34
 269 Las exigencias para la comunidad eclesial pro- venientes de vivir en comunión con el Dios del amor y la justicia. «El amor —caritas— siempr e será nece sari o, inclu so en la sociedad más justa. N o hay or den estatal, por justo q ue sea, que haga supe rfluo el servicio del amo r . Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hom- bre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que nece- site consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al  prójimo. El Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva e n una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombr e afligido —cualquier s er humano— nec esita: una en- trañable atención personal. Lo que hace falta no es un Esta- do que re gule y domine todo, sino que gener osamente reco- LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR: FUNDAMENT ACIÓN TEOLÓGIC A E IMPLICACIONES SOCIALES

La Civilización Del Amor

Embed Size (px)

DESCRIPTION

doctrina social

Citation preview

  • 269

    Las exigencias para la comunidad eclesial pro-venientes de vivir en comunin con el Dios delamor y la justicia.

    El amor caritas siempre ser necesario, incluso enla sociedad ms justa. No hay orden estatal, por justo quesea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intentadesentenderse del amor se dispone a desentenderse del hom-bre en cuanto hombre. Siempre habr sufrimiento que nece-site consuelo y ayuda. Siempre habr soledad. Siempre sedarn tambin situaciones de necesidad material en las quees indispensable una ayuda que muestre un amor concreto alprjimo. El Estado que quiere proveer a todo, que absorbetodo en s mismo, se convierte en definitiva en una instanciaburocrtica que no puede asegurar lo ms esencial que elhombre afligido cualquier ser humano necesita: una en-traable atencin personal. Lo que hace falta no es un Esta-do que regule y domine todo, sino que generosamente reco-

    LA CIVILIZACIN DEL AMOR:FUNDAMENTACIN TEOLGICA

    E IMPLICACIONES SOCIALES

  • nozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad,las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales yque unen la espontaneidad con la cercana a los hombres ne-cesitados de auxilio. La Iglesia es una de estas fuerzas vivas:en ella late el dinamismo del amor suscitado por el Espritude Cristo. Este amor no brinda a los hombres slo ayudamaterial, sino tambin sosiego y cuidado del alma, una ayu-da con frecuencia ms necesaria que el sustento material. Laafirmacin segn la cual las estructuras justas haran super-fluas las obras de caridad, esconde una concepcin materia-lista del hombre: el prejuicio de que el hombre vive slo depan (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3), una concepcin que humilla alhombre e ignora precisamente lo que es ms especficamen-te humano. (DCE, 28 b).

    270

  • 271

    INTRODUCCIN

    1. Hace veinte aos el Vaticano II constataba: La univer-sal familia humana ha llegado en su proceso de madu-rez a un momento de suprema crisis (GS,71). Tieneabierto el camino para optar por la libertad y por laesclavitud; entre el progreso y el retroceso; entre lafraternidad y el odio (GS, 9). Para seguir el recto ca-mino es absolutamente necesario el firme propsitode respetar a los dems, hombres y pueblos, as comosu dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidaden orden a construir la paz (GS, 78).

    LA CIVILIZACIN DEL AMOR:FUNDAMENTACION TEOLGICA

    E IMPLICACIONES SOCIALES*

    JESS ESPEJA, O.P.**

    * N 42-43 de septiembre de 1987: LA CIVILIZACIN DEL AMOR.DESAFOS EN AMRICA LATINA Y ESPAA. I Congreso Hispano-Latinoa-mericano de Teologa de la Caridad. Mayo de 1987.

    ** En el momento de la publicacin era profesor de la Pontificia Univer-sidad de Salamanca.

  • 2. Las ltimas dcadas han sido escenario de la humanidadmalherida y rota. Los pueblos pobres del Tercer Mundoclaman por su liberacin. Las mayoras negras de Sur-frica se ven oprimidas y masacradas por grupos en elpoder. Los pases ricos se hacen amos de la tierra, mien-tras que los ms dbiles se ven esclavizados por la deu-da exterior. Dentro del Primer Mundo, la tcnica va sus-tituyendo al hombre que, sin el debido protagonismoen el proceso de produccin, queda reducido a la mise-ria en el paro y en la marginacin que le impide ser lmismo. La Humanidad dispone hoy de recursos impre-sionantes para lograr el bienestar y la convivencia pac-fica de todos los hombres; pero los recursos se desti-nan a preparar la guerra entre los hombres (armamen-tos y defensa) y a buscar dominio aplastante de unossobre otros (Enc. Dives in Misericordia, 11 DM).

    3. Ya en 1967, Pablo VI, viendo las diferencias econmi-cas, sociales y culturales entre los pueblos, pide que loshombres emprendan un camino hacia ms y mejoressentimientos de humanidad (Encclica Populorum Pro-gressio, 79 PP); que todos trabajen por superar lasambiciones y las injusticias; por lograr una vida ms hu-mana en la que cada uno sea amado y ayudado comosu prjimo y hermano (PP, 82). Sin embargo, la con-ducta de los hombres y la organizacin social quemantienen parece que no deja espacio a esos senti-mientos humanos de justicia y de misericordia. La ide-ologa de dominacin sigue clavando sus garras demuerte. La violencia institucionalizada cada vez msannima e indmita, que puede fcilmente generar unholocausto blico, es inquietud para el futuro del

    P. Jess Espeja, O.P.

    272

  • hombre y de toda la Humanidad; exige soluciones de-cisivas que ya parecen imponerse al gnero humano(DM, 11). Todava en su reciente visita pastoral a Chi-le, Juan Pablo II urga de nuevo la invitacin de la enc-clica Populorum Progressio: Que los individuos, los gru-pos sociales y las naciones se den fraternalmente lamano; el fuerte ayudando al dbil a levantarse, ponien-do en ello toda su competencia, su entusiasmo y suamor desinteresado. (PP, Juan Pablo II ha recordadoestas palabras en su reciente visita pastoral a Chile:Encuentro con los habitantes de Santiago, 2 de abrilde 1986, en Ecclesia, 18 y 25 de abril, 37 (573).

    4. En esta llamada de urgencia a la sensatez y el compro-miso para implantar relaciones fraternas entre los hom-bres y entre los pueblos, tiene sentido nuestra reflexin.El tema es decisivo y apasionante. Donde la teologa sehace proftica, y el cristiano se siente ms testigo delDios de la vida y ms solidario de la humanidad, an-helante de plenitud y amenazado en su crecimiento.Sean estas sugerencias como una meditacin en voz alta,como expresin de un deseo, como una profesin de fecristiana. En mi exposicin seguir las tres partes enun-ciadas en el ttulo que me fue dado: presentada la frasecivilizacin del amor, veremos qu fundamentacin te-olgica tiene y qu implicaciones sociales conlleva.

