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La masonería y las facciones del liberalismo colombiano durante el siglo XIX. El caso de la masonería de la Costa Atlántica Gilberto Loaiza Cano Resumen Este artículo pretende demostrar que hubo una relación entre la trayectoria de una red masónica y la definición de una tendencia política regional; a pesar del poco interés de la historiografía universitaria por los estudios sobre la masonería, y a pesar de las escasas fuentes primarias disponibles, se puede, de todos modos, examinar los nexos entre la militancia masónica y la formación de grupos políticos regionales durante el siglo XIX. Más interesante aún es el hecho de que la masonería, en este caso, en vez de haber sido un dispositivo de la lucha del liberalismo por relativizar la antigua influencia pública de la Iglesia católica, haya servido como vehículo de la alianza orgánica entre liberalismo y catolicismo que se plasmó en el proyecto político de la Regeneración. Palabras clave: masonería, sociabilidad, Iglesia católica, liberalismo, conservatismo. Abstract The aim of this article is to demonstrate that there was a relationship between the trajectory of a Masonic network and the definition of a regional political tendency. Despite university historiography’s little interest for studies on Masonry, and in spite of the scarce primary sources available it is possible, nonetheless, to examine the links between Masonic militancy and the formation of regional political groups throughout the nineteenth century. It Artículo recibido el mayo 24 de 2007 y aprobado el 14 de julio de 2007. Doctor en Sociología de la Universidad París 3–Iheal. Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad del Valle, Cali. HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 13, MEDELLÍN, COLOMBIA, NOVIEMBRE 2007, PP. 65–89

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La masonería y las facciones del liberalismocolombiano durante el siglo XIX.

El caso de la masonería de la Costa Atlántica ♣

Gilberto Loaiza Cano♦♦♦♦♦

ResumenEste artículo pretende demostrar que hubo una relación entre la trayectoriade una red masónica y la definición de una tendencia política regional; apesar del poco interés de la historiografía universitaria por los estudiossobre la masonería, y a pesar de las escasas fuentes primarias disponibles,se puede, de todos modos, examinar los nexos entre la militancia masónica yla formación de grupos políticos regionales durante el siglo XIX. Másinteresante aún es el hecho de que la masonería, en este caso, en vez dehaber sido un dispositivo de la lucha del liberalismo por relativizar la antiguainfluencia pública de la Iglesia católica, haya servido como vehículo de laalianza orgánica entre liberalismo y catolicismo que se plasmó en el proyectopolítico de la Regeneración.Palabras clave: masonería, sociabilidad, Iglesia católica, liberalismo,conservatismo.AbstractThe aim of this article is to demonstrate that there was a relationship betweenthe trajectory of a Masonic network and the definition of a regional politicaltendency. Despite university historiography’s little interest for studies onMasonry, and in spite of the scarce primary sources available it is possible,nonetheless, to examine the links between Masonic militancy and theformation of regional political groups throughout the nineteenth century. It

♣ Artículo recibido el mayo 24 de 2007 y aprobado el 14 de julio de 2007.♦ Doctor en Sociología de la Universidad París 3–Iheal. Profesor asociado del Departamento de Historiade la Universidad del Valle, Cali.

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is even more interesting the fact that masonry, in this case, rather than beinga device for Liberalism’s struggle to play down the Catholic Church’s ancientpublic influence, turned out serving as a vehicle of the organic alliancebetween Liberalism and Catholicism imprinted in the political project of theRegeneraciónKeywords: masonry, sociability, catholic church, liberalism, conservatism.

historiografía universitaria lo han llena-do hasta ahora algunos aportes militan-tes e institucionales, como los de losmasones Américo Carnicelli y JulioHoenigsberg.3 La obra de Carnicelli,principalmente, constituye el único es-fuerzo, conocido hasta hoy, de reconsti-tución del proceso de instalación de lamasonería en Colombia desde el co-mienzo de la lucha contra la dominaciónespañola hasta la segunda mitad del si-glo XX. Más recientemente, el libro deotro “hermano”, al menos así presentanen el prólogo a Mario Arango Jaramillo,ayuda a confirmar que los estudios so-bre la masonería siguen caminando porlas márgenes de la historiografía univer-sitaria y más cerca de las definicioneshiperbólicas.4

IntroducciónQuienes hayan leído la obra del la-

mentado profesor François–XavierGuerra, habrán encontrado reflexionesacerca de la importancia de la masone-ría como un instrumento de difusión dela política moderna durante el siglo XIX.Sus discípulos, en trabajos muy puntua-les, han demostrado con lujo de detallesque la masonería perteneció a esas prác-ticas asociativas que contribuyeron aexpandir una cultura igualitaria y repu-blicana.1 Esos hallazgos podrían servirde punto de partida para el estudio de loque pudo haber sido la masonería en lasituación colombiana de ese mismo si-glo. Sin embargo, nuestra historiografíaestá lejos de haberle adjudicado impor-tancia a la masonería como objeto deestudio, aunque ha estado recientementeinteresada por indagar acerca del fun-cionamiento de determinadas formas desociabilidad, especialmente aquellas vin-culadas al proyecto político–cultural delcatolicismo.2 El vacío dejado por la1 Es el caso del estudio de Pilar González–Bernaldoque examina la relación entre prácticas asociativasy la construcción de la nación en Argentina: Civilitéet politique aux origines de la nation argentine.Les sociabilités à Buenos Aires, 1829–1862, París,Publications de la Sorbonne, 1999. Existe la versiónen español editada por el Fondo de CulturaEconómica, 2002.

2 Me refiero, principalmente, al estudio de PatriciaLondoño, Religión, cultura y sociedad enColombia. Medellín y Antioquia, 1850–1930,México, Fondo de Cultura Económica, 2004; y alde Gloria Mercedes Arango, Sociabilidadescatólicas, entre la tradición y la modernidad.Antioquia, 1870–1930, Medellín, La Carretaeditores, 2004.3 Américo Carnicelli, Historia de la masoneriacolombiana, 1833–1940, vol. 2, Bogotá, Artesgráficas, 1975; Julio Hoenigsberg, Cien años dehistoria masónica de la RL. El siglo XIX ,Barranquilla, 1964.4 Mario Arango Jaramillo, Masonería y partidoliberal. Otra cara en la historia de Colombia,Medellín, Corselva, 2006.

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Esta falta de interés por el tema noes exclusiva de la historiografía universi-taria colombiana. Jean–Pierre Bastian5

ha insistido sobre este mismo vacío enel caso mexicano, y Pilar González–Bernaldo, en su estudio sobre las for-mas de sociabilidad en Buenos Aires,concluyó que la masonería no había al-canzado hasta entonces “el estatus deobjeto histórico”. Es sin embargo curio-so que la sociabilidad masónica en Co-lombia, en el siglo XIX, no sea un objetointeresante para los historiadores por-que es evidente que buena parte de laclase política de la época gravitó en tor-no a la militancia en logias. Por otraparte, la masonería ha estado, de uno uotro modo, relacionada estrechamentecon el delicado proceso de constituciónde la vida republicana. La filiaciónmasónica o no fue parte de los dilemasde la formación de una élite política; lamilitancia en una logia no parecía serun asunto sin derivaciones públicas.Desde la década de 1820, la militanciaen una logia parecía coincidir con lanecesidad de aglutinar una de las fac-ciones o “partidos” que se disputabanel control del proceso organizativo de lapostindependencia; por ejemplo, un com-plot contra Simón Bolívar, en 1828 enBogotá, fue apoyado por un grupo demasones bajo la dirección de Franciscode Paula Santander quien desde 1820había fundado en Bogotá la logia Liber-

tad de Colombia. Luego de haberdevelado la conspiración, Bolívar decretóla prohibición de la masonería en Co-lombia y de todo tipo de sociedades se-cretas. En el otro extremo cronológicode la historia política colombiana del si-glo XIX, durante la aprobación de laConstitución de 1886, la masonería co-lombiana –más exactamente la maso-nería vinculada al liberalismo radical–fue de nuevo el blanco de persecucio-nes y de prohibiciones oficiales. Entreesos dos extremos, la masonería colom-biana fue perfeccionando tendencias,divisiones territoriales, matices ideoló-gicos, hasta el punto de ser demasiadoevidente que hubo una corrientenetamente anticlerical a partir de la fun-dación de la logia Estrella delTequendama, en 1849 en Bogotá; esacorriente contrastó y luego entró en pug-na con la masonería que estaba reunidaen torno al Supremo Consejo deCartagena; en la década de 1860 ya eraposible encontrar tres tendencias en laorganización de logias y dos de ellas sereunían bajo la égida de caudillos milita-res: las logias que auspiciadas por elcoronel y luego general Juan José Nie-to, que fungió por algún tiempo comola máxima autoridad del Supremo Con-sejo de Cartagena; las logias que seagruparon bajo el control del general ypresidente Tomás Cipriano deMosquera; y aquellas que reunieron ex-clusivamente al personal político del li-beralismo radical. En un panorama deincuestionables relaciones entre la ma-sonería y el personal político, algo quefue notorio precisamente durante el re-formismo radical en los decenios de 1860

5 Jean–Pierre Bastian, “Una ausencia notoria: lafrancmasonería en la historiografía mexicanista”,en: Historia Mexicana, México, No. 3, 1995, pp.439–460.

