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UPyD: El peligro de la reacción Entrevista sobre Siria Proceso soberanista en Catalunya Luchas en el sector público EL RÉGIMEN DE LA TRANSICIÓN EN CRISIS LA HIEDRA La resistencia que se extiende Nº 7 Segunda época | septiembre-diciembre 2013 | 3 € - precio librerías 3,5 € La Hiedra/L’Heura es la revista de En lucha/En lluita | www.enlucha.org Egipto: generales, islamistas y la izquierda revolucionaria La idea del proceso constituyente: límites y potencialidades Pere Duran Los nuevos proyectos de unidad de la izquierda Oscar Simón ¿Nación o clase social? Política y deporte Reseñas 14 años de chavismo en Venezuela Chile: 40 años del asesinato de Allende

Hiedra 7 Septiembre 2013

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UPyD: El peligro de la reacción Entrevista sobre Siria

Proceso soberanista en Catalunya Luchas en el sector público

EL RÉGIMEN DE LA TRANSICIÓN EN CRISIS

LA HIEDRALa resistencia que se extiende Nº 7 Segunda época | septiembre-diciembre 2013 | 3 € - precio librerías 3,5 €

La Hiedra/L’Heura es la revista de En lucha/En lluita | www.enlucha.org

Egipto: generales, islamistas y la izquierda revolucionaria

La idea del proceso constituyente: límites y potencialidades Pere Duran Los nuevos proyectos de unidad de la izquierda Oscar Simón

¿Nación o clase social? Política y deporte Reseñas

14 años de chavismo en Venezuela Chile: 40 años del asesinato de Allende

Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 3

Editorial

Las revueltas en Turquía y Brasil significa-ron entre el final de la primavera y el vera-no un nuevo paso delante de la oleada de movilizaciones que estalló en 2011. Miles de personas ocuparon el Parque Gezi a fi-

nales de mayo para evitar la construcción de un centro comercial en una de las pocas zonas ver-des del centro de Estambul. La revuelta se exten-dió inmediatamente a 77 ciudades, involucrando según algunas estimaciones a un millón de per-sonas1. La lucha en Turquía, al igual que el 15M en el Estado español, ha politizado a una nueva generación de activistas y un nuevo movimiento –contradictorio y diverso por los sectores socia-les que agrupa– sigue probando su fuerza contra el Gobierno neoliberal de Erdogan.

Curiosamente, se han visto en Turquía las mismas escenas de asambleas masivas en las plazas que en el Estado español hace dos años sin que este país haya sufrido los embistes de la crisis económica tan duramente, principalmen-te gracias a la reestructuración y severa regula-ción del sistema bancario que se realizó tras la crisis financiera de mediados de los 90. Al igual que Brasil, la economía turca crecido durante la crisis económica mundial. Y en ambos países los gobernantes se han visto sorprendidos por el rá-pido crecimiento de un movimiento de protesta que aglutinaba a diferentes sectores sociales y ampliaba sus demandas hacia otros elementos del sistema político e institucional.

A pesar de la relativa buena salud de las eco-nomías turca y brasileña, estos movimientos no pueden entenderse sin la movilización surgida en el mundo árabe, Grecia o el Estado español, donde la crisis económica ha desestabilizado el sistema político. La crisis internacional ha puesto de relieve los límites de las políticas neolibera-les. Las protestas en los países más duramente golpeados han inspirado a las poblaciones con mejor situación económica para enfrentarse a sus propios problemas de dominio de las po-líticas neoliberales. Todo esto confirma que el movimiento 15M no fue un hecho puntual sino que debe entenderse dentro del mayor ciclo de protesta global desde 1968, con influencias cru-zadas por todo el planeta. Nuevos movimientos emergen en Turquía y Brasil mientras luchas ya iniciadas pero pertenecientes al mismo proceso internacional, como las de Egipto o el sur de Eu-ropa, entran en una nueva fase.

El equilibrio inestable de los procesos revolucionariosEl artículo de David Karvala sobre la situación en Egipto en este número de La Hiedra arroja luz sobre la dificilísima situación de la revolución. Nos ayuda a entender por qué el golpe militar contra Morsi, apoyado en una movilización social

aún más grande que la de 2011, puede represen-tar un enorme paso hacia atrás en las conquistas democráticas y sociales conseguidas. Escapar de la dicotomía Islamistas-militares es imprescin-dible para entender la necesidad de una alter-nativa de movilización y programática que per-mita profundizar en nuevas conquistas. Porque los procesos revolucionarios no son rectilíneos, como muestra el ejemplo egipcio y como también queda patente en la entrevista al activista de la izquierda revolucionaria siria, Ghayath Naisse, que recogemos en esta edición.

Las revoluciones contienen avances y retroce-sos mediados tanto por la relación de fuerzas en-tre las elites y los nuevos sujetos sociales forjados en la lucha como por la batalla entre proyectos políticos alternativos. En este sentido, los artí-culos sobre Egipto, Venezuela y Chile que reco-gemos en este número nos permiten entender, a través de procesos muy diferentes y distanciados en el tiempo, por qué las revoluciones represen-tan un momento histórico de equilibrio inestable que debe resolverse en un sentido u otro. Como narra Aitor Bayón en su artículo sobre Chile a 40 años del golpe militar de Pinochet, una revolu-ción que no continúa adelante muere, ya sea con un trágico baño de sangre o con la degeneración paulatina de las conquistas obtenidas para res-taurar los intereses de la vieja oligarquía. Pau Alarcón explica en su artículo sobre los 14 años de la Revolución Bolivariana por qué, de nuevo, el proceso de cambio debe profundizarse y de-mocratizarse en Venezuela o de lo contrario los retrocesos estarán asegurados, más aún tras la muerte de Chávez –figura que representaba la cohesión entre el aparato del Estado y los mo-vimientos populares. El burocratismo de estado y la paralización de la movilización de base son procesos simultáneos que en Venezuela podrían establecer el sustrato para una regeneración y re-torno de la vieja oligarquía al poder político.

Olas de protesta global

A finales de mayo varias decenas de personas ocuparon el Parque Gezi en el centro de Estambul. El movimiento contra la construcción de un

centro comercial rápidamente evolucionó hacia una protesta política contra el autoritarismo del Gobierno de Tayyip Erdoğan. Tanto la ocupa-

ción del Parque Gezi como la posterior toma de la Plaza Taksim evocaban los primeros meses del movimiento 15M en el Estado español. Este

nuevo movimiento social se extendió también en forma de ocupación de plazas por el resto de Turquía, llegando a implicar a 77 ciudades.

Las asambleas multitudinarias han sido también en Turquía el principal medio de organización de las protestas. // Foto: Asamblea en Besiktas

(Estambul). Por Thiago Florencio

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La lucha entro lo nuevo y lo viejo, como se co-menta en estos tres artículos mencionados, debe resolverse.

Grecia y el Estado españolPero lo nuevo y lo viejo está también presente en contextos de escala menor, allá donde la cri-sis económica ha desatado movimientos que aún no representan o están lejos de plantearse como un proceso revolucionario. Es la situación de Grecia, donde el resquebrajamiento del Estado y de la situación social a través de las políticas de ajuste está presionando intensamente a todas las fuerzas en conflicto para adecuarse a un con-texto de enorme volatilidad. Syriza intensifica su moderación a medida que se aproxima su posi-ble victoria electoral. Su liderazgo ya ha modifi-cado sus aspiraciones de un gobierno netamen-te de izquierdas para abrir la posibilidad de un “gobierno anti-austeridad”2 que podría incluir fuerzas políticas opuestas a los memorándums de ajuste pero también totalmente contrarias a la construcción de un contrapoder en la calle. Al mismo tiempo, tras el congreso fundacional de Syriza como nuevo partido celebrado en julio, la dirección ha desatado una guerra sin cuartel para neutralizar la influencia de los sectores más rupturistas albergados en la organización3. Para Tsipras y el antiguo liderazgo de Synapsismos (la tendencia más grande en Syriza) este paso es ne-cesario de cara a obtener la confianza de al me-nos algunos sectores de la clase dirigente griega. Y parece seguro que Grecia necesitará un nuevo rescate –asunto aplazado hasta la finalización de las elecciones en Alemania– intensificando aún más la crisis social que vive el país desde hace 5 años.

Mientras, el Estado español continúa hun-diéndose en la crisis económica por cuarto año consecutivo, acercándose poco a poco a Grecia en la fragilidad de su situación económica, so-cial y política. A pesar de los rescates bancarios sufragiados por las poblaciones del Estado y de Europa, la morosidad de la banca crece hasta ci-fras nunca alcanzadas (un nuevo record del 11’6% del total de crédito concedido4) lo cual dificula-tará la salida a la crisis a pesar de toda la pro-paganda gubernamental que dice lo contrario. El FMI empeoraba en agosto las previsiones de crecimiento de la economía española para 2013 y pronosticaba que la tasa de paro se mantendrá en torno al 25% hasta 20185. La solución que ofrece este organismo junto a la UE es una bajada ge-neralizada de sueldos. Estos ya han caído un 9% durante 20126 y la economía española es la única de la OCDE donde los salarios reales llevan ca-yendo 20 años7. Para la Troika, el Gobierno y el gran empresariado, la única salida es una políti-ca de reducción de los salarios aún más acusada para volver a hacer del Estado español un lugar atractivo para invertir. El FMI recomendaba a principios de agosto un pacto para reducir los salarios un 10% en dos años y la Comisión Euro-pea lo sancionaba inmediatamente a través de su vicepresidente Olli Rhen. De ahí la ofensiva con una nueva vuelta de tuerca en la Reforma Labo-ral en septiembre y los gritos de la patronal para precarizar aún más el mercado laboral.

El Gobierno del PP debe afrontar por tanto esta tarea, con más recortes para reducir el défi-cit y más desviación de recursos públicos para sa-near el sistema bancario. Pero el Gobierno no se encuentra en la mejor situación. Los escándalos de corrupción han debilitando su capacidad para

mantener la iniciativa y la crisis política general acecha a la vuelta de la esquina. Como indicába-mos en el anterior número de La Hiedra, el Esta-do español vive una incipiente ‘crisis de hegemo-nía’ donde lo viejo –el orden constitucional del 78, las élites económicas en él apuntaladas y su aparato político-institucional asociado– podría verse amenazado desde diversos frentes.

Los artículos de este número dedicados al Es-tado español tratan de estos frentes. Pere Duran analiza las posibilidades y límites del proceso constituyente que para muchos sectores de la izquierda y los movimientos sociales representa una vía sobre la que construir el desafío de un cambio social drástico. Tanto el proceso consti-tuyente como la profundización de la resistencia social iniciada a raíz del 15M afrontan un enorme obstáculo en la debilidad y fragmentación orga-nizativa de la izquierda rupturista del Estado. Oscar Simón nos presenta en su artículo sobre las diferentes iniciativas políticas de la izquierda al-ternativa los intentos por alcanzar la unidad y le-vantar propuestas organizativas que construyan la resistencia en la calle al tiempo que no teman la participación política. Y es que la lucha contra las políticas de austeridad está abriendo nuevos modelos de organización y confrontación. Sam Robson, sindicalista de la educación en Madrid, repasa la evolución de las luchas en el sector pú-blico y las nuevas estructuras organizativas que han generado –como las mareas. Estas luchas se abren paso en una crisis con múltiples aristas, al-gunas de profundo calado histórico e institucio-nal, como la cuestión nacional, que tras el 11 de septiembre de 2012 ha pasado a una nueva fase. Guillem Boix enmarca la situación en el debate histórico sobre la relación de la lucha de eman-

cipación nacional con la perspectiva anticapita-lista. Joel Sans disecciona la estrategia de CiU y ERC para desvelar los límites y engaños que pre-senta la alternativa de unas elecciones plebiscita-rias como sustitutas de una genuina consulta de autodeterminación. Ana Villaverde por su parte nos plantea el peligro del populismo encarnado en UPyD a la luz de la actual crisis del sistema bipartidista español.

Queremos presentar así en esta edición de otoño de La Hiedra debates cada vez de mayor actualidad y hacerlo con vocación orientativa. Desde la izquierda debemos hacer frente a los re-tos que tenemos por delante, aprender de lo que está pasando en el plano internacional y recons-truirnos para abrir un futuro que no sea la con-dena de las clases populares que quieren el FMI, la UE y la patronal. La lucha contra la austeridad tiene potencial para revertir este proceso y gene-rar en ese camino una alternativa general a este sistema fallido.

Notas:1 Ron Margulies, 2013: “Turkey: between Islamic neo-liberalism and Kemalist nationalism”. International Socialism Journal, 139.2 Plataforma de izquierdas de Syriza, 2013: “Por un gobier-no de ruptura”, anticapitalistas.org, http://bit.ly/16CJfxV3 Panos Petrou, 2013: “The battle for Syriza goes on”, socialistworker.org, http://bit.ly/19OnnV04 Elmundo.es, 2013: http://mun.do/1ayppYM5 International Monetary Found, 2013: IMF Country Report. No. 13/244. http://bit.ly/14oSXnO6 Michael Roberts, 2013: “The return of the Spanish Inquisition”, Michael Roberts Blog, http://bit.ly/13Ldncv7 Juan Torres, 2013: “Hacer frente a tanto engaño”. http://bit.ly/1f6TGvd

Editorial

La Hiedra, la resistencia que se extiende. Septiembre-diciembre 2013. Editor: Joel Sans Molas. Redacción: Manel Barriere, Franco Casanga, Joel Ferrer, Angie Gago, Regina Martínez, Enric Rodrigo, Miguel Sanz Alcántara, Luke Stobart y Ana Villaverde. Web: www.enlucha.org

UPYD: EL PELIGRO DE LA REACCIÓNAna Villaverde

PROCESO SOBERANISTA EN CATALUNYA: ¿RUPTURA DEMOCRÁTICA O NUEVO PACTO ENTRE ÉLITES?Joel Sans

MAREAS, MARCHAS Y HUELGAS: EXPERIENCIAS FÉRTILES EN EL SECTOR PÚBLICOSam Robson

6 LA IDEA DEL PROCESO CONSTITUYENTE: LÍMITES Y POTENCIALIDADES Pere Duran

¿UNIDADES DISPERSAS? BREVE REPASO DE ALGUNOS NUEVOS PROYECTOS POLÍTICOS Oscar Simón

14 AÑOS DE CHAVISMO EN VENEZUELA: ENTRE EL PODER DE LAS MASAS, LA BUROCRACIA Y LA OLIGARQUÍAPau Alarcón

CHILE 1973: CUANDO LA REVOLUCIÓN SE TOPÓ CON EL REFORMISMOAitor Bayón

EGIPTO: GENERALES, ISLAMISTAS Y LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIADavid Karvala

“EN SIRIA, TENEMOS MÁS DE 250 MANIFESTACIONES CADA SEMANA, NO PARAN”Entrevista con el activista de la izquierda revolucionaria siria Ghayath Naisse

¿NACIÓN O CLASE? LAS RESPUESTAS DEL MARXISMO A LA CUESTIÓN NACIONALGuillem Boix

LA POLÍTICA EN EL DEPORTE: UN CAMPO DE CONTRADICCIONESEnric Rodrigo

HISTORIA MUNDIAL DEL PUEBLOChris Harman - Artur Galve

EL RÉGIMEN DE LA TRANSICIÓN EN CRISIS

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LA HIEDRA Nº 7 SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2013

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Email: [email protected] Tel: 692 911 939. Contacto de La Hiedra para valoraciones, propuestas de artículos o conseguir copias: [email protected]. La Hiedra es la revista cuatrimestral de En lucha / En lluita

AMÉRICA LATINA

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RESEÑA

6 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 7

UPyD: El peligro de la reacción

Rosa Díez aseguraba este vera-no que tras las próximas elec-ciones UPyD se convertirá en una fuerza determinante, con capacidad para condicionar

la política nacional. Más allá de las en-cuestas de intención de voto (el CIS le daba en julio un 8’8%), Díez mantie-ne unas expectativas tan altas porque considera que todas aquellas personas que ideológicamente se sitúan en el “centro” en las encuestas serán futu-ras votantes de su partido. Repite in-sistentemente que su partido no es ni de izquierdas ni de derechas, sino que únicamente persigue los intereses de la ciudadanía. Ante la creciente polari-zación social fruto de la crisis y los re-cortes, se hace cada vez más obvio que no existen esos “intereses comunes”. Entonces, ¿qué intereses son los que defiende este partido realmente?

De la indefinición ideológica a la derecha Basta con analizar cuales han sido sus actuaciones durante este tiempo para dotar de contenido sus aspiraciones y desenmascarar cuales son sus verda-deros objetivos.

El frente clave que define a UPyD desde su formación a partir de la Pla-taforma Basta Ya! es su antinacionalis-mo frente a los derechos nacionales y su defensa a ultranza de la unidad de España. Una de sus principales rei-vindicaciones es acabar con las com-petencias autonómicas en educación y sanidad. En todo el proceso sobera-nista de Catalunya, su papel ha consis-tido en ejercer presión para contribuir a impedir cualquier tipo de avance en el derecho a decidir. Propusieron una Ley Orgánica relativa a la reforma del Código Penal para recuperar el delito de convocatoria ilegal de elecciones o consultas vía referéndum. Ramón de Veciana, candidato de UPyD en Ca-talunya, llegó incluso a comparar un posible referéndum con un “golpe es-tado”1. También proponen que se eli-mine de la Constitución la protección a la pluralidad lingüística. Su política españolista no les ha procurado mu-chos apoyos en Catalunya, si bien es cierto que allí su espacio está cubierto

por Ciutadans, formación muy similar que también forma parte de la cruzada españolista.

Por otro lado, aunque UPyD se auto-proclama como el partido salvador de la democracia que ha sido “robada a los españoles”, sus representantes no du-dan en oponerse a que se investiguen los crímenes del franquismo (cuando la democracia y sus defensores fue-ron literalmente aniquilados). Así, se opusieron a la propuesta de Izquierda Plural de declarar el 18 de julio como día oficial de condena de la dictadura y en memoria de las víctimas. En una entrevista, Álvaro Pombo, candidato de UPyD al Senado, dijo abiertamente que la democracia había sido posible gracias a Franco, concluyendo además lo siguiente: “[…] me hago esa pregun-ta, de si no tendríamos, por ejemplo en España, que pasar a una fase supra-política, suprapartidista, de gestores firmes”2.

En relación a la cuestión de género, Toni Cantó se ha convertido última-mente en el portavoz del neomachismo de corte victimista, que convierte a los hombres en mártires de las medidas a favor de la igualdad. Ante la oleada de críticas que recibió cuando afirmó que la mayoría de las denuncias por violen-cia machista eran falsas, no tuvo más remedio que pedir disculpas pública-mente. Sin embargo, en el programa de UPyD se incluye cambiar la Ley contra la Violencia de Género, al considerar que la actual supone la “desigualdad de trato en el ámbito judicial, dando lugar a una aplicación desmedida e injusta para miles de hombres”3. En definitiva, Toni Cantó no estaba sino defendiendo de una forma bastante torpe lo que se puede leer entre líneas en el programa electoral de su partido, que también recoge el cuestionamiento del derecho al aborto.

¿Regeneración o restauración?Con su discurso de “regeneración de-mocrática” y su identificación con unos supuestos intereses de la ciudadanía frente a una casta política corrup-ta, UPyD ha sido capaz de capitalizar una parte importante del descontento existente con el status quo. Sin embar-

go, se limitan a señalar la corrupción como si fuese única y exclusivamente responsabilidad de determinados polí-ticos que incurren en malas prácticas. En ningún momento cuestionan a los grandes poderes económicos que están detrás de la misma ni las condiciones sistémicas en la que ésta se ha veni-do produciendo durante los años del boom inmobiliario.

De hecho, en el terreno económi-co UPyD apuesta claramente por las políticas neoliberales. En noviembre rechazaron la proposición de ley de Iz-quierda Plural y el BNG, apoyada por los sindicatos, para someter a referén-dum los recortes sociales y laborales del Gobierno. También se sumaron este verano al pacto que firmaron PP y PSOE para llevar una posición común al último Consejo Europeo. Entre otras medidas, este pacto abría la puerta a una nueva subida del IVA, una refor-ma de las pensiones que podría incluir retrasar aún más la edad de jubilación, una profundización en las medidas re-gresivas de la reforma laboral o la re-ducción de la inversión en sanidad con la inclusión del copago, etc4.

Estas actuaciones, entre otras mu-chas, dejan en evidencia que cuando UPyD habla de regeneración, de lo que está hablando en realidad es de restau-rar la legitimidad del régimen existen-te. Al más puro estilo de la Transición que tanto veneran, su apuesta consis-te en hacer ver que quieren cambiarlo todo para alcanzar su objetivo real: que nada cambie.

Ocupar su espacioEste tipo de formaciones populistas conservadoras tampoco son nada nue-vo. Saber identificar experiencias simi-lares en el pasado puede ser útil para aprender a desenmascararlos y antici-parnos a cuál puede ser su trayectoria en el futuro.

En el Estado español, en condicio-nes históricas similares, marcadas por la crisis y la inestabilidad política, han surgido otros partidos parecidos. Hay quienes defienden que UPyD es un partido fascista. Es cierto que si com-paramos reivindicaciones de la extre-ma derecha con algunas de las pro-

Unión, Progreso y Democracia (UPyD) se está beneficiando de la desafección con los dos grandes partidos, especialmente el PSOE. Ana Villaverde desenmascara en este artículo la formación de Rosa Díez y Toni Cantó, subrayando el serio peligro que representa y las bases demagógicas sobre las que se apoya su discurso.

puestas de UPyD podemos encontrar ciertas similitudes, especialmente en su ferviente españolismo y su discur-so contra la política. Sin embargo, es importante entender que el fascismo tiene como objetivo la implantación de un sistema dictatorial y supone “la prohibición de toda forma diferente de pensar o actuar, la negación de cual-quier libertad, derecho o estructura mínimamente democrática que no sea corporativa mediante una represión brutal, sistemática e institucionaliza-da”5. Además, los partidos fascistas se sirven de grupos violentos que de forma paralela a su actividad política, se dedican a sembrar el terror en las calles.

La estrategia de UPyD se basa en tratar de restaurar la legitimidad del régimen político y económico vigen-te con el objetivo de garantizar su continuidad, justo en el momento en que éste está atravesando una crisis profunda. Pero esto es muy diferente de tratar de lo que intentan partidos neofascistas como Plataforma per Ca-talunya de imponer un régimen de te-rrorismo de Estado con la eliminación física de la disidencia y las minorías. No se trata de quitarle importancia al peligro que representa este partido, pero saber identificar el fascismo y diferenciarlo de otro tipo de opciones políticas de derechas es fundamental para definir bien la estrategia a la hora de combatirlo.

Quizás sería más acertada la com-paración que se hace en algunos artí-culos entre UPyD y el Partido Radical de Alejandro Lerroux6. Este líder po-pulista de la II República tiene muchos elementos en común con el partido de Rosa Díez. Su estrategia consistía en atacar a la “clase política”, de la que se desmarcaba, defender la unidad de España y presentarse como “ciudada-nos” sin intereses partidistas. Ambos se sitúan en la ambigüedad ideológica, aparentan venir de posturas progre-sistas, UPyD de la socialdemocracia y Lerroux del republicanismo, para ir girando cada vez más hacia la derecha. Lerroux acabó formando coalición de gobierno con la CEDA (extrema de-recha) durante el “bienio negro” del

1934 a 1936, e incluso terminó apoyan-do el golpe de estado de Franco.

Hoy por hoy no se puede considerar que UPyD sea un partido fascista, pero lo que sí que es cierto es que, como ocurrió con el lerrouxismo en su día, pueden acabar haciéndole el juego a la extrema derecha, al señalar a un chivo expiatorio como culpable de “los males de España” (los nacionalismos de las naciones no reconocidas) y abonar el terreno para la expansión de las postu-ras más reaccionarias.

Por otro lado, UPyD representa otro peligro más evidente y que puede ha-

cerse realidad en un plazo más corto. Cuando surgió el Movimiento 15M supieron conectar con ciertos secto-res que, si bien se mostraban discon-formes con la corrupción y el bipar-tidismo, no identificaban el sistema económico como el origen de sus pro-blemas. La crisis de legitimidad del sis-tema político llega también a partidos como Izquierda Unida, que debido a su apuesta por la política institucional en detrimento de la lucha en las calles han ido perdiendo credibilidad en los últi-mos años. Al no existir actualmente una alternativa por la izquierda fuerte y con capacidad para movilizar el des-contento de la clase trabajadora, la cri-sis sistémica que estamos atravesando puede tener una salida por la reacción.

El mensaje de UPyD puede atraer a algunos sectores que en otra situación serían susceptibles de sumarse a un proyecto de izquierdas, que en lugar de quedarse en cambios superficiales para reestablecer el orden existente, plantease abiertamente la necesidad de acabar con el sistema de raíz. En nuestras manos está arrebatarles ese espacio.

Notas:1 “UPyD equipara el referéndum a un ‘gol-pe de es tado’ con “violencia moral”, lain-formacion.com, 05/08/2013. http://bit.ly/1fiIxHU2 “Entrevista a Álvaro Pombo”. The Clinic Online. 31/03/2011. http://bit.ly/hMt7fq3 UPyD, 2011: Programa electoral UPyD Elecciones Generales 20114 Miguel Sanz Alcántara, 2013: “El pacto PP-PSOE o la ‘pasokización inevitable’. enlucha.org, 01/07/2013. http://www.en-lucha.org/site/?q=node/188685 Pau Alarcón, 2008: “La lucha contra el fascismo: unidad y acción”. En lucha, fe-brero 2008. http://www.enlucha.org/site/?q=node/5526 Francisco Garrido, 2011: “UPyD, la vuel-ta del lerrouxismo”, Paralelo 36. Disponi-ble en: http://www.paralelo36andalucia.com/upyd-la-vuelta-del-lerrouxismo

En el terreno económico UPyD apuesta claramente por las políticas neoliberales

Protesta de ex militantes de UPyD contra Rosa Díez en 2010.

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PROCESO SOBERANISTA EN CATALUNYA

¿Ruptura democrática o nuevo pacto entre élites?

t Artur Mas con Rajoy en septiembre de 2012. CiU ha jugado durante décadas con los deseos independentistas del pueblo de Catalunya para pactar con el Estado español algunas mejoras en el autogobierno.

El proceso soberanista abierto en Catalunya parece estar ale-targado. Cada mes que pasa se muestran más los ya previsi-bles límites del pacto entre CiU

y ERC. La enorme manifestación del 11 de septiembre del año pasado expresa-ba la masiva voluntad del pueblo cata-lán de poder decidir su futuro y hacer uso del legítimo derecho de autodeter-minación. Desde entonces la movili-zación ha pasado a un segundo plano, con la destacada excepción de la cade-na humana de este 11 de septiembre.

Se está avanzando en una articula-ción desde arriba que abarca declara-ciones parlamentarias, escenificacio-nes públicas y la creación de varios or-ganismos que son, en palabras de Artur Mas, las tres patas del proceso: el Con-sejo Asesor para la Transición Nacio-nal (formado por expertos y académi-cos), el Pacto Nacional por el derecho a Decidir (un pacto ‘social’ con repre-sentantes institucionales, de partidos y organizaciones) y la Comisión por el Derecho a Decidir del Parlament. Todo forma parte de una estrategia para si-mular que se está haciendo algo, pero también indica el tipo de camino que CiU y ERC quieren seguir.

¿Qué modelo de transición nacional?El primero de estos organismos, el Consejo Asesor, hacía público en julio un informe que desarrollaba los posi-bles escenarios en relación a una con-sulta. Vale la pena analizarlo ya que señala con claridad una hoja de ruta.

