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¿Y ahora qué hacemos? ARGENTINA El ciclo kirchnerista ha sido el más largo de la historia constitucional argentina, dividido en dos etapas. La primera (2003-2011) toma a esa política económica como insumo para la construcción de un poder político que se consolidó, con idas y vueltas, desde un momento inicial de máxima debilidad y por lo tanto de máxima tasa de descuento intertemporal. La segunda etapa (2011-2015) se enfoca en los desequilibrios macroeconómicos que, una vez alcanzada la cima, debió enfrentar la administración kirchnerista. Se enfatiza que esos desequilibrios fueron endógenos al propio proceso de construc- ción del poder. El método del ensayo no es el de la economía normativa sino el de la historia. No se evalúa la política económica según un patrón de optimalidad sino como un proceso subordinado a la política en el que los errores no se definen como apartamientos del óptimo económico sino como errores de cálculo en la dimen- sión política. ANÁLISIS Nº 9 - 2016 Pablo Gerchunoff - Osvaldo Kacef JULIO 2016 La economía política del kirchnerismo

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¿Y ahora qué hacemos?ARGENTINA

El ciclo kirchnerista ha sido el más largo de la historia constitucional argentina,

dividido en dos etapas. La primera (2003-2011) toma a esa política económica

como insumo para la construcción de un poder político que se consolidó, con

idas y vueltas, desde un momento inicial de máxima debilidad y por lo tanto de

máxima tasa de descuento intertemporal.

La segunda etapa (2011-2015) se enfoca en los desequilibrios macroeconómicos

que, una vez alcanzada la cima, debió enfrentar la administración kirchnerista. Se

enfatiza que esos desequilibrios fueron endógenos al propio proceso de construc-

ción del poder.

El método del ensayo no es el de la economía normativa sino el de la historia.

No se evalúa la política económica según un patrón de optimalidad sino como

un proceso subordinado a la política en el que los errores no se definen como

apartamientos del óptimo económico sino como errores de cálculo en la dimen-

sión política.

A N Á L I S I SNº 9 - 2016

Pablo Gerchunoff - Osvaldo Kacef

JULIO 2016

La economía política del kirchnerismo

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Índice

Introducción 5

1.¿Todo lo sólido se desvanece en el aire?: 2001-2003 66

2. Génesis económica de una coalición política: 2003-2005 7

3. Y la nave va: 2005-2007 11

4. Turbulencias internas y externas: 2007-2009 15

5. Resurgiendo de las cenizas: 2010-2011 20

6. Lo único nuevo es lo que hemos olvidado: 2012-2013 25

7. Objetivo residual, llegar a las elecciones sin crisis: 2014-2015 29

Apéndice 1. 31Una relectura de “La devaluación de la tasa de cambio en un país semi-industrializado”, a la luz de la experiencia reciente

Apéndice 2. 33El salario real y el tipo de cambio real

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“¿Y AHORA QUÉ HACEMOS?” LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL KIRCHNERISMO │

que la explica ya no es aquella debilidad política.La contundente victoria electoral de octubre de2011 ocurrió finalmente, pero en un contexto dedesequilibrio macroeconómico que jaqueó al go-bierno con nuevos y acuciantes dilemas. Enotras palabras, el triunfo que parecía coronar exi-tosamente un largo tránsito político no pudo serdisfrutado.

Sea como sea, refiréndonos a 2003-2011 (el ac-cidentado ascenso hacia la cima política) o a2011-2015 (el camino de regreso al llano), elkirchnerismo prolongó su estadía en el gobiernomás años que las dos presidencias de Julio Ar-gentino Roca sumadas, fue paradójicamentepuro presente, pura urgencia, pura emergencia.Los economistas usamos un término algo eso-térico para describir fenómenos como éste: de-cimos que la tasa de descuento fue muy alta.Pero este término técnico puede dejarse de ladoen la lectura de este ensayo.

Lo que se presenta a continuación trata de serfiel a esa idea y trata de fundamentarla. Abor-daremos el análisis con el método del historia-dor, esto es, sin enfoques normativos ytratando de responder a las pregunta clásicas:¿por qué los hechos sucedieron como sucedie-ron y no de otro modo?; ¿hubo en algunas co-yunturas críticas senderos alternativos que sedescartaron?; ¿en qué casos hubo errores decálculo que pudieran ser definidos ex ante comotales? El trabajo se organiza en siete secciones,desde aquel 25 de mayo hasta el 10 de diciem-bre de 2015, el día en que Cristina Kirchner en-tregó el poder1.

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Introducción

Néstor Kirchner solía contar una anécdota. Ter-minados los actos del día de su asunción, el 25de mayo de 2003, los cuatro miembros de la fa-milia se tomaron de la mano en una oficina de laCasa Rosada y el flamante presidente preguntó:“¿ahora qué hacemos?”. "El núcleo argumental deeste documento supone que esa escena es verda-dera y que la pregunta era legítima. Kirchner ac-cedió al poder con escaso poder real, singabinete propio salvo unas pocas carteras y se-cretarías, con pocos legisladores que le respon-dían, habiendo recogido apenas el 22,24% de losvotos un mes antes, sin una coalición que nofuera la que le imponía el caudillo Eduardo Du-halde. Con el paso del tiempo y tras una pro-funda modificación de las circunstanciaspolíticas, se hablaría y se escribiría sobre las pre-tensiones hegemónicas de Néstor Kirchner y deCristina Kirchner, hasta el punto de que no hayen el presente ningún relato que pueda ser con-tado con verosimilitud sin asumir como dato queel ciclo kirchnerista fue un experimento autori-tario, o al menos un experimento con pretensio-nes autoritarias. Y sin embargo, para los autoresde estas páginas, el “ahora qué hacemos” no sólofue un interrogante inicial sino el hilo invisibleque recorre la totalidad de la experiencia de go-bierno. En particular, la historia de la políticaeconómica kirchnerista –que es nuestra materiade estudio- tiene hasta 2011 un motor, y es la de-bilidad política, no sólo la debilidad política ini-cial, sino aquella en la que recayó una y otra vez,y de la que una y otra vez pudo emerger confuerza transitoriamente renovada pero nuncaconsolidada. Entre el 2011 y 2015, la preguntano perdió vigencia, pero el ingrediente principal

1 Fanelli (2015) y Levy Yeyati y Novaro (2013) analizan elmismo período con una perspectiva diferente.

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1. ¿Todo lo sólido se desvanece en el aire?2: 2001-2003

Aquello que en algún momento parece inmodi-ficable e inconmovible eventualmente desapa-rece para dejarle paso a algo nuevo y distinto. Enel año 2001 sucedieron dos hechos que quedaránmarcados a fuego, uno en la historia de nuestropaís, otro en la historia mundial. En nuestro país,el régimen monetario de la convertibilidad, queaparecía a los ojos de los argentinos como unaconstitución económica intocable, se desvanecióen el aire en medio de una crisis sin precedentesque golpeó duramente al sistema tradicional departidos políticos y generó cambios de enormemagnitud en la distribución del ingreso y la ri-queza. En el ámbito internacional, el atentado alas torres gemelas de Nueva York desvaneció enel aire una creencia infinitamente más sólida: lade la seguridad territorial norteamericana, exac-tamente setenta años después de que en PearlHarbor fuera puesta en duda por primera vez.Quienes sufrían en la Argentina el colapso de laconvertibilidad, no pudieron percibir entoncesque los dos hechos iban a conectarse a través delcanal económico. Para devolver la confianza alos ciudadanos, la Reserva Federal de los EstadosUnidos impulsó una drástica caída en la tasa deinterés, lo que como efecto colateral aumentó laliquidez disponible para las economías emergen-tes, entre ellas la Argentina. Curiosidades de lahistoria: esta vez el peso se debilitaba al mismotiempo que la moneda de reserva mundial se de-bilitaba, y pronto se vería que el encadenamientode los dos hechos sería afortunado para la na-ción del sur3.

Pronto se vería, pero no se veía todavía en aquelfin de año. No era para menos. Después de unaprofunda recesión con desempleo creciente quehabía comenzado a mediados de 1998, la eco-nomía argentina enfrentaba entonces una res-tricción de financiamiento externo imposible deremontar, y ello remataría en el abandono de la

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convertibilidad con sus consecuencias dramáti-cas. El desempleo aumentó todavía más, hastaniveles inéditos en la historia de las estadísticaslaborales; los salarios reales cayeron y se multi-plicaron la pobreza y la indigencia, hiriendo lasya maltrechas aspiraciones igualitarias argenti-nas. Por lo demás, la quiebra del régimen mone-tario y el consecuente incremento en los costosfinancieros para quienes estaban endeudados enmoneda extranjera, derivaron en enormes trans-ferencias de recursos entre deudores y acreedo-res. Los deudores –entre ellos el propio Estado-no podían pagar; los acreedores querían cobrar;quienes vendían bienes y servicios dolarizadosquerían mantener el statu quo, pero quienes loscompraban los querían “pesificar”; el gobiernoprocuraba encontrar infructuosamente una so-lución salomónica. La percepción generalizadaera que el país se hundía.

Dado este panorama, resulta por completo sor-prendente que la economía argentina comen-zara a recuperarse a partir de la segunda mitaddel año 2002. Si lo más sólido se había desvane-cido en el aire, algo vital surgió de los escom-bros, y lo hizo rápidamente. Cabe preguntarse:¿cómo pudo suceder cuando lo esperable es quelas devaluaciones reales provoquen una caída delos salarios reales y con ello una recesión4, ycuando en el caso particular del final de la con-vertibilidad la devaluación significó además uncolapso financiero y contractual que hundió adi-cionalmente la actividad económica? La res-puesta a este interrogante es que la devaluación

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2 “Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagradoes profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a con-siderar serenamente sus condiciones de existencia y susrelaciones recíprocas”, frase de Carlos Marx citada porMarshall Berman (1988).3 A nivel mundial se puede agregar un segundo hecho: en2001, China avanzó en su apertura comercial externa eingresó a la Organización Mundial de Comercio. Estotambién favorecería a la Argentina.4 Ver apéndice 1.

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tuvo en este caso dos efectos compensadores.Por un lado, los capitales fugados mostraron surostro amable: la Argentina se volvió tan baratapara aquellos que habían ahorrado en dólaresque comenzaron a gastar internamente unaparte de esos ahorros, sobre todo en el negocioinmobiliario. Los economistas denominaron"efecto riqueza" a este fenómeno. Por otro lado,crecieron las exportaciones netas: la oferta debienes y servicios exportables reaccionó a losbuenos precios porque el sector agropecuariohabía incorporado tecnología y capital durantelos años noventa y porque una parte de esas ex-portaciones eran industriales y de servicios, mássensibles al tipo de cambio real. Asimismo,como opuesto simétrico de la experiencia de lapresidencia Menem, el nuevo tipo de cambioreal estimuló por un tiempo la sustitución deimportaciones. La depreciación real generó en-tonces un aumento de la oferta de bienes y ser-vicios transables y un aumento de la demandade bienes y servicios no transables, multiplicadoesto último por el aumento súbito de la riqueza,medida en pesos, de los argentinos dolarizados.

Por otro lado, el aumento de la demanda teníalugar en un contexto de alto desempleo, lo quepermitía un traspaso más lento de la devalua-ción a los precios. Y la reactivación generabamás reactivación (lo que Keynes llamaba el mul-tiplicador del gasto), y esto se traducía en másempleo y mejores salarios para los trabajadores(aunque desde un nivel excepcionalmente bajo).Cuando Néstor Kirchner llegó al gobierno, conaguas algo más tranquilas, le dio un empuje adi-cional a lo que ya se estaba moviendo: aumentólos salarios mínimos y las jubilaciones mínimas.Este conjunto de factores –algunos producto dela espontaneidad del mercado, otros de la polí-tica pública- fue un eficaz calmante en un esce-nario social que de todas maneras se percibíatodavía crítico: si bien la economía argentina yaestaba creciendo al 7,7% anual durante el otoñodel 2003 –el de los comicios y la asunción de

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Néstor Kirchner- y terminaría el año creciendoal 8,8% anual, el desempleo era todavía del17,8% y el subempleo del 11,8%, de modo quemás de un cuarto de la población urbana vivíaaún en condiciones precarias y angustiosas.Esos números exuberantes eran ya menores queel 21,5% de desocupación registrado un año an-tes, pero el cuadro de situación de los ingresospopulares agregaba sombras: más de la mitadde la población urbana vivía en hogares que seencontraban por debajo de la línea de la pobrezay más de un cuarto en hogares que se encontra-ban por debajo de la línea de indigencia, y sibien los ingresos de los trabajadores y de los ju-bilados estaba mejorando, no ocurría todo a lamisma velocidad: los ingresos de los trabajado-res informales se estaban retrasando relativa-mente. Por lo demás, las clases mediasatravesaban su propio y más moderado calvario:los ahorristas defraudados por las consecuen-cias de la crisis no encontraban una salida paralo que percibían como una expropiación. Yaquellos que habían logrado evitarla constatabanque el tipo de cambio real alto, una herramientapotente para la reactivación, los alejaba, a menosque tuvieran su riqueza financiera en dólares, delacceso a los bienes de consumo durables y a lainversión residencial. Ello ocurría no sólo por laanemia crediticia sino también por el alto preciode esos bienes en términos de sus ingresos.