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y 1870, el historiador no puede soslayarla importancia política que pudo tener elasociacionismo masónico.

Sin embargo, ni siquiera los estudiosbiográficos sobre dirigentes políticos delsiglo XIX en Colombia han contempla-do en sus análisis las relaciones de susbiografiados con la militancia masónica.Aparte de los estudios sobre AntonioNariño, Juan José Nieto y ManuelAncízar,6 los biógrafos han preferidodejar de lado la militancia masónica desus personajes. Las omisiones más evi-dentes son, posiblemente, las de Fran-cisco de Paula Santander y TomásCipriano de Mosquera que fueron pro-motores incuestionables de procesos deimplantación de redes de logias.7

Ahora bien, la débil densidad del fe-nómeno masónico podría justificar estafalta de interés por parte de los historia-dores. Mientras que en Colombia, entre1833 y 1886, no se puede hablar de laexistencia de más de una treintena delogias, a veces reunidas alrededor de unGran Oriente, en otros países hispano-americanos se hallaba mayor intensidad

en la implantación de logias. Así, enBrasil, durante la década de 1870, unode los tres Grandes Orientes llegó a re-unir 56 logias. En México, hacia el findel decenio de 1880, se podían contarmás de una centena de logias. En cuan-to a Cuba, entre 1878 y 1881 existieronunos 71 talleres masónicos. En el casodel Río de la Plata, durante la segundamitad del XIX pudieron haber existidomás de 50 logias.8 Es posible que estascifras digan poco en un ejercicio com-parado, pero sí alcanzan a demostrarque en otros lugares la prácticaasociativa masónica tuvo mayor atrac-tivo para las élites político–intelectua-les.

De todos modos, la masonería co-lombiana conoció una vida relativamenteintensa a pesar de algunas interrupcio-nes significativas y, sobre todo, ella hizoparte de la historia política y religiosade la segunda mitad del siglo XIX. Du-rante los dos ciclos de hegemonía delliberalismo anticlerical, 1849–1853 y1863–1877, hubo relaciones evidentes

6 Enrique Santos Molano, Antonio Nariño, filósoforevolucionario, Bogotá, Planeta, 1999; OrlandoFals Borda, Historia doble de la costa, tomo II,Bogotá, Carlos Valencia, 1981; Gilberto LoaizaCano, Manuel Ancízar y su época, Medellín,Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín–Universidad de Antioquia–Eafit, 2004.7 A propósito de Santander, Pilar Moreno deAngel, Santander, Bogotá, Planeta, 1989; apropósito de Mosquera, Diego Castrillón, TomasCipriano de Mosquera, Bogotá, Planeta editorial,1994.

8 Véase: David Gueiros Vieira, “Liberalismo,masonería y protestantismo en Brasil, siglo XIX”,en: Jean–Pierre Bastian, coord., Protestantes,liberales y francmasones (sociedades de ideas ymodernidad en América Latina, siglo XIX) ,México, Fondo de Cultura Económica/Cehila,1990, p. 58; Jean–Pierre Bastian, Los disidentes:sociedades protestantes y revoluciones en México,1872–1911, México, Fondo de CulturaEconómica–El Colegio de México, 1989, p. 87;Eduardo Torres Cuevas, “Los cuerpos masónicoscubanos durante el siglo XIX”, en: José A. FerrerBenimeli, coord., La masonería española entreEuropa y América, Zaragoza, Centro de EstudiosHistóricos de la Masonería Española, 1993, p. 251;Pilar González Bernaldo, Op. cit., pp. 222–229.

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entre la militancia masónica y el accesoa puestos oficiales de control del Esta-do, incluyendo el de presidente de larepública (Cfr. Cuadro 1). No podemostampoco menospreciar la influencia dela masonería en los cambios de costum-bres de las élites, al menos en lo queconcierne a la difusión y consumo deuna literatura que reivindicaba un ideallaico. La aparición de ciertos títulos deprensa, la fundación de talleres de im-prenta, la creación de lo que podríamosllamar una sociabilidad cultural, los pro-yectos de masificación de una educa-ción laica, a partir de 1867, son fenó-menos indisociablemente ligados a lainfluencia de un grupo muy activo dedirigentes masones que tenían el con-trol de un Estado debilitado por un régi-men federal; ese régimen era, a propó-sito, la consecuencia directa de la Cons-titución política de 1863 que esta mismaclase dirigente masónica había contri-buido a crear. Lo que es cierto, en todocaso, es que a pesar del escaso númerode militantes y de las ambigüedadesideológicas, la élite masónica colombia-na de la segunda mitad del XIX estuvomuy comprometida con los diversos pro-yectos de laicización a nombre del libe-ralismo.

Ahora bien, los vacíos documenta-les han sido y serán un obstáculo –tam-bién un desafío– en la reconstitución delpaisaje de la expansión y de la influen-cia de las logias; aunque es cierto quelas logias debieron producir una abun-dante documentación administrativa, esevidente que no hubo una voluntad pú-blica o privada de conservación de esos

fondos documentales. Por esto, el inves-tigador debe conformarse con el acce-so a una documentación fragmentariaproveniente de los muy raros archivosprivados y de algunos archivos públicos.Esas dificultades no permiten represen-tar con precisión la importancia cuanti-tativa y cualitativa del fenómenomasónico y su influencia sobre la vidapública colombiana del siglo XIX. Sinembargo, el poco material disponiblepermite entrever un alto grado deinstitucionalización de la masonería asícomo las tensiones y enfrentamientosentre las corrientes masónicas. Así, porejemplo, el Fondo Pineda 824 de la Bi-blioteca Nacional de Colombia (en ade-lante BNC) contiene listados de losmiembros de las principales logias queexistieron en Cartagena y de los funda-dores de las logias en los distritos cer-canos, entre 1855 y 1866; incluye igual-mente algunos comunicados oficiales delos funcionarios de las logias reunidasalrededor del Gran Oriente de Cartagenao del Gran Oriente del Centro. La sec-ción Raros y Manuscritos, de la Biblio-teca Luis Angel Arango (en adelanteBLAA), conserva varias cajas y car-petas, no muy bien ordenadas ni inven-tariadas, de la documentación que legóy utilizó para su libro el masón AméricoCarnicelli en los inicios de la década de1950. Entre esa documentación podríandestacarse los Libros de oro y los Li-bros de actas del Supremo ConsejoNeogranadino con sede en Cartagena,que abarcan información administrati-va desde 1861 hasta 1906; los Copia-dores de palustres reúnen documenta-ción desde 1864 hasta 1886. Esas co-

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Cuadro 1Trayectorias asociativas de los presidentes de Colombia, 1845–1886

Fuente: Base de datos prosopográficos, BDP9

Abreviaturas: E.R.: Escuela republicana; S.D: Sociedad democrática; Ac.L: Academia de la lengua; At.L: Ateneo literario; SVDP: Sociedad de San Vicente de Paul; S.Pop.: Sociedad popular; S. Cat.:

Sociedad católica.

9 BDP: Base de datos de biografías colectivas que hacen parte de los anexos de mi tesis doctoral:Sociabilité et définition de l’Etat–nation en Colombie, de la révolution libérale à la république catholique,

Nombre Filiación

masónica

Clubes

liberales

Sociabilidad

cultural

Sociabilidad

conservadora

Tomás Cipriano de Mosquera Filantropía bogotana, 1858; Prop. Luz, 1864

S.D, 1867 S. Pop., 1849

José Hilario López Estrella del Tequendama, 1850

SD, 1850 Ac.L., 1865

José María Obando Estrella del Tequendama, 1852

SD, 1853

José María Melo Estrella del Tequendama, 1850

Manuel M. Mallarino Ac.L., 1871 SVDP, 1857

Mariano Ospina Rodríguez S.Pop., 1849; S. Cat., 1871

Bartolomé Calvo S.Cat., 1871

Ignacio Gutiérrez Vergara Ac.L, 1871 S.Pop., 1850

Manuel Murillo Toro Estrella del Tequendama, 1851, 1875

SD,1850-1856; E.R., 1850

Santos Acosta Filantropía bogotana, 1858

Santos Gutiérrez

Eustorgio Salgar Estrella del Tequendama, 1851

E.R., 1850

Santiago Pérez Estrella del Tequendama, 1850

E.R., 1850 At. L., 1865 Ac. L., 1871

Aquileo Parra Estrella del Saravita , 1865

Julián Trujillo Luz del Cauca, 1864

SD Popayán, 1867- 1876

Rafael Núñez SD, 1849, 1876 E.R., 1850

Francisco J. Zaldúa Estrella del Tequendama, 1851

E.R., 1850

José Eusebio Otálora Estrella del Tequendama, 1874

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lecciones de documentos contienen, so-bre todo, actas de tenidas y de sesionesdel Gran Consejo Administrativo; corres-pondencia entre logias; iniciación desolicitudes de instalación o reinstalaciónde logias en diferentes puntos del país;informes de tesorería; relaciones depagos a impresores y suscripciones aprensa extranjera; fundación de escue-las; conflictos por deudas o deslealta-des entre individuos o entre estructurasmasónicas, en fin. En cuanto a impre-sos, el Registro oficial y la Luz masona,las dos publicaciones oficiales de lamasonería de la costa atlántica, han des-aparecido, y solamente los Analesmasónicos y el Boletín masónico, pu-blicados por los masones de Bogotá,son todavía conservados en la BNC yla BLAA.