El informe describe los mecanismos jurídicos que existen para llevar a cabo una consulta sobre el derecho a decidir pero explica que todos ellos necesitan la autorización o el apoyo del gobierno español para ser legales. En caso de no haber autorización, el informe desesti-ma la posibilidad de llevar a cabo una consulta desde la Generalitat, los ayun-tamientos o la sociedad civil. Y lo hace con esta argumentación:

“Los inconvenientes de estos esce-narios son claros: confrontación fron-tal con el Estado […], fácil campaña de desprestigio desde actores e institu-ciones contrarios a la consulta por su ‘inutilidad’ (presentada como ilegal y

anticonstitucional), previsible escasa o insuficiente participación, deslegiti-mación de los resultados –también en la esfera internacional–, problemas lo-gísticos de organización, etc.”1

Descartado este paso, el informe recomienda unas elecciones plebiscita-rias, donde el sí o no a la independen-cia vendría mediado por el voto a los partidos. A estas elecciones le segui-rían una Declaración Unilateral de In-dependencia (DUI) desde el Parlament catalán y la utilización de la mediación de la comunidad internacional. Aun-que la DUI no sería una vía reconocida por la legalidad española contaría con el precedente internacional del caso Kosovar.

El Consejo Asesor analiza de forma muy completa el árbol de posibilidades del proceso. Sin embargo, sorprende que descarte una consulta no autori-zada por el gobierno español por la confrontación que generaría y apueste por una Declaración Unilateral de In-dependencia. Como el mismo informe señala, la DUI es el tipo de actuación que puede provocar una respuesta más

beligerante. En una interpretación ex-trema, el Estado español podría consi-derar la DUI como un delito contra la Constitución o un delito de rebelión, lo que podría incluso conllevar un estado de excepción.

Pero además hay un tema total-mente ausente en el informe: la movi-lización popular. No dar ningún papel a la movilización como impulsor del cambio, como elemento que puede presionar el Estado español y generar solidaridad en otras partes del Esta-do, es muy indicativo de cómo se ve el proceso.

Elecciones plebiscitariasEstá bastante claro que el gobierno del PP se opondrá a pactar una con-sulta, ya que esta expresaría de forma mayoritaria el sí a la independencia y supondría un acto de legitimación de-mocrática. CiU y ERC podrían llegar a proponer una fecha de consulta, pero difícilmente se atreverán a realizarla sin autorización de Madrid. Las elec-ciones plebiscitarias son el mecanismo predilecto de CiU para ganar tiempo, mantener la centralidad política pese a los recortes y evitar cualquier desbor-damiento a través de la movilización, probable con una consulta no autoriza-da. Por su parte ERC acepta este cami-no cogiendo el referente del caso Ko-sovar y sabedora del gran crecimiento electoral que le dan las encuestas. ERC está buscando el espacio político cen-tral con votantes de CiU y del PSC y a través del abandono de supuestos “más radicales” como el marco nacional de los Països Catalans.

Incluso la Assemblea Nacional Ca-talana (ANC), un movimiento amplio que moviliza por la independencia, aceptaría la alternativa de las eleccio-nes plebiscitarias: “en el caso de que el Estado español no acepte la celebra-ción de un referéndum o de una consul-

ta, impida su celebración o no dé nin-gún valor a su resultado, la ANC dará apoyo a las acciones de la Generalitat o del Parlament encaminadas a la con-secución de la independencia por la vía de la Declaración Unilateral. Y en caso de unas hipotéticas elecciones la ANC podrá promover la formación de una coalición unitaria independentista”2. La actividad de la ANC está orientada a meter presión para hacer avanzar el proceso, pero con la aceptación implí-cita del liderazgo de la Generalitat, de CiU y ERC. Además la ANC hace gala del soberanismo transversal del “todos juntos por la independencia”.

Sin embargo, un referéndum es una experiencia mucho más democrática, participativa y da un mandato más claro que unas elecciones plebiscita-rias. Este tipo de elecciones girarían solamente alrededor del apoyo u opo-sición a la independencia, lo que mar-ginaría el eje social. Además hay otro problema, más estratégico, con unas elecciones plebiscitarias. Si CiU y ERC no se atreven a desobedecer al Estado español con la realización unilateral de la consulta, ¿cómo van a ser capaces de desobedecerle con una Declaración Unilateral de Independencia? Y des-pués de la DUI haría falta una ruptura en cuanto a legislación, fiscalidad, fi-nanzas y administración, que el Esta-do español podría fácilmente ver como una agresión y responder con un am-plio abanico de acciones. La gran bur-guesía catalana, que es estatalista, se opondrá a cualquier enfrentamiento y, por lo tanto, presionará para que no se lleven a cabo este tipo de iniciativas3.

Si bien ERC se declara a favor de la DUI, la parte más derechista de CiU, Unió Democràtica, ya se ha posiciona-do claramente en contra y la otra par-te, Convergència, podría aceptar una declaración solamente si su contenido fuera muy matizado (por ejemplo, que

no apareciera la palabra ‘independen-cia’, que este partido evita usar) y es-tuviera orientada a buscar el pacto con el gobierno español. El contenido de este tipo de pacto permite ya cualquier cosa dependiendo de los deseos de las élites políticas y económicas. Podría ser el momento escogido por CiU para negociar con Madrid un mayor autogo-bierno, nuevos marcos institucionales y mejoras fiscales.

Por todo ello, unas elecciones plebis-citarias son, en realidad un fraude de-mocrático y una desnaturalización del proceso, no su avance por otros medios. La ruptura democrática y el ejercicio del derecho de autodeterminación queda-rían de nuevo escamoteados. Además, un proceso de soberanía institucional encabezado por CiU le da un balón de oxígeno en lo nacional que afecta inevi-tablemente lo social. Uno de los últimos casos ha sido el apoyo de ERC al gobier-no con el ERE a la televisión pública.

¿Otra ‘ruptura pactada’?Para la izquierda combativa compro-metida con el derecho autodetermina-

ción va a ser clave argumentar contra el soberanismo transversal del “todos vamos en el mismo barco”. La única forma de hacer avanzar el proceso en beneficio de las personas trabajadoras es reivindicar de forma continua los derechos sociales y defender no sólo la consulta sino que se lleve a cabo aunque no haya autorización. El mo-mento actual permite que una posición de ruptura democrática y de consulta desobediente tenga un amplio eco más allá de las filas de la izquierda radical.

A finales de los 70 la idea de una “ruptura pactada” con la dictadura ter-minó con monarquía, amnistía para los franquistas y una constitución que impide el derecho de autodetermina-ción. Volver a repetir hoy la idea de una “ruptura pactada”, de la independencia sin confrontación, es la mejor rece-ta para no poder ejercer los derechos nacionales. Un proceso desde arriba permite la desactivación del proceso y su reconversión hacia un pacto entre élites. Vale la pena encauzar la autoor-ganización y la movilización, con una actitud crítica con la dinámica institu-cional, para evitar convertirse en me-ros espectadores.

Notas:1 Consell Assessor per la Transició Nacio-nal, 2013: La consulta sobre el futur polí-tic de Catalunya. 25/07/2013, Barcelona, Generalitat de Catalunya. p. 142. Disponi-ble en: http://bit.ly/15iHJjS.2 Assemblea Nacional de Catalunya: Full de ruta aprovat en l’Assemblea ge-neral del 16 de març de 2013: p. 6 Dis-ponible en: http://www.assemblea.cat/?q=node/4398.3 Sobre la posición de los distintos sectores de la burguesía catalana ver: Sans Molas, Joel, 2013: “Grietas en el Estado español: Crisis y cuestión nacional catalana”. La Hiedra. n. 5, enero 2013. http://bit.ly/XvE2TE.

Cada vez empieza a ser más patente que CiU y ERC en lugar de una consulta de autodeterminación caminan hacia una articulación institucional para unas elecciones plebiscitarias. Joel Sans Molas analiza la hoja de ruta del proceso soberanista y sus implicaciones.

Las elecciones plebiscitarias son el mecanismo predilecto de CiU para evitar cualquier desbordamiento a través de la movilización

La “ruptura pactada” con la dictadura terminó con monarquía, amnistía para los franquistas y una constitución que impide la autodeterminación

10 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 11

Voy hacia el centro de Madrid en metro y bajo del vagón. Todo normal hasta darme cuenta de que el diseño inte-rior de la estación ha sufrido

unos retoques. El nombre, anterior-mente tan sencillo como emblemáti-co de la movilización popular, ha sido modificado a “Vodafone Sol”. Casi he-cho aposta para decirnos: “veis, hasta vuestro terreno sagrado, lo que era el corazón y cerebro de vuestro movi-miento, lo podemos privatizar si nos da la gana”. Aunque en un sentido es algo meramente simbólico, el mensaje encuentra su eco en el pensamiento de un sector importante de la población, frente al actual asalto frontal contra los servicios públicos. Quizás la expresión más común de esto es el suspiro: “es que la gente no se mueve”.

Algo se mueveObviamente no estamos en vísperas de una revuelta masiva. Sin embargo, no es verdad que no hayamos ganado nada. Para poner sólo un ejemplo de la sanidad, en noviembre la oleada de protestas en Madrid salvó La Princesa como hospital de referencia. Pero la re-sistencia va más allá de ejemplos suel-tos. En octubre de 2012 la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Ci-fuentes, calificó como “desmesurada” la cifra de 2.200 manifestaciones que se habían realizado en la ciudad en los primeros diez meses del año1 –salen a una media de siete al día.

Otras estadísticas nos muestran algo parecido. Según el ministerio de Empleo y Seguridad Social, entre 2011 y 2012 el número de huelgas aumentó un 12’5%, la cantidad de participantes en huelgas incrementó un 45’5% y las jornadas no trabajadas subieron un impresionante 166%2. Además estas cifras no incluyen las dos huelgas gene-rales del 29 de marzo y 14 noviembre de 2012. Aunque las cifras incluyen el sector privado, la mayor conflictividad

en cuanto a la extensión se registró en el sector público, al que le correspon-dió el 13’7% de huelgas, con un por-centaje de trabajadores participantes del 41’2%3. No nos debería sorprender, ya que las y los trabajadores públicos se agrupan en colectivos enormes. En Madrid, por ejemplo, hay 75.000 per-sonas trabajando en la sanidad públi-ca. No hay empresa privada compa-rable. A nivel estatal ya tenemos que hablar de medio millón de personas empleadas en la enseñanza no univer-sitaria y 460.000 en la sanidad4. Todo esto muestra el potencial para llevar a cabo luchas amplias y fuertes en el sec-tor público.

Para explicar esta recuperación en los niveles de luchas hay que tener en cuenta el papel del movimiento 15M que estalló en 20115. A pesar de su ini-cial rechazo a las organizaciones sindi-cales, en la docena de huelgas en la en-señanza madrileña en el otoño de ese año la influencia fue palpable, desde la recién estrenada confianza del colecti-vo hasta el uso de los gestos del 15M en las asambleas y el nacimiento de la Redverde, red asamblearia de base de docentes.

Estrategias en un contexto de recuperación limitadaY sin embargo no hemos podido parar la marcha hacia el abismo del Gobier-

no. Por un lado, que el incremento en las luchas se produzca tras un periodo de gran pasividad exagera su magni-tud. Por otro lado, la crisis económica ha hecho que los gobiernos sean más reticentes a ceder terreno y el déficit democrático que suponen las directri-ces de la Unión Europea les respalda en sus ataques. Además, cabe destacar que en las tres décadas que llevamos de neoliberalismo, las derrotas pare-cen un Everest al lado del montículo de victorias, lo cual deja muy afectada la confianza de nuestra clase. Así, el de-seo de hacer algo frente a los ataques se manifiesta en una recuperación de luchas a veces explosiva, pero a la vez frágil.

En este contexto de recuperación li-mitada las estrategias aplicadas en las luchas adquieren una gran importan-cia. Pero en vez de dar alas a los brotes verdes de resistencia, el papel de las direcciones de los sindicatos mayori-tarios ha sido el contrario. La primera gran lucha del sector público, antes de que existiera la riqueza de mareas actual, tuvo lugar en otoño de 2011 en la enseñanza pública madrileña, con asambleas de miles de personas y una campaña de 3 días de huelga a la sema-na de manera indefinida. Después de la primera semana de huelga, con un seguimiento de entre el 70% y 80%, la estrategia se abandonó sustituyéndose por huelgas sueltas de uno o dos días. Se podía haber ganado si no hubiera sido por el freno de las burocracias sindicales. Pero el sentimiento general era de desgaste y de que las huelgas no sirven. Hasta cierto punto parece que esta lucha dejó huella en las posterio-res, templando la confianza de las y los trabajadores, dejando las resistencias más susceptibles a la manipulación burocrática, lo cual vuelve a afectar ne-gativamente nuestra autoconfianza.

Cabe volver a afirmar que, como cla-se trabajadora, no trabajar es el arma más potente que tenemos, ya que es

Para explicar esta recuperación en niveles de luchas hay que tener en cuenta el papel del movimiento 15M

Mareas, marchas y huelgas:Experiencias fértiles en el sector público

nuestro trabajo el que produce toda la riqueza del sistema y si no trabajamos no hay beneficios6. Sin embargo, aun-que nos enfrentamos a un asalto bru-tal, la huelga se ha usado poco y de ma-nera aislada y sectorial, convocada es-porádicamente, sin campaña anterior y sin continuación. Como hemos visto, el sector público consiste en colecti-vos enormes que están sufriendo los mismos ataques, pero ha habido muy poca voluntad de movilizarlos con-juntamente para maximizar su fuerza y levantar la confianza. Para poner un ejemplo, el 7 de mayo de este año hubo una huelga de sanidad en la Comuni-dad de Madrid y dos días después otra de la enseñanza pública a nivel estatal, cuando se podían haber combinado. En el clima actual, este tipo de lucha no es suficiente para echar atrás a los gobiernos y si no se combinan y retroa-limentan, acaban reforzando la idea de que las luchas no valen y se pierde el ímpetu del colectivo.

Construir desde la baseEn estas circunstancias, últimamente se han empezado a contraponer otras acciones a la huelga. Algunas son vá-lidas pero a veces son simplemente falsos atajos. En realidad necesitamos todas las armas: huelgas contunden-tes, activas y creativas, combinadas con otras actividades como manifesta-ciones, encierros, cortes de carreteras, escraches y demás.

En cuanto a los mecanismos nece-sarios para desarrollar tal estrategia, la marea ciudadana, a pesar de partir acertadamente del deseo de unir las luchas, queda algo limitada. Por un lado, no pudiendo convocar huelgas se centra en macro-manifestaciones periódicas. Éstas son muy importan-tes; la del 23 de febrero por ejemplo sacó a miles de personas de cada rama del sector público a la calle en 16 ciu-dades y mostró el potencial para mo-vilizar desde abajo. Pero en sí no son

suficientes para ganar. También en las asambleas organizativas de las mareas tienden a faltar vínculos orgánicos con la masa de personas que trabajan en cada sector, lo que permitiría aunar estas protestas con otras más contun-dentes, incluyendo la huelga. Y esto tiene que venir desde abajo, en base a la organización, coordinación y poli-tización en los centros de trabajo. En las huelgas de la enseñanza madrileña en 2011 se vio claramente como la Re-dverde, formándose demasiado tarde en el proceso de las huelgas, no llegó a influir suficientemente en el trans-curso de la lucha. Mientras que en la sanidad madrileña, donde la lucha ha sido más sostenida, se cuenta con una coordinadora anti-privatización des-de 2004 (CAS) además de sindicatos asamblearios como el MATS que go-zan de cierta influencia. Conseguir una participación desde la base no sólo nos permite actuar con independencia de las burocracias para poder aprovechar y combinar una gama más amplia de acciones. También facilita que estas acciones se lleven a cabo de manera asamblearia y democrática en cuanto a debates sobre el ritmo de la lucha, convocatoria y desconvocatoria o la confluencia de distintos sectores, por ejemplo.

La pena es que cuando el colectivo se organiza y se lucha bien, se suele

ganar; incluso se puede presionar a los sindicatos mayoritarios y obligarles a cumplir. Podemos citar por ejemplo la huelga de la limpieza del Metro de Ma-drid en 2007, la de las y los conducto-res del Metro de Madrid de 2010, la de la limpieza de colegios públicos de Al-corcón en 2012, la de la limpieza de la Universidad Complutense en Madrid este año o las de la recogida de basura de Sevilla y Jerez7 en los últimos me-ses. ¿El elemento común? Seis luchas con máxima determinación; cinco de ellas huelgas indefinidas y la otra huel-ga “salvaje” sin servicios mínimos.

Notas:1 “Cifuentes apoya la modificación del de-recho de reunión para racionalizar las ma-nifestaciones”, RTVE.es, 2/10/2012 http://bit.ly/16Nfedm.2 Ministerio de Empleo y Seguridad, “Es-tadísticas de huelgas y cierres patronales” 2011 (http://bit.ly/13n1edr) y 2012 (http://bit.ly/13n1pW0).3 En realidad la participación del sector pú-blico es más importante ya que estas cifras no incluyen la huelga general de la ense-ñanza del 22 de mayo.4 Victoria Torres y Cecilia Jan, 2010: “Ra-diografía de los funcionarios en España”. El País, 28/05/2010 http://bit.ly/1bz9gjw.5 Para un análisis más extendido: Miguel Sanz Alcántara, 2013: “La clase trabajado-ra responde a la crisis”. La Hiedra, nº 6, http://bit.ly/17rVVGx.6 Para más información ver Ana Villaver-de, 2011: “El poder en nuestras manos”, En lucha, mayo 2011. http://bit.ly/16RKpWY.7 “Los trabajadores de la limpieza del Metro de Madrid desconvocan la huelga”. Público.es, http://bit.ly/17PCZ3t; “Desconvocan la huelga de los servicios de limpieza de la Universidad Complutense” 20minutos.es, http://bit.ly/14On9bD. Y luchas del Metro de Madrid, huelga de la limpieza en Alcorcón, Lipasam y URBASER en enlu-cha.org: http://bit.ly/14fPgx6, http://bit.ly/14fPqVf, http://bit.ly/15IPE6G y http://bit.ly/19vkxUH.

Cuando el colectivo se organiza y se lucha bien, se suele ganar

Manifestación contra la externalización de la gestión de la sanidad pública en Madrid en

diciembre de 2012.

Las luchas en el sector público han sido la punta de lanza de la resistencia contra la austeridad durante los dos últimos años. Los trabajadores y trabajadoras de este sector han demostrado un enorme dinamismo a la hora de plantear nuevas estructuras de lucha. Sam Robsom, profesor y sindicalista en Madrid, repasa brevemente algunas de estas experiencias identificando sus debilidades y fortalezas.

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Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado, y las personas, al fin, se ven forzadas a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.

Karl Marx

Vivimos en tiempos caducos. El sistema político, social y eco-nómico se descompone y re-configura de manera abrupta y a gran velocidad. Los efec-

tos de la actual crisis económica junto a la victoriosa “revolución” neoliberal han precipitado un proceso a gran es-cala de empobrecimiento y proleta-rización de la población europea sin precedentes recientes. Entre la gente desposeída crecen los sectores que ya no ven reflejadas sus necesidades y as-piraciones dentro del sistema actual, una desafección que habitualmente identifica el sistema político como la principal causa de las dificultades eco-nómicas y sociales.

Históricamente, cuando un sistema político y económico no crea riqueza ni consenso social, los liderazgos y las formas de dominación de la clase que detenta el poder, así como el propio modelo productivo, tienden a perecer en pro de sistemas más eficientes.

Actualmente el sistema político y el conjunto de instituciones que con-forman las estructuras de poder en el Estado español, el Régimen Constitu-cional del 78, no sostienen satisfacto-riamente ni la circulación ordinaria del capital ni la incesante hambre de bene-ficios y plusvalías de los nuevos amos, mucho menos las necesidades de las masas. Las perspectivas de satisfacer ambas partes y reconciliar sus intere-ses de forma pacífica en un marco polí-tico estable son altamente improbables dentro del sistema “democrático” ac-tual y lejanas dentro del actual sistema productivo dominante.

Todo lo sólido se desvanece en el aire. En esta tesitura transitiva se en-cuentra el capitalismo español; el libe-ralismo democrático y la arquitectura posfranquista del poder han agotado ya su impulso histórico. Esta es la Cri-sis de Régimen que acecha al Estado español, un desfase entre la evolución económica y las formas de dominación política, una entropía creciente que re-quiere resintonizar la estructura políti-co-social a las nuevas necesidades del capital en un contexto de crisis.

1. Crisis económica y crisis políticaPara comprender la complejidad de la coyuntura actual conviene observar la dimensión económica de la crisis polí-tica; la fase de empobrecimiento actual no solo responde a una cuestión de voluntad o fuerza política de las clases dominantes sino a dinámicas y fuerzas macroestructurales que empujan a los actores capitalistas a su destrucción mutua.

La solución capitalista a la crisis requiere un ciclo de reestructuración económica y social profundo, el ca-pitalismo solo volverá a crecer des-truyendo una parte importante de sí mismo y aumentando radicalmente la tasa de explotación. Esta fase de des-trucción de capital seguirá afectando de forma desigual y combinada a las distintas clases sociales y las diver-sas áreas geográficas del planeta. En el caso del Estado español, dentro del marco general de austeridad y crisis de la deuda soberana en la UE y teniendo en cuenta el desplazamiento del polo geoestratégico mundial hacia el conti-nente asiático, el impacto de esta con-tracción puede centrifugar fácilmente la economía española a una depresión de largo alcance, debilitando aún más su peso económico y político-militar en el mundo. Un maelstrom que afectará al conjunto de la UE si ésta no es capaz de encontrar una estabilidad interna y

una buena posición en el nuevo equili-brio político militar global.

En el Estado español este ciclo eco-nómico ha hecho estallar las grietas de la Transición provocando una reacción en cadena en el plano político; una Crisis de Régimen en la que se van di-luyendo las viejas alianzas que funda-ban el Régimen Constitucional del 78. La oligarquía económica y política es incapaz de seguir ofreciendo las limi-tadas contrapartidas económicas y so-ciales que fundaban el pacto social de la Transición. De la misma forma, tal como demostró la irrupción del 15M, las clases populares no pueden conte-ner ya sus impulsos políticos en el mar-co de la Cultura de la Transición. Esta doble contradicción, junto a la tensión en el campo económico, explicita un desfase entre la estructura y la super-estructura del sistema.

Límites económicosEn el contexto de crisis en el que nos encontramos, determinado en última instancia por la caída tendencial de la tasa de beneficios a nivel internacio-nal desde los años 701, el actual desa-rrollo de las fuerzas productivas y su distribución geográfica configuran un escenario en el que la recuperación económica del Estado español se reve-la enormemente dificultosa. Junto a la caída de la tasa de beneficios podemos identificar tres handicaps principales: 1) El pinchazo de la burbuja inmobilia-ria ha agotado rápidamente el modelo productivo español y destruido el “mi-lagroso” crecimiento económico de la era PP; 2) La crisis económica profun-diza las dinámicas del mercado globa-lizado, poniendo la economía española en mayor tensión al tener que competir de forma creciente con los costes inter-nacionales del trabajo; y 3) El papel de la Troika y la correlación de fuerzas en-tre el centro y la periferia de Europa.

Por dichas razones la recuperación económica, necesaria para poder fun-dar un nuevo pacto social que ofrezca a las clases subalternas unos estándares de vida mínimamente parecidos a los que hemos venido gozando hasta aho-ra, es impensable a corto y medio tér-mino. Esta es la inestabilidad estructu-ral con la que deberá lidiar cualquier opción política que quiera gestionar la crisis dentro de los marcos del capita-lismo; una fase de profundo empobre-cimiento de la población.

La idea de destituir el régimen actual e iniciar un proceso constituyente está tomando cada vez mayor fuerza. Pere Duran se aproxima a las distintas visiones del proceso constituyente y analiza su relación con la crisis (tanto económica como política), la vía electoral y los movimientos de protesta en un debate que continuaremos y ampliaremos en el próximo número.

El liberalismo democráti-co y la arquitectura pos-franquista del poder han agotado ya su impulso históricoRodea el Congreso, 25 de septiembre de 2012. El proceso constituyente era uno de los principales reclamos de esta protesta.

LA IDEA DEL PROCESO

CONSTITUYENTE:límites y

potencialidades

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Límites políticosEn el Estado español el bloque históri-co hegemónico del periodo democráti-co contaba hasta el inicio de la crisis no solo con la gran burguesía industrial y financiera, detentora del poder a lo largo y ancho del siglo XX, sino que fue capaz de sumar a ella las fuerzas de la socialdemocracia y los aparatos de los sindicatos mayoritarios, inclu-yendo así a grandes sectores de la clase trabajadora.

Pero actualmente el advenimiento de la crisis económica y las fisuras del pacto transitivo han hecho estallar es-tas alianzas y afinidades por los aires. A día de hoy el conjunto de instituciones, de organizaciones políticas, normas sociales y cosmovisiones ideológicas y culturales que cimentaban el Estado

español son manifiestamente incapa-ces de dar cohesión social al desarrollo de las fuerzas productivas.

La aceleración de la dinámica de concentración monopolística del capi-tal, inevitable en cualquier crisis, ero-siona las bases materiales de la con-nivencia entre la gran burguesía y la pequeña y mediana empresa existente hasta día de hoy. Así mismo, la proleta-rización de grandes capas de la peque-ña burguesía y la enorme precarización de las condiciones de vida de las clases trabajadoras dinamitan también los cimientos del pacto social. Tampoco quedan a salvo las burocracias sindica-les, pues las contrarreformas laborales van minando su privilegiada posición de negociadora entre la patronal y la clase obrera. La sustancia que cohe-sionaba el bloque histórico se diluye, las formas políticas y jurídicas se va-cían de contenido. El poder tiene cada vez más dificultades para garantizar prosperidad y seguridad a sus sectores subalternos.

Los antiguos consensos políticos no sirven ya a los intereses de los propie-tarios y gestores del capital, tampoco a sus subalternos. Esta brecha genera una tensión intolerable a largo plazo para los intereses de la élite dirigen-te; la disciplina de la clase trabajado-ra no es una cuestión negociable para el desarrollo armonioso de las fuerzas productivas. El liberalismo económico debe dejar atrás las viejas formas de dominación política para estar en con-diciones de garantizar exitosamente la reproducción del capitalismo y el po-der de sus élites económicas.

2. La reconstrucción política neoliberalSolo si entendemos que la estrategia del capitalista colectivo español (el consenso entre las distintas burguesías económicas y nacionales) para salir de la crisis consiste en seguir depreciando

el nivel de vida de las clases trabajado-ras y populares para poder competir en los mercados internacionales, po-dremos hacernos una idea realista del precio político y social que conlleva el proyecto neoliberal. Una dinámica que, inscrita dentro del proceso in-ternacional de empeoramiento de las condiciones laborales y pérdida de de-rechos sociales y políticos, iniciado a fi-nales de los años 70 como reacción a la crisis del modelo fordista-keynesiano y a la caída tendencial de la tasa de be-neficios, ha aprovechado la crisis eco-nómica actual y la debilidad política de las clases populares para intentar pre-cipitar y solidificar una nueva correla-ción de fuerzas mucho más favorable al capital.

En el caso del Estado español la aceleración de esta dinámica tiene su máxima expresión en la reforma del ar-tículo 135 de la Constitución, un cam-bio de naturaleza de la carta magna que priorizando el pago de la deuda ha dila-pidado las garantías del Estado social. Tal como señala Pisarello: “A medida que ha conseguido avanzar, este triple proceso deconstituyente [internacio-nal, europeo y estatal] ha provocado un auténtico cambio de régimen. La noción de democracia, o de democra-cia constitucional, resulta cada vez más inadecuada para describir la confusión y concentración de poderes públicos y privados que la financiarización del ca-pitalismo ha producido”2.

