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infeccions
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Curso online “Injuria renal aguda en Atención Primaria de la Salud”
© SLANH y EviMed
2015
1
IRA comunitaria, enfermedades transmisibles
y animales ponzoñosos
Mauricio Younes-Ibrahim
Profesor Asociado de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro
Co-Director del Comité de IRA de SLANH
Coordinador del Departamento de IRA de la Sociedade Brasileira de Nefrologia (SBN)
Brasil
Introducción
Las condiciones ambientales e infecciosas pueden interferir en la salud humana y culminar en el desarrollo de
injuria renal aguda. Varias de estas situaciones son geográficamente peculiares, predominan en las zonas
tropical y subtropical del planeta y se encuentran reunidas en lo que denominamos Nefrología Tropical. En
este aspecto, la insuficiencia renal aguda adquirida (IRA) es una emergencia nefrológica que ocurre con
frecuencia elevada en los 20 países de América Latina1 (una población de 539 millones de habitantes). Al
contrario de las etiologías predominantes en los países desarrollados, la IRA tropical es adquirida en las
comunidades y acomete a una población más joven (incluyendo niños) que suele estar previamente saludable.
Si los métodos dialíticos empleados para tratar la IRA en los países tropicales pueden ser iguales a los
utilizados en los países desarrollados, los aspectos fisiopatológicos y los abordajes clínicos de las
enfermedades que determinaron la IRA tropical son, muchas veces, singulares, exigiendo medidas específicas
para cada una de sus respectivas etiologías.
A continuación describimos algunas de las causas más comunes de IRA tropical en América Latina: malaria,
dengue, leptospirosis, animales ponzoñosos (serpiente, abeja, lonomia y araña). Por la limitación de espacio
impuesta en esta edición, no abordaremos otras causas también importantes de IRA tropical en América
Latina, tales como: diarreas infecciosas, hantavirus, síndrome urémico hemolítico y fiebre amarilla.
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Malaria
América Latina es una de las regiones del mundo con malaria endémica, presente en todos los países
amazónicos de Sudamérica (Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, Guyana
Francesa) y en Paraguay2. Mediante la picadura de la hembra del mosquito Anopheles infectada con
esporozoítos se produce la transmisión clásica de la malaria humana, con protozoarios del género
Plasmodium. Como el parásito se encuentra en la circulación sanguínea, la malaria también puede ser
transmitida a través de una transfusión de sangre, trasplante de órganos, de la embarazada al hijo (malaria
congénita) y por compartir jeringas contaminadas. El período de incubación entre la inoculación y el
surgimiento de los síntomas varía de 8 a 30 días. El diagnóstico se confirma por la visualización directa del
zángano en el frotis de sangre periférica, por la coloración de Giemsa.
El P. vivax y el P. ovale infectan eritrocitos jóvenes, el P. malariae infecta solo a los glóbulos rojos maduros, y el
P. falciparum invade eritrocitos de todas las edades, lo que justifica la elevada parasitemia asociada a este
último parásito. Por eso, las formas graves de malaria son más frecuentes en las infecciones por P. falciparum,
P. vivax o por ambos plasmodios, cuando a parasitemia, frecuentemente, permanece por encima del 5%. En
estos pacientes, la IRA ocurre con un patrón epidemiológico curioso. En individuos nativos de áreas endémicas
la IRA varía entre 1% y 5%. Ya en los pacientes viajeros, supuestamente no inmunizados naturalmente, la IRA
ocurre entre 25% y 30%3. La presencia de falla renal impone un pronóstico más reservado, con una mortalidad
variable entre 15% y 45%3,4
. Se observaron algunos factores que determinan peor pronóstico para el desarrollo
de IRA en la malaria por el P. falciparum: la parasitemia maciza, tiempo de enfermedad prolongado, el uso
anterior de antipalúdicos, primoinfección, alteraciones de la conciencia, hiperbilirrubinemia, utilización de
terapéutica antipalúdica (esquizonticidas rápidas – artemisininas), sexo femenino, leucocitosis y anemia
acentuada.
