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I PREGÓN DEL CARGADOR a la Semana Santa de San Fernando Organizado por la Asociación "Jóvenes Cargadores Cofrades" J.C.C. bajo el lema "cuando el Cargador se hace pregonero o el Pregonero cargador" a cargo de D. Salvador Caldelas Segura pronunciado en el Salón de Actos del Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad SAN FERNANDO 26 de marzo de 1.983 Sábado de Pasión

I PREGÓN DEL CARGADOR

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bajo el lema "cuando el Cargador se hace pregonero o el Pregonero cargador" pronunciado en el Salón de Actos del Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad SAN FERNANDO 26 de marzo de 1.983 Sábado de Pasión D. Salvador Caldelas Segura a cargo de D. Ignacio Bustamante Morejón A la Semana Santa de San Fernando Salvador Caldelas Segura a cargo de ~ 2 ~

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I PREGÓN DEL CARGADOR

a la Semana Santa de San Fernando

Organizado por la Asociación "Jóvenes Cargadores Cofrades"

J.C.C.

bajo el lema "cuando el Cargador se hace pregonero o el Pregonero

cargador"

a cargo de

D. Salvador Caldelas Segura

pronunciado en el Salón de Actos del

Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad

SAN FERNANDO

26 de marzo de 1.983 Sábado de Pasión

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PRESENTACIÓN DEL PREGONERO a cargo de

D. Ignacio Bustamante Morejón

Señor Presidente de la Junta Oficial de Cofradías, Señores Hermanos Mayores de las Cofradías y Hermandades de San Fernando, queridos hermanos de la J.C.C, cofrades de la Isla, Señoras y Señores: El milagro de las Primaveras está a punto de cumplirse. Faltan ya solamente unas horas, que además serán aliviadas con el adelanto de una en esta noche, para que nuestras calles, las calles de nuestros pueblos, de los pueblos de nuestra tierra, comiencen a ser regueros de cera penitente, olor de azahar que, en perfecta armonía con los Pasos de Palio, penetrarán los sentidos, adueñándose de nuestro ser. Y, en este compás de espera, impaciente espera, los J.C.C., que, a partir de mañana, llevarán al Señor, Cautivo, Flagelado, con la Cruz a cuestas, Orando en el Huerto, muerto en los brazos de María, muerto en la Cruz, Descendido y Resucitado, además de hacer todo esto, quieren pregonar a la Semana Santa. Quieren, además de todo, proclamar a los cuatro vientos que Jesús vive en el corazón de los hombres de buena voluntad. Quieren cantar a la Virgen, Dueña, Madre y Señora de nuestras amores. Y esta tarde, víspera de inquietudes, de suspiros de Noche de Reyes, de interminable impaciencia, dos elementos, que hacen inconfundibles, inigualables, insuperables nuestras Estaciones Penitenciales, se hacen armonía ya en esta tarde, pues, a partir de mañana, ya ésta será para cantar y tocara nuestra Semana Mayor: el cargador y el músico. El cargador, que además de ser .el enamorado invisible, el hombre de fatigas incontenidas bajo las caídas de los Pasos, va a ser hoy Pregonero. Y el músico, que tanto sabe de sufrimientos, de labios cortados, de cansancio tras los Pasos, de sacrificio, porque el músico de nuestra entrañable “Cruz Roja” no sólo se sacrifica los días de la Semana Mayor, sino que, desde mucho tiempo antes, en Real Dos, dos días a la semana, ensaya, perfila, aumenta, instrumenta y arregla todo lo que le echen, de la mano entrañable del Maestro Guillamó. Gracias Maestro a ti y a la Cruz Roja, en lo que nos respecta. Que Dios os lo pague. Pero, el Cargador esta noche se hace Pregonero. Y mañana, el Pregonero se hará otra vez Cargador. Y en esta dualidad, en la que todo cargador es algo de pregonero, y todos los pregoneros, cargadores, hay un hombre al que conozco, desde no me acuerdo cuando, que ha trabajado en no sé cuántas cosas. Y me refiero a Salvador Caldelas, amigo entrañable desde siempre. Un hombre bueno, agradable y todo corazón, y de todo ello doy fe, ya que en una ocasión, la única de mi vida, que lo puse, como se suele decir, en el palo, él supo aguantar la trepaíta con la entereza del hombre fuerte. De Salvador sé tantas cosas que sería interminable esta presentación. Y también sé tan poco, porque él sabe tanto que es imposible seguirle la pista de su saber. Como cofrade y hombre entregado a este menester, ha sido promotor de infinidad de cosas, entre las que cabe destacar su permanencia en la Junta del Santo Entierro, sus trabajos en todas las

