La Aventura de La Historia 83

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    DOSSIER

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    ESPAApartidaen dos

    1705

    La muerte sin hijos de Carlos II lanz a Espaa a una guerra, civil

    e internacional, que comenz hace 300 aos. Nuevos anlisis

    subrayan que, junto a la cuestin dinstica, se enfrentaban dos

    modelos de convivencia y de organizacin estatal que volveran a

    aflorar en el siglo XIX. Cuatro especialistas estudian el modelo

    austracista y el modelo borbnico de gobierno, hacen la crnica dela larga Guerra de Sucesin y evalan los efectos de la posguerra

    40. Dos Espaas

    Ricardo Garca Crcel

    44. Guerra civil e internacionalRosa Mara Alabrs

    52. Los perdedores.El proyecto austracista

    Ricardo Garca Crcel

    58. Los vencedores.

    Aires nuevosVirginia Len Sanz

    66. Difcil posguerra

    Enrique Jimnez Lpez

    Asalto borbnico a Barcelona, el 11 de

    septiembre de 1714, por Estruc, Caixa

    Sabadell.

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    La generacin de 1698, la gene-racin que vivi la agona del si-glo XVII, en la larga serie de no-ventayochos que han jalonado

    nuestra historia, fue quizs la ms tristede todas las generaciones finiseculares.La de 1598, la de Cervantes, haba esta-do marcada por el miedo al ridculo, trastanto sueo imperial. La de 1798, la de

    Antonio de Capmany, por el miedo a larevolucin. La generacin de 1898, la eti-quetada por Azorn, la clsica, estuvo pre-sidida por el miedo a asumir la soledad,la mediocridad, el aislamiento de Espaafrente al espejo europeo. Miedos, in-quietudes, angustias de finales de siglo,pero ninguno posiblemente tan patti-co como aquel 1698, marcado por el te-mor al futuro en plena agona de una di-nasta, la de los Austrias, que haba con-quistado un Imperio en el que no se po-na el sol y que se encontraba ante un

    horizonte en el que todo era sombra, por-que la monarqua espaola se haba con-vertido en una caricatura de lo que fue.

    En 1697 haba sido invadida Cataluapor los franceses que, tras un terrible si-tio de Barcelona, la ocuparon duranteseis meses. El fantasma de la amenaza deldespedazamiento no ya del Imperio sinode la propia Espaa fue obsesivo en elmarco del problema sucesorio: la inca-pacidad de Carlos II para reproducirse.Entre las dos opciones, la austracista (elarchiduque Carlos) y la borbnica (Felipe

    de Anjou), se postul la alternativa de Jo-s Fernando de Baviera, que evitaba laconfrontacin blica, pero con el costede la reparticin territorial fijada en el tra-tado de octubre de 1698, por el que Fran-cia se quedaba Npoles, Sicilia y Gui-pzcoa y Austria se haca con Miln,mientras que el candidato de Baviera se-ra el rey de Espaa, con Flandes y Am-

    rica. Pero el candidato alternativo que po-da evitar la guerra muri. Y Espaa si-gui siendo un oscuro objeto de deseo.

    En marzo de 1700, ya con la opcinAustria-Borbn, se planteaba un nuevoreparto propuesto por los austracistas.El archiduque Carlos se quedaba conla monarqua espaola, Amrica y Flan-des y Francia reciba Npoles y Sicilia,mientras que el duque de Lorena ab-sorba Miln. Pero, en octubre de 1700,la capacidad diplomtica de Luis XIV seimpuso. No habra reparticin, porqueno hubo consenso respecto a quin se-ra el sucesor de Carlos II, sino guerra,aunque el fantasma de la reparticin si-gui flotando a lo largo de la misma(1702-03, 1706, 1709) e incluso despus.O reparticin o guerra. Penosa alterna-tiva para los espaoles de aquel tiempo.

    Invertebracin hispnicaPero un horizonte internacional tan in-quietante derivaba en buena parte de laescasa consistencia nacional espaola y

    sta era una consecuencia del viejo pro-blema de la articulacin del Estado, quese haba planteado en trminos dram-ticos en 1640. La invertebracin hisp-nica, la haba intentado resolver Olivaresa la tremenda. De aquel fracaso surgiuna alternativa poltica a lo largo del rei-nado de Carlos II que se llam neofora-lismo y que preferimos calificar de dis-curso de la reconciliacin en el marco deterceras vas entre el absolutismo centra-lista y el constitucionalismo foralista.

    Primero fue el sueo alternativo de don

    Juan Jos de Austria con los intentos degolpe de Estado en 1668 y 1676 contralos validos de Carlos II, que contaron con

    40

    RICARDOGARCACRCEL es catedrtico deHistoria Moderna, U. A. de Barcelona.

    Tras la muerte de Carlos II, se enfrentaron dos maneras de entender

    Espaa, arguye Ricardo Garca Crcel. Dos modelos administrativos,

    el centralista y el federal, la Espaa horizontal y la Espaa vertical. Pero

    cada una de los dos opciones contena muchos matices polticos

    DOS ESPAAS

    Carlos II, por Carreo Miranda. Su muerte sinherederos trajo una contienda internacional

    (Toledo, Museo de El Greco).

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    el apoyo de la Corona de Aragn. DonJuan Jos muri en 1679, pero el afn in-tervencionista de la periferia continuapoyndose entonces en el pragmatismoeconmico de una nueva burguesa lageneracin de Feliu de la Penya que in-tent rentabilizar la correlacin de fuer-zas favorable para sus intereses que otor-gaba la propia debilidad de la monarqua.Narcs Feliu no tuvo empacho para su-brayar que Carlos II era el mejor rey quehaba tenido Espaa.

    Paralelamente, emergen los juristas(Vilosa, Cresp de Valldaura, Matheu ySanz) que buscan adaptar el constitu-cionalismo histrico de las relaciones en-tre la monarqua y los reinos de la Co-rona de Aragn, a los tiempos de pru-dencia y mesura exigibles tras el vrtigode la experiencia secesionista.

    Pero este acopio de sensibilidad quereplanteaba la dialctica centro-periferiaen trminos distensionados dur poco.La guerra con la Francia de Luis XIV pu-so a prueba la fragilidad del andamiajeque regulaba las relaciones del rey consus reinos. El consenso possecesionis-ta se dinamit por los recelos que laguerra, entre Espaa y Francia, iba aabrir entre Catalua y la monarqua. Yel fantasma de los viejos reproches cru-zados entre castellanos y catalanes enlos aos de separacin de Catalua(1641-1652) resucit a caballo de la in-vasin de Catalua por los franceses en1697 y la ocupacin de Barcelona.

    Francia, despus de 1697, para unosfue el referente de la tentacin vecinal,del poder a imitar o en el que cobijarse.Para otros, signific el paradigma de la

    amenaza, del peligro competitivo, delriesgo de invasin. De 1697 sali la po-larizacin austracismo-borbonismo. Loshroes y demonios de entonces (Darms-tadt y Velasco) seran protagonistas enla primera etapa de la Guerra de Suce-sin. Porque sta fue, aparte de testi-monio de la satelizacin hispnica res-pecto a las grandes potencias europeas,la plasmacin de la asignatura pendientede la articulacin del Estado, configura-da por los Reyes Catlicos, mantenidasin grandes traumas por Carlos V, pues-ta ya en cuestin durante el reinadode Felipe II (alteraciones aragonesas de1591), preservada en el reinado de Fe-lipe III, hundida en el reinado de Feli-pe IV y reciclada, con poca efectividad,en el de Carlos II.

    La Guerra de Sucesin ciertamente

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    1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    Felipe V, Mara Luisa de Saboya y Luis I combatiendo la hereja, por Felipe de Silva, hacia 1707, Aranjuez, Palacio Real.

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    plantea dos opciones dinsticas con-frontadas con Francia como principal re-ferente a favor y en contra. La repre-sentacin que se tuvo de Francia condi-cion el alineamiento en una u otra op-cin dinstica. En el mbito castellano,los austracistas fueron nobles hostiles alo que poda representar la nueva dinas-ta de cambios en el aparato clientelarde la Corte. En la Corona de Aragn, con-t la vieja inquietud ante las hipotticasnovedades que pudiera significar unanueva dinasta en el mbito foral.

    En Catalua debi contar y mucho lamemoria que se tena de Francia trasla revolucin de 1640. Si Catalua habaapostado en 1641 por Francia, contra laEspaa de Olivares, medio siglo despusapuesta por la continuidad de los Aus-trias. Preferencia por lo malo conocidoa lo bueno por conocer? Fascinacin porla imagen del poder ingls, que en 1704poda parecer el caballo ganador? La ac-titud ante Francia condicion actitudes,pero no fue decisiva. Las simpatas haciaFrancia, por ejemplo, fueron limitadas en-tre los borbnicos.

    Portocarrero, el hombre clavePortocarrero, el hombre clave en la re-

    daccin definitiva del testamento a fa-vor de Felipe, nunca simpatiz con losfranceses. La importancia de un nacio-nalismo antifrancs durante la guerra enel mbito borbnico no puede desesti-marse. Las prevenciones hacia Francia lascompartiran borbnicos tan convencidoscomo Bacallar o Macanaz. La propiaalianza Luis XIV-Felipe V pas por peri-pecias mltiples, sobre todo en 1706,1709 y 1713-14, con patentes faltas de sin-tona entre el abuelo y el nieto. La Far-nesio, despus de 1714, acab de rom-

    per el nexo establecido en 1700.No faltaron testimonios de relativismodinstico. Como deca un folleto de lapoca: Cost mucho en quererla (la di-nasta de los Austrias). Despus todos laveneraron. Luego ha entrado la de Bor-bn pues por qu ha de ser ms des-graciada que las otras?. Y otro se pre-guntaba: Qu razn tenan los espao-les para quejarse en los principios de laCasa de Austria y cul es la que les mue-ve para no estar gustosos con la de Bor-bn?. Pero lo que inicialmente fue un

    conflicto dinstico, fue cargndose deotras connotaciones, con la asignaturapendiente del problema de Espaa por

    resolver. Desde 1705, la guerra se centraen la Corona de Aragn, con Catalua co-mo eje del austracismo. Los aos de 1705y 1706 son de euforia austracista, polari-zndose la guerra cada vez ms entre laCorona de Aragn y la de Castilla, conel problema de Espaa como horizonte.En Valencia y Aragn, el austracismo du-rar poco. Aun con muchas oscilacionesa lo largo del tiempo, desde la victoriaborbnica en Almansa, la representacindel austracismo ser casi exclusiva de Ca-talua. Se acentuar la confrontacin en-

    tre castellanos y catalanes, reproducien-do la vieja querella de 1640 a 1652.

    Unos y otros se involucrarn en unaguerra panfletaria que jugar con tres ar-gumentos: el antropolgico, el religiosoy el poltico. El primero pondr sobre lamesa las descalificaciones caracteriolgi-cas que los unos les atribuyen a los otros.Los catalanes reprocharn a los castella-nos que asuman un rgimen poltico ti-rnico. Los castellanos descalificarn a loscatalanes han estado siempre mal con

    su camisa, moscas fastidiosas, nuncapierden la ocasin de derramar su vene-no.... El religioso incidir sobre la ca-lificacin de herticos que unos y otrosse adjudicarn.

    La Guerra de Sucesin tuvo tambinuna vertiente de guerra religiosa. Los fan-tasmas del protestantismo salieron a flo-te, como por el otro lado se esgrimi laacusacin del regalismo, contra los fran-ceses. Clemente XI, en 1709, tras no po-cas dudas, legitim como rey de Espaaa Carlos, en un momento en que pare-

    ca inminente la victoria de los austra-cistas. Se equivoc y pronto se retro-traera. El problema poltico es, quizs,el ms veces planteado en la guerra dia-lctica entre austracistas y borbnicos.Absolutismo castellano contra constitu-cionalismo de la Corona de Aragn.