Esta fase transitoria en la que nos encontramos, causa y consecuencia de la reestructuración económica ya iniciada y manifestación evidente del poder de la clase dirigente, abre a su vez un espacio de oportunidad políti-ca para las clases populares debido a la pérdida de hegemonía política y social cada vez más aguda de la clase dirigen-te. Los motivos económicos, políticos y sociales que iniciaron el ciclo de mo-vilización del 15M no han hecho más

que agudizar sus contradicciones. Tal y como señala Jaime Pastor: “desde que se inició el ciclo de protesta abierto por el 15M hemos avanzado en la ‘guerra de posiciones’ pero no hemos supera-do el umbral necesario para cambiar la relación de fuerzas frente a los de arri-ba. Persiste todavía una situación de bloqueo político que permite un mar-gen de maniobra para operaciones cu-pulares hacia una ‘segunda transición’, ya en marcha, o para populismos de derecha o transversales, incluso desde sectores del PP”3.

La crisis política actual no puede prolongarse sine die. La clase dirigente no puede mantener un régimen políti-co basado solo en la fuerza y la repre-sión del estado, necesita ejercer tam-bién un liderazgo ideológico, cultural y moral que provoque la identificación y sintonía de las clases explotadas con los intereses de clase de sus amos. Y siendo conscientes del distanciamiento entre ambas partes y del descrédito del sistema político, una parte de la clase dirigente, la más lúcida, o la menos atada al viejo régimen, ha empezado a construir alternativas lampedusianas con el fin de poder reconstruir esta he-gemonía perdida, tratando de asegurar salidas políticas que puedan “cambiar-lo todo” para poder mantener intacta la estructura económica liberal. El éxi-to de las viejas élites dominantes en el ejercicio de construir estos nuevos consensos políticos y sociales cerrará las oportunidades políticas del legado del 15M para cambiar la correlación de fuerzas. Pero este ejercicio de consoli-dación política será enormemente más complicado que la facilidad con la que han iniciado y consolidado los cambios en la esfera económica.

Descartada la posibilidad, por los limites económicos expuestos más arriba, del retorno a un capitalismo so-cialdemócrata capaz de contener la cri-sis del régimen y devolver a las clases

populares sus antiguos derechos eco-nómicos y políticos, existen a grandes rasgos tres escenarios posibles de es-tabilización y/o regeneración política por parte del capitalismo y sus clases dirigentes: 1) La continuidad de un bi-partidismo zombie cuyo único mérito sea la falta de alternativas políticas de las clases populares; 2) El crecimien-to del regeneracionismo político que representa UPyD, que disputando a la izquierda la indignación social pue-de llegar a conquistar políticamente a enormes capas de la población decep-cionadas con el régimen del 78 (las maniobras de Esperanza Aguirre o las denuncias de El Mundo al PP nos permiten intuir la posibilidad que este discurso regeneracionista también se desarrolle dentro del propio Partido Popular); y 3) Un tercer escenario, aún lejano en el tiempo pero muy acorde con las contradicciones históricas que vivimos, es la reaparición del fascismo. La desesperación y ansiedad psicoló-gica que provoca al conjunto de la so-ciedad, el derrumbamiento de los anti-guos valores y modelos sociales, junto al pesimismo generalizado fruto de las múltiples derrotas y decepciones vivi-das, pueden conectar fácilmente con el discurso y la praxis de una extrema derecha inteligente y desacomplejada. Si la clase dirigente no encuentra otras vías para estabilizar sus intereses de clase y el fascismo logra imponerse en las calles, el “cirujano de hierro” apare-cerá en la palestra política como la úni-ca alternativa posible y deseable ante la descomposición del régimen liberal y democrático.

Sin embargo, esta estabilización, vía regeneración o continuación del sistema de partidos actual, no será un ejercicio unidireccional de la clase diri-gente: sus opciones se desarrollarán y se harán efectivas más bien a partir del combate constante con las dinámicas de movilización desde abajo y la capa-

cidad de autoorganización de las clases populares.

3. Proceso Constituyente desde Abajo¿Cómo aprovechar esta coyuntura abierta? ¿Cómo detener la recompo-sición política de la clase dirigente? ¿Cómo detener los embates del capital que se dan en el corto plazo y revertir el proceso constituyente neoliberal que se irá consolidando en el medio y largo plazo? ¿Cómo dotar de sinergias los di-ferentes procesos destituyentes popu-lares para que puedan revertir la actual correlación de fuerzas?

La vía electoralPara muchas y muchos activistas y militantes de diferentes tradiciones, y para una parte importante de la so-ciedad agitada políticamente, la es-trategia actual debería basarse en la construcción de un referente electoral con el que poder disputar la victoria a la derecha y al socialiberalismo. Exis-ten diversas iniciativas que, a pesar de sus diferencias substanciales, se enca-minan en esta línea; desde la Izquier-da Abierta de Llamazares al Partido X defendido por una parte del 15M, pa-sando por el Frente Cívico de Anguita o los procesos propuestos por distintos proyectos municipalistas y la izquierda anticapitalista como las CAV’s en Cata-lunya o Construyendo Alternativas en Madrid. Pero tal y como nos comentan Carolina Bescansa y Ariel Jerez (cola-boradores de la Fundación CEPS):

Lamentablemente por separado, ninguno de estos vectores podrá aprovechar la coyuntura para impulsar el sujeto portador de un nuevo proyecto constituyente que logre definir el sentido ideológicamente otrora orientador de la izquierda, centro y derecha […]. De ahí la perentoria necesidad

t La pérdida de apoyo electoral para los dos grandes partidos está abriendo una crisis del bipartidismo sin precedentes.

Manifestación contra los presupuestos del Gobierno y por el proceso constituyente en Madrid en octubre de 2012.

La recuperación económica, necesaria para poder fundar un nuevo pacto social, es impensable a corto y medio término

¿Cómo aprovechar esta coyuntura abierta?

¿Cómo detener la recomposición política de

la clase dirigente?

16 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 17

de apoyar los esfuerzos transversales lanzados desde diversos colectivos para una convergencia en un espacio político más ambicioso4.

Podemos identificar dos polos opuestos e interconectados en los que se articulan las distintas concepciones e ideas sobre la naturaleza de este re-ferente aglutinador, así como distintas valoraciones sobre los cambios políti-cos que podría impulsar una mayoría electoral. Para los sectores más ligados a la antigua izquierda y a sus prácticas reformistas y/o socialiberales, el refe-rente electoral debería aglutinar a las organizaciones políticas existentes y en mayor o menor medida los movimien-tos sociales. Por contra, muchos de los sectores ligados al movimentismo, ya sea en su variante reformista o antica-pitalista, piensan que el referente elec-toral debería dinamitar el eje izquier-da-derecha de la Cultura de la Tran-sición con un programa que recogiera los consensos y los puntos de fuga del 15M. Para los primeros la formación de un gobierno progresista bastaría para lograr el cambio político necesa-rio, para los segundos se trataría más bien de un desbordamiento electoral que bloquease o superase los intentos de ‘regeneración’ y estabilización polí-tica de las antiguas élites, mantenien-do y creando espacios de oportunidad política.

Para los sectores más rupturistas, la construcción de una plataforma su-ficientemente amplia que pueda ganar las elecciones sin ser dominada, tanto a nivel de discurso y programa como a nivel orgánico, por la vieja izquier-da y sus prácticas será un ejercicio

altamente dificultoso. En este sentido la iniciativa del Procés Constituent de Oliveres y Forcades en Catalunya será un laboratorio privilegiado para poder analizar las dificultades de este nuevo reto político y generalizar sus mejores experiencias.

Pero a su vez la cuestión clave en la coyuntura actual no es solamente el debate sobre el cómo construir esta di-námica agregadora sino que debemos polemizar y comprender el margen de maniobra y las herramientas que apor-taría a las clases populares la construc-ción de una alternativa electoral y una hipotética victoria.

Instituciones, política y poderSobre la capacidad y utilidad de las viejas propuestas reformistas, aunque sea en sus versiones más radicales, debemos ser muy sinceros y tajantes a la hora de denunciar las falsas ilu-siones de su proyecto; en caso de lo-grar conquistar una mayoría electoral suficiente para formar gobierno, las herramientas del estado actual serán del todo insuficientes para lograr cam-bios importantes en la correlación de fuerzas.

Debido al hecho de que el gobierno español ha cedido, incluso constitucio-nalmente, gran parte de la soberanía de los pueblos del Estado español a la Troika y los mercados internacionales, la victoria electoral quedaría rápida-mente encorsetada dentro de la doctri-na y praxis neoliberal. El mecanismo perverso de la deuda, el estado actual de la economía española y la deriva del sector público no dan margen de maniobra. La implementación de cual-quier política keynesiana mínimamen-

Para muchos activistas y militantes la estrategia actual debería basarse en la construcción de un referente electoral

te socialdemócrata necesitaría romper el orden constitucional y confrontarse directamente a los designios de la UE. Por ello cada vez son más quienes ar-gumentan que la victoria electoral de-bería iniciar, o ir acompañada, de un Proceso Constituyente que articule un nuevo pacto social y unas nuevas re-laciones con Europa. En este sentido Jaime Pastor define este proceso de la siguiente manera:

La formación de un bloque social, político, cultural y plural también territorialmente, capaz de ir construyendo la contra-hegemonía necesaria para llegar a crear las condiciones de la ruptura con el régimen y a favor de nuevos procesos constituyentes desde el protagonismo de los pueblos. El avance hacia ese horizonte debería darse cuestionando abiertamente la cultura política de la ‘Transición’ y el ‘sentido común’ neoliberal, junto con la intensificación y la confluencia de distintas formas de lucha –basadas, principalmente, en la desobediencia civil no violenta– y organización –15M, mareas, sindicalismo alternativo, redes de economía social y solidaria…– generadoras de contrapoderes sociales; pero necesitará también apoyarse en nuevas herramientas políticas, electorales y/o referendarias, también rupturistas5.

Aunque estoy convencido de la idoneidad de emprender este camino constituyente, no debemos esconder ni infravalorar los límites de un cam-bio de naturaleza predominantemente

política, pues incluso en el caso que un proceso constituyente lograra superar con la presión de las calles las bases políticas de la Constitución del 78 y desligarse de la Troika, encontraría otro claro impedimento: las limitacio-nes del poder institucional y político para poder desarrollar la democratiza-ción de la economía, la incapacidad del nuevo poder constituyente para con-trolar y dirigir la mayoría de esferas donde se gesta la constitución material de las condiciones de vida. El capitalis-mo y la fuerza de la clase dirigente se reproduce y se articula en multitud de espacios en los que los viejos estados y sus instrumentos son totalmente ino-perantes. El gran margen de maniobra que les otorga su control sobre la pro-ducción, la propiedad inmobiliaria, el sistema financiero o los medios de co-municación sitúa su poder más allá de las estructuras institucionales.

Sería totalmente iluso pensar que la clase dirigente del Estado español, así como la Troika y los distintos gobier-nos de la UE, no reaccionarán con toda su fuerza para desestabilizar cualquier medida que atente contra sus intere-ses de clase. Es cierto que un proceso constituyente podría construir nuevos mecanismos para confrontarse al po-der de la casta económica y política que nos gobierna, tal y como ha ocurrido parcialmente en los procesos constitu-yentes de Venezuela o Ecuador. Pero no podemos olvidar que dichos proce-sos de redistribución económica hacia abajo tienen una base económica, prin-cipalmente la extracción y comerciali-zación de hidrocarburos, con las que el Estado español y la UE no cuentan. Un hecho que, sumado a la situación

de crisis económica en la eurozona, da un margen de maniobra mucho más reducido a la clase dirigente de la UE, en especial la de los PIIGS, para poder tolerar medidas políticas que provo-quen una redistribución económica más social.

Las objeciones o limitaciones ex-puestas en referencia a la vía electoral o al proceso constituyente no deben utilizarse sin embargo para rechazar de modo genérico estas propuestas, sino para valorar más adecuadamente sus potencialidades y límites.

¿La vía electoral como táctica revolucionaria?Los procesos de cambio no se constru-yen ni logran sus objetivos de forma espontánea ni repentina, más bien se desarrollan como una sucesión de dis-tintas fases de acumulación de fuer-zas seguidas de periodos de retroceso y crecimiento de la reacción. Dado que cada una de las fases tiene pecu-liaridades propias y requiere distintas prioridades políticas y orgánicas, ni la idealización del proceso constituyente como un camino ‘rectilíneo’ que con-duce hasta la sociedad deseada ni la crítica ultrarrevolucionaria basada en un análisis alejado de la realidad nos permitirán avanzar en la correlación de fuerzas.

Entre diversos sectores de IU, de la izquierda anticapitalista y de la auto-nomía empieza a generalizarse la idea de que en la coyuntura actual los avan-ces rupturistas parten, o necesitan in-cluir, propuestas y tácticas reformistas dentro de un horizonte constituyente6. Desde esta perspectiva, Pisarello expo-ne de forma muy acertada la nece-

p Asamblea de Procés Constituent en Mataró en julio de 2013. Foto: Flickr Procés Constituent.

18 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 19

saria correlación entre la vía institucio-nal y los movimientos sociales:

Es evidente, en todo caso, que para que esta erosión sea efectiva [la del régimen político y el orden económico], el poder destituyente-constituyente debería ser capaz de manifestarse en un doble ámbito: como poder electoral y como poder social en acción. La activación del poder destituyente-constituyente electoral […] y el cambio de correlación de fuerzas en la esfera institucional tienen una gran importancia. De entrada, porque contribuirían a frenar, en sede institucional, los recortes más severos de derechos y libertades que se están produciendo (comenzando por la criminalización de la protesta). Por otro lado, porque facilitarían una ruptura o una reforma constitucional para la ruptura que acabara en la convocatoria de una asamblea constituyente y en la redacción de una nueva constitución. Naturalmente, para que el cambio electoral no se resuelva en un rápido y frustrante cierre institucional, es imprescindible que el poder destituyente-constituyente se exprese también como poder en acción, es decir, que sea capaz de reconfigurar las relaciones reales de poder más allá de las instituciones: en el territorio, en los barrios, en los lugares de trabajo, en las escuelas y universidades, en la red7.

De esta forma, si entendemos la vía electoral como una herramienta den-tro del proceso constituyente, y a su vez entendemos este proceso como un proyecto rupturista de largo alcance, podremos orientar nuestros análisis y debatir con mayor idoneidad y rea-

lismo sobre la articulación y peso que deben tener cada una de las patas del movimiento destituyente-constituyen-te: la vía electoral, la articulación de las luchas y la construcción de alter-nativas. Solo si entendemos el proceso constituyente como la fase actual de un desarrollo revolucionario lograremos escapar de las ilusiones reformistas (incapaces de parar el curso de la his-toria) y del sectarismo (incapaz de em-pujar el curso de la historia).

La vigente sinergia entre horizon-tes democráticos, tácticas reformis-tas y avances rupturistas es sin duda una de las primeras conclusiones que podemos extraer del análisis sobre la crisis de régimen. Aún así, ni todas las propuestas orgánicas mantienen el impulso de la base ni todas las formas de luchar por reformas abren espacio o refuerzan la vía rupturista. Las difi-cultades y divergencias que resultan del balance entre la vía institucional y los movimientos sociales pueden ob-servarse perfectamente en el curso de la crisis griega y el desarrollo de Syriza (que prioriza la construcción de un re-ferente amplio) y Antarsya (que priori-za la unidad de acción de las luchas y la construcción de un polo anticapitalis-ta), y se han mostrado en el rechazo de Syriza a apoyar una huelga indefinida en la educación que iba a poner en se-rios apuros al gobierno8.

4. Proceso Constituyente y revolución permanenteDesde mi punto de vista ni la victo-ria electoral ni el inicio de un proceso constituyente deberían entenderse nunca como el final de ningún trayecto, sino como la consecución de un nuevo escenario de batalla donde las clases populares puedan tener más oportuni-dades para conquistar terreno en la co-rrelación de fuerzas y lograr una salida

social a la crisis. En otras palabras, de-bemos pensar como lograr y garantizar que la revolución democrática consti-tuyente abra oportunidades políticas para alcanzar la superación revolucio-naria del capitalismo.

En la coyuntura actual y pensando a corto plazo, el proceso constituyente y la vía electoral pueden resultar dos de los objetivos y medios tácticos más in-teresantes para salir del estado de ato-mización de los movimientos sociales y las clases populares. Pero no podemos basar toda nuestra estrategia en la es-pera de una convocatoria electoral que nos permita conquistar la mayoría par-lamentaria mientras seguimos cedien-do en todos los terrenos de nuestras vidas, ni podemos confiar en que dicha victoria electoral permita por sí misma abrir un proceso constituyente. Para-dójicamente ni tan siquiera podemos confiar en lograr una victoria electoral a través de procedimientos puramente electoralistas. Solo si reforzamos orgá-nicamente los movimientos transfor-madores y estos mantienen su empuje con independencia de la dinámica ins-titucional lograremos una salida anti-capitalista a la crisis.

Para lograr abrir un proceso consti-tuyente que pueda impactar en la co-rrelación de fuerzas material necesita-mos recuperar fuerza y poder de forma urgente allí donde se juegan las bata-llas: los puestos de trabajo, los centros de estudio, los servicios públicos, los barrios, los cuerpos… Necesitamos batallar en el terreno donde se confor-man nuestras condiciones de vida. Ne-cesitamos boicotear los espacios donde el capitalismo genera sus beneficios. Y para luchar en condiciones en es-tos terrenos necesitamos otra serie de instrumentos sociales y políticos. Ne-cesitamos un sindicalismo combativo que pare la sangría del paro y la pre-

carización laboral, una PAH extendida a todos y cada uno de los rincones del Estado que detenga materialmente el poder de la banca, espacios de debate y empoderamiento feminista que de-tengan el retorno del nacionalcatolicis-mo, cooperativas autónomas que nos alejen cada vez más de la precariedad material en la que nos encontramos…

Construir el sujeto revolucionarioEn un contexto en el cual las identida-des políticas van desprendiéndose de la ideología dominante, no solo debe-mos construir el sujeto democratiza-dor (Pueblo, Nación, Unidad Popular o Movimiento Constituyente) sino que también debemos construir el sujeto Clase Trabajadora, pues es el conjunto de trabajadores y trabajadoras la úni-ca clase social que en última instancia puede desarrollar y hacer hegemóni-cas las ideas socialistas, aquellas que defienden la socialización y democra-tización de la economía. Si dentro de este proceso constituyente siempre dominan las aspiraciones y reivindi-caciones de los pequeños y medianos propietarios o de los profesionales li-berales, dejaremos intacta la esencia del liberalismo y las estructuras mer-cantiles, no llegaremos a cuestionar nunca la competencia económica en sí ni la estructura de clases. Por este mo-tivo las luchas de la clase trabajadora serán indispensables para profundi-zar el proceso constituyente y hacer prevalecer el valor de uso de las cosas por encima de su valor de cambio. Las asambleas, las acampadas, los pique-tes, las huelgas, la coordinación, los sindicatos de base… la experiencia real es la que ha dado y dará herramientas a las capas populares y trabajadoras para reconocerse como clase con unos intereses comunes y recomponer su fuerza política.

Sin duda debemos aprovechar las oportunidades que nos ofrece la co-yuntura política y la dimensión gana-dora que desprende la idea del proceso constituyente. Pero por todos los mo-tivos expresados a lo largo del artícu-lo, la vía electoral no debería dominar las tareas actuales de los movimien-tos rupturistas. Siendo conscientes de sus limitaciones y potencialidades, y para lograr no sobredimensionar las oportunidades políticas, será de vital importancia no olvidar que si actual-mente podemos plantearnos, de for-ma realista, disputar la hegemonía al liberalismo es gracias a la dinámica de movilización social reciente. Las lu-chas unitarias y transversales del 15M, las mareas o las PAH, no las dinámicas electorales de la izquierda reformista, son las que han abierto este espacio en la sociedad hacia nuevos planteamien-tos rupturistas y de izquierdas. Son las

dinámicas desde la base, y no los pac-tos en despachos o los grandes acuer-dos programáticos, los que permiten construir el sujeto político y el proceso constituyente necesario para dar una alternativa social a la clases populares.

Bienvenidos sean los retos que nos ofrece la nueva coyuntura. Que nuestro pasado no nos haga cobardes ni su olvido imprudentes.

Notas:1 Ver Luke Stobart, 2009: “¿Ladrillos o ci-mientos? Preguntas y respuestas sobre la nueva gran crisis”. En lucha, diciembre. Dis-ponible en http://bit.ly/14Obxp4.2 Gerardo Pisarello, 2013: “Reino de Espa-ña: perspectivas de un proceso destituyente-constituyente”. Sinpermiso. Disponible en: http://bit.ly/13ClOkJ.3 Jaime Pastor, 2013: “Apuntes sobre la cri-sis del régimen y los debates sobre proceso(s) constituyente(s)”. Viento Sur. Disponible en: http://bit.ly/1a7V7vC.4 Ariel Jerez y Caroloina Bescansa, 2013: “Coyuntura fluida y nuevo sujeto constitu-yente”. eldiario.es. Disponible en: http://bit.ly/14fFRpd.5 Jaime Pastor, 2013: op. cit.6 Ver, por ejemplo: Martí Caussà, 2013: “Los desafíos del Proceso Constituyente en Cata-lunya”. Viento Sur. Disponible en: http://bit.ly/19kigIv; y Emmanuel Rodríguez, 2013: Hipótesis Democracia. Quince tesis para la revolución anunciada. Madrid, Traficantes de sueños.7 Gerardo Pisarello, 2013, op cit.8 Nikos Loudos, 2013: “Grecia: Syriza sal-va al gobierno griego de enfrentarse a una huelga indefinida del profesorado de secun-daria”. En lucha. Disponible en: http://bit.ly/19vh3By; para la valoración de Antarsya sobre la evolución de Syriza: “Valoración de Antarsya del Congreso y giro a la derecha de Syriza”. Anticapitalistas.org. Disponible en: http://bit.ly/14Oi3Mw.

Son la movilización y la agitación social las responsables de nuevos planteamientos rupturistas y de izquierdas

Asamblea por el proceso constituyente en Sevilla a finales de 2011. Sólo si entendemos el proceso constituyente como

la fase de un desarrollo revolucionario lograremos escapar de las ilusiones reformistas

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20 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 21

El objetivo del presente artículo es repasar algunas experien-cias de confluencia política que se están desarrollando a lo lar-go del Estado español al mar-

gen del modelo tradicional de partido. Experiencias que de alguna manera se encuentran muy influenciadas por el 15M, sin duda el proceso político más importante de los últimos tiempos. A la vez, se aportan algunas ideas sobre la eterna pregunta: ¿qué hacer?

Debido al carácter variado y al de-sarrollo desigual de las iniciativas, las agrupo en función del marco territorial en el que se desarrollan.

Confluencias a vista de pájaroEn Madrid, Aúpa de Alcorcón nace claramente como espacio municipa-lista anticapitalista con la intención de presentar una candidatura. Es una experiencia marcada por el éxito de la CUP en Catalunya e incluso tiene como logo un caballo de Troya, aclarando las intenciones de ir a la contienda electoral con el objetivo de impugnar el régimen. Está fomentando también espacios de lucha unitarios más allá del municipalismo.

La Asamblea Ciudadana de Sevilla se presentó el 15 de mayo de este año en la plaza de las Setas, la misma don-de se reunían las asambleas del 15M, y se declaró heredera de su espíritu. La iniciativa, que había generado una di-námica positiva en los meses previos a la presentación de la misma, topó con ciertos escollos en lo tocante al debate electoral. Por otro lado, en febrero del presente año se lanzó en Córdoba la Asamblea de Andalucía, que contó con la asistencia de más de 200 activistas. Su objetivo es buscar “la vertebración política del activismo social”.

Construyendo Alternativas desde Abajo tiene vocación de carácter esta-tal, aunque el núcleo más activo se en-cuentra en la Comunidad de Madrid. Se presentó el pasado junio en Madrid con una presencia muy variada, des-de activistas del 15M, Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), de las distintas mareas ciudadanas y mili-

tantes de IU, EQUO, Izquierda Antica-pitalista, Corriente Roja, En lucha, Iz-quierda Castellana, MIA, Frente Cívico y otras organizaciones y movimientos sociales. Se organizaron talleres varia-dos respecto a reivindicaciones y for-mas de organización. Además se han planificado unos encuentros estatales para octubre, después de encuentros territoriales y sectoriales.

En Catalunya existen tres espacios diferentes, pero que gozan de intersec-ciones múltiples, tanto por la composi-ción de la militancia como por algunos planteamientos y objetivos políticos de fondo. La experiencia más desa-rrollada es la de la CUP-AE. A pesar de ser, en sus inicios, una fuerza mar-cadamente municipalista, decidió en asamblea presentarse a las elecciones autonómicas como un paso más con el objetivo de avanzar hacia la unidad popular. Actualmente tres diputados, cuatro alcaldías y alrededor de 120 concejales sólo en Catalunya muestran una realidad consolidada. La CUP-AE es claramente independentista y anti-

capitalista, y milita en ella un gran por-centaje de activistas de los movimien-tos sociales.

Construïnt Alternatives es un espa-cio de articulación también municipa-lista entre las Candidatures Alterna-tives del Vallès, Gent de Gramanet, la Trobada Alternativa de Nou Barris y l’Alternativa d’Esquerres de Cornellà. Es un espacio más bien de reflexión política de fondo, con unos ritmos más pausados y con clara vocación antica-pitalista. Los debates que se dan en su seno se entrecruzan con los que se dan en la CUP-AE y el Procés Constiuent (PC).

El PC es una plataforma de 10 pun-tos lanzada en la televisión pública ca-talana por la monja Teresa Forcades y el activista social Arcadi Oliveres en abril y que está congregando a multi-tudes allá donde es presentada; ya está organizando sectoriales como la de educación o sanidad. En las asambleas y debates participan tanto activistas como personas que se re/politizaron durante el 15M y que buscan una nue-va forma de participación. Por el mo-mento es difícil saber si evolucionará hacia un tercer espacio entre la CUP-AE e ICV-EUiA o hacia un movimiento político de ruptura capaz de aglutinar a amplios sectores.

Cambiar el mundo y las institucionesEstas nuevas experiencias compar-ten la reivindicación de nuevas for-mas de hacer política, desde abajo y a la izquierda, renegando de la política profesional. Su aparición tiene en co-mún distintos elementos de fondo. Los cinco largos años de crisis y ofensiva neoliberal pesan sobre las esperanzas de las clases populares. De ahí que mu-chas personas se pregunten por qué el nivel de combatividad no está al nivel de las agresiones recibidas. Así pues, nos encontramos con un horizonte de escasez de victorias mediante la lucha. Escasez y no ausencia, porque cada desahucio parado por la PAH, o la vic-toria de la huelga de HP, entre otras, muestran que se consiguen victorias,

aunque no sean numerosas ni de un impacto tan general como haría falta. Además la experiencia griega de Syriza y de los gobiernos nacional-populares de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Uru-guay están presentes en el imaginario político de muchísimas personas. En el presente escenario el paso aparente-mente más plausible es el de crear pro-yectos que se postulen como alternati-va electoral, es decir, en cierta manera el reformismo más o menos radical –la voluntad de entrar en las instituciones para cambiar la sociedad–, goza hoy de un gran atractivo para muchas perso-nas con ganas de cambiar el mundo.

Esta tendencia se refleja, a otro ni-vel, en las perspectivas de crecimiento electoral de IU, de Bildu, Alternativa Galega de Esquerdas, la Coalició Com-promís en el País Valencià o ICV-EUiA en Catalunya. Ciertamente, el progreso de fuerzas a la izquierda de la social-democracia tradicional (PSOE-PSC) es positivo, dado que muestra que cada vez más personas no comulgan con el social-liberalismo de los últimos 30 años.