2. Génesis económica de una coaliciónpolítica: 2003-2005

La gravedad de la situación económica y socialen mayo de 2003, sumada a la debilidad polí-tica con que Néstor Kirchner asumió la presi-dencia en ese mes –recordemos el bajoporcentaje de votos con los que gano la elec-ción (22%)- confluyeron en un elemento clavede toda la gestión kirchnerista: una elevada tasade descuento inter-temporal o, dicho de otromodo, una obligada preferencia por el presentey por el futuro inmediato. Veamos qué significa

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esto en términos de economía política. Ima-gine el lector una empresa con escaso capitalque tiene ante sí una opción: invertir en unproyecto que paga sus beneficios en el largoplazo o invertirlo en un proyecto corto. Si laempresa cree que es posible un shock negativode liquidez mientras sus fondos están inverti-dos elegirá el proyecto corto porque, dada surestricción presupuestaria, ello minimiza elriesgo de default. Ahora llevemos el ejemploal mundo político. Imagine el lector un go-bierno con pocos votos y escasa autoridad –esto es, un gobierno débil- que tiene ante síuna opción: invertir su escaso capital en unacombinación de políticas de corto plazo ylargo plazo (lo que bajo condiciones normalessuele llamarse gobernar) o invertir sólo en elproyecto de corto plazo, aquel que devuelverápido el capital. Si el gobierno asigna una pro-babilidad alta a un shock político negativo quelo lleve al default político mientras su capitalestá invertido, sólo invertirá en el proyecto decorto plazo. Ese fue el caso del kirchnerismoen el punto de partida, fresco el recuerdo deldefault político de Duhalde. Y esa fue unamarca que más intensamente o más atenuada-mente atravesó los doce años y medio que sonmateria de este ensayo.

En los tramos iniciales del gobierno de NéstorKirchner, la elevada tasa de descuento no fueun factor que incidiera en forma relevante enla política pública porque la economía operabacon una alta brecha de producto y el objetivoera –sensatamente- la reactivación en el menortiempo posible. Durante el otoño de 2003 to-davía había una importante capacidad ociosa,de manera que el alto tipo de cambio real he-redado, en el contexto de un elevado desem-pleo, estaba haciendo su trabajo expansivo y loestaba haciendo por el momento con inflacióndescendente. Al mismo tiempo, el aumento delnivel de actividad, sumado al tipo de cambioalto, repercutía en un incremento veloz de los

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ingresos fiscales. Por un lado, la creación ace-lerada de empleo expandía los aportes y lascontribuciones a las cajas previsionales, ha-ciendo más caudalosa la recaudación de im-puestos al trabajo. Por otro lado, el tipo decambio real alto con una rentabilidad elevadade los sectores exportables hacía posible man-tener retenciones a las exportaciones con alí-cuotas moderadas, logrando con ello unabultado flujo de recursos públicos sin resis-tencias significativas por parte de los produc-tores agropecuarios. Y como el gasto públicoestá compuesto esencialmente por bienes yservicios no transables, todo esto implicaba,por definición, la existencia de un importantesuperávit fiscal.

Néstor Kirchner era consciente, al acceder a lapresidencia, de que podía beneficiarse política-mente de esta reanimación económica, perotambién de que lo rodeaba un abanico muy am-plio de acreedores sociales, todo esto en un añoen que se celebrarían elecciones de gobernado-res y legisladores nacionales y provinciales com-plementarias de los comicios anticipados a lapresidencia. El resultado en términos de legisla-dores nacionales fue un 35% para los candida-tos kirchneristas en aquel año de 2003. Nadamal si se considera el punto de partida, pero entodo caso el peor desempeño de una fuerzatriunfante desde la reinauguración de la demo-cracia en 1983. De esta forma, Néstor Kirchnerdebió recurrir, para gobernar, a un acuerdo ex-plícito con los diputados y senadores duhaldis-tas, señal inequívoca de debilidad dentro de lafamilia peronista. Y por cierto debió recurrir asi-mismo a lo que había prometido en campaña: lacontinuidad de la política económica de Du-halde, incluyendo al ministro ejecutor de esa po-lítica, Roberto Lavagna. Continuidad significóen este caso muchas cosas, pero en particular elsostenimiento de un tipo de cambio nominalaproximadamente fijo contra el dólar, una evo-cación de la convertibilidad pero en una Argen-

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tina barata5. La clave era que el nuevo tipo decambio se percibía como sostenible en el mundode las finanzas, y si alguna minoría no lo percibíacomo sostenible era por las presiones revaluato-rias y no por las presiones devaluatorias. La con-secuente tranquilidad financiera que estoacarreaba impulsó la baja de la tasa de interés (enel contexto de declinantes tasas internacionales),algo que no tardaría en traducirse en un aumentode la inversión, rubro que, impulsado tambiénpor el “efecto riqueza” y el acelerador del in-greso, lideraría la dinámica inicial de crecimiento,dando al proceso un aire familiar desarrollistacon apoyo popular creciente. Asimismo, el tipode cambio nominal trajo sosiego a las clases me-dias, tan vapuleadas por la crisis. Ese sosiego ten-dría otro aporte material en la ruptura de loscontratos dolarizados con las empresas privatiza-das, lo que evitó el ajuste de las tarifas públicas,alentando al consumo y favoreciendo a las em-presas intensivas en el uso de servicios públicos.

Una cuestión de fundamental importancia fueque el tipo de cambio nominal fijo era, al mismotiempo, alto en términos reales, una coexistenciano sólo posible, sino también persistente en eltiempo, por un hecho tan fortuito como clave: lacrucial depreciación del dólar frente al resto delas monedas, que derivó en un tipo de cambioreal multilateral sostenidamente alto. Y no fuesólo alto sino también dual, porque tanto Du-halde como Kirchner apelaron al instrumentoclásico de las retenciones. Las implicancias eco-nómicas y políticas de esta combinación eranmúltiples. En primer lugar, el tipo de cambio realalto favoreció a los sectores productivos trans-ables del campo y la ciudad en una coexistenciapacífica que siempre había sido difícil de conse-guir en la Argentina. Por otro lado, las retencio-nes tuvieron un efecto protectivo que forjabasimpatías entre los industriales, beneficiados porla reactivación y la dinámica sustitutiva de im-portaciones. El componente desarrollista de lacoalición kirchnerista en ciernes tenía así su fun-

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damento. Adicionalmente, el efecto riqueza alque aludimos antes hacía que los dólares ahorra-dos en el exterior retornaran parcialmente al paísy se volcaran a la inversión inmobiliaria. El re-sultado fue un crecimiento intensivo en empleo,derivado del estímulo a la construcción, a la in-dustria manufacturera sustitutiva de importacio-nes y a los nuevos servicios transables, a los quealgunos estudiosos saludaron como el compo-nente modernizador en la estructura productivaposterior a los años noventa. Todo esto era, dadala aún muy elevada tasa de desempleo, un datosignificativo: como los desocupados eran mu-chos, ¿qué mejor para un gobierno necesitadode votos que captar su simpatía? Aún más, ¿noera el veloz aumento del empleo maná del cielopara las finanzas de los sindicatos, otro actorcentral de esta coalición en ciernes?

Pero además, el tipo de cambio alto en términosnominales y reales le proveía al gobierno de Nés-tor Kirchner un instrumento eficaz para alcanzardos objetivos centrales: un resultado neto en dó-lares que alejara la posibilidad de una nueva crisisexterna, y un resultado fiscal en pesos que garan-tizara la disponibilidad de recursos para el finan-ciamiento de las políticas públicas. El primero deestos objetivos se asentaba, básicamente, en el su-perávit de la cuenta corriente del balance de pa-gos que le permitía al Banco Central, con el tipode cambio nominal fijo, la reconstrucción delstock de reservas internacionales comprando ge-nerosamente divisas. El segundo objetivo, la hol-gura fiscal, también se beneficiaba de una paridadelevada. Esto era así por la mayor elasticidad de

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5 El Néstor Kirchner creía que el régimen de convertibi-lidad era un buen instrumento. En un reportaje publicadoen La Nación el 26 de mayo de 2002, a la pregunta sobrecómo frenaría el dólar, Kirchner respondió: “Hago unanueva paridad, habría que ver el nivel de reservas que hay.Antes de salir de la convertibilidad se podía hacer a undólar a 1,41 pesos. Hoy podría ser un dólar a dos pesos,pero necesitamos tener una referencia clara y concreta”.

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Por supuesto que, pese a la eficaz política ante laemergencia llevada a cabo por Eduardo Duhaldey su continuidad kirchnerista, se estaba lejos deuna coalición consolidada o estable. Pero dada ladifícil herencia recibida, la decisión de apostar auna política expansiva fundada en el sosteni-miento del tipo de cambio real alto, con la econo-mía recién emergiendo del fondo del pozo y conun desempleo todavía muy alto, era el senderoeficiente para mejorar las condiciones de vida delos sectores populares. Por lo tanto, también erael sendero eficiente para que Néstor Kirchner lo-grara la absolución de su pecado electoral: la bajavotación en los comicios que lo llevaron a la pre-sidencia. Nada mejor para un gobierno que unafuerte reactivación después de una recesión pro-funda cuya responsabilidad es ajena. Eso abría laspuertas a una coalición de apoyo más amplia, yamenos frágil que en la etapa de Duhalde.

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los ingresos fiscales al tipo de cambio, en compa-ración con la de los gastos del sector público. Ladiferencia de elasticidades era incluso potenciadapor la situación de default en que se encontrabala deuda. Néstor Kirchner descubrió, por fin, quedisponía de una tercera herramienta menos con-vencional: la subestimación del crecimiento parala elaboración de las proyecciones de ingresospúblicos. Fue una bendición. Esto le permitióapropiarse de un excedente de la recaudación quepodía usar por fuera de las asignaciones presu-puestarias, ampliando así su margen de maniobra.Para ello contaba con el visto bueno de las pro-vincias, dado que esta dinámica generaba tambiénun excedente en los recursos coparticipables. Deesta forma, el gobierno se aseguraba el comple-mento indispensable en su estrategia de expan-sión política: la disponibilidad de fondos parallevar adelante su política territorial.

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco Central de la República Argentina, INDEC,http://www.inflacionverdadera.com/, Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, BancoCentral do Brasil y http://es.global-rates.com/. El tipo de cambio real canasta se obtuvo a partir de un promedio ponderado de lostipos de cambio reales respecto al dólar, el euro, el real y el yuan. La paridad u$s-socios comerciales es un promedio ponderado delos tipos de cambio reales entre el dólar y las restantes monedas utilizadas en la estimación del tipo de cambio real canasta.

