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L a posición de J E N OFONTE dentro de la literatura griega resulta a la ve/ privilegiada y sor prend ente. L as earáete ris tic as de su estil o han hccho que tradicionaínnente se haya visto como el ai.lor más adecuado para la iniciación a los estudios de ta lengua griega. Por otra parte, la diversidad de los campos que tocó en su actividad literaria atrae necesariamente la atención de todo el que se interesa por el mundo clásico, sea cual fuere el objeto especifico de su preocupación: la guerra o la política, el pensamiento o la estructura económica, la hípica o la caza. Tal ve;; ningún autor antiguo haya colaborado más a ¡a creación de las distintas imágenes que del mundo clásico se ha hecho el hombre a lo largo de la historia, incluyendo la que prevalecía entre los intel ectua les de lu R oma imperial en relació n a la. para ell os ya Kclásica», A tenas de los siglos V y IV a, C . A l margen de la viveza de su e stilo, las H EL ENI CA S constituyen, como continuación de la «Historia de la Guerra del Peloponeso» de Tucidides, la mejor fuente para el conocimiento de los problemas que acuciaron a las ciudades griegas en el dramático período que marca el cambio del siglo v al iV. En esta misma colección, y para los acontecimientos históricos del siglo v: «Historia de la G uerr a de l Pel oponcso" (L B 13 85), T ucidides, El libro de bolsillo .Alianza Editorial T ñ α α D o η Γ Φ η U χ t n rx'i ,-i - JENOFONTE HELENICAS A L I A N Z A S D I Τ Ό R I A i.

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La posición de J E N O F O N T E dentro de la

literatura griega resulta a la ve/ privilegiada y

sorprendente. L as ea ráete ris tic a s de su estilo han

hccho que tradicionaínnente se haya visto como el

ai.lor más adecuado para la iniciación a los estudios

de ta lengua griega. Por otra parte, la diversidad de

los campos que tocó en su actividad literaria atraenecesariamente la atención de todo el que se interesa

por el mundo clásico, sea cual fuere el objeto

especifico de su preocupación: la guerra o la política,

el pensamiento o la estructura económica, la hípica o

la caza. Tal ve;; ningún autor antiguo haya

colaborado más a ¡a creación de las distintas

imágenes que del mundo clásico se ha hecho el

hombre a lo largo de la historia, incluyendo la queprevalecía entre los intelectuales de lu R oma imperial

en relación a la. para ell os ya Kclásica», A tenas de los

siglos V y IV a,C . A l margen de la viveza de su estilo,

las H E L E N I C A S constituyen, como continuación de

la «Historia de la Guerra del Peloponeso» de

Tucidides, la mejor fuente para el conocimiento de los

problemas que acuciaron a las ciudades griegas en el

dramático período que marca el cambio del siglo v

al iV. En esta misma colección, y para losacontecimientos históricos del siglo v: «Historia de la

G uerr a del Pel oponcso" (L B 1385), Tucidides,

El libro de bolsillo .Alianza Editorial

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Sección: Clásicos J enofonte:Helénicas

Introducción y notas de Domingo Plácido

El Libro áe BolsilloAlianza EditorialMadrid

®

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TtxJuctOT: Domingo Pl íc ido Introducción

) de U i n t roducc ión, U t t i ducdón y U J n o t e : D o m i n g o P l i d d o) A l i i nz · Ed i lo r ia l , S. A-, M«arid, 1989

Pri iued in Spt io

La posición de J enofonte dentro de la literatura grie-ga resulta a la vez privilegiada y sorprendente. Por unaparte, las características de su estilo han hecho que tra-dicionalmente se haya visto como el autor más adecuadopara la iniciación a los estudios de la lengua griega. De

este modo, el texto original de J enofonte se ha conver-tido en el más frecuentado por quienes sólo se aproximande modo elemental a los estudios clásicos. Además, la di-versidad de los campos que tocó en su actividad literariaatrae necesariamente la atención de los estudiosos y detodo el que se interesa por el mundo clásico, sea cualfuere el objeto específico de su preocupación: la guerrao la política, el pensamiento o la estructura económica, lahípica o la caza, Por unos u otros motivos, desde la An-tigüedad fue objeto de admiración y de imitación y, a lo

largo de la historia posterior, su obra ha sido leída, cono-cida y admirada por toda la tradición culta. Tal vez nin-gún autor antiguo haya colaborado más a la creación delas distintas imágenes que del mundo clásico se ha hechoel hombre a lo largo de la historia, incluyendo la que

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prevalecía entre los intelectuales de la Roma imperial enrelación a la, para ellos ya «clásica», A tenas de los si-glos V y IV a. C. Sin embargo, sorprende que, al mismotiempo, J enofonte se halle situado siempre en un segundoplano. En la filosofía de la escuela socrática, Platón ocu-

pará siempre un lugar preferente. Dentro de la historio-grafía, la inevitable comparación con Tucídides constituyehabitualmente un obstáculo para que sea juzgado por suspropios méritos. L a tendencia general de la crítica termi-na en la consideración de que la mediocridad es la prin-cipal característica de Jenofonte. Tal definición depende,sin duda, del hecho de que existan puntos de referenciatan sobresalientes como los citados, pero también de lamultiplicidad de campos que frecuentó, lo que lo convierteen espejo de una realidad revelada gracias a él en todossus diversos aspectos. Existe así una época de la historiagriega de la que, a través de un prisma individual, pue-den conocerse las múltiples facetas que componen su vidamaterial y espiritual.

Sorprende, pues, en J enofonte este doble aspecto queacompaña a su imagen: popularidad y desdén. Pero resul-ta también una figura privilegiada por su papel en la con-figiu-ación de la imagen del mundo clásico y porque, demodo prácticamente excepcional, permite percibir la re-

lación entre lo general y lo individual, entre la realidadhistórica y una inteligencia receptora y transmisora de esamisma realidad, condicionada por ella e influyente sobrela imagen que la humanidad se ha hecho acerca de ella.

J enofonte nació en Atenas, o en un distrito del A tica,hacia el año 430. De los treinta primeros años de su vidano se sabe prácticamente nada. Sólo Diógenes Laercio,que lo incluye en sus Vidas de filósofos, cuenta la anéc-dota de cómo se convirtió en discípulo de Sócrates. Laimagen de Jenofonte como fi lósofo socrático era, segúnse desprende de esto, bastante predominante en la Anti-güedad. Estos tuvieron que ser los años, coincidentes conla guerra del Peloponeso y sus inmediatas secuelas quedesembocaron en la condena del maestro, en los que J e-nofonte mantuvo contactos con él. También estuvo reía-

Introducción 4

clonado con algunos otros intelectuales que por aquel en-tonces desempeñaban sus funciones principalmente enAtenas, como Pródico, en una época en que todavía nose había creado la definición totídmente excluyente de la

escuela socrática, debida sobre todo a Platón.En el año 401 intervino activamente en la expedición delos Diez Mil , formada por soldados mercenarios para apo-yar a Ciro el J oven en sus pretensiones de conseguir larealeza persa frente a su hermano A rtajerjes. Ciro murióen el intento y J enofonte regresó al mando de la expedi-ción, lo que sirvió de motivo para la redacción de la Aná-hasis. Luego se incorporó a las campañas que en la décadade los 90 estaba llevando a cabo A gesilao, rey de Esparta,en Asia Menor. Serán los «Cireos» mencionados en las

Helénicas. Y continuará su colaboración con los esparta-nos, hasta el punto de que, en la batalla de Coronea, enel año 394, combatió de su lado frente a los tebanos ya sus propios compatriotas atenienses. L uego vivió, des-terrado de su ciudad, en una finca donada por los espar-tanos en Escilunte, en Elide, donde escribió una buenaparte de su variada obra, hasta que después de la batallade Leuctra se trasladó a Corinto, y allí vivió un tiempoindeterminado. En algún momento, en efecto, regresó aA tenas, donde murió posiblemente hacia el año 354. En-

tre las incertidumbres de su biografía, la que tiene unmayor interés por su significación es la que correspondeal momento preciso de su destierro. L a residencia en Es-cilunte, a continuación de la batalla de Coronea, hallevado a atribuir el motivo del destierro a su filolaco-nismo, que había llegado a convertirse en auténtica trai-ción. Sin embargo, las fuentes antiguas relacionan el he-cho más bien con la expedición de los Diez Mil . Cirohabía actuado, desde luego, en los últimos años de laguerra del Peloponeso, de manera hostil a los atenienses,pero, además, la expedición coincide con los momentosdramáticos de la historia ateniense que llevaron a la con-dena de Sócrates. En tales circunstancias, ante un sistemademocrático a la defensiva, cabe la posibilidad de que laaproximación a Ciro de un individuo cercano a los círcu-

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los socráticos se haya interpretado como una forma detraición identificada más tarde con el filolaconismo. £staes la interpretación de Anderson. Para Canfora, cabe in-cluso plantear la hipótesis de que haya formado parte dela caballería de los Treinta Tiranos, los que con la ayuda

espartana destruyen la democracia ateniense al final de laguerra del Peloponeso.El carácter socrático de la formación intelectual de J e-

nofonte queda reflejado en cuatro obras que, desde elpunto de vista formal, se asemejan a los escritos platóni-cos. Apología y Banquete comparten mcluso el título. LasMemorables o Recuerdos de Sócrates tienen también uncarácter apologético y retratan a un personaje preocupadoprincipalmente por los deberes cotidianos del buen ciuda-

dano. El título del Económico hay que interpretarlo eti-mológicamente como tratado de economía doméstica, deadministración del oikos como unidad familiar y de ex-plotación y consumo.

Otras obras consideradas menores de J enofonte refle-jan las preocupaciones del «caballero» ateniense que esamante del arte ecuestre {Hípico), desempeña sus funcio-nes militares como comandante de caballería (Hipárquicó)y siente gran afición por el deporte de la caza {Cinegéti-co). Políticamente, la clase a la que pertenece Jenofontesuele ver en Esparta un modelo alternativo que podríacontraponerse a la democracia ateniense. De ahí su preocu-pación por la República de los lacedemonios, donde contodo se revelan ciertas críticas, tal vez como efecto dehaberse escrito tras la batalla de Leuctra. Por otra parte,en A tenas comienza a difundirse la idea, más o menosvelada, de que la solución de los problemas pasa por elfortalecimiento del poder personal. I ndividuos como Je-nofonte experimentan ante tal perspectiva una mezcla de

sensaciones positivas y negativas. Un rey al estilo tradi-cional espartano, con ciertos rasgos renovadores, puederesultar atractivo desde ese punto de vista. Su Agesilaoes no sólo un retrato hagiográiico, sino también la expo-sición de una teoría sobre cómo puede ser el rey adecuadoa las necesidades de una clase que para conservar sus

Introducción 11

privilegios necesita admitir ciertos aspectos renovadores.El espíritu es el mismo de la Ciropedia, escrito novelescosobre la «pedagogía del príncipe», donde, al situarse comoprotagonista la figura de Ciro el V iejo, se produce unasíntesis, muy adecuada a las necesidades del momento,entre la realeza de tendencia orientalizante y la tradiciónhelénica que informa la personalidad del protagonista. Supreocupación por los principios orientales ha quedado re-flejada también en su apoyo al helenizado Ciro el J oven,y en su participación en la expedición que fue tema dela Anábasis.

En el Hierón se plantea de manera dialéctica la preocu-pación de J enofonte ante la situación ambigua que puedadarse cuando alguien está en condiciones de personalizar

el poder. Se trata de definir, del modo más claro posible,la diferencia entre el rey y el tirano. Esta misma preocu-pación queda patente cada vez que en las Helénicas sepresenta la ocasión de ocuparse de un personaje que os-tenta el poder personal o pueda estar en condiciones dealcanzarlo. Por ello, entre otras cosas, las Helénicas con-tienen el núcleo de las preocupaciones políticas de Jeno-fonte, ante la crisis de la ciudad-estado y las luchas porla hegemonía, ante el crecimiento del mercenariado y los

problemas del ciudadano, ante los conflictos internos yante el desarrollo del poder personal. En los últimos añosde su vida, J enofonte escribió las Rentas o Póroi, obracon la que trata de poner remedio a las circunstancias crí-ticas por las que sigue atravesando la economía de laciudad como consecuencia de la pérdida del segundo im-perio. También aquí J enofonte se debate ante el problemade conservar las tradiciones aunque haya que acometermedidas renovadoras.

J enofonte, en definitiva, según lo que se desprende dela lectura de su obra, representa de una manera directalos intereses de una clase apoyada en las tradiciones queya han entrado en crisis durante el período de la guerradel Peloponeso, y que intenta establecer los mecanismospara que permanezcan vigentes a pesar de las transforma-ciones operadas, que ve la solución en aquéllas, pero tam-

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bién ve ciertas novedades que considera como una nuevalectura o -una adaptación de las mismas.

Una primera parte de las Helénicas es la constituidapor los últimos años de la guerra del Peloponeso des-de 411, los no descritos por Tucídides, y está contenida

en el libro I y el I I hasta el párrafo 3,10. La segundaparte, hasta V, 1,36, relata los desórdenes internos con-secuencia de la guerra, las luchas entre Esparta y Persia,la guerra de Corinto y la paz del Rey (año 387). El res-to, hasta el final, se compone de la hegemonía espartanahasta la batalla de Leuctra y la hegemonía tebana hastala de M antinea (año 362).

Hay varias teorías sobre el modo y la cronología de lacomposición de las Helénicas. En casi todos los casos seconsidera que existen por lo menos tres etapas en su com-posición, con la interferencia de otros escritos, circuns-tancia especialmente clara en el caso de la Anàhasis ymás discutida en el del Agesilao. L as fechas propuestasllegan a ser extremadamente variables. Incluso hay quienconsidera que la primera de las partes puede haberse es-crito después de haber llegado al final. En cualquier caso,la tercera parte fue redactada en los últimos años de suvida, como se ve por la alusión a la muerte de A lejandrode Peras.

Las Helénicas reciben, en algunos de los manuscritosconservados, el nombre de Paralipómena, con lo que alparecer se alude a su intención de completar la obra deTucídides. Hay quien piensa que tal carácter sólo puedecorresponder a la primera parte de la obra (Hatzfeld)y quien desecha tal intención por parte de J enofonte(Henry). En cambio, Canfora atribuye una gran impor-tancia al hecho y cree que los Paralipómena incluyen ellibro V de Tucídides desde el capítulo 26, además de la

primera parte de las Helénicas, y que se fundamenta enlos apuntes tomados por Tucídides, que éste no llegó aredactar. Desde luego, es evidente que entre las distintaspartes mencionadas existen sustanciales diferencias de es-tilo, de técnica historiográfica e incluso de preocupacionespolíticas.

La valoración de la obra también es objeto de contro-versias o de simples matizadones. Es posible criticar lasomisiones y parcialidades, pero también alabar la vivezadel relato y la penetración psicológica en determinadospersonajes. Desde nuestro punto de vista, importa no sólo

como rico arsenal de datos que en muchos casos se co-nocen sólo por esta vía, sino para comprender la actitudde un individuo como J enofonte ante la dif íci l realidad desu propia época, tanto en lo que se refiere a los conflictosentre ciudades como a las dificultades internas de algunasde ellas, no siempre de las consideradas habitualmentecomo principales protagonistas de la historia clásica griega.

Nuestra traducción se basa sustancialmente en la edi-ción de Marchant, aunque en algunos casos se prefieren

otras lecturas. L as variantes, sin embargo, se han intro-ducido en notas de carácter textual que sirvieran paraabrir al lector la posibilidad de realizar diversas interpre-taciones. Se han mantenido algunas traducciones que pue-den resultar inconvenientes, como el hecho de utilizar elsingular referido a un sujeto individual cuando en reali-dad se trata de un ejército, de un pueblo o de los habi-tantes de una ciudad. Creemos que así se conserva mejorla concepción histórica individuali sta de J enofonte. Gene-ralmente se indica en nota lo que suele considerarse una

interpolación, pero en otros casos se señalan sólo con uncorchete. Con signos en ángulo se indica, por el contra-rio, que, a pesar de la ausencia en los manuscritos, de-terminada palabra se considera imprescindible de maneramayoritaria por los editores. El signo t indica el caráctercorrupto, de no fácil solución, de las palabras o frasesseñaladas. También se procura señalar del modo más lite-ral posible el carácter ambiguo de la terminología socialy sus implicaciones morales, o viceversa. «M alos», «bue-nos», «mejores» o «miserables» responden a sectores so-ciales más o menos precisos. También requiere cierta aten-ción la terminología relacionada con el demos: democrá-tico, demótico, cuyo contenido no responde exactamentea nuestro «pueblo», «popular», etc. Del mismo modo sehan respetado términos como «autónomo» y derivados.

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14 Domingo Plácido

que no se han sustituido por otros del tipo de «indepen-diente». Es preciso distinguir el «estratego» y la «estrate-gia», como cargo y desempeño del mismo, del uso másfrecuente en nuestra lengua como experto en artes mili-tares o el arte mismo. En otro orden de cosas, se ha res-

petado la costumbre griega de referirse a los pueblos (ate-niense, lacedemonio) más que a ciudades o entidades po-lí ticas del tipo de Atenas o Lacedemonia. Esparta yderivados no se usa prácticamente por parte de Jenofonte.

L os años de los eforados, arcontados, etc., no coinci-den en sus límites con los años que hacen referencia a laEra cristiana, por lo que en muchos casos se crean pro-blemas de ccxjrdinación y los años puestos al margen sonpuramente indicativos, con la intención de dar un sistema

mixto que coincida en lo posible con las frases como «alaño siguiente».

B i b l i o g r a f í a

Ε. C. MARCHANT, Xenophontis. Opera omrtia· Ι· Historia Graeca.Oxford, Clarendon Press., 1900, y reed. Es la edición básicautilizada.

Con traducción francesa:

J . HATZFELD, Xénophon. Helléniques Ι-Π. París, Les Belles Let-tres. 1936-1939.

Con traducción inglesa:C. L . BROWNSON, Xénophon. Hellenica. I-I I. Cambridge, M ass.,

Harvard U niv. Press; L ondon, Heineman (L oeb, aassical L i-brary), 1918-1921.Son las variantes recogidas en estas ediciones las que se tienenen cuenu como indicativas en nuestras notas textuales.

Como traducción española, merece citarse:

O. GUNTIÑAS, J enofonte. Helénicas. M adrid, Credos, 1977.Dicciotuu-ios útiles para la comprensión de la terminología, ins-

tituciones, etc.:C. DAREMBERG, E . SAGLI O , E . POTT I ER, Dictionnaire des A/iti-

quites Grecques et Romains. París, Hachette, 1877-1919, 5 vols,en 9 tomos (DA).

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S. MAZZARINO, Il pensiero storico classico. Roma, L aterza, 1974,

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Libro 1,1,1

A l gunos días después de esto vi no desde A tenas T i- 411móc rates con pocas naves, y en seguida l acedemoni os y 1,1atenienses^ se enzarzaron de nuevo en una batall a navalen la que venci eron los pri meros baj o el mando de A ge-sándridas.

P oco más tarde, al pri nci pi o del i nvi erno, D ori eo, el 2hijo de Diágoras, al despuntar el día llegó al Helespontocon catorce naves, desde R odas. N ada más verl o, el vi gi-lante diurno de los atenienses se lo indicó a los estrate-

' Esta sorprendente frase introductoria suele explicarse como for-ma de marcar la continuación con respecto a la obra de Tucídides.Sobre el sentido de estas formas de continuidad historiográfica ylos problemas que plantean en concreto en las Helénicas de J e-nofonte, ver Introducción.

^ En la obra de J enofonte rara vez se utiliza Esparta o espar-tano. Responden más a la realidad política los nombres lacede-monios, L aconia, etc., por lo que hemos optado por mantenerlosen la traducción. Por otro lado, es más frecuente hablar de lace-demonios, atenienses, beodos, etc., que de las entidades políticas,demasiado abstractas para reflejar la realidad antigua, por lo que,salvo excepciones, se ha prescindido de ellas. V er Introducción.

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58Helénicas. L ibro Π,1,27 Helénicas. Libro 1113259

411 gos, que salieron a su encuentro con veinte naves, peroDorieo consiguió evitarlas y abrirse camino para llevar

3 sus propi as tri ares^ a ti er r a\ cerca de R etío . D e todosmodos tuvieron que combatir desde las naves y desde tie-rra, pues los atenienses no dejaron de acercarse a ellos,hasta que por fin se reti raron hacia M ádi to, donde estaba

el resto de la expedición, sin haber logrado nada.4 M í ndaro , que había con templ ado la batall a mientras ha

cía un sacrifi cio a A tenea en I l i o' , acudió a la ori l la yechando a la mar sus propias trieres, zarpó con el ánimode recuperar las de Dorieo. Pero los atenienses se vol

5 vi eron contr a él, po r l o que se trab ó un nuevo co mbate,cerca de A bi do, junto a la costa, que dur aba desde laaurora hasta el atardecer. Todavía la batalla resultaba indecisa, con victorias aisladas para unos y para otros, cuan

do Uegó A lci bíades con dieciocho naves.6 E n ese momento se pr oduj o la desbandada de los pe

loponesios hacia A bi do. F arnabazo se presentó en su ayuda, avanzó con su caballo en el mar hasta donde le fueposible y participó en el combate, al tiempo que llamabaal resto de sus jinetes e infantes.

7 L os peloponesios di spusi eron sus naves j unto a tierra,en lí nea cerrada, y así combati eron. L os atenienses, des-pués de haber tomado a los enemigos treinta naves vacíasy de haber recuperado las que les habían sido arrebata-

8 das, parti eron haci a Sesto. Desde all í, todas las naves,salvo cuarenta, marcharon por caminos distintos para re-caudar dinero fuera del Helesponto. Trasilo, que era unode los estrategos , navegó hasta A tenas para dar noti ci ade todo esto y solicitar tropas y naves.

9 L uego vi no al H el esponto T i safernes, y a A lci bíades,que había ido a su encuentro con una sola triere y le lleva-

^ trieres o trirremes: naves con tres filas de remeros, especial-mente adecuadas para las maniobras militares, para lo que se uti-

lijaron, desde el siglo vi a. C., a lo largo de toda la edad antigua.Se encuentran especialmente relacionadas con la democracia y conel imperio ateniense.

Según una corrección de Condos, aceptada por Hatzfeld yK eller: llevó a tierra como pudo...

' Ilio o Ilión = Troya.

ba presentes y regalos de hospi tali dad, lo prendi ó y lo en- 411cerró en Sardes po rque decía que el rey * e habí a dado la lOorden de hacer la guerra a los atenienses. T rei nta dí asdespués, A lc ibí ades, junto a M antíteo, que había si dohecho prisionero en Caria, tras haberse provisto de caba-llos, escapó de noche a Clazómenas.

L os atenienses de Sesto, al enterarse de que M í ndar o 11iba a di ri gi rse contra ell os con sesenta naves, escaparon 410a C ardia por la noche. A ll í también fue A lci bíades desdeClazómenas con cinco trieres y una embarcación ligera.U na vez que se i nf or mó de que las naves de los pel opo-nesios habían parti do de A bi do hacia Cí cico, volv ió a Ses-to por ti erra y ordenó que las naves di eran un ro de o 'hasta allí . Cuando l legaron, y ya iba él a emprender l a 12batal la naval , se presentó T erámenes con vei nte naves

desde M acedonia, al tiempo que ll egaba T rasibul o conotras vei nte, desde T asos, ll evando ambos el dinero re-caudado. A lci bíades les di jo, tambi én a éstos, que lo si- 13guieran después de quitar las grandes velas', y todos sedirigieron a Parió. Cuando estuvieron reunidas en Parióun total de ochenta y seis naves, partieron al llegar lanoche, y al otr o día, a la hora del al muer zo ', l l egaron 14a P roc oneso, don de se enteraron de que M í ndaro estabaen Cícico, y también Farnabazo con la infantería. Ese díase quedaron all í, y al siguiente A lci bíades convocó una

asamblea y les hizo ver que era inevitable combatir pormar y por tierra y atacar la muralla, «pues no tenemosdinero», dijo, «y los enemigos lo tienen en abundanciagracias al rey». L a ví spera, después de ancl ar, reuni ó cer- 15ca de él todas las embarcaciones, incluidas las pequeñas,para que nadie revelara a los enemigos el número de na-

' Se refiere normalmente al rey de Persia, cuando no va acom-pañado de ninguna otra precisión.

^ Las naves tenían que rodear el Quersoneso.

* Sirven para los viajes, pero estorban la capacidad de maniobraen el combate.' La palabra griega árislon se usó sucesivamente para la comida

de la mañana y la del mediodía. La traducimos en general por«almuerzo», salvo en algún caso en que, por las indicaciones hora-rías, resulta más adecuado traducirla por «desayuno».

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58Helénicas. L ibro Π,1,27 Helénicas. L ibro 11132

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410 ves, y anunci ó la pena de muer te para qui en fuera descu-bierto navegando hacia el otro lado

16 D espués de la asamblea, una vez hechos los preparati -vos para la batalla naval, se dirigió hacia Cícico bajo unaabundante lluvia. Cuando estaba cerca de allí, al despe-

jarse el tiempo y brillar el sol, observó que las naves deM í ndaro , que eran sesenta, se entrenaban l ejos del puerto17 y habían quedado interc eptadas por él. Los peloponesios,

al ver que las naves de los atenienses eran muchas másque antes y estaban junto al puerto, huyeron hacia tierra.Y después de anclar las naves unas j unto a otras, entra-ron en combate cuando los enemigos se les venían encima.

18 A lci bí ades hizo un rodeo con vei nte naves, y baj ó a tierra.A l verl o, M í ndaro desembarcó también y muri ó comba-ti endo en tierra. L os que estaban con él huyeron. L osatenienses se marcharon y se llevaron todas las naves ha-cia Proconeso, excepto las siracusanas, que las quemaronlos propios siracusanos.

A l día sigui ente, l os atenienses navegaron desde allí19 hacia C íci co. Los cici cenos, como los peloponesios y Far-

nabazo los habían abandonado, acogieron a los atenien-20 ses. A lc ibí ades permaneció allí vein te días, recibi ó mucho

dinero de los cicicenos y, sin haber causado ningún otroperjuicio a la ciudad, marchó a Proconeso, desde donde

21 navegó a P eri nto y Sel imbri a. L os peri ntio s acogieron alejército en la ciudad, y en cambio los selimbrianos no lo

22 acogi eron, pero le di eron di nero. A l ll egar desde allí aCrisópolis de Calcedonia, la amurallaron, establecieronen ella una aduana, donde percibían el diezmo de las na-ves del Ponto, y dejaron también un puesto de vigilanciacon trei nta naves y dos estrategos, T erámenes y Eumaco ,que se ocuparan del emplazamiento y de las naves quesaban y, de paso, hicieran todo el daño posible a los ene-

migos. L os demás estrategos marcharon al H elesponto .23 Se interceptó y se remi ti ó a A tenas una carta envi ada

a L acedemonia por Hi pócrates, lugarteniente de M í ndaro,

la cual decía lo sigui ente: «Desaparecen las naves " . M í n- 410daro ha muerto . L os hombr es pasan hambre. N o sabemosqué hacer.» Farnabazo hi zo un l l amamiento a todo el ejér- 24cito de los peloponesios y a los aliados para que mientrassus cuerpos estuvieran a salvo no se sintieran desanima-

dos por el problema de la madera, porque abundaba enla tierra del rey. D i o también un hi maci o " a cada unoy provisiones para dos meses, armó como hoplitas a losmarineros y los encargó de la vigilancia de la parte de lacosta que le cor respondí a. L uego, convocó a los estrategos 25y trierarcos " de las ciudades y les ordenó que constru-yeran en A ntan dro tantas tri eres cuantas cada uno habíaperdido, les dio dinero y les dijo que recogieran maderadel Ida.

M i entras se constru í an las naves, los si racusanos toma- 26

ron parte, junto con los antandrios, en la terminación dela muralla, y en la guardia se comportaron de modo mássatisfactorio que todos los demás. Por eso los siracusanosdi sfr utan en A ntandro de los privi legios propios de losbenefactor es y de los derechos del ci udadano. F arnabazo,una vez que lo dispuso todo, corrió rápidamente en ayudade Calcedonia.

E n este ti empo se anunció a los estrategos de los sira- 27cúsanos desde su patria que habían sido desterrados por

el puebl o. T ras convoc ar a sus soldados, con H ermóc ratescomo portavoz, se dedicaron a deplorar su desgracia, porla injusticia de que hubieran sido desterrados todos jun-tos de manera il egal. L os exho rtaron a que desde ahor afueran, como antes, hombres animosos y valientes para loque se les ordenara en cada ocasión, y les aconsejaron queeligieran jefes hasta que llegaran los elegidos en su lugar.T odos pro testaron a voces, pri nci palmente los trierarcos, 28

La costa de enfrente del estrecho.

" Según los manuscritos: «se va la suerte». La corrección deBergk está generalmente admitida.

Especie de manto o capa de uso múltiple, tanto f)or hom-bres como por mujeres.

En principio, jefe de una triere, pero también se usa parareferirse al jefe de una flota o escuadra.

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58Helénicas. Libro Π,1,27

410 los soldados de mari na y los pi lotos, y los invi taban aconservar el mando.

Pero aquéllos dijeron que no convenía entrar en con-flicto con la pro pi a ciudad, y si cualquiera los acusaba dealgo, dijeron que era preciso que les dieran oportunidad

de defenderse y recordaran cuántas batallas navales ha-béis ganado y cuántas naves habéis capturado vosotrossolos, y cuántas veces, en unión de otros, habéis quedadoinvictos bajo nuestras órdenes, colocados en la mejor dis-posición gracias a nuestra virtud y a vuestro entusiasmo,

29 que prevalece tanto por tierra como por mar. Y a quenadie los culpaba de nada, como se veían solicitados, sequedaron hasta la llegada de los estrategos que veníana reemplazarlos. Demarco, hij o de E píci des, M iscón, hi jode M enécrates, y Pó tamis, hi j o de Gnosi as, y la mayo-

ría de los trierarcos, después de jurar que los reclamaríancuando llegaran a Siracusa, los dejaron ir a donde querían

30 al tiempo que dedi caban elogios a todos, pero en pri vadolos que tenían trato con H ermócrates añoraban espe-cialmente su atención, entusiasmo y afabilidad, pues alos que reconocía como a los más notables de los trierar-cos, pi lotos y sol dados de mari na, cada dí a, por k mañanay por la tarde, los reunía en su tienda y les comunicabalo que iba a decir o hacer y para educarlos los hacía

hablar, unas veces de modo improvisado, otras después31 de haber deli berado. Por esto, H ermócrates gozaba demucho prestigi o en el sinedrio " y tenía f ama de ser elque mejor hablaba y daba Ips mejores consejos. ComoH ermócr ates había acusado a T i safernes en L acedemonia,con el testi moni o de A stíoco, y se había considerado quedecía la verdad, al llegar junto a Farnabazo recibió dinero

La traducción se basa en la presencia de un hipotético artícu-lo, aceptado entre signos angulares por Marchant y por Brown-

son. Hatzfeld prefiere prescindir del artículo y atenerse a los có-dices: «pero en privado se reunían con Hermócrates y se dedicabana añorar especialmente...», lo que tendría la ventaja de reflejarmejor la contraposición con el «todos» anterior.

El término sinedrio, aunque a veces se utiliza para referirseal Consejo de algunas ciudades, corresponde con mayor precisióna los consejos de federaciones o ligas.

Helénicas. Libro 11132 59

antes de pedirl o, por lo que pudo hacerse con mercenarios 410y tri eres para su retorno a Si racusa. E n esto ll egaron aM i leto los sucesores señalados por l os si racusanos y sehicieron cargo de las naves y el ejército.

E n Tasos, en esta opor tuni dad, hubo una revoluci ón, 32

en la que cayeron los aconi zantes y el harmosta laco-nio Eteóni co. A cusado de ser el responsable, junto conTisafernes, Pasipidas el laconio se exi ió de Esparta. Cra-tesípidas fue puesto al frente de la flota que aquél habíareunido gracias a la participación de los aliados y se hizocargo de ella en Quíos.

E n estos tiempos, mientras T rasi lo estaba en A tenas, 33A gis hizo una expedici ón de forraje desde Deceli a y ll egóhasta las mismas mural las de los atenienses. T rasi lo sacóa los atenienses y a todos los demás que estaban en laci udad y los ali neó j unto al gimnasio L iceo, en disposi-ci ón de combati r si seguían acercándose. A l ver esto. A gis 34se retiró rápidamente y unos pocos de los del final mu-ri eron a manos de las tropas ligeras. L os atenienses estaban por esto todaví a más animados a dar a T rasi lo loque había venido a buscar, y votaron que alistara mil ho-pli tas, cien jinetes y cincuenta trieres. C uando A gis vio 35desde Decelia que muchas naves de trigo se dirigían alPireo, dijo que no servía de nada que los suyos aislarao

a los atenienses mucho tiempo por tierra, si no había al-guien que se encargara también de los puntos de origende donde llegaba el trigo por mar, y que lo mejor seríaenviar a Cl earco, el hij o de Ranfl as, que era próx enode los biz antinos, a Calcedonia y B izancio. A sí lo deci- 36dieron y, cuando se hubieron equipado quince naves detranspo rte, en lugar de naves rápi das, de M égara y de los

Harmostas eran los gobernadores puestos por los espartanosen las ciudades, principalmente en las que arrebataban al imperio

ateniense, y servían para apoyar al régimen oligárquico impuestoen sustitución de los demócratas. También puede utilizarse parareferirse a otros gobernadores extranjeros en ciudades sometidas.

" En virtud de un pacto de proxenia entre dos ciudades, enCada una de ellas un ciudadano se ocupa de los intereses de laotra, tanto los de orden general como los de ciudadanos en par-ticular.

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58Helénicas. L ibro Π,1,27 Helénicas. L ibro 11,1,32

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410 demás ali ados, zar pó. D e sus naves, tres cayeron en elH el esponto baj o la acción de las nueve naves áticas queallí vigilaban constantemente el paso de los barcos, perolas otras escaparon a Sesto desde do nde se pusi eron asalvo rumbo a Bizancio.

37 Y termi nó el año en que los cartagineses, capi taneadospor A níbal , hici eron una expedici ón a Sicili a con cien milsoldados y tomaron en tres meses dos ciudades, Selinuntee Hímera

2,1 A l otr o año, cuand o tuvo lugar la ol impiada nov enta y409 tres, en que se añadi ó la prueba del tronco de cabal los

y venci ó el de E vágoras, eleo y, en el estadio E ubo tas,cireneo, era éforo en Esparta Evarquipo y arconte enA tenas E uc temó n" , l os atenienses fortifi caron T órico, yTrasilo, con las naves que se le habían votado y tras ha-

cer peltastas a cmco mil marineros, con la intención deque tambi én sir vi eran como pel tastas navegó a princi -

Sesto: posible corrupción, ya que en este memento Sesto seencontraba en manos de Atenas. Tal vez Abido (M archant, αρ. crit,.recoge esta hipótesis de Breitenbach).

" Para muchos editores, todo este párrafo sería una interpola-ción, como, en general, los párrafos cronológicos que imitaríanel sistema de datación de Tucídides en la primera parte de lasHelénicas. Sobre la imitación de Tucídides, ver, sin embargo, laIntroducción. Con todo, en este caso, se contienen errores de con-

sideración.® Estadio: carrera consistente en recorrer una vez el estadio,que habitualmente medía 600 pies griegos, algo menos de doscien-tos metros. L os datos aquí expuestos se refieren a las pruebasolímpicas.

Eforo y arconte como magistrados epónimos: uno de los éfo-ros o de los arcontes, en Esparta y Atenas, respectivamente, dabanombre al año. Durante mucho tiempo fue la única forma de da-tación, equivalente a la de los cónsules en Roma. Como en otrasocasiones, este párrafo se considera espúreo, tanto en lo que hacereferencia a los vencedores de los juegos como a los magistradosepónimos.

^ Esta rí a la traducción de acuerdo con el texto transmitidoen los códices. Ante su dificultad, caben varias opciones: poner enduda la autenticidad de la frase desde «con la intención» (Mar-chant); admitir la corrección de Weiske (Brownson): «con la in-tención de utilizarlos también como peltastas»; o la de M advig(Hude, Hatzfeld): «tras haber hecho escudos para cinco mil».

pios de verano hacia Samos. T ras permanecer allí tres días 409parti ó hacia Pí gela, donde saqueó el terri tori o y atacó la 2mural la. D esde M i l eto acudieron algunos en ayuda de lospigeleos y persiguieron a las tropas ligeras de los atenien-ses, que estaban dispersas. L os pel tastas y dos compa- 3

ñí as^ de los hopl i tas^ corrieron a ayudar a las tropasli geras prop i as y mataron a todos los de M i l eto salvounos pocos, tomaron unos doscientos escudos y colocaronun tro feo A l día siguiente navegaron hasta N oti o y de 4allí, tras hacer los preparativos, se dirigieron a Colofón,cuyos habitantes les dieron una buena acogida. A la nochesiguiente marcharon contra L idia, cuando el tri go madu-raba y quemaron muchas aldeas, tomaro n di nero, escla-vos y, en general , gran cantidad de botí n. Estages el per- 5

sa, que se encontraba por estos lugares^, mientras losatenienses estaban dispersos fuera del campamento en bus-ca de algún botín particular, aunque vinieron en su ayudalos j inetes, tomó a uno v ivo y mató a siete. Trasil o, des- 6pués de esto, hizo volver el ejército hacia el mar con áni-mo de diri gi rse a E feso. Ti safernes, al enterarse de estamaniobra, reunió un gran ejército y envió jinetes parainvi tarlos a todo s a acudir a E feso en ayuda de A rtemi s.T rasil o, al decimoséptimo dí a a parti r de la inv asión, vol- 7

vió por mar a Efeso y, tras desembarcar a los hoplitascerca del Coreso y a los jinetes, peltastas, soldados demarina y todos los demás junto al pantano, al otro ladode la ciudad, al amanecer hizo avanzar a los dos ejércitos.

^ A unque de número variable, la traducción más adecuada paralóchos parece ser la de «compañía».

Peltastas = soldados armados a la ligera; hoplitas: soldadosde infantería pesada, poseedores de un lote de tierra que les per-mite el gasto correspondiente en armamento.

^ M onumento erigido en el campo de batalla para celebrar lavictoria. Se incluían habitualmente las armas capturadas a losvencidos.

^ A principios del verano. Esta referencia a la época del añoconstituye un modo tradicional de datación.

^ Según otras interpretaciones (Hatzfeld): «de quien dependíala región».

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58Helénicas. L ibro Π,1,27 Helénicas. L ibro 11132 5 9

409 Los de la ciudad corrieron en su defensa®, además de8 los aliados que había traído T i safernes y los si racusanos

de las primeras veinte naves y de otras cinco que entoncescasualmente se encontraban allí por haber venido hacíapoco con los estrategos, E udes , el hij o de H i pón , y H era-

9 eli des el de A ri stógenes, j unto con dos de Sel i nunte. To-dos éstos acudieron primero contra los hoplitas del Co-reso y, después de ponerlos en fuga, matar a unos ciende ellos y perseguirlos hasta el mar, se volvieron contralos que estaban en el pantano, donde también tomaronla fuga los atenienses y perecieron unos trescientos. L os

10 ef esios erigi eron un tro feo en este lugar y otr o j unto alCoreso. A los siracusanos y selinuntios, que se habíandestacado como los más valientes, les concedieron pre-mios, tanto colectivamente como, a muchos, de manera

individual, y también la inmunidad a quien quisiera pasara residir allí en cualquier momento. Pero a los selinun-tios, cuando su ci udad f ue destrui da les concedi eron laciudadanía.

1 1 L os ateni enses, después de recoger sus cadáveres me-di ante una tregua, se marcharon a N oti o, donde los ente-rraron, e i nmedi atamente parti eron para L esbos y el H e-

12 l esponto. Cuando estaban fondeados en M eti mna de Les-bos, vieron que cruzaban desde E feso las veinti ci nco naves

siracusanas. Se dirigieron contra ellas, tomaron cuatro con13 sus hombr es y empu j aro n a las demás hasta E feso. A to-dos los demás pri sioneros Trasil o los envi ó a A tenas, peroal ateniense A lci bíades, que era pri mo de A lc ibíades y sehabía exi l i ado con él , l o lapidó. L uego navegó hacia Sestoa unirse al resto de la expedición, y de allí todo el ejércitopasó a L ámpsaco.

14 V i no el i nvi erno en que los pri sioneros sir acusanos,encerrados en las canteras del Pireo, horadaron la roca,escaparon por la noche y se marcharon a Decelia, y algu-

® «su»; considerado espúreo por casi todos los editores, MIVOHude. A lgunos admiten la sustitución de Sauppe ix)r «efesios»;«los de la ciudad, efesios y aliados...» (Brownson, Hatzfeld).

® Por los cartagineses, poco después de los acontecimientos aquínarrados.

nos otro s a M égara. E n L ámpsaco, cuando A lcibíades es- 409taba organizando el conjunto de la expedición, los solda- 15dos que ya estaban desde antes no querían alinearse conlos de Trasilo, debido a que ellos estaban invictos, mien-tras que los otro s venían como vencidos. A ll í, duran te elinvierno, se dedicaron todos, a pesar de eso, a fortificar

L ámpsaco. T ambi én hici eron una expedici ón contra A bi- 16do. Farnabazo acudió en su ayuda con abundante caba-llería, pero en la batalla fue derrotado y tuvo que huir.A lc ibíades, con los caballeros y ci ento veinte hopl i tas, delos que era jefe M enandro , l os persigui ó hasta que se losescamoteó la oscuri dad. A par ti r de esta batall a, se reunie- 17ron los soldados entre sí y admitieron a los de Trasilo.Durante el invierno hicieron alguna que otra salida entierra firme, donde saqueaban el territorio del rey.

E n la misma época, lo s lacedemonios dejaron sali r, tras 18un acuerdo , a los hil otas que se habí an escapado de M alesa C ori fasio E n la misma ocasión, en H eraclea T raqui-nia, los aquecs traicionaron a los colonos, cuando todosse habían enfrentado a los eteos, que eran sus enemigos,de modo que perecieron de ellos hasta setecientos, juntocon el harmosta de L acedemoni a L abores.

Y termi nó este año " en que los medos, que se habí an 19separado de Dar í o, el rey de los persas, se uni eron a él

de nuevoA l año si gui ente, el templo de A tenea en Focea se que- 3,1mó a la caída de un rayo. A l final del i nvi erno, en el 408eforado de Pantacl es y el arco ntado de A ntígenes, al co-mienzo de la primavera, cuando habían pasado veintidósaños de guerra los atenienses navegaron hacia P rocone-so con todo su ejérc i to. D e allí sal ieron hacia Calcedoni a 2y Bi zancio y acamparon cerca de Calcedoni a. L os calcedo-

* En posesión de los atenienses desde el año 423, servía derefugio a mesenios e hilotas.De acuerdo con el calendario ático, el año termina dentro

de lo que para nuestro cómputo es ya 408.^ Interpretado como probable interpolación.^ Indicaciones temporales que suelen considerarse interpoladas

por las razones expuestas en la Introducción,

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30 Helénicas. Libro Uy2Helénicas. L ibro 1,3,11 31

408 nios, cuando se dieron cuenta de que se acercaban losatenienses, entregaron todo posible botín a los tracios bi-tini os, que eran sus vecinos. A lci bíades, con unos pocos

3 hopl i tas y con la caball ería, después de ord enar que lasnaves se mantuvi eran cerca de a costa, f ue a ver a los

bitinios y les reclamó los bienes de los calcedonios. Dijoque, si no, les haría la guerra. Y ell os se los entregaron.4 C uando A lci bíades vol vi ó al campamento con el botí n,

después de haber concluido unos pactos, con todo su ejér-cito se puso a bloquear Calcedonia con una cerca de ma-dera, de mar a mar, incluida toda la parte del río que le

5 f ue pos i bl e . Ento nces Hi pócrates, el harmosta lacede-monio, sacó a los soldados de la ciudad dispuesto a com-bati r. L os atenienses se col ocaron enfr ente, mientras Far-nabazo, desde fuera del cerco, intentaba ayudar con suejército y con un numeroso contingente de caballería. Hi-

6 pócr ates y T rasi lo combati eron , cada uno con sus hopli -tas, dur ante mucho ti empo, hasta que acudi ó A l ci bíadescon algunos hoplitas y jinetes. Hipócrates murió y los

7 que estaban con él escaparon a la ci udad. A l mi smo tiem-po, Farnabazo, al no poder reunirse con Hipócrates acausa de la estrechez del paso, por estar próximos el ríoy las fortificaciones del cerco, se retiró al Heracleo de los

8 calcedonios, donde tenía el campamento . Después de esto,

A lci bíades partió hacia el H elespo nto y el Q uersoneso arecaudar dinero . L os restantes estrategos acordaron conFarnabazo que éste diera a los atenienses veinte talentospor Calcedonia y llevara embajadores de los atenienses al

9 rey, e i ntercambi aron con él juramentos, según los cualeslos calcedonios pagarían a los atenienses el mismo tributoque acostumbraban y les restituirían el dinero que les de-bían, y los atenienses no harían la guerra a los calcedonios

10 hasta que los embaj adores regresaran de ver al rey. P ero

preci samente A lci bíades no asistió a los j uramentos, si noque estaba en el sitio de Selimbria. Después de tomarlase fue a Bizancio con los quersonesitas en masa, soldados

de T raci a y más de tresci entos j inetes. F arnabazo consi- 408deró op or tuno que también él jurara y esperó en Calce- 11donia hasta que regresara de Bizancio. Pero cuando llegódijo que no juraría si aquél no le prestaba juramento aél. A consecuencia de esto, el uno en C ri sópol i s ante M i - 12trobates y A rnapes, a qui enes había envi ado F arnabazo ,

y el otro en Calcedonia, ante Euriptólemo y Diótimo,que había veni do de parte de A lci bíades, prestaron eljuramento común y, en privado, hicieron pactos el unocon el otro . Farnabazo se marchó en seguida y a los em- 13bajadores que iban a ver al rey les dijo que se reunierancon él en Cícico. Fueron enviados, de los atenienses, Do-roteo, Fil ócides, T eógenes, E uri ptól emo y M antíteo, ycon ellos los argivos Cleóstrato y Pirróloco, Iban comoembajadores de los lacedemonios Pasipidas y otros, y con

ellos también Hermócrates, ya desterrado de Siracusa, ysu hermano Próxeno.M i entras F arnabazo servía a éstos de guía, lo s atenien- 14

ses sitiaban Bizancio con im muro alrededor y se dedica-ban a disparar y a lanzarse al asalto contra la muralla,E n B izancio estaba C learco, harmosta l acedemonio, y con 15él algunos de los periecos y no muchos de los neodamo-des además de megarenses, con su jefe H el i xo de M é-gara, y beocios, con su jef e C erátadas. L os atenienses, 16como por la fuerza no podían lograr nada, convencierona algunos de los bizantinos para que entregaran la ciudad.Clearco el harmosta, sin pensar que nadie fuera a hacer 17

una cosa así, tras organizarlo todo lo mejor que pudo yencomendar la ciudad a Cerátadas y Helixo, pasó al otrolado a ver a Farnabazo, para recibir de él un estipendiodestinado a los soldados y reunir naves, las que estabanen el H elesponto y en A ntan dr o^ dejadas como guarni-ción po r P asipi das y las que tenía j unto a T raci a A gesán-dri das, que era l ugarteni ente de M í ndar o, y para que se

« Del Bósforo a la Propóntide. El río la interrumpía, pero lacerca se metía en él todo lo posible.

^ Que han recibido recientemente la li bertad y participan, demanera limitada, de la ciudadanía espartana.

* A lgunos editores (M archant, Brownson) conservan la ordena-ción de los códices, pero otros (Hatzfeld) sitúan «en A ntandromás adelante: «para que se construyeran otras en A ntandro».

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32 Helénicas. Ubro 1,3,17Helénicas. Li bro 1,4,3 33

408 construyeran otras, y todas reunidas se dedicaran a mor-ti fi car a los ali ados de los ateni enses hasta que termi naranpor levantar de Bizancio el campamento alU apostado.

18 Cuand o parti ó C learco, los bi zanti nos que estaban dis-puestos a entregar la ci udad, C i dón, A ri stón, A naxíc rates,

19 L i curgo y A naxi l ao (q ue luego, cuando iba a ser conde-nado a muer te en L acedemoni a a causa de la traici ón, sali óabsuelto, pues alegó que no había traicionado a la ciudad,sino que la había salvado, al ver que perecían de ham-bre mujeres y niños, pues era bizantino y no lacedemo-nio, y Clearco le daba a los soldados de los lacedemoniosel alimento que había dentro. Dijo que por ello habíaintroducido a los enemigos, no por dinero ni porque odia-

20 ra a lo s l acedemonios) , cuando lo tuvi eron todo prepara-do, abri eron de noche las puertas ll amadas del T raci o· "

21 e hici eron entrar al ejérci to y a A lci bíades. Hal i xo y Ce-rátadas, que no sabían nada de esto, acudieron con todosal ágora, pero como los enemigos controlaban la situa-ción por todas partes y no podían hacer nada, se entre-

22 garon. Fuero n enviados a A tenas, y C erátadas, al desem-barcar en el Pireo, en medio de la multitud, se escapósin que lo vieran y se puso a salvo en Decelia.

4,1 F arnabaz o y los embaj ador es, mi entras estaban en G or -407 dio de Frigia, durante el invierno, se enteraron de lo

2 sucedido en B izancio. A l comienzo de la pri mavera, encamino para ver al rey, les salieron al encuentro, por unaparte, los embajadores lacedemonios, Beocio [de nom-br e] y los suyos, y lo s demás mensajeros, que vení ande regreso y dijeron que los lacedemonios habían obte-

3 ni do todo lo que necesi taban de parte del rey; por otr aparte, Ciro, que iba a tomar el mando de todo el terri-torio costero " y a combatir junto con los lacedemonios,

^ O bien: «que conducen al l lamado Tracio», según una co-

rrección de Dindorf, también aceptada por Hatzfeld, que lo ex-plica como explanada en el interior de Bizancio, según Anábasis,V I I , 1, 24.

* A unque está en todos los manuscri tos, los editores suelenconsiderarlo interpolado.

* Puede considerarse también como «pueblos costeros» (B rown- ^son), e incluso como «fuerzas navales» (Hatzfeld).

y ll evaba una carta con el sello real para todo s los de las 407tierras baj as* , en la que se decía l o sigui ente: «E nví o aC i ro como K árano de los que se reúnen en C astolo.»K árano signif ica señor. A l oír todo esto, y después de ver 4a Ciro, los embajadores de los atenienses querían másqu e nunca ir a vi si tar al rey o, si no , regresar a casa. C i ro 5

dijo a Farnabazo que le entregara a los embajadores o,por lo menos, no los dejara volver todavía a casa, puesquería que los atenienses no se enteraran de lo que seestaba haci endo. Farnabazo duran te un ti empo retuvo a 6los embajadores, y unas veces les decía que los llevaríaa ver al rey y otras que los dejaría ir a casa, «para queno me censuréi s nada» C uand o pasaron tres años, pi di ó 7a Ciro que los dejara ir, pues decía que les había juradoll evarlos hasta el mar, ya que no a ver al rey. E nv i aron,

pues, embajador es a A ri obarzanes a comuni carl e que lostenía que escol tar, y él lo s l l evó hasta C íos de M i sia, dedonde zarparon para unirse al resto de la expedición.

A lci bí ades, que querí a vol ver a casa con sus sol dados, 8se dirigió rápidamente a Samos, desde donde, después detomar veinte naves, fue hasta el interior del golfo Cerá-mico en C aria. A l l í reuni ó cien talentos y regresó a Sa- 9mos. Trasibulo, con treinta naves, marchó a Tracia, don-de, junto a otras localidades que se habían pasado a loslacedemonios, sometió Tasos, que se encontraba en difi-cultades por las guerras, los conflictos internos y el ham-bre. T rasi l o navegó con el resto del ejérci to a A tenas. 10A ntes de que él ll egara, los ateni enses habí an elegidoestrategos a A l ci bíades, que estaba exil iado, a T rasi bul o,

·*' Como las tierras de la costa, frente a las del interior delimperio (Brownson), o gentes de Asia Menor sin excepción (Hatz-feld). Más rara es la traducción de Daverio-Rocchi: poblacionesdel interior.

Otros manuscritos emplean la tercera persona, recogida por

Brownson: «para que (Ciro) no le censurara nada».® El talento era en principio una unidad de peso variable se-gún las ciudades. El sistema ponderal más estable, desde el impe-rio ateniense, fue el euboico o ático, en el que el talento pesabaalgo más de 26 Kg. Trasladado al sistema monetario, equivalía a6.0(X) dracmas.

Helénicas. Libro L4,10

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34Helénicas. L ibro 1,4,15 35

407 ausente, y en tercer lugar , de los que estaban en casa, a11 C onón . A lc i bíades, desde Samos, en posesió n del di nero,

llegó a Paros con veinte naves, de donde inmediatamentese dirigió a Giteo con el doble objeto de examinar lastreinta trieres que según sus noticias preparaban allí loslacedemonios y, en relación con su regreso a casa, el de

12 saber cómo se compor tarí a la ci udad con él. Cuand o vi oque estaba bien dispuesta, que lo habían elegido estra-tego y que sus allegados lo llamaban en privado, se diri-gió al Pireo el día en que la ciudad celebraba las Plin-terias^ y estaba cubi erta la estatua de A tenea, l o quealgunos interpretaban como un mal presagio para él ypara la ciudad, pues, de los atenienses, nadie se atreveríaen este día a iniciar una empresa seria.

13 C uando ll egó al puerto, la mul ti tud del P i reo y de laciudad se aglomeró junto a las naves, llenos de admira-

ción y con el deseo de ver a A l ci bí ades, y decían unos queera el mejor de los ciudadanos y se había defendidosolo"", por el mero hecho de no haber sido desterradojustamente, sino por las intrigas de quienes, al ser menospoderosos que él, hablaban del modo más vil y sólo in-tervenían en la ciudad para su propio provecho, mientrasque él se dedicaba siempre a mejorar la comunidad, tantogracias a su propio poder como al de la ciudad misma.

14 Q ui so entonces que lo juzgaran i nmedi atamente de la acu-

sación que acababa de tener lugar por haber cometidoimpiedad contra los misterios, pero sus enemigos pospu-sieron lo que parecía ser de justicia y lo privaron de lapatria mientras estaba ausente, en el tiempo en que, por

15 impotencia, como un esclavo, fue forzado a servir a suspeores enemigos, siempre corriendo el peligro de perecercada dí a. A l ver que los ci udadanos más all egados, los

^ Fiesta del lavado, en que se ll evaba al mar la estatua de ladiosa con eran solemnidad y secreto. El ritual estaba encomen-dado a la familia de los Prexiágidas y lo ejecutaban las mujeres(Parke, Feslivalí..., pp. 152-155).

Para algunos se trata de una interpolación. Brownson, porejemplo, traduce: «y que era el único que no había sido desterradojustamente».

pari entes y la ci udad entera se enco ntr aban desorienta- 407dos, no sabía cómo serles útil, apartado por el exilio.D i j eron que no parecí a pro pi o de lo s que eran como él 16necesitar revoluciones ni cambios políticos, pues lo quehabía obtenido del pueblo fue el estar en mejores condi-ciones que los de su edad y no ser menos que los ma-

yores, mientras que sus enemigos parecían ser igual queantes y sól o más tarde, cuando f uero n capaces de des-truir a los mejores, al quedarse ellos solos, por eso mismorecibieron el afecto de los ciudadanos, porque no teníana mano otros mejores.

P ero o tros decían que, de los males que les habí an 17pasado, él era el únic o culpabl e, y de lo que podí a temerseque le pasara a la ciudad, probablemente él se convertiríaen el único dirigente.

A lci bíades, después de atracar, no baj ó a tierra inme- 18di atamente, por temor a sus enemigos. D e pi e sobre elpuente, miraba si estaban presentes sus all egados. A l di- 19visar a Euriptólemo, el hijo de Pisianacte, su primo, ya los demás parientes, y a sus amigos junto a ellos, enton-ces desembarcó y subió a la ciudad acompañado de laspersonas adecuadas para que, si alguien iba a intentaratacarlo, no se le acercara.

D espués de def enderse en el C onsej o y la A samblea 20contra la acusación de haber cometido impiedad y de de-cir que había sido víctima de una injusticia, junto conotras afirmaciones parecidas, sin que nadie se opusierapor que no lo habría soportado la A samblea, p rocl amadojefe absoluto de todos sin distinción, en la idea de queera capaz de recuperar el antiguo poder de la ciudad, enprimer lugar, después de sacar a la calle a todos los sol-dados, celebró por tierra los misterios que los ateniensesestaban llevando por mar a causa de la guerra.

M ás tarde, ali stó un ej ército de mi l qui ni entos hopli - 21

tas, ci ento ci ncuenta j inetes y ci en naves. D os mese s*

Esta traducción responde a una conjetura normalmente admi-tida. Según los manuscritos, sería algo así como: «para sus ene-migos, â parecía ser igual que antes». Ver, por ejemplo, Hatzfeld.

^ Según los manuscri tos. Para otros: tres o cuatro meses, con-

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Helénicas. L ibro Π,1 ,27 Helénicas. Libro 11132

407 después de su desembarco marchó contra A ndr os, quese había separado de los atenienses, y con él fueron en-vi ados A ri stocrates y A di manto, el hi j o de L eucolóf ides,elegidos como estrategos de tierra.

22 A lci bíades desembarcó su ejérc i to en G aureo, en el te-rri tori o de A ndros, rechazaron a los andrios que sali eron

a protegerlo y a los laconios que había allí, los encerraron23 en la ci udad y mataron a algunos, no muchos. A lci bí ades

erigió un trofeo y permaneció en el mismo lugar unospoc os días. L uego navegó hacia Samos, atracó y se de-dicó a hacer la guerra desde eUa.

5,1 L os lacedemoni os, no mucho ti empo antes de esto,cuando le expiró el mando a Cratesípidas, enviaron a Li-sandro como navarco. U na vez que, l l egado a Rodas,recogi ó algunas naves, marc hó a C os y M i leto, de allí aEfeso, donde esperó con setenta naves hasta que Ciro

2 l legó a Sardes. C uando vi no, f ue a verl o con los embaja-dores de L acedemonia, que se quej aron de T i safer nes porlo que había hecho y pidieron a Ciro mismo que se com-

3 portara de un modo más decidido en la guerra. Cirodijo que eso era lo que le había ordenado su padre y élno tenía otra opinión, sino que estaba dispuesto a poner-lo todo en práctica, que venía con quinientos talentos yque, si era poco, utilizaría los propios además de los quesu padre le había dado, pero que, si también era poco,

fundiría incluso el trono en que se sentaba, que era de4 pl ata y oro. El los se lo alabaron y le pi di eron que asig-

nara una dracma ática por marinero, pues le hicieron saberque, si ésta era la paga, los marineros de los ateniensesabandonarían sus naves, con lo que tendría que gastar

5 menos dinero. El dijo que hablaban con razón, pero queno le era posible hacer otra cosa distinta de la que elrey había ordenado, que lo que estaba establecido en lospactos era que tenía que dar treinta minas al mes porcada nave, tantas cuantas los lacedemonios quisieran man-

6 tener. L i sandro entonces guard ó sil encio, pero , después de

jeturas admitidas respectivamente por Brownson y Hatzfeld. Esteargumenta sobre la cronología mensual de los hechos.

la cena, cuando Ci ro en un bri ndi s le pregu ntó qué podí a 407hacer para agradarl e más, di j o: «A ñadi r un óbo l o a lapaga de cada marinero .» D esde ese momento, la paga 7f ue de cuatro óbol os, y antes era de un tri óbol o. L es res-tituyó la que les debía y les adelantó un mes, de modoque el ejérc i to estaba muc ho más ani moso. E n cambio, 8

los atenienses, al oírlo, se desanimaron y enviaron emba-jadores a C i ro a través de T i safernes, pero él no lo s re-ci bió, aunque se l o pedía T i safernes dici éndole, y lo hacía 9convenci do por A l ci bíades, que proc urara que ni nguno d elos griegos se hiciera fuerte, pues, al estar enfrentadosentre ellos, todos permanecerían en igual situación dedebilidad.

L i sandro , cuando hubo reuni do la flota, tras sacar a tie- 10rra las noventa naves que estaban en Efeso, se mantuvo

a la expectativa, mientras las preparaba y las dejaba secar.A lc ibí ades, al oír que T rasi bul o, a su sali da del Heles- 11ponto, ponía sitio a Focea, fue a reunirse con él, despuésde dejar al f rente de las naves a su propi o pi loto A ntí ocoy de ordenarl e que no se dir igiera con tra las naves de L i-sandro. Pero A ntí oco, desde N oti o, con su propi a nave 12y otra más, entró en el puerto de los efesios y pasó juntoa las mi smas proas de las naves de L i sandro. E ste, en 13primer lugar, sacó a la mar unas pocas naves y salió ensu persecución, pero cuando los atenienses llegaron en

ayuda de A ntí oco con más naves, entonc es las ali neó atodas y atacó. D espués de esto, los atenienses de N oti ohicieron a la mar las restantes trieres y partieron, cadauno cuando pudo abri rse cami no. Entonc es entraron en 14combate, aquéllos en orden, pero los atenienses con lasnaves dispersas, hasta que escaparon después de perderqui nce tri eres, L a mayorí a de los homb res huyó, per ootros fu eron capturados. L i sandro, después de apropiarsede las naves y erigi r un trof eo en N oti o, hizo la travesíahasta E feso, y los atenienses hasta Samos. M ás tarde, 15

A l ci bí ades, después de haber ido a Samos, se di ri gió contodas sus naves al puerto de los efesios, y delante de laembocadura las alineó por si alguien quería entrar en com-bate. C omo L i sandro no salía a su encuentr o por estar

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38 Helénicas. Libro 1,5,15Helénicas. L ibro 1,6,1 39

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407 en condi ci ones de i nf eri ori dad en el númer o de naves, semarchó a Samos. Poco después, los lacedemonios toma-ron Delfinio y Eón*'.

16 L os atenienses qu e permanec í an en la ci udad, cuandofueron informados de la batalla naval, quedaron desconten-

tos con A lci bí ades, pues pensaban que las naves se habí anperdido por su descuido e indisciplina, y eligieron a otrosdiez estrategos, G j nó n, D i omedonte, L eonte, Pericl es, Era-sínides, A ristócrates, A rquéstrato, Pr otómaco, T rasil o yA ri stógenes. E ntonces, A lc ibí ades, mal considerado ahoratambién en el ejército, tomó una sola triere y navegóhasta el Quersoneso, al interior de su propia fortifica-

18 ci ón L uego, C onó n, desde A ndros, con las vei nte navesque tenía, de acuerdo con el voto de los atenienses, mar-

19 chó a Samos a hacerse cargo de la flota. E n vez de C onón ,a A ndr os enviaron a F anóstenes, con cuatro naves, quese encontró con dos trieres turias y las tomó con sus hom-bres. L os atenienses encadenaron a todos los pri sioneros,pero a su jefe, Dorieo, que, aunque era rodio, exiliadode A tenas y de Ro das, por que los atenienses habían vo-tado su condena a muerte y la de sus familiares, vivíadesde hacía tiempo como ciudadano entre ellos, lo deja-ron ir por compasión sin haber recibido ni siquiera dinero

20 por su rescate. C onón, cuando ll egó a Samos y encontr óque la flota estaba desanimada, en vez de las trieres ante-riores, que eran más de cien, completó la dotación desetenta, con las que zarpó en compañía de los demás es-trategos. D e este modo, desembarcaba en uno y otr o si tioy devastaba el territorio de los enemigos.

21 Y termi nó el año en que los cartagineses hici eron unaexpedición a Sicilia con ciento veinte naves y ciento vein-te mil de i nf anterí a y tomaro n A cragante por hambre,después de haber sido derrotados en una batalla y de ha-

berla asediado durante siete meses^ Según Diodoro, X I I I , 6, 4, se trataría de Teos, lo que se tra-

duce en conjetura de Schneider, recogida por Hatzfeld.^ La había hecho construir él mismo.* Párrafo interpolado, según algunos.

A l año sigu iente, en el que una tarde ® hubo un ecl ipse 406de l una y el vi ejo templo de A tenea en A tenas se qu emó 6,1[c uando era éfor o Pi tias y arconte en A tenas C alí as], l osl acedemonios, po r haberle pasado ya el tiempo a Li san-dro [y veinticuatro años de guerra], enviaron al mandode las naves a Cali crátidas. Cu ando L i sandro entregó l as 2

naves, dijo a Calicrátidas que lo hacía como dominadordel mar y vencedor en batalla naval, pero éste le indicóque, después de costear desde E feso, a la izqui erda d eSamos, donde estaban las naves de los atenienses, hideraentrega de las naves en M i l eto, y que entonces recono -cería que domi naba d mar. C omo L i sandro le contestó 3que no se iba a esforzar si había otro jefe, Calicrátidasmi smo, además de las naves que había reci bido de L i san-dro, equipó otras cincuenta de los aliados, de Quíos, deR odas y de otros lugares. U na vez que hub o reun i do u ntotal de ciento cuarenta, se dispuso a hacer frente a losenemigo s. A l enterarse de que era obj eto de una conspi - 4raci ón por parte de los amigos de L i sandro, que no sól oservían de manera poco animosa, sino que también sededicaban a difundir en las ciudades que los lacedemonioscaían en un gran error al cambiar a los navarcos, puesmuchas veces se presentaban hombres inexpertos, quecomprendían con dificultad los problemas náuticos y nosabían cómo tratar a los hombr es y que, al envi ar gente

ignorante del mar y desconocidos para los de aquí, co-rrían el riesgo de que terminara ocurriéndoles algún per-cance por eso, entonces Calicrátidas convocó a los lacede-monios que allí había y les dijo lo siguiente:

«A mí l o que me gustaría es quedar me en casa, y si 5L i sandr o o cual quiera otr o pretende ser más exper to enlas cuestiones navales, en lo que a mí toca no le voy aponer obstáculos. Pero he sido yo el enviado por la ciu-

15 de abril del año 406. Algunos autores no traducen hes-

péras.Con algunas correcciones, Brownson acepta una traducción

que diría más o menos: «muchas veces, en vez de hombres exper-tos que con dificultad han llegado a conocer los problemas náuticosy que saben bien cómo tratar a los hombres, al enviar...».

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Helénicas. Libro Π,1,27 Helénicas. L ibro 11,1,32

406 dad al f ren te de las naves y no tengo más mi si ón que lade cumpl i r l as órdenes lo mej or que pueda. V osotr os conrespecto a esto, por lo que yo me siento honrado y porlo que nuestra ciudad es objeto de acusaciones (pues losabéis lo mismo que yo), decidid qué os parece mejor,entre que yo me quede o regrese a casa para decir lo que

pasa aquí.»6 C omo nadi e se atrevi ó a decir que no obedeci era a l os

de casa y que no hiciera aquello para lo que había venido,se f ue a ver a C i ro y a j ^i r l e una paga para los mari-

7 ñeros. Este le di j o que esperara dos días. Cal i cráti das,harto de las demoras e irritado por las idas y venidas antelas puertas, después de decir que los griegos eran muymiserables, porque adulaban a los bárbaros por dinero, yde declarar que, si volvía a casa sano y salvo, en lo queestuviera en su mano, trataría de reconciliar a atenienses

8 y l acedemoni os, regresó a M i l eto y, tras envi ar desde allítri eres a L acedemoni a a buscar dinero , con voc ó la asam-blea de los milesios y dijo lo siguiente:

«Para mí, milesios, es forzoso obedecer a las autorida-des de la patria, de vosotros en cambio espero que seáismuy animosos para la guerra, por el hecho de que, al vi-vir entre bárbaros, ya habéis sufrido muchísimos males

9 po r su cul pa. E s preci so que vosotro s ori entéi s a los de-más aliados para que rápidamente y con mucha eficacia

causemos dañ o a lo s enemi gos, hasta que l l eguen a L áce-lo demonia los que yo envié a buscar dinero, puesto que

L i sandro se marchó después de haber devuel to a C i rotodo el que había aquí, como si hubiera sobrado, y Ciro,cuando yo fui a verlo, constantemente aplazaba el momen-to de hablar conmigo, y yo no pude persuadirme de quedebí a segui r yendo y vi ni endo a sus puertas. Y o os pro-

11 meto que, a cambio de los beneficios que nos reportáisdurante el tiempo en que lo esperamos, os compensare-mos con la debida gratitud. Pero, con ayuda de los dioses,mostremos a los bárbaros que también sin venerarlos aellos podemos castigar a nuestros enemigos.»

12 U na vez que di j o esto, muchos se l evantar on, especial -mente, por temor, los acusados de hacerle oposición, y

pro pusi eron una col ecta de di nero, para la que ell os mis- 406mos se of recí an en perso na. Después de recogerla y depagar con el dinero de Quíos cinco dracmas a cada mari-nero , navegó a M eti mna de L esbos, que era ci udad ene-miga. Como los metimneos no quisieron unírsele, sino 13que tenían una guarnición de los atenienses y los que

contro l aban el E stado era proáti cos, atacó y to mó la ciu-dad por la f uerz a. L os sol dados se apoder aron de todas 14las riquezas y Cahcrátidas reunió a todos los esclavos enel ágora, pero, al pedi rl e l os ali ados que vendi era tambi éna los metimneos, dijo que, mientras él fuera el jefe, nose esclavizaría a ni nguno de los griegos, si él pod í a. A l 15día siguiente, a éstos los dejó libres, pero a los de la guar-nición de los atenienses y a los esclavos los vendió a todos.A C onón le di j o que no iba a dej ar que sigui era coque-teando con el mar. A l ver que levaba anclas, al amanecer,lo persiguió y le cortó el camino hacia Samos para queno se ref ugi ara en ell a. P ero C onó n huí a con naves que 16navegaban bien porque había seleccionado para unas po-cas a los mejores remeros de muchas tripulaciones, porlo que consigui ó refugi arse en M i ti l ene de L esbos, y conél, de los diez estrategos, L eonte y E rasíni des. C ali cráti-das navegó hasta el puerto en su persecución con cientosetenta naves C onó n, co mo los enemi gos ^ se adelan- 17taban y le creaban obstácul os se vi o obl i gado a enta-

bl ar combate del ante del puerto , y perd i ó trei nta naves, 18pero l os hombr es huyeron a tierra. L as restantes naves,que eran cuarenta, las encalló bajo la muralla. Calicráti-das, tras fondear en el puerto, lo tenía aUí bloqueado por-que controlaba la salida y, después de hacer venir portierra a los metimneos en masa, también transportó el

^ Hatzfeld modifica el texto de los manuscritos por considerarque el número no corresponde a otros datos. El resultado es:

«con ciento cuarenta naves contra setenta»." «L œ enemigos» es corrección. Los manuscritos dicen: «losciudadanos», lectura admitida por Hatzfeld con el reconocimientode que debe de haber una laguna en el texto.

^ También aquí hay algunas hipótesis que alteran el texto enel sentido de «lo rodeaban» o «lo encerraban» (Hatzfeld).

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Helénicas. Libro Π,1,27 Helénicas. L ibro 11132

[06 ejérci to desde Q uí os, y además l e ll egó el di nero de partede Ciro.

19 C onón , como estaba si tiado po r tierra y po r mar y porninguna parte le era posible aprovisionarse de alimentos,y como los hombres de la ciudad eran muchos y los ate-nienses no acudían en su ayuda por no haberse enterado,

echó a la mar las dos naves que mejor navegaban y lasequipó antes del amanecer, después de seleccionar a losmejores remeros de todas las naves, de trasladar a su in-terior a los soldados de marina y de arrojar las defensas

20 A sí pasaban el día, y hacia el anochecer, cuando ll egabala oscuridad, los desembarcaba, con la intención de quelos enemigos no se enteraran de lo que estaba haciendo.A l qui nto dí a, después de subi r ali mentos en la medidaadecuada, cuando ya era mediodía, los sitiadores estabandescui dados y algunos descansaban, sali eron navegandofuera del puerto, y una se dir igi ó al H el espo nto y la otra

21 a al ta mar . Según se abrí a cami no * c ada uno de los sitia-dores, cortaban las anclas y se ponían en movimientopara acudir en desorden, pues se daba el caso de que esta-ban en tierra en plena comida. Después de embarcarsepersiguieron a la que había salido hacia alta mar, la alcan-zaron a la puesta de sol y, tras vencerla en el enfrenta-miento y aprisionarla, la llevaron al campamento con sus

22 h ombr es. L a nave que huy ó al H el esponto consi gui ó es-

capar y al ll egar a A tenas anunci ó el asedio. D i omedo nteacudi ó con doc e naves en ayuda de C on ón para l iberarl o23 del cerco y f ond eó en el canal de los mi ti l eneos. C ali crá-

tidas lo abordó súbitamente y tomó diez de sus naves,pero Diomedonte huyó con la suya y con otra.

24 L os atenienses, cuando tuvi eron noti ci a de l o que habí asucedido y del asedio, decidieron por votación acudir ensu ayuda con ciento diez naves, embarcaron a todos losque estaban en la edad, tanto esclavos como libres, y par-tieron al cabo de treinta días, después de haber equipado

" Para protección contra los disparos y, eventualmente, paraocultarse.

* O , según una corrección textual, «tan pronto como podía»(Hatzfeld).

las ci ento diez. T ambi én se embarcaron muchos de los 406caball eros. E ntonces se di ri gi eron a Samos, dond e toma- 25ron diez naves samias. A demás reuni eron otras, más detreinta, de los demás aliados, después de haberlos obliga-do a embarcar a todos, y lo mismo hicieron con las suyasque por cualqui er ci rcunstancia estuvi eran f uera. E n to tal

llegaron a ser más de ciento cincuenta.C ali cráti das, al enterarse de qu e la expedi ci ón de soco- 26

rro estaba ya en Samos, dejó allí cincuenta naves y comojefe a Eteónico, salió con las ciento veinte y cenó en elcabo M alea de L esbos [enf rente de M i ti l ene]. E n el mis- 27mo día preci samente los atenienses cenaban en las A rgi -nusas, que se encu entran [ enf rente de L esbos en el caboM al ea] enf rente de M i ti l ene. D e noche, al ver las hogue- 28xas, y al anunciarle algunos que eran los atenienses, sepuso en marcha alrededor de la medianoche, con la in-

tención de caerles encima de repente, pero sobrevino unafuerte lluvia acompañada de truenos que les impidió lasalida. C uand o cesó, al amanecer, navegó hacia las A rgi -nusas.

L os atenienses sali eron a su enc uent ro , con la i zqui er- 29da hacia altamar, colocados del modo sigui ente: A ri stó-crates ocupaba la izquierda y estaba al frente de quincenaves, y después venía Diomedonte con otras quince. De-trás de A ri stoc rates estaba col ocado Peri cl es y detrás

de D i omedonte, Er asínides. Al l ado de D i omedonte esta-ban los samios, con diez naves, colocados en una solalí nea. E ra su estratego un sami o de nom bre H i peo. A con-ti nuaci ón estaban las diez de los taxi arcos tambi én éstasen una sola línea, y detrás de ellas las tres de los navar-cos® y algunas otr as de los ali ados que hubi era. P ro tó- 30maco ocupaba el ala derecha con quince naves y junto aél estaba Trasilo con otras quince. Detrás de Protómacoestaba col ocado L i sias, con las mi smas naves, y detrás deT rasil o, A ri stógenes. A sí estaban colocados para no dar 31

^ J efe de láxis, una por tribu. Estaban al mando de los con-tingentes de infantería embarcados.

® Subordinado, pero de sentido poco preciso.

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Helénicas. Libro Π,1,27 Helénicas. Libro 11,1,32 59

406 la posi bi l i dad de romper la lí nea, pues navegaban peor .T odas las de l os l acedemoni os estaban col ocadas enf ren teen una línea, como preparadas para la ruptura y el ro-d eo " , por el hecho de navegar mejor . C di cráti das ocu-

32 paba el ala derecha. H ermó n de M égara, el pi l oto deCalicrátidas, le dijo que sería bueno retirarse, pues los

atenienses tenían muchas más trieres. Calicrátidas afirmóque E sparta no se admi ni straba peor si él moría y, encambio, dijo que sería vergonzoso huir.

33 A conti nuaci ón, las naves sostuvi eron un largo comba-te, al principio reunidas, luego dispersas. Cuando Calicrá-tidas, en una ofensiva de su propia nave, cayó al mar ydesapareció y Protómaco y los que estaban con él en elala derecha vencieron al ala izquierda, entonces se produjola fuga de los {>eloponesios a Quíos, aunque muchísimostambi én se ref ugi aron en F ocea L os atenienses se dir i -

34 gi eron de nuevo a las A rgi nusas. Se perdi eron vei nti ci nconaves atenienses con sus hombres, salvo unos pocos quefueron arrastrados a la costa, de los peloponesios, nuevelaconias, de diez que eran en total, y de los demás aliados

35 más de sesenta. L os estrategos de los atenienses decidie-ron que, con cuarenta y siete naves, T erámenes y Trasi -bulo, que eran trierarcos, y algunos de los taxiarcos, mar-charan en busca de las naves hundidas y de sus hombres,mientras que con las demás ellos navegarían contra los

que, a las órdenes de E teónic o, estaban bl oqueando M iti -lene. A pesar de su voluntad de hacerlo, se lo impidióel viento y el hecho de que se produjera una gran tem-pestad, por lo que, tras erigir un trofeo, pasaron la nocheallí mismo.

36 L a embarcaci ón de servici o le anunci ó a E teóni co todolo referente a la batalla naval. Este la hizo zarpar de nue-vo después de decirles que partieran en silencio sin co-mentarlo con nadie, y que inmediatamente navegaran has-

^ Diékplous: ataque directo para atravesar la línea de las navesenemigas y volver por la espalda, táctica que intentaban impedirlos atenienses por medio de la línea de apoyo.

^ Así los manuscritos. Entre las hipótesis recogidas por H udey Hatzfeld: «muchísimos a Quíos, pero algunos también a Focea».

ta SU pro pi o campamento , coro nados y dando voces de 406que Calicrátidas había vencido en la batalla naval y quelas naves de los atenienses habían quedado todas aniqui-ladas.

D e esta manera actuaban, mi entras él , una vez que des- 37

embarcaron, hizo sacrificios en agradecimiento por las

buenas noticias, y anunció a los soldados que podían ce-nar, y a los comerciantes que colocaran en sUencio lasmercancías en los barcos y zarparan hacia Quíos (el vientoera favorable), igual que las trieres, lo más rápidamenteposibl e. P or su parte, hizo volv er la i nf antería a M etim- 38na, después de haber quemado el campamento . C onó nechó las naves al mar y, como los enemigos ya habíanescapado y el viento estaba más calmado, fue al encuentrode los atenieses que ya vol ví an de las A rgi nusas y lescontó lo que había hecho Eteón i co. L os ateni enses arri-baron a M i til ene, de dond e se di ri gi eron a Q uí os, per oregresaron a Samos sin haber obt eni do ning ún resul tado.

L os de la ci udad cesaron a estos estrategos, exc epto a 7,1C onón. J un to a él, eli gieron a A di manto y, en tercer 2

l ugar, a F i locles. D e los estrategos que habían par ti ci padoen la batalla naval, P rotó maco y A ri stógenes no vol vie-ron a A tenas, pero de los seis que desembarc aron , Peri -cles, Di omedonte, Li sias, A ristócrates, Tr asil o y E rasíni -des, a este último después de imponerle una multa pre-

vi a* ', lo acusó ante el tribunal A rqu edemo, qui enentonces era di ri gente del puebl o en A tenas y se ocupabade la di obel ia pues decía que se habí a quedado con di-nero procedente del Helesponto que pertenecía al pueblo.También le hacía acusaciones relacionadas con el ejerciciode la estrategia E l tri bunal deci di ó encarcelar a E rasí- 3

Epibolé, que se podía establecer por los magistrados o elConsejo en el momento de formular la acusación.

^ Pago a los ciudadanos atenienses, con cargo al tesoro públi -co, aunque está pioco claro si este caso concreto se refiere alpago por el ejercicio de algún deber o derecho político o simple-mente al que, en algunas ocasiones, se distribuía entre los pobres.

" Cargo de estratem, desempeñado en Atenas por diez ciuda-danos elegidos, con hjnciones militares, pero de gran influenciapolítica. Pendes basaba su influenda en el ejerddo de este cargo.

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406 nides. L uego, en el Consej o, los estrategos tuvi eron queresponder de la batalla naval y acerca de la magnitud dela tempestad. C uand o Ti mócrates di j o que era precisoque los demás también fueran detenidos y entregados al

4 puebl o, el C onsej o los detuv o. M ás tarde, se celebró un aasamblea en la que, encabezados por T erámenes , tambi én

otros se dedicaron a acusar a los estrategos, en la ideade que era justo que respondieran a la cuestión de porqué no habían recogi do a los náuf ragos C omo testimo-nio de que no hacían responsable a ningún otro, mostróuna carta que los estrategos habían enviado al Consejo yal puebl o, en la que no cul paban nada más que a la tem-

5 pestad. D espués, cada uno de los estrategos se def endi óbrevemente (pues no se les ofreció la oportunidad de undiscurso acorde con la ley), y expusieron los hechos, con-sistentes en que, mientras ellos navegaban contra los ene-migos, habían ordenado la recuperación de los náufragosa hombres capaces, trierarcos que ya habían sido estrate-

6 gos, T erámenes, Tr asi bul o y otros como ell os, y que sihabía que responsabilizar a alguien con motivo de la re-cuperación, no podía ser nadie más que aquéllos a quienesse les habí a dad o la or den. «Y no po rq ue nos acusen»,dijeron, «mentiremos diciendo que ellos son los culpables,sino que fue la magnitud de la tempestad lo que impidióla recuperación». Presentaron como testigos a los pilotos

7 y otros muchos compañeros de navegación: sus palabraspersuadían al pueblo, hasta el punto de que muchos par-ticulares se levantaban y expresaban su deseo de dar unafianza, pero decidieron que se aplazara para otra asamblea(pues ya era tarde y no podían ver las manos) ® y que el(Consejo deliberase previamente y propusiera por qué pro-ccdinúento se debía realizar el juicio.

8 D espués se cel ebraron las A pat ur i as" , en que los pa-

Náufragos vivos, frente a la versión de Diodoro, X H L100 y ss., que habla de cadáveres, y que representa la tradiciónmás comúnmente admitida (Hatzfeld).

® La votación normal (cheirotonia) se hacía a mano alzada.^ Festival celebrado a finales de verano, en que las fratrías,

asociaciones que agrupaban a los varones descendientes en teoría

d r es " y los f amil i ares se reúnen entre sí. C on este mo- 406tiv o, los de T erámenes preparar on a mucho s ho mbres,que en esta fiesta iban con mantos negros y totalmenterapados, para que vinieran a la asamblea como si fueranparientes de los que habían perecido, y convencieron aCalíxeno para que acusara a los estrategos en el Consejo.

E ntonces tuv o l ugar la asamblea, en la qu e el C onsej o 9presentó como suya la siguiente propuesta, de acuerdocon lo que había dicho Calíxeno: «Puesto que ya han es-cuchado en la anterior asamblea las acusaciones contralos estrategos y su propia defensa, que los atenienses vo-ten todos por tribu, que se dispongan para cada tribudos urnas, que un heraldo anuncie ante cada tribu que,a quienes les parezca que han cometido injusticia los es-trategos que no recogieron a los vencedores en la batalla

naval, voten en la primera, y a quienes no, en la segunda.Si se opi na qu e han cometi do in j usti ci a, qu e se los con- 10dene a muer te, se los entregue a l os onc e se conf i squensus bienes y la décima parte sea propiedad de la diosa.»H ub o uno que se presentó a la asamblea di ci endo que se 11había salvado sobre un barril de harina y traía el encargode parte de las víctimas de anunciar al pueblo, si se sal-vaba, que los estrategos no habían recogido a quienes sehabían comportado como héroes en defensa de la patria.

E uri ptól emo, el hi j o de Pi sianacte, y alguno s otro s denun- 12ciaron a Calíxeno sobre la base de que había hecho unapropuesta il egal. A l gunos del puebl o lo aprobaron , p erola masa gritaba que sería terrible que alguien pudiera im-pedir al puebl o hacer lo que deseaba. A demás, L i dsc o 13dijo que también a éstos había que juzgarlos con el mismovoto que a los estrategos, si no renunciaban a la denun-cia, ante lo que la multitud reaccionó con ruidosas mués-

de un antepasado común, se reunían para admitir a los nuevosmiembros.^ Así en los códices. Di ndorf, Hude, Hatzfeld admiten la co-

rrección phrateres = los miembros de las fratrías y de los gene{syngenels = familiares).

** M agistrados encargados de las prisiones y las ejecuciones.

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406 tras de aprobaci ón y se vi eron fo rz ados a renunc i ar a ladenuncia.