    HACIA OTRA FORMA DE RELACIONES

    1. En la clausura del Ao Santo 1975, Pablo VI, bien sen-sible a los signos de los tiempos y a los profundos an-

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    273

  • helos de sus contemporneos, apostaba por la civili-zacin del amor que prevalecer en medio de la in-quietud de las implacables luchas sociales y dar almundo la soada transfiguracin de la Humanidad fi-nalmente cristiana (tuvo lugar el 24-12-1975, en Ec-clesia, 17 de enero 1976, 5 (70)). Juan Pablo II ha em-pleado varias veces la frase civilizacin del amor, yha precisado su riqueza teolgica en la encclica Divesin Misericordia (especialmente en el nmero 14); haceun mes formul esa idea con otra frase: Civilizacinde la verdad y del amor (A los jvenes de Chile, 2de abril 1976, en Ecclesia, 44 (580)).

    2. En castellano civilizacin significa el conjunto deconocimientos y costumbres que forman la culturay estado social de un pueblo o de una raza. La ci-vilizacin incluye unos valores e intereses que semanifiestan en el modo de comportarse o en lasrelaciones de convivencia entre los hombres y entrelos pueblos.

    La civilizacin actual es calificada de materialstica,porque acepta la primaca de las cosas sobre las per-sonas y el inters egosta sobre los intereses comuni-tarios (DM, 11). Prevalece la ley del ms fuerte, quedictamina la justicia segn las conveniencias de la pro-pia seguridad, aunque para ello tengan que morir losotros: los medios tcnicos en la civilizacin actual en-cubren no slo la posibilidad de una autodestruccinpor va de un conflicto militar, sino tambin la posibili-dad de un sometimiento silencioso de los individuos,de los ambientes de vida, de ciudades enteras y de na-ciones, que por cualquier motivo pueden resultar inc-

    P. Jess Espeja, O.P.

    274

  • modos a quienes disponen de medios suficientes, y es-tn dispuestos a servirse de ellos sin escrpulos(Ibd.).

    Es la civilizacin montada en la dialctica del odio yavaricia, de las relaciones egostamente calculadas ein-misericordes (PABLO VI, en la clausura del Ao San-to 1975: l.c.). Por eso el hombre contemporneo tie-ne miedo de que con el uso de los medios inventadospor este tipo de civilizacin, cada individuo, lo mismoque los ambientes, las comunidades, las sociedades, lasnaciones, pueda ser vctima del atropello de otros in-dividuos, ambientes y sociedades (DM, 11).

    3. La civilizacin del amor llegar con otro esprituque anime las relaciones entre los hombres (DM,11). Unas relaciones motivadas y promovidas porel amor engendrador de amor, el amor del hom-bre hacia el hombre, no por inters provisional yequvoco, o por alguna condescendencia amarga omal tolerada, sino por la valoracin del hombresobre las cosas y seguridades egostas; descubriendola faz de Cristo en el sufrimiento y necesidad detodos nuestros semejantes (Pablo VI, en la clausu-ra). El que viva transformado por este amor seringenioso para discernir las causas de la miseria,para encontrar los medios de combatirla y paravencerla con intrepidez (Encclica PP, 75). En estanueva civilizacin ya no tendr vigencia el criteriode ojo por ojo y diente por diente; el perdn y lasolidaridad sern objetivo al que deben tender to-dos los esfuerzos en el campo social y cultural, eco-nmico y poltico (DM, 11).

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    275

  • FUNDAMENTACIN TEOLGICA

    El trmino teolgico nos remite a Dios, que permanececomo misterio inabarcable y siempre queda ms all. La reve-lacin bblica, cuya plenitud es Jesucristo, nos habla no tanto deDios en s mismo cuanto de sus sentimientos y de su proyec-to en favor nuestro. Es el mensaje central del Evangelio, quenos ofrece la verdad de Dios en su relacin con la historia hu-mana, y el camino que debemos emprender para conseguirnuestra verdad plena. Jess de de Nazaret es revelador deDios sobre todo en su amor hacia (nosotros) (DM, 2), ma-nifiesta plenamente el hombre al propio hombre (Vaticano II,GS, 22), y ha mostrado cmo en el mundo en que vivimosest ya presente el amor, el amor operante (DM, 3).

    Desarrollemos estas tres verdades que, unidas y conjugadas,fundamentan y explican en qu consiste la civilizacin del amor.

    1. Los sentimientos de Dios

    Quiz resulte atrevida la expresin. Pero ms que defini-ciones o atributos entitativos del Invisible, la revelacin bblicanos entrega sus sentimientos, su corazn inclinado hacia nos-otros. Tres palabras, con sus derivados, son importantes paraconocer las acciones de Dios en la historia de los hombres:compasin (hesed), justicia (mispat) y verdad (emeth).

    a) Compasin o misericordia

    Es como el afecto que brota en la intimidad de la madreo en el corazn del padre (Jer 31,20). Un sentimiento que se

    P. Jess Espeja, O.P.

    276

  • manifiesta espontneamente y con fuerza, como ayuda ycomo perdn (Sal 105,45). No es slo un instinto de bon-dad, sino una salida de s mismo consciente y voluntaria enfavor del otro. El trmino hesed significa ternura, piedad,misericordia.

    Aunque no salga expresamente la palabra en el relato delacontecimiento, la liberacin de los israelitas esclavizados en Egipto es fruto de la compasin o misericordia de Dios enfavor de los hombres oprimidos: He visto la miseria de mi pue-blo, he odo su clamor, conozco sus angustias, y estoy resueltoa liberarle (Ex 3,7,16). Dios es el misericordioso (Jer 3,12);como ternura afectiva y liberadora del hombre. Los profetas,destacan esa misericordia divina con rasgos entraablementehumanos: Yo ense a Efran a caminar llevndole en misbrazos, rodendole con lazos de amor, levantndole comoquien alza a un nio, inclinndome hacia l para darle de co-mer (Os 11,3); reconociendo la falta de su pueblo, Yahv secompadece: Cmo voy a dejarte, Efran? Cmo voy a en-tregarte, Israel? Mi corazn se me revuelve dentro, a la vezque mis entraas se estremecen (Os 11,8); se desborda miternura (Jer 31,20). Misericordia o compasin es una formaespecial de amor que prevalece sobre el pecado e infidelidaddel pueblo elegido (DM, 4). Mediante la Alianza con Israel, laternura de Dios alcanza y envuelve a todas las criaturas: Elamor de Yahv llena toda la tierra (Sal 33,5).

