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LA NUEVA ESPAÑA 31 de agosto de 2014 Un referente del pensamiento contemporáneo (1) Gustavo Bueno, días atrás en el jardín de su casa de Niembro, en Llanes. | NACHO OREJAS La filosofía desborda a la vida Andrés Montes No hay vida bastante para tanta filosofía. Gustavo Bueno encara los 90 años que cum- plirá mañana, lunes, con la aceptación tran- quila de que su trabajo quedará inconcluso. “Hay quince o veinte libros en rama, pero que ya no completaré; a veces ni entiendo las pa- labras de lo que tengo anotado. Todos los pro- gramas que te hacías treinta años atrás hay que reducirlos. La vida es breve”. El tiempo se impone como una evidencia constatable. “No es que yo piense que tengo 90 años, es que tengo muchas carpetas con material que ya no puedo reescribir. Ésa es la principal prueba objetiva”. Nada nuevo que no exprese el refrán latino “ars longa, vita bre- vis”, que Bueno cita para resumir su momen- to personal. “No me produce ninguna angus- tia, así son las cosas. Es como si quisiera trepar a una montaña o hacer deporte de riesgo, ya no puedo hacerlo”. La casa de la familia Bueno en Niembro, Llanes, dista mucho de la cabaña heideggeria- na, pero goza del aislamiento que, se supone, requiere la tarea del filósofo. Allí, su dueño demuestra que está lejos de esa zona de som- bra de la vida en que suele transformarse la vejez. Sin abotargamiento intelectual, man- tiene intacto el vigor de la palabra, la respues- ta inmediata, la argumentación fluida y la ca- pacidad para descalificar con términos ful- minantes como “tontería” o “idiotez”. Las fé- rreas posiciones, que se materializan en esa contundencia verbal que lo convirtió en estre- lla de un medio tan antifilosófico como la te- levisión, son compatibles con el “continuo te- jer y destejer” que es la filosofía, tarea de la que no claudica. “En esta actividad ir desmontan- do y reconstruyendo es esencial. Todo está en una constante reconsideración, no caben las fórmulas eternizadas o cristalizadas. Cuando rompes algo y vuelves al principio ya no re- construyes lo que había antes”. En ese vaivén radica una de las particularidades de la filoso- fía, “que no es una ciencia. Si tú demuestras un teorema matemático, eso ya está ahí. A di- ferencia de las ciencias, la filosofía no trata de conceptos, sino de ideas, cuyas conexiones son mucho menos rigurosas. El proyecto fue siempre hacer una geometría de las ideas al modo platónico, que la filosofía no fuera siempre pensar ocurrencias”. Gustavo Bueno afronta los 90 años convencido de que su obra quedará inconclusa porque el tiempo se agota, pero sin angustia por la imposibilidad de completar los libros pendientes Pasa a la página siguiente Lo que menos he leído es filosofía, sólo cuando preparaba las oposiciones ....

Gustavo Bueno Ags014

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LA NUEVA ESPAÑA

31 de agosto

de 2014

Un referente del pensamiento contemporáneo (1)

Gustavo Bueno, días atrás en el jardín de su casa de Niembro, en Llanes. | NACHO OREJAS

La filosofía desborda a la vida✒ Andrés Montes

No hay vida bastante para tanta filosofía. Gustavo Bueno encara los 90 años que cum-plirá mañana, lunes, con la aceptación tran-quila de que su trabajo quedará inconcluso. “Hay quince o veinte libros en rama, pero que ya no completaré; a veces ni entiendo las pa-labras de lo que tengo anotado. Todos los pro-gramas que te hacías treinta años atrás hay que reducirlos. La vida es breve”.

El tiempo se impone como una evidencia constatable. “No es que yo piense que tengo 90 años, es que tengo muchas carpetas con material que ya no puedo reescribir. Ésa es la principal prueba objetiva”. Nada nuevo que

no exprese el refrán latino “ars longa, vita bre-vis”, que Bueno cita para resumir su momen-to personal. “No me produce ninguna angus-tia, así son las cosas. Es como si quisiera trepar a una montaña o hacer deporte de riesgo, ya no puedo hacerlo”.