Los glóbulos rojos parasitados, en la malaria, presentan compromiso metabólico, inmunológico y
hemodinámico que participan en la patogenia de la infección. Los eritrocitos parasitados son “pegajosos”,
adhiriendo con facilidad a los eritrocitos sanos adyacentes, a las plaquetas y al endotelio capilar,
comprometiendo la buena perfusión microcirculatoria. Esta característica se debe, principalmente, a la
expresión de proteínas de adhesión llamadas de PfEMP (Plasmodium falciparum Erythrocyte Membrane
Proteins)5. No solo la obstrucción mecánica capilar, sino también la activación endotelial, la SIRS (Síndrome de
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la Respuesta Inflamatoria Sistémica) con liberación de citocinas y de radicales libres, la deposición de
imunocomplexos y la hipovolemia son los principales mecanismos involucrados en la fisiopatología de la
enfermedad. Estas alteraciones son traducidas clínicamente en fiebre, anemia, ictericia, trombocitopenia,
hemorragia, diarrea, coagulación intravascular diseminada (CID), convulsión, choque circulatorio, insuficiencia
hepática y Síndrome de Distrés Respiratorio del Adulto (SDRA). La presencia de vómitos puede ser resultado
de la propia malaria, de la uremia o ser un efecto de las medicaciones antipalúdicas utilizadas.
La infección por P. falciparum promueve manifestaciones renales agudas que van de simples anormalidades
urinarias asintomáticas hasta disturbios electrolíticos, para finalizar en IRA y soporte dialítico. La IRA, en la
malaria, es multifactorial, pero está asociada a la ictericia en el 75% de los casos6. La hemoglobinuria
“blackwater fever” es característica, con un predominio de la forma oligoanúrica y con mortalidad elevada,
sobretodo, cuando los pacientes son derivados tardíamente al especialista y si los métodos de sustitución de la
función renal no están disponibles. La hiponatremia es un hallazgo bioquímico típico, presente en el 55% de
los pacientes con Injuria Renal Aguda por malaria, y resulta de la asociación del componente dilucional con la
pérdida urinaria de sodio verificada en una fase pre-oligúrica7. La hipercalemia, que es determinante y, a
veces, fatal, es una consecuencia de la hemólisis, de la rabdomiólisis y la acidosis asociada al fallo renal.
Las alteraciones histopatológicas renales descritas en la malaria muestran acometimiento de intensidad
variable, pudiendo producirse patrones de necrosis tubular aguda (NTA), nefritis túbulo-intersticial y
glomerulonefrite3,7,8
. La NTA es el hallazgo más consistente, cursando con lesión epitelial necrótica y cilindros
de hemoglobina en el interior de los túbulos. La lesión intersticial muestra edema con infiltrado mononuclear,
y las vénulas pueden contener aglomerados de eritrocitos parasitados. Las lesiones glomerulares son
reportadas en cerca de 1/5 de las autopsias de pacientes con malaria por P. falciparum, marcadas por la
proliferación mesangial con deposición de material eosinofílico en los capilares, en el mesangio y en la cápsula
de Bowman. Con frecuencia, los capilares glomerulares se presentan vacíos, conteniendo eritrocitos
parasitados y masas de rosetas. Los pacientes que desarrollan coagulación intravascular diseminada (CIVD)
también presentan necrosis segmentaria de asas glomerulares. La inmunofluorescencia revela depósitos
finamente graneados de IgM y C3 en las asas capilares y en el mesangio7. Los antígenos de la malaria son
descritos en el endotelio glomerular, y la microscopia electrónica muestra depósitos electrodensos de material
amorfo fibrilar granear subendotelial y mesangial7.
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El tratamiento de la IRA, en la malaria, es una emergencia médica y debe ser lo más precoz, en un ambiente de
terapia intensiva. La estrategia de tratamiento envuelve medidas terapéuticas generales que contemplan
corrección de la volemia, corrección hidroelectrolítica venosa, reposición sanguínea, medicaciones
antipalúdicas y métodos dialíticos. La diálisis peritoneal o hemodiálisis pueden ser utilizadas. La depuración
extrarrenal precoz y eficiente contribuye a la reducción de la mortalidad7,8,9,10. La plasmaféresis y la
exanguinotransfusión (EXT) son alternativas de tratamiento en los casos de elevadas tasas de parasitemia9.
