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PLIEGO Desde el pasado mes de febrero, contamos con un Directorio Homilético, cuyo principal objetivo es “ofrecer una respuesta a la necesidad de mejorar el servicio propio de los ministros ordenados: la predicación litúrgica”. Sin embargo, es preciso conocer cuáles son hoy las dificultades, exigencias y desafíos que se plantean al hablar de la homilía, para contribuir a mejorar en la práctica un servicio que diáconos, presbíteros y obispos de la Iglesia deben a todo el pueblo de Dios. LA HOMILÍA, “UN ARTE QUE DEBE SER CULTIVADO” JOSé MARíA SICILIANI BARRAZA Doctor en Teología Universidad de La Salle. Bogotá (Colombia) 2.950. 18-24 de julio de 2015

La Homilía, Un Arte Que Debe Ser Cultivado

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Pliego de Vida nueva sobre la homilia

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PLIEGO

Desde el pasado mes de febrero, contamos con un Directorio Homilético, cuyo principal objetivo es “ofrecer una respuesta a la necesidad de mejorar el servicio propio de los ministros ordenados: la predicación litúrgica”. Sin embargo, es preciso conocer cuáles son hoy las dificultades, exigencias y desafíos

que se plantean al hablar de la homilía, para contribuir a mejorar en la práctica un servicio que diáconos, presbíteros

y obispos de la Iglesia deben a todo el pueblo de Dios.

LA HOMILÍA, “UN ARTE QUE DEBE SER CULTIVADO”

José María siciliani BarrazaDoctor en Teología

Universidad de la salle. Bogotá (colombia)

2.950. 18-24 de julio de 2015

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Un desafío para el predicadorsan Pablo–, actuando “como un hombre cualquiera” (Flp 2, 7), la gente no podía comprender de dónde procedía la sabiduría y la profundidad de su predicación. Este asombro provocaba la pregunta sobre su identidad: ¿quién es este que habla tan maravillosamente? “¿Quién es este que hasta el viento y los mares le obedecen?” (Mt 8, 27).

la reacción ante la predicación de Jesús es compleja. no es solo un asunto de asombro ante un paisano y vecino de pueblo que súbitamente comienza a hablar en público anunciando la cercanía del reino de Dios; no es solo la sorpresa ante unos gestos y signos “que no se habían visto nunca antes en israel” (Mt 9, 33). Es la presentación de un Dios sorprendente, que desconcierta a quienes se creían condenados definitivamente por sus pecados; es la increíble novedad de un Dios que se interesa personalmente por los más pobres y necesitados y que se solidariza con su miseria para librarlos de la misma; es la novedad radical de un Dios absolutamente gratuito, que perdona de

forma inaudita a su hijo que dilapida la fortuna en una vida desordenada, pero que se atreve a volver a casa (lc 15, 11-32). En síntesis, la predicación de Jesús trastornaba las ideas sobre Dios que tenían sus oyentes, sin importar que estos fueran pobres, enfermos, letrados y expertos en la Biblia como los fariseos y los escribas. Fue tal la resistencia que Jesús encontró en su predicación que lo crucificaron. Podríamos decir que sus oponentes pensaron que así se apagaría el eco de su voz y la fuerza de su palabra.

la misma dificultad experimentaron los primeros cristianos. san Pablo lo dirá de forma contundente, constatando que su predicación de cristo crucificado resultaba un “escándalo para los judíos y una locura para los griegos” (1 cor 1, 23). no hay que ir tan rápido sobre estas afirmaciones. En el imperio romano se crucificaba a quienes habían atentado contra el emperador. se conocía ese delito con un nombre bien particular: laesa maiestatis, que se puede traducir como una lesión (o atentado) contra la majestad, es decir, contra el emperador. a los crucificados se les quitaba todo honor como personas humanas y eran considerados como despreciables y viles en el imperio romano. En ese contexto, ir a decirles a los ciudadanos de roma que Dios se presentaba y se revelaba en la persona de un crucificado era una absoluta necedad, una completa locura. El mismo Pablo tendrá que reconocer que Jesús representa “la locura de Dios” (1 cor 1, 25ss).