    En Jess de Nazaret el Padre de la misericordia se incli-na definitivamente a favor nuestro. Ah se nos revela comoespecialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre,cuando est amenazado en el ncleo mismo de su existenciay de su dignidad (DM, 2). Movido a compasin, Jess haceque los muertos vuelvan a la vida y que los enfermos recupe-

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    277

  • ren la salud; su corazn se conmueve ante las multitudes ham-brientas y su paso entre los hombres significa una oferta deperdn. En la intimidad y conducta de Jess tuvieron ecotransparente los sentimientos del Padre. Ese clima de su almajustifica tambin su apuesta en favor de los ms dbiles quesocialmente nada cuentan.

    b) La justicia divina

    Las palabras hebreas sedakah y mispat, que significan jus-ticia, tienen distinta versin en las traducciones de la Biblia:equidad, rectitud, integridad, honestidad, juicio. Is 40 describe lainclinacin gratuita de Dios para que todo valle sea elevadoy todo monte allanado; sa es la justicia de Yahv con su pue-blo: animado por el amor enderezar, poner recto lo torcido.Es el sentido del verbo hebreo juzgar (mispat); los juecesde Israel Geden, Sansn, Dbora no son los que sesientan en el tribunal para escuchar causas y dictar sentencias,sino los que coordinan a los grupos del pueblo y organizan elejrcito para hacer justicia, para corregir los atropellos y veja-ciones inferidos por los enemigos. La ley mosaica es simple-mente la revelacin de Dios sobre lo que sera justo y lo quesera injusto en las circunstancias de aquel tiempo y en aque-lla cultura.

    En la Biblia queda prohibido el culto a los dolos, que man-tiene y encubre las injusticias. La idolatra es una ideologizacinde la religiosidad al servicio de intereses egostas; contra ellareaccionan duramente los profetas del siglo vm; su fe les decaque al verdadero Dios son insoportables e incompatibles lasolemnidad litrgica y los crmenes de injusticia (Is 1,13); in-cluso llegan a decir que se conoce a Dios yada hebraico

    P. Jess Espeja, O.P.

    278

  • significa tener experiencia practicando la justicia y traba-jando por rectificar la situacin injusta en que los pobres su-fren la humillacin (Jer 22,16). Conviene destacar que la jus-ticia de Dios incluye tambin la dimensin econmica; segnla revelacin bblica, las personas a quienes se hace justicia sonlos socialmente marginados; los hurfanos y las viudas; el pue-blo abandonado y explotado.

    Esta justicia de Dios desborda los estrechos lmites de lolegal, porque brota de un corazn compasivo y est motivadapor el amor sin paga ni retorno. La gratuidad en la eleccin yen la Alianza, en las intervenciones de Yahv para librar de susenemigos al pueblo, dan a la justicia divina una calidad incon-trolable por la justicia que mide a cada uno por el rendimien-to en su trabajo y por sus mritos.

    As lo experiment y vivi Jess de Nazaret. Animado porel Espritu o fuerza de Dios, trat de rectificar lo torcido por la utilizacin egosta de las riquezas, la manipulacin de lasleyes y de las prcticas religiosas. Respiraba los sentimientosdel Padre que quiere la fraternidad entre todos los hombres,y no soportaba la marginacin injusta de los pobres, frutoamargo de una organizacin social deshumanizada. En el fon-do viva una experiencia decisiva: Dios es justo no tanto por-que d a cada uno lo que merece, sino porque concede gra-tuitamente a todos lo que necesitan. Porque su justicia brotadel corazn, el dueo de la via paga salario completo tam-bin al obrero que llega cuando ya termina el tajo; en cual-quier caso tiene unas necesidades que deben ser atendidas.Aunque no lo merece, tambin el hijo prdigo necesita sentir-se acogido y perdonado.

    La justicia del Evangelio no se agota en un cuerpo de le-yes. El cdigo de la comunidad cristiana es el amor, que simul-

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    279

  • tneamente fructifica en justicia y en perdn: La autntica mi-sericordia es, por decirlo as, la fuente ms profunda de la jus-ticia (DM, 14).

    c) Sinceridad y fiabilidad

    La palabra hebrea emeth verdad significa ser slido, se-guro, digno de confianza. No es el concepto griego de ver-dad: conformidad de la mente con la realidad objetiva; se re-fiere, ms bien, a la virtud o cualidad moral.

    Segn la revelacin bblica, Dios es fiel: Guarda su alianzay su amor por mil generaciones (Dt 7,9); sus palabras sonverdad (2 Sam 7,28). No dice una cosa y luego hace otra; ensu actuar no hay hipocresa ni engao; precisamente porqueacta con amor gratuito; con frecuencia en el A. T. la compa-sin y la verdad van unidas: Amor y lealtad ante su tronomarchan (Sal 89,15).

    Jess de Nazaret experiment esa verdad de Dios y se fitotalmente; los primeros cristianos le proclama iniciador yconsumador de la fe, primognito de los creyentes (Heb12,2).Toda la conducta de Jess llev la marca de lo verdade-ro, de la coherencia; lo reconocieron hasta sus mismos enemi-gos: Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importade nadie, porque no miras la condicin de las personas, sinoque enseas con franqueza el camino de Dios (Me 12,14).

    El gran pecado de las clases dirigentes en la Palestina deaquel tiempo fue la hipocresa que desfiguraba incluso a la ley ya la religin para mantener intereses egostas y asegurar posi-ciones de privilegio social. Esos dirigentes dicen una cosa y prac-

    P. Jess Espeja, O.P.

    280

  • tican otra (Mt 23,3); hacen limosna, guardan el sbado y orande pie para ser vistos y para que socialmente se les considere;son hipcritas, en su intimidad anida la mentira, no son perme-ables a los sentimientos de mi misericordia ni a los imperativosde justicia (cf. Mc 3,5; Lc 12,1; Mt 6,5,7; 23,14 y 15). Cegadospor su egosmo, no dejan que la luz de la verdad entre y clarifi-que su vida. El Evangelio abre un camino nuevo a quienes cons-ciente y humildemente reconocen que no ven; pero des-concierta y vuelve ciegos a los que cierran su corazn en el or-gullo (cf. Lc 12,56-57; Jn 9,39-41).

    Compasin, justicia y fidelidad son notas o aspectos inse-parablemente .unidos en la nica experiencia que la revelacinbblica nos ofrece sobre Dios. La compasin no se reduce aun sentimiento; slo prueba su verdad en la prctica de la jus-ticia.Y esta prctica es versin histrica de la compasin y le-altad en que ya no hay espacio para las hipocresas. La con-ducta divina que se hace palpable para nosotros en Jesucristo,es invitacin y garanta para una civilizacin del amor.

    2. La dignidad del hombre

    a) Segn el relato bblico de la creacin, Dios se proyec-ta con amor gratuito. Quiere dar a los hombres su fe-licidad como intenta dejar bien claro el Yahvista enGen 2,4b-25: la tierra debe ser un paraso y no un va-lle de lgrimas; ah el hombre se realiza como imagende Dios porque ama y vive reconciliado consigo mis-mo y con todas las criaturas; epifana de Dios, el hom-bre ha sido creado para relacionarse con los otros enamor y solidariamente.