La casa de la familia Bueno en Niembro, Llanes, dista mucho de la cabaña heideggeria-na, pero goza del aislamiento que, se supone, requiere la tarea del filósofo. Allí, su dueño demuestra que está lejos de esa zona de som-bra de la vida en que suele transformarse la vejez. Sin abotargamiento intelectual, man-tiene intacto el vigor de la palabra, la respues-ta inmediata, la argumentación fluida y la ca-pacidad para descalificar con términos ful-

minantes como “tontería” o “idiotez”. Las fé-rreas posiciones, que se materializan en esa contundencia verbal que lo convirtió en estre-lla de un medio tan antifilosófico como la te-levisión, son compatibles con el “continuo te-jer y destejer” que es la filosofía, tarea de la que no claudica. “En esta actividad ir desmontan-

do y reconstruyendo es esencial. Todo está en una constante reconsideración, no caben las fórmulas eternizadas o cristalizadas. Cuando rompes algo y vuelves al principio ya no re-construyes lo que había antes”. En ese vaivén radica una de las particularidades de la filoso-fía, “que no es una ciencia. Si tú demuestras un teorema matemático, eso ya está ahí. A di-ferencia de las ciencias, la filosofía no trata de conceptos, sino de ideas, cuyas conexiones son mucho menos rigurosas. El proyecto fue siempre hacer una geometría de las ideas al modo platónico, que la filosofía no fuera siempre pensar ocurrencias”.

Gustavo Bueno afronta los 90 años convencido de que su obra quedará inconclusa porque el tiempo se agota, pero sin angustia por la imposibilidad de completar los libros pendientes

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Lo que menos he leído es filosofía, sólo cuando preparaba las oposiciones

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Domingo, 31 de agosto de 2014

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La Nueva España

Un referente del pensamiento contemporáneo (1)

✒ Antonio Rico

Gustavo Bueno cumplirá mañana 90 años, y en esos 90 viajes alrededor del Sol el filósofo ha tenido tiempo no sólo de desarrollar un sis-tema filosófico tan potente, bello y provecho-so como una carretilla, esa maravillosa herra-mienta inventada en la Edad Media, sino tam-bién de meterse en todos los charcos y discu-tir con altos, bajos, gordos, flacos, amigos, enemigos, internos, externos y hasta medio-pensionistas. ¿Todos los charcos? Pues sí. En estos 90 años no todo ha sido ontología, cierre categorial y esgrima universitaria, sino que Bueno se ha ganado justa fama de fiero discu-tidor a fuerza de triturar en libros, artículos, platós televisivos, estudios de radio, escaleras, internet, salas de conferencias, congresos y plazas públicas desde el mito de la cultura a la idea de felicidad pasando por la telebasura, la democracia, España, Dios, Covadonga, la pe-na de muerte, los intelectuales, el sentido de la vida, el terrorismo, el deporte, Europa, la gue-rra, la Alianza de Civilizaciones, el Estatuto catalán, el terrorismo, la Educación para la Ciudadanía, el aborto, la paz, los toros, la ver-dad e incluso esa señora llamada conciencia. Todos los charcos. ¿Todos?

Pues no. A Bueno le faltaba enfrentarse a los grandes protagonistas de las series televi-sivas. ¿Podría Gustavo Bueno ganar un pulso a Tony Soprano? ¿Aceptaría Bueno entrar en el mundo de “Juego de tronos”? ¿Sería capaz el filósofo de discutir sin miedo con los zombis de “The Walking Dead”? Para comprobarlo, un equipo de LA NUEVA ESPAÑA se desplazó a la casa de Gustavo Bueno en Niembro dis-puesto a correr el riesgo de que el amable Ro-bert Bruce Banner que nos recibió en su bi-blioteca se convirtiera en el increíble Hulk cuando le preguntáramos su opinión acerca del Charlie Parker de “Dos hombres y medio”. Después de una exposición accidental a los rayos gamma, Bruce Banner se transformaba en un monstruo de tres metros de altura y enorme fuerza en momentos de furia o exci-tación. Los rayos gamma de muchos años de trabajo en el taller filosófico han hecho que Gustavo Bueno, como Bruce Banner, pueda transformarse en un Hulk verde y filosófico a partir de la primera tontería, inexactitud o es-tupidez. Pero esto fue lo que ocurrió una tar-de de verano en la caverna del filósofo cuan-do Gustavo Bueno se enfrentó, entre otros, a Tony Soprano.

–En la serie “Big Bang”, Amy Farrah Fowler asusta a Sheldon Cooper sugiriendo que las donaciones de ese año en la Universidad po-drían ir destinadas al departamento de Geo-logía (“¿Esa gente tan sucia?”, dice Sheldon) o, peor aún, a poetas, teóricos literarios y alumnos de estudios culturales. Sheldon queda aterrorizado: “¡Agh! ¡Humanidades!”. ¿Qué le parece el desprecio que siente Shel-don Cooper por las humanidades?

