Isaiah Berlin La Libertad Compleja

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  • Estudios Pblicos, 80 (primavera 2000).

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    ISAIAH BERLIN,LA LIBERTAD COMPLEJA

    Joaqun Fermandois

    JOAQUN FERMANDOIS. Doctor en Historia. Profesor de Historia Contempornea, Pon-tificia Universidad Catlica de Chile.

    1 hombre puede percibir la realidad social, especficamente la delpoder y las jerarquas no naturales, como limitacin, como amenaza,como finitud. Sin embargo, la conciencia de su fragilidad ante la naturalezay ante otros hombres le ha sido tan evidente, que no pocas veces, incluso enlas altas culturas, la idea del poder como limitacin ni siquiera se verbaliza.Es en s pura evidencia. El pensamiento poltico clsico estuvo dominadopor la idea de lo que podra llamarse las condiciones del buen gobierno. Noen balde nace cuando la polis entra en crisis tras la Guerra del Peloponeso:qu es un buen gobierno?, cmo se establece?, cules son las condicio-nes de su conservacin?, quines deben gobernar? Tambin, ms funda-mentalmente, para qu debe existir un orden poltico. La libertad, a su vez,estaba referida a una defensa religiosa o legal del individuo o al eternoproblema de la libertad vs. libre albedro.

    En cambio, desde la Ilustracin existe una idea que ha tenido unprotagonismo inextinguido hasta hoy da, la libertad. No es que el proble-ma de la libertad haya estado ausente de la historia del pensamiento y de lahistoria espiritual. De hecho, no es por casualidad que su origen est en el

    EINTRODUCCIN

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    ciudadano de la polis, y en la responsabilidad a la que llama Cristo, comoapelacin a la parte de libre albedro del ser humano. Pero el pensamientopoltico lo expresa de manera relativamente escasa. Slo en el origen delpensamiento poltico moderno (trmino, de acuerdo, demasiado vago), lalibertad empieza paulatinamente a ser mirada como un objeto preferentede atencin y meditacin. Esto es paralelo a uno de los rasgos ms perdura-bles del mundo occidental, la distincin entre Estado y sociedad y el puestoque ocupa el hombre individual (o personal) en ese mundo. El cambiomaterial que origin la Revolucin Industrial dio ms urgencia a este deba-te. Las rebeliones en pro de la libertad, revolucionarias o contrarrevolucio-narias, llenan la historia poltica de estos dos ltimos siglos. Hasta nuestrosdas, la libertad ocupa un lugar de reflexin insoslayable en el pensamientopoltico. sta puede ser vista de mltiples maneras: como libertad indivi-dual, como la manifestacin de un proceso histrico racional que descubreuna interioridad libre en el hombre. Tambin como el motor de la auto-creacin del hombre; o como la rebelin personal ante fuerzas colectivas. Alo largo del siglo veinte, por otro lado, se ha hablado repetidamente que sepresencia el fin de la civilizacin liberal, la agona del liberalismo. Y, ala inversa, se ha hablado del triunfo de la libertad. La libertad puede serconsiderada como inseparable de la libertad econmica o, todo lo contrario,como su antagonista irreductible. Tambin se puede discutir si la libertad esel sustrato ltimo del liberalismo. En estas ltimas tres dcadas, adems, noha sido raro escuchar acerca de la civilizacin postliberal, o que el fin dela Guerra Fra fue el triunfo de la perspectiva liberal. Y como polmicadesvada, en los noventa escuchamos constantemente que se est ante el findel neoliberalismo.

    La libertad como idea poltica parece algo tan obvio que su concep-tualizacin en una teora poltica provoca no pocas dificultades. General-mente, porque se la supone el fin supremo que jerarquiza todo otro valor; oporque se la supone subordinable a otro fin considerado superior: una ver-dad religiosa, el orden, la seguridad, la igualdad; o un equilibrio ms omenos matemtico entre estos valores, que se logra por un robusto progra-ma poltico. Quienes postulan la supremaca de la igualdad se han encontra-do muchas veces en la tradicin socialista. Sin embargo, no es extraoverlos en el liberalismo, y cierta justicia histrica no les es ajena. El trminoliberal, en ingls, muestra cmo en la cultura poltica anglosajona, sobretodo en su vertiente norteamericana, sin renegar de una libertad polticabsica, el acento del qu hacer social se coloca en la igualdad. Ello iracreando, desde esta perspectiva, una homologacin esencial entre libertad eigualdad, pero partiendo de la primera. En el socialismo, por razones algodiferentes, aunque en unos casos convergentes, se puede decir lo mismo.

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    En este panorama, la originalidad de Isaiah Berlin (l909-1997) radi-ca no slo en que restaura la tradicin liberal que pone el acento supremoen la libertad. A la vez, no la considera como un valor supremo bajo el cualse puedan jerarquizar hacia abajo otros valores polticos. Sencillamenteesos otros valores pueden ser tan supremos como la libertad, slo que noson del todo compatibles; incluso pueden ser contradictorios, inconmensu-rables. Esto merece una explicacin ms detallada que nos lleve al entornode las ideas y trabajos de Berlin.

    El origen: Un inmigrante como la esencia de lo ingls

    El mismo Berlin repeta constantemente a sus innumerables amigosque en un siglo de tragedias inenarrables a l le estuvo reservado llevar unavida feliz y llena de logros, a pesar de haber transitado por el ojo delhuracn. Hijo nico de acomodados padres judo-rusos, naci en Riga,Letonia, en 1909, entonces parte del imperio ruso. El alemn y el rusofueron los idiomas en los que fue acunado en el antiguo imperio zarista.Presenci la revolucin de 1917 y vio escenas de horror que dejaron en luna huella indeleble de revulsin por el sistema sovitico, lo que se ve en suprimera composicin escrita en idioma ingls, Uritzki, el retrato de uncomisario bolchevique cuya gozosa ocupacin es ejecutar indefinidamentea los enemigos de clase.

    Lo escribi en ingls porque la familia emigr a Londres en 1921.No fue una huida. Por unos aos el padre pudo seguir con su negocio dela madera bajo el rgimen sovitico. En otras circunstancias hubiera sidollamado colaborador. Hizo lo posible para sobrevivir y despus sencilla-mente emigr. En Inglaterra la familia haba tenido desde hace tiempovinculaciones comerciales, lo que lo ayudara a establecerse prsperamente,sin seguir la sufrida ruta de casi todo inmigrante. Educado en un colegiocristiano, la discriminacin antisemita en Inglaterra, sin estar del todo au-sente, era sin dudas menor que en el continente. Luego ingres a Oxford, en1928. Con todo, el anhelo de pertenencia, a su comunidad juda y a laenglishness de Inglaterra, lo acompa toda su vida; ser el prototipo de loingls en Oxford era parte de la construccin de una personalidad que lohace mostrar los rasgos de un nativo de manera ms llamativa que enaquel para quien la vida ha sido un transcurso rutinario, evidente en smismo1. Es casi la condicin de tanto inmigrante, sobre todo de un exiliado,

    1 Es una tesis central de la excelente biografa de Michael Ignatieff, Isaiah Berlin. ALife (1998).

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    experiencia que muchas veces es sinnimo de ser desclasado y que enBerlin fue la de promocin, pero con un toque supremo y exquisito deldtach.

    Pero esto no lo hizo perder su tradicin rusa, que sobrevive en elidioma y en su conocimiento asombrosamente profundo y sensible de laliteratura rusa. Como sucede muchas veces en adolescentes inquietos, paraIsaiah fue decisivo el encuentro con un sabio judo-ruso, Schmuel Rachmi-lievitch, un menchevique exiliado que por muchos aos, ganndose preca-riamente la vida, tratara de poner por escrito sus teoras esttico-polticas.Muri sin alumbrar su hijo anhelado. Sin embargo encontr el triunfo en laorientacin rusfila que logr imprimir en el joven quinceaero Isaiah, quese refleja especialmente en el ensayo El Erizo y el Zorro (1951). Lasideas polticas de Berlin se iran tejiendo en buena medida al hilo de suscomentarios sobre los escritores rusos del diecinueve.

    La siguiente experiencia, que se prolongara por el resto de su vida,fue su ingreso a Oxford en 1928. Hasta 1932 sera el alumno que se integral ambiente poltica e intelectualmente inquieto, creativo y rebelde del mun-do espiritual desengaado de los aos de entreguerras. Hara amistades queperduraron hasta la muerte. Oxford, por aadidura, aunque no durara parasiempre, era entonces uno de los centros de formulacin de las ideas queestaran entre las ms seeras del siglo. All, y en All Souls a partir de1932, conocer, intimar y polemizar con quienes llevaran una distingui-da vida intelectual como Bernard Spencer, Stephen Spender, gran poeta yensayista, y Maurice Bowra, clasicista y crtico literario que con agudezapeligrosa daba vida a un entorno que podra estar en la penumbra. Bowragustaba decir que l era el lder del frente de la inmoralidad: comunistas,homosexuales e inconformistas2. No hay que tomar demasiado en serioestas declaraciones; slo que eran el dernier cri. Tambin habra que agre-gar a la novelista Elizabeth Bowen, a la gran Virginia Woolf (aunque aIsaiah no se le escapaba el tono ligeramente antisemita en esta ltima), aShiela Grant Duffy, Stuart Hampshire, John Austin y a A. J. Ayer.

    Su ingreso a All Souls, al ofrecrsele concursar por una plaza vacan-te (fellowship, en realidad), constituy una suerte de primera consagracin.El primer judo, como alguien alcanz a anotar. Tambin lo anot elBarn de Rothschild, que lo invita a pasar un fin de semana a su casa(mansin) de campo, por el honor que significaba entonces la designacin

    2 Hay una ancdota exquisita acerca del estilo suavemente irnico de ese Oxford, yque slo puede ser repetida en ingls. Cuando Bowra present a Cynl Connolly ante unamigo, le dice: This is Connolly. Coming man. (Pausa). Hasnt come yet.

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    para un judo. Era uno de los muchos estrenos en sociedad que viviraIsaiah. En realidad, desde joven se le notaron dos cualidades que lo hacansobresalir. Por una parte, vivacidad intelectual, cultura amplsima, rpidaintuicin de lo esencial de un escrito, percepcin del arte, la historia y lafilosofa en una combinacin instantnea, que despus le darn una marca ala riqueza de sus ensayos.

    Por otra parte, el joven Isaiah demostr desde su primera juventuduna capacidad para desarrollar el arte de la conversacin (bien apaleado enel siglo XX), que lo haca una celebridad en lugares como All Souls. Inclu-so, a lo largo de su vida no faltaron las voces malvolas que decan que noera ms que un conversador (conversationalist)3. Caa bien inmediata-mente al ser presentado a quien fuese. Cultura y modos agradables, acoge-dores, seran caractersticas suyas hasta el final. Al iniciar la conversacinno la detena, salvo para breves intersecciones de sus contertulios; estos, sinembargo, no sentan estar ante alguien que no los escuchaba, ya que perci-ban al unsono que haba introducido en sus mentes la objecin o la pre-gunta que le hubieran hecho. As con los grandes y con los humildes. Losestudiantes que le pasaban aterrorizados sus escritos para que se los comen-tara, vean pocos das despus que se los analizaba larga y acuciosamente.