14 C omo algunos de los prí tanos ^ se negaban a pro ponerlos términos de la votación de modo contrario a la ley,de nuevo subió Calíxeno y les hizo la misma acusación,mientras los demás amenazaban a voces con demandar a

15 los que se negaban. L os prí tanos, asustados, estuv i erontodos de acuerdo en hacer la propuesta, excepto Sócrates,el hijo de Sofronisco. Este dijo que no haría nada que

16 no estuviera de acuerdo con la ley. A conti nuaci ón subi óEuriptólemo y dijo lo siguiente en defensa de los estra-tegos:

«H e subido aquí, atenienses, por una parte, para acu-sar a Feríeles, pariente mío, con el que además iñantengobuenas relaciones, y a mi amigo Diomedonte, por otra,

para defenderlos, y por otra, para decir cuál me parece17 la deci sión mejor para la ci udad entera. L os acuso de quedisuadieron a sus colegas en el mando, cuando queríancomunicar por carta, al Consejo y a vosotros, que habíandado a T erámenes y a T rasi bul o el encargo de recogera los náufragos con cuarenta y siete trieres y que no los

18 habí an cogi do. N o obs tante, ¿es consecuente que en estemomento sean objeto de la misma acusación que los quepor su cuenta delinquieron, e incluso, a cambio de sufilantropía de entonces, cal umni ados ahora por ell os y po r

19 algunos otros, cor ran el ri esgo de perecer? N o, si vosotrosme atendéis y actuáis justa y rectamente, gracias a lo cualos enteraréis mejor de la verdad y no tendréis que arre-pentiros después, cuando os escontréis con que habéiscometido la mayor equivocación contra los dioses y con-tra vosotr os mismo s. Os aconsejo, y así no es posi bl eque os dejéis engañar ni por mí ni por ningún otro, queconozcáis a los culpables y los castiguéis con la pena quequeráis, a todos al mismo tiempo y a cada uno por sepa-

rado, pero que les concedáis, si no más, al menos un día® L os cincuenta miembros de una tribu que en el Q jnsejo

desempeñan la función de una especie de comisión permanentedurante uno de los diez meses de que constaba el calendariooficial.

para def enderse personal mente, para que no tengáis que 406conf iar en nadie más que en vosotros mismo s. Sabéis to- 20dos, atenienses, lo duro ™ que es el decreto de C anno nopues ordena que, si alguien comete un delito contra elpueblo ateniense, tiene que someterse a juicio encadena-d o ^ ante el pueblo y, si el veredicto es de cul pabil idad,

es condenado a muerte y arrojado al báratro'^, se confis-can sus bienes y la décima parte se convierte en propiedadde la di osa. P i do que se j uzgue a l os estrategos de acuer- 21do con este decreto, y ¡por Zeus!, si os parece bien, enprimer lugar a Pericles, mi pariente, pues sería para mívergonzoso preocuparme de él más que de la ciudad en-tera. P ero , si no queréi s, juzgadl os de acuerdo con esa 22otra ley dirigida contra los sacrilegos y los traidores, porla que, si alguien traiciona a la ciudad o roba las propie-dades sagradas y, sometido a juicio en el tribunal, resultacul pabl e, no reci be sepul tura en el A ti ca y sus bienesquedan conf i scados. C on cualqui era de estas leyes, atenien- 23ses, que sean juzgados de uno en uno, después de haberdividido cada día en tres partes, una para que os reunáisy votéis si los creéis culpables o no, otra para la acusacióny una tercera para la defensa

D e ser así, los cul pables af ro ntar án el mayor castigo, y 24a los inocentes los dejaréis libres, atenienses, y no pere-

Hatzfeld: «guarda todo su vigor».M encionado por A ristófanes, Asamblea de las mujeres, 1089.Posiblemente antiguo y votado para algún caso particular, peroque se aplicaba por jurisprudencia.

Según una conección de Bamberg, a partir del texto citadode Aristófanes, y recogida por Hatzfeld: «separado».

A bismo, no precisamente situado, donde en A tenas se arro-jaba a algunos condenados a muerte.

Esta sería la traducción de acuerdo con los manuscritos, peroalgunos editores consideran sospechoso todo el párrafo despuésde «tres partes», otros, sólo desde «si los creéis culpables o no»(M archant), H atzfeld, en cambio, añade, después de «votéis»: «por

qué procedimiento serán juzgados» , y traduce luego: «sean cul-pables o no».«I njustamente» es corrección de L owenkl au, admitida por

Brownson y Hatzfeld. Según los manuscritos, habría que tradu-cir: «por ser culpables». Otra corrección posible (Estienne): «comosi fueran culpables».

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406cerán in j ustamente' . V osotr os, entonces, al juz gar de25 acuerdo con la ley, como hombres piadosos y fieles a

los juramentos, no os convertiréis en aliados de los lace-demonios en su guerra contra vosotros, como sería el casosi condenáis a muerte, sin juicio, de modo contrario a laley, a quienes Ies arrebataron sesenta naves y resultaron

26 sus vencedores. ¿ Q ué temores os i mpul san a daros tantaprisa? ¿Que, si celebráis el juicio de acuerdo con un pro-cedimiento conforme a la ley, os va a ser imposible mataro liberar a quien vosotros queráis, cosa que no ocurriríacon un procedimiento contrario a la ley, como el que elConsejo, convencido por CaUxeno, propuso ante el pue-

27 bl o, el de decidi r medi ante un vo to úni co? Si n embargo,si matáis a alguien que no sea culpable, después os arre-pentiréis, pero acordaos de que ya es doloroso e inútil,sobre todo si el error cometido afecta a la muerte de un

28 homb re T ambi én sería terri bl e vuestra f or ma de actuarpor el hecho de que, mi entras anteri ormente a A ri starco,después de haber destruido la democracia y de entregarademás E noe a lo s tebanos, vuestros enemigos, le conce-disteis im día para defenderse a su voluntad y todo lodemás lo dipusisteis conforme a la ley, en cambio a losestrategos que todo lo realizaron en consonancia con vues-tro deseo y vencieron a los enemigos, los vais a privar

29 de estos mismos derechos. N o, atenienses, no dejéi s de

def ender las leyes que os s o n " pro pi as, gracias a lascuales sois sin duda los más grandes, y no intentéis hacernada sin contar con ellas.

Texto bastante rarrupto sobre el que existen varias alterna-tivas. La dada aquí se atiene, dentro de lo que cabe, a la mayoríade los manuscritos y a la edición de M archant. Brownson: «Igual-mente podríais matar a alguien que no sea culpable, pero acordaosde que arrepentiros después...», cambia principalmente el mododel verbo «matar», la puntuaci ón, y la forma de «arrepentiros»,que transforma en infinitivo según conjetura de Peter. Hatzfeldduplica el verbo arrepentirse: «os arrepentiréis, pero acordaos deque arrepentirse...».

" Hatzfeld admite una corrección (Peter) consistente en con-certar el participio con vosotros: «restez maîtres de vous-mêmeset respectez les lois».

Remontaos a la misma situación en la que al parecer 406han tenido lugar los errores de los estrategos. En efecto,cuando después de resultar vencedores de la batalla, des-embarcaron en tierra, Diomedonte propuso que todos sa-lieran en línea y recogieran los restos y los náufragos, yErasínides, en cambio, que todos navegaran lo más rápi-

damente posible contra los enemigos que habían acudidoa Miti lene. Por su parte, Trasilo afirmó que ambas cosaspodrían hacerse, si dejaban unas naves allí y navegabancon las otras contra los enemigos. Si su propuesta se apro- 30baba, dejarían tres naves de su propia unidad cada unode los ocho estrategos que allí había, además de lasdiez de los taxiarcos, las diez de los samios y las tres delos navarcos, con lo que en total hacían cuarenta y siete,cuatro por cada una de las doce naves perdidas. Entre 31las trierarcos que se quedaron estaban Trasibulo y Terá-

menes, el que en la anterior asamblea acusaba a los estra-tegos. Con las restantes naves emprendieron el caminocontra las naves enemigas. ¿Cuál de estas cosas fue laque no hicieron de manera adecuada y bien? Evidente-mente, es justo que, si algo no se hizo bien frente a losenemigos, rindan cuenta de ello quienes recibieron la or-den de ir a su encuentro, pero que en cambio sean losque se encargaron del salvamento quienes, al no haberhecho lo que los estrategos les ordenaron, sean juzgadospor no haber procedido a la recuperación. Todo lo que 32puedo decir por unos y por otros es que la tempestad im-pidió que se hiciera nada de lo que os generales habíandispuesto. Sirvan como testigos los que escaparon por símismos, entre los que se encuentra uno de nuestros estra-tegos, salvado cuando su nave se hundía, sobre el quepiden que se emita sentencia con un único voto junto conlos que no hicieron lo que se les había ordenado, cuandoél lo que necesitó fue que lo salvaran. A tenienses, ante 33la victoria y la buena suerte, no hagáis lo mismo que los

derrotados y los desafortunados, que no parezca que antelos designios de dios sois incapaces de reflexionar, cuandolos acusáis de traición y no de impotencia, por no habersido capaces de cumplir las órdenes a causa de la tempes-

52 Helénicas. L ibro 1,7,33

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L ibro 11,1,1406 tad D esde luego, es muc ho más j usto honr ar con coro-

nas a los vencedores que castigarlos con la muerte, con-vencidos por hombres miserables.»

34 D espués de decir esto, E ur i ptó l emo presentó su pro-puesta de que se juzgara a los hombres de acuerdo con eldecreto de Cannono, a cada uno por separado, mientras

la del Consejo consistía en juzgarlos a todos con una solavotación. Planteada la disyuntiva en votación a mano al-zada, pri mero eligi eron la de E uri ptól emo, pero M enecl esrecurrió bajo juramento " y, al tener lugar una nueva vo-tación, eligieron la del Consejo. A continuación votaroncontra los ocho estrategos que habían participado en la

35 batall a naval y muri eron l os seis presentes. N o muchoti empo después ^ cambi aron de opini ón los atenienses, yvotaron que quienes habían engañado al pueblo fueransometidos a juicios y que entre ellos estuviera Calíxeno.

Fueron acusados también otros cuatro y encarcelados porlos que habí an sali do co mo fiadores. P ero l uego, en el mo-mento del conflicto interno en que murió Cleofonte, hu-yeron antes de ser juzgados. Calíxeno, que volvió a laciudad al mismo tiempo que los del Pireo, murió de ham-bre odiado por todos.

" Frase que se suele considerar interpol ada por razones de con-tenido: los que no cumplieron las órdenes fueron Terámenes, Tra-sibulo y los que iban con ellos, no los estrategos a quienes se vaa condenar.

" Hypomosia: cuestionaría la legalidad de la votación. Parece

que en otras ocasiones se suspende la votación, mientras que aquísólo se repite, probablemente porque, ante el pdigro de ser acu-sado de ilegalidad, Euriptólemo optaría por retirar su propuesta,por lo que pudo repetirse la votación sin ella.

® A contecimientos de 405/4.

L os sol dados que estaban en Q uí os con E teóni co, du- 406rante el verano, se apri vi si onaban con el pro duc to de la 1,1estación e incluso trabajaban por un salario en el terri-torio. Pero, cuando llegó el invierno y se quedaron sinprovisiones, como estaban además sin ropa y sin calzado,se confabularon entre sí y se pusieron de acuerdo para

atacar Quíos. Decidieron que, quienes compartieran laidea, llevaran una caña para que cada uno pudiera sabercuántos eran. C uando E teóni co se enteró de la conf abu- 2lación, no sabía cómo encarar el asunto a causa del nú-mero de los que llevaban la caña, pues le parecía peligrosoafrontarlo abiertamente, no fuera a ser que se lanzaran alas armas, se apoderaran de la ciudad, se convirtieran enenemigos y lo echaran abajo todo si se hacían suficiente-mente fuertes, y por otro lado podía llegar a ser verda-deramente preocupante la perspectiva de que perecieran

muchos aliados, con el riesgo de ganarse la aversión delos demás griegos y de que los soldados adoptaran unaacti tud hostil hacia sus pl anes. T omó , pues, consi go a 3quince hombres armados con puñales y se puso a andar

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54 Helénicas. Libro Π,1,3Helénicas, übro 11,1,8 55

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por la ciudad, donde, al encontrarse con uno que teníaun ojo enfermo y salía de casa del médico con su caña, lomató. Se organizó un tumulto y, como algunos pregunta-ban por qué había muerto el hombre, Eteónico mandóproclamar que había sido por llevar la caña. Al escucharla proclama, cuantos llevaban cañas las tiraban por miedo

de que los vieran.Como consecuencia, Eteónico convocó a los quiotas yles sugirió que recaudaran dinero, para que los soldadostuvieran su paga y no tramaran nada nuevo. Y así lo hi-cieron. A l mismo tiempo, dio orden de subir a las naves,se presentó en cada una de ellas sucesivamente para dar-les ánimos y hacerles múltiples recomendaciones, comosi no supiera nada de lo sucedido, y les dio la paga deun mes.

Después de'esto, los quiotas y los demás aliados se re-unieron en Efeso y decidieron, con motivo de los presen-tes acontecimientos, enviar embajadores a Lacedemoniapara contárselos y reclamar al frente de las naves a Li-sandro, que gozaba de buena reputación entre los aliadospor su anterior navarquía, cuando venció en la batallanaval de Notio. A sí, fueron enviados los embajadores, aquienes acompañaban mensajeros de Ciro con el mismoencargo. L os lacedemonios accedieron a que L isandro fue-ra como vicealmirante y como navarco Araco, pues no

está legalmente permitido entre ellos ejercer la navarquíados veces. Ahora bien, en la práctica, a quien entregaronel mando de las naves fue a L isandro, cuando habían pa-sado ya veinticinco años de guerra^

En ese año, Ci ro mató a Autobesaces y Mitreo, queeran hi jos de la hermana de Darío, hija de Jerjes, el padrede Darío, porque, al encontrarse con él, no metieron lasmanos a través de la manga, algo que se hace solamenteante el rey. La manga tipo kóre es mayor que la cheiris,

' Término que también podría traducirse como «secretario»(Hatzfeld).

^ Frase que se considera interpolada con el fin de adaptarse alsistema cronológico de Tucídides, De hecho, contiene imprecisio-nes (cf. Hatzfeld, I, p. 154).

y no se puede hacer nada con la mano meti da en el la. 406F ueron H i erámenes y su muj er qui enes hic i eron ver a D a- 9río las terribles consecuencias de que pasara por alto ta-maña manifestación de soberbia, por lo que, como si sesintiera enfermo, mandó mensajeros a buscarlo

A l año sigui ente, en el ef or ado de A rqu i tas y en el 10arcontado de A lexi as en A tenas, L i sandro, al ll egar a E fe- 405so, hizo venir a Eteónico desde Quíos con las naves, re-unió todas las demás desde donde estuvieran, las aparejóy construy ó otras en A ntandr o. L uego f ue a pedirl e di- 11ñero a Ciro, que le contestó que ya estaba gastado loque había recibido del rey, e incluso más, y le mostrócuánto le correspondía a cada uno de los narvacos, peroaun así se lo dio. Después de reci bi r el di nero , L i sandro 12nombró trierarcos para las trieres y dio a los marineros

la paga que les debí a. L os estratego s de los atenienses,por su parte, también hacían los preparativos para la flo-ta^ en Samos.

C i ro, en medi o de estas ci rcunstanci as, mandó ll amar a 13L i sandro, ya que le había l l egado un mensajer o de partede su padre para decirle que viniera porque había caídoenfermo mientras se encontraba entre los tamnerios deM edi a, cerca de los cadusi os, contra los que había hechouna expedic i ón con moti vo de un l evantami ento. A l l legar 14L i sandro , no lo dej ó entrar en combate naval con las ate-nienses mientras no contara con muchas más naves: queél y el rey tenían mucho dinero, de modo que en esteaspecto podí a equiparl as en abundanci a. L e hi zo una exhi-bici ón ^ de todos los tri butos de las ci udades qu e le eranpropi os y le di o el dinero que le sobraba. T ras r ecordarl e

^ M uchos editores (H atzfeld) consideran una posible interpola-ción los párrafos 8 y 9, mientras que otros (M archant) sólo lo

piensan de la explicación sobre la hermana de Darío.^ La traducción responde a la conjetura textual de M archant.Otros prescinden de la preposición: «preparaban la flota». Hatz-feld supone un numeral: «preparaban χ número de naves paracompletar la flota»,

s Para otros (Brownson): «le asignó».

56 Helénicas. L ibro 11,1,14 Helénicas. Libro 11,1,21 57

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405 su grado de amistad con l a ciudad de los l acedemonio sy con L i sandro en parti cul ar, se marchó a ver a su padre.

15 L i sandro , una vez que C i ro lo dej ó todo en sus manosy acudió a la llamada de su padre enfermo, distribuyó lapaga entre los soldados y se dirigió al golfo Cerámico deC ari a. A tacó una ciudad ali ada de los atenienses de nom-

bre Cedreas y, en el segundo i ntento la tomó por lafuerza y la esclavizó. Sus habitantes eran medio bárbaros.

16 D e all í parti ó hacia Rodas. L os ateni enses se apoyabanen Samos para arrasar la tierra del rey y dirigían sus na-ves contra Quíos y Efeso al tiempo que se preparabanpara la batall a naval. C omo estrategos, j unto a lo s exis-

17 tentes, eli gieron a M enandr o, T i deo y C efi sódoto. Li san-dr o desde R odas navegaba cerca de J oni a hacia el H eles-ponto, en dirección al lugar de salida de los barcos, pero

también con la intención de ir contra las ciudades quese les habí an sublevado. L os atenienses, po r su parte,avanzaban desde Qu í os ' po r alta mar, pues A sia les era

18 hostil . L i sandro, desde A bi do, marchó costeando haciaL ámpsaco, que era ali ada de los atenienses. L os abi denos,entre otros, le servían de apoyo por tierra, bajo la con-

19 ducci ón del lacedemonio T órax . A tacaron la ci udad, la to-maron por la fuerza y los soldados la saquearon, puesera rica y estaba bien provista de vino, trigo y las demásvi tuall as. L i sandro dejó sali r a todas las personas l ibres.

20 L os atenienses, que navegaban detrás de sus pasos, atra-caron en Eleunte del Quersoneso con ciento ochenta na-ves. M i entras estaban aU í, en el momento del almuerz o,les l l egaron notic ias de l o ocu rr i do en L ámpsaco, y al

21 pu nto se di ri gi eron a Sesto, desde donde, i nmedi atamentedespués de haber tomado provisiones, navegaron hastaE gospótamos, enf rente de L ámpsaco.

* Para otros (Hatzfeld): «en el segundo día», de acuerdo conuna corrección textual promovida por Dindorf y Zurborg.

Es corrección de Weiske aceptada por M archant y Brownson.Hatzfeld, en cambio, prefiere conservar la lectura de los códices:«en dirección a Quíos», y explica que los atenienses se dirigenal norte y dejan de lado Qufos porque no quieren combatir enel estrecho si tuado entre esta isla y la costa de Asia.

E n este l ugar el H el espo nto tení a una anchura de apro-xi madamente qui nce estadi os. A ll í mismo cenaron. L isan-dro, a la noche siguiente, antes del alba, señaló que su-bieran a las naves después de haber desayunado y, unavez que preparó todo para la batalla y dispuso las de-fensas*, dijo que ninguna se moviera de la formación ni

zarpara. L os ateni enses, al sali r el sol, se ali nearon en-frente, en el puerto, dispuestos para la batalla. Cuandoya había transcurrido buena parte del día sin que salieraL isandro, retornaron de nuevo a E gospótamos. E nton -ces L i sandro ord enó que las naves más rápi das siguierana los atenienses, para que, una vez que hubieran desem-barcado, observaran lo que hacían y regresaran a contár-selo. Por su parte, no desalojó las naves antes de que hu-bieron vuelto. Esto lo hizo cuatro días, y mientras tanto

los atenienses seguían sal i endo a alta mar. A l observ arA lci bíades desde su fortal eza que los atenienses anclabanen la orilla, sin tener cerca ninguna ciudad, e iban a bus-car las prov i siones a Sesto, a qui nce estadi os ' de lasnaves, mientras los enemigos estaban en un puerto y te-nían de todo en una ciudad cercana, advirtió que el lugaren que anclaban no era bueno y les aconsejó trasladarsea Sesto, junto a un puerto y junto a una ciudad. «Estandoallí», dijo, «combatiréis cuando queráis». Pero los estra-tegos, pri nci palmente T i deo y M enandro , le ordenaronque se marchara, pues ellos eran ahora los estrategos, noél. Y se marchó. P or su parte, L i sandro, cuando ya erael quinto día en que los atenienses venían hacia él, dijoa los que había dado el encargo de seguirlos que, cuandovieran que habían desembarcado y estaban dispersos porel Quersoneso, lo que hacían mucho más cada día, puestenían que comprar lejos los alimentos y despreciaban aL i sandro por que no les hacía f rente, vol vi eran i nmedia-

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' Término diferente, pero seguramente sinónimo del que indi-caba el aparejo citado en I , 6, 19 (L . Cassen, p. 251, η. 99).' Hatzfeld considera la cifra inaceptable por razones geográficas

(la distancia es bastante mayor) y para poder justificar las preocu-paciones de Al cibíades.

58 Helénicas. L ibro Π,1,27 Helénicas. L ibro 11,1,32 59

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405 lamente junto a él y levantaran un escudo en medio dela travesía. Ellos hicieron esto como se les había orde-

28 nado. L i sandro al pu nto i ndicó que navegaran lo másrápidamente posible, mientras también le acompañaba Tó-rax con la infantería. Conón, al ver el movimiento deataque, dio la señal a las naves de que acudieran con toda

energía. Pero los hombres estaban dispersos, y unas na-ves tenían dos bancos de remeros, otras uno y otras es-taban total mente vacías. L a de C onón y siete más queestaban completas cerca de él, además de la Páralo, par-ti eron j untas, pero L i sandro se apod eró de todas las de-más junto a tierra y en tierra también recogió a la mayoríade los hombres, aunque otros se refugiaron en las peque-ñas fortiíícaciones.

29 C onón , que habí a escapado con las nueve naves, cuan-do se enteró de que todo estaba perdido para los atenien-ses, se detuv o en A barni s, el promo ntor i o de L ámpsaco,donde tomó las grandes velas de las naves de L i sandro,y marchó con ocho naves a reunirse con Evágoras, a Chi-pre, mientras la Páralo iba a A tenas a anunc i ar lo suce-

30 di do. L i sandro envió las naves, los pri sio neros y todo l odemás a L ámpsaco, pero se quedó con F il ocl es, A di mantoy otros estrategos. El día en que obtuvo este éxito envióa L acedemonia, a anunci ar lo sucedido , a T eopo mpo, el

31 pirata milesio, que llegó al tercer día. Después de esto,

L i sandro reuni ó a lo s ali ados y les di j o que tomaran unadecisión con respecto a los prisioneros. Entonces se hicie-ron muchas acusaciones contra los atenienses, por las ile-galidades que habían cometido, porque habían decididopor votación, si salían vencedores en la batalla naval, cor-tar la mano derecha de todos los que cogieran vivos, yporque una vez que capturaron dos trieres, una corintiay otra andria, habían arrojado desde ellas a todos sushombres. Filocles era el estratego de los atenienses que

32 los había exterminado. Se dijeron también otras muchascosas y decidieron matar a todos los prisioneros que fue-ran atenienses, excepto A di manto, por que era el únic oque había atacado en la asamblea el decreto acerca de la

amputación de las manos. Sin embargo, fue acusado poralgunos de haber entregado las naves. L isandro, despuésde preguntarle antes que nada a Filocles, el que habíaarrojado a los andrios y corintios de qué castigo secreía merecedor por haber sido el· primero en actuar con-tra las normas en el trato con griegos, lo degolló.

Cuando lo de Lámpsaco quedó arreglado, navegó haciaBizancio y Calcedonia, que lo acogieron después de haberdejado salir mediante pactos a los atenienses de la guar-nición. Los que habían entregado Bizancio a Alcibíades,en aquel momento huyeron al Ponto y luego a A tenas,donde se convirtieron en atenienses. L isandro, a los ate-nienses de la guariúción, y a cualquier ateniente que veía,los enviaba de regreso a Atenas, y les daba garantías deseguridad sólo si navegaban hasta allí, pero no si ibana otro sitio, pues sabía que, cuantos más se reunieranen la ciudad y el Pireo, más rápidamente notarían la faltade provisiones. Después de dejar como harmosta en Bi-zancio y Calcedonia al laconio Éstenelao, regresó a Lámp-saco a restaurar las naves.

En A tenas, en cuanto llegó la Páralo, de noche, se em-pezó a hablar del suceso, y un grito de lamento pasódesde el Pireo a lo largo de los grandes muros hasta laciudad, pues todos se lo anunciaban unos a otros. A quellanoche nadie durmió, no sólo a causa del dolor por los

que habían perecido, sino mucho más todavía por lo queles pudiera pasar a ellos, pues consideraban que iban asufrir lo mismo que habían hecho a los melios, colonosde los lacedemonios, cuando los vencieron por asedio, ya los histieos, escioneos, toroneos, eginetas y muchosotros de los griegos ". A l día siguiente celebraron unaasamblea, en la que decidieron cerrar los puertos exceptouno, acondicionar la muralla, poner vigilantes y prepararla ciudad con todo lo necesario para un asedio. Estas eransus preocupaciones.

M uchos editores consideran esta explicación interpolada." Habitantes de las ciudades que habían recibido un trato

«tiránico» por parte del imperio ateniense, especialmente a lo lar-go de la guerra del Peloponeso.

2,1

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405 E ntr e tanto, L i sandro, desde el H el espont o, con dos-

5 ci entas naves, ll egó a L esbos, donde se hi zo cargo de lasci udades, entre ellas de M i til ene. A l os emplazami entosde Tracia envió, con diez trieres, a Eteónico, que trans-formó toda la situación en interés de los lacedemonios.

6 E n segui da toda Greci a se habí a separ ado de los ate-

nienses después de la batalla naval, excepto los samios,que, tras haber encarcelado a los nobles, controlaban la ciu-

7 dad. L i sandro, a conti nuació n, envi ó a A gis, que estaba enD ecel i a, y a L acedemoni a el anunci o de que se acercabacon dosc i entas naves. L os l acedemoni os, así como los pe-loponesios a excepción de los argivos, salieron en masa ala orden de Pausanias, el otro rey de los lacedemonios.

8 C uan do se reuni eron todo s, los puso en di recci ón a laci udad y acampó en [el gi mnasi o l l amado] la A cademia.

9 L i sandro, al llegar a E gi na, devol vi ó la ciudad a los egi-netas, después de haber reunido el mayor número quepudo, y lo mismo hizo con los melios y todos los demásque se habían visto privados de la suya propia. Despuésde devastar Salamina, ancló junto al Pireo con ciento cin-cuenta naves, de modo que impedía la entrada de losbarcos.

10 L os atenienses, si tiados por tierra y por mar, no sabíanqué hacer, pues ni tenían naves, ni aliados, ni alimentos.Consideraban que no había ninguna solución más que "

sufrir lo mismo que habían hecho, no por vengarse, sinoque se habían limitado a perjudicar, por pura soberbia,a los habitantes de ciudades pequeñas, y no por ninguna

11 o tra causa más que con moti vo de las ali anzas. P or esoresistían, tras conceder los derechos a quienes estaban pri-vados de ellos, pero, aunque morían muchos en la ciudadpor hambre, no entraban en conversaciones acerca de lareconciliación. Cuando ya el alimento se les había acabadodefi ni ti vamente, enviaron embajado res a A gis para expo-

nerle su deseo de hacerse aliados de los lacedemonios contal de conservar las murallas y el Pireo y, sobre estas

Texto difícil, con varias conjeturas posibles, que diíieren enlo que toca al estilo, pero que no alteran el sentido de fondo.

condi ci ones, fijar los compr omi sos. Per o les di j o que fue- 405ran a L acedemoni a, pues él en esto no tení a soberaní a. 12Cuando los embajadores se lo comunicaron a los atenien-ses, l os envi aron a L acedemoni a. U na vez que estuvi eron 13en Selasia, cerca de Laconi a, y se enteraron l os éfo rosde lo que decían, que era lo mismo que habían dicho a

A gi s, les ordenar on que se marcharan de all í y, si quer í anla paz, vinieran después de haber pensado algo mejor.C uando l os embaj ador es l l egaron a casa y se lo anunci a- 14ron a la ciudad, cayeron todos en la desesperación, puespensaban que iban a ser convertidos en esclavos y, demomento, hasta que enviaran a otros embajadores, mu-chos mori rí an de hambre. A cerca del desmantelami ento 15de las mural l as nadie querí a dar su opi ni ón, pues A rqués-trato, por haber dic ho en el C onsej o que era mej or hacerla paz con los lacedemonios con las condiciones que recla-

maban, había sido encarcel ado. L o que recl amaban eraque se desmantelaran hasta diez estadios de cada uno delos dos muro s largos. H ubo además un decreto según elcual no se podían hacer propuestas sobre esto.

A sí l as cosas, T erámenes di j o en la asamblea que, si 16querí an enviarl o a ver a L i sandro, volv ería ya enteradode si la persistencia de los lacedemonios acerca de losmuros se debía a que querían esclavizar la ciudad o erasólo una forma de garantía. Pero, cuando fue enviado,

pasó junt o a L i sandro más de tres meses, en espera d ela ocasión en que los atenienses, por haber termi nadolas provisiones, estarían de acuerdo con todo lo que sedi j era. A l cuarto mes, a su regreso, inf or mó en la asam- 17bl ea de que L i sandro lo había reten i do hasta ese momen-to y entonc es le habí a di cho que fuer a a L acedemoni a,pues quien tenía autoridad para contestar a lo que pre-guntaba no era él sino los éforos. Después fue elegidoembaj ador pleni potenciari o ante L acedemoni a en una le-gación compuesta por diez mi embros. E ntr etanto L isan- 18

dro, junto con una embajada de lacedemonios, envió aA ri stóteles, que era exil i ado ateniense, a expli car a loséforos que su contestaci ón a T erámen es había si do qu ela soberaní a sobre la paz y la guer ra la tení an el los. T erá- 19

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405 menes y los demás embaj adores , cuando estaban en Sela-sia, al preguntarles con qué propuesta venían, dijeron quetenían plenos poderes para tratar de la paz, y entonceslos éforos los mandaron llamar. Cuando llegaron, se cele-bró una asamblea, en que corintios y tebanos principal-mente, pero también muchos de los demás griegos, pro-

ponían aniquilar a los atenienses y no hacer pactos con20 ell os. L os lacedemoni os, en cambi o, di j eron que no some-terían a esclavitud a una ciudad griega que había actuadomuy positivamente en los momentos de mayor peligroque había tenido Grecia, sino que iban a hacer la paz acondición de que, tras desmantelar los grandes muros yel Pireo, además de entregar todas las naves excepto docey acoger a los exiliados, compartieran los mismos ami-gos y enemigos que los lacedemonios y los siguieran portierra y por mar a donde los condujeran.

21 T erámenes y lo s embaj adores que i ban con él l o comu-nic aron a A tenas. A l entrar, una gran mul ti tud los rodea-ba con el temor de que vinieran con las manos vacías,pues ya no era posible aguantar a causa del número de

22 los que perecí an por el hambre. A l día sigui ente, l os em-bajadores explicaron sobre qué condiciones estaban dis-puestos a hacer la paz lo s l acedemonio s. E n nomb re deell os habló T erámenes y di j o que había que ceder a losl acedemorúos y desmantel ar lo s muros. A l guno s se opu-

sieron, pero fueron muchos más los que estuvieron de23 acuerdo, por lo que decidieron aceptar la paz. Después

de eso, L i sandro ll egó al P i reo, regresaron los exi li adosy se pusi eron a destrui r las mural l as al ri tmo de los flau-tistas con mucho entusiasmo, pues consideraban que aqueldía era el comienzo de la libertad para Grecia.

24 Y termi nó el año en que, a mediados, se convi rti ó entirano Dionisio de Siracusa, hijo de Hermócrates, despuésde que, en una batalla, los cartagineses habían sido ven-cidos por los siracusanos, pero, gracias a la escasez deali mentos, habían to mado A cragante, una vez que los si-ciliotas hubieron abandonado la ciudad

Este párrafo se considera interpolado.

A l año sigui ente [ f ue el de la O l i mpi ada en que ganó 404el estadio Crocinas de Tesalia, fue éforo en Esparta Endio 3,1

y arconte en A tenas P i tod or o, al que los atenienses nomencionan porque fue elegido durante la oligarquía, sinoque lo llaman año de anarquía, y así nació la oligar-quí a:) ] el puebl o decidi ó elegir trei nta hombr es que 2

recopi laran las leyes patri as para regi rse po r ell as. F ue-ron elegidos los sigui entes: Pol íc ares, C ri tias, M elo bi o,H ipól oco, Euclides, H ierón, M nesíloco, Cremón, Terá-menes, A resias, Di ocles, Fedri as, Quereleo, A necio, Pi són,Sófocles, Erastóstenes, Caricles, Onomades, Teognis, Es-quines, Teógenes, Clemedes, Erasístrato, Fidón, Dracón-tides, E umates, A ristóteles, Hi pómaco y M nesiti des.

H echo esto, L i sandro zarpó para Samos y A gis, des- 3pués de retirar de Decelia el ejército de infantería, disol-

vió las unidades correspondientes a cada dudad.E n esta ocasión, en tor no al ecli pse de sol L i cof rón 4

de Feras, que pretend í a mandar sobre toda T esali a, a lostesalios que se le oponían, los lariseos y otros, los vendóen una batalla y mató a gran número de ellos.

P or la mi sma época, el ti rano D i oni si o de Si racusa, de- 5rrotado en una batalla por los cartagineses, perdió Gelay Camarina. Poco después, los leontinos, que estaban in-tegrados en la comunidad de los siracusanos, se separaron

de Dionisio y de los siracusanos para volver a su propia" El cambio corresponde, en realidad, al año ático. L os acon-

tecimientos recientemente mencionados corresponden a abril de 404.De todos modos, se suceden de tal modo que la cronología per-manece oscura. Para Hatzfeld, desde I I , 2, 18, estaríamos eneste año.

'5 Probóle interpolación.Término equivalente al de patrios politeia o constitución

ancestral (cf. Finley, ...). Desde que el sistema democrático co-menzó a mostrar síntomas de crisis, la oligarquía utilizó como pro-B ma político la vuelta a las leyes tradicionales, «patrias», o de

los padres y antepasados, a los que en algunos casos se considerael exponente de la «verdadera democracia», frente a los «radica-lismos» de la guerra del Peloponeso. Solón y Oístenes se convier-ten en bandera de una reacción objetivamente antidemocrática.

" 3 de septiembre de 404.

64 Helénicas. L ibro Π,3,5 Helénicas. L ibro 11,3,11 65

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404 ci udad. A l i nstante, los caball eros siracusanos f uer on ex-pulsados por Dionisio a Catania.

6 L os samios, que se enco ntraban total mente rodeadospo r las f uerz as de L i sandro , en el moment o en que ésteya estaba dispuesto a hacer el asalto, porque al principioellos no querían llegar a un acuerdo, pactaron por fin

que cada uno de los libres podría salir con un himacio7 pero que entregarí a todo lo demás. Y así sali eron. L i san-dro, después de entregar la ciudad con todo lo que habíadentro a los antiguos ciudadanos y de haber encargado dela vigilancia a diez magistrados, dejó ir la flota de los

8 ali ados a sus ci udades y, con las naves laconi as, march óa L acedemoni a, ll evando consi go los espol ones de las na-ves capturadas, las trieres del Pireo salvo doce, coronasque había recibido de las ciudades como regalo a títuloparticular, cuatrocientos setenta talentos de plata, sobran-

tes de los tributos que Ciro le había adjudicado para la9 guer ra y todo lo demás que en ella hubi era obt eni do . E n

su totalidad lo entregó a los lacedemonios al terminar elver ano " [en que se cump l i eron v einti ocho años y seismeses de guerra, durante los cuales los éforos que cons-tan fueron los siguientes: primero Enesias, bajo el queempezó la guerra al decimoquinto año de la paz de treintaaños que se firmó después de la toma de E ubea, y desp ués

10 de él los si guientes: B rasidas, I sanor, Sostráti das, E xarc o,

A gesí strato, A ugéni das, O nomades, Zeuxi po, Pi tias, Plís-tolas, C li nómaco, I larco, L eonte, Q uéri as, Patesiadas,Cl eóstenes, L icario, E pérato, Onomancio, A lexípidas, M is-golaidas, I sias, A raco, E varqui po, Pantacl es, Pi tias, A r-qui tas y E ndi o, baj o el que L i sandro volv i ó a casa despuésde haber hecho lo que se ha contado]

11 L os T rei nta f ueron elegi dos tan pr on to co mo se des-mantelaron los muros largos y los del Pireo. Designados

Especie de capa de forma rectangular, de múltiples usos,sin distinción de sexo." Para al ano s autores, vg. Hatzfeld, aquí terminaría la prime-

ra parte de las Helénicas.® Casi todos los editores están de acuerdo en considerar in-

terpolado este texto.

con el objeto de redactar leyes por las que se gobernarían,siempre estaban a punto de redactarlas y publicarlas, peroentre tanto organizaron el consejo y las magistraturas se-gún su parecer. L uego, antes que nada, a todos los que,según sus conocimientos, durante la democracia habíanvivido de la delación y habían resultado opresivos para

los nobles, los apresaban y los conducían a la muerte. ElConsejo los condenaba con gusto, lo mismo que todos losdemás, cuantos eran conscientes de que, por no ser tales,no iban a ser importunados. Pero cuando empezaron apensar de qué manera les sería posible manejar la ciudadcomo querían, a partir de aquí, en primer lugar, a travésde una embajada a Lacedemonia formada por Esquinesy A ristóteles, convencieron a L isandro para que hicieravenir en su apoyo una guarnición, en tanto se hubierandesembarazado de los miserables y pudieran instaurar la

constitución. Ellos se encargarían de su manutención. Per-suadido, hizo que se enviara en su apoyo una guarnicióny a Calibio como harmosta. Una vez que la hubieron re-cibido, atendían a Calibio con sumo cuidado para queaprobara todo lo que hacían y, con la ayuda de los miem-bros de la guarnición, como ponía en sus manos a todoslos que querían, se dedicaban a apresar, ya no a los mise-rables e indignos, sino también a los que, según su opi-nión, iban a soportar peor que los dejaran marginados y

que, si intentaban oponerse, podían contar con muchísi-mas personas que estarían de acuerdo con ellos.

En el primer momento, Critias coincidía con Teráme-nes y era amigo suyo, pero desde el punto en que semostró inclinado a matar a muchos por el mero hecho dehaber sido desterrado por el pueblo, Terámenes se opusoy decía que no era lógico condenar a muerte a todo elque hubiera recibido honores del pueblo, aunque no hu-biera hecho ningún daño a los nobles, «puesto que tú y

yo», dijo, «hemos dicho y hecho muchas cosas con elsolo objeto de complacer a la ciudad». El (pues todavíase llevaba bien con Terámenes) argumentó en contra suyaque no era posible para los que quieren medrar no qui-tarse de en medio a los que son más capaces de impedír-

404

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33Helénicas. libro 111417 Helénicas. L ibro 111,4,22

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404 selo. «Pero si, puesto que somos treinta y no uno solo,piensas que no es necesario salvaguardar este gobierno

17 como si se tratara de una ti raní a, eres un ingenuo.» A horabien, dado que, al morir muchos e injustamente, estabaclaro que también eran muchos los que se reunían y sepreguntaban con asombro cuál iba a ser la constitución,

a su vez di jo T erámenes que, si no se captaban suf ic ientescolaboradores para el gobierno, sería imposible que la oli-18 garquí a durase. Después de esto, en efecto, Cri ti as y los

otros treinta llegaron a asustarse, y no menos por Terá-menes, no fuera a ser que se coordinaran en torno a éllos ciudadanos, por lo que seleccionaron a tres mil para

19 que tomaran parte en el gobierno. P ero de nuev o T eráme-nes ante esto dijo que, por lo menos a él, le parecía ab-surdo en primer lugar que, si querían convertir en co-laboradores suyos a los mejores de los ciudadanos, los

buenos fueran tres mil, como si este número tuviera al-guna fuerza especial y no fuera posible que al margende ellos los hubiera virtuosos ni, dentro de éstos, mise-rables. «A demás», di jo, «yo veo que nosotros dos hacemoslas cosas más opuestas, desde el momento en que, ademásde violento, hacemos el gobierno más débil que los go-bernados».

20 E sto di jo. E ll os, después de pasar revi sta a los tresmil en el ágora y a los de fuera del catálogo en lugares

distintos, y de ordenar luego deponer las armas, en elmomento en que aquéllos se habían marchado, tras enviara buscar a los miembros de la guarnición y a los ciuda-danos que estaban de acuerdo con ellos, recogieron lasarmas de todos excepto de los tres mil, las reunieron en

21 la acrópoli s y las deposi taron en el templo. Hecho esto,con la idea de que ya les era posible realizar lo que qui-sieran, mataron a muchos por odio y a otros muchos pordinero. Decidieron que, para poder pagar la guarnición,cada cual se apoderara de uno de los metecos, y que ellos

22 lo matarían y confiscarían sus bienes. Pero él contestó:«N o me parece bien que declaremos ser los mejores y noscomportemos de modo más injusto que los delatores, puesaquéllos dejaban vivir a quienes quitaban el dinero, pero

nosotros, ¿l os vamos a matar sin que hayan cometi do 404ningún delito para quitarles el dinero? ¿Cómo no va aser esto, desde cualquier punto de vista, más injusto queaquello?»

A l ver que representaba un obstácul o para hacer lo que 23querían, se confabularon contra él y, privadamente, unotras otro, se dedicaban a acusarlo ante los diversos con-sejeros de que trataba de destruir el régimen. Después deordenar a unos jóvenes, los que les parecían más audaces,que estuvieran presentes con puñales bajo el sobaco, re-unieron el Consejo . C uando se presentó Terámenes, Cri - 24tias se levantó y dijo:

«Consejeros, si alguno de vosotros considera que estánmuriendo más de lo que es oportuno, tenga en cuentaque, en todas partes donde se cambian las constituciones,sucede lo mismo. Es forzoso que aquí tengan muchísimos

enemigos los que la cambiaron en sentido oligárquico, porser la ciudad de mayor población de Grecia y por habersecriado el pueblo en libertad durante muchísimo tiempo.N osotros, que sabemos que la democraci a es un régimen 25opresivo para los que somos como nosotros y como vos-otros, que sabemos que el pueblo nunca podría llegar aser amigo de los lacedemonios, nuestros salvadores, y encambio los mejores siempre podrían seguir fieles a ellos,por esto, con la aquiescencia de los lacedemonios, esta-blecemos esta consti tuci ón. Y si nos enteramos de que 26

alguien es contrario a la oligarquía, en cuanto podemosnos desembarazamos de él, pero con mucho más motivonos parece justo que, si alguno de nuestro propio gruporesulta perjudicial para este sistema, reciba también sucastigo. Pues bien, ahora nos enteramos de que este Te- 27rámenes, en lo que puede, intenta destruirnos a nosotrosy a vosotros. Tan es verdad que, si reflexionáis, encon-traréis que nadie censura más la situación presente, nise opone más, que este T erámenes, cada vez que quere-mos desembarazarnos de alguno de los demagogos. E n

consecuencia, si pensaba lo mismo desde el principio, esque era hostil, pues, desde luego, no podría considerár-selo precisamente un miserable. A hora bi en, el pri mero 28

34 Helénicas. libro 111,4,17

404 en mostrar su lealtad y amistad hacia los lacedemonios,

Helénicas. L ibro 111422113

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el que inició el derrocamiento del pueblo y el que másos empuj ó a co ndenar a los pri meros someti dos a vues-tro juicio, ahora, cuando también vosotros y nosotros noshemos manifestado claramente como enemigos del pueblo, ya no es partidario de lo que pasa, para poder en-contrarse de nuevo en situación segura y que nosotros

29 seamos con denados por l o que ya está hecho . D e mod oque, no sólo como enemigo, sino también como traidora vosotros y a nosotros, le corresponde ser condenado.C i ertamente, es tanto más terri bl e la traici ón que la gue-rra cuanto es más difícil de vigilar lo oscuro que lo claro,tanto más hostil cuanto, con los enemigos, los hombrespactan y hacen tratados y, en cambio, al que descubrenque los traiciona, con éste nunca nadie hace pactos nivuelve a confiar en él.

30 P ara que sepáis qu e no hace nada nuev o, sino qu e po rnaturaleza es un traidor, os recordaré sus actuaciones.Efectivamente, honrado por el pueblo en un principio, enla l ínea de su padr e H agn ón l legó a ser muy par ti dari ode susti tui r la democraci a por los cuatroc i entos y entreell os fue el más destacado. C uand o se enteró de que seorganizaba algo contrario a la oligarquía, de nuevo fueel primero en convertirse en dirigente del pueblo frente

En los manuscritos: nos, aceptado por Hatzfeld. Son opcio-nes textuales que pueden incidir en el sentido de la colaboraciónentre ambas instituciones, Treinta y Gsnsejo, y de las intencionesde Critias de crear un ambiente de solidaridad entre ellas.

^ Colaborador de la democracia, principalmente en época de Pe-ndes. M ás tarde, sobre todo a partir del fracaso de la expedicióna Sici li a, se alinea entre los que buscan soluciones «moderadas»para la ciudad, lo que significaba poner límites al imperialismoagresivo apoyado por el demos y los demagogos más radicales.

^ Reducción del C onsejo al número previo a la democracia deClístenes en el año 411. I ba acompañada de la anulación real delpoder de la asamblea. Fue un modo de contener la democracia,

como consecuencia de los problemas creados a partir del fracasósiciliano, y que se define, según los casos, como democracia mo-derada o como oligarquía moderada. Colaboraban muchos que, entiempos menos conflictivos, se alineaban con la democracia repre-sentada por figuras como Pericles.

a aquéll os. P or eso, natural mente, lo l laman cotu rno [pues 404el co tur no parece adaptar se a ambo s pi es y mi ra en ambas 31direcci ones] M i ra, T erámenes, el hombr e digno de vivi rno puede ser animoso para empujar a sus compañeros a lasacciones, para luego, si se presenta un obstáculo, echarseatrás inmediatamente, sino que tiene que esforzarse, comoen una nave, hasta que se orienta al viento favorable. Sino, ¿cómo iban a Uegar nunca a donde tienen que llegarsi, al encontrarse un obstáculo, inmediatamente se pusie-ran a navegar en dir ección contrari a? N atural mente, todos 32los cambios de constituciones son fuente de mortandad,pero tú, por ser muy cambiante, eres cómplice de quehaya perecido muchísima gente de la oligarquía a manosdel pueblo y muchísima gente de la democracia a manosde los mejores. Este es el que, cuando le ordenaron losestrategos recoger a los atenienses hundidos en la batalla

naval cerca de L esbos, no lo s recogi ó y, sin emb argo ,acusó a los estrategos y los llevó a la muerte para salvarseél mi smo. T od o el que se preo cup a co nstantemente de 33obtener más beneficio de una manera clara, sin atenderpara nada ni a la virtud ni a los amigos®, ¿cómo va apasar desapercibido nunca?, ¿cómo no va a haber que vi-gilar, si se conocen sus cambios, que no nos haga lo mis-mo a nosotros alguna vez?

Nosotros, en efecto, lo acusamos, como conspirador y

como trai dor a noso tro s y a vosotr os. E n prueba de queobramos de modo consecuente, tened en cuenta lo quevoy a deci ros. E n verdad parece ser hermosí si ma la cons- 34titución de los lacedemonios. Si alguno de los éforos, envez de obedecer a la mayoría, se pusiera a denostar laautoridad y oponerse a sus acciones, ¿no pensáis que sería

A lgunos editores suprimen toda la explicación como incluidaposteriormente, para quienes ya no conocían este tipo de calzado.Desde «mira», expresión muy oscura, se considera corrupta másfrecuentemente.

^ «Virtud» = Kdón: el conjunto de los valores morales y físi-cas de los nobles; «philía»: lazos que unen a los miembros de lasdiferentes familias o grupos solidarios para acciones religiosas, so-ciales, políticas, etc., definidas como «amistad», bastante equiva-lente a la amicitia de Cicerón.

35Helénicas. ibro 111,4,17 Helénicas. L ibro 111,4,22 113

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404 considerado digno del mayor castigo por parte de los mis-mos éforos y fjor la ciudad entera? También vosotros, sisois prudentes, no os preocuparéis de éste, sino de vos-otros mismos, porque, si se salva, podría hacer que secrecieran muchos de los que piensan lo contrario quevosotros, pero, si perece, cortaría las esperanzas de todos

los de la ciudad y los de fuera.»35 Tras decir esto se sentó. Entonces Terámenes se levan-tó y dijo: «Primero recordaré, señores, lo último que dijocontra mí. A firma que acusé a los estrategos y los llevéa la muerte. Desde luego, no fui yo quien empezó laacusación contra ellos, sino que fueron ellos quienes di-jeron que, aunque se me había ordenado por su propiainiciativa, no había recogido a los desafortunados de labatalla de L esbos. Cuando alegaba que, a causa de la tem-pestad, ni siquiera era posible navegar, no digo ya reco-ger a los hombres, a la ciudad le pareció que lo que decíaera lógico, mientras que ellos daban la impresión de acu-sarse a sí mismos, pues, al tiempo que decían que eraposible salvarlos, los dejaban perecer y realizaban la tra-

36 vesía de regreso. Claro que no me sorprende que Critiashaya actuado contra la ley^, pues, precisamente, cuandoesto sucedía, no estaba presente, sino que, en Tesalia, conPrometeo, preparaba la democracia y armaba a los pe-

37 nestas" contra sus señores. Ojalá aquí no pasara nada

parecido a lo que él pretendía promover allí.Pero hay algo, por lo menos, en lo que sí estoy deacuerdo con él. Si alguien quiere desposeeros del podery hace fuertes a los que conspiran contra vosotros, esjusto que obtenga el mayor castigo. Ahora bien, quién esel que actúa así, yo creo que vosotros estáis en la mejor

^ Traducción según los manuscritos. A partir de una correcciónde Wol f, recogida por Brownson y Hatzfeld, estos editores inter-pretan «no haya comprendi do nada» y «está mal informado», res-pectivamente.

" Grupo dependiente comparable, para algunos autores, a loshilotas. La insurrección pudo ser instnimentalizada por ciertosgrupos, dentro de las transformaciones que, en Tesalia, dieronlugar a los conflictos del siglo iv y que terminan con la instau-ración de la tiranía mencionada en libros posteriores.

di sposi ci ón para deci di rl o, sólo con que observéi s lo que 404ha hecho y lo que ahora hace cada un o de nosotr os. E n 38efecto, hasta el momento en que os hubisteis instalado enel Consejo, se designaron las magistraturas, y mientrasllevabais a juicio a los delatores reconocidos, todos está-bamos de acuerdo, pero cuando empezaron a apresar a

hombres nobles, desde ese momento yo también empecéa estar en desacuerdo con ell os. P or ejempl o, sabía que, 39al mori r L eonte de Sal amina que era y tenía f ama deser un hombre digno, y no había cometido ninguna injus-ticia, los que eran como él se iban a asustar y, asustados,se iban a poner en contra de este gobierno. Sabía que, alser apresado N i cérato, el hi j o de N ic i as aunque era ric oy nunca, ni él ni su padre, habían tenido una actuaciónde carácter popular, los que eran como él se convertiríanen nuestr os enemigos. Pero , enci ma, cuan do a nuestr as 40

manos pereció A nti f onte, que en la guerra habí a propo r-cionado dos trieres buenas para la navegación, comprendíque también los que habían estado dedicados a la ciudadse vol verí an todo s suspicaces hacia nosotro s. M e opuse 41también cuando dijeron que cada uno tenía que coger aun meteco, pues era evidente que, si éstos perecían, tam-bién todos los metecos se convertirían en enemigos delgobi erno. M e opuse cuand o recogi eron las armas de lamultitud, pues no creía que fuera conveniente dejar a laci udad debi l i tada. N i si quiera veía claro que los l acede-monios tuvieran esta pretensión cuando nos salvaron, dadoque, si éramos pocos, no podíamos servirles de ningunaayuda y, en cualquier caso, si así lo deseaban. Ies bastabacon reducirnos por hambre un poco más de tiempo hastaque no quedar a nadi e. N i tampoc o me agradaba el que 42se alquilaran guardias, ya que era posible que, entre losmismos ciudadanos, se nos sumaran otros tantos justa-mente mientras los gobernantes intentábamos controlarmás f áci l mente a lo s gober nados. C uando veía que mu-

^ También mencionado por Pl atón, Carta VII, como motivodel cambio de actitud de Sócrates ante los treinta.

» L isias (X V I I I , 6) lo considera vinculado, por tradición y porél mismo, a la democracia.

36 Helénicas. libro 111,4,17 Helénicas. L ibro 111,4,22 113

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404chos en la ciudad se hacían enemigos de este gobierno,que muchos se convertían en exiliados, tampoco me pa-recía bi en que además se exil iaran Trasi bul o, A ni to y A l-cibíades, pues sabía que así se fortalecería la oposición,

43 si a la mul ti tud se le sumaban jef es capaces y a los quequerí an ser jefes se les presentaban muc hos seguidores.

A quien advierte esto con claridad, ¿hay que conside-rarl o con justici a f avorabl e o traido r? L os que i mpidenque muchos se conviertan en enemigos, Critias, y los queenseñan cómo obtener el mayor número posible de alia-dos, no son precisamente éstos los que fortalecen a losenemigos, sino más bien quienes se apoderan de las rique-zas ilegalmente y matan sin ninguna justificación, éstosson los que multiplican el número de los contrarios y porpura ambición traicionan no sólo a los amigos, sino a sus

44 pro pi os intereses. Si a pesar de todo no queda cl aro quedigo la verdad, fijaos en lo que sigue. ¿Pensáis que Tra-sibul o, A ni to y los demás exil iados prefi eren que aquípase lo que yo defiendo o lo que éstos hacen? A mi ma-nera de ver, ahora mismo piensan que todo está lleno dealiados suyos y, en cambio, si lo mejor de la ciudad nosfuera favorable, les sería difícil pensar en aproximarse a

45 cualqui er lugar del terri tori o. Po r otro lado, con respectoa lo que dijo de que yo estoy siempre dispuesto a cam-biar, considerad también lo siguiente. Fue el propio pue-

blo el que votó la constitución de los cuatrocientos, cuan-do se le enseñó que los lacedemonios confiaban en cual-

46 qui er consti tuci ón más qu e en la democraci a. C omo apesar de todo aquéllos no cedían en nada y en cambiose descubrió que los que desempeñaban la estrategia conA ri stóteles, M elanti o y A ri starco lo que hacían era for ti-ficar un abrigo en el muelle en el que pretendían acogera los enemigos y asegurarse para ellos mismos y sus com-pañeros el dominio de la ciudad, si yo me di cuenta y

47 lo i mpedí , ¿es esto ser trai dor a los amigos? M e ll amacoturno, porque dice que intento adaptarme a unos y aotr os. Y a qui en no gusta a uno s ni a ot ros, a éste, porlos dioses, ¿qué es lo que hay que llamarlo? Pues real-mente tú, en a democraci a, eras consi derado el más odio -

so de todos desde el pu nt o de vi sta del puebl o y, en la 404aristocracia, te has convertido en el más odioso de todosdesde el pun to de vi sta de lo s homb res honestos. Pero 48yo, Critias, siempre me he caracterizado por combatir alos que piensan que la democracia no puede ser hermosaantes de que obtengan su dr ac ma^ los esclavos y los

que por su pobreza son capaces de vender la ciudad acambio de una dracma, pero también soy contrario a losque piensan que la oligarquía no puede ser hermosa antesde conseguir que la ciudad sea tiranizada por pocos. Or-ganizar la constitución con la ayuda de todos los quepueden servirla gracias a sus caballos y sus escudos, esoes lo que antes consideraba mejor y ahora no he cambiadomi postu ra Si puedes deci r, C ri tias, en qué ocasión yo, 49con la colaboración de los populares o de los tiránicos,he i ntentado pri var del ejercici o de la ci udadan í a^ a los

hombres de bien, dilo, pues si se demuestra que ahorao en alguna otra ocasión he hecho tal cosa, estoy de acuer-do en que sería justa mi muerte después de experimentarlos peores sufrimientos.»

U na vez que hub o termi nado de habl ar y el C onsej o 50se mostró con sus aclamaciones claramente favorable, Cri-tias, al darse cuenta de que saldría absuelto si dejaba queel Consejo decidiera con su voto, cosa que considerabaintolerable, se acercó a los treinta y, tras una pequeña

conversación con ellos, salió a dar orden a los de los pu-ñales de que se colocaran a la vista del Consejo junto alas barreras C uando vol vi ó a entrar dij o: «Y o, conse- 5i

Texto normalmente considerado corrupto. Corregido porSchmidt, K eller, Brownson: «participen de ella»; por Wyttenbach,Hatzfeld: «participen del gobierno». Sin embargo, el texto podríaaludir al cobro por funciones públicas que caracterizaría a la de-mocracia radical. «Obtener la dracma» permite que gobiernen losque no deben participar en el sistema político, y caracterizaría eltipo de democracia al que se oponía Terámenes.

Definición del sistema «moderado», aristocracia con partici-

pación de caballeros y de hoplitas.^ Término polivalente: ciudadanía y derechos polí ticos, pero,

también, régimen político o forma de gobierno.^ Se colocaban entre las columnas de la sala del Consejo para

separar a los consejeros del público.

74 Helénicas. L ibro 11,3,51 Helénicas. L ibro 11,3,55 75

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404 jeros, creo que es labor propia de un dirigente como esdebido, si ve que sus amigos están siendo engañados, nopermiti rl o, P or tanto, voy a actuar en consecuenci a. E nesa misma línea, ésos que están ahí apostados dicen queno nos permitirán dejar libre a un hombre que perjudicade modo patente a la oligarquía. Está entre las nuevas

leyes que ninguno de los tres mil sea condenado a muertesin vuestro voto, pero los treinta son soberanos para ma-tar a los de f uera del catálogo. A sí pues», di j o, «ahorami smo bor ro a este T erámenes del catálogo, con el con-sentimiento de todos vosotros, y seremos nosotros quie-

52 nes lo condenaremos a muerte» . A l oír esto, T erámenessubió al altar ^ y dij o: «P or mi parte sólo puedo supli-caros lo que no es más que la pura legalidad, que noquede en manos de Critias la capacidad de borrarme a mí

ni a cualquiera de vosotros, sino que, tanto para vosotroscomo para mí, la decisión se tome de acuerdo con la ley53 que redactaron acerca de l os incl uidos en el catálogo. H ay

una cosa, por los dioses, que no desconozco, y es que deninguna protección me va a servir este altar, pero quieroponer de manifiesto que ésos no sólo son muy injustoscon los hombres, sino también muy impíos con los dio-ses. C on respecto a vosotro s, en cambi o, nobl es varo nes,me admiro de que no acudáis en vuestra propia defensa,aunque sabéis que de ninguna manera mi nombre es más

fácil de borrar que el de cada uno de vosotros.»54 D espués de esto el heral do de los' trei nta encomendó

a los once que se hici eran cargo de T erámenes. U na vezque entraron con sus servidores bajo la dirección de Sá-tiro , el más vi ol ento y desvergonzado, di j o C ri tias: «O sentregamos a este T erámenes, co ndenado de acuerdo con

55 la ley. V osotr os, los once, apresadlo , ll evadlo a dondecorresponde y haced lo que procede en tales casos.»

Cuando hubo dicho esto, fue a arrancarlo del altar Sá-

tiro, y fueron a arrancarlo también los servidores. Terá-menes, como es natural, invocaba a los dioses y a loshombres para que observaran lo que estaba sucediendo.

^ A ltar de Hestia.

El Consejo permanecía inmóvil, al ver que los de las ba-rreras eran semejantes a Sátiro y que la delantera de lasala del Consejo estaba llena de guardias, y además noles pasaba desapercibido que se habían presentado con suspuñales. Sacaron al hombre a través del agora mientrasmanifestaba a grandes voces lo que le ocurría. De él se

cuenta una sola frase. Cuando Sátiro le dijo que lo lamen-taría si no guardaba silencio, preguntó: «Y si guardo si-lencio, ¿no lo lamentaré?» Cuando, obligado a morir,bebió la cicuta, dicen que arrojó el resto, como si jugaraal cótabo , y exclamó; «Sea para el noble Critias»

No me pasa desapercibido que frases como ésta no sondignas de mención, pero juzgo que es admirable, en rela-ción a este hombre, el que cuando se le presentó la muer-te, no abandonaron su alma ni la inteligencia ni el sen-

tido del humor.Así murió T erámenes. L os treinta, por su parte, comosi ya estuvieran en condiciones de actuar como tiranos sinningún temor, prohibieron a los excluidos del catálogoque entraran en la ciudad, y se los llevaron de sus pro-piedades para apoderarse de sus campos ellos mismos ysus amigos. Entonces se convirtió el Pireo en el lugar derefugio, pero, como también de allí se llevaron a muchos,terminaron por l lenar Mégara y Tebas de la gente que se

retiraba.Sin embargo, Trasibulo se puso inmediatamente en mo-vimiento desde Tebas con unos setenta y se apoderó deFile, lugar fortificado. Los treinta acudieron desde la ciu-dad con los tres mil y con la caballería, en un día esplén-dido. Cuando llegaron, algunos de los jóvenes enardecidosse lanzaron sobre el lugar, y no hicieron nada más querecibir heridas y retirarse. L os treinta intentaron estable-

56

4,1

^ J uego consistente en arrojar la última gota de la copa en de-terminada dirección, gesto que se acompañaba a veces de una es-pecie de brindis.

^ «noble» = Mdós: expresión en que se mezcla el sentido denoble y de bello. A quí ic refleja el ambiente aristocrático, perotambién erótico y festivo, que dominaba la institución del ban-quete.

58Helénicas. L ibro Π,1,27 Helénicas. Libro 11,1,32

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404 cer un cerco, para pon erl es siti o y cerrarl es la entrada delas provisiones, pero de noche y al día siguiente cayó unaabundante nevada, por lo que tuvieron que retirarse cu-biertos de nieve hacia la ciudad, después de haber per-dido a muchísimos de los porteadores a manos de los de

4 F il e. A l darse cuenta de que, si no había ningun a vigi-

lancia, podrían dedicarse a hacer rapiña en los campos,distribuyeron por los confines, a unos quince estadios apartir de File, a los miembros de la guarnición laconia,salvo unos pocos, y dos escuadrones de caballería". Es-

5 tos vi gil aban acampados en un terri tori o f ron doso . P orsu parte, Trasibulo, cuando ya se habían reunido en Filealrededor de setecientos, descendió con ellos de noche.

. C on l as armas preparadas, a uno s tres o cuatr o estadiosde los puestos de guardia, se mantuvo a la expectativa.

6 C uando se hacía de dí a y ya empezaban a l evantarse paradirigirse cada uno hacia donde debía, lejos de sus armas,mientras los servidores hacían ruido al frotar los caballos,en esto los de T rasi bul o tomaron l as armas y se l anzaro na la carrera. A algunos de ellos los hirieron, a todos lospusieron en fuga y los persiguieron a lo largo de seis osiete estadios, mataron a más de ciento veinte hoplitasy, de l os cabal leros, a N i cóstr ato, ll amado el H ermo so, ya otros dos, a los que sorprendieron todavía en la cama.

7 V ol vi eron atrás, col ocaron un trof eo, reuni eron cuantasarmas y bagajes habían cogido y regresaron a File. Cuan-do acudieron los caballeros de la ciudad, ya no vieron aninguno de los enemigos, esperaron hasta que los allega-dos recogieron a sus muertos y se retiraron a la ciudad.

8 A partir de aquí los T rei nta, como ya no considerabanque las cosas para ellos estaban seguras, concibieron eldeseo de apoderarse de Eleusis, de modo que les sirvierade refugio si fuera preciso. Convocaron a los caballeros

y marcharon a Eleusis Critias y el resto de los treinta.

^ Se trata realmente de la aportación de cada una de las tribusáticas al ejército (phylé). Podía equivaler al batallón de infanteríao al escuadrón de caballería.

P usi eron en manos de los caball eros ^ la misi ón de hacer 404una revista, con el pretexto de que querían saber cuántoseran y qué vigilancia necesitaban añadir, para lo que or-denaron que todos se inscribieran. El que se inscribíasalí a a través de una pequeña puer ta haci a el mar. E n l aorilla colocaron a los caballeros a uno y otro lado, y al

que salía lo encadenaban l os servi dores. C uand o estabantodos atados, or denar on al hi parco L i símaco que se lo sl levara y los entregara a los once. A l día si gui ente, con- 9vocaron al Odeón a los hoplitas del catálogo, además delos caballeros. Entonces Critias se levantó y dijo: «Nos-otros, señores, no pensamos menos en vosotros que ennosotros mismos en el momento de organizar el régimen.Por ello es preciso que vosotros, igual que participaréisde los honores, del mismo modo también participéis de

los peli gros. H ay que condenar, pues, a los el eusini osapresados para que tengáis las mismas confianzas y te-mores que noso tro s.» L es most ró un lugar y les or denóll evar a él su vot o al descubi erto. L os guardi as laconi osestaban armados en la mi tad del O deó n. C on esto tambi én 10se sintieron complacidos los ciudadanos que sólo estabaninteresados por medrar.

I nmedi atamente después, T rasi bul o, con los cerca demil que ya había reunido en File, llegó de noche al Pireo.L os T rei nta, nada más enterarse, acudi eron con los laco-nios, además de los caballeros y los hoplitas, y avanzaronpor el camino que conduce al P i reo. L os de F il e i ntenta- 11ron todavía no dejarlos subir, pero como el recinto, alser grande, parecía necesitar mucha vigilancia y todavíano eran bastantes, se conc entraron en M uni qui a. L os dela ciudad fueron al ágora hipodamia y allí, en primer lu-gar, se alinearon, como para cubrir el camino que llevaal templo de A rtemis M uni qui a y al Ben di deo . L l egó

^ Esta es la lectura de los manuscritos. Sin embargo, muchoseditores prefieren enmendarla: «en armas», «en los muros». Estaúltima es la preferida de Hatzfeld: «hicieron una revista en losmuros».

tre^ M uniquia es un monte y un puerto al noreste del P ireo. En-; el monte y el puerto occidental (C ántaro), en el istmo, se cons-

78 Helénicas. L ibro 11,4,11Helénicas. L ibro 11,4,16 79

ahora, si vosotros, como convi ene, di sparáis con áni mo, 404

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404 a haber un f on do de no menos de ci ncuenta escudos. A sí12 ord enados se di ri gían hacia arri ba. L os de F i l e tambi én

cubrieron el camino por su lado, pero su profundidad erade no más de diez hoplitas^ A c ontinuaci ón colocaronpel tóf or os ^ y tropas li geras armadas de jabali nas, y de-trás los lanzadores de piedras. Estos sí eran muchos, pues

se habían sumado allí mismo.E n tanto se acercaban los contr ari os, T rasi bul o, a los

que estaban con él les ordenó depositar los escudos y élmismo lo depuso, y con las otras armas se colocó enme-

13 dio y dijo: «Ciudadanos, quiero enseñaros a unos y re-cordaros a otros que, de los que se acercan, los que ocu-pan la derecha son los que vosotros pusisteis en fuga yperseguisteis hace cuatro días, y los últimos de la izquier-da, éstos son los Treinta, los que nos privaron de la

ciudad sin haber cometido ninguna injusticia, nos expul-saron de casa y proscribieron a los más queridos de losnuestros. Pero ahora se han presentado donde ellos nun-

14 ca pensaron y nosotr os si empre deseamos. Es tamo s colo-cados con las armas frente a ellos, pero los dioses, porqueentonces fuimos apresados mientras comíamos o dormía-mos o hacíamos nuestros negocios en el ágora, y porquesin haber cometido ningún delito, e incluso sin estar enla ciudad, tuvimos que exiliarnos, ahora están claramente

de nuestra parte. Pues en medio del buen tiempo provo-can una tempestad cuando a nosotros nos conviene, ycuando atacamos, aunque los contrarios son muchos y

15 n osotr os pocos, nos conceden erigi r un trof eo. Y ahoranos han llevado a un lugar en que ellos no van a poderusar la lanza ni la jabalina por encima de los que estáncolocados en primera fila, dado que marchan hacia arriba,mientras que nosotros, como disparamos hacia abajo lan-zas, jabalina y piedras, podemos avanzar y herir a muchos

16 d e ell os. C ual qui era puede pensar que sería con ven i entepara los de la primera fila combatir de igual a igual. Pero

truyó el ágora hipodamia. De los muchos santuarios del Píreo»uno era el de A rtemis y otro estaba consagrado a Bendis, divi -nidad tracia de atributos parecidos a los de Artemis efesia.

^ Portadores de escudos ligeros, como los pel tastas.

nadie errará entre tantos que llenan el camino, que paraprotegerse tendrán que esconderse bajo sus escudos, demodo que nos será posible, como si fueran ciegos, gol-pearlos donde queramos y hacerlos retroceder precipitada-mente. P or t anto , señores, hay qu e actuar de mo do que 17cada uno tenga plena conciencia de ser el máximo res-ponsable de la victoria. Pues ésta, si dios quiere, nos de-volverá ahora patria, casas, libertad, honores, hijos aqui en los tenga y muj eres. B i enaventur ados qui enes denosotros a la victoria puedan añadir el día más gratode su vida. Pero, también, feliz quien muera, pues nadie,por rico que sea, va a obtener un monumento tan her-moso. Empezaré yo el pean en el momento oportuno.Cuando invoquemos a Enialio**', entonces todos, unáni-memente, venguémonos por los ultrajes que hemos su-

fr ido .»T ras decir esto, se di o la vuel ta hacia lo s adversari os 18

y permaneció a la expectativa, pues el adivino les avisóque no se lanzaran antes de que cayera o fuera heridouno de los suyos. «Cuando esto suceda, os guiaremos nos-otros». dijo, «y los que me sigáis obtendréis la victoria,y yo la muerte, según me parece».

Y no se engañó, sino que, cuand o tomaron las armas, 19como llevado por alguna fatalidad, se lanzó, cayó el pri-

mero sobre los enemigos y murió, y está enterrado en el>aseo del Cef iso. L os demás venci eron y los persi gui eronlasta el llano. M uri eron entonces, de los T rei nta, C ri tias

e H i póm aco , de los diez arcontes del Pi reo, Cár mi des elhijo de Glaucón y, de los demás, alrededor de setenta.T omar on l as armas, pero no despoj aron de sus qui tones ^a ni ngun o de los ci udadanos. Cu ando to do termi nó e hi-cieron pactos para devolver los cadáveres, muchos se po-nían a dialogar al encontrarse los unos con los otros.

Divini dad identif icada con Ares.^ chiíón: túnica. Vestido habitual, con variaciones formdes a

partir de la época clásica. Se sujeta a un hombro por medio de .un broche. En los hombres suele ser más corto que en las mu-jeres.

20Helénicas. libro 111417 Helénicas. Libro 111,4,22 113

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404 C leócri to, el heraldo de lo s ini ci ados ^ que tenía muy20 buena voz, mandó que se hici era el sil encio y di j o: «C iu-

dadanos, ¿por qué nos expulsáis?, ¿por qué queréis ma-tarnos? Nosotros a vosotros nunca os hicimos ningúnmal, hemos participado con vosotros en los ritos y los sa-crificios más venerables, y en las fiestas más hermosas,

hemos colaborado en los mismos coros, hemos sido con-discípulos, hemos combatido juntos y hemos corrido mu-chos peligros al lado de vosotros por tierra y por mar, endefensa de la común salvación de unos y otros y de la

21 l i bertad. P or l os dioses de nuestr os padres y de nuestrasmadres, por la consanguinidad, el parentesco y el compa-ñerismo·''^, pues muchos compartimos todas estas cosaslos unos con los otros, por respeto a los dioses y a loshombres, dejad de faltar a la patria y no hagáis caso alos muy sacril egos T rei nta que, por sus gananci as priva-

das, poco falta para que hayan matado más atenienses enocho meses que todos los peloponesios en diez años de

22 guerra. C uando ya nos es posi bl e conv ivi r en paz, éstosnos arrastran a la guerra más vergonzosa de todas, lamás dura, la más impía, la más odiosa a los dioses y alos hombres, la guerra entre nosotros mismos. Pero biensabéis que de los ahora muertos por nosotros, hay algu-nos por los que, no sólo vosotros, sino también nosotros,arrojamos lágrimas de dolor.»

Tales fueron sus palabras, pero los arcontes que queda-ban, en vez de dejar que los suyos las escucharan, se losllevaron a la ciudad.

23 A l dí a sigui ente, en tant o que los T rei nta, muy humi -llados y aislados, se reunían en el Consejo, en cada unode los tres mil, sea cual fuera el puesto que estuviera ocu-pando, surgían diferencias con respecto a los demás. Puesos que tenían miedo por haber actuado del modo más

^ En los misterios de Eleusis.

L os términos griegos util izados son: syngeneia (parentesco desangre, pertenencia al mismo genos), kedestía (parentesco resul-tante de un matrimonio) y hetairia (asociación de variado sentido,que reproduce solidaridades aristocráticas, a veces con proyecciónpolítica).

vi ol ento, defendí an con vehemencia que no era preci so 404ceder a los del Pireo, mientras que los que estaban con-fiados por no haber cometi do ni nguna inj ustic ia, recapi-tulaban ellos mismos y enseñaban a los demás que no ha-bía ninguna necesidad de estas desgracias, y decían queno había que obedecer a los T rei nta ni permi ti r que des-

truyeran la ciudad. Finalmente votaron que cesarían aaquéll os y elegirían a otro s. Y eli gieron diez, uno portribu.

L os T rei nta se reti raron a E leusis. L os diez, j untamen- 24te con los hiparcos, se oc upab an de los de la ci udad, que 403estaban muy alborotados y desconfiaban los unos de losotros. Por otra parte, los caballeros pasaban la noche enel Odeón con sus caballos y sus escudos y, por descon-fianza, ro ndaban desde el atardecer en las mural las con losescudos y, al amanecer, con los caballos, con el constante

temor de que se les vinieran encima algunos de los delP i reo. E stos, como ya eran mucho s y de diversas proce- 25dencias, se hacían armas, unos de madera, otros de mim-bre, y las bl anqueaban. A ntes de que pasaran diez días,después de haber dado garantías a todos los que colabo-raran en la guerra, incluso a los extranjeros, de que ten-drían igualdad tributaria'*', ya salían muchos hoplitas ymuchos gimnetas'^, y contaban además con unos setentacaballeros. Hacían expediciones de forraje y tomaban ma-dera y frutos de la estación, para volver a pasar la nochede nuevo en el P i reo . De los de la ci udad nadi e más 26salía con armas, salvo los caballeros, que en algún mo-mento capturaban bandas de los del Pireo y causabanbajas a su falange. Cayeron también sobre alguno de losexoneos·", mientras iban a sus campos a buscar las pro-visi ones. A éstos, L i símaco el hiparco los degoll ó, po r

Isoteleia: privilegio concedido a algunos extranjeros, que dis-frutaban así de los mismos derechos que el ciudadano desde el

punto de vista fiscal, es decir, quedaban exentos de los impuestosque sólo afectaban a los no ci udadanos. Lo más frecuente era suconcesión a los metecos.

Soldados de infantería ligera.Habitantes de un distrito costero del Atica.

82 Helénicas. L ibro 11,4,26Helénicas. Obro 11,4,30 83

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403 mucho que hacían súplicas y que la acción les pareció in-27 admisi bl e a muchos cabal l eros. P or su parte, l os del P i reo

mataron a uno de los caballeros que cogieron en el cam-po, a C al í strato, de la tri bu L eónti de, pues ya empezabana estar confiados, de tal modo que hicieron un asalto ala mural l a de la ci udad. Tambi én hay que habl ar del arti-

llero que estaba en la ciudad, que, cuando supo que ibana acercar las máqui nas por el camino del L i ceo, or denóque todas las yuntas se dedicaran a arrastrar enormes pie-dras y a dejarlas en cualquier lugar del camino. Cuandose hubo hecho esto, cada una de las piedras se convirtióen un auténtico obstáculo.

28 C omo los T rei nta envi aron embajadores a L acedemoniadesde Eleusis, y los del catálogo desde la ciudad, a pedirque les mandaran ayuda porque el pueblo se había suble-

vado contra los l acedemonio s, L isandro, sobre el cálculode que sería posible, con un asedio por tierra y por mar,reducir rápidamente a los del Pireo, si se cortaban losaprovisionamientos, les consiguió un préstamo de cientalentos y que lo enviaran a él como harmosta por tierra

29 y a su herman o L ibi s co mo navarco. N ada más sali r con-centró en E leusis a muchos hopl i tas peloponesios. E l na-varco vigilaba por mar para que no les llegara ningunade las provisiones, de modo que, en seguida, los del Pi-

reo se encontraron otra vez sin recursos y, por su parte,los de la ci udad adquir í an gran seguridad gracias a Li san-dro . A sí las cosas, el rey P ausani as, envi di oso de L i san-dro, de que a causa de sus logros no sólo fuera a adquirirprestigi o, sino también a conv erti r A tenas en algo propi o,tras convencer a tres de los éforos salió al frente de un

30 ejér ci to reg ul ar^. Si guieron su ejemplo todos lo s ali ados,salvo beocios y corintios. Estos decían que no se consi-derarían fieles al juramento si combatían contra los ate-nienses sin que hubieran hecho nada contrario al tratado,pero en realidad lo hacían porque estaban viendo que lo

^ Formado por espartiatas, f rente al de los aliados pelopone-sios o al de mercenarios, como era el caso de L isandro.

que los l acedemonios pretendí an era apropi arse con todas 403las garantías del territorio de los atenienses.

Pausanias acampó con el ala derecha en el l l amado H a-l ípedo, cerca del Pi reo, mientras L i sandro ocupaba el alai zqui erda con los mercenari os. Pausani as envi ó embaja- 31dores a los del Pireo a decirles que salieran hacia sus

casas. Puesto que no se daban por enterados, se acercabansólo lo necesario para que oyeran el grito de guerra, demodo que no f uera evi dente que les era f avorabl e. A Itener que retirarse sin haber obtenido nada del movi-miento de aproximación, al día siguiente, con dos regi-mientos de los lacedemonios y tres escuadrones de lacaballería ateniense, se acercó al puer to sord o para ob-servar por dó nde era más accesibl e el P i reo. P ero como, 32en el momento de marcharse, algunos lo atacaron y le cau-saron problemas, irritado, ordenó a los caballeros que selanzaran contra ellos y que los siguieran las diez promo-ciones más jóvenes E l mi smo iba detrás con el resto.M ataron a cerca de trei nta de las tropas l igeras y a losdemás los persi gui eron hasta el teatro del P i reo. A l l í es- 33taban precisamente poniéndose las armas todos los pel-tastas y los hopl i tas de los del Pi reo. L as tropas li geras,en seguida, tras salir a la carrera, se pusieron a dispararlas jabalinas, lanzar piedras, tirar flechas y atacar con lashondas. L os l acedemonios, como habían quedado heri dos

muchos de ellos, muy apresurados se retiraron retroce-diendo, pero los otros se aprovechaban de esta situaciónpara presionar mucho más. A ll í muriero n Quer ón y T í-braco, ambos polemarcos. L ácrales, el vencedor de laOlimpiada, y otros lacedemonios que están enterradosdelante de las puertas del Cerámi co. A l ver esto, acudie- 34

Lugar de localización insegura, según unos al norte, segúnotros al oeste del Pireo. También la denominación se explica dediversas maneras: porque no se oían las olas debido a su especial

configuración geográfica o por la situación ocasional de letargo acausa de la ^erra.50 El ejército espartiata estaba organizado por clases de edad,

formadas por los que en cada año cumplían veinte. Las diez pro-mociones más jóvenes estarían constituidas por los que tenían en-tre veinte y treinta años.

42Helénicas. libro 111417 Helénicas. Libro 111,4,22113

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403 ron T rasi bul o y los hopli tas y rápi damente se colocarondel ante de les demás en fila de a ocho. Pausani as, muyagobiado, después de retirarse unos cuatro o cinco esta-dios hacia una colina, ordenó a los lacedemonios y a losali ados que se reuni eran junto a él. A l l í , tras haber agru-pado la falange en un orden en que predominaba la pro-

fundidad, la condujo contra los atenienses. Estos los reci-bieron cuerpo a cuerpo, pero luego unos fueron rechaza-dos hacia el pantan o de H al as® y otr os se replegaron.M uri eron de ellos unos ci ento cincuenta.

35 P ausani as erigi ó un trof eo y se reti ró. Y no por estose irritó con ellos, sino que a escondidas mandó una em-bajada a los del Pireo para indicarles lo que era precisoque dijeran cuando le enviaran embajadores a él y a loséforos presentes. A hor a sí le hi ci eron caso. A demás, des-unió a los de la ciudad, y les dijo que se reuniera elmayor número posible y acudieran a ellos a manifestarlesque no necesitaban para nada hacer la guerra a los delPireo, sino reconciliarse, y unos y otros en común ser

36 amigo s de los lacedemoni os. Nauc l i das, que era éfor o,escuchó esto con agrado, pues, como era costumbre quecon el rey fueran a la campaña dos de los éforos, enton-ces estaban presentes éste y otro, y ambos eran de laopi ni ón de Pausanias más que la de L i sandro. P or eso,natural mente, f uero n parti dari os de enviar a L acedemo-

nia tanto a los del Pireo que estaban encargados de tratarcon los lacedemonios como, de los de la ciudad, a los

37 partic ul ares C efi sofo nte y M eleto. N o obstante, c uandoéstos se marchar on a L acedemoni a, también las autori da-des de la ciudad enviaron embajadores para decir queellos entregaban, tanto las murallas que ocupaban comoa ellos mismos, en manos de los lacedemonios para que hi-cieran lo que quisieran, pero, según manifestaron, conside-raban lógico que los del Pireo, si decían ser amigos de los

38 l acedemonio s, entregaran el Pi reo y M uni qui a. Después de" Traducción de acuerdo con los manuscritos. Según corrección

de Madvig, aceptada, entre otros por Hatzfeld: «delante de lassalinas» (Halas).

® Hatzfeld: «de las salinas».

oí rl os a todos, los éfor os y los mi embr os de la asamblea 403envi aron qui nce hombres a A tenas con la orden de con-seguir que, con la colaboración de Pausanias, se reconci-l iaran de la mejo r manera posibl e. La reconcil iaci ón sellevó a cabo sobre la base de mantener la paz entre ellosy retir arse cada uno a su casa, excepto los T rei nta, l os

once y los diez arcontes del Pireo. Para los de la ciudadque pudieran estar atemorizados, se decidió que se esta-blecieran en Eleusis.

H echo esto, P ausani as licenció su ejérci to, mientras l osdel Pi reo subieron con las armas a la A crópol i s e hici eronun sacri fi cio a A tenea. Cuand o bajar on los estrategos, ce-lebraron una asambl ea^ donde habló T rasibulo: «A vos-otros», dijo, «hombres de la ciudad, yo os aconsejo co-noceros a vosotros mismos. Pero os conoceríais muchomejor si os pusierais a pensar con qué fundamento ossentís tan orgullosos como para intentar mandar sobrenosotros. ¿A caso sois más j ustos? P ero el puebl o, que esmás pobre que vosotros, nunca ha cometido ninguna in-justici a contra vosotro s por dinero. E n cambio voso tros,que sois más ricos que nadie, habéis realizado muchasacciones vergonzosas por aumentar vuestras ganancias.D ado que el cri teri o de justi cia no os atañe para nada,observad si tenéis que enorgulleceros de vuestra valentía.¿Q ué mejo r cri terio para esto habrí a que el de cómo com- 41

batimos unos contra otros? Y en inteligencia, ¿podríaisdecir que estáis por delante los que, contando con mu-rallas, armas, dinero y aliados peloponesios, habéis sidosuperado s por qui enes no tienen nada de eso? ¿P ensáisentonces que debéis fundar vuestro orgullo en los lace-demon i os? ¿C ómo ? , ¿en ésos que, a la manera de quie-nes entregan los perros mordedores después de haberlosatado con una cadena, del mismo modo, tras entregarosa vosotros en manos de este pueblo víctima de vuestrasi nj usti ci as, se marchan y os dej an? D esde luego, yo no 42

considero lógico que vosotros, amigos, paséis por alto lo

«Celebraron una asamblea» no se encuentra en los manuscri-tos. Se trata de una conjetura de Cobet generalmente aceptada.

86 Helénicas. L ibro 11,4,42 L ibro 111,1,1

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que habéis jurado, pero sí que, junto a las demás virtu-des, mostréis también que sois dignos de crédito y piado-sos». Tras decir esto y otras cosas semejantes, y que noera necesario que se produjeran agitaciones, sino que sehiciera uso de las leyes antiguas, levantó la asamblea.

Entonces eligieron magistraturas y organizaron la co-

munidad. Tiempo después, cuando oyeron que los deEleusis habían alquilado mercenarios, hicieron una expe-dición en masa contra ellos, y a sus estrategos, cuandovinieron a dialogar, los mataron, pero a los demás, trasenviarles a sus amigos y allegados, los convencieron parallegar a acuerdos^ Hicieron pactos de que no se guar-darían rencor y todavía ahora conviven y el pueb o semantiene viviendo de acuerdo con los pactos.

J enofonte se salta entero el año 402/1.

Así terminó el conflicto en Atenas. A continuación,Ciro envió mensajeros a Lacedemonia, según los cualesconsideraba adecuado que los lacedemonios se comporta-ran con él del mismo modo que él lo había hecho con loslacedemonios en su guerra con los atenienses. L os éforospensaron que lo que decía era justo y ordenaron a Samio,entonces navarco, que se pusiera al servicio de Ciro para

lo que solicitara. Aquél entonces ejecutó de buena ganalo que Ciro solicitó, pues con su flota y la de Ciro na-vegó hasta Cilicia e hizo que el gobernante de Cilida,Siénnnesis, no pudiera oponerse por tierra a que Ciro sedirigiera contra el rey. Sobre cómo Ciro reunió un ejér-cito y con él marchó contra su hermano, cómo se pro-dujo la batalla en que murió, y cómo después de estose pusieron a salvo los griegos en dirección al mar, estáescrito por Temistógenes de Siracusa'.

Sin embargo, cuando Tisafernes, que se había hechoacreedor de un gran prestigio ante el rey en la guerra

' Seguramente, pseudónimo del propio J enofonte como autor dela Anábasis.

