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La muerte calla. Un camino a la vida… 1

La Muerte Calla. Un camino a la vida

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Compilación Literaria de César Eduardo Chávez Armendáriz

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Los juegos del dolor

(Relato)

Edwin recorría tristemente el desolado pasillo de la facultad, el pensamiento de su difunta madre no lo dejaba

en paz, escuchaba tronar las puertas de las aulas cuando un alumno salía y lo martirizaba aún más el dolor.

De camino a casa encontró a un viejo amigo, igual de perturbado, con la mirada fija al asfalto y sin propósito

de estar allí.

- ¡Manu! Cuanto tiempo cabrón, ¿qué haces por acá?

- ¡Ed! Viejo, ¿cómo va todo? Espero el autobús ¿y tú? - Los titileos en su ojo izquierdo prolongaban una

sensación de inconformidad con una mezcla de llanto, por lo que Manu solo se aferró a brindarle un fuerte

abrazo. Aun así, algo en la mente no lo dejaba mantenerse al pie de la conversación.

- Por cierto, me enteré de lo de tu mamá, de verdad mi más sentido pésame. Fue una excelente mujer y una

gran madre, siento dolor porque también fue una madre para mí, ¿recuerdas? Las pedotas que nos poníamos

y ella siempre tan responsable cuando nos iba a recoger, además de considerada por ti y tu abuela, he de

dudar que dios no la tenga en su santa gloria. – Pero tan incrédulo se volvió el corazón de Edwin, que una

tormenta de furia rodeó por completo a todo su cuerpo.

- ¿Dios? ¿Cuál dios? Maldigo la tristeza que recorre mi alma por la pérdida, pero no dejo en manos la

memoria de un amor maternal a un ser que en vano pronuncian su existencia. – reclamó a los cuatro vientos.

.- Además, la muerte es solo el ciclo de fin de vida de cualquier individuo, algún día habría de caer al suelo la

enferma mujer, ¿no? .- El otro pobre y diferido amigo renegaba contra él.

- ¿Estas consiente de lo que dices?

- ¡Claro que sí! No tengo tiempo para estas estupideces, ¿Sabes? Tenía un mejor concepto de ti Manu.- La

rabia y la conmoción mantenía al pobre muchacho en un paraje sinuoso de confusión pero ¿qué pasaría

después? Sí su único objetivo era dedicarle los últimos momentos a su madre.

En medio de la discusión una fuerte vibración se presenta en su bolsillo. Se trataba de Amanda su novia.

- ¿Hola? ¿Diga?- Contesta con furia.

- Soy yo, ¿cómo estás mi vida?

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- Pues estoy bien.- Con un ligero levantón de dedos le pide tiempo a su amigo para retirarse y hablar con su

novia.

- Ahora sí, perdón, estoy en un pequeño predicamento con Manu, pero todo bien cielo. La verdad es que te

necesito, me siento muy solo.- Exclama con tumultuosa inconformidad.

- No, no te sientas así, aquí estoy, te voy a ver esta noche en el velorio, es más dame veinte minutos para

llegar a tu casa.

- ¿Pero no te vas a alistar?

- Sí, claro por eso te pido tiempo para alistar mis cosas y prepararme allá. Ya no quiero que pienses en la

muerte, tranquilízate ya está en un mejor lugar.- La inocencia en su voz lo tranquilizaba aún más ya que

pasaría tiempo de calidad con Amanda.

- Perfecto, entonces te veo esta noche, te amo.- Y con dispersión cuelga su teléfono. El amigo ya no estaba,

el autobús había partido junto con él pero se sentía mal por no haber terminado la conversación de buena

manera con Manu. De pronto un mensaje toca el bolsillo.- ‘’ Viejo, nos vemos hoy en el velorio ‘’

La tarde murió lento, un café pronunciaba el vapor en el aire, la televisión prendida, pero su atención

permanecía en la cortina roja que asomaba la cocina a la intemperie. Edwin Caminó a su habitación, se quitó

los anteojos, los limpió con la camisa sucia que estaba en la cama y los puso sobre el tocador. Después,

planchó su camisa negra, el pantalón con la fina línea en medio, los zapatos bien boleados pero su

mentalidad seguía en blanco, el pensamiento de la muerte lo consumía en cachos diminutos.

