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LA INDIVIDUALIZACIÓN DE LA PROPIEDAD CORPORATIVA CIVIL EN EL SIGLO XIX- NOTAS SOBRE JALISCO Robert J. KNOWLTON * University of Wisconsin, Stevens Point LA REFORMA, uno de los movimientos revolucionarios más profundos de México, se inició en 1855 después del derroca- miento del dictador Antonio López de Santa Anna. El as- pecto más conocido de ese movimiento fue el conflicto entre la iglesia y el estado, acelerado por el ataque liberal a la po- sición secular de la iglesia. A su vez, un elemento importante de ese ataque fue la política contraria a la propiedad corpo- rativa que sostuvieron los reformadores. Sin embargo, los li- berales condenaron tanto la propiedad corporativa civil como la eclesiástica, pues consideraban que ambas constituían un obstáculo que frenaba el progreso y el bienestar del pueblo. Las medidas que afectaron a la propiedad municipal y de los pueblos tuvieron repercusiones tan importantes para el país y su pueblo como los ataques a la propiedad de la iglesia. Este artículo se concentra en las corporaciones civiles. El individualismo fue para los liberales un principio fun- damental. Ellos creían que si la propiedad pasaba a manos pri- vadas se terminaría con el estancamiento económico; que el orgullo y la iniciativa individuales llevarían al progreso y la * La investigación en que se basa este artículo —parte de un pro- yecto mayor sobre la propiedad corporativa civil en el México del siglo XIX— contó con un subsidio de la National Endowment far the Huma- nities del Center for Latin America de la University o] Wisconsin-Mil- zvaukee, y de la University of Wisconsin-Stevens Point. 24

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L A INDIVIDUALIZACIÓN DE L A PROPIEDAD CORPORATIVA

CIVIL E N EL SIGLO XIX-NOTAS SOBRE JALISCO

Rober t J. K N O W L T O N * University of Wisconsin, Stevens Point

L A R E F O R M A , uno de los movimien tos revolucionarios más profundos de México , se inició en 1855 después del derroca­m i e n t o de l dic tador A n t o n i o López de Santa A n n a . E l as­pecto más conocido de ese m o v i m i e n t o fue el confl ic to entre l a iglesia y el estado, acelerado por el ataque l ibe ra l a l a po­sición secular de la iglesia. A su vez, u n elemento impor t an t e de ese ataque fue l a polí t ica contrar ia a la propiedad corpo­ra t iva que sostuvieron los reformadores. Sin embargo, los l i ­berales condenaron tan to la p rop iedad corporat iva c i v i l como l a eclesiástica, pues consideraban que ambas constituían u n obstáculo que frenaba el progreso y el bienestar del pueblo . Las medidas que afectaron a l a p rop iedad m u n i c i p a l y de los pueblos t u v i e r o n repercusiones tan importantes para el país y su pueb lo como los ataques a la p rop iedad de l a iglesia. Este art ículo se concentra en las corporaciones civiles.

E l i n d i v i d u a l i s m o fue para los liberales u n p r i n c i p i o fun­damenta l . El los creían que si la p ropiedad pasaba a manos p r i ­vadas se terminaría con el estancamiento económico; que el o r g u l l o y la i n i c i a t i va ind iv idua les llevarían al progreso y la

* L a investigación en que se basa este artículo —parte de un pro­yecto mayor sobre la propiedad corporativa civil en el México del siglo XIX— contó con un subsidio de la National Endowment far the Huma-nities del Center for Latin America de la University o] Wisconsin-Mil-zvaukee, y de la University of Wisconsin-Stevens Point.

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 25

prosper idad económica y que una a m p l i a y nueva clase de

p rop ie ta r ios promovería l a estabil idad polí t ica y la democra­

cia. Así, l a ley Le rdo , o ley de desamortización, del 25 de j u ­

n i o de 1856, una de las primeras y más significativas medidas

reformistas, prohibía la p ropiedad o administración corporat i ­

va c i v i l o eclesiástica de los bienes raíces. 1 "Considerando que

u n o de los mayores obstáculos para l a prosper idad y engrande­

c i m i e n t o de la nación es la falta de m o v i m i e n t o o l i b r e circu­

lación de u n a gran parte de la p ropiedad raíz, base fundamen­

ta l de l a r iqueza públ ica . . . " , el presidente Ignac io Comonfor t

decretó l a venta de todas las propiedades raíces corporativas,

excepto "los edificios destinados inmed ia ta y directamente al

servicio u ob je to del i n s t i t u to de las corporaciones". E n el

caso de las corporaciones civiles, los "palacios municipales ,

mercados, casas de corrección, ejidos y terrenos destinados

exclusivamente a l servicio públ ico de las poblaciones a las

que pertenezcan" estaban eximidos por l a ley . 2 Todas las

demás propiedades corporativas debían venderse a los arren­

datarios, o, si no estaban rentadas, al mejor postor en su­

basta públ ica .

L a i m p o r t a n c i a de la re forma y su carácter catastrófico

t i enden a oscurecer los precedentes y antecedentes de esta me­

d i d a an t i corpora t iva . A u n q u e la ley L e r d o no careció de sig­

nif icación p rop ia , se insertaba en u n a larga tradición que

provenía de los años previos a l a independencia. Hab ía pre­

cedentes en l a legislación de la ú l t ima etapa co lon ia l , así como

en algunas leyes nacionales y estatales posteriores a la inde­

pendencia, en pa r t i cu la r respecto a las tierras de los pueblos

de ind ios . Además, la ley L e r d o n o era tampoco única en la

h i s to r ia de M é x i c o en lo referente a la p rop iedad m u n i c i p a l

urbana .

1 Leyes de reforma, pp. 25-36. Véanse las explicaciones sobre siglas

y referencias al final de este artículo.

2 E l artículo 27 de la nueva constitución federal, promulgada el 5

de febrero de 1857, aparentemente no incluyó la exención para los eji­

dos. De hecho, el artículo 27 eximio sólo a "los edificios destinados in­

mediata y directamente al servicio u objeto de la institución".

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3 4 ROBERT J . K N O W L T O N

manzanas de los nueve distr i tos de la ciudad— comenzó en d i ­

c iembre de 1855, según indicaba el decreto de Degollado, y

cont inuó durante décadas con algunas interrupciones debidas

a l a guerra c i v i l . Estas propiedades municipales var iaban no­

tablemente en tamaño, r egu la r idad de dimensiones, valores,

y rentas o ingresos percibidos por el gobierno de la c i u d a d . 1 9

E l a veces prolongado proceso impl icaba , por supuesto, no sólo

l a venta de los ejidos, sino también el pago del precio de

compra , generalmente como intereses hipotecarios resultantes

de las ventas. Según los informes —probablemente incomple­

tos— de los archivos municipales , en 1856, y desde mayo a

septiembre de 1859, se vendie ron 517 ejidos. Parece que l a

g ran mayoría se vendió a personas diferentes, pero algunas

pocas compraron más de uno, no necesariamente en l a misma

manzana n i en el mismo d i s t r i t o o ba r r io de la c iudad. Por

e jemplo , Ysidro Gudiño compró ocho ejidos, cuatro en el ter­

cer d i s t r i t o y cuatro en el cuarto. R a m ó n Gómez adquirió

quince en los distri tos tercero, cuarto y q u i n t o . Su tamaño iba

desde 18 varas cuadradas —los más pequeños— hasta 7 747

varas cuadradas, pero la mayoría se ubicaba entre esos dos

extremos. T a m b i é n había grandes discrepancias en el valor ,

que no siempre dependía del tamaño. U n e j ido de 3 382 va­

ras cuadradas (38 por 89 varas) se vendió en 300 pesos; o t ro

de 4 420 varas cuadradas (52 p o r 85) en 150. U n o de 1 056

varas cuadradas (32 1/2 por 32 1/2) fue vendido en 45 pesos,

lo mi smo que o t ro de 2 350 varas cuadradas (47 por 5 0 ) ; uno

de 6 020 varas cuadradas (86 por 70) en 200 pesos y uno de

738 (18 por 41) en 46. Las rentas anuales i ban desde diez

reales (1.25 pesos) para u n e j ido de 54 por 39 1/4 por 23 1 jo

p o r 23 1/2 por 20 3/4 por 69 2/3 varas, hasta dos pesos

ií> Los registros de los archivos no permiten determinar el número

y valor de los llamados ejidos en la época de este decreto, pero un

informe preparado en 1823 indica que en esa época había unas 523

propiedades que pertenecían al ayuntamiento de Guadalajara y que

producían una renta de 1 452 pesos, probablemente anuales. "Estado re­

lativo a los egidos pertenecientes al muy ilustre ayuntamiento de esta

capital" (1823) , en A M G , Egidos no. 2, leg. 210.

