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    Cuenta la leyenda que Alejandro

    Magno, en su afán de conquistafundó a su paso más de setentaciudades con su nombre, de las quehasta bien entrado el siglo XX  sólo

    se conocía una: la Alejandría deEgipto. ¿Cuántas fueron erealidad? ¿Setenta? ¿Cincuenta

    Este es uno de los grandes enigmade la historia y desvelarlo, el sueñodorado de cualquier arqueólogo

    Miles de excavaciones se llevaron acabo en distintos emplazamientodel centro de Asianfructuosamente, hasta que e

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    1961 todo cambió cuando duranteuna cacería el rey de AfganistánMohamed Zahir Shah, descubrió pocasualidad, entre la maleza, uprecioso capitel corintio. Era eprincipio del descubrimiento de la

    ciudad más grande, rica enfluyente que fundara el GraAlejandro: Ai Khanoum.

    París. (Año 2002): El doctor eHistoria Gaspar Bitball desde sdespacho en la Universidad de la

    Sorbona trata de proteger el frutode sus años de especialización, eyacimiento de Ai Khanoum, situadoal norte de Afganistán. Desde que

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    en 1979 Rusia invadiera el paísnada se sabía sobre su estado; loarqueólogos franceses nuncapudieron volver a él. La comunidadnternacional teme lo peor y se creeque el yacimiento puede haber sido

    expoliado. Gaspar, con la ayuda deIrine, una joven intérprete deorigen afgano, formará parte de la

    comisión de expertonternacionales que entrarán comoobservadores en Afganistán tras laocupación de las tropas americana

    e inglesas. Juntos deberán superasus miedos y sortear un conflictoarmado repleto de obstáculos para

    recuperar la memoria de la ciudad

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    perdida y, por segunda vez en laHistoria, olvidada.

    Imperio Bactriano (Año -148 a. C.)Alejandría de Oxo, cerca del nortedel actual Afganistán: El filósofoAenas se ve obligado a exiliarse deMacedonia, derrotada y humilladapor Roma. Atravesará todo econtinente buscando un atisbo de

    antiguo esplendor de su pueblo, eel extremo más alejado de AsiaMenor, en Alejandría del Oxo, la

    ciudad de sus sueños, la capital deImperio Independiente GrecoBactriano. Un lugar único y exóticoconvertido en leyenda. Con la

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    ayuda de la familia Papadopoulosconseguirá entrar en la ciudad y alconocerá a la gran sacerdotisaAtanasia, mujer que cambiará sdestino y, con él, el de la Alejandríaolvidada.

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     Almudena Navarro

    La Alejandríaolvidada

    ePub r1.0turolero 10.10.15

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    Título original: La Alejandría olvidadaAlmudena Navarro, 2014

    Editor digital: turoleroePub base r1.2

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     A mi madre, Fala

     A mi padre, Antonio

     A mi tía, María Dolores

     A mis hermanos, Antonio y

     María

     A mi marido, Pancho

     A mis hijas.

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    Nota del Editor

    Tienes en tus manos una obra de ficciónLos nombres, personajes, lugares acontecimientos recogidos son product

    de la imaginación del autor y ficticiosCualquier parecido con personas realesvivas o muertas, negocios, eventos ocales es mera coincidencia.

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    Mapas

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    Ai Khanoum

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    Afganistán, 2002 e Imperio

    grecobactriano, año 145 a. C.

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    Capítulo primero

    ParísMayo de 2002

    Gaspar miró con evidente disgusto s

    mesa desordenada. Era un completcaos. No conseguía encontrar nunca lque estaba buscando. Las cosa

    acababan apareciendo cuando ya no lanecesitaba. Cientos de hojadesparramadas, revistas nvestigaciones campaban a sus anchas

    sin dejar ni un centímetro de mesa libreEn el suelo, entre sus pies y debaj

    de la mesa, columnas de libros que, si

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    querer, tiraba por los suelos de unpatada al efectuar el más mínimmovimiento.

     —¡Así no puedo trabajar!La secretaria del departamento, un

    mujer alta y permanentement

    bronceada, le miró divertida: —¡Pues ordena tu mesa!Gaspar miró a Marie con fingid

    disgusto. Cada día tenían la mismdiscusión. —Podrías ayudarme un poco… N

    sé por dónde empezar…

     —Empieza por colocar todos esoibros del suelo en la estantería quienes justo detrás de ti. Te sorprenderí

    o útil que te puede resultar, doctor.

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    Gaspar giró su silla para mirar a suespaldas con evidente desgana.

     —Sí, podría ser; pero tendría qu

    girarme con cada consulta y ademáevantarme para coger el libro. De est

    forma, sólo tengo que agacharme

    estirar la mano y coger el libro qunecesite. El que más utilizo está siempren la cima de la montaña.

     —Un sistema de clasificación musofisticado, sí. Pues no te vendría maevantarte de vez en cuando y, de paso

    salir alguna vez de detrás de tu mesa

    omar el aire. No sé… ¿Hacer algo dejercicio, quizás?

    Gaspar fingió gruñir, ofendido.

     —No me hace falta, mírame, esto

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    estupendo. Delgadito. Si me faltan horaal día con todo lo que tengo que haceaquí, ¡para encima andar perdiendo e

    iempo!Lo cierto era que a Gaspar no l

    sobraba precisamente grasa, más bie

    andaba escaso de masa corporal, aun asMarie continuó con su broma:

     —¿No has oído aquello de: men

    sana in corpore sano? —Sí, sí… Un engañabobos, unmentira para tontos descerebrados. —Gaspar soltó una sonora carcajada po

    su ridícula ocurrencia. —Doctor, es usted único —dich

    esto, Marie desapareció por la puerta.

    ¡Cómo le fastidiaba a Gaspar que n

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    e llamara por su nombre y le llamardoctor, haciendo referencia a situlación como doctor en Historia! L

    había pedido mil veces que le tutearaSólo lo hacía para fastidiarle, y lconseguía. Aun así, llevaban año

    rabajando juntos y se entendían a lamil maravillas. Un engranaje perfectoforjado en el respeto y el cariño, del qu

    Gaspar se sentía orgulloso. En spequeño despacho de la Universidad da Sorbona era todo lo feliz que podí

    ser.

    Gaspar encontró por fin lo qubuscaba: una carpeta negra con fotoantiguas del yacimiento de Ai Khanoum

    Cambió el contenido a una carpeta roj

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    para encontrarla más fácilmente. AKhanoum era mucho más que parte de sespecialización como doctor en histori

     que el contenido de su tesis doctoralEra algo así como una obsesión, o mejoaún, una motivación. Toda su vid

    giraba alrededor de aquel yacimientoRecordó los meses que pasó absorto esu tesis y la ilusión de leerla ante e

    ribunal, seguro de sí mismo y sabiendque obtendría la máxima calificación. Yasí había sido y, tras ello, consiguió unplaza en la Universidad de la Sorbona

    sin duda, una de las más prestigiosas demundo. Su tesis había sido publicada edos idiomas con un notable éxito

    eniendo en cuenta que era citad

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    habitualmente como referenciobligatoria.

    Cogió la primera foto de la carpeta

    era antigua y estaba en blanco y negropero en buen estado. Un joven árabeque vestía una túnica blanca hasta lo

    pies, y un turbante del mismo colormiraba fijamente a la cámara. Intentabsonreír, pero era como si no l

    consiguiera. Debían de haberle situadahí para que sirviera como referencia descala a la fotografía. Detrás del hombrse podían ver con nitidez dos hileras d

    columnas griegas caídas en buen estadde conservación. Una foto preciosaúnica por la ubicación que retrataba. S

    no lo supiera, Gaspar pensaría qu

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    aquella foto provenía de algúacimiento de Turquía, pero no era as

    A pesar de haberla contemplado co

    detenimiento cientos de veces, acercó scara a la foto, como si pudierraspasarla. El dilema de su propia tesi

    doctoral subyacía también en aquellmagen: el contraste entre un enclav

    griego y su situación en suelo árabe. Un

    colonia griega a miles de kilómetros dGrecia. Fascinante. Le hubiera gustadcambiarse por el joven de la foto, perdesgraciadamente, desde 1978 ningú

    arqueólogo o historiador había podidvisitar el yacimiento. Gaspar nunclegó a poner un pie en dichas ruinas

    ¿Cómo podía ser uno de los mayore

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    escribiría artículos, publicaría librosobre sus descubrimientos… Perhabían pasado muchos años y ahor

    enía la certeza de que jamás llegarísiquiera a conocer Ai Khanoum. Nuncremovería su tierra de tonalidade

    rojizas para descubrir un tesorhistórico incalculable, tal y comsiempre había soñado. Lo cierto era qu

    habían pasado los años. Apenas salía yde casa y cuando tenía que dormir fuerapor motivos de trabajo o para dar unconferencia, lo pasaba realmente mal, s

    sentía como desubicado. Sólo lograbdormir de un tirón en su propia cama, eso era algo que no le pasaba antes.