Pero aún hay más: los primeros cristianos tuvieron que predicar en un contexto marcado, entre otras corrientes culturales, por el pensamiento griego. Es lo que se conoce como el helenismo. Una idea importante de esa corriente es un dualismo entre alma y cuerpo. Eso significa, llevado hasta el extremo –como lo hicieron los gnósticos de la época– una visión completamente negativa del cuerpo y de la materia. Todo lo material está marcado por

El pasado 10 de febrero, el cardenal guineano Robert Sarah, prefecto de la congregación para

el culto Divino y la Disciplina de los sacramentos, presentó en público el Directorio Homilético. la aparición de este documento nos proporciona una buena oportunidad para reflexionar sobre la homilía, eso que la gente sencilla llama también el sermón y que cada domingo se presenta como un desafío a todo predicador durante la misa. Estas páginas se refieren principalmente a la tarea –con sus exigencias y sus gozos– que esta responsabilidad suscita en la vida de los sacerdotes. ciertamente, existen otras formas de predicación que no son tarea exclusiva de los presbíteros, pero las reflexiones siguientes se limitan a la homilía como una parte de la eucaristía, propia de los ministros ordenados: diáconos, presbíteros y obispos. aquí se abordarán algunas importantes cuestiones relacionadas con la situación de la homilía hoy: sus dificultades, sus exigencias, los retos que ella debe asumir en el mundo actual. Eso llevará a una reflexión sobre el desafío hermenéutico o interpretativo inherente a la propia homilía, lo cual debería contribuir a mejorar en la práctica este servicio que los ministros ordenados de la iglesia deben a todo el pueblo de Dios.

PREDICAR NUNCA HA SIDO NI SERÁ FÁCIL

antes de cualquier otra palabra, conviene comenzar por el principio: la predicación de Jesús. los evangelios dejan ver claramente que Jesús encontró muchas resistencias y obstáculos ante su predicación. a pesar de que la multitud reconocía la autoridad de su palabra, la misma gente se preguntaba de dónde le venía dicho poder (Mc 1, 22). Puesto que lo conocían, puesto que Jesús se presentaba “como uno de tantos” –como dice

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la maldad; el bien tiene que ver únicamente con lo espiritual, con el alma. ante una forma de pensar como esa, resultaba complicado decir que Dios se había hecho carne, porque tal es la expresión que se encuentra en el evangelio de san Juan (Jn 1, 14). la Palabra de Dios se hizo carne, es decir, se hizo fragilidad, fugacidad, se hizo vulnerable. la Palabra de Dios tomó la condición humana y compartió nuestra vida. la carta a los Hebreos dirá incluso que Jesús “aprendió sufriendo a obedecer” (Heb 5, 8). Pues bien, el contenido central de la predicación cristiana resultaba un escándalo para los oyentes de los primeros predicadores cristianos.

Habría que añadir que la predicación cristiana cuestionaba radicalmente los valores sobre los que se cimentaba la cultura imperial romana, que estructuraba en gran parte la civilización de la época. Por citar solo un ejemplo, cabe recordar que la forma en que se entendía el poder entre los primeros cristianos estaba marcada profundamente por el testimonio de Jesús dado en la última cena: allí había lavado los pies a los discípulos. Pedro estaba sorprendido, incluso chocado o contrariado. ¿Por qué? Porque lavar los pies era una tarea de esclavos. Por eso Pedro no quiere admitir que Jesús le lave los pies. Pero este le dice que si no se deja lavar no tendrá parte con él (Jn 13, 1-15). El poder no es para hacerse servir, para fanfarronear y aprovecharse de la posición y pisotear a los demás. “no ha de ser así entre vosotros, porque quien quiera hacerse el mayor tendrá que ser el servidor de todos” (Mt 20, 26). Este ejemplo muestra por qué la predicación cristiana encontraba tantas resistencias en la cultura greco-romana.

Y esa ha sido una constante en la historia de la iglesia. Durante sus más de veinte siglos de historia, la predicación cristiana ha encontrado siempre dificultades de todo tipo. no solo por el contenido del Evangelio, sino por muchas otras razones. Una de ellas ha sido siempre la dificultad para “adaptar” o “actualizar” ese mensaje evangélico a otras culturas. cuando los jesuitas llegaron a china en los

años 1600, hicieron unas propuestas de “inculturación” del Evangelio ante una cultura refinada, cautelosa y segura de sí misma, que apreciaba en los misioneros sus conocimientos y sus valores. El gran representante de esta aventura misionera, Matteo Ricci (1552-1610), fue bien acogido por los chinos gracias a sus métodos respetuosos y a sus conocimientos sobre la cultura china, empezando por la lengua, que manejaba a la perfección.

