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I. Congreso Latinoamericano en Filosofía Política y Crítica de la Cultura Asunción, Paraguay -2006 El sapere aude kantiano en nuestra actualidad latinoamericana Mario Heler * 1. El problema de «pensar en» Nos convoca un desafío problemático: pensar en Latinoamérica. Un desafío que en su formulación puede leerse como un imperativo. Y así leído, cómo no referirlo al sapere aude kantiano. 1 A ese atrévete a pensar que, en el siglo XVIII, Kant proponía como necesaria propedéutica para ejercer la libertad del individuo moderno. De este modo, invitaba al * Doctor en Filosofía (Universidad Nacional de Buenos Aires-UBA). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones de Ciencia y Técnica (CONICET-Argentina). Especialista en filosofía social, ética y epistemología. Profesor Titular regular de Filosofía Social (Facultad de Ciencias Sociales-UBA) y de Introducción al Pensamiento Científico (Ciclo Básico Común-UBA). Profesor de seminarios en varios Postgrados y Doctorados de Argentina. Además de artículos en revistas especializadas y en libros colectivos, ha publicado: Individuos. Persistencias de una idea moderna (Bs. As., Biblos, 2000), Ciencia Incierta (Bs. As., Biblos, 2004) y es autor y recopilador de Filosofía Social & Trabajo Social. (Bs. As., Biblos, 2002). 1 Cf. Imanuel Kant, “¿Qué es la Ilustración?”, Filosofía de la historia, México, FCE, 1981.

Heler - El sapere aude en Latinoamérica

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I. Congreso Latinoamericano en Filosofía Política y Crítica de la Cultura

Asunción, Paraguay -2006

El sapere aude kantiano en nuestra actualidad latinoamericana

Mario Heler*

1. El problema de «pensar en»

Nos convoca un desafío problemático: pensar

en Latinoamérica. Un desafío que en su formulación

puede leerse como un imperativo. Y así leído, cómo

no referirlo al sapere aude kantiano.1 A ese atrévete

a pensar que, en el siglo XVIII, Kant proponía como

necesaria propedéutica para ejercer la libertad del

individuo moderno. De este modo, invitaba al

ejercicio de una libertad de pensamiento sin tutelas.

Pero postergaba la libertad de acción, durante el

período de aprendizaje del uso de la razón.

Si aprender a pensar se asemeja a aprender a

nadar, podríamos decir que el uso de la razón se

logra también tirándose al agua y procurando flotar.

* Doctor en Filosofía (Universidad Nacional de Buenos Aires-UBA). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones de Ciencia y Técnica (CONICET-Argentina). Especialista en filosofía social, ética y epistemología. Profesor Titular regular de Filosofía Social (Facultad de Ciencias Sociales-UBA) y de Introducción al Pensamiento Científico (Ciclo Básico Común-UBA). Profesor de seminarios en varios Postgrados y Doctorados de Argentina. Además de artículos en revistas especializadas y en libros colectivos, ha publicado: Individuos. Persistencias de una idea moderna (Bs. As., Biblos, 2000), Ciencia Incierta (Bs. As., Biblos, 2004) y es autor y recopilador de Filosofía Social & Trabajo Social. (Bs. As., Biblos, 2002). 1 Cf. Imanuel Kant, “¿Qué es la Ilustración?”, Filosofía de la historia, México, FCE, 1981.

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Pero hasta hacerlo bien, con estilo, parecería que

aún ni se nada ni se piensa. Sólo al buen uso de la

razón correspondería calificar de pensar. La

analogía con el nadar termina aquí. Habrá distintos

estilos para nadar, pero uno sólo en el caso del

pensar.

Para Kant, el ejercicio responsable de la libertad

moderna requería pensar por uno mismo conforme

a las reglas universales de la razón. Aquello sobre lo

que se pensara podría ser diferente y variado, quizá

inducido por las circunstancias de los individuos que

piensan. Pero en todos los casos, acatando las

reglas del pensar comunes a todos los seres

humanos; las que todos comparten por ser

racionales. La universalidad conjura así las

diferencias en el pensar.

El buen uso de la razón homogeniza los

pensamientos. Abstrae, esto es, separa, el pensar

de sus motivaciones y condiciones empíricas.

Prescinde así de la particularidad y la contingencia,

para abrir la posibilidad de los acuerdos

intersubjetivos (para lograr la objetividad),

excluyendo toda referencia a las coordenadas

espacio-temporales del pensar.

2

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Sin embargo, pensar en Latinoamérica nos

convoca a pensar a partir de una ubicación espacio-

temporal, a partir de un lugar geopolítico en donde

pensar y a la vez, sobre el que pensar. Parecería

entonces que habría que preguntarse por la

posibilidad misma de hacer un buen uso de la razón

de un tal pensar en.

