Kenneth Galbraith - Breve Historia de La Euforia Financiera

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    PRLOGO

    Las materias tratadas en este librito me han interesado -han llegadoa fascinarme- durante ms de treinta aos. Mi vinculacin con ellasempez en 1954, cuando me convencieron para escribir una historia delhundimiento de "'la Bolsa en 1929. El libro se public la primaverasiguiente. A medida que iba escribiendo me cautiv el abrumadorsentido de gran tragedia, pero una tragedia de la que, sin embargo,puede uno disfrutar, pues lo nico que se perdi fue dinero. El libro,Elcrac del 29, ha sido continuamente reimpreso desde entonces: algoparecido a un rcord. Cuando las ventas se tambaleaban, remontabanpor efecto de una nueva crisis -a menudo llamada correccin- en losmercados de valores o en algn otro valor de especulacin. En una

    historia del dinero y, ms recientemente, en narrativa de ficcin, hevuelto sobre la predisposicin especuladora y el alejamiento de la

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    realidad que implica o, acaso para ms precisar, de la prdida desensatez que conlleva. En las pginas que siguen, exploro en trminosconcretos la anatoma de esos episodios tal como se revelan a lo largode los siglos. Sus caractersticas, sorprendentemente constantes, se

    destacan aqu por su inters pero tambin, y an ms, como unaexhortacin a la cautela.

    Me preocup especialmente hacer de este relato una advertencia, yaque Whittle Communications me ha procurado el pblico que yo msbuscara. Los ejecutivos y, por encima de todo, los hombres y mujeresvinculados al mundo de las finanzas, son quienes ms precisan que seles llame la atencin La euforia que conduce a la aberracin mental

    extrema es un fenmeno recurrente que pone en peligro al individuoafectado, a la empresa en concreto y a la comunidad econmica toda.Adems, como subrayo en el texto, no hay una legislacin muy clara amodo de salvaguardia y prevencin; tan slo pueden ser tiles laagudeza personal y el conocimiento pblico.

    No todo en este libro concitar el aplauso unnime. En cierta medida,estas pginas entran en conflicto con actitudes econmicas consagradas.

    Utilizando una metfora religiosa, tropiezan con la Iglesiainstitucionalizada. Demuestran que por desgracia el capitalismo -la libreempresa- lleva en su seno las semillas del deterioro recurrente. Esareaccin resultar gratificante en un sentido: Alfred Marshall, el profetareverenciado de la economa neoclsica, afirmaba que nada debera temertanto un economista como el aplauso.

    Hay otro asunto al que quisiera referirme especialmente. Alguno delos ttulos de esta coleccin, al igual que las revistas, peridicos ydocumentales de televisin, incluyen publicidad. Deduzco que se haexpresado la idea de que, como can secuencia de lo anterior, el autor debeplegarse a los criterios de los anunciantes o del pblico al que estosltimos estn tratando de persuadir. Espero que nadie crea en serio que elcontenido de este texto refleja ese tipo' de concesiones o imposiciones.En estricto rigor, ni siquiera debera plantearse semejante cosa. Ni hay nidebera haber mercado en el mundo para los frvolos servilismos de

    quienes slo buscan someterse o agradar.

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    CAPTULO I

    EL EPISODIO DE ESPECULACIN

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    Cualquiera, como individuo, es aceptablemente sensible y

    razonable; como parte de la multitud, de inmediato se convierteen un estpido.

    FRIEDRICH VON SCHILLER, citado porBernard Baruch

    Sin duda, se convendr en que la economa de libre empresa seentrega a episodios recurrentes de especulacin. stos -sucesos depequeo y gran alcance, que afectan a billetes de banco, valores,propiedad inmobiliaria, obras de arte y otros bienes u objetos-, con elpaso de los aos y los siglos, forman parte de la historia. Los que no hansido suficientemente analizados son los rasgos comunes a esos episodios,

    aquello que seala su seguro retorno y que, por lo mismo, tiene unconsiderable valor prctico en cuanto que ayuda a comprender y apredecir. Ni la legislacin ni un conocimiento de la economa msortodoxa protegen al individuo y a la institucin financiera cuando vuelvela euforia, inducindoles a interrogarse, como en efecto sucede, sobre elaumento de los valores y de la riqueza, sobre la carrera para participarque determina el alza de precios, y acerca del hundimiento que acabar

    producindose y de sus tristes y dolorosas secuelas. La proteccin contraesto slo radica en una clara comprensin de las caractersticas comunesde estas trayectorias hacia lo que podra considerarse, en trminoscautelosos, como una locura colectiva. Slo en ese caso el inversor quedaadvertido y a salvo.

    Sin embargo, existen pocas materias en las que esa advertencia sea

    tan mal recibida. Si la duracin es breve, se dir que se trata de unataque, motivado por una deficiente comprensin o bien por unaincontrolada envidia ante el sorprendente proceso de enriquecimiento. Sila duracin es mayor, se considerar una demostracin de la falta de feen la sabidura inherente al propio mercado.

    Las caractersticas ms obvias del episodio de especulacin resultande una claridad manifiesta para cualquiera que sea capaz de comprender.

    Cualquier artefacto o descubrimiento que parezca nuevo y deseable -lostulipanes en Holanda, el oro en Luisiana, la propiedad inmobiliaria en

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    Florida, las magnficas ideas de Ronald Reagan en materia de economa-capta el pensamiento financiero o, para ms precisar, lo que pasa por tal.El precio del objeto de especulacin aumenta. Los valores, la tierra, lasobras de arte y dems propiedades adquiridos hoy, maana valdrn ms.

    Este incremento y las perspectivas atraen a nuevos compradores, loscuales determinan una nueva alza. Entonces an son ms los atrados,que tambin compran, y la subida contina. La especulacin se construyea s misma y se proporciona su propio impulso.

    Una vez reconocido, este proceso resulta muy evidente, sobre tododespus de los hechos. Pero tambin, aunque de- manera ms subjetiva,cuentan las actitudes de los participantes. stas toman dos formas. Por

    una parte, estn los convencidos de que alguna circunstancia de la nuevaalza de precios est controlada, y esperan que el mercado contine sutrayectoria ascendente, acaso con carcter indefinido. El ajuste a unanueva situacin da lugar a un nuevo mundo de rendimientos y de valoresresultantes que aumentan grandemente; se dira que hasta el infinito.Tambin estn aquellos que, superficialmente ms astutos y por logeneral menos numerosos, perciben o creen percibir la disposicin de

    nimo favorable a la especulacin en ese momento. Se disponen acabalgar en lo alto de la ola. Estn convencidos de que su genioparticular les permitir abandonar antes de que la especulacin completesu ciclo. Obtendrn el mximo rendimiento mientras aqulla contine, yse apartarn antes de la cada que habr de producirse.

    Porque la cada inevitable, andando el tiempo, es inherente a estasituacin. Y no lo es menos la imposibilidad de proceder con cautela o demodo gradual. Cuando la situacin se presenta, muestra el sombro rostrodel desastre. Por esta razn, ambos grupos de partcipes en el episodioespeculador estn programados para efectuar sbitos esfuerzos paraescapar. Algo, da lo mismo que sea pequeo -aunque siempre ser objetode muchos debates-, desata el revs final. Los que estuvieron cabalgandoen la cresta de "la ola deciden -que ya es tiempo de retirarse. Quienescreyeron que- el alza iba a ser indefinida, ven sus ilusiones bruscamentedefraudadas, y tambin responden a la realidad recin revelada vendiendo

    o tratando de vender. As, se produce el colapso. Y de este modo seconfirma la regla, apoyada en la experiencia de siglos: el episodio de

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    especulacin nunca termina con una lamentacin y siempre con unchoque violento. Habr ocasin de comprobar cmo se cumple esta regla,tan frecuentemente repetida.

    Como ya he dicho, resulta clara, pero lo que se comprende menos es

    la psicologa de masas y el nimo especulador. Cuando la regla seentiende plenamente, permite a los afortunados salvarse del desastre. Sinembargo, dada la presin de esta psicologa de multitudes, los que sesalven constituirn la excepcin a una regla muy amplia pero difcilmenteeludible. Se vern obligados a resistir dos fuerzas imperativas: una, elpoderoso inters personal que se nutre de la creencia eufrica; y la otra, lapresin de la opinin financiera generalizada, y al parecer superior, que

    se basa precisamente en aquella creencia. Pero ambas prueban lasentencia de Schiller de que la multitud convierte al individuo delrazonable buen sentido a la estupidez contra la que, como el mismo autorsostena, los propios dioses luchan en vano.

    Slo unos pocos observadores han reparado, no obstante, en losintereses creados que perpetan el error y que acompaan la euforiaespeculadora; o sea, que sta se presenta como un fenmeno

    extremadamente plausible. Los que se enredan en la especulacinexperimentan un incremento de su riqueza, o sea, que se hacen ricos o seenriquecen ms. Nadie desea creer que eso es fortuito o inmerecido;todos prefieren considerar que es el resultado de su superior visin ointuicin. De este modo el elevado incremento de los valores se apoderade los pensamientos y las mentes de quienes obtienen ganancias. Laespeculacin acapara, en un sentido muy liberal, la inteligencia de

    Sus colegas banqueros y las sociedades de inversin denostaron en 1929 a Paul M.Warburg, banquero y fundador del sistema de Reserva Federal, por susadvertencias sobre la inminente posibilidad de un crac financiero.

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    quienes se entregan a ella.Esto es particularmente cierto para el primero de los grupos

    sealados con anterioridad: el de los convencidos de que los valores vana subir permanente e indefinidamente. Pero as se ven reforzados los

    errores, inspirados por la vanidad, de quienes creen que vencern en eljuego especulador. Mientras participan, se sienten fuertementeimpelidos, por razones pecuniarias, a creer tan slo en la informacinpersonal, que les dice que an va a haber ms. En los ltimos cien aos,uno de los ms astutos observadores de los episodios de euforia,comunes en ese perodo, fue Walter Bagehot, escritor de temasfinancieros y con anterioridad director de The Economist. A l le

    debemos la observacin de que todas las personas son tanto mscrdulas cuanto ms felices.

    Un elemento que refuerza extraordinariamente los intereses creados paraconvertirlos en euforia es la condena que el pblico respetable y laopinin de los financieros dirige a quienes expresan duda o

    disentimiento. Se dice de ellos que, por falta de imaginacin o en virtudde alguna otra limitacin mental, son incapaces de captar las nuevas ylucrativas circunstancias que sustentan y aseguran el incremento de losvalores. O bien que sus motivos resultan hondamente sospechosos. En elinvierno de 1929, Paul M. Warburg, el banquero ms respetado de su

    La previsin del crac de 1929 que hizo el economista RogerBabson tuvo como consecuecia que las grandes compaasfinancieras de aquel tiempo le atacaran despiadadamente.

