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INDIOS Y NEGROS DE LOS TERRITORIOS ESPAÑOLES DEL CARIBE, LLEVADOS COMO ESCLAVOS A NORTEAMERICA EN EL SIGLO XVIII por Demetrio Ramos Las condiciones en que se desarrollan las colonias inglesas de Norteamérica y las Antillas, por un lado, y por otro, la expansión del comercio británico a partir de Utrecht, espe- cialmente en el Caribe, no encajan armónicamente. Al contra- rio de lo que suele creerse, esa circunstancia origina desajustes que determinan fricciones o, cuando menos, resultados que, al alterar el proceso hasta entonces seguido, promueve fenó- menos en cadena de valor sociológico y humano muy sensi- bles. Los privilegios obtenidos en la paz de Utrecht permitirán a la Inglaterra triunfante, es cierto, actuar sobre Hispano- américa directamente, pero ello no sería sin que repercutiera en sus propias colonias que, si se ven afectadas en sus intere- ses —como el caso de Jamaica—, también alcanzaría a pro- blemas que parecen insospechables, como de los que nos vamos a ocupar. El problema de la mano de obra en las colonias inglesas de Mor- leamérica. Cuando las colonias del centro y del Sur comenzaron a desarrollar sus bases agrícolas logrando, las primeras, exce-

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INDIOS Y NEGROS DE LOS TERRITORIOSESPAÑOLES DEL CARIBE, LLEVADOS

COMO ESCLAVOS A NORTEAMERICAEN EL SIGLO XVIII

por Demetrio Ramos

Las condicionesen que se desarrollanlas coloniasinglesasde Norteaméricay las Antillas, por un lado, y por otro, laexpansióndel comerciobritánico a partir de Utrecht, espe-cialmenteen el Caribe,no encajanarmónicamente.Al contra-rio de lo quesuelecreerse,esacircunstanciaorigina desajustesque determinanfricciones o, cuando menos, resultadosque,al alterar el procesohastaentoncesseguido,promuevefenó-menosen cadenade valor sociológico y humanomuy sensi-bles. Los privilegios obtenidosen la pazde Utrechtpermitirána la Inglaterra triunfante, es cierto, actuar sobre Hispano-américadirectamente,pero ello no seríasin que repercutieraen sus propias coloniasque, si se ven afectadasen sus intere-ses—como el caso de Jamaica—,tambiénalcanzaríaa pro-blemasquepareceninsospechables,como de los quenosvamosa ocupar.

El problemade la manode obra en las coloniasinglesasdeMor-leamérica.

Cuandolas colonias del centro y del Sur comenzaronadesarrollarsus basesagrícolaslogrando,las primeras, exce-

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dentesde trigo, especialmenteen NuevaYork y en Pensylva-nia, como las meridionalesobteníangruesascantidadesdetabacoen Virginia, bahíade Chesapeakey Carolinadel Norte,o de índigo y arroz en las tierraspantanosasde CarolinadelSur (1), se iniciaba un encadenamientode necesidadesqueobligaban,por lo pronto, a contarconmayordisponibilidaddemano de obra, del mismo modo que resultabaindispensableexportar sus producciones.Ambas precisionesno eran tanfáciles de satisfaceraisladamente,pues la introducción demano de obra imponía una inversión —como veremos— yestano eraposiblesi no se vendíanlos productos,quetampocose conseguíansin la manode obra barata.

Esta situación, que fue fraguándosea lo largo de la se-gundamitad del siglo xvii, no se hizo crítica hastaentoncespor la concurrenciade otros factoresque contribuyeron apermitir ese desarrollo. Por ejemplo, la piratería ejercidaen el áreadel Caribe constituyóuna fuentede adquisicióndeproductosa bajo precio, pues los botinesqueobteníande suspresasiban, en másde unaocasión,a venderlosa las colonias,que así se abastecíancon costosmínimos, gracias a la com-plicidad de funcionariosquepermitíaneste tipo de contraban-do (2). No pocasveces,estosmismosbarcos,antesde regresar,adquiríanen las coloniasde Norteaméricaproductos,con losque volvían a Inglaterra redondeandoasí su negocio, perodejandoen ellas a cambiomonedaespañolaque serviaa loscolonos para las comprasa los mercaderesingleses. Así seatemperaba,en parte,el saldo negativoquepadecíael comer-cío colonial y la falta de monedaquepor ello sufrían.

Mas el problemade la mano de obra no permitíaopción.La baseestabaconstituidapor los Servants(3), en forma de

(1) Wid. E. E. Edwars: American Agriculture. Tite first 300 years,en «Yearbookof Agriculture», 1940, pp. t71-276.

(2) M. W. Jernegan:Tite AmericanColonies, 1492-1750, N. Y., 1929, Pp.369-380. 0. F. Dow y 3. II. Ednxonds: Tite Pirates of de New EnglandCoast,1.330-1730. Boston, 1923. Edgar 5. Mclay: History of American Privaters,N. Y.. 1924.

(3) Vid. Marcus W. Jernegan:Laboring and DependentClassesinColonial Amarica, 1607-1783. Chicago, 193i. A. E. Smith: Colonist~ iii Bou-dage: 14/hiteServitudeaud Con-.áctLabor ¿u America, 16074776. N. Y., 1947,

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servidumbreen la quecaíanlos queerantransportadosa Amé-rica —la mayoríade los emigrantes—al renunciara su liber-

tad para ser llevadosgratuitamentepor los traficantes,que lesvendíanal desembarcarparatrabajarpara su compradorunaserie de años; otros ingresabanen esta forma de esclavitudpor condenade los tribunalesingleses,que les deportabanpara

servendidosen las coloniasdondehabíande servir a sus amosde siete a diez años; como no pocos sufrían igual suerte

despuésde ser raptadosen los puertos ingleseso atraídosporengaño,especialmenteniños,a los queembarcabanlos patronesde los barcossin ningún escrúpulo.Si bien se dictaron contraesteabusovariasdisposicionesdesdemediadosdel siglo xvíí,«tan intensaera la necesidadde manode obraen las colonias,que —como escribe Faulkner— las autoridadesmostraron

poco interésen su cumplimiento»(4). Es más, despuésde larebelión escocesade Monmouth, en 1685, centenaresde pri-sionerosfueron vendidoscomo esclavosen América.

Esta misma necesidadexplica que, a pesarde la escasapredisposiciónque los colonos teníanpara aceptarla entradade mano de obra negra esclava, que necesitabaaclimatarse

y luego tendrían quealiníentaren la vejez, tal recursollega-ni a generalizarse,máxime cuando, para trabajar durantetoda la vida, el costo de un esclavo—entre 18 y 30 libras—reducía notablementela inversión que suponía la adquisiciónde servonts,calculableen 4 libras por alio, con lo que resul-taban40 libras por los diez añosqueveníaa durar su servicio.Eso sí, la utilización de esclavosnegros imponía la necesidadde un capataz,cuyo sueldo sólo era asimilable si el númerode esclavosque había de dirigir era por lo menos de veinte.

He aquí pues,como la introducción de equipos de esclavos

interesándonosespecialmentedcl mismo autor, cl trabajo The Transporta-tion of Convicts to tite American Colonies in tite SeventeenthCentury,«American Historical Review», XXXIX, núm. 2, 1934.

(4) H. IJnderwoodFaulkner: Historia económicade los Estados Unidos,ed. de BuenosAires, traducciónde Aida Aisenson,1956, p. 91. El problemade los servant=cuentacon un estudio general ¡ruy minucioso en cl traba-jo de Eric Williams: Capitalism aud Slavery. Chapel Hill> North Caro-lina, 1944, donde se analizan también los resultados económicos produ-cidos por el tráfico negrero.

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negros —para cubrir la necesidadde mano de obra— de-terminabaotra necesidad:la de crearextensasexplotaciones,con lo queel régimendela tierra tambiénse transformaba.

El primer desembarcodenegrostuvo lugar—un añoantesde la llegada del May/lower a América— en Jamestown,en1619, y fue obra de un corsario holandésque vendió veintenegrosquehabíacapturadoen el Caribe (5). De acuerdoconla costumbre, en los primeros años les consideraroncomoservantspues hasta1661 no decidió la asambleade Virginiadar el paso de declararlesesclavos,con la fórmula de «sir-vientesa perpetuidad»,queen Maryland se hizo másradical,al resolveren 1663 que los negrosde la colonia eran esclavos,prohibiendolos matrimoniosentrelas distintas razas(6). Noobstante,la introducciónde negroshabíasido lenta y escasa,pues los traficantespreferíanllevarles a los territorios espa-ñoles del Caribe, donde estabansegurosque podían cobraren moneda. Fueron los holandesesquienesdesarrollaronlatrata a partir de 1625,cuandola CompañíaHolandesade lasIndias Occidentalesllevó el primer cargamentode esclavosa Nueva York —entoncesNueva Amsterdam,bajo su domi-nio—. El ejemplose imitó y en 1636 tambiénDelawareintro-ducía esclavos.Con todo, como la capacidadadquisitiva erapequeña,el esclavismonegro progresa lentamente, siendosignificativo el casodel Desire, barcode la NuevaInglaterra,de pequeñotamaño,queel 1638 partió de Salempara Barba-dos con pesca saladay diecisiete indios pequotcautivados,paravenderlescomo esclavosen las pequeñasAntillas, y queregresó a Boston con sal, algodón y también con esclavosnegrosque allí adquirieron (7). El Caribe fue, pues,dondelas colonias buscabanlos esclavos, especialmenteVirginia.

(5) Con este navío holandés debió ser con que el que se cruzó elTreasures,primer corsario que partió de las colonias hacia las Antillas,pues en su diario consta que desdeun barco holandésles avisaron queen Virginia necesitabanesclavos.

(6) John H. Russell: Tite Erce Negro in Virginia. Baltimore, 1913, y3. Hope Franklin: From Slavery to Freedoin. Nueva York, 1956.

(7) Se cita estecasointeresantísimopor Daniel P. Mannix y M. Cowley:Historia de la trata de negros. Madrid, 1968, p. 68, versión españoladeEduardo Bolívar de i.a edic. original titulada Rlack Corgoes: A IJistoryof tite Atiantie 5/ave Trade.

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Pero la necesidady el negocioque podía suponersu intro-ducción les llevó pronto a pretenderla obtencióndirecta, loque intentó por vez primera el Rainbow, que en 1.645 llegóhastala costa de Guineade donde,despuésde varias inciden-cias, retornóa Boston con muy pocosnegrosque, por motivosdiversos, tuvieron que ser devueltos.Así se inaugurabalatrata por los mercaderesde Massachusetts,que andandoeltiempo seríatan intensa (8). En 1654, también desdeNuevaAmsterdam se iniciaba la adquisición directa, con el WhiteHorse, quemarchóal Africa, de donderegresócon un carga-mento de negrosquevendierona un precio muy alto —cientoveinticinco libras unidad, por término medio—, a pesar delas malascondicionesen que llegaron. En 1658, volvió a re-petirseel negociocon el Oak Tree; en 1659 con el St. John—que sufrió tremendasincidencias—(9), seguidodel Salo-

mon y luego del Gideon, que llegó a Nueva Amsterdam conun nutrido cargamento,poco antesde quelos inglesessitiaranla colonia.

Despuésde 1660, cuandose promulgó la segundaley deNavegación,la Royal African Company of England lograbade la Coronainglesale exclusivaenla introducciónde negros,desarrollandosu negociode forma semejantea las actividadesde los mercaderes,con lo que la balanzacomercial de lascolonias se agravó seriamente.Esto explica que intentaraneludir el monopolio por la obtención directa, como fue elcasodel Arras of Amsterdam,quepartió de NuevaYork, peroque resultóapresadopor un barcoportuguésen 1663.Como,por otra parte,tampocola Royal Companysuministrabaaúnla manode obra precisa,tanta fue la necesidadque sintieronlos colonos que,en ese mismo año, en Carolina se acordóes-tablecerel incentivo de la entrega de veinte acresde tierrapor cada esclavoque fuera desembarcado.En Nueva Ingla-

(8) La obra clásica sobre la trata desde esta colonia es la de GeorgeH. Moore: Notes on tite Ilistory of Slaveryin Massachusetts.NuevaYork,1866.

(9) Elizabeth Donnan: Documents Ilustrative of tite History of theSiave Trade to ,4merica. Washington, tomo. 1, i930, donde se recoge ladocumentaciónde lo sucedidoa este barco.

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terra, por estasmismasfechas,se apelóa otro procedimiento:la cría de negros,que resultóun fracaso(10).