Dengue
El dengue es la más importante enfermedad viral transmitida por artrópodos a los seres humanos. Se trata de
un flavivirus febril agudo, cuyo virus (DENV 1, DENV 2, DENV 3, o DENV 4) es transmitido del hombre al
hombre a través de la picadura de la hembras de los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictu. Existen
relatos de transmisión vertical de madre a hijo11
. El virus posee tres proteínas estructurales (cápside [C],
proteína de la membrana [M] y glicoproteína de la envoltura viral [E]) y siete proteínas no estructurales (NS1,
NS2a, NS2b, NS3, NS4a, NS4b, y NS5)12
. Las propiedades biológicas de estos virus están concentradas en la
proteína E, mientras que las proteínas no estructurales estarían involucradas en sus replicaciones. La infección
por un serotipo del virus del dengue no confiere inmunidad cruzada para otro serotipo. En teoría, un mismo
individuo puede ser infectado, sucesivamente, por los cuatro serotipos del virus. Los síntomas aparecen entre
3 y 14 días después de la inoculación, con predominio de fiebre, astenia, cefalea y quejas generales, que duran
cerca de una semana. La mayoría de las veces, la primoinfección evoluciona de forma benigna. Pero, sobre
todo en los casos de reinfección, cuando se produce un fenómeno denominado inmunoamplificación
dependiente de anticuerpos, la enfermedad puede evolucionar a dengue hemorrágico (DH) o al síndrome del
choque asociado al dengue (SCD), con amenaza de vida de los pacientes.
Más de un tercio de la población mundial vive en áreas de riesgo para la infección, que llegan a 400 millones
de nuevos casos por año. Datos de la Organización Panamericana de la Salud muestran que la enfermedad
está presente en toda América Latina13, con raras excepciones como Uruguay y algunos países en Las
Bahamas, que aún no presentaron casos autóctonos. El dengue tuvo una expansión alarmante en la última
década, en todas las regiones tropicales y subtropicales del planeta; en América Latina, se registraron 517 mil
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casos en el año 2003, contra 2,3 millones de casos de dengue en 2013, cuando causó 1.289 decesos13
. La
distribución del dengue en América Latina se encuentra representada en la siguiente tabla:
Año 2013 Casos Óbitos
Brasil 1 400 000 522
México 194 000 66
Am. Central 161 000 50
Paraguay 150 000 242
Colombia 112 000 133
Venezuela 50 400 -
Ecuador 16 000 23
Bolivia 12 300 8
Perú 11 800 16
Argentina 7 500 0
Chile 30 0
Tabla 1. Número de casos de dengue en el año 2013
en América Latina y los respectivos decesos.
El virus del dengue se replica en las células mononucleares del sistema fagocitario (macrófagos, monocitos y
células B) y puede infectar leucocitos en la sangre periférica, en cualquier parte del organismo, como en el
hígado, bazo, linfonodos, médula ósea, timo, corazón, riñones, estómago y pulmones. Cuando el organismo
combate adecuadamente la infección, el paciente se recupera rápidamente, después de la fase febril
(virémica). La persistencia de la enfermedad, con la liberación en masa de factores inflamatorios, lleva a la fase
de extravasación, manifestada por el DH y/o SCD. La gravedad de la infección se correlaciona directamente
con la intensidad de la viremia14
. Los niveles circulantes de la proteína NS1 (no estructural) y el número de
células infectadas son directamente proporcionales a la producción de citocinas (TNF-α y IFN-α) y de otros
mediadores químicos que causan un aumento de la permeabilidad vascular, extravasación anormal de plasma
para el intersticio, hemoconcentración, hipovolemia, shock, alteraciones hemostáticas y hemorragia
tisular14,15
. La presencia de apoptosis en células endoteliales agrava el cuadro clínico y contribuye a una intensa
extravasación vascular generalizada. Las evidencias clínicas más comunes para el diagnóstico de infección por
el virus del dengue incluyen fiebre de inicio abrupto, dolor retro-orbitario, mialgia, artralgia, exantema
morbiliforme, eczema, petequias y equimosis, náuseas, derrames pleurales y peritoneales, y edema pulmonar.