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    tiempo y uno de los padres del Sistema de la Reserva Federal, se referacrticamente a la por entonces floreciente orga de especulacin sinrestricciones, y predijo que si continuaba acabara producindose uncolapso desastroso y que el pas habra de enfrentarse a una grave

    depresin. La reaccin a estas declaraciones fue agria y llena de rencor.Se le acus de sustentar puntos de vista superados y de que estabaatentando contra la prosperidad americana. Era muy posible inclusoque estuviera falto de recursos en el mercado. En esta respuesta habaalgo ms que una sombra de antisemitismo.

    Ms adelante, en septiembre del mismo ao, Roger Babson, unaimportante figura de la poca que haba repartido sus intereses entre las

    estadsticas, el estudio de mercados, la economa, la teologa y la ley de lagravedad, previ concretamente un hundimiento: Puede ser terrible,manifest. Se registrara una cada de 60 a 80 puntos en el Dow y, porconsiguiente, las fbricas cerrarn..., los hombres sern despedidos desus trabajos..., el crculo vicioso girar a toda velocidad, y el resultadoser una gran depresin en el mundo de los negocios.

    El pronstico de Babson caus una brusca cada del mercado, y la

    reaccin a l fue an ms furiosa que la suscitada contra Warburg. Se dijoque no deba tomarle en serio nadie que estuviera al tanto de la notoriainexactitud de sus afirmaciones pasadas. La importante empresa deagentes de Bolsa neoyorquinos Hornblower and Weeks aconsej a susclientes, en una frase que obtuvo notable resonancia, que

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    del Senado, llam la atencin sobre una modesta iniciativa especuladoraen el mercado de valores. Junto con Bernard Baruch, presidente de laBolsa de Nueva York, y otros expertos reales o supuestos, fui invitado ainformar. Me abstuve de predecir un hundimiento: me content con

    recordar a la Comisin, con cierto detalle, lo que haba .ocurrido uncuarto de siglo antes, y urg un sustancial incremento, a efectos deproteccin, en los requisitos de margen (compras de acciones a la baja).Mientras yo estaba declarando, el mercado sufri un considerabledesplome.

    En los siguientes das la reaccin fue dura. Cada maana, el carterollegaba abrumado con un cargamento de cartas que condenaban mis

    comentarios: las ms radicales amenazando con una accin expeditiva dela CIA, y las ms suaves informndome de que se elevaran preces paralograr mi 'merecidsima dimisin. Pocos das ms tarde, me fractur lapierna en un accidente de esqu, y los periodistas, al verme escayolado,difundieron la noticia. Entonces me llegaron cartas de los especuladoresdiciendo que sus oraciones haban sido escuchadas. A mi modestamanera, haba hecho algo en favor de la religin. Fij las cartas ms

    terminantes en un aula de Harvard donde se desarrollaba un seminario,para instruccin de los jvenes. Por entonces el mercado ya se habarecuperado, y mi correo volvi a la normalidad.

    En una ocasin de relevancia ms inmediata, en el otoo de 1986, miatencin se fij en la operacin especuladora que por entonces tena lugaren la Bolsa, las manifestaciones tipo casino en el program and indextrading, y en los entusiasmos vinculados a esta situacin emanados de labsqueda y captura de empresas, de compras de participacionesapalancadas y de la mana de fusiones y adquisiciones. The New YorkTimes me pidi que escribiera un artculo sobre el tema, a lo que accedms que complacido.

    Lamentablemente, cuando mi trabajo estuvo listo, la direccin delTimes lo consider demasiado alarmante. Yo haba dejado claro que losmercados se hallaban posedos por uno de sus ya clsicos talanteseufricos, y afirmaba que era inevitable un hundimiento, si bien eluda

    con todo cuidado cualquier prediccin acerca de cundo iba a sucederexactamente. A comienzos de 1987, The Atlantic public con agrado lo

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    que el Times rechazara. (Ms tarde, el Times cedi, y lleg a un acuerdocon los editores de The Atlanticpara la publicacin de una entrevista queincida en gran parte del tema.) Sin embargo, hasta el hundimiento del 19de octubre de aquel ao, la respuesta al texto en cuestin fue escasa y

    desfavorable. A Galbraith no le gusta que la gente gane dinero, fueuna de las observaciones ms corrosivas. Pero despus del 19 de octubre,casi todas las personas con las que me encontraba me decan que habanledo y admirado el artculo. El mismo da del hundimiento, unos 40periodistas y comentaristas de televisin, desde Tokio hasta Pars yMiln, pasando por todo lo ancho de Estados Unidos, me llamaron parapedirme unas palabras. Est claro que, dada la naturaleza del talante

    eufrico y de los intereses creados a que da lugar, el crtico debeaguardar a que se haya producido el hundimiento para recibir algunaaprobacin, por no hablar de aplauso.

    En resumen, el episodio eufrico est protegido y sustentado por lavoluntad de quienes participan en l, con objeto de justificar lascircunstancias que los estn enriqueciendo. Y est asimismo protegidopor la voluntad de ignorar, exorcizar o condenar a aquellos que expresan

    sus dudas.Antes de examinar las grandes especulaciones del pasado, desearaidentificar las fuerzas que inician, sustentan y caracterizan el episodioespeculador y que, cuando vuelven a ejercerse, siempre provocansorpresa, extraeza y entusiasmo renovados. Todo esto tendremosocasin de comprobar que ocurre una y otra vez, de manera casiinvariable, en la historia aqu recogida.

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    CAPTULO II

    LOS DENOMINADORES COMUNES

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    En los captulos que siguen reviso los grandes episodios deespeculacin del pasado; concretamente, de los trescientos ltimos aos.Como ya he dicho con anterioridad, los rasgos comunes son recurrentes.

    Esto no deja de tener importancia prctica, pues, reconocindolos, la per-sona o la institucin perspicaz queda o debera quedar avisada. Y acasoalgunas queden, efectivamente.. Pero como se indicaba en el captulo 1,las posibilidades no son muchas, pues la euforia forma parte del episodiode especulacin, y la masa escapa de la realidad, lo que excluye cualquierconsideracin seria acerca de la verdadera naturaleza de lo que estocurriendo.

    Hay otros dos factores que contribuyen a esa euforia y la sostienen, yque han sido escasamente valorados en nuestro tiempo o en pocapasadas. El primero de dichos factores es la extrema fragilidad de lamemoria en asuntos financieros. En consecuencia, el desastre se olvidarpidamente. As pues, cuando vuelven a darse las mismas circunstanciasu otras muy parecidas, a veces con pocos aos de diferencia, aqullas sonsaludadas por una nueva generacin, a menudo plena de juventud ysiempre con una enorme confianza en s misma, como un descubrimientoinnovador en el mundo financiero y, ms ampliamente, en el econmico.Debe haber pocos mbitos de la actividad humana en los que la historiacuente tan poco como en el campo de las finanzas. La experiencia pasada,en la medida en que forma parte de la memoria de todos, es relegada a lacondicin de primitivo refugio para aquellos que carecen de la visinnecesaria para apreciar las increbles maravillas del presente.

    El segundo factor que contribuye a la euforia especuladora y alineluctable colapso es la engaosa asociacin de dinero e inteligencia..Mencionarla no es lo ms adecuado para atraerse el aplauso de laspersonas respetables, pero por desgracia es menester aceptarla, pues esaaceptacin resulta extremadamente til y brinda una superior proteccincontra el desastre personal o empresarial.

    La situacin bsica es admirablemente clara. En toda actitudfavorable a la libre empresa (otrora llamada capitalista) subyace una

    acusada tendencia a creer que cuanto ms dinero, ingresos o bienes tieneun individuo o si est asociado a ellos, ms profunda y ms exigente es su

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    percepcin de los asuntos econmicos y sociales, y ms agudos ypenetrantes sus procesos mentales. El dinero es la medida de todarealizacin capitalista. A ms dinero, mayor es el logro y la inteligenciaque lo apoya.

    Adems, en un mundo en el que para muchos la adquisicin dedinero resulta difcil, y las sumas a las que acceden son a todas lucesinsuficientes, la posesin de dinero en elevadas cantidades parece unmilagro. As pues, esa posesin debe asociarse a algn genio especial.Esta visin se ve reforzada por el aire de confianza en s mismo y deautosatisfaccin que acostumbra asumir la persona opulenta. En ningncaso queda tan ruda y abruptamente de manifiesto la inferioridad mental

    del lego como cuando le dicen: Me temo que, sencillamente, usted noentiende de finanzas. En realidad, semejante reverencialismo por laposesin de dinero indica una vez ms la cortedad de la memoria, laignorancia de la historia y la consecuente propensin, a la que acabo dereferirme, a caer en el engao tanto en la esfera personal como en lacolectiva. Tener dinero puede significar, en el pasado y en el presente,que la persona se muestra neciamente insensible a los imperativos legales

    y, en los tiempos modernos, que acaso sea un potencial interno en unacrcel de mnima seguridad. O tal vez el dinero provenga de unaherencia, y es notorio que la agudeza mental no se transmite de manerasignificativa del progenitor al vstago. En todas estas materias, unexamen ms cuidadoso del supuesto genio financiero, una interrogacinrigurosa y detallada para probar su inteligencia, conduce a menudo, y talvez en casi todos. los casos, a una conclusin distinta. Desgraciadamente,el sujeto no suele prestarse a ese escrutinio. Por lo dems, fortuna ysupuesta competencia en asuntos financieros acostumbran excluirse.

    Por ltimo, y para ms concretar, tendemos a asociar una inteligenciafuera de lo corriente con la direccin de las grandes institucionesfinancieras: bancos importantes, bancos de inversiones, seguros y agentesde bolsa. Cuanto mayor es el capital y ms elevados los ingresos que setienen, ms profundo es el talento que se atribuye en materia financiera,econmica y social.

    En la prctica, el individuo o individuos que se hallan al frente deaquellas instituciones a menudo estn all, como suele suceder en las

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    grandes organizaciones, porque su talento luchador es el ms predecibley, en consecuencia, el menos temible burocrticamente. sa o esas perso-nas son, pues, investidas de la autoridad que estimula la aquiescencia desus subordinados y el aplauso de sus aclitos, y que excluye la opinin

    adversa o la crtica. As quedan admirablemente protegidas de lo quepodra significar un compromiso serio que les condujera al error.