    Quin puede negar esa confrontacin?Pero la misma no puede simplificarse.Hubo borbnicos simpatizantes de losfueros de Robres a Miana como hu-bo austracistas desligados de la ortodoxia

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    El embajador espaol en Francia se arrodilla a los pies de Felipe de Anjou , en presencia de

    Luis XIV, el 16 de noviembre de 1700, tras conocerse el testamento de Carlos II (Pars, B.N.).

    Cost mucho en querer la de los Austrias.Despus todos la veneraron. Por qu ha

    de ser ms desgraciada la de Borbn?

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    El punto de partida de la Gue-

    rra de Sucesin es el tercer tes-tamento de Carlos I, que otor-gaba la sucesin de la monar-

    qua de Espaa a Felipe, duque de An-jou, nieto de Luis XIV. ste haba cam-biado su estrategia intervencionista delos ltimos aos del siglo XVII. Prefe-ra el sucursalismo de la monarqua es-paola respecto a sus intereses, a travsde su nieto. La decisin final de Carlos IIobedeci a un complejo conjunto defactores que ha estudiado magistral-mente Luis Ribot: las torpezas del sector

    austracista, las antipatas que generaba

    Mariana de Neoburgo, las perspicaciasdel sector profrancs y, sobre todo, elpragmatismo muy evidente del Consejode Estado que, ante la muerte del can-didato Jos Fernando de Baviera, optpor subirse al carro de quien domina-ba la poltica europea.

    El austracismo a escala espaola em-pieza teniendo un doble carcter: agita-cin de algunos nobles en Castilla, des-contentos con la decisin testamenta-ria de Carlos II, tradicionalistas y rece-losos con respecto a Francia los ms

    destacados fueron Juan Toms Enriquede Cabrera, almirante de Castilla, duquede Medina y conde de Melgar; Fernan-

    do de Silva, conde de Cifuentes; Diego

    Felipe de Guzmn, marqus de Lega-ns... y paralelamente, en Catalua, unaextraordinaria sensibilidad constitucio-nal que se evidenci en los dissenti-ments de las Cortes de 1701-1702 con-vocadas por Felipe V.

    A todo ello hay que aadirle, en el m-bito internacional, el efecto de la confi-guracin de la Gran Alianza, entre Aus-tria, Inglaterra y Holanda, en La Haya, en1702. Sus principales artfices fueron elemperador Leopoldo de Austria, el granavalador de la candidatura del archidu-

    que Carlos como futuro rey de Espaa,y el prncipe Jorge de Hesse-Darmstadt,ex virrey de Catalua cuando los asedios

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    ROSA MARA ALABRS es profesora de Histo-ria Moderna, UNED, Barcelona.

    La Guerra de Sucesin tiene una doble vertiente de conflicto internacional

    y al mismo tiempo de guerra civil, la primera del largo rosario de contiendas

    civiles que han jalonado la historia de Espaa, sostiene Rosa Mara Alabrs

    GUERRA

    La Batalla de Almansa, el 25 de abril de 1707, fuedecisiva para la victoria de Felipe V en la Guerra deSucesin (Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores).

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    de los franceses en 1695 y 1697. Audaz,vital, simptico, sensible con los catala-nes, sin duda tena muy buena relacincon ellos. Fue cesado en 1701, poco des-pus de la llegada al trono de Felipe V,que lo sustituy por el conde de PalmaLuis Antonio Portocarrero, sobrino delcardenal Portocarrero, consejero de Des-pacho del nuevo rey.

    Saqueos en el AtlnticoLa guerra internacional tuvo, de entra-da, dos frentes: el italiano y el atlntico.Al ocupar los aliados las posesiones ita-lianas, Felipe V tuvo que desplazarsedesde Catalua donde se haba casadocon Mara Luisa de Saboya y convocadoCortes a Italia, a principios de 1702, pa-ra intentar recuperarlas, lo que consi-gui. En el Atlntico, los austracistas sededicaron a lo largo de este ao a variossaqueos, desde Rota y Puerto de Santa

    Mara en Cdiz a San Vicente y Vigo. Encambio, en Amrica, Carlos consiguilos apoyos del conde de Antera en

    Curaao y del capitn general de Cara-cas, para proclamarlo rey en Venezuela.En 1703 se adhirieron a la Gran Alianza,

    Portugal, Saboya y Prusia. Los catalanesestaban entonces divididos. Felipe V ha-ba recibido muchos agasajos en su

    venida a Barcelona, pero las inquietu-des constitucionalistas y la labor prose-litista de Darmstadt algunos catalanes,como el marqus Flix de Ballar, ami-go de ste, colaboraron en el desem-barco aliado en Cdiz de 1702 fueronrobusteciendo el sector austracista.

    La poltica de los virreyes en Catalu-a, tanto del conde de Palma como de

    Velasco, fue torpe, especialmente en elcaso de este ltimo, desde su nombra-miento en noviembre de 1703. El cro-nista conde de Robres llega a acusar aVelasco de que su entrada fue como ladel duque de Alba en Flandes.

    El de 1704 fue el ao de la aperturareal de la confrontacin blica a nivel pe-ninsular. Tras el cruce de manifiestos en-tre austracistas y borbnicos, estos lti-mos invadieron Portugal penetrando porExtremadura, pero fueron frenados enseco por los aliados. Darmstadt, contra-

    riamente a lo que deseaba el almirantede Castilla, impuso su idea de trasladarel frente de guerra hacia Catalua y

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    1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    civil e internacional

    A poco de su llegada a Espaa, Felipe V tuvo

    que ir a Italia a recuperar las posesiones

    espaolas (Madrid, M. Municipal).

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    envi una flota de 45 barcos ingleses y16 holandeses, que desembarcaron a fi-nales de mayo en Barcelona para fo-mentar un levantamiento en la ciudad.

    Sus contactos le permitieron tener ahombres de confianza entre los conju-rados. Conoca bien a Lzaro Gelsem,

    antiguo veguer de Barcelona que ha-ba sido tambin destituido de su car-go por Velasco, y era amigo de los ju-ristas Antonio de Peguera y Aimeric re-conocido austracista y uno de los fun-dadores de la Acadmia dels Descon-fiats, Jos Durn y Gabriel Resines.Tambin conoca a los hermanos Feliude la Penya y a los comerciantes anglo-holandeses Jger, Kies, Crowe, Shalett...,al panadero Martn Andreu, al carniceroPedro Careny en cuya casa se haca lamayor parte de las reuniones para pre-

    parar la conjura. Tenan la misin deabrir la Puerta de Junqueras el 1 de ju-nio para facilitar la entrada de los aliados

    y reunirse con Darmstadt en la Puertadel ngel, para proclamar rey al archi-duque Carlos. Pero la conjura se des-cubri Barcelona fue bombardeada du-rante da y medio y Velasco encarcela muchos austracistas Feliu, Vilana, Gel-sem... y mand retirar todos los retra-

    tos de Darmstadt que se encontrasen porla ciudad. Algunos, como Peguera, con-siguieron huir a Gnova.

    Quin tom Gibraltar?Otros, como Jos Durn, se fueron conDarmstadt para participar en calidad devoluntarios en el frente de Portugal. Porcierto, ste muri en el asalto que los bor-bnicos hicieron a Ciudad Rodrigo y leencontraron varias cartas relacionndolocon el almirante de Castilla. Darmstadtnecesitaba una compensacin. La alter-

    nativa fue el frente andaluz. El 1 de agos-to, desembarc con la flota angloholan-desa en la baha de Gibraltar. Quin

    tom Gibraltar? Hay historiadores queconsideran que fue Darmstadt quien allproclam rey de Espaa a Carlos, aun-que la mayora sostiene que fue el almi-rante ingls Rooke el que tom el Pen,en nombre de la reina Ana de Inglaterra.

    Sea uno, sea otro, la segunda versin

    fue la que se impuso. Inglaterra capi-taliz a su favor lo que fue un inciden-te de la guerra entre los dos candidatosa la monarqua de Espaa. A mediadosde agosto, tuvo lugar el contraataque dela armada francesa en Mlaga, lo quedesencaden una intensa y larga bata-lla naval ms de trece horas que de-j exhaustos a todos, aunque fueron losfranceses los que ms daos sufrieron.

    Pero la idea de Darmstadt segua enpie: abrir el camino de la monarqua deEspaa por Catalua. La catalanizacin

    del archiduque se acentu tras la muer-te, en 1704, del almirante de Castilla, quehaba defendido siempre la opcin de

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    En cuanto expir Carlos II, se procedi a

    abrir su testamento. La curiosidad an-

    te la magnitud de un acontecimiento tan ra-

    ro y que interesaba a tantos millones de per-

    sonas, llev a Palacio a todo Madrid, hasta

    el punto de que la gente se asfixiaba en las

    plazas contiguas a aqulla en la que se iba

    a hacer pblica la ltima voluntad del di-

    funto monarca. Todos los ministros extran-

    jeros estaban aglomerados a la puerta, pues

    cada uno de ellos quera ser el primero en

    conocer la decisin del rey, para comunicr-

    selo a su Gobierno antes que los dems.

    Tras horas de tensa espera, se atemperaron

    los murmullos al abrirse las puertas de la an-

    tecmara y hacer sus aparicin el cortejo de

    miembros de la Junta de Gobierno a cuya

    cabeza iba el cardenal Portocarrero, los pre-

    sidentes de los consejos de Castilla, Aragn

    e Indias, los Consejeros de Estado, el inqui-

    sidor general y los dignatarios, todos dando

    muestras de dolor por tan luctuosa prdida.

    Se pronunciaron las palabras de rigor, Su

    Majestad ha muerto, y se guard un reve-

    rente silencio. En cuanto apareci el duque

    de Abrantes encargado de anunciar el nom-

    bre del futuro rey de Espaa se vio acosa-

    do. Guardando un grave silencio, ech una

    mirada en torno suyo. Blecourt, el embaja-

    dor francs, se adelant, Abrantes le mir

    muy fijamente y luego, volviendo la cabe-

    za, hizo como que buscaba a la persona que

    tena casi delante. Este gest extra a Ble-

    court y fue interpretado como mala seal pa-

    ra Francia; luego, de pronto, haciendo co-

    mo si no hubiera visto al austraco conde de

    Harrach y lo descubriera ahora por primera

    vez con aire de gran regocijo, se le echa al cue-

    llo y le dice muy alto en espaol... Oh, se-

    or estoy contentsimo de que, para toda la

    vida..., contentsimo estoy de separarme de

    vos y de despedirme de la muy augusta Ca-

    sa de Austria. De esta manera humillante

    se vio que el testamento favoreca a Francia.

    La lectura del testamento

    Grabado satrico sobre la sucesin al trono espaol, por Romeyn de Hooghe, titulado El

    emperador de Austria abre el testamento de Carlos II, Madrid, Biblioteca Nacional.

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    abrir el camino por Extremadura desdePortugal. No faltaron catalanes en la Cor-te provisional de Carlos en Belem (Lis-boa): Antonio Pons, Po Armenter... Ellobby cataln, que una los intereses delgrupo de la plana de Vic Puig de Pe-rafita, Mas de Roda, Regs, Mart, Mo-ragas... con el sector de la burguesacomercial de los Feliu, en comandita conlos angloholandeses, establecidos enBarcelona, estaba muy unido a Darms-tadt y, sin duda, contribuy a esta ca-talanizacin para, desde el control de lamonarqua, intervenir en los asuntos delgobierno de Carlos.

