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Ser hace un recorrido por la poesía de Cernuda poniendo de relieve una de las voces mas importantes de las que concurren en ella, la del héroe romántico, la del disidente. Zayas, F. (2002): “La farsa elogiosa. Ante el centenario del nacimiento de Luis Cernuda”, en Pasajes, 8, pp. 55-69.
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Vicente Be tán
Lo donzarino
Ramón Caya
Viñetas pora «Horo de FsDaño»
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sino de verme al fin comprendido enteramente. Gracias>>. «Aparte de los 60 años cumplidos, que el
número me recuerda, veo que tuve la suerte [...] de trabajar en soledad total y por eso en libertad total,
sin tener que considerar nada ni a nadie. El resultado de ese trabajo me lo presenta el número y me
lo devuelve hermoseado. No vi, al escribir durante esos cuarenta años, que un día tendría que dar
cuenta de mí y de mi trabajo, a otros. Entre varias cosas le debo a usted que esa cuenta, gracias a usted
dada y reunida aquí, resulte tan favorable>>. <<Gracias. Lo guardaré con los ejemplares que llevo siem-
pre conmigo de mis libros, como el mejor testimonio de mi trabajo y de mi vida>.
El contento que traslucen estas cartas ante el reconocimiento y estima de algunosjóvenes poe-
tas españoles nos lleva a algunos versos de <<A un poeta futuro» (Como quien espera el alba) que
declaran la esperanza del poeta de sobrevivir en su obra:
Cuando en días venideros (...)(...) lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte.
No de la letra vieja, mas del fondoVivo en tu entraña, con un afiin sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
(...)Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón alfin, y habré vivido.
La preocupación por el destino reservado a su obra -y con ella, a su vida misma, pues aqué-
lla es cifra de ésta- es recurrente a partir de Como quien espera el alba, cuando en torno a los cua-
renta años se agudiza la conciencia del paso del tiempo. Pero tan intenso como el deseo de que su
obra perdure es el temor de que ésta sea falseada; por ello, en la correspondencia arriba mencionada,
Cernuda precisa que su satisfacción es por verse «al ñn comprendido enteramente». Esta inquietud
también ha pasado a ser tema de algunos poemas. Por ejemplo, en la primera de las dos composi-
ciones de «Díptico español>> (Desolación de la Quimera), el poeta, ante la crítica que explica su poe-
sía como fruto de la separación y la nostalgia por la que fuera su tierra, advierte:
¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?
Hablan en el poeta voces varias:
Escuchemos su coro concertado,
Adonde la creída dominante
Es tan sólo unavoz entre las otras.
En <<Birds in the Night>>, también de Desolación de la Quimera, para expresar ese temor a la
falsificación de la vida y la obra del escritor, recurre a los casos de Rimbaud y Verlaine, quienes en
vida habían desafiado las normas morales y sociales y al morir fueron convertidos en glorias de la
patria tras ser acomodados convenientemente a los valores de la sociedad que los había rechazado:
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una ldpida
En casa 8 Great College Street, CamdenTown, Londres,
Adonde en Ltna habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vvieron, bebieron, trabaj aron, fornic aron,
Durante algunas breves semanas tormenfosas.
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«Nada más natural que las revistas literarias de la península publiquen homenajes al poeta:
"puesto que Cernuda ha muerto, viva, pues, Cernuda"; nada más natural, también, que poetas y crí-ticos, todos a una, cubran con una misma capa gris de elogios la obra de un espíritu que con admi-rable e inflexible terquedad no cesó nunca de afirmar st disidencia. Enterrado el poeta, podemos dis-
currir sin riesgo sobre su obra y hacerla decir lo que nos parece que debería haber dicho: ahí donde
él escribió separación, leeremos unión; Dios donde dijo demonio; patria, no tierra inhóspita; alma,
no cuerpo. Y si la "interpretación" resulta imposible, borraremos las palabras prohibidas -rabia, pla-
cer, asco, muchacho, pesadilla, soledad...>>
La realidad y el deseo, afirma Octavio Paz en el ensayo citado, es una biografía espiritual, suce-
sión de momentos vividos y reflexión sobre esas experiencias morales. En esta exploración de sí
mismo, Cemuda afirma con orgullo su irreductible diferencia; por ello, «servir a su memoria no puede
consistir en levantarle monumentos que, como todos los monumentos ocultan al muerto, sino ahon-
dar en esa verdad diferente y enfrentarla a la nuestra», es decir, a la del lector.