87

44 Helénicas. libro 111417

400 con tra su hermano , fue envi ado como sátrapa de los que

Helénicas. L ibro 111,4,22113

D emarato el lacedemonio. E ste terri tori o le había si do 399

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antes estaban baj o su mando y baj o el de C i ro , en se-guida decidió que todas las ciudades jónicas debían que-dar sometidas a él. Estas, por un lado, querían ser libres,pero al mismo tiempo temían a Tisafernes, porque habíanpreferido a Ciro, cuando estaba vivo, en vez de aquél.P or ell o, no lo acogi eron en sus ci udades. E n cambio,envi aron embaj ador es a L acedemoni a, pues consi derabanlógico, ya que eran los dirigentes de toda Grecia, quese ocuparan de ell os, de los griegos de Asia, de mod oque su territorio no fuera devastado y pudieran ser libres.

4 L os l acedemoni os Ies enviaron a T i brón como h armosta399 y Ies di eron sol dados de los neodamodes^ hasta mil , y

de los demás peloponesios hasta cuatro mil. Pidió tam-bi én T i bró n a los ateni enses trescientos caball eros, conla promesa de que les proporcionaría una paga. Estos

los enviaron de entre los que habían formado parte dela cabal lerí a de los T rei nta, en la idea de que sería unbeneficio para el pueblo que se marcharan, e incluso que

5 pereci eran. C uand o l legaron a A sia, reuni ó sol dados tam-bién de las ciudades griegas del continente, pues todaslas ciudades entonces obedecían lo que mandara un varónlacedemonio. Con este ejército, al ver·* la caballería, Ti-brón no bajaba a la llanura, pero se sentía satisfecho sipodía vigilar para que no fuera devastado por lo menos

6 este terri tori o do nde justamente se encontraba. P ero cuan-do los que regresaron vivos de la expedición de Cirose unieron a él, entonces también en las llanuras hacíafrente a Tisafernes. Se apoderó de la ciudad de Pérgamosin resistencia, y de Teutrania y Haliserna, en las quegobernaban Eurístenes y Proeles, los descendientes de

2 Corresponde a las satrapías de J onia y L idi a, respectivamente.^ A ntiguos hi lotas que han accedido a un stalus superior y for-

man parte del damos/demos, pero su situación jurídica concreta

permanece oscura, salvo en el hecho de estar situados en una es-cala inferior a los espartiatas.·• «A l ver» presenta problemas textuales, por lo que algunos edi-

tores y traductores no lo tienen en cuenta: «Gín este ejército, Ti-brón no desplegó la caballería en la llanura» (Daverio Rocchi).

dado por el rey como regalo, a cambio de su colaboraciónen la campaña contra G reci a. Se le sumaron tambi énGorgión y Góngilo, que eran hermanos y tenían el unoG ambri o y Pal egambrio, y el otro M i ri na y G ri neo. T am-bién estas ciudades fueron regalo del rey a Góngilo, quehabía sido el único de los eritreos exiliado por ser par-tidario de los persas. H abí a otras que, por ser débil es, 7T i brón l as tomó por la fuerz a. A L arisa, la ll amada Egi p-ci a', c omo no se sometía, le puso siti o con todo su ejér-ci to al rededor. A l ver que no podí a tomarl a de otra ma-nera, tras horadar un pozo abrió unos conductos con laintención de quitarles el agua. Desde la muralla, con fre-cuencia salían corriendo y arrojaban a la excavación palosy piedras, por lo que hizo una «tortuga» de madera y lacolocó sobre el pozo, pero los lariseos salieron de noche

y la quemar on. C omo no conseguí a nada, los éfo ros le en-vi aron la orden de abandonar L arisa y diri gir se contraCaria.

Cuando ya estaba en Efeso, en camino hacia Caria, 8llegó para ponerse al frente de la expedición Dercílidas,que tenía fama de ser un hombre de mucha inventiva,por la que lo l l amaron Sísif o T i bró n regresó a la patria,donde fue condenado al exilio, pues lo acusaban los alia-dos de permitir al ejército que saqueara a sus amigos.

Dercí l i das, una vez que recibi ó el mand o de la expedí- 9ción, al darse cuenta de que entre Tisafernes y Farnabazoexistía una mutua desconfianza, se puso de acuerdo conTisafernes y Uevó el ejército al territorio de Farnabazo,pues prefería hacer la guerra a uno de ellos más que aambos al mismo tiempo. Dercílidas era además, desde an-tes, hostU a Farnabazo ya que, cuando fue harmosta enA bi do, en la época en que L i sandro era navarco , calum-

^ A l parecer, Ci ro el Grande había establecido all í colonias de

veteranos de ese origen.^ Fundador legendario de Corinto, famoso por su astucia e in-genio, pero más por el castigo que le impuso Zeus, consistenteen subir reiterada e indefinidamente una enorme roca hasta lacumbre de una montaña.

45 Helénicas. libro 111417

399 ni ado por Farnabazo, fu e obl i gado a permanec er firme con

Helénicas. Libro 111,4,22 113

brillante equipamiento. Combatía junto con Farnabazo es- 399

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el escudo, lo que al parecer constituye un deshonor paralos lacedemonios virtuosos, pues se trata de un castigo

10 de indisciplina. Por ello se dirigió con mucho más gustocontra F arnabazo. E n seguida, tanto se di f erenció delmo do de mandar de T i brón que hi zo pasar su ejérc i toa través del territorio amigo hasta la Eólide de Farnabazo

sin hacer ningún daño a los aliados.Esta era la Eólide de Farnabazo, que tenía como sá-

trapa ^ de este terri tori o, mi entras vivi ó, a Genis D arda-neo. Cuando murió, víctima de una enfermedad, mientrasF arnabazo se di sponí a a dar a otr o la satrapí a. M aní a, lamujer de Genis, ella también dardánida, preparó una co-mitiva y se presentó cargada de regalos, con la intenciónde dárselos al mismo Farnabazo y de ganarse las simpa-tías de sus concubi nas y de los que más poder tení an

11 cerca de F arnabazo . A l entr ar en conv ersaci ón le di j o:«Farnabazo, mi esposo era amigo tuyo en todo y, ade-más, te entregaba los tributos de tal modo que tú lo ala-babas y lo honrabas. Si yo puedo servirte exactamenteigual que él, ¿por qué va a ser necesario que tú nombressátrapa a otro? Si no te agrado en algo, en tus manos

12 estará siempre qui tarme el cargo y dárselo a él.» A l oí resto, Farnabazo pensó que la mujer debía ser sátrapa.Guando ella se hizo señora del territorio, le entregabalos mismos tributos que su marido y, cada vez que iba aver a Farnabazo, le llevaba regalos y, cada vez que él seacercaba a su territorio, lo acogía con mucha más gracia

13 y encanto que todos los gober nadores. A demás de que letenía bien vigiladas las ciudades que había recibido, apor-tó algunas de la costa, hasta entonces no sometidas, comoL arisa, Hamáx i to y C ol onas, tras lanzarse contra sus mu-rallas con una tropa de mercenarios griegos, y ella mismacontemplaba el espectáculo desde un carruaje. Sus elogiosiban siempre acompañados de dones, de forma tan gene-

rosa que su ejército mercenario llegó a poseer el más

' A quí con un valor más restringi do, pues se refiere a un terri-torio dentro de la satrapía de Farnabazo.

pecialmente cuando se dirigía contra los misios y pisi-dios, porque se dedicaban a devastar el territorio delrey, de modo que Farnabazo la honraba a su vez con grangenerosi dad y en ocasiones le pedí a consej o. C uand o ya 14tenía más de cuar enta años, M i di as, que era mari do d esu hija, azuzado por algunos con la idea de que era ver-

gonzoso que gobernase una mujer y él permaneciera enla vida privada, habida cuenta de que ella se cuidaba mu-cho de los demás, como convenía en una tiranía, peroen él conf i aba y lo amaba como una muj er ama a suyerno , se di ce que entr ó a verla y la ahogó. M ató tam-bién a su hijo, que era hermoso de aspecto y tenía unosdieci siete años. Después de hacer esto, retuvo las ci uda- 15des f orti f ic adas de E scepsis y G ergi s, donde M anía teníala mayor parte de sus riquezas, pero las demás ciudades

no cedieron, sino que las salvaron para Farnabazo lasguarnic i ones que había en ellas. A conti nuaci ón, M i diasenvió regalos a Farnabazo con el mensaje de que, segúnsu opinión, debía de poseer el territorio en las mismascondi ci ones que M anía. L e contestó que los guardara has-ta que viniera a recoger los regalos con él incluido, puesdecía qu e no querí a vi vi r sin haber vengado a M aní a.

E n esta opor tuni dad llegó Dercí l i das e i nmediatamen- 16te, en un solo día, tomó sin resistencia L arisa, H amáxi toy Colonas, las ciudades costeras. Notificó también a las ciu-dades eolias su consideración de que debían ser libres, asícomo acogerl o dentr o de las mural as y hacerse ali ados. L osneandreos, ilieos y cocilitas aceptaron, pues las guarnicio-nes gri egas que había entre ell os, desde que mur i ó M aní a,no eran muy b i en tratadas. En cambi o, el que se encar-gaba de la vigil ancia de C ebrén, terri tori o muy protegi do, 17consideró que, si tenía la ciudad bien vigilada para Far-nabazo, recibiría honores de parte de éste, por lo que noacogió a Dercílidas, que, irritado, se preparó para atacar-

la. C omo , en el momen to de hacer los sacri fi cios, l ospresagios no le fueron favorables el primer día, volvió ahacer sacrificios el segundo v, como tampoco entoncesfueron favorables los auspicios, los repitió el tercero. Has-

92 Helénicas. L ibro ΠΙ,1,17 Helénicas. L ibro 111,1,22 93

399 ta cuatro días estuvo insi sti endo en el sacrif ic io , con muymal humor, pues tenía prisa por hacerse dueño de toda

y se congr atulaban por lo sucedido . M idias lo acompaña-ba, y aprovechaba para pedirle que le entregara la ciu-

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18 la E ól ide antes de que acudi era Farnabazo. Un tal A té-nadas, capitán sicionio, que consideraba que Dercílidasdejaba pasar el tiempo frivolamente, mientras él era capazde privar del agua a los cebrenios, acudió a la carreracon su tropa e intentó obstruir la fuente. Pero los de

dentro salieron a su encuentro, lo hirieron, mataron a dosy a los demás los hicieron retroceder con golpes y dispa-ros. Dercílidas se irritó, en la idea de que el ataque seríaahora menos animoso, pero entretanto salieron de la mu-ralla de parte de los griegos unos heraldos, a decirle queno les complacía el modo de obrar de su jefe, y que ellosquerían estar con los griegos más que con el bárbaro.

19 M ientras todavía estaban hablando de esto, vi no uno departe de su jefe para exponer que cuanto decían los de

antes también a él le parecía bien. Dercílidas, inmediata-mente, como por fin había recibido vaticinios favorablesen ese día, tras tomar las armas, se puso en marcha hacialas puertas. L os otros se las abri eron para acogerlo. Des-pués dé establecer también allí guarniciones, al puntomarchó a Escepsis y Gergis.

20 M idi as, que mi entras esperaba a Farnabaz o ya empe-zaba a tener miedo de los ciudadanos, envió un mensajea Dercílidas, según el cual entraría en conversaciones sirecibía rehenes. Este le envió uno de cada ciudad de los

aliados para que de ellos seleccionara cuantos quisiera.T ras coger a diez salió a reunirse con Dercí li das y lepreguntó con qué condiciones podría llegar a ser su alia-do. El le contestó que con la de que dejara a los ciuda-

21 danos l ibres y autónomos. Y nada más deci r esto marchóhacia Escepsis. M id ias comprendi ó que no podría i mpe-dírselo en contra de los ciudadanos, y lo dejó entrar.Dercílidas, después de hacer un sacrificio en la acrópolisde Escepsis, echó las guarniciones de M idi as, entregó laciudad a los ciudadanos y les aconsejó que se gobernarancomo era propio de hombres griegos y libres, tras de locual se marchó en di rección a Gergi s. L o escol taban mu-chos de los escepsios, al tiempo que le rendían honores

dad de los gergitios. Pero Dercílidas le decía que no de-jaría de obtener nada de lo que en justicia le correspon-diera. M i entras así habl aba, se diri gía hacia las puertasj unto con M idias y el ejército lo seguía pacíf icamente, enfila de a dos.

L os que estaban en las torres, que eran muy altas, alver a M idi as con él no dispararon. Dercíl idas dij o: «Or-dena, M idi as, que abran las puertas, para que tú me guíesy yo conti go vaya al templo a hacer un sacri fi cio a A te-nea.» M idi as se mostraba reticente para abri r las puertaspero, como temía que lo f uera a prender i nmediatamente,mandó que las abrieran. Cuando entró, se dirigió conM idias hacia la acrópoli s. A l os demás soldados les orde-nó que se colocaran en armas alrededor de las murallas,y él con los de su escolta hizo un sacrif ic io a A tenea. U na

vez hecho el sacrificio, dijo que también los lanceros deM idi as se col ocaran con sus armas en la vanguardi a desu ejército, y se transformaran en sus mercenarios, puesM idias ya no tenía nada que temer. E ntonces, M id ias,sin saber qué hacer, di j o: «M e reti ro para prepararteunos obsequi os de hospi tali dad», pero él contestó: «N o,por Zeus; sería vergonzoso que yo, después de haberhecho los sacrificios, recibiera de ti honores de hospitali-dad y no te los rindiera yo a ti. Quédate con nosotros.E n tanto se prepara la cena nos dedicaremos a exami narqué tipo de relaciones puede crearse con justicia entreambos.»

Cuando se hubieron sentado, preguntó Dercílidas:«D i me, M idi as, ¿tu padre te dejó como jefe de la casa?»«D esde luego», contestó. «¿ Y cuántas casas eran?, ¿cuán-tas tierras?, ¿cuántos pastos?» Cuando él hacía la enu-meración, los escepsios presentes dijeron: «Este te estáengañando, D ercíli das.» «V osotros», dij o, «no seáis de-masiado escrupulosos.» Cuando hubo hecho el registro

de su patrimonio, volvió a tomar la palabra: «Dime, yM anía, ¿de quién era?» Todos dij eron que de Farnabazo.«Y sus propiedades», dijo, «¿también eran de Farnaba-

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108 Helénicas. L ibro 111,4,4

399 zo?» «Desde luego», contestaron. «Podrían ser nuestras»,dijo, «dado que salimos vencedores, pues Farnabazo es

Helénicas. L ibro 111,4,8 95

otro lado, como aliados de parte de Seutes, unos doscien-tos jinetes y como trescientos peltastas de los odrisas,

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nuestr o enemigo. Que algui en me conduzca a donde están27 los bienes de M aní a y de F arnabazo» . C uand o los demás

lo con duj ero n a casa de M aní a, que la habí a her edadoM i di as, éste los acompañó. Desde que entró , D ercíl i dasllamó a los administradores, dijo a los servidores que los

prendieran y les advirtió que si los cogían robando algu-no de los bi enes de M aní a, i nmedi atamente serían dego-llados. Ellos se los mostraron. Después de verlo todo, lo

28 encer ró, puso un sell o y fijó uno s guardi anes. C uan do sa-lió, a los comandantes y capitanes que encontró en laspuertas les dijo: «Soldados, hemos conseguido un salariopara el ejército por cerca de un año para ocho mil hom-bres. Si consegui mos algo más, se añadir á también .» H a-bló así porque sabía que al oírlo se harían mucho másdisci pli nados y serviciales. C uando M i dias le pr eguntó:«¿Dónde tengo yo que vivir, Dercílidas?», contestó:«D on de es muy justo que vi vas, M i di as, en tu propi apatria, Escepsis, y en la casa paterna.»

2,1 Dercí l i das, después de haber hecho esto y de haber to-mado en ocho días nueve ciudades, pensó cómo podríavi vi r en terri tori o amigo sin ser, como T i br ón, gravosopara los aliados y, sobre todo, sin que Farnabazo, con lasensación de superioridad que le daba la caballería, sededi cara a atropel l ar a las ci udades gri egas. E n consecuen-

cia, mandó a preguntarle si prefería la paz o la guerra.Entonces, Farnabazo, como pensaba que la Eólide se ha-bía con verti do en' una forti fi cación eri gida contra su pro-pia residencia. Frigia, optó por los pactos.

2 H ech o esto, Dercíl i das se marchó a T raci a de B iti nia 'y allí invernó, lo que desde luego no molestó a Farnaba-zo, pues muchas veces los bitinios se dedicaban a hacerlela guerra. Dercílidas pasaba el tiempo sin dificultades deningún tipo, entregado al saqueo de Bitinia y con abun-

dantes provisiones, hasta que se le presentaron desde el

s L a zona de Bitinia situada entre el B osforo y Heraclea Pón-tica.

que, después de haber acampado a unos veinte estadiosdel campamento griego y de haberse rodeado de una em-palizada, pidieron a Dercílidas algunos de los hoplitaspara que les vigilaran el campamento, mientras salían ahacer rapiña, y cogieron muchos esclavos y objetos de va-

lor. Una vez que ya tenían el campamento lleno con abun-dantes prisioneros, los bitinios, que se habían puesto aobservar cuántos salían y cuántos griegos habían dejadocomo vigilantes, reunidos muchos peltastas y jinetes, alamanecer se lanzaron sobre los hoplitas, que eran comodoscientos. Cuando estuvieron cerca, se pusieron a dispa-rar contra ellos con flechas o con jabalinas. En el momen-to en que empezaron a caer heridos o muertos, recluidosen su empalizada, que era como de la altura de un hom-

bre, no estaban en condiciones de hacer nada, por lo quese dedicaron a arrancar su propia fortificación para poderhacerles frente. Pero, si salían por un sitio, los otros seretiraban, pues, como peltastas, escapaban fácilmente alos hoplitas y, en cambio, les disparaban jabalinas poruno y otro lado y derribaban a muchos de ellos en cadasalida. Finalmente, como encerrados en un establo, fue-ron acribillados con las jabalinas. Consiguieron salvarseen torno a los quince en el campameno griego, y éstosporque, tan pronto como se dieron cuenta de la situación,se retiraron y escaparon en medio de la batalla sin quelos bitinios se inquietaran. Los bitinios, inmediatamentedespués de haber hecho esto y de haber matado tambiéna los guardianes de las tiendas de los odrisas tracios, re-cogieron a todcs los prisioneros y se marcharon, de modoque los griegos, al enterarse, no encontraron a su llegadanada más que cadáveres desnudos en el campamento.Cuando por fin regresaron los odrisas, tras enterrar a lossuyos, beber mucho vino en su honor y hacer una carrera

de caballos, acamparon junto con los griegos y se dedi-caron el resto del tiempo a devastar e incendiar la Bi-tinia.

108 Helénicas. L ibro 111,4,4 Helénicas. Libro 111,4,8 96

A l ll egar la pri mavera, D ercíl idas se marchó de B itini a6 y se di ri gió hacia L ámpsaco. M i entras estaba all í, l legaron

bajador es a F arnabazo a preguntar l e si preferí a conservar 398la tregua como durante el invierno o hacer la guerra.

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de par te de las autor i dades de la patri a A raco , N áubatesy A ntí stenes, que vi ni eron a i nspeccio nar có mo estabantodos los asuntos de Asi a y especi almente a comu ni car aDercílidas que permanecía en el mando también el añosiguiente, que los éforos les habían ordenado a ellos mis-

mos reunir a los soldados para decirles que tenían quejasde lo que antes habían hecho, pero que ahora los alababanporque ya no cometían ninguna infracción y, con respectoal tiempo que quedaba, para advertirles que, si reincidían,no se lo iban a dejar pasar, pero que si observaban uncomportamiento justo con los aliados, los felicitarían pú-

7 bl i camente. C uando, tras haber conv ocado a l os soldados,hubi eron di cho esto, el j efe de los ci re os ' contestó: «L a-cedemonios, nosotros somos los mismos ahora y antes.

E l j efe, en cambio, es uno ahor a y ot ro en el pasado. L aresponsabilidad de que ahora no cometamos errores y en-tonces sí, vosotros mismos estáis en disposición de co-nocerla.»

8 U no de lo s de A raco, mientras convi ví an en la mi smatienda los embajadores de la patria y Dercílidas, recordóque había dej ado en L acedemoni a a uno s embaj ador es delos quersonesitas. Según dijeron, éstos declaraban que aho-ra no podían trabajar la tierra del Quersoneso, pues eran

víctimas del pillaje de los tracios, pero que, si se pudierahacer una muralla de mar a mar, les sería posible traba-jar una tierra abundante y buena a ellos y a cuantos lace-demonios quisieran, de donde concluyeron que no se sor-prenderían si se les enviaba desde la ciudad a uno de los

9 lacedemonios con un ejército para hacerlo. Dercílidas,desde luego, no les dijo a ellos cuál era el propósito quehabía concebido como consecuencia de haberlos escucha-do, sino que los envi ó a E feso a través de las ci udadesgriegas, satisfecho porque iban a observar que vivían fe-li ces en la paz. M i entras se poní an en cami no, D ercíl idas,consciente ya de que iba a quedarse, de nuevo envió em-

C omo Far nabazo tambi én esta vez op tó por la tregua, yasí quedaban en paz las ciudades amigas que le estabanpróx i mas atravesó el H el espon to con su ejérci to haciaE uro pa y, después de pasar el terri tori o ami go de T raci ay de recibir la hospitalidad de Seutes, llegó al Quersone-

so. C uan do constató que tení a once o doce ci udades, y 10que su territorio era fértil y de excelente calidad, peroque estaba asolado, como se decía, por los tracios, des-pués de medirlo y encontrar que el istmo era de treintay siete estadios, sin entretenerse más, hizo los sacrificiosy se puso a construir la muralla, tras distribuir la zonapor partes entre los soldados. Prometió que daría premiosa los primeros que hicieran la fortificación, y a los demássegún los méritos de cada uno, con lo que, antes del oto-

ño, terminó la muralla que había comenzado en la prima-vera. Dejó dentro de la muralla once ciudades, muchospuertos, abundantes y excelentes sembrados, abundantesplantaciones, numerosos y hermosísimos pastos para gana-dos de todas cl ases. D espu és de hacer esto, pasó de nuevo 11a A sia.

U na vez, mientras inspeccio naba las ci udades, vio queen líneas generales se encontraban perfectamente, perodescubri ó que A tarnes, l ugar f orti f i cado, estaba ocup ado

por exiliados de Quíos, que desde allí hacían incursionesy devastaban la J oni a y que de eso vi ví an. Cuando se en-teró de que tenían mucho trigo dentro, los rodeó consu ejérci to y les puso si tio. E n och o meses los someti ó,puso como gobernador a Draconte Peleneo, preparó enel territorio todo lo necesario en cantidad abundante parapoder tener reposo cada vez que viniera y se marchó aE f eso, que dista de Sardes un cami no de tres dí as " .

9 Puede ser J enofonte mismo.

" En este párrafo existen varios problemas textuales. A lgunoseditores excluyen (Brownson) o ponen en duda (Hatzfeld) la pala-bra «amigas». En lugar de «próximas a él», Cobet sugiere la formaneutra del pronombre, que recoge Brownson: «de aquella región».

" Desde «que dista...», está colocado entre corchetes pOr Hatz-feld, como información sin interés.

98 Helénicas. L ibro ΠΙ,2,12 Helénicas. Libro ΠΙ,2,16 99

Hasta este momento vivían en paz Tisafernes y Dercí-lidas, los griegos de la zona y los bárbaros, cuando de

tes y a los capitanes les dijo que se ordenaran lo más rá-pidamente posible en fila de a ocho, que los pestastas se

397

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repente l legaron a Lacedemonia embajadores de las ciu-dades jónicas para poner en su conocimiento que estaríaen manos de Tisafernes, si quisiera, dejar autónomas lasciudades griegas y que, desde luego, si le ocurría algomalo a Caria, donde estaba la casa de Tisafernes, creían,

según dijeron, que él rápidamente accedería a dejarlosautónomos. Nada más escuchar esto, los éforos enviaronun mensaje a Dercílidas con la orden de que pasara consu ejército a Caria y que el navarco Fárax se quedaracosteando con las naves. Ellos así lo hicieron. Pero ocu-rrió que, en este tiempo, Farnabazo había ido a ver a Ti-safernes, por una parte, porque Tisafernes había sidonombrado general en jefe y, por otra parte, para testimo-niarle que estaba dispuesto a hacer la guerra en común,a formar alianza y a que expulsaran juntos a los griegos

del territorio del rey. Por lo demás, en el fondo sentíaenvidia de Tisafernes a causa de su nuevo cargo y sopor-taba mal el haberse visto privado de la Eólide. Al escu-charlo, dijo: «En primer lugar, antes que nada, pasa con-migo a Caria, y luego trataremos de esos asuntos.»

Una vez allí, decidieron que colocarían la vigilancia ne-cesaria para las fortifi caciones y pasarían de nuevo a J o-nia. Cuando Dercílidas escuchó la noticia de que habíaatravesado otra vez el M eandro, después de exponer a

Fárax sus temores de que Tisafernes y Farnabazo se lan-zaran sobre un territorio que estaba desprotegido y loarrasaran, también él lo atravesó. M ientras avanzaban consu ejército sin guardar ningún orden, en la creencia deque los enemigos se les habían adelantado hacia la Efesia,de repente vieron del otro lado vigías sobre los túmulos.A su vez se subieron en los túmulos cercanos a ellos y enalgunas torres y observaron que estaban alineados en sucamino los carios de blancos escudos, todo el ejército per-

sa que estaba allí presente, el contingente griego que cadauno de ellos tenía y muchísima caballería, la de Tisafer-nes en el ala derecha y la de Farnabazo en la izquierda.Cuando Dercílidas se dio cuenta de eso, a los comandan-

colocaran en los extremos a uno y otro lado, lo mismoque los jinetes, todos los que tenían sin distinción, y élse puso a hacer un sacrificio. Todo el ejército procedentedel Peloponeso se mantenía a la expectativa y se prepa-raba para combatir. Pero los de Pri ene, de A quileo y de

las islas y ciudades jónicas, unos dejaron las armas en me-dio del trigo y huyeron, pues estaba alto el trigo en lall anura del M eandro, pero los que se quedaron, estabaclaro que no iban a aguantar. Según las noticias que lle-gaban, Farnabazo pretendía iniciar el combate, pero Tisa-fernes tenía en la mente el ejército de Ciro que habíaconocido cuando guerreó contra él y pensaba que todoslos griegos eran iguales, por lo que no estaba dispuestoa combatir, sino que envió un mensaje a Dercílidas paradecirle que quería llegar a tratos con él. Dercílidas tomó

a los de aspecto más fuerte entre los jinetes e infantesque lo acompañaban, se adelantó hacia los mensajeros ydijo: «Pero yo ya me había preparado para combatir,como véis. Sin embargo, ya que él quiere que lleguemosa un trato, no me voy a oponer. A hora bien, si hay quehacerlo, habrá que dar y recibir fianzas y rehenes.» Cuan-do así lo hubieron decidido y puesto en práctica, los ejér-citos se retiraron, el bárbaro hacia Traies de Caria, el grie-go hacia L eucofris, donde había un templo de Artemismuy venerado y un lago de más de un estadio, muy are-noso, de agua potable y cálida en constante crecimiento.Así se actuó entonces. Al día siguiente llegaron al lugarconvenido y decidieron informarse mutuamente de lascondiciones para poder hacer la paz. La de Dercílidasconsistía en que el rey dejara autónomas las ciudades grie-gas, las de Tisafernes y Farnabazo en que se fuera el ejér-cito griego del territorio y los harmostas lacedemoniosde las ciudades. Dicho esto, se hicieron los pactos, hastaque se anunciaran las condiciones por parte de Dercílidas

en L acedemonia, por parte de Tisafernes al rey.M ientras estas actividades tenían lugar en Asia por par-

te de Dercílidas, los lacedemonios, en la misma época.

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100 Helénicas. Libro I I U ,21 Helénicas. Li bro ΠΙ,2,25 101

399 l l evaban ya ti empo i rri tados con los eleos por que habíanhecho una alianza con los atenienses, los argivos y los

luego los macisteos y a conti nuaci ón los epitali eos. A l pa- 399sar el río, se le unieron los letrinos, los anfídolos y los

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mantineos y porque, con el pretexto de que estaban ha-ciéndoles cumplir una condena, no los dejaban participaren la competición hípica ni gimnástica, y no sólo les es-taba vedado esto, sino que, además, en una ocasión enque L icas había puest o su carro a di sposici ón de los teba-

nos, como fueron proclamados vencedores, cuando entróL icas para coronar al auri ga, aunque era vi ejo, l o azotaron

22 y lo expul saron. Después de esto, una vez que vi no A gi sa hacer un sacrificio a Zeus en cumplimiento de un orácu-lo, le impidieron los eleos que solicitara la victoria en laguerra, diciendo que desde antiguo era la norma que losgriegos no hicieran consulta en sus guerras contra grie-

23 gos. Y así tuvo que marcharse sin hacer sacrif ici os. I rri -tados por todo esto, decidieron los éforos y la asambleadarles una lección. Enviaron embajadores a Elide a decir

que a las autoridades de los lacedemonios les parecía justoque el los dejaran autónomas las ci udades vecinas. A l res-ponder los eleos que no lo harían, pues tenían las ciu-dades por derecho de guerra, los éforos decretaron unamovi l i zación. A gis, al mand o del ejérci to, se lanzó a tra-

24 vés de A caya contr a E l ea a lo largo del L ariso. E nton ces,justamente cuando estaba el ejército en zona enemiga yel terri tori o devastado, sobrevi no un terremoto. A gis pen-só que era una señal divina, por lo que salió de nuevo

del territorio y disolvió el ejército. A consecuencia deesto, los eleos estaban mucho más animosos y enviaronembajadores a todas las ciudades que, según sus conoci-

25 mi entes, eran hostil es a los l acedemonios. Con el paso delaño l os éfor os decretaron de nuevo una movil iz acióncontra E l i de, y se uni eron a A gi s, salvo los beocios y co-rintios, todos los demás aliados, incluidos los atenienses.M i entr as Agi s se lanzaba a través de A ul ón, en seguidalos lepreatas se separaron de los eleos y se unieron a él,

«En el transcurso del año», según Brownson, o sea, dentrodel mismo 399. Para Hatzfeld, en cambio: «A l calx) de un año»,y correspondería al 399, pero la campaña anterior habría tenidolugar en el año 400.

marganeos. Cuando l legó a O l i mpi a, hi zo un sacrif ici o a 26Zeus Ol í mpi co, pues ya nadi e se atrevía a i mpedír selo. 398Tras hacer el sacrificio, se dirigió a la ciudad, al tiempoque devastaba y quemaba el campo, y tomaba muchísimosrebaños y muchísimos esclavos del territorio, de modo

que, al oírlo, otros muchos de los arcadios y de los aqueosfueron a unírsele con su ejército voluntariamente y toma-ron par te de la rapi ña. E sta expedi ci ón ll egó a ser comouna acción de aprovisionamiento para el Peloponeso.C uand o ll egó a la ci udad, los subur bi os y lo s gi mnasios, 27que eran hermosos, quedaban destruidos, mientras la ciu-dad (pues estaba desguarnecida) se ha pensado que no latomó por que no quiso, y no porq ue no pudiera. A l tiem-po que se devastaba el territorio y mientras el ejército

estaba cerca de C i lene, los de J eni as, de qui enes se decíaque tenían que medi r con un medi mno el di nero de supadre, deseosos de unirse por ellos " a los lacedemonios,salen de una casa con puñales y se ponen a hacer unamatanza, y entre los que mataron había uno semejante aTrasideo, el dirigente del pueblo, por lo que pensaronque habían matado a T rasi deo, de mod o que, así c omoel puebl o se desani mó y permaneci ó a la expectativ a, l os 28asesinos pensaban que todo estaba hecho y los que com-partían sus ideas salieron en armas al agora. Pero Trasi-

deo todavía dormía, precisamente en el mismo sitio enque se habí a embor rachado. C uando el pueblo se enteróde que T rasi deo no había muer to, su casa se vi o r odeadapor todas partes, como la reina por un enjambre de abe-jas. U na vez qu e T rasi deo se puso al f rente tras reuni r 29al pueblo, hubo una batalla en que venció el pueblo, ytuvieron que precipitarse en brazos de los lacedemonios

• M edida de capacidad equivalente a algo más de cincuenta

litros.«Por ellos» plantea dificultades que hacen que algunos edi-tores se limiten a señalar en el texto la posible corrupción, perootros siguen la hipótesis de L owenkl aü que suponía «la ciudad»;«de que la ciudad se uniera a los lacedemonios a través de ellos».

102 Helénicas. Libro ΠΙ,2,29Helénicas. L ibro 111,3,1 103

398 los que se habí an dedi cado a hacer la matanza. C uandoA gi s se march ó y atravesó de nuevo el A l f eo, después de

ci ón y se hi zo necesario no mbr ar un nuev o rey, compi - 397ti eron po r la realeza L eotí qui das, que alegaba que era hi j o

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dejar guarnici ones en E pi tali o cerca del A l feo, a L i sipocomo harmosta y con él a los exiliados de Elide, disolvióla expedición y él volvió a casa.

30 E l resto del verano y el i nvi erno sigui ente, L i sipo y los397 suyos se dedicaron a devastar el territorio de los eleos.

A l otr o verano T rasi deo envió un mensaje a L acede-monia en que aceptaba arrasar la muralla de Fea y Cile-ne dejar las ci udades trif í li das, E ri xa y E pi tali o, y alos letrinos, anfídolos y marganeos y, además de éstos,a lo s acror ios y L asión, la que era di sputada po r los arca-di os. L os eleos consi deraban j usto quedarse con Epeo , laci udad que está entre H erea y M acisto, pues di j eron quehabían comprado todo el territorio por treinta talentos alos que entonces ocupaban la ciudad, y que habían entre-

31 gado todo el dinero. Pero los lacedemonios, como pen-saban que coger algo de los vencidos de ningún modo eramás justo si se compraba a la fuerza que si se quitabapor la f uerz a, los obl i garon a dejar tambi én ésta. E n cam-bio, de estar al frente del templo de Zeus Olímpico, aun-que no era de los eleos de antiguo, no los privaron, enla idea de que los que lo pretendían eran campesinos yno iban a ser capaces de estar al f rente C uan do seaceptaron tales condiciones, nació la paz y una alianzaentre los eleos y los lacedemonios. Y así terminó la gue-

rra de los lacedemonios y los eleos.3,1 M ás tarde. A gis, después de haber ido a D elf os a of re-

cer en sacrifi cio el di ezmo, al vol ver, en H erea, ya viejo,cayó enfermo. A un que lo ll evaron a L acedemoni a todavíavivo, allí en seguida murió y recibió una sepultura másvenerabl e de lo que es propi o de los hombr es. U na vezque hubieron pasado los días adecuados para la purifica-

Para Hatzfeld, éste es el verano correspondiente al año 398'.

E l genitivo de Cil ene responde a una enmienda de O. M üll er.Según los manuscritos, sería un acusativo: «dejar Cilene y las ciu-dades...», lectura aceptada por Hatzfeld.

" Se trata de los pisatas, que habían controlado el santuariohasta el año 580.

de A gis, y A gesil ao como hermano. L eotíquidas dij o: 2«P ero la l ey, Agesil ao, no ordena que reine el her manodel rey, sino su hijo. Si no hubiera hijo, entonces reinaríasu hermano.»

«Tendría que reinar yo.»«¿Cómo, si estoy yo?»«Porque el mismo al que tú Uamas padre dijo que tú

no eras suyo.»«Pero sí mi madre, que lo sabía mucho mejor que él,

y todavía ahora lo afirma.»«Sin embargo, Posidón ha puesto de manifiesto que tú

estás completamente engañado, en el momento en quedurante un seísmo expulsó a tu padre del tálamo a la vistade todos. T uv o a su f avor al testigo que se consi dera más

verídico, el tiempo. Pues, a partir del momento en quete engendró y f ue descubi erto en el tál amo " , al déci-mo " mes naciste.»

Tales cosas decían. Diopites, notable intérprete de 3oráculos, qu e hablaba en f avor de L eotíqui das, di j o que,según un orácul o de A pol o, había que guardarse de larealeza coj a. L i sandro, en f avor de A gesil ao, le repli có queno pensaba que el dios ordenara guardarse de esto, deque no fuera cojo el rey por haberse herido en un pie,

sino más bien de que no reinara alguien que no pertene-ciera al linaje, pues la realeza estaría enteramente cojacuando no di ri gi eran la ci udad los descendientes de H e-racles. D espués de escuchar tales palabras, la ci udad eli gió 4rey de entr e ambos a Agesil ao.

C uando A gesil ao todaví a no habí a pasado un año enla realeza, mientras hacía uno de los sacrificios precepti-vos en favor de la ciudad, el adivino dijo que los diosesmost raban una conspi raci ón de las más terri bl es. A l hacerde nuevo el sacrificio, afirmó que los signos se mostra-

'β De acuerdo con un manuscri to aislado, cabe la lectura: «des-de que fue expulsado del tálamo». En una interpretación mixta,Hatzfeld lee: «desde que lo vieron salir del tálamo».

" M étodo inclusivo, empleado con ordinales: a los nueve meses.

105 Helénicas. libro 111,4,17

ban todavía más terribles. Sacrificó entonces por terceravez y expli có: « A gesil ao, como si estuvi éramos entre los

Helénicas. L ibro 111,4,22 113

alguna voz acerca de los esparti atas, nadi e podí a ocu l tar 397que no le sería desagr adab e incl uso comérsel os cr udos. ·

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mi smos enemigo s, así son l as señales que me hacen.» E nconsecuencia, hicieron sacrificios a los tutelares y a lossalvadores y no cesaron hasta que con dificultad consi-guieron presagios favorables. Dentro de los cinco días si-guientes a la terminación del sacrificio, hubo alguien quedenunció ante los éforos una conspiración y a Cinadóncomo iniciador de la misma. Esta era de aspecto juvenily fuerte de espíritu, pero no de los «iguales»

A l preguntar l e los éfor os cómo decí a que se iba a po-ner en práctica, dijo el denunciante que Cinadón lo habíallevado al extremo del ágora y le había propuesto quecontara cuántos espartiatas había en ella. «Y yo», expli-có, «tras contar al rey, a los éforos, a las ancianos^' ycomo a Otros cuarenta, le pregunté; ¿Por qué me has

dicho que los cuente, Cinadón?, y él contestó: Datecuenta de que éstos son tus enemigos, y todos los demásque están en el ágora, más de cuatro mil, son aliados».A ñadi ó que él expl i caba có mo en las call es se encont rabanaquí uno, allá dos enemigos, y que todos los demás eranal i ados. D e cuantos habí a en las fincas de los esparti atas,el único enemigo era el dueño, y en cada una había mu-chos ali ados. A l pregun tarl e los éfor os cuántos decía q ueconocían el plan, acerca de esto afirmó que, según él, noeran muchos los que podían estar en contacto con ellos,los organizadores, pero sí los que eran dignos de confian-za. E n cambi o el lo s, decí an, estaban en contacto con to-dos, hilotas y neodamodes, los «inferiores» y los perie-cos. Pues en cualquier momento en que entre éstos surgía

® En Esparta, éste era el modo de denominar a los espartia-tas, que disfrutaban plenamente de los derechos de ciudadanía entodas sus facetas, y cuyo número tendía a reducirse a causa de lasguerras y de las especiales condiciones sociales, económicas y lega-les de la ciudad.

^ El término gérantes tiene un contenido institucional y socio-económico más que puramente generacional. Eran los que forma-ban la gerousia, que se había convertido en órgano aristocrático,aunque seguía siendo preciso el haber superado la edad militarque llegaba hasta los sesenta años (cuarenta años de servicio).

C uando le pregun taron de dónd e habían dicho que obten- 7drí an las armas, con testó que «l os qu e ya estamos en filasya tenemos armas», y con respecto a la multitud, lo llevóal mercado del hierro y dijo que le había mostrado mu-chas espadas, muchos puñales, muchos cuchillos, muchas

hachas y de varios tipos, muchas hoces. Según contó, lehabía explicado que todo esto eran armas para cuantosho mbres trabaj aban la tíerra, la mader a y las pi edras, yque la mayoría de las demás técnicas pueden considerarque sus instrumentos son armas, suficientes en cualquiercircunstancia, pero especialmente contra hombres desar-mados. C uando de nuevo se le pr eguntó en cuánto ti empoiba a poner esto en práctica, dijo que ya se le había dadoel aviso de que estuviera presente en la ciudad.

L os éfor os pensaron que l o que habían oído contar res- 8pondía a algo cuidadosamente preparado y se quedaronestupefactos, por lo que ni siquiera convocaron la llamadapequeña asamblea^, sino que, por el contrario, despuésde convocar a los ancianos cada uno por su cuenta, deci-di eron enviar a C i nadón a A ul ón con otros j óvenes y or-denarle que trajera al volver a algunos de los aulonitasy de l os hi l otas, l os inscri tos en la escítala L e ordena-ron también traer a cierta mujer que allí tem'a fama deser la más hermosa y de corromper a los lacedemonios

que l l egaban, tanto vi ejos como jóvenes. C i nadón habí a 9hecho ya otros servicios tales a los éforos, por lo que

^ Organo cuya naturaleza sigue siendo objeto de discusión, de-bido a que ésta es la única referencia existente. Parecería mayorque la gerousia pero más restringida que la apella, en la que par-ticipaban todos los espartiatas. No está claro ni cuáles son loscriterios electivos ni si tenía carácter excepcional o se reunía demodo periódico.

^ L a comunicación secreta entre las autoridades, cuando una deellas está fuera de la ciudad, se lleva a cabo por medio de unsistema consistente en la posesión de dos bastones exactamenteiguales. El remitente envuelve un papiro en uno de ellos paraescribir el mensaje, que sólo podrá eerse cuando se vuelva a en-rollar en torno al otro bastón.

106 Helénicas. L ibro I I U ,9

Î97 también le dieron la escítala, en la que estaban escritoslos que había que prender. Cuando preguntó qué jóvenes

' Helénicas. L ibro 111,4,1 107

tas, se embarcó en el primer navio que salía hacia Greciay dio la noticia a los lacedemonios como si fueran el rey

396

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debía ll evar consigo, le di j eron: «V e, y di al más ancianode los hi pág ret as^ qu e enví e con dgo a seis o siete delos que están presentes.»

Se habían preocupado de que el hipágreta supiera aqui énes había que envi ar y de que los envi ados tambi én

supieran que había que apresar a Cinadón. Dijeron a Ci-nadón que enviarían tres carros, para no traer a pie alos apresados, con lo que guardaban en secreto lo mejor

10 qu e podí an que todo s i ban sól o contr a él. N o lo apresa-ron en la ciudad porque no sabían cuál era la magnituddel proyecto, y querían primero escuchar de boca de Ci-nadón quiénes eran sus colaboradores, antes de que seenteraran de que los había denunciado, para que no pu-di eran hui r. L os que lo prendi eron i ban a retenerlo y ,

al conocer a sus confabulados, los anotarían y lo notifi-carían rápidamente a los éforos. En tal situación estabanlos éforos con respecto al asunto que enviaron un regi-

11 mi ento de caball ería en apoyo de los de A ul ón. C uando ,cogido el hombre, vino un caballero con los nombres delos que Cinadón había registrado, inmediatamente cogie-ro n al adivi no Ti sámeno y a los otro s más i mportantes.U na vez que trajero n a C i nadón y le hi ci eron las acusa-ciones, estuvo de acuerdo en todo y mencionó a los con-fabulados. Finalmente, a la pregunta de qué pretendía

hacer con esto, contestó que no ser menos que nadie enL acedemoni a. A sí pues, con las manos encadenadas y conun collar en el cuello, azotado y aguijoneado, él y los su-yos f uer on ll evados por la ci udad. A sí reci bi eron sucastigo.

4,1 D espués de esto, H ero das, un si racusano que estaba396 en F enic ia con un armad or , al ver las tri eres fenic i as que

arribaban desde otro sitio, o se encontraban allí ya dota-das, o bien, finalmente, estaban todavía preparándose, y

al escuchar además que tendrían que llegar a ser trescien-

y Tisafernes quienes estaban preparando esta expedición,pero dijo que no sabía en absoluto hacia dónde. Cuandolos lacedemonios, vivamente excitados, reunieron a losaliados y se pusieron a deliberar acerca de lo que había

que hacer, L isandro, como consideraba que los griegoseran muy superiores en la flota y hacía sus cálculos conrespecto a la infantería sobre las condiciones en que sehabía salvado la que marchó con Ciro, convenció a Age-silao para que se encargara de hacer una expedición aAsia con la condición de que le dieran treinta espartiatas,hasta dos mil neodamodes y seis mil del contingente delos aliados. Más allá de este cálculo, también deseabaacompañarlo para restaurar de nuevo, de acuerdo con

Agesilao, las decarquías que habían sido establecidas porél en las ciudades y expulsadas por la intervención de loséforos, los cuales habían proclamado las constitucionespauias. A l asumir Agesilao la responsabilidad de la expe-dición, los lacedemonios le concedieron cuanto había pe-dido y trigo para seis meses. Cuando partió, después dehaber hecho todos los sacrificios necesarios, entre otroslos propios para emprender el paso de la frontera enviómensajeros a las ciudades para decirles cuántos teníanque proporcionar de cada sitio y dónde habían de presen-tarse. M ientras tanto, él quiso ir a hacer un sacrificio enAulis, donde había sacrificado A gamenón cuando zarpóhacia Troya. Una vez allí, al enterarse los beotarcos * deque estaba haciendo sacrificios, enviaron jinetes para de-cirle que no siguiera sacrificando, y arrojaron del altarlas víctimas que ya estaban consagradas. Por su parte,puso por testigos a los dioses y montó en cólera, subióa la triere y zarpó. Cuando llegó a Gerasto y hubo reuni-

^ Tres magistrados, al mando de los trescientos caball eros queformaban la guardia real.

^ Sacrificios ofrecidos a Zeus y A tenea antes de cruzar la fron-tera de L acedemonia.^ M agistrados de la confederación beocia, elegidos anualmente

por cada una de las ciudades que la formaban. Tebas era la únicaciudad que elegía dos beotarcos.

108 Helénicas. L ibro 111,4,4 Helénicas. L ibro 111,4,8 109

396 do allí un ejército lo más numeroso que pudo, emprendió : trei nta, a causa de la envi di a, no guardaban si lenci o, sino 396

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la navegación hacia Efeso.5 C uand o l legó, en pri mer lugar T i safer nes envi ó a pre-

guntarle qué era lo que venía a buscar. El dijo: «que lasci udades de A sia sean autón omas, co mo las de la G reci apróxima a nosotros». A esto le contestó Tisafernes: «Si

quieres concluir un pacto hasta que yo envíe un mensa-jero al rey, pienso que tú, si lo desearas, podrías mar-charte nada más haberlo concluido.»

«Y o lo desearí a, desde l uego», di j o, «si no pensara queiba a ser víctima de tu engaño».

«Está en tus manos», replicó, «recibir garantías de quesin engaños [yo lo cumpliré».

«Y en tus manos está», di j o, «reci bi r garantías de miparte de que sin engañ o] si tú cumpl es, no vamos acometer ningún desafuero en tu provincia mientras durenlos pactos».

6 D espués de estas pal abras, T i safernes prestó jur amentoante los enviados, H erí pi das, Dercíl i das y M egil o, de queharía la paz sin engaño, y ellos juraron a su vez en nom-bre de A gesilao a T i safernes que, si él actuaba así, res-petaría los pactos. Per o T i safernes vi oló en seguida loque había jurado. Pues, en vez de mantener la paz, hizovenir de parte del rey un gran ejército además del quetenía antes. En cambi o, A gesil ao, a pesar de haberse en-

terado, de todas maneras se mantuvo fiel a los pactos.7 M i entras A gesilao pasaba su ti empo en E f eso con tran-

quilidad y ocio, como las constituciones de las ciudadesestaban alteradas y ni había democracia como en épocade los atenienses, ni decarqu í as como en la de L i sandro,era a éste a quien acudían para reclamar que de parte deA gesil ao se atendiese lo qu e pedí an. P or esto siempre loacompañaba una multitudinaria masa en actitud servicial,de mo do que A gesil ao parecía un ci udadano pri vado y

8 L i sandro un rey. Q ue esto verdaderamente enfur eció a

A gesil ao lo puso al descubierto después. P ero los otros

^ Se trata de una hipótesis de Qsbet para cubri r una laguna.Hatzfeld la admite como la más verosímil.

que decían a A gesil ao que L i sandro actuaba il egalmenteal comportarse de modo más ostentoso que la realezamisma. C uand o L i sandro comenz ó a presentar a algunosa A gesi lao, a tod os aquél los a qui enes sabía que él apo-yaba los despedía humi l l ados. A l ver que siempre, para

L i sandro, resul taba lo con trari o de l o que querí a, se di ocuenta de lo que pasaba, por lo que ya no permitió quelo siguiera la multitud y dijo claramente a los que solici-taban su apoyo que se hallarían en peores condiciones siél estaba presente. Pero como soportaba con di f i cul tad su 9deshonra, se acercó a él y le di j o: «A gesil ao, tú por lomenos sabes humillar a tus amigos.» «Sí, por Zeus», re-plicó, «a los que quieren parecer más grandes que yo.En cambio, a los que me exaltan, si no supiera honrarlosadecuadamente, me avergonzaría». L i sandro di j o: «E n

verdad, probablemente tú obras de modo más convenien-te de lo que yo actuaba. H azme, pues, ahora este favo r;para que yo no me avergüence por mi impotencia anteti ni te sirva de obstáculo, envíame a alguna parte, puesdonde me encuentre intentaré estar en el lugar oportunopara ti.» D i cho esto, le pareci ó -bien a A gesil ao actuar 10de ese mod o y lo envi ó al H elespo nto. A ll í, L i sandro,al enterarse de que Espitrídates el persa había sido hu-millado por Farnabazo, dialogó con él y lo convenció deque se separara con sus hijos, sus riquezas y unos dos-ci entos j inetes. T od o lo demás lo dejó en C íc ico, pero a

•él y a su hi j o los embarcó y vi no con ell os a ver a A ge-sil ao. A l verl o, A gesil ao se alegró con la operaci ón e in-mediatamente pasó a informarse acerca del territorio yde la provincia de Farnabazo.

C uando T i safernes, muy seguro de sí mi smo gracias al 11ejército que le había venido de parte del rey, declaró queharí a la guerra a A gesi lao si no se iba de A sia, los demásaliados y los lacedemonios presentes se mostraron visi-blemente agobiados, pues consideraban que la actual fuer-za de A gesil ao era inf erior al equi pami ento del rey, peroA gesil ao, con el rostro muy il uminado, mandó que los

•embajador es anunci aran a T i safernes que le estaba muy

111Helénicas. libro 111,4,17 Helénicas. Libro 111,4,22 113

396 agradecido porque, al haber incumplido los juramentos,se había ganado la enemistad de los dioses y los había

en pr i mera fila no más de doc e, per o eran muc ho s en 396pro f undi dad. L uego se l anzaron haci a adelante los bárba-

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con verti do en ali ados de los griegos. I nmedi atamente des-pués de esto, ordenó a los soldados que se prepararanpara una expedición, y a las ciudades hasta las que eraforzoso llegar en la marcha hacia Caria las avisó para que

prepararan un mercado. Ordenó también a los jonios,eoli os y hel esponti os que le envi aran a E f eso a los que

12 hubi eran de uni rse a la expedici ón. Ti safernes, como A ge-silao no tenía caballería y Caria era tierra inadecuadapara los caballos, y además pensaba que estaba irritadocon él a causa de su traición, dedujo que en realidad seiba a dirigir contra su casa, a Caria, por lo que transportóall í to da la inf anterí a, y a la caba lería la hizo dar unro deo hasta la l l anura del M eandr o, en la creenci a de quesería capaz de aplastar con eUa a los helenos, antes dellegar a territorios que le fueran poco favorables. PeroA gesil ao, en vez de ir a C aria, i nmedi atamente se di o lavuelta en dirección opuesta y marchó sobre Frigia, some-tió las ci udades del c ami no ^ y, al atacarl as de manerainesperada, recogió muchísimo botín. El resto del tiempo

13 avanzó sin probl emas. P ero cuando Dasci l io ya no estabalejos, mientras avanzaba^, se lanzaron hacia una colina,para ver de antemano qué había más allá. Por algún azar,los jinetes de Farnabazo que iban con Ratines y su her-

mano bastardo Bageo, y que eran similares en númeroa los helenos, se lanzaron también ellos enviados por Far-nabazo haci a esta mi sma col ina. A l ver uno s y otr os q ueni siquiera distaban cuatro pletros^, al principio ambospermanecieron quietos, los jinetes griegos como una fa-lange, ordenados de a cuatro, mientras los bárbaros tenían

^ Si se acepta una hipótesis de Valckenaer, como hacen Brown-son y Hatzfeld: «Se llevó consigo las fuerzas que encontraba enel camino, destruyó las ciudades...»

® Seg n una corrección de Lowenclaü, aceptada por B rownsony Hatzfeld: «los jinetes, que avanzaban delante de él...» o «losjinetes de su vanguardia...».

^ El pletro equivale a cien pies griegos, o sea, cerca de treintametros.

ros. Cu ando l legaron al cuerp o a cuerpo, a todo s los gri e- 14gos que conseguían golpear a alguien se les rompían laslanzas, mientras los persas con sus lanzas de cornejo ma-taron a doce jinetes y dos caballos. Por ello los jineteshelenos se dieron la vuelta. Sin embargo, cuando acudió

en su ayuda A gesil ao con los hopl i tas, retrocedi eron asu vez los bárbaros y [de los persas] uno de ellos mu-ri ó. D espués de esta batall a ecuestre, a A gesil ao, cuando 15hizo al día siguiente los sacrificios para seguir avanzando,le ocurrió que al hígado de las víctimas le faltaba un ló-bulo^'. Con estas señales, se dio la vuelta y se dirigióhacia el mar. A l darse cuenta de que, si no conseguí asuficiente caballería, no podría hacer la expedición por losllanos, pensó que esto habría de arreglarse, dado que no

era conv eniente hacer la guerra como un fugi ti vo. A sípues, a los más ricos de todas las ciudades de la zona losinscribió para que mantuvieran la caballería y proclamóque a quien proporcionara un caballo, armas y el hombreadecuado, le estaría permitido no participar en el ejér-cito, y así consiguió que se hiciera en un tiempo tanbreve como grande es el entusiasmo con que cualquierabuscaría a uno que muriera en su lugar.

D espués de esto, cuando l l egó la pri mavera, reuni ó 16

todo el ejérci to en E feso. C om o quería que se ejerci tara, 395propuso premios para la formación hoplítica que mostra-ra las más excelentes condiciones físicas y para la de ca-ballería que cabalgara mejor; también propuso premiospara cuantos peltastas y arqueros se mostraran mejores enlas acciones que les son propias. A consecuencia de estose presentó la ocasión de ver todos los gimnasios llenosde hombres que se ejercitaban, el hipódromo lleno dejinetes y a los lanceros y a los arqueros haciendo prácti-cas. H i zo digna de contempl aci ón la ci udad entera en la 17

En general, la forma y color del lóbulo eran significativos,pero la ausencia de uno de ellos era una señal especialmentegrave.

112 Helénicas. libro 111,4,17 Helénicas. Libro ΠΙ,4,22 113

395 que se encont raba [ E f eso] , pues el agora estaba ll enade todas las clases de caballos y de armas en venta, y los

rio desi erto de enemigos, obtuvo muchas prov isiones para 39;el ejército, pero al cuarto vinieron los jinetes de sus ad-versari os. Al j efe de los cargador es le di j o ^ que acampara 22

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trabajadores del bronce, los carpinteros, los forjadores,los curtidores y los pintores todos disponían las armaspara el combate, de modo que podía pensarse que la ciu-dad era realmente un taller trabajando para la guerra.

18 C ual qui era se con fortar í a al ver aquell o, en pri mer lugar

a A gesil ao, luego a todos lo s demás sol dados, salir delos gimnasios cor onado s y of recer las cor onas a A rtemi s.Pues, donde los hombres veneran a los dioses, practicanlas artes bélicas y se preocupan de la disciplina, ¿cómono va a ser natural que allí todo se encuentre colmado de

19 buenas esperanzas? E n la idea de que despreci ar al ene-migo también proporciona alguna fuerza para el combate,ordenó a los heraldos que pusieran en venta, desnudos,a l os bárbaros capturados por los pi ratas. E n efecto , l os

soldados, al verlos blancos por no haberse desnudado nun-ca, blandos e inertes por estar siempre en carros, consi-deraron que la guerra no sería diferente si tuvieran quecombatir con mujeres.

20 E n este ti empo ya habí a pasado el año desde que semarchó A gesil ao, de mod o que los treinta de L i sandrovolvieron a casa y se presentaron sus sucesores con Herí-pi das. D e éstos, a J enoc l es y a otr o ^ los puso al f ren tede la caballería, a Éscites al frente de los hoplitas neoda-modes, a H erí pi das de lo s ci reos, a M i gdó n de los sol-dados de las ci udades, y les anunci ó que i nmedi atamenteiba a conducirlos por el camino más corto hacia la zonamejor del territorio, para que allí prepararan sus cuerposy su espíritu de tal manera que pudieran entrar en lucha.

21 P or su parte, T i safernes creyó que decía esto con la in-tención de engañarlo de nuevo, pero que ahora en realidadse dirigía a Caria y, como antes, trasladó allí la infanteríay colocó la caball ería en la ll anura del M eandro. P eroA gesil ao no minti ó, sino que, como había anunciado, se

dirigió inmediatamente hacia el campo Sardiano. Durantetres días, al tiempo que avanzaba a través de un terri to-

^ Cabe la posibi lidad de que en lugar de «otro» sea «A deo»(Hatzfeld).

una vez pasado el río Pactolo, y aquéllos, al ver que losacompañantes de los griegos se dispersaban en busca debotín, les mataron una buena cantidad. Nada más darsecuenta, A gesil ao mand ó que la caball ería acudiera en su

ayuda. L os persas, por su parte, cuando vi eron ll egar elrefuerzo, se reunieron y se colocaron enfrente con la ma-yorí a de las uni dades de su caball ería. E ntonc es A gesil ao 23comprendió que los enemigos todavía no contaban con lainfantería y como a él, en cambio, no le faltaba ningunode los preparativos, consideró que estaba ante una opor-tunidad de emprender combate, si podía. Después de ha-ber hecho un sacrificio, condujo en seguida la falangecontra los jinetes que estaban ya colocados en fila, ordenóque los hoplitas de las diez promociones más jóvenes

corrieran sobre ellos, a los peltastas les dijo que marcha-ran delante a la carrera y ordenó también a los jinetesque atacaran en la seguridad de que los seguirían él ytodo el ejérci to. L os persas reci bi eron a la caball ería, pero , 24como se les presentaron todos los peligros al mismo tiem-po, se plegaron y unos cayeron al río y otros huyeron.L os gri egos, en su persecuci ón, tomar on también su cam-pamento. L os peltastas, como es nor mal , se lanzaron alpi l l aje. A gesil ao, al acampar en cí rcul o, dejó a todos en

medio, amigos y enemigo s. M uch as f ueron las riquezascapturadas, pues encontró más de sesenta talentos, perotambién fueron captu radas entonces las camel las que Age-silao llevó a Grecia.

C uand o tuvo lugar esta batall a, T i safernes se encontra- 25ba en Sardes, de modo que los persas lo acusaron de quelos había traici onado. C omo el mi smo rey de los persascreyó que Ti safernes era cul pabl e de que fueran mal susasuntos, envió a T i traustes a cor tarl e a cabeza. D espuésde hacerlo , T i traustes enví a embaj adores a A gesil ao conel si gui ente mensaje; «A gesil ao, el cul pabl e de todo, tanto

^ M uchos de los editores, incluidos Brownson y Hatzfeld, in-sertan un término equivalente a «su jefe superior», «su guía».

114 Helénicas. L ibro ΠΙ,4,25 Helénicas. L ibro 111,5,1 115

395para vosotros como para nosotros, ya tiene su merecido.El rey cree que tú debes irte a casa, y que las ciudadesde A si a, aun siendo autónomas, deben pagarl e el anti guo

a los di ri gentes de las ci udades a- cam bi o de que pro me- 3'ri eran declarar la guerra a los lacedemoni os. A l l legar, les

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26 tri buto. » Com o A gesil ao le respondi era qu e no podí a ha-cer esto sin contar con las autoridades de la patria, dijo:«Por lo menos tú, hasta que tengas noticias de la ciudad,vete a la tier ra de F arnabaz o, ya que yo he casti gado a

tu enemigo.» «Entonces, mientras hago el camino hastaallí», dij o A gesil ao, «tendrás que darme las provi sionespara el ejército». Titraustes le dio treinta talentos. El los

27 cogió y se marchó a la Fri gi a de Farnabaz o. M i entrasestaba en la llanura que se encuentra más allá de Cime,le llegó de parte de las autoridades de la patria la ordende que se pusiera también al frente de la flota del modoque creyera oportuno y que nombrara navarco a quien élqui siera. L os l acedemonio s l o habí an hecho de acuerdo

con la siguiente consideración: si estaba al frente de am-bos ejércitos, la infantería sería mucho más potente, alestar uni das ambas f uerz as, y lo mi smo la flota, po rq ue

28 la infantería podía presentarse donde fuera preciso. Cuan-do escuchó esto, A gesil ao, en pri mer lugar, anunci ó a lasciudades de las islas y a las costeras que construyerantrieres, tantas cuantas cada ciudad quisiera, y llegó a ha-ber, entre las que las ciudades prometieron y los privadoshacían por el deseo de agradar, hasta ciento veinte nue-

2? vas. N om br ó navarco a Pi sandro , el hermano de su mu-jer, hombre ambicioso y fuerte de espíritu, pero bastanteinexperto para organizar las cosas como era conveniente.P i sandr o se marc hó a encar garse de la flota y A gesil ao,cuando se puso en movimiento, se dirigió a Frigia.

1 P or su parte, T i traustes, co mo creía haber observadoque A gesi l ao despreci aba los asuntos del rey y qu e deni nguna maner a pensaba march arse de A sia, si no qu e másbien tenía grandes esperanzas de vencer al rey, sin sabercómo enfrentarse a los problemas, envió a Grecia a Ti-mócrates el rodio, después de darle oro hasta el valorde ci ncu enta talentos de pl ata, y le encar gó que i ntentara,siempre que recibiera las mayores garantías, entregárselo

dio di nero, en T ebas, a A ndrocl i das, Ismeni as y Galaxi-doro ; en Qj ri nto , a T i mol ao y F ol iantes; en A rgos, aC i l ón y los suyos. L os atenienses, aunqu e no tuvi eron 2ninguna participación en este dinero, se mostraron igual-mente dispuestos para la guerra, pues consideraban quetendrí a que ponerse a su serv i ci o . L os que r ecibi eronel dinero se pusieron a calumniar a los lacedemonios den-tro de sus prop i as ci udades. Cuand o las hubi eron i nduci doal odio contra ellos, reunieron incluso a las mayores ciu-dades en una sola postura solidaria.

A l compr ender los di ri gentes de T ebas que, si nadie 3empezaba la guerra, los lacedemonios no iban a quererromper los pactos con los aliados, convencieron a los lo-

crios opuntios para que recaudaran dinero del territoriodisputado entre los focidios y ellos mismos, considerandoque los focidios, si esto ocurría, se dirigirían contra laL ócri de, Y no se engañaron , sino que i nmedi atamente losfo ci di os se di ri gi eron contra la L ócr i de y se apoderaronde muchísi mas ri quezas. L os de A ndrocl idas rápid amente 4

convencieron a los tebanos para que acudieran en ayudade los locrios, como si no se hubieran dirigido contra unterritori o disputado, sino contra L ócri de, con quien sehabía ll egado ai acuerdo de ser amigo y al i ado. C uand o

los tebanos se dirigieron a su vez contra la Fócide y de-vastaron su territorio, en seguida los focidios enviaronembaj ador es a L acedemoni a y pi di eron que acudi eran ensu ajoada, con el argumento de que no habían iniciado laguerra, sino que habían ido contra los locrios para de-fenderse.

'A nt e esta oscura frase, M archant recoge tres hipótesis: «queera propi o de ell os inandar» {Laves, aceptada por Brownson);

«que era propio de ellos tener el imperio» (L iebhold); «que denuevo obtendrían el imperio» (Si mon). Hatzfeld, que conseiya eltexto, aun reconociendo su carácter corrupto, recoge también lahipótesis de Lowenklaü: «que por lo menos serían dueños de ellosmismos».

108 Helénicas. L ibro 111,4,4 Helénicas. L ibro 111,4,8 117

395 L os l acedemoni os, por su parte, reci bi eron con gusto5 el pr etex to para combati r contra los tebanos, pues desde

cuantos estuvi steis entre los de la c i ud ad , debéi s i r con 391entusiasmo contra los lacedemonios. Pues ellos, después

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hacía tiempo estaban irritados con ellos por haber recla-mado el di ezmo de A pol o en Deceli a y por no haber que-ri do acompañarl os al P i reo. L os acusaban, además, dehaber convencido a los corintios para que no se unierana la expedi ci ón. Se acordaban tambi én de có mo en A uli sno habí an dej ado a A gesil ao hacer sacrif i cios y habíanarrojado del altar las víctimas consagradas, y de que tam-poco acompañaro n a A gesil ao a A sia. Cal cul aban que erauna hermosa oportunidad de mandar el ejército contraellos y terminar con su soberbia. A demás, lo de A siales iba muy bi en, A gesil ao seguía tri unf ante y ni nguna

6 otr a guer ra en la H él ade les servía de obstácul o. C omoasí pensaba la ciudad de los lacedemonios, los éforos de-cretaron l a movil iz ación, envi aron a L i sandro ante los

focidios y le ordenaron que se presentara con los mis-mos focidios, los eteos, heracleotas, melieos y enianas enH al i arto. T ambi én P ausanias, que i ba a ser el jefe, acor-dó presentarse allí en el día señalado, con los lacedemo-ni os y lo s demás peloponesi os. L i sandro, además de cum-plir todas las órdenes, consiguió separar a los orcomenios

7 de los tebanos. En cambi o, Pausani as, después de hacerlos sacrificios, asentado en Tegea, después de distribuir alos jefes de tropas aliadas esperaba a los soldados de losveci nos. C uan do ya para los tebanos fu e evi dente quelos lacedemonios iban a atacar su territorio, enviaron em-bajador es a A tenas a decir l o si gui ente:

8 «A teni enses, reproc harnos que vo tamos l o peor paravosotros en el desenlace de la guerra, no es el resultadode un recto juicio. Pues no lo votó la ciudad, sino quelo dijo un hombre solo, que precisamente entonces estabasentado entre los aliados, pero, cuando nos convocaronlos lacedemonios para atacar el Pireo, entonces toda laciudad votó en contra de acompañarlos en la expedición.

A sí pues, dado que es por v uestra culpa por lo que loslacedemonios están igualmente irritados contra nosotros,consideramos justo que vosotros acudáis en ayuda de

9 nuestra ciudad. Y con mucho más motivo creemos que,

de colocaros en un sistema oligárquico y en una situaciónodiosa para el pueblo, cuando vinieron con fuerza abun-dante como aliados vuestros, lo que hicieron fue entre-garos en manos de la mul ti tud . De modo que, en l o quede ellos dependía, habríais perecido, y en cambio estepuebl o fu e el que os protegi ó. Q ue querrí ais, ateni enses, 10recuperar el imperio que antes teníais, todos lo sabemos.¿Q ué manera más natur al pu ede haber para que esto seproduzca que si vosotros acudís en ayuda de las víctimasde las i nj ustici as cometi das por ell os? N o os asustéis p orel hecho de que tienen dominados a muchos, pues preci-samente por eso sois mucho más fuertes, si tenéis en elánimo que también vosotros, cuando teníais a muchísimosdominados, entonces contabais con muchísimos enemigos.

M i entras no tenían a dó nde diri gir se, ocul taban el oídiohacia vosotros, pero, cuando los lacedemonios se pusieronal frente, entonces manifestaron todo lo que pensabansobre vosotr os. A hor a, si ll ega a saberse que nos otr os y 11vosotros unimos nuestras armas contra los lacedemonios,sabedlo bien, se pondrá de manifiesto que son muchoslos que los odian. De que decimos la verdad, si reflexio-náis, os daréis cuenta en seguida. Pues ¿quién se quedatodaví a a su l ado de buena gana? ¿ N o han si do si emprelos argi vos sus enemigos? C omo col of ón, ahora los eleos, 12

privados de gran canddad de territorio y de ciudades, sehan sumado a sus enemigos. ¿ Q ué podemos deci r de lo scori ntios, arcadios y aqueos? E n la guerra contra vos-otros, presionados por ellos, colaboraron en todos los es-fuerzos, peligros y gastos y, una vez que hicieron lo quelos lacedemonios habían querido, ¿de qué poder u honor,de qué ri quezas los han hecho partíci pes? C onsi deranoportuno nombrar harmostas a los hilotas, pero, desdeque la fortuna les ha sonreído, se han manifestado como

déspotas de los aliados, sin tener en cuenta que son libres.D esde luego, a los qu e se separaro n de vo sot ros está 13

'' Los treinta.

118 Helénicas. L ibro 111,5,13

J 9 5 claro que los han engañado, pues, en vez de la libertad,les han procurado una doble esclavitud, ya que están bajo

Helénicas. L ibro 111,5,17 119

L os tebanos, cuando se reti raron, se pusi eron a prepa- 395rarse con vi stas a su propia def ensa; los atenienses, en 17cambio, con áni mo de i r en su ayuda. L os l acedemonios,

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la tiranía de los harmostas y, además, de los diez hom-bres que L i sandro nombró en cada ci udad. Y el rey deA sia, que colaboró muchí simo con ell os para venceros avosotros, ahora ¿qué diferencia existe para él con que

14 hubiera combatido con vosotros contra ellos? ¿G5mo nova a ser natural, si vosotros os ponéis al frente de losque tan claramente han sufrido injusticia, que ahora vos-otros ll eguéis a ser mucho más grandes que nunca? Pues,cuando erais los primeros, sólo teníais la hegemonía delos del mar. A hora podríais ll egar a ser los jefes de todos,de nosotros y de los peloponesios, de los que antes go-bernabais y del propio rey, que es quien tiene la fuerzamayor . E n reali dad, éramos ali ados dignos de mucho apre-cio también para aquéllos, como vosotros sabéis. Pero

ahora es natural que nosotros estemos en todo más fuer-temente aliados a vosotros que entonces a los lacedemo-nios. Pues no iremos en auxilio de los isleños o de lossiracusanos, ni de gente ajena, como entonces, sino denosotros mismos, porque somos víctimas de la injusticia.

15 Esto, desde luego, hay que saberlo bien, que la ambiciónde los lacedemonios es mucho más fácil de destruir de loque fue vuestro imperio . Pues vosotros teníai s una flotay mandabais sobre quienes no la tenían, mientras queésos son pocos y buscan dominar a quienes son varias ve-ces más numerosos, pero no se encuentran peor armados.Eso es lo que nosotros decimos. Sabed bien, en efecto,atenienses, que, según creemos, os llamamos para un bienmucho mayor para vuestra ciudad que para la nuestra.»

16 A sí termi nó tras deci r esas cosas. L a mayor parte delos atenienses se manifestó favorablemente y todos vota-ron enviarles ayuda. Trasibulo dio como respuesta lavotación y señaló que, aunque el Pireo estaba sin forti-ficar, de igual modo correrían el riesgo de hacerles un

beneficio mayor del que recibían. «Pues vosotros», dijo,«os li mitasteis a no sumaros a la guerra contra nosotros,mientras que nosotros combatiremos contra aquéllos si sedirigen contra vosotros».

por su parte, ya no se demoraban más, sino que el reyPausanias marchó a Beocia con el ejército de su patriay el del Peloponeso, excepto los corintios, que no lesacompañaban. L isandro, al fr ente del ejérci to de los foci-

dios y de Orcómeno, y de los lugares vecinos, estuvoantes que Pausani as en el H al i arto . A l ll egar, ya no es- 18pero con tranquil idad al ejérci to de Lacedemonia, si noque, con los que tenía, marchó hacia la muralla de loshali artios. E n pri mer lugar, los convenció de que se rebe-laran y se hicieran autónomos, pero, como algunos delos tebanos que estaban en la fortificación se lo impidie-ron, atacó la fo rti fi cación. A l oí r los tebanos esto, acu- 19dieron a la carrera tanto los hoplitas como la caballería.Q ué fue lo que pasó, si cayeron sobre L i sandro sin queéste se diera cuenta o si, aunque se dio cuenta de quevenían, esperó en la idea de que iba a derrotarlos, noestá claro. L o que sí es evi dente es que la batall a tuvolugar junto a la fortificación y que hay un trofeo situadojunto a las puertas de los haliartios. Cuando, al morirL isandro, huyeron los demás hacia el monte, los persi -guieron con viol encia los tebanos. C onti nuaron l a perse- 20cución hasta que, cuando estaban en un lugar alto, dondetanto el mal terreno como la estrechez les servían de obs-

táculo, los hoplitas se dieron la vuelta y comenzaron aarroj arles dardos y piedras. A l caer los dos o tres pri me-ros, como sobre los restantes hacían rodar piedras porla pendiente e insistían con mucho entusiasmo, los teba-nos se dieron la vuelta desde la pendiente y murieron deellos más de dosci entos. Ese día los tebanos se desani - 21marón, pues pensaban que no habían sufrido menos dañodel que habían hecho, pero, al día siguiente, cuando sedieron cuenta de que se habían retirado en la noche losfocidios y todos los demás, cada uno a su casa, entonces

ya adqui ri eron más confi anza en la situación. A hora bien,cuando apareci ó Pausanias con el ejérc i to de L acedemo-nia, de nuevo pensaron que estaban en un gran peligro.

120 Heléfticas, übr o I I U ,21

395 y contaban que había mucho silencio y abatimiento ensu ejército.

22 E n cambi o, desde el momento en que, al otr o dí a, al

Helénicas. Libro I I U ,21 121

que, cuando había cogido al pueblo de los atenienses enel Pireo, lo había dejado ir, y además de esto no se pre-sentó en el juicio, pero su muerte se sentenció igual.

395

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llegar los atenienses, se alinearon junto a ellos y Pausa-nias ni avanzó ni combatió, entonces fue mucho máselevado el ánimo de los tebanos. Pausanias, por su parte,convocó a los polemarcos y penteconteres ^ y les consul tó

si emprendía la batalla o proponía un pacto para recoger23 a L i sandro y a los que habí an caído con él. G j mo P au-sanias y las demás autoridades de los lacedemonios calcu-l aban que L i sandro estaba muer to y que su ejér ci to sehabía retirado derrotado, que los corintios no los acom-pañaban de ninguna manera y los presentes no estabanen la campaña con mucho ánimo, calculaban también quela caballería contraria era grande y que la de ellos erapequeña, pero lo más importante era que los cadáveresyacían al pie de la fortificación, de modo que ni aunestando en mejores condiciones les sería fácil recogerlosa causa de los que estaban en las torres, por todo estodecidieron recoger los cadáveres por medio de un pacto.

24 P ero lo s tebanos di j eron que no entregarí an los cadáveressi no era con la condición de que se retiraran del terri-torio. Ellos lo escucharon con gusto, recogieron los ca-dáveres y se marcharon de Beoci a. H echo esto, los lace-demonios se marcharon con desánimo y los tebanos con

mucha soberbi a, tanta que, si alguno penetraba míni ma-mente en una de sus propiedades, lo golpeaban y lo em-puj aban hasta los caminos. A sí se termi nó esta expedici ónde los lacedemonios.

25 Pausani as, por su par te, cuando llegó a casa, f ue con-denado a muerte, acusado de haber llegado a Haliartodespués de L i sandro, cuando habían quedado en presen-tarse el mismo día, de recoger los cadáveres mediante unpacto sin haberlo intentado a través de una batalla y de

E scapó a T egea y all í muri ó de enfermedad. Esto f ue l oque pasó en Grecia.

^ El polemarro era jefe de una mora o batallón de ochocientoshombres. La octava parte de la mora estaba bajo el mando delpenteconter.

Libro IV,1,1

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C uando, a pri nci pios del otoño, Agesil ao U egó a la F ri - 39gia de Farnabazo, se dedi có a quemar y devastar el terri - 1,1torio, y tomaba unas ciudades por la fuerza y otras consu consentimiento. Como Espitrídates le dijera que si 2venía a Paflagonia con él le procuraría una audienciacon el rey de los paflagonios para llegar a una alianza,aUá f ue entusi asmado, pues su deseo desde hacía ti empo

era apartar algún pueblo del dominio del rey.C uando ll egó a Paf lagoni a, vi no O ti s e hiz o ima alian- 3za, pues, aunque el rey lo ll amaba, no había acudido.Convencido por Espitrídates, Otis dejó a Agesilao miljinetes y dos mil peltastas.

A gradeci do por esto, A gesil ao dij o a E spitrí dates: 4«Dime, Espitrídates, ¿no querrías entregar tu hija aOtis?» «Desde luego», replicó, «mucho más de lo queél estaría dispuesto a recibir a la hija de un exiliado, yaque es el rey de un gran terri tor io y muy poderoso». E naquel momento sólo se habló esto acerca del matrimonio.Pero, cuando Oti s iba a marcharse, vi no a saludar a A ge- 5sUao, que tomó la palabra en presencia de los treinta,

123

124 Helénicas. ibro 111,4,17 Helénicas. L ibro 111,4,22 113

395 d espués de hacer sali r a E spi trí dates, y di j o: «C uéntame,6 O ti s, ¿cuál es el li naje de E spi trí dates?» El contestó que

no era i nf eri or a ni nguno de los persas. «¿ H as vi sto quéhermo so es su hi j o? », pregu ntó. « ¿C ómo no voy a ver-

ría con gusto todo lo que tú creyeras conv eniente.» «Y o, 395desde l uego», di j o A gesil ao, «creo conveni ente que tú, 14Espitrídates, entregues en buena hora tu hija a Otis, y

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lo?, anoche mismo cené con él.» «Pues dicen que la hijaes más hermosa todavía.» «Por Zeus», dijo Otis, «sí que

7 es hermosa». «Por mi parte, ya que te has convertidoen nuestro amigo, te aconsejaría que la hicieras tu mu-jer, pues, si es hermosa, ¿qué puede ser más grato paraun hombre?, y su padre es además muy noble, con unpoder tan grande que, víctima de la injusticia de Farna-bazo, de tal modo se venga en él que lo ha obligado aexil iarse de todo el terri tori o, como ves. D ate cuenta»,

8 co nti nuó , «de que así co mo puede vengarse de él porser su enemigo, de igual modo podría favorecer a unamigo. Piensa que, de llevarse esto a cabo, no sólo crea-rías lazos con él, sino también conmigo y los demás la-

cedemonios, pero, como nosotros somos los que contro-l amos G reci a, tambi én con el resto de G reci a. A demás,

9 si l o hi ci eras, ¿qui én iba a pod er casarse nunc a de modomás grandioso que tú? ¿A qué novia la escoltaron nuncatantos jinetes, peltastas y hoplitas como podían escoltar

10 a tu mujer hasta tu casa?». Otis preguntó: «¿Y dices,A gesil ao, que esto le parece bien a E spi trí dates?» «P orlos dioses», di j o A gesil ao, «a mí po r lo menos no me hapedido que lo dijera, pero yo, aunque me alegro mucho

cuando castigo a un enemigo, me da la impresión de queme complazco mucho más cuando descubro algo bueno11 a l os amigo s». « ¿P or q ué no te enteras de si tambi én

él lo desea?» A gesil ao repli có: «I d vosotros, H erípi das,y aleccionadlo para que desee lo mismo que nosotros.»

12 E l l os se l evantaron y f uer on a alecci onarl o. Co mo se re-trasaban, dijo: «¿Quieres, Otis, que lo llamemos aquí?Y o al menos pi enso que podrí a dejarse convencer por timuc ho mejo r que por todos los demás.» A gesi lao l lamó

13 i nmedi atamente a E spi trí dates y a los otros. A l punto

se presentaron y dijo Herípidas: «De todo lo que se hahabl ado, A gesil ao, ¿por qué nadie va a tener que hacerun largo discurso? E n resumen, dice E spi trí dates que ha-

tú la recibas. P ero a la ni ña antes de la pri maver a n opodríamos traerla por tierra». «Pero sí, por Zeus», dijoOtis, «en seguida se la podría enviar por mar, si tú qui-sieras». D espués de estrecharse las mano s a este pr opósi to 15

despidieron a Otis.I nmed i atamente A gesil ao, al darse cuenta de que esta-ba impaciente, dotó una triere y ordenó a Calías el lace-demonio que llevara a la niña mientras él se iba a Das-cilio, donde se encontraba el palacio de Farnabazo, entorno al que había muchas y grandes aldeas que teníanprovisiones en abundancia y fieras hermosísimas, unas enj ardines apartado s, otras en l ugares abiertos. Pasa además 16un río l l eno de peces de todas cl ases. H abí a un creci donúmero de aves, suficientes para que pudieran cazar to-

dos los que se dedi can a ell o. A l l í pasaba el i nvi erno ytambién de allí, junto con las expediciones de forraje,obtení a las provi si ones para el ejérci to. U na vez, mi entras 17los soldados se dedicaban a recoger los alimentos segu-ros de sí mismos y sin precaverse porque antes nuncahabían tenido ningún percance, dispersos por la llanuralos sorprendió Farnabazo, que venía con dos carros pro-vi stos de hoces y uno s cuatr oci entos j inetes L os grie- 18gos, cuando lo vieron avanzar, acudieron a la carreracomo hasta setecientos. Pero no dudó, sino que colocódelante los carros, mientras él mismo con los jinetes es-taba detrás, desde donde ordenó que se avanzara contraell os. C uand o los carro s en su embesti da hubi ero n dis- 19persado la aglomeración, rápidamente los jinetes abatie-ron como hasta cien hombres, y los demás se refugiaronj unto a A gesil ao, pues se enco ntraba cerca con los ho-plitas.

L uego, al tercero o cuar to dí a, E spi trí dates se enteró 20de que Farnabazo estaba acampado en una aldea gr ande.

' Laves sitúa aquí el párrafo 25, modif icación aceptada porHatzfeld.

126 Helénicas. Libro IV,1,20Helénicas. L ibro I V ,1,29 127

395 C ave, que di staba un os ci ento sesenta estadio s, y rápida-21 mente se l o comu ni có a H erí pi das, que, como estaba de-

seoso de ej ecutar algo bri l l ante, l e pi di ó a A gesil ao hasta

acogido en hospi tali dad por A gesil ao. E ste le di j o a A ge- 395silao que pensaba reunir con él a Farnabazo para trataracerca del naci mi ento de una posi bl e amistad. C om o le 30

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dos mil hoplitas y otros tantos peltastas, además de losjinetes de Espitrídates y los paflagonios, y a cuantos de

22 los griegos pudiera convencer. Cuando se lo hubo pro-metido, se puso a hacer sacrificios, hasta que, por la tar-

de, tras obtener presagios favorables, puso fin a la cere-mon i a. L uego, después de cenar, ordenó que se presen-taran delante del campamento. Como ya estaba oscuro,

23 no sali ó ni la mi tad de cada conti ngente. P ara que no serieran de él los otros treinta si se volvía atrás, marchó

24 con la fuer za que tení a. A l amanecer, cayó sobre el cam-pamento de Farnabazo, en cuyos puestos avanzados, ocu-pados por los misios, hubo muchas bajas, pero ellos esca-paron a la desbandada y el campamento fue tomado, así

como copas y otras pertenencias propias de Farnabazo,25 además de muchas armas y animales de carga. E n efecto,por temor a que, si se establecía en algún lugar, pudieraser sitiado y rodeado, se dirigía a una y otra parte delterritorio, como los nómadas, y con ello mantenía ocultas

26 sus posi ci ones . Cu and o los pafl agonios y E spi trí datesvolvieron con las riquezas capturadas, Herípidas colocóen su camino comandantes y capitanes y les quitó todoa Espitrídates y a los paflagonios, para poder entregarmuchas presas a los comandantes encargados de la venta.

27 A quél l os, sin embargo , no sopor taron que les hic ieran talcosa, sino que, con la conciencia de que habían sido víc-timas de una injusticia y de un deshonor, se prepararonde noch e y se march aro n a Sardes junto a A ri eo, en qui enpusi eron su conf i anza, por que también A ri eo se había se-

28 parado del rey y había hecho la guerra contra él. ParaA gesil ao nada hubo más gravoso en la expedi ci ón que elal ndo no de Espi trí dates, M egabates y los paflagonios.

29 H abí a un tal A pol óf anes ci ciceno, que era de anti guo

huésped^ de F arnabazo y en aquel tiempo había si do^ V er nota anterior.^ L a hospitalidad define, en principio, las relaciones entre fami-

lias aristocráticas, cuya tradición se remonta por lo menos hasta

hizo caso, tras recibir los juramentos y estrecharse lasmanos, se presentó con Farnabazo en un lugar prefijado,donde, mi entras A gesil ao y los treinta que l o acompaña-ban esperaban sentados en el suelo en un prado, vinoFarnabazo con una vestimenta valorada en gran cantidadde oro . C uan do l os cri ados le col ocaron unos tapices, enque los persas acostumbraban a sentarse cómodamente,sintió vergüenza de entregarse a la molicie, al ver lapobreza de A gesi l ao, y se recostó tambi én él en el suel ocomo estaba. E n pr i mer l ugar se sal udaron mut uamente; 31luego, cuando Farnabazo le tendió la mano, también sela tendi ó a su vez A gesil ao. A conti nuaci ón comenzó sudiscurso Farnabazo, que era más viejo.