    Los aos de 1705 y 1706 sern los dela euforia de los austracistas. Por se-gunda vez, Darmstadt volvi a Bar-celona. En mayo de 1705, el juristaDomnec Perera, representante de losvigatans, haba articulado con Antoni dePeguera exiliado en Gnova y conec-tado con los Feliu en Barcelona y el in-gls Crowe el Pacto de Gnova, que su-pona la incorporacin de los catalanesa la Gran Alianza a travs de Inglaterray, a la vez, el compromiso de una ayu-da mutua entre catalanes e ingleses.

    Un hroe muerto

    La armada de los aliados desembarc es-ta vez con Peterborough como gran je-fe, con 21.000 hombres. Los aliados in-tentaron tomar Montjuch en septiembre.El asalto se sald con la muerte en com-bate de Darmstadt. Tena 39 aos. Laguerra ya tena un hroe muerto. El bom-bardeo de Barcelona dur tres semanas:del 15 de septiembre al 9 de octubre yfue terrible 6.000 bombas. A la capi-tulacin y salida de Velasco de la ciudad,le sucedieron las de las familias borb-nicas de los Als, Verthamn, Copons,

    Oriol... En total salieron de Barcelonaunas 9.500 personas. Paralelamente aldesembarco aliado en Barcelona, triun-faban levantamientos por casi todo el te-rritorio cataln a excepcin de Cerve-ra y Tortosa.... El papel que tuvieron loshermanos Desvalls en Lrida o los her-manos Nebot en Tarragona, vinculadosa los Basset en Valencia, fue decisivo enla coordinacin de los miquelets.

    La influencia de Darmstadt se dejsentir tambin en tierras valencianas. Suamigo Juan Gil, natural de Ondara, cu-

    yo padre haba servido a las rdenes deCarlos II en Miln, contribuy a loslevantamientos de al menos veinte

    poblaciones vecinas. Tambin conocaal valenciano Juan Bautista Basset, quehaba colaborado con el antiguo virreyen 1695 defendiendo a Catalua de losfranceses, y a Francisco de vila, natu-ral de Ganda, amigo del hermano delprncipe de Liechstenstein y ste, a suvez, ntimo del arzobispo de Valencia,Antoni Folch de Cardona, todos ellos

    significados austracistas y vinculadospersonalmente al archiduque. DesdeOndara organizaron la operacin paracontribuir a la sublevacin de Valenciaen 1705, que culmin a finales de aocon la adscripcin de casi todo el reinoa excepcin de Orihuela, Alicante, Pe-scola, Castillo de Montesa y Morella.

    En Aragn, los recelos hacia el nuevorey francs, que se haban planteado enlas Cortes de 1701, se agrandaron en1704 con la destitucin del virrey Ca-marasa. El arzobispo de Zaragoza, en su

    nuevo cargo, pecaba de nula sensibili-dad foral. La llegada del conde de Ci-fuentes, a finales de 1704, despus de

    haberse escapado de la crcel, coincidia lo largo de 1705 con la de los mique-letscapitaneados por los Desvalls y losdoctores Pons y Grau, que contribuye-ron a los levantamientos del valle de Be-nasque, el condado de Ribagorza y Mon-zn en otoo de 1705. En manos aus-tracistas cayeron Mequinenza, Huesca,Bujaraloz, Zaragoza y Alcaiz, que pro-

    clamaron al archiduque.

    Cortes en Barcelona

    Cifuentes y el marqus de Legans in-tentaron articular una conspiracin con-tra Felipe V en Madrid, en 1705, lo quele supuso al segundo que el propioLuis XIV lo llevara preso cerca de Ver-salles. Tambin fue famosa la Conjura deGranada, el da de Corpus de 1705. Laproclama a favor de Carlos y en contrade Felipe se hizo en La Alhambra.

    El 23 de octubre de 1705, el rey Car-

    los III form la Real Junta de Estado deCatalua, de la cual Ramn Vilana Per-las era secretario. Desde diciembre de

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    GUERRA CIVIL E INTERNACIONAL1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    Toma de Gibraltar por los britnicos, el 5 de agosto de 1704. Aunque no est claro si la captura

    de Gibraltar fue holandesa o britnica, estos ltimos se apropiaron finalmente del Pen.

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    1705 hasta finales de marzo de 1706, secelebraron Cortes en Barcelona. stas fa-vorecieron los intereses de la burgue-sa comercial vinculada al mercado an-gloholands, a partir del acceso al co-mercio con Amrica, y reforzaron lasmedidas constitucionalistas, tras el de-terioro del pactismo habido en los pri-meros aos del reinado de Felipe V.Mientras tanto, ste intentaba simplificaren Madrid el cuadro institucional del Go-bierno, iniciando una transicin del sis-tema polisinodial de los Austrias haciael nuevo modelo ministerial borbnico.

    Barcelona se convirti en una obsesinpara Felipe. Contra los criterios del ma-riscal Tess, partidario de tomar Lrida,Monzn y Tortosa, se encamin direc-tamente hacia ella. En abril de 1706, lasiti. El bombardeo dur tres semanas,con 2.000 bombas cayendo sobre la ciu-dad. Pero fracas y tuvo que retirarse alRoselln a principios de mayo. En la de-fensa barcelonesa destac Enrique deDarmstadt, hermano de Jorge. Fue steun momento crtico para el nieto deLuis XIV, al cual los propios francesesAmelot y el citado Tess aconsejabanque fuese a ver a Pars a su abuelo, pa-ra que le hiciese entrar en razn y acep-

    tase la propuesta de los aliados de firmarla paz, basndose en las condiciones es-tipuladas en el Tratado de Reparto de1699 y en lo convenido en la Gran Alian-za que Carlos fuese rey de Espaa yAmrica y Felipe se quedase con las po-sesiones italianas. Pero en lugar de ira Pars, se qued un tiempo en Perpin,despus se fue a Navarra y el 6 de junio

    entr en Madrid. Del 11 de mayo al 6 dejunio de 1706, por segunda vez, corri lavoz entre los aliados de que Felipe aban-donaba el trono la primera haba sidocuando march a Italia en 1702.

    El rey-archiduque Carlos aprovech lacoyuntura, apoyado por los aragonesesy los refuerzos de Portugal, y consiguientrar a principios de junio en Madrid.Algunos nobles se reconvirtieron al aus-tracismo, como el duque del Infantado y

    el marqus de Mondjar. Pero fue una es-tancia demasiado fugaz. En agosto, Car-los y los aliados abandonaron la capital

    y se dirigieron a Toledo, donde estabala reina viuda de Carlos II, pensando ob-tener su apoyo. Felipe, como venganza,la desterrara a Bayona durante treinta y

    dos aos.El monarca austraco se desplaz a Va-lencia y se hosped en el palacio deFolch de Cardona, al tiempo que los fe-lipistas iniciaban all la contraofensiva,atacando algunas poblaciones comoQuart, Paterna, San Mateo o Villarreal,que, al resistirse, fueron incendiadas.Nules, Sagunto, Moncada, Alcira, Culle-

    ra, Miravete... fueron recuperadas porlos franceses. En cambio, a Alicante elsitio de los holandeses e ingleses la rin-di a los austracistas el 4 de septiembre.Tambin triunfaron stos en Murcia,Orihuela y Espinardo, en 1706. Carta-gena, al mando del cardenal Belluga, semantuvo en el lado borbnico.Adems, los partidarios de Carlos con-

    siguieron levantamientos en 1706 enCuenca, Mallorca, Menorca, Ibiza y For-

    mentera, gracias al virrey de Mallorca, elconde de Savall, y en Orn, con elde Santa Cruz. En Aragn tambin se

    consolid el austracismo. Durante el ve-rano, en Huesca y, en otoo, los condesde Sstago y el marqus de Coscojue-la, acompaados por Antonio de Pe-guera proclamaron rey a Carlos, en Za-ragoza el 7 de noviembre, mientras queel conde de La Puebla consolidaba elcuartel general austracista en Daroca.

    Este ao hubo tambin intentos porparte de los ingleses de conseguir un le-vantamiento en Canarias que no prospe-r. Mientras en Amrica, en concreto enMxico, se form una conjura refrendadapor el clero junto con muchos gallegos yportugueses partidarios de Carlos. Unode sus cabecillas fue Salvador Jos Ma-er. El virrey, conde de Alburquerque, noconsigui neutralizar la trama hasta 1707.

    Optimismo austracistaPese al fracaso en Madrid, en 1706, eloptimismo austracista era patente. En elmbito internacional, los franceses fue-ron derrotados en Ramilliers y se rin-dieron en Amberes, Ostende y Turn. Elpndulo se deslizara momentneamen-te en 1707 hacia el lado borbnico. Des-de febrero, los borbnicos haban re-forzado sus tropas en Valencia, con Ber-wick y Asfeld al frente. El 25 de abril de

    1707 tuvo lugar la Batalla de Almansa fa-vorable al ejrcito hispano-francs. Fueuna derrota catastrfica para los aliados6.000 muertos y unos 10.000 prisione-ros; 2.000 bajas en los borbnicos. Pe-ro paradjicamente estimul el incre-mento de la resistencia de las poblacio-nes valencianas: Alcoy, Xtiva, Alcira,Denia... En Xtiva, las tropas capitanea-das por Asfeld, encontraron tanta resis-tencia de sus habitantes que el sitio seconvirti en una sangrienta tragedia, noquedando nada vivo, ni aun los anima-

    les domsticos, dice Robres.El marqus de San Felipe opina sobreel sitio de Xtiva: No se puede descri-bir ms lastimoso teatro: buscaban lamuerte vencidos y rogaban los matasen:ellos y los vencedores aplicaban fuegoa las casas: aquellos por desesperacincruel y stos por ira: exhortbanse re-cprocamente a morir, creyndose msfelices acabando que sirviendo al reyque aborrecan... no se perdon ni ana los templos, pocos sacerdotes escapa-ron; mujeres pocas y hombres ninguno;

    nada qued en Xtiva, ni an el nom-bre.... La ciudad pas a llamarse de SanFelipe. Belando comenta: Ya el rigor lle-

    48

    En junio de 1702, el archiduque entr enMadrid, pero en agosto march a Toledo

    a buscar el apoyo de la viuda de Carlos II

    El cardenal Portocarrero fue uno de los

    polticos ms influyentes en los primeros

    aos de reinado de Felipe V.

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    g a padecer excesos, pareciendo queera deleite acabar con la vida de loshombres (...). Se cometieron tantas ti-

    ranas, extorsiones e injusticias que sepudiera llenar un libro y an formar unalarga historia sobre las vejaciones quepadeci todo el reino de Valencia. Loshistoriadores proborbnicos coincidenen las barbaridades que cometi el ejr-cito de las dos Coronas en Xtiva y entodo el reino de Valencia. Belando ar-gumenta que todo era responsabilidadde la codicia de Asfeld y los suyos, ma-nifestando as un profundo sentimien-to antifrancs. Sin embargo, Robres di-ce que todo lo ocurrido en Xtiva pa-

    rece que se aprob en la Corte de don-de sali decreto contra lo insensible.El siguiente paso fue el sitio de Valen-

    cia, que capitul el 7 de mayo. A fines dejunio, Felipe aboli los fueros y privile-gios del reino, alegando: Mi real inten-cin es que, todo el continente de Espa-a se gobierne con unas mismas leyes.Uniformismo y absolutismo se imponande su mano. A principios de 1708, se fue-ron sometiendo las poblaciones de la cos-ta: Penaguila, Benafau, Barona de Se-lla, Benimantell, Benisa, Teulada, Gata,

    Jvea, Denia... con el objetivo de llegar aTortosa ahora en manos de los austra-cistas. En enero de 1709, capitul Alcoy.