    Otro factor interviene en este punto. Aquellos que poseen dinero paraprestarlo, por la fuerza de una arraigada costumbre, por tradicin y, msen concreto, por las necesidades y deseos de los prestatarios, otorgan unaespecial importancia al trato deferente en su rutina diaria. Esta actitud setransmuta de inmediato en el nimo del que recibe ese trato, en el

    reconocimiento de una superioridad mental: Si se me trata de estamanera es porque debo de ser inteligente. En consecuencia, correpeligro la autocrtica, que es el mayor apoyo al mnimo buen sentido.

    Lo anterior no es la aplicacin de una teora gratuita. En la dcada de1970, los mayores bancos y banqueros de Nueva York, orgullosos de susxitos al reciclar los ingresos de los rabes por su petrleo, llevaron acabo esos desdichados prstamos a largo plazo a Latinoamrica, frica y

    Polonia. Fueron hombres intelectualmente dudosos, en ntima y protegidaasociacin con abundantes bienes, los que canalizaron dinero a travs delridculo Penn Square Bank de Oklahoma City, hacia las manos extendi-das en el vecino terreno petrolfero. Y en Dallas y Houston, hacia losnotorios desastres de las grandes especulaciones con el petrleo de Texasy con inmobiliarias. Y esas personas, en todo el pas durante los aosochenta, iniciaron y explotaron el terrible hundimiento del ahorro y elprstamo.

    En los captulos que siguen examinaremos, y en repetidas ocasiones,cmo el pblico inversor queda fascinado y cautivado por la gran mentefinanciera. Esta fascinacin deriva, a su vez, de la escala de lasoperaciones y de la creencia de que con tanto dinero en juego, losrecursos mentales que se hallan detrs no pueden ser inferiores.

    Slo tras el colapso especulador surge la verdad. La que se creainslita perspicacia se convierte en una fortuita y desdichada asociacin

    con los recursos econmicos. A lo largo de la historia, el resultado paraquienes de esta forma han sido equivocadamente juzgados (incluyendo de

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    manera invariable a los propios jueces) se ha traducido en el oprobioseguido de la cada en desgracia o de la relegacin a la ms profundaoscuridad. O bien el exilio, el suicidio o, en los tiempos modernos, almenos un confinamiento escasamente cmodo. La regla se repetir a

    menudo en estas pginas:El genio financiero precede a la cada.A continuacin paso a tratar de las caractersticas especficas del

    episodio especulador.

    De manera uniforme; en todos los acontecimientos de este tipo domina lacreencia de que hay algo nuevo en el mundo. Como ya explicaremos,

    puede tratarse de muchas cosas. En el siglo XVII fue la llegada de lostulipanes a Europa occidental, suceso del que nos ocuparemos en elcaptulo III. Ms adelante fueron las supuestas maravillas de la compaapor acciones, ahora llamada sociedad annima. En poca ms reciente, enlos Estados Unidos, poco antes del gran hundimiento de 1987 (a menudollamado, en trminos ms benignos, meltdown, ablandamiento), seprodujo la acomodacin de los mercados a la visin confiada, propia de"la libre empresa, de Ronald Reagan, con la correspondiente liberacinde la economa de la pesada mano del gobierno, y cuanto a ella se asocia:impuestos, reforzamiento del criterio antitrust y disposiciones diversas.Tambin contribuy a esta situacin el redescubrimiento delapalancamiento, que ya dio sus frutos en otros tiempos, y que ahora sepresenta como el milagro de los bonos de alto riesgo o los bonos basura.En stos se apoyaban las iniciativas de la nueva generacin de cazadoresde empresas y de especialistas en adquisicin de participaciones

    apalancadas.En todos los episodios de especulacin hay siempre un elemento de

    orgullo en descubrir qu hay de aparentemente nuevo y altamenteremunerador en el mbito del instrumento financiero o de la oportunidadde inversin. El individuo o la institucin que as acta se_ consideraprodigiosamente por delante de la masa. Este planteamiento se veconfirmado cuando otros corren a explotar los efectos de su propia visin

    (slo que ligeramente ms retardada). El descubrimiento de algo nuevo yexcepcional halaga el ego del partcipe, como se espera que halague

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    tambin su cartera. Y durante un tiempo as es, en efecto.

    Mas para los instrumentos financieros nuevos, la experienciaestablece una firme regla, y en pocas materias econmicas su

    comprensin es ms importante y frecuentemente, claro est, ms sutil.La regla en cuestin dice que las operaciones financieras no se prestan ala innovacin. Lo que recurrentemente se describe y se celebra como tales, sin excepciones, una pequea variante de un esquema ya establecido,y debe su carcter distintivo a la ya mencionada cortedad de memoria enmateria financiera. El mundo de las finanzas aclama la invencin de larueda una y otra vez, a menudo en una versin algo ms inestable. Todainnovacin en este terreno implica, de una forma u otra, la creacin deuna deuda garantizada en mayor o menor medida por unos bienestangibles. Esto fue cierto en una de las primeras supuestas maravillas:cuando los bancos descubrieron que podan imprimir billetes yentregrselos a los prestatarios en un volumen que exceda los depsitosen moneda acuada custodiados en las cmaras acorazadas. Losdepositantes podan contar con ella -as se crea y se esperaba- siempreque no acudieran todos a la vez a reclamarla. No pareca haber lmite a la

    deuda que de este modo poda apoyarse en un volumen dado de monedametlica. Algo prodigioso. Sin embargo, el lmite se puso de manifiestocuando algunas noticias alarmantes, acaso relativas a la cuanta cubierta,despert en muchos de los depositantes originales el deseo de disponer desu dinero al mismo tiempo. Toda innovacin financiera subsiguiente haimplicado una creacin similar de deuda garantizada por unos bienes mslimitados, con meras modificaciones en cuanto al propsito inicial. Todas

    las crisis, en efecto, han implicado una deuda que, de una u otra manera,se ha vuelto peligrosamente desproporcionada con respecto a los mediosde pago subyacentes.

    Ms a menudo, est ausente cualquier rasgo que se asemeje a unainnovacin. Como veremos, en la dcada de 1920 se crearon los grandesholdings. Sus propietarios, esto es, los accionistas, lanzaron bonos yttulos preferentes a fin de adquirir otras acciones. Como el valor de estas

    ltimas se increment -durante un tiempo-, la totalidad del beneficio fue aparar a sus tenedores, lo cual se proclam como uno de los milagros

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    financieros de la poca. De hecho, se trataba .de apalancamiento, si acasopresentado con un disfraz ligeramente distinto.

    En la dcada de 1980, en la que dio en llamarse la mana de lasfusiones y adquisiciones, los que andaban a la busca y captura de

    empresas, y sus aclitos de la banca de inversiones lanzaron un granvolumen de bonos con la garanta de las empresas objeto de adquisicin.Los responsables de ellas, ante esta amenaza, lanzaron a su vez bonospara adquirir y retirar las acciones de sus compaas, y de este modoconservar el control. Una vez ms, lleg una poca de supuestainnovacin y aventura. La realidad es que se trataba de una merareaparicin del apalancamiento, slo que la terminologa era nueva.

    Los bonos emitidos de esta manera, cabe aadir, rendan un elevadointers que, se supona, vena a compensar el riesgo que implicaban.Durante un tiempo, esto se consider un gran descubrimiento, pese a ladenominacin peyorativa atribuida a esos instrumentos financieros:bonos basura. Michael Milken, de la compaa de inversiones DrexelBurnham Lambert, patrocinador inigualado de esos bonos, fue aclamadocomo un innovador en el campo de las finanzas. Sus ingresos, 550

    millones de dlares en 1987, se consideraron una compensacin adecuadapor su ingeniosa creacin, comparable a los inventos de Edison. Lacompetencia y superior habilidad del seor Milken como vendedor,llamado a veces promotor, est fuera de duda, pero el descubrimiento deque los bonos de elevado riesgo con la garanta de unos bienes limitadospueden dar una elevada tasa de inters, difcilmente corre pareja con lainvencin -de la luz elctrica. De nuevo la rueda, y en este caso en unaversin especialmente frgil.

    La caracterstica final y comn a todo episodio de especulacin -enBolsa, bienes inmuebles, arte o bonos basura- es qu sucede tras elinevitable hundimiento. Invariablemente, ste ser un tiempo de angustiay recriminaciones, y tambin de un autoexamen tan profundo comoescasamente perspicaz. La ira se dirigir a los individuos que conanterioridad fueron ms admirados por su imaginacin y agudeza enasuntos financieros. Algunos de ellos, habiendo sido convencidos de que

    estaban por encima de la ortodoxia, tan limitadora, habrn transgredido laley, como se ha observado, y su cada y posible encarcelamiento se

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    contemplarn ahora con justa satisfaccin.Tampoco faltar un detenido examen de los instrumentos y prcticas

    financieros que con anterioridad tanto se estimaban, y que facilitaron ysostuvieron la especulacin: papel moneda, lanzamiento de valores

    inviables, posesin de informacin privilegiada, manipulacin delmercado y, ms recientemente;program and index trading. Se hablar dereglamentos y reformas, pero lo que no se discutir es la especulacin ens ni el aberrante optimismo que subyace en ella. Nada es ms notableque esta observacin: al da siguiente de la especulacin, la realidad serignorada casi por completo.

    Existen dos razones para que sea as. En primer lugar, muchas

    personas e instituciones se han visto envueltas en el asunto, y en tantoresulte aceptable atribuirlo a error, credulidad y exceso de una persona oincluso de una empresa en concreto, se dispensa de achacarlo a unacolectividad y, desde luego, a la comunidad financiera en su conjunto.Queda de manifiesto lo extendida que est la ingenuidad por no decir laestupidez, pero mencionarla en estos trminos contradice radicalmente,claro es, la ya sealada suposicin de que la inteligencia se halla

    ntimamente asociada con el dinero. La comunidad financiera, habr queadmitirlo, se encuentra intelectualmente por encima de tan extravaganteerror la segunda razn de que el nimo y la mana de especulacin estnexentos de condena es teolgica. En las actitudes y la doctrina aceptadasde libre empresa, el mercado es un reflejo neutro y preciso de lasinfluencias externas. Se considera que no est sujeto a una dinmica deerror que le es propia. En esto consiste la fe clsica.

    As pues, existe una necesidad de encontrar alguna causa delhundimiento, pero alejada, o sea externa al mercado en s. O bien sucedeque algn abuso del mercado ha inhibido su normal rendimiento.