    Este conversationalist deja sus huellas en escritos que a pesar de laslargusimas frases, de los escasos puntos aparte se educ en la escrituraantes de la era de la televisin, entregan la impresin de una vivazconversacin con el lector. A ste no le molestan ni sus largas frases sinpunto seguido, ni sus pginas sin punto aparte. Demandan concentracin,no para encarar un silogismo rido, sino una idea que se entrega con lafacilidad de lo familiar y lo natural.

    En 1932 esta forma de expresin escrita todava era el futuro. Esimportante anotar que Berlin no fue conocido primeramente por sus escri-tos. Como se deca, Oxford, sobre todo en lugares como el clebre AllSouls, posea una centralidad como fuente de la vida intelectual que des-pus de 1945 se ira perdiendo progresivamente. Como en el saln del sigloXVIII, la fama de un homme de lettres no se esparca necesariamente porlos escritos, sino por medio de su intervencin en el debate intelectual, enun lugar donde confluan los grandes del mundo. De hecho, su primeraobra, entonces no muy leda, fue el Karl Marx de 1939. Ya entonces Berlin

    3 Existen muchos testimonios de estos rasgos. Son interesantes, en nuestro medio, losrecuerdos personales de Luca Santa Cruz, Isaiah Berlin (1997). Patricia Douglas, unaclebre femme fatale, en cuya estela Isaiah estuvo atrapado un tiempo (y ms adelante fue ellala que no logr ponerle el lazo), lo felicita venenosamente al ser nombrado Sir en 1957,escribindole que era por sus servicios a la conversacin.

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    era tenido como un hombre de la clase pensante, y por eso los editores lepidieron un libro basado en conocimientos de buena fuente de los escritoresrusos del diecinueve, para aquilatar la transformacin del marxismo en laRusia prerrevolucionaria. El encargo demostraba otro logro del joven Isaiah:al aproximarse a aos maduros, este inmigrante pasara a ser consideradocomo la esencia de lo ingls.

    El joven Isaiah, adems de viajar al continente (a los recin inau-gurados festivales de Salzburgo), va a Palestina. Ya tiene claras simpatas,no carentes de ambigedades, por la idea de una patria juda. Ms impor-tante para los propsitos de estas lneas, Isaiah se haba distanciado tempra-namente de dos poderosas corrientes de la poca; esto incidira fuertementeen el desarrollo de sus ideas.

    Fue incapaz de entregarse a la tentacin del marxismo, que arrasabaen el mundo intelectual europeo, particularmente en las universidades ingle-sas. Su temprana experiencia con la Revolucin Rusa jug aqu su papel.Tambin su estilo de introducirse en las ideas. En este sentido la prepara-cin del Karl Marx fue importante. Como dice en sus pginas finales,reproducidas en la Seleccin, la persona que desarroll la tesis de que lasideas provienen de la realidad material prob con su propia teora cmo lasideas mismas son las que transforman ms decisivamente el mundo. ParaBerlin, el marxismo, y ms concretamente el comunismo, pasara a repre-sentar lo fundamental del avasallamiento de la libertad en nombre de abs-tracciones, concrecin del totalitarismo y de los grandes genocidios delsiglo XX. No le dedic tantos anlisis al Holocausto, en comparacin conotros intelectuales judos de su generacin o posteriores. Es posible queaqu haya operado un pudor ante lo que tocaba tan a fondo su identidad.

    La otra corriente de esa poca, de la que no slo se distancia, sinoque incluso acicatea el origen de sus ideas, es la filosofa del positivismolgico inspirada por conocidos suyos como el ya nombrado Alfred J. Ayer.La idea de que una proposicin slo es verdadera si es verificable, suble-va al joven Isaiah. Para l, una idea puede ser interesante e inteligible, ysugerir todo un mundo, aunque no se la pueda verificar. El verificacionis-mo puede conducirnos a un mundo solipsista, en donde finalmente nada sepodra afirmar. Por otro lado, no puede simpatizar con la posicin de Witt-genstein, otra estrella del momento.

    En este sentido, es su estudio sobre Marx lo que lo rescata de lo quevea como tautologas del mundo de ideas que predominaba en Oxford.Berlin siente que las ideas se relacionan con un mundo histrico del queson tanto motor como resultado. De aqu nacen dos guas de su pensamien-to: que la historia de las ideas debe ser el objeto de su estudio; y que existen

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    valores verdaderos en s, pero que pueden ser incompatibles unos con otros.Entonces, a fines de los aos treinta, su carrera intelectual ya est delinea-da. Pero las circunstancias simultneamente lo van a distraer y lo catapulta-rn a un estrellato que no imaginaba la familia de inmigrantes en 1921.

    Los aos de la guerra y de la cercana al poder

    Por casualidad, la primera fase de la guerra lo sorprende en EstadosUnidos. Siente que debe actuar, adems tiene un peso en su conciencia,pues teme por lo que podra sucederles a sus padres si los nazis lograseninvadir Inglaterra. El Ministerio de Informacin ingls lo contrata para quedesde una oficina del Rockefeller Center en Nueva York analice el pulsodel estado de nimo norteamericano ante la guerra. La misin de la oficinaera hacer que Estados Unidos entrara en guerra. Despus de Pearl Harbor(1941), que en la oficina de Nueva York se celebra como victoria, locontrata la embajada inglesa en Washington, en cabezada por lord Halifax.Sus informes semanales tienen una gracia peculiar, a la vez que muestranuna penetracin sensible y profunda en el mundo poltico norteamericano.Su perspicacia llama inmediatamente la atencin. Un da Winston Churchillpregunta: Quin es el que redacta los informes que firma Halifax? Desdeentonces los poderosos del mundo, al menos los que adems poseen algndon intelectual, leern cuidadosamente no slo los informes sino tambinlos escritos de Berlin.

    Estos aos de Washington estn marcados por una impronta socialde consecuencias perdurables. All Souls le haba dado acceso a la elitesocial y poltica inglesa. En Washington realizar la combinacin anglonor-teamericana. De Oxford ya tena el conocimiento de Felix Frankfurter. EnNueva York y Washington tuvo entrada al gran mundo social y poltico deesa poca. Esto le servira para toda la vida. Llega a conocer a Roosevelt,por quien siempre mantendr admiracin, aunque el gran estadista no sehaya fijado mayormente en l. Le invitaban a cenar a la embajada sovitica,a pesar de su aversin al rgimen moscovita. Se escriba con Harold Ni-cholson, del Foreign Office, a la vez que lleg a alternar con dos famosostraidores, Guy Burgess y Fitzroy Maclean, que con los aos resultaran serespas al servicio de la URSS. Tambin alternaba con el poeta WystanAuden, con Ben Cohen (del crculo de Roosevelt) y con Charles Bohlen,quien junto con George Kennan era uno de los grandes especialistas entemas soviticos del Departamento de Estado. Los conocimientos sobre lacultura y mentalidad rusas de Berlin eran apreciados en ese ambiente. Al-morzaba regularmente con Drew Parson, Walter Lippmann, Marquis Childs

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    4 Ignatieff, Isaiah Berlin: A Life (1998), p. 118.

    clebres editorialistas y columnistas por varias dcadas. Por sobre todo,los aos de Washington le dieron sustento a su creencia de que los hombrespueden configurar una parte de la historia.

    Junto con el pluralismo de valores, estos aos ven nacer otro leitmo-tiv de su obra, la libertad, sobre la que se hablar ms adelante y estar muyrepresentada en la Seleccin. Isaiah no sera conocido primeramente porsus ensayos, sino por su conversacin vertiginosa y seductora, por la rique-za, agudeza y vivacidad de sus despachos, que slo hace muy poco (1998)se ha pensado en publicar. Toda su fama se concentraba en la irradiacinintelectual de Oxford y en el inters que provocaban sus comentarios dentrodel mundo de los que decidan durante la guerra. Entremedio, las conversa-ciones apasionantes sobre poltica, literatura, arte, msica arte, este lti-mo, sobre el que escribi varios ensayos. La figura de Toscanini concentrsu curiosidad y pasin.

    En Washington estuvo en medio de la tensin de dos de sus grandeshermanos de la tradicin juda, Chaim Weizmann y David Ben Gurion.Ambos defendan la idea sionista. Pero Weizmann quera un acuerdo conlos anglonorteamericanos para el establecimiento del Estado judo en Pales-tina; Ben Gurion no rehua ni rehuy el combate armado, y quera ganarse aBerlin. Pero ste se senta atrado por la figura ms intelectual de Weiz-mann, que finalmente perdi la batalla dentro del sionismo. Berlin se vioarrojado a un conflicto de lealtades. Como funcionario del Foreign Officedeba oponerse a los esfuerzos de inmigracin y de establecer un poderjudo en Palestina. Como judo, quera el Estado judo. Se las ingeni paraobedecer a dos seores, aunque en una ocasin sacrific la lealtad a Inglate-rra, lo que entonces no se supo, daando lo que el Foreign Office creadeba ser la poltica inglesa4. Por otra parte, condenaba la accin del grupoque rodeaba a Menachen Begin, y durante mucho tiempo despus se rehusa darle la mano. En 1948 rechazar la oferta de Ben Gurion de asumir unaalta funcin en el gobierno israel. Ya haba preferido su identificacincomo ingls, aunque sin negar su pertenencia cultural juda. Desde fines de1942 reciben noticias acerca del Holocausto, tanto por informaciones degrupos judos como del gobierno polaco en el exilio. Esto fue despus unasunto muy debatido. La verdad es que mientras los aliados estaban mspreocupados de ganar la guerra que de las persecuciones que hicieran losnazis, los lderes judos tenan su mente fija en Palestina, interesndose slolateralmente en los sucesos de Europa.

    A fines de 1945, una vez terminada la guerra y su misin en Wash-ington, realiza un extraordinario viaje a la Unin Sovitica. Visita a lo que

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    queda de su familia; gran parte de ella haba sido engullida por el Holo-causto. Se entrevista oficialmente con la crme de los artistas soviticos;en una velada con Einsenstein, observa como el gran director de cine no esms que una figura aterrorizada por el rgimen. Conoce a Boris Pasternak,por el que se siente atrado, pero desconfa de su oscuro misticismo; el granruso estaba atormentado por un sentido de culpa: se le haba permitidosobrevivir. Aos despus, Berlin ser quien lleve a Occidente el manuscritode su novela Doctor Zhivago. En la entonces Leningrado sostiene, duranteuna noche entera, una vibrante entrevista con Anna Akhmatova, la poetisarusa ms significativa del siglo XX. Estaba bajo una suerte de arrestodomiciliario. Su marido, un escritor, haba sido fusilado en 1921, en tiem-pos de Lenin; su hijo, que haba estado en un campo de concentracin ydespus fue liberado para servir en la guerra, asisti por un momento a laconversacin; sorprende a Berlin el que a pesar de haber vivido en condi-ciones inhumanas, conozca en sus idiomas a la literatura europea. Pocodespus, el hijo de Anna Akhmatova ser enviado nuevamente a Gulag;Anna se humilla y escribe ditirambos en honor a Stalin. No consigue suliberacin y, para remate, se le mantiene la prohibicin de publicar. Haberhecho esta concesin imperativo de madre la amargar hasta su muerteen los aos sesenta.

