pormenores del proceso seguido en la investigación. Tan sólo hemos realizado ligeras modificaciones de estilo y algunas puntualizaciones, respetando en su mayor parte lo escrito y analizado entonces. No se trata, por tanto, de un nuevo estudio, sino de un estudio ya realizado y publicado que ahora sólo pretende contribuir en este volumen a ampliar las perspectivas y conocimientos sobre el fenómeno de las migraciones. 1. CUESTIONES METODOLÓGICAS Este trabajo fue realizado por siete alumnas 2 de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada en colaboración con el grupo de investigación Laboratorio de Estudios Interculturales (LdEI) de la citada Universidad y con Olga Labraga, miembro de AGER. Todo comenzó con la presentación, en una reunión celebrada en octubre de 1996, de las siete estudiantes interesadas en el plan de trabajo elaborado por Olga Labraga y el LdEI, consistente en el desarrollo de varias biografías, mediante entrevistas en profundidad a varios miembros de la citada asociación de emigrantes, con objeto de elaborar un texto sobre experiencias migratorias. El trabajo que las alumnas desarrollarían serviría, en algunos de los casos, para el desarrollo de la asignatura practicum que deben incluir en sus estudios. El objetivo de este trabajo, tal como se presentó a las investigadoras, era realizar un análisis de los procesos migratorios a través de las entrevistas biográficas de los emigrantes granadinos que han retornado de algún país europeo. Debido a la inexperiencia de las colaboradoras en este tipo de trabajo de campo, las primeras reuniones se dedicaron a establecer algunos conocimientos básicos sobre la metodología de trabajo, conceptos fundamentales y guión de temas que se deberían abordar en las entrevistas. 1 Este texto se corresponde con el capítulo de idéntico título publicado en Linares Giraut, X.A. (2009). Hijos y nietos de la emigración española. Vigo: Grupo España Exterior (Págs. 2007-263). 2 Dichas alumnas fueron: Laura Delgado Castellano, Francisca Ruiz Garzón, Pilar García Espinosa, Sonia Martín Lavi, Gelen Arques Mateo, María Ángeles Beneroso Mora y María José Rivero Díaz. Agradecemos su inestimable colaboración.

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HISTORIAS DE MIGRACIONES1

F. Javier García Castaño Instituto de Migraciones, Universidad de Granada

En memoria de Olga Labraga, por su espíritu joven en cuerpo adulto y por sus enseñanzas

Dentro de los trabajos de investigación que desarrolló en otros tiempos la Asociación Granadina de Emigrantes Retornados (AGER), en 1996 se puso en marcha la aplicación de una encuesta a un grupo de socios seleccionados al azar, sin grandes pretensiones científicas pero con el deseo de conocer algo más sobre las opiniones que tenían dichos asociados sobre la propia Asociación y sobre sus experiencias migratorias. En ese tiempo, una de sus socias, Olga Labraga, tomó contacto conmigo para proponerme profundizar en los datos que había ofrecido la encuesta y poder realizar algún trabajo más en profundidad. De tal relación nació una pequeña investigación que, además de considerar parcialmente los datos de dicha encuesta, realizó un conjunto de entrevistas biográficas cuyo análisis se publicaron en el libro Historias de migraciones. Análisis de los discursos de emigrantes granadinos retornados de Europa. Han pasado más de diez años de dicho estudio y de la publicación, y ahora recogemos en este breve texto un apartado de dicho libro con la esperanza de que siga siendo ilustrativo el conocimiento producido por entonces.

Lo que aquí presentamos son ocho entrevistas biográficas cuyo análisis hemos organizado en tres grandes apartados, siguiendo la cronología de la migración como un movimiento continuo y, a la vez, como un diseño para un objetivo: la partida, la estancia y el retorno. A estos tres apartados hemos añadido uno previo en el que aclaramos algunos pormenores del proceso seguido en la investigación. Tan sólo hemos realizado ligeras modificaciones de estilo y algunas puntualizaciones, respetando en su mayor parte lo escrito y analizado entonces. No se trata, por tanto, de un nuevo estudio, sino de un estudio ya realizado y publicado que ahora sólo pretende contribuir en este volumen a ampliar las perspectivas y conocimientos sobre el fenómeno de las migraciones.

1. CUESTIONES METODOLÓGICAS

Este trabajo fue realizado por siete alumnas2 de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada en colaboración con el grupo de investigación Laboratorio de Estudios Interculturales (LdEI) de la citada Universidad y con Olga Labraga, miembro de AGER. Todo comenzó con la presentación, en una reunión celebrada en octubre de 1996, de las siete estudiantes interesadas en el plan de trabajo elaborado por Olga Labraga y el LdEI, consistente en el desarrollo de varias biografías, mediante entrevistas en profundidad a varios miembros de la citada asociación de emigrantes, con objeto de elaborar un texto sobre experiencias migratorias. El trabajo que las alumnas desarrollarían serviría, en algunos de los casos, para el desarrollo de la asignatura practicum que deben incluir en sus estudios.

El objetivo de este trabajo, tal como se presentó a las investigadoras, era realizar un análisis de los procesos migratorios a través de las entrevistas biográficas de los emigrantes granadinos que han retornado de algún país europeo.

Debido a la inexperiencia de las colaboradoras en este tipo de trabajo de campo, las primeras reuniones se dedicaron a establecer algunos conocimientos básicos sobre la metodología de trabajo, conceptos fundamentales y guión de temas que se deberían abordar en las entrevistas.

1 Este texto se corresponde con el capítulo de idéntico título publicado en Linares Giraut, X.A. (2009). Hijos y nietos de la emigración española. Vigo: Grupo España Exterior (Págs. 2007-263). 2 Dichas alumnas fueron: Laura Delgado Castellano, Francisca Ruiz Garzón, Pilar García Espinosa, Sonia Martín Lavi, Gelen Arques Mateo, María Ángeles Beneroso Mora y María José Rivero Díaz. Agradecemos su inestimable colaboración.

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A finales del mes de noviembre se observó que ya se tenía una base suficiente para realizar las primeras entrevistas. En el último encuentro se facilitó a las alumnas las fichas de datos personales de los sujetos que iban a servir de informantes en nuestra investigación. En su mayoría, se trataba de matrimonios o de viudos y viudas, que, que habían sido emigrantes en Francia y Alemania, seleccionados por Olga Labraga de los ficheros de AGER.

1.1 El trabajo de campo

El método de adjudicación de personas a entrevistar fue relativamente aleatorio, ya que cada investigadora pudo optar por el informador preferido para configurar su trabajo. Los criterios que se siguieron fueron de proximidad de domicilio y supuesta facilidad de acceso.

A la hora de llevar a cabo las entrevistas, en todos los casos fue simultánea la toma de contacto telefónico para concertar la primera cita y la visita al domicilio para conocer a las personas a entrevistar. Con anterioridad al contacto telefónico por parte de las entrevistadoras, fue enviada una carta (escrita y remitida por el presidente de AGER) a los lugares de residencia de las personas a entrevistar en la que se aclaraba lo que se les pedía y el objetivo de la investigación que estábamos llevando a cabo. Así, cuando las entrevistadoras realizaron la primera visita, los “emigrantes” ya tenían una primera información. Sólo hubo pequeñas reticencias, como el caso de una de ellas, que comunicó en un primer momento que no quería ser entrevistada, para posteriormente aceptar su participación. Sí se dio un caso de dos hermanos que no quisieron colaborar debido a la tardanza para informales de nuestras intenciones, que posteriormente fueron sustituidos para nuestro estudio por otro matrimonio de emigrantes.

A partir de estos contactos se concertaron los primeros encuentros. Todos fueron realizados en las casas de los respectivos informantes, siendo importante destacar la amabilidad con que recibieron a las entrevistadoras a pesar de la lógica “distancia” existente, al saber que tenían que relatar toda una vida a la persona que tenían delante y que no conocían más que por unas cartas de presentación. Una vez “roto el hielo”, en algunos casos de nuevo hubo unos momentos de tensión al pedirles si no les importaba el hecho de usar la grabadora por razón de comodidad, explicándoles que la información que nos dieran iba a ser intransferible y utilizada de manera anónima para el estudio que pretendíamos realizar.

Lo primero que hicimos fue asegurarnos de que habían recibido la carta en la que se exponía la labor que las investigadoras iban a realizar allí. Al responder afirmativamente, las entrevistadoras hicieron entrega de otra segunda carta de presentación personal elaborada por el LdEI donde se explicaba a los entrevistados quiénes eran las entrevistadoras, qué pretendían y la importancia de la información que nos iban a proporcionar, ya que sólo ellos la tenían por haber participado en un proceso migratorio, que era el objeto de nuestro estudio. Por último, se negoció la manera en la que se llevarían a cabo las entrevistas asegurándoles el mantenimiento de su anonimato.

Aunque no se esperaba recoger información en este primer encuentro, todos aportaron datos, al pensar que las entrevistas iban a realizarse en una sola sesión (en la de presentación). Como en esta primera cita las entrevistadoras no disponían de grabadoras, los datos fueron recogidos en cuadernos de campo y cuando se dispuso de los medios adecuados, se recogieron más ampliamente. En algunos casos los informantes no quisieron repetir de nuevo lo que no se había anotado con exactitud por miedo a que lo escuchasen otras personas, por lo que se les recordó en varias ocasiones que todo lo que contasen iba a ser confidencial. Con esto se conseguía que no se sintiesen inhibidos a la hora de comunicar lo que pensaban. Gracias al ambiente tranquilo en el que se desarrollaban las entrevistas, no fueron telegráficas, y es que, al estar en sus casas y darles la suficiente confianza como para que este trabajo se pudiese realizar, los emigrantes contaban su historia sin interrupción alguna, cosa que resultó muy positiva.

Conforme transcurrían las entrevistas, la situación se relajaba y se perdía el respeto a los medios instrumentales para la recogida de datos. Como nota cuantitativa podemos decir que cada investigadora realizó una media de cuatro entrevistas (de entre sesenta a noventa minutos cada una) en las que la

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información fue bastante explícita. La situación creada de auténtica confianza no sólo se dejaba ver en la realización del trabajo, sino también en el relatado de los problemas de su vida diaria actual (trabajo, salud, familia, relaciones sentimentales...); incluso, hay que agradecer su hospitalidad, ya que a la llegada de las entrevistadoras les ofrecían diversas atenciones: café, pastas...