Según Carnicelli, hubo dos corrien-tes masónicas en Colombia. Él afirma amenudo que los masones de la costa

atlántica reunidos en el Supremo Con-sejo de Cartagena buscaron siempreconciliar los principios de la masoneríay su fe católica, mientras que aquellosdel centro del país fueron más bienanticlericales.10 La obra de Carnicellideja, además, entrever que el universoasociativo masón reproducía los conflic-tos entre las dos facciones liberales.Intentaremos en este ensayo desarro-llar la tesis según la cual la élite liberalutilizó la sociabilidad masónica para for-jarse una identidad partidista liberal ypara expresar las rivalidades entre co-rrientes del liberalismo cuyosenfrentamientos estaban relacionadoscon la discusión sobre el lugar que de-bía ocupar la Iglesia católica en el mun-do republicano. Así, según la importan-cia otorgada a la Iglesia católica, lamasonería colombiana de la segundamitad del XIX mostró tanto un liberalis-mo conciliador como un liberalismo ra-dical. Es necesario agregar el peso delfactor regional que contribuyó a la es-pecialización ideológica de las corrien-tes liberales, de suerte que el centro yel oriente del país se convirtieron en elbastión de la masonería organizada porlos liberales radicales, mientras que lade la costa atlántica reveló la concilia-ción de los liberales con la Iglesia cató-lica.11 Este esquema aparentementesimple fue sacudido, en 1864, por el ge-

1845–1886; bajo la dirección de Jean–PierreBastian, París 3, Iheal, 2006. Esta BDP será citadaa menudo en este ensayo; las semblanzas delpersonal masónico costeño, aunque a veces no semencione la fuente, también están basadas en laBDP. Esta base de datos está construida por datosprovenientes de los escasos e incompletosdiccionarios biográficos colombianos, memorias,biografías y, sobre todo, por el seguimiento de lastrayectorias públicas del personal político medianteuna prolija consulta de los títulos de prensa delsiglo XIX, del periodo 1845–1890; para cadahombre o mujer de la élite (eso incluye a dirigentesdel artesanado) de esa época se revisaron yprecisaron principalmente: fechas y lugares denacimiento y muerte; formación intelectual;filiaciones políticas; cargos públicos porrepresentación o por designación; relaciones deamistad y parentesco; pertenencias asociativas.

10 Carnicelli, Op. cit., tomo I, pp. 83, 91; tomo II,pp. 37, 45, 98.11 Por razones de espacio, este ensayo sólo podráexaminar lo concerniente a la conciliación entreliberalismo y catolicismo que se forjó en la costaatlántica.

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neral Tomás Cipriano de Mosquera, elprincipal caudillo militar colombiano delsiglo XIX. Con el fin de construir su pro-pia red de fidelidades políticas, el caudi-llo le disputó a los masones de Cartagenay de Bogotá el control sobre elmilitantismo liberal.

Postular que la masonería tuvo unaenorme influencia sobre los asuntos pú-blicos o que las querellas entre las fac-ciones liberales se reprodujeron casi quenaturalmente en la vida interna de laslogias puede ser un punto de partida muycuestionable. Pero la masonería, aquícomo en otras partes, estuvo implicada–nos guste o no– en la política cotidianade las élites liberales e, incluso, de lasconservadoras. Por ejemplo, en el casomexicano se admite que las rivalidadesentre logias fueron con frecuencia jus-tificadas por las ambiciones burocráti-cas o por los alineamientos del personalpolítico liberal.12 Es por esto que puedepensarse, en nuestro caso, que la ma-sonería expresó e incluso reprodujo lasquerellas entre los miembros de la éliteliberal de la época; también puedesugerirse que alrededor de un grupo de

dirigentes o alrededor de un caudillo, fue-ron creadas redes de logias que se con-solidaron como estructuras clientelistas.Mejor aún, podemos llegar a decir que,según los rasgos sociales de los indivi-duos implicados y según los desacuer-dos coyunturales entre las Obedienciasmasónicas, el factor económico fue de-cisivo en las querellas entre las faccio-nes del liberalismo colombiano. En efec-to, la masonería fue a la vez vehículo detensiones políticas y de intereses eco-nómicos; la organización de sus estruc-turas y jerarquías, la delimitación de ju-risdicciones tuvieron mucho que ver conel control de circuitos comerciales o, almenos, con las necesidades asociativasde comerciantes y abogados que bus-caban el control del estado, el acceso apuestos públicos y el dominio de circui-tos comerciales.

Como lo advertía el profesorFrançois–Xavier Guerra, a propósito delcaso mexicano, lo que nos parece igual-mente válido para el colombiano, es po-sible que jamás nos encontremos frentea un partido liberal durante todo el sigloXIX.13 Estaremos más bien ante unarecurrente lucha entre facciones de no-tables que militaban, a nombre de co-rrientes del liberalismo, en logiasmasónicas.

En este artículo, volvemos a adver-tir, sólo podremos detenernos en el aná-

12 Rosa María Martínez de Codes, “El impacto dela masonería en la legislación reformista de laprimera generación de liberales en México”, en:J.A. Ferrer Benimeli, coord., Masonería españolay América, tomo I, Zaragoza, Centro de EstudiosHistóricos de la Masonería Española, 1993, pp.129–145. Este rasgo de la masonería es tambiénadmitido por Pilar González Bernaldo, “La‘sociabilidad’ y la historia política”, en: Pani,Salmerón (coord), Conceptuar lo que se ve.François–Xavier Guerra, historiador. Homenaje,México, Instituto Mora, 2004, pp. 419–460.

13 François–Xavier Guerra, Le Mexique, del’Ancien régime à la Révolution, París,L’Harmattan–Publications de la Sorbonne, 1985,tomo I, pp. 152–154.

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lisis de una de las dos –o quizás tres–tendencias de la masonería colombianaque correspondió con una de las fac-ciones del “partido liberal” del siglo XIX.Por eso nos concentraremos en el estu-dio de la masonería de la costa atlánti-ca, desde su origen en 1833 con la fun-dación del Supremo Consejo deCartagena.

El Supremo Consejo deCartagena

La masonería durante el siglo XIXen la región de la costa atlántica colom-biana y bajo la autoridad del SupremoConsejo de Cartagena tuvo, en compa-ración con aquella del centro del país,una historia relativamente larga y apa-cible. Su nacimiento se sitúa en 1833,cuando el Supremo Consejo fue funda-do por un grupo de militares bajo la pro-tección de Francisco de PaulaSantander, y su historia transcurre has-ta más allá del régimen de la Regene-ración, instaurado en 1886, que habíaprecisamente declarado el fin de la ma-sonería en Colombia. Su vida fue portanto más extensa y tranquila que aque-lla de las autoridades masónicas del res-to del país. Esa larga existencia consti-tuye, de por sí, un grueso indicio de sucarácter; en vez de haber tenido unatrayectoria en pugna con la Iglesia ca-tólica, se fue definiendo como el nexoprivilegiado de la élite de la costa atlán-tica, más allá de las filiaciones políticasy religiosas de sus miembros. Es decir,era una estructura asociativa que ser-vía como nicho de conciliación de unaélite regional.

La fundación del Supremo ConsejoNeogranadino hizo parte de un procesode implantación de la masonería a lo lar-go de la costa atlántica de la Américadel sur; después de la creación del Su-premo Consejo del Brasil, en 1822, elfundado en Cartagena fue la segundaautoridad instaurada en el subcontinente.Su fundación dio origen a una red delogias situadas en los principales puer-tos de la costa atlántica y de la costapacífica, en el caso de algunas logiasfundadas en Panamá. De otra parte, elSupremo Consejo de Cartagena no sólodejó su impronta en Colombia, sino tam-bién en América central. En buena me-dida, la Obediencia creada en Cartagenaera la heredera de la antigua influenciaque había ejercido, entre 1739 y 1813,el Gran Oriente de Jamaica en la regiónCaribe.14

La fundación del Supremo Consejode Cartagena del Rito Escocés Antiguoy Aceptado, el 19 de junio de 1833, fueel resultado de los esfuerzos de Fran-cisco de Paula Santander, el presidentede la república de la época, quien de-seaba implantar una red de logias endiferentes regiones. En los primerosdecenios del siglo XIX, la instalación dela masonería parecía más sencilla en lasregiones donde la influencia sobre laIglesia católica era débil y donde el con-

14 Sobre la decadencia del Gran Oriente de Jamaicay la aparición del Gran Oriente de Cartagena, ver:Seal–Colon, “La isla de Jamaica y su influenciamasónica en la región”, en: José Ferrer Benimeli,coord., La masonería española entre Europa yAmérica, Zaragoza, 1993, pp. 205–221.