Para sostener nuestro problemático desafío

deberíamos primero decidir si las coordenadas

socio-históricas determinan el pensamiento o si se

piensa desde un «no-lugar». Y tal reflexión nos

llevaría a interrogarnos acerca de quién piensa: ¿lo

hace el pensar mismo, es decir, un pensar

descarnado (tal vez el sujeto trascendental

kantiano)? O bien, ¿todo pensar corresponde

siempre a un sujeto situado, encarnado en un

cuerpo, un sujeto sujetado, que aun en la mayor

abstracción sigue enraizado en un lugar

determinado social e históricamente?

Pero estas alternativas surgen por la forma en

que predominantemente se plantea el problema de

pensar en. Y en nuestra región, a esta encrucijada

se han enfrentado y se enfrentan las discusiones

provocadas cada vez que se ha propuesto pensar en

3

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Latinoamérica. Una encrucijada bien señalizada, ya

que nos indica el peligro de la pérdida del estilo de

pensar, del estilo que se impone como el único

valedero, el que corresponde al buen uso de la

razón, por ser precisamente universal, y que

casualmente2 se expresa en el pensar que se realiza

en lugares específicos (geopolíticamente

determinados).

Tampoco avanzamos mucho en el objetivo de

abrir la posibilidad de un pensar en Latinoamérica,

si entendemos el «en» como «sobre». En tal caso,

todo está dispuesto para plantear la cuestión en los

términos acostumbrados de «explicación de» o

«aplicación a» Latinoamérica. Pero explicar significa

oficialmente subsumir en un concepto o una ley el

caso. Y a la aplicación concierne al extraer las

implicancias y consecuencias de las generales de la

ley para un objeto empírico. En cualquiera de los

dos alternativas, pensar sobre Latinoamérica

requiere una ley universal. Una ley que no depende 2 Weber (y Habermas luego lo retoma) lo plantea así: «Cuando un hijo de la moderna civilización europea se dispone a investigar un problema cualquiera de la historia universal, es inevitable y lógico que se lo plantee desde el siguiente punto de vista: ¿qué serie de circunstancias han determinado que precisamente sólo en Occidente hayan nacido fenómenos culturales, que (al menos, tal como solemos representárnoslos) parecen marcar una dirección evolutiva de universal alcance y validez ?» (Max Weber, Ensayos sobre sociología de la religión, Madrid, Taurus, 1987, tres tomos; tomo I, Introducción, p. 11, la cursiva me pertenece). Habermas retoma a Weber en el mismo sentido (Cf. Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1987, dos tomos, y El discurso filosófico de la modernidad, Madrid, Técnos. 1989). Claro que Weber y Habermas, europeos, identifican Occidente con Europa.

4

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de los lugares específicos desde donde se piensa y

sobre lo que se piensa, ni capta diferencias. Por el

contrario, las anula en aras de una presunta

universalidad. Con el agregado que se propone de

tal manera que si se llegara a perder esa

universalidad, se da por hecho que ya no se estaría

ni siquiera pensando, y por tanto se entraría en un

delirio ajeno al uso de la razón, en la sin razón.

Desde esta visión dominante, aunque la

llamada filosofía latinoamericana adujera en

defensa de su proyecto la aceptación usual de la

apelación a, por ejemplo, una filosofía alemana,

francesa, italiana, anglosajona, etcétera, su tarea se

consideró que estaba destinada al fracaso desde su

inicio. Y hoy mismo, se aduce que el presunto

fracaso de los intentos de los ‘70 habría atestiguado

suficientemente la inviabilidad de un pensar en

Latinoamérica. Pero todavía cabría preguntarse

sobre ese fracaso: ¿radica en haber emprendido un

camino imposible, o en que sus resultados no han

logrado el reconocimiento (la acreditación)3 que sí

logran la alemana, la inglesa, la francesa …, es

3 Cf. Mario Heler, “Entre la producción y la acreditación”, en Cuadernos del Sur-Filosofía Nº 34, Bahía Blanca, 2005, pp. 77-94.

5

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decir, las filosofías situadas pero que sin embargo

se proponen con pretensión de universalidad?