Lo único que se puede decir que produjo algo de ansiedad fue el hecho de querer contar todo con gran rapidez. Perdían el hilo de la pregunta, cosa relativamente lógica puesto que es muy difícil esquematizar una vida repleta de experiencias significativas. Si les preguntábamos sobre un aspecto concreto de su infancia, era fácil, por ejemplo, que también relataran algo sobre el retorno de su emigración. A pesar de esto mostramos nuestro agradecimiento por abrirnos sus casas, por introducir en sus vidas a personas que no conocían de nada. Un factor que facilitó esta intromisión fue el trato de igual a igual. Las diferencias generacionales no fueron ningún impedimento.

Las transcripciones de cada entrevista se realizaban al término de la misma, por si surgía alguna duda que se pudiese resolver rápidamente en la siguiente entrevista y así no perder pequeñas notas que, a la larga, podían ser importantes.

1.2 La elaboración de las historias

Una vez transcritas todas las entrevistas se ordenaron, ya que a lo largo de ellas siempre había datos que pertenecían a apartados diferentes del abordado en ese preciso momento.

La organización de los datos se realizó en torno a temas comunes a todas las entrevistas, temas que se repetían a lo largo del discurso de los emigrantes. Así pudimos dividir el material en un relativo orden cronológico de la vida con los apartados de infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez. Dentro de estas macro-clasificaciones fuimos organizando una clasificación del tipo: “condiciones antes de la partida”, “motivos de la partida”, “una vez allí, ¿qué hacías en tu tiempo libre?”, etc.

A partir de aquí, comienza la elaboración textual de las biografías. Con una media de cuatro sesiones mantenidas con cada informante y a partir de un esquema idéntico para todas las investigadoras, se comenzó a construir el relato biográfico; de él saldría posteriormente el análisis que se presenta en las siguientes secciones. Se trataba de cumplir con una doble estrategia: por un lado, lograr el relato biográfico de cada uno de los informantes (un relato ordenado y con una cierta lógica cronológica) y, por otro lado, conseguir un documento que fuera fácilmente comparable, por su ordenación similar, con el resto de los documentos de cada investigadora. Podríamos así presentar nuestras interpretaciones sobre los procesos migratorios, con la base contrastada de estos relatos. Con el conjunto de las historias produjimos los análisis que ahora presentamos organizados en tres grandes apartados: lo relativo al periodo previo a la emigración y la fase de decisión de la partida, todo lo relacionado con la “estancia” en el país de destino y, por último, el periodo que contiene los relatos del retorno a España.

2. LA PARTIDA O LA FASE PRE-EMIGRATORIA

A través del discurso de los emigrantes retornados podemos apreciar que todos han vivido las consecuencias de la Guerra Civil, lo que se traduce en una vida de trabajo muy poco rentable, una vida de lucha, de temor y de miseria, además de un fuerte afán de superación.

El motivo de dejar España para ir a trabajar a otro país varía de unos individuos a otros. Así lo refleja Cazorla (1981, 172). No todos partieron por las mismas causas, no todos tenían los mismos motivos para emigrar, a unos les costó más que a otros dejar su tierra... Lo que sí creemos que influyó considerablemente fue la precariedad del trabajo que tenían aquí y el atractivo de las personas que venían de vacaciones con ostentosos “lujos” materiales, mostrando sus “triunfos” o, lo que venía a ser igual, aquellas personas a las que no se conocía pero que “de oídas” se sabía que les iba bien la vida (grupos de referencia). De ahí surgía la idea de que los nuevos emigrantes en poco tiempo también volverían con una base económica que les proporcionaría mejor posición económica y social.

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Por encima de estos dos motivos fundamentales está, como Cazorla (1989) expone, lo que se llama el carácter psicológico, cultural o social. Ocurre, sin embargo, que este motivo no se expone por los emigrantes tan explícitamente como la precariedad del trabajo, por ejemplo, a pesar de que subyace a todos los demás. Lo que realmente importa es compararse con su grupo de iguales para contrastar su ascenso en la escala socio-económica; es el efecto “demostración” que todos los retornados realizaban cuando volvían de vacaciones a sus pueblos. Con todas las cosas que traían mostraban una imagen de triunfadores, a la que se unía un trabajo seguro en Europa. Lo importante era exhibir ante sus paisanos los signos externos de su nueva posición social. Esto contrastaba mucho con el modo de vivir del ciudadano de su pueblo, que vivía “al día”. A lo que el emigrante nunca hacía referencia era a lo mal que lo pasó y lo estaba pasando, a las marginaciones que sufría, a la dureza del trabajo que realizaba...

2.1 La familia

La mayoría de los entrevistados provenía de familias humildes, generalmente compuestas por varios hermanos, y en la que se recuerda a la figura paterna como muy autoritaria, viviendo no demasiados años y con una vida muy difícil, llegándose a relatar algún caso de problemas provocados por el alcohol.

Era poco comunicativo, y si lo hacía era pegándonos. A veces, cuando estaba fresco, sí, se podía hablar con él. Pero, claro, era en pocas ocasiones. Trabajaba en la construcción, pero los problemas con el alcohol hacían que todo el sueldo que ganaba lo gastara y casi no daba nada para mantener la casa (María).

La madre se evoca como una mujer muy sacrificada, llevando todas las tareas del hogar, sirviendo en casas de señoritos, trabajando como “estraperlista” y, a veces, hasta mendigando. Ella era también la que se ocupaba de la muy pobre educación que recibían sus hijos.

Mi madre, viuda, tenía que salir a trabajar. Debido a nuestra necesidad económica, ella se dedicaba al estraperlo. Vendía pan, huevos, carne..., todo a escondidas, con mucho miedo (Margarita).

En la relación entre los padres, se advierte un fuerte dominio del padre sobre la madre y en general una disimulada complicidad de ésta con sus hijos. Pero en próximos apartados, veremos en qué medida la emigración influyó en el cambio de mentalidad y las pautas de comportamiento que estos emigrantes estaban acostumbrados a llevar en España. También observaremos cómo ha incidido en la segunda generación tanto el tipo de vida que sus padres habían llevado antes de emigrar, como los comportamientos y conductas que practicaron en los países de destino.

2.2 La vivienda

Las viviendas de su niñez y de su juventud fueron, en general, muy precarias: cuevas, fincas con escasas comodidades donde tenían animales y cultivos para mantener la economía familiar, casas de vecinos con espacios comunes, sin agua y con servicios colectivos. Las condiciones de habitabilidad, en general, eran deficientes.

Mi primera casa era antiquísima, con tres habitaciones y, en una de ellas, dormíamos todos juntos (María).

Ahorrar para adquirir una vivienda sería una meta clara para estos emigrantes, después de haber soportado condiciones de vida muy difíciles en su niñez y juventud, y haberse compensado con un fuerte espíritu de superación.

Al regresar a España, con los ahorros que teníamos, pudimos comprar una casa, la que hoy es mi hogar. Una casa grande, espaciosa, con mucha luz, en una zona tranquila, como siempre hemos soñado (Margarita).

Lo que viene a coincidir con lo dicho por García Fernández (1965): más que el paro, lo que impulsó a la emigración fue la mejora de oportunidades. Aunque encontraremos en muchas ocasiones que ellos mismos no se reconocerán en estas clasificaciones.

Esta es una de las principales características de la emigración española: la capacidad potencial de trabajo. Así lo apunta uno de ellos, que indica que se fue a Francia para dar a su familia y a él mismo una oportunidad para ser alguien en la vida:

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Al morir mi padre me quedé de jefe de familia muy pequeño. Yo veía que a mi hermano no podía dejarle nada para el día de mañana y era esa precisamente una de mis responsabilidades (Francisco).

Encontramos algunas excepciones en este tema de la vivienda, como por ejemplo, el caso de otra de ellas, cuya casa tenía algunas comodidades más, pues su padre era concejal. Sin embargo, también en este caso se hicieron sentir las consecuencias de la Guerra Civil:

Antes de la Guerra Civil mi familia estaba bien situada..., al llegar la Guerra mi padre tuvo que marcharse con un grave riesgo para su vida debido al hecho de ser socialista. Recuerdo mi casa con mucho cariño pues fue donde nacimos mis siete hermanos y yo. Mi madre estaba en casa al cuidado de nosotros, teníamos una chica que le ayudaba en las tareas del hogar. Después, todo empezó a volverse negro para mí, pues mi padre no había puesto los bienes a nombre de mi madre y nos lo quitó el Ayuntamiento en su gran mayoría (Antonia).

2.3 La alimentación

La alimentación era insuficiente. Todos los testimonios hacen hincapié en el hambre que pasaban, en la miseria en que vivían. Fueron los años del racionamiento, del mercado negro, de la autarquía y el intervencionismo del Estado.

El Estado daba unos tickets para la ración de pan, pero con esto no teníamos suficiente, porque era muy pequeño, además de sucio y negro. Lo hacían con los restos que quedaban por el suelo del pan que hacían para los ricos... Mi madre hacía pan de centeno y maíz, al igual que otras muchas personas. El primer día nos lo podíamos comer, pero el segundo día parecía un ladrillo duro y rojizo (Martín).

Esta alimentación, pobre y desequilibrada, tendrá sus consecuencias en las futuras vidas de los emigrantes. Advertimos el impacto que produjo en ellos el hambre y la miseria, pues hoy, a más de medio siglo transcurrido de estos hechos, los reviven, los evocan y comparan con la situación de su vida actual.

2.4 Fiestas

A pesar de las dificultades que debieron soportar, de la miseria, el aislamiento y la incomunicación en que dicen que vivían, no dejaban de practicar y de cumplir con festividades religiosas y sacramentos católicos como el de la comunión. Muchos, desde la actual percepción de aquella época, censuran y critican el sentido de la religión y los objetivos de la misma. Lo paradójico es que, ya residiendo en el exterior como emigrantes, continuaron celebrando las mismas ceremonias y prácticas religiosas para “mantener las tradiciones”. Así relacionan, desde su actual percepción, los vínculos entre religión y política:

Vivíamos con unas ideas muy cerradas. Entre Franco y la religión, estábamos muy controlados. Sólo podíamos tener las ideas que ellos querían que tuviésemos; no había libertad de expresión. A la gente se le obligaba a ir a la iglesia. Los curas iban por las tabernas echando a la gente fuera y se la llevaban por la fuerza... No se permitía otra religión que no fuese la católica; si no eras católico, podrían llegar hasta matarte. Era una forma de vida muy dura que sólo puede conocer el que lo haya vivido (Martín).

En medio de condiciones a veces de extrema pobreza celebraban ceremonias, como la “primera comunión”, con vestidos prestados, rosarios también prestados, pero sin dejar de hacer muchos sacrificios para “hacerse las fotos”, aunque tuvieran que realizar largas caminatas desde los pueblos a las ciudades. Recuerdan su participación en fiestas como las de San Antón, en la que solían estrenar algún vestido, generalmente regalado por los señoritos para los que trabajaba su madre.