    La conversacin de esa noche vers sobre la dos literaturas rusas, lade Rusia misma y la del exilio. Dejara una impronta perpetua en Berlin; laconsider la ms importante de su vida. En ella se encuentran las races delos ensayos reunidos como Pensadores Rusos. El hecho de que por haberseentrevistado con toda esta gente, incluyendo a los pocos parientes sobrevi-vientes, stos hubiesen sufrido despus prisin y tortura, lo reafirmar en suresistencia a la tentacin totalitaria. sta ser otra columna de la arquitec-tura de sus ideas como reformulador de la importancia de la idea de libertaden la segunda mitad del siglo.

    El observador como historiador de las ideas

    De vuelta en Inglaterra rechaza varias ofertas de sus amigos sionis-tas y del Foreign Office. Prefiere volver al mundo de Oxford y de la historiade las ideas. Conservara la relacin con la alta sociedad y con los grandesde la poltica; pero no pierde de vista su punto de fuga, la vocacin intelec-tual. Aunque slo sea por esta decisin, no podra ser clasificado primaria-mente como un mero conversationalist. Su apuesta fueron las ideas; poraqu es por donde debe comenzar todo juicio acerca de l.

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    5 En carta de Isaiah Berlin a Herbert Elliston, 30 de diciembre de 1930. En Ignatieff,Isaiah Berlin: A Life (1998), p. 199.

    Al leer a Berlin extraar que no muestre un vnculo fundamentalcon las corrientes intelectuales de su poca, ni con las de los treinta, ni conel pensamiento francs de la postguerra, de tanta irradiacin (tan fashio-nable!) incluso hasta nuestros das. Tuvo una relacin superficial con Ray-mond Aron, quien en varios sentidos podra ser considerado como su almahermana en Francia; se conocieron personalmente, pero no se cre una realcomunicacin entre ellos. Del pensamiento alemn moderno, es escaso loque citara; a Heidegger lo haca a un lado por su disquisicin nebulosa.Su mundo fue el de la cultura anglosajona; mas, como historiador de lasideas, su dominio de la historia del pensamiento occidental incluyendo alcrculo grecolatino era sencillamente magistral.

    Ubicado en el centro de una encrucijada intelectual, social y poltica,Berlin no rehuy el gran debate de ideas de la temprana Guerra Fra. Superfil poltico era el del liberalismo de izquierda; sus amigos, del mundoconservador; el medio, los formuladores de la poltica occidental de finesde los cuarenta y comienzos de los cincuenta. No se olvide que en lapostguerra, descontando al macartismo, los formuladores de ideas antico-munistas ms conspicuos venan de un liberalismo con races en la izquier-da. Van apareciendo en estos aos los escritos esenciales de Berlin, ElErizo y el Zorro y Las Ideas Polticas en el Siglo XX. Este ltimo escomo un manifiesto de crtica al comunismo que ayudaba a formular lasideas de resistencia al marxismo. El pensamiento (o, mejor dicho, perspec-tiva) marxista del siglo XX tena gran entrada en los medios intelectualeseuropeos de postguerra, y ms adelante tendra alguna significacin al otrolado del Atlntico.

    Tambin le trajo crticas, porque le piden una afirmacin ms positi-va, equivalente, de la democracia occidental. Berlin responde con unaafirmacin que demuestra la fortaleza y debilidad de la democracia liberalen la era de la crisis ideolgica mundial:

    Ciertamente no pienso que la respuesta al comunismo sea una con-tra-fe, igualmente ferviente, militante [...], porque entonces unocombate al demonio con las armas del demonio. Para comenzar,nada es menos propicio para crear una fe que la reiteracin perpe-tua del hecho de que estamos buscando alguna, de que tenemos quebuscar alguna [fe], de que estamos perdidos sin ella [...]5.

    Quizs el mismo Berlin, en esta carta, un pequeo escrito dentro dela vastedad de su obra, no sospechaba lo importante y profundo de esta

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    afirmacin. Tiene que ver con su idea de la libertad y del pluralismo devalores, que constituye el centro de sus ideas. El romanticismo alemn quenuestro autor estudi tan profundamente, cada vez que quiere traducirsepolticamente, termina inspirando una pura voluntad de poder que pronto sedesviste de sus adornos de idealismo o de orientacin a valores. Porotro lado, no se poda imitar al marxismo en un contra-marxismo: inevita-blemente, sera una copia deslucida de la imagen a combatir.

    Slo la vitalidad de una sociedad plural poda hacer inocua la ofen-siva de una religin poltica que ofreca aplanar el mundo para construir laperfeccin sobre el planeta. Sin embargo, no pocas veces esa vitalidad seresolva en una autocrtica destructiva, en un nihilismo que tras los aires debsqueda de autenticidad se resolva en una atraccin por el totalitarismo.Aunque el final fue feliz (ciertamente, como no poda ser de otra manera,fue para ingresar en un nuevo tnel), no es raro que la tentacin de unacontra-fe (secular o religiosa con connotaciones polticas) estuviera entrelas respuestas inescapablemente no democrticas de la crtica al marxismoen los aos de la Guerra Fra y, ms ampliamente, en los tiempos de la erade los enfrentamientos ideolgicos. Tambin al antimarxismo lo persegua,como una sombra maldita, otra tentacin totalitaria: la del fascismo encuanto movimiento genrico en la Europa de entreguerras. La vitalidad dela sociedad abierta triunf al final, porque las sociedades creadoras de lomoderno reunan al mismo tiempo la mayor parte de los recursos de poder,amn de que en ellas resida la verdadera capacidad crtica.

    Con este teln de fondo podemos entender el pensamiento de Berlin,que no puede ofrecer una visin total de los fines a perseguir legtimamen-te. Para Berlin, es ilusin o idea falsa el que pudiera existir una visintotal. No puede haber un principio genrico que ofrezca la totalidad de lasrespuestas, debidamente jerarquizadas; que el pensamiento por s mismodeba encontrar esta idea, que una voluntad poltica la pueda producir, staes la falacia. Los fuegos de Berlin se dirigen entonces contra la idea delracionalismo monista.

    Como siempre, las ideas de nuestro autor se deslizan desde el inte-rior de un torrente translcido de palabras, en las que, como mtodo deconocimiento, se combinan reflexiones sobre literatura, poltica e historia.El comentario sobre un escritor, sobre los personajes y sobre la interpreta-cin de la historia en la que estn situados, se convierte en su forma deentregar sus ideas polticas. No es necesariamente falta de sistematicidad, sise le compara, por ejemplo, con un opus magnus como On Liberty, de JohnStuart Mill. Se tratara de un mtodo si no fuera porque la idea de mtodonos lleva, en el lenguaje corriente de la profesionalizacin de la ciencia, a

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    6 Miguel Orellana ha sealado, seguramente con razn, que la traduccin correctadebera ser puercoespn, y no erizo. De hecho, en muchos diccionarios que hemos con-sultado aparece as. Orellana, El Cosmopolita en la Azotea. Isaiah Berlin y el Siglo Terri-ble, (1997), p. 345. Sin embargo, porque ha sido traducido generalmente como erizo, semantendr esta denominacin en esta Seleccin.

    7 Es la observacin de John Bayley, al comentar el libro de Aileen M. Kelly, TowardAnother Shore: Russian Thinkers Between Necessity and Chance (1998).

    8 Igniateff, Isaiah Berlin: A Life (1998), p. 201.9 En referencia explcita, Claudio Vliz la ha tomado para titular su libro, y de gua

    para introducirnos en un problema complejo, en The New World of the Gothic Fox. Cultureand Economy in English and Spanish America (1994).

    exigir un esquema rgido. Dicho un poco a la antigua, esta forma de encararla exposicin de las ideas es un arte de decir las cosas que slo emerge delas manos de un talento personal, como en nuestra lengua lo fue JosOrtega y Gasset. Esto se ve en uno de sus primeros grandes ensayos, el yanombrado El Erizo y el Zorro (de 1951, aunque recin en 1953 aparecicon este ttulo), un estudio sobre Tolstoi que se desarrolla como una ampliafilosofa de la historia6. El pensamiento inquisitivo de Berlin queda demanifiesto en la forma en que va abriendo las diversas y, aparentemente,contradictorias capas de las ideas de Tolstoi, por ejemplo, su lejana ycercana a Joseph de Maistre. En sus estudios sobre literatura rusa muestralas races rusas del comunismo y la transformacin del marxismo al entraren el siglo XX7.

    El ensayo en cuestin se inspira en un fragmento del poeta griegoArquloco: El zorro conoce muchas cosas; el erizo conoce una sola grancosa. Este binomio acompaar a Berln como una polaridad metodolgi-ca para describir el pluralismo (zorro) y el monismo (erizo), en los queclasifica a autores y a polticos, a escuelas y a culturas. Pero ms all,apenas va desarrollando el anlisis de un texto, muestra cmo en un mismoautor, en momentos, en mbitos diferentes de su obra y de sus ideas, convi-ven el zorro y el erizo. El mismo Berlin, un zorro por excelencia, estuvobuscando una gran verdad toda su vida, como finamente lo ha sealado subigrafo, Michael Igniateff8. En fin, esta metfora ha tenido gran resonan-cia, adems de decir mucho acerca de Berlin9.

    En la historia de las ideas, que para Berlin estaba inextricablementevinculada con el pensamiento poltico, Berlin escogera el anlisis de pen-sadores especficos como vehculo para expresar su idea de la libertad (deescoger) y del pluralismo (de valores). Ya vimos el paralelismo que haceentre De Maistre y Tolstoi. Sobre De Maistre tiene un ensayo genial, publi-cado recin en 1990, pero escrito en 1960, Joseph de Maistre y los Orge-nes del Fascismo. En este francs, celebrado por el pensamiento conserva-

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    dor del integrismo catlico, Berlin ve algo ms: ve una parte de la rebelincontra la Ilustracin y el racionalismo, ve un catolicismo poltico en el cualla religin cede su lugar de primaca al poder. Aunque no es original en estavisin de De Maistre, Berlin aporta una elegante presentacin de las ideasdel pensador francs y de su impacto en el entorno poltico-espiritual delmundo moderno. No un reaccionario, sino un profeta del siglo XX, es loque ve en el saboyano celebrado por muchos conservadores. La originali-dad de nuestro autor est en verlo como un antimoderno que tambin puedeconvertirse en la apoteosis de la voluntad de poder moderna, aun recono-cindole toda su sutileza y genialidad.

    Pero en el campo de la historia de las ideas Berlin es ms conocidopor sus ensayos (y docencia universitaria) acerca de una serie de pensado-res, sobre todo del ciclo del romanticismo alemn. Nuestro autor se deten-dr en diversas oportunidades en las ideas polticas de Maquiavelo, en lafilosofa de la historia de Vico, en los romnticos alemanes Herder y Ha-mann. Para l, estos autores representan la negacin del ideal ilustrado deque existe una respuesta nica a los problemas humanos, de que todas laspreguntas fundamentales deben tener una respuesta unvoca. La tradicinintelectual de estos autores apunta a otra posibilidad, la del pluralismo devalores, que no necesariamente es relativismo.

