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J JUICIO FINAL John Katzenbach

John Katzenbach - Juicio Final

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  • JJJUICIO FINAL

    John Katzenbach

  • Ttulo original: Just CanseTraduccin: Mara Alonso y Beatriz Iglesias1.a edicin: diciembre 2006 1992 by John Katzenbach Ediciones B, S. A., 2006

    Bailen, 84 - 08009 Barcelona (Espaa)www.edicionesb.com

    Publicado por acuerdo con John Hawkins & Associates, Inc., New York.

    Printed in SpainISBN: 84-666-2986-6ISBN 13: 978-84-666-2986-7Depsito legal: B. 43.861-2006

    Impreso por LITOGRAFA S.I.A.G.S.A.

    Edicin digital: Abril 2008Scan: Adrastea, Correccin: Unamas

    Esto es una copia de seguridad de mi libro original en papel, para mi usopersonal. Si ha llegado a tus manos, es en calidad de prstamo, de amigo aamigo, y debers destruirlo una vez lo hayas ledo, no pudiendo hacer, enningn caso, difusin ni uso comercial del mismo.

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    Este libro es para mi madre, y en lamemoria de estos tres hombres: V. A. Eagle,W. A. Nixon y M. Simons.

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    AGRADECIMIENTOS

    Me siento especialmente agradecido por las contribuciones de mis amigosJoe Oglesby, del Miami Herald, y Athelia Knight, del Washington Post. Sus sabiosconsejos me ayudaron enormemente en la preparacin de este manuscrito que,por supuesto, habra sido imposible sin el apoyo y la tolerancia de mi esposa,Madeleine Blais, y mis hijos.

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    Quien con monstruos lucha cuide de noconvertirse a su vez en monstruo. Cuando miraslargo tiempo a un abismo, tambin ste mira dentrode ti.

    FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHEMs all del bien y del mal

    El infierno est plagado de buenas, no de malasintenciones.

    GEORGE BERNARD SHAWMximas para revolucionarios

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    PRIMERA PARTEPRESOS

    Cuando ganas el premio te gastan una broma: ahora ya sabescmo empieza tu propia esquela.

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    1UN HOMBRE DE OPINIONES

    La maana en que recibi aquella carta, Matthew Cowart se despert en unatpico ambiente invernal.

    La noche anterior se haba levantado un viento del norte que no dejaba desoplar y pareca desplazar la noche, tiendo el amanecer de un gris oscuro quedesvirtuaba la imagen de la ciudad. Al salir de su apartamento, vio cmo labrisa sacuda una palmera y haca que sus hojas sonaran como un montn deespadas.

    Se encorv y lament no haberse puesto un jersey bajo la gabardina. Cadaao se daban unas cuantas maanas como sa, que prometa cielos grises yvientos borrascosos. La naturaleza gastaba una broma pesada y haca rezongara los turistas de Miami Beach que caminaban por la arena. En Little Havana, lasancianas cubanas llevaban gruesos abrigos de lana y maldecan el viento, sinpensar que en verano llevaban sombrilla y maldecan el calor. En las barracasde Liberty City, el fro silbaba y los yonquis, temblorosos, lo combatan con suscachimbas. Pero en poco tiempo la ciudad recuperara su sofocante ybochornosa normalidad.

    No ser ms que un da pens mientras caminaba con bro, puede quedos. Entonces el aire clido del sur soplar con ms fuerza y nos olvidaremosdel fro.

    Matthew Cowart iba por la vida ligero de equipaje.Las circunstancias y la mala suerte lo haban privado de muchos

    ingredientes de la inminente madurez; un simple divorcio lo haba separado desu mujer e hija y la injusta muerte le haba arrebatado a sus padres; sus amigoshaban seguido caminos diferentes marcados por carreras prometedoras,cuadrillas de hijos, letras del coche e hipotecas. Durante un tiempo habanintentado que se sumase a las fiestas y excursiones que organizaban, pero, comosu soledad fue creciendo y a l no pareca molestarle, las invitaciones fueron a

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    menos y acabaron interrumpindose. Su vida social se distingua porespordicas fiestas de oficina y conversaciones de trabajo. No tena amante y noacertaba a comprender muy bien por qu. Viva en un modesto apartamento delos aos cincuenta, en lo alto de una empinada colina con vistas a la baha. Lohaba llenado de muebles viejos, estanteras con novelas de misterio y obraspolicacas basadas en hechos reales, una batera de cocina desportillada peroprctica, y unos cuantos grabados enmarcados que colgaban discretamente dela pared.

    A veces pensaba que cuando su esposa logr la custodia de su hija, la vidahaba perdido todo el color. Satisfaca sus propias necesidades con el deporte(los diez kilmetros al da de rigor en un parque del centro, algn partido debaloncesto improvisado en la YMCA) y el trabajo en el peridico. Se sentaposeedor de una considerable libertad, aunque le preocupaba tener tan pocoscompromisos.

    El viento, que segua soplando fuerte, agitaba las tres banderas de laentrada principal del Miami Journal. Se detuvo un momento para contemplar elimpasible edificio amarillo. En la fachada figuraba el nombre del peridicoestampado en enormes letras rojas de nen. Era un lugar famoso, conocido porsu dinamismo y su poder. Por el otro lado, el peridico dominaba la baha.Desde all poda ver cmo las aguas embravecidas rompan contra el muelledonde se descargaban enormes rollos de papel de prensa. En cierta ocasin,mientras estaba en la cafetera comiendo un sndwich, haba divisado unafamilia de manates que retozaban en el agua, a no ms de diez metros delmuelle de carga. Sus lomos marrones emergan en la superficie y luegodesaparecan bajo las olas. Busc a alguien a quien comentrselo, pero noencontr a nadie; durante los das siguientes, pas la hora de comer observandola cambiante superficie turquesa en busca de los animales. Eso era lo que legustaba de Florida: pareca sacada de una selva, que siempre amenazaba conapoderarse de la civilizacin para devolverlo todo a un estado primigenio. Elperidico no dejaba de publicar historias sobre caimanes de tres metros y medioque se quedaban atrapados en las vas de acceso a la interestatal e interrumpanel trfico. Aquellas historias le encantaban: una bestia primitiva contra unabestia moderna.

    Cowart apur el paso para franquear la puerta giratoria de entrada a laredaccin del Journal, y salud a la recepcionista, que quedaba medio escondidatras la consola del telfono. Cerca de la entrada haba una pared reservada paraplacas, menciones y premios: una exposicin de Pulitzers, Kennedys, Cabots,Pyles y otros nombres de menor categora. Hizo un alto ante una hilera debuzones para recoger el correo de la maana, ech un rpido vistazo a lashabituales notas y docenas de comunicados de prensa, proclamas polticas ypropuestas que llegaban cada da de la delegacin del Congreso, la alcalda, laadministracin del condado y diversas comisaras de polica; todos ellos leavisaban de algn suceso que crean merecedor de la atencin periodstica.

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    Suspir, preguntndose cunto dinero se iba en esos intiles esfuerzos. Sinembargo, un sobre capt su atencin y lo separ del resto.

    Blanco y delgado, llevaba su nombre y direccin escritos en mayscula ycon trazo fuerte. En la esquina haba un remite: un apartado de correos deStarke, en el norte de Florida. La prisin estatal, pens.

    La coloc encima de las otras cartas y se dirigi a su despacho,maniobrando entre las mesas, saludando con la cabeza a los pocos periodistasque haban llegado temprano y que ya hacan trabajar los telfonos. Salud conla mano al redactor jefe, que lea la ltima edicin con los pies apoyados en sumesa del centro de la sala. Luego traspuso unas puertas que haba al fondo dela sala de redaccin, en las que se lea EDITORIAL. Se hallaba a medio caminode su cubculo cuando oy una voz cercana.

    Ah, nuestra estrella llega temprano. Qu te trae ante la multitud?Nervioso por los conflictos de Beirut? Desvelado por el programa dereactivacin econmica del presidente?

    Cowart asom la cabeza por un tabique.Buenos das, Will. Slo quera usar la lnea de larga distancia para llamar

    a mi hija. Las preocupaciones profundas e intiles te las dejo a ti.Will Martin solt una risita y se apart de la cara un mechn de pelo cano,

    con un movimiento ms propio de un nio que de un adulto.Menuda cara tienes. Cuando acabes, echa un vistazo al artculo de la

    seccin local; parece que uno de nuestros togados lleg a cierto acuerdo paraponer en libertad a un viejo amigo acusado de conducir bebido. Podra ser elmomento de emprender una de tus archiconocidas cruzadas de crimen ycastigo.

    Le echar ese vistazo prometi Cowart.Menudo fro esta maana se quej Martin. De qu sirve vivir aqu si

    tienes que llegar al trabajo tiritando? Podra ser Alaska.Por qu no sacamos un editorial contra el mal tiempo? Despus de todo,

    siempre estamos intentando influir en el cielo. Tal vez nos oigan esta vez.Tienes razn. Sonri Martin.Y t eres el hombre indicado para hacerlo dijo Cowart.Cierto. No vivo en pecado, como t; tengo mejor relacin con el

    Todopoderoso. Eso ayuda en este oficio.Porque ests ms cerca de unirte a l que yo.Su vecino refunfu.Qu tienes contra los veteranos? protest agitando el dedo. Y puede

    que tambin seas un sexista, un racista, un pacifista... y todos los dems istas.Cowart solt una risita, se fue a su mesa y puso la pila de correo en el

    centro; aquel sobre qued encima. Fue a cogerlo mientras con la otra manomarcaba el nmero de su ex mujer. Con un poco de suerte, estarndesayunando, pens.

    Sujet el auricular entre el hombro y el odo, liberando as la mano mientras

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    se estableca la conexin. Cuando el telfono empez a sonar abri el sobre ysac un nico folio amarillo de papel pautado.

    Estimado seor Cowart:Actualmente, espero el da de mi ejecucin en el corredor de la muerte por

    un crimen que YO NO COMET.

    Diga?Dej la carta encima de la mesa.Hola, Sandy. Soy Matt. Slo quera hablar con Becky un minuto. Espero

    no interrumpir nada...Hola, Matt. Cowart not que titubeaba. No, es slo que estbamos a

    punto de salir. Tom tiene que estar en el juzgado a primera hora, as que lallevar al colegio, y... Hizo una pausa. No, no pasa nada. De todas maneras,hay unas cuantas cosas sobre las que necesito hablar contigo. Pero ellos tienenque irse, as que se breve.

    Cowart cerr los ojos y pens en lo doloroso que le resultaba no formarparte de la vida cotidiana de su hija. Se la imaginaba derramando la leche deldesayuno y leyndole libros de noche, sosteniendo su mano cuando se pusieraenferma, admirando las fotografas que se haca en el colegio. Contuvo ladesilusin.