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    281

  • La esfera del pecado (Gen 4,11) viene a ser el mbi-to en que los hombres oprimen y matan a los hom-bres. Pero la palabra definitiva sobre los orgenes delmundo y el destino de la raza humana, no es la torrede Babel, sino la vocacin de Abraham: en l sernbenditas todas las familias de la tierra, que guardarnel camino de Yahv practicando la justicia y el dere-cho (Gen 18,19). Leyendo la Biblia, da la impresinde que lo divino es razn determinante de los sereshumanos; el hombre viene a ser como hijo amado deDios que no puede permanecer insensible ante lamarginacin injusta y la sangre derramada (cf. Gn 4;y la reaccin de los profetas ante la opresin de lospobres, por ejemplo, Is 1 y 5, 5-7). El Dios de Abra-ham, de Isaac y de Jacob es una frmula para expre-sar la proteccin divina en favor de los hombres. Deah que a lo largo de la historia bblica se alimente laesperanza de liberacin para los que no cuentan en la sociedad.

    b) Jess de Nazaret vivi la inclinacin gratuita de Dioshacia los hombres con intensidad singular. Estaba con-vencido de que Dios hace suya la causa del hombre;su verdadera gloria es que todos los hombres tenganvida en abundancia (Jn 10,10). Esa conviccin ntimale llev a enfrentarse con el ejercicio vigente de la jus-ticia, con el absolutismo de las leyes y con las inter-pretaciones adulteradas de la tradicin. Esas referen-cias o criterios sociales no son vlidos cuando margi-nan a los hombres y aplastan a los ms pobres (Res-pecto a la ley religiosa (Me 3); en cuanto a la tradicin(Me 7); tambin la justicia (Le 15,11-32; Mt 20,1-15).

    P. Jess Espeja, O.P.

    282

  • Segn el Evangelio, un hombre vale ms que todos losmedios de produccin (Mt 12,12), es sujeto de aten-ciones por s mismo y su persona es insustituible (Le15,4-7). Cuando no tiene con qu vestirse, sufre ham-bre o enfermedad, cuando en la oscuridad de la cr-cel queda solo y olvidado, cuando ya nadie le conside-ra socialmente, todava entonces Dios le acompaacomo imperativo de amor y de justicia.

    c) En el Vaticano II la Iglesia fue muy sensible a su voca-cin de amor y solidaridad con todos los hombres enquienes ya el Espritu va realizando su obra de gracia.Fiel a esta visin, Juan Pablo II ha dicho: El hombre enla plena verdad de su existencia, de su ser personal ya la vez de su ser comunitario y social... es el primercamino que la Iglesia recorre en el cumplimiento desu misin (Encclica Redemptor Hominis, 14). Ella ex-perimenta un profundo estupor respecto al valor ydignidad del hombre (que) se llama evangelio, es decir,buena noticia (Ibd., 10). En ese clima contemplativonacen las nuevas relaciones humanas.

    3. Reino de Dios, o la nueva civilizacin

    Cuando nos dejamos transformar por la verdad de Dios ypor la verdad del hombre manifestadas en Jesucristo, vivimosla experiencia cristiana que genera una civilizacin del amor;nuevas relaciones en ternura y en justicia. A esta nueva convi-vencia Jess llam Reinado de Dios.

    Siguiendo lo que venimos diciendo, damos un paso ms. Lafundamentacin teolgica de la civilizacin del amor, nos per-

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    283

  • miten tambin precisar cmo se articula en espiritualidad: unaprctica de Dios realizada por el hombre, y una recta prcticade convivencia humana.

    a) Teopraxis

    La fe cristiana es conocimiento terico y prctico sobreDios, cuyos sentimientos hacemos nuestras gracias al Espritu.La fe nos une a la vida de Dios; por el pensamiento amantenos hace partcipes de su pensamiento y de su amor; por esosignifica una entrega total a ese conocimiento gratuitamenterecibido, que incluye la caridad y la esperanza.

    El Sermn del Monte trae gran novedad. Jess no revocala Ley con todas sus exigencias; ms bien la completa, la llevams all, porque hay una motivacin interior nueva. San Pablodice que recibimos la justificacin misericordia y justiciacomo don de gracia (Rom 3,24).

    El Padre de la misericordia, que hace justicia y protege alos desvalidos, es fuerza y fuente de nuestras acciones buenasy justas. La invitacin del Evangelio a ser perfectos o misericor-diosos como el Padre (Mt 5,48; Le 6,36) supone dejarse ani-mar por los sentimientos de Dios, que ha infundido en nos-otros el Espritu. Quienes se mueven con estos sentimientosson bienaventurados (Mt 5,7). Cuando los hombres actancon amor y con justicia, construyen la verdadera paz; con todarazn los pacficos son llamados hijos de Dios (Mt 5,9).

    En la experiencia cristiana hay originariamente una partici-pacin del ser divino, una sintona con su voluntad, que hist-ricamente se manifiesta en actitudes y en actos; por eso habla-

    P. Jess Espeja, O.P.

    284

  • mos de teopraxis. Hay en el fondo nueva motivacin inte-rior, que va ms all de toda ley, y no se apaga con el fracasode las mediaciones. No es cuestin de amar slo a los amigosni de prestar slo el servicio que est mandado; hay que amartambin a los enemigos; el que se mueve con los sentimientosde Dios, no se conforma con matar fsicamente, renuncia demodo espontneo tambin al asesinato de intencin. Cuandouno ha experimentado la misericordia del Padre, acoge al quese acerca vengativo y procura liberarle de su propia violenciaofrecindole un corazn pacificado (Mt 5,21-48). Porque lagracia es motivacin bsica del compromiso temporal cristia-no, ste no se apaga ni apacigua con los fracasos o xitos en lasmediaciones sociopolticas; lleva en su inspiracin un hlito de gratuidad, que toma cuerpo en las mediaciones sociales, yva ms all de cualquier conquista o fracaso polticos.

    Amor y justicia son inseparables en la experiencia o cono-cimiento de verdadero Dios. Segn San Juan, todo el queama es nacido de Dios y a Dios conoce (1 Jn 4,7); pero enla misma carta escribe: Todo el que obra la justicia es nacidode Dios (2,29). El amor se hace concreto y eficaz en la prc-tica de la justicia, en el empeo tenaz por rectificar lo torcido.La justicia obedece a una exigencia del amor que da una im-pronta peculiar ; la justicia evanglica permite superar todas lasinterpretaciones miopes y farisaicas de la justicia (Mt 5,20); elque acte con este nuevo espritu descubrir siempre a suprjimo en el hombre maltratado junto al camino (Le 10,30-37). El rico Epuln y el hombre rico de la parbola que alma-cena una gran cosecha son insensatos porque no son sensi-bles a la indigencia de los pobres. Finalmente, la misericordiaconfiere a la justicia un contenido nuevo que se expresa de lamanera ms sencilla y plena en el perdn (DM, 14).

