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Harvey Teoria Marxiana

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Rebatir el mito marxiano (al estilo Chicago)'~

lA ID\itaci6n a inicinr un dialogo entre «soci61ogos urbanos incluidos en Ia tra­ck Ia Escuda de Chicago y opositores marxianos a dicha tradid6n» suena, a

-.-...... .,. \ista. como una invitaci6n a las m·ejas para que se •icnten a parlamemar k, lobos. Cienamente, sugiere una reducci6n del nivel de combate desde un cnfrentamicnto jt)adiadoresco de palabras e ideologias hasta el nivd de lid po­"'as sosegada y quizli mas suril. Lo interesante de Ia idea cs que un analisis de

uunpas que jalonan Ia aproximaci6n a Ia sala de congresos nos puede decir mu­obre las verdadcras diferencias que surgen cuando "cientificos" de tradiciones

":to.:.-.ILWJ•ente diferentcs intcntan interpretar los miomos fcn6mcnos materiales. ruideresc, en primer Iugar, Ia dificultad para establecer Ius normas del debate.

~os acordar nl comicnzo, por ejemplo, que los insultos polcmicos no son muy El problema de d ichll norma es que no sabemos cu:indo unn catcgoria se con­un nombrc pcyorntivo. Ami me Llaman «opositor murxinno,., Yo pongo dos

""'"'-"'"· Primero, me considero principalmentc un cimlf/ico que busca una inter­ICiQn global del mundo en que vi,imos. He asumido los ca1egorias marxinnas ~ hasta d momento son las unicas que he encontr•do que me pcrmiten en­,de sentido a los acontecimientos. Eo segundo Iugar, se perfectamcnte que d

bre de "Marx• y los cpitetos «marxista» y «marxiano» est~n tun tciiidos de una ..na de imutivas d~ Ia Guerra Fria y de Ia caza de brujas mcanhista que ser Ua­

asi cs hacer que Ia mayoria de Ia audiencia profesional de Estados Unidos se JPIIl~ de mf antes de qu~ em piece siquiera. (Que oponunidad tengo, emonces, en­Gmtado a algo de sonido tan respetable como .Jos soci61ogos urbanos en Ia tradi·

Publicado por primcm \'Ctl'1l Compara/fvr Urban Rl'srarch, 1978.

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ci6n de Ia Escuela de Chicago»? Podria inrenrar nivclar w1 poco las cosas buscando el modo de fomenrar asociaciones enrre Ia sociologia urbana de Chic-Jgo y, ponga· mo:.. AI Capone. Pero incluso si ruviera exito en una empresa tan ru001da. apenas restablecerla el equilibria, porque N Capone es, en algunos aspectos, un hcroe po­pul:~r cstadounidcnsc, mientras que definitivamente no ocurre lo mismo con Marx. 0 podrlu vcngarme por haber sido rclegado a Ia c:ncgoria de «morxiano» refirien· dome a los soci6logos de In Escuela de Chicago como «cientificos soeiales burgue· sc:s•. Tal caracterizaci6n es totalmente v:ilida desde el punto de vista de Ia «tradici6n mandana», mas es sorprcndente cu:into se molcstan nuesrros rivales cuando se les de.cribe asi. Mi vengantn. desde luego, durnria poco. porque junto al tcmido nom· brc del propio Marx. b ptdabra «burgues.. es, a! mcnos en el pensamicnto estado· unidcnsc, un gran slntomu delator que equivulc casi a «tachar de rojo» (o al menos u «Lenir de rojo») a cualquiera que Ia use exccpro por dh•ersi6n y entrecomillada.

Llamo Ia atenci6n sobre estos problemas porque una precondici6n nce<:saria para el dialogo entre los «Opositores marxianOSJO y los «cicntifiros sociules burgue· ses.. es Ia creaci6n de un vocabulario b:isico con sil!nificados acordados en romun. Cn su forma mas elemental, Ia lucha entre Ins dos trndidooes es una lucba por es· tablecer tm sistema hcgcm6nico de conccptos, categorias y rdacioncs para cnten· der cl mundo. Es una luchu por cl lcngunje y cl propio significado. Y no nos referi· mos simplcmente a los significados literales ndjumos a palabras de jerga, porque ncccsitamos tambien conoccr las mUltiples connotaciones y el peso del romenido hist6rico que contienen determinadas palabras. Nue-•amente, los «Opositores mar· xianos» parecen empe2ar con desventaja, porque )(: cspera que atlquieran una pro­funda comprensi6n de los tcrminos «burgucses.., mienrras que Ia mayoria de los «cicntlficos sociales burgueses» hasta se cnzarz:m en polemicas sobre Marx sin, pa· recc, prestar la menor atcnci6n a Ia integridud de los significados mnrxianos.

Dodo que me he sent ado en ambos ludos del muio (obtcniendo mi puesto, de manera bastame c6moda, gracias a Wla obra profundarncnre «burgucs:t>t), pucdo testilicar sobre algunos de los problemas extraordinariamente complejo> que sur­gen cuando se afroman los significados marxianos desde una rradici6n positi,isra ' nnulftica «burguesn». Me ha llevado casi siete ai\os adquirir una fluidez siquieru Ji. mitada en cl uso de los conceptos marxianos, y siempre me sorprcnde el continuo dcspliegu~ de nuevos parroncs de significados y rdncioncs. No seiinlo csto para re· cha:ror cualquier comcnwrio sobrc Marx cxccpto los realizados por aqucllos que han experimentado cienos «ritos de paso• al conocimiento recibido, sino para rc snhar Ia obvia dificuhad de dialogo en tales condiciones. Podria aiiadir que esta di­ficuhad noes algo inherente a Ia representaci6n marxiana de las cucstioncs: de he­cho hay algo muy nawrol y de sentido comcm en Ia rcpresentaci6n marxiana. $urgt. porquc Ia mayoria de nosotros nos «eotr~namos» la mayor parte de nucstra vida e21

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oma tradici6n em pi rica y analitica que no admire ni una truzu del pcnsamicnto dia­ccrico ode los sigoificados relucionales. Mi propiu experiencia es, de muoera bas­c.ue scncilla, que cuanto mas formudos cstcn los especialistas en Ia ciencia social ·!>urguesa», mas dificil les rcsulta entcnder en lo mas minimo de que tratn Ia re· ..... ~maci6n marxiana.

Esta dificultad no surge cuando se mira dcsde el otro !ado de Ia valla. Para quie­>=oes trabajuo eo Ia tradici6n marxinna, emendcr las catcgorias burguesas es una oe­a::sidad. La matriz del pensamicnto bur~tues, entendido en sus propios terminos. pmporciooa una materia prima vital y maleablc que. al modelarla coo ayuda de las l:!l'lmbrosas herramientdS criticas que Marx proporciooa, puede revelar un enten· Qmlemo transformado y mds vJ/rdo del mundo. En esta coyuntum no propoogo cxaminar este proccso en detalle, porque s6lo desco establccer un argumemo cru­aal. La tradici6n marxiana ya conuene una especie de «di:ilogo» emre Ia represen­:aci6n burguesa y Ia marxiana seneillamentc porque aqm!llo proporciona buena pane de Ia materia prima que, cuando se transforma, proporciooa a esta su propia mterpretaci6n. Oicho de otra forma, desde el pumo de ,;sta de Marx, debe n«eso­tV"'mte existir una rclaci6n dialc!ctica entre ellx.'flsamienro burgues y el marxiaoo; d primero es una repr~taci6n del mundo obtenida desde el punto de vista del af>IIol miemras que cl segundo es una represemaci6n del mundo obteoida en fun· o6o de Ia oposicion del trabajo.

La teoria social burguesa niega tipicameme dicho critcrio de clase para el cono­amicnto y propone c.leflnir unn imcrpreroci6n «objeriva» y «neutral» del mundo, li­bre de sesgos de clase. Con este Gn hn clnborndo un cierto bagnje de herramicntns, metodos y marcos te6ricos, asf como todo un corpus de c:ucgorias, concepros y re­dciones. En sus propios tcnninos, Ia ciencin social burguesa parece un esfuerzo ra­zonoblementc logrado. en cl sent ido de que much as personas se ganan con ella vida mientras q ue Ia sociedad burgucsn parece CS!l\1' razonnblemcnre convencida de su utilidad. ,:Por que dcmonios, enronces. descan los ciemrficos socialcs bu rgueses ini­oar un di:ilogo con sus «opositores marxianos»? La idea de rdaci6n dialectica en­tre am bas tradiciones es totnlmeme njcna al punto de vista burgues, en parte por­que Ia practica de Ia di:dccticn se hnlln nuscnte yen pane porque admitir Ia idea de oposicion fundarnemal entre las dos se acercn peligrosamente a admitir lo que cl cientifico social burgues estn menos d<.'>COSO de aceprnr: a saber. el fundamemo de clase del conocimiemo. La relaci6n entre ambas tradiciones es. por coosiguiente, muy distinta dependiendo del Indo en el que cada uno >C cncuentre.