    No se trata tampoco esta vez de una teora inocua. En efecto, tienevastas consecuencias en el terreno prctico, las cuales, como veremos,son especialmente evidentes e importantes en nuestro tiempo. Nadienegar en serio que los meses y aos anteriores al hundimiento burstil de1987 estuvieron caracterizados por una intensa especulacin. Pero al da

    siguiente de dicho hundimiento, no se atribuy a la especulacin ningunaimportancia o se le reconoci escasa. En su lugar, el factor decisivo fue el

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    dficit en el presupuesto federal. La huida de la realidad continu conestudios a cargo de la Bolsa de Nueva York, la Comisin de Valores yCambio, y una comisin presidencial especial. Todos ellos ignoraron ominimizaron la especulacin como condicionante. En nuestra cultura, los

    mercados son un ttem, y no se les puede atribuir tendencia o falloaberrante de suyo.

    Hay una razn de peso para sentirse interesado por la historia delexceso especulador y de sus efectos en s mismos. Uno saborea, sobretodo si lo contempla de lejos, el drama de la locura colectiva. Surge unsatisfactorio sentimiento de previsin personal al conocer el invariable

    final de cada episodio. Pero tambin se da una elevada utilidad prctica alobservar cun invariablemente se repiten los rasgos comunes que hemoscitado. Al advertir la res urgencia de los primeros sntomas, como sinduda habrn de manifestarse, queda una posibilidad -desde luegopequea, dado el poder arrollador de la euforia financiera- de que losindividuos, de otra manera vulnerables, capten la advertencia.

    A continuacin paso a relatar los grandes episodios de especulacindel pasado y a considerar sus caractersticas comunes.

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    CAPTULO III

    LOS CASOS CLSICOS I:LA TULIPAMANA, JOHN' LAW y LA BANQUE

    ROYALE

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    Los especuladores pueden no resultar perjudiciales, comoburbujas en la corriente regular de la empresa. Pero suactuacin cobra gravedad cuando esa empresa se convierte enuna burbuja del remolino de la especulacin.

    JOHN MAYNARD KEYNES, The General Theory of EmploymentInterest and Money

    Nadie puede dudar de que los episodios de especulacin se. remontana los das de los florentinos y venecianos. Fernand Braudel, el historiadorfrancs de la economa y mxima autoridad en estas materias, ha

    sealado que hubo activos mercados de valores en Gnova, Florencia yVenecia ya en el siglo XIV, y que mucho antes se desarrollaba unanimado trfico de moneda y mercancas. Casi con seguridad secompraba y se venda basndose en la perspectiva de un valor no presentesino imaginado.

    La primera Bolsa moderna -moderna sobre todo por el volumen detransacciones- surgi sin embargo en Amsterdam a comienzos del siglo

    XVII. Y en la dcada de 1630, en la Holanda estable y de vastoshorizontes, y con sus gentes apacibles y melanclicas por protagonistas,tuvo efecto la primera de las grandes explosiones especuladorasconocidas en la historia. An sigue siendo. una de lasms notables. Pero no la desataron las ofertas burstiles, ni los bienesinmueble s ni, como cabra esperar, las soberbias pinturas holandesas: elobjeto de la especulacin fueron los bulbos de tulipanes, y en los ltimos350 aos el fenmeno se ha conocido con su propio nombre: tulipamana.El tulipn - Tulipa de la familia de las liliceas que comprende unas 160especies- crece en estado salvaje en los pases del Mediterrneo oriental yms al Este. Los bulbos llegaron a Europa occidental en el siglo XVI. Secree que un buque mercante los transport de Constantinopla a Amberesen 15621 episodio que revisti especial importancia en la difusin delconocimiento y la valoracin de aquella flor. Con el tiempo dicha

    aloracin creci extraordinariamente1 y no tard en atribuirse un enor-

    me prestigio a la posesin y cultivo de la planta.

    v

    Como ya se ha sealado la especulacin se da cuando la imaginacin

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    popular se. centra en algo que se tiene por nuevo en el campo delcomercio o de las finanzas. El tulipn1 hermoso y de variados colores1fue una de las primeras cosas que se prestaron a el y hoy sigue consi-derndose uno de los ms inslitos instrumentos de especulacin. Jams

    algo tan improbable contribuy en tan sorprendente medida al engaomasivo que aqu estamos tratando.

    As pues la atencin se concentr en la posesin y exhibicin de lams misteriosa de las flores. Y su valoracin no tard en dar paso a ungran incremento del precio que' reclamaban su hermosura y rareza. Enefecto los bulbos ahora estaban a la venta y hacia mediados de la dcadade 1630 su precio pareca aumentar ilimitadamente.

    La fiebre inversora se adue de toda Holanda. Nadie con unmnimo de inteligencia estaba dispuesto a quedarse atrs. Los preciosllegaron a la extravagancia: en 1636 un bulbo al que previamente nopareca atribursele valor poda cambiarse por un carruaje nuevo doscaballos tordos y un arns completo.

    La especulacin se hizo ms y ms intensa. Ahora un bulbo podacambiar de manos varias veces, y los precios se incrementaban con

    regularidad, dando lugar a peraciones sorprendentemente lucrativasantes de que el bulbo en cuestin llegara a plantarse. Tambin seprodujeron algunos terribles accidentes. Charles Mackay, en Extraor-dinary Popular Delusions and the Madness of Crowds, un libro clsicoacerca de la especulacin (y "de otros extravos de la razn), narraregocijadamente la siguiente historia, recogida por vez primera en losViajes de Blainville. Un joven marinero, por informar de un flete de -productos procedentes de Levante, fue recompensado por un comerciantecon un hermoso arenque ahumado para su desayuno. Luego elcomerciante, muy comprometido en la especulacin de los tulipanes,ech de menos un bulbo de Semper Augustus valorado en unos 3.000florines, una inimaginable suma equivalente a 25.000-50.000 dlares dehoy. Cuando fue en busca del marinero para interrogarle, se lo encontrmuy satisfecho, terminndose de comer el bulbo, pues haba credo queera el acompaamiento del pescado.

    En un pasaje especialmente memorable, Mackay da cuenta delnimo que reinaba en el pas mientras la especulacin prosegua:

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    La demanda de tulipanes de una especie rara se increment tanto enel ao 1636, que se establecieron mercados para su venta en la Bolsa deAmsterdam, as como en Rotterdam, Haarlem, Leyden, Alkmar, Room yotras ciudades... Al principio, como en todas estas manas de juego, la

    confianza estaba en su punto culminante, y todo el mundo ganaba. Lostraficantes de tulipanes especulaban con el alza y cada de las existencias,y obtenan cuantiosos beneficios comprando cuando los precios bajaban yvendiendo cuando aumentaban. Muchas personas se hicieron ricassbitamente. Un cebo de oro penda tentador ante los ojos de los hombresque, uno tras otro, corran hacia los mercados de tulipanes como lasmoscas en torno a un bote de miel. Todos imaginaban que la pasin por

    los tulipanes iba a durar siempre, y que la riqueza de todas las partes delmundo afluira a Holanda y pagara los precios que se quisieran. Lasriquezas de Europa se concentraran en las orillas del Zuyder Zee, y lapobreza quedara desterrada del suave. clima neerlands. Nobles,burgueses, granjeros, peones, marinos, lacayos, sirvientas e inclusodeshollinadores y traperas especulaban con tulipanes. Personas de todacondicin liquidaban sus propiedades e invertan el producto en flores. Se

    ofrecan a la venta casas y campos a precios ruinosamente bajos, o biense entregaban como pago en las transacciones efectuadas en el mercadode tulipanes. Los extranjeros sucumbieron al mismo frenes, y el dinerose verta en Holanda desde todas partes. ,Los precios de los artculos deprimera necesidad se incrementaron de nuevo gradualmente, y con ellosaumentaron su valor casas y campos, caballos y carruajes as como todaclase de manufacturas de lujo; durante unos meses, Holanda pareca lamismsima antecmara de Pluto. Las operaciones mercantiles se tornarontan amplias e intrincadas, que fue preciso promulgar un cdigo legal paraque sirviera de gua a los comerciantes... En las ciudades ms pequeas,donde no haba lonja de contratacin, sola escogerse la taberna principalcomo lugar de exhibicin, donde poderosos y humildes traficaban contulipanes y cerraban sus transacciones con suntuosas fiestas. En ellas sereunan a comer hasta doscientas o trescientas personas, y en las mesas yaparadores se colocaban, a intervalos regulares, grandes floreros con

    tulipanes en sazn para su solaz durante el convite.

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    Era maravilloso, en efecto. Jams -en toda su historia los holandesesparecan haberse visto tan favorecidos. De acuerdo con las reglasinmutables que gobiernan estos episodios, cada repunte de los preciosconvenca a un mayor nmero de especuladores a participar. Esto jus-

    tificaba las esperanzas de quienes ya participaban, pavimentndoles elcamino para seguir adelante e incrementar sus beneficios, yasegurndoles con ello un enriquecimiento mayor e ilimitado. Se tomabaprestado dinero para comprar: los pequeos bulbos apalancaban grandesprstamos.

    El final lleg en 1637. De nuevo primaron las leyes que rigen elproceso. Los perspicaces y los inquietos empezaron' a abandonar, nadie

    sabe por- qu razn; otros vieron a aqullos retirarse, la carrera paravender se transform en pnico, y los precios cayeron como por unprecipicio. Los que haban hecho - adquisiciones, en muchos casoshipotecando sus propiedades para obtener crdito -he 'aqu elapalancamiento-, se encontraron sbitamente desposedos o enbancarrota. Comerciantes prsperos quedaron reducidos casi a lamendicidad, y muchos miembros de la nobleza asistieron a la ruina irre-

    mediable de sus casas.Concluido el episodio, se sucedieron, en grado extremo, la amargura,las recriminaciones y la bsqueda de chivos expiatorios -todo ello muynormal-, y tambin se evit mencionar como verdadera causa el deliriocolectivo. Los que se haban- comprometido a comprar a unos precios tanenormemente abultados, quebraron en masa. Vendedores iracundosforzaban el cumplimiento de sus contratos de ventas, pero los tribunales,identificando la operacin como un juego de especulacin, se abstuvieronde respaldarles. Y al igual que en el caso de los bancos yde las entidadesde ahorro y crdito en quiebra en tiempos recientes, apareci entonces elEstado como ltimo recurso. Pero, desdichadamente, el nico remediohubiera sido restaurar el precio de los bulbos al nivel previo alhundimiento, y esto era manifiestamente impracticable, de modo que seabandon con sus prdidas a los que poco antes eran ricos.