    Estos ensayos tuvieron su origen en la dcada de 1950; despusfueron pulidos, refundidos, revisados. Pero esencialmente es desde la do-cencia universitaria y de las entonces muy populares charlas radiales en laBBC, a mediados de los 50, cuando madura lo esencial del pensamiento deBerlin. En 1958 da a conocer en una clase magistral lo que sera uno de lostextos ms importantes para las ideas polticas de la segunda mitad delsiglo, Dos Conceptos de Libertad, con su idea de libertad negativa ylibertad positiva, que sern otra de sus polaridades que han hecho escue-la, como el zorro y el erizo. Todos ellos aparecieron en publicacionesdispersas, en separatas de ocasin. Slo aos despus, desde fines de lossesenta hasta estos momentos, uno de sus discpulos, Harry Hardy, comen-z a juntarlos, a reconstruir las muy escuchadas charlas radiales, a buscarcomo ratn de biblioteca algunos escritos dispersos en revistas especializa-das, ya olvidados algunos de ellos por su autor.

    Aparte de la ya sealada coleccin de ensayos Pensadores Rusos(1978), nacen as otras colecciones: Cuatro Ensayos sobre la Libertad(1969), Contra la Corriente: Ensayos sobre Historia de las Ideas (1979),Impresiones Personales (1980; retratos sicolgicos e intelectuales de polti-cos y escritores con los que se encontr), El Fuste Torcido de la Humani-dad: Captulos en la Historia de las Ideas (1990), Vico y Herder (1976),

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    Conceptos y Categoras: Ensayos Filosficos (1978); El Mago del Norte:J. G. Hamann y los Orgenes del Irracionalismo Moderno (1993), El Senti-do de la Realidad: Estudios en las Ideas y su Historia (1996). Todavaseguirn apareciendo ms colecciones de sus ensayos. Lo interesante es queaun cuando estas colecciones lo han dado a conocer en el mundo entero,Berlin ya era conocido y respetado (tambin criticado, envidiado y odiado,como rara vez se deja de serlo) como una figura de referencia en el pensa-miento poltico moderno. Quizs porque era el ltimo producto de unafenecida cultura de la conversacin y de una fusin social e intelectual queya va siendo cada da ms rara. Antes de delinear ms el sentido de laSeleccin en torno a sus ideas, hay que volver a algunas circunstancias desu vida como hombre protagnico.

    La fama, la distancia, el foco

    Berlin mismo ironizaba, o aparentaba sorprenderse, por lo exitosaque haba sido su vida. Tambin en lo privado. Un judo de Europa Orientales tocado por el hada de la suerte; su padre muere cuando Isaiah ya eshombre maduro; su madre lo acompaar todava por largos aos. Y siendomirado como un tpico soltern de Oxford, le toca vivir un modesto perotonificador affaire; luego uno en grande con Aline de Gunzburg, pertene-ciente a una familia bien de judos franceses. Viuda con un hijo, se casacon un cientfico de origen austraco que trabajaba para el programa nu-clear francs, con el que tiene otros dos hijos. Mientras su marido trabajaen Oxford, Aline conoce a Isaiah y se inicia un affaire en grande, queculmina en matrimonio aos despus. Todo esto suceda a mediados de loscincuenta; desde entonces goz de la compaa y el afecto inalterable de sumujer.

    En estos aos ya se haba establecido como un profesor biatlnti-co, dando clases en Harvard y otros centros del Este de los Estados Uni-dos, y reanudando sus contactos con la elite poltica e intelectual de esepas. John Kennedy lo encuentra lo suficientemente importante como parano postergar una comida con l y con otros, el 15 de octubre de 1962, lamisma noche del da en que se le inform sobre la instalacin de misiles enCuba! JFK no trasluce ansiedad; cool como pocas veces se podra emplearmejor esta expresin de moda, con todo, le pregunta cmo es el carcterruso cuando es puesto bajo presin. JFK se preparaba para el enfrentamien-

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    10 Arthur Schlesinger, Jr., On JFK: An Interview with Isaiah Berlin (1998).11 Joaqun Fermandois, La Nocin de Totalitarismo (1979).

    to, sin perder de vista una transaccin razonable, en lo que sera su mo-mento ms esplndido10.

    En 1957, la Reina le ofrece el ttulo de Sir. En realidad, comosiempre sucede, la idea parti de Harold Macmillan. Esto lo comprometapolticamente, sus amigos no lo comprenderan fcilmente. Lo acept ypas a ser Sir Isaiah, al igual que su amigo y pariente (no del todo) en lasideas, Sir Karl Popper. Un inmigrante de orgenes tan peligrosos comolos de Berlin, no poda resistir la tentacin de una confirmacin de arraigoen una sociedad a la vez moderna y estratificada a la antigua en lo social.

    Mantendr su posicin docente hasta 1965, cuando emprende unasuerte de aventura prctica. Al serle ofrecida la direccin de Iffly Collegeen Oxford, da con la idea de fundar un centro de encuentro de un grupo deselectos acadmicos, como una manera de equilibrar la marea succionadoradel sistema acadmico norteamericano. Con el apoyo simultneo de la Fun-dacin Ford por decisin de un conocido, su presidente, el colaboradorde JFK, McGeorge Bundy y de la Fundacin Wolfson de una ricafamilia anglojuda, Iffly pasa a llamarse Wolfson College, que Berlindirigir hasta su retiro en 1975.

    Entretanto, Isaiah Berlin tuvo que pasar la prueba de fuego de todointelectual liberal: los rebeldes sesenta. El reconocimiento universal de es-tos aos no poda pasar por alto el que una parte quizs mayoritaria delmundo intelectual noratlntico se distanci no slo del anticomunismo mili-tante de los aos cincuenta, sino que tendi a establecer una prohibicinde preguntar ante toda crtica a los sistemas totalitarios y a las ideas quedirecta o indirectamente se podan plantear. El mismo empleo del trminototalitarismo quedara bajo sospecha11. En esta atmsfera, lo que se pre-sentaba como un individualismo de Berlin fue sometido a implacable crti-ca; sus ideas amenazaban con quedar absolutamente dmod. Nuestro autorno se amilan. Se rebel contra la germanonorteamericana Hannah Arendtcuando sta, en La Condicin Humana (1958), afirm que la participacinpoltica, la idea del ciudadano, era el verdadero horizonte de lo humano.Para Berlin esto contradeca la libertad negativa y pona sobre el indivi-duo una carga que slo lo hara entregarse a un poder superior, a la liber-tad positiva de otros. Mayor aun fue su malestar con Eichmann en Jerusa-ln (1962), tambin de Hannah Arendt, sobre todo por la idea de sta,expresada all, de que el judasmo europeo habra colaborado con el Holo-causto. De esta manera, dos espritus bsicamente convergentes se vierondistanciados por motivos de polmicas intensas de los sesenta.

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    Cuando conoce personalmente a Herbert Marcuse, piensa que es unsimptico intelectual alemn de caf. Pero cuando aqul escribe que loscampos de concentracin nazis no eran una aberracin sino la quintaesenciade la sociedad (capitalista), Berlin tiene un arrebato de indignacin. Para l,sencillamente, no era posible confiar en un hombre como se, el profeta del68. Tambin mantuvo una hostilidad constante frente a Arnold Toynbee,con alusiones peyorativas a su obra (teologa de la historia), lo que slose puede explicar por una animosidad personal.

    Ms complicada fue su relacin con otro fenmeno central de lossesenta, la guerra de Vietnam. No la conden (se entiende, la participacinnorteamericana) como casi todos sus amigos. Aunque crea que Washingtoncometi un error al intervenir, no fue de los que idealizaron a Vietnam delNorte y al Vietcong (dnde estn esas voces hoy da?), y por momentoscrea que una vez comprometido, Estados Unidos deba mantener su posi-cin en el sudeste asitico. Esto era incomprensible para un amigo comoRobert Silvers, el fundador del The New York Review of Books, muy prxi-mo a Berlin por tantos motivos. Hoy da, cuando el error de Washington esjuicio unnime, el observador puede preguntarse, quin puede arrojar lapiedra y asegurar que fue nicamente un yerro moral el tratar de impedir laextensin de una sociedad totalitaria?

    Lo importante en esos aos sesenta fue que Berlin resisti la tenta-cin totalitaria incluso en su forma ms sibilina del compromiso,que entregaba al intelectual, en lenguaje cifrado pero a la vez acrtico, a unapasin sobre la cual no se pensaba verdaderamente. Otro elemento intere-sante en su biografa intelectual es que mantena una cierta distancia frentea las ideas de John Rawls, que tanto han influido en las polticas contempo-rneas y en el liberalismo anglosajn. Es un caso parecido al de HannahArendt, que poda haber sido su otro dialogante; pero Berlin no aceptabaque la libertad estuviera necesariamente en el lugar del valor superior.Crea que era inevitable una transaccin entre la libertad y otros valores.Ah nos acercamos a su idea del pluralismo de valores.

    Frente al modelo del intelectual batallador, el nico que sera valero-so, con un barniz de halo heroico, Berlin rescata otra posibilidad. Para l,los hombres no deben ser juzgados de acuerdo a si estn dispuestos aarriesgar sus vidas, sino por la lucidez y la capacidad de no perder lacabeza en trminos polticos y morales en los grandes momentos en que losardores llaman a la accin inmeditada12. Esto lleva, por otra parte, al pro-

    12 Igniateff, Isaiah Berlin: A Life (1998), pp. 256-258. Por otro lado, hay un episo-dio, en relacin con Adam von Trott, en el que el juicio de Berlin fue tremendamente injusto,Von Trott fue un alemn de crculos nobles, nacionalista y conservador, pero antinazi, a

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    quien Berlin conoci bien en los aos treinta, pero al final desconfi de l por no tener elvalor de ser un antinazi de verdad y por conservar lo que Berlin vea como un estrechonacionalismo. Nuestro autor habra mantenido este juicio, slo ligeramente amortiguado,incluso despus de que Von Trott, acusado de ser uno de los organizadores del intento degolpe de Estado contra Hitler en 1944, fue torturado y ejecutado. Con todo, a raz de labiografa de Ignatieff, que repite esta idea antigua, han aparecido otros testimonios quedemostraran un real cambio de opinin de Berlin, o quizs un juicio mucho ms favorablehacia Von Trott. Carta de Diana Hopkinson y David Astor al editor de The New York Reviewof Books, XLVI, N 2, 4 de febrero de 1999. Sera importante aclarar este punto, ya que el 20de julio de 1944 corresponde quizs al acto poltico ms puro del siglo XX, y el juicioatribuido originalmente a Isaiah Berlin sera tan terriblemente injusto como el que l mismoatribua a Hannah Arendt.

    13 Citado en Giancarlo Bosetti, Karl Popper. La Leccin de este Siglo (1998 [origi-nal ingls, 1997), p. 23.

    blema del liberalismo en su encuentro con los momentos de crisis y dequiebre, en los cuales slo algn elemento no liberal (v. gr., el haz heroicoen la fantasa humana) es capaz de darle un nuevo entorno. Cunto sepuede sacrificar? La Segunda Guerra Mundial y su entorno inmediato danricos ejemplos de estos dilemas.