Es que hay un cierto poder de la abstracción

(sugestivamente similar al del dinero) que, en

asociación con la universalidad, permite hacer

olvidar –sólo olvidar– la génesis socio-históricas del

pensar y del pensamiento, así como las luchas que

llevaron hasta su reconocimiento como auténtico

pensar. Pero además, este poder opera como un

dispositivo de clausura:4 desautoriza los caminos

que no converjan en los aceptados y dominantes del

pensar; impiden la aparición de novedades que

pongan en riesgo lo ya establecido, que acaso

pudieran competir con el pensar y los pensamientos

ya instaurados y hegemónicos. En pocas palabras,

intenta hacer desaparecer las diferencias.5

En consecuencia, creo que el problema que nos

plantea la invitación a pensar en Latinoamérica

supone empezar por establecer alguna diferencia,

4 Castoriadis caracteriza la «clausura» así: «Cualquier interrogante que tenga sentido dentro de un campo clausurado, en su respuesta reconduce a ese mismo campo» (Cornelius Castoriadis, Hecho y por hacer. Pensar la imaginación, Bs. As., EUDEBA, 1998, p. 319). Esto es, repone todo planteamiento dentro de los parámetros y las modalidades aceptados dentro del campo, procurando así encauzar las disidencias y dando lugar a la exploración de nuevas posibilidades hasta donde no cuestionen el orden establecido. Constituye una forma de domesticación de la crítica con el objetivo de reproducir el régimen de dominación. 5 Cf. Mario Heler, «Dispositivos de clausura en las reflexiones sobre el ethos contemporáneo», en AAVV, Miradas sobre lo urbano. Reflexiones sobre el ethos contemporáneo, Bs. As., Antropofagia, 2006, pp. 53-70 .

6

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que habilite otras posibilidades, que abra nuevos

senderos al pensamiento, nuevos recorridos que no

nos repongan en las mismas encrucijadas bien

señalizadas a donde nos conducen los dispositivos

de clausura.

2. El campo filosófico o acerca de la actividad

social de pensar

Propongo que pensemos en condicional como

un modo de poder explorar una posibilidad de

pensar en Latinoamérica, y a la vez para poner a

prueba lo que se diga, en el sentido de apreciar su

posible productividad, su capacidad de establecer

alguna diferencia.

La condición para nuestra reflexión será

entonces considerar al pensar y el pensamiento

equivalente con el filosofar y la filosofía, y referirnos

entonces al campo filosófico,6 tomando en cuenta el

proceso de profesionalización de la filosofía que se

inicia a fines del siglo XIX.7

Entender el pensar por referencia al campo

filosófico supone concebir una actividad social

6 Cf. Pierre Boudieu, «El campo científico», en Intelectuales, política y poder, Bs. As., EUDEBA, 1999, pp. 75-110.7 Cf. Richard Rorty, La filosofía y el espejo de la naturaleza, Madrid, Cátedra, 1983, capítulo III, en especial §1.

7

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consistente en el juego filosófico, un juego que

consiste en hacer / producir filosofía, y que la

división social del trabajo reconoce e

institucionaliza. Como todo juego supone entonces

reglas internas y muchas veces implícitas del

pensar, reglas que están dadas históricamente (y

que por ende no están dadas en forma universal).8

Pero para que haya juego hace falta también

jugadores: sujetos involucrados en el juego y que

saben jugarlo, que están habituados y habilitados a

hacerlo, por poseer el «habitus» correspondiente.9

Tienen entonces incorporadas las reglas y las

condiciones del juego (in corpore, en el cuerpo:

marcas que lo predisponen y disponen a seguir las

solicitaciones del juego). Sin embargo, no todas las

jugadas están permitidas o reciben la misma

aprobación por parte de los pares. Por el contrario,

hay una forma de jugar que por corresponder a la

definición dominante del juego, da ciertas garantías

de reconocimiento y de la consecuente participación

(en realidad, desigual) en los beneficios que el

campo distribuye entre sus integrantes.

8 Cf. Charles Taylor, “Seguir una regla”, en Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad, Barcelona, Paidós, 1995, pp. 221-238.9 Cf. en relación con la terminología utilizada: Pierre Bourdieu, ob. cit.

8

Page 9: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

En cada momento, como resultado de las

luchas entre los miembros del campo, se impone

una modalidad de juego cuyo seguimiento promete

conservar y aumentar la participación en el campo,

y para quienes no la siguen, cierta marginación –

cuando no la exclusión. El predominio de una

modalidad de juego es entonces resistida por otros

integrantes que juegan de otra forma y que luchan

porque su modalidad de juego sea reconocida en el

campo. En consecuencia, la definición dominante

del juego se sostiene (o modifica) en una lucha

entre estrategias de juego conservadoras (dirigidas

a la permanencia de la misma definición dominante)

y estrategias subversivas (que procuran que cambie

esa definición). La adopción por parte de los

jugadores de una de tales estrategias se vincula con

la posición que ocupan en las jerarquías del campo

y el respaldo que posee cada quien para sus

jugadas.10 10 Este respaldo es pensado por Bourdieu bajo la figura de «capitales» que se invierten (que se ponen en juego) en las estrategias de quienes los poseen, y que no son sólo «económicos». Hay además capitales «sociales» «culturales» y «simbólicos». Por otra parte, a cada campo le corresponde un «capital específico», que es aquél que se produce sólo en ese campo y en ningún otro. La producción filosófica es el capital específico del campo de la filosofía. El «capital cultural» está ligado a conocimientos, la ciencia y el arte. Existe bajo tres formas: en estado incorporado (habitus), en estado objetivado (bienes culturales, por ejemplo), y en estado institucionalizado (por ejemplo los títulos escolares). El «capital social» es el conjunto de los recursos actuales o potenciales que están ligados a la posesión de una red durable de relaciones más o menos institucionalizadas; en otros términos, a la pertenencia a un grupo, como conjunto de agentes unidos por lazos permanentes y útiles. Finalmente el «capital simbólico» es la forma que revisten las diferentes especies de capital cuando son percibidas y reconocidas como legítimas; al serlo adquieren eficiencia simbólica (semejante a una fuerza mágica que ejerce una suerte de acción a