«A gesil ao y todos los l acedemonios presentes, cuando 32combatíais con los atenienses, yo llegué a ser vuestroamigo y aliado, os proporcioné dinero para reforzar vues-tra flota y, en tierra, yo mismo con la caballería combatía vuestro lado y perseguí a los enemigos hasta el mar.N unc a podr í as acusarme, co mo a T i safernes, de hacerosni deci ros ni ngú n dobl ez. A pesar de ser así, ahor a, po r 33vuestra culpa, me encuentro en tal situación que no tengoni comida en mi propio territorio si no recojo algo de

lo que voso tro s dejáis, igual que los animal es. L a her-mosa casa y los jardines llenos de árboles que me dejómi padre y con los que yo disfrutaba, todo eso lo veoarrasado y quemado. Por si yo no conozco ni qué es losanto ni qué es lo justo, enseñadme vosotros cómo puedeser esto propio de hombres que saben devolver favores.»

E so di j o. T odo s los treinta si nti eron vergüenza ante 34él y guardar on sil encio. E n un mom ento dado, A gesil aodijo: «Creo que tú, Farnabazo, sabes que en las ciudades

la época de los poemas homéricos. Por ella, a través del inter-cambio de regalos, se creaban obligaciones y derechos que facili-taban los viajes y las estancias en lugares distintos a los de pro-cedencia de cada familia. La institución se prolonga, con adapta-ciones varias, a lo largo de toda la historia del mundo clásico.

129 Helénicas. libro 111,4,17 Helénicas. L ibro  1 1 1 ,4 ,2 2 113

395 griegas los hombres se hacen huéspedes unos de otros.Estos, cuando las ciudades se hacen enemigas, participanen la guerra al lado de su patria, incluso contra sus hués-

atrás, corr ió hacia aquél y le di j o: «T e hago mi huésp ed, 395A gesil ao.» «Y yo lo acepto.» «A cuérdate», gritó. Ε inme-diatamente, su jabalina (y la tenía hermosa) se la dio a

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pedes y, si así se presenta la ocasión, hay veces en quetienen que matarse entre sí. Por tanto, nosotros, que aho-ra estamos en guerra con vuestro rey, nos vemos obli-gados a considerar hostil todo lo suyo. Desde luego, en

lo que a ti respecta, pondríamos todo nuestro interés en35 hacerno s tus amigos. Si f uera necesari o que tú, para dejar

de tener al rey como señor, nos tomaras a nosotros comoseñores a cambio, yo no te lo aconsejaría. Pero ahora ati sí te es posible quedarte con nosotros sin reverenciara nadie ni tener un señor, y vivir disfrutando librementede lo que te pertenece. E n efecto , yo pienso que ser l ibre

36 es equi val ente a todas las ri quezas j untas. Po r supuesto,no te pedimos que seas pobre pero libre, sino que nos

tengas a nosotros como aliados para aumentar, no el po-der del rey, sino el tuyo propio y someter a tus actualescompañeros de esclavitud de modo que se conviertan entus subdi tos. E n efecto, si al mismo ti empo fueras li brey te hicieras rico, ¿qué necesitarías para ser totalmentefel iz?»

37 «E ntonc es», di j o F arnabazo, «¿os respondo cl aramentelo que voy a hacer? ». «T e conv i ene, desde luego.» «P uesyo», dijo, «si el rey manda a otro estratego y a mí meordena quedarme como subordinado, decidiré hacermevuestro amigo y aliado. Si, en cambio, me ofrece el man-do (tan fuerte es, al parecer, la noble ambición), es ne-cesario que sepáis claramente que os haré la guerra lo

38 mej or que pueda» . A l oír esto, A gesil ao le tomó la manoy dijo: «Ojalá, excelentísimo señor, tal como eres, llega-ras a ser amigo nuest ro . Ten, pues, en cuenta una solacosa», prosiguió, «que ahora yo me voy tan pronto comopueda de tu territorio, y en el futuro, aunque haya gue-rra, mientras podamos combatir contra otro, prescindire-

mos de ti y de los tuyos».39 Dicho esto, disolvió la reunión. Farnabazo subió a sucaballo y se fue, pero un hijo suyo y de Parapita, quetodavía tenía la hermosura de la juventud, se quedó

A gesil ao. E l la tomó, y como su escriba I deo tení a tmahermosísima cimera en el caballo, la cogió y se la dioa cambio, Entonces el joven se subió al caballo y siguió asu padre. G )mo , en ausenci a de F arnabazo , su her mano 40

pri vó de su poder y desterró al hi j o de P arapita, A gesil aose ocupó de él en todo y, cuando se enamoró de un ate-niense hijo de Evalces, consiguió que fuera admitido porsu mediación en el estadio de Olimpia, pues era el másgrande de los niños

E ntonces, como le había dicho a F arnabazo, inmedia- 41tamente se marc hó de su terri tor i o. Y ya casi lucí a la 394pri mavera. A l l legar a la l l anura de T ebe, acampó cercadel templ o de A rtemi s A stir ene y all í, además del q uetenía, reunió un ejército completo de todas las proceden-cias, ya que se preparaba para avanzar lo más posiblehacia el interi or, pues pensaba que el rey perder í a todoslos pueblos que en su marcha quedaran detrás.

E n éstas estaba A gesil ao. E ntr etanto, los lacedemo- 2,1nios, cuando se dieron cuenta claramente de que el dinerohabía llegado a Grecia y de que las mayores ciudades sehabían reunido para la guerra contra ellos, consideraronque su ciudad estaba en peligro y decidieron que era for-zoso empr ender una campaña. Se pusi eron a prepar arl a, 2

e i nmedi atamente enviaron a E pi cí di das a ver a A gesilao.Cuando llegó, le dio el parte de cómo estaba la situacióny le comunicó que la ciudad le ordenaba acudir en ayudade la patria lo más rápidamente posible.

A gesil ao, nada más escucharl o, con muy poca resigna- 3ción, se puso a pensar de qué honores y de qué esperan-zas se veía privado, pero, de todos modos, convocó a los

Hatzfeld entiende que el niño en cuestión habría de ser ex-clujdo por ser mayor que los demás y poder obtener así una vic-

toria fácil: «aunque era el mayor de los niños (que concursaban)»,mientras que Brownson dice que la exclusión se debía a que setrataba de una carrera para hombres: «precisamente porque eramayor que los demás niños».

126 Helénicas. Libro IV,120 Helénicas. L ibro IV ,3,29 127

394 al iados para hacerl es ver cuáles eran las órdenes de laciudad, y dijo que era forzoso acudir en defensa de lapatria. «Pero si aquello va bien», dijo, «sabed, aliados,que no voy a olvidarme de vosotros, sino que de nuevo

E n esto, los éfor os decretaron una movil iz ación. L a ciu- 39¿dad, como A gesípol is era todaví a pequeño, deci dió que 9se pusiera al f rente de la expedici ón A ri stodemo, que

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4 estaré aquí para l o que necesitéi s». A l oí r esto, muchosl l oraron, y todos votar on acudir con A gesil ao en ayudade L acedemoni a. Si all í todo f uera bi en, de nuevo vol -

5 verí an con él a A sia. A sí pues, en efec to, se preparabancon la i ntención de acompañarlo . A gesil ao dejó en A siaa E ux eno como harmo sta, y de guarni ci ón con él a nomenos de cuatro mil, para que pudiera proteger las ciu-dades. Pero, al ver que la mayoría de los soldados deseabaquedarse más que hacer una expedición contra griegos,como quería llevarse consigo a los mejores además delmayor número posible, estableció unos premios para laciudad que mejor ejército proporcionara y para el capitánde los mercenarios que hiciera la expedición con la com-

pañía mejor armada, tanto de hoplitas como de arquerosy pel tastas. A nunc i ó tambi én a los jefes de cabal lería qu eiba a darle otro premio a quien de ellos proporcionara

6 la i mi dad de mejo res caball os o de mejores armas. D i j oque tomarí a la decisi ón cuando pasaran de A sia a E uropa,en el Quersoneso, de modo que supieran bien que debían

7 elegir con cui dado a los expedic i onario s . L os premi osconsistían, en su mayoría, en armas elaboradas cuidado-samente de manera ornamental, tanto hoplíticas como de

caballería. Había también coronas de oro. El valor de to-dos los premios no era menor de cuatro talentos. Con

tales gestos, sin embargo, se prepararon armas de mu-8 chí si mo valor para la campaña. C uand o atravesó el Heles-

po nto , se nombrar on j ueces, de los l acedemoni os, a M e-nasco, Herípides y Orsipo y, de los aliados, a uno porci udad. A gesil ao, después de dar el resul tado, tomó consu ejército el mismo camino que el rey cuando hizo laexpedición contra Grecia.

^ Hatzfeld acepta una conjetura de M advig: «sólo los contin-gentes que formaran parte de la expedición serían admitidos a

pertenecía al l i naje y era tuto r del niñ o. C uando parti eron 10los lacedemonios, ya se habían reunido sus adversariosy, una vez juntos, deliberaban sobre cómo podían empren-der la batalla del modo que les fuera más conveniente.

E l cori nti o T i mol ao di j o: «A mí me parece, aliados, que 11el proceder de los lacedemonios es similar al de los ríos.Pues los ríos cerca de las fuentes no son grandes, sinofáciles de vadear, pero cuanto más lejos están, acudenotros ríos que hacen su cor ri ente más i ntensa. D el mi smo 12modo, los lacedemonios, donde empiezan están ellos solos,pero avanzan y van acogiendo a las ciudades, con lo quese hacen más numerosos y más dif í ci l es de combati r. Y o,por mi parte, veo», añadió, «que todo el que desea ex-terminar a las avispas, si intenta cazarlas cuando salen,recibe muchas picaduras, pero si prenden fuego cuandotodavía están dentro, sin que les pase nada, dominan alas avispas. Con estas ideas en la mente, consi dero quees muc ho mejor ll evar la batall a a la mi sma L acedemoniao, si no, lo más cerca posi bl e». Como pareci ó que habl aba 13con razón, votaron a favor de su propuesta.

M i entras trataban acerca de la j efatur a y conv enían enqué formación habían de colocar el conjunto del ejércitopara que las ciudades no hicieran las falanges demasiadoprofundas, con lo que proporcionarían a los enemigos laxjsibilidad de crear un círculo a su alrededor, entre tantoos lacedemoni os, ya en compañí a de tegeatas y manti ·

neos, sali eron al i stmo Según avanz aban, casi al mi smo 14ti empo, los que iban con los cor i nti os estaban en N emeay los l acedemonio s y sus ali ados en Sici ón. M i entras éstosentraban por la Epiecea, en primer lugar, las tropas lige-ras de los adversarios al disparar y lanzarles flechas desdelas posiciones más favorables a su derecha, les causaron

mucho daño. P ero , cuando ll egaron al mar, se adelantaron 15

concurso». " Texto que por algunos (Hatzfeld) se considera corrupto y que,desde luego, hace difícil la localización precisa del lugar.

132 Helénicas. Li bro IV ,2,15 Hdénicas. L ibro IV ,2,18 133

394 por aquí a través de la llanura, al tiempo que devastabany quemaban el terri tori o. E n cambio, los otros se mar-charon y acamparon de modo que tenían delante el lechodel rí o. U na vez que, en su avance, los l acedemoni os ya

anunci aron que se preparar an para una batall a i nmi nente. 394A l princi pi o, se despreoc uparon de la f ormaci ón de dieci -séis y dieron a la falange una profundidad excesiva, y

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no distaban diez estadios de los enemigos, también ellosacamparon allí y permanecieron inactivos.

16 M e voy a referi r ahora al con ti ngente de cada uno .

Se reunieron, hoplitas de los lacedemonios, hasta seis mil;de los eleos, trifilios, acrorios y lasionios, cerca de tresmü; de los sicionios, mil quinientos; de los epidaurios,trecenios, hermioneos y halieos Uegó a haber no menosde tres mil . A demás de éstos, los acompañaban alrede-dor de seiscientos jinetes de los lacedemonios, unos tres-cientos arqueros cretenses, y también honderos de losmarganeos, letrinos y anfídolos, no menos de cuatrocien-tos. E n cambi o, no parti ci paban fli asios, pues di j eron quetení an una tregua sagrada . E sta era la f uer za de los la-

17 cedemon i os. L a que se reun i ó por par te de sus enemigosera de uno seis mil hoplitas atenienses; de los argivos sedecía que alrededor de siete mil; de los beocios, comono estaban los orcomenios, alrededor de cinco mil; delos cor i nti os hasta tres mi l y de toda E ubea no menosde tres mil . T al era el ejérci to hoplí tico . L os j i netes delos beocios [como no estaban los orcomenios] eran hastaochocientos, de los atenienses hasta seiscientos, de los cal-ci deos de E ubea hasta ci en, de los locri os opunt i os hasta

ci ncuenta. D e las tropas l igeras, las más abun dantes eranlas que estaban con los corintios, pues junto a eUos seencontraban los locrios ozolas, melieos y acarnanios.

18 E sta era la fuerz a de cada bando . L os beoci os, mien-tras ocupaban el ala izquierda, no hacían ningún esfuerzopor emprender la batalla. Pero cuando los atenienses es-tuvi eron fr ente a los l acedemoni os con l o que eUos ocu-paron el ala derecha y se colocaron frente a los aqueos,en segmda dijeron que los sacrificios eran favorables y

^ La que se establece con motivo de algún festival, preferente-mente panhelénico.

* HatTÍeld deduce de aquí que se habría Uegado a un sistemalotativo para solucionar el problema del mando.

además la llevaron hacia la derecha, para poder sobrepa-sar el ala de los enemigos. L os atenienses, para que no serompiera la continuidad, los seguían, aun a sabiendas deque corrí an el peli gro de verse rodeados. En tretant o, l os 19

lacedemonios no se daban cuenta de que se acercabanlos enemigos, pues el terreno estaba cubierto de vegeta-ción. Desde el momento en que entonaron el peán, en-tonces ya sí lo comprendieron, e inmediatamente dieronla orden de que todos se prepararan para el combate.C uand o estuvi eron al i neados según a cada uno l o habí ancolocado sus comandantes, dieron la orden de seguir ala avanzada, mientras los lacedemonios los dirigieron tam-bién hacia la derecha, y así extendieron mucho el ala, de

modo que, de los atenienses, seis tribus estaban frentea lo s l acedemoni os y cuatr o f ren te a los tegeatas. C uan do 20ya no distaban ni un estadio, los lacedemonios, según escostumbre, sacri fi caron una cabra a la A gró tera y se di ri -gieron hacia sus contrincantes, después de haber curvadoel extremo en cí rcul o. A l ll egar al cuerpo a cuerpo , todo slos aliados de los lacedemonios fueron derrotados porsus adversarios, salvo los peleneos, que seguían comba-tiendo frente a los tespieos, y por parte de uno y otrobando hubo caídos en el terreno. L os propi os l acedemo- 21

nios fueron superiores a la parte de los atenienses queles correspondió, los rodearon por las zonas extremas ymataron a muchos de ellos, hasta que, sin haber sufridoninguna pérdida, se marcharon en perfecta formación.A las cuatro tribus de los atenienses las sobrepasabanantes de que volvieran sobre sus pasos de la persecución,de modo que, de su lado, sólo hubo muertos en el ata-que de los tegeatas. E n cambi o, a los argivos, cuando se 22retiraban, los lacedemonios les cayeron encima y se dice

que, como el primer polemarco dudaba en encontrarsecon ellos de frente, hubo uno que lanzó un grito paraque dejaran pasar a los pri meros. A l hacerl o así, se dedi-caron a golpearlos por el lado desprotegido mientras pa-

144 Helénicas. Libro IV,4,17 Helénicas. Libro I V , 5 , 1 145

394 saban cor ri endo, y de este modo mataro n a muchos. T am-bién atacaron a los corintios en el momento de la reti-rada. Todavía vinieron los lacedemonios sobre algunosde los tebanos que volvían de la persecución y también

co mbad r a caball o f ren te a l os hopl i tas, se di eron la vuel - 394ta y se reti raron al paso. L os otros los seguían muy pru -dentemente. A gesil ao, cuando compr endi ó cuál era el 6error de cada uno, envió a los jinetes que lo acompaña-

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23 de ell os mataron un buen númer o. C uand o esto pasó, losderro tados pri mero se ref ugi aron en los muros. L uego,al rechazarlos los corintios, de nuevo montaron las tien-

das en el pri miti vo campamento. L os lacedemonio s, a suvez, hicieron la retirada a donde en primer lugar se ha-bían enfrentado con sus enemigos y erigieron un trofeo.A sí se desarrol l ó esta batall a.

3,1 A gesil ao acudió apresuradamente desde A sia. M i entrasestaba en A nfí pol i s, le anunci ó Dercí li das que los lace-demonios eran ahora vencedores y que habían muertoocho de ellos y, de los enemigos, muchísimos. Pero lemostró que también habían caído no pocos de los alia-

2 dos. A l preguntarl e A gesil ao: «¿E ntonc es, DercQi das, se-ría oportuno que las ciudades que nos han enviado a sussoldados se enteraran de la victoria lo más rápidamenteposible?», Dercílidas contestó: «Es natural, desde luego,que al oírlo se sientan más animados.» «¿Y no eres tú,que estuviste presente, el más indicado para anunciárse-lo?» El lo escuchó con placer, pues siempre le gustó via-jar, y di j o: «Si tú lo mandas.» «L o mando» , respondi ó,«y también te ordeno anunciar que, si esto va bien, de

3 nuevo estaremos a su lado, como dijimos». Dercílidasmarchó en primer lugar al Helesponto.

A gesil ao dej ó M acedoni a y se dir igi ó a T esali a. L oslariseos, cranonios, escotuseos y farsalios, que eran alia-dos de los beocios, y todos los tesalios, excepto cuantosde ellos se encontraban entonces exiliados, se dedicaron

4 a estorbarl o a lo l argo del cami no. Hasta entonces l l evabala tropa en formación rectangular, con la mitad de la ca-ballería delante y la mitad en la retaguardia, pero, comolos tesalios les impedían avanzar al atacarlos por detrás,

envió a la retaguardia también la caballería del frente,5 salvo los que lo acompañaban a él perso nal mente. C uan-

do estuvieron colocados unos frente a otros, los tesalios,en la idea de que no estaban en buena situación para

ban personalmente, que eran muy robustos, con la orden,para ellos mismos y para los demás, de emprender lapersecución lo más rápidamente posible sin darles ya la

posibi l idad de vol verse. L os tesali os, al verlos avanzar 7inesperadamente, unos huyeron, otros se dieron la vuelta,otros, al intentar hacerlo, eran cogidos con los caballosatravesados. Pol i carmo el farsal i o, que era jefe de la ca- 8ballería, se dio la vuelta y murió en el combate con lossuyos. Cuando esto sucedió, los tesalios perdieron el con-trol en la fuga, de modo que unos morían, otros eranapresados, y no pararon hasta que estuvieron en el monteN artacio. Ento nces A gesil ao col ocó un trof eo entre P rant e 9y Nartacio, y se quedó allí, muy satisfecho de su obra,porque había vencido, a quienes más presumían de suhabilidad ecuestre, con la caballería que él mismo habíareuni do. A l día sigui ente atravesó los montes acaicos deFtía e hizo el resto del recorrido a través de territorioamigo hasta llegar a las fronteras de Beocia.

C uando estaba en la entr ada, el sol pareci ó que se mos- 10traba en f orma de media l una ', y le ll egó la noti ci a deque los lacedemonios habían sido derrotados en la batallanaval y de que había muer to el navarc o P i sandro . T am-bién se contaba de qué manera había tenido lugar labatal la. El enf rentami ento se había pro duci do en tor no 11a Cnido. Farnabazo estaba como navarco con los feniciosy C onó n, con la flota gri ega, se encontraba col ocado de-l ante de él. Cu ando P i sandr o se ali neó enf rente y se vi o 12claro que el número de naves que tenía consigo era mu-cho menor que el de la flota griega de Conón, los aliadosdel ala izquierda se le escaparon rápidamente y él mismo,después de entrar en contacto con los enemigos, con la

triere acribillada, consiguió refugiarse en tierra, pero,mientras todos los demás que consiguieron ponerse a salvo

' Eclipse de sol del 14 de agosto de 394.

126 Helénicas. L ibro IV,1,20Helénicas. Libro V,3,2912 7

394 dej aron las naves y escaparon por donde pudi eron en di-rección a Cnido, él murió combatiendo sobre su nave.

13 A gesilao, al enterarse de esto, al pri nci pio lo soportó condificultad, pero luego, cuando se hizo a la idea de que

mediaban tres pletros, salieron corr i endo, desde la fal an- 394ge de A gesilao, los extranjeros de Herí pi das y, con ell os,jonios, eolios y helespontios; todos éstos estuvieron entre

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la mayor parte del ejército era capaz de participar congusto si le iban las cosas bi en, pero si encontraban algunadificultad no se veían obligados a tomar parte, desde ese

momento cambió y dijo que se anunciara la muerte dePisandro, pero también que había vencido en la batalla14 naval . A l mi smo ti empo que decí a esto, se puso a hacer

un sacrificio de bueyes para celebrar la buena noticia ydistribuyó las víctimas entre muchos, de modo que, alproducirse una escaramuza frente a los enemigos, vencie-ron los de A gesil ao gracias a la fuerza de la pal abra, por -que habían vencido los lacedemonios en la batalla naval.

15 L os que se ali nearon f ren te a A gesil ao eran beoci os,atenienses, argivos, corintios, enianes, eubeos y de lasdos L ócri des. Con A gesil ao estaba el regi miento de k slacedemonios que había venido de Corinto y la mitad delde Orcómeno, pero también los neodamodes de Lacede-monia que habían hecho la expedición con él, además delos del ejército extranjero que mandaba Herípidas y losde las ciudades griegas de Asia y de E uropa que había idoacogiendo al hacer la travesía. A ll í se añadieron hopli tasorcomeni os y foci dios. L os peltastas de A gesil ao eranmuchos más. L os j i netes de unos y de otros eran, en

cambio , muy simil ares en número. A sí estaba constitui da16 la fuerza de ambos. También describiré la batalla y cómo

se desarrolló de modo no comparable a ninguna otra denuestros tiempos. Pues bien, se encontraron en la llanurade Coronea los de Agesil ao desde el Cefi so y los de lostebanos desde el H eli cón . Ocupaba A gesilao el ala dere-cha de su ejército y los orcomenios eran los últimos a sui zqui erda. L os tebanos, por su parte, estaban colocadosa la derecha y los argivos ocupaban su izquierda.

H asta el momento del encuentro , era grande el sil en-17 ció por ambas partes. Pero, en el momento en que dista-ban entre sí como un estadio, los tebanos se pusieron agritar y se lanzaron adelante a la carrera. Cuando todavía

los que se lanzaron al ataque y, al llegar al cuerpo a cuer-po, rechazaron l o que tenían enf rente. L os argivos, porsu parte, no hici eron f rente a los de Agesilao, sino quehuyeron hacia el Heli cón. E ntonces, algunos de los ex- 18

tranj eros iban a cor onar ya a A gesilao, pero algui en leanunció que los tebanos, después de atravesar las filasde los orcomenios, estaban en medio de los bagajes. In-mediatamente hizo rotar a la falange y la llevó contraell os. Los tebanos, a su vez, cuando vieron que sus ali a-dos se habían refugiado en el Helicón, con el deseo deescapar junto a los suyos, se aglomeraron y así avanzabancon todas sus fuerzas.

P uede decirse que entonces A gesil ao f ue indudabl e- 19

mente valiente. Por lo menos, desde luego, no eligió loque era más seguro. En efecto, le era posible dejar pasara los que escapaban y seguirlos para echar mano a losde atrás, y sin embargo no lo hizo, sino que resistió defrente a los tebanos y, al atacar, chocaban los escudos,combatían, mataban y morían. Por fin, de los tebanos,unos escaparon hacia el Helicón, pero muchos murieronen la reti rada. Cuando la vi ctor ia ya estaba en manos de 20A gesilao y lo habían l levado heri do hasta la fal ange, al-gunos de los jinetes se presentaron al galope a decirleque había unos ochenta enemigos con armas bajo el tem-pl o y a preguntarl e qué tenían que hacer. A unque sufr í amuchas heridas, sin embargo, no se olvidó de la divini-dad, sino que ordenó que los dejaran salir a donde qui-sieran y no permitió que se violara la justicia. Entonces,como ya era tarde, cenaron y se f uer on a acostar. Por 21la mañana ordenó a Gilis el polemarco que alineara elejército y se elevara un trofeo, que todos se coronaranen honor del di os y que tocaran los fl autistas. Y así l o

hici eron. L os tebanos envi aron heraldos a pedir una tre-gua para enterrar los cadáveres. D e este modo, se acor-daron los pactos y Agesilao se f ue a D elf os a consagraral dios el diezmo del botín, no menos de cien talentos.

144 Helénicas. L ibro IV,4,17 Helénicas. L ibro IV ,5,1 145

394 Gilis el polemarco se retiró con el ejército a Fócide, y de

22 al lí se l anzó sobre la L ócr i de. El resto del día l os solda-dos se dedicaron a robar utensilios y alimentos de lasaldeas. Cu ando ya atardecí a, al reti rarse los úl ti mos lace-

de pasarse a los lacedemonios, se empeñaron, como con-secuencia, en hacer una matanza. E n pri mer lugar deci-dieron cometer la mayor profanación. Pues los demás nomatan a nadie en plena fiesta, ni siquiera a un condena-

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demonios, se pusieron a acosarlos los locrios disparandodardos y j abal i nas. L os l acedemonio s los hic i eron retro-ceder y los persiguieron al tiempo que hirieron a algunos,

por lo que entonces dejaron de perseguirlos por detrás,pero les disparaban desde emplazamientos dominantes

23 po r la derecha E l l os se pusi eron entonc es a perseguir -los hasta la pendiente, pero, cuando sobrevino la oscuri-dad y comenzaron a retirarse, unos caían por la dificultaddel terreno, otros porque no veían lo que había delante,otros bajo los dardos, y así murieron Gilis el polemarco,uno de sus auxiliares, Peles y, en total, unos dieciochode los espartiatas, por golpes de piedras y otras heridas.

Si no llegan a acudir en su ayuda los del campamento queestaban cenando, habrían corrido el riesgo de perecer ensu totalidad.

4,1 D espu és de esto, el resto de la expedi ci ón se reti ró a393 sus ci udades y A gesi l ao zar pó hacia la patri a. D esde en-

tonces, hacían la guerra, de un lado, los atenienses, losbeocios, los argivos y sus aliados, que partían de Corinto,y de otro los lacedemonios y sus aliados, desde Sición.A l ver los corinti os que, mi entras sus terri tori os eran de-

vastados y a ellos los mataban por el hecho de estar siem-pre cerca de los enemigos, los demás aliados vivían ellosmi smos en paz y sus terri tori os permanecían produ cti vos,los más numerosos y mejores de ellos empezaron a de-sear la paz, y se reunían y difundían estas ideas los unos

2 a los otr os. A l darse cuenta los argivos, los ateni enses,)92 lo s beoci os y, de los cor i nti os, los que habí an tomad o

parte de las riquezas enviadas por el rey, así como losque se habían hecho más responsables de la guerra, deque, si no se mostr aban firmes f ren te a los qu e estabaninclinados a la paz, la ciudad correría de nuevo el riesgo

do. E n cambio, ell os eli gieron para la matanza el úl ti modía de la E ucl eas po rq ue pensaban que coger í an a másgente en el ágora. L os que sabían a qui énes había q ue

matar, cuando se les dio la señal, sacaron las espadas yatacaron a uno que estaba de pie en un círculo, a otrosentado, a otro en el teatro, incluso a uno que estaba for-mand o parte de un jurado. C uand o se to mó conci enciadel asunto, los más nobles huyeron inmediatamente, unosjunto a las estatuas de los dioses en el ágora, otros endirecci ón a los altares. E ntonc es, los más sacril egos, conun desprecio absoluto por las normas, tanto los que man-daban como los que obedecían, se dedicaron a degollarlos

incluso junto a los lugares sagrados, de modo que algunosde los que ni siquiera recibieron heridas, pero que eranhombres legales, atormentaban sus almas al ver tal im-pi edad. A sí muri eron muc hos de los anci anos, pues eranprecisamente los que más estaban en el ágora, mientrasque los jóvenes, dado que Pasimelo sospechaba lo queiba a ocurr i r, permaneci eron qui etos en e C ráneo. C uan-do percibieron el alboroto, y llegaron a su lado algunosque huían de la situación, inmediatamente subieron a lacarrera al A cro cor i nto y rechazaron a los argi vos y a losotro s que se l anzaban hacia ell os. M i entras deli berabanqué había que hacer, se cayó el capitel de una columnasin que medi ara ni seísmo ni acció n del vi ento. E n elmomento de hacer los sacrificios, los vaticinios eran talesque, según los adivinos, era mejor retirarse del lugar.A ntes que nada, se marcharo n f uera de la Co ri nti a conla intención de exiliarse, pero, como vinieron sus amigos,madres y hermanos y los convencieron, y hubo quienes,de los que estaban en el pod er, pr omet i ero n medi ante

Es el lado que, en la formación hopHtica, no va protegidopor el escudo.

" Euclea, la Glori a, recibe culto en varias dudades griegas. Enalgunas se identifica como A rtemis Euclea y en su fiesta hacíanun sacrificio las jóvenes antes del matrimonio.

144 Helénicas. L ibro IV,4,17 Helénicas. L ibro IV ,5,1 145

392 j uramen to que no habí an de suf ri r ni ngún daño, así vol-6 vi eron a la ci udad al guno s de ell os. A ho ra bi en, al ver

que los que estaban en el poder se comportaban comotiranos, cuando se dieron cuenta de que la ciudad se es-

hasta que l os ali ados vi ni eran en su ayuda. H abí a tam- 392bién detrás de ellos en el puerto un puesto de guardiade los beocios. El día siguiente a la noche en que entraronlo pasaron sin combatir, pero al otro llegaron los argivos

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fumaba mediante la retirada de los límites y de que supatria se l l amaba A rgo s en vez de C ori nto, obli gados aparti ci par en la ci udadam'a de A rgos, l o qu e en abso l uto

deseaban, y con menos fuerza en la ciudad que si fueranmetecos, nació entre algunos la idea de que no era formade vivir, y de que, en consecuencia, con la intención dehacer de Corinto su patria, como había sido desde el prin-cipio, y de dejarla libre y limpia de asesinos, y siempreen la buena legalidad, merecería la pena, si podían lo-grarlo, convertirse en los salvadores de la patria, y si nopodían, en su pretensión de conseguir los bienes máshermosos y más grandes, por lo menos alcanzar la muerte

7 más di gna de alabanz a. A sí , se pusi eron a la obr a doshomb res, P asimel o y A l cí menes, que se desli zaron por untorrente para reunirse con Praxitas, el polemarco de loslacedemonios, que precisamente se encontraba con su re-gimiento de guarnición en Sición, y le dijeron que podíanfacilitarle la entrada en las murallas que se extiendenhasta L equeo. C omo sabía de antemano que los h ombr eseran dignos de confianza, los creyó y, después de disponerque se quedara el regimiento que iba a salir de Sición,

8 se puso a preparar l a entr ada. C uando a los dos hom-bres, gracias a la suerte tanto como a su habilidad, lestocó hacer guardi a j un to a las puer tas do nde está eri gi doel trofeo, en tales circunstancias avanzó Praxitas con suregimiento, con los siconios y con todos los corintios queestaban exiliados por esta coyuntura. Pero, cuando se en-contraba junto a las puertas, le dio miedo entrar y quisoenviar a un hombre de confianza a inspeccionar el inte-ri or. L o gui aron los do s y lo inf ormar on con tanta exac-titud que, según contó luego, todo era francamente tal

9 co mo decían. E nton ces entró . C omo di staban much o losmuros unos de otros, les pareció que, una vez alineados,resultaban pocos, por lo que hicieron una empalizada yuna f osa, adecuada a sus posi bi l i dades, delante" de ell a,

con toda su fuerz a a prestar ayuda. A l encont rar que l oslacedemonios estaban colocados a su derecha, a conti-nuación los sicionios y unos ciento cincuenta exiliados

de los corintios junto al muro oriental, se colocaron en-f rente [ y ] a continuación del mur o occidental, losmercenarios de Ifícrates y, junto a ellos, los argivos. Ocu-paban su ala i zqu i erda los cor i nti os de la ci udad. Con- 10filados en el númer o se l anzaron i nmedi atamente. V encie-ron a los sicionios y, después de destrozar la empalizada,los persiguieron hasta el mar y allí mataron a muchos deellos. Pasímaco, el comandante de caballería, con no mu-chos jinetes, cuando vio a los sicionios agobiados, despuésde atar los caballos a los árboles, les cogió los escudos

y marchó con los voluntarios contra los argivos. Estos,al ver las sigmas sobre los escudos, pensaron que eransicionios y no tuvieron miedo. Se dice que entonces dijoP asímaco: «P or lo s dos dioses argivo s, os engañaránestas si gmas», y marchó a su encu entr o. D e este modo,mientras combatía con pocos frente a muchos, murió, aligual que ot ro s de los que estaban con él. E n cambi o, l os l lexiliados corintios, tras vencer a los que salieron a suencuentro, se introdujeron hacia la parte alta y llegaron

a estar cerca del cí r ad o que rod ea la ci udad. L os l acede-monios, por su parte, cuando se dieron cuenta de que es-taban siendo superadas las fuerzas correspondientes a lossicionios, salieron en su ayuda, con la empalizada a suizquierda. Pero los argivos, nada más oír que los lacede-monios estaban detrás, se volvieron de nuevo a la carreray se preci pi taron f uera de la empal i zada. L os úl ti mos deellos, a la derecha, entraron en lucha por el lado despro-tegido " y mur i eron a manos de los lacedemonios, pero

M uchos editores creen que aquí hay una laguna. Hatzfeld:«con los mercenarios de Ifícrates junto al muro del este».

u Cástor y Pólux." El l ado derecho, no protegido por los escudos.

126 Helénicas. L ibro IV,1,20Helénicas. L ibro IV,71,29 127

392 los qu e estaban apel otonados j unto a la mural l a se reti-raron hada la ciudad con mucho tumulto. Cuando se en-contraron con los exiliados corintios y advirtieron queeran enemigos, se dieron de nuevo la vuelta. Pero enton-

E ntonces, también I f í crates, después de hacer un a in- 391cursi ón en F l i unte y quedarse embosc ado, al tiempo que 15hacía rapiña en pequeños grupos, cuando acudieron losde la ci udad sin tomar precauci ones, mató a tantos q ue

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ces, unos, que se subieron en las escalas, saltaron desdela muralla y perecieron, otros murieron cerca de las es-calas empujados y golpeados, y los demás se ahogaban

12 p ateados l os unos por los otr os. L os l acedemoni os no seencontraban con problemas para matar, pues les concedióentonces el dios la posibilidad de realizar una hazañacomo nun ca ni siquiera se hubi eran atrevi do a pedi r. E nefecto, el haber caído en sus manos una multitud de ene-mi gos asustada, abatida, que of recí a los flancos descubi er-tos, de la que nadie se volvió para combatir y todos seponían a su entera disposición para perecer, ¿cómo po-drí a pensarse que no era algo di vi no? E ntonc es, natural-mente, en poco espacio cayeron tantos que, hombres acos-tumbrados a ver montones de trigo, de madera, de pie-dra, esta vez contempl aron mo nto nes de cadáveres. M u-rieron también los vigilantes beocios del puerto, unossubidos a las murallas, otros a los techos de los arsena-

13 les. Después de esto, los corintios y argivos negociaronlos cadáveres mediante un pacto, mientras acudían losali ados de los l acedemoni os. C uando se hubi eron reuni-do, Praxitas pensó primero practicar una abertura en lasmurallas para que hubiera un paso suficiente para la tro-pa y, sucesivamente, al hacerse cargo de la expedición, laco nduj o ru mbo a M égara y, al asalto, tomó Si dunte yl uego C ro mi ón. E n estas murall as establ eció guarni ci onesy se marchó de nuevo. Después de fortificar Epiecea, paraque los aliados tuvieran una guarnición delante del terri-torio amigo, disolvió el ejército, y él mismo se marchó aL acedemonia.

14 D esde entonces, habí an dej ado de actuar grand es ejér-391 citos de una y otra parte, mientras las ciudades enviaban

guarniciones, unas a Corinto, otras a Sición, y vigilabanlas f orti f i cacio nes. C omo cada una tenía sus mercenarios,gracias a sus servicios guerreaban con fuerza.

los fliasios, que antes no habían recibido a los lacedemo-nios dentro de la muralla, por temor a que apoyaran lavuelta de los acusados de laconismo, en este momento,

en cambio, de tal manera se asustaron ante los que veníande Corinto que llamaron a los lacedemonios y les entre-garon la ciudad y la acrópolis para su protección. Perolos lacedemonios, aunque eran favorables a los exiliados,sin embargo, durante el tiempo en que ocuparon su du-dad, ni siquiera se acordaron en absoluto de su retomo,sino que, cuando parecía que la ciudad volvía a cobrarfuerza, se marcharon y devolvieron la ciudad y sus leyestal cual las habí an tomado . Po r su parte, los de If í cr ates 16

atacaban en muchos l ugares de A rcadi a, hacían pi l l aje yse acercaban hasta las murallas, pues los hoplitas de losarcadios en ninguna parte les salían al encuentro en elexteri or. D e tal manera habían cogi do miedo a los pel-tastas E n camb i o, a l os l acedemoni os de tal maner alos temían a su vez los peltastas que no se acercaban a loshoplitas dentro del alcance de su jabalina, pues ya unavez, desde tal distancia, en su persecución, los más jóve-nes de los lacedemonios habían cogido a algunos de ellosy los habí an matado. P ero , si los l acedemoni os despre- 17

ciaban a los peltastas, tanto más despreciaban a sus pro-pi os ali ados. E n efecto , una vez que los mantin eos f uer onen su ayuda cont ra unos pel tastas qu e se habí an l anzadodesde el muro que se exti ende hasta L equeo, al r eci bi rlos disparos de las jabalinas, se dieron la vuelta y muchosde ellos murieron en la huida, de modo que los lacede-

Ifícrates orgaiúzó en A tenas un cuerpo de peltastas profesio-tlales que si gn i í ^ una importante transformación en los contin-

gentes militares de la ciudad e incluso en el papel social delejército.Corrección de M advig. Según los códices: «después de lan-

zarse» o «que se lanzaron», pero concerundo con los mantineos.Así lo admite Hatzfeld.

144 Helénicas. L ibro IV ,4,17 Helénicas. Libro IV,5,1 145

391 moni os inc luso se atreví an a burl arse de que los aliadostemi eran a los pel tastas co mo los ni ños al coco E l l osse l anzaron desde L aqueo con un regi mi ento y los exili a-dos cor i nti os y se dedi caro n a hosti gar en cí rculo en

de A gesil ao. P ri mero vi no hasta el I stmo, pues era el mes 390en que se cel ebran las I stmi as, y all í se enco ntr aban p re-cisamente los argivos haciendo el sacrificio a Posidón, enla idea de que C ori nto era A rgos. C uando se enteraron

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18 t omo a su du dad. E n l o que respecta a los ateni enses,atemorizados ante la fuerza de los lacedemonios, no fueraa ser que, por haberse quebrado los grandes muros de los

corintios, marcharan contra ellos, consideraron que lo me-j or era restaurar los muro s rotos por Prax i tas. A cudi eronen masa con canteros y carpinteros y restauraron muybien en pocos días la parte que da a Sición y a poniente,y la de l evante la f orti f i caron con más tranquil i dad.

19 L os l acedemonios l l egaron a la conc l usión de que losargivos, mientras pudieran seguir cosechando los frutospropios, estaban encantados con la guerra, por lo que hi-der on una expedici ón contra ell os. A gesil ao, que iba a su

cabeza, después de haber devastado todo su territorio yde haber franqueado inmediatamente el camino que vapo r T enea en di recci ón a C or i nto , se apoderó de las mu-rall as reconstrui das po r lo s atenienses. J un to a él se pre-sentó su hermano T eleuti as po r mar, con unas doce trie-res. D e modo que su madr e podí a estar fel i z, por que, enel mismo día, uno de los que engendró se había apode-rado por tierra de las murallas de los enemigos y el otro,po r mar , de sus naves y de sus arsenal es. En tonces , des-pués de hacer esto, A gesil ao disolv ió el ej érci to de losaliados y devolvió a casa el contingente ciudadano.

5,1 L uego , los l acedemoni os, al oí r de boca de los exil ia-390 dos que <l o s > de la ci udad tení an todo s los animales

y los conservaban a salvo en el Pireo " y que eran muchoslos que se aprovisionaban allí, hicieron de nuevo una ex-pedición hacia Corinto, también entonces bajo el mando

" En griego, Mormo, figura de mujer que asustaba a los niños.Se explica que era una reina de los lestrigones que, por haber

perdido a sus hijos, se había dedicado a matar a los de los demás.O «acamparon», según corrección de Schneider, aceptada porHatzfeld.

" Península montañosa del istmo de Osrinto, que penetrabaen el G ol fo y en cuya extremidad se encontraba el templo de Hera.

de que se acercaba A gesil ao, dej aro n los sacrif i cios y lascomidas con muchísimo miedo y se retiraron a la ciudadpor el camino que va a C encreas. Per o A gesil ao, aunqu e 2

los vio, no se puso a perseguirlos, sino que, después deacampar en el santuario, él mismo hizo sacrificios al diosy esperó mientras los exiliados corintios celebraban elsacrifi cio y el certamen en hon or de P osi dón. T ambi énlos argivos, al reti rarse A gesil ao, celebraron de nuevo des-de el pri nci pi o las I stmias, con l o que en aquel año hub opruebas en las que fue vencido dos veces cada participan-te y otras en que los mismos fueron proclamados dosveces por los heraldos. A l cuarto día, A gesi lao co nduj o 3el ejérci to hacia el Pi reo. A l ver que estaba muy vi gi lado,

se retiró después de la comida a la ciudadela, como si laciudad le fuera a ser entregada, de modo que los corin-tios, por temor a que la ciudad fuera traicionada poralgunos, mandaron a buscar a Ifícrates con la mayoríade los pel tastas. A l enterarse A gesil ao de que se habí anpresentado por la noche, se retiró al despuntar el día yse dir igi ó al P i reo. M i entras él avanzaba por las termas,hizo pasar un regimiento por la parte más alta. Esa nocheacampó junto a las termas, mientras el regimiento pasó

la noche oc upado en el control de las alturas. A ll í A ge- 4silao alcanzó gloria gracias a una pequeña, pero oportuna,muestra de reflexión. Pues resultó que ninguno de losque llevaban las provisiones al regimiento había traídofuego. C omo hacía fr í o po rqu e estaban en una parte muyalta y había caído agua y granizo hasta el atardecer, yademás habían subido con vestidos ligeros de verano, sesentían hel ados y, en la oscuri dad, no les apetecí a t omarla cena. P or el lo, Agesil ao mand ó a no menos de diezque trajeran fuego en vasos de arcilla. Cuando subieron,

cada uno por un sitio diferente, y se hicieron grandeshogueras en abundancia porque había allí mucha madera,todos se ungieron y muchos se animaron por fin a tomar

160 Helénicas. Li bro IV,8,8 Helénicas.Libro V,8,18 161

390 la cena. F ue no tor i o tambi én esa noche el i ncend i o deltemplo de Posidón, pero por qué causa se quemó nadie

5 l o sabe. C uando se enteraron los del Pi reo de que lasalturas estaban ocupadas, ya no se empeñaron en defen-

rápi damente posi bl e, pero él con lo s del consejo real " 390se puso en marc ha en ayunas. L os dorí f eros ' con susarmas se apresuraron a seguirlo; él iba al frente, los otrosdetrás. Cuando ya había hech o la travesía de las termas

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derse, y escaparon al H ereo, ho mbres y muj eres, esclavosy l i bres, con la mayor í a de los animal es. A gesil ao conel ejérci to avanzó j unto al mar. A l mismo ti empo, el re-

gimiento, al bajar de las alturas, ocupó Enoe, el recintoque estaba fortificado, tomó lo que había en él y todoslos soldados en este día recogieron de las propiedades mu-chas prov i si ones. L os que se habían ref ugi ado en el H ereosali eron para dejar en manos de A gesil ao que decidi eralo que serí a de el los. E nto nces les di o a conoc er que acuantos se encontraban entre los asesinos los entregaría

6 a los exi l i ados y el resto sería vendido. L uego, mi entrassalían del H ereo las abundantí si mas presas y se presen-

taban muchas embajadas, de los beocios vinieron a pre-guntarl e qué pod í an hacer para consegui r l a paz . Agesi-lao, en actitud muy orgullosa, ni siquiera parecía verlos,aunque estaba entre ellos Fárax el próxeno para intro-ducirlos. Sentado en un recinto redondo en torno al lagoobservaba las muchas cosas qu e se sacaban. L acedemoni osarmados sólo con las lanzas iban al lado de los prisio-neros como guardianes, muy observados por los presen-tes, pues los afortimados y poderosos siempre parecen ser

de algún modo dignos de contemplación.7 C uan do todav í a estaba sentado A gesil ao, y con la ima-

gen de quien resplandece con las acciones cometidas, apa-reció un jinete con su caballo sudando muy intensamen-te. A un qu e muchos le pregu ntaban qué venía a anunciar,a nadie le contestó, sino que, cuando estaba cerca deA gesi lao, después de baj ar del caball o y correr hacia él,muy triste le contó lo que le había pasado al regimientode L equeo. A l oí rl o, en seguida baj ó de su asiento, tomó

la lanza y mandó al heraldo que llamara a los polemarcos,8 p enteco nteres y jefes de extranj eros. Cu ando éstos acu-dieron, les dijo a todos, pues no habían almorzado toda-vía, que comieran lo que pudieran y vinieran lo más

hasta la l l anura del L equeo, l e sali eron al encuentr o tresjinetes a anunciarle que los cadáveres habían sido recogi-dos. A nte esta noti ci a, mandó deponer l as armas y, tras

haber descansado poco tiempo, hizo volver de nuevo alejérci to hasta el H ereo . A l día sigui ente vendi ó el botí n.

L os embajado res de los beocio s, cuando los conv ocó y 9les preguntó a qué venían, de la paz ya no se acordabany, en cambio, dijeron que, si nada se lo impedía, queríanentrar en la ciudad para unirse a sus propios soldados.Entonces, sonrió y dijo: «Sé que no queréis ver a los sol-dados, sino observar hasta dónde ha llegado la buenasuerte de vuestros amigos. Esperad», continuó, «pues yo

mismo os llevaré y, al estar conmigo, conoceréis mejorqué es lo que ha sucedi do» . Y no l os engañó, sino que, 10al día siguiente, después de hacer un sacrificio, condujoel ejérci to a la ci udad. N o destruy ó el trofeo, pero to doárbol que quedaba lo iba abatiendo y quemando, con loque demostraba que no había nadie en disposición de sa-li rl e al paso. Despu és de hacer esto, acampó j unt o alL equeo. E n cambi o, a los embajador es de los tebanos nolos subió a la ciudad, sino que los envió por mar a Creu-

sis. C omo tal desgraci a era desaco stumbrada para l os la-cedemonios, había mucho dolor en el ejército laconio,excepto entr e aquel l os a qui enes se les habí an muert o enel terreno hijos, padres o hermanos, pues éstos se pasea-ban como vencedores resplandecientes y relucientes consu propio sentimiento.

® Los que compartían con el rey la tienda pública (damosia)y lo acompañaban en las campañas militares. Estaba compuestopor seis polemarcos y otros tres de los «Í zal es», además de unséquito de servicio. Probablemente compartieran también la tiendapública los dos éíoios que solían acompañar al rey.

21 «Portadores de laiíza.» Formarían una especie de cuerpo deguardia.

148 Helénicas. Libro IV,5.11 Helénicas. Libro IV,5,14 149

El drama del regimiento se produjo de la siguiente11 manera. L os amicl eos si empre regresan habi tual mente

en las J acinti as ^ para el peán, tanto si se encuentran enuna campaña como si, por algún otro motivo, están lejosde su tier ra. E n esta ocasi ón, a lo s amic l eos de to do el

der os ^ que los ll evaron cogidos hasta L equeo. Y éstos 390fueron los únicos del regimiento que en realidad se salva-ron. El polemarco ordenó a los de las diez promocionesmás jóvenes qu e rechazaran a los ya menci onado s P ero 15

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ejérc i to lo s dej ó A gesil ao en L aqueo. E l pol emarco encar-gado de la guardia destinó a las guarniciones de los alia-dos a vigilar la muralla y él, con el regimiento de los

hoplitas y el de la caballería, condujo a los amicleos cerca12 de la ci udad de lo s cor i nti os. Cuando estaban a unos vein-

te o treinta estadios de Sición, el polemarco con los ho-plitas, que eran como seiscientos, se marchó de nuevo aL equeo y ord enó al comand ante de caball ería que, con elbatallón de los jinetes, cuando llevaran a los amicleoshasta donde ellos les dijeran, volvieran a su encuentropor el mismo camino. Que en Corinto había muchos pel-tastas y muchos hoplitas, en absoluto lo ignoraban, pero

a causa de la suerte anterior tenían la presunción de que13 a ell os nadi e podí a atacarlos. L os de la ciudad de Co ri n-

to, Cal ias hij o de H i póni co , que era estratego de loshop l i tas atenienses, e I f í crates, que estaba a la cabeza delos peltastas, al ver que no eran muchos y venían sin pel-tastas ni caballeros, consideraron que era una buena opor-tunidad para atacarlos con su contingente de peltastas,pues, si avanzaban por el camino, perecerían atacados conjabalinas por la parte descubierta y, si intentaban perse-guirlos, los peltastas, más ligeros, podrían fácilmente es-

14 capar de los hop l i tas. C on esta idea se pus i ero n en mar-cha. Calias alineó a los hoplitas no lejos de la ciudad,mientras Ifícrates con los peltastas atacó el regimiento.L os lacedemoni os, cuando, bajo los di sparos de jabali na,uno resultaba herido, el otro caía, ordenaron a los escu-

^ Festival celebrado anualmente en honor de J acinto, divini-dad de origen prehelénico y de carácter ctónico, cuya integraciónen el culto de A polo queda reflejada, en el mito, por la muerteinvoluntaria que éste le causó y, en la disposición simbólica delmonumento, por el hecho de que su tumba quedó situada en elpedestal de la estatua del dios. Se consideraba la fiesta más im-portante de toda Laconia.

cuando se pusieron a perseguirlos, no cogieron a ningunodentro del alcance de la jabalina, pues eran hoplitas de-trás de peltastas, y habían recibido la orden de retroceder

antes de que los hoplitas se encontraran junto a ellos.C uand o ya se reti raban disperso s, po rq ue en la persecu-ción cada uno había ido tan deprisa como podía, los deIfícrates se dieron la vuelta y se pusieron de nuevo adisparar la jabalina de frente, aunque también lo hacíandesde el costado hacia la parte descubierta, sin dejar decorrer. Rápidamente, en la primera persecución, hirieroncon la jabalina a nueve o diez de ellos, pero, cuando su-cedi ó esto, ya atacaron muc ho más vi ol entamente. C om o 16Ies iba muy mal, el polemarco volvió a dar la orden de

que salieran en su persecución todos los incluidos en lasquince últimas promociones, pero en su retirada cayerontodaví a más que antes. C uan do ya habí an perec i do losmejores, se les presentaron los caballeros y en unión deéstos emprendieron de nuevo la persecución. Pero, al re-^plegarse los peltastas, en este momento los jinetes ataca-'ron mal, pues no los persiguieron hasta que hubieranmatado a algunos de ellos, sino que, junto con los infan-tes que se salían de las formaciones en las escaramuzas,en el mi smo f rent e avanzaban y retrocedí an. A l hacery soportar lo mismo que éstos una y otra vez, ellos sehicieron cada vez menos y más débiles, mientras los ene-migos eran más fuertes y cada vez más los que atacaban.D escon certados, se reun i eron en una pequ eña col ina, que 17di staba del mar como dos estadios y del L equeo comodieciséis o dieci siete estadi os. A l enterarse los del L equeo

^ «hipaspistas», esclavos al servicio de los hopli tas.2·· Texto considerado corrupto. Según conjetura de Dobree, Rep-

tada por Brownson: «a los atacantes». Otra conjetura, del mismoDobree, afecta al verbo anterior: en lugar de «rechazaran», «selanzaran en su persecución». Esta es la aceptada por Hatzfeld,que prescinde de «los ya mencionados».

126 Helénicas. L ibro IV,1,20

390 subieron a unas pequeñas embarcaciones y fueron cos-teando hasta que se encontraron junto a la colina. Estos,que ya estaban desconcertados porque se encontraban enuna situación horrible y tem'an la muerte encima, no po-dían hacer nada, pero, al ver que además se Ies acercaban

Helénicas. L ibro IV,75,29 127

de nos ll evéis. En cambio, vosotr os no prestáis ninguna 389atención al hecho de que estemos sitiados por los acarna-nios y sus aliados los atenienses y los beocios. Desdeluego, nosotros no vamos a poder hacer frente a una

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los hopl i tas, se pusieron a retroceder. U nos cayeron almar y unos pocos con sus caballos se pusieron a salvo en

18 L equeo. E n todos los enf rentami entos y en la hui da mu-rieron alrededor de doscientos cincuenta. Esto así habíasucedido.

L uego A gesil ao se marchó con el regimi ento que habíasido der rotado y dejó otro en L equeo, A l hacer la trave-sía en dirección a casa, descendía sobre las ciudades lomás tarde posible y volvía a salir lo más temprano posi-ble. Como partió de Orcomeno antes del amanecer, pasóde largo por M antinea todavía a oscuras. T an duro creíaque iba a ser para los soldados contemplar a los mantineos

19 di sf rutando de su desgracia. Después de esto, también enlo demás tuvo mucho éxito Ifícrates, pues, aunque Praxi-tas había establecido unas guarniciones en Sidunte y Cro-mión, nada más tomadas estas fortal ezas, y A gesil ao habíahecho lo mismo en Enoe, cuando se apoderó del Pireo,él tomó todos estos lugares. Sin embargo, L equeo lo con-servaban los lacedemonios y sus aliados. Por su parte, losexiliados de los corintíos ya no se presentaban por tierradesde Sición a causa de la desgracia del regimiento, sino

que venían navegando y allí anclaban, aunque desde lue-go tenían que hacer frente a tantos problemas como losque intentaban crearles.

6,1 M ás tarde, los aqueos, que control aban Cali dón, anti-389guamente posesión de Etolia, y habían integrado a los

cali donios en la ci udadanía, se vi eron obli gados a ^ne runa guarnición, pues los acamamos hacían incursionescontra ellos, a las que se unían algunos de los ateniensesy beocios por ser aliados suyos. Oprimidos por ellos, losaqueos envi aron embajadores a L acedemoni a. A l l legar,dijeron que no recibían un trato justo de los lacedemo-

2 nios, «pues nosotr os», añadieron, «con que nos ll améis,hacemos las campañas con vosotros y os seguimos a don-

situación así. Por tanto, o dejamos la guerra en el Pelo-poneso y pasamos todos a hacer la guerra a los acamamosy sus aliados, o haremos la paz de la manera que po-

damos».E sto era lo que decían como fo rma de amenazar a los 3

lacedemonios con separarse de la alianza si no los ayuda-ban. Como consecuencia de sus palabras, pareci ó a loséforos y a la asamblea que era necesario hacer una expe-dición con los aqueos contra los acarnanios, por lo queenvi aron a A gesil ao, con dos regimi entos y la parte co-rrespondi ente de los aliados. L os aqueos, en cambio , par- 4tici paban en masa. C uando A gesil ao hizo la travesía, todos

los acarnanios de los campos huyeron a las ciudades y sellevaron lejos todos los rebaños para que no los capturarael ejérci to. Agesil ao, cuando estuvo en los lí mites delterritorio enemigo, envió un mensaje a Estrato para lacomuni dad de los acarnanios, según el cual , si no rompí anla alianza con beocios y atenienses y optaban por ellos ysus aliados, devastaría toda su tierra inmediatamente yno dejarí a nada. Como no le hi ci eron caso, así lo cum- 5plió, pero no avanzaba más de diez o doce estadios aldía, pues se dedicaba a arrasar constantemente todo el

terri tori o. L os acarnanios, entonces, en la creencia de quela situación estaba segura a causa de la lentitud de lacampaña, bajaron los rebaños de los montes y se pusierona trabajar la mayor parte del terri tori o. C uando a A gesi- 6lao le pareció que ya estaban suficientemente confiados,al decimoquinto o decimosexto día después de que hu-biera iniciado la invasión, hizo un sacrificio por la mañanay avanzó antes de la tarde ciento sesenta estadios hastael lago en torno al que se encontraba casi todo el ganadode los acarnanios, y se apoderó de una gran cantidad debueyes, caballos y toda clase de animales, y de muchosesclavos. Con todo lo que había cogido, se quedó allí aldía sigui ente y vendi ó en subasta el bot í n. Sin embargo, 7

160 Helénicas. Libro IV,8,11 Helénicas. Libro IV,8,18 161

389 apareci eron muchos pel tastas de los acarnani os y, comoA gesil ao estaba acampado j unto al monte, se dedicarona atacar con arcos y hondas desde la cumbre del mismosin que les pasara nada, con lo que obligaron al ejércitoa descender a la llanura, aunque ya estaban preparándose

cuerpo a cuerpo con los hopl itas lacedemonios, retrocedie- 389ron y mur i eron de ellos en aquel día alrededor de trescien-tos. D espués de estos sucesos, A gesil ao erigi ó un trofeo. 12L uego hi zo un recorri do por el territo ri o al ti empo quelo devastaba y quemaba. Tambi én atacó algunas de las

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para la cena. Hacia el anochecer, los acarnanios se reti-raron, y los soldados se pusieron a dormir tras dejar esta-

blecidas las guardias.8 A l día sigui ente, A gesil ao retir ó el ejérci to. L a sali dade la pradera y de la llanura que bordean el lago formabaun paso estrecho a través de as montañas que están a sualrededor en cí rcul o. Los acarnanios, cuando atacabandesde las alturas, disparaban con flechas y jabalinas, pero,al descender poco a poco hasta el borde inferior de lasmontañas, acosaban al ejército y le creaban dificultades

9 para poder avanzar. L os hopli tas y los caballeros, que in-tentaban perseguirlos al margen de la falange, no conse-guían hacer ningún daño a los que los acosaban, pueslos acarnanios, en cuanto se retiraban, se encontrabanrápi damente en lugar seguro. A gesil ao pensó que era di-fícil salir a causa de la estrechez del camino mientrastuvieran que soportar todo esto, por lo que decidió per-seguir a los que los atacaban por la izquierda, aunqueeran muchos más, pues este monte ofrecía mejores con-

10 diciones para hoplitas y caballeros. En el momento enque hacía el sacrificio, más aún acosaban los acarnanios

con flechas y jabal inas, y se acercaban y herí an a muchos.Pero, en cuanto dio la orden, corrieron los hoplitas delas qui nce promociones más jóvenes, avanzaron os caba-

11 l leros y él los sigui ó con los demás. Los acarnanios, quehabían descendido y seguían disparando, rápidamente tu-vieron que replegarse y algunos morían en su huida hacialas zonas escarpadas. A hora bi en, sobre la parte más altaestaban los hoplitas de los acarnanios, colocados en for-mación, y la mayor parte de los peltastas, y allí resistían

y disparaban toda clase de proyectiles, e incluso, cuandose pusieron a disparar con sus lanzas, hubo caballeros querecibieron heridas y también hubo algunos caballos muer-tos. Sin embargo, cuando ya faltaba poco para llegar al

ciudades, presionado por los aqueos, pero no se apoderóde ni ngi ma. Cuando ya se acercaba el otoño, se marchó 13

del terri tori o. L os aqueos pensaban que realmente no ha-bía hecho nada, porque no había tomado ninguna ciudadni por las buenas ni por las malas, y le pidieron que, sino algo más, por lo menos permaneciera tanto tiempocomo para i mpedi r la siembra a los acarnanios. E l res-pondió que lo que decían era lo contrario de lo conve-niente, «pues yo», dijo, «vendré en expedición de nuevoaquí el verano próximo, y éstos, cuanto más siembren,tanto más desearán la paz» . D espués de deci r esto, se 14marchó por tierra a través de Etolia, por caminos tales

que ni muchos ni pocos podrían recorrerlos contra la vo-luntad de los etol ios. En cambio , dejaron que él los re-corriera, pues esperaban que les ayudara a recuperar Nau-pacto. Cuando Uegó frente a Río, hizo por aquí la tra-vesía y se marchó a casa, pues los atenienses, con asaltosdesde Eníadas, obstaculizaban la salida de Calidón haciael Peloponeso.

C uando pasó el invi erno, de acuerdo con lo que habí a 7,1prometi do a los aqueos, nada más empezar la pri mavera, 388

de nuevo decretó la movilización contra los acarnanios.Desde que éstos se enteraron, en la idea de que, al estarsus ciudades en el interior, se encontrarían sitiados porlos que les destruían la cosecha del mismo modo que silos sitiaran asentados en un campamento, enviaron emba-jadores a L acedemonia, e hici eron la paz con los aqueosy una ali anza con los lacedemonios. A sí habían concl uidolos asuntos de A carnania.

A conti nuaci ón, los lacedemonios, sobre la posibi li dad 2

de atacar a los atenienses o a los beocios, no se sentíanseguros, por el hecho de que tendrían que dejar detrásla ciudad de los argiv os, ümí tro fe con L acedemoni a, hos-til y demasiado grande. En consecuencia, decretaron la

144 Helénicas. L ibro IV,417 Helénicas. L ibro IV ,5,1 145

movil izaci ón contra A rgos. A gesípoli s, cuando supo queél había de ponerse al frente de la expedición y hubocelebrado los sacrificios propios del paso de la frontera,se dirigió a Olimpia y consultó el oráculo para pregun-tarle al dios si era justo que él no respetara las treguas

un sacrifi cio a P osi dón, avanzó no " lej os dentr o del terri- 388tori o. Como A gesil ao había hecho reci entemente una ex-pedici ón a A rgos, una vez que A gesípol is se enteró porlos sol dados hasta dónd e los habí a conduci do A gesil aoen dirección a la muralla, hasta dónde había devastado

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de los argivos, porque, no cada vez que llegaba el mo-mento adecuado, sino cada vez que los lacedemonios ibana atacarlos, entonces era cuando utilizaban como pretextolos meses sagrados E l di os le hi zo saber que era j ustono respetar las treguas que se habían puesto como pre-texto indebidamente. Desde allí, inmediatamente se fuea D el f os y le pregu ntó tambi én a A pol o si él pensabasobr e las treguas l o mi smo que su padre. Y le contestóexactamente lo mismo. A sí , A gesí poli s, en consecuencia,empr end i ó la i nvasi ón a través de N emea, después de re-coger el ejército en Fliunte, donde lo tenía reunido mien-tras él salí a hacia los santuari os. L os argi vos, cuando

vieron que no iban a poder impedirlo, enviaron, segúnera su costumbre, dos heraldos coronados que señalaranla exi stencia de la tregua. P ero A gesípol i s, después decontestarles que a los dioses no les parecía que fuera justoponerlos como pretexto, no respetó la tregua, sino quese lanzó hacia adelante y provocó mucho desconcierto yespanto tanto a través de los campos como en la ciudad.

L a pri mera tarde tomó la cena en la A rgea y, dur antelas libaciones que se hacen ya después de la cena, el dios

pro voc ó una sacudida. T odo s los l acedemoni os, empezan-do por los oficiales del séquito real, entonaron el peána P osi dón. L os sol dados en general pensaron retirarse,po rq ue también A gi s, una vez que hu bo un seísmo, sehabía retirado de la E l i de. P ero A gesí poli s di j o que, sihubiera provocado sacudidas cuando iba a hacer la inva-sió n, habrí a creído que le estaba poni endo i mpedi mentos,jero una vez que ya la había iniciado pensaba que lo quelacía era animarl o. A sí , al dí a si gui ente, despu és de hacer

25 L as características de los calendarios antiguos permitían eldesplazamiento de las fechas consagradas a las festividades, en lasque habitualmcnte se respetaban las treguas.

el territorio, igual que si se tratara de un pentatlo, inten-taba superar l o en todo hasta el máxi mo. U na vez, cuando 6

ya empezaba a recibir disparos desde las torres, atravesóde nuevo las fosas que rodeaban la muralla, pero huboun momento en que, al partir la mayoría de los argivoshacia L aconi a, tan cerca de las puer tas ll egó que los ar-givos que estaban junto a ellas se las cerraron a los jinetesbeocios que querían entrar, por temor a que cayeran sobrelas puertas los lacedemonios junto con eUos, de modo quese vieron obligados los caballeros a pegarse a los murosbajo las atalayas como murciélagos. Si entonces no sehubiera dado el caso de que los cretenses " habían desem-barcado en Nauplia, muchos hombres y caballos habríansi do ví cti mas de las flechas. L uego , cu ando acampaba en 7los lugares pr ot egi do s , le cayó un rayo en el campa-mento. U nos muri eron por las heri das, otros ví cti mas dela conmoc i ón. E n seguida, como querí a fo rtif i car una guar-nición en los accesos a Celusa, hizo un sacrificio, perolas vícdmas se le mostraron de mal agüero por falta deun lób ul o en el hígado. A nte esto, hiz o vol ver el ejérci toy lo disolvió, tras hacer mucho daño a los argivos, porque

se arrojó sobre ellos inesperadamente.A sí se desarro l l aba la guerra po r tierra. E n tanto que 8,1

ocurría todo esto, voy a contar lo que sucedía por mary en las ciudades costeras, pero escribiré sobre los asun-tos más dignos de recuerdo y pasaré por alto los que nomerecen mención.

E n pri mer lugar, en efecto, F arnabazo y C onó n, des-pués de haber vencido a los lacedemonios en la batallanaval , se pus i ero n a navegar por las islas y las ci udades 394

^ Hatzfeld admite la corrección de Till mans: en vez de «no»,«siguió avanzando».

^ A rqueros auxil iares de los peloponesios.O bien Eirklas, como nombre propio (Hatzfeld).

144 Helénicas. L ibro IV,4,17 Helénicas. Libro IV,5,1 145

394 costeras, mi entras expu l saban de ell as a l os harmo stas la-cedemonios y les daban satisfacción, pues no iban a for-

2 tif icar las acrópoli s y las i ban a dejar autónomas. A l oí resto, se quedaban contentas, mostraban sus alabanzas yenviaban entusiasmadas dones de hospitalidad a Farnaba-

por tarí a G rec i a, de modo que, por ayudarse a sí mi sma, 394también llegaría a ser vuestra aliada.»

C uand o oyeron esto, no de mala gana, si no con entu- 5siasmo, se dejaron convencer. A los harmostas que llega-ban los acogí an amisto samente, y a los que estaban ausen-

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zo. Con ón , en efecto, le habí a enseñado que, si actuabaasí, todas las ciudades serían sus amigas, pero si quedaba

claro que quería esclavizarlas, decía que cada una seríacapaz de causarle muchos problemas y existiría el peligrode que los griegos se confabularan en cuanto se dieran

3 cuenta. F arnabazo parecí a convenci do. C uan do desembar-có en Efeso, después de dar a Conón cuarenta trieres,dijo que lo volvería a encontrar en Sesto, y él se dirigióa su provincia por tierra.

Dercílidas, que era enemigo suyo desde hacía tiempo,se encon traba precisamente en A bi do cuando tuvo l ugar

la batalla naval y no la había dejado, como los demásharmostas, si no que retuvo A bi do y la conserv ó co moamiga de los lacedemonios. Conque convocó a los abide-nos y les dijo lo siguiente:

4 «A vosotros, que ya antes erais amigos de nuestra ciu-dad, ahora os es posible incluso aparecer como benefac-tores de los lacedemonios. Desde luego, no es nada sor-prendente mostrarse fíeles en las circunstancias favorables,pero cuando alguien, al encontrarse los amigos en situa-

ciones desdichadas, se muestra firme, esto es digno dememoria para siempre. Pero las cosas no son de tal ma-nera que, por haber sido derrotados en la batalla naval,hayamos quedado reducidos a la nada ya de ahora en ade-lante, sino que también anteriormente, como es bien sa-bido, cuando los atenienses dominaban el mar, nuestraciudad era capaz de hacer bien a sus amigos y mal a susenemigos. C uanto más nos vol vi eron la espalda las otrasciudades junto con la suerte, tanto mayor valor cobra el

hecho de conserv ar vuestr a fidelidad. P ero si algui en tie-ne miedo de que aquí seamos sitiados por tierra y pormar, tenga en cuenta que todavía no hay flota griega enel mar y, si los bárbaros intentaran dominarlo, no lo so-

tes los invitaban a venir. Dercílidas, una vez que se huboreunido buen número de hombres valiosos dentro de la

ciudad, después de pasar a Sesto, que está enfrente deA bi do y di sta no más de ocho estadios, agrupó a cuanto shabían obtenido tierra en Quersoneso gracias a los lace-demonios y también acogió a cuantos harmostas fueronexpul sados de las ci udades de E ur op a, pues les decí a queno les convenía desanimarse, en la idea de que, por ejem-plo, Temnos, ci udad no grande, así como los egeo s^ yotros territorios, pueden constituir poblaciones incluso enA sia, que pertenece al i mperi o del rey, sin ser súbdi tosdel rey. «E n efecto», dij o, «¿qu é locali dad más fuerteque Sesto podríais ocupar? ¿Cuál más difícil de asediar?Considerad que hacen falta naves e infantería si se pre-tende someterla a un asedio».

C on tales pal abras i mpi di ó que se quedaran abati dos. 6F arnabazo, cuando se encontr ó con la situación de A bi-do y Sesto, les anunció que, si no expulsaban a los lace-demonios, llevaría la guerra contra ellos. Como no le hi-cieron caso, encargó a Conón que les impidiera navegarpor mar, mientras él se dedicaba a devastar el territorio

de los abi denos. C om o en nada avanzaba su pl an de so-meterl os, se marc hó a casa y di j o a C onón que se conci-ll ara a las ci udades del H el espo nto , para que en la pri -mavera pudiera reunirse la mayor flota posible, pues,irritado con los lacedemonios a causa de lo que le habíapasado, consideraba prioritario ir contra su territorio yvengarse co mo pudi era. Y pasaban el i nvi erno en tales 7vi ci situdes. Al l legar la pri mavera, después de dotar mu- 393chas naves y alquilar un ejército mercenario, Farnabazo,

y Co nón con él , navegó a través de las isl as hasta M el os,de dond e parti eron r umbo a L acedemonia. L l egó en pri-

^ Hatzfeld acepta la corrección de V alckenaer: Egas.

148 Helénicas. Libro IV,5.11Helénicas. Libro IV,5,14

149

393 mer lugar a Feras y devastó su territorio, luego seguíadesembarcando en uno y otro lugar de la costa, dondehacía todo el daño posi ble. A sustado por la falta de puer-tos del territorio, los problemas de posibles refuerzos yla escasez de alimentos, rápidamente se dio la vuelta y, al

el lugarteni ente, se reti ró heri do, se hizo cargo de estas 393naves Herípidas. Por otro lado, el corintio Proeno, des-pués de hacerse cargo de las naves de A gatino, abandonóRío, del que se apoderaron los lacedemonios. Después deesto, Tcleutias vino a encargarse de las naves de Herípi-das, y de nuevo pasó a controlar el golfo.

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alejarse, ancló en Fenicunte, en Citeria.8 C uando los que ocupaban la ci udad de los ci terios,

asustados de que pudieran ser cogidos por la fuerza, aban-donaron l as murall as, les permi ti ó ir a L aconia medianteun pacto y él, después de restaurar las murallas, dejóguarniciones y al ateniense Nicofemo como harmosta en-tre los citerios. H echo esto, cuando l legó al istmo deCorintia, tras haber exhortado a los aliados a hacer laguerra con entusiasmo y mostrarse como hombres fielesal rey, les dejó todo el dinero que tenía y se marchó a

9 casa navegando. C onón le pro puso que, si le dejaba con-servar la flota, la aprovisionaría gracias a las islas y que

navegaría hacia su patria para reconstruir los grandesmuros para los atenienses, así como la muralla que rodeael Pireo, de lo que dijo saber que para los lacedemoniosnada podrí a ser más gravoso. «Y con esto», expl icó, «túserás objeto de agradecimiento por parte de los atenien-ses y te vengarás de los lacedemonios, pues aquello enlo que más se esforzaron, tú se lo dejarías sin ningunaeficacia». Farnabazo, al oír esto, lo envió con mucho gustoa A tenas y le proporc i onó dinero para la reconstrucci ón

10 de las mural las. C uando ll egó, l evantó una gran parte dela muralla, para lo que proporcionaba sus propias tripu-laciones, daba la paga a carpinteros y albañiles y hacíatodo el gasto que fuera necesario . Hubo, desde l uego,partes de la murall a que los mismos atenienses, los b o -cios y otras ciudades colaboraron a construir voluntaria-mente. L os cori ntios en cambio , con el dinero que Far-nabazo les había dejado, se dedicaron a dotar naves, acuyo f rente pusieron como navarco a A gati no, y domina-

ban el mar en el gol fo, en las proxi midades de A caya yL equeo. T ambién dotaron naves por su parte los lacede-11 moni os, y a su f rente estaba P odánemo. Co mo éste muri ó

en el curso de un ataque y, por su parte. Polis, que era

L os lacedemoni os, al oír que C onón estaba levantando 12la mural la de los atenienses con el di nero del rey y que, 392

mientras abastecía la flota con el mismo dinero, se con-graciaba para los atenienses las islas y las ciudades cos-teras del continente, consideraron que, si se lo comuni-caban a Tiribazo, que era estratego del rey, o Tiribazose incl inaría de su ado o, por lo menos, terminarí a conel aprovisionamiento de la Ilota de Conón. Con esta idea,enviaron a A ntálci das a ver a T i ri bazo, con el encargode que le diera a conocer la situación y de intentar conse-gui r para la ci udad la paz con el rey. A l enterarse de esto,

los atenienses enviaron a su vez como embajadores, juntocon Conón, a Hermógenes, Dion, Calístenes y Calime-donte. T ambién hicieron que se sumaran a la convocato-ria embajadores de parte de los aliados, y se presentaronde parte de los beocios, de C ori nto y de A rgos. C uandoestaban all í, A ntálci das di j o a T i ri bazo que venía a pedi rpara su ciudad la paz con el rey, y que ésta sería talcomo el rey hacía tiempo la deseaba, pues con respectoa las ci udades griegas de Asia los lacedemoni os no com-petían con el rey y les complacía que todas las islas ylas demás ciudades fueran autónomas. «En efecto», dijo,«si tales son nuestros deseos, ¿con qué motivo frente anosotros [los griegos o] el rey tendría que hacer la gue-rra o gastar di nero? Pues no es posi bl e hacer una expe-dición contra el rey, ni para los atenienses si nosotrosno tenemos el mando, ni para nosotros si las ciudadesson autónomas». A T i ri bazo le agradaron enormemente 15las palabras de A ntálci das. Pero , para los otro s, los mo-tivos de oposición eran estos: lo que los atenienses te-

mían de la posi bi l i dad de que se legara al acuerdo dedej ar autónomas las islas era verse pri vados de L cmno s,I mbros y E sci ro, los tebanos, que los obli garon a dejar

13

14

160 Helénicas. L ibro I V ,8,15 Helénicas. L ibro I V ,8,18 161

392 autónomas las ci udades beoci as y, con respecto a los de-seos de los argivos, no pensaban que pudieran seguirteniendo C ori nto como si f uera A rgos si existían talesacuerdos y pactos. A sí , se quedó sin reali zar esta paz ycada uno regresó a su casa.

con T ersand ro el fl autista, pues era T ersandro no sólo 391un buen flautista, sino tamb i én capaz de competi r encuali dades fí sicas, como buen ami go de los laconios. Es- 19trutas, al ver que los primeros acudían desordenadamentey en escaso número, se presentó con muchos jinetes per-

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16 P ero T i ri bazo pensaba que, sin el rey, col aborar conlos lacedemonios no era nada seguro para él y, a escon-di das, dio di nero a A ntál ci das con el obj eto de que, si

se armaba una flota f>or parte de los lacedemonios, losatenienses y sus aliados se sintieran más dispuestos apedi r la paz. A sí, encerró a C onón como si hubiera co-metido algún delito contra el rey y como si los lacedemo-nios dijeran la verdad. Después de hacer esto, se fue aver al rey para contarle lo que decían los lacedemoniosy que había apresado a C on ón por haberse co mpor tadoinjustamente, así como para preguntarle lo que había que

17 hacer con respecto a todo este asunto. El rey, mientras

391 Tiribazo estaba en el interior con él, envió a Estrutasa encargarse de los asuntos de! mar. El tal Estrutas seinclinaba vehementemente en favor de los atenienses ysus aliados, pues se acordaba de todos los males que habíaexperi mentado el terri tori o del rey por cul pa de Age-silao.

L os lacedemonio s, cuando vi eron que E strutas se mos-traba hostil con ellos y amistosos con los atenienses, en-vi aron a hacer la guerra contra él a T i brón , que, despuésde la travesía, tomó como punto de partida Efeso y las

ci udades de la l lanura del M eandro, Pr i ene, L eucofri s y18 A qui l eo, y se dedicó a saquear el terri tori o del rey. Co n

el paso del ti empo, cuan do Estru tas se di o cuenta deque T i brón acudía en cada caso de f or ma desordenaday muy seguro de sí mismo, envió unos caballeros a la lla-nura con la orden de que bajaran a la carrera, los rodea-ran y los acosaran todo lo que pudi eran. T i brón se encon-traba preci samente en su ti en da * después de almor zar,

^ Traducción de acuerdo con los códices. Según la correcciónde Rieckher, aceptada por Brownson y Hatzfeld, sería «jugandoal disco».

fectamente ord enados, y mataro n antes que nada a T i br óny a T ersandro . C uand o éstos cayeron y retroc edió el resto

del ejército, corrieron en su persecución e hirieron a unabuena cantidad, aunque de los que se pusieron a salvohubo quienes lo hicieron en las ciudades amigas, pero losmás, simplemente ixir haberse enterado tarde del movi-miento de apoyo, pues muchas veces, y también entonces,el movimiento se ejecutaba sin haberlo anunciado. Y estofue lo que sucedió.

C uando l legaron a L acedemoni a los rodi os que habí an 20sido expulsados por el pueblo, mostraron que no seríadigno mostrarse indiferentes ante el hecho de que los ate-

niense tuvi eran someti da R odas y estuvi eran acumul andotanta fuerza. A l darse cuenta los lacedemoni os de que,si el puebl o tri unf aba. R odas entera sería de los atenien-ses y si, en cambio, triunfaban los más ricos, sería deellos, les dotaron ocho naves y pusieron como navarco aE cdi co. E nv i aron además al mando de estas naves a D i- 21f ri das. L e ordenar on que, cuando hi ci era la travesía hastaA sia, mantuvi era a salvo las ci udades que habí an acogi doa T i bró n y, después de recup erar lo que había sobrevi -

vido del ejército y de reunir otro, donde pudiera, hicierala guerra a Estrutas. Dífridas así lo hizo y, entre otrascosas, le sucedió que, cuando Tigranes, el que tenía comoesposa a la hija de Estrutas, vino a Sardes, lo capturócon su mujer y los liberó por mucho dinero, de modoque entonces estuvo ya en condiciones de pagar salarios.E ra este ho mbre no menos agraci ado que T i br ón , p>ero 22como estratego era ordenado y más emprendedor, puesno lo dominaban los placeres del cuerpo, sino que siem-pre se dedicaba principalmente a la labor en que estaba

empeñado.Por su parte, Ecdico, cuando llegó a Cnido y se enteró

de que el pueblo de Rodas controlaba la situación com-

162 Ilelénicas. Libro IV,8,22 Helénicas. L ibro I V ,8,26 163

191 pl etament e y de que era poder oso po r tier ra y por mar[hacen la travesía] con el doble de trieres de las que él

23 tenía, se quedó tranquilo en Cnido. I.x)s lacedemonios,una vez que notaron que su fuerza no era suficiente paraservir de utilidad a sus amigos, ordenaron a Teleutías

navegaba hasta el H el espo nto , no se le presentó nadi e 390enfrente, pensó que podría realizar algo bueno para laci udad. A sí , en pri mer l ugar, al enterarse de que se en-contr aban enfr entados A médoc o, el rey de los odri sas, ySeutes, su jefe de la marina, los puso de acuerdo entre

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que, con las doce naves que tenía en el gol f o de A cayay L equeo, di era un rodeo para reunirse a E cdi co, que lo

hiciera volver, y que él se ocupara de los que queríanser amigos e hiciera todo el mal que pudiera a los ene-migos. Teleutías, cuando llegó a Samos, tomó allí na-

24 ves·^ y se di ri gi ó a C ni do, y Ec di co a casa. M archó aR odas ya con vein tisi ete naves. D ur ant e el vi aje se encon-tró con Filócratcs, el hijo de Efialtes, que navegaba condiez tri eres desde A tenas a C hi pre con moti vo de laalianza con Evágoras, y se apoderó de todas, con lo queambos actuaban del modo más contrario a sus propiosintereses, pues los atenienses, que tenían al rey como

amigo, sostenían una alianza con Evágoras, que estaba enguerra con el rey, y Teleutias, mientras los lacedemoniosestaban en guerra con el rey, se dedicaban a destruir alos que navegaban para hacerle la guerr a. Después de i ra Cnido y vender lo que había capturado, al llegar denuevo a Rodas acudió en auxilio de los de su misma ideo-logía.

25 L os atenienses, ante la i mpresi ón de que los lacede-390 moni os de nu evo se estaban haci endo f uer tes en el mar,

reacci onaron envi ando a T rasibul o el estiri eo'^ con cua-renta naves. C uando parti ó, dejó de l ado la ayuda a R o-das, en la idea de que no iba a poder castigar fácilmentea los amigos de los lacedemonios, que ocupaban una for-tificación, sobre todo porque estaba presente con sus na-ves su aliado Teleutias, y de que tampoco sus propiosamigos iban a quedar en manos de los enemigos, puestenían de su parte las ciudades, eran muchos más y por

26 lo menos habí an venci do en una batall a. C omo, mi entras

<Si cte>, en Hatzfeld, según hipótesis de Hartmann.^ El mismo mencionado hasta ahora, distinto en cambio de

Trasibulo de Coli to, que aparecerá en el l ibro V .

sí y los hizo amigos y aliados de los atenienses, con laidea de que las ci udades gr iegas asentadas en T rac i a, si

éstos eran amigos, orientarían más su voluntad hacia losatenienses. C uando este asun to se enco ntr ó en si tuaci ón 27favorabl e, así como tambi én las ci udades de A sia, po r serel rey amigo de los atenienses, navegó a Bizancio, lesentregó en arr i endo el di ezmo de los que navegaban desdeel Ponto y transformó de oligarquía en democracia el sis-tema poHtico de los bizantinos, de manera que el pueblono veía con aflicción la presencia de tantos atenienses enla ciudad.

H ech o esto, después de haberse ganado la ami stad de 28los calcedonios, se marchó fu era del H el esponto . C uan dose enco ntró en L eslw s con que todas las ci udades sal voM i ti l ene se habí an pasado a los laconi os, no fu e a nin-guna de ellas hasta que, después de haber organizado enM i ti l ene a los cuatroc i entos hopl i tas de sus naves y alos exiliados de las ciudades, cuantos se habían refugiadoen M i ti l ene, tras selecci onar a los más f uertes de l osmismos mitilenios y darles esperanzas, a los mitileniosde que, si se ajwderaba de las ciudades, serían los diri-

gentes de toda L esbos, a lo s exi l i ados de que, si i banunidos contra cada una de las ciudades, serían suficientestodos juntos para volver sanos y salvos a sus patrias res-pectivas, y a los marineros de que, si se atraían la amistadde L esbos, consegui rí an gran abundanci a de bi enes parala ciudad, con estos estímulos y una buena organizaciónlos conduj o a M etimna.

T erí maco, que era entonces harmo sta de los l acedemo- 29ni os, cuando escuchó la notici a de que se acercaba T rasi -bulo, después de tomar a los marinos de sus propias na-ves, a los mismos metimneos y a todos los exiliados deM i ti l ene que se encont raban allí , f ueron a su encuent roa las fronteras. Entonces tuvo lugar una batalla donde

164 Helénicas. L ibro I V ,8,29

390 muri ó T erímaco y, aunque los demás huyeron , también

30 muri eron muchos. G raci as a esto se atraj o a algunas delas ciudades y, en las que no se unieron, por medio de larapi ña consi guió riquezas para sus sol dados. L uego semarchó apresuradamente hacia Rodas. Para poder hacer

Helénicas. Libro IV ,8,34 165

era de los que había tenido a sus órdenes en Corintio.En efecto, cuando los argivos habían convertido a Corin-to en Argos, le dijeron que no necesitaban nada'de lossuyos, pues había matado a algunos de los partidariosde Argos. A sí, se marchó a Atenas y entonces se encon-

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allí a su ejército lo más poderoso posible, aunque tam-bién se dedicó a recaudar dinero de las demás ciudades,se di ri gió especialmente a A spendo y ancló en el rí o Euri -medonte. Cuando ya había obtenido el dinero de partede los aspendios, como los sol dados cometi eron algunosdesafueros en los campos, los aspendios, irritados, lo ata-caron de noche y lo mataron en su tienda.