No obstante, no se puede dejar de señalar que los servicios públicos no se ganaron con la aprobación de leyes en los parlamentos, sino que fueron el re-flejo de las luchas por los derechos la-borales, la educación o la sanidad, las que transformaron la sociedad. Este punto es central, ya que de lo contra-rio se podría acabar orientando a esta nueva gente politizada o repolitizada hacia un cierto electoralismo y a unas expectativas de cambio a través de las instituciones que terminarían frustra-das. Es necesario señalar que las insti-tuciones capitalistas y, específicamen-te, las del marco constitucional actual, están diseñadas para que manden los de siempre, que son inherentemente antidemocráticas y que, por lo tanto, no se puede conseguir superar el siste-ma actual a través de ellas.

En el periodo actual, dos de las ta-reas fundamentales serían vertebrar un frente unitario contra las políticas de austeridad, capaz de articular las luchas que se dan de manera más o

menos dispersa y con una estrategia de movilización continuada y creciente, e impulsar un movimiento político más general capaz de romper con el statu quo actual. Ambas gozan de múltiples relaciones. Una muy importante a se-ñalar es la importancia de las luchas en los centros de trabajo. Allí es donde se produce la riqueza, donde se fijan los ingresos y horarios de millones de personas, y por ende se determinan en gran medida las relaciones sociales. Si no somos capaces de alterar las diná-micas en estos lugares difícilmente po-dremos hacer que el miedo cambie de bando.

La clave es que los nuevos proyec-tos políticos se puedan vincular a estas

dos tareas. Todos y cada uno de los espacios que están surgiendo respon-den a una necesidad real de alternativa política, es necesario no sólo caracte-rizarlos sino sobre todo contribuir a desarrollarlos. Cuatro aspectos pueden ayudar a fortalecerlos y evitar una evo-lución que se aleje de su espíritu ini-cial. El primero es practicar una nueva forma de hacer política, que incluya la rotatividad y derogabilidad de todos los cargos, la elección en listas abiertas de las candidaturas y salarios medios. El segundo es plantear claramente que no es posible cambiar el sistema des-de las instituciones actuales y que ne-cesitamos nuevas formas sociales de organización, llámense soviets o insti-tuciones de lo común. Así llegamos al tercero, la necesidad de impulsar las luchas sociales: es en ellas donde se produce la mayor toma de conciencia o empoderamiento y de donde surge la energía y el programa para ir más allá. Por último, sin fetichizar la cuestión del programa, hoy es necesario articu-lar uno que sea de un marcado carácter anticapitalista, que relacione necesida-des concretas con argumentos sobre otro sistema posible. Este programa debe estar vinculado a las reivindica-ciones de los movimientos y de las lu-chas; de esta manera ya formará parte del sentido común de amplios sectores de la población y estará dotado de ma-yor legitimidad social. Reparto del tra-bajo, vivienda, servicios púbicos, son demandas claves que entroncan con las necesidades más perentorias de la población. Pero no se puede dejar de decir que el no pago de la deuda con-traída, junto a la salida del euro y la na-cionalización de la banca, es una de las piedras angulares si queremos detener los recortes y el saqueo.

¿UNIDADES DISPERSAS?Breve repaso de algunos nuevos proyectos políticos

En los últimos meses están surgiendo nuevos espacios políticos con la intención de dar alternativas a la situación de crisis, desde espacios municipales, confluencias políticas y proyectos como el Procés Constituent en Catalunya. Oscar Simón hace un repaso de las principales iniciativas, su significado y sus retos.

Imagen del primer encuentro de la Asamblea Ciudadana de Sevilla en febrero de 2013.

Sin fetichizar la cuestión del programa, hoy es necesario articular uno que tenga un marcado carácter anticapitalista

La voluntad de entrar en las instituciones goza de un gran atractivo para muchas personas con ganas de cambiar el mundo l

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El proceso bolivariano iniciado en Venezuela tras la llegada de Chávez al poder en 1999 ha puesto de nuevo sobre la mesa importantes viejas cuestiones.

En Europa, durante el auge del mo-vimiento anticapitalista, asistíamos a actos públicos con el título “¿Es posi-ble una revolución en el siglo XXI?”, con audiencias a menudo escépticas. En el Foro Social Mundial de Caracas, en 2006, cuando repartíamos octavi-llas sobre una charla con este título, recibíamos contundentes respuestas: “¿Cómo que si es posible? ¡Pues claro, la estamos haciendo!”.

La revolución política se ha institu-cionalizado mediante la aplicación de la nueva Constitución promulgada en 1999 y las leyes que establecían una nueva relación entre las masas y el sis-tema político. La enorme popularidad del chavismo se debe a la combinación de un proyecto reformista progresista, liberal-democrático en muchos sen-tidos, con un discurso cada vez más nítidamente revolucionario y antiim-perialista que entroncó directamente con las aspiraciones de las masas que explotaron con las revueltas del cara-cazo en 1989 y los núcleos de base que luchaban contra el status quo anterior.

La consolidación de esta nueva he-gemonía política quedó clara en la úl-tima contienda presidencial, cuando el candidato conservador, Capriles, se presentaba oportunistamente a sí mismo como progresista y defensor de las nuevas leyes y programas socia-les (las misiones) e incluso utilizaba una actitud y vestimenta imitando a Chávez, aunque es obvio que si hubie-ra ganado habría aplastado todas estas conquistas.

Ahora bien, ¿podemos hablar del desarrollo de una revolución social? Los debates dentro del proceso boliva-riano están estrechamente vinculados a la cuestión de reforma o revolución. En esta controversia, tan antigua como el capitalismo, podemos identificar a grandes rasgos tres posturas: 1) las reformas son ya la revolución (como serían el ejemplo de la ‘revolución is-landesa’ con su nueva Constitución, en su día la llegada al gobierno de Lula en Brasil, o medidas como las naciona-lizaciones realizadas en países como Bolivia o Venezuela); 2) las reformas no sirven, hace falta una revolución espontánea (estilo las revueltas en Ar-gentina en 2001, parte del mayo del 68 francés o la defensa de las asambleas del 15M como un fin en sí mismas); y 3) los cambios sociales implican un pro-ceso donde las reformas y la revolución se interrelacionan dinámicamente.

Rosa Luxemburgo profundizó en esta relación entre reforma y revo-

lución, entendidas como diferentes momentos de un mismo proceso. Los movimientos y huelgas de masas em-piezan exigiendo mejoras o reformas, pero en el proceso, si las formas de lucha alcanzan un punto álgido de desarrollo pueden generar situacio-nes revolucionarias de doble poder. Tras una explosión revolucionaria, las conquistas sociales se materializan en reformas legales, inicialmente dentro del marco socio-económico anterior. A menudo los movimientos se reactivan para extender esas mejoras, o la vieja clase dirigente inicia un ataque reac-cionario y la defensa de esas reformas vuelve a desatar un momento revolu-cionario que va más allá.

En Venezuela hemos visto un ejem-plo vivo de estas teorías. Chávez ganó las elecciones (13 procesos electorales en 13 años) con el apoyo de la pobla-ción campesina, trabajadora y pobre. Inició importantes reformas, sobre todo tras la derrota del paro patronal en 2003, fundamentalmente tomando desde el Estado gran parte del control de los enormes ingresos petroleros e impulsando las misiones para proveer educación, salud y otros servicios bá-sicos a las masas empobrecidas. Es-tas medidas chocaron con la frontal hostilidad de una maquinaria estatal anclada en el antiguo sistema político neoliberal. El involucramiento de mi-les de activistas para poner en práctica estas misiones fue indispensable para lograr enormes éxitos en materia sa-nitaria, educativa o de reducción de la pobreza. Y al mismo tiempo se estaba poniendo en marcha una potente ma-quinaria de autoorganización popular en los barrios.

Por el otro lado, la agresiva reac-ción de la oligarquía venezolana contra estas reformas produjo el surgimien-to de las raíces más importantes del proceso revolucionario. En cada con-tienda electoral millones de activistas tuvieron que luchar contra el imperio mediático privado y una oposición con ingentes recursos a su disposición. Pero hubo dos momentos claves en términos de profundización del proce-so revolucionario: el golpe de Estado y el paro patronal.

El golpe político-militar de 2002 metió preso a Chávez y el presidente de la patronal fue nombrado presiden-te de Venezuela1. Mientras las élites económicas, políticas y eclesiásticas brindaban con champán, las masas po-bres rodearon el Palacio Presidencial, actuando autónomamente y ganando el apoyo de una parte del ejército que intervino para rescatar al presidente secuestrado. Las organizaciones de barrio y los medios de comunicación alternativa se desarrollaron y ex-

Capriles defiende ahora los programas sociales (las misiones) e incluso utiliza una vestimenta imitando a Chávez

Pau Alarcón analiza en perspectiva los 14 años de un proceso revolucionario en Venezuela enfrentado a serios debates sobre democracia, el poder de la burocracia, el potencial de las masas o la cuestión de reforma o revolución social.

14 años de chavismo en Venezuela

ENtRE El PODER DE lAS mASAS, lA BuROCRACiA y lA OliGARquíA

marcha de la Victoria en la Avenida Bolivar de Caracas. Agosto de 2004.

24 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 25

tendieron masivamente mediante esta experiencia2. Para defender las refor-mas sociales, se estructuraban y forta-lecían fuerzas revolucionarias de base.

Unos meses después del golpe, en 2002-2003 los jefes y la oposición (partidos políticos, medios de comu-nicación privados y la dirección del sindicato mayoritario corrupto) ini-ciaron un paro patronal (dirigido por la industria petrolera) en un intento de tumbar al gobierno que recordaba amargamente la experiencia vivida en el Chile de Allende (ver Chile 1973, cuando la revolución se topó con el reformismo, en este mismo número). Aquí la autoorganización de la clase trabajadora fue crucial para aplastar el paro de 3 meses, con ocupaciones de empresas para restablecer la produc-ción y distribución de bienes y servi-cios, así como la creación de un nuevo sindicato independiente y combativo, aunque no prosperara por las razones que veremos más adelante. Incluso unas pocas fábricas continuaron fun-cionando bajo control obrero una vez derrotado el paro patronal.

La necesidad vital de avanzar frente a la reacciónPero cuando un proceso revoluciona-rio se inicia, solamente hay dos opcio-nes: avanzar y extenderlo o estancarse y morir. Antonio Gramsci teorizó sobre esta coexistencia inestable entre lo vie-jo y lo nuevo. En esa coyuntura, o lo viejo que no acaba de morir se impo-ne, restableciendo el funcionamiento de la sociedad en base a los intereses de la minoría más poderosa, o lo nue-vo se impone mediante una revolución social profunda capaz de barrer las injusticias y opresiones intrínsecas al sistema actual.

En el caso venezolano, esta disyun-tiva alinea a la producción colectiva, el control obrero de las empresas, la

colectivización de fincas, la autoorga-nización vecinal, las cooperativas de vivienda, las nuevas ideas de solida-ridad, cooperación y liberación… (lo nuevo) frente a las multinacionales y grandes empresas venezolanas, los terratenientes, los elementos reaccio-narios del aparato estatal, las viejas ideas de individualismo y opresión… (lo viejo). Según varios militantes de la corriente del PSUV, Marea Socialista, estamos ante “una revolución que hoy enfrenta la encrucijada de avanzar ha-cia medidas anticapitalistas o agotar-se en un camino de parálisis que abra paso a las contrarreformas que busca la oligarquía”3.

Esta disyuntiva representa un ele-mento central en los retos del proceso. El masivo apoyo al chavismo surgió y se fortaleció en base a la aplicación de grandes programas sociales, la confian-za y entusiasmo generados por las ex-periencias de luchas masivas de base, la recuperación cultural e histórica an-tiimperialista y la visibilización de las

clases populares discriminadas como los grupos étnicos. La burocratización del proceso (por ejemplo, al imponer la gestión estatal de las empresas recu-peradas en lugar del control obrero o el control burocrático de las misiones) están minando parte de los apoyos so-ciales (como se está reflejando en las últimas contiendas electorales). Ha sido la autoorganización popular quien ha frenado los ataques más duros de la oligarquía intransigente y golpista. La única manera de mantener vivo el pro-ceso pasa por potenciar esos espacios de autogestión en barrios, centros de trabajo y campos. La desposesión de la oligarquía millonaria y el empodera-miento del pueblo desde la base es la garantía de que la derecha no vuelva al poder.

Cómo afrontar esta gran contienda es el objeto de muchos debates dentro del proceso. Aquí voy a esquematizar-los en torno a tres grandes grupos, pro-fundamente interconectados: demo-cracia, el papel de las y los trabajadores y los tiempos del proceso.

Democracia vs burocraciaLas organizaciones de base critican re-currentemente problemas de falta de democracia, vinculados al fuerte con-trol de la burocracia sobre las estructu-ras estatales y las organizaciones cha-vistas. Se trata de un viejo problema, el de una burocracia que en muchos casos ha ejercido presión para frenar la radicalización y extensión de las victorias y los movimientos sociales, cuando no ha abrazado directamen-te la corrupción para utilizar el poder político y los recursos estatales para enriquecerse y establecerse como una nueva élite (la denostada ‘boliburgue-sía’). Las misiones dejan de basarse en la autoorganización popular y “al hundirse en la gestión y cooptación burocrática se transforman en un es-

pejismo revolucionario que ha ido des-politizando y apagando la voluntad de lucha del bloque social enorme sobre el cual se sostiene este proceso”4. Se va haciendo más difícil confiar en “la maquinaria política del PSUV y menos en una parte de la maquinaria buro-crática que funciona al servicio de la corrupción”5.

El punto fundamental es que no hay una posibilidad democrática de con-trolar a estas personas y obligarles a rendir cuentas, incluso dentro del par-tido que creó Chávez (el PSUV). Hay ejemplos donde la mayoría de la mili-tancia votó por un candidato pero al fi-nal Chávez nombró al más impopular. Ha habido mítines electorales con ova-ciones a Chávez pero abucheos al go-bernador regional. El reflejo electoral de esta realidad fue evidente: Chávez representaba el proceso de cambio po-lítico y social y las masas le apoyaban fuertemente, mientras que el chavismo ha sufrido importantes derrotas en los niveles locales y regionales, perdiendo el control de la mayoría de los princi-pales estados en alguna ocasión.

Hay una gran cantidad de artículos y llamamientos a favor de un cambio en los procedimientos democráticos del PSUV y los Consejos Comunales. El proceso bolivariano inició un invo-lucramiento político masivo de una po-blación históricamente excluida, pero ahora se ha erigido una afilada tensión entre profundizar el proceso de empo-deramiento social o mantener el con-trol vertical de la toma de decisiones, con la burocracia utilizando el Estado y las misiones como “mecanismos que han corrompido buena parte del mo-vimiento popular”; pudiéndose cons-tatar que “esa capa burocrática tiene intereses propios”6.

Más concretamente, como señalan crítica y lapidariamente los y las acti-vistas chavistas de Marea Socialista,

“esta burocracia fue construyendo in-tereses propios a base de la conquista y defensa de privilegios insultantes a los ojos del pueblo bolivariano”, la organi-zación del poder popular “comenzó a ser corrompida o convertida en apén-dice clientelar” y un PSUV construido de forma vertical, con “el secuestro desde arriba por parte de los dirigen-tes de las instituciones del Estado de la dirección del partido”, pasó a ser “un apéndice del Estado que sólo funciona como correa de transmisión de las ór-denes del gobierno y como maquinaria electorera”7.

Advierten del enorme peligro que representa esa clase burocrática: “El mayor riesgo que hoy sufre la Revo-lución Bolivariana, no viene de la vo-luntad golpista de la oposición de de-recha, que existe […][sino] del mismo gobierno y la dirección del partido, que de continuar de esta manera precipita-rá una situación de continuidad de la pérdida de base social del chavismo y crisis política abierta”8.

Socialismo vs estatismoChávez hablaba de socialismo y mar-xismo. Marx hablaba de la centralidad de la clase trabajadora como agente del cambio revolucionario anticapita-lista, al ser capaz de frenar el sistema desde su corazón y ponerlo a funcionar colectivamente. Sin embargo, mientras que el voto campesino para Chávez se mantuvo por encima del 70% desde el 2000, el voto obrero se redujo hasta casi la mitad9.

Varios elementos nos pueden ayu-dar a entender esta aparente contra-dicción. Para empezar, una cuestión de prioridades: el gobierno necesitó nueve años para aprobar una nueva Ley Orgánica del Trabajo. Mientras, aumentaba la tasa de explotación: las y los trabajadores recibían en 1998 un 39’7% del nuevo valor creado frente al 36’2% que iba al capital; diez años después se pasaba a un 32’8% frente al 48’8% de los capitalistas10.

La importancia estratégica crucial del poder económico quedó drástica-mente patente durante la exitosa y au-toorganizada rebelión obrera contra el paro patronal. Especialmente gracias a esta experiencia, durante el proceso bolivariano se ha vivido una regenera-ción de las organizaciones laborales: los 2.000 sindicatos existentes en 1999 se han extendido hasta ser 7.000.

La confederación sindical creada como respuesta al paro (UNETE) ha desarrollado un rol muy importante, tanto en las luchas que han ido cre-ciendo desde 2007 en el sector privado como especialmente en el sector pú-blico exigiendo mejores condiciones laborales.

Hay un debate abierto sobre la im-portancia de la independencia del mo-vimiento sindical, sobre todo debido a la creación de la nueva confederación sindical claramente vinculada al PSUV (sindicalistas y militantes chavis-

Cuando un proceso revolucionario se inicia, hay dos opciones: avanzar y extenderlo o estancarse y morir

Mientras que el voto campesino para Chávez se mantuvo por encima del 70% desde el 2000, el voto obrero se redujo hasta la mitad

t Las misiones han sido una de las institiciones de mayor arraigo popular durante la última década en Venezuela.

Las masas pobres rodean el Palacio de Miraflores tras el golpe de Estado y secuestro de Chávez en 2002.

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tas constatan “el fracaso de la nueva organización sindical y la inoculación de los viejos métodos burocráticos”11).

Estos debates resultan muy esclare-cedores puesto que algunas luchas del sector público (por ejemplo exigiendo que se paguen los sueldos con puntua-lidad en el contexto de una altísima inflación) a menudo son etiquetadas como luchas reaccionarias, acusación realmente peligrosa. Trabajadores y trabajadoras organizándose para con-seguir mejores condiciones no pueden verse como enemigas del socialismo sino como todo lo contrario. Especial-mente si se trata de las mismas perso-nas que derrotaron al cierre patronal unos años atrás y estarían dispuestas a volver a hacerlo.

Otra tensión fundamental nos remi-te a la cuestión de la nacionalización. Activistas de base demandan control obrero de las fábricas y empresas, pero el control burocrático lo obstaculiza en la mayoría de casos. El principal argu-mento es que el control obrero podría derivar en un poder opositor. Este po-sicionamiento choca frontalmente con la concepción de Marx sobre el cambio social revolucionario y el socialismo como la acción directa de la clase tra-bajadora para liberarse y gobernarse a sí misma. Chávez ha defendido varias veces el control obrero: “No se trata de capitalismo de Estado […] las empre-sas no deben ser del Estado sino del pueblo, manejadas por los trabajado-res del pueblo […] yo quiero que siga-mos avanzando en el tema del control obrero”12. Esta contradicción ha estado presente desde la creación del PSUV, cuando fueron llamados a engrosar sus filas tanto trabajadores y trabajadoras como “empresarios patriotas”.

Asimismo, el alcance de las naciona-lizaciones y del control obrero es limi-tado. Las empresas “bajo control obre-ro” (con muchos matices) son poco

más de mil y no alcanzan a superar el 4’8% del PIB, mientras que “los ene-migos poseen las palancas principales de la economía”: el sector privado de la economía creció más que el estatal en los últimos siete años13. De hecho, “las tasas de ganancia logradas por el capi-tal en los años de la revolución oscilan entre un 150 y un 300 por ciento, caso singular en la historia del capital”14.

Revolución vs gradualismoA menudo se dice que la transición al socialismo requiere tiempo, pero na-die dice cuánto exactamente. El hecho es que tras 14 años se han conseguido avances importantísimos en cuanto a derechos sociales y políticos, educa-ción, sanidad o reducción de la pobre-za, partiendo de una situación devas-tadora de exclusión social y profundas desigualdades. Pero el socialismo es mucho más que derechos, implica el control colectivo y democrático de la sociedad, desde los grandes medios de producción, los hospitales, las escue-las… hasta la organización vecinal en cada barrio.

No se puede hablar de socialismo mientras no se ataca de raíz el proble-ma de la desigualdad intrínseca a la

existencia de clases sociales. Se puede mejorar notablemente el nivel de vida de las mayorías, como de hecho se ha logrado en Venezuela de forma admira-ble. Pero esto encajaría con lo que se ha denominado desde dentro del proceso como “keynesianismo rentista”15 o “un novedoso Estado Social del bienestar […] socialdemócrata de avanzada en términos generales, pero hasta allí”16.

Por tanto, en Venezuela hoy estaría-mos hablando más bien de un nuevo tipo de Estado del Bienestar muy pro-gresista y exitoso desarrollado en la re-gión más desigual del planeta y en un contexto adverso de hegemonía global neoliberal, basado económicamente en la renta petrolera y socialmente en una fortísima movilización y organiza-ción popular capaz de frenar la oposi-ción permanentemente golpista de la oligarquía.

El propio Chávez dijo que “No nos llamemos a engaño: la formación so-cioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista”17. Y la cuestión es que hay dos claros sectores dentro del proceso boli-variano: por un lado, activistas de base que argumentan sobre la necesidad de generar estructuras democráticas, ex-tender el proceso, las ocupaciones de fincas, los movimientos populares y el control obrero de la economía; mien-tras por el otro lado la burocracia se preocupa únicamente por las contien-das electorales y el mantenimiento del control vertical.

En un mitin, Chávez, refiriéndose a los intentos de magnicidio que le ame-nazaban, afirmó que si era asesinado el pueblo sabía lo que tenía que hacer: tomar los barrios, tomar las fábricas, tomar la tierra, hacer la revolución. La pregunta es, si es lo que pensaba que la gente debía hacer, ¿por qué permitir a una burocracia que frenara constan-temente a las masas en sus aspiracio-

nes para avanzar en ese sentido cuanto antes?

Se argumenta que los cambios re-volucionarios bruscos son cosas del pasado, que el socialismo del siglo XXI entabla un proceso gradual que va ga-nando hegemonía entre todas las ca-pas sociales para ir construyendo una sociedad igualitaria paso a paso. Se rechaza por tanto el aventurismo pro-pio de llamamientos revolucionarios prematuros que estarían condenados al fracaso.

Rosa Luxemburgo argumentó que no existen las revoluciones prema-turas. En primer lugar, la existencia de una situación revolucionaria pre-supone un grado de descomposición de la vieja sociedad que entraña en sí mismo la necesaria legitimidad polí-tica y económica. En segundo lugar, un proceso de cambio revolucionario nunca acabará con el viejo orden de un plumazo feliz, por lo que la revolución “prematura”, una conquista “prematu-ra” del control de la sociedad por las masas, es de hecho inevitable, una o varias veces. Oponerse a realizarla es, en el fondo, oponerse a la aspiración de que la gente trabajadora se adueñe del control de la economía. Por tanto, si existen las condiciones para colec-tivizar la economía y la sociedad, para iniciar una revolución social, no hay ninguna razón para esperar ninguna maduración del proceso, la obligación de las organizaciones revolucionarias es impulsar las luchas hasta sus últi-mas consecuencias.

Es importante evadir sectarismos, por ejemplo considerando a Chávez an-tes o Maduro ahora como “lo mismo” que la oposición derechista, como han hecho algunas fuerzas izquierdistas venezolanas. Pero también es impor-tante ver las limitaciones de la lucha institucional y alejarse de concepcio-nes acríticas donde tener un gobierno

progresista se convierte en un fin en sí mismo. El desarrollo del proceso boli-variano nos ha mostrado que la clave es la participación directa de las ma-sas en la acción política. Fortalecer, no solo en Venezuela sino en todas partes, las organizaciones que apuestan por el empoderamiento de la gente de abajo con una perspectiva revolucionaria es una urgente necesidad para poder fre-nar el dominio de las oligarquías, ba-rrer sus privilegios y construir justicia social evitando que una nueva buro-cracia controle el proyecto popular.

Notas:1 Sobre el golpe de Estado ver el documental: La revolución no será televisada; sobre la campaña de manipulación mediática que lo acompañó: La matanza de Puente Laguno (ambos disponibles en Internet).2 La página web Aporrea.org es un buen ejemplo, además de la explosión de radios comunitarias, publicaciones locales y nú-cleos bolivarianos de base.3 Marea Socialista, 2013: “El proceso Boli-variano después de Chávez. Llegó la hora”, en Aporrea.org. Disponible en: http://bit.ly/16Pt7K6.4 Roland Denis, 2013: “Definitivamente lle-gamos al llegadero”, en Aporrea.org. Dispo-

nible en: http://bit.ly/16jViCA.5 Andrés Figueroa, 2013: “Entrevista con el periodista y luchador político y social, Modesto Emilio Guerrero. Venezuela y Ma-duro hoy: El corazón de las tinieblas”, en-trevista realizada en Radio Sur y publicada en Rebelion.org. Disponible en: http://bit.ly/18uBpq5.6 Roland Denis, 2013: “Nos colocamos en un nuevo tiempo”, en Aporrea.org. Disponible en: http://bit.ly/17N9Oy6.7 Marea Socialista, 2013: : op. cit8 Carlos Carcione, 2013: “PSUV y gobierno siguen sin comprender el resultado electoral y sus consecuencias”, en Rebelion.org. Dis-ponible en: http://bit.ly/14KRvvL.9 Modesto Emilio Guerrero, 2012: “Vene-zuela. El chavismo después de octubre”, en AIM Digital. Disponible en: http://bit.ly/14xK2Ms.10 Víctor Álvarez, 2010: “De la democrati-zación del capital a la democratización de la propiedad: Nuevas formas de empodera-miento popular”, en Comuna nº 2. Funda-ción Centro Internacional Miranda – Fun-dación Rosa Luxemburgo. Disponible en: http://bit.ly/14bve6Q.11 Marea Socialista, 2013: op. cit12 Hugo Chávez, 2010. “Acto de trabajadores del sector eléctrico con la revolución”. Vene-zolana de Televisión. Disponible en: http://bit.ly/16jVIIZ.13 Andrés Figueroa, 2013 : op. cit14 Humberto Trómpiz, 2013: “Errores es-tratégicos de la Revolución bolivariana”, en Rebelión.org. Disponible en: http://bit.ly/17N9TSp.15 Ibid.16 Javier Biardeau, 2013: “Lo que sigue sin aprenderse del golpe contra la revolución de-mocrática, pacífica y socialista en Venezue-la”, en Aporrea.org. Disponible en: http://bit.ly/13zVkQS.17 Hugo Chávez, 2012: Propuesta del candi-dato de la patria Comandante Hugo Chávez para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-2019. Caracas. Disponible en: http://bit.ly/14xKdHn.

t Chavez en 2002 tras el fracaso del golpe de estado que la movilización popular masiva bloqueó.

Trabajadoras y trabajadores de Alcasa, empresa ocupada y gestionada bajo control obrero.

El sector privado de la economía creció más que el estatal en los últimos siete años

La desposesión de la oligarquía millonaria y el empoderamiento del pueblo desde la base es la garantía de que la derecha no vuelva al poder l

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Chile 1973: Cuando La RevoLuCión Se Topó Con eL RefoRmiSmoD

esde que el 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende, cabeza de la Unidad Popular (UP), ganase las elecciones y se hiciera con el control del

poder político en Chile, la derecha no paró en ningún momento de prepa-rar su caída, en este caso unida a los intereses de EEUU y el imperialismo internacional.