9

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Si atendemos específicamente al campo

filosófico encontramos que esas posiciones

dependen de la afiliación a ciertas «tradiciones»

(unas de mayor o menor envergadura y prestigio

que otras y que coexisten en el campo), que se

desarrollan a partir de filósofos, escuelas, temáticas

y cuestiones, períodos históricos, o a una mezcla;

tradiciones con una historia y un centro de difusión

(con carácter nacional) hacia el mundo, con filiales

en universidades e institutos de investigación de

diferentes países. Se caracterizan por defender

celosamente un derecho de propiedad sobre la

temática que trabajan y definir los criterios de

inclusión y de exclusión en el círculo que conforman.

Todo ello en la lucha que entablan con las

tradiciones competidoras, por conservar sus

prerrogativas y aumentarlas, procurando que su

definición del capital específico filosófico se

imponga por sobre la de las demás.

Pero estas tradiciones se muestran situadas

geopolíticamente, y respondiendo a las relaciones

con cada lugar de pertenencia, sin renunciar por ello

a la pretensión de universalidad. Su extensión

distancia, sin contacto físico).

10

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internacional no oculta su génesis localizada y que

suele darle nombre (por ejemplo, el marxismo

inglés, el posestructuralismo francés, el

pensamiento autonomista italiano, etcétera). Las

jerarquías de las posiciones se escalonan en el

campo en general y dentro de las tradiciones

reconocidas. Un dato no menor se manifiesta (como

venimos señalando) en el hecho de que las

posiciones con mayor poder están radicadas en el

hemisferio norte, mientras que las regiones y países

del hemisferio sur ocupan posiciones subordinadas

(si es que tienen algún reconocimiento). Y es en las

luchas por un mejor posicionamiento que se revelan

los integrantes del campo como ortodoxos o como

herejes.

Hacia dentro del campo se instaura una división

social del trabajo que se refleja en los subcampos

que lo configuran. En esta división parecen

distinguirse tres categorías de trabajo para los

jugadores del campo, con exclusión de los legos

(más o menos cercanos al campo pero que no se

encuentran habilitados como integrantes plenos del

mismo).

11

Page 12: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

En un orden ascendente de relevancia y rango,

la tríada se forma con los profesores (el nivel más

bajo e identificado con los reproductores y

consumidores especializados), los investigadores,

como nivel intermedio y bajo ciertas condiciones,

abierto a la posibilidad de acceder al nivel de los

verdaderos productores, de los máximos

exponentes del quehacer filosófico: los filósofos.11

Pero como venimos señalando, estas categorías de

jugadores a su vez se ubican geopolíticamente: la

producción de filosofía se sitúa «casualmente» en el

hemisferio norte, mientras en el resto del planeta

mayoritariamente sólo se reproduce y consume lo

que allá se produce.12 A lo sumo, como pasa en

Latinoamérica, los integrantes del campo podrán

llegar a ser reconocidos como investigadores,

desempeñándose como historiadores y/o

sistematizadores, aunque siempre (al menos hasta

ahora) tienen la posibilidad de ser profesores en sus

lugares de origen (en la periferia).

11 La división entre estos tres tipos de trabajo filosófico tiene un aire de familia fuerte con la división en ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología que opera en el campo de las ciencias. Es que en el campo cultural, al cual pertenecen el subcampo de las ciencias y de la filosofía, hay una relación de dominación por parte del campo científico que no deja de afectar al de la filosofía. Cf. Mario Heler, Ciencia Incierta. La producción social del conocimiento, Bs. As., Biblos, 2004; 2º Edición, 2005.12 A lo que hay que agregar que los pensadores nacidos en Latinoamérica y que se destacan en el campo «internacional» de la filosofía, viven en el hemisferio norte y publican en lenguas que no son las de nacimiento.