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INDIVIDUALIZAClÓxN DE L A PROPIEDAD 35 57

para o t ra cur ios idad que medía 32 3/4 por 53 3/4 por 36 1/2 so­

p o r 15 3/4 por 70 p o r 68 3/4 varas, o hasta cinco pesos por ci-

u n e j ido menos interesante cuyas dimensiones eran 115 1/3 > n

por 34 po r 115 1/4 por 32 3/4 varas. 2 0 a

A u n q u e el grueso de los ejidos de Guadalajara debió de i o

venderse en los meses y años inmediatamente posteriores a los ¿e

decretos de d ic iembre de 1855 y j u n i o de 1856, algunos perma- 79

necieron durante años en manos del ayuntamiento esperando sn

ser vendidos. Éstos, sin embargo, no siempre devengaron ren­

tas para la c iudad. T a m p o c o se pagaron a t iempo los intereses ÍU-

que debían los compradores de los ejidos. A pesar de todo, co

u n funcionar io i n fo rmaba en septiembre de 1861 que, "res- £e-

pecto de "los ejidos vendidos en v i r t u d de l a ley del 12 de d i - ue

ciembre de 1855, ent iendo que n i n g u n a cant idad se adeuda, >r-

pues todas fueron pagadas al tesorero del fondo [fondo de los ya

ejidos para el teatro] ; después se siguió haciendo la venta por el

el síndico de l ayuntamien to con arreglo a l a ley de desamorti- in-

zacióri y de esta época se a d e u d a . . . m o n t o to ta l de $ 2 173 08. an

Los ejidos que aún quedan p o r venderse son 310 . . T 2 1 5e-

A b u n d a n los documentos que demuestran que las cues- ie-

tiones ejidales se mantenían vivas entre los asuntos mu- les

nicipales. E n j u l i o de 1871 L e ó n Rojas solicitó al áyuntamien- las

to que se le rentara u n e j ido de 41 por 34 varas p o r dos pe- >si-

sos anuales; estaba absolutamente abandonado y n o producía ier

nada para l a hacienda m u n i c i p a l . E l ayuntamien to aceptó la Ja-

propuesta . 2 2 E n j u n i o de 1871 José M . Hernández informó al

ayuntamiento que había comprado u n ej ido en agosto de de

1863. Hab ía pagado setenta pesos al contado y todavía debía iba

cuarenta y dos pesos, inc luyendo los intereses vencidos. Pre- cu­

re-

so "Noticia de los egidos del ayuntamiento que han sido vendidos

desde el año de 1855", en A M G , caja 2; "Legajo de recibos y planos ; al

de poseedores de egidos" (1856), en A M G , caja 2, leg. 2.

21 "Noticia sobre egidos y documentos entregados a la mayordomía H J , por el c. José V e i t i a . . . " (1862), en A M G , caja 2, leg. 164. 860

22 "León Rojos, sol icita. . ." (14 ju l . 1871), en A M G , Egidos y agua,

leg. 45. Para otro caso, vid. "Juan N . Aguilar, solicita.. ." (6¡ jun. 1871), -s y en A M G , leg. 48

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38 ROBERT J . K N O W L T O N

chos adqui r idos legít imamente. Aún más perjudiciales eran

los informes de que una o dos personas, sin n ingún derecho

legal , habían i m p e d i d o el uso públ ico de varias calles, cau­

sando por consiguiente serios inconvenientes a los vecinos.

En t r e esos mismos quejosos hab ía muchos que eran deudores

de l ayuntamiento, que hacían m u y poco por c u m p l i r sus o b l i ­

gaciones e inclusive sacaban provecho de la confusión que

existía sobre los ejidos. E l síndico ennumeró cinco categorías

de propiedades cuya situación legal debía examinarse cuidado­

samente. Incluyó las propiedades denunciadas bajo l a ley de

desamortización de 1856 o actos posteriores relacionados con

ella, las propiedades que se habían conservado y que pro­

ducían rentas anuales, las propiedades usurpadas i legalmente,

las abandonadas, y las que estaban en l i t i g i o .

Para poner remedio a situación tan deplorable, Gutiérrez

Ote ro propuso varias medidas que fueron aprobadas por el

ayuntamiento el 18 de febrero y publicadas y puestas en cir­

culación el 25 de febrero de 1864. D e n t r o de los quince días

siguientes todos aquellos que detentasen alguna p rop iedad del

ayuntamiento , fueran cuales fueran sus títulos, debían presen­

tar su documentación y pagar todas las deudas atrasadas; i n ­

clusive aquéllos que habían comprado propiedades en 1856 o

después de esa fecha. T o d o s debían especificar los límites de

sus propiedades y convenir con el ayuntamiento el pago de

todas las obligaciones que aún tenían hacia él. Pasados los

quince días el ayuntamien to iniciaría las acciones que juz­

gara necesarias. L a m u n i c i p a l i d a d conservaría u n cuidadoso

registro de las propiedades, de sus l ímites exactos y de la co­

branza dé las deudas. A través de la comisión de ejidos re­

cuperaría los ejidos abandonados, y, en caso necesario, recu­

rrir ía a los t r ibunales para obtener los usurpados.

N o sabemos exactamente qué efectos tuvo esta medida, aun­

que, sin embargo, se desencadenó una oleada de peticiones y

acuerdos sobre varios aspectos de ella. E n 1864 u n in fo rme

incluyó una lista de 187 ejidos o partes de ejidos cuyos due­

ños o arrendatarios se presentaron vo lun ta r iamente ante las

autoridades munic ipa les pertinentes, t a l como l o exigía la

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INDIVIDUALIZACIÓN DE L A PROPIEDAD 39

resolución de febrero. Algunos de ellos tenían varias propie­

dades; po r e jemplo, R a m ó n Gómez tenía ve in t iuna , Rafael

González catorce, I s id ro Gudiño siete y Jesús Serrano c inco . 2 9

Sin embargo, dos años y medio después, el 14 de septiembre

de 1866 el admin is t rador de propios, Francisco Zumelsu, con­

signó que su of ic ina carecía de información sobre los ante­

cedentes de l a mayoría de los ejidos, así como sobre las trans­

ferencias, subdivisiones y cambios de diversa índole que ha­

b ían realizado en forma i legal , i r regular y a rb i t r a r i a l a ma­

yoría de los que poseían terrenos municipales . Así, l a rama

e j ida l de l a administración m u n i c i p a l estaba sumida en l a

ignorancia sobre l o que constituían los bienes raíces de l ayun­

tamiento , en l a oscuridad y en l a confusión. 3 0 De hecho, el

20 de a b r i l de 1866 l a comisión de ejidos volvió a describir

casi el m i smo prob lema observado en 1864, y las recomenda­

ciones adoptadas po r el ayuntamiento el 25 de mayo e i m ­

presas y publicadas el 6 de j u n i o de 1866 resul taron m u y si­

milares a las de 1864. Sin embargo, en 1866 las penalidades

parecen haber sido más severas y más claro el i n t en to de l levar

a efecto una to t a l revisión de las transacciones con los ejidos,

en fo rma consistente con l a posición del i m p e r i o ante l a pro­

p iedad eclesiást ica. 8 1

Los archivos munic ipales están llenos de documentos de

las décadas de 1860, 1870, 1880 y comienzos de la de 1890

que t ienen relación con los ejidos; se t rata de peticiones para

rentar o vender propiedades, ajuste de deudas con el ayunta­

m i e n t o y otros asuntos, como po r e jemplo una resolución que

establecía que los ejidos se pagarían en u n 2 5 % en d inero y

en u n 7 5 % en créditos municipales , d isponiendo al mismo

t i e m p o que se concedería una recompensa a los agentes que

2 9 "Noticia de las personas que se presentaron a dar razón de los egidos que tienen comprados y en arrendamiento..." 1864), en A M G , caja 2, leg. 82. Vid. supra, nota 20, para la referencia a Gómez y Gudiño.

so "Amado González, solicita en arrendamiento un egido. Se le niega" (1866), en A M G , Egidos y agua, caja 1, leg. 9.