–Que no es de ahora. Esto que dice Sheldon recuerda a las dos culturas de C. P. Snow, dos culturas entre las que cada vez habría más

distancia y que ya no se entienden e incluso se desprecian mutuamente. La vieja distinción entre ciencias y letras, la cultura científico-técnica y la cultura literaria. Snow propuso después una ciencia intermedia, una tercera cultura que integraba a las dos anteriores, que consideraba representada por la Unión So-viética, impulsora de un proyecto capaz de aproximarse a una idea de cultura total. Yo también soy de la opinión de Sheldon respec-to a cosas como eso que llaman “filosofía del deporte”, por ejemplo, cuya tesis fundamental es el humanismo deportivo: el deporte es ha-cer a los hombres sentir su realidad a través de su cuerpo, el atleta es una especie de héroe… Claro, todo esto no tiene ningún sentido. En realidad, nadie sabe qué quiere decir “huma-nismo”, ni nadie sabe qué quiere decir “depor-te”. A mí también me sorprendería que se des-tinaran fondos a la filosofía del deporte.

–En un capítulo de “Los Soprano”, el hijo de Tony Soprano dice: “Dios ha muerto. Lo dijo Nietzsche”. Y Tony responde: “Aunque Dios haya muerto, tú le besarás el culo”. ¿Hay que besar el culo a Dios aunque haya muerto?

–Eso es una estupidez. Un conjunto de pa-labras sin sentido. En primer lugar, eso de que “Dios ha muerto” es una idea de Hegel, sobre todo, y ha terminado por ser una de esas fra-ses de titulares que todo el mundo cita y cree que entiende. Dios no puede morir. El hijo de Tony Soprano tendría que haber dicho que la creencia en Dios ha muerto. “Dios ha muerto” quiere decir que la religión ya no existe, y eso ya lo dijo Feuerbach: Dios es el hombre, los hombres hicieron a los dioses a su imagen y semejanza. Pero este diálogo de “Los Sopra-no” son todo tonterías, y lo que dice Tony So-prano es una tontería mucho mayor porque Dios no tiene culo.

–Tenga cuidado con lo dice, profesor Bue-no. Oficialmente, Tony se dedica a la gestión de residuos, pero en realidad es un peligroso delincuente, un jefe de la mafia de Nueva Jer-sey. No debería enfadarle.

–Pues que se enfade. A mí qué me importa. –El sheriff Lucas Hood de la serie

“Banshee” dice a Kay Proctor, un examish metido a criminal sin escrúpulos que cita el “Apocalipsis”, que no tiene paciencia con la gente que cita las Escrituras. ¿Usted es como Lucas Hood?

–Depende de cómo se citen las Escrituras. Si alguien cita: Marcos 13, 1, quitándole el “San”, entonces ya sé que estudió en un semi-nario. Esa gente dice Tomás o Agustín en vez de Santo Tomás o San Agustín. Pues eso, de-pende de cómo se cite y de quién cite. Si cita un testigo de Jehová, pues no es una cita, por-que lo que ha leído son traducciones de tra-ducciones de la Biblia. Una vez un testigo de Jehová, un tipo simpático por otra parte, me preguntó si había leído la Biblia y yo le respon-dí que no, pero que él tampoco. Lo que había leído, a no ser que supiera arameo o griego, no eran más que traducciones de la Biblia. Pero es cierto que ese testigo de Jehová estaba

siempre citando a Marcos 14 y Lucas 9… Una pesadez.

–Nos vamos a Washington con Francis Un-derwood, el político que protagoniza la serie “House of Cards”. Underwood suele hablar directamente a los espectadores para aclarar lo que está haciendo y por qué lo está ha-ciendo, y en una ocasión dijo lo siguiente: “Los que tratamos de estar en lo más alto de la cadena trófica no debemos mostrar com-pasión. Sólo hay una norma: cazar o permi-tir que te cacen”.

–Bueno, eso lo podría decir un político, un médico, un notario o cualquiera. Todo el mundo, creo yo, prefiere cazar a ser cazado. Esas ideas son comunes a mucha gente, no sólo a los políticos. Así que lo que dice este señor no merece un análisis político. Que lo diga un político, aunque sea un político de ficción, no significa que esté definiendo la política.