    Sin embargo, lo más alarmante n

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    era que no fuese a cumplir jamás esosueños de estudiante. Sus viejaambiciones se habían convertido hace y

    mucho tiempo en una preocupaciósecundaria, el tiempo atenúa ladesilusiones y, aunque siguen estand

    allí, ya no resultan tan cruciales. Lo qurealmente le preocupaba ahora, ldesvelaba por las noches y l

    desmoralizaba, era que nadie supierqué había sido del yacimiento, ni en questado se encontraba en la actualidadLa situación en Afganistán era compleja

    o había ninguna información sobre eacimiento, ni fotos, ni rumores, nada

    Al menos, oficialmente. Er

    descorazonador; la joya de su vid

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    podría ya no existir.Recordó con amargura las imágene

    que había visto en el informativo ta

    sólo unos meses antes: talibanedisparando contentos al aire después ddestruir parte del monumento históric

    más importante de Afganistánpatrimonio de la Humanidad. ¿Quderecho tenían? ¡Qué falta de cultura, d

    razón! Los talibanes habían colocadexplosivo trilita en los grandes budas dBamiyán y los habían hecho volar epedazos. Sin más. Así de fácil er

    cargarse la historia. Cientos de años dconservación demolidos en unosegundos. Tan surrealista que resultab

    nconcebible. ¿Cómo alguien no pued

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    darse cuenta del valor y de lmportancia de nuestro pasado? Un

    piedra puede ser sólo una piedra par

    algunos, intentó razonar para sí mismoaunque para él fuera un pedazo dhistoria. Donde él veía cultura

    patrimonio, otros sólo podían vemontones de tierra y ruinas. Gaspaemía por Ai Khanoum, tenía pesadilla

    en las que veía a los talibanedisparando y haciendo estallar en mipedazos una imagen idílica de ciudaque él mismo había recreado en s

    mente: Ai Khanoum hace miles de añosEra una pesadilla incongruente, donde epasado y el presente parecían coexistir

    Se despertaba a media noch

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    sobresaltado, su corazón palpitaba covida propia como si quisiera huir de spropia cavidad. Tenía que levantarse

    realizar cualquier actividad rutinariacomo ir hasta la cocina y servirse uvaso de agua fría de la nevera, encende

    a televisión, o sentarse un rato en esofá. La cotidianeidad podía fácilmentcon los miedos que se alejaban de l

    realidad. No necesitaba mucho tiempoan sólo unos minutos, para olvidar essensación de pánico y volver a conciliael sueño.

    Gaspar había tomado sus propia

    medidas ese último año para intenta

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    proteger el yacimiento. Llevaba añocontrolando todo lo que se vendía en emercado negro procedente de Rusia

    Asia, por si acaso aparecía alguna piezprocedente del yacimiento. Era urabajo titánico y lo más seguro es qu

    se escaparan de su control más desetenta por cien de las piezas; pero era única forma de saber algo sobre A

    Khanoum. Sabía que la mayor parte das piezas procedentes del yacimiento shabían vendido de forma ilegal en lobazares de Pakistán. Había adquirid

    odas las que le había sido posible y lahabía donado a la universidad. Lhistoria era de todos y ninguna person

    enía derecho a apropiarse de ella sin

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    era para compartirla o para evitar sdestrucción.

    Cerró los ojos. Ai Khanoum era má

    valioso en sí que ningún tesoro. Su valoera incalculable. Contaba la leyenda quAlejandro Magno, en su afán d

    conquista, fundó a su paso más dsetenta ciudades con su nombre, de laque hasta bien entrado el siglo XX  sól

    se conocía una, la Alejandría de Egipto¿Cuántas ciudades fundó en realidaAlejandro Magno a su paso? ¿Setenta¿Cincuenta? ¿Diez? Ese era uno de lo

    más grandes misterios de la historia y esueño dorado de cualquier arqueólogo.

    Miles de excavaciones se había

    hecho en distintos emplazamientos de

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    centro de Asia, infructuosamente, hastque en 1961 todo cambió cuando en uncacería del rey de Afganistán, Mohame

    Zahir Shah, se descubrió por casualidadentre la maleza, un precioso capitecorintio. Era el principio de

    descubrimiento de la ciudad más granderica e influyente que fundara el GraAlejandro: Ai Khanoum.

    A partir de 1964 un grupo darqueólogos franceses, entre ellos edoctor en Historia y mentor de GasparPaul Bernard, se desplazó al norte d

    Afganistán para excavar en la zona. Erun lugar enorme, un valle de variokilómetros cuadrados. Antes de clava

    a pala, sólo con estudiar el terreno y l

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    zona, ya se dieron cuenta de la magnitudel descubrimiento, de la grandiosidade aquella antigua ciudad. Era un mit

    hecho realidad para todos loarqueólogos e historiadores. Después dvarias excavaciones, la Delegació

    Arqueológica Francesa en AfganistáDAFA), de la que formaba parte e

    equipo de Paul Bernard, encontr

    cientos de pruebas concluyentes denequívoco origen griego del enclaveEfectivamente, tal y como habíasupuesto en un principio, aquel luga

    enclavado entre montañas rocosas, quen aquellos momentos era fronterizo coa Unión Soviética, había sido sin luga

    a dudas un asentamiento de colono

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    griegos en plena Asia: una ciudafundada por Alejandro Magno en smítica conquista de Eurasia. Un

    eyenda hecha realidad. Y, a juzgar poos restos que habían descubierto, n

    había sido una ciudad cualquiera, sin

    un gran foco cultural griego y el mayoenclave comercial en la zonaSeguramente había sido una de la

    ciudades más prósperas fundadas por erey macedónico.Por falta de tiempo, poco se habí

    legado a excavar; pero aun así, fue mu

    fructífero para la delegación francesaencontraron cientos de monedaacuñadas con nombres de reyes, joyas

    cerámicas, estatuas de corte helénico

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    figuritas… Todo fue convenientementclasificado y depositado en el museo dKabul.

    La excavación comenzó oficialmenten 1965, de ahí procedían las fotos quGaspar tenía en su carpeta roja. Había

    excavado durante catorce años, eperiodos de varios meses al añnterrumpidos y, aun así, sólo había

    conseguido arañar una pequeña parte da superficie de la antigua ciudadmurallas, un anfiteatro, templos, upalacio, una escuela tradiciona

    griega… ¡Quién podía saber lo qurealmente quedaba todavía allí ocultbajo capas de tierra! Y él había caíd

    hechizado en las redes de aque

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    descubrimiento por casualidad, en unde las clases de la facultad. Una qurecordaba con extraordinaria nitide

    porque precisamente fue el mismísimdoctor Paul Bernard quien la impartió.

    Por desgracia, en 1979 Rusi

    nvadió Afganistán y desde aquemomento poco se supo del yacimientoLos arqueólogos nunca pudieron volve

    a entrar en el país. Paul Bernard le habícontado cómo, en varias ocasiones, shabía quedado retenido en la fronterntentando que le dejaran volver a

    acimiento. Incluso, aunque en unocasión consiguió entrar en Kabul, nogró llegar de ninguna de las manera

    más al norte.

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    La pesadilla del país afgano nhabía hecho más que comenzar y coella el saqueo y el pillaje. Los rusos, a

    nvadir el país, se habían hecho covarios cientos de monedas y la pruebde ello la tenía a buen recaudo Gaspar

    porque él mismo había pujado povarias de ellas. Se habían vendido siningún pudor en el mercad

    nternacional de antigüedades.Unos años después, Rusia se retirde Afganistán, insuflando por unosegundos la esperanza del pueblo afgan

     de la comunidad internacional; pero lsituación, no mejoró con la irrupción dos talibanes y los muyahidines. Era e

    comienzo del estallido de una cruent

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    guerra civil entre las diferentefacciones del pueblo afgano. Desdentonces, los arqueólogos temieron l

    peor; realmente nadie sabía qué habísido de la ciudad perdida, y ahora, pardesgracia de Gaspar, por segunda vez e

    a historia, olvidada. Dos vecesepultada en el olvido.

    Gaspar se había dedicado eso

    últimos diez años a averiguar todo lque podía, pero no había sido fácil. Nexistían prácticamente imágenes deacimiento desde 1980, Gaspar inclus

    contrató a un «especialista» en lbúsqueda de información, un hackerque sólo encontró mención de la

    monedas y del yacimiento en u

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    documento oficial del Gobierno rusoHabía contactado con todos sus colega  presionado al Gobierno francés par

    que se interesara por el asunto; al fin al cabo había sido un proyecto de lDAFA.

    Se rascó la cabeza, no sabía qué máhacer, salvo seguir en la misma líneaGaspar giró su silla para mirar por l

    ventana. No había conseguido ningunnformación relevante desde hacía añosnada de nada, como si el yacimientnunca hubiera existido… Hasta hací

    dos días, cuando ya casi había perdida esperanza, uno de sus contactos en e

    mercado de venta de antigüedades l

    había puesto al corriente de un dato qu

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    podía ser relevante: unos pendientemuy particulares procedentes del bazade Kabul se habían subastado

    alcanzado una suma bastantconsiderable. Gaspar necesitaba lconfirmación de si eran o n

    procedentes del tesoro de Ai KhanoumDos días que se le habían hechnterminables. Marcó nervioso el móvi

    de su contacto: —André, sí, soy Gaspar, no me haenviado la fotografía ni la descripciónLlevo esperando desde ayer. ¿Sí? Ah

    por correo electrónico, ahora lo miroLo siento.

    Colgó el teléfono. Ni siquiera habí

    encendido su ordenador. Efectivamente

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    ahí estaba el correo, en su bandeja dentrada.

    Abrió sin dudar el archivo adjunto

    esperó a que la imagen se descargarpor completo. Era una preciosa foto dun par de pendientes alargados. Estaba

    en perfecto estado. No había dudaprovenían de la ciudad olvidada, comél siempre la llamaba. Leyó l

    descripción:  Formados por rubíes dirmania, perlas del golfo pérsico yapislázuli proveniente de Asia. Intent

    hacer  zoom  con el ordenador, pero n

    supo, así que imprimió la foto y cogiuna lupa, a la antigua usanza. Suspirncrédulo, no había duda, ese lapislázul

    provenía de la zona del antiguo Imperi

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    bactriano, imperio independiente al qupertenecía la ciudad de Ai Khanoum, ea antigüedad llamada Alejandría de

    Oxo, porque estaba asentada a orilladel río Oxo (el Amou-Darya). Gaspapensó en su tesis, en las diversas teoría

    sobre cómo se llamaría en la antigüedarealmente aquella ciudad, y desde uprincipio aquella hipótesis le habí

    parecido la más plausible, que adoptarel nombre de su fundación «Alejandría  como elemento descriptivo socalización, «a orilla del río Oxo».