Habiendome sentado a umbos lados de esta valla, ten go ciena percepci6n de por que el cicmifico social burgues puede coquet ear > coquetea con Ia oposicion mar­xiana. Inhereme a Ia tradici6n burj(Ues:l hay una noci6n de «libre in\'estigaci6n io­tdecruabo que repnescnta. en sus mejores ejemplos, cicnas condiciones de trabajo

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(libenad respecw nl dominio externo) y In intcrioriznci6n de In iden de «persecu­ci6n de Ia verdad" como materi" de concicncia personal. Sicmprc ha habido cierta tension, por consiguicnte, entre cl pcnsamiento burgues y «<os poderes fucticos» de In sociedad. Desde d punto de vista de estos, Ia di.n•lmicn del capitalismo cxige mu­cha inventiva ciemlfica. tecnica, orjlanizntiv.t y socinl, y hay, por consiguiente. cier­ta transacci6n entre permitir que florczca Ia librc invesrigaci6n intelectual y supri­mir esas vetas de pensruniento que son an.otcma para Ia conservaci6n del orden socw existente. Peri6dicamente. los •podcres facticOS» organizan una especie de limpieza domestica y -sacan a los rojo; de debajo de Ia cam a», romo hicicron en Ia epoca de McCanhy en Estados Unidos ). como actualmente hacen de maneca muy sistematica en Alemania Occidental. Pcro Ia noci6n de libre im'CStigaci6n intelec­tual pecsiste: y. en cl tmnscurso de los acontccimientos, algun estudioso burgues puede escoger a Marx, leerlo. entenderlo, e induso dejacse convencec por 8. Sin embargo, las acciones individuales de este tipo no suponen un movimiento sociaL Para cxplicar las fases de coquctco general ron Marx dcbernos apelar a una expli­caci6n diferente.

La actitud analitica y empirica que domina en Ia ciencia social burguesa conduce inevitablemente a una excesiva fragmentaci6n del conocimiento. Las fragrnemacio­oes crnpiezan roo Ia formaci6n de disciplinas y subdisciplinas, y continuan hacia las «0\reas de especializacion• hasta Llegar a las minucias. Esta division tecoica del tra­bajo tiene su paralelo social en Ia forma cion de asociaciones profesionales, gcupos de inten!s y comitC:-s especializados, que frecuenrementc tratun un tema particular como «territorio» especial, como su propia rcscrva, colgundo todo tipo de avisos de «prohlbida Ia entrada ... El rcspeto mutua a los «derecbos de propicdad» de areas de invcstigaci6n conduce tambien n cicrtu nutoccnsura cuando investigadores con· creros llcgan a acepwt· la opinion de <(UC huy cnormes tlrcus de invcstigaci6n que cllos no pucden :uravesar porquc no les compctcn. Los economistas dicen que las cues­tiones sociales y politicos caen fucrn tic su jurisdicci6n, los soci6logos diccn que las cuestiones econ6micas y politicas no se cncucntran dcmro de su propio iimbito, y demas. La division tecnica del trubajo noes improductiva de nuevas interpretacio­oes, y siempre que sean adccuudas, Ins divisiones socialcs pueden ser utiles. Pcro cuando las divisiones tccnicas y sociules sc osifican, cmpiezan los problemas, en es­pecial en una sock-dad que exi~te dinamismo tanto en el pensamiento romo en Ia producci6n. Un marco disciplinario que cmcrgi6 en general a comienzos del siglo XX y que desdc entonces se ha vuclto rigido, diffci.lmente mantieoe durante mucho tiern­po su congruencia con una soci~ad que cxperimenta c-Jmbios fundamentales.

Las fr-.tgmentaciones y esp<:ciali:taciones tambien producen, uanscurrido un tiempo. una sensaci6n de disminuci6n de los beneficios. Si bUSC'Jmos en Ia biblio­grafia, debe de haber )a.litcralmeme, miles) miles de hip6tesis que se han demos-

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cado «cienas» en el nive.l de trascendencin 0,05. c:Como vamos a sacarle scntido a IOd... estas proposiciones \'erdaderJ.S? La fragmentaci6n analhico y Ia especializa· aco mtplrica excesivas prm·ocan ine\ uoblmtente un deseo de simesis. ) los «gran· do "ntetizadores» y «Sisrematizadoi'CSlt debcn tener su momento de gloria.

t :Onsiderese, desde este punto de vista, Ia especialidad disciplinaria que deno· IDUWDOS «sociologia urbana». Dicho titulo indica dos limitaciones inmediatas a ill mvestignci6n: lo «Urbano» y lo «Socio16gico». £1 aislamiento de lo «urbano» cnno objero epistemol6gico de invcstigaci6n especifico cs problenultico induso en cl "'Jrl'O de ho ciencia social burgucsn. Es dificil comener lo «urbaoo» dentro de II· amo estrictos. Existe una cierta ambi~:iicdad en los exrremos (,:d6nde empieza y IPmiiD> lo urbano, tanto fisica como conceptualmentc:?). mientras que las rdacio­a.. con otros objetos epistemoiO(r.icos. como In «rural», no pueden e\'itarsc en cual­CIU>Cf estudio profundo de fen6menos t.oles como Ia migrncion. Ia pobreza, y si·

larc:s. Pero a pesar de esras dificultades, lo urbano se constituye como objeto r:'"temoi6Rico de investigacioo espedfico en Ia ciencia social burguesa, y los in· oosugadores burgan fclices, aparenLemente njenos a todo lo demas, en csre ambito ~ringido.

L.t segundo limiraci6n es lo «Sociol6gico,.. Tambien esto es problemiltico indu· s" denrro del marco de estudio burgues. porque los ..facto=" sociol6gicos. eco-

-micos y psicol6gicos de Ia vida matcria.lriencn el desgradado h:ibito de tropezar liDO:> coo otros. Pero nuC\·ameote. cuo1ndo los ticmpos son rranquilos. Ia limiraci6n de lo sociol<igico acaba siendo ampliamcnre aceptada, y los trnbajadorcs especia!i. :udos trabajan tanro como desean, no s61o dentro de lo urbano sino rambien den­·ro de ciertos !I mites respecro a que Lipo de relaciones se deben exa11,inar y entre # tipos de ugrupamientos socialcs.

Existe una tercera limiracion q ue deriva de In actitud empirica de Ia ciencia so· ...I burguesa. Es Ia lit1Umci6n en el cspacio y en el tiempo. La cspecif'icidad de Ia "' rci6n en el espacio yen el tiempo, considerados como marcos absoluros para si­nar objcros y uconrecit1Uemos. tiene el hlibiro de afinnarse a peso1r de Ia supuesta ~ura generica y buscadora de minimos de Ia ciencia social positivists. En conse­OICDcia, articulos sobre Ia «etnicidad en Srdney en Ia dOO.da de 1960», el «paren­rcsco en Dar-es-Salaam en Ia era poscolonial» o «las relaciones de familia en 11im, \hchigan, en Ia depresi6o de Ia decada de 1930» se convierren en el producro y Ia di.:tJ primordial esr.indar del soci6logo urbuno.

Ese menu csuindar rammenre sat isface al gounnet, y rmnscurrido un ticmpo pucde volversc basranre indijleriblc hasrn para el soci6logo u rbnno mcnos imagina­avo y m<is insociable. Las fragmenwcioncs y limiraciones, producto de una division bienimencionada del trabajo, pueden, bajo rales circunstandas, lleR•• a imerpre­:.use como obsraculos, en Iugar de O)'lldas. al conocimienro. El desco de conrem-

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plar lo urbano en un marco mtis nmplio, de supcrar Ius Umitaciones de Ia perspec­tivn «purumenre sociol6gicm•, y de ulcnnzar csrudios cornparath•os en d espacio l' en e.l tiempo. nunca esui complctamcmc nuseme. Cuamo m:is profundus sean las fragmentnciones, m1is imperari,·o se hnce av~nzar hacia Ia •tmesis y Ia comparaci6n. Demro dd desarrollo autonomo de Ia sociologin urbana, existe una oposicion fun · damemal -yo me atrcvcrla a dccir un «movimicmo dialecuco,._ entre Ia busqucda de Ia especilicidad dentro de horiromes hmitados y Ia busqucda de geoeralidad dcn­tro de uo uoiverso de discurso mas am plio.

Pero Ia autonomfa que exisre dentro de Ia sooologla urbana es s61o una auro­nomia rt>lauw. En algun pumo a lo largo de Ia lin~. el soci6Jo,;ro urbano ticne que demost:rar su utilidad aponando id~ts iitiles y penincntes sobre los problemas del momemo. Y oo impon.o cuiles ~n las odeas persooales o Ia afiliaciOO politica de cada soci61ogo. toda Ia prolesi6n de Ia «SSciologia urb•n.vo es responsable ante los «poderes factieos» que le asignan recursos. Seria ocioso fingir en Noncamerica que esros poderes f:icticos represeman por igual a todos los elementos de Ia sociedad y que a este respeeto Ia «dase trobajadoi'Ult recibe una porcion tan justa como «d gran capiral corporativo•. La «importancia socoal,. de Ia «Sociologia urbana» es, por supuesro, una noci6n muy nebulosa, pero en cl fondo de ella se encuentra (I) un conjumo de problemas suficicntcmente reales como para producir seria preocupa· cion a (2) «<os poderes factk'OS• de In socicdJd.

En cste pumo, tenemos que considcrar Ia rclaci6n entre Ia estrucrura de los pro­b lemas y Ia cstructu ra de Ia ciencia <iUC busca rcspuesta> u estos problemas. Si los problemas estan fragmcnrados, un enfoque fragmcntado, basado en una d ivision compartimemada del trabujo, pucdc rcsultur adecuado y capaz de proporcionar so· lucioncs. La ciencia social en Ia d(-cada de 19~0 tenia en buena medida esra cuali· dad. Pero cs completluncntc d isrinro cuando los problemas adopwn co11figuraciones m:is complejas, como lo hicieron en 1 :~ de J%0. En Eswdos Uoidos.los problemas de desigualdad social, de oprcsi6n de los grupos minoritarios y de inquietud social renian una expresi6n fuerremente urbun:o, de rnanera que Ius cxplosiones sociales podian caracrerizarse como una crisis especificumcnte urbana. La crisis parecia lo· calizada dcntro de lo ut•bano, aunque bastantc complcja. Se podian abordar «SSlu· ciones urbanas• limitadas. Esta biisqueda condujo crccientcmcnte a Ia conclusion de que dicha perspectiva limitadn era falsa: todo pa('(.'Cla rclacionado con todo lo clem:is. La esrructura del problema llcv6 a buscar marcos te6ricos mas amplios. Pero Ia inslitucionalizacion de lu division delt rabajo era IJli que los economisras ur· banos podlan seguir escribiendo cultos trarados sobre las finanzas municipales como si Ia des~'Ualdad social o el raci~mo no cxistieron, mientras que los soci61o­gos podian escribir sobre estos 1emas como si Ia IOj.tica ~'COnomica imperati\'a de las fmanzas municipales careciera de signifie-•do. La respuesta a lo. «poderes factiCOS">

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era una combinnci6n tipka de pnlo y tanahorin. cl dinero nuy6 a divcrsos estudios mterdisciplinarios. muhidisciplinurios, tmnsdisciplinarios y hastn metadisciplina· rios del problema urbano asi como u nqucUos que, urmados con una wriedad de :emicas nuevas como el an:ilisis uc sistemas. pudieran prometer Ia gran soluci6n muetica. Los resultados fueroo poco gratificantcs, y las soluciones, traositorias en d mcjor de los casos.