–Charlie Parker, el magnífico vividor (has-ta que los guionistas le mataron) de “Dos hombres y medio”, opinaba que el problema de los jóvenes es que les faltan traumas. ¿Es

“Mejor dejamos a los niños en paz con la filosofía: ya llegarán por sí mismos a la edad de la razón”

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A ese proyecto –que es “un ideal de la filosofía, porque intentas aproxi-marte a esa geometría y te encuentras con que no es posible, por la comple-jidad y la abstracción de las ideas”– se sumaron los más cualificados discí-pulos de Bueno, que ha ejercido un innegable papel de partera intelectual al modo socrático. La difusión de su trabajo descansó, en una parte impor-tante, en quienes se formaron bajo su magisterio, hasta que el propio maestro se convirtió en una figura mediática, lo que acentuó la ya mar-cada ambivalencia entre el Bueno académico y el Bueno mundano. El impulso televisivo y el éxito editorial acrecentaron el impacto de la obra del filósofo, al tiempo que lo que hasta entonces eran grupos de selectos se-guidores –en algunos casos con una estricta observancia rayana en lo anti-filosófico– mutaba en amplia feligre-sía. Ese impacto “es un hecho objetivo por la cantidad de alumnos que se han incorporado a nuestros cursos, mu-chos de ellos porque me han conocido por los libros o por la televisión”. Pese a ello, se trata de un “público minori-tario, no me hago ninguna ilusión”, un sector reducido en una sociedad con un alto “grado de imbecilización”, que dejan en evidencia fenómenos como lo que él llama “los pulgarcitos”, el continuo martillear de las redes so-ciales. Que nadie espere, sin embargo, una diatriba frontal contra lo contem-poráneo, que pese a traer un conoci-miento cada vez más fragmentario desarrolla “otro tipo de universaliza-ción, la gente viaja mucho más y muy pronto, cuando en mi generación no empezabas a moverte hasta que te-nías 60 años. Filosofía para los griegos era también viajar”.

Internet es ahora el soporte más potente para la amplificación de su obra. La filosofía convertida ya en em-presa familiar y la Fundación que lle-va su nombre garantizan al filósofo de Santo Domingo de la Calzada -donde la gallina, sin ser animal divino, tiene lugar preferente en la iglesia- un al-cance que quizá nunca sospechó el catedrático que hace más de medio siglo, desde Oviedo, comenzó a sentar las bases de su pensamiento. Aquel maestro en ciernes rompía con lo que se esperaba de su disciplina, preocu-pado por “ir a las cosas, no a los li-bros”. Reconoce que “lo que menos he leído es filosofía, sólo lo hice en la épo-ca en que preparaba las oposiciones”. En la apertura a otros saberes, desde la biología a la matemática o la física, es-tá la base de su indagación filosófica y a ellos ha dedicado la mayor parte de su tiempo de lector.

Bueno, que atribuye el rechazo con que se encuentra en ocasiones al “pre-juicio, a la tendencia a poner etique-tas, a decir que si uno es facha o mar-xista”, descalifica como “camelo” la economía que todo lo inunda ahora, o la pretensión de quienes consideran que “su ciencia lo agota todo”. El fun-damentalismo es, a su juicio, el peor enemigo de la filosofía –“primero fue el fundamentalismo religioso, luego el científico y ahora el democrático”–, aunque no duda en atribuir el mal momento de la filosofía en la educa-ción “al propio gremio: muchas veces no saben ni lo que están explicando”. Ése es el Bueno que no claudica ni con los 90 entrando por la puerta.

Veía ‘Los Simpson’ sólo para escuchar a mi cuñado Carlos Revilla, que estuvo doblando durante muchos años la voz de Homer

EL RETO PARA CELEBRAR EL CUMPLEAÑOS: UNA ENTREVISTA BASADA EN LA DISECCIÓN DE FRASES CÉLEBRES DE LOS PERSONAJES DE LAS SERIES TELEVISIVAS DEL MOMENTO

“Todo el mundo es filósofo, no hay otro remedio”

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La Nueva España

ése el problema de la juventud? –Esto que dice Charlie suena a psicoaná-

lisis. ¿Quiere decir que los jóvenes no tie-nen complejo de inferioridad o complejo de Edipo? No sé cuál es el problema de los jóvenes, ni si tienen un problema o dos-cientos, pero no creo que tenga nada que ver con los traumas.

–A ver qué le parece esta línea de diálo-go de la serie “Juego de tronos”: “La dife-rencia entre un parpadeo y un guiño es fi-losófica. Quiero decir, que hay poca dife-rencia”.

–Sartre decía que el parpadeo era la for-ma que tenía el ser “pour soi” de desconec-tarse de los demás… El parpadeo es algo automático, pero el guiño es otra cosa. Sí, podríamos decir que este diálogo es filosó-fico, otro asunto es que la filosofía sea algo menor. Este personaje de “Juego de tronos” está haciendo filosofía mundana, aunque seguro que sin saberlo. Todo el mundo es fi-lósofo, no hay otro remedio, porque todo el lenguaje está cuajado de términos filosófi-cos clásicos: “Categoría”, “especie”, “na-da”… o “diferencia”. Por cierto, ¿vale la pe-na ver esta serie de la que todo el mundo habla?