    Gaspar lanzó con ímpetu la lupestrellándola contra el suelo. A pesadel fuerte golpe no llegó a romperse. N

    quería llorar, pero tenía ganas, com

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    nunca las había tenido, ni siquiercuando lo de su divorcio. Susospechas, sus peores temores s

    confirmaban, seguramente no quedaba ynada de su preciosa ciudad olvidadaSentía la misma desolación que se debí

    sentir entre las ruinas de lo poco ququedara ahora de ella. Vacío absolutodesolación. Su vida, su sueño… A

    Khanoum, una leyenda hecha realidad, agual que lo fue Troya; sólo que por lvisto, menos comercial. Nadie ya, salvél, se preocupaba por ella. Ni artículo

    en el periódico, ni libros de tipo besseller   que la mencionaran, ni lpreocupación e indignación que deberí

    estar sintiendo ahora mismo el resto d

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    a comunidad académica. La ciudahabía sido olvidada por segunda vez. Lprimera vez sepultada por la arena de

    iempo, la segunda por la indiferencia a guerra.

    Llevaba meses intentando alarmar

    a comunidad científica, escribiendoda clase de artículos, haciendo mile

    de llamadas, enviado cartas a casi todo

    os organismos internacionales, incluidas Naciones Unidas, a los catedráticode Historia de Europa y Estados UnidosTodo, había hecho todo lo que estaba e

    sus manos. Pero no había obtenido lrespuesta esperada. Se estrujó el pelo.

    Sonó el teléfono, era una llamad

    nterna. Oyó la voz de Marie:

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     —Gaspar, es del Ministerio de lPresidencia. Un asesor del Presidente da República.

     —¿Qué? —Antes de que pudierdecir algo más, o negarse, una diligentMarie pasó la llamada.

     —¿ Monsieur  Bitball? —Sí, soy yo. —Soy Mayeul, asesor d

    Presidencia. Tengo el placer dcomunicarle que sus quejas haprosperado y que su proyecto saldradelante. Una pequeña coalició

    nternacional entrará en Afganistán parsupervisar el estado de sus yacimiento  tesoros arqueológicos. Por supuesto

    no podrán llegar hasta el yacimiento, y

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    que está al norte del país y el Gobiernactual no tiene el control de la zonapero podrán entrar con toda tranquilida

    en Kabul y hablar con los conservadoredel museo y especialistas afganos. Ymismo me he encargado de la

    negociaciones y permisos. EstadoUnidos e Inglaterra participarán tambiéen la organización. Felicidades

    prepárese. Todo estará listo en tremeses. Ya sabe usted cómo son estacosas de tipo burocrático, y más en unzona como Afganistán.

     —¿Que me prepare? No… No mhan entendido ustedes bien, estoy mucontento de que por fin me haya

    escuchado. Pero yo no voy a ir hast

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    allí… Debe de ser un error, es una zonpeligrosa, a diario veo las noticiasseñor… No quiero ser desagradecido

    de verdad me alegra que por fin seaconscientes de la magnitud deproblema, pero…

    El asesor no le dejó acabar la frase: —¡Será broma! ¿No? Usted lo h

    organizado todo, usted no ha parad

    hasta concienciar a todo el mundo… Hremovido cielo y tierra. Es su proyectousted es nuestro especialista en lmateria, usted va.

    Sonaba como una orden. El tono dvoz de aquel asesor era inflexible.

     —Está bien. Pero ¿es realment

    seguro? Quiero decir, ¿tendrá en cuent

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    usted nuestra seguridad en lorganización del viaje?

     —Naturalmente, ¿por quién m

    oma? Le llamo desde Presidencia y eun proyecto de Conservación dePatrimonio Histórico de l

    Humanidad… —Sí, por supuesto, no pretendí

    ofenderle. —Gaspar no sabía cómo sali

    de aquel atolladero y negarse otra vez. —Le dejo libertad por si quiercontratar usted a su propio asistentpersonal para el viaje. Asegúrese de qu

    hable farsi y pashto a la perfección o nse enterará de nada.

     —Espere que apunte… farsi y

    ¿puede repetirlo?, ¿pashto?

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    pondrá en contacto con usted para todo relativo al viaje y si tiene alguna dud

    no deje de llamarnos. Mi secretaria n

    dudará en atenderle en cualquiemomento. Le he facilitado los teléfonode contacto a su secretaria. Le agradar

    saber que los historiadores que lacompañaran, si todo prosperdebidamente, son dos grande

    especialistas… —El asesor carraspeóseguramente estaba haciendo tiemppara buscar sus nombres en un papel.

     —¿Quiénes?

     —Veamos, el doctor en HistoriAntigua James Kipling de lUniversidad de Cambridge y el docto

    Hoover… —El señor Mayeul no logr

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    acabar la frase viéndose interrumpidpor un nervioso Gaspar.

     —Una buena noticia. Al menos, e

    doctor Hoover y yo nos conocemos, y ecierto, es un gran…

     —Sí, sí… Los tres son unos grande

    especialistas en la materia, y usted serel encargado de la coordinación y depor supuesto, entregar un inform

    detallado no sólo de la agenda diaria degrupo, sino también de cualquienformación relevante y conclusiones as que llegue con sus colegas.

    El responsable, asesor, o lo qu

    realmente fuera, colgó antes de qu

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    Gaspar pudiera añadir nada. Sudaba coel teléfono aún descolgado entre sudedos. Su reivindicación se le había id

    de las manos, se había pasado. Tendríque viajar a Afganistán. Se sintinseguro.

    Marie apareció curiosa por lpuerta, no era habitual recibir unlamada de un asesor de Presidencia:

     —¿Qué quería? —Marie se sentó ea silla que había al otro lado de la mesde Gaspar, una silla, en teoría parvisitas, pero que en la práctica sól

    utilizaba ella. —¿Primero las noticias buenas o la

    malas? —Gaspar la miró asustado.

     —Por tu cara, que es un poema

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    empezaremos por las buenas. —Una coalición internacional va

    entrar en Afganistán para intenta

    averiguar algo sobre el estado de AKhanoum. Por fin. —Gaspar no pudevitar sonreír. Lo había conseguido, a l

    mejor no todo estaba perdido y quedabalgo del yacimiento.

     —¡Es fantástico! Llevamos año

    ntentando llamar la atención de lcomunidad internacional… Cartasartículos, llamadas, conferencias… Harabajado mucho. ¿Cuál es la mala? N

    entiendo por qué pones esa cara. —Porque soy el responsable de

    proyecto, tengo que ir a Afganistán.

    Marie se quedó mirándolo fijament

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     estalló en risas. —¿Esa es la mala? ¿Que estas a

    mando de la misión de tu vida, algo co

    o que siempre habías soñado? Te hcogido mucho cariño, pero a vecequisiera estrangularte.

    Gaspar la miró confundido. No sabímuy bien cómo reaccionar.

     —Hombre, visto desde es

    perspectiva… Marie, tienes razón, no ean malo. —¿Qué pensabas? ¿Organizar tod

    el tinglado y luego si te he visto no m

    acuerdo? ¡Ja! —Marie soltó uncarcajada—. La vida no funciona asGaspar.

     —No quiero que pienses mal, d

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    verdad, pero llevo años estudiando epaís y es un polvorín. Cualquier cospuede pasarme, talibanes, ¿te suena d

    algo? ¿Lo entiendes? No son nransparentes, ni afables, n

    democráticos. ¡Por favor que apedrean

    as mujeres hasta la muerte sólo popensar!

     —Lo sé. Tranquilízate, todo eso l

    sé. Es una misión internacional, estaramparada por las Naciones Unidas, ne pasará nada. El conflicto estlegando a su fin. Yo también veo la

    noticias. —Ya. No me lo creo. La histori

    dice que esa zona es muy conflictiva

    Una guerra detrás de otra prácticament

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    desde la Edad del Bronce. Me han dichque me busque mi propio asistente parel proyecto, alguien de confianza. ¡Qu

    pena que tú no hables ni pastún, ni farsiMarie levantó sus cejas, se le habí

    ocurrido una muy buena idea:

     —Yo no, pero tengo a la persondónea. Y más de confianza, imposibleQué casualidad! No te preocupes, co

    ella estarás tranquilo. Es muy eficiente. —¿Ella? —Gaspar se levantó de ssilla para acercarse a Marie. Se apoysobre su propia mesa, mirándola—. N

    sé, sería mejor un hombre fuerte, copermiso de armas a ser posible… Yexmilitar…

    Marie rio la ocurrencia.

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     —¡No creo que Rambo hablpastún! Tú has visto demasiadapelículas. No te preocupes de nada, y

    me encargo. Tengo a la persona perfectaEl lunes que viene la tienes en tdespacho.

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    Capítulo segundo

    rine descorchó una botella de vino tintque había comprado en la cave ese díal salir del trabajo. Se descalzó, pus

    música y se dispuso a cortar queso. Srio de sí misma, de los franceses y suclichés. Y ella se consideraba máfrancesa que nadie. Le encantaba spequeño apartamento en la avenidClichy, en el barrio de Batignoles. Nestaba precisamente céntrico, pero habí

    una parada de metro en la esquina y epocos minutos podía desplazarse donde quisiera. También podía llegar a

    centro a pie, aunque tardaba casi un

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    preparado. —Me encantan nuestras cenas

    estaba muerta de hambre —dijo mirand

    de soslayo la mesa baja del centro desalón donde reposaban las viandas.