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tacto con el exterior era más intenso,como en la costa atlántica. Durante losprimeros años de vida republicana, lamasonería era el punto de encuentro delos notables de cada región, incluyendoabogados, comerciantes, curas y vete-ranos militares relacionados con la épo-ca de la Independencia.15

Para la implantación del SupremoConsejo de Cartagena, el generalSantander contó con el apoyo de losmilitares y de la jerarquía eclesiástica(Cfr. Cuadro 2). Recurrió a un vetera-no militar que había sido miembro delogias y de sociedades secretas, comolos carbonarios en Venezuela, el coro-nel Valerio Francisco Barriga, y lo nom-bró Gobernador de la Provincia deCartagena, en 1832.16 Al mismo tiem-po, sacando partido de las facultadesque le otorgaba el Patronato,17 el pre-sidente Santander nombró a JuanFernández Sotomayor como obispo de

Cartagena, un cura nacido en esta mis-ma ciudad y que había hecho parte dela armada patriota en la época de la in-dependencia; en 1822, Fernández deSotomayor había ingresado a la logiaBeneficencia de Cartagena; entre 1823y 1826, él fue representante a la Cáma-ra por la provincia de Mompós; en 1825,fue miembro de la Sociedad bíblica deLondres, fundada en Bogotá; en 1828,el obispo Fernández de Sotomayor par-ticipó en la convención constituyente enfavor del grupo político del generalSantander. Fernández de Sotomayorhacía parte de la primera generación decuras liberales que contribuyeron a laconsolidación de las instituciones repu-blicanas, a la implantación de socieda-des lancasterianas para el aprendizajede las primeras letras e incluso a la di-fusión “de una actitud casi protestantefrente a la Biblia y la Iglesia”.18 Con-viene precisar que el obispo Fernándezde Sotomayor hizo parte de la corrientede curas republicanos y liberales quecontrastó con aquella que confió en unarestauración monarquista, sobre tododurante la primera mitad del siglo XIX.19

En todo caso, el obispo FernándezSotomayor perteneció a la generaciónde curas políticos de los primeros dece-nios de vida republicana.

15 David Bushnell, El régimen de Santander,Bogotá, El Áncora Editores, 1984, p. 256.16 El coronel Valerio Francisco Barriga (Ibagué,1799, Bogotá, 1869) militó en 1821 en la logiaConcordia de Valencia y en 1825 en una sociedadsecreta en Puerto Cabello. En 1849, él se afilió a lalogia Estrella del Tequendama de Bogotá,Carnicelli, Op. cit., 1975, tomo I, p. 139.17 Patronato: institución heredada de ladominación española que implicaba la designación,por parte del rey, de la jerarquía eclesiásticahispanoamericana. Así, el centro de la cristiandadfue por mucho tiempo Madrid, en vez de Roma.Luego de la Independencia, el Patronato devino unprincipio de intervención del Estado sobre ladisciplina externa de la Iglesia católica, ver: RosaMaría Martínez de Codes, La Iglesia católica en laAmérica independiente, Madrid, Editorial Mapfre,1992, pp. 36 y 153.

18 José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civilde la Nueva Granada, Bogotá, Cromos 1956(1869), tomo II, p. 102.19 Fernán González, Poderes enfrentados, Iglesiay Estado en Colombia, Bogotá, Cinep, 1997, pp.140–144.

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Nombre Trayectoria masónica

Profesión

José María Vesga H. Gr., 1833 Coronel José Montes H. Gr., 1833 Coronel José de Ucrós y Paredes H. Gr., 1833; Fil. Bog. 1858

Prop. Luz, 1864-1869 General

Fernando Lozada H. Gr, 1833 Coronel Sebastián Franco H. Gr., 1833 Empleado público Juan Ucrós H. Gr., 1833; Fundador de la

logia Unión,1847 Militar

Nicolás del Castillo y Rada H. Gr., 1833 Coronel Dionisio Bautista H. Gr., 1833 Notario Manuel María Guerrero H. Gr., 1833 Coronel Juan Franceschi H. Gr., 1833 Comerciante de

Córcega Robert Henry Bunch H. Gr., 1833;

E del T, 1849 Comerciante de Jamaica

Manuel Gregorio González H. Gr., 1833 Empleado Manuel Pérez de Recuero H. Gr., 1833 Abogado Luis de Porras H. Gr., 1833; Unión, 1868 Comerciante Ildefonso Méndez H. Gr., 1833; CSC, 1867 Abogado

Cuadro 2Fundadores del Supremo Consejo de Cartagena, 1833

Abreviaciones: H. Gr.: logia Hospitalidad granadina; Prop. Luz: logia Propagadores de la luz;Fil. Bog.: logia Filantropía bogotana; CSC: Supremo Consejo de Cartagena.

Fuentes: Américo Carnicelli, Op. cit., 1975, tomo I, p. 67, BDP.

Entre 1831 y 1886 fueron fundadastreinta y una logias bajo la égida delSupremo Consejo de Cartagena (Cfr.Cuadro 3) lo que revela la existencia deun grupo de dirigentes que siempre es-tuvo preocupado por la implantación deuna sociabilidad masónica en la región.Ese grupo se encargó al comienzo decontrolar el circuito comercial de la cos-ta caribe fundando logias en los princi-pales puertos y extendió luego su influen-cia sobre algunos distritos del interiorcuya importancia económica era eviden-te. Así, las primeras logias fueron insta-ladas en Cartagena, Santa Marta,

Barranquilla y Riohacha; esta red seextendió con la fundación de logias enMompós, Carmen de Bolívar, Ocaña,Honda y Ambalema. Todos estos distri-tos fueron escenarios de una vida agrí-cola y comercial bastante intensa y, ade-más, hacían parte del circuito comer-cial de la principal vía de comunicacióndurante el siglo XIX: el río Magdalena.La influencia de la autoridad masónicade Cartagena sobre las logias que per-tenecían a ese circuito de navegaciónfluvial fue rota por las querellasjuridiccionales de 1864 que condujerona una división territorial motivada muy

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1867, Panamá, Isthmus Lodge

1869, Palmira, Luz de Palmira

1869, Luz del Tolima

1870, Panamá, Estrella del Pacífico

1871, Panamá, La Granada

1871, Panamá, Isthmus Lodge

1876, Cartagena, Caridad

1876, Ocaña, Iris de Ocaña

1876, Riohacha, Filantropía riohachera

1880, Panamá, Luz de oriente

1882, Panamá, Perfecta unión

1886, Panamá, Fraternidad universal

probablemente por los intereses econó-micos de los masones del interior del paísy de aquellos de la costa atlántica re-unidos en el Supremo Consejo deCartagena.

Cuadro 3Logias establecidas bajo la autori-dad del Supremo Consejo deCartagena, de 1833 a 1886

Fuentes: Américo Carnicelli, Op. cit., tomoI, 1975; Actas del Gran Consejo Administrativo

de la Gran Logia Simbólica (1860–1874),Cartagena, Manuscritos No. 791, BLAA.

A pesar de las disensiones internasde los grupos masónicos, el ascenso dela intolerancia católica ultramontana yla persecución de las logias luego de lavictoria del proyecto hegemónico delcatolicismo, en 1886, puede afirmarseque la masonería del Supremo Consejode Cartagena conoció una vida exentade las perturbaciones de la masoneríadel interior del país, donde los conflictospolíticos fueron determinantes en el fun-cionamiento de las logias. Por otro lado,es muy evidente que las figuras del po-der económico, político y religioso de lacosta atlántica hacían parte de las logiasde la región. Dicho de otra manera, lamasonería costeña* podía reunir singrandes dificultades o enfrentamientosa miembros de diverso origen político.Pero, de todos modos, en su trayectoria

* Costeña, costeño: En Colombia, los habitantesde los puertos sobre el océano Pacífico y sobre elocéano Atlántico son conocidos como costeños.

1833, Cartagena, Hospitalidad granadina

1833, Cartagena, Beneficencia

1833, Santa Marta, Filantropía granadina

1840, Barranquilla, Caridad

1840, Santa Marta, Unión fraternal

1847, Cartagena, Unión

1849, Bogotá, Estrella del Tequendama

1850, Barranquilla, Unión fraternal

1851, Panamá, Unión y concordia

1852, Panamá, Fraternidad franco-

granadina

1858, Bogotá, Filantropía bogotana

1858, Ambalema, Luz del Tolima

1859, Mompós, Unión momposina

1861, Riohacha, Corazones unidos

1862, Carmen de Bolívar, Luz del Carmen

1862, Barranquilla, Fraternidad

1864, Santa Marta, Estrella del Atlántico

1864, Barranquilla, El siglo XIX

1865, Panamá, Manzanillo

1865, Cali, Aurora del Cauca

1867, Cartagena, Estrella de oriente

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terminó por definirse como el pilar deun liberalismo moderado aliado del pro-yecto político de la Regeneración.