    Claro. Slo quera decirle hola.Ahora se pone.El auricular reson contra la mesa y, en el silencio subsiguiente, Matthew

    Cowart reley las palabras finales: YO NO COMET.Record a su esposa el da en que se conocieron, en la redaccin del

    peridico de la Universidad de Michigan. Era bajita, pero su fuerza parecacontrarrestar su talla. Estudiaba diseo grfico y trabajaba a media jornadamaquetando, preparando titulares y revisando pruebas de imprenta,apartndose de la cara el ondulado cabello oscuro, tan concentrada que rara vezoa sonar el telfono o reaccionaba a los chistes verdes que inundaban ladesenfrenada atmsfera de la redaccin. Era una mujer de orden y precisin,con un enfoque de la vida propio de un delineante. Hija del jefe de bomberoslocal, fallecido en acto de servicio, y de una maestra de primaria, su mayordeseo era acumular bienes y disfrutar de todas las comodidades. l laconsideraba guapa, y lo asustaba lo mucho que la deseaba; se sorprendi deque accediera a salir con l, pero an ms de que, despus de una docena decitas, ya se hubieran acostado.

    Por aquel entonces Cowart era redactor jefe de deportes, y eso a ella lepareca una prdida de tiempo; de hecho, sola mofarse de esos hombressupermusculados con extravagantes atuendos que corren detrs de balones deformas diversas. l haba procurado instruirla en las distintas modalidadesdeportivas, pero ella se mostr intransigente. Al cabo de un tiempo, con la

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    relacin ya consolidada, Cowart empez a cubrir autnticas noticias y a salir ala calle en busca de material para sus artculos. Disfrutaba con las interminableshoras de trabajo, la persecucin de la noticia y la tentacin de escribir. Ellapensaba que llegara a ser famoso, o al menos importante. Lo acompa cuandol consigui la primera oferta de trabajo en un pequeo diario del centro delpas. Seis aos ms tarde seguan juntos. El da que Sandy le anunci suembarazo, Cowart recibi una oferta del Journal. l iba a cubrir los tribunalespenales; ella iba a tener a Becky.

    Papi?Hola, cario.Hola, papi. Mam dice que slo puedo hablar un minuto. Tengo que ir al

    colegio.Tambin hace fro ah, cielo? Deberas ponerte un abrigo.Vale. Tom me compr uno con un pirata que es todo naranja, como los

    Bucs. Voy a ponerme se. Tambin conoc a algunos jugadores. Fueron a unamerendola con la que ayudbamos a reunir dinero para los pobres.

    Estupendo respondi Matthew. Maldita sea, pens.Papi, los jugadores son importantes?Cowart solt una risita.Ms o menos.Papi, te pasa algo?No, cario, por qu?Es que nunca me llamas por la maana.Es slo que al levantarme te he echado de menos y quera or tu voz.Yo tambin te echo de menos. Volvers a llevarme a Disney World?Esta primavera. Te lo prometo.Vale. Ahora tengo que irme. Tom me est haciendo seas. Ah!, sabes

    qu? Los de segundo tenemos un club especial que se llama el Club de los CienLibros. Hay un premio por leer cien libros y me lo han dado a m!

    Fantstico! Y qu es?Una placa especial y una fiesta de final de curso.Genial. Y cul es tu libro preferido?El que t me enviaste: El dragn chiflado. Ri. Me recuerda a ti.l comparti su risa.Tengo que irme repiti la nia.Vale. Te quiero y te echo muchsimo de menos.Yo tambin. Adis.Adis dijo, pero ella ya haba dejado el telfono.Se hizo otro silencio hasta que su ex esposa cogi el auricular. l habl

    primero.Una merendola con futbolistas?Siempre haba querido odiar al hombre que lo haba suplantado, odiarle

    por su profesin de abogado especializado en derecho de sociedades, por su

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    aspecto, bajo y fornido, con la constitucin de quien a la hora de comer levantapesas en un gimnasio de los caros; quera imaginar que era cruel, un amantedesconsiderado, un psimo padre adoptivo, un inepto cabeza de familia; perono era nada de eso. Poco despus de que su ex esposa le anunciara su inminenteboda, Tom vol a Miami (sin decrselo a ella) para encontrarse con l. Tomaronunas copas y comieron juntos. El propsito era turbio, pero, al acabar lasegunda botella de vino, el abogado le dijo con franqueza que no estabaintentando ocupar su lugar de padre y que, como tena que vivir con su hija,hara todo lo posible porque ella correspondiera a su padre con cario. Cowartle crey, sinti una extraa especie de alivio y satisfaccin, luego pidi otrabotella de vino y se convenci de que su sucesor le caa ms o menos bien.

    Es por el bufete de abogados. Son copatrocinadores del United Way deTampa; por eso vinieron los jugadores. Becky se qued bastante impresionada,claro que Tom no le dijo cuntos partidos ganaron los Bucs el ao pasado.

    Ahora lo entiendo.Ya. La verdad es que son los hombres ms grandes que he visto en mi

    vida dijo Sandy, riendo.Se produjo una pausa.Y t cmo ests? Qu tal Miami? pregunt ella al cabo.Hace fro, y eso vuelve loco a todo el mundo. Ya sabes cmo es, nadie

    tiene un abrigo de invierno ni calefaccin en casa. Todos tiritan y enloquecenhasta que vuelve el calor. Yo estoy bien, encajo bien aqu.

    Sigues teniendo aquellas pesadillas?No tanto. Alguna de vez en cuando. Pero est todo bajo control.Era una verdad a medias, algo que saba que ella no creera pero aceptara

    sin hacerle demasiadas preguntas. Se encogi de hombros, pensando en lomucho que odiaba la noche.

    Podras pedir ayuda. El peridico correra con los gastos.Sera una prdida de tiempo. Hace meses que no tengo pesadillas

    minti de manera ms flagrante. La oy suspirar. Qu ocurre? lepregunt.

    Bueno contest, supongo que debera decrtelo.Decirme el qu?Tom y yo vamos a tener un beb. Becky ya no estar sola.Cowart se mare un poco, y a su mente acudieron un miliar de ideas y

    sentimientos.Vaya, vaya. Enhorabuena.Gracias. Pero t no lo entiendes.El qu?Que Becky va a formar parte de una familia. An ms que antes.Ah s?Es que no ves lo que ocurrir? Que t te quedars al margen. Al menos

    eso es lo que me asusta. Ya bastante duro es para ella que t ests en la otra

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    punta del estado.Para l fue como una bofetada en la cara.No soy yo el que est en la otra punta del estado. Eres t. T eres la que

    se fue.Eso es agua pasada replic Sandy. De todos modos, las cosas van a

    cambiar.No veo por qu...Hazme caso dijo ella. Por su tono, haba elegido cuidadosamente las

    palabras con mucha antelacin. Te dedicar menos tiempo. Estoy segura. Lehe estado dando muchas vueltas.

    Pero se no era el acuerdo.El acuerdo puede cambiar. Y los dos lo sabemos.No lo creo respondi Cowart, y su voz delat un primer atisbo de ira.Vale. No voy a permitir que esta conversacin me provoque un disgusto.

    As que ya veremos.Pero...Matt, tengo que irme. Slo quera que lo supieras.Estupendo dijo l. Muy amable de tu parte.Podemos discutirlo ms tarde, si es que hay algo que discutir.Claro pens Cowart. Despus de que hayas hablado con abogados y

    asistentes sociales y de que me hayas alejado completamente de vuestra vida.Saba que era una idea absurda, pero se resista a salir de su cabeza.

    No es de tu vida de lo que estamos hablando aadi Sandy. Ya no.Es de la ma.

    Y colg.Ests equivocada, pens Cowart. Mir en torno a su cubculo. A travs

    de un ventanuco vio cmo el cielo se encapotaba en el centro de la ciudad conun tono gris pizarra. Luego mir las palabras que tena justo delante: YO NOCOMET. Todos somos inocentes pens. Demostrarlo es lo difcil.

    Acto seguido, para apartar la conversacin de su mente, retom la carta ysigui leyendo:

    El 4 de mayo de 1987 acababa de regresar a casa de mi abuela enPachoula (condado de Escambia). Por aquel entonces estudiaba en laUniversidad de Rutgers, en New Brunswick (Nueva Jersey), y estabaa punto de acabar el tercer ao. Llevaba varios das de visita cuandola polica me detuvo para interrogarme sobre un asesinato conviolacin ocurrido a escasos kilmetros de casa de mi abuela. Lavctima era blanca. Yo soy negro. Un testigo ocular haba visto cmoun Ford sedn verde parecido al que yo tena abandonaba el lugardonde la nia haba desaparecido. Me tuvieron en comisara treinta yseis horas, despierto, sin comida, sin agua y sin dejarme hablar conun abogado. Los agentes me golpearon en varias ocasiones. Usaban

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    guas de telfonos dobladas para aporrearme, porque no dejanmarca. Me amenazaron de muerte y uno de ellos lleg a apuntarme ala cabeza con una pistola y apret varias veces el gatillo. Cada vezque lo haca, el percutor chasqueaba en un tambor vaco. Al final, medijeron que si confesaba todo ira bien. Estaba tan exhausto yaterrado que lo hice. Confes sin conocer los detalles, y dejndomeimplicar en el crimen. Despus de todo lo que me hicieron pasar,habra confesado cualquier cosa.

    PERO YO NO LO HICE!Al cabo de unas horas intent retractarme de mi confesin, en

    vano. El abogado de oficio slo vino a verme tres veces antes deljuicio; tampoco llev a cabo ninguna investigacin, ni llam atestigos que me habran situado en algn otro lugar cuando secometi el crimen. Un jurado integrado por blancos oy lostestimonios y me conden tras una hora de deliberacin. Les llevotra hora proponer la pena de muerte. El juez blanco dict sentenciay me calific de animal al que habra que sacar de la sala y matar atiros.

    Ahora llevo tres aos en el corredor de la muerte. Tengo laesperanza de que los tribunales anulen la sentencia, pero puede quetarden muchos aos. Puede usted ayudarme? Otros presos me handicho que ha escrito editoriales condenando la pena de muerte. Yosoy un hombre inocente que se enfrenta a la pena mxima a causa deun sistema racista que ha conspirado contra m. Prejuicio, ignoranciay maldad me han puesto en esta situacin. Por favor, aydeme.

    He escrito ms abajo los nombres de mi nuevo abogado y de lostestigos. Tambin he puesto su nombre en mi lista de visitasautorizadas, por si decide venir a hablar conmigo.

    Una cosa ms. No slo soy inocente de los cargos que se meimputan, sino que adems le puedo dar el nombre del asesino.

    A la espera de su respuesta,ROBERT EARL FERGUSONN. 212009Prisin estatal de FloridaStarke, Florida

    Cowart tard unos instantes en asimilar el contenido de la carta. La releyvarias veces, intentando ordenar sus impresiones. Era evidente que el hombresaba expresarse, que era culto y educado, pero los presos que se declarabaninocentes, en especial los del corredor de la muerte, eran la norma ms que laexcepcin. Siempre se haba preguntado por qu la mayora de los hombres,incluso en la hora de su muerte, se aferran a un halo de inocencia. Era

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    comprensible en el caso de los peores psicpatas, asesinos en serie que respetantan poco la vida humana que mataran a alguien antes de hablar con l, peroque, en un careo, mantendran ese halo si no se les convence de que ms les valeconfesar. Era como si la palabra tuviera un significado diferente para ellos,como si de la lista de horrores que haban provocado hicieran borrn y cuentanueva.