    Antes de que su amiga Marie s

    quejara, como siempre, por la escasede comida, Irine intervino:

     —Tranquila, también he comprad

    una bandeja de sushi en el restaurante da esquina que tanto te gusta. He pedidque nos pongan ocho trozos del de pemantequilla, así evitaremos pelearno

    como en el collège. —¡Bien hecho! —Marie sonrió a s

    amiga, la conocía bien.

    Sonó el timbre y Marie corri

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    entusiasmada hasta la puerta después dservir rápido otra copa de vino.

     —Hola, Adéle. —Irine le puso l

    copa en la mano y Adéle la apuró de urago con demasiada ansiedad antes dlegar siquiera hasta el sofá. Irine sonri

    —. Menos mal que he comprado, por sacaso, tres botellas. ¿Te gusta? Es evino que nos recomendaron en aquell

    cata en… —Psss… No está mal, hemoprobado mejores. —Adéle acercó scopa para que su amiga se la rellenar

    otra vez—. Yo, la verdad, me bebcualquier cosa, vosotras sois lacatadoras especialistas del grupo. H

    raído chocolates, que siempre se o

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    olvidan los postres. Cosa que jamáentenderé. ¿Una cena sin dulce?

    Adéle, con sus perfectas mecha

    rubias y su traje diseño de Etro morad  azul se sentó en el suelo al lado d

    Marie sin remilgos.

     —¿Y qué tal va vuestro ambiciosproyecto? Ese de vuestro propichampán. ¿Habéis visto alguna finc

    nteresante en la que invertir? —Adélas miraba con burla.Llevaban con ese proyecto, qu

    nunca acababa de definirse, desde qu

    enían quince años e iban juntas acollège. Adéle las había acompañado más de una decena de aburrida

    presentaciones y catas por todo el país

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    Sus amigas estaban emocionadas con eproyecto de su futuro negocio ntentaban desde hace años que su amig

    se sumara. Adéle pensaba que aquelldea no iba a ningún sitio y siempre qu

    podía sacaba el tema para burlarse d

    ellas. Ese mismo año habían pasadcuatro días visitando pequeñas bodegaen la región de Champagne-Ardenne

    como si realmente estuvieranteresadas en su compra o en invertir eellas. Tenía que reconocer que habísido muy divertido, las tres en e

    pequeño Peugeot alquilado con el planen mano, tal y como hacían cuandestaban en la universidad. Recordó co

    agrado el coche rojo surcando lo

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    verdes mares de viñedos.Adéle tuvo que hacer el papel d

    abogado del diablo en cada visita

    sacando los defectos de cada bodegaipo de uva, inversión necesaria, falta d

    utilidad del recinto… Pinchando a su

    amigas que, sin ella, hubieran ydilapidado todos sus ahorros y pedidun crédito que jamás podrían devolver

    Aquel proyecto era una utopía, comaquel en el que quisieron crear spropio vino tinto y competir en locertámenes internacionales o como el d

    abrir una franquicia de marcas blancade champagne  baratas pero de calidaen cada barrio de París. Pero tenía qu

    reconocer que era divertido, los viajes

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    as catas, las discusiones, los debates…Si estaban juntas, nunca se aburrían.

    Marie interrumpió sus pensamiento

    con calculada exageración: —Muy a mi pesar, tenemos qu

    postergar nuestros planes porque Irin

    iene un proyecto interesantísimo al qudebe dar prioridad absoluta.

    Irine se sentó en el suelo después d

    desenvolver la bandeja de  sushi ntentó hacer memoria, no habíentendido bien las palabras de su amiga

     —¿De qué diablos estás hablando

    Últimamente voy más bien escasa dproyectos. Estoy tirando de ahorros y ysólo compro lo imprescindible. E

    mundo de la traducción es alg

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    complejo… y bastante inestable. —Por eso mismo. Te he conseguid

    un trabajo apasionante, el lunes tienes l

    entrevista. No me des las gracias, peres la oportunidad de tu vida.

    Marie hizo un guiño amistoso a s

    amiga.Irine dejó de cortar queso en la tabl

      miró de rodillas, confundida, a s

    amiga: —¿Un trabajo? ¿En serio? No sé…¿En qué consiste? —No querílusionarse mucho por si acaso.

     —Pues el trabajo consiste nada má nada menos que en hacer de asistente ntérprete de mi jefe, el doctor Bitbal

    Ya os he hablado de él mil veces.

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     —¿El guapo divorciado? ¡Por fin spone la conversación interesante! Quúltimamente… ¡Vaya aburrimiento! —

    Adéle se sirvió otra copa de vino, parentrar en materia—. Soy la úniccasada, e inconcebiblemente la má

    nteresante del grupo. No hay quién oentienda, si yo estuviera soltera comvosotras estaría todo el día por ahí, d

    picos pardos… No perdería ningunoportunidad, francamente. ¡Estáis tontasa me gustaría a mí estar soltera!

     —¡Eh! —Marie pegó un pellizco

    Adéle en el brazo—. ¡Que tengo novio! —Bueno… Novio, novio… Lo qu

    se dice novio… —Adéle rodeó a s

    amiga con un brazo sobre sus hombros.

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    Marie se zafó molesta de lntentona de abrazo.

     —Tengo novio. Llevamos junto

    cinco años. ¡Serás lianta! Si vivimountos… ¿Qué más quieres?

     —Bueno, bueno, no sea

    melodramática. El daño no está todavíhecho, no estáis casados oficialmenteMenos mal, así gozas de toda la liberta

    del mundo… Si por ejemplo, digamoque una noche, ligaras con un hombre…Eso no sería todavía infidelidad.

    Las tres rieron. A Adéle l

    encantaba provocarlas. —¡Pero qué troglodita eres, Adéle

    —le respondió Marie—. Para mí, e

    como si Antoine y yo estuviéramo

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    casados y punto. Desde luego que essería una infidelidad. No voy a casarmnunca. Así me ahorro la boda y demá

    onterías. —Ni hablar, ni se te ocurra. Bod

    ienes que hacer, para invitarnos. S

    enemos que esperar a la boda drine… ¡Y yo quiero ser la amiga de l

    novia! ¡Y desde luego, me pid

    organizar tu despedida de soltera! Qucomo lo haga Irine… Acabaríamos eFuturoscope o en algún polvorientmuseo muertas del aburrimiento.

    Todas rieron la broma. Era muípico de Irine organizar excursiones d

    aprendizaje temático. A la mente de la

    res vino el recuerdo del fin de seman

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    medieval en el que tuvieron qudisfrazarse y asistir a una justa.

     —¿Y trabajaríamos juntas, Marie

    —preguntó Irine esperanzada cambiandde tema. No podía aguantar más parobtener detalles. No le venía nada ma

    un trabajo suplementario, últimamentapenas tenía encargos como autónoma.

     —Pues eso es lo mejor de todo, sí

    pero sólo un tiempo, el de lopreparativos del viaje… —Marie dejó propósito un silencio para que su amigse interesara.

     —¿Viaje? —preguntó confundida. —Sí. —Marie se levantó y, gracia

    a los efectos del alcohol, con un gest

    melodramático llevó los brazos al ciel

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    presencia será sólo como observadorenternacionales —repitió dos veces parranquilizar a su amiga—. Un equipo d

    seguridad velará por vosotros allí. Eseguro. Iréis a la zona controlada por eGobierno actual afgano que ya ha dad

    el visto bueno. Sólo iréis a Kabul. —¿Observar? La situación allí deb

    de ser muy dura. —Irine se debatía entr

    os riesgos de la realidad y loportunidad de insertar a su currículuun trabajo tan prestigioso.

     —El objetivo es observar y valora

    el estado del patrimonio histórico depaís. O de lo que quede de él. Siriesgos.

     —No hace falta desplazarse hast

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    allí para ello, conozco a los talibanesno quedará nada. —Irine gesticuló unnegación con su cabeza.

    rine era hija de inmigrantes afgano

    que, amparándose en las leyenternacionales, habían conseguido asil

    político en Francia. Su padre había sid

    profesor en la Facultad de Medicina dKabul y su madre había llegado a estamatriculada en ella, aunque jamás llega acabar sus estudios.

    Hubo un momento en la historia dAfganistán en el que las mujeres podíaestudiar y ejercer libremente un

    profesión. Bajo la ocupación soviética

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    ncluso el porcentaje de hombres mujeres matriculados en un año llegó ser del cincuenta por cien. Un period

    en el que las mujeres podían circulapor la calle con total libertad, con lcara descubierta y sin la obligación de i

    acompañadas por un marido o ufamiliar. Sin embargo, todo acabó con llegada de la  sharia, una ley qu

    prohíbe la escolarización de las niñas ejercer una profesión a las mujeresentre una interminable lista dprohibiciones que anulan por completo

    a mujer afgana.Irine no había llegado a nacer e

    Afganistán por pocos meses, nació e

    París; pero como exiliada podía senti

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    su país. Su madre le había contado quecuando huyeron de Afganistán en 197hacia Pakistán, ya estaba embarazada

    Ese fue uno de los motivos decisoriopara abandonar la ciudad y aceptar urabajo en Francia. El miedo ante u

    futuro turbulento e injusto para su hijaAfortunadamente, fueron de los primeroafganos en exiliarse, así que no tuviero

    demasiados impedimentos y no llegaroa conocer los campos de refugiados dPakistán. Pero al igual que Irine, sabíamucho sobre ellos, de las condicione

    nsalubres y de pobreza que loexiliados habían tenido que soportapara evitar los conflictos de su país

    porque habían destruido todo lo qu

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    enían. Familias enteras, sin más que lpuesto, se vieron obligadas a refugiarsen los campos de refugiados del paí

    vecino que inundan la frontera pakistancomo el de Munda, una inmensa ciudaque unía seis campos de refugiados, co

    una extensión total de 21 kilómetrocuadrados. Miles de casas destartaladase apiñaban en Munda para dar cabida

    más de sesenta mil refugiados afganosformando serpenteantes calles en unciudad de sufrimiento, donde los pocoque sobrevivían lo hacían gracias a l

    caridad o a pequeños trabajos que ndaban ni para pagar el pan de cada díaSus padres no habían llegado a conoce

    ese horror, pero sí, al igual que ella

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    habían llegado a sentirlo a través de loestimonios de familiares

    compatriotas.