El vapor de la regadera recorría sus pies templándolos y relajando su espalda, se sentía perdido entre el

agua que le golpeaba la cabeza mientras todo el tiempo cruzaba lento una barrera de dolor.

Cuando terminó de bañarse tocaban la puerta, se colocó la toalla alrededor de la cintura y salió a fijarse quién

tocaba. Se trataba de Amanda, con esa dulce mirada de compasión y amor, la recibió con un quisquilloso

beso en los labios y lo abrazó, un abrazo de esos que rompen las dunas en la noche.

- ¿Cómo estás?- Pronunció con tanta delicadeza que las pupilas de Edwin quebraron en llanto.

- La extraño tanto, que ya el café de tarde no me sabe más que a cenizas y sal.

- Tienes que ser fuerte y tener en cuenta que ella está descansando, te cuida desde la gloria del omnipotente,

ella está a tu lado.- Pero de nuevo esa ola fugaz eufórica, hizo que olvidara el hecho de que le gritaba a su

novia.

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- ¿De nuevo esa pinche idea de dios? La muerte no tiene nada que ver con el tema, es sólo materia inerte,

por favor ¡Materia inerte!

- No puedo creer que estés cegado ante la verdad, te amo y voy a ayudarte.-

- ¿Ayudarme a qué? Esas respuestas se responden cuando mueres, no aquí, aquí solo soy un simple mortal

vida mía. Ahora vuelvo, no tardo iré a cambiarme.- Camina con la ira en sus labios y con cientos de palabras

para maldecir la situación. Se cambió, y en cuanto regresó ya se encontraban, en la sala de la casa Alex,

Manu y Luisa.

- Hermano mi más doloroso y grande pésame, si no es mucha indiscreción, ¿Cómo murió tu mamá?- La

curiosidad de Alex lo dejaba atónito

- Pues, según el forense era propensa a los infartos, cosa que en la vida se dio cuenta, pero mis tíos son

diabéticos, no me extrañó en lo más mínimo. – Aseveró Edwin.

- Bueno, pues sólo queda ir para adelante, no te fijes atrás, tu madre siempre permanecerá en tu corazón,

jamás lo dudes y no estás sólo. Las consolaciones le abrumaban de amor un poco más el alma.

De pronto una mirada profunda le invade el cuerpo al ver que su mejor amigo Manu y su novia Amanda,

tenían un rosario en mano con una pequeña biblia rezando los cinco misterios, sus ojos cerrados y la fe por

delante, lo admiraba con una señal de ternura.

- Pero ¿qué están haciendo? Responde Luisa con impresión

- ¡Ya es el colmo!- ¿Es que no entienden que esto no tiene nada que ver con la muerte?

- Por favor Edwin, estás perdiendo la cordura, amor debes tranquilizarte estás faltándole el respeto a tu

mamá.

- ¡No! Ustedes son los únicos culpables de esta alteración de mi tiempo y espacio, ¿qué se han creído?- De

pronto una amalgama de adrenalina corre por sus venas y la respiración se vuelve más intensa de lo normal,

el pobre muchacho pagano cae al suelo y todos impresionados corren hacia él. La noche obscura rodeaba su

panorama, de pronto lágrimas caían en su boca como señal de vida.

- Aun responde, rápido ¡llamen a la ambulancia!- Todos sus seres queridos respondían ante la situación. Sin

estorbar, colaboraban unos con otros para llevar rápido a Edwin al hospital.

Amanda se sentó en el sillón de la ambulancia, con un fuerte impacto en su rostro rompió en llanto cuando ya

habían partido ella y Manu.

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- Estará bien.- Respondió el paramédico con mucha certeza.

- ¿Usted cree? Cuestiona la atónita novia con mucha desesperación.

- ¡Sí! Solo sufrió un pequeño infarto, pero está respondiendo muy bien con el respirador.-

Edwin, se encontraba en un trance nublado de sueño profundo, tranquilidad era la única acompañante.

Al día siguiente, despertó con flores, chocolates y globos en la esquina de la cama del hospital y en su

abdomen se encontraba Amanda, con su rosario en mano y con el sueño aún fresco en los labios y los ojos

pero con el gesto más dulce que él había presenciado sobre todo en ese momento, lo consoló saber que se

encontraba una de las personas que amaba y que una noche antes dudaba de su amor.

- Amanda, cielo despierta.- pero no encontraba respuesta.