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Cofradías que de él han solicitado su apoyo, su incansable amor por la fotografía pasional, que está dando origen junto con otros entrañables amigos y cofrades, a que la Isla tenga uno de los archivos fotográficos más importantes de la región, en la materia. Y ya no quiero cansaros más, pues todos estamos impacientes, dentro de la gran impaciencia propia del día, a escuchar a este inédito Pregonero-Cargador, que en esta noche va a cantar este con el Paso de su Pregón a nuestra Semana Santa, con el Pregón del Cargador a sus Hermandades y Cofradías, y del que yo, porque él así lo ha querido, he portado la Cruz de Guía de esta pobre Presentación. Y ya Salvador, cuando en nuestros corazones han sonado los tres martillazos, y el “listos en la Cola” ha rasgado el silencio de la calle en penumbra, sólo me queda que añadirte: ¡Salvador, al cielo con él!.

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I PREGÓN DEL CARGADOR a cargo de

D. Salvador Caldelas Segura

“SEMANA SANTA DESDE LA DISTANCIA” DEDICATORIA.

Quisiera dedicar este "Primer Pregón del Cargador a su Semana Santa" a esa cuadrilla de maestros que cargan allá por las calles de la Gloria, bajo ese único Paso donde se reúnen todas las bellezas y en donde las imágenes se han transformado en la Verdad misma. Esos cargadores que usan almohadas de nubes y fajas de vientos, a los que no les marcan el paso los roncos tambores, sino los más bellos cánticos de los mismos ángeles. Y que, al terminar la carga, no podrán llevar a sus parientas ese clavel cogido de los pies de la Señora, porque ese Paso está adornado de amores y auroras celestiales.

Y, a fuerza de ser injustos por omitir a alguno, hay que citar nombres que se han

convertido en leyenda: ese Antonio Morales, “El Titi”, o la seriedad debajo de un Paso; Juan Serván, al que nadie superará en el arte de llevar una pata de su Nazareno; a Castro, a Cortejosa y un larguísimo etcétera. A ese trío de Capataces de leyenda, a Martín “el viejo", a José Tinoco, padre de la dinastía de los Tinoco, a José Rufino, padre de una generación de cargadores, y al que su hijo José ha continuado en el arte y la seriedad llevando Pasos. Y en esta cuadrilla de maestros también hay un J.C.C. que se tendrá que conformar con llevar el botijo, para ir aprendiendo; allí está nuestro compañero y amigo Paco, que no llegó a ser Capataz porque su Jesús de Medinaceli se lo quiso llevar demasiado pronto a su lado.

A todos ustedes, cargadores de los Cielos, les dedico mí pregón que, como dice

Javier Rivera “no es el de un gran poeta, ni el de un gran escritor, es el pregón de un cofrade, con alma de cargador”.

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“SEMANA SANTA DESDE LA DISTANCIA” PRÓLOGO:

Este Pregón, que ahora comienza, quisiera que fuera un Canto a la Virgen y a Su Hijo, y no a una serie de Imágenes que representan las diversas advocaciones de nuestra Madre, o bien, diversas escenas de la Pasi6n de Cristo.

Pero, también comprendo que este pueblo andaluz, mi pueblo, necesita multiplicar hasta el infinito las posibilidades de amar a esa Madre Inmaculada, que sufrió por Su Hijo y con Su Hijo el dolor de una muerte de cruz.

El andaluz necesita del lujo y la belleza para poder re zar, no en vano es mucha la sangre oriental que corre por nuestras venas. Y, así, nuestras Vírgenes y Cristos se convierten en fuerza aglutinante de hombres y mujeres, que se unen en una empresa común: dar el mejor culta posible a sus amados Titulares.