12

Page 13: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

¿No harán los jugadores latinoamericanos del

campo de la filosofía un buen uso de la razón? ¿O el

logro con excelencia de ese uso se ve obstaculizado

(hasta paralizarlo) por no contar en sus países con

los recursos adecuados (bibliotecas bien surtidas,

publicaciones con prestigio internacional –y por

supuesta «indexadas»–, así como tiempo y dinero

suficientes)? Si tales carencias dieran cuenta de las

posiciones subordinadas de quienes se dedican a la

filosofía en Latinoamérica, habría que pensar que

sigue siendo válido en general –con algunas

adaptaciones que no cambian su sentido– el

argumento aristotélico acerca de que la filosofía

surge allí donde hay ocio (pese a que hoy los

esclavos hayan sido reemplazados por los

asalariados, y los integrantes del campo de la

filosofía reciban honorarios por sus tareas, negando

que tengan ocio con su dedicación al negocio de

hacer filosofía). Pero en última instancia, supondría

que todo se solucionaría aumentando los recursos

para hacer filosofía (como postulan actualmente los

organismos multinacionales para las ciencias y que

inciden también en la filosofía). Falacia que no toma

en cuenta los dispositivos de clausura que funcionan

13

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para mantener la dominación, dispositivos

institucionalizados en el campo e incorporado en la

subjetividades de sus integrantes.

Ya hemos hecho referencia a que el pensar

queda identificado con un buen uso de la razón, que

precisamente es el que se desprende de la

definición dominante en el campo (y que no altera el

hecho de coexistan varias definiciones, distintas y

similares en sus efectos de dominación). Se logra de

este modo homogenizar el pensar, encauzándolo en

recorridos bien señalizados, con sus carteles

indicadores de las derivas peligrosas y perjudiciales

del pensamiento.

3. La práctica del pensar en el campo

filosófico

El problema de pensar en Latinoamérica supone

que nos pongamos a producir, que asumamos el

papel de productores filosóficos y que creemos

nuestros conceptos13 en esta región en donde se

localiza nuestro quehacer filosófico.

Pero las diferentes definiciones dominantes del

hacer filosófico en los subcampos que definen las

13 Cf. Gilles Deleuze y Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía?¸ Barcelona, Anagrama, 1995

14

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tradiciones reconocidas, recomiendan a los

jugadores de cualquier lugar del mundo, acceder a

la producción a través de las tradiciones ya

establecidas, pues de esta forma su tarea y los

resultados de ella podrán acreditar como filosofía.

Pero paradójicamente, con tal recomendación, que

impone una forma de producir filosofía y también

limita los temas que pueden trabajarse

filosóficamente, el hacer filosofía en estas latitudes

queda reducido a una seria de vacuidades que ni

ocasionan las rupturas epistemológicas,14 condición

para dar algún tipo de respuesta a las cuestiones

que el concepto de «Latinoamérica» plantea a la

filosofía, ni puede competir con las producciones

filosóficas del hemisferio norte. Y en un círculo

perverso: no acreditamos porque no producimos,

pero no producimos porque seguimos las reglas de

la acreditación que condicionan nuestro hacer

filosofía y nos condenan a posiciones subordinadas.

Resulta así que la tarea filosófica se ve reducida

a una exégesis que deriva en el pensar palabras

sobre palabras, con producciones que son cita de la

cita, comentario del comentario, con alguna

14 Cf. Gastón Bachelard, La formación del espíritu científico, México, Siglo XXI, 1978.

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referencia a un fragmento o aspecto del

pensamiento de un filósofo que en su

especialización no interesa a nadie, y que si poseen

algún valor dentro del campo, no son valorizados

socialmente más que por el prestigio heredado por

una permanencia de más de 2500 años jalonada de

hitos fundamentales para Occidente. Dadas así las

cosas, no es casualidad que no nos leamos ni entre

nosotros, preocupados por las producciones de los

lugares más jerarquizados. Y si atendemos a la

producción de nuestros colegas regionales, suele

ser para evaluar su mayor o menor desvío de la

auténtica filosofía, esto es, de la convergencia o

divergencia con la tradición que seguimos.

Se llega así a una formalización del pensar. Una

ocupación en la forma, en el procedimiento, así

como en la fidelidad al texto, en la actualización

bibliográfica, en argumentaciones que recortan una

cuestión de su contexto, la aíslan de otras

cuestiones asociadas y de sus presupuestos,

dejando el terreno libre para que el sentido común

(las representaciones dominantes en la sociedad) se

autoconfirmen. Una formalización que reclama

«virtudes» especiales en los jugadores idóneos,

16

Page 17: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

constituyendo subjetividades «filosóficas». Pero

tales subjetividades resultan funcionales a la

reproducción de la tradición en la que se enrolan,

así como en nuestra región, acarrea la permanencia

en nuestro papel subordinado. La consigna es

entonces hacer un buen uso de la razón, esto es,

atenerse a la autoridad consagrada en los centros

filosóficos de prestigio, estudiando su panteón de

filósofos y utilizando las formas argumentativas

esperadas.

Es que la innovación y el cambio en el pensar

se adjudican a los lugares de prestigio filosófico, y

para nuestra región queda el papel de consumidores

y reproductores de aquellos cambios e

innovaciones, y en todo caso, el de divulgadores.