A partir de 1672, la Royal African Companycomenzóadesarrollarla introducción, motivo por el cual es a partir deestafecha cuandoel esclavismonegro puedeadquirir verda-dero volumen, aunquela aplicación de las disposicionesdic-tadasen Londres sobre los cerealescolocaronen una situa-cion delicadaa los colonosproductoresde harinas,queveíancortadossusenvíos a la Metrópoli por los elevadosimpuestoscon que Inglaterra limitaba la importación de artículos quese cosechabanen la isla. Consecuentemente,como bien se ad-vierte, la forma de equilibrar los colonossu economíatendíaabuscaruna salida para su comercioen el Caribe, dondelasharinasde Nueva York, como más tarde las de Pensylvania,podíantenercolocación.Jamaicasirvió a este propósitocomogran centrode acopio que, en la épocade la guerrade Suce-sión española,siguió actuandocomo distribuidor sobre losterritorios hispanos mediante el tráfico ilícito, a pesar delestadode guerra.Así el metálicoobtenidoservía para cubrirlos saldosde las adquisicionesde productosmanufacturadosde Inglaterra (11).

Por otra parte, los colonos del Norte trataron de eludirel monopolio yendo a buscaresclavosmáslejos de dondelaRoyal Companyteníael derechodc trata, origen de los llama-dos «hombresdel Mar Rojo», nombreque se dio a los queiban a adquirir esclavosa las costasafricanas del Indico.Fueron especialmentebarcosde Boston y de Newport los quecomprabanlos negrosa cambio de ron fabricadocon melazasadquiridasde las Antillas. En 1678 ya desembarcabaun car-gamentoen Massachusettsun barcoqueprocedíadel estrechode Madagascar,del mismo que las balandrasque iban a bus-car en Barbadoslas melazasparafabricar el ron —quecom-prabana cambiode pescadosalado,queera el alimento queallí daban a los negros— regresabantambién con algunaspiezas.Así se iniciaba el comercio triangular, que más ade-lante se desarrollaríaal máximo. Otros capitanes,como el

(10) Mannix y cowley [7], Pp. ó3-é4.(u) Harold Underwood Faulkner [4], p. 100.

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famoso capitánKidd, marchabanal estrechode Madagascarpara tomar esclavospor el sencillo procedimientode apode-rarse de los que capturabanen los barcosque les transpor-taban, El Fortune, de Nueva York, era uno de estos barcos.El puerto de Salem era la basede los navíos que operabanen Zanzíbar (12), aunquetambién en Boston se trataba enesta época,pues al menosen 1696, el Sunfloiver, fletado enestepuerto, desembarcabaesclavosen RhodeIsland.

En 1698, el monopolio negrero de la Royal AfricanCompany se tundió, aunque ya durante la guerra anglo-francesa,apenashabíapasadode ser nominal por las míni-mas posibilidadesde ejercer la trata. Autorizado entonceselcomercio libre de esclavos,la relaciónde las coloniascon elCaribe se reforzó. Las melazas antillanas —que eran másbaratasen las islas españolas—fueron entoncesun artículoimpí-escindible para las colonias, pues el ron que con ellaspodían fabricar les permitía interesarsedirectamenteen latrata de negros,enviandobarcosa las costasafricanasdondelos adquiríana cambio de tal mercancía.Así se inició el co-niercio triangular —Jamaica, colonias, Africa, Jamaica—que hizo posibleel salto de la economíade las colonias, almismo tiempo que obtenía para las plantacionesla manode obra esclava,queentoncesse incrementórápidamente.

Por consiguiente,en vísperasde la paz de Utrechtse en-cuentraclaramenteperfilada una relaciónentrecoloniasnor-teamerícanasy el ámbito del Caribe dondelas harinastienensu mercado,a cambiode la extracciónde melazasy azúcares,basede su comercio,quepermitela adquisiciónde los escla-vos negros que necesitabanlas plantaciones.Jamaicay lospuerlosde las coloniasnorteamericanasson los dos poíos deactividad que se han enlazadocomo resultado de las leyesinglesasde comercio.La estampaque Mannix y Cowley nosofrecenno puede ser más ilustrativa: «las gananciasderi-vadas de la trata se invertian en financiar las destileríasderon, que constituíala exportacionmas apreciadade Nueva

(i2) C. T. Brandy, Jr.: Com,nerceand Conquest in East Africa. Salem,1950. Más adelante alcanzaría verdadera importancia la trata en esteámbito.

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Inglaterra.En las plantacionesdel Sur se comenzarona cons-truir grandesmansiones,y unanuevaforma de vida,descono-cida hastaentonces,empezó a brotar. El Sur no era aún elimperio del algodón,pero se comprabancadavez másescla-vos para cultivar más arroz y más tabaco,lo cual permitíacomprarmásesclavosy sembrarmásarrozy mástabaco»(13).Y algo semejantesucedíaen el Norte, pues si en 1700 había1.000 negros en aquellas colonias de Nueva Inglaterra, en1315sólo Boston doblabaesacantidad(14).

La perturbacióncreadapor el tratado del Asientode negros.

No deja de sersintomáticoobservarcomo la Gran Breta-ña traté de obtenerde los oponentesen la guerrade Sucesión—el archiduqueCarlos y Felipe V— la misma conceslon:la exclusiva en la entradade negrosen los territorios espa-ñoles de América, según la tradicional fórmula de asiento.Francia había dado el ejemplo pues, apenasfue aceptadapor Luis XIV la resolucióntestamentariade CarlosII en favorde sunieto Felipede Anjou, se apresuréa conseguir,en 1701,esaventajaeconómicaque tanta envidia provocó en Londres,como para pretenderarrancaresa facultad de cualquieradelos contendientes.Primero lo negociócon el ArchiduqueCar-los, su aliado, cuandoparecíaposible su victoria (15), comoluego conla cortede Francia—en quien se veía la cabezade-cisiva del bloqueborbónico—,hastaquepor fin —negociandoya en España—se llegó a la forma dcl tratado del Asientoel 26 de marzo de 1713,concluido curiosamenteun día antesque el tratado preliminar de paz, como si aquél fuera pieza

(13) Mannix y Cowley [7], p. 74.(14) En el volumen II de Donnan [9], se da la lista de los barcos

que introdujeron esclavos en Virginia entre 1710 y 1769, como tambiénpara Carolina del Sur —menos completa aún—, donde se habían insta-lado gentesprocedentesde Barbados, y donde los plantadoresde arrozfueron los más ávidos compradoresdc esclavos.

(15) El proyecto inglés para negociar el asiento fue publicado porGeorges Scelle: La Traite Négridre aux Indes de Castifle, contrats ettraités d’Assiento. Paris, 1906, tomo II, PP. 699-703: también en la impor-tante obra de Elizabeth Donnan: DocumentsIlustrative [9], Washington,1931, tomo II, Pp. 16-21.

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previaparallegar al arreglogeneral.Parala ejecuciónde talcomercio se habíaprevisto ya un instrumentoen 1711, añoen que se fundó en Londresla South SeaCompany,que asípodría servir de basepara consolidar al menosparte de ladeudaflotante del Estado.

Negociadorpor la parte británicaen la fasefinal fue uncurioso personaje,Manuel McnessesGilligan —a quien seatribuyela insercióndel célebreartículo del navíopermiso—cuyos antecedentesson bien ilustrativos, pues no en vano sehabíadedicadodurantela guerraal contrabandoy a la intro-ducción fraudulentade esclavosen las provinciasespañolasdel Caribe (16) desdela basede Barbados.Se trata puesdeun hombre con largaexperienciaen el negocio,pero tambiénde quien se había movido externamente,fuera de los dospolos —Jamaicay las coloniasnorteamericanas—entre losque terminaroncentrándose,desde finales del XVII, las co-rrientes económicasde la América inglesa. Barbados,quellegó a ser la isla «madíe»del azúcar,donde el sistemadeplantacionesalcanzóun éxito asombroso,fue tambiénpor estaulisma prosperidad,más sensiblea todos los riesgos que sesucedieron.La insaciablenecesidadde negrosesclavosdeter-miné un procesoen el que sólo los más ricos propietariospodían invertir en grandescargazones,con lo que paralela-mentefueron también adquiriendola tierra de los plantado-res menores,hasta que toda la superficie cultivable quedósimplificada en unas centenasde grandesplantaciones,dondeanteshubo miles de parcelas.Así, si la isla, por un lado, sellenabade negros,por otro se vaciabade blancos—muchosde los cualesemigrarona Carolinadel Sur—, con lo que seautolimitó la posibilidad de que existieran gentes audacescapacesde ir a buscarmanode obra esclava. Quedaron,porconsiguiente,a expensasde los que les llevarany de los tra-ficantes queallí se instalaron. De aquí, los altos preciosque

(16) Dc él trata Richard Pares: War and Trade in tite West Indies<1739-1763). Oxford, 1936, p. 11; otros datos recogió Elena F. 5. de Studeren La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII. Uni-versidadde Buenos Aires, 1958. Sobresu intervención en el tratado, Scelle[15], tomo U, p. 532.

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les imponían.En 1689 —bajo el dominio de los agentesdela Royal African Company—,llegaron a considerarinsoste-nible la situación, obligadosa comprarlos negrosquela Com-pañía les llevaba a precios caros, por no poder colocarlesen otras partes de donde salíanbarcospara su adquísícíondirecta. «Hasta ahora —decían en su alegato—, el preciode los negrosse manteníaen siete libras por cabeza—,ahoralos pagamosa veinte...» (17). Por añadidura,esto sucedíacuandoya en las otraspequeñasAntillas —dondese instala-ron muchos de los emigradosde Barbados—iniciaban unafuerte competenciaazucarera,situaciónque se agravócon elagotamientode las tierras.En paralelocon tal crisis, Jamaicahabía logrado su primacía, convertida ademásen metrópolidel contrabandoque se ejercíasobrelos territorios españoles.En esta situaciónpodrá comprenderselo que representabalaintervenciónde Manessesen la implantacióndel Asiento.

Interesadestacareste aspectoporque, justamente,el tra-tado del Asiento venía a significar ademásuna especiedevuelta al sistemadel monopoliodela Royal African Company—que llegó a estarcasi extinguidaen 1713—,pero ademáscontemplandocomo objetivo de la trata, preferentemente,lospuertos del Caribe hispánicodonde, hasta entonces,solo sehabía podido actuar por la vía ilícita, con las limitacionesconsiguientes.Por ello no es de extrañarque, si en Inglaterrasurgieron ciertas desilusiones,provocadaspor el procedi-miento financieroy participaciónde beneficios,fuera en lascoloniasbritánicasde América dondeel Asiento y las funcio-nes de la SouthSeaCompanyse recibió con no poco disgusto(18), puesto que, por lo pronto, significaba una alteracióndel régimen de introducción de negros,en perjuicio de loscanalesquepor su cuentay riesgohabíanestablecidolos «par.ticulares».En efecto, ahoraiba a funcionarun factorexterno,mediantela irrupción de unosinteresesexclusivamentemetro-politanos, que desplazaríana los gruposque en las coloniashabían actuadogracias al margenque la propia Corona in-

(17) Quejas de las Plantaciones, según cita que hacen Mannix yCowley [7], p. 40.

(18) E. Donnan [9], tomo II, pp. 151-153.

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glesa les había toleradocuando,por el Asiento francés, sólopodía operarse sobre íos territorios españolesclandestina-

mente. Pero, desde el momentoen que —por el tratado deAsiento—, la introducción de los esclavosnegros pasaba aserlegal, la poderosacompañíaabsorberíatodas las posibili-

dades. Y, por añadidura, al descartarselos «particulares»del suministro de negrosde que había de proveersela SouthSea Company, el monopolio británico pasabaa ser total. Si

a ello unimos los presuníiblesefectos del navío de permisoy el propio contrabandoque, al amparodel tráfico de negrospodrían ejercer los barcos de la Compañía, fácil sera com-prenderla antipatíacon que podíanver el nuevo régimen.

Al ponerseen marcha la introducción de esclavospor laSouth SeaCompanyen aplicación del Asiento, emplearonelmétodo del depósito, desembarcandolos navíos de la tratasus contingenteseíí Barbadoso Jamaicaen vez de llevarlosdirecíamentca los puertos de las provincias españolas,puesasí evitabanel desmerecimientode precio, al permitir a losnegrosreponersede los efectosde la travesía,al mismo tiempoque regulabanlos destinos.Jamaica,pues,continuabadesem-peñandoel papel de centro reexpedidor, pero ahora tal co-mercio no estabaen sus propiasmanos,al mismo tiempo queperdíasu primacía—la que disfrutó en tazón de su mejor po-scion— en beneficio de l3arbados.Pero de esa función qui-sieron aprovecharseen Jamaicapara resarcirsedel perjuicio

que suponía la aplicación del sistema legal en manos de lacompañíametropolitana,al imponer un derechode 20 chelinesque votó el consejo de la isla, sobre cada negro que fneíateembarcadopara los teiTitorios españoles,que venia a su-mm-se al impuesto del diez por ciento que pesal)a sobre laentrada (19). En ello vemos claramenteun síntoma de esa

actitud de disgusto que eí nuevo régimen producía en uncentro como Jamaica,que durante la época de la guerra deSucesión llegó a montar un tráfico ilegal de esclavos que

(19) Este período fue cstudiado también por Elisabeth Donnan: IheBatIr Days of tite South Sea Company,/711-1728«Journa] of Fconomic ¿mdBusincss History~, vol. II, trabajo utilizado por Studcr [16], p. 175,cuando trata de los problemas iniciales.