Pero ese trabajo supuso un ingente esfuerzo: adaptación, largos viajes, capacidad de escucha, respeto,

largas horas de estudio, prudencia. Y, sobre todo, ese trabajo exigió una gran humildad para acoger los valores inherentes a la civilización china, valores que los misioneros no encontraban contrarios al Evangelio. Ese ejemplo de inculturación ha sido la regla de la predicación cristiana, tal como lo formula un documento del concilio Vaticano ii, la constitución pastoral Gaudium et Spes: “la experiencia del pasado, el progreso científico, los tesoros escondidos en las diversas culturas, permiten conocer más a fondo la naturaleza humana,

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“El lenguaje religioso no es una especie de ‘reves-timiento’ pasajero de algo que los fieles podrían co-nocer de forma “química-mente pura”, en su reali-dad o facticidad “pura”. El elemento lingüístico inter-pretativo forma parte de la revelación concretamente presentada y no solo de lo que se considera su forma de expresión. Consecuen-temente, no existe ningún

remanso a salvo de las con-tingencias y vicisitudes del fenómeno lingüístico huma-no e histórico, ya que esta contingencia suya nace de la contingencia especial del acontecimiento mismo de Jesús de Nazaret, colocado en medio de la historia y sometido a interpretación. Una consecuencia inmedia-ta es que la ‘traducción’ de las categorías bíblicas a las categorías del lenguaje ac-

tual no es una mera cuestión de “revestimiento” lingüís-tico (como las niñas visten y desvisten a sus muñecas). El proceso cristiano herme-néutico o de comprensión no puede plantearse única-mente en términos de len-guaje y traducción, de modo que el ‘lenguaje bíblico’ (en cuanto tal) serviría en úl-tima instancia de criterio. El problema es mucho más complicado”.

Edward SchillEbEEckx, “la crisis del lenguaje religioso”, en Concilium, nº 85 (1973), pp. 193

UN PROBLEMA COMPLICADO

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“la fe cristiana se nos ha quedado congelada en otro tiempo; concebida, vivida, expresada y trasmitida en la teología y la espiritualidad de una cultura que no es la de hoy” (p. 10).

se ha hablado también de aburrimiento en la homilía. Un grupo ecuménico en Francia2, por ejemplo, elaboró un estudio sobre la homilía, pero desde la perspectiva de los oyentes. la convicción que orientó este trabajo es muy interesante y constituye un reto para los sacerdotes: la homilía, aunque sea una tarea exclusiva del presbítero durante la misa, también es responsabilidad de todos los bautizados, en grados diversos3. los autores muestran que no todos se aburren durante la homilía, que hay también fieles que se sienten contentos con la predicación actual de los sacerdotes. Pero prestaron atención a los que están insatisfechos, para ver con cuidado lo que no marcha en la homilía. Y señalan con claridad que lo hacen “no por el placer fácil de criticar”, porque lo que importa hoy es todo menos “desperdiciar nuestras reservas de esperanza” (p. 12). los autores consideran dos aspectos que pueden servir como camino para hacer progresar positivamente la situación: identificar las insuficiencias y sacar algunas consecuencias prácticas.

aunque se podrían seguir citando diversos estudios y trabajos, para terminar este apartado, y antes de ofrecer una interpretación teológica

la citada revista señalan tal crisis como un problema de interpretación, como un asunto hermenéutico. Profundizaremos en unas líneas más abajo sobre este aspecto. Por eso, únicamente retengamos aquí esta idea: la homilía y su lenguaje carecerían de significación, no tendrían la capacidad de conectar el Evangelio con la vida concreta de los hombres y mujeres de hoy, la homilía carecería así de pertinencia.