31 "Bases proyectadas para el arreglo del ramo de egidos" (1866), en AMG, Egidos y agua, caja 1, leg. 11.

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40 ROBERT J . K N O W L T O N

descubrieran ejidos que el ayuntamiento desconociera. 3 2 A una

persona se le concedió l a m i t a d de los ejidos que descubrió, y

cuando se vendió l a o t ra m i t a d se le d i o preferencia en la

compra. A o t ro "descubridor" se le permitió pagar el 8 0 %

de l valor de los ejidos en documentos de la deuda m u n i c i p a l

y el resto en efectivo. U n tercer agente fue premiado con el

10% del valor de los ejidos descubiertos por él. Aparente­

mente, el 10% era la recompensa n o r m a l para quienes en­

cont raran ejidos desconocidos por el ayuntamiento, pues ya

en 1877 el ayuntamien to había a d m i t i d o que toda persona

que informara sobre ejidos desconocidos sería recompensada

con el 10% del precio de venta de l a p rop iedad . 3 3

T o d o lo anter ior ind ica que entre l a h is tor ia de la des­

amortización de la p rop iedad corpora t iva c i v i l y la de la ecle­

siástica existían l lamativas semejanzas: ignorancia sobre cuá­

les propiedades poseían las corporaciones, fal ta de documenta­

ción sobre antecedentes, 3 4 problemas permanentes en cuanto a

82 Para las solicitudes! de rentar o comprar ejidos, etc., vid, los años pertinentes, legajos y expedientes, en A M G ; por ejemplo: "Egidos — Bo­letos que acreditan los vendidos en el presente año por el comisionado Ignacio Madrid" (1868), exp. 203, y "Egidos — Boletos que acreditan la venta que de algunos de ellos se han hecho en el presente año" (1872), exp. 23. Para el pago de ejidos, vid. "Consulta —» L a hace el c. tesorero municipal sobre si para la venta de ejidos deben subsistir los acuerdos relativos que terminaban el pago de tres cuartas partes en créditos y el resto en efectivo" (1872) , en A M G , Egidos y agua, leg. 27. Para las recompensas a agentes, vid. "Egidos — Se manda pagar al des­cubridor de ellos c. Refugio González Hermosillo la cantidad de $ 65" (1868), en A M G , Egidos y agua y obras públicas, leg. 29; "Epifanio Franco pide se le autorice para descubrir egidos y se le ceda la mitad del valor de estos" (1883) , en A M G , Egidos y agua, leg. 14; "Ermigdio Palomera — Se le autoriza para descubrir egidos pertenecientes al mu­nicipio" (1883), en A M G , Egidos y agua, leg. 23; "Jesús Domínguez — Se le autoriza para descubrir egidos de propiedad municipal, gratificán­dole con el 10% sobre su valor" (1883) , en A M G , Egidos y agua, leg. 1.

33 ''Diez por ciento que se acuerda en favor de las personas que esclarescan la propiedad de egidos ignorados por el ayuntamiento" (1877) , en A M G , Egidos y agua, exp. 2014.

34 Aparentemente, la guerra civil y las luchas en la ciudad son par-

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 11

la l iquidación de las deudas, indulgencia respecto a los tér­m i n o s de pago, uso de agentes especiales para l a búsqueda de propiedades corporativas, cont ro l i m p e r i a l sobre las transac­ciones, y pleitos y l i t ig ios sobre los derechos de propiedad. T o d a v í a se asemejaban en algo más: en ambos casos, y a pe­sar de l a aparente c lar idad de la ley, no se sabía con exac t i tud cuál era l a propiedad m u n i c i p a l exenta de la desamortiza­c i ó n . 3 5 Quizá la constitución de 1857 y las enmiendas posterio­res con t r ibuye ron a esa confusión, pues el artículo 8 ? de la ley-L e r d o ex imía de la enajenación a los edificios destinados i n ­media ta y directamente al servicio u objeto de las corporacio­nes, como los palacios municipales, los mercados y las casas de corrección; y l a ley agregaba una referencia específica a las propiedades que pertenecían a los ayuntamientos, ex imiendo a los edificios, ejidos y tierras destinados exclusivamente al servicio públ ico de las poblaciones a las que pertenecían. Sin embargo, el artículo 27 de la constitución sólo ex imía a las construcciones destinadas inmedia ta y directamente a l servi­cio u obje to de la ins t i tución. 3 6 E n Guadalajara, probable­mente deb ido al decreto de Degollado, las propiedades mu­nicipales llamadas "ejidos" estaban sometidas a l a desamorti­zación desde el p r i n c i p i o . U n a enmienda a la constitución, del 25 de septiembre de 1873, estatuía que n inguna institución rel igiosa podía " a d q u i r i r bienes raíces n i capitales impuestos sobre éstos, con la sola excepción, establecida en el art ículo 27 de l a cons t i tuc ión" . 3 7 O t r o cambio, del 14 de mayo de 1901, est ipulaba que "las corporaciones e inst i tuciones c i v i l e s . . . podrán a d q u i r i r y adminis t rar . . . [además de los edificios a

cialmente responsables de la falta de información sobre la propiedad munic ipa l . En el conflicto se perdieron o destruyeron importantes re­gistros. Vid. "Sobre que comparezca don José Valencia a rendir las cuentas del t iempo que tuvo a su cargo la venta de egidos" (1859) , en A M G , leg. 2, exp, 117.

3 5 Para información sobre los aspectos eclesiásticos del problema de la propiedad, vid. K N O W L T O N , 1976, capítulos 3, 6, 7 y 8.

3 0 T E N A R A M Í R E Z , s/f., p. 610.

3 7 T E N A R A M Í R E Z ,s/f., artículo 3, p . 698 .

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42 ROBERT J . K N O W L T O N

q u e se refiere el art ículo 27] los bienes inmuebles y capitales

impuestos sobre ellos que se requieran para el sostenimiento

y f i n de las m i s m a s . . . 3 8

E l agua, las márgenes de los ríos, las plazas y los mercados

eran propiedades munic ipa les sobre las cuales re inaba tam­

bién l a confusión y l a disputa. E n octubre de 1856, no m u ­

cho después de l a promulgación de la ley Le rdo , h u b o dis­

cusiones sobre las márgenes de los ríos y los puestos del mer­

cado, y h u b o solicitudes de compra de esas propiedades. Con­

cretamente, algunas personas que rentaban puestos en el mer­

cado de San Agustín —el mismo lugar donde debía construirse

el teatro— t ra ta ron de comprarlos, amparándose en las dis­

posiciones de la ley Le rdo . E l ayuntamiento, apoyado por e l

gobernador, rechazó el ped ido basándose en las excepciones

de l artículo 8 de l a misma l e y . 8 9 A l mismo t iempo, el ayun­

tamiento dic taminó que los baños construidos en las márge­

nes de los ríos no eran ejidos, n i tampoco se consideraba como

ta l el uso del agua. Se consideraba que las márgenes estaban

eximidas de venta por el art ículo 8 de l a l e y . 4 0

A pesar de estas tempranas decisiones, con t inua ron presen­

tándose solicitudes del mismo tenor. Por ejemplo, en 1879

J o s é de l a Peña quiso comprar una propiedad que rentaba a

l a c iudad y en la que había construido bañaderos para ca­

ballos. U n o de sus argumentos era que las corporaciones eran

inel igibles para poseer bienes raíces, y que, según las leyes,

debían vender sus propiedades. L a comisión de ejidos, al re­

comendar que se rechazara el pedido, arguyo que la enmienda

hecha a la constitución en 1873 sólo prohibía la posesión de

3 8 T E N A R A M Í R E Z , s/f., artículo 27, p. 713.

39 Sobre varias disposiciones relativas al cumplimiento de la ley

del 25 de junio de 1856, Vid. A M G , caja 1, leg. 98, pp. 12, 13, 18; Libro

de actas (1856, sesiones del 22 de septiembre y el 6 de octubre), en

A M G , caja 2, leg. 31; "Informa el c. José M. Montenegro de que los

comerciantes de la plaza de San Agustín pretenden pedir la adjudica­

ción conforme a la ley de 25 de junio de 1856", en A M G , caja* 2, leg. 82.