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ahoraperdia. Si bien el gobierno inglés ordenó derogarelimpuestoen 1718,en Jamaicano se atendiótal resolución.

Pero todo estosólo es unaparte del problema.De mayortrascendenciapara el aspectoque más nos interesa es otrohecho, derivado de la dificultad que sufría la South SeaCompany para cubrir la cantidad de negros que había dellevar a los territorios españoles.Para lograr esa cantidadhubo de apelara comprarnegrosen Jamaica,lo cual eviden-cía un efecto: que el sistema del Asiento no sólo desviabahacia los territorios españoleslos contingentesde negrosad-quiridos en Africa, sino que ademásabsorbíaparte de lasdisponibilidadescon quepodíacontar Jamaica,lo quereper-cutía en perjuicio de las necesidadesde las plantacionesdelas coloniasnorteamericanas.He aquípues,cómo la relaciónde éstas con Jamaica—que vimos establecidadesdefinalesdel siglo XVII— se veía alteradaal enrarecersesus posibili-dadessuministradoras,ya que la adquisiciónen Africa tam-biénseveíaperturbadaporla accióndela SouthSeaCompany.

Por añadidura,si creyeron en un rápido y lucrativo ne-gocio, la prácticainicial demostróquesólo teníancolocacionlos negros que llegaban en buenascondiciones,por lo quepara evitar la compañíaque se depreciarala trata y en evita-ción de quesu vacío le llenaranlos holandeses,tuvieron queapelar al procedimientode dejar en Barbadoso Jamaicaalos quehabíanenfermado,reemplazándolespor negrossanosque allí adquirían,contribuyendoesto a un aumentode pre-cios (20). Ello pudo haber creado un mayor interés en eltráfico, pero dadaslas desigualescircunstanciasde los terri-torios espafiolesy las dificultades queencontraronpara con-seguirlas gananciasa que aspiraban,la consecuenciafue laquesuele acompañara toda especulción.

Presumiblemente,esta forma de acomodaciónse veíaalentadapor el convencimientode que tambiénen el Caribeles seríafácil proporcionarselos negrosquenecesitaranpara

(20) Donnan: Tite Early Days [19], p. 442, transcribe a este propó-sito un testimonio qne se publicó en Londres en t713: Importance oftite Brítish Plantations in America to titis Kingdom.

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cubrir sus necesidadesde manode obra. Y, en efecto, inicial-mentepudo ser así, pues la capacidadadquisitiva de los te-rritorios españolesque no tenían metales —especialmenteen el áreavenezolanay Antillas— estabamuy limitada, tantoque se llegó a convenir que el pago de los negros pudierahacerseen frutos de la tierra.

Buena muestrade esa situación, que se prolongó hasta1717, nos la ofrece un informe de Dudley Woodbrige,direc-tor de las actividadesdel Asiento para estosterritorios quien,en un escrito del 16 de octubrede ese año, manifestabaquesi durante los mesesprecedenteshabía llegado a tener hasta521 negrosen depósito,susfactoresapenaslograron colocar,y a preciospoco rentables,un total de 166, repartidosasí:103 en Caracas,38 en Santo Domingo, 22 en Maracaiboy 3en la Margarita, sin haber efectuadoninguna operacióíí enTrinidad. Consecuenciade esta situaciónfueron las pérdidasque habían sufrido algunostratantes,que se dejaron arras-trar por la creenciade un rápido negocio, como fue el casode un tal NathanielWhite, quienllevó anteriormentea la costacaraqueña140 negros y, despuésde varios meses,hubo dehacer regresara La Habanala mayor parte,por no haberlogrado venderlosal precio que tenía previsto. De aquí queWoodbrige aconsejaraa la Compañía,entre otras medidas,que se establecieranen esteárea factorías dondese situaranlos negros—paraeliminar las incertidumbresde los viajes—y que a ellas se mandaranpequeñascantidades,de acuerdocon las posibilidadesde venta(21).

Ciertamente, las dilaciones iniciales y, quizá, el efectode estas contrariedades—derivadas también del deseo deobtenerunospreciosaltos—teníansu paraleloen unaentradade negros en el Caribe nada sobreabundante,que se dirigíaen especialhacia Jamaica,parabuscardesdeallí una mejorcolocaciónen Portobelo.De tal maneraque,por ejemplo,parasuplir de negrosa PuertoRico, el 13 de septiembrede 1717se propusopor partede la Compañíadel Asiento comprarles

(2i) Vid. Miguel Acosta Saignes: Vida de los esclavos negros enVenezuela.Caracas,1967, donde refleja esta situación en pp. 3t33.

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342 Demetrio Ramos [REAA: 6]

en la isla danesade San Tomás (22), como también LewisRenard,en nombre de la CompañíaHolandesade las IndiasOccidentales,ofreció en el mes de octubre del mismo añosuministrarnegros a la South Sea Companya precios queresultaranremunerativos(23).

Por consiguiente,si por un lado las colonias norteame-ricanas se veían entorpecidasen su adquisición directa deesclavosen las costasafricanas,por otro tenían que centrarel comerciosobreel Caribe hispano dondelas balandrasenqueenviabansus harinasno podríantan fácilmente retornarcon los negros que necesitaban.Y no obstante,las coloniasnorteamericanashubieron de persistir en esa línea, en con-currenciacon la corrientemetropolitana,porqueera su únicorecurso, al menospor el momento.

Por si fuera poco, dadaslas imposicionesque la Compa-íiía encontrabaen Jamaica,dondehabíaestablecidosu fac-toría como sedeprincipal del Asiento, a instanciasde DudleyWoobrige,su agenteen Barbados,se pretendiósituar en estaisla el grueso de sus actividades.Con ello no se facilitaronlas cosas,pues al resultarmásdifícil la colocaciónde negrosdesdesu base,tales efectos se sumarona las dilacionesconqueprocedíala compañía.Así, como escribeStuder,sin querenunciaranlos jamaiquinosa sus actividadesilícitas, «la islasiguió considerandoal Asiento como una usurpación, unaintrusión en un intercambioya tradicional»(24).

La concurrencia británica y de las colonias angloamericanasen el Caribe.

La iniciación de las actividadesde la SouthSeaCompany,segúnlo quehemosexpuestoveníaa perturbara las coloniasanglonorteamericanastanto en la adquisiciónde negroscomoen su comercio,pues si la concurrenciacon la poderosacom-pañía para la búsquedade esclavosen las costasafricanas

(22) Luis M. Díaz Soler: Historia de la esclavitud negra en PuertoRico. Universidad de PuertoRico, i970, p. 85.

(23) Donnan (9], II, p. 215.<24) Studer [16], p. 176.

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[REAA: 6] Esclavosa Norteamérica 343

era casi imposible—por el momento—,el sistemade tráficotriangular se desbarataba.Por eso se originaría una concu-rrenciaen el Caribe dondea la inversa,contabancon todaslas ventajas las harinasde las colonias, con las que haríanllegar también otros artículos.Ante la dificultad que la Com-pañíaencontraba,en estos primerosañosde la aplicación deltratadodel Asiento,paraejercere] derechodel Navío de per-miso, por cl irregulardespachode flotas españolasa Portobe-lo, el sistemaestablecidodel contrabandopersistióen provechode unosy otros,motivo por el cual esaconcurrenciano deter-minaba un choqueserio entre íos interesesdel comerciome-tropolitano y los de las colonias del Norte. El Caribe era elgran respiradero,donde íos barcos angloamericanospodíanaspirar a colocar sus produccionesy proporcionarsepesosespañoles,y hacia él se dirigían conmásintensidadaun.

Del examendel tráfico marítimo que se concentraen Ja-maica —base fundamentalde la actividad comercial de loscolonosnorteamericanosy de los ingleses—podremosextraerconclusionesque ilustransobreestarealidad,antesquenuevascomplicacionesbélicaslleguena introducir otrasvariantes.Pa-ra ello disponemosde unafuentemuy minuciosa,quepodrásercontrastadacon otros testimoniosinformativos para su mejorajuste, pero queparael casonos sirve perfectamente,con laventaja de ser un instrumentohasta ahora no explotado ycoincidir sus datos con la época que nos interesa. Se tratadel diario que llevó el capitán Antonio Cotayre duranteeltiempo que permanecióen Jamaica,cautivo de los ingleses,desdequeallí llegó en salvamento,el 19 de diciembrede 1718,una vez queél y sus hombresfueronrecogidospor unabalaíi-dra de la isla, trashaber encalladoy perdido su naveen losbajosde la Víbora (25). El recopiladorde datos,es,pues,untécnico, hombre de mar y ademásun comerciante(26), por

(25) Archivo Generalde Simancas,Estado7607: Diario del viaxe de laFragata nombrada (Santo Cristo de San Román y Nuestra Seflora de]la Candelaria, su capitán Don Antonio de Cotayre, para el Puerto de laVera-Cruz desde el de la Guayra, de donde dio vela en 24 de noviembrede 1718, 14 hojas, recto y verso, excepto la última.

(26) Antonio de cotayre y Terreros era comerciante, con residenciaen Veracruz,y se dedicabacspecialmentea importar cacao, que adquiría

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lo que a sus apreciacionessobrecargamentosy destinos hayque darles más valor que a las referenciasconsignadasendocumentosoficiales, donde suelen encubrirse los destinos,como se eluden las especificacionesde carga o procedenciacuandose relacionancon tráficos ilícitos. Por otra parte, se-gún parece,el Diario —ademásde ser instrumentoobligadopor las normas usuales—fue también redactadocon inten-ción de mercader,pues los datos de entradasy salidas debarcos, con referenciaa su «trato», son los que se llevanmás minuciosamente(27), confirmandoese interés el hechode que luego le retuviera en su poder, sin hacerde él másutilizaciónquequizála de rutina,hastaqueen agostode 1721,muchosmesesdespuésde hacersecargo del gobierno de la

en Venezuela,en uno de cuyos viajes se produce el naufragio junto alislote de San Pedro, al Sur de Jamaica,cuando regresabacon su carga-inento a Nueva España.

(27) Puede pensarseciertamente, que un prisionero no está en con-diciones de observarlos movimientos de barcos,con lo que sus noticiasperderíanmucho de su valor si eran estimativas;pero en su Diario en-centramos la explicación que disipa este inconveniente,pues dice que,después de llegar a Puerto Real el 19 de diciembre de 1718, días mástarde,el 27, «como a las ocho de la noche nos prendierona todos y nosllevaron a una prisión donde estubimoshastala una de la noche, y a lagenteles quitaron todo quanto de valor les hallaron enzima, sin reservara las inugeres. Y a esta ora nos sacaron y embarcarona todos paraPasifort, que esta dos leguas de Puerto Real, dondc yo y los Padresalquilamos un coche y fuimos en él, pero toda la gente a pie, arreadospor detrás de tres o quatro soldados de a caballo...» Así continúa surelato para decir que, el día 28, «amanesimostodos en la prisión de SanPaniston y, como a las 11 del dia, mandó el Governador que fuese yoy los Padres al Consejo, a donde fuimos llebados por el Carselero, yhallamos todo lleno de los del Consejo. Me hisieron la proposición deque havia de yr un Padre a la Habanaha ver si entregabaaquel gover-nador la gente [inglesa] que tenía allí, que los cojieron en el Real [pordedicarseal tráfico ilícito]. Y el capuchino dijo que yria, con que soloa mi [como capitán del barco] me permitió eí Governador la livertad,y a toda la demásgentepresa». Al mismo tiempo que sc nos explica asícómo fueron hechos prisioneros en tiempos de paz, para forzar de esamaneraal gobernadorde La Rabanaa poner en libertad a los que teníaapresados,en canje,comprendemostambién cómo,en razón de su grado,Cotayre dispuso de una libertad relativa para poder observar lo queacontecíaen el puerto, pues —como lo consignaal hablar de las nove-dades del 29 de diciembre— allí se trasladó: «consegui que me dierana el PadreCapellán y, en compaflia dc los dichos Padres,vine a PuertoReal».

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[REAA: 6] Esclavosa Norteamérica 345

provincia del Yucatán (28), decidiera remitirlo a la Corte«para si en su vista fuera combenientedar alguna providen-cia» (29).

Si hastaentonces,a través del llamado por los ingleses«Windward Passage»,es decir, del estrechoque separabaCuba de La Española,habíarecibido Jamaicalas mercancíasde las islas Británicasqueutilizó parasu tráfico, con el finalde la guerra y graciasa los privilegios obtenidosen la pazde Utrecht, esta línea de relación se hizo más normal y fre-cuente.Perotambién se haceregular otra doblelínea, queal-canzabaJamaicaporel pasoantillano,a la alturade Barbados:una,procedentede la costa africana,con los cargamentosdenegros,que seríanllevadoscomo esclavos,para su venta enTierra Firme y Portobeloprincipalmente;y otra, constituidapor los barcos que, desde las islas Madera, transportabanlos vinos, que también llevarían a vender a las provinciasespañolasdel Caribe, en competenciacon los que pudieranllegar de Españay, especialmente,en perjuicio de los vinosperuanoso chilenos.