Preocupados y ocupados por la acreditación de

nuestro pensar, supeditamos la producción-creación

característica del pensar a ese reconocimiento que

vuelve a confirmarnos en el mismo lugar subalterno

en el que nos reponen las reglas dominantes de la

acreditación. Queda así clausurada la posibilidad

misma de un pensar en Latinoamérica.15 15 Tampoco resultó de utilidad para el pensar en Latinoamérica la moda de la « filosofía aplicada» de los ’80, ya que la aplicación (de qué) a una problemática geopolíticamente determinada no constituía una de las posibilidades abiertas por esta moda. Los desarrollos de esta aplicación se estimaba entonces como una concesión criticable, no sólo por la similitud con la aplicación científica, sino por estar dedicada a cuestiones extra filosóficas, que además debía tener una cuestionable ligazón con las contingencias

17

Page 18: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

En nombre de tradiciones ya establecida, el

quehacer filosófico del pensar se caracteriza por la

lectura de los «filósofos», con interpretaciones

estabilizadas por esas tradición, que en la selección

de ellos manifiesta los criterios de inclusión y

exclusión que operan en el campo de la filosofía. El

otro aspecto de este mismo quehacer está

constituido por la crítica a los otros, por supuesto

errados, más aún cuando procuran explorar otros

caminos, otras posibilidades de hacer filosofía. Y

entonces la necesidad de la presunta fidelidad al

texto del filósofo cierra al paso a la utilización de

conceptos e ideas filosóficas como herramientas16

para pensar sin tutelas.

Pero ni aun así se eliminan las resistencias a la

dominación en el campo de la filosofía.

5. Pensar en Latinoamérica

¿Cómo podemos visualizar entonces un pensar

en Latinoamérica en resistencia contra los

dispositivos de clausura que operan (objetiva y

subjetivamente) en el campo de la filosofía y que

nos reponen en una posición subalterna, llegando

sociales, donde la peculiaridades filosóficas podían diluirse. 16 Cf. Ludwig Wittgenstein, Investigaciones Filosóficas, Barcelona, Crítica, 1988.

18

Page 19: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

casi a obturar las posibilidades de producción

filosófica en estas latitudes?

Creo que la cuestión que requiere elucidación17

es precisamente el pensar en. Pero a partir de lo

expuesto, estableciendo alguna diferencia con las

formas que hasta ahora han predominado, luchando

contra la convergencia de saberes y relaciones de

poder que operan en nuestros intentos por pensar

sin tutelas y al mismo tiempo, por abrir nuevas

posibilidades al pensar. Y sin que ello conduzca

inevitablemente a la pérdida de la calificación

filosofía para nuestras producciones.

En este último apartado expondré algunas

consideraciones al respecto, que propongo en modo

condicional (como ya mencioné), con el objetivo de

ponerlas en discusión, esto es, probar su capacidad

para hacer fructífero el pensar en.

Si siempre el pensar es a partir de un lugar, si

siempre es un pensar situado, y ni el poder de

abstracción más logrado ha podido borrar de su

producción y de sus productos este enraizamiento

en circunstancias socio-históricas particulares, ni

17 Castoriadis define la elucidación en los términos siguientes: «trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan». Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad. Marxismo y teoría revolucionaria, Volumen I, Buenos Aires, Tusquet, 1999, p. 11.

19

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tampoco ha podido reducirlos a esas circunstancias:

¿por qué ha de suponerse que una producción

filosófica realizada en nuestra región debería anular

las implicancias y consecuencias de su carácter

situado? Más aún, ¿por qué no serán precisamente

las peculiaridades de esas coordenadas socio-

históricas la ocasión de los problemas que

pensemos?

Si nos guiamos por las posibilidades que abre a

la reflexión este interrogante, un primer avance nos

conduce a la cuestión de la producción filosófica. Y

ello implica preguntarnos por una producción

intelectual que se distinga precisamente por ser

filosófica. No obstante, no caigamos en la

ingenuidad (en nuestro presente) de creer que la

respuesta consiste en encontrar una definición

abstracta y capaz de provocar consensos en su

universalidad, una definición que anteceda

(necesaria y universalmente) a la práctica concreta

de una tal producción. Pues únicamente nos

encontraremos con a prioris históricos, pero a su

vez articulados a partir de y en una práctica

filosófica concreta, una práctica de alguna manera

previa a la formulación de esos a prioris.

20

Page 21: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

Deslindemos en el análisis dos clases de

cuestiones que no pueden dejar de estar

relacionadas. Por un lado, las que refieren al

proceso de una producción que plantea sus propias

exigencias internas Por otro, las cuestiones de

acreditación de esta producción, su reconocimiento

como una producción filosófica, a partir de pautas

externas a la producción filosófica de cada

situación. Las relaciones entre ambas clases de

cuestiones se manifiesta en la necesidad de

enfrentar las tensiones entre las exigencias de aquel

proceso y de esta acreditación, un enfrentamiento

que busque que no se supedite la producción a la

acreditación, sino que por el contrario, abra nuevas

posibilidades, potencie el pensar.