El Partido Socialista de Chile de Allende, junto al Partido Comunista, el Movimiento de Acción Popular In-dependiente, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), escisio-nes de la Democracia Cristiana como Izquierda Cristiana y grupos prove-nientes del partido radical y socialde-mócratas formaron la Unidad Popular desde 1969. Frente electoral y político interclasista que consiguió agrupar a amplias capas de la sociedad bajo un programa de reformas y transforma-ción social.

Este programa conectó muy bien con los sectores populares debido al descontento con las políticas prece-dentes. El democratacristiano Eduar-do Frei y su llamada “Revolución en Libertad” no dieron solución a los problemas más importantes de la vida social chilena (vivienda, salud, edu-cación, dependencia tecnológica), ni cumplió su programa al no nacionalizar las riquezas básicas ni emprender una efectiva reforma agraria. Factores que dentro de un capitalismo en expansión supusieron desilusión y frustración, y a su vez activaron un movimiento obrero crecientemente combativo.

La Guerra Fría con su política de bloques seguía marcando la escena in-ternacional. Pero dentro de esta misma escena, cuestionando a las izquierdas tradicionales, se abría paso una nueva izquierda revolucionaria, que destacó en el Mayo del 68 francés, contra la guerra de Vietnam, en los movimien-tos radicales de occidente, las guerri-llas latinoamericanas, etc. Mientras,

la vieja izquierda se intentó acomo-dar, haciendo juegos de poder con la burguesía formulando teorías como el eurocomunismo y el “compromiso his-tórico”, entre las que también estaría la “vía chilena al socialismo”. A cam-bio de renunciar a la revolución como método podían tener la posibilidad de gobernar en sus países. En Chile la in-fluencia de la revolución cubana y del Che eran notables en estos momentos.

Será en este contexto en el que el programa de la UP proponga 40 medi-das para el cambio, que abarcaban des-de la nacionalización del cobre, el hie-rro, el salitre, la banca y los servicios de utilidad pública, la expropiación de superficies agrícolas superiores a 40 hectáreas de riego básico, reformar del Poder Judicial y el Parlamento, pro-mover la planificación económica y la

industrialización, hasta el reparto de medio litro diario de leche a la infancia chilena1.

La victoria electoralAntes de la victoria electoral de

la UP se produjo, durante el gobier-no Frei, un aumento de huelgas por la subida de precios, la represión y el desempleo. Allende obtuvo en las elec-ciones de 1970 el 36’3% de los votos, lo que le impedía gobernar a no ser que llegase a un acuerdo con la Democracia Cristiana. Acuerdo que se plasmó en el semisecreto Estatuto de Garantías, que aseguraba conservar las libertades de enseñanza (privada), prensa, aso-ciación y reunión, y la indemnización legal de todos los bienes expropiados, así como respetar las instituciones y las fuerzas armadas.

El primer año de gobierno fue des-velando una serie de contradicciones internas a las que se enfrentaba la UP y el movimiento obrero y popular. Pues desde la base se intensificaban las demandas y las actuaciones indepen-dientes, más aún tras la victoria en las elecciones municipales con casi el 50% de los votos. Estos sectores no enten-dían que la llegada de Allende al poder significase la desmovilización de sus luchas. Los partidos de la UP seguían teniendo mucha fuerza y controlaban los sindicatos. Las primeras reformas, como la nacionalización del cobre, se sentían como beneficiosas entre la po-blación pobre y trabajadora.

Pero con ocasión de la visita de Fi-del Castro a Chile a finales de 1971, la derecha, que se había ido recompo-niendo ese año de su derrota, organizó

su primera gran movilización contra el gobierno, la “marcha de las ollas vacías”, en la que paradójicamente se encontraban en la protesta las muje-res de clase media acompañadas de sus empleadas de hogar que cargaban las ollas. Pero tras esta protesta que se realizaba por la escasez, se encontra-ban otros motivos de mayor alcance: “movilizar a la clase media, alertar a la burguesía a escala internacional sobre las batallas que vendrían, y expresar el escepticismo burgués en cuanto a la capacidad de la UP para controlar a la clase trabajadora”2.

1972 se caracterizó por un plan eco-nómico que Allende discutió y negoció con la oposición, pero no con los sin-dicatos o las organizaciones de base y de la izquierda. Y por la sonada huelga de propietarios/as de camiones y un cierre patronal que casi paralizó Chile. El cierre patronal se debió a las medi-das que tomó el gobierno de Allende en beneficio de las clases populares desde el año anterior, al miedo de la burgue-sía a que fueran a más y para echarle un pulso a la clase trabajadora que au-mentaba su organización. Fue gracias a la actuación de la clase trabajadora, haciendo un llamamiento a aportar vehículos y a no cerrar las industrias ni comercios, como se pudo revertir la situación, enfrentando los ataques físicos de la extrema derecha y organi-zando comités de defensa de barrios y fábricas.

La derecha puso sobre la mesa el llamado “Pliego de Peticiones de Chi-le”, exigencias burguesas para obligar a Allende a la renuncia. En medio de una situación de polarización social, con la clase trabajadora y demás sec-tores populares organizándose en los cordones3 y los barrios, y la derecha con una actitud golpista, Allende optó por tomar el camino de la conciliación. Aceptó la renuncia de muchos de sus ministros e incorporó representantes de las Fuerzas Armadas que luego ju-

garían un papel en la represión del mo-vimiento obrero y en el futuro golpe.

El golpe: revolución o contrarrevoluciónTras las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, se compuso de nuevo un gabinete sin militares. Pero esas elecciones dieron a la UP un 43’3% frente al 54’2% de la nueva coalición de la derecha, la “Confederación de la Democracia”. Se empezaba a preparar el golpe, ya que Allende tenía la presi-dencia pero el Parlamento era mayori-tariamente de derechas.

Se iban produciendo escisiones en el seno de los partidos de la UP, mien-tras los organismos de base estaban decididos a no entregar las fábricas y comercios que habían conquistado tras el cierre patronal de octubre. Estos or-ganismos eran atacados por un gobier-no que a la vez que prometía nacionali-zaciones de nuevas fábricas para crear un sector estatal fuerte.

En julio la derecha ya defendía abiertamente el derrocamiento mili-tar de la UP y preparó para el día 26 un nuevo cierre patronal. Parecía que

Allende estaba más interesado en ata-car a los cordones y a la izquierda por llevar al país, según él, al borde de la guerra civil, al mantener en sus ma-nos numerosas empresas, centros de abastecimiento y comenzar a reformu-lar las organizaciones de autodefensa. Durante el mes de agosto las fuerzas armadas ocuparon y entraron por la fuerza en algunas de las fábricas y hos-pitales recuperados por la clase obrera. Mientras, el líder del Partido Comu-nista, Luis Corvalán, alababa el “firme patriotismo y lealtad”4 de las Fuerzas Armadas.

El 11 de septiembre de 1973 una operación combinada derrumbó el go-bierno de Salvador Allende. A su frente se encontraba Pinochet, que en agosto había sido nombrado Comandante en Jefe del Ejército por el propio Allen-de. Las organizaciones obreras, cam-pesinas, estudiantiles y barriales más combativas habían sido desarmadas y desarticuladas semanas antes durante un Estado de Sitio que para declararse debió ser consentido por Allende, cuyo pretexto siempre era la Ley de Control de Armas (control únicamente ejercido sobre las armas en manos de los orga-nismos de base y populares).

No hubo una respuesta organiza-da, los militares tomaron el poder y organizaron una feroz y cruel repre-sión contra las clases populares y sus organizaciones. Todo el odio de clase se vertía contra quienes habían osado poner en cuestión la sociedad capita-lista. La profunda y sólida tradición democrática y el profesionalismo de las fuerzas armadas de los que hacían gala Allende y los partidos reformistas de la UP se revelaron en su verdadera naturaleza: la defensa incondicional de los privilegios de la clase explotadora.

Allende en el marxismoYendo al grano, Allende era un refor-mista, honesto, sí, pero no un marxis-ta. Las ideas que esboza en cada

Hace 40 años del golpe de estado que derrocó el gobierno democrático de la Unidad Popular y causó la muerte a su presidente Salvador Allende. Aitor Bayón analiza la histórica pugna entre reforma y revolución.

Las primeras reformas, como la nacionalización del cobre, se sentían como beneficiosas entre la población pobre y trabajadora

Desde el marxismo, el estado se concibe en una sociedad capitalista, sea cual sea su grado de madurez democrática, como “una organización de la clase dominante”

t Última manifestación de la Unidad Popular de Allende, celebrada el 4 de septiembre de 1973, una semana antes del golpe de estado de Pinochet.

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discurso así lo proclaman, y aunque utilicen fraseología revolucionaria, Allende y el gobierno de la UP preco-nizaban una política de conciliación de clases y de reforma del capitalismo, que se ve con claridad cuando Allende dice: “sabemos que cambiar el siste-ma capitalista respetando la legalidad, institucionalidad y libertades políticas exige adecuar nuestra acción en lo eco-nómico, político y social a ciertos lími-tes”5. Esos límites son siempre los de la democracia burguesa y se los impone a la clase trabajadora para frenar y en-cauzar sus reivindicaciones en un plan trazado desde arriba.

En lo que se refiere a la naturale-za de clase del Estado, en el “Primer mensaje al Congreso Pleno”6, Allende establece que a partir de ese momen-to su gobierno no dará respaldo a la clase dominante tradicional, sino a las grandes mayorías. No debemos olvidar que, aunque apoyado por una amplia movilización social, llegó al Palacio de la Moneda por medio de unas eleccio-nes y con poco más del 36% de votos, teniendo que pactar con la Democra-cia Cristiana para poder gobernar. En ese mismo discurso señala que se hacía necesaria “una profunda trans-formación en el orden socioeconómi-co que el Parlamento está llamado a institucionalizar”7.

Desde el marxismo, el estado se concibe en una sociedad capitalista, sea cual sea su grado de madurez de-mocrática, como “una organización de la clase dominante”8. En ningún caso llegar al poder por medio de las elec-ciones cambia el hecho de que el esta-do burgués sirve sólo a los intereses de la clase dominante. Según el reformis-mo, el estado estaría separado de la so-ciedad y actuaría de arbitraje entre las clases para conciliar sus diferencias. Lenin señalaba, citando a Marx, que el estado “es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amor-

tiguando los choques entre las cla-ses”9. Pero en ningún caso los intereses opuestos de clase pueden conciliarse. Ninguna clase social dominante se ha suicidado entregando el poder y todos sus privilegios a la clase dominada, de forma pacífica y generosa.

La UP expresaba y ponía todo su én-fasis en el desempeño del poder políti-co por medio de las elecciones. Allende, en el mensaje citado más arriba, indica que “en nombre de la reconstrucción socialista ganamos las elecciones pre-sidenciales”. Lo que se conoció como la “vía chilena al socialismo” ya había sido antes esbozada en los comienzos del siglo XX por, entre otras personas, Kautsky y Bernstein, líderes reformis-tas de la II Internacional. Éstos habla-ban del “Estado popular” y otras ca-racterizaciones similares para mostrar que a través de reformas profundas se llegaría al socialismo.

Pero si la UP llegó al poder en Chile fue en parte por la debilidad de la pro-pia burguesía, tras el fracaso de Frei y su “Revolución en libertad” y el empu-je de la movilización obrera y popular. Llegados a ese punto, la burguesía se recompuso y sólo tardó tres años en arrebatar el poder por la fuerza a la UP. Como señalaba Lenin frente a las ideas de Kautsky, “no hay estado, in-

cluso el más democrático, que no tenga en la Constitución alguna rendija que asegure a la burguesía la posibilidad de lanzar a la tropa contra los obreros, de-clarar el estado de sitio, etc. ‘en caso de alteración del orden’ –en realidad, en caso de que la clase explotada ‘altere’ su situación de esclava e intente hacer algo que no sea propio de esclavos”10.

En Chile fue más grave aún, pues se sucedieron varios incidentes en los cuales la población trabajadora era re-primida por las fuerzas de seguridad y militares del estado que controlaba la UP. Destacan, entre otros, la llamada de mayo del 71 que hizo Allende al MIR (Movimiento de Izquierda Revolucio-naria) y al campesinado sin tierra para que cesasen las ocupaciones y no ac-tuasen fuera del marco legal, así como el incidente de Lo Hermida, barrio po-bre de Santiago asaltado en busca de un grupo guerrillero de ultraizquierda tras la toma de un supermercado y su posterior distribución entre la pobla-ción, o la amenaza contra la Asamblea Popular que reunió en Concepción a más de 3.000 personas delegadas de organizaciones sindicales, populares y estudiantiles, hacia la que un comu-nicado de Allende se refería como “un proceso que sirve a los enemigos de la causa revolucionaria”11.

El gobierno de la UP estaba inquieto ante los sectores de la clase trabajado-ra que decidían no esperar a las medi-das legales con sus amplios plazos para llegar a consensos con la Democracia Cristiana y que tomaban en sus manos los medios de producción que les ha-cían falta para vivir. Es en ese contexto cuando de la lucha conjunta de la clase trabajadora agrícola e industrial, en la huelga de Cerrillos, surge el “Cordón Industrial”, el cual en su declaración de julio de 1972 demandaba el con-trol de la producción por parte de las y los trabajadores y la sustitución del Parlamento por una Asamblea de Tra-

bajadores/as. Tras este se constituye-ron otros, y tanto el Partido Comunista como el ala derecha del Partido Socia-lista ordenaron separarse de ellos y que toda la actividad pasase por la CUT (Central Única de Trabajadores).

Fue la experiencia de los Cordones, que posteriormente se extenderían por Chile, la que marcaba la línea de inde-pendencia de clase para avanzar en el proceso revolucionario y esbozar un ór-gano independiente para la defensa de las conquistas trabajadoras. Pero esos mismos órganos de independencia de clase no terminaron de definir correc-tamente la línea a seguir, ni siquiera frente a la inminencia del golpe militar, pues debían haberse posicionado por la toma del poder, lo que inevitablemen-te les habría llevado a chocar con el gobierno de la UP. Ante estos sucesos, Allende argumentaba constantemen-te que las concesiones a la burguesía que realizaba su gobierno asegura-ban que esta respetase los procesos constitucionales.

En los momentos históricos en que la clase trabajadora empieza a movili-zarse seriamente y de forma indepen-diente para tomar en sus manos lo que la clase capitalista lleva siglos arreba-tándole, no hay ninguna razón para en-corsetar su lucha en largos procesos de medidas legales, acuerdos, etc. Como indicaba Rosa Luxemburgo, “la refor-ma legislativa y la revolución no son métodos diferentes de desarrollo histó-rico que puedan elegirse a voluntad del escaparate de la historia, así como uno opta por salchichas frías o calientes. La reforma legislativa y la revolución son diferentes factores del desarrollo de la sociedad de clases. Se condicionan y complementan mutuamente y a la vez se excluyen recíprocamente, como los polos Norte y Sur, como la burguesía y el proletariado”12.

Por tanto, cuando señala Allende en su discurso ante el Congreso en Pleno13 que en Rusia se tomó el camino de la revolución obrera y campesina para la construcción de la sociedad socialista, afirma que puede haber varias formas para llegar al socialismo y elige otra que le parece más adecuada: “la vía chilena al socialismo”. Prosigue Luxemburgo: “quienes se pronuncian a favor del mé-todo de la reforma legislativa en lugar de la conquista del poder político y la re-volución social en oposición a éstas, en realidad no optan por una vía más tran-quila, calma y lenta hacia el mismo ob-jetivo, sino por un objetivo diferente”14.

Allende habla claramente como un reformista cuando dice que “el pueblo de Chile está conquistando el poder político sin verse obligado a utilizar las armas”. No puede ser más elocuente. Pero, ¿de verdad el pueblo estaba con-quistando el poder?, ¿por ganar unas elecciones parlamentarias y ni siquiera por mayoría absoluta? Se trata de un posicionamiento un tanto pretencioso que sobreestima la capacidad de trans-formación social de un gobierno. Como señala Marx en el Manifiesto Comunis-ta, “¡la Clase Obrera no puede adueñar-se sencillamente de la maquina estatal existente, tiene que destruirla”15.

Y para destruirla con éxito, necesi-ta varios elementos. Debe en primer lugar levantar su propio poder, inde-pendiente, al margen y contra el poder capitalista. Este poder es la democracia

obrera (directa y de clase). Este poder, que es un poder transitorio, debe eri-girse como tal para vencer la resistencia de la burguesía al cambio y ser capaz de combatir los ataques reaccionarios, así como garantizar el establecimiento y mantenimiento de la nueva sociedad socialista, con la victoria sobre las y los enemigos de clase. Para garantizar esa fuerza, debe producirse, entre otras co-sas, la desorganización del ejército y el armamento de las organizaciones obre-ras, una de las demandas clave de los cordones industriales antes del golpe, ya que como señalaba Lenin, “la contra-rrevolución no ha tolerado ni pudo tole-rar jamás que junto al ejército existieran obreros armados”16. Debe plantearse su avance a nivel internacional e ir cons-truyendo las bases para, tras la victoria, ir extinguiéndose dando paso a una so-ciedad sin estado y sin clases sociales.

Como hemos ido analizando, hay momentos en la historia en que la clase trabajadora se ve cara a cara con la bur-guesía y debe decidir el camino a seguir para liberarse por fin de sus cadenas. La experiencia chilena debe servir para hacer un análisis riguroso de los proce-sos políticos que están teniendo lugar en nuestro tiempo, en América Latina, Europa, el mundo árabe, etc., y de esta forma preparar a las nuevas generacio-nes para asaltar los cielos.

Notas:1 Silva, O., 1999: Breve historia contempo-ránea de Chile. Mexico DF: Fondo de Cultu-ra Económica, p. 313.2 González, M., 2002: Chile, 1972-1973: Re-volución y contrarrevolución. Barcelona: En Lucha, p. 10.3 Los Cordones Industriales eran organis-mos de base insertos en las fábricas y pos-teriormente extendidos a los barrios. En el proceso de lucha chileno, pasaron de hacer peticiones a Allende a tomar el control de distintos medios de producción y distribu-ción y a hacer llamamientos por la toma del poder.4 Gonzalez, M., 2002: op. cit. p. 415 Roitman, M. (selec), 2010: Salvador Allende Presente. Madrid: Editorial Sol 90, p. 69. 6 Ibid., p. 697 Ibid., p. 70.8 Luxemburgo, R., 2009: Reforma o revo-lución. Madrid: Editorial Sol 90, p. 43.9 Lenin, V., 1997: El estado y la revolución. Madrid: Fundación Federico Engels, p. 23.10 Lenin, V., 1976: La revolución proletaria y el renegado Kautsky. Barcelona: Edicio-nes R. Torres, p. 30.11 Gonzalez, M., 2002: op. cit. p. 16.12 Luxemburgo, R., 2009: op. cit. p. 88.13 Ritman, M. (selec), 2010: op. cit. p. 71.14 Luxemburgo, R., 2009: op. cit. p. 89.15 Lenin, V., 1976: op. cit. p. 136.16 Ibid., p. 85.

Para Salvador Allende, la “via chilena al socialismo” pasaba por ganar las elecciones presidenciales.

El gobierno de la UP estaba inquieto ante los sectores de la clase trabajadora que decidían no esperar a las medidas legales

Allende y el gobierno de la UP preconizaban la conciliación de clases y la reforma del capitalismo, no una política revolucionaria

Ataque sobre el Palacio de la Moneda ¿Se podría haber frenado el golpe de Estado de Pinochet con un gobierno revolucionario basado en la movilización del poder de la clase trabajadora? y

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32 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 33

La revolución egipcia es produc-to de un largo proceso que se inició en el año 2000, con ma-nifestaciones en Tahrir en soli-daridad con Palestina, seguidas

por protestas contra la guerra en Irak y a favor de la democracia, y más tarde por explosivas luchas obreras.1 Mien-tras, la Conferencia del Cairo se convir-tió en un importante lugar de reunión, debate y movilización para los movi-mientos sociales y políticos egipcios, incluyendo a su impulsor, el Grupo Socialista Revolucionario (GSR); los naseristas; los Hermanos Musulmanes (HHMM)…

Todo este proceso desembocó en el inicio de la revolución, en plaza Ta-hrir, el 25 de enero de 2011. Ante las movilizaciones sociales, y sobre todo el crecimiento de las luchas obreras, los generales decidieron sacrificar al dicta-dor Mubarak, el 11 de febrero.

Así empezó el primer período de go-bierno militar, bajo el Consejo Supre-mo de las Fuerzas Armadas (SCAF). Al no lograr acabar con las luchas, al final los generales dieron un paso atrás y permitieron un gobierno civil. En la primavera de 2012, Mohamed Mor-si, de los HHMM, ganó las elecciones presidenciales, frente a Ahmed Shafik, candidato de los militares y de los fe-loul, los ‘restos’ del mubarakismo. En ese momento, la elección de Morsi fue una victoria para el movimiento, aunque acabó traicionando las expec-tativas de la gente trabajadora y po-bre.2 Hubo cierto tira y afloja con los generales, pero en lo fundamental su mandato continuó con las políticas del SCAF y la dictadura. Un aspecto clave de esta continuidad fue la economía. Morsi mantuvo las negociaciones con el FMI, iniciadas por el SCAF, respecto a un préstamo multimillonario, e im-

pulsó políticas de austeridad. También intentó reprimir las luchas, igual que lo había hecho el SCAF, enviando a las fuerzas de seguridad —y a veces a sus propios seguidores— para atacar e incluso matar a manifestantes. Asimis-mo recurrió al sectarismo, contra las comunidades copta y shiíta.

La rebelión y el golpeSin embargo, parece que el principal pecado de Morsi, a los ojos de los di-rigentes del “Frente Nacional de Sal-vación” (FNS) —una alianza opositora de liberales, naseristas y feloul— así como de los generales, no fue la repre-sión en sí, sino sus intentos de mandar solo, sin contar con ellos. Los militares hablaron con Morsi varias veces para que rectificase: deseaban el éxito de su mandato.3

Por otro lado, había un creciente descontento social, y a finales de abril de 2013 surgió una iniciativa popular, ‘Tamarod’ o rebelión. Se plantearon recoger millones de firmas a favor de la dimisión de Morsi en el primer ani-

versario de su mandato, el 30 de junio. Tamarod surgió de jóvenes del mo-vimiento democrático, Kifaya, pero creció masivamente. Los movimientos sociales, los nuevos sindicatos inde-pendientes y la izquierda lo apoyaron… y también lo hicieron los partidos del FNS, incluyendo a los feloul. Poste-riormente se sumaron los canales de TV no controlados por los HHMM. Al acercarse la fecha señalada, Tamarod anunció que había recogido 22 millo-nes de firmas y convocó protestas en las plazas para el 30 de junio.

Ahora sabemos que mientras este movimiento crecía, representantes de los dirigentes del FNS —el liberal El-Baradei, el naserista Hamdin Sabahi y el antiguo ministro de Mubarak, Amr Moussa— se reunieron en secreto con altos mandos militares, para pedirles que facilitasen la caída de Morsi.4

Las protestas del 30 de junio fueron más grandes incluso que las de 2011; las estimaciones más bajas hablan de 14 millones de manifestantes. Este salto cuantitativo también supuso un

cambio cualitativo. Lugares que no se movilizaron en 2011 esta vez sí lo hi-cieron; millones de personas salieron a la calle por primera vez. Había segui-dores de los feloul, pero sobre todo las protestas fueron el reflejo de la mayo-ría del país: gente trabajadora y gente pobre que estaba harta. En Egipto hay miles de activistas que llevan luchan-do desde 2011 (e incluso antes) y saben que no pueden fiarse del ejército. Pero los millones de personas que acaban de sumarse a la actividad política lo ten-drán que aprender por ellas mismas.

Así que cuando en la noche del 3 de julio el general Al Sisi, Ministro de De-fensa, anunció la destitución de Morsi, las plazas estallaron en celebraciones por su victoria. Es verdad que fue una victoria de la movilización, pero tam-bién fue un golpe militar. El movimien-to fue lo suficientemente fuerte —sobre todo, dadas las divisiones entre las dife-rentes fuerzas que mandaban en Egip-to— como para forzar la caída de Morsi; pero no tuvo ni la fuerza ni la cohesión política necesarias para remplazarlo. Ésta también fue la situación en febrero de 2011; pero con diferencias importan-tes. Entonces, el Estado estaba noquea-do por la revolución y perdía terreno; ahora está consolidando su poder. Ade-más, esta vez, un sector del ‘movimien-to’ está colaborando y conspirando acti-vamente con los militares.

Las masacres, la izquierda y la islamofobiaEsta colaboración recibió su premio. El liberal ElBaradei y el naserista Sabahi se convirtieron en Vice Presidentes, junto al dirigente del golpe, el general Al Sisi. Otro naserista, Kamal Abu Eita, histórico activista sindical y presidente de la Federación Egipcia de Sindica-tos Independientes (EFITU), aceptó el

cargo de Ministro de Trabajo. Entra-ron en un gobierno dominado por el ejército y formado, en una tercera par-te, por antiguos colaboradores directos de Mubarak.

Cualquier duda acerca del carácter de la nueva administración se despejó rápidamente. Los HHMM protestaron inmediatamente contra el golpe, exi-giendo la liberación de Morsi —bajo detención militar— y su restitución como Presidente. El ejército respondió con violencia, matando a un centenar de islamistas durante las primeras se-manas de julio de 2013.

Al Sisi —desmintiendo con cada paso sus afirmaciones de no querer protago-nismo político— personalmente convo-có manifestaciones para el viernes, 26 de julio, a favor del ejército y su “lucha contra el terrorismo”. La llamada for-maba parte de una campaña de pro-paganda contra los HHMM, a los que acusa de terroristas relacionados con Al Qaeda. Otro objetivo son los refugia-dos de Palestina, Siria e Irak; el nuevo gobierno les hostiga cada vez más con controles y detenciones, mientras que

el jefe de un canal de TV, simpatizante del golpe, propone destrozar sus casas si no dejan de “apoyar a los HHMM”.5 A pesar de todo esto, algunos dirigentes ‘revolucionarios’ —naseristas, Tama-rod…— apoyaron la llamada de Al Sisi, que al final aglutinó a millones de per-sonas. La izquierda revolucionaria con-denó la convocatoria.6 La declaración del Grupo Socialista Revolucionario (GSR) fue tristemente profética: “Sean cuales sean los crímenes cometidos por la Hermandad contra el pueblo y contra los coptos… no daremos al jefe militar, Al Sisi, nuestra aprobación. No saldre-mos a la calle… para ofrecerle un che-que en blanco para cometer masacres.”7

Casi tres semanas después, la ma-ñana del 14 de agosto, el ejército ata-có los campamentos que los HHMM habían establecido en El Cairo como centro de sus protestas. Su dirección incluye a multimillonarios, pero en los campamentos se encontraba, por lo ge-neral, gente pobre, incluyendo a fami-lias enteras. Las autoridades hablan de unos 800 muertos durante esos días; los HHMM de varios miles. No hay duda de que se trató de una masacre en toda regla, mucho peor que lo que hizo Mubarak en 2011. El liberal, ElBa-radei, que había aceptado la represión de julio, esta vez dimitió como protes-ta. Pero el resto del “Frente Nacional de Salvación” mantuvo su apoyo a Al Sisi. Sabahi y los dirigentes de Tama-rod fueron aún más lejos, culpando a la Hermandad de la matanza.8

Tras el ataque a los campamentos, hubo informes de detenciones arbitra-rias de presuntos islamistas: hombres con barba larga y mujeres con niqab. También hubo detenciones, palizas e incluso asesinatos de periodistas, que se suman al cierre de una quincena de canales de TV; es obvio que los

Es verdad que la caída de Morsi fue una victoria de la movilización, pero también fue un golpe militar

Un musulmán devoto se manifiesta contra Morsi, el 25 de enero de 2013. En el parche dice “Abajo los traicioneros Hermanos [Musulmanes]”. Foto: Gigi Ibrahim EGIPTO

Generales, islamistas y la izquierda revolucionaria

A mediados de agosto, vimos por TV la brutal y sangrienta represión militar en las calles de Egipto. Así el ejército endureció aún más el golpe militar iniciado el 3 de julio, causando miles de nuevas víctimas. La situación en Egipto ha provocado mucho debate, tanto dentro como fuera del país. Algunas voces han salido en defensa de los Hermanos Musulmanes y otras (muchas más) a favor de los generales.