–Homer Simpson dice que todo lo que cueste más de doce pasos no merece la pe-na. Y para ver “Juego de tronos” no hace falta moverse mucho.

–¡Ah! Pero lo que dice Homer es una afir-mación completamente gratuita. Podría haber dicho cinco pasos, o tres, o cuarenta y ocho… Por cierto, a Homer Simpson lo

estuvo doblando durante muchos años un hermano de mi mujer, Carlos Revilla. Yo veía “Los Simpson” sólo por escuchar a mi cuñado. Carlos también doblaba al fugitivo en aquella vieja serie… ¿La recuerdan?

–Por supuesto. Pero no sólo de series clásicas vive el filósofo. Vamos con un “clá-sico moderno”. Rust Cole dice en “True De-tective” que la vida es lo suficientemente larga para que seas realmente bueno en una sola cosa, así que hay que tener cuida-do en lo que eres bueno. ¿En qué es bueno usted, profesor?

–En el apellido, claro. Pero lo que dice Cole es una majadería, algo tan absurdo como los pasos de Homer Simpson. Son frases que suenan bien cuando las escu-chas en la tele o tomando un café, pero que no significan nada, como “La vida es una tómbola”. Eso es filosofía barata. No filoso-fía mundana, sino filosofía barata. Alguien dice “La vida es una tómbola” o “La vida es sueño” y parece que está diciendo algo muy profundo. Pero no.

–Sherlock Holmes en “Elementary” di-ce: “Encuentro el sexo repugnante, por sus fluidos y sus ruidos”.

–Pues muy bien. Que vaya al psicólogo. –En la serie “The Walking Dead” dos ni-

ños discuten acerca de si está bien poner nombres a los zombis. Uno de ellos cree que sí porque los zombis no están muer-tos, sino que sólo son distintos. Otro, sin embargo, dice que los zombis no hablan, ni piensan. Los zombis no son personas ni mascotas, así que no se les debe poner un

nombre. ¿El nombre del zombi es impor-tante, profesor Bueno?

–Los dos tienen razón. Desde luego, en ningún caso un zombi podría ser una mas-cota. Pero no olvidemos que estamos ha-blando de zombis, en fin, es un delirio. Aquí podríamos analizar la idea de persona…

Cuando Gustavo Bueno dice que “se puede” analizar algo, significa que va a ha-blar largo y tendido de ese algo. Pero el tiempo se nos echa encima y, además, está empezando a llover en Niembro y el equi-po de LA NUEVA ESPAÑA ha olvidado lle-var un paraguas, así que interrumpimos al profesor Bueno en su análisis de la idea de persona (se lo tomó muy bien y no se trans-formó en Hulk) para plantearle una última pregunta.

–Nos gustaría terminar hablando de Grecia. En la serie “Roma”, el centurión Lucio Voreno sentencia: “Los griegos di-cen muchas tonterías”. ¿Qué dice de esto el autor de “La metafísica presocrática”?

–Algunos griegos dijeron muchas ton-terías, claro. Pero eso es como aquél que decía que los franceses son muy antipáti-cos, y alguien replicó que si los había co-nocido a todos. Pues eso, los griegos dije-ron muchas tonterías, pero seguro que Vo-reno no los había conocido a todos. Noso-tros sabemos hoy más de los griegos de lo que sabía un centurión romano. Y seguro que Voreno también dijo muchas tonte-rías. Como todos.

Para terminar, preguntamos a Gustavo Bueno su opinión acerca de los libros que utilizan como excusa las series televisivas para hablar o hacer filosofía: “Los Simpson y la filosofía”, de William Irwin, Mark T. Co-nard y Aeon J. Skoble; “Los Soprano y la fi-losofía”, de Richard Greene y Peter Ver-nezze; “La filosofía de House”, de William Ir-win y Henry Jacoby, o “Perdidos y la filoso-fía”, de Simone Regazzoni. El profesor Bue-no tuerce el gesto y se remueve un poco en su silla, pero no hasta el punto de crecer va-rios metros, desarrollar una impresionante musculatura y volverse de color verde.

–Sí, esto vende mucho. Me recuerda a esa manía que tienen algunos de querer llevar la filosofía a la enseñanza primaria, porque dicen que los niños tienen ya una predisposición a la filosofía cuando pre-guntan “¿por qué?”: por qué sale la Luna, por qué el cielo es azul, y todo eso. Bueno, esas preguntas son estupideces, o pura ru-tina, porque eso es, a mi juicio, lo más ale-jado de la filosofía. Mejor dejamos a los ni-ños en paz con la filosofía. Ya llegarán por sí mismos a la edad de la razón, y si no lo ha-cen lo tienen difícil. En cuanto a esos libros que llaman de divulgación filosófica a tra-vés de series televisivas, a mí me producen calambres.