En ese sentido, también se pronunció el misionero claretiano Teófilo Cabestrero, en un pequeño texto del centro de Pastoral litúrgica de Barcelona. El título es ya sintomático: ¿Se entienden nuestras homilías? Necesidad de un lenguaje más comunicativo1. El padre cabestrero habla de la importancia de encontrar un lenguaje adecuado para una transmisión creíble del mensaje evangélico. citando a J. Llopis, el autor insiste en un dato importante sobre la creatividad en el lenguaje de la homilía: “Todavía no hemos sabido utilizar con acierto unas nuevas expresiones más adaptadas a la mentalidad de los hombres y mujeres de nuestro tiempo” (p. 10).

ahora bien, hablar de este problema diciendo que se trata de “una crisis de lenguaje” no significa que sea solo una cuestión de formas. como si se tratara de encontrar solo nuevas palabras para los viejos y eternos contenidos de la fe. se trata también de un problema de fondo, “de contenidos, de mensajes…”:

abren nuevos caminos para la verdad y aprovechan también a la iglesia. Esta, desde el comienzo de su historia, aprendió a expresar el mensaje cristiano con los conceptos y en la lengua de cada pueblo y procuró ilustrarlo además con el saber filosófico. Procedió así a fin de adaptar el Evangelio a nivel del saber popular y a las exigencias de los sabios en cuanto era posible. Esta adaptación de la predicación de la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda la evangelización. Porque así en todos los pueblos se hace posible expresar el mensaje cristiano de modo apropiado a cada uno de ellos y al mismo tiempo se fomenta un vivo intercambio entre la iglesia y las diversas culturas” (Gs 44).

LAS DIFICULTADES DE LA PREDICACIÓN ACTUAL

se ha podido constatar hasta aquí que la predicación del Evangelio conlleva de forma inherente ciertas dificultades: por ser una propuesta anticultural, por cuestionar falsos valores a los que se aferran las personas constantemente, por la necesidad de inculturar o de adaptar el Evangelio a los diferentes destinatarios, es decir, a las diferentes culturas. Hay lugar para preguntarse entonces lo siguiente: ¿qué configuraciones toman esas dificultades hoy? ¿Bajo qué formas precisas se presentan hoy en día esas dificultades que ya el mismo Jesús experimentó al predicar la Buena nueva del reino?

Existen varios estudios sobre lo que se podría denominar la “crisis del lenguaje religioso” en la actualidad. Puesto que la literatura es abundantísima, recordemos solo algunos –entre muchos otros estudios– sobre el tema. Por ejemplo, el que presenta la importante revista de teología Concilium, dedicado, hace ya mucho tiempo, a la crisis del lenguaje de la fe. El número en cuestión fue dirigido por uno de los teólogos católicos más importantes del siglo XX, un hijo de santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de Predicadores: Edward Schillebeeckx (Concilium, n° 85, 1973). ¿En qué consiste esta crisis del lenguaje religioso y, por consiguiente, esta crisis del lenguaje de la homilía? los diferentes autores que escriben en

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del problema, es muy útil destacar algunos puntos de la homilía sobre los que ha insistido el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium (la alegría del Evangelio).

El Papa comienza su apartado sobre la homilía diciendo que se detendrá particularmente en él, “porque son muchos los reclamos que se dirigen en relación con este gran ministerio y

no podemos hacer oídos sordos” (EG 135). Francisco indica que el momento de la homilía, muchas veces, es una experiencia de sufrimiento tanto para el predicador como para los fieles, cuando debería ser una experiencia de gozo espiritual, de renovación y crecimiento (EG 135). También señala el Pontífice que la homilía no es una especie de show mediático, de “espectáculo

entretenido”, ni mucho menos una larga clase o una charla extendida (EG 138).

En los números 139-141, el Papa habla hermosamente de una “lengua maternal”, de una cultura materna o de un dialecto materno en el que deben pronunciarse las homilías. cuando no hay cercanía con la gente a la que se predica, cuando no se la conoce, cuando no se cree en ella, entonces el tono de la homilía se distancia, no logra ese engranaje, ese contacto que se percibe en las homilías de Jesús. Y ese es quizás un punto de coincidencia entre Bergoglio y muchos análisis sobre la homilía actual, que muestran su incapacidad de dar significado concreto al Evangelio en la vida de las personas de hoy.

El Papa pone de manifiesto otros problemas o desviaciones de la homilía:

◼ Que se vuelva moralizadora o adoctrinadora (EG 142).

◼ Que se convierta en una clase de Biblia o de teología, llena de argumentaciones frías y abstractas (EG 142).

◼ Que no sea preparada suficientemente, tanto a nivel personal como comunitario, argumentando que no hay tiempo para eso (EG 145).

◼ Que la homilía se presente de forma desarticulada, tediosa y sin eficacia, por falta de un mensaje central claro y preciso alejado del mensaje principal del texto bíblico que el predicador comenta (EG 147).