Mas a estastres vías de relación debemosunir otra, que

(28) J. Ignacio Rubio Mañé: Introducción al estudiode los virreyes deNuevaEspaña. México, 1961, tomo III, p. 322, dice que Cotayrey Terrerosllegó a ser gobernador de Yucatán por su hennano Domingo. A estese lc había extendido el nombramiento para suceder a Vértiz por ser-vicios pecuniarios hechos a la Corona. En ese título se especificó quesi acaecíala muerte del favorecido, se llamaraa su hermanodon Antonio,comerciante del puerto de Veracruz, para desempeñardicho cargo. Yen efccto, como al solicitar Vértiz el relevo ya babia falíccido Domingo,recayó en don Antonio que, llegado al Yucatán, pudo tomar posesiónel 24 de diciembre de 1720. cinco años gobernó la provincia, hasta cl24 dc diciembre de 1725.

(29) A. O. de Simancas,Estado,7607, carta de Antonio Cotayre a laCorona, fechadaen Mérida a 18 de agostode 1721, ocho mesesdespuésde habersehecho cargo del gobierno de la provincia, en cuyo escritohace un breve relato de su irregular apresamientocuando <por el añopasado de mill setezientosdiez y ocho, haziendo navegación desde elPuerto de la Guayra para el de la Vera-cruz, fui perdido cn el horcalde la Bivora, de donde despachémi lancha a la Ysla de Xamayca, pidien-do me socorrieran con algunas valandras para salvar lo quc pudiera;me las embiaron y salvé el cacao que pude de los altos del navio. Meembarquepara dicha ysla, en fe de la paz, donde a pocos días de llegadome prendieronen la Carzel, y a toda mi gente,con bastantesvelaciones,sin embargode no haversedeclaradola guerraen muchotiempo despues,.

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346 Demetrio Ramos [REAA: 6]

rápidamentese ha intensificado:la queprocedede los puer-tos de las colonias norteamericanas,como Boston, NuevaYork, Filadelfia y Charleston,de dondesalenlos barcosquetransportanlas harinas—en competenciadurísima con lasde NuevaEspaña—(30), y tambiénpescasalada—esencialpara la alimentaciónde los negros—y otros artículos quese sumanal «trato» en forma nadadespreciabley sobretodode un significado que alcanzaráhondasrepercusiones.

Si de los barcosentradosen PuertoReal, de Jamaica,ellugar-almacénde concentración,hacemosabstracciónde lasbalandrasy navíosde escoltaque se dedicana la distribuciónde los cargamentossobre los territorios españoles—que en-tran y salenunay otra vez—, así como de los que se dedicanal corso y al abastecimiento—como las balandrasde Ber-muda,que íes suministrancoles,cebollasy ajos—, paraaten-der exclusivamentea las embarcacionesque procedende loscuatro centros de relación, que son los motoresde su trato,tendremosa la vista las lineasumbilicalesde su sostenimientoy también la versión más elocuentede la balanzade depen-dencia.No importa que la seriequenos proporciouaCotayresea corta, pues precisamentelo que nos interesa aquí es larealidad de estemomento justo, el previo a la guerra de laCuádrupleAlianza con Españade 1719-1721y el que sebrica con ella en su período inicial, pues es el que nos im-porta conocerpara explicarnosel fenómenoque tratamosdedilucidar.

Estasarribadasal puerto de Jamaica,que extraemosdelas minuciosasanotacionesdel Diario de Cotayre,eliminadaslas del movimiento redistribuidory de adquisicionespara losretornos,nos ofrecenel siguientecuadro:

(30) A. G. de Sixnancas,Estado 7606, carta del gobernadorMatamoros,del 9 de julio de 1718, donde dice haber llegado una balandrainglesa [delas colonias del Norte], sobre la barra del puerto de aquel presidio deFlorida «el dia treze de dicho mes cargadade Armas”.

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[REAA: 6] Esclavos a Norteamérica 353

Como ha podido observarse,antes del comienzo de la

guerralas embarcacionesprocedentesde las coloniasinglesasde Norteaméricadominabande forma casi aplastanteen eltráfico llegadoa Jamaica,dominioque luegotiene un declive,pararehacersea partir de julio —épocade las cosechas—,almismo tiempo que la llegada repentinade navíos de guerrainglesesen el mes de abril alteran la normalidad del ritmo.Estapenetración,como es lógico, se ligaba a un interéspara-lelamenteintenso, lo que explica que tratarande asegurarsela ruta de relación con una base interníedia,que salvara ladificultad del estrechode Florida y de las costasdel Nortede Cuba. Esta fue la causade la repoblación que acababadehacerseen la isla de NuevaProvidencia,en las Bahamas,puesdada su situación geográfica, permitía la escala y refugio,tanto a las navesque desdelas colonias norteamericanassi-guieran el canal del NO., como a las que, desde las islasbritánicas, despuésde reavituallarseen las Bermudas, tra-taran de penetraren el mar de las Antillas por el canal del

NR para ganar el «Windward Passage».Desdeprimeros de1718, los ingleseshabíanrepobladoProvidenciay si Cotayre,el 14 de marzode 1719,al comentarla salidade una balan-dra de Jamaicacon aquel destino,advierte la trascendenciaquepuedetenerese establecimiento,en cambio no comprendesu verdaderoobjeto, pues se empeñaen plantearúnicamentesu efecto frente al tráfico españolde retornoa la Península:«estaysla—dice— está a un lado de la canal de Bahama,ensus mismos plaseres,y de fortificarse y de mantenerseallílos enemigosbajeles, es evidenteel daño que resivirán lasflotas y navíos sueltos españoles[que] quedaránen manosde los enemigos,como paso forzoso paradesembocar».

Mas la realidad, a la vista de lo que nos denunciaestecuadrode tráfico, es en cierto modootra: másqueun puestode acechosobre la salida del estrecho de Florida, era unpunto de apoyo para el camino de entradaen el Caribe, unapieza de consolidaciónde esalínea que, desdeBoston,NuevaYork, Filadelfia y Charieston,llevaba a Jamaica. Por eso,al estallar la guerra de la CuádrupleAlianza, Franciae In-glaterra pudieron ser solidarias,pues si los establecimientosfranccscs de Nucva Orícaneprecisabanfranquearseel paso

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de Florida —de aquí las operacionesque abreSerigny sobrePensacola—,los colonos norteamericanossentían tambiénla necesidadde asegurarsuruta. Y por lo mismo, el CapitánGeneralde Cuba,de igual forma que apuntabacontraNuevaOrleans,dirigía tambiénsus proyectos,al mismo tiempo quecontra Charleston, contra Providencia, en las operacionesque abre en 1719, fracasadaspor los temporales de lamar (33).

Pero no son estasactividades,a pesarde las apariencias,las que alteran tan repentinamenteel tráfico de arribadasde los barcosde las coloniasdel Norte en los mesesde febreroa julio. En sualza y descensose nosmarcaun ritmo quevienea denunciarnosel factor fundamentalque le promueve—elritmo de las cosechasde cereales—,con lo cual tenemosa lavista una de las razonesde esa penetracióny, con ella, lahuella que nos marcaráhastadondellega su extensión,delmismo modo que el tráfico sostenidodel invierno denunciaqueno eransólo cerealeslo quellevabanal Caribe.

No deja de sercuriosoel hecho de que, mientrasla estra-tegia británica persisteen consideraral istmo de Panamácomo clave de la economíahispánica—cuandoya se habíameridionalizadoel comerciodel Pacífico—, insistiendoen ladirección ya anacrónicadel Western Design de Cromwell—como lo reiteraría en los días de Vernon, con el asalto aPortobelo—,la línea de penetracioneconomicaqueparte delas colonias norteamericanastenía ya un signo diferente—aunquese confundaen apariencia—:el de golpearen losaledañosde Cuba —lo que será bien efectivo en 1762—.hiriendo al mismo tiempo Ci dominio- económicode Veracruzsobreel área, con la irrupción de las harinas del Norte, quellegarána provocaren el futuro la ruptura de la conexiónde la GranAntilla con la NuevaEspaña,que hastaentoncesse mantuvo,másque inalterada,en creciente(34). Así pues,

(33) Antonio de flethancourt: Felipe 1’ y la Florida. «Anuario de Es-tudios Americanos»,Sevilla, 1950, VII. pp. 95-123.

(34) Julio Le Riverend: Relacionesentre Nueva España y Cuba, 1518<1820. «Revistade Historia de América», México, 1954, núm. 37-38, pp.

45-108.

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el dibujo que nos ofrecenlos detallesdel tráfico de arribadasen JamaicaqueCotayrenosda, no puedesermásprofético.

Un síntomabien elocuentede esa pugna competitivanosle registrael propio Cotayreal consignaren su Diario queel25 de junio de 1729 «entró una Balandra de la Providensiacon la notisia de haverapresadodos cosariosde aquellaYslaa dos balandrasespañolascargadasde armay otrasprovisio-nes,y queteníanambas70 hombres,los queestánprisioneros,cargandopiedra para haseruna fortaleza».

Otro ejemplo de ese desalojamientoque se emprendecon-tra las harinasde NuevaEspaña—entremuchosquepodríanremoverse—le tenemosen uno de los dramáticosepisodiosde la vida de las gentesde SanAgustín de la Florida, añosmás tarde. Los vecinos estabanhambrientos,víctimas de suestrechez,cuandollegó allí un navío de las coloniasdel Norteparaentregarocho prisionerosespañoles,capturadosdurantela guerra (35), en cuyo barco llevaba nadamenosque 477barrilesde harina. Ante ese cebo, los vecinoshicieron repre-sentaciónal gobernadorAntonio Benavidespara que se sir-vieramandarconvocara junta a la mayorpartedel vecindario»paradecidir si conveníao no comprar«dequentade Su Ma-gestadla harina y biscochoque consta traer dicha embarca-sión», fórmula evidentementesugerida por el propio Bena-videspara eludir la responsabilidad,por lo queno tienenadade extrañoqueaccedieraa convocardicha junta por decretodel 4 de febrero de 1721. Resueltala adquisición,acertóallegar entoncesun navío de Nueva España,que con el situa-do transportabatambién harina. Pero cuando, en consecuen-cia, se decidió que el navío anglosajónno descargara,se in-terponeotra representaciónpor los vecinos, alegandoque apesardel navío de Veracruz,la carestíase mantiene,pueslosbastimentos—se decía— habían llegado podridos y, coil elaumentode la guarnición,la necesidadhabíacrecido,máximecuandopara el futuro no podía contarsecon cosechaporquelos indios de los alrededoresno habían podido sembrar,en

(35) A. G. de Simancas, Estado. 7607, carta de Antonio Benavidesa la Corona, del 20 demarzode 1721, relatando lo sucedido.

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virtud de todo lo cual, otro decretodel 28 de febrero decidela compra(36). Naturalmente,la razón de esarepentinapre-visión residía en la baratura de las harinas de las colonias

anglosajonas—por lo que el capitán del navío sabíaapro-vechar el pretexto del viaje—, circunstanciaen que se apo-yará siemprela competencianorteamericanapara desalojarlas harinasde México.

A la iniciación de estedesplieguesobreel áreadcl Caribepodemosasistir a travésde esasarribadasa Jamaicaque nosanotaCotayre—tras los precedentesde la anterior etapa—,como tambiénal despeguede ese centro—que ya no seráelúnico— para la comprade melazasen los territorios espa-fioles, dondelas lograbana mejor precio que en las Antillasinglesas. Ello nos permitirá comprenderuna insospechadaconsecuencia,que puedeparecersorprendentepara una épocatan alejada ya de los hábitos medievales,pero que está enconexióncon las formasde operaren las costasafricanas.

La capturade indios y gentede color en los territorios españoles.

Si las harinasnorteamericanashabíanencontradoun nue-

vo acomodo—en perjuicio de las de Nueva España—,tam-bién intentarían paliar las colonias del Norte su necesidadde mano de obra esclava,buscándolaen el Caribe. Si enaquellas circunstanciasiniciales no les fue difícil comprar

la que no teníacolocaciónen Tierra Firme, pronto se deslizóel sistemade las capturas,queveníaa repetir sobreel litoralhispanoamericanohábitos ejercitadosen las costas africanaso métodos —también— impuestosen la Florida, especial-mentea partir del sitio de San Agustín en 1702 (37). Aquí,

(36) A. G. de Simancas,Estado,7607, petición de los vecinos; copiadel decreto de Benavidesdel 4 de febrero de i721, notificación del escri-bano, testificación de la junta, nueva petición de los vecinos, otra peti-ción paralela de fray José López, en nombre de todos los religiosos, de-creto por el que accedeBenavides,del 17 de febrero, y orden de compradel 28 del mismo mes. El asunto concluyó con la confiscación de los477 barriles de harina y 4 de bizcocho,por haber aprovechadola ocasióncl capitán del navío paradesembarcarsombrerosy otros génerosque nose le había autorizado vender.