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La confirmación diagnóstica puede realizase por serología. La prueba más actual es el MAC-ELISA, que detecta
IgM antiviral, aparece desde el 6º día de la enfermedad y permanece positivo por 30 a 90 días. El patrón oro
para el diagnóstico es el aislamiento vírico, por la técnica de inmunofluorescencia. El diagnóstico mediante la
detección de antígeno NS1 puede ser hecho por ensayo inmunoenzimático y captura de antígenos virales en la
sangre del paciente, hasta el 5º día de enfermedad. También puede utilizarse RT-PCR.
La OMS16
y la Organización Panamericana de la Salud16
definen DH con el cumplimiento de los siguientes
criterios:
1- Fiebre o historia de fiebre de hasta 7 días;
2- Plaquetopenia (< 100 000 plaquetas por µL);
3- Manifestaciones hemorrágicas y evidencias;
4- Aumento de la permeabilidad capilar y derrame plasmático, manifestado por un aumento del
20% o más del hematocrito, caída >20% del hematocrito, luego de reposición de fluidos, signos
de extravasación de plasma (derrame pleural, ascitis, hipoalbuminemia o hipoproteinemia).
5- Si la única manifestación hemorrágica es una prueba del torniquete positiva, la infección es
clasificada como DH grado I.
6- La presencia de hemorragia espontánea, incluso si es leve, indica DH grado II.
7- La presencia y la intensidad del colapso circulatorio caracteriza, progresivamente, el DH en
grado III o IV, clasificados como síndrome del choque asociado al dengue (SCD)15
.
Signos clínicos presentes de insuficiencia circulatoria, como pulso rápida y débil, disminución de la presión del
pulso (≤ 20 mmHg o hipotensión, para la edad), reperfusión capilar prolongada, piel fría y húmeda, y agitación.
En el dengue, el choque es agudo y se produce en la fase de defervescencia, en general, luego de 2-5 días de
fiebre. La temperatura corporal cae por debajo de lo normal, con piel fría y húmeda, y pulso rápido y débil.
La presencia de derrame pleural y ascitis son indicadores objetivos de la evolución para SCD. El dolor
abdominal intenso es una queja frecuente, que suele preceder por poco al choque, que, generalmente, es de
corta duración y no afecta el nivel de conciencia. El óbito suele ocurrir en las primeras 24 horas después el
inicio del choque. Si hay reposición adecuada de fluidos, la recuperación suele ser rápida, pero, si no es
tratado, el choque evoluciona en acidosis metabólica, hemorragias en el trato gastrointestinal y en otros
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órganos, indicando un pronóstico reservado. Los sobrevivientes se recuperan en 2 a 5 días, aunque puedan
persistir derrames pleurales y ascitis, por un tiempo más prolongado.
Los pacientes con dengue pueden presentar diferentes formas de injuria renal, desde un discreto aumento de
la creatinina sérica y la proteinuria, hasta glomerulonefritis, síndrome urémico hemolítico e insuficiencia renal
aguda17,18
. La mayoría de los casos de IRA está asociada al DH o SCD, aunque, más raramente, también ya haya
sido descrita en pacientes que desarrollaron la forma simple febril del dengue19
. Cuanto más grave sea la
intensidad de la disfunción renal, mayor será la posibilidad de complicaciones de la DH y SCD y más elevado el
riesgo de mortalidad. La IRA es una complicación menos común en el dengue y, cuando se presenta, también
se debe considerar la posibilidad de infecciones mixtas, como las ya descritas, entre dengue y malaria20
, y
dengue y leptospirosis21
.
Más raramente, ya fue descrita la presencia de rabdomiólisis asociada a la IRA en pacientes con dengue22
. La
histopatología renal lograda por necropsias o en biopsias22,23
mostró una hipertrofia e hiperplasia de las células
endoteliales y mesangiales, presencia de células monocito-like en algunos lúmenes capilares, engrosamiento
focal de la membrana basal glomerular, hemorragia en las asas capilares glomerulares y en los túbulos
proximales; infiltrados mononucleares permeando la médula renal alrededor de los túbulos colectores, con
focos hemorrágicos, edema intersticial y congestión vascular; inmunocomplejos IgM, IgG o ambos y C3
presentes en los glomérulos y en la pared arteriolar, con antígenos virales en el interior en las células
tubulares. En el caso de rabdomiólisis, la necrosis tubular aguda está acompañada de depósito de mioglobina
en el parénquima renal.