La crccieme crisis del capitalismo occidental, d•ctada por su propia logica esen­aal. estaba impulsando los acontecimiemos en senridos que Ia ciencia social bur­;:uesa no podia captar. Los economist.as estaban desconcenados con Ia estanflaci6n. ~ en cuanto se dcmost.rO que Ia generalidad empirica de b cdebrada curva de Phi­Ibps r• no era openuiva en las cond1ciones de Ia decada de 1970, pcrdieron toda no­.::xio de cuaies podian ser las soluciones politicas coheremes. Aconrecimiemos como ;..s que desbordaron a Ia ciudad de Nueva York en 1975 indicaban claramente al csoci6logo urb:u'IO» que las soluoones que no mcorporaban los datos de las finan­zas municipales en el comexto de un smema econ6mic:o de alcance global eran es­=meme apropiadas. Nunca ha habido una crisis imponame de Ia sociedad capi­ulista que no ha)"' supuesto simuh:ineamente una crisis pam su fonna especifica de oencia social. Y asf sucede en Ia problcm:itica decada de 1970, atormentada por Ia rnsis. Compren.~iblemcnte, en tales coyunruras «<os poderes factic:os» se impacien­Wl con los cconomistas, que pasan cl tesligo a los soci6lo~os, que pronro se lo pa­san a los especi.'llistas en cicncins polrticas, todos los cualcs afirman no rener compe­tencia para entender el funcionamicnto del sistema en su conjunro.

Las crisis copitalistas no s6lo se trnduccn en crisis de Ia ciencia social burgucsa porquc csta se fragmcnte de man eras inapropiudns para cmcnder aquCUas. La cien­oa social burgucsa se inclina. por scr burgucsu, a inrcrpretar los asumos sociales ba­sandose en interescs y funcioncs opucsws dcntro de Ia tmalidnd social. que se per· cibe como reul o potcncialmcntc armoniosa en su funcionmnicmo. Las teor[as politicas pluralistas, In economln ncoclusica y In sociologfa funcionalista tienen eso en com Lin. Entcndida dcsde In perspecrivn marxinna, Ia ciencia burguesa debe ha­cer eso porque bade afirmar cl potencial de ormon[a cnrre capital y trabajo. Dicha ocncia social carece de una teoria de las crisis profunda y n.i siquiera se comporta bien en lo que a las cucstiones de cambio social sc rcfiere. Cuando cstaUan las cri­sis,las recibe con un silencio nt6nito o Ins ntribuye a una fuerza cxtema maligna (ac­cidences, guerras, hambrunas, pcstilencin o actos aparenrememe arbirrarios como Ia mc=sigencia arabe con. los pl'(.'CiOS del petr6leol. Los cconomistas politicos, ob­serv6 en una ocasi6n i\larx, se limitan l'lltiempos de crisis a decir que todo iria bien " Ia economia se componara de acuerdo con sus libros de texto.

En tales coyuntums, Ia teoria marxian~ adquiere una fascinaci6n peculiar por di· . ersas razones. Ante todo, es primordialmemc una tcoria de Ia crisis. Considera que

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el movimicnto historico se fundamcnw en uno lucbtt profw1da y penetrantc entre fuerzas opuestas que compitcn y distan mucho de ser Mm6nicas enrre si (;excepto por accideme!). Las polnrizacioncs que se producen en cl transcurso de una crisis son el crisol del cual emcrgc:r> nuevas confil!uraciones socialcs, en las que uo poder afinna su capacidod de dominio sobrc otro. Cuando estallan las crisis, una teorfa que rr.ua directamcnre de Ia fonnttci6n de Ia< crisis cmpieza a ser romada en serio por Ia poblaci6n en general y por quienes trabajan en el abri!;ado mundo academi· co. La crisis capiralista genera Ia reaparici6n del in teres por Ia teoria marxiana en el mismo grado que provoca una crisis dem ro de Ia ciencia social burgucsa.

Pero hay otras arraccion~-s para el cientifico social burgues siemprc que se pue­da aparrar Ia niebla de las rergiversaciones y los prejuicios sobl"C' Marx. Para ilusrrar el argumenro me sumergire en el plano fllos6fico y epistemol6gico e imemare de­mostrar en pane quo! es y que no es Ia teoria marxiana.

La primera acla.raci6n que se debe hacer es que Ia teoria marxiana es holistica y mamiene un especial sentido de Ia rdaci6n de las partes con Ia totalidad. La totali­dad nose ronsidcra ni como un agregado de elementos ni como algo roo significa­do independieme de sus componentes, smo como una «totalidad de panes imema­mente relacionadas», coda una de las cuales pucdc concebirse como ..:una relaci6o expandible, de forma que cada una en su plenitud pucde representor a Ia torali­dad,.. Habiendo intentado elaborar cl significado de esto en el Ultimo capitulo de Social )ustrce and th~ City, no me voy a repetir aqui'. Dicho con sencillez, eJ meto· do marxiano accpm Ia frngmcnwci6n y Ia scparud6n con fines analiticos solo con Ia condici6n de que Ia integridad de Ia rcluci6n entre el todo y Ia parte sc mantenga intacta. La teorill marxiana cmpicza as! con Ia proposici6n de que en Ia sociedad tndo se relaciona con todo lo demos y q ue un objcto de investigaci6n particular debe ncccsariamentc imcrioriznr una rclnci6n con la towlidad de Ia que fotma par­te. La invesrigaci6n se centra, por lo tanto, en l:ts relaciones del objcto ep istemol6· gico con Ia totalidad. El prop6sito cs aislar un objeto detcnninodo de invcstigaci6n cpistcmol6gica -<Omo Marx haec nl comenznr su an{tlisis del capitalismo exami ­nando Ia mercanda- cs dcscubrir las relacioncs internas que revelan Ia verdadcra naturale7.a del modo de producci6n cnpitalista. Marx cmpieza a hacer direcromen­te lo que los investigadores urbanos tie Ia decada de J %0 se simieron obligados a bacer: emender como se reluciona todo con todo lo demas.

Pero el esdlo abicrto y directo de investijlac:i6n rc:lacional y dialectica que Marx practica es extraordinariamente dificil de captar para el cientffiro social burgues. El aspecro relacional sencillamente =oce que el significado de un objeto o acci6n (cavar una zanja, por ejeml>lo) no se puede entcoder sin romprendcr todo el mar-

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co social del que forma pane Un ucci6n de cnvar cambia de significado dcpcndien· do de si se realiw bajo rclnciones socinlt:s de esclavitud, trubajo asalariado, produc· ciOn colectiva, etcetera). El significado se intcrioriza l'tt Ia acci6n, pero s6lo pode· CJOS d~-scubrir lo que Ia ncci6n interioriza mediante un estudio y una reconstrucci6n cuidadosos de Ius relaciont!s que Csto expresa con los sucesos y las acciones que Ia

:odean. El mismo argumcnto se puede aplicar al nnalisis de lo «Urbano». Encontramos

<iudades» en diversos ticmpos o lugarcs, pcro Ia C'Jtcgoria de «Ciudad» o de «ut·

!JoanO» cambia de significado de acuerdo ron el ronte><to en el que Ia enronrremos. El mismllimo coo junto de edificios asumini un stgnificado diferente en el capitalis· mo que en el feudalismo o en el socialismo. La apariencia superficial quiza sea Ia misma, pero d significado esencial subyaeente cambia. Hablar de lo «USbanO»

<011'10 si tuviera un sijUlifieado uni\-ersal es, dcsdc Ia perspecriva marxiana, im'Olu· crane en una reificaci6n que s6lo puede «mistifiear» (si se me permite usar orra pahbra roo significado tecniro en IJ critic-• marxiana, pcro que nonnalmente pro· ,'001 ira o hilaridad entre los cientificos sociales burgueses). La «problemarica ur· bana», desde d punto de vista marxinno, es descubrir d significado del eambio tan· to en Ia palabra como en lo que represent.a en el rontexto de Ia dinamiea social de

~ historia. El aspecto dialectiro del pcnsamiento marxista se centra en Ia cootcadicci6n.