Pero para un cargador, sea cofrade o no, sea joven o viejo todos los misterios y advocaciones adquieran un mismo sentido: Cristo y María, Su Madre, son únicos bajo el peso de un palo. Y, aunque quizás seamos como el Cirineo, hombres oscuros que porque se lo mandan, o por dinero, ¡qué más da!, somos los únicos que tenemos el honor de quitarla el peso del sufrimiento a Cristo.

Pero yo no estoy aquí para echar flores a las espaldas de los cargadores; nosotros tenemos la suerte de llevar en ellas esa flor sublime del Calvario, llamada María y a esa inmensa y rotunda verdad llamada Jesús. Y eso, se nos critique o se nos alabe, es una realidad que nadie puede quitarnos.

Sólo quiero tomarme una libertad mínima, y pido permiso al Auditorio para empezar el recorrido, con un verso a ésta, nuestra tierra que hace absolutamente distinta a nuestra Se mana Santa de todas las demás:

Nací de la mar entre los vientos. Por cuna la arena, por toquilla la espuma, brisa mi aliento. Crecí entra rocas... Sal mi alimento, gaviota mi carne, red y barca mi esqueleto. Mis venas, los caños, mi muerte, la herrumbre, y el desguace lento.

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La Semana Santa Isleña es una realidad desconcertante, para todo aquel que no penetra en su alma y en su espíritu. En ella no se puede ser espectadores porque ser espectador es quedarse en el mito y la periferia. Es no penetrar en su auténtica espiritualidad. No ver más allá del clavel y la plata, no adivinar en la rosa roja la Sangre redentora y divina es, simplemente, quedarse en la puerta, ser el invitado de piedra en esta locura mística que, por primavera, lo invade todo.

Venir a Andalucía a limitar la riqueza ornamental, o a enseñarnos representaciones plásticas que nos son extrañas, es, sencillamente, de ilusos y, me atrevo a decir -y que me perdonen-, de incultos. Porque nuestra Semana Mayor es la expresión de la cultura de un pueblo. Y esta riqueza cultural, acrisolada durante siglos, nos obliga a ver de una manera muy determinada la representación plástica de las verdades más trascendentales de nuestra fe: La Muerte y Resurrección de Cristo. Yo le digo a ese viajero, o a ese espectador foráneo que no se explica el porqué, que sencillamente no lo busque usando la razón como herramienta, sino que con el sentimiento más profundo de su alma; de lo contrario, será una búsqueda estéril.

Porque la Semana Santa Isleña es desconcertante y los misterios divinos se

presentan en una sucesión, de manera arbitraria y desordenada; nuestro pueblo no necesita ver una escena detrás de otra para darse cuenta de la grandeza del Supremo Sacrificio. Les aseguro que, cuando lleguemos al Sábado Santo, con el cuerpo maltrecho y los ojos rojos de tanto esquivar el sueño, en todos nosotros estará plasmado y vivo el misterio de la Resurrección.

Pero yo no he venido aquí a hablar de Mística, que doctores tiene la Iglesia, sino a

hablar de cómo ve y como siente un cargador, uno más dentro de los Jóvenes Cargadores Cofrades su Semana Santa. ¿Cuándo empieza a hervir una Cofradía? Y digo a hervir por que los pucheros cofradieros isleños están calientes todo el año, como debe ser. La ebullición comienza cuando a la orden del Mayordomo, orden esperada todo el año con ilusionada ansiedad, todos se reúnen en el Almacén, ese lugar a modo de bodega dando se ensoleran los buenos vinos de los grandes cofrades. ¿Cómo se puede decir "soy cofrade" si no se ha pisado un Almacén, si no se ha terminado con las manos negras de limpiar la plata y los pantalones llenos de cera, si no se han vivido esos momentos jubilosos en que todos los hermanos de cirio vienen a recoger su túnica, que cada año se queda corta, porque ¡hay que ver cómo crecen de un año para otro!, y que la madre tendrá que planchar un mes antes porque, si no, no estará lista para la Procesión?.

No, a todos esos que se llaman cofrades porque llevan una pértiga, yo les digo: Iros, que nos sobráis. En el mundo cofrade sólo caben los locos ilusionados y los trabajadores inagotables; los demás que se vayan, si es que todavía quedan algunos.

Y cuando la plata está reluciente y sólo quedan las túnicas de los compromisos, llega esa Función de Instituto, solemne donde las haya. Allá abundan las flores, las ceras chisporroteantes y los candelabros relucientes. Las manos se van estrechando a la

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entrada del templo, prólogo obligado que reafirma viejas amistades y hace nacer otras nuevas.