Con respecto a las cuestiones de producción.

Considero que habría que comenzar por resistirnos

a ser actuados conforme a nuestro acendrado –y

«naturalizado»– punto de vista de la lógica de la

carencia. No partir entonces de lo que no tenemos,

de lo que nos falta. Ni tampoco de fines y modelos

idealizados que refuerzan la observación de nuestra

carencia (en un círculo en el cual nuestra visión de

la carencia induce comportamientos en

21

Page 22: Heler - El sapere aude en Latinoamérica

correspondencia con ella, y este acatamiento

refuerza nuestra visión).18

Por lo tanto, se trata de ser consecuentes con

una lógica de la potencia, una lógica en la que los

cuerpos se definen por lo que pueden y no es

posible predecir lo que son capaces de llegar a

poder.19 La defensa de la producción supone la

potenciación de la producción y no la contabilidad

de las carencias. Pues en la producción si interesa el

producto, importa la potenciación de la producción y

la exploración de las posibilidades que ella abre.

En cuanto a las cuestiones de una producción

filosófica. Contamos con los conceptos e ideas de

filósofos y de filosofías. Son nuestra caja de

herramientas para pensar en. Pero son

herramientas en tanto nos sirven para pensar un

problema.20 ¿Deberá ser un problema filosófico?21

Los problemas, como su abordaje, tienen que

construirse. No están ahí esperando nuestro

tratamiento. Pueden ser problemas inéditos en la

filosofía, o bien nuevas formas de plantear viejos 18 Recordemos que «observar» refiere tanto a percibir como a cumplir, respetar, acatar.19 Cf. Baruch Spinoza, B., Ética (varias ediciones en castellano); Gilles Deleuze, Spinoza y el problema de la expresión, Muchnik, Barcelona, 1996, Spinoza: Filosofía práctica, Tusquets, Barcelona, 2001, y En medio de Spinoza, Cáctus, Buenos Aires, 2003.20 Y el uso de ideas y conceptos como herramientas de nuestro pensar no puede eludir el esfuerzo del trabajo del concepto, el profundo estudio de los correspondientes filósofos y filosofías 21 La cuestión de la acreditación como «filosóficos» de nuestros problemas será tratada luego.

22

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problemas, planteamientos en los que el pensar en

Latinoamérica articula los problemas de la historia

de la filosofía.22

El problema, junto con los conceptos que lo

piensen, requieren creación (aunque nunca sea una

creación ex nihilo, y sólo pueda adjudicársele un

mayor o menor grado de relativa originalidad). Tal

vez, al principio, estén demasiados apegados a

nuestras lecturas, pero durante el proceso de

producción, nos volveremos más receptivos a la

insatisfacción que provoca nuestro uso de los

conceptos filosóficos cuando los ponemos a prueba,

esto es, al confrontar su capacidad para hacer algo

con ellos en el abordaje de nuestro problema (que

probablemente en este proceso exija

reformulaciones). Al poner a prueba nuestro pensar

podremos apreciar su capacidad para hacerlo

fructífero, sus posibilidades de establecer alguna

diferencia, su apertura a una mirada diferente y

consecuentemente a nuevos recorridos del

pensamiento, que nos saquen de las encrucijadas 22 No es casual entonces que las investigaciones acreditadas en la filosofía académica no partan mayoritariamente de problemas, sino que se propongan estudios de filósofos, y a lo sumo se plantee uno de los temas tratados por ellos. Y si bien, como señalé en la nota anterior, es el trabajo en el pensamiento de los filósofos es necesario para llegar al uso de sus ideas y conceptos como herramientas, lo usual de estos planteamientos en las investigaciones académicas muestra una manifestación de la forma (subjetiva y objetiva) del operar de los dispositivos de clausura en el campo, sobre todo tendiendo en cuenta que las investigaciones que parten de problemas tienen menos valoración.

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donde nos repone el pensamiento filosófico usual y

acostumbrado.

Claro que corremos el riesgo de reproducir un

cierto autismo, por así llamarlo, que caracteriza la

práctica académica de la filosofía, y que pretende

engañosamente ubicarnos fuera de la sociedad en

la que vivimos y por tanto, en la que pensamos.

Habrá entonces que evitar los peligros de una

presuntamente necesaria especialización que

demanda mucho esfuerzo y no deja tiempo para

otras lecturas y estudios, mientras nuestro pensar

resbala sin dejar marca por la superficie de nuestras

actuales problemáticas sociedades, o se vacía de

significatividad para nuestros interlocutores,

nuestros compañeros en el proceso de pensar en.

Es que desde la perspectiva que propongo, el

«en» no sólo es una condición ineludible del pensar

–que ni el poder de la abstracción logra disipar.