    Por otra parte, la ofensiva borbnicaa travs del duque de Orlens en Aragn,con Flix de Marimn como lder, tena

    por objetivo primordial llegar a Monzn,Mequinenza y Lrida (octubre de 1707),donde las iglesias y los altares fueron pro-fanados por los franceses y los enfermosdel hospital y los clrigos fueron arroja-dos a la ribera. Los fueros se suspen-dieron tambin en Aragn. Los austra-cistas empezaban a perder el norte de Ca-talua (Cerdea, Ampurdn...).

    La coalicin borbnica, en crisis

    Pero la coalicin borbnica entr seria-mente en crisis. El desgaste de las po-

    tencias europeas hizo que se plantearanunos preliminares de paz en 1709, entreLuis XIV, el prncipe Eugenio por par-te de Austria y el Imperio, Marlboroughpor parte de Inglaterra y represen-tantes de los Estados Generales de Ho-landa. Las ms interesadas eran Franciae Inglaterra. La primera, por el desgas-te de la guerra y la segunda, por el te-mor ante las amenazas de Luis XIV a lareina Ana. Se saba desde febrero de1708 que Jacobo III por los ingleses lla-mado el pretendiente haba pasado a

    Dunkerque con la finalidad de que Fran-cia le proporcionara hombres y armaspara invadir Escocia y proclamarse rey.

    Solamente en este contexto se entien-de la trama del duque de Orlens con elingls Stanhope en Lrida, a espaldas deFelipe V, para negociar un nuevo repartoante la premura de los preliminares dePaz: Felipe dejara el trono y se retira-ra a Francia. Los ingleses se quedarancon Lrida, Tortosa y Pamplona. Al deOrlans se le dara Valencia, Murcia yCartagena, reconocindole por rey. Pro-bablemente, parte de Catalua pasara aFrancia y el resto del territorio espaola la casa de Austria. Cuando Felipe lodescubri, exigi explicaciones a suabuelo, que lo sepult todo con un po-ltico silencio.

    La llegada de la reina Isabel Cristinade Brnswick, el 30 de abril de 1708, aBarcelona el ao anterior se haba ca-sado por poderes con Carlos con 5.000caballos y 10.000 hombres de infante-ra supuso una inyeccin para los alia-dos. Adems, la reina Ana envi dinero,consciente del deterioro del ejrcito alia-do despus de Almansa. Los austracis-tas intentaron recuperar Denia, Tortosay, en concreto, los ingleses Menorca.

    Finalizadas las Cortes de Madrid pri-mavera de 1709 Felipe en persona, denuevo, se dirigi hacia Catalua y Ara-

    gn. Sin duda, la declaracin del papaClemente XI a favor del archiduque ledesestabiliz y supuso la ruptura de lasrelaciones diplomticas con la Santa Se-de magnficamente estudiadas por M.ngel Ochoa. A principios de 1710, lapresencia francesa era mnima. Por otrolado, los portugueses haban intentadonuevamente cruzar la frontera por Za-mora y Extremadura. En Almenara, losaliados y muchos voluntarios (26.000hombres) se enfrentaron y derrotaron alos borbnicos (10.000). stos tuvieron

    que retirarse, perdiendo casi todo el rei-no de Aragn: Zaragoza, pila, NuestraSeora de la Sierra, Torrecilla, El Frasno,Villarreal... El 21 de agosto, el archidu-que entr en Zaragoza. All tuvo un con-sejo de guerra con los aliados, donde semanifestaron dos posicionamientos: losingleses y holandeses (Stanhope y Bel-castel) eran partidarios de ocupar Ma-drid; Starhemberg, al frente de los aus-tracistas, era partidario de recuperar Va-lencia, Aragn y Catalua e incluso ir aNavarra y Vizcaya territorios fieles al

    Borbn.Finalmente, gan el criterio de ir a Cas-tilla, con la idea de recibir all la ayuda

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    GUERRA CIVIL E INTERNACIONAL1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    En la Batalla de Villaviciosa (Guadalajara), en diciembre de 1710, las tropas borbnicas

    derrotaron al ejrcito austracista (por Jean Alaux, Palacio de Versalles).

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    de los portugueses y arrinconar a Feli-pe. ste se retir a Valladolid. Carlos,el 28 de septiembre de 1710, oy misaen Nuestra Seora de Atocha y, despus,de nuevo entr en Madrid. Estableciotro Consejo de Castilla, una Sala de Jus-ticia, otra de Cuentas y un Consejo deIndias. El conde de Frigiliana y variosGrandes firmaron un manifiesto com-prometindose con Felipe V.

    En 1710, se produjo un nuevo puntode inflexin, esta vez proborbnico.Mientras dur la concentracin de losaliados en Madrid, los borbnicos reor-ganizaron su ejrcito consiguiendo re-fuerzos de Navarra, Castilla y Andaluca.Felipe consolid Tordesillas, Salamancay Plasencia. Los portugueses no consi-guieron llegar a Madrid, que qued blo-queada, y sin vveres. Los franceses de-rrotaron a Marlborough en Malplaquety volvieron a Espaa por Pamplona y elRoselln. En noviembre, los aliados, de-jaron Madrid y Toledo y marcharon ha-cia Aragn. En diciembre de 1710, Feli-pe venci a los austracistas en Brihuegay Villaviciosa e instal su nuevo gobier-no en Zaragoza en 1711, con un nuevodecreto sobre la Nueva Planta de Aragnque suavizaba un poco el anterior de-

    creto de 1707. Paralelamente, Noaillessiti Gerona desde diciembre de 1710 afinales de enero de 1711. Poco a poco,fue cayendo en manos borbnicas la ma-yora de las ciudades catalanas.

    La muerte del emperador Jos cambidefinitivamente la situacin poltica. Car-los tuvo que hacerse cargo de las coro-nas de Austria y del Imperio. Antes de sa-lir, en septiembre de 1711, escribi unacarta a la Diputacin de Catalua, ale-gando que su viaje era para asegurar losestados hereditarios y procurar prontos

    socorros de dinero y de tropas, a fin de

    concluir la guerra, para tomar las medi-das convenientes para reducir la monar-qua a su partido, ensalzando siempre ellustre y la utilidad de los catalanes. Por

    ello, dejaba a Isabel Cristina como go-bernadora de Catalua y de los Estadosde Italia. Lleg a apalabrar con los cata-lanes, para consolarlos, que una vez co-ronado emperador se interesara por con-seguirles una repblica bajo la protec-cin austraca y que velara por sus pri-vilegios. Adems, los acuerdos prelimi-nares para la paz conllevaron que los in-gleses dejaran la Pennsula, para res-guardarse en Lisboa y volver a Londres.

    El 7 de octubre de 1711, Inglaterra yFrancia firmaron los siguientes prelimi-

    nares: el reconocimiento y consolidacin

    de Ana Estuardo como reina de Inglate-rra; que Francia y Espaa no podan unir-se en una misma persona; que se favo-recera el comercio de los ingleses y ho-landeses, teniendo tambin en cuenta losde Austria y el Imperio; la demolicin deDunkerque... El Congreso se abri enenero y en la primavera de 1712 queda-ron acordadas unas primeras conclusio-nes de Utrecht: prohibicin de las hosti-lidades por mar y tierra; que no se en-viaran ms navos, ni provisiones, ni ar-mas a Portugal y a Catalua; que slo po-da hacerlo la reina Ana en Gibraltar yMenorca, ya que se quedara all con sustropas hasta que se firmara la paz defi-nitiva; la libertad de los prisioneros... Fe-lipe V, el 26 de octubre de este ao, re-nunci a la Corona francesa y cedi susderechos a su hermano el duque deBerry y al duque de Orlens. A su vez,stos renunciaron a la Corona de Espaa.

    En las negociaciones de Utrecht de1713, los ingleses y los austracos puja-ban para que Catalua se hiciese rep-blica, con la conservacin de sus fueros.As se lo transmitieron a Luis XIV, que seinhibi, alegando que informara de elloa Felipe. Parece que incluso, a instanciasdel rey de Francia, se previ un perdn

    general para los catalanes y que la cues-tin de los fueros se pospusiese hastala firma definitiva del tratado de paz.

    Paz en UtrechtEn marzo, se acord la evacuacin en-tre Francia e Inglaterra, sin Austria y elImperio del Principado, Mallorca e Ibi-za. La Paz General se acord en Utrechtel 11 de abril de 1713. Francia e Ingla-terra reconocieron a Felipe V rey de Es-paa, sin las posesiones italianas, y al ar-chiduque Carlos de Austria, emperador

    de Alemania con Npoles, el Milanesado,

    50

    1700. El cardenal Portocarreroconvence a Carlos II de laconveniencia de testar en favorde Felipe de Anjou, paragarantizar a Espaa lacobertura blica francesa encaso de guerra. Este cambio enla ltima voluntad de Carlos IIhace que entre en liza otroaspirante al trono de Espaa: elarchiduque Carlos de Austria.

    1701. Alianza de Inglaterra,Holanda, Prusia, Hannover y elImperio contra los Borbones y

    la unin de Espaa y Francia.1702. Felipe V emprende conxito sus campaas italianascontra las tropas delarchiduque.1704. El archiduque llega a laPennsula, a traves de Portugaly hostiga Extremadura. Losingleses toman Gibraltar.1705. Carlos de Austria ganapara su causa todo el reino de

    Valencia. En Barcelona esproclamado rey.1707. La victoria en la

    localidad albacetea deAlmansa da un giro a la guerraen favor de los felipistas.1710. El archiduque tomaMadrid y es proclamado rey deEspaa, pero las victorias enBrihuega y Villaviciosaanticipan el triunfo final delBorbn.1713. Se firma la paz deUtrecht. Felipe V retiene las

    colonias americanas, pierdesus territorios europeos yrenuncia a la Corona francesa.

    1714. Una vez convertido enemperador, Carlos VI acepta laPaz de Utrecht mediante la Pazde Rastadt y Baden. La guerrafinaliza con la entrada de lastropas de Felipe V enBarcelona, el da 11 deseptiembre.1716. Los decretos de NuevaPlanta amplan el alcancegeogrfico de las leyes

    castellanas a Catalua,despus de haberlo hecho enMallorca, Aragn y Valencia.

    CRONOLOGA

    El archiduque Carlos, al que apoyabaInglaterra, representado en un naipe ingls,

    Madrid, Biblioteca Nacional.

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    Cerdea y algunas plazas de Toscana,aunque estos dos ltimos monarcas nose reconocieron entre s hasta la Paz deViena, de 1725. Sicilia pas a manos del

    duque de Saboya. Gibraltar y Menorcaa manos inglesas, adems del tratado deasiento de negros que firmaron Felipey Ana, as como ventajas comercialespara los ingleses en Amrica, lo que laconvertira en una gran potencia a lolargo del XVIII. Las plazas de Blgicapasaban a Holanda. Carlos VI lo ratifi-c, finalmente, en marzo de 1714 enRastadt.

    Que ocurra en la Pennsula desde fi-nales de 1711? La guerra segua cada vezms al margen de Europa. Desde la fir-

    ma de los preliminares de Paz, en octu-bre, Starhemberg se fue quedando solo,con los miqueletscatalanes y los proce-dentes del resto de la Corona de Aragn.Pero su ofensiva fracas. La contraofen-siva fue el ataque a Cardona de los bor-bnicos. Fuera de este mbito, Starhem-berg no poda ya contar con la ayuda pe-ninsular. En 1712, la suspensin de lossocorros de Portugal increment su so-ledad. A principios de verano de ese ao,sali de Barcelona hacia Igualada, Cer-vera, Balaguer... siguiendo el Ebro hasta

    Daroca. Por otro lado, intent recuperarparte del Ampurdn y Gerona.La estrategia fue la de bloquear esta

    ciudad. Belando dice que lleg a tal tr-mino su caresta, que el vino costaba 600reales la arroba, la del aceyte 800 y unalibra de mostaza, 60 reales (...), la librade carne de caballo, de mulo o de po-llino, si por grande amistad se consegua,costaba diez reales, la libra del tocino sa-lado 60 reales, un gato 25, un ratn 6,una gallina 60, y los perros no se libra-ban de las manos del soldado. La lle-gada de Berwick con las tropas del Ro-selln supuso la retirada de Starhemberghacia Barcelona (enero de 1713).