31 A sí mur ió T rasi bul o, que tenía mucha fama de ser unhombr e bueno. L os atenienses eli gieron en su lugar aA gir ri o y lo envi aron al f ren te de las naves. A l enterarselos lacedemonios de que el diezmo de las naves del Pontohabía sido vendido a Bizancio por los atenienses, de que

ocupaban Calcedonia y de que las demás ciudades heles-pontinas estaban en buenas relaciones con ellos al sersu amigo Farnabazo, se dieron cuenta de que había que

32 tener cui dado. A D ercí l idas, desde luego, nada le repro-chaban. Pero A naxibi o, como los éforos eran amigos su-yos, consiguió que lo enviaran a él como harmosta aA bido. Si tenía un conti ngente y naves, prometía hacerla guerra a los atenienses, de modo que se les acabarael éx-ito en el Helesponto.

33 A sí, le dieron tres tri eres y medios para recl utar milmercenari os, y enviaron a A naxi bi o al frente. C uandollegó, por un lado, después de reunir un ejército de tie-rra de mercenarios, le arrancó a Farnabazo algunas delas ciudades eolias, marchó contra las que habían hechola expedici ón a A bi do y, mi entras avanzaba, devastó suterritorio. Por otro lado, después de dotar las naves quetenía, consi guió otras tres de A bi do y, además, tomó al-guna que otra embarcación de los atenienses o de sus

54 ali ados. A l enterarse de esto los atenienses, y por temor

a que se les vi niera abajo l o que T rasi bul o había dis-puesto en el H elesponto, envi aron a su vez a I fí crates conocho naves y hasta mil dosc ientos peltastas. La mayor ía

traba en su casa. Cuando llegó al Quersoneso, en primerlugar A naxibio c Ifícrates se dedicaban a hacerse la gue-

rra mutuamente por medio del envío de piratas. Pero, an-dando el tiempo, cuando Ifícrates se enteró de que Ana-xibio se dirigía hacia A ntandro con los mercenarios, consus propios laconios y con doscientos hoplitas abidenos,y al oír que se había atraído la amistad de Antandro,como se le despertaron las sospechas de que, después deestablecer allí la guarnición, regresaría de nuevo y se lle-varía a los abidenos a casa, hizo la travesía de noche so-bre la parte de la Abidene que estaba más desierta y seacercó a las montañas, donde dispuso una emboscada.

A las trieres que lo habían transportado les ordenó quenavegaran al amanecer junto al Quersoneso, por la partealta para que pareciera que, como era costumbre, estabanhaciendo una navegación para recaudar dinero. Y al ac-tuar así no se equivocó, ya que Anaxibio partió, segúnse dijo, aunque ni siquiera le habían sido favorables lossacrificios aquel día, sino completamente confiado en símismo, porque atravesaba territorios amigos e iba haciauna ciudad amiga, y porque oía de los que venían de

frente que Ifícrates había zarpado por el camino del Pro-coneso, por lo que marchaba sin ninguna preocupación.Sin embargo, I fí crates, mientras el ejército de "Anaxibioestaba en el terreno llano, no se puso en movimiento.Pero cuando los abidenos, que marchaban en cabeza, yaestaban en la llanura próxima a Cremaste, donde teníanlas minas de oro, el ejército que los seguía estaba en lapendiente y Anaxibio bajaba precisamente con sus laco-nios, en ese momento Ifícrates levantó la emboscada yse lanzó a la carrera contra él. Anaxibio, cuando se dio

cuenta de que no había esperanza de salvación porquesu ejército estaba muy extendido en una fila extremada-mente estrecha, como comprendía que los que habían pa-

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166 Helénicas. Libro IV,8,38

389 sado antes no iban a poder acudi r en su ayuda haci a laparte alta, y además todos habían quedado estupefactoscuando vi eron la emboscada, di j o a los presentes: «Sol-dados, a mí me resulta hermoso morir aquí. Pero vos-otros, antes de enzarzaros con los enemigos, esforzaos

59 por vuestra salvaci ón.» E sto di jo, tomó el escudo de ma-

L ibro ν , Ι , Ι

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nos del escudero y murió combatiendo allí mismo sobreel terreno. Sin embargo, su joven amigo permaneció jun-to a él y, de los lacedemonios que lo acompañaban pro-cedentes de las ciudades en que había harmostas, murie-ron en el combate como doce. L os restantes cayeron enla huida, pues los persiguieron hasta la ciudad. De losdemás murieron como doscientos y de los hoplitas abide-nos alrededor de cincuenta. Después de hacer esto, Ifí-crates se retiró de nuevo al Quersoneso.

A sí estaban las cosas en el Hel esponto para ateniensesy lacedemonios. Sin embargo, cuando Eteónico estuvode nuevo en Egina, aunque durante el tiempo anteriorlos eginetas cultivaban las relaciones comerciales con losatenienses, como la guerra se desarrollaba claramente pormar, envi ó vol untari os a saquear el A tica con el consen-timiento de los éforos. L os atenienses, bloqueados po r

ellos, enviaron hoplitas a Egina y a Pánfilo como estra-tego, para ponerles sitio, por tierra, con la construcciónde un muro de asalto y, por mar, con diez trieres. En-tonces Teleutias, en el momento de llegar a las islas porla recaudación de dinero, recibió noticias relativas al ase-dio y acudió en auxilio de los eginetas. Consiguió expul-sar la flota, pero Pánfilo conservó las fortificaciones.

L uego llegó Hi érax como navarco de parte de los la-cedemonios, se encargó de la flota y Teleutias regresó

muy f eli zmente a casa. E n efecto, cuando se hizo a lamar en dirección a su patria, no hubo soldado que no losaludara, uno lo coronaba, otro lo adornaba con cmtas,y otros, aunque llegaron tarde a su partida, arrojaban

167

168 Helénicas. L ibro V,l,3 Helénicas. L ibro V ,l ,8 169

389coronas al mar y le formulaban muchos buenos deseos.4 Sé que en esto no descri bo ni ngún gasto, ni peli gro, ni

artificio digno de mención. Pero sí, por Zeus, me pareceque es digno de un hombre reflexionar sobre qué es loque había hecho Teleutias para tener tan bien dispues-

para que no se perdi eran las que lo seguían. Gorgopas 388embarcó y se puso inmediatamente en su persecución gra-cias a la antorcha, un poco retrasado para no ser vistoni hacerse notar, mientras los jefes de los remeros dabanlas señales con piedras y no con la voz y se preocupabandel ruido de los remos al salir del agua. C uando los de 9

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tos a los gobernados, pues como obra humana ésta esmás digna de mención que muchas otras, tocantes a las

riquezas o a los peligros.5 P or su parte, H iérax, cuando recibió las demás naves,

puso de nuevo rumbo a Rodas, y en Egina dejó docetrieres y a su lugarteniente Gorgopas como harmosta.Como consecuencia de esto se sentían más sitiados losatenienses de la fortificación que los habitantes de laciudad. De modo que, por un decreto, los atenienses do-taron numerosas naves y recogieron de Egina, al quintomes, a los de la guarni ci ón. A sí las cosas, los atenienses

volvieron a tener problemas a causa de los piratas y deGorgopas, por lo que volvieron a dotar trece naves y eli-6 gieron a E unomo como su navarco. Cuando Hiérax es-

388 taba en R odas, los lacedemoni os envi aron a A ntálc idascomo navarco, pues pensaban que, al hacerlo así, se haríanespecialmente gratos a T i ri bazo. A ntálci das, al ll egar aEgina, se hizo cargo de las naves de Gorgopas y marchóa Efeso, de donde volvió a enviar a Gorgopas a Eginacon l as doce naves y al f rente de las demás puso a su lu-garteniente Nicóloco. Nicóloco, para ayudar a los abide-nos, se puso en camino hacia allí, pero se desvió haciaT énedo, devastó su terri tori o y, ya con di nero, partió

7 hacia A bi do. L os estrategos de los atenienses se reuni erondesde Samotracia, Tasos y los territorios próximos paraacudir en auxi li o de T énedo. Sin embargo, cuando se en-teraron de que N icóloco había desembarcado en A bido,partieron del Quersoneso a poner sitio a sus veinticinconaves con las treinta y dos de ellos. Gorgopas entonces,al salir de Efeso, se encontró con Eunomo, por lo que

se refugió en Egina poco antes de ponerse el sol. Nada8 más desembarcar ofreci ó la cena a los soldados. E unomo,tras esperar un poco de ti empo, partió de nuevo. A l l legarla noche, guiaba las naves con luz, como es costumbre,

E unomo estaban junto a la tierra del A ti ca, cerca de Zos-ter, dio con la trompeta la orden de abordar. Y justoen ese momento ya empezaban a desembarcar de algunasde las naves de Eunomo , pero habí a quienes todaví a esta-ban anclando y otros se acercaban a la costa. En la batallanaval que tuvo lugar a la luz de la luna, Gorgopas seapoderó de cuatro trieres, las unió a las suyas y se mar-chó con ellas a E gi na. L as restantes naves de los atenien-ses se pusieron a salvo en el Pireo.

A conti nuación. Cabrias zarpó hacia Chi pre en ayuda 10de Evágoras, con ochocientos peltastas y diez trieres, des-

pués de añadir otras naves y hoplitas procedentes deA tenas. D e noche desembarcó en E gi na y, en un l ugarquebrado, más lejano que el Heracleo, tendió una embos-cada con los peltastas. Al amanecer, como se había con-venido, vinieron los hoplitas de los atenienses, de los queera jefe Deméneto, y subieron unos dieciséis estadios másallá del Heracleo, donde se encuentra la llamada Tripir-gia. A l oí r esto, G orgopas acudió con los eginetas, losmarinos de sus naves y, de los espartiatas, los ocho que

estaban presentes por casual idad. Anunc ió que acudierantodos los libres presentes en las tripulaciones de las na-ves y, en efecto, acudieron muchos, cada uno con el armaque podía. Cuando los primeros hubieron sobrepasado laemboscada, se alzaron los de Cabrias y en seguida se pu-sieron a di sparar dardos y flechas. T ambi én acudieron loshopl i tas que habí an baj ado de las naves. L os pri meros,que ni siquiera llegaron a reunirse, murieron rápidamen-te, entre ellos Gorgopas y los lacedemonios. Cuando éstoscayeron, los demás se di eron la vuel ta. M uri eron , de los

eginetas, como ciento cincuenta, y no menos de doscien-tos entre extranjeros, metecos y marinos, que habían ba-jado a la carrera. Después de esto, los atenienses nave- 13

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170 Helénicas. Libro V,l,13 ξ Helénicas. L ibro V ,l,17 171

388gaban por el mar del mismo modo que si estuvieran enpaz, pues ni siquiera a Eteónico querían los marinerosservirle de remeros por más que los forzaba, ya que noles daba dinero.

L uego , l os l acedemonios de nuevo en esta ocasión 'enví an a T eleuti as co mo navarco al mando de estas na-

abundanc i a arrancada a los enemi gos en la guer ra sabed 388bien que procura, al mismo tiempo que alimento, gloriaentre todos los hombres.»

E sto di j o, y todos gri taron que Ies ordenara lo que fue- 18ra necesario para poder ponerse a su servic io. C uando

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ves. Cuando los marineros lo vieron venir, se alegraronsobremanera. El los convocó y les dijo lo siguiente:

14 «S ol dados, yo no vengo con di nero, pero , si di os quie-re y vosotros actuáis con entusiasmo, intentaré proporcio-naros la mayor cantidad de provisiones posible. Sabedlobien: cuando yo os mando, deseo que vosotros viváiscomo yo mismo y, con respecto a las provisiones, tal vezos sorprenderíais si dijera que quiero que vosotros ten-gáis más que yo. Pero, por los dioses, aceptaría mejorestar yo mismo sin alimentos dos días que vosotros unosolo. Desde l uego, mi puerta está abier ta desde hace tiem-

po para que entre quien necesite de mí, y ahora seguirá15 abi erta. D e modo que, cuando tengáis las necesi dades sa-

tisfechas, sólo entonces me veréis vivir con mayor abun-danci a. A ho ra bien, si me veis firme en el f rí o, en elcalor, en la vigilia, pensad que todo esto también vos-otros lo resistiréis, pues yo no os voy a ordenar hacernada para que os quedéis exhaustos, sino para que ob-

ló tengáis algún bi en. iN uestra ci udad, soldados, que se con-sidera próspera, sabéis bien que no obtuvo su gloria enla molicie, sino porque estaba dispuesta a esforzarse ycorrer peligro cada vez que era necesario. Desde luego,vosotros también erais antes, según yo sé, hombres va-lientes, pero ahora es preciso que intentéis haceros toda-vía mejores, para que nos esforcemos juntos con gusto

17 y con gusto alcancemos la pro speri dad. ¿ Q ué es más gratoque no tener que halagar a ninguno de los hombres, nigriego ni bárbaro, por causa del salario, sino que cadauno sea capaz de proporcionarse sus propias provisiones,y esto de donde es más hermoso obtenerlas? Pues la

' Hatzfeld acepta la corrección de Desrousseux: «a Teleutiascon un mando autónomo», por lo que elimina «como navarco».

hubo puesto fin a los sacrif ici os, di j o: «A delante, sol da-dos, cenad de la misma manera que pensabais hacerlo y

tenedme dispuesta de antemano la comida de un día.L uego, id a las naves i nmedi atamente, para que navegue-mos a donde dios quiere, con ánimo de llegar en el mo-mento oportuno.»

C uand o vin i eron y los embarc ó en las naves, mi entras 19se dirigía de noche hacia el puerto de los atenienses, unasveces cesaba la marcha y los dejaba dormir, otras eral levado por los remos. Y si algui en sospecha que era unainsensatez navegar con doce trieres contra los que eranposeedores de muchas naves, tenga en cuenta su razona-mi ento, pues él consi deraba que estaban muy despreocu- 20pados de la flota del puerto por haber perecido Gorgo-pas y, aunque hubiera trieres ancladas, pensó que era másseguro navegar contra vei nte naves qu e estaban en A tenasque contra diez en otr o lugar. E n efec to, de los de fuer asabía que los marineros permanecían en su nave, mientrasque de los de A tenas conocí a qu e los trierarcos do rmí anen casa y los marineros acampaban cada uno en un sitiodi sti nto. P or tanto, navegaba después de haberse hecho 21

estas reflexiones. Cuando estaba a cinco o seis estadiosde distancia del puerto, se estuvo tranquilo y descansó.A l ll egar el dí a, él se puso en marcha y los demás l osigui eron. N o permití a que hundi eran ni dañaran ni ngúnbarco mercante con sus naves, pero, si en alguna parteveía una triere anclada, intentaba dejarla inútil para lanavegaci ón. A las naves de carga, i ncl uso ll enas, as ata-ban y las llevaban fuera, pero, en lo que hacía a las ma-yores, se subían por donde podían y cogían a sus hom-

bres. H ub o algunos que saltaron al D i gm a' , se apodera-^ Lugar de exposición de las mercancías en los puertos comer-

ciales. En el Pireo, estaba formado por un conjunto de pórticospróximo al muelle.

172 Helénicas. Libro V,l,21 Helénicas. L ibro V ,l,27 173

ron de algunos comerciantes y armadores y los llevarona las naves. Ya se encontraba en plena faena cuando losatenienses, los que empezaron a sentir algo desde dentro,salían a la carrera para ver en qué consistía el alboroto,mientras que los de fuera corrían a casa a buscar las ar-

se quedaban si faltaba alguien, tendió una emboscada lomás ocultamente que pudo. Cuando pasaron cerca salióen su persecución. Al verlo emprendieron la fuga. Noobstante, inmediatamente había alcanzado a las que na-vegaban más despacio con las que navegaban mejor.

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mas o a dar la noticia a la ciudad. Al fin acudieron todoslos atenienses, hoplitas y caballeros, en la idea de que

el Pireo había sido tomado. Por su parte, envió los mer-cantes a Egina y mandó que los escoltaran tres o cuatrode las trieres, mientras él, cuando se puso a costear conlas otras por el A tica, al salir fuera del puerto, capturómuchos pesqueros y transportes llenos de hombres quenavegaban desde las islas. En dirección a Sunio, tomótambién barcazas, unas llenas de trigo, otras de mercan-cías. Después de haber hecho esto, regresó a Egina. Cuan-do hubo vendido el botín, adelantó a los soldados el sa-lario de un mes. Por lo demás, mientras seguía dando

vueltas, tomó todo lo que pudo. A l actuar así, consiguiótener las naves llenas y que los soldados se pusieran a suservicio con agrado y diligencia.

Antálcidas regresó con Tiribazo después de haber con-seguido que el rey se aliara con ellos si los atenienses ysus aliados no querían disfrutar de la paz que él propo-nía. Cuando escuchó la noticia de que Nicóloco con susnaves estaba sitiado en A bido por I fí crates y Diotimo,marchó por tierra hacia Abido. A ll í tomó la flota y avan-

zó de noche, tras difundir la noticia de que lo reclamabanlos calcedonios. A tracado en Percote se mantenía a la ex-pectativa. A l enterarse los de Deméneto, Dionisio, L eón-tico y Fanias, lo persiguieron en la dirección del Proco-neso. Pero él, como aquéllos pasaron de largo y habíaoído que Políxeno navegaba hacia Abido con veinte navesde los siracusanos y de Italia, se dio la vuelta en esadirección con ánimo de hacerse cargo también de ellas.Luego Uegó de Tracia Trasibulo CoUteo, que quería unir-se a las demás naves áticas. Antálcidas, una vez que los

vigías le señalaron que se acercaban ocho trieres, despuésde embarcar a los marineros en las doce naves que mejornavegaban y de ordenar que las completaran con los que

Pero después de ordenar a los que navegaban los prime-ros de entre los que iban con él que no atacaran a las

de la última fila, se dedicó a perseguir a las más avanza-das. Cuando se hizo con ellas, al ver los últimos que erancapturados los que iban delante de ellos, les entró el des-ánimo y fueron cogidos incluso por las más lentas, demodo que todas fueron capturadas. En el momento en quele llegaron las veinte naves de los siracusanos, llegarontambién las de Jonia, de la zona que controlaba T iribazo,y fueron dotadas con la colaboración de la zona de A rio-barzanes, pues era huésped desde antiguo de A riobarza-nes, y Farnabazo se fue porque ya había sido llamado

al interior, precisamente cuando se casó con la hija delrey. A ntálcidas, con todas las naves, más de ochenta, eradueño del mar, tanto que a las naves del Ponto no lasdejaba dirigirse a A tenas y las conducía hasta sus propiosaliados.

Los atenienses entonces, al ver que eran muchas lasnaves enemigas, por temor a ser derrotados como antes,teniendo en cuenta que el rey se había hecho aliado delos lacedemonios, y acorralados desde Egina por los pi-

ratas, por todo ello deseaban firmemente la paz. Por suparte, los lacedemonios, que hacían guardia con un regi-miento en L equeo, con otro en Orcómeno, que vigilabanlas ciudades, tanto aquéllas en las que confiaban, para queno sucumbieran, como las otras, de las que desconfiaban,para que no hicieran defección, que en relación con Co-rinto tenían que soportar tantas dificultades como lasque eran capaces de crear, empezaban a estar hartos dela guerra. L os argivos, que sabían que se había decretadouna movilización contra ellos y conocían que el pretexto

de los meses ya no les sería de ninguna utilidad, tambiénéstos estaban dispuestos a la paz. De modo que, cuandoanunció Tiribazo que se presentaran los que querían acó-

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174Helénicas. L ibro V ,U O

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387 ger la paz que el rey pr oponí a, todos se presentaron rá-pi damente. U na vez reuni dos, Ti ri bazo mostró los sellosdef rey y leyó lo que había escrito. Decía así:

31 «E l rey A rtaj erj es consi dera j usto que las ci udades deA sia sean suyas y, de las islas, C l azómenas y C hi pre, ydejar autónomas las demás ciudades griegas grandes y pe-

dadanos admitieron de buena gana a los anteriormenteexiliados.

Cuando esto se hizo y habían jurado las ciudades per-manecer en la paz que el rey había propuesto, desde esemomento se disolvieron los ejércitos de infantería, asícomo los navales. De este modo, para los lacedemonios

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Helénicas. Libro V ,l ,34

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queñas, excepto L emnos, I mbr os y E sci ro. Qu e éstas,como antes, sean de los atenienses. A los que no acepten

esta paz, a éstos yo les haré la guerra con los que sí ladesean, por tierra y por mar, con naves y con dinero.»

32 T ras oí r esto, l os embaj ador es lo anunci aron cada unoa su prop i a ci udad. T od os lo s demás j urar on que la aca-tarían, pero los tebanos consideraron que debían juraren no mbr e del conj unto de lo s beocios. A gesil ao di j o queno aceptaba los juramentos, si no juraban, como decía elescrito, que serían autónomas las ciudades grandes y pe-queñas. L os embaj adores de los tebanos respondi eron que

lo que se les habí a encargado no era esto. «I d, pues» ,repli có A gesil ao, «y preguntad , y anunciadl es de pasoque si no lo hacen quedarán excluidos del tratado». Ellosse marcharon.

33 P ero Agesil ao, a causa de su odi o contra los tebanos,no esperó, sino que convenció a los éforos e inmediata-mente hizo un sacrificio. Como resultaron favorables lossacrif ic ios de paso, al ll egar a T egea mand ó que al gunosde los caballeros se distribuyeran entre los periecos para

darles prisa y envió también jefes de tropas extranjerasa l as ci udades. A ntes de que parti era de T egea, se pre-sentaron los tebanos a decir que dejaban las ciudadesautóno mas. A sí l os lacedemonio s regresaron a casa y lostebanos fueron obligados a entrar en los pactos tras de-

34 jar autóno mas las ci udades de Beocia. L os cori nti os, po rsu parte, no expulsaron la guarnición de los argivos. PeroA gesil ao les hi zo saber que, si lo s unos no ex pul sabana los argivos, y si los otros no se iban de Corinto, lle-varía la guerra contra ellos. Cuando, asustados ambos,se marcharon los argivos y la ciudad de los corintios llegóa ser ell a misma, l os asesinos y sus cómpl i ces, en un rasgode prud enci a, se marcharo n de C ori nto. L os demás ciu-

y atenienses y para sus aliados, después de la guerra quesiguió a la destrucción de los muros de Atenas, fue la

primera vez que hubo paz. M ientras en las guerras habíantenido una actuación más equilibrada con sus contrarios,los lacedemonios llegaron a ser más gloriosos después dela paz llamada de Antálcidas. En efecto, al convertirseen los dirigentes de la paz propuesta por el rey y al serlos ejecutores de la autonomía para las ciudades, tomaroncomo aliada a Corinto, hicieron a las ciudades beociasautónomas de los tebanos, algo que deseaban desde hacíatiempo, e impidieron que los argivos se apropiaran de Co-

rinto, al haber convocado una movilización dirigida con-tra ellos si no se marchaban de allí.Como todo había transcurrido tal como ellos deseaban,

decidieron castigar a cuantos aliados habían resultado in-seguros^ en la guerra y más favorables a los enemigosque a Lacedemonia, y ponerlos en disposición de que nopudieran volver a ser infieles. En primer lugar, enviaronembajadores a los mantineos con la orden de que desman-telaran la muralla y el mensaje de que de otro modo no

podrían confiar en que no iban a ponerse de acuerdo consus enemigos. Decían, en efecto, haberse dado cuenta deque enviaban trigo a los argivos mientras ellos les hacíanla guerra y que había momentos en que ni siquiera loshabían acompañado en la expedición con el pretexto deun armisticio, pero, cuando los acompañaban, tenían unaparticipación más bien negativa. Además, según afirma-ron, sabían que ellos les tenían envidia cada vez que Iesocurría algo bueno y que, en cambio, se complacían siles sobrevenía alguna desgracia. Decían también que eneste año habían expirado para los mantineos los pactos

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Hatzfeld prefiere otra lectura: «se habían distanciado».

176 Helénicas. L ibro V 2; i

386 de trei nta años que se habían firmado después de la ba-tall a de M antinea.

3 C omo no querían desmantelar la murall a, decretaronuna movilización contra ellos. Agesilao entonces pidió ala ciudad que lo eximiera de esta campaña, pues decíaque la ciudad de los mantineos le había prestado muchos

Helénicas. L ibro V ,2,6 177

mino, a parti r de las puer tas, se col ocaron los lacedemo- 385nios con sus lanzas para observar a los que sal ían. Y apesar de su odio hacia ellos se mantenían apartados conmás facilidad que los aristócratas mantineos. Esto sea di-cho como gran testimonio de disciplina.

L uego se derr umbó la mural la y M antinea pasó a di- 7

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servici os a su padre en las guerras contra M esena, así385 que fue Agesípolis quien condujo la expedición, y eso

que su padre Pausanias era muy amigo de los dirigentes4 del puebl o de M antinea. C uando ll egó, lo pri mero que

hizo fue devastar la tierra. Como ni aun así desmantela-ban las murallas, excavó una fosa en círculo alrededorde la ciudad, con la mitad de los soldados apostados consus armas delante de los que estaban excavando, mientrasla otra mitad trabajaba. Cuando se terminó el foso, yatuvo seguridad para ponerse a edificar un muro en círculoalrededor de la ci udad. A l enterarse de que dentr o de laciudad había mucho trigo, porque había sido buena la co-secha del año anterior, y en la idea de que iba a haberdificultades, si la ciudad y sus aliados tenían que gastarmucho tiempo en las campañas, cortó el río que pasa a

5 través de la ci udad, que es de buenas di mensiones. O bs-truida la corriente, el agua se elevó por encima de losci mientos de las casas y de los de la murall a. A l inun-darse los ladrillos de abajo y dejar sin apoyo a los dearriba, en primer lugar se quebró la muralla, y luego secayó. Ellos, durante un tiempo, apoyaron maderos y se

dedicaron a idear cómo evitar que la torre se derrumbara.Pero, cuando se sentían vencidos por el agua, por temora que, si por cualquier lado caía el muro circular, seconvertirían en cautivos de guerra, convinieron en quela desmantelarían. L os lacedemoni os dij eron que no Ué-garían a ningún pacto si no se dispersaban en aldeas. Porsu parte, consideraron que era inevitable, y dijeron que

6 así lo harían. Cuando los parti dari os de los argivos y losdirigentes del pueblo ya pensaban que iban a morir, fue

su padre qui en consigui ó de parte de Agesípol is que lesdiera garantías, con t^ de que se fueran de la ciudad lossesenta que formaban el grupo. De ambos lados del ca-

vidirse en cuatro asentamientos, como vivían primitiva-mente. A l princ ipio estaban ir ri tados porque había quedestruir las casas existentes y edificar otras. Pero los pro-pietarios, como pasaban a vivir más cerca de las haciendasde su propiedad que tenían alrededor de las aldeas, ade-más de gozar de un régimen aristocrático y quedar aleja-dos de los molestos demagogos, estaban encantados conlos sucesos. L os lacedemonios l es enviaron, no en conjun-to, sino a cada aldea, un jefe de tropas extranjeras. Elloscolaboraban en el ejército con contingentes de las aldeascon mucho más entusiasmo que cuando vivían en la de-

mocracia. A sí se habían soluci onado los asuntos de M an-tinea, y all í por l o menos los hombres se hicieron mássabios, pues aprendieron a no hacer pasar el río a travésde las murallas.

L os exi li ados de F l i unte, al enterarse de que los lace- 8demoni os estaban inspecci onando en cada caso qui énes 384de los aliados habían estado con ellos en la guerra, con-sideraron que era su oportun i dad para ir a L acedemoni ay hacer ver que, mientras ellos estaban en casa, la ciudadacogía a los lacedemonios dentro de las murallas y los

acompañaban en sus expediciones a donde quiera que losllevasen, pero que, cuando los expulsaron, ya no queríanseguirlos a ninguna parte, y a los lacedemonios era a losúnicos que no admití an dentro de las puertas. Oí do esto, 9a los éforos les pareció digno de atención. Enviaron em-bajadores a la ciudad de los fliasios a decir que los exi-liados eran amigos de la ciudad de los lacedemonios yque habían sido expulsados sin haber cometido ningunainj ustici a. A fi rmaban que era justo que lo di spusierantodo para que volvieran no por la fuerza, sino por propiavol untad. A l oí rlo, los fliasios sinti eron miedo de que, sihacían una campaña contra ellos, algunos de los de dentro

178 Helénicas. L ibro V ,2,9 Helénicas. L ibro V ,2,14 179

384 los dejarían entrar en la ciudad, pues había en el interiormuchos parientes de los exiliados y personas simplementebien dispuestas, pero, además, como en la mayoría delas ciudades, algunos, deseosos de renovar la situación

10 pol í tic a, querí an que regresaran las gentes del exi l i o. C ontales temores, votaron que se admitiese a los exiliados,

N osot ros , l acedemoni os, quer emos tener nuestras l eyes 383patrias y ser ciudadanos autónomos. Pero si nadie nos 14ayuda, nos vamos a ver for zados a un i mos a ell os. E nefecto, ahora ya tienen no menos de ochocientos hopli-tas, muchos más peltastas, y los jinetes, si nosotros nos

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a quienes devolverían las posesiones visibles ^y, a los quelas hubieran comprado, que se les restituyese su precio

del erario público. Si surgía alguna dificultad entre unosy otros, qu e se di ri miera en un juici o. Esto f ue lo qu eocurrió en relación con los exiliados fliasios en aqueltiempo.

U D esde A canto y de A pol oni a, que son las mayores de383 las ci udades próx i mas a O l i nto , también ll egaron emba-

j adores a L acedemoni a. Desp ués de escuchar los éfor oslos motivos por los que venían, los introdujeron ante la

12 asamblea y ante los ali ados. A l lí C lí genes, acantio, di j o:

«L acedemon i os y ali ados, pensamos que os pasa desaper-ci bido algo grande que está ocur ri endo en G reci a. E nefec to, que l a mayor ci udad de T raci a es O l i nto casi to-dos lo sabéis. Esos se anexionaban las ciudades sobre labase de que tuvieran las mismas leyes y de compartirla ciudadanía, y últimamente incluso se apoderaron dealgunas de l as mayores. L uego inten taron l i berar del po-der de A mi ntas, rey de los macedoni os, a las ciudades

1Î de M acedoni a. U na vez que se les someti eron las más pró-ximas a ellos, inmediatamente marcharon hacia las más

lejanas y mayores. Cuando nosotros los dejamos, ademásde otras muchas, ya tenían Pela, que es precisamente lamayor de l as ci udades de M acedoni a, y nos enteramosde que A mi ntas se reti raba de sus ci udades y, en segui da,prácticamente había sido ya expulsado de todo el terri-tori o de M acedoni a. T ambi én a nosotros y a l os apolo-niatas, los ol i ntio s nos envi aron embajadores para anun-ci arnos que, si no nos presentábamo s a combati r j untoa ellos, vendrían contra nosotros.

A djetivo normalmente aplicado a los bienes muebles, por sercontrolables desde el punto de vista fiscal, frente a los invisibles,sobre los que no era fácil ejercer ningún tipo de control.

uni mos a ell os, serán más de mil . D ej amos tambi én al lí 15embajadores de los atenienses y de los beocios, y oíamos

que ya se había votado por los mismos olintios que deregreso los acompañaran embajadores enviados a estasciudades con el objeto de llegar a una alianza. «Desde lue-go, si tal potencia se añade a la fuerza de los ateniensesy tebanos, mirad», dijo, «que ya aquello no será paravosotros fácil de controlar. Y como también tienen Po-tidea, que está en el istmo de Palene, considerad que lasciudades que están en el interior se convertirán en súb·ditos suyos. Sírvaos como testimonio de que estas ciuda-

des están fuert emente asustadas el hecho de que, a pesarde odiar muchísimo a los olintios, sin embargo no seatrevieron a enviar con nosotros embajadores para infor-maros de estas cosas. T ened en cuenta tambi én l o sigui en- 16te: ¿cómo va a ser natural que vosotros os preocupéisde Beocia, para que no forme una ciudad, y os descuidéisde la concentración de una fuerza mucho mayor y que sehace poderosa no sólo por tierra, sino también por mar?¿Cuál es el obstáculo, habida cuenta de que en esa tierrahay madera para la construcción de naves, ingresos eco-nómicos de muchos puertos y de muchos mercados, yque existe superpoblación gracias a la abundancia de tri-go? P ero tambi én con sus veci nos l os tracios, pueb l o si n 17rey, que ahora sirven ya a los olintios. Si llegaran a estarbajo su poder, mucha iba a ser la fuerza que se les aña-diría. Si éstos los acompañan, hasta las minas de oro deP angeo se po ndr í an en sus manos. N ada deci mos no sotr osde ellos que no se haya dicho miles de veces entre elpuebl o de los ol i nti os. Y de su ambici ón, ¿q ué i ba a po- 18

der decir nadi e? ' P ues, seguramente, hi zo el di os que,

5 Hatzfeld acepta como óptima la propuesta de Chamonard: «asu ambición, ¿qué se podría objetar?»

180 Helénicas. L ibro V ,2,18 Helénicas. Li bro V ,2,23 181

junto con el poder, también aumentara la ambición delos hombres.

N oso tros al menos, l acedemoni os y ali ados, os adverti -mos de cómo están las cosas allí . V oso tro s deci did si osparece digno de preocupación. Pero es preciso que vos-otros también sepáis que la fuerza de cuya grandeza hemos

rápidamente posible saliera un hombre al mando de unafuerza de Lacedemoni a, la mayor q ue pudi era salir en se-guida, así como de las demás ciudades, pues de este modolas ciudades que todavía no se habían sumado se resis-tirían y las unidas por la fuerza colaborarían con menosentusiasmo en la ali anza. A sí lo deci di eron, y lo s lace-

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hablado todavía no es irresistible. Pues las ciudades queinvoluntariamente comparten la ciudadanía, éstas, si ven

una al ternativ a, se separarán rápi damente. A hora bien,si llegan a encontrarse aprisionadas por los derechos mu-tuos de matrimonio y de propiedad que han votado, y seconvencen de que es beneficioso seguir con los que tienenla fuerza, del mismo modo que los arcadios, cuando vancon vosotros, salvan lo suyo y roban lo ajeno, ya nadaserá igualmente fácil de deshacer».

C uand o se hubo di cho esto, los lacedemonios dieron l apalabra a los aliados y les pidieron que aconsejaran lo

que cada uno creyera mejor para el Peloponeso y paralos aliados. Entonces muchos estuvieron de acuerdo enhacer una expedición, principalmente los que queríanmostrarse gratos a los lacedemonios, y decidieron quecada ciudad enviara un contingente determinado hastal legar a diez mi l . H ub o argumentos a f avor de que fuer aposible, para la ciudad que quisiera, dar dinero en vezde hombres, un tri óbol o egineta ' por cada hombre y, sialguna proporcionaba jinetes, que se daría el salario alj i nete por valor del de cuat ro hopl i tas. N o obstante, sialguna de las ciudades abandonaba la expedición, lessería posible a los lacedemonios fijar una multa de unestater^ por hombr e al día. U na vez que decidi eron todoesto, se levantaron los acantios de nuevo para mostrarque estas decisiones estaban bien, pero que no era posible1 evarl as a la práctica con rapidez. D i j eron que era mej or,en tanto que se hacía todo este preparativo, que lo más

Tres óbolos equivalen a media dracma. El trióbolo egineta te-nía casi un gramo más de peso que el ático. Esta cantidad erala paga diaria más frecuente en Atenas por funciones públi cas,tanto civiles como militares.

^ El doble de la dracma.

demonios enviaron a Eudámidas acompañado de neoda-

modes y, de los periecos y esciritas, como dos mil hom-bres. Eudámidas, al salir, pidió a los éforos que su her-mano Fébidas, después de reunir a los que quedaban delos que se habían confiado a su mando, lo siguieran acontinuación. Por su parte, cuando llegó a los territoriosde T raci a, envi ó guarnic iones a las ci udades que se lopedían, puso a su lado voluntariamente a Potidea, aun-que ya era aliada de aquéllos, y de allí partió a hacer laguerra como es natural que la haga el que tiene una fuer-za menor.

F ébi das, cuando se le uni eron lo s de E udámi das quehabían quedado, parti ó con ellos. U na vez que estuvieronen Tebas, acampó fuera de la ci udad cerca del g i mnasio.E n ese momen to había un conf l i cto i ntern o entre los te-banos y los pol emarcos eran prec i samente I smeni as yL eontí ades, que mantení an dif erenci as entre ellos y es-taba cada imo al frente de una hetería. Ismenias, desdeluego, a causa del odio que sentía por los lacedemonios,ni siqui era se acercó a F ébidas. Por el contrario, L eon-

tíades, se dedicó a atenderlo y, una vez que fue admitidoen su i nti midad, le dij o lo sigui ente: « E n este dí a, F ébi-das, tienes ante ti la posibilidad de conseguir los mayoresbienes para tu patria. Pues, si me acompañas con los ho-plitas, yo te introduciré hasta la acrópolis. Siendo así,pi ensa que Tebas estará total mente a la disposi ci ón de losl acedemonios y de nosotros, vuestros amigos. A hora, comoves, se ha prohibido públicamente que ninguno de lostebanos marche contigo contra los olintios. Pero si túactúas con nosotros como te digo, inmediatamente envia-remos contigo muchos hoplitas y muchos caballeros, demodo que acudirás en apoyo de tu hermano con muchafuerza y, en l o que aquél se di spone a someter O l i nto ,

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26

27

200 Helénicas. L ibro V .4,37 f: Helénicas. L ibro V,4,41 20 1

383 tú habrás someti do T ebas, ci udad muc ho mayor que O li n-28 to. » A l oí r esto, F ébi das se l l enó de i l usio nes, pues es-

taba mucho más deseoso de hacer algo brillante que devivir y, en cambio, no parecía ser hombre calculador nisi qui era muy i nteli gente. U na vez que co nvi no en esto,le indicó que siguiera adelante, dado que estaba prepa-

U na vez qu e esto hu bo termi nado , eli gieron otro po- 383l emarco en vez de I smeni as, y L eontí ades marc hó inme- 32di atamente a L acedemoni a. Al lí encon tró que l os éf orosy la masa de la población estaba enfrentada a Fébidas,porque había actuado sin recibir previamente órdenes dela ci udad al respecto, A gesil ao, sin embargo , decí a que,si su acción había resultado perjudicial para la ciudad,

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rado para parti r. «C uand o sea el mo ment o op or tun o, ven-

dr é a buscarte», dij o L eontíades, «y yo mismo te guiaré».29 E n el momento en qu e el C onsej o estaba reu ni do en elpórtico del ágora, porque las mujeres celebraban las tes-mofo ri as® en la C admea, y por ser verano y mediodí aestaban completamente desiertas las calles, en ese mo-ment o se present ó a cabaU o L eontí ades, hi zo vol ver aFébidas y lo condujo directamente a la acrópolis. Trasinstalar allí a Fébidas y a los suyos, entregarle la llavede las puertas e indicarle que no se presentara en la acró-

polis nadie a quien él no se lo hubiera ordenado, inme-JO di atamente se marchó al C onsej o. A l l legar, dij o lo si-

gui ente: « N o os desani méis por el hecho de qu e los la-cedemonios ocupen la acrópolis, pues dicen que no vie-nen como enemigos de nadie que no ame la guerra. Pormi parte, como la ley prescribe que el polemarco, si al-guien da la impresión de obrar de manera que merezca lamuerte, tiene el poder de detenerlo, detengo a este Is-meni as co mo partidari o de hacer la guerra. V oso tro s, los

capitanes y los que junto a ellos estáis formados, levan-taos, apresadl o y l l evadlo a don de se ha di cho .» L os qu e

31 ya conocían el plan, se presentaron y, obedeciendo la or-den, lo detuvier on. D e los que no lo conocían, adversariosdel grup o de L eontí ades, uno s huy eron en seguida fu erade la ciudad por temor a morir, otros se retiraron pri-mer o a sus casas. C uand o se enter aro n de qu e I smeni asestaba encerrado en la Cadmea, entonces se retiraron aA tenas los qu e estaban de acuer do con A ndr ocl i das e

Ismenias, aproximadamente trescientos.

* Fiestas celebradas en todo el mundo griego, en honor de De-méter, por las mujeres casadas.

era justo que lo castigaran, pero, si había resultado favo-

rable, según una antigua norma de la ciudad se permitíala improvisación en tales casos. «Exactamente esto», dijo,«es lo que conviene examinar, si lo que ha hecho es bue-no o malo».

E nto nces ll egó L eontí ades y di j o a l os reuni dos l o si- 33guí ente: «L acedemoni os, qu e los tebano s eran enemigo svuestros antes de que sucediera lo que acaba de ponerseen práctica, vosotros también lo decíais. Naturalmente,veíais que siempre eran los amigos de vuestros enemigos

y l os enemigos d e vuestr os ami gos. ¿ N o es ci erto que noquisieron acompañaros en las campañas contra el pueblodel Pireo, que era vuestro mayor enemigo, y en cambioatacaron a los focidios porque veían que vosotros losapoyabais? A demás, al saber que vosotr os ll evabais la 34guerra contra los olintios, hicieron una alianza con ellos,y desde entonces vosotros siempre estabais atentos al mo-mento en que tendríais que escuchar que habían forzadoa la Beocia a estar baj o su domi ni o. E n cambi o ahora,hecho esto, nada tenéis que temer de los tebanos, sino queos bastará una pequeña escítala para que allí todo se so-meta a vu estras necesi dades, si os ocu pái s de noso trosdel mismo mo do que noso tros de voso tros. » Tr as escu- 35char esto, los lacedemonios decidieron conservar la acró-polis como estaba después de su ocupación y someter ajui ci o a I smeni as, por lo qu e envi aron tres jueces de loslacedemonios y uno de cada una de las ciudades aHadas,fueran pequeñas o grandes. Reunido el jurado, acusarona I smeni as de que, además de actuar en benefi ci o de lo s

bárbaros, había sido huésped del persa sin ninguna bue-na intención en lo que a Grecia se refiere y de que habíareci bi do di nero del rey, así co mo de qu e él y A ndro cl i des

184 Helénicas. L ibro V ,2,35

383 eran los principales culpables de toda la agitación que36 habí a en Grecia. Po r su parte, se defendi ó contra tô l o

esto, pero no pudo convencer de que no era un ambicio-so y un malhechor, por lo que fue condenado a muerte.L os de L eontíades ocuparon la ciudad y se poní an a dis-xjsición de los lacedemonios aún más de lo que se leslabía indicado.

Helénicas. L ibro V ,2,40 185

por donde sal ían los enemigos, y el resto de la falange 382de los aliados se extendía a la derecha. A los caballeroslaconios, tebanos y todos los macedonios que estaban pre-sentes los colocó a la derecha, pero junto a sí tenía aDerdas, para que estuviera allí presente con gusto. Cuan- 41do los enemigos vinieron a colocarse en formación en-

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37 C onsegui do esto, los lacedemonios envi aron con mucho

382 más ánimo la expedici ón contra O l into. M andaron a Te-leutias como harmosta, con todos los que ellos teníanque aportar al contingente de los diez mil, y enviaron es-cítalas a las ciudades aliadas, con la orden de acompañara T eleuti as según la norma de la ali anza. T odos se poní ande buena gana a las órdenes de Teleutias, pues no pare-cía ser desagradecido con los subordinados, pero destacóla ciudad de los tebanos, que, influida por el hecho deque era hermano de A gesilao, contr ibuyó entusiasmada

38 a la expedi ci ón con hopl i tas y caball eros. E l no marchabacon demasiada prisa, preocupado por avanzar sin hacerningún daño a los amigos y por reunir la mayor fuerzapxjsible. E nvi ó por delante un mensaje a A mintas, en quele explicaba que, si quería recuperar el poder, debía con-tratar mercenarios y dar dinero a los reyes vecinos paraque se hic ieran ali ados. T ambi én envi ó un mensaje a Der-das, que gobernaba la Elimia, donde le explicaba que losolintios habían aplastado la potencia mayor, que era lade M acedoni a, y no i ban a dejar la que era menor si

39 nadi e los hacía desisti r de su acti tud de soberbi a. G raci asa que hacía esto, marchó a unirse a sus aliados con unejército muy considerable. Cuando llegó a Potidea, desdeallí avanzó en formación hacia territorio enemigo y, alllegar a la ciudad, no se puso a quemarla ni a arrasarla,en la idea de que, si hacía algo de esto, todo se conver-tiría para él en un impedimento, tanto al entrar comoal sal i r. A l reti rarse de la ci udad, entonces sería el mo-mento adecuado para cortar los árboles que pudieran ser-

40 vi r de obstácul o si algui en vení a detrás. Cuando no estabani a diez estadios de la ciudad, dispuso las armas, él ocu-pó la izquierda, pues así le correspondía ir por las puertas

frente al pie de la muralla, sus caballeros se concentraron

y atacaron a los laconios y beocios. A Policarmo, el hi-parco lacedemonio, lo arrojaron del caballo y le ocasiona-ron muchísimas heridas cuando ya yacía en el suelo, a otroslos mataron y, por fin, hicieron retroceder a la caballeríacolocada en el ala derecha. U na vez que los caball eros sepusieron en fuga, también retrocedió la infantería, quevenía a continuación de ellos, y el ejército entero habríacorrido el riesgo de ser derrotado si Derdas, con su ca-ballería, no se hubiera lanzado inmediatamente hacia laspuertas de los olintios. También acudió Teleutias con los

suyos en formaci ón. Cuando los caball eros ol intios se die- 42ron cuenta de esto, por temor a quedar apartados de laspuertas, se volvieron y retrocedieron a toda prisa. Enton-ces Derdas les mató a muchísimos caballeros cuando pa-saban a su lado. T ambi én se reti ró la infanterí a de losolintios hacia la ciudad. Pero no murieron muchos deellos, por que la murall a estaba cerca. E ri gido un trof eo, 43Teleutias, al retirarse como vencedor, cortó los árboles.Después de esta campaña, ocurrida durante el verano,

di spersó el ejérci to macedónico y el de Derdas. N o obs-tante, con mucha frecuencia seguían los olintios haciendoincursiones contra las ciudades aliadas de los lacedemo-nios, a las que saqueaban y mataban a sus hombres.

A l a ll egada de la pri mavera, los caball eros ol inti os, 3,1que eran aproxi madamente seisci entos, habían hecho una 381incursión sobre Apoloni a en mi tad del día y, después dedispersarse, se dedicaron a devastarla. Precisamente esedía, Derdas había venido con su caballería y estaba to-

mando el almuerzo en A pol oni a. A l ver la incursión, semantuvo quieto, pero con los caballos preparados y loscaballeros en armas. Cuando ya los olintios avanzabanmuy seguros de sí mismos hasta las afueras de la ciudad

186 Helénicas. L ibro V ,3,l Helénicas. Libro V,3,6 187

381 y hasta las puer tas mi smas, entonces sali ó a su encuentrocon sus hombres en f ormaci ón. N ada más verl o, se lan-

2 zaron a la f uga. P ero él, una vez que los hi zo retroc eder,no dejó de perseguirlos, dando muerte a sus hombres alo largo de noventa estadios hasta que llegó a la mismamuralla de los olintios. Se decía que Derdas había matado

en estado de agitaci ón, T eleuti as muri ó entonces en elcombate. A nte el lo, i nmedi atamente l os suyos se retir arony nadie permaneció ya firme, sino que huyeron todos,unos en dirección a E spartól e, otros a A canto, otros haciaA pol oni a, y la mayorí a hacia Poti dea, C omo cada unohuía por un sitio diferente, así los enemigos también sepusieron a perseguirlos todos ellos en diferentes direc-

381

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en esta ocasión alrededor de ochenta jinetes. Después, los

enemigos se estuvieron más bien encerrados en sus murosy sólo una pequeña porción del territorio la trabajaban3 enteramen te. A l pasar el tiempo, y después de haber he-

cho Teleutías una expedición contra la ciudad de los olin-tios, en la que se dedicaba a destruir todo árbol quequedara en pie y lo que estaba labrado por los enemigos,salió la caballería olintia con un paso lento, atravesó elrío que pasa por la ciudad, para seguir avanzando tran-qui l amente hacia el ej érci to contrari o. En el momen to enque los vio Teleutias, irritado por su audacia, inmediata-

mente ordenó a Tlemónidas, el jefe de los peltastas, que4 se di ri giera hacia ell os a la carrera. L os ol inti os, al ver

que los peltastas se acercaban a la carrera, se dieron lavuelta, retrocedieron tranquilos y atravesaron de nuevo elrí o. L os otros los sigui eron con toda osadía y, como siellos los hubieran puesto en fuga, lo atravesaron detráspara continuar la persecución. Entonces, los caballerosolintios, cuando ya les pareció que los que habían atra-vesado el río eran fáciles de prender, se dieron la vuelta,

cayeron sobre ellos y mataron al mismo Tlemónidas y,5 de los demás, a más de ci en. C uando Tel eutias vi o lo

que sucedía, irritado, tomó las armas, rápidamente se pusoal frente de los hoplitas y ordenó a los peltastas y a losjinetes que no los dejaran de perseguir. Igual que muchosotros que llegaron en su persecución más cerca de la mu-ralla de lo oportuno tuvieron que volverse de mala ma-nera, así también les ocurrió a ellos, pues, como recibíanlos disparos desde las torres, se vieron obligados a volver

6 d e modo tumu l tuoso y a pro tegerse de los dardos. E nesto, los olintios sacaron fuera a los jinetes con el apoyode los peltastas. Por íin, también los hoplitas salieron ala carrera y cayeron sobre la falange, que ya se encontraba

ciones, y aniquilaron a muchísimos hombres y todo lo

que había de útil dentro del ejército.C onv i ene que, a parti r de sucesos como éste, [ com o]

yo digo, los hombres se eduquen mejor y no castiguenpor ira ni siqui era a lo s esclavos pues muchas veces losamos irritados sufren mayores males de los que causan.Pues bien, dejarse llevar con los contrincantes por la iray no por la refl exión es un error to tal . L a i ra es impr e-visible y la reflexión mira no sólo que no se sufra ningúnmal, sino también cómo procurar algún daño a los ene-

migos,A los lacedemonios, cuando se enteraron del suceso,

en sus deliberaciones les pareció que había que enviaruna fuerza no pequeña para que la confianza de los quehabían vencido se apagara y no se convirtiera en inútillo que se había hecho. Con este pensamiento, envíancomo j efe al rey Agesípol i s, y con él treinta espartiatas,como A gesil ao en Asi a, M ucho s de l os periecos nobleslos acompañaban voluntarianriente, así como extranjerosde los llamados «criados» " y bastardos de los espartia-tas, de muy buen aspecto y no ajenos a las ventajas dela ci udad T ambi én se uni eron vol untari os de las ciu-

' Según el texto de Stephanus, señalado por M archant en elaparato crítico, y admitido por Brownson y Hatzfeld: «digo que,a partir de tales sucesos, los hombres aprenden mejor que no con-viene castigar por ira ni siquiera a los esclavos»,

" V enidos todavía niños y que han recibido la educación espar-tana. Su situación jurídica permanece ajena a la ciudadanía plena,pero parecen disfrutar de derechos a los que no acceden los ex-

tranjeros propiamente dichos." Q)mo bastardos, quedan fuera de los derechos propios delciudadano, aunque tal vez se beneficiaran del sistemi educativoy de algún otro privilegio reservado a los hijos legítimos.

200Helénicas. Libro V.437 f: Helénicas. L ibro V,4,41 201

381 dades ali adas, caball eros de los tesal ios, que deseaban serconoci dos por Agesípoli s, y A mintas y D erdas con másentusi asmo que antes todaví a. C on esto contaba A gesí-polis cuando partió hacia Olinto.

10 L os fl iasios, elogi ados por A gesípol is porque rápida-mente le habían dado mucho dinero para la expedición,con el pensamiento de que si A gesípoli s estaba fuera no

embajadas empezaron a veni r a su encuentro y a darl e 381dinero, para ver si así no llevaba a cabo la invasión. Peroél contestó que no la ll evaba a cabo con la intenci ón decometer injusticia, sino para acudir en ayuda de quieneseran ví cti mas de ell a. F inal mente decí an que estaban dis- 15puestos a cualquier cosa, pero pedían que no realizara lainvasión. A su vez, les respondía que no confiaba en sus

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saldrí a hacia ellos Agesil ao, ni deberí a de ocur ri r que

ambos reyes estuvieran al mismo tiempo lejos de Espar-ta, tenían la audacia de no poner en práctica nada de lodebido a los repatriados. Efecdvamente, los exiliados con-sideraban justo que los bienes en disputa se dirimieranen un jurado equilibrado, pero ellos los forzaban a so-meterse a juicio en la misma ciudad y, cuando los repa-triados preguntaban qué clase de justicia era esa dondelos que habían cometido el delito se convertían en los

11 jueces, no les prestaban atención. Por eso precisamente

l legaron a L acedemoni a los repatr iados para hacer acusa-saciones contra su ciudad, y los acompañaban otros delos de casa, para confirmar que a muchos de los ciudada-nos no les parecía que los estuvieran tratando con justi-cia. I rr i tado con ellos, la ci udad de los fl iasios mul tó atodos cuantos fueron a L acedemoni a sin haberl os envi ado

12 ell a. L os condenados dudaban en vol ver a casa y, mien-tras esperaban, enseñaron que los que habían cometidoesta violencia eran los mismos que los expulsaron a ellosy rechazaron a los lacedemonios. Estos eran también losque habían comprado sus propiedades y usaban la vio-lencia para no devolverlas, y asimismo eran ellos los queahora habían conseguido que los castigaran por haber idoa L acedemoni a, para que en adelante nadie se atrevi era a

13 ir a mostrar lo que sucedía en la ci udad. Como en reali -dad parecía que los fliasios se comportaban con desme-sura, los éforos decretaron una movilización contra ellos.E sto no le pro duj o contrari edad a A gesilao, pues los hués-pedes de su padre A rqui damo eran los de P odánemo, que

entonces estaban entre los repatriados, y los suyos eran14 los de Pr oeles, el hij o de H i póni co. Como, al serle favo-

rables los rituales de paso, partió sin esperar más, muchas

palabras, pues ya antes habían mentido, y dijo que ne-

cesitaba algún hecho digno de confianza. Cuando le pre-guntaban cuál pcxlría ser, de nuev o contestó: «L o mi smoque hicisteis antes, y no fuisteis vícdmas de ninguna in-justi cia por nuestra parte.» Se trataba de entregar la aeró- 16polis. Como esto no querían hacerlo, entró en su terri-torio, inmediatamente los rodeó con un muro y les pusositio. M uchos lacedemonios decí an que, por culpa de unospocos hombres, odiarían a la ciudad más de cinco mil y,en efecto, para que fuera evidente, los fliasios celebraban

sus asamli leas a la vista de los de fuera. N o obstante,A gesil ao, ante esto, ideó otra cosa. Cada vez que salí a 17alguno, o por amistad o por parentesco con los exiliados,a cuantos quisieran ejercitarse, les enseñaba a disponersus propias comidas comunes y a aportar lo suficientepara el aprovisionamiento. Ordenaba que se les propor-cionaran armas a todos y que no dudaran en tomar pres-tado dinero para ello. Resultó que se sometieron a estomás de mil hombres, que tenían su cuerpo en perfectaforma, bien disciplinados y muy bien armados, de modo

que al final los lacedemonios dijeron que necesitaban ta-les compañeros de campaña.

M ientras A gesil ao estaba en estos asuntos, por su par- 18te A gesípoli s avanzó i nmedi atamente desde M acedoni a 380y di spuso las armas ante la ci udad de los ol intios. C omonadie le salía al encuentro, entonces se dedicó a devastarlo que quedaba en Olintia y a ir a destruir la cosecha delas ci udades ali adas. Así, atacó Tor ona y la tomó por lafuerza. C uando estaba dedi cado a esto, en el centro del 19

verano, lo dominó una ardiente fiebre, Hacía poco quehabía visto el santuari o de D i oni so en A fi tes y ahora seapoderó de él la nostalgia de sus rincones umbríos, de

226Helénicas. L ibro VI,43

Helénicas. L ibro VI 4,7227

580 sus aguas resplandeci entes y f rí as. A ll í lo l l evaron todavíavivo, pero al séptimo día después de caer enfermo muriófuera del santuario. Colocado en miel y transportado ala patria, obtuvo la sepultura real.

20 A gesil ao, cuando oy ó la notic i a, no se alegró, comopodría pensar alguien, por el hecho de que fuera su rival,sino que lloró y echó de menos su compañía. Pues, como

de F l i unte. L uego concedi ó la tregua para la embaj ada. 379Con una vigilancia aún más fuerte que antes, puso aten-ción para que no saliera ninguno de los de la ciudad. Sinembargo, a pesar de todo, por lo menos Delfión y unesclavo estigmati zado que habí a ro bado muchas armasde los siti adores, escaparon de noche. C uando vi ni eron de 25L acedemonia con el anuncio de que la ci udad poní a en

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reyes, habitaban en la misma tienda cuando estaban en

casa. A demás, A gesípol i s era el ho mbr e adecuado paraco mparti r con A gesil ao las conversaci ones prop i as de laj uv entud , la caza, la hípi ca y los j óvenes amantes. A de-más de eso, lo respetaba dentro de la vida en común,como es natural por ser el más viejo. Lx)s lacedemonios,entonces, enviaron en su lugar a Olinto como harmosta aPolibíades.

21 A gesi l ao habí a superado ya el pl azo para el que se de-379 cía que habí a tri go en F l i unte. En efecto , tan di f erente

pu ede ser la conti nenc i a de la gul a que los fliasios habí anvotado consumir la mitad del trigo que antes y, al hacerloasí, fueron capaces de resistir sitiados el doble de tiempo

22 del que era natural . H ay veces en que la audaci a di f ieretanto de la cobardía que un tal Delfión, que gozaba debrillante fama, después de tomar consigo trescientos hom-bres de los fliasios, f ue capaz de oponerse a los qu e que-rían hacer la paz, fue capaz también de encerrar y detener bajo vigilancia a aquellos en los que no tenía con-fianza, y pu do obl igar a la masa a acudi r a las guardi as y,

al hacer la ronda, conseguir que todos fueran de su con-fianza. M uchas veces, con los que tení a consi go, salíacorriendo y apartaba a los guardianes por uno u otro lu-

23 gar del cí rcul o que l os ro deaba. Per o cu ando estos elegi-dos, por mucho que buscaban, no encontraban trigo enla ci udad, entonces envi aron un mensaj e a A gesüao apedirle que les concediera una tregua para ir en embajadaa L acedemoni a, pues decían que les había parecid o bi endirigirse a las autoridades de los lacedemonios para que

24 hi ci eran l o que qui si eran. I rr i tado por que presci ndí an desu autoridad, mandó un mensaje a sus amigos de la ciu-dad y consiguió que se dejaran en sus manos los asuntos

manos de A gesil ao que decidi era sobre los asuntos deF l i unte de acuerdo con su parecer, A gesil ao decidi ó de estemodo: que cincuenta hombres de los repatriados y cin-cuenta de los del interior, en primer lugar, determinaranquién, en la ciudad, era justo que viviera y quién eraj usto que muri era. L uego, que se establ ecieran leyes porlas cuaies se gobernarían. Hasta que pusieran en prácticatales decisiones, dejó una guarnición y la paga de seismeses para ella. Después de hacer esto, despidió a losaliados y devolvió a la patria al contingente de ciuda-

danos . A sí se acabaron l os asunto s de F l i unte en un añoy ocho meses.

P ol i bí ades, co mo los ol i ntio s estaban en una situaci ón 26totalmente insoportable por el hambre, porque no reco-gían alimentos de la tierra ni se lo llevaban por mar, losobl igó a envi ar a L acedemon i a una embaj ada a tratar dela paz. L os que fu ero n como embajado res pl enipotenci a-ri os fijaron acuerdos para cons i derar amigo o enemi go alos mismos que los lacedemonios, acompañarlos a donde

los l l evaran y ser sus ali ados. T ras ju rar que esto queda-ría así, regresaron a casa.

C omo las cosas marc haban bien para los l acedemoni os, 27de tal modo que los tebanos y los demás beocios estabantotalmente en sus manos, los corintios se habían hechomuy fieles, los argivos se habían humillado porque ya noles era de ni nguna uti l i dad el pretex to de los meses ylos atenienses se habían quedado aislados, castigados ade-más los aliados que les habían sido hostiles, ya les parecía

" Stigmaiias: esclavo marcado con hierro al rojo vivo con mo-tivo de algún castigo.

" Explicación considerada interpolada por Hatzfeld, de acuer-do con Schafer.

200 Helénicas. L ibro V .4,37 f: Helénicas. L ibro V ,4,41 201

379 que en todo s los aspectos su poder estaba perf ecta y fir-memente establecido.

4,1 C ual qui era podrí a dar muchos ejempl os más, tanto grie-gos como bárbaros, de cómo los dioses no se olvidan nide los impíos ni de los sacrilegos, pero ahora voy yo acontar el que tengo del ante. En efecto, l os lacedemonios,que, a pesar de haber jurado dejar autónomas las ciuda-

lo que, aprov echando que habí a promet i do hacía ti empo 379llevarles las mujeres más espléndidas y hermosas de Te-bas, dijo que entonces era la ocasión de llevárselas. Ellos,como eran así, esperaban pasar la noche muy agradable-mente. C uando hub i eron cenado y, gracias a su col abora- 5ción, se habían emborrachado rápidamente, al recibir laorden de traer a las heteras sali ó y traj o a los de M e-

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des, ocuparon l uego la acrópol i s de T ebas, recibi eron sucastigo exclusivamente de parte de los mismos que habíansido víctimas de su injusticia, y eso que ellos antes nuncahabían sido dominados por ninguno de los hombres. G)nrespecto a los ciudadanos que los introdujeron en la acró-polis y que deseaban esclavizar la ciudad a los lacedemo-nios para poder tiranizarla ellos mismos, bastaron paraderrocar su gobierno sólo siete de los exi l i ados. V oy acontar cómo sucedió esto.

2 H abí a un tal F í l i das, secretari o de los pol emarcos que

gober naban con A rqui as, que al parecer prestaba si empreexcelentes servici os, pero una vez que vino a A tenas poralgún asunto, se reuni ó con él M el ón, conoc i do suyo desdeantes, que ahora se encontraba entre los exiliados enA tenas y, al preguntarl e po r el gobierno de A rqui as elpolemarco y por la tiranía de Filipo, se dio cuenta deque odiaba la situación patria más aún que él, por lo quese prestar on fidelidad y se pusi eron de acuerdo sobre los

3 detall es. E n consecuenci a. M elón reuni ó a los seis exi-liados de más confianza armados exclusivamente con pu-

ñales y, como primera medida, se dirigió de noche haciael terri tori o. L uego, después de pasar el día en un l ugardesierto, marcharon hacia las puertas, como si regresarandel campo precisamente cuando los últimos volvían delas tareas. U na vez que entr aron en la ciudad, pasaronaquella noche en casa de un tal Carón, donde también

4 pasaron el día sigui ente. Fí l i das, a la sazón, en el momen-to de celebrar las A f rod i si as se ocu paba de todos losasuntos de los polemarcos que salían de sus cargos, por

Fiestas en honor de A frodita que, en Tebas, se celebrabanen el mes de diciembre.

lón, tres vestidos como señoras y los otros como siervas.L os i ntroduj o hasta la antedespensa del pol emarqueo y 6él volv ió a decirl es a los de A rqu i as que las muj eres senegaban a entrar si había dentr o algún sirv iente. E nton-ces ordenaron salir a todos rápidamente, y Fílidas les diovino y los dejó ir a la vivienda de uno de los servidores.L uego i ntr odu j o a las heteras y las sentó j unto a cada un ode ell os. E l acuerdo era que, cuand o estuvi eran sentados,los gol pearían nada más descubr i rse. U nos di cen que 7ellos murieron así y otros que los de M el ón entraron c omo

comastas y mataron a los pol emarcos . F í l idas to mó lue-go a tres de aquél l os y se di ri gi ó a casa de L eontí adas.Golpeó la puerta y dijo que quería anunciar algo de partede los polemarcos. E l preci samente se había reti rado atumbarse después de la cena y su mujer trabajaba la lanasentada a su l ado. C omo consi deraba a F í li das hombr ede conf ianza, le dij o que entrara. U na vez dentr o, a él lomataron y a su mujer la asustaron para que guardara si-lenci o. A l sali r le di j eron que la puer ta estuviera cerrada

y la amenazaron con que, si la encontraban abierta, ma-tarían a todos los de la casa.

H echo esto, Fí l i das, con dos de los hombres, f ue a la 8prisión y dijo al carcelero que traía a uno para encerrarde parte de los polemarcos. Cuando abrió, al punto lomataron y liberaron a los prisioneros. A éstos en seguidalos armaron con las armas que cogieron del pórtico, los

Este tipo de cortesana ejercía su profesión y estaba situadamás alta en la escala social que la porné, encerrada en casas de

prostitución." En principio, miembros del Komos, o séquito que partici-paba en el culto de Dioniso. Como derivación, simple juerguista.

194 Helénicas. Li bio V ,4,8 Helénicas. L ibro V ,4,13 195

379 l l evaron al A nf eo " y les di j eron que tuv i eran las armas9 di spuestas. L uego, i nmedi atamente, anunci aron que te-

nían que salir todos los tebanos, caballeros y hoplitas,pues habí an muerto l os ti ranos. L os ci udadanos, mi entrasera de noche, permanecían desconfiados. Pero cuandollegó el día y fue patente lo sucedido, rápidamente acu-di eron los hopl i tas y los caball eros con sus armas. L os

D esde qu e se enteraron de esto, l os l acedemoni os, al 379harmosta qu e habí a abando nado la acrópo l i s y no había 13esperado las tropas de refresco, lo mataron y decretaronuna movil iz ación con tra los tebanos. A gesil ao decl aró en-tonces que ya había sobrepasado los cuarenta años deservido y, de igual modo que para los demás de su edadya no había obligación de salir a combatir fuera de su

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que se habían repatriado enviaron jinetes a buscar a los

dos estrategos ateni enses que estaban en las f ronteras.A l co nocer el asunto por el que los habí an envi ado, acu-dieron en su ayuda

10 E l harmo sta de la acrópol i s, cuand o si nti ó la procl amanocturna, inmediatamente mandó a buscar ayuda a Plateay T espi as. A l enterarse l os caball eros de los tebanos deque venían los de Platea, les salieron al encuentro y ma-taron a más de vei nte. C uan do vol vi eron a entr ar despuésde haber hecho esto, y se habían presentado ya los ate-

nienses de las fronteras, se lanzaron hacia la acrópolis.11 C omo los de la acrópol i s fuero n consc ientes de que eran

pocos y vieron el entusiasmo de todos los que se acerca-ban, debido a que los heraldos anunciaban grandes pro-mesas para los primeros que llegaran, asustados por todoesto, dijeron que se irían si les daban seguridad de podersali r con las armas. L os otros les di eron con gusto l o quepedían, hicieron libaciones, juraron sobre ellas y los de-

12 jaron ir. Pero al salir, a cuantos reconocían específica-

mente como adversarios, los apresaban y los mataban.H ubo al gunos que, graci as a lo s atenienses que habíanacudido de las fronteras, escaparon y se pusieron a salvo.Pero los tebanos, incluso a los hijos de los muertos, cuan-do lo s habí a, los apresaban y los desgoU aban.

" Templo dedicado al héroe Anfi ón, fundador de Tebas, segúnalgunas versiones.

' ' En las mismas fuentes, no hay acuerdo sobre si contaban ono con el apoyo oficial de la ciudad.

" «acudieron en su ayuda»; hipótesis de Dobrée, recogida conreservas en la traducción de Brownson y en el aparato crítico deHatzfeld, que prefiere conservar la laguna.

tierra, así también señaló que para los reyes existía la

misma norma, y con esta declaración ya no tomó parteen la camp aña. E n real i dad, no se quedaba por esta ra-zón, sino porque sabía bien que, si se ponía al frentedel ejérci to, lo s ci udadanos di rí an que Agesil ao, paraacudir en auxilio de los tiranos, causaba problemas a laci udad. A sí pues, dejaba que deci di eran lo que qui sieranacerca de estas cosas. L os éforos, i nf or mados por lo s que 14habían sido objeto de expulsión, después de la matanzade Tebas, cuando ya era pleno invierno, enviaron a Cleóm-

broto, que entonces por primera vez actuaba como jefe.Pues bien. Cabrias, con peltastas de los atenienses, vigi-laba el camino por Eléuteras, pero Cleómbroto subió porel que ll eva a P l atea. En su avance, l os pel tastas se en-contraron con que sobre la cima montaban guardia losliberados de la prisión, que eran aproximadamente cientocincuenta. A todos éstos, salvo que escapara alguno, losmataro n los pel tastas. E l baj ó hacia Pl atea, que todaví a 15era amiga. C uand o ll egó a T espias, de aUí parti ó haciaCinoscéfalas, que era de los tebanos, y acampó. Después

de permanecer en ese lugar alrededor de dieciséis días,regresó de nuevo a Tespias, donde dejó como harmostaa Esfodrias y la tercera parte de cada uno de los aliados.L e entregó todo el dinero que traía de casa y le encargóque reclutara un ejército mercenario. Esfodrias así lohiz o. C l eómb ro to l l evó a sus sol dados a casa por el cami- 16no de Creusis sin que ni siquiera supieran bien si habíapaz o guerra con los tebanos, pues había llevado el ejér-ci to hasta el terri tori os de T ebas, pero regresó despu és

de haber causado tan poco dañ o co mo pudo . A l vo l ver, 17se produjo un fuerte viento, que algunos veían como unpresagio significativo de los sucesos futuros, pues su vio-

200Helénicas. L ibro V.4,37 f: Helénicas. Libro V,4,4120 1

(79 lencia f ue tal que, además de mostr arse de otro s muchosmodos, cuando superaban con su ejército desde Creusisel monte que domina el mar, precipitó desde lo alto mu-chos asnos con sus cargas y muchas armas que habían sido

18 requisadas las arrojó al mar. Finalmente, muchos, queno podían avanzar con sus armas, las dejaron en uno uotro punto de la cima después de llenar de piedras susescudos vueltos hacia arriba. Entonces, en Egóstena, de

tóloco y Oci l o. L os atenienses, cuando recibi eron notic i as 378del episodio, los apresaron y les pusieron vigilancia, comosi también fueran partícipes de la estratagema. Pero real-mente estaban sorprendidos ante el suceso y se defendíancon el argumento de que, de haber sabido que proyec-taban atacar el Pireo, no iban a ser tan insensatos comopara ofrecerse ellos a modo de fáciles presas, y encima

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la M egáride, cenaron co mo pudiero n y, al día si guiente,vinieron a recoger las armas. Después ya cada uno regresóa su casa, pues Cleómbroto los dejó ir.

19 L os atenienses, ai ver la f uerz a de los lacedemoniosy que en Corinto ya no había guerra, sino que ahora loslacedemonios pasaban por el A tica para i nvadir T ebas,de tal modo se asustaron que, a los dos estrategos queestaban en el secreto del lev antami ento de M elón contralos de L eontí ades, l os someti eron a jui ci o y a uno lo ma-taron y al otro, como no se presentó, lo desterraron.

20 L os tebanos, po r su par te, tambi én asustados de queÍ78 ni ngún otro más que ell os hici era la guerra a los lacede-

monios, encontraron la siguiente estratagema. Persuadie-ron a Esfodrias, el harmosta de Tespias, por medio dedi nero , según se sospechaba, de que invadiera el A ti ca,con la intención de empujar a los atenienses a hacer laguerra a los lacedemonios. El se dejó convencer y, conla aspiración de apoderarse del Pireo porque no estabacerrado con puertas, hizo que los soldados cenaran tem-

pr ano y los ll evó desde T espi as, con la pro mesa de que21 antes del amanecer ll egarían hasta el P i reo. P ero al día

si gui ente se presentó en Tr í a, y entonc es no hizo nadapara pasar desapercibido, sino que, cuando se dio la vuel-ta, se dedi có a ro bar ganado y quemar casas. N atural -mente, algunos de los que se encontraban con ellos denoche salieron huyendo hacia la ciudad y anunciaron alos atenienses que se acercaba un gran ejérci to. T antocaballeros como hoplitas se armaron rápidamente y se

22 pus i eron a hacer la guar di a de la ci udad. Se di o el casode que estaban como embajadores de los lacedemoniosen A tenas, en casa de C alí as el próxeno, E tí mocl es, A ris-

en casa del próxeno, donde rápidamente los habrían en-

con trado . A demás, decían que incl uso quedarí a cl aro para 23los atenienses que ni siquiera la ciudad de los lacedemo-nios era cómplice de este asunto. Con respecto a Esfo-drias, afirmaron que, con toda seguridad, tendrían infor-mación de que habí a pereci do a mano s de la ci udad. A sí ,sometidos a juicio, se estimó que no sabían nada y losdejaro n li bres. L os cforos l l amaron a E sfo dri as, para 24quien proponían la pena de muerte. Pero él, por miedo,no se presentó . Y sin embargo, aun que no se presentóal juicio, fue absuelto. A muchos les pareció éste el jui-cio que se resolv ió del modo más i nj usto en L acedemoni a.L a causa f ue la sigui ente.

H i j o de E sfodri as era C l eóni mo, qué estaba j ustamente 25al final de la edad infantil y era, al mismo tiempo, elmás hermoso y el más prestigioso de los de su edad.P reci samente se enamoró de él A rqu i damo, el hij o deA gesil ao. Desde l uego, los amigos de C l eómbroto, po r sercamaradas ^ de E sfodri as, se mostraban i ndulgentes conél, pero temían a Agesil ao y a sus amigo s, e igual mentea los neutrales, pues lo que había hecho resultaba exce-sivo. P or ell o, E sfo dri as di j o a C l eóni mo: «E stá en tus 26manos, hij o, salvar a tu padre, sólo con pedirl e a A rqui -damo que A gesil ao se muestre benévo l o conmigo en eljui cio.» A I oír esto, se atrevió a ir a ver a A rqu i damoy a pedirle que se convirtiera en el salvador de su padre.P or su parte, A rqui damo, al ver ll orar a C l eónimo, se 27compadeció y se puso a llorar a su lado, pero, al oír lo

^ «Camaradas» = heíairoi; «amigos»: philoi. Se trata de unepisodio en que se ve el importante papel que desempeñan lasrelaciones de este tipo dentro de la ciudad de Esparta.

198 Helénicas. L ibro V ,4;27Helénicas. L ibro V ,4.32 199

378 que le pedía, contestó: «Por favor, Cleónitno, date cuentade que yo a mi padre no puedo ni siquiera mirarlo defrente y, cuando quiero conseguir algo en la ciudad, selo pido a todos antes que a mi padre. Sin embargo, pues-to que me lo pides tú, considera que yo pondré todo mi

28 entusiasmo en conseguírtel o.» E ntonces, desde la comidacomún, se dirigió a su casa y descansó. Se levantó antes

dialogaba con E timoc les, le di jo: «V osotros, creo, todos 378los amigos de A gesil ao, vais a matar a E sfodri as.» E ti-mocles contestó: «Por Zeus, no actuaremos en ese casocomo A gesil ao, ya que él a todos aquellos con los quehabla les dice lo mismo, que es imposible negar que Es-fodrias ha cometido injusticia, pero a cualquiera que, deniño, adolescente o joven, en toda su vida, haya actuado

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del amanecer para vigilar que su padre no se le escapara

en el momento de marcharse. Cuando lo vio salir, pri-mero, si se presentaba alguno de los ciudadanos, lo de-jaba que dialogara con él, luego también lo hacía si habíaalgún extranj ero y finalmente incl uso cedía el lugar a losservido res si se lo pedí an. Po r últi mo, cuando A gesil ao,a la vuelta del Eurotas, llegó a casa, se volvió y marchósin habérsele acercado. A l día sigui ente hi zo lo mi smo.

29 A gesil ao sospechaba para qué venía, pero no le pregun-taba nada, sino que lo dejaba hacer. Por su parte, A rqui -

damo deseaba, como es natural, ver a Cleónimo, pero nopodía ir a su lado sin haber hablado con su padre de loque aquél le había pedi do. L os de E sfodri as, como noveían a A rqui damo, mi entras que antes venía f recuente-mente, estaban preocupados por si hubiera recibido los

30 reproches de A gesil ao. P or fui , A rqui damo se atrevió aacercársele y le dijo: «Padre, Cleónimo me dice que tepida la salvación de su padre, y yo te pido lo mismo, sies posible.» El contestó: «Desde luego, a ti, yo, por miparte, te concedo el perdón, pero yo mismo no veo cómo

podría conseguir el perdón de parte de la ciudad si nocastigo a un hombre culpable de actuar en perjuicio de

31 ella para recibi r di nero.» E ntonces, ante este argumento,nada dijo, sino que se marchó vencido por lo que era dejustici a. N o obstante, más tarde, o bien por propi a refle-xión, o bien adoctrinado por alguien, volvió y dijo: «Pa-dre, que si Esfodrias no hubiera cometido ninguna injus-tici a, lo habrías absuelto, eso lo sé. A hora bien, si la hacometido, que sea por nosotros por lo que obtenga de

ti el perdón. » Y él repli có: «D esde luego, si eso va a serpara nosotr os bueno, así será.» A l oír esto, salió muy32 desesperanzado. Uno de los amigos de E sfodri as, cuando

siempre del modo más hermoso, a un hombre así es difícil

matarlo, pues Esparta necesita de esta clase de soldados.»N ada más escucharl o, fu e a contárselo a C leóni mo que, 33muy contento , marchó inmedi atamente a ver a A rqui da-mo y le di jo: «Y a sabemos que te preocupas de nosotros,pero tú tambi én tienes que saber, A rqu i damo, que nos-otros intentaremos preocuparnos de que nunca tú teavergüences de nuestra amistad.» Y no le minti ó, sinoque durante su vida hizo todo lo que en Esparta es her-moso y, en L euctra, combatió del ante del rey con D i nón

el polemarco, cayó tres veces y fue el primero de losci udadanos que mur i ó en medi o de los enemigos. En ver-dad, causó afl icci ón a A rqu i damo, pero, como había pro-metido, no lo avergonzó, sino que más bien le produjosatisfacción. De esta manera, Esfodrias salió absuelto.

Entonces, los atenienses parti dari os de los beocios en- 34señaron al pueblo cómo los lacedemonios no habían cas-tigado a Esfodrias, sino que lo habían ensalzado por haberatacado A tenas. En consecuenci a, los atenienses dotaron

de puertas el Pireo, construyeron naves y con todo suentusiasmo fueron en ayuda de los beocios. L os lacede- 35monios, por su parte, decretaron una movilización contralos tebanos y, como creían que A gesil ao los conduci ríade modo más inteligente que Cleómbroto, le pidieron quellevara la expedición. Después de exponer que no se opon-dría a nada de lo que a la ciudad le pareciera bien, sepreparó para la marcha. A l darse cuenta de que, si nadie 36controlaba de antemano el Qterón, no sería fácil intro-ducirse en Tebas, cuando supo que los cletorios hacían

la guerra a los orcomenios y mantenían un ejército mer-cenario, tuvo una entrevista con ellos, para que se leuniera el ejérc i to mercenari o si lo necesitaba. C omo los 37

200 Helénicas. L ibro V .4,37 f : Helénicas. L ibro V,4,41 201

378 ritos fronterizos fueron favorables, después de enviar,antes de estar él en T egea, un mensaj e al jef e de los mer-cenarios de los cletorios, y darles el salario de un mes, lesdijo que se apoderaran del Citerón. A los orconieniosles indicó que, mientras durara la campaña, detuvieranla guerra. Dijo que si alguna ciudad, estando el ejércitofuera, atacaba a otra ciudad, iría primero contra ella de

¿ dedicó a cortar y quemar todo el interi or hasta la ci udad. 378T ras hacer esto y regresar de nuevo a T espias, les forti -ficó la ci udad. A ll í dej ó a Fébidas como harmosta y, des-)ués de hacer la travesía hasta M égara de nuevo, di sol vi óas tropas aliadas y llevó a casa el ejército ciudadano.

L uego Fébidas se dedicó a enviar grupos de bandi dos 42para expoliar a los tebanos y a organizar expedicionesque destrozaban su territorio. Por su parte, los teba-

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38 acuerdo con el tratado de los aliados. Cuando hubo su-

perado el Citerón, fue a Tespias y, de allí, partió paradirigirse al territorio de los tebanos. Como encontró quela llanura estaba rodeada por una fosa y cerrada por unaempalizada circular, al igual que la parte mejor del terri-torio, se dedicó a acampar cada vez en un sitio distintoy, después del almuerzo, salía a devastar la parte del te-rritorio que daba hacia su lado, fuera de la empalizaday de la fo sa, pues los enemigos, do nde aparecía A gesil ao,le salían al encuentro dentro del cercado cón ánimo de

39 defender se. U na vez, cuando se reti raba ya en direcciónal campamento, la caballería de los tebanos, hasta enton-ces invisible, de repente se lanzó a través de las salidasabiertas en el cercado, y los atacaron cuando, como eslógico en el momento de volver para la cena, los peltas-tas hacían los preparati vos. L os j inetes estaban unos to-davía en tierra, mientras otros se encontraban en el mo-mento de montar. Hirieron a numerosos peltastas, entrelos caballeros a Cleas y Epicididas, espartiatas, a uno delos periecos, Eudico, y algunos exiliados de los tebanos,

40 que todavía no habían subi do a los caball os. C uando A ge-silao volvió sobre sus pasos y acudió con los hoplitas, lacaballería iba contra la caballería y los hoplitas de diezpromociones corrían con ellos. La caballería de ios te-banos se parecía a quienes han bebido en mitad del día,pues aguardaban a los que los atacaban como si fuerana di sparar las lanzas, pero no acertaban. A l darse la vuel ta

41 de tal posición, murieron doce de ellos. Cuando se diocuenta A gesi lao de que si empre después del almuer zo apa-recían los enemigos, tras hacer un sacrificio al amanecer,avanzó tan rápidamente como le fue posible y se metiópor un lugar desierto dentro de los cercados. Entonces se

nos, que pretendían vengarse, hicieron una campaña enmasa contra el territorio de Tespias. Cuando estaban enel territorio, Fébidas se puso a hostigarlos con los peltas-tas y no dejó de ninguna manera que la falange se des-plegase, de modo que los tebanos, muy descontentos,hicieron la retirada más deprisa que la incursión, y losmuleros, mientras arrojaban el fruto que habían cogido,empujaban hacia casa; tan terrible fue el miedo que cayósobre su ejérci to. En esta situación, él presionaba con 43audacia, con el ejército de los peltastas a su alrededor,después de ordenar al de los hoplitas que le siguiera enformación. L legó a concebi r la esperanza de poner en fugaa los hombres, pues guiaba con energía, a los demás lesindicaba que atacaran y a los hoplitas de Tespias les or-denó que lo acompañaran a él. C uando, en su reti rada, 44la caballería de los tebanos se encontró en un valle sinsalida, primero se reunieron y luego se dieron la vuelta,al no saber por dó nde podrí an pasar. L os pel tastas, queiban delante, como eran pocos, se asustaron ante ellos y

huyeron. L os caballeros, en cambi o, cuando vi eron esto,gracias a los que huían comprendieron que era mejor ata-carlos. Fébidas y dos o tres que lucharon j unto a él mu- 45rieron, pero los mercenarios huyeron ante lo que pasaba.Cuando en su huida llegaron frente a los hoplitas de Tes-pias, también ellos, que, desde mucho antes, estaban muyseguros de que no cederían ante los tebanos, huyeronsin sufri r ni nguna persecuci ón, pues ya era tarde. Y nomurieron muchos, pero sin embargo los tespieos no se

detuvi eron antes de encontrarse en la mural la. A hora se 46encendió de nuevo el ánimo de los tebanos y emprendie-ron una expedición contra Tespias y las demás ciudades

200 Helénicas. Libro V.4,37 f: Helénicas. L ibro V,4,41 201

378 veci nas, donde el puebl o se pasó del l ado de T ebas. E nefecto, en todas las ciudades estaban establecidos poderesautoritarios, como había pasado en Tebas, de modo quelos amigos de los lacedemonios en estas ciudades tam-bién necesitaban ayuda. Después de la muerte de Fébidas,los lacedemonios enviaron por mar un polemarco y unregimiento para vigilar Tespias.

más seguro. Pero resul tó hermosa la estratagema de A ge- 377silao, porque al alejarse de los enemigos los había hechoretirarse a la carrera. Sin embargo, algunos de los pole-marcos atacaron con los regimientos a los que los supe-raban en la carrera. Con todo, los tebanos desde las co- 52li nas seguían disparando las lanzas, y así muri ó A l i peto,uno de los polemarcos, herido por una lanza. Pero, de

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47 C uando llegó la pri mavera, de nuevo los éfo ros decre-

377 taron una movil iz ación contra Tebas y pi di eron a A gesi-lao, como antes, que se pusiera al frente. Como pensabalo mismo acerca de la invasión, sin haber hecho los sa-crificios fronterizos, envió un mensaje al polemarco deTespias para decirle que controlara de antemano la cimaque está sobre el camino del Citerón y la vigilara hasta

48 su ll egada. C uando lo hubo atravesado y ya estaba enP latea, fingió que de nuevo iba pri mero a T espi as y en-vió un mensaje para decir que prepararan un mercado y

que las embajadas esperaran allí, de modo que los teba-49 nos vigil aban fuertemente el paso desde T espias. Sin em-

bargo, A gesil ao, al día sigui ente, al amanecer, despuésde los sacrificios, avanzó por el camino de Eritras. AIhaber acabado en un día un viaje que a una expediciónnormalmente le lleva dos, atravesó la empalizada quedaba a Escolo antes de que los tebanos acudieran desdeel puesto por el que antes había entrado. Después de ha-cer esto, se dedicó a devastar los campos al este de la

ci udad de los tebanos hasta el l ímite de T anagra, puestodavía entonces tenían Tanagra los de Hipatodoro, queeran amigos de los lacedemonios. L uego se marchó de-

50 j ando la murall a a su i zqui erda. L os tebanos lo siguieronhasta hacerle frente en el P echo de la V ieja y dejaronatrás la fosa y la empalizada, en la idea de que era mejorafrontar el peligro en este lugar, pues el territorio erapor aquí conveni entemente estrecho e inaccesibl e. A lverl o A gesilao, no marchó contra ell os, sino que hizo un

51 qui ebro y se f ue hacia la ci udad. P or su par te, los tebanos

temieron por su ciudad, que estaba desierta, por lo quedejaron el lugar donde estaban en formación y salierona la carrera hacia ella por el camino de Potnias, que era

53

54

igual modo, también de esta colina se retiraron los teba-nos, de manera que, al subir los esciritas y algunos delos caballeros, hirieron a los últimos de los tebanos quese dirigían a la ciudad. Cuando ya estuvieron cerca dela murall a, los tebanos se di eron la vuelta. L os esciri tas,al verlos, se reti raron y no precisamente al paso. A unqueno murió ninguno de ellos, de todos modos los tebanoserigieron un trofeo, por la retirada de los que habíansubido . Agesilao, cuando ll egó el momento, se reti ró yacampó precisamente donde había visto que los enemigos

estaban alineados. A l día sigui ente, regresó por el cami node T espias. Como los pel tastas, los que eran mercena-rios de los tebanos, les seguían los pasos valientementee interpelaban a Cabrias porque no los acompañaba, loscaball eros de los oli ntios, que ya estaban col aborandosegún los juramentos, después de darse la vuelta, los per-siguieron hasta la subida, por el camino por el que loshabían acompañado, y mataron a un gran número, puesen una cuesta arriba accesible a la caballería los de a pie

son alcanzados rápi damente por los ji netes. C uando A ge- 55silao estuvo en Tespias, al encontrar que había conflictoentre los ciudadanos y los que se decían partidarios deL acedemonia querí an matar a sus contri ncantes, entre losque estaba M enón , no lo permi ti ó, sino que, después dereconciliarlos y obligarlos a prestarse juramento mutua-®cnte, sólo entonces se marchó de nuevo a través delC iterón por el cami no de M égara. Al lí di solvi ó las tropasaliadas y se llevó a casa el ejército ciudadano.