Dados los significados relacionalcs, dcbcmos espcrnr que Ins contradicciones se in· terioricen en objctos o sucesos paniculares y. por ~-onsiguicnte, fundamentales para entender el significado. La acci6n del trnbajodor que cava Ia znnja puede expresar ciena encrgiu que deriva del orgullo en el trnbujo, de In sensnci6n de modelar Ia na· ruralcza de acuerdo ron las necesid:tdes humnnns, y nl mismo tiempo expresar una oenu upatia derivnda de In ulienuci6n inhcrcmc en las condiciones de trabajo asa· lariado bajo las rcluciones socialcs del capitulismo. De igunl manern, lo «urbano» expresa numcrosas contrmlicciones. Consideresc, por cjemplo, lo «u rbano» en su aspecto puramente flsiro. Por una p:trte. el cntorno construido de Ia ciudad capita· lista se puede ronsiderar Ia culminnci6n de Ia glorin dcllogro humano, testimonio del poder del trabajo humnno sobre Ia naturaleza, manifestaci6n de Ia capacidad para crear paisajes completos, si bien a imagen de las rclaciones sociales eapitalistas. Por In otra, el peso del pasado que t.al pnisaje fisico expresa puede actuar como car· eel para Ia vida rotidiana y como obsuiculo porn el desarrollo futuro. El dominio del uabajo pasado «muerto» se afirma sobre los capacidades crcativas del trabajo vn'O. Y puesta en movimieoto. esta idea puede ayudarnos a detenninar toda una serie de rontntdicciones dentro de lo «Urbano». El capitalismo lucha por crear un paisnje fi­si.ro adccuado a sus necesidadcs )' prop6sitos (tanto en el ambito de Ia producci6n como en d del ronsumo) en un momento del tiempo, s6lo para descubrir que lo

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que ha crendo se vuclve anwg6nico" •us nece;,idade~ en un momemo futuro. Par­te de Ia dinamica de Ia acumulncion capiralista cs Ia neccsidad de construir paisajes completos solo para dcrribarlos y construirlo> de nuwo eo el futuro.

Esta idea de contradicci6n en Ia perspectiva marxiana de l:o problematica urba­na noes en absoluto absrracta. Por el contrario, cs muy real. Comparcsc lo que csta ocurriendo en Ia acrualidad en el cmorno construido de Ia ciudad de Nut"\'11 York con Ia rasa de inversion en infraesrrucrura fisica en. pongamos. Houston. <Y de que otro modo se pueden explicar todos estos mecnnismos creados en Estados Unidos para organizar de manera sistem:itica Ia adaptaci6n de los entomos consrruidos a las nuevas oecesidades: program as de rcmoddaci6n urbana, «pmcricas de sdecci6n de Ia poblaci6n» por pane de las institucioncs financieras y agenres similares? Desde d punto de '-ista marxiano,las conrradiccioncs dcntro de Ia sociedad producen ine­,.;rablcmente una '"ried<td de intcntos para solucionarlas. E me.;rablemente las «SSiuciones» sc COO\oienen en pane del «problema.. (consideresc Ia historia de Ia polit.ia de vh<ienda dcsde Ia ley de 1968 hasta Ia moratoria de Nixon, por ejemploJ.

La insistencia marxiana en las rel.tciones )' en las comradkciooes de una totali­dad produce, cuando sc cjecura adccuadamente. una unidad de an:ilisis )' simesis. La respuesta inicial del cientlfico social fonn•do en el m:~rco de pensamiento bur­gues es rergiversar esto, scncillamcnte porIa dificuh.1d que plantea Ia forma de pro­ceder relacionnl y dialccrica. Lo tergiversaci6n puede scr bastante fructifera para Ia ciencia social burgucsa. A menudo ]0$ soci61o~os interprclan que Marx imemaba imponar a Ia sociologiu cl punto de dsra «e<.-on6mico,., y pueden de hecho ampliar su perspectiva como rcspu('Sla. Junto u c:sto se veri fica Ia tcndcncia a considemr la reoria marxiunu como orru reoria mas entre rodo d con junto de teorias posibles que podrian usarsc para explicnr algunos fcn6meJ10S pero no otros. La teoria marxiana puede desempolvarsc pa ra usarla cuando el p roblema es adecuatlo para ella, y nor­mal mente el soci6logo lo haec cuundo el «fnctor econ6mico» es imponante. El so­ci61ogo aiinde normalmcnte, de monerr1 basranre cnf(itica. que «por supuesto, es inadecuado intcntar reducir todos los temas u cuL-stioncs de economia polftica, como acostumbran n hacer los morxistuS». Lo curioso es que mi conracto con los economisras produce una vcrsi6n distimo de In misma historia. Coosiderao que los mar­xistas intentan introducir un componcntc sociol6gico eo el an:ilisis economico -un componeme que algunos t.! vcz odmitan que es muy util bajo cienas condiciones-, apresumndosc, sin embargo. tambien o seiialar que «no todos los problemas pue­den rcducirsc a cuestiones de rclacionL-s de dase, como invariablcmente dan a en­tender los marxistas». 0 bien los marxist as est an simplemente Ut"\"mdo Ia coouaria al intentar tr.111sfonnar a los economiStas en sooologos y a los soci61ogos en econo­misras, o bien esran intentando haccr al~to mu) distinto. (COmo podemos expliaar entonces cu:il es Ia intenci6n de los marxista>?

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En primer Iugar, los limircs entre dlsciplinas no tienen sentido alguno desde d puoto de vista marxiaoo. La division tecnica del mbajo es obviamcnte necesaria. pn-o su represcmacion social debe rechaza~. En esre punto. sin embargo, los opo­Sltt>res marxistos encueotran una dificuhad peculiar. Vivimos en un mundo en cl ~ue el marco burgues de organi~•c•on del conodmiento cs hcgemonico. lndhoi­Jualmeme, debemos pareccr expertos en alguna disciplina y hosta cicno grado .dapwmos a sus normas si queremos que nos cscuchen o incluso conseguir traba­r. Lu oposicion mnrxiana debe organiznrse, por lo tanto, denrro del marco de co·

-A>dmicnto cxistcnte, lo cual hace parcccr que cxiste una «SOciolo~Ja marxist.'\» o una ««onomia marxista» coando en rcalidad s6lo existe un an:ilisis marxiano, y eso o todo. La oposici6n marxiana intema de csa maoera sub\-enir todos los limites .:..c~pltnorios.

En segundo Iugar. Marx no descompuso el mundo en factures «econ6micos,., ..oool6gteos», «p<>litieos», «psicol<)gteos» y de otro tipo. lntcnt6 const ruir un enfo­'l'l" de Ia totalidad de las rclaciones que sedan en Ia socicdad capitalista. Hay mu­.:hos asp«ros de este cnfoque que resuhan problematicos, sin embargo, yen conse­cuencin huy muchas conrroversias en Ia tmdici6n marxiana. Hay divcrsus L'SCuelas de pcnsamiento (incluida una que es muy «cconomicista>> y «rcduccionistAA) asi como una va ricxlad de obras buenas y mala• en Ia tru(licion marxiuna. Obvinmeme, es di-110! par• el cienrifico social buJlluCs distinguir enue las di"crsas e.cuelas de pensa­llllento y ~I bucn y mal trabajo; ~ fuera todos tienden • par«er igualcs. Haec LLlu mucha paciencia y un considerable refinamiento para leerse Ia masa de argu· mentos marxianos, yen una primera Jproximaci6n d cientifico social burgues Liende como es nat ural a mantenerse fiel a las categorias burgucsas cuando intcnta dotar ~ sentido a las cosas. El result ado incvituble es Ia tergiversaci6n. Considerese, por ~plo, In controvcrsia dcntro de In trndici6n marxiana sobre Ius relaciones entre ..Ll base c-ron6mica» {que comprende las «fucrzas produ~1.ivas» y Ius «reluciones so­aales» de producci6n) y las formas «Superestructurales.. de Ia polit ica, Ia ideologla, Ia concicncta, Ia Icy, las instituciones. etc. Los argumemos son multiples y complejos, !'Cl'O Ia reducci6n que resulra des.tstrosa para preser\'ar Ia intcgridad del significado

'Soy c<p<citlm<nt< S<nSible • est< problem• m dn"""" ""P"C'"" ~tis P<'rspc<'tl\' .. de ompleo.., IDCiemn Caii pot completo en el m.an."U prorn•on.1l de la grografia: pcro en ~cnentl m1s colegas de ate ctmpo rcc::hnzAn mi rrabajo por ronsttJer•u lo •no gt<"tgraffa», sino cconon1iM poJnic<A, sociolog.ia y v.nularcs. Pe:ro llO poseo )as credenda1e!i proroionalt:'l> para tier considc:raOO \IH tritic(l dt buena fe en o.tos c'lmpOS. ~lc Ooy cuenta, por ejemplo. de: que Social justice and the Cll)• no .e ronsider6 tfigno Jr critk11 en esa prestc~aosa revi.sta de &UC~Ok>Kill de f.hica,z:o. Y tamb_iCn be- Ue~do 1 teronocer que, "" liDpon• lo qu<' h~. Lo obra d• C..,tdls •upone un r<:to mud>O mayor p.~r• I"' ..o<iOIOftOS 1"'"1"" es un cuauon.am~co o~ dc:sdc dc:rnm dd campo ) un c:ucstiorutm1c:TUC'I qut pa~ ~xigir ... tc'COCUIIIUC"'IIlo de est" campo df: dtudJo

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mJrxiano es haccr L'<!uivaler Ia «base ccon6mica» de IJ tcoria marxiana con el «fac. tor econ6mico- tal y como lo tr:na normalmcme Ia cicnda social burguesa. Esw ex· presiones que suenan parecido expresan significados mu)• distimos1•

Todo esco puede U)'IJdar a cstuhlccer que noes Ia K'Orfa marxiana. Es m<is diffcil establecer claramcme que es Ia tcoria marxiaoa porque, en Ultimo termino, c-sta se reduce a practicas concretas, algunos de las ruales sc LJe-.,.n a cabo en d campo aca­<1<:-mico. Por consiguicnte, Ia mejor manera de proccdcr en este pumo es ilustr:tr, muy bl'C\·emente, d pcnsamiento que subyacc a mi actual pnictica academica, en Ia que intento capwr el significado real de Ia «cuesti6n urbana». La prcsentucion debe ser forzosamente breve e indebidmncme esqucm:hica, pcro por interes del dialogo estoy dispuesto 11 arriesgarme a que me malinterpreten.

Para empczar, me limito a intentar entender las formas de urbanizaci6n C4pita· /u/lts. Esre enfasas cs un reflejo oecesario de Ia posto6n epistemol6gica de que lo «urbano» tiene bajo d capital ismo un significado cspccffico que no puede transfe­rirse a otros contcxtos sociales sin unn transfom1aci6n radical del significado'.