    En los aos ochenta y noventa Berlin se convertira en una figurafocal. En la medida en que se disolva el aura en torno a la versin msextrema de la libertad positiva (o la capacidad de imponer la voluntad),en el mundo de las ideas se apreciaba ms el aporte del pensador ingls.Prcticamente todo el espectro poltico e intelectual llega a compartir susjuicios acerca del totalitarismo y el valor de la libertad. Existe un esprituliberal de la sociedad moderna no necesariamente idntico a lo que encada circunstancia concreta se entiende por ideologa liberal que ha lle-gado a ser mirado casi unnimemente como un bien precioso. Esta conver-gencia llega hasta el punto casi impdico en que se pone de moda tener unabuena referencia hacia Isaiah Berlin. En todo caso, el artculo de G. A.Cohen, en este nmero de Estudios Pblicos, da testimonio de lo que per-manece como una crtica decidida al pensador ingls.

    Poco se sabe que en los noventa Berlin, como Popper en otro senti-do, concede que su pensamiento no ha sido lo suficientemente bien inter-pretado, y que no han sido bien percibidas las acentuaciones que l mismoentregara. Es la afirmacin de que la libertad positiva, una vez fenecida eltipo de tentacin totalitaria que desafi a la modernidad (en su mismonombre), tiene tambin un cariz necesario y libertario. Debera haber sidoms claro con respecto a que la libertad positiva es un ideal tan noble yfundamental como la libertad negativa13. Con esto se afirma que el espaciopblico, la poltica en un sentido amplio, es un lugar inherente a la libertad,es un complemento necesario a la libertad que tambin puede proteger a lapersona individual en su libertad negativa.

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    Las ideas de Berlin no tienen por qu ser miradas como el patrimo-nio de quienes han logrado pasar la frontera de las oportunidades bsicasofrecidas por la sociedad opulenta. La dinmica entre libertad negativa,la ms fundamental humanamente hablando, y la libertad positiva, la quepermite la accin social, aunque tambin puede conducir a un despotismoirracional, es el espacio de una sociedad que incrementa la libertad deelegir, un fundamento bsico del pensamiento de Berlin. No olvidemosque para Berlin uno de los modelos polticos ms dignos era el New Dealde Franklin D. Roosevelt; fue el tipo de liberalismo prctico con el que msse sinti identificado. Bajo esta luz hay que entender tambin la declaracinantes citada. Con todo, el verdadero criterio que establece si existe libertades la libertad negativa: el hombre puede pensar, puede actuar frente a coac-ciones externas, disfrazadas como el conocimiento de la verdadera liber-tad que se le impone a la persona.

    Habiendo conservado su vigor y lucidez hasta prcticamente el final,Isaiah Berlin muri el 5 de noviembre de 1997. Dos das despus fuesepultado con los ritos judos tradicionales en la seccin correspondientedel cementerio de Oxford. Esto merece una pequea observacin. Aunquesu agnosticismo quizs, atesmo, tuvo no pocas expresiones provoca-doras, sus amigos se extraaban de que no se hubiera pronunciado por lasinterpretaciones ms reformistas del judasmo. No; si haba una religin,era la interpretacin ms tradicional, quiz la ortodoxa, la que mejor larepresentaba. Nacer y morir en sus ritos, algn sentido tendra.

    Propsito de la Seleccin:Coherencia entre el pluralismo y la libertad?

    La idea bsica de Berlin es la libertad. En un siglo en el que nopocas veces la libertad es la inmersin del hombre en una fuerza que losupera, Berlin se pronuncia por su sentido ms simple, de que el fin de lavida es la vida misma. Podemos decir que esto roba a la vida de la esperan-za, y no explica el absurdo. Slo que la esperanza se disfraz y se disfrazade fuerzas impersonales, y algunos tenan que pronunciar: el rey est des-nudo. Con la salvaguardia anotada poco antes lo positivo que tambinpuede tener la libertad positiva, Berlin se pone de lado de la personaindividual (no del mero individuo). En sus ideas, ms que entregar unadefinicin absoluta de libertad, el escritor ingls quera denunciar las ideasmonistas acerca de la realidad, la creencia de que puede existir una solaexplicacin que devele todas las leyes y una jerarqua infalible de princi-

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    14 Este punto est tratado en John Gray, Isaiah Berlin (1996), p. 32.

    pios. La libertad negativa, adems, no puede ser la ciudadela interior,segn una expresin de su ensayo Dos Conceptos Acerca de la Libertad.

    Para explicar el desarrollo de la libertad, Berlin se adentra en lahistoria de las ideas. Las ideas tienen su historia, son parte de un dilogocon el tiempo histrico, al mismo tiempo que afincan en constantes huma-nas. Por eso, al leer los textos acerca de la libertad (primera parte de laSeleccin), por donde debe empezar toda comprensin de sus ideas polti-cas, se debe tener presente cul es el verdadero sistema del autor. Mejordicho, no es un sistema en el sentido clsico al que se adapta poco elespritu moderno, aunque pueda aprender de l, sino que es una explora-cin que quiere mostrar los lmites de las afirmaciones rotundas.

    Y qu es libertad? La libertad de escoger, el corazn de lo huma-no. El hombre se desarrolla a s mismo, se autoconstruye. El espacio de esaautorrealizacin es la libertad de escoger. Es algo que Berlin toma delromanticismo alemn y de algunos liberales que conectan ambas tradicio-nes: Humboldt y John Stuart Mill14. La libertad es el desarrollo de un serinterior, aunque no esencial. As, el perfeccionamiento no se dirigira a unmodelo ideal, sino que estara siempre abierto. Esto emparienta, en lasapariencias, a Berlin con las tendencias constructivistas de la modernidad y,al mismo tiempo, con el mayor de los relativismos. Las circunstancias iranindicando, en cada caso, cul es la escala de valores y el juicio acerca delqu hacer? No hay tal, a pesar de que la filiacin de Berlin no viene deun sistema inmutable. Desde luego, porque ante cada eleccin el hombreescoge muchas veces de manera dolorosa. Las alternativas que se le ofrecenlo obligan a dar la espalda (o, al menos, a dejar para otra ocasin) a valoresencomiables y hasta indispensables. Por qu?

    El hilo que devela nos lleva a otro tema esencial, el pluralismo, quepara Berlin es el espacio genuino donde se mueve la libertad (segunda partede la Selecicin). Dos pequeos textos que no estn en esta Seleccin nospueden ayudar a comprender el problema:

    Uno de los corolarios ms interesantes de la aplicacin del mtodode Vico para reconstruir el pasado es aquello que yo he llamadopluralismo cultural: un panorama de la variedad de culturas, la bs-queda de formas de vida diferentes, de ideales y de patrones devalor a veces incompatibles. Esto, a su vez, incluye que la ideaperenne de una sociedad perfecta, en la que vayan a converger lasformas ms perfectas de verdad, justicia, libertad, felicidad, no esslo utpica (lo que pocos niegan) sino intrnsecamente incoheren-

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    15 Isaiah Berlin, Giambattista Vico and Cultural History (1990), p. 65 (mi traduc-cin).

    16 Isaiah Berlin, Alleged Relativism in Eighteenth-Century European Thought,(1990), p. 87.

    17 En nuestra lengua podemos encontrar un paralelismo, o un adelanto de estas ideas,en otro ensayista de genio universal, Jos Ortega y Gasset, al destacar que la libertad suponela conciencia de un otro diferente: Civilizacin es, antes que nada, voluntad de conviven-cia. Se es incivil y brbaro en la medida en que no se cuente con los dems. La barbarie estendencia a la disociacin [...]. La forma que en poltica ha representado la ms alta voluntadde convivencia es la democracia liberal [...]. El liberalismo [...] es la suprema generosidad[...]. Proclama la decisin de convivir con el enemigo; ms an, con el enemigo dbil. LaRebelin de las Masas (1964), p. 140.

    18La libertad, que comienza por ser la afirmacin de mi singularidad, se resuelve en

    el reconocimiento del otro y de los otros: su libertad es la condicin de la ma [...]. La libertaddel solitario es semejante a la soledad del dspota, poblada de espectros. Para realizarse, lalibertad debe encarnar y enfrentarse a otra conciencia y a otra voluntad: el otro es, simult-

    te; puesto que si algunos de sus valores resultan incompatibles nopueden conceptualmente converger15.

    Y otro prrafo:

    Repito, el pluralismo la inconmensurabilidad y, a veces, la in-compatibilidad de finalidades objetivas no es relativismo; ni, afortiori, subjetivismo, ni una de esas diferencias supuestamente in-franqueables de actitudes emocionales en las que se apoyan algunospositivistas, emotivistas, existencialistas, nacionalistas y, en reali-dad, socilogos y antroplogos relativistas. ste es el relativismodel cual sostengo han estado libres Montesquieu, Vico y Herder16.

    El pluralismo que defiende Berlin no dice que sea la misma cosa eldecidir por uno u otro de los valores, en el caso en que nuestras decisiones(libertad negativa) lleven consigo de manera inevitable ese dilema. Estopodra ser un sino trgico. Existe una pluralidad de valores, y cada civiliza-cin desarrolla de manera destacada algunos ms que otros. En esta pers-pectiva, al liberalismo podra considerrsele como el espritu poltico quemejor se aviene a esta realidad que tendra status antropolgico, es decirque pertenece a la esencia de lo humano17. Pero no nos libera del hechofundamental de que elegimos entre una pluralidad de valores, y que concada eleccin sacrificamos uno de ellos, o efectuamos un trade off: Aquhay una divisora de aguas con John Stuart Mill y John Rawls, es decir, congran parte del liberalismo moderno. Se da, por otro lado, un parentescontimo con Octavio Paz, aunque tal vez ms por analoga que por influenciadirecta, en cuanto a que la historia de las ideas es tambin un espacio parapensar el lugar de la tradicin liberal18.

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    neamente, el lmite y la fuente de mi libertad. En uno de sus extremos, la libertad es singulari-dad y excepcin; en el otro, es pluralidad y convivencia. Por todo esto, aunque libertad ydemocracia no son trminos equivalentes, son complementarios: sin libertad la democracia esdespotismo, sin democracia, la libertad es una quimera. Octavio Paz, La Tradicin Libe-ral, (1984), p. 14.

    19 John Gray, Isaiah Berlin (1996), pp. 55-62.20 Una relacin ms bien positiva entre estas sensibilidades est en Abel Gonzlez,

    Isaiah Berlin: Testigo Privilegiado (1997).21 Desde una sensibilidad diferente, es lo que afirma Czeslaw Milosz al finalizar su

    estremecedor testimonio, La Otra Europa (1961, original): Obligados a elegir, hemos aban-donado unos valores por otros, lo que es la esencia de la tragedia.

    En Berlin las preguntas fundamentales no tienen una sola respuesta.Es difcil separar este juicio de la idea que nos hacemos del relativismo. Ladiferencia es que Berlin sostiene que los valores no son meras ocurrencias oconstrucciones mentales para enfrentar tal o cual dilema, sino hechos obje-tivos. De ah que escoger entre ellos puede significar un sino trgico delhombre en la historia. Ms todava, cada uno de estos valores se va confi-gurando en un cdigo diferente, lo que da a luz una realidad pluralista a lolargo del desarrollo histrico. La historia de las ideas en buena medida es lameditacin y la bsqueda para desentraar este hecho fundamental de lavida humana. Pero no hay una moral poltica coherente que pueda formular-se en un principio nico o en un sistema ordenado de principios19. Locentral en Berlin, lo que funda su liberalismo, con una limitacin que vere-mos, es el pluralismo de valores que impone la libertad de escoger, elbien ms preciado y terrible del hombre.