Cuando había alguna celebración, como es el caso de un bautizo, se compraban un par de arrobas de vino, a lo mejor, pan y se hacían bocadillos, y ya está. En mi primera comunión -yo la hice con seis años- mi madre no tenía para el traje y se lo prestaron,... mi tía me prestó el rosario, creo que era de oro, antiquísimo.... La ceremonia fue en la iglesia y las monjas nos daban chocolate con churros, luego te ibas a hacerte la fotografía y después, a lo mejor, en mi casa hacían una comida y te iba la familia más cercana (María).

También evocan las fiestas de San Blas, el entierro de la zorra, las fiestas de la Virgen del Rosario y, muy especialmente, la Semana Santa. El guardar vigilia el Viernes Santo lo han inculcado a sus hijos, hecho que subrayan y evocan con verdadero orgullo. Aún viviendo en el exterior, continúan no sólo

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evocando, sino también practicando la religión. Son tradiciones que han arraigado muy fuerte en ellos y que, ya en los países de destino, dicen que les ayudaron a mantener sus identidades.

Muchas de las fiestas que recuerdan las siguieron celebrando cuando vivían en el exterior su emigración. Generalmente, se reunían con españoles en los diferentes centros o en sus casas.

2.5 Educación

Trabajaron desde muy pequeños, ayudando a sus padres en las labores del campo o a sus madres en las tareas del hogar. Ello trajo como consecuencia que fuera muy pobre la educación escolar que recibieron.

Algunos nunca acudieron al colegio y, las niñas que asistieron, apenas pudieron terminar la enseñanza primaria por las razones antes señaladas. Recuerdan sus breves períodos de colegio en medio de monjas que controlaban severamente su comportamiento, sufriendo muchas discriminaciones por pertenecer a una clase social baja y recibiendo varias horas de catequesis. Los castigos personales por “hablar con las internas” o por presentarse desaseadas eran muy frecuentes.

Algunos varones recibían en sus casas enseñanza elemental por las noches, a cargo de maestros o de otras personas que se dedicaban a esta tarea.

A pesar de haber sufrido discriminaciones, castigos y una total falta de libertad de expresión, recuerdan el colegio con “gran cariño”. Desde su perspectiva actual, algunos relacionan la educación dogmática que recibieron con la situación política que se vivía en aquella época.

Antes no nos obligaban a ir a la escuela, pues no interesaba más que hubiese analfabetos en el país, para así controlarnos mejor. Los maestros sólo atendían a los niños ricos, que eran los que podían llevarles regalos... Teníamos un sólo libro, en el que venía todo: Geografía, Matemáticas, Lengua, etc. Yo no pasé del primer curso y lo poco que aprendí no fue allí. Por las noches pagaba a un maestro para que me enseñara a leer y escribir (Martín).

Muchos ejemplos nos muestran, como decimos, que algunos nunca acudieron a la escuela: Yo fui a la primera escuela en Francia. Yo, aquí, nunca fui a la escuela porque me pilló la Guerra, que no fui, y cuando acabó, tenía diez años y me puse a trabajar... En estas condiciones de no poder ir a la escuela estábamos tres o cuatro amigos míos, por lo que nos juntábamos para dar clases, unas veces en mi casa y otras en la de ellos... venía un maestro; así aprendimos las cuatro reglas y a escribir y leer un poquito (Francisco).

Las niñas, de acuerdo con las pautas de la época, tenían menos oportunidades de asistir a la escuela que los varones. Debían quedarse en la casa a cuidar de los hermanos menores y ayudar en las tareas del hogar.

Nosotros, los varones, al menos podíamos ir a la escuela, pero mis hermanas nunca pudieron ir. Ellas tenían que quedarse en mi casa ayudando a mi madre. La mujer siempre iba por detrás del hombre. Yo conozco a más analfabetas mujeres que hombres... Antes había mucho machismo; se pensaba que la mujer tenía que estar con el delantarillo puesto y ya está, a tener niños y a cuidar al marido para que no le faltara nada (Martín).

Además, estas mismas niñas tenían que aceptar el hecho de no poder acudir a la escuela cuando eran pequeñas y, de mayores, recibir clases de costura.

A mí me gustaba mucho ir a la escuela, pero mi madre no me dejaba ir porque tenía que cuidar de mis hermanos, hacer la comida, limpiar la casa, lavar la ropa; tenía que hacer casi todo, ya que mi madre pasaba toda la mañana vendiendo... Cuando fui más mayor, mi madre me pagó clases para que aprendiese a coser... Lo poco que sé escribir y leer lo he aprendido yo sola con los libros que tenía (Antonia).

Esta educación que recibieron, entre el temor y el dogma, los ha marcado para el futuro. Ya en los países de destino, no permiten que sus hijos se queden sin ir al colegio y valoran mucho sus aportaciones en el campo del conocimiento, en el de los hábitos (puntualidad, disciplina...), en el de las costumbres. Al retornar a España están en condiciones de comparar y, si regresan con hijos que aún no han terminado sus estudios, tratan por todos los medios posibles que continúen su carrera y “saquen un título”. Más adelante veremos en qué medida podrán ver cumplidos estos objetivos.

En la educación que les impartieron, tanto en la formal, como en la familiar, el tema de la sexualidad era tabú. No recibían información en los colegios, ni se atrevían a preguntar en el seno de sus familias. Las

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mujeres entrevistadas nos indican que la primera menstruación la vivieran como un castigo, como una culpa por haber nacido mujeres. La virginidad era uno de los valores impuestos con más fuerza y, en todos los casos, se manifestaba el temor al embarazo. Durante los noviazgos -en general muy largos-, las visitas y las salidas estaban muy controladas por las madres o los hermanos. Desde no salir solas hasta tener muy presente las recomendaciones de la madre:

Niña, ten cuidado y no vayas a hacer nada con tu novio, porque luego ningún hombre te quiere y te quedas para tu madre (Margarita).

o recordar las maneras en las que se realizaban las salidas en pareja: (...) Íbamos al río, al cine, pero siempre acompañados de “dos cestas”; una era mi cuñada y otra mi hermana... Yo tenía miedo de quedar embarazada; si me quedaba en estado, me tiraba por un puente. Eso, para mí, era como traicionar a mi padre, ya que, al ser la mayor de sus hijas, confiaba mucho en mí y en lo que hacía (Antonia).

Cuando evocan aquellos años de noviazgo, tienen una especie de conciencia de “haber perdido el tiempo”. De todas formas, el embarazo de la madre soltera era juzgado con más benevolencia si ésta pertenecía a la clase social alta:

Las mujeres ricas lo tenían más fácil. La que se quedaba embarazada iba a Londres y abortaba, o se iban de vacaciones al extranjero y tenían allí al niño; luego lo abandonaban en una casa-cuna (Antonia).

Llegaban al matrimonio con una total ignorancia sobre la relación sexual, hasta el punto de que antes de casarse, todo se reducía a que sus madres les recomendaran “comprar algodón en rama”. Para ellas no existía la planificación familiar ni prácticas anticonceptivas; llegaban a tener muchos hijos y, algunas, comenzaron a tomar pastillas y a controlarse residiendo ya en el exterior, como emigrantes.

Para la segunda generación, dejarán de existir estas inhibiciones, traumatismos e ideas falsas, conocidas ya solamente de oídas.

2.6 El trabajo

Los migrantes, en su gran mayoría, tenían trabajo antes de partir “para ir tirando”, aunque con salarios muy poco rentables.

De las ocho personas de nuestro estudio, seis tenían un trabajo antes de su decisión de marcharse a otro país. Cuatro de ellas se fueron a Francia: Miguel, que estuvo trabajando de panadero aquí en España; Francisco, que contaba con trece años de antigüedad en una empresa de fontanería, soldaduras y calderería cuando decidió marcharse; María, cuyo marido era topógrafo aunque lo despidieron y de ahí su marcha; y Antonia, que contaba con un año de aprendiza de sastrería. Las dos personas restantes partieron hacia Alemania: José, que contaba con un trabajo fijo en una empresa en Puertollano; y Martín, que trabajaba en una fábrica de mosaicos.

Como puede observarse, todos ellos, a excepción del marido de María, que era topógrafo, trabajaban en el sector primario, a lo cual se le une el hecho de haber contado sólo con estudios primarios o con ningún estudio, como ya se ha hecho referencia. Estamos hablando por tanto de personas con una baja cualificación, procedentes del sector primario y en edad activa. Como consecuencia del total predominio de la población activa, la emigración española se caracterizó por ser fundamentalmente masculina, estar casados y ser personas adultas. Al mismo tiempo, mantiene las características de mucha emigración económica: pobreza relativa (ya que tenían trabajo antes de emigrar), “bajo nivel cultural” y, por consiguiente, bajo nivel de formación profesional.

A partir de estos datos, podemos observar que todos los individuos tenían un medio de supervivencia, puesto que tenían trabajo antes de decidir marcharse fuera de España, lo cual nos lleva a afirmar lo que ya expuso García Fernández, que más que el paro lo que ha impulsado a la emigración ha sido la mejora de oportunidades, es decir, personas con espíritu inquieto, con deseos de superarse, de aspirar a un mejor nivel de vida y de obtener ganancias fijas superiores a las que percibían en España. Cazorla (1989) también refleja esta idea diciendo que los inconformistas y mal adaptados intentan abrirse camino en otro país, ya que su país, España, no se lo permitía por razones que más adelante veremos.

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Todas las personas entrevistadas coinciden en el hecho de haber tenido que trabajar en labores muy duras en su infancia, debido a la necesidad de ganar dinero para sacar adelante a su familia. Así lo describen algunos de ellos:

Tenía catorce años cuando segaba de sol a sol. Era un trabajo muy duro (José). En mi casa sólo entraba el sueldo de mi padre, así que, al ingresar éste en la cárcel, me tuve que poner a trabajar con diez años para sacar a mi familia adelante (Francisco).

Comenzaron a trabajar desde muy niños, junto a sus padres, fundamentalmente en las tareas del campo. Estudios no tengo ninguno. Trabajo sí tuve mucho desde que tenía ocho o nueve años. Mi padre se dedicaba a arrancar olivos en el invierno. Me llevaba con él a recoger leña para los hospicios y cosas así. En el verano me iba a los tejares,... allí trabajé unos nueve años (Miguel).

Las mujeres se colocaban en casas de familias, para llevar a cabo tareas de limpieza, o en talleres de costura. Muchos desempeñaron oficios vinculados a la industria de la construcción. En la percepción que hoy tienen de sus trabajos pre-emigratorios, todos destacan los extensos horarios, los bajos salarios y la falta de garantías salariales.