    Sus padres se habían implicadactivamente desde Francia en la ayudal pueblo afgano, invertían todo lo qu

    ganaban en los demás, así había siddesde que Irine podía recordar. A loexiliados que conseguían llegar hast

    Francia les buscaban un lugar dondcobijarse y si podían y se daba lcoyuntura, un trabajo. Les ayudaban coel papeleo y se ofrecían de intérprete

    para todo. No era un trabajo fácil, eruna labor titánica, de esas en las quparecía que el final del túnel nunca ib

    legar. Siempre había más gente qu

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    ayudar, más situaciones por las qundignarse.

    Irine había visto desfilar por su cas

    demasiadas historias, demasiadas carasY casi ninguna era alegre. Todo lo quahorraba la familia, lo invertían en su

    compatriotas, lo que a ella le habícostado mucho entender cuando era unniña que jamás llegó a estrenar nunc

    ropa nueva o a invitar a sus compañeroa merendar al McDonald’s.Incluso ahora, veinte años después,

    veces se sentía triste. Sus padres s

    volcaban con desconocidos, se lo dabaodo, desde asesoramiento legal hasta u

    sitio en su mesa a la hora de cenar y ell

    había llegado a sentir que no l

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    prestaban ninguna atención. A veces smadre se olvidaba de que existía ardaba semanas en devolverle la

    lamadas. Como si Irine no lenecesitara. Y cuando pasaba eso, ssentía mal consigo misma, por s

    egoísmo, sabía que era una afortunadahabía vivido una vida sin problemasejos de la vida que hubieran vivido allí

    en Afganistán. Su madre se lrecordaba, tenía que ser feliz, era unmujer independiente, con estudios y corecursos. Pero a pesar de todo ello, n

    recordaba su infancia tan agradablcomo la recordaba su madre, ZuleimaCada una tenía una visión muy diferent

    de la infancia de Irine. Para Zuleima s

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    hija había vivido la mejor vida quhubiera podido vivir, asistiendo acolegio, jugando como todos los niños

    pero sin dar la espalda a la tradición y os valores. Le transmitió a su hija qua ropa nueva, los bolsos caros y lo

    zapatos eran caprichos inútiles. Lmportante realmente era ser buen

    persona, ayudar a los demás. Y si

    embargo, Irine se había sentido diferenta sus compañeras de clase, una piezdesafinada del conjunto hasta que llegal collège  y conoció a Adéle y Marie

    Sus amigas, las que siempre estabapara subirle la moral y prestarle su ropa escondidas. Sin duda eran un

    bienvenida banalidad en su pequeño

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    cerrado mundo.Jamás habían llegado a vivir los tre

    solos en aquel primer pequeñ

    apartamento, cerca del cementerio Péreachaise, situado muy lejos del que su

    padres tenían ahora alquilado en un

    zona más céntrica de París. Nunca shabía sorprendido al encontrar udesconocido en el desayuno, aquello er

    algo habitual, tanto como compartir scuarto con mujeres y niñodesconocidos.

    Irine, con menos años de los qu

    cabían en sus manos, escuchaba suhistorias y sus conversaciones sin podeevitar tener pesadillas cada noche. Ell

    recordaba una infancia dura, en la que s

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    había sentido muy sola en una casabarrotada de extraños. Había vistmucho. Demasiado. Mujere

    ndependientes con carrera, tratadacomo perros por intentar ayudar osimplemente, por seguir estudiando

    Matrimonios forzados, violacionessentencias de muerte confeccionadas pohombres sin escrúpulos que con u

    estimonio falso condenaban a supropias mujeres, a su mejor amigo, a svecino. Hombres mayores desechos quo habían perdido todo y no sabía

    hablar otro idioma que el suyo, viéndosncapaces de continuar viviendo

    asustados por todo en un nuevo país qu

    poco tenía que ver con el suyo. Cad

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    rostro que pasaba por el pequeñapartamento tenía su historia. Sus padredecidieron que su hija debía conoce

    odo eso, para que fuera plenamentconsciente de cuán afortunada era, persensibilizándola al mismo tiempo con s

    pueblo. El equilibrio no había sido fácilrine podía oír las palabras de su madre

     —No debes olvidar tus raíces

    uestro país es Afganistán. También eu lucha. No te alejes de tus orígenes.Y esa lucha externa se habí

    convertido también en interna.

    rine observó su pequeño piso, dond

    sólo dejaba entrar a sus padres y a su

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    amigos más íntimos. No dejaba quningún desconocido entrara, ni siquierpara hacerle firmar un certificado o par

    dejarle entrar la compra hasta la cocinaSeguramente era un efecto secundario daquellos años de sacrificio en su casa

    Ya habían invadido suficientemente sespacio. Ahora se había vueltcapitalista en lo que a la propieda

    privada se refería. Su madre, de vez ecuando, le echaba alguna regañina, perhacía tiempo que había entendido qupara su hija su espacio vital er

    nviolable. Adoraba su apartamentocada centímetro del suelo. Y sobre todesa sensación de tranquilidad

    seguridad que sentía cada vez qu

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    raspasaba sus puertas.

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    Capítulo tercero

    Gaspar entró somnoliento en sdespacho, llevaba unos días durmiendmal, despertándose sobresaltado

    nervioso de madrugada. Debían de sepesadillas, pero no lo sabía a ciencicierta puesto que nunca conseguírecordar nada de lo que soñaba. Sdespertaba con una sensación raramiedo mezclado con un angustiosvacío. No hacía falta ser psicoanalist

    para saber la causa de su temor: enminente viaje a Afganistán. Sabía qu

    era absurdo e irracional, que s

    subconsciente estaba descontrolado

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    muerto de miedo por no poder controlaa situación. Era una reacción primaria nstintiva que debía mitigar.

     No era la primera vez que le pasabaquello, pensó sintiendo un retortijón eel estómago cuando su cerebro le oblig

    a rememorar con rapidez escenas de spasado. El miedo irracional de lcondición humana era bien diferente a

    del resto de las especies, cuya causrespondía a estímulos directos. Menocomplejos y evolucionados, pero máreales. La mente humana era compleja

    La teoría darwinista de las especies smostraba en todo su esplendor en lHumanidad. Pero ¿para qué la evolució

    nos había hecho tan psicológicament

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    complejos? En determinados momentopodía resultar un lastre.

    Se detuvo y retrocedió unos paso

    sobre sí mismo confundido. Una jovealta y delgada estaba sentada coconfianza en su mesa. No le sonaba d

    nada. Volvió a mirarla confuso. Nodefinitivamente no la conocía de nadaGiró sobre sus pasos y buscó a Marie

    que estaba como cada mañana a primerhora en la cafetera. —Buenos días, Gaspar, ¿te prepar

    un café? —Sonrió con amabilidad.

    Gaspar la miró perplejo. —No, no, gracias… Marie, hay un

    oven que no conozco en mi mesa…

    ¿sabes quién es?

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    Marie se acercó a su jefe ya quGaspar había murmurado y le contesten el mismo tono:

     —Sí, es Irine, tu asistente. Ahormismo iba a presentártela. Le hofrecido un café, por eso estoy aquí. E

    su primer día. —¿Irine? ¿Asistente? —Gaspar mir

    a Marie estupefacto, no recordaba habe

    contratado ni entrevistado a nadie.Marie le dirigió una miraddesaprobadora, como la de una madre un niño pequeño:

     —Te lo dije dos veces, no me mireasí, como si no supieras de lo que thablo. Sé que tienes una memori

    prodigiosa, pero por lo visto sólo l

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    utilizas para lo que tú quieres: nombrede autores, geografía, bibliografías…Para cosas absurdas y poco prácticas

    Te dije que vendría hoy, que yo mencargaba de todo.

    Marie puso los brazos en jarra, e

    una posición amenazadora que no lgustaba nada a Gaspar.

     —Sí, ya recuerdo algo, no te enfade

    por favor… Pero me esperaba, no sé, amenos alguna entrevista previa y alguien más bien… No sé… ¿Diferente—Gaspar no sabía cómo expresars

    para no herir la susceptibilidad de samiga.

     —¿Cómo diferente?

     —Ya sabes… Un hombre fuerte

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    grande estaría bien, con experiencimilitar y buena puntería con las armas.

     —Ya estamos otra vez con eso. Irin

    está perfectamente cualificada. Es dorigen afgano.

     —¿En serio? No lo parece, y

    habría dicho, no sé, española o italiana. —¿Qué esperabas? ¿Que llevar

    burka? ¿Así sabrías que es afgana?…

    —Marie miró a Gaspar por encima dsus gafas—. Compórtate, trátala bienOs vais a llevar a las mil maravillashazme caso.

    Gaspar la miró con fijeza, había gatencerrado en ese asunto:

     —¿Cómo lo sabes?

     —¿Cómo sé qué?