Durante los años de implantación dela masonería costeña, Cartagena, quehabía sido hasta entonces el principalpuerto comercial, y el eje político y mili-tar de la región, comenzaba a declinar acausa de la degradación de sus canalesde comunicación con el río Magdalena.Su preeminencia, heredada de la épocade la colonización española, fue ame-nazada por la creciente importancia eco-nómica del puerto vecino: Santa Marta.Así, hacia 1833, ya puede percibirse unarivalidad entre las élites de esas dos ciu-dades a lo que se agregaría, durante losdecenios de 1860 y 1870, la presenciacomercial y política de Barranquilla quellegaría a convertirse en el puerto másimportante del país a fines del sigloXIX.20 Estas rivalidades por la obten-ción del monopolio sobre las mercan-cías extranjeras parecen habersetransmitido al funcionamiento de laslogias. En todo caso, es significativo quela logia Unión fraternal de Santa Mar-ta, en 1840, conocida como la logiaAmistad unida a partir de 1848, com-puesta mayoritariamente de comercian-tes y capitanes de la marina mercanteresidentes en ese puerto, no haya sidoaceptada por el Supremo Consejo deCartagena.

En buena medida, las característicasde la masonería costeña correspondencon las fragmentaciones geográficas yculturales del país. La costa atlántica sedistinguía como una región periféricamuy separada de los principales centrosurbanos del interior del país y mejor pre-parada para la comunicación con el res-to del mundo y para acoger inmigrantesextranjeros. La élite política y económi-ca de esta región tuvo contactos másfluidos con el elemento europeo. El casode Panamá parece aún más marginal;es necesario recordar que Panamá noconoció la expansión –a mediados delsiglo– de los clubes políticos liberalesdenominados Sociedades democráti-cas; la masonería constituyó en el ist-mo una actividad impulsada por extran-jeros y, en ocasiones, debido a la movi-lidad de algunos masones de Cartagenaque se instalaron en Panamá, en lasdécadas de 1860 y 1870. Agreguemosque, desde 1848, Panamá fue práctica-mente un enclave norteamericano de-bido al tratado Mallarino–Bidlack quele otorgó a Estados Unidos una tempra-na potestad sobre los asuntos paname-ños.21 En definitiva, la costa atlántica yPanamá se distinguieron por un cosmo-politismo que facilitó la expansión deprácticas religiosas no católicas; un ras-go que contrastaba con la intoleranciaacerba del interior del país.

20 Frank Safford, Aspectos del siglo XIX enColombia, Medellín, Hombre nuevo, 1989, p. 52.

21 Véase al respecto: Apolínar Díaz–Callejas,Colombia–Estados Unidos, entre la autonomía yla subordinación, Bogotá, Planeta editorial, 1997,p. 217; también Gilberto Loaiza Cano, Op. cit.,pp. 117 y 118.

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Debemos precisar o insistir en queesas logias no existieron de manera si-multánea. En algunos casos, la instala-ción de una logia era el resultado de ladesaparición de otra anterior. De todosmodos, Cartagena contó con dos logiasmadres, Hospitalidad granadina, des-de 1833, y Unión n° 9, fundada en 1847,que reunieron a un grupo de dirigentesencargados de garantizar la expansióndel fenómeno masón a lo largo de lacosta atlántica. Ese grupo se encargóde la construcción de los templos, de lapublicación de sus boletines oficiales;elaboró las constituciones y los estatu-tos y se preocupó, además, por estable-cer y consolidar muy buenas relacionescon la Iglesia católica.

Hasta el decenio 1840, el SupremoConsejo de Cartagena estuvo compues-to de notables civiles, militares y religio-sos que coincidían en lo que se puedecalificar como un liberalismo moderadoinspirado todavía en el modelo de con-ciliación de liberalismo y catolicismo queprovenía de la Constitución española de1812. La mayoría de los fundadores delSupremo Consejo tenía antecedentespor su participación en las batallas con-tra la Corona española, y algunos her-manos que se afiliaron en los deceniosde 1840 y 1850 eran comerciantes es-pañoles recientemente instalados consus familias en el puerto.

Sin duda, la masonería costeña seafirmó como generadora de estatus so-cial y político. Ella reunió grupos de fa-milias distinguidas que, de generación engeneración, hicieron posible la extensiónen el tiempo de la sociabilidad masónica.

Por ejemplo, las familias Román y Pi-cón, Cerra, Benedetti, Pareja, BaenaBlonda, González Carazo fueron siste-máticas fundadoras y militantes delogias. El caso más signficativo fue elde la familia Román y Picón; el pionero,Manuel Román, era un farmaceuta re-cién llegado de España. En 1834, él par-ticipó en la fundación de la logia madrede Cartagena; uno de sus hijos, el médi-co Eduardo Román, fue el fundador dela logia Estrella del Pacífico de Pana-má, en diciembre de 1870, y sus otrosdos hijos, uno de ellos Soledad Román,fueron también miembros de logias.Soledad Román era una mujer católicay políticamente adepta al conservatismo;aun así, ella participó, en 1867, en la ins-talación de la primera y posiblementeúnica logia femenina que existió en Co-lombia. Soledad Román sería luego, en1877, la esposa de Rafael Núñez, el jefepolítico de la Regeneración, y fue unaactiva agente de la conciliación entreconservadores y masones de la costaatlántica en tiempos de la reacción ca-tólica ultramontana.

Las relaciones con la Iglesiacatólica

Desde 1833 hasta el fin de la déca-da de 1860, la masonería de Cartagenase distinguió por sus buenas relacionescon la Iglesia católica. Mejor aún, pue-de decirse que masonería e Iglesia ca-tólica constituyeron a menudo en estaregión un solo organismo, sobre todocuando se adelantaban actividades decontrol social en los distritos adminis-trados por el obispado de Cartagena. Por

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ejemplo, las campañas filantrópicas fue-ron con frecuencia eventos fundados enel trabajo armonioso de las logias con lajerarquía eclesiástica. Cada logia admi-nistraba un fondo para los pobres y re-partía el dinero a la salida del templomasónico. Durante las epidemias, tantolas sedes de logias como los temploscatólicos quedaban disponibles para lasprácticas de la caridad cristiana; en1849, la epidemia de cólera fue el pre-texto para organizar una peregrinaciónen la que colaboraron los dirigentes dela masonería de Cartagena. Aquelloshermanos masones cuyas profesioneseran las de médicos o farmaceutas, ensu mayoría de origen español, cuidabangratuitamente a los enfermos; además,los templos masónicos solían transfor-marse en improvisados hospitales.22 Supresencia en esta clase de situacionesfue consolidando la masonería como unaasociación que contribuía con la Iglesiacatólica en las actividades del frentecaritativo.

La afiliación de algunos curas a laslogias parecía un hecho natural que co-rrespondía con la tradición bien cimen-tada por el obispo Fernández Sotomayor;es decir, se trataba de la consolidaciónen la región de un tipo de cura liberal yrepublicano. Además, parece que para

la dirigencia civil de Cartagena era im-portante contar con el apoyo y recono-cimiento de la institución eclesiástica.Por ejemplo, el comerciante conserva-dor Antonio María de Zubiría (1808–1883), uno de los principales dirigentesmasones, proponía en 1847 “la admisióngratuita de algunos curas para ponerlefin a las calumnias dirigidas contra nues-tra Orden y, además, para garantizar-nos sus servicios durante las festivida-des de la Iglesia”.23

Las relaciones armoniosas del cleroy la masonería de Cartagena se expre-saron con elocuencia en la preparaciónde las visitas pastorales. En abril de1847, por ejemplo, el masón AntonioGonzález Carazo informó a su logiaUnión fraternal que él debía ausentar-se de las reuniones para acompañar, encalidad de secretario, al obispo de San-ta Marta, Luis José Serrano, durante suvisita a los distritos de Bolívar. Este tipode colaboración parecía ser muy fre-cuente y puede indicarnos al menos doscosas: primero, que el clero constituíaun personal poco numeroso e ideológi-camente poco confiable; segundo, quehabía una afinidad incuestionable entremasones y autoridades eclesiásticaspara poner en marcha este mecanismode vigilancia sobre la población y el cle-ro raso. Una visita pastoral implicabaun examen de las condiciones de lostemplos católicos, de los objetos sagra-22 Entre agosto de 1849 y febrero de 1850, las

planchas de las tenidas de la logia Hospitalidadgranadina informan de la recolección de dineropara los pobres y de ayuda a los damnificados porla epidemia de cólera; véase: BLAA, Libro de orode la R.L. Hospitalidad granadina, ManuscritoNo. 798.

23 BLAA, Libro de actas de la logia Hospitalidadgranadina, Cartagena, 1847, Manuscrito No. 791,p. 23.

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dos, de los cementerios; comprendíatambién un examen de la conducta y dela eficacia pública de los curas, de susrelaciones con los fieles, un censo dematrimonios católicos, de niños bautiza-dos y de aquellos individuos que pudie-ran estar al margen de las reglas de vidacatólica. En definitiva, los masones dela costa atlántica, sobre todo los deCartagena, contribuyeron decisivamenteen la definición del tipo de Iglesia cató-lica que debía existir en esa región.