En cl marco del capitalismo, baso mi imcrpretaci6n de lo «Urbano» en los dos temas gc.mdos de I• acumulaci6n y Ia lucha di! clas~s. procesos que sc hall an uoidos de forma eseocial y que han de considerarse como los dos lados de Ia misma mo­neda: diferente$ \'L'Otanas desde las cuales \'CI' Ia totalidad de Ia actividad capiralis· ta. El caracter clasistn de Ia sociedad copitalista suponc Ia dominacion del tr:~bajo por parte del capihll. Oicho am\s concretamcnte, una close de capitalistns cstii al mando del proceso de trabajo y organi:z.1 esc proceso a los cfectos de producir be­neficios. El uabajador o Ia trabajadona, por su pane, s61o mandan sobrc su capaci­dad de tntbajar, que debe vender en forma de mcrcanda c::n d mercado. La domina­cion surge porque el t rabajador debe producir uo bencficio al capitalista a cambio de un salario paru vivir. Todo csto es terriblcmentc simplista, pOr supuesto, y las rc­laciones de clasc verdnderas y d sistema de produccion verdadero (que comprende Ia producci6o, los SCf\icios, los nccesarios costes de circulaci6o, distribuci6n e in· tercambio, y demasl son mucbo mas complicados. La idea marxiana es<.-ncial. sin embargo, es que el bcnefocio deriva de Ia dominaci6n del trabajo por cl capital pcro que los capitalist as en cuanto dnse dcbcn, si quiercn rcproducirsc. cxpandir Ia base del bcneficio. Ucgnmos :1sf a una concepcion de Ia sociedad basada en cl principio de «acumular pnr acumular. producir por producil'». La teoria de Ia acumulaci6n que Marx estabk-ce en El capi/ltl equivale a una ruidadosa iovest:igaci6n de Ia dina·

1 Podemos oblcncr al~unas de las mejorn u.lcu~ a) t'eSpeclo mcdianre UJla cuidadC'I~ lcccum de Ollm•n (1971 ) .

.. lntentc? dc:.;ir algo a c«~ .upc:cto C1l cl Clpbulo 6 de S«rlll Juw" lind t~ Gtv. pc-ro dcsde- C'Jl·

tonca h:. aparmdo un an.iiJsi:s mejor, Mr:rnJlltlon 11975,

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'!11Ca de acumulaci6n )'a una exploraci6n Je su car.lctcr controdictorio. Suena (y se irt) bastame «economicista», pero cl otro l:tuo de Ia moneda de la acumulaci6n es -=ue esre es sirnplemenre el medio por el cualla clase capiwlisw se reproduce al mis­mo tiempo que reproduce su dominio sobrc cltrabajo.

A panir de un analisis del caracter contradicrorio de la acumulaci6n capiralista, ;>Odcmos tejer 10da una red de argumcntos conccmi<:ntcs a lo «urbano». Permita· ene primero establecer firmemcnre l:ts contradicciones. ~ntro de Ia dase capita· i.su surge una conrradicci6n porque cada capualista, aC'tuando puramente en su propio interes en un contexto de blisqueda competitivo de los beneficios, produce an resuhado antag6nico a los inrereses de su propia dase. Los analisis de Marx su· Deren que CS!a conrradicci6n crea una per<istcnre rendencia a Ia «SSbreacumula· .:Kin». que se define como Ia condtti6n en Ia cual se produce demasiado capital en rdaci6o coo las oponunidades <k encontrar usos remables para cl mismo. La ten· Jmcia a Ia sobreacumulaci6n se mnnifiesta en crisis peri6dicas maradas por Ia cai· .:!3 de los beneficios., Ia capacidad produC'li\'8 ociosa. Ia sobreproducci6n de mer­candas, d desempleo, el capital monetarto ocioso, y similares. La segunda fuemc mponanre de conrradicci6n dcriva del ant:tjtonismo miTt' el capital y cl trabajo. La mgoaci6o relativa de beneficios y sabrios se define mediante la lucha de doses. ':uando el capital es omnipotcntc, Ia eompctencin entre capitalistas tiende a redu· arIa proporci6n del salario hnsta ral punto que los capitalist:IS destruyen Ia capaci· dad de realizar en el mercado los valores que produccn, por una reducci6n excesi­a del poder de compra de los trabajadorl'S. Cunndo los rrabajadores son muy

·uertes. pueden reducir los bcneficios y eonrrolar Ia rasa de acumulaci6n, lo que su· ';>(>ne una reducci6n de Ia tnsa de expnnsi6n de '"s oporwnidades de empleo, pu· JJendo disminuir aun m<is con cl cambio tccnol6gico las oportun idndes de empleo. La unilaterolidad en In luchn de clases pmduce, por consiguicnt c, «crisis de des· :>roporcionalidad» b ien f}nra el capital o bien pnro el trubajo. El tcrccr con junto de ronrradicciones derivu de In rclaci6n n mcnudo unrag6nica entre el sistema de pro· Jucci6n capitalist• y los sector<.-s no capitalistas o precapitulistus que puedan exis· ,.,. denrro de las cconomias capitalisws (sectores dom(-sticos, scctorcs campesinos, !!cetera) o ser en gran mcdidn cxtemos a ellos (como en algunos pafses del Tercer .\!undo o socialistas). Y por rllrimo, cleberiamos aiiadir Ia contradicci6n que inevi· :..blemente surge entre Ia dinumica del capital y Ia b;tse de recursos naturales defi· mda en terminos capitalist as.

Est.as «eontradicciones» divcrsas pro"ocan crisis pcri6dicas en cl sistema <k pro· e11Cci6n capitalista. Esras crisis Sif\·en para «raciooalizar» d sistema, Jo cual ronsi · £tJCil expulsando a las empresas ineficientes. reduciendo cl podcr <k los trabajado· ~ para resistirsc al cambio tecnol6gieo o extgll' un salario clC"ado. haciendo emrar c:n ,·ereda (a menudo mediame Ia fuerza political a los secrores no apitalistas o pre·

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capitalistas, etcetera. Pero resolver estos dificuhndcs en terminos capitalistas supo­ne <:rear, en cJ 1 ranscurso de In crisis, Ia> condiciones para que se acenrue Ia lucbn de dases, Ia concicncia politico y, en consecucncio, se genere una coociencia cre­ciente de Ia neccsidad de explorur Ia ahemativa socialist a.

Pasemos aboru a ronsidcrur al&WlOS de lo- atributo;; bisico;; del sistema de pro­duccion capital.ista. porque una parte del conocimiemo de lo «urban<»> que yo puedo ofrettr proccdc de nunnr b noci6n de «fonnaci6n y rcsoluci6n de crisis» en el con­texto del proreso de acumulaciOn. Para empezar, d sistema de producci6n estableci­do por cJ capiw.l se b-.156 en una sqwaci6n fisica entre cllupr de trabajo y el de resi­dencia. El crecimiemo del sistema fabril. que cre6 esta sep-drucion, descansaba en Ia organizaciOo de Ia rooperaciOo yen las economias de escala en el proreso de rrabajo. Pcro tambien suponia una cn:cienu: fra1!ffientaci6n en Ia divisiOn del rrabajo y Ia b.Js­queda de economias de escala rolt.'Cti\'35 medianre Ia aglomeraci6n. Todo esto supuso Ia creaciOO de un entomo roostruido que funcionaba como medio rolecm-o de pro· ducci6n de capnal. Parte de ese entomo ronstruido dd>e nsignarse al tnlllsporte de mercancias en d cspacio, cuya velocidad y dicacia inlluye direcramenre en Ia tasa de acumulaci6n. Como obse"..S Mllrx, d «nniquilamiento del espacio por el tiempo» se convierte en una necesidad hist6rica para el capital. y ron esto surge el impulso de crear conftguraciones del espacio «dicientes» (para d capital) con respeao a Ia circu· lacion. Ia produccion. el imercambio y cl ronsumo'. Ln acumulaci6n requiere, cn­ronces. que se cree un paisaje fisk'O conduceme a Ia organizaci6n de Ia producci6n en todos sus aspectos (incluidas las funciones especinlizadns de intercambio, banca, administl"•ci6n, planeamiemo y coordinuci6n, y o1ros similares, que por lo general po· seen una estnocturn jemrquica y uno fon11a puniculur de mcionalidad cspacial).

Pero hay tam bien un poisujc de consumo, un paisnje para vivir opucsto al paisa· je del rmbnjo, que csr:i en parte crcado por In m:mcrn en Ia que Ia burgucsia consume sus iogresos y cs, por consiguiemc, una expresi(m parricuhor de Ia culnoro burgue· sa, con todo lo que esto in1plica. Debe huber tam bien un paisaje porn Ia reproduc· cion de Ia fuerza de tmbajo, no solo cunnriwtivnmente, fisicamenrc y en loc-;oliza· ciones pr6ximas a los actividades de produccion, sino wmbicn en lo refercme a destrezas, atributos y valores que dcben en cicrto 11rado ser congruemes con d pro­ceso de trabajo capitalista. Ademas, a mcdida que aumema el poder de compra de los trabaj.,dores -y asl debe ser con Ia ocumulnci6n-tambicn Ia forma en que el po­

dcr de compra se expresa en d mercJdo actua sobre Ia circulaci6n de capitaL En un grudo crecicntc, por lo tanto. Ia re-dli.wci6n de los valor~-s producidos en d Iugar de trnbajo depende de los h.ibitos de roosumo de Ia burguesia y de los rrnbajado­res en ellugar de rcsidencia. El capital. por consiguieme, llega a dominar Ia 'ida asi

'0 onumicnoo que Man ho« do .. 1<»1<111 .. sc haouum>docn ~b"'<)'ll975al.