    La idea le hizo recordar los ojos de un muchacho. Los ojos haban sidoparte importante en muchas de sus pesadillas.

    Se haba hecho tarde, y en Miami la noche daba lentamente paso a unasofocante madrugada de verano, cuando haba recibido aquella llamada que lohizo ir a una casa a slo diez o doce manzanas de la suya. El redactor jefe, roncopor la hora intempestiva y harto del trabajo, lo enviaba a presenciar unespectculo aterrador.

    Aquello sucedi cuando todava trabajaba en la seccin local comoperiodista de sucesos, lo cual implicaba cubrir sobre todo noticias de asesinatos.Haba llegado al lugar de los hechos y se haba pasado una hora merodeandofuera del cordn policial, esperando a que algo ocurriera, escrutando en laoscuridad un cuidado chalet de una sola planta con el csped bien cortado y unBMW nuevo aparcado a la entrada del garaje. Era una casa de clase media,propiedad de un joven ejecutivo y su esposa. Vea a la polica cientfica, a variosdetectives y personal mdico forense dentro de la casa, pero no lograbadilucidar qu haba ocurrido. Toda la zona estaba iluminada por las luces de lapolica, que disparaban haces de rojo y azul en todas direcciones y parecanhacerse ms densas con la humedad. Los pocos vecinos que haban salido desus casas coincidan al describir a la pareja que viva en la casa: amables ysimpticos, pero reservados. Se trataba de una letana con la que todos losperiodistas estaban familiarizados; de las vctimas de asesinato siempre se decaque eran personas reservadas, lo fueran o no. Era como si los vecinosnecesitaran desvincularse rpidamente de cualquier horror cado del cielo.

    Por fin, vio que Vernon Hawkins abandonaba la casa por una puertalateral. El viejo detective fue esquivando las luces de la polica y las cmaras detelevisin hasta arrimarse a un rbol, como si estuviera agotado.

    Conoca a Hawkins desde haca aos, gracias a docenas de noticias. Elveterano detective siempre haba sentido especial simpata por Cowart; le habadado chivatazos en repetidas ocasiones, le haba revelado informacinconfidencial y explicado detalles secretos, y tambin le haba dejado entrar en lavida inexorablemente peligrosa de un detective de homicidios. Cowartconsigui colarse por debajo de la cinta amarilla que acordonaba la zona y seacerc al detective. El hombre frunci el entrecejo, luego se encogi de hombrosy le indic que se sentara.

    El detective encendi un cigarrillo. Despus, por un instante, clav lamirada en el resplandeciente cielo.

    Esto es un crimen dijo con una risa compungida. Me estn matando.

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    Solan hacerlo poco a poco, pero me hago viejo y el ritmo se va acelerando.Y por qu no lo dejas? pregunt Cowart.Porque es lo nico de este mundo que me saca el olor a decrepitud de las

    narices. Dio una larga calada y la brasa ilumin las arrugas en su rostro. Trasun momento de silencio, se volvi hacia Cowart: Bueno, Matty, qu te traepor aqu una noche como sta? Deberas estar en casa con tu encantadora mujer.

    Vamos, Vernon.El detective sonri y recost la cabeza en el rbol.Acabars como yo, sin otra cosa que hacer por la noche que acudir a la

    escena del crimen.Vete al infierno, Vernon. Qu puedes decirme del interior de la casa?El detective solt una lacnica risa.Un tipo desnudo y con el cuello cortado. Una mujer desnuda y con el

    cuello cortado. Ambos en la cama. Y sangre por toda la jodida casa.Y?Tenemos al sospechoso.Quin es?Un adolescente. Un fugitivo de Des Moines al que las vctimas recogieron

    esta misma noche. Haban ido a dar una vuelta en coche hasta Fort Lauderdale,y all lo encontraron. Luego se montaron un tro. El nico inconveniente fueque, despus de pasar un buen rato, el chico decidi que no tendra suficientecon sus cien pavos. Ya sabes, vio el coche, un buen vecindario y todo lo dems.Discutieron. El muchacho sac una navaja, un arma estupenda. El primer tajoatraves la yugular del hombre... De repente rasg la oscuridad con unrpido movimiento. Caes fulminado. La sangre borbotea un par de veces y yaest; te mantienes vivo lo suficiente para ser consciente de que te mueres. Unamanera cruel de morir. La mujer empez a chillar, claro, y ech a correr. Pero elchico la agarr del pelo, la tumb hacia atrs, y bingo! Algo rpido, slo le diotiempo a gritar una vez ms. Pero, mira por dnde, esta vez alert al vecino quenos llam; un tipo con insomnio que haba salido a pasear con su perro.Detuvimos al chico cuando se dispona a marchar. Estaba cargando el coche conel equipo de msica, la televisin, ropa y todo lo que poda. Iba todoensangrentado.

    Ech un vistazo al otro lado del patio y aadi con expresin ausente:Matty, segn Hawkins, cul es el primer mandamiento de la calle?Cowart sonri en la oscuridad. A Hawkins le gustaba hablar con mximas.El primer mandamiento, Vernon, es nunca te busques problemas, porque

    los problemas llegan cuando quieren.El detective asinti.Un muchacho encantador. Un muchacho psicpata realmente

    encantador. l dice que no tiene nada que ver.Joder.No es tan extrao prosigui el detective. Quiero decir, que a lo mejor

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    el chico culpa al seor ejecutivo y a su esposa por lo ocurrido. Si ellos nohubieran intentado engaarle, ya sabes a qu me refiero.

    Pero...Ningn remordimiento. Ni una pizca de compasin, ni un atisbo de

    humanidad. Es slo un chico. Me ha contado lo ocurrido. Y aadi: Yo no hicenada. Soy inocente. Quiero un abogado. Estbamos all de pie, con sangre portodas partes, y dice que no ha hecho nada. Supongo que es porque le trae sincuidado, vaya. Por el amor de Dios...

    Se ech hacia atrs, abatido y exhausto.Sabes cuntos aos tiene el muchacho? agreg. Quince. Los

    cumpli hace un mes. Debera estar en casa, pensando en el acn, las chicas ylos deberes del cole. Seguro que tambin es un delincuente juvenil; me apuestola casa. Cerr los ojos y suspir. Yo no hice nada. Yo no hice nada... Mierda.Le ense la mano. Mira esto. Tengo cincuenta y nueve putos aos, estoy apunto de jubilarme, y crea que ya haba visto y odo de todo.

    La mano le temblaba. Cowart vio cmo se mova a la luz de lasintermitentes luces de la polica.

    Sabes? dijo Hawkins mientras se miraba la mano, me estoyendureciendo tanto que ya no quiero or nada ms. Casi preferira emprenderlaa tiros con un maldito chalado que or a un solo tipo ms hablando de algoterrible como si no tuviera importancia. Como si no fuera una vida lo que hasegado, sino el envoltorio de un caramelo que ha arrugado y tirado al suelo.Como si en vez de culpable de asesinato en primer grado, lo fuera de arrojarbasura. Se volvi hacia Cowart. Quieres verlo?

    Claro. Vamos.Hawkins lo mir de hito en hito.No ests tan seguro. Siempre quieres verlo todo demasiado rpido. Esta

    vez no es nada agradable.Tambin es mi trabajo replic Cowart.El detective se encogi de hombros.Vale, pero tienes que prometerme una cosa.Qu cosa?Vers lo que hizo y luego te llevar ante l. No le hagas preguntas, slo

    chale un vistazo, est en la cocina. Pero asegrate de escribir en tu artculo queno es un muchacho cualquiera. Queda claro? Que no es un pobre chicodesfavorecido. Eso es lo que su abogado empezar a decir en cuanto llegue.Quiero que hagas lo contrario, que digas que se trata de un asesinato a sangrefra, vale? A sangre fra. No quiero que nadie coja el peridico, vea unafotografa suya y se pregunte: Cmo podra este buen chico haber hecho algoas?

    Descuida, lo har dijo Cowart.De acuerdo.El detective se encogi de hombros y luego se irgui. Echaron a andar hacia

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    la puerta principal, pero cuando estaban a punto de entrar Hawkins insisti.Ests seguro? Son gente como t y como yo. No lo olvidars jams.Vamos.Matty, por una vez escucha el consejo de un viejo.Venga ya, Vernon.Entonces, all t y tus pesadillas dijo el detective, y en eso tena toda la

    razn.Cowart record haber mirado fijamente al ejecutivo y su esposa. Haba

    tanta sangre que era casi como si estuvieran vestidos. Cada vez que sedisparaba el flash del fotgrafo de la polica los cuerpos destellaban por uninstante.

    Sin mediar palabra, sigui al detective hasta la cocina. El muchacho estabaall sentado; llevaba zapatillas de deporte y vaqueros, el delgado torso desnudo,y tena un brazo esposado a una silla. Vetas de sangre tatuaban su cuerpo, peroa l no le importaba y con la mano libre fumaba un cigarrillo sin inmutarse. Esole daba aspecto de ms joven an, un nio que quiere pasar por mayor y msduro para impresionar a la polica cuando, en realidad, lo nico que logra esparecer un poco ms imbcil. Cowart vio en su cabello rubio una salpicadura desangre que le enmaraaba los rizos, y una mancha de sangre reseca en sumejilla. Ni siquiera le creca barba.

    Levant la mirada cuando Cowart y el detective entraron en la cocina.Quin es se? pregunt, sealando a Cowart con la cabeza.Por un momento, Matthew clav sus ojos en los del muchacho. Eran azules

    e infinitamente malvados, y parecan mirar el filo acerado del hacha de unverdugo.

    Un periodista del Journal dijo Hawkins.Eh, periodista! exclam el muchacho con una repentina sonrisa.Qu?Escribe que yo no hice nada dijo, y solt una carcajada hasta quedarse

    casi sin aliento, tan estrepitosa que hizo eco detrs de Cowart.Aquella risa qued congelada en su memoria mientras Hawkins lo

    conduca al exterior, de vuelta al ajetreado amanecer.Despus de lo ocurrido, Cowart se haba ido a su despacho a escribir la

    historia del joven ejecutivo, su esposa y el adolescente. Haba descrito lassbanas blancas arrugadas y ensangrentadas, y las rojas salpicaduras quehacan de las paredes un espectculo dantesco. Haba escrito sobre el vecindarioy la elegante casa, sobre un diploma que colgaba enmarcado en la paredacreditando la pertenencia de la vctima a un club de subastas de categora,sobre sueos aburguesados y la tentacin del sexo prohibido. Haba descrito elextrarradio de Fort Lauderdale, donde los nios hacan excursiones nocturnasde placer para alejarse cada minuto ms y ms de su juventud, y haba descritolos ojos del muchacho, para fulminarlos en su artculo como su amigo le habapedido que hiciera.