De todas, yo destacaría una a la que asistido fielmente desde mis años de iniciación en este mundillo cofradiero. Me refiero a la Función del Cristo del Perdón. Allí nos hemos reunido y seguiremos haciéndolo, en la mañana del Domingo de Ramos, un grupo de cofrades que, a base de años de perseverar en ella, nos hemos convertido casi en parte de la Hermandad. En esta función se agolpan, a los pies de su Cristo, todas las buenas gentes de la Casería, con su traje de Domingo y los pelos de sus mujeres oliendo a colonia de limpio. Allí sobran las veneras repujadas, los grandes candelabros, y los magníficos altares; allí sólo se respira autenticidad cofradiera. Todo está eclipsado por ese Cristo inmenso y asustante que lo invade todo.

Y ya, después de las despedidas de rigor, cogemos el camino de la Casería, entre el olor de las flores de la inminente Primavera, nos iremos Juan de Austria abajo y buscando ver ese primer Paso, arreglado ya de flores, que espera la Salida de por la tarde. La Iglesia Mayor nos resultará pequeña para albergar a todos los que, curiosos, nos acercamos a los pies del Medinaceli, o a los de Jesús de la Columna y María de las Lágrimas.

Y, en este momento en que todo ha comenzado, hablaremos de los cargadores,

esa parte tan ignorada de nuestra Semana Santa. Todo ha comenzado para el mundo de la carga el Viernes de Dolores, fecha ésta

tradicionalmente utilizada para hacer los “Traslados” o “Mudas”, consistentes en llevar las Andas del Almacén a la Iglesia. Es como una prueba general, donde se comprueban las estaturas y almohadas, y se aprovecha para tomar una cerveza toda la cuadrilla junta, y, así, aumentar la moral y las ganas de hacerlo todo bien.

Y ha llegado el gran día: la carga comienza con la reunión en el lugar prefijado. Van llegando los cargadores, en pequeños grupos; bajo el brazo, la herramienta de trabajo, la “armoá” y, enrollada en ella, la faja, sujetador obligado para evitar accidentes en los riñones. Cuando todos hayan llegado, se entrará en la Iglesia, el Capataz hará la comprobación final de todo aquello que pueda caerse o romperse y, por fin, después de dudar, dará permiso para amarrar las "armoás" a los palos o trabajaderas, que, cruzando de izquierda a derecha el Paso, sustentan todo el paso sobre las espaldas de los cargadores. (Los cánones clásicos dicen que las amarras hay que hacerlas con cuerda de pita y las armoás deben ser de lana).

Al cuello llevará, obligatoriamente, un pañuelo de seda, que suele prestar para esta

ocasión la novia o la madre, resultando una buena oportunidad a aprovechar por las féminas para, con el pretexto de un pañuelo, abordar a aquel niño que las trae por la calle de la amargura y a la que todas sus amigas criticarán “por gustarle ese niño, con la bruto que es...” ¡Ay, si los pañuelos hablaran! ¡Cuántos secretos nos contarían! Por eso Dios, en su inmensa sabiduría, los hizo mudos.

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Ya nos encontramos dispuestos a realizar la carga. Comenzamos con la “puesta en carrera”, es decir, colocar el Paso en la nave principal de la Iglesia, enfilando ya hacia la difícil salida por la puerta. Luego, irán transcurriendo los minutos, que nos parecerán siglos, en los que irán saliendo, parsimoniosamente, los penitentes. Y, por fin, llega el gran momento: El Capataz, de terno oscuro, faltaba más, martillea nerviosamente y grita: “Señores, a los palos”. Un martillazo de atención, y otro más; la "Voz de Cabeza" preguntará: “¿Estamos, Mellao?”, porque todo cargador lleva su nombre de guerra; y del final, de la Cola, saldrá una voz ronca, que parece salida de las catacumbas: “Cuando quiera”. La Cabeza gritará al Capataz: “¡Al Cielo!” El tercer martillazo estallará en el silencio de la Iglesia y, como un latigazo, la almohada perderá contacto con los hombros; serán unos escasos segundos, donde se escuchará el silencio que produce la emoción; luego, recibiremos sobre los hombros toda la leña que se nos viene encima.