En este artículo, David Karvala pone la situación actual en el contexto de la revolución vivida hasta ahora, con todas sus contradicciones. Argumenta que aún quedan esperanzas para la revolución y que existe una alternativa tanto a la brutalidad militar, como al desastroso mandato de Morsi; una alternativa por la que lucha la izquierda revolucionaria egipcia.

34 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 35

generales quieren evitar que se acceda libremente a la información.

Durante esos mismos días, el go-bierno golpista nombró a 18 nuevos gobernadores de provincia. Once de ellos son antiguos oficiales del ejérci-to, dos más ex jefes de policía. En este caso, los naseristas condenaron los nombramientos —sin romper con el gobierno— mientras que Tamarod los aceptó con algunas ‘reservas’.9

La situación a mediados de agosto es la de una auténtica caza de brujas contra los HHMM. El gobierno gol-pista, con el apoyo de la clase media ‘laica’, incluso islamófoba, se plantea ilegalizar a los islamistas. También pretende rehabilitar a los restos del mubarakismo, los feloul, y ya ha excar-celado a Mubarak.

Chile 1973, Argelia 1992…El militante del GSR y conocido blo-guero, Hossam El Hamalawy, tuiteó poco después del golpe: “Morsi no es Salvador Allende, pero Al Sisi es defini-tivamente el Pinochet de Egipto”. Las matanzas llevadas a cabo desde enton-ces confirman que tenía toda la razón. Pero una cosa es lo que Al Sisi quiere hacer y otra lo que puede conseguir. Pinochet masacró a toda la izquierda y al movimiento sindical; los golpistas egipcios han tenido que invitarlos a formar parte —por ahora— del nuevo gobierno. Al Sisi es un Pinochet cuyo 11 de septiembre (fecha del golpe decisivo chileno) aún no ha llegado.

También se compara la situación con el golpe militar en Argelia de 1992, que impidió la victoria electoral del Frente Islámico de Salvación (FIS). Entonces, como ahora, los militares reprimieron a los islamistas y detu-vieron arbitrariamente a hombres con barba. Al ver bloqueado el camino elec-toral, algunos sectores islamistas recu-rrieron a las armas, y Argelia entró en una cruenta guerra civil, que dejó unos 200.000 muertos, sobre todo a manos del ejército. Hay que recordar el te-rrible error cometido por casi toda la izquierda de entonces10 —tanto dentro como fuera de Argelia— al respaldar

el golpe, en nombre del ‘laicismo’; sin embargo las situaciones son bastan-te diferentes. En Argelia los militares dieron el golpe antes de las elecciones, cuando el FIS contaba con el respaldo popular; en Egipto el año de gobierno de Morsi redujo su apoyo, llegando a provocar la enorme movilización en su contra del 30 de junio. Argelia vivió importantes movilizaciones a partir de 1989, pero nada comparable con lo de Egipto desde 2011. Por otro lado, secto-res del islamismo egipcio —sobre todo la juventud de los HHMM— llevan años luchando al lado de la izquierda radical. Algunos analistas han suge-rido que muchos jóvenes islamistas pueden pasarse al jihadismo sectario,11 pero la experiencia de la lucha unita-ria abre el camino a otras maneras de ‘radicalizarse’. El peligro de una guerra civil sectaria existe, aunque la historia no tiene porqué repetirse.

Hay otro precedente histórico im-portante que se suele ignorar. Durante una revolución ya lejana, la izquierda radical cometió un grave error; sobre-valoró sus propias fuerzas al convocar una manifestación armada. El ejérci-to los atacó, dejando a manifestantes muertos en la calle. Así se inició la re-presión generalizada, con dirigentes revolucionarios detenidos como “trai-dores a la revolución”, y agresiones racistas en la calle. La izquierda mode-rada apoyó los ataques. Un observador

escribió que “la revolución se deshacía como humo.” ¿Realmente todo se ha-bía acabado? De hecho, no. Fueron las llamadas “jornadas de julio”, de la revolución rusa de 1917. Unas se-manas más tarde, los generales, en-valentonados, intentaron un golpe de Estado para eliminar a sus aliados de la izquierda moderada. Ésta no tuvo fuerzas para responder, pero el partido bolchevique organizó la resistencia de base que fue la que derrotó el golpe. La izquierda radical salió reforzada, y se dio un paso de gigante hacia la revolu-ción socialista de octubre de 1917.12

Esto no implica que tenga que pa-sar lo mismo en Egipto; los actores y la situación son diferentes y no hay una fuerza comparable a la del partido bol-chevique. Sólo confirma que las revo-luciones de masas son procesos com-plejos y contradictorios. Lo que ocurre en las cúpulas tiene su importancia, pero es un típico error infravalorar a la gente corriente y su lucha desde abajo. Este menosprecio suele afectar tanto a la derecha —con su prepotencia— como a sectores de la izquierda —que se desmoralizan y/o buscan solucio-nes desesperadas, fuera de la lucha social—.

Balance de la situación actualEl partido comunista egipcio, siguien-do a los naseristas, respalda el golpe militar, y afirma que “los Hermanos Musulmanes son una organización fascista”.13 Mientras bandas de mato-nes atacan a islamistas —o a presuntos islamistas— en la calle, esta actitud no sólo es un error, es un crimen. Es un ejemplo más de la confusión de la vieja izquierda —el estalinismo y el na-cionalismo árabe— ante el islamismo político.14 Hace 20 años respaldaron el sangriento golpe de Estado en Argelia; ahora apoyan la guerra sucia de Assad en Siria. Su entusiasmo por los milita-res egipcios es más de lo mismo.

Sobran motivos para rechazar a los generales. ¿Esto implica apoyar a Morsi? Así lo han entendido la Liga Española Pro Derechos Humanos y la Federación Internacional de Derechos

Humanos - España. No sólo condenan el golpe, sino que hacen: “un llama-miento a los Hermanos Musulmanes a que se mantengan firmes, hasta que vuelva el Presidente Morsi”. El proble-ma es que las acusaciones contra Morsi y los HHMM —de represión, asesina-tos, violaciones, políticas de austeri-dad, colaboración con Israel…— son ciertas. Por esto, gran parte de la po-blación salió a la calle para derrocar a Morsi. Al pedir su vuelta al poder, se da la espalda a este movimiento auténtico y popular.15

Para ubicarse ante la situación ac-tual, hay que entender que los dirigen-tes de ambos bandos son culpables y cómplices: tanto Morsi como los gene-rales. Como declaró el GSR: “Los crí-menes de Morsi se cometieron junto a los militares, la policía y el Estado de Mubarak. Todos ellos deben ser juzga-dos conjuntamente.”16 Pero no se debe meter a los HHMM y a los generales en el mismo saco. Según el GSR: “si la Hermandad representa un cierto peli-gro para la revolución, las instituciones del Estado, que tienen el monopolio de la violencia, representan un peligro mucho mayor”.17

Retos revolucionariosLa revolución egipcia no ha muerto, pero se encuentra ante graves dificul-tades. Hay importantes intereses in-ternacionales en juego18 aunque, por ahora, se manifiestan a través de ac-tores internos —sobre todo, los gene-rales— y más que dictar los aconteci-mientos en Egipto, van a remolque de éstos. Luego encontramos la tendencia a polarizar el conflicto entre dos ban-dos —o se está con el ejército o con los HHMM— lo que dificulta la defensa de otras alternativas. Parece que la ‘terce-ra plaza’, creada durante julio por sec-tores revolucionarios opuestos tanto a Morsi como a los militares, se ha des-montado, pero confirma la posibilidad de crear una tercera opción.19 Todavía existe el peligro de un conflicto secta-rio generalizado, entre musulmanes y coptos, entre sunitas y shiítas, que no beneficiaría a ningún sector de las cla-

ses populares. En definitiva, los retos para la iz-

quierda revolucionaria egipcia ante la nueva situación son enormes.

Por ejemplo, muy probablemente tendrán que participar en protestas puntuales al lado de los islamistas. Po-drán hacerlo, pero no les será fácil: el GSR tiene muchísima militancia nueva y joven, que hasta hace pocas semanas sufría agresiones físicas a manos de matones de los HHMM.

Algunos académicos destacan que el GSR es ‘marginal’, o que ‘no tiene base’.20 Sin embargo, pocos grupos marxistas revolucionarios tienen miles de seguidores como el GSR. Aun así, tiene poquísima influencia si se compa-ra con los HHMM, o incluso con el na-serismo. Esto es importante cuando se trata de luchas reales, a vida o muerte.

Ante estas limitaciones, alguna gen-te busca atajos. Una activista de un gru-po que se escindió del GSR al principio de la revolución explicó: “Nuestro gru-po reconoció que hace falta un partido que nos una a todos [dado que la] so-ciedad no está preparada para un par-tido radical”.21 Se unieron a sectores de la izquierda reformista en el Partido de

la Alianza Socialista Popular (PASP), uno entre varios intentos de crear una amplia coalición de izquierdas. Pero el PASP se sumó a su vez al FNS con los liberales y los feloul. Ya antes del golpe, los sectores revolucionarios del partido rechazaron estas alianzas, pero la cú-pula no les hizo caso.22 Ahora el PASP no sólo apoya el golpe militar, sino que exige la disolución de los HHMM, la confiscación de sus fondos y su prohi-bición por ser un “grupo terrorista”.23 Si el PASP es un atajo, es un atajo en la dirección equivocada. Esto se aplica aún más a la ‘coalición de izquierdas’ de Hamdin Sabahi.

Para no distraerse con estos atajos, hay que reconocer los problemas reales: el imperialismo —por ejemplo la ayu-da militar estadounidense a Egipto de 1.300 millones de dólares anuales, o la continuada ocupación de Palestina—; la falta de democracia real; la continuada opresión de las mujeres, a todos los ni-veles; la pobreza y desigualdad… Todo esto tiene que ver, en el fondo, con el capitalismo y la injusticia social, y no habrá solución real sin combatirlos.

La violencia golpista ha eclipsado los problemas económicos y sociales. Egip-to tiene una deuda del 87% de su PIB, y el pago de los intereses actualmente consume la cuarta parte del gasto pú-blico.24 Si esto se excluye del debate, es en parte porque los generales y los líderes islamistas están de acuerdo con que los pobres paguen la crisis. Ante los ataques económicos de Morsi, la clase trabajadora respondió con “la mayor ola de huelgas que hemos visto nunca en Egipto. Durante los meses anteriores al 30 de junio […] hemos tenido el nivel de huelgas más alto de todo el mundo… aproximadamente 500 huelgas a la se-mana de promedio”.25

Está claro que los militares nom-braron como ministro al dirigente sin-dical, Kamal Abu Eita, con el obje-

t El golpista, General Al Sisi.

Supervivientes del ataque militar al campamento de la plaza Nahda, El Cairo. Ésta es la “lucha contra el terrorismo” de los golpistas. Foto: Mahmoud Ghany

La Hermandad representa un cierto peligro para la revolución, el Estado representa un peligro mucho mayor

La vieja izquierda apoya la guerra sucia de Assad en Siria. Su entusiasmo por los militares egipcios es parte del mismo patrón

36 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 37

tivo de acabar con las luchas, y éste ya intenta cumplir con las expectativas.26 Está por ver si lo logra; una parte del movimiento sindical rechaza su apoyo a los militares.27 Además, ya se suceden las primeras huelgas bajo el gobierno golpista, con diferentes resultados.28 Habrá una lucha política para ganar influencia dentro de la clase trabajado-ra y el movimiento sindical. Abu Eita tenía mucho prestigio, pero si la gente trabajadora ve que habla en nombre de los ricos y de los feloul, puede perder-lo rápidamente. El GSR es menos co-nocido, pero durante estos años se ha dedicado casi obsesivamente a la cla-se trabajadora y al nuevo movimiento obrero, hasta el punto de ser uno de los motivos de la escisión antes menciona-da. No es imposible que, en colabora-ción con otros sectores de la izquierda sindical, logren mantener la lucha con-tra los ataques de la patronal. Aquí, es importante saber que la batalla con-tra los generales no es sólo política: el propio ejército es el amo del 25% de la economía egipcia. Muchas huelgas se enfrentan directamente a los militares.

El enfoque en la clase trabajadora no significa que el GSR ignore a otros sectores. Es parte activa en las campa-ñas contra el acoso sexual; participó junto a otras fuerzas en ‘la tercera pla-za’; ha participado en iniciativas para proteger conjuntamente las iglesias coptas ante los ataques, demostrando la posibilidad de superar el conflicto sectario… En su última declaración, el GSR habla de “las decenas de miles de jóvenes revolucionarios que han luchado ferozmente contra el régimen militar en las diferentes olas de la re-volución egipcia”. Concluye: “Durante las próximas semanas y meses, pode-mos atraer y ganar a parte de esta gen-te revolucionaria a nuestras filas, con el objetivo de jugar un rol más fuerte y estable en las próximas oleadas de la revolución. Pero al mismo tiempo también queremos integrar en la or-ganización a la gente trabajadora y pobre que hizo la revolución y partici-pó en la última ola, la del 30 de junio, por unos objetivos que aún no se han

conseguido.”29

Hay que insistir: la revolución egip-cia no ha terminado, y aún hay mucho por lo que luchar. El resultado depen-derá, en parte, de la intervención de la minoría de activistas que no se han de-jado llevar por los ‘atajos’. Para resol-ver los problemas reales del 99% de la población egipcia no hay ningún atajo ni alternativa que valga: la revolución social desde abajo es la única solución.

Notas1 Karvala, David, 2008: “La Intifada egip-cia”, La Hiedra, mayo 2008. http://bit.ly/17AmFn32 Mendoza, Diego, 2013: “Egipto: análisis de una revolución en marcha”, La Hiedra, mayo-agosto 2013. http://bit.ly/149rW333 Washington Post, 2/08/13. http://wapo.st/13RcPMy4 Wall Street Journal, 19/07/13. http://on.wsj.com/18ebyT45 El-Dabh, Basil, 2013: “HRW calls on Egypt to respect rights of Syrian refugees”, Daily News Egypt, 25/07/13. http://bit.ly/1eXQJgq6 “‘Rebel’ [Tamarod] endorses El-Sisi’s call for Friday demos”, Ahram Online, 25/07/13, http://bit.ly/1d0wsub7 GSR, 2013, “Not in our name!”, socia-listworker.co.uk, 25/07/13. http://bit.ly/13mVHOK8 xinhuanet.com, 15/08/13. http://bit.ly/16DMebG9 “Egypt’s new governor appointments draw criticism”, Ahram Online, 13/08/13. http://bit.ly/19tU9Hg 10 No así la corriente anticapitalista con la que La Hiedra está relacionada. Ver David

Karvala, “¿Cómo acabar con la violencia en Argelia?”. http://bit.ly/16FR4FB El artí-culo apareció originalmente en Socialismo Internacional 6, julio/agosto 1995 (prede-cesora de La Hiedra), con el título cuestio-nable (por igualar los dos bandos): “Arge-lia: ni con los integristas ni con el Estado”. 11 IPS, 15/08/13. http://bit.ly/14yt81112 Karvala, David, 2007: Rusia 1917: La revolución Rusa y su significado hoy, Ed. Tempestad, 2007, pp. 56-67.13 prensapcv.wordpress.com, 16/08/2013. http://bit.ly/14SuNOm 14 Karvala, David, 2011, “La izquierda y el Islam”, La Hiedra, junio 2011. http://bit.ly/16xMTYr15 Liga Española por los Derechos Huma-nos, Comunicado de prensa, 16/08/13. http://bit.ly/1d2fQSP 16 GSR, 2013: “Not in our name!” Socialist Worker, nº 2363, 25/07/2013. http://bit.ly/13fnyjD17 GSR, “Carta de los revolucionarios egip-cios”, 15/08/13. http://bit.ly/1d2tXIS18 Olga Rodríguez, 2013: “Una oportunidad o cien para los generales de Egipto”, eldia-rio.es, 23/08/2013. http://bit.ly/16Cwgft 19 Shahira Amin, “Third Square movement hopes to unite Egyptians”, indexoncensors-hip.org. http://bit.ly/149uv5420 Ver por ejemplo Joel Beinin, entrevis-tado en opendemocracy.net, 29/07/2013. http://bit.ly/16xLZeF21 Red Pepper, febrero de 2013. http://bit.ly/16Fd1ma22 Marfleet, Philip, 2013: “Egypt: The wor-kers advance”, International Socialism 139. Verano de 2013. http://bit.ly/1ckat1M23 Ahram Online, 17/08/13. http://bit.ly/172g08p24 Al Jazeera, 28/07/13. http://aje.me/16D83Xa25 Sameh Naguib, dirigente del GSR, entre-vistado en opendemocracy.net, 29/7/2013. http://bit.ly/19Sv8rU26 Benin, Joel, 2013: op. cit.27 Ver la declaración de Fatma Ramadan, miembro del Comité Ejecutivo de la Fede-ración Egipcia de Sindicatos Independien-tes (y militante del GSR), 26/07/13. http://bit.ly/1cYbDQQ 28 Se encuentra valiosa información en menasolidaritynetwork.com 29 GSR, “Carta…”, 15/08/13.

Para resolver los problemas reales del 99% de la población egipcia, la revolución social desde abajo es la única solución

t El Grupo Socialista Revolucionario es parte activa de las luchas en la calle y de la clase trabajadora. Foto: Gigi Ibrahim

Explícanos algo sobre las fuerzas revolucionarias. ¿Cuál es el equilibrio entre los comités locales, los salafistas, yihadistas y demás?La revolución siria hoy día tiene dos patas. Una civil, popular y pacifista. Y la otra, la resistencia armada. La exis-tencia de la resistencia armada no debe hacernos olvidar el movimiento popular.

Nos encontramos con que la mayoría de la resistencia armada no son sino civiles que han cogido las armas. Habla-mos de personas que al inicio del movimiento se manifesta-ban, es decir, trabajadoras y trabajadores como profesores, campesinos, desempleados… Gente así conforma la mayo-ría de la resistencia armada. Esto no significa que no haya grupos yihadistas, pero según todas las declaraciones estos grupos no cuentan con más de 5.000 o 10.000 personas. Mientras que casi todos dicen —incluso Bashar al-Assad— que hay 100.000 personas armadas en Siria. Según otras fuentes, incluyendo a EEUU y al Ejército Libre Sirio, son 220.000. Así que los grupos yihadistas no son más que el 5 ó 10% de la resistencia armada. Por otro lado, como comentaba, están las y los manifestantes. Tenemos más de 250 manifestaciones cada semana, no paran. Ésta es la situación.

¿Cómo se organiza el movimiento revolucionario, funcionan los Comités Locales de Coordinación (CLC)?Oímos en los medios de comu-nicación casi a diario que “el CLC declaró…”, “el CLC mani-festó…”, y los CLC de los que hablan son sólo un elemento de la organización local. La

forma de organización que la gente ha empleado en Siria desde el primer mes de la re-volución se basa en comités locales y su coordinación. ¿Qué significa esto en reali-dad? Pues que las personas en los barrios o pequeños pueblos crean un órgano de coordina-ción de las protestas, al que llaman comité local. A nivel de ciudad o de muchos pueblos juntos estos comités se coordi-nan entre sí para crear lo que llamamos una coordinación (o coordinadora). Podemos encontrar muchos comités locales y muchas coordina-ciones al mismo tiempo, en el mismo lugar, superponién-dose; existen muchas redes. Esto proporciona a los y las revolucionarias un poder que el régimen no puede destruir. Pero es al mismo tiempo una debilidad para la revolución y la organización, porque no hay una centralización real de la lucha.

¿Cuál es la situación de los diferentes liderazgos sirios en el exilio? En la revolución siria hay dos niveles y dos tiempos: uno so-cial y otro político, y hay algu-nas divergencias entre ambos. En el nivel político, es decir, la oposición política reconocida por Occidente, etc., hubo el Consejo Nacional Sirio y ahora la “Coalición Nacional”. ¿Qué son? El Consejo Nacional Sirio no es más que una creación de Qatar y Turquía; en realidad no representa nada en Siria. Cuando se creó despertó algu-nas esperanzas entre ciertos sectores activistas, pero la desilusión llegó muy pronto. La gente rápidamente se dio cuenta de que era simplemen-te un títere en manos de varios países de la región.

EntrEvista

“En SiRiA, TEnEMOS MáS DE 250 MAniFESTACiOnES CADA SEMAnA, nO PARAn”

Ghayath Naisse es un destacado militante de la Corriente de la izquierda Revolucionaria en Siria. Este grupo marxista, activo dentro de la revolución en ese país, insiste en unir la lucha por la democracia con la lucha por la justicia social y contra todos los poderes imperialistas. La Hiedra entrevistó a Ghayath mientras participaba en las jornadas del Socialist Workers Party en Londres, el pasado julio.

“La mayoría de la resistencia armada no son sino civiles que han cogido las armas.”

p Ghayath Naisset Logo de la Corriente de la Izquierda Revolucionaria en Siria.

38 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 39

p Destrucción provocada por Assad. / Foto: tiny.cc/SyriaFreedom

Manifestación contra Assad en la zona kurda del Estado sirio 07/12/12. / Foto: flickr.com/chroniclesyrianuprising

Protesta contra Assad, Idlib, Syria 08/03/12. / Foto: tiny.cc/SyriaFreedom

“La ‘Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición’ no tiene una influencia real dentro de Siria: nada, es simplemente político… mediático.”

Cuando Qatar, Francia y otros países vieron que el Consejo Nacional Sirio no era creíble, impulsaron la parti-cipación de otros grupos para promover una nueva entidad, creando lo que vino a llamarse Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición. Se formó en Doha, la capital de Qatar, en noviem-bre de 2012, pero en realidad es lo mismo que el Consejo Nacional Sirio. No es otra cosa que los Hermanos Musulma-nes con algunos liberales y otros. No tienen una influencia real dentro de Siria: nada, es simplemente político… mediá-tico. Pueden declarar lo que quieran, pero no afecta a la realidad de la gente.

¿Hasta qué punto se están combinando las demandas contra la dictadura, en pro de la democracia y las demandas de justicia social?La respuesta a esa pregunta la tienes en los Consejos Lo-cales. La gente en las regiones liberadas ha creado lo que llamamos los consejos civiles o locales. El papel de estos con-sejos es compartir, de manera

igualitaria, comida, atención sanitaria y otros tipos de ayu-da. Organizan la producción de pan, comparten la gasolina. Organizan de algún modo una especie de autogobierno, de autogestión.

Hay diferentes clases en Siria y diferentes clases entre las fuerzas revolucionarias, imagino. En las zonas liberadas, supongo que habrá personas que tendrán sus propiedades o sus negocios, y otras que no los tengan y tendrán que trabajar. ¿Influyen en esto los Comités Locales o lo dejan tal y como es?En realidad, no existe bur-guesía en las zonas liberadas. Se han ido a otros países de la región —Egipto, Jordania y Líbano, en particular— o a las zonas bajo el control del régimen. Hoy en día no en-cuentras en las zonas liberadas personas o familias ricas. No las hay, la gente allí es pobre.

Realmente no queda nada, de verdad. El régimen ha destruido 1.300 fábricas. Ha destruido toda la capacidad organizativa de las y los traba-jadores en Siria. En las zonas liberadas y en las que se en-cuentran en los frentes entre éstas y las áreas controladas por el régimen, han destruido todas las fábricas. Y en las zonas que controla el régimen, han cerrado 3.300 fábricas. Así que cuando intentamos en-contrar o identificar a la clase trabajadora, no podemos olvi-dar que los centros de trabajo han sido destruidos.

¿Cuál es la situación para los sunitas, los cristianos, etc. en Siria, en la revolución?Hay cierta tensión sectaria,

pero estos conflictos son en gran parte producto de la bar-barie del régimen. Hizo todo lo que pudo para crear la impre-sión de que resistía el yihadis-mo y la conspiración occiden-tal orquestada contra él como régimen laico. Lo hizo todo para conseguirlo: ¿sabías que en noviembre de 2011 liberó a más de 2.000 yihadistas de las cárceles? En el primer año de la revolución, Abu Mohammed Al-Golani, el líder de Jabhat al-Nusra [el principal grupo armado yihadista en Siria], estaba ahí, en una cárcel siria.

De modo que sí, hay cierta tensión, pero la mayoría de la población siria, en términos de etnia o de religión, se conside-ra ante todo árabe, y en segun-do lugar musulmana. Y sunita. De cada diez personas sirias que mueren, unas ocho serán probablemente árabes y suni-tas. Claro, visto así… Pero, ¿se trata realmente de un conflicto sectario? Yo creo que no. Los qataríes, los Hermanos Mu-sulmanes, los yihadistas, todos estos grupos intentan presen-tar el conflicto como sectario, pero en realidad no lo es. Si lo fuera, se puede imaginar que habría masacres contra las poblaciones cristianas y alaui-tas en Siria; y no ha ocurrido. Sí que ha habido algunos inci-dentes: en Deir al-Zour mata-ron a treinta chiítas, es cierto; es posible que en Alepo pasara algo así… pero no es significa-tivo. En Inglaterra se oye una cosa, luego en Suiza otra peor, etc. Imaginemos que hubiera un conflicto sectario en Siria. ¿Cuántos asesinatos habría a alauitas, por el hecho de ser alauitas? Serían muchísimos, pero no vemos nada de eso.

¿Cuál es vuestra actitud respecto a la minoría kurda?El pueblo kurdo en Siria ha sufrido bajo las políticas na-cionalistas del régimen de As-sad durante 40 años. Algunos sectores de la oposición siria, incluido el Consejo Nacional Sirio, también se niegan a reconocer sus derechos. Re-cientemente, grupos yihadistas incluso han cometido atrocida-des contra la población kurda y ha habido choques armados entre yihadistas y las milicias kurdas.

Defendemos la autodeter-minación del pueblo kurdo, pero también celebramos el hecho de que participen ple-namente en la lucha contra el régimen de Assad.

¿El pueblo palestino se ha involucrado en la revolución?Todos los campos de refugia-dos palestinos en Siria han sido destruidos por el régimen. El último fue el de Yarmouk [enorme campo de refugiados cerca de Damasco, con una po-blación estimada de 140.000]. La mayoría de la gente refugia-da palestina actuó realmente como la siria. Ayudó a la po-blación, aceptó a refugiados sirios desplazados de otras regiones, también fue muy activa en las manifestaciones. Sin embargo, ahora, el régi-men está haciendo una campa-ña contra las y los palestinos, a quienes consideran traidores. En Egipto la campaña también va contra Hamás y el pueblo palestino, pero por razones opuestas. Los y las palestinas son siempre las víctimas…

Los campos están destrui-dos. Quedan unos cuantos mi-les de personas en Yarmouk,

bajo la protección del Ejercito Sirio Libre. Actualmente Yar-mouk es una región libre, en Damasco, pero el régimen lo bombardea cada día, todo está destruido.

¿Qué queda de las organizaciones palestinas, Hamás, Fatah…?Está el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Co-mando General [una escisión del Frente Popular], de Ahmed Yibril. Siempre ha tenido su sede en Damasco y ha sido pro-régimen. Actualmente, su dirección apoya a Assad en el conflicto.