◼ Que se vuelva un acto de charlatanería –incluso un acto estafador– porque sale de la boca de alguien que no está apasionado él mismo por esa palabra que predica (EG 149-151).

◼ Que la homilía esté desconectada de la vida –por falta de conocimiento de lo que vive y sufre la gente– y que responda a preguntas que nadie se hace (EG 154-155).

◼ Que no tenga una forma atractiva, es decir, una homilía que carezca de buenas imágenes, de brevedad, de buenos ejemplos, de lógica expositiva, de orden, de unidad temática (EG 160-162).

◼ Que sea una homilía que insista más en lo negativo, en las críticas, y que no aliente la esperanza y el gozo de vivir el Evangelio (EG 163).

“La relación a la historia siempre cambiante, con su cultura siempre propia y específica, es, por tanto, algo inherente al credo cris-tiano en cuanto tal y a todo lenguaje cristiano. Un cris-tiano que tome en serio la confesión de fe: ‘Jesucristo, Señor de la historia’, será plenamente consciente de que también la relación con nuestra propia situación histórica del siglo XX entra a formar parte de pleno de-recho en todo cuanto deci-mos en el lenguaje religioso –aquí y ahora– acerca de Jesucristo y de su Iglesia. Negarse a ello y absoluti-zar el lenguaje religioso de un período determina-do –aunque sea del Nuevo Testamento– equivaldrá a negar de hecho la confesión de fe que afirma que Jesús ha sido constituido señor de toda la historia, incluso de la nuestra, presente y con-

creta. Hablar el lenguaje de la fe es por ello esencial-mente una tarea histórica y hermenéutica. El que desco-noce la auténtica historici-dad de la fe cristiana y de su lenguaje y, por tanto, niega la necesidad de esta tarea hermenéutica sospechará inevitablemente (pero sin razón), en un período de cri-sis del lenguaje religioso, la existencia de una crisis de la propia fe y, por medio de una acción polarizadora, forzará la aparición de una situación de crisis ecle-sial. Quien, por el contra-rio, tiene conciencia de los diversos lenguajes de la fe y de las numerosas reinter-pretaciones hermenéuticas de Jesús que encontramos en las diversas partes del Nuevo Testamento (todas la cuales confiesan su fe incondicional en Jesús de Nazaret, aunque desde una determinada perspectiva),

ese comprenderá que en nuestras actuales circuns-tancias culturales atravesa-mos una ‘crisis del lenguaje religioso’, pero no por ello considerará per se este nuevo proceso de identifi-cación como decadencia o vaciamiento de la antigua fe cristiana (como tampoco se consideró así al canonizar en los albores de la Iglesia los distintos escritos cristia-nos primitivos, a pesar de sus divergencias en el len-guaje de la fe). Como cristia-no auténtico, verá en ellos los intentos de los creyentes por actualizar nuevamente en una relación vital (y crí-tica) con el presente aquello mismo que se manifestó en Jesús: fieles a Jesús y, al mis-mo tiempo, en un lenguaje distinto como expresión de una experiencia distinta del hombre y del mundo, que se ha hecho carne y sangre de su vida humana y concreta”.

UNA TAREA HISTÓRICA Y HERMENÉUTICA

Edward SchillEbEEckx, “la crisis del lenguaje religioso”, en Concilium, nº 85 (1973), pp. 196-197.

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sociedad en la que la religión católica era un faro, o si se prefiere, en la que la religión católica era como un ambiente en el que se nacía. En esos tiempos, que aún pueden pervivir en algunos lugares de ciertos países, no había necesidad de aclarar, no había necesidad de volver a escudriñar el sentido de los textos, tanto los de la sagrada Escritura como los de la iglesia. Todo se aceptaba con cierta pasividad, porque era la palabra autorizada que permitía vivir

alguien podría argumentar que muchos abuelos y abuelas, incluso que muchos hombres adultos de hoy, no pedían hace unos años tantas explicaciones, tantas interpretaciones del evangelio, y estaban contentos con la predicación que se daba en los sermones dominicales.