Gráfico 1

Tipo de cambio nominal, tipo de cambio real y paridad dolar-socios comerciales Indices base enero 2003=100

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Si la continuidad económica Duhalde-Kirchnerfue la clave de esa coyuntura, es legítimo obser-varla como una unidad, sobre todo en sus re-sultados. Entre el otoño de 2002 y la primaverade 2004 era difícil encontrar imperfecciones enla piel de la política económica. Después de unacaída del 5,3% anual desde mediados de 1998 –la agonía y la muerte de la convertibilidad- elcrecimiento del PBI alcanzó al 8,6% anual enese año y medio de renacimiento productivo; lainversión lideraba esa dinámica con el 31,6%anual. Todas las buenas noticias se combinaron:el desempleo cayó de su máximo de 21,5% al12,1%; con las mejoras en las condiciones delmercado laboral los salarios reales comenzaronsu recuperación –casi 27% en el sector privadoformal- después de la brutal caída que acom-pañó a la devaluación real. Y no se trató sólo dela evolución de la economía real y de los indica-dores sociales. Hubo también registros de unacreciente solidez macroeconómica: la inflacióndescendió de un promedio cercano al 30% du-rante la primera mitad del período a un prome-dio del 4,4% durante la segunda mitad6; lacombinación de una todavía moderada mejoraen los términos del intercambio, de los mayoresvolúmenes exportados y del estímulo a la susti-tución de importaciones, generó un superávitde la cuenta corriente del balance de pagos su-perior al 2% del PBI; las reservas internaciona-les casi se duplicaron; el efecto conjunto de ladepreciación real, del aumento del nivel de ac-tividad y los impuestos adicionales sobre las ex-portaciones impulsaron la presión tributaria decasi el 20% al 26,4% del PBI, lo que resultó enun superávit fiscal primario del 4% del PBI y enun superávit fiscal financiero del 2,7% del PBI.Fueron esos excedentes los que pusieron al paísa las puertas de la reestructuración de la deuda,cuyos términos contractuales, aprovechando labaja tasa de interés en el mundo, se terminaríande definir en enero de 2005, y también a laspuertas de la cancelación anticipada de las obli-gaciones con el FMI, que ocurriría en diciembre

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6 El brusco descenso de la inflación obedeció a dos fac-tores: la revaluación parcial después de la hiper-devalua-ción de comienzos de 2002 y la recuperación posteriorde la demanda de dinero

de ese mismo año. La liquidez de los mercadosfinancieros internacionales y las reducidas tasasde interés constituyeron un incentivo para queuna proporción importante de los tenedores debonos argentinos en situación de default acep-taran bonos de más largo plazo con una quitasignificativa, lo que derivó en una nueva deudamás larga que la vieja deuda. ¿Podría así la Ar-gentina volver rápidamente a los mercados decapitales pagando tasas de interés que conver-gieran con las del mundo emergente?

3. Y la nave va: 2005-2007

A diferencia de la nave felliniana, pues, la econo-mía argentina se salvó del naufragio, navegó allamativa velocidad y –este fue el lado inquie-tante- pronto comenzó a forzar los motores. Elcrecimiento intensivo en empleo elevó la de-manda de mano de obra y abrió la puerta al in-cremento de los salarios nominales, que comoya hemos visto fue acompañado por la accióngubernamental a través del incremento de lossalarios mínimos, de las jubilaciones mínimas ypoco más tarde por la reactivación de las nego-ciaciones colectivas de trabajo. Así, se agregó ala ecuación un componente de presión salarial.El aumento nominal de los salarios significó unaumento de los salarios reales pero también delos costos laborales, y ello colocó a la economíaen una trayectoria de inflación creciente (quepara el 2005 ya era del 12%). Surgen en estepunto dos preguntas relevantes: ¿cuánto le im-portaba al gobierno el aumento de la tasa de in-flación en una magnitud que apenas superaba el10%?; ¿cómo es que los salarios reales aumen-taban con un tipo de cambio real creciente? Larespuesta a la primera pregunta es que la eco-

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suba del precio de los bienes y servicios trans-ables, formados por el precio internacional mul-tiplicado por el tipo de cambio nominal, ahoracuasi-fijo por decisión política. Y también au-mentaba porque los salarios nominales excedíanel incremento del precio de los bienes y servi-cios no transables, en este caso por un segundofactor, la caída de los márgenes de beneficio enlos sectores domésticos ante la percepción deun horizonte más estable. Durante el períodode crisis, los márgenes de ganancia de los bienesy servicios no transables habían sido muy altos,pero con la normalización económica y la con-secuente tranquilidad de los actores sociales, es-tos márgenes podían reducirse a favor de lossalarios, y así ocurrió. El tercero de los factoresprovino del aumento de la productividad de lossectores productores de bienes y servicios notransables, derivado de la reactivación econó-mica y el veloz crecimiento que, en un contextode márgenes decrecientes, generó una gananciaque, al menos en parte, fue absorbida por lossalarios. Mirado en conjunto, la política de la Re-serva Federal, la atracción que ejercía en NéstorKirchner el tipo de cambio fijo, la tranquilidadfinanciera doméstica y la recuperación econó-mica abriendo cauce a las presiones salarialespusieron entre paréntesis algunos teoremas queparecían indisputados.

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nomía estaba todavía en el tramo políticamenterentable de la curva de Phillips o, en otras pala-bras, el tramo en que se imponía la preferenciapor un menor desempleo aunque eso costasealgo de inflación. Esa inflación obedecía básica-mente al aumento de los salarios nominales contipo de cambio nominal fijo. La emisión mone-taria por compra de reservas (posible a su vezpor la persistencia del superávit de cuenta co-rriente) financiaba este proceso, pero no lo cau-saba7. En esas circunstancias, si el BancoCentral se hubiera abstenido de comprar reser-vas habría habido apreciación nominal del pesoy los salarios medidos en dólares habrían con-vergido a lo que la economía podía pagar dadala productividad. Pero el kirchnerismo eligió elsendero inflacionario y no el deflacionario parano afectar a la coalición que se estaba cimen-tando, sobre todo teniendo en cuenta que el ce-mento estaba todavía fresco.

La segunda pregunta tiene en cambio una res-puesta nada obvia, quizás porque en principioparecía imposible que los salarios reales subie-ran sin que cayera el tipo de cambio real. ¿Noera eso una contradicción en los términos? Ex-plicar el inédito hecho de que el aumento de lossalarios nominales se convirtiese en aumento delos salarios reales a pesar de que el tipo de cam-bio real crecía y a pesar de las moderadas pre-siones inflacionarias que este proceso generaba,requiere ingresar en el terreno fangoso de lasexplicaciones complejas.8

Expongámoslo sintéticamente. Si el tipo decambio real en dólares caía porque la inflaciónargentina -aunque baja- era mayor que la infla-ción estadounidense, el tipo de cambio multila-teral podía aumentar si la depreciación real deldólar contra el resto de las monedas resultabamayor que el diferencial de la inflación argen-tina respecto a la de sus socios comerciales. Elsalario real, por su parte, aumentaba porque elincremento de los salarios nominales excedía la

7 Una visión alternativa, que no compartimos, sosteníaun orden de causalidad distinto: desde la emisión (gene-rada por la compra de divisas) hacia la inflación y desdeesta a los salarios.8 Ver apéndice 2.

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Con los elementos a la mano, enumeremosahora sintéticamente las características funda-cionales de la coalición a la que el kirchnerismose iba aproximando: salarios reales crecientes entodos los sectores de la economía; desocupadosque encontraban trabajo o percibían una pro-babilidad alta de encontrarlo; la repercusión deambos factores sobre las finanzas de los sindi-catos; la industria favorecida por el alto tipo decambio real y por el moderado proteccionismoque le brindaban las retenciones; el campo tole-rando esas retenciones en parte por el alto tipode cambio real y en parte por los precios inter-nacionales que lentamente iban aumentando. Laconjunción de estos factores permitió la con-formación de una coalición inesperada, única,sin antecedentes en la historia argentina, a la quetentativamente definiremos como desarrollismo

popular. ¿Era ésta una coalición con posibilida-des de perdurar o era, por lo contrario, intrínse-camente insostenible y sólo el fruto de unareactivación convencional que partía de unaenorme brecha de producto?

En todo caso, es conocido que Néstor Kirchneraprovechó las circunstancias económicas paraganar terreno político. En las elecciones inter-medias de octubre de 2005 logró derrotar a Du-halde en su propio bastión, la Provincia deBuenos Aires. A nivel nacional, el kirchnerismoobtuvo el 38,3% de los votos. Fue un avancesustancial, pero no saldó definitivamente lacuestión del poder dentro del peronismo. El go-bierno debió recurrir ahora a la ayuda de los di-putados y senadores hasta entonces menemistasa fin de delinear un nuevo acuerdo para garan-

Gráfico 2

Tipo de cambio real, empleo y salario real (Base IVT2001=100)

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco Central de la República Argentina, INDEC, Ministerio de Trabajo,Empleo y Seguridad Social, http://www.inflacionverdadera.com/, Banco Central do Brasil y http://es.global-rates.com/

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tizar la gobernabilidad ahora que, para su for-tuna, Duhalde entraba en un cono de sombras.Posteriormente, luego de liberarse de Duhaldepor la vía electoral, Néstor Kirchner decidió li-berarse por la vía administrativa de Roberto La-vagna, el interventor de Duhalde en el áreaeconómica. Quizás a la manera de Frondizi conAlsogaray en 1961, o a la manera de Menemcon Cavallo en 1996, Kirchner quiso dejar claro,desplazando a su ministro estrella, que los éxitosle pertenecían. Eso puede ser cierto, pero habíaalgo más sustancial para nuestro argumento. La-vagna le estaba proponiendo desde hacía algúntiempo la constitución de un fondo fiscal de es-tabilización. En otras palabras, le proponía aho-rrar ahora por si el futuro deparara malasnoticias o para contener las presiones inflacio-narias que asomaban. Sin embargo, para unKirchner que todavía no había completado sumarcha hacia un poder propio indiscutido, elahorro no era un lujo que pudiera darse, o porlo menos no era un lujo factible bajo las condi-ciones políticas vigentes. La tasa de descuentoseguía siendo alta.

Hasta fines del 2006, la coalición social no tuvofisuras, salvo por la política ganadera anti-ex-portadora9, que de todas maneras no tuvo re-percusiones de gran significación por lasustanciosa rentabilidad de la nueva agricultura.Pero eso sólo podía durar mientras que la infla-ción no erosionara al tipo de cambio real, el pi-lar de la estrategia de reactivación económica.Paradójicamente, los dilemas aparecieron en losalbores del boom de las materias primas, quedesde fines de 2006 se enlazó con la presión delos salarios nominales y determinó una escaladainflacionaria más allá del tolerable 10%. ¿Porqué dilemas? Porque faltaban pocos meses paraque la coalición kirchnerista se enfrentara a laprueba de convertirse en una mayoría electoralen los comicios presidenciales de octubre de2007, y si se decidía combatir el aumento de latasa de inflación- ahora significativa- ello debía

hacerse con herramientas que no pusieran enpeligro el desempeño en las urnas y la propiaarquitectura de la coalición. Una alternativa erapermitir la apreciación nominal de la monedapara neutralizar el impacto de la inflación im-portada10, tal como sucedió en otras economíaslatinoamericanas. Eso hubiera significado man-tenerse en la inercia inflacionaria definida porlas presiones salariales, sin agregar una presiónnueva. Complementariamente, como la aprecia-ción nominal de la moneda doméstica era el re-flejo de una mayor riqueza, quizás había margenpara implementar una política fiscal contractivaque neutralizara total o parcialmente la transmi-sión de la riqueza incrementada al consumo,porque el consumo expandido aumentaría en al-gún grado la tasa de inflación. El kirchnerismono hizo ni una cosa ni la otra. Descartó la apre-ciación nominal porque eso hubiera afectado ala industria y a los sindicatos. En cuanto a la po-lítica fiscal, fue en la dirección contraria: trans-firió la mayor recaudación (que en parteprovenía de las retenciones) a franjas de la socie-dad con mayor propensión marginal a consumir–en este caso a la población de mayor de edadsin cobertura previsional- de modo de preservarla coalición, darle un nuevo empuje al creci-miento y asegurarse la victoria electoral en laselecciones presidenciales de octubre de 2007.

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9 Sí hubo, en cambio, un componente estructural que aca-rrearía consecuencias: el ciclo ganadero había ingresadoen la fase alcista de los precios de la carne, y esa era unamala noticia para Néstor Kirchner, que pronto iba aafrontar las elecciones legislativas intermedias de 2005 yno quería sorpresas perturbadoras. La respuesta guber-namental fue el establecimiento de cupos y de restriccio-nes a las exportaciones de carne y leche. Detengámonosen este punto. La visibilidad de la batalla del otoño y el in-vierno de 2008 por las retenciones móviles oculta el he-cho de que fue éste el primer conflicto con el sectoragropecuario, el primer golpe para la coalición amplia ydio lugar a un importante deterioro en el stock ganaderoque ya venía cayendo desde hacía décadas por la mayorrentabilidad relativa de la agricultura.10 Ver gráfico 3.