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     —Que nos vamos a llevar a las «mimaravillas». —Esto último lo repitió eel mismo tono que acababa de emplea

    a secretaria.Marie colocó con cuidado las taza

    en una bandeja pequeña, cogió do

    cucharitas de plástico de un botcircular y varios sobres de azúcar como no cabían bien, juntó más las taza

    entre sí. —Os conozco bien a ambos… Irines amiga mía del collège, doctor. Nsiquiera recuerdo cuando nos hicimo

    amigas. A esas edades es difícil drecordar el momento exacto… Vamos, lque se dice amigas de siempre. —Mari

    giró la cabeza y sonrió con algo d

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    picardía a Gaspar. —¡Ah! —Gaspar la seguí

    confundido por el estrecho pasillo qu

    levaba hasta su despacho. Intentaba atacabos, recordar y reunir toda lnformación que tenía almacenada sobr

    a vida personal de Marie: noviofamilia, amigas… No recordaba habeescuchado algo de esa persona e

    concreto. —¿Ya está contratada, Marie?Marie paró en seco y Gaspar s

    ropezó con ella, haciéndole volca

    parte del café con leche sobre lbandeja.

    Marie lo miró con una intensida

    que no daba lugar a error.

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    Bitball. —Le tendió la mano con firmeza la joven desconocida a modo dpresentación. Debía marcar desde e

    principio las distancias. Aquella mujeba, al fin y al cabo, a ser su asistente.

    Irine se levantó risueña par

    devolver el saludo. —Buenos días, doctor, estoy mu

    contenta de poder trabajar con usted.

    Gaspar levantó la mirada y, poprimera vez, se fijó en ella. Era guapapero su rostro se perdía entre su peloTenía una inmensa melena moren

    ondulada, ostentosa, generosa, Gaspano había visto nunca nada semejanteBajó la mirada con incomodidad a

    suelo. Nunca un simple elemento, com

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    el cabello, le había provocado unreacción así. Levantó la mirada con unsonrisa intentando evitar un moment

    ncómodo.Irine tenía además una mirad

    penetrante, intensa, incluso parapetad

    ras su pelo. Parecía mirarle como si lconociera bien… Le sonreía, como ssupiera exactamente lo que acababa d

    pensar. Tomó nota mental de preguntarla Marie qué le había contado sobre él. —Os agradezco a Marie y a uste

    que me hayan elegido.

    Gaspar la miró fijamente, así que easunto estaba cerrado de verdad, no erun farol, típico de Marie. Manejaba a s

    antojo el departamento.

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     —Será un viaje arriesgadoseñorita…

     —Señorita Manzur, pero llámem

    rine, por favor.Gaspar hizo caso omiso. —Señorita Manzur, será un viaj

    arriesgado y no unas vacaciones dplacer…

     —Por supuesto. Estoy al corrient

    de la situación de Afganistán. Mipadres son exiliados afganos y, en ciertmanera lo considero también mi país. Oal menos, mi segundo país.

     —¿No es usted afgana? —No, yo nací aquí, en París. Soy ta

    francesa como usted. —Le sonrió. L

    cierto era que la mujer no tenía acent

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    extranjero alguno. —Mucho mejor, de otra manera, n

    podría aceptar este trabajo. A lo mejo

    no la dejarían entrar en el país, y si lhicieran, tendría seguramente muchoproblemas para su salida. Ya sabemo

    cuál es la situación de la mujer allí y loproblemas que podrían presentársenosHay que evitar en todo lo posibl

    cualquier problema burocrático. —Por eso mismo, doctor, le pidque me tutee. Mi apellido es claramentde origen afgano. A lo mejor nos hace

    alguna pregunta en la aduana. No puedpasar nada más. Soy ciudadana francesa

    Gaspar la miró con preocupación

    Sabía por experiencia que si algo mal

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    podía pasar, era bastante probable queso sucediera y odiaba locontratiempos. No tenía nada claro qu

    rine fuera la persona adecuada. Srataba de minimizar los posible

    riesgos, no de aumentarlos.

    Irine intuyó la sombra dnseguridad.

     —No se preocupe. Le repito que so

    ciudadana francesa, de hecho, sólo tengpasaporte francés. Tengo los mismoderechos que usted. Además es unventaja contar conmigo, hablo pastún

    farsi desde pequeña. Mis padrereforzaron su estudio en casa. Conozcbien la cultura afgana, su forma d

    pensar, de moverse, su saber estar. L

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    miró a Irine a los ojos: —¿Te suena Ai Khanoum?Irine negó con la cabeza y supo co

    certeza que iba a recibir una larga clasmagistral al respecto.

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    Capítulo cuarto

    Fueron semanas de preparativosvisados, listas y de mucho trabajo, eos que Irine disfrutó debido a l

    variedad de las tareas. Era un placentercontraste con su trabajo habitual draductora en la soledad de su casa. Er

    agradable cumplir una tarea tras otra sique la primera tuviera nada que ver coa segunda. La lista era interminable

    coordinarse con la secretaría d

    monsieur   Mayeul para fijar la agenddel viaje, las notas de prensas, epapeleo con la embajada, reuniones…

    Y a todo eso debía añadirle e

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    nteresantísimo aprendizaje aceleradque estaba haciendo sobre historiantigua de la mano de Gaspar: Cret

    minoica, Grecia micénica, las GuerraMédicas, del Peloponeso y eHelenismo. No es que se estuvier

    convirtiendo precisamente en unexperta, nada más lejos de la realidade costaba entender y memorizar l

    mitología griega, las ciudades, estados sus enfrentamientos, pero, sobre todoubicar cada cosa cronológicamente en eiempo. Gaspar le había dicho que n

    era necesario que se tomara tantamolestias, que no iba a impartir clasespero Irine sentía que debía estar a l

    altura del proyecto y esforzarse a

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    máximo.Al principio había pensado que serí

    algo descabellado aceptar aquel trabajo

    a que, debido a la confianza que tenícon su amiga Marie, era de esperar máde una discusión. Pero no fue así, tod

    resultó muy agradable. A diario estuvpensando que era una pena que aquellsólo fuera un trabajo temporal. Estab

    cansada de ser autónoma, de buscaclientes para traducciones, de escribiextos especializados para revistas

    cursos y otros autores. Algunos mese

    conseguía salir adelante, a duras penas esos eran últimamente los buenos. Lo

    malos, tenía que pedir ayuda a su

    padres o incluso a sus amigas, qu

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    siempre estaban ahí. No recordaba laveces que Adéle le había prestaddinero para pagar su hipoteca. Y eso qu

    no era una suma demasiado elevada, spequeño apartamento de dos estanciaestaba casi en la periferia de París

    Hace unos años, al comenzar sandadura como traductora autónomaodo le parecía bien, estaba comenzand

      entendía que la situación fuerprecaria, pero habían pasado los años no sólo no había mejorado, sino questaba empeorando. La segurida

    económica era una tranquilidad, pensrine con una sonrisa en los labio

    mientras ordenaba los libros de Gaspa

    en la estantería. Cuando acabara es

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    rabajo debería plantearse seriamentbuscar un trabajo fijo, quizás algrelacionado con la enseñanza y lo

    niños. Tendría que volver a ponerse estudiar, pero con ilusión y motivacióncomo estaba haciendo con este proyecto

    o conseguiría.En ese momento entró su nuevo jef

    por la puerta.

     —Señorita Manzur, le agradezco suesfuerzos por poner orden… Pero estabodo bien como estaba… —Gaspar s

    obligó a sonreír, no quería se

    maleducado. La joven era muagradable y servicial, sólo queríordenar aquel desastre. Estaba haciend

    bien su trabajo, aunque era alg

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    cabezota. —No se preocupe, sus libros está

    ordenados por orden alfabético de autor

    salvo las colecciones, que las he puestarriba y están ordenadas numéricamenteLas revistas están en esos montones d

    abajo, por tipo de revista y por númeroSi no encuentra algo, yo se lo facilitarhasta que se familiarice con mi forma d

    clasificar…Gaspar se rascó la cabeza, sin sabemuy bien qué contestar, parecía umétodo simple y razonable.

    Marie intervino desde el pasillo coalgo de burla:

     —No se preocupe, doctor, e

    exactamente el mismo método que Irin

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    utiliza en su casa. Tiene clasificadhasta la despensa. Aunque en ese caso lhace por colores. La pasta por un lado

    el chocolate por otro… Una vez metuna caja de galletas donde ncorrespondía y ¡casi me envía a l

    guillotina! —Marie soltó una alegrcarcajada y guiñó un ojo a su amiga.

    Irine la miró fijamente con un

    mirada asesina. —Soy ordenada, no una maniáticcomo me haces parecer, eso es todo. Mgusta que cada cosa tenga su sitio. N

    me gusta el desorden. ¿Es tan difícil dentender?

    Gaspar observó las miradas asesina

    cruzadas que se lanzaban amba

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    mujeres, no entendía nada, tan pronto sadoraban tan pronto se lanzabancómodas indirectas. No recordaba qu

    eso le pasara a él con nadie, ni siquiercon Marie. Y eso que tenía una relaciómuy cercana con ella.

    En ese momento sonó el teléfono Marie corrió y acercó su silla parcogerlo:

     —Buenos días, Departamento dHistoria, soy Marie. Claro, enseguida lpaso la llamada.

    Irine puso la mano sobre e

    micrófono e hizo señas para que Gaspacogiera el teléfono.

    Mientras Gaspar lo cogía, Irin

    pronunció sin sonido con los labios: e

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    asesor de presidencia. —Buenos días, señor Mayeul. —Buenos días, doctor Bitball. Sól

    quería confirmarle la participación dos dos especialistas que l

    acompañaran: el doctor James Kipling

    el doctor Hoover. Le estarán esperanden el hotel, llegarán en el mismo vuelvía Heathrow. Allí hará el trasbordo e

    doctor Hoover. Espero con impacienciel informe de sus resultados. Les desesuerte.