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rnrno el uabajo, y lo hltCC porquc debe huccrlo (Harvey, 1977). Lu sodalizaci6n de "mbajadores que se dn en el Iugar de rt:sidenciu -con todo lo que esto irnplica ~to a las actirudcs de trubajo, consume, ocio y dcm:ls- no pucdc dcjarsc al azar. El capital puedc buscar forma~ de c.lominio dircctas, como hizo en las prime· ras comunidades modelo y en ext>erimentos posteriores como el de Pullman. pero lr resulta mas apropiado buscar conrroles indirectos a traves del poder mediador Od Estado y sus insriruciones asociadas (educativas, frlantr6picas, religiosas, etc.). !.a rolecthizaci6n del consumo mediante cl aparato est oral se conviene en una ne­«Sidad para el capital, con Ia inevitable ronsccucncia de que Ia lucha de clases se &erioriza en el Est.ado yen sus instituciones asociadas. Volvcrcmos a vcr esras ca­ncteristicas en el contexto de Ia lucha de doses en general.

Uno de los bilos que podemos sacar del argumento precedente es Ia necesidad de establecer un tipo especffico de relnci6n entre los procesos de acumulaci6n -d media por el cual Ia close capitalista sc reproduce- y Ia crc-aci6n de un entomo CIIDStruido. lndependiente de todo lo demas que pueda irnplicar, lo «urbana,. su­proe Ia creaci6n de dicho entomo const ruido como sistema de recursos para faci­iiur Ia producci6n, el imercambio y el ronsumo Cllpitd!istas. Esto nos proporciona 11ft claro punto de contacto entre el estudio de lo «UrbanO» y el estudio de Ia socie­.itd capitalista. Y si nu~'Stra posicion epistemol6gica es rorrecra, el estudio de las olUDeras en las que se crea el entomo consuuido y de Ia forma fisica que este asu­.,., =-clara en gran medid:t Ia naturnle>u del capitalismo contcmplada como totali­~ El entorno consrruido inrcrioriz:t las rclucion'-s conrmdictorias inhercntes a Ia .:mnulad6n de cupitul. Examinemos por un momcnto l'SC tcma.

La creaci6n de un cntorno construido absorbe una enonne cantidad de energia roduct.iva en un momenro en cltiempo para proporcion:u una corricnte continua

Jl: bencficios de vnlor de uso dumnte un periodo de tiempo extenso. La creaci6n de ..., m torno constnrido bajo cl cnpit:Jiismo dcpcndc de Ia cxisrcnd n de un cxccdcn­·c tanro de cupital como de rrabnjo, cxccdcntc dcfinido a qui como los rccursos de­ocnpleados en rclaci6n con Ins necesidades im11ediatas. Una de las tendeocias .mherenres del proceso de producci6n cupitalista cs Ia sobreacumulaci6n. Ia p ro­oucci6n pcriooicn de tales excedenres. Es1o signific01 que Ia dinamica interna de Ia a:'lllnulaci6n crea periooicameme condiciones marcadamenre favorables a Ia inver­tillll eo el emorno conmuido. Dicha periodicidad csta reprcsentada rust6ricamen­"' por las «oscilaciones largas,. en Ia acti,•idad ronstructora. en Ia construcci6n ur­:..na. en Ia inversion en transponc, en el desarroUo inmobiliario, en Ia cspcculaci6n cid suelo, etcetera. No hay fait a de pruebas his16ricas para estas oscilaciones largos. x han esrudiado en dctaUc a escala intemacional, nacional e incluso local. (Los es­t:udios del cido de Ia propiedad en Chicoj!O rcalizados por Homer Hoyt son ciena­!3Cite un dasico.) El problema de todos estos estudios es que carecen de un mar-

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co te6rico ad~cuudo para nsociar los movimientos de oscilaci6n larga con Ia dina· mica de las acumulnciones capitalistns (Thomas, 1973: Gottlieb, 1976). La teoria marxiana puede proporcionar ''Stn vinculaci6n.

Pero esta inregraci6n tambicn proporciona otros datos. La tendcncia ala sobre· acumulacion se alh~a temporalm~nre mediante d tra>v:~>e de capital y de trabajo so· brnntes a! entomo construido. Pcro si no se pueden encontrar !directa o indirecta· mente) usos «productivoSJO, se pierde el valor de cambio recogido en Ia producci6n de este y tenernos una «devaluacion" del capital incorporado a el. Tales de-'alua­ciones ban sido a menudo precursoras de cnsis ~tenerales c:n cl proceso de acumu· laci6n (eonsiderese Ia influencia de Ia c:uida del scctor inmobiliario a finales de 1973 en el desencadenamiento de Ia recesi6n posterior). La devaluaci6n pc:riooica de los acti\'05 en el entomo eonstruido es un fen6meno eonnin, )'a sea en forma de exten· siones excesivas en las invc!'5iones (CITQ\~arias en cl si8'o XIX. excesiva capitaliza­ci6n de los sistemas urbanos de tr.insito de masas a eomienzos del XX, d auge de desarroUo inmobiliurio en Ia decada de 1920 en Estados Unidos. o eluuge de oflci. nas y urbanizaci6n de 1969-197 3 en Rei no Unido y Estados Unidos.

Podernos profundiur en este analisis. El capitallljado en el entomo construido esta inmovilizado yes duradero. Exprcsa cl podcr del trubajo muerto sobre el ~\'0 a! COrnprometCr a Cste 3 cienos patrones de Ul>O durante un tiempo extenso dentfO de Ia parricularidad de Ia loculizaci6n espacial, de lo cual deriva Ia tension fundamen· tal que ya hemos sciinludo que oblig11 ul capital a crear un paisaje, s61o para tener qu~ supcrar los obst<lculos que estc pui>aje contiene en un momento posterior en cl tiempo. La necesidad de acclcrnr In rotuci6n de c11piral, de superar d espacio con el tiempo, por ejcmplo. !levu a este n crear una red de tmnsportc: que esta, sin embar­go, flja en el espacio. De uhf surge In puradojn de que el capital crec sistemas espa· ciales Fijos para superar Ins barrems espncialcs. Con cl progreso de Ia acurnulaci6n, el propio capital inmovilizado en el sistcmu de rrunsportes se coovierte en un obs· t<lculo que sc debe supcrar. El cnpiral, como obscrv6 Marx, crea perpemamente obstaculos a su posterior desarrollo.

Para sobre~vir, el capitalismo ha de superar tales contradicciones. En conse· cuencia, el capital estd siempre promovienclo «revoluciones intemas» deotro del proceso de acumulaci6n; revoluciones fort.adas por las crisis que afectan a Ia pro­ducci6n )' a! uso del entomo const ruido. El Oujo y reOujo de Ia im·ersi6n urbana en el espacio y en el ticmpo son producto de estu fuerza pc:rrnanentemente revolucio­naria que el propio capital expresa.

Probablernenre a oidos bufllueses rodo c:sro suene muy eeooomicisu y reduccio­nista. Y en cualquier caso lo «Urbano>o, af~tumenwnin correctarnente mis opositores, es mucho mas que d «mero• estudio del anefacto fisico que es Ia ciudad. Mi res· puesta es sencilla. Norrnalmenre, Ia ciencia social blll'l!uesa se embarca en reillcacio-

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nes, rcprcscnL1ndo invariablcmentc Ius relociones sociales como cosas; considcrcse, por ejemplo, de que modo cl pcnsnmicnto l'COn6mico burgues reduce Ins relaciones sociales entre cnpitalistos, trnbajadores y rerrarenientes u relaciones entre los «factores de producci6n», Ia tierra, eltmbajo y d ctlpital. En consccucncia, Ia ciencia social bur­~esa evita a menudo el estudio de cosas matcrialcs (excepto cuando experiments IDlO de sus no infrecuenres brotes de determinismo medioambiental) porque, como tales, esrns ofrecen poco interes. Todo d empuje del argumento marxiano radica, por sopuesto, en que se conrenrra en el significado social de las cosas. Ernpezando por d anefacto fisico que es Ia ciudad, podemos llegar, paso a paso, a Ia miriada de relacio­nes sociales (entre propietarios de tc:m:nos y fmancieros, tmbajadores de Ia construe­ciOn, ane:sanos y consrrucrores capitalistas, entre ustwios y producrores, entre d Estado >' los indiliduos, entre comunidades y especuladores, elcetera) y a Ia exrraordi­naria complejidad de interncciones, cooflictos, coaliciones dentro del marco de las disposiciones institucionales, todas las cuales conducen a Ia creaci6n de este paisaje :lsico. Si eJ objeti•-o del prO)'CCIO cs dcsa1brir d significado socid! de este paisaje fisi­co, los horizonres de investigaci6n s61o est:in delimitados por los ][mites de Ia totali­<hd de Ia sociedad capitalista. Pcro por si mis opositores burgueses no quedao con­·=cidos coo dicha nfirmaci6n, cnmbiure mi """ntuna,. hacia d mundo ycomemplare lo «urbano,. dcsde el punto de vista de Ia lucha de closes.

El elemento fundumcntnl de tension entre cl capital y cl trabajo radica en ellugar de trabajo y se expresa en luchns por las condiciones de trabujo y l1 rasa salarial. Es­LlS luchas se producen en un comcxro. Las I eyes (dcrechos de propiedad, contratos, J>Ociaci6n, e.tc.) y el poder de Ia close capitalisca para huccr cumplir su volumad a 1r.1ves del podcr del Estado son obviamente fundumemales, como cualquier lecrura somera de In historin del tmbujo ilustn1r:i nbundantcmcntc. Pcro Ia naturalcza de las demandas, Ia capacidnd de los rrabajaclores puru organizorse y Ia resoluci6n con Ia que se libran esras luchns derendcn de rodn un cnnjunto de relaciones contextua­les, algunas de las cuales nos ucercan ttl tcrreno de Ia sociologia urbana burgucsa 1r.1dicional.