    Es esta concepcin del desarrollo y autorrealizacin del hombre loque dirige la mirada poltica de Berlin a la historia, que es el tercer aspectoque se ofrece en esta Seleccin. Ya se ha hablado acerca de este rasgo deBerlin. Slo se debe poner nfasis en que, con lo ya dicho, el lector podrtener claridad acerca del parentesco y la diferencia del autor con las co-rrientes intelectuales que ponen el acento en la denuncia o desenmasca-ramiento de la realidad como falsa conciencia20. Por una parte Berlinnos indica el mundo de realidades objetivas a las cuales se enfrenta elhombre en la historia. Ante ellas, eso s, no tenemos una gua infalible decmo escoger, y jams, por ms buen equilibrio o jerarqua que podamosestablecer, evitaremos un elemento trgico: el elegir unos valores en vez deotros21. Esto nos afirma en el sustrato de la realidad, aunque sta nunca senos presente en todas sus fases, ni menos se nos pueda hacer del todointeligible. El movernos en el plano de la realidad nos puede librar de laarrogancia de los afirmadores autoconscientes del nihilismo, que al final delos finales no hacen ms que esgrimir instrumentos de poder.

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    22 Es el punto que trata Carlos Pea Gonzlez, El Pluralismo de Isaiah Berlin(1997), p. 376.

    23 Vase ndice de la Seleccin en pp. 430-431.

    Por otro lado, este pensamiento no nos oculta la debilidad de escon-derse en un sistema de ideas construido que sustituye a la realidad. Laspalabras pueden ser una mscara, pero la mscara no pocas veces es unelemento humano para simbolizar nuestras vidas y abrir un espacio interior,esencial a la libertad. En este sentido, la marcha por la historia es unamarcha por la incertidumbre, que es casi lo mismo que la libertad22. Msque un disfraz o mascareta, es a lo que apunta el vuelo de sir Isaiah por lahistoria de las ideas. Es un pensamiento que nos conduce a la esencia de lamodernidad y que atraviesa con frescor y sencillez sus diversas simas(como aquella que se ha llamado con cursilera, de la modernidad a lapostmodernidad) .

    En una cuarta parte, la Seleccin ofrece una pequea gama de consi-deraciones de Berlin que nos pasean por diversos temas referidos al fen-meno poltico y al conocimiento histrico, que el pensador ingls ve comoesencialmente unidos. Al final hay una fina observacin acerca de un temaperenne al estudiar el poder poltico: qu es el criterio poltico (politicaljudgement)? En la quinta parte de la Seleccin se incluye, a propsito deJohn F. Kennedy, una vivsima pintura acerca del hombre poltico23.

    Preguntas a Isaiah Berlin

    No es raro que Berlin nos deje algunas preguntas, no sin contestar,pero s sin satisfacernos. La primera es el poco crdito que le concede aMax Weber en el planteamiento de la inconmensurabilidad de los valo-res, aun cuando, en plena segunda dcada del siglo XX, el alemn usa lamisma expresin. Ciertamente, Weber no tuvo tiempo de profundizar elconcepto, como s lo hizo Berlin. Pero el primero que lo plantea, en ciertamanera lo hace todo. La prosa de Berlin tiene un aire de elegante liviandad;la del alemn sobrelleva oscuridad y dificultad. Pero en Weber se noscomunica un sentido de tragedia que en Berlin aparece como una constata-cin algo cnica, eso s con la majestuosidad de lo cnico. Es un cinismo (nohipocresa) en alas ligeras, elegantes, diestras. En Weber el lector sienteque escritor y palabra son una sola cosa. En Berlin hay un aire de yo vivla realidad ms feliz posible, usted hgase cargo de esto. Con todo, siWeber es nuestro dialogante que llega a la sensibilidad, Berlin no lo es

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    24 Este punto est desarrollado exhaustiva pero incompletamente (como no puede serde otra manera) por John Gray, Isaiah Berlin (1996), pp. 151-156.

    25 Citado del mismo Berlin por Agustn Squella, Para qu Filosofa? (1997),p. 339.

    menos al hablarnos con distincin y una sencillez desprovista de todo afnde grandeza.

    En segundo lugar, la relacin entre el pluralismo y la libertad notiene claridad suficiente. El pluralismo puede llevar consigo la aceptacinde que hay posturas antilibertarias que tienen la misma legitimidad queaquella que afirma la libertad. Tampoco posee una lgica cristalina sunocin de que la libertad y el liberalismo tienen una relacin mutuamentenecesaria. De hecho, el concepto de libertad negativa se puede ejercer enlas condiciones ms despticas imaginables. En la Seleccin no se diocabida a la consideracin positiva que en Berlin recibe la especificidad decada cultura, lo que incluso lo lleva en aparente pero no real contradic-cin a apreciar favorablemente ciertos tipos de nacionalismo como partede la expresin de pluralismo. Pero una vez ms esto no lleva necesaria-mente a colocar el pluralismo y la libertad como dos caras de una mismarealidad. Hace falta, sobre todo en los debates de nuestros das, llevar msall el pensamiento del autor24. Es el eterno quehacer de la filosofa: liberara la palabra del hechizo, y transformarla en auxilio de la vida de los hom-bres con los hombres25.

    En tercer lugar, lo mismo se puede decir acerca de si su idea de lalibertad lleva necesariamente a identificar a la democracia como el nicoespacio en que ella se puede desplegar. Especficamente, en Dos Concep-tos Acerca de la Libertad afirma que no hay una conexin necesaria entrela libertad individual y el gobierno democrtico. Sera la diferencia entrela libertad negativa y la libertad positiva. Sin embargo, el tono burln,quizs sorprendente y burdamente burln, con que se refiere a toda nocinde libertad interior, no nos deja ms que preguntarnos cul es el sistema depoder que mejor garantiza el ejercicio de la libertad negativa. En elespritu de las ideas de Berlin, no sera otro que el de la democracia moder-na, sobre todo aquella que se identifica con el desarrollo anglosajn. Sinnegar que en muchos sistemas polticos, antes de la democracia, haba usos,valores e instituciones que podemos identificar como un tipo de libertadpoltica, podra agregarse que ellos dependen del desarrollo espontneo dela historia. En la modernidad, en cambio, todo otro modelo de poltica tieneque comenzar preguntando libertad para qu?, en s una pregunta desalud personal y cvica, pero que en la lgica de la vida poltica conduce auna merma de la libertad pblica y privada. Una vez que existe la vincula-cin entre democracia y libertad, no se las puede separar.

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    Lo que s se le puede reprochar a Berlin es su desatencin de lalibertad interior, esa fuerza que se encuentra siempre en toda verdaderarespuesta libertaria (la respuesta de Antgona) en la polmica y pugna pol-ticas de la historia. El lector quisiera creer que la ligera burla de Berlin sedebe finalmente a una fineza de pudor. Tanto se invoca la libertad interior,que el valor sublime que hay en ella se desvanece como virtud pisoteadapor el mero uso industrial de las palabras; es decir, por la constante trans-formacin y desguazamiento semntico de las palabras que de otro modonos pudieran redimir. Tambin es esa libertad interior la que puede sal-varnos cuando, ante el poder de lo poltico, slo sirve el salto transpolticoa una interioridad que es un refugio seguro en el que viajamos a la muerte.La admiracin de Berlin por el pensamiento romntico puede indicarnosque la libertad interior, en el fondo de los fondos, no estaba fuera de suhorizonte.

    Con todo, las contradicciones a que conducen estos razonamientospueden llevarnos a una suerte de solucin inestable pero altamente decidorapara nuestra conciencia histrica. La tensin inevitable entre pluralismo ylibertad, en vez del conflicto de todos contra todos, nos puede llevar,mientras se afirman con absoluta conviccin valores inconmovibles, a unaprecaria coexistencia de valores. Esto podra no contradecir la creencia ensu realidad y, de algn modo, en su rango absoluto. Al hombre le asiste laconfianza de que los valores afincan en un absoluto, esa realidad que nosdefine pero que no nos entrega el mapa acabado de lo humano. Porquesabemos que se originan en ese absoluto, y somos, desde diversas tradicio-nes, conscientesaunque no siempre de la falibilidad, estamos dispues-tos a que la forma en que nominamos los valores y su objetivacin puedeser un contorno impreciso, susceptible de ser adecuado a otro valor.

    El puesto del hombre en la historia sera siempre una nueva lecturaque no relativice los valores, sino que encuentre el hilo del lenguaje de lapoca hacia ese sustrato desde donde dimana toda posibilidad de mirar a loreal como tal cosa, aunque nunca estemos seguros de que sus formas nosdirijan a la conquista definitiva de la verdad como poder. ste es el valor dela reflexin de Berlin en el contexto del desarrollo de las ideas del sigloXX.

    Incluso, este pensamiento acerca del pluralismo de valores y el lugary posibilidad de libertad puede mostrar su utilidad dentro del contexto de laidea de qu es una civilizacin. Hay una divisin muy usada, con su utili-dad, entre cultura y civilizacin. La primera procede de un mpetuprimordial, espiritual y esttico, un paisaje originante, una experiencia hu-mana que proviene de lo absoluto, como se expresa en mitos, en libros

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    revelados, en algunas obras de arte que adquieren el carcter de paradigma.La segunda, la civilizacin, es la forma de organizacin de sus institucio-nes, su tcnica, el funcionamiento material, los debates acerca del mejora-miento. La conocida versin spengleriana de esta dicotoma destaca elcarcter antinmico de ella; adems, la civilizacin es la fase final o termi-nal de una cultura.

    Si en cambio miramos la cultura y la civilizacin como dos formascoetneas, mutuamente necesarias dentro del mundo de las sociedades com-plejas, la segunda se nos aparece como ese espacio en donde los valoresconviven en un equilibrio frgil, voluble, pero fecundo en expresividad. Suexistencia depende en fuerte medida del arte de la poltica en su msamplio sentido. La civilizacin es ms fuerte donde la densidad de losvalores que all se expresan es ms compleja, abriendo el alma y la creativi-dad a nuevas cajas de Pandora que son el trnsito del hombre por el mundo.Cuando hablamos de un ser humano como civilizado, o de una situacinen cierto pas como civilizada, aludimos a esta complejidad, y a la com-prensin de sus habitantes o de tal o cual hombre hacia este tesoro intangi-ble pero del que emanan renovadas respuestas ante lo imprevisto que es lahistoria. Es aquello a lo que aludimos tambin cuando calificamos unaactitud de decente: no se trata de que su portador ley la respuesta co-rrecta, sino que juzg segn un haz contradictorio de informaciones, sacan-do la mejor respuesta posible. Es posible que el pensamiento de IsaiahBerlin pueda hacrsenos ms coherente si lo miramos bajo esta luz.

