30
Ideas al escabeche es una publicación original e inédita. No posee ISBN ni tiene los derechos reservados. Si desea compartirlo o reproducirlo, por favor, cite la fuente. Se imprimió en Villa Allende, durante el mes de noviembre de 2015. Versión digital en Issue El taller de escritura creativa, coordinado por Maricel Palomeque, depende de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Villa Allende.

Ideas al escabeche

  • Upload
    maricel

  • View
    232

  • Download
    0

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Ideas al escabeche es una publicación original e inédita coordinada por Maricel Palomeque. Los textos pertenecen a los integrantes del Taller de escritura creativa que depende de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Villa Allende.

Citation preview

Ideas al escabeche es una publicación original e inédita. No posee ISBN ni tiene los derechos reservados. Si desea compartirlo o reproducirlo, por favor, cite la fuente.

Se imprimió en Villa Allende, durante el mes de noviembre de 2015. Versión digital en Issue

El taller de escritura creativa, coordinado por Maricel Palomeque, depende de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Villa Allende.

Ideas al escabeche

Índice(por orden de aparición)

Hoy es miércoles Eva Schiaffino Sofía JagodnikLucila SosaSofía BobbiesiMilena Dassie WilkeJuan Cruz Molina

Hoy es miércoles

A Rosita Reynoso

Referir que la biblioteca donde nos reunimos cada miércoles huele a libros viejos es casi una obviedad. Acaso sea más específico apuntar que atesora, ontológicamente, como si su carta natal lo hubiera predestinado, el candor de los espacios herrumbrados.

Como parte de esa constelación de páginas escritas, damos lugar a nuestra tarea: alrededor de una mesa de fórmica blanca, rectangular, rodeados por volúmenes de matemáticas, filosofía, literatura y hasta algún desopilante “En forma con Jane Fonda” anhelamos el destino de los escribas, como en el cuento de Cortázar: (…) Primero las bibliotecas desbordarán de las casas, entonces las municipalidades deciden (ya estamos en la cosa) sacrificar los terrenos de juegos infantiles para ampliar las bibliotecas. Después ceden los teatros, las maternidades, los mataderos, las cantinas, los hospitales.

Contamos con una hora y media para ir y volver adonde la palabra nos guíe. Podemos embarcarnos en un arca de Noé, vestir cadáveres exquisitos, visitar tarotistas, intercambiar recetas de cocina, fundar ciudades, abrir puertas extrañas, entrevistar animales, etc. A veces llegamos a situaciones que en común acuerdo denominamos turbias; nos permitimos ser y decir lo que jamás seríamos o diríamos. O según el humor y

la necesidad lo turbio se transforma en un lente claro y definido por donde miramos el mundo.

De una manera u otra, sobre la mesa rectangular de los miércoles conviven la inocencia de los finales felices con los más genuinos deseos. Develamos nombres, paisajes, aromas, tiempos pasados o futuros que hasta ese momento no sabíamos, habitaban en nosotros.

Maricel Palomeque

Eva SchiaffinoSi me llamara Sol ustedes seguirían diciendo qué lindo nombre, pero tal vez podrían

pronunciarlo la primera vez. ¿Ema? No, Eva. A una isla desierta solo tendría que llevar mi hipotético nombre, representando la

calidez del amor y otras barbaridades, y un poco de música, en la mundana forma de unos mullidos auriculares que me abriguen las orejitas. Amo la música cuando estoy sola y me arma historias en la cabeza, pero la odio cuando está demasiado alta y no me deja escuchar sus voces.

Amo también: los olores que me traen recuerdos, tomar agua, los sándwiches, llenar cosas de palabras y encontrar personas nuevas.

Odio además: la ropa incómoda, el zapallito y las cosas que nos hacen sentir mal. Mi lugar favorito en el mundo es la puerta del colegio, o tal vez el fondo de mi casa.

No me molesta la rutina, me divierte la gente que dice cosas horribles y no me gustan los animales, soy un espanto.

Me gusta escribir pero más que crear historias juego con palabras lindas y todavía no estoy segura de si cuenta; mientras lo descubro voy garabateando todo lo que se me cruza.

Una vez un profesor pelado me dijo que carecía de la capacidad de expresarme de forma concisa y, teniendo en cuenta la longitud de esta presentación, tal vez se equivocaba.

Intangible

Ciudad de viento la llamaron algunos adictos a lo evidente que andá a saber cómo entraron, este era nuestro refugio, mío y tuyo nada más (mío primero). Casas de nubes sin puertas ni paredes, ventanas en los ojos del otro, edificios de pluma que podés derribar para saludar; la ciudad más frágil y más indestructible, con sólo soplar tal vez estás en un balcón, tal vez en una sala, tal vez en casa. Los que la habitan no son pájaros ni humanos, dioses ni hadas (son voces nada más me dijeron una vez, no les creí). Son gente de aire, volátiles e indefinibles, vagando por pasajes eternos, sin perderse jamás en las calles pavimentadas con los aullidos de felicidad de los que la encuentran por primera vez. Y al recibirte te sonríen con la postura, con las manos, con la existencia completa, te abrazan con los ojos, felices de verte, sabedores de que por vos existen ese segundo extra. Pero cuando parpadeás la lágrima de felicidad o de viento ya no estás ahí, supongo que está claro, y por eso sonríen también un poco; porque los enternecés y te necesitan, pero sos muy real, muy pesado, muy humano, y cuando metas la cabeza de nuevo al auto y los sonidos se enfoquen y tu visión suba el volumen vas a estar de nuevo en el mundo que te corresponde.

Caída libre

Ciudades vacías imágenes tristessueño con caer,me despierto pesada, como sitodos tus edificios me crecieran en la espaldamientras duermo.Traicioneros.Si miro hacia arriba al cuadradodiminuto blanco invernalqué espanto, en un fulgorceleste podría cruzarme con tus ojosojalá no se desnuble nunca el cielo(paisaje solidario-característica del romanticismo,lo estudié en la escuela).No es justoque sean felices si estoy tristeno es justo siquiera que existansi soy una ciudad vacía sin vos.Por qué tus avenidas siguenavenideando sin mí,me estoy cayendo desde siemprede la panza de mamá nací cayendo.

Mis metáforas son vacías me hundo me ahogo tengo un bloque de cementoatado a los pies,

y te extraño.