40 Sobre varias disposiciones relativas al cumplimiento de la ley

de 25 de junio de 1856, Vid. A M G , caja 1, leg. 93, p. 14.

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 43

bienes raíces a las insti tuciones religiosas, y que los debates

sobre la enmienda en e l congreso habían puesto b ien en claro

la intención de no i n c l u i r en la prohibición a las corporacio­

nes civiles. Además, el ayuntamiento carecía totalmente de

a u t o r i d a d para enajenar los ejidos de donde provenía el agua,

así como n o podía vender las calles, plazas y parques. E l

ayun tamien to aceptó l a recomendación y rechazó el pedido de

De l a P e ñ a . 4 1 E l congreso del estado apoyó plenamente esa

posición debido a que se trataba de una propiedad pública y

necesaria para el bienestar de l a c o m u n i d a d . 4 2

Si la disposición o arreglo de l a p rop iedad m u n i c i p a l era

u n proceso prolongado, cargado de problemas, dilaciones y

confusiones, y si existía c o n t i n u i d a d entre el período previo

a 1856 y el posterior a esa fecha, l o mi smo puede decirse, aún

más categóricamente, del repar to de los terrenos de los pue­

blos. Como indicamos antes, las leyes que se referían a la pro­

p iedad de los pueblos indígenas no fueron una novedad de la

época de l a reforma. E n varios estados, inc luyendo a Jalisco,

exis t ía toda una h is tor ia de legislación cont ra r ia a la propie­

d a d c o m u n a l . 4 3 Las medidas estatales n o se aplicaban u n i ­

formemente , n i tampoco era un i fo rme , sin duda, su eficacia.

S in embargo, existía esa tradición, y en algunos casos las leyes

afectaban n o sólo a las tierras de común repa r t imien to y a

los propios, sino también a los fundos legales y a los ejidos.

C o m o observamos al hablar de l a p rop iedad m u n i c i p a l de

Guadalajara , mientras el ar t ículo 8 de l a ley L e r d o parecía

e x i m i r de l a individualización a los ejidos y fundos legales, y

aunque el art ículo 27 de l a constitución aparentemente no

p ro longaba l a exclusión e j ida l , hab ía cierta permanente con­

fusión y fa l ta de c la r idad sobre l o que las leyes nacionales

incluían o excluían. Aún después de p romulgada la constitu-

4 1 "José de la Peña — Solicita la venta del terreno donde se en­

cuentra el baño de caballos del 'Enano' " (1879), en A M G , exp. 2531.

4 2 "Muñoz, Carmen, y Huerta, Casimira, solicitan, cada una sepa­

radamente, la venta de un terreno. . ." (1880), en A M G , exp. 2780.

4 3 F R A Z E R , 1972, pp. 622-624.

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44 ROBERT J . K N O W L T G N

ción de 1857 quedó la sensación —emanada de las autoridades

nacionales— de que los ejidos de los pueblos estaban exentos

de venta.

L a c o n t i n u i d a d de u n sent imiento cont ra r io a l a propiedad

comuna l , tanto en l a legislación como en l a acción y que se

p ro longa desde la independencia a través de l a re forma y el

po r f i r i a to , es evidente en algunos casos específicos de los pue­

blos. E n estos casos también se revelan el p roced imien to se­

gu ido , las dilaciones, las fuentes de confusión y conf l ic to y los

posibles fraudes perpetrados.

En t r e las más importantes leyes de Jalisco anteriores a la

ley L e r d o de 1856 que se re f i r i e ron al reparto de las tierras

de los pueblos y a la propiedad p r ivada de esos terrenos; están

las que citamos antes, de 1825 (decreto 2 ) , de 1828 (decreto

151) y de 1849 (decreto 121). Que éstas —lo mismo que la

ley L e r d o y las medidas de la reforma vinculadas con el la— 4 4

no se c u m p l i e r o n plenamente se nota en el caso del pueblo de

Santa Mar ía , ubicado en el p r imer cantón del estado (que i n ­

cluía a Guada l a jara) , donde el repar to de los terrenos siguió

siendo u n p rob lema impor t an te en las décadas de 1880 y 1890

y originó plei tos que se p ro longaron hasta después de que ter­

m i n a r a el régimen por f i r is ta.

U n a pregunta queda sin respuesta en la voluminosa do­

cumentación d isponib le a l respecto: l a de p o r qué los terre­

nos de ese pueblo , ubicado cerca del asiento de l a au to r idad

estatal, n o se repar t ie ron, o su repar to no se inició sino t re in­

ta años después de que se diera el impor t an te decreto de 1849

o aun las directivas anteriores. De los informes que citamos

antes, publ icados en El Republicano Jalisciense, pueden i n ­

ferirse algunas posibles razones o, en pai te , puede encon­

trarse a lguna explicación en las querellas internas del pue-

-14 E l límite de seis meses fijado originariamente para la ejecución

del decreto 121 de 1849 se amplió varias veces durante varios años por

lapsos de seis meses. Vid. decretos del 4 de ab r i l y del 2 de diciembre

de 1850, y del 10 de jun io de 1851 en Colección de acuerdos, 1849-1880,

ir, pp. 107-108, 153 y 217.

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 45

b í o y en los trastornos polít icos que afectaron a esa zona. D e cualquier manera, el 17 de marzo de 1881 los habitantes de l pueb lo de Santa Mar ía se presentaron ante el presidente d e l ayuntamiento de Guadalajara para elegir los cinco miem­bros y los tres suplentes de l a comisión o consejo encargado de r epa r t i r las tierras de l a c o m u n i d a d indígena, ta l como ind icaba el decreto 121 del estado, p romulgado en 1849. 4 5

E l 29 de marzo de 1881 la recién elegida Comisión Repar t i ­do ra de Terrenos de Indígenas se reunió, eligió como pre­sidente a Ignacio Pío, y decidió solici tar al gobierno del es­tado una copia de los títulos de p rop iedad de los terrenos de l pueb lo que probablemente se conservaban en los archi­vos estatales. L a comisión también se ocupó de preparar una l i s ta o censo de los que tenían derecho a recibi r tierras.

E l 5 de ab r i l l a l is ta estaba casi completa y se había pu­b l i cado para que quienes no figurasen en ella y creyesen tener derecho a los terrenos pud ie r an presentar sus reclama­ciones. Se pidió a las autoridades del estado que publ icaran u n anunc io en el periódico of ic ia l con objeto de in fo rmar a quienes estuvieran fuera del pueblo . L a comisión también se preocupó por de terminar los l ímites de las propieda­des que co l indaban con los terrenos del pueblo. A fines de septiembre se había realizado y revisado u n censo y se hab ían f i jado reuniones para examinar los títulos de pro­p i edad de quienes tuv ie ran tierras limítrofes con Santa M a ­r í a . 4 6 E l censo de l 31 de octubre de 1881, probablemente comple to , incluía a los indios que tenían derecho a parte de las tierras comunales que debían departirse. E n él f igu­r a n 138 nombres, inc luyendo 55 mat r imonios , 12 viudos, 31

45 "Comisión Repartidora de Terrenos de Indígenas en el pueblo de Santa M a r í a . . . " ( 1 8 8 1 ) , en A M G , exp. 3235.

46 Hubo una breve controversia y una demora en agosto, cuando el gobierno del estado dijo que debían realizarse nuevamente las eleccio­nes para la comisión, pues sus integrantes no sabían leer o escribir, como lo exigía la ley. Los que habían sido elegidos originalmente fue* ron confirmados cuando demostraron que poseían las cualidades re­queridas.

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46 ROBERT J . K N O W L T O N

viudas y 40 huérfanos. E l censo también estipulaba las con­

diciones necesarias para tener u n derecho personal sobre los

terrenos: 44 eran elegibles porque tenían antecedentes de ca­

cicazgo, 22 por sus padres, 40 por sus madres, 4 viudas por

sus esposos y 16 por sus esposas.4 7

E l 28 de febrero de 1882 l a comisión informó al goberna­

d o r que se había progresado mucho en el proceso de repar­

to . E n muchos puntos alrededor de los terrenos comunales

n o se hab ía trazado una l ínea d iv i sor ia y po r consiguiente

l a comisión designó a uno de los propios indígenas para acom­

pañar a los jueces competentes y observar cuidadosamente

la determinación de los límites. Así, con el acuerdo de ios ín-=

dios, l a comisión procedió a d i v i d i r en parcelas las tierras

que se extendían a ambos lados del camino de Guadalajara a

C o l i m a , dejando cuarenta varas para el trazado del camino.