La inminencia de otra «farsa elogiosa>> con ocasión del centenario del nacimiento de LuisCernuda estimula a hacer una relectura de su obra que, sin desatender las voces varias que en
ella se conciertan, trate de poner el oído preferentemente en una de ellas, la del <<liberto en rup-
tura con todo». El recorrido por los poemas de l,a realidad y el deseo se iniciará con el poema «La
familia» (Como quien espera el alba). En é1, tras rememorar la opresiva atmósfera vivida en elámbito familiar, el poeta contrapone a aquellas rígidas normas y prohibiciones lo que considera
su verdadera identidad:
Pero algo mtis había, agazapado
Dentro de ti, como alimaña en cueva oscura,
Que no te dieron ellos, y eso eres:
Fuerza de soledad, en ti pensarte vivo,
Ganando tu verdad con tus enores.
Así, tan libremente, el agua brota y corre,
Sin servidumbre de mover batanes,
Irreductible al ma\ que es su destino.
Este poema hay que situarlo en el contexto de un periodo vital y poético en que Cernuda,asediado por la conciencia del tiempo y por la vacuidad del destierro, vuelve los ojos hacia elpasado en busca de una identidad con que sostener su vida. En esta meditación sobre el pasado,
el poeta se afirma en la soledad entendida como algo fructífero y en la libertad e independencia
moral para buscar la verdad de sí mismo. Estas palabras nos llevan en dos direcciones opuestas:
hacia atrás, a los versos de Los placeres prohibidos e Invocaciones, en los que la búsqueda de
esta verdad implica un enfrentamiento con los valores y normas sociales; y hacia delante, a
poemas como <<1936>>, de Desolación de la Quimera, en que la verdad de un hombre se convierteen la verdad de todos.
La realidad y el deseo se inicia con el canto a la hermosura del mundo, cuya amorosa presen-
cia -y el intenso deseo de poseerla anegándose en <<el vasto cuerpo de la creación»- está en el ori-gen de la conciencia que el poeta tiene de sí: <<El deseo me llevaba hacia la realidad que se ofrecíaa mis ojos como si sólo con su posesión pudiera alcanzar certeza de mi propia vida», afirma en «Pala-
bras antes de una lectura», ensayo sobre la índole de la experiencia poética en el que aparece por pri-mera vez la mención al conflicto entre realidady deseo 6. Pero el poeta comienza a percibir la fuga-
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Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.
(«Si el hombre pudiera decir»)
La ira y el sarcasmo ante las instituciones negadoras de la libertad se mantiene cuando Cer-
nuda, tras el fracaso del amor, busca el anhelo de eternidad en el deseo de goce y belleza entendido
como una fuerza elemental de larattraleza que le transpofa al mundo de los dioses antiguos. Uno
de los poemas más devastadores lo encontramos en «La gloria del poeta» (Invocaciones):
Los hombres, tú los conoces, hermano mío;
Mírales cómo enderezan su invisible corona
Mientras se borran en la sombra con sus mujeres al brazo,
Carga de suficiencia inconsciente,
Llevando a comedida distancia del pecho,
Como sacerdotes católicos la forma de su triste dios,
Los hijos conseguidos en unos minutos que se hurtaron al sueño
Para dedicarlos a la cohabitación, en la densa tiniebla conyugal
De sus cubiles, escalonados los unos sobre los otros.