Es probable que esta armonía entremasonería e Iglesia católica correspon-diera más bien a una especie de subor-dinación de ésta al poder económico ypolítico de los dirigentes civiles reuni-dos en las logias. Hasta fines de la dé-cada de 1860, los informes del Supre-mo Consejo de Cartagena muestran lashuellas del frecuente apoyo económicopara las actividades de la Iglesia católi-ca; por ejemplo, los desplazamientoshacia Bogotá del obispo BernardinoMedina (1811–1887) eran costeados porla logia.24 También hay que destacarque algunos curas que militaron en laslogias de la costa atlántica alcanzarongrados elevados en la jerarquía masónica(Cfr. Cuadro 4). En consecuencia, elcarácter laico y moderno de la

sociablidad masónica en Cartagena esharto cuestionable; reuniendo personaleclesiástico, participando de las activi-dades de control social programadas porla Iglesia católica, es difícil considerarlacomo una asociación basada en un idealsecularizador que debía distinguir a lasformas asociativas modernas en el si-glo XIX; bien lo decía Maurice Agulhon,pionero de los estudios sobre sociabili-dad política en el siglo XIX, el meollode la sociabilidad moderna del siglo XIXreside en su carácter civil y laico, en sulucha contra la matriz cultural de la Igle-sia católica: “ser liberal en el siglo XIX–afirmaba Agulhon– significaba ser, sinoantirreligioso, al menos adversario delmagisterio religioso en la vida política ysocial; ser simplemente laico, como di-ríamos hoy”.25

Otra particularidad confirma la co-rrespondencia entre los objetivos del per-sonal masónico y de la jerarquía católicade Cartagena; se trata de la fundación,en 1867, de la logia femenina Estrella deOriente, la primera y posiblemente úni-ca de ese género en el siglo XIX en Co-lombia. Bajo la autoridad del SupremoConsejo de Cartagena, compuesta decinco “ grados adoptivos ”, esta logiareunió un grupo distinguido de mujerescatólicas y próximas de lo que se cono-cía como partido conservador. Esta lo-

24 El 29 de abril de 1868, el cura Manuel EusebioFlórez, grado 33, pedía “auxilio económico paratrasladarse a la ciudad de Panama”, y en un informedel 3 de mayo de 1868, el Gran Tesorero, JoséAngel Gómez, proponía “una suscripción parapagar el viaje de Monseñor Bernardino Medinaentre Cartagena y Bogotá”, BLAA, Libro de Actasdel Gran Consejo Administrativo, Cartagena,1860–1874, Manuscrito No. 791, pp. 460 y 461.

25 Maurice Agulhon, “Préface au Manuelrépublicain de l’homme et du citoyen, 1848, deCharles Renouvier”, en: Histoire vagabonde(idéologie et politique dans la France du XIXèmesiècle), París, Editions Gallimard, 1988, p. 35.

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Nombres Cargo eclesiástico Filiación Masónica

Juan Fernández de Sotomayor

Obispo de Cartagena Las Tres Virtudes Teologales, Cartagena, 1809 Beneficencia, 1822; grado 33

Francisco Fortich

Cura de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena, 1846; grado 18

Manuel Eusebio Flórez

Cura de la iglesia de La Popa, Cartagena

Hospitalidad granadina, Cartagena,1849-1862; grado 33

Calixto de J.Gómez

Cura de la catedral de Santa Marta

Amistad unida, Santa Marta, 1856; grado 33

Ramón González

Cura de Santa Marta Amistad unida, Santa Marta, 1849

Juan Francisco de Hurtado

Cura de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena, 1846-1859; grado 18

Manuel José de Lamadrid

Cura de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena , 1846

Calixto Noguera

Obispo de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena, 1834; grado 18

Juan Crisóstomo Pereira

Cura de Santa Marta Amistad unida, Santa Marta, 1846

José Dionisio Romero

Cura de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena , 1852, Abjuró en 1866

José Inés Ruíz

Cura de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena, 1849

Rafael Ruíz

Cura de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena 1847; abjuró en 1868; grado 18

Pedro Marcelino Sierra y García

Cura de Cartagena Hospitalidad granadina, Cartagena, 1846

José Manuel Vivero

Cura de Corozal Hospitalidad granadina, Cartagena , 1833

José Francisco Zapatero

Cura de Pasacaballos, provincia de Cartagena

Hospitalidad granadina, Cartagena , 1852

Cuadro 4Curas masones del Supremo Consejo de Cartagena

Fuentes: Carnicelli, Op. cit., tomos I y II; BDP.

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gia femenina acompañó las actividadescaritativas de algunas asociaciones ca-tólicas y reivindicó “el ejercicio prácti-co de la caridad”.26

Sin embargo, las relaciones armonio-sas entre los masones y la jerarquía ca-tólica de Cartagena fueron perturbadaspor algunos eventos. El primero fue lainstalación, en septiembre de 1859, delLiceo masónico donde los dirigentesmasones se propusieron enseñar doc-trina cristiana, instrucción moral y reli-giosa, urbanidad, contabilidad y geome-tría. El Liceo parecía estar destinadoexclusivamente a la educación laicapuesto que los directores advertían quela enseñanza de la doctrina cristiana yla instrucción moral podía serremplazada por otras asignaturas.27

El otro evento perturbador fue elapoyo que le prestó la masonería de

Cartagena a la instalación de una So-ciedad bíblica, en 1857. Aunque el he-cho no era nuevo, se convirtió en esaocasión en un desafío al catolicismo in-transigente pregonado por la curia des-de Bogotá. En efecto, el periódico ElCatolicismo de Bogotá denunció la exis-tencia en Cartagena de una misión pro-testante bajo la dirección de RamónMonsalvatge, un antiguo cura de origencatalán que había hecho parte de la co-munidad de los Capuchinos y que, en1857, apareció en la lista de miembrosactivos de la logia Unión deCartagena.28 Monsalvatge había insta-lado en Cartagena una Sociedad bíblicafinanciada por el consulado británico yla masonería local.29 Según las acusa-ciones de la prensa católica, Monsalvatgevenía de Nueva York con “un órgano,algunas sillas y un poco de dinero dona-do por la Sociedad bíblica con el fin defundar una Iglesia cismática”.30 Pareceque su verdadero destino era Bogotá, peroun accidente de viaje le obligó a instalar-se en Cartagena donde comenzó por dis-tribuir gratuitamente la Biblia y luegoconvocó reuniones en la sala de un anti-guo convento. De todos modos, su pre-sencia deja entrever que hubo colabora-ción de la masonería cartagenera en lastentativas de expansión de esta socie-dad protestante.

26 Registro oficial masónico, Cartagena, No. 40,28 de enero de 1867; citado por Carnicelli, Op.cit., tomo I, p. 490. Según este autor, la logiafemenina de Cartagena existió hasta 1875. Lanovela de Silvia Galvis sobre Soledad Román admitey reconstruye la existencia de esta logia femenina;la militancia masónica de las mujeres de las élitesparece estar relacionada, al menos en Europa, con“la aristocratización de la masonería”, según EricSaunier en su estudio de la masonería en Normandíaa fines del siglo XVIII. Se trataba, en todo caso, deafirmar la influencia social y cultural de las mujeresnotables, ver: Eric Saunier, Révolution et sociabilitéen Normandie au tournant des XVIIIe et XIXesiècles (6000 francs–maçons de 1740 à 1830),Rouen, Publications de l’Université de Rouen, 1998,pp. 104–106.27 Biblioteca Nacional Colombia (en adelanteBNA), “Liceo Masónico”, Cartagena, 27 dediciembre de 1859, Fondo Pineda 824, 25.

28 BNC, Cuadro de miembros de la logia Unión,Cartagena, 1° de julio de 1857, Fondo Pineda 824,22.29 El Catolicismo, Bogotá, 25 de septiembre de1855, p. 20.30 El Catolicismo, Bogotá, 11 de marzo de 1856,p. 35.

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La masonería costeña sufrió luegolos ataques del catolicismo ultramonta-no, acentuados por la publicación delSyllabus, en 1864, que hizo una conde-na explícita de la sociabilidadmasónica.31 El propagandista de estacondena fue el obispo de Cartagena,Bernardino Medina, un cura originariode Boyacá que había sido expulsado delpaís por el régimen de Mosquera, el 2de diciembre de 1866, por haber des-obedecido a la ley de inspección de cul-tos de 1864. Luego de su retorno a ladiócesis de Cartagena, el obispo Medinaredactó una circular dirigida a los curasde los distritos del Estado de Bolívardonde exigía que evitaran todo tipo derelación entre la institución católica y lasactividades de los masones; Medinaamenazó con la excomunión inmediatade todos los miembros del clero que tu-vieran algún grado dentro de la estruc-tura masónica. De esta manera, se en-tronizaba en Cartagena la tendencia in-transigente y ultramontana de la Iglesiacatólica con el fin de extirpar cualquierinclinación liberal en el clero. En aque-llos años se hicieron frecuentes algunasprácticas ostentatorias muy propias delespíritu ultramontano, como los actospúblicos de absolución de curas quehabían sido obligados a retractarse desu adhesión a la masonería, como suce-

dió con la absolución, en el atrio de lacatedral y en presencia de la multitud,del cura Rafael Ruíz, diácono de la ca-tedral de Cartagena y quien había po-seído el grado 18 de la logia Hospitali-dad granadina.32

Las condenas proferidas por el papaPío IX y las querellas cada vez más fre-cuentes con el obispo Medina obligarona los dirigentes masones de Cartagenaa llevar a cabo una ofensiva diplomáti-ca con el fin de demostrar su apegoirrestricto a la Iglesia católica. En unade sus tenidas prepararon una reuniónsecreta entre el inspector de la orden,Juan Manuel Grau (1819–1888) y el in-transigente obispo. En esa entrevista, elGran Maestro Grau debía subrayar que“todos los masones no tendrán incon-veniente en considerarse unidos a élcomo su legitimo Pastor, ni en presen-tarle todo el apoyo e influencia que es-tén a su alcance”.33 Poco antes de estareunión, el Supremo Consejo deCartagena había declarado públicamen-te que “la mayoría de los franc–maso-nes de los Estados Unidos de Colom-bia, que están bajo su dependencia, pro-fesan la religión católica, apostólica, ro-mana, y como tales se consideran bajotodos los vínculos que aquella religión

31 El Syllabus era un catálogo que condenaba “80errores de nuestro tiempo” y que acompañó lapromulgación de la encíclica Quanta cura, en 1864.Una versión comentada del Syllabus en PaulChristophe y Roland Minnerath, ed., Le Syllabusde Pie IX, París, Les Editions du Cerf, 2000, pp.39–69.