No existe un tratamiento específico contra el virus del dengue, y el tratamiento es de soporte clínico y
sintomático, corrigiendo eventuales problemas metabólicos, con foco en la deshidratación, en los disturbios
hemorrágicos e hidroelectrolíticos24
. Los dolores y fiebre no deben ser tratadas con ácido acetilsalicílico
(aspirina) o medicamento que contenga esta substancia asociada, pues su efecto anticoagulante puede causar
sangrados. Por el mismo motivo, los anti-inflamatorios no hormonales (diclofenaco, ibuprofeno y piroxicam)
también deben ser evitados. Los casos graves deben ser tratados en unidad de terapia intensiva. Tanto la
diálisis peritoneal como la hemodiálisis pueden ser utilizadas como método de reemplazo de la función renal.
La eficiencia de la diálisis peritoneal en los enfermos con la forma grave del dengue aún es controversial25
.
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Leptospirosis
La leptospirosis es la zoonosis más prevalente en todo el mundo y predomina en las áreas tropical y
subtropical, donde se encuentra la mayoría de los países latinoamericanos. La infección es causada por
espiroquetas del género Leptospira, que congrega más de 250 serogrupos patógenos capaces de producir la
enfermedad febril aguda, que es potencialmente fatal. Los serogrupos principales, en la región, son L.
icterohaemorrhagiae y L. pomona. Debido a los cambios climáticos y meteorológicos, con impacto en el
calentamiento global, la Organización Mundial de la Salud incluyó a la leptospirosis en el grupo de las
enfermedades infecciosas consideradas re-emergentes, que amenazan tanto a los países desarrollados como
los subdesarrollados26
. Los vectores usuales de la leptospirosis son animales salvajes y mamíferos domésticos
(incluyendo roedores, perros, porcinos, bovinos, caprinos y equinos), que eliminan la bacteria en la orina y la
transmiten al hombre a través de contacto directo o indirecto. El vector principal en la cadena de transmisión
es el ratón (Rattus norvegicus, Rattus rattus y Mus musculus) que habita las regiones urbanas. La Leptospira
puede permanecer en el suelo húmedo o en el agua durante semanas o meses, penetrando en el organismo a
través de abrasiones en la piel, de las mucosas (ojos, nariz, boca) o de la ingesta de agua y alimentos
contaminados. La L. interrogans es una bacteria móvil, aeróbica, no teñida por el método Gram. La membrana
externa, además de lipopolisacáridos (LPS), que no tienen actividad biológica, contiene glicolipoproteína27
(GLP), con efecto citotóxico directo y lipoproteínas (LPL), especialmente, lipoproteína 32, que tiene efectos
inmunológicos y es una nueva esperanza para una vacuna humana universal para a leptospirosis.
La falta de saneamiento básico facilita la propagación de la leptospirosis humana, que es endémica en América
Latina y alcanza escalas epidémicas luego de períodos de lluvia con inundaciones o en situaciones de desastres
naturales. La leptospirosis humana afecta de 0,1 a 1 por 100 000 habitantes/año, en los climas templados, y de
10 a 100 por 100 000 habitantes/año en los climas tropicales28
. Estos números aumentan en los grupos de alto
riesgo, como son los trabajadores de cloacas, agricultores, veterinarios y militares. Fuero relatadas epidemias
de leptospirosis en Nicaragua29, en 1995 y 1998 (cuando el huracán Mitch alcanzó Central América), y en
Puerto Rico30
, después de un huracán en 1996. En Brasil, entre 1985 y 1997, 35.403 casos fueron reportados,
con una tasa de mortalidad de 12,5%31. Los datos brasileños entre 1997-2006 muestran números semejantes:
33.043 casos, con una tasa de letalidad del 11,2%32
. Estudios de prevalencia de anticuerpos anti-Leptospira, en
la población general, mostraron que la infección no siempre es acompañada de manifestaciones clínicas. En
Colombia33
, 18,4% de la población; en Rio de Janeiro34
(niños con edades entre 0-12), la prevalencia fue de
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27,6%, y, en Perú35
el 33,1% de la población asintomática fue positiva para anti-Leptospira. A través de la
reacción en cadena de la polimerasa (PCR), el 29% de los pequeños animales salvajes, en el Amazonas
peruano, se mostraron infectados por leptospiras36
.