     —Muchas gracias —contest

    Gaspar, pero su interlocutor había vuelta colgar el teléfono.

     —¡Qué manía tiene este hombre d

    colgar el teléfono sin esperar a que m

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    despida!Irine y Marie rieron. —¿Qué quería? —preguntó Marie.

     —Nada, desearnos suerte confirmar la presencia de los doctoreHoover y James Kipling.

     —¡El doctor Hoover! ¡Qué alegríaSalúdale de mi parte, guardo mubuenos recuerdos suyos de cuando vin

    a impartir los cursos de historihelénica. Y… ¿James Kipling? Msuena, pero no recuerdo bien quién es…

     —Es doctor y profesor de l

    Universidad de Cambridge. Es un graespecialista en historia antigua, no lconozco mucho; sólo he coincidido co

    él alguna vez y apenas nos hemo

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    saludado. —¿Es un señor mayor, como e

    profesor Hoover?

    Gaspar puso los ojos en blanco. —¡Pero qué preguntas más absurda

    haces! ¿Pero eso qué tendrá que ver par

    una misión cultural? —Mucho. Hay que preparar el pla

    del viaje y tenemos que tener en cuent

    su edad. No puedes ir llevando al doctoHoover por ahí andando todo el día si… —¡Por favor, Marie! Que no es u

    anciano inválido. Menuda fuerza intern

    iene… El doctor Kipling, según minvestigaciones, tiene… —Echó u

    vistazo a las hojas que tení

    desparramadas por la mesa…—

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    Cincuenta y dos años. ¿Tranquila? ¿Mo puedo llevar a hacer senderismo

    barranquismo por Afganistán?

     —¿Cincuenta y dos? ¡No está malLo más seguro es que sea él quien tleve. —Marie rio.

     —¡Soy diez años más joven! —Era broma… ¡Pongámonos

    rabajar! —Marie cogió unos papeles d

    su mesa y se los pasó a Irine. —¿Es el plan de trabajo? —preguntó Irine con interés, pues ecuanto partieran, tendría que suplir a l

    eficiente Marie. Debían ceñirse a lagenda y redactar un meticuloso informpara la Presidencia.

     —Sí, tengo que cambiar e

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    principio. No sabía que los otromiembros llegarían antes que vosotrosno tenía los horarios de los vuelos

    Ahora llamaré a la secretaria del señoMayeul para que me confirme todos lovuelos. Pero sólo hay que modificar l

    primera página. Había pensado qucomenzarais con un desayuno de trabajnformal para revisar el programa

    ntercambiar impresiones. Como llegáia Kabul por la tarde, había pensadcomenzar a la mañana siguiente, asendríais tiempo para dar una vuelta

    descansar. Pero ahora pienso que emejor que cenéis todos juntos en erestaurante del hotel.

     —Buena idea, Marie —contest

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    rine. Gaspar asintió con la cabeza eseñal de conformidad.

     —Pues llamaré a la organización d

    Kabul, al contacto que me ha facilitadel señor Mayeul, para pasarle eprograma corregido y que reserve

    mesa; aunque supongo que no sernecesario. En estos momentos no es uugar muy turístico…

    Gaspar miró el programa de trabajque le acababa de pasar Irine desde ssilla. Saber que todo estabperfectamente organizado y controlado

    de forma coordinada con el Gobierno dKabul, le tranquilizaba. Si se ceñían él, no correrían peligro alguno.

    Al día siguiente, Irine se levantó d

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    a cama somnolienta y fue directa hasta pequeña cocina para hacerse un café

    Tenía la tensión muy baja y se sentí

    ncapaz de vestirse o hacer cualquieotra cosa, por muy simple que fuera, siener la suficiente cafeína recorriendo s

    cuerpo.Por fin, con una voluminosa taza d

    oza azul entre sus manos se sentó en e

    sofá. Fue dando pequeños tragos esperó a que la cafeína hiciera efectmientras miraba por la ventana. Sonrial ver que el cielo estaba despejado

    era domingo, tenía todo el día para ellsola por delante. Pero ese pensamientduró poco. Frunció el ceño al recorda

    que había prometido ir a comer a cas

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    de sus padres y miró el reloj que tenícolgado sobre la pared, encima de lpila de la cocina. Las ocho de l

    mañana, era pronto y podía hacer planeen solitario con tranquilidad antes dpasar por casa de sus padres. Tras bebe

    el último sorbo del café con una muecde asco, más animada y con energíacorrió a su habitación a vestirse

    supervisar la maleta para el viaje. Nconseguía entender por qué nunca lgustaba el último sorbo de la tazaquizás se debía a que se quedaba e

    azúcar posado en la parte bajaDemasiado dulce.

    Sonrió al ver su maleta ya preparad

    para el viaje, todo ordenado como a ell

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    e gustaba: zapatos en sus bolsas de teloscura, pantalones con pantalonescamisas cuidadosamente dobladas, l

    ropa interior en la bolsita de lona azupara evitar pasar momentos dvergüenza si tenía que abrir en cualquie

    momento la maleta… La había dejadabierta para añadir en el últimmomento el neceser. Adéle le habí

    aconsejado que se comprara un cepillnuevo, pasta de dientes, cepillo dentacrema solar y maquillaje para el viajePero para Irine aquello resultaba u

    gasto absurdo, quería llevar sus cosassus objetos más familiares con ella.

    La víspera habían salido las tres

    cenar a un bistrot   en la calle Saint

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    Honoré. Como era costumbre, no teníareserva, habían paseado hasta decididónde cenar. Finalmente se había

    decidido por un pequeño restaurante coel toldo rojo y letras doradas. Se habíasentado en las mesas de la terraza

    aunque hacía frío; a pesar de que everano estaba a la vuelta de la esquinaHabían hablado largo y tendido sobre e

    viaje de Irine y Gaspar. Por supuestoAdéle no había podido evitar lanzacomentarios picantes al respecto.

     —Tú y el guapo doctor Bitball, tod

    el día juntos, durante semanas con todasus noches, en un territorio exótico misterioso… Por primera vez, t

    envidio. Perdidos en el desierto

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    grande de su querida ciudad, así qucogió el metro, pero sólo para detenerspasadas unas estaciones, en la Plaza d

    a Ópera. Subió las empinadas escaleraque subían a la superficie y apareció couna sonrisa en el centro de la plaza

    punto de partida de su ruta de aquel díaComenzó a andar hacia la derechcruzando la plaza hacia el Café de l

    Paix, dudó si parar para sentarse en sacogedora terraza y pedirse un café coeche y un croissant , pero desistió a

    pensar en la suculenta comida que l

    esperaba en casa de sus padres, teníque abrir el apetito, no cerrarlo. Todavíardaría al menos dos horas en llega

    andando hasta casa de sus padres, as

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    que enfiló por la calle de su derechaadentrándose en la Rue de la Paix hastlegar a la plaza Vendôme.

    Allí se paró a contemplar máiempo de lo necesario los lujoso

    escaparates de las joyerías, le encantab

    pararse en Cartier y cotillear los últimorelojes de su colección. Relojes quamás compraría, pero que le llamaba

    a atención por su ostentosidadComprobó la hora en su reluciente práctico Swatch y, al ver que se le hacíarde y apenas había empezado su ruta

    aligeró el paso acortando en línea rectpor la  Rue de Castiglione  hasta lamponentes arcadas de la Rue de Rivol

    Tuvo suerte y pudo cruzar la calle por e

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    medio, para llegar al jardín de laTullerías. Allí se desvió tan sólo umomento para pasar por la fuent

    redonda, el lugar preferido de su madr adonde siempre la traía a jugar cuand

    era una niña. Sólo echó un vistazo d

    refilón al Louvre, que quedaba a szquierda y cuya explanada, a pesar d

    ser domingo, estaba invadida de turista

    con sus cámaras. —¡Oh, París! —murmuró entre risacon acento parisino. Era la ciudad mábella del planeta, el foco de arte, cultur

    e historia a nivel mundial.Sabía que era una privilegiada po

    formar parte de ella, por poder pasear

    su antojo por sus calles cada semana

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    no una vez en la vida, como aquellouristas. Cruzó con ansiedad el Sena po

    el  Pont Royal , para llegar a su punt

    preferido del recorrido, justo el centrdel puente, por el margen del ladzquierdo. Ahí se paró, para contempla

    a espectacular isla de la Cité, dabgual las veces que se parara allí, l

    vista siempre conseguía sobrecogerl

    con todo su esplendor: una isla en mitadel Sena sobre la que reposaba en sextremo la Catedral de Nôtre DamePero ya estaba bien, no era una simpl

    urista y tenía que continuar su caminosalió del puente y se adentró en la riv

    auche por la  Rue du Bac, siguió rect

    por el 5.º arrondisement   hast

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    adentrarse en el 14.º, donde estabsituada la nueva casa de sus padresusto enfrente del cementerio d

    Montparnasse, en la Rue Boissonade.Irine llegó exhausta, sus padre

    vivían justo en la otra parte de l

    ciudad, y eso que había cogido el metrpara evitarse parte del camino y habíhecho más de una larga pausa en e

    camino para coger fuerzas.Fue su madre como siempre quieabrió la puerta:

     —¡Irine! ¡Cuánto tiempo! Lleva

    semanas sin venir y, encima, ahora tvas de viaje.

    Irine se limitó a sonreír y a abrazar

    su madre.

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    confundidos, sin poder entender nada, aterrados por la dificultad de lpronunciación francesa.

    Cuando ya estaban acabando, todaas mujeres se levantaron a ayudar a s

    madre, que se había pasado la comid

    sacando platos y asegurándose de quodos comieran.