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    285

  • b) Ortopraxis entre los hombres

    La civilizacin del amor tiene su fuente y asiento en esafuerza que Dios infunde gratuitamente a los hombres. Un es-pritu nuevo que nos libera del egosmo y de falsas segurida-des, nos permite practicar espontneamente la justicia de Diosy establecer nuevas relaciones entre los hombres. A la convi-vencia en el amor y en la justicia sin hipocresas, el Evangeliolo llama Reino de Dios.

    Es la imagen bblica que Jess propuso como smbolo de lasalvacin que irrumpe. Una imagen social, para dar a entenderque la salvacin no es una forma individualista o aislada de fe-licidad. Nos alcanza en alma y en cuerpo; como individuos ycomo miembros de una sociedad; como sujetos de necesida-des materiales y anhelante todava de gozo ilimitado.

    Jess habl de la llegada del Reino como liberacin; y loscristianos confesamos que ha llegado ya este Reino trascen-dente por ser gratuito y total. Pero debemos puntualizar bienel significado y alcanc de estos dos calificativos.

    La liberacin que Jess ofrece como buena noticia es undon gratuito. As podemos reconocer la mano de Dios en to-das las liberaciones parciales que se van logrando dentro denuestra historia. Pero esa gratuidad no dispensa, ms bien exi-ge un esfuerzo constante de los hombres para llegar a ser li-bres.

    Tambin decimos que la liberacin evanglica es total;pero esa totalidad debe ser rectamente interpretada. Precisa-mente por ser total, incluye la liberacin poltica, econmica ycultural; de la mujer del negro y del amarillo. No es paralela nipor encima de, sino que se realiza en todas las liberaciones

    P. Jess Espeja, O.P.

    286

  • que ya tienen lugar en la historia; y las trasciende, va ms allde todas ellas, porque, inspirada y realizada en el amor, no pac-ta con el egosmo, causa original de todas las alienaciones. Por-que la liberacin de Cristo ataca directamente al pecado y asus consecuencias, es liberacin trascendente y definitiva.

    Esta liberacin cristiana que podemos llamar integral de-termina las nuevas relaciones entre los hombres en una civili-zacin del amor. Segn el Evangelio, esas relaciones tienen susvalores y exigencias:

    1. Reconocer en todos la igual dignidad humana, tratn-doles con respeto y amor; sentir profundo estuporante la dignidad del hombre. No concedemos es-pecial dignidad a personas segn el status social, suforma de vestir o el color de su piel? Jess de Naza-ret rompi con todos esos criterios convencionales; loshonorables de su tiempo le acusaron de ser amigode los socialmente marginados, de gentes sin ley y depecadores. En una visin cristiana tienen igual digni-dad y valor el nio que muere de hambre, el jovenparado porque no encuentra trabajo y el gobernantede turno en la Casa Blanca.

    2. Solidaridad humana sin fronteras. En la sociedad pa-lestinense donde vivi Jess haba grupos enfrenta-dos; los mismos judos excluan de su amistad a lospaganos. Jess rompi barreras, sali de su grupo re-ligioso, de su mbito social y de su clan familiar con-vencido de que todos los hombres eran sus herma-nos (Le 8,21). Buena pista para nuestro mundo inso-lidario y antisolidario. Hay ciertos acuerdos entre los poderosos para asegurarse mutuamente contra lasjustas reivindicaciones de los pobres; pero esta misma

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    287

  • solidaridad hipcrita hace imposible la verdadera soli-daridad del que piensa no slo qu ser de m,sino qu ser de los otros, especialmente de los mspobres.

    3. En actitud de servicio. Con la llegada del Reino, en lacivilizacin del amor, tambin cambia el ejercicio delpoder. Jess rechaz como falso valor la independen-cia y dominio sobre los otros. El hombre nuevo, mo-tivado por la misericordia y justicia de Dios, no bus-car su seguridad ni su prestigio. Estar dispuesto aservir a los dems perdiendo la vida para que naz-ca la comunidad nueva, o Reino de Dios donde to-dos puedan vivir como hermanos y en libertad (Mt6,35). Servicio quiere decir inclinacin a favor de al-guien, atencin a sus demandas y prestacin para sa-tisfacerlas. Un dinamismo nuevo que desmonta losantagonismos actuales del poder, y es incompatiblecon la ideologa de la dominacin que hoy deshuma-niza las relaciones entre los hombres y entre los pue-blos.

    4. Compartir y repartir el dinero y las posesiones. SanLucas destaca bien este imperativo evanglico, de-nunciando el engao de quienes acaparan riquezas,olvidando a los pobres que viven con ellos en la mis-ma sociedad. El discpulo de Jesucristo no puede ser-vir a Dios y a las riquezas. La solidaridad con los me-nos favorecidos econmicamente pertenece al n-cleo central de la espiritualidad evanglica. Si no secomparten y reparten los bienes de la tierra, creadospara todos los hombres, no hay justicia de Dios y nollegar la civilizacin del amor.

    P. Jess Espeja, O.P.

    288

  • Esta nueva civilizacin tiene su fundamentacin teol-gica en la experiencia del Dios verdadero y en elprofundo estupor ante la dignidad del hombre. Sedefine como teopraxis y como ortopraxis humana.Nuevas relaciones entre los hombres y entre lospueblos, inspiradas en el respeto y en el amor a to-dos, en la solidaridad autntica y en actitud de servi-cio compartiendo con los dems lo que cada uno esy tiene.

    EXIGENCIAS SOCIALES

    Con lo dicho ya queda diseado un programa social, tanurgente como decisivo para caminar hacia esa civilizacin delamor con la que todos soamos en nuestra intimidad.Vamosa concretar un poco ms.

    1. La persona humana es social

    La organizacin de la sociedad repercute para bien o paramal en la dignificacin del hombre. El amor al prjimo tieneuna dimensin individual y una dimensin social. El entornodel hombre son los otros hombres, pero su relacin con ellosse verifica y tamiza en las mediaciones econmicas, polticas yreligiosas. Ah entran las distintas ideologas que pueden facili-tar o hacer imposible la realizacin de los derechos humanos.Fijndonos en lo que venimos diciendo sobre la verdad deDios, la verdad del hombre y los imperativos ticos que con-lleva la civilizacin del amor, sugerimos algunas aplicaciones ydejando campo abierto para que se hagan otras.

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    289

  • 2. Tres cualidades unidas

    En la experiencia bblica sobre Dios y sobre las relacionesque deben vivir los hombres, compasin, justicia y veracidadson virtudes inseparablemente unidas. Esta observacin traesus implicaciones.

    a) Compasin, sensibilidad cristiana y justicia

    Si decimos que creemos, conocemos y tenemos experien-cia del Dios verdadero, mientras somos insensibles o perma-necemos pasivos ante los sufrimientos de los hombres y elempobrecimiento de los pueblos pobres, nuestra experienciaes falsa. Esta sensibilidad es una gracia, pertenece a la misma fecristiana, que contempla con profundo estupor al hombre,imagen viva e histrica de Dios.