Según l a comunicación del 30 de nov iembre de 1881, elevada

p o r la comisión a los funcionarios cantonales, el camino na­

c iona l de Guadalajara a C o l i m a dividía los terrenos del pue­

b l o en dos partes. L a comisión informó que había el poniente

de l camino había examinado 54 1/2 fanegas, además de las

tierras de que se habían apoderado i legalmente los propieta­

r ios c i r c u n d a n t e s 4 8 A l oriente del mismo camino había exa­

m i n a d o 28 fanegas, pero no se hab ía inspeccionado l a mayor

par te del terreno porque los habitantes se habían opuesto. Por

o t r a par te , n o había línea d iv i so r i a y n i n g u n o de los indios se

hab ía presentado a defender sus derechos. Por eso, decía la

comisión, había pedido al jefe polí t ico del cantón que o b l i ­

gara a l a gente que allí vivía a que se presentara ante las: au­

toridades competentes. t

4 7 Otro censo de la misma fecha enumeraba 139 elegibles para re­

cibir las tierras: 55 matrimonios, 12 viudos, 31 viudas y 41 huérfanos

(19 personas eran responsables por los 41 huérfanos). Sus derechos se

basaban sobre los siguientes antecedentes: 57 por cacicazgo, 18 por sus

padres, 42 por sus madres, 4 por sus esposos y 16 por sus esposas. "Al­

gunos asuntos relacionados con la comisión repartidora de tierras indí­

genas" (1897) , y otros, en A H J , : Gobernación.:

48 Una fanega de tierra equivalía a unas 3.5662 hectáreas.

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 47

E l 15 de noviembre de 1881 los funcionarios del estado

aprobaron la,s operaciones realizadas, pero no parece que eso

arreglara la cuestión de l a propiedad de los terrenos l imítro­

fes. A l repar t i r los terrenos en 1882 se d e l i m i t a r o n parcelas

de dieciocho a ve in t inueve varas en el frente y cien varas en

el centro. Para realizar l a distribución se numeró cada terre­

no y se comunicó a los indios que debían presentarse para sor­

tear las parcelas entre ellos y pagar los t re in ta centavos que

se exigía por cada parcela . 4 9 Setenta y nueve indios se presen­

ta ron espontáneamente; cuarenta que tenían derechos n o lo

h ic ie ron , algunos porque no vivían allí y otros porque simple­

mente no cumpl i e ron . J u n t o con su informe, la comisión en­

vió una lista numerada con los nombres de los que habían

rec ib ido terrenos, la especificación de las parcelas que toda­

vía no habían sido otorgadas, y una l is ta de las personas que

habían pagado sus derechos. L a lista ennumeraba ciento vein­

te parcelas, en ochenta de las cuales f iguraban los nombres de

los que las habían rec ib ido . Hasta ese momento , ocho per­

sonas habían pagado los t re in ta centavos de derecho. 5 0 Apa ­

rentemente, el gobernador aprobó el t rabajo de l a comisión.

Ya en enero de 1882 Gregor io Cordero, apoyado por otros

habitantes de los pueblos, se quejaba de la comisión, quizá

porque no había logrado ser elegido m i e m b r o de la m i sma

en 1881. Sea cual hubiese sido l a razón, en marzo de 1887,

en larguísimo escrito d i r i g i d o al general R a m ó n Corona,

gobernador de Jalisco, Cordero enunciaba algunos puntos

interesantes sobre la polí t ica y los terrenos de los pueblos . 5 1

Decía que en 1853 él y sus seguidores sé habían enterado de

una reunión de ' 'falsificadores de títulos de los fundos le-

4 0 E n el artículo 12 de la disposición aclaratoria del decreto 121

se especificaba una retribución basada en el tamaño de la parcela, que

se distribuiría entre los cinco miembros de la comisión.

50 Gregorio Cordero, al que se menciona más adelante, no estaba

en la lista.

51 Cordero se identificaba a sí mismo como "vecino original" de

Santa María, de edad, casado, de "oficio albañil" y de "clase pobre".

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48 ROBERT J . K N O W L T O N

gales" eri l a casa de T i m o t e o de Lara , vecino de Santa María .

A esa reunión habían asistido todos los hi jos y hermanos de

los compradores ilegales y otros, inc luyendo a Ygnacio Lara ,

q u e era m i e m b r o suplente de l a comisión dé 1881. Los fal­

sificadores n o sólo habían a d q u i r i d o el fundo legal, sino que

también se habían apropiado de l ingreso proveniente de los

pastos de comunidad , que, según decía Cordero, producían

u n a ren ta de dos a tres pesos¡ diarios. D e b i d o a esto, Atención

Quevedo, i n d i v i d u o que obtenía ganancias de los pastos de

c o m u n i d a d j u n t o con los falsificadores de títulos, apoyó a

los franceses contra los republicanos en 1864. Quevedo se

convir t ió después en comisario i m p e r i a l .

Según Cordero, los engañados indígenas l o habían ele­

g i d o para conseguir que el gobierno estatal reconociera los

falsos títulos, el pago de l a ren ta de los pastos y " l a prácti­

ca de u n repa r t imien to de terrenos de comun idad que ja­

más se ha practicado". E l caso hab ía sido debidamente pre­

sentado ante el gobernador y, s iguiendo su indicación, los

querel lantes se habían presentado ante los t r ibunales en no­

v i embre de 1869. E l caso hab ía sido resuelto en favor de la

"clase menesterosa" el 11 de enero de 1870. E l m i s m o día

e l t r i b u n a l informó al gobie rno del estado que se debería pa­

gar po r los pastos a los miembros de l a comisión de Santa

Mar ía . Éstos eran, según señaló Cordero en 1887, los mis­

mos que estaban estafando el d ine ro de los pastos en su con­

dición de miembros de lia Comisión Repar t ido ra de Terre­

nos que se había formado en marzo de 1881. Esa comisión,

que debía proceder a l repar to de los terrenos, había servido

sólo para ca lumniar a los hombres decentes, los que recla­

maban l a renta de los pastos que habían sido tomados su­

brept ic iamente . L a comisión n o había hecho nada, salvo

p e r m i t i r a los falsificadores de tí tulos que estafaran a los

vecinos, que exigieran impuestos para p r i va r a las personas

de sus terrenos, y que invad ie ran tierras de los pueblos vecinos

just i f icándolo con tí tulos falsos. Cordero apoyó su denuncia

con documentos oficiales y decisiones de las autoridades gu­

bernamentales y judicia les . P id ió que se aboliera la Comisión

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INDIVIDUALIZACIÓN DE L A PROPIEDAD 49

Repa r t i do ra de Terrenos y que se remi t i e ran al gobierno las cuentas sobre los pagos realizados por los pastos. T a m b i é n pidió l a destitución de Ygnacio Lara , m i e m b r o suplente de la comisión.

A l g u n o s días después de haber presentado su petición de 1887 Cordero recibió la respuesta del gobierno estatal. A l examinar los informes existentes se descubrió que ya previa­mente e l Consejo de Gob ie rno había decidido que este asun­to debía resolverse ante los tr ibunales, y que por l o tan to Cordero debía presentar su queja ante ellos.

E n rea l idad , ésta no era la p r imera vez que el gobierno der ivaba u n p l e i t o de este t i p o a las autoridades judiciales . Además de su representación de 1869, Gregor io Cordero ha­bía hecho o t r a en favor de la "ciase menesterosa" en agosto y septiembre de 1883, p r imero ante el jefe polí t ico del can­tón y después ante e l gobernador, haciendo cargos contra l a Comisión Repar t ido ra de Terrenos de Santa M a r í a po r abusos, fraude e ilegalidades. E n su in fo rme a l jefe polít ico cantonal , el comisario polí t ico de Santa M a r í a alegó que esas acusaciones carecían de fundamento. Se podría dudar de l a i m p a r c i a l i d a d de este funcionar io , puesto que Cordero alegaba que el comisario polít ico y el j u d i c i a l del pueblo es­taban en connivencia con l a comisión para evadir las órde­nes de realizar el repar to de los terrenos. S in embargo, el gobernador rechazó l a petición de Cordero de n o m b r a r una nueva comisión, y el Consejo de Gobierno de Jalisco consi­deró que el r epa r to de terrenos del pueb lo se hab ía realizado y que sólo fal taba d i s t r i b u i r los títulos de propiedad . L o único que todavía n o se había r epa r t ido era parte de u n cerro que poseía el pueblo, y e l gobierno encontró just if ica­do el retraso puesto que se esperaba u n a decisión sobre la l ínea d iv i so r i a entre las tierras del pueb lo y las propiedades privadas circundantes. Así, el consejo declaró que Cordero debía l l eva r su queja ante los t r ibunales.