(37) Alexander Hewatt: Historical account of South Carolina. Tomo

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en efecto, se acostumbróhacerunaguerraque, apartelos ata-quesformalesy en toda regla, se basabaen una continuaac-ción de desgaste,por el estrechamientode los vecinosa la másáspera situación, imposibilitándoles el cultivo de la tierray la crianza de ganados. Los asaltos a los «plantajes», elincendiode las cosechasy la capturade los esclavoseran lohabitual, sufriendoanálogosperjuicios los indios queseguíanfieles a los españoles.Porpartede los colonosde la Carolina,esa táctica les era muy cómoda,puesto que sólo uccesitabanarmar y azuzarcontra los españolesa las tribus de su par-cialidad. Esecontinuoestrechamientosería,como podíanpre-sumir, la forma de reducir a los españolesa la pasividad,quiza con la aspiración de que terminaranpor desampararla tierra.

El recuerdode estacadenade padecimientosse pone demanifiesto en una representaciónde los vecinosde San Agus-tín, que fechan el 2 de octubrede 1720, donde afirman pro-longarse sus desgraciasdesde el 1702, justificando así lapetición que formulan paraque al menosse concedalicencia

paraque sus mujerese hijos puedantrasladarsea otra tierramás segura, por «vernos arruinados y totalmenteperdidoscon las entradasque [desde dieciocho años atrás] an hecholos indios enemigos,llebándonosnuestrosesclabos,distruien-do los sembrados,robandolos aperosy herramientasde nues-tras líaziendasy matandolos ganados,y si alguno an dejado

a sido forsoso retirarlos a este Presidio y matarlo, como ac-tualmente se está haziendo»(38)-

Habla concretamentede este tipo de guerrael gobernadorAntonio de Benavidesmí un informe dirigido al Rey, quefirma en San Agustín el 28 de octubre de 1720, donde alreferirse a las hostilidadesque realizan los colonos de laCarolina,dice queemplean«astaun navio de fuersade veintey quatro cañonesque tienen [y que] a salido a corso, nom-

U, pp. 180-247. Charles W. Amado: Tite siege of St. Agustine in 1702.Gainesville, Fío.> University of Florida Press, 1959.

(38) A. G. de Simancas, Estado, 7607, representaciónde los vecinosde San Agustín, de 2 de octubre de 1720 y copia de la misma de 2 dejulio de 1721.

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brado «el Manuel»,y por tierra estoi cada dia esperimentan-do estorcionesde los indios de su devocion a quien fomentanal fin de que vengana estos contornos [para llevar a cabodestruccionesy capturas] i a la fecha destame hallo con elnuevo cuidadoen que me tiene havermehavisadoanocheelcavo de un puestoabansadoen el pasodel rio de Picalataenqueme dice le falta uno de los soldadosde la guarnicion sepresumeaberlohechoprisioneroestosindios...»(39).

La situación creadaa las colonias norteamericanasporla aplicacióndel tratadodelAsiento—despuésde la guerra—y, sobretodo, cuandola posibilidad de obtenernegrosde lostraficantesse hizo más difícil, debió provocar un desliza-miento de esosmétodosque, por lo que vemos,tambiénprac-ticaron los de Jamaica.

Por otra parte, el método queva a generalizarsecuentacon precedentesque se encuentrantambién en otra etapa deescasezde mano de obra, en la que, igualmente,los colonosnorteamericanosapelaron a procedimientossemejantes.En

efecto, ya en 1645, los colonos de Massachusettspensaronresolver sus dificultades apoderándosede gentes indígenasde sumismoterritorio. Los de Salem,concretamente,en 1638,llevaron al Caribe un grupo de indios pequot,para su ventaen las pequeñasAntillas británicas,testimonio de que entreellos se practicabaese método.Mucho másadelante,en 1675,un buennúmerode indios capturadosconocasiónde la guerradel «rey Felipe»fueron llevadospor los de Nueva Inglaterraa vender tanto a las plantacionesde las islasdel Caribe comoa la colonia de Virginia (40) - Por consiguiente, existía yaunatradiciónque si no se habíadesarrolladosólo era a causa

de las mejorescondicionesque para el trabajo se reconocíaen el negro, cuya importación había ido en crecimiento. Lapráctica de las capturasde barcos negrerosya hemos vistoque tambiénfue habitual, lo queexplica la facilidad conque

(39) A. O. de Simancas,Estado, 7607, comunicación del gobernadorBenavides al rey, fechadaen San Agustín de la Florida a 28 de octubrede 1720.

(40) Mannis y Cowiey [7], p. 68.

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se trasladaronestosmétodosa las costasdel Caribe, tan pron-to se vieron limitadas sus adquisicionesdirectas.

La primera capturarealizadaen el siglo xviii en el marde las Antillas de la que tenemosnoticia, tuvo lugar en lacosta meridional de la isla de Cuba,cercade la villa de Tri-nidad, y debió producirseen el mes de abril de 1719. ElcapitánCotayrehablade ello al consignarqueel 9 de mayoentró en el puerto de Jamaicaunabalandracorsariaque lle-vabaprisioneraotra pequeñaembarcaciónespañola,con vein-ticinco hombres a bordo, Debió ser asaltadapor sorpresa—muriendo entoncessu capitán—, pues dice que estabanen tierra otros veinticinco hombresde su dotación. Segura-mente se trataba de otra nave corsaria, dedicadaa vigilaraquel litoral de la isla, tan frecuentadopor las balandrasanglosajonasque se dedicabana practicarel trato ilícito (41).

La aparienciade una presa de guerra se nos disipó alcomprobar,por otra anotaciónde Cotayre, que en Jamaicano quiso tenerseen cuenta la posesión de patentede corso,

pues dice, refiriéndolo al día 11 de mayo que «echaronentierra a los prisionerosde la balandraespañola,todos ama-rrados las manos atrás, haviendomuerto a sangre fría a el

segundocapitan y Piloto, haviendosepasado24 horas sinhaverlesdadode comerni bebercosa alguna. Esta tarde los

llevaron a Espanistondondeasisteel gobernador,habiendolostratado en esta prision como si fueran facinerosos, teniendopatentedel Governadorde la Havana, la que les quitó el Co-sanoque los apresoy si no paresen[las patentes]los aorca-ran luego. Llevaronlospor la Calle a la prisión maltratandolosmucho con palos. Y las mugeresdel lugar, hasiendolesporlos Cavellos, les dabande Bofetadas,cosa nunca practicadaentrelas nasionesde la Europa».

Todo estetrato nos hizo suponerun enconoespecial,pre-

(41) Recuérdesela ruidosa contienda entre el gobernador de Cuba,Oñemesy Horcasitas,con el auditor Antonio Mauricio Falacián. defensorde las prerrogativas municipales, en la que salió a relucir el problemadel contrabando,tal como lo estudió Julio Le Riverend Brusone: Historiapolítica de una controversia sobre derecho procesal, 1719-1758. En «LibroJubilarde Emeterio S. Santovenia»,La Habana, 1957, pp. 307-314.

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sumiblementederivado de la efectividad que pudo tenerestabalandraen la persecuciónde los contrabandistasen tiemposanteriores.Mas la impresión de este relato se vio superadaante lo consignadotres díasmás tarde,al relatar Cotayreeldesenlacede estascapturas,puesdice el 14 de mayo: «tam-bien supe estedia haversepregonadoocho o 10 entremulatose 1yndios libres queavia en la Balandraespañolade la Tre-nidad para haserlosesclavos»,es decir, procediendoa su ven-ta pública (42).

No cabíaatribuir tan penosodesenlaceal supuestoenconoquepresumíamos,al comprobarla extensióndel procedimien-to, sobretodo con lo quedice el mismo Cotayreen su Diario,referido al 8 de junio, al hablar de la entradaen ese díaen PuertoReal de Jamaicade «un Bergantin corsariode Bar-vada, con una Balandraolandesaqueapresótratandoen Co-ro», pues anota: «en ella trajeron 6 yndios de aquella costa[de Coro] para venderen esta ysla, como hazen con todoslos que pueden cojer». Po+ consiguiente, esta otra captura—por nave distinta y en lugar diferente— de unos indios

tomados por sorpresa,presumiblementecuando llegaron abordo para hacer sustrueques,prueba la puestaen prácticade un procedimientoque sc habíageneralizado,motivo por elcual Cotayre podía escribir: «como hazen con todos los quepuedencojer».

¿Puedecreerseque Cotayre dramatizasus noticias, dada

su situaciónde cautivo? Esta conjeturase nos disipa al en-contrar otras fuentes que nos denuncian hechos semejantes,como lo vemos en una cartaque fray Agustín de Caicedo yVelasco,residenteen Cura~ao,escribeel 7 de julio del mismoañode 1719 al gobernadorde Cumaná,en la que, entreotrascosas,le dice que días anteshabíaarribado a sotaventode la

(42) Desconocemosla verdadera naturaleza de estos desventurados,pues, si bien la balandra pertenecíaal puerto de Trinidad, no creemosque todos fueran cubanos, especialmentelos indios mencionados porCotayre. Dado caso que hemosencontradootras balandrasque se dedi-cabanal tráfico de azúcary tabacoentre cuba y Cartagena,en las cualestambién habla tripulantes indios que procedían de la costa cartagenera,creemosque este seria ci origen de los que menciona Cotayre Como re-ducidos a esclavitud.

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isla «un bergantiningles cosario, con mas de 60 heridos dela refriega que tuvo con el Cosario de esepuerto [de Cuma-ná] - .., los ingleses traian consigo varios yndios prisionerosde ese Govierno [de Cumaná] que aunquea mí pedimientolos reclamé como libres, esto no se pudo lograr el que loslargasen,y se llavaron a vender a la Nueva Ynglaterra yestanoy en Jamaica [de paso]» (43).

Si, por un lado, este documento—procedentede la islaholandesa—nos pruebala veracidadde las noticias de Cotay-

re, por otro nos confirma aquel aserto que hacía: «comohazen con todos los que puedencojer». pues se trata de unacapturacasi contemporáneade la anterior, aunquerealizadaen el oriente del litoral venezolano.Consultadaslas entradasen Jamaica,sólo encontramospor estasfechasunanavecali-ficada como bergantín,quearriba el 9 de julio y que resultapertenecera Pensilvania.El hechode queesosindios «se lle-varon a vender a la Nueva Inglaterra»,explica el silencio deCotayre—que sólo habla de las ventasque se hacenen Ja-maica—, y explica también que sin haber mencionadomáscasos de esclavizaciónanteriormente,pudiera hablar de esoshechoscomo comunes.Por consiguiente,no sólo sus noticiasse nosconfirman,sino queademásde las quenosproporciona,

tenemosquesuponerquemuchosde los barcosque allí entran,camino de las colonias del Norte, llevan también indios cap-turados,pues al parecersólo se venden en Jamaica los quetransportannavesqueno van a la Nueva Inglaterra. Con ellotenemosdescubiertocuál es el mercadode colocación,todo locual encajacon la nuevasituacióndeterminadapor las necesi-dadesde los colonosdel Norte.

De otra capturaanterior a esta que denunciael religiosode Cura9aonos da noticia Cotayre, como efectuadatambiénsobrela costadel Orientevenezolano,puesdice que el 18 dejunio «entró una Balandra Cosariade la Antigua, y dio por

noticia bayer echado gente en tierra de Barselona,pueblo

(43) A. O. de Simancas,Estado,7607, carta de fray Agustín de Cai-cedo y Velasco,fechadaen CuraQaoa 7 de Julio de 17i9, dirigida al gober-nador de Cumanáy que este remite a la Corte con otra suya, de la quehablaremos.

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de la costa de Cumaná,y apresóa unos mulatos libres y yn-dios, los queestabendiendoen este Puerto».Eseámbito, porconsiguiente,resulta ser el más castigadopor la caza, como

viene a confirmarlo el gobernadorde Cumaná,don José Ca-rreno, por las noticias que da en una carta dirigida al Rey—conla que acompañala del P. Caicedo—y en la quediceque los ingleses«llevaronsede ellas [aquellas costas] a todogénerode gentes,pasandoa tratar como esclavosy a vendera los que son yndios», mediantelos asaltoshechosen la cos-ta de Margarita y hasta en la de Caracas,por lo que pideinstruccionesal respecto,ya que las que poseese refierena queúnicamentehaga represaliasobrelos efectos y cauda-les (44).