La can6dad de trabajadores en relaci6n con Ins necesidades del capital es crucial, por ejemplo. La importnncia para Ia ofcrta de f uerta de 1 rubujo est a simplememe eo lo siguieme: que cuamo mayor sea d excedcnte de 1rabajo y mas nipida su rasa de ex­pansion, mas facil sera COni rolar Ia lucha en d Iugar de trabajo para bcneficio del ca­pital y, por lo tanto, mayor puedc scr Ia rasa de acurnulaci6n (si las dem:is relacioocs se mantienen consranres, por sup~o). Por consiguiente, al capital le imeresa di­rKtnmenre expandir su capacidad para moviliar un «cjCrcito industrial de reserva», bien estimulando Ia migraci6n del capital ode los trabajadore:s (incluidas las migra­ciones temporales), bien atrayl-nclo a elementos hasta ese momenro «inutilizados» de Ia poblaci6n (mujeres y niiios, 1 rabaj:~dorcs empleados en sect ores oo capitalistas,

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etcetcrn) o Ia fue".a de trnbajo. El estudio de los procesos de migrnci6n y «moviliza. ci6AA en las sociedades capitalistas puede asi relacionarsc con Ia ucumLLinci6n a tt:I\"Cs

de tO<Ia Ia historia de Ia lucha de dases en d Iugar de uabajo. No fuc accidental que para trobaj:u en sus cadenas de montaje Ford usarn casi exdu;ivamente inmigrames recim llegados y que United Steel. al cnfrentarsc a sus propios problemas de trabajo, recurricm atmhajadores negros del •ur purn rwentar las huelga;.

Tambien rcnemos que considcrur los cosres de reproducci6n de In fuerza de tra· hajo en un nivel de vida que en sr estil est:tblecido por roda unn cnnridad de consi­Jeradones culwmlcs, hist6rica.~. mornlcs y mecUoambientalcs. Un curnbio en estos costes o en In definicion del nivcl de vidn ticnc consecuencias obvias en rclad6n con las dcmundas salarialcs. Por el contmrio. los capitaHstas han comcmplado siempre Ia intlaci6n como una herramienta p•m gesrionar Ia tasa salarial reul y de esa mane­ra 1:\·irar I• oposici6o violenta que a menudo pfO\'OCa el reconc salnrial directo. AJernas. a medida que ha ido avam:ando el capitalismo. tambicn el mcrcado inter· no formado por cl poder de compra de los trabajadores se ha \'Uclro significative para Ia ncumulaci6n. En consecuencia, los Mbitos de consumo de los rrabajadores -nuevnmcntc los niveles de vida- se convierren en pat1e Jd foco de lucho.

Por llltimo, renemos que considcror roda una serie de aspectos cualirutivos de Ia fuerzu de trnbajo que abarcao no s61o In~ dcstrezas y Ia formaci6n, sinu tambien las actitud('S mentales, los niveles de cumplimicnto. Ia pcnetraci6n de Ia «etica de tra· bajo,. y d «individualismo poscsivO>t. y Ia \•ariedad de frngmentociOnl.'$ denr:ro de Ia fuerza de 1 rabnjo que derivan de Ia dt\1si6n del uabajo, Ia c-.uegoria ocupncional, los rasgos relil(io.os. etnicos y raciales. y dcmas. La capncidad y d •mpulso de los t:ra·

baJadores para unirse en organuaciones de clase depcnde de Ia Crt.'1Jci6n y el man­tcnimiento de un sentimicnto de concicncia y solidaridad de clase a pesar de cstas frngmentuciones. La lucha ideoi6J1icu por «el coraz6n yIn mente» de los individuos que componen Ia fueru de trabajo es fundnmcntal para emcndcr In dinamica de Ia lucha de cluses.

Csro nos lleva a Ia idea de luch:~ de dases Jespi11Zi1da, por Ia cuJ.I me rcfiero a Ia lu­cha de clases demro y alrcdedor de IJS relaciones contcxlltales de Ia lucha de dases en eiiUj(llr de trabnjo. Podemo. sq.'lnr csros desplazamiemos hJSra casi cualquicr rin· c6o de Ia totalidad social y ampliar Ia idea hasta relaciooarla con Ia lucha de clases dentro de Ia. instituciones de Ia comunidad. de las instituciones del l::stado y demas. Considcrense, por cjcmplo, las luchu, respccto a Ia educaci6n publica. Charles Dickens renin v~~tias observaciones pertincnrcs al r~-spccto. &e burgues paradigm:iti· co, Mr. Dombey, considcrnha Ia cducoci6n publica como olgo excclcnrc sicmpre que ensennsc a lu genre com(m el l uJl<~r que le corrcsponde eo el mundo, yen Tiempos Ji­/fciles Dickens t:srableci6 uo brillante comrapumo sat:irico entre cJ sistema fabril y las instituciones edueativas, filantr6piC'•; y reliJliosas diseiiadas pJ.m culth·•r en Ia dase

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trabajadora los habi10s mcnwlcs ronduccmcs ul funcionamicmo del sistema fabril. La educaci6n publica como derecho era una exigencia basica de Ia clase trabajadora, pero lo burguesia promo comprcndio que Ia educaci6n publica podia movilizarse contra los intcrcscs de aquclla. La lucha por los scrvicios sociales en general no solo hare referenda a su pl'O\isi6n, sino a Ia propia naturalelJI de lo que sc provce. Un sis­tema sanitario nacional organizado como consumo colecti\'o en imcres de Ia acumu­laci6n de capital en el «SCCtor de Ia atenci6n medic•• o que define Ia mala salud como incapacidad para ira trabajar (incar>:acidad p;ora producir valor cxcedente para el ca­pital) cs de hceho muy distinto de un sistema >.tniwrio dcelicado al bicnestar total, mental}" fisico, del indi\iduo en un conteMn flsico )' social dctcrminado.

La sociali2Jici6n y Ia formacion de los trabajadorcs y Ia «gcsti6n de los recursos bumanos- (con todo lo que esta c:xpresi6n imploca >Obre Ia gesti6n de Ia fuerza de trabajo como forrajc: para d proceso de: producci6nl son dcmasiado importames para dejarlas al aLar, porque es en cl crisol de otas rclaciones donde se forja elver­dadero material de Ia concicnci.t de d.~sc. Ln> ,·fnculos y las rdaciones son intrin­cados y di£iciles de desenmarai\ar. Considc:rare brC\·cmcntc dos facctas, ambas si· ruadas en el espacio de residcncia, no en cllugur de trubajo.

La exigencill de refugio adecuado esui situa&t clammente en un punto elC\·ado de lalista de prioridades dc:sde el punto de vista de los trabaj~dorcs. Las amplias li­neas de lucha de dases en torno a Ia «Cucsti6n de Ia viviend.,. han tenido un gran impacto en el modelado de lo «urbano,. tal y como ahora lo conocemos. Podcmos disringuir algunos de los vinculos con lu luchu de chtS<.'S end Iugar de trabajo. Para empezar, el coste del refugio t:s un dcterminunrc importante del coste de la fueFta de trabajo. Cuanta m:is capacidad tengan los trabajndores puru prcsionar Ia inclu­sion de Ia vivicnda en sus cxigcncias sulurii~cs, mus sc prcocupar~ cl capital por los rostes de Ia vivienda y mas tendern a res pal dar los program as de construccion de vi­viendas baratas subvcncionadas y simi lares. Adcm:is, dado que In vivienda es un ele­mento tan importantc en cl P"'Supuesto dcltrabajudor, sc ronvicrtc en un objetivo principal para Ia produccion de mercuncias y pan• Ia aCWllulaci6n. En Estados Uni­dos, Ia intcgraci6n de Ia produccion de \'iviendas y acumulacion se hizo tan com­pleta despues de 1945 que Ia prim era llcg6 a funcionar como regulador «conrraci­clico" keynesiano para el proceso de acumlllaci6n en su conjunto, al mmos basta el bundimicnto del sector de Ia conmucci6n en 1973-1976. Pcro Ia ,.i,-icnda implica mas que un mero consumo directo de mcrcmdas. P.w.t empezar, toda Ia estructu· ra de ronsumo cst;i rclacionada ron In forma que adopta Ia provision de ,·ivienda. Los dilemas del potencial exceso de acumulaci6n al que sc enfrento Estados Uni­dos en 1945 se resolvieron en parte: mediante un proceso de urbanizacion suburba­oa que cre6 DUC\'OS modos de 'ida acordcs con las neccsidadcs de Ia acumulaci6n de capital. Ademas, Ia propiedad indJVidualiuda de vh·iendas promovida a tra\-6;

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de un sistema de crcdito que fomenta d endeudamiemo gravoso. difkilmeme es neutral en relaci6n con Ia luchu de dascs. ~n In decmJa de 1930 en Estados Unidos, Ia propiedad individual de Ia vivicnda sc considerabu una herramicntJl vital para a]. canzar Ia cswbilidad social en un momcnto de descontento social geoeralizado. Buena pane de lo que ha ocurrido en el c~ml)() de Ia vivicndn, y Ia forma de lo «ur· bano,. resultantc, s6lo sc pucdc explicar en funci6n de cstos diversos desplaza. mientos de Ia lucha de dascs desde d pumo de producci6n basta el Iugar de re· producci6n y socializaci6n (llarvey, 1974, 1975bJ.