    En marzo tuvo lugar la salida haciaViena de la reina Isabel Cristina acom-paada del secretario de Despacho Vi-lana, Dalmases, el conde Ferran y otros.

    Starhemberg se qued en calidad de vi-rrey y gobernador de Catalua hasta ju-nio de 1713, en que Grimaldo en nom-bre de Felipe V y Knigsegg en el deCarlos VI firmaron el Convenio de Hos-pitalet, para el desarme y la evacuacindefinitiva de las tropas imperiales deCatalua. A pesar de que Dalmases yFerran se haban adelantado como re-presentantes de Catalua, para intentarnegociar con los plenipotenciarios eu-ropeos sobre el Tratado de Utrecht, nohubo ninguna resolucin concreta re-

    lativa al caso de los catalanes. Tampocolo hubo en relacin al caso de los va-lencianos y aragoneses. As lo explicita-

    ra, en 1734, el opsculo Via fora elsadormits, alegando que estos ltimosnunca fueron tenidos en cuenta a pe-sar de su adscripcin a la causa austra-cista sacando a relucir los episodiossangrantes de Xtiva o Villarreal en Va-lencia, o los de Egea y Magalln en Ara-gn, ni siquiera en la amnista de la Pazde Viena de 1725, lanzando duras crti-cas a Francia pero tambin a Inglaterray a Austria por ello.

    Defensa heroica de Barcelona

    Al final, a Barcelona ya slo le qued ladefensa heroica frente al sitio borbni-co, de julio de 1713 al 11 de septiembrede 1714. Heroicidad compartida por mu-cha poblacin de aluvin que provenade Valencia y Aragn. En agosto de1713, Luis XIV, ms pragmtico que sunieto, le escribi varias veces, aconse-jndole que era ms conveniente un blo-queo a Barcelona y no un sitio, al tiem-po que le recomendaba: estoy muy le-jos de proponeros que les devolvis susprivilegios, pero concededles su vida ylos bienes que les pertenezcan, tratad-les como a sbditos a los cuales estisobligados a conservar y de quienes soispadre y a quienes no debis destruir.

    Pero Felipe nunca le hizo caso. La re-sistencia ante el sitio de Barcelona elquinto desde 1697: uno ante los fran-ceses, dos ante los austracistas y dos an-te los borbnicos fue pica y glosadatanto por los cronistas austracistas comopor los borbnicos. 23.000 bombas6.000 de las cuales, el ltimo da, el11 de septiembre de 1714 cayeron so-bre la ciudad. El ejrcito sitiador lo com-ponan 40.000 hombres. Los defensores,con 4.500 hombres de la Coronela yunos 1.000 soldados regulares, en una

    ciudad de unos 50.000 habitantes. En to-tal, segn las fuentes austracistas, 6.850bajas entre los sitiados y 14.200 entre losasaltantes. Ms muertos entre los sitia-dores que entre los sitiados, lo que daidea de la ferocidad alcanzada en la de-fensa de la ciudad. La firmeza de Bar-celona, de 1705 a 1714, en su defensacontrasta con la elasticidad de Zaragozaque, como ha recordado Eliseo Serrano,fue dos veces austracista y tres borb-nica. Barcelona y Zaragoza simbolizandos de las caractersticas de la Guerra de

    Sucesin. De una parte, la violencia san-grienta y de otra las oscilaciones en lasfidelidades dinsticas.

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    GUERRA CIVIL E INTERNACIONAL1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    Felipe V entrega el Toisn de Oro al duque de Berwick, por su victoria en la Batalla de Almansa,

    por Jean-Auguste Dominique Ingres, coleccin de la Casa de Alba.

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    La Guerra de Sucesin espaolaya no se puede seguir presen-tando como resultado de unamera opcin dinstica que en-

    frentaba a Felipe V con el archiduque

    de Austria. Desde que Ernest Lluch, quefue asesinado por ETA el 22 de no-viembre de 2000, escribiera en 1996 sulibro La Catalunya venuda del segle

    XVIII (traducido al castellano en 1999con el ttulo deLas Espaas vencidas del

    siglo XVIII), el tema del autracismo po-ltico ha sido objeto de mltiples anli-sis y estudios. Lluch lleg al austracismode la Guerra de Sucesin por la va deremontarse en el ro de la historia, des-de su tesis sobre el pensamiento ilus-trado de la segunda mitad del siglo XVIII.

    En su diseccin de ese pensamiento seencontr, dentro incluso de la propiacultura oficial borbnica, con plantea-mientos polticos (el arandismo) reivin-dicativos de un concepto de Espaamuy distinto del uniformismo de la Es-paa de Felipe V y decidi explorar susraces. Fue entonces cuando top con elaustracismo, la expresin ideolgica dela Espaa derrotada en 1714 y que so-brevivira, de varias maneras, a lo largodel tiempo. El sueo de Lluch fueencontrar el eslabn perdido entre

    austracismo y federalismo y, desde lue-go, trabajar para conseguir que aquellaEspaa que no pudo ser, pudiera ser al-gn da. De una parte, rompi con lasimple nostalgia sentimental de un pa-sado alternativo, para intentar conseguirque las hiptesis contrafactuales imagi-narias pudieran ser revividas algn da.

    De otra parte, salt del cascarn nacio-nalista cataln en el que tradicional-mente se ha insertado el austracismo,

    a un mbito espaol. DeLa Catalunyavenuda a Las Espaas vencidas. Delproblema de Catalua al problema deEspaa. Sus dos ltimos libros:Lalter-nativa catalana (2000) yAragonesismoaustracista (2000) parecan reflejar lastensiones interiores en la dialctica Ca-talua-Espaa, que tanto le inquietaronhasta el da de su asesinato.

    Pero, qu fue el austracismo? Es in-negable que, desde 1705 a 1711, el ar-chiduque Carlos tuvo una Corte en Ca-talua, con dos intentos frustrados de ins-talarse en Madrid mayo de 1706 y sep-tiembre de 1710 y que para una partede Espaa, que se sita bsicamente enla Corona de Aragn, fue rey de Espaacon el nombre de Carlos III, reconoci-

    do incluso por el papa Clemente XI.

    Distintos austracismosEl austracismo, desde la muerte de Car-los II a 1702, fue el cajn de sastre delantifelipismo y antifrancesismo. Comoha escrito Jon Arrieta, es la etapa de losaustracistas ms que del austracismo.Esos primeros austracistas son de di-versos perfiles. Los hay celantes de lasleyes en Catalua, que plantean rei-vindicaciones constitucionalistas en lasCortes de 1701-2, en la lnea de ratifi-

    car el principio de la observancia de laley. Sus demandas lograron plenos fru-tos, por cuanto Felipe V asumi casi

    52

    RICARDOGARCACRCEL es catedrtico deHistoria Moderna, U. de Barcelona.

    AUSTRACISTA

    Los perdedores El proyecto

    El austracismo no fue un sueo imaginario ni una alternativa en la Espaa

    de Felipe V. Fue un hecho poltico y econmico durante la Guerra de Sucesin

    y sus valores ideolgicos afloraron en el arandismo, en el siglo XVIII, en el

    carlismo y el foralismo, en el XIX, y en el debate entre la Espaa vertical

    y la horizontal, en el XX, asegura Ricardo Garca Crcel

    Escudo de la Casa de Austria, en un panfletoaustracista cataln de alabanza al ReyCarlos Tercer (que Deu guarde).

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    1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    El archiduque Carlos en un grabado propagandstico, en el que se presenta como rey de Espaa en el idioma de su rival borbnico.

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    ntegramente las exigencia planteadas.Este austracismo en Catalua era en-tonces muy minoritario. En abril de 1701,Darmstadt, que haba sido virrey de Ca-talua, fue expulsado de Espaa. Y loselogios de los catalanes a Felipe V conmotivo de su venida a Barcelona salpi-

    can la literatura de estos primeros aosde su reinado. En el mbito castellano,los primeros austracistas, fueron noblesrecelosos de Felipe con un marcado an-tifrancesismo. Un nacionalismo tradi-cionalista impregn el pensamiento deestos nobles austracistas como el almi-rante de Castilla: Slo parece que se tu-vo por fin, de que nada hubiese que pu-diera aver recuerdo de que habamos si-do espaoles. Los Grandes de Espaanunca comulgaron con Felipe V, aunqueel pragmatismo conservador acab in-

    tegrando a la mayora de los mismos enlas filas de la fidelidad al rey francs.La siguiente fase es la del perodo

    1702-05. Emerge el austracismo como al-ternativa poltica tras la constitucin dela Gran alianza britnica-austraca-ho-landesa contra Francia y Espaa. Y, na-turalmente, lo que antes era recelo seconvierte en disidencia. Los argumentosdel austracismo entonces eran el cues-tionamiento de la legitimidad del testa-mento de Carlos II, a partir de razona-mientos como la renuncia de Mara Te-

    resa cuando se cas con Luis XIV, o laspresiones insuperables a que se vio so-metido Carlos II; el rechazo a Francia y

    a la poltica de Felipe V y el optimismoante el papel de los aliados en el pano-rama internacional. Es el perodo de laformidable capacidad de articulacin delbloqueo aliado por parte de Darmstadty la configuracin de un cierto mesia-nismo poltico, que estimularan hom-bres como Feliu de la Penya, con las ex-

    pectativas del rey que haba de venir.No haba un discurso poltico nuevo,

    entonces, en el austracismo. El fluidoconstitucionalista se extraa de la viejaescuela neoforalista o, como lo llamaArrieta, de los decisionistas, que ha-

    ban elaborado el discurso poltico delas ltimas dcadas del reinado de Car-los II los valencianos Crespi y MatheuSanz y los catalanes Vies y Vilosa, queculminara con los Calder y Amigant,ya a comienzos del siglo XVIII.

    La alternativa catalanaEl ao de 1705 dio paso a una nuevaetapa: la de la prctica poltica del aus-tracismo a travs del gobierno de CarlosIII (el archiduque Carlos) en buena par-te de la Corona de Aragn, con Corte en

    Barcelona. Es el perodo de la catalani-zacin del austracismo. En ese ao, semuere el almirante de Castilla, la cabeza

    de la opcin austracista castellana, quesiempre postul evitar que Catalua seconvirtiera en el eje del austracismo. Laalternativa catalana comienza con el Pac-to de Gnova, que firmaron algunos l-deres catalanes (Peguera, Parera) sin re-presentacin institucional con MitfordCrowe, plenipotenciario de la reina Anade Inglaterra. Pacto por el que Catalua,al margen del austracismo espaol, asu-mira responsabilidades especficas en laguerra, a cambio de garantas de lasConstituciones catalanas y del compro-miso ingls de ayuda militar para con-seguir el objetivo frustrado en 1704: latoma de Barcelona por los austracistas.El virreinato de Velasco en Catalua erainsoportable. La entrada de los austra-cistas en Barcelona se consumara enseptiembre de ese ao y, tras l, las Cor-tes de 1705-06, ratificaran los deseos dela burguesa comercial catalana conju-gados con los intereses atlantistas de losaliados prohibicin de entrada de ma-nufacturas francesas, as como las ex-pectativas de lanas a Francia, concesindel puerto franco de Barcelona, insta-laciones de artesanos extranjeros en Bar-celona... y al mismo tiempo se conse-guan algunas reivindicaciones pen-

    dientes la devolucin de la facultad de

    insacular libremente sus cargos por par-te de la Diputacin y del Consejo deCiento.