    La mala fortuna, sin embargo, no se abati solamente sobre ellos. El

    colapso de los precios de los tulipanes y el consiguienteempobrecimiento tuvieron como efecto congelar la vida econmica

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    holandesa en los aos que siguieron: se produjo, para expresarlo enterminologa moderna, una considerable y duradera depresin. Hubo unsolo resultado que compensara de tanta prdida: el cultivo del tulipnprosigui en Holanda, y con el tiempo se desarrollaron amplios mercados

    para flores y bulbos. Todo el que haya contemplado en primavera loscampos de tulipanes en ese tranquilo y agradable pas, no puede sus-traerse al sentimiento de que la tulipamana fue la precursora de unautntico don de la naturaleza. No nos han llegado los nombres de losprotagonistas de la historia de la tulipamana y las predeciblescircunstancias a ella asociadas, como a todas las grandes especulaciones.En este. sentido, somos ms afortunados en lo que concierne al siguiente

    de los episodios clsicos: est dominado por una de las figuras centralesde la historia financiera, el escocs John Law.

    Pero incluso en el caso de Law se impone una advertencia. Ya he

    insistido bastante en que todas las sugerencias en materia de innovacinfinanciera deben considerarse con extremado escepticismo. La supuestainnovacin es una mera variante de una vieja iniciativa, que slo esnueva en la corta y deficiente memoria del mundo financiero. Nadie, enel transcurso de los siglos, ha sido ms celebrado que John Law. LaEncyclopedia Britannica le presenta a la vez como un hombre honrado yun genio de las finanzas. Pero tambin en este caso la duda persiste.

    El plan de John Law de pagar las deudas deFrancia vendiendo acciones de las inexistentesminas de oro de Luisiana termin en un desastre.

    Law naci en 1671 en un ambiente financiero: su padre, un orfebrede Edimburgo, se dedicaba activamente al prestamismo, como era

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    comn entre los de su oficio.El joven Law se mud a temprana edad a Londres, donde, al tiempo

    que disfrutaba de una existencia sealadamente sibartica, parece haberprestado alguna atencin a los asuntos bancarios y financieros. Pero sus

    estudios se vieron drsticamente interrumpidos en 1694 cuando, en uncampo adyacente al centro de Londres, en lo que hoy es Bloomsbury,result inapropiadamente vencedor en un duelo. Por haber asestado a suadversario una estocada en el vientre, fue detenido y encerrado enprisin, acusado de asesinato. Tras prolongadas gestiones, el asunto que-d resuelto con su huida de la crcel, segn se cree con algunaconnivencia de los funcionarios. Pas al continente, donde en los aos

    que siguieron se gan la vida, segn nos consta, como jugador degrandes recursos. Sus ganancias se dice que fueron el resultado de hacertrampas en una versin contempornea del juego de dados; algo que enla actualidad le hubiera vedado el acceso a las mesas.

    En los Pases Bajos observ tambin las operaciones del grande yexitoso Banco de Amsterdam, que le sugiri la idea de dedicarse a esenegocio: creara un banco que adquirira tierras, y emitira billetes

    garantizados por el registro de la propiedad a manera de prstamos. Loque no estaba claro era cmo podran acceder a esas tierras los tenedoresde billetes. Esa idea tuvo importancia, sin embargo, en la futura carrerade Law en Pars. Lleg a esta capital en 1716, tras un breve regreso aEscocia, donde trat de aplicar sus iniciativas, que fueron decidida y sinduda muy sabiamente rechazadas.

    Pars result ser ms receptivo o, para ms precisar, ms infortunado.El momento era propicio. Luis XIV haba muerto el ao anterior, dejandodos legados que se demostraran importantes para Law. Uno fue el.regente del joven Luis XV: Felipe 11, duque de Orleans, un hombre quecombinaba en s un intelecto insignificante y una acusadsima tendenciaal desenfreno. El otro fue una bancarrota de la tesorera y numerosasdeudas derivadas de las persistentes guerras del Rey Sol, lasexcentricidades y la generalizada corrupcin de los recaudadores de im-puestos. Law se aprest a aprovechar estas oportunidades.

    El 2 de mayo de 1716, se le concedi permiso para fundar un bancoque, con el tiempo, se convirti en la Banque Royale, con un capital de

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    seis millones de libras. Ese permiso implicaba la autorizacin para emitirbilletes, que el banco utiliz para pagar los gastos del Estado en esemomento y para satisfacer deudas pasadas. Los billetes, al principiocambiables por moneda acuada si se deseaba, fueron bien recibidos. Y

    como lo fueron, se emitieron ms. Lo que se precisaba era, obviamente una fuente de ingresos en

    metlico que pudiera respaldar la emisin de billetes. Dicha fuente laprovey, en teora, la organizacin de la Compaa del Mississippi(Compagnie d'Occident) -ms tarde, y con ms amplios privilegiosmercantiles, la Compaa de las Indias-, encargada de explotar losyacimientos de oro que se supona existan en el vasto territorio

    norteamericano de Luisiana. No haba pruebas de la presencia de oro,pero eso, como siempre en episodios similares, no dio pie a las dudas. Seofrecieron al pblico acciones de la compaa, y la respuesta fuesensacional. La antigua bolsa, en la rue Quincampoix, fue el escenario delas ms intensas e incluso tumultuosas operaciones de toda la historia dela avidez financiera. Ms adelante, las transacciones se trasladaron a lams espaciosa place Vendme y a las proximidades del Htel de

    Soissons. Tan decididas estaban algunas mujeres a comprar, que, en unrasgo curiosamente moderno, ofrecan su propio cuerpo a cambio delderecho a adquirir acciones. En la dcada de 1980, en una ligera variante,algunos clientes vulnerables de Michael Milken y de Drexel BurnhamLambert fueron reconocidos en un hotel de Beverly Hills, y se dice quefueron objeto de la atencin de prostitutas apropiadamente ascticas.Esto signific un aliciente para que adquirieran bonos basura, muchos delos cuales eran comparables, en cuanto a perspectivas, a las acciones dela Compagnie d'Occident.

    Las actividades de la venta de ttulos de la Compaa del Mississippino se proponan como finalidad el hasta entonces no descubierto oro, sinocubrir las deudas del Estado. Los billetes emitidos para pagar esa deudase destinaban a adquirir ms ttulos. Y se emitan ms ttulos parasatisfacer la intensa demanda, la cual tena el efecto de incrementar elprecio tanto de las viejas como de las nuevas emisiones, que alcanzaban

    cotizaciones extravagantemente elevadas. Todos los billetes en circula-cin -y circulaban en sentido literal- se supona que estaban respaldados

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    por moneda acuada, depositada en la Banque Royale, pero ese metalpronto fue minsculo en relacin con el volumen de papel. Hubo aquapalancamiento en una forma en verdad prodigiosa.

    El fin lleg en 1720. El apalancamiento se invirti bruscamente,

    como la experiencia iba a demostrar en un centenar de casos similares, demayor o menor envergadura, en los 250 aos siguientes. El factor queprecipit el desastre se dijo que fue la decisin del prncipe de Conti,cansado de la imposibilidad de adquirir ttulos, de enviar sus billetes a laBanque Royale para cambiarlos por oro. Segn una muy improbableleyenda, el metal que se le entreg ocup tres carros, pero entonces inter-vino el regente a requerimiento de Law, y orden al prncipe la

    devolucin de todo el oro. Mientras tanto, a otras personas se les ocurrique el oro poda ser mejor que los billetes. Para restaurar la confianza yasegurar a los tenedores e inversores que llegara un abundantesuministro de metal, fue reclutado un batalln de mendigos parisienses, alos. que se equip con palas, y desfilaron por las calles de la capital comosi se dispusieran a salir para Luisiana,.a fin de trabajar en las minas deoro. Algo inquietante se sospech cuando, en las semanas que siguieron,

    muchos de aquellos indigente s fueron devueltos a sus viejas guaridas.Sea como fuere, se produjo una carrera hacia el banco: el pblico tratabade convertir sus billetes no en ttulos de la Compaa del Mississippi,sino en oro. Un da de julio de 1720, quince personas perdieron la vida enlas apreturas frente a la Banque Royale.Los billetes fueron declarados noconvertibles. Los valores en general, y no slo los ttulos del Mississippi,se colapsaron. Ciudadanos que una semana antes eran millonarios -untrmino indispensable que nos ha sido legado por aquellos tiempos-estaban ahora empobrecidos.

    A esto siguieron la previsible reaccin airada y la bsqueda delindividuo o la institucin responsable. Esa bsqueda no hubo de ser muylarga: en los meses anteriores un soberano agradecido haba encumbradoal ms elevado puesto del reino a John Law, un extranjero jugador yasesino huido de la justicia. En el desempeo de ese puesto habaintroducido, ciertamente, algunas tiles reformas en materia econmica y

    fiscal: las tierras improductivas propiedad del clero se entregaron a loscampesinos, se abolieron las aduanas locales y se redujeron los aranceles.

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    Tambin se haba convertido en interventor general de Francia y se lehaba nombrado duque de Arkansas,. un ttulo que a uno le gustara quehubiera sobrevivido..Ahora John Law se haba convertido en el objeto de la ms envenenada

    condena. Protegido por el regente, abandon Francia y pas cuatro aosen Inglaterra, donde fue amnistiado del cargo por asesinato que pesabasobre l. Se traslad entonces a Venecia, donde pas el resto de su vidaen una digna pobreza, llevando una existencia apacible y virtuosa. Allmuri dentro de la fe catlica, y recibi piadosamente los sacramentos dela Iglesia.

    Aqu se pueden advertir de nuevo las constantes propias de estos

    casos. Asociado con la riqueza de la Banque Royale, Law era un genio:como siempre, la inteligencia derivaba de la vinculacin al dinero.Cuando la riqueza se esfum y desapareci, se convirti en un fugitivodenostado sin piedad. Parece cierto que Law posea una cautivadoraseguridad en s mismo, que le fue muy til con el regente y con elpblico parisiense. S caben serias dudas, en cambio, acerca de si suactuacin fue muy original o mnimamente sensata, pues los hombres de

    genio no se destruyen a s mismos, ni arrastran consigo a muchos otros,ni provocan un desenlace tan desdichado.Como en Holanda tras el asunto de los tulipanes, para Francia las

    consecuencias se tradujeron en una economa deprimida y en un desordengeneralizado de la vida econmica y financiera: en palabras -algoexageradas- del duque de Saint-Simon, una exigua minora seenriqueci, y el resto del pueblo se arruin por completo. Pero al igualque en Holanda, y con la inconmovible pertinacia de esa clase deepisodios, la condena no recay sobre la especulacin ni sobre losincautos que sucumbieron a ella. Como ya se ha indicado, John Law y suBanque Royale fueron sealados como responsables, y durante un siglolos bancos se consideraron sospechosos en Francia. Los que perdieron lacabeza al mismo tiempo que su dinero y se entregaron a la especulacin,se dispensaron a s mismos de toda censura.