Al día no ganaba más de veinte pesetas, y eso si trabajaba todo el día. Cuando me ponía enfermo, no me daban ni una peseta y ese día no teníamos ni para comer. El patrón no aseguraba a los empleados para ahorrarse el dinero de las bajas y la seguridad social. Se aprovechaban de la gente (Martín).

2.7 Motivos para emigrar

El tema de los bajos salarios está relacionado con los factores que colaboraron para determinar su decisión de emigrar. Todos señalan en sus testimonios que con los trabajos que tenían “nunca iban a poder prosperar”; además deseaban trasladarse a las ciudades, hecho imposible de realizar con las condiciones laborales en que vivían.

Junto a este motivo laboral o económico, se encontraron otros motivos como el político: disminución de la tasa de desempleo interior, remesas de divisas de los inmigrantes y, consecuentemente, el equilibrio de la remesa de pagos (Crespo 1989, 87). Esto, unido a la opresión en la que vivían bajo el régimen franquista o el tener algún familiar en el país al que decidieron emigrar y al que le iba bien la vida, les animó a tomar la decisión. A pesar de las diferencias de motivos, en todos ellos coincide un mismo objetivo: el deseo de mejorar su posición social por medio de la adquisición de inmuebles y artículos de consumo a los que aquí no tendrían acceso. Es esta razón la que más importancia tiene en el empuje inicial hacia un país extranjero para así mejorar su posición social en casa. El hogar al que vuelven refleja más motivos sociales que económicos (Cazorla 1989, 36-37), y es que la creencia de que su esfuerzo se verá recompensado en la lejanía, tiene un importante peso psicológico que no puede pasar desapercibido.

De la misma manera, se señala como meta de la emigración la de mejorar el estatus social por medio de la adquisición de objetos materiales, con el objetivo de “demostrar” a sus paisanos, al regreso, el éxito obtenido en el extranjero. Es este mecanismo psicológico-valorativo, que todos los retornados conocen aunque no lo digan, el que les impulsa a volver a su localidad de origen, además de otras causas como las raíces (Cazorla 1981).

El deseo de prosperar, el efecto-demostración de los otros emigrantes que venían en sus grandes coches todos los años a pasar las vacaciones, la situación económica, social y política que vivía España, todo colaboró para incidir en la decisión de marcharse. Muchos tenían familiares en el exterior, lo cual significó un motivo más de emigración, la ya mencionada en anteriores capítulos como la “cadena migratoria” Cazorla (1989, 36).

Partiendo de este análisis previo, encontramos a cinco de las ocho personas estudiadas con dos motivos para emigrar a otro país, uno de los cuales es el económico. De ellas, dos exponen como segundo motivo el político, la opresión dentro de la cual vivían en la época de Franco. Otras dos alegan como segundo motivo el tener a algún familiar allí y del cual tenían noticias positivas acerca de su posición económica. Uno de los informantes tenía, además del motivo económico, la ventaja del idioma, ya que sabía alemán y eso le influyó a la hora de elegir el país de destino. Las otras dos personas restantes,

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cuyos motivos no se relacionan con su economía, apuntan, una a razones meramente políticas, y la otra a razones de superación personal, a darse una oportunidad en su vida.

Pedí la cuenta y me fui de Puertollano. En Alemania ganaba bien y estaba muy bien mirado. Allí nadie se metía contigo como aquí, que te trataban con la punta del pie. Allí miraban bien a los trabajadores. Te daban lo que tenían que darte: ropa, guantes, así es que dije que me iba. Además, aquí no ganaba lo suficiente a pesar de estar fijo y estaba harto de tanta opresión como había, ya que con Franco no podías hablar (José). Allí estaba mi hermana entonces, al llevar mi marido ocho meses sin trabajar, necesitábamos dinero para mantenemos y por eso vimos una opción que la teníamos que llevar a cabo sin más remedio: irnos para Francia (María).

En cuanto al momento de la partida, todos lo evocan como un momento muy importante en sus vidas, especialmente aquellos que se marcharon solos para procurar posteriormente la reunificación familiar. Las condiciones materiales del viaje fueron muy difíciles, en trenes abarrotados, con escasísimo equipaje, etc. Los hombres que se marchaban sin la familia solían buscar grupos de amigos o conocidos del pueblo para realizar juntos el viaje. En el momento de la partida, eran pocas las informaciones que tenían sobre el país de destino y, en general, un total desconocimiento del idioma. Arriesgarse y probar suerte eran objetivos que todos tenían claros.

Todos van a la aventura, es decir, ninguno de ellos sabía si las cosas les iban a ir bien o no, si les iban a tratar bien o no, si les iban a discriminar o no... Existe mucha incertidumbre entre todos ellos a pesar de que algunos tuviesen allí familiares o, como el caso de otro, que se fue con ocho o diez amigos de su pueblo. Todos van con una maleta bajo el brazo y con muy poco dinero.

Nos fuimos sin dinero, nada más que con dos mil pesetas que teníamos ahorradas (María). Algunos compañeros del pueblo me comentaron que en Alemania la situación era mucho más desahogada y que se estaban mandando unos contratos para trabajar en la construcción. Tras hablarlo con mi novia y con mi madre, decidí arriesgarme y probar suerte... La empresa de Alemania nos mandó los billetes de tren... así llegamos a ese país tan desconocido para nosotros (Luís).

Hay que destacar la situación de las mujeres que se casaron por poderes y se marcharon solas, conociendo apenas el nombre de la estación donde las esperaban (o no), sus respectivos maridos.

Algunos emigraron en condiciones de extrema necesidad:

El día que se decidió la partida fue con mucha rapidez.... No llevábamos nada, nada más que el dinero ahorrado,... en la maleta unos trapos, ropa, el pasaporte y a la aventura (María).

3. LA ESTANCIA EN EL “NUEVO” PAÍS

Recién llegados a los diferentes países de destino, pasan por difíciles situaciones, derivadas en muchos casos de importantes cambios en las relaciones familiares, como consecuencia del proceso migratorio.

Los que se marchan solos, dejando a sus mujeres e hijos, deben afrontar un cambio radical en sus vidas. Solo, sin saber hacer nada, lo pasé mal. Ni siquiera sabía encender las hornillas (Miguel).

Para atenuar esta primera soledad, se reúnen con otros emigrantes españoles, o con familiares que se habían marchado antes y ya estaban mejor situados.

La separación de la cónyuge y los hijos suele ser temporal, pues, una vez solucionados los problemas básicos de supervivencia, se produce la reunificación. La cual también provoca tensiones, al modificarse de nuevo las relaciones interfamiliares.

Yo, nada más llegar a Francia; estuve cuatro años solo. Lo más desagradable fue el llegar y no conocer a nadie ni nada, y lo que es peor, que te estás acordando siempre de aquí, pero uno tiene que tener fuerza de voluntad y una firmeza grande para continuar... Luego, ya fue más llevadero porque se vinieron mi hermano y mi madre (Francisco).

Todos tenían una clara conciencia de que les esperaba una vida muy difícil, pero su optimismo, espíritu de lucha y afán de superación estaban por encima de todo. Trabajando con ese espíritu, constituyeron un importante engranaje del sistema capitalista.

Yo no tenía conocimiento de aquella cultura, ni del idioma. Nada de eso me importó. Pensé que al principio me costaría adaptarme, pero que luego me iría bien (Martín).

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Las viviendas que ocuparon al llegar fueron, en general, muy precarias. Con el transcurso del tiempo, a medida que fueron situándose en el ámbito laboral, mejoraron en calidad, aunque no en ubicación. Se encontraban distantes de los centros de trabajo, coincidiendo con lo que hemos apuntado: los inmigrantes, en un principio, alquilaban la vivienda, cuyas condiciones materiales se fueron mejorando con el transcurso del tiempo de permanencia (Brisset 1981, 154).

Muchas veces las encontraban por mediación de las empresas en que trabajaban. También -aunque en menor grado- algunos obtenían el apoyo de los nativos, apoyo que hoy recuerdan con mucha satisfacción. Otros, sin embargo, señalan que existía una fuerte discriminación hacia los españoles:

La residencia que nos proporcionó la fábrica parecía “un castillo encantado” de los que salen en las películas de miedo... Había una bombilla en todo el pasillo... Tenía habitaciones a cada lado,... al final del pasillo estaban los servicios y el salón. El pueblo.... era como un cortijo, [...] no estaba ni asfaltado, [...] había gente que trabajaba en el campo y nosotros, los emigrantes... Estaba a treinta kilómetros de la fábrica (Martín).

y haciendo hincapié en la discriminación, recuerdan: Yo he llegado a leer en los periódicos: “se alquilan viviendas, excepto a negros y españoles” (Martín).

Otros testimonios destacan el apoyo encontrado al llegar a los países de destino y tropezarse con una realidad muy distinta de la que habían imaginado:

Me llevé una gran desilusión; todo lo que me había prometido mi marido había sido falso, la casa de la que me había hablado era un barracón en el que los dos no podíamos estar. Menos mal que una familia de alemanes nos ofreció muy amablemente su casa; nos podíamos quedar en el sofá-cama (Margarita).

Los testimonios, sean o no fiel reflejo de la realidad, hablan mucho de cómo ésta ha sido percibida.

3.1 El trabajo en un país “extranjero”

Opinan sobre sí mismos, y sobre los emigrantes españoles en general, que son “muy trabajadores”, relacionando siempre el concepto de trabajo con el espíritu de sacrificio, de esfuerzo continuo, pero nunca con el de satisfacción. Trabajar muchas horas al día es una obligación a la que están predestinados por su condición.

Las empresas en las que trabajaban se encontraban distantes de sus viviendas, por lo cual la jornada laboral se hacía más larga y obligaba a madrugar mucho para llegar a tiempo.

Consideran que el trato recibido en las relaciones de trabajo por parte de los nativos fue bueno y que fueron muy apreciados por los jefes o por los que ocupaban cargos directivos en la empresa. La mayoría no tenía experiencia previa de trabajo en el sector, ni tampoco conocía el idioma. Este desconocimiento de la lengua no parece haberles representado un obstáculo en el ámbito laboral, pues, por la misma índole del trabajo, podían manejarse con otros símbolos para la comunicación.

Uno de ellos, que había sido panadero en Granada en la fase previa a la emigración, dice: Yo, como panadero, me defendía muy bien, pero de radiadores de coche no tenía ni idea... La mayoría de los trabajadores eran “moros” y no había manera de entenderlos. Con los portugueses había menos dificultad, pero nunca podía comprender todo lo que decían y con los franceses era peor. El encargado de esa empresa, [...] me explicaba lo que tenía que hacer por medio de señas... Me levantaba el pulgar de su mano, entonces yo comprendía que lo había hecho bien (Miguel).

