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BORJA VILASECA 2 AGO 2015 - 00:00 CEST 6 Muchas personas PSICOLOGÍA » La patología del éxito Vivimos en una sociedad que valora a los triunfadores. Sin embargo, ¿qué es serlo? ¿Y qué es el fracaso? ¿Por qué hay personas que convierten su vida en una competición? Archivado en: Psicología Bienestar Estilo vida Ciencia Cuenta una historia que un anciano empresario le regaló a su nieto el juego del Monopoly por su decimoctavo aniversario. Era verano y el joven disfrutaba de sus vacaciones antes de comenzar la carrera de Económicas. Era un chico ambicioso. Quería superar la fortuna acumulada por su abuelo. Por las tardes, los dos se sentaban junto al tablero y pasaban horas jugando. A pesar de la frustración de su nieto, el empresario seguía ganándole todas las partidas, pues conocía perfectamente las leyes que regían aquel juego. Una mañana, el joven por fin comprendió que el Monopoly consistía en arruinar al contrincante y quedarse con todo. Y hacia el final del verano, ganó su primera partida. Tras quedarse con la última posesión de su mentor, se enorgulleció de ver al anciano derrotado. “Soy mejor que tú, abuelo. Ya no tienes nada que enseñarme”, farfulló, acunando en sus brazos el botín acumulado. Sonriente, el empresario le contestó: “Te felicito, has ganado la partida. Pero ahora devuelve todo lo que tienes en tus manos a la caja. Todos esos billetes, casas y hoteles. Todas esas propiedades y todo ese dinero… Ahora todo lo que has ganado vuelve a la caja del Monopoly”. Al escuchar sus palabras, el joven perdió la compostura. Y el abuelo, con un tono cariñoso, añadió: “Nada de esto fue realmente tuyo. Tan solo te emocionaste por un rato. Todas estas fichas estaban aquí mucho antes de que te sentaras a jugar, y seguirán ahí después de que te hayas ido. El juego de la vida es exactamente el mismo. Los jugadores vienen y se van. Interactúan en el mismo tablero en el que lo hacemos tú y yo. Pero recuerda: nada de lo que tienes y acumulas te pertenece. Tarde o temprano, todo lo que crees que es tuyo irá a parar nuevamente a la caja. Y te quedarás sin nada”. El joven escuchaba cada vez con más atención. Y al captar su interés, el anciano empresario compartió con él una última lección: “Te voy a decir lo que me hubiera gustado que alguien me hubiera dicho cuando tenía tu edad. Piénsalo con detenimiento. ¿Qué pasará cuando consigas el ascenso profesional definitivo? ¿Cuando hayas comprado todo lo que deseas? ¿Cuando hayas subido la escalera del éxito hasta el peldaño más alto que puedas alcanzar? ¿Qué pasará cuando la excitación desaparezca? Y créeme, desaparecerá. ¿Entonces qué? ¿Cuántos pasos tienes que caminar por esta senda antes de que veas a dónde conduce? Nada de lo que tengas va a ser nunca suficiente. Así que hazte a ti mismo una sola pregunta: ¿qué es lo verdaderamente importante en la vida?”. Por más absurdo que nos pueda parecer al leerlo, hay personas que prefieren tener éxito a ser felices. Y eso que lo uno no es incompatible con ANNA PARINI

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13/11/2015 La patología del éxito | EL PAÍS Semanal | EL PAÍS

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La patología del éxitoVivimos en una sociedad que valora a los triunfadores. Sin embargo, ¿qué es serlo?¿Y qué es el fracaso? ¿Por qué hay personas que convierten su vida en una competición?

Archivado en: Psicología Bienestar Estilo vida Ciencia

Cuenta una historia que un anciano empresario le regaló a su nieto eljuego del Monopoly por su decimoctavo aniversario. Era verano y el jovendisfrutaba de sus vacaciones antes de comenzar la carrera de Económicas.Era un chico ambicioso. Quería superar la fortuna acumulada por suabuelo. Por las tardes, los dos se sentaban junto al tablero y pasaban horasjugando. A pesar de la frustración de su nieto, el empresario seguíaganándole todas las partidas, pues conocía perfectamente las leyes queregían aquel juego.

Una mañana, el joven por fin comprendió que el Monopoly consistía enarruinar al contrincante y quedarse con todo. Y hacia el final del verano,ganó su primera partida. Tras quedarse con la última posesión de sumentor, se enorgulleció de ver al anciano derrotado. “Soy mejor que tú,abuelo. Ya no tienes nada que enseñarme”, farfulló, acunando en susbrazos el botín acumulado.Sonriente, el empresario le contestó: “Te felicito, has ganado la partida.Pero ahora devuelve todo lo que tienes en tus manos a la caja. Todos esos

billetes, casas y hoteles. Todas esas propiedades y todo ese dinero… Ahora todo lo que has ganadovuelve a la caja del Monopoly”. Al escuchar sus palabras, el joven perdió la compostura.

Y el abuelo, con un tono cariñoso, añadió: “Nada de esto fue realmente tuyo. Tan solo te emocionastepor un rato. Todas estas fichas estaban aquí mucho antes de que te sentaras a jugar, y seguirán ahídespués de que te hayas ido. El juego de la vida es exactamente el mismo. Los jugadores vienen y sevan. Interactúan en el mismo tablero en el que lo hacemos tú y yo. Pero recuerda: nada de lo quetienes y acumulas te pertenece. Tarde o temprano, todo lo que crees que es tuyo irá a pararnuevamente a la caja. Y te quedarás sin nada”.