El período de incubación de la leptospirosis lleva, en promedio, 7 a 14 días. Al penetrar en el organismo, las
leptospiras alcanzan la corriente sanguínea y se multiplican, en la llamada fase de leptospiremia, cuando
predomina la fiebre, mialgia intensa, cefalea, malestar digestivo, sufusiones conjuntivales y erupciones
cutáneas. La plaquetopenia y la elevación de las enzimas musculares (CPK) pueden ser evidenciadas. En la fase
siguiente, denominada fase inmune, surgen los anticuerpos IgM anti-Leptospira, y la ictericia rubínica suele
dirigir el diagnóstico, aunque la enfermedad también exista en la forma anictérica. El cuadro clínico de la
leptospirosis es pleomórfico, pudiendo simular un simple estado gripal o producir la forma grave de la
enfermedad de Weil, caracterizada por la tríade ictericia, hemorragias e insuficiencia renal, que afecta,
también, corazón, pulmón y músculo esquelético. El diagnóstico serológico por reacción de micro o
macroaglutinación es el más utilizado clínicamente.
El comprometimiento renal, en la leptospirosis, se desarrolla desde la infiltración de la Leptospira en el tejido
renal, predominando la nefritis túbulo-intersticial aguda (NTIA). Puede ocurrir necrosis tubular aguda (NTA),
aislada o simultáneamente con la (NTIA). No se produce alteración glomerular relevante, en esta infección. Las
leptospiras tienen tropismo especial para los riñones, donde la endotoxina GLP inhibe la enzima Na-K-ATPasa
tubular37
, comprometiendo el transporte iónico en el epitelio renal. Este mismo mecanismo molecular es
potencialmente capaz de explicar la fisiopatología celular de la leptospirosis, en los diferentes tejidos
comprometidos (hígado, músculo, pulmones etc.)38
. La tubulopatía de la leptospirosis cursa con aumento de la
fracción de excreción de sodio, potasio, magnesio y fosfato. Como consecuencia, los pacientes desarrollan
insuficiencia renal aguda peculiar, con una hipocalemia paradójica. La incidencia de IRA, en la leptospirosis,
varía, de acuerdo a las series, de menos de 10% a más de 60%, predominando la forma oligúrica39
.
El tratamiento de la leptospirosis debe contemplar la antibioticoterapia lo más precozmente posible, que
puede ser por vía oral, con amoxicilina o doxiciclina, en las formas leves, y, en las formas graves,
obligatoriamente, por la vía venosa, con penicilina cristalina, amplicilina, ceftriaxona o cefotaxima. Cuando se
indican métodos de depuración extrarrenal deben ser implantados precozmente, con un cuidado específico
para a hipocalemia. En estos pacientes, los baños de hemodiálisis o de diálisis peritoneal deben ser
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complementados con concentraciones más elevadas de cloruro de potasio (para 3 a 4 mEq/L). Esta medida no
solo sirve para evitar mayor depleción, sino también para promover una eventual reposición del ion en el
organismo, de forma rápida y segura.
Considerando que los pacientes con leptospirosis presentan hipoalbuminemia acompañada del aumento de
las concentraciones de ácidos grasos libres en el suero40
, la relación molar sérica ácido oleico/albumina se
encuentra anormalmente aumentada. Esta relación bioquímica, asociada a la lipotoxicidad alveolar aguda
promovida por el ácido oleico, predispone para el Síndrome de Distrés Respiratorio del Adulto40
. Por tanto, la
reposición venosa de albúmina siempre debe ser considerada como una herramienta terapéutica potencial
para los pacientes con la enfermedad de Weil.
Animales ponzoñosos
Los accidentes con animales ponzoñosos representan un gran problema de salud pública en América Latina,
donde la IRA grave puede ocurrir después de accidentes con serpientes, insectos (abejas y lagartas) y arañas.