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4. Turbulencias internas y externas: 2007-2009

Acabamos de ver que hasta fines de 2006 la in-flación no representaba un costo político rele-vante para el kirchnerismo en el poder,manteniéndose como se mantenía en niveles re-lativamente acotados que la economía pujante yla creación de empleo hacían tolerables. La vi-sión dominante en el gobierno por entonces (yque dominaría por bastante tiempo más) era quela inflación era el resultado del conflicto distribu-tivo y el conflicto distributivo era un ingredientenatural del proceso económico al que había queadministrar, pero sin políticas contractivas ¿Eraesa visión que se transmitía en el plano retóricotambién una convicción en el plano de las ideas?Probablemente la pregunta no tenga sentido. Nohubo un componente fiscal expansivo en la in-flación de 2005 y 2006: el superávit fiscal antesde pagar los servicios de la deuda pública rees-tructurada casi no había caído, y si bien el gastopúblico estaba aumentando pari passu los ingre-sos tributarios, no había un cambio radical en sucomposición que expandiera la demanda agre-gada y desatara presiones inflacionarias adicio-nales. Si alguien quería afirmar por entonces queNéstor Kirchner era un fiscalista, no hubierasido fácil refutarlo.

Pero el escenario comenzó a cambiar. Entre co-mienzos de 2006 y mediados de 2008, los térmi-nos del intercambio exterior mejoraron, ya nomoderadamente sino aceleradamente, y los be-neficios que por esa vía obtuvo el país se acerca-ron al 4% del PBI anual. Esto alteró la riquezapercibida, presionando sobre la inflación por ellado de la demanda, sobre todo porque esanueva riqueza fue transferida, en gran medida, alos estratos sociales con una propensión margi-nal a consumir muy alta. A esto se añadió dellado de la oferta la persistencia de la presión sa-larial y la novedad de la inflación importada: losprecios de los bienes exportables aumentaban, y

como el tipo de cambio nominal se manteníaaproximadamente fijo ese aumento se trasladabaal mercado interno. La tasa de inflación no tardóen dispararse. Para comienzos de 2007 el ritmode incremento de los precios ya sobrepasaba el20% anual, alejando a la economía del tramo po-líticamente rentable de la curva de Phillips. Setrató de un shock de precios internacionales fa-vorable que podía impulsar todavía más el creci-miento, pero que también desencadenaba elproblema inflacionario que acompañaría alkirchnerismo hasta el final de su ciclo de más dedoce años. Una bendición que se convirtió enmaldición.

¿Cómo se podía combatir ese molesto desarre-glo que amenazaba los planes para la elecciónpresidencial de octubre? Ya vimos que la políticafiscal contractiva fue descartada y que lo mismohabía ocurrido con la estrategia de la apreciaciónnominal cambiaria, eventualmente amortigua-dora de la inflación importada y de los propiosincrementos salariales. La respuesta de NéstorKirchner fue posponer cualquier solución eco-nómica y barrer el problema bajo la alfombra.Desde enero de 2007, escudado en argumentosde naturaleza metodológica, decidió subestimarla verdadera inflación en las estadísticas oficiales.Fue un intento algo tosco que apuntó a despla-zar de la agenda electoral el tema de los precios.Examinada la cuestión en plazos más largos queun semestre, es probable que el gobierno kirch-nerista, al subestimar la inflación, haya subesti-mado también sus consecuencias. La decisiónfue equivalente a un nuevo default sobre los bo-nos en pesos indexados que se habían emitidodurante la reestructuración de la deuda. Elriesgo-país aumentó bruscamente en compara-ción con el de otras economías emergentes y laArgentina ya no pudo regresar al mercado de ca-pitales. A fines de 2006 Néstor Kirchner habíacolocado bonos en dólares en el mercado conjurisdicción Buenos Aires, un indicador de queno tenía problema alguno en retornar al mer-

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cado pagando deuda reestructurada vencida condeuda nueva. Pero la combinación de una rees-tructuración de deuda inconclusa11, la de 2005,con el nuevo default de 2007, le cerró al go-bierno las puertas de un financiamiento fuera delmercado local. Lo que entonces hizo el kirchne-rismo fue transformar el vicio en virtud, e incor-porar a su discurso político con intensidadcreciente la bandera del desendeudamiento: losvencimientos de la deuda se pagarían con reser-vas del Banco Central. Hubo otra consecuenciade largo plazo: la subestimación inflacionariadejó a la economía sin el indicador clave paraconstruir un mercado de capitales doméstico enpesos indexados (una posibilidad por cierto his-tóricamente elusiva). Muchos proyectos de in-versión quedaron así sin financiamiento.

Todo esto no era una fuente de preocupacióninmediata para el gobierno. Lo importante en

ese 2007 eran los comicios de octubre. Y en elcontexto del persistente crecimiento aceleradocon reducción del desempleo, acompañadoahora de políticas redistributivas, pero tambiénen el contexto de inflación creciente (aunqueoculta), el resultado electoral tuvo sus matices.Cristina Fernández de Kirchner ganó la presi-dencia en la primera vuelta con mucho más co-modidad que Néstor Kirchner en 2003, pero sise lo ha descripto muchas veces como untriunfo contundente ello obedeció más a la frag-mentación opositora que a los votos propios.En términos porcentuales, la elección de Cris-tina Kirchner fue la más pobre de un candidato

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco Central de la República Argentina, INDEC, Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, http://www.inflacionverdadera.com/, Dirección General de Estadística y Cen-

sos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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Gráfico 3

Evolución del IPC y de los precios internacionales de los alimentos(tasas de variación anual)

11 Quedaron entre 2005 y 2015 acreedores de la deudaque no aceptaron las condiciones de la reestructuraciónde deuda propuestas por el gobierno en 2005 y 2010 ycontinuaron litigando contra la Argentina. En términostécnicos se los denomina hold-outs.

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peronista triunfante desde 1946 y también lamás pobre de cualquier candidato, peronista ono, desde 1983, con la excepción de su marido.En términos absolutos, Cristina Fernández deKirchner obtuvo menos votos que Fernando dela Rúa en 1999 y aún que Carlos Menem en1995. Es imposible dilucidar si perdió adhesio-nes, eventualmente como consecuencia de laaceleración inflacionaria o, hipótesis comple-mentaria, como consecuencia de la forma enque el kirchnerismo gestionó la novedad. Locierto es que la construcción inapelable de unnuevo liderazgo tendría que esperar cuatro años.

Esta victoria agridulce (aunque ciertamente másdulce que agria) dio paso a la preocupación ma-croeconómica: un ajuste era necesario para fre-nar la inflación. A su manera, tras las políticasexpansivas de la campaña electoral de 2007, elkirchnerismo buscó tomarse un respiro. Du-rante 2008 el aumento del gasto público conso-lidado se desaceleró, algo que ya había ocurridoen 2006, después de las elecciones intermediasde 2005. Sin embargo, no iba a ser ésta la únicasenda para aumentar el ahorro público, o por lomenos para intentarlo. El gobierno se embarcóen una vía que consideraba políticamente menoscostosa y que tenía la virtud adicional de recortardirectamente los precios: el aumento de las re-tenciones. Vale la pena estudiar esta decisión conespíritu comprensivo. No había en la historia ar-gentina antecedentes de rebeliones agrarias ge-neralizadas frente a un aumento de losimpuestos a la exportación. De hecho, no huboreacciones cuando a finales de 2007 el gobiernosaliente de Néstor Kirchner dio el primer paso12.Pero cuando el gobierno entrante de CristinaKirchner ensayó un segundo paso a través de unsistema de retenciones móviles que aumentabafuertemente la presión impositiva, ocurrió el es-tallido inesperado. Veremos que la resistenciaabierta del sector agropecuario, ahora excluidodefinitivamente de la coalición, le infligió alkirchnerismo su única derrota en el campo de

las movilizaciones callejeras y contribuyó, engran medida, a una derrota parlamentaria degran significación en junio de 2009.

Se argumentó entonces que el gobierno habíasido víctima de un antiguo problema argentino:la renta emergente de los recursos naturales re-valorizados era privada y no estatal, de modoque la transferencia de una parte de esa renta afavor del Estado implicaba algún grado mayor omenor de conflicto. Esa era una diferencia deprimer orden con otros casos latinoamericanoscomo los de Chile, Bolivia, México y Venezuela,todos países mineros y petroleros y en los quela propiedad de los recursos era predominante-mente estatal. Sin embargo, si hubo derrota enlas calles y en el Parlamento no fue por las difi-cultades de la transferencia sino por un impre-visto alineamiento social: gran parte de lasciudades de campaña y de las clases medias ur-banas apoyó la resistencia de los productores enun episodio inédito. ¿Por qué sucedió de esemodo?; ¿acaso impactaron los primeros sínto-mas de desaceleración económica importadosde un mundo que debilitaba su crecimiento, alborde de lo que más tarde conoceríamos comola Gran Recesión?; ¿acaso fue palpable que lacreación de empleo amenguaba e incluso quecaían los salarios reales como consecuencia de laaceleración inflacionaria?; ¿acaso, de un modomás profundo, había permeado en las ciudadesla convicción de que el agro, con sus innovacio-nes tecnológicas, era de nuevo, después de exac-tamente ocho décadas, un motor delcrecimiento nacional? Fuera cual fuera la res-puesta, la sensación del gobierno (fundada, porcierto) era que la coalición de apoyo no sóloperdía al sector agropecuario sino –al menospor un tiempo- también a las clases medias.

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12 En el caso de la soja se elevó del 27,5 al 35%, para eltrigo pasó del 20 al 28% y para el maíz se incrementó de20 al 25%.

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Al infortunio interno se agregó, casi simultáne-amente, uno externo. De pronto, cayó sobre laArgentina un rayo en un día de sol, tan brevecomo intenso: la Gran Recesión mundial, consus repercusiones internas. Vamos a pasar muyrápidamente por este corto período, el quetranscurrió entre la primavera de 2008 y el in-vierno de 2009. El nivel de actividad pudo habercaído al 3% anual –como surge de las cifras ofi-ciales- o a más del doble –como surge de las al-ternativas privadas-. En el pánico por lacontracción económica y por el aumento deldesempleo, las naciones se volvieron compren-siblemente más proteccionistas y el comerciointernacional se contrajo violentamente. Para laArgentina, ello significó durante 2009 un des-censo en las exportaciones del 20% y uno del32% en las importaciones, de modo que el su-perávit de cuenta corriente del balance de pagosse amplió al 3,6% del PBI, el porcentaje másalto desde 2006. Pero se trataba de un superávit

no deseado porque estaba gestado por la crisis,cuyo correlato social fue un aumento de la tasade desempleo y un miedo extendido en la so-ciedad a que siguiera aumentando. Por conse-cuencia, el consumo y las inversiones cayeron,víctimas y a la vez propiciadoras de la recesión.En todo caso, si para algo sirvió el superávit in-crementado de la cuenta corriente fue para fi-nanciar una fuga de capitales tambiénincrementada a algo más de 20.000 millones dedólares en un año13, y aún así continuar acumu-lando reservas. Menos alentador aún para el go-bierno resultó la desaceleración en los ingresospúblicos (en especial los tributarios) que, comose puede ver en el gráfico 4, pasaron de crecer37,6%% en 2007, a crecer 34,2%% en 2008 y15,8% en 2009.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la Secretaría de Hacienda del Ministerio de Economía.

Gráfico 4

Sector Público (base caja), Ingresos, Gasto Primario y Saldo (neto de utilidades del BCRA e intereses del FGS)

13 Entre el tercer trimestre de 2008 y el tercer trimestre de2009.

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La buena noticia de este corto período fue quela inflación se desaceleró a menos de la mitad,tal como la medían puertas afuera del gobierno;el ajuste antes buscado frente al shock externofavorable lo terminó concretando la Gran Rece-sión y la consecuente caída de los precios inter-nacionales de las materias primas. Y esainflación ahora atemperada permitió que en me-dio de la crisis los salarios reales aumentaran ycontribuyeran a colocarle un piso a la espiral re-cesiva. En este contexto el gobierno tuvo espa-cio para desplegar su propia política anti-cíclica,tal como lo hicieron otros gobiernos latinoame-ricanos. Los ingresos públicos cayeron, aunqueno por una decisión deliberada sino por la con-tracción en el nivel de actividad interna y la dis-minución simultánea en los volúmenes decomercio internacional y en los precios de losbienes exportables. El gasto público aumentó,aunque moderadamente, limitado como estabapor la indisponibilidad de los mercados de capi-tales y por la escasez de fondos propios. Como

muestra el gráfico 5, el impulso fiscal expansivofue bastante menos significativo que el obser-vado en países vecinos. La moneda se depreció,pero también bastante tímidamente. La acelera-ción del ritmo devaluatorio entre la primaverade 2008 y el invierno de 2009 permitió una re-cuperación del 16% respecto a la canasta demonedas de aquellos países con que comerciabala Argentina y del 7% respecto al dólar, pero esemovimiento sólo sirvió para retornar aproxima-damente al mismo punto en que estaban los ti-pos de cambio durante la primera mitad de200814. Los problemas heredados por el kirch-

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la CEPAL.