Pero no era sólo en las costasdel Oriente venezolanodondese producíanlas capturas,puesen el Diario de Cotayresenos refiere queel 27 dejulio de 1719 «entro len Jamaica]unaBalandra,de [la costa de] Mosquitos, cargadade carey,tortuga saladay 5 yndios para vender», que debieron sertomadosal llevar a la embarcaciónlos artículosquecargaron.Tambiénaparecengentescapturadasen Cuba,como lo vemosen lo que se anotadel día 21 de agosto:«entró una piraguade Corso de la costade PuertoPrínsipe,armadaen esta ysla[de Jamaica] y trajo de presados Piraguasde aquellacosta,9 esclavos,400 pesosen dinero y algún sebo».Como puedeverse,en este casono se dice quefueran indios, lo queobligaa admitir quese tratarade negroso mulatos.

Esa simultaneidad de indios y gentes de color la vemosrepetida en otra captura,de la que nos habla Cotayreel 23de agosto, al decir que «entró una balandra corsaria deaquestaysla que a echoel corso 5 mesesy es la misma quemandóla presa cargadade A9ucar y Tabacode Cuba. Aora

(44) A. O. de Simancas,Estado,7607, carta de don 305é Carreñoa laCorona, fechadaea Cumanáa 7 de octubrede 1719. En ella se lamentade que, despuésde estar tan castigadala costa de su gobernación,susvecinos resultaranmarginadosde algunaspresas,citando el caso de unquechecargadode harinas —y observemoscomo coincide la estela detas harinas con las capturas— que fue perseguido por un corsario deCumanáy que, comorcsultó aprcsadosobrela costade Caracas,ft,e estegobernadoreí que tomó la presainglesa.

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a traido 16 negrosquesaqueoen Barú, en la costade Carta-xena», noticia que se nos completacon otra que anota el 5de septiembre,donde refiere que «se bendieron 16 negrosy 4 yndios en pregones,los negrossolos 2 heran esclavosylos 14 libres, todos los mas casadosen Cartaxenay Barú.Los Yndios son criollos de la misma ciudad. Todos fueronapresadosen la Balandraque yba de Cuba a Cartaxenacar-gada de tabaco y en la misma ysla de Barú». Es decir, queperseguidala balandrahastalas proximidadesde Cartagena,en ella fueron capturadoslos indios, completándosela presaconel asaltoa Barú, dondetomaronlos negros.

También hay capturasde indios mexicanos,pues el 6 deseptiembreconsigna Cotayre: «tube notisia haver apresadosobre la sierra de Sn Mm —no acertamosa localizar estasierra que sería de San Martín— un Pingue que salia deTavascocargadode cacao [por] una balandrade la Provi-densia y trajeron aqui 2 yndios que bendierony la demásgente [del pinguel la echaronen las costasespañolas».Porello se ve bien claro que no se trataba de unas accionesdehostilidad, como podrían encajar en tiempo de guerra, sinode un decididopropósitoesclavista,puestoque los españoleso criollos que había en la nave apresadafueron desembar-cados para llevarse exclusivamentea los indios. Esta dico-tomía evidencia que tratabande mantenertales operacionesde capturafuera de ineludibles devolucionesde prisioneros,unavez queconcluyerala guerra.El blanco, criollo o español,no podríanvenderle,puesnadiese aventuraríaa una compratan insegura;en cambio, por lo que se ve, presuponíanquedel indio o del negro nadie se acordaría al ajustar tratadosde paz, con lo que resultabafácil su colocación, sobre todosí se le transportabamuy lejos del lugar de procedencia,don-de nadiepudieralocalizarle.

Todavía,antesde ser remitido Cotayrea Cuba, como con-

secuenciade un canje de prisioneros,encontramosen su Dia-rio una última anotaciónque se refiere a capturas.Se trata

de la que figura en las observacionesdel día 9 de septiembrede 1719 y queafecta,en estaocasión,a una mujer. Dice así:«trujeronunamulatacon unacriaturade la yslade la Havana,libre, y fue vendidasin quebastaseel desir y declararque

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era libre y toda su familia libre. Era natural de Vaiamo».No habíapues,diferencia de sexo en cuanto a la apetenciaesclavista.

Con posterioridada la liberación de Cotayreno tenemosmás noticias sobre las ventas de capturadosque pudieronhacerseen Jamaica,pero en cambio hemospodido encontrarreferenciasde actividadesde caza de algunosgobernadores.Por ejemplo,Joséde Vertiz, gobernadorde Yucatán, en cartade 15 de mayode 1720,dice al virrey de la NuevaEspañaque«en la [isla] de la Sal hecharon [los ingleses] sus piraguasy robaron los ranchosde los pescadores,llevándosealgunosyndios...»(45). Tambiénel mismogoberandor,el 6 de agosto,segúnconstaen consultapara el Rey, informa que los corsa-rios ingleses«seantiziparonesteaño a las ostilidadesen estascostas,dandoprinzipio en rovar los ranchosde los pescado-res, llevándosea los Yndios de que se componíana captiverioperpetuo [lo] que han elegido por ynteres: rovarlos paravenderlosen la Nueba Ynglaterra y otras partescomo a es-clavos» (46).

Por lo que se advierte, las autoridadesespañolasestabanignorantesde la actividad esclavistaque se estaballevandoa caboy sólo a la llegadade Cotayrea Cuba pudo advertirsesobreel negocioqueal amparode la guerrase realizaba,aldar cuentade lo que se hacíaen Jamaica.Esto se compruebapor unamínuta de la Secretariade Estadodondese dice que«se a ordenadoque el Gobernadorde Cuba —que dio lanoticia de estecasso—los reclame.- - y el mismo encargosea echoa los demasGovernadorespor si de sus jurisdiccioneshuviesen apressadoynglesesalgunos yndios» (47). Si sabe-¡nos que desde Cuba se trasladóCotayre a Veracruz, fácil-mentese comprendenlos avisos de ‘Vertiz, que sin duda ad-

(45) A. O. de Simancas,Estado, 7607, en «Testimoniosde cartas es-criptas por el Governadorde Yucathan al Excmo. Sr. Virey pidiendoprovidencia. .

(46) A. O. de Simancas,Estado,7607, minuta de consultapara el mo-narca,donde se copia estacarta.

(47) A. O. de Simancas,Estado, 7607, minuta de los oficios que semandan pasar.

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vertido por el exprisionero,cayó en la cuentadel significadode las desaparicionesde indios tras las rápidasrazias ingle-sas, que hastaentoncesinterpretaríancomo tomas de guías,fugaso muertes.

Otrade las víasde aviso fue la del gobernadorde Cumaná,puesademásde la cartaa la Coronaquetenemoscitada,hemosvisto otra que se feché el 3 de octubrede 1719, que tambiénse refleja en otra minuta dondese habla de los indios apre-sadosen la costacumanagotay en la isla Margarita.

Peroel casoes que,despuésde la guerracontinuaronlascapturas.Convertido Cotayre en gobernadorde Yucatán, co-munica desdeMérida, el 23 de octubre de 1721 a don An-drésdel Pez, las actividadesde los inglesesen la cortade paloy también sobre las capturasde indios entre Cabo Catochey el golfo de Honduras,como lo manifiesta también a laCorona, temerosode que extiendansus capturas también al

interior, donde «se introduscan a rrobar los pueblos, puessolamentedistanquinseleguas de los de Bolona y Cebak, yde estospuedenyr pasandoa otros muchoszercanos»(48).

Donde debió persistirmástiempo la captura,con efectosmuchomássensibles,es en la costadel Orientevenezolano,laque,por lo que se ve, constituyó desdeeí principio, el áreapreferida,pues todavía en 14 de noviembrede 1727, denun-ciaba el gobernadorde Cumanáefectosbien perturbadores,pues «auxiliadosde los yngleses,varias nacionesde yndiosle an movido guerra con el ánimo de quemarlos pueblosdesu devozión, matar los doctrinerosde ellos y cautivarquantospudiesen..» (49), especialmenteen el ámbito de Piritu. Co-mo bien se ve, pareceen todo unarepeticiónexactade lo quetenemosexpuestosobreFlorida.

El método, por lo menos, era el mismo: aprovecharlasrivalidades de unas parcialidadesindígenascon otras, paraauxiliarsede unos puebloscon el fin de eliminar la acción

(48) A. O. de Simancas,Estado, 7607, comunicación del gobernadorde Yucatána don Andrés dei Pez, para lasprovidenciasque puedatomar,y escrito a la Corona también dc 23 de octubrede 1721.

(49) A. O. de Simancas,Estado,7607, exposición del gobernador deCumaná,de i4 de noviembrede t727.

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misional —que entorpecíasus pretensiones—y así extraermás fácilmente la mayor cantidadde indios posible. Y lopeor del casoes queestaactividadllegó a ser endémicaen eláreade Guayana,dondela practicarondurantemucho tiempolos holandeses,que se sirvieron de los caribespara esclavizara los indios de talante más pacífico, aspectobien estudiadoya por el P. Carroceray del que también nosotrostratamoshace tiempo(50).

La puestaen marcha del sistemade capturasy su localización.

El hechode que las noticias de capturasse inicien graciasa las observacionesde Cotayreen Jamaica,hacesuponerqueseríamucha casualidadque el comienzode tal prácticahu-biera coincidido con su llegada a la isla. Por otra parte, elhechode queadvierta,al anotaruno de los casosqueconsigna,que se vendíaa los apresados«comohazencon todoslos quepuedencojer»,indicaquetal sistemaestabaentonces,en 1719,muy generalizado.Por consiguiente,resulta verosímil creerqueesa prácticade capturasen el Caribe deberemontarsealos años de la guerra de Sucesiónespañola,pues tal parecededucirse,además,de una resolución de la asambleadeMassachusetts,que en 1712 prohibía la importación de es-clavos indios, entreotras razones,por serestos «de espíritumalicioso, rudo y vengativo,groserose insolentesen su tratoy difíciles de gobernar»<51), tal como solía describirseelcaracterde los indios caribesde Guayana.Si esa suspensiónse decretéen 1712,es evidentequehablade responderaunaprácticaalgo anterior,que pudo reiniciarsecon el comienzode la nuevaguerra en mayor escala,al amparode unas cir-

(50) Fray Buenaventura de Carrocera. Cap.: Los Caribes, caníbalesy traficantes de indios esclavospor instigación de los holandeses,y unosy otros enemigosde las misionescapuchinasde la Guayana. «MissionaliaHispánica», Madrid> i963, núm. 59, Pp. 249-252. Demetrio Ramos: El pro-blemacaribe en el siglo XVIII y la exploración de las tierras entre elCuchiveroy el Caura. «Revista de Indias», Madrid, 1944, núm. 17, pp- 473-522.

(51) Mannix y Cowley [7), p. 68, donde se cita este texto.

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cunstanciasque encubríansu realización,aunqueen el inter-mediono hubieracesadodel todo.

La llamada guerra de la CuádrupleAlianza determinó,por otra parte,unamayor irregularidaden la llegadade ne-grosa las Antillas, donde—a pesarde las hostilidades—eranintroducidos fraudulentamenteen los territorios españoles,como las mercancíasde contrabando. Las anotacionesdeCotayreno dejanlugar a dudas:«tendierontodo muy bien»,con el apoyo,claro es, de navíos armados.Esasexpedicionesdesde Jamaica tienen siempreuna provechosaconclusión:«con cargazón, según lo que pude comprender,de 80.000pesosen ropa y 340 negros, los que vendieronen tiempo de14 dias en el puerto que llaman de SantaCruz», y así suce-sivamente.Se vendíatodo y —como dice— «con buenynte-res»,especialmentelos negros.

La guerra determinó, como es lógico, una merma en laafluencia de negros. En el períodoexaminado, de un totalde 96 barcosentradosen Jamaicade largaprocedencia,sólo16 llevaban negros. Ello nos ofrece una causa determinanteque viene a cooperarcon la oportunidad,pues a la contrac-ción de disponibilidad se suma una apetenciacompradoray un alza de precios. Que la absorción por los territoriosespañolesera fulminante, es evidente. Cotayre nos propor-ciona, sobreel particular, reiteradasnoticias. Según sus ob-servacIones,el 24 de enerode 1719 regresabaa Jamaicaunabalandra procedentede Puerto Príncipe, donde en cuatrosemanasvendió su cargazónde negrosy ropa por un total de40.000pesos;el 19 de febreroanotala salida,con el mismodestino, de cuatro balandras cargadas de negros; el 12 deabril registrael regreso de esas cuatro balandras,con buennegocio y llevaban «lo más plata». El 31 de agosto resenala salidade otrascuatro balandras,tambiénpara la costa dePuerto Príncipe, con muchosnegros y ropa, a la que sigueel 11 de septiembreuna flotilla de seisbalandras,que lleva340 negros para su venta. ¿Seconcibentantos negros y tanreiteradamentesobre un mismo lugar, de no ser por esacapacidadde absorciónquetenemosindicada?Sobreeseárea,las capturasserían menos visibles y, por consiguiente, deefectosdobles, pues al mismo tiempoqueadquiríanbrazosde

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trabajo por nada, aumentabanla demanday el negocio deventa. Por otra parte,se tratabade una zonaturbadapor laspugnasde los vegueros(52), lo que favorecíasus posibili-dades.