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    Haba terminado la noticia con las palabras del muchacho.Aquella misma noche, de regreso a casa con una copia de la primera

    edicin bajo el brazo y su historia ocupando la portada, haba notado unagotamiento que iba ms all de la falta de sueo. Luego se haba metido en lacama, para acurrucarse tiritando junto a su esposa a sabiendas de que ellaplaneaba dejarle, incapaz de hallar calor en el mundo.

    Cowart sacudi la cabeza tratando de disipar el recuerdo de aquellamaana, y mir en torno a su cubculo.

    Ahora Hawkins estaba muerto. Lo jubilaron con una pequea ceremonia, ledieron una pensin, y dejaron que pusiera fin a su vida con un enfisema.Cowart haba asistido a la ceremonia y aplaudido cuando el jefe de policahaba mencionado la elogiable trayectoria del detective. Siempre que poda, ibaa verlo a su pequeo apartamento de Miami Beach. Era un lugar fro, decoradocon viejos recortes de artculos escritos por Cowart y otros. Al final de cadavisita, Hawkins siempre le deca: Recuerda las normas, y si olvidas lo que te hedicho sobre la calle, entonces invntate tus propias normas y vive en funcin deellas. Cowart tambin haba ido al hospital siempre que poda: sala tempranoy a escondidas de su despacho para visitar al detective y contarle historias,hasta aquel ltimo da, en que haba llegado y encontrado a Hawkinsinconsciente y entubado, sin saber si lo oa cuando susurraba su nombre o si losenta cuando estrechaba su mano. Haba pasado una larga noche sentado juntoa la cama, y ni siquiera supo en qu instante la vida del detective se habaapagado. Asisti al funeral junto con unos pocos policas veteranos: unabandera, un fretro, las palabras de un sacerdote; ni esposa, ni hijos, nilgrimas. Tan slo una pesadilla de recuerdos que iba quedando lentamentebajo tierra. Se preguntaba si sera lo mismo cuando l muriera.

    Qu habr sido del muchacho? se pregunt ahora. Puede que hayasalido del reformatorio y est en la calle. O en el corredor de la muerte, junto alautor de esta carta. O muerto. Ech un vistazo a la carta. Esto debera ser unanoticia pens, no un editorial. Debera entregarla a alguien de locales ydejar que lo compruebe. Yo ya no llevo eso. Soy un hombre de opiniones.Escribo desde la distancia, formo parte de un equipo que vota y decide y adoptaposturas, no pasiones. He renunciado a mi fama.

    Eso era exactamente lo que se dispona a hacer, pero entonces se detuvo.Un hombre inocente.Procuraba recordar si en alguno de los juicios y delitos que haba cubierto

    haba visto alguna vez a un hombre realmente inocente. Haban desfilado antesus ojos multitud de veredictos de inocencia, cargos retirados por falta depruebas, casos perdidos por pura habilidad de la defensa o torpeza de laacusacin. Pero no lograba recordar a alguien verdaderamente inocente. Encierta ocasin haba preguntado a Hawkins si alguna vez haba detenido aalguien as, y l haba replicado: Un hombre de verdad inocente? Uno seequivoca muchas veces, y hay muchos cabrones en libertad que deberan estar

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    entre rejas. Pero trincar a alguien realmente inocente? Eso es lo peor. No s sipodra vivir con ello. No, seor. Eso es lo nico en la vida que no me dejaradormir.

    Sostuvo la carta en sus manos. Yo no comet. Se pregunt: A alguien lequita el sueo el caso Robert Earl Ferguson? Sinti un ramalazo de agitacin.Si es verdad..., pens. No complet la idea, pero trag saliva para dominar unarrebato de ambicin.

    Record una entrevista que haba ledo aos atrs sobre un hbil y veteranojugador de baloncesto que pona punto final a una larga carrera deportiva.Aquel hombre hablaba de sus triunfos y sus fracasos con una especie demoderada y equitativa dignidad. Le preguntaban por qu se retiraba, y lhablaba de su familia e hijos, de la necesidad de abandonar un juego de infanciapara seguir adelante con la vida. Luego hablaba de sus piernas, no como sifueran parte de su cuerpo, sino viejas y buenas amigas. Admita que ya nosaltaba como antes, que cuando se dispona a elevarse hacia el aro, los msculosque una vez parecan haberlo propulsado con tanta facilidad protestaban acausa de los aos y el dolor, e insistan en su retirada. Y aada que, sin ayudade sus piernas, no tena sentido continuar. Despus de aquella entrevista habasalido a jugar su ltimo partido y haba acabado marcando treinta y ochopuntos sin esfuerzo: corriendo, rotando y rebasando el tablero como antes. Eracomo si su cuerpo hubiera dado a aquel hombre la ltima oportunidad deimponer en los espectadores un recuerdo imborrable. Cowart haba pensadoentonces que lo mismo poda aplicarse al periodismo: requera cierta juventudque no conociera el descanso, un empuje que desplazara sueo, hambre y amor;y todo para salir en busca de la noticia. Los mejores periodistas tenan piernasque les llevaban ms alto y ms lejos, mientras que otros quedaban rezagadosdescansando.

    Sin querer, flexion los msculos de las piernas.Hubo un tiempo en que yo tambin las tuve pens. Antes de

    retirarme a tener pesadillas, llevar traje, actuar con responsabilidad y envejecercon dignidad. Ahora estoy divorciado y mi ex esposa va a robarme lo nico quehe amado sin reservas; y yo estoy aqu sentado, huyendo de la realidad,opinando sobre sucesos que no afectan a nadie.

    Sostuvo la carta firmemente en su mano.Inocente pens. Ya veremos.

    La hemeroteca del Journal era una extraa mezcla de lo antiguo y lomoderno. Estaba situada a continuacin de la redaccin, al otro lado de lasmesas en que trabajaban los articulistas de noticias blandas. En la parte traserade la hemeroteca haba hileras de grandes archivadores metalizados quecontenan recortes que se remontaban a dcadas atrs. En el pasado, elperidico haba diseccionado cada da por persona, tema, lugar y suceso, y cada

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    recorte haba sido adecuadamente archivado. Ahora todo eso se haca conordenadores ltimo modelo, potentes terminales con enormes pantallas. Losbibliotecarios se limitaban a repasar cada artculo, marcar las personas ypalabras clave, y pasarlos luego a archivos electrnicos. Cowart prefera el viejomtodo. Le gustaba arreglrselas con un puado de recortes emborronados,para elegir bien lo que necesitaba. Era como tener un pedazo de historia entrelas manos. El de ahora era un mtodo rpido, eficaz e impersonal. Y l nuncaperda la ocasin de fastidiar a los bibliotecarios al respecto cada vez que acudaa la hemeroteca.

    Nada ms entrar, una joven se fij en l. Era rubia, con una llamativamelena, alta y esbelta. Llevaba gafas de montura metlica, y a veces miraba porencima de ellas.

    No lo digas, Matt.Que no diga el qu?No digas lo de siempre. Que te gustaba ms el viejo mtodo.No lo dir.Bien.Pero porque t me lo has pedido.Eso no vale ri la joven. Se levant y se acerc hasta el lugar del

    mostrador donde l esperaba de pie. En qu puedo ayudarte?Laura, la bibliotecaria. Alguien te ha dicho alguna vez que te dejars los

    ojos mirando todo el da esa pantalla de ordenador?Todo el mundo.Imagina que te doy un nombre...Y yo har el viejo truco informtico.Robert Earl Ferguson.Qu ms?Corredor de la muerte. Condenado hace tres aos en el condado de

    Escambia.Veamos...La joven se sent remilgadamente ante un ordenador y despus de

    introducir el nombre puls una tecla. La pantalla se qued en blanco, salvo poruna nica palabra que parpadeaba en una esquina: Buscando. Luego lamquina pareci hipar y escupi unas palabras.

    Qu dice? pregunt.Hay un par de entradas. Djame comprobarlo. Puls otra tecla y otro

    grupo de palabras apareci en pantalla. Ley los titulares: Ex universitariocondenado a muerte por el asesinato de una nia; Apelacin denegada en elcaso de asesinato en Pachoula; El Tribunal Supremo de Florida admitircausas del corredor de la muerte. Eso es todo. Tres noticias. Todas publicadasen la edicin de la costa del Golfo; ninguna en la edicin nacional, salvo laltima, que se podra considerar un resumen.

    No es demasiado para tratarse de un asesinato y una pena de muerte

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    dijo Cowart. Sabes?, en los viejos tiempos pareca que cubramos todos losjuicios por asesinato...

    Ya no.Entonces se le daba ms importancia a la vida.La chica se encogi de hombros.La muerte violenta sola causar ms sensacin que ahora, y t eres

    demasiado joven para hablar de los viejos tiempos. Quiz te refieras a lossetenta... Sonri y Cowart ri con ella. De todas maneras, ltimamente lapena de muerte no es ninguna novedad en Florida. Ahora mismo tenemos... reclin la cabeza y mir al techo un momento ms de doscientos hombres enel corredor de la muerte. El gobernador firma un par de rdenes de ejecucin almes. Eso no quiere decir que se lleguen a consumar, pero... Lo mir ysonri. Pero bueno, t ya sabes todo esto; escribiste esos editoriales el aopasado sobre el hecho de ser una nacin civilizada, correcto?

    Correcto. Recuerdo el principio bsico: no permanecer impasible ante lapena capital. Tres editoriales, a toda pgina. Y luego publicamos ms decincuenta cartas de los lectores que eran, cmo dira yo?, contrarias a mipostura. Publicamos cincuenta, pero recibimos unos cinco millones de trillones.Las ms agradables insinuaban que deberan decapitarme en la plaza pblica.Las desagradables eran ms ocurrentes.

    La chica sonri.La popularidad no es lo tuyo. Quieres que te lo imprima?Si eres tan amable. Pero preferira que me quisieran...Ella le sonri y volvi a su ordenador. Tecle una vez ms y la veloz

    impresora del rincn empez a zumbar mientras iban saliendo las hojas.Aqu tienes. Te traes algo entre manos?Puede respondi Cowart. Uno que dice que no ha hecho nada.La joven ri.Suena interesante, e inslito. Se volvi hacia la pantalla del ordenador

    y Cowart se encamin de regreso a su despacho.

    Los hechos que haban llevado a Robert Earl Ferguson al corredor de lamuerte empezaban a tomar forma a medida que Cowart iba leyendo lasnoticias. La informacin de la hemeroteca era mnima, pero suficiente parahacerse una idea. La vctima del caso era una nia de once aos cuyo cuerpohaba aparecido entre un matorral a orillas de un pantano.

    Le resultaba fcil imaginar el sucio follaje que camuflaba el cuerpo. Era unacinaga nauseabunda, el lugar indicado para hallar la muerte.