Así, el 14 de d ic iembre de 1883 la Comisión Repar t idora de Ter renos de Santa M a r í a i n f o r m o que ese día hab ía co­menzado l a división de las tierras comunales de l cerro de l

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50 ROBERT J . K N O W L T O N

Gachupín, y que no se había hecho antes porque las partes

interesadas que trabajaban en los campos debían recoger la

cosecha. De esto se deduce que, por lo menos en parte, se

había arreglado el p le i to sobre la propiedad del cerro. Pero

el repar to de los terrenos del cerro se reanudaría en 1886.

L a larga y t u rb i a h is tor ia del r epar t imien to de los terre­

nos de Santa Mar ía tiene otras ramificaciones y aspectos que

v a n más allá de los que relata Gregor io Cordero. Además

del g rupo de Cordero, otros i nd iv iduos presentaron sus pro­

pios puntos de vista sobre l a polí t ica del pueblo y la dis­

cu t ida cuestión de los terrenos. E l 22 de febrero de 1886,

u n año antes del larguísimo y a veces amari l l i s ta escrito de

Cordero, l a Comisión Repar t idora de Terrenos informó al

gobernador que hacía dos días que la mayoría de los habi­

tantes se había r eun ido por orden del delegado político del

pueblo para considerar el repar to de los terrenos que todavía

n o se habían d i s t r i bu ido . E l delegado pidió u n censo de los

indígenas y los documentos que jus t i f icaran sus posiciones.

Como los indígenas sólo p u d i e r o n presentar el censo, pro­

puso a los querellantes, que eran Gregor io Cordero y otros

trece que siempre habían estado en conf l ic to con la mayoría

de los del pueblo, que n o m b r a r a n una nueva comisión.

Así, según l a comisión, el cuerpo elegido en septiembre

de 1881 y conf i rmado por el ayuntamiento de Guadalajara

fue abo l ido sin n i n g u n a base legal, puesto que su supresión

no se hizo a pedido de la mayoría de los habitantes del pue­

b lo , n i siquiera a ped ido de los que habían asistido a la

reunión. Además, el proceso de reparto realizado por la co­

misión o r i g i n a l había sido aprobado por el gobierno del es­

tado en noviembre de 1881. N o obstante esta aprobación, y

sólo debido a que unos documentos n o se habían presentado

en forma adecuada, el delegado polí t ico había puesto en p r i ­

sión a todos los miembros de l a comisión. Antes de esto el

presidente de l a misma, Fel ipe Cordero, había sido encar­

celado duran te cuatro días sin que mediara proceso alguno.

Por tanto, la comisión reclamaba al gobernador que se h i ­

ciera jus t ic ia . E l gobierno del estado reconoció que el dele-

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 51

gado carecía de au to r idad para suspender a l a comisión exis­tente y n o m b r a r otra, pues según el decreto 121 esa era una a t r ibución del ejecutivo estatal . 5 2

L a controversia sobre los terrenos se manifestó en o t ra de sus dimensiones el 29 de marzo de 1886. Ese día se rea­lizó u n a j u n t a de los indios del pueblo de Santa Mar ía a la que asistieron los delegados político y j u d i c i a l de la lo­ca l idad y el director político de San Pedro, bajo cuya jur is­dicción estaba Santa María. Debían considerar eil pedido de d o n J o s é Mar ía Obeso, p rop ie ta r io de la vecina hacienda de l Rosario, de que se le concediera una porción de los te­rrenos del pueblo , aparentemente una parte del cerro del Gachupín . L a j u n t a , al rechazar la propuesta por ser per­j u d i c i a l para los intereses del pueblo, adujo que el terreno en cuestión era l a cabecera o casco del pueblo ant iguo o p r i m i t i v o , donde existió or ig ina lmente . Desde t i empo inme­m o r i a l hab ía estado en sus manos, utilizándose como potrero pa ra el ganado de los habitantes del pueb lo y para proveer de madera a la comunidad . E l terreno también incluía u n a cantera de p iedra y el agua u t i l i zada por el pueblo . Los i n ­dígenas pedían l a protección del gobernador y su apoyo cont ra Obeso, qu ien , habiendo l i t i gado en cuatro ocasiones diferentes, n o había pod ido presentar n ingún t í tulo de pro­p iedad sobre ese terreno y sin embargo aún pretendía recla­m a r l o como suyo. Había presentado sólo u n mapa manus­c r i to , poco d igno de crédito, y basándose en el cual los ame­nazaba con despojarlos de más t ie r ra todavía de l a que esta­ba en discusión.

E l d i rec tor político, buscando una concil iación entre Obe­so y los indígenas, se reunió con ambas partes para f i j a r los l ímites entre e l pueb lo y la hacienda. Observó que ambas partes reclamaban más terrenos que los que, según los títu­los, correspondían a l a hacienda o al pueblo . Para evitar cuestiones que pud ie ran surgir sobre el r epar t imien to de

52 A comienzos de marzo los miembros de la comisión fueron li­berados de la prisión.

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52 ROBERT J . K N O W L T O N

los terrenos de l pueb lo trató sin éxi to de lograr u n acuerdo

sobre l a l ínea divisor ia . A u n así, el director pol í t ico expl icó

a los del pueb lo que el retraso en establecer u n l ími te satis­

fac tor io no debía detener el repar to de los terrenos, ya que

ta l retraso perjudicaría a la mayoría de las famil ias, que en

el entre tanto n o podrían u t i l i z a r l a parte de t ie r ra que les

correspondiera. E l 15 de a b r i l de 1886 el gobernador reco­

mendó a los indígenas que l levaran el asunto de sus derechos

sobre los terrenos ante los tr ibunales. Unos pocos días des­

pués, e l 19 de a b r i l de 1886, l a Comisión Repar t ido ra de

Ter renos comenzó a m e d i r e l cerro del Gachupín, que era

par te de los terrenos de c o m u n i d a d de l pueblo, y l o dividió

en 169 partes (el número de los i nd iv iduos elegibles) de d i ­

ferentes tamaños pero igua l va lor .

E l 31 de agosto t re in ta y cinco indígenas se que ja ron de

nuevo ante el gobernador po r las acciones de Obeso y de su

representante, Fé l ix Cast i l lo . Obeso no se había presentado

ante los t r ibunales para sostener sus pretensiones sobre los

pastos de la falda de l cerro; l a falda siempre había pertene­

cido al pueblo, pero Obeso invadía periódicamente esos pas­

tos, y, justamente, acababa de o c u r r i r u n episodio de ese t i ­

p o pocos días después de que el gobernador diera sus órdenes.

Según los querellantes, el 26 de agosto Cast i l lo y algunos

hombres en t ra ron en los potreros y se apoderaron del ganado

de los indígenas que estaba pastando allí, como de algunos

bueyes pertenecientes a unos carreteros que habían pagado

para que se les dejara pastar. Los bueyes fueron devueltos

después de u n segundo pago ex ig ido por Casti l lo, y el gana­

d o de los del pueb lo después de u n a o rden del d i rec tor po­

l í t ico de San Pedro. Además, cuando Fe l ipe Cordero, presi­

dente de la Comisión Repar t ido ra de Terrenos, acusó a Cas­

t i l l o de cometer injust icias y arbitrariedades, éste y sus com­

pañeros l o aprehendieron, l o l l evaron a San Pedro y l o en­

carcelaron acusándolo con calumnias. A pesar del hecho de

que e l terreno hab ía estado en posesión del pueb lo desde

t i empo i n m e m o r i a l y de que Obeso n o tenía n ingún docu­

mento que probara su propiedad, y a pesar de l a resolución

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 5 3

de las quejas anteriores por el gobernador, Obeso continuó i n q u i e t a n d o a los indígenas.