Ahora bien, este campode actividadparecemuy limitadoy apenas podemos reconocer aquí otra cosa que un reflejode lo quecomenzóa practicarsepor los propios negrerosconlos barcos que entrabanpor Barbados. Como ya tenemosobservado,dondese sucedenlas capturases en el áreaorien-tal de Venezuelay Coro, para extenderseluego esporádica-mente a Cartagena.Ello quiere decir que, a instigación dela demanda,los negrerosprocuran incrementarsus partidasacercándosea la costaparacapturarindios o gentesde color.Estasgentesquepor aquídesfilaneranademás,de muy pocosescrúpulos(53), pues ellos mismos se robabanentresi. Losejemplosson abundantesy el mismo Cotayrerefleja algunoscasosde este tipo. Por ejemplo, si el 18 de febrero registrala llegadaa Jamaicade un bergantíncargadode negros,dicetambién que estos venían de Africa en «un navío de Guineaque lo apresóun lebantadoy le quitó unos pocos de negrosy le dio este bergantíncon la mayor parte de ellos», comotambiénnos hablade un navío, de Madera, queestuvoapre-sadopor los piratasy le tuvieron quince días.

Presumiblemente,el fácil negociomontadopor los negre-ros animó a las navesde las coloniasnorteamericanasa bus-car por su cuenta, directamente,los esclavosque estostrata-ban de venderlesa precios normales. El bergantínde Pen.silvania quehemosvisto actuaren las proximidadesde Cura-

cao, que retornacon indios y mulatos,no es un caso aislado;

(52) Emilio Roig de Leuchesenring: Contra la explotación económica,la conspiración de los veguerosdc 1717-1723. «mm”, La Habana, 1960,num. 1 Pp. 58-61.

(53) Un ejemplo le tenemosen el propio salvamentode Cotayre,cuan-do estabaencalladocon su nave, pues el capitán de la balandraque seacercódijo «quesi le pagabayria a dar avisoa Jamaicay llevaria algunagentc». Así tuvo que entrar el náufrago en natos con él: «nos ajustamosen 20 fanegasde cacao, las 12 de presentey las 8 a la vuelta», lo quequiere decir que ni aun pagándolepodía fiarse de que diera el avisoprometido, sin dejar pendienteparte del cobro.

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en septiembre,el día 10, anotaCotayrela entradade otro cor-sanode NuevaInglaterra,quellevabacomo presaunabalan-dra holandesa«por estartratando en la costa de Caracas»,esdecir, revendiendolas harinasque ellos llevaban a Cura~ao.Se tratade una dobleconvergencia:la harinala vendíana losholandeses,que luegola revendíancon gran ventaja,como losnegrerosles vendíana e].los los indios y gente de color quepor aquellitoral adquirían.La eliminaciónde los intermedia-rios era pues inevitable. Los dos artículos fundamentalesdelcomercio de las colonias del Norte vienen así a situarnosjustamentesobrelos dos camposde captura: las harinasquevenden, en torno a Cura§ao; el azúcar que compran, en elámbito de Cuba.

La consolidacióndel sistemay su afincamientoen Jamai-ca es, por otra parte,muy explicable sobre todo si tenemosen cuentala tradición de la servidumbreen las colonias an-glosajonas,donde muchos de los pobladorespasaron comosiervos de las compañíasque tenían la concesión real. Esmás, en esta misma época todavía siguen llegando campesi-nos británicos como siervos vendibles, como lo vemos con-signadoen el Diario de Cotayre,cuandohablade la arribadaa Jamaica,el 26 de febrero de 1719, de un navío de Escociacargadode «sierbosy sierbasa venderpor 3 años». Y dice—sin duda por la extrañezaque ello le produce—: «estossíerbosy sierbasson genteblancay la bendenpor 3 ó 4 años».

Si ese fue un sistemade poblamientomuy habitual en lascolonias inglesasde norteamérica,nada puede extrañarnosque quienesprocedíande ese tipo de sociedadse vieran tanfácilmente inclinados a las prácticas esclavistas y que sedejaran tentar por un método de adquisiciónde brazostansencillo, que quizá comenzarona practicar los capitanesdebarcos negreros para compensar las muertes de esclavos du-ranteel viaje y que, después,se generalizóen el Caribe antelo menguadode las cargazonesque podían llegarles y elvalor quealcanzabanlos negros.

Cualquier intento de fijar cuantitativamenteel volumende estas capturasde indios y gentesde color resulta inútil,pues los datos proporcionados por Cotayre son inserviblesa este respecto,ya que apenashace otra cosa que consignar

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las ventas realizadasen Jamaica;y ya sabemosque estasseefectuabanallí sólo cuandolos barcosaprensoresno erandela Nueva Inglaterra —como forma de transferir su lote alas colonias—,mientrasquelos corsariosde los colonos o lasbalandrasprocedentesde sus puertos,regresabana ellos consus capturados,sin necesidadde hacerningunaventa en Ja-maicani de desembarcarlesen la isla, por lo que todo esto,que hubo de ser la partida másgruesa,nos resulta invisible,tanto queúnicamentela carta del religioso de Curagaoes laque nos denunciala existenciade estavía directa.

Por consiguiente,en la prácticadel sistemade capturaspareceque se superponenvarios participantes.Unos son losdedicadosa la trata, que apelana tal procedimiento preci-samentesobre la costa de Cumanáy Caracas—donde susventasfueron mínimasen los añosde paz precedentes(54)—,para incrementarsus partidas,como tiempo atrásrecurríana la compra.Otros eran los contrabandistasde Jamaica,queactuabancontra el tráfico español—como corsarios—o to-maban represaliasdonde encontrabanoposición, como losdedicadosa la corta del palo campecheaplicabanel métodode capturaspara incrementarsus beneficios, especialmenteen el áreade Mosquitos. Y por último, el sistemase practicópor las balandrasde las colonias norteamericanas,como re-curso al queapelabanpara proporcionarsebrazosde trabajo,en unacircunstanciaen que coincidía su crecientenecesidadcon el erarecimientode la posibilidad de adquisición,al mis-mo tiempo queel consiguientealzade precios.Y su apetenciadebió serde tal naturalezaqueel mercadode Jamaica—don-de iban a parar todos los capturadospor contrabandistasycorsarios—estabaabsorbido, como hemosvisto, por su de-manda.Ello es lógico, pues los capturados—como es natu-ral— no podían servendidosde nuevo en los territorios es-pañoles, sino que necesitabanalejarles para mantener la

(54) Es de advertir que tambiénen Africa se apelabaa las capturasen aquellascostasdondeel comercio con los nativos era prácticamentenulo o dondeno temíanque se paralizara,por su falta de interés.Talmétodo era llamado por los negreros «buckrapanyaring». Vid. Mannixy Cowley [7), pp. 97-98.

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impunidad con vistas al futuro, y quizá para prolongar lomásposibletan barato negocio.

Aunquela documentaciónalude con másfrecuenciaa lascapturasde indios, las referenciasde casosen que se hablade negroso mulatostambiénse repiten. Posiblemente,en larealidad quizá fue mayor el númerode capturadosde colorde lo quepuedesuponerse.Al menos,parecelógico queprefi-rieran a estos, pues contaban con la facilidad de que las des-aparicionesde negrosse atribuyerana fugas—tan frecuen-tes siempre—,motivo al quecabeachacarlas faltas de cons-tancia, que serían prácticamenteinexistentesde no ser porlas observacionesde Cotayre.

La gestióndiplomáticadel gobierno español.

En relacióncon el tema queMorales Padrón trató en sulibro sobreJamaica,citó un documentoenel que se planteabala visión queen la Corte de Madrid se teníade las consecuen-cias de la cesión de la isla, «que parecióentonces—cuandose hizo— poco sustancial, y la experienciaha demostradocuántosmalesha traído» (55). Uno de ellos, todavía impre-visible cuandoestodecían,en 1713, los miembrosde la juntareunida al efecto, era el que tanta preocupacióny alarmasuscitó: la capturade indiosparasu ventacomoesclavos.Mu-chos años después, ante el apresamiento por los ingleses enépoca de paz, de un buquedel resguardoen las costasdePuertoRico, escribíaal Rey el célebreMiguel Enríquezalgobien elocuente: «sí a los [territorios] franceses,olandesese ynglesesfuera un armamentoespañola apresarlesy que-marles algún guardacostaque guardaselas órdenesde sussoberanos,matándolesy robándolessus vasa]]osen sus mis-masposesiones,qué fulminación no ynculcaríanen los supe-riores tribunales [de los monarcas]Catholicos?»(56).

(55) FranciscoMorales Padrón:Jamaica española.Sevilia, 1952, p. 377,citando el docuinnetodonde se recogela consulta de la junta de 30 demarzode 1713.

(56) A. O. de Simancas,Estado, 7607. Denunciade Miguel Enríquezpor las extorsionessufridas,fechadaen PuertoRico a 10 de agostode 173i.

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Si la apropiación, intuida por la junta de 1713, revelabael dolor por la pérdidade aquella isla, esta otra reflexiónde Enríquezexpresabala perplejidad por las dolorosasac-ciones seguidas,que estimaba fuera de toda regla. Dolor yperplejidad,en suma,fueron los primerosefectosprovocadospor la clandestinacontinuidadde las capturashumanas—enpleno siglo xviii—, cuando estas fueron conocidaspor laCorona.

Mas, como es lógico, no todo se limitó a una reacción desentimiento.La guerra había concluido y los hechosconsu-madosse vieron como motivo de una obligadagestióndiplo-mática paraponerlesel remedioque exigían. Segúnunamí-nutade despacho,tres fueron las medidasinmediatasque seacordaron: primero, pasar oficio de protestaal embajadorbritánico en Madrid; segundo, cursar instruccionesa donJacinto de Pozobueno,embajadorespañolen Londres, paraque llevara a cabo las correspondientesgestionessobre el«justo reparo y estrañezade que los ynglesesvendan losyndios quehanapresado,a fin de que la Corte de Yglaterradé sus órdenespara que se restituyan,en cualquier parteque estén»; y tercero, pasar orden al gobernadorde Cubapara que tambiénpor su lado, reclamelos indios capturadosy avisesi los restituyen,encargoque se hacia extensivoa losdemás gobernadores«por si de sus jurisdiciones huvíerenapresadoynglesesalgunos yndios» (57). Por consiguiente,no se relegaronlos daños humanossufridos a la categoríade hechos menudos,que a la hora del restablecimientodela paz pierden importancia; al contrario, desdeeste mismomomentose desarrollarápor partede Españaunatenazges-tión diplomática para exigir la liberación de los cautivadosy su restitución,a pesarde las incomodidadesquesu mante-nimiento suscitaráen las relacionescon la Coronainglesa.

En Londres, como es lógico, el planteamientode estashumanitariasexigenciashubo de producir sorpresa,pues sindudaalgunalos hechosles seríantotalmentedesconocidosy,

(57) A. O. de Simancas,Estado, 7607, minuta de acuerdosadoptadosel 12 de febrero de 1721.

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lo que es peor, de dificultoso remedio, pues ni la localizaciónde los cautivos sería gestión grata para sus mandatarios enAmérica, ni tampoco tan viable como la Corte de Madridentendía, máxime cuando muchos de aquellos desventuradoshabrían muerto víctimas de la adaptación,cosaqueseríamuydelicado confesar,pues ello podría ser interpretadopor unavelada resistenciaa la devolución.Así pues, la Corte britá-nica hubo de encontrarse ante una incómoda situación, de muydifícil salida, por lo que tuvo que apelara la dilación reso-lutiva, que es el normal asidero ante casos de justa reivindi-cación de derechosconculcadosque no puedan ser contra-decidos.

De acuerdocon lo previsto,el 12 de febrero de 1721 secursaba un despachoal embajadorPozobueno,en el que sele decíaque el gobernadorde Cuba habíadado noticia, porlo que pudo saber por un capitán de fragata que había estadopnsioneroen Jamaica—clara alusión a Cotayre—,que losinglesesvendían allí los indios que apresaban,por lo quese le ordenabapresentarreclamación,ademásde por el maltíato dado a todos los prisioneros, sobre todo por las ventasde indios, que eran vasallos suyos (58). Así iba a comenzarunabatalla diplomática—en la quenunca pensaronlos cap-turadores—queduraríaañosa pesarde contarcon datos po-sitivos de un testigo presencial.

El embajadorPozobueno,despuésde acusarrecibo el 6de marzo, del despachocitado, el día 13 informaba ya quehabía presentadola reclamaciónsolicitada —de la que en-viaba copia—, sin poder decir nadasobre sus efectos,con-siderando que se tarda en darle respuesta(59). Ambascomunicacionesdel embajadoraún no habíanllegado a Ma-drid el 19 de marzo,como es natural,fecha en la que—antelo que se considerabaexcesivaespera—se resolvió repetirlelos encargos,en lo quedebemosver un síntomabien evidentedel interésque se poníaen la gestióny de la impacienciaque

(58) A. O. de Simancas,Estado,6849. Instruccionesal embajadorenLondres.