Hay que señalar algo obvio, pero que no es tenido en cuenta a veces en la predicación: que la sociedad ha cambiado; que ya no vivimos en una

UNA TENTATIVA DE COMPRENSIÓN TEOLÓGICA DE LA SITUACIÓN

se podría decir que lo planteado hasta aquí sobre la crisis de la homilía muestra, ante todo, los síntomas, las formas en que se manifiestan las dificultades que la predicación conoce actualmente. Pero hay que tratar de entender, con coraje e inteligencia espiritual, las razones teológicas de estas dificultades. la hipótesis que se plantea a continuación se puede formular así: se trata de una crisis hermenéutica o, dicho de otro modo, se trata de una crisis de la interpretación del mensaje del Evangelio. Veamos en qué consiste este análisis, que nos puede mostrar la envergadura del asunto.

He aquí un ejemplo que hace ya muchos años contaba un catequista. En una sesión de catequesis, este catequista explicaba a unos adolescentes la ascensión del señor Jesucristo a los cielos. Después de un cierto tiempo, uno de los adolescentes, entre 12 y 13 años, preguntó al catequista: “Pero, ¿hacia dónde subió Jesucristo? Porque yo he aprendido en el colegio que la tierra es redonda y que gira. así que, si Jesús subió al cielo, eso no lo entiendo, porque lo que ahora para nosotros es arriba, dentro de 12 horas será abajo, porque giramos en torno al sol”. afortunadamente, el catequista estaba preparado, había meditado el texto que compartía, había estudiado las interpretaciones teológicas actuales, había estudiado la doctrina de la iglesia al respecto y había encontrado nuevas expresiones para indicar el significado del texto de los Hechos de los apóstoles (Hch 1, 1-11) a los jóvenes que preparaba para el sacramento de la confirmación.

la anécdota es solo un pretexto que da mucho que pensar. En efecto, muestra un dato inevitable: vivimos en una cultura cuya manera de ver el mundo, de ver al ser humano, de ver la sociedad, se ha transformado. Vivimos, en suma, en una cultura que es muy diferente a la cultura en que fueron escritos los evangelios. Por tanto, estos ya no resultan tan comprensibles para las personas de hoy en día. Hay una distancia cultural de veinte siglos que no podemos olvidar. sin embargo,

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“Hay tres mínimos básicos que debe alcanzar cualquier homilía: 1. Que se oiga bien lo que se dice. 2. Que se en-tienda bien. 3. Que intere-se vitalmente como ‘buena noticia’ del Dios de Jesús para la vida.En cuanto al tercer mínimo, tampoco es suficiente ‘que se entienda bien’ lo que de-cimos [segundo mínimo]. Ninguna homilía debe de-jar de buscar con decisión y empeño el ‘tercer mínimo’ de eficacia comunicativa: que lo que se dice, interese vitalmente. Que lo entien-dan como algo interesante para sus vidas, como una ‘buena noticia’ de Dios para iluminar su fe, reanimar su esperanza y revitalizar sus vidas. Algo que se escuche

con verdadero interés, con gozo, con clara convicción de que merece la pena es-cucharlo, acogerlo, vivirlo, porque libera y vivifica.La memoria humana tiene mayores dificultades para retener y recordar todo lo que no tiene un ‘significa-do vital’ para la persona, lo que no le interesa porque no le afecta vitalmente. En cambio, la memoria de cada persona retiene y activa el recuerdo de lo que le ha afectado vitalmente; lo que ella siente que le resulta vi-vificante y liberador; lo que le ha llegado y le conmueve hasta dejarle huellas que no se pueden borrar porque en algo le ha cambiado su manera de pensar y de sen-tir, de ver y de vivir la vida.

El lenguaje comunicativo toca los sentimientos y los deseos, llega al corazón de las personas, y por eso es fácilmente recordable.Este es el ‘mínimo máxi-mo’ para que la homilía comunique eficazmente la Palabra de Dios como lo que es: ‘Evangelio’, verdadera ‘buena noticia’ del Dios de Jesús que humaniza y salva las vidas en su estado real cotidiano. Cada día se deva-lúan más los lenguajes pu-ramente doctrinales y mo-ralizantes desencarnados, ahistóricos, espiritualistas o clericalmente piadosos… La Palabra de Dios necesita un lenguaje realista y hu-mano, humanizante y vital, encarnado en el día a día de las gentes”.

LOS TRES MÍNIMOS BÁSICOS

TEófilo cabESTrEro, ¿Se entienden nuestras homilías? Necesidad de un lenguaje más comunicativo, dossier cPl, n° 97, centro de Pastoral litúrgica, barcelona, 2003, pp. 57 y 59.