- ¡Amanda, Amanda! Despierta.- De pronto, notó manchas de sangre en las sábanas, un escalofrío acorraló

su cuerpo y la voz se le rompió.

- ¡Enfermera! ¡Enfermera! Ayúdenme por favor llévenla a la habitación de al lado.- Entra a toda prisa la

asistente para auxiliar y cuando el doctor entra con la camilla, la mirada de Edwin era otra, era una especie de

furia combinada con dolor.

- ¿Estará bien?- La esperanza, lo mantenía de pie en la lucha.

- No lo sé muchacho, necesitas descansar, pronto te irás.- Pero ¿quién tendría cabeza para salir y volver a la

rutina?

- ¡Déjenme verla! ¡Desgraciados!.-

- ¡Enfermera! Sédenlo, pero ya, porque si no sufrirá otro infarto.-

Se levantó tiempo después de que despertó, un impulso lo mantuvo de pie cuando pisó el suelo, un mal

presentimiento lo guiaba a la habitación de ella. Cuando llegó no se encontraba nadie, la cama se encontraba

perfectamente aseada y lista para otro paciente. Pero ¿qué le sucedió?

El pobre muchacho enamorado corrió hasta la sala de espera para preguntar por ella pero la enfermera de

turno no estaba, se encontraba con el doctor que lo atendió.

- Dígame dónde se encuentra.-

- la enfermera está con el doctor Benavides en la sala cuarentaiocho con la familia Rodríguez Rocha.- Él, por

intuición corre a la sala cuarenta y ocho sin más palabras.

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Al llegar, el doctor se encontraba firmando papeles.

- Doctor, ¿cómo está Amanda? ¿Qué le ha sucedido?- Él necesitaba una respuesta inmediata o moriría de la

incertidumbre.

- Amanda….

- ¿Sí? Con un demonio doctor, ¿qué le sucedió a mi novia?

- Amanda murió desangrada ayer por la noche, cuando tú seguías dormido, recibiste un fuerte medicamento

ya que no respondías ante el oxígeno, y selló por completo tu pulso. Se te creyó muerto, pero nos pidió una

última cosa; despedirse de ti, aunque jamás imaginamos que lo haría, la enfermera de la habitación creyó que

estaba rezando por que vio el rosario, fue por eso que no molestó.

- ¿Qué? Pero, ¿cuánto tiempo caí dormido?

- Dos días.- No concebía la idea, no recapacitaba de aquel hecho, su madre y luego su novia, las dos mujeres

de su vida.

Edwin, sin palabra alguna, entró a la habitación tomó el rosario, salió de la clínica y se sentó a una de las

bancas frías del parque de enfrente. Con sus ojos cerrados y con las lágrimas brotando se envolvió en el

rosario para llevar sus manos a la frente.

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Divina confusión

(Diálogo) Edwin. —Quiero que sepas algo mujer, ¡nuca, jamás en la vida dudé de ella! ¿Sabes? A pesar de todo, fui un

imbécil, debí llevar el medicamento esa madrugada que me lo pidió ¡Pero qué caray! Ella merecía todo mi

tiempo y cuidados ¿Qué será de esta alma sin su madre?

Amanda.—No lo pienses cariño ¿Cuál propósito tiene el martirizarte con una cruz que tú mismo has colocado

sobre tus hombro? Mejor que nadie sabía que mi suegrita ya no daba para más ¿Recuerdas? Ella te lo dijo,

pero no la escuchaste. La seguiste llevando a médicos y médicos, ellos dijeron exactamente lo mismo que hace

tres días.

Edwin.-- ¡Calla! No me lo recuerdes, me asquea el simple hecho de saber que nada más va a ser polvo bajo los

escombros.

Amanda.— ¡Claro que no!

Manu. —Viejo, no digas barbaridades, la señora Mirna ahora se encuentra en paz, muy en paz diría yo.

Edwin. —Pues no lo creo, a finales de noviembre, la bodega de la funeraria ha debe ser el mismísimo polo

norte.

Amanda. — ¡Por favor Edwin! No es el momento.

Manu.- Te equivocas.

Manu. —Escucha, No te pongas así, no hay necesidad de ver la vida frívolamente.

Amanda. —Sí Ed, ¿lo ves? No hay necesidad.

Edwin. —No es que esté viendo la muerte de mi madre como algo frío.

Manu. — ¿Entonces?

Edwin. —Simplemente está muerta, ¡y ya! ¡Duele!