Allí comenzará ese largo calvario que nos irá conduciendo por las calles. En una, un coche mal aparcado, en la otra, un cable demasiado bajo y, en todas ellas, esa anécdota que después recordaremos todo el año.

Iremos, poca a poco, acercándonos al arco de la puerta, ese arco por donde, desde dentro y desde fuera, parece imposible que salga ese olivo, esa cruz o ese remate del frontal del palio. Bajo el Paso, la emoción crece hasta límites indescriptibles, cuando resuena la voz del Capataz: “Arrastrando los pies”, y, después, un aluvión de órdenes: “Cabeza a la izquierda”, “Colita a la derecha”, “Bueno”, “Por igual a la izquierda”, “¡Quieto!”. El Paso, en esos momentos, parece no pesar, todos están pendientes de la voz del Capataz: “Un poquito más”, “¡Bueno!”, “¡Vámonos pa fuera¡". El Himno Nacional comienza a sonar; el Capataz grita de nuevo: "¡No escucharlo!”, “Un poquito más”, “¡Quieto!”, “¡Arriba esos cuerpos!”, y, por fin, el cargador, que ha tenido retenido sus fuerzas todo este tiempo para evitar romper uno de los mil arabescos del Paso, obtiene su primera voz de libertad: “¡Escucharla, que es de ustedes!”. Inmediatamente, “la Voz”, o cargador que ordena las maniobras debajo del Paso grita con furia: “Quieto”. El Paso oscilará levemente de atrás a adelante y, cuando todos tienen el pie izquierdo por delante, se dará el primer “Mecío” acompasando el movimiento al son de la música. El primer aplauso atronará la plaza y llegará el primer “fondo por igual”, tras los tres toques de rigor. Allí habrá terminado la Salida.

Por delante, nos queda un serpentear por las calles; calles donde la gente se apiña, donde se reúnen la mamá con el cochecito, el niño con el caramelo pegajoso y las pandillas de chicos y chicas que, por ser Semana Santa estarán un rato más por las calles, inundándoles con sus voces y sus risas.

Todo esto llegará al cargador a través de esa ventanilla que, como celosía de convento de clausura, lo comunica con el mundo: El Respiradero.

Poco a poco, “trepá a trepá”, como se dice en nuestro argot (la trepa es la distancia entre la levanta y el fondo, sirva esto para todo aquel que lo desconozca), iremos acercándonos a un escollo difícil de salvar: “Señores, estamos llegando a la Carrera Oficial”.

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En todos los rostros, ya machacados por el sudor y el esfuerzo, aparece, de nuevo, el signo de la preocupaci6n. Un fallo ahora puede dar al traste con una buena carga; no en vano, los próximos metros van a ser muy diferentes. Ahora, el cargador cargará para el experto, el que sabe si el Paso cabecea, si va vencida tal o cual banda, o si, en la levanta, se ha quedado la cabeza a la cola. Se cuidarán hasta los más mínimas detalles, los pasos se harán cada vez mas cortos, hasta llegar al “Paso Holandés”, paso este consistente en andar muy cortito y a las bandas, hasta que las caídas abaniquen el suelo.

La banda de Música, haciendo también frente a la responsabilidad, tocará una marcha tras otra y, de nuevo, el mecío, más templado, si aún es posible; y, por fin, se hace fondo por igual, delante de la Tribuna, tribuna ésta de terciopelo rojo que ha aguantado, a lo largo de los años, mil y un chaparrón y el juego de la chiquillería del barrio, por la mañana. Allí delante, el merecido descanso de algunos minutos que permitirá a los expertos observar con detenimiento la exornación del Paso, que les permitirá saber si el romano o el San Juan han estrenado manto, o si la Virgen va más o manos rica de flores; ¡como si la Virgen no tuviera suficiente flor con su cara ! Pero, qué la vamos a hacer, el experto es así. Y vendrá la levantá más comprometida de todas: estamos siendo, más si cabe, protagonistas entra los protagonistas. Ya ha sonado el martillo, el Paso se levanta al Cielo, por igual, y se recoge un poco con los hombros levantados, para evitar posibles patazos en las lozas. Poco a poco, nos vamos alejando, entre el comentario general de los expertos, que, al día siguiente, servirá de comidilla en el mundillo cofradiero.