Mírales perdidos en la naturaleTa,
Cómo enferman entre los graciosos castaños o los taciturnos plátanos,
Cómo levantan con avaricia el mentón,
Sintiendo un miedo oscuro morderles los talones.
Oye sus marmóreos preceptos
Sobre lo útil, lo normal y lo hermoso;
Óyeles dictar la ley del mundo, acotar el amor, dar canon a la belleza inexpresable
(...)
Cernuda ataca despiadadamente en este poema las convenciones consagradas de la fami-
lia, manifiesta su hostilidad contra el cristianismo, desprecia a aquellos que se ocupan de <<la caja,
el mostrador, la clínica, el bufete, el despacho oficial», arremete contra todo lo que hace del mundo
«esta sucia tierra donde el poeta se ahoga». A estos valores y formas de vida despreciables opone
el amor, la poesía, la fuerza y la belleza tal como fueron simbolizados por los dioses paganos,
«criaturas ideales, cuyo recuerdo puede estremecer la imaginación humana>>, según declara en
el texto de introducción a sus traducciones de Hólderlin, de 1935, época en que compone lnuo-
caciones. En el poema que abre esta sección de La realidady el deseo, <<A un muchacho anda-
luz», el poeta diviniza con su mirada amorosa a un hermoso joven al que descubre junto al mar,
<<entre pinos antiguos de perenne alegría>> y al que ve como «expresión armoniosa de aquel mismo
paraje>>. Tras convertirlo con su mirada en un dios adolescente (al modo como Júpiter rescata a
Ganímedes de su condición mortal) proclama su fe en una religión natural:
eI ep .so{u€Jou8r anb opunu Iep €loldruoJ ue8?IIIl BI ep eJqlunlsl^ BunSle» IBZrIeale B Bleod Ie
BAeil'pupJel ,( etcueuude er1uo 'oesep ,( pupr¡uer erlua olclguoc ¡e enb ¡9 ue equulrgs spnuJeJ 'BqIIIB
sgru BrcueJeJáJ ollceq Eq 3s enb IB «BJnlJol Bun ep seluu suJqeled» oÁBsua Ie ue epnuJeJ sIn-I Jod
Elsendxe eJIlgOd elcueuedxe el ep uglcderuoc BI Br1snll <<znlepue ot{cuqcntu un Y>> Er¡eod Ig(u¡sanu se BAISJno e'I) <<sarua7 sDl arrua ap s?4o sol8ls DpDilalsap
{. olot oatgdtoc {. frruuldsa oluouul oun ap DlSlDlsou q e [.'EllcÁetu BI EJEd elqISI^uI p€pqueJ
uun B euJoJuoc .eluoru¿Arlurlsur reprl el opuBInB 'seluoc rse enb o8seu Iep euruelpu BrBd uernBIB
seserAnl ou opBI IB enbunv .uoreluerro eI Á uoJecolord e1 seuernb uoJenJ socrugleq solrru sollenbu
?Iseod ul urJ€rl rl ue u,(Br¡ enb ugroeJrdse Jernblunc :€Uodurl ocod 'BpI^ ul ep sel¿Jodtuelul sEIIuoJ
sugerJ uoc solrru so¡elc eun enb epunJoJd pepllusnec EI secuolue seJelpueJduoc ou r;1 en}
¿Drnsoutaq q'ru894 pn\rua\d ns ua 'Dtop?