    La compasin se traduce y verifica en la prctica de la justi-cia. No vale un amor abstracto, porque los hombres viven den-tro de un tejido social y en una situacin concreta. Por eso elamor fructifica y prueba su verdad en la prctica de la justicia.En la Biblia justicia y amor se refieren a toda la persona, cuer-po y alma, individual y social; no cabe la distincin sutil del amorpara las relaciones personales, y de la justicia para las relacionessociales. El trmino gape amor significa sentimiento de vivirjuntos, solidaridad corresponsable, preocupacin desinteresadade unos por otros. El amor verdadero, participacin de la mise-ricordia divina, se hace pasin por liberar al hombre de todassus alienaciones. Exige y promueve los cambios estructuralesnecesarios para que todos puedan vivir, y acepta los conflictosque sobrevengan en la bsqueda de esa liberacin.

    P. Jess Espeja, O.P.

    290

  • Jess de Nazaret no gast sus energas en teorizar sobrelos derechos humanos o la opcin preferencial por los pobres;ms bien actu en favor de cada hombre marginado en la so-ciedad palestinense de su tiempo. Hace unos aos MonseorRomero explicaba: mientras la Iglesia opte por los pobres enabstracto, no pasa nada; pero sufre persecucin si opta porlos pobres reales y no ficticios, por los realmente oprimidos yreprimidos (Dimensin poltica de la fe desde la opcin porlos pobres: en Cese la represin! (Madrid, 1980), 111). La mise-ricordia es movimiento eficaz en favor del hombre deshuma-nizado por una situacin concreta de miseria. Parece impor-tante esa concrecin no slo en el mundo que teoriza sobrederechos humanos mientras millones de hombres muerenaplastados, sino tambin dentro de la Iglesia que corre peligrode reducir el amor preferencial a los pobres en una frase va-ca y sin sentido.

    Cmo hablar de amor y compasin en una sociedadmundial donde los pueblos econmicamente ms dbilesse ven hipotecados por una deuda exterior insuperable? Lacivilizacin marcada por el egosmo del ms fuerte narcoti-za nuestras entraas de misericordia; nos acostumbramos aver con indiferencia cmo en los pueblos ms pobres mu-chos hombres mueren de hambre, mientras los pases ricosno saben cmo almacenar los excedentes de produccin;vemos con normalidad el paro y la delincuencia juvenil,mientras los recursos de la tierra se destinan a fabricar ar-mamentos para mantener la rivalidad y dominio de unospor otros. La espiral de violencia que hoy determina la or-ganizacin del mundo tiene salida lgica en una guerra uni-versal. Slo el amor puede cambiar nuestro corazn de pie-dra.

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    291

  • b) Corregir concepciones defectuosas sobre lo justo

    Siendo la justicia una prctica histrica del amor en situa-ciones de injusticia, se imponen tambin algunos correctivos aideas superficiales y legalistas sobre lo justo.

    Justicia es rectificar lo torcido; enderezar lo que no respon-de al designio del Creador, segn el cual todos los hombrestienen derecho a la vida, sean blancos o negros, nigerianos orusos, esa justicia da validez a los cdigos escritos por loshombres, no a la inversa. Muchas veces prostituidos en su for-mulacin o aplicacin, esos cdigos pueden calificar de legaleso ilegales a los actos, pero no alcanzan la verdad de la justicia.sta slo es verdadera cuando responde a la voluntad deDios: que todos los hombres tengan vida en abundancia.

    Segn esta voluntad, sabemos que todos los bienes de latierra estn destinados fundamentalmente a toda la Humani-dad repartida por el mundo. Nadie debe acapararlos egosta-mente, se impone hacer justicia, rectificar lo torcido. La propie-dad privada de los medios de produccin, sean los propieta-rios individuos o naciones, no es un derecho absoluto, y es in-justo cuando impide la realizacin de otro derecho fundamen-tal, que todos los hombres y pueblos tienen a ser sujetosresponsables y activos en la marcha de la historia.

    Por eso no es limosna poner al servicio de los dems do-nes y bienes recibidos. Quedan muy por debajo de la justiciaesas concesiones paternalistas que, como migajas, los pases ri-cos dejan caer sobre los pases pobres, previa e injustamentedesprovistos de sus recursos naturales y sometidos al subde-sarrollo. Ningn pueblo, valindose de su podero, tiene dere-cho a impedir la libre autogestin de otro mientras respete ypromueva el bien comn de las naciones.

    P. Jess Espeja, O.P.

    292

  • El mundo actual produce recursos materiales de sobra.Qu se hace con ellos? Recientemente, la Conferencia Epis-copal de los EE. UU. ha publicado una Carta Pastoral con ttu-lo bien significativo: Justicia econmica para todos. Es la jus-ticia verdadera, la justicia de Dios; ese nuevo espritu en elamor, donde nadie puede ser indiferente para nadie y todosacreedores de la misma consideracin.

    Cuando el pueblo elegido se vea entre dos grandes impe-rios, polticamente se impona un pacto con uno de ellos paraasegurar la supervivencia. Pero los profetas, que no eran pol-ticos sino profundamente religiosos, insistan en la neutralidad.Les resultaba intolerable la idolatra del poder que oprime alos pobres y, arrogndose las prerrogativas de la divinidad, im-pide la autodeterminacin de los pueblos. Nuestra opcin porla justicia hoy, no tendr que ser clara y tenaz denuncia con-tra todo imperialismo cultural, econmico y poltico?

    Esa denuncia que conllevar conflicto y lucha debe fructifi-car en clima de misericordia, pues la justicia de Dios y el amorvan unidos. La compasin debe ser alma en todas las activida-des que los cristianos llevan a cabo para transformar la reali-dad, y ha de ser imperativo tico en todos sus compromisospor revolucionarios y agresivos que puedan ser. Hay una mo-tivacin de amor que va ms all de las ambiciones de podery corrige cualquier sentimiento de venganza.

    c) Hipocresa personal e hipocresa estructural

    Dios es veraz y fiel a su palabra; el Verdadero, segn la ex-presin de 1 Jn 5,20; en su intervencin a favor nuestro no ca-ben ni el egosmo ni la hipocresa. As se manifest en Jess de

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    293

  • Nazaret, que desenmascarar las conductas hipcritas de supueblo y fue vctima de sus mentiras.

    El sentido de la justicia y ltimamente de nuevas relacioneshumanas se han despertado con fuerza y a gran escala en elmundo contemporneo. Pero en la prctica llevan la delante-ra, la marginacin de los pobres, el desprecio y la crueldad, elrencor y el odio. Qu est sucediendo?

    Conviene traer aqu la enseanza de Rom 1,18. Se refierea los paganos que tambin reciben la luz de Dios, pero noperciben esa revelacin porque matan la verdad con la injus-ticia. En trminos joneos, no llegan a la luz porque no ha-cen la verdad (1 Jn 1,5-7); tienen la ceguera producida porsus intereses egostas. Es lo que ahora llamamos ideologizaciny pecado: actitudes y conductas antisolidarias, cuya motiva-cin son valores y objetivos que se oponen a la convivenciafraterna de los hombres y de los pueblos, narcotizando y apa-gando los sentimientos nobles de la Humanidad.