Era bastante común el cambio de empresa, sobre todo por razones económicas, postura acorde desde luego con los objetivos de la emigración: ganar más dinero, ahorrar para dar la entrada del piso en España, comprar el coche y enviar remesas para los familiares, y no significa en estos casos inestabilidad ocupacional.

Tenían claro que, por el grado de cualificación que poseían -en general bajo- y por el hecho de no ser “nativos”, nunca llegarían a ocupar puestos directivos. Ellos ocupan puestos bajos dentro del sector secundario, con un importante predominio del trabajo en la construcción y en fábricas (cadenas de montaje), esto es, los trabajos más desagradables y de más horas, ya que es lo que interesa a los

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inmigrantes para sacar dinero (Cazorla 1989, 76), y lo único que se les ofrece. Su actividad de peón o similar es muy parecida a la que realizaban en España.

Las relaciones interfamiliares, los roles y responsabilidades fueron conformándose de manera muy diferente a la que estaban acostumbrados en su país de origen, puesto que debieron de organizarse de otro modo con los horarios, compartir tareas y afrontar el tema de la educación de los hijos.

Nosotros fuimos los únicos emigrantes de la residencia que se trajeron a los niños. Para ello tuvimos que cambiar nuestros horarios de trabajo, así, cuando mi mujer entraba a trabajar de seis de la mañana a dos y media del mediodía, yo trabajaba de dos y media a once de la noche. Cada semana nos cambiábamos los horarios y así nos turnábamos (Martín).

3.2 La integración en el “nuevo lugar”

El cambio de las relaciones interfamiliares con respecto a las que habían llevado en España, provocó muchas veces situaciones críticas que desembocaron en ocasiones en enfermedades como la depresión o el alcoholismo.

En el proyecto temporal de vida en el extranjero que tenían los emigrantes, trabajar y ahorrar eran sus únicos objetivos. La nostalgia de su tierra siempre estaba presente:

(...) Nos pagaban las horas extras que trabajábamos; yo solía hacer muchas horas porque lo que quería era trabajar rápido para volver rápido a mi tierra, con mi familia, a la que echaba mucho de menos (Antonia).

La mayor parte de los amigos que tenían en el extranjero los hicieron en el trabajo; generalmente entre españoles, señalando que con los nativos era difícil establecer relación extra laboral por causa del idioma. A pesar de todo, muchos de los entrevistados dicen haber mantenido una buena relación tanto con los compañeros de trabajo (nativos o españoles), como con los jefes.

Otros testimonios señalan que hicieron muy buenas amistades con los nativos, que salían juntos de vacaciones. Tenían, dicen, una relación permanente que mantienen en el presente. Una de nuestras entrevistadas nos relata que una nativa fue la madrina de su hija pequeña, la que nació en Alemania, y que han venido de visita a España pues “esto les gusta mucho”.

La integración la relatan buena, mencionado como buena su adaptación y el que no se sintieron discriminados. A pesar de decir que estaban bien integrados, sus verdaderos amigos eran españoles, quizá debido al idioma.

Alguno recuerda que en el barrio donde vivían, al principio, “los miraban mal porque eran emigrantes”, pero “luego se dieron cuenta de que éramos buenas personas y muy educadas”.

No obstante, a algunos emigrantes, la sociedad nativa les resultó extraña; la relación que mantuvieron fue de índole laboral. Otros se vincularon profundamente con los nativos, considerándolos verdaderos amigos.

En el barrio en el que yo vivía era muy grande, con unos paseos muy hermosos. La mayoría eran franceses, así que casi no teníamos relación con los españoles. No tuve problemas con ellos porque me amoldaba con facilidad. El grupo con el que íbamos era el mismo que tenía mi marido en el trabajo. Si decían de irnos de viaje, íbamos todos... Como nos llevábamos tan bien, a lo mejor nos reuníamos en alguna ocasión especial (María).

Por otro lado, la integración en la comunidad laboral la realiza con más facilidad la mujer que el hombre; ésta, “amoldándose”, establece buenas relaciones de vecindad. “Amoldarse” significa para ellos adquirir diferentes pautas de comportamiento de las suyas. Hablar en voz baja, “no poner la radio fuerte”, no provocar mucho ruido. “Amoldándose”, en definitiva, intentaban superar los obstáculos para arraigar en tierra extraña.

3.3 Contacto con España

El contacto con España lo mantenían escuchando las noticias del país por Radio Exterior y reuniéndose en centros y asociaciones integradas por españoles.

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A veces las españolas nos reuníamos con nuestros maridos en un centro español que había en la capital; allí vendían comida y ropa española, se hacían bailes regionales y todo era igual que si estuviéramos en España (Antonia).

La gran mayoría de los emigrantes consultados mantuvieron contacto con España mediante visitas periódicas, cartas, llamadas telefónicas y a través de conocidos que retornaban a sus pueblos y luego regresaban de nuevo al país de emigración. Sin duda el contacto más “esperado” fue el de las vacaciones, que efectuaron en su tiempo de ocio como instrumento para evitar el debilitamiento de los lazos primarios en la comunidad a la que luego regresarían definitivamente (Cazorla 1989, 87). Este es el resultado inmediato de una añoranza de sus tierras, idealizadas en sus memorias, cuando las contrastan con la dura realidad que, inconscientemente, no quieren reconocer (Brisset 1981, 154). Lo que al final se consigue es que el emigrante no se asiente definitivamente en ninguna de las dos tierras.

El vínculo más importante que sostenían con España, como decíamos, estaba representado por retornos a sus pueblos con motivo de las vacaciones. Ejercían un fuerte efecto-demostración: venían en sus coches, manejaban mucho dinero (que habían ahorrado durante todo el año), controlaban los pisos que ya habían comprado y traían nuevos hábitos y costumbres. El logro de los objetivos de la emigración se veía cumplido. El estar en contacto con sus familiares y con su tierra atenuaba la nostalgia que todos manifiestan haber sentido y las expectativas del retorno definitivo iban en aumento.

Todos los años veníamos a España de vacaciones. En verano, siempre en el mes de Agosto,... Ese día (del viaje), no comía ni nada,... ya tenía yo todas mis maletas preparadas,... el coche no tardaba nada en llegar... y aquí pasaban los días que parecían minutos,... no tenía que trabajar y me encontraba con todos mis vecinos y mis amigos. Cuando venía a darme cuenta, ya se había pasado el día. Y también las vacaciones (Miguel).

Al finalizar las vacaciones y reintegrarse a sus respectivos trabajos, continúan condicionados por el tema del triunfo, que exhibirán de una vez en el retorno definitivo.

Constantemente reproducen varias identidades, según el contexto donde se muevan, pues el objetivo es lograr las metas que se habían propuesto al iniciar la experiencia migratoria. Como parten de la base de la superioridad de la cultura del país de destino, consideran que es “necesario” aceptar sus valores y sus pautas de comportamiento. Durante sus viajes de vacaciones ya comienzan a comparar el país con el lugar donde están viviendo. Comparan nivel de salarios, estado de la seguridad social, nivel cultural, etc. Ahí comienzan a experimentar un conflicto con respecto al grado de pertenencia al país. Este conflicto muchas veces es de índole sentimental, puesto que, desde la distancia, idealizan su tierra. Tal conflicto se verá plenamente desarrollado en algunos casos en el momento del retorno, observando como a su regreso ya no encuentran esa “tierra idealizada” y como al mantener las “nuevas” formas en las que han sido resocializados, se les estereotipa con un cierto aire de rechazo por parte de quienes ellos pensaban que eran sus iguales.

3.4 El idioma del lugar de destino

El idioma constituyó un factor fundamental para la integración de los emigrantes en las diferentes sociedades de acogida. En general tuvieron muchas dificultades para aprenderlo; tan sólo “lograban defenderse”, ya que en su mayor parte contestaron que el aprendizaje fue sólo hablado y sin participar en programas formales de aprendizaje de una segunda lengua, siendo el centro de trabajo y la calle los escenarios para ese fin. Al principio fue un problema importante, dado el nivel educativo de estos emigrantes: así, un idioma desconocido, y por lo tanto difícil de aprender para unas personas con un nivel de estudios básico o inexistente, será la base de comunicación para la solución de todos sus problemas (Brisset 1981, 157).

Los emigrantes que no lograron aprender el idioma estuvieron más aislados, aparte del factor del nivel de educación, que también influye en su integración. Hay una correlación entre aislamiento, no presencia de familiares, bajo nivel educativo, no conocimiento del idioma (Cazorla 1989, 81).

A veces, recibían ayuda de los gobiernos de los países de destino, que les enviaban monitores a sus casas para el aprendizaje de la lengua. Aunque excepcionalmente, estudiaban el idioma de forma sistemática y en centros adecuados.

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Me vi muy mal por eso de no conocer el idioma y me costó mucho trabajo aprenderlo... Llegué a aprender el oficio pero tardé mucho más tiempo en familiarizarme con el idioma. A mi mujer le pusieron una señora para que aprendiera francés. Se trataba de personas que contrataba el Ayuntamiento de la ciudad y que los mandaba a casa de los extranjeros. En ese aspecto tuvimos mucha ayuda. Mi mujer al menos así, logró defenderse, porque nunca conseguimos hablar en francés correctamente (Francisco).

En muchos casos, el ámbito laboral les permitió tomar contacto con el idioma, especialmente a las mujeres que trabajaron en casas de nativos, en tareas de limpieza o de cuidado de niños:

Yo me puse a trabajar de interna con una familia cuidando a su hijo. Me encargaba de llevarlo al colegio, vestirlo, bañarlo.... estando con este niño fue cuando aprendí a hablar francés, ya que yo no sabía ni dar las gracias, pero con él sólo podía hablar francés. Lo aprendí perfectamente (Antonia).

El bajo grado de cualificación que tenían fue, en general, un obstáculo para el correcto aprendizaje de la lengua, lo que repercutió en el mayor o menor grado en la integración, ya que la comunicación en un país extraño resultaba fundamental. Algunos no se conformaban con manejar un reducido vocabulario que les solucionase las necesidades cotidianas y resolvieron estudiar:

Yo quería saber, y en cuanto llegué a Francia me apunté a la Alianza Francesa, pero por la noche, cuando volvía de trabajar,... Yo partía de cero, con muchas dudas de pronunciación, de conversación. Cuando acabé, empecé a leer libros, periódicos, y así me desenvolvía bien (Francisco).