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    CAPTULO IV

    LOS CASOS CLSICOS II: LA BURBUJA

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    Mientras la gran especulacin alcanzaba su imprevista peroplenamente predecible culminacin en Pars en 1720, se estabadesarrollando otra en Londres. El extravo nacido del optimismo y de la

    ilusin alimentada por cada uno fue la historia de dos ciudades. Segncaba esperar, tanto los protagonistas britnicos como el episodio en scarecieron del estilo francs. En comparacin con el caso parisiense, ellondinense fue ms bien vulgar, aunque excepcionalmente intenso: elboom y el colapso de los precios de los valores se vieron incrementadospor un generalizado despliegue de sobornos oficiales, corrupcin yembrollos.

    El descubrimiento que justific el boom o, como siempre y para msprecisin, el redes cubrimiento, fue la sociedad por acciones. Talescompaas se remontaban a una antigedad de cien aos y an ms enInglaterra; pero de repente surgan ahora como la nueva maravilla de lasfinanzas y del entero mundo econmico.

    En los primeros aos del siglo XVIII, haba habido algunas iniciativaso propuestas notablemente imaginativas en el terreno burstil: unaempresa para construir y comercializar una mquina de escribir, lo queconstitua un adelanto considerable sobre su tiempo; un proyecto para

    una ametralladora ligera que poda disparar balas tanto cuadradas como

    redondas, segn el enemigo fuera cristiano o turco; otro proyecto para unpiano mecnico, etc. Puedo medir el movimiento de los cuerpos -

    Robert Harley, conde de Oxford, contribuy afundar la desafortunada Compaa de los Maresdel Sur.

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    observ sir Isaac Newton en cierta ocasin-, pero no puedo medir lalocura humana. Y, en efecto, no poda medir ni la suya, pues iba aperder 20.000 libras -mucho ms de un milln de dlares actuales- en laorga especuladora que estaba a punto de desencadenarse.

    La Compaa de los Mares del Sur (South Sea Company) habanacido en 1711 por iniciativa o, acaso ms apropiadamente, porinspiracin de Robert Harley, conde de Oxford. En los primeros tiemposde la empresa, se le uni un tal John Blunt, escribiente de profesin,aventajado no slo como copista de documentos legales, sino en elaprendizaje de su contenido.

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    Los orgenes de esta compaa se asemejaron estrechamente a los de

    la Banque Royale y de la Compaa del Mississippi. De forma similar,aport una supuesta y sin duda bien recibida solucin al problema de ladeuda flotante y apremiante del Estado que, como en Francia, habaintervenido en los aos anteriores en la guerra de Sucesin espaola. A

    cambio del permiso para su constitucin, la Compaa de los Mares delSur adquiri y consolid esa deuda de procedencia diversa. El gobierno

    Este mapa del cartgrafo Herman Mol! fue un encargo de la Compaa de los

    Mares del Sur. Con la excepcin de Brasil, toda la inme1:lsa regin fue proclamada

    como territorio de explotacin comercial de la compaa. No se tuvo, en cuenta el

    hecho de que Espaa tambin reivindicase ese mismo territorio

  • 8/12/2019 Kenneth Galbraith - Breve Historia de La Euforia Financiera

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    satisfaca por ella un inters del 6 %, Y a la compaa se le reconoci elderecho de emitir valores y de ser la nica en comerciar y traficar, apartir del 1 de agosto de 1711, con, en y desde los reinos, tierras, etc., deAmrica, desde la orilla oriental del ro Aranoca hasta el extremo sur de

    Tierra del Fuego. A este comercio se le aada todo el de la costaoccidental de las Amricas con, en y desde todos los pases dentro delos mismos lmites, considerados como pertenecientes a la Corona deEspaa, o los que en lo sucesivo fueran descubiertos. Se pas por altoastutamente que Espaa reclamaba el monopolio de todos los inter-cambios y el comercio con esa vasta regin, si bien caba alguna lejanaesperanza de que las negociaciones por entonces en curso con vistas a un

    tratado, permitieran el acceso de Gran Bretaa a las fabulosas riquezas enmetales preciosos de Mxico, Per y dems lugares. Tambin habraoportunidades en la trata de esclavos, para la cual los negociantesbritnicos crean poseer una especial aptitud.

    Finalmente, se abri una pequea pequesima ventana deoportunidades. En resumen, Espaa permiti a la compaa un solo viajeanual, sujeto a una participacin en sus beneficios. La esperanza de algo

    mejor se basaba, en parte, en la creencia de que poda negociarse lasoberana de Gibraltar a cambio de un ms amplio acceso a las Amricas.La cuestin de esa soberana iba a continuar siendo un desgraciadocontencioso entre Gran Bretaa y Espaa durante dos siglos y medioms.

    De hecho, resultara difcil Imaginar un proyecto comercial msproblemtico. Se autorizaron y se lanzaron ms emisiones .de valores, enrespuesta a las compras del pblico, y a .comienzos de 1720 ya se habaasumido la totalidad de la deuda pblica. Tales fueron las supuestasventajas de la empresa. La oportuna legislacin se vio facilitada medianteel regalo de valores de la Compaa de los Mares del Sur a los ministrosclave del gobierno, as como por la feliz circunstancia de que variosdirectivos de la empresa se sentaban en el Parlamento, lo que brindaba laexcelente oportunidad de dar a conocer all las halageas perspectivasde aqulla. Esos mismos directivos se mostraban tambin generosos

    asignndose valores.En 1720, el pblico britnico o, mejor, aquella parte del mismo

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    sensible a la idea del enriquecimiento mediante las finanzas, respondicon entusiasmo a la supuesta oportunidad que le brindaba la Compaa delos Mares del Sur y, ms an, al empuje al alza de los valores y al deseode participar en las ganancias. La guerra haba enriquecido a un reducido

    pero significativo sector de la poblacin britnica. Las clasesterrateniente y aristocrtica, aunque desdeosas con los del comercio ocon los relacionados de algn modo con el hacer dinero, tambinfueron capaces de tragarse su orgullo y participar a su vez. A menudo eldinero produce esos efectos. Las escenas de la roe Quincampoix serepeta ahora en las calles y avenidas de la City. La cotizacin de lacompaa, que haba sido de unas 128 libras en enero de 1720, ascendi a

    330 en marzo, a 550 en mayo, a 890 en junio y a unas 1.000 msavanzado el verano. Nunca con anterioridad en el reino, y tal vez nisiquiera en Pars o en Holanda, tantos y tan sbitamente se volvieron tanricos. Como siempre, el espectculo de algunos convertidos en poten-tados con tan poco esfuerzo, provoc la carrera para participar que, a suvez, determinaba el alza.

    Pero la Compaa de los Mares del Sur no era la nica oportunidad.

    Su xito gener al menos un centenar de imitadores y advenedizos, todoslos cuales aspiraban a su parte en el boom. Entre ellos se incluancompaas para desarrollar el movimiento perpetuo (con lo que tambinse adelantaron a su tiempo), asegurar caballos, perfeccionar el arte defabricar jabn, comerciar con cabello, reparar y reconstruir casasparroquiales y vicariales, transmutar mercurio en metal fino maleable, ylevantar residencias u hospitales para ingresar y mantener en ellos a hijosilegtimos, amn de la inmortal empresa para llevar adelante unainiciativa muy ventajosa, pero que nadie sabe en qu consiste. En juliode 1720, finalmente, el gobierno dio el alto. En efecto, se aprob una ley-la Bubble (Burbuja) Act- que prohiba esas otras empresas, menos,segn se ha credo siempre, para proteger a los insensatos y a losingenuos que para asegurar el monopolio especulador de la propiaCompaa de los Mares del Sur.

    Pero por entonces ya se acercaba el fin de la compaa. Los valores

    entraron en barrena, en parte, sin duda, como resultado del oportunoreparto de beneficios de los que estaban dentro y arriba. En septiembre

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    las acciones haban cado a 175 libras y en diciembre, a 124. Se hicieronesfuerzos heroicos, retricos y de otros tipos para sostener y reavivar laconfianza, incluyendo un llamamiento en demanda de ayuda al recinfundado Banco de Inglaterra. Con el tiempo, y con algn apoyo del

    gobierno, las acciones subieron hasta 140 libras, ms o menos:aproximadamente una sptima parte del valor ms alto alcanzado. Comoantes sucediera y como sucedera despus, una vez se produce elhundimiento, quedan desbordados todos los esfuerzos para evitar eldesastre.

    No tard en iniciarse la bsqueda de chivos expiatorios, que fue ferozy brutal. Blunt, ahora ya sir John Blunt, escap por poco a la muerte

    cuando un asaltante, cabe imaginar que una vctima, trat de dispararle enuna calle londinense. Acab salvndose porque puso en manos delgobierno a sus compaeros de conspiracin situados en puestos de altaresponsabilidad; una iniciativa corriente en los tiempos actuales. Losindividuos relacionados con la compaa fueron expulsados del Parla-mento, y los directivos y otros empleados (incluido el propio Blunt)vieron su dinero y sus propiedades confiscados a fin de proveer alguna

    compensacin a los perjudicados. Robert Knight, tesorero de lacompaa, parti de sbito para el continente, pero fue perseguido yencarcelado y se solicit su extradicin. Logr escapar, sin embargo, yvivi desterrado durante los veintin aos siguientes. James Craggs, uninfluyente poltico de avanzada edad, implicado en el asunto, se suicid.Otros acabaron en prisin. Como tras el caso de los tulipanes y el de JohnLaw, la vida econmica de la ciudad de Londres y la del pas en suconjunto experimentaron una notable depresin.

    Aqu quedaron de manifiesto las previsibles caractersticas propias dela aberracin financiera. Se daba un gran apalancamiento sobre losreducidos intereses que abonaba el Tesoro por la deuda pblica. Losindividuos fueron peligrosamente cautivados por la creencia en su propiaperspicacia e inteligencia en asuntos financieros, y transmitieron este

    error a otros. Se brindaba una oportunidad de inversin rica enperspectivas imaginadas, pero inane si se examinaba serenamente la

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    realidad. Algo en apariencia emocionante e innovador se apoder de laimaginacin del pblico, en este caso la sociedad por acciones, la cual,por lo dems y cmo ya se ha dicho, tena un origen decididamente msantiguo. (Las grandes compaas con privilegio comerciaban con la India

    y con otras partes desde haca ya un siglo.) Y como fuerza operativa,ignorada segn caba esperar, actuaba el abandono del buen sentido por elpblico en masa, en pos del beneficio.