Gráfico 5

Política anticíclica en América Latina (países seleccionados)

Variación del saldo fiscal primario 2008-09 Variación del saldo fiscal primario 2008-09 Depreciación nominal 03/08 - 03/09

14 A lo largo de gran parte del 2008 se observó una apre-ciación del peso originada en tres factores: la inflaciónalta que comenzaba a hacer su trabajo erosivo de la com-petitividad, la apreciación del dólar (relevante porque elpeso seguía pegado al dólar) y la decisión de castigar alcampo con una apreciación nominal. Cuando la crisismundial se profundizó, esa fue la cuestión que hubo queremontar, y no la de los efectos nocivos de un tipo decambio excesivamente alto.

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nerismo del propio kirchnerismo limitaron asíla potencia de la política anti-cíclica.

Sin acceso a los mercados financieros, en mediode la fuga de capitales que castigaba a todas laseconomías emergentes, pero particularmente aaquella de la que se guardaba la memoria frescadel default parcial en pesos y la memoria algomás lejana del default generalizado de 2002, elgobierno kirchnerista optó, en suma, por unapolítica prudente en el juego expansivo. Peroaún los números de la prudencia tenían que serfinanciados: por primera vez desde mayo de2003, el saldo financiero del sector público re-sultó negativo. Además había que auxiliar a em-presas y actividades privadas en dificultades.Temprano, en noviembre de 2008, el gobiernodecidió que la prudencia económica debía com-binarse con la audacia política: envió al Con-greso y consiguió la aprobación de un proyectode ley para nacionalizar los depósitos de los fon-dos de pensión que Carlos Menem había priva-tizado. Se trató –más allá de las conviccionesideológicas- de una medida endógena a lamisma escasez de recursos. Los fondos de pen-sión a los que ahora se tenía acceso sin costo to-talizaban el 12% del PBI, de modo que losrecursos financieros “gratuitos” del gobiernoaumentaban considerablemente. Esa fue la in-novación económica relevante en los tiemposde la crisis, y desde una perspectiva política per-mitió desviar la atención de la derrota recienteen la batalla por las retenciones móviles. Sin em-bargo, no alcanzó. En lo peor de la recesión (yen el lado políticamente malo de la curva dePhillips15), se llevaron a cabo las elecciones le-gislativas intermedias de 2009 y el kirchnerismo–en el primer test bajo la presidencia de Cris-tina- no alcanzó el 30% de los votos. Era la peorelección peronista en tiempos democráticos yacarreaba una pérdida de apoyos en todos lossectores sociales. Si en los comicios de 2007 sehabía llegado a la cima (aunque con algunos os-curos) ahora había que comenzar de nuevo.

Como en el juego de la oca, el kirchnerismo ha-bía retrocedido varios casilleros. La tasa de des-cuento volvía a aumentar.

5. Resurgiendo de las cenizas: 2010-2011

Que los gobiernos no se reponen de una de-rrota en elecciones intermedias parecía ser unaregularidad empírica indisputable en la políticaargentina, pero esta vez fue diferente. El go-bierno inició el contraataque rápido, y uno delos hitos de ese contraataque fue el decreto denoviembre de 2009 que puso en marcha la Asig-nación Universal por Hijo, una política de trans-ferencias condicionadas al estilo de las que yafuncionaban en México y Brasil y con las que elkirchnerismo aspiraba a recuperar votos en losestratos de menores ingresos16. Se trataba otravez, como en el caso de la nacionalización delos fondos de pensión, de una política endó-gena, esta vez endógena a la misma derrota elec-toral y a la necesidad de recuperación del centrode la escena política. La prioridad era la recons-trucción de la coalición mayoritaria aunque yasin siquiera intentar la inclusión del sector agro-pecuario. Si las necesidades políticas apremia-ban, el futuro perdía su valor; el presente, elcorto plazo, el 2011, lo eran todo. La carrera decorta distancia ya había comenzado y se utiliza-rían con miras a la compulsa electoral todas lasherramientas disponibles: desde el expansio-nismo fiscal hasta la apreciación cambiaria, pa-sando por el crédito barato para las clases

15 La baja de la inflación, que en buena medida había sidoliderada por los salarios, era un beneficio menor que elcosto en términos de nivel de actividad.16 La Asignación Universal por Hijo es un subsidio que elgobierno otorga a ocupados que ganan menos de un sa-lario mínimo o a personas desocupadas que consiste enuna suma fija por cada hijo menor de 18 años o sin límitede edad en caso de hijos discapacitados. En 2011 fue com-plementada con la Asignación Universal por Embarazootorgable a partir de la duodécima semana de gestación.

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medias y las restricciones cuantitativas a las im-portaciones para proteger a la industria. Ensuma, un menú amplio y complejo para unaconquista difícil.

La evolución de la economía ayudó a que la re-cuperación fuera rápida y generalizada. La brevecrisis financiera internacional había dejadocomo herencia una tasa de interés extraordina-riamente baja en el mundo y un dólar de nuevodepreciado, de modo que los precios de las ma-terias primas reiniciaron una trayectoria ascen-dente y eso facilitó la dinámica expansiva en laArgentina y en tantos otros países con estructu-ras productivas similares. Según las cifras oficia-les, el crecimiento de 2010 –el año de la granfiesta, pero también del gran luto- fue del 9,6%;y según las estimaciones privadas, de algo asícomo el 8,2%. Esa dinámica – que reabrió de-cididamente el optimismo oficial y le permitió algobierno reabrir también el canje de deuda- semantuvo, algo atenuada, durante 2011. Sin em-bargo, a medida que se acercaban las eleccionespresidenciales de octubre comenzaban a perci-birse signos de fatiga productiva y volvía a ace-lerarse la tasa de inflación, que se instaló en unnivel de entre el 23% y el 25%. Esto no impidióque siguieran incrementándose los salarios rea-les, probando una vez más que, por lo menosen el corto plazo, no todo proceso inflacionarioafecta negativamente a los ingresos populares.Pero en otros aspectos la nueva arquitecturaeconómica post-crisis se apartó de la anterior: elsector privado ya no creaba empleo al ritmoprevio o simplemente no lo creaba, de modoque en este aspecto la carga recayó sobre los go-biernos (nacional, provinciales y municipales);las exportaciones y las inversiones aportabanmenos al crecimiento y habían cedido el lide-razgo al consumo privado de todos los sectoressociales y a los gastos corrientes del Estado.

Para examinar los elementos de continuidad ylos elementos de cambio de la estrategia de eco-

nomía política del gobierno a lo largo de susdoce años, es necesario tomar nota de la evolu-ción del tipo de cambio real y de la evolucióndel valor real de las tarifas de los servicios públi-cos. Haciendo suya una conducta histórica-mente conocida frente a regímenesinflacionarios (sirvan para ilustrarlo los ejem-plos de Perón, de Frondizi, de Perón otra vez,de Videla, de Menem en parte), el gobierno deCristina Fernández de Kirchner adoptó la polí-tica de depreciar la moneda a un ritmo menorque la inflación, al tiempo que mantenía esa otrapolítica que ya había inaugurado Néstor Kirch-ner: el congelamiento de las tarifas domiciliariasde los servicios públicos y del transporte, sobretodo en la poblada –y electoralmente apeteci-ble- área metropolitana. Con ese doble juego sepudo mantener la inflación estable, en un nuevonivel más elevado y con costos que son conoci-dos. En principio se podría decir, de maneraalgo esquemática, que la apreciación cambiariaafectó al sector externo y que el atraso tarifarioafectó las inversiones en infraestructura17. Deesta forma, la suma de una balanza comercial yde servicios reales que redujo su superávit másuna balanza de servicios financieros que se vol-vió deficitaria por la remisión creciente de utili-dades y dividendos terminó en 2011 con unbaluarte económico del kirchnerismo: el superá-vit de la cuenta corriente del sector externo. Másaun, medido a precios constantes, el saldo nega-tivo de la balanza comercial de 2011 fue récordpara los 18 años durante los cuales se puedeconstruir una serie consistente, de manera queel desequilibrio externo hubiese alcanzado pro-

17 La realidad pudo haber sido algo más compleja. Unaparte importante de la industria exportadora no tuvo enun principio atraso cambiario porque le vendía mucho avecinos encarecidos (sobre todo a Brasil que había apre-ciado su moneda más rápidamente), pero la industria quecompetía con las importaciones sí lo tuvo, porque Ar-gentina le compraba a países abaratados (en especialChina y otras economías asiáticas).

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Evolución de la cuenta corriente del Balance de Pagos

Fuente: elaboración propia a partir de datos del INDEC.

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porciones desmesuradas de no haber sido porlos favorables términos del intercambio. Ade-más, el atraso tarifario no sólo afectó las inver-siones en infraestructura sino también lospropios resultados del sector externo. Durante2006, el saldo neto del comercio exterior deproductos energéticos fue positivo en 6000 mi-llones de dólares y explicó aproximadamente lamitad del superávit de ese año; durante 2011 fuenegativo en 3000 millones. Si excluyéramos losproductos energéticos, el saldo de la balanza co-mercial de 2011 habría sido el más alto de la his-toria, y si la cuenta energética hubierapermanecido neutra, el superávit de la cuentacorriente de 2011 habría sido similar al de 2010.Como se ve, hay muchas maneras de hacer lascuentas y cada una de ellas puede conducir adiagnósticos y políticas diferentes.

Hasta aquí hemos tratado a la dinámica de apre-ciación cambiaria y a las tarifas públicas baratascomo ejes problemáticos de la política econó-mica durante la reactivación 2010-2011. Es co-rrecto, pero no fue lo único y políticamente fuea la inversa. Junto con la expansión del créditoa tasas de interés negativas, constituyeron he-rramientas que impulsaron el consumo debienes durables y el turismo interno y externo,todo sostenido por los buenos términos del in-tercambio. De allí la multiplicación de autosnuevos en las calles, de televisores LCD y LEDen los hogares, de teléfonos celulares aún en lasbarriadas pobres, de argentinos de clase mediarecorriendo el mundo.

Evolución del balance comercial

Gráfico 6

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El consumo primaba sobre el ahorro y la inver-sión; los bienes privados por sobre los bienespúblicos. Si, por otro lado, algunas actividadesindustriales sufrían por la apreciación cambia-ria, allí estaban las políticas proteccionistas parasalvaguardarlas y proteger los puestos de tra-bajo. Naturalmente, esas políticas se fueronmultiplicando. Con pleno empleo, consumo eingresos altos en dólares se armó una plata-forma económica imbatible de cara a las elec-ciones presidenciales de fines del 2011.Subsanar los desequilibrios que empezaban aprofundizarse era para el gobierno algo que,otra vez, se podía aplazar.

Como cabría esperar, esta estrategia electoralnecesitó del acompañamiento de una políticafiscal fuertemente expansiva. El gasto públicode la administración nacional en términos delPBI terminó siendo el más alto de la historiaargentina; por primera vez desde 2003 el resul-tado financiero fue durante 2011 negativo; eseresultado negativo fue financiado, y lo seguiríasiendo de allí en adelante, por el Banco Central.Obsérvese la diferencia: durante el mandato deNéstor Kirchner el Banco Central emitía pesospara comprar reservas generadas por el supe-rávit de cuenta corriente, y si no compraba re-servas adicionales fue porque, virtud o defecto,

Gràfico 7

Variación de la base monetaria y factores de expansión (% anualizados)

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco Central de la República Argentina.

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se mantuvo alejado de los mercados de capita-les y de la inversión extranjera directa; duranteel primer mandato de Cristina Kirchner elBanco Central terminó emitiendo pesos parafinanciar al gobierno, un giro de 180 grados.Asimismo, el Banco Central financiaba en dó-lares la cancelación de deuda que vencía y queno podía ser renovada en los mercados de ca-pitales. Esta doble operación fue posible por lareforma de la Carta Orgánica del Banco Centralimplementada en marzo de 2012 que, entreotras modificaciones, flexibilizó y aumentó eltope de adelantos al Tesoro Nacional y ampliólas facultades del directorio de la entidad paraestablecer el nivel de reservas necesario pararespaldar la base monetaria.