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en la verdad y en la tranquilidad. En cierta manera, nada ni nadie hacía esta pregunta: ¿y eso qué quiere decir hoy? ¿cómo podríamos entender esa afirmación en el contexto actual? Ese tipo de preguntas no se planteaban tan crudamente como ahora. se sabía exactamente qué significaba ser cristiano, qué había que creer y cómo debía uno comportarse como creyente.

Pero la sociedad fue cambiando. apareció internet, vinieron nuevos tipos de música, se perdió el halo sagrado que envolvía a tantas realidades como la sexualidad, la autoridad, la educación… Es lo que llaman algunos autores el “proceso de secularización”. salimos de un mundo “gobernado” por los valores religiosos a un mundo en el que cada quien debe decidir por sí solo qué valores son los que importan en su vida. Este mundo posmoderno –como lo llaman algunos– privilegia la emoción, el vértigo, desconfía de la autoridad (política, eclesiástica, jurídica, tradicional…) y es alérgico a la normativización. como lo denomina un observador muy agudo de la sociedad actual, el polaco Zygmunt Bauman, es un “mundo líquido”, en el que todo se hace agua: el amor líquido, la sociedad líquida, los valores líquidos, etc. otro importante sociólogo, el francés Gilles Lipovetsky, habla de la “era del vacío” o del “crepúsculo del deber”.

Junto a esos grandes cambios culturales y sociales, se presenta actualmente una pluralidad religiosa, gracias –entre otras muchas causas– a los medios de comunicación y a la movilidad internacional, que permiten el conocimiento de otras religiones que los abuelos y tatarabuelos nunca conocieron o de las cuales solo tenían una remota idea. En américa latina, por ejemplo, se ha producido una explosión creciente de los grupos evangelistas y pentecostalistas, que ofrecen una predicación emotiva, cálida, en medio de una liturgia animada por una música que cada día es de mayor calidad y profundidad. Muchos jóvenes se sienten interpelados y atraídos por esa religiosidad que, según el experto francés Jean-Pierre Bastien, ofrece fundamentalmente tres cosas: sanación, milagros y prosperidad. la oferta religiosa y cultural es un hecho que desafía a la homilética.

El punto central desde donde se quieren considerar estos cambios profundos es el siguiente: ellos han hecho que los creyentes católicos tengan que repensar –de buena o de mala gana– el significado del Evangelio en sus vidas, que tengan que repensar su identidad católica, que vivan la exigencia formulada por san Pedro de “dar razón de la fe” (1 Pe 3, 15). Ya no basta que el predicador diga que tenemos que ser buenos, ya no basta que diga que hay que amarnos como Jesús amó, ya no basta que diga que Dios nos ha creado buenos, ya no basta que afirme con vehemencia que estamos llamados a la resurrección o que hay que convertirse. la irreprimible pregunta aparece inmediatamente: ¿padre, y qué quiere decir eso exactamente en nuestro contexto? ¿Qué significa convertirse para un joven? ¿Qué significa vivir como

resucitado para un paramilitar que abandona la guerra? ¿Qué significa para un magistrado vivir la cuaresma? ¿Qué significa para una religiosa o un religioso vivir el mandamiento del amor? Y si tenemos en cuenta que, en un país como colombia, hay que responder esas preguntas a indígenas, a exguerrilleros, a militares, a estudiantes universitarios de sociología y politología, a niños que están mal alimentados, etc., si se tienen en cuenta todas esas realidades, aparece entonces lo que aquí se denomina el problema hermenéutico que vive la homilía.

no es nada nuevo. santo Tomas de Aquino, el gran maestro de todos los teólogos, ya lo había avizorado cuando escribió esta expresión en latín en su famosa Suma Teológica4: Quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur (“Todo lo que se recibe toma la forma

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nueva evangelización reclamada por los cambios socioculturales y religiosos de nuestra época? Hay que dar gracias a Dios porque existen respuestas a esta lancinante pregunta. la iglesia no deja desvalidos a los sacerdotes que se quieren tomar en serio la homilía. El Directorio Homilético presenta excelentes elementos de respuesta que los predicadores tienen el deber de acoger y cultivar con empeño, si quieren que su predicación sea pertinente, si quieren encontrar la “alegría de predicar”.