Y, cuando la tensión parece haber casado, rompe el silencio de la noche la voz desgarrada de una saeta. ¡Qué difícil es decir, para un cargador, lo que es una saeta! Para nosotros una saeta es ponernos los vellos de punta y la carne de gallina. Recuerdo una vez, bajando Colón, que el Paso de Medinaceli iba dando toda la leña que quería y más. Se había producido ese momento que tanto tememos, la pajarraca. Todo sale mal por sistema y hasta las flores parecen de plomo. Y, en la esquina de Capitanía, el milagro: una mujer entona una saeta. Los tambores se hacen sordos, para no molestar. ¡Qué maravilla! Parece que al Paso le han quitado todo el peso... Y, qué bonito era ver ese mecío al son de una garganta que llora, y ese no querer irse del lugar, como queriendo hacer un poca más largo ese momento sublime de la oración desnuda y profunda, sin trampa ni cartón, que es una saeta. El aplauso pone obligado y apoteósico punto final al momento vivido. Uno de esos momentos indescriptibles de la Semana Santa Isleña.

Y vamos ya de recogida, poquito a poco, pasito a pasito, entre los de siempre, los fieles que acompañan a los Titulares en la recta final, donde sólo quedan los auténticos. Los demás se han marchado, en busca de la reconfortante cama.

Ya se divisan las torres de la Iglesia, espectadoras de tantas y tantas recogidas. Esa recogida que, en la Isla, toma una forma peculiar: El Encuentro, en donde el Paso del Cristo va en busca del de la Virgen. Esta costumbre tan isleña, que, no sé por qué, se está perdiendo, adquiere su máximo esplendor en la Hermandad del Huerto: Llega la Cruz de Guía, las puertas se abren y las largas hileras de penitentes comienzan a entrar. Por fin, llega el Paso del Cristo, acogido con aplausos. Un pequeño descanso para reponer fuerzas y, cuando la Esperanza viene, Marconi abajo, el Hijo va en busca de la Madre.

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Para el cargador de Cristo es una oportunidad única para poder escuchar la Banda que viene detrás del Palio. ¡Cómo envidiamos los cargadores de Cristo a los de Virgen, que pueden escuchar toda la noche a esa Banda de la Cruz Roja, en el Concierto-Oración de la noche del Martes Santo. Pero, la estatura manda y hay que esperar al Encuentro para escuchar alguna marcha. Los Pasos van acercándose poco a poco, hasta quedar a cent1metras uno del otro. Los mecíos no tienen ni principio ni fin, se transforman en un bordado de movimiento perpetuo. Después, poco a poco, el Paso del Cristo se irá alejando hasta llegar a la Plaza de la Pastora, donde hará fondo y esperara a que entre la Virgen, porque, en La Isla, primero se recogen las Vírgenes, cosa que no es frecuente en la Semana Santa Andaluza. Y la Señora, mirando a su pueblo, se recoge entre aplausos, el Himno Nacional y nubes de incienso que la cobijan de la humedad de la noche. Cristo, solo como siempre, se aleja de la muchedumbre adentrándose en el Templo. Se cerrarán las inmensas puertas y todo habrá concluido hasta el próximo año, en que de nuevo, con redobladas ilusiones, se producirá una nueva Salida Procesional.

RECORRIDO POÉTICO POR MI SEMANA SANTA

BORRIQUITA

Qué falso, Jesús, qué falso qué falsedad infinita. Ahora te ponemos manto, luego, coronas de espinas. Perdona, Estrella Sublime, perdona, Luz Infinita, que hayamos ya traicionado a Tu Jesús de la Borriquita.

COLUMNA

Dame, Señora, Tus Lágrimas, enjúgalas en mi pecho, que a Tu Hijo ya lo azotan, que tiene el cuerpo maltrecho. Y yo quisiera, Señora, aliviar tus sufrimientos, y sólo puedo calmarlos meciéndote a paso lento.

MEDINACELI

Que ya la hacen cautivo, que se lo llevan atado; ¿quién fue, Jesús? ¿quién se atrevió a atar tus manos? lo hicimos todos los hombres, todos te traicionamos

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y te volvimos la espalda cuando te estaban atando.