Es crucial destacar aquí que el financiamientomonetario del desequilibrio fiscal fue la conse-cuencia de un cambio estructural inimaginablepocos años antes: desde la salida de la converti-bilidad y a lo largo de apenas una década, la pre-sión tributaria aumentó en alrededor de quincepuntos del PBI, contando los impuestos provin-ciales. Se trató de una profunda transformación,de la que no hay registro ni aproximadamente si-milar. Por otra parte, más del 70% de esa recau-dación incrementada financió tres objetivos: laincorporación masiva de la población mayor alsistema previsional, la Asignación Universal porHijo y otras políticas sociales, y principalmentelos subsidios al consumo de energía y al trans-porte público (las erogaciones por este conceptoalcanzaba un porcentaje del gasto público totalsiete veces mayor que el destinado a la Asigna-ción Universal por Hijo). Tal composición de laserogaciones acentuó su perfil durante 2010 y2011 y exhibió entonces una particularidad: siaumentaba la inflación aumentaba el gasto (así,no a la inversa), porque cuanto mayor era la in-flación mayores eran las demandas de incremen-tos en los haberes jubilatorios y en lasasignaciones familiares y mayor era el monto delsubsidio necesario para mantener en funciona-

miento el sistema energético y el transporte pú-blico, con las tarifas congeladas. Esto, a su vez,incrementaba el déficit fiscal y la emisión de mo-neda necesaria para financiarlo. Esta retroali-mentación gasto-déficit-emisión–inflación-gastoponía en el horizonte de la política macroeconó-mica un serio problema. Los especialistas co-menzaron a hablar de dominancia fiscal de lapolítica monetaria.

Pero antes de los dilemas estaban las alegrías ylos festejos. Crecimiento económico, pleno em-pleo, salarios altos, planes sociales, nuevos jubi-lados, apreciación cambiaria, tarifas baratas,trato especial para con franjas medias de la so-ciedad, expansión del gasto público en gran me-dida endógeno a la inflación, déficit fiscal,financiamiento de ese déficit por parte delBanco Central. En ese entorno con sabor a pri-mer peronismo pero en una economía todavíabastante abierta (y por lo tanto sería más precisoreferirse a esa experiencia como una combina-ción de primer peronismo y menemismo) fueque Cristina Kirchner alcanzó el 54% de los vo-tos en las elecciones presidenciales de octubrede 2011. Así como antes, como si jugara aljuego de la oca, el gobierno había retrocedidovarios casilleros, ahora resurgía como el Ave Fé-nix. Finalmente se había alcanzado ese anheladotriunfo electoral rotundo, indiscutible, una vic-toria en el rango de la tradición peronista queparecía enterrar para siempre el “ahora qué hace-mos” fundado en la debilidad política. Pero estavictoria se obtenía en medio de un desequilibriomacroeconómico que llevaba al límite a la estra-tegia seguida en los últimos tres años y que abríanuevos dilemas de política económica. La pre-gunta, entonces, estaba viva pero en un escena-rio político distinto.

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6. Lo único nuevo es lo que hemos olvidado: 2012-2013

El desequilibrio de la macroeconomía se hizovisible con una corrida cambiaria larvada desdeprincipios de año pero que se aceleró en los díasprevios a las elecciones y colocó al gobiernofrente a la necesidad de tomar decisiones depeso (y seguramente amargas) ya al inicio de sunueva gestión18. La cuenta corriente de la Ba-lanza de Pagos se había tornado negativa ycomo consecuencia de sus propias decisiones elkirchnerismo no tenía acceso a los mercados decapitales. Al mismo tiempo la inversión extran-jera directa se mantenía muy baja y las reservasdel Banco Central caían, amenazando con tras-poner el umbral de lo tolerable. Para corregireste problema el gobierno se enfrentaba a unárbol de cuatro decisiones: una política moneta-ria que aumentara la tasa de interés, una depre-ciación de la moneda, una combinación deambas o el control de cambios. El cambio en laorientación de la política monetaria fue descar-tado de plano porque implicaba la necesidad dereducir la brecha fiscal (a la cual se ajustaba laemisión de dinero), mediante la implementaciónde un ajuste del gasto cuyas consecuencias rece-sivas no solo contradecían en sus principios másesenciales al discurso oficial, sino que parecíaser, a los ojos del gobierno, una estrategia con-ceptualmente equivocada. El diagnóstico kirch-nerista rechazaba de plano la posibilidad de quela economía estuviera atravesando por una co-yuntura de exceso de demanda que justificaraun ajuste de este tipo.

También se descartaba una depreciación por va-rias razones. En primer lugar, el diagnóstico delgobierno rechazaba que hubiera un atraso cam-biario, argumentando que aunque era cierto queel tipo de cambio real se estaba apreciando, noestaba atrasado en una comparación histórica.Desde el gobierno se sostenía que el desequili-brio de la cuenta corriente del balance de pagos

no se debía a un exceso de absorción interna nia una moneda apreciada, sino que obedecía ex-clusivamente a una política energética equivo-cada que, por ser una política propia, no podíareconocerse públicamente como errada: la caídaen la producción petrolera y gasífera –resultadode los bajos precios domésticos y de las bajasinversiones- y la abultada remisión de utilidadesy dividendos por parte de Repsol (contrapartidade las bajas inversiones) explicaban por sí mis-mas el déficit del sector externo. Si se excluía elbalance energético, la cuenta corriente hubieraseguido mejorando durante 2011, aún a unritmo superior al de 2010. En consecuencia, laacción a emprender era la corrección de la po-lítica energética, incluida la re-nacionalizaciónde YPF, y mientras tanto detener la corrida dedepósitos para evitar el derrumbe de una polí-tica económica que tantos frutos había dado.

Había, sin embargo, evidencias de anemia com-petitiva: no iba a ser posible sostener el creci-miento de la economía sin agravar losdesequilibrios macroeconómicos. En primer lu-gar, los costos laborales argentinos relativos sesituaban a fines de 2011 en un nivel crítico encomparación con los brasileños y en un nivelpreocupante respecto a otros socios comercia-les. Esto ya se estaba reflejando en la total pér-dida de dinamismo en la creación de empleopor parte del sector privado. Al mismo tiempo,varias decisiones de política pública encadena-das desde 2005 habían incrementado el nivel deltipo de cambio real sostenible. La oferta de dó-lares en el mercado de cambios mermó por lacaída en las reservas petroleras y gasíferas, porla liquidación de vientres en la ganadería, por eldebilitamiento de las inversiones extranjeras di-rectas, por la desconexión absoluta de los mer-cados de capitales. Paralelamente, del lado de la

18 Krugman ya había descripto una situación similar.

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cionada fuga de capitales se sumaba un cre-ciente volumen de dólares para el turismo en elexterior, un factor agravado por el hecho de quela Argentina era un destino cada vez más caro.Tercero y último, los cultivos industriales delnoroeste y el noreste argentinos ya estaban su-friendo el recorte de competitividad –que seagravaría más tarde- por el hecho de que sus ex-portaciones tienen como destino Brasil y el áreadel dólar, contra la que el peso se había apre-ciado particularmente.

Pero si bien se podía contemplar como un casi-llero analítico, la devaluación no estaba en elmenú de políticas públicas que el gobierno es-taba dispuesto a tomar. Recordemos que salvoen lo peor de la Gran Recesión mundial el kirch-nerismo nunca devaluó en magnitud significa-tiva, y recordemos también que en esacoyuntura lo hizo bastante más moderadamenteque la mayoría de las economías de la región.Recordemos por último que si mantuvo un tipode cambio real alto y estable durante largotiempo fue por la herencia recibida del duhal-dismo y por el progresivo debilitamiento del dó-lar respecto al resto de las monedas. Además, elkirchnerismo disponía de razones atendiblespara evitar la devaluación después de la victoriaelectoral. Por un lado, a diferencia de la mayoríade sus vecinos (como Chile, Brasil y Colombia),Argentina estaba instalada en una tasa de infla-ción del orden del 25% anual, y frente a tal cua-dro una devaluación inevitablemente activaríauna dinámica de precios difícil de controlar queerosionaría los fundamentos de su coalición deapoyo. Por otro lado, si bien es cierto que parael total de los hogares el consumo de alimentosexportables representa el 34% del total y el con-sumo de indumentaria competitiva de importa-ción representa poco más del 7%, para el 10 porciento más pobre de la población el consumode alimentos e indumentaria representaba 60%.La conclusión es que, al menos en el cortoplazo, la devaluación afectaría más al núcleo

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demanda de divisas, la baja tasa de interés y laconsecuente ausencia de un mercado de capita-les en pesos estimularon a la franja de la pobla-ción con excedentes financieros a canalizarloshacia monedas extranjeras, una conducta que norespondió a patrones culturales (como suponíanmuchos funcionarios) sino a visibles incentivoseconómicos pro fuga de capitales. La descon-fianza venía germinando desde el default de losbonos en pesos y la nacionalización de los fon-dos de pensión. No eran acontecimientos quehabían sobrevenido de un día para el otro, y sino fueron el foco de la atención antes de 2011fue porque las exportaciones agrícolas aporta-ban los dólares necesarios para sostener la de-manda excedente de divisas sin afectar lasreservas. Pero la brecha macroeconómica eracreciente y también lo era la velocidad a la quehubiera tenido que aumentar la producción dela agricultura moderna exportable para que laarquitectura económica del kirchnerismo man-tuviera la fisonomía con que había nacido. Elkirchnerismo estaba condenado, para fines de2011, a converger a un estado distinto de la po-lítica económica.

Considerada a priori, la devaluación no podíasino estar presente en el menú de opciones. Másaún si desagregamos tres consideraciones adi-cionales a título ilustrativo. En primer lugar, lamisma política energética, tan problemáticacomo el propio gobierno reconocía, demandabaun tipo de cambio real más alto que contribu-yera a compensar el impacto de la caída en laproducción de hidrocarburos sobre el balancecomercial. En segundo término, el balance dela cuenta turismo también había cambiado designo. La relación necesariamente fraternal entrekirchnerismo y clase media si se quería mante-ner algo parecido al 54% de los votos, no care-cía de costos. Muy por el contrario, la clasemedia era cara en términos del sector externo(y lo era también en términos de cuentas fisca-les, vía la congelación de tarifas). A la ya men-

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19 Esta frase se le atribuye a Marie-Jeanne Rose Bertin,una modista de María Antonieta.

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tas. Las restricciones cuantitativas a las importa-ciones podían alentar, en tiempos de Perón, unproceso de sustitución de importaciones enbienes de consumo no demasiado complejos,pero a comienzos del siglo XXI, como muestrael gráfico 8, las importaciones eran casi en sutotalidad insumos difundidos y bienes de capi-tal, de modo que importar menos significabaproducir menos, salvo que el país se internaraen una difícil dinámica sustitutiva para la cualhabía que acceder a capitales y tecnología de altagama con los que el país no contaba. En lamisma línea, la nacionalización de YPF sólo ex-pandiría la producción de hidrocarburos con so-cios internacionales, en plazos largos ycambiando las reglas del juego que justamentese acababan de establecer. En su momento, Pe-rón había hecho un intento por convocar al ca-pital internacional, tanto para dinamizar lasustitución de importaciones como para extraerel petróleo del subsuelo. En ambos casos ter-minó frustrado. ¿Estaba el kirchnerismo, en sunueva versión nítidamente peronista, dispuestoa hacer una apuesta de la misma índole? Era di-fícil siquiera intentarlo, porque sus posturas con-tra el capital extranjero habían ingresado a surepertorio político hacía muy poco tiempo, enbuena medida como una consecuencia forzadadel control de cambios. En otras palabras, la re-nuncia al nacionalismo por parte de un movi-miento nacional y popular no era tarea sencilla nia comienzos de los 50 ni sesenta años después.Pero no había que desechar que, obligado porlas circunstancias, el kirchnerismo hiciera el giro.

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duro del voto kirchnerista que al promedio delos argentinos.