    Segn Rom 3,23, todos somos pecadores. Llevamos esa in-clinacin al egosmo; es como una tendencia de insolidaridad;un miedo del ser indigente a perder falsas apoyaturas. Cadauno fabricamos nuestros dolos, que topamos con las notas delo divino: ultimidad, autojustificacin e intocabilidad. Esos dolosnos cierran en nuestra propia miseria y nos aslan de los de-ms; nos hacen perder lo ms autntico del hombre: ser ima-gen de Dios, que es comunin y fraternidad. La fe cristianacomo teopraxis nos libera de las idolatras que son el pecado.

    Pero el mal con sus dolos e intereses bastardos, que ya es-tn dentro del corazn humano, tambin se implanta en el te-jido social, que no se identifica con la persona pero de algnmodo determina su conducta. En nuestro entorno hay una je-

    P. Jess Espeja, O.P.

    294

  • rarqua de valores, unas ideologas y unos objetivos ambienta-les que influyen necesariamente sobre nuestra forma de pen-sar y de actuar. Como tambin ah clava sus garras el egosmo,hay tambin un pecado social o estructural, una violencia ins-titucionalizada, una hipocresa pblica.

    Jess denunci esa ideologizacin egosta en la sociedadde su tiempo cuando los dirigentes religiosos del pueblo apa-rentaban ahogarse por un comino y se tragaban un camello;su celo por la ley era pretexto para mantener su seguridad yprestigio sociales; por acudir a las prcticas religiosas, dejabanque los hombres muriesen abandonados junto al camino.

    Tambin hoy tenemos casos de nefasta ideologizacin. Esbien clara en el absolutismo mtico que se concede a la pro-piedad privada o a la seguridad nacional. Pero con frecuenciase ha ideologizado tambin el trmino desarrollo, que man-tiene a los pases ms dbiles en dependencia inhumana y es-clavizante, no vemos en el seno de los mismos pueblos des-arrollados esa ideologa de dominacin que genera la enfer-medad grave del paro y la pobreza en muchos sectores? Aca-so no es una mentira evidente conceder a los pueblos subde-sarrollados una independencia poltica, mientras se les tienesubyugados mediante el neocolonialismo econmico? Cuntasveces el racismo se ha puesto como excusa para explotacinde los pobres; se pueden marchar de Surfrica los blancos eu-ropeos, pero han dejado impreso el inters egosta y su ambi-cin desmedida en las oligarquas negras, que siguen dominan-do y matando a las mayoras pobres de su misma raza.

    En el fondo hay una ideologizacin imperialista. Una men-talidad de pirmide: los que dominan en la cspide imponensus valores a todos los dems; los pases pobres quedan ven-

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    295

  • didos al no poder saldar sus deudas, y los que intentan salir dela pirmide sufren la desestabilizacin econmica que no pue-den soportar. Es la mentalidad diablica que corroe tambin alos proyectos democrticos, donde imponen su ley no quienesvotan en las urnas o salen triunfadores de las mismas, sino losque tienen el poder o fuerza econmica.

    3. Llamada urgente para los cristianos

    La encclica Dives in Misericordia indica la misin que demodo especial hoy debe realizar la Iglesia: Profesar y pro-clamar la misericordia divina en toda su verdad tal cual hasido transmitida por la revelacin (DM,13). Pero no es po-sible anunciar este mensaje, que constituye la esencia delethos evanglico, sin el compromiso de los cristianos en latransformacin de la sociedad, inspirado en el amor, preo-cupado de la justicia y limpio de hipocresas. Slo as la Igle-sia puede ser hoy vibrante llamada a la misericordia(DM,2).

    a) Peligro de ideologizacin egosta

    Los intereses y la mentalidad ambientales se extienden atodo el hecho social, incluida la religin; la Iglesia se ve alcan-zada tambin por esas valoraciones sociales. En su reciente vi-sita pastoral a Chile, Juan Pablo II no slo denunci la ideolo-ga que proclama la violencia y el odio, sino tambin los do-los de la riqueza, la codicia de tener, el consumismo fcil, eldolo del poder como dominio sobre los dems; el dolo delsexo y del placer (A los jvenes de Chile, l. c.).

    P. Jess Espeja, O.P.

    296

  • 1. La violencia vindicativa y el odio son tentacin para elcompromiso del cristiano que debe actuar con los sen-timientos de Dios misericordioso y justo. Pero hay unaviolencia que llamaramos directa y otra indirecta o es-tructural tan real como la primera, si bien ms sutil. Estaviolencia estructural es resultado de cada uno y de to-dos los pecados personales que toman cuerpo en la or-ganizacin social y causan la muerte de muchos; se ha-bla de violencia institucionalizada.Teniendo en cuentala interdependencia de todos los pueblos y las escanda-losas diferencias econmicas entre los mismos, no cabela neutralidad. Slo a modo de ejemplo, no est mante-niendo la violencia institucionalizada en la organizacinactual del mundo esa mentalidad y prctica consumistaque contagia tambin a los cristianos? Cada uno tendr-amos que hacernos la pregunta: Con mi forma de viviry de actuar soy parte del pecado social, de la injusticiareinante, o colaboro a la solucin del problema? Si nosomos conscientes de que todos nuestros empeos porconstruir un mundo de ternura y de justicia nacen den-tro de un sistema mundial que conlleva la violencia, pue-de ocurrir que acciones vlidas en s mismas no se veanlibres de la hipocresa: puede haber organizaciones cris-tianas de pases desarrollados que presten cuantiosasayudas econmicas para obras de promocin en pue-blos del Tercer Mundo, sin cuestionar para nada la ex-portacin de armas a esos mismos pueblos ni el sistemaeconmico internacional injusto los propios pases ricos.

    2. Tampoco el odio puede tener espacio en el coraznque viva la experiencia de Dios, amor a la misericor-dia. Pero no menos evanglicos; son el desentendi-

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    297

  • miento, la indiferencia o el desprecio de los otros. Esverdad que la venganza y el odio circulan hoy por to-dos los pueblos del mundo; pero en los pases msdesarrollados la insolidaridad se presenta ms biencomo aislamiento egosta, desconfianza y despreocu-pacin hacia los problemas de los otros, no slo den-tro de la misma sociedad nacional, sino tambin respecto a los dems pueblos del mundo. Cuandoesto sucede, hay una ideologizacin deformante delcristianismo. El que ha experimentado en s mismo lajusticia de Dios se siente fraternalmente unido a to-dos los hombres y responsable de cada uno; sin laprctica de la justicia, su dilogo con el verdaderoDios en la oracin y en la vida cotidiana es sencilla-mente imposible.