El año pasado hubo una movilización palestina, cuando marcharon hasta la frontera con Israel. ¿Fue una acción que llevó a cabo la gente palestina por iniciativa propia? ¿Fue una maniobra de distracción promovida por Assad? Ambas cosas. Creemos que hubo manipulación y, sin em-bargo, puede que las personas que participaron estuvieran realmente convencidas de lo que hacían. A pesar de la manipulación, hay gente que actúa de manera honesta.

¿Puedes explicar la actitud de Israel hacia el régimen de Assad? La frontera de Israel con Siria era la más pacífica de todas, incluso más que la de Egipto. Durante cuarenta años ha sido una zona muy tranquila. En la frontera con Líbano hubo con-flictos, pero no en esta.

Ahora, con la revolución en Siria, Israel está muy preocu-pado con que algunos grupos de resistencia o yihadistas po-drían penetrar por esa región. Pero por otro lado, se aprove-chan de la situación para des-truir la infraestructura estra-tégica de Siria. Así saben que después, pase lo que pase en la región, con Assad o sin él, todo el país estará debilitado.

Hubo un bombardeo sobre un grupo de vehículos de Hezbollah que llevaban armas.Bombardearon una zona estra-tégica en Damasco, una base de misiles, tres veces. Después bombardearon alguna ins-talación cerca del puerto de Latakia. Creemos que es una base militar a unos veinte kiló-metros de Latakia. Dicen que

había una batería de misiles antibuque Yahud. Los israelíes hicieron estos bombardeos a principios de julio, sin infor-mar de esta operación.

¿Qué opinas sobre la cuestión de las armas? ¿Envían armas los imperialistas o no? ¿Deben hacerlo? En Barcelona ha habido mucho debate dentro del movimiento antiguerra sobre la cuestión: algunos están en contra porque son pacifistas y otros porque apoyan a Assad…Las únicas intervenciones armadas reales desde el pri-mer mes de la revolución han sido las de Irán y Hezbollah. Así que la izquierda que está alarmada por la intervención imperialista de Occidente se equivoca. Los únicos impe-rialistas que han intervenido han sido Rusia, junto a Irán y Hezbollah.

Sí, pero en la Unión Europea, Francia y Gran Bretaña votaron para que se levantara el embargo…Sí, pero no hay nada. Hasta el día de hoy, dos años y medio después del comienzo de la revolución, siguen hablando de proveer de armas a la re-sistencia. Pero no hay nada de nada. Dicen que puede que discutan sobre proporcionar armas, pero los únicos que han armado a algunos grupos son Qatar y Arabia Saudí, que han armado a algunos grupos específicos. Nuestra posición al respecto es que estamos a favor del suministro de armas sin condición política alguna.

¿Qué pasa con Hezbollah? La gente que creía que Hez-bollah era un partido laico y socialista estaba equivocada, nunca lo fue. Se trata de un partido sectario desde sus orígenes. Ha sido presentado como resistencia contra Israel, eso sí: y en este aspecto, en esta lucha, lo defendemos. Lo que hace en Siria es colaborar con la dictadura del país y crear confusión con su secta-rismo. Condenamos su inter-vención en Siria.

� Para más información: http://syria.frontline.left.over-blog.com www.facebook.com/rlcinsyria

“Los únicos imperialistas que han intervenido han sido Rusia, junto a Irán y Hezbollah.” l

40 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 41

El actual contexto de crisis va más allá de la crisis económica. Se trata de una crisis sistémi-ca de escala internacional que además de la esfera económica

se traslada también a la esfera política e institucional. En el Estado español, con el elemento central de la crisis de la deuda soberana, se está traduciendo en una profunda crisis de legitimidad del régimen forjado durante la transición. Un régimen basado en el neoliberalis-mo en la esfera económica y social y en la negación del derecho de autode-terminación de las naciones oprimidas dentro del Estado en la esfera política y democrática.

El auge del Movimiento Indepen-dentista (MI) en Catalunya, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la cuestión nacional.

CiU intenta surfear la ola indepen-dentista para esconder su proyecto neoliberal y aun así esto no significa que el MI sea un movimiento instiga-do y motivado por la burguesía. De he-cho, se trata de un movimiento popular transversal: “El MI no es un movimien-to conservador ni puramente naciona-lista. Es cierto que estas dos dimensio-nes existen dentro del MI, pero por el hecho de actuar en un marco tan am-plio como es el movimiento de eman-cipación nacional quedan en constante colisión y pulsión con diferentes intere-ses de clase y procesos sociales”1

Nos encontramos ante la redefini-ción del bloque social progresista en Catalunya que por primera vez se posi-

ciona de forma mayoritaria claramente a favor de la independencia.

Nación: Entre el mito y la realidadEl concepto de nación un concepto re-lativamente moderno y que va ligado al desarrollo del capitalismo. Aunque los diferentes nacionalismos intentan siempre construir un relato nacional arraigado en una lectura mitificadora de un pasado ancestral, los nacionalis-mos parten de una cultura e identidad previas a las que dan forma, no obs-tante, la realidad cultural y lingüística de las sociedades pre-capitalistas dis-ta mucho de las realidades nacionales unificadas (con estado o sin él) que se

desarrollarían con el triunfo de las re-voluciones burguesas.

Esto es así porque el surgimiento del nacionalismo, como cualquier otra ideología, se basa en unas condicio-nes históricas y materiales concretas que permiten su nacimiento. En pala-bras de Marx, “no es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”2 La nación moderna responde a unas necesidades concretas en el plano económico y en el proceso concreto del desarrollo del capitalismo.

Estado nación: Superestructura del capitalismoEl continente europeo había salido de la primera crisis del feudalismo a fi-nales del siglo XV con la formación de estados dominados aún por el modo de producción feudal. Estos estados, con el auge del absolutismo se centralizan y aun así no encontramos entre su po-blación un sentimiento de pertenencia a una comunidad lingüística o a una entidad territorial fijada de la que la población se sienta parte.

Los estados feudales van adaptán-dose a ciertos elementos de un capi-talismo incipiente. Como apunta Da-vidson, “la importancia del desarrollo capitalista estaba menos en el campo de la producción y más en el de la circu-lación”3, así con el avance del mercado se crean de forma espontánea redes de comercio que se van convirtiendo en redes lingüísticas. Los primeros merca-

dos internos y primeras sociedades de consumo facilitaron un proceso de uni-ficación política y territorial en donde las personas y las mercancías pudieran circular libremente.

El éxito en trasladar a la esfera po-lítica la nueva conciencia nacional naciente, especialmente en las zonas donde primero se desarrolla el capi-talismo y estallan, en el siglo XVII, las primeras revoluciones burguesas (Ho-landa e Inglaterra), ofrece un modelo que será seguido (o impuesto) a lo lar-go del planeta, asentando el Estado-nación moderno como “el modelo” y el nacionalismo como ideología política que permite una identificación con el proyecto estatal, no sólo por las clases dominantes, sino también para el con-junto de la población.

La perspectiva marxista sobre la cuestión nacionalMarx y Engels formaron parte de la ola revolucionaria de la década de los años 40 del siglo XIX, en un contexto marcado por la lucha por la construc-ción de los grandes estados capitalis-tas europeos, que representaban un progreso respecto a los viejos estados feudales. Este contexto es el que ini-cialmente les lleva a “menospreciar las aspiraciones de las nacionalidades […] que se encuentran dentro de los estados”4.

Tomaron de la filosofía hegeliana la idea de unas “naciones con historia” y otras “naciones sin historia” estas últi-mas condenadas a ser absorbidas por las primeras. En el Manifiesto Comu-nista escribieron: “Ya el propio desa-rrollo de la burguesía, el librecambio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial, con las condiciones de vida que engen-dra, se encargan de borrar más y más las diferencias y antagonismos nacio-nales”.5 Pronto quedaría patente que

en lugar de ser cosas opuestas, el ca-pitalismo y la identidad nacional iban juntas. Y que poco tenían que ver los movimientos nacionales que ellos con-denaban con los modernos movimien-tos nacionales.

A partir de 1860, empieza un viraje en la posición sobre la cuestión nacio-nal. La libertad de separación de Irlan-da que para Marx había sido siempre imposible pasaba ahora a ser inevita-ble. Porque mientras la clase obrera in-glesa se alinease con su burguesía con-tra el pueblo irlandés seguiría atada a ella e incapaz de hacerle frente. De las lecciones sobre la cuestión irlandesa se desprende en Marx y Engels la distin-ción entre el papel del nacionalismo de la nación opresora y de la nación opri-mida, como apunta Chris Harman “el nacionalismo de los trabajadores y tra-bajadoras pertenecientes a una nación opresora les une a sus gobernantes y sólo les hace daño a sí mismos, mien-tras que el nacionalismo de una nación

oprimida puede llevar a luchar contra esos gobernantes”6.

El auge del imperialismo volvió a poner en el centro del debate la cues-tión nacional a finales del siglo XIX. La escuela austro-marxista con Karl Renner y Otto Bauer como máxi-mos exponentes tiene un impacto destacado. Especialmente después de la publicación de “La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia (1907)” de Bauer. En la obra, Bauer construye un nuevo enfoque sobre el nacionalismo y el mismo origen de las naciones. En su propuesta nación es la “comunidad de carácter” nacida de la “comunidad de destino”.

En el contexto del imperio austro-húngaro, de carácter multinacional, Bauer ataca con firmeza al interna-cionalismo “cosmopolita” que consi-deraba las naciones como un episodio anecdótico destinada a desparecer con el desarrollo del capitalismo. Según Bauer, el socialismo no solo no aca-baría con las naciones, sino que sería precisamente en la nueva sociedad sin clases dónde las naciones podrían flo-recer con su máximo esplendor. Para Bauer, los socialistas debían abrazar el nacionalismo cultural, para evitar que las tensiones nacionales rompieran los grandes estados en formación porque estos eran necesarios, desde su punto de vista, para el desarrollo económico del capitalismo, hecho que permitiría el desarrollo de la clase trabajadora, única capaz de acabar con la sociedad de clases.

La visión de la nación de Bauer, que descarta la territorialidad en su concepción, llevará al socialismo aus-triaco a defender la “autonomía cultu-ral” de las naciones que formaban el imperio. De acuerdo con el programa de la socialdemocracia, el respeto a los derechos nacionales del conjunto de pueblos sería garantizado por el propio

El nacionalismo nace de unas condiciones históricas y materiales concretas

¿naCión o CLaSe?lAS RESPuEStAS DEl mARXiSmO A lA CuEStiÓN NACiONAlDurante más de un siglo las y los marxistas más destacados han debatido la manera de reaccionar a las opresiones y luchas nacionales, a veces protagonizando fuertes controversias entre ellos (como, por ejemplo, entre Luxemburg y Lenin). Guillem Boix, miembro de En lluita y de la CUP, enmarca estos debates en su contexto histórico y los examina para ayudar a posicionarnos ante las oportunidades y los desafíos del actual choque de nacionalismos en el Estado. Este artículo forma parte de una serie de análisis que se han publicado y se publicarán en La Hiedra.

Influenciados por Irlanda y Polonia Marx y Engels hicieron un viraje sobre la cuestión nacional

August Bebel, líder del SPD alemán, y Rosa Luxemburg durante el Congreso de Amsterdam en 1904.

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estado una vez reformado y convertido en un estado plurinacional.

El problema con el planteamiento de Bauer es que no tiene en cuenta el vínculo del surgimiento de las nacio-nes en el marco general de la lucha de clases. La defensa de los derechos de las minorías nacionales no depen-de de un programa o una constitución que los incluya sino sobre todo de la correlación de fuerzas que se da. Re-legar al Estado central la defensa de los derechos nacionales no es ninguna garantía.

Por otro lado, la apuesta por la auto-nomía cultural acrecentó las tensiones nacionales dentro de las organizacio-nes obreras en el imperio austrohún-garo, esto llevó a la escisión, primero, del partido y, luego, de los sindicatos. La fórmula de la autonomía cultural significó la separación entre las filas obreras. Como denunció el revolucio-nario catalán Andreu Nin, “[e]n opo-nerse a la disgregación del imperio austrohúngaro […] defendían objeti-vamente los intereses de la burguesía austro-alemana”7

Este enfoque sobre el surgimiento de las naciones no encontrará en el marxismo una explicación alternati-va comparable. Lo que se ofreció en oposición directa a Bauer no fue una contra-explicación sino una contra-definición, la escrita por Stalin y que desafortunadamente sigue siendo re-ferencia para parte de la izquierda. En 1913 Stalin definió la nación cómo “una comunidad humana estable, his-tóricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la co-munidad de cultura”8. Stalin añade que si falta alguno de esos rasgos ya no podemos hablar de nación, esta definición tan rígida chocaba eviden-temente con la realidad nacional de Estados Unidos (por poner un ejem-plo) que según la definición no sería una nación.

Aun así la primera crítica a los planteamientos de Bauer la desarro-lló el socialista checo Karl Kautsky. El planteamiento de Kautsky, fue ad-jetivada por Lenin como “histórica-economicista”9. A pesar de hacer un esfuerzo para entender el surgimiento de los antagonismos nacionales desde una perspectiva del desarrollo econó-mico del capitalismo Kautsky conside-raba también que el propio desarrollo del capitalismo llevaría a la desapari-ción de las naciones menos dinámicas. Kautsky que formalmente defendía el derecho de las naciones a la autodeter-minación lo hacía con la convicción de que la independencia era un extremo exagerado.

Antes de la primera guerra mundial, el único partido de la socialdemocra-cia10 de Europa que rechazó frontal-mente el derecho de las naciones a la autodeterminación fue el Partido So-cialdemócrata de Polonia. La principal teórica y dirigente del partido, Rosa Luxemburg, desarrolló su análisis en el contexto polaco marcado por una escisión en los años ‘90 del siglo XIX dentro de las filas del movimiento so-cialista entre quienes paulatinamente iban girando hacia posiciones naciona-listas y quienes se mantenían firmes en una posición internacionalista.

El aborrecimiento del movimien-to nacional polaco (dominado por posiciones reaccionarias) empujó a Luxemburg a oponerse al derecho de autodeterminación. Luxemburg toma de Kautsky la idea economicista del surgimiento de las naciones y de Bauer el concepto de autonomía cultural. Luxemburg critica la concepción de Kautsky que el desarrollo del capita-lismo acabaría con el conflicto nacio-nal. Según la revolucionaria esto se-ría justamente al contrario, en la fase imperialista del desarrollo capitalista las tensiones nacionales aumentarían al ser las pequeñas naciones anexio-nadas a los grandes estados contra su voluntad. Pero al mismo tiempo la re-volucionaria considera que abogar por el derecho de la autodeterminación de esas naciones es ilusorio por su falta de capacidad política: “la fórmula del «derecho de las naciones a la autode-terminación» no es, en el fondo, una directiva política y programática para abordar la cuestión nacional, sino so-lamente una forma de esquivar el pro-blema.”11 Como apunta Harman “se mueve de un brillante análisis dialécti-co de las tendencias económicas y mi-litares del capitalismo hacia una visión completamente mecánica de las conse-cuencias políticas.”12

Pero la posición de Luxemburg no es solamente una oposición al naciona-lismo. Ella misma reconoce “la causa del nacionalismo en Polonia no es aje-na a la clase trabajadora, ni lo puede ser, la clase trabajadora no puede ser indiferente a la opresión más bárbara e intolerable” y añade “el proletariado puede y ha de luchar por la defensa de la identidad nacional, como legado cultural […], pero la identidad nacional no se pude defender con el separatis-mo nacional”13. Luxemburg encontró una gran oposición a su visión, en el marco de los debates del movimiento socialista internacional, especialmente por parte de Lenin quien desarrolla su análisis en el contexto ruso, un imperio aún más multinacional que el austro-húngaro. La revolución de 1905 había sido tanto una revolución obrera como

de las minorías nacionales oprimidas dentro del imperio zarista.

Ante la separación noruega de Suecia (que se dio con el apoyo de las organizaciones obreras suecas y la oposición de la clase dirigente sue-ca), Luxemburg reaccionó tachándola de reaccionaria porque se trataba de cambiar una monarquía por otra. En cambio, Lenin, que tampoco veía que fuera un gran avance para la clase tra-bajadora, entendía que como mínimo no suponía un retroceso y añadía: “La estrecha unión de los obreros norue-gos y suecos y su plena solidaridad de camaradas de clase ganaban, al reco-nocer de este modo los obreros suecos el derecho de los noruegos a la separa-ción. Porque los obreros noruegos se convencían de que los obreros suecos no estaban contagiados de nacionalis-mo sueco, de que la fraternidad con los proletarios noruegos estaba, para ellos, por encima de los privilegios de la bur-guesía y de la aristocracia suecas.”14

Esta es la primera aportación de Lenin, la idea central que la fórmula “derecho de las naciones a la autode-terminación” era la única manera de mantener los lazos entre la clases tra-bajadora de diferentes naciones, debi-litando las ideas reaccionarias entre la clase trabajadora de la nación opreso-ra (el caso de Suecia). Además para el caso de los nacionalismos de la nación oprimida, Lenin reconocía el potencial de esos movimientos para debilitar el poder no solo de los grandes estados sino del imperialismo en general.

Para Lenin la diferencia del nacio-nalismo de la nación oprimida y el de la nación opresora era una cuestión central. Por eso denunció a los bolche-viques que veían en el levantamiento irlandés de 1916 un golpe de estado de la pequeña burguesía. A partir de este momento Lenin rompe con la idea kautskiana de que la revolución demo-crática burguesa y la lucha por el ca-pitalismo nacional solo podía ser lide-rada por la burguesía. Aun así, viendo las posibles alianzas que se habían de fraguar entre el movimiento obrero y los movimientos de emancipación na-cional, Lenin insistió en la necesidad práctica que los y las marxistas se or-ganizasen de forma separada. Fue así por la base de clase diferente que cada movimiento tenía y la necesidad de no renunciar, mientras se luchaba por re-formas democráticas concretas junto a elementos burgueses y pequeño bur-gueses, a la perspectiva general de la clase trabajadora y los intereses de la revolución socialista.

El desarrollo del imperialismo des-pués de la primera guerra mundial dejó claro que las luchas venideras no ten-drían un carácter puro de confronta-

ción capital-trabajo (aunque este fuera y siga siendo el elemento central) por-que otras fuerzas (entre ellas las nacio-nes oprimidas) se rebelarían contra el orden existente. De ahí la importancia de esclarecer una posición propia e in-dependiente sobre la cuestión nacional por parte de la clase trabajadora.

En defender el derecho de las nacio-nes a la autodeterminación –incluyen-do el de separación-, Lenin no hacía ninguna concesión al nacionalismo. De hecho, aun defendiendo los derechos (culturales, lingüísticos, etc.) de las minorías nacionales Lenin se oponía frontalmente al concepto de autono-mía cultural del austromarxismo que sí consideraba una concesión naciona-lista. La capacidad para entender más allá de la cuestión económica o la cues-tión cultural o psicológica para ofrecer un análisis que destila el aspecto po-lítico de cada problema, cada contra-dicción, es lo que confiere un especial valor a la aportación de Lenin.

El desarrollo del capitalismo en el Estado español se dio de forma des-igual, concentrándose en Catalunya y una parte de Euskadi especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX15, e impidió el desarrollo de un proyecto nacional unificador en el Es-tado español. Esto, junto con la impo-sibilidad de reformar un estado cuya configuración territorial fue heredada del absolutismo para adaptarlo a los intereses de la nueva clase dominan-te surgida en estos territorios, lleva al surgimiento de un movimiento nacio-nal, la primera expresión política del cual en Catalunya es el federalismo, co-rriente dominante de la izquierda en el siglo XIX, aunque pronto seria La Lliga (el partido de la burguesía catalana) el principal referente político del primer nacionalismo catalán. Las propuestas federalizantes o no centralistas chocan una y otra vez a lo largo de la historia con las instituciones políticas del Esta-do central.

En este contexto, desarrollan un esfuerzo de análisis comunistas disi-dentes de la línea marcada por Moscú entre los que destacan Andreu Nin y Joaquim Maurín. Nin considera que: “los movimientos de emancipa-ción nacional son un aspecto de la re-volución democrática” y añade “de la misma forma que la victoria del socia-lismo no es posible si no se realiza la democracia completa, el proletariado que no lance una lucha tenaz y revolu-cionaria por la democracia en todas las cuestiones no se puede preparar para la victoria sobre la burguesía”16. Nin consideraba que en el caso del Estado español la burguesía había perdido el impulso revolucionario de las primeras revoluciones burguesas, en un estado

formado previamente a esas revolu-ciones y con una clase trabajadora más numérica con una conciencia ya desa-rrollada que entendía las reivindicacio-nes democráticas (compartidas con la burguesía) dentro del programa más amplio de la revolución.

Las burguesías periféricas utilizan el conflicto nacional para esconder sus políticas neoliberales

Para Lenin la diferencia del nacionalismo de la nación oprimida y el de la nación opresora era una cuestión central

p Edición de 1932 del libro de Joaquín Maurín La Revolución Española, de la monarquía absoluta a la revolución socialista.

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anticapitalismo y revolución

De hecho Nin, entiende que a pesar de un movimiento nacional catalán do-minado por las organizaciones de la pe-queña burguesía (ERC) la incapacidad de esa clase para ofrecer soluciones (no solamente en el caso de los derechos nacionales sino también en la reforma agraria y otros aspectos pendientes de la revolución democrático-burguesa en el Estado) facilitaría la hegemonía del proletariado y las organizaciones revo-lucionarias. El estallido revolucionario de 1936 vendría a confirmar esas tesis.

El advenimiento de la segunda re-pública, que a pesar de las promesas federalistas, se acaba definiendo como “república integral” (forma ambigua de decir estado unitario) lleva a Mau-rín, que consideraba los movimientos de emancipación nacional como un factor revolucionario de primer orden a escribir:

Somos separatistas. Pero no separatistas de España, sino del Estado español. En España hay una pugna entre el estado y las nacionalidades oprimidas. Hay que desarticular el estado, romperlo, quebrantarlo. Sólo cuando el estado semifeudal esté destrozado podrá formarse la verdadera unidad ibérica, con Gibraltar y Portugal incluso17.

Maurín, siguiendo la concepción acuñada por el republicano federal Ga-briel Alomar18 distingue tres etapas de la evolución del movimiento nacional catalán. Una primera fase hegemoni-zada por la alta burguesía catalana que utiliza la cuestión nacional para arran-car concesiones al gobierno central al mismo tiempo que evita la erosión política por sus planteamientos antiso-ciales. Una segunda fase dónde la di-rección del movimiento, pasa a manos de la pequeña burguesía y una tercera fase que se alza sobre el fracaso de las

negociaciones entre los representantes de la pequeña burguesía catalana con la gran burguesía española (que no está dispuesta a hacer concesiones) y que pone al proletariado como única clase capaz de resolver el problema de la única manera que pude hacerlo, la revolucionaria. Maurín considera que la implicación de la clase trabajado-ra en la resolución democrática de la cuestión nacional ayudará a constituir un “centro de convergencia entre la Ca-talunya obrera y campesina y la Cata-lunya democrática”19.

Crisis y nacionalismoEl Estado nación es la forma típica de administración política asociada al capitalismo. Desde este punto de vis-ta, no es extraño que la ideología na-cionalista siga formando parte de la conciencia de las personas, por cómo

responde a la experiencia diaria de las vidas bajo el capitalismo. Además el nacionalismo no es algo que “pasa” en momentos de auge de los movimien-tos independentistas, el sistema capi-talista refuerza el nacionalismo como condición necesaria para su propia supervivencia.

El contexto de crisis actual refuerza el auge de los nacionalismos. En el caso del Estado español la crisis está sien-do utilizada por parte del gobierno del PP, con el apoyo de sectores del PSOE para emprender una recentralización estatal que responde a la lógica cen-tralizadora de la austeridad. Esto ves-tido con un refuerzo del nacionalismo español como justificación ideológica. Al mismo tiempo, las comunidades autónomas, especialmente allí dónde más competencias se han traspasado, ven amenazadas su propia capacidad de gestión. La crisis económica ten-siona las relaciones entre las elites económicas. Las burguesías “periféri-cas” utilizan el conflicto nacional para esconder sus políticas neoliberales. La aproximación a las tres fases del movi-miento en Catalunya, definida por Alo-mar20, no debe ser vista como una cate-gorización aplicable exclusivamente al contexto histórico del primer tercio del siglo XX. Hay elementos de esa visión que caracterizan la situación actual (por ejemplo el crecimiento de ERC en detrimento de CiU21). Por eso en el ac-tual contexto es importante que desde la izquierda anticapitalista se ponga en el centro de la política la defensa de la autodeterminación y la independencia. El miedo a la confrontación con el Es-tado puede llevar al replegamiento de los sectores más moderados del MI, esto pude abrir nuevas vías en las que la defensa de la independencia des-de posiciones democráticas y sociales vaya ganando hegemonía, abriendo las posibilidades de desarrollo de proyec-

tos de ruptura no ya solamente con el Estado español sino con el capitalismo.

El crecimiento del independentis-mo en Catalunya forma parte de la res-puesta social a la crisis. Para construir una política de clase y anticapitalista que ponga sobre la mesa elementos clave de la salida anticapitalista de la crisis como el no pago de la deu-da, la colectivización de las empresas estratégicas, etc. Hace falta plantear esas demandas no como contrapues-tas a las demandas “nacionales” sino como confluyentes con el proyecto democrático-emancipador.

Notas:1 En lucha, 2012: La cuestión nacional cata-lana. Disponible en: http://goo.gl/VL42S72 Marx, Karl, 1859: Prólogo a la Contribu-ción a la Crítica de la Economía Política. Disponible en: http://goo.gl/vuNX2Z 3 Davidson, Neil, 2007: ‘“Reimagined Com-munities’, International Socialism, nº117, diciembre 2007 ” http://goo.gl/cQv5rQ 4 Citado en Pastor, Jaime, 2012: Los nacio-nalismos, el Estado español y la izquierda. Madrid, Viento Sur-La Oveja Roja. pp. 42-69.

5 Marx, K. y Engels, F., 1848: Manifiesto del Partido Comunista. Disponible en: http://goo.gl/aYlWJ 6 Harman, Chris, 1992: ‘The return of the national question’, International Socialism, nº 56, otoño 1992 Disponible en: http://goo.gl/V2mzIv7 Nin, Andreu, 1935: Els moviments d’emancipació nacional, Barcelona, Base. pp. 93-948 Stalin, José, 1913: El Marxismo y la cues-tión nacional. Disponible en: http://goo.gl/yx8K8J 9 En el sentido en que la definición se basa-ba básicamente en los aspectos económicos (desarrollo del capitalismo).10 En este periodo los revolucionarios se autodenominaban socialdemócratas.11 Luxemburg, Rosa, 1908: La cuestión na-cional y la autonomía.12 Harman, C., 1992: op cit.13 Luxemburg, R., 1909: The National Question. Disponible en: http://goo.gl/HbUcwr 14 Lenin, Vladimir I., 1914, El derecho de las naciones a la autodeterminación. Dis-ponible en: http://goo.gl/IlG6HX 15 Este desarrollo desigual no se dió solo

por la dinámica económica: factores políti-cos intervinieron forzando, por ejemplo, el subdesarrollo en Andalucía. Ver: En Lucha Sevilla, 2010: La cuestión nacional anda-luza (2011). Disponible en: http://goo.gl/PvSMpC 16 Nin, Andreu, 1935: op cit.17 Maurín, Joaquim, 1931: “En torno a la cuestión nacional”, La Batalla. Citado en: Riottot, Yveline, 2004: Joaquim Maurín o la utopia desarmada. Gobierno de Aragón. p. 17818 Martín Ramos, J.L., 2005: “Marxisme i qüestió nacional a Catalunya, de les formu-lacions doctrinals fins a la Guerra Civil” a Albareda, J., et al: Catalunya en la Confi-guració política d’Espanya. Reus: Centre de lectura de Reus. p. 192.19 Maurín, J., 1934: “Pel restabliment ínte-gre de l’Estatut, Avant!” Citado en: Riottot, Y., 2004: op cit. p 187.20 Martín Ramos, J.L., 2005: op cit. 21 CiU no sólo ha perdido apoyo en la pa-sadas elecciones del 25 de noviembre de 2011 por su política social (aunque sea un factor importante), también por su ambi-guo discurso nacional, evitando hablar de independencia.