E l 17 de septiembre de 1886 F é l i x Cas t i l lo presentó al gobernador su p rop ia versión del asunto. Sostenía que había sido víc t ima de repetidas agresiones de par te de los del pue­blo de Santa Mar ía y que por eso en 1885 había solicitado ayuda a l a policía. Gracias a diversas medidas, había entra­do en posesión pacífica de los terrenos de l a hacienda del Rosario, que le rentaba Obeso, y que l i m i t a b a al sur con el pueb lo de Santa María . Entonces, en agosto de 1886, Felipe Cordero , que representaba al pueblo, hab ía p e r m i t i d o que 180 cabezas de ganado pastaran en esos terrenos. E n uso de los derechos que l a ley estatal concedía a los propie ta r ios , 5 3

Cast i l lo se había apoderado del ganado y l o había puesto, l o m i smo que a Cordero, a disposición del d i rec tor pol í t ico de San Pedro. Cordero había sido l levado ante el juez de la corte c r i m i n a l , qu ien , s in embargo, hab ía ordenado su l i ­ber tad . Cordero, entonces, hab ía vue l to a l levar a pastar i l ega lmente a sus animales, e inclus ive hab ía cobrado dine­r o p o r el uso de los pastos a los carreteros que u t i l i zaban el camino nacional que atravesaba e l terreno. D e nuevo, Cas­t i l l o se hab í a apoderado de cuarenta y dos cabezas y pedido al d i r ec to r polí t ico que hiciera c u m p l i r las disposiciones de la ley, pero sin ningún resultado. Cast i l lo alegaba que siem­pre hab ía obedecido l a ley y que sólo hab ía encontrado eva­sivas y m u y poco o ningún apoyo de las autoridades; por consiguiente l a fuerza era su único recurso para repeler las int rusiones de los indígenas. A f i r m a b a también que si éstos tenían algún derecho debían acudir a los t r ibunales para actuar cont ra él o contra el p rop ie ta r io , Obeso. Pero no lo hacían p o r q u e sus títulos eran falsos, como l o había probado una resolución de l a corte en 1869. 5 4 Agregaba que no sólo los indios , sino también las autoridades del pueblo, afecta­ban sus intereses. Aparentemente el único resultado que lo-

53 Decreto 449 de la legislatura y artículos del Código Penal. 54 Vid. Colección de acuerdos, 1849-1880, iv,, pp. 189-200.

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g r a r o n tanto la representación de Cast i l lo cuanto las quejas

permanentes de los habitantes del pueblo fue que se repi ­

t i e ran las anteriores directivas del gobierno estatal en el

sentido de que los indígenas debían presentar su querel la

ante los t r ibunales para resolver a quién correspondía en jus­

t ic ia l a p rop iedad de los terrenos.

E l 29 de septiembre de 1897, una década y media después

de que se el igiera la p r imera comisión, catorce habitantes de

Santa Mar ía con derecho a que se les adjudicaran los terre­

nos r e q u i r i e r o n del gobierno del estado una autorización pa­

ra organizar una nueva comisión repar t idora que cumpliese

con los requisitos del decreto 121 del 17 de a b r i l de 1849 y

otras medidas per t inentes . 5 5 Los peticionantes invocaban que,

en tantos años, la ant igua comisión n o había realizado 'Tan

laudable t rabajo" en favor de los indios, a pesar de tan re­

petidas circulares y reglamentos como se exp id ie ron , b ien

"po r moros idad o torpeza", o porque deliberadamente hacía

l a vista gorda. E l 3 de noviembre de 1897 las autoridades

estatales a d m i t i e r o n que, puesto que l a comisión nombrada

en 1881 n o había c u m p l i d o su tarea, se debían realizar elec­

ciones para una nueva. ••

Fuera de los resultados de esta decisión, u n o se pregunta

qué había sucedido en la década y media t ranscurr ida entre

1881 y 1897, para no mencionar más de tres décadas trans­

curr idas entre la emisión del decreto de 1849 y l a elección

de la comisión de 1881. Ya relatamos antes algunas partes

de u n a his tor ia que, a pesar de sus huecos, da p ie para po­

sibles explicaciones del fracaso del r epa r t im ien to de terrenos

en Santa Mar ía . Además de la confusión y los retrasos pro­

vocados por l a ines tabi l idad polí t ica en parte de ese período,

otras posibil idades inc luyen la falsificación de títulos de ¡pro­

p iedad y los plei tos sobre límites y títulos de los terrenos, así

como las controversias con ios propietar ios privados y entre

los mismos habitantes del pueblo , r

5 5 4 -Algunos asuntos relacionados con la comisión r t p a T t i d o r a de

tierras indígenas" (1897), y otros, en A H J , Gobernación.

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 5 5

E l 19 de d ic iembre de 1903 Santa Mar ía hizo aún u n nuevo pedido para que se el igiera una nueva comisión, de­b i d o a que —como era de imaginarse— algunos miembros hab ían muer to y los demás estaban ya viejos e incapacita­dos. Las nuevas elecciones, realizadas el 6 de marzo de 1904, n o pusieron f i n a las aparentemente interminables contro­versias sobre los terrenos de Santa Mar í a n i a los pleitos en­tre l a Comisión Repar t idora de Terrenos y algunos indíge­nas. E l cerro del Gachupín era el foco del confl icto. Quizá fuera irónico, pero no inesperado, que esta disputa se v i n ­culara con la necesidad de pagar las deudas originadas por el proceso de división de los terrenos.

E n l a p r imera década del siglo x x u n aspecto por lo me­nos de l a controversia de Santa Mar ía era s imilar a l a de la generación anter ior : u n g r u p o de indígenas se quejaba de que la Comisión Repar t idora de Terrenos estaba actuan­do en su p r o p i o interés y n o para beneficio de la comuni ­dad . E n este caso, se trataba específicamente de l a decisión de l a comisión de vender una parte del cerro del Gachupín para pagar los gastos originados por la división de los te­rrenos, los impuestos, y dos deudas, u n a de 800 pesos con­traída con P r i m i t i v o Arce y o t ra de 500 pesos con P i o q u i n t o Sahagún. Esas deudas se habían o r ig inado en préstamos so­l ic i tados por la comisión a Arce y Sahagún en 1904 y 1905, para sufragar los costos de la mensura de l a t ierra y de u n j u i c i o sobre la p rop iedad de los terrenos. 5 6

Atend iendo a l a oposición de u n g rupo de habitantes del pueblo , el gobernador negó en febrero de 1907 la autoriza­ción solicitada por la Comisión Repar t idora de Terrenos para vender parte del cerro y obtener fondos para l i q u i d a r varias deudas. Se creía que el j u i c i o sería resuelto en favor del pueblo , con l o cual se obtendrían recursos para cub r i r

5 6 E l contrato con Sahagún contenía una referencia al l i t ig io entre el pueblo y la hacienda del Rosario; largo problema que, sin duda, contribuyó ál endeudamiento del pueblo, a las demoras en la dis t r ibu­ción de los terrenos y a una situación generalmente inestable.

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los costos legales, y que la venta de la t ie r ra privaría al pue­

b l o de los pastos que necesitaba a cambio de u n a suma que

se consumiría sin prestar ningún beneficio al con jun to de

los habitantes.

E l p l e i t o continuó durante más de dos años, hasta mayo

de 1909, cuando el gobierno del estado conv ino con los que­

rel lantes (unas cuarenta personas) en que l a Comisión Re­

p a r t i d o r a de Terrenos de Santa Mar ía carecía de au tor idad

para conc lu i r contratos que enajenaran l a p rop iedad comu­

n a l . L a au to r idad de la Comisión se l i m i t a b a al repar to de

los terrenos y n o podía actuar como prop ie ta r ia de las tie­

rras del pueblo. N o sólo se amonestó a l a comisión por exce­

derse en su au to r idad sino que se autorizó al pueb lo a e legir

u n a nueva comisión repar t idora . U n o se pregunta qué ocu­

rr ió con las reclamaciones de A r c e y Sahagún, quienes ha­

b ían prestado d ine ro a l a comisión a cambio de derechos

sobre e l cerro de l Gachupín. C o m o qu ie ra que haya sido,

gracias a su contrato, habían aprovechado durante varios

años los pastos, l a madera, la p i ed ra y otros derechos o

beneficios.