Al finalizar la entrevista, regalamos al profesor Bueno tres tomos que recogen los escritos sobre música del filósofo Theodor Adorno. Bueno agradeció el detalle pero, antes de irnos, nos dejó claro que Adorno es muy difícil de leer porque no dice nada, es decir, plantea una serie de problemas pero no sabe cómo afrontarlos. En realidad, con-cluye Bueno, Adorno no sabe lo que dice, pero vuelve locos a los musicólogos.

Ni Tony Soprano, ni Homer Simpson, ni Rust Cole, ni libros como “La filosofía de House”, ni el regalo envenenado de Adorno consiguieron vencer a Gustavo Bueno, que ni siquiera tuvo que transformarse en el in-creíble Hulk para contestar a nuestras pre-guntas. No obstante, nos despedimos del profesor Bueno recordándole que durante la entrevista no había tratado demasiado bien a un tipo tan peligroso como Tony So-prano. Quizás un día de éstos reciba la visi-ta de un tipo de Nueva Jersey que dice de-dicarse a la gestión de residuos…

–¡Ah, pues muy bien! Que venga, que venga.

Actor y drama✒ Ricardo Menéndez Salmón

Fui alumno de Gustavo Bueno durante el cur-so académico 1992-1993. Él ya ejercía entonces como catedrático emérito y yo enfrentaba la rec-ta final de mis estudios de Filosofía. Bueno im-partía aquel año para los alumnos de 4.º de ca-rrera la asignatura de Filosofía de la Religión, donde desarrollaba las conclusiones de uno de sus textos más celebrados, “El animal divino”.

Nunca he sido buenista, ni durante mis es-tudios ni tras finalizarlos, mientras trabajé co-mo profesor de Enseñanza Media en Asturias. Mis intereses estaban muy alejados de los pre-supuestos amparados por el cierre categorial; la aspereza de la terminología me causaba pe-reza. Tampoco el aprecio de Bueno y el de sus delfines por la teoría de la ciencia me seducía. Lo que yo perseguía estudiando Filosofía no tenía nada que ver con los tres géneros de ma-terialidad o la importancia de la distinción emic/etic de Kenneth Pike.

Digamos, pues, que pasé primero por las aulas de Llamaquique y más tarde por las del Milán sin sentir esa llamada tan común entre los prosélitos del buenismo, que a veces roza-ba la pura idolatría. Nunca elevé altares a la fi-gura de Bueno como pensador, y las intrigas de pasillo y de despacho que vivió la Facultad por aquellos años me han parecido antes anécdotas para una novela de campus segura-mente prescindible que material filosófico de prestigio.

Pero debo reconocer, con la perspectiva que el tiempo regala, que Bueno era un profe-sor extraordinario, el más dotado para lo que de arte y representación exige la docencia que yo haya conocido en mi vida, talento éste, el del profesor como actor, que no excluye, por descontado, la excelencia del saber. Pues Bue-no no sólo era un magnífico intérprete en el aula. La potencia del texto que recitaba era también de primer orden. Sobre todo cuando desplegaba sus conocimientos de Historia de la Filosofía, en verdad vastísimos.

En mi memoria, que el tiempo ha deforma-do hasta convertir en una memoria literaria, que en cada ocasión reconstruye lo vivido des-de la óptica del novelista, una óptica que, como exigía Henry James, tiene como único objetivo dramatizar, Bueno es un hombre atado a una silla con la fuerza de ciertas figuraciones cine-matográficas, caso del Doctor Caligari de Ro-bert Wiene o del profesor Luca Quadri de “El conformista” de Bertolucci, e investido de tres poderes hipnóticos: ojos, manos y voz.

Un actor no necesita más para conquistar a su público. Bueno tenía una mirada profunda, que, ampliada por sus típicas gafas, te hacía sentir desnudo (que, sobre todo, hacía sentir al desnudo tu ignorancia). Pero también recuer-do que sus ojos eran increíblemente jóvenes cuando reía. Sus manos no eran menos decisi-vas. Parando un índice en los labios para me-ditar, devanando la formación de las Enéadas de Plotino o dibujando la caída del clinamen en Epicuro como si de una madeja invisible o de un benéfico orbayu se tratara, avanzando sus manos como garras para narrar su encuentro con un perro salvaje en un callejón, aquel hom-bre, que poseía una voz matizadísima, llena de registros e inflexiones, convertía la filosofía en algo alejado de la habitual aridez de sus textos programáticos.