    Sigui leyendo. La vctima, hija de un funcionario municipal, fue vista porltima vez cuando volva a casa del colegio. Cowart se imagin un solitario yespacioso edificio, de hormign y planta baja, construido en un terrenopolvoriento. Pintado de un rosa descolorido o un verde institucional, colores

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    que difcilmente lograran iluminar el alborozo de los nios celebrando el finalde la jornada escolar. All era donde una de las maestras la haba visto subirse aun Ford verde con matrcula de otro estado. Por qu? Qu la llevara a subiral coche de un extrao? La idea le produjo escalofros y de repente sinti miedopor su propia hija. Ella no lo hara, pens para tranquilizarse. Al ver que lapequea tardaba en llegar a casa, se haba dado la voz de alarma. Cowart sabaque aquel mismo da la televisin local haba divulgado una fotografa suya enlas noticias de la noche. Deba de ser la fotografa de una nia con el pelorecogido en una coleta, cuya sonrisa revelaba un aparato de ortodoncia; unafoto de familia, hecha con esperanza e ilusin, y utilizada para llenar dedesesperacin la pequea pantalla.

    Ms de veinticuatro horas despus de la desaparicin, los agentes quepeinaban la zona haban descubierto su cadver. La noticia estaba llena deexpresiones como brutal asesinato, ataque salvaje, cuerpo destrozado,mera jerga periodstica; reacio a describir con lujo de detalles el autnticocalvario que haba padecido la nia, el periodista haba recurrido a una serie declichs.

    Debi de ser una muerte terrible pens. La gente quera saber quhaba ocurrido; bueno, no del todo, porque si lo supieran tampoco podrandormir.

    Sigui leyendo. Ferguson haba sido el primer y nico sospechoso. Lapolica lo haba detenido poco despus de levantar el cuerpo de la vctima, porel parecido de su coche. Fue interrogado (en las noticias no se mencionaban laincomunicacin ni las palizas) hasta confesar. La confesin, seguida de unanlisis de las muestras de sangre y la identificacin del vehculo, pareca habersido la nica prueba incriminatoria, pero Cowart se mostraba cauto. Las vistashaban cobrado cierta impetuosidad, como en el buen teatro, y un detalle quepareca insignificante o cuestionable cuando se mencionaba en las noticias sevolva inmenso a ojos del jurado.

    Ferguson haba dicho la verdad respecto al dictamen del juez. La frase unanimal al que habra que sacar de la sala y matar a tiros apareca destacada enlas noticias. Seguramente se jugaba la reeleccin aquel ao, pens.

    Las dems noticias le proporcionaron informacin adicional; sobre todo,que la primera apelacin de Ferguson, basada en la fragilidad de las pruebaspresentadas, haba sido desestimada por el tribunal de apelaciones del primerdistrito. Era de esperar. Todava estaba pendiente de la resolucin del TribunalSupremo de Florida. As pues, Ferguson an no haba agotado la va de lostribunales.

    Se reclin en la silla e intent imaginar lo ocurrido.Vio un condado rural en los bosques de Florida. Aqulla era una parte del

    estado muy distinta de las populares imgenes de Florida: nada que ver con losrostros sonrientes e impecables de la clase media que acuda, en masa aOrlando y Disney World, ni con los colegiales gamberros que iban a pasar las

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    vacaciones de Semana Santa a las playas, ni con los turistas que viajaban en suscaravanas a Cabo Caaveral para presenciar el lanzamiento de naves espaciales.Y esa Florida tampoco tena nada que ver con la imagen cosmopolita y liberalde Miami, que se consideraba a s misma una especie de Casablancanorteamericana.

    En Pachoula pens, incluso en los ochenta, cuando una nia blanca esviolada y asesinada por un negro, aflora una Amrica ms primitiva; unaAmrica que todo el mundo preferira olvidar. Probablemente se haya sido elcaso de Ferguson.

    Cogi el telfono para llamar al abogado que llevaba la apelacin deFerguson.

    Tard ms de lo que quedaba de maana en localizar al letrado. Cuandopor fin se puso en contacto con l, le llam la atencin su mentolado acentosureo.

    Seor Cowart, soy Roy Black. Qu lleva a un periodista de Miami ainteresarse por lo que ocurre ac, en el condado de Escambia? Pronunciac con un dejo sureo.

    Gracias por devolverme la llamada, seor Black. Siento curiosidad poruno de sus clientes. Un tal Robert Earl Ferguson.

    El abogado ri lacnicamente.Bueno, cuando la secretaria me pas su mensaje imagin que querra

    hablar sobre el seor Ferguson. Qu quiere saber?Todo lo que sepa sobre su caso.Bueno, ahora est en manos del Tribunal Supremo de Florida.

    Sostenemos que las pruebas contra el seor Ferguson no eran suficientes paracondenarle. Y tambin solicitamos que el juez competente desestime suconfesin. Debera usted leerla; tal vez sea el documento de este tipo msamaado que haya visto en mi vida. Como si la propia polica lo hubieraredactado en comisara. Y sin esa confesin no hay base legal. Si Robert Earl nodice lo que ellos quieren que diga, no dura ni dos minutos ante el tribunal. Nisiquiera en el peor tribunal, el ms sudista y racista del mundo.

    Y qu pasa con la muestra de sangre?El laboratorio policial del condado de Escambia cuenta con muy pocos

    medios, no como los que hay en Miami. Slo identificaron el grupo sanguneo:cero positivo. Es el grupo al que corresponde el semen hallado en el cadver; elmismo que tiene Robert Earl. Claro que, en este condado, unos dos mil hombrestienen el mismo tipo de sangre. Pero la defensa olvid contrainterrogar sobreello al personal mdico.

    Y el coche?Un Ford verde con matrcula de otro estado. Nadie identific a Robert

    Earl, y nadie asegur con certeza que la nia hubiera subido a su coche. Coo,

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    que no era lo que ustedes llaman una prueba circunstancial, sino casual. Sudefensa fue de lo ms inepta.

    Usted no era su abogado entonces?No, seor. No tuve el honor.Ha impugnado la competencia de la defensa?Todava no. Pero lo haremos. Un estudiante de tercero de derecho podra

    haberlo hecho mejor, incluso un estudiante de ltimo ao de instituto. Y eso mecabrea. No veo el momento de redactar mi alegato, pero tampoco quieroquemar toda mi artillera nada ms empezar.

    A qu se refiere?Seor Cowart, conoce el tipo de apelacin que se interpone en los casos

    de pena mxima? La idea es no dejar de dar pequeos mordiscos a la manzana.As podr alargar aos y aos la vida de ese pobre imbcil; lograr que la genteolvide y dar al tiempo la oportunidad de hacer algo bueno. No debes jugar tumejor baza al principio, porque eso llevar a tu muchacho derechito a la viejasilla, ya me entiende.

    Pero supongamos que se trata de un hombre inocente...Eso le ha dicho Robert Earl?S.Pues a m tambin.Y bien, seor Black, le cree usted?Umm!, puede. Es una cantinela que he odo demasiadas veces de

    alguien que disfruta de la hospitalidad del estado de Florida. Pero entindalo,seor Cowart, no me permito suscribir la culpabilidad o la inocencia de misclientes. Tengo que ocuparme del mero hecho de que han sido condenados enun tribunal y tienen que apelar ante otro tribunal. Si puedo evitar una injusticia,bueno. Cuando me muera y vaya al cielo me recibir un coro de ngeles contrompetas de fondo. Claro que a veces tambin puedo meter la pata, y entonceses posible que me vea en un lugar muy distinto, rodeado de colegas con horcasy rabitos puntiagudos. As es la ley, seor. Pero usted trabaja para un peridico,y los peridicos influyen mucho ms que yo en la opinin pblica sobre el bieny el mal, la verdad y la justicia. Adems, un peridico tiene muchsima msinfluencia sobre el juez competente que podra emplazar una nueva vista, osobre el gobernador y el Consejo de Indultos; ya me entiende. Tal vez ustedpodra hacer algo por Robert Earl.

    Podra.Por qu no lo visita? Es muy inteligente y educado. Black solt una

    risita. Habla mucho mejor que yo. Posiblemente sea lo bastante inteligentepara ejercer la abogaca. Desde luego es ms inteligente que ese abogado que lodefendi, que seguro que echa una cabezadita cada vez que sientan a un clientesuyo en la silla elctrica.

    Hbleme de ese abogado.Un tipo viejo. Debe de llevar cien o doscientos aos defendiendo casos.

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    Pachoula es un lugar pequeo; todo el mundo se conoce. Vienen al juzgado delcondado de Escambia y es como una fiesta, una fiesta para celebrar el caso deasesinato. Yo no les caigo demasiado bien.

    Ya.Claro que Robert Earl tampoco les caa demasiado bien. Ya sabe, un

    negro que va a la universidad y todo eso y vuelve a casa en un cochazo. Puedeque la gente sintiera alivio cuando lo arrestaron. No estn acostumbrados aestas cosas, y tampoco a asesinos violadores.

    Cmo es el lugar? pregunt Cowart.Como se lo imagina usted, un hombre urbano. Es algo as como lo que

    los peridicos y la Cmara de Comercio llaman el Nuevo Sur. All convivenideas innovadoras y rancias. Aunque, a fin de cuentas, eso tampoco es tan malo.De hecho, montones de dlares para el desarrollo van a parar a sus arcas.

    Entiendo.Acrquese y eche usted mismo un vistazo dijo el abogado. Pero

    djeme darle un consejo: no crea que son tontos slo porque hablen como yo yparezcan salidos de un libro de Faulkner o Flannery O'Connor. No lo son.

    Tomo nota.El abogado ri.Apuesto a que no pensaba que hubiera ledo a esos autores.Estoy impresionado.Ms se impresionar con Robert Earl. Y procure recordar una cosa ms:

    es posible que la gente de aqu est ms que satisfecha con lo que le ocurri aRobert Earl; as que no espere hacer demasiados amigos, o fuentes, como a suscolegas les gusta llamarlos.

    Hay otra cosa que me preocupa dijo Cowart. Ferguson dice que sabeel nombre del verdadero asesino.

    Bueno, yo no s nada de eso. Puede que l s lo sepa. Pachoula es unlugar pequeo. Lo nico que s... Su voz fue perdiendo jocosidad hastaadoptar una franqueza que sorprendi a Cowart. Lo nico que s es que esehombre fue condenado en un juicio injusto, y mi intencin es sacarlo delcorredor de la muerte, sea culpable o inocente. Tal vez no sea este ao, ni anteeste tribunal, pero s algn da ante otro tribunal. Me he criado y he pasado lavida entre sudistas y racistas, y no voy a perder este caso. No me importa si llo hizo o no.

    Pero si no lo hizo...Bueno, alguien asesin a la nia. As que alguien tendr que pagar por

    ello.Tengo muchas preguntas dijo Cowart.Ya lo creo. Este es un caso con muchos interrogantes. A veces pasa. Se

    supone que el juicio debera aclararlo todo, pero en realidad lo complica anms. Me parece que eso es lo que le ha ocurrido al pobre Robert Earl.

    De verdad cree que debera pasarme por Pachoula?

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    Claro respondi el abogado. Cowart percibi su sonrisa al otro lado deltelfono. Creo que s. No s lo que se encontrar, adems de un montn deprejuicios e ideas rancias. A lo mejor usted puede ayudar a que un inocentesalga en libertad.

    Entonces, le parece que es inocente?He dicho eso? No, slo me refera a que deberan haberlo declarado

    inocente por falta de pruebas; lo cual es muy distinto, no cree?