Diluvio

Me tienen harto, y ni siquiera estoy ahí. No me imagino cómo debe ser para doña Noelia y su familia, pero en fin, los elegí por eso. Arañas. Su paciencia es conocida entre los humanos, y en esto no se equivocan. Sabía que serían las únicas de mi creación capaces de organizar y coordinar tanto el armado de la potente nave como el abordaje y la posterior convivencia de las especies en el arca. Omnipresente y todopoderoso como soy, sin embargo, no puedo dejar de escuchar las discusiones por más que lo desee. Dos economistas de Wall Street junto a dos revolucionarios zapatistas por cuarenta días; mi idea para la salvación de cada especie humana podría salir terriblemente mal.Noelia eligió, como le dije, la pareja más pura de cada división; doctores, campesinos, políticos, escritores, obreros, adherentes a las más diversas ideologías; aquellos que profesan el culto al dinero, los desapegados de lo material, los que añoran la paz y los que ven la violencia como la mejor solución, reunidos aquí sin posibilidades de huir ni bombardearse, forzados a convivir. Fueron traídos de los rincones más recónditos del mundo, gracias a los artificios de Noelia y su infinita familia arácnida que se las arreglaron para juntarlos en el mismo lugar, al mismo tiempo. ¡Qué orgullo sentí en ese momento! Mi plan funcionaría. A los animales los conservé, evidentemente, porque ningún crimen habían cometido. Pero cómo molestan, eh. Todos acá, apiñados en la entrada del cielo, que tampoco los íbamos a hacer entrar antes de tiempo, y el batifondo de mugidos y rugidos y ladridos, y el ruido de pezuñas y los aleteos y esta maldita mosca que no se corre de mi oreja. Más de una vez casi interrumpo el diluvio sin querer, incapaz de concentrarme en algo tan simple como hacer llover. Aunque consideré una lluvia de tomate, o de mayonesa, o apagar el sol, o cortarles internet, finalmente me decidí por uno a la antigua. Habría disfrutado la reacción humana ante un terremoto en el que la tierra se agrietara y saliera té hirviendo, pero si ya se me está complicando mantener la lluvia, de eso ni hablar. Ya van treinta días, de todas formas, el fin está próximo. Qué quiere que le diga. A los, no sé, diez días ya estaban todos muertos, no quedaba nada de nada. Seguí por el gustito a tradición nomás. Y para que tengan miedo. Y porque tampoco está tan mal comerse un asadito de vaca recién carneada con San Pedro. Y porque amo contradecirme y en realidad casi disfruto la algarabía idiomática en el arca que tejieron las arañas. Y para ver si en estos días que quedan, que no son tantos pero ojalá suficientes, esos humanos adictos al berrinche se dan cuenta un ratito de que sí son de la misma especie y andá a saber, se amigan un poco entre ellos y me invitan un mate.

Viaje de una señora que no era imperceptible

En la puerta de los edificiosnadie espera a nadieprefieren consumirse en humos y palabras ahogadasya no me ven.Cruzo lo más rápido que puedo y si no consigopasar desapercibidaespero un rato, escondidaen el chirrido de alguna hamaca ancianay me trago el miedo.Grito

calladita, me da vergüenza que me vean por ahí.Saltodetrás de mil puertas, inmóvilintentando no tocar el piso.GolpeoLa espuma o con manos de sedaimaginando que esalguno de esos edificios o el charco en la vereda:ojalá un día uno de esosque esperan de mentira en la escalerame regale un vaso de vidrio:entoncesvan a estallar las puertas y las ventanastodasresquebrajándote a vos a él y a míquemando todas las falsas sonrisaspero mis orejas nosuena alguna canción que conozco de un sueño y mis orejasestán protegidas.

Sofía Jagodnik

Si pudiera describir un lugar de ensueño, sería una playa, cerca de mi casa, con un cielo que, a la noche, me permitiera ver estrellas que se reflejen en mis ojos como espejos. Que las estrellas brillen tanto que parezcan lentejuelas en una cartulina negra.

Admito que nunca he soportado enterarme de que alguien me insulta en secreto. Las personas que se dedican a hacer daño, egocéntricas o presumidas son irritantes. Si recibo algún ataque de esas personas tengo mis métodos para salir de la angustia. Uno de ellos es sentarme en mi cama con un libro y el celular mientras abrazo a mi oso de peluche. Prefiero leer historias únicas con una trama atrapante. No me gustan las historias en las que una chica es raptada por alguien descorazonado, que va un héroe de armadura esmaltada que derrote al malo y que vivan felices para siempre. Un ejemplo de “historia única” es una saga que se llama Fairy Oak (o Roble Encantado), cuya autora no conozco. El primer libro que leí era hermoso, aunque también confuso porque parece que había una pre-saga. El libro está lleno de magia y amor. No suelen gustarme las novelas de amor, pero esta me enamoró.

Si no, elijo alguna película de Tim Burton (de preferencia, con Johnny Deep como

protagonista) y como chips de banana (cuando se presenta la oportunidad). Johnny Deep y Tim Burton son mis ídolos desde siempre. La primera película que vi fue El extraño mundo de Jack. Me enamoré completamente de todo: animación, voces, personajes, canciones... cada mínimo detalle. Aunque las películas tengan ese toque oscuro y deprimente (sobre todo las animadas), El cadáver de la novia (me disfracé de la protagonista para Halloween una vez), Alicia en el País de las Maravillas (amé al Sombrerero Loco), Charlie y la fábrica de chocolate, las vería por el resto de mi vida si es necesario.

Otra forma de matar mi aburrimiento es imaginarme al amor de mis sueños. Un hombre que me haga sonreír y me respete. Alguien que no me usaría como objeto o animal. Alguien que haga latir mi corazón eternamente, incluso en mi muerte. Me gustaría encontrar a alguien que considere mis gustos tétricos, infantiles y raros, que se siente conmigo en el sillón de mi casa a mirar una película mientras estoy acariciando a mi gato y él juguetea con mi pelo, mimoso. Que me llame por mi nombre, que no me confunda con otras mujeres con las que estuvo pasando el rato, o que me confunda con otra mujer (aunque no me molestaría mucho que me llamara Miranda, quería tener ese nombre cuando era chica). Que camine conmigo de la mano en medio de la lluvia, compartiendo un paraguas por la Avenida Rivadavia (Rivadavia porque me hace acordar a un grupo de personajes que había inventado hace mucho).

Soñar no cuesta nada, es mi filosofía. Estar entre la fantasía y la realidad... a veces hace bien.

¿Libertad o fama?

Esa rayada cambió mi vida y mis pensamientos. Aún quiero escapar, quiero verla, quiero saber qué está haciendo y si está logrando su objetivo. No volví a ver a Catherine desde esa noche. Ella se volvió el amor de mi vida.Me acuerdo exactamente cómo la conocí. Fue en invierno, cuando la nieve termina de caer y es reemplazada por el hielo que congela el coctel de la calle. Estaba contemplando el asfalto desde mi ventana. Mi ama siempre abre la ventana para que pueda ver el paisaje hacia la casa del vecino. Ella confía en que no me voy a escapar.Mientras todos dormían, miraba ese limitado paisaje. No había nadie afuera. Todos dormían con calefactores y chimeneas asesinas de Santa Claus en sus habitaciones. Todas las mascotas de la calle teníamos nada más que nuestro pelaje para abrigarnos, pero yo era el único que se dejaba enfriar por la nieve.Fue en ese mismo momento que la conocí...Era la gata más grande que había visto. Ocupaba un buen espacio de la vereda. Caminaba con gracia, finura y elegancia, a paso decidido. No pude identificar su raza. Eso estaba bien, porque quiere decir que era especial, para todos y para mí. Su pelaje era blanco y negro. Me enamoraban sus colores.Como todo macho mimado, le maullé para que se acercara. Quería ver a ese ángel bajado del cielo más de cerca.-¡Ey, princesa!- dije- ¿Qué hace una joya como vos en un área de ladrones?Me miró con rabia.-Buscate otra, mimado- me dijo.- Tengo cosas que hacer. Tengo que evitar que me encuentren.-¿De quién huyes?-No te incumbe.-¿Trabajabas en el circo?Se acercó no muy amigablemente. Parecía que, en cualquier segundo, iba a saltar y a descuartizarme. Era perfecta. Una gatita así tenía que aparecer en un circo, no en la calle ni en un pet shop normal.-¿Quién te lo dijo?