M uy agobi ados los tebanos por la escasez de trigo , 56debida a que no habían recogido en dos años el fruto dela tierra, envían a Pagasas, en dos trieres, después de dar-les diez talentos, a unas personas encargadas de buscarlo.

200 Helénicas. L ibro V.4,37 f: Helénicas. L ibro V,4,41 201

377 A l cetas el l acedemoni o, que vi gil aba O reo , en tanto queaquéllos compraban el trigo, equipó tres trieres preocu-pado de que no se cor ri era la noti ci a. C uan do el tri goera tran spo rtad o de vuel ta, A lcetas se apo der ó de lastrieres que lo llevaban, tomó vivos a los hombres, nomenos de trescientos, y los encerró en la acrópolis donde

57 él pernoctaba. Como disfrutaba de la compañía de un

posi ble, si equi paban much as más naves que los atenien- 376ses, tomar por hambre la ciudad, y también les era po-sible en estas mismas naves transportar una expedicióna Tebas, si querían, por el camino de los focidios y, silo preferí an, por el de C reusis. Con estos cálculos, equi- 61paron sesenta tri eres, y su navarco f ue P ol i s. D esde l ue-go, no se vieron defraudados los que pensaban de este

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joven de los oreítas, según decían, muy hermoso y denoble estirpe, solía bajar de la acrópolis y pasarse el tiem-po con él. A l notar los pri si oneros la fal ta de cui dado, seapoderaron de la acrópolis y la ciudad se cambió de ban-do, de modo que ya los tebanos tuvieron trigo en abun-dancia.

58 A la l l egada de la nuev a pri mavera, A gesUao se en-376 contraba enfermo. Pues, cuando el ejército volvió de Te-

bas, en Mégara, al subir desde el A frodisio a la residenciaoficial, se le rompió, al parecer, una vena y le fluyó la

sangre del cuerpo hasta la pierna sana. Como el tobilloestaba hinchado y los dolores se hacían insoportables, unmédico siracusano le abrió la vena junto al talón. Desdeel momento en que empezó, la sangre le seguía fluyendonoche y día y, por mucho que hacían, no podían contenerla hemorragia, hasta que se desvaneció. Entonces sí cesó.De este modo, transportado a Lacedemonia, permanecióenfermo el resto del verano y durante el invierno.

59 L os l acedemoni os, cuan do ll egó la pri mavera, de nuev o

decretaron una movilización y decidieron poner al frentea C l eómbr oto . U na vez que estuvo con su ejérci to j untoal Citerón, avanzaron delante de él los peltastas con ánimode controlar la parte alta del camino, pues algunos delos tebanos y atenienses que ocupaban las alturas losdejaban subir entretanto, pero cuando estuvieron en ellas,se pusieron en movimiento, los persiguieron y mataronalr ededor de cuarenta. A nte este suceso, C l eómbr oto , enla idea de que era imposible penetrar en el territorio delos tebanos, se volvió y disolvió la expedición.

60 R euni dos los ali ados en L acedemoni a, hu bo disc ursospor par te de éstos en el senti do de que, por co mod i dad,iban a encontrarse agotados por la guerra, pues les era

modo, sino que los atenienses fueron sometidos a asedio.L as naves cargadas de trigo l l egaban a G erasto, per o des-de allí ya no querían seguir costeando, al encontrarsela fl ota de los l acedemoni os en los al rededor es de E gi na,C eos y A ndr os. A l darse cuenta los atenienses de la pre-sión existente, se embarcaron ellos en las naves y, trasemprender una batalla naval en que el jefe era Cabrias,vencieron a P ol i s Y de este mod o el tri go vol vi ó a 62ll egar a lo s puertos de los atenienses. C uando los lace- 375demonios se pusieron a hacer preparativos para empren-

der una campaña contra los beocios, le pidieron los teba-nos a los atenienses que enviaran una expedición alre-dedor del Peloponeso, pues consideraban que, si se hacíaesto, no les sería posible a los lacedemonios, al mismotiempo, guardar su propio territorio y las ciudades aliadassituadas en aquel l os l ugares, y además transportar unejército suficiente contra ellos.

L os atenienses, que, en efecto, estaban i rr i tados con 63los lacedemonios por la acción de Esfodrias, enviaron con

mucho gusto sesenta naves alrededor del Peloponeso, des-pués de haberlas equipado y de haber elegido como suestratego a T i moteo . C omo los enemigo s no habían po-di do ll evar a cabo la invasi ón de T ebas, ni en el año enque C l eómbroto conduj o el ejérci to, ni en el que T i moteose dedicó a hacer su periplo, los tebanos realizaron unaenérgica campaña contra las ciudades vecinas y de nuevose apoder aron de ell as. P or su par te, T i moteo, después 64'le hacer el periplo, en seguida puso a Corcira bajo su

control personal, pero ni la esclavizó, ni deportó a sushombres, ni cambió las leyes, por lo que a todas las ciu-

La batalla de Naxos.

200 Helénicas. L ibro V.4,37 f:Helénicas. Libro V ,4 ,4

J 75 dades de alrededor las tuv o en muy buena disposi ci ón.65 L os l acedemonio s, de otr o lado, equi paron tambi én una

flota y enviaron como navarco a N i cól oco, hombr e muyval i ente. C uando vi o las naves de T i moteo, no se con-tuvo, aunque le faltaban seis naves ambraciotas, sino que,con cincuc.ita y cinco naves, emprendió la batalla contralas sesenta de T i moteo. E ntonc es f ue venci do y T i moteo

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66 erigi ó un trof eo en A li cia. A hora bien, cuando estabanen tierra las naves de T i moteo en proceso de reparació n,una vez que se le presentaron las seis trieres ambracio-tas, navegó sobre A li ci a, dond e estaba T i moteo. C omono le salió al encuentro, también él por su parte erigióun trof eo en las isl as cercanas. P ero Ti moteo, desde quereparó las que tenía y equipó otras de Corcira, como yatenía en total más de setenta, era realmente muy superioren la flota. Sin embargo, tuvo que mandar a buscar di-nero a A tenas, pues necesitaba mucho dad o que tenía mu-

chas naves.

E n esto estaban los l acedemoni os y los atenienses. P orsu parte, los tebanos, cuando hubieron sometido las ciu-dades de Beocia, hicieron también una expedición contraFócide. Entonces los focidios enviaron una embajada aL acedemonia para deci r que, si no acudí an en su ayuda,no iban a poder dejar de someterse a los tebanos, porlo que los lacedemonios hicieron pasar por mar hasta laF óci de al rey Q eó mb r ot o con cuatr o regimi entos y, delos aliados, la misma proporción de hombres

A prox i madamente por este ti empo ll egó también deTesalia a la asamblea de los lacedemonios el farsalio Po-lidamante. Este, en toda Tesalia, estaba muy bien consi-derado, pero, en su propia ciudad, tenía tal fama de hom-bre noble que los farsalios, cuando surgió entre ellos elconflicto interao, pusieron en sus manos la aaópolis ylo encargaron de la percepción de los ingresos para que,según la cantidad que estaba escrita en las leyes, los gas-

tara en las ceremonias sacras y en el resto de la admi-

3751 . 1

374

El equivalente a dos tercios del ejército de cada uno.

207

208 Helénicas. Ubro VI, Helénicas. Li bro VI ,1,6 209

374 ni straci ón. E ntonc es él, con este di nero, les puso a salvo3 la acrópol i s gracias a su vigi lancia y of recí a cada año las

cuentas del resto de la administración. Cuando faltabaalgo, lo añadía de su propio dinero y, cuando sobrabapar te de lo s ingresos, l o recuperaba. E ra por lo demás hos-pitalario y magnánimo a la manera tesalia. Pues bien,cuando l legó a L acedemoni a, di j o l o sigui ente:

4 «Y o, lacedemonios, qu e soy vuestro próx eno y bene-

de sus enf ermedades y el orn amento de sus tumbas, de 374modo que todos los mercenarios que están con él sabenque su virtud guerrera les permite alcanzar la vida másvaliosa y más opulenta.

Y me mostr ó, aunque lo sabía, que ya eran sus súb- 7di tos lo s máracos, dól opes y A l cetes, el gober nador delEpiro. "Por tanto", dijo, "¿qué es lo que yo puedo temerpara no pensar en someteros fáci l mente a vosotros? E n

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factor, como todos los antepasados que recordamos, con-sidero lógico, si tengo algún problema, venir a vosotros,y si algo se os presenta complicado en Tesalia, señalá-roslo. Bien sé que también vosotros habéis oído, con todaseguri dad, el nombre de J asón , pues el ho mbr e tiene ungran poder y es muy conocido. Este, después de concertar

5 una tregua, se reuni ó conmi go y di jo lo sigui ente: "Po -lidamente, que yo podría someter vuestra ciudad, [Fár-salo], aunque no queráis, te es posible imaginártelo de

acuerdo con lo que te voy a decir: pues yo", continuó,"tengo como aliadas la mayoría, y las más grandes, delas ci udades tesali as. M e apoder é de ell as mi entras vos-otros combatíai s en su ayuda contra mí. A demás, sabesque poseo unos seis mil nnercenarios extranjeros, con losque, según yo creo, ninguna ciudad podría enfrentarsefácil mente. U n númer o no menor, desde luego, podrí avenir de cualquier otro sitio, pero los ejércitos de lasdemás ciudades comprenden a los que ya han pasado dela edad y a los que todavía no están en su mejor mo-

mento . A par te de que son muy pocos los que ejerci tansu cuerpo en cada ci udad. E n cambio , en mi caso, nocobra salario nadie que no sea capaz de esforzarse lo mis-

6 mo que yo" . El es, pues es preci so deci ros la verdad,fuerte de cuerpo y notablemente laborioso. En verdad,cada día hace un examen de los que están con él, puesse pone al frente con las armas y en los ejercicios gim-násticos, igual que cuando se halla en plena campaña.A los mercenarios que encuentra blandos, los expulsa, y

a los que ve que son esforzados y arriesgados para laguerra los recompensa con el doble, el triple o el cuá-druple de lo normal, y con otros regalos, con el ciúdado

seguida se le ocurriría a cualquiera que no me conozca:¿Qué es lo que piensas, que no haces ya una expedicióncontra los farsalios? En efecto, en todos los sentidos,por Zeus, me parece que es mejor atraeros voluntaria queinvoluntariamente. Pues, violentados, vosotros intenta-ríais todo el mal que pudierais contra mí, y yo querríaque fuerais lo más débiles posible. Pero, si estáis de miparte gracias a la persuasión, es evidente que nos poten-ciaríamos mutuamente lo que pudiéramos. Sé, Polida- 8

mente, que tu patria tiene sus ojos puestos en ti. Si lapredispones para acogerme amistosamente, yo te prome-to", siguió, "hacerte, junto conmigo, el más grande detoda Grecia. Escucha de qué cosas te ofrezco el segundolugar y no confíes en mí en lo que, según tus cálculos,no te parezca cierto. Desde luego, para nosotros es evi-dente que, si se añade Fársalo y las ciudades que depen-den de vosotro s, yo me erigi rí a fel i zmente co mo el j efe de todos los tesalios; que, cuando Tesalia tenga un jefe,los soldados de caballería llegarán a seis mil y se reclu-

tarán unos diez mil hopl i tas. E n efecto, después de ob- 9servar sus cuerpos y su valor, pienso que, si alguien seocupa convenientemente de ellos, no habrá pueblo al quelos tesali os consi deren lógi co estar someti dos. A demás,al ser muy llana la tierra tesalia, todos los pueblos dealrededor se encuentran sometidos cuando un jefe se es-

^ Tágos: jefatura militar de los tesalios, sólo vigente en caso deguerra y comparada por Dionisio de Halicarnaso con el dictatorromano, que, en principio, era el jefe militar de los latinos encaso de guerra. Con J asón, la situación en Tesalia cambió y eltágos se convirtió de hecho en un jefe con prerrogativas más am-plias y más duraderas, comparables con las del rey de Macedonia.

IS··

226 Helénicas. L ibro VI,4,3

Helénicas. L ibro V I ,4,7 227374 tablece allí. Casi todos son lanzadores de jabalina, de

modo que naturalmente nuestra potencia deberá ser su-10 peri or tambi én en el ejérc i to de peltastas. E n verdad, los

beocios y todos los demás que están en guerra con loslacedemonios son mis aliados y están dispuestos a acom-pañarme, sólo con que los libere de los lacedemonios.E n cuanto a los atenienses, sé bien que harí an cualquiercosa con tal de convertirse en nuestros aliados, pero yo

rios sin tener nada que reprochar les, esto, di je, me pa- 374recia que era absurdo, él, después de alabarme y de decirque yo merecía tener más, por ser como era, me dejóvenir a deciros a vosotros la verdad: que pensaba haceruna expedición contra los farsalios si no le hacíamos caso.D i jo además que pidiera ayuda de vuestra parte. "Y sia ti", concluyó, "te la dan como para convencerte de que

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no pienso en fomentar la amistad con ellos, pues creo quepodría apoderarme todavía más fácilmente del imperiomarítimo que del terrestre.

11 Si mis cálculos son verosími les, obsérv alo ", añadió," tambi én en esto. Con M acedonia de nuestra parte, dedonde los atenienses se llevan la madera, seremos en ade-lante mucho más capaces que eUos de hacer naves. Y dedotarlas de hombres, ¿acaso es lógico que los ateniensessean más capaces que nosotros, cuando tenemos tantos

penestas y de tal clase? Y de al imentar a los hombres,¿no es razonable que nosotros, que por nuestra abundan-cia mandamos trigo a otros lugares, seamos más capacesque los atenienses, que no tienen suficiente ni para ellos,

12 sino que lo compran? Es natural que nosotros disponga-mos de riquezas claramente más abundantes sin necesidadde mirar a las islas, sino porque recogemos los frutos depueblos continentales. Pues todos los de alrededor apor-tarán su tributo, cuando los de Tesalia se encuentren

bajo una jefatura. Sabes, sin duda, que el rey de los per-sas es el más rico de los hombres, porque no saca losfrutos de las islas, sino del continente y, según creo, estodavía más fácil hacerlo subdito a él que a Grecia. Puessé que todos los hombres de allí excepto uno están másexper i mentados en la esclavi tud que en la acción. Y séen qué clase de fuerza, tanto por la que acompañó a Cirocomo por l a que fue con A gesil ao, se apoyó el rey parallegar a todo lo que ha llegado".

13 C uando, después de decir esto, yo le contesté que todolo demás que decía era digno de consideración, pero quelos amigos de los lacedemonios se pasaran a los contra-

envían una alianza suficiente para hacer la guerra contramí, entonces, adelante, y aceptemos lo que salga de laguerra. Pero, si te parece que no te ayudan de manerasuficiente, ¿no sería ya justamente irreprochable si, parala patria que te honra, tú consiguieras lo mejor?".

Por esto vengo a vosotros a contaros todo lo que all í 14yo mismo veo y he escuchado de su parte. Y creo que esasí, lacedemonios, que si enviáis una fuerza que no sóloa mí, sino a los demás tesalios, parezca suficiente para

hacer la guerra contra J asón, las ci udades se separaránde él, pues todas temen hasta dónde puede llegar algunavez el poder de este hombre. Pero, si pensáis que conneodamodes y un hombre particular ^va a ser suficiente,os aconsejo quedaros tranqui los. Pues, sabedlo bien, la 15guerra será contra una gran potencia y contra un hombreque es tan inteligente estratego que, en cuanto se pro-pone pasar desapercibido, tomar la iniciativa o emplearla violencia, no es fácil que se equivoque, pues es capazde aprovechar la noche como el día y, cuando tiene prisa,

igualmente traba a mientras almuerza y cena. Pero tam-bién piensa que hay que descansar cuando llega a dondese ha propuesto y cuando lleva a cabo lo necesario, yha acostumbrado a esto a los que están con él. Sabe ade-más satisfacer las aspiraciones de los soldados cuando és-tos se esfuerzan por hacer algo bi en, de modo que todoslos suyos han aprendido que de los esfuerzos nace la co-modi dad. E s, desde luego, el más sobri o de los que yo 16conozco en los placeres del cuerpo, de modo que lú si-

quiera por esto le falta tiempo para hacer en cada caso

^Que no sea rey.

212 Helénicas. Libro VI,1,16 '•Helénicas. Libro V I ,2,1 213374 lo necesario. V osotros, por tanto , después de examinar

la cuestión, decidme, según os conviene, qué podéis ypensáis hacer.»

17 A sí habló. L os lacedemoni os entonces aplazaron la res-puesta. Después de calcular, al día siguiente y al tercero,cuántos regimientos tenían fuera, y cuántos había alrede-dor de L acedemonia f rente a las trieres de los ateniensesy en la guerra contra los vecinos, contestaron que, en el

contribuciones en dinero, de la piratería de Egina y dela vigilancia del territorio, les entró el deseo de que seacabara la guerra, por lo que envi aron embaj adores a La-cedemonia e hicieron la paz.

Inmediatamente partieron de allí mismo dos de losembajadores con un mandato de la ciudad para comunicara T i moteo que regresara a casa porque se había hecho l a

374

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presente, no podían enviarle bastante ayuda, pero le pi-dieron que se fuera a poner en orden lo mejor posible

18 sus asuntos y los públi cos. Después de alabar la f ranquezade la ci udad, se marchó. P i di ó a J asón que no lo obli garaa entregar la acrópolis de los farsalios para poder salvarlo que se le había conf iado. L e entregó, en cambio , a sushijos como rehenes, después de prometerle que conven-cería a la ciudad para que se hiciera aliada voluntaria-mente y para que colaborara a su designación como jefe.

Cuando se hubieron dado las garantías entre sí, inme-diatamente los farsalios vivieron en paz y en seguidaJ asón fue nombr ado por consenso jefe de los tesali os.

19 Cuando se convirtió en jefe, dispuso el contingente decaballería y del ejército hoplítico que cada ciudad fueracapaz de proporci onar. L legó a tener, con los de los ali a-dos, más de ocho mil jinetes, de los hoplitas se calcularonno menos de veinte mil, y del ejército de peltastas bastacon decir que era suficiente para enfrentarse a todos los

hombres, pues ya sería una buena tarea el mero hecho decontar con sus ciudades. Ordenó a todos los vecinos quepagaran el tributo, como se había establecido en tiemposde Escopas. A sí se puso en prácti ca todo esto. Y yo denuevo vuelvo a donde lo dejé para contar los asuntosde J asón.

2.1 P ues bien, los lacedemoni os y sus ali ados se congrega-ron a la llamada de los focidios, mientras los tebanos,después de retirarse a su propio territorio, vigilaban los

accesos. A los atenienses, al ver que gracias a ellos pros-peraban los tebanos y, en cambi o, no aportaban di neropara la flota, mientras ellos se agotaban por culpa de las

paz. Entonces, al volver, desembarcó en su territorio alos exiliados de Zacinto.Como los zacintios de la ciudad enviaron mensajeros

ante los lacedemonios a contarles lo que había hecho Ti-moteo, en seguida los lacedemonios consideraron que losatenienses estaban jugando sucio, por lo que prepararonde nuevo la flota y dispusieron hasta sesenta naves de lamisma L acedemonia, y también de C ori nto, L éucade, A m-bracia, Elide, Zacinto, Acaya, Epidauro, Trecén, Hermio-ne y Hal ieas. N ombr aron navarco a M nasipo, al que en-cargaron de todo lo correspondiente a aquellas aguas y,especialmente, de hacer una expedición contra Corcira.Enviaron además un mensaje a Dionisio para hacerle sa-ber que también para él sería útil que Corcira no cayeraen manos de los atenienses.

E ntonces M nasipo, cuando tuvo la flota reunida, nave-gó hasta Corci ra. A demás de los lacedemonios que hací anla expedición con él, disponía de no menos de mil qui-

nientos mercenarios. Cuando desembarcó, se hizo dueñode la tierra y se dedicó a devastar el territorio, que seencontraba completamente labrado y plantado, así comolas excelentes viviendas y las bodegas acondicionadas so-bre los campos, de modo que, según decían, los soldadosUegaron a tal punto de sibaritismo que no querían bebersi no había vi no de agradable aroma. T ambi én se Cogie-ΐΌη de los campos muchísi mos esclavos y rebaños. L uegoacampó con la infantería sobre una colina que distaba dela ciudad como cinco estadios y que estaba delante delterritori o, para que, si a l ^o de los corcirenses salí a"acia el terri tori o, quedara i nterceptado desde all í. L a flo-ta atracó al otro lado de la ciudad, donde pensaba que,

200 Helénicas. L ibro V .4,37 f: Helénicas. L ibro V ,4,41201

374 si alguien se acercaba navegando, se enteraría y podríai mpedí rsel o. A demás de esto, tambi én atracaba en el ac-

8 ceso al pu er to cuando no se lo i mpedí a el mal ti empo.D e este mo do tenía si ti ada la ciudad.

C omo los corc i renses no reci bían nada de la ti erra,porque por tierra estaban dominados, y no les llegabanada por mar por estar dominados por las naves, se en-contraban en situación muy precaria.

gunas naves que se enco ntraban navegand o al rededor del 373A tica, además de la Páralo y la Sdaminia, pues decíaque, si allí las cosas iban bien. Ies remitiría muchas naves.En total tenía unas setenta.

E n este ti empo, los corc i renses se enco ntraban tan ex- 15tremadamente hambrientos que, a causa de la multitudde los que desertaban, M nasi po pro cl amó que qui en lohiciera sería vendido. Como, de todas maneras, no deja-

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9 P or ell o, envi aron un mensaj e a los ateni enses parap>edirles que acudieran en su ayuda y para hacerles saberque perderían una gran ventaja, si se veían privados deCorcira, y a los enemigos en cambio les proporcionaríanun gran poder , pues de ni nguna ci udad salvo de A tenassaldrí an más naves ni más dinero. A demás, se encontrabasituada Corcira en un lugar favorable para el golfo deC or i nto y par a las ci udad es que dan a éste, en uun lugarfavorable para perjudicar el territorio laconio, y en unlugar muy favorable para el Epiro, que está enfrente, y

10 para la navegaci ón desde Sicil ia al Pel oponeso. A l oí resto, los atenienses consideraron que había que preocu-parse seriamente, por lo que enviaron como' estratego aC tesic l es * con unos seisci entos peltastas y pidi eron a A l-

l í cetas que hic iera la travesía con eUos. T ransp or tados de

noche a algún lugar del territorio, entraron en la ciudad.Decretaron también equipar sesenta naves y votaron como

12 estratego a T i moteo. C om o no podía equi par las naves373 all í mi smo, nav egó hacia las isl as, do nd e in tentaba ha-

cerlo, en la idea de que no era cosa simple hacer un pe-riplo a la aventura para enfrentarse a naves ejercitadas.P ero los atenienses, co mo pensaro n que estaba gastandoel tiempo de la estación propia para la marcha, no tu-vieron consideración con él, sino que lo destituyeron de

H l a estrategia y eli gieron a I fí crates. U na vez no mbr adoestratego, con toda rapidez equipó las naves y for2Ó a lostri erarco s. D e parte de l os atenienses también añadi ó al-

^ Se trata de una enmienda basada en Di odoro de Sicil ia yaceptada por M archant y Brownson. Hatzfeid conserva la lecturade los manuscritos.

ban de desertar, acabó por devolverlos después de haber-los azotado. Pero ios de dentro no admitían a los esclavosde nuevo en el i nteri or de las mural l as, por lo qu e muc hosmorían fu era. E nto nces M nasipo , al ver esto, pensó que 16en seguida tomaría la ciudad y se dedicó a hacer inno-vaciones en relación con los mercenarios. A algunos deellos los había despedido y a los que permanecían lesdebía ya el salario de dos meses, y eso que no carecíade dinero, según se decía, pues muchas ciudades le en-

viaban dinero en vez de hombres, dado que se tratabade una camp aña ultr amari na. L os de la ci udad, al obser- 17var desde las torres que las guardias se hacían peor queantes y que los hombres se encontraban dispersos porel territorio, en una salida a la carrera cogieron a algunosde ell os e hi ri eron a otro s. C uan do se di o cuenta M nasi - 18po, él mismo se armó, acudió con todos los hoplitas quepudo llevar consigo y ordenó a los capitanes y coman-dantes que hic ieran sali r a los mercenari os. A l contestarlealgunos capitanes que no era fácil hacerlos obedecer sin

darles las provisiones, a uno lo golpeó con un bastón, aotr o con la punta de la lanza. D e este mod o, acudi erontodos, aunque estaban desanimados y lo odiaban, que eslo menos conveniente para una batalla.

C uand o hu bo organiz ado la f ormaci ón, puso en f uga a 20ios enemigos que estaban en las puertas y corrió en supersecución. Pero, una vez que estuvieron cerca del muro,se dieron la vuelta y, desde las tumbas, se dedicaron a

arrojar lanzas y jabalinas, mientras otros salían a la ca-rrera por otra puerta y atacaban en masa por los extre-mos. A l i neados de a ocho , en la idea de que el extremo 21

216Helénicas. L ibro V I ,2 1

Helénicas. L ibro V I ,2,27 217

22

de la falange estaba débil, intentaron darse la vuelta'.C uand o empezaron a retroceder, l os enemigos, como sihuyeran, les cayeron encima, y ellos ya no pudieron se-gui r dand o la vuel ta. L os que estaban a con ti nuaci ón sel anzaron a la fuga. M nasi po a los acor ral ados ya no podí asocorrerlos a causa de los que se venían encima, perocada vez se quedaban con menos. Finalmente, los enemi-gos, reunidos en masa, se lanzaron todos sobre los de

naval, pues en segui da dej ó sus grandes velas, como qui en 373se encamina a tal batalla, y hacía poco uso de las velasauxil iares, aunq ue el vi ento f uera propi ci o. Al l levar lanavegación a remo, conseguía que los hombres mantu-vi eran sus cuerp os en buena fo rm a y que las naves sur-caran mej or . M uc has veces, en el lugar donde la expe- 28dición fuera a almorzar o cenar, podía colocarla en

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M nasi po , que ya eran muy pocos. L os ci udadano s tam-bi én sal ieron, al ver lo que sucedía. C uan do lo matarona él, todo s ya sali eron en persecución. L os persegui doreshabrían estado a punto de apoderarse incluso del cam-pamento con la empalizada, si no se hubieran dado lavuelta al ver la multitud de mercaderes, y la de los sier-vos y esclavos, y creer que se trataba de algo de valor.E ntonc es los corci renses erigi eron un trof eo y devolvie-ron los cadáveres medi ante un pacto. C om o consecuencia,los de la ciudad se habían hecho más fuertes y los de

fuera se encontraban en una total desesperación, pues sedecía que Ifícrates estaría presente en seguida y los cor-cirenses estaban de hecho dedicados a equipar naves. Hi-pérmenes, que era prec i samente el l ugarteni ente de M na-sipo, colaboró allí a equipar la flota que había y, despuésde navegar alrededor hasta la empalizada, despidió todoslos barcos llenos de esclavos y de objetos. Por su parte,con los marinos y los soldados que habían sobrevivido,se dedicó a proteger la empalizada. Por fin, también és-tos, muy alborotados, subieron a las trieres y se marcha-ron, pero hubieron de dejar mucho trigo, mucho vino,muchos esclavos y los soldados enfermos, pues tenían unmiedo atroz a ser capturados por los atenienses en laisl a. A sí , se pusi eron a salvo en L éucade.

I f í cr ates, una vez que ini ci ó la travesía, al tiempo quenavegaba se dedicaba a prepararlo todo para una batalla

5 Se trata de una operación complicada debido a la estructurade la formación hoplítica. Primero hay que deshacer las líneas

para poder moverse sin que las lanzas estorben a los demás solda-dos. En el caso presente, los enemigos impidieron que se comple-tara la maniobra.

col umna f ren te a esos lugares, de espal das a tierra. E n-tonces, daba la vuelta, disponía las trieres de frente y, auna señal, las dejaba competir en dirección a la costa.Constituía el premio de la victoria el hecho de ser losprimeros en coger agua y todo lo que necesitaran, y dealmorzar los primeros. Para los últimos en llegar, era ungran perjuicio el quedar por detrás en todas estas cosas,porque, además, tenían que partir al mismo tiempo, cuan-do se diera la señal. Sucedía, pues, que los primeros enllegar lo hacían todo con tranquilidad y los últimos a

toda pri sa. Si se dab a el caso de qu e al morzaban en terr i - 29torio enemigo, establecía unas guardias en tierra, comoera conveniente, y en las naves levantaban otra vez losmástiles y desde ellos vigilaba, pues así veían mucho másque desde la superficie, al vigilar desde un lugar másalto. E n el campamen to donde cenaba y dor mí a no en-cendía fuego de noche, pero delante del ejército poníauna luz, para que nadi e se acercara si n ser vi sto. M uc hasveces, si hacía buen tiempo, partía inmediatamente des-pués de la cena y, si soplaba la br i sa, seguían av anzandomientras descansaban. Si había que remar, hacía que lostnarineros descansaran por tum os . E n las navegaciones de 30

día, a una señal, unas veces las hacía avanzar en colum-ba, otras en falange, de modo que, al mismo tiempo quenavegaban, iban a llegar al mar que, según pensaban,^taba controlado por los enemigos, después de haberpracticado y con todos los conocimientos necesarios paraUna batal la naval . M uchas veces al morzaban y cenaban enterritorio enemigo, pero, gracias a que hacían sólo lo im-

prescindible, se ponían en movimiento antes de que acu-dieran sus tropas y rápidamente se marchaban.

236 Helénicas. Libro Helénicas. L ibro VI^IO 237

373 E n el momento de la muer te de M nasi po, ya se encon-31 traba en L aconia, cerca de Esf agias. A l l l egar a E lea,

pasó de largo por la desembocadur a del A l f eo y atracóbaj o el l l amado I ctis A l día sigui ente, de allí se diri gióa Cefalenia, alineado de tal modo y con tal forma denavegar que, si era necesario, podía enfrentarse a la ba-talla porque tenía preparado todo cuanto precisaba, pues,de lo refer ente a M nasi po , no había escuchado a ningún

a los restantes no esperar y él mismo preparó su nave y 373

parti ó. A pesar de encontrar se con las naves de I f í crates,así y todo l ogró escapar. E n cambi o, las naves de los si-racusanos f uero n cogi das todas con sus hombr es. If í cra- 36tes, después de cortar los espolones a las trieres, las llevóa remolque hasta el puerto de los corcirenses, y sucedióque cada uno le pagó un dinero establecido, salvo Cri-nipo el arconte. A éste lo guardaba como si tuviera in-

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testigo presencial y sospechaba que se decía para enga-ñarlo, por lo que andaba con precauciones, Pero, cuandollegó a Cefalenia, allí se informó claramente y la expedi-ción terminó.

32 Sé, desde luego, que todo esto los hombres lo practi-can y ensayan cuando piensan hacer una batalla naval.Sin embargo, lo alabo, porque cuando era necesario llegarrápidamente a donde se pensaba que iba a tener lugarla batalla con los enemigos, se encontró con que ni por

culpa de la travesía eran desconocedores de lo relativoa la guerra naval, ni por ejercitarse en ello marcharonmás lentamente.

33 D espués de someter las ci udades de C efal eni a, se diri -gió a C orc i ra. A ll í, en pr i mer lugar, al oí r que se acer-caban diez trieres que venían de parte de Dionisio a ayu-dar a los lacedemonios, después de ir a observar de quéparte del territorio era posible ver a los que se acercabany serían visibles las señales que hicieran a la ciudad, en

34 ese lugar estableció a los vigías. Convino con ellos enque, cuando se acercaran y atracaran, tenían que hacerleseñales. Dispuso que veinte de los trierarcos tenían queacompañarlo cuando se lo anunciaran. A dvi rti ó que, sialguno no lo acompañaba, no se quejara del castigo.C uan do se di o la señal de que se aprox i maban y se hizoel llamamiento, la presteza fue digna de observación. Na-die subió a las naves, de los que iban a navegar, que no

35 lo hici era a la carr era. A l l legar a donde estaban las tri e-res enemigas, capturó de las demás a los hombres que

habían bajado a tierra, pero M elani po el r odi o aconsejó

* «El Pez».

tención de conseguir mucho dinero o de venderlo. Pero,a causa del dolor, murió de muerte voluntaria, y a losdemás Ifícrates los dejó ir, después de recibir corcirensescomo garantes del dinero.

A los mari neros los mantení a ali mentados por que, en 37su mayoría, trabajaban la tierra para los corcirenses, mien-tras con los peltastas y los hoplitas de las naves pasó aA carnania. A l l í se dedicó a ayudar a las ci udades amigas,si alguna necesitaba algo, y hacía la guerra a los tirieos,

hombres muy vigorosos y que ocupaban un lugar sólido.Después de recoger la flota de C orc i ra, de arox i mada- 38mente nov enta naves, en pr i mer lugar navegó a C efal enia 372y recaudó dinero, dado unas veces voluntaria y otras in-vol untari amente. L uego se preparó para arrui nar el terri -torio de los lacedemonios y, con respecto a las demásciudades que por aquellas zonas eran enemigas, a anexio-nar voluntariamente a unas y a hacer la guerra a otrasque no se sometieran.

Y o, esta estrategi a de l os de I f í crates no la dej o de 39

alabar, y también el haber dicho que se le sumara Calis-trato, el orador popular, que no le era muy favorable,y Cabrias, estratego muy estimado. En efecto, si, porquelos juzgaba inteligentes, quiso tomarlos como consejeros,Ole parece que actuó de manera prudente y, si lo hizoporque los consideraba contrincantes, sin parecer que per-día fuerza ni se descuidaba, me parece propio de unhombre muy seguro de sí mismo. Esto fue lo que él hizo.

L os atenienses, al ver qu e los pl ateenses, que eran 3,1amigos suyos, habí an sido expul sados de Beocia y habí an 371buscado refugio junto a ellos y que los de Tespias acu-^'an como suplicantes para que no miraran con indife-

200 Helénicas. Li bro V.4,37 f: Helénicas. L ibro V , 4 , 4 1 201

371 renci a el hecho de que se hubi eran quedado sin ci udad,dejaron de alabar a los tebanos, pero lo que es hacer laguerra contra ellos, por una parte, les daba vergüenzay, por otra, calculaban que no iba a ser conveniente.Desde luego, ya no querían compartir con ellos lo quehacían, porque los veían dirigir sus campañas contra losfocidios, antiguos amigos suyos, y aniquilar ciudades fie-

2 les en la guerra con tra el bárbar o y asimi smo amigas. P or

y en ambas embaj adas conseguí l a paz para vosotr os y 371para noso tros. E n esta ocasi ón vengo por tercera vezy creo que ahora será con mucho el momento más ade-cuado para alcanzar un acuerdo. D esde luego, no veo 5que nosotros pensemos una cosa y vosotros otra, sino quevosotros estáis irritados igual que nosotros con la destruc-ción de Platea y de Tespias. Entonces, ¿cómo no va aser natural que, si tenemos las mismas opiniones, seamosentre nosotros amigos más que enemigos? Sin duda, lo

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ello, cuando el pueblo votó hacer la paz, enviaron enpr i mer lugar embaj ador es a T ebas a pl antearles si querí anacompañarl os a L acedemoni a con e fin de tratar de lapaz, pero luego enviaron embajadores por su cuenta. En-tre los elegidos estaban Call as hi jo de H i póni co, A utocl eshij o de E strombíqui des, D emóstrato hij o de A ri stofonte,

3 A ristocles, C efi sódoto, M elanopo y L iceto. [C uando sepresentaron ante los miembros de la asamblea de los la-cedemoni os y ante los al i ados] " y · * tambi én estabapresente Calístrato, el orador público, pues, como ya ha-

bía prometido a Ifícrates que, si lo dejaba ir, o le enviaríadinero para la flota o haría la paz, por eso mismo se en-contraba en A tenas y actuaba en f avor de la paz. C uandose presentaron ante los miembros de la asamblea lacede-monia y ante los aliados, de ellos habló primero Calíasel daduco'. Este era un hombre capaz de disfrutar nomenos con sus propias alabanzas que con las de los de-más. Entonc es empezó , más o menos, así :

4 «L acedemoni os, vuestra proxeni a no la tengo yo solo ,

sino que el padre de mi padre, que ya la tenía como pa-trimonio, la transmitió a su linaje. Quiero mostraros asícuál es, a lo largo del tiempo, la actitud de la ciudad conrespecto a nosot ros. E n eifecto, cuando hay guerra, noselige estrategos y, cuando desea tranquilidad, nos envíaco mo negoc iadores de la paz. E n cuanto a mí , ya he ve-nido antes dos veces para tratar del final de la guerra

' Casi todos los editores prescinden de esta frase.* A ñadido por K opper y normalmente admitído.

' Portador de la antorcha en los ritos de Eleusis, cargo monopo-lizado por el linaje de los Cérices al que pertenecía la familia deCalías.

propio de los sabios es ni siquiera emprender la guerraaunque hubiera pequeñas di ferenci as. A hora bien, si fué-ramos de la misma opinión, ¿no sería propio de los muyexcéntri cos no hacer la paz? L o j usto sería que no tomá- 6ramos las armas los unos contra los otros, puesto que,según se dice, Tr i ptó l emo, nuestr o antepasado, a los pri-meros extranjeros a los que enseñó los ritos mistéricosde Deméter y Core fue a Heracles, vuestro fundador, ya los Dioscuros, ciudadanos de vuestra ciudad, y la si-

miente del fruto de Deméter fue llevada como regalo enpri mer lugar al Peloponeso. ¿ C óm o va a ser j usto q uevosotros vayáis al territorio de aquéllos de quienes reci-bisteis la semilla a destruirles lo que ahora es su frutoy que nosotros no queramos que aquéllos a quienes se ladimos tengan la mayor abundancia posible de alimentos?Si, en verdad, está señalado por los dioses que haya gue-rras entre los hombres, es preciso que nosotros la empren-damos con la mayor calma'posible y, cuando aparezca, laconcluyamos lo más rápidamente posible.»

D espués de él, A utocl es, qu e tenía fama de ser un 7orador muy firme, empez ó así: «L acedemoni os, que l oque voy a decir no será dicho según vuestro gusto, no loignoro, pero me parece que quienes desean, cuando hacenentre sí una amistad, que ésta dure el mayor tiempo po-sible, tienen que enseñarse el uno al otro las causas delas guerras. V oso tro s si empre decí s: es preciso que lasciudades sean autónomas, pero vosotros mismos sois elprincipal obstáculo para la autonomía, pues fijáis paralas ciudades aliadas, en primer lugar, la obligación deacompañaro s a do nde voso tros las ll evéis. ¿E s que esto 8

200 Helénicas. L ibro V.4,37 f: Helénicas. L ibro V ,4,41 201

371 se compagi na con la auton omí a? O s proc urái s enemigossin comunicárselo a los aliados, y los lleváis contra ellos,de modo que, muchas veces, l os que se di cen autó nomosse ven obligados a hacer una expedición contra quienesles son más favo rabl es. A demás, l o que es más opuestoque nada a la autonomía, establecéis en unos sitios decar-quí as, en otr os tri acon tarquí as y os ocupái s de estosmagistrados no para que gobiernen legalmente, sino paraque puedan controlar la ciudad por la fuerza, de modo

los tebanos f uer on ví ctimas de la i nj ustici a, vuel ven a 371estar j un to a ell os. D e mo do que en este mo men to , enconsecuencia, espero que, por haber aprendido que elquerer demasiado reporta poco provecho, nosotros sea-mos moderad os en la amistad recípr oca. Co n respecto a 12lo que nos reprochan algunos deseosos de evitar la paz,que nosotros no buscamos la amistad, sino que sólo veni-mos por temo r a que A ntálci das vuelv a con di nero de

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que parece que os complacéis más con las tiranías que9 con los gobiernos constitucionales. Cuando el rey ordenó

que las ciudades fueran autónomas, muy claramente ex-pusisteis la opinión de que, si los tebanos no dejabanque cada una de las ciudades se gobernara por sí mismay se si rvi era de las leyes que quisi era, no estarí an actuan-do de acuerdo con el escrito del rey. Sin embargo, cuandotomasteis la Cadmea, ni a los mismos tebanos les permi-ti steis ser autón omos. E s preci so que los qu e van a ser

amigos no consideren que es normal ser tratados con jus-ticia por parte de los demás, mientras ellos mismos seadueñan claramente de lo más que pueden.»

10 A l deci r esto, prov oc ó en todo s el sil encio e hi zo quese alegraran los que estaban irritados con los lacedemo-nios. D espués de él habl ó C alí strato: «L acedemonio s,que no ha habido errores ni por vuestra parte ni por lanuestra, yo creo que no podría decirlo nadie. Sin embar-go, según mi opinión, no es preciso que haya que romper

definitivamente las relaciones con los que los cometen,pues veo que ninguno de los hombres pasa la vida sinerrar . I nc l uso me parece que, algunas veces, son más acce-sibles los hombres que han errado, sobre todo si han sido

11 casti gados por sus errores, co mo nosotr os. E n cuanto avosotros, yo veo que, por lo realizado de modo incons-ciente, a veces os habéis encontrado con muchas repercu-siones. T al es el caso de la ocupaci ón de la C admea deT ebas. A hor a, por ejempl o, co mo os esforz astei s en qu^las ciudades fueran autónomas, de nuevo todas, cuando

Sólo se conocen los T reinta de A tenas.

parte del rey, podéis estar seguros de que son disparates.El rey, en efecto, ya escribió que todas las ciudades deGrecia eran autónomas y nosotros, si decimos y hacemoslo mismo que él, ¿por qué íbamos a temer al rey? ¿O esque alguien piensa que desea gastar dinero para hacergrandes a otros más bien que, sin gasto, lograr lo quea su manera de ver es mejor?

B i en. ¿P or qué veni mos? Q ue no es por estar en la 13indigencia, podríais saberlo, si queréis, con dirigir la mi-rada a la situación por mar y, si queréis, a la situaciónpor tierra en el presente. t¿ P o r qué es entonces? E vi -dentemente, el hecho de que algunos de los aliados hacencosas no agradables para nosotros o agradables para vos-ot ro st " . I gual mente querr í amos mostraro s de mo do ade-cuado nuestro reconocimiento por el hecho de que nossalvarais cu ando hubo ocasi ón. P ara record ar tambi én el 14lado posi tiv o, de todas las ci udades evi dentemente hayunas que comparten vuestros intereses y otras que com-parten los nuestros y, en cada ciudad, unos son partida-

nos de los laconios, otros de los áticos. Si nosotrosfuéramos amigos, ¿de dónde podríamos esperar normal-mente ningún peligro? Pues, por tierra, si vosotros soisami gos, ¿qui én iba a ser capaz de i nqui etarnos? Y pormar, ¿quién podría dañaros en nada si nosotros somosV uestros col aborador es? Si n embargo, que si empre, en 15a gún momen to , se produ cen guer ras y qu e se ter mi nan,'odos lo sabemos, y también que nosotros, si no ahora,

.. " Brownson sigue una hipótesis de K urz; «es evidente que al-anos de los aliados hacen cosas no agradables para nosotros».

pesar de que existen otras conjeturas, Hatzfeld prefiere con-la laguna.

200Helénicas. L ibro

V.4,37f: Helénicas. L ibro V,4,41201

371 en adelante, en algún momento, desearemos la paz. ¿Porqué hay que esperar ese momento, hasta que nos dejemosabatir por las desgracias, en vez de hacer la paz lo másrápidamente posible, antes de que nada llegue a ser irre-

16 medi abl e? E n reali dad, yo no alabo ni a los que, porser buenos atletas y haber obtenido ya muchas victorias,por la fama que poseen aman de tal modo el triunfo queno cesan antes de que, derrotados, ven disuelta su forma

atenienses, la esperanz a de que los tebanos pagar an el 371diezmo establecido, y los mismos tebanos se marcharontotalmente desanimados.

A partir de entonces, los atenienses levantaron las 4,1guarniciones de las ciudades, hicieron volver a Ifícratesy sus naves y lo obligaron a devolver todo lo que habíatomado con posterioridad a los juramentos que tuvieronlugar en L acedemoni a. Por su parte, l os lacedemonio s, si 2

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de vida, ni a los jugadores que, si obtienen un solo triun-fo, se ponen a jugar doblando la apuesta, pues veo quela mayor par te de los que así actúan qued an absol uta-

17 mente anulados. Es preciso que nosotros lo comprenda-mos de este modo y nunca entremos en un juego tal comopara tomarlo todo o perderlo todo, sino que, mientrasnos conservemos fuertes y tengamos buena fortuna, sea-mos amigos los unos de los otros. Así , noso tros , graciasa vosotros, y vosotros, gracias a nosotros, podríamos ha-

cernos en Grecia todavía más fuertes que en el tiempopasado.»18 C om o pareci ó que habí a habl ado conveni entemente,

votaron también los lacedemonios aceptar la paz, con lacondición de retirar los harmostas de las ciudades, disol-ver los ejércitos, tanto las ilotas como los de infantería,y dejar las ciudades autónomas. Si alguien actuaba demodo contrario, el que quisiera acudiría en ayuda de losque fueran víctimas de un trato abusivo, en cambio,el que no quisiera, no tenía obligación de aliarse con ellos.

19 Sobre tales condiciones, juraron los lacedemonios porellos mismo y por sus aliados y los atenienses y sus alia-dos cada un o por ciudades. Después de haber firmadotambién los tebanos entre las ciudades que habían jura-do, se presentaron de nuevo al día siguiente sus embaja-dores a decir que corrigieran en el sentido de que, en vezde l os tebanos, habían jurado los beoci os. A gesil ao con-testó que no corregiría nada de lo que antes habían juradoy fi rmado. N o obstante, si no querí an partici par en los

20 pactos, di j o que los bor rarí an si se lo pedí an. Así , comolos demás habían hecho la paz y sólo hubo discordanciade parte de los tebanos, ahora renacía, en opinión de los

bien es verdad que retiraron a los harmostas y las guar-niciones de las ciudades, en cambio a Cleómbroto, queestaba al mando del ejército de Fócide y preguntó a lasautoridades de la patria qué había de hacer, después dehablar Prótoo en el sentido de que, según su parecer,había que disolver el ejército de acuerdo con los jura-mentos y transmitir la orden a las ciudades de que apor-taran al templo de A pol o cuanto cada una qui siera, y sólomás tarde, si alguien no permitía que las ciudades fueranautónomas, convocar entonces de nuevo a cuantos quisie-ran acudir en apoyo de la autonomía para llevarlos contrasus oposi tores. E n efecto , según di j o, pensaba que asílos dioses serían más favorables y las ciudades se irrita-rían menos. L a asamblea, al escuchar esto, consi deró 3que desvariaba, pues ya, según parece, lo arrastraba todola fuerza divina, y ordenaron a Cleómbroto que no disol-viera el ejército, sino que en seguida se dirigiera contralos tebanos, si no dejaban las ci udades autóno mas. [C l eóm-broto, cuando se enteró de que se había hecho la paz,

envió un mensaje a los éforos a preguntar qué había dehacer. Ellos le dijeron que marchara contra los tebanos sino dej aban autónomas las ci udades beoci as] A l darsecuenta de que no dejaban las ciudades y ni siquiera di-solvían su ejército, [como se alineaban contra ellos]en consecuencia, condujo su ejército contra Beocia.

L os tebanos esperaban que hici era la expedici ón desdeFócide y vigilaban en un lugar estrecho, pero él no em-

V iene a ser una especie de resumen aclaratorio de la compli -cada frase anterior.

" Según la corrección de Brodaeus, aceptada por Brownson:«con ánimo de alinearse contra ¿1».

226 Helénicas. L ibro VI ,4,3

Helénicas. L ibro V I ,4,7 227371 prendi ó la invasi ón por ese camino, sino que avanzó por

un paso elevado e i mprevi si bl e a través de T i sbas, ll egóa Creusis, tomó la muralla y se apoderó de doce trieresde los tebanos.

4 D espu és de hacer esto, ya lejos del mar , acampó enL euctras de la T éspic a. L os tebanos acamparon en lacolina de enfrente, a no mucha distancia, sin tener másali ados que los beociuc;. E ntonces l os amigo s se acercaron

que todo esto f uer on arti mañas de l os di ri gentes. P ero, 371en reali dad, en la batal la todo fue con trari o a lo s lace- 8demonios, mientras para ellos todo estuvo dirigido porla suerte. E n efecto, C l eómbroto cel ebró después del al-muerzo el último consejo previo a la batalla y, como ha-bían bebido al mediodía, decían que el vino los habíaexci tado. E n el punto en que cada un o de los ejérc i tos 9se estaba armando y ya era evidente que se iba a produ-

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5 a decirle a Cleómbroto: «Cleómbroto, si dejas ir a lostebanos sin combatir, correrás el riesgo de que en la ciu-dad te condenen a la última pena, pues se acordarán decuando, al llegar a Cinoscéfalas, no llevaste a cabo ningúntipo de saqueo en el territorio de los tebanos y de cuando,en la ulterior expedición, te impidieron la entrada, mien-tras A gesil ao si empre habí a pasado a través del C i terón.Si te preocupas por ti mismo y si echas de menos a tupatria, tienes que dirigirte contra ellos.»

E sto le di j eron sus amigos. L os adversari os, en cam-

bio, decí an: «A hora mostrará el hombr e si, en reali dad,siente preocupación por los tebanos, como se dice.»

6 C l eómbr oto , al escuchar esto, se sinti ó estimu l ado aemprender la batalla. Por su parte, los que estaban alfrente de los tebanos calculaban que, si no combatían,se les separarían las ciudades vecinas y ellos serían sitia-dos. Por otro lado, si el pueblo tebano no contaba consus provisiones, correrían el riesgo de que la ciudad sepusi era contra ell os. En fin, por haber estado antes exi-liados, muchos consideraban que era mejor morir en el

7 combate que exil i arse de nuevo. A demás de esto, los ani-mó también el oráculo, de acuerdo con el cual los lace-demonios debían ser derrotados allí donde estaba la tum-ba de las doncellas que, según se dice, se suicidaron porhaber sido vi ol adas por unos lacedemonios. A sí pues, an-tes de la batall a, los tebanos adornaron esta tumb a. L esanunciaron además desde la ciudad que todos los templosse habían abierto solos y las sacerdotisas decían que losdioses les señalaban así la vi ctori a. T ambi én af i rmaron

que las armas habían desaparecido del Heracleo, como siH eracles hubiera parti do para la batall a. A l gunos c uentan

cir la batalla, en primer lugar, cuando ya habían empren-dido la marcha del ejército beocio los que habían prepa-rado el mercado, algunos cargadores y los que no queríancombatir, entonces, los mercenarios de Hierón, los pel-tastas focidios y, de la caballería, los heracleotas y flia-sios, en un movimiento envolvente, se lanzaron sobreellos en el momento de la retirada, les hicieron dar lavuelta y los persiguieron hasta el campamento de los beo-cios, de modo que hicieron mucho mayor y más denso

que antes el con ti ngente de lo s mi smos. L uego, como 10había una llanura en medio, los lacedemonios colocarondelante de su propia falange a los caballeros y los teba-nos colocaron enfrente también a los suyos. La caballeríade los tebanos estaba entrenada por la guerra contra losorcomenios y los tespieos y, en cambio, en esa época, lacaball ería de los lacedemoni os era muy po bre. A l os ca- 11ballos los criaban los más ricos y, cuando se proclamabael reclutamiento, entonces venía el individuo designado,que tomaba su caballo y las armas que se le dieran de

modo impr ovi sado en campaña. A demás, de los sol dados,los de cuerpo menos fuerte y los menos deseosos de glo-ria eran los que estaban en la caballería. Tal era el con-tingente ecuestre de cada uno . De la fal ange decí an que 12los lacedemonios formaban las secciones de a tres y, de^ta manera, no llegaban a tener más de doce en profun-didad L os tebanos se habían organi zado en grupos deí o menos de ci ncuenta escudos pues calcul aban que, si

Las secciones estaban formadas por «media compañía» {eno-

"totia) de treinta y seis hombres.'' Primera indicación, en J enofonte, de la falange oblicua, laeran innovación de Epaminondas. Los mejores, colocados a la iz-

200 Helénicas. Libro V.4,37 f: Helénicas. L ibro V ,4,41 201

371 venc í an a la parte qu e estaba si tuada al rededor del rey,todo el resto sería fácil de dominar.

13 C uando C l eómbro to empezó la marcha con tra los ene-migos, en primer lugar, antes de que su ejército se ente-rara de que él estaba al frente, las caballerías ya se habíanencontrado y, rápidamente, había sido derrotada la delos l acedemonios. A l hui r se habían tropezado con suspropios hoplitas y, además, les cayeron encima las com-

los aliados se encontraban sin ánimos para combatir y 371

algunos de ellos ni siquiera estaban irritados con lo suce-dido, reunieron a los más importantes para decidir quéhabía que hacer. C omo a todos les pareció bien que serecogieran los cadáveres mediante pactos, enviaron unheraldo a hacer una proc l ama relativa a los mi smos. E nconsecuencia, los tebanos, después de esto, erigieron untrofeo y entregaron los cadáveres mediante pactos.

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pañías de los tebanos. Sin embargo, que los de Cleóm-broto al principio eran superiores en la batalla, cualquierapodría saberlo por este evidente testimonio: pues no ha-brían podido cogerlo y llevárselo vivo si los que comba-tían delante de él no hubieran sido vencedores en ese

14 momento. Pero, cuando murieron Dinón el polemarco,Esfodrias, de los consejeros del rey, su hijo Cleónimo,los caball os " y los l l amados l ugarteni entes del pol emar-co, los demás, rechazados por la masa, se retiraban y losque ocupaban el ala izquierda de los lacedemonios, cuan-do vieron que la derecha era rechazada, retrocedieron.A unq ue habí an muert o muchos, cuando, derro tados, atra-vesaron la fosa que tenían precisamente delante del cam-pamento, dispusieron las armas en el territorio desde elque habían hecho el asalto. El campamento no estaba, sinembargo, en una superficie muy plana, sino más bien enuna subida. Después de esto, hubo algunos lacedemoniosque, al considerar la desgracia intolerable, dijeron que eranecesario impedir que los enemigos erigieran un trofeo

y que no deberían recoger los cadáveres mediante pactos,sino que tenían que intentarlo por medio de un combate.

15 L os pol emarcos, al ver que habí an muer to cerca de mÜdel conjunto de los lacedemonios y que de los espartiatasmismos, que eran allí como setecientos, habían muertoalrededor de cuatrocientos, y al darse cuenta de que todos

quierda, reforzados en profundidad, se convenían en el ala dechoque, contrariamente a la práctica habitual.

Brownson admite la hipótesis de Stephanus: los caballos;

Hatzfeld con una la de M advig; ménippoi, que no traduce, peflo explica como un término, tal vez mal transcrito, que puede de-signar una formación de estado mayor.

U na vez hecho esto, el que f ue a anunc iar el suceso a 16L acedemonia l legó cuando acababan las G i mnopedi as "y estaba dentr o el coro mascul i no. L os éfor os, cuandoescucharon lo que había sucedido, sintieron dolor, comoes forozoso, creo. Pero no hicieron salir el coro, sinoque dej aron que celebraran el concurso. L uego entregar onlos nombres de cada uno de los muertos a sus familiares,pero ordenaron a las mujeres que no lanzaran gritos, sinoque en sil encio sopo rtaran su dol or . A l día sigui ente ha-bía que ver a los parientes de los muertos pasearse relu-cientes y esplendorosos a la luz del día, pero a los quese les había anunciado que estaban vivos, de éstos podíanverse pocos, dando vueltas sombríos y desdichados.

A consecuenci a de esto, lo s éforo s decretaron la mo- 17vilización de los dos regimientos restantes hasta completarlas cuarenta promoc i ones T ambi én enviaron, de losregimientos que estaban fuera, hasta los de la misma edad,pues antes, hacia Fócide, habían marchado hasta treintay cinco promociones. Decretaron también que los acom-

pañaran los que habían quedado entonces al cargo de las'M agistraturas. A gesil ao todaví a no se había repuesto de 18su enfermedad, por lo que la ciudad decidió que se pu-siera al fr ente su hij o A rqui damo. A él se sumaron congusto los tegeatas, pues todavía vi ví an los de E stasi po,partidarios de los laconios y no de los menos poderosos

J uegos introducidos, segiín la tradici ón, por Taletas de Cretael 668, en honor de Apolo P iteo, consistentes en danzas de

Jóvenes desnudos en torno a las estatuas de Apolo, A rtemis y L eto,

son de los cánticos compuestos por poetas como el propio Ta-y A lemán.Hasta los hombres de sesenta años.

200 Helénicas. L ibro V.4,37

f: Helénicas. L ibro V,4,41 201>71 de la ci udad. C on much a energí a, tambi én se les uni eron

los mantineos, con un ejército reclutado a través de lasaldeas. Precisamente se gobernaban por un sistema aris-tocrático. Corintios, sicionios, fliasios y aqueos los acom-pañaron también con mucho gusto, y otras ciudades envia-ron soldados. Equiparon frieres los mismos lacedemoniosy los corintios, y pidieron a los sicionios que colaboraranen el equipamiento, pues pensaban que la expedición

se ha reali zado una hermosa acci ón, no es lógico arri es- 371garse, pues es cierto que se puede realizar algo todavíamayor, pero también verse privado incluso de la victoriaobtenida. «¿ N o veis», di j o, «qu e también vosotro s, una 23vez que os encontrasteis en una situación de necesidad,fui stei s capaces de conv ertir os en vencedores? E s preci sopensar que los l acedemoni os, si se vi eron forz ados a f so-breviv i r, combati rí an a la desesperada E l di os, según

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19 habí a de hacer la travesía en sus naves. Y A rqui damohizo los sacrificios correspondientes para una travesía.L os tebanos, inmedi atamente después de la batall a, en-

vi aron a A tenas un mensaj ero cor onado para, por unaparte, contarles la grandeza de la victoria y, por otra,para solicitar que acudieran en su ayuda, con el mensajede que ahora sería posible vengarse de todo lo que leshabían hecho los lacedemonios. Precisamente, el consejo

20 de los atenienses estaba reun i do en la acrópol i s. C uand oescucharon lo sucedido, se hizo evidente para todos que

habían quedado muy perplejos, pues ni llamaron al he-raldo a los rituales de hospitalidad, ni contestaron nadaacerca del enví o de auxi l i o. A sí se marchó de A tenas elheraldo. Entonces los tebanos mandaron a toda prisa unmensaj e a J asón, que era ali ado suyo, a pedi rl e que lesenviara ayuda, pues trataban de calcular por dónde trans-curriría el porvenir.

21 E n seguida equi pó tri eres, con la intenció n de prestar-les ayuda por mar, pero, después de reunir el ejército

mercenario y los caballeros propios, a pesar de que losfocidios le hacían la guerra sin declararlo, marchó portierra hacia Beocia y , en muchas de las ciudades, lo vie-ron l l egar sin que se hubi era anunci ado su veni da. E nefecto, antes de que se hubieran reunido desde diversospun tos , ya se alej aba de antemano , con lo que demostr abaque, muchas veces, la rapidez consigue lo que se buscamás que la fuerza.

22 C uando l legó a B eocia, al decir le los tebanos que erala oportunidad de lanzarse sobre los lacedemonios, éldesde arriba con el ejército mercenario, ellos cara a cara,J asón les hi zo desi sti r, con l o que les enseñó que, cuand o

parece, muchas veces se complace en hacer a los peque-ños grandes y a l os grandes pequeño s.» C on estas pala- 24bras disuadió a los tebanos de exponerse a nuevos peli-gros. E n cambi o, a los l acedemoni os les enseñó lo queera un ejército vencido y lo que era un ejército vencedor.«Si queréis olvidar el sufrimiento pasado», dijo, «os acon-sejo que toméis un respiro, descanséis y os hagáis másfuertes, y sólo así vayáis a la batalla contra los que nohan sido vencidos. Pero ahora», añadió, «sabéis bien queentre vuestros aliados existen conversaciones acerca de laposible amistad con los enemigos. De cualquier modo,i ntentad consegui r pactos. Esto es l o que yo deseo», ter-minó, «porque quiero salvaros, debido a la amistad demi padre con vosotros y por el hecho de ser vuestro pró-xeno» . T ales cosas decía, pero, sin embarg o, actuaba de 25modo que éstos, mientras siguieran siendo rivales entresí, tuvi eran ambos necesidad de él. L os l acedemoni os, aloí rl o, le pi di eron que actuara en f avo r de una tregua.Cuando se anunció que existía la tregua, los polemarcos

ordenaron que se prepararan todos después de la cena,con la intención de emprender la marcha de noche y su-bir al Citerón al amanecer. Después de cenar, antes deirse a dormir, les anunciaron que tenían que seguirlosy, en seguida, desde la caída de la tarde, los condujeronpor el camino de Creusis, con más confianza en pasardesapercibidos que en la tregua. Con mucha dificultad 26para avanzar, pues se retiraban atemorizados en medio

" Texto difí cil. Entre las hipótesis: «si se vieran forzados, com-batirían sin preocuparse de vivir» (Brownson); «si se vieran for-zados para vivir» (M archant, en aparato crítico).

200 Helénicas. L ibro V.4,37 f: Helénicas. L ibro V,4,41 201

371 de la noche, por un camino difícil, llegaron a Egóstenade la M egáride. A ll í se encontraron co n el ej ército deA rqui damo. E n ese l ugar esperó hasta qu e todos los alia-dos se hubieran reunido y, de una vez, sacó el ejércitocompleto hasta Corinto. Desde allí disolvió el ejército delos aliados y se llevó a los ciudadanos a casa.

27 P or su parte, J asón se marc hó a través de la F óci de, seapoderó de las afueras de Hiámpolis, devastó el territorio

saba acerca de los tesor os sagrado s, sigue siendo todaví a 370un misterio, pero se dice que, al preguntar ios delfiosqué había que hacer si se apoderaba de las riquezas deldios, éste con testó que él se preocupar í a de eso. & j mo 31el hombre era de tal naturaleza y tenía tan grandes ytales pensamientos, una vez, después de pasar revista yevaluar la caballería de los fereos, cuando ya estaba sen-tado dispuesto a emitir juicio si alguien venía por alguna

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y produjo una enorme matanza. El resto de la Fócide lorecorr i ó sin realizar nin guna acti vi dad. A l llegar a H e-raclea, derribó la muralla de los heracleotas, pues evi-dentemente no tenía miedo de que, al abrirse esta entra-da^, avanzaran contra sus dominios, sino que más bienprestaba atención a que nadie pudiera tomar Heraclea,que estaba en un lugar estrecho, e impedirle el paso cuan-

28 do qui siera ir a cual qui er l ugar de G reci a. U na vez quevolvió de nuevo a Tesalia, sin duda era ya grande por

haberse establecido como jefe de los tesalios por ley, ypor mantener muchos mercenarios en torno a sí, tanto deinfantería como de caballería, y éstos suficientemente en-trenados para ser los más fuertes, pero era todavía másgrande por sus muchos aliados, unos que ya lo eran yotr os que querí an ll egar a serlo. Y era el más grande delos de su tiempo porque no había ni uno que fácilmentepudiera considerarlo objeto de indiferencia.

29 C uando se acercaban las P i ti as, anunc i ó a las ci udades370 que prepararan bueyes, ovej as, cabras y cerdos como para

un sacrificio. Se comentaba que, a pesar de haber hechouna petición muy moderada para cada ciudad, obtuvo nomenos de mil bueyes y, de los demás animales, más dediez mil. Proclamó también que había una corona de orocomo premio para la ciudad que ofreciera al dios el buey

30 guía más hermoso . A nunc i ó además a los tesali os quetenían que prepararse para hacer una expedición en tor-no a la época de la Pitias, pues pensaba, según dijeron,que él mismo iba a constituir tanto la asamblea en honor

del di os como los j uegos. R ealmente, qué es l o que pen-

® L as Termópilas.

consulta, fue degollado y descuartizado por obra de sietejovencillos que entraron como si existiera entre ellosalguna diferencia. Cuando, apresuradamente, acudieron 32en su ayuda los lanceros que estaban cerca, uno que to-davía estaba gol peando a J asón muri ó heri do po r unalanza, otro fue cogido al subir al caballo y murió trasrecibir muchas heridas, pero los demás se lanzaron sobrelos caballos que tenían preparados y consiguieron esca-par. A cualquiera de los ciudades griegas adonde llega-ron, en la mayoría recibían honores, en lo que se hizoevidente que los griegos habían tenido mucho miedo deque se convirtiera en tirano.

D espués de su muer te, sus hermanos Pol i doro y P o- 33lifrón se convirtieron en jefes. Polidoro, cuando ambosiban a L arisa, de noc he, mi entras dormí a, muri ó, al pa-recer, a manos de su hermano Polifrón, pues la muertese le presentó de repente y sin ninguna explicación clara.Por su parte, Po l i f rón gobernó un año e hiz o de la jefa- 34tura una especie de tiraní a. E n efecto, en Fársalo mató a

Polidamente y a los otros ocho ciudadanos más poderososy de L arisa exi li ó a muchos. Tal era su f orma de actuar 35cuando él también mur i ó a manos de A l ejandr o, que ac- 369tuaba como si fuera a vengar a Polidoro y disolver latiranía. Pero cuando se hizo cargo del poder, como jefeHegó a ser insoportable para los tesalios y, como enemi-go, insoportable para los tebanos y atenienses, piratainjusto por tierra y por mar.

C omo era así, tambi én él muri ó por la propi a mano 358

de los hermanos de su mujer, pero por decisión de ellafni sma. E n efecto, a los hermanos les anunció que A le- 36jandro conspiraba contra ellos y los ocultó dentro todo

200 Helénicas. L ibro V .4,37 f: Helénicas. L ibro V,4,41 201358 el día. Cuando recibi ó a A l ejandr o, estaba borr acho y,

una vez que se hubo dor mi do , con la l ámpara encendi da,le sacó la espada. Pero al darse cuenta de que sus her-manos se retrasaban en entrar en la habitación para ata-car a A l ej andro , dij o que, si no lo hacían ya, l o des-pertaría. Cuando entraron, tiró de la puerta y la retuvo

37 del picaporte hasta que su marido murió. Se dice queel odio hacia su marido había nacido, según algunos, por-

que, una vez que A l ej andro prendi ó a su pro pi o favori -

debí an hacer autón omo s ni a los marganeos, ni a l os 371esciluntios, ni a los trifilios, pues estas ciudades eransuyas. L os ateni enses y los demás , después de vo tar a 3favor de que, como el rey había escrito, fueran autóno-mas pwr igual las ciudades pequeñas y grandes, enviarona los comisionados con d encargo de que en cada ciudadlas más altas autoridades prestaran el juramento, y jura-ron todos excepto los eleos.

A partir de ahora, los mantineos, en la idea de que

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to, un hermoso joven, al pedirle ella que lo liberara, losacó y lo degolló. Otros dicen que, como no tenía hijosde ell a, envi ó embaj ador es a T ebas con la pretensi ón detomar c omo muj er a la de J asón. A sí se cuen tan las causasde la conspi raci ón por par te de su muj er. De los qu e lopusieron en práctica, hasta que este libro se ha escrito^',tuvo el poder T i sí f ono , que era el mayo r de los her-manos.

5,1 L os asuntos de T esali a, l o que tuvo l ugar en la época371 de J asón y después de su muer te hasta el gobi erno deT i sí f ono, quedan así expuestos. A hora vuelv o a donde,para ello, lo dejé. P ues bi en, cuando A rqui damo vol vióa traer el ejérci to después de su parti ci paci ón en L euctra,los atenienses, convencidos de que los peloponesios to-davía pensaban que tenían que acompañarlo y de quelos lacedemonios de ninguna manera se encontraban enla misma situación en la que habían colocado a los ate-nienses, convocaron a todas las ciudades que quisieran

2 parti ci par de la paz qu e el rey había propuesto . C uand ose reunieron, tomaron la decisión, con los que queríanparticipar, de prestar juramento al siguiente compromiso.«R espetaré los pactos que el rey propu so y los decretosde los atenienses y de los aliados. Si alguien ataca al-guna ciudad de las que han aceptado este juramento,acudiré en su ayuda con todas mis fuerzas.»

T odo s los demás estaban satisf echos con el j uramento,pero los elees se oponían con el argumento de que no

Entre 358, fecha de la muerte de A lejandro, y 354, probablefecha de la muerte de Jenofonte.

ya eran totalmente autónomos, se reunieron todos y de-cretaron hacer de M anti nea una sola ci udad y fo rtif i carla,L os l acedemoni os, en cambi of pensaron que sería intole- 4rabie que hi ci eran esto sin su consenti mi ento. E n con-secuencia, envi aron a A gesi lao como embaj ador ante losmantineos, ya que lo consideraban antiguo amigo por sufamilia. Cuando llegó, los magistrados de los mantineosno quisieron reunir al pueblo y le pidieron que les dijera

a ellos lo que quería. El les prometió que, si ahora sus-pendían la fortificación, conseguiría que, con el consenti-mi ento de L acedemon i a y sin grandes gastos, se ll evaraa cabo la fo rti fi caci ón. C omo le contestaron que era im- 5posible suspenderla, porque existía un decreto que obli-gaba a toda la ciudad a hacer ya la fortificación, entoncesA gesilao se march ó i rri tado. Sin embargo, no le parecíaposible hacer una expedición contra ellos, pues existíauna paz que protegí a la auton omí a. A l gunas de las ciu-dades arcadias mandaron gente para colaborar en la for-

tif icación con los manti neos, y los eleos les envi aron trestalentos de pl ata para el gasto de la mural l a. E n esto es-taban ocupados los mantineos.

D e los tegeatas, entretanto, los de C ali bio y P ró xeno 6estaban empeñado s en que se uni era toda la A rcadi a y 370

que lo que triunfara en la comunidad tuviera vigenciatambién para las ciudades. Pero los de Estasipo promo-vían que la ciudad se dejara como estaba, circunscrita® su terri tori o, y que uti l i zara las l eyes patri as. A l ser 7

derrotados, entre los magistrados, los de Próxeno y Cali-en la idea de que, si se reunía al pueblo, serían'''ucho más f uertes por su númer o, termin aron toman do

236 Helénicas. Libro Helénicas. L ibro V I .I O237

370 las armas. A l ver esto los de E stasipo, tambi én ell os searmaron por su parte, y en númer o n o ^ resultaron sermenos . C uando se lanzaron al combate, mataro n a Pr óxe-no y a otros pocos con él, pero a los demás, aunque ioshicieron retroceder, no los persiguieron. Por su forma deser, Estasipo no quería matar a muchos de los ciudada-

8 nos. L os de C ali bio, pri mero, se refugi aron en la mural lay las puer tas que miran hacia M anti nea y, l uego, como

los adversarios dejaron de acosarlos, se reunieron y per-

a su f ren te A gesil ao. T odos los arcadi os se reuni eron en 370A sea salvo los orc omeni os, que no querí an parti ci par en 11la comunidad arcadia por su enemistad con los manti-neos, sino que habían admitido en la ciudad el contin-gente mercenario reunido en Corinto, del que era jefePolítropo. Con esta preocupación, los mantineos perma-neci eron en casa. H ereos y l epreatas po r su parte se uni e-ron a los lacedemoni os f ren te a los manti neos. A gesil ao, 12

cuando le resultaron favorables los sacrificios fronterizos,

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maneci eron a la expectati va. A ntes habí a envi ado unaembaj ada a M anti nea a pedi r ayuda, pero con l os de E sta-sipo hablaban acerca de la reconciliación. Sin embargo,cuando se vio que se presentaban los mantineos, algunosse lanzaron hacia la muralla a pedirles que acudieran ensu ayuda lo más rápidamente posible y reclamaban agritos que se dieran prisa, mientras otros les abrieron las

9 puer tas. L os de E stasipo, cuando se di eron cuenta de lo

que sucedía, cayeron sobre las puertas que llevan a Pa-lantio y, antes de ser capturados por sus perseguidores,se adel antaron a refugi arse en el templo de A rtemi s, don-de se encerr aron y quedaron a la expectati va. L os enemi-gos, en su persecución, después de subir al templo yabri r el techo , los gol peaban con las tejas, C uando com-prendieron que era inevitable, pidieron que cesaran ydi j eron que saldrí an. L os adversari os, al tenerl os en susmanos, los encadenaron, los subieron al carro y los lle-varon a T egea. A ll í, con la col aboraci ón de l os mantineos,los condenaron y los mataron.

10 E n medi o de estos sucesos, huyeron a L acedemoni a al-rededo r de ochoci entos de los tegeatas de Estasi po. E nconsecuencia, a los lacedemonios les pareció que, por lostegeatas muertos y expulsados, había que acudir de acuer-do con los jur amentos. Así, hici eron una campaña co ntralos mantineos porque habían atacado con armas a lostegeatas en contra de los ju ramentos. L os éfo ros decre-taron una movilización y la ciudad decidió que estuviera

^ La negación, a partir de Dobrée, ha sido eli minada por algu-nos editores, como Brownson.

i nmedi atamente marchó hacia A rcadi a. A l tomar la ciu-dad de E utea, qu e estaba en la fr on tera, y encontrar qu eaUí vivían en sus casas los ancianos, las mujeres y losniños, pero que los que se encontraban en edad militarhabían ido a unirse a la comunidad arcadia, de todosmodos no hizo ningún daño a la ciudad, sino que losdejó en paz y, cuanto les era necesario, lo compraban.Pero como, de todos modos, se había hecho alguna ra-

piña en el momento de entrar en la ciudad, lo descubrióy lo devolvió. Se dedicó a restaurarles la muralla cuantoera necesario, mientras allí pasaba el tiempo a la esperade los mercenarios de Polítropo,

E n esto, los manti neos atacaron a lo s orc omeni os. E n- 13tonces tuvieron que retroceder desde la muralla con mu-cha dificultad y murieron algunos de ellos. Sin embargo,cuando, en su retirada, se encontraron en Elimia y loshoplitas orcomenios ya no los perseguían, pero los dePolítropo presionaban con mucha fuerza, entonces, al

comprender los mantineos que, si no los rechazaban, mu-chos de ellos serían heridos con las jabalinas, se dieronla vuelta y marcharon al encuentro de los que presiona-ban. P ol í tropo muri ó allí en el combate. Co n respecto a 14los demás, muchísimos habrían muerto en su huida, silos jinetes fliasios, al presentarse y atacar la retaguardiade los mantineos, no los hubieran hecho desistir de lapersecuci ón. L os manti neos después de esto se retir arona casa.

A gesi lao, al escucharl o, y en la i dea de que ya no se 15le unirían los mercenarios de Orcómeno, se adelantó deesta manera: el primer día cenó en el territorio de la

238 Helénicas. Li bro VI ,5,15

370 T egeátide, al día si gui ente atravesó hacia la M antíni cay acampó al pie de los montes que dan al occidente deM anti nea. A l í se dedi có a devastar el terri tori o y sa-quear l os campos. D e los arcadios, lo s que se habíanreun i do en A sea se presentar on de noc he en Tegea. A l

16 dí a sigui ente, A gesil ao acampó a una distanci a como devei nte estadi os de M anti nea. D e los arcadi os de Tegea,que ocup aban los montes entr e M anti nea y T egea, se pre-

sentaron muchísimos hoplitas con la intención de unirse

Helénicas. L ibro V I ,5.18 239

él. D e este modo , al tiempo que sacaba la falange del 370terreno estrecho, la hacía cada vez más f uer te C uan do 19la fal ange se habí a dob l ado, con el conti ngente hopl í ti coasí dispuesto, avanzó hacia la llanura y desplegó de nuevola formación hasta alcanzar un fondo de nueve o diez es-cudos. P ero los manti neos ya no vol vi eron a sali r pueslos eleos que estaban con ellos los convencieron de queno emprendieran una batalla antes de que se presentaranlos tebanos. Dijeron estar seguros de que se presenta-

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a los manti neos. L os argi vos, desde l uego, no los acom-pañab an en masa. H abí a algunos qu e trataban de con-vencer a A gesi lao para que atacara a éstos separadamente,pero por el temor de que, en cuanto se dirigiera contraellos, los mantineos salieran de la ciudad y por el alay por la retaguardia cayeran sobre él, pensó que era me-jor que se reunieran y, si querían combatir, hacer el com-bate de manera justa y clara.

17 L os arcadios, por ej empl o, ya estaban en el mismo lu-gar, en cambio os pel tastas de O rc ómeno y los j inetesde los fliasios con ellos, después de haber pasado de nochej unto a M antinea, al amanecer, mi entras A gesil ao estabahaciendo los sacrificios, se les presentaron delante delcampamento e hicieron que todos corrieran a sus forma-ci ones y que A gesilao vol vi era a las armas. C uand o aqué-ll os se di eron a conocer como amigos y A gesil ao habíaobtenido auspicios favorables en el sacrificio, después delalmuerzo hi zo avanzar el ejérci to. A l ll egar la tarde,

acampó a escondidas en el valle que se encuentra detrásde M antí ni ca, que tiene l os montes muy cerca y en circu-

í s l o. A l dí a sigui ente, al amanecer, ya estaba haciendolos sacrificios delante de la expedición, pero al ver que,desde la ciudad de los mantineos, se reunían sobre losmontes que estaban a la retaguardia de su propio ejér-cito, comprendió que había que salir del valle lo más rá-pi damente posi ble. E n efec to, si él marchaba en cabeza,temía que los enemigos cayeran sobre la retaguardia. Con

tranquilidad y con las armas cara a los enemigos, mandóque los de la retaguardia se dieran la vuelta en la direc-ción de la lanza detrás de la falange y se dirigieran hacia

rían, pues habían recibido en préstamo de su parte dieztalentos en con cepto de ayuda. L os arcadi os, al oír l o, se 20mantuvi eron a la expectativa en M anti nea. Agesil ao, aun-que estaba muy deseoso de llevarse el ejército, pues yaera la mitad del invierno, sin embargo esperó allí tresdías, a no mucha distancia de la ciudad de los manti-neos, para que no pareciera que por miedo forzaba lapartida. P ero al cuar to, después de almorzar temprano,

volvió dispuesto a acampar donde anteriormente habíaestado su pu nt o de par ti da desde E utea. C omo no apa- 21reció ninguno de los arcadios, marchó lo más rápidamen-te posible hacia E utea, aunqu e era muy tarde, p or quequería hacer volver a los hoplitas antes de ver las ho-gueras de los enemigos, para que nadie dijera que se mar-chaba huyendo. En efecto, después del desánimo anterior,parecía que la ciudad se había recuperado algo, porque yahabía hecho la invasi ón de A rcadi a y, mientras devastabael territorio, nadie había querido combatir. Cuando es-

tuvo en L aconi a, envi ó a los esparti atas a casa y a losperiecos a sus ciudades.

L os arcadios, cuando A gesil ao se había i do y se ente- 22taron de que su ejército se había disuelto, como ellospor su parte seguían reunidos, hicieron una expedición

" Complicada maniobra de la formación hoplí tica, en que, desde'a línea de marcha, con las armas frente al enemigo, la retaguardia

mueve hacia la derecha (en la dirección de la lanza), con lo que^ fortalece la línea y se va saliendo poco a poco de la dif íci lSituación.

«No atacaron», según la conjetura de Cobet, aceptada porHatzfeld.

240 Helénicas. L ibro V I ,5 2 Helénicas. L ibro V I ,25 241

370 contra los hereos, porque no querían participar en lacomu ni dad arcádica y habí an i nvadi do A rcadi a en colabo-ración con los lacedemonios. Por ello, los invadieron, que-maron sus casas y les cortaron los árboles.

C uand o se di j o que los tebanos, que habí an venido ensu ayuda, estaban en M anti nea, se apartar on de H erea

23 y se uni eron a los tebanos. U na vez que estuvi eron jun-tos, para los tebanos estaba todo muy bien puesto que

habían venido en su ayuda, pero no veían a ningún ene-

solaci ón que había, j unto con la pro mesa de que el lo s 370los guiarían y el ofrecimiento de dejarse degollar si sedescubría algún engaño, y cuando además se presentaronalgunos de los periecos a los que habían llamado y lesdijeron que se rebelarían sólo con que se presentaran enel territorio, y añadieron que ahora los periecos eranllamados por los espartiatas y no querrían acudir en suapoyo, al escuchar todo esto y de parte de todos, los

tebanos se dejaron persuadir, y ellos se introdujeron por

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migo en el territorio, por lo que se preparaban para mar-charse. Pero los arcadios, argivos y eleos insistían para quelos co ndu j eran cuanto antes contr a L aconi a, pues les da-ban como argumento su propio número y alababan alejérci to de los tebanos. E n efec to, l os beoci os se ejerci-taban todos en las armas, estimulados por la victoria deL euctra. L os acompañaban también fo ci di os, que se ha-bían convertido en sus súbditos, eubeos de todas las ciu-dades, locros de ambas LxK rias, acarnani os, heracl eotasy meli eos. L os acomp añaban tambi én j i netes y pel tastasde T esal i a. Con esta per spec ti va^ y la notici a de la deso-laci ón de L acedemoni a, les supli caban que de ningunamanera se volvieran antes de invadir su territorio.

24 L os tebano s escuc haban esto, pero a cambi o argvimen-taban que, según se decí a, Laconi a era inal canzable ycreían que había guarniciones colocadas en los lugaresmás accesibles. En efecto, estaba I scol ao en E o de laEscirítide con una guarnición de neodamodes y los más

jóvenes de los exiliados tegeatas, alrededor de cuatrocien-tos. H abí a también en L euctro sobre la M aleáti de otraguarnición. Esto era lo que calculaban los tebanos, enla idea también de que, si se reunía rápidamente la fuerzade los lacedemonios, no combatirían en ninguna partemejor que en su propia tierra. Con todos estos cálculos

25 no estaban muy inc l i nados a i r contr a L acedemoni a. N oobstante, cuando vinieron desde Carias y contaron la de-

^ Traducción basada en la conjetura de Dindorf , aceptada porM archant y Brownson. Hatzfeld prefiere conservar el texto comocorrupto: «satisfechos» (?).

C arias y los arcadi os por E o de la E sci rí tide.

Si en medi o de su avance por l os accesos di fí ci l es hu- 26biera apareci do I scol ao, según se decí a, nadie habrí a su-bi do por allí . A hora bi en, como querí a hacer ali ados alos eatas, esperó en la aldea, mientras que los arcadiossubieron en masa. Entonces se pusieron a luchar frentea frente, y vencían los de Iscolao. Pero cuando, despuésde subi r por detrás, l os gol peaban y di sparaban sobr e

ell os desde el flanco y desde las casas, all í muri ó I sco l aoy todos los demás, salvo alguno que pudiera escapar sinque l o vi eran. T ras este éxi to, los arcadios marcharo n 27ru mbo a C arias a uni rse a los tebanos. L os tebanos, desdeque se enteraron de lo que habían hecho los arcadios,descendían con mucha más conf ianza. I nmed i atamente sepusieron a quemar y devastar la Selasia. Cuando se en-con traron en la l l anura, en el santuari o de A pol o, enton-ces acamparon. A l día siguiente, sigui eron la marcha.

A hora bien, ni si quiera i ntentaron atravesar el puen te

hasta la ci udad, pues en el templ o de A lea aparecieronen frente los hoplitas. Pasaron, en cambio, de largo, dejan-do el E urotas a su derecha, mientr as quemaban y devas-taban casas l l enas de mucho s bi enes. De los de la ci udad , 28las mujeres ni siquiera resistían mirar el humo, pues nun-ca habían visto enemigos, pero los espartiatas, con laciudad sin fortificar, hacían guardia, cada uno distribuidopor un sitio diferente, aunque eran tan pocos como pa-recían. L as autori dades decidi eron incl uso anunci ar a los

hilotas que, si alguno quería tomar las armas e incorpo-rarse a la formación, recibirían las garantías de que seríanli bres cuantos parti ci paran en la guerra. A l princ i pi o, di- 29

242 Helénicas. L ibro V I ,5,29Helénicas. L ibro V I ,5,33

243

370 j eron que se habí an inscr i to más de seis mi l , de mo do quemás bien les dio miedo el hecho de que se agruparan enformación porque les parecía que eran demasiados. Sinembargo, como se quedaron los mercenarios de Oreóme-no, y íliasios, corintios, epidaurios, peleneos y algunosotros de las ciudades acudieron en ayuda de los lacede-monios, ya tuvieron menos miedo de los enrolados.