DrDd ou'to)
sacrya! uDt uoan! satqluoq sol odlaay orq ua opuDn) 'opDztul^lp orualwutns p aruD Dzaqoc ol nB
-alqop o Dqmlasua at as ?nb ro¿?'eluasne ¿I€elB uun ep oluelrullueseJd ¡e 'puorcer ugrcelqo uun ou
rs .gnursur es sepBBrB¡¡E ^( sepuoq sercueeJc snl ue seru :oglu un eJBd IIclJIp BSoc 'upnp ue sBIuod
BI ru .Ets9 s¿rlncslp ou lI 'ugISIIeJ uldoJd nl secuolue t)ImJEde el elspl 9n| '¡eu ol uqulruuse¡ 'ogel
IB Btuell sl otuoc olopugcgl^I^ 'Blseod BI epuop opuruu un uoJBIe^eJ e1 suurSgd sullenbY'EISoIolItu
ep oJqll un souulu sru ue gÁBc 'sounfl1e sosJe^ seseÁel enb seluu 'upIA EI ue ou¿Jd1llel uelg>>
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"idea divina del mundo que yace al fondo de la apariencia", según la frase de Fichte», y a intentar«fijar la belleza transitoria del mundo que percibe, refiriéndola al mundo invisible que presiente», es
decir, a un mundo en que la amenaza del tiempo no alcance a la hermosura de la nattraleza y, alabelleza de los cuerposjóvenes. Por ello, ante la contemplación del hermoso adolescente de .A un
muchacho andaluz», Cernuda afirma: «Entre los ateridos fantasmas que habitan nuestro mundo, /Eras tú una verdad, / Sola verdad que busco>>.
Pero el poeta desempeña su misión en una sociedad que, «a diferencia de aquellas que la pre-
cedieron, ha decidido prescindir del elemento misterioso inseparable de la vida». Por ello, además
de la pugna por dar eternidad a las cosas en sus poemas, ha de sostener una lucha con su ambiente
social. La hostilidad entre el poeta y la sociedad se declara directamente o se insinúa en numerosos
poemas. Ya nos hemos referido a la dura diatriba de <<La gloria del poeta» contra quienes imponen
las convenciones burguesas sobre lo útil, lo normal y lo hermoso, seres entre los que el poeta <<muere
a solas». Esta concepción del poeta como vate en conflicto con la sociedad («Nuestra mano her-
mosos versos que ofrecer al desdén de los hombres») se mantendrá a lo largo de toda su obra (aun-
que, como mostraremos más adelante, a partir de Las nubes lo que animará fundamentalmente lapoesía de Cernuda será la reflexión sobre su propia experiencia). Así, en «El poeta», al agradecer a
Juan Ramón Jiménez que le haya enseñado a mirar amorosamente la naturaleza, declara la oposi-
ción entre el poeta, quien da sentido con su mirada alabellezadel mundo, y los hombres ajenos a
«la imagen misteriosa y divina de las cosas»:
Con reverencia y amor así aprendiste,
Aunque en torno los hombres no curen de la imagen
Misteriosa y divina de las cosas,
De él a mirar quieto, como
Espejo, sin el cual la creación sería
Ciega, hasta hallar su mirada en el poeta.
En «A un poeta muerto (F. G. L.)» opone la obra de los hombres, portadora de amenaza de
muerte y destrucción, a la misión que tienen los poetas de rescatar la vida con su obra:
Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Tbda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero con su piedra en la mano.
Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.
En «A Larra con unas violetas>> se queja de que en la tierra («medida por los hombres, / Con
sus casas estrechas y matrimonios sórdidos, / Su venenosa opinión pública y sus revoluciones / Más
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la pobreza y chabacanería intelectual que se respiraba en España, de lo que supondría para el futuro
de la lírica española la ausencia prolongada de figuras como la de Luis Cernuda, "cada día más
agigantada entre lajuventud", y Leopoldo pedía, suplicaba a Cernuda que nos leyera algún poema
para hacerse una idea de lo que ahora estaba escribiendo. Luis se resistía, pero al final cedió:
"Rafael, déjame si tienes a mano, el poema que te traje el otro día."
Era una copia mecanografiada de "La familia". La botella de coñac iba muy disminuida. Mi
mujer y la mujer de Panero se negaron a probarlo, y ni Luis ni yo habíamos terminado la primera
copa. Luis empezó con su mejor voz velada (...) su voz imponía silencio, reclamaba atención. Alfinal de la primera estrofa:
Aquel concilio familiar, que tontos ya cantaron,
Bien que tú, de entraña dura, aún no has hecho,..