-Nadie, solo preguntaba.-¿Podrías callarte de una vez?-¿Por qué? No hay nadie, todos duermen.Se detuvo. Me miró con desprecio.-Podrían despertarse.-No lo harán.Siguió quieta, ya no parecía tan enojada.-¿Cómo lo sabes?-Desde que nací supe qué los despierta y qué no. Una gatita caminando y hablando con otro gato no va a despertarlos.Se acercó más, pero, esta vez, con buenas intenciones.-No soy una gata, soy una tigresa albina.-¿Albina?-De pelaje blanco.-Me gusta esa palabra. Parece un nombre.Su cola se movía, pero no parecía enojada. -Soy Catherine.-Soy Gómez, ¿Por qué huyes?Bajó la mirada.-Tengo que huir porque todos me odian.Me quedé impresionado, ¿odiar a una preciosura como esta? ¿Qué clase de alimentos les dan a los del circo?-¿Cómo que te odian?-Los humanos me odian, porque les parece divertido un error de la naturaleza como yo, y me disfrazan y me ridiculizan. Hacía trucos que me ordenaba mi entrenador, saltaba en aros disfrazada de payasa mientras todos se reían y me tiraban palomitas. Si no fuera porque soy blanca y negra en vez de naranja y negra, me respetarían. Los animales me odian, creen que soy un experimento que va a acabar con ellos, que cada día que pasa de mi existencia es otro día en el que deshonro al reino animal.-Eso es espantoso… eres hermosa.-Gracias… ¿y es lindo ser un gato casero?-No, es una tortura. Todos los días tengo que estar encerrado por culpa de los perros, te drogan para las fiestas, te duermen para operarte, te retan si tratas de afilarte las garras con el sillón…y lo peor, todos los animales te odian porque creen que eres un bueno para nada, un vago y un amargado.Nos quedamos callados unos segundos. Catherine tenía una mirada como si quisiera besarme.-¿Por qué no te vas conmigo?-No puedo.-¿Por qué?-Si no fuera por un mínimo detalle, te seguiría hasta en sueños: mis amos. Son las únicas personas que me respetan. Me aman en serio, me dan esperanza para seguir viviendo en esta casa y en este mundo. Mi ama me alimenta con cremas y pescado. Mi amo me compra regalos para que no juegue con sus cosas. También me limpian y me llevan de viaje. Es por eso que me llaman “Mimado”.-Ojalá tuviera amos.-¡Seguro que encontraras amos en… ¿adónde vas?- África...-Bueno, seguro conseguirás amos en África… si es que no te atrapan.-No lo creo, rompí la reja de mi jaula y me escapé nadando por el río. Dudo que puedan seguir mi rastro.-¡Miau! No solo sos hermosa, también inteligente.Sus ojos se iluminaron. Luego, dio un salto y me lamió la cara. Si hubiera sido un humano, me hubiera sonrojado. Catherine me miró a los ojos.-Gracias.-… ¡espera!-¿Qué?-Ya vuelvo.Salí corriendo y agarré algo que mi amo le decía mapa, un pedazo de papel con dibujos de

todo el mundo. Seguro que África está ahí.-…-Tomá, es un mapa. Te será más fácil llegar así...-Gracias, Gómez.Ahora, fui yo el que saltó y le dio un beso… pero en la boca.-Para el viaje.Ella respondió a mi beso.-Para la vida.Fue lo último que escuché de sus labios. Ella ahora aparece en la tele. Todos las buscan. Yo la llamo, como si ella estuviera ahí. Mis amos están muy confusos, pero no les importa. También sale en el diario y miro su foto durante horas.Quiero volver a verla. Quiero hablarle. Quiero besarla otra vez. Quiero decirle lo que pienso. Quiero tenerla a mi lado en las mañanas. Quiero… ir a África, para estar con ella otra vez.

Sombras sonrientes

Si cambiara el nombre de la pequeña ciudad Madeleine, lo cambiaría por “Sostanmaloquemejuzgasporlaropayosoybueno”.Esta ciudad, literalmente, es de color negro. El pueblo parece invisible en la noche. Absolutamente todo es negro. Los habitantes parecen vestidos para un funeral. Es como si fuera de carbón o regaliz... Parecen sombras que se confunden con las paredes negras en el piso negro con faroles negros.Pero hay algo que sorprende bastante: en cada balcón de cada casa hay un gran tapiz blanco que, a la distancia, se ve lleno de puntitos. Si se los ve más de cerca se pueden reconocer los pines de colores, cada uno con un nombre y un dibujo. Los tapices no tienen la misma cantidad; algunos más y otros menos, como si fueran coleccionables.Uno de los propietarios me dice que es una tradición. En esa ciudad tan pequeña, cuando alguien nace es como si les dieran una pepita de oro a los habitantes. Por eso llevan la cuenta de cuántos niños y niñas son de esa familia, para motivarlos a seguir. Cada vez que una mujer da a luz, sacan el tapiz y le agregan un pin con su nombre y un dibujo de su significado.Una idea muy alegre para una población en la que todo es de color negro... A pesar de ser tan oscuros, también son felices.Su cordura está bien, son amables, piden “por favor”, nadie dice groserías, los niños se tratan de “señor” o “señora” (al igual que los adultos) y sonríen siempre sin esconder nada o parecer sospechosos. Eso es muy pero muy raro. En un pueblo pequeño en el que se conocen todos, es extraño que no se llamen por el nombre sino por el apellido. También lo es que tengan la misma emoción o la misma cara todo el día.La escena causa tal confusión que hay quienes como yo, necesitan sentarse en el suelo a reflexionar. Una vez una niña se me acercó y me dio un abrazo, después me dijo:-No todas las sombras son de monstruos.Y se fue tranquilamente.Eso me dijeron los que me saludaban como si fueran colegas o los que me daban sonrisas cálidas, abrazos y un pan con manteca. No importaba si no les dirigía la palabra, ellos abrazan o besan de sorpresa y se van. Al salir de la ciudad, me di cuenta de algo: el color no los había afectado. Generalmente, el negro es simbolizado como maldad, temor, tristeza. Pero ellos son psicológicamente estables. Aprendieron a valorar todo y a todos, como si nada tuviera defectos. No hay conflictos, ni guerras, ni peleas. Se manejan con confianza y alegría. Eso significa que la ciudad Madeleine es una buena ciudad con buena gente.

Lucila SosaMe gusta llorar/ por personas que vale la pena llorar/ personas que amo: mis

amigas, mi familia/ personas que ya no están conmigo y mascotas también/ personas que hacen cambios positivos en el mundo/ personas que viven la vida.