3.5 El tiempo libre como emigrantes

El exiguo tiempo libre del que disponían los emigrantes, solían emplearlo en reuniones que se realizaban en Centros Españoles o en sus respectivas casas:

Nunca salíamos a ningún lado, todo era trabajar y dormir. Tan sólo teníamos dos salidas a la semana: los domingos cuando íbamos a misa y algún sábado que otro nos reuníamos en el Centro Español con otro grupo de españoles. Luego, también nos juntábamos un grupo de amigos en mi casa y hacíamos barbacoas, paellas y celebrábamos juntos tanto las fiestas alemanas como las españolas (Margarita).

Otros testimonios recuerdan reuniones no sólo integradas por españoles, sino también por nativos. En ellos se preparaban platos típicos españoles y se tenía oportunidad de observar hábitos y costumbres del país de destino, poseedor de una “cultura superior” que iba transformando sus pautas culturales:

Después de comer, todos nos poníamos a limpiar, fuese hombre o mujer. Decían que si habían manchado, también limpiaban... En eso son muy diferentes a los españoles. No eran tan machistas (María).

Quienes se marcharon muy jóvenes al exterior, compartían más fácilmente su tiempo libre con los nativos, y hoy confiesan que tienen más costumbres de la sociedad de acogida que de la sociedad española. Otros, que emigraron con más edad, si bien percibían diferente mentalidad en los nativos, no participaban en sus fiestas, pues ellos, los emigrantes, no tenían una mentalidad “tan abierta” como la de los nativos:

Nuestros ratos libres los pasábamos paseando por la ciudad y en la Asociación. En ocasiones especiales, como en Navidad o Carnaval, salíamos a los 'guateques', pero en ellos no participábamos los españoles, debido a que es una celebración típica alemana en la que se demuestra la mentalidad tan abierta de los alemanes en temas de sexualidad (Luis).

Alguno mostró su afán de integración, aprovechando los “ratos libres” en la Sorbona: Me iba a la Sorbona con una hoja de papel y un lápiz y me metía donde diesen conferencias. Yo ya tenía el programa y las conferencias (Francisco).

El testimonio anterior presenta una situación especial en el uso del tiempo libre, pues en general apenas existe para los emigrantes; es una forma de impedir que lleguen a integrarse en la sociedad receptora en el aspecto social y cultural resultando suficiente con que se integre en el aspecto productivo.

Algunos de los sujetos de nuestros testimonios vivieron durante su estancia en el exterior, concretamente en París, el “Mayo Francés”. Eso significó una singular experiencia, por ser “la primera vez en su vida” que presenciaban luchas por reivindicaciones sociales.

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3.6 Participación política y sindical

Según manifiestan, carecían de conciencia de clase y tenían poca inclinación a la afiliación sindical y, mucho menos, a la huelga, pues su única salida era trabajar tanto en España como en el país de destino en que viviesen. “La gente allí, en Francia, está acostumbrada a reivindicar cuando algo no le gusta”, comenta Francisco, como contraste con la situación que vivió en España, donde “en la vida laboral, ni se conocía el tema de la huelga, pues aquí (España), nada más que trabajar”. Señala que “los temas políticos nunca le han interesado”, porque vivió muy de cerca la manera en que perjudicaron a su padre.

3.7 Percepción de sí mismos

En la percepción que todos tienen de sí mismos, aparecen rasgos como el de ser muy trabajadores, haberse adaptado muy bien a la sociedad de acogida, ser valientes, tener afán de superación y no mezclarse en política. Ven a “los otros” emigrantes con “peor suerte” por “ser más cerrados en cuanto a sus costumbres y no llegar a cuajar dentro de la comunidad”. Eso les acarreó el ser “más discriminados”.

Viven entre la nostalgia y la búsqueda de una buena imagen social en el extranjero. El objetivo del mayor ahorro y la visión de su familia lo mantienen siempre ligado a su sociedad de origen, la que deberá acogerlo nuevamente y de manera definitiva. Con esta nostalgia, “el recuerdo de la patria” y la diferenciación de la población nativa, van elaborando una ideología típica del emigrante, que siempre va a estar de acuerdo con el sistema establecido, aunque sea el mismo sistema que les llevó a emigrar. Todo siempre sobre la base del esfuerzo, que tendrá su justificación siempre que se cumplan las metas del ahorro y de sacar adelante a la familia.

La exhibición emblemática a través de banderas, imágenes, vestidos, etc., forma parte de la ideología del emigrante y les hará tener presente que la emigración es para ellos tan sólo un proyecto de vida temporal:

Al principio echaba de menos todo lo nuestro, miraba para la ruta de España y lloraba como una Magdalena. Luego ya miraba para adelante y veía que mi marido era mi familia y que estaba allí y lo otro no era tan importante,.. Eso sí, en mi casa no faltaba un rinconcillo con cosas típicas: una muñeca gitana, un cuadro de la Alhambra, un barrilito de vino que comprábamos cuando veníamos aquí (María).

De los barracones y las residencias, pasando por el alquiler de una habitación con aseo, en general terminaban habitando casas con mayores comodidades. Tienen conciencia de “sus progresos”; progresos típicos del sistema que los llevó a pasar por esta situación. Van formando una mentalidad en la que el lema es “cada uno a su vida”, en el que triunfa el individualismo frente a cualquier ideal comunitario o colectivo.

Es este uno de los argumentos que, desde nuestro punto de vista, muestra con claridad la inmersión en valores del capitalismo de estos procesos migratorios. A pesar del ensalzamiento de ciertos valores de identificación grupal, muy relacionados posiblemente con aspectos de autoprotección, observamos como muchos de los mecanismos que mueven estos procesos migratorios están relacionados con un ensalzamiento de la lucha individual por el triunfo. Al final, una de las señas de identidad será, en medio de las penalidades y fatalidades pasadas, la demostración de que todo lo que uno ha logrado ser lo ha conseguido, con tesón y con esfuerzo, el sólo y sin la ayuda de nadie. Parece como si el lema fuese: nadie da nada, cada uno tiene que lograrlo en soledad.

3.8 Educación de los hijos

Con respecto a la educación de los hijos, en todos nuestros testimonios se manifiesta que la experiencia ha sido buena, pese a constituir un tema difícil, y comparando la enseñanza en el país de destino con la que recibe en España comenta:

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En ese aspecto (la enseñanza), todo nos fue bien. Mis hijos hicieron sus aprendizajes.... Saben leer y escribir en los dos idiomas (Miguel).

y el mismo entrevistado continua diciendo En Francia no es como aquí, que cuando cumples los dieciséis ya te echan de la escuela. Allí, antes de poner al niño en la calle, se ocupan de que aprendan lo que sea. Porque hay personas que no prometen en los estudios (Miguel).

Se destaca el discurso del éxito en el sistema escolar, vinculando más a la buena adaptación que han tenido sus hijos, a la imagen social, que al rendimiento académico, que no están en condiciones de evaluar, pues la mayoría no ha completado sus estudios primarios. A través del testimonio de alguno de ellos, respecto al trato que sus hijos han recibido en la escuela, podemos ver claramente de qué manera funcionan los estereotipos:

A mis hijos los trataron muy bien, no sé si fue porque eran rubios y de piel clara o por su carácter (Margarita).

Si bien un buen resultado académico es vislumbrado como motor de movilidad social, también les interesa mucho que el hijo salga preparado para cumplir una función específica dentro de las necesidades del sistema productivo.

(...) les enseñan cosas prácticas. Tienen una semana de escuela y otra de taller,... Uno de mis hijos es electricista, y muy bueno. Otros son mecánicos... y con los mismos patrones que aprendieron se quedaron luego trabajando. Pienso que eso es ideal (Francisco).

4. EL RETORNO A SU TIERRA

El retorno no se puede enfocar como un hecho aislado, sino como un fenómeno global que implica la vuelta a unas situaciones, durante mucho tiempo añoradas e idealizadas por la distancia. Se trata de un tema con múltiples connotaciones vivenciales. Está vinculado al grado de integración en el país anfitrión y al sentimiento de pertenencia que tenga el emigrante con respecto a su país de origen. Muchas veces se fomenta intencionadamente este sentimiento de pertenencia por los medios de comunicación (Radio Exterior, la revista Carta de España, etc.), que buscan mantener vivo el contacto del emigrante con España.

La sociedad anfitriona será siempre un importante marco referencial que provocará en los emigrantes retornados sentimientos contradictorios.

(...) Mi mujer y yo siempre tuvimos claro el volver a España.... Hoy, a mis hijas y a mi mujer no les importaría en absoluto volver, están deseando.... Nosotros allí hemos vivido muy bien (Francisco).

A pesar de esta contradicción, podemos encontrar cientos de ejemplos que nos acreditan que todo emigrante sale con la intención de volver algún día a su tierra. La mayoría de los entrevistados en este estudio afirma que siempre estuvo en sus mentes la idea del regreso no ya sólo a su país, sino a su localidad de origen y superar el “status” que poseía cuando marchó con la ayuda de sus ahorros adquiridos a lo largo de los años de trabajo en el exterior (Cazorla 1981, 174). El deseo más fuerte del que emigra es volver y recibir las alabanzas de su familia y de su pueblo (Cazorla 1989).

4.1 Motivos para retornar

El retorno puede estar condicionado por la situación económica del país de destino, por razones familiares, de salud, jubilación o el futuro de sus hijos, o lo invertido en España.

(...) Poco a poco pude hacer inversiones en España, como comprar un piso en Granada a los cuatro años de estar allí y un apartamento en la costa. Estas inversiones me sirvieron después a la hora de volver a mi país.... Mi decisión de volver la tomé al ver que con mi sueldo de pensionista no podía vivir en Alemania, ya que el nivel de vida subió por aquel entonces.... También influyeron mis suegros; éstos eran ya mayores y mi esposa sentía la necesidad de volver a su país con sus padres (Luis).

Esto demuestra que los motivos familiares, la añoranza de la tierra y la consecución de las metas propuestas fueron los factores predominantes para regresar a su patria, tal como responden.

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Otras causas igualmente importantes podrían resumirse en lo que decimos a continuación (Crespo 1989, 94): la falta de trabajo, el deseo de que los hijos se eduquen en España, la falta de integración, la jubilación y una nueva imagen de Andalucía. Una vez que consiguen todas o parte de estas cosas, incluidas en sus proyectos de partida, los emigrantes regresan voluntariamente.

Mertins cree que los retornados volverían a España: Después de conseguir el derecho a una pensión de vejez, tras quince años de empleo; cuando hayan mejorado la situación económica y laboral españolas; cuando hayan conseguido los fines a que aspiraban (compra de una casa, creación de una base de existencia), y/o cuando los hijos tengan que cumplir sus obligaciones escolares en España (Mertins 1982, citado en Cazorla 1989).