30 C uando el ejérci to, en su avance, se presentó en A mi-

das , atravesaron por aquí el Eur otas. Los tebanos, donde

G )nsej o. E staban all í presentes por casual idad los em- 370bajadores de los lacedemonios y de los aliados que to-davía les quedaban, por lo que hablaron los lacedemoniosA raco, Oci lo, F árax, E timocl es y O l onteo y dij eron todoscosas muy parecidas, consistentes en recordar a los ate-nienses que siempre habían estado unidos para lo buenoen las ocasiones más importantes. Contaron que ellos ha-bían expul sado a los tir anos de A tenas y que los ate-

nienses los habían ayudado con entusiasmo cuando esta-

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acampaban, inmediatamente cortaban los árboles y losarrojaban delante de sus formaciones en tanto númerocomo podí an, y así se pro tegí an. E n cambi o los arcadiosno hacían nada de esto, sino que dejaban las armas y sedirigían a las casas a hacer rapiña. Después, al tercero ocuarto día, avanzaron hacia el hipódromo, junto al templode G eao co , los j inetes en f ormaci ón, todos lo s tebanosy eleos y los jinetes de los focidios, tesalios y locrios que

31 estaban presentes. L os j i netes de los l acedemonio s, queal parecer eran muy pocos, se habían colocado enfrentede el los. Como l es habí an hecho una emboscada a loshoplitas más jóvenes, unos trescientos, en la casa de losT i ndári das, al mi smo ti empo que éstos sali eron a la ca-rrera, l os j i netes atacaron. L os enemigos se reti raron sinhacerl es f rente. A l verlo, muc hos de la inf antería se lan-zaron a la fuga. Pero desde el momento en que sus per-seguidores se detuvieron y el ejército de los tebanos per-

32 maneció quieto, de nuev o vol vi eron a acampar. A hor a

ya les parecía algo más seguro que todavía no iban a ata-car la ciudad. Entonces el ejército partió de allí y avanzópor el camino de H elos. Se dedi caron a incendi ar las ciu-dades que estaban sin fortificar y Giteo, donde estabanlos arsenales de los lacedemonios, la atacaron durante tresdías. H ub o algunos peri ecos que se sumaron y partici pa-ron en el combate junto con los tebanos.

33 A l oí r esto, los ateni enses emp>ezaron a preocupar sepor la actitud que habían de tomar en relación con loslacedemonios y celebraron una asamblea por mandato del

ban siti ados por l os meseni os. H abl aban de todas las 34ventajas que resultaban cuando ambos actuaban juntos,pues recordaban que en común habían combatido contrael bárbaro y evocaban el momento en que los atenienseshabían sido elegidos por los griegos como jefes de la ilotay guardianes de las riquezas comunes, cuando lo consin-tieron los lacedemonios, mientras ellos, por tierra, porvoluntad de todos los griegos, habían sido nombradosjefes tambi én cuando lo consi nti eron los atenienses. U no 35de ellos dijo además, aproximadamente, lo que sigue: «Sivosotros y nosotros estamos de acuerdo, ahora existe laesperanza de que los tebanos paguen el diezmo del quese habla desde hace ti empo.» L os atenienses no lo aco-gieron bien y se difundió el comentario de que ahora de-cían esto, «pero cuando les iba bi en nos atacaban». L espareció que lo más importante de lo que decían los lace-demonios era que, cuando los habían derrotado, ante eldeseo de los tebanos de dej ar A tenas arrasada, habí an ser-

vido de obstáculo para ellos". El argumento más fre- 36cuente consistía en que, de acuerdo con los juramentos,era preciso acudir. Pues los arcadios y sus aliados nohabían atacado a los lacedemonios porque hubieran co-metido ninguna irregularidad, sino porque habían ayuda-do a los tegeatas, a causa de que los mantineos los habíanatacado en con tra de los j uramentos. C on moti vo de estosargumentos también se extendió un rumor en la asam-blea, pues unos decían que los mantineos habían acudido

^ Poseidón, «señor de la tierra».^ Brownson y Hatzfeld aceptan la enmienda de Dobrée: «ellos

habían servido de obstáculo».

244 Helénicas. Libro VI,5,36Helénicas. Libro VI,5,40 245

370 j ustamente en ayuda de los parti dari os de P róxeno quemurieron en manos de Estasipo y otros que habían ac-tuado ilegalmente, porque habían llevado sus armas con-tra los tegeatas.

37 M i entras estas posturas trataban de di luci darse por lamisma asamblea, se levantó el corintio Clíteles y dijo:«Es sin duda tema de controversia, atenienses, quiénesfueron los primeros en cometer injusticia, pero a nos-

otros, cuando había paz, ¿hay quien pueda acusarnos de

Si algunos temen que, en el caso de que ahora escapen 370los lacedemonios, todavía os van a proporci onar proble- 40mas a vosotros, tened en cuenta que no es a los quese hace el bien, sino a los que se hace el mal, a quienesuno debe temer, no vaya a ser que alguna vez lleguena hacerse f uertes. E sto es lo que hay que tener en cuen-ta, que, tanto a los individuos como a las ciudades, lesconviene adueñarse de algún bien, para tener protecciónsi alguna vez se hacen débiles, gracias a los esfuerzos pre-

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que atacamos alguna ciudad, de que nos apoderamos delas riquezas de alguien o de que devastamos una tierraajena? En cambio, los tebanos, al venir a nuestro terri-torio, han cortado los árboles, han quemado las casas yhan robado riquezas y ganados. ¿Cómo se puede consi-derar que, si no nos ayudáis cuando hemos sido víctimasde tan patente violación, no estéis actuando contra losjuramentos? Precisamente esos juramentos de los que

vosotros mismos os preocupasteis para que nosotros enbloque juráramos junto con todos vosotros.» Entonces losatenienses reaccionaron favorablemente, en la idea deque Clíteles había hablado con rectitud y justicia.

38 Después de él se l evantó Proeles, fl iasio, y di jo: «A te-nienses, que si los lacedemonios estuvieran fuera de com-bate, los tebanos os atacarían a vosotros los primeros,pienso que para todos es algo evidente. Pues de todoslos demás, creen que sólo vosotros podríais representar

39 un obstácul o para domi nar a los griegos. Si es así, piensoque, al partidpar en la expedición, no vais a acudir enayuda de los lacedemonios más que de vosotros mismos.Que los tebanos, que son vuestros enemigos y habitanen vuestra vecindad, posean la hegemonía de Grecia,pienso que resultaría mucho peor para vosotros que tenera los adversarios lejos. Tambi én estáis en condi ciones deprestar ayuda de forma más conveniente para vosotrosmismos en un momento en que todavía contáis con alia-dos potenciales que si, en el momento en que éstos hayan

desaparecido, os vierais obligados a combatir solos con-tra los tebanos.

viamente reali2ados. A vosotros ahora se os ofrece la 41oportunidad, de parte de alguno de los dioses, si ayudáisa los lacedemonios cuando están necesitados, de tenerlosa ellos como amigos para siempre sin ningún tipo de pre-texto. M e parece que ahora no iban a recibi r los benefi -cios de vuestra parte ante pocos testigos, sino que lo sa-brán los dioses que todo lo ven, ahora y siempre, peroconocen también lo que sucede tanto los aliados como los

enemigos y, además de ellos, todos los griegos y los bár-baros. Este asunto a nadi e le es indi ferente. De este 42modo, si se comportaran mal con vosotros, ¿quién ibaa ser ya en adelante part idari o suyo? E s preci so, pues,esperar que sean hombres honestos más que malvados.Si es que los hay, éstos dan la impresión de haber vividosiempre como aspirantes a la alabanza y haberse apartadode las acciones vergonzosas. A demás, tened presente tam- 43bién lo siguiente: si alguna vez de nuevo viene sobreGrecia un peligro de parte de los bárbaros, ¿en quiénes

podéis confiar más que en los lacedemonios?, ¿a quiénesharíais vuestros compañeros de armas mejor que a éstos?R ecordad que todos los que se ali nearon en las Termó-pilas prefirieron morir en el combate a introducir, vivos,al bárbaro en Grecia. Dado que, en vuestra compañía,se portaron como hombres valientes y existen esperan-zas de que lo hagan de nuevo, ¿cómo no va a ser justoque nosotros y vosotros les prestemos todo nuestro entu-siasmo?

T ambi én son dignos de entusi asmo sus actuales alia- 44dos. Tened bien presente que qui enes ahora permanecenfieles en las desgracias, éstos son también los que se aver-

242 Helénicas. L ibro

Helénicas. Li broVI,5,33 243

370 gonz arí an de no mostr aros a vosotro s el agradeci mientodebido. Si da la impresión de que somos ciudades peque-ñas las que voluntariamente compartimos los peligros conellos, tened en cuenta que, si vuestra ciudad se suma, ya

45 no seremos ci udades pequ eñas las que l os ayud amos. Y o,atenienses, antes amaba a esta ciudad porque oía decirque todas las víctimas de las injusticias y los atemoriza-dos que aquí se refugiaban obtenían ayuda. Pero ahora

ya no necesito oírlo, sino que yo mismo estoy presentepara ver que los lacedemonios, los más ilustres, además

béis experimentado, y les ofrecierais vuestro agradecí- 370miento no sólo en nombre propio, sino en el de Greciaentera, ya que se comportaron por ella como hombresilustres.»

Después de esto, deliberaron los atenienses y, a los 49que se oponían, no soportaban ni escucharlos, sino quevotaron acudir en masa en su ayuda y eligieron a Ifícra-tes como estratego. Cuando los sacrácios se mostraron

favorables y anunció que cenaban en la Academia, según

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de sus amigos más fieles, vienen a vosotros y os piden

46 que los ayudéi s. Y veo tambi én que los tebanos, queentonces no convencieron a los lacedemonios para escla-vi zaros, ahora os pi den que [ no ] ® veáis con i ndif erenciaque perecen los que os salvaron.»

Existe una hermosa tradición sobre vuestros antepasa-dos, cuando no permitieron que quedaran sin enterrarlos argivos que murieron en la Cadmea. Para vosotrospodría ser mucho más hermoso que no permitierais quelos lacedemonios, todavía vivos, perecieran víctimas de

47 la soberbia. Con ser hermosa también aquella hazaña,cuando contuvisteis la soberbia de Euristeo para salvara los hijos de Heracles, ¿cómo no iba a ser más hermosoque salvarais no sólo a los fundadores, sino también ala ci udad entera? Y lo más hermoso de todo serí a que,después de que entonces los lacedemonios os salvaran,simplemente con un voto, sin correr ningún peligro, aho-

ra vosotros, con las armas y a través de los peligros, los48 ayudarais a ellos. Si nosotr os nos enorgul l ecemos, los que

nos limitamos a hablar en favor de que se preste ayudaa unos hombres valerosos, desde luego a vosotros, quie-nes estáis en condiciones de ayudar con la acción, ospuede resultar un gesto verdaderamente noble el que,después de haber sido multitud de veces amigos y ene-migos de los lacedemonios, no os acordarais de los dañosque os habéis causado más que de los beneficios que ha-

^ La negación se encuentra prácticamente en todos los códices,pero es también rechazada en general por los editores.

decían, muchos ya habían salido antes que el mismo Ifí-crates. Después, Ifícrates se convirtió en el conductor ylos demás lo seguían, en la idea de que iban a cumpliruna hermosa acción. Como, al llegar a Corinto, se entre-tuvo unos días, al punto, por este retraso, empezaron ahacerle reproches, pero cuando por fin salió, con entu-siasmo lo seguían a donde los llevaba y, con entusiasmo,si los llevaba ante una muralla, la atacaban. Pero de los 50

:«nemigos que estaban en L acedemonia, arcadios, argivosy eleos, muchos se habían retirado, dado que eran veci-nos, y se llevaban de un modo o de otro lo que habíanrequisado. Los tebanos y los demás querían retirarse delterritorio, por una parte, porque veían que el ejército sehacía cada día más pequeño, pero, por otra, porque eranmás escasas las provisiones, pues unas se las habían gas-tado, otras requisado, otras dilapidado, otras quemado.Además, ya era invierno, de modo que todos queríanretirarse en seguida. Como aquéllos se retiraban de La- 51

cedemonia, así también Ifícrates se llevó a los ateniensesde A rcadia a Corinto.

Con respecto a las demás expediciones en que actuarabien, yo no le puedo hacer reproches, pero de lo que llevóa cabo en ese momento encuentro que todo lo hecho porél o fue inútil o fue inconveniente. Cuando se puso aestablecer puestos de vigilancia sobre el Oneo para quelos beocios no pudieran volver a casa, dejó sin vigilancia

mejoi camino, el que pasa por Cencreas. Cuando quiso 52

enterarse de si los tebanos habían superado el Oneo, en-^ó como observadores a todos los caballeros ateniensesy corintios. Sin duda, para ver no son menos suficientes

248 Helénicas. L ibro V U ,52

370 poco s que muchos, y, si era preci so reti rarse, mucho másfácil habría sido para pocos que para muchos encontrarun buen camino e irse con tranqui l i dad. E l l levar muchosy menos que los contrarios, ¿cómo no va a ser una insen-satez? E n efecto , al estar al ineados sobre una gran can-tidad de terreno, los jinetes, por ser muchos, cuando fuepreciso retirarse, tuvieron que tomar por caminos difí-ciles, de modo que no perecieron menos de veinte jinetes.

Entonces los tebanos se retiraron como quisieron.

L ib ro ν ΐ ΐ , ΐ , ΐ

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A l año sigui ente ' l l egaron a A tenas embajadores pl e-nipotenciarios de los lacedemonios y de los aliados paradecidir en qué condiciones podría tener lugar la alianzaentre los lacedemoni os y los atenienses. E n medio de lasargumentaciones de muchos extranjeros y de muchos ate-nienses partidarios de que la alianza se llevara a cabosobre bases justas y equitativas. Proeles el fliasio pro-nunció el siguiente discurso:

«A tenienses, una vez que habéi s determi nado hacerosamigos de los lacedemonios, creo necesario observar de

modo la amistad puede durar el mayor tiempo posi-ble. Si, en efecto, hacemos los pactos sobre la base delo que a cada uno convenga más, lógicamente podrían

más duraderos . E n casi todo , desde l uego, se está más® menos de acuerdo, pero de mom ent o la refl exión hade gi rar en torno a la hegemoní a. E n efecto , en el G )n-^j o se ha propuesto qu e la del mar sea vuestr a y la

369

1 , 1

' Según el año militar, que empezaría en primavera. La expe-dición de AgesUao ha terminado durante el invierno de 370/369.

249

252 Helénicas. L ibro VII,1,12 í etónicas. L ibro VI I,1,17 253

369 terrestr e de los l acedemoni os, y a mí mi smo me pareceque esto viene condicionado no tanto por la naturalezahumana como por la naturaleza divina y por el destino.

3 A ntes que nada, ocupái s un lugar muy f avo rabl e para eso.L a mayor parte de las ci udades para las qu e e mar esindispensable viven en torno a la vuestra y todas son másdébi l es que ell a. A demás, tenéi s puer tos, sin los cualesno es posible aprovechar una potencia naval. Por otro

lado, poseéis muchas trieres y tenéis la tradición de re-4 novar constantemente la flota. Pero, además, domináis

tido , sino que a ell os sólo les afecta en lo que se ref iere 369a los hombres de las trieres, mientras que, desde vuestropunto de vista, afecta a los niños, a las mujeres y a laciudad entera.

T al es vuest ra si tuación. O bser vad tambi én la de los 8lacedemonios. E n pri mer l ugar, vi ven en el interi or, d emodo que, si dominan la tierra, aunque estuvieran apar-tados del mar, podrían vivir perfectamente. Como cono-

cen esta realidad, muy pronto desde niños se dedican ala práctica de la guerra terrestre. Y en lo que ti ene una

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todas las artes necesarias. Sin duda, en experiencia rela-tiva a las artes náuticas, superáis a los demás, pues parala mayoría de vosotros la vida viene del mar, de modoque, al preocuparos de vuestros asuntos privados, al mis-mo tiempo os hacéis expertos en las luchas por mar.A demás, de ni nguna parte podrí an zarpar más tri eres quede vuestra ciudad, lo que no es lo menos importante conrespecto a la hegemonía, pues todos se reúnen con mucho

5 agrado en torno a donde primero surge la fuerza. Asi-mismo, de parte de los dioses se os ha dado a vosotrostener suerte en esto: pues si habéis participado en mu-chísimos y muy importantes combates navales, en muypocos casos os ha faltado la fortuna y en la mayoría ha-béis sal i do con éxit o. E s por ell o natural qu e los ali adosparticipen en estos riesgos a vuestro lado con mucho gus-

6 to. De que para vo sot ros esta ocupaci ón es necesaria yconveniente, tenéis que convenceros por lo que voy a de-

cir os. L os lacedemonios, una vez, estuvi eron en guerracon vosotros durante muchos años y, aunque se apode-raron de vuestro territorio, no lo devastaron hasta ani-quilaros. Sin embargo, cuando el dios, en una ocasión,les dio la oportunidad de triunfar en el mar, en seguidaos encontrasteis totalmente a su arbitrio, conque es evi-dente que toda salvación para vosotros depende del mar

7 A l ser así las cosas, ¿c ómo iba a ser bu eno para vosotr osconf iar la hegemoní a del mar a lo s l acedemoni os? E "

primer lugar, están de acuerdo ellos mismos en que sonmás inexpertos que vosotros en esta tarea y, además, e'peligro en los combates navales no está igualmente repat"

gran importancia, en obedecer a las autoridades, ellosson mejo res por ti erra y vosotro s por mar. A demás, como 9vosotros con la flota, así ellos, por su parte, podrían po-nerse en marcha por tierra en gran número y de maneramuy rápida, de modo que es natural que los aliados sedirijan a ellos con la mayor confianza. Incluso el diosIes ha dado, como a vosotros tener suerte por mar, asía ellos tenerla por tierra, pues han participado en mu-

chísimos combates por tierra y en muy pocos casos hanfracasado, mientras que en muchísimos han salido conéxi to. Q ue para ell os el cui dado de la ti erra no es menos 10necesario que para vosotros el del mar es fácil conocerloa parti r de los hechos. C uand o estuvi steis en guerra conellos durante tantos años, aunque muchas veces los derro-tasteis por mar, no conseguíais nada que os llevara a ven-cerlos en la guerra, pero cuando una vez fueron derro-tados por tierra en seguida el peligro les afectó a los

niños, a las muj eres y a la ci udad entera. ¿ C ómo no va 11' ser terrible para ellos entregar a otros la hegemoníaterrestre, cuando son los que mejor se ocupan de estosasuntos? Y o, desde luego , como se ha pro puesto en elConsejo, esto que he dicho considero que es lo más con-teniente para ambos. Ojalá vosotros tuvierais la suerte^e decidir lo mejor para todos nosotros.»

E so dij o. L os atenienses y l os l acedemoni os presentes, 12'inos y otros, alababan con entusiasmo su discurso. Sin

®®>bargo, l uego se presentó C efi sódo to y di j o: «A tenien-¿no os dais cuenta de que os están engañando? Si• e escucháis, al punto os lo demos trar é. E n efecto , vais

252 Helénicas. L ibro V II ,1,12 ííetónicas. L ibro V I I ,1,17 253

369 a ser los diri gentes del mar . L os l acedemoni os, si sealian con vosotros, evidentemente los trierarcos que vana enviar serán lacedemonios, y tal vez también los sol-dados de marina, pero, evidentemente, los marineros seráno hilotas o mercenarios. A éstos será a quienes, en con-

13 secuenci a, vosotro s dir i gir éis. E n cambio , cuand o los la-cedemonios os participen que hay una campaña terrestre,evidentemente enviaréis a los hoplitas y a los caballeros.

D e este modo , aquél l os se con vi erten en vuestro s jefes,mientras vosotros seréis jefes de sus esclavos y de los

l acedemonios tuv o en sus mano s la posi bi l i dad, después 369de coger todos los hoplitas aliados que quería, y tambiéntodos los peltastas, de ocupar el lugar, pues en Cencreaspodía aprovisionarse sin riesgos de todo lo necesario,no lo hizo así. Por el contrario, aunque los tebanos noconocían en absoluto el modo de bajar desde la parteque miraba a Sición, ni cómo volver de nuevo, hizo unatregua, según el parecer de muchos, más favorable para

los tebanos que para ellos mismos, y de este modo semarchó y se llevó a los suyos.

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más indignos de ellos. Contéstame», dijo, «lacedemonioT i móc rates, ¿ no decías hace un momen to que venías ahacer la alianza sobre bases justas y equitativas?». «Eso

14 di j e.» «¿ E xi ste algo más equi tativ o», con ti nuó Cefisódo-to, «que turnarse alternativamente en la dirección de laflota y turnarse en la de la inf anterí a, y que vosotros,si hay algo bueno en el imperio marítimo, tengáis vues-tra parte, igual que nosotros en el terrestre?». Persua-didos por lo que habían escuchado, los atenienses cam-biaron de opinión y votaron turnarse en la jefatura cadacinco días.

15 M i entr as uno s y otr os con sus ali ados hací an una ex-pedición hacia Corinto, decidieron proteger en común elO neo . D ado que los tebanos y sus ali ados avanzaban, sepusieron a hacer la guardia alineados cada uno a un ladodel O neo , los l acedemoni os y peleneos po r la par te másvul nerable. L os tebanos y sus ali ados, cuan do distaban

treinta estadios de las partes vigiladas, acamparon en lal l anura. T ras hacer con j eturas sobre cuándo pensaban quehabrían de emprender la marcha para acabarla antes dela sali da del sol, par ti eron haci a la zona guardada ^^

16 los lacedemonios. Y no se equivocaron en la hora, sinoque cayeron sobre los lacedemonios y los peleneos cuandoya cesaban las guardias nocturnas y se levantaban de lo®jergones para dirigirse cada uno a donde debía. Entonce®los tebanos cayeron sobre ellos y se dedicaron a go'"

pearlos, prevenidos a desprevenidos, alineados a desor-17 gani zados. Cuand o los qu e se habí an salv ado consiguieronhuir a la colina más próxima, aunque el polemarco de lo®

L os tebanos, después de baj ar con to das las garantí as 18de seguridad y de reunirse con sus aliados, arcadios, ar-givos y eleos, inmediatamente atacaron sobre Sición yPelene. En una expedición contra Epidauro devastarontodo su terri tori o. A l retirarse de allí , con gran despreciohacia todos sus contricantes, cuando estuvieron cerca dela ciudad de los corintios, se dirigieron a la carrera hacialas puertas que van en dirección a Fliunte, como si fue-ran a atacar en caso de que estuvi eran abi ertas. E n el 19momento de acudir algunos de infantería ligera, se encon-traron con las tropas elegidas de los tebanos, que nodistaban cuatro pletros de la muralla. Como se subierona los monumentos y a los lugares elevados, con dardosy jabalinas mataron a una buena cantidad de los que ibandelante y, después de forzarlos a dar la vuelta, los per-sigui eron co mo tres o cuatro estadios. T ras este suceso,jos corintios, después de sacar los cadáveres delante de

la muralla y entregarlos mediante un pacto, colocaron untrof eo. D e esta manera se reani maron los ali ados de lo s'acedemonios.

H echo esto, al mi smo ti empo les l l egó a los l acedemo- 20nios la ayuda procedente de Dionisio, más de veinte trie-

L l evaban celtas, iberos y unos ci ncuenta ji netes. A l"ja siguiente, los tebanos y sus aliados, después de des-W ar se y de ll enar la l l anura hasta el mar y hasta l as^ Hnas que se encu entr an j unto a la ci udad, destruyeron

todo l o aprovechabl e que había en ell a. L os j i netes deatenienses y de los cor i nti os no se acercaban muc hoejército, al ver que los adversarios eran fuertes y nu-

254 Helénicas. L ibro V U,1,20 Helénicas. Libro VII,1,24 255

369 merosos. L os j inetes de D i oni si o, todos los que había,21 corrían dispersos cada uno por su lado y atacaban con

la jabalina, pero cuando presionaban sobre ellos, retro-cedí an y de nuevo se vol ví an a di sparar la jabal ina. Almismo tiempo que hacían esto, bajaban de los caballosy descansaban. Si, cuando estaban desmontados, alguienlos atacaba, con toda facilidad saltaban de nuevo y seretiraban. Si quienes los perseguían se alejaban de su

ejército, se daban la vuelta, los atacaban y les causabangraves daños con la jabalina, de modo que obligaban a

los tebanos y no consi deráis lógi co comparti r el mand o, 369del mismo modo vais a encontrar en seguida en ellos aotros l acedemonio s.» L os arcadios, a parti r del momen toen que oyeron esto, comenzaron a crecerse, amaban sobre-manera a L i comedes y l o consi deraban un hombr e úni co,de modo que nombraban magistrados a quienes quieraque él rec omendara. De los hechos que sucedi eron se 25glorificaron los arcadios, pues, cuando los argivos ataca-

ron Epidauro y vieron cerrada la salida por obra de losmercenarios de Cabrias junto con atenienses y corintios,

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22 todo el ejérc i to a avanzar y retroceder por su causa. Sinembargo, después de esto, los tebanos no esperaban mu-chos días para volver a casa, y lo mismo hicieron losdemás, cada uno a la suya. L uego, los de D ini si o se di-rigieron contra Sición y vencieron a los sicionios en unabatalla en la llanura, donde mataron alrededor de setentay se apoderaron violentamente de la fortaleza de Deras.L a pri mera expedi ci ón de ayuda de parte de D ioni sio,después de hacer esto, zarpó para Siracusa.

L os tebanos y todos l os que se habí an separado delos lacedemonios hasta ese momento actuaban unánime-mente y hacían campaña bajo la dirección de los tebanos.

2} Si n embargo, cuando hiz o acto de presencia un tal L ico-medes de M anti nea, inf eri or a nadie po r su l inaje, des-tacado por su riqueza y, por lo demás, ambicioso, éstellenó de arrogancia a los arcadios, al decir que sólo ellospodían considerar el Peloponeso como su patria, pues

eran los únicos autóctonos que habitaban en ella, la ma-yor de las tribus griegas estaba constituida por la comu-nidad arcadia y eran los que tenían los cuerpos más fuer-tes. Señalaba también que eran los más valientes y poníacomo prueba que, cuando alguien necesitaba tropas auxi-l i ares, no elegía a nadi e más que a los arcadi os. A demás,ni los lacedemonio s habían atacado nunc a A tenas sinellos, ni ahora los tebanos iban sin los arcadios contra

24 L acedemoni a. «Desde l uego, si sois i nteli gentes, tendréis

que negaros a acompañar a cualquiera a donde os llame-I gual que antes, al acompañar a los l acedemoni os, aumen-tasteis su poder, ahora, si por las buenas acompañáis «

acudieron en su ayuda en el momento en que se hallabantotalmente acorralados y liberaron a los argivos, a pesarde que les eran hostiles no sólo los hombres, sino tam-bién los acci dentes del terreno . U na vez que hi ci eron unaexpedici ón contra A si ne en L aconi a, venci eron a la guar-nición de los lacedemonios, mataron a Geránor, el espar-tiata que había llegado a ser polemarco^, y devastaronel suburbio de la ciudad de los asineos. Cuando querían

emprender la salida, no se lo impedía ni la noche, ni elmal tiempo, ni la longitud del camino, ni los montes in-transitables, de modo que en aquel momento creían queeran con much o los más fuertes. L os tebanos, por esto, 26empezaron a estar secretamente envidiosos y a no sen-tirse ya amigos de los arcadi os. T ambi én los eleos, cuan-do, al reclamar a los arcadios las ciudades que Ies habíansido arrebatadas por los lacedemonios, se dieron cuentade que no atribuían ninguna importancia a sus razona-

mientos y que en cambio tenían en mucha consideracióna los trifilios y a los demás que se habían separado deellos, porque decían que eran arcadios, por eso también'Os eleos comenzaron a sentirse sus enemigos.

E n un mo men to tal , en que cada uno de los ali ados 27enía una alta consi deraci ón de sí mi smo, ll egó con mu- 368•lo di nero Fi l isco , abi deno, de parte de A ri obarz anes. E n

^ Es la corrección de Di ndorf , acepiada por Merchant y Brown-Según los códices, sería «el polemarco que había llegado a

í®"" espartiata», texto y traducción aceptados por Hatzfeld, queo explica como una de las consecuencias de las pérdidas de Leuc-en la ciudadanía espartana.

258 Helénicas. L ibro VII,1,34 Helénicas. Li bro VII,1,38 259

368 pr i mer lugar reuni ó en D el f os para tratar de la paz a lostebanos con sus ali ados y a lo s l acedemonio s. A l l legarallí, no se pusieron en absoluto en comunicación con eldios sobre cómo podría hacerse la paz, sino que deli-beraban po r sí solos. G ) mo l os tebanos no aceptaban queM esene estuviera en mano s de los lacedemonios, F il iscoreunió un gran ejército mercenario para hacer la guerraen unión de los lacedemonios.

28 M i entras esto ocur rí a, ll egó la segunda expedic ión deayuda de parte de Dionisio. Frente a la opinión de los

mi remos de f rente. D evol vamos a nuestros descendi entes 368la misma patria que recibimos de nuestros padres. De-jemos de avergonzarnos ante niños, mujeres, ancianos yextranjeros, entre los que antes éramos los más célebresde todos los gri egos.» D i cho esto, cuentan que en un 31cielo sereno aparecieron rayos y relámpagos de buen augu-rio para él. Se dio además el caso de que había junto alala derecha un reci nto y una estatua de H eracl es [dequien también se dice descendiente]. Desde luego, se co-menta que de todo eUo les sobrevino a los soldados muchafuerza y valor, de tal manera que la labor de los jefes

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atenienses de que debía ir a Tesalia a hacer frente a lostebanos^, la opinión que triunfó entre los aliados fue lade los lacedemonios, partidarios de que se dirigiera a La-coni a. Una vez que los de Di oni sio l l evaron a cabo lanavegación hasta L acedemonia, A rqui damo los uni ó alconti ngente ciudadano y emprendi ó la campaña. To mó Ca-rias por la fuerza y a todos los que cogió vivos los dego-lló. Desde allí, inmediatamente, hizo con aquéllos una

expedi ci ón a Parrasi os de A rcadi a y se dedi có a arra-sar el territorio. Cuando acudieron a defenderlo los arca-dios y los argivos, retrocedieron y acamparon en las colinaspróximas a Melea"*. Entonces, mientras estaba allí, Cisi-das, el jefe de la expedición de Dionisio, dijo que se leacababa el ti empo fi j ado para quedarse. Y según decía

29 esto, se marchó por el cami no de E sparta. P ero como, almarcharse, los mesenios le cortaron el paso en la angos-tura del camino, entonces envió un mensaje a A rqu i damo

en busca de ayuda. Y él acudi ó. C uand o estuvi eron enla salida que se desvía en dirección a los Eutresios, losarcadios y lo s argiv os se di ri gi eron a L aconi a, y l o hacíancon l a i ntenci ón de cerrarl e el camino haci a casa. E n ellugar en que el terreno es Uano, en la confluencia delcami no de los E utresi os y el de M elea, all í f ue a parar

30 y se alineó como para combatir. Decían que él, al pre-sentarse delante de los batallones, había hecho una aren-ga de este tipo : « C i udadanos, ahora seamos vali entes V

^ Porque estaban enfrentados a Alejandro de Feras, a quien ayu-daban los atenienses.L os códices dicen M edea, lectura preferida por Hatzfeld.

consistió en retener a los soldados cuando se lanzabanhacia adelante. E ntonces, cuand o A rqu i damo los con duj oal frente, los pocos enemigos que los recibieron con lalanza murieron, los demás cayeron en la huida, muchosde ellos a manos de los jinetes, pero muchos también amanos de los celtas. Una vez que, termi nado el combate, 32se erigió un trofeo, inmediatamente envió a casa a De-

móteles el heraldo a anunciar la grandeza de la victo-ria < y > ^ que no había muer to ni uno de los lacede-monios, y sí muchísimos de los enemigos. Pero decíanque los de Esparta, cuando lo oyeron, empezando porA gesilao, los anci anos y los éforo s, se pusi eron a l l orar.D e tal manera son comu nes las lágri mas a las alegrí as yal dolor. Con respecto a la suerte de los arcadios, no mu-cho menos que los lacedemonios se alegraron los tebanosy los eleos. T an har tos estaban ya de su engrei mi ento.

C omo los tebanos seguían consi derando sin i nterrup- 33ción de qué manera podr í an obtener la hegemoní a de G re- 367cia, pensaron que, si enviaban un mensaje al rey de lospersas, podrían crecer con su apoyo. Entonces, despuésde haber convocado a los aliados con el pretexto de queEuticles el lacedemonio estaba viendo al rey, se pusieronen marcha, de los tebanos, Pelópidas; de los arcadios,A ntíoc o el pancratiasta, y, de los eleos, A rqui damo. L osacompañaba tambi én un argi vo* . L os atenienses, al en-

' G)njetura normalmente aceptada.* Según Hatzfeld, Argeo, ¡efe popular de Elide.

258 Helénicas. Libro VII,1,34 Helénicas. L ibro V I I ,1,38 259

367 tetarse, envi aron a su vez a T i mágoras y a L eonte. C uando34 estuvieron allí, mucho se crecía Pelópidas ante el persa,

pues pxxlían decir que eran los únicos de los griegos quehabían luchado con el rey en Platea, que luego nuncahabían hecho una expedición contra el rey y que, preci-samente por esto, los lacedemonios les hacían la guerra,por que no habían queri do ir con A gesil ao contr a él nile habí an dejado hacer sacrif ici os a A rtemi s en A ul i de, enel lugar en que A gamenón , cuando zarpó para A sia, había

35 cel ebrado sus sacrif ici os antes de tomar T roy a. M uchoayudaba a Pelópidas a sentirse honrado el hecho de que

anunci ó ante los diez mil ' que el rey tení a much í si mos 367í I jpanaderos, coc i neros, escanci adores y por teros, pero a lo s

hombres que ib an a combati r con los griegos, por muc hoque había buscado, di j o que no habí a podi do verlos. A de-más contó que su riqueza le parecía pura jactancia, puestoque el plátano de oro que tanto se alababa no era sufi-ciente ni para dar sombra a una cigarra.

C uand o l os tebanos convoc aron representan tes de to- 39das las ciudades para que escucharan la carta del rey yel persa que traía la propuesta, después de enseñar elsello del rey, leyó lo escrito, los tebanos dijeron que lo

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los tebanos hubi eran venc i do en la batall a de L euctra yque, como todos sabían, habían devastado el territoriode los lacedemonios. Decía Pelópidas que los argivos ylos arcadios habían sido derrotados en una batalla por loslacedemonios precisamente cuando ellos no se presenta-ron. L e serví a de testigo de que tod o esto que decí a eraverdad el ateniense T i mágoras, que recibí a los hono res

36 en segundo lugar despu és de Peló pi das. L uego, al pregun-tarle el rey a Pelópidas qué quería que se escribiera porsu par te, di j o que M eseni a fuer a autónoma de los lace-demonios y que los atenienses sacaran a tierra las naves.Si no hacían caso, que se enviara una expedición contraellos. Si alguna ciudad no quería acompañarlos, que se

37 f uera pr i mero contr a ésta. C uando se hi zo la redacci ón yse di o a cono cer a l os embaj ador es, di j o L eont e, en pre-sencia del rey: «Por Zeus, atenienses, hora es para vos-otros, según parece, de buscar algún otro amigo que no

sea el rey.» A l noti f i carl e el secretari o lo que el ateni ensehabía dicho, mandó que se escribiera además: «Si algomás justo que esto conocen los atenienses, que vayan a

38 enseñársel o al rey.» A l l l egar los embaj ador es, cada unoa su casa, a T i mágor as lo mataro n los ateni enses, puesL eonte lo acusó de qu e no querí a ni siqui era compar ti rsu ti enda y consul taba todo con P eló pi das. D e los demásembajado res, el eleo A rq ui damo, como el rey había hon-rado a El i de antes qu e a los arcadios, alabó sus propues-

tas, en cambi o A ntí oco , como la comun i dad de los arca-dios había quedado disminuida, no aceptó los regalos y

juraran los que querían ser amigos del rey y de ellosmismos, pero los de las ciudades contestaron que no loshabían enviado para jurar, sino para escuchar. Dijeronque, si necesitaban juramentos, los enviaran a sus ciuda-des. Sin embargo , el arcadi o L i comedes dij o además q uetampoco convení a que la reuni ón f uera en T ebas, si nodonde se desarr ol l aba la guerr a. C om o los tebanos le res-

pondieron de forma irritante con el argumento de queiba a destruir la alianza, no quiso ni sentarse en el lugarde la reunión, sino que se salió y se marchó, y con éltodos los embaj ador es de A rcadi a. A l no querer j urar los 40que se habí an reuni do en T ebas, los tebanos env i aronembajadores a las ciudades a pedirles que se comprome-tieran bajo juramento a actuar de acuerdo con los escri-tos del rey, en la idea de que cada una de las ciudadespor separado dudaría en enemistarse con ellos y con elrey al mismo tiempo. Pero como, en primer lugar, llega-

ron a C ori nto y los cori ntios se opusi eron y respond i eronque no tenían ninguna necesidad de juramentos comunescon el rey, se sumaron las demás ciudades con las mis-mas respuestas. A sí se disol vi ó la aspi ración al i mperi ode Pelópidas y de los tebanos.

P or su part e, E pami non das, que querí a di ri gir se a los 41aqucos para que los arcadios y los demás aliados pusieran

' A samblea arcadia, en que posiblemente tomaban parte todos•os ciudadanos activos de la confederación, aunque no está claroel sistema de reunión.

260 Helénicas. Libro VII,1,41 1Helénicas. Ubro VII,1,44 261

)67 en el los su atenci ón, pensó que había que sali r en cam-paña hacia A caya. A sí, convenci ó al argivo P isi as, queera estratego en A rgos, para que atacara O neo . Pi sias,entonces, al enterarse de que la vigil ancia de On eo se en-contraba descuidada, tanto por Naucles, que estaba almando del contingente extranjero de los lacedemonios,como por el ateniense Timómaco, ocupó de noche condos mil hoplitas la colina que se encuentra sobre Cencreas,

42 con provi siones para siete días. E n ese ti empo ll egaron

los tebanos y franquearon el Oneo, y todos los aliadosse di ri gieron contra A caya, al mando de E paminondas.

táis presentes para apoyarme, yo seré el que convoque 367al pueblo y, al mismo tiempo, os daré prueba de mi leal-tad y os of receré la ci udad en una ali anza f irme. E sto »,continuó, «yo lo hago, bien lo sabéis, porque, como vos-otros, hace tiempo que soporto mal la jactancia de loslacedemonios y porque me gustaría escapar a la escla-vitud».

L os arcadi os y los argivos, que escucharon esto con 45

gusto, acudi eron en su apoyo. E n seguida, en el ágora,cuando estaban presentes los argivos y los arcadios, con-

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U na vez que los mejor es de A caya vi nieron a supli carle,Epaminondas impuso su voluntad, de modo que ni seexiliaran los mejores ni se cambiara la constitución, sinoque, después de obtener garantía de parte de los aqueosde que serían aliados y los seguirían a donde los tebanoslos llevaran, de este modo regresó a casa.

43 Pero , después de acusarl o los arcadios y sus contr in-

cantes políticos de que se había ido después de dejarA caya preparada para los lacedemoni os, los tebanos deci-di eron envi ar harmostas a las ci udades aqueas. A l ll egar,expulsaron a los mejores con ayuda de la multitud, y es-tableci eron democracias en Acaya. Pero los expulsados seconfabularon rápidamente, marcharon contra cada una delas ciudades y, como no eran pocos, volvieron y las ocu-paron. Dado que, al haber vuelto, ya no permanecíanneutrales, sino que con entusiasmo se habían unido a loslacedemonios, los arcadios se vieron rodeados, de un lado,

por los lacedemonios, y de otro, por los aqueos.44 E n Si ción, dur ante la época anteri or a ésta, la consti

tuci ón se regía por las anti guas leyes. L uego, al pretender E uf ró n que, del mismo modo que entre los l acedemonios era considerado el más grande de los ciudadanosasí también sus adversarios lo tuvieron como el primeroles dijo a los argivos y a los arcadios que, si los más ricoseran los que dominaban Sición, claramente, cuando llega-ra el caso, la ciudad se haría de nuevo partidaria de los

lacedemonios. «Pero si llega una democracia, sabed bien»,di jo, «que la ciudad permanecerá con vosotros. Y si es-

vocaron al pueblo, con la propuesta de que la constitu-ción se asentara sobre bases iguales y justas. En la re-unión, indicó que eligieran estrategos a quienes les pare-ciera a ellos. Eligieron al mismo Eufrón, a Hipodamo, aC leandro, a A cri sio y a L isandro . Hecho esto, puso alf rente del ej érci to mercenario a su hij o A deas, despuésde expulsar al j efe anterior , L i símenes. I nmedi atamente, 46a algunos de estos extranj eros, E uf ró n, por medio de be-neficios, los convirtió en hombres de confianza y añadióa otros, sin ahorrar nada del dinero público ni de losbienes sagrados. También util i zó el dinero de los quehabía expul sado por ser partidario s de L acedemoni a. D esus colegas, a unos los mató con engaño, a otros los ex-pulsó, de modo que lo puso todo bajo su mando personaly se convirtió claramente en un tirano. Que sus aliadosconfiaran en él lo conseguía, unas veces, con dinero y,otras, porque, si hacían una campaña, los acompañaba

animosamente con el ejército mercenario.D ado que las cosas habían marchado de este modo, que 2,1

en F l iunte los argiv os habían forti f i cado el T ri cárano so- 366bre el Hereo y, sobre sus propias fronteras, los sicioniosestaban fortificando la Tiamia, los fliasios se encontrabanmuy agobiados y escasos de provisiones. Sin embargo,persistí an en conservar su ali anza. D e las grandes ci uda-des, desde que hacen algo hermoso, se acuerdan todos losescritores. Pero a mí me parece que si una dudad, por•Buy pequeña que sea, realiza muchas hermosas accio-'les, es todavía más i mportante ponerlo de reli eve. L os 2fliasios, en efecto, se hici eron amigos de los lacedemo-

262 Helénicas. L ibro V I U ,2 Helénicas. L ibro V I I ^^ 263

366 nios, cuando éstos eran muy poder osos , pero, en el mo-mento de su caída en la batal l a de L euctr a, en que serebel aron muc hos periecos y todos los hil o tas, además delos aliados con pocas excepciones, aunque los atacaron,por así decirlo, todos los griegos, con todo eso permane-cieron fieles y, cuando tuvieron como enemigos a los máspoderosos del Peloponeso, arcadios y argivos, de todos

$70 modo s acudi eron en su ayuda. Po r otra parte, aunqu e les

tocó pasar los últimos a Prasias, entre todos los que ha-bían acudido, corintios, epidaurios, trecenios, hermioneos,helieos, sicionios y peleneos, pues entonces no se habían

al pi e de la mural l a. En el momento en que los vi gi l antes 369di eron la señal desde el T ri cárano de que se acercabanunos enemigos y la ciudad prestó a ello su atención, ental oportunidad los traidores indicaron a los que estabanabajo que subi eran. Cu ando así l o hic i eron y encontr aron 6abandonadas las armas de las guarniciones, persiguierona los diez vi gi l antes di urnos. D e cada ci nco quedaba u nosolo como vigilante diurno. A uno que todavía estaba

durmiendo lo mataron, igual que a otro que se refugióen el Her eo. C omo los vigi lantes di urno s en su hui da sal-

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3 separ ado de la ali anza, o cu ando el jefe de las tropas ex-tranjeras los dejó a ellos y marchó con los que habían pa-sado delante, ni siquiera así se dieron la vuelta, sino que,después de alquilar un guía de Prasias, cuando los ene-migos estaban cerca de A mi das, se desli zaron co mo pu-dieron y ll egaron a E sparta. L xjs l acedemonio s, entre otro shonores, les enviaron un buey como señal de hospitali-

4 dad. C uan do , al reti rarse los enemigos desde L acedemo-569 nia, l os argi vos, i rri tados po r la adhesión de l os fliasios

hacia los lacedemonios, invadieron en masa Fllunte yarrasaron su territorio, ni siquiera así cedieron, sino que,una vez que se retiraron después de haber destruido todolo que habían podido, los jinetes de los fliasios se lanza-ron fuera en su persecución y, aunque la retaguardia delos argivos estaba protegida por todos los caballeros y lastropas de infantería que estaban formadas con ellos, los

atacaron hasta dispersar a todos los de la retaguardia, apesar de ser sesenta. Sólo mataron a unos pocos, peroaun así, del mismo modo que si los hubieran matado atodos, erigieron un trofeo bajo la mirada de los argivos.

5 D e nuevo los l acedemoni os y sus ali ados estaban apos-tados en el Oneo mientras los tebanos avanzaban con laintención de franquearlo. Cuando los arcadios y los eleosatravesaban N emea para uni rse a los tebanos, los exil ia-dos fliasios se of reci eron a tomar F l i unte sól o con qu eestuvieran dispuestos a hacer una aparición como señal

de apoy o. L l egados a este acuerd o, los exi l i ados y comootros seiscientos más se situaron de noche con escalas

taban por la parte de la muralla que miraba hacia la ciu-dad, los que habían subido ocuparon la acrópolis sin re-sistencia. A l ll egar el rui do a la ci udad, acudieron los ci u- 7dadanos, por lo que los enemigos salieron de la acrópolisy se pusieron a combatir delante de las puertas de entradaa la ciudad, pero luego, sitiados por los que habían acu-di do, se retir aron de nuevo a la acrópol i s. Al lí se arro-jaron con ellos los ciudadanos. El centro de la acrópolisquedó desierto inmediatamente. Sin embargo, después desubirse a las murallas y a las tories, los enemigos golpea-ban a los de dentro y disparaban contra ellos, que se de-f endí an desde el suelo y se l anzaron al combate por l asescalas que l l evaban al muro. Cuando los ci udadanos se 8hicieron dueños de algunas de las torres de un lado y deotro, avanzaron a la desesperada contra los que habíansubido. Empujados por ellos, por su audacia tanto comopor su manera de luchar, se vieron reducidos al mínimo.

En esta oportunidad, los arcadios y los argivos formaronun círculo alrededor de la ciudad y, por la parte alta, ho-radaron el mur o de la acrópol i s. D e l os de dentr o, los t 'de la muralla, y los de fuera a los que todavía subían,9ue estaban sobre las escalas, los golpeaban, mientras quelos otros combatían con los que ya habían subido a lastorres. Encontraron lumbre en las tiendas y aprovecharonpara prender fuego con la ayuda de las gavillas recolec-tadas que enco ntrar on en la mi sma acrópol is. E ntonc es,

' Existen algunas correcciones de las que Brovi'nson acepta:«Unos a los de la muralla, otros a los de fuera».

264 Helénicas. L ibro V I U ,8 Hdénicas. L ibro V I M ,12 265

369 los de las tor res sal taban por temor a las l l amas, y los9 de los muros caían gol peados por los hombr es. C omo

empezaron a ceder todos a la vez, rápidamente la acró-pol i s enter a se vi o l i bre de enemigos. E n seguida, tam-bi én los caball eros sali eron al galo pe. L os enemigos, alverlos, se retiraron y dejaron las escalas y los cadáveres,además de algunos que, aunque estaban vivos, se habíanquedad o cojos. M uri eron, entr e los enemigos que comba-tieron dentro y los que saltaron fuera, no menos de ochen-

ta. Entonces se podía contemplar a los hombres felici-tándose mutuamente por su salvación y a las mujeres

los cabal leros y las tro pas selectas de los f liasios, entra- 366ron en combate y no los dej aron l l egar a su obj eti vo . L amayor parte del día la pasaron allí entretenidos en es-caramuzas, los de E uf ró n en incursi ones hasta don de po-dían ll egar los caball os, los de dent ro hasta el H ereo .C uando pareció opor tuno , los enemigos se reti raron con 13un rodeo en torno al Tricárano, pues, en efecto, el preci-picio que había delante de la muralla les impedía ir por

el cami no más co rto hasta los pel eneos. L os fliasios, des-)ués de empujarlos un poco hacia la subida, se dierona vuelta y se lanzaron por el camino que bordea la mu-

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que al ll evarles agua l l oraban de alegrí a. T od os los pre-sentes, entonces realmente, mezclaban la risa con el llanto.

10 A l año sigui ente atacaron F l i unte lo s argi vos y los ar-368 cadi os en masa. L a causa de que si empre atacaran a los

fliasios era que, por una par te, se sentí an i rr i tados conellos, pero, por otra parte, estaban en medio y siempretenían la esperanza de que se colocaran a su lado por falta

de prov i si ones. L os cabal l eros y las tropas selectas de losfliasios, tambi én en esta i nvasi ón, los atacaro n en el pasodel río con los caballeros atenienses que estaban presen-tes. Cuando se encontraron en situación de superioridad,obligaron a los enemigos a retirarse el resto del día alpie de las cumbres, y parecía como si se preocuparan deno patear el fruto de la llanura por tratarse de un terri-torio amigo.

11 P or su parte, en ci erta opor tun i dad, hi zo una campaña

366 contra Fliunte el jefe tebano de Sición, con las guarni-ciones que tenía consigo y con los sicionios y peleneos,pues ya entonces acompañ aban a los tebano s. E n la ex-pedici ón i ban con él E uf ró n y sus mercenari os, alrededorde dos mi l . L os demás, a través del T ri cárano, bajaronal Hereo, con áni mo de arrasar la l l anura, pero a los si-cionios y peleneos los dejó junto a las puertas que llevana C or i nto , sobre la acrópo l i s, de mod o que los fliasiosno los rodearan por ahí ni se colocaran encima de ellos

12 más all á del Hereo . C uando se di eron cuenta los de la

ciudad de que los enemigos se habían puesto en movi-miento en dirección a la llanura, salieron a su encuentro

ralla con tra los pel eneos y los que l os acompañaban . L os 14del tebano , al dar se cuenta de la pri sa de los fliasios, seesforzaban por adelantarse para acudir en ayuda de lospeleneos. Después de hacerles frente, volvieron sobre suspasos para atacar en compañía de la infantería que seacababa de presentar, y llegaron al combate cuerpo acuerpo. Entonces se retiraron los enemigos, y murieronalgunos de los sicionios y muchísimos hombres ilustresde los pel eneos. C om o consecuenci a, l os fliasios eri gi eron 15un trofeo mientras entonaban un brillante peán, como esnatural. L os del tebano y E uf ró n l o observaban todo ,como si se hub i eran alejado para ver el espectáculo. T rasestos sucesos, unos se marcharon a Sición y otros se re-tiraron a la ciudad.

O tr a hermo sa acci ón reali zaron los fliasios: una vez 16que cogieron vivo al próxeno peleneo', aunque andaban

escasos de todo, lo dejaron ir sin rescate. ¿Cómo nadiepodría decir que los que realizan tales actos no son no-bles e ilustres?

Q ue f ue graci as a su constanc ia co mo mantu vi ero n la 17fidelidad a sus amigos, está suf i ci entemente cl aro, pu es,cuando se vieron privados de los frutos de la tierra, vi-vieron gracias a que cogían unos de la tierra enemiga,otros los compraban en Corinto, e iban al mercado atra-vesando múltiples peligros, pagaban el precio con dificul-

tad, con dificultad conseguían quienes trajeran las pro-

' Brownson, siguiendo a Schneider: «Próxeno, el peleneo.»

276 Helénicas. L ibro V I I .4,19 Helénicas. L ibro Vn,4,22 277

366 vi si ones y con esf uerzo encontraban fiadores de las acémi-18 l as que las tenían que transp or tar . C uando ya no sabían

qué hacer en absoluto, consiguieron que Cares les propor-ci onara una escol ta. U na vez que llegó a F l i unte, le pi-dieron que llevara al mismo tiempo a los inútiles a Pa-lene y, donde los dejaron, después de comprar y cargartodas las acémilas que pudieron, se marcharon de noche,no ignorantes de que iban a ser víctimas de una embos-

cada por parte de los enemigos, pero en la idea de quemás duro que combatir era no tener las provisiones nece-

19 sarias. M archaro n, pues, l os fliasios con C ares. C uando

e i nmed i atamente los cabal leros de los fliasios se vi stie- 366ron las corazas y pusieron el freno a los caballos, y loshoplitas dispusieron lo que es necesario para la infante-ría. Cuando, después de tomar las armas, iban a donde sehacía el sacrificio, les salió al encuentro Cares y el adivinoy dijeron que los presagios eran favorables. «Pero espe-rad», dij eron, «pues ya sali mos tambi én nosotros». T anpronto como se dio el anuncio, con un cierto entusiasmo

divino, también los mercenarios salieron rápidamente ala carrera. C uando Cares empezó a andar, marcharo n de- 22lante de él la cabal lerí a y la i nf anter í a de los fliasios. A l

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se encontraron con los enemigos, al punto se pusieron ala obra. Después de darse ánimos mutuamente, cayeronsobre ellos y, al mismo tiempo, gritaban a Cares que vi-niera en su ayuda. Obtenida la victoria y apartados losenemigos del camino, así se pusieron a salvo en casa, aellos mismos y lo que llevaban.

Como habían velado durante la noche, durmieron hasta20 tarde dur ante el día. Cu ando se l evantó Cares, se ade-

lantaron los caballeros y los más nobles de los hoplitasy dijeron: «Cares, hoy te es posible realizar la acciónmás hermosa, pues los sicionios están fortificando un lu-gar en nuestros límites, con muchos constructores, perono muchos hoplitas. Desde luego, te guiaremos nosotros,los caballeros, y los más fuertes de los hoplitas. Si túnos acompañas con el ejército mercenario, tal vez encon-trarás que ya se ha ter mi nado, pero tal vez, al aparecer,

puedas dar un nuevo giro a los acontecimientos, comoen Pelene. Si te es difícil lo que decimos, haz partícipesa los dioses de un sacrificio, pues pensamos que, todavíamás qu e nosotr os los di oses te pedi rán qu e I b hagas·Es preciso. Cares, que sepas bien que, si lo consigues,habrás elevado una fortaleza contra nuestros adversarios,habrás salvado a una ciudad amiga y serás muy ilustre entu patria y muy famoso, tanto entre los aliados como

21 entre los enemigo s.» Cares, convenci do, hi zo el sacrif ici o,

Cabe también, como en Hatzfeld, la traducción: «a ti másque a nosotros».

principio los guiaban rápidamente, pero luego corrían.Por fin, los caballeros cabalgaban con toda su fuerza y lainfantería con toda su fuerza corría en formación tantocomo podía, a la que también seguía Cares con presteza.Era un poco antes de la hora de ponerse el sol, cuandoencontraron a los enemigos en la muralla, unos lavándo-se, otros en la cocina, otros amasando, otros preparandolos j ergones. Cu ando vi eron el í mpetu de la i rrupc i ón, en 23seguida huyeron asustados, y dejaron todas las provisio-nes a los nobles hombres. Ellos, después de cenar conéstas y otras que traían de casa, tras hacer libacionespor su buena suerte, cantar el peán y fijar las guardias,se echaron a dormir. Entonces los corintios, a quienesdurante la noche Ies había llegado un mensaje con noti-cias de la T i amia, tras hacer una proc l ama muy amistosay de cargar todas las yuntas y acémilas de trigo, se diri-

gieron a F l i unte. M i entras fo rti f i caban la murall a, cadadía se presentaban los transportes.

A cerca de los fliasios, de su fidelidad y de su val or en 3,1la guerra, de cómo, a pesar de carecer de todo, seguíanformando parte de la alianza, ya se ha hablado bastante.A prox i madamente por este ti empo. E neas esti nfal i o, con-vertido en estratego de los arcadios, en la idea de que^ situación en que se encontraba Si ción no se podí a so-Portar, después de subir con su propio ejército a la acró-

polis, convocó a los más poderosos de los sicionios queestaban dentro e hizo volver a los que, sin que mediara" ci sión legal, habí an sido expul sados. E uf ró n escapó ate- 2

276 Helénicas. L ibro VII.4,19 Helénicas. L ibro Vn,4,22 277

morizado al puerto de los sicionios y, después de hacetvenir a Pasimelô desde G)rinto, por intermedio de ésteentregó el puerto a los lacedemonios y volvió a formarparte de su alianza de nuevo, con el pretexto de que se-guía siendo fiel a los lacedetnonios, pues decía que cuan-do se había hecho la votación en la ciudad sobre si pa-recía conveniente separarse, él y unos pocos más habíanvotado en contra y que luego había apoyado al pueblo conla intención de castigar a los que lo habí an traici onado.«Y ahora» , añadió, «gracias a mí están exil iados todoslos que os traicionaron a vosotros. Desde luego, si yo

¡ intentan pasar desaperci bidos. N o obstante, éstos hasta 366tal punto superan a todos los hombres en audacia y per-versidad que, ante las mismas autoridades y ante vosotrosmismos, que sois los que decidís a quiénes hay que ma-tar y a quiénes no, lo mataron sin contar más que consu propio juicio. Si no son merecedores de la últimapena, ¿quién va a poder veni r seguro a la ci udad? ¿C uáles el destino de la ciudad, si va a ser posible matar acualquiera antes de que exponga los fines de su venida?

Por nuestra parte, los acusamos como los más sacrilegos,los más inj ustos, los más impí os y los que más han mos-

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pudiera, me pasaría a vuestro lado con la ciudad entera.Pero, de momento, estoy en disposición de entregaros elpuerto, que es sobre l o que tengo poder» . M uchos lo es-cucharon, pero cuántos quedaron convencidos es lo queno está muy claro.

Y a que empecé, qui ero termi nar la historia de E uf rón.Cuando estalló en Sición el conflicto enrre la aristocraciay el puebl o, E uf ró n regresó de nuevo desde A tenas conun ejército mercenario y se apoderó de la ciudad conel apoyo del pueblo, pero, como la acrópolis estaba ocu-pada por un harmosta tebano, al darse cuenta de que nopodría apoderarse de la ciudad mientras los tebanos ocu-paran la acrópolis, reunió dinero y se marchó, por ver sicon él convencía a los tebanos de que expulsaran a losmás poderosos y le devolvieran de nuevo la ciudad.

Enterados los anteriormente exiliados de su viaje y de

sus negociaciones, se dirigieron por su parte a Tebas.Cuando lo vieron reunirse familiarmente con los magis-trados, por el temor de que consiguiera lo que quería,hubo algunos que se expusieron de modo temerario y de-gol laron a E uf ró n en la acrópol is, mientras estaban reuni-dos los magistrados y el Consejo. Sin embargo, los ma-gistrados llevaron a los autores ante el Consejo y dijeronlo siguiente:

«Ciudadanos, proponemos para los que han matado ^

E uf ró n la pena de muerte, pues lo normal es ver que lo^prudentes nunca cometen ningún acto injusto ni sacrilegoy que, en cambio, los miserables, aunque sí los cometen,

trado su desprecio por l a ciudad. V osotros, después dehaber escuchado, aplicadles el castigo del que los creáismerecedores.»

E sto fue lo que di j eron los magistrados. L os que ha- 7bían cometi do el asesinato negaron que lo hubi eran hechocon sus propias manos todos salvo uno, que lo reconocióy comenzó su defensa más o menos así: «D espreci aros

a vosotros, tebanos, no es posible para un hombre queos sabe muy dueños de hacer con él lo que querái s. ¿E nqué podí a yo conf iar, entonces, para matarlo? Sabedlobien. E n pri mer lugar, confi aba en la seguridad de queactuaba justamente y, luego, en la de que juzgaríais conrectitud. Pues sabía que vosotros habíais castigado tanpronto como pudisteis, sin esperar la votación, a los deA rquias e H ípates cuando considerasteis que habían he-cho lo mismo que Euf ró n, en la idea de que, por todos

los hombres, se condena a muerte a los convictos de sa-crilegio, a los convictos de traición y a los que pretendenconvertirse en ti ranos. Desde luego, E uf ró n estaba in- 8cluido en todos estos casos. En ef ecto, se apoderó de^s santuarios llenos de ofrendas de plata y oro y losdejó vacíos. A demás, ¿qui én podrí a ser condenado como^aidor de forma más otensible que Eufrón, que, cuando

amigo parecía ser de los lacedemonios, optó por vos-otros en lugar de ell os y, después de intercambiar garan-

con vosotros, os ha traicionado de nuevo y ha en-[ cgado el puer to a vuestros adversari os? ¿C ómo puede^aber dudas de que es un tirano quien hizo esclavos no

270 Helénicas. L ibro V I U ,8

366 sólo a los l ibres, sino también a los ci udadanos, y mató,desterró y privó de sus bienes no a quienes cometíanalguna i njustic ia, sino a qui enes a él le parecí a? Y éstos

9 eran los mejores. A demás, se diri gió a la ci udad de vues-tros mayores contrincantes, los atenienses, y dispuso lasarmas en contra de vuestro harmosta, pero, como no pudoexpulsarlo de la acrópolis, acumuló dinero para veniraquí. Si se hubiera dedicado a acumular armas para venirclaramente contra vosotros, y yo lo hubiera matado, ten-

dríais que agradecérmelo. Pero si lo que había acumuladopara venir era dinero, con la intención de corromperosy convenceros para que lo hicierais de nuevo señor de la

Helénicas. Libro VII,3,11 271

en provecho de vosotros mismos y de todos vuestrosaliados.»

Los tebanos, cuando escucharon esto, se dieron cuentade que era justo lo que le había ocurrido a Eufrón. Sinembargo, sus ciudadanos, después de hacer el trasladocomo si se tratara de un hombre ilustre, lo enterraron enel ágora y lo veneran como fundador de la ciudad. Asíes como, al parecer, hacen notar las multitudes que susbenefactores son hombres ilustres.

Y a hemos contado la historia de Eufrón. Ahora vuelvoal momento en que lo dejé. Cuando todavía estaban losíliasios fortificando la Tiamia y Cares se encontraba allí

366

12

4,1

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ciudad, y del mismo modo lo he castigado, ¿cómo puedeconsi derarse justo que yo muera a vuestras manos? Peroes que, los que sufren violencia por medio de las armas,aunque reciban un daño, no se comportan de manerainjusta. En cambio, los que se pierden por el dinero, encontra de lo que es más noble, por un lado, reciben tam-bién un daño, pero, por otro, caen en la vergüenza.

10 N aturalmente, si se tratara de mi enemigo, pero de unamigo vuestro, estoy de acuerdo en que habría sido gravematarl o en vuestra ciudad. A hor a bien, el que os trai-ciona a vosotros, ¿por qué va a ser más enemigo míoque vuestro? "Pero, por Zeus", podría decir alguien, "esque ha venido voluntariamente". Entonces, si alguien lohubiera matado lejos de vuestra ciudad, en ese caso ha-bría obtenido vuestro elogio. Pero si se tiene en cuentaque venía por segunda vez para sumar otros males a losde antes, ¿tampoco así dice nadie que su muerte ha sidojusta? ¿ E n qué parte de Greci a existen convenciones enfavor de los traidores, los desertores reincidentes o los

11 ti ranos? A demás, acordaos de que habéis votado a favorde que, en adelante, fueran reos en potencia los tráns-fugas de todos los aliados. A cualquiera que, sin el man-dato común de los aliados, se presente como tránsfuga»¿podría decir alguien que no es justo matarlo? Os ase-guro, señores, que si me matáis a mí, ibais a vengar a

vuestro peor enemigo, pero, si reconocéis que he actuadocon justicia, quedará claro que habéis obtenido venganza

presente, üropo fue ocupado por los exiliados. Pero,después que los atenienses todos marcharon en expediciónhacia allí e hicieron venir a Cares de la Tiamia, de nuevofue cogido el puerto de los sicionios por los mismos ciu-dadanos y por los arcadios. Los atenienses no recibieronayuda de ninguno de los aliados y tuvieron que retirarse,

después de dejar Oropo en manos de los tebanos hastaque se celebrara un arbitraje.Al enterarse L icomedes de que los atenienses repro-

chaban a los aliados que, a pesar de tener muchos proble-mas por su culpa, nadie acudía en su ayuda, convencióa los diez mil para que se intentara llegar a una alianzacon ellos. Al principio, algunos de los atenienses pusierondificultades a hecho de que, a pesar de ser amigos delos lacedemonios, fueran a convertirse en aliados de susadversarios. Pero cuando, después de reflexionar, encon-

traron que no era menor ventaja para los lacedemoniosque para ellos el que los arcadios no necesitaran a los te-banos, entonces aceptaron la alianza de los arcadios. Enestas circunstancias, L icomedes, al marcharse de Atenas,niurió de un modo verdaderamente extraordinario. Enefecto, como había muchísimos barcos, tras seleccionarde ellos el que quiso, y de haber convenido que desem-barcaría donde él indicara, eligió entonces para tomartierra el mismo sitio donde precisamente se encontraban

los exiliados. Y así murió, pero la alianza, de hecho, se'levó a cabo.

284 Helénicas. L ibro VII,5,9 Helénicas. L ibro V I I ,5,7 285

366 C uando di j o D emoc i ón ante el puebl o de los atenienses4 que le parecía muy bien pro mov er la ami stad con los ar-

cadios, afirmó también que en cambio a los estrategosera preciso darles órdenes para que también Corinto que-dara preservada en favor del pueblo de los atenienses.A l oí r esto los cori ntios, tras enviar con rapidez sufi cien-tes guarniciones propias a todas partes donde hacían guar-dia los atenienses, les dijeron que se fueran, pues ya nonecesitaban ninguna guarnición. Ellos hicieron caso.C uand o se reuni eron los atenienses de las guarnici ones enla ciudad, los corintios proclamaron que, si alguno de

los cori ntios f ueron a L acedemoni a y di j eron: «N osotros, 366lacedemonios, nos presentamos ante voso tros como ami- 8gos vuestros. Consideramos lógico que, si veis alguna sal-vación para nosotros, en caso de que nos obstinemos encombatir, nos la enseñéis también a nosotros. Por el con-trario, si creéis que estamos en una situación sin salida,en el caso de que a vosotros os convenga, haced la pazen nuestra compañía, ya que con nadie nos podríamos

poner a salvo con más gusto que con vosotr os. A hor abien, si calculáis que a vosotros os conviene hacer laguerra, os pedimos que nos dejéis a nosotros hacer la paz,

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ellos se sentía víctima de un trato injusto, lo hiciera cons-tar, con la intención de que recibiera la compensación

5 adecuada. A sí l as cosas, l legó Cares con la flota hastaCencreas. AI enterarse de lo sucedido, dijo que se pre-sentaba para ayudar a la ciudad porque había oído quese conspiraba contra ella. Desde luego, le hicieron alaban-zas, pero ya no acogieron las naves en el puerto, sino

que le pidieron que se fuera. También despidieron a loshoplitas, después de haber atendido a sus derechos. Asíse apartaron los atenienses de Corinto.

6 E n cambi o, con respecto a los arcadio s, se obli garon,a causa de la alianza, a enviarles la caballería como ayuda,en el caso de que alguien hiciera una campaña contraA rcadi a. P ero contra L aconi a no marcharon en son deguerra.

L os cor inti os, en la i mpresi ón de que les era dif íc ''sobrevivir, dominados desde antes por tierra, sumadosademás los atenienses a sus contrincantes, decidieron r^unir tropas mercenarias de infantería y de caballería. A·f ren te de ell as, conseguí an al mi smo ti empo guardar J®ciudad y hacer mucho daño a los enemigos cercanos. Encambi o, enviaron mensaj eros a T ebas a que preguntara"

7 si podr í an ll egar a obt ener la paz. L os tebanos les di jero"que fueran, con la idea de que habría paz, por lo quecorintios les pidieron que los dejaran ir también a vCa los aliados, con la intención de hacer la paz con

que quisi eran y de dej ar hacer la guer ra a los que p·" "ri eran la guerr a. C omo los tebanos les dej aron hacer»"'

ya que, puestos a salvo, tal vez en alguna oportunidadpodríamos estar de nuevo con vosotros. Pero, si ahoraperecemos, es evidente que ya nunca podremos ser útiles.»

A l oír esto, los l acedemonios aconsej aron a los cori n- 9tios hacer la paz y a los demás aliados que no quisieranhacer la guerra en su compañía les permitieron dejarla.

Por su parte, dijeron que ellos continuarían la guerra, yque fuera lo que dios quisiera, pues nunca admitiríanverse pri vados de M esenia, que la habí an reci bido de suspadres. L os cori nti os, cuand o les hubi eron escuchado, se 10diri gieron a T ebas en son de paz. Sin embargo, los tebanosdijeron que debían jurar también una alianza, a lo que con-testaron que la alianza no era paz, sino un cambio dentrode la guerra, pero, si querían, dijeron que estaban allí paranacer una paz j usta. A dmi rado s por ell o los tebanos de

Hue, aunque estaban en peligro, no querían unirse con sus'^nefactores para la guerra, acordaron la paz con ellos,con los fl iasios y con l os que vi ni eron con ellos a Tebas,^obre la base de que cada uno conservara su propio terri-J orio. L os j uramentos se conf i rmaron en estos térmi nos.L os fl iasios, como se esti pul ó en el tratado, inmedi ata- 11íc ente se reti raron de la T i amia. L os argi vos, después de)ürar que harían la paz en estos mismos términos, al po-i^ conseguir que los exiliados fliasios permanecieran en

Tricárano como si estuvieran en su propia ciudad, se

apoderaron de él y pusieron una guarnición, pues decíanesta tierra era suya, la misma que poco antes habían

274 Helénicas. Libro VII,4,11Helénicas. L ibro V I 1,4,15 275

366 devastado como si fuera enemiga, y no concedieron elarb i traj e que recl amaban los fliasios.

12 A prox i madamente por esta época, cuando ya habíamuerto el anterior Dionisio, su hijo envió en auxilio delos lacedemonios doce trieres y, como jefe, a Timócrates.Este, al llegar, colaboró con ellos en la toma de Selasia.D espués de hacer esto, regresó a casa.

365 N o muc ho después, los eleos tomaro n L asión, que an-

tiguamente era suya, pero en el presente pertenecía a la13 liga arcadia. Sin embargo, los arcadios no le dieron pocaimportancia, sino que inmediatamente ordenaron acudir

taban ll evar la ci udad a una democraci a, y los de t Es- 365c a l t a H i p i a s y Estrátolas a una oligarquía. C omo losarcadios, con su gran poder, parecían mostrarse aliadosde los que deseaban que se estableciera un régimen de-mocrático, por ello estaban más firmes los de Cáropo y,después de convenir con los arcadios que les prestaríanayuda, se apoderaron de la acrópol i s. L os caball eros y 16los trescientos no se entretuvieron, sino que, en seguida,subieron y los expulsaron, de modo que tuvieron que

hui r, con A rgeo y C áropo, al rededor de trescientos " delos ciudadanos.

N o mucho después , éstos, con la ayuda de algunos de

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en su ayuda, pero también acudieron por su parte lostrescientos de los eleos, e incluso los cuatrocientosM i entras los eleos acamparon dur ante el día en el terrenomás bajo, por su parte los arcadios subieron de nochea la cumbre del monte situado por encima de los eleos y,al amanecer, descendieron sobre ell os. C uand o vieron que,por un lado, se acercaban desde las alturas y que, por

otro, eran varias veces más que ellos, como Ies daba ver-güenza retirarse desde muy ejos, f uero n a su encuentroy, después de llegar al cuerpo a cuerpo, huyeron. Per-dieron muchos hombres y muchas armas al tener que reti-rarse por un camino difícil.

14 L os arcadi os, tras este éxi to, se marc haron contra lasciudades de los acroreos. Después de tomarlas todas, sal-vo Trausto, llegaron a Olimpia y, cuando hubieron ro-deado Cronión con una empalizada, pusieron allí una

guarnición y tomaron posesión del monte Olímpico. Seapoderaron también de los marganeos gracias al ofreci-mi ento de algunos de ell os. A l haber transcu rri do así lascosas, los eleos se desanimaron totalmente y, en cambio,los arcadios marcharon contr a su ci udad. L l egaron hastael agora, de donde, gracias a su resistencia, los caballerosy los demás consiguieron expulsarlos, mataron a algunos

15 y erigi eron un trof eo. H abí a ya desde antes un confl ic toen El i de, pues los de C áropo , T rasóni das y A rgeo i nten-

" Para B rownson, se trata de dos cuerpos de tropas escogidas,mientras que, según Hatzfeid, que traduce: «y además cuatrocien·tos», sólo constituía un cuerpo selecto el de los trescientos.

los arcadios, ocuparon P il os. M ucho s del pueblo sali eronde la ciudad para unirse a ellos, ya que tenían una her-mosa posición y la gran potencia de los arcadios comoaliada.

L os arcadios hici eron después una incursión en el te-rritorio de los eleos, convencidos por los exiliados de quela ci udad se les uni rí a. Pero entonc es los aqueos, que se 17habían hecho amigos de los eleos, protegieron su ciudad,de modo que ios arcadios tuvieron que marcharse sin ha-ber hecho nada más que devastar su territorio. Pero enseguida, al salir de Elea, cuando se enteraron de que los>eleneos estaban en Elide, de noche, tras recorrer unargo camino. Ies arrebataron Oluro, pues ya los peleneos

se habí an un i do de nuev o a la ali anza lacedemoni a. C uan- 18do se enteraron de lo que pasaba en O l ur o, tambi én éstos,después de dar un rodeo por donde pudieron, llegaron

a su propia ciudad de Peíene. A continuación, aunqueeran muy pocos, hicieron la guerra a los arcadios de Olu-ro y a la totalidad de su propio pueblo. Sin embargo, nocesaron antes de que hubieron reducido Oluro por mediodel asedio.

P or su parte, los arcadios, de nuevo, hici eron otra 19expedición contra Elide. Cuando acampaban entre Cilene

O Evaicas, según una corrección de Keil , recogida por Brown-Όη y Hatzfeld.

" «Cuatrocientos», según otros manuscritos, y recogido porBrov/nson.

276 Helénicas. L ibro V II .4,19 Helénicas. L ibro V n,4,22 277

365 y la ciudad, los eleos se lanzaron contra ell os, pero losarcadio s resistieron y los derrotaro n. A ndró maco, el hi-parco eleo, al que atribuyeron la responsabilidad de em-prend er la batal la, se sui ci dó. M uri ó también el espar-tiata Soclides, que estaba presente en este combate, dadoque entonces los lacedemonios eran aliados de los eleos.

20 O pr i mi dos los eleos en su propi a tierra, consi deraronoportuno enviar embajadores a los lacedemonios para quehicieran una expedición contra los arcadios, en la idea de

que así los arcadios renunciarían " más fácilmente, si leshacían la guerra desde ambo s lados. P or el lo, A rqu i damohizo una expedición con los ciudadanos y se apoderó de

los otro s no retrocedi eron, sino que permaneci eron quie- 365tos en formación. De nuevo volvieron a atacar, pero comotampoco entonces retrocedieron, sino que incluso se pusie-ron a avanzar, y ya se producía mucho griterío, corrió ensu ayuda el pro pi o A rq ui damo , después de vol ver por elcamino que iba a C ro mno , y los ll evaba en fi la de a dos,que era preci samente como l os tenía col ocados. C uand o es- 23tuvi eron cerca los unos de los otros, los de A rqui damo encolumna, ya que iban por el camino, los arcadios con los

escudos bi en apretados, en esto los de A rqu i damo ya nopudieron resistir a la masa de los arcadios, sino que rá-pidamente él mismo fue herido en la pierna de parte a

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Cromno. Después de dejar en él como guarnición tresde los doce batal lones de este modo se reti ró a casa.

21 Pero los arcadios, como precisamente se habían reunidoa partir de la expedición contra Elide, corrieron en suayuda, rodearon C ro mno con una dobl e empali zada y,cuando ya estaban en situación segura, pusieron sitio alos de Cromno. La ciudad de los lacedemonios, como no

podía tolerar que sus ciudadanos se encontraran sitia-dos, envi ó una expedici ón. E l j efe era entonces A rquida-mo. A l l legar, devastó tod o lo que pud o de la A rcadiay la Escirítide e hizo lo posible para retirar a los asal-tantes, pero los arcadios de ninguna manera se movían,

22 sino que mi raban todo esto con desdén. A rqui damo di-visó una colina, a través de la cual los arcadios habíanestablecido la empalizada exterior, y pensó que podríatomarla y que, si lo conseguía, los que se protegían con

ella para el asedio no podr í an quedarse all í. M i entras ha-cía un rodeo en dirección a este lugar, cuando los pel-tastas que corr ían del ante de A rqui damo vi eron a losepari tos f uera de la empali zada, cayeron sobre ellos,mi entras <I o s > cabal leros i ntentaban unírseles. Pero

'• Q)njetura de Jacobs, aceptada por iMarchant. «Se agotarían»^conjetura de M advig, aceptada por B rownson. Códices: «expuls;i·rían, rechazarían a los arcadios», texto aceptado por Hatzfeld.

" Lachos: media mora o regimiento.Contingentes federales arcadios de tropas selectas compuestas

de hoplitas.

parte e inmediatamente murieron los que combatían de-lante de él, como Poliénidas y Quilón, el casado con lahermana de A rqui damo , y en total entonces muri eron deell os no menos de treinta. C uando , en su reti rada por 24el camino, salieron a terreno ancho, entonces los lacede-monios se ali nearon en f rente. L os arcadi os se col ocaronalineados como estaban, y en niímero eran menos, pero

tenían mucho más ánimo, dado que estaban atacando aquienes se hallaban en retirada, además de haber matadoa sus hombr es. L os lacedemoni os en cambi o estaban muydesanimados, al ver a A rqui damo heri do y al oí r losnombres de los muertos, hombres nobles y prácticamentelos más f amoso s. C uan do ya estaban cerca, uno de los 25más viejos dijo a gritos: «¿Por qué vamos a tener quecombatir en vez de separarnos tras hacer una tregua?»U nos y otros lo oyeron con gusto e hici eron la tregua.L os lacedemoni os, después de recoger sus cadáveres, se

reti raron. L os arcadi os vol vi eron atrás, a don de antes ha-bían empezado a atacar, y erigieron un trofeo.

C uando los arcadios estaban al rededor de C ro mno , los 26eleos de la ciudad, antes que nada, fueron contra Pilosy se encontraron con los pilios que habían sido expulsa-dos de T álamas. M i entras avanzaban contra ell os lo s ca-balleros de los eleos, en cuanto los vieron, sin demora,atacaron inmediatamente, y a unos los mataron, perootros se pusieron a salvo sobre una colina. Sin embargo,

al llegar los de infantería, desplazaron a golpes a los de

278 Helénicas. L ibro V I I ,4 6

365 la col ina, y a unos los mataron all í mismo, y a otros,cerca de doscientos, los cogieron vivos. A los extranjeroslos vendieron y a los exiliados los degollaron. Despuésde esto, a los pilios, como nadie venía en su ayuda, lostomaron con su territorio, y se apoderaron de los mar-

27 gáneos. L os lacedemonios, luego, cuando vol vi eron denuevo por la noche contra Cromno, se apoderaron de laempalizada que estaba orientada hacia los argivos e invi-taron a salir inmediatamente a los lacedemonios sitiados.

T odo s lo s que se encont raban más cerca, y se di eron pri-sa, salieron, pero, a cuantos se dejaron adelantar pormuchos de los arcadios que habían acudido, los encerraron

Helénicas. Libro VII,4,29 279

que se ali nearon jun to al río C l adao, que corre j unto al 364A lti s " y desemboca en el A l f eo. E staban allí sus ali ados,hasta dos mil hoplitas de los argivos y alrededor de cua-troci entos caball eros de los atenienses. L os eleos se ali- 30nearon al otro lado del río y, después de inmolar lasvíctimas, inmediatamente se pusieron en movimiento.Despreciados en el tiempo anterior para las cuestiones dela guerra po r arcadios y argivos, despreciados tambi én

por aqueos y atenienses, sin embargo, en aquel día, secomportaron como si fueran los más valientes de los alia-dos, y a los arcadios, pues ellos los atacaron primero, los

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dentro y allí los cogieron y se los repartiero n. A rgiv os,tebanos, arcadios y mesenios se apoderaron de una partecada uno . En su total i dad, lo s que f uero n captur ados en-tre espartiatas y periecos llegaron a ser más de cien.

28 C uando los arcadios se quedar on desocupados en lo364 que a C ro mno se ref iere, de nuevo se dedi caron a los

eleos y guarnecieron más fuertemente Olimpia, pues, dado

que se acercaba el año olímpico, se preparaban para ce-lebrar las Olimpias con los pisatas, los que primero di-cen haber presi di do los festival es. C uand o llegó el mesen que se celebran las Olimpias y los días en que se reúnetoda la concurrencia, entonces los eleos, después de pre-pararse a la luz del día y de haber convocado a los aqueos,

29 marcharo n por el cami no ol í mpico. L os arcadios nuncahabían pensado que se dirigieran contra ellos y habíanorgani zado la fiesta con los pisatas. Y a habí an cel ebrado

la carrera de caballos y la carr era del pentati o pero losque llegaban para la lucha ya no la celebraron en la pista,sino entre la pi sta y el al tar E n efecto , lo s eleos yaestaban presentes con sus armas en el recinto sagrado.L os arcadi os no se alej aron para sali r a su encuentro , si no

" Constaba de cinco pruebas que no suelen enumerarse en elmismo orden. Son las siguientes: carrera pedestre, lucha, disco,jabalina y salto. En esta ocasión se habría celebrado la pr¡mcr:iprueba del pentatlo.

" En el sentido de que ahora había una lucha real fuera dela pista.

pusieron en fuga y, al venir los argivos en su ayuda, leshici eron f rente y los derro taron. A hor a bi en, cuando se 31pusieron a perseguirlos hasta el lugar central, entre lasala del C onsej o, el santuari o de H esti a y el teatro q ueestá enfrente, no dejaron de combatir por ello y seguíanespujando hacia el altar, pero, al ser atacados desde lospórti cos, desde la sala del C onsej o y desde el gran tem-

plo, y continuar el combate en el mismo nivel, murieronel jefe de los trescientos, Estrátolas, y algunos otros eleos.H ech o esto, se reti raron hacia el campamen to. P or su 32parte, los arcadios y sus aliados, tanto miedo le cogieronal día que les esperaba, que ni siquiera de noche descan-saron, sino que destruían las tiendas que se había pre-parado tan cuidadosamente y hacían un cerramiento conuna empalizada. Pero los eleos, cuando, al acercarse aldía siguiente, vieron el muro reforzado y que muchos se

habían subido a los templos, se retiraron a su ciudad, ysu modo de comportarse había sido tal que sólo podríaexplicarse por la acción de dios que les inspirara el va-lor, aunque fuera un día, pero ni en mucho tiempo, porla acción humana, se podrían transformar de tal modo losque no son valientes.

C omo l os jefes de los arcadi os hací an uso del di nero 33sagrado y abastecí an con él a los epari tos, en pri mer lugar 363los mantineos votaron en contra de que se hiciera uso deese di nero. E n l o que a ell os se refi ere, después de pro-

" Recinto sagrado de Zeus.

280 Helénicas. L ibro V I I ,4,33Helénicas. L ibro VI I ,4,36 281

363 curarse de la ciudad la par te cor respondi ente a los epari -tos, se la enviaron a los jefes. Pero los jefes dijeron queestaban destruyendo la confederación y citaron a los di-ri gentes a comparecer ante los diez mil . Como no les ha-cían caso, los condenaron y enviaron a los eparitos paraque trajeran a los condenados. Pero los mantineos cerra-

34 ron las puertas y no los dej aron entrar. Como consecuen-cia, rápidamente, también algunos otros dijeron ante los

diez mil que no era conveniente hacer uso del dinero sa-grado ni dejar para siempre a los hijos esta culpa antelos dioses. Como también en la comunidad se decidió

péanes como si se hubiera hecho la paz, pero el tebano y 363los jefes, asustados por las cuentas, con los beocios y loscómplices de los eparitos, después de cerrar las puertasdel muro de los tegeatas, mandaron apoderarse de losmejores entre los que estaban acampados. Como habíaarcadios de todas las ciudades y todos querían hacer lapaz, era preciso que los capturados fueran muchos, demodo que rápidamente tuvieron llena la prisión y rápi-damente tambi én la casa públ i ca. C uando muchos f ueron 37

los encerrados, muchos saltaron desde el muro, pero tam-bién hubo quienes escaparon por las puertas, pues nadieque no pensara que iba a perecer se irritaba con nadie.

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que ya no se haría uso del dinero sagrado, en seguida loseparitos que no habrían podido sobrevivir sin salario sedisolvieron, pero los que podían por sí mismos se dieronlas consignas para seguir formando parte de los eparitos,de modo que ya no estuvieron en manos de aquéllos, sinoaquéll os en sus manos. A l darse cuenta los jef es que ha-bían cogido el dinero sagrado de que, si entregaban cuen-

tas, correrían el riesgo de perecer, enviaron mensajerosa Tebas y enseñaron a los tebanos que, si no hacían unaexpedición, era muy probable que los arcadios se pasaran

35 de nuev o a los laconios. E U os se prepararo n para hacer laexpedi ci ón. L os que tenían más presentes los interesesdel Peloponeso convencieron a la comunidad de los ar-cadios de que, por medio del envío de embajadores, dije-ran a los tebanos que no f ueran con armas contra A rcadiasin que los hubieran l l amado. A l mismo tiempo que de-

cían esto a los tebanos, calculaban que no necesitabande la guerra en absoluto, pues consideraban que no erapreciso estar al frente del templo de Zeus y, en cambio,si lo devolvían, actuarían del modo más justo y santo, ypensaban que así serían más gratos al dios. Como tambiénlos eleos deseaban lo mismo, ambas partes decidieron ha-cer la paz. Y hubo treguas.