Me gusta llorar con el final de un buen libro/ es admirable cómo un conjunto de palabras puede generar tristeza y felicidad al mismo tiempo/ el primer libro por el cual lloré fue Sinsajo. También me gusta llorar con películas/ cuando era niña lloraba siempre, cada vez que veía Dumbo/ lloraba porque él no podía estar con su mamá y porque en el circo trataban mal a los animales/ me encanta Dumbo, había logrado lo imposible: volar.

Me encantan las películas protagonizadas por Johnny Depp y dirigidas por Tim Burton/ amo el talento que tiene Depp, la capacidad de hacerte creer su personaje hasta el final y la manera de expresarse.

Si mañana despertara en una isla desierta/ tendría conmigo: mi gato negro, un libro bien gordo, el cepillo de dientes, un poco de paz y amistad, mi música y la comida de mamá/ si, mi mamá hace los mejores fideos del mundo/ me encanta todo lo que cocina/ odio cocinar/ una vez me quemé el pulgar con una olla.

Mis dos lugares en el mundo son: la canchita de pasto sintético del cole/ porque nos relajamos con mis amigos y hablamos sobre la vida/ y la biblioteca municipal/ un lugar mágico repleto de libros y personas creativas que admiro mucho.

Si pudiera ser un animal sería un león/ aunque parezca egocéntrico/ me gusta ser el líder.

Si pudiera encerrar un aroma en un frasquito/ seria el olor a limón y el perfume de mi mamá/ amo mucho a mi mamá/ a mi papá / y aunque me cueste un poquito/ a mi hermanita también.

Hay un deseo que todavía no pude cumplir/ varios/ formar una banda de rock, estudiar lo que quiera, ayudar al mundo/ no me gustaría llorar por si alguno de ellos no se realizasen / No me gusta-gustaría llorar/ por los países en guerra/ las personas que sufren/ el prejuicio y la discriminación.Me gustaría llorar por/ un poema, un escrito, una canción, una carta/ que alguien me escriba/ o dedique/ palabras lindas.

Yo escribiría palabras lindas/ para las personas que quiero, y para las que voy a querer/ mis palabras lindas para todos ellos y para todos ustedes serian:Paz-Amistad-Creatividad-Educación-Libertad-Respeto-Amor-Honestidad-Te quiero mucho-Sos muy importante en mi vida-Gracias por ser mi amigo-Confía en mí-Podes lograr todo lo que te propongas.

La puerta

Antes de dormir, como todas las noches, debo ir al baño. Espero a que el silencio se apodere del vacío de las habitaciones y salgo lentamente de la cama evitando hacer el menor ruido. Bajo las escaleras hasta llegar al primer piso, pasando por la habitación de mis padres. En el living, me detengo porque veo a mi papá durmiendo en el sillón, seguro se “portó mal” como dice mamá. Me quito las pantuflas y camino más rápido; pequeñas gotas de sudor me recorren las sienes, ya falta poco.Al fin frente a la puerta del baño, suspiro aliviada y giro el picaporte. Dejo que el aire fresco me envuelva y entro: el pasto mojado me hace cosquillas en los pies, el olor a jazmines y azucenas invade el lugar, y el calor del sol sobre mi piel, hace que me sienta libre por primera vez en el día.Todavía falta un rato para el atardecer así que voy hacia la gran colina pasando a través de los árboles, el riachuelo y la cueva del grizzli que por cierto no se encuentra allí. Luego de caminar un par de kilómetros, me siento cansada: las piernas me pesan y sigo transpirando, tengo el pulso acelerado, pero sin embargo sigo, porque ya casi llego. En la cima de la colina, todo rastro de agotamiento desaparece, dando lugar al placentero momento que se aproxima. Como había previsto, el oso estaba esperándome. Ya lo extrañaba. Nos criamos juntos, éramos dos cachorros que intentaban escapar de su realidad, él de los cazadores y yo de mis padres. Nos acostumbramos a la convivencia, aprendí a domesticarlo y él me enseñó a cazar. Pasamos por varias dificultades, muchas veces ha intentado comerme pero supimos resolverlo. Recorrimos todos los extremos de este bosque y tuvimos muchas aventuras. Cuando descubrí este lugar, no quería volver a casa: los gritos de mamá me causaban dolor de cabeza y el mal humor de papá era insoportable. Nada me lo impedía hasta que el psicólogo y los médicos me prohibieron venir aquí. Entonces mis visitas dejaron de ser recurrentes y tengo que hacerlo a escondidas. El oso también me extraña, sus ojos me lo dicen, cuando me ve lanza un gruñido y yo lo abrazo y acaricio su pelaje suave mientras nos sentamos para ver el atardecer. Le hablo sobre lo que me sucedió en el día, Es mi único amigo y lo más cercano a una familia que tengo. Le prometo que mañana conseguiré comida para acompañar el espectáculo: los colores en el cielo me provocan una sensación de paz: el anaranjado, amarillo y rosa claro

se van mezclando con el azul profundo casi negro mientras el sol se esconde lentamente tras las montañas. Algunas estrellas comienzan a brillar y nuestras respiraciones se van ralentizando, nos relajamos y escuchamos los insectos de alrededor. Comienzo a llorar, las lágrimas salen y no se detienen, me hago un ovillo usando al oso como almohada, me gustaría tener más momentos como éste. Cuando la noche llega, el grizzli ya está dormido. Lamentablemente, el tiempo pasó muy rápido y tengo que volver al baño de la casa y abandonar una vez más mi hogar.

En el zoo

El zoológico: el hermoso lugar donde los niños pueden visitar a los animales, jugar en el parque, pasar un momento en familia, comer pururú y algodón de azúcar mientras observan a los pobres bichos enjaulados como si estuvieran en el cine. Las personas, cegadas por el consumo compulsivo y por cumplir los caprichos del nene no pueden ver lo que yo: una muchedumbre de gente en la que no puedo distinguir quiénes son los animales.Envoltorios de galletas decoran el camino de tierra que conduce de una jaula a otra, chicles pegados en los postes y botellas plásticas tiradas en los “hábitats” de los animales. Los carteles de “No tirar basura” están de relleno. Indiferencia explícita.Los pobres animales expuestos al rayo del sol... sedientos, malhumorados y enfermos; hartos de su miserable vida, de su cruel rutina. Maltratados y obligados a ser la atracción de otros animales “los que tienen uso de razón”.Pasando por la jaula del león me doy cuenta de que tiene la mirada triste, apenas si puede pararse. Se le notan las costillas y un par de moscas le revolotean alrededor de las orejas.Me compadezco de él, lo voy a ayudar a escapar.Faltan diez minutos para que cierre el zoo, veo cómo la masa se va, dejando sus miserias en el lugar. Cuando ya no hay nadie, lo único que se oye son los lamentos de los monos, el rugido de los felinos y el aleteo de los halcones. Ya frente a la jaula, agarro un matafuegos de emergencia y rompo la cerradura. El ruido de los hierros resuenan por unos segundos como ecos lejanos. La reja se abre y me alejo esperando a ver su reacción: el león se levanta lentamente, sin saber muy bien lo que está sucediendo, atento. Se acerca a la salida y le digo que corra, que es libre. Se toma su tiempo para caminar, creo que está disfrutando el momento. Me mira como si me diera las gracias, y me siento contento. Comienza a correr, pero en la dirección equivocada.