     —Irine me gustaría hablar contigo

    ven. —Su madre dirigió una elocuentmirada retadora a su padre, una qurine en pocas ocasiones había podid

    ver, así que se levantó intrigada par

    seguir a su madre hasta su habitación. —Mamá, ¿qué pasa? —Nada, hija, nada, no t

    preocupes… Siéntate a mi lado. —S

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    madre señaló el hueco de su derecha.Irine no dijo nada y obedeció a s

    madre; esperó a que hablara. Zuleim

    guardaba silencio como si no estuviersegura de cómo enfocar lo que tenía qucontar a su hija.

     —¡Mamá, empiezas a preocuparme¿Es por el viaje? Ya te he dicho que ncorremos ningún riesgo…

     —¿Por el viaje? Pues… sí y no, lverdad. No voy a negar que estopreocupada. Me asusté mucho cuando vpor la televisión entrar a las tropa

    norteamericanas en el país, fue algdifícil de digerir; pero ahora que vas viajar allí, me quedo más tranquil

    sabiendo que ellos están controlando l

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    situación. Es contradictorio, como si poun lado me fastidiara que invadiesen mpaís, pero por otro, ahora que va m

    hija, entiendo que es necesario pargarantizar la seguridad. No, no es poeso, Irine, lo que te tengo que pedir e

    más complejo, es un asunto… familiar—Zuleima miró al techo, avergonzada prosiguió titubeante—: Quiero que m

    hagas un favor cuando estés allí, eKabul. —¿Un favor, familiar? —Irine l

    miraba con la boca abierta, que ell

    supiera, ni siquiera tenían familiareejanos allí. Sus padres eran hijo

    únicos y sus abuelos habían muert

    mucho antes de venir a París. Ahora qu

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    o pensaba, poco sabía de ellos, parella, el concepto familiar se reducía ellos tres.

     —Sí, toma, todo está en este papelno lo pierdas. —Su madre le deslizó upequeño papel doblado en la mano.

    Irine lo desdobló y leyó en letragrandes: Afzal Jalil Ben Aadel, y undirección en Kabul.

    Su madre rompió el silencio: —Es la dirección de mi hermanJalil, tu tío.

     —¿Tu hermano? ¿Tienes u

    hermano? —Sí, lo tengo. —Su madre la mir

    con tristeza—. Pero no tenemos contact

    entre nosotros, es una historia muy larga

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    hija… Me pesa tanto… —No lo entiendo. —Mi hermano y yo nos enfadamos

    rine. Jalil no estaba muy de acuerdo eque me casara con tu padre y, cuandfinalmente accedió, me repudió al sabe

    que iba a abandonar el país. —¿Te repudió? —Más o menos… Es complejo, hija

    no en el sentido estricto, pero dejó dconsiderarme su hermana. Lacostumbres en nuestro país son fuertesa lo sabes, hija; y las reglas d

    comportamiento, complejas, nfavorecen precisamente a las mujeresLo mejor que he hecho ha sido alejart

    de allí. Mírate.

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    Zuleima acarició el suave pelsuelto de su hija.

     —Ves, yo no tengo el valor, ni la

    ganas, de salir a la calle sin cubrirme lcabeza. De hecho, no quiero hacerloPero no me duele que tú lo hagas

    porque me siento muy orgullosa de quú hayas elegido tu propio camino, si

    prejuicios. Entiendo que lucho contra m

    misma, pero estoy mayor y muy apegada mis orígenes. Pero lo he hecho biecontigo, Irine, has estudiado una carreraienes un trabajo, una casa

    ndependencia… Cosas con las que ysiempre soñé. No sientes ese peso de laconvenciones de nuestra cultura sobr

    us hombros.

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     —No digas eso, madre, tú haconseguido lo imposible, además, pape adora. Y juntos habéis ayudado

    cientos de personas.Zuleima agradeció el apoyo de s

    hija:

     —Sí, eso es cierto. —Entonces, ¿quieres que vaya a est

    dirección sin avisar?

     —Sí. Jalil no contesta a mis cartasni siquiera cuando he intentado ponermen contacto con él por teléfono.

     —Pues no parece una idea mu

    buena, puede ser violento, madre…Además, ¿por qué buscar a alguien que ha tratado mal? No lo entiendo…

     —Jalil me salvó la vida, hija

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    matrimonio afgano por ejemplo, si a ellse le quemara la comida, o lcontestara… seguramente él le daría u

    guantazo y a ella le parecería un castigusto.

     —No puedo entenderlo, madre. No

    no puedo. Y no voy a ir a buscar a thermano, ese tal Jalil. Nunca me habíahablado de él, por algo será, me da mal

    espina.Su madre comenzó a llorar. —Mamá, no te lo tomes así, po

    favor… No llores… No pretendía se

    brusca ni faltarte al respeto. —Sé que es mucho lo que te esto

    pidiendo, pero cada día pienso en él. H

    enido miedo todos estos años de qu

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    algo le pasara. Es un milagro que sigvivo tras tantas luchas, tanta miseriaanta muerte y tanta pobreza. ¿De qué m

    sirve ayudar a tanta gente si no puedayudar a Jalil, a mi propio hermano?

    Irine calló. Ahora entendía mejor

    su madre. Para su estupor, todo encajabahora. Su necesidad de ayudar a todo emundo. Su madre sentía remordimiento

    de conciencia por no poder ayudar a shermano. —Está bien, iré, pero por favor, n

    lores. ¿Qué es lo que quieres que l

    diga? —Quiero que llegues y te presentes

     le entregues una carta que te voy a dar

    Debes decirle que siempre podrá conta

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    con mi ayuda y que si quiere lacogeremos aquí en París. Si necesitdinero, sólo tiene que pedirlo. Ser

    bienvenido con su familia, si es quiene una.

    Zuleima se levantó y buscó en e

    cajón de su ropa interior la carta. Se lendió a su hija.

    Irine miró el sobre amarillento.

     —Mamá, esta carta, este sobre…son viejos. —Sí, lleva mucho tiempo esperand

    entre mi ropa. Mis sentimientos son lo

    mismos y mis palabras también. —¿Papá lo sabe? —Por supuesto, pero no lo hable

    con él, no tiene en gran estima a Jali

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    el corazón de su madre. Y no lo merecíasu madre era una buena mujer. No podípermitir que siguiera sufriendo e

    silencio. Tendría que extirpar ellmisma aquella espina.

     —Lo haré, no te preocupes. Mamá

    ienes que añadir a la carta la nuevdirección de esta casa, y varioeléfonos, por si acaso. Mi móvil y el d

    papá también.

    Si todo salía bien, al día siguient

    partirían por fin hacia Kabul. Lo teníaodo preparado, las embajadas estabanformadas de la expedición, e

    representante del Gobierno, monsieu

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    Mayeul, le había llamado pardespedirse, desearle suerte y solicitarlotra vez un informe completo a s

    vuelta.Gaspar estaba muy nervioso, n

    paraba de buscar información y noticia

    sobre el país, y lo cierto era que lanformaciones eran exasperantement

    contradictorias: se suponía que había u

    Gobierno estable, pero, por otro ladohabía desplegada en la zona uncoalición internacional de militareamericanos e ingleses y otras fuerza

    especiales que, conjuntamentecoordinaban la seguridad en el país coel objetivo de estabilizar la zona.

    Así que algo que debí

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    reconfortarle, le inquietaba; si habíropas destacadas en el país sería po

    algo… Otra cruenta guerra civil podí

    estallar en cualquier momento, loataques de las guerrillas talibaneestaban a la orden del día… Er

    bastante obvio que los talibanes no sban a quedar de brazos cruzados ante l

    pérdida de poder.

    La operación americana «libertaduradera» había comenzado hacía mupoco, el 7 de octubre de 2001, erespuesta a los atentados del 11 d

    septiembre en Nueva YorkAmparándose en el artículo 51 de lCarta de las Naciones Unidas, qu

    defendía el derecho a la legítim

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    defensa. Y aquel atentado había sido uataque directo de Al Qaeda, lideradpor Osama Bin Laden, al puebl

    americano; así que los americanoenían legalmente el derecho

    defenderse. Los ingleses se sumaro

    posteriormente a la invasión del paícomo refuerzo bajo la llamad«Operación Herrick». El objetivo er

    derrocar el Emirato Islámico dAfganistán gobernado por el talibáMulá Omar. La invasión se hizo cobombardeos aéreos y el apoyo de la

    ropas afganas de la Alianza del NortePara apuntalar la misión, se acababa dnstaurar una Fuerza Internacional d

    Asistencia para la Seguridad (ISAF) po

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    su maletín de trabajo, lo había dejadpara el final; metió carpetas, libretasbolígrafos y su pequeño portátil. N

    sabía si en Kabul tendría la libertad y eiempo para encontrar el material drabajo necesario, así que lo mejor serí

    r surtido de todo. Se levantó parbuscar en el pequeño almacén dmaterial del departamento, necesitarí

    un poco de todo: papel cebolla, umetro, bolígrafos de colorepermanentes, celo, bolígrafosgrapadora, lápices, gomas, cámara d

    fotos… No tenía claro tampoco cuál ibser su forma de proceder en Afganistán¿encontrar las piezas? En ese cas

    necesitaba todo lo necesario par

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    catalogar y dibujar. El informe tenía qucontener la mayor cantidad de datoposibles.

    Pensó en su antiguo profesor, edoctor Paul Bertrand y sintió unpunzada descorazonadora; su

    preparativos debieron de ser mudiferentes, preparar una excavacióarqueológica era una tarea titánica. Mir

    de soslayo los lápices que había cogidoen comparación, le parecían ahorrrelevantes. El profesor hab