Habría que añadir, para finalizar, que hay muchas reflexiones y prácticas homiléticas actuales que se están llevando a cabo, y que los predicadores pueden explorar y practicar en sus parroquias. se trata de estudios, de experiencias, de propuestas que tocan las diversas situaciones en que los sacerdotes deben predicar: la misa diaria, la misa dominical, las grandes fiestas del calendario litúrgico, las exequias, los matrimonios, la predicación en contextos específicos como la cárcel o con un grupo de alcohólicos anónimos, etc. Estos estudios y propuestas prácticas integran los recursos, tal como pide el papa Francisco, de las ciencias de la comunicación, de la pedagogía, de la retórica… lo que, en realidad, no es nada nuevo, si recordamos que ya san Agustín, inspirado en Cicerón, había formulado los tres grandes objetivos de la homilía: “Deleitar, conmover y convencer”. Quizás en otro posible Pliego sería el momento de presentar algunas de tales riquezas.

de una vez por todas lo que debemos creer sobre nuestra fe en Jesucristo. En realidad, la historia muestra otra cosa. Por ejemplo, el evangelio de Marcos no tiene la misma teología que el de Juan. Y las teologías de Marcos y la de Juan no son las mismas que la de san Pablo. Dicho de otro modo, ya en el Evangelio aparece una legítima pluralidad de interpretaciones, que se dieron justamente por la diversidad de situaciones en que tuvieron que escribir y predicar Marcos, Juan y Pablo.

ahora bien, ¿no es el predicador un “intérprete” que cada domingo debe actualizar para sus fieles el evangelio escrito hace dos mil años? Esa es la hipótesis que lanzamos aquí como una forma de comprender el problema de la homilética actual. independientemente de las encuestas que se puedan hacer –que, por lo demás, siempre serán muy útiles–, estamos ante una realidad que desafía no solo a los predicadores, sino a todos los evangelizadores en general, cualquiera que sea su función y su campo de apostolado dentro de la iglesia. la historia muestra que cada vez que la iglesia acepta el diálogo con el mundo, cuando reconoce que también ella tiene mucho que aprender de las culturas, entonces se produce un diálogo fecundo entre Evangelio y cultura, que suscita nuevas formas de vivir la vida cristiana, formas inéditas y maravillosas, capaces de responder a los desafíos de una sociedad determinada.

¿Qué pueden hacer los predicadores –los homiletas, como los llama el reciente Directorio Homilético– para dar respuesta a esta exigencia de una

del recipiente”, podría traducirse). o también, “el contenido toma la forma del continente”. si tomamos al Evangelio como el contenido y a los cristianos de hoy como los recipientes, tenemos que reconocer –como se indicaba arriba– que el Evangelio, por el ejercicio de interpretación que impone la nueva cultura, toma una forma nueva. Y esta forma no es solo de orden intelectual, se trata también de nuevas formas litúrgicas, de nuevas formas de compromiso bautismal, de nuevas formas de vivir la relación entre fe y sociedad, de nuevas formas de vivir la fe en el hogar, en la educación. ¿acaso puede el mismo santo Tomás decirnos cómo vivir y comunicar la fe en el mundo de internet? somos los creyentes de hoy quienes debemos responder audazmente a esta y muchas otras preguntas que nos formula la vida actual.

aquí se juegan muchas cosas importantes y que exigen una mentalidad más abierta y humilde, tanto a los predicadores como a los creyentes en general. En efecto, se podría creer que ya comprendimos de una vez por todas el mensaje de Jesús en los evangelios. se podría pensar que los dogmas de la iglesia ya dijeron

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On o t a s

1. cabESTrEro Teófilo, ¿Se entienden nuestras homilías? Necesidad de un lenguaje más comunicativo, Dossiers CPL, n° 97, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2003.

2. Groupe Pascal Thomas, Si vous vous ennuyez pendant le sermon, Desclée de Brouwer, París, 1998. (Una traducción posible del título sería: Si ustedes se aburren durante el sermón).

3. Los autores se preguntan cómo podrían los fieles contribuir al contenido mismo de la homilía y dejar de ser oyentes pasivos que no participan en su construcción y en su elaboración. ¿Cómo pueden expresar lo que ellos piensan desde sus vidas concretas como creyentes?

4. Suma Teológica, 1a, q. 75, a. 5; 3a, q. 5.