La tarotista

Me insistió tanto que accedí, aunque a mí todas esas cosas no me cierran; creo que son falsedades y chamuyo barato para ganar dinero fácil. Mamá quería que la acompañara a la tarotista de no sé donde, ni si quiera se sabía el nombre de la mujer. Cuando le pregunté para qué, me dijo: - Las cosas con tu padre no andan bien. Se le veían los ojos cristalizados y tenía la nariz hinchada. Creo que exageraba lo que papá le decía. Sí tenían discusiones, como todas las parejas pero para mí que la influencia de las amigas era la causa del desconfío repentino.Ya en el colectivo me puse a leer un rato. También venía una amiga de mamá que le iba contando sobre esta mujer: -Sandra te soluciona los problemas, ya vas a ver que te va a decir la verdad. Te va a decir lo que querés escuchar. pensaba yo.Luego de cuarenta minutos estábamos en la ciudad. Tal vez sea un poco malhumorada pero odiaba ir a la ciudad. El chirrido de los neumáticos al frenar, los bocinazos, la impaciencia y el movimiento acelerado de las personas me estresaba. No soportaba la basura de las calles, el olor a cloaca y el smog. Caminamos un par de cuadras y llegamos a una casita humilde que estaba entre en kiosco

y una verdulería. En la puerta colgaba un cartel:

TarotVidencia del futuroTrabajos con velas

Runas

Entramos y un olor a humedad e incienso me invadió. A pesar de ser las dos de la tarde la oscuridad llenaba toda la sala. La tal Sandra atravesó una cortina negra y se presentó. Llevaba el pelo recogido y usaba un vestido floreado que le hacia juego con el turbante de la cabeza.Mi madre se sentó en la mesa junto a la amiga y yo tuve que esperar en el living. El sillón estaba lleno de tierra y pelo de gato. En la pared del frente había un armario con puertas de vidrios en el que se podían ver velas de todos los colores y formas y estatuillas de santos.Cada tanto, cuando la puerta se abría un poquito, podía escuchar la conversación aunque no entendía nada. Una sensación horrible me recorría por la espalda, había un ambiente de sepelio, quería entrar y sacar a mamá de allí, vaya a saber uno que brujería le estaban haciendo.Me decidí a entrar y me senté junto a mi madre con la escusa de que me sentía sola.En la mesa había un mantel rojo en el cual estaban dispuestas estratégicamente unas cartas extrañas. Tenía unas velas encendidas y el sol entraba apenas por una pequeña ventana llena de telas de araña.Mi vista se detuvo en una carta en particular: una mujer moribunda acostada en una cama, junto a ella una mesita de luz con medicamentos, tenía un aspecto sombrío y lúgubre. Se me erizó el vello. Me parecía que quería decir que estaba muy enferma.Para revivir la pasión con tu esposo encendé tres velas rosas a San Valentín, mientras haya luna llena, dijo Sandra. Mi mamá asintió. La sesión había terminado.Esperando en la parada de colectivo le pregunté sobre aquella carta. -¿Cuál carta?-Una que había sobre la mesa, junto a la de una pareja feliz. Negó con la cebeza, como dudosa y siguió hablando con su amiga mientras yo me hacia un montón de preguntas: ¿Cómo que no se acordaba? Estaba justo al final de la hilera. ¿Sandra no le había contado todo?Al llegar a casa una nota esperaba debajo de la puerta. Ya me lo veía venir. Fui a la habitación de mis padres y las cosas de papá ya no estaban. Se había ido.

Sofía Bobbiesi

Si pudiera tener otro nombre sería Julia, no conozco muchas personas que se llaman así y tal vez me sentiría menos común.

La película que jamás olvidaré es 500 day of Summer, supongo que porque muestra

el amor como una de las desgracias más grandes del mundo y yo lo creo así. No hay lugar que ame más en el mundo que los techos altos, desde los cuales se

puede ver toda la ciudad extenderse hacia el infinito. Amo aquello al igual que las canciones viejas porque rememoran buenos tiempos.

Si pudiera llevar un aroma a todas partes dentro de un frasquito sería el de los granos de café por la cantidad de recuerdos que me traen.

Y creo profundamente que la palabra más bonita del idioma español es iridiscencia. Y no me gusta hablar demasiado porque no me gusta que la gente sepa de mí y

muchas veces prefiero ser invisible.

9 de picas

No todo lo que empezaba mal terminaría de la misma manera. Tenía esa esperanza desde hacía veinte años y su vida no hacía otra cosa que empeorar.A los veintiún años se vio obligado a casarse con la hija de una de las amigas de su madre, que había quedado tempranamente embarazada. Crió durante cinco años a un hijo que no era el suyo para terminar divorciándose; por ese mismo matrimonio había tenido también que dejar sus estudios incompletos. De haber supuesto lo que le sucedería en unos años no habría dejado la universidad y quizá hoy tendría un trabajo mejor, aunque tampoco se quejaba, le alcanzaba lo justo para vivir.Dos años después de separado volvió a casarse con una mujer a la que veía frecuentemente en su oficio. Duraron menos de un año. Ella llegaba al límite de la obsesión respecto a la pulcritud del hogar y él ya no podía soportarla. Pasado el tiempo se convenció de que podía vivir sin mujer y volvió a estudiar para recibirse de abogado. Odiaba aquel trabajo pero al menos así podría mantener satisfecho a su padre. Para los treinta y dos años intentó otro matrimonio seguro de que había encontrado al amor de su vida. Era una mujer hermosa; alta, rubia, delgada y con unos bellísimos ojos azules. Tuvieron una familia completamente convencional sin ningún tipo de problema aparente.Festejó sus treinta y nueve años con su tercer divorcio. En la mesa de la cocina reposaba el documento que le devolvería la soltería. Sólo faltaba su firma y no tardó en colocarla.A los cuarenta consideró la opción de visitar a un famoso tarotista que vivía a más de nueve horas en auto desde allí. Manejó quién sabe cuántos kilómetros por rutas desiertas