El segundo ejernplo que abordare cs a6n mas complejo. Coosiderese, en lineas ge­nerales, Ia historia de Ia respues~a bufl\ucsa a Lls amcnazas agudas de conllicto mil asociadas con marcadas conccntracioncs espaciales de Ia clasc trabajadora y los des­cmpleados. Las te\'Oiuciooes de 1848, !. Comunu de Paris de 1871, Lt violencia urba­na que acompaii6 a las gmnc.ks huclgas fetTO\iari.tS de 1877. y el incidente de Hay· market acontecido en Chicago el I de mayo de 1886, demostmroo claramenre los peligros asociados ron conccmraciones elC\"ddJS de lo que Charles Loring Brace cJe. nominaba «<as dases pcli&1'05:1S>t de Ia sociedad. E1 peligro podia, basta cierto grado. aliviarse siguicndo una polirica de dispcr5i6n, de forma que los pobres y Ia close tra· bajadom pudicran ser som<.1idos a lo que los reformadores urbanos del siglo xx dcno­minaron «<a inlluencia moral del cxll'arradiu... Los terrenos baratos dd extrarraclio, Lls c-.tSJS baratas y el transpone b:orato formJban p;U1e de csta soluci6n: Ia forma de Lon· ekes, por cjcmp!o, se aher6 profundamcruc con Ia L<.-y de Trenes Baratos [Cheap Trains Act] de 1882, que fom1aba parte del pa4uctc de respuestas burguesns al p:inico indu­cldo en roda Europ:t por los nconteeimientos de 1871 en PRris. Los ncontedmicmos acaeddos en esm ciudud dcfruudaron las espcranzus de Napok-on illy coofirmaron sus tcmores cuando busc<tba cxpliciwmcntc In «renovaci6n urbana» para evitar Ia con· centraci6n de trablljndores que con dcmasiadn fuciliclad podi:m formar Ia base para Ia ncci6n revolucion:triu. r.Y cur.! fue Ia respuest u burguesa a Ius revueltas urb:mas de Ia dC::'Cnda de 1960 en los guetos eswclowtidenses? Abrir los cxtrarradios, promover Ia propiedad para personas de bnjos ingresos y ncg•·os, mcjomr cl ncceso mecliame el sis· tema de trnnsportes .. . los paralclismos son notables !Walter, 1976).

La alremativn a Ia dispersion cs lo que ahorn denominamos «agrupar cl guetn», pero rambien .:-sta es una resput.'Sia burguesa probadu y persisteme a un problema estructural que scncillan1ente no vn a desapar«er. Ya en 1812, elm·erendo Tho· mas Chalmers escribi6 con horror sobre d cspcctro de una marea de violencia revolucionaria que barreria Reino Unido a meclido que las poblaciones de Ia clase trabajadora sc conremraban a ritmo constome en las grandes a re-dS urbanas !Cbal· mers, 1900). Chalmers veia «el principio de comunidad» como el principal bastion defensivo contra cs1o marea revolucionaria. un principio que, sostenia, debia culti· \'arse deliberadamt:nte para persuadir a todos de que podia establecerse Ia annonia

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en 10mo a las insrituciones basicas de Ia comunidad; una armonia que podia fun· cionar como antidoto contra Ia guerra de dases. El principio suponia un empeiio en mejorar Ia comunidad > apoy•r a aqucllas insrituciones (como Ia l!llesia, d go­bterno civil , etc.) capaces de forjJr un espfriru comunitario. Desde Chalmers basra Octovin II ill y Jane Addams, 1>asando por «reformodores urbanos» como Joseph Chumherlin en lnglaterru y los «progresistas» en Estados Unidos, y JXlr Ius ciuda· des modelo y Ia panicipaci6n ciudadana, hemos tcnido un hilo conrinuo de res· puesto al problema de los connictos ci,-iJes y Ia inqwetud social a [CliV~'s del princi· pto de m0\ilizaci6n y me1ora de Ia comunidad 1\'Caher, 19i6: llaf'\·ey, 198,a).

Pero el «principio de comunidad» que Ia buf!luesiJ tanto ha hecho por insrilar en d transcurso de Ia hisroria «urban:~» puede ser us.odo porIa dase trab:lj,odo"• en de· fen sa propia e induso como nnmo ofensiva en d despliegue de Ia lucha de d:oscs. Las msrirudoncs cclesi:isticas de los primeros :oiios de Ia revoluci6n indusllilll fueron a ve­ces moviliudas para fmes de Ia dose rrabajadora, de Ia misma forma que se convir­tieron en instrumemo de Ia m0\ilizaci6o negra en el movimicmo por los derechos ci­~ de Ia decada de 1960 ~'fl Csrados Unidos, y que anualmente se usan en d Pais \"...co. Por consiguiente, el principto de comunidad puede consriruir el rrrunpolin de Ia acd6n de dase asi como un antidoto contra In conciencia de clasc. La dcftnici6n de comunidad asi como cl control de sus instirucioncs -<:specialmcnrc las uel Estado­~ cotwicrten en centro de Ia lucha de closes. Pero cstu lucha puede estall:or en innu· mcrables dimensiones de conflicto. enfrentando a un demento de Ia burguesia con· tra 01ro y a dive~f..-agmentos de Ia clase trabajadora contra ouos a medida que los rrmcipios del «territorio» ) de «autooomia de Ia comunidad,. se convicn<'fl en pane tsdlcial de Ia vida en Ia soctedad capitalista. Ln burgut-sia ha inrenrado frecuentc· mente dividlr y gobemar, pero con Ia misma frccucnciu se ha visto ntrnp<tda en sus prop ins cont rndicciones asl como en Ia coscchu del t'Onflicto que ella ha nyudado a "!ffibmr. El intento de despl<tzar el conllit10 de cln~e mediante el principio de comu­oodad csui repleto de sus propias rontradicciones. y vcmos a los ..burgucses» residen­res en las zonas subwbanas oponerse a una mayor acumulaci6n de capital mediante Ia ampli:1ci6n dd emomo constnndo. igual que OOsef'\·amos desorden civil descontrola­:io denrro del tejido «urbano" a medida que las tcnstones etnicas, religiosas > mciales Jdoptnn su propia din:imica. Lns relacioncs son aquf intrincadas y complcjas -y Ia so­oologla urhana burgucsa nos dice con frecuencin nlgo accrca de los dctnlles-. pero el problema cs cnconrrar el marco interpreracivo pam ;ac:or senrido a In miriada de co­mente> cruzados que componen el tejido de Ia vida politico y social conrempor:inea NJO I• forma capitalista de urbanizaci6n.

No estoy intenrando estable«r un marco de pen<.uniento riguroso o perfecciooa­Jo acercn de lo «urbann» bajo cl capitalismo. Estoy, por cl contr-a rio, intentando ilus· uar como los temas gemclos cle Ia acumulaci6n y In lucha de dases, entendidos des-

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de Ia perspcctiva rnarxinnn, pue<lcn servi r de pumos de referencia para en tender casi rodo lo que el soci6logo urbano podrfa qucrcr en render y rnucho rnas (Harwy, 1985a). Dado que esre es eltipo de declaruci6n que casi con scguridad malinterpreraran mis opositores «burgucscs», concluirc cxplicando su significado. No esroy atlnnando que se tr•te de una enonne vision general sistcrnica de Ia socicdad, con Ia run! interpretar lo «urbano». La esencia del estilo de invcstij;aci6n relacion:tl y din!Cctico es, como ya be sugerido, explorar Ia totalidad a traves de las rclaciones intemas que Ia componen. Dado que todo csui rcbcionado con todo lo demos, como ya he sugerido, podriamos, en principio, empczar nucsu'.tS investi~taciones por otrJ pane, y a veces es iitil hacer­lo. Pero algunos pumos de pan ida son mas f ructifcros que otros, y los de Ia acumu· laci6n y Ia lucha de clases son los mejorc:s que conozro. No son, sin embargo, ron· ceptos fijos en Ia matriz del pensarniento que uso, sino conceptos que cambian de significado roo el uso. i\1 panir de un an:ihsas de Ia arumulaci6n ) Ia lucha de clases para abarcar Ia «cuesti6n urban.,. en todos sus aspectos, Ucgo a en tender mas clara y plcnamentc que significan C:stos. Considcro que C:sta c:s Ia \'Crdadera dia!Cctica impli· cada en Ia forma marxiana de dc:srubrir el significado.

Arist6telcs roment6 en una ocasi6n que ron que s6lo hubiera un pumo fijo en ei espacio exterior, podriamos constn1ir una palanca para mover el mundo. El ro­mcntario nos dice mucho de las imperfeccionc:s del pensamicmo aristouilico. La ciencia social burguesa es hcredera de las mismas imperfecciones. !menta dar una vision del mundo desde fuera, dc.wbrir puntas fijos (categorins de conceptos) so­bre cuya base se pueda elabornr un emendimicnto «objetivo» del mundo. En gene­ral cJ cicntffico social burgues intenta abandonnr el mundo mediante un aero de abstracci6n para cntcnderlo. El marxist:a, por cl contrnrio, sicrnprc imema esmble­cer un entendimiento de Ia sociedud desde dentro, en Iugar de imaginar algun pun· to exterior. El rnarxisw cncucmru todo un conjumo de paloncas para el cambio so­cial dcntro de los proc<.-sos contradictol'ios de lu vida social c intcnw alcanzar un enrendimiemo del mundo apretando fuertcmeme esas palnncas.

Pam cluborar d conocimic.nto hucc fnlt:a unn implicaci6n acriva en los procesos de cambio social. Nos encontrttmos intentando cambiar el mundo, y en el trans­cursu de lalucha cambiarnos nl mundo y a nosmros mismos. Noda es seguro en L'Sta lucha, y podcmos como individuos f racasar en nuestra pr.ictica, perder el rumbo. ser reprimidos o destruidos. Pero Ia (mien sendn segura hacia d conocimiemo ca· paz de cambiar cl mundo es introducirsc en Ia lucha. Aqui radica el obstaculo mas serio a Ia romprensi6n burguesa del pensamimto morxiano, porque emender dicho pensamiemo signillc-• en iiltim• instancia praaicarlo, lo cual significa. de mancra bastame simple. que d ncad~mico burgues tendrli que dejar de ser burgues } pa­sarsc al otro !ado de las barricadas si quierc rcalmente en tender romo es Ia vista des­de el interior, dcsde d punto de vista de los trabajadores.

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