Leopoldo torció el gesto. Equivocando el silencio, Cernuda seguía leyendo entregado, serio,
confiado. Aludía ahora a los que le dieron el ser:
Suya no fue la culpa si te hicieron
En un rato de olvido indiferente,
Repitiendo tan sólo un gesto transmitido
Por otros y copiado sin una urgencia propia...
Leopoldo empezaba a agitarse mientras consumía precipitadamente las últimas copas del
Courvoisier:
k dieron todo, sí: vida que no pedías,
Y con ella...
Leopoldo dio un palmetazo en la mesa y se puso en pie con algo de enfurecido don Quijoteen defensa de Melisendra:
-¡Basta! No lo admito. La familia es lo más sagrado y tú la denigras. No 1o tolero. Buscas la
popularidad con malas mañas.
Y se sentó en guardia, como un gallo de pelea (...) Tras larga pausa, Luis se levantó, lívido:
"Rafael, lo siento, pero no puedo permanecer aquí."
Le acompañé y retuve en el salón del piso bajo. Temblaba de ira y de desprecio:
"La culpa la tengo yo por haber cedido; ésa es la España de Franco: sacristanes, cursis y pue-
blerinos."»
Según el relato de Martínez Nadal, Panero no llegó a oír los versos del poema que hemos
citado más arriba en que, contra el telón de fondo de la vacuidad de la vida representada por la
respetable familia burguesa, Cernuda proclama la libertad e independencia moral frente a sacris-
tanes, cursis y pueblerinos representados en ese momento por aquel embajador cultural del fran-
quismo. Otro poema, «Las ruinas>>, de la misma sección que «La familia», también habría enfu-
recido a aquel defensor de las delicias del hogar y del coñac Courvoisier. En este poema, la visión
de unas ruinas antiguas suscita la melancólica meditación acerca del destino de aquellos hom-
bres que proyectaron y construyeron todo 1o que ahora, en medio de la soledad y el silencio, eI
poeta contempla. De ellos no queda ni las cenizas en las tumbas vacías. La pesadumbre por el
destino del hombre le hace exclamar:
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Deja semilla en la mujer legítima,
Sumisión cosechando con la Prole,
Por pública opinión ordena su conciencia
Y espera en Dios, pues frecuentó su templo.
H: ¿Por qué de mí haces burla duramente?
(...)
Amo el sabor amargo Y Puro de la vida,
Este sentir por otros la conciencia
Aletargada en ellos, con su remordimiento,
Y aceptar los pecados que ellos mismos rechazan.
D: Pobre asceta irrisorio, confiesa cuánto halago
Ofrecen el poder Y lafortuna:
Alas para cernerse al sol, negar la zona
En sombra de la vida, gratificar deseos,
Con dúctil amistad verse fortalecido,
Comprarlo todo, ya que todo estd en venta,
Y contemplando la miseria extraña
Hacer más delicado el placer propio.
H: (...) ¿Quién evadió iamds a su destino?
El mío fue explorar esta qctraña comarca,
Contigo siempre a la zaga, subrayando
Con tu sarcasmo mi dolot Ahora silencio,
Por si alguno pretende que me quejo: es más digno
Sentirse vivo en medio de la angustia
Que ignorar con los grandes de este mundo,
Cerrados en su limbo tras las puertas de oro.