donde apenas si se divisaban arbustos a los costados.Llegó adonde terminaba el camino, ya demasiado cansado y con ansias de ver a ese hombre, que según decían, podría mejorar su vida considerablemente. Estacionó el auto y al bajar se sorprendió de dos cosas: la primera, que no había casi vehículos alrededor; la segunda, que la casa donde atendía sus consultas no era más que un punto diminuto en el horizonte, y el estrecho espacio entre los árboles no le dejaba seguir en auto. Estuvo muy cerca de volver al volante y conducir de regreso pero una fuerza que desconocía lo atrajo de nuevo hacia el bosque y terminó caminando cerca de un día entero hasta llegar a una casa de madera de no más de tres habitaciones. Se preguntó si alguien podría vivir allí realmente.En la puerta vio una fila de sólo tres personas a la espera de ser atendidas. Tuvo que aguardar penas unos minutos hasta que lo hicieron pasar. Atravesó una cortina hecha de caracoles de mar. Había sahumerios de distintos colores encendidos por diversos lugares y parecían faltar elementos que le dieran al lugar un aspecto más verosímil. Hasta último momento estaba convencido de que el hombre era un estafador.Le indicó que tomara asiento en uno de los muchos almohadones dispuestos en el suelo y así lo hizo. El hombre barajó varias veces un mazo de póquer, y le hizo cortar. Después sacó cinco cartas de distintos lugares. Antes de que pudiera verlas, con rapidez guardó una bajo la mesa. Vio los ases de pica y diamantes, así como también los ochos de los mismos palos. Le habló del amor, le dijo que encontraría a quien había esperado tanto; de la melancolía de su juventud, le predijo la llegada de una noticia que podría cambiar su vida y que si alguna vez había soñado con ser escritor, su novela llegaría a ser un éxito. Se sentía conforme con lo que escuchaba pero no dejaba de indagar por la carta que se le había negado ver. No obtuvo más que algunas excusas y muchas disculpas antes de retirarse que lo hicieron demorar más de lo previsto.De regreso a su casa sufrió un accidente. No murió porque llegó lo suficientemente tarde al choque como para no sufrir el impacto total. Tiempo después recibió una carta del famoso tarotista pidiéndole aún más disculpas por haberle ocultado una carta, el nueve de picas, que le anunciaba una muerte cercana.

La puerta

Siempre había estado allí llamando mi atención. Al pasar por enfrente me despertaba una curiosidad enorme, como si algo me llamara desde adentro. Unos días después ya estaba instalada en mi nuevo hogar. Solicité hablar con Rosa varias veces, ya que no podía abrir una puerta y el contrato afirmaba que tenía acceso a la totalidad de las habitaciones del inmueble. A pesar de que ella había vivido allí, afirmaba que nunca había existido tal puerta debajo de la escalera, de lo contrario hubiera utilizado ese espacio para guardar muebles sin uso u otras cosas. No quise creerle, nadie podría haber pasado cincuenta años en una casa sin notar aquella entrada, de alrededor de dos metros y madera en perfecto estado en comparación con el resto de las aberturas ya putrefactas. Además, la pintura no tenía signos de haber sido retocada en años.No me convencí. Hablé con Rosa cada mes cuando iba a entregarle el dinero del alquiler. Jamás tomó en serio lo de la puerta y terminé creando una especie de resentimiento hacia ella. Podría estar ocultando un tesoro, y acaso era más fácil buscar una excusa para apagar mi curiosidad que simplemente negar su existencia, lo que hacía que me interesara aún más. Llegué a olvidar el asunto por un tiempo después de consultar con más de quince cerrajeros y de intentar las más impensables formas de forzar la cerradura.Seguí con mi vida, ignorando aquello hasta una tarde de agosto donde la lluvia golpeaba el techo con fuerza y el viento se llevaba lo que encontraba. Parecía que el mundo quería romperse y arrasar con todo.La electricidad fallaba por momentos. Tuve que cerrar todas las ventanas y colocar estratégicamente una inmensa cantidad de baldes para las goteras.

Estaba acostada, ya dispuesta a dormirme cuando ocurrió. Sentí cómo la madera crujía, desprendiéndose de todo tipo de polvo acumulado. Al principio creí que alguien había entrado a robar pero no oía la lluvia invadiendo el recibidor. Me armé de cuantos objetos pude, colocándolos en los bolsillos de la bata y bajé. Desde los primeros escalones ya podía observarse que la puerta debajo de la escalera estaba abierta. Me apresuré, estaba muy oscuro. Di unos pasos a tientas buscando desesperadamente un interruptor de luz, pero ni siquiera encontraba las paredes. Seguí avanzando, sentí cómo el piso se acababa y mi cuerpo comenzaba a caer pesadamente por el vacío, a oscuras, hasta que pude distinguir con claridad un fondo rocoso en el que segundos después me estrellaría.

Al día siguiente Rosa volvió a la casa. Quitó las cosas que alguna vez le habían pertenecido a una joven curiosa, enceró los muebles, limpió los pisos y lavó las alfombras. Al llegar al costado de la escalera sacó una llave que llevaba sujeta al cuello y volvió a cerrar la puerta como tantas otras veces, murmurando por lo bajo de una manera casi incomprensible “cuando aprenderán”.Colocó otro vez el cartel de alquiler y se dirigió a su casa, a la espera de que el teléfono sonara con otro inquilino.

Milena Dassie Wilke

Yo sé que si tuviera un nombre extraño como “Fernandiña” a todos les parecería bien, en mi colegio sería una más (ya que está lleno de chicos con nombres raros). Sin embargo me gusta un nombre tan simple y nombrado como Ema. Así que si tuviera que cambiarme algo no sería mi nombre, tal vez sería mi resistencia a llorar. No es que no me guste, simplemente no es algo que se me dé. Con las películas o libros nunca lloro, tal vez una lágrima que otra, pero nada más. Por ejemplo, si estuviera en una isla no lloraría, tal vez usaría mi amplio vocabulario contra la isla. Si estuviera en una isla... Si estuviera en una isla ¿qué me llevaría? Creo que algo no muy original, como comida, agua y una balsa. Pero si de lo que hablo es algo más poético, me llevaría un poco de imaginación para cuando esté aburrida, todos los libros del mundo para las noches y un buen pote de nutella para los días malos. O tal vez algún aparato mágico que me haga cambiar de forma y así convertirme en un hermoso pájaro azul para volar y recorrer la isla y poder salir de ella y recorrer los lugares mas recónditos o inexplorados del mundo.

Otholiko

Abrió la caja en dos: envuelto en capas y capas de papel burbuja, estaba el robot. Una sonrisa se asomó en los labios del chico. Dio la vuelta, con la misma sonrisa y encaró a sus padres.-Gracias madre, gracias padre –dijo inclinándose levemente hacia cada uno.Ellos sonrieron complacidos ante la satisfacción de su hijo.-Qué bueno, Tomas Edward Castille, el vendedor dijo que te gustaría –pronunció inmutable la mujer.El niño desenvolvió al robot con sumo cuidado y lo extrajo de la caja. Le llegaba hasta la cintura, su pálida armadura de metal brillaba en la blanca sala. El niño, arrodillado, lo encendió, y los ojos sin vida del robot destellaron.-Qué bueno –dijo el niño con otra sonrisa artificial- podrá limpiar mi cuarto o la sala... o podar el jardín. Qué bueno.El ruido seco de algo al chocar contra el suelo se escuchó en la sala, retumbando en las