A su vez, Romera Molina opina que la mayoría de (…) los inmigrantes que desean retornar a nuestro país lo harían motivados por unos vínculos sentimentales, de añoranza, tras los que se esconden una inadaptación al país de emigración, y la imposibilidad de integrarse de forma plena en una sociedad que es bien diferente de la que ellos vivieron en su niñez y juventud (Romera Molina 1983, citado en Cazorla 1989, 93).

Todas estas razones les sirven a los emigrantes para justificar en cierto modo la vuelta al lugar donde dicen que se encuentran sus raíces, sus antiguas amistades, sus familias... y, en suma, todo aquello que echaron de menos durante tantos años. En definitiva, emigración y retorno son dos caras de una misma moneda, y en ello intervienen motivaciones de orden psicológico y cultural con tanta eficacia, por lo menos, como las de orden económico. Y es que en el fondo vuelven porque están seguros de que ni ellos, por un lado, ni su localidad de origen, por otro, han cambiado tanto que no les valga la pena regresar a ella (Cazorla 1989, 122).

Muchos querían aprovechar las ventajas que el país de destino les ofrecía, pero su meta final era la de educar a sus hijos en España.

No queríamos que nuestros hijos se casaran aquí (en el exterior); [...] con la carrera sin empezar y sin novio fue más fácil (Francisco).

En otros testimonios se aduce que la seguridad se la ha proporcionado el país de destino: (...) Estoy muy arrepentida de haberme quedado aquí (se refiere a España). Me puedo sentir todo lo española que se pueda ser, pero la seguridad que yo tenía allí, no la he tenido ni antes ni después de mi emigración (María).

4.2 La reinserción a su lugar de partida

Entre los principales problemas que se les presentan a la hora de reinsertarse en su lugar de origen, destacan la falta de trabajo y las dificultades que perciben para su adaptación. La readaptación es un proceso, un conflicto de reajuste a la sociedad española. La emigración ha producido modificaciones en el campo doméstico, en las relaciones familiares, en los hábitos y en la mentalidad. También, la sociedad que dejaron al partir, ha sufrido transformaciones.

Por ejemplo, el hecho de compartir las labores domésticas se convierte en un hecho normal. Aquí (España), no tengo tiempo de hacer nada, ya que no puedo dejar a mi mujer sola haciendo las labores domésticas (Francisco).

Con respecto al resto del ámbito familiar, el que se quedó en España, suelen no encontrar cambios importantes, debido a los contactos mantenidos, sobre todo durante las vacaciones.

(...) El problema no es la familia, el problema es adaptarse a muchas cosas que has olvidado, ya que es muy diferente venir de vacaciones a venir para siempre,... y es que la mentalidad se nota mucho (Francisco).

Anteponen el orden, la disciplina y la jerarquía frente a otros valores, como por ejemplo, las reivindicaciones sociales.

(...) Nos resultó más difícil de lo que esperábamos... Volvimos a un país democrático en el que la democracia se tomó como libertinaje, en el que no existe el respeto de los unos hacia los otros. España se mostraba como un país desorganizado, en el cual no funcionaba nada bien en cuanto a la Seguridad Social. Puede ser que esta visión que tengo de España se deba a que permanecí durante veintiséis años en un país organizado (Luis).

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4.3 Valoración de la experiencia migratoria

En relación con el tema de la valoración de la experiencia migratoria, debemos hacer unas consideraciones previas que podrían servir para el resto de los análisis ya realizados de los relatos biográficos.

• En primer lugar, lo que nos han contado ¿es lo que ocurrió o se trata de una interpretación reconstruida?

• El segundo aspecto que debemos tener presente es que la emigración se ve siempre en términos de penalidad, pero es también real que inician el periplo migratorio porque confían en el progreso social, en su progreso social. De acuerdo con esto, deberíamos cuestionar la dualidad: ¿fatalidad y penalidad o desarrollo y progreso?

• El tercer punto a tener en cuenta está relacionado con la importancia del hecho de mostrar a los que se han quedado que ha valido la pena salir.

• Finalmente, señalamos que el emigrante mantuvo su identidad durante su estancia en el país de acogida basada en una serie de estereotipos, posiblemente trasnochados en su lugar de origen, pero que son en definitiva, los que les vincularon con el país que dejaron. Al retornar, vuelven a demandar esa identidad, pero ya no existe gran parte de los elementos que ellos dejaron prendidos de sus recuerdos.

Hechas las anteriores consideraciones, de acuerdo con los testimonios -reales efectivamente o reconstruidos, pero no por ello menos válidos- sacamos una primera conclusión con respecto a la valoración de la experiencia: todos señalan que fue positiva. Los hombres, aunque reconocen haber “vivido muy bien allí”, no repetirían la experiencia. El testimonio de las mujeres es diferente: éstas dicen que se sentían seguras en el país de destino y no querían volver a España.

En consecuencia, y en la línea de lo que expone Cazorla (1989, 100), si hacemos un balance global de la opinión que tienen los emigrantes retornados entrevistados de su experiencia, la inmensa mayoría coincide en que valió la pena emigrar, debido a la mejora de sus economías, a la obtención de una vivienda, a la educación de sus hijos, a la adquisición de cultura y, como consecuencia de todo esto, a la mejora de su status en el pueblo. Lo “peor” fue la añoranza de su tierra, pero valió la pena dado que las compensaciones fueron mucho mayores que las penas.

El ciclo migratorio parece no acabar nunca; siempre se evoca después del regreso y surgen contradicciones:

(...) No me puedo quejar, ya que me han respetado y me han tratado bien, aunque siempre observas una cierta discriminación, pero bueno, éramos extranjeros, así es que en cualquier momento te lo recordaban (Francisco).

De acuerdo con este testimonio, “extranjero” implica, de hecho, una discriminación. Aquí se ve la penalización del concepto de emigrante, que siempre se hace acompañar de “discriminación” y “sacrificio”. El emigrante asume este “sufrimiento”, pero al retornar trata de quitarle dimensión y, si continuamos analizando los testimonios de los entrevistados, vemos que, ya viviendo nuevamente en España, consideran que sólo son “cosillas”, puesto que

(...) he vuelto con una familia económicamente muy bien (Francisco).

Señalábamos anteriormente que, si bien los hombres valoran de forma positiva la emigración y tienen algunos reparos con respecto a ella, las mujeres, en cambio, manifiestan un sentimiento distinto:

Yo no quería venirme y te digo que, hoy en día, después de nueve años, me pesa haberme venido. Yo estaba muy a gusto. Aquí he salido perdiendo, en cambio allí hubiera ganado, al tener una pensión y estar con mi hija y mis nietos (María).

Otra entrevistada es más radical en su afirmación, pues nos dice “estar arrepentida de vivir aquí” y no puede hablar “muy cordialmente de su tierra”.

Por su parte, hay quien señala que

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(...) gracias a Alemania podemos vivir hoy desahogadamente[...], ojalá no me hubiese venido de allí (Margarita).

Ella misma considera que la emigración la ha enriquecido personalmente, pues “... tu mentalidad se abre y conoces a mucha gente”. ¿Realidad o recompensa emocional?

Consideramos, que aunque se trate de una construcción imaginaria del “yo” de la propia experiencia vital, es una apreciación que tiene su valor. Además, en el caso particular de Margarita, hace ya muchos años que se estableció nuevamente en Granada.

También hay quienes señala que su estancia en Alemania fue muy positiva, pues aprendió “muchas cosas de otras culturas” y “su mentalidad cambió...”

Aquí sólo conocía lo que decían las personas mayores, pero allí la gente pensaba de forma más abierta (Antonia).

Parece quedar claro que es muy alto el porcentaje que dice no estar arrepentido de la experiencia migratoria.

3.4.4 Comparación de España con el país de destino

Al comparar España con el país al que emigraron, las respuestas son unánimes: prefieren desde todo punto de vista el país al que emigraron, aunque todos reconocen que “las cosas en España han cambiado mucho”. Consideran que “aquí la gente no tiene educación”, critican la falta de cultura de las personas, los hábitos, “el modo de hablar y las voces que dan”. Todos hacen hincapié en la “superioridad” de la cultura del país de destino.

Comparan el funcionamiento de los organismos oficiales en los países de destino con España y enumeran los problemas que, desde el punto de vista administrativo, han tenido aquí al regresar.

Consideran que “España está mejor” que cuando ellos la abandonaron, aunque peor que los países de donde vienen, desde el punto de vista económico, social, político y cultural. Lo que más les gustó de los países de destino fue la organización, la disciplina, el respeto al derecho de los obreros, la seguridad social y la solidez de las empresas (Cazorla 1989, 134).

Uno de nuestros entrevistados relaciona este tema con los orígenes de la Asociación Granadina de Emigrantes Retornados.

Quisimos que nuestros compañeros que en años anteriores emigraron, como nosotros, no encontrarán los problemas con los que nosotros nos encontramos al regresar: escolarización de niños, tema de pensiones, etc. De ahí que fuéramos los pioneros, junto con otro compañero de la Asociación Granadina de Emigrantes Retornados (Luis).

Todos notan el cambio -en beneficio del país de destino- en la educación de la gente, en el trato, en la sanidad y en el funcionamiento de los organismos administrativos. José explica:

Nos costó acostumbrarnos al funcionamiento de todo esto, ya que allí funciona todo muy bien. Aquí, no veas qué peleas y que discusiones con los organismos oficiales... Aquí la gente está muy mal educada (José, hijo de Antonia).

Al comparar la situación laboral al regreso de aquellos que habían retornado en edad laboral activa, se sienten defraudados, pues les resulta muy difícil encontrar trabajo. Este hecho, si pensamos que el emigrante es muy sensible a la opinión de los demás, especialmente de los que se han quedado en España, incide de forma bastante importante en su autoestima. Durante su estancia en los países de acogida, la mayoría realizaron trabajos en cadenas de montaje, en la construcción, etc., pero al retornar a España con cierta cualificación, este hecho no adquiere la dimensión que podría esperarse y muchos vuelven a trabajar como albañiles y las mujeres en tareas domésticas.

Llegas aquí y te crees que el trabajo está como en Alemania y te encuentras que... a mí me daban ganas de volver, pero los lazos de unión que tenía con mi familia me lo impedían (Martín).

Otra entrevistada, que regresó del país de destino con una fuerte depresión, plantea el problema laboral como esencial para su reinserción y enumera las diversas ocupaciones a las que se dedicó sin lograr el éxito que ella esperaba:

(...) Empecé a trabajar de limpiadora, cuidando niños, vendiendo productos de cosmética, en multitud de cosas, pero nunca me aseguraron, por eso ahora no tengo ninguna paga (...) (Antonia).