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    2UN HOMBRE EN EL CORREDOR DE LA MUERTE

    Cowart detuvo el coche de alquiler en el camino de acceso a la prisin estatal deFlorida y su mirada escudri la inmensidad de los campos para luego fijarseen los imperturbables edificios oscuros que albergaban a la mayora de lospresos de mxima seguridad. En realidad, se trataba de dos crceles separadaspor un riachuelo: el correccional Union quedaba a un lado y la prisin deRaiford al otro. El ganado pastaba en prados lejanos y en los campos de cultivodonde trabajaban partidas de presos se levantaban nubculas de polvo. Habatorres de vigilancia en las esquinas y le pareci distinguir el destello de lasarmas de los guardias. No saba en qu edificio se encontraban el corredor de lamuerte y la sala de la silla elctrica, pero le haban dicho que estaban separadosdel edificio principal. Vio una alambrada doble, de unos tres metros y medio dealtura y rematada con alambre de espino en espiral. El alambre brillaba al sol dela maana. Sali del coche y se qued en pie. Un pinar creca verde y enhiesto alborde del camino, como acusando al lmpido cielo azul. Un soplo de brisa hizosusurrar las ramas y refresc la frente de Cowart.

    No le haba costado convencer a Will Martin y a los dems del equipoeditorial de que le dieran carta blanca para investigar las circunstancias deaquel caso, aunque Martin haba manifestado cierto escepticismo grun al queCowart haba restado importancia.

    Te acuerdas de Pitts y Lee? le haba contestado.Freddie Pitts y Wilbert Lee haban sido condenados a muerte por el

    asesinato del encargado de una gasolinera en el norte de Florida. Los doshaban confesado un crimen que no haban cometido. Uno de los periodistasms famosos del Journal se haba pasado aos escribiendo artculos exigiendosu puesta en libertad. Gan el Pulitzer. Era lo primero que les contaban a losrecin llegados a la redaccin del Journal.

    Aquello era diferente.

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    Porqu?Ocurri en 1963 y bien podra haber sido en 1863. Las cosas han

    cambiado.En serio? Y qu me dices de ese tipo de Texas, aquel al que el

    realizador de documentales sac del corredor de la muerte?Era diferente.Cmo de diferente?Martin se haba echado a rer.Buena pregunta. Vale, ve. Tienes mi bendicin. Y recuerda, cuando

    termines de interpretar una vez ms el papel de periodista, siempre podrsregresar a tu torre de marfil. A continuacin lo acompa hasta la puerta.

    Se inform a la seccin de noticias locales, que prometi prestar ayuda encaso de necesitarla. Sin embargo, haba detectado una pizca de recelo por elhecho de que la historia hubiera ido a parar a sus manos. Reconoca la ventajaque tena sobre la plantilla local: en primer lugar, iban a permitirle trabajar solo,la seccin local habra asignado la historia a un equipo. Al igual que tantosotros peridicos y canales de televisin, el Journal dispona de un equipo deinvestigacin a tiempo completo al que llamaban el equipo del primer planoo el equipo I, que habra abordado la noticia con la sutileza de una fuerzainvasora. Y Cowart cay en la cuenta de que, a diferencia de los periodistas enplantilla fija, l no estara sujeto a ningn plazo, y no tendra encima a ningnredactor jefe adjunto todo el da pendiente de la noticia. Descubrira lo quepudiera, lo organizara como l considerase conveniente y escribira comoquisiera.

    Trat de aferrarse a este ltimo pensamiento, blindarse contra la decepcin,pero, cuando el coche lo acercaba a la prisin, not que se le aceleraba el pulso.Unas seales de aviso en el camino informaban a los transentes de que nadams entrar en la zona consentan en ser registrados, y de que hallarse enposesin de armas de fuego o narcticos les supondra pasar una temporadaentre rejas. Traspuso una verja en la que un guardia de uniforme gris cotej suidentificacin con una lista y, con poca amabilidad, le indic que siguieraadelante; luego aparc en la zona visitantes y entr en el edificio deadministracin.

    Hubo cierta confusin cuando top con una secretaria que, al parecer, habaperdido su solicitud de entrada. Cowart esper pacientemente junto almostrador mientras ella revolva documentos, disculpndose nerviosamente,hasta encontrarla. Entonces le pidi que esperara en una sala contigua. Unagente lo escoltara hasta el lugar en que iba a encontrarse con Robert EarlFerguson.

    Pasados unos minutos, un hombre mayor con porte de marine entr en lasala. Tendi a Cowart una mano enorme y nudosa.

    Sargento Rogers. Soy el agente de da del corredor.Mucho gusto.

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    Seor Cowart, hay algunas formalidades, si no le importa.Como cules?Debo cachearle y registrar su grabadora y su maletn. Y tengo un

    formulario que usted debe firmar en previsin de que lo tomen como rehn...Qu es eso?Es slo un formulario en el que reconoce entrar en la prisin estatal de

    Florida por iniciativa propia, y promete, en caso de ser tomado como rehndurante su visita, no demandar al estado y no esperar que se tomen medidasextraordinarias para ponerle en libertad.

    Medidas extraordinarias?El sargento sonri y se mes el pelo cortado a cepillo.Quiere decir que no espere que pongamos nuestro culo en peligro para

    salvar el suyo.Cowart sonri e hizo una mueca.Suena a mal negocio.As es. La prisin es un mal negocio para todo el mundo, menos para los

    que podemos volver a casa por la noche.Cowart firm el formulario con una rbrica falsa.Bueno dijo, sonriendo todava, no puedo decir que me merezcis

    demasiada confianza as de entrada.Bah, no tiene de qu preocuparse, no si visita a Robert Earl. Es todo un

    caballero y est cuerdo. Mientras hablaba, registr metdicamente el maletnde Cowart. Tambin desmont la grabadora para inspeccionarle las tripas yabri el compartimiento de las pilas para asegurarse de que era precisamenteeso lo que haba en su interior. No es como si viniera a visitar a Willie Arthuro Specs Wilson, esos dos ciclistas de Fort Lauderdale que se divirtieron ms dela cuenta con una chica a la que recogieron haciendo autoestop; o Jos Salazar,ya sabe, el que mat a dos agentes secretos en una operacin de narcotrfico.Sabe qu les hizo antes de asesinarlos? Debera averiguarlo. Le hara ver locrueles que pueden ser estos tipos cuando se lo proponen. stos o cualquiera delos encantadores tipos que tenemos aqu. Los peores vienen casi todos del surdel estado, de donde usted. Qu les hacen all para que acaben matndose contanta desesperacin?

    Oh, si yo pudiera contestar a esa pregunta...Ambos sonrieron. Rogers dej en el suelo el maletn de Cowart y le indic

    que pusiera las manos en alto.Le aseguro que tener sentido del humor ayuda en estos lares dijo el

    sargento mientras sus manos revoloteaban por el cuerpo de Cowart,cachendolo con rapidez. Vale. Ahora las instrucciones. Van a estar solosusted y l. Yo solamente estar all por razones de seguridad, justo al lado de lapuerta. Si necesita ayuda, grite, aunque no va a necesitarla, porque no se tratade ningn chalado. Mierda, tendremos que usar la suite para ejecutivos...

    La que?

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    La suite para ejecutivos. As llamamos a la sala de entrevistas para losque muestran buen comportamiento. Bueno, slo hay sillas y una mesa, as queno es nada del otro mundo. Tenemos otras instalaciones ms seguras. Adems,Robert Earl no tendr restricciones de ningn tipo; ni siquiera le pondrngrilletes. Quiero decir, le puede ofrecer un cigarrillo...

    No pienso hacerlo.Bien. Chico listo. Si l le ofreciera documentos, podra aceptarlos. Pero si

    usted quisiera darle algo, yo tendra que examinarlo primero.Darle algo como qu?Bueno, tal vez una lima, una sierra y un mapa de carreteras.Cowart pareci sorprendido.Eh, slo bromeo dijo el sargento. Claro que aqu dentro sta es la

    clase de broma que nunca solemos hacer. Las evasiones no tienen nada dedivertido, sabe? Pero hay muchas maneras de huir de una prisin, incluso delcorredor de la muerte. Muchos internos piensan que hablar con periodistas esuna de ellas.

    Ayudarles a huir?Bueno, ayudarles a salir. Todo el mundo quiere que la prensa se interese

    por su caso. Los presos nunca creen recibir un trato justo y les parece quearmando un buen escndalo conseguirn que se celebre un nuevo juicio. Poreso los tipos como yo odiamos tanto a los periodistas. Odio ver esos pequeosblocs de notas, a esos cmaras y sus focos. Slo consiguen mosquear a todo elmundo y ponerlos nerviosos por nada. La gente se piensa que la falta delibertad es lo que causa problemas en una crcel. Se equivoca. Lo peor es, conmucho, darles esperanzas que luego se echan por tierra. Para tipos como ustedes slo una noticia ms, pero, para los que estn aqu dentro, son sus vidas loque est en juego. Ellos se inventan una historia, la historia adecuada, y luegoacaban saliendo de aqu. Usted y yo sabemos que no es necesariamente cierta.Eso provoca decepcin. Mucha decepcin, adems de rabia y frustracin. Y esocausa ms problemas de los que se imagina. Lo que queremos es rutina, nofalsas esperanzas, ni sueos. Slo que un da sea exactamente como el anterior.No suena muy emocionante, pero seguro que no le gustara pasarse por unaprisin cuando las cosas se ponen emocionantes.

    Bueno, lo siento, pero slo he venido a comprobar algunos datos.La experiencia me dice, seor Cowart, que no existen ms que dos datos:

    uno es que nacemos y el otro, que morimos. Pero tranquilo; yo no soy tan durocomo algunos. Me gusta que haya un pequeo cambio de ritmo, dentro de lorazonable. No le entregue nada; slo empeorara las cosas.

    Peor que el corredor de la muerte?Tiene que entender que incluso en el corredor de la muerte hay diversas

    maneras de cumplir condena. Podemos hacer que sea muy duro, o no tan duro.Ahora mismo, Robert Earl est bastante bien. Bueno, an le registran la celdauna vez por semana y lo someten a un registro integral despus de una visita

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    como la suya, pero tambin tiene el privilegio de salir al patio, leer libros ydems. Aunque no se lo crea, incluso en la crcel hay muchos detalles quepodemos suprimir para hacerle la vida insoportable a un interno.

    No traigo nada para l. Pero puede que l tenga algunos documentos oalgo...

    Bueno, vale. No nos preocupa tanto que salgan cosas clandestinamentede prisin...

    El sargento volvi a rer. Tena una risa estentrea acorde con su franqueza.Sin duda, Rogers era la clase de hombre que poda ayudarte mucho o amargartela vida, dependiendo de su predisposicin.

    Tambin se supone que debe decirme cunto tiempo durar la visita.No lo s.Bueno, qu ms da, tengo toda la maana, as que tmese su tiempo.

    Despus le ensear el lugar. Ha visto alguna vez La Vieja Chispas?No.Es muy instructiva.El sargento se puso en pie. Era un hombre fuerte y ancho de hombros, con

    un aire que daba a entender que haba presenciado muchas desgracias en suvida y que siempre haba conseguido solventarlas con xito.