En estos versos se entrelazan dos concepciones de la experiencia poética: por una parte, la
poesía como búsqueda de una realidad trascendente y el poeta como aquel que percibe más agu-
damente la realidad, que es «en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres>>, ideas
que se mantienen desde la época de «Palabras para una lectura» y «Soliloquio delfarcro>> (Invo-
caciones);por otra, el poeta declara que su tarea es <<explorar esta extraña comarca>>, es decir,
meditar acercade sus experiencias en un mundo real, no en un mundo deseado e inaccesible. El
poeta,rechazados los dioses, que son sólo los nombres que el hombre da a su miedo y a su impo-
tencia, expresa su voluntad de ser fiel a su destino: el análisis de la experiencia y la redención
de lo efímero en el poema. Fruto de esta contemplación serena, aunque melancólica, de un mundo
que puede ser bello por más que «se abra en brazos de la muerte», o qtizá por ello, son poemas
como <<Jardín>> y «Los espinos» (Como quien espera el alba) o «El nombre>> (Vivir sin estar
viviendo). Tiene interés reproducir el comentario hecho por Cernuda a propósito de este último
poema en una lectura radiofónica hecha en Londres, en 1946: <<Sé, como mis antecesores los poe-
tas sevillanos del siglo xvII, que en un lugar amigo, en soledad con las cosas que llaman inani-
madas, puede hallarse un maravilloso momento de eternidaó>'
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Srn I e -BJrcnpuoc <<Seutru SB'I» ouloJ serueod IIBIoAoJ enb eueumq uglrlpuoc e¡ ep ugrceldece u1
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@ «Luis Cernuda y la soledad
compartida), en El sexto dío.
Historio ínt¡mo de /a Poesío es-
poñoio. lYadrid, Debate, 2000,
Luis García Montero, en su ensayo El sexto día 6,ha subrayado la importancia de este poema
en dos vertientes complementarias. Por una parte, se asiste a la culminación de un proceso en que la
indagación moral del personaje poético transita desde lo individual a lo colectivo. En esta indagación
la búsqueda solitaria de la verdad es inseparable de una moral úascendente, colectiva. Por otra parte,
el poema reproducido representa un ejemplo arquetípico del empeño de Cernuda -manifestado rei-
teradamente en «Historial de un libro»- por hacer que el proceso de búsqueda solitaria de la verdad
de sí mismo pueda ser comunicable, lo que requiere <<una lengua precisa, mas sin pedantería, usual
mas sin vulgaridad», según palabras dichas en la retransmisión radiofónica londinense a la que nos
hemos referido más arriba. De este modo, soledad y comunicación se oponen y tratan de comple-
mentarse, como tantas de las oposiciones que recoren la obra de Cemuda. Desde el «Soliloquio del
farero» (Iwocaciones), el poeta reclama orgullosamente la soledad, asumiendo de este modo sus dife-
rentes exilios: el del mundo invisible que presiente más allá de la realidad aparente, al que inltilmente
intenta acceder anegiíndose en él; el de una sociedad cuyos valores y nolmas morales no acepta; el de
su tierra y su lengua. Pero, por otra, como señala García Montero, si bien <<el personaje poético es cada
vez más orgulloso, más opuesto a la realidad social, en cambio su voz se vuelve cadavez más realista,
más social, hasta alcanzar un tono descarnado y seco que pretende romper las galas mentirosas del
estilo, la palabreía de la literatura, con la intención dramática de la reflexión».
A lo largo de esta divagación (como gustaba Cernuda llamar a sus ensayos), se ha prestado
una atención especial alavoz del héroe romántico, del disidente, procurando no desatender otras
voces. ¿Cuáles serán las que destacarán en el centenario y sus fastos? ¿La farsa elogiosa hará tam-
bién del poeta sevillano -de la misma estirpe que Rimbaud y Verlaine, aquellos dos «libertos, en
ruptura con todo>>- una inofensiva gloria de la patria, un alma atormentada en busca de Dios, un
buen español que viviría hoy gustoso en su añorada tierra al haber desaparecido las lamentables
circunstancias que lo llevaron a vivir lejos de su patria? Quizá tras el centenario tengamos que reci-
tar, con un ligero cambio, la letanía mordaz que Cernuda lanzó contra los usurpadores del orgu-
lloso e indomable Góngora:
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