Así fue que el gobierno de Cristina descartó ladevaluación; y al descartarla, eligió automática-mente el control de cambios y un sistema gene-ralizado de permisos previos a lasimportaciones. No hay nada nuevo en esto; sóloes nuevo lo que se ha olvidado19. El control decambios frenó el atesoramiento de divisas porparte de los ahorristas y limitó severamente laremisión de utilidades y dividendos por parte delas empresas extranjeras, sobre todo con Repsolfuera de juego; los permisos previos a las im-portaciones cerraron el círculo que garantizabael equilibrio de la cuenta corriente con indepen-dencia de lo que ocurriera con el tipo de cambioreal y convirtió a la industria mercado-internistaen un sector no transable, esto es, un sector in-mune a la competencia de las importaciones. Sehabía completado la parábola, la gradual con-vergencia; el kirchnerismo era ahora un pero-nismo clásico. Sin embargo, los cambiosoperados en la sociedad y en la economía du-rante más de 60 años ponían en evidencia elanacronismo y, consecuentemente, la ineficaciapolítica del rumbo elegido. Por una parte, laprohibición al atesoramiento de dólares y las li-mitaciones de acceso a bienes de consumo im-portados y al turismo externo alejaron alkirchnerismo de las clases medias en una me-dida que Perón no podría haber soñado ni ensus peores pesadillas porque las clases mediasde los años 40 y 50 todavía no ahorraban en dó-lares, tenían patrones de consumo menos sofis-ticados y todavía no viajaban en masa. Ya sin elapoyo de las clases medias, el kirchnerismo cae-ría derrotado en las elecciones intermedias de2013 y debería abandonar, si es que alguna vezlo había tenido, el sueño de una prolongaciónen el poder.

Hubo, además, un segundo error de percepciónque también golpeó las aspiraciones kirchneris-

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Gràfico 8

Composición de las importaciones

Fuente: elaboración propia a partir de datos del INDECFuente: elaboración propia a partir de datos del INDEC

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Hacia fines del 2013, la distribución del ingresotodavía era mejor que la que había dejado Me-nem; las inversiones habían caído algo en com-paración con el auge de 2007, pero se sosteníanen magnitudes apreciables, concentradas ensectores mercado-internistas protegidos y en laindustria automotriz; la primarización de las ex-portaciones era más moderada que la obser-vada en otros países de la región, esto se debíabásicamente a la demanda de manufacturas porparte de Brasil, cuya economía comenzaba adebilitarse a paso vivo. Como muestra el grá-fico 9, el resultado del balance comercial eracrecientemente dependiente de los productosagrícolas y los alimentos, mientras que el co-mercio de manufacturas repetía los patronesobservados en los años 90 y mostraba inclusosaldos negativos mayores.

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En suma, el gobierno sobreestimó la eficaciaeconómica y política del control de cambios enlos nuevos tiempos que corrían. Los costos deeste error de percepción se manifestaron sobretodo en el estancamiento de la economía y enla reducción de la base electoral del kirchne-rismo. Para peor, la estrategia no evitó que lasreservas internacionales del Banco Central si-guieran cayendo, en parte porque el gobiernono resignó su estrategia de desendeudamiento,en parte porque las empresas privadas naciona-les y extranjeras, los ahorristas sofisticados e in-cluso los consumidores de altos ingresos yaestaban entrenados desde hacía tiempo en eloficio de evadir los controles. La derrota porjaque mate parecía no existir para el kirchne-rismo, pero su posición en el tablero estabafrancamente comprometida.

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Gràfico 9

Balance Comercial por tipo de producto (En U$S de 2013)

Fuente: elaboración propia en base a datos de CEPAL, Naciones Unidas e INDEC

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restricciones cambiarias hirieron profunda-mente a la coalición electoral triunfante apenasdos años antes y el kirchnerismo perdió las elec-ciones legislativas de medio término al tiempoque la economía se encaminaba, a fines del2013, a una nueva crisis cambiaria. Y todavíaquedaban por delante dos años de gobierno.

7. Objetivo residual, llegar a las elecciones sin crisis: 2014-2015

Derrotado en las elecciones legislativas de oc-tubre de 2013 y, por ello alejadas definitiva-mente las posibilidades de forzar una nuevareforma de la constitución que permitiera unnuevo mandato de Cristina Kirchner, el kirchne-rismo se concentró políticamente en definir lasucesión presidencial y económicamente en eli-

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Al mismo tiempo, la presión tributaria preser-vaba su nivel después del enorme salto, y esto seexplicaba por la acumulación de impuestos deemergencia que nunca remitían y por una mo-dernización tecnológica en el proceso recauda-torio que la democracia se debía y que habíacomenzado durante el gobierno de Duhalde; elnivel de empleo estaba estancado pero se man-tenía todavía alto (aunque cada vez más expli-cado por el sector público); los salarios nohabían revertido a la baja. Todo esto no erapoco, y a ello había que agregar que, a tono conel antiguo sueño minero argentino, se hablabacon optimismo del descubrimiento de impre-sionantes riquezas hidrocarburíferas que cam-biarían radicalmente el futuro. Sin embargo, eldeterioro de las perspectivas económicas gene-rado por el estancamiento de la economía y las

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20 Una versión ampliada de la condición de paridad detasas de interés, que incluya el riesgo, surge de compararel rendimiento de un activo en moneda local (la tasa de in-terés interna i), con la suma del rendimiento de un activoen moneda extranjera (la tasa de interés internacional i*),de la tasa de devaluación esperada (e) y del riesgo (z). Unindividuo estará indiferente entre realizar una colocaciónen moneda local o en moneda extranjera siempre que:

I = i* + e + zSi dada la tasa de interés internacional y la percepción deriesgo, se espera una aceleración del ritmo devaluatoriola tasa de interés interna debería aumentar proporcional-mente para mantener el equilibrio en el mercado de acti-vos. Si la tasa de interés no varía esto se reflejará en unaumento de la demanda por activos en moneda extran-jera. Un aumento de la percepción de riesgo operaría enla misma dirección potenciando el impacto sobre la de-manda de activos en moneda extranjera.

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mitió ganar tiempo para arribar a un final hon-roso, pero tuvo escasa potencia correctiva de losdesequilibrios. La paridad cambiaria apenas re-cuperó muy parcialmente el deterioro de losaños previos y no fue suficiente para corregir eldesequilibrio externo. Por esa razón se apeló auna novedosa fuente de financiamiento prove-niente de China, aunque aun así no fue posibleeliminar o cuanto menos disminuir las restric-ciones que pesaban sobre la demanda de mo-neda extranjera. El peso de la restricción deoferta que representaban las crecientes dificul-tades para importar y el desaliento a la inversióncontinuaron siendo los determinantes del estan-camiento de la economía, que no se profundizóaún más por el esfuerzo del gobierno por sos-tener la demanda de consumo y por el crecientegasto público.

Cerrada toda posibilidad de recurrir al financia-miento externo convencional - mucho másluego de un frustrado intento de negociacióncon los “hold-outs” remanentes que colocó alpaís en una situación de rebeldía frente a los tri-bunales de Nueva York- la restricción externacada vez más aguda alejó cualquier posibilidadde recuperación de la economía y dejó al go-

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minar el riesgo de crisis financiera. Si conseguíalo segundo aumentaría la probabilidad de impo-ner un candidato propio en las elecciones pre-sidenciales de 2015. Había que evitar que elestancamiento se convirtiera en recesión, que lainflación se instalara en niveles que activaran eldescontento popular y, por sobre todas las co-sas, que una corrida cambiaria rematara en co-lapso. Seguramente no faltarían en las filas delkirchnerismo mentes y corazones más ambicio-sos que soñaran con la posibilidad de que el AveFénix pudiera resurgir de nuevo. Ya hemos vistoque, por dos veces, la debilidad del kirchnerismohabía sido sólo el punto de partida para su for-taleza subsiguiente. Era difícil, pero podía ocu-rrir una tercera. Pero si esto no ocurría, laexpectativa del oficialismo era que, al menos, lapresidente saliente pudiera colocarle la bandapresidencial al nuevo presidente electo que, ape-lando a la memoria de los buenos años delkirchnerismo, pudiera, a la vez, ser el candidatoelegido por Cristina Fernández de Kirchner.

Lo que siguió fue –previsiblemente- un períodocaracterizado por marchas y contramarchas enla política económica, cada vez con menos ins-trumentos. Inicialmente - tomando nota de queel atraso del tipo de cambio y el creciente dese-quilibrio externo podían estallar en un mo-mento electoralmente inoportuno- el gobiernoaceleró el ritmo devaluatorio manteniendo almismo tiempo tasas de interés negativas en tér-minos reales. Esta subestimación del efecto de-letéreo que podría tener la negación de una reglade hierro de la política macroeconómica - lacondición de paridad de tasas de interés20- pusode nuevo a las autoridades económicas frente ala necesidad de introducir un cambio drásticode estrategia para contener una nueva corridacontra el peso. Fue así que en enero de 2014 sedevaluó la moneda y se aceleró la inflación yluego se aumentaron las tasas de interés a fin demoderar el ritmo de aumento de los precios. Lafugaz ortodoxia descartada dos años antes per-

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A mediados de la década del 60, Carlos Díaz Alejandroescribió un artículo que pasaría a ser muy influyente a lahora de analizar el impacto macroeconómico de una de-valuación de la moneda. El trabajo, cuyo objetivo era ofre-cer un marco de análisis novedoso para analizar laexperiencia de devaluaciones sucesivas y estancamientodel nivel de actividad que siguió a la caída del Peronismo,ponía el acento en los cambios que la devaluación gene-raba sobre la distribución del ingreso y el impacto de estoscambios sobre la demanda y el nivel de actividad.

La década de los años 50 fue rica en aportes que cuestio-naban el análisis tradicional del impacto de la devaluaciónsobre el balance comercial, basado en la llamada condi-ción de Marshall-Lerner, que se sintetiza en la afirmaciónde que una devaluación mejora el balance comercial si lasuma de la elasticidad de oferta de X y de demanda de Mes mayor que 1. Esto quiere decir que basta con que lasoferta de productos exportables reaccione positivamenteal incremento de sus precios relativos derivado de la de-valuación y/o la demanda de importaciones reaccione ne-gativamente al incremento de su precio relativo, o algunacombinación de ambos efectos, para que una devaluaciónde lugar a una mejora en el balance comercial.

Los aportes de Alexander, Machlup y Meade22, entreotros, en la década del 50 llamaban la atención sobre lanecesidad de mirar el problema de manera sistémica,analizando al mismo tiempo el equilibrio interno y el ex-terno (en lugar del enfoque parcial que solo miraba elsaldo del balance comercial). La síntesis de estos aportesfue recogida por el FMI que adoptó sus recomendacio-nes en el diseño de sus programas de rescate, propo-niendo a los países que requerían de su asistencia unacombinación de políticas de cambio en la composición

Apéndice 1Una relectura de “La devaluación de la tasa de cambio en un país semi-industrializado”, a la luz de la experiencia reciente21

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la economía hicieron que el estancamiento fuerapercibido como un mal menor: al menos conte-nía a las importaciones y al desequilibrio ex-terno y, al mismo tiempo, contribuía a moderarel ritmo inflacionario. Así fue que se llegó a lafecha de las elecciones cumpliendo con el obje-tivo modesto de evitar una dinámica caótica.Solo quedaba la esperanza de que el recuerdode años mejores y el miedo a un futuro peor pe-saran más que el desencanto y la desesperanzaque crecían en la sociedad como consecuenciadel deterioro, lento pero generalizado, de los in-dicadores sociales y económicos. Casi alcanzó,pero no fue suficiente. Por escaso margen y ensegunda vuelta electoral el candidato opositorderrotó al candidato oficialista poniendo fin aun período vertiginoso, singular e inolvidable dela historia económica y política argentina.

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bierno apenas con el objetivo residual de llegaral final del mandato sin empeorar aún más lascosas. El deterioro de la situación externa erade tal magnitud, que el déficit de la cuenta co-rriente del balance de pagos no solo era cre-ciente sino que, en términos reales se acercabaa niveles de inicios de la década del 80, en plenavigencia de la tablita cambiaria. La aceleracióninflacionaria amenazaba con deteriorar adicio-nalmente el tipo de cambio real y para peor, co-menzaron a declinar sostenidamente los preciosinternacionales de las materias primas, erosio-nados por el debilitamiento de la economía in-ternacional y, en particular, por la menordemanda proveniente de China. La merma queesto implicaba sobre los ingresos por exporta-ciones y la carencia de instrumentos que permi-tieran salir del atolladero en el que se encontraba

21 Carlos F. Díaz Alejandro (1969), “Devaluación de laTasa de Cambio en un País Semi-Industrializado, la Ex-periencia de la Argentina 1955-1961”, Segunda Edición,Editorial del Instituto, Buenos Aires.22 Ver por ejemplo, Sidney S. Alexander (1952), "Effectsof a Devaluation on a Trade Balance" Staff Papers - In-ternational Monetary Fund, abril. Fritz Machlup (1955),"Relative Prices and Aggregate Spending in the Analysisof Devaluation", American Economic Review, junio, Ja-mes Meade (1951), “The Balance of Payments”, OxfordUniversity Press.