36 C uando tuvi eron lugar los j uramentos y se hubieronadherido incluso los tegeatas y el mismo tebano, que ca-sual mente se encontr aba en T egea con tresci entos hopH-

tas de los beocios, todos los arcadios que estaban enTegea cenaron, se alegraron y celebraron libaciones y

Pero lo que más desconcertó al tebano y a los suyos alhacer esto fue que de los mantineos, que era a los quemás deseaban coger, tenían muy pocos, pues, al estar cercasu ciudad, casi todos se marchaban a casa.

C uando se hizo de día y se enteraron de lo que había 38sucedido, los mantineos inmediatamente enviaron mensa-jeros a las demás ciudades arcadias a indicarles que estu-vieran en armas y vigilaran los caminos. Ellos así lo ha-cían y, al mismo tiempo, enviaron a Tegea a reclamarlestodos los mantineos que tuvieran. De los demás arcadiosdijeron que no consideraban lógico que ninguno fueraencarcelado ni muri era sin juici o. Y si alguno los acu-saba, decían en su proclama que la ciudad de los manti-neos prometía, con el apoyo de cualquier aval, que pre-sentaría a la comunidad de los arcadios a cuantos cual-quiera pudi era reclamar. A l oír esto, el tebano no supo 39

qué hacer en tal situación y dejó marchar a todos loshombres. A l día sigui ente, tras conv ocar a todos los arca-dios que quisieron reunirse, se defendió como si hubierasido engañado. Dijo, en efecto, haber oído que los lace-demonios estaban con sus armas en las fronteras y quealgunos de los arcadios iban a entregarl es Tegea. A l es-cucharlo, aun a sabiendas de que mentía acerca de ellos,lo dejaron ir, pero enviaron embajadores a Tebas paraacusarlo en la consi deración de que debía mori r. Conta- 40ton que Epaminondas, pues entonces precisamente era

estratego, dijo que había actuado mucho más rectamente

282 Helénicas, Libro VII,4,40Helénicas. L ibro V I I ,5,5 283

363 cuando habí a cogi do a lo s hombr es que cuando los habíadejado ir. «Pues si, mientras nosotros estamos por vues-tra culpa en la guerra, vosotros sin nuestro conocimientohacéis la paz, ¿cómo no iba a poder cualquiera acusarospor ello justamente de traición? Sabed bien», añadió,«que nosotros tambi én combati remos contra la A rcadiay haremos la guerra en compañía de quienes piensen comonosotros».

5,1 C uan do se anunci ó esto, tanto a la co muni dad de los

362 arcadios como a cada una de las ciudades, a partir deaquí, dedujeron los mantineos y quienes, de los demás ar-cadios, se preocupaban por el Peloponeso, así como los

mos intereses. E ran éstos los tegeatas, megalopol i tas, asea- 362tas y palantieos, además de que posiblemente se vieranforzadas otras ciudades, por ser pequeñas y hallarse situa-das en medi o de éstas. Sali ó, pues, Ep ami non das con gran 6rapidez, pero, cuand o estuvo en N emea, se detuvo , a laespera de sorprender a los atenienses a su paso por allí,ya que, según sus cálculos, esto podría ser de gran im-portancia para infundir valor a sus aliados y para que losenemigos cayeran en el desánimo, pues, en definitiva, erabueno para los tebanos todo lo que debilitara a los ate-nienses. Si n embargo, du ran te esta parada suya, se reuni e- 7ron en M antin ea todos los col i gados. Pero cuando E pa-

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eleos y los aqueos, que evidentemente los tebanos queríanque el Peloponeso fuera tan débil como para poder escla-

2 vizarlo con la mayor facilidad posible. «En efecto, ¿po:qué quieren que hagamos la guerra más que para queentre nosotros nos deterioremos mutuamente y ambaspartes tengamos necesidad de ellos? O bien, ¿por qué, aldecir nosotros que en la actualidad no tenemos necesidadde ellos, se ponen a hacer preparativos como para unaexpedi ci ón? ¿N o es evi dente que se di sponen a haceruna salida con la intención de causarnos algún daño?»

3 T ambi én envi aron mensaj eros a pedi r ayuda a A tenas ysali eron hacia L acedemoni a embaj ador es de los eparitos,a invitar a los lacedemonios por si, en el caso de quealguien tuviera la intención de esclavizar el Peloponesoiban a querer organizar la resistencia en común. Sin em-bargo, acerca de la jefatura, dispusieron que desde ese

momento cada uno la tuviera en su propia región.4 E n tanto esto se l l evaba a cabo, E pami non das partió

con todos los beocios y eubeos, y muchos de los tesalios,tanto de los de A l ejandro como de sus adversari os. Sinembargo, no los acompañaban los focidios, pues decíanque ellos, según sus compromisos, si alguien iba contralos tebanos, tenían que acudir en su ayuda, pero queen los mismos no entraba hacer una expedición contra

5 otros. Po r su parte, E pami nondas calcul aba que, en el Pe-

loponeso, ellos tendrían de su lado a los argivos y mese-mos y, entre los arcadios, a los que compartían sus mis-

minondas escuchó que los atenienses habían renunciadoa avanzar por tierra y se preparaban para hacerlo pormar, con la intención de acudir en ayuda de los arcadiosa través de L acedemoni a, entonces par ti ó de N emea paraencaminarse a T egea. Y o, desde l uego, no sabría deci r 8si su estrategia era afortunada. Sin embargo, lo que es

obra de la previsión y de la audacia, en absoluto me pa-rece que el hombre lo olvidara. Pues, en primer lugar, yoalabo en él el hecho de que colocara el campamentodentro de la muralla de los tegeatas, donde se encontrabamás seguro que si hubiera acampado fuera y lo que pu-diera hacer era menos vi sibl e para l os enemigos. A demás,de hecho en la ciudad era más fácil conseguir lo que ne-cesitara. T ambi én era posi bl e ver si, en l os otros ejérc i tosde fu era, todo se hacía rectamente o si de algún modo

se equi voc aban. E n efecto, aunque pensaba que era másfuerte que sus adversarios, cuando veía que ellos teníanventaja gracias al terreno, no salía a hacerles frente.

P ero al ver que ni nguna ciudad se le acercaba y qu e 9el tiempo transcurría, pensó que había que hacer algo,pues si no, en vez de la fama anterior, sería objeto degran desprestigi o. C uan do se enteró de que sus adversa-rios estaban protegi dos cerca de M anti nea y de que habí anÍ Oi andado a buscar a A gesil ao y a todos los l acedemoni os,y supo que A gesil ao había sali do en expedi ci ón y estaba

ya en Pelene, después de cenar, tras dar las órdenes opor-tunas, marchó con su ejército directamente hacia Esparta.

284 Helénicas. Libro VII,5,9 Helénicas. L ibro V I I ,5,13 285

362 Y si un cretense que se pr esentó por alguna div ina vo-10 l untad no le hubi era anunci ado a A gesil ao que se acer-

caba la expedición, habría encontrado la ciudad como unnido totalmente abandonado de sus defensores. Perocomo , nada más enterarse de esto, A gesil ao pu do adelan-társele en la vuelta a la ciudad, los espartiatas la prote-gieron en orden desplegado, aunque eran muy pocos, puestodos sus cabal leros estaban ausentes en A rcadi a, asícomo el ejército mercenario y tres de los doce batallones

11 q ue tení an. Cu ando E pami nondas se enco ntró en la ciu-dad de los espartiatas, donde iban a tener que combatiren terreno llano y a recibir disparos desde las casas, no

muri eron, pues, según parece, estaba pref i j ado por el di os 362hasta qué l ímites se les había conc edido la vi ctori a. A rqui -damo estableció un trofeo donde había vencido y a losenemigos que cayeron en ese lugar los devolvió medianteun pacto.

E pami nond as, que calc ulaba que los arcadios acudir ían 14a L acedemonia, no quiso combati r con ellos y con to doslos lacedemonios presentes en el mismo sitio, que ade-

más gozaban de buena fortuna, mientras que ellos eranrechazados por la suer te. Cuan do se puso de nuevo enmarcha hacia Tegea, tan rápi damente como pud o, hi zodescansar a los hoplitas, mientras que a los caballeros los

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entró en ell a, ni si quiera donde nada más ® combati rí ancon pocos por ser muchos. Sólo bajó a apoderarse delterreno donde pensaba que podría obtener más beneficio

12 y no subi ó a la ci udad. D e lo que all í pasó es posi bleque exista una causa divina, pero lo que sí es posible afir-mar es que nadie tendría que someterse a quienes se en-

cuentran en una situación desesperada. Sin embargo,cuando A rq ui damo se pus o en marcha con menos de cienhombres y, después de atravesar lo que parecía ofreceralgún impedimento, avanzó hacia arriba contra sus con-trincantes, entonces, los que avivaban el fuego, los quehabían vencido a los lacedemonios, los más numerosos entodos los conceptos y que además ocupaban lugares su-periores, no hi cieron f rent e a A rqui damo, si no que se re-tiraron.

13 L os pri meros de los de E pamin ondas muri eron. Perocuando, confiados en la victoria, los de dentro se pusierona perseguirlos más allá de lo conveniente, también éstos

20 El texto se interpreta a veces como corrupto (M archant).Brownson, según corrección de Voigtlander, lee: «ni donde, porel hecho de ser muchos, no iban a tener ninguna ventaja en elcombate contra los que eran pocos». Sin embargo, de acuerdo conlos manuscritos, podría interpretarse: «ni donde el hecho de sermuchos no iba a permitirles combatir más a ellos que a los otroscontrincantes», o «ni siquiera donde, a pesar de ser muchos con-tra pocos, de hecho no iban a poder ser más numerosos en el

combate».La última frase la suprimen algunos códices. H atzfel = [ J

envió hacia M anti nea, después de pedi rl es que se esfor-zaran, y les indicó que seguramente estarían fuera todoslos rebaños de los mantineos, y todos los hombres, pues,por lo demás, era el momento de la recolección del grano.

E l los parti eron. Sin embargo , lo s caball eros atenienses 15que habían emprendido la marcha desde Eleusis, después

de cenar <n el I stmo y de atravesar C leonas, se presen-taron prec i samente en M anti nea y se aposentaron en lascasas dentro de la muralla. Cuando se hizo patente quelos enemigos cabalgaban hacia ellos, los mantineos soli-citaron a los caballeros atenienses que, si podían, acudie-ran en su ayuda, pues estaban fuera todos los rebaños ylos trabajadores, además de muchos niños y los libres másancianos. Nada más escucharlo, los atenienses partieronen su auxilio, aunque estaban todavía sin comer tantoellos como los caball os. E n aquel moment o, ¿qui én po- 16dría dejar de admi rar su vi rtu d? A unque veían que losenemigos eran muchos más, y a pesar de la desgracia quehabían sufrido los caballeros en Corinto, a nada de estoatendieron, ni al hecho de que iban a combatir contraRebaños y tesalios, que, según se piensa, son los mejoresI'netes, sino que, ante la vergüenza de estar presentes y"o ser útiles a los aliados, tan pronto como vieron a losenemigos, entraron en combate deseosos de salvar la glo-••a patri a. Co n su entr ada en co mbate, f ueron los cau- 17

Cantes de que los mantineos conservaran todo lo quetenían fuera, pero murieron hombres nobles, aunque evi-

286 Helénicas. Libro VII,5,17

362 dentemente también mataron a otros del mismo rango,pues ninguno de los dos tenía un arma tan corta que nose alcanzaran mutuamente. A los amigos muertos nolos abandonaron y a algunos de los enemigos los devol-vieron mediante pactos.

18 E pami nondas , en la idea de que en pocos dí as habíaque marcharse por llegar a su término el tiempo opor-tuno para la expedición, pero también de que, si dejabaabandonados a aquellos por ios que había venido como

aliado, serían asediados por sus adversarios, y él se con-vertiría en el máximo destructor de su propio prestigio,der ro tado po r unos pocos en L acedemoni a a pesar de su

Helénicas. Libro VII,5,21 287

indi car clar amente que se prepar aba para la batall a. Si n 362embargo, cuando el ejército estuvo ordenado como él que-ría, no lo condujo por el camino más corto contra losenemigos, sino que los guió hasta las montañas que estána occi dente, fr ente a T egea, de mod o que a los enemigosles creó la idea de que a batall a no i ba a tener lugar enaquel dí a. E n efecto, cuando estuv o j unt o al mon te, desde 22que se le desplegó la falange, depuso las armas al pie delas alturas, de modo que parecía que estaba acampado.

Con haber hecho esto, relajó en las almas de la mayoríade los enemigos la disposición para el combate, pero larelajó también en las formaciones. Cuando, por haberhecho maniobrar de lado a los batallones que marchaban

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gran contingente hoplítico, derrotado en el combate ecues-tre en M anti nea y con ver ti do en cul pabl e de que, a causade su expedición al Peloponeso, se hubieran unido lace-demonios, arcadios, aqueos, eleos y atenienses, por todoello no le parecía que fuera posible pasar sin combate ycalculaba que, si vencía, se acabaría todo esto, pero pensó

también que sería un hermoso final morir mientras in-tentaba dejarle a su patria el imperio del Peloponeso.

19 Q ue él ref lexi onara sobre tales temas no me parece quesea muy sorprendente, pues así son las reflexiones de loshombres ambiciosos de gloria. Pero el haber preparadoel ejército de modo que no los desanimaba ningún esfuer-zo ni de noche ni de día, ni se apartara de ningún peligro,y que a pesar de la escasez de recursos estuvieran dis-puestos a obedecer, esto me parece mucho más admi-

20 rabie. E n efecto, cuando por fin les anunc i ó que seprepararan porque ya iba a tener lugar la batalla, animo-samente sacaron brillo los caballeros a sus cascos nadamás decirlo, incluso los hoplitas arcadios se grababan ga-rrotes co mo si f ueran tebanos, y todos afi l aban las lan-

21 zas y los cuchi l l os y daban l ustre a los escudos. A horabien, una vez que, ya preparados, los condujo fuera, loque hizo fue digno de reflexión. En primer lugar, comoes lógi co, los agrupó en for maci ón. A l hacerl o, parecía

^ Insignia de Tebas, por el garrote de Heracles, patrono de lâciudad.

en columna hacia el frente, dio fuerza al extremo próxi-mo a él mismo, entonces, tras ordenar que tomaran las:armas, se puso a su fr ente y ell os lo si gui eron®. L os^enemigos, cuando lo vieron acercarse de modo imprevis-to, ninguno de ellos pudo mantenerse quieto, sino queunos corrían a las filas, otros se alineaban, otros ponían

frenos a los caballos, otros se vestían las corazas, perotodos daban más la impresión de ir a sufrir que de ir aactuar. E l c ondu j o sus fuerz as de f rente como si f ueran 23trieres, en la idea de que, donde golpeara en su ataque,destruiría el ejército entero de sus contrincantes, ya quese preparaba a luchar contra la parte más fuerte y dejabade lado la parte más débil, pues sabía que derrotado pro-vocaría desánimo en los que estaban con él y fuerza ensus enemigos. Estos ordenaron en frente a los caballeros

como una falange de hoplitas, en profundidad, uno trasotro^ y sin mezcl ar a los i nf antes con los j inetes. E pa- 24

^ En relato no demasiado preciso, cuenta J enofonte la ma-niobra de Epaminondas pata reforzar el ala izquierda, di si ci ónque caracterizó la táctica tebana (ver P . V idal-N aquet, P. Levê-

i que, «Epaminondas pitagórico o el problema táctico de la dcrccha¿ y la izquierda», en P. V idal-N aquet, Formas de pensamiento y5' iormas de sociedad en el mundo griego. El cazador negro, Barcelo-' na. Península. 1983, pp. 86-110.

En lugar de uno tras otro, Rüstow, seguido por Brownsony Hatzfeld: «de seis en fondo».

288 Helénicas. Libro V II ,5,24

362 minondas, por su parte, di o fuerza a la col umna del con-tingente de caballería y colocó junto a ellos a los infantesmezclados con jinetes, en la idea de que, cuando rom-piera el contingente de caballería, habría de vencer alenemigo entero. Pues es difícil encontrar a quienes esténdispuestos a resistir cuando ven huir a algunos de iossuyos. Para que los atenienses no acudieran desde el alaizquierda en ayuda del contingente inmediato, colocó en-frente sobre algunas colinas a jinetes y hoplitas, con la

intención de causarles también a ellos temor a que, siacudían, éstos les caerían encima por detrás.

A sí l levó a cabo el encuentro y sus esperanzas no se

Helénicas. L ibro VI I ,5,27 289

dor de nada más de lo que tenía antes del combate. Sinembargo, hubo todavía más confusión y desorden en Gre-cia después de la batalla que antes.

Por mi parte, hasta aquí queda escrito. De lo poste-rior a esto, en todo caso, que se ocupe otro.

362

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vieron defraudadas, pues, al vencer por donde había ata-cado, obligó a huir a todo el contingente de los enemigos.

25 P ero cuando él cayó, los que quedaron ni siqui era pudie-ron ya sacar provecho de la victoria debidamente, sinoque, al escapárseles la falange contraria, los hoplitas nomataron a ninguno ni avanzaron desde el lugar donde se

había producido el encuentro; al escapárseles también lacaballería, los jinetes, en su persecución, no mataron nia jinetes ni a hoplitas; y como vencidos se dispersaronasustados en medio de los enemigos en fuga. Los con-tingentes mixtos y los peltastas, que habían vencidoconjuntamente con la caballería, llegaron al ala izquierdacomo vencedores, pero allí murió la mayor parte de ellosa manos de los atenienses.

26 H echo esto, había pasado lo contrari o de lo que cre-

yeron todos los hombres que iba a pasar. A l haberse re-unido casi toda Grecia y haberse enfrentado en forma-ción, nadie había que no pensara que, si tenía lugar unabatalla, los vencedores obtendrían el imperio y los ven-cidos se convertirían en subditos. Pero el dios hizo queambos erigieran un trofeo como vencedores y ni unos motros impidieron que lo erigieran; ambos como vencedo-res entregaron los cadáveres mediante pactos y ambos

27 como vencidos los recogieron mediante pactos; cada uno

decía que había vencido, pero, ni en territorio, ni enciudad, ni en poder, ni uno ni otro aparecía como posee-

Indice analítico

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BARNis, promontorio; 11,1,29BIDO: 1,1,5; 2,16; 2,16; Ι Ι , Ι ,18; 111,1,9; IV ,8,3, seg.; 32;V ,l ,25,sg. Abidenos, 11,1,18;IV ,8,3, sg.; 35, sg.; V ,l ,6

ACADEMIA: l U .B ; V I,5,49ACAICOS PTIAS, montes: I V ,3,9ACANTO. V ,2, l l ; 3,6; Acantios,

V,2,12; 23ACARNANES: I V ,2, 17; 6,1, sg.;

- , 7,1; V I , 5,23GÈÇARNANIA: V I ,2,3 7

ACAYA: 1,2,18; 111,2,26; I V ,2,18; 6,1, sg.; V I ,4,18; V I I ,1,4, sg.; 4,17,28,5,1,18

ACRISIO, sicionio: V I I ,1,45ACROCORINTO: I V ,4,4ACRORIOS: 111,2,30; IV ,2,16;

f VII,4,14i|liEAS,'s'icionio: V I I , 1 , 4 5

..ADIMANTO, ateniense: 1,4,21;" 7,1; 11,1,30; 32

AFITIS: V,3,19AFRODISIO, Mégara: V ,4,58AGAMENON: 111,4,3; V I ,1,34AGATINO, corintio: IV,8,10AGENIDAS, lacedemonio: 11,3,10AGESANDRIDAS, lac edemoni o: 1,1,

1; 3,17AGESIL AO: 111,3,2, sg.; 4,2, Sg.;

ΐν, Ι , Ι , sg.; 2,1, sg.; 3,15; 4,19; 5,1, sg.; 6,3, sg.; 7,5, sg.;V ,l ,32,sg. ; 2,3; 32; 3,8; 10;13, sg.; 4,13; 25; 35; 55; 58;V I ,1,12; 3,19; 4,5; 5,5; 12;15, sg.; V I I ,5,9; 10

AGESIPOLI S: IV ,2,9; 7,2, sg.; V ,

2,3; 3,9; 18; 20AGESISTRATO, lacedemonio: I I ,

3,10AGIRRO, ateniense: IV ,8,31AGIS: 1,1,33; 11,2,7, sg.; 3,3;

111,2,22, sg.; 3,1, sg.AGRIGENTO: 1,5,21; 11,2,24

291

292

ALCETAS, lacederaonio: V ,4,56ALCETAS, rev del E piro: V I ,1,7;

2 , 10

AL CIBIA DES: 1,1,5; 9, sg.; 3,3 ;

10; 20 ; 4,8, Sg.; 13; 18 ; 5, 9,

sg.; 11,1,25; 3,42

ALCIBIADES, ρππιο de Alcibia-des: 1,2,13

ALciMENEs, corintio: IV,5,27A L E A A T E N E A : V I , 5 , 27

ALEJANDRO, tesalio: V I ,4,34, &g.;VII,5,4

ALEXIAS, ateniense: 11,1,10ALEXIPIDAS, lacedemonio: 11,3,

Indice analítico

ANTALCIDAS, lacedemonio: IV ,8,12, sg.; V ,l ,é; 25; 28; VIJ ,12

ANTANDRO: 1,1,25; 3,17; 11,1,10; IV,8,35

ANTIFONTE, ateniense: 11,3,40ANTIGENES, ateniense: 1,3,1ANTIOCO, arcadio: V I I ,1,33; 38ANTIOCO, ateniense: 1,5,12, sg.ANTISTENES, lacedemonio: I I I ,

2,6APATURUS: 1 ,7 ,8

APOLO: 111,3,3; 5,5; I V ,7,12;VI,4,2; 30; 5,27

Indice analítico

ARISTARCO, ateniense: 1,7,28;11,3,46

ARISTOCLES, ateniense: V I,3,2ARISTOCRATES, ateniense: 1,4,21;

5,16; 6,29; 7,2ARISTODEMO, laccdemonio: I V ,

2.9ARISTOFONTE, ateniense: V I ,3,2ARISTOGENES, ateniense: 1,5,16;

6,30; 7,1

ARISTOGENES, sículo: 1,2,8ARISTOLOCO, lacedemonio: V ,4,

22ARISTON, bizantino: 1,3,18

293

ASTIOCO, laœdemonio: 1,1,31ASTIRENE, ARTEMIS: I V ,1,41ATARNEO: 111,2,11ATENADAS, sidonio: 111,1,18ATENAS, ATENIENSES: 1,1,1, Sg.;

3,1, sg.; 4,4, sg.; 5,13, sg.; 6,13, sg.; 7,9, sg.; 11,1,16, sg.;2.1, sg.; 3.1, sg.; 4,21; 111,1,1; 5,2, sg.; 16; IV ,4,18; 8,12,sg.; V ,l ,l ,sg.; 4,34, sg.; V I ,

1,1; 10; 2,1, sg.; 3,1, sg.; 4,20; 5,1, sg.; V I I ,1,1;. 4,1, sg.

AULIS: 111,4,3; 5,5; V I I ,1,34AULON, AULONITAS: 111,2,25; 3,

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10ALFEO, Rio: 111,2,29; V I ,2,31;

VII,4,29AUCIA: V,4,65; 66AL iPETO, lacedemonio: V ,4,52ALTIS: VII,4,29

AMEDOCO, rey de los odrisas:IV,8,26

AMICLAS: IV,5,30; VII,2,3AMICLEOS: I V ,5,l l, sg.AMiNTAS, rey de M acedonia:

V,2,12; 38; 3,9ANAXIBIO, lacedemonio: I V ,8,

32, sg.ANAXICRATES, bizantino: 1,3,18ANAXILAO, bizantino: 1,3,8

ANDRIOS: 1,4,22; 11,1,31, Sg.ANDROCLIDAS, tebano: 111,5,1;4; V ,2,31; 35

ANDROMACO, eleo: V I I ,4,19ANDROS: 1,4,21; 5,18; V ,4,61ANECIO, ateniense: 11,3,2ANFEO: V,4,8ANFiDOLOs: 111,2,25; 30; I V ,2,

16

ANFIPOLIS: IV ,3,1ANIBAL: 1,1,37ANITO, ateniense: 11,3,42; 44

APOLOFANES, ciciceno: IV ,1,29APOLONIA: V ,2, l l ; 3,1, sg.;

Apoloniatas, V ,2,13AQUEOS: 1,2,18; 111,2,26; IV ,2,

18; 6,1, sg.; V I ,4,18; V I I ,1,41, sg.; 4,17; 28; 5,1; 18

AQUiLEO: 111,2,17; IV ,8,17ARACO, lacedemonio: 11,1,7; 3,

10; 8; V U ,33ARCADIA: IV ,4,16; V I ,5,12; 21;

51; VI I ,1,28; 39 21; 4,6,35,40,5,10

ARCAMOS: 111,2,26; 5,12; IV ,4,16; V ,2,I9; V I ,5 ,n; 15,5g.;V I I ,1,18; 23, sg.; 2,2, sg.; 4,l ,sg.; 13, sg.

ARESIAS, ateniense: 1,3,2

ARÚEO, eleo: V I I ,1,33; 4,15;16

ARGINUSAS: 1,6,27; 28; 33,38ARGivos: 1,3,13; 11,2,7; 111,2,

21; 5,11; IV ,2,17; 3,15, sg.;4,1, sg.; 9; 19; 5,1; 7,2; 3,sg.; 8,15; 34; V ,l ,29,sg.; V I .5,16; 23; 46; V I I ,1,18; 25;44; 2,1, sg.; 4,11; 27, sg.; 5,5

ARIEO: IV,1,27ARIOBARZANES: 1,4,7; V ,l ,28;

VII,1,27

ARISTOTELES, ateniense: 11,2,18;3,2; 13; 46

ARNAPES, persa: 1,3,12ARQUEDEMO, ateniense: 1,7,2ARQUESTRATO, ateniense: 1,5,16;

11,2,15

ARQUIAS, tebano: V ,4,2; 6; V I I ,3,7ARQUIDAMO, eleo: VI I ,1,33; 38ARQUIDAMO, hi jo de Agesilao:

V ,4,25,sg.; V I ,4,18; 19; 26;5,1; V I I ,l ,28,sg.; 5,12, sg.

ARQUIDAMO, padre de A gesilao:.. V3,13I ARQUITAS, lacedemonio: 11,1,10;

3.10ARTAJERJES: V ,l ,31

ARTEMIS: IV ,2,20; V I,5,9; V i l ,U 4 ; A stirene: IV ,1,41; Efe-sia: 1,2,6; 111,5,18; L eucofrí-ne: 111,2,19; M uniquia: I I ,4.11

ASEA, ASEATAS: VI ,5,11; V I I ,5,5ASIA: 11,1,18; 111,1,3; 5; 2,6;

10; 21; 4,2; 5; 5,5; IV ,2,4;5; 3,1; 15; 8,5, sg.; 27; V ,l ,31; 3,8; V I I ,1,34

A S I NE : V I I , 1 , 25

, ASPENDO, ASPENDIOS: IV ,8,30

8; 10

AUTOBESACES, pcrsa: 11,1,8AUTOCLES, ateniense; V I ,3,2; 7

BAGEO, persa: 111,4,13

BENDIDEO: 11,4,11BEOCIA: 111,4,17; 24; V ,l ,33;2,16; 34; V I ,3,1; 4,3

BEOCIOS: 1,3,15; 11,4,30; 111,2,25; IV ,2,17; 3,3; 4,1; 5,9;V ,l ,32; V I ,3,19; 5,23; 7,2;VII,4,36; 5,4

BEOCIO, lacedemonio: 1,4,2BEOTARCOS: 111,4,4BITINIOS: 1,3,2, sg.; 111,2,2, sg.BIZANCIO: 1,1,35, Sg.; 3,2; 10,

sg.; 4.1; 11,2,1, sg.; IV ,8,27;31

BIZANTINOS: 1,3,16BRASIDAS, lacedemonio: 11,3,10

CABRIAS, ateniense: V ,l ,10, sg.;4,14; 54; 61; V I ,2,39; V I I ,1,25

CADMEA: V ,2,29; 31; V I ,3.9;

11; 5.46CADUSIOS: 11,1,13

292

CALCEDON: 1,1,26; 35; 3,2; 11;12; l U . l ; I V,8,31

CALCEDON: 1,1,26; 35; 3,2; 11;12; I I A l ; IV .8,31

CALCEDONIA: 1,1,22

CAL CEDONIOS: 1,3,2, sg.; I V ,8,

28; V,l ,25CALCEDONIA: 1,1,22CALCEDONIOS: 1,3,2, Sg.; IV ,8,

28; V,l ,25

CALIAS, ateniense: 1,6,1; I V ,5,13, sg.; V ,4,22; V I .3,2,sg.

CALIAS, lacedemonio: IV ,1,15CALiBio, lacedemonio: 11,3,14

Indice analítico

CEBREN: 111,1,17CEDREAS: 11,1,15CEFALENIA: V I ,2,31; 33; 38CEF ISODOTO, ateniense: 11,1,16;

otro: VI,3,2; VII,1,12; VII,1.14

C E F I SO F O N TE , ateniense: 11,4,36

CEFiso, río de A tica: 11,4,19CEFiso, río de Beocia: I V ,3,16CELTAS: V I I ,1,20; 31CELUSA: IV ,7,7

CENCREAS: IV,5,1; VI,5,51;νΐΙ , Ι ,Π; 41; 4,5

Indice analítico

CLAZOMENAS: 1,1,10; 11; V ,l ,31CLEANDRO, sicionio: VII,1,45CLEARCO, lacedemonio: 1,1,35;

3,15, sg.CLEAS, lacedemonio: V,4,39CLEOCRITO, ateniense: 11,4,20CLEOFONTE, ateniense: 1,7,35CLEOM BROTO, lacedemonio: V ,

I 4,14; 16; 59; 63; V I ,1.1; 4,

.f 2.sg.; 13CLEOME DES, ateniense: 11,3,2

C L E ON A S: V I I , 5 , 1 5

'CL EONIM O, lacedemonio: V ,4,

294

14, sg.; 5,1; 8,15; 34; V ,L ,29;

34; 36; V I ,2 ,3 ; 4 ,26; 5 ,11;

49; V I I ,4,4,sg.; 5,16C O R ON E A : I V , 3 , 16

cos: U . lC R A N I O : I V , 4 , 4

C R A N O NI O S: I V , 3 , 3

CRATESIPIDAS, lacedemonio: 1,1,32; 5,1

CREMASTE: IV,8,37CREMON, ateniense: 11,3,2CRETENSES: I V ,2,16; 7,6; V I I ,

5.10

Page 147: Jenofonte - Helenicas (Con Ocr)

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CALIBIO, tegeata: V I ,5,6CALICRATIDAS, lacedemonio: 1,6,

l ,sg.; 16, sg.CALIDON: IV ,6,1; 14CALiMEDONTE, atciüense: I V ,8,

13

CALISTENES, ateniense: IV ,8,13CALiSTRATO, ateniense: 11,4,27;otro: V I ,2,39; 3,3; 10, sg.

CALIXENO, ateniense: 1,7,8, sg.;35

CAMARINA: 113,5CANONO, ateniense: 1,7,20; 34CARDIA : 1,1,11CARES: 111,2,15CARES, ateniense: V I I ,2,18; 20;

4,1. sg.CARIA: 1,1,10; 4,8; 11,1,15; I I I ,1,7, sg.; 2,12, sg.; 4,11, sg.

CARIAS: VI,5,25; VII,1,28CARICLES, ateniense: 11,3,2CARMIDES, ateniense: 11,4,19CARON, tebano: rV ,4,3CAROPO, eleo: V I I ,4,15CARTAGINESES: 1,1,37; 5,21; I I ,

2,24; 3,5CASTOLO: 1,4,3

CATANA: 11,3,5CAVE: IV,1,20

CENis, dárdano: 111,1,10CEOS: V ,4,61CERAMICO, A tica: 11,4,33C E R A M I C O , Gu-ia: 1,4,8; 11,1,15CERATADAS, beocio: 1,3,15; 21;

22CICICENOS: 1,1,19; 20; IV ,1,29C I C I C O : 1,1,11; 14; 6,sg.; 18;

3,13;. 111,4,10CIDON, bizantino: 1,3,18CILENE: 11,2,27; 30; V I I ,4,19C I L I C I A : 111,1,1CILON: 111,5,1CIME: 111,4,27CINADON, lacedemonio: 111,3,4,

sg.

CINOSCEFALAS: V ,4,15; V I ,4,5cios: 1,4,7CIREOS: 111,2,7; 18; 4,20CIR O EL J OV EN: 1,4,3, Sg.; 5,1.

sg.; 6,6; 10; 18; 11,1,7; 8;11; 13; 15; 111,1.1, sg.; 4,2;VI,1,12

CISIDAS, siracusano: V I I ,1,28C I T E R A : IV,8,8CITER IA (región): IV,8,7CITERON: V ,4,36; 47; 55; 59;

VI,4,5; 25CLADAO: V I I ,4,29

25, sg. ; V I ,4 ,14

; I CLEOSTENES, lac edemoni o: 11,3,4 10:'|,CLEOSTRATO, argivo: 1,3,13

CLETORIOS: V ,436, sg.CLIGENES, acantio: V ,2,12

CLINOMACO, lacedemonio: 11,3,10

ICLITELES, corintio: V I ,5,37C N I D O : I V , 3 , l l , s g . ; 8 , 22 , Sg.

COCILITAS: 111,1,16

J COLITENSE: ver Trasibu loM C O L O F O N , C O L O F O N I O S : 1,2,14CO L ON A S: 111,1,13; 16

J ICONON, ateniense: 1,4,10; 5,16;f 18; 6,16, sg.; 38; 7.1; 11,1,

I 28, sg.; I V ,3 ,n ; 8,1, sg.4' CORCIR A, CORCIREN SES: V,4,64;VI,2,4,sg.; 7„sg.

CORESO: 1,2,7, Sg.

|CORIFASIO: 1,2,18CORI NT IOS: 11,1,32, sg.; 2,19;

4,30; 111,2,25; 5,5; 12; 17;23; I V ^H ; 17, sg.; 3,15;4,1, sg.; 5,2; 3; 11. sg.; V ,l ,34; 3,27; VI ,4,18; 5,29; 52;

V I I ,1.18,sg.; 25; 40; 2,2;23; 4,4, sg.C O R I N TO : 111,5,1; I V ,4,l ,sg.;

CREUSIS: IV ,5,10; V ,4,16; 60;VI,4,3; 25

C R I N I P O , siracusano: VI ,2,36CRISOPOLIS: 1,1,22; 3,12- R I T I A S , ateniense: 11,3,2; 15;

18; 24-56; 6,8; 19CROCINAS, tesalio: 11,3,1C R O M M I O N ; IV ,4,13; 5,19CROMNO: VII,4,20,sg.CRONIO: V I I ,4 ,14

CHIPRE: 11,1,29; IV ,8,24; V ,l ,10; 31

DARIO: 1,2,19; 11,1,8DASCIL IO : 111,4,13; I V ,1,15

DECELIA : 1,1,22, sg.; 2,14; 3,22;11,2,7; 3,3; 5,5

DEIGMA , en el Pi reo: V ,l ,21DELFINIO: 1,5,15DELHON, fliasio: V,3,22; 24DELFIOS: V I ,430DELFOS: I I U . l ; IV ,3,21; 7,2;

VII.1,27DEMARATO, lacedemonio: 111,1,6DEMARCO, siracusano: 1,1,29DEMENETO,

ateniense: V ,l ,10;26D E M E TE R ; V I , 3 , 6

292

DEMÜCION: V I I ,4,4DEMOSTRATO, ateniense: V I ,3,2DEMOTELES, lacedemonio: V I I ,

1,32DERAS, fortaleza: V I I ,1,22DERCILIDAS, lacedemonio: I I I ,

1,8; 9; 16, sg.; 2,1, sg.; IV ,3,1, sg.; 8,3, Sg.

DERDAS: V ,2,38,sg.; 3,1, sg.

DIFRIDAS, lacedemonio: IV ,8,21DiNON, lacedemonio: V ,4,33DIOCLES: 11,3,2DiOMEDONTE, ateniense: 1,5,16;

6,22; 29; 7,2; 16; 29

Indice analítico

EGINA: 11,2,9; V ,l ,l ,sg.; 23;29; 4,61; V I ,2,1; eginetas,11,2,3; 9; V ,l ,2

EGIPC IA , Larisa: ver LarisaEGOSPOTAMOS: 11,1,21; 23EGOSTENA, M égara: V ,4,18; V I ,

4,26ELEOS: 111,2,21, sg.; IV ,2,16;

V I ,2,2; 5,3; 19; 23; V I I ,1,

18, sg.; 2,5, sg.; 4,12, sg.; 5,1;18

ELEOUNTE: 11,1,20

ELEUSINIOS: 11,4,9

Indice analítico

EPIDAURO: V I ,2,3; VI I ,1,18; 23EP IDOCO: 1,1,29EPJICIA: IV ,2,14; 4,13EPITALIENSES: 111,2,25EPITALIO: 111,2,29; 30ERASINIDES, ateniense: 1,5,16;

6,16; 29; 7,2; 29ERASISTRATO, ateniense: 11,3,2ERATOSTENES, ateniense: 11,3,2

ERETRIENSES: 111,1,6ER ITRAS: V,4,49ESCEPSIS, ESCEPSIOS: 11,1,15, Sg.;

21, sg.

296

ESTESICLES (?) , ateniense: V I ,2.10

ESTRATO: IV,6,4ESTRATOLAS, eleo: VI I ,4,15; 31ESTROMBIQUIDES, ateniense: V I ,

3,2ESTRUTAS, persa: IV ,8,17,sg.E T E O N I C O , lacedemonio: 1,1,32;

6,26; 35, sg.; 11,1,1, sg.; 2,5;

ν,Ι , Ι ; 13ETEOS: 1,2,18; 111,5,6ETIMOCLES, lacedemonio: V ,4,

22; 32; VI,5,33

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DIONISIO EL JOVEN DE SIRACU-SA: VII,4,12

DIONISIO EL VIEJO DE SIRACÜ-SA: 11,2,24; 3,5; V U ,4; 33;VII,1,20; 22

DIONISIO, ateniense: V ,l ,26

DIONISO, templo de... en Af i-tes: V ,3,19

DION, ateniense: I V ,8,13DiopiTES, lacedemonio: 111,3,3DIOSCUROS: V I ,3,6DIOTIMO, ateniense: 1,3,12; V,

1,25DOLOPES: VI ,1,7DORIEO, rodio: 1,1,2, sg.; 5,19DOROTEO, ateniense: 1,3,13DRACONTE, peleneo: 111,2,11DRACONTIDES, ateniense: 11,3,2

EATAS: V I ,5,26ECDicd, lacedemonio: IV ,8,20,

EFSIA: 111,2,14EFESIOS: 1,2,10; 5,12; 15EFESO: 1,2,6; 5,1; 10; 14; 6,2;

11,1,6; 111,1,8; 2,9; 11; 4,4;

7; 16; IV ,8,3; V ,l ,7EGAS: I V ,8,5

ELEUSIS: 11,4,8; 24; 28; 29; 38;43; VII,5,15

ELEÜTERAS: V ,4,14ELIDE: 111,2,23, sg.; I V ,7,4; V I ,

2,3ELIMIA: V,2,38ELIMIA, A rcadia: V I, 5,13ENDio (?), lacedemonio: 11,3,1;

10ENEAS, estinfalio: VII,3,1ENESIAS, lacedemonio: 11,3,9ENIADAS: IV,6,14E N I A L I O : 11,4,17ENIANES: 111,5,6; IV ,3,15ENOE, Atica: 1,7,28ENOE, Corinto: IV ,5,5; 19EO: V I ,5,24, sg.

EOLES: 111,4,11; IV ,3,17EOUDE: 111,1,10; 17; 2,1; 13;

IV,8,33EPAMINONDAS: V I I ,1,41 ; 4,40,

sg.; 5,4, sg.EPAR ITOS: V I I .4 ,22; 33; 36; 5 ,3

EPEO: 111,2,30EPERATO, lacedemonio: 11,3,10EPiciDiDAS, lacedemonio: IV ,2,

2; V,4,39

EPIDAÜRLOS: IV ,2,16; V I,5,29;VII,2,2

ESCILUNTIOS: V I ,5 ,2

ESCIONEOS: 11,2,3

ESCIRITAS: V ,2,24; 4,52, sg.

E SCI R I T I D E : V I , 5 , 24 ; 25 ; V I I ,

4,21

ESCIRO: IV ,8,15; V ,l ,31ESCITES, lacedemonio: 111,4,20ESCOLO: V ,4,49ESCOPAS, tesalio: VI,1,19ESCOTUSEOS: IV ,3,3ESFAGIAS: VI,2,31ESFODRIAS, alcedemoni o: V ,4,

15. sg.; 23, sg.; 33; 34; 63;VI,4,14

ESPARTA: 1,1,32; 6,32; 11,3,1;V ,3,10; 4,32; V I I ,1,28; 33;2,3; 5,9; V I I ,1,28; 33; 2,3;

5,9ESPARTIATA S: 111,3,5, Sg.; 4,2 ;IV,3,23; ν,Ι,ΙΙ; 3,8; 4,2;V I ,4,15; 5,21; 25; V I I ,5,10

ESPARTOLO: V ,3 ,6

ESPITRIDATES, persa: 111,4,10;IV ,1,2; 20, sg.

ESQUINES, ateniense: 11,3,2; 13ESTAGES, persa: 1,2,5ESTALCAS (?), eleo: VII,4,15ESTASIPO, lacedemonio: V I ,4,18;

5,6, sg.; 36ESTENELAO, lacedemonio: 11,2,2

E T O L I A , E T O L I O S : IV,6,1; 14EUBEA: 11,3,9; IV ,2,17EUBOICOS: IV,2,17; 3,15; VI,5,

23; VI,5,4EUBOTAS, cirenaico: 1,2,1EUCLEAS, fiestas: IV,4,2

EUCLES, sículo: 1,2,8EUCLIDES, ateniense: 11,3,2EUCTEMON, ateniense: 1,2,1EUDAMIDAS, lacedemonio: V ,2,

24, sg.EUDico, lacedemonio: V,4,39.

Cf. 11,3,1EUFRON, sicionio: V I I ,1,44, sg.;

2,11, sg.; 3,2, sg.EUMACO, ateniense: 1,1,22EUMATES, ateniense: 11,3,2EUNOMO, ateniense: V ,l ,5; 7; 9EURIMEDONTE, río: I V ,8,30E UR I P TO L E M O , ateniense: 1,3,

12, sg.; 4,18; 7,12; 16; 34EURISTENES: 111,1,6EURISTEO: VI,5,47EUROTAS: V,4,28; VI,5,27; 30EUTEA: V I ,5,12; 20, cg.EUTICLES, lacedemonio: V I 1,1,

29

EUTRESIOS: V I I ,1,29EUXENO, lacedemonio: I V ,2,5

292

EVAGORAS, chipriota: 11,1 9;I V ,8 4; ν,Ι,Ι Ο

EVAGORAS, eleo: 1,2,1EVALCES, ateniense: I V ,1,40EVARQUIPO, lacedemonio: 1,2,1;

11,3,10EXARCO, lacedemonio: 11,3,10EXONENSES: 11,4,26

FANIAS, ateniense: V ,l ,26FANOSTENES, ateniense: 1,5,18FARAX, lacedemonio: 111,2,12;

14; IV,5,6; VI,5,33

Indice analítico

FLIUNTE; IV,4,15; 7,3; V,2,8;3,15; 21; 25; V I I ,1,18; 2,1;4,11, sg.

FOCEA: 1,3,1; 5,11; 6,33FOCENSES: 111,5,3, sg.; IV ,3,15

21; V,2,33; 4,60; V I ,1,1; 2,13,1; 4,2; 9; 21; 5,23; 30VII,5,4

FOCIDE: 111,5,4; V I ,1,1; 4,27FRIGIA: 1,4,1; 111,2,1; 4,12; 26;

29; IV,1,1FRIXA: 111,2,30FTIA: IV,3,9

Indice analítico

HAMAXITO: 111,1,13; 16HEL ESPONTINOS: 111,4,11, Sg.;

iv,3.17HELESPONTO: 1,1,2; 2,11; 3,8;

5,11; 6,20; 7,2; 11,1,21; I I I ,2^sg. ; 4,10; IV ,2,8; 3,3;8,S; 26; ν , Ι , Ι

H E L I C O N , monte: IV ,3,16, sg.HELixo, megarense: 1,3,15; 17;21

HELOS, Laconia: VI,5,32HERACLEA TRAQUIN IA: 1,2,18;

VI.4,27HERACLEOTAS: 111,5,6; V I ,4,9;

299

H I M E R A : 1,1,37HIPATES, tebano: VII,3,7H I P A T O D O R O , tanagrense: V ,4,

49HIPEO, samio: 1,6,29HIPERMENES, lâcedemonio: V I ,

2,25H I P I A S , eleo: VII,4,15HIPOCRATES, lacedemonio: 1,1,

23; 3,5, sg.HIPODAM ICA , AGORA: 11,4,11H I P O D A M O , sicionio: VII,1,45H I P O L O C O , ateniense: 11,3,2H I P O M A C O , ateniense: 11,3,2;

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FARNABAZO, hijo de: IV,1,39, sg.FARNABAZO, persa: 1,1,6, sg.; 2,

16; 3,5, sg.;. 4,1, sg.; 111,1,9,sg.; 2,1, sg.; 9; 13; 4,10, sg.;ΐν, Ι , Ι ; 7; 15, sg.; 29, sg.; 3,11; 8.1; 3; 6,sg.; V ,l ,28

FARSALIOS: IV,3,3; VI,l,2,sg.FARSALO: VI,1,8; 4,34FEA: 111,2,30FEBIDAS, lacedemonio: V ,2,24,

sg.; 4,41, sg.FEDRIAS, ateniense: 11,3,2

FENICE: 111,4,1

F E N I CU N T E : I V , 8 , 7

FERAS: I V ,8 ,7

FEREOS: 113,4 ; V I ,4 ,31

FIDON, ateniense: 11,3,2

FI L E: 11,4,2, sg.F IL IDA S: V ,4,2, Sg.

F I L I P O : V , 4 , 2

FILISCO, abideno: V I I ,1,27F ILOCIDES (?), ateniense: 1,3,13

F ILOCLES, ateniense: 1,7,1; 11,1,

30, sg.FILOCRATES: I V ,8,24FL IAS IOS: IV,2,16; 4,15; V,2,9,

sg.; 3,10, sg.; V I ,4,9; 18; 5,

14, sg.; ν ΐ ΐ , ΐ , ΐ ; 2,1, sg.; 4,1,sg·

GALAXIDORO, tebano: 111,5,1GAMBREO: 111,1,6G AU REO: 1,4,22GEAOCO: V I ,5,30

GELA: 11,3,5GELANOR O GERANOR, lacedemo-

nio: VII,1,25GERASTO: 111,4,4; V ,4,61GERGis: 111,1,15; 19; 21GiL is, lacedemonio: I V ,3,21; 23GiTEO: 1,4,11; V I ,5,32GNOsis, siracusano: 1,1,29GONGILO, eretrieo: 111,1,6GORDEO: 1,4,1GORGION, eretrieo: 111,1,6GORGOPAS, lacedemonio: V ,l ,5,

sg.GRIEGOS en el ejército de Ciro

el joven: 111,1,2. Cf. CIREOSGRINEO: 111,1,6

HAGNON, ateniense: 11,3,30HALAS: 11,4,34H A L I A R TO : 111,5,6; 17, Sg.

HALIENSES: IV ,2,16; V I ,2,3;VII,2,2

HALIPEDO, A tenas: 11,4,30HALISARNA: 111,1,6

27; 5,23HERACLEO, Calcedonia: 1,3,7HERACLEO, Egina: V ,l,10H E R A C L E O , Tebas: VI,4,7HERACLES: 111,3,3; V I ,3,6; 4,7;

5,47; VII,1,31

HERACLIDES, siracusano: 1,2,8HEREA: 111,2,30; 3,1HEREENSES: V I ,5,11; 22HEREO, Corinto: IV ,5,5, sg.H E R E O , Fliunte: VII,2,l,sg.HERIPIDAS, lacedemonio: Ι Π ,4,6;

20; I V ,l ,l l ,sg.; 20, sg.; 2,8;3,15; 17; 8,11

H E R M I O N : VI,2,3HERMIONEOS: IV ,2,16; V I I ,2,2HERMOCRATES, siracusano: 1,1,

27, sg.; 3,13HERMOGENES, ateniense: IV ,8,13HERMON, megarense: 1,6,32HERODAS, siracusano: 111,4,1HESTIA: 11,3,52; V I I ,4,31HIAMPOLITAS: V I ,4,27HIERAMENES, persa: 11,1,9H I E R A X , lacedemonio: V ,l ,3, sg.H I E R O N , ateniense: 11,3,2H I E R O N , lacedemonio: V I ,4,9inLOTAS: 1,2,18; 111,3,6, sg.;

5,12; V I ,5,28; V I I ,1,12; 2,2

4,19H I P O N I C O , ateniense: V I ,3,2H I P O N I C O , fliasio: V,3,13H I P O N , siracusano: 1,2,8HIST IEOS: 11,2,3

I B E R O S: V I I , 1 , 20

iCTis, promontorio: V I ,2,31IDA: 1,1,25IDEO, lacedemonio: I V ,1,39I F ICRATES, ateniense: IV ,4,9;

15; 5,3; 13, sg.; 8,34, sg.; V ,1,25; V I ,2,13,sg.; 24; 33, sg.;3,3; 4,1; 5,49, sg.

I L A R C O , lacedemonio: 11,3,10I L IENSES: 111,1,16

I L IO : 1 ,1 ,4IMBROS: IV,8,15; V,l,31ISANOR, lacedemonio: 11,3,10ISARCO, lacedemonio: 11,3,10ISCOLA O: V I ,5,24, sg.ISIAS: 11,3,10ISMENIAS: 111,5,1; V ,2,25, Sg.ISTMIAS: IV,5,1ISTMO TRA CIO: 111,2,10

ISTMO de Palene: V ,2,15ISTMO, Corinto: IV,5,1; 8,8;

VII,5,15

292Indice analítico

I TA L IA : V , U 6 ; I V , 7 ^; V I I , 4 ,

35

JAC INTIAS, fiestas: IV,5,11JASON DE FERAS: V I ,1,4 ; 14, sg.;

4,20, sg.; 5,1JEN IAS, eleo: 111,2,27JENOCLES, lacedemonio; 111,4

20J E R J E S : 11,1,8

JONIA: 11,1,17; I I U . H ; 14;V,l,28JONICAS, ciudades: 111,1,3; 2,12;

17

JONIOS: 111,4,11; IV ,3,17

LEONTICO, ateniense: V ,l ,26LEONTIDE, tribu: 11,4,27LEONTINOS: 11,3,5LEOTIQUIDES: I I U . l , Sg.LEPREATAS: 111,2,25; V I ,5,11LEQUEO: IV ,4,7; 9; 17; 5,7, sg.;

8,10; 23; V,l ,29LESBOS: 1,2,11; 6,12; 16; 26;

11,2,5; 3,32; 35; I V ,8,28LETRINOS: 111,2,25; 30; IV ,2,16

LEUCADE: V I ,2,3; 26LEUCOFRis: 111,2,19; IV ,8,I 7LEUCOLOFIDES, ateniense: 1,4,21LEUCTRA: V ,4,33; V I ,4,4; 5,1;

Indice analítico 301

MACEDONIO, ejérci to: V ,2,43MA CEDONIOS: V ,2,12 ; 40

MACISTO: 111,2,30

MADITO: 1,1,3

M A L E A T I D E: V I , 5 , 24

M A L E A , promontorio de Laco-nia: 1,2,18

M A L E A , promontorio de L esbos:1,6,26

MANIA, dárdana: 111,1,19, sg.

M A N T I NE A : I V , 5 , 18 ; V , 2 , 2 , s g . ;VI,5,3,sg.; VII,5,7,sg.

MANTINEOS: 111,2,21; IV ,2,13;4,17; 5,18; V ,2,l ,sg.; V I ,4,

MENADRO, ateniense: 1,2,16; I I ,1,16; 26

MENASCO, lacedemonio: I V ,2,8MENECLES, ateniense: 1,7,34MENECRATES, siracusano: 1,1,29MENON, tespieo: V ,4,55MESENE: V,2,3; VII,1,27; 36;

4.9MESENIOS: VI,5,33; VII,4,27;

5,5

METIMNA: 1,2,12; 6,12; 38; I V ,8,29

ME TIM NEOS: 1,6, 13, Sg.

MIDIAS, dárdano: 111,1,14, sg.

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LABOTAS, lacedemonio: 1,2,18LACEDEMONIA: 111,2,20; 3,1; I V ,

2,12; 8,7; V I ,4,16; 5,23; V I I ,1,23; 24; 5,7

LACEDEMONIOS: 1,1,31; 2,18, et

passimL A C E N E: V I I , 1 , 25 ; 29

LACONIA : IV ,7 ,6 ; 8 ,8 ; V I ,2 ,9 ;

31; 5,21; 24; V I I ,l ,28LACRATES, lacedemonio: 11,4,33LAMPSACO: 1,2,15; 11,1,18, sg.;

2,1; 3; 111,2,6LARISA DE TESALIA : V I ,4,3 3; 34

LAR ISA EGIPC IA , LAR ISEOS: I I I ,

1,7; 16

LARISEOS de Tesalia: 11,3,4; IV3,3LARiso: 111,2,23LASION: 111,2,30; V I I ,4,12L A S I O N I OS : I V , 2 , 16

LEMNOS: IV ,8,15; V ,l ,31LEONTE, ateniense (?): 1,5,16;

6,16; VII,1,33; 38LEONTE, lacedemonio: 11,3,10LEONTE, salaminio: 11,3,39LEONTIADES, tebanO: V Í ,25, Sg.;

4,7; 19

23; V I I .1,35; 2,2LEUCTRO: V I,5,24L I E I S , lacedemonio: 11,4,28LiCARio, lacedemonio: 11,3,10LiCAS, lacedemonio: 111,2,21LICEO: 1,1,33; 11,4,27LiCETO, ateniense: V I ,3,2L icisco, ateniense: 1,7,13LICOFRON DE PERAS: 11,3,4LICOMEDES, mantineo: V I I ,1,23,

sg.; 39; 4,2, sg.L ICURGO, lacedemonio: 1,3,18LISANDRO, lacedemonio: 1,5,1,

sg.; 6,1, sg.; 11,1,7, sg.; 2,2,sg.; 3,3, sg.; 4,28, sg.; 111,3,3;4,2; 7,sg.; 5,6, sg.

LISANDRO, sicionio: VII,1,45

LISIAS, ateniense: 1,6,30; 7,2LisiMACO, ateniense: 11,4,8; 26USIMENES, sicionio: VII,1,45LisiPO, lacedemonio: 111,2,9, sg.LOCRIDE: 111,5,3; I V ,3,21LOCROS OPUNTIOS: 111,5,3, sg.LOCROS OZOLAS: I V ,2,1 7; 3,15;

22; V I ,5,23; 30

MACEDONIA: 1,1,12; I V ,3,3; V ,

2,12; 13; 38; 3,18; V I ,1,11

18; 5,3, sg.; V I I ,4,33; 5.1;14, sg.

MANTIN ICA : V I ,5 ,15; 17

M A N T I TE O , ateniense: 1,1,10;3,13

MARA COS: V I , 1,7

MARGANEOS: 111,2,25; 30; I V ,2,

16; VI,5,2; VII,4,14; 26MEANDRO: 111,2,14; 17; 4,12;

21 ; I V , 8 , 17

MEDOS: 1,2,19

MEGABATES, persa: I V ,1, 28

M E G A L O PO L I TA S: V I I , 5 , 5

MEGARA: 1,1,36; 2,14; 11,4,1;

I V ,4 ,13; V ,4 ,41; 55; 58

MEGAREOS: 1,3,15

M E G A RI C A : V , 4 , 18; V I , 4 , 26

M E G I L O , lacedemonio: 111,4,6M E L A N I P O , rodio: V I , 2 , 3 5

M E L A N O PO : V I , 3 , 2

M E L A N T I O , ateniense: 11,3,46

M E L E A : V I I , 1 , 28 ; 29

M E L E TO , ateniense: 11,4,36

MEL IEOS: 111,5 ,6; I V ,2 ,17; V I ,

5,23

MELIOS: 11,2,3; 9

M E L O B I O , ateniense: 11,3,2MELON, tebano: V ,4,2,sg.M E L O S : I V , 8 , 7

MIGDON, lacedemonio: 111,4,20MILESIOS: 1,6,8

MILETO: 1,1,31; 2,2; 5,1; 6,2; 7

MINDARO, lacedemonio: 1,1,4;11; 14, sg.

MIRINA: 111,1,6

MISCON,

siracusano: 1,1,29MISGOLAIDAS, lacedemonio: I I ,3.10

MISIA: 1,4,7

M isios: 111,1,13; IV ,1,24MITILENE: 1,6,16; 26; 35; 38;

7,29; 11,2,5; IV ,8,28MIT ILENEOS: 1 ,6 ,22. C f . M IT I -

LENE

M I T R E O , persa: 11,1,8MITROBATES, persa: 1,3,12

MNASIPO, lacedemonio; V I ,2,4,sg.; 15, sg.

MNESILOCO, ateniense: 11,3,2MNESITIDES, ateniense: 11,3,2MUNIQUIA : 11,4,11; 37

N A R TA C I O : IV,3,8, sg.NAUBATES, lacedemonio: 111,2,6NAUCLES, lacedemonio: V I I ,1,41NAUCLIDAS, lacedemonio: 11,4,36NAUPACTO: I V ,6,14

292

NAUPLIA: IV,7,6NEANDREOS: 111,1,16ΝΕΜΕΑ: IV ,2,14; 7,3; V I I ,2,5;

5,6NiCERATO, ateniense: 11,3,39NiciAS, ateniense: 11,3,39NICOFEMO, ateniense: I V ,8,8NICOLOCO, lacedemonio: V ,l ,6,

sg.; 25; 4,65NICOSTRATO, ateniense: 11,4,6

ΝΟΤΙΟ, promontorio: 1,2,4; 11;5,12, sg.; 11,1,6

O C I L O , lacedemonio: V ,4,22;

Indice analítico

ORSIPO , lacedemonio: I V ,2,8OTis, rey paflagonio: IV ,1,3, sg.OZOLAS: ver LOCROS

PACTOLO: 111,4,22, sg.PAFLAGONIA: I V ,l ,2,sg.; 21; 26;

28PAGASAS: V,4,56PALANTIEOS: V I I ,5,5

P A L A N T I O : VI,5,9PALEGAMBREO: 111,1,6P A L E N E : V,2,15P A N F I L O , ateniense: V ,l ,2PANGEO: V,2,17

Indice analítico

sg.; 11^7; 4,21; 29; 41; I I I ,

1,4; 5,6; 14; V I ,5,1PELOPONESO: 111,2,17; 26; 5,17;

IV ,6,2; 14; V ,2,20; 4,62, sg.;V I,2,9; 3,6; V I I ,1,23; 2,2;4,35; 5,1, sg.; 18

PERCOTE: V ,l ,25PERGAMO: 111,1,6PERICLES, ateniense: 1,5,16; 6,

29; 7,2; 16; 21PF.RINTO: 1,1,20; 21PERSAS: 111,4,14, sg.; IV ,1,6;

30; V,2,35; VI ,1,12; V I I ,1,33,sg.

302

PODEIDON: IV,5,1; 2; 4; 7,4FOLIANTES, corintio: 111,5,1POLIBIADES, lacedemonio: V ,3,

20; 26POLICARES, ateniense: 11,3,2POLICARMO, £arsalio: IV ,3,8POLICARMO, lacedemonio: V ,2,

41POLIDAMENTE, farsalio: V I ,1,2,

sg.; 4,34POLIPORO, tesalio: V I ,4,33POLIENIDAS, lacedemonio: V I I ,

4,23POLIFRON, tesalio: V I ,4,33,sg.

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VI,5,33ODEON, A tenas: 11,4,9; 10; 24ODRISIAS: 111,2,2; 5; IV ,8,26OLIMPIA: 111,2,26; IV ,1,40; 7,2;

VII,4,14; 28O L I N T I O S : V ,2,13,sg.; 3,1, sg.;

26; 4,54O L I N T O : V ,2,l l ,sg.; 27; 37; 3,9O L O N T E O , lacedemonio: V I ,5,33O L U R O : VII,4,17,sg.ONEO: VI,5,51; VII,1,15; 41,

sg.; 2,5ONOMACLES, ateniense: 11,3,2ONOMACLES, lacedemoni o: 11,3,10

ONOMANTIO, lacedemonio: 11,3,

10OPUNTIOS: ver LOCROS

ORCOMENIOS, de Beocia: 111,5,6; I V ,2,17; 3,15, sg.; V ,4,36,sg.; V I ,4,10

ORCOMENO, Beocia: 111,5,17;IV,3,15

ORCOMENO, Arcadia: IV,5,18;V ,l ,29; V I ,5,11; 13; 15, sg.;29

OREO: V,4,56

OROPO: VI I ,4 ,1

PANTACLES, lacedemonio: 1,3,1;11,3,10

P A R A L O , nave: 11,1,28, sg.; 2,3;VI,2,14

P A R A P I TA , persa: IV ,1,39PARIO: 1,1,13PAROS: 1,4,11PARRASIOS: V I I ,1,28PASIMACO, lacedemonio: IV ,4,10PASIIRFELO, corintio: IV ,4,4; 7;

V I I , 3 , 2

PASIPIDAS, lacedemonio: 1,1,32;3,13; 17

PATESIADAS, l acedemonio: 113 ,10

PAUSANIAS, rey l acedemonio: I I ,

2,7; 4,29, sg.; 111,5,6; 17, sg.;V,2,3PELA: V,2,13PELENENSES, de Acaya: IV ,2,20;

V I ,5,29; V I I ,1,15; 2,2; 11,sg.; 4,17

P E L E N E , Acaya: VI I ,1,18; 2,18;20; 4,18

PELENE, Laconia: V I I ,5,9PELES (?) , lacedemonio: IV ,3,23PELOPIDAS, tebâno: V I I ,l ,33,sg.PELOPON ESIOS: 1,1,6, sg.; 6,33,

PICELA, PIGELENSES: 1,2,2PILOS, El ide, PILIOS: V I I ,4,16;

26PIREO, A tenas: 1,2,14; 3,22; 4,

12, sg.; 7,35; 11,2,2, sg.; 3,9;11; 4,1; 19; 32; 111,5,5; 16;

IV ,8,9; V, l,9; 22; 2,33; 4,20;22; 34PIREO, Corinto: I V ,5,l, sg.piRROLOCO, argivo: 1,3,13PISANDRO, lacedemonio: 111,4,

29, sg.; IV ,3,10,sg.PISATAS: V I I ,4,28, sg.PISIAS o PITIAS, argivo: V I I ,1,

41PISIDAS: 111,1,13PISON, ateniense: 11,3,2PITIA, VI ,4,30P I T I A S : ver P I T I A S

P I T I A S , lacedemonio: 1,6,1; 11,3,10

P ITODORO, ateniense: 11,3,1PLATEA: V ,4,14; 48; V I ,3,5;

VI I ,1 ,34PLATEENSES: V ,4,10; V I ,3,1PLINTERIA: 1,4,12PLISTOLAS, lacedemonio: 11,3,10

PODAMENO, lacedemonio: IV ,8,10; V,3.13

POLIS, lacedemonio: I V ,8,11;V,4,61

POLiTROPO, corintio: VI,5,11,sg.

POLIXENO, siracusano: V ,l ,26POTAMis, siracusano: 1,1,29

POTIDEA : V ,2,15; 24; 39; 3,6POTNiAS: V ,4,51PRANTE: I V ,3,9P RA S I A S: V I I ¿ , 2

PRAXITAS, lacedemonio: IV ,4,4,sg.; 5,19

PRIENE: III,2,17r IV,8,17PROCLES, fliasio: V,3,13; VI,5,

38; VII,1,1PROCLES, teutranio: 111,1,6PROCONESO: 1,1,13; 18; 20; 3,1;

IV,8,36; V,l,26PROENO, corintio: IV ,8,11P R O M E TE O , tesalio: 11,3,36P R O TO M A C O , ateniense: 1,5,16;

6,30; 33; 7,1PROTOO, lacedemonio: V I ,4,2PROXENO, siracusano: 1,3,13PROXENO, tegeata: V I ,5,6,sg.

QUERELEO, ateniense: 11,3,2

QUERiLAS (CARiLAs), lacedemo-nio: 11,3,10

304

QUERON, lacedemonio: 11,4,33QUERSONESITAS: 1,3,10; 111,2,8QUERSONESO TRACIO: 1,3,8; 5,17;

11,1,20; 27; 111 8, sg.; I V ,2,6; 8,5; 35; 39; V I ,1,7

QUILON, lacedemonio: V I I ,4,23QUios; 1,1,32; 6,3; 12; 11,1,1QUIOTAS: 11,1,1, sg.; 111,2,11

RANFIAS,

lacedemonio: 1,1,35RATINES, persa: 111,4,13RETEO: 1,1,2

RIO: IV,6,14; 8,11RODAS: 1,1,2; 5,1; 19; 6,3; 1,15;

Indice analítico

SICIONIOS: I V ,2,16; 4,8, sg.; V I ,4,18; V I I ,1,22; 2,1, sg.; 11;20; 4,1

SICULOS: 11,2,24SIDUNTE: I V ,4,13; 5,19SIRAOJ SA: 1,1,29; 31; 3,13; V ,

1,26; 28; V U ,35 ; V I I .1,22SIRACUSANOS: 1,1,18 ; 26, Sg.; 2 ,

8,sg.; I U ,2 4; 3,5; 14SISIFO: 111,1,8

SOCLIDES, lacedemonio: V I I ,4,19SOCRATES, ateniense: 1,7,15SOFOCLES, ateniense: 11,3,2SOFRONISCO, ateniense: 1,7,15

Indice analítico 305

TEMISTOGENES, siracusano: I I I ,1, 2

TE M N O S: I V , 8 , 5

TE N E A : I V , 4 , 19

TENEDIOS: V ,L ,7

TENEDOS: V ,1,6

TEOGENES, ateniense: 1 3 , 1 3 ; I I ,

3, 2

TEOGNi s , ateniense: 11,3,2ΤΕΟΡΟΜΡΟ. milesio: 11,1,30

TEOS (?): 1,5,15TERAMENES, ateniense: 1,1,12;22; 635; 7,4; 8; 17; 31; I I ,2,16, Sg.; 3^sg.

T E R I M A C O , lacedemonio: IV ,8,

TIMOCRATES, siracusano: V I I ,4,12

TIMOLAO, corintio: 111,5,1; I V ,2,11

T I M O M A C O , ateniense: V I I ,1,41T I M O T E O , ateniense: V ,4,63, sg.;

V I ,2,2; 11; 13TINDARIDAS: V I ,5,31T I B I B A 2 0 , persa: I V ,8,12,sg.;

V ,l ,6; 28; 30TIRIENSES: V I ,237TISAFERNES, persa: 1,1,9; 31;

2,6; 8; 5,2; 8,sg.; 111,1,3,Sg.; 111,1,3, sg.; 2,12, sg.; 4.1,sg .

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17; IV ,8,20, sg.; V ,l ,5RODIOS: 1,5,19; IV ,8,20

SALAMINA : 11,2,9SALAMIN IA , navc: VI,2,14

SAMIOS: 1,6,25; 29; 7,30; 11,2,6;3,6SAMIO , lacedemonio: 111,1,3SAMOS: 1,2,1; 4,8, sg.; 23; 5,14,

sg.; 6,2; 15; 25, sg.; 11,1,12;3,3; IV ,8,23

SAMOTRACIA : V ,1 ,7

SARDES: 1,1,9; 10; 5,1; 111,4,25;IV,1,27; 8,21

SARDIANA, región: 111,4,21SATIRO, ateniense: 11,3,54, sg.

SELASIA: 11,2,13; 19; V U ,27;VII,4,12

SELIMBRIA: 1,1,20; 21; 3,10SELINUNTE: 1,1,37SELINUNTIOS: 1,2,8; 10SESTO: 1,1,7; 11, sg.; 36; 2,13;

11,1,20; 25; I V ,8,3,sg.SEUTES: 111,2,2; 9; I V ,8,26S I C I L I A : 1,1,37; 5,21; V I ,2,9SICION: IV ,2,1 4; 4,1; 7; 14; 18;

5,12; 19; V I I ,1,17, sg.; 44;2,11; 15; 3,1; 4

SOSTRATIDAS, lacedemonio: 11,3,10

TALAMAS: V I I ,4,26TA M N E R I A : 11,1,13

TANAGRA, TANAGREOS: V,4,49TASOS: 1,1,12; 32; 4,9; V ,l ,7TEBANOS: 1,7,28; 11,2,19; 111,2,

21; 5,4, sg.; IV ,3.16,sg.; 5,10; V ,l ,32,sg.; 2,25, sg.; 37,sg.; 4,2; VI ,1,1; 2,1; 3,1; 19,sg.; 4,3, sg.; 5,22, sg.; V I I ,1.15, sg.; 2,5; 3,4, sg.; 6,1, sg.

TEBAS: 11,4,1, sg.; Ι Ι Ι Λ1 ; 3 ;V ,2,25; 4,1; 14; 19; 36, sg.;IV ,3,2; 11; V I I ,1,39; 3,6;

4,6; 10; 34; 39; 5,4TEBE, ll anura de: I V ,1,41TEGEA: 111,5,7; 25; V ,l ,33; 4,

37; V I ,5,6; 9; 15, sg.; V I I ,4,36; 5,7; 14

TEGEATAS: IV ,2,13; VI ,4,18; 5,6; 10, sg.; 24; 36; V I I ,4,36;5,5, sg.

T E G EA T I D E : V I , 5 , 15

PELEUTIAS, lacedemonio: I V ,4,19; 8,11; 23, sg.; V ,l ,2, sg.;13; 2,37; 41; 43; 3.3, sg.

29TERMOPILAS: V I ,5,43TERSANDRO, lacedcmonio: I V ,8,18, sg.

TESALIA: 11,3,4; 36; IV ,3,3; V I ,

1,2, sg.; 4,28; V I I ,1,28T E S A H O S : 11,3,4; IV ,3,3,sg.; V .3,9; V I ,1.8; 4,28; 5,30; V I I ,5,4; 16

TESP IAS: V ,4,10; 15; 20; 38, sg.;VI,3,5

TESPIENSES: IV,2,20; V,4,42,sg.;VI.3,1; 4,10

TEUTRANIA: 111,1,6TIAMIA: VI I ,2,1; 23; 4,1; 11

TIBRACO, lacedemonio: 11,4,33T I B R O N , lacedemonio: 111,1,4,sg.; 2,1; I V ,8,17,sg.

T I D E O , ateniense: 11,1,16; 26TIGRANES, persa: IV,8,21TIMAGORAS, ateniense: V I I ,1,33;

38TIMOCARES, ateniense: 1,1,1TIMOCRATES, ateniense: 1,7,3TIMOCRATES, lacedemonio: V I I ,

1,13TIMOCRATES, rodio: 111,5,1

TISAMENO, lacedemonio: 111,3,11

TISBAS: V I ,4,3

T I S I F O N O , tesalio: V I ,4,37; 5,1TITRAUSTES, persa: 111,4,25, sg.;

5,1TLEMONIDAS, lacedemonio: V ,3,

3,sg.TORAX, lacedemonio: 11,1,18;28

TORICO: 1 ,2 ,1

T O R O N E : V,3,18TORONEOS: 11,23

TRACio: 13,10; 17; 4,9; 11,2,5;III,2,9; IV,8,26; V.1,26; 2,12; 24

T R A C I O : 1,3,20TRACIOS: 111,2,8; 10TRACIOS B IT IN IOS: 1,3,2; 111,2,2TRACIOS ODRISAS; 111,2,5TRALES: Ι Ι Ι Λ 1 9T R A Q U I N I A : ver HERACLEA

TRASIBULO COL ITENSE: V,l,26TRA SIBUL O ESTIRI ENSE: 1,1,12;

4,9, sg.; 5,11; 6,35; 17; 31;11,3,42, sg.; 4,2, sg.; 111,5,16;IV,8,25,sg,

TRASIDEO, eleo: 111,2,27, sg.

306

TRASíLO, ateniense: 1,1,8; 33;34; 2,1, sg.; 3,6; 4,10; 5,16;

6,30; 7,2; 29TRASONIDAS, eleo: V I I , 4 , 1 5

TRAUSTO: V N , 4 , 1 4

TRECEN: V I , 2 , 3

TRECENIOS: I V , 2 , 1 6 ; V I I , 2 , 2

TRIAS: V , 4 , 21

TRICARANO: V H ,2, 1; 5; 11; 13;

4,11

TRIFIUAS, ciudades: 111,2,30

Indice analítico

TRIFILIOS: IV,2,16; VI.5,2;VII,1,26

TRIPIRGIA: ν,Ι , ΙΟTRIPTOLEMO: VI,3,6TROYA: 111,4,3; V I ,1,34

ZACINTIO, ZACINTIOS: V I ^,3

ZEUS OL IM PIC O: 111,2,22; 26

ZEUXIPO, lacedemonio: 11,3,10

ZOSTER: V ,1,9

Indice

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Introducción 7

Bibliografía

1,1,1, año 411 19

I I ,1,1, año 406 53

I I I ,1,1, año 401 87

IV ,1,1, año 395 123ν , Ι , Ι , a ñ o 3 8 9 1 6 7

ν ΐ , Ι , Ι , año 375 207

ν ΐ ΐ , ΐ , ΐ , año 369 249

Indice analítico 291

307

El Libro de Bolsillo Alianza Editorial

Libros en venta

Madrid

1238 Will iam BI tke:Antologí· blIIngOe

1239 ArUtófaiw»:L u nubes. Ll i lstr eta, Dinero

1240 Platón:Parménldee

1241 Ck)mell Wootrich (Wi ll ia m Irlah):En el crepúsculo

1242 Robert Louis Steven son:El dinamitero

1243 Spinoza:Etica demostrada según el ordeneoometrico

1244 U i s Qoyt isolo:Recuento. Antagonla I

1245 Ale jo Carpentler:Ese músico que llevo dentro

1282 Jonathan Swift:Los viajes de Gulliver

1263 Mari o Benedettl:Subdesarrollo y letras de osadía

1284 Mig ue l de Unamun o:Tres novelas ejemplsres y un prólogo

1285 Apolonio de Rodas:El viaje de los argonautas

1288 Jul io Cortázar :

Rayuela1287 Carl os Delgad o:

El libro de los sguardientes y licores

1288 Ure nzo Vlllalonga:Beam o La sale de las mufiecas

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1246 Francisco Vázquez:El Dorado. Crínica de laexpedición de Pedro Ursua y PedroLope de Afluirre

1247 Henry Ksmen:Nacimiento y desarrollo de latolerancia en la Europa moderna

1248 Miguel de Unamuno:

Vida de Don Quijote y Sancho1249 Jonathan Howard:

Darwin

1250 Carlos Garcia Gual:La secta del perroDIógenes Laerclo:Vidas de los fi lósofos cínicos

1251 Edward Peters:La tortura

1252 José Del eit o y Piñuel a:La mala vida en le Espefiade Felipe IV

, 1253 J. D. Salin ger:I' Franny y Zooey

I 12S4 C. Ferr era s. M. Ε. Arozena:Τ Gula física de Españak 2. Los bosques

V, 12SS Mar ti n Gsrd ner:" Orde n y sorpres a

1258 G. K. Chesterton:El hombre que era jueves

1257 Bert olt Brecht:Teatro completo. 1Baal • Tambores en la no che -En la jungla de las ciudades

1258 Carmen Vélez:El libro de loa pescados

1259 Georges Duby:Guillermo el Mariscal

1269 Luciano de Samosata:Diálogos de los diosesDiálogos de los muertosDiálogos marinosDiálogos de las cortesanas

1Z70 Luis Goytis olo:Los verdes de mayo hssta ti marAntagonla II

1271 Immanuel KantLos sueftos de un visionarioexpllcedos por los sueAosde le metafísica

1272 Lord Dunsany:Cuentos de un soAador

1273 Flavio Josefo:Autobiografía sobre Is antlgOedsdde los judíos

1274 John y Catherine Grsnt:ZX Sfm tr um: Manual delprogramador

1275 Juan Valere:Pepita JImánez

1278, 1277 Glova nnl Boccacci o:El decamerón

1278 Peter Burke:Sociología e hiatorla

1279 Petronlus:Sat i r icón

1280 J. M. Barr ie:Peter Pan

1281 Ange le Lenda:El l ibro de la repostería

1282 Isaac As imo v:La mente errabunda

1283 Ul e Vives:Diálogos sobre le educación

12M Jo<4 Mw l · Mar tin Triara:

El libro de la ópera«es Jullin Maria»;

U muj er y au aombra

12M Jullo Cortiiar:Octaedro

12β7 Joeé Lula Romero:Estudio de la mentalidadburguesa

12SS Mig uel Bam et:Gallego

12» Luis Goytisolo:La cAlera de AquileaAmagan la, III

1290 Mig uel Aren lll aa Parra y

Clemente Séeni Rldruejo:Gula Física de España3. Los rfos

1291 NIcolée Maquiavelo.Discursos sobre la primarad«ceda de Tito LIvIo

1292 Guil lerm o fat aa y Gonzalo

1308 Catulo;Poesías

1307 Rudyard Kipling:Capitanea Intrépldoa

1308 Bertolt Brecht:Narrativa completa. 1Relatos. 1913-1927

1309 Voltaire;Cartas filosóficas

1310 Javier Tuaell:U dictadura de Franco

1311 Juan de Cárd ense :Problemaa y secretosmaravilloso» de las Indiaa

1312 August Oetleth:Β rsatro de Cthulhu

«1 3 Chrítlen de Troyes:Β caballero del león

1314 EJwratx) Bacon (di recc ión ):Historia de las clvlllzaclonea2 Clvlllzaclonea extinguida»

1328 Joseph Conrad;La posada de las dos brujasy otros relatos

1327 Marta Vi ctori a Llamas;El libro del mlcroondas

1328 Bertolt Brecht:Teatro completa. 2Vida de Eduardo II do Inglat erra.Un hombre es un hombre.El elefantito

1329 Ale jo Carpentl er:Los pasos perdidos

1330 David Talbot Rice (dir ecció n):HIatorla de las civilizaciones5. U Alt a Edad Media

1331 Francisco Ayala:Los u5uφad0rβa

1332 G. K. Chesterton:El candor del padre Brown

1333 Stanislaw Lem:Ciberlada

1334 Manuel Pedraza Roca:El libro del bar

1348 Fray Torlblo de Benavente (Motollnla):Historia de los Indiosde la Nueva Espafta

1349 Platón:La República

1350 J. H. Brennan:Los engendros del demonio1. Lobo de Fuego

1351 José Dele ito y Piñuela:... también se divierte el pueblo

1352 Migu el Barnet:Canción de Rachel

1353 Juan Rulf o:Antología personal

1354 Josep Lladonosa I GiróEl libro de la cocina catalana

1355 J. H. Brennan;Loa engendros del demonio2. Las criptas del terror

1356 Wll hel m Baum:Ludwig Wlttgensteln

1357 Ollver Sacks:

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M. Borrte:Diccionario de términos dearte y elementos de arqueolo-gía y numismática

1293 Alelo Carpentler:Guerra del tiempo y otro»relatos

1294 Emest «enan:

¿Ou* es una naclén?earus a Strauss

1295 Inés Orteu:El libro de lo» pollos, lasgallinas, el pato y la perdii

1298 Apuleyo:El asno de oro

1297 Ramiro A. Calle;Salud psíquica a través delyoga

1298 Luis Goytlsolo:Teoría del conocimientoAntagonla. IV

1299 Henry Jamea:

Waahington Square1300 De Tale a a Demócrito:

Fragmentos presocrétlco»

1301 Lorenzo Vlllalonga;Muerte de dama

1302 Stuart Plggott (direcci ón):HIatorla de la» civlllzaclonea1. El desperur de la civilización

1303 Lourdes March:La cocina mediterránea

1304 Robert Β. Parlcer:Dios salve al nlAoUna novela de Spenser

IM S Sp imxia :Correspondencl»

131$ Robert Β. Parlcer:CeremoniaUna novela de Spenser

1318 AI-HamadanI:Venturaa y desventuras delpicaro Abu L-Fath de Alejandría(Maqamat)

1317 A. J. Ayer:Hume

1318 MIchael Grant (dir ección ):Historia de laa clvlllzaclonea3 Grecia y Roma

1319 Domingo F. Sarmi ento :Facundo

1320 ETille Durfielm:Las reglaa del mátodoaoclológlco y otroa escritossabre MIoaofla de la» cienciasaoclales

1321 Sofocles:Ayax - las Traquinla» ·

Antigona - Edipo Rey1322 David Hume:

Sobre el aulcidlo y otroseiaayoa

1323 Arnold Toynbee (direc ción):HIatorla de las civlllzaclone»4 El crisol del crisllanlamo

1324 Celso:Β discurso verdadero contralos cristianos

1I2S Spinoza:Tratado de la reforma del«itendlmlentoP rinciploa de f i losofíad· Deacart··

Psnsamientoa metaflalcoa

1335 José Lezama Lima:Muerte de Narciso. Antología poética

1336 August Derlet h:La máscara de Cthulhu

1337 Joan Evans (dirección):Historia de las civilizaciones6. La Baja Edad Media

1338 Isaac Aslmov. Martin Greenberg yCharles G. Waugh (selección):Se acabaron las espinacas y otrosdelitos por computadora

1339 Grupo Rlgl os:El libro de las pajaritas de papel

1340 Denys Hay (dirección):Historie de las civilizaciones7. La época del Renacimi ento

1341 Mari o Bussagll:At l la

1342 Friedrich Nietzsche:Consideraciones Intempestivas. I

Introducción y traducción deAndrés Sánchez Pascual

1343 Blanca Tello y Fran cisc o L ópezBermúdez:Guia física de España4. Los lagos

1344 Miguel de Unamuno:Paz en la guerra

1345 Ana Castañer ν Teresa Fuertes:El libro del jamón y la matarua

1348 Hugh Trevor-Roper (dir ecció n):Historia de las civilizaciones8. La época de la expansiónEuropa y el mundo daade 1559

hasts 16601347 José Deleito y Piñuela:

El rey se divierte

La jaqueca

1358 Pedro Sarmiento de Gamboa:Los viajes al estrecho de Magallanes

1359 Hans Christi an AndersenViaje por Eapaña

1360 Simone Ortega e Inés Ortega:El libro de los potajes, les sopas,

las cremas y loa gazpachos1381 Salustlo:

La conjuración de CatillnaLa guerra de Yugurte

1362 Erlch Valentín:Guie de Mozart

1363 Pilar Igles ias;El libro del tomate

1384 Jack London:El lobo de mar

1365 Mario Benedetti:Gracias por el fuego

1365 Martin Gardner:La ciencia: lo bueno, lo maloy lo falao

1367 Miguel de Unamuno:Andanzas y visiones españolas

1388 Rafael Albertl;A la pintura (Poema del colory la línea) 1945-1976

1369 Car los Garcí a Gual;Los siete sabios (y tres nás)

1370 Pedro Calderón de la Barca:La vida es sueño

1371 Jul as V eme :La lala Miaterloss

1372 Alf red Cobban (dir ección) ;

Historia de las civilizaciones9. El siglo XVIII. Europa en la época

de la Ilustración

t373 Psiirg Rodríguez Ssntldrlán;OlcclonarlQ de las religiones

1374 Pedro Sali nas:Poesía cointilets. 11375 J osé A lcfna Franche

Mitos y literatura aztecai m Francisco Paez ûe la Cadena:

El lihro de las plairtaa da Interiorí tn Stanlsfíw Lem:

Congraao de fiiturolosía

1378 Manuel M. M artínez L lopls:HIetorIs de la eastronorala eepañolfl

1379 Asa Brlagí (direcclún):Historia da las civilizaciones10. El siglo XIX. Las condiciones

del pragresQ

13S0 PlBtÓn:Eí banquete

1381 Manuel Bamabé Flores:Curiosidades matemáticas

1382 Alejo CarpentlerrEcue-yamba-o

1389 AlgaielGonfaslonas

1390 Jorge A madoCapitanes de la arenat391 Miguel de Unamuno

Amor y pedagogía13S2 Juan Benet

Un viaje de invierno

1393 Antonio EecoliotadoHistoria de las drogas. Ζ

13M Inmanuel Kantprincipios metefíaioos de la cisncieda la naturaiaia

13S5 Girolamo BanioniHistoria del Nuevo Mundo

1Í9Í G. K. ChestertonLa sagacidad dei Padre Browrn

1397 G, W. LalbniiFilosofía para princesas

1398 Carlos Barra!Antología poítÍca

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1383 J osé Manuel Caballera BoneWOoiiia vidaAntoloela poética

13» Antonio Eacohotadohlitorie de las dragas. 1

1385 TucldldesHistoria de la guerra del Peíoponaso

1386 Miguel Barr»tLa vida real1387 J . H. B rennan

Lüa enger>dma del demonio3. El Bino da los demonloa

1388 J , H, BrennanEl mal anticuo

1400 Bertolt BrechtNarrativa completa, 2Relatos {1ffi7-f«a)

tu l Luis San ValentínLa cocina de las monjas

1402 Emmanue SI eyèî¿Qui as el Tercer Estado?

1403 Rubén DaríoEl modem istno y otros

1404 Antonio EscohotadoHistoria de las drogas. 3

14(K Juan PeruchoLoe laberintos bizantinos