Serpientes
Las serpientes son responsables de cerca del 80% a 90% de los accidentes ponzoñosos en la región. Más de
3.000 especies de serpientes son registradas por la Organización Mundial de la Salud, siendo 600 de estas
ponzoñosas. En América Latina, los cálculos más recientes señalan de 10.000 a 100.000 accidentes con
serpientes venenosas/año/100.000 hab., con 100 a 1.000 muertes por picadura de serpiente/año/100.000
hab.42
. La mayoría de los accidentes con animales ponzoñosos ocurre en las áreas rurales de América Central y
América del Sur y se debe a los géneros Bothrops y Crotalus, siendo la IRA oligúrica su más grave y letal
complicación, que requiere frecuentemente la utilización de métodos dialíticos. La etiopatogenia de la lesión
renal en los accidentes ofídicos es multifactorial y atribuida a la nefrotoxicidad directa del veneno, miolisis,
hemólisis, hipotensión, coagulación capilar glomerular, acción tóxica vascular y reacción de hipersensibilidad al
veneno o al suero antiofídico.
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El veneno crotálico contiene enzimas, toxinas y péptidos en su composición (crotamina, crotoxina, girotoxina,
crotapotina, fosfolipasa A2)43
y es uno de los más tóxicos, con letalidad de 72% en los pacientes no tratados, y
5% en los tratados con soroterapia44
. La presencia de neurotoxicidad con ptosis palpebral y rabdomiólisis es
muy sugestiva de accidente crotálico. El tiempo transcurrido para la administración del antiveneno crotálico
interfiere directamente en el surgimiento de la rabdomiólise y de la IRA. Cuando es aplicado con más 2 horas,
las posibilidades de desarrollar IRA se elevan 16,8 veces45
. Algunos relatos indican entre 1,5 y 10% de IRA en
las series de accidentes ofídicos, pero pueden estar subestimados. En una serie brasileña, la prevalencia de
injuria renal aguda, en el 3° día después de picada de Crotalus, fue de 29%45,46
.
El veneno bothrópico contiene propiedades inflamatorias agudas, hemorrágicas y anticoagulantes. Las
manifestaciones clínicas son proporcionales a la cantidad de veneno inoculada. La inflamación en la
proximidad de la picadura es intensa, con dolor y edema, pudiendo aparecer ampollas y necrosis de partes
blandas, que son características clínicas fundamentales para el diagnóstico etiológico del tipo de accidente
ofídico. Las complicaciones locales más graves y temibles son necrosis extensas, síndrome de compartimiento
y gangrena. El efecto hemorrágico se debe a la presencia de hemorraginas en el veneno. El efecto
anticoagulante, causado por la fracción del veneno tipo trombina, es capaz de activar los factores de la
coagulación sanguínea, con consumo de fibrinógeno y formación de fibrina intravascular47
. Por otro lado,
substancias del veneno capaces de activar a protrombina y el factor X actúan, también, sobre la agregación y la
aglutinación plaquetarias, volviendo a la sangre incoagulable47
.
La incidencia de IRA en accidentes ofídicos varia, en las series retrospectivas48,49,50
, y aparece precozmente en
las primeras 48 h, cursando con oligúria y un patrón histológico predominante de necrosis tubular aguda,
coagulación intravascular y hemólisis, con casos descritos de necrosis cortical, que es la complicación renal
más temida de los accidentes ofídicos49
. La aplicación precoz del suero antibotrópico o anticrotálico reduce las
complicaciones del veneno en el organismo, incluyendo la IRA. Los cuidados intensivos con soporte nefrológico
dialítico son necesarios para la reducción de la mortalidad en las víctimas de accidentes ofídicos.