Las elecciones de la nueva comisión se real izaron el 31

de octubre de 1910, pero fueron anuladas en enero de 1911

deb ido a que los elegidos eran "de malos antecedentes" y

host i l izaban a los indígenas de l a p r o p i a c o m u n i d a d . 5 7 E n

a b r i l de 1911 se real izaron nuevas elecciones, pero, u n a vez

más, el gobernador las anuló porque los elegidos eran los

mismos i n d i v i d u o s considerados inaceptables en la elección

anter ior .

Los últ imos documentos del p ro longado caso de Santa

Mar ía , que corresponden a octubre de 1912, r e toman los ar­

gumentos de las primeras controversias: pastoreo discut ible

o i legal de animales, quejas sobre l a actuación de l a Comi­

sión Repa r t i do ra de Terrenos en contra de los intereses de

l a comunidad , y recomendaciones del gobernador a los i n -

57 "Jefe de la sección 3 de Guadalajara" (15 sep. 1911); "Algunos

asuntos.. ." (1897), y otros en A H J , Gobernación.

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I N D I V I D U A L I Z A C I Ó N DE L A PROPIEDAD 57

dios de Santa Mar í a para que se d i r ig i e ran a las autorida­

des judiciales con el f i n de que éstas determinaran sus de­

rechos sobre las tierras en disputa, probablemente e l cerro

del Gachupín. Cabe esperar que las autoridades revoluciona­

rias resolverían def in i t ivamente los plei tos vinculados con los

terrenos del pueblo .

E l caso de Santa Mar ía es m u y ins t ruc t ivo a pesar de

estar incompleto , de las lagunas de la documentación y de

la pa rc ia l idad de los informes. E n él se manif iestan las

disputas internas ent re l a comisión electa y los indígenas

disidentes, los conflictos sobre la p rop iedad de la t ie r ra entre

el hacendado vecino y el pueblo, l a imprecisión de los lí­

mites, y el campo fértil para l i t ig ios e intervención de abo­

gados, l o que quizás contr ibuyó a que las controversias se

p ro longaran y agudizó sin duda los problemas financieros

de l a comunidad .

Los documentos disponibles n o pe rmi t en captar qué efec­

to t u v i e r o n sobre este p rob lema los cambios en los regíme­

nes políticos. L a legislación sobre el repar to de los terrenos

de los pueblos da ta de los pr imeros años de l a independen­

cia, y si b i en supuestamente algunos regímenes afectaron en

f o r m a drástica l a p rop iedad de los pueblos —sobre t odo la

legislación de l a re forma y l a del gobierno de Díaz— encon­

tramos en este caso m u y poca referencia a los cambios po­

líticos, las ideologías disidentes o e l efecto de los aconteci­

mientos nacionales. Otros documentos podrían sin duda es­

clarecer este pun to , y es de suponerse que otras regiones

geográficas p u d i e r o n haber sido afectadas en fo rma diferen­

te. E l e jemplo de Santa Mar í a l leva a preguntar hasta qué

p u n t o el ámbi to loca l fue i n f l u i d o p o r los más importantes

acontecimientos nacionales o por las decisiones revoluciona­

rias. L o que de este caso se deduce es l a omnipresencia de l

papeleo burocrát ico, las enemistades dent ro del pueblo , las

fricciones entre éste y la hacienda, y l a serie con t inua de pe­

ticiones y argumentaciones entre las autoridades locales y

las superiores.

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Ciertamente una de las constantes mantenidas a través

de las décadas fue l a invar iab le respuesta de las autoridades

estatales a las solicitudes y quejas del pueblo: " l leven el

asunto a los tr ibunales". Quizás el hecho de que esta i n d i ­

cación no se siguiera y de que las peticiones cont inuaran

siendo elevadas al ejecutivo estatal se exp l ique por la creen­

cia de los indígenas de que la suprema au tor idad política

era el mejor o único a rb i t ro y la única esperanza de que se

les complaciera, o también porque se desanimaban al con­

siderar el costo de los juic ios , e l t i empo que consumía u n

p l e i t o en los tribunales, la desconfianza que éstos les mere­

c ían y aun l o endeble de su p r o p i o caso. Cuando i b an a los

t r ibunales y recibían una sentencia favorable —como ocu­

r r ió en 1870— no se cumplía con l o dispuesto o, por l o me­

nos, no a entera satisfacción de algunos de los habitantes

de l pueblo.

Ot ros documentos ind ican que los cambios políticos de

las décadas de 1850 y 1860 no sólo retrasaron u obstruyeron

el c u m p l i m i e n t o de las leyes, sino que algunas de ellas, so­

b re todo l a ley I .erdo de 1856, afectaron y compl icaron el

proceso de repar to de las tierras de los pueblos y favorecie­

r o n las controversias a n i v e l loca l . Por ejemplo, en la dé^

cada de 1870, el ayuntamiento de la m u n i c i p a l i d a d de A u ­

t lán y sus habitantes indígenas d i spu ta ron respecto a l re­

pa r to y enajenación de los terrenos y sobre a quién le co­

rrespondería perc ib i r el p roduc to de las enajenaciones, si al

ayun tamien to m u n i c i p a l o si al pueblo indígena de Autlán.

E n l a controversia se planteaban otros asuntos, como, por

e jemplo, si Aut lán era pueb lo indígena o español y si en

r ea l idad había tierras comunales —puesto que el ayunta­

m i e n t o negaba que el pueblo fuera indígena y que hubiera

t ierras comunales—; si las tierras fueron d iv id idas según el

decreto 121 de 1849, anter ior a l a ley Le rdo , o si había tie­

rras administradas por; el ayun tamien to en la época de; la

ley L e r d o ; y si el pueb lo o e l ayun tamien to m u n i c i p a l por!

dían realizar contratos que compromet ie ran a las tierras del

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p r o p i o pueblo y pe rc ib i r ingresos por e l los . 5 8 E l caso de A u -tlán plantea l a necesidad de investigar más profundamente las-implicaciones raciales de esas controversias locales, el efec­to de los pleitos sobre l a distribución y el con t ro l de l a t ie r ra , y l a impor tanc ia de los conflictos entre personalidades.

O t r o pun to impor t an t e que surge de la documentación y que requiere de una más profunda investigación se v i n c u l a con e l significado de l a individualización de l a propiedad co­m u n a l . Es bastante evidente que el decreto de 1849 permit ía la posesión conjunta de la t ier ra que se había a t r i b u i d o i n ­d iv idua lmente a los habitantes del pueblo. E l art ículo 24 del decreto decía que "los indígenas que quis ieran poseer en so­ciedad las fincas que les correspondan en el r epar t imien to , podrán hacerlo después que se les hayan d i s t r ibu ido , bajo los convenios legales que celebren entre sí como par t icu la res" . 5 0

T a m b i é n es evidente que esa posesión conjunta , así como la propiedad ind iv isa y la inal ienable adminis t rada p o r el ayun­tamiento , continuó aún después de Ta prómulgación de l a ley L e r d o y de la constitución de 1857. Así, una c i rcular d e l go­b ie rno de Jalisco de l 4 de agosto de 1868, que se refería a l pago ele ..-.impuestos, hablaba de las "fincas que ocupan en, común los indígenas y las que admin i s t r an los ayuntamientos sin estar enajenadas", mencionando las "propiedades raíces que pro indiviso poseen en comunidad , los indígenas de los pueblos" y las "fincas que después de repartidas se poseen en sociedad por los indígenas" . 6 0 N o es seguro que, bajo la ley federal, este t i p o de prop iedad fuera legal, pero puede ser que fuera razonable, práctico y más eficiente conservar la posesión con-j u n t a en las tierras comunales; los pastos se mantendr ían i n ­tactos para el uso común mientras se cumpl i e ran los requ i ­sitos legales de la p rop iedad personal de las partes de l todo.

5 8 Ayuntamiento de Autlán, 1862; Controversia, 1868. 59 Colección de acuerdos, 1849-1880, i, p. 155.

••íb.eo Circular 15 de la Sección de Hacienda del gobierno de Jalisco a los jefes •políticos dé cada cantón (Tágo. T868) , en Colección de los decre­tos, 1873, m, pp. 325-326.

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60 ROBERT J . KNOWLTON

Éstas son algunas de las cuestiones que necesitarían investigar­

se para d i luc ida r el asunto de la tenencia de las tierras de

los pueblos y comprender las ramificaciones de l a legislación

de l siglo XIX hacia los pueblos y sus habitantes, así como ha­

cia los propietar ios privados colindantes, ramificaciones que

son de carácter personal, económico, social y político.

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