Es el recuerdo más preciado que de Gustavo Bueno conservo, su capacidad para dramatizar en todo su heroísmo intelectual la aventura del pensamiento. Lo cual es algo que, contemplado desde la perspectiva de las academias del saber, quizá no parezca mucho, pero que admirado desde la perspectiva de la seducción de la inte-ligencia posee un valor incalculable.

Gustavo Bueno, en su casa de Niembro. NACHO OREJAS....

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Domingo, 31 de agosto de 2014

La Nueva España

✒ Silverio Sánchez Corredera

Sesenta discípulos o receptores de la obra del creador del Materialismo Filosófico (MF) responden a las tres preguntas que se les plan-tean. La primera, “de qué modo se produjo la aproximación personal a la filosofía de Gusta-vo Bueno”, arroja multitud de anécdotas sim-páticas, curiosas, reveladoras, históricas...

La segunda cuestión, sobre “las influencias particulares recibidas desde el MF”, da lugar no sólo a breves y ejemplares síntesis aplica-das de esta filosofía sino también a un sor-prendente abanico de influjos, que compren-de a profesores de Filosofía y, además, a geó-grafos, juristas, economistas, matemáticos, periodistas, músicos, historiadores, arquitec-tos, filólogos, traductores..., bastantes de Astu-rias, pero otros muchos de la práctica totali-dad de la geografía española, así como de va-riados países hispanoamericanos y europeos.

El tercer interrogante, sobre “las aportacio-nes más relevantes del MF en el análisis de nuestro presente”, nos transporta a un claro denominador común, pero a la vez a una mul-tiplicidad de corrientes que parece deberse, además de a distintos anclajes ideológicos o generacionales, a la misma potencia desple-gada por el propio sistema, en contacto con los contextos de los últimos sesenta años.

El espectro de edades de los participantes abarca entre los 73 y los 26 años, por eso al-gunas de las aproximaciones personales corren muy paralelas a aquellas míticas cla-ses en el Oviedo de los años sesenta y seten-ta, a las que asistían universitarios de todas las carreras, o bien, si se trata de los jóvenes criados en “Democracia”, las primeras chis-pas surgieron a veces con ciertas apariciones públicas de don Gustavo en programas de TV de Sánchez Dragó, o Mercedes Milá o...

Ayuda a centrar la perspectiva histórica original cuando vemos a Vidal Peña recordar que “mi primera aproximación se produjo cuando lo que hoy se considera su obra aún no había empezado a publicarse..., lo que atrajo entonces a los oyentes era un ‘espíritu crítico filosófico’, que se ejercía ante todo so-

bre la religión”; o ver con qué donosura José Ignacio Gracia Noriega cuenta que su profe-sor de Filosofía de Bachillerato, un dominico, aclaraba que “a ese Sartre y a ese Gustavo Bueno los suspendería, no por ateos, no por rojos, sino porque no saben filosofía”, según les reconvenía en las clases. Con gracejo lite-rario, Javier Neira comenta que sus primeros recuerdos datan de finales de los años cin-cuenta, como veraneante en la playa de Barro, donde oía decir “de forma discreta, ca-si bajando la voz, ‘ese señor es ateo’”, mientras “resguardado entre las rocas, leía y leía sin parar” si bien, añade, no se vaya a pensar que Gustavo Bueno tuviera “problemas a cuenta de su ateísmo en el ‘dolce far niente’ llanisco”. Muchas más anécdotas proliferan por do-quier entre el resto de autores.

Leer las respuestas a la segunda y tercera preguntas equivale, en cierto modo, a un cur-so intensivo sobre algunas de las líneas maestras desarrolladas por el MF. Hay un consenso evidente sobre 1) la importancia de la ontología materialista (“Ensayos materia-listas”), no reducida al fisicalismo; 2) sobre la teoría del cierre categorial, donde la dialécti-ca típica y viciada del sujeto que quiere aprehender un objeto es desbordada y re-planteada ahora desde el lugar que ocupan los distintos saberes: científicos, técnicos, fi-losóficos..., al tiempo que se establecen dife-rentes niveles de construcción de “la ver-dad”; 3) sobre la teoría de la religión (religión verdadera: “El animal divino”), que pone su origen no en un monoteísmo revelado ni en un politeísmo mitológico sino en un numen animal paleolítico; y 4) sobre el espacio an-tropológico, que incluye las consabidas rela-ciones humanas con la sociedad y con la na-turaleza, pero además con los númenes, aunque ahora no ya fruto de una actitud re-ligiosa sino de un ateísmo capaz de resituar el campo de lo sagrado.