Abejas
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La propagación de abejas africanizadas en América Latina aumentó considerablemente el número de casos de
IRA inducida por el veneno de abeja51
. Las subespecies de abejas tienen el mismo tipo de veneno, compuesto
por melitina, fosfolipasa A2 y hialuronidasa252
. Los pacientes que reciben, simultáneamente, cientos de
picaduras de abeja pueden desarrollar hemólisis intravascular, rabdomiólisis, lesión hepática,
trombocitopenia, coagulopatía, sangrado, alteraciones pulmonares y cardiovascular, con desarrollo precoz de
IRA oligo-anúrica53,54
. Se produce una asociación de fenómenos tóxico-isquémicos, con choque hipovolémico,
agravada o no por la ocurrencia de anafilaxia asociada a la lesión tubular por pigmentos. La mortalidad de
estos pacientes es elevada, por encima del 20%, a pesar de la utilización de métodos dialíticos55
. Los estudios
experimentales, en los pocos casos en los que la histología renal estuvo disponible, mostraron la presencia de
necrosis tubular aguda56
. El empleo precoz de diálisis peritoneal o de hemodiálisis contribuye a reducir la
mortalidad de estos pacientes. Otro aspecto considerado relevante es la remoción precoz de los aguijones de
las abejas, que deben ser removidos lo más rápido posible, pues cuanto más tiempo permanecen los
aguijones, mayor es la cantidad de veneno inoculado en la víctima57
. Los aguijones pueden ser retirados con
pinzas o por raspado.
Lonomia (lagarta)
Los accidentes con lagartas del género Lonomia producen desórdenes hemorrágicos graves. El veneno tiene
fuerte acción fibrinolítica y actividad enzimática semejante al factor activador del plasminógeno tisular, la
calicreína, el factor Xa y la uroquinasa58
. El síndrome hemorrágico inducido por el veneno presenta ambos
efectos, fibrinolítico y coagulante.
Una dermatitis urticante aparece inmediatamente después del contacto de la lagarta con la piel, seguida de
manifestaciones inespecíficas, como cefalea, náuseas y vómitos, mialgias, dolores abdominales, hipotermia e
hipotensión. La discrasia sanguínea se desarrolla en hasta 48 horas, y diversas manifestaciones hemorrágicas
aparecen entre las 8 y 72 horas59
. También, complicaciones hematológicas, con equimosis y sufusiones
hemorrágicas extensas, hematomas espontáneos o provocados por trauma o en lesiones cicatrizadas,
hemorragias de mucosas (gingivorragia, epistaxis, hematemesis, enterorragia), hematuria macroscópica,
sangrados en heridas recientes, hemorragias intraarticulares, abdominales (intra y extraperitoneales),
pulmonares, glandulares (tiroidea, glándulas salivares), y hemorragia intraparenquimatosa cerebral.
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En función de la intensidad de los disturbios hemostáticos, el accidente se clasifica en leve, moderado o
grave60
. La forma es considerada leve cuando hay apenas lesión local, sin alteración de la coagulación ni
sangrados, hasta 48 horas después el accidente. Es moderada si el envenenamiento local es acompañado de
alteración de la coagulación o de manifestaciones hemorrágicas en la piel y/o en mucosas (gingivorragia,
equimosis, hematoma), hematuria, sin alteración hemodinámica (hipotensión, taquicardia o choque). En la
forma grave, el accidente causa alteración intensa de la coagulación, con manifestaciones hemorrágicas
viscerales (hematemesis, hipermenorrea, sangrado pulmonar, hemorragia intracraneal) que causan
alteraciones hemodinámicas y/o falla de múltiples órganos o sistemas. El suero antilonómico (SALon) está
disponible para uso clínico, en varias regiones de América Latina y debe ser utilizado precozmente. La mayoría
de las muertes, en las formas graves, ocurre antes de la administración del SALon.
En una serie de 2.067 accidentes con Lonomia obliqua, en Brasil, 39 pacientes (1,9%) desarrollaron AKI, con
hematuria e injuria isquémica. De estos, el 32% recibió tratamiento hemodialítico y el 4% evolucionó con
insuficiencia renal crónica61
.
Araña
Los arácnidos del género Loxosceles pueden inducir lesiones isquémicas, con necrosis en el lugar de la
picadura, causando hemólisis intravascular, rabdomiólise, alteraciones del sistema de coagulación y lesión
renal aguda. El veneno contiene enzimas potentes (fosfatasa alcalina, hialuronidasa, 5-ribonucleotídeo
fosfohidrolasa y esfingomilelinasa D), con efectos proteolítico, hemolítico, coagulante e inflamatorio. Incluso
pacientes con lesiones cutáneas discretas pueden presentar hemólisis grave e IRA, que es la principal
complicación y causa de muerte después de estos accidentes62,63
.
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