    Es como si pusiera las cosas en perspectiva, ya sabe a qu me refiero.Cowart lo sigui al otro lado de la entrada, sintindose eclipsado por sus

    anchas espaldas.Fue conducido por una serie de puertas trabadas y un detector de metales

    manipulado por un agente que sonri al sargento. Llegaron a una terminal en laque confluan varias alas del gigantesco edificio en forma de rueda. En aquelmomento, Cowart fue consciente del ruido de la prisin, una continua cacofonade voces alzadas y sonidos metlicos y estrpito de puertas que se abren paraser cerradas de un portazo y atrancadas de nuevo. En algn lugar, una radioemita msica country. Una televisin sintoniz un culebrn; oy las voces, yacto seguido la consabida msica de los anuncios. Tuvo una sensacin demovimiento alrededor, como si estuviera en medio de la fuerte corriente de unro, aunque salvo el sargento y un par de agentes en una pequea cabina en elcentro de la sala, no haba casi nadie ms. En el interior de la cabina haba unpanel electrnico que indicaba las puertas que estaban abiertas y las queestaban cerradas. Las cmaras instaladas en las esquinas del techo y losmonitores de televisin tambin mostraban parpadeantes imgenes grises decada hilera de celdas. Cowart repar en el suelo, un impecable linleo amarilloabrillantado por la marea de gente y los presos encargados de la limpieza. Vioque un hombre con mono azul limpiaba aplicadamente una esquina con unacochambrosa fregona gris, repasando una y otra vez una mancha que ya habadesaparecido.

    sas son las alas Q, R y S inform el sargento. El corredor de lamuerte. En realidad, corredores. Joder, pero si hasta en el corredor de la muerte

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    tenemos problemas de hacinamiento. Eso dice mucho, no? La silla est ahabajo. sa se parece a las otras zonas, pero no es igual. No, seor.

    Cowart clav la mirada en los pasillos altos y estrechos. Las hileras deceldas, a la izquierda, se alzaban en tres pisos con escaleras a ambos lados. En lapared enfrente de las celdas haba un cochambroso ventanal que permanecaabierto para que corriese el aire. Entre la pasarela que haba fuera del grupo deceldas y el ventanal quedaba un espacio vaco. Cay en la cuenta de que lospresos podan estar encerrados en cada una de aquellas diminutas celdas ymirar al cielo por entre las rejas, desde una distancia de unos nueve metros quebien podra ser de millones de kilmetros. Sinti un escalofro.

    Ah est Robert Earl indic el sargento.Cowart se volvi y vio que el sargento sealaba una pequea jaula de

    barrotes en una alejada esquina de la terminal. Dentro, cuatro hombressentados en un banco de hierro le miraban fijamente. Tres de ellos llevabanmonos azules, como el que haba visto pasando la fregona. El cuarto iba vestidode naranja butano, parcialmente oculto por los otros hombres.

    Nadie quiere vestir de butano dijo el sargento en voz baja. Porqueeso significa que el reloj de la vida ha empezado la cuenta atrs.

    Cowart se encamin hacia la jaula, pero el sargento lo retuvo por elhombro. Not la fuerza en sus dedos.

    Se equivoca de camino. La sala de entrevistas est ah. Cuando alguienviene de visita, registramos al preso y hacemos una lista de todo lo que lleva:documentos, libros de derecho, lo que sea. Luego lo aislamos, all mismo, antesde traerlo con usted. Al final, cuando queda todo dicho y hecho, invertimos elproceso. Se hace jodidamente eterno, pero es por seguridad, ya me entiende. Lohacemos por nuestra propia seguridad.

    Cowart asinti y fue conducido a la sala de entrevistas. Era una habitacinblanca, con una mesa de acero en medio y un par de viejas sillas marronesllenas de marcas. En una pared haba un espejo. En el centro de la mesa, uncenicero. Nada ms.

    Seal el espejo.Es de dos caras? pregunt.En efecto contest el sargento. Algn problema?No. Oiga, est seguro de que sta es la suite para ejecutivos? Se volvi

    hacia el sargento y sonri. Nosotros los tipos de ciudad estamosacostumbrados a ms comodidades.

    Rogers solt una carcajada.Justo lo que pensaba. Perdone, pero esto es lo que hay.Ya est bien dijo Cowart. Gracias.Tom asiento y esper a Ferguson.A primera vista, el preso era un joven de unos veinticinco aos, metro

    ochenta y complexin menuda; no obstante, posea una engaosa fuerzanervuda que le transmiti con su apretn de manos. Robert Earl Ferguson se

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    haba remangado y luca unos brazos fibrosos. Era delgado, de caderasestrechas y hombros de corredor de fondo, y con la gracia natural de un atletaen los andares. Llevaba el pelo corto. Su mirada era despierta, vivaz ypenetrante; por un momento, Matthew Cowart tuvo la sensacin de que elpreso lo estaba tanteando, juzgando, interpretando y grabando.

    Gracias por venir dijo el preso.No hay de qu.Lo habr respondi Ferguson. Traa una pila de documentos legales

    que dispuso sobre la mesa. Cowart vio que le echaba una mirada al sargentoRogers, el cual asinti, se volvi y sali por la puerta, cerrndola de un golpe.

    Cowart se sent, sac lpiz y papel, y coloc una grabadora en el centro dela mesa.

    Le importa? pregunt.En absoluto.Por qu me escribi? quiso saber Cowart. Y cmo saba mi

    nombre?El preso sonri y se retrep en la silla. Pareca curiosamente relajado para lo

    que debera ser un momento crtico.El ao pasado usted recibi un premio del Colegio de Abogados de

    Florida por sus editoriales contra la pena de muerte. Su nombre apareci en elperidico de Tallahassee; me lo pas otro tipo del corredor. No me intimidabaque usted trabajara para el peridico ms importante e influyente del estado.

    Por qu esper tanto para ponerse en contacto conmigo?Bueno, la verdad, confiaba que el tribunal de apelacin revocara mi

    condena. Cuando vi que no era as, contrat a un nuevo abogado, aunquecontratar no es exactamente la palabra; me procur un nuevo abogado yempec a mostrarme ms agresivo respecto a mi situacin. Ya ve, seor Cowart,ni siquiera cuando me sentenciaron a muerte pensaba que iba conmigo. Todome pareca un mal sueo o algo as; como si fuera a despertar de un momento aotro para volver a la universidad. O como si alguien fuese a decirme: Eh, t!,recoge tus cosas. Hemos cometido un error. Por eso no pensaba con claridad.No saba que hubiera que luchar tan duro para salvar la vida. No se puedeconfiar en el sistema.

    He aqu la primera cita de mi artculo, pens Cowart.El preso se inclin hacia delante, puso las manos sobre la mesa y luego, con

    la misma rapidez, se reclin en la silla; as poda gesticular con brevedad yprecisin, usando el movimiento para subrayar sus palabras. Tena una vozsuave y profunda, una voz que pareca transportar fcilmente el peso de laspalabras. Al hablar encorvaba los hombros, como empujado por la fuerza desus convicciones. El efecto era instantneo: reduca la salita al espacio entreambos llenndolo de una especie de energa recalentada.

    Ya ve, pensaba que bastara con ser inocente. Pensaba que asfuncionaban las cosas. Pensaba que no haba que hacer nada. Y entonces,

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    cuando llegu aqu, empec a aprender, pero a aprender de verdad.A qu se refiere?Bueno, los hombres del corredor de la muerte tenemos un sistema

    informal de pasarnos datos sobre abogados, apelaciones, o clemencia, comoustedes lo llaman. Mire, all seal los principales edificios de la prisin, losreclusos piensan en lo que van a hacer cuando salgan en libertad. O tal vezpiensan en huir, o en cmo aguantar la condena, en cmo sobrevivir aqudentro. Se permiten el lujo de soar con un futuro, aunque sea un futuro entrerejas. Siempre pueden soar con la libertad. Y tienen el mayor don, el de laincertidumbre; no saben lo que la vida les deparar.

    Nosotros, no. Sabemos cmo vamos a acabar. Sabemos que llegar un daen el que el estado nos meter dos mil quinientos voltios de electricidad en elcerebro. Sabemos que nos quedan cinco, tal vez diez aos. Es como llevar todoel tiempo un tremendo peso que luchas por arrastrar. A cada minuto que pasapiensas: he malgastado este tiempo? Cada noche piensas: otro da que se va.Cada da que amanece sabes que has perdido una noche ms. Ese peso quearrastras es la acumulacin de todos esos momentos que acaban de pasar, todasesas esperanzas que se desvanecen. As que ya ve, no tenemos las mismasinquietudes.

    Ambos guardaron silencio un instante. Cowart oa su propia respiracin,como si acabara de subir corriendo un tramo de escaleras.

    Parece un filsofo.Todos los hombres del corredor de la muerte lo somos. Incluso los locos

    que no dejan de dar gritos y alaridos, o los tarados que apenas tienen idea de loque les est sucediendo. Son conscientes del peso. Los que tenemos un poco deformacin hablamos mejor, pero en el fondo somos todos iguales.

    Ha cambiado usted aqu?Y quin no?Cowart asinti.Cuando mi apelacin inicial fue desestimada, algunos hombres que

    llevaban en el corredor cinco, ocho, tal vez diez aos, empezaron a hablarme deplanear un futuro por mi cuenta. Soy joven, seor Cowart, y no quera pasarmeel resto de mi vida aqu encerrado. As que consegu un abogado mejor y leescrib a usted. Necesito su ayuda.

    Ahora nos ocuparemos de eso.Cowart no estaba seguro de qu papel desempear en la entrevista. Quera

    mantener cierta distancia profesional, pero desconoca hasta qu punto. Habatratado de imaginar cmo actuara delante del preso, pero no lo haba logrado.Se sinti un poco idiota sentado frente a un hombre condenado por asesinato enuna prisin repleta de hombres que haban cometido los actos msabominables, intentando hacerse el duro.

    Bien, por qu no me habla un poco de usted? Por ejemplo, explquemecmo es que no habla como la gente de Pachoula.

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    Ferguson solt una risotada.Si quiere, puedo hacerlo. Mejor dicho zi qui le pueo habla com'el neglo

    mah paleto del pueblo... Ferguson balance la silla como una mecedora. Ellento acento de sus palabras pareci endulzar el aire enrarecido de la salita. Depronto se inclin bruscamente hacia delante y cambi de acento: Eh,chupatintas, tambin te puedo soltar un rollo de chulo callejero, porqueconozco esa puta mierda, vale, to? Y rpidamente volvi a asumir el papeldel nervudo hombre serio que estaba sentado con los codos apoyados en lamesa, con voz normal y serena. Y tambin puedo hablar como alguien que haido a la universidad y que se estaba forjando un futuro en la facultad deempresariales. Porque eso es tambin lo que era.

    Cowart qued desconcertado ante aquellos repentinos cambios. Parecanms que simples variaciones de tono y acento. Los cambios de entonacin ibanacompaados de alteraciones en el gesto y la expresin, de manera que RobertEarl Ferguson se transformaba en la imagen que proyectaba con su voz.

    Impresionante reconoci Cowart. Tiene buen odo.Ferguson asinti con la cabeza.Mire, los tres acentos reflejan mis tres orgenes. Nac en Newark, Nueva

    Jersey. Mi madre era una criada. Cada da a las seis de la maana sola hacer unlargo recorrido de ida en autobs hasta los barrios residenciales y de vuelta porla noche, da s, da no, para limpiar las casas de los blancos. Mi padre estaba enel ejrcito, y desapareci cuando yo tena tres o cuatro aos. De todas formas,no estaban casados. Luego, con siete aos, mi madre muri. Nos dijeron quehaba sido un ataque de corazn, pero nunca lo supe a ciencia cierta. Slo s queun da le costaba respirar y fue caminando al hospital, y sa fue la ltima vezque la vimos. Yo tuve que irme a Pachoula, a vivir con mi abuela. No tiene ideade lo que aquello representaba para un nio. Salir de aquel gueto e ir a parar aun lugar con rboles y ros y aire puro. Crea estar en el paraso, aunque notuviramos agua corriente ni electricidad. Aqullos fueron los mejores aos demi vida. Sola ir caminando a la escuela; de noche lea a la luz de las velas;comamos los peces que yo pescaba en los arroyos. Era como vivir en el siglopasado. Pensaba que nunca me marchara de all, hasta que mi abuela enferm.Tema no poder cuidar de m, as que se decidi que regresara a Newark, dondevivira con mi ta y su nuevo marido. Ah acab el instituto para entrar en launiversidad. Pero me encantaba visitar a mi abuela. En vacaciones sola viajaren el autobs nocturno de Newark a Atlanta, donde haca transbordo al que sediriga a Mobile, para luego tomar el que iba a Pachoula. Poda prescindir de laciudad. De hecho, supongo que me consideraba un tipo de pueblo. Newark nome entusiasmaba. Sacudi la cabeza y esboz una sonrisa. Esos malditosviajes en autobs murmur. Ah empezaron todos mis problemas.

    A qu se refiere?Para cuando llegaba a mi destino, haban pasado casi treinta

    interminables y extenuantes horas. Aquello no me gustaba nada, por eso me

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    compr el coche; un Ford Granada verde oscuro de segunda mano. Se locompr a otro estudiante por mil doscientos pavos. Slo tena unos cien milkilmetros de rodaje. Joder, me encantaba conducir aquel coche, pero... Lavoz de Ferguson sonaba suave y ausente.

    Pero...De no haber sido por aquel coche, jams me habran detenido por ese

    crimen.Hbleme de eso.Tampoco hay mucho que contar. La tarde del asesinato yo estaba en casa

    con mi abuela. Ella lo habra confirmado si alguien hubiera tenido el detalle depreguntrselo...

    Alguien ms le vio? Alguien que no fuera de la familia?No recuerdo a nadie. Slo estbamos ella y yo. Si va usted a verla, sabr

    por qu. Vive en una vieja barraca a casi un kilmetro del resto de las casuchas;en una calle humilde y polvorienta.

    Contine.Bueno, al poco rato de hallar el cuerpo de la nia, aparecieron dos

    detectives. Yo estaba en la entrada, lavando el coche. Me encantaba ver reluciraquella mquina! All estaba yo, a medioda, hasta que llegaron ellos y mepreguntaron qu haba hecho un par de das antes. Empezaron a mirarnos alcoche y a m, sin escuchar realmente mis palabras.

    Qu detectives?Brown y Wilcox. Conoca a esos hijos de perra y saba que me odiaban.

    Debera haber imaginado que no eran de fiar.Por qu le odiaban?Pachoula es un lugar pequeo. A algunos les gusta que todo siga igual,

    como suelen decir. Me refiero a que saban que yo tena un futuro; saban queiba a ser alguien, y eso no les gustaba. Supongo que no les gustaba mi actitud.

    Contine.Me dijeron que necesitaban tomarme declaracin en comisara; as que

    fui con ellos sin rechistar. Joder! Si hubiera sabido entonces lo que s ahora...Pero ya ve, seor Cowart, no crea que tuviera nada que temer. Me dijeron queera por el caso de una persona desaparecida. No por asesinato.

    Y?Como le expliqu en mi carta, aqulla fue la ltima vez que vi la luz del

    da en treinta y seis horas. Me metieron en un cuartucho como ste y mepreguntaron si quera un abogado. Todava no saba lo que estaba ocurriendo,as que contest que no. Me entregaron un impreso con mis derechosconstitucionales y me dijeron que lo firmara. Joder, qu tonto fui! Deberahaber sabido que, cuando sientan a un negro en una de esas salas deinterrogatorio, la nica manera que tendr de volver a salir es dicindoles loque quieren or, lo haya hecho o no.

    La voz de Ferguson haba perdido toda jocosidad, reemplazada por un

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    tono de ira debido a la tensin contenida. Cowart se sinti arrastrado por lahistoria que estaba escuchando, como atrapado en una marejada de palabras.

    Brown era el poli bueno; Wilcox, el malo. La rutina ms vieja del mundo.Torci el gesto.

    Y?Entonces empiezan a preguntarme esto, a preguntarme lo otro, a

    preguntarme sobre la nia desaparecida. Les repito que no s nada, pero ellosinsisten. As todo el da, hasta entrada la noche. Las mismas preguntas una yotra vez, e igual que cuando les dije No, mis contestaciones no valen unamierda. No puedo ir al lavabo. No me dan de comer ni de beber. Slo me hacenpreguntas sin parar. Por fin, despus de muchas horas, pierden la paciencia.Empiezan a gritarme con rabia y Wilcox me da una bofetada en la cara. Zas!Luego, con su cara a unos centmetros de la ma, me dice: Me prestarsatencin ahora, chaval?

    Ferguson mir a Cowart como para valorar la impresin que estabancausando sus palabras, y prosigui con voz pausada y llena de amargura.

    S, en efecto, no dejaba de gritarme. Recuerdo haber pensado que le iba adar un infarto o un derrame cerebral o algo as, tan colorada tena la cara.Pareca un poseso. Entonces va y me grita: Quiero saber qu hiciste con esania! Dime lo que le hiciste! No deja de vociferar y Brown abandona la sala,as que me quedo a solas con ese energmeno. Insisti durante horas: Dime,te la follaste primero y luego la mataste, o fue al revs? Yo negaba y volva anegar, deca cosas como a qu se refiere?, de qu me habla? l me mostrabalas fotos de la nia y me preguntaba una y otra vez: Estuvo bien? Te gustabaque se resistiera? Te excitaban sus gritos? Sentiste placer la primera vez que larajaste? Y cuando la rajaste por ensima vez, tambin te gust? As una y otravez, y otra ms, hora tras hora. Respir hondo. Cuando necesitaba undescanso, me dejaba en aquel cuartucho, esposado a la silla. Quiz sala arespirar el aire fresco, echaba una cabezadita o iba a comer algo. A veces pasabacinco minutos fuera y otras media hora o ms. En una ocasin me dej allsentado un par de horas; y yo permanec all sentado, sabe?, demasiadoatontado y asustado para reaccionar.

    Supongo que al final se sinti frustrado por mis negativas, porque empeza usar la fuerza. Al principio me pegaba bofetones en la cara y los hombros conms frecuencia de lo habitual, hasta que me puso en pie para darme unpuetazo en el estmago. Yo estaba temblando. Ni siquiera me haban metidoen el trullo y ya me haba orinado en los pantalones. Cuando cogi la gua detelfonos y la enroll no entend qu pretenda. To, era como si me aporrearancon un bate de bisbol; ca redondo.

    Cowart asinti con la cabeza; haba odo hablar de aquella tcnica.Hawkins se lo haba explicado una noche. Una gua de telfonos tiene la

    potencia de una correa de cuero, slo que el papel no rasga la piel ni dejahematomas.

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    Como yo no abandono mi negativa, acaba desistiendo. Brown entra, trashoras de ausencia. Yo tiemblo, doy gemidos, y pienso que voy a morir allmismo. Brown me levanta del suelo. Como la noche y el da. To, me pidedisculpas por lo que ha hecho Wilcox. Que sabe cmo duele. Me ayuda, me traealgo de comer y una Coca-Cola, me consigue ropa limpia y me deja ir al lavabo.Todo lo que tengo que hacer es confiar en l, confiar en l y confesar lo que lehice a aquella nia. Yo no le digo nada, pero l insiste. Me dice: Bobby Earl,creo que ests malherido; vas a mear sangre. Me parece que necesitas unmdico urgentemente, as que dime qu le hiciste y te llevaremosinmediatamente a enfermera. Yo le digo que no hice nada, y l pierde lapaciencia. Me grita: Sabemos que lo hiciste t, slo tienes que decrnoslo!Entonces saca el arma, no la de reglamento sino una del calibre 38 que lleva enuna pistolera de tobillo. En ese momento entra Wilcox y me esposa las manos ala espalda, luego me empuja la cabeza justo delante del can del arma. Browndice: Confiesa ahora! Yo repito que no he hecho nada, y entonces aprieta elgatillo. La hostia! Todava veo ese dedo jalando el gatillo muy despacio. Pensque se me paraba el corazn. Un ruido seco suena en la cmara vaca. Me pongoa lloriquear como un nio. Luego l me dice: Bobby Earl, has tenido muchasuerte esta vez. Crees que hoy es tu da de suerte? Cuntas cmaras vacas mequedan? Vuelve a apretar el gatillo y vuelvo a or un chasquido. l exclama:Joder! Me parece que ha fallado. Luego abre aquella pistolita, saca el tambory extrae una bala. La mira detenidamente y dice: Eh!, qu te parece esto?Vaya birria. Tal vez funcione esta vez. Veo cmo vuelve a Cargarla. Me apuntay aade: Es tu ltima oportunidad, negro. Le creo y confieso: Fui yo, fui yo;lo que queris, lo hice yo. Y sa fue mi confesin.

    Cowart respir hondo y trat de asimilar aquello. De repente sinti que lefaltaba aire, como si las paredes se hubieran caldeado, como si l se estuvieraasando en el repentino bochorno.

    Y despus? pregunt.Ya lo ve, estoy aqu contest Ferguson.Le ha contado esto a su abogado?Por supuesto. l seal lo obvio: era la palabra de dos agentes de polica

    contra la ma. Y en medio haba una preciosa nia blanca asesinada. A quin leparece que iban a creer?

    Cowart asinti.Y por qu iba a creerle yo ahora?No lo s. Por un instante, fulmin a Cowart con la mirada. A lo

    mejor, porque le estoy diciendo la verdad.Se sometera al detector de mentiras?Ya lo hice con mi abogado. Aqu tengo los resultados. Esa puta mquina

    dijo que eran no concluyentes. Creo que estaba demasiado nervioso cuandome pusieron todos esos cables. No me hizo ningn bien, pero si quiere volver aintentarlo. No s si servir de algo, no puedo presentarlo como prueba.

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    Cierto. De todos modos necesito algo que c