Amanda. —Pero, tampoco lo observes desde ese ángulo.

Manu. — ¡Sí! Tu madre ahora mismo se encuentra en la gloria de dios y revoloteando como un ángel por los

cielos. Seguro ha de estar cuidándote.

Edwin.- ¡De qué estupideces estás hablando Manuel! No estoy en condiciones de aguantar tu insolente

fanatismo, ¿está claro?

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Manu.-- ¿Cómo te atreves a llamar estupidez a la divina gracia de nuestro creador? ¿Acaso has perdido la

cabeza? ¡Retráctate en este mismo instante!

Edwin. — ¿Retractarme? Qué divina gracia ni que ocho cuartos y no sigas o afronta las consecuencias.

Manu. — ¡Ah! Ahora resulta que por darle apoyo a mi mejor amigo debo salir golpeado

Amanda. —No, por favor muchachos, paren, esto no resolverá absolutamente nada.

Edwin. —Resolver ¿qué? De todos modos a mi madre ya le dieron calacas. Pero no voy a tolerar semejante

tontería.

Manu. —Bueno, pues ¿qué te has creído tú? ¿Te sientes superior? ¿Estás consciente que esto no hará que tu

madre vuelva?

Edwin. —No se trata sobre si mi mamá vuelve, simplemente no concibo lo que dices, las incoherencias a las

que te refieres. Eso no es respetarme, eso es ajuiciar a alguien, pedazo de idiota. Creí que eres diferente a

toda la bola de extremistas que viven contigo.

Amanda.—¡Edwin! ¡Ya fue suficiente!

Manu.—Déjalo, se pudrirá en el infierno, solo.

Edwin.—Claro, no me hagas reír, ahora por ser autónomo y regirme por mi propia voluntad conciencia e

inteligencia iré al infierno ¿no?

Manu. —Pues por lo que veo, ¡sí!

Amanda. — ¡Ya, están actuando como un par de idiotas! Se supone que son amigos, se agarran como perros y

gatos, por favor ya basta, ¡los dos!

Edwin. —Pues dile a éste que no comience con sus sermoneadas de catecismo.

Amanda.- ¿Saben? Están discutiendo por puras estupideces.

Manu. —Pero es qué…

Amanda. — ¡Pero es que nada! Terminan con esto ahora mismo.

Manu. —Creo que tienes razón, Lo siento viejo, no quise alterarme por tonterías.

Edwin. —Ahora resulta que la muerte de mi madre les parece una tontería.

Amanda. — ¡No, claro que no! No estás comprendiendo.

Edwin. —Comprendo perfectamente, creí que me iban a apoyar, ¿y tú? Pensé que me amabas, creo que me

equivoqué.

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Amanda.- ¡Uff qué va! Eres un caso perdido, ¿sabes? Mira allí viene el autobús, nos vemos esta noche, ¿sale?

Cuídate.

Manu.— Ciao, dios te bendiga amigo…

Edwin. —Otra vez la burra al trigo, ¡mejor lárguense ya!

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Tratemos de morir un rato

(Ensayo)

Porque cuando zarpemos en el barco de la última hora, nos esperará un inmenso mar de color negro

al final de la luz; ¿nuestro destino?...

Desde que nuestra madre nos recibe en vientre, la muerte se presenta como una verdad, se hace

con ella, se crece con ella, jugamos, pataleamos, pero nunca pega marcha atrás. No se trata de

cuestiones fisiológicas, ni tampoco de argumentos científicos y espirituales. Simplemente contempla

el hombre a su más fiel acompañante desde el momento de su concepción: ‘’la muerte’’.

A los antiguos filósofos egipcios les maravillaba sublimar sus cuerpos con la belleza de los astros.

Imaginaban qué en punto del cielo se localizaban sus ancestros caídos por las guerras, y así

honrarlos, al igual que en muchas otras culturas, la vida se clasifica como un ritual

de preparación a lo largo de sus años, esto es para hacer la travesía destinada por sus dioses y

lograr el propósito de reunirse con ellos.

No se tienen definiciones claras y concisas sobre la muerte y sus tradicionales creencias. Sin

embargo las expectativas son claras; para ciertas creencias la muerte es vista como un principio.

Cuando se es pequeño, se desarrolla un comportamiento natural, primerizo ante los siguientes

factores: inocencia e ignorancia. Esto explica que no hay temor ni conocimiento alguno sobre lo que

es el morir, tampoco, observamos a simple vista nuestro futuro para ir estructurándolo.