    La euforia austracista dur poco. Co-mo ha dicho J. Albareda, el ltimo ana-lista de las Cortes: En la prctica, mu-

    chas de las consecuciones logradas enlas Cortes no se cumplieron. Y es quela guerra impidi el desarrollo normalde la poltica y de la economa.A partir de 1707, con la victoria bor-

    bnica de Almansa, el austracismo se vesometido a no pocas tensiones internas.Valencia y Aragn perdieron sus fuerosy se abri una nueva etapa que con di-versas fluctuaciones se puede caracte-rizar como de resistencia austracista. Elaustracismo se situar a la defensiva, connotables fracturas internas en la defini-

    cin poltica. Se va configurando el mo-delo poltico de Carlos III que, en el de-creto de El Pardo de 1710, postulaba un

    54

    Ana de Austria y Mara Teresa de Austria. La primera fue hija de Felipe III y madre de Luis XIV.

    La segunda, hija de Felipe IV, fue esposa de Luis XIV y abuela de Felipe V (Palacio de Versalles).

    En 1705, el austracismo se convirti enprctica poltica, a travs del gobiernode Carlos III, con Corte en Barcelona

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    17/33

    proyecto de gobierno de tendencia cen-tralista potenciacin de la Secretara deEstado y de Despacho y un discurso ca-taln en el que se confronta el consti-tucionalismo ms ortodoxo y radical conopciones revisionistas, la ms significa-tiva de las cuales fue el affaireGrases y

    Minguella hombres muy vinculados aRamn Vilana, el hombre de confianzadel rey que se sald con la imposicindel radicalismo en 1711.

    El fin de la euforiaEn septiembre de 1711, el austracismose qued sin cabeza legal. Carlos se vaa Viena y se reconvierte de aspirante arey de Espaa en emperador, con elnombre de Carlos VI. Empieza un nue-vo perodo caracterizado por la extremasoledad catalana ante su destino. El con-

    trapunto a la euforia de 1705. El olvidopor los aliados del caso de los catala-nes en Utrecht. El herosmo ante el si-tio de 1713-14 como nica salida cata-lana. El austracismo en su vertiente mspattica y, desde luego, ms radical. Seimpusieron los criterios del resistencia-lismo numantino, desbordando las po-siciones moderadas de Villarroel o delconseller en cap, Rafael de Casanova.

    Despus de 1714, el austracismo sufrela represin y el exilio. Un exilio que yahaba empezado con el viaje a Viena del

    rey-emperador. El austracismo del exi-lio ser plural: en Viena, moderado yespaol; en Italia, mucho ms radical.

    La Nueva Planta abrir una situacin po-ltica diferente, que no dejar al austra-cismo interno otra va que la guerrilla.Despus de 1725, el Tratado de Vienapermitir la vuelta de muchos austracis-tas exilados a Espaa. En pleno ejerci-cio penitencial, con el aprendizaje delrelativismo poltico por bandera, el aus-tracismo seguir vigente en los mrge-nes del pensamiento oficial durante elreinado de Felipe V, enquistado en lasalternativas reivindicativas de una Ilus-tracin distinta a la oficial, que postulMayans, hijo de austracista resistente enla Barcelona de 1714. Polticamente,emerger durante el reinado de Car-los III a travs delMemorial de Greu-

    gesde 1760 y el proyecto poltico aran-dista. En el siglo XIX, las viejas racesaustracistas se vern reflejadas a travs

    del carlismo y el federalismo y, en el si-glo XX, los debates entre la Espaa uni-forme y la Espaa plural, la vertical yla horizontal, parecen retrotraer los vie-jos trminos del debate ventilado a lolargo de la Guerra de Sucesin.

    Como puede verse, el austracismo hapasado por un tobogn de situacionesque transcienden de la propia guerra de1700-14. Pero ms all de las peripeciascoyunturales, qu caracteres definito-rios tendra el austracismo en la Guerrade Sucesin? El primero es, obviamen-

    te, su rechazo a Francia ya desde la ex-periencia histrica catalana de la vincu-lacin a Francia durante once aos

    (1641-1652), ya desde los recelos a loscambios en la clientela poltica cortesa-na y en las maneras del ejercicio polti-co de la monarqua, ya desde los inte-reses econmicos afectados por la com-petencia de la invasin de mercancasfrancesas. Ello es incuestionable, peroconviene tener en cuenta que tampocodentro de los borbnicos hubo unaidentificacin emocional con Francia. Lasrelaciones del abuelo Luis con el nietoFelipe, sobre todo, despus de 1706 dis-taron de ser cmodas. A los ojos del reyFelipe, Castilla y Francia, sus dos refe-rentes, fueron muchas veces competiti-vos y le crearon no pocos problemas deasuncin compartida.

    La cuestin de representacin, de laespeculacin acerca de quines (Fran-cia o los aliados?) tenan ms fuerza enla Europa de comienzos del siglo XVIIImarc decisivamente la apuesta por unau otra opcin dinstica.

    El segundo de los caracteres del aus-tracismo ha sido su identidad poltica, co-mo representacin del constitucionalis-mo frente al absolutismo monrquico.Ello es indiscutible y los textos polticosde la poca inciden constantemente enla bipolaridad absolutismo-constitucio-nalismo como protagonistas de la guerra.

    55

    LOS PERDEDORES. EL PROYECTO AUSTRACISTA1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    Carlos III recibe a su esposa, la princesa Isabel Cristina, en Barcelona, el 28 de julio de 1708.

    Detalle del grabado conmemorativo (AHCB).

    H ijo segundo de Leopoldo I y Leo-nor de Neoburgo, origin, en supretensin al trono espaol, la Gue-

    rra de Sucesin. Comenz a librar es-

    ta disputa contra las tropas de FelipeV

    en 1704, cuando trat de entrar en Es-

    paa desde Portugal, sin lograrlo. Me-

    ses ms tarde pens que la situacin en

    Catalua le sera ms favorable. El ase-dio a Barcelona dio sus frutos y apro-

    vech la circunstancia para convocar

    una reunin de las Cortes en 1706. Se

    proclam rey de Espaa en Madrid, pe-

    ro le falt el apoyo popular en Casti-

    lla y hubo de retirarse a Catalua, don-

    de se cas con Isabel Cristina de Bruns-

    wick. Una nueva fase favorable de la

    guerra provoc su segunda entrada en

    Madrid en 1710 donde lleg a go-

    bernar como rey dos meses pero hu-

    bo de partir por la repentina muerte de

    su hermano, que le permita ceirse lacorona imperial.

    dos meses rey

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    Pero tambin habra que ma-tizar al respecto. Arrieta ha su-brayado que las Cortes bor-bnicas de 1701-02 tuvieronresultados homologables a lasasambleas que en la historiaparlamentaria catalana se pue-den considerar reflejo delbuen funcionamiento de lainstitucin.

    Los juicios polticos de Fe-liu de la Penya son contun-dentes respecto a la homolo-gacin de las Cortes borbni-cas de 1701-02 y las austracis-tas de 1705-06. El absolutismode Felipe V se fue solidifican-do al hilo de la guerra. Fue eldesvelamiento de unas inten-ciones que arrancaban desde1700 o fue la progresiva ob-sesin penalizadora de unadeslealtad nunca bien meta-bolizada por el rey? En cual-quier caso, la divisin entre elaustracismo poltico fue tanpatente que es difcil hablar deun nico proyecto constitu-cionalista. Los enfrentamien-tos institucionales entre elConsell de Cent y la Genera-litat son bien conocidos. Y lalnea Vilana y sus epgonosGrases o Minguella, como to-da la corriente del austracismoviens, es ciertamente distinta a la quepodan representar Vilanes o los juris-tas catalanes constitucionalistas delmomento.

    Estrategias de resistenciaLos debates representados en los folle-tos como el Crisol de la FidelidadyEl

    Despertadorson testimonio de que enla Barcelona de 1713 no slo se con-frontaban estrategias de resistencia dis-tintas, sino tambin modelos constitu-cionales dispares. Por ltimo, no hayque olvidar que tampoco los borbni-cos fueron todos ellos partidarios del ab-solutismo. El conde de Robres o Mia-na, cronistas de la guerra, tuvieron sim-patas foralistas. El conde de Aguilar yFrigiliana se opuso a la abolicin de losfueros en Aragn y Valencia poniendo,por cierto, como ejemplo las negativas

    consecuencias que tuvo cuando lo in-tent Olivares.La tercera connotacin propia del

    austracismo es el aragonesismo, la pre-sunta confrontacin con Castilla. Es ob-vio que la Corona de Aragn asumimayoritariamente la representacin delaustracismo frente a una Castilla borb-nica. Hay que tener en cuenta que la de-fensa de la Espaa horizontal la habanpostulado en el siglo XVII intelectuales

    castellanos, como Palafox y Mendoza oSolrzano Pereira. Tambin es cierto quelas fidelidades polticas fueron extrema-damente mviles a lo largo de la guerra,incluso dentro de la Catalua emblemadel austracismo. No puede ni debe mi-nimizarse la trascendencia de la Cata-lua e incluso la Barcelona borbnica.Despus del sitio y toma de Barcelonapor los austracistas, en 1705, salieron dela ciudad 6.000 partidarios de la causaborbnica.

    El discurso anticastellano del austra-

    cismo es muy posterior al francfobo. S-lo arranca de 1707 e incluso un pocoposterior al discurso anticastelllano de

    los borbnicos. Es en el mo-mento del sitio a Barcelona,en 1713, cuando se dispara laagresividad anticastellana, su-brayando especialmente la ti-rana en la que supuestamen-te viven los castellanos. Lascrticas a Castilla dejan al mar-gen al pueblo de Castilla yse dirigen, sobre todo, contralas leyes que perpetan la es-clavitud. Queda bien clarauna dualidad en el austracis-mo: el planteamiento a escalaespaola incluso en el mo-mento del sitio final de Bar-celona, no faltan testimonioscomo el de Villarroel, subra-yando que ellos luchan por lacausa espaola y la estrictareivindicacin de las constitu-ciones catalanas, que va a irradicalizndose hacia la pos-tulacin del republicanismocataln al margen de Espaa.

    Un trgala a CastillaEl austracismo de 1705 eraespaolista. Pretenda otor-gar a Catalua un papel diri-

    gente en la proyeccin polti-ca y econmica de la monar-qua. En el documento ap-crifo que se les atribuy a losaustracistas, de 35 reivindica-

    ciones de los llamadas nuevas consti-tuciones catalanas se le asignaba un sin-gular protagonismo poltico a Catalua:que los empleos en Castilla sean pro-vistos alternativamente por castellanos ycatalanes, que el cargo de inquisidor ge-neral no fuera castellano, que la Corteresidiese en la Corona de Aragn, que

    sta se titulase Corona de Catalua...El referido memorial est planteadocomo un trgala poltico a Castilla, la in-versin del papel rector que sta habratenido dentro de la monarqua. Es muyposible que el documento fuese escri-to por castellanos caricaturizando las ex-pectativas catalanas. En cualquier caso,falso o verdadero, es significativo delimaginario cataln y castellano respectoa los sueos especficos de unos y otros.

    El austracismo de 1714 era republica-no cataln. De una alternativa espao-

    la la Espaa horizontal fundamentadaen la monarqua compuesta de losAustrias se haba pasado al sueo de

    56

    Romance austracista, en defensa de Carlos III que ha vingut a

    deslliurarnos de la gallicana lley (AHCB).

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    una Catalua independiente, que siguiflotando en el imaginario cataln des-pus de la guerra, como demuestran al-

    gunos folletos tardos como el Via foraels adormits, de 1734.