paredes, aunque ellos siguieron mirándose con sonrisas falsas sin poder notar la minúscula pero importante pieza que yacía ahora al lado del robot.-Hola, soy la unidad C9322TZ, Otholiko, estoy aquí para servirles –saludó con voz metálica.-Limpia mi cuarto –ordenó sin titubear el niño.La máquina comenzó a cruzar la sala, pero se paró en medio del camino y rotó lentamente hacia la familia.-¿Por qué? –preguntó descaradamente, sin saber el error que estaba cometiendo.-Porque él te lo ordenó, debes hacer lo que tu amo te ordene –dijo la madre mirándolo con una pizca de enfado.El androide volvió a girar sobre sí mismo y se dirigió al cuarto del niño.-Madre, ¿por qué hizo una pregunta? Ella no respondió, solo observó con desconfianza cómo el robot se alejaba. El niño no insistió, se acomodó en una silla del comedor y comenzó a hacer su tarea. La mujer llamó angustiada a su marido.-No sé si debamos confiar en él –le dijo mirando de reojo la puerta de la habitación- Meter a un extraño en la casa...-Relajate, Moira –le respondió sin ninguna emoción en la voz- solo es un robot, ¿qué mal puede hacernos?-Tarea terminada –dijo una voz a su lado.El robot se encontraba a los pies del hombre, con una sonrisa.-¿Desea alguna otra cosa, Señora? -No, puedes retirarte –dijo la mujer apretando sus puños con fuerza.El robot se aproximó al niño, que dibujaba para su clase de historia. Con un lápiz tecnológico rellenaba los espacios en blanco, trazaba líneas y creaba puntos. Maravillosamente lograba recrear épocas antiguas, los tiempos en que las personas vivían sin tecnología. No se tenían muchos reportes de aquella época, la mayoría de los libros de historia habían sido quemados en la cuarta guerra mundial, pero existía la creencia de que antes que las personas con ropas excéntricas y latosas pisaran la Tierra, había seres poderosos y puros que gobernaban únicamente con sus manos. Estaban unidos como una gran familia, no había líderes ni gobernantes, podían estar juntos porque simplemente se sentían bien entre ellos. Como opinan algunos, sentían amor. Otros afirman que estas personas poseían magia, y otros dicen que solo eran idiotas sin cerebro. Mientras dibujaba, el niño podía sentir ese gustito a lo antiguo, algo poderoso que ya no existía. A veces le gustaba imaginar que vivía en esas épocas y que todos estaban juntos y en armonía.Tomas Edward Castille retrataba a uno de esos hombres puros. El dibujo cobró vida en los ojos del robot, que tomó una decisión que lo cambiaría todo.-Amo, ¿podría prestarme una de sus hojas y un lápiz?-Claro que no –le dijo el niño bajo la feroz mirada de su madre. Su voz no tenía enfado ni burla, solo era una voz, que podía confundirse con la de cualquiera, una voz sin nombre.El robot no insistió y salió al exterior a esperar que le dieran una nueva orden. Minutos después el niño lo siguió y se le situó a su lado.-¿Para qué lo quieres? -Para hacer lo mismo que usted, Señor.Tomas Edward Castille asintió y se dedicó a mirar su patio. Parecía enorme y extenso; colinas de color verde grisáceo se extendían a lo largo de un prado de bellas flores blancas, sin duda margaritas. Uno sentía que podía correr por esas pequeñas montañas y perderse en el celeste cielo de la tarde, pero solo era una ilusión. El patio de los Castille no era más que un estrecho pasillo rodeado de paredes que creaban una imagen de un patio sin fin, con un techo abovedado que daba la fantasía de un cielo celeste con sol brillante que nunca quemaba. En la nueva época, todo era una hermosa ilusión.El niño le extendió una hoja al robot y entró a la sala sin decir nada.Luego de un documental paso a paso de cómo dibujar, el robot pudo usar por primera vez, lo que hacía mucho ya nadie usaba, algo a lo que algunos temían y otros pocos anhelaban. El robot uso su imaginación, y dibujó.La noche cayó con el suave ulular artificial de los búhos. Otholiko llevaba más de cincuenta dibujos diseñados con fría precisión. Algunos hubieran arriesgado que más de cincuenta obras de arte.-¡Otholiko! –se escuchó la irritante voz de la madre.-Voy, Señora.

-¿Qué estuviste haciendo? -Dibujando, Señora –respondió sin dudar.La cara de la mujer se deformó. No estaba acostumbrada a sentir enfado y no sabía cómo reaccionar. Normalmente, su tarea era indicarle a su hijo cómo hacer las cosas, pero con el robot era diferente. Tomó aire y se tranquilizó.-No vuelvas a hacerlo, Otholiko –dijo fríamente y le sacó la hoja que llevaba en la mano.El robot obedeció. Había aprendido que con esta familia lo mejor era no replicar. Preparó la cena y esperó con paciencia a que terminaran de comer. Le resultaba ligeramente irritante el sonido que hacía la madre al masticar, en cambio el niño y el padre no emitían sonidos. El comedor estaba en un silencio incómodo que hacía más insoportable la espera del robot, que no se movió de su lugar ni pronunció palabra.Al terminar la cena se dividieron cada uno por su lado y en la casa reinó la calma. En la oscuridad de la noche, el robot volvió a tomar una hoja y dibujó los tiempos antiguos, esos ya casi no mencionados por las escuelas ni los padres, solo arrastrado como un murmullo entre las voces de la gente que se atrevía a pensar.

La mañana llegó como un zumbido para el robot y en unos segundos ya tenía a la familia pidiéndole cosas: el padre tenía que ir a trabajar y precisaba su maletín y un almuerzo, la madre se iría a una reunión al colegio de Tomas Edward y necesitaba que el niño se quedase con el robot. Luego de una rigurosa lista de tareas para el androide y un corto saludo entre ellos, los padres abandonaron la casa. El niño se sentó en el sillón y prendió el televisor. El robot comenzó con sus tareas.

1- Limpiar el armario.Parecía que la familia Castille no sabía descartar. El armario rebalsaba de cosas viejas que el robot estaba seguro eran de sus ancestros.

2- Cortar el césped.Otra tarea innecesaria. El pasto de la familia Castille (como el de todas las familias) era artificial, pero como si quisieran mantener una extraña tradición, tenía la capacidad de crecer.

3- Ordenar la pieza de la Señora Castille y el Señor Castille.Esto tampoco sirvió de mucho porque la Señora Castille mantenía la pieza pulcramente organizada. El robot releyó el apellido de su Ama. Aunque hubieran extraído de los viejos tiempos ese hábito de que la mujer se cambiase el apellido por el de su marido, el androide no podía comprender el significado. El hecho del cambio del apellido se hallaba en muchos de los manuscritos que se recuperaron de los incendios. Al parecer, todas las mujeres lo hacían aunque nadie supiera realmente porqué.

4- Limpiar la sala.El robot dio una vuelta; la sala estaba completamente limpia.

5- Ordenar la salaTambién estaba ordenada.

6- Limpiar la cocina.El robot se asomó a la cocina y verificó que estaba limpia y cuidadosamente ordenada.

7- Ordenar la cocina.Si el robot hubiera podido, a esta altura habría resoplado.Sospechaba que la Señora había escrito una lista de tareas inútiles para que se distrajera. Casi con frustración, se acercó al niño que estaba sentado en el patio mirando al horizonte artificial.-Hola, Otholiko –saludó sin siquiera mirarlo.-Hola Amo Tomas Edward –respondió acercándose a su lado.-¿Por qué me llamas así, Otholiko? –preguntó el chico, sin quitar su vista del horizonte.-¿Así cómo, Amo Tomas Edward?-Así, “Amo Tomas Edward” –la curiosidad picaba en la garganta del niño y el sentimiento le era tan desconocido que pensó se había contagiado de un virus que había visto en la televisión.-Porque no puedo decirle “Señor Tomas Edward”, usted es un niño, Amo Tomas Edward –explicó el robot.-Deja de llamarme así, Otholiko –le dijo enojado. Nuevas emociones se arremolinaban dentro del muchacho, no podía controlarlo, las palabras salían de su boca como un torbellino.