ORACION EN EL HUERTO

Las gaviotas calladas; sólo murmuran los vientos: Por la puerta no cabía y por la puerta está saliendo. Y, el Capataz a la voz, y el Cargador en silencio te decimos: ¡Esperanza, tú eres la Gracia del Cielo!.

CARIDAD

Se detuvo el reloj del tiempo por los jardines de la Primavera para que la madreselva te perfumara y te escoltaran soledades de araucarias. La luna se enredó en tu sudario, testigo mudo de mi tristeza, que ya vas de recogida Caridad, Madre, Dolor y Belleza.

ECCE-HOMO

Pájaro de negro vuelo lánzate en vuelo picado, quítala a Jesús la corona que ya se le está clavando. Lleva un manto de burlas y una caña entre las manos. Lo han presentado al pueblo y el pueblo lo ha condenado.

GRAN PODER

Almenas del horizonte, vigías en la humildad; por los caminos de nadie tú me enseñaste a amar. No te amé en el incienso, ni entre músicas y flores,

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que yo te amé bajo un palo, Jesús del Gran Poder, amor de los trabajadores.

AFLIGIDOS

“...sirve a tu Cofradía y no te sirvas de ella. Sé el primero a la hora de trabajar y el último en coger la pértiga. No olvides que las demás Hermandades aman y luchan por el mismo Cristo.”

MATER AMABILIS

Virgen de escultor antiguo, Madre de Amabilidad, A Ti no te pusimos palio, Reina de la Humildad, Te lo pusieron los Angeles En tela de oscuridad, Bordado en plata de luna Con greca de estrella fugaz, Que un palio de malla de cielo Sólo Tú puedes llevar.

EXPIRACIÓN

Llora el clavel en silencio, La muerte asoma en Tu cara, Llora el cirio de cera. El costado te atraviesan Y el tambor también llorando. La luz se quedó quieta, Alguien está rezando: Que rompió el silencio la verdad de una saeta.

PERDÓN

Manos isleñas te tallaron Para redimir mis ofensas. En madera de Candray Hicieron Tu Verdad inmensa. Vas perdonando a tu pueblo Desde un trono de pobreza Y. en el Puente, el cantar de un gitano que te reza.

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MISERICORDIA

Piedad, Madre, piedad. Por nuestra falsedad infinita Por nuestra enorme soberbia, Por la mentira de nuestra vida, Piedad, Madre, piedad. Misericordia, Padre, Misericordia Por nuestros pecados, Por envidiar a mi hermano, Por no tomar Tu Cruz, Misericordia, Padre, Misericordia.

NAZARENO

En la noche nazarena, Cuando estaba amaneciendo, Vi a un hombre que lloraba Y te rezaba en silencio. ¿Cuántas veces te cargó? ¿Cuántas veces te mació, Y se rompi6 en el esfuerzo? Ahora tiene que conformarse Con mirarte desde lejos, Que, aunque su alma pueda, Sus hombros se hicieron viejos.983 A Ti, Jesús, te encontré Por las esquinas del viento Hablándole a un cargador, Capataz de sufrimientos: "-No me llores, cargador, Tú que fuiste de los buenos. Si no puedes ya cargarme Enséñale a los nuevos Lo que es ser cargador de Jesús, el Nazareno.

SOLEDAD

Sola, solita, sola, Con la corona en Tus manos, Entre la niña que estrena Y el novio que va a su lado, Vas llorando soledades De un Hijo Crucificado, Que se entregó a la muerte

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En pago de nuestros pecados SANTO ENTIERRO

Enfrentamiento con la muerte.

VIRGEN DEL CARMEN

Marinos de siete mares De azul te hicieron el Templo, Tu traje de amaneceres, Bordado de sufrimientos; La toquilla de espuma clara, De sol y brisa tu velo. ¡Qué bonita vas a hombros, Reina Madre del Carmelo! Caminas con paso firme Por tu barrio y con tu pueblo. Te perfumaron de jazmines, Pero ollas a sal y a viento. Se nublaron los cielos de esperanza Y florecieron de colchas los balcones, Que Tú no naciste pa rica Virgen del Carmen, Reina de los Callejones.

Real Isla de León, 26 de marzo de 1.983, Sábado de Pasión Salvador Caldelas Segura (Joven Cargador Cofrade)