    Finalmente, se debe advertir al lector que al leer a Berlin no encon-trar a un autor que habla en difcil. Se deslizar como nadando por unmar templado. Pero mientras nade, advertir que algunos parlamentos pare-cen no terminar nunca. Hay pocos puntos seguidos y muchos menos puntosaparte de los que suele considerarse necesario para seducir a un lector ennuestro tiempo. El problema al que aludimos no radica aqu. Es que con lalongitud de las frases y de los prrafos, Berlin parafrasea y trata de escudri-ar al mismo tiempo, a veces crticamente, a uno u otro autor, construyendoa partir de all sus propias ideas, generalmente en forma de preguntas, dealusiones. Esto podra llevar a confusiones, a atribuir a Berlin opinionesque l quiere mostrar en tal o cual autor. Pero tambin Berlin apela anuestra sensibilidad para demostrar el grado de profundidad y de aceptabili-dad, en determinadas condiciones, de un pensamiento que l no comparteen algunas o muchas de sus derivaciones, pero al que no le niega un ciertogrado de comprensin de esa elusiva realidad que todos queremos mirar.

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    1. LIBERTAD

    SELECCIN DE ESCRITOS

    De Dos Conceptos de Libertad [1958] (traduccin de Julio Bayn), en IsaiahBerlin, Cuatro Ensayos sobre la Libertad (Madrid: Alianza Editorial, 1993[1988]), pp. 191-205.

    Coaccionar a un hombre es privarle de la libertad: libertad, de qu?Casi todos los moralistas que ha habido en la historia de la humanidad hanensalzado la libertad. Igual que la felicidad y la bondad, y que la naturalezay la realidad, el significado de este trmino se presta a tantas posibilidadesque parece que haya pocas interpretaciones que no le convengan. No pre-tendo comentar la historia ni los muchsimos sentidos que de esta palabrahan sido consignados por los historiadores de las ideas. Propongo examinarnada ms que dos de los sentidos que tiene esta palabra, sentidos que son,sin embargo, fundamentales; que tienen a sus espaldas una gran parte de lahistoria de la humanidad y, me atrevera a decir, que la van a seguir tenien-do. El primero de estos sentidos que tienen en poltica las palabras freedomo liberty (libertad) que emplear con el mismo significado y que,siguiendo muchos precedentes, llamar su sentido negativo, es el que estimplicado en la respuesta que contesta a la pregunta cul es el mbito enque al sujeto una persona o un grupo de personas se le deja o se ledebe dejar hacer o ser lo que es capaz de hacer o ser, sin que en ellointerfieran otras personas. El segundo sentido, que llamar positivo, es elque est implicado en la respuesta que contesta a la pregunta de qu oquin es la causa de control o interferencia que puede determinar quealguien haga o sea una cosa u otra. Estas dos cuestiones son claramentediferentes, incluso aunque las soluciones que se den a ellas puedan mezclar-se mutuamente.

    La idea de libertad negativa

    Normalmente se dice que yo soy libre en la medida en que ningnhombre ni ningn grupo de hombres interfieren en mi actividad. En estesentido, la libertad poltica es, simplemente, el mbito en el que un hombrepuede actuar sin ser obstaculizado por otros. Yo no soy libre en la medidaen que otros me impiden hacer lo que yo podra hacer si no me lo impidie-ran; y si, a consecuencia de lo que me hagan otros hombres, este mbito de

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    mi actividad se contrae hasta un cierto lmite mnimo, puede decirse queestoy coaccionado o, quiz, oprimido. Sin embargo, el trmino coaccin nose aplica a toda forma de incapacidad. Si yo digo que no puedo saltar msde diez metros, o que no puedo leer porque estoy ciego, o que no puedoentender las pginas ms oscuras de Hegel, sera una excentricidad decirque, en estos sentidos, estoy oprimido o coaccionado. La coaccin implicala intervencin deliberada de otros seres humanos dentro del mbito en queyo podra actuar si no intervinieran. Slo se carece de libertad poltica sialgunos seres humanos le impiden a uno conseguir un fin. La mera incapa-cidad de conseguir un fin no es falta de libertad poltica. Esto se ha hechover por el uso de expresiones modernas, tales como libertad econmica ysu contrapartida opresin econmica. Se dice, muy plausiblemente, que siun hombre es tan pobre que no puede permitirse algo, respecto a lo cual nohay ningn impedimento legal una barra de pan, un viaje alrededor delmundo, o el recurso a los tribunales, l tiene tan poca libertad paraobtenerlo como si la ley se lo impidiera. Si mi pobreza fuera un tipo deenfermedad que me impidiese comprar pan, pagar el viaje alrededor delmundo o recurrir a los tribunales, de la misma manera que la cojera meimpide correr, naturalmente no se dira que esta incapacidad es falta delibertad, y mucho menos falta de libertad poltica. Slo porque creo que miincapacidad de conseguir una determinada cosa se debe al hecho de queotros seres humanos han actuado de tal manera que a m, a diferencia de loque pasa con otros, se me impide tener suficiente dinero para poder pagarla,es por lo que me considero vctima de coaccin u opresin. En otras pala-bras, este uso del trmino depende de una especial teora social y econmi-ca acerca de las causas de mi pobreza o debilidad. Si mi falta de mediosmateriales se debe a mi falta de capacidad mental o fsica, dir que me hanquitado la libertad (y no hablar meramente de pobreza) slo en el caso deque acepte esta teora. Si adems creo que no me satisfacen mis necesida-des como consecuencia de determinadas situaciones que yo considero in-justas e ilegtimas, hablar de opresin o represin econmica. Rousseaudijo: La naturaleza de las cosas no nos enoja; lo que nos enoja es la malavoluntad. El criterio de opresin es el papel que yo creo que representanotros hombres en la frustracin de mis deseos, lo hagan directa o indirecta-mente, y con intencin de hacerlo o sin ella. Ser libre en este sentido quieredecir para m que otros no se interpongan en mi actividad. Cuanto msextenso sea el mbito de esta ausencia de interposicin, ms amplia es milibertad.

    Esto es lo que queran decir los filsofos polticos ingleses clsicoscuando usaban esta palabra. No estaban de acuerdo sobre cul poda o

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    deba ser la extensin del mbito de esa libertad. Suponan que, tal comoeran las cosas, no poda ser ilimitada porque si lo fuera, ello llevara consi-go una situacin en la que todos los hombres podran interferirse mutua-mente de manera ilimitada, y una clase tal de libertad natural conduciraal caos social en el que las mnimas necesidades de los hombres no estaransatisfechas, o si no, las libertades de los dbiles seran suprimidas por losfuertes. Como vean que los fines y actividades de los hombres no searmonizan mutuamente de manera automtica, y como (cualesquiera quefuesen sus doctrinas oficiales) valoraban mucho otros fines como la justicia,la felicidad, la cultura, la seguridad o la igualdad en diferentes grados,estaban dispuestos a reducir la libertad en aras de otros valores y, porsupuesto, en aras de la libertad misma. Pues sin esto era imposible crear eltipo de asociacin que ellos crean que era deseable. Por consiguiente, estospensadores presuponan que el mbito de las acciones libres de los hombresdebe ser limitado por la ley. Pero igualmente presuponan, especialmentelibertarios tales como Locke y Mill, en Inglaterra, y Constant y Tocquevi-lle, en Francia, que deba existir un cierto mbito mnimo de libertad perso-nal que no poda ser violado bajo ningn concepto, pues si tal mbito setraspasaba, el individuo mismo se encontrara en una situacin demasiadorestringida, incluso para ese mnimo desarrollo de sus facultades naturales,que es lo nico que hace posible perseguir, e incluso concebir, los diversosfines que los hombres consideran buenos, justos o sagrados. De aqu sesigue que hay que trazar una frontera entre el mbito de la vida privada y elde la autoridad pblica. Dnde haya que trazarla es una cuestin a discutiry, desde luego, a regatear. Los hombres dependen en gran medida los unosde los otros, y ninguna actividad humana es tan completamente privadacomo para no obstaculizar nunca en ningn sentido la vida de los dems.La libertad del pez grande es la muerte del pez chico; la libertad dealgunos tiene que depender de las restricciones de otros. Y se sabe queotros han aadido: La libertad de un profesor de Oxford es una cosa muydiferente de la libertad de un campesino egipcio.

    Esta proposicin cobra su fuerza en algo que es al mismo tiempoverdadero e importante, pero la frase misma sigue siendo una engaifapoltica. Es verdad que ofrecer derechos polticos y salvaguardias contra laintervencin del Estado a hombres que estn medio desnudos, mal alimen-tados, enfermos y que son analfabetos, es rerse de su condicin; necesitanayuda mdica y educacin antes de que puedan entender qu significa unaumento de su libertad o que puedan hacer uso de ella. Qu es la libertadpara aquellos que no pueden usarla? Sin las condiciones adecuadas para eluso de la libertad, cul es el valor de sta? Lo primero es lo primero.

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    Como dijo un escritor radical ruso del siglo XIX, hay situaciones en las quelas botas son superiores a las obras de Shakespeare; la libertad individualno es la primera necesidad de todo el mundo. Pues la libertad no es la meraausencia de frustracin de cualquier clase; esto hinchara la significacin deesta palabra hasta querer decir demasiado o querer decir muy poco. Elcampesino egipcio necesita ropa y medicinas antes que libertad personal, yms que libertad personal, pero la mnima libertad que l necesita hoy y lamayor cantidad de la misma que puede que necesite maana no es ningunaclase de libertad que le sea peculiar a l, sino que es idntica a la de losprofesores, artistas y millonarios.

    A m me parece que lo que preocupa a la conciencia de los liberalesoccidentales no es que crean que la libertad que buscan los hombres seadiferente en funcin de las condiciones sociales y econmicas que stostengan, sino que la minora que la tiene la haya conseguido explotando a lagran mayora que no la tiene o, por lo menos, despreocupndose de ella.Creen, con razn, que si la libertad individual es un ltimo fin del serhumano, nadie puede privar a nadie de ella, y mucho menos an debendisfrutarla a expensas de otros. Igualdad de libertad, no tratar a los demscomo yo no quisiera que ellos me trataran a m, resarcimiento de mi deudaa los nicos que han hecho posible mi libertad, mi prosperidad y mi cultura;justicia en su sentido ms simple y ms universal: estos son los fundamen-tos de la moral liberal. La libertad no es el nico fin del hombre. Igual queel crtico ruso Belinsky, yo puedo decir que si otros han de estar privadosde ella si mis hermanos han de seguir en la pobreza, en la miseria y en laesclavitud, entonces no la quiero para m, la rechazo con las dos manos,y prefiero infinitamente compartir su destino. Pero con una confusin detrminos no se gana nada. Yo estoy dispuesto a sacrificar parte de milibertad, o toda ella, para evitar que brille la desigualdad o que se extiendala miseria. Yo puedo hacer esto de buena gana y libremente, pero tngaseen cuenta que al hacerlo es libertad lo que estoy cediendo, en aras de lajusticia, la igualdad o el amor a mis semejantes. Debo sentirme culpable, ycon razn, si en determinadas circunstancias no estoy dispuesto a hacer estesacrificio. Pero un sacrificio no es ningn aumento de aquello que se sacri-fica (es decir, la libertad), por muy grande que sea su necesidad moral o sucompensacin. Cada cosa es lo que es: la libertad es libertad, y no igualdad,honradez, justicia, cultura, felicidad humana o conciencia tranquila. Si milibertad, o la de mi clase o nacin, depende de la miseria de un gran nmerode otros seres humanos, el sistema que promueve esto es injusto e inmoral.Pero si yo reduzco o pierdo mi libertad con el fin de aminorar la vergenzade tal desigualdad, y con ello no aumento materialmente la libertad indivi-

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    dual de otros, se produce de manera absoluta una prdida de libertad. Puedeque sta se compense con que se gane justicia, felicidad o paz, pero esaprdida queda, y es una confusin de valores decir que, aunque vaya por laborda mi libertad individual liberal, aumenta otra clase de libertad: lalibertad social o econmica. Sin embargo, sigue siendo verdad que aveces hay que reducir la libertad de algunos para asegurar la libertad deotros. En base a qu principio debe hacerse esto? Si la libertad es un valorsagrado e intocable, no puede haber tal principio. Una u otra de estasnormas o principios conflictivas entre s tiene que ceder, por lo menosen la prctica; no siempre por razones que puedan manifestarse claramenteo generalizarse en normas o mximas universales. Sin embargo, hay queencontrar un compromiso prctico.