    La cuarta variable es el contenido eco-nmico. Es evidente que el proyectoeconmico del austracismo sirve a losintereses de la burguesa comercial ca-talana aliada con Inglaterra y Holanda.Una burguesa polarizada en torno a lafigura de Feliu de la Penya, que defen-di la potenciacin de la propia indus-

    tria autctona y la exportacin de pro-

    ductos como vino y aguardienteconectando con la importacin de pro-ductos ingleses (tejido y pescado sala-do) y holandeses (tejidos), as como az-car y tabaco, entre otras mercancas co-loniales de Amrica.

    He expresado en alguna ocasin mis

    reservas a que el proyecto econmicodiseado por Feliu a fines del siglo XVII

    fuese el mismo que se reflej en lasCortes de 1705. Albareda, ltimamente,ha reiterado que no hay cambios y quela apuesta por la alianza con los co-merciantes anglo-holandeses no alterael proteccionismo gremialista. El deba-

    te est abierto y no puedo aqu pro-longarlo. S que debe subrayarse queCarlos Martnez Shaw y Marina Alfonsorotundamente defienden que el austra-cismo se vinculara a los sectores eco-

    nmicos partidarios de la manufacturatradicional y de la importacin de te-jidos de algodn ingleses, lo que

    atentara contra los intereses de la in-dustria textil catalana que, si pudodesarrollarse, fue gracias a la polticaborbnica de importacin de telas de

    algodn de Oriente a travs de Marse-lla, para realizar la parte final del pro-ceso de confeccin en Catalua. Ellonos introduce, naturalmente, en el com-plejo problema de las razones del cre-cimiento econmico cataln subsi-guiente a la Nueva Planta, que tampo-co podemos tratar aqu. A causa de losBorbones? A causa de la capacidad de

    trabajo de la sociedad civil catalana, pe-se a los Borbones? Pervivencia de im-

    pulsos econmicos austracistas salva-guardados pese a la represin polticade los mismos? Los sueos atlantistasde la burguesa comercial catalana aus-tracista son evidentes y esos sueos,por caminos ciertamente complicados,

    pudieron cumplirse relativamente a lolargo de la segunda mitad del si-glo XVIII. Victoria pstuma del aus-

    tracismo? Victoria del relativismo pol-tico subsiguiente a 1714?

    Movilidad social y euforiaEl ltimo ingrediente del austracismo essu vertiente social. En este terreno, seconstata la euforia de una movilidad so-cial incontrolada que crisp el orden es-tablecido y que alcanz su clmax en laBarcelona de 1714, en la que se junta-

    ron todos los austracistas radicales hui-dos de Valencia y Aragn junto a los deCatalua, con el clero de aglutinante

    mesinico. No puede hablarse de unproyecto social en el austracismo, peros de un imaginario reivindicativo de unmayor igualitarismo, de reduccin de si-

    tuaciones de explotacin seorial, depopulismo primitivo y confuso, con vo-luntad de solucionar las viejas cuentaspendientes. Valencia sera, en este sen-tido, el escenario en el que este radica-lismo social se reflejara mejor.

    He recorrido la trayectoria y los com-

    ponentes de lo que se denomina el pen-samiento austracista. A la hora del ba-lance final, cabe preguntarse: merece el

    austracismo las evocaciones nostlgicasque se hacen del mismo, en torno aaquella Espaa que no pudo ser, a laque no dejaron ser? El imaginario es li-bre y cada uno tiene derecho a tener suspropios referentes histricos emociona-les. Pero debera tenerse en cuenta que

    el austracismo fue una realidad polticahistrica concreta, que puede y debe serenjuiciable sobre bases empricas, noimaginarias. Dos siglos de experienciapoltica de la dinasta de los Austrias conel modelo de la monarqua compues-

    ta, una guerra fluctuante en que el aus-tracismo fue hegemnico en la Coronade Aragn y alternativa viable en el con-junto de Espaa de 1705 a 1714, una

    proyeccin del rey-archiduque Carloscomo emperador, en la que pudo plas-mar en la prctica el ideario poltico aus-tracista... Ciertamente hay elementos pa-ra juzgar el autracismo, no en trminosde sueo imaginario ni de hiptesis con-trafactual, ni siquiera de mera alternati-va posible en la Espaa de Felipe V, si-no de praxis poltica, econmica y so-

    cial emprica, en medio de una guerrainternacional y al mismo tiempo civil,como fue la Guerra de Sucesin.

    57

    LOS PERDEDORES. EL PROYECTO AUSTRACISTA1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    Asalto de Lrida por las fuerzas del duque de Orleans, en 1707.

    El proyecto econmico austracista servaa los intereses de la burguesa catalana,aliada con Holanda e Inglaterra

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    Felipe V a caballo, por Jean

    Ranc, que lleg a Espaa en

    1723 y cre el prototipo del

    retrato oficial del monarca

    espaol, Madrid, Museo del

    Prado.

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    La herencia del ltimo Austria fuepara los espaoles algo ms queuna mera cuestin dinstica. Laconciencia de la crisis que viva

    la sociedad era patente en los textos definales del siglo XVII, que con nostalgia,teida en ocasiones de tintes mesini-cos, se hacan eco de la aoranza del pa-sado, a la espera de un anhelado sal-

    vador. El nuevo rey deba sacar a la mo-narqua del estado de frustracin en elque se encontraba y devolverle el lu-gar que le corresponda. El candidatoborbnico, el duque de Anjou, el de-signado por Carlos II en su testamen-to, concitar los anhelos de cambio y re-novacin de sus nuevos sbditos.

    Durante el reinado de Felipe V, uno delos ms largos de la historia de Espaa,se impuls la modernizacin del pas.Y este proceso recibi un particular em-puje durante los aos iniciales, coinci-

    diendo con la Guerra de Sucesin es-paola. El conflicto, que estall en 1702en los escenarios europeos, tuvo tam-bin un carcter civil a partir de 1705,con la llegada del candidato austraco, elarchiduque Carlos. Durante la contiendapeninsular, el proyecto borbnico fuesostenido mayoritariamente por la Co-rona de Castilla, frente al proyecto aus-tracista defendido desde la Coronade Aragn. Pero no se debe simplificar,la divisin social que provoc la guerrase manifest en cada una de las dos

    Coronas, as como en otros territorios dela monarqua, tambin a nivel interno,porque, en medio de la complejidad de

    la disputa dinstica, se plante una seriede cuestiones sociales, polticas e ideo-lgicas imprescindibles para compren-der su verdadero significado.

    El perfil del reyCuando Felipe V entr en Madrid, el 18de febrero de 1701, fue descrito por elmarqus de San Felipe en sus conocidosComentarios sobre la guerra de Espaa...

    como un Prncipe mozo, de agradableaspecto y robusto. En contraste con elaire enfermizo de su predecesor, el nue-

    vo monarca despert entre sus partida-rios un gran entusiasmo: la aclamaciny el aplauso fue imponderable entre los

    que salieron a recibirle en la capital dela monarqua.

    En los momentos iniciales, el rey cau-

    s una agradable impresin y la valentademostrada en las campaas de Italia levali el sobrenombre deAnimoso. Ha-ba sido educado junto a sus hermanosrelativamente alejado de la Corte de Ver-salles, bajo la tutela de su preceptor F-nelon, autor de lasAventuras de Tel-maco, a quien debi su estricta moral yreligiosidad. La vida austera y retiradaque llev durante su niez y adolescen-cia cambi a partir de 1698, con una ma-yor participacin en la vida de la Corte.Era conocida su gran aficin por la caza,

    as como su pasin por la lectura y porel ajedrez. Se esforz por adaptarse a sunuevo pas, pero nunca rompi los lazos

    VIRGINIA LEN SANZ es profesora titularde Historia Moderna, UCM.

    59

    1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    Mara Luisa Gabriela de Saboya, primeraesposa de Felipe V y madre de Luis I y

    Fernando VI (Madrid, Biblioteca Nacional).

    Isabel de Farnesio, segunda esposa de FelipeV y madre de Carlos III, por Van Loo (Segovia,

    Palacio de la Granja de San Ildefonso).

    El candidato borbnico a la Corona espaola, el duque de Anjou,

    representaba un atisbo de optimismo en una sociedad muy consciente de la

    decadente situacin en que haba vivido bajo Carlos II. Satisfara las esperanzas

    depositadas en l? Virginia Len Sanz responde a ese interrogante

    Los vencedores

    AIRES NUEVOS

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    familiares y su origen francs se mani-

    fest a lo largo de su vida en sus gustos,en sus costumbres y en el uso de la len-gua gala, pese a que aprendi el caste-

    llano. Con apenas dieciocho aos, supresencia joven y agraciada y su corajepara superar las desgracias, unido a laexcelente fama que consigui su prime-ra esposa, Mara Luisa de Saboya, forta-

    lecieron su legitimidad en los reinos cas-tellanos durante la guerra.A Felipe V se le reconoce una cierta

    inteligencia, si bien su timidez lo hacadesconfiado y susceptible A su debili-dad de carcter se unieron sus enfermi-zos escrpulos religiosos y muy prontosufri ataques de fuerte melancola que,

    con momentos de euforia y otros de de-caimiento, lo convirtieron con el tiempo

    en un rey ausente que vagaba como unfantasma por los salones de sus palacios,lo que explica el papel desempeadopor su segunda esposa Isabel de Far-nesio. El rey pareca estar escasamentedotado de cualidades humanas y per-sonales para erigirse en maestro de ce-remonias al estilo de su abuelo Luis XIVy el nuevo ceremonial palatino de 1709,

    que pretenda hacer ms visible la figu-ra del monarca, apenas tuvo cumpli-

    miento tras la salida de Espaa de laprincesa de los Ursinos, en 1714.Bajo la direccin de su abuelo, Felipe V

    se rode de unos pocos hombres deconfianza, entre los que figuraban el car-denal Portocarrero, el embajador fran-cs Harcourt, Manuel Arias, presidentedel Consejo de Castilla y el secretario delDespacho Universal, Antonio de Ubilla,

    a travs de lo que se conoce como Con-sejo de Despacho. Apoyado por la prin-cesa de los Ursinos, el equipo francsque deba asesorar a Felipe V cont tam-bin con Jean Orry, experto en cuestio-nes financieras, quien estableci unaJunta de Incorporacin a la Corona en1703, para rescatar las alcabalas y rentasen manos de la nobleza.

    El rey no tard mucho tiempo en dar-se cuenta que haba mucho que cam-

    biar: la situacin crtica que atravesabael pas justificaba las medidas que se pu-sieron en marcha. La definicin del pro-yecto borbnico, centrado en la restau-racin del prestigio perdido y en lasreformas, tuvo su cauce de difusin atravs de la propaganda y, particular-mente, de la publicstica.

    La representacin de la monarqua for-m parte desde la llegada de Felipe Vde una poltica de afirmacin dinstica;sin embargo, debi transformarse con elcomienzo del conflicto, pasando de la

    representacin a la confrontacin. El ca-rcter conflictivo de la instauracin de

    los Borbones en Espaa se agudiz. no

    60

    E

    n el ceremonioso mundo de Ver-

    salles, la educacin del pequeo

    Felipe fue moldeada por el clebre di-

    rector de conciencias Franois de Sa-

    liganc y de La Mothe, escritor y te-

    logo, ms conocido como Fnelon.

    En 1689, recibe el encargo de ilustrar

    a los hijos del Gran Delfn Luis.

    Cuando Fnelon se incorpora a las ta-

    reas educativas de Versalles, las refe-

    rencias sobre Felipe de Anjou, proyec-

    tan unos tintes desalentadores. A unos

    conocimientos muy rudimentarios, se

    suman un habla dificultosa, entonacin

    desagradable y diccin lenta.