    Pero, excepcionalmente, esta ltima circunstancia fue reconocidaandando el tiempo. Charles Mackay, en un relato muy agudo de laBurbuja de los Mares del Sur, seal cul era la verdad:

    [En el otoo de 1720] en cada ciudad de alguna impor-tancia del Imperio se celebraron reuniones pblicas en lasque se elevaron peticiones, solicitando que el legislativohiciera recaer la venganza sobre los directivo de laCompaa de los Mares del Sur, los cuales, mediante susfraudulentas prcticas, haban conducido la nacin al bordede la ruina. Nadie pareca imaginar que la propia nacin eratan culpable como la Compaa de los Mares del Sur. Nadie

    censuraba la credulidad y la avaricia del pueblo; eldegradante afn de ganancia... ni tampoco la obsesivapasin que haba inducido a la multitud a apresurarse eintroducir la cabeza, con alocada avidez, en la red tejidapara ella por los artfices de aquella iniciativa. Pero estascosas jams se mencionaron.

    Como tampoco se mencionaron nunca tras los episodios recientes deespeculacin, como quedar ampliamente de manifiesto.

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    CAPTULO V

    LA TRADICIN AMERICANA

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    En asuntos financieros, la memoria es frgil, pero las actitudespblicas subjetivas pueden ser ms duraderas. De la misma forma que

    John Law hizo sospechosos a los bancos en Francia durante ms de unsiglo, la Burbuja de los Mares del Sur puso en guardia a Gran Bretaacontra las sociedades por acciones. La Bubble Act restringi durantemuchas dcadas la formacin de sociedades limitadas, antecesoras de lasactuales sociedades annimas. Con todo, hacia 1824 esas empresas sehaban ganado suficiente respetabilidad como para dar lugar a otraoleada. de emisin de valores en Londres. Tambin esta vez estaban

    inspiradas, en parte, en las perspectivas de Sudamrica, pero, con unespritu ms ecumnico, se extendan hasta el mar Rojo. Una emisinparticularmente destacada era la de una compaa que se propona eldrenaje de aquella extensin de agua, con objeto de recuperar el tesoroabandonado por los egipcios tras el paso del mar Rojo por los judos.Ms avanzado el siglo, se registraron otros episodios de especulacin, enrespuesta a las oportunidades que brindaba el Nuevo Mundo, con

    Sudamrica una vez ms en funciones de imn" para la imaginacin. En1890, el Banco de Inglaterra hubo de precipitar la bancarrota de la granempresa Baring Brothers, peligrosamente envuelta en prstamos a laArgentina. Que nadie imagine que las modernas desdichas con losprstamos al Tercer Mundo son cosa nueva.

    Cualesquiera que fuesen los excesos en Londres, no se vea el menorrastro de chauvinismo si afirmamos que, en el pasado siglo, laimaginacin especuladora alcanz sus manifestaciones ms delirantes enEstados Unidos. Esto se debi a una creencia especficamente americanaen la supuesta magia de la acumulacin de dinero y sus presuntos efectoseconmicos maravillosos.Esa creencia en la magia del dinero se inici en la poca colonial.Tambin en este caso, y tan invariablemente como en los asuntosfinancieros, los implicados estaban convencidos de su genio innovador.Como antes y despus, estaban reinventando la rueda.

    Las colonias del Sur -Maryland, Virginia y Carolina, como entoncesse llamaba- emitieron billetes contra el valor del tabaco, y lamentaron

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    grandemente cualquier demanda de oro o plata como medio de cambio,hasta el punto de que llegaron a proscribir su uso. En Maryland, losbilletes basados en el tabaco sirvieron como moneda durante casi dossiglos, considerablemente ms tiempo que el patrn oro. Pero fue

    prosaicamente til, si se compara con el papel moneda de NuevaInglaterra.

    En 1690, sir William Phips condujo una expedicin de soldados muypoco convencionales desde la colonia de la baha de Massachusetts hastala fortaleza de Quebec. Se proponan que el producto del botn sufragaralos gastos de la incursin. Pero he aqu que la fortaleza no se rindi, ycuando las tropas regresaron, la tesorera colonial no dispona de moneda

    en metlico, ni de oro ni de plata, para pagarles. Entonces, al gobiernocolonial le pareci, un mal menor emitir billetes en los que secomprometa, con el tiempo, al pago en oro o plata. En las dos dcadas

    que siguieron, el papel circul junto con el metal y en pie de igualdad conl, sobre la base de aquel compromiso. He aqu un instrumento financierosupuestamente innovador y maravilloso, y he aqu de nuevo el prodigiodel apalancamiento. Haba deuda en forma de billetes respaldados porunos activos consistentes, en este caso moneda metlica, notablementeinferiores a los que seran precisos si todos los billetes se presentaran alcobro de manera simultnea.

    Massachusetts tena los cofres vacos cuando sir

    William Price y su banda extraordinariamente

    irregular de soldados fracasaron en la capturade la fortaleza y de las fortunas de Quebec.

    La maravilla se extendi a otras colonias, donde se emitieron billetesen abundancia, incluso con ligereza. Rhode Island fue un caso extremo.

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    All, como en todas partes, en los das en que al fin se ajustaron lascuentas, los billetes perdieron todo su valor o casi.

    Conviene precisar que no todas las colonias sucumbieron; as,Pennsylvania, Nueva York, Nueva Jersey, Delaware y Maryland

    aplicaron un admirable criterio restrictivo. Y existen indicios de que elpapel moneda que sustentaba los precios y los intercambios contribuy algeneralizado bienestar econmico all donde se utiliz. sta fueciertamente la postura de Benjamin Franklin, quien pudo haberse vistoinfluido por su condicin de impresor de los billetes. Ms adelante, en1751, el Parlamento de Londres prohibi las emisiones de papel enNueva Inglaterra, y poco despus, en todas las colonias.

    Esta decisin suscit una reaccin muy airada. El papel y elapalancamiento a l asociado estaba hondamente enraizado en la mentede los colonos americanos, que lo consideraban un bien econmico. Eluso del papel no fue totalmente proscrito, aunque as lo hayan dichomuchos historiadores. Los soldados de Washington, por ejemplo, fueronpagados con billetes del continente, que sirvieron para financiar larevolucin. La recaudacin de impuestos era por entonces insignificante,

    como tambin lo .era la maquinaria recaudatoria. El coste de la guerra losoportaron quienes, habiendo recibido los llamados continentales,vieron su poder adquisitivo rpida e irrevocablemente disminuido. As sepag la independencia americana, y no est claro que hubiera podidosufragarse de otra manera. Pero ahora, en la nueva repblica, el escenarioestaba dispuesto para los recurrentes episodios especuladores. La polticafinanciera del joven pas fue conservadora, influida inicialmente por elrecuerdo, an fresco, de la inflacin acarreada por la divisa continental: laamplia disponibilidad de" papel determinaba una necesariamente limitadadisponibilidad de artculos. As, en Virginia un par de zapatos costaba5.000 dlares y ms de 1.000.000 un guardarropa completo. LaConstitucin prohiba al gobierno federal y, ni que decir tiene, a losestados, emitir papel moneda. Las transacciones deban efectuarse en oroy plata y en billetes bancarios canjeables por metlico. Se cre un bancocentral, el First Bank of the United States, para imponer la disciplina en

    la dispersin de pequeos bancos autorizados por los estados, y que seneg a aceptar los billetes de aquellos que, a peticin, no pagaban en

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    metlico. El hasta entonces conservador Noreste aprob esta iniciativa,pero, en la mayora de los casos, no hicieron otro tanto el Sur y el Oeste,regiones jvenes y financieramente ms necesitadas. En ellas, el crditofcil derivado de los billetes de banco, ampliamente disponibles, estaba

    muy valorado. En 1810, y debido a los ataques que suscit su rigorfinanciero, al First Bank no se le renov el permiso para seguir actuando.

    Con el estmulo de la guerra de 1812, y ante la necesidad definanciarla con un amplio emprstito pblico los precios aumentaron. Losbancos estatales, dispensados de la servidumbre del canje forzoso debilletes por metal, recibieron ahora autorizaciones sin cortapisas. Todalocalidad lo bastante grande como para disponer de una iglesia, una

    taberna o una herrera, se consideraba un lugar apropiado para establecerun banco. Estas entidades emitan billetes, y otro tanto hacan, aimitacin de ellas, las empresas ms inesperadas. Incluso los barberos ylos taberneros competan con los bancos en este terreno... Los bienesque respaldaban esos billetes eran, huelga aclararlo, minsculos yevanescentes. Una vez ms, apalancamiento.

    En los aos que siguieron al final de la guerra, la tierra y otras formas

    de propiedad aumentaron prodigiosamente de valor en todo el pas. Comosiempre en estos casos, los activos en alza atrajeron a quienes estabanconvencidos de que an se produciran ms incrementos, y estaconviccin dio seguridades de que an iban a producirse ms subidas. En1816 se autoriz la creacin del Scond Bank of the United States, pueshaba persistido la idea de que era necesaria una autoridad reguladorasuperior. Sin embargo, en sus inicios se sum al boom, y el banco selanz con entusiasmo a los crditos inmobiliarios. Pero en 1819 el boomexperiment un colapso. Los precios y los bienes races cayeronespectacularmente, los crditos dejaron de pagarse y aument el nmerode bancarrotas. ste fue el primero de los episodios de especulacin, conresultado de colapso, que iban a caracterizar la historia econmica yfinanciera americana durante el resto del siglo. Se incorpor al lxico lapalabrapnico asociada al dinero. Ms tarde, en afanosa bsqueda de unadesignacin ms suave, menos alarmante, se dio con los conceptos crisis,depresin y recesin, y ahora, cmo no, con el de ajuste de crecimiento,todos los cuales vinieron sucesivamente a designar las secuelas

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    econmicas de aquellos episodios.