Los temas sobre filosofía de la historia (Es-paña, Europa, civilización, imperialismo, globalización...), sobre teoría ético-política (derecha, izquierda, moral, telebasura, abor-to, pena de muerte...) y sobre análisis aplica-

dos a las mitologías del presente (“Memoria histórica”, “Democracia”, “Cultura”...), en la medida que sus aplicaciones (“progressus”) afectan al fragor de la lucha ideológica en curso, se interpretan desde dialécticas clara-mente escindidas. Las ideas filosóficas de Bueno, con toda su gran precisión, fluyen aquí mucho más mezcladas con parcialis-mos conceptuales que forman parte del mis-mo material analizado. Esta mixtura podrá ser debidamente retomada cuando las partí-culas de la turbiedad del presente se hayan sedimentado en capas conceptuales, que só-lo una cierta distancia temporal hará posible. No cabe duda de que se trata de un pensa-miento comprometido con el presente más acuciante, respecto del cual es preciso posi-cionarse con rigor, salvo que se elija la vía de la ignorancia o del juicio simplificador y su-marísimo.

La filosofía de don Gustavo, a la altura de su noventa cumpleaños, ha influido en miles de personas durante varias generaciones muy notablemente, creo que, en primer lu-gar, por su capacidad de limpiar tantas falsas concepciones..., y en cientos de seguidores, radicalmente, por el rigor y potencia de sus teorías, comparadas con otras alternativas. Existe una escuela filosófica en España y el mundo hispánico que pervive después de varias décadas y que echa sus raíces y ramas más y más lejos, sí, pero, con todo, Gustavo Bueno no está teniendo en vida el reconoci-miento institucional proporcional a sus mé-ritos. Cada época siempre se retrata a sí mis-ma, es pura tautología.

Además de ser reconocido por cualquiera que conozca su obra como una cumbre filo-sófica, tiene enemigos (por su perfil de pole-mista, o por ser persona colérica o por las inevitables luchas de taifas..., según se dice) y para el “Poder” es un intelectual extrema-damente molesto... Aunque todo esto forma parte de la misma batalla, inevitable, de las ideas, que, sin duda, el filósofo será lo prime-ro que quiera seguir preservando. Pero llega siempre el tiempo en que lo que cuenta es más la construcción de ideas colectivas váli-das y menos la supervivencia de los egos, y, entonces, los repudios circunstanciales y las descalificaciones ideológicas ocuparán una más justa dimensión y tras el velo de las bru-mas de las urgencias del momento, disipado, habrá que hacerse cargo, no ya sólo a escala de seguidores sino también institucional-mente, de ese constructo de ideas (vivo y ge-nerador) cuyo valor habrá que preservar so-cialmente, al igual que hacemos con Goya, con Feijoo y Jovellanos o con Cervantes.

Sea como fuere, quienes hablan español y quienes estiman la filosofía en cualquier par-te del mundo, en este cumpleaños podrán decir ahora: “Felicidades, Gustavo Bueno, y que cumpla muchos más”. El MF sigue en construcción y será la “fuerza gravitatoria del tiempo” la que mostrará sus estructuras más estables. De momento, urge seguir haciendo mapas del presente.

Una inmensa cumbre

Un referente del pensamiento contemporáneo (1)

LA FAMILIA BUENO AL COMPLETO. De izquierda a derecha, Lino Camprubí Bueno (nieto), Álvaro Bueno (hijo), Livia Camprubí, sentada junto a Carlos y Gustavo Bueno Pando (nietos), el filósofo, al lado de su mujer, Carmen Sánchez; tras ellos, Eulalia González y su marido, Gustavo Bueno Sánchez; junto a ellos, Carmen Bueno y, a la derecha, su hermano Carlos. La foto fue tomada el viernes pasado en Santo Domingo de la Calzada, donde el filósofo nació hará mañana 90 años y donde recibió el homenaje de sus paisanos.

Gustavo Bueno: 60 visiones sobre su obra

Raúl Angulo, Rubén Franco, Iván Vélez (Eds.)

Pentalfa Ediciones, Oviedo, 2014, 316 páginas.

Sus ideas han calado en miles de personas durante varias generaciones por su capacidad de limpiar tantas falsas concepciones

En «Gustavo Bueno: 60 visiones sobre su obra» comprobamos en vivo la influencia del pensamiento español más sistemático, coherente y fecundo

Gustavo Bueno. | NACHO OREJAS

Mañana, lunes: “Gustavo Bueno sigue irradiando a sus 90 años”, artículo de Felicísimo Valbuena

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