32 Manuel E. Corrales, Efemérides y anales delEstado de Bolívar, Bogotá, Imprenta de J. Pérez,1889, tomo IV, pp. 590–591.33 BLAA, Informe del 13 de mayo de 1869, Librode actas del Gran Consejo Administrativo,Cartagena, 1860–1874, Manuscritos No. 791, p.34; ver también Carnicelli, Op. cit., tomo I, p.470.

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les impone”.34 Con el afán de ser acep-tados por la Iglesia católica, los maso-nes de Cartagena enviaron un delegadoa Roma para obtener una entrevista conel papa. Entre los tantos esfuerzos paraser aceptados como miembros de la Igle-sia católica, se destaca una carta del 31de julio de 1871 dirigida a Pío IX firma-da por todos los masones deCartagena y que decía así:

“Somos masones, Santísimo Pa-dre, pero jamás, ni una sola vez,hemos maquinado contra nuestraIglesia (…) Somos masones, peronuestra única misión es el ejerci-cio de la caridad cristiana comofue prescrita por el Hombre–Dios(…) Acoged, benigno, nuestrasprotestas, devolved la paz a nues-tros corazones, disponiendo queno se nos excluya de laparticipacion de los sacramentos,y dignaos hacer descender losbienes del Cielo sobre nosotros,dirigiendo a nuestras cabezasvuestra apostólica bendición”.35

Esta visible vocación católica de lamasonería costeña también tuvo mani-festación, en términos políticos, en laadhesión de muchos de estos masonesal proyecto conciliador de liberalismo ycatolicismo que se plasmó en la figura

de Rafael Núñez y en el proyecto co-nocido como la Regeneración, que seafirmaba desde los inicios de la décadade 1880.La masonería costeña, bastiónde la alianza entre liberalismo

y catolicismoCartagena no conoció solamente la

expansión de esta singular sociabilidadmasónica y pro–católica. El puerto tam-bién conoció en la intensa mitad del sigloel nacimiento de dos Sociedades demo-cráticas, una que se distinguió por re-unir al notablato liberal y otra que, a ma-nera de escisión de la primera, se definiócomo núcleo asociativo exclusivo delartesanado; también existió por la mis-ma época un club político conservador.En ese entonces funcionaban las doslogias más antiguas de la ciudad: Hospi-talidad granadina y Unión. Un entra-mado asociativo semejante existió enaquellos años en Santa Marta, Riohacha,Barranquilla e incluso en algunos distri-tos alejados de los puertos como fue elcaso de Mompós, un distrito estratégicopara la distribución de mercancías pro-venientes del centro del país.

Ahora bien, el grupo de logias orga-nizado alrededor del Supremo Consejode Cartagena se relacionó de modosmuy diversos con el poder político. En-tre 1833 y 1875, la militancia masónicafue abandonando el inicial predominiode un personal militar para darle luegopreponderancia a los abogados y comer-ciantes (Cfr. Gráfico 1). La fundaciónde logias a lo largo de la costa caribeobedecía a una voluntad de control po-

34 Los masones de Cartagena frente a los hombressensatos, Cartagena, Imprenta de Ruíz e hijos, 25de abril de 1869, p. 9.35 Carnicelli, Op. cit., tomo I, p. 470. Hayantecedentes de lo que debía ser esta carta dirigidaal Papa, pero no aparece el documento, BLAA,Libro de actas del Gran Consejo Administrativo1860–1874, Manuscritos No. 791, p. 34.

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lítico cuyos principales protagonistasfueron los abogados locales y los inte-lectuales de provincia sometidos al prin-cipal caudillo militar de la región, el co-ronel y luego general Juan José Nieto.Varios fundadores de logias fueron tam-bién fundadores de Sociedades demo-cráticas durante la mitad del siglo, comofue el caso de los abogados ValentínPareja y Gregorio Cerra, políticos muyactivos en Cartagena, Carmen de Bolí-var y Mompós. La masonería fue igual-mente el punto de encuentro de la ri-queza económica y el poder político.Según el sociólogo Orlando Fals Borda,la logia Hospitalidad granadina, porejemplo, reunía “los elementos más re-conocidos de Cartagena, particularmen-te aquellos que ascendían en la escalasocial y económica y llenaban el vacíodejado por la decadencia o la emigra-ción de la antigua aristocracia”.36 Estaafirmación parece confirmarse por al-gunos casos individuales de comercian-

tes extranjeros que hallaron en la ma-sonería de Cartagena una especie declub social que les permitió ejercer unainfluencia directa en los asuntos públi-cos de la ciudad. Para comienzos de ladécada de 1860, las filiaciones políticasdel personal masónico cartagenero pa-recen más diversas e, incluso, opues-tas; sin embargo, la Convención consti-tuyente de 1863, que fue a la postre unareunión de liberales con un evidente ais-lamiento del personal político liberal dela costa atlántica, y la multiplicación delos enfrentamientos con el obispoMedina, sobre todo a partir de 1864,fueron dos factores que debieron influiren que la masonería reunida en el Su-premo Consejo de Cartagena se defi-niera cada vez más claramente comouna práctica asociativa que iba a con-tribuir a consolidar el proyecto políticode un liberalismo moderado en alianzacon el catolicismo.

36 Orlando Fals Borda, Historia doble de la costa, tomo II, Bogotá, Carlos Valencia, 1981, p. 99A.

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Abogad C om e r ç i an M i l i t ar C u r a M é di c F u n c i o n a r i

O t r o

Gráfico 1Profesiones de los miembros de las logias del Gran Oriente de Cartagena,

1833–1875Muestra: 110

Fuentes: Fondo Pineda, n° 824; Carnicelli, Op. cit., tomos I y II; BDP.

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86 La masonería y las facciones del liberalismocolombiano durante el siglo XIX. El caso de la masonería de la Costa Atlántica

De todas maneras es evidente quelos “hermanos” de las logias de la costaatlántica ocuparon siempre los principa-les puestos del poder político y militarde la región. Fueron miembros de losconcejos de los distritos, alcaldes, nota-rios, jueces, gobernadores, presidentesdel Estado de Bolívar. Sin embargo, losmasones costeños no se distinguieronpor ocupar cargos de importancia na-cional; su presencia en Bogotá se limi-tó, principalmente, al ejercicio de pues-tos de representación como miembrosdel Senado. Incluso, durante los regíme-nes radicales, la presencia de liberalesradicales costeños en puestos de direc-ción del Estado central fue excepcio-nal. Sólo podríamos destacar el caso deManuel Ezequiel Corrales, un militantemasón relativamente tardío, cuyo ingre-so a la masonería coincidió con su no-minación como gobernador del Estadode Bolívar, en 1872; luego, en 1875, lle-gó a Bogotá para desempeñarse en lapresidencia de la Corte Suprema de Jus-ticia de los Estados Unidos de Colom-bia y se afilió, ese mismo año, a la logiaEstrella del Tequendama. Otro liberalradical costeño, Luis Antonio Robles,se inició en la logia Unión de Cartagenay luego ingresó en la Estrella delTequendama,mientras tanto fue Secre-tario del Tesoro, en 1876, y presidentedel Estado del Magdalena, en 1878.37

La masonería costeña fue más pro-clive a buscar el apoyo del omnipresen-te general Mosquera. Así, en 1849,cuando el caudillo era nominalmente unlíder conservador y acababa de termi-nar su mandato presidencial, el Supre-mo Consejo de Cartagena lo proclamócomo su protector. Más tarde, el abo-gado Antonio González Carazo, el mis-mo que solía acompañar al obispo deCartagena en sus visitas pastorales, fuesu lugarteniente durante la guerra civilde 1860 y uno de sus escasos aliadoscosteños durante la Convención liberalde 1863. Por otro lado, los militares JuanNepomuceno Pontón y José de DiosUcrós, uno de los fundadores de la lo-gia Hospitalidad granadina en 1834,colaboraron con el general Mosquera enla fundación de la logia Filantropíabogotana, en 1858. Luego, a fines dela década 1860, el abogado Carlos Saénzy el general Luis Capella Toledo, miem-bros de la logia Estrella del Atlántico,llegaron a Bogotá para afiliarse a la lo-gia Propagadores de la luz, otro tallermasónico fundado por Mosquera en1864. En definitiva, los masones de lacosta atlántica estuvieron más cerca decolaborar con la expansión de las logiasmosqueristas y, ante la muerte del cau-dillo, estos individuos se convirtieron enpilares del ascenso político de RafaelNúñez, quien se había constituido en elprincipal enemigo de los radicales.