El joven escuchaba cada vez con más atención. Y al captar su interés, el anciano empresariocompartió con él una última lección: “Te voy a decir lo que me hubiera gustado que alguien mehubiera dicho cuando tenía tu edad. Piénsalo con detenimiento. ¿Qué pasará cuando consigas elascenso profesional definitivo? ¿Cuando hayas comprado todo lo que deseas? ¿Cuando hayas subidola escalera del éxito hasta el peldaño más alto que puedas alcanzar? ¿Qué pasará cuando la excitacióndesaparezca? Y créeme, desaparecerá. ¿Entonces qué? ¿Cuántos pasos tienes que caminar por estasenda antes de que veas a dónde conduce? Nada de lo que tengas va a ser nunca suficiente. Así quehazte a ti mismo una sola pregunta: ¿qué es lo verdaderamente importante en la vida?”.

Por más absurdo que nos pueda parecer al leerlo, hay personas queprefieren tener éxito a ser felices. Y eso que lo uno no es incompatible con

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suben ciegamentepeldaño a peldaño por laescalera que creenque les conducirá al éxito. Ysolo al llegar a lacima se dan cuenta de quehan colocado laescalera en la paredequivocada”Stephen Covey

lo otro. Sin embargo, entran en conflicto cuando la aspiración de lograrreconocimiento a toda costa se convierte en una patología; eso sí,socialmente aceptada.

Al mirar con lupa las motivaciones ocultas de quienes sueñan con recibirpremios, salir en la foto y gozar del aplauso de multitudes, observamosuna serie de rasgos en común. En primer lugar, comparten un profundomiedo al fracaso, un temor irracional de no “llegar a ser alguien”. Ese es elmotor oscuro de muchas de sus decisiones y de casi todos sus actos. Estaes la razón por la que suelen ser adictos al trabajo o workaholics. En casosextremos, se sienten culpables si no están ocupados con quehaceresproductivos, considerando el ocio y el descanso como una pérdida detiempo.

Si bien suelen vivir desconectados de sí mismos, de sus emociones ysentimientos, están completamente enchufados al móvil y al ordenadorportátil. En el nombre de la eficiencia y la profesionalidad, siempre estándisponibles para sus jefes y clientes, relegando a la familia y los amigos aun segundo plano. Son ambiciosos y muy competitivos, y tienden amantener relaciones basadas en el interés. Para ellos la vida es un

concurso, una carrera, una competición. Sin embargo, se obsesionan tanto con ganar y llegar a lameta que a menudo se muestran incapaces de disfrutar del camino.

De forma inconsciente, desarrollan una máscara deslumbrante, forjada por medio de prestigiosostítulos académicos y pomposos cargos profesionales. Gozar de una buena imagen es otra de susprioridades. De ahí que suelan ser víctimas de la vanidad: si los demás no les reconocen los logros yméritos cosechados, ellos mismos se encargan de que todo el mundo se entere.

Podríamos decir que su flor preferida es el narciso. Y que entre sus animales favoritos se encuentra elpavo real. Debido a su carácter exhibicionista, saben cautivar la atención de los demás, desplegandoun encanto personal bien calculado; son expertos en crear una magnífica impresión de sí mismos. Asu vez, se les puede identificar con el camaleón, pues también son maestros en el arte de adaptarse asus interlocutores, mostrando aspectos de su personalidad que les garanticen una buena reputaciónsocial.

Creen que si no brillan, sobresalen o destacan, serán invisibles a los ojosde la gente y, en consecuencia, indignos de reconocimiento. Muchos de

estos adictos al éxito logran finalmente llegar a la cima. Pero algunos se encuentran con unasensación de vacío insoportable. De pronto tienen lo que siempre habían deseado. Paradójicamente,sienten que dichas recompensas carecen de sentido. Una vez conquistado el mundo se dan cuenta deque por el camino se han perdido a sí mismos.

Detrás de esta compulsión por el éxito se esconde una dolorosa herida: la de no sentirse valioso por elser humano que es, poniendo de manifiesto su falta de autoestima. Así, en vez de obsesionarse por elreconocimiento ajeno, es fundamental que aprendan a reconocerse a sí mismos. Es decir, saberquiénes son verdaderamente, yendo más allá de la máscara que han ido creando para seducir a laaudiencia que los rodea.

Para lograrlo, han de redefinir sus prioridades, sus aspiraciones, así como su concepto de éxito,atreviéndose a tomar decisiones movidas por valores que de verdad les importen. Es entonces cuandomuchos toman consciencia de que ser feliz vale más que tener éxito. Y en la medida que empiezan aser fieles a sí mismos, a los dictados de su corazón, a menudo emprenden una senda profesionalmucho más vocacional, orientando su existencia al bien común y no tanto a su propio interés. Locurioso es que tarde o temprano llega un día en que el éxito aparece como resultado.

Sabios de todos los tiempos nos recuerdan una y otra vez algo que tendemos a olvidar: “El mayortriunfo es ser uno mismo”. En caso de no saber por dónde empezar, podemos seguir las indicaciones

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de Antoine de SaintExupéry: “Procura que el niño que fuiste no se avergüence nunca del adulto queeres”. Para ello, no nos queda más remedio que escuchar con atención a nuestro corazón. Él sabeperfectamente quiénes somos y cuál es nuestro propósito en esta vida. Nuestro corazón lo sabe todoacerca de nosotros. El quid de la cuestión es si somos lo suficientemente valientes para escucharlo.

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