    Parece probable, aunque nadie lo tiene por seguro, que el , boom de lasegunda dcada del siglo pasado termin en 1819, siguiendo el curso

    normal de todo episodio especulador. Pero el Second Bank, queatenindose a su propsito regulador haba empezado por reclamar elpago de los billetes, fue instintiva y agriamente denostado. Comosiempre, la necesidad de hallar una causa al margen de la especulacinmisma. En consecuencia, el presidente Andrew Jackson aglutin laopinin pblica en contra de esas instituciones, una iniciativa en la querecibi la ayuda inconsciente de Nicholas Biddle, de Filadelfia. Como

    director del Second Bank, Biddle hizo un llamamiento a los bancoslocales para que pagaran por sus billetes, pero emple un tono enrgico,elitista, recto y por lo general ofensivo. El resultado fue que laautorizacin del Second Bank, como en el caso del First, no se renov.Habra de transcurrir casi un siglo antes de que se permitiera la existenciade un banco central en Estados Unidos. Nuevos bancos y nuevos billetesno tardaron en afluir al escenario, que qued dispuesto para el siguiente

    episodio de especulacin, el cual habra de concluir con el hundimientode 1837.Esta burbuja especuladora Se localiz una vez ms en la propiedad

    inmobiliaria, especialmente en el Oeste, y dio lugar a reclamaciones detierras pblicas, pero se extendi tambin a empresas manufactureras y amercancas. Fue financiada mediante la toma en prstamo de los billetesque proliferaban como consecuencia del nmero de bancos, en continuo

    aumento. Pero ahora haba tambin una nueva fuente de financiacin.Los progresos internos, como se llamaban, se convirtieron en unasuperior oportunidad de inversin. Aqullos consistan notablemente encanales y peajes, habida cuenta las grandes distancias que haba quecubrir y el formidable territorio por el que era preciso viajar en la jovenrepblica, para obtener productos agrarios, mineros e industriales. Losestados emprendieron la tarea de allegar fondos, que resultaron hallarseen cantidades disponibles en Gran Bretaa. El dinero se movi en sumassin precedentes a travs del Atlntico, y sin duda alguna contribuydecisivamente. a la construccin de medios de transporte. Pero tambin

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    contribuy a un explosivo boom en los negocios y en el empleo, y a unacarrera para participar en el incremento del valor de la propiedad.

    En 1837 se produjo el inevitable desencanto y sobrevino el colapso.No tard en iniciarse un perodo de acentuada depresin. Pero este

    episodio iba a presentar dos aspectos nuevos, uno de los cuales mantienehoy su vigencia. En efecto, dej tras de s las mejoras, notablemente loscanales, que haban constituido la fuente del entusiasmo especulador. Eintrodujo una actitud distintivamente moderna hacia los prstamosextraordinarios: en las desfavorables condiciones que siguieron alhundimiento, aqullos suscitaron indignacin o, sencillamente, no secancelaron. Mississippi, Luisiana, Maryland, Pennsylvania, Indiana y

    Michigan repudiaron sus deudas, si bien con posterioridad se registralgn tmido esfuerzo de reintegro. Se manifest el temor de que ahora,en los tiempos duros, los bancos y los inversores extranjeros reclamaranel pago de las deudas garantizadas y contradas tan a la ligera. Convieneinsistir en un punto: slo la patolgica debilidad de la memoria enasuntos financieros, algo que en esta historia se repite sin falta, o acasonuestra indiferencia a la propia historia financiera, nos induce a

    considerar un fenmeno nuevo la moderna experiencia de la deuda delTercer Mundo, que ahora afecta a la Argentina, al Brasil, a Mxico y alos dems pases latinoamericanos.

    Durante una dcada despus del estallido de la burbuja de la deuda en1837, la situacin de los negocios en Estados Unidos permanecideprimida. Declin el nmero de bancos dispuestos a financiar aventurasde especulacin. Pero transcurridos otros diez aos, la memoria del pbli-co de nuevo se debilit. Recobrada la confianza, florecieron lasautorizaciones de nuevos bancos, los billetes volvieron a circular parafinanciar la especulacin, y en 1857 se produjo otro pnico y el colapso.

    Mientras tanto, se haba desarrollado una experiencia deapalancamiento que le hubiera parecido formidable a T. Boone Pickens oincluso a Michael Milken y a la otrora gran empresa de Drexel BurnhamLambert. La legislacin estatal estableca que los bancos deban poseerreservas en metlico que garantizaran sus .billetes en circulacin. Ello

    iba a limitar en buena medida el alcance del apalancamiento. Losinspectores bancarios hicieron cumplir este requisito; pero esta exigencia

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    iba a la par con la recientemente impuesta por la reglamentacin de lasactividades de ahorro y crdito. En un caso extremo de picaresca, ungrupo de bancos de Michigan se uni para compartir la propiedad de lasmismas reservas. stas eran trasladadas de una institucin a otra,

    adelantndose a la visita del inspector. Y, tanto en sta como en otrasocasiones, el ahorro an era mayor: la capa superior de monedas de orocontenidas en el cofre presentaba una altura tanto ms impresionanteporque debajo se haba dispuesto una capa ms gruesa de clavos de 10peniques. Pero no todos los excesos del apalancamiento se registraron enel Oeste. En estos mismos aos, en los ms conservadores reductos deNueva Inglaterra, un banco fue clausurado con 500.000 dlares en

    billetes circulando y una reserva en metlico de 86,48 dlares.

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    El notable auge del ferrocarril en el sigloXIX termin en corrupcin y enuna imaginativa manipulacin de los precios de las acciones ferroviarias.Arriba, directivos del ferrocarril celebran la terminacin de la primera vafrrea transcontinental en 1869 en Promontory, estado de Utah.

    La guerra civil no alter la sucesin de episodios de boom y estallido,pero acort el intervalo entre ellos. Mientras las heridas de la contiendase cicatrizaban, a finales de la dcada de 1860, y 'comienzos de lasiguiente, se produjo uno de los mayores booms especuladores, queanticip el devastador pnico econmico y poltico de 1873.Los aos anteriores fueron de generalizado incremento de valores, encrecimiento piramidal, y se dieron unas condiciones de euforia en las

    manufacturas, la agricultura y las obras pblicas. Ese incremento devalores arrastr de nuevo ms incremento de valores. Lo mismo que en

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    el caso de los canales y los peajes, el transporte en esta poca losferrocarriles- constituy el foco de la especulacin. Aqu los horizontesparecan en verdad ilimitados. Se precisaba aclarar quines y qu ibana perder? De nuevo estuvieron disponibles los prstamos britnicos en

    gran cantidad, apoyados en la amnesia financiera que ahora hababorrado toda memoria efectiva de los prstamos fallidos de 40 aosantes. La realidad no tard en imponerse. Los nuevos ferrocarriles, yalgunos de los viejos, no podan pagar. El prestigioso establecimiento debanca Jay Cooke & Company, gravemente comprometido en lafinanciacin de esos medios de transporte, quebr en septiembre de1873. Otros dos grandes bancos le siguieron. La Bolsa de Nueva York se

    cerr por diez das. Los bancos de esa ciudad y de todas partessuspendieron los reintegros en metlico.Una vez ms, concluido el episodio se registr el predecible

    escapismo. Esto era ya una tradicin americana. Se dijo que el problemano fue la anterior euforia, sino algo inadecuado en relacin con el dinero.La razn alegada para los colapsos anteriores, y que tambin implicarondinero, fue la mano excesivamente dura de los dos Bancos de EstadosUnidos. Ahora se dijo que la causa fue un plan mal conocido, que databade poco antes, de retirar el papel moneda de la guerra civil y cambiarlopor un patrn oro. Nada, dada la historia y la fascinacin del papel, podainspirar ms confianza a las mentes americanas. De inmediato nacierondos grandes movimientos polticos: el Partido del Papel Moneda y el delos defensores de la libre acuacin de la plata. No iba a tardar en dejarseor la resonante voz de William Jennings Bryan advirtiendo de lacrucifixin de Amrica en la cruz del oro.

    En las ltimas dcadas del siglo pasado, y dada la acusada tendenciadeflacionaria de la poca, haba buenas razones para un rgimenmonetario ms liberal. Los que lo reclamaban no estaban equivocados.Pero entonces, como siempre, el efecto de la agitacin monetaria iba adistraer la atencin del papel de la especulacin anterior y de suinevitable y depresiva secuela.

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    De la secuencia claramente establecida de boom y estallido en el siglopasado provino, en los ltimos aos, otro empeo de encubrir el episodiode euforia. En efecto, la comprensin de aquella secuencia iba a

    normalizar el episodio: se dijo que el boom y el estallido eran predeciblesmanifestaciones del ciclo de los negocios. Poda haber mana, comoafirm Joseph Schumpeter, pero la mana era un detalle en un proceso msamplio, y el papel benfico de la consiguiente contraccin y depresinhaba de restaurar la salud normal y expulsar el veneno del sistema, comoalgunos otros eruditos puntualizaron. Ahora se aceptaba rutinariamente enlos cursos universitarios sobre ciclos de los negocios, la alternancia entreexpectativas elevadas hasta la extravagancia y momentos bajos.

    El economista Joseph

    Schumpeter sostena que las

    manas recurrentes eran una

    caracterstica normal de la

    vida empresarial.

    En 1907, despus de otra huida de la realidad, menos dramtica ycentrada esta vez en Nueva York, sobrevino el llamado pnico de WallStreet. Sigue siendo memorable por la creencia de que J. P. Morgan,con su llamamiento para que los fondos pblicos y privados acudieran enayuda de la amenazada Trust Company of America, y con su otro

    llamamiento al clero de Nueva York para que en sus sermones predicara laconfianza e infundiera nimos, condujo la crisis a su final por su solainiciativa. Lo cual es discutible. Un hundimiento se termina sin necesidadde la intervencin divina.

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    De nuevo en los meses que siguieron a la primera guerra mundialrein un talante moderadamente eufrico. Los ingresos de la agriculturaeran saneados, lo cual dio lugar a una oleada de adquisiciones de tierras,lo que se reflej en los precios de las superficies cultivables. Esta

    situacin dej a los agricultores con una pesada carga de deudas, que enlos aos de la Gran Depresin sola estimarse que superaba en conjunto el

    valor total de la propiedad rural. Aqu naci la crisis agraria de los aostreinta, y los programas que an subsisten para sostener los precios yrentas agrarios, as como para facilitar crditos a los campesinos. Perotodos los episodios de especulacin anteriores se vieron eclipsados por elgran boomburstil de los ltimos aos veinte. Desde los tiempos de JohnLaw o de la Burbuja, la mana no haba influido tan profunda yampliamente en un sector de la poblacin. Se desplegaban ahora todas las

    caractersticas bsicas de la euforia financiera. y signific tambin el finalde la nocin schumpeteriana de que la subsiguiente contraccin eranormal, tolerable y, como el propio Schumpeter insista, benigna.

    A J. P.Morgan se le atribuy el fin del crac de1907 cuando, junto con otras acciones terapu-ticas, pidi a los clrigos de la ciudad de NuevaYork que dieran sermones alentadores.

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    CAPITULO VI

    1929

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    En la ya