    Durante los ocho aos comprendidos

    entre 1689 y 1697, Fnelon inculc en

    Felipe de Anjou la idea de que la con-

    ducta deba regirse por la religiosidad,

    norma que cal muy hondo y que re-

    sult un precepto bsico el resto de sus

    das.

    El telogo concibi un mtodo peda-

    ggico que aleccionaba por medio de

    las fbulas destiladas en su libro Las

    aventuras de Telmaco. Gracias a Fnelon,

    el duque de Anjou atesor una valiosa

    formacin literaria y un espritu crti-

    co hacia el ambiente de la Corte.

    Fnelon

    Fnelon fue desterrado en 1699 por

    Luis XIV, molesto por sus crticas alpoder real. Falleci en 1715.

    Reconstruccin de la entrada de Felipe V en la capital de Espaa, en 1703, segn una

    litografa del siglo XIX que ilustra la Historia de la Villa y Corte de Madrid.

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    slo por los efectos de la guerra sino porlas medidas polticas, de gran significa-cin, que se adoptaron en el transcur-so de la misma y que afectaron a las dis-tintas instancias del Estado.

    La guerra ha escrito Garca Crcelpuso en juego los distintos conceptos deEspaa que tenan los espaoles de laCorona de Castilla y los de la Corona deAragn. Tras la unin dinstica con losReyes Catlicos, recuerda J. Albareda, elmodelo de monarqua compuesta agru-p a los diversos reinos y territorios his-panos a lo largo de ms de dos siglos y,

    aunque no faltaron los conflictos con losmonarcas de la Casa de Austria, la Co-rona de Aragn, organizada de formaplural en el terreno jurdico-poltico, man-tuvo estructuras internas diferentes y or-denamientos jurdicos distintos.

    En la actuacin felipista respecto a laconcepcin territorial del Estado, se pue-den establecer varias fases relacionadascon la marcha de la guerra, porque el

    proyecto borbnico se fue construyendoen el transcurso de la contienda y tam-bin la imagen de Felipe V se fue trans-formando en las tres etapas que apuntade forma vlida Garca Crcel: el rey le-gtimo, pero francs (1701-05); el rey Ani-moso (1705-07), el rey desptico (1707-

    14). En un primer momento, siguiendolos consejos de su abuelo, el nuevo reytrat de mostrarse conciliador. En me-dio del calor popular, se convocaron lasCortes castellanas, poco despus las ara-gonesas en Zaragoza y, a finales de 1701,

    las catalanas en Barcelona, donde el reyjur las constituciones del Principado, re-presentando una lnea de continuidad encuanto al mantenimiento del orden insti-tucional y normativo.

    Observancia de la leyA la altura de 1702, ha sealado J. Arrie-ta, la observancia de la ley se vio con-firmada y todo parece indicar que, pesea las posibles diferencias entre austra-cistas y borbnicos, ambos tenan en co-mn la idea de que se mantuviera el or-

    denamiento foral en sus lneas bsicas.Los recelos que suscitaba la nueva di-nasta, por sus tendencias centralizado-ras con respecto a la conservacin de lasinstituciones privativas de la Corona deAragn, cristalizaron con el desembarco

    del archiduque Carlos en Barcelona,apoyado por los aliados, en 1705. Los

    acontecimientos siguientes de la guerra

    modificaron la posicin borbnica y,tambin la austracista, debiendo distin-guir con claridad los dos planos, el di-nstico y el de las concepciones jurdi-co-doctrinales.

    La contienda sucesoria proporcion a

    Felipe V la oportunidad para implan-tar la uniformidad administrativa que sir-viera de base a la reforma centralizadora

    en los territorios forales. El de 1707 fueun ao clave. Tras la conquista de losreinos de Aragn y Valencia, que siguia la victoria en la Batalla de Almansa so-bre los aliados, el 25 de abril de 1707,un primer decreto de 29 de junio de eseao abola el ordenamiento foral de losreinos conquistados. El rey utilizaba elderecho de conquista por haber in-

    currido sus habitantes en el delito de re-

    belin. El decreto era matizado un mesms tarde al excluir de la genrica acu-sacin de rebeldes a los partidarios

    aragoneses y valencianos que haban si-do borbnicos.

    En 1711, tras la segunda incursin alia-da en Castilla en la que el archiduquerestaur los fueros en el reino de Ara-

    gn, el gobierno de Felipe V trat de

    reestructurar de manera ms armonio-sa el sistema y conserv el tradicionalderecho civil de aquel reino. En unanueva fase y en un contexto diferente,al finalizar la guerra despus de 1714, sepromulgaron los decretos de NuevaPlanta para Catalua y Mallorca, en losque se evitaron las referencias a la re-belin o al derecho de conquista y tu-

    vieron como punto de partida la expe-riencia aragonesa y valenciana.Aunque los sucesivos decretos intro-

    dujeran limitaciones, no se puede negar

    el cambio sustancial que la Guerra deSucesin supuso en cuanto a la forma dearticulacin de los integrantes polticos-

    61

    LOS VENCEDORES, AIRES NUEVOS1705. ESPAA, PARTIDA EN DOS

    Luis XIV aconsej a Felipe V que se mostrara conciliador con los espaoles que se haban

    opuesto a l en la Guerra de Sucesin (retrato de H. Rigaud, Madrid, Palacio Real).

  • 8/14/2019 La Aventura de La Historia 83

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    territoriales de la monarqua. Toda una

    estructura organizativa, poltica e insti-

    tucional vigente durante siglos tocaba

    a su fin con el primer decreto de 1707.

    El nuevo estatuto en los territorios ara-

    goneses modificaba la peculiar configu-

    racin plural de la monarqua de la po-

    ca de los Austrias e impona un mode-

    lo de Estado centralizado y unitario, ter-

    minando con el sistema pactista entre el

    monarca y los reinos que haba regido

    hasta entonces.

    Los decretos tenan un elevado conte-

    nido absolutista, pero su aplicacin vino

    precedida de un debate previo en el go-

    bierno borbnico, en el que no hubo

    unanimidad en cuanto a la oportunidad

    de la abolicin de los fueros y produjo

    ahora y despus opiniones encontradas

    entre los parciales de Felipe V. La posi-

    cin ms radical fue defendida por el

    embajador de Francia, Amelot, que pa-

    rece haber sido quien impuso la decisin

    de suprimirlos. En cambio, el Consejo de

    Aragn, plenamente felipista, era parti-

    dario de mantener el orden institucional

    y senta su transgresin como algo lesi-

    vo a sus intereses y sentimientos: con

    el conde de Aguilar y Frigiliana a la ca-

    beza, se inclinaba por mantenerlos con

    algunas modificaciones y record las ne-

    gativas consecuencias que tuvieron pa-

    ra la monarqua los proyectos centrali-

    zadores del condeduque de Olivares.

    Los duques de Berwick y Orleans, des-

    de un punto de vista militar, se oponan

    a su abolicin porque teman el endu-

    recimiento de la resistencia en los terri-

    torios aragoneses, lo que efectivamente

    sucedi. Se debe tener en cuenta, ade-

    ms, que la elaboracin de los prime-

    ros decretos se hizo por la va reservada,

    ms expeditiva, del Consejo del Despa-

    cho. En los decretos posteriores de Ca-

    talua y Mallorca, hubo una mayor de-

    liberacin y moderacin, algo a lo que

    no fue ajeno el hecho de que el asunto

    se tratara en el Consejo de Castilla.

    Ante la resolucin abolitoria, los mi-

    nistros del Consejo de Aragn pasaron

    a la resignacin y a la pasividad, pos-

    tura que se repiti ante la supresin del

    62

    Pocos adolescentes se ven en la tesitura de

    madurar de golpe y es lgico un dese-

    quilibrio en sus personalidades que, por un

    lado dan muestras de haberse hecho hombres

    de repente y, al mismo tiempo, conviven con

    reacciones propias de su edad. A Felipe V

    el destino le concedi el peso de la prpura

    a los 17 aos recin cumplidos y con 18 se

    encontr separado de su medio natural y de

    su esposa y perdido entre el fragor de los cam-

    pos de batalla. Su aprendizaje de la vida hu-

    bo de realizarlo a marchas forzadas y aadir-

    le las responsabilidades inherentes a su con-

    dicin de rector de los destinos de un Esta-do cuyos dominios se extendan por los cin-

    co continentes. No obstante, la jornada de

    Italia, aunque breve, contribuy de forma de-

    terminante a forjar su carcter, al tener la ne-

    cesidad, no slo de participar en los comba-

    tes, sino tambin de afrontar directamente

    las decisiones polticas. La correspondencia

    mantenida con su abuelo es reveladora del

    proceso de autoafirmacin. As, a una pre-

    gunta de Luis XIV confes que no tena bas-

    tante confianza en m mismo y todava no es-

    taba acostumbrado a escribir cartas oficiales,

    pero ahora ya voy acostumbrndome a ello.Adems, en el ao que transcurri entre su

    vuelta de Italia y el comienzo de la campaa

    de Extremadura, Felipe continu su etapa de

    formacin, recibiendo clases sobre el arte de la

    fortificacin, adems de continuar desarro-

    llando su inters por la literatura, en gene-

    ral, y por el teatro en particular.

    Por otra parte, si la reina sufri como un

    castigo el no ver al rey, a Felipe V le pro-

    dujo una gran tristeza, que deriv hacia su

    primera crisis de hipocondra.

    Sus consejeros recomendaban al joven rey

    una medicacin extremadamente simple, que

    era sistemticamente rechazada por Felipe V.

    En los momentos de mxima crisis de laGuerra de Sucesin es cuando, en un arran-

    que de intrepidez inslita, sorprende a Eu-

    ropa, a Francia, a su abuelo y a los espao-

    les, al mostrar una voluntad inquebranta-

    ble en la defensa de su trono. Tal vez esta

    actitud insospechada y desconocida tuviera

    algo de fanatismo, de convencimiento re-

    ligioso y de fe en la justicia de su causa.

    No estaba, pues, reida esta actuacin

    enrgica con lo irresoluto de su carcter,

    pues su desconfianza en s mismo era tras-

    cendida por la ntima conviccin de ser el

    instrumento de la Providencia.En este caso, no tena que sopesar una de-

    terminacin u otra, sino aventurarse en la se-

    guridad de que finalmente se cumplira la

    voluntad de Dios. Fue tambin durante los

    aos difciles de la Guerra de Sucesin cuan-

    do Felipe mostr sin ningn gnero de du-

    das su sentido de la justicia natural, que apli-

    cara con el mismo rasero a los poderosos y

    a los dbiles, circunstancia que no agrad en

    modo alguno a los Grandes, que se predis-

    pusieron en contra del primer Borbn, al ver

    tambalearse sus privilegios consuetudinarios.

    Otra cualidad que estuvo siempre pre-

    sente en sus decisiones fue el sincero deseo

    de hacer el bien, tratando de actuar porprincipios de conciencia. A este respecto,

    hay que tener en consideracin que Felipe

    fue durante toda su vida un hombre extre-

    madamente religioso.

    Para el monarca, un fallo no supona, co-

    mo para cualquier humano, una mera equi-

    vocacin, sino un tormento, porque se ju-

    gaba la salvacin eterna si contravena la vo-

    luntad divina, que le haba entregado la fa-

    cultad de gobernar los destinos de sus sb-

    ditos. Y como un rey que ha de afrontar a

    diario graves determinaciones, su vida es-

    taba abrumada por la responsabilidad in-herente a los negocios de Estado.

    Abrumado por el sentido de la responsabilidad

    Retrato de Felipe V pintado al pastel por su

    esposa, Isabel de Farnesio, en 1721, Segovia,

    Palacio de la Granja de San Ildefonso.

  • 8/14/2019 La Aventura de La Historia 83

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    propio Consejo. Pero otras voces se le-vantaron desde posiciones