Desde la instauración del SupremoConsejo de Cartagena –conocido tam-bién como Supremo ConsejoNeogranadino– en 1833, encontramosen las listas de miembros algunos co-

37 Estas semblanzas del personal masónico de lacosta atlántica se basan en nuestra BDP yamencionada.

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merciantes que ejercieron una enormeinfluencia sobre la vida económica y po-lítica local. Ese fue el caso del comer-ciante inglés nacido en Jamaica, RobertoBunch, quien tuvo sus negocios enCartagena desde los primeros años delsiglo XIX. Después de 1840, él se ins-taló en Bogotá e hizo parte de la logiaEstrella del Tequendama. Francisco deZubiría, abogado y comerciante, eraconsiderado uno de los hombres másricos y poderosos de Cartagena; él fueresponsable de la fundación de la logiafemenina y del Liceo masónico. Tam-bién fue representante legal del GranOriente de Cartagena en Europa y, ade-más, fue alcalde y gobernador, en ladécada de 1830. Fue miembro del lla-mado partido conservador y proclamóel caracter católico de la masonería deCartagena. Otro masón muy influyentefue el comerciante italiano Juan Bautis-ta Mainero y Trucco cuyo ingreso a lalogia Hospitalidad granadina fue tar-dío, hacia comienzos del decenio de1860. Él fundó uno de los primeros ban-cos de Cartagena.

La masonería de Cartagena se be-nefició de la protección del principalcaudillo militar de la región, el generalJuan José Nieto. Además de ser el Ve-nerable Maestro de la logia madre Hos-pitalidad granadina, detentaba el con-trol político sobre gran parte de los cam-pesinos y artesanos de la costa atlánti-ca. Nieto fundó algunas Sociedadesdemocráticas en la mitad del siglo XIXy –mientras ejerció como Gran Comen-dador del Consejo Supremo– empren-dió la fundación de logias en Mompós y

Carmen de Bolívar. Fue representantea la Cámara, en Bogotá, durante las re-formas liberales de los años 1850 y 1851.En 1854, cuando era gobernador, apoyóel golpe militar del general José MaríaMelo. Luego de la guerra civil de 1860,firmó el Pacto de la Unión con el gene-ral Mosquera, lo que confirmaba queestos generales eran los dos principalescaudillos militares de esa época: Nietotenía el control sobre los Estados delnorte mientras que Mosquera era el se-ñor todopoderoso de los Estados delcentro y del sudeste del país.38 Esta di-visión territorial, en términos militares ypolíticos, se manifestó en la separaciónde jurisdicciones entre el Supremo Con-sejo de Cartagena, bajo el mando deNieto, y la masonería del centro y su-deste que se iba a organizar con la tute-la del general Mosquera.

La masonería costeña contribuyómuy poco al proyecto educativo de losliberales radicales, durante la década de1870. Los funcionarios de la dirección dela Instrucción Pública de los Estados deBolívar y Magdalena lamentaron con fre-cuencia el poco apoyo de las autorida-des y de los notables regionales. La do-tación de las escuelas se debió a veces alos aportes de individuos de otras regio-nes del país mientras que el desinterésdel notablato costeño era flagrante.

Precisamente, durante el ciclo dereformas radicales, la masonería cos-

38 Sobre el caudillo Nieto, ver: Fals Borda, Op. cit.;también nuestra BPD.

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teña impuso su sello pro–católico y seconvirtió en la cuna política de los prin-cipales colaboradores del proyecto derepública católica guiado por RafaelNúñez. A los nombres ya mencionadosde Luis Capella Toledo y Carlos Saénz,es necesario agregar el de José MaríaCampo Serrano quien había comenza-do su carrera como liberal radical peropasó luego a respaldar la tendenciamoderada, como colaborador político ymilitar de Rafael Núñez. Campo Serra-no, como Capella Toledo, había hechoparte de la logia Estrella del Atlánticode Santa Marta, en 1867. Fue presiden-te del Estado del Magdalena a nombredel liberalismo radical, pero en la déca-da de 1880 se reafirmó como lugarte-niente de Núñez y en varias ocasioneslo remplazó en la presidencia del país.Pero la principal figura política surgidade la masonería de la costa atlántica fue,tal vez, el abogado conservador JoaquínFernando Vélez. Entre 1850 y 1851, fueuno de los fundadores del club políticoque aglutinó a la juventud universitariaconservadora reunida en Bogotá, laSociedad filotémica, y en 1859 ingre-só a la logia Unión de Cartagena. Du-rante el proceso de ruptura jurisdiccio-nal –que también entrañaba una ruptu-ra ideológica y una división territorial delos intereses económicos– con la ma-sonería del centro del país, él se mostrócomo uno de los más ardientes defen-sores de la antigua autoridad del Supre-mo Consejo de Cartagena. En 1883, fuedesignado por Rafael Núñez como agen-te confidencial ante el Vaticano para po-ner en marcha el proceso de firma delConcordato de 1887.

Así fue, entonces, cómo esta maso-nería de la costa atlántica devino el bas-tión de la alianza entre liberalismo mo-derado y conservatismo en contra delproyecto educativo laicizante proclama-do por la facción liberal radical. Gra-cias al apoyo de un grupo de masonescosteños que tenían el control de la vidapolítica local, Rafael Núñez pudo erigir-se como el principal rival de los radica-les. Estos notables, que desde el mundoexclusivo de las logias colaboraron conel proyecto regeneracionista, podríamosdenominarlos políticos intermediariosporque, como otros en otras regiones,gracias a su arraigo local y a su contac-to con la vida asociativa aldeana, logra-ban garantizar adhesiones en favor delpolítico de envergadura nacional. Demanera que algunos de estos políticosintermediarios –y al tiempo “hermanos”masones– como Valentín Pareja, Fran-cisco Trespalacios, Antonio Benedetti,José Manuel Royo, Joaquín FernandoVélez, fueron acumulando una ciertaexperiencia, desde la década de 1840,en la fundación de clubes políticos libe-rales y de logias que se constituyeron,en definitiva, en una red política regio-nal que se identificó políticamente comoun bastión de la Regeneración.

Así, por ejemplo, entre 1874 y 1876,la masonería costeña se movilizóacuciosa para garantizar la existenciade una red de clubes electorales llama-dos Sociedades eleccionarias en fa-vor de la candidatura presidencial deNúñez. Sin embargo, valga precisar que,curiosamente, Núñez nunca tuvo unacomprobada militancia masónica. Él se

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consagró, desde muy joven, a forjarseuna imagen de político nacional, prime-ro como miembro del gabinete ministe-rial del régimen de José Hilario López ycomo representante de la tendencialibrecambista entre la élite liberal; luchócontra el régimen provisional del gene-ral José María Melo y luego hizo partede la Secretaría de Hacienda y del Te-soro en el régimen de transición deManuel María Mallarino, entre 1855 y1856. En varias ocasiones fue represen-tante a la Cámara por los Estados deBolívar y Panamá. Luego de su iniciallibrecambismo se declaró en favor dela protección de las manufacturas na-cionales, lo que le permitió garantizarseel apoyo de parte del movimientoartesanal que lo acompañó en los ini-cios de la Regeneración. Para Núñez,la masonería costeña fue un instrumen-to externo que le permitió aproximarseal liberalismo moderado y organizar unareacción contra el círculo de radicalesde Bogotá.

Eso explica en buena parte por quéla masonería de la costa atlántica no

39 Acta del 21 de mayo de 1886, p. 21; Acta del 17de junio de 1886, p. 92, en: Actas del Consejonacional constituyente.

conoció las persecuciones de que sí fue-ron objeto las logias radicales de Bogo-tá y de Santander con la instauraciónde la Regeneración. La percepción deque la masonería costeña se caracteri-zó por su espíritu contemporizador conla institucionalidad católica no fue uninvento contemporáneo del historiadorAmérico Carnicelli; durante los deba-tes en que se preparó la Constituciónde 1886, algunos antiguos radicales yanticlericales, como José María Samper,quien para ese entonces ya hacía partedel partido conservador, era clara la di-ferencia entre las logias “inofensivas delos Estados de la costa atlántica dondela masonería no ha sido ni conspiradorani atea” y las logias de Bogotá, Socorroy Palmira que se habían distinguido porsu anticlericalismo.39 Excepcionalmen-te protegida por el régimen de Núñez,el Gran Oriente de Cartagena sereinstaló en 1887, el mismo año en quefue clausurado el templo de la logia Es-trella del Tequendama en Bogotá, cuyatrayectoria radical y anticlerical era has-ta entonces evidente.