El robot lo miró preocupado. Su Amo estaba pálido y tenía una mirada enfermiza. No pensó que al llamarlo “Amo” le haría daño.-Está bien –dijo rápidamente- ¿Cómo debería llamarlo?El niño meditó unos segundos.-Tomas –pronunció al fin.-Eso se llama apodo –dijo al instante el robot con una voz mas fría de lo normal. Sus sensores tomaban información para guardarla mientras que buscaban más datos para poder responder correctamente. Las nuevas experiencias no eran algo usual en la vida de la máquina.-¿Apodo? –le dijo extrañado, sin poder reconocer el término.-Nombre con el que se sustituye el propio de una persona, generalmente tomado de alguna característica particular.El chico asintió lentamente. Miró a su robot, él también notaba que algo le pasaba a Otholiko. Ese ambiente tan poco normal entre ellos era extraño, y, aunque les gustaba, no sabían cómo actuar.-Tu también deberías tener un apodo, Otholiko –dijo el niño.El robot sabía, por sus informes recientes, que el apodo debía de ser elegido por otro, él no podía seleccionarlo por sí mismo.-Te diré Otho –resolvió satisfecho, con una sonrisa real y radiante que parecía ajena en su rostro.Tomas y Otho hablaron el resto del día de asuntos triviales como la escuela y el clima, y se sentaron juntos a dibujar. Sin saberlo, estaban logrando algo que no se practicaba en siglos.La noche fue acompañada por los gritos de la madre de Tomas. Al llegar a la casa y notar que su hijo aún no estaba en la cama, sino que estaba “entreteniéndose” con la máquina, estalló en un griterío. -¿Qué estaban haciendo? –dijo ella arrugando los labios.- Dibujando.-¿Y por qué se supone que lo hacían? – preguntó respirando más rápido, apretándose las manos para no temblar.-A Tomas le pareció... entretenido –el tono del robot pareció una burla.-Pero no tienes que hacer todo lo que te diga, es solo un niño que no sabe lo que quiere, tu deber era darle de comer y llevarlo a la cama, no...-se interrumpió y dejó sus manos quietas- espera ¿cómo lo llamaste?-Lo llamo Tomas, como él me pidió –respondió tranquilamente el robot.-¿Cómo que él te lo pidió? ¡Es sólo un niño, no sabe lo que quiere!La cara de la mujer estaba roja y varios de sus cabellos se le habían soltado del peinado. -¡Fuera! –dijo mirando al piso y señalando al pasillo con un dedo.El robot se alejó con gusto.-¡Mañana te devolveremos! –gritó.Otholiko vio a su costado la puerta entreabierta del dormitorio del Amo Tomas desde donde se escuchaba un ruido ahogado. El robot se asomó y vio al niño hecho un ovillo en su cama, tenía los ojos rojos y lloraba. -¿Qué sucede Tomas? Tomas sorbió los mocos y miró al robot con nostalgia.-Otho, estoy cansado, no lo notaba antes pero estoy harto de esta vida.Otholiko lo miró y asintió, por alguna razón, entendía perfectamente qué sentía.-Quiero hacerte una promesa –dijo el niño recobrando la fuerza y sentándose en su cama- no voy a dejar que nadie se sienta así, voy a enseñarles a todos que tenemos que luchar por lo que queremos… y me voy a asegurar de que nadie trate mal a los robot, nadie nos va a poder hacer daño Otho, nunca más.

17 años después...El joven subió muy despacio los peldaños de la escalera. Le aterraba lo que pudiera encontrar arriba y quería retrasar el momento. Pero al final llegó y una luz sorprendentemente fuerte le iluminó la cara. Se paró sobre el estrado y se acercó al micrófono.-Buenas tardes –su voz se escuchó por toda la sala. Tragó saliva y levantó la cabeza para ver a la gente que lo miraba expectante. Tenía que hablar sin equivocarse, sin cometer un

solo error que hiciera que todo por lo que había luchado a lo largo de los años valiera nada. Giró su cabeza hacia su robot. Otho lo miraba con una sonrisa.-Cuando era niño me regalaron un robot; yo lo desenvolví contento, dispuesto a hacerlo limpiar mi habitación y los rincones de la casa... qué tiempos aquellos –se escuchó un murmullo risueño entre la gente- pero de un día para el otro ese robot se convirtió en mi amigo, mi único amigo. Después de una pelea con mi madre, le prometía Otho que defendería nuestros derechos, que ya nadie nos podría hacer daño, y aquí estoy, enfrente de las cámaras dando un discurso frente a miles y miles de personas, y les prometo, les prometo a todos ustedes, que voy a cumplir mi promesa.

Juan Cruz MolinaSi yo tuviera otro nombre me gustaría llamarme Juan Pablo para parecerme a un

Juan Pablo que conozco. La película que nunca olvidaré es Scary movie, porque me hizo reír mucho.Un libro que me hizo llorar es Hachi. Es un perro que va con su dueño a acompañar

al tren.Cinco cosas que me llevaría a una isla desierta: mis perros y mi cama, la tele un

libro y agua.

Mis comidas favoritas son: las milanesas con papas fritas y el pollo. Algo que me gustaría que me pasara es conocer a una chica. Dos lugares que prefiero en el mundo: ir a Brasil o a Buenos Aires. Odio cuando muere mucha gente. Lo que amo son mis perros. El nombre de la calle en la que vivo es Los Chañares. Un aroma que encerraría en un frasquito es el olor de un asado.Un animal que me gustaría ser: un puercoespín. Palabras que me parecen lindas: Amor, pasión, paz.

Chocolate del pueblo Una vez en un país muy grande, había un pueblo que se llamaba Chocolate de amor donde vivía un joven de 20 años con su familia en una pequeña casa. Ellos cosechaban cacao para la fábrica de chocolate. Un día estaba cansado de hacer eso y se sentó en la cocina pensando hasta que vio un libro que tenía recetas especiales de la abuela. Lo llevó para después practicar recetas de dulce y jalea y le agregó chocolate. Le salieron exquisitos bombones, los vendió y se hizo conocido por mucha gente. Ganó mucho dinero y ayudó al pueblo y después se hizo famoso y por eso le pusieron al pueblo ese nombre.

El cocinero del galpón

Hola, les presento a Jorge, el mejor cocinero del mundo. Él les va hacer comida ligera. Hoy vamos a cocinar sufflé de papas con hierbas aromáticas, cuando termine de hacer la comida, la gente del restaurante probará este plato hecho con ingredientes simples y frescos. Les aseguro que les encantará, y aún siendo sencillo y apto para todo tipo de comensales, este plato mexicano fue evaluado y aprobado por un jurado de grandes chefs.

FIN