También entraña involucrarnos con nuestras

peculiares circunstancias socio-históricas (en

conexión con aquella etimología que identifica la

filosofía con el amor a la sabiduría, y a ésta, con una

teoría y una práctica consecuentes, y avanzando en

el tiempo, con la idea de praxis). Nuestro pensar en

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podrá quedar aislado por su falta de reconocimiento

oficial, pero no puede ser solipsista ni en cuanto a

contenidos ni en cuanto a nuestro habitar y convivir

con otros. Evitar estos peligros no es empero sólo

una cuestión de voluntad. Por el contrario, es parte

de una proceso de trabajo sobre el propio habitus

filosófico, en una lucha dirigida a potenciar nuestro

pensar en, a aumentar las posibilidades de

convertirnos en productores de filosofía. Un trabajo

y una lucha cooperativos, porque se concreta en

operar juntos en los procesos de desidentificación y

de subjetivación, que nos habiliten en las

habilidades del pensar en. La cooperación fructífera

es el motor de la producción, aunque dé lugar a

autores.

¿Dónde ha quedado la pretensión de

universalidad? Tal pretensión no depende de un

acomodarse a pautas externas, trascendentes a la

producción, que se impone al proceso de

producción. Por el contrario, el «ser consecuentes»23

23 Badiou se refiere al «ser consecuente» así: «El problema son las consecuencias, es decir qué es lo que vamos a hacer (…) Ahora bien, la cuestión de las consecuencias, lo sabemos desde siempre, es una cuestión de disciplina, ¿cómo pasamos de una consecuencia a otra, de una etapa a otra? No se pude pasar sino de manera disciplinada. Tomo el término disciplina en un sentido muy vasto, es simplemente la capacidad de tratar la consecuencia, o como decimos en Francia: la capacidad de ser consecuente. (…) Hace un momento hablaba de matemáticas. La importancia que Platón daba a las matemáticas se debe a que en las matemáticas tenemos unas disciplina terrible. Las consecuencias son las consecuencias, y podemos intentar creer que no lo son, pero no lo lograremos». Alain Badiou, «La idea de justicia», en Acontecimiento. Revista para pensar la política, Nº 28, 2004, Bs. As., Grupo Acontecimiento, pp. 9-22.

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con las exigencias inmanentes del movimiento de

nuestro pensar en pondrá a prueba su posible valor

filosófico.

Pero no tenemos garantías que nuestro

emprendimiento tenga éxito. Podrá ser acreditado o

no como una producción filosófica. Pero son tales

exigencias inmanentes de la producción las que

permiten evaluar la producción (por su calidad y no

por la cantidad de productos publicados que

contabiliza la acreditación), exigencias preocupadas

y ocupadas en las posibilidades para la producción

que abre el mismo proceso de producción. Y

siempre se puede volver a empezar, volver a

intentar aprendiendo de los fracasos y de las

posibilidades abiertas en el proceso, involucrados en

la producción para la producción, sin cegarnos con

los productos y su acreditación.

No podemos dejar de percatarnos, no obstante,

de que las cuestiones de la producción entran en

tensión con las cuestiones de la acreditación en los

intentos por pensar en. No es cuestión de optar

entre tratar sólo las cuestiones de una u otra clase.

Cada una de ellas pueden plantear alternativas

incompatibles. Y sin embargo, se trata de producir

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bajo las condiciones del predominio de la

acreditación. No se trata de un problema de toma

de decisión adecuada, de tomar partido por un lado

o por el otro.24 Por consiguiente, privilegiar las

cuestiones de la producción supone la lucha contra

los dispositivos sociales que subordinan la

producción a las cuestiones de la acreditación;

contra esos dispositivos que no están sólo

coaccionando desde fuera de los posibles

productores, sino que están incorporados en sus

subjetividades.

Se tratará entonces de definir estrategias para

enfrentar esta tensión en apoyo de nuestro pensar

en Latinoamérica, en un proceso de defensa palmo

a palmo para dar poder a ese pensar, e ir ganando

su reconocimiento. No estaremos preocupados y

ocupados solamente en las cuestiones de la

producción, sino que habrá que generar sus

condiciones de posibilidad; lo que quiere decir, estar

atentos a las cuestiones de acreditación,

procurando generar un lugar para nuestro pensar

en.

24 Cf. En relación con la idea de conflicto entendido como “encrucijada” y “enredo”: HELER, M., “Dispositivos de clausura en las reflexiones sobre el ethos contemporáneo”, ob. cit., apartado 1.

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Quizá habrá entonces que trabajar para

construir una tradición, ocuparnos de la formación

de los jugadores de este juego de pensar en

Latinoamérica, de generar canales de difusión (que

no de divulgación), y muchas cosas más. Pero

especialmente no podrá olvidarse, ni una sola vez,

de nuestro involucramiento con la producción para

la producción filosófica, por el movimiento creativo

hacia nuevas y fructíferas posibilidades para el

pensar, y para el pensar no sólo de los integrantes

del campo de la filosofía.

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