    Los filsofos que tenan una idea optimista de la naturaleza humanay que crean en la posibilidad de armonizar los intereses humanos, filsofostales como Locke o Adam Smith y, en algunos aspectos, Mill, crean que laarmona social y el progreso eran compatibles con la reserva de un mbitoamplio de vida privada, al que no haba que permitir que lo violase ni elEstado ni ninguna otra autoridad. Hobbes y los que comulgaban con l,especialmente los pensadores conservadores y reaccionarios, defendan quesi haba que evitar que los hombres se destruyesen los unos a los otros ehicieran de la vida social una jungla o una selva, haba que instituir mayoressalvaguardias para mantenerlos en su sitio y, por tanto, deseaban aumentarel mbito del poder central y disminuir el del poder del individuo. Peroambos grupos estaban de acuerdo en que una cierta parte de la vida humanadeba quedar independiente de la esfera del control social. Invadir estevedado, por muy pequeo que fuese, sera despotismo. Benjamn Constant,el ms elocuente de todos los defensores de la libertad y la intimidad, queno haba olvidado la dictadura jacobina, declaraba que por lo menos lalibertad de religin, de opinin, de expresin y de propiedad deban estargarantizadas frente a cualquier ataque arbitrario. []

    [...] La defensa de la libertad consiste en el fin negativo de preve-nir la interferencia de los dems. Amenazar a un hombre con perseguirle, amenos que se someta a una vida en la que l no elige sus fines, y cerrarletodas las puertas menos una y no importa lo noble que sea el futuro questa va a hacer posible, ni lo buenos que sean los motivos que rigen a losque dirigen esto, es pecar contra la verdad de que l es un hombre y unser que tiene una vida que ha de vivir por su cuenta. sta es la libertad talcomo ha sido concebida por los liberales del mundo moderno, desde lapoca de Erasmo (algunos diran desde la poca de Occam) hasta la nues-tra. Toda defensa de las libertades civiles y de los derechos individuales, y

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    toda protesta contra la explotacin y la humillacin, contra el abuso de laautoridad pblica, la hipnotizacin masiva de las costumbres, o la propa-ganda organizada, surge de esta concepcin individualizada del hombre,que es muy discutida.

    Sobre esta posicin pueden destacarse tres hechos. En primer lugar,Mill confunde dos ideas distintas. Una es que toda coaccin, en tanto quefrustra los deseos humanos, es mala en cuanto tal, aunque puede que tengaque ser aplicada para prevenir otros males mayores; mientras que la no-interferencia, que es lo opuesto a la coaccin, es buena en cuanto tal,aunque no es lo nico que es bueno. sta es la concepcin negativa de lalibertad en su forma clsica. La otra idea es que los hombres deben intentardescubrir la verdad y desarrollar un cierto tipo de carcter que Mill aproba-ba crtico, original, imaginativo, independiente, no conformista hasta elextremo de la excentricidad, etc., que la verdad puede encontrarse, y queeste carcter slo puede desarrollarse en condiciones de libertad. Estas dosideas son ideas liberales, pero no son idnticas, y la conexin que existeentre ellas es, en el mejor de los casos, emprica. Nadie defendera que laverdad, la libertad y la expresin puedan florecer donde el dogma aplastetodo el pensamiento. Pero las pruebas que proporciona la historia tienden amostrar (como, en efecto, sostuvo James Stephen en el formidable ataqueque hizo a Mill en su libro Libertad, Igualdad, Fraternidad) que la integri-dad, el amor a la verdad y el ardiente individualismo se desarrollan por lomenos con la misma frecuencia en comunidades que estn regidas por unasevera disciplina, como, por ejemplo, los calvinistas puritanos de Escocia ode Nueva Inglaterra, o que estn bajo la disciplina militar, que en socieda-des que son ms tolerantes o indiferentes; y si esto es as, el argumento deMill en favor de la libertad como condicin necesaria para el desarrollo delgenio humano cae por su base. Si sus dos metas resultasen ser incompati-bles, Mill se encontrara frente a un cruel dilema, adems de las otrasdificultades originadas por la inconsecuencia que guardan sus doctrinas conel utilitarismo estricto, incluso en la propia versin humanista que tiene del.

    En segundo lugar, la doctrina de Mill es relativamente moderna.Parece que en el mundo antiguo casi no hay ninguna discusin sobre lalibertad como ideal poltico consciente (a diferencia del mundo actual enque s la hay). Ya haba hecho notar Condorcet que la idea de los derechosindividuales estaba ausente de las ideas jurdicas de los griegos y romanos,y esto parece ser igualmente vlido para los judos, los chinos y otrascivilizaciones antiguas que han salido a la luz desde entonces. La domina-cin de este ideal ha sido ms bien la excepcin que la regla, incluso en la

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    reciente historia de Occidente. Tampoco la libertad considerada en estesentido ha constituido con frecuencia el gran grito de las manifestaciones delas grandes masas de la humanidad. El deseo de que no se metan con uno yle dejen en paz ha sido el distintivo de una elevada civilizacin, tanto porparte de los individuos como por parte de las comunidades. El sentido de laintimidad misma, del mbito de las relaciones personales como algo sagra-do por derecho propio, se deriva de una concepcin de la libertad que, apesar de sus orgenes religiosos, en su estado desarrollado apenas es msantigua que el Renacimiento o la Reforma. Sin embargo, su decadenciamarcara la muerte de una civilizacin y de toda una concepcin moral.

    La tercera caracterstica de esta idea de libertad tiene mayor impor-tancia. Consiste en que la libertad, considerada en este sentido, no es in-compatible con ciertos tipos de autocracia o, en todo caso, con que la genteno se gobierne a s misma. La libertad, tomada en este sentido, se refiere almbito que haya de tener el control, y no a su origen. De la misma maneraque una democracia puede, de hecho, privar al ciudadano individual demuchas libertades que pudiera tener en otro tipo de sociedad, igualmente sepuede concebir perfectamente que un dspota liberal permita a sus sbditosuna gran medida de libertad personal. El dspota que deja a sus sbditos unamplio margen de libertad puede ser injusto, dar pbulo a las desigualdadesms salvajes o interesarse muy poco por el orden, la virtud o el conocimien-to; pero, supuesto que no disminuya la libertad de dichos sbditos o que,por lo menos, la disminuya menos que otros muchos regmenes, concuerdacon la idea de libertad que ha especificado Mill. La libertad, considerada eneste sentido, no tiene conexin, por lo menos lgicamente, con la democra-cia o el autogobierno. ste, en general, puede dar una mayor garanta de laconservacin de las libertades civiles de la que dan otros regmenes, ycomo tal ha sido defendido por quienes creen en el libre albedro. Pero nohay una necesaria conexin entre la libertad individual y el gobierno demo-crtico. La respuesta a la pregunta quin me gobierna es lgicamentediferente de la pregunta en qu medida interviene en m el Gobierno. Enesta diferencia es en lo que consiste en ltimo trmino el gran contraste quehay entre los dos conceptos de libertad negativa y libertad positiva. Elsentido positivo de la libertad sale a relucir, no si intentamos responder ala pregunta qu soy libre de hacer o de ser, sino si intentamos responder apor quin estoy gobernado o quin tiene que decir lo que yo tengo y loque no tengo que ser o hacer. La conexin que hay entre la democracia yla libertad individual es mucho ms dbil que lo que les parece a muchosdefensores de ambas. El deseo de ser gobernado por m mismo o, en todocaso, de participar en el proceso por el que ha de ser controlada mi vida,

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    puede ser tan profundo como el deseo de un mbito libre de accin y,quiz, histricamente, ms antiguo. Pero no es el deseo de la misma cosa.En efecto, es tan diferente que ha llevado en ltimo trmino al gran conflic-to ideolgico que domina nuestro mundo. Pues esta concepcin positivade la libertad no el estar libre de algo, sino el ser libre para algo, parallevar una determinada forma prescrita de vida, es la que los defensoresde la idea de libertad negativa consideran como algo que, a veces, no esmejor que el disfraz engaoso en pro de una brutal tirana.

    La idea de libertad positiva

    El sentido positivo de la palabra libertad se deriva del deseo porparte del individuo de ser su propio dueo. Quiero que mi vida y misdecisiones dependan de m mismo, y no de fuerzas exteriores, sean stas deltipo que sean. Quiero ser el instrumento de m mismo y no de los actos devoluntad de otros hombres. Quiero ser sujeto y no objeto, ser movido porrazones y por propsitos conscientes que son mos, y no por causas que meafectan, por as decirlo, desde fuera. Quiero ser alguien, no nadie; quieroactuar, decidir, no que decidan por m; dirigirme a m mismo y no sermovido por la naturaleza exterior o por otros hombres como si fuera unacosa, un animal o un esclavo incapaz de representar un papel humano; esdecir, concebir fines y medios propios y realizarlos. Esto es, por lo menos,parte de lo que quiero decir cuando digo que soy racional y que mi razn eslo que me distingue como ser humano del resto del mundo. Sobre todo,quiero ser consciente de m mismo como ser activo que piensa y que quiere,que tiene responsabilidad de sus propias decisiones y que es capaz deexplicarlas en funcin de sus propias ideas y propsitos. Yo me siento libreen la medida en que creo que esto es verdad y me siento esclavizado en lamedida en que me hacen darme cuenta de que no lo es.

    La libertad que consiste en ser dueo de s mismo y la libertad queconsiste en que otros hombres no me impidan decidir como quiera, puedenparecer a primera vista conceptos que lgicamente no distan mucho uno delotro y que no son ms que las formas negativa y positiva de decir la mismacosa. Sin embargo, las ideas positiva y negativa de libertad se desarro-llaron histricamente en direcciones divergentes, no siempre por pasos lgi-camente aceptables, hasta que al final entraron en conflicto directo la unacon la otra.

    Una manera de aclarar esto es hacer referencia al carcter de inde-pendencia que adquiri la metfora del ser dueo de uno mismo, que en sus

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