La izquierda anticapitalista debe poner en el centro de la política la defensa de la autodeterminación y la independencia

p Cabecera de un periódico de 1934 tras la declaración de indepdencia de Catalunya.

46 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 47

¡Por fin se acabó el verano y empe-zó la Liga! Hasta el final de la pre-sente temporada ya no habrá más lunes sin conversaciones sobre los resultados de la última jorna-

da. Los telediarios volverán a ofrecer los mejores goles y surgirán discusio-nes acaloradas sobre las jugadas más polémicas. Algunas personas nos ilu-sionaremos con la Liga, la Copa y la Champions. Otras con permanecer en la primera división o ganar al eterno rival. ¿Cuál será el equipo revelación? ¿Funcionarán los nuevos fichajes? Son muchas las preguntas y pocas las certezas. Pero una cosa parece cierta: cuando acabe la temporada empezará el Mundial de Fútbol en Brasil y con él disfrutaremos de más partidos… ¿y más protestas?

Las masivas manifestaciones contra las políticas neoliberales del gobierno de Dilma Rousseff durante la celebra-ción de la Copa Confederaciones po-nen sobre la mesa debates sobre la re-lación entre deporte y política. Bajo el lema de “Menos dinero para estadios, más para sanidad y educación”, una gran manifestación fuera del estadio de Maracaná recordaba al mundo que bajo la austeridad no hay dinero para servicios públicos, pero sí para la FIFA y la industria deportiva. Rápidamente hubo quien trató de aislar la política del deporte. Sepp Blatter, máximo diri-gente de la FIFA, declaraba que “puedo entender que la gente no esté contenta, pero no deberían usar el fútbol para difundir sus demandas”. Pelé, para algunos el mejor jugador de todos los tiempos, aconsejó a sus compatriotas dejar las protestas y animar a la selec-ción nacional.

No mezclar política con deporte es un argumento que hemos oído en muchas ocasiones, siempre de forma interesada. Sin embargo, hay maneras mucho más sutiles de mezclar deporte y política: los grandes eventos.

Recientemente dos estudios sobre los Juegos Olímpicos de Londres 2012

han señalado, primero, que las Olim-piadas inyectaron más de 10 mil millo-nes de libras en las grandes empresas; y segundo, que los organizadores fueron incapaces de crear los 70.000 puestos de empleo estable prometidos. Un año después, un escaso 25% de quienes en-contraron empleo directa o indirecta-mente en relación con los JJOO siguen en el mismo puesto de trabajo, apenas 20.000 personas.

En el centro de las políticas neoli-berales está la transferencia de dinero público a manos privadas y los grandes eventos deportivos son un caballo de Troya neoliberal. Las administraciones públicas gastan desorbitadas cantida-des de dinero público en gigantes ins-talaciones para que las empresas pri-vadas saquen rendimiento económico

durante unas pocas semanas. Después, las deudas contraídas son pagadas durante generaciones, de nuevo con dinero público, a costa de una menor financiación para escuelas, hospitales e incluso para cosas tan simples como canchas deportivas en los barrios.

Tras la Copa Confederaciones 2013, Brasil acogerá el próximo verano el Mundial de Fútbol y Río de Janeiro será la sede de los JJOO en 2016. Es imposible saber si las protestas re-surgirán, pero es indudable que tales eventos al servicio del capital resultan más obscenos en la era de la austeri-dad. Es evidente que quienes afirman que no hay que mezclar política y de-porte lo dicen porque se sienten muy cómodos con la actual política hege-mónica, la misma que domina también hoy en el deporte: el neoliberalismo.

Capitalismo, sexismo y deporteParte de la militancia de izquierdas argumenta que el deporte es una dis-tracción de la lucha de clases, una he-rramienta de la clase dirigente para alienar a la clase trabajadora desvian-do su atención sobre clubes, competi-ciones y grandes eventos. Alguna gente incluso cree que el deporte es el nuevo opio del pueblo. ¿Sería mejor sentirse de clase obrera y festejar la victoria de una plantilla en huelga? Por supuesto, no hay ninguna duda. Aunque una y otra cosa no son incompatibles. El de-porte competitivo es un hecho cultural de las sociedades modernas y como tal no podemos ni despreciarlo ni olvidar sus contradicciones. No es un debate de blanco o negro, tiene muchos más matices.

Es cierto que el capitalismo ha mol-deado el deporte durante el último si-

glo y medio como nunca antes había sucedido. Basta con señalar que los clubes deportivos y los atletas más exitosos –abrumadoramente pertene-cientes a categorías masculinas– tie-nen una imagen y proyección globales. El Manchester United, por ejemplo, nació como un equipo de trabajadores ferroviarios de Newton Heath en 1878 y hoy en día reclama tener 300 millo-nes de fans, dos terceras partes en Asia.

La globalización del deporte, y en particular del fútbol como el más po-pular de todos, ha traído consigo la mercantilización absoluta del espec-táculo deportivo. Los horarios de las competiciones vienen marcados cada vez más por el beneficio económico que generan las audiencias televisivas. Los clubes más exitosos ya no se sustentan por sus aficiones, sino por millonarios contratos de publicidad, esponsoriza-ción y merchandising.

Al mismo tiempo, el deporte se ha modelado conforme a las opresiones existentes bajo el capitalismo. Merece una mención especial el sexismo. En el deporte profesional las mujeres, como deportistas, están invisibilizadas. En la mayoría de los casos, las posibilidades de una mujer para desarrollar una ca-rrera profesional en el deporte son casi nulas en comparación con un deportis-ta masculino y, en caso de conseguirlo, la desigualdad salarial resulta escanda-losamente desfavorable. Entre los 100 deportistas mejor pagados del planeta en el último año solo hay tres mujeres, todas ellas tenistas. Alguien podría pensar que el tenis es un deporte me-nos sexista, pero esperen…

El mejor ejemplo de la invisibili-zación ha sucedido este verano en el torneo de Wimbledon. Tras la victoria del escocés Andy Murray en la final masculina, la prensa señaló que por fin terminaban 77 años sin ganadores británicos en Wimbledon desde Fred Perry en 1936. Olvidaron que entre 1936 y 2013 cuatro mujeres británicas habían ganado el torneo, ¡cuatro! Cua-

tro exitosas mujeres tenistas olvidadas por la prensa presuntamente especia-lizada. Tras el escándalo, los medios rectificaron añadiendo una coletilla: el primer británico en ganar Wimbledon “en pantalones cortos”.

El sexismo en el deporte se expresa en muchos otros ámbitos que darían para escribir docenas de artículos para esta revista. Empezando por la distinta reglamentación de un mismo deporte según lo practiquen hombres o muje-res, los distintos equipamientos regla-mentarios –más cortos, ceñidos e incó-modos para las mujeres–, la exclusión de competiciones olímpicas femeninas en algunos deportes o como la misma prensa deportiva sexualiza a las muje-res anteponiendo el aspecto físico a su actividad deportiva.

El deporte moderno por lo tanto se concreta en el marco de un sistema so-cial reproduciendo sus características. Para quien quiera verlo, no es difícil encontrar el lado más turbio y retró-grado del deporte competitivo profe-sional. Alguna gente solo verá esa parte

creyendo así que es una distracción de la lucha de clases. Pero afortunada-mente el deporte es más que una sim-ple correa de transmisión de valores del capitalismo.

Contradicciones y conflictosEl deporte, como tal, puede reprodu-cir lo peor del sistema económico en el que vivimos pero no es impermea-ble a las contradicciones y conflictos del mundo moderno. Tanto jugadores como aficiones suelen expresar en los terrenos de juego las ideas dominantes en la sociedad: racismo, sexismo, ho-mofobia, etc, pero a menudo también expresan ideas y toman decisiones que rompen con esa imagen del deporte como algo banal y sin sentido.

En EEUU, las primeras respuestas que cruzaron los límites de la izquierda tras conocerse el veredicto que absol-vía a George Zimmerman del asesinato de Treyvon Martin vinieron de impor-tantes jugadores negros de la NBA y la NFL. Zimmerman había declarado en su defensa que tuvo miedo al ver que el joven Treyvon era negro y llevaba una capucha puesta, sin más motivos le disparó. Muchos deportistas de éli-te denunciaron la absolución como un acto evidente de racismo institucional. Al fin y al cabo, ser jóvenes y ricos no les exime de ser negros y vivir en una sociedad donde el racismo es la norma.

Los y las propias deportistas tam-poco escapan al racismo en su profe-sión. Lamentablemente, las actitudes racistas en las gradas de los campos de fútbol para atacar a jugadores rivales están normalizadas. Kevin Boateng, jugador ghanés del AC Milan lo ha de-nunciado constantemente y ha sido el primer jugador en lograr que un par-tido se suspendiera por los cánticos racistas de las gradas. Cuando Boateng decidió abandonar el terreno de juego, todo el equipo del Milan hizo lo mismo en una importante muestra de solida-ridad. Preguntado sobre el incidente, el seleccionador italiano Cesar

El deporte no es imper-meable a las contradic-ciones y conflictos del mundo moderno

Hinchada del equipo de fútbol de Hamburgo Sant Pauli exibiendo pancartas contra la

homofobia.

nos dicen que la política no debería mezclarse con el deporte. En este artículo Enric Rodrigo lo hace deliveradamente para argumentar que sucede más a menudo de lo que pensamos.

lA POlítiCA EN El DEPORtE:

UN CAMPO DE CONTRADICCIONES

El deporte no es imper-meable a las contradic-ciones y conflictos del mundo moderno

48 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 49

reseñas:

Cuando me solicitaron que rea-lizara una reseña del libro de Chris Harman Historia mun-dial del pueblo no lo dudé un instante. No pasó una hora

desde mi respuesta afirmativa para que surgieran los miedos. De Harman solo sé algunas cosas que me han co-mentado amigos y amigas, creo que de su obra no he (ahora había) leído más que algún artículo. Al enfrentarme con un autor desconocido, a un libro que abarca un espacio temporal insupera-ble y además quiere ser la historia del pueblo, reconozco que el vértigo era importante.

El mejor remedio ha sido el propio Harman, didáctico, claro, erudito, ale-jado de cualquier pedantería y esote-rismo. Podemos recomendar la lectu-ra a cualquier persona que le guste la historia. De agradecer es una lectura que acerca ideas a la mayoría y huye de autoconsumos nefastos.

Según se va adentrando en la obra, la lectora se va fascinando más y más con la historia, con los avances, retro-cesos, atajos y largas travesías. El libro satisface en cada página, descubrien-do fases y procesos históricos absolu-tamente desconocidos, otros que por ser más leídos o estudiados nos hacen reflexionar o incluso ser críticos y du-dosos, lo que entraría en la mejor tra-dición del marxismo.

Sin embargo este viaje antropológi-co, sociológico e histórico produce una verdadera dificultad para realizar una reseña como esta. Pensad que habla-mos de la historia, de la historia, preci-saríamos prácticamente un monográfi-co de cada época y eso ya lo ha hecho magníficamente Harman, por lo que vamos a intentar en este artículo sa-car el poso de la evolución-involución y viceversa, dejando que el conocimiento más profundo sea a través de la lectura de la obra por parte de cada persona.

El libro nos ofrece la posibilidad de leerlo no en el orden establecido, aun-que para este trabajo y por gusto/manía he respetado la cronología del autor.

La primera parte es la que más confuso puede dejar al lector o lecto-

un viaje por el poderpequeño grupo decide por el resto del grupo (la mayoría) se produce un sta-tus de privilegio y esto sería diferencia de clase.

Algo que podría criticar de este li-bro es cierta visión buenista, bastante común en las tradiciones de la izquier-da, quizá por arrastrar ciertas visiones idealistas. Rosseau sigue vivo.

El ascenso de la sociedad de clasesHarman describe magistralmente el poder, que será el eje fundamental de la obra, y su necesidad de dividir-se en estructuras para sustentarlo, por un lado el control ideológico a través de religiones, el control físico a través de aparatos represores y el control so-cial a través de burócratas. Determina-das por el tiempo y las sociedades, las características se repiten en todas la épocas, y aquí dejamos abierto otro de-bate: ¿cómo podemos el pueblo eman-ciparnos de tiranos y sus sistemas de control?

El himno de Pottier tiene una estro-fa que me viene a la cabeza mientras escribo:

Ni en dioses, ni reyes ni tribunos,está el supremo salvador.Nosotros mismos realicemosel esfuerzo redentor.

La tiranía en todas las épocas con su ansia de poder tiene un denomina-dor común, la acumulación, desde el grano a la tierra, al oro, al dinero. Entender-conocer este concepto es fundamental para comprender la des-igualdad social y la lacra de sistema en que vivimos.

El tiempo es otro de los factores fundamentales en los procesos. Para llegar hasta las sociedades actuales nos hemos encontrado con fases prác-ticamente eternas, desde 5.000 años, 600 años, 200 años… que cada vez se acortan mucho más temporalmente. Lo que nos lleva a reflexionar acerca de la necesidad perentoria de realizar un cambio social, cuando aún estamos a tiempo.

Artur Galve se adentra en esta ambiciosa historia universal de la humanidad.

Libro

Historia mundial del puebloChris HarmanAkal 2013 623 pgs. 35€

ra, puesto que Harman da por hecho que durante miles de años no existían clases, lo que conlleva que tampoco existe un líder, ni separación por gé-nero, ni enfrentamientos. Si no existen clases tampoco existirán jerarquías, y esto sería mucho decir, aunque si solo consideramos la clase por la acumula-ción de bienes podría ser, pero acaso un consejo de ancianos, que decide por el resto del clan, ¿no es jerarqui-zante? O cuando reconoce la aparición del caciquismo sigue considerando la ausencia de clases. Considero que en el momento en que un individuo o un

Prandelli declaró: “El Milan y Allegri –su entrenador– estuvieron fantásti-cos. Esto representa el primer paso” para erradicar el racismo del fútbol. El debate que se abrió en Italia no giró solamente en torno al fútbol, sino a la necesidad de hacer frente a las actitu-des racistas en la sociedad.

Para disfrutar de un deporte sin dis-criminaciones de ningún tipo es nece-saria una transformación radical de la sociedad que acabe con las opresiones. Así lo entendieron John Carlos y Tom-mie Smith cuando mostraron su apo-

yo al Black Power alzando sus puños en las Olimpiadas de México de 1968 cuando empezaron a sonar los acordes del himno estadounidense tras recibir sus medallas olímpicas.

Éstos son solamente algunos ejem-plos de como el deporte puede tener una trascendencia política más allá de la esfera deportiva y romper con las ideas dominantes. Muestran que ni el deporte ni los y las deportistas están al margen de los conflictos y tensiones sociales del capitalismo.

Las aficiones viven aún más de cerca todos esos conflictos.

En ocasiones, lo que sucede en un estadio puede dar una muestra de la temperatura política de la sociedad. La afición del Estudiantes de baloncesto gritando al unísono “sanidad pública, sanidad pública” muestra el amplio descontento contra los recortes en los servicios públicos y el apoyo a la deno-minada marea blanca.

Durante los Juegos Paralímpicos de Londres 2012, George Osborne, minis-tro del Tesoro inglés, fue sonoramen-te abucheado. La afición no dudó en identificar a Osborne como el máximo representante de las políticas de recor-tes y austeridad que pocos meses antes habían atacado los subsidios por mi-nusvalías y las ayudas a la dependencia en Gran Bretaña.

Esta situación se vive también fuera de los estadios y no son pocas las afi-ciones que participan en movimientos sociales y revueltas políticas. En Egip-to, por ejemplo, los ultras del fútbol se unieron a las revueltas de la primavera árabe desde el inicio. Tras la caída de Mubarak, la junta militar que gobernó hasta las elecciones presidenciales or-questó una masacre contra los hinchas del Al-Ahly en febrero de 2012 que

dejó 75 muertos y más de 1.000 heri-dos. El crimen de Port Said no solo fue un ataque a los ultras, sino al conjun-to de las fuerzas revolucionarias que habían derrocado a Mubarak un año antes. Desde el centro de la revolución, la organización Socialistas Revolu-cionarios/as de Egipto lanzaba un co-municado donde aseguraba que: “Los ultras aparecieron en Egipto como una reacción a la dominación de la política de los beneficios y la avaricia del capi-talismo sobre el fútbol, convirtiéndolo en un gran negocio con la publicidad, el aumento de precios de los billetes y el monopolio de la radiodifusión de los partidos, así como la brutalidad de las fuerzas de seguridad. […] No es ningu-na sorpresa que los grupos ultras en-contraran su lugar en el corazón de la revolución egipcia en busca de la liber-tad y la justicia”.

Lo que sucede alrededor del mun-do deportivo, dentro y fuera de los es-tadios, desde escándalos de sexismo como el de Wimbledon hasta las reac-ciones antirracistas de los y las depor-tistas, tiene un alcance muy amplio y abre debates sobre el tipo de sociedad en el que vivimos.

Durante la Copa Confederaciones en Brasil, los movimientos sociales desarmaron la lógica de la austeridad y el neoliberalismo denunciando la fal-ta de recursos para servicios públicos frente al enorme gasto en instalaciones deportivas para el Mundial y los JJOO. En el momento de escribir este artículo aún no se sabe si la candidatura olím-pica de Madrid 2020 ha sido elegida, pero son evidentes los objetivos no de-portivos que hay detrás: socializar deu-das, privatizar beneficios.

Deporte y política, política y depor-te… todo un campo de contradicciones.

Para disfrutar de un deporte sin discrimina-ciones es necesaria una transformación radical de la sociedad

Manifestación de mujeres contra la última Copa del Mundo en Brasil. Foto: Jornalismo B

50 La Hiedra Septiembre-Diciembre 2013 Septiembre-Diciembre 2013 La Hiedra 51

��Contra el capitalismo…El capitalismo produce desigualdad, opresión, hambre, destrucción mediombiental y guerra. Para mantenerse, nos explota cada vez más a los trabajadores de todo el mundo, y nos da a cambio cada vez menos.

��Por la solidaridad…El sistema intenta enfrentarnos los unos contra los otros, con el racismo, el sexismo, la homofobia, las divisiones nacionales. Tenemos que luchar con todo tipo de opresión. Esto significa, entre otras cosas, defender la liberación de la mujer y de la gente LGTB, oponernos a los controles de inmigración, dar apoyo al derecho de autodeterminación para los pueblos...

��Por la revolución…La única forma de acabar con el capitalismo y lo que conlleva es una revolución desde abajo. Apoyamos las reformas pero no son suficiente. Los intentos por arreglar el mundo desde arriba -el estalinismo en los paises denominados ‘comunistas’, las luchas guerrilleras...- con todas sus diferencias, no produjeron el nuevo mundo que buscamos, sino sólo una versión diferente del capitalismo. La derrota de la Revolución Rusa demuestra que hace falta una revolución internacional para acabar con la explotación.

��Dentro del movimiento…Formamos parte del movimiento anticapitalista y luchamos contra el neoliberalismo y la crisis. Participamos en las luchas de la clase trabajadora, así como en la lucha por democratizar nuestros sindicatos. Queremos unir las diferentes luchas, unir los movimientos. El anticapitalismo necesita a los trabajadores, y los trabajadores necesitan el anticapitalismo. Ser revolucionarios y revolucionarias significa que somos parte activa del movimiento, impulsándolo cuanto podemos.

��…Organicémonos!Las personas que compartimos la visión de una revolución desde abajo y del socialismo autogestionado y radicalmente democrático, debemos unirnos y organizarnos. Así podemos contribuir mejor, con movilización y con ideas, a impulsar la lucha por el otro mundo que queremos. Por eso necesitamos un partido revolucionario. En Lucha está lejos de ser este partido pero si estás de acuerdo con nosotros, únete a En Lucha.Escribe a [email protected] o llama al 692 911 939

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De revueltas, rebeliones y revolucionesDesde la aparición del poder, surgen no por gusto, ni tan solo por ideología, la movilización de la mayoría oprimi-da frente a esa minoría opresora, por lo más elemental que podemos encon-trar: la necesidad de sustento, abrigo, cobijo, salud.

Harman nos conduce a través de la historia según ha ido evolucionando, desde los levantamientos populares de campesinos chinos a los esclavos-gla-diadores encabezados por Espartaco. Vamos descubriendo como el pueblo en muchas ocasiones por necesidad busca su alianza con elementos que disputan el poder en su beneficio. Es decir, un pretendiente para derrocar un rey o un religioso para romper con la curia necesitan al pueblo, lo cual nos lleva a que el pueblo victorioso se en-cuentre frente a otro déspota. A pesar de esto, en cada proceso se iba engen-drando muy lentamente un avance en la consolidación de teorías que, su-mándose a las necesidades del pueblo, arraigaban principios emancipatorios populares.

Pasada la época oscura, vislumbra-mos luces con la ilustración. A su vez quienes sustentan el poder, los buró-cratas descendientes de los escribas, los militares de alta graduación, acu-mulan pequeñas porciones de riqueza y se van formando con el tiempo esa clase que denominamos burguesía. Pero estos también se veían diezma-dos por el poder y comenzaron a cons-pirar en su favor y buscar atajos para su buen vivir. Y aunque utilizaron al pueblo, nunca quisieron compartir sus mejoras con él. De hecho en cual-quier ocasión que el vulgo pensaba en avanzar, esta nueva clase no dudaba en aliarse con sus señores (los enemigos de ayer) para aplastar cualquier re-vuelta o rebelión.

Interesante el conocimiento de los niveladores, jacobinos, sans-culottes, cartistas… para verificar como cada movimiento iba in crescendo en las pe-ticiones sociales hasta llegar a los utó-picos, Saint Simon, Fourier y Owen, donde el salto cualitativo social fue importante.

Harman durante todo el viaje va dejando entrever algo, dando pistas. Cierto es que algo falla, ¿por qué si el pueblo es mayoría y toma la calle, no acaba ganando? A la necesidad innata se debe sumar la teoría y la organiza-ción revolucionaria. Nos encontramos con el nacimiento del marxismo, casi podemos decir que nos encontramos

con el nacimiento de las ciencias so-ciales, ya que hasta ese momento las interpretaciones tenían más una ca-racterística filosófica que social. Em-pezamos a canalizar y estructurar eso que llamamos revolución comunista, la fractura con el reformismo y la socie-dad de privilegiados es total. Ya no se trata de arreglar el sistema, la misión ahora será enterrarlo, se pone negro sobre blanco una teoría de emancipa-ción de las clases populares. Es el mo-mento de la construcción de la organi-zación revolucionaria que debe pasar a la acción, sin esta difícilmente algo avanzará. Aquí podríamos realizar otra crítica al autor: la omisión de la otra pata emancipatoria, el anarquismo.

Harman ve en la derrota de la Co-muna francesa la falta organizativa y cierta candidez. La contra sería la revo-lución bolchevique, aunque desgracia-damente será una revolución traicio-nada, donde las y los revolucionarios son eliminados y el tirano esperaba su oportunidad entre bastidores. Praga 1956, París 1968, Irán 1979, el tirano siempre espera su oportunidad.

Tal vez la gran lección de esta obra es el conocimiento del pasado para lu-

char en el presente y construir un futu-ro para todos y todas.

El verdadero generador de la democracia no es la burguesía, sino la clase trabajadora. Solamente aquella clase social que es la mayoría de la población puede ser un defensor consecuente de la democracia hasta las últimas consecuencias. La burguesía ha puesto siempre dificultades a las conquistas democráticas después de vencido el feudalismo. La lucha por el sufragio universal, por la libertad de asociación, reunión y expresión es el barómetro que ha medido la gran presión del movimiento obrero, efectuada a veces a través de los partidos liberales de la burguesía, con vistas a la conquista de posiciones democráticas.

Joaquim Maurín

Lo primero que me ha pasado por la cabeza cuando he terminado la lectura ha sido el título. ¿Es la historia del pue-blo o la historia del poder? ¿Debemos controlar el poder o destruirlo? Porque para mí, este libro es un viaje por el po-der. ¡Buena lectura!

Cerramos capítulo como lo hace Harman:

Los únicos verdaderos profetas son los que forjan el futuro.

James Connnolly. Socialista revolucionario irlandés

reseñas:

A la necesidad innata se debe sumar la teoría y la organización revolucionaria

Chris Harman (Leeds 1942 - El Cairo 2009): Editor, escritor, activista, socialista revolucionario. Con estudios en Económicas, se adhiere a la international Socialist (iS), que más tarde sería el Socialist Workers Party (SWP) y dedicó toda su vida a la construcción de la organización revolucionaria. Esto no le supuso ningún freno para ser un prolífico ensayista.

La crisis económica y política global está generando nuevos movimientos y procesos de cambio social que chocan con la oposición antidemocrática de las élites.

En el Estado español, las luchas en el sector público han sido la punta de lanza de la resistencia contra la austeridad. Sam Robson, sindicalista de la enseñanza en Madrid, identifica sus debilidades y fortalezas. Pere Duran analiza las distintas visiones sobre el proyecto de destituir el régimen actual e iniciar un proceso constituyente, su relación con la crisis, la vía electoral y los movimientos de protesta. Oscar Simón repasa los nuevos espacios políticos que están emergiendo.

Las élites también desarrollan estrategias para canalizar el descontento. Ana Villaverde analiza el crecimiento de UPyD, un partido que dice no ser ni de izquierdas ni de derechas, y muestra qué intereses defiende realmente.

Sobre el proceso soberanista en Catalunya, Joel Sans explica que CiU y ERC caminan hacia una articulación institucional que puede conducir a un nuevo pacto entre élites en lugar de una consulta de autodeterminación. A nivel más teórico, Guillem Boix enmarca históricamente los debates que ha habido en el marxismo sobre nación y clase y los examina para ayudar a posicionarnos ante las oportunidades y desafíos actuales.

En América Latina y la primavera árabe hay importantes ejemplos de procesos revolu-cionarios. Aitor Bayón recorre el golpe de estado que derrocó al gobierno de la Unidad Popular y causó la muerte a su presidente, Salvador Allende, justo cuando se cumplen 40 años. Pau Alarcón analiza los 14 años de una revolución bolivariana en Venezuela enfrentada a serios debates sobre democracia, el poder de la burocracia, el potencial de las masas o la cuestión de reforma o revolución social.

David Karvala contextualiza los últimos acontecimientos sangrientos en Egipto en la revolución y todas sus contradicciones, defendiendo una alternativa tanto a la brutalidad militar como al mandato de Morsi. Una entrevista a Ghayath Naisse, destacado militante de la Corriente de la Izquierda Revolu-cionaria en Siria, nos acerca de primera mano a la lucha en este país.

Cerramos este número de La Hiedra con un artículo sobre deporte y política y una reseña sobre el libro de Chris Harman, Historia Mundial del Pueblo, publicado recientemente en castellano.

LA HIEDRA

Puedes encontrar LA HIEDRA en las siguientes librerías:Madrid: La Marabunta (C/ Torrecilla del Real, 32) H Barcelona: La Ciutat Invisible (Calle Riego, 35-37, Sants) H Sevilla: La Fuga (C/ Conde de Torrejón, 4) H Iruña: La Hormiga Atómica, (Calle Curia, 4)

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