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Se trata del mismo problema de integración laboral que ya reflejamos. Lo que buscan estas personas no es un gran sueldo, sino un trabajo fijo.

Otros problemas importantes, aunque a menor escala, son la falta de información tanto en los países de acogida como en el retomo (Crespo 1989, 97), vivienda, sanidad, readaptación de nuevo a las costumbres españolas y la atención a los hijos. Fruto de la poca atención recibida una vez que llegan a España, surgen los sentimientos de frustración, similares a los que sintieron cuando llegaron al país donde emigraron (que no conocían nada ni sabían dónde acudir). Los emigrantes se preguntan para qué sirven tantos organismos oficiales si luego ni se les atiende.

Existe pues un cambio de valores en las personas que regresan a su tierra: su capacidad de colaboración, de poner en práctica todo lo aprendido, de impulsar la economía... choca con la falta de trabajo a la que se enfrentan una vez en España (Cazorla 1981, 175). La falta de “buen” trabajo, decían, que fue la causa principal de la emigración, y de nuevo es el primer problema de los que vuelven y es que, como señala Papantoniou (1985, citado en Cazorla, 1989, 99), el alargamiento del tiempo en el que el retornado está sin empleo tras el regreso, tiene repercusiones en lo que se refiere a la integración social en la comunidad a la que retornan. Si ahora no es tanto el triunfo y, encima, los ahorros se van gastando al no encontrar trabajo, el retornado puede terminar por volver a la situación anterior a la emigración.

A pesar de las manifestaciones negativas de los emigrantes con respecto a la situación laboral a la hora del retorno, manifiestan sentirse “españoles hasta la médula” y dicen querer a su patria “por encima de todo, ya que España es lo más bonito que ha hecho Dios”.

El “retornado” siente el conflicto entre dos culturas, pero decide permanecer en una sociedad que le ofrece desventaja respecto a la sociedad anfitriona desde el punto de vista económico, social, político y cultural. Siempre aparece el desafío de la realidad de la sociedad de origen frente a la idealización de que fue objeto en el país de destino.

Después de muchos años de haber retornado, a la hora de señalar los problemas que han tenido para readaptarse, muchos perciben que han sido tratados como “extranjeros”; les llamaban los “franceses”, los “alemanes”, etc.

Tienen conciencia de haber sido, de alguna manera, segregados en su país de origen, donde, por no tener oportunidades para progresar, se vieron obligados a emigrar. A la hora de retornar quieren ser aceptados, aunque ellos hayan modificado su comportamiento, sus hábitos, sus costumbres, etc. Buscan restituir un espacio perdido, un mundo perdido, aunque valoren la emigración como positiva para España y para ellos mismos.

“Con el retorno me he sentido igual que cuando emigré”, afirma uno de los entrevistados, que dice haberse “acostumbrado a otro tipo de vida” después de dieciséis años en el país de destino. Además, continúa, te encuentras con los amigos que te dicen “francés”. Luego, cuando pasa un tiempo, ves que eso es normal.

Otro percibe que El problema es adaptarse a muchas cosas que has olvidado... hay muchas cosas que no entendemos (Francisco).

Para comprender mejor este testimonio, hay que tener presente que las costumbres no son las mismas que había cuando se marcharon. Y es que el hogar tiene un significado diferente para la persona que siempre ha vivido en él, para la persona que vive lejos, y para la persona que regresa a él después de una larga estancia fuera, como es el caso de los emigrantes retornados. Quien deja el hogar se introduce en otra esfera social diferente, además, ya no vive el día a día dentro del hogar, con las redes interpersonales que esto supone. Para la persona que emigra, su hogar queda como en un recuerdo fijo, pasado y que no evoluciona; es “idealizado” en su memoria. Por eso, al regresar, comprueba que no es así, que todo ha cambiado con el paso del tiempo, que ese hogar idealizado ya no existe.

Por el contrario, quienes han vivido siempre en él, siguen su curso normal, lo cual contrasta con las nuevas vivencias del que llega, de las cuales le gusta hablar, eso sí, hasta que, asombrado, se da cuenta de que los que le escuchan no las entienden o no les interesan (Castillo 1989, 169). Por todo esto, si al

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emigrante le costó trabajo integrarse en la sociedad a la que llegó, cuando vuelve al hogar de partida, comprueba que también le cuesta adaptarse, por resultarle tan desconocido como el del país al que emigró. Ello le desilusiona ya que su mejora le sirve de poco, una vez que llega a su tierra (Cazorla 1989, 93).

Esto nos llevaría a plantearnos la siguiente cuestión ¿vuelven las mismas personas que emigraron? Con esto nos referimos a la suposición, bastante probable, de si una experiencia tan fuerte para una persona como la de cambiar de pronto de país, de cultura, de costumbres, perder sus lazos, puede resultar traumática. La persona que vuelve a su tierra tiene, como consecuencia de lo anteriormente expuesto, una forma de ser, unas preocupaciones y una forma de actuar diferente a cuando salió de su hogar, sin nada más que una maleta y unos ahorrillos (Gregory 1981, 182). Si el emigrante no se integra de nuevo en su antigua vida, sus amigos le rechazarán, las autoridades también, convirtiendo a este hombre con iniciativa en un marginado (Gregory 1981, 182).

Consideran a los actuales inmigrantes de origen magrebí en España personas “sin formación ni ocupación”, que, al no encontrar trabajo, “se dedican a malas cosas y no producen nada”.

No es como nosotros, que éramos inmigrantes con formación, con lo que producíamos para el país (Ángel, hijo de Antonia).

Aunque hubieran vendido su fuerza de trabajo en los países de destino, generando plusvalía, tienen hoy la visión de que su experiencia fue muy positiva.

No falta quien señala que le “costó mucho integrarse aquí”. La razón fundamental fue de orden laboral, pues explica que, a pesar de conocer mucha gente, nadie le daba trabajo. No obstante, con un dinero que recibió y un préstamo que le hizo su padre, puso un pequeño negocio que no colmó sus expectativas. Otro motivo que influyó para la difícil reinserción en el país de origen estuvo relacionado con la educación de su hijo, quien, “por ser francés no tenía plaza en ningún colegio”.

En resumen, que el emigrante retomado percibe que no lo tratan a su retomo de la forma que esperaba y que sus problemas fundamentales son ahora iniciar un “nuevo” proceso de reinserción.

5. A MODO DE RECAPITULIZACIÓN

En la primera parte hemos presentado a una generación que ha debido afrontar graves dificultades, derivadas de las consecuencias de la Guerra Civil. Los emigrantes y sus padres vivieron la crisis económica, que se manifestó a través de la miseria, del racionamiento, del hambre y del aislamiento. Evocan una sociedad injusta e insolidaria en la que predominó una jerarquización rígida y piramidal.

Transcurrido más de medio siglo, se advierte en sus recuerdos el temor a manifestarse, por lo que, en su gran mayoría, afirman que en sus familias no se hablaba de política y ellos mismos se definen como apolíticos.

Los pocos que pudieron asistir al colegio destacan una enseñanza totalmente dominada por el clero. En esa misma línea, consideran como tabú el tema de la sexualidad, especialmente las mujeres, quienes no se atrevían a dialogar con sus padres sobre este particular.

Comenzaron a trabajar desde muy jóvenes, los varones junto a sus padres en el campo o en diferentes oficios, y las mujeres en las tareas del hogar. Pero tenían muy clara la idea y necesidad del “progreso” y muestra de ello es cómo señalan que con los salarios que percibían “nunca iban a prosperar”.

En esta fase pre-emigratoria, los emigrantes retornados entrevistados recuerdan hoy los motivos que los llevaron a tomar la determinación de emigrar. Son múltiples los factores que incidieron, destacándose muy especialmente los económicos.

En el segundo apartado hemos tratado diversos temas relativos al período de permanencia en el exterior, la vida cotidiana cuando llegan y los problemas que viven hasta lograr la reunificación familiar. En todo momento destaca su “espíritu de lucha”.

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Otro de los puntos tratados es el del alojamiento, que comienza por ser “residencia”, con el mínimo de comodidades y sin condiciones higiénicas, hasta terminar en viviendas más confortables, pero siempre distantes de sus lugares de trabajo.

El ámbito laboral es otro de los aspectos investigados; es en su trabajo donde el emigrante establece una red de relaciones, pero limitadas o a la empresa donde vende su fuerza de trabajo o a otros emigrantes españoles. Se presentan, excepcionalmente, casos en los que establecen amistad con los nativos. La fábrica constituye el eje de su vida; en ella, con su esfuerzo y sorteando todas las dificultades que se le presentan, deben asegurarse la existencia individual, aunque tengan que dejar de ser un ser social.

Se estudia el cambio producido en las relaciones interfamiliares como consecuencia de las nuevas condiciones de trabajo y la adaptación al contexto social en el que viven. En este sentido presentamos el tema de la adaptación al país de destino y la percepción que tienen los emigrantes de su integración en la sociedad nativa. El idioma, factor fundamental en la integración, el empleo del exiguo tiempo libre y la percepción que tienen de sí mismos y de los “otros emigrantes”, son otros aspectos que se investigan.

A través de los testimonios de los emigrantes retornados, se puede ver cómo mantenían contacto con España, qué medios utilizaban para ello y qué identidades tenían, de acuerdo con el contexto social en el que vivían.

Finalmente, se trata el difícil tema de la educación de sus hijos, muy vinculado a sus metas, así como al fenómeno del retorno.

Por último, en el tercer apartado, hemos analizado el fenómeno del retorno como parte del ciclo migratorio. Se analizan los factores que incidieron en la decisión de retornar, destacándose los relacionados con la familia, la salud y el futuro de sus hijos.

Los principales problemas que se le presentan al emigrante a la hora de reinsertarse, los que se han podido detectar en las entrevistas biográficas, han sido la falta de trabajo y las dificultades que perciben que han tenido para readaptarse a una sociedad que encontraron transformada. La readaptación se observa como un conflicto de reajuste a la sociedad española (se analizan las transformaciones ocurridas en el ámbito familiar, vinculadas a la familia que no emigró). Igualmente, realizan la comparación de España con el país al que emigraron y todos prefieren el país de destino, aunque manifiestan con mucha fuerza lo que podíamos denominar como su “españolismo”.

Con respecto a la valoración de la experiencia, sacamos como primera conclusión que fue positiva. En este aspecto, es conveniente hacer una matización, ya que la opinión de las mujeres difiere de la de los hombres en relación con los deseos de retornar.

A lo largo de todas sus manifestaciones aparece el desafío de la realidad de la sociedad de origen frente a la idealización de la que fue objeto en el país de destino.

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