(59) A. O. de Simancas,Estado,6849. Despachosde Londres del 6 y 13de marzo.

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se sentía (60). Muy poco después llegaron los comunicadosde Pozobueno,pues el 31 de marzo se le dabael acusederecibo al mismotiempoque se le ordenabainsistir enla recla-mación, para forzar el silencio de quehablaba(61).

Pero antesde que este escrito llegaraa manos del emba-jador, remitía un despacho,fechadoa 3 de abril, en el queinformaba a Madrid que el Secretario de Estado inglés lehabíarespondidoque la resoluciónde Su MajestadBritánicaera conformeconlos deseosdel monarcaespañoly que,sobreel particular, se habíanexpedido ya las correspondientesór-denesparaJamaica(62). El efectoqueeste informe produjofue de feliz satisfacción,de forma tal que, inmediatamentede su recepción,se envió a Pozobueno,conel correspondienteacuse de recibo, la felicitación más expresiva por el éxitoquehabíaobtenido (63).

Sin embargo,pronto se comprendióqueaquel optimismoera prematuro,pues díasdespuésse volvía a escribir al em-bajador en Londres para ordenarle que solicitara que lasdisposicionesrealesenviadasa Jamaicase mandarantambiéna la NuevaInglaterra,puesse habíacomprendido,como puedeverse,el verdaderosignificadoconfusionariode la respuestainglesa,ya que ningún efecto podían tener las resolucionesde la Coronabritánica en Jamaica,dondeno se encontrabanlos indios esclavizados.Por eso, se le indicaba también,quedebía recogerhasta ocho duplicadosde la orden expedida,para que desde Madrid pudieran ser remitidos a «nuestrosgovernadoresde la América, paraquesoliciten su execución,porque en otra forma no se conseguirá»(64). Ello nos de-muestrano sólo el empeñoquese poníaenla devoluciónde los

(60) A. G. de Simancas,Estado>7607. Minuta para Pozobuenodel 19de marzo de i721.

(61) A. O. de Simancas,Estado,6849. Respuestaa Pozobueno,fechadaen Madrid a 31 de marzo.

(62) A. O. de Simancas,Estado,6849. Despachode Pozobueno,Londres,3 de abril de 1721.

(63) A. O. de Simancas,Estado,6849. Respuestaa Pozobueno,fechadaen Aranjueza 21 de abril de 1721.

(64) A. O. de Simancas,Estado,6849, órdenescursadasa PozobuenoAranjuez, 28 de abril.

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indios esclavizados, sino también las precauciones que queríantomarse, advertido el extraño destino de la orden que se decíahabíacursadoel ministro inglés.

Casi un mes tardó Pozobuenoen contestareste despacho,síntoma de la lentitud que imponía la corte de Londres a lagestión. En su respuesta, apenas podía decir otra cosa que elministro inglés le había manifestado que estaba de acuerdo,sin que, no obstante,le hubieraentregadolos duplicadosquese solicitaban(65).

Días más tarde, el 22 de mayo, volvía de nuevo a escribirel embajador a Madrid, para informar que otra vez habíainsistido a lord Carteret sobre el envío de las órdenes a NuevaInglaterra, del mismo modo que le había hablado de los ochoduplicados que le tenía pedidos, sin que hubiera logradomás que la aceptaciónde palabra de todo ello, explicandoque no se extrañabade tal tardanza,quedebíajuzgarsecomouna costumbre política inglesa (66). A pesar de esta oficiosaadvertencia, no creemos que Pozobueno fuera tan ingenuo,sino que pretendía cubrir de algún modo el bache, para nodesvalorizar el mínimo resultado de su gestión que, en reali-dad, apenas había pasado de conseguir que la Corte inglesano se negaraa reconocerlos hechos.

Pasó el tiempo y como el asunto seguía sin resolverse, elembajador Pozobueno comenzó a dejar traslucir su desespe-ración, aunque continuó cubriéndola púdicamente ante laCorte española, para no contribuir al desmerecimientode sueficiencia,como podemosverlo en su escrito del 19 de junio,en el que explica la pasividad británica de la siguiente forma:«He continuado frecuentes recuerdos [sobre la devolución delos indios vendidos], pero siempre con sospecha de que todo sedetendría hasta el caso de ajuste en las importanzias principa-les, x’ assiparezelo va confirmando la experienzia, pues en es-tos últimos días me ha dicho Milord Carteret que todas las de-

(65) A. O. de Simancas,Estado,6849, contestaciónde Pozobueno.Lon-dres, 15 de mayo.

(66) A. O. dc Simancas,Estado,6849, despachode Pozobueno.Londres,22 de mayo. Recibida en Madrid cl 13 de junio.

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pendenziascontenidasen las memoriasmias, con que se halla,se irían evacuandobrevemente,y le respondíque más esti-mable huvíera sido esta brevedad [en lo ya acordado], sino viniere tan pospuestaa las vísperasde la fiesta,que tantoha deseadoél, suscolegasy suAmo» (67).

Pero la realidad es que, transcurridos ya seis meses desdeel comienzo de la gestión, apenas se había obtenido otra cosaque buenas palabras, sin que la Corte de Londres hubieradado un solo paso parala devoluciónde los indios sumidoseu esclavitud.Y no cabe achacaresta pasividada la formade reclamaciónplanteadapor España,puestoquela exigenciade la Corte de Madrid no podía ser másmodesta,contraídaa la simple liberación y devoluciónde todos los cautivados,sin reclamardañosy perjuicios ni compensacionesde ningunaespeciepor los perjuiciossufridos.En estadejaciónde tal de-recho es fácil adivinar un criterio muy realista,conscientesde que cualquier demandade este carácter contribuiría aentorpecerla devoluciónde los esclavizados,queera lo fun-damental y de mayor urgencia, por lo que trataba de facili-tarse al máximo. Pero ello chocaba —a pesar de todo— conla incapacidaddel ministro británico para atender la de-manda, conscientede la imposibilidad de localizar a los re-clamados,máximecuandosignificaría plantearun serio pro-blemaen las colonias,que a todacostatrataríade evitar.

Así pues,era inevitable que Pozobuenonadaconsiguiera,a pesarde sus reiteradasinstanciasy de quehubieracreídopoder alcanzarel mayor éxito en su gestióncuandola inicio,eludiendodespuésel deteriorode su merecimientocon aque-llas explicacionesa la irresolución de Carteret,con la espe-ranzade que, al fin, lograría superarsu renuenciaen un pro-blema que tan poco podía costar al ministerio de Londres,con la ventaja—se le antojaba—de ofrecer un gesto fácilde buenavoluntadal de Madrid, siemprecotizable.

Por eso, la desesperacióndel embajadorespañolllegó almáximoa mediadosde agosto,cuandopudo comprobar—ante

(67) A. O, de Simancas,Estado,6849, despachodel embajadorPozo-buenoen Londres, i9 de junto de 1721.

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el continuoestrechamientode sus solicitudes—queel minis-tro inglés no había hecho otra cosa, con sus buenas palabras,queentretenerle,a la esperade queel planteamientode otrosproblemaspendientesdejaraen olvido aqullapenosacuestión.Esto se comprendepor el contenidode su despachodel 14de agosto, mucho más explícito que todos los anterioresydondese transparentala indignaciónque le consumía.Consi-dera Pozobuenoque hanhecho efecto sus reiteraciones,puesal menosha logradoarrancaral ministro inglés de sus vague-dades,al conseguirde él una declaraciónconcreta que, fe-chadael 31 de julio, trasladabaa Madrid,

En esta declaraciónse decía que el monarca británicodaría las órdenesnecesariasque se habían pedido respectoa las presasnavalesy efectos,queseríandevueltosa sus due-nos. Respectoal problemade los capturadosy vendidoscornoesclavos, se decía también que serían hechos los duplicadossolicitados, pero se agregaba que el Rey español había deproporcionaral embajadoringlés en Madrid duplicadosdeórdenes semejantes en favor de los individuos de Su Majestadbritánica en las Indias. Y en cuanto a los prisioneros españo-les en Jamaica y a los indios que pudieran haber sido apre-sados por súbditos ingleses, se despacharían entonces las ór-denes para su devolución «si no lo son ya» (68).

Como puede advertirse, el ministerio inglés apelaba a unasolución que, en los hábitos diplomáticos, parecía justa y ho-norable,pero queen la realidad constituíael establecimientode la cuestión sobre un supuesto totalmente falso, pues pararelegarla entregade las órdenesde devoluciónde los indiosy demás gente esclavizada basta que el gobierno de Madridhiciera otro tanto respecto a los que, siendo súbditos británi-cos, estuvieran en igual situación, había antes que encontrarseante estos hechos análogos, que en cambio no existían. ¡Comosi los españoles hubieran apresado irídios de las colonias bri-tánicas para venderles por esclavos! Acogerse, al cabo de me-dio año de estériles conversaciones, a una ineludible reci-

(68) A. O. de Simaneas,Estado,6849, traslado de la respuestabritá-nica, fechadaen Whitehall, 31 de julio de 1721.

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procidad era, justamente, eludir la solución, inventando porparte inglesa la realidad de unos hechos inexistentes y quecomenzabapor desconocer,puestoqueni citabaun solo caso.Consecuentemente,todo ello constituíaun recurso para dila-tar el tratamientofranco del problema,embrollándoleen laentelequiade una reciprocidadque no podía darse,puestoque eraninexistenteslos casosanálogosquehabíande servirde contrapartida.

Pozobuenovelaba su amarguraen el despachocon queremitía a Madrid la respuestainglesa, diciendoque acompa-ñabacopia de la contestaciónque se habíaservido dar a lanota del ministro británico, pero eludiendo ya cualquierex-plicación a su conducta,del estilo de las que habíaofrecidoanteriormenterespectoa supasividad.Por lo que se ve (69),renunciabaya al deseode defenderel prestigiode su gestióncubriendolos silencios inglesescon la seguridadde su espe-ranza.La alegaciónhechapor Pozobuenoa Carteretno podiaser más cruda, pues en sustancia le decía que siempre habíacreídoque las órdenesreferidasa los indios apresadosy ven-didos como esclavosya habían sido expedidasmesesatrás,pero que ahora veía que nada de ello se había hecho aún,por lo quepedíasu rápida ejecución(70), sin entrar en masdiscusiones, que siempre serían dilatorias.

Inútil continuarel detalle de la correspondenciadi-plomática, que no permitiría obtener nuevasluces sobre eltemaquetratamos.Al choquecon la imposibilidadde la Cortede Londresde ofrecer la únicahonorablesolución que cabíadesear,correspondíala tenacidadespañolaen persistiren lareclamación,quizá con la esperanzade que, al menos, con-seguiría que se tuviera en cuenta -la defensa a ultranza queMadrid hacía de los indios de sus provincias americanas, paraque se evitara por parte inglesa la repetición de aquellostristes actos que contribuirían a provocar mayores compli-caciones.

(69) A. G. de Simancas,Estado,6849, despachode Pozobueno.Londres,14 de agostode 1721, acompañandolos escritosindicados.

(70) A. O. de Simancas,Estado,6849, respuestade Pozobuenoal mi-nistro británico, fechadaen Londres a iS de agosto.

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Estuvimos tentadosde examinarla documentaciónrela-tiva a las conversacionesde arreglo de cuestionespendientesen los tratos de Soissons, pero renunciamos a ello, ante laseguridadde que no se alcanzó allí ningún resultadoprác-tico, como lo evidenciael hechode que la reclamaciónvolvióa plantearse en toda la línea en las conversaciones de Sevillade 1727 (71).

Un triste episodio pues, si es que pudiéramos difuminarlebajo esetérmino, pero que puedeservir para intentar nuevos

estudios de muy diverso alcance, incluso sobre mestizajesinsospechados. Hasta es posible presumir que el matiz quese califica como mongoloide, que se advierte en la poblaciónnegra de Virginia no proceda, como ha venido repitiéndose,de la afluencia que allí se dio de negros de las costasdelestrechode Madagascar,relacionandotales rasgos con losmalgaches, sino más bien de la importación de indios captu-rados en los territorios españoles, tanto del Caribe como deFlorida, con los quepudieronmestizarselos negros.Mannixya dice sobre el particular, que en efecto, «hubo cargamentosde esclavos de Madagascar [llevados] a las colonias amen-canas, pero no los suficientes, aparentemente, como para dejaralgo más que una ligera huella mongoloide en la poblaciónnegra» (72). Si nos atrevemosa ofrecer eí indicio queapor-tamos,paraexplicar esteproblema,es por la esperanzade queal menos puede ser un nuevo elemento de juicio para futurasindagaciones.

(71) A. O. de Simancas,Estado, 7607, carpeta de papelessobre hosti-lidades llevadas a cabo por los británicos rotulada «Juntade Comissariosespañolese inglesesformada en Sevilla. Hostilidades».

(72) Mannix y Cowley E7J, p. 21.