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Jóvenes emigrantes en Europa: Españoles a la deriva Carlos Pereda y Miguel Ángel de Prada (Colectivo IOE) El presente trabajo se basa en una amplia investigación promovida por la Fundación Europea de la Ciencia (1) a partir de 1978, y en la que han colaborado equipos de 15 países europeos. Nuestro equipo (2) ha desarrollado la mayor parte de su trabajo entre 1981 y 1984 en dos países, Suiza y Holanda, si bien el marco general en que se inscribía el Proyecto nos facilitó desde el principio una visión de conjunto de la problemática de los inmigrantes en Europa occidental (3). Las coorde- (1) La Fundación Europea de la Ciencia, con sede en Estrasburgo, es una asocia- ción internacional no gubernamental que agrupa 46 Academias y Centros de Investiga- ción de 18 países europeos. Fue creada en 1974, con el objetivo de hacer progresar la cooperación internacional en el campo de la investigación fundamental, promover la movilidad de los investigadores y favorecer la armonización de actividades de interés europeo. (2) Forman el equipo, además de los autores de este artículo, Luis Seoane, Juan Luis Recio, Santiago Mancho y Ambrosius Verdonk. Ver los artículos de SEOANE, L.: «En torno a la identidad cultural de la segunda generación de emigrantes españoles en Holanda y Suiza», R.E.I.S. 26 (1984), 113-127, y PEREDA, C : «Jóvenes emigrantes: el problema de su identidad cultural», «Revista de Juventud», Ministerio de Cultu- ra, 6 (1982), 155-170. (3) ORIOL, M.: Bilan des études sur les aspeas culturéis et humains des migrations internationales en Europe Occidentale (1918-1979), Fundación Europea de la Ciencia,

Jóvenes emigrantes en Europa: Españoles a la deriva · 1981; BRAVERMAN, H.: Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el siglo XX, México, Nuestro Tiempo, 1975

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Page 1: Jóvenes emigrantes en Europa: Españoles a la deriva · 1981; BRAVERMAN, H.: Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el siglo XX, México, Nuestro Tiempo, 1975

Jóvenes emigrantes en Europa: Españoles a la deriva

Carlos Pereda y Miguel Ángel de Prada (Colectivo IOE)

El presente trabajo se basa en una amplia investigación promovida por la Fundación Europea de la Ciencia (1) a partir de 1978, y en la que han colaborado equipos de 15 países europeos. Nuestro equipo (2) ha desarrollado la mayor parte de su trabajo entre 1981 y 1984 en dos países, Suiza y Holanda, si bien el marco general en que se inscribía el Proyecto nos facilitó desde el principio una visión de conjunto de la problemática de los inmigrantes en Europa occidental (3). Las coorde-

(1) La Fundación Europea de la Ciencia, con sede en Estrasburgo, es una asocia­ción internacional no gubernamental que agrupa 46 Academias y Centros de Investiga­ción de 18 países europeos. Fue creada en 1974, con el objetivo de hacer progresar la cooperación internacional en el campo de la investigación fundamental, promover la movilidad de los investigadores y favorecer la armonización de actividades de interés europeo.

(2) Forman el equipo, además de los autores de este artículo, Luis Seoane, Juan Luis Recio, Santiago Mancho y Ambrosius Verdonk. Ver los artículos de SEOANE, L.: «En torno a la identidad cultural de la segunda generación de emigrantes españoles en Holanda y Suiza», R.E.I .S. 26 (1984), 113-127, y PEREDA, C : «Jóvenes emigrantes: el problema de su identidad cultural», «Revista de Juventud», Ministerio de Cultu­ra, 6 (1982) , 155-170.

(3) ORIOL, M.: Bilan des études sur les aspeas culturéis et humains des migrations

internationales en Europe Occidentale (1918-1979), Fundación Europea de la Ciencia,

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nadas estructurales de los llamados «emigrantes económicos» son muy semejantes en todos los países y para todas las colonias (incluso dentro de España se reproduce la misma problemática con los marroquíes, filipinos, portugueses, etc.).