Como la mosca que vuela por el estanque junto a la rana, y revolotea dentro de su vientre plano. Es

fascinante revolotear por la vida sin prejuicios y crecer pensando que somos inmortales, como en lo

que miramos, escuchamos oleemos, pero ¿nos espera la muerte con un final feliz? ¿Creemos

fuertemente en el vivir?

La realidad nos acongoja pensando que esto nunca llegará, aunque no tenemos idea de cuán clara

será la partida.

Esta problemática habita en muchos conceptos que no deberían pasar desapercibidos. La mayoría,

insisto, son muy personales; no es sensato buscar un dogma general, ya que a lo largo de la

evolución, muchos ideales han reconstruido su propio criterio sobre esta característica de la vida,

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abarcando la época clásica hasta la contemporánea. Es por ese motivo que crear un juicio universal

sobre la muerte no sería del todo certero.

La muerte sólo es triste para aquel que no ha pensado en ella.

Como el anciano que afuera de su casa, reflexiona gracias a la copa medio llena de vino tinto y por

su creciente miedo a perderse en ella; clara la mañana y opaca la oscuridad, toda materia en el

espacio ocupa su lugar.

Se cree que el miedo es un sentimiento más dentro del mecanismo de emocional. Cada cabeza goza

de un momento predeterminado, no por un espacio, volumen o tiempo, tal vez por algún ser divino,

no se sabe con claridad; algo muy seguro es que el cuerpo humano torna a ser materia inerte, y

dependiendo del estilo de vida que llevó el individuo, será recordado por sus seres amados como

una ventana que se podrá abrir cuantas veces se desee.

Un alma en pena, esclavizada, arrepentida, arrastra sus actos pero no los desecha.

Dios y la muerte son como la luna, no están presentes en el día, en los momentos de pleno júbilo, y

por las noches están allí pero con más visibilidad. Esta pequeña teoría, revela acontecimientos que

pueden ser útiles para adquirir conciencia del tema, la hora llega, no hay plazo que no se cumpla.

En plena montaña callan las piedras, el terremoto parte la tierra y la quiebra haciéndola arena.

Vastos grupos religiosos, aseguran la existencia de dios, propagan la idea de vida nueva y la

reencarnación después de ésta. Algunos creen y se aferran a un dogma monoteísta, gracias al

pensamiento cerrado del sujeto que a determinado tiempo limita su conocimiento.

Una multitud de filósofos aseguraban que la muerte sólo es el desperdicio de nuestros actos, que

además quedarán legados para generaciones futuras. En sí este es un misterio que aborda todos los

aspectos, y solamente se lo puede responder el hombre por su propia cuenta.

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En conclusión se habla de historias trascendentales, que llegan a nuestros oídos, sin embargo es el

criterio personal el encargado de conducir el destino de cada cuál; ‘’dime cómo moriste y te diré

quién eres’’

Es que esto es reflexionable ante la situación; ¿cuál será nuestro propósito? Algunos plantearían el

concepto de la felicidad, otros optarían por el realismo y la verdad, pero pocos por el misterio.

*El laberinto de la soledad, Octavio Paz

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Praderas oscuras

(Poema)

Lenguajes desconocidos estancados

En los vientres de la oscuridad.

Dolorosas espigas sembrando los recuerdos

En estas tierras de nueva vida

Al final del tiempo revolotearemos

como jacas en las praderas negras

Acaba la noche como madrugada

En plena partida con turbio color.

¿Cómo serán sus sabores?

Si hemos de volvernos viejos

y contemplar la dicha que nos apasiona

Al final del tiempo revolotearemos

como jacas en las praderas negras

Se pierde ella en estos deseos ajenos

Es dichosa en invadir mi corazón y desgarrarlo.

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Corroe al tiempo, que es digno de mirar

con ojos de misericordia

al olvido que sus sombras pronuncia .

Cerca embarcamos junto al ballesta ocasional

tendiendo sus redes,

Lugar de brisa, oleaje y días añiles.

No se podrá volver cruzando al mar de la muerte:

Al final del tiempo revolotearemos

como jacas en las praderas negras

La muerte

(Poema)

Ha de criticar los años

por falsas esperanzas perdidas.

Y quería sanar verdades

hace algunos coloridos otoños.