    3. Est en el fondo la ideologizacin del poder comodominio de los dems. Fue una tentacin vencida porJess de Nazaret, sigue siendo tentacin para los cris-tianos. Para aumentar posiciones de poder se distin-guen y se colocan por separado la fe y la justicia; comosi fuera posible ser creyente cristiano sin emprenderuna prctica de autntica solidaridad. Se ve ya el con-sorcio antievanglico de los cristianos con el poder,cuando se acomodan a la mentalidad y patrn de vidaen la sociedad aburguesada, despreocupndose de tan-tos hombres que mueren de hambre. Pero a veces laideologizacin es ms palpable. Hace poco varias con-fesiones cristianas publicaron el documento Kairos,comentario teolgico sobre la crisis poltica de Surfri-ca; con un talante proftico denuncia la llamada teo-loga del Estado, que manipula conceptos bblicos

    P. Jess Espeja, O.P.

    298

  • para justificar los intereses egostas de los poderososgobernantes que someten y maltratan a las mayorasde nativos negros. Slo una Iglesia, ideologizada por elpoder, puede ofrecer unos capellanes para que infun-dan coraje y bendigan a las fuerzas militares que de-fienden los intereses de gobernantes que matan a ni-os inocentes y a pobres indefensos.

    b) El pecado y sus consecuencias

    Es un caso de posible ideologizacin que merece ser teni-do en cuenta. Recordemos que nuestros pecados son en pri-mer lugar un mal contra nosotros mismos: llamados a crearcomunidad nos deshumanizamos cerrndonos en nosotrosmismos y desoyendo las necesidades de los otros; as perjudi-camos a los dems negndoles nuestro apoyo, y consiguiente-mente ofendemos a Dios que nos cre para que vivamos ynos relacionemos en solidaridad de amor. Consecuencia denuestras acciones injustas es el pecado social que maya o nodeja vivir a los hombres.

    Con frecuencia los cristianos urgimos la liberacin del pe-cado, pero a veces olvidamos las consecuencias del mismo.As, mientras nosotros nos quedamos en la conversin perso-nal, otros organizan movimientos para liberar a los hombres ya los pueblos de las consecuencias del pecado: hambre, margi-nacin de los pueblos, imperialismo dominante.

    Quien, movido por la compasin de Dios, quiera practicarla justicia sin mentiras, no puede olvidar ningn frente: ni el pe-cado personal ni las consecuencias del mismo. Hay muchaspersonas en la sociedad humana que sufren esas consecuen-

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    299

  • cias de nuestro egosmo. Cuntos mueren de hambre porabundancia desmedida de otros! Hablamos poco del pecadode omisin: elegimos no hacer nada, cuando tanto podemoshacer a favor de los dbiles; el Evangelio declara culpable alque se regala en un banquete, insensible a la existencia de po-bres que mendigan el pan. Muchas veces nos atormentamospor un pecado personal que apenas tiene consecuencias so-ciales negativas, y somos conscientes de actos u omisiones quecausan mal incalculable a miles de personas.

    c) Hay que discernir

    Porque la realidad social es muy compleja y es permanen-te la posibilidad de ideologizacin egosta, en la prctica de lajusticia se impone un fino discernimiento. Se ha dicho muchasveces: no es suficiente compartir nuestros bienes con los po-bres; hay que abolir las causas de la pobreza. La pretensin deavanzar hacia un mundo de humanidad y de justicia sin cam-biar la organizacin social vigente y el corazn del hombreque la mantiene, resulta ingenuo y hasta intil. Valga comoejemplo el trmino tan frecuentado de reconciliacin. Pue-de haber malentendidos entre hombres o pueblos que fcil-mente se reconcilian, llegan a un acuerdo, mediante dilogo ynegociacin. Pero esa receta no sirve cuando hay un pecadoestructural de injusticia que pueblos, grupos o personas quie-ren mantener a toda costa; entonces no es posible la negocia-cin, ni la conformidad del que opta por su seguridad antisoli-daria, y del que busca la justicia de Dios que brota del amor.No se pueden sentar a la misma mesa la hipocresa v la ver-dad. Sin el cambio estructural y el arrepentimiento que lo ga-rantice, no vale llamar a la reconciliacin.

    P. Jess Espeja, O.P.

    300

  • CONCLUSIN TESTIGOS DEL DIOS VERDADERO

    1. Es verdad que ninguno por nuestra cuenta podemosarreglar la situacin injusta del mundo; el mal nos des-borda, y sentimos la tentacin de abandonar la tarea.A ninguno se nos pide que rectifiquemos todo lo quehay de torcido en la sociedad, y mucho menos que lohagamos de golpe. Sin embargo, ese compromiso bro-ta espontneamente de la fe y proyecto cristianos:construir un mundo ms justo y fraterno que tengasus fundamentos en la verdad, establecido en las nor-mas de la justicia, sustentado y animado por la caridad,y finalmente realizado bajo los auspicios de la liber-tad (JUAN PABLO II, Encuentro con los habitantesde Santiago, l. c.). La civilizacin del amor es objetivode la vocacin cristiana, y no podemos renunciar a ella.Debemos construirla cada uno desde su posicin so-cial, desde su ambiente, utilizando los medios a su al-cance, grandes o pequeos (Ibd.).

    2. La urgencia es de prctica. El Vaticano II ya dej bien cla-ro que slo el testimonio de vida evanglica en la trans-parencia y en la humildad, es oferta vlida de la Iglesia. Pa-blo VI expres la demanda en la encclica Oct. Adv.: lapalabra de Dios no tendr eco en los hombres, si no vie-ne avalada por el testimonio y la potencia del Espritumanifiesta en la accin de los cristianos al servicio de sushermanos (N. 51). Esa prctica de convivencia sin domi-nacin, en el seno de la comunidad creyente y en la pre-sencia social de la misma, har que la Iglesia sea signo elo-cuente hacia una civilizacin del amor.

    La civilizacin del amor: fundamentacin teolgica e implicaciones sociales

    301

  • 3. Slo ah se prueba la verdad de la fe cristiana. Es im-portante hacerlo notar en nuestro mundo europeo,donde a veces se intenta compaginar esa fe con unaprctica idoltrica; hoy para nosotros es ms sutil y pe-ligroso el pecado de idolatra que la generalizada situa-cin de atesmo. El credo cristiano sobre Dios no sereduce a confesar su naturaleza infinita; experimenta-mos y creemos que Dios es comunin de personasdivinas, alegra eterna de compartir gratuitamente. Poreso ni el hombre individualista ni la sociedad de domi-nacin son imagen adecuada del Dios verdadero. Sloel hombre solidario, la convivencia o comunin en elamor y la justicia, reflejan y manifiestan el rostro de ladivinidad revelada en Jesucristo. Slo corazones solida-rios tienen experiencia cristiana y adoran a un Diostrinitario. Desde ah es posible una civilizacin delamor.

    P. Jess Espeja, O.P.

    302