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del gasto (expenditure switching) en favor de la produc-ción de bienes exportables y sustitutos de importación,básicamente a través de una devaluación, y políticas mo-netarias y fiscales que indujeran un cambio en el volumende gasto para asegurar el equilibrio interno. Dado el su-puesto de que el desequilibrio externo se asociaba gene-ralmente a una situación cercana al pleno empleo, elpaquete de recomendaciones incluía una devaluación dela moneda para generar el cambio en la composición delgasto y un conjunto de políticas monetarias y fiscales res-trictivas para asegurar el equilibrio interno.

La contribución de Díaz Alejandro cuestionaba este en-foque al sostener que la devaluación tenia efectos positi-vos sobre el balance comercial, pero no por la vía delcambio en la composición del gasto, ya que la inelastici-dad de la oferta de exportaciones no permitía aumentaren el corto plazo la oferta de divisas a través del cambioen los precios relativos a que da lugar la devaluación. Latesis de Díaz Alejandro es que el efecto de la devaluaciónse produce por la vía del impacto regresivo de la devalua-ción sobre la distribución del ingreso, en la medida en quegenera una transferencia de recursos desde los asalariadosa los no asalariados, que tienen una mayor propensión aahorrar sus ingresos. Así, el efecto positivo sobre lascuentas externas se produce por la vía de una caída de lademanda y por lo tanto, sostenía Díaz Alejandro, la deva-luación no debería ser acompañada por medidas fiscalesy monetarias restrictivas sino, por el contrario, por políti-cas que alienten la demanda.

Transcurridos casi 50 años desde la publicación del tra-bajo de Díaz Alejandro, la economía argentina inició unproceso de expansión sin precedentes en su historia eco-nómica, que fue precedido por el abandono del régimende convertibilidad del peso y por una devaluación queincrementó muy fuertemente el tipo de cambio real.Cabe preguntarse entonces, qué hubo de diferente eneste caso, respecto de las anteriores devaluaciones anali-zadas por Díaz Alejandro, para que se alcanzaran resul-tados aparentemente tan distintos a los que predeciría suenfoque teórico.

Pensando en la Argentina de mediados del siglo XX, elmodelo y las conclusiones a las que arribaba Díaz Alejan-dro se basaban en: a) extrema inelasticidad de oferta delbien comerciable (exportable o sustitutivo de importacio-nes); b) baja elasticidad precio y alta propensión marginala importar; c) una importante proporción de la oferta debienes exportables se destina a la absorción interna y es-tos bienes tienen un peso mayor en la canasta de con-sumo de los asalariados que en la de los no asalariados. Elprimer efecto torna imposible inducir un aumento delPIB por la vía del cambio de precios relativos a favor delos bienes comerciables. Dado esto el segundo efecto im-

plica que es imposible crecer y mejorar al mismo tiempoel saldo del balance comercial. El tercer efecto implicaque la devaluación da lugar a una caída del salario real ya una transferencia de recursos desde los asalariados hacialos no asalariados, que tienen una menor propensión aconsumir. La menor demanda interna así generada da lu-gar a mayores saldos exportables y a una disminución delas importaciones, lo que permite mejorar el saldo de labalanza comercial al tiempo que se contrae el PIB.

Actualmente la situación es bastante diferente a la des-cripta en el párrafo anterior. En primer término, podríadecirse que hoy en día la participación de los bienes ex-portables en la canasta de consumo de los asalariadoses mucho menor que en la década del 50 y, contraria-mente a lo que sucedía entonces, el porcentaje del prin-cipal producto de exportación (soja) que se destina a laabsorción interna es muy bajo. No obstante, los alimen-tos siguen siendo en su gran mayoría bienes comercia-bles y siguen teniendo una participación importante enla canasta de consumo de los asalariados y por la ley deEngel su peso va disminuyendo a medida que nos des-plazamos en la función de distribución del ingreso a losestratos con menor propensión marginal a consumir.Todo esto lleva a concluir que el efecto distributivo alque pioneramente se refirió Díaz Alejandro sigue vi-gente, aunque es más sencillo desde la perspectiva de lapolítica económica, desvincular el precio interno de losalimentos de consumo masivo de la evolución de su pre-cio internacional, a través de instrumentos tributarios orestricciones cuantitativas, sin afectar de manera signifi-cativa las cuentas externas.

En cuanto a las elasticidades, la situación es bastante si-milar a la planteada por Díaz Alejandro en relación conla demanda importaciones; más aún, después de un parde experiencias caracterizadas por la sobrevaluación delpeso es probable que esto se haya acentuado. Sin em-bargo, la situación es bastante diferente en lo que res-pecta a la elasticidad de la oferta de comerciables. Enprimer lugar, el principal producto de exportación, lasoja, puede sembrarse dos veces al año, si la rentabilidadrelativa lo justifica, y los cambios tecnológicos asociadosal cultivo han permitido ampliar la frontera de produc-ción de manera imposible de imaginar en los años 50.Por otra parte, desde mediados de la década de los 50,pero en especial a partir de los acuerdos de integracióncomercial en el marco del Mercosur, ha crecido muyfuertemente la participación en la pauta de exportacionesde productos manufacturados cuya oferta puede ser bas-tante elástica, sobre todo en una coyuntura caracterizadapor un elevado nivel de capacidad instalada ociosa comoel que se observaba en la economía argentina en el año2002. El mismo comentario vale para la elasticidad deoferta de sustitutos de importación.

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Un elemento adicional que diferencia la economía argen-tina de comienzos del siglo XXI de aquella sobre la que es-cribió Díaz Alejandro, es la significativa acumulación deactivos en moneda extranjera por parte de residentes ar-gentinos que, junto con la disminución del endeudamientoexterno, dio lugar a un efecto riqueza positivo posterior ala devaluación que actuó como un disparador importantede la demanda de bienes durables y de la actividad de la

construcción. En el análisis que hacía Díaz Alejandro a co-mienzos de los años 60, el efecto riqueza se derivaba del au-mento del valor de la tierra a que daba lugar la devaluación,lo cual reforzaba las tendencias al aumento del ahorro. Esteefecto podía incluso reforzarse en el caso de que el paísfuera deudor neto del exterior, especialmente, señalabaDíaz Alejandro, si “la deuda es asumida por el sector pri-vado y está concentrada en vencimientos a corto plazo”.23

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Apéndice 2El salario real y el tipo de cambio real

El salario nominal está indexado con la inflación del pe-ríodo anterior y el coeficiente de indexación (λ) es fun-ción del nivel de actividad económica (Y) y de lapolítica salarial del gobierno (WG). Wt=Wt-1[1+λ (Y, WG)πt-1] [1]

El nivel de precios es un promedio de los precios de losbienes (Pb) y los servicios (Ps):

Pt=αPtb+(1-α)Pts [2],

Donde: Ptb=(1+mb)(βCLUtb+(1-β) EtC Pt*) Pts=(1+ms) (γCLUts+(1-γ) PtG)EtC=Σi δi Eit , i=1, ….,n

Los precios se fijan con un mark up sobre los costos deproducción. La producción de bienes utiliza trabajo y uninsumo comerciable cuyo precio en moneda extranjerafijado internacionalmente es P*. El precio en moneda ex-tranjera es multiplicado por EC , que es el tipo de cambionominal promedio expresado en pesos por unidad demoneda del país con el que se comercia, ponderado porla participación de cada país en el comercio total (δ). Laproducción de servicios utiliza trabajo y un insumo cuyoprecio es regulado por el gobierno.

El salario real promedio de la economía es:

wt= Wt-1[1+λ (Y, WG)πt-1]/Pt [3]

y el tipo de cambio real es:

etC=EtCPt*/Pt [4]

donde

Pt= α(1+mb) [(βWt/Xtb) + (1-β) EtC Pt*] + (1-α)(1+ms) [( γWt/Xts) + (1-γ) PtG] [5]

Los márgenes de beneficio (mb y ms) dependen positiva-mente de Y y mb depende del nivel de actividad mundial.La variable X representa la productividad media del trabajo.

El nivel de precios depende así de la puja distributivaentre beneficios y salarios, del tipo de cambio, del nivel deactividad (que impacta sobre los salarios y los márgenesde beneficio), de la política salarial (salario mínimo,negociaciones laborales), de la productividad de la manode obra, de los precios internacionales y de los preciosregulados por el gobierno.

Dada la ecuación (4), si el gobierno fija el tipo de cambionominal con respecto a una moneda de referencia (porejemplo el dólar), el tipo de cambio real puede aumentar(caer) en la medida en que la moneda internacional se de-precie (se aprecie), respecto de las otras monedas quecomponen la canasta de tipos de cambio, en una magni-tud mayor a la diferencia entre la variación de los preciosdomésticos y la variación de los precios internacionales.Reemplazando (4) en (5), podemos expresar el salarioreal de la siguiente manera:

wt = [1-α(1+mb) (1-β) etC] / { α(1+mb) β(1/Xtb) +(1-α) [(1+ms)(γ(1/Xts) + (1-γ)PtG)]} [6]

Donde la derivada del salario real respecto del tipo decambio real es negativa, como cabe esperar, y guarda pro-porción con el peso de los bienes en el nivel de preciosponderado por la incidencia del insumo cuyo precio sefija en los mercados internacionales.

Por otra parte, de la ecuación [1] surge que:wt = Wt-1(1+λπt-1)/Pt-1(1+πt) [7]

23 Carlos F. Díaz Alejandro (1969), op. Cit., p. 31.

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Si λ=1 y la tasa de inflación es constante, el salario realtambién es constante. Pero como λ es función del nivelde actividad (Y) y de la política salarial (WG), el salarioreal puede aumentar (caer) como consecuencia de un in-cremento (caída) de λ debido a alguna combinación delas dos variables mencionadas. Asimismo, una disminu-ción del mark up, un aumento de la productividad y unacaída del precio regulado por el gobierno o un creci-miento de éste por debajo de la tasa de inflación, impli-carán una disminución de la tasa de inflación entre t y t-1y un aumento del salario real aun si λ=1.

Un resultado muy interesante que surge de estas ecua-ciones es que puede verificarse un aumento del tipo decambio real y del salario real simultáneamente, aunquela política cambiaria sea un peg en relación con una mo-neda de referencia y la tasa de inflación sea mayor quela internacional. Para que ocurra esto, basta que, por un

lado, la moneda de referencia se deprecie respecto delresto de las monedas de la canasta a una tasa mayor quela diferencia entre la tasa de inflación doméstica y la in-ternacional (lo que incrementaría el tipo de cambio real)y, al mismo tiempo, se verifique alguna combinación deeventos que dé lugar a un aumento del coeficiente λ,como por ejemplo, un aumento del nivel de actividadque genere un incremento de la demanda de empleo y/oun cambio en las políticas laborales. Este aumento delsalario nominal por encima de la inflación pasada, esta-ría aumentando el componente inercial de la inflación ypresionaría a la baja al tipo de cambio real, cuya paridadnominal está fijada en relación con el dólar. Sin em-bargo, la depreciación del dólar frente a otras monedasamortiguaría este efecto, permitiendo que el tipo decambio real permanezca constante aunque el salario realse incremente o incluso que ambas variables crezcan almismo tiempo.

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Bibliografía

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Autores

Pablo Gerchunoff, historiador económico, Profe-sor Emérito de la Universidad Torcuato Di Tella,Profesor Honorario de la Facultad de CienciasEconómicas –UBA-. Investigador Asociado delInstituto de Estudios Latinoamericanos de laUniversidad de Alcalá de Henares, Miembro denúmero de la Academia Nacional de Ciencias Eco-nómicas y becario de Fundación Guggenheim.Premio Konex 2016 en la categoría “DesarrolloEconómico”.

Osvaldo Kacef, economista de la UBA y Masteren Economía de la Universidad Católica de Río deJaneiro. Fue Subgerente de Investigaciones yEstadísticas Económicas y Supervisor de Estadís-ticas Económicas del BCRA, Subsecretario deProgramación Macroeconómica, Director delINDEC y Director de la División de Desarrollo Eco-nómico de CEPAL. Profesor titular de Macroeco-nomía, Facultad de Ciencias Económicas-UBA yprofesor de Economía, Departamento de CienciaPolítica y Relaciones Internacionales-UTDT.

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