Nuestro interés se centró en el sector juvenil de la emigración, normalmente los hijos de los primeros emigrantes que abandonaron España en la década de los 60. Queríamos descubrir la problemática de los jóvenes tal como era percibida por ellos y, sobre esa base, compren­der el contexto institucional (económico, político, ideológico) en que se inscribía esa problemática. Para ello, utilizamos un amplio abanico de técnicas exploratorias (grupos de discusión, entrevistas abiertas y con informantes cualificados, historias de vida, encuesta a las Asocia­ciones, etc.), además de estudiar sistemáticamente el contexto institu­cional de la emigración.

1. LOS FLUJOS M I G R A T O R I O S E N E U R O P A CENTRAL

Los flujos migratorios en el centro de Europa han cambiado radi­calmente de signo antes y después de la Segunda Guerra Mundial. Entre 1920 y 1940 abandonaron Europa más de ocho millones de personas (la mayoría hacia USA, América Latina y Australia); sin embargo, entre 1950 y 1975 el centro de Europa se convirtió en tierra de inmigración, llegando a albergar hasta 15 millones de extranjeros «legales» (4). Esto ocurre en dos etapas, claramente marcadas por factores económicos:

Strasbourg, 1981. La revista «Current Sociology* ha dedicado recientemente dos monografías a las migraciones de las últimas décadas: «Migration in Europe: Trends in Research and Sociological Approaches: perspectives from the Countries of Origin and Destination (1960-1983)». «Current Sociology», 32-33 (1984).

(4) Los extranjeros en situación ilegal, que en España rondan los 4 0 0 . 0 0 0 —según nuestras propias estimaciones—, pueden rebasar fácilmente en el centro de Europa los dos millones, La política restrictiva de inmigración lleva consigo automáti­camente la presencia de extranjeros «ilegales», carne de cañón para las economías sumergidas.

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A ñ o s 50 y 60: Expansión

Se opera en el centro de Europa la llamada «segunda revolución industrial», que profundiza la división de la fuerza de trabajo en dos tipos de trabajadores: el sector de cuadros y técnicos altamente especia­lizados que diseñan y dirigen la producción, y la mano de obra poco cualificada que ejecuta el trabajo de forma trivial y parcelada. Para este segundo sector, sobre el que recae la mayor tasa de explotación, se recurre fundamentalmente a tres sectores: campesinos, mujeres y extranje­ros de países menos desarrollados (5).

A ñ o s 70 y 80: Recesión

La llamada «crisis económica» supone, a partir de 1973, una nueva división internacional del trabajo, con paro estructural en los países industrializados y una tendencia creciente del capital multina­cional a invertir en el Tercer Mundo (sobre todo en las «zonas fran­cas») (6). En este nuevo contexto, los emigrantes serán uno de los sectores más afectados, tanto si permanecen en el país donde están como si retornan a España. Desde el momento de la crisis, el flujo migratorio hacia Europa se ha detenido, dando paso a un flujo de retorno fuerte en los primeros años y ralentizado después (7).

2. PESO D E M O G R Á F I C O DE LA LLAMADA «SEGUNDA G E N E R A C I Ó N »

A partir de la crisis económica de 1973 aparece con fuerza en el centro de Europa un nuevo grupo inmigrante: los jóvenes y adolescentes de

(5) Ver CYPRES, C , y NAGELS, J.: Contraproyecto para Europa, Blume, Madrid, 1981; BRAVERMAN, H. : Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el

siglo XX, México, Nuestro Tiempo, 1975. (6) FROBEL, F.; HEINRICHS, J . , y KREYE, O.: La nueva división del trabajo. Paro

estructural de los países industrializados e industrialización de los países en desarrollo. Si­g lo X X I , Madrid, 1980, y MANDEL, E.: La Crisis (1974-1980), Era, México, 1980.

(7) CAZORLA, J . , y otros: Emigración y Retorno. Una perspectiva europea, I .E.E. , Madrid, 1981.

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la llamada segunda generación. Actualmente, en torno a tres millones (20 % del colectivo inmigrante) tienen entre 15 y 24 años pero su potencial crecimiento vegetativo es todavía muy grande si observamos que entre 0-14 años son ya casi 4 millones (26,6 %) . La primera gran oleada de emigrantes provenía del sur del Europa (Yugoslavia, Italia, Península Ibérica); después, en una segunda oleada, han llegado los originarios de la otra orilla del Mediterráneo (norte de África y Tur­quía) (8).

Los emigrantes españoles de la segunda generación en el centro de Europa se calculan en unos 400.000: en torno a 180.000 entre 15-24 años y en torno a 220.000 menores de 14.

De los datos demográficos podemos deducir que la problemática específica de la segunda generación de emigrantes se ampliará en la próxima década, momento en que comenzará a ser también significa­tiva la «tercera generación».

3 . S I T U A C I Ó N LABORAL: ENTRE LA «REPRODUCCIÓN DE CLASE» Y EL « T R A B A J A D O R MULTINACIONAL»

Casi siempre los jóvenes emigrantes «varones» reproducen la cate­goría socio-profesional de obreros que tenían sus padres; sin embargo, en el caso de las mujeres que trabajan (sector poco presente en la primera generación) hay una tendencia a ubicarse como empleadas en el sector «servicios».

Otro dato significativo a nivel laboral es que mientras los inmi­grantes mayores de 25 años tienen tasas de actividad bastante superio­res a los autóctonos, los comprendidos entre 16-25 (es decir, los jóvenes de la segunda generación) tienen unas tasas de actividad infe­riores a los jóvenes autóctonos. El paro, por otra parte, difícilmente

(8) LEBON, A. : impact des migrants, et notament ceux de la deuxième generation, sur

l'évolution de la situation, démographique de quelques pays d'emploi, 45ss. , O . I .T . , Gine­bra, 1981.

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podrá ser absorbido mediante el retorno a España si tenemos en cuenta el coeficiente de paro juvenil en nuestro país (9).

En general, se puede afirmar que las condiciones laborales y socia­les de los emigrantes han mejorado con el paso de los años, a medida sobre todo que lograban una mínima organización y defensa de sus intereses más inmediatos (reunificación familiar, casa, escuela, etc.). N o obstante, es también cierto que los gobiernos de los países recepto­res, amparándose en la idea de que la inmigración era temporal y meramente laboral, han adoptado hacia los emigrantes una legislación fuertemente represiva, privándoles no sólo de los más elementales derechos políticos (como votar o militar políticamente), sino procu­rando además aislarlos —material e ideológicamente— de los obreros nacionales y de sus reivindicaciones.

La xenofobia de los países receptores juega un papel importante al alimentar una división entre la clase obrera que es determinante de la rentabilidad del capital: «En cuanto a la economía, la inmigración favorece la acumulación de capital en período de expansión, así como el fraccionamiento de la clase obrera; por otra parte, en períodos de crisis permite exportar el paro y reestructurar el aparato de producción sin desestabilizar el orden social» (10).

En opinión de Palloix, «los trabajadores inmigrados reflejan la interiorización en los espacios geográficos nacionales de la internacio-nalización del capital» (11). En una primera etapa (1960-70) las bur­guesías europeas echan mano del mercado de trabajo extranjero, más barato y más dócil que el interior; después, a partir de 1970, y en paralelo con la llamada crisis económica, el gran capital industrial y manufacturero será el que se dirija hacia el exterior para explotar «in situ» la mano de obra barata y desorganizada (12).

(9) O .C .D .E . : Reinsertion professionnelle des travailleurs migrants retournant dans le

pays d'origine. 14 de septiembre de 1980. (10) EBEL, M. , y FlALA, P.: Sous le consensus, la xenofobie. Paroles, arguments,

contextes ( 1961-1981 ) , 68 . Institut de Science Politique, Lausanne, 1983. (11) PALLOIX, C ; La internacionalizaron del capital, 192. Blume, Madrid, 1982. (12) Entre 1965-75 el peso mundial de las inversiones directas en el extranjero

por parte de Alemania Federal, Francia, Holanda y Gran Bretaña pasó del 27 al

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Desde el punto de vista del capital, el trabajador del Tercer Mundo y el trabajador inmigrado responden a la misma lógica. La división de clases en el interior de los países avanzados tiene hoy otra forma de expresión en la división Norte/Sur, o sea, entre países ricos y pobres. Según Negri , esta ulterior división, que sería la dominante en nuestro t iempo, encuentra su expresión más completa en el «trabajador multi­nacional» que sufre en su carne esa discriminación, en cuanto trabaja­dor y en cuanto perteneciente a un país oprimido: «No creo que hayamos llegado al límite de las posibilidades de profundización del contenido teórico y político del concepto de obrero multinacional (...). Las contradicciones de la reestructuración y de la crisis capitalista convergen en este punto explosivo (. . .) . En torno a este problema del obrero multinacional se están concentrando los elementos fundamentales de una estrategia revolucionaria actual» (13).

4 . EL «FRACASO ESCOLAR» DE LOS EMIGRANTES

El contexto institucional más próximo a los niños y adolescentes emigrantes es la escuela, auténtico paradigma de la crisis de identidad de la segunda generación. Las propias Asociaciones de Padres de Fami­lia hacen el siguiente balance (14):

— Son muy pocos los niños españoles menores de cinco años que acuden a guarderías autóctonas lo que dificulta su primera integración lingüística y social («con demasiada frecuencia los precios son prohibitivos»). Y en cuanto a las escasas guarderías españolas en el extranjero, son más asistenciales que pedagógi­cas, el personal no suele estar especializado y, además, «no están en línea con la integración social y lingüística del niño».

4 4 %. La progresión de inversiones anuales en el extranjero durante la década de los 70 fue del 16 % en Alemania y Francia y del 18 % en Gran Bretaña. Ver ANDREFF, W . : Les Multinationales Hors la Crise, Le Sycomore, París, 1982.

(13) NEGRI, T.: Del obrero-masa al obrero social, 181. Anagrama, Barcelo­na, 1980.

(14) C.A.C.E.E.S.: «La enseñanza de nuestros hijos», Olten, 1982, y Comisión preparatoria del Congreso de Palma: «Problemática educativa de los emigrantes espa­ñoles en Europa», Rotterdam, 1982.

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— Un alto porcentaje de niños españoles entre cinco y siete años no acuden a clases de preescolar, «con lo cual la entrada en la escuela suele representar un choque excesivo que muchos no superan».

— Durante la escolaridad obligatoria el promedio de niños espa­ñoles que encuentra graves problemas para seguir la trayectoria escolar normal es «desproporcionado»: más de la mitad repiten algún curso y un porcentaje doble que los autóctonos es des­viado hacia escuelas especiales donde son tratados como «casos clínicos».

— La selección que se hace en el paso a la enseñanza secundaria, que da acceso a estudios superiores, es entre los españoles un 50 % mayor que entre los autóctonos.

— Mientras de los jóvenes autóctonos entre 15 y 20 años cursan estudios más del 70 %, sólo lo hacen el 40 % de los españoles en ese ciclo de edad. A su vez, de este último porcentaje las tres cuartas partes siguen cursos de Formación Profesional.

— El sistema escolar de los países centroeuropeos, con leves dife­rencias entre los países, muestra una notable rigidez para aco­modarse a las minorías extranjeras (la escuela es asimilacio-nista, no intercultural). El caso más extremo lo constituyen los tests verbales de inteligencia empleados en Suiza, cuya aplica­ción a los niños emigrantes «está oficialmente reconocida como antipedagógica y anticientífica».

— Las clases complementarias de lengua y cultura española llegan al 50-60 % de los niños y jóvenes españoles emigrantes en Europa, pero tal y como están organizadas «todo hace suponer que se orientan exclusivamente hacia el retorno del niño al sistema escolar español». Salvo algunos casos excepcionales, se trata de unas clases con bajo nivel y desconectadas del sistema escolar autóctono.

Podemos concluir que, bajo la aparente «igualdad de oportunida­des» de las escuelas centroeuropeas, se esconde la real discriminación del sistema escolar según clases sociales: la red primaría-profesional,

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que apunta a la reproducción del proletariado, y la red secundaria-universitaria, que reproduce la burguesía (15). Por eso, como hemos visto, los hijos de los emigrantes encuentran en el sistema escolar de los países receptores, según su propia expresión, «una cadena ininte­rrumpida de fracasos».

Sin embargo, este discriminación escolar es interpretada principal­mente por los padres como «problema pedagógico», «rigidez cultu­ral», etc . , sin percibir que un grado parecido de fracaso escolar es registrado también por los niños de clases bajas del país receptor. Pensamos que, en las actuales condiciones, cuanto más se fomente para los jóvenes emigrantes la política intercultural (como norma de realiza­ción), más grande será la frustración de no poder alcanzarla y más se consolidarán las actitudes de impotencia y dependencia de los emi­grantes.

5. LA DOBLE N A C I O N A L I D A D O EL «DOBLE VINCULO»

Si la cuestión escolar es la más preocupante durante la infancia, el problema más grave a partir de la adolescencia es la identidad débil y escindida de gran parte de los jóvenes emigrantes. Un problema de identidad psicosocial que tiene diversos niveles y cuyo intento de explicación ha ocupado la mayor parte de nuestro trabajo.

En un primer nivel, el problema se plantea como dependiente de la doble referencia nacional: ser español (por origen) y ser suizo, holan­dés, etc. (porque se vive en ese país). Ahora bien, la inmensa mayoría de los jóvenes no ven posible ser suizo y español al mismo tiempo (solución bicultural), ya que la imagen que se tiene del «español» es distinta y contrapuesta a la imagen que se tiene del «suizo», del «holandés» o del «alemán». La doble referencia es vivida, por eso, como «doble vínculo», que, según ha descrito Bateson, conduce fácil­mente al «colapso psicológico» (16).

(15) Tesis de BAUDELOT y ESTABLET: La Escuela Capitalista, Siglo XXI , Méxi­co, 1975.

(16) BATESON, G.: Pasos hacia una ecología de la mente, 236ss. Ed. Carlos Lohé, Buenos Aires, 1976.

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En estas circunstancias, algunos jóvenes optan por uno de los dos modelos: el del país receptor, y entonces tratan de integrarse en el país disimulando su origen español, o el modelo español, y, entonces tratan de marginarse de la sociedad receptora, cerrándose en el «ghetto» de la colonia española o soñando con el retorno. Ambas opciones, según hemos constatado, conducen casi siempre al fracaso:

— La integración (ser «como un suizo») supone un proyecto indivi­dualista de desvinculación del grupo de origen, los emigrantes. Pero el disimulo de lo propiamente español es muy difícil: el contexto familiar, el acento al hablar y hasta el aspecto físi­co resultan graves inconvenientes para la integración. La acti­tud misma del disimulo de los elementos culturales propios —contra los que la voluntad puede hacer realmente poco— no puede ser ni psicológica ni socialmente saludable.

— La marginación supone aparentemente un proyecto más estable. Por lo menos, el joven emigrante posee un grupo —la propia colonia de españoles— en que apoyarse. Pero el emigrante ha de estar la mayoría de su tiempo integrado en el ambiente autóctono (escuela, trabajo, calle...), y en ese contexto su acti­tud de marginación lo que provoca es un rechazo por parte del autóctono, refuerza su actitud xenófoba.

Como vemos, ni la integración ni la marginación se demuestran como proyectos viables de construcción de la propia identidad, y lo normal es que el joven emigrante no elija ni uno ni otro, sino los dos a la vez, en una situación de esquizofrenia cultural. Será preciso dar más pasos en el análisis para poder salir de este círculo vicioso.

6. N U E V O C O N T E X T O ECONÓMICO E IDEOLÓGICO: LA S O C I E D A D DE C O N S U M O

Son muchos los autores que desde distintas perspectivas teóricas apuntan al planteamiento de un cambio ideológico fundamental en el seno del propio capitalismo, que obedece en última instancia a un

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cambio de acento de la producción al consumo masivo (17). Este paso tiene mucho que ver con la terciarización de la actividad económica y con la progresiva complejización y tecnificación de los procesos pro­ductivos.

Según nuestro análisis, este proceso económico-ideológico puede servir para explicar muchas diferencias significativas que hemos descu­bierto entre la primera y la segunda generación de emigrantes, así como paralelismos notables entre los jóvenes emigrantes y los demás jóvenes europeos, en especial pertenecientes a clases modestas.

Los padres se sentían portadores de unos principios y valores esta­bles, entre los que sobresalía la capacidad de ser independientes con respecto a condiciones sociales adversas. Este principio de lucha por la existencia los llevó a un proyecto de realización personal, a través del trabajo en la emigración, que sería el medio para alcanzar sus aspiraciones. Los jóvenes de la segunda generación, en cambio, no se sienten portadores de unos principios fijos, sino más bien marcados por elecciones sucesi­vas que dependen de diferentes contextos y modas; el ideal del sujeto es un ideal de relación, la posibilidad de moverse en varios ambientes diferentes y, por tanto, mediante sistemas de normas diferentes. Una identidad que Riesman describió como «dirigida por los otros» (18), propia de las sociedades capitalistas avanzadas y en particular de la juventud de estas nuevas sociedades.

Las diferencias entre el discurso de los padres y el de los hijos da una idea del cambio ideológico que se ha operado en todos los países occidentales en las últimas décadas al pasar del capitalismo de produc­ción al capitalismo de consumo. Como señala Baudrillard, «el consumi­dor ha sustituido al proletario como tipo ideal de esclavo industrial. Consumidor de bienes, de palabras, de sexo e incluso de trabajo» (19).

(17) LEFORT, C : «Esquisse d'une genése de l'ideologie dans les sociétés moder-nes», en Les formes de l'Histoire, 278-329 , Gallimard, París, 1978. R U Y E R , R . : Elogio de la sociedad de consumo, Emece Ed. , Buenos Aires, 1970. MARCUSE, H.: L'homme unidimensionel, Minuit, París, 1964, etc.

(18) RlESMAN, D . , y otros: La muchedumbre solitaria, 31ss., Paidos, Barcelo­na, 1981.

(19) BAUDRILLARD, J.: L'khange symbolique et la morí, 35 , Gallimard, Pa­rís, 1976.

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7. D I S C R I M I N A C I Ó N DE CLASE

La mayor parte de los jóvenes emigrantes, cuando se les pregunta por el origen de sus problemas aluden a conflictos ligados a la perte­nencia nacional: dificultades para adaptarse al país, rechazo o xenofobia de los autóctonos, etc. Sin embargo, un análisis más detenido descubre que los conflictos de identidad presentes en la segunda generación tienen que ver sobre todo con su pertenencia de clase.

Nada hay en sí en la cultura española que pueda pensarse como contradictorio con la cultura de los países centroeuropeos. Pero para el emigrante que no posee medios para compensar la desigualdad, su propia herencia cultural se le aparece como un obstáculo para la adap­tación. Por una especie de efecto ideológico fundamental, los conteni­dos culturales aparecen como los causantes de la discriminación, cuando lo real es lo inverso: la discriminación es la que produce la desigual­dad cultural y los conflictos culturales. Sólo cuando el intercambio cultu­ral se produce en un contexto de dominación o explotación de clase, la desigualdad cultural se convierte en oposición y los contenidos cultura­les aparecen a la conciencia como contradictorios.

A nuestro entender, la ideología nacional toca fondo en la emigra­ción. Ya vimos que los dos proyectos de autorrealización más frecuen­tes entre los jóvenes emigrantes —integrarse o marginarse— condu­cían a callejones sin salida: si optan por integrarse, tendrán que enfren­tarse con todas las trabas que la sociedad receptora ha erigido para que esto no sea posible, y a su vez obtendrán el rechazo de su propio grupo de referencia; si optan por marginarse, reavivarán la discriminación de la sociedad receptora, y a su vez no podrán esperar demasiado de un posible retorno. Por similitud con lo que se ha dado en llamar «doble vínculo», se crea una situación en que ios jóvenes emigrantes, hagan lo que hagan, no pueden ganar.

En el discurso de los jóvenes emigrantes se opera un desplazamiento de la discriminación de clase hacia la discriminación cultural, cuando justamente la discriminación cultural es el efecto —ideológico— de la lógica de dominación que se ejerce, como práctica social, entre las clases

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sociales. De este modo, plantear la lucha del emigrante sólo como una lucha cultural, ligada a las diferencias nacionales, es hacer el juego a aquellos que tienen interés en que los conflictos se oculten o se despla­cen hacia lugares inocuos. El conflicto cultural no es sino la superficie de un fenómeno mucho más general y más dramático, cual es el de la explotación de los hombres y de los pueblos.

8. BALANCE Y PERSPECTIVAS

Tres han sido las claves o factores que hemos utilizado para deter­minar la problemática específica de los jóvenes emigrantes: su condi­ción de minoría étnica en un país extranjero, su condición de jóvenes marcados por la ideología de la sociedad de consumo hoy dominante en los países centroeuropeos y su pertenencia a la clase obrera o, mejor, en el caso de los jóvenes, a las clases marginadas.

La opinión más frecuente entre los propios jóvenes —y lo mismo ocurre cuando se pregunta a sus padres— es que sus problemas especí­ficos derivan del primer factor: ser minoría discriminada en un país extranjero. Sin embargo, según nuestro análisis —que aquí sólo hemos podido esbozar—, tal opinión conduce a callejones sin salida y tiene por principal efecto desplazar a un segundo plano la que para nosotros sería clave principal: su condición de clase. Si la ideología de la sociedad de consumo tiende a crear un espacio ilusorio de intercambio inagota­ble e igualitario, eludiendo de ese modo las profundas contradicciones del capitalismo avanzado, la ideología nacional se convierte en la forma específica de encubrimiento de los trabajadores inmigrantes.

La principal conclusión de nuestro análisis es que los jóvenes emi­grantes mejorarán su situación en la medida que afronten las causas estructurales de su problemática (en primer lugar, su condición de clase, pero también su dependencia ideológica de discursos foráneos) y en la medida que sumen sus esfuerzos a nivel organizativo con aquellos colectivos que le son más próximos en el nivel estructural: en primer lugar, las otras minorías étnicas, pero también los sectores marginados de la sociedad, los parados, las mujeres, los obreros del Tercer Mundo y, en general, todas las clases explotadas.

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Sería necesario, a medio y largo plazo, redescubrir para Europa —y para más allá de Europa, pues vivimos en un sistema planetario— un programa político alternativo que incluya al menos dos grandes objeti­vos: un nuevo orden económico a nivel mundial, y la superación del racismo y del nacionalismo (en lo que éste tiene de racismo encubierto). Dos objetivos a todas luces utópicos si nos atenemos a las coordenadas ideológicas que hoy dominan en la escena europea, pero, por otra parte, necesarios para afrontar las causas de la marginación y la xeno­fobia.

Uno de los cauces ya abiertos para los jóvenes emigrantes españoles son los grupos organizados al amparo de las Asociaciones de Padres (sólo en Suiza y Holanda más de 200). De la capacidad que tengan para abrirse a otros colectivos marginados, superando el marco estre­cho de la propia colonia española, pensamos puede depender su futuro y también en alguna medida